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ESPACIO COMÚN DE EDUCACIÓN SUPERIOR
vv
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MOVI L I D A D E S T U D I A N TIL N AC ION A L.
UNA EXPE R I E N C I A AC A DÉ M ICA Y DE VIDA .
(Compilación de ensayos de estudiantes de movilidad)
TABLA DE CONTENIDO
Presentación 7
Anexo:
CONVOCATORIA CONCURSO DE ENSAYO UNIVERSITARIO 91
“ECOES, 10 AÑOS PROMOVIENDO EL CONOCIMIENTO”
PRESENTACIÓN
1 El Comité Organizador del X Aniversario del ECOES estuvo integrado por la Coordinación del ECOES,
el Instituto Politécnico Nacional, la Universidad Autónoma Metropolitana y la Universidad Nacional Autónoma de
México, con el apoyo de la Secretaría de Desarrollo Institucional de la UNAM.
años de su creación. El Proyecto fue aprobado por la Dirección General de Asuntos del Per-
sonal Académico (DGAPA) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) para
desarrollarse durante el período 2014-2015.
El Concurso Nacional de Ensayo tuvo como fin que los alumnos expusieran sus viven-
cias y experiencias durante el tiempo que duraron sus estancias en las diferentes IES públicas
de destino en el país. Los escritos provinieron sobre todo de jóvenes que estaban en el pro-
ceso de la movilidad.
Un especial agradecimiento a todos los concursantes, pues gracias a todos ellos se puede
dar fe de una actividad, la movilidad estudiantil, convertida “como la mejor experiencia de
vida” de muchos jóvenes entusiastas que se atrevieron a romper fronteras mentales y arries-
garse a “volar” a otras universidades y darle una mayor dimensión a su educación.
Gracias también a los miembros del Jurado Calificador, quienes tuvieron la paciencia
y el espíritu crítico y de comprensión para entender lo que cada participante plasmó en su
ensayo y en manos de quienes principalmente estuvo la selección de los trabajos premiados
Dra. Magdalena Fresán Orozco. Universidad Autónoma Metropolitana (Unidad Cua-
jimalpa); Mtro. Orlando Morán Castrejón. Universidad Autónoma del Estado de Morelos;
Mtra. Araceli Jiménez Mendoza. Universidad Nacional Autónoma de México (Escuela Nacio-
nal de Enfermería y Obstetricia); Lic. Claudia Loreto Miranda. Universidad Nacional Autó-
noma de México (Facultad de Ingeniería) y Dra. Liliana Mendizábal Hernández. Universidad
Nacional Autónoma de México (Facultad de Ciencias Políticas y Sociales).
Este trabajo se llevó a cabo por el equipo de los participantes en el PAPIIT, así como
del ECOES al contribuir todos con sus opiniones, pero se vio reforzado en la parte de edición
por Liliana Mendizábal Hernández, quien respetando el espíritu y fondo de los mismos, dio
uniformidad a las presentaciones.
Los lectores se emocionarán de las aventuras y experiencias aquí reunidas como lo hici-
mos nosotros y, por nuestra parte, congratularnos por haber tenido la oportunidad de aportar
con su publicación por primera vez, las expresiones de las y los estudiantes que compartieron
las vivencias de sus estancias de movilidad nacional.
2 Un reconocimiento especial a la Facultad de Ingeniería de la UNAM por la que se pudo concretar esta
publicación que también podrá ser consultada electrónicamente como uno de los subproductos del PAPIIT.
Rectores de las universidades integrantes del ECOES durante la ceremonia por el X Aniversario del ECOES. Foto: Sergio Paz.
MI PASÍON.
H
ace unos días me detuve a observar gente caminando por todos lados y pensé: ¿Quié-
nes son todos ellos? ¿Y qué es lo que nos une? Cumplimos características anatómicas
que nos hacen semejantes los unos a los otros, hablamos un mismo idioma, vivimos
en un mismo país; pero ninguna de esas respuestas terminó por convencerme. Hay algo más,
me dije. Estoy segura de que hay algo más, pero mi mente insistía. ¿En qué podría parecerme
yo, estudiante de teatro, a un estudiante de física, o de matemáticas? Y más que pensar en las
similitudes, comencé a pensar en las diferencias, y sentí cómo un vacío comenzaba a formarse
entre todos nosotros. No es momento de dibujar fronteras, al contrario. Y tras ese temor de
alejarme de algo, de alguien, de ellos que ni siquiera conozco; sentí una especie de presión en
la boca del estómago e inconscientemente una sonrisa apareció en mi rostro.
MOVILIDAD ESTUDIANTIL NACIONAL. UNA EXPERIENCIA ACADÉMICA Y DE VIDA. 13
Hay algo de belleza en toda esta locura y esta incertidumbre, sí, tal vez es eso, tal vez
nos une el miedo. Tal vez somos una generación permeada por el desencanto, por la violen-
cia, por las miles de posibilidades y tan pocas oportunidades, sí; pero ¿Qué puede haber en
el fondo de todo eso?
Esa presión en el estómago se transformó en un suspiro y no dudé ni un segundo la
respuesta, detrás de todas aquellas caras asustadas, indiferentes, reprimidas, sonrientes y so-
ñadoras: había pasión.
A ciencia cierta, nunca he sabido dónde encontrar la pasión. A veces la siento en el
pecho, otras veces en el estómago y de vez en cuando en los pies. Recuerdo la primera vez
que la sentí, seguro a muchos nos ha pasado, claro. Yo digo que la descubres el día en el que
dices “quiero hacer esto el resto de mi vida”. Ahí está la respuesta, traduzco mi pasión como
el instante en el que, a mitad de una clase todo mi cuerpo sonríe y entra en una vibración y se
emociona sólo por el hecho de hablar de teatro, de imaginar el teatro y de creer en el teatro.
Es como si, de pronto, comenzara a darme cuenta de que cada una de mis células
empiezan a hablar un mismo lenguaje y se comunican con las de aquellos que están a mi
alrededor; entonces sé que nos estoy en el lugar equivocado; que la pasión por eso que hago,
por eso que hacen, nos envuelve a todos. Todo esto sólo me ha llevado a una cosa, y me
gustaría ser muy honesta con todos ustedes; quisiera decirles que me he enamorado, bueno,
re enamorado de mi carrera, del Teatro, de este arte y también de este futuro nebuloso e
incierto que me persigue cada día. Estoy enamorada y el estar en la UNAM ha sido como si
me dieran un anillo de compromiso; y espero que la boda sea tal y como la imagino. Yo creo
que comprometerse con algo, tomar una decisión, es uno de los actos de violencia más sutiles
que existen entre nosotros y ese acto fue lo que me trajo aquí.
Decidirme por la UNAM no fue aleatorio, en parte fue por mi mamá. Ella quería estu-
diar en la UNAM; y estoy segura de que, si estos programas de movilidad hubieran existido
en su época, ella hubiera hecho hasta lo imposible por estar aquí; y tener la oportunidad de
sentir cómo esa pasión y ese amor, con el que muchos aquí hacen las cosas, la contagiaba y la
envolvía. La otra parte de la decisión se basó en un consejo que me dio un amigo alguna vez:
“sigue tu intuición”, me dijo. Y bien, la seguí. Y aquí estoy frente a todos ustedes, llena de un
no sé qué, y sólo pienso en que todos deberíamos tener la oportunidad de re enamorarnos
de eso que hacemos; y si la única manera de que se logre es que todos vengan de movilidad
o que todos se vayan a otros lugares, entonces habrá que movernos; habrá que viajar desde
lo más profundo de nosotros, toparnos de frente con aquella pasión que nos está esperando.
Apena tengo un mes y medio de estancia, y sigo creyendo que no soy yo la que lo está
viviendo. Siento que es como una caricia, suave, sincera, pero pasajera. Sé que en algún mo-
mento se va a acabar. Pero lo mejor do todo es que no sé cómo va a terminar y sólo espero
que esa pasión no se acabe; que el amor por nuestros quehaceres no se acabe; porque si eso
llega a suceder, no tengo idea de a dónde vamos a ir a parar.
Gracias.
Ana María Aguilar López
Facultad de Teatro de la Universidad Veracruzana
D
esde niña, con cinco o seis años, quise estudiar en Ciudad Universitaria, desde en-
tonces yo ya era una pumita. He de admitir que durante veinte años de mi vida lo
fui ininterrumpidamente. Me maravillaba acompañar a mi madre a sus clases en la
Facultad de Filosofía y Letras, y pensaba “qué escuela tan grande, yo quiero estudiar aquí”.
Con el paso de los años fui conociendo otras facultades, y hasta los doce años estaba resuelta
a ser médico, pues entre mis aspiraciones estaba encontrar la cura del Ébola y del SIDA.
Después, estando frente a mi forma de pase reglamentado para licenciatura en el CCH,
y luego de haberme imaginado en muchos escenarios profesionales, decidí con una convic-
ción tal, que sólo he sentido en pocas ocasiones en mi vida, estudiar Manejo Sustentable de
Zonas Costeras. Esta decisión aseguraba que mi formación profesional se desarrollaría en la
UNAM, pero no en Ciudad Universitaria.
La vida en Sisal, localidad costera en el Estado de Yucatán, que para 2007, año de
mi ingreso a la licenciatura, albergaba a la Unidad Multidisciplinaria de Docencia e Inves-
tigación-Sisal, adscrita a la Facultad de Ciencias, (en adelante UMDI y actualmente Unidad
Académica Sisal o UAS), era de ensueño y dualidad al mismo tiempo.
Con apenas dieciocho años me trasladé sola hasta ese remoto lugar. En ese momento
se notaba mucho más su condición rural que en la actualidad, y para ser franca, un ambiente
rural para el cual yo no estaba acostumbrada ni preparada. Un puerto pesquero no es lo
mismo que un poblado entre las montañas, tiene singularidades que con el paso de los años
intenté comprender, y que hasta hoy no puedo dar cuenta de todas ellas.
Lo que sí puedo asegurar es que Sisal me mostró lo complejo que resulta ser estudiante
de licenciatura, ama de casa, ente social, amiga y compañera cuando estás recién salida de
casa, con nula experiencia para afrontar una vida así de diversa, y al mismo tiempo tan llena
de aprendizajes, sabores y sin sabores, y que sólo el andar por este camino te puede mostrar
lo que eres capaz de llegar a hacer.
Las diferencias se presentaban abismales entre la UNAM de Ciudad Universitaria y la
UNAM de Sisal. Para empezar, la extensión es considerablemente más reducida en Sisal; en
la UMDI sólo se oferta la Licenciatura de Manejo y la planta de profesores es reducida, entre
otras particularidades.
U
n buen día el poeta y dramaturgo español Calderón de la Barca dijo: “la vida es sueño
y los sueños, sueños son”. Soy de las personas que creen firmemente que con trabajo y
perseverancia eso que en algún momento parece sólo una imagen difuminada en nuestra
imaginación, puede un día convertirse en la más nítida realidad. Y si la vida es sueño, y si los sueños
que no se cuentan, poco a poco se olvidan, indudablemente vale la pena hablar de la vida y de
los sueños que la conforman. Déjame, pues, que te cuente un poco de los míos y de quién soy yo.
Mi nombre es Rosa María; tengo veintiún años y estudio la licenciatura en Lengua y Li-
teraturas Hispánicas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Soy originaria
de una pequeña comunidad llamada El Fresno, perteneciente al municipio de Zinapécuaro, Mi-
choacán. Nací en el seno de una familia numerosa, siendo la menor de once hijos. Mis padres,
campesinos y pequeños comerciantes, se esmeraron siempre en darnos a todos la mejor vida
posible. Sin embargo, y aun siendo la menor, desde pequeña me enfrenté a muchas limitaciones
de tipo económico, de manera que mi primer día de clases en primaria llevé como mochila una
bolsa de mandado y como preparación emocional el más grande deseo de aprender.
Durante la primaria enfoqué mis esfuerzos por sobresalir en todo lo que hacía. Al finali-
zar la primaria, estaba casi segura de que había dejado claro mis ganas y mi compromiso de
seguir estudiando. Sin embargo, en casa se me había advertido que eso de estudiar era cosa
inservible, sobre todo para una mujer ya que seguramente regresaría al cabo de unos meses
con una bolita en el vientre, y como la situación económica no se prestaba para esas cosas,
más valía que no me hiciera las ilusiones.
Y así fue como el sueño parecía convertirse en una pesadilla. Angustia y tristeza me
embargaron durante las vacaciones de verano. Había aprendido a trabajar la tierra como mis
demás hermanos, a hacer tortillas y demás labores domésticas. Todo eso estaba muy bien,
pero el simple hecho de pensar en no seguir yendo a la escuela me daba una sensación de
amargura que me impedía resignarme.
Al comenzar el ciclo escolar, los compañeros tomaban su camino rumbo a la secundaria
de la comunidad de Buenavista, mientras que yo de lejos, los veía con una tremenda envidia.
E
l conocimiento es base fundamental del pensamiento crítico; esta es una máxima vi-
gente desde los tiempos de Sócrates hasta nuestros días. El conocimiento nos conduce
desde un pensamiento inductivo hacia uno deductivo, nos coloca al margen del pen-
samiento, y nos acerca al desarrollo humano. Siendo este el punto central de toda discusión
dialéctica, donde el choque cultural, económico, político, filosófico, ponen al margen todas
las ideas, se abre el camino a nuevas formas de avanzar en el conocimiento, de plantear fron-
teras nuevas con cambios de paradigmas o revoluciones científicas. No sólo formándose en
aulas y centrando su atención a procesos concernientes a un espacio geográfico especifico. El
conocimiento, las ideas y nuevas concepciones del mundo trascienden culturalmente, se ven
inmersos en una realidad económica y además se establecen en un orden filosófico.
El cambio lleva a fijar nuevos patrones y metas que no sólo se forman y realizan en un
solo espacio. La movilidad académica entonces marca una pauta estratégica, no sólo propicia
una experiencia de vida, también marca la modificación de nuestros paradigmas, abre la
mente a nuevas prácticas y expectativas, encamina a un nuevo mundo de ideas que no se
centran en un grupo específico, sino que amplía viejos patrones establecidos y los rebasa.
Con la movilidad se pueden traspasar ámbitos multiculturales y multidisciplinarios, y
demuestra que es posible lograr cambios en el pensamiento, en las ideas y en la forma en que
concebimos la realidad. Si se vive en una metrópoli, donde todo se encuentra al alcance, y
hay lugares para fomentar la cultura o se puede acceder a más de una biblioteca, el simple
cambio de residencia modifica tus ideas y pensamientos.
La experiencia puede resultar amplia y profunda debido a que en un mismo país o
región coexisten distintos niveles socioeconómicos, abundancias y carencias. La ideología,
creencias, costumbres y pensamientos pueden resultar igualmente diversos, de vanguardia o
retrogradas, pues son el resultado de ideas que cambian dependiendo de la región, del grado
de educación y de aspiraciones sociales.
Bajo una experiencia de movilidad encuentras nuevos paradigmas, abres la mente a
los cambios e ideas que se tienen en el centro del país o en sus regiones más alejadas. En
“
Hay necesidad de educadores que estén educados ellos mismos, de espíritus superiores,
aristocráticos, probados en cada instante, probados por la palabra y el silencio, culturas
que se hayan vuelto maduras (...)” (F. Nietzsche)
En un pequeño libro de ensayos, el polifacético escritor ítalo-argentino, José Ingenieros,
escribe: “De todos los sentimientos humanos, ninguno es más natural que el amor por la
aldea, el valle o la barriada en que vivimos los primeros años. El terruño habla a nuestros
recuerdos más íntimos, estremece nuestras emociones más hondas; un perfume, una perspec-
tiva, un eco, despiertan un mundo en nuestra imaginación”.
Cualquier particular experiencia lo puede comprobar, esbozando una sonrisa ante la
calidez de esta verdad manifiesta. Así transcurre la vida del niño, del joven; una vida que se
desarrolla en un lugar que, a la larga, pinta un mural imaginario de innumerables imágenes
en nosotros. Un mural decorado de sus calles y edificios, de su gente y sus hábitos; y en un
pequeño rincón del mismo, casi como una pincelada difusa, con nosotros, siendo parte de
ese mural multicolor de vida y comunión. Ya sea que nos formemos en nuestro lugar de
nacimiento o no, miramos a nuestro alrededor para recordar que, en efecto, ese amplio lugar
con sus detalles y vicisitudes, es el lugar donde vivimos, donde crecemos y nos formamos.
Más tarde, durante el transcurso de nuestra vida, empezamos a desarrollar una curiosidad
hacia lo desconocido; todo joven tiene en sus venas sangre de aventurero y conquistador. En
nuestras venas corre sangre de trotamundos. La vida avanza y con ella, la necesidad de ampliar
nuestras experiencias y desarrollar nuestras facultades. Una densa nube nos cubre la vista, nos
ofusca; pero no por perder el sentido de lo que somos, sino para incrementar las posibilidades
de lo que podemos ser. Como una señal en el cielo para los antiguos marineros que, a pesar de
ser una ruta oscura, fría y peligrosa; en nada se compara con la satisfacción del porvenir, expe-
rimentando la aventura vivida en carne propia. Entonces buscamos el cambio, elevamos anclas,
tomamos el timón y emprendemos la aventura hacia lo desconocido. Muchos puertos y tierras
inexploradas se avecinan, la posibilidad es grande y nuestro ánimo incontrolable.
A
l regresar a mi alma máter, la Universidad Autónoma de Tlaxcala (UATX), me he
propuesto contagiar de entusiasmo a los alumnos de mi facultad para participar en
este tipo de experiencias. Es así que presento un breve relato de mi estancia de mo-
vilidad como estudiante de intercambio.
Mi nombre es Pascual, soy estudiante de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Cri-
minología en la UATX, participé en el Programa de Movilidad Estudiantil del Espacio Común
de Educación Superior (ECOES) durante el primer semestre del año 2014, cursando un semes-
tre en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Comenzando mí reto.
Soy una persona perseverante, así que mi estrategia fue: “piensa positivamente”. Esta es
una experiencia personal, por lo tanto, estará sujeta a vivencias muy íntimas, algo “difíciles”,
lo cual sin duda es un desafío que puede ser fácil o difícil, dependiendo el punto de vista,
pero, que seguro, vale la pena. Esta aventura requiere dejar de lado prejuicios, miedos, pre-
pararse para conocer y comprender otra cultura, lugares, compañeros distintos, pero siempre
obteniendo el mayor provecho de cada vivencia. Dejemos todo a un lado y comencemos este
episodio de mi vida con una sonrisa.
Mi agradecimiento.
Agradezco infinitamente al programa de movilidad del ECOES, por otorgarme la base
para hacer realidad mi sueño como estudiante, por brindarme los medios para que yo pu-
diera vivir las experiencias que siempre había querido tener, por abrirme el panorama de la
mega-diversidad cultural del país, por haber cambiado mi mentalidad en la cosmovisión de
la vida, y sobre todo por premiar mi esfuerzo. Todo esto me hace un mejor ser humano y
enriquece enormemente nuestra sociedad. Gracias.
S
oy David, estudiante de la carrera de Abogado en el Centro Universitario del Sur (CU-
Sur) de la Universidad de Guadalajara, con sede en Ciudad Guzmán, Jalisco. Tengo un
conglomerado de experiencias por compartir respecto a mi estancia de movilidad en
Mérida, Yucatán; sé que al hacerlo, muchas de ellas parecerán increíbles por la forma en que
sucedieron, pero tengan la seguridad de que así pasó.
Siempre me interesó realizar una movilidad académica, considero que es una gran
oportunidad para tener otra perspectiva y visión de mi área profesional. Mis objetivos eran
realizar, en primer lugar, una movilidad nacional para darme cuenta cómo es la aventura de
no conocer nada ni a nadie. Posteriormente, haría trámites para irme a otro país y aprovechar
las oportunidades que me brinda mi universidad.
Sinceramente, la primera opción de intercambio nacional fue sin duda la Universidad
Autónoma de Yucatán (UADY). Esto a raíz de que dos compañeros de mi Centro Universita-
rio ya habían estado con anterioridad en la UADY y me motivaron con todas las experiencias
e historias que ellos vivieron. Cuando comencé a realizar el trámite, estaba tan emocionado
que investigaba todo lo que podía hacer y conocer en Yucatán y sus alrededores.
Ya casi finalizaba el semestre y aún no tenía respuesta de aprobación o rechazo, pero las
estadísticas decían que era bastante probable que me aceptaran. Fue entonces cuando comencé
a trabajar horas extra, hasta no dormir, puesto que en ese entonces yo estudiaba ambos turnos,
realizaba servicio social en la Biblioteca del CUSur, trabajaba en un resto-bar e impartía un taller
de Oratoria, además de mis responsabilidades normales por vivir independiente de mi familia;
tenía que hacerlo para tener un ahorro al momento de comenzar mi estancia en otro lugar.
Al final, esas desveladas y ayunos valieron la pena. La UADY había aceptado mi solici-
tud para estudiar durante un semestre en sus instalaciones. Tremendo gusto el que me dio en
este momento, al fin una de mis grandes metas se iba a cumplir. Pero eso no era todo; tenía
la aceptación de la universidad, sin embargo, el banco aún no había resuelto nada acerca del
apoyo económico que brinda a estudiantes de movilidad.
L
a Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (Unicach), en particular la licenciatura
en Psicología, es cuna de mentes creativas y emprendedoras; gente que no se queda
tranquila si no cumple sus metas. En este lugar se preparaban para entrar al sexto se-
mestre, unas mujeres que, un día decidieron investigar sobre la movilidad estudiantil.
Gema, originaria de Ixtepec, Oaxaca, pero radicada hace cinco años en el Estado de
Chiapas. Ruth Berenice, oriunda de Tuxtla Gutiérrez, y Fanny, quien también llegó a radicar
a la capital del Estado, ella proveniente de Cacahoatán, Chiapas. Las tres con personalidades
únicas y sumamente distintas, pero unidas por tres razones, la Unicach, la licenciatura en
Psicología y, por supuesto, las ganas inmensas de crecer en nuestra formación, ampliando
nuestros estudios al cursar un semestre completo en nuestra universidad modelo, la UNAM.
Acudimos a la página de internet, a la Rectoría, con nuestros maestros y compañeros, en
fin; buscábamos respuestas y propuestas, para realizar nuestro sueño de estudiar, aunque fuera
por un semestre, en la Máxima Casa de estudios de México, la UNAM. Sentíamos temor de
algunas cosas, que no están por demás mencionar: ¿y si me preguntan algo y no sé qué contes-
tar?, ¿y si nos discriminan?, ¿y si me pierdo, me asaltan o me secuestran? Ni pensarlo. Así que
llegamos al siguiente acuerdo: si sólo una obtenía una beca, con esa nos mantendremos las tres.
No nos separaríamos bajo ninguna circunstancia, aunque pudiéramos llegar a odiarnos.
Nuestros padres estuvieron de acuerdo en dejarnos ir, aunque con sus reservas, en
cuanto a ser aceptadas y becadas: “¡Si no es con beca, ni lo pienses!” Era una de las tantas
expresiones que circulaban en esas fechas en el aire. Llegaba el fin del sexto semestre, y espe-
rábamos la respuesta para poder celebrar a lo grande. Los preparativos y el papeleo intenso
para ser aceptadas en la UNAM, sólo fue el principio de la gran aventura que vivimos en el
Distrito Federal.
No éramos las grandes amigas, de hecho cada una pertenecía a un círculo social dife-
rente, pero las cosas pasan por algo y siempre traerán algo positivo, al final no importa cuán
difícil se pueda tornar el camino. Eso ahora puedo confirmarlo cabalmente, al hacer de estas
féminas, mis grandes confidentes.
¡Muchas gracias!
R
ecuerdo con felicidad la tarde que me hablaron de mi alma máter, la Escuela Superior
de Enfermería Mochis, de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), para infor-
marme que había sido seleccionada para participar en un programa de intercambio
estudiantil nacional del Espacio Común de Educación Superior (ECOES), me sorprendió y a
la vez me dio mucha alegría, ya que el año anterior no me habían postulado porque el plan
de estudios de mi universidad no coincidía con el de la Escuela Nacional de Enfermería y
Obstetricia (ENEO) de la UNAM, pero ese año, el 2010, decidí no quitar el dedo del renglón.
Me preguntaba ¿Qué tiene la UNAM que sus alumnos la idolatran tanto? ¿Por qué llo-
ran cuando los pumas pierden un partido de futbol? ¿Por qué los que se van siempre quieren
regresar? Preguntas que sólo podría contestar si yo fuera alumna de la UNAM.
Les confieso que tenía mucho miedo, la ciudad es un monstruo, me decían. No vas a
encontrar compañerismo, sólo competencia. En donde estés vas a aprender lo mismo, son los
mismos libros. ¿Y si te asaltan, qué vas a hacer? ¿Te vas a ir tu sola? ¿Y si bajas el promedio
y cuando regreses te mandan a lo más recóndito del estado para hacer tu servicio social? ¿De
qué serviría que te fueras? Esas preguntas que tuve que contestar yo sola, titubeando tal vez,
insegura de mis respuestas, quizá no sabía lo que me deparaba el destino, pero sí sabía lo que
quería hacer y dónde lo quería hacer.
Como no tenía la seguridad de que me fueran a aceptar en el programa, decidí no comentar
a mis padres que había entregado la solicitud. En una ocasión mi madre me dijo que no podía
tener su apoyo económico, yo le contesté: -mamá, hace más el que quiere, que el que puede. Y
tan es así, que aquí estoy escribiendo estas líneas, contándoles lo que tanto quería y logré hacer.
El verano del 2010 fui becada por el programa DELFIN y me encontraba haciendo una
estancia de verano científico en el Instituto Nacional de Salud Pública, en Cuernavaca, Morelos.
Fue ahí cuando recibí la llamada que cambió mi vida, tanto personal, como profesionalmente.
“Hola Dalia, soy la directora, hablo para decirle que tiene la beca de ECOES para hacer
movilidad en la UNAM, piénselo y le marco en 5 minutos para que me dé respuesta, platíque-
lo con sus padres, porque la escuela no tiene presupuesto para apoyarla, bye.”
La gran noticia.
L
a ciudad aún descansa, las calles se encuentran desoladas, sólo alguno que otro ya está
despierto preparándose para comenzar un día más de labor en la ajetreada Ciudad de
México, entre ellos yo. Son las 4:30 de la mañana y escucho sonar mi alarma con gran
molestia, pues siento que apenas había logrado conciliar el sueño. Relativamente debería es-
tar acostumbrado a esto, pues ya es mi séptimo semestre estudiando una de las carreras más
nobles y bellas en la mejor universidad de México: Arquitectura de Paisaje, nada menos que
en la UNAM, y por si fuera poco en Ciudad Universitaria.
A decir verdad el sueño es uno de los hábitos que difícilmente se pueden modificar y
aunque gran parte de la carrera he tenido los mismos horarios, durmiendo entre las 12:00 y
1:00 a.m. y levantándome entre las 4:00 y las 6:00 de la mañana para llegar a tiempo a mis
clases, aún después de casi tres años y medio, sigue costándome mucho trabajo levantarme.
Mi padre ya se encuentra listo y partimos juntos. Como parte del ritual de cada día,
nos asomamos por el ojillo del zaguán revisando que no haya nada sospechoso, pues vivir
casi toda la vida en una colonia no tan segura del Estado de México, automáticamente nos
hace estar alerta en todo momento y sobre todo a estas horas de la mañana en que sigue
aún desolada la ciudad. Mi lugar de residencia se ubica en la cada vez más insegura colonia
Valle de Aragón, en el municipio de Nezahualcóyotl, por lo que ya deducirán por qué debo
levantarme tan temprano para llegar a tiempo a mis clases que comienzan a partir de las 7 am.
Pasando la odisea que resulta viajar en microbús y metro en horas pico, después de
casi dos horas por fin llego a CU. Una vez llegando a mi escuela, en la Unidad Académica
de Arquitectura de Paisaje (UAAP) que se ubica dentro de la Facultad de Arquitectura, mis
clases se desarrollan de manera habitual.
A pesar de que toda la mañana había sentido una peculiar sensación en el estómago,
resultado de la incertidumbre que me generaba esperar los resultados de la convocatoria de
movilidad nacional, terminaron mis clases sin tener noticia alguna. Fue hasta después que co-
mencé a escuchar los rumores de que ya se habían publicado en el departamento de movilidad,
Mi estancia en la UNAM no será la más divertida ni la mejor, pero sin duda es una de las
mejores experiencias que he vivido. Aún parece que fue ayer cuando me enviaron el correo
de aceptación en la Universidad Nacional Autónoma de México. También parece que fue ayer
cuando asistí a mi primera clase en la Facultad de Estudios Superiores Acatlán (FES Acatlán),
y aunque ninguna de las dos cosas sucedieron ayer, aún las recuerdo con claridad y emoción
Me llamo Gabriela, soy alumna de octavo semestre de la Licenciatura en la Enseñanza
del Inglés en la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH). En este escrito plasmo mi
experiencia de movilidad de agosto a diciembre de 2013, en la FES Acatlán, cursando el
séptimo semestre de la Licenciatura en la Enseñanza del Inglés.
Mi universidad de procedencia se distingue por su continuo apoyo a estudiantes
con deseos de superarse. Las becas de movilidad son ejemplo de ello. Desafortunada-
mente, aún son pocos los que aprovechan estas oportunidades; en mi facultad fui la única
alumna en llevar a cabo este trámite en el periodo agosto-diciembre 2013. La oficina de
Movilidad e Intercambio Académico de mi universidad se encuentra bastante retirada
de mi facultad, es necesario subir una colina. Este recorrido se convirtió en parte de mi
rutina diaria a lo largo de varias semanas, para la entrega de documentos. Llegué a dis-
frutar de dichos recorridos que al principio, me parecían muy pesados, y cada paso que
daba durante ese trayecto lo dedicaba a pensar en lo grandioso que sería ser aceptada
en la UNAM. Cuando me informaron que el trámite de entrega de documentos había
concluido, sólo debía esperar los resultados, supuse que lo más difícil había terminado.
Me equivoqué, la espera fue en verdad lo más difícil, y los recorridos continuaron. Ahora
la intención de dichos recorridos era otra, estaba anhelante de saber sí mi solicitud de
movilidad había sido aceptada.
Días y semanas pasaron, hasta que por fin me confirmaron la aceptación de mi solicitud
de movilidad, vía correo electrónico. Mi familia se unió a mi alegría y juntos empezamos a
hacer los preparativos para el viaje. Mi universidad me otorgó un boleto redondo a la Ciudad
de México, que únicamente fue concedido a los alumnos de mejor promedio, y el cual, tuve
¿ Falta menos de la mitad de tu carrera, tienes entre el 60 y 70% de créditos cursados y tú,
decides iniciar un intercambio? ¿A dónde? ¿A qué universidad? ¿Qué materias vas a to-
mar? ¿Quiénes serán tus profesores? ¿En qué salón vas a estar? ¿Cuál será tu banca o butaca?
¿En dónde está el baño? Estos fueron algunos de los cuestionamientos que nos hicieron en la
reunión de intercambio académico en la universidad Autónoma de Puebla (BUAP) a la cual
pertenezco. De esas preguntas que no te esperas y que te dejan perplejo, en realidad sí tienes
la respuesta: eres “un aventurero”, necesitas más de tu carrera, de ti mismo, necesitas crecer,
tener alas propias. En la movilidad tienes una excelente oportunidad para lograrlo.
El hecho de vivir en otro lugar enriquece a la persona, más allá de lo académico, invo-
lucrándolo en una nueva cultura, otro clima, distinta forma de vestir, de hablar, costumbres
y la vida cotidiana. También te enseña a valorar las cosas que tienes, en el lugar de donde
provienes o de tu misma universidad, el poder aventurarse a conocer el mundo te cambia la
vida. Puede decirse que desde que tomas la decisión de hacer un intercambio, hasta el mo-
mento en que se toma el avión para desplazarte hacia otro destino, experimentas ese sentido
de novedad, de estar lejos de casa, de la familia, de tus compañeros o amigos.
Según Chauca (2009), un intercambio estudiantil es en sí mismo un cúmulo de nuevas
vivencias, e implica un intercambio dual: estudiantil y cultural, que te ayuda a comprender
como se aplica, y aborda tu profesión en otro estado o país, de lo que quieres y no quieres
realizar a futuro, de observar y analizar técnicas o procedimientos de apoyo que utiliza la uni-
dad receptora y que en tu universidad se podría adoptar para una mejora. Porque en realidad
no cambias de universidad, si no que vas a otra en representación de ella.
Los programas de intercambio estudiantil son de vital importancia para el desarrollo de
habilidades del estudiante al igual que para la universidad que recibe, así como para la que
envía, debido el desempeño que cada estudiante realice. Desde que aparece la idea de un in-
tercambio es un dilema, pensar en el lugar para realizarlo, que impacto traerá a tu formación
profesional, la universidad a elegir, posteriormente ver si cumples con los requisitos que se
piden, tu economía, el permiso de tus padres, o esposo en mi caso, e irte lejos de tu familia
en un ambiente donde quizá jamás has estado; debes informarte de cuáles son las universida-
D
esde que entré a la licenciatura en mi universidad supe que tenía que hacer cosas
que me dieran esa llave de enlace con el mundo. Trascurrían los trimestres y por
fin se presentó la oportunidad que hacía tiempo esperaba, la movilidad estudiantil.
Esta experiencia me permitió darme cuenta de muchas capacidades que tengo, y que puedo
desarrollar, pero en ocasiones es difícil dejar por un momento lo que tienes, lo que hasta el
momento has logrado, donde te sientes seguro de ti mismo, donde estás familiarizado con el
entorno cultural, social, político etcétera.
Sin embargo, hay un momento donde todo cambia, debes explorar a tu alrededor, ver,
y por supuesto buscar qué hay más allá. No es fácil, lo sé. Enfrentarte a un cambio radical en
tu vida puede llevarte a vivir un sinfín de experiencias inimaginables, no lo puedes pasar por
alto, debes de aprovechar porque hay oportunidades que, las más de las veces, no se vuelven
a presentar. Por lo tanto, la posibilidad está en ti, en tu mente, en cambiar tu futuro.
Siempre comenzar de cero y hacer un cambio es complicado, pero es mucho más
complicado adaptarse a él. Pero con entusiasmo, constancia, responsabilidad y creatividad,
saldrás vencedor de todos los problemas e imprevistos que se presenten en este nuevo viaje
de tu vida. La movilidad estudiantil.
Cuando el momento está más cerca y el cambio es indiscutible, estás en un estado
mental y anímico que es imposible describir. Emociones y sentimientos encontrados, incluso
miedo, pero debes dejarlo a un lado porque de no ser así, será el responsable de que te sien-
tas inseguro de tus capacidades.
El llevar adelante el cambio, da paso a otras etapas. Entonces, la nostalgia toca las puer-
tas de tu corazón y te pones a pensar en tus seres queridos, la comunidad de la que formas
parte, tu escuela, tus amigos e incluso tu mascota, pero no te preocupes, ellos estarán ahí
esperando tu regreso, no llores, todo saldrá bien tal como lo imaginabas, porque si tú estás
bien ellos también lo estarán.
Llega el momento, las despedidas nunca son fáciles, pero hay que partir hacia nuevos
horizontes, te están esperando nuevas aventuras por vivir, nuevos retos que cumplir, nuevas
personas que conocer, y sobre todo, nuevos senderos por recorrer, todo ello dará paso a una
H
ace un par de años me encontraba estudiando la carrera de Biología en la Universi-
dad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, en la Ciudad de México. Yo deseaba tra-
bajar con jaguares y con comunidades rurales, sin embargo no tenía idea por dónde
empezar a buscar la oportunidad de trabajar con esta especie y dichas comunidades. Tenía
muy claro lo que quería hacer, pero no sabía bien cómo ni donde hacerlo.
Comencé por visitar a algunos investigadores que trabajaban con jaguares y me di cuen-
ta que el aspecto social, sobre todo la problemática relacionada con las percepciones que las
personas tienen sobre este felino, no se había estudiado lo suficiente por lo que decidí que esa
sería la línea de investigación que quería seguir.
Continúe investigando hasta encontrar algunas publicaciones hechas por el Dr. Eduar-
do Naranjo Piñera acerca del uso que hacen las personas en las comunidades rurales de los
mamíferos silvestres. Este uso puede ser por la carne, que es una fuente de proteína impor-
tante para los pobladores, o bien medicinal o con fines ornamentales. Para mi sorpresa, leí
que el Dr. Naranjo era egresado de mi universidad, y al ver que él trabajaba con mamíferos
de la selva y comunidades rurales no dudé en contactarlo para preguntarle si era posible que
yo trabajará con él.
De esta manera, es que emprendí mi primer viaje hacia el estado de Chiapas, donde
pisé por primera vez El Colegio de la Frontera Sur, mejor conocido como ECOSUR, con
sede en la bella ciudad de San Cristóbal de las Casas. Ahí pude conversar con el Dr. Naranjo
acerca de los objetivos y el proyecto que quería llevar a cabo, él con mucho gusto accedió en
apoyarme para realizarlo y me recomendó mudarme a Chiapas para que la realización del
proyecto fuera mucho más fácil.
Hasta entonces yo no había pensado en la posibilidad de mudarme tan lejos de mi ciu-
dad natal, no se me había ocurrido que si quería trabajar cerca de la Selva Lacandona, lo más
conveniente sería vivir cerca de ésta para poder hacer el monitoreo de los jaguares y entre-
vistar a los pobladores de las comunidades. Fue en ese momento en el que me di cuenta que
sería necesario buscar algún financiamiento para poder costear mi estancia en otro Estado.
D
esde pequeños como seres humanos soñamos muchas cosas, como por ejemplo lo
que queremos ser cuando seamos grandes; o conocer a alguien a quien admiramos
mucho, entre otras cosas. Creo que siempre soñamos con algo a lo que nos aferramos
y damos todo para conseguirlo. Tenemos propósitos, metas o planes que queremos realizar,
algo que anhelamos con el corazón que queremos realizar a toda costa. En lo personal yo me
considero un soñador, pienso que la vida tiene sentido cuando tenemos en mente algo que
sabemos que nos hará felices, y aunque parece imposible sabemos que podemos lograrlo.
Uno de mis sueños más grandes en la vida, en cuanto a lo académico, era ser parte
de la UNAM. Soñaba con encontrarme ahí estudiando, conociendo amigos y viviendo un
estilo de vida diferente. No es que no me guste la vida que llevo en mi hermoso Estado,
Tabasco, sino que creo que un cambio nunca viene mal, salir de la vida rutinaria de vez en
cuando ayuda en nuestro estado de ánimo.
En fin, soñaba con estar en esa maravillosa universidad, no tanto porque me pare-
ciera bonita, sino porque tiene una historia impresionante, es reconocida en el mundo y
personajes que han transformado de algún modo a México han sido parte de ella. En pocas
palabras quería ser parte de todo eso.
Siento que estos sueños son los que emocionan y hacen que te esfuerces para reali-
zarlos. En mi caso, desde siempre me preocupé por tener un buen promedio y ser de los
mejores estudiantes. Siempre he creído que todo esfuerzo tiene su recompensa, tarde o
temprano, llega. Por eso me esforcé y di todo antes a entrar a la universidad, con el fin de
ingresar y así continuar con mi sueño de prepararme profesionalmente.
El sueño de ser parte de la universidad se acercaba más y más cuando avanzaba el
tiempo, pero cuando estaba a punto de dar el paso para ingresar, me di cuenta de muchas
cosas que de niño no pensaba, como lo es la economía que se vive en muchos hogares,
incluyendo el mío. Es decir, las condiciones económicas en que viven muchas familias,
algunas de las cuales se ven aquejadas por los efectos del desempleo de los padres, bajos
salarios, o en ocasiones situaciones personales, como un divorcio, que dificultan aún más
la situación económica.
L
as grandes historias siempre tienen comienzos inciertos, probabilidades alcanzables,
sueños ilusorios y anhelos furtivos, que normalmente nacen en el fondo de los cora-
zones más apasionados y decididos, en mentes brillantes y preparadas para enfrentar
la realidad con la tenue fantasía de la redención de los paradigmas erróneos que persiguen
las sombras de nuestra mediocridad. Normalmente suele ser así, quien se encuentra listo y
preparado para la aventura, quien cuenta con todas las capacidades físicas, y las mejores he-
rramientas, suele ser quien levanta la victoria frente a sus ojos y el reconocimiento de todos
frente a sus logros, los que cuentan con todas las habilidades y recursos. Son los que prueban
los más gloriosos banquetes sociales, suele ocurrir de manera natural, así es la vida, o al me-
nos así es la vida de las multitudes y las masas, de los populares y de las vitrinas que adornan
las calles de nuestras ciudades modernas.
Sin embargo, esta breve y mal contada historia, trata sobre la dulce excepción que, de
vez en cuando, ocurre en la vida. Esa mínima posibilidad de alcanzar el éxito para quien la
sociedad ha construido desde siempre la perfecta telenovela de fracaso. Esta historia exige ser
contada como sea, sin brillantes versos y una primitiva prosa.
La historia de mi vida y más precisamente mis aventuras sobre ruedas y sillas, sobre
mis manos, el ímpetu y esfuerzo de sobrevenir las adversidades en busca de la verdad, de mi
propia y única realidad. Es en mi relato el tema principal. Soy Pedro, aficionado a la fotogra-
fía y la filosofía, estudiante de Diseño Industrial de la UASLP y claro, vagabundo visitador
constante de aventuras nuevas, de profesión.
Tengo una discapacidad motriz que me hace experimentar una relación permanente
de dependencia y entrega total con una silla de ruedas, color rojo y muy maltratada por las
grandes experiencias que he insistido en vivir desde hace 10 años, en los cuales he tenido que
enfrentar las mareas sociales de la indiferencia y la incomprensión, destrozando paradigmas
conductuales de una cultura de exclusión moral, académica, institucional y humana.
Con enormes, divertidos y trágicos esfuerzos conseguí llevar mi educación básica y
media a términos suficientes para tener acceso a la universidad hace algunos años, siendo el
único de mi clase, carrera, facultad y universidad que requiere una silla de ruedas para mover
A
ún lo recuerdo, era un día normal en Chilpancingo, Guerrero, caminaba por los
pasillos de la Unidad Académica de Derecho, para dirigirme a mi salón de clases. Al
entrar, un cartel atrajo mi atención, a la distancia leí algunas palabras, pero no sabía
de qué se trataba, me acerqué para saber, sin imaginar que al acercarme iba saber no sólo del
significado del anuncio, sino también, meses más tarde, de lo mucho que puede cambiarte la
vida con un simple cartel.
Leí de principio a fin lo que decía, y casi corrí al centro de cómputo a abrir la página
de internet. Descargué todos los formatos ese mismo día, e intenté obtener información en el
área de control escolar, donde se me remitió con la profesora encargada. Así comienza parte
de mi historia, así comienza ese torbellino de experiencias, que me atrevo a decir, fueron de
las mejores por las que he pasado en el trayecto de esto que llamamos vida.
Habían pasado menos de dos meses desde que se envió mi documentación vía electró-
nica, cuando recibí mi carta de aceptación proveniente de la universidad que, desde que yo
era pequeña, era causa de mi admiración y respeto. Primero, porque el equipo de fútbol al
que le va toda mi familia es representativo, y segundo, porque ya más grande supe todo lo
que significa la máxima casa de estudios, claro, estoy hablando de la UNAM.
Al recibir la noticia la celebré con amigos y familiares, también le conté a mis profesores
de Guerrero y a cuanta persona tuviera oportunidad de decírselo. Me sentía muy feliz de ir a
una facultad en la que varios de sus catedráticos son muy admirados en mi escuela. Me des-
pedí de todos en enero, dejé las prácticas que realizaba en un despacho en el que colaboraba
y suspendí mis cursos de guitarra.
Mi familia me fue a despedir a la terminal de autobuses, y me dirigí al Distrito Federal, más
cargada de sueños que de cosas materiales. Los primeros meses viví con tres compañeros, tam-
bién estudiantes de mi facultad en Guerrero, pero que conocí durante el trámite de la movilidad
estudiantil, hasta hacía poco eran para mi unos desconocidos a pesar de pertenecer a la misma
institución, pero luego se convirtieron en mis amigos y compañeros de esta gran aventura.
El día que nos citaron con los encargados de movilidad llegamos muy puntuales, y
fuimos recibidos muy amablemente por los encargados. Esa es una de las cosas que se me ha
M
i nombre es Angélica, tengo 23 años, y soy la mayor de cuatro hermanos (Miguel,
Adriana, Ricardo y yo), hijos de Miguel Ángel y María Isabel. Actualmente estudio
la licenciatura de Trabajo Social, en la Facultad de Trabajo Social, de la Universidad
Autónoma de Coahuila. Desde que entré a estudiar me he comprometido con la profesión y
las personas que he conocido, ya que ante tantos problemas sociales, económicos, culturales,
políticos, educativos; que producen el individualismo y la descomposición social, una realidad
muy compleja. Los y las trabajadoras sociales, como profesionales de la investigación y análisis
de las causas y los efectos de éstos problemas, tenemos la responsabilidad de trabajar y actuar,
para que, en acción conjunta con las personas que los experimentan, se logren disminuir los
destrozos que esto provoca, y se contribuya a un bienestar social. Por ello, asumiendo una
actitud responsable y creativa, aceptando y tomando los retos, siento la urgencia de incidir en
la transformación de la realidad, y por ello le doy la importancia que merece a mi profesión.
De esta manera y gracias a mis experiencias en mi facultad y en la comunidad, en
mi crecía la inquietud de venir a estudiar a la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM), específicamente, a la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS), por su prestigio
y trayectoria educativa.
El año pasado (2013) comencé mi experiencia; primero los trámites (todos los papeles
que hay que firmar, traer, llevar), después la incógnita de no saber si sería o no aceptada (días,
meses), y después la gran alegría al conocer los resultados: Aceptada. ¿Y luego? Pues seguí
entusiasmada, con cierto miedo a la vez, pues no sabía qué me deparaba el destino, dónde
habitaría, cómo administraría los recursos, cómo me organizaría.
En el mes de enero llegué a la Ciudad de México, para cursar el sexto semestre de mi
carrera. Lo primero que hice fue buscar un lugar en donde habitar, lo cual fue difícil ya que
contaba con una lista de lugares, que me facilitó el personal del Espacio Común de Educa-
ción Superior (ECOES), pero lamentablemente la mayoría ya no tenía espacio, además de
que el presupuesto no me alcanzaba. Así, buscando anuncios en el metro, en Ciudad Univer-
sitaria y muchos más lugares, de casas donde rentan cuartos, llegué hasta donde estoy ahora:
P
artí de mi casa con una ilusión que más adelante se convirtió en una realidad: conver-
tirme en estudiante de la Universidad más prestigiada de México. No fue una decisión
sencilla, significaba abandonar por un tiempo considerable mi tierra, estar fuera de mi
hogar y lejos de las personas que quiero. Partí hacia una ciudad inmensa, desconocida y en
palabras de algunos, muy peligrosa.
Después de analizar todo lo que implicaría mi estancia de movilidad, finalmente tomé
la decisión correcta. Decidí abandonar mis comodidades y luchar por mis objetivos. Al llegar
a la ciudad de México experimenté una sensación difícil de explicar. Por un lado, estaba
emocionada, pero por el otro, me encontraba completamente atemorizada. Recuerdo perfec-
tamente que lo primero que aprendí al llegar aquí, fue a usar el metro. Había tantas líneas,
todas con distintos colores, distintos destinos y todas parecidas entre sí. Finalmente logré dar
con la estación del metro Copilco, que es la más cercana la que era mi nueva facultad. Ca-
miné y caminé y al llegar a los límites de Ciudad Universitaria, no pude evitar emocionarme.
¡Era una cosa impresionante! Recuerdo que no podía contener mi sonrisa. Yo estaba ahí, y a
tan sólo unos pasos de mí, la gran Ciudad Universitaria, aquella que solo conocía por medio
de las películas y de algunas fotografías.
Comencé a caminar en búsqueda de mi facultad. No podía dejar de admirar los edi-
ficios tan altos, los enormes jardines, los murales y a todos los estudiantes que paseaban
de un lado a otro. Finalmente, llegué al lugar donde se encontraba la estatua de un águila
parada sobre un nopal devorando una serpiente. ¡Mi tierra prometida!, la gran Facultad
de Derecho. Continué caminando y llegué a un lugar, al cual más tarde me enteraría
que le llaman “las islas”. Desde ahí pude ver a lo lejos los famosos murales de Siqueiros,
tan característicos de la Biblioteca Central. Y aún más, a lo lejos se podía ver la enorme
torre de la Rectoría. ¡Yo estaba fascinada! Todo el panorama era espectacular. Supe que
aquel momento nunca se borraría de mi mente, porque significaba el inicio de una gran
experiencia en mi vida.
Y así fue, aquel día conocí al resto de mis compañeros de intercambio provenientes de
Baja California, Sinaloa, Puebla, Chiapas, Sonora, Coahuila, entre otras entidades. A ellos,
S
oy Antonia, estudié Ciencia Política y Administración Pública en la Facultad de Ciencias
Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, en el Distrito Fe-
deral, y tuve también la fortuna de estudiar el octavo semestre de mi licenciatura en el
Centro Universitario de Ciencias Económico-Administrativas de la Universidad de Guadala-
jara, en Jalisco. Justo de esta experiencia quiero tratar en las siguientes líneas. Hace un par de
años, en junio de 2012, durante un congreso de administración pública realizado en Mérida,
Yucatán, tuve la fortuna de conocer a un par de chicas, estudiantes también de Ciencia Polí-
tica y Administración Pública en los estados de Guerrero y San Luis Potosí. Ambas mujeres
influyeron mucho para que dos meses después yo tomase la decisión de realizar un intercam-
bio académico en otra ciudad del país. Me hablaron de diversos programas de movilidad
nacional y de instituciones que financiaban las estancias de los universitarios seleccionados
para realizarlas. En un principio lo consideré como una opción poco probable, incluso puedo
decir que no volví a pensar en ello sino hasta dos semanas antes de que diera inicio a los
trámites del Programa de Movilidad del ECOES.
Sigo creyendo que no hubiera tomado la decisión de realizar la movilidad si no hubiera
confluido en septiembre de 2012 la multiplicidad de factores, personales y académicos que se
suscitaron. Por suerte o de casualidad, como quiera llamársele, diversas situaciones me hicieron
reconsiderar el intercambio académico como una posibilidad real. Le doy mucho peso a “la deci-
sión” porque sin duda se trataba de tomar una decisión personal, quizá una de las más importantes
para mis entonces veinte años de vida. Incluso, el consenso de tal decisión con mi familia, más que
consenso fue aviso de una decisión tomada, decisión que en definitiva hube de analizar y recon-
siderar durante todos y cada uno de los días que me separaron de la publicación de resultados.
Si bien en el momento en que realicé la inscripción para participar en el Programa de
Movilidad del ECOES no estaba segura de querer realizar una estancia fuera de la ciudad, es
cierto que volví a pensar sobre lo conveniente de ello. En todo caso estaría lejos de mi familia
y amigos, iría a otra ciudad con gente que no conocía: ¿Y si me costaba mucho integrarme
a esa nueva vida? ¿Qué pasaría si enfermaba estando sola, a kilómetros de casa? ¿Y si ex-
L
a vida comienza fuera de tu zona de confort. Es una frase inspiradora cuyo signifi-
cado no conocía hasta que lo viví. Más que un intercambio académico, fue darme
cuenta que la vida comienza cuando dejamos de temerle al cambio y a lo desconoci-
do. Darme cuenta que las oportunidades están allí y que son para aquellos que se atreven
a tomarlas. Salir de esa zona de confort va más allá de dejar nuestra casa, de alejarnos de
familia, amigos y pareja; cambiar aquella rutina, ese camino que hemos memorizado por
haberlo transitado tantas veces, ya no ver los mismos paisajes ni a la misma gente. Va más
allá de descubrir nuevos lugares, probar nuevos platillos, ver nuevos paisajes y hacer nue-
vos amigos. Es dejar esa seguridad a la que estamos acostumbrados y obligarnos enfrentar
nuestros miedos, la soledad y los retos. Es probar de lo que estamos hechos. Es mucho más
aleccionador cuando comenzamos a extrañar lo que dejamos, valorar todo aquello que
dábamos por sentado y no dejar que las dudas nos derroten. Salir de esa zona es lo que se
necesita, porque es ahí donde las cosas suceden.
Mi semestre de movilidad, gracias al ECOES, constituyó esa experiencia que me hizo
darme cuenta de todo esto. Fue una de las vivencias que más me han hecho crecer, tanto
como estudiante, y como persona. Me abrió los ojos y me hizo darme cuenta de las infi-
nitas posibilidades que el mundo tiene para ofrecernos. Debido a mi situación financiera,
estudiar lejos de casa era un lujo que no podía darme y una opción que no tenía. La beca
del ECOES significó la oportunidad de poder cumplir con ese sueño, y por esa razón quise
aprovecharlo de la mejor manera.
Al ser estudiante de Ingeniería en Biotecnología del Instituto Politécnico Nacional
campus Guanajuato, elegí una opción que representara un reto y a su vez fuera una ex-
periencia que me enriqueciera. Quise pertenecer a las dos mejores universidades del país,
es por esto que elegí la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de
México, ya que quería demostrarme que no hay retos demasiado grandes, rivalidades entre
instituciones, ni limitantes entre licenciaturas e ingenieras que pudieran detener mis ganas
de aprender y superarme.
CONVOCA
A todos los estudiantes de las instituciones de educación superior, IES, miembros del ECOES,
a participar en el Concurso de Ensayo Universitario con el tema:
Bases
• Podrán participar de forma individual o en grupo (máximo tres estudiantes) los alumnos
de los niveles de licenciatura, maestría y doctorado que hayan o estén realizando su mo-
vilidad en alguna de las IES miembros del ECOES.
• Los trabajos deberán hacer referencia a su universidad y entidad de origen, así como
universidad de destino y entidad de la estancia en la República Mexicana, señalando
tanto sus experiencias académicas como de vida.
En caso de que los ganadores hayan presentado su ensayo en grupo, el premio correspon-
diente será indivisible y se otorgará al equipo.
Los ensayos que obtengan los tres primeros lugares a nivel nacional serán publicados en la
Memoria del X Aniversario del ECOES.
En caso de que los ganadores provengan de instituciones fuera del Distrito Federal y del área
Metropolitana, su universidad de origen cubrirá los gastos de traslado al encuentro de Estudiantes
y ex Estudiantes y el día de la conmemoración del X Aniversario y, si se requiere, de hospedaje.
Los trabajos serán recibidos a más tardar el 13 de junio de 2014. Después de esa fecha, los
ensayos ya no se considerarán para las premiaciones.
La valoración de los ensayos será realizada por un jurado integrado por cinco distinguidos
universitarios provenientes de las instituciones del ECOES.
El veredicto del jurado es inapelable. Los premios podrán ser declarados desiertos.
El fallo se dará a conocer a través de la página web www.ecoes.unam.mx y mediante oficio a las
oficinas de intercambio y movilidad de cada universidad a partir del 1 de julio del presente año.
Los premios serán entregados en el marco de la celebración del X Aniversario del ECOES,
cuya fecha se informará posteriormente.
La participación en el concurso implica la aceptación incondicional de las bases antes expuestas.
Organizadora de los festejos del X Aniversario del ECOES (Instituto Politécnico Nacional,
Universidad Autónoma de México y Universidad Nacional Autónoma de México).