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Por Marcelo A. Murúa
En los últimos años la Biblia ha pasado de ser el libro que guiaba la vida de los
cristianos, pero dormía en el estante de una biblioteca (cuando había Biblia en la casa),
para ser el centro y el fundamento de una verdadera revolución en lo religioso.
Impulsada por los aires de cambio originados en el Concilio Vaticano II la Biblia ha
vuelto a ser la piedra angular de la reflexión y la práctica de muchísimos cristianos. Los
grupos de reflexión bíblica surgen por todo el continente latinoamericano y nuestro
país no es ajeno a este gran movimiento del Espíritu.
Cada vez en mayor número la gente busca reunirse en torno al Libro de la Vida, como
muchos la llaman, para compartir a la luz de su lectura criterios, experiencias y
oraciones para vivir el Evangelio con mayor fidelidad.
Las ediciones económicas de la Biblia, así como las diversas campañas de promoción,
han permitido que muchas familias, aún en medios socialmente carenciados, puedan
acceder a una Biblia para su hogar. La preocupación por que todos tengan su Biblia da
origen a expresiones de solidaridad muy conmovedoras. La unión y la fuerza del
trabajo comunitario, expresado en ventas de empanadas, rifas, etc., tiene como fruto
que en muchos hogares hoy se encuentre la Palabra de Dios.
La Pastoral Bíblica como servicio para una mejor comprensión y vivencia de la Palabra
de Dios ofrece una tarea que se difunde a las otras realidades pastorales. Para ser más
claro, si se trabaja para que la gente conozca más la Biblia, para que se reuna y la lea,
medite, ore y practique en comunidades, esto repercutirá necesariamente en todos los
aspectos de la misión de una comunidad eclesial:los trabajos con jóvenes , con niños,
con adultos y familias, etc.
Para ser discípulo del Señor hay que escuchar y practicar la Palabra. No alcanza con
decir Señor, Señor, es decir con proclamarse cristiano; para seguir a Jesús hay que
llevar a la vida concreta su Palabra y su enseñanza (Mt. 7, 21 ss)
San Pablo nos enseña la finalidad del conocimiento de la Biblia: estar preparado para
hacer el bien. En la medida que conocemos la Palabra ella nos va abriendo el corazón y
nos ayuda a discernir cómo llevarla a la práctica en la vida de todos los días.
En los documentos del Magisterio de la Iglesia también encontramos muchísimas
referencias al tema. Entre los documentos del Concilio Vaticano II hay uno entero
dedicado a la Palabra de Dios: la Constitución Dogmática Dei Verbum.