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Tiene como objetivo las enfermedades mentales se basa en el análisis de los conflictos
sexuales inconscientes que se originan en la niñez
La doctrina psicoanalítica sostiene que los impulsos que son reprimidos por la conciencia
permanecen en el inconsciente y afectan al sujeto
Freud describió a la mente como un aparato psíquico y postuló en una de sus teorías que la
mente está compuesta por diferentes órganos o piezas como todo aparato. Este formuló dos
tópicas para describir este aparato psíquico la mente
Consciente
Freud describe a la mente consciente como una composición de todos los procesos mentales
de los cuales somos conscientes. La misma (mente consciente) se sitúa en el presente y es
quien le permite al sujeto tener percepción de la realidad.
Según Freud, el estar consciente es lo que le permite al sujeto pensar y comunicarse de forma
racional.La consciencia está relacionada con la memoria a corto plazo y está limitada en
términos de capacidad.
Preconsciente
Inconsciente
Para Freud, la mente inconsciente comprende los procesos mentales que son inaccesible a la
consciencia. Para él, el inconsciente es la fuente primaria de la conducta humana.En el
inconsciente se encuentran deseos instintivos y primitivos que han sido reprimidos.La
información que se encuentra reprimida en el inconsciente, se encuentra encerrada mediante
los mecanismos de defensa. Estos mecanismos tienen la función de retener los eventos
traumáticos o acontecimientos altamente negativos para que queden fuera del alcance de la
consciencia.
Podemos comparar las dos tópicas freudianas de esta manera: el ello se encuentra dentro del
inconsciente y el consciente y preconsciente hacen referencia al superyó. Los pensamientos y
sentimientos inadecuados para el individuo (de acuerdo a la sociedad) son enviados al
inconsciente, estos pensamientos son impulsados por el ello y a la vez son reprimidos por el
superyó.
Ello:
Según Freud, el ello forma una parte importante de nuestra personalidad, pues es quien se
encuentra presente cuando nacemos y quien nos permite mantener satisfechas
nuestras necesidades básicas. Ésta es la parte egoísta de la mente humana, que muestra todos
los componentes heredados de la personalidad desde el momento del nacimiento, incluyendo
el instinto sexual y el instinto agresivo.
El “ello” se activa con el principio de placer, puesto que está relacionado con lo instintivo y lo
placentero; éste no conoce ni el bien, ni el mal, ni la ética, ni la moral, solo reconoce sus
propios deseos y necesidades, y a su vez permite que la energía psíquica del sujeto fluya
libremente.
Yo
El yo es “la parte del ello que ha sido modificada por la influencia directa del mundo externo.’’
Si bien el yo también intenta satisfacer las demandas del ello, este tiene presente que existe
una realidad con personas dentro de ella, por este motivo en ocasiones aplaza sus necesidades
en función a las condiciones impuestas por el mundo exterior. Éste intentará aprovechar el
poder del “ello”, y lo regulará para alcanzar la satisfacción a pesar de los límites impuestos la
realidad.
El “yo” se ocupa de que nuestras interacciones y relaciones con los demás fluyan de manera
saludable. También comprende que las otras personas también son impulsadas por sus
propios instintos (sus propios “ellos”), y que dejarse llevar por los impulsos egoístas no lleva a
ningún lado, incluso la mayoría de las veces puede ser problemático.El “yo” sabe que hay
personas que lo rodean y que sus decisiones pueden influir directamente en las mismas, por
tanto debe tener más precaución a la hora de satisfacer sus necesidades.
Esta parte de la mente funcionará como intermediario entre el ello y el “super-yo”. La función
principal del “yo” es convertir, desviar y transformar las poderosas fuerzas del “ello” en modos
de satisfacción más útiles y realistas.
Superyó
El “superyó” es la parte moral de la mente humana, es la parte que refleja los límites culturales
y reprende lo que considera “mala conducta”. El “superyó” no es una parte innata del ser
humano, aparece a partir de los 6 años (donde comienza el periodo de latencia) y con él
aparece el mecanismo de defensa de la sublimación.
El cometido del “superyó” es restringir los impulsos del ello, y lo hará reprimiendo los impulsos
psíquicos que considere que son inaceptables para la sociedad en la que se encuentra el
sujeto. Por ejemplo, si un niño se enoja con un compañero, será el “superyó” el encargado de
hacerle entender que la violencia no es la solución correcta. Según la segunda tópica
freudiana, el “superyo” controla el sentido de lo correcto y lo incorrecto, y ayuda al sujeto a
insertarse en la sociedad, haciendo que éste actúe de manera socialmente aceptable.
Los impulsos psíquicos sancionados por el superyó quedaran en el inconsciente como impulsos
reprimidos.
Según Freud con la aparición del superyó aparece también el complejo de Edipo. Freud hizo
hincapié en la importancia del complejo de Edipo para el desarrollo psicosexual del individuo,
pues para él si una persona no atraviesa el Edipo o no lo resuelve de la manera correcta se
quedaría fijada en una etapa del desarrollo psicosexual y no podría pasar a la siguiente etapa.
Un complejo de edipo mal resuelto podría generar traumas y trastornos psicológicos a lo largo
de la vida de una persona.
Freud creía que la personalidad se desarrollaba a través de una serie de etapas en la infancia
en las que las energías o impulsos que buscan el placer de la Identificación se enfocan en
ciertas zonas erógenas. Esta energía psicosexual, o libido, la describió como la fuerza impulsora
detrás de la conducta.
Para Freud, la infancia es una etapa crucial en la que se da forma a nuestra personalidad y
comportamiento como adultos. Consideraba el desarrollo como un proceso discontinuo, creía
que cada uno de nosotros debe pasar por una serie de etapas durante la infancia, las llamadas
etapas psicosexuales.
Si estas etapas psicosexuales se completan con éxito, el resultado es una personalidad sana. Si
debido a algún problema no se resuelven en su momento, aparecen las llamadas “fijaciones”.
Una fijación es un foco persistente en una etapa psicosexual anterior. Hasta que este conflicto
no se resuelve, el individuo seguirá estando “atascado” en esta etapa. Por ejemplo, una
persona que está fijada en la fase oral, puede ser demasiado dependiente de los demás y
puede buscar la estimulación oral a través de fumar, beber o comer.
Según Freud, los impulsos de placer que buscan los niños (y que se rigen por el Ello) se centran
en un área diferente del cuerpo, llamados una zona erógena, en cada una de las cinco etapas
de desarrollo: oral, anal, fálica, de latencia y genital.
La fase oral
Edad: de 0 a 1 año
Durante la fase oral las actividades relacionadas con la alimentación como la succión y la
masticación son lo más importante.
La principal fuente interacción del bebé se realiza a través de la boca, que es de vital
importancia para la alimentación, pero además el niño a través de ella obtiene placer gracias a
actividades satisfactorias como la degustación y la succión. Debido a que el bebé es totalmente
dependiente de los cuidadores (que son los responsables de su alimentación), el pequeño
también desarrolla un sentido de confianza y comodidad a través de esta estimulación oral.
El conflicto principal en esta etapa es el proceso de destete: el niño pasa a ser menos
dependiente de sus cuidadores y pierde las gratificaciones que obtenía con la succión. Si la
fijación se produce en esta etapa, Freud creía que el individuo tendría problemas con la
dependencia o la agresión. La fijación oral puede generar problemas con la bebida, la comida o
la necesidad de fumar.
La fase anal
Edad: de 1 a 3 años
Durante la etapa anal, Freud creía que el objetivo principal de la libido se hallaba en lograr el
control de los movimientos del intestino y la vejiga. El conflicto importante en esta etapa es el
control de esfínteres: el niño tiene que aprender a controlar sus necesidades corporales. El
desarrollo de este control conduce a una sensación de logro y la independencia.
Según Freud, el éxito en esta etapa depende de la forma en que los padres se acercan a
esfínteres. Los padres que utilizan la alabanza y la recompensa por usar el inodoro en el
momento apropiado, fomentan resultados positivos y ayudan a los niños a sentirse capaces y
productivos. Freud creía que las experiencias positivas durante esta etapa sientan las bases
para que las personas se conviertan en adultos competentes, productivos y creativos.
Sin embargo, no todos los padres proporcionan el apoyo y el estímulo que los niños necesitan
durante esta etapa. Algunos padres castigan, ridiculizan o incluso avergüenzan a un niño
cuando tiene accidentes.
Para él las respuestas parentales inadecuadas pueden dar lugar a resultados negativos. Si los
padres toman un enfoque demasiado indulgente en esta etapa, podría desarrollarse una
personalidad anal-expulsiva, que se traduce en una persona adulta desordenada,
derrochadora y destructiva. Si los padres son demasiado estrictos o empiezan el control de
esfínteres demasiado pronto, se genera una personalidad anal-retentiva, que se traduce en un
individuo demasiado rígido, ordenado y obsesivo.
La fase fálica
Edad: de 3 a 6 años
Durante la etapa fálica, el enfoque principal de la libido se centra en los genitales. A esta edad
los niños empiezan a descubrir las diferencias entre hombres y mujeres.
Freud creía que los niños comienzan a ver a sus padres como un rival por el afecto de la madre.
El complejo de Edipo describe estos sentimientos de querer poseer la madre y el deseo de
reemplazar al padre. Sin embargo, el niño también teme que será castigado por el padre por
estos sentimientos, a este miedo Freud lo llamó la angustia de castración.
Con el tiempo, el niño varón comienza a identificar el padre del mismo sexo como un medio
para poseer indirectamente a la madre. Para las niñas, sin embargo, Freud creía que la envidia
del pene nunca se resuelve totalmente y que todas las mujeres siguen teniendo una fijación en
esta etapa.
La fase genital
Durante la etapa final del desarrollo psicosexual, el individuo desarrolla un fuerte interés hacia
el sexo y las relaciones sexuales. Esta etapa comienza en la pubertad, pero dura el resto de la
vida de una persona.En las primeras etapas descritas por Freud la atención se centraba
únicamente en las necesidades individuales. En esta etapa crece al fin el interés por el
bienestar de los demás. Si las demás etapas se han completado con éxito, el individuo debe
estar ahora bien equilibrado, cálido, y el cuidado. El objetivo de esta etapa es establecer un
equilibrio entre las diversas áreas de la vida.
Tal y como dice Freud, entre los alumnos y los profesores existe “una corriente subterránea”
que los une. Esta corriente subterránea implica un lazo afectivo inconsciente, emocional,
responsable de las “actitudes y comportamientos” conscientes. En base a esta ligazón, el
alumno puede sentir hacia el profesor:
· Simpatía / antipatía
La importancia del profesor es tal que el alumno construye su personalidad en base a éste: o
bien tomándolo como modelo de “identificación” (lo cual provoca que el alumno quiera
parecerse a él) o bien como modelo de “des-identificación” (lo cual provoca que el alumno
desee diferenciarse del profesor).
Este eje amor-odio es el que produce todos los fenómenos relacionales entre el profesor y los
alumnos:
Freud, muy sabiamente, sostiene que estos dos afectos se dan en todo sujeto y subraya que
coexisten en toda personalidad, es decir, nunca se dan de manera “pura” (“Desde un principio
tendíamos por igual al amor y al odio, a la crítica y a la veneración”).
El psicoanálisis nos enseña que las actitudes afectivas hacia otras personas quedan definidas
en los 6 primeros años de vida.
Los alumnos ingresan a la formación escolar primaria, generalmente con 6 años de edad, con
una actitud afectiva básica ya instalada en su personalidad.
Esta “actitud afectiva básica” supone tener unos patrones relacionales (forma) y unos
contenidos emocionales (tono afectivo) hacia personas del mismo sexo y hacia personas del
sexo contrario.
Freud da un carácter de fijeza a estas actitudes afectivas básicas. De su texto se infiere que la
ambivalencia afectiva será permanente en el sujeto, aunque podrá dirigirla y desarrollarla de
diversas maneras (“a partir de ese momento podrá desarrollarlas y orientarlas en distintos
sentidos, pero ya no logrará abandonarlas”).
La base, los cimientos de esta “actitud afectiva básica” es la relación del sujeto con sus padres
y hermanos.
Freud dirá que “todos los hombres que haya de conocer posteriormente serán, para él,
personajes sustitutivos de estos primeros objetos afectivos (quizá, junto a los padres, también
los personajes educadores), y los ordenará en series que parten, todas, de las denominadas
imágenes del padre, de la madre, de los hermanos, etc.”.
Es interesante esta idea de que, cuando un sujeto se relaciona con otros, se “transfieren” los
afectos ya experimentados con padres y hermanos.
En cierta manera, Freud está diciendo que todos los seres humanos repetimos en el presente
los mismos afectos experimentados en el pasado, de manera inconsciente, sin que la “persona
real”, la “persona que tenemos delante” participe.
Freud añade que “todas las amistades y vinculaciones amorosas ulteriores son seleccionadas
sobre la base de las huellas mnemónicas que cada uno de aquellos modelos primitivos haya
dejado”.
Es decir, Freud sostiene que, de alguna manera, todos los seres humanos, de manera
inconsciente, buscamos algo en los demás que nos recuerde a nuestros padres o hermanos.
Esto creo que implica que en toda relación humana, sea de la índole que sea, existen rasgos
narcisistas (buscar lo semejante, lo que una vez vivimos en el pasado).
En este texto, Freud da una importancia determinante a la figura del padre, sosteniendo que
es con la figura del padre con quien mayor ambivalencia afectiva se tiene (“el imperio de lo
orgánico ha impuesto a esta relación con el padre una ambivalencia afectiva cuya
manifestación más impresionante quizás sea el mito griego del rey Edipo”).
Freud también añadirá que la base de la religión es una exaltación de la figura del padre,
exaltación que tiene un origen en la niñez.
La relación de todo individuo con su padre queda marcada por una ambivalencia, puesto que
en la época de la niñez:
· El padre representa la figura más “poderosa” que el niño conoce (“El niño pequeño se ve
obligado a amar y admirar a su padre, pues éste le parece el más fuerte, bondadoso y sabio de
todos los seres; la propia figura de Dios”). En este caso, el sujeto quiere ser como él
· El padre representa la figura más “envidiada” que el niño conoce (“El padre también es
identificado como el todopoderoso perturbador de la propia vida instintiva; se convierte en el
modelo que no sólo se querría imitar, sino también destruir para ocupar su propia plaza”). En
este caso, el sujeto quiere ocupar su lugar y destruirlo.
En su texto, Freud volverá a decir que esta ambivalencia afectiva será permanente en el sujeto
y nunca podrá “escapar” a ella (“Las tendencias cariñosas y hostiles contra el padre subsisten
juntas, muchas veces durante toda la vida, sin que la una logre superar a la otra”).
En la segunda mitad de la infancia (a partir de los 6 años, según la visión de Freud), el sujeto
cambia su relación con el padre: se aparta de él y lo sustituye por “el mundo”. El niño deja de
“idealizarlo”, gracias a que su pensamiento se vuelve más realista (“Comprueba que el padre
ya no es el más poderoso, el más sabio y el más acaudalado de los seres; comienza a dejar de
estar conforme con él; aprende a criticarle y a situarle en la escala social, y suele hacerle pagar
muy cara la decepción que le produjera”),
Es justamente a partir de la educación general primaria (hacia los 6 años) cuando el niño está
viviendo este “apartamiento del padre”. Es entonces cuando se relaciona más con los
maestros. Los alumnos sustituyen al padre por los profesores (“Estos hombres, que ni siquiera
eran todos padres de familia, se convirtieron para nosotros en sustitutos del padre. También
es ésta la causa de que, por más jóvenes que fuesen, nos parecieran tan maduros, tan
remotamente adultos”).
Los alumnos reviven con los profesores todos los afectos experimentados antes con el padre
(en un nivel inconsciente).
Los compañeros de clase serán los sustitutos del padre (“Pero como colegiales también
tuvimos otras experiencias no menos importantes con los sucesores de nuestros hermanos, es
decir, con nuestros compañeros”).
Considero muy importante el hecho de que la educación con los adolescentes (además de con
los niños sea tan difícil). Freud nos da la clave: el apartamiento del padre (“Todas las
esperanzas que ofrece la nueva generación -pero también todo lo condenable que presenta-
se originan en este apartamiento del padre.”).
Evidentemente, no todos los alumnos actúan igual: cada alumno ha tenido una relación con su
padre “propia y única”: podemos entender mucho esta relación a partir de lo que el alumno
muestre hacia su profesor.
La sociedad culpa a los docentes (y especialmente los padres) de muchas cuestiones que nada
tienen que ver objetivamente con los docentes, sino que tienen que ver con las cuestiones que
pasan o que han pasado “en la casa” de los alumnos, en su relación con padres y hermanos.
Para los padres es más fácil culpar a los profesores (proyectar) que reconocer todo “lo que
falla” entre ellos y sus hijos y que podría ser modificado.