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Fernando Romero
Fundación LIBRE
Aquella corriente de ideas supo transformar radicalmente nuestra nación, elevándola hacia
cimas de desarrollo que generaron admiración e incluso pusieron en guardia a las potencias
de su época. Un reconocido diccionario enciclopédico español en 1919 preconizaba que la
Argentina “…está llamada a rivalizar en su día con los Estados Unidos de la América del
Norte, tanto por la riqueza y extensión de su suelo como por la actividad de sus habitantes y
el desarrollo e importancia de su industria y comercio, cuyo progreso no puede ser más
visible.”
¿Cómo es posible entonces que las ideas que tan lejos nos llevaron, padezcan ahora en la
intrascendencia?
Dejando de lado los abundantes embates contra las ideas de la libertad, acaecidos en
nuestro país a lo largo de su historia, sobre lo cual por otra parte se ha escrito bastante, creo
pertinente dedicar algunos pensamientos al liberalismo en sí, y a algunas evoluciones que
ha tenido en las últimas décadas.
“Memes” capitalistas
Desde entonces, la evolución del liberalismo giró cada vez más en torno a la visión
economicista, que lentamente ha ido monopolizando prácticamente todos los espacios
dentro del campo liberal. Este giro, que no es exclusivo del liberalismo argentino, se ha ido
fortaleciendo especialmente a partir de la expansión del individualismo metodológico como
herramienta de análisis predominante, ya no sólo en el campo de las predicciones
económicas, sino a todo el espectro de la actividad social. Esta noción, como señalábamos,
proveniente de la corriente neoclásica, rechaza toda categoría colectiva, como la clase, raza,
nación, religión, cultura, etc. Y sostiene que todos los fenómenos son explicados
exclusivamente por la acción de los individuos, que a su vez son concebidos como sujetos
ahistóricos y aculturales, que actúan básicamente como agentes económicos que
administran recursos y toman decisiones orientadas a maximizar ganancias y reducir costos.
Si a esto, aparte, le agregamos una serie de casos de éxito económico reales en la aplicación
de principios liberales alrededor del mundo, lo que tenemos es una deriva que considera
que la discusión ya ha sido solventada por la praxis, y por lo tanto las cuestiones internas se
reducen en gran parte a la formulación de un catecismo que se limita a dar cuenta de una
serie de medidas que garantizarían el desarrollo. En una reunión del liberalismo argentino
llevada a cabo en Córdoba hace unos años, pude comprobar las líneas generales de este
pensamiento muy extendido en el ambiente: “nosotros ya tenemos la verdad, lo único que
falta es aplicar métodos de marketing para venderlas…”.
Podría pensarse luego de lo expuesto, que el liberalismo poco tiene que hacer más allá de
brindar recetas dentro del estrecho margen al que se ha visto acotado: economía y marco
jurídico. Y sin embargo, si volvemos a aquel proceso de transformación radical que
experimentó la Argentina, y que nos dejó al borde del desarrollo a principios del siglo XX,
observaremos una faceta completamente distinta del liberalismo.
“Simplona”,” racista”,” eurocéntrica”,
“cúmulo de prejuicios de época”,”caprichosa”,” violenta”, y sin embargo
totalmente vigente.
Detrás de la generación del 80 y de la Constitución del ’53, durante la primera mitad del
siglo XIX, se constituyó un grupo de jóvenes liberales que comenzaron a pensar la
transformación del país en medio del hostil ambiente de la noche rosista. Planteándose
como alternativa y proyecto de superación a la infértil disputa entre unitarios y federales,
este grupo de liberales comenzaron a realizar, utilizando a las ideas de libertad como guía,
un fino análisis de la realidad local para idear un marco propio de teoría y acción que
inspiró la posterior transformación de nuestra nación. Curiosamente, este grupo de jóvenes,
a diferencia de los revolucionarios de Mayo, no se enfocaron en las cuestiones económicas.
Alberdi era un alumno de conservatorio que componía minués y se dedicó en un comienzo
a escribir en una revista sobre moda y estética, antes de abocarse al estudio de los sistemas
legales. Echeverría es considerado el primer escritor argentino, que en su obra El
Matadero mezcla ficción con sociología política. Y finalmente Sarmiento, lejos de
contentarse con esquemas ideológicos apriorísticos, nos legó en sus numerosos trabajos una
minuciosa radiografía de la realidad social de la época. Este grupo, denominado
posteriormente como Generación del 37, entendió ya en su tiempo que para lograr una
transformación radical en orden con las ideas de la libertad, había que atacar primero las
bases de sustentación más profundas: la demografía, la cultura y la educación. Poco y nada
le ha dedicado este grupo de pensadores a la teoría económica en sí, y sin embargo, sus
ideas sirvieron como fundamento para la mayor transformación económica que se
experimentó, no sólo en nuestro país, sino en toda Latinoamérica.
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1 COMMENT
1. Daniel says:
AUGUST 27, 2017 AT 12:08 PM