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DE CHICLAYO
FACULTAD DE MEDICINA
ESCUELA PROFESIONAL DE MEDICINA HUMANA
DEPARTAMENTO ACADÉMICO DE CIENCIAS BÁSICAS
DOCENTE:
Dr. Cotrina Romero Carlos
Dr. Coaguila Luis Angel
Dr. Néstor Rodríguez Alayo
Dr. Jorge Ramírez
Dr. Alan Rodríguez
ASIGNATURA:
Fisiología
ALUMNOS:
Becerra Cerna Malu Geraldine 201410047
Chiclayo Santa Cruz Diana Paola 201410038
Cumpa Capuñay Danny 201410042
Mendoza Untiveros Miguel Angel 201410088
Rivera Chuman Jordi 201410048
TEMA:
“INSUFICIENCIA RENAL AGUDA”
SEM.ACADÉMICO:
2016 – II
CICLO:
V
UNIDAD:
III
Chiclayo, 25 de Octubre del 2016
INTRODUCCIÓN
La Insuficiencia Renal Aguda (IRA) se define como una disminución rápida del
funcionalismo renal, que ocurre en horas o algunos días. Este deterioro
provoca una incapacidad de los riñones para excretar los productos
nitrogenados derivados del metabolismo proteico y posteriormente para
mantener la homeostasis hidroelectrolitica y del equilibrio acido-base. En todos
los casos existe un descenso de la tasa de filtración glomerular, que en la
clínica se mide por medio del aclaramiento de creatinina.
En el diagnóstico y seguimiento de los pacientes con IRA cobran especial valor,
el volumen de orina y las determinaciones seriadas de urea o BUN y creatinina.
La lesión renal aguda (AKI, acute kidney injury), conocida anteriormente como insufi
ciencia renal aguda, se caracteriza por la deficiencia repentina de la función renal que
origina la retención de productos nitrogenados y otros desechos que son eliminados
en circunstancias normales por los riñones. La AKI no constituye una sola enfermedad,
más bien denota un grupo heterogéneo de cuadros que comparten manifestaciones
diagnósticas comunes: específi camente, incremento en la concentración de nitrógeno
ureico sanguíneo (BUN, blood urea nitrogen), incremento en la concentración
plasmática o sérica de creatinina (SCr, serum creatinine) o ambos factores, que se
acompaña a menudo por disminución en el volumen de orina. La intensidad de AKI
puede variar desde un cuadro asintomático con cambios transitorios en los parámetros
de laboratorio del índice de fi ltración glomerular (GFR, glomerular fi ltration rate) hasta
perturbaciones sobreagudas que culminan rápidamente en la muerte, en la regulación
efectiva del volumen circulante y en la composición de electrólitos y acidobásica del
plasma.
Por costumbre se han dividido las causas de AKI en tres categorías amplias:
hiperazoemia prerrenal (disminución en la irrigación del riñón) ; enfermedad intrínseca
del parénquima renal (trastornos que alteran las estructuras dentro de los riñones y
obstrucción posrenal (trastornos que interfieren con la eliminación de la orina desde el
riñón) (fi g. 279-1).
Figura 279-1 Clasificación de las causas principales de lesión renal aguda. ACE-1, enzima 1 convertidora de
angiotensina; ARB, antagonista del receptor de angiotensina; NSAID, antiinflamatorios no esteroideos; TTP-
HUS, síndrome de púrpura trombocitopénica trombótica/urémico hemolítico.
■ HIPERAZOEMIA PRERRENAL
El término antes mencionado (que proviene de las raíces griegas “hiper” que denota
superioridad o exceso, “azo” que significa nitrógeno y “-emia”, sangre) constituye la
forma más común de AKI. Denota, como es fácil deducir, el incremento de la
concentración de creatinina sérica o de nitrógeno ureico en sangre, por el inadecuado
flujo plasmático al riñón y por la presión hidrostática intraglomerular que no basta para
apoyar la filtración glomerular normal. Los cuadros clínicos más frecuentes que se
acompañan de hiperazoemia prerrenal son hipovolemia, disminución del gasto
cardiaco y fármacos que interfi eren en las respuestas autorreguladoras renales como
el uso de antiinflamatorios no esteroideos (NSAID) e inhibidores de la angiotensina II
(fi g. 279-2). La hiperazoemia renal puede coexistir con otras formas de AKI
intrínsecas.
Los lapsos duraderos de la hiperazoemia mencionada pueden ocasionar daño
isquémico calificado a menudo de necrosis tubular aguda o ATN (acute tubular
necrosis). Por definición, la hiperazoemia prerrenal no comprende daño del
parénquima renal y se puede revertir rápidamente una vez que se restaure la
hemodinámica intraglomerular.
La AKI es una complicación común en dicha situación y puede ser inducida por
agotamiento volumétrico y peritonitis bacteriana espontánea. Surge un mal pronóstico
particularmente en el caso del síndrome hepatorrenal de tipo 1 en el cual la AKI
persiste sin otra causa que la explique (como infección, choque o medicamentos
nefrotóxicos) a pesar de la reposición volumétrica y de la interrupción del uso de
diuréticos. El síndrome hepatorrenal de tipo 2 es una forma menos intensa que se
caracteriza más bien por ascitis resistente al tratamiento.
Las causas más frecuentes de AKI intrínseca son septicemia, isquemia y nefrotoxinas,
endógenas y exógenas (fi g. 279-3). En muchos casos, la hiperazoemia prerrenal
evoluciona y llega al daño tubular. A pesar de que se le clasifi có clásicamente como
“necrosis tubular aguda”, en términos generales no se ha obtenido confi rmación de la
necrosis tubular en biopsias de seres humanos en caso de septicemia e isquemia;
sobre tal base, pudieran asumir mayor importancia en la fi siopatología cuadros como
infl amación, apoptosis y alteración del riego regional. Otras causas de AKI íntrínseca
son menos frecuentes y se pueden defi nir anatómicamente con arreglo al sitio
principal de daño del parénquima renal: glomérulos, plano tubulointersticial y vasos.
En Estados Unidos cada año se manifi estan más de 700 000 casos de septicemia. La
AKI complica más de la mitad de los casos de septicemia grave y agrava
enormemente el peligro de muerte. La septicemia también es causa muy importante
de AKI en países pobres. La disminución de la filtración glomerular con la septicemia
surge a veces incluso sin que exista hipotensión franca, aunque muchos casos de AKI
intensa aparecen típicamente en el entorno del colapso hemodinámico que exige
apoyo vasopresor. A pesar de que sin duda se identifi ca daño tubular vinculado con
AKI en la septicemia, como se manifi esta por la presencia de restos celulares en
túbulos y cilindros en la orina, los datos de necropsias en riñones de personas con
septicemia grave sugieren que habría que considerar en la fi siopatología de AKI
inducida por septicemia factores como infl amación y edema intersticial.
Los riñones sanos reciben 20% del gasto cardiaco y explican 10% del consumo de
oxígeno con el sujeto en reposo a pesar de que su masa es apenas sólo 0.5% de la
masa corporal de una persona. Los órganos mencionados también son el sitio de una
de las regiones más hipóxicas del organismo, que es la médula renal. La porción
externa de dicha capa es particularmente vulnerable al daño isquémico, por la
arquitectura de los vasos sanguíneos que aportan oxígeno y nutrientes a los túbulos.
Las interacciones leucocitos-endotelio intensificadas en los vasos fi nos culminan en
inflamación y disminución de la corriente sanguínea local al segmento
metabólicamente muy activo S3 del túbulo proximal, que depende del metabolismo
oxidativo para su supervivencia. La sola isquemia en un riñón normal por lo común no
basta para causar AKI intensa, como lo demuestra el riesgo relativamente pequeño de
AKI grave, incluso después de interrupción total de la corriente por riñones durante el
pinzamiento de la aorta, por arriba de los riñones o en casos de paro cardiaco. A nivel
clínico, la AKI suele surgir cuando aparece isquemia en el contexto de una reserva
renal limitada (como el caso de una nefropatía crónica o ancianidad) o factores lesivos
coexistentes con septicemia, fármacos vasoactivos o nefrotóxicos, rabdomiólisis y
estados de infl amación sistémica, que aparecen en casos de quemaduras y
pancreatitis. La hiperazoemia prerrenal y AKI vinculada a la isquemia constituyen un
continuo de las manifestaciones de la defi ciencia de riego por riñones. La
vasoconstricción preglomerular persistente puede ser una causa de fondo frecuente en
la disminución de la fi ltración glomerular que surge con AKI; entre los factores que
supuestamente ocasionan la vasoconstricción están la activación de la
retroalimentación tubuloglomerular por una mayor llegada de solutos a la mácula
densa después de daño del túbulo proximal; intensifi cación del tono vascular basal y
de la reactividad a los vasoconstrictores y una mayor reactividad a vasodilatadores.
Otros factores que contribuyen a la disminución de la fi ltración glomerular
comprenden la fuga retrógrada de fi ltrado a través del epitelio tubular isquémico y
desnudo y la obstrucción mecánica de túbulos, por restos celulares necróticos (fi g.
279-4).
Los medios yodados de contraste radiográfico utilizado para imagenología del aparato
cardiovascular y la tomografía computarizada constituyen una causa importante de
AKI. El riesgo de que surja tal complicación es insignificante en personas con función
renal normal, pero se agrava extraordinariamente en caso de una nefropatía crónica,
en particular la de origen diabético. La evolución clínica más frecuente de la nefropatía
por medio de contraste se caracteriza por incremento en el nivel de depuración de
creatinina y comienza 24 a 48 h después de la exposición, alcanza el máximo en
término de tres a cinco días y muestra resolución en un plazo de una semana. La AKI
más intensa que obliga a usar diálisis es poco común, excepto en el caso de que haya
existido desde antes una nefropatía crónica, a menudo acompañada de insuficiencia
congestiva cardiaca u otras causas coexistentes de AKI vinculada con isquemia. En
este sentido son particularmente susceptibles las personas con mieloma múltiple y
nefropatía. Trastornos frecuentes son la excreción fraccionada pequeña de sodio y el
sedimento de orina relativamente benigno sin manifestaciones de necrosis tubular
(véase después). Según se piensa, la nefropatía por medio de contraste aparece
cuando se combinan varios factores como: 1) hipoxia en la capa externa de la médula
renal por perturbaciones en microcirculación de riñones y oclusión de vasos fi nos; 2)
daño citotóxico de los túbulos directamente o por la generación de radicales de
oxígeno libre, en particular cuando aumenta extraordinariamente la concentración del
fármaco de contraste dentro del túbulo, y 3) obstrucción tubular transitoria con
precipitación del medio de contraste. Otros fármacos de tipo diagnóstico a los que se
les ha achacado ocasionar AKI son gadolinio en altas dosis utilizado en la resonancia
magnética y las soluciones ingeribles de fosfato de sodio que se han usado como
purgantes.
ANTIBIÓTICOS
TOXINAS ENDÓGENAS
La AKI puede ser causada por diversos compuestos endógenos, que incluyen
mioglobina, hemoglobina, ácido úrico y cadenas ligeras de mieloma. La mioglobina por
lo regular es liberada de miocitos lesionados y la hemoglobina, surge durante la
hemólisis masiva que culmina en la nefropatía por pigmento. La rabdomiólisis puede
ser consecuencia de aplastamiento traumático; de isquemia muscular durante cirugía
vascular u ortopédica; de compresión durante el coma o inmovilización, actividad
convulsiva duradera, ejercicios excesivos, siriasis o hipertermia maligna, infecciones,
metabolicopatías (como hipofosfatemia, hipotiroidismo grave) y miopatías
(farmacoinducidas, metabólicas o infl amatorias). Entre los factores patógenos para
que surja AKI están vasoconstricción intrarrenal, toxicidad directa en la zona proximal
de túbulos y obstrucción mecánica del interior de la zona distal de la nefrona cuando
se precipitan la mioglobina o la hemoglobina con la proteína de Tamm-Horsfall
(uromodulina, la proteína más frecuente en la orina y producida en la porción
ascendente gruesa del asa de Henle), proceso inducido por la orina ácida. El síndrome
de lisis tumoral puede surgir después de comenzar la administración de citotóxicos en
sujetos con linfomas de alta gradación y leucemia linfoblástica aguda; la liberación
masiva de ácido úrico (cuando las concentraciones séricas suelen exceder de 15
mg/100 ml) hace que se precipite dicho ácido de los túbulos renales y surja AKI (cap.
276). Otras manifestaciones del síndrome de lisis tumoral son hiperpotasemia e
hiperfosfatemia. El síndrome recién mencionado a veces surge de modo espontánea o
al tratar tumores sólidos o mieloma múltiple. Las cadenas ligeras del mieloma también
ocasionan AKI por toxicidad tubular directa y al unirse a la proteína de TammHorsfall
para formar cilindros obstructivos intratubulares. La hipercalcemia que también
aparece en el mieloma múltiple puede ocasionar AKI por vasoconstricción renal
intensa y agotamiento volumétrico.
La AKI posrenal aparece cuando hay bloqueo agudo, parcial o total de la corriente de
orina que normalmente es unidireccional lo cual hace que aumente la presión
hidrostática retrógrada y que surja interferencia en la filtración glomerular. La
obstrucción de la corriente de orina puede depender de perturbaciones funcionales o
estructurales en cualquier punto que esté situado entre la pelvis renal y el orificio de la
uretra. La rapidez con que fluye normalmente la orina no descarta la presencia de
obstrucción parcial porque la filtración glomerular en circunstancias fisiológicas es dos
órdenes de magnitud mayor que la velocidad con que fluye la orina. Para que
aparezca AKI en sujetos sanos, la obstrucción debe afectar los dos riñones salvo que
sólo uno sea funcional, situación en la cual la obstrucción unilateral originará AKI. La
obstrucción en un lado puede originar AKI en el marco de CKD de fondo y grave o en
casos raros de vasoespasmo reflejo del riñón contralateral. La obstrucción del cuello
de la vejiga es una causa frecuente de AKI posrenal y puede ser causada por
trastornos de la próstata (como hipertrofia benigna o cáncer de dicha glándula), vejiga
neurógena o administración de anticolinérgicos. La obstrucción de las sondas de Foley
origina AKI posrenal si no se identifica y corrige. Otras causas de obstrucción de la
zona baja de las vías urinarias son coágulos de sangre, cálculos y estenosis uretrales.
La obstrucción de uréteres surge por un bloqueo intraluminal (por cálculos, coágulos
de sangre, papilas renales esfaceladas); infiltración de la pared de los uréteres (como
el caso de las neoplasias), o compresión externa (como la fibrosis retroperitoneal,
neoplasias, abscesos o daño inadvertido durante alguna operación quirúrgica). Los
aspectos fisiopatológicos de AKI posrenal comprenden las alteraciones
hemodinámicas inducidas por el incremento repentino de las presiones intratubulares.
Después de un periodo inicial de hiperemia por dilatación arteriolar aferente hay
constricción de vasos intrarrenales, que surge por la generación de angiotensina II,
tromboxano A2 y vasopresina y una menor producción de óxido nítrico. La disminución
de la filtración glomerular proviene de la deficiencia de riego a los glomérulos y
posiblemente cambios en el coeficiente de ultrafiltración de tales estructuras.
VALORACIÓN DIAGNÓSTICA
■ SIGNOS EN ORINA
■ VALORACIÓN RADIOLÓGICA
Se han utilizado algunos índices para diferenciar entre la hiperazoemia prerrenal y AKI
intrínseca cuando hay deficiente función de los túbulos. La disminución en el flujo
tubular y un mayor reciclado de urea que se observan en la hiperazoemia prerrenal
pueden ocasionar un incremento desproporcionado de BUN en comparación con lo
que se observa con la creatinina. Sin embargo, no hay que olvidar otras causas de
incremento desproporcionado de BUN como hemorragia en la zona superior del tubo
digestivo, hiperalimentación, mayor catabolia tisular y corticoterapia.
Por todo lo expuesto, la cifra baja de FeNa sugiere que hay un consumo eficaz del
volumen intravascular aunque no equivale con certeza a ella y no deberá ser utilizada
como única información que oriente en la fluidoterapia. La reacción de la micción a la
administración de soluciones de cristaloides o coloides puede tener utilidad
diagnóstica y terapéutica en la hiperazoemia prerrenal. En caso de AKI de origen
isquémico la cifra de FeNa suele rebasar el 1%, y ello se debe al daño tubular y la
incapacidad resultante para resorber sodio. Sin embargo, algunas causas de AKI por
isquemia y por nefrotoxinas pueden tener como manifestación inicial la cifra de FeNa
por debajo de 1% e incluye la septicemia (a menudo en el comienzo de la evolución),
la rabdomiólisis y la nefropatía por medio de contraste.
■ BIOPSIA DE RIÑÓN
■ BIOMARCADORES NUEVOS
COMPLICACIONES
UREMIA
Un signo definitorio de la AKI es la acumulación de productos nitrogenados de
desecho o catabolia que se manifiestan por una mayor concentración de BUN. La
presencia del propio BUN indica toxicidad directa de poca intensidad en
concentraciones menores de 100 mg/100 ml. En concentraciones mayores pueden
surgir cambios del estado psíquico y complicaciones hemorrágicas. Otras toxinas
que el riñón elimina bajo condiciones normales pueden ser las que causen el
complejo sintomático conocido como uremia. Se han identificado definitivamente
otras pocas toxinas urémicas posibles. La correlación que guardan las
concentraciones de BUN y SCr y síntomas urémicos es muy variable y ello se debe
en parte a diferencias en los índices de generación de urea y creatinina de una
persona a otra.
HIPERVOLEMIA E HIPOVOLEMIA
La expansión del volumen extracelular es una complicación grave de AKI oligúrica
y anúrica, al disminuir la excreción de sodio y de agua. Los resultados pueden ser
incremento ponderal, edema en zonas declives, mayor tensión venosa yugular y
edema pulmonar; este último puede ser mortal. El edema pulmonar también
aparece por sobrecarga volumétrica y hemorragia en síndromes
pulmonares/renales. La AKI también puede inducir o exacerbar la lesión pulmonar
aguda que se caracteriza por mayor permeabilidad vascular e infiltración del
parénquima pulmonar por células de inflamación. La recuperación en casos de AKI
en ocasiones se acompaña de poliuria; si ésta no es tratada, puede causar
consumo volumétrico notable. La fase poliúrica de la recuperación puede depender
de la diuresis osmótica por urea retenida y otros productos de catabolia, así como
retraso de la recuperación de las funciones de resorción tubular.
HIPONATREMIA
La administración excesiva de soluciones hipotónicas de cristaloides o isotónicas
glucosadas puede ocasionar hipoosmolalidad e hiponatremia, las cuales, si son
graves, originan anormalidades neurológicas, incluidas convulsiones.
HIPERPOTASEMIA
Las anormalidades en la composición de electrólitos del plasma pueden ser leves
o amenazar la vida. A menudo la hiperpotasemia constituye la complicación más
temible de AKI; la de grado intenso es particularmente frecuente en la
rabdomiólisis, la hemólisis y el síndrome de lisis tumoral, por liberación del potasio
del interior de las células lesionadas. El potasio altera el potencial de membrana de
células y tejidos cardiacos y neuromusculares. La debilidad muscular puede ser
una manifestación de hiperpotasemia. La complicación más grave del exceso de
dicho ion proviene de sus efectos en la conducción cardiaca, que culminan en
arritmias que pueden ser letales.
ACIDOSIS
La acidosis metabólica que suele acompañarse de incremento de la desigualdad
aniónica es frecuente en AKI y complica todavía más el equilibrio acidobásico y de
potasio en personas con otras causas de la acidosis e incluyen septicemia,
cetoacidosis diabética o acidosis respiratoria.
HIPERFOSFATEMIA E HIPOCALCEMIA
La AKI puede ocasionar hiperfosfatemia, particularmente en sujetos con una
intensa catabolia o en aquellos con AKI por rabdomiólisis, hemólisis o síndrome de
lisis tumoral. El depósito metastásico de fosfato de calcio puede causar
hipocalcemia. La hipocalcemia vinculada con AKI puede también aparecer por
perturbaciones en el eje de vitamina D-paratiroides. La hipocalcemia suele ser
asintomática; a veces origina parestesias peribucales, calambres musculares,
convulsiones, espasmos carpopedales y, en el electrocardiograma, prolongación
del intervalo QT. Es necesario corregir las concentraciones de calcio por el grado
de hipoalbuminemia, si la hubiere, o valorar en forma seriada las concentraciones
de calcio ionizado. La hipocalcemia leve y asintomática no necesita tratamiento.
HEMORRAGIAS
Las complicaciones hematológicas de AKI comprenden anemia y hemorragia, y
ambos cuadros son exacerbados por entidades patológicas coexistentes como la
septicemia, las hepatopatías y la coagulación intravascular diseminada. Los
efectos hematológicos directos de la uremia por AKI incluyen disminución de la
eritropoyesis y disfunción plaquetaria.
INFECCIONES
Las infecciones constituyen un factor desencadenante frecuente de AKI y es una
complicación temible de tal problema. En la nefropatía terminal se ha descrito la
disminución de la inmunidad del hospedador y pudiera ser un factor que intervenga
en AKI grave.
COMPLICACIONES CARDIACAS
Las principales complicaciones cardiacas de AKI son arritmias, pericarditis y
derrame pericárdico.
DESNUTRICIÓN
La AKI es un cuadro intensamente hipercatabólico, por tanto, una complicación
grave es la desnutrición.
PREVENCIÓN Y TRATAMIENTO
Hiperazoemia prerrenal
La prevención y tratamiento de la hiperazoemia prerrenal obliga a la optimización del
riego por riñones. La composición de la fluidoterapia de reposición debe centrarse en
el tipo de líquidos perdidos. La pérdida aguda y grave de sangre debe ser tratada con
concentrados eritrocíticos. Se recurrirá en casos de hemorragia menos grave o
pérdida del plasma en el caso de quemaduras y pancreatitis a soluciones isotónicas de
cristaloides, de coloides o de ambos tipos. Las soluciones de cristaloides son menos
caras y tal vez tengan igual eficacia que las de coloides. Se ha señalado que los
cristaloides son preferibles a la albúmina en casos de lesión craneocerebral
traumática.
AKI intrínseca
Se han estudiado algunos fármacos pero no han
brindado beneficio alguno en el tratamiento de
la lesión tubular aguda de origen isquémico;
éstos incluyen el péptido natriurético auricular,
la dopamina en dosis pequeñas, antagonistas
de endotelina, diuréticos con acción en asa de
Henle, los antagonistas de conductos de calcio,
los antagonistas del receptor adrenérgicos alfa,
los análogos de prostaglandinas, los
antioxidantes, los anticuerpos contra las moléculas de adherencia leucocítica y el
factor insuliniforme de crecimiento y otros más. En muchos estudios han participado
pacientes de AKI establecida y grave y es posible que se haya emprendido el
tratamiento en fecha muy tardía. Los nuevos biomarcadores de lesión renal pueden
brindar la oportunidad de poner a prueba fármacos de fase más temprana de AKI.
La AKI causada por esclerodermia (crisis renal esclerodérmica) debe ser tratada con
inhibidores de la ACE. La reposición volumétrica temprana e intensiva es
indispensable en sujetos con rabdomiólisis que necesitan unos 10 L de solución al día.
Pueden ser beneficiosas las soluciones alcalinas (como 75 mmol de bicarbonato de
sodio agregado a solución salina al 0.45%) para evitar el daño tubular y la formación
de cilindros, pero conlleva el riesgo de que empeore la hipocalcemia. Los diuréticos
podrán utilizarse si es adecuada la reposición de líquidos, pero no es satisfactoria para
lograr índices de diuresis de 200 a 300 ml/hora. No se cuenta con tratamiento
específico contra AKI establecida en la rabdomiólisis, salvo la diálisis en casos graves
o medidas generales de sostén para conservar el equilibrio hidroelectrolítico y el riego
a tejidos. Habrá que prestar atención minuciosa al estado del calcio y del fosfato, por
la precipitación en el tejido lesionado y su liberación cuando este último cura.
AKI posrenal
La identificación y la corrección inmediata de la obstrucción de vías urinarias pueden
yugular la aparición de daño estructural permanente inducido por estasis de la orina. El
sitio de la obstrucción es el que rige la estrategia terapéutica. El sondeo transuretral o
suprapúbico de la vejiga quizá sea todo lo que se necesite en el comienzo en el caso
de estenosis uretrales o deficiencia funcional de la vejiga. La obstrucción de uréteres
puede ser tratada con la colocación por vía percutánea, de una zona de nefrostomía o
una endoprótesis ureteral. La eliminación de la obstrucción suele ser seguida de
diuresis adecuada durante varios días. En casos raros, persiste la poliuria intensa por
disfunción tubular y obliga a veces a la administración ininterrumpida de soluciones
intravenosas y electrólitos durante un lapso particular.
CONCLUSIONES
1. La lesión renal aguda (AKI, acute kidney injury), conocida anteriormente como
insuficiencia renal aguda, se caracteriza por la defi ciencia repentina de la
función renal que origina la retención de productos nitrogenados y otros
desechos que son eliminados en circunstancias normales por los riñones.