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Universidad Austral de Chile

Facultad de Filosofía y Humanidades


Instituto de Historia y Ciencias Sociales
Latinoamérica Actual ICSO 203 - 2017
Profs. Fabián Almonacid Z./ Yerko Monje
H.c

La industria extractivista minera y conflictos socio-ambientales en Perú


(1990 – 2016)

Por. Jordan Lienlaf Huichaman

Valdivia, 23 de junio de 2017


Introducción

Los procesos históricos de América latina, desde mediados del siglo XX, se han
visto atravesados por una serie de conflictos sociales y económicos, con diversas
expresiones bélicas y autoritarias, las que han influido de manera importante en la
forma en que los estados latinoamericanos diseñan la política en sus
correspondientes espacios territoriales. Estas políticas toman forma en la realidad
latinoamericana, en tanto el estado expresa con estos lineamientos las disputas de
poder entre distintos actores sociales que se desenvuelven en las sociedades
latinoamericanas de finales de siglo XX.

Hacia el último cuarto del siglo XX en América latina –y en gran parte de los países
que conforman el Cono sur – se comienza una paulatina liberalización en los
estados, que luego de diversos hechos de violencia, lograron encausar un proyecto
político hegemónico a partir del neoliberalismo como doctrina política y económica.
Bajo distintas reformas, el estado permite la entrada al territorio de conglomerados
y capitales transnacionales con el fin de lograr una estabilidad interna, para al mismo
tiempo favorecer la explotación de recursos naturales. En definitiva, esta política de
explotación deriva en un extractivismo económico agresivo, en pos de la
acumulación privada y capital extranjero como eje principal de las políticas
neoliberales; aspecto que se comienza a agudizar a partir de la década del noventa
y se consolida durante la primera década del siglo XXI.

El siguiente ensayo se desarrolla a partir de la caracterización de la política


económica extractivista en el Perú, considerando como antecedentes el
establecimiento del estado neoliberal en la década de los noventa (bajo el gobierno
autoritario de Fujimori), la explotación de la industria minera y las políticas de estado
que impulsaron este régimen de explotación. Así, el ensayo centra como finalidad
analizar el impacto en el territorio de la industria minera del Perú, considerando tanto
las dinámicas políticas, sociales y culturales que subyacen en el territorio y que dan
lugar al surgimiento de movimientos socio-ambientales que se contraponen a este
modelo de desarrollo extractivista.

Una vez definida nuestra problemática, creemos necesario profundizar en ella a


partir del trabajo de Maristella Svampa, quien desde la sociología nos plantea una
aproximación al concepto de extractivismo económico, las implicancias que este
tiene en los países neoliberales de latinoamérica y las diversas expresiones sociales
que ponen en duda el crecimiento y desarrollo en las comunidades que son
afectadas por proyectos de extracción de materias primas; como es el caso de la
mega minería en Perú.

Por otra parte, se nos hace necesario también considerar los trabajos de Eduardo
Gudynas y Alberto Acosta referentes al desarrollo del extractivismo, los modos de
apropiación y las alternativas al postextractivismo para América latina. Por último,
hacemos referencia a los planteamientos de Gerardo Damonte, frente al discurso y
política extractivista en Perú y la reproducción de las desigualdades sociales.

Con todo, el presente ensayo propone a partir de los trabajos enunciados, un


entendimiento más amplio de la problemática ya expuesta, de esta forma evaluar
las diversas miradas que han abordado este proceso político- económico, para dar
cuenta de un momento histórico que se expresa en gran parte de América Latina y
que sigue causando devastación de los recursos naturales y la modificación de
formas de organización de la vida en las comunidades indígenas afectadas.

Extractivismo, la base del modelo económico neoliberal en Perú

Para comenzar un desarrollo de la problemática suscitada por el extractivismo, se


nos hace necesario realizar una conceptualización de lo que es el extractivismo
como forma específica de desarrollo económico, a su vez que se delimite las
instancias que propiciaron la existencia de esta forma de explotación, cómo lo
adoptan los países latinoamericanos y en qué mediada se posiciona como la base
de la economía peruana del último cuarto del siglo XX.

Como punto de partida, podemos señalar que la forma de desarrollo política y


económica extractivista tiene como antecedentes preliminares, las reformas
propuestas en el Consenso de Washington (1989) y la restructuración de la labor
del estado como metaregulador de las políticas económicas, tendientes a favorecer
la acumulación capitalista de grandes conglomerados económicos. A partir de esto,
los organismos supranacionales; como el Fondo monetario internacional (FMI) y el
Banco Mundial (BM), comienzan a dictar los lineamientos que guiaran el desarrollo
de los países latinoamericanos que suscriben aquel consenso, quienes se verán
obligados a aplicar aquellas políticas, en la medida que deseen obtener recursos de
aquellos organismos. No obstante, la socióloga Maristella Svampa (2012) nos
señala que este consenso, solo fue la puerta de entrada para la desregulación del
mercado y la apertura a nuevas formas de acumulación, lo que dio origen al llamado
consenso de los commodities. A decir de la misma escritora, este consenso:

[…] conlleva la profundización de una dinámica de desposesión o de despojo de


tierras, recursos y territorios, al tiempo que genera nuevas formas de dependencia
y dominación. No es casual que […] el resultado de estos procesos sea la
consolidación de un estilo de desarrollo extractivista, el cual debe ser comprendido
como aquel patrón de acumulación basado en la sobreexplotación de recursos
naturales, en gran parte, no renovables, así como en la expansión de las fronteras
hacia territorios antes considerados como “improductivos” (Svampa, 2012)

Por tanto, el consenso de Washington promovió una restructuración del rol del
estado, así como también la creación de un nuevo aparataje político institucional,
que derivó en una futura profundización del modelo de acumulación neoliberal a
partir de la explotación de materias primas o commodities (principalmente
minerales, hidrocarburos y gas) que configuraron el modelo extractivista en América
Latina.

Con lo anterior, Svampa nos señala otros rasgos característicos que posee el
extractivismo como forma neoliberal de desarrollo económico, entre ellas: la
envergadura de las inversiones capitales (capital-intensivas, que no se condicen
con el nivel de empleabilidad), el carácter de los actores involucrados y la
concentración económica (a partir de grandes conglomerados), la especialización
productiva (producción de cobre, gas, soja, petróleo, etc.) y los impactos que
presentan los proyectos extractivistas en ámbitos económicos, sociales y
ambientales (Svampa, 2012)
En razón de ello, es que el consenso de los commodities logra establecer nuevas
reglas a partir de la aceptación de las desigualdades ambientales y políticas, que
tanto países de gobierno progresista (que en cierta medida han puesto en duda el
modelo neoliberal), como aquellos países que han profundizado su matriz de
gobernanza conservadora en el contexto del neoliberalismo, han implementado bajo
la consigna de desarrollo económico.

A partir de aquella contextualización, podemos enmarcar a los gobiernos del Perú,


como uno de los que ha tomado partida por aplicar aquellas normativas planteadas
en el Consenso de Washington y el consenso de los commodities. Con una
especialización productiva enfocada en la minería y mega minería, los gobiernos
peruanos han hecho gala de aquella característica histórica instalada desde la
invasión colonial española, como uno de los grandes territorios productores y
exportadores de los minerales metalíferos en el continente.

De manera que, podemos evidenciar una serie de cambios y transformaciones en


las normativas estatales y privadas en pos de favorecer la inversión capitalista
minera en el país. Esta nueva ola de expansión extractiva minera, se da a partir de
una nueva concepción económica adoptada por el gobierno autoritario de Fujimori,
quien comienza a instalar una economía abierta al libre mercado como la vía para
el progreso económico y social del Perú. Esta expansión a las inversiones
extractivas se consolida durante la primera década del siglo XXI, perpetuando por
más de 20 años la explotación extractivista en el territorio.

Ahora bien, como ya señalamos anteriormente, los gobiernos peruanos comienzan


a establecer una serie de reformas y marcos legales, tendientes a reestructurar las
funciones de la institucionalidad estatal. En este sentido, Damonte (2016) nos
señala que se busca “generar una institucionalidad estatal más acorde con el
modelo de desarrollo elegido”.

Entre las reformas estatales que dieron lugar a la producción extractivista minera,
se encuentran nuevas reglas de inversión, más claras, estables y que favorezcan al
sector privado; a través de la Agencia para la Promoción de la Inversión Privada
(Proinversión), el Instituto Geológico, Minero y Metalúrgico (Ingemnet) y el
Organismo Supervisor de la Inversión en Energía y Minería (Osinergming). Por otra
parte, la normativa ambiental también sufrió algunas modificaciones, entre ellas
nuevos instrumentos de regulación ambiental como los Estudios de Impacto
Ambiental (EIA) y la creación del Ministerio de Energía y Minas (MINEM). Por último,
se ha buscado también, durante las últimas décadas, desarrollar “nuevas reglas y
procedimientos para la redistribución territorial de la renta minera” (Damonte, 2016)
enfocándolas en la inversión pública de plantas mineras en territorios productores
de minerales.

Ahora bien, así como la institucionalidad estatal ha sufrido una serie de cambios y
transformaciones en pos de la inversión capitalista minera; el sector privado,
también ha ido modificando su accionar frente a la implementación de actividades
extractivistas en el territorio. Bajo este punto, es posible señalar aquel discurso de
la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) que pregonan las empresas
extractivistas a nivel global, y que, para el caso del Perú, las empresas capitalistas
han desarrollado áreas de comunicación corporativa, en donde difunden las
bondades del nuevo desarrollo minero en el país. Por otra parte, es necesario
considerar también como un cambio en la institucionalidad privada minera, el
desarrollo de áreas y unidades de gestión comunitaria y de desarrollo comunitario
que las empresas hacen para legitimar su explotación mineral. En este caso,
podemos hacer referencia al establecimiento de nuevas infraestructuras (escuelas,
consultorios, sedes vecinales, etc.), como también el desarrollo de actividades que
favorezcan al desarrollo de las comunidades (cursos de capacitación, entrega de
becas de estudio, etc.).

En definitiva, podemos señalar que tanto los cambios institucionales como los
privados, se dan en un marco general neoliberal, en donde las influencias externas,
es decir, desde organismos supranacionales como el FMI, BM, FID, y las influencias
internas a partir del aprendizaje y formas de institucionalidad interna, contribuyen al
desarrollo de nuevas prácticas extractivas y la perpetuación del modelo económico
neoliberal.
Extractivismo minero y conflictos socio-ambientales

Una vez establecido el régimen de producción extractivista en el Perú y las


implicancias a nivel político organizativo que este ha tenido a lo largo de los 20 años
de explotación extractivista minera, se hace necesario considerar en este ensayo,
la dimensión social que se posiciona como contraria a estos modelos de producción
extractiva, estallando principalmente en la figura de movimientos socioambientales.

En este sentido, es importante caracterizar el régimen neoliberal que surge como


política de desarrollo internacional desde los años ’70, fuertemente impulsada por
Estados Unidos y delimitado por los organismos supranacionales. Así Horacio
Machado (2010), caracteriza desde una perspectiva colonial al régimen neoliberal,
el donde:

[…] cabe comprender al neoliberalismo como un proyecto de gubernamentabilidad


neocolonial que, desde sus inicios, ha estado orientado a ensayar nuevas
estrategias de subalternización de poblaciones, territorios y recursos, con la
finalidad de reorganizar la ‘apropiación desigual de la naturaleza’ y reasegurar, así,
la ‘sostenibilidad’ de la acumulación a escala global bajo el dominio de las potencias
centrales. El neoliberalismo cristalizaría así una violenta embestida del capital —
centrado socioterritorialmente en las grandes potencias— a través de la
reorganización de un nuevo ciclo de acumulación por desposesión (Machado, en
Delgado-Ramos et al. 2010)

Es aquella acumulación por desposesión (Harvey, 2004) la cual lleva a una


depredación de los territorios, en la medida que se amplía en rango de explotación
a territorios que antes eran improductivos (desde la visión capitalista), en donde
gran parte de la población que en ella reside, son parte de comunidades indígenas
campesinas. En este sentido, la acumulación por desposesión se logra a partir de
las inversiones capitalistas en el territorio peruano, generando nuevas formas de
apropiación (Gudynas, 2016) de los recursos que él reside, modificando tanto las
conductas económicas de producción comunitaria o de autosuficiencia en las
comunidades campesinas e indígenas.
Con todo, la actividad minera y la mega minería se han constituido como parte
importante de la desposesión de territorios, pero aún más importante, han logrado
una importante apropiación del uso del agua, reduciendo la capacidad de consumo
humano.

Por tanto, si consideramos los datos de las ONU (2006) con respecto a la
disponibilidad de agua en diversos países, vemos que, para el caso del Perú se
ubica en rango de “suficiente”, con una disponibilidad per cápita de 1.790 m3 al año;
lo cual, en comparación con otros países de suramérica, vemos que la disponibilidad
per cápita sobrepasa los 10.000 m3 en Brasil, Colombia, Argentina y Chile
(Fernández, 2009), haciendo del Perú uno de los países con más escasos recursos
hídricos para su explotación.

Entre los diversos usos que se le da al agua en Perú, la agricultura de riego es la


que destina mayor proporción de esta (alrededor del 60% de total), si bien, alrededor
de 89% de la población posee fuentes de abastecimiento, es el sector rural y barrios
pobres donde se encuentra un empobrecimiento de este recurso (Fernández, 2009).
Algo que se ha visto fuertemente inducido por aquel aumento de las inversiones
capitalistas en el área minera desde los años 90 hasta la actualidad y el incremento
de proyectos supranacionales correspondientes a utilizar y privatizar los recursos
naturales del continente (como el plan IIRSA, el Acuífero Guaraní, entre otros).

Ahora bien, Gustavo Fernández (2009) menciona la movilización que han llevado
las comunidades indígenas, en un afán de sobrevivir y defender sus culturas y
modos de vida, de las decisiones gubernamentales tomadas por las elites de los
países latinoamericanos; sin consulta previa a las comunidades (como lo estipula el
convenio 169 de la OIT). Con lo anterior, vemos como proyectos de desecación de
humedales, construcción de represas y contaminación de ríos y napas por las
compañías mineras, han afectado fuertemente a las comunidades, desplazándolos
y coartando el libre uso de los recursos hídricos y territoriales.

Para el caso de Perú, la Defensoría del Pueblo de la Nación da cuenta de que los
conflictos por la actividad minera concentran el 70% de los conflictos
socioambientales y de que éstos, a su vez, representan el 50% del total de conflictos
sociales en ese país, no casualmente uno de aquellos donde más acelerada y
descontroladamente se ha dado la expansión minera (De Echave, et al. en Svampa,
2012). Así, la organización de las comunidades a derivado en el estallido de fuertes
movimientos de carácter socio-ambiental, en donde se pone en disputa una nueva
forma de concebir el desarrollo, a partir de la comunidad y la autodeterminación de
los pueblos indígenas. Este carácter ha sido ampliado bajo nuevas miradas hacia el
ambientalismo y las nuevas propuestas políticas y culturales para el desarrollo
económico de los pueblos de América.

En Perú, hacia mediados de 2012, el gobierno declaró el estado de emergencia en


3 provincias del departamento de Cajamarca, mientras se lanzaba un paro
indefinido en contra del cuestionado proyecto minero “Conga”, de la empresa
Yanacocha. El proyecto implicaría entre otras cosas la destrucción de 4 lagunas
(Svampa, 2012). Por otra parte, vemos un incremento del uso del agua por parte de
las mineras, la cual Confederación de Afectados por la Minería (CONACMI) estima
que alrededor de 207 millones m3 son utilizados por alrededor de 257 plantas
mineras que procesan 120 millones de toneladas al día (Machado, 2010).

No obstante, aquella producción no se relaciona precisamente con un cambio en


las condiciones de vida de las comunidades y la población del Perú. Ya que la
asociación entre mega-proyectos extractivistas y trabajo, no necesariamente
conlleva un aumento del trabajo. Esto genera expectativas laborales en la población
que pocas veces se cumplen y, si se cumplen son trabajo precarizados, puesto que
en realidad se trata de proyectos capital-intensivos y no trabajo-intensivos, tal como
lo muestra de manera emblemática el caso de la minería a gran escala (Svampa,
2012).

Aun así, la ola de movimientos sociales, si bien plantea un auge de organización


politica y social frente a los embates del capitalismo, en su forma neoliberal
extractivista, Damonte nos señala que:

No obstante, los movimientos sociales no logran propiciar cambios en las


instituciones económicas vinculadas al desarrollo de actividades productivas con
gran capacidad de generar renta y distribución local. Asimismo, los trabajos de
Damonte (2014) y Scurrah (2008) sostienen que existe una relación directa entre
la magnitud del conflicto y su capacidad de influencia. Si bien la Defensoría del
Pueblo reporta cada año cientos de conflictos vinculados al desarrollo minero, solo
unos cuantos se convierten en emblemáticos, como el de Tambo Grande o el de
Conga, que terminaron impulsando cambios en el quehacer del Estado (Damonte,
2016).

Es así, como el desarrollo de los conflictos socio-ambientales, hoy en día son una
vía de resistencia decolonial (Machado, 2010) a las reformas y medidas adoptadas
por los estados neoliberales y los modelos de explotación extractiva de los capitales
internacionales, que si bien, ponen en duda el modelo de desarrollo, no han logrado
generar cambios profundos en el rol de los estados, la orientación económica y la
apropiación de nuevas formas de explotación de los recursos. Con lo cual se hace
necesario generar nuevas conexiones entre las luchas socio-ambientales que no
solo se enfoquen en un bienestar de la propia comunidad, sino que propongan
desde la acción política y cultural, formas de apropiación de la tierra en pos de
generar una nueva forma de concebir el desarrollo a partir de una cosmovisión de
los pueblos americanos.

Conclusiones

A partir del desarrollo de este ensayo, hemos dado cuenta del rol que han jugado
las políticas y reformas del sistema neoliberal a la orientación político-económica de
los estados latinoamericanos. Desde el conceso de Washington (1989) hasta el
desarrollo del consenso de los commodities, se ha potenciado la implantación de
nuevas formas de explotación de los recursos naturales, generando nuevas formas
de apropiación de estos recursos y la posterior acumulación capitalista
transnacional.

Con lo anterior, es evidente que las nuevas políticas de los estados


latinoamericanos están enfocadas en el bienestar de la inversión capitalista
transnacional, transformando el rol estatal como metaregulador de las inversiones
e incentivo de la explotación extractiva. Por otra parte, vemos como en el caso de
Perú, el estado neoliberal contribuye a una perpetuación de su rol explotador de
minerales, el cual se ha desarrollado a partir de la colonización española y que se
ha consolidado como la principal actividad económica del país. No obstante, este
desarrollo histórico de la minería, no solo se posiciona como un carácter económico,
sino que también ha constituido la perpetuación sistemática de la explotación
humana y natural, reproduciendo la desigualdad y el acceso a ciertos recursos que
han sido apropiados por la actividad extractivista.

Con ello, vemos también como la población afectada; principalmente campesinos y


comunidades indígenas, ha llevado a cabo un constante cuestionamiento al sistema
de desarrollo neoliberal, organizando fuertes resistencias en sus territorios y nuevas
formas de explotación comunitaria dentro de ellas. En este sentido, cabe señalar
que aquellas expresiones sociales (que estallan en forma de movimientos socio-
ambientales), si bien logran un cuestionamiento profundo al sistema político-
económico, no ha logrado cambios sustantivos en la administración política del
estado peruano. Es más, el estado peruano constantemente ha hecho frente a estas
expresiones sociales, a partir de la represión constante de los movimientos sociales
y la persecución política a los líderes de aquellos movimientos. Ejemplo claro de
esto último, es el caso de Máxima Acuña y su lucha por la preservación y uso
ancestral sobre una de las lagunas que el proyecto Conga pretendía utilizar como
fuente para la minera Yanacocha.

Con todo, vemos como hoy en día, surgen diversas organizaciones que se oponen
al desarrollo de la minería a gran escala en el Perú, proponiendo nuevas formas de
explotación en base a planteamientos comunitarios propios de la cosmovisión
indígena. Así, planteamientos como el Sumak Kawsay y Kume Moyen se instalan
como una solución planteada desde el Buen Vivir de las comunidades indígenas a
los modelos de explotación neoliberal, sin embargo, esto requiere un esfuerzo
mucho más grande a desarrollar; en la media que las reformas al rol administrativo
de los estados no conlleva necesariamente un desarrollo del Buen vivir. Es a partir
de un trabajo político constante y cambio de las formas de vida y cosmovisiones, la
manera de llevar a cabo una nueva forma de desarrollo económico en los países
que han sido explotados sistemáticamente por la actividad capitalista neoliberal.
Bibliografía

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