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CAUSAS NATURALES

Ensayos de marxismo ecológico

par
JAMES O'CONNOR

2( 41
siglo
veintiuno
editores
iglo veintiuno editores, s.a. de c.v.
ERRO DEL AGUA 248, DELEGACIÓN COYOACAN, 04310, MÉXICO, D.F.

ortada de patricia reyes baca

imera edición en español, 2001


siglo xxi editores, s. a. de c. v.
bn 968-23-2301-0

mera edicion en inglés, 1998


james o'connor
ublicado por guilford press, nueva york
ulo original: natural causes. essays in
19logical monina

rechos reservados conforme a la ley


preso y hecho en méxico/printed and made in mexico
A Barbara que, para mi fortuna,
sabe compartir su caudal natural
de amor, vida y trabajo.
PREFACIO

Causas naturales se divide en tres partes. La primera, "Historia y naturaleza", tiene


el propósito de contribuir a un método marxista materialista y dialéctico para
pensar acerca de las interacciones de la especie humana con la naturaleza. Trato
de mantenerme a buena distancia de las falsas pretensiones científicas del "mate-
rialismo dialéctico" stalinista, por un lado, y del caos del relativismo posmoderno,
por el otro. También procuré que el método desarrollado en estos ensayos fuese
más comprensivo y al mismo tiempo más práctico que el pensamiento que suele
gobernar las divisiones académicas del trabajo entre las ciencias naturales y socia-
les y las humanidades y (dentro de las ciencias sociales) entre economía, sociolo-
gía y política.
El objetivo de la segunda parte, "Capitalismo y naturaleza", es estudiar las con-
tradicciones entre el capitalismo mundial de hoy y la "integridad" del mundo natu-
ral y del social a través de la lente de la teoría del capital de Marx y la teoría de la
sociedad de Polanyi. Utilizo la teoría de Marx para analizar las relaciones entre
producción, distribución, intercambio y consumo capitalistas; la acumulación capi-
talista por medio de la crisis; la tecnología, el desarrollo espacial y demás, por un
lado, y por otro la explotación de la naturaleza por parte del capital como un gri-
fo y un sumidero. (La naturaleza es un grifo en el sentido de que los medios y los
objetos de producción y reproducción [es decir todos los productos materiales
humanos] son apropiados de diversas formas de la tierra. Y es un sumidero porque,
en última instancia, todos los productos humanos, incluidos los subproductos no
deseados del proceso inmediato de producción, se devuelven a la tierra en dife-
rentes formas, entre ellas la energía, sujetas a la ley de la entropía.) Empleo la teo-
ría de Polanyi de las mercancías "ficticias" tierra y trabajo para investigar las con-
tradicciones entre las relaciones y fuerzas de producción capitalistas y lo que Marx
llamó "condiciones de producción". En toda la segunda parte trato de concentrar-
me en la faceta dellor. de uso de las cosas, así como en la del valor de cambio;
por• ejemplo, en la explotación tanto biológica como económica del trabajador y
en las barreras externas físicas y sociales a la acumulación capitalista, al igual que en
las barreras económicas internas descubiertas tiempo atrás por Marx y ampliadas
después por generaciones de marxistas.
El propósito de la tercera parte, "Socialismo y naturaleza", consiste en teorizar
sobre los nuevos movimientos sociales", en general, y los ambientalistas/ecologis-
tas, en particular, en términos de las contradicciones del capital identificadas en
la segunda parte. Me concentro especialmente en aquellas contradicciones que
han contribuido de modos significativos a la crisis ecológica mundial y en los mo-

[9 ]
10 JAMES O'CONNOR

vimientos sociales que pueden tener posibilidades políticas radicales o "verdes


rojas".
Podría resultarle útil al lector un breve comentario sobre la premisa central de
esta obra. Soy de la opinión de que los movimientos verdes radicales (y radicales
verdes) de hoy nacen de lo que podría considerarse la contradicción básica del
capitalismo mundial a finales del siglo xx. "Los seres humanos y el mundo natural
siguen cursos que terminarán por chocar", advertían 1 700 científicos de 69 países
en 1992, entre ellos 99 de los 196 premios Nobel que aún vivían. Por una parte,
durante los últimos veinte o treinta años los problemas ambientales y sociales se
han multiplicado hasta rebasar todo cálculo razonable; por otra, durante el mismo
periodo las formas previas de regulación política, económica y social del capital y
del capitalismo han sido desmanteladas total o parcialmente por gobiernos (y
comunidades) neoliberales, con ansias de compartir los despojos de la nueva eco-
nomía global (y de evitar la desinversión, la fuga de capitales y otros golpes a las
economías locales). Justo en el momento histórico en que el estado (y la sociedad)
tiene que regular el capital con más firmeza e inteligencia —muy especialmente
con respecto a la viabilidad de los sistemas ecológicos y las aptitudes y normas
colectivas de las comunidades que representan la base de la solidaridad social—, la
capacidad rectora del estado (y la capacidad regulatoria de la sociedad) es cada vez
más cuestionada e ineficaz. Las formas establecidas de regulación y control han
cedido el paso al "mercado libre" ("libertad de capital") y a la "democracia" ("ideo-
logía y política neoliberales") en un momento en el cual se presentan, con gran
urgencia, más asuntos ecológicos y sociales de mayor importancia. En síntesis, la
producción y la reproducción social se han vuelto económica y geográficamente
más complejas —a medida que acontecimientos de diferentes tipos en distintos
lugares afectan de manera cada vez más rápida y decisiva otros tipos de aconteci-
mientos en otros lugares—, mientras la regulación política y social se ha vuelto más
simple (y simplista).
- Se ha creado así (me parece) un vacío político al cual se han precipitado toda
clase de políticas populistas (de izquierda, derecha; centro, étnicas, etc.) y localis-
tas. Han surgido todos los tipos imaginables de organización y acción local que se
ocupan de toda clase de asuntos socioecológicos y ecosociales, cuyos orígenes son
de carácter regional, nacional e internacional, así como sistémico. Pero en ese
vacío han aparecido también nuevas políticas verdes radicales y radicales verdes
que, según veremos, funcionan como críticas tanto del capital global/neoliberalis-
mo como de muchas formas y estilos de localismo. Son buenas noticias.
La contradicción fundamental (si en efecto de eso se trata) señalada arriba se
ha producido debido a tres grandes cambios económicos, sociales y políticos ocu-
rridos en los últimos veinte o treinta años del siglo xx.
El primer cambio es el fracaso de los modelos de regulación político-económi-
ca más importantes aparecidos en las primeras tres cuartas partes del siglo: prime-
ro, el debilitamiento del compromiso de clase, la democracia social y los estados
FACIO 11

efactores keynesianos de Occidente; segundo, la autodestrucción (con una


na ayuda del imperialismo occidental) del "socialismo real" del Este y, tercero,
eclinación o desaparición de los modelos semiautárquicos de regulación y desa-
llo socioeconómico nacionalista que surgieron a partir de la gran depresión y
la segunda guerra mundial en el Sur (lo que fuera el "tercer mundo" subdesa-
llado).
l segundo cambio importante, inextricablemente vinculado con el primero, es
egionalización y globalización del capital y la difusión de su hermano gemelo
ítico-ideológico, el neoliberalismo. Ya se conocen bien los principales rasgos
to de la globalización como del neoliberalismo (y decenas de millones de per-
as van sintiendo cada vez más sus efectos negativos sobre la sociedad humana
l bienestar comunitario y natural). Estos rasgos (o aspectos) incluyen (entre
os) el desplazamiento parcial de las economías nacionales por los mercados
ionales y globales; la creciente dependencia de estas economías de las expor-
iones (e importaciones); la hegemonía del capital financiero; la privatización y
regulación de la industria; la apropiación fragmentaria y todavía incompleta
poder de los estados-nación por parte de entes internacionales controlados o
erosamente influidos por el capital global; desigualdades crecientes de todos
s, y marginación social.
omo se señaló antes, la declinación de los tres modelos "clásicos" de regula-
n y el surgimiento de la globalización y el neoliberalismo, junto con un aumen-
xponencial de los problemas ambientales/ecológicos y sociales/políticos de to-
tipos, subyace al tercer cambio estructural, el más importante desde el punto
ista del futuro del planeta. Se trata del bien conocido desarrollo de los nuevos
vimientos sociales —especialmente los ambientales y ecológicos—,junto con la
ansión de los movimientos sindicales hacia esferas de la vida antes menospre-
as o ignoradas (esfuerzos por crear cinturones verdes, diversidad ecológica,
pieza de tiraderos de desechos tóxicos, etcétera).
n síntesis, la dialéctica del cambio señalado más arriba ha debilitado tanto los
reses capitalistas nacionales como el trabajo nacional. Ha acelerado el desa-
lo de una clase dirigente internacional y de los rudimentos de una élite políti-
un estado capitalista internacionales. Ha multiplicado los problemas sociales y
ientales/ecológicos globales y estimulado asimismo un nuevo internacionalis-
del trabajo, el ambientalismo y la ecología, el feminismo, los movimientos urba-
y los movimientos de derechos humanos (entre otros). Ha deslegitimado y des-
do parcialmente de su poder a estados nacionales que en otro tiempos fueron
aces de una regulación social y ambiental/ecológica eficaz, en una época en la
l los mecanismos de regulación y control más efectivos resultan esenciales para
ienestar del planeta y de sus habitantes. Finalmente, han llevado a nuevas teo-
de la sociedad y el cambio social, una de las cuales es el marxismo ecológico,
omo a nuevas prácticas sociomateriales, una de ellas el socialismo ecológico.
AGRADECIMIENTOS

Estos ensayos y otros textos fueron redactados entre 1988 -cuando Barbara Lau-
rence y yo, en colaboración con un grupo notable de estudiantes de posgrado de
la Universidad de California en Santa Cruz (ucsc), fundamos Capitalism, Nature,
Socialism (avs)- y 1996. La mayor parte de los materiales compilados en este volu-
men son versiones revisadas de artículos que aparecieron antes en C.NS. De modo
que me ha sido de gran ayuda la crítica amistosa de los editores, los asesores edi-
toriales y otros compañeros de az, del mundo de la teoría y la práctica de la eco-
logía de izquierda y la izquierda ecológica. Algunos de estos ensayos empezaron
como clases de dos cursos que di en la ucsc entre principios de los ochenta y co-
mienzos de los noventa: una materia de licenciatura llamada capitalismo y natura-
leza y un seminario de posgrado denominado sociología del medio ambiente.
Otros trabajos fueron concebidos inicialmente como conferencias y presentados
en encuentros profesionales y en universidades tanto norteamericanas como euro-
peas o impartidos por invitación de diversos grupos ambientales y de justicia social.
El eventual interés de estos textos para el lector puede atribuirse en buena medi-
da a la creciente red de investigadores, especialistas, organizadores y activistas ver-
des de izquierda/de izquierda verde cuyo estímulo y crítica constructiva contribu-
yeron a configurar mi trabajo, así como a los muchos alumnos que se negaron a un
mero regurgitar de las ideas que presentaba en las clases y me ayudaron a expre-
sarlas en formas teóricamente interesantes y prácticamente importantes.
Todo lo cual quiere decir que si bien soy el único responsable de los errores de
hecho y de interpretación que puedan aparecer en este libro, estoy en deuda con
mucha gente. La redacción de estos ensayos fue, más que nada, un proceso de
aprendizaje dependiente de la perspicacia crítica, los esfuerzos intelectuales y la
generosidad espiritual de los siguientes colegas y amigos, todos los cuales leyeron
versiones previas de uno o más capítulos de este libro y se hicieron acreedores a mi
más sincera gratitud:
John Ely, Daniel Faber, Michael Goldman, David Peerla, Alan Rudy y, más que
nadie, Barbara Laurence, cofundadores de CNS...
Juan Martínez-Alier y Giovanna Ricoveri, fundadores de Ecología Política (Barce-
lona) y de Capitalism, Natura, Socialismo (Roma), revistas hermanas de as_
Los editores de CNS John Bellamy Foster, Yaakov Garb, Jomo K S., Roger Keil,
Saul Landau, Margit Mayer, Martin O'Connor, Leo Panitch, Devon Peña, María
Pilar-García y Andrew Szasz...
Los estudiantes (y ex estudiantes) de posgrado Patricia Allen, ohn Guilla, Will
Hull, Valerie Kuletz, David Sonnenfeld y Willie Yaryan...

[12]
AGRADECIMIENTOS 13

Los historiadores Paul Buhle, J. Donald Hughes, Joseph Price Moore III, Dale
Tomich y Donald Worster... los sociólogos Wally Goldfrank y George Katsiaficas...
el economista Eugene Coyle, el psicólogo Bill Livant, el filósofo Andrew Feenberg,
el planificador comunitario Tim Stroshane, la gerente Melessa Hemler, el editor
Peter Wissoker (al que se le ocurrió el maravilloso título de este libro), los escrito-
res Mike Davis y Geoffrey Dunn y la doctora en medicina M. Edith Rassell...
Además, claro, de los miembros del grupo editorial del avs de Boston.
Gracias a todos.

Los siguientes capítulos se reprodujeron, con correcciones mínimas, de Capitalism, Nature, Socialism,
ID 1988, 1989, 1990, 1991, 1994 1995, 1997, Guilford Publications: capítulo 2, del vol. 8, núm. 2, junio
de 1997; capítulo 3, del vol. 6, núm. 2, junio de 1995; capítulo 8 del número 1, octubre de 1988; el ane-
xo del capítulo 8 del vol. 2, núm. 3, octubre de 1991; el capítulo 11 del número 5, octubre de 1990; el
capítulo 12 del vol. 2, núm. 2, junio de 1991; la introducción de la tercera parte del núm. 3, noviembre
de 1989; el capítulo 15 del vol. 2, núm. 3, octubre de 1991; el capítulo 16 del vol. 5, núm. 1, marzo de
1994; el capítulo 18 del vol., 3, núm. 4, diciembre de 1992.
Además, fragmentos de los siguientes capítulos aparecieron también en Capitalista, Nature Socialism
la introducción de la primera parte en el núm. 4, junio de 1990, y el núm. 3, noviembre de 1989; de la
Introducción, en el núm. 1, otoño de 1988; del capítulo 5, en el vol. 5, núm. 3, septiembre de 1994, y
vol. 2, núm. 3, octubre de 1991.
La tercera sección del capítulo 9 apareció originalmente como "Economic and ecological crisis"
(Conference Papen, cPE/cNs Pamphlet 2, 1991).
Se agradece la autorización para reproducir el capítulo 10, de Race and Class vol. 30, núm. 3, 1989.
El capítulo 13 apareció originalmente en Monthly Rettiew, vol. 30, núm. 11, abril de 1979.
El capítulo 14 apareció en Martin O'Connor (ed.), Is capitalista sustainable?• Political dono," and the
politics of ecology, Nueva York, Guilford, 1994, y es una versión revisada de "Is sustainable capitalism pos-
sible", en Patricia Allen (ed.), Food for the futura: Conditions and contradidions of sustainability, Nueva York,
Wiley, 1993.
El capítulo 17 es el discurso de aceptación del premio Flatland Multicultural Leadership, pronun-
ciado ante Urban Habitat, un grupo ambiental multicultural urbano, en el Presidio, San Francisco, 27
de septiembre de 1996.
El capítulo 19 es una ponencia presentada originalmente en la Conference on Contemporary Social
Movements and Cultural Politics, Center for Cultural Studies, University of California at Santa Cruz, 22-
24 de marzo de 1991.
UCCIÓN

marxismo ecológico? ¿Por qué marxismo ecológico? ¿Para qué sirve cual-
ase de marxismo en estos días, sea ecológico o no? Mi respuesta es un tro-
a de las líneas más famosas de Hegel. "El búho de Minerva —digo— plie-
las al amanecer." Esto quiere decir que precisamente en el momento en
conomía mundial simula el modelo (pero no sólo este modelo) que Marx
ló en El capita4 el marxismo se descarta como algo fatalmente errado,
na empresa fallida, como el socialismo real que existió en la ex Unión
a. Es la vieja historia de tirar al niño junto con el agua sucia, como recha-
istianismo porque algunos papas ordenaron una Inquisición cruel y malig-
a los que consideraban enemigos de la Iglesia católica (hay otras razones
hazar la religión organizada). Antes de que los escépticos que todavía se
en abiertos a otras ideas puedan tomar en consideración la opinión de que
uede haber) algo llamado marxismo ecológico, sería muy útil establecer la
dad del marxismo per se.
lta mucho más fácil llevar a cabo esta tarea preliminar a finales de los
que en cualquier otra época desde la segunda guerra mundial. Si bien la
ación de los circuitos del capital (sobre todo del circuito productivo y el
ro) y la revolución de las comunicaciones han creado posibilidades huma-
merciales que eran inimaginables en el siglo xrx (y la mayor parte del xx),
ad es que los principales trazos de la economía mundial contemporánea
leerse prácticamente de acuerdo con las líneas teóricas que se encuentran
to clásico de Marx (no se puede decir lo mismo de La riqueza de las nacio-
dam Smith, que tiene gran valor simbólico pero poco valor práctico para
eralismo).
marxismo ocupa un lugar de excepción la noción (y el hecho) de la lucha
, que significa, antes que nada, la lucha del capital por imponerle trabajo,
ropios términos, a la clase obrera. Todas las identidades políticas y las polí-
ales del mundo son incapaces de ocultar el hecho de que el trabajo global
iendo los embates de un ataque sin precedentes contra los niveles de vida
te ganados a lo largo de uno o dos siglos de luchas sindicales y naciona-
poco es un gran secreto el ataque contra los diversos estados benefactores.
omía mundial hipercapitalista de la actualidad —y el proceso de lo que
mó la acumulación global a través de la crisis— ha convertido esta guerra
al contra el trabajo en una necesidad de vida o muerte para las clases diri-
el planeta. El hecho de que el trabajo no haya encontrado aún una mane-
a de librar la batalla sólo demuestra que no se han descubierto y puesto en

[15]
16 JAMES O'CONNOR

práctica todavía los modos y las formas de organización, estrategia y táctica reque-
ridos para resistirse al poder del capital global (y la forma en la que éste está orga-
nizado: bancos y corporaciones transnacionales). Si viviese, Marx predeciría que el
trabajo mundial y la composición de las clases sociales se constituirían, algún día,
para remediar esta situación. Entre los primeros ejemplos se cuentan las crecien-
tes luchas internacionales contra el Banco Mundial, el Fondo Monetario Interna-
cional (Fmt), el Acuerdo General sobre Aranceles y Tarifas (Gxrr), el Tratado de
Libre Comercio de América del Norte (n.c.AN) y otras manifestaciones del estado
capitalista global emergente dominado por Estados Unidos (estado mundial que,
por supuesto, no ha creado ministerios del ambiente, la mujer, la educación, el bie-
nestar, la vivienda y el urbanismo).
Con esto no se pretende minimizar las barreras a las que se enfrentan el traba-
jo y, en general, las clases populares, barreras muy grandes y algunas veces obvias,
otras sutiles y apenas insinuadas. Lo que vale la pena destacar es que la mayoría de
aquéllas, si no todas, podrían haberse previsto estudiando la teoría del capital de
Marx (y los marxistas). Los polos extremos de riqueza y pobreza son una barrera;
la especialización y las especializaciones internacionales del trabajo, más comple-
jas, son otra. La proletarización de los campesinados y la explosión del ejército glo-
bal de reserva son obstáculos adicionales a la unidad organizacional e ideológica,
al igual que la aceleración de la concentración y la centralización del capital, la
resurrección de las rivalidades interimperialistas (neomercantilistas) y la creciente
hegemonía del capital financiero, así como la generalización de la especulación
financiera. Tal como lo predijeron los marxistas, hay múltiples tendencias super-
puestas hacia crisis fiscales y financieras, políticas y culturales, entre otras expre-
siones de las profundas contradicciones del capital y la política, la cultura y la
sociedad capitalistas. También funciona hoy un poderoso mecanismo económico
que reduce sistemáticamente el costo de reproducción de la fuerza de trabajo en
escala global, como Marx dijo que ocurriría.
Los que se ocupan de estos asuntos se muestran aún más escépticos acerca de
cualquier matrimonio (o hasta noviazgo) entre la ecología y el marxismo. Hasta
hace poco marxismo y ecología no habían sido asociados entre sí excepto como
términos opuestos y que se cancelaban recíprocamente. "Los ecologistas no son
an tropocéntricos; Marx lo es E...] a Marx no le gusta la naturaleza", declara un crí-
tico del marxismo.' Otros han denostado las visiones antropocéntricas de Marx (y
de Engels), así como su falta de toda visión específicamente ecológica. Esta impu-
tación es justa sólo a medias. Marx sí tenía una visión de la sociedad en la cual la
humanidad deja de estar enajenada de la naturaleza, en la cual la apropiación de
la naturaleza no se basa en la lógica de la acumulación capitalista sino más bien en
la necesidad individual y social directa, por un lado, y lo que hoy llamaríamos pro-
du.cción "ecológicamente racional", por otro. No obstante, esta visión no incluía

1 Anna Bramwell, Ecology in the 20th century: A history, New Haven, Yale University Press, 1989, p. SS.
INTRODUCCIÓN 17

una sociedad ecologista en la cual la naturaleza no es una mera fuerza productiva


sino algo valorado como un fin en y por sí mismo. También la imputación de que
Marx carecía de sensibilidad frente a la vinculación, la diversidad y la interdepen-
dencia mutua en la naturaleza es correcta sólo a medias. Por una parte, era muy
consciente de los procesos que hoy denominamos "regulatorios ecológicos" ("eco-
rregulatorios"), que se combinan con los procesos del trabajo humano en la pro-
ducción en general y en la de mercancías en particular; por otra, se interesaba tam-
bién por el que podría considerarse el principal problema ecológico de su época,
el de la calidad y la cantidad del suelo en la agricultura (tal como lo demostraba la
famosa investigación de Justus von Liebig). Pero también en este caso a Marx le
interesaban sobre todo las condiciones de una agricultura ecológicamente racio-
nal, por ejemplo los intentos por acumular nutrientes en el terreno, tanto para res-
tablecer como para aumentar la productividad agrícola, en vista de la rápida urba-
nización y, como consecuencia, de los drásticos incrementos de la demanda de
alimentos y de materias primas industriales.
Algunos críticos verdes del marxismo sostienen que el antropocentrismo de
Marx era tan extremo que negaba el hecho obvio de que la naturaleza (combina-
da con el trabajo humano) es la fuente de la riqueza material, a lo que aquél res-
pondería que la naturaleza (con el trabajo) es la fuente de la riqueza definida como
valor de uso. En las sociedades capitalistas, sin embargo, no es fuente de la riqueza
definida en términos de valor de cambio. El simple hecho de que los capitalistas
no le pongan precio al tesoro de la naturaleza (sino de que lo consideren un "bien
gratuito") demuestra que en la práctica capitalista la naturaleza no se ve como pro-
ductora de riqueza (valor de cambio).
Nuestro crítico podría añadir: ¿acaso Marx no atacó a Malthus y la doctrina de
la escasez natural e ignoró a Podolinski, quien instaba a Engels a reconstruir la teo-
ría del valor en términos de flujos y transformaciones de energía? 2 ¿Y no es verdad
que la mayoría de los marxistas han concedido la mayor importancia en su teoría
Juan Martínez-Alier, Ecologkal econontics: Enero, environment, and society, Oxford, Basil Blackwell,
1987, p. 62. "Marx no formuló esta cuestión [estudiar el flujo de energía y materiales] en términos de
ecología humana, y en todo caso su interés específico consistía en mostrar de qué manera variaban las
condiciones de existencia, es decir, cómo adoptaban diferentes formas sociales en el curso de la histo-
ria. Por ejemplo, la apropiación directa de la naturaleza en la sociedad primitiva [...] o el consumo de
mercancías adquiridas con salarios obtenidos mediante la venta del trabajo en el capitalismo. La visión
ecológica de las condiciones de la existencia humana podria haberse conectado fácilmente con el mar-
xismo por medio de una definición adecuada de las fuerzas productivas o los poderes productivos. Eso
no fue hecho por Marx. Pese a la similitud superficial entre un enfoque ecológico y un enfoque en tér-
minos de `reproducción' de los sistemas sociales, desde hace mucho tiempo ha habido un divorcio
entre el marxismo y la ecología. De todos los conceptos marxistas, el que mejor se adapta al tema cen-
tral de este libro es el fetichismo de las mercancías o [...] la ficción de la conmensurabilidad; según el
ejemplo de Nuerath, es el hecho de que 'no podamos' comparar kilogramos de carbón y horas de tra-
bajo humano en las mismas unidades" (p. 5). Véanse las cartas 182 y 188 de Engels a Marx, sobre el
"asunto Podolinski", en Karl Marx y Frederick Engels, Selected connspondence, 1846-1895, Nueva York,
International Publishers, 1942, vol. 29, pp. 409-411. Véase también Bramwell, op. cit., p. 86.
18 JAMES O'CONNOR INTRO

del cambio histórico al desarrollo de las "fuerzas productivas", las mismas fuerzas "His
que amenazan con destruir el-planeta? Se argumenta que la concentración extre- lécti
ma de Marx en el poder vitalizador de la ciencia y la tecnología reflejaba la obse- y la
sión del capital por la expansión constante de la productividad y la producción. Sin llam
embargo es incuestionable que no problematizó sistemáticamente (es decir, no les p
evaluó en términos de su utilidad real para los individuos y la sociedad) las fuerzas tanto
productivas capitalistas (y los valores de uso en general) en El capital ni en ningún toria
otro trabajo. Veía las fuerzas capitalistas de producción como capaces, potencial- plina
mente, de liberar a la humanidad de la servidumbre de la naturaleza que, según de la
creía, permite y al mismo tiempo restringe la producción material humana. Y, ade- ciud
más, ¿no gira acaso la teoría marxista de la crisis en torno a la contradicción inter- prop
na del capitalismo (que algunos marxistas ecologistas denominan la "primera con- rica
tradicción"), más que a barreras externas a la acumulación capitalista, como salud ambi
y bienestar de trabajadores y comunidades, recursos limitados y restricciones espa- C
ciales, sean las mismas autoimpuestas o no por el desprecio capitalista de sus "con- el pe
diciones de producción"? Según Michael Redclift, para Marx las "barreras a la ple- rialis
na realización del potencial de los recursos eran impuestas por relaciones de mejo
propiedad y obligaciones legales, más que [por] el caudal de los recursos" (aseve- oas
ración que tendremos oportunidad de desmenuzar en el capítulo 8 de este libro). 3 la te
Y el ataque continúa: si bien podemos conceder que Marx entendía la natura- hist"
leza como algo enteramente transformado por la acción humana, ¿previó que esta leza
"segunda naturaleza" llegaría a dominar tanto las inquietudes de la humanidad a entre
finales del siglo xx? No. El marxismo-leninismo en la URSS, ¿no puso en primer ducc
lugar la industrialización y en un segundo plano, muy remoto, la protección cion
ambiental? Aunque la ideología dirigente de la URSS, durante dos decenios, afir- dem
mó que la ecología era la "base de la planificación económica", 4 esto era más de difer
la boca para afuera que una realidad. El arraigo en la tierra, la ética centrada en la posi
misma y la subsistencia de pueblos indígenas y del campesinado en los países del que
Sur, preocupaciones centrales de la ecología política, ¿no están ausentes en la teo- med
ría y la práctica marxistas? Las respuestas son sí, sí y sí. Pero, como veremos, pese L
a esos y otros silencios, Marx y Engels, y una cantidad de teóricos marxistas, vieron la vi
(y ven hoy) dialécticamente interconectadas la historia humana y la historia natu- cam
ral; entendieron (y entienden) la naturaleza antiecológica del capitalismo y la "seg
necesidad de una teoría que exprese la relación contradictoria entre valor de cam- mism
bio y valor de uso, y tuvieron (y tienen) una visión ecológica socialista, aunque sea zació
latente.
E
nature
3 Michael Redclift, Development and the environmental crisis: Red and green alternativas, Londres y Nueva 1984;
York, Methuen, 1984, pp. 7.8. La excepción son las disquisiciones teóricas de Marx acerca del efecto de St. M
la escasez de materias primas sobre la tasa de utilidad y la estabilidad económica, respecto a lo cual ideolog
hablaremos más adelante. varia
4 Por ejemplo Grigorii Rhozon, The biasphere and politits, Moscú, Progresa, 1979, cap. 2. cuyas
ODUCCIÓN 19

storia y naturaleza", la primera parte de este libro, se ocupa de esta relación dia-
ica entre la historia humana y la historia natural, o entre la economía humana
economía de la naturaleza. Presento una interpretación del método marxista
mada concepción materialista de la historia, y sugiero algunas formas en las cua-
puede reforzarse esta visión tradicional al incorporar factores "ambientales"
o naturales como culturales. El resto de la primera parte se concentra en la his-
a ambiental. Trato de aplicar un acercamiento materialista histórico a la disci-
a misma de la historia ambiental, y también a la historia ecológico-ambiental
a región en la que vivo y trabajo, así como (en forma breve y derivada) de las
dades de Chicago y Los Ángeles. La fuerza que subyace a estos capítulos es mi
pio deseo o necesidad de un método de estudio que sea al mismo- tiempo teó-
amente sólido (más o menos) así como prácticamente útil para la política
iental radical.
Como veremos en el capítulo 1, la falta de una sensibilidad ecológica plena en
ensamiento marxista se ve bien ejemplificada en la descripción usual del mate-
smo histórico. Aunque la concepción materialista de la historia es una enorme
ora con respecto a las visiones idealistas premarxistas, debido a sus dos facetas,
su insistencia en que la "realidad empírica" siempre es ambigua, pues expresa
ensión entre las relaciones sociales y las relaciones materiales-técnicas, el "mat-
" (materialismo histórico) deja muy poco lugar para la economía de la natura-
a y demasiado para la economía humana. En las versiones clásicas la relación
e la producción material y la naturaleza depende demasiado del modo de pro-
ción —o modo de explotación del trabajo— y demasiado poco de las condi-
nes ambientales y de los procesos ecológicos. Si bien el marxismo ha logrado
mostrar de qué manera se "construye socialmente" el concepto de naturaleza en
rentes modos de producción, la irreductible autonomía de aquélla, que hace
ibles y restringe los proyectos humanos, suele ser desdeñada o marginada (aun-
no por el mismo Marx, quien afirmó claramente que la producción está
diada por "procesos naturales independientes del hombre").
La mayoría de los marxistas piensan que en el modo de explotación capitalista
ida material socialmente organizada tiene dos efectos. El primero consiste en
mbiar las formas de la naturaleza de modos que la "humanicen" o creen una
gunda naturaleza". "El hombre [...] sólo puede proceder como la naturaleza
ma, vale decir, cambiando, simplemente, la forma de los materiales."5 La urbani-
ón, la agricultura comercial, la explotación forestal y el efecto invernadero son

El capital, vol. 1, México, Siglo XXI, 1975, p. 53 . Véanse también Neil Smith, "The production of
e", en Uneven development: Natura capital, and the production of space, Oxford y Cambridge, Blackwell,
; Michael Dunford y Diane Perrons, "The concept of nature", en The arena of capital, Nueva York,
Martin's, 1983; Margaret FitzSimmons, "The matter of nature", Antipode 21, 2, 1989. En The Gennan
gy, Collected work, Londres, International Publishers, 1976, vol. 5, pp. 39-40 [La ideología alemana,
as ediciones], Marx y Engels afirman claramente que el mundo natural es un producto histórico
s formas son creadas por el trabajo humano.
20 JAMES O'CONNOR

ejemplos evidentes. El imperialismo ecológico y la distribución mundial de espe


cies vegetales europeas son casos menos obvios. 6 El segundo efecto de la vida mate-
rial es cambiar las formas de la conciencia humana de maneras que "naturalizan a
los seres humanos", es decir, dominan las "leyes" de la naturaleza de modos que
permiten el descubrimiento y desarrollo de nuevas formas de riqueza material. El
"desencantamiento de la naturaleza" —el desarrollo casi universal de una con-
ciencia científica— es su efecto principal!
En otros términos, el trabajo social media entre la historia humana y la natural;
el trabajo es la interfaz material entre la sociedad y la naturaleza. El trabajo está
organizado como una división de funciones o tareas especializadas, incluyendo una
división entre la actividad mental y la manual, así como entre los trabajadores men-
tales y los manuales. El trabajo social tiene momentos objetivos y subjetivos: el tra-
bajo socialmente organizado (y simbólicamente mediado) crea el mundo objetivo en
el cual vivimos y trabajamos; también contribuye a producir el mundo subjetivo de
la conciencia, que limita y al mismo tiempo brinda oportunidades de nuevas y dife-
rentes clases de actividad material. Visto así, el "impacto humano" sobre la natura-
leza gira en torno a las formas en que se organiza el trabajo social, sus fines o sus
metas, la distribución y uso del producto social y el conocimiento de la naturaleza,
así como las actitudes hacia la misma.
Este punto de partida teórico y práctico del "marxismo convencional" ha sido
más o menos ignorado por los ecologistas. Los marxistas, por su parte, no le han
prestado mucha atención a la ciencia de la ecología ni a lo que parece ser una nue-
va sensibilidad ecológica global. El materialismo histórico habitual ha hecho énfa-
sis en la transformación humana de la naturaleza, más que en las autotransforma-
ciones de ésta, y también más que en las formas en que la misma transforma la
historia humana. El ciclo capitalista y la explotación del trabajo se consideran más
importantes que el ciclo de vida de los organismos o los ciclos de uso de la energía
y la "explotación" de la naturaleza. ¿Sería posible, entonces, salvar el materialismo
histórico con la simple sustitución de "ciencia ecológica" por "ciencia" en la for-
mulación clásica de que los seres humanos se naturalizan a través del trabajo
social? Esto es indispensable para la reformación y extensión de la "mathist" a la
luz de los hallazgos de la ciencia de la ecología, así como de las luchas ecológicas
de todos tipos. No obstante, perdura el problema clave: ¿hasta qué punto se le hace
justicia a la naturaleza? ¿Cuán cerca del centro —tanto de la historia natural como
del materialismo histórico— ponemos lo que Richard Lewontin y Richard Levins
llaman las "fuerzas determinantes débiles" de la economía de la naturaleza? ¿Basta
con afirmar que "mientras exista el hombre la historia de la naturaleza y la histo-

6 Alfred Cmsby, Ecalogical imperialissa: The ~ni mcpansion of Rurnp ,, 9 1909, Cambridge y Nue
va York, Carnbridge University Press, 1986.
7 John Desmond Bernal, Science in history, Cambridge, mrr Press, 1977.
21 JAMES O'CONNOR
R

ria de los seres humanos se determinan mutuamente?" 8 ¿O deberíamos agregar


e-
que un vínculo entre la historia de la explotación de la naturaleza y las luchas de
-
clase es la historia natural, y viceversa? La respuesta parecería ser afirmativa, en vis-
a
ta de la bibliografía sobre la importancia de los factores ecológicos en el cambio
e
social e histórico, algo que es "muy diferente del determinismo tecnológico de
l
Engels, pero no incompatible con un punto de vista marxistas 9
-
Anna Bramwell, entre otros, ha descartado los intentos de identificar la dialéc-
tica del hombre y la naturaleza de Marx con el sentido de la relación humano-natu-
;
raleza de los ecologistas, aduciendo que Marx y Engels concedieron a los seres
á
humanos un papel demasiado activo (y a la naturaleza uno excesivamente pasi-
a
vo). 10 Las leyes de la naturaleza no son de ninguna manera tan "regulares" como
-
parecían pensar los fundadores del marxismo (y en general todos los demás duran-
-
te el siglo xix). No sólo en la naturaleza "parece reinar el azar"; en toda una vasta
n
gama de problemas en realidad "reina" el azar» La historia de la ciencia del siglo
e
xx y sus principios de indeterminación y de incertidumbre confirman esta visión.
-
La naturaleza se transforma de maneras impredecibles al mismo tiempo que está
-
siendo transformada por la actividad material humana. 12
s
La naturaleza es un socio activo de la vida material de la especie humana y, por
,
consiguiente, de su historia y de la evolución de la conciencia humana. La apari-
ción y el desarrollo de la ciencia de la ecología y sus sensibilidades son, en sí mis-
o
mos, una firme evidencia al respecto. Los cambios naturales introducidos por los
n
seres humanos, a su vez, contribuyen a determinar las posibilidades y los límites de
-
la historia humana. Las sucesiones forestales, los ciclos de formación de suelos, los
patrones de crecimiento de la población de determinadas especies y los cambios
-
del clima son ejemplos obvios de la autonomía de la naturaleza, a veces de acuer-
a
do con una "ley débil", a veces sin ley alguna, relativa ni absoluta.
Por lo tanto, el materialismo histórico tiene que extenderse hacia afuera, a la
a
o 8 Marcel Prenant, Biology and Marxism, Londres, Lawrence & Wishart, 1938, p. 44, citando La ideolo-
- gía alemana.
o 9 K. P. Mosley, correspondencia personal, 22 de junio de 1989. Mosley menciona también el mate-
rialismo cultural de Marvin Harris y la escuela antropológica marxista, que procura adoptar un enfo-
que ecológico del cambio social. En este sentido hay que mencionar especialmente la obra de Leslie
White. Una verdadera descripción de la ecología y el materialismo histórico tendría que escudriñar con
e cuidado y respeto esa bibliografía y otras obras relacionadas, labor que está fuera del alcance de esta
o Introducción. Entre las más importantes se cuentan obras como la de Vernon Gill Carter y Tom Dale,
s Topsoil and civilization, Norman, University of Oklahoma Press, 1974, que se ocupa de los problemas eco-
a lógicos de las civilizaciones en decadencia, y la de Richard Wilkinson, Poverty and progre:5s: An ecological
model of economic development, Londres, Methuen, 1973, que lleva al siglo xx un análisis ecológico de la
-
historia.
Westport,
1 ° Bramwell, op. cit., criticando a Howard L. Parsons (ed.), Marx and Engels on ecology,
Greenwood, 1977.
e. 11 'bid, p. 33, citando a Engels (cursivas mías).
12 Martin O'Connor, "Codependency and indeterminacy: A critique of the theory of production",

Capitatism, Nature, Socialism, 3, 1989.


22 JAMES O'CONNOR INTRO

naturaleza física, en el sentido de que la historia natural tanto de la "primera" laure


como de la "segunda" naturaleza puede influir en la historia humana y viceversa, resul
de acuerdo con el marco temporal y las circunstancias. Esto puede hacerse sin caer tecn
en la trampa del determinismo climático o geográfico y de las interpretaciones depó
racistas del cambio social y político que se han asociado con esta clase de pensa- para
miento. Como insisten muchos ecólogos e historiadores, hay que ver los procesos que
abiertos como si "dirigiesen", de maneras problemáticas, la historia natural, así gica
como la humana. natu
El materialismo histórico también tiene que extenderse hacia adentro, en el dual
sentido de que los cambios biológicos humanos y los procesos socialmente organi- de q
zados de reproducción de la especie, por muy socialmente mediados o construidos xista
que estén, 13 pueden influir en la historia humana y la historia natural tanto como ecól
éstas en aquéllos, también en este caso de acuerdo con el marco temporal y las cir- H
cunstancias. Esto es posible sin caer en la trampa del determinismo biológico y de en s
las interpretaciones sexistas del cambio social que se han asociado con esta clase de norm
determinismo. Por un lado, los cambios climáticos (causados o no por influencias se re
humanas), por ejemplo, configuran la historia humana y la natural, como lo de o
demuestra sobradamente la historia de la cuenca del Mediterráneo. Por otro, la virti
gramática del lenguaje (y por ende del pensamiento) es innata; 14 el largo periodo los e
de maduración de los seres humanos influye en el alcance y el límite de la organi- los a
zación de la sociedad, y así sucesivamente. Las poblaciones que van envejeciendo algú
no conforman la historia natural y humana igual que las más jóvenes. Parte de la cer l
diferencia entre el paisaje cultural y natural de Dade County, en Florida, y la ciu- deja
dad de México, puede explicarse por la distinta composición por edades de la tión
población de ambas metrópolis. que
No basta con que el marxismo y la ecología se limiten a saludarse cortésmente soci
con la cabeza. 15 Los ecosistemas emergentes de los huertos de manzanas en la han
cuenca del río Pájaro (en el condado de Santa Cruz, California) son buenos ejem- ¿deb
plos de la naturaleza que vuelve por sus fueros; las especies nativas expulsan a casi Esta
todas las introducidas, recreando así una "naturaleza original" que los agentes de tión
bienes raíces de hoy tienen que usar o dominar.I 6 Este hecho debería ser de inte- P
rés para los marxistas. En Fall Creek (Felton, California) secuoias, abetos Douglas, que
13 Por ejemplo Phfilipe Aries, Centurias of childhood, Nueva York, Knopf, 1962. Véase una historia eco-
poc
lógica que procura conjugar teorías de producción y de reproducción en Carolyn Merchant, Ecological visi
revolutions: Natura, gender, and science in New England, Chapel Hill, University of North Carolina Press, bási
1989. Una descripción del carácter social, autoconstituido, de la naturaleza humana, se puede encon- Muc
trar en Richard Lichtman, "The production of human nature by means of human natura", cros, 4, 1990.
14 Noam Chomsy, Language and mind, Nueva York, Harcourt, Braca, Jovanovich, 1972. 17
13 Bramwell acusa a algunos de los ensayistas incluidos en Joe Weston (ed.), Red and green: A new poli- rical
tics of the mvironment, Londres, Pluto, 1986, de tratar de apropiarse de la ecología para el marxismo. ce of
Creo que es una imputación injusta.
16 Burton Gordon, Monterey Bay anea: Natural histoty and cultural imphnts, 18
Pacific Grove, Boxwood, Antip
1979, pp. 100-114.
19
ODUCCIÓN 23

eles, acebos y otros árboles y especies vegetales viven juntos de modos que
ltan indescifrables sin una descripción de las formas de trabajo asalariado y de
nología introducidas en el área en el siglo xfx para explotar la madera y los
ósitos de cal de la cuenca de Fall Creek. 17 Este hecho debería ser de interés
a los ecologistas. La importancia que tienen los datos de este tipo, y el grado en
el materialismo histórico debe extenderse al dominio de la naturaleza bioló-
a y física, parecerían cuestiones empíricas. Se requieren análisis históricos y
urales concretos de situaciones concretas para superar y trascender (negar) el
lismo entre las teorías e hipótesis históricas y geográficas/biológicas. El hecho
que este proyecto siga estando en su infancia sugiere que la mayoría de los mar-
as le han prestado poca atención a la naturaleza, y que la generalidad de los
logos y geógrafos le han prestado menos atención aún al marxismo."
Hasta las mejores descripciones de la dialéctica entre historia y naturaleza (que
su mayoría aún no han sido escritas) son incapaces de responder una pregunta
mativa: ¿qué creen los marxistas —si acaso— que debería serla naturaleza? 19 Esto
elaciona muy de cerca con la pregunta: ¿qué debería ser el trabajo socias? Dicho
otra forma, ¿qué le es posible ser a la naturaleza? ¿Qué es? ¿En qué se está con-
iendo? ¿Qué parece probable que puedan hacer de ella los seres humanos? En
ecosistemas en los cuales en el pasado se asentaron seres humanos, que luego
abandonaron, ¿habría que arrancar de raíz la hiedra y la vinca introducidas por
ún alma solitaria para civilizar un rincón desolado de la tierra, y que suelen cre-
locamente, a expensas de las especies indígenas? ¿Cortarlas y controlarlas? ¿O
arlas en paz? Es un caso trivial, pero su misma simplicidad ejemplifica la cues-
n normativa mejor que muchos ejemplos complejos. En los procesos de trabajo
han establecido los seres humanos en el pasado para ampliar la productividad
ial, ciertas técnicas de producción y formas de especialización del trabajo que
dañado tanto al ambiente natural como a los trabajadores y sus comunidades,
berían ser "arrancadas de raíz", reducidas y controladas, o dejadas intactas?
a, sin duda, no es cosa trivial, y su complejidad destaca la importancia de la cues-
n normativa como nunca podría hacerlo un mero ejemplo.
Por último, la diferencia más profunda entre el marxismo y la ecología no es
e el primero adora la ciencia y la segunda no, como afirman algunos. Ni tam-
co que la ecología le da a la naturaleza más de lo debido, ni que proporciona
iones de lo que debería ser la misma diferentes de las de aquél. La diferencia
ica parecería relacionarse con la pregunta: ¿qué debería ser la sociedad humana?
chos ecologistas creen que el uso y la conservación de los recursos es una acti-

7 Barbara Laurence, "The construction of nature and nature of construction: A study of the histo-
l ecology of Fall Creek, Felton, California, 1960-1988", ponencia presentada a la Annual Conferen-
f the Environmental History Association, Olympia, abril de 1989.
8 Una importante excepción es el innovador grupo de geógrafos radicales asociado con la revista
pode.
9 John Ely, "Lukács' construction of natura", cros, 1, otoño de 1988, p. 116.
24 JAMES O'CONNO

viciad moral, íntimamente relacionada con la supervivencia del grupo. Alguno


ecologistas políticos basan un modelo de la sociedad humana en las que consid
ran formas igualitarias de cooperación que "se encuentran" en la economía de l
naturaleza, lo que en parte puede ser una especie de expresión de deseos o un
proyección, sobre la naturaleza, de categorías históricas deseables, en un esfuerz
por controlar las proyecciones del darwinismo social sobre la naturaleza de cat
gorías indeseables, como la "competencia". Por su parte, la mayoría de los marxi
tas parecen contentarse con el proyecto científico de descubrir las "leyes" de l
naturaleza a fin de usarlas para propiciar aún más el desarrollo de los seres huma
nos en cuanto especie. No obstante, puesto que la evolución de la especie humana
incluye no sólo la dependencia de la diversidad y fecundidad de la vida, sino tam
bién el aprecio por aquéllas, es probable que, para ser coherente consigo mismo
el marxismo deba volverse "ecológico".

La segunda parte de este libro ("Capitalismo y naturaleza") se ocupa de alguno


asuntos clave relativos a la economía política de la ecología (con algunas referen
cias a la sociología política y la sociología económica) en el modo de producció
capitalista. Me concentro en las maneras en que las relaciones de producción del ca
pitalismo (relaciones de producción, competencia, mercado mundial, etc.) degra
dan o destruyen las condiciones de producción, incluido —y especialmente— e
ambiente. Entre las relaciones de producción capitalistas y la naturaleza hay una
cantidad de mediaciones: la tecnología, desde luego, y la energía de combustible
fósiles, las relaciones de trabajo, los mecanismos del capital en expansión y el esta
do. Estas mediaciones se analizan con cierto detalle, sobre todo desde el punto d
vista de la teoría de la crisis. Analizo también algunas manifestaciones espaciale
del capital, usando el tema del desarrollo desigual y combinado, con especial aten
ción a las políticas (incluyendo las políticas guerreras) del petróleo, la mercancía
que ha nutrido al capitalismo durante bastante más de un siglo. Finalmente, en e
último capítulo de la segunda parte, "¿Es posible un capitalismo sustentable?", se
reúnen algunos hilos del argumento general.
No muchos cuestionarán la afirmación de que el Norte (el antiguo "primer
mundo") ha gozado de un crecimiento del bienestar material sin precedentes en
los últimos doscientos años. Por otro lado, la mayoría coincidirá en que este creci-
miento ha dado por resultado una degradación indiscriminada de los recurso
naturales durante esos mismos dos siglos, 2 ° y también en que el Sur (el antiguo
"tercer mundo") es la peor víctima de lo que Mustafá Tolba, director ejecutivo del
Programa de Medio Ambiente de las Naciones Unidas, ha llamado "genocidio glo-

2° Muchas enfermedades humanas no transmisibles se asocian también con el paso a condiciones


de vida a las cuales los genes humanos no están adaptados, y que a su vez son resultado del desarrollo
económico industrial (véase Thomas McKeown, The origins of human distase, Oxford y Nueva York, Basi
Blackwell, 1988).
OR INTRODUCCIÓN 25

os bar: el resultado de centenares de años de despojo ecológico por parte del Norte
de- imperialista y de sus asociados más recientes en el Sur. 21 Por eso el crecimiento
la económico y la abundancia material en el Norte son contradictorios, en el sentido
na de que el capital ha superado la escasez degradando el ambiente en el Norte y en
zo el Sur. El Norte le debe una parte fundamental —aunque desconocida— de sus
te- niveles de vida al agotamiento de recursos no renovables, la degradación de los
is- renovables y el despojo de los bienes comunes globales.
la La riqueza del Norte en materia de mercancías ha dado como resultado la
a- pobreza de la naturaleza y la pobreza del Sur (y de las "colonias internas" del Nor-
a te) desde el comienzo de la Revolución industrial, en el siglo xvm. En Inglaterra,
m- patria del capitalismo industrial, las manufacturas más importantes eran los texti-
o, les de algodón. Su centro de producción era el condado de Lancashire, asimismo
distrito de minas de carbón. La producción de éste en Lancashire aumentó de 35
mil toneladas en 1750 a 400 mil en 1830 (de más o menos el 7 al 13% de la pro-
os ducción total de carbón en Inglaterra), expandiéndose para satisfacer la creciente
n- demanda de energía de los nuevos talleres textiles mecánicos, la construcción de
ón canales y el funcionamientos de barcas y, en la misma industria del carbón, para
a- hacer funcionar las bombas de desagüe.
a- Hasta 1796, cuando James Watt patentó su famosa máquina de vapor, la más usa-
el da era la de Newcomen. Este motor sólo quemaba antracita y tenía una combus-
a tión casi completa, por lo cual era bastante limpio, pero resultaba técnicamente
es ineficiente porque la combustión tapaba el mecanismo del motor. Watt experi-
a- mentó con la máquina de Newcomen y se le ocurrió condensar vapor en una cáma-
de ra separada, y añadir una bomba de aire para llevar el vapor hacia la misma. Su
es máquina podía funcionar con carbón bituminoso, más barato y con más azufre,
n- que no se quemaba por completo. El resultado fue un motor que no se tapaba y,
a por esta razón, una máquina extremadamente contaminante.
el Watt y su socio Mathew Boulton establecieron una de las empresas más impor-
e tantes de la historia inicial del capitalismo. El motor de Watt y sus imitaciones se ven-
dían por todo el mundo. Lancashire, donde se usaban por centenares para mover
r una variedad de máquinas en las despepitadoras de algodón y también las bombas
n de las minas, no tardó en estar cubierto por un repulsivo sudario de humo. El dió-
- xido de azufre que se produce al quemar carbón se transforma en ácido sulfúrico
os cuando se oxida, proceso que se facilitaba en el húmedo clima británico. Luego el
o humo de carbón redujo la productividad agrícola y eliminó muchas variedades de
l vida vegetal. Lo que Robert Smith habría de llamar lluvia ácida (en su Air and raro,
- publicado en 1872) redujo la productividad del suelo en general. También dismi-
nuía el paso de la luz, lo que creó una epidemia de raquitismo —crecimiento anor-
s mal de los huesos—, enfermedad infantil causada por falta de vitamina D.
o
il 21 Citado en Jon Stewart, “UN'S dire environmental diagnosis", San Francisco Chronicle, 6 de junio de
1990.
26 JAMES O'CONNOR INT

Aparte de la mezcla letal de gases y partículas producida por la máquina de de


vapor de Watt, el drenaje de las minas creaba una terrible contaminación del agua. es
El famoso "sistema Lancashire" para la extracción de carbón se diseñó para sacar
de la tierra la mayor cantidad de carbón lo más rápidamente (es decir, rentable- ge
mente) que se pudiese. Las vetas se trabajaban cerca de la superficie; centenares se
de excavaciones poco profundas se hundieron; luego se rellenaron y se las aban-
donó. Los desagües de las minas contaminaron ríos y arroyos con ácidos, partícu- nó
las, hierro y compuestos ferrosos, y concentraciones de metales pesados, combina- El
ción sumamente tóxica para plantas y animales. La población de peces fue ció
diezmada, lo cual incrementó la biomasa vegetal, reduciendo el oxígeno para otras ca
formas de vida. La máquina de Watt fue un desastre ecológico tanto como un triun- co
fo económico. 22 za
Mientras el carbón y el vapor impulsaban el desarrollo económico en Inglaterra ca
(y más tarde en Europa Occidental y Estados Unidos), la industria del Norte tenía mo
resultados desastrosos para las condiciones de vida ambientales, materiales y socia- po
les. El comercio exterior, especialmente a partir de 1760, se convirtió en el motor no
del crecimiento industrial británico. Hasta que se abolió el comercio de esclavos co
los textiles de algodón se trocaban por esclavos africanos que, "exportados" al Nue- ca
vo Mundo, producían azúcar, café, tabaco y otros productos (o drogas) de consu-
mo para Inglaterra y Europa, así como algodón en bruto para las despepitadoras má
de Lancashire. El resultado fue una tragedia ecológica y humana sin precedentes, fós
tanto en África como en las regiones proveedoras de materias primas del Nuevo qu
Mundo. su
En Estados Unidos, en la última parte de ese mismo periodo histórico, los culti- cap
vadores de cereales de Nueva Inglaterra y la costa este, que alimentaban a los habi-
tantes urbanos, erosionaban el suelo en busca de mayores ingresos. Hacia 1850 la ha
calidad del suelo era tan mala que los granjeros no podían alimentar ni siquiera a hu
sus propios vecinos, los nuevos residentes de las "tierras limítrofes", lo que hoy lla- pla
maríamos "suburbios". De modo que los primeros habitantes suburbanos compra- me
ban la comida en las ciudades en las que trabajaban. El efecto fue la expansión del rro
papel de las mismas como centros mercantiles agrícolas. Mientras tanto, las ciuda-
des se construían de piedra y ladrillo; Nueva York, por ejemplo, se abastecía de can- un
teras y ladrilleras del condado de Westchester. Con el tiempo los elementos tóxi- ind
cos contenidos en el rocío, la lluvia y la niebla, sobre todo el valle del río Hudson, un
hicieron que las hojas se marchitasen, la fruta se cayese aún verde y los árboles se sie
secaran. También sufrieron los cereales, las verduras y los árboles. 23 La población nu
urbana, en parte creada por la degradacion de la naturaleza, vivía así a expensas hij
pre
pe
" Mathew Osborn, "Origina of an industrial wasteland: Coal mining and use in late 18th century and
early 19th century Lancaster", manuscrito inédito, 11 de junio de 1990. los
" John R. Stilgoe, Borderland: Origins of the American suburb, 1820-1939, New Haven, Yale University qu
Press, 1988, pp. 73-74. zar
TRODUCCIÓN 27

e ésta. Y lo mismo hacían, irónicamente, los residentes suburbanos que querían


scapar de la ciudad y volver a un entorno más natural.
Estas historias se podrían multiplicar por cien. Son ejemplos de la contradicción
eneral entre el capitalismo y la naturaleza, o la contradicción entre el capital que
e expande y la naturaleza que se autolimita.
Por una parte el capitalismo es un sistema autoexpansivo de crecimiento eco-
ómico. Su meta es el crecimiento sin límites, el dinero en busca de más dinero.
l medio de la expansión, y al mismo tiempo su meta, es la utilidad. Toda institu-
ón y práctica cultural capitalista se organiza para obtener utilidad y acumular
apital. El crecimiento económico se ve también como el gran solvente social,
omo la "solución" a la pobreza, el desempleo, la distribución desigual de la rique-
a y del ingreso. Los nuevos impuestos recaudados vienen de la acumulación de
apital, así que pocos políticos se atreven a oponerse a la autoexpansión del mis-
o. Las compañías que no se orientan al crecimiento son severamente castigadas
or los banqueros, el mercado accionario y los competidores. Los trabajadores que
o quieren o no pueden cambiar de habilidades y lugar de residencia de acuerdo
on la lógica de la acumulación se quedan atrás, desempleados en el mejor de los
asos, sin hogar o encarcelados, en el peor.
Por otra parte, la naturaleza no es autoexpansiva: los bosques llegan a etapas
áximas; el agua fresca está limitada por la geografía y el clima; los combustibles
siles y los minerales están fijos en términos fisicos. La naturaleza no es nada "mez-
uina" y permite la producción humana, al mismo tiempo que la restringe, pero
us ciclos y ritmos no están regidos por la misma lógica que los ritmos y ciclos del
pital.
La moraleja de estas historias y la línea teórica general que ilustran es que no
abría capitalismo tal como lo conocemos hoy si durante los dos últimos siglos se
ubiese dado una planeación ecológica y económica racional y democrática. Esa
aneación, políticamente imposible de imaginar en 1750, 1850 y 1950, y política-
ente implausible incluso a fines de los años 1990, hubiera reencauzado el desa-
ollo económico en direcciones ecológicamente racionales.
Otra moraleja es que nuestros antepasados nos dejaron un legado dudoso. Por
n lado algunos vivimos en países que han desarrollado una enorme capacidad
dustrial y una abundancia de bienes materiales. Por el otro, nos enfrentamos a
na naturaleza degradada, a ciudades congestionadas y a una población que se
ente aislada, enajenada y explotada. Hemos sufrido los resultados de un pacto que
uestros antecesores hicieron con el demonio, y si las cosas no cambian nuestros
jos correrán una suerte aún peor. Si observamos el problema en estos términos la
egunta clave es: "¿qué clase de relación queremos tener con miles de millones de
ersonas, que todavía no han nacido, que no pueden opinar en el 'mercado' y en
s consejos gubernamentales de hoy?" Una respuesta neomalthusiana es: "evita
ue nazcan". Un elemento clave de una respuesta socialista ecológica es garanti-
r que los que nazcan no estén material y ambientalmente empobrecidos.
28 JAMES O'CONNOR

Hay otra manera de ver el problema y otra pregunta que podemos formular. No
sólo sufrimos las consecuencias de las acciones de los muertos, sino también de los
vivos... al menos de algunos. Se trata de los que deciden las prioridades de inver-
sión y tecnología, los flujos de capital, los préstamos internacionales y la política
presupuestal de los gobiernos. La pregunta, entonces, es qué clase de relación que-
remos tener con los industriales, los comerciantes, los directores de las corpora-
ciones y los bancos transnacionales, el Banco Mundial y el FMI, así como con los
altos funcionarios del estado.

Si la primera parte de este libro es una especie de "búsqueda de un método", y la


segunda una ampliación y aplicación de este método al problema del capitalismo
y la naturaleza, la tercera es otra clase de búsqueda y aplicación: la búsqueda (y eva-
luación) de tendencias radicales dentro de la ecología y los movimientos relacio-
nados con ella, y una aplicación de algunos principios de sociología política y teo-
ría política a problemas estratégicos a los que se enfrentan estos movimientos.
Empiezo por examinar las formas en que los verdes y otros han discutido el socia-
lismo y la ecología. Me concentro después en las que considero tendencias o temas
radicales dentro del movimiento ambientalista (definido en términos muy
amplios) en Estados Unidos. Luego demuestro una manera práctica de combinar
identidad y política local, o multiculturalismo y biorregionalismo, en el área de la
bahía de San Francisco, y después un modo de analizar críticamente el famoso
lema verde: "Pensar globalmente, actuar localmente". Tras una breve incursión a
los vínculos entre los nuevos movimientos sociales y el estado, completan este tra-
bajo dos capítulos acerca de las diferencias y semejanzas entre el socialismo tradi-
cional y lo que podría denominarse el socialismo ecológico. Me concentro siempre
en las tendencias verdes radicales (y otras relacionadas) en Estados Unidos, con
ocasionales miradas a otros países del mundo sobredesarrollado y también del Sur.
En estos capítulos empiezo con la observación de que hay hoy centenares de
millones de personas, en todo el mundo, que carecen de empleo o que trabajan,
por una pobre paga, en lugares insalubres e inseguros; que viven en ciudades con-
taminadas y congestionadas o en aldeas empobrecidas, con poca tierra, agua pota-
ble, combustible o forraje, y que son oprimidas y explotadas de acuerdo con cual-
quier definición de estos términos. Las mujeres y los niños, en particular, soportan
los peores efectos de las catástrofes económicas y ecológicas que caracterizan a una
parte tan grande del Sur, donde los "recursos" son cada vez más escasos, antes que
nada debido a las estructuras de propiedad y poder, la mala distribución de la tie-
rra y de otras necesidades productivas y, en general, a la pobreza. El resultado es
que en las dos o tres últimas décadas decenas de millones de personas han empe-
zado a escudriñar críticamente el papel de los caciques y las burocracias locales, de
los terratenientes y ganaderos, banqueros, corporaciones transnacionales y otros
focos de poder, y que muchos cuestionan las políticas monetarias, impositivas, de
gasto, inversión, tecnología y exportación de los gobiernos. Hay decenas de miles
INTRODUCCIÓN 29

de organizaciones no gubernamentales (oNG) e incontables agrupaciones infor-


males abocadas a la justicia ambiental y social.
En el Sur ha aparecido lo que el economista ecológico Juan Martínez-Alier ha
llamado "el ambientalismo de los pobres" (o "socialismo narodnik"), mientras que
en Norte, hasta la aparición relativamente reciente de la justicia ambiental y los
movimientos contra las sustancias tóxicas, las cuestiones principales han tenido
que ver menos con la supervivencia económica que con los encantos ambientales.
Algunos autores han desarrollado un modelo de los movimientos ambientales en
el Sur y en el Norte, en correspondencia con el uso que el capital hace de la natu-
raleza como grifo y también como sumidero; en el primero predominan los pro-
blemas de agotamiento y carencia de recursos (aunque la contaminación urbana
en las ciudades del Sur, por ejemplo, rebasa con mucho la de la mayoría de las
urbes del Norte); en el segundo son más importantes los problemas de contami-
nación (aunque las prácticas agrícolas, forestales, pesqueras y otras afines del Nor-
te dejan mucho que desear desde el punto de vista ecológico).
Una cuestión clave de hoy es cómo lograr que las batallas ecológicas produzcan
un cambio socioeconómico radical, sobre todo en un momento en el que los tres
modelos básicos de desarrollo (el socialismo estatal en el Este, la democracia social
en el Oeste y el desarrollo nacionalista en el Sur) han sido destruidos o están
sufriendo un feroz ataque del capital global y de sus agentes. Tal vez alguna refe-
rencia al pensamiento posmarxista y a sus objetos de estudio, la "sociedad postin-
dustrial", los "movimientos alternativos" o los "nuevos movimientos sociales" y la
"democracia radical" sea un buen punto de partida para empezar a ocuparse de
esta cuestión." Los posmarxistas ya no ven a la clase obrera tradicional como el
agente privilegiado de la transformación histórica. Ya no existe una batalla por el
socialismo (se piensa) sino más bien contra todos los "ismos". Hoy hay una lucha
(en el Norte) en pro de la "democracia radical" por parte de los "nuevos movi-
mientos sociales" en la "sociedad postindustrial".
Estos postulados posmarxistas merecen un análisis minucioso, sobre todo en vis-
ta de las lecturas posmodernas de Marx y del marxismo y de la implicaciones polí-
ticas que tienen." Aquí sólo quiero señalar que en la teoría ecológica marxista la

24 El texto posmarxista más elaborado es de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, Hegernony and socialist
strategy: Towards a radical democratic isolitics, Londres, Verso, 1985 [Hegemonía y estrategia socialista. Hacia
una radicalización de la democracia, Madrid, Siglo XXI de España, 1987]. Un ejemplo estadunidense es
Michael Albert et al., Liberating theory, Boston, South End, 1986. Probablemente el más conocido "mar-
xista convertido en posmarxista" sea Rudolf Bahro, quien escribió: "Del socialismo científico he regre-
sado al socialismo utópico, y políticamente he pasado de una orientación de clase dimensional a una
populista [...] La lucha de clase tiene poco o nada que ver con huir del desastre ecológico porque se
trata esencialmente de una batalla dentro del proyecto social industrial", Michael Clow, "Bahro on eco-
logy", Studies in Political Economy, 20, verano de 1986, p. 172. Clow comenta: "Bahro no E...] es el único
con estas ideas. De hecho reflejan al grueso del movimiento ambientalista" (p. 179).
25 Por ejemplo, el análisis de Laclau y Mouffe de lo que llaman "esencialismo" marxista viola tanto
el espíritu como la sustancia de la teoría del capital y el cambio histórico de Marx.
30 JAMES O'CONNOR

batalla por lo que Marx llamó "condiciones de producción" (en términos genera-
les fuerza de trabajo, infraestructura y naturaleza, es decir todo aquello que se tra-
ta como si fuese una mercancía, aunque no se lo produce como tal) ha redefinido
y ampliado la lucha de clase hasta el punto en que ya no se reconoce a sí misma
como tal... al menos por ahora. Esto significa que las amenazas capitalistas a la
reproducción de las condiciones de producción no sólo son amenazas a la utilidad
y la acumulación, sino también a la viabilidad del medio social y natural como
medios de vida y vida misma. La guerra entre el capital y los nuevos movimientos
sociales, en la cual se disputan los conceptos básicos de "costo" y "eficiencia", tiene
dos "momentos" básicos. El primero es la lucha popular y casi universal por prote-
gerlas condiciones de producción (o, mejor aún, los medios de vida) de nuevas des-
trucciones debidas a la indiferencia y los excesos inherentes al capital mismo. Esto
incluye la necesidad y la demanda de reducir el riesgo en todas sus formas. Esta
lucha tiene que ver con la manera en que se lleva a cabo la apropiación de la "natu-
raleza", como medio de reproducción del capital en oposición a medio de repro-
ducción de la sociedad civil y de la vida de las especies, humanas o no. El segundo
es el combate acerca de los programas y políticas del capital y del estado para res-
tructurarlas condiciones de producción, es decir, una batalla respecto a la forma y
los contenidos de los cambios de esas condiciones. Las "nuevas luchas sociales" se
enfrentan, al mismo tiempo, al deterioro de las condiciones de producción y a las
restricciones de las mismas inducidas por la crisis. Ambos "momentos" de la lucha
tienen lugar fuera del estado, pero también dentro de él y en su contra. Vista así,
la demanda de democracia radical es la de democratizar la provisión y reconstruc-
ción de las condiciones de producción, que es, en ultima instancia, la demanda de
democratizar el estado o la administración de la división del trabajo social. 26
En el pensamiento posmarxista se hace gran énfasis en la "especificidad local" y
la "integridad" del cuerpo de un individuo, de un prado determinado, de una espe-
cie en particular o de un sitio urbano específico. Según Carlo Carboni,

el desafio de la especificidad es impulsado por todos los nuevos actores sociales en las socie-
dades capitalistas avanzadas. Es resultado de una compleja red de medidas políticas, planea-
ción y demás, que ponen en práctica tanto el capital como el estado a fin de integrar a la gen-
te mientras cambian las condiciones de producción. Por una parte esta especificidad
(diferencia) representa la ruptura de la solidaridad colectiva y de clase. Por la otra, revela
nuevas microrredes de solidaridad social, así como la red de solidaridad universalista basada
en la ciudadanía social."

" James O'Connor, "The democratic movement in the United States", Kapitalistato, 7, 1978. Cabe
advertir que en toda la bibliografia posmarxista me resulta imposible encontrar una sola referencia a la
división del trabajo social, tan obsesionados están los "teóricos" con la división del trabajo industrial y la
división del trabajo dentro de la familia. Esta ausencia o silencio sugiere que el posmarxismo es, por lo
menos en parte, anarquismo, anarquismo populista, comunitarismo o libertarianismo reciclados.
27 Comunicacion con el autor, octubre de 1987.
INTRODUCCIÓN 31

La palabra "diferencia" se ha vuelto el mantra posmarxista que (se cree) expul-


sa el término "unidad", que para el pensamiento posmarxista muchas veces no es
más que otra manera de escribir "totalitario". En versiones bien meditadas de ese
pensamiento se considera que la "especificidad local" sobre la que se basan los
nuevos movimientos sociales vuelve imposible toda demanda universa428 al menos
toda demanda política universal que vaya más allá de la demanda de reconoci-
miento universal de la especificidad local. Esto se contrasta con la revolución bur-
guesa que universalizó la demanda de derechos ante los privilegios, y con la vieja
lucha de la clase trabajadora que universalizó la demanda de la propiedad públi-
ca de los medios de producción frente a la propiedad capitalista. No obstante, a lo
largo de este libro nuestro análisis de las condiciones de produccion y las contra-
dicciones de las mismas demostrará que hay una demanda política universal implí-
cita o latente en las nuevas luchas sociales, y que se trata de la demanda de demo-
cratizar el estado, así como la familia y la comunidad. De hecho no existe forma
de que se universalicen las diversas luchas sociales que defienden la integridad de
sitios específicos, como no sea a través de las luchas por un estado democrático, o
"burocracia popular", en términos de algunos, uniéndose entre tanto con el
movimiento obrero sobre la base del reconocimiento de lo que tenemos en
común —el trabajo cooperativo—, lo que nos permite teorizar acerca de la unidad
del trabajo social."
Además, el posmarxismo, influido por el "problema del gorrón" y por los pro-
blemas de la "elección racional" y la "elección social" (todos los cuales presuponen
un individualismo metodológico), afirma o implica que las luchas por las condi-
ciones de producción son diferentes de las luchas tradicionales por salarios, hora-

28 Este punto y el siguiente los precisó Claus Offe en una conversación con el autor.
28 "El punto en disputa es la aseveración posmarxista de que tenemos múltiples identidades socia-
les, en oposición a la afirmación actual de que existe una unidad teórica en estas identidades, en la uni-
dad de las condiciones de producción y de producción y realización del capital. En el nivel de las apa-
riencias es verdad que tenemos múltiples identidades, pero en esencia la unidad de nuestra identidad
emana del capitalismo como modo de producción. De lo que se trata es de convertir en realidad la uni-
dad teórica. Una lucha ambiental puede ser una barrera no intencional al capital en el dominio de la
acumulación, sin ser ideológicamente anticapitalista. La cuestión es cómo hacer conscientes a los
ambientalistas del hecho de que están haciendo más social la reproducción de las condiciones de pro-
ducción. Los posmarxistas no quieren encontrar una unidad en las identidades sociales fragmentadas
que tenemos. Pero hasta para construir alianzas entre movimientos sociales es necesario construir algu-
na unidad. Si falta un idos de lucha sobre el que haya acuerdo, o toda definición común, no puede
tener lugar un diálogo. Si no somos capaces de coincidir sobre ningún término u objeto de lucha, ¿en
qué sentido podemos decir que los nuevos movimientos sociales están por encima de lo que significa
el socialismo? Pero en algún sentido se requiere que nos debatamos por un lenguaje común que oscu-
recerá, necesariamente, diferencias específicas. A medida que el capitalismo abstrae la naturaleza social
del trabajo en el intercambio de mercancías, oscurece lo que tenemos en común: el trabajo cooperati-
vo, y por consiguiente fragmenta nuestra identidad. Lo inquietante es la ausencia de todo intento, por
parte de los posmarxistas, de teorizar la unidad del trabajo social", David Peerla, comunicación con el
autor, noviembre de 1989.
32 JAMES O'CONNOR

nos y condiciones de trabajo, porque las condiciones de producción son en gran


medida "bienes comunes", de lo cual un ejemplo obvio es el aire limpio, mientras
que el espacio urbano o las instalaciones educativas lo son en menor medida. El
argumento afirma que las batallas contra la contaminación del aire (o la renova-
ción urbana capitalista o la segregación racista en distintas aulas, según "niveles de
aprovechamiento", en las escuelas) no tienen una "rentabilidad" inmediata para
los individuos involucrados, y que a eso se debe (en la interpretación de Claus
Offe) el fenómeno de los ciclos de pasividad social y de violencia, debido a la impo-
sibilidad de combinar la acción individual y la colectiva en torno a objetivos que
beneficien tanto al individuo como al grupo. Una vez más se puede iniciar una crí-
tica de esta visión describiendo de qué manera el proceso mismo de lucha social
cambia las autodefiniciones de "individualidad". Pero hay que decir que los sindi-
catos, si acaso son algo, son mecanismos disciplinarios contra los "gorrones" (es
decir, los individuos que tratan de ofrecer su fuerza de trabajo por debajo del sala-
rio sindical son disciplinados y castigados por el sindicato); además, el problema
del "gorrón" existe en las luchas por proteger los "bienes comunes" sólo en la
medida en que éstas son fines y medios en sí mismas, y no medios, asimismo, para
el fin específicamente político (y universal) de establecer un estado democrático.
También en relación con el problema de los "bienes comunes", y más allá del
tema de la relación entre el individuo y el grupo, está el problema de la relación
entre grupos y clases. Específicamente, las luchas de los nuevos movimientos socia-
les por las condiciones de producción se ven en general, en el universo autodefi-
nido como posmarxista, como asuntos que no son de clase o que son multiclases.
"Los procesos transformativos que sin duda tienen lugar en nuestras sociedades
muy probablemente no son conflictos de clase [...] sino asuntos que no son de cla-
se."30 Sobre todo en los conflictos sobre las condiciones de producción (en com-
paración con la producción misma), resulta comprensible que aparezcan como
asuntos que no son de clase, y que los agentes se definan como actores no de cla-
se. Esto no sólo se debe a que los problemas (por ejemplo aire limpio, congestio-
namiento) atraviesan las líneas de clase, sino también a la especificidad local y la •
especificidad "de las personas" de esas luchas, es decir, a que el combate se libra
para determinar qué clase de valor de uso serán de hecho las condiciones de producción.
Pero en todas esas formas de luchas hay una dimensión de clase; por ejemplo la
división por niveles en las escuelas, la renovación urbana como "eliminación de los
pobres", los tiraderos de desechos tóxicos en distritos y comunidades pobres y de
minorías oprimidas, la incapacidad de los desempleados y los pobres de llegar fácil-
mente a las "áreas silvestres", y demás. La mayoría de los problemas del entorno
natural y del social son más grandes desde el punto de vista del pobre, sobre todo
si pertenece a minorías oprimidas, que desde la perspectiva de los que reciben un
salario y los acaudalados.

3° aaus Offe, "Panel discussion", Scandinavian Political Studies, 10, 3, 1987, p. 234.
INTRODUCCIÓN 33

En síntesis, los asuntos relativos a las condiciones de producción son asuntos de


clase (y también algo más que asuntos de clase). Esto resulta obvio de inmediato
cuando preguntamos quién se opone a las luchas populares acerca -del contenido
de esas condiciones. Casi siempre la respuesta es el capital, que combate contra los
programas generalizados de salud pública, la educación emancipatoria, el control
sobre las inversiones a fin de proteger la naturaleza, los gastos sociales adecuados
en atención a la niñez y las demandas de autonomía o de una participación sus-
tantiva en la planeación y organización de la vida socioeconómica. ¿Cuántos nue-
vos movimientos sociales y sus demandas financia el capital? Muy pocos, si acaso
alguno. ¿A qué nuevos movimientos sociales se opone el trabajo? Sin duda, en
muchos casos, a los que ponen en peligro las ideologías de la superioridad mascu-
lina o de la supremacía de la raza blanca, así como a los que representan una ame-
naza para los salarios y los empleos. Por eso la lucha por las condiciones no es sólo
una lucha de clase sino también una batalla contra esas ideologías y sus prácticas.
Podría decirse, asimismo, que las luchas por las condiciones de producción (con-
diciones de vida y la vida misma) no son menos que asuntos de clase sino más. Y
en la medida en que esto es así, la lucha por la "democracia radical" es mucho más
una lucha por democratizar el estado, por imponer democracia dentro de los orga-
nismos oficiales responsables de regular la provisión de las condiciones de pro-
ducción. Si no existe esta clase de perspectiva es probable que los nuevos movi-
mientos sociales se queden en el nivel de batallas locales o problemas aislados, que
tenderán a destruirse a sí mismos en el curso de sus intentos de "desconstruir" el
marxismo.

En conclusión, este libro de ensayos pretende contribuir teóricamente con quienes


no sólo piensan que una asociación entre el trabajo y los nuevos movimientos socia-
les puede funcionar sino que hay que hacerla funcionar, o aquellos que creen que
ni el economismo del movimiento sindicalista tradicional ni las luchas "de suma
cero" de los nuevos movimientos sociales, por sí mismos, pueden producir un cam-
bio radical. A falta de esa asociación, los "FMI de la ecología" impondrán soluciones
autoritarias a los múltiples problemas del ambiente global, lo "urbano" global y la
fuerza de trabajo global.
No creo que un proyecto "verde rojo" sea totalmente idealista, aunque me doy
cuenta de que se requiere mucho idealismo para hacerlo funcionar. Cientos de
miles de personas, millones quizá, se han embarcado en ese recorrido en muchos
lugares del mundo. En los ochenta. Alemania tenía (y seguramente tendrá otra vez)
una emocionante mezcla de posibilidades verdes y rojas. En Gran Bretaña el labo-
rismo defiende, hasta el día de hoy, fórmulas gastadas por el paso del tiempo que
tienen poco o nada que ver con la ecología (sea ésta natural, urbana o de otro
tipo), y los verdes ingleses hacen bien en sospechar del Partido Laborista. Sin
embargo la teoría y la práctica verde roja está evolucionando en la patria del capi-
talismo industrial. En Italia los votantes verdes han estado abandonando tanto la
34 JAMES O'CONNOR

centro-derecha política como el comunismo tradicional, dividiéndose en una nue-


va configuración izquierda-derecha. Verdes y rojos en Francia, los Países Bajos,
España, Portugal y Escandinavia se ven atrapados en un despliegue desconcertan-
te (para los de afuera) de grupos políticos verdes rojos y rojos verdes. En algunos
países del Sur, donde los asuntos ecológicos se relacionan más que en el Norte con
la supervivencia económica, las perspectivas de la ecología de izquierda, o
"ambientalismo de los pobres", parecen ser más favorables. Miles de grupos (for-
males e informales) y docenas de partidos políticos en África, Asia y América Lati-
na están desarrollando programas que incluyen elementos tomados de la vieja
izquierda política y de la ecología. Es evidente que la ecología radical se está con-
virtiendo en una fuerza que hay que tomar en cuenta, con la que hay que trabajar,
a la que hay que defender y hacer progresar.
PRIMERA PARTE

HISTORIA Y NATURALEZA
A decir verdad, la cuestión ambiental define y dramatiza de
manera total la necesidad de una conciencia social radical.

WILLIAM APPLEMAN WILLIAMS

Los que insisten en que [la destrucción ambiental] no tiene


nada que ver con el marxismo no hacen más que asegurarse de
que lo que decidieron llamar marxismo no tenga nada que ver
con lo que ocurra en el mundo.

AIDEN FOSTER-CARTER

Los libros para el público general en cuyo título aparece la palabra "naturaleza"
suelen estar repletos de fotos de objetos naturales determinados, lagos, especies de
peces y hábitat. Las fotos o dibujos suelen ir acompañados por imágenes verbales
o descripciones destinadas a evocar la imagen de objetos específicos. Como las
fotos, por sí mismas, carecen de toda sintaxis, no hacen afirmaciones ni construyen
argumentos acerca de los objetos que representan. La imagen de un ave acuática
cubierta de alquitrán puede ser o no un argumento en contra de la explotación
petrolera en las costas. De acuerdo con la comprensión moral y estética del lector,
esa foto puede representar lo trágico o lo simplemente lamentable, evocar ira o
desdén, constituir un "argumento" contra toda perforación costera o en pro de
mayores medidas de seguridad al perforar, o ser vista con total indiferencia. Por
usar otro ejemplo, si veo una foto de un pez moribundo, no sé si sentirme bien o
mal hasta que leo algo como: "Este pez se está muriendo por el derrame de dese-
chos tóxicos de la compañía química XYZ." Si en lugar de eso leo: "Este pez se está
muriendo porque es viejo", voy a sentir otra cosa. Por ellas mismas, entonces, las
fotos no discuten con el mundo ni con ninguno de nosotros.
Ya sea que las fotos "verdaderas" ilustren un texto o que éste no haga más que
aclarar las fotos, tanto las imágenes reales como las verbales hacen, silenciosa e
intensamente, una misma demanda: exigen reconocimiento. La foto dice: "He
aquí un árbol determinado; tienes que reconocerlo. O, si no lo haces, la foto te ayu-
dará a reconocer un árbol como ése si alguna vez te encuentras con uno." La ima-
gen puede valer por mil palabras cuando se describe un árbol o una especie de
árboles específica, pero vale poco en términos de comprender que en la naturale-
za hay una categoría de cosas llamadas "árboles", categoría que existe en nuestra

[37]
38 JAMES O'CONNOR

mente independientemente de cualquier verdadero árbol o especie determinada de


árboles.
La premisa de esta comprensión en términos de categoría se basa en nuestra
capacidad de abstracción, y ésta presupone un lenguaje, que no es un mero susti-
tuto bueno o malo de una fotografía, sino que más bien exige ser entendido, dis-
cutir con él; es decir, que no representa al mundo como un objeto sino como una
idea. El lenguaje depende de la sintaxis, por eso se lo necesita para razonar y dis-
cutir, las imágenes, en cambio, suelen contribuir mucho mejor al reconocimiento.
La segunda parte de este libro es acerca de una idea de la naturaleza; no se con-
centra en cómo "es realmente". Trata de los "árboles" como categoría de cosas, no
de representaciones de un árbol en particular ni de una especie de árboles que
existen en algún lugar del mundo. Tiene que ver con el "capital" y el "trabajo". En
ella los seres humanos se ven sobre todo como personificaciones del capital indus-
trial, el capital terrateniente, el trabajo y demás. Tiene que ver con los símbolos que
usamos para hablar con nosotros mismos sobre la naturaleza (y el capital, el traba-
jo, las relaciones sociales de producción). Nos hemos "envuelto tanto en formas lin-
güísticas, en imágenes artísticas, en símbolos míticos o ritos religiosos, que [no]
podemos ver o saber nada si no es por la interposición de [un] medio artificial". 1
Elmedioartfcquspleí nguajymetáfordléy
la teoría marxistas. Las palabras y metáforas que componen la teoría marxista como
categoría del pensamiento son "portadoras de significado", afirmaciones, argu-
mentos y autorrefutaciones.
La forma en que nosotros (ala mayoría de los estadunidenses?) pensamos o ima-
ginamos la naturaleza tiene sus raíces en el origen mismo del capitalismo. Para
comprender nuestras concepciones de la naturaleza tenemos que entender cómo
llegó a surgir aquél.
El Webster's New World Dietionaly da varias definiciones de "naturaleza", organiza-
das según el momento en que han ido apareciendo a lo largo de la historia. "Natu-
raleza" viene del latín nasci, "nacer". La primera definición es "la cualidad esencial
de una cosa" o su "esencia". Los ejemplos incluyen la "esencia de un argumento"
o la "esencia de una persona". Esta definición prearistotélica de naturaleza tiene,
sin embargo, una falla lógica. Si preguntamos cuál es la esencia de la naturaleza
misma, la respuesta es "la naturaleza", lo cual es tautológico. Aristóteles se percató
de esta tautología y redefinió naturaleza como "las tendencias inherentes de una .
persona o un proceso". La definición aristotélica concibe la naturaleza como "algo
que está dentro de una cosa y que es el origen de su comportamiento". La "natu-
raleza" de una cosa es su lelos, su destino o inminencia. La naturaleza no se trata de
lo que una cosa es sino de lo que está siendo, de sus posibilidades.
La tercera y la cuarta definiciones son la "clase" o "tipo" y "todo el universo fisi-

Emst Cassirer, An essay on man: An introduction to the philosophy of human culture, Carden City, Dou-
bleday, 1953, p. 43.
HISTORIA Y NATURALEZA 39

co" (o el poder o fuerza que parece regular el universo). Éstos son los sentidos bur-
gueses modernos, científicos o iluministas de naturaleza. Tienen muchas expresio-
nes, como "lo que existe", "todas las cosas que existen", "la suma total de todas las co-
sas materiales" y "el mundo material en sí mismo". En este concepto general la
naturaleza es una colección de hechos, o algo que puede descomponerse y recom-
ponerse en formas nuevas, por ejemplo en forma de una mercancía. En Europa,
durante la larga transición al capitalismo industrial que fue del siglo xv al xviti, esta
definición de la naturaleza se fue volviendo cada vez más dominante. Se la veía más
y más como pasiva, inerte, "el agregado de cosas", es decir tal como se la definía em-
píricamente. En su definición extrema la naturaleza se consideraba una "cosa" o una
"máquina". Leonardo da Vinci pensaba que podía crear una máquina voladora con
sólo hacer una versión mecánica del ala de un ave. El universo copernicano solía
compararse con un reloj; Harvey, el médico que descubrió las leyes de la circulación
de la sangre, asemejaba el corazón humano con una bomba mecánica; Galileo escri-
bió que "el libro del universo está escrito en el lenguaje de las matemáticas".
Esta revolución del concepto del "libro del universo" era congruente con un
sentido instrumental de la naturaleza en el cual ésta se veía como algo que existe
para beneficio de los seres humanos. Era valiosa en la medida en que podía hacér-
sela útil Philip Gagliardi, ex miembro del gabinete del gobierno canadiense, dijo
en 1987: "Dios no puso ahí esos árboles para que los ensalzasen; los puso para que
los cortasen."2
Las últimas definiciones de naturaleza que figuran en el Webster's New World Dic-
tionary son "el estado primitivo del hombre" y "escenario natural", nociones que
aparecieron en el siglo xvm y florecieron en el xrx. Surgieron como conceptos clave
del movimiento romántico, que se definió parcialmente en oposición a las concep-
ciones instrumentales de los seres humanos y de la naturaleza propias de la Ilustra-
ción. Se hacía énfasis en la experiencia de la naturaleza, no en el conocimiento de
la misma; en los sentimientos, no los pensamientos; en el cuerpo, no la mente. El
iluminismo privilegió la mente por encima del cuerpo ("pienso, luego existo"); el ro-
manticismo las emociones por sobre el pensamiento ("siento, luego existo"). El
romanticismo era un movimiento literario y artístico; durante el siglo xix fue con-
figurando cada vez más la sensibilidad social y permea la conciencia popular en la
actualidad... por lo menos los fines de semana y en las vacaciones.
Lo "natural" llegó a ser definido como "silvestre", "salvaje", "campesino" y "ni-
ño". El elemento común de estas asociaciones es que la naturaleza se ve como algo
incólume, intocado por las manos humanas, distante de lo urbano. Este sentido de
la naturaleza se asocia con el crecimiento de las ciudades, con una denuncia de la
vida urbana y con el anhelo de volver a la vida presuntamente prístina del campo.
Las obras de Henry David Thoreau, de John Muir y Wendell Berry, y la idea de lo
silvestre expresan, todas, sensibilidades románticas.

2 Citado en Globe and Mail, Toronto, 21 de julio de 1987.


40 JAMES O'CONN OR

Algunos autores trataron de combinar conceptos de la naturaleza ilustrados y


románticos. Ralph Waldo Emerson escribió que "nuestro globo copernicano es
una gran fábrica o generador de energía, con sus constelaciones, tiempos y mareas
en rotación". El elemento central aquí es "generador de energía". Existió lo que en
el lenguaje del romanticismo se llamaba el "romance de la energía", y ésta era vis-
ta tanto en el sentido mecánico/científico como en el aristotélico. Por último, en
la concepción romántica hay un profundo sentido de la unidad entre la gente y la
naturaleza; por ejemplo, los filósofos de la ecología profunda ven a los seres huma-
nos corno parte de un campo total, no separados del resto de la naturaleza. No obs-
tante, es importante señalar que este sentido de lo universal o de la unidad es idea-
lista (originalmente concepción de poetas, artistas y filósofos), no práctico ni
materialista. 3
Estos dos conceptos de la naturaleza tienen que analizarse, en términos no sólo
del Webster's New World Dictionary, sino también del diccionario de la historia del
capitalismo en Europa Occidental.
Primero, con el desarrollo temprano del capitalismo (hacia 1500-1800), la idea
dominante de naturaleza cambió de manera drástica. Los conceptos de la misma
como un todo orgánico fueron remplazados por el concepto de la naturaleza como
el "agregado de cosas". Era vista, cada vez más, como una estructura mecanicista
que (igual que cualquier mecanismo) podía disgregarse o separarse, y después
reconstruirse de diversas maneras. Se la definía en términos de los distintos ele-
mentos de los que estaba hecha. Este nuevo concepto científico marcó lo que
podemos llamar la separación teórica de los elementos de la naturaleza no huma-
na (o externa).
Segundo, la naturaleza y la naturaleza humana fueron separadas rigurosamente
en el pensamiento dominante de la época. Hoy vemos esta separación como natu-
raleza contra cultura, naturaleza contra historia, rural contra urbano y materia no
humana contra mente humana, pares de opuestos que reflejan, en general, una
brecha entre la existencia material y la cultura. El crecimiento de las ciudades y la
cultura burguesa urbana desempeñaron el papel decisivo en la evolución de este
dualismo.
En el pensamiento occidental había un tercer dualismo. La naturaleza humana
del individuo mismo se separaba en mente y cuerpo, mente y sentimientos, pensa-
miento y emoción. Hoy este dualismo se expresa de muchas maneras: biología y
psicología, arte y ciencia, filosofia y psicoanálisis son tres de las más importantes.
Un último dualismo tiene que ver con la naturaleza social de los seres humanos,
que también fue dividida o separada. La sociedad llegó a ser definida como los
individuos que la componen, lo que en ciencias sociales se denomina "individua-

3 Este sentido es materialista en el sentido obvio de que los seres humanos respiran oxígeno produ-
cido por los árboles, beben agua que es reciclada por ti naturaleza y así sucesivamente, incluyendo la
vida bajo la ley de la gravedad.
HISTORIA Y NATURALEZA 41

lismo metodológico". En contraste, en la Europa feudal "individual" significaba


"indivisible", es decir, se definía en términos de relaciones grupales o sociales. Con
el capitalismo el significado dominante de "individual" se volvió "entidad inde-
pendiente"; la persona individual fue abstraída de su ser social (haciendo surgir la
cuestión sociológica de la "constitución del sujeto").
Estas separaciones teóricas (o dualismos ideológicos) se produjeron en ciencia,
teoría política, psicología y otros campos del pensamiento. Siguen siendo domi-
nantes hasta hoy y configuran la forma en que pensamos y experimentamos la
naturaleza: naturaleza no humana en términos de las partes que la integran y como
algo separado de los seres humanos; naturaleza humana en términos de la escisión
entre mente y cuerpo y asimismo entre los individuos que "componen" la sociedad
(pero también, desde luego, que están constituidos por ésta), separada tanto de la
naturaleza no humana como del resto de la sociedad.
Ideológicamente estas conceptualizaciones fueron asociadas con el desarrollo
de los mercados de mercancías, la mercantilización de la tierra y el trabajo, el ais-
lamiento de los objetos físicos/biológicos de su entorno y del individuo en el mer-
cado de trabajo, y con la idea de los trabajadores individuales como "factores de
producción". En contraste, la noción romántica de naturaleza —la principal idea
que se les opuso— siguió estando viva sobre todo en el nivel teórico, el de los con-
ceptos, no el de la práctica material, excepción hecha de ciertos aspectos de la
recreación o del tiempo libre.
Ahora es posible conectar la revolución de la idea de naturaleza con la revolu-
ción de las prácticas sociomateriales de la vida cotidiana capitalista. Estas nociones,
fragmentaciones o separaciones dualistas fueron causadas por cambios materiales
y sociales reales (y contribuyeron a causarlos). Junto con los cambios de la con-
cepción de la naturaleza se dieron cambios prácticos, que Marx denominó acu-
mulación "primitiva" u originaria. La acumulación primitiva era la separación de
la naturaleza humana y no humana y la separación de los elementos de ambas, de
hecho: la fragmentación o cercado de tierras comunes y propiedad común, la apro-
piación de los bienes comunes por parte de los acaudalados, y la esclavitud en el
Nuevo Mundo; de ahí la separación real de la naturaleza o la tierra y los seres huma-
nos. Este cambio impuesto dividió violentamente la naturaleza humana de la no
humana, contribuyendo a transformar la tierra en una mercancía. Al dejar sin pro-
piedad a muchos de los productores directos, la acumulación originaria ayudó a
desintegrar sus comunidades y los obligó (junto con sus descendientes, algo histó-
ricamente más importante) a vender su fuerza de trabajo a fin de sobrevivir. La
creación de un mercado de trabajo separó a los seres humanos entre sí, atomizan-
do la sociedad. Luego, en las fábricas capitalistas, se produjo la separación del tra-
bajo mental y el trabajo manual, así como de los trabajadores mentales y los manua-
les, y de ambos con respecto a la emoción o el afecto, que ahora se esperaba
estuviese a cargo de las mujeres en la esfera doméstica. Además, en las fábricas se
separaron entre sí los elementos de la naturaleza no humana (así como las capaci-
JAMES O'CONNOR
42

dades de los trabajadores individuales), desagregándolos y recombinándolos de


formas nuevas y cambiantes a fin de producir mercancías para un mercado imper-
sonal.
La mercantilización y capitalización de la naturaleza debida a la "acumulación
primitiva" y, más tarde, a la acumulación competitiva, eliminó las restricciones
socioeconómicas y culturales tradicionales al uso de la tierra, con lo que creó el
potencial para métodos de producción ecológicamente destructivos. Esto se debió
a que el mismo proceso de acumulación originaria liberó a los seres humanos, no
sólo de su tierra y de otros medios de producción, sino también de las limitaciones
sociales desarrolladas en la época medieval. Así como la eliminación de las restric-
ciones sociales al uso de la naturaleza llevó al potencial de destrucción ambiental,
la supresión de las limitaciones al uso de la fuerza de trabajo humano condujo al
potencial de destrucción de la salud y el bienestar humanos. Y, por último, la acu-
mulación originaria creó también las condiciones objetivas para la aparición de
movimientos sindicales y ambientales que luchaban por impedir la explotación y la
degradación de la fuerza de trabajo y de la naturaleza.
En síntesis, el cambio revolucionario de la idea de naturaleza producido por
Descartes, Bacon y, en general, la ciencia, así como por Hobbes, Locke y, en gene-
ral, la filosofía política, y por Adam Smith y los economistas (las "grandes mentes"
de 1500 a 1800), fue de la mano con los cambios revolucionarios de las prácticas
materiales y sociales del capitalismo, es decir la mercantilización y capitalización de
la naturaleza, incluida la naturaleza humana. La tierra y el trabajo se volvieron,
cada vez más, "mercancías ficticias" con "precios ficticios" —renta y salario— y, por
último, se convirtieron en formas particulares de capital. Mientras tanto, el expre-
sivo sentido romántico de la naturaleza se desarrolló en oposición al concepto ins-
trumental o ilustrado de la misma. La rápida industrialización, urbanización y mer-
cantilización de la tierra y el trabajo dieron por resultado una separación humana
de la naturaleza así como (en una aparente paradoja) un interés mayor o más uni-
versal por preservarla; es decir, la sentimentalización romántica de la naturaleza
presuponía la enajenación real o material del mundo natural.

El concepto de "ambiente" tiene un significado más específico que el de "natura-


leza". El Oxford English Dictionary define "ambiente" como "el conjunto de circuns-
tancias o condiciones, especialmente condiciones físicas, en que vive, trabaja, se
desarrolla, etc., una persona o una comunidad; las condiciones externas que afec-
tan la vida de una planta o un animal. Asimismo las condiciones físicas vistas en
relación con la posibilidad de vida." La palabra clave de esta definición es. "condi-
ciones", que significa "una cosa necesaria o requerida como prerrequisito para la
concesión o el desempeño de alguna otra". Si definimos "el desempeño de alguna
otra" cosa como la producción, el ambiente es obviamente "requerido como pre-
rrequisito". La vida humana depende de las "condiciones externas que afectan la
vida", es decir, del ambiente o la "naturaleza". Se deduce que algunas condiciones
HISTORIA Y NATURALEZA 43

son más adecuadas para ciertos tipos de trabajo (y de vida) que otras. Un prerre-
quisito para la agricultura y la industria turística de la bahía de Monterey es el cli-
ma de la región. No hay un verdadero puerto porque no hay una ensenada de
aguas profundas, que es un prerrequisito para los puertos.
Esta definición de ambiente es muy estática; de hecho, el ambiente cambia sin
cesar. Las fuerzas naturales como el viento y la lluvia, la erosión, la acción de los
microorganismos en el suelo y los cambios de distribución de las especies vegeta-
les son ejemplos de cambios en las condiciones de la vida humana. Un resultado
de la gran inundación del río San Lorenzo (en Santa Cruz, California) en 1955 fue
el actual terraplén, que protege la llanura fluvial del río y que también amplió la
cantidad de terrenos para desarrollos residenciales.
Éste no es más que un lado de la historia: cuando los seres humanos nos apro-
piamos de "recursos" del ambiente para la producción material cambiamos ese
ambiente; ninguna especie, incluida la nuestra, puede usar su ambiente sin modi-
ficarlo.

Una inmensa y soleada extensión de pastos y flores existió alguna vez entre el bosque orien-
tal y la llanura occidental de Estados Unidos... la planicie de pastos altos del Medio Oeste.
Ya casi ha desaparecido. Con su profunda tierra negra de una riqueza increíble era dema-
siado buena para durar. En apenas unos decenios los colonos ávidos de tierra transforma-
ron la planicie nativa en el cinturón cerealero, y hoy [aquélla] es el más raro de los grandes
ecosistemas de Estados Unidos. De los más de cinco y medio millones de hectáreas que
cubrieran en otros tiempos el corazón de nuestro país, casi todo está arado. Illinois, el "esta-
do de la planicie", sólo tiene una centésima parte del 1% de su pradera original; lo mismo
puede ocurrir con todo el Medio Oeste. 4

El Oxford English Dictionary define "ecología" como "la rama de la biología que
se ocupa de las relaciones de los organismos entre sí y con el ambiente físico en el
cual viven [y] el estudio de esas relaciones en lo que se refiere a un hábitat o una
especie en particular". La "ecología humana" es la "rama del conocimiento que se
ocupa de la interacción de los seres humanos con su ambiente". La distinción que
hace el diccionario entre ecología y ecología humana parece arbitraria. Por un
lado, puesto que modificamos el ambiente cuando lo usamos, cambiamos la "rela-
ción de los organismos entre sí y con el ambiente físico en el cual viven". Vista así,
la ecología puede considerarse como una parte de la ecología humana. Por el otro
lado, cuando hay un cambio de "la relación de los organismos entre sí" puede
haber un cambio en "la interacción de los seres humanos con su ambiente". Des-
de este punto de vista la ecología humana es parte, de la ecología. Desde una pers-
pectiva la ecología está subordinada a la ecología humana; desde otra la ecología

4 John Madison, "In praise of the prairie", San Francisco Examinar and Chronick, 26 de julio de 1992.
44 JAMES O'CONNOR

humana está subordinada a la ecología. Esto sugiere que entre la producción


humana y la producción natural, o entre economía humana y "economía de la
naturaleza", actúa algún tipo de relación dialéctica.
Los historiadores del ambiente tratan de comprender cómo y por qué el
ambiente de un lugar o una región determinada llegó a ser como es hoy (o como
lo fue ayer). Estudian los cambios de la actividad humana y la economía de la natu-
raleza, pero no aislados, sino en términos de sus interacciones. La historia natural
y la historia humana se ven como dos caras del mismo proceso general; se modifi-
can mutuamente y, en caso extremo, se determinan entre sí. Por eso es imposible
(en la mayoría de los casos, si no en todos) dibujar simples flechas causales entre
la historia natural y la humana, que se constituyen mutuamente. Hay una "inter-
conexión" entre ambas; cada una es el contexto y el contenido de la otra.
La obra de Burton Gordon, Monterey Bay anea: Natural histmy and cultural
insprints [El área de la bahía de Monterey: Historia natural y huellas culturales]brinda
un buen ejemplo de la dificultad (y en casos extremos la imposibilidad) de dis-
tinguir los fectos de la economía de la naturaleza y de la actividad humana sobre
el medio. En la costa, al norte de Santa Cruz, hay una península e isla llamada Año
Nuevo, que en alguna época fue asiento de una aldea de los indios ohlone. En los
basureros indios los arqueólogos han encontrado pocas conchas de abulón, aun-
que se trata de un marisco que abunda actualmente allí. Gordon propone tres
posibilidades ante esta aparente anomalía. Una es puramente histórica; la segun-
da es puramente natural, y la tercera es una combinación de lo histórico y lo natu-
ral. La razón histórica puede ser que las conchas de abulón se usaban mucho en
el comercio indio a larga distancia, por lo cual no se las descartaba junto con las
de almeja, mejillón y otras. La razón natural es queda erosión, a lo largo de los
siglos, ha creado una isla a partir de lo que antes fuera una península contigua.
Se formaron más salientes rocosas, creando más lugares en los cuales los abulones
pueden reproducirse y multiplicarse. La tercera razón podría ser que la compe-
tencia por los abulones entre las nutrias marinas (abundantes en el periodo
prehispánico) y los indios ohlone hubiese sido ganada por aquéllas (pese al hecho
de que los indios las cazaban). Cualquiera que fuese la verdadera combinación de
factores que actuaban en Año Nuevo, es posible (¿probable?) que los procesos his-
tóricos, naturales e histórico-naturales, juntos, expliquen la relativa abundancia
actual del marisco.
He venido usando las expresiones "actividad humana" "producción humana" y
"economía humana" para describir la dependencia de nuestra especie del resto de
la naturaleza, y su impacto en la misma. Más precisamente, la interfaz entre la his-
toria y la naturaleza (o la sociedad y el ambiente), es la actividad material (defini-
da en su sentido más amplio) de los seres humanos. Un prado, un campo, un bos-
que, una costa, un centro comercial, una quebrada, la atmósfera y los océanos son,
en pequeña o gran medida, rrearioneq del trabajo hwano armado de tecnología,
máquinas o herramientas, materias primas, organización social, ambición y deci-
HISTORIA Y NATURALEZA . 45

sión. (La otra parte, desde luego, es "trabajo" de la naturaleza que se ha transfor-
mado a sí misma de diversas maneras.) En este sentido materialista el trabajo
humano media o reúne, y también modifica, la cultura humana y la naturaleza. En
la medida en que los procesos culturales y naturales se entretejen e interactúan, el
trabajo es el que los anima. Por eso Marx colocó el trabajo o el material humano
en el centro de la concepción materialista de la historia.
La historia de la naturaleza, entonces, es en mayor o menor parte la historia del
trabajo. En la mayoría de los modos de producción y las formaciones sociales el tra-
bajo es explotado: es organizado por clases propietarias o gobernantes, no sólo
para producir riqueza material sino también para generar riqueza excedente. Por
eso la historia de la naturaleza es, de ciertas maneras que pueden descubrirse, la
historia de la explotación de un grupo de seres humanos por otro. Puesto que la his-
toria de la explotación es también la historia de la lucha del trabajo (y otras luchas
sociales), de esto se deriva que la historia de la naturaleza sea, en parte, la historia
de la lucha del trabajo (y de otras).
En todas las sociedades o formaciones sociales el trabajo se organiza con base en
ciertos principios definidos, de acuerdo con formas definidas de propiedad y
poder. En el mundo grecorromano antiguo el trabajo era trabajo esclavo, por lo
menos en la medida en que se producía un excedente económico para sostener
una cultura compleja, la política y la guerra. En el feudalismo europeo el trabajo
era servil. En el capitalismo la forma dominante es el trabajo asalariado. El trabajo
organizado de estas tres maneras generales tenía (tiene) diferentes efectos ecoló-
gicos.
La antigua Roma se expandió territorialmente en los siglos 1 y n a.C., y durante
esta expansión obtuvo esclavos excedentes procedentes de ejércitos derrotados y
poblaciones conquistadas. Esos esclavos se usaban principalmente como pastores
en enormes latifundios ganaderos. Mientras tanto, gran parte de los campesinos
libres fueron desposeídos de la tierra y se convirtieron en proletarios en la ciudad
de Roma. Este cambio de las propiedades de producción, que fue asimismo un
cambio en la forma del trabajo, tuvo enormes consecuencias para el entorno (tal
como ocurrió con el paso del campesinado a la condición servil después del saqueo
de Roma [410 d.C.] debido a la escasez de mano de obra). La agricultura pasó de
un sistema campesino sustentable, mixto y diversificado, a una agricultura de plan-
tación, que usó la tierra para la minería, más que para el cultivo, desforestó las coli-
nas y creó la espiral descendente de inundaciones y sequías que ha representado
la muerte de más de una cultura.
En la época feudal europea la forma servil de trabajo produjo patrones únicos
de uso de la tierra y cambio ecológico. En sus propias tierras los siervos eran culti-
vadores relativamente buenos; en el feudo, o tierra señorial, donde estaban forza-
dos a trabajar para producir excedentes con los cuales mantener una aristocracia
terrateniente y una superestructura feudal, parecen haber tendido a trabajar mal,
y el feudo sufría ecológicamente. A lo largo del tiempo muchos miembros de la cla-
46 JAMES O'CONNOR

se de los siervos desarrollaron su propia tierra en sistemas integrados de cultivo,


que adquirieron fama por la agricultura intensiva practicada por el campesinado
francés. También había tierras comunes, sobre todo para el pastoreo. En el feuda-
lismo temprano, cuando la carne y el grano se producían para mercados locales o
consumo directo, la mayoría de las tierras comunes se mantenía en un estado eco-
lógico relativamente sano. Con la reaparición de los mercados de larga distancia,
en el siglo x11, y sobre todo con el boom económico impulsado por el flujo de oro y
plata del Nuevo Mundo, en el xvi, se las fue dedicando cada vez más a la produc-
ción de mercancías, lo que destruyó la integridad de la tierra y aceleró el movi-
miento de cercado de la misma. El malo del cuento no fue la sobrepoblación: fue-
ron la ruptura de sistemas centenarios de regulación de la tierra y del uso común,
la resultante competencia por los mercados y la proletarización y el trabajo asala-
riado.
El trabajo esclavo hace una clase de naturaleza, el servil otra. Esta fórmula, des-
de luego, es excesivamente esquemática. Son más típicas las clases combinadas de
relaciones de propiedad y formas de trabajo. Indonesia fue por largo tiempo una
colonia holandesa. A diferencia de su rival, Gran Bretaña, Holanda siguió siendo
una potencia mercantil (más que industrial), lo cual se reflejaba en sus políticas
coloniales, una de las cuales era impedir la entrada de artículos manufacturados
británicos. Esto presuponía la resistencia holandesa a la monetización de la eco-
nomía local de Indonesia (en contraste con las prácticas de los ingleses en sus colo-
nias). Los holandeses explotaban un sistema único de trabajo que dio por resulta-
do una ecología única, la cual permitía que los colonos exportaran materias primas
y alimentos, que se vendían en la economía mundial del siglo xix, sin importar
demasiados bienes del exterior. Los dirigentes coloniales se preocupaban en par-
ticular de que los indonesios pudiesen alimentarse a sí mismos con el sistema de
cultivo más intensivo en mano de obra y productivo que ha existido jamás (Indo-
nesia sigue teniendo uno de los rendimientos de arroz por hectárea más altos del
mundo).
Estas líneas de análisis parecerían abrir posibilidades de revisiones fructíferas
tanto de la concepción (marxista) materialista de la historia como del estudio
(marxista y no marxista) de la historia ambiental o ecológica (incluida la historia
de los paisajes culturales). No obstante, en relación con la primera, en los 15 últi-
mos años del siglo xx, aproximadamente, sólo aparecieron uno o dos estudios
serios de "mathist" en inglés. Tras un torbellino de trabajos nuevos publicados en
los setenta y principios de los ochenta (hay consenso en que el más importante de
ellos es Karl Marx's theoly of histoiy: A defensl de G. A. Cohen), sobre el tema ha caído
el silencio (roto sólo por el excelente The violence of abstraction: The analytical foun-
dations of historical materialism, de Derek Sayer, publicado en 1987).
En la actualidad la mayoría de los especialistas consideran que la visión mate-
rialista ha agotado sus posibilidades, y que se desvaneció junto con su presunta con-
traparte en la vida real, "el socialismo realmente existente". Muchos veían la "mat-
HISTORIA Y NATURALEZA 47

hist" como algo raro o teóricamente decrépito incluso antes de su auge en los tur-
bulentos sesenta y setenta. Una opinión común en el mundo académico es que la
historia y la ciencia social prevalecientes incorporaron hace ya mucho todo lo que
el marxismo tiene de esclarecedor y útil. Sin embargo, en años recientes algunos
destacados pensadores de izquierda han empezado a revisar la concepción mate-
rialista de acuerdo con contribuciones de la antropología y la ecología modernas.
También las feministas lo hicieron; según Ariel Salleh, 5 por ejemplo, lo que media
entre la cultura y la naturalezi no es el trabajo per se, sino el trabajo femenino. El
marxismo ecológico, en particular, lejos de decaer, está floreciente. Los escritos
ecomarxistas de especialistas tales como Elmar Altvatar, Enrique Leff, Juan Martí-
nez-Alier, Alain Lipiertz, Martin O'Connor, Ted Benton y Alan Rudy, entre otros,
han ido adquiriendo mayor influencia.

El capítulo 1 de este libro, "Cultura, naturaleza y la concepción materialista de la


historia", fue escrito como contribución a una reforma ecológica del pensamiento
marxista. Al igual que el marxismo ecológico, la historia ambiental ha avanzado
mucho desde los setenta. El capítulo 2, "¿Qué es la historia ambiental? ¿Por qué
historia ambiental?", defiende la idea de que la historia ambiental se puede inter-
pretar como la culminación de todos los textos históricos escritos en la época capi-
talista. Los capítulos 3 y 4, el ensayo "Tres maneras de observar la historia ecológi-
ca y los paisajes culturales de la bahía de Monterey", y el guión para el video de
diapositivas "La naturaleza de la construcción y la construcción de la naturaleza en
Fall Creek, Felton, California, 1860-1990: Un guión" (en coautoría con Barbara
Laurence), surgió del proyecto de historia ecológica local del Center for Political
Ecology (en Santa Cruz), que produce también la revista Capitalism, Nature, Socia-
lism. El capítulo 5, "La venta de dos ciudades: Chicago y Los Angeles", consiste en
dos reseñas, la primera de un simposio organizado por Antipadt, la revista radical
de geografía, en torno a Nature's metropolis: Chicago and the great West, de William
Cronon, la segunda de Cuy of quartz: Excavating the future in Los Angeles, de Mike
Davis. Creo que vale la pena reproducir estos dos textos porque la historia ambien-
tal abarca la historia comparativa de los paisajes culturales, incluyendo la forma y
los contornos de las ciudades, y pocas ciudades son tan desiguales e intrínseca-
mente fascinantes como Chicago a finales del siglo xix y Los Angeles en la segun-
da mitad del xx.

5 Ariel Salleh, "'Essentialism' and eco feminism", Arena, 94, 1991.


-
1
CULTURA, NATURALEZA
Y LA CONCEPCIÓN MATERIALISTA DE LA HISTORIA

INTRODUCCIÓN

El marxismo fue declarado muerto y enterrado en 1989, en el 200 aniversario de


la Revolución francesa. Las corrientes ideológicas van y vienen, pero verdadera-
mente asombra que una doctrina histórica mundial sea sepultada por quienes
durante tanto tiempo clamaron sostenerla y la defendieron tan violentamente: los
burócratas del partido en los ex países socialistas que se autodenominaban mar-
xistas. Sin embargo, eso es lo que ocurrió a partir de 1989. Sería como si el papa le
administrase la extremaunción al catolicismo o si Alan Greenspan le explicase al
Congreso estadunidense que el "sistema de mercado" da muchos poblemas y pidie-
se la nacionalización de la industria.
En el marxismo de esos burócratas y políticos autoexcomulgados había alguna
resquebrajadura profunda. De hecho no eran en absoluto marxistas, así que los
occidentales que identifican su caída con la muerte del marxismo están perfecta-
mente equivocados. La horrible realidad es que de todos los países ex comunistas y
todavía comunistas sólo Cuba puso en evidencia la condición necesaria (pero no
suficiente) para lo que Marx y Engels llamaron "revolución proletaria", a saber, la
existencia de una mayoría de proletariado en la fuerza de trabajo. En 1959, cuando
Castro tomó el poder, la enorme mayoría (por lo menos dos tercios, tal vez más) de
la fuerza laboral cubana eran trabajadores asalariados. En Rusia en 1917 y en Chi-
na en 1949 la vasta mayoría de la población económicamente activa eran campesi-
nos y pequeños productores (en Rusia sumaban unos 25 millones de familias, en
comparación con tres o cuatro millones de obreros). Checoslovaquia, que después
de Cuba es el país más capitalista que siguió el sendero comunista, era una excep-
ción. Pero se trataba más de una cuestión de geopolítica que de lógica histórica. El
Ejército Rojo impuso el comunismo en la mayoría de los países del Este de Europa,
pero en Checoslovaquia los comunistas tomaron el poder con un golpe de estado.
En otros países comunistas la "revolución proletaria" significó el largo y sangriento
proceso de transformar sociedades en gran medida campesinas en economías
industriales. La revolución proletaria implicó crearuna clase trabajadora asalariada.
Aunque en su vejez Marx pensaba que Rusia tenía un potencial socialista basado en
sus tradiciones de cooperación rural y en la institución del unir (lo que Juan Martí-
nez-Alier llama "socialismo narodnik"), las revoluciones leninista, estalinista y maoís-

[481
CULTURA, NATURALEZA Y MATERIALISMO HISTÓRICO 49

ta no tuvieron nada que ver ni con la concepción materialista de la historia ni con


los elementos normativos profundos del pensamiento de Marx y Engels.
Se convirtió al marxismo en una ideología de dominio, que tenía importantes
características en común con otras religiones mundiales... aunque la longevidad no
fuese una de ellas. El "estado de los trabajadores" soviético era una forma extrema
y autoritaria de un estado benefactor que se ocupa del individuo desde que nace
hasta que muere. En última instancia, a la clase trabajadora no se le concedió
poder, sino que más bien se la cuidó, en más de un sentido. Era inevitable que un
estado de ese tipo se destruyese a sí mismo en un mundo hostil, pues carecía de
legitimidad y de racionalidad administrativa, además de que no podía cumplir sus
promesas.
Entre tanto, del otro lado de la cortina de hierro, durante tres cuartos de siglo
los intelectuales marxistas occidentales eludieron los problemas de clase y de
poder político, ocupándose de temas suprimidos en la URSS, como la enajenación,
la cosificación y el fetichismo del capital. Lukács hizo el notable descubrimiento de
que se estaba materializando una sociedad específicamente capitalista (que presu-
pone el desarrollo de una economía capitalista en el siglo mx), percepción que teó-
ricos críticos como Adorno, Horkeimer, Marcuse y otros adoptaron como propia.
Su crítica de la sociedad y el estado cosificados era una derivación lógica de la crí-
tica de Marx del fetichismo de las mercancías y del capital. Un interregno de
estructuralismo marxista (Althusser) en los sesenta y el "marxismo analítico" en los
ochenta probaron, más o menos, uno de los puntos centrales de los teóricos críti-
cos: que el capitalismo ha obligado a la gente a adoptar una actitud contemplativa,
pasiva, frente al mundo. Hoy florecen diversos estilos de pensamiento posmoder-
no, postestructuralistas, que ven al "marxismo" como algo rebasado. El hecho de
que en los noventa Derrida escribiera un libro ensalzando el marxismo, y la per-
cepción de que es imposible identificar "totalidades" si uno no quiere intentarlo, fue-
ron un golpe para muchos posmodernos.
Un problema es que Marx y Engels no ofrecen, en ningún lado, una descripción
sistemática de su método para estudiar la historia. No hay unos "diez mandamien-
tos" de la concepción materialista de la historia... pese a las once tesis sobre Feuer-
bach de Marx. La concepción materialista siempre ha parecido ser un método en
busca de una definición de sí mismo. Por eso ha habido centenares de estudios
sobre el tema y tan poco acuerdo entre los especialistas.
Es un verdadero misterio por qué los fundadores de esta concepción, del pasa-
do y del presente, no desarrollaron su método desde sus burdos inicios, en La
sagrada familia y La ideología alemana. Se puede pensar una cantidad de explicacio-
nes posibles: tenían cosas más urgentes que hacer; creían que no había necesidad
de hacer una descripción completa en ese momento; ninguno de los dos era muy
versado en historia asiática, antigua y demás. Mi explicación favorita es que duran-
te la vida de ambos no se disponía de los materiales históricos necesarios para pro-
bar o refutar sus ideas centrales. Una evidencia en favor de esta opinión es la des-
JAMES O'CONNOR

ión que hace el historiador marxista inglés Ronald Meek del método que usó
para escribir El capital. Meek sostiene que, sin tener acceso a la plétora de
riales históricos disponibles hoy para cualquiera que estudie la transición del
lismo al capitalismo, Marx se vio obligado a usar el recurso de imaginar una
dad compuesta por productores independientes de mercancías (propiedad
da por ellos mismos), y luego preguntarse qué pasaría, lógicamente, si el capi-
el trabajo asalariado incidiesen en tal sociedad o fuesen impuestos sobre ella.
s el método de alguien que tiene la certeza de que hay suficientes estudios his-
os como para hacer una descripción real de esta transición, que casi siglo y
io más tarde podemos identificar históricamente como el modo independien-
producción de mercancías (y el capitalismo mercantilista), que Marx sólo
a suponer.
ué es la concepción materialista de la historia? Su objeto de estudio es la con-
dad histórica, así como el cambio y la transformación: una exploración de los
les mundanos de la vida material/social y los periodos seductores y tremendos
nvulsión social y política, de revolución y contrarrevoluciónkLa concepción
rialista es un método para estudiar la continuidad histórica en el cambio... y
mbio y la transformación en la continuidad. ¿Cómo y por qué los periodos de
alidad contienen en sí mismos el potencial de crisis o rupturas sociales y polí-
, de la transformación social, de la dolorosa reconstrucción de estructuras de
r y privilegio existentes? ¿Cómo y por qué los periodos de crisis contienen en
mos el potencial de normalidad o continuidad? Esta dualidad le da al método
rácter dialéctico. La continuidad histórica se explica en términos de rupturas
ricas; las fracturas se explican en términos de normalidad. Es algo parecido a
orías de desarrollo de la personalidad que explican el proceso de crecimien-
términos de la crisis de adolescencia y la crisis de adolescencia en términos
roceso de crecimiento. ¿Cuáles son los conflictos que definen la adolescencia?
os de una sociedad determinada en un momento específico? ¿Cómo se resuel-
estos conflictos, en el sentido de que un lado ceda ante el otro? ¿Cómo apare-
de las ruinas de las antiguas, nuevas formas sociales que contienen elementos
s anteriores pero que, por acuerdo general, se consideran definitivamente
as?
s útil empezar a responder estas preguntas con una descripción de lo que no
concepción materialista de la historia. Para Marx ni la continuidad ni el cam-
istóricos son acarreados por el desarrollo de alguna idea o ideal universal. La
cie humana no tiende hacia alguna meta ética universal, como la "verdad" o la
icia". Las ideas sí motivan a los seres vivos. La existencia social tiene que ser sig-
ativa. La gente cree que ciertas prácticas sociales no lo son. En un contexto his-
o dado algunas prácticas se consideran humanitarias, otras inhumanas. Los
res históricos afirman que están tratando de realizar tal o cual ideal, y es tonto
tionar su sinceridad. Los líderes suelen creer lo que dicen, que sus acciones
n gobernadas por algún gran telas u objetivo histórico.
URA, NATURALEZA Y MATERIALISMO HISTÓRICO 51

sas aseveraciones funcionan para que un líder se gane el apoyo de las masas
re la base de que no es más que la mera personificación de algún ideal univer-
Pero nadie ha seguido jamás a un líder que actuase sólo en nombre de intereses
eriales particulares. Hasta los unionistas más encallecidos pronuncian discursos
día del trabajo sobre los "derechos de los trabajadores", en los que indudable-
te creen con toda sinceridad. Por eso suele decirse acerca de los dirigentes polí-
s y religiosos que son "elegidos": "encarnan" alguna idea o aspiración universal,
lar o espiritual. Por lo tanto, los que triunfan parecen sobrehumanos mientras
a los que fracasan los descartan como chiflados o concluyen la labor que se les
nó (o se pasan la vida en la cárcel) antes de verse obligados a enfrentar las nue-
contradicciones creadas por sus propios movimientos. Esto incluye las contra-
iones que aparecen cuando sus movimientos son institucionalizados y burocra-
dos. Jesús, Lincoln, Gandhi y Martin Luther King son reverenciados como
tires y vistos como gigantes. Esto se debe, en parte, a que se escaparon de las
ecuencias de sus propios éxitos. Julio César y Napoleón no tuvieron esa suerte;
er menos todavía. Estos y otros notables, buenos y malos, se enfrentaron al mis-
problema. La personificación de una categoría histórica abstracta, ya sea una
ón dedicada a la propuesta de que todos los hombres son creados iguales u otra
cada a la idea de que una nacionalidad es la raza superior, no puede tener ver-
ra subjetividad ni libre albedrío. Más bien la arrastra la marea de una idea uni-
al "cuyo momento ha llegado". Lo irónico es que la subjetividad de los líderes
se presentan como portadores de esos ideales se vuelve loca durante los perio-
e trastornos sociales. Jesús no sólo creía que vendría un mesías a salvar el mun-
ino también que él era ese mesías. Lenin creía que era inevitable un estado de
rabajadores, y que él era el instrumento de esa inevitabilidad. Lincoln podría
r perdido la guerra de secesión de no haber pensado que personificaba los
les plasmados en la declaración de independencia. Nadie es mártir si muere
usivamente en nombre de intereses materiales. En este sentido todos los gran-
íderes son contradicciones vivientes, y si los asesinan o mueren jóvenes eso ayu-
su reputación posterior, comoquiera que se los juzgue.
concepción de la historia de Marx es, antes que nada, una crítica de la retfi-
n, la creencia de que las abstracciones tienen una vida independiente de la de
es las adoptan y actúan en su nombre. 1 Las ideas sí "siguen vivas"... cuando
deres se apropian de ellas desde el pasado y las usan en el presente, al servicio
grandioso futuro. La expresión "las idas siguen vivas", punto, es un acto rei-
o de habla. La gente sigue viva, llevando consigo ideas del pasado ("equipaje",
tasmas que rondan por el cerebro de los hombres". Pero el "significado" de
uier aspiración o idea depende de quién la sostiene y en qué contexto social.
do India se convirtió en una potencia subimperialista, con el tercer ejército
undo, el pacifismo de Gandhi hubiese resultado raro. Cuando el sur de Esta-

erek Sayer, The violence of abshuaion, Oxford, Basil Blackwell, 1987, passim.
52 JAMES O'CONNOR

dos Unidos inició las convulsiones de la reconstrucción, una presidencia de Lin-


coln hubiera parecido tan difícil como la de Ulysses S. Grant.
Ideas o categorías diferentes tienen significados diferentes en diferentes con-
textos históricos. En Europa, en la transición del feudalismo al capitalismo, la "pro-
piedad privada de los medios de producción" tenía un sentido lockeano; en la
sociedad capitalista desarrollada tiene un significado marxiano. En las sociedades
liberales democráticas de hoy "democracia" quiere decir procedimientos demo-
cráticos para que la ciudadanía elija a sus representantes; en la Atenas de la Anti-
güedad era el gobierno directo del pueblo, o la revolución. En la época de la Revo-
lución francesa un "demócrata" era un "republicano". Hoy, en Estados Unidos,
"demócrata" quiere decir "liberal", y "republicano" es "conservador". Un "liberal"
del siglo xix es lo que hoy llamamos "conservador". Un "liberal" de finales del siglo
xx era realmente un "sociodemócrata". El Partido Comunista de Lenin se llamaba
originalmente "democrático social". La necesidad de separar forma y contexto,
apariencia y sustancia, ideología y teoría, es evidente. Las ideas (o "la mente") pue-
den parecer primarias, pero lo que determina el significado de esas ideas, es decir
el significado del significado, es la estructura de la sociedad.
Estas reflexiones sugieren que no fue tanto que Marx desechara el idealismo co-
mo de que desarrollara una teoría crítica de las concepciones idealistas de la histo-
ria. ¿Quién no es consciente de que a veces las ideas persisten durante siglos, y de
que ideas éticas como "justicia", "verdad", "belleza", duran milenios? Lo que señala-
ba Marx podía haber sido que los actores históricos que han movilizado a pueblos o
naciones en nombre de algún ideal universal —la gloria romana, la piedad cristiana,
la libertad, igualdad y fraternidad francesa, o la búsqueda de la felicidad estaduni-
dense— están condenados al fracaso. El resultado de las concepciones idealistas en
la práctica siempre desilusiona (los derechos civiles en Estados Unidos) y muchas ve-
ces es horrible (el nazismo), cuando no cómico ("la primera vez una tragedia, la se-
gunda una farsa"). El presidente Bill Clinton intervino en Haití supuestamente para
"restablecer la democracia", cuando su verdadera meta era mantener en el poder a
la clase gobernante y no entregar los poderes policiacos en manos del general Cen-
dras y sus amigos homicidas sino en las de Estados Unidos y sus "aliados", para des-
pués "fondomonetarizar" el país... exactamente el objetivo opuesto del que Clinton
presentó al mundo para legitimar sus acciones. ¿Qué puede ser más tragicómico que
el espectáculo de una gran potencia que resbala en la proverbial cáscara de plátano?
La historia es, en primer lugar, el relato de grandes —y no tan grandes— hom-
bres que se esfuerzan por lograr metas universales, que están por siempre fuera de
su alcance, y a los que se exilia a su isla de Elba particular cuando fracasan... siem-
pre que logren sobrevivir a las balas de los asesinos. Ésta es una de las razones por
las que la historia da la impresión de ser tan irracional, sujeta a tumbos y giros en
los cuales lo anormal parece normal. Es también por eso que los llamados marxis-
tas que creen que el "factor económico" de la historia es el determinante han
demostrado estar tan equivocados. Si la historia no sigue la senda que esperaban o
CULTURA. NATURALEZA Y MATERIALISMO HISTÓRICO 53

predecían, la culpa no es de Marx o Engels, sino de esos cínicos que piensan que
los actores históricos son insinceros y que sólo despliegan ideas universales para
encubrir intereses materiales ("económicos").
La historia de Marx (entre otras cosas) es una explicación de por quése lucha por
los intereses materiales o mundanos en nombre de elevados ideales que, a su vez,
se creen o sienten sinceramente. Los patriotas de Boston movilizaron a centenares
de personas en torno al tema de un impuesto al té, y Gandhi a millones por un
impuesto a la sal, pero tanto los Hijos de la Libertad como Gandhi tenían en men-
te cosas más grandes. De no haber sido así, pocos los hubiesen seguido. Sólo las
almas más cosificadas pueden apasionarse por el dinero. Los serbios de Bosnia sin-
tieron un legítimo agravio cuando los gobiernos occidentales reconocieron a Croa-
cia y Bosnia como naciones independientes. Pero los horrores de Bosnia no hubie-
ran ocurrido si los líderes serbios, que a su vez se resistieron al racismo de los nazis
y los croatas, se hubiesen mostrado incapaces de movilizar su propia variedad de
nacionalismo racista. La concepción materialista de la historia explica por qué las
teorías de la historia de los "grandes hombres" no son tanto erróneas cuanto ine-
vitables, cuando se sostiene que filosofías idealistas gobiernan movimientos y trans-
formaciones revolucionarios. Fidel Castro es el ejemplo supremo de un hombre
que condujo una guerra fría de independencia nacional que fue asimismo una
revolución proletaria, la primera en nombre de la autodeterminación nacional, la
segunda en nombre de la creación del "hombre socialista". En términos de aqué-
lla Castró creó en Cuba, por primera vez, una verdadera nación; en términos de
ésta creó un desastre, porque nunca quiso o pudo (el panorama no está claro) con-
fiar en que la clase trabajadora cubana se gobernase por sí misma.
Para Marx la historia no es la historia de la realización progresiva de ideales uni-
versales. Es más bien la historia de luchas por el poder libradas por intereses anta-
gónicos en nombre de esos ideales (sentidos), que es tal vez la principal razón por
la cual la mayoría de las veces la historia sale mal y por la que tantos libertadores
se vuelven opresores. Cuando los dirigentes negros de la Revolución haitiana con-
tra el régimen francés lograron el triunfo, trataron de volver a introducir la escla-
vitud. En Estados Unidos, durante 150 años, se le negó al trabajador la búsqueda
de la felicidad. No obstante, las filosofías idealistas son creídas apasionadamente,
no sólo por los líderes sino también por sus seguidores, que muchas veces las con-
vierten en propósitos o metas que sus dirigentes no llegaron a prever. Sean éstas o
no las principales razones por las que los grandes hombres terminan por tener los
pies de barro o por las cuales la historia parece dar tantos tumbos y giros aparen-
temente irracionales, la persistencia del idealismo significa que la historia está mar-
cada por cierta continuidad o lógica, que de vez en cuando estalla inesperada-
mente en cambio y transformación social rápidos. 2

2 Marx atacó otra teoría de la continuidad y el cambio históricos: la afirmación de que los avatares
de nuestra especie están determinados en grado significativo por las oportunidades materiales y los
54 JAMES O'CONNOR T

¿Acaso los seres humanos no buscan inherentemente la "libertad" y la "justicia"?


¿No son recurrentes a lo largo de la historia estos y otros temas históricos? Marx o
diría que sí, pero explicaría esta recurrencia en términos de la persistencia de la
sociedad de clases y de la lucha de clase, junto con la inclinación de la clase diri-
gente a universalizar sus propios ideales interesados y su comprensión histórica.
También podría señalar que éstos son temas específicamente occidentales y que en
Asia, por ejemplo, los grandes temas han solido ser "orden", "deber" y "respeto".
Además, si bien Marx nunca llegó a decirlo explícitamente, podría recordarnos
que por lo general las clases explotadas y oprimidas se apropian de la forma idea-
lista del pensamiento de la clase gobernante, con un contenido diferente, desde í
luego. Esto resulta obvio en Occidente, donde las minorías oprimidas, los trabaja- n
dores y otros han combatido desde el comienzo de los tiempos modernos en nom- a
bre de la "libertad" y la "igualdad", que eran en su origen ideales de finales del feu-
dalismo e inicios de la burguesía. También es evidente en el Sur, donde los
movimientos de independencia nacional suelen adoptar la retórica y los ideales de a
las potencias coloniales. Es menos evidente, por ejemplo, en los años previos al
establecimiento de la república de Roma, cuando la clase artesanal declaró una ia
huelga general cuya causa inmediata era la explotación material, aunque el telos
subyacente era la representación política.
Los que han dominado en general la práctica política explícita en Occidente t
desde la época de Atenas hasta el presente fueron las formas o los ideales, no el a
contenido (es decir la actividad material, social). Nadie, aparte de Samuel Gom- i
pers, dijo nunca que lo único que quería era "más". "Más" está legitimado invaria- o
blemente por ideales de igualdad o de justicia social (¿cuándo, acaso, un grupo o
explotado ha demandado más que lo que posee un grupo explotador?). El punto t
clave es éste: la justicia y la verdad y la libertad y la democracia tienen diferentes c
significados prácticos en distintas estructuras sociales, y también son interpretadas l
de maneras diversas por diferentes grupos sociales en estructuras o formaciones a
sociales determinadas. Para los nobles ingleses libertad fue, en una época, libertad e
de los dictados arbitrarios del rey, mientras que para los siervos ingleses significa-
ba libertad para adquirir y acumular tierra. Ninguno de estos sentidos de la pala- p
l
límites de la naturaleza, de la cual todos dependemos para nuestra supervivencia e incremento. La con-
cepción mandarla de la historia es asimismo una crítica a esta visión "materialista pasiva" de la historia.
m
Esta creencia, denominada también "determinismo ambiental", que en el siglo xix coexistía incómoda
con las teorías de la historia centradas en el "gran hombre", se asoció estrechamente con el imperialis- o
mo, el colonialismo y el racismo (la gente de color que vive en el Sur es perezosa porque hace mucho i
calor o porque la naturaleza es tan generosa). Esta visión se asocia también con el movimiento verde
actual; por ejemplo, la idea de que la gente debería organizar su vida material de acuerdo con los impe- l u
rativos ecológicos de las diversas biorregiones. Es un punto de vista bien intencionado y práctico aun-
que, tal como se lo plantea a veces, un poco absurdo, puesto que ya la gente de algunas (muchas) for-
mas organiza su vida de esa manera, y si no lo hiciese no tardaría en quedarse sin vidas que organizar.
Marx y Engels desarrollaron su "materialismo activo" para combatir las visiones idealistas de la historia, E
así como las materialistas pasivas.
TURA, NATURALEZA Y MATERIALISMO HISTÓRICO 55

tiene exactamente esos significados precisos hoy en día en Occidente, porque


ontexto socioeconómico es muy distinto.

S PRODUCTIVAS, RELACIONES DE PRODUCCIÓN

rcamiento marxista ecológico al cambio histórico busca una fórmula meto-


a que combine o reúna los temas de la cultura y la naturaleza con la cate-
ía marxista tradicional del trabajo o de la producción material. En el pensa-
nto marxista la "vida material" es un proceso de dos caras. Una de ellas consiste
as relaciones técnicas entre los seres humanos y los materiales que brinda la
raleza, o la apropiación y manipulación de la naturaleza por parte de los seres
anos para su propio uso. Ejemplos de ello son los procesos técnicos de fabri-
acero, cultivar la tierra y llenar el ciberespacio. La otra cara consiste en las rela-
es sociales con las cuales se organizan las relaciones técnicas, o la organización
al de la apropiación y manipulación de la naturaleza. De esto son ejemplos las
taciones trabajadas por esclavos antes de la guerra de secesión, las comunas
anas rusas y el trabajo asalariado, es decir las relaciones sociales de explotación
trabajo en las sociedades capitalistas. En síntesis, "según Marx [...J el hombre
a en una relación con la naturaleza a fin de obtener los medios para sostener
ida, y entra en relaciones con otros hombres en el proceso de derivar su sus-
o de la naturaleza". 3
os autores marxistas definen generalmente las relaciones técnicas, que inclu-
tecnología, maquinaria y herramientas, así como habilidades de los trabajado-
como "fuerzas productivas". En sentido amplio, las fuerzas productivas deno-
los poderes materiales o el potencial productivo de la sociedad. Las relaciones
ales de explotación suelen denominarse "relaciones de producción". También
entido amplio, se entiende que las relaciones de producción significan las for-
de propiedad y las relaciones de poder de la sociedad, incluidas las relaciones
propiación del producto social.
l materialismo de Marx privilegia las fuerzas productivas (relaciones personas-
raleza) en la teoría del cambio histórico y el desarrollo. Estas fuerzas, espe-
mente el nivel y los tipos de tecnología, no se plantean de manera específica
o un problema. (En los sesenta los sociólogos neomarxistas y otros, trabajando
indicios dispersos por toda la obra de Marx y Engels, trataron de corregir esta
en descripciones estándar del materalismo histórico.) Si bien el desarrollo de
uerzas productivas tiene causas distintas en diferentes modos de producción (o
os de imposición de trabajo, extracción de excedentes y distribución y utiliza-

Ellen W. Wood y Neil Wood, Clan ideology and ancient political theory, Oxford, Basil Blackwell, 1978,
56 JAMES O'CONNO

ción de los mismos por las clases propietarias o dirigentes), este desarrollo se v
como un proceso acumulativo histórico. Se ve también como un proceso que lleg
a estar basado, finalmente, en el desarrollo de la ciencia. La sociedad hereda .
emplea la ciencia y las fuerzas productivas legadas por generaciones previas, inclu
yendo la acumulación de conocimiento acerca de los poderes productivos de l
naturaleza misma. En el curso de la historia las fuerzas productivas se ven com
determinantes ("en última instancia") de las relaciones de producción. Cuando e
contenido material de la vida social (fuerzas) se enfrenta a los límites de la form
social en la cual se organiza ese contenido (relaciones), se produce una crisis. La
relaciones de producción viejas son descartadas o reformadas, o se reconstruyen e
niveles de organización social más altos (por ejemplo, en la actualidad, la cienci
universitaria o los conglomerados corporativos). En contraste, las relaciones d
producción no se ven como históricamente acumulativas sino más bien como suje
tas a cambio evolutivo y a transformaciones revolucionarias periódicas (aunque
través de un desarrollo histórico desigual y combinado es posible redescubrir la
formas viejas y atribuirles nuevos contenidos, como ocurre hoy, por ejemplo, co
el predominio de tecnología del siglo >cm combinada con relaciones laborales de
siglo xix en algunas industrias de ciertos "países en desarrollo").
La visión más o menos estándar del cambio histórico y el desarrollo arriba esbo
zada ha sido cuestionada de diversas formas por teóricos marxistas y no marxistas.

mente, como sigue: tanto la "cultura" como la "naturaleza" están ausentes (o no


reciben la atención que merecen) en esas conceptualizaciones de las fuerzas y la
relaciones de producción. De hecho (podría afirmarse), las fuerzas y relaciones d
producción son, al mismo tiempo, culturales y naturales. Por eso la concepción
materialista del cambio histórico y del desarrollo tiene que basarse en el estudio no
sólo de la tecnología, la división del trabajo y las relaciones de propiedad y poder
sino también en el de formas históricamente específicas de cultura y naturaleza qu
(igual que las fuerzas productivas en su definición restringida) también son acu
mulativas. Las modificaciones humanas a las formas de vida, los paisajes y demá
también tienen su propia existencia histórica independiente. La "segunda natura
leza" no es menos "natural" por el hecho de ser "segunda". Las formas culturales
asimismo, son acumulativas o muestran continuidad en el cambio. (Ésta es la pre
misa de la idea de Habermas de la acumulación de la "aptitud comunicativa", l
individuación, la universalización de normas y valores y el "descongelamiento" d
tradiciones culturales localistas, todo ello asociado con la modernidad.) El mate
rialismo histórico, entonces, tiene que hacerle frente al problema de la relació
entre las formas históricas, acumulativas, de naturaleza y cultura, y la manera en
4 Por ejemplo, con base en el estructuralismo de Althusser, S. Resnik y R. Wolff (Knowledge ami cla
A ll4a,miass witique ofpolitical economy rChicago, Ir nioersisy of Chicago Press, P187) uy:tienen que la ut
dad y las "leyes de movimiento" del capital son sobredeterminadas por las condiciones naturales, po
ticas y culturales.
OR CULTURA. NATURALEZA Y MATERIALISMO HISTÓRICO 5

ve que ambas pueden inscribirse en el trabajo social o la división del trabajo, de lo cual
ga se desprende el modo en que el trabajo social media a la naturaleza y la cultura.
.y r Por otro lado, se aduce que la concepción materialista de la historia no tiene
u- más teoría de la cultura, del lenguaje, la subjetividad y la ética que la teoría del feti
la chismo de las mercancías y del capital en las sociedades capitalistas. 5 Sin embarg
mo en todos los modos de producción, incluido el capitalismo, tanto las fuerzas com
el las relaciones de producción están impregnadas de normas culturales. Ejemplos d
ma L ello son los obreros del siglo xix y principios del xx que combinaban habilidade
as artesanales y culturales de modos prácticamente inseparables, y los sistemas de pro
en piedad de capital y administración de plantas fabriles en Japón, muy diferentes d
ia los de Estados Unidos (pues hacen énfasis en el deber, el orden y el honor, con-
de ceptos relativamente extraños para la mayoría de los norteamericanos). El trabajo
e- es una práctica tanto cultural como material. Y lo mismo ocurre con las formas d
a imposición y control del trabajo por parte de las clases propietarias o dirigentes
as Hoy en día está en vigor en Europa una mezcla de alto desempleo y salarios relati
on vamente elevados para imponer el "trabajo" sindicalizado en la Europa corporati-
el vista; el desempleo escaso con salarios relativamente bajos parece funcionar mejor
en Estados Unidos y otros países en los que se asentaron colonos blancos, en lo
o- que siguen vigentes las ideologías del individualismo y, por ende, los mercados de
. 4 trabajo son relativamente "libres".
Algunosde De esta forma, las fuerzas productivas tienen dos caras. Son objetivas en la medi-
o da en que consisten en los materiales provistos por la naturaleza (o fabricados
as partir de ella) y en los medios y objetos de producción. Son subjetivos puesto que
de incluyen energía de trabajo viviente en general y diferentes capacidades para coo-
n perar o trabajar juntos de maneras particulares, mediadas no sólo por habilidades
o técnicas sino también por prácticas culturales.
r, También las relaciones de producción tienen dos facetas. Son objetivas en la
ue medida en que se desarrollan de acuerdo con la ley del valor, la competencia, la
u- concentración y la centralización del capital, así como otras leyes tendenciales del
ás capitalismo. En todos los países o culturas de la moderna economía mundial, po
a- ejemplo, existe la tendencia a que se reduzcan los costos de reproducción de la
s, fuerza de trabajo (a través de una declinación del contenido de valor de la canas-
e- ta de consumo), a que el gran capital se organice en forma de conglomerados cor-
la porativos internacionales, y a que la tasa de utilidad baje. Las relaciones de pro-
de ducción también son subjetivas en el sentido de que incluyen conceptos culturale
e- de propiedad y la capacidad de organizar formas particulares de explotación (por
ón
n 5 Esta afirmación se relaciona con la teoría del cambio histórico y el desarrollo. Abundan las teoría
marxistas del arte, la literatura, etc. También hay numerosas teorías marxistas de la política y la cultu-
an: ra política basadas en el discurso anticolonialista, la teoría de la reificación de Lukács, la noción de la
tili- hegemonía ideológica de Grarnaci, etc. Sólo Alth"“er trata de explicar la cultura (definida como par-
olí- te de la superestructura de una sociedad) en términos de la concepción tradicional de fuerzas y rela
ciones de producción (véase más adelante).
8 JAMES O'CONNOR

jemplo imposición del trabajo, extracción del trabajo excedente) de maneras


ediadas por prácticas culturales específicas; apelar al deber al estilo japonés, por
emplo, caería en oídos sordos en las compañías estadunidenses, y lo mismo ocu-
iría en las empresas japonesas si se incitara a los trabajadores a ejercer la iniciati-
a individual al estilo norteamericano. Algunos antropólogos sostienen que los
cursos mismos son creaciones culturales, ya que tienen que ser culturalmente
efinidos antes de poder ser vistos como valiosos o útiles.
Por otro lado, la concepción materialista de la historia no tiene una teoría de la
aturaleza (o si la tiene es muy débil) en el sentido de la autonomía de los proce-
s ecológicos y ffsicos (o "economía de la naturaleza") dentro del proceso de traba-
. El mismo Marx nos dejó poco análisis abstracto de la naturaleza "en sí"; aunque
taba muy consciente de los procesos ecorreguladores de la naturaleza como algo
encial para el proceso de producción organizado por los seres humanos, se con-
ntró en general en la naturaleza como el objeto del trabajo humano, por ejemplo
ando habla de que "la naturaleza Ud colabora como una máquina". "La superfi-
e de la tierra, el clima, la vegetación, la fauna y los mismos seres humanos han cam-
iado infinitamente, y todo por obra de la actividad humana, mientras que los
mbios de la naturaleza que han tenido lugar en Alemania durante este periodo
e tiempo sin interferencia humana son incalculablemente pequeños", escribió
ngels. 6 Puesto así es cierto, pero Engels minimizó el hecho de que mientras los se-
s humanos transforman la naturaleza por medio del trabajo, la naturaleza a su vez
mbia y se transforma a sí misma; es decir, que en la producción hay un desarro-
o combinado de fuerzas de origen humano y natural. De hecho, tanto las fuerzas
oductivas como las relaciones de producción están sujetas a la termodinámica de la
ateria y la energía, el funcionamiento de los ciclos químicos y la biología de plan-
s y animales; por ejemplo, los sistemas de propiedad en las regiones montañosas
mparados con los de las llanuras aluviales, los sistemas de control del trabajo
etalúrgico comparados con los de las industrias petroquímicas, y así sucesivamente.
En síntesis, el trabajo social definido como una fuerza y una relación de pro-
ucción media la naturaleza y la cultura, el lenguaje/la intersubjetividad y la eco-
gía —y a su vez es mediado por ellos—, incluyendo el lenguaje de la ecología y
ecología del lenguaje. (Por una parte el discurso mismo sobre la ciencia ecoló-
ca cambia; por ejemplo, la declinación de las teorías "sucesionales" en favor de
s teorías de tipo "caos" de la economía de la naturaleza, que cambian los prin-
pios ecológicos sobre los que se basan o pueden estar basadas la producción
aterial, las políticas gubernamentales, etc.; por otra, a sus diferentes maneras,
homsky, de Saussure, Wittgenstein y otros han revolucionado lo que podría lla-
arse la "ecología del lenguaje".) 7 De este modo, las fuerzas y las relaciones de
oducción son al mismo tiempo culturales y naturales.
6 Frederick Engels, Diakcties of nature, Moscú, Foreign Language Publishing House, 1954, p. 306
7 Chomsky escribe (carta al autor, c. 1995): "La visión prevaleciente (incluyendo a buena parte de
LTURA, NATURALEZA Y MATERIALISMO HISTÓRICO 59

OOPERACIÓN

a razón principal de que la visión marxista tradicional del cambio histórico y el


esarrollo descuide o minimice los conceptos de cultura y naturaleza puede ser
e el tema de la cooperación se trata de maneras unilaterales... cuando se lo trata.
uede haber, si acaso, unas pocas teorías de las fuerzas productivas y las relaciones
producción culturales y naturales, porque ni las formas de cooperación cultu-
lmente derivadas ni la "cooperación" dentro de la economía de la naturaleza
upan un lugar importante en el método marxista. Por ejemplo, no hay análisis
arxistas del papel de los cambios culturales y ecológicos en la transición de un
odo de producción a otro u otros. Los cambios culturales acarreados por la
eforma y la Contrarreforma, y el cambio ecológico y la destrucción provocados
r los métodos medievales de agricultura, producción de energía y construcción,
n minimizados o ignorados en las descripciones marxistas de la transición del
udalismo al capitalismo en Europa.
Una tendencia del marxismo, denominada muchas veces "determinismo tecno-
gico", hace derivar el modo de cooperación de la "necesidad técnica". Los
edios y objetos de producción existentes, las aptitudes técnicas y las condiciones
turales se ven como determinantes de un modo de cooperación dado. En cam-
o los autores influidos por Lukács y el marxismo occidental (que rechazan el feti-
ismo tecnológico de Engels y Lenin), suelen derivar el modo de cooperación de
s exigencias de las "relaciones de poder" existentes. Engels diría que la división
l trabajo y las relaciones laborales en una acería están tecnológicamente deter-
inadas; Lukács podría decir que la división de los trabajadores y las relaciones de
bajo están determinadas por la necesidad de "manufacturar consenso" o legiti-
ación en la planta. Adviértase que ambas posiciones son unilaterales; la primera
interesa por la división y la especialización del trabajo; la segunda por la división
la especialización de los trabajadores.
Un lado está viendo la cooperación como una fuerza productiva, el otro la ve
mo una relación de producción. La ley del valor y la necesidad tecnológica está
un lado del golfo que separa el marxismo engelsiano del occidental; del otro lado
tá el poder. Podría afirmarse que ésta es la diferencia básica entre el marxismo y
neomarxismo (de inspiración weberiana).

izquierda, especialmente a los marxistas) es que no existe la naturaleza humana sino sólo la cultura,
historia, el ambiente y así sucesivamente. Ésta es una visión más o menos tan sensata como la de que
embrión se convierte en ser humano o en ave de acuerdo con el insumo nutricional; en síntesis, es
a idea totalmente delirante. En cualquier área de la vida en la que entendemos algo (percepción
ual, lenguaje, unas cuantas más), sabemos que es falso de toda falsedad. La lógica misma nos dice que
grado y la complejidad de la programación interna determinarán la riqueza del estado alcanzado: un
ganismo vacío' terminaría por ser una especie de amiba informe, incapaz de todo. Pasando al estu-
del lenguaje, a medida que avanza revela vez más y más sobre las estructuras y principios determi-
dos de manera innata que se despliegan, con variaciones menores, para dar los posibles lenguajes
60 JAMES O'CONNOR

De hecho, cualquier modo de cooperación puede verse al mismo tiempo como


una fuerza y como una relación de producción y, por lo tanto, como indetermina-
do. Es imposible especificar una relación técnica determinada sin conocer las exi-
gencias del poder; es igualmente imposible especificar las relaciones de poder sin
conocer las exigencias de la tecnología (incluyendo las capacidades tecnológicas).
Diferentes tipos de dominio (personal, legitimado, forzoso, etc.) son consistentes
con ciertos tipos de tecnología y divisiones del trabajo; distintos tipos de tecnolo-
gía y división de los trabajadores lo son con ciertos tipos de dominación.
Además, cosa más directamente pertinente a este análisis, la cooperación se basa
en mayor o menor medida en normas culturales y formas ecológicas (naturales).
Richard Biernacki (en The fabrication of labor: Germany and Britain, 16441914) ha
afirmado que la naturaleza del trabajo como mercancía difiere en los distintos con-
textos culturales. En la región intensamente religiosa de Estados Unidos conocida
como "el cinturón bíblico" las relaciones de trabajo están determinadas, en parte,
por la ética laboral protestante; en materia de agricultura, por los ciclos hidráuli-
cos. En ambos casos las necesidades técnicas y el poder codeterminan también las
relaciones de trabajo (división del trabajo y división de los trabajadores). Así, el
modo de cooperación no está determinado de manera doble, sino cuádruple. La
tecnología, la propiedad, el poder, las normas culturales, así como los procesos físi-
cos, biológicos y químicos, se imbrican en modos particulares de producción... en
formas históricamente específicas y contingentes.
El concepto de cooperación es un punto de ingreso obvio al proyecto de revisar
la concepción materialista de la historia de formas que contribuyan a desentrañar la
dialéctica de la cultura, el trabajo social y la naturaleza, donde al trabajo se lo ve
mediando entre la cultura y la naturaleza. (Los desconstruccionistas o los idealis-
tas ven a la cultura mediando la naturaleza y el trabajo; los verdes o los ecologistas
profundos ven a la naturaleza mediando entre la cultura y el trabajo.) En esa revi-
sión el trabajo social retiene su estatus de categoría central del materialismo histó-
rico, pero es problematizado y enriquecido por los conceptos antropológicos
modernos de la cultura como normas y valores de la vida cotidiana, y los concep-
tos ecológicos modernos de la naturaleza como una fuerza productiva autónoma
(y con frecuencia impredecible).

COOPERACIÓN, CAMBIO HISTÓRICO Y DESARROLLO

La formulación tradicional de la doble naturaleza de la existencia material descui-


da el problema de la cooperación. Marx veía a ésta como la fuerza productiva bási-
ca (una "fuerza natural del trabajo social"), aunque en sus formulaciones de la con-
cepción materialista de la historia escribió poco o nada sobre eI tema. Sin embargo
en El capital sostuvo que los cambios revolucionarios en las relaciones de produc-
R CULTURA, NATURALEZA Y MATERIALISMO HISTÓRICO 61

o ción introducidos por la burguesía europea protoindustrial acarrearon cambios en


el modo de cooperación de las manufacturas. La producción doméstica (por
ejemplo el trabajo a domicilio) se convirtió en producción de taller, o lo que Char-
les Tilly ha denominado "protoindustria". Esta transformación no alteró las rela-
ciones técnicas (herramientas, habilidades, materias primas), pero creó una nueva
fuerza productiva: la cooperación entre los productores directos bajo un mismo
techo y supervisados por el propietario o su agente. Éste es un ejemplo clave que
se encuentra en los escritos de Marx de las maneras en que los cambios de las rela-
ciones de producción dan vida a nuevas fuerzas productivas, específicamente en
forma de cooperación en el lugar de trabajo. De hecho, los capítulos de El capital
a que van de "Cooperación" a "Maquinaria y gran industria" son la descripción de la
creciente productividad de la fuerza de trabajo a través de la cooperación. Más de
un siglo después (como se preveía en los Grundrisee de Marx) el valor de cambio
había llegado a depender de la ciencia y la tecnología, lo que presupone niveles y
formas complejos de cooperación entre científicos, entre corporaciones, entre
éstas y los estados, en el interior de los mismos, y así sucesivamente.
De manera similar, el desarrollo de nuevas relaciones de producción con los sis-
temas del esclavismo antiguo y el feudalismo medieval acarreó cambios del modo
de cooperación y, por lo tanto, en las fuerzas productivas; en el primer caso, por
ejemplo, la cooperación de grandes cuadrillas de esclavos en las minas de plata de
España; en el segundo, por ejemplo, la cooperación de los siervos en los feudos, en
la construcción de caminos señoriales y demás. Las nuevas relaciones de produc-
ción preludiaron cambios marcados en el modo de cooperación en la vida mate-
rial, que indudablemente aumentaron la productividad o el trabajo excedente. En
este sentido, es plausible la hipótesis de que en épocas de revolución social los cam-
bios de las relaciones de producción conducen a transformaciones del modo de
cooperación (entre otras cosas) y, por ende, en las fuerzas productivas en general.
Pero la mayoría de las descripciones histórico-teóricas de las transformaciones de
las fuerzas y relaciones de producción durante periodos marcados por una revolu-
ción de las relaciones de producción mantienen silencio sobre este tema.
La cooperación tiene aspectos tanto cuantitativos como cualitativos. Los prime-
ros corresponden a la escala de cooperación, por ejemplo el tamaño de las cua-
drillas de trabajo y el alcance de la cooperación internacional actual entre los cien-
tíficos. Los segundos se refieren a la forma de poder que organiza el trabajo y a los
trabajadores en la producción, de maneras históricamente específicas, y la forma
de resistencia al poder. La hipótesis de que las relaciones de producción (en todo
o en parte) determinan las fuerzas productivas (modo de cooperación) se refiere
a aspectos cualitativos, no cuantitativos, de las relaciones de trabajo. La escala de
cooperación en una mina romana de plata era casi siempre más grande que en un
feudo, y la escala en éste solía ser mayor que en la protoindustria capitalista. Pero
el poder que organizaba el trabajo combinado, y las relaciones resultantes entre los
productores directos que intervenían en la producción, eran cualitativamente dife-
62 JAMES O'CONNOR

rentes. El poder de la cooperación como fuerza productiva parecería ir reforzán-


dose progresivamente (igual que el de la ciencia y la tecnología) a lo largo del
tiempo.

FUERZAS PRODUCTIVAS CULTURALES Y RELACIONES DE PRODUCCIÓN

Un paso de cualquier reconstrucción de la concepción materialista de la historia


es problematizar, es decir, ver como problema, la relación entre los modos de coo-
peración y las relaciones de trabajo, por un lado, y el cambio histórico y el desa-
rrollo, por otro. Un segundo paso es desarrollar un método para indicar de qué
maneras la cultura y la naturaleza afectan o influyen sobre el poder de la clase pro-
pietaria o dirigente para imponer y combinar el trabajo en la producción.
Marx mismo era preantropológico en el sentido de que veía la "cultura" como
una parte de la superestructura de la sociedad, no como algo entretejido en su
base. Este "error" dio por resultado teorizaciones incompletas sobre el modo de
cooperación y, por ende, sobre las relaciones y fuerzas de producción mismas.
Las relaciones de producción en cualquier formación social tienen tres facetas:
primero, las relaciones entre las clases explotadoras y las explotadas; segundo, las re-
laciones dentro de las clases explotadoras y, tercero, las relaciones dentro de las
clases explotadas. Dicho de otro modo, la primera faceta tiene que ver con el modo
de imposición del trabajo y de extracción del trabajo excedente; la segunda con el
modo de distribución y utilización del producto excedente dentro de las clases
explotadoras, y la tercera con el modo de cooperación para la producción dentro
de la clase explotada.
La tradición marxista destaca la relación entre clases explotadoras y explotadas,
o lucha de clase, en la teoría del cambio histórico y el desarrollo. Las relaciones
dentro de las clases explotadoras y explotadas fueron poco teorizadas por Marx
mismo y por la mayoría de los autores de la tradición marxista. Con respecto a la
primera, Marx se preguntó por qué la política, la religión y la economía eran la pa-
sión de las clases dirigentes en los sistemas de esclavismo antiguo, feudalismo y
capitalismo, respectivamente, sin dar una respuesta coherente. Louis Althusser tra-
tó de resolver este problema con su teoría (esencialista) de la actividad social deter-
minante en oposición a la dominante (la primera era el modo de explotación y la
segunda la forma superestructural de expresión de la actividad determinante).
Con respecto a las relaciones dentro de las clases explotadas en el esclavismo anti-
guo y el feudalismo, en las obras de Marx y Engels se encuentra poco o nada que se
aproxime a una teoría descriptiva. En cuanto al capitalismo, Marx afirmaba que el
mecanismo de socialización de la produccion en gran escala disciplinaría a la cla-
se trabajadora, que atacaría políticamente a la burguesía y al estado capitalista
durante los periodos de crisis económica o de escasez. Pero al lector moderno le
LTURA, NATURALEZA Y MATERIALISMO HISTÓRICO 63

sulta dificil desenmarañar la disciplina producida por lo que Marx veía como
ganización de tipo militar de las relaciones de trabajo capitalistas de la que impo-
la necesidad técnica de la coordinación disciplinada en la fábrica capitalista. En
tesis, Marx conjugó los problemas de la cooperación en la producción vista
mo una técnica, en oposición al dominio o el control social.
Al mismo tiempo que el estructuralista Althusser (representante de la "vieja iz-
ierda") teorizaba relaciones dentro de las clases explotadoras, la "nueva izquier-
" voluntarista empezaba a teorizar relaciones dentro de las clases explotadas. El
tamente célebre artículo de Steven Marglin sobre lo que "hacen los patrones",
taba de superar el descuido de las relaciones dentro de las clases explotadas con
a teoría weberiana izquierdista del poder. Demostró que en el capitalismo tem-
ano las relaciones de trabajo o el modo de cooperación se organizaban de mane-
que producían, antes que nada, control del trabajo, y sólo de forma secundaria
ciencia técnica. David Noble mostró que la imposición de trabajo y dominio
bre los obreros en el capitalismo podía no coincidir con la máxima eficiencia téc-
a. Michael Burowoy hizo ver que el "consenso manufacturero" en el sitio de tra-
jo capitalista presupone que los trabajadores se relacionen entre sí de maneras
ológicas (engañándose a sí mismos, por ejemplo).
En síntesis, mientras Althussher, de la vieja izquierda, trataba de desproblema-
ar las relaciones sociales dentro de las clases explotadoras, la nueva izquierda
nsideraba como problemas las relaciones sociales (de trabajo) en una clase
plotada: el trabajador asalariado. Los logros de la nueva izquierda y de los pen-
ores neomarxistas fueron considerables; ya no resulta plausible concebir que las
aciones de trabajo o los modos de cooperación están determinados de manera
clusiva por la necesidad tecnológica. Pero tampoco lo es concebir que lo están
lo por el poder, precisamente debido a la existencia de dimensiones científicas y
nicas cada vez más sociales de la apropiación y manipulación de la naturaleza en
lugar de trabajo. En este sentido la izquierda fue más lejos de lo que debía.
dría decirse que mientras que la vieja izquierda modelaba la sociedad sobre la
rica (capitalista), la nueva modelaba la fábrica sobre la sociedad (de clase).
Desde otro punto de vista, la crítica de la nueva izquierda al determinismo tec-
lógico no fue demasiado audaz sino demasiado cauta. Las formas
berianas/foucaultianas de dominio/poder no sólo fueron importadas desde
uera", por decirlo así, a las relaciones de trabajo, sino que prácticas culturales
todas clases recorren las relaciones de trabajo y otras relaciones sociales, inclu-
do las políticas. Más aún, las prácticas políticas y culturales se importan al lugar
trabajo no sólo de arriba, sino también de abajo. En este sentido, las relaciones de
bajo son tanto el contenido como el contexto de la lucha política, ideológica y
ltural. Puede afirmarse que existen ciertas posibilidades tecnológicas (y no
as) debido a las interacciones mutuas entre el impulso a valorar el trabajo y a
minarlo política e ideológicamente, así como a importar prácticas culturales de
sociedad en su conjunto. La determinación de las relaciones de trabajo (modos
64 JAMES O'CONNOR

de cooperación, como las fuerzas y relaciones de producción) resulta, así, muy


imprecisa. Nadie puede saber qué formas de cooperación vigentes (por ejemplo,
en el capitalismo, el tipo y alcance de los "mercados internos de trabajo"), las buro-
cracias gerenciales, los sistemas de codeterminacion, las funciones de la disciplina
en el mercado laboral, etc.) van a "pegar", si no conoce las formas dominantes y
liberadoras de la cultura, el papel de los sistemas legales, las ideologías gerenciales
de control y demás, y cómo se determinan mutuamente todos ellos, por ejemplo,
en cualquier comparación entre el corporativismo europeo, el colectivismo japo-
nés y el individualismo estadunidense. Parece plausible que la capacidad de com-
petir de las grandes economías en una era en la cual las fudzas productivas son de
naturaleza cada vez más social no sólo depende de los niveles de ciencia y tecno-
logía sino también de la capacidad de cualquier cultura en particular de movilizar
y usar esas fuerzas. El capitalismo colectivista japonés puede ser un tipo ideal para
la difusión o la diseminación de nuevos procesos de producción; el capitalismo
individualista de Estados Unidos tal vez sea el tipo ideal para la invención y el desa-
rrollo de nuevas tecnologías, y el capitalismo corporativista europeo lo sea para la
explotación eficiente de nuevas tecnologías.
Estas consideraciones arrojan una luz totalmente nueva sobre la cuestión de la
cooperación o las relaciones de trabajo como una fuerza y una relación producti-
va. Asimismo es necesario enmendar las tesis del desarrollo tecnológico acumula-
tivo y del determinismo de la fuerza productiva. No es raro que Marx no pudiera
teorizar sobre las relaciones de trabajo, aparte de usar esa metáfora militar super-
ficialmente convincente. No es raro que Lenin, siguiendo el supuesto fatalmente
erróneo de Engels de que las relaciones de trabajo están determinadas técnica-
mente, pensara que el socialismo podía utilizar el taylorismo. No es raro que el
estudio sobre el trabajo más conocido de los tres últimos decenios —Labor and
monopoly capital, de Harvey Braverman— no hubiese ido mucho más allá que la
sociología del trabajo del mismo Marx.
La formulación expuesta arriba también arroja una nueva luz sobre la solución
"althusseriana" del problema de las relaciones dentro de las clases explotadoras. La
cultura no es algo que sólo ocurra con el producto excedente; es también la esen-
cia misma de la vida cotidiana, que se importa al sitio de trabajo desde arriba (por
ejemplo la "cultura de la juventud" usada para organizar ciertos sectores de la eco-
nomía estadunidense; la "cultura de las corporaciones"), y también desde abajo
(como modos de protesta y resistencia, creación de redes, cultura sindicalista). Las
prácticas culturales históricamente específicas y contingentes se empalman, por
decirlo así, con el sistema de valorización del trabajo.
Como la cultura es el hilo de la historia, es decir, como entendemos la historia
a través de la cultura, y puesto que la historia social es (entre otras cosas) la histo-
ria de la cultura, parece justo llegar a la conclusión de que Marx, sin las ventajas de
la historia social ni de la antropología moderna, fue incapaz de hacer suficiente-
mente histórico el materialismo histórico.
CULTURA, NATURALEZA Y MATERIALISMO HISTÓRICO 65

En conclusión, las fuerzas productivas siempre son, en parte, fuerzas culturales.


Las relaciones de trabajo están sobredeterminadas desde arriba y desde abajo por
las prácticas culturales, las tecnologías y habilidades, el nivel de desarrollo de los
medios y objetos de producción, la valorización del trabajo y el poder de clase. Las
fuerzas sociales en conjunto se compactan o se miniaturizan en las relaciones de
trabajo, que son las relaciones sociales más ricas y socialmente más "densas" de la
sociedad capitalista. Es posible que donde esto se vea más claramente sea en el
mundo del entretenimiento y del deporte, donde la gente paga por ver las rela-
ciones de trabajo mismas (o una parte de ellas). Allí los vínculos entre la cultura y
el trabajo son más transparentes (por ejemplo compárense la historia y la natura-
leza del beisbol con las del futbol americano).

RELACIONES NATURALES DE PRODUCCIÓN Y FUERZAS PRODUCTIVAS

Marx escribió en una era "preantropológica", en la cual estaba subdesarrollada una


sociedad específicamente capitalista y, por ende, lo estaba también la historia so-
cial. Esto significa que su concepción materialista de la historia no era ni podía ser
lo bastante histórica (ni cultural), y también que sus teorizaciones sobre las fuerzas
y relaciones productivas en general, y los modos de cooperación en particular,
eran incompletas y fallidas.
El materialismo histórico tampoco es lo bastante materialista. Marx escribió
antes de la época de la ecología. Le interesaba más la química que la biología, e
ignoró a Sergei Podolinsky, el primer ecosocialista que pensó que en la teoría del
valor figuraba una naturaleza específicamente física. Las relaciones ecológicas y
fisicas dentro de la naturaleza (la economía de la naturaleza) y sus efectos sobre la
cooperación en el proceso de trabajo no fueron ignoradas, pero sí relativamente
descuidadas, en la teoría marxiana de la acumulación capitalista, la competencia,
la crisis económica, la concentración y centralización del capital y demás. No obs-
tante, el hecho es que los modos de cooperación en y entre los lugares de trabajo
en las divisiones del trabajo social e industrial (así como las diversas divisiones del
trabajo), desbordan de vida biológica, física y química. Ni los hombres de más de
una edad determinada ni las mujeres, cualquiera que sea su edad, juegan en las
ligas mayores de beisbol ni en las de futbol americano. La primera exclusión es un
hecho natural; la segunda es en gran medida un hecho natural, pero también uno
cultural.
La economía de la naturaleza (fuerzas climáticas y geológicas, reacciones quí-
micas, cadenas alimentarias, etc.) es el tema de la ciencia de la ecología, así como
una base de la sensibilidad ecológica contemporánea, definida en términos de acti-
tudes culturales y de prácticas en la naturaleza. La idea de los espacios silvestres ya
no resulta amenazante, y en muchas regiones ya no es aceptable arrasar los bosques
66 JAMES O'CONNOR

nativos. En Marx no hay nada que nos prepare para prever este hecho social (e
innumerables otros relacionados). Si bien las formas particulares de la economía
de la naturaleza (incluyendo la misma composición de la atmósfera) suelen ser
resultado de impactos humanos sobre aquélla, el hecho es que los procesos quí-
micos, biológicos y fisicos que constituyen la economía de la naturaleza funcionan
independientemente de la economía humana. Son fuerzas productivas (así como
condiciones de producción) autónomas. Los seres humanos pueden mejorar los
ciclos de crecimiento con productos petroquímicos y controlar los procesos quí-
micos variando la composición del aire en una planta de productos químicos, pero
esos ciclos de crecimiento y esas reacciones químicas siguen estando basados en las
leyes tendenciales o "débiles" de la naturaleza.
Todavía los marxistas y quienes usan métodos de tipo marxista no reconocen
suficientemente que la economía de la naturaleza está inscrita no sólo en las fuer-
zas productivas sino también en las relaciones de producción. Las relaciones de
producción "naturales" quieren decir que ciertos tipos de condiciones o procesos
naturales (influidos o no por el hombre) ofrecen más posibilidades que otros para
el desarrollo de una formación social y una estructura de clase. La propiedad de
caballos o de ganado presupone cierta cantidad de tierra (cada vez menos) para
alimentar a los animales. Las relaciones de producción feudales florecieron donde
no había buen transporte fluvial o costanero, por ejemplo en el interior de Fran-
cia, donde "dinero" significó durante largo tiempo "impuestos", no "precios".
Inglaterra se salvó de la fuerza plena del feudalismo no sólo debido a la prevale-
ciente cultura del individualismo (que se remonta al siglo uf y aun antes), sino
también, en parte, por la extensión de transporte interior y costero por agua (y,
por lo tanto, las oportunidades de comercio). En el litoral atlántico y mediterráneo
se desarrollaron tempranamente estructuras mercantilistas capitalistas de clase. En
Róndonia, Brasil, han fracasado tanto la agricultura en pequeña escala como la
ganadería en gran escala, debido a las alteradas condiciones del suelo del bosque
tropical lluvioso. En Inglaterra y Francia antiguas las fundiciones de hierro eran
chicas porque tenían que ubicarse cerca de bosques, y porque era usual la propie-
dad en pequeña escala. La industria acerera norteamericana estaba fuertemente
capitalizada, en parte porque se localizaba entre depósitos lejanos de mineral de
hierro y de carbón, debido a lo cual recaían sobre ella elevados costos de trans-
porte. Cuando los recursos naturales se agotan, o son destruidos, muchas veces
cambian las relaciones de propiedad, así como la naturaleza de las fuerzas pro-
ductivas. El corte de bosques nativos de secuoias en Aptos Creek, en la costa cen-
tral de California, puso fin a la industria maderera relativamente bien capitalizada
que había allí. En las regiones cercanas de los montes Santa Cruz la tala le abrió
paso, literalmente, a los huertos de frutas y los viñedos organizados por propieta-
rios de tierra en pequeña escala.
Abundan los ejemplos de relaciones de producción "naturales". En alta mar el
capitán de un barco (mucho tiempo atrás quizá dueño parcial de su nave, ahora
LTURA, NATURALEZA Y MATERIALISMO HISTÓRICO 67

pleado o tal vez accionista minoritario) tiene (y necesita) un poder más o


enos absoluto. Lo mismo ocurre con el comandante de un avión de pasajeros. La
ropiedad en pequeña escala es más importante (hoy ya no tanto) en Costa Rica
ue en otros países centroamericanos, debido en parte a la naturaleza del terreno.
n la Cuba prerrevolucionaria el cultivo de tabaco y de café era característico de la
queña propiedad, en el primer caso debido en parte a la necesidad de mano de
ra calificada, en el segundo en parte a la escasez de buenos suelos de montaña.
n contraste, el cultivo de caña de azúcar se caracterizaba por la propiedad capi-
lista en mediana y gran escala, debido por un lado a que se realiza en tierras pla-
s o con lomas, y por otro a que —dada la naturaleza de la caña— se requiere
ca mano de obra calificada. La mayoría de las ciudades crecieron junto a vados
los ríos y bahías naturales, donde era posible el comercio de media y larga dis-
ncia; con el tiempo esas ciudades se convirtieron en hogar de artesanos, merca-
res, banqueros y demás.
No sólo las relaciones de producción son, en mayor o menor grado, naturales
a revolución electrónica ha facilitado muchísimo la centralización del capital
nanciero); también lo son las fuerzas productivas. Es evidente que la economía de
naturaleza (o procesos naturales) se inscribe en el modo de cooperar en la mine-
a, la agricultura y la pesca, de formas que exigieron que Marx modificase su con-
pto del proceso de producción. La naturaleza no sólo es un "socio" en la pro-
cción (como observó muchas veces Marx), sino que es un socio autónomo (a
rtir del cual Marx abstrajo en el primer tomo de El capital). La economía de la
turaleza se inscribe también en modos de cooperación de la industria de la cons-
ucción y la del transporte. Los edificios requieren espacio, lo que limita los tipos
cooperación (vista como fuerza productiva) posibles en la construcción (la divi-
ón del trabajo dentro y entre las compañías que construyen rascacielos es una
aravilla de complejidad y calendarización debido precisamente a las limitaciones
espacio... y de la gravedad). El transporte presupone algún tipo de uso racional
l espacio, incluyendo el espacio aéreo. Las relaciones de trabajo en las manu-
cturas de todas clases están sujetas a muchos procesos naturales diferentes y com-
ejos, desde la química de la metalurgia hasta la fisica de la fabricación de chips.
demás, la naturaleza del cuerpo humano, y tal vez del alma, crea ciertas posibili-
des para la cooperación, pone un límite a otras y rige sobre las demás.

TURALEZA, TRABAJO SOCIAL, CULTURA

trabajo social se inscribe en la cultura, y viceversa. El trabajo humano se organi-


no sólo por el poder de clase y la ley del valor sino también por normas y prác-
as culturales, configuradas a su vez por formas de trabajo social. Los aparatos
ectrodomésticos se venden como "eficientes" y las corporaciones anuncian que
68 JAMES O'CONNOR

sus sitios de trabajo son "empáticos". Sólo un enfoque dialéctico del problema de
las conexiones internas entre cultura y trabajo puede arrojar resultados teóricos y
prácticos interesantes en el análisis de casos específicos.
El trabajo social está inscrito también por la naturaleza... y viceversa. El trabajo
humano es organizado por el poder de clase, la valorización y la cultura, pero tam-
bién por la economía de la naturaleza que, a su vez, es constantemente modifica-
da por el trabajo social. El capital se empalma en los procesos naturales, altera las
leyes y las tendencias probabilísticas naturales o las cambia en el sentido de crear
nuevas formas y relaciones de la naturaleza, que no existían antes. Un ejemplo es
la computadora casada con la bioingeniería para descubrir un organismo que
"coma" desechos tóxicos.
De ello parecería derivarse que la cultura y la naturaleza se encuentran y com-
binan en el trabajo socialmente organizado. La ecología cultural y la naturaleza
ecológica se expresan en las relaciones sociales de la producción material, la dis-
tribución, el intercambio y el consumo. Surge una pregunta: ¿cuál es la dialéctica
de la naturaleza y la cultura en la vida material en general, y en las relaciones de
trabajo en particular? Ciertas prácticas culturales combinadas con ciertos procesos
naturales (ffsicos) en la producción se conjugaron, a su vez, para producir un
Chernobil y un Bopal. En ambos casos las prácticas culturales eran tales que las
leyes físicas y químicas se desbandaron, por así decirlo. Por otro lado, las leyes ffsi-
cas y químicas eran tales que la cultura de relaciones de trabajo también se desban-
dó. Se trató de desastres tanto naturales como sociales, en gran medida de la mis-
ma manera en que la devastación que causa un terremoto es un desastre natural y
social en barrios que, para empezar, no tendrían que haberse construido allí.
Las indeterminaciones de las relaciones de trabajo o modos de cooperación
están doblemente determinadas por indeterminaciones culturales y naturales. Por
ejemplo, la reducción deliberada del ritmo de trabajo y el "trabajo a reglamento"
cambian muchísimo en diferentes culturas étnicas y nacionales, y las "sorpresas" o
"misterios" de la naturaleza cambian también con diferentes procesos ecológicos y
ffsicos de trabajo. A medida que en el fin del milenio el capitalismo global se difun-
de y profundiza su control sobre la humanidad y la naturaleza, por igual, el traba-
jo social (la división del trabajo social y las divisiones sociales del trabajo) se vuelve
cada vez más complicado. La complejidad de la economía mundial de hoy es tal
que nadie ha descubierto todavía un modelo de capitalismo global con un poder
explicativo similar al del antiguo modelo desarrollo/subdesarrollo o a los diversos
modelos de imperialismo. Lo que está claro es que las relaciones culturales inscri-
tas en el trabajo, las relaciones de trabajo y demás, por una parte, y las relaciones
físicas, químicas y biológicas inscritas en los procesos de trabajo, por la otra, se
están volviendo más complejas como resultado de la globalización del capital. Las
"funciones de producción" se hacen más inciertas y los "desastres" se producen con
mayor frecuencia, con más -causas". El alcoholismo en la época de tu ió 'Los
Anónimos, las estructuras de mando en los barcos petroleros, las fallas de diseño
CULTURA. NATURALEZA Y MATERIALISMO HISTÓRICO 69

de los supertanques, la competencia entre las empresas de producción y distribu-


ción de petróleo, y la complejidad de los sistemas naturales y físicos, parecieron
combinarse para producir el desastre del Exxon Valdez. Los teóricos de la "sociedad
peligrosa" dan un paso al frente. El mundo parece estar —y está— más enajenado,
no sólo del trabajo y la sociedad, sino también, en general, del capital, y asimismo
más cosificado. Por eso no es difícil encontrar explicaciones del nihilismo con-
temporáneo, del populismo de derecha y de otras formas de pensar irracionales o
subracionales.
Las alternativas teóricas y prácticas requieren una cuidadosa atención a las cone-
xiones internas entre las formas de cooperación culturales y naturales en las rela-
ciones de trabajo. La sola cultura ecológica lleva a una política verde pura; una eco-
logía cultural exclusiva a la política roja pura, es decir, de regreso a la tesis de la
humanización ("dominación") de la naturaleza. La tarea básica sería, al parecer,
negar lo verde y lo rojo, material y políticamente.
S

2
¿QUÉ ES LA HISTORIA AMBIENTAL? a
¿POR QUÉ HISTORIA AMBIENTAL? s
d
a
a

o
INTRODUCCIÓN
d
Los pensadores posmodernos piensan que esas narraciones de apariencia caótica,
que tienen que ver con grandes personajes, fechas importantes y la acumulación
de hechos, a los que llamamos historia, tienen una lógica. Todos tienen sus propias m
experiencias y anécdotas sobre el presente y el pasado. Los historiadores son narra- c
dores profesionales que buscan en el inventario disponible de formas narrativas
(una constante de la historia) y disponen a las personas y los acontecimientos de
acuerdo con la lógica de la forma específica de narración que escogieron. Para r
Marx, Luis Napoleón era una farsa; para la clase alta francesa era un triunfo y una e
tragedia. Para los historiadores anticomunistas la guerra fría era un combate entre r
el bien y el mal; para los historiadores de la geopolítica era el enfrentamiento de
dos imperios; para los sandinistas, una excusa yanqui para intervenir en la revolu- t
ción centroamericana. Y así sucesivamente. a
El libro de ensayos de Hayden White, The content of the form , es un importante tex- s
to posmoderno. Si simplificamos enormemente su argumentación elegante y com- s
pleja, lo que sugiere White es que una vez que el historiador escoge una forma n
narrativa, todo está más o menos determinado: el contenido o la sustancia de lo que a
escribe, la forma en que el mismo se dispone secuencialmente (cuándo empieza el la
acto 1, digamos, cuándo termina el 3), y cuánto énfasis se hace en ciertas personas n
y hechos. La forma narrativa ayuda a decidir cuál de los que White llama "aconteci- e
mientos verdaderos" llega a ser una gran obra, y cuál no. o
Su concepto del "acontecimiento verdadero" sugiere que el posmodernismo ó
padece un exceso de idealismo. Esta expresión aparece una cantidad de veces en es
su libro, pero no se define ni se le concede la categoría de problema. Los "aconte-
cimientos verdaderos" están repartidos por la narrativa de White como las pasas de .
uva en un pastel, aunque tanto él mismo como otros posmodernos coincidirían en o
que ningún "acontecimiento verdadero" (por ejemplo un hecho material o socioe- s
conómico) se produce jamás sin que haya un "acontecimiento ideal" (esta expre- r
sión es mía) correspondiente... un acto de habla, un nuevo giro de un significado
compartido, una perspectiva novedosa sobre una forma de intersubjetividad o de la
construcción social de lo "individual". Si bien es cierto que el acceso lingüístico al
mundo material es el único disponible para el discurso humano, y que las peleas u
acerca del significado del mundo son siempre lingüísticas, también lo es que el z

[70]
S LA HISTORIA AMBIENTAL? 71

o material existe. En términos algo diferentes, los posmodernos tienden a


ar o minimizar la forma en que los "acontecimientos verdaderos" se articulan
s "acontecimientos ideales" —las maneras en que se organiza socialmente la
dad material y en que el significado y la intersubjetividad se entretejen con la
a—, y por lo tanto a ser ciegos a uno de los principales problemas de la histo-
alia. Más bien lo que resulta importante para ellos son los tipos y las estructu-
narrativas particulares encargadas de "contar la historia", aunque no se pro-
ona ningún método para explicar los cambios de las convenciones narrativas.
esar de esta laguna, el posmodemismo "explica" por qué cada generación o
do histórico reescribe la historia, y también por qué en todo periodo los his-
ores discuten sobre lo que ocurrió en el pasado (en la medida en que alguien
saber qué fue lo que "realmente" ocurrió, y por qué). La lógica del posmo-
mo es que resulta natural e inevitable que las narraciones de la historia cam-
con el tiempo, y también que difieran en cualquier momento dado, según
las esté contando. Todos tienen sus propios agravios e intereses, porque todos
su experiencia vital única, sus intereses y perspectivas políticos y culturales,
rrativa personal. Además, todos tienen su propia sensación de cuáles son "real-
e" los agravios y los intereses, qué pueden significar para el usuario (como
ras, como objetos fisicos), para un observador externo, para alguien que esté
íbet, para la posteridad y demás. No obstante, el posmodernismo falla en tres
tos que conducen, finalmente, a un individualismo y subjetivismo metodoló-
así como a una arbitrariedad y un relativismo tan extremos que lindan con el
smo. Primero, son ciegos a las formas en que las estructuras reales se erigen
de los acontecimientos reales así como de las formas narrativas, es decir, des-
n la interconexión estructuralmente determinada o influida de las cosas (que
a la necesidad de abstracción y los niveles de análisis). Segundo, no destacan
atos típicos (en oposición a los atípicos), en los cuales los datos históricos se
n interpretar en contextos relevantes (lo que elimina o reduce la multiplici-
e posibles significados de las cosas dentro del contexto o marco de referencia
o). Tercero, descuidan cualquier psicología social de base estructural o des-
ón de la subjetividad y las culturas de resistencia que pudiesen salvar la brecha
structura y proceso o estructura y significado.
fortuna parece que hay un escape, parcial, al menos, de la trampa posmo-
La escritura y reescritura de la historia —la iluminación de rincones del
o antes oscuros, el descubrimiento del sonido de voces largo tiempo olvida-
suprimidas, la explicación de "furores" y modas, la revaloración de "grandes
res", las formas en que la subjetividad (o la identidad) se constituye históri-
te, y demás— siguen una cierta lógica tosca, por lo menos en lo que a la his-
el capitalismo de los últimos dos o tres siglos se refiere.'

ul Buhle me recuerda que la "emergencia de la historia de un examen del mito colectivo


za con Vico, y sin sus esfuerzos por recopilar folklore, y la recuperación paralela de la dialéctica
'72 JAMES O'CON

Es posible descodificar la lógica de la escritura histórica si se la vincula con


lógica del desarrollo del capitalismo, más que con la de una forma narrativa det
minada. En términos generales, la redacción de la historia occidental moder
comienza con la historia política, jurídica y constitucional; pasa a la historia e
nómica entre mediados y fines del siglo xtx; se vuelca a la historia social y cultu
a mediados del siglo xx, y culmina en la historia ambiental a finales del mism
Este árbol genealógico de la historiografía es una consecuencia lógica del de
rrollo del capitalismo mismo: primero, las reformas y revoluciones políticas, ju
dicas y constitucionales que crearon el marco de referencia para la propiedad p
vada, los derechos de propiedad, las libertades civiles y la igualdad formal ant
ley; segundo, la Revolución industrial y tecnológica de finales del siglo xvin y p
cipios del XIX, puestas en marcha, en parte, por la reforma política y la revoluc
que crearon la posibilidad de la historia económica capitalista (conflicto econ
mico, crecimiento de mercados, finanzas, competencia, etc.); tercero, el cre
miento de una sociedad y una cultura específicamente capitalistas, que surgie
de la conversión de la tierra y el trabajo en mercancías ficticias, de la vida socia
la cultura, la sociedad de masas, el consumismo y las luchas sociales, así como
desarrollo de sociedades multiétnicas, que inspiraron una historia social y cultur
cuarto, la capitalización de la naturaleza, o la creación de una naturaleza espec
camente capitalista, y las luchas por la misma, que se desarrollaron dentro
marco de la evolución de sistemas legales capitalistas y de imperativos tanto eco
micos como sociales-culturales, y que ha "producido" la historia ambiental... el m
reciente y, tal vez, el último tipo de historia.
De hecho, las transformaciones estructurales del capitalismo en desarrollo h
escrito, al menos con una lógica burda, su propia narrativa histórica, corresp
diente a cambios de la política, de las fuerzas y relaciones de producción, de
sociedad y la cultura como un todo y del ambiente o "naturaleza", incluyen
temas universales de luchas entre circunstancias o necesidades objetivas y deseo
voluntades subjetivas.
Los cambios estructurales no dan origen directamente a nuevos tipos de es
tura de la historia; entre ambos median el conflicto social y las luchas sociales
los cuales las nuevas historias son parte definida). Determinados cambios estruc
rales producen determinados tipos de lucha social: política, económica, soci
cultural, y ambiental, en ese orden. Pero mientras que la causa próxima de tem
históricos sucesivamente nuevos y de nuevas lecturas críticas de la historia capi
lista son nuevos tipos de conflicto y de lucha, la causa profunda es la evoluc
estructural del capitalismo en sí, el despliegue del capitalismo como forma de t

por parte de Boehme, la historia sería un U.] tema muy árido. La narrativa general que expones
la historia política a la económica a la social a la cultural y después a la ecológica) es buena. Per
idea de que procede científicamente, sin grandes inyecciones de mito, romanticismo, etc., y mu
más allá de los primeros prejuicios de clase, está ausente potencialmente en la observación dialécti
(correspondencia personal, noviembre de 1996).
NNO ¿QUÉ ES LA HISTORIA AMBIENTAL? 73

nl bajo, como forma de vida, como forma de relacionarse con la naturaleza. Cual-
ter quier descripción completa de todo este tema tendría que explorar en detalle tan-
rn to los cambios estructurales como la mediación entre los mismos —o sea el con-
eco flicto social— y la evolución de nuevos tipos de historiografía.
ura No se trata de una progresión uniforme y lineal. La noción de desarrollo desi-
mo gual y combinado se aplica a la historiografía tanto como al mundo que estudian
esa los historiadores (el desarrollo del capitalismo industrial). Por eso cada tipo de his-
urí toria (en su mejor expresión) retrabaja y refuta —o sea que radicaliza— los tipos
pri previos. Si bien cada etapa de la historia capitalista está marcada por formas parti-
te l culares de conflicto —conflicto político, conflictos dentro del capital y entre el
pri capital y el trabajo, conflicto social y cultural y conflictos por la naturaleza—, la
ció aparición de estos conflictos es desigual a lo largo del tiempo y del espacio. Cada
nó país, como formación social capitalista, tiene, evidentemente, su propia historia.
eci Por ejemplo, el sentimiento de la burguesía de que su control sobre el poder y la
ero razón era débil o traicionero, como resultado de movimientos de oposición de
al todos tipos, varió de un país a otro. La dialéctica del desarrollo y el subdesarrollo
oe ha producido también diferentes historias nacionales; por ejemplo, el imperialis-
ral mo y el imperio son parte de la narrativa de la mayoría de los grandes países indus-
cífi triales, pero no de la mayoría de los países en desarrollo. Algunas tradiciones socia-
d listas surgen de manera contrahistórica o contranarrativa. En Estados Unidos la
onó historia "salta" de la historia política a la historia "ambientalista" de Frederick Jack-
má son Turnen quien fue seguido por Charles Beard, luego por William Appleman
Williams, el cual "relanzó la historia occidental [estadunidense] en la cual ha tenido
ha lugar la mayor parte de la historia ambiental, y estableció la visión académica de la
po colonización como enfrentamiento y conquista que se encuentra en el núcleo del
el proyecto de historia ambiental" de este país. 2 La historiografía de la "teoría de la
nd escena" esbozada más arriba abstrae a partir de las formas desiguales y combinadas
os de la política, la economía y la sociedad de regiones o países dados, así como de las
diferentes relaciones que tienen entre sí países determinados en periodos históri-
scri cos determinados.
(d Las luchas sociales también se combinan de maneras diversas a lo largo del tiem-
ctu po y del espacio. Las más nuevas tienden a negar progresivamente a las más viejas.
ial No se habla del "ambiente" durante la era de las revoluciones políticas burguesas,
ma pero sí se habla mucho de política en las luchas ambientales contemporáneas. Los
ita combates sindicales del siglo xix raras veces incluían inquietudes ambientales,
ció mientras que hoy las manifiestan cada vez más. También las primeras contiendas
tra culturales sobre la etnicidad o el género se mantenían casi en silencio sobre ese
tema. Hoy se lucha contra el racismo ambiental (y en pro de la justicia ambiental),
s (d
y hay combates ecofeministas que tratan de contradecir los asuntos de destrucción
ro l
uch ecológica, clase, raza y género. Encontramos así un diálogo entre las inquietudes y
ica*
2 d.
74 JAMES O'CONNOR

las experiencias del pasado y del presente; los entornos del pasado se sedimentan ú
en la clase de historia que se escribe y sobre la cual se construye la historia pre-
sente. Y el presente, debido a sus preocupaciones y a su visión retrospectiva, pue- o
de ver cosas ante las cuales el pasado estaba ciego, y reelaborar así su propia escri- n
tura histórica. El diálogo incluye también el futuro, ya que la escritura histórica
actual cambia en menor o mayor medida el mundo en términos más amplios. La o
historia ambiental, por ejemplo, contribuirá a configurar la clase de naturaleza en d
la que vivirán los historiadores del futuro. u
Desde esta perspectiva, la historia ambiental puede verse como la culminación
de todas las historias previas, asumiendo que incluyamos las dimensiones ambien- e
tales de la historia política, económica y cultural contemporánea, así como la his- t
toria ambiental en sentido estricto. Lejos de ser un tema marginal, como la ven
todavía tantos historiadores, la historia ambiental está (o debería estar) en el cen-
tro mismo de la historiografía actual. Como lo expresa el historiador ambiental J.
Donald Hugues, "Un historiador que ha decidido poner la historia en su contexto, t p
y 'encontrarle sentido', se convierte en historiador ambiental." 3 c
a
r
p
¿QUÉ ES HISTORIA AMBIENTAL? b
é
La afirmación de que la historia ambiental es la culminación de toda la historia v
previa puede no ser tan extravagante como parece a primera vista. Muchos histo- d
riadores ambientales definen su campo en los términos más incluyentes que pue- t
da imaginarse. La "principal meta [de la historia ambiental] llegó a ser —escribe i
Donald Worster— la de profundizar nuestra comprensión de la forma en que los d
seres humanos han sido afectados por su ambiente natural a lo largo del tiempo y, e
a la inversa, de la manera en que han afectado al ambiente, y con qué resultados". 4
3 J. Donald Hugues, "Ecology and development as narrativa themes of world history", Environmental W
History Review, 19, 1, primavera de 1995, p. 9. En su definición de la historia ambiental la ecología no se ot e
ve como un elemento de apoyo de la historia mundial sino más bien como su "tema principal" ("La nue- te
va narrativa de la historia mundial debe tener como tema central de procesos ecológicos" [ibid.]). En d
otro lado: "Lo que se requiere es una historia mundial que adopte como principio organizador el pro- tr
ceso ecológico." es
4 Donald Worster (ed.), The ends of the Earth: Perspectives o n modere environmental history, Cambridge, de
Cambridge University Press, 1988, pp. 290-291. Ésta es la definición de un historiador. Otra es: "la impor- ce
tancia del mundo natural, sus efectos objetivos sobre la gente, y las formas concretas en que ésta afecta pr
a su vez [al mundo natural] son el núcleo mismo de nuestro proyecto intelectual" (William Cronon, "A ba
place for stories: Nature, history, and narrative", Jounial of American History, 78, 4 de marzo de 1992, p. n
1349). Dos científicos sociales han definido así la "ecología política": "La ecología política [...] es una su o
derivación histórica de las preguntas centrales planteadas por las ciencias sociales acerca de las relacio- 30 a
nes entre la sociedad humana, vista en su complejidad bio-cultural-política, y una naturaleza humani- pe
zada en grado significativo. Desarrolla el terreno común en el cual se intersecan diversas disciplinas" vi
(lames Greenberg y Thomas Park, "Political ecology", Journal of Po:W(411E01ov, 1, 1994, p. 1). "v
LA HISTORIA AMBIENTAL?
75

ún Worster, los historiadores del ambiente se enfrentan a tres conjuntos de


nes. Uno es "entender a la naturaleza misma, organizada y funcionando en
os pasados", incluyendo al organismo humano. El segundo nivel "tiene que
n el dominio socioeconómico en tanto interactúa con el ambiente. Aquí nos
os de herramientas y trabajo, de las relaciones sociales que emanan de ese
o, de los diversos modos que ha encontrado la gente para producir bienes a
de recursos naturales." El tercer nivel es "el puramente mental o intelectual,
ual percepciones, éticas, leyes, mitos y otras estructuras de significado se con-
en parte del diálogo de un individuo o un grupo con la naturaleza". 5 Estos
es" son categorías analíticas: "aunque con fines de claridad tratamos de dis-
entre estos tres niveles de estudio ambiental, de hecho constituyen una úni-
stigación dinámica en la cual la naturaleza, la organización social y econó-
l pensamiento y el deseo, son tratados como un todo... Este todo cambia a
que lo hacen la naturaleza, la gente, formando una dialéctica que recorre
pasado y llega hasta el presente." 6 Otra manera de decir esto es preguntar
e afectan a sí mismos los seres humanos al modificar, destruir, etc., su
te, y cómo se afecta éste a sí mismo al restringir y permitir de diversas mane-
ctividad humana. Surge la interrogante de cuál es el término que habría que
iar —si acaso fuese necesario destacar alguno— en la triada naturaleza, tra-
rramientas, mano de obra), cultura.
érminos algo diferentes, la historia ambiental es el estudio de cómo la inter-
humana configura y modifica a la "naturaleza" y crea ambientes construi-
nfiguraciones espaciales, y de la forma en que los ambientes naturales y cul-
permiten —y al mismo tiempo restringen— la actividad material, y, a la
, cómo la actividad humana hace posible e impide, simultáneamente, el
llo cultural y la "economía de la naturaleza". Visto desde esta perspectiva,
do de los historiadores ambientales se inclina hacia la única ciencia social
ter, "Doing environmental history". 0P. cit., p. 293.
Worster hace un valioso esbozo de los diferentes enfoques adoptados por antropólogos y
ecialistas frente a este "todo", aunque me inspira dudas su llamamiento a "fusionar las dos
e Marvin Harris y Karl Marx. El concepto de Harris de un "sistema tecnoambiental" no pue-
erse (en mi opinión), como una especie de variable independiente, de la organización del
la organización social, es decir, las formas de propiedad o de organización cultural. Creo que
"ecologizar" a Marx pero no "mandficar" a Harris. Un comentario final: en su descripción
ra (ibid, p. 302, passim), las habituales y agudas formulaciones de problemas de Worster
lugar a un vagabundeo discursivo. Creo que esto se debe a que no advierte que la cultura
na modos de cooperación, reglas normativas, etc., que se importan a la producción o al tra-
irtiéndose así en fuerzas productivas por derecho propio (ibid.). La descripción de Worster
hacer la transición de un modo "interaccional" a uno dialéctico; a lo largo de gran parte de
o seminal se encuentra dualismo. Véase por ejemplo su teoría de las ideas por "reflejo" (p.
análisis de Rappaport (pp. 304-305). La naturaleza y la cultura están separadas, y la segunda
ue la gente viva con las restricciones de la primera; el trabajo se elimina por sí mismo de esta
decir, la actividad material parece funcionar como una mera forma de que los humanos
quilibrio".
76 JAMES O'CO

totalizadora: el marxismo. El método, para unos y otros, es un materialismo act


los historiadores ambientales sostienen un espejo frente al mundo y lo muest
tal corno lo ha producido y conformado su propia naturaleza, incluido su pro
cuerpo. El mundo lo logra mediante el trabajo (la tecnología y las divisiones
trabajo social; el poder y las divisiones sociales del trabajo), definido como la p
ducción material, el intercambio y el consumo socialmente organizados y simb
camente mediados. En el acercamiento de la historia ambiental hacia los méto
de tipo marxista el "impacto humano" o la "intervención humana" se convie
en el "impacto material humano" o la "actividad material", y el trabajo se ve co
la mediación entre la cultura y la naturaleza. La historia de la naturaleza es en
ces en parte la historia del trabajo.
Estas formas de ver el mundo –y los textos de historia— puede resultar tan f
tífera que no es sorprendente que la historia ambiental sea uno de los de esa d
plina que más rápido crecen. Aparecen cada vez con más frecuencia más y mejo
estudios de la dialéctica de la intervención material humana, la cultura y la natu
leza. Cada año se llevan a cabo más reuniones acerca del ambiente y se impa
más cursos sobre historia ambiental. La historia ambiental local está poniendo
cuestión la visión de anticuario que durante largo tiempo caracterizó a la hist
local. Las interacciones entre la economía humana y la "economía de la naturale
—así como sus mutuas interdependencias, asimetrías y contradicciones— son e
diadas por los economistas ecológicos y analizadas en términos teóricos por los m
xistas ecológicos y los científicos sociales críticos. Los teóricos políticos se han a
cado al concepto de "naturaleza" en el pensamiento de Hobbes, Rousse
Jefferson, Paine y otros filósofos políticos. Hay estudios sobre Thoreau, Muir,
cho t y otros preservacionistas y conservacionistas. En los últimos años del siglo x
tema de "las mujeres y la naturaleza" ha recibido innumerables tratamientos dis
tos por parte de historiadores, ecofeministas, antropólogos y militantes ambient
del Sur y del Norte. Hay nuevas "historias ambientales del mundo" y nuevos estu
generales y detallados del ambiente en Estados Unidos, Australia, India, Méx
Brasil, África y muchos países y regiones más. Hay nuevos estudios históricos
cuerpo humano, el nacimiento, la enfermedad, el dolor y la muerte; de los sig
cados de "limpieza" y "dieta", y de los pueblos y las ciudades definidos como amb
tes. El campo de la "ecología humana", esotérico en otros tiempos, es ahor
corriente principal, y proliferan los informes de impacto ambiental, que son un
práctico de historia ambiental. Hace mucho se traspasaron los limites entre la an
pología fisica y la cultural. Los científicos sociales están tomando más en serio
modos más sistemáticos la "naturaleza" definida como sumidero (y el "capital" d
nido como grifo). Las humanidades se están abocando al problema de cómo y
qué se establecen, entran en conflicto y cambian las diversas representaciones y
nificados de la "naturaleza". La preservación ambiental está floreciente, así com
protecc ión y restauración de paisajes culturales_ históricos La gengraffa econó
ha dado un giro de 180 grados a partir del tipo de determinismo ambiental
ONNO
¿ QUÉ ES LA HISTORIA AMBIENTAL? 77
tivo
solía dominar el tema, y está adoptando crecientemente el método que Marx llamó
tra
"materialismo activo". Los estudios culturales han desconstruido las formas en que
opi
la naturaleza ha sido comprendida por la ciencia. Hoy la ecología es uno de lo
s del
terrenos más dinámicos dentro de las ciencias naturales. Los textos sobre la misma
pro
gozan cada vez más del favor popular, mientras que aumenta año con año el inte-
bóli
rés general en el efecto de invernadero, la capa de ozono y el impacto del ambien-
odo
te sobre la salud y el bienestar mental de los seres humanos.
erte
La variedad de métodos y temas de la historia ambiental es enorme, más que los
om
de la historia política, económica y social. Los historiadores ambientales estudian
nton
la historia del uso y agotamiento de la energía; de los cambios atmosféricos, cli-
máticos y hasta geológicos a los que contribuyeron los humanos; las poblaciones de
fruc
determinadas especies de vida y sus "cuerpos" inorgánicos; las biorregiones, cuen-
disci
cas, ecosistemas y nichos, límites, márgenes, corredores y mosaicos ecológicos.
ore
Investigan el ambiente definido como recurso, como entretenimiento, como espa-
ura
cio socialmente construido, como mapa mental. Escriben historias de ciudades a la
arte
luz de su relación con el entorno, y viceversa; historias de bosques, lagos, ríos, cos-
oe
tas (preservados o no), y de todo tipo de paisajes construidos. Parques urbanos,
tori
estilos arquitectónicos, zonas suburbanas y centros comerciales, patrones de calles,
eza
antiguas bases militares, parques industriales... todos han sido analizados por los
estu
historiadores ambientales.?
mar
El ruido de los niños que juegan en un parque, el efecto biológico de usar
abo
nichos ecológicos como parques, el tranquilizador ronroneo del tráfico que pasa
eau
calle arriba, el estrépito de los grandes aviones de pasajeros que despegan en las
Pin
inmediaciones, el significado del parque en términos del sentido de vecindad, son
xx e
todos elementos que caen bajo la rúbrica de "historia ambiental". Se han escrito
stin
libros sobre espacios tan pequeños e insignificantes como el jardín de una casa o
tale
tan imponentes como un bosque nativo de secuoias. En principio, según parece,
udio
todo es historia ambiental; los lugares más remotos han sido afectados, en mayor o
xic
menor medida, por la actividad material humana (y a su vez la afectan).
s de
gnifi
bien 7 Worster excluye "el ambiente construido" de la historia ambiental. Si bien esta exclusión "puede
parecer especialmente arbitraria, y hasta cierto punto lo es, [...] la distinción [entre 'naturaleza y arte-
ra l
facto'] es digna de conservarse, porque nos recuerda que en el mundo actúan fuerzas diferentes, y que
n tip no todas ellas emanan de los seres humanos; algunas siguen siendo espontáneas y autogeneradas. El
ntro ambiente construido expresa plenamente la cultura... pero con fenómenos tales como el ciclo del bos-
yd que y del agua encontramos energías autónomas que no se derivan de nosotros. Esas fuerzas influyen
defi en la vida humana, estimulando alguna reacción, alguna defensa, alguna ambición" (ibút, pp. 292 293). -

y po Los geógrafos podrían cuestionar esta distinción. El espacio urbano, por ejemplo, tiene consecuen-
cias no intencionales para la vida de los seres humanos, es decir, no sólo es un constructo humano, sino
y si que también ayuda a construir lo que es humano. En un enfoque materialista realmente activo hay, sin
mo l duda, "energías autónomas que no se derivan de nosotros", pero la mayoría de esas energías han sido
óm i modificadas en pequeña o gran escala por la acción humana. El océano, la atmósfera, el suelo, no sólo
l qu se han "hecho a sí mismos" a lo largo del tiempo, sino que también han sido hechos por la actividad
humana, en alguna parte (muy) grande o pequeña, de acuerdo con las circunstancias.
78 JAMES O'CONNOR

La historia ambiental es, en pocas palabras, la historia del planeta y de su gen-


te, de la vida de otras especies y de la materia inorgánica, en la medida en que éstas
han sido modificadas por las producciones materiales y mentales de los seres
humanos y, a su vez, las han hecho posibles o imposibles. Es ni más ni menos que
el estudio de las relaciones entre la especie humana y sus "alrededores" (según la
definición de ambiente que da un diccionario). Como estas relaciones resultan
indescifrables sin una investigación de las relaciones sociales entre los seres huma-
nos ("sociedad", "economía"), por un lado, y las relaciones propias de la naturale-
za, biológicas, químicas y fisicas (modificadas, reprimidas, estimuladas), por el
otro, el alcance de la historia ambiental es, para todo fin práctico, ilimitado. El
ambiente actual ha sido modificado de muchas formas por innumerables genera-
ciones de seres humanos. Y como las estructuras y procesos políticos, económicos
y culturales "deciden" cómo se utilizan los ambientes, y con qué efectos, ideal-
mente la historia ambiental incorpora (y niega) la historia política, económica,
social y cultural. La historia de la naturaleza presupone no sólo la biología, la eda-
fología y demás, sino también la política y el derecho (por ejemplo la historia de
las relaciones de propiedad y los límites de la propiedad, importantes para deter-
minar qué clase de naturaleza prospera y cuál no); la historia económica (por
ejemplo, la historia del uso que el capital hace de la naturaleza como grifo y sumi-
dero), y también social y cultural (por ejemplo la historia de la estética, los gustos
sociales en determinados periodos, la flora que se considera ornamental, qué se ve
como "bello" y "feo", etc.). Aquí uno podría añadir "historia moral". Hace un siglo
o menos los vendedores de semillas y bulbos para jardín les decían a sus clientes
que un hermoso jardín bien cuidado era señal de moralidad en el hogar, de lim-
pieza y vida respetable. En principio la historia ambiental es totalizadora, la única
historia verdaderamente "general" o universal . 8
No obstante, también está restringida espacialmente. Funciona en el nivel de

«[...] nuestro proyecto de explorar el pasado humano como parte de una relación sistemática con

el mundo natural ofrece emocionantes oportunidades para ver cosas completas, en un momento en el
que la profesión histórica parece necesitar desesperadamente una síntesis de ese tipo" (William Cro-
non, "The uses of environmental history", Environmental History Revino, 17, 3, otoño de 1993, p. 4). Sin
embargo Cronon señala que si bien hay muchos estudios de la idea de naturaleza y también del nexo
economía-naturaleza, hay pocos o ninguno que vincule las ideas y la cultura, la economía y la natura-
leza tomadas como un todo (véase "Modes of prophecy and production: Placing natura in history", Jour-
nal of American History, 4, marzo de 1990, p. 1124). De modo que se muestra escéptico acerca de la his-
toria ambiental como un método y un campo totalizadores, y destaca el "particularismo de su
narración". Una manera de introducir el nexo faltante cultura-economía es investigar normas y prácti-
cas culturales que se importan al lugar de trabajo y al sistema económico general, y que se valoran como
capital. A éstas se las ha denominado "capital social", "capital comunitario" y "capital cultural".
Greenberg y Park escriben que hay "dos impulsos teóricos principales que han sido los más influi-
dos por la formación de la ecología política. Se trata de la economía política, con su insistencia en la
necesidad de vincular la distribución de poder con la actividad productiva, y el análisis ecológico, con
su versión más amplia de relaciones bioambientales" (op. cit., p. 1).
ES LA HISTORIA AMBIENTAL? 79

specificidad local definida de diversas maneras, por ejemplo como una cuen-
como la actividad sucesiva de la dialéctica del cambio entre especies nativas y
ticas, como las transformaciones del suelo agrícola, y así sucesivamente. Los
oriadores ambientales estudian lugares específicos durante periodos específi-
: los efectos de la construcción de presas en el Oeste de Estados Unidos duran-
os treinta, las fuentes de contaminación de las playas del mar del Norte en los
nta, las antinomias del monocultivo en las llanuras costeras de Centroamérica
os setenta.
n la medida en que la historia ambiental es el estudio de las interrelaciones
e la cultura y la vida material humanas y la economía de la naturaleza, está
itada por las peculiaridades del lugar o lugares precisos que estudia. Sin embar-
como en último análisis la historia de un lugar es inseparable de la de otros,
rincipio toda historia ambiental puede vincularse con todas las demás. La
ografia de la nada" cultural (fraccionamientos remotos, centros comerciales
ados) está conectada con la historia agrícola (monocultivo químico para
liar la producción de alimentos básicos para los residentes de la "nada"); con
onfiguración de las rutas de transporte (autopistas para que puedan ir y venir
abajo); con la biología de la conservación (los efectos de esos fraccionamien-
y autopistas en los hábitat y poblaciones silvestres); con la estética (la forma de
desarrollos suburbanos, los "tréboles" de las autopistas, las calles principales);
el agotamiento de recursos (bosques para obtener la madera para las casas de
campestre de la nada), y la contaminación del aire y del agua (los autos de la
a, el drenaje de la nada).
a peculiaridad de la historia ambiental consiste en que es una historia general
iversal y, al mismo tiempo, local, específica y concreta. Por eso se enfrenta a
peligros. El primero es el riesgo de la sobregeneralización vacía (la "muerte de
aturaleza", el "fin del mundo", "el planeta es una nave espacial"). La segunda
amenaza de la trivialidad, de ser una mera compilación de ese o aquel tipo de
bio ambiental en este o el otro lugar. Es el riesgo de que la historia ambiental
onvierta en la historia de todo y, por lo tanto, de nada. Sin embargo, tanto la
egeneralización como la atención indebida a los detalles superfluos son ries-
que para la mayoría de los historiadores ambientales (si no todos), los antro-
gos culturales, los geógrafos, los economistas ecológicos y otros, bien vale la
correr. De lo contrario, ¿cómo podríamos desarrollar conceptos totalizado-
por un lado, y por el otro conocimiento de los márgenes, los rincones y los
jones sin salida de nuestro entorno? ¿Cómo seríamos capaces de pensar sobre
aglomeración de ecotópolis llamada "naturaleza global"? Por eso el problema
relación entre lo particular y el todo, lo específico y lo concreto, y lo concre-
el todo, es de especial importancia para los historiadores ambientales. 9 Dicho

o "particular" es el individuo (persona, especie, etc.), mientras que lo "individual" es aquello que
ede reducirse a una unidad de análisis menor. Lo "concreto" es lo que los individuos tienen en
80 JAMES O'CONNOR

de otra forma, las que Worster vio como ambiciones grandiosas y posibilidades
totalizadoras de la historia ambiental no encuentran un método totalizador equi-
valente, definido no como "toda la verdad y nada más que la verdad" sino en tér-
minos de la interconexión entre proyectos y procesos históricos específicos, sobre
la base de lo concreto, o de lo que tienen en común las cosas, y por consiguiente
de cómo se relacionan éstas entre sí y cómo una cosa se relaciona con todas las de-
más. La historia ambiental sigue siendo un terreno mal definido, que toma presta-
do —muchas veces acríticamente— de una variedad de ciencias naturales y socia-
les, y también de teorías de tipo marxista sobre la actividad material humana que
resultan esenciales para arrojar una verdadera luz sobre la "historia de la naturale-
za". El argumento, aquí, es que todas las relaciones históricas son simultánea e irre-
ductiblemente sociales, sociomateriales, material-sociales y materiales (naturales).
Los historiadores deben actuar en todos los niveles de abstracción (y sus muchas
mediaciones) para delinear exactamente cómo y por qué las fuerzas económicas o
de otro tipo han dependido del ambiente; cómo al mismo tiempo la naturaleza
permite y restringe la actividad material humana, y cómo los cambios del ambien-
te influyen en los cambios políticos, económicos y culturales/sociales (y son influi-
dos por éstos).

UNA HISTORIA DE HISTORIAS

Para apreciar toda su importancia, tenemos que ubicar la historia ambiental en el


linaje de la historiografía capitalista de los últimos dos o tres siglos. Si seguimos la
historia de "Occidente", hay tres tipos principales de textos históricos anteriores a
la aparición de la historia ambiental: la historia política, la económica y la social/
cultural, en ese orden.
Las primeras historias del capitalismo fueron historias políticas, y los primeros
historiadores modernos fueron historiadores de la política que estudiaban el ori
gen y la consolidación del estado-nación y las luchas políticas relacionadas, as
corno las reformas y revoluciones constitucionales, legales y políticas de distintos
tipos en los Países Bajos, Gran Bretaña, Francia, Alemania y otras naciones euro-
peas (así como sus imágenes en espejo, "invertidas", anticoloniales, en los países
capitalistas colonizados por los blancos) .

En los viejos tiempos —escribe Donald Worster— todos sabían que el único tema importan-
te era la política, y que el único territorio importante era el estado-nación. Se suponía que lo

común con otros individuos (nacer vivir, morir; clase, género, comunidad, etc.). Lo "especifico" es lo
que distingue a un individuo de otro u otros. El "todo" o "totalidad" está constituido por lo "particular"
y constituye lo "concreto".
R ¿QUÉ ES LA HISTORIA AMBIENTAL? 81

que había que investigar eran las argucias de presidentes y primeros ministros, la aprobación
s
- de leyes, los combates entre tribunales y legislatura, y las negociaciones de los diplomáticos.
- Esa vieja historia, segura de sí misma, no era en realidad tan vieja, después de todo... apenas
uno o dos siglos a lo sumo. 10
e
e
- Muchos de los primeros historiadores políticos fueron también filósofos o teó-
ricos políticos y teóricos legales; no separaban la teoría y el objeto histórico de estu-
- dio. Así, no sólo describían sino que también trataban de explicar y justificar (y
e muchas veces ensalzar) el estado-nación (que según Worster alcanzó "la cúspide de
- la aceptación en el siglo xix y principios del xx"), así como las batallas políticas y
legales, las instituciones y climas que contribuían a crear el estado-nación... en el
-
cual se insertaban y florecían específicamente las relaciones de producción y las
s fuerzas productivas capitalistas.
o Estas nuevas relaciones de poder, definidas en el sentido político y legal más
a amplio, proporcionaron el marco de referencia político para la Revolución indus-
trial y el crecimiento de la economía capitalista del siglo xix. Los historiadores-filó-
-
- sofos que documentaron las nuevas relaciones de poder hicieron conscientes a las
emergentes clases dirigentes económicas de los nuevos —y al parecer permanen-
tes— cambios acarreados por las reformas y revoluciones durante la época del
absolutismo, los comienzos de la monarquía constitucional y, finalmente, el desa-
rrollo de la democracia liberal.
Las segundas historias del capitalismo fueron historias económicas, estudios
sobre la revolución de la producción material y la tecnología, la distribución y el
l intercambio. Y, en términos generales, de la expansión de las fuerzas productivas y
a de las relaciones de producción capitalistas. El tema de las primeras historias eco-
a nómicas era la "economía política", que consistía originalmente en esfuerzos por
/ desarrollar una concepción económica del estado en la era del mercantilismo. Más
tarde los economistas políticos clásicos, reflejando las luchas entre la joven bur-
s guesía y las añosas fuerzas del mercantilismo, entretejieron la historia económica
i- con la teoría económica de modo que, a su propio estilo, fueron historiadores eco-
sí nómicos al mismo tiempo que teóricos. Tanto La riqueza de las naciones de Adam
s Smith como El capital de Karl Marx son historias teóricas del capitalismo. A medi-
- da que avanzaba el siglo xix los temas más importantes analizados por los historia-
s dores económicos incluían el desarrollo de las divisiones del trabajo industrial y
social, el comercio nacional y mundial, el cambio tecnológico y las nuevas catego-

- 1° Worster, op. cit., p. 289. Dentro de las ciencias sociales, la ciencia política, la economía, la socio-
logía y los estudios culturales y ambientales tenían también su propia lógica de desarrollo, que iba más
o o menos paralela al desarrollo de los cuatro tipos de historia. Por ejemplo, la ciencia social comenzó
como "ciencia moral" (el término del siglo »in para las ciencias humanas), pero a finales del siglo XIX
o la economía fue separada de las demás ciencias sociales, indicando que de hecho se había establecido
una economía capitalista. "La sociología de la cultura" se desarrolló a mediados y finales del siglo xx,
"
y los estudios ambientales a fines de ese mismo siglo.
82 JAMES O'CONNOR

rías del capitalismo industrial: salarios, costos, precios y utilidades. Había también
historias de las luchas del trabajo, pero se restringían sobre todo a los mercados de c
trabajo y al lugar de trabajo (la historia de las luchas en la esfera de la reproduc-
ción, es decir la familia, la comunidad, los grupos étnicos, etc., tardó más en con-
vertirse en objeto de investigación de los historiadores sociales). La historia eco-
nómica estaba estrechamente relacionada con la historia política: los
estados-nación tuvieron que aparecer y evolucionar, y las relaciones de propie-
dad/legales debieron ser reformadas o derrocadas (todo ello en el contexto de los
nuevos enclaves de finales del siglo xviii y principios del )(a, de la producción arte- j
sanal, el desarrollo de las manufacturas, etc.), antes de que pudiesen desarrollarse e
fuerzas materiales capitalistas más plenas o más sólidas y que pudiese evolucionar
el comercio internacional de medios y objetos de producción. Las nuevas clases a
industriales y financieras, sobre todo con la aparición de El capital de Marx, se vol- r
vieron más conscientes de la tendencia hacia la revolución constante en las fuerzas
productivas, el crecimiento de la competencia, la importancia central del comer- o
cio internacional, las fusiones de las crisis económicas y la tendencia permanente l
hacia la concentración y centralización del capital, todo lo cual causó y fue causa- o
do por esta revolución. Por último, la economía capitalista se "naturalizó" o con-
virtió en "segunda naturaleza", en el sentido de aparecer como un poder externo r
al autocontrol humano o social (irónicamente, una de las justificaciones tanto de n
economía del libre mercado de la teoría liberal como del proyecto socialista ori- s
nal).
Luego aparecieron la historia social y cultural, los estudios de la revolución de r
s estructuras y procesos sociales y culturales: en términos generales, la aparición d
l consumismo (es decir la generalización de la satisfacción de necesidades en
rma de mercancías) y la sociedad de masa (la universalización de la forma de tra- o
jo asalariado y la aparición del "trabajador de masa"). 11 La mercantilización de
vida social y cultural (la familia, la comunidad, la etnicidad, etc.) o el desarrollo
un modo específicamente capitalista de reproducción social, completaron el
oceso iniciado con la conversión de bienes manufacturados en mercancías. e
Si bien la historia política y económica fue en gran medida una loa del capita- s
lismo, la historia social y cultural (y más tarde la ambiental) lo criticó. Esto se debe a
a que las luchas sociales y culturales (de las mujeres, de minorías oprimidas, etc.) a
eran "de abajo para arriba" (mientras que las luchas políticas económicas solían
estar organizadas por los intereses de quienes poseían propiedades, "de arriba para
abajo", contra las estructuras del antiguo régimen, el mercantilismo, el monopolio
sancionado por el estado y la reglamentación económica absolutista). a

b
Hace cierto tiempo E...] la historia como "política del pasado" empezó a perder terreno —es-
cribe Donald Worster—: los historiadores perdieron parte de su confianza en que el pasado r
n
11 james O'Connor, Accumulation crisis, Oxford y Nueva York, Basil Blackwell, 1983.
ES LA HISTORIA AMBIENTAL? 83

estado perfectamente controlado o sintetizado por unos cuantos grandes hombres


ctuaban en posiciones de poder nacional. Los especialistas empezaron a descubrir
largo tiempo sumergidas, las vidas y los pensamientos de la gente común, y trataron
oncebir la historia "de abajo para arriba". 12

esta transición Worster se brinca la etapa de la historia económica; implica


ién que el paso de la historia política a la social fue una especie "de correc-
del rumbo" por parte de historiadores posteriores, más esclarecidos, y que
jó el crecimiento de luchas específicamente sociales (feminismo, antirracis-
etc.). Esta línea de pensamiento no está del todo mal. Sin embargo, por deba-
los conflictos sociales y culturales de la segunda mitad del siglo xx estaban las
as estructuras de una sociedad específicamente capitalista. "La historia de aba-
ra arriba" refleja, en efecto, el crecimiento de las luchas sociales y culturales,
estas historias, al igual que las luchas sociales mismas, de las cuales las prime-
orman parte, tenían raíces más profundas. La revolución de las relaciones polí-
legales, y la consecuente explosión de las formas productivas, la competencia
os mercados, el comercio internacional y las nuevas relaciones de producción
alistas causaron —y a su vez fueron causadas por— la conversión del trabajo y
rra en mercancías. Polanyi las denominada "mercancías ficticias", Marx "con-
nes de producción", en el sentido de que mientras la tierra y el trabajo son tra-
s como si fuesen mercancías, de acuerdo con la ley del valor no son produci-
omo tales. Polanyi demostró que la conversión generalizada del trabajo y de
rra en mercancías creó una sociedad específicamente capitalista, es decir una
dad de clase, en la cual el nuevo proletariado era la clase mayoritaria. Los valo-
normas sociales tendieron a insertarse en las fuerzas del mercado y a estar
os a ellas. Esta línea de análisis fue desarrollada posteriormente por la escue-
Francfort y por la escuela teórica crítica. Así, Marx, Polanyi y la teoría crítica
ron las bases para el análisis de la sociedad y la cultura capitalistas, pero no
rollaron a fondo las implicaciones que, para la vida social y cultural, tenía la
ersión de la tierra y el trabajo en mercancías, es decir, un modo de reproduc-
social basado en la forma asalariada del trabajo y la forma mercancía de la
acción de necesidades
arx y Engels habían demostrado cómo y por qué el conflicto social en el capi-
o adoptaba la forma de la lucha entre el capital y el trabajo (no sólo en el
ado sino también en la producción misma), entre fracciones del capital, y
todos los capitales contra todos los demás capitales en el proceso denomina-
acumulación competitiva". Menos de cien años más tarde los historiadores

bid No obstante, en un fragmento posterior Worster habla de "historia social, económica y cul-
(d'id., p. 290), que invierte el orden del cambio y la transformación económicos y sociales en el
rollo del capitalismo mismo. William Cronon también parece explicar el origen de la historia
ntal, sobre todo en términos del movimiento ambiental, sin basar este movimiento en la capitali-
de la naturaleza en sí misma ("The uses of environmental history", op. cit., p. 2).
84 JAMES O'CONN

marxistas y otros historiadores de la sociedad y la cultura (por ejemplo historiado


res feministas, historiadores de homosexuales y lesbianas, historiadores locales
ampliaron la concepción original de Marx y Engels para que incluyese el conflict
de clase dentro y entre las esferas de la reproducción social, la comunidad y la vid
cultural (incluyendo la historia de formas de vida "tradicionales" en proceso d
desaparecer frente a las formas salario y mercancía). Los historiadores y los cientí
ficos sociales dedicados a la historia desarrollaron la lógica de la mercantilización
de las necesidades, o las consecuencias de la misma para las relaciones e institu
ciones sociales y culturales. Finalmente, se produjo la concentración en el consu
mismo: la universalización del automóvil, el desarrollo de los suburbios, la separ
ción extrema de los lugares de residencia, trabajo y recreación, y así sucesivamente
La tienda departamental, el centro comercial, los medios de comunicación d
masa y la televisión, y otras características esenciales de la vida social y cultural de
capitalismo tardío, fueron sometidos a un cercano escrutinio por parte de los histo
riadores, tal como lo fueron temas tomados de las culturas étnicas y otras cultura
de transición, cuando "todo lo que era sólido se desvaneció en el aire". Por último
una premisa básica (aunque tácita) de los estudios culturales actuales es que e
desarrollo del crecimiento del trabajo asalariado y el consumismo, así como la
alteraciones de éstos, no son más que un aspecto de los procesos más generales d
migración y urbanización. La proletarización se veía cada vez más como el mism
proceso que la migración desde el campo y las regiones y países pobres hacia afue
ra y la inmigración a centros capitalistas más desarrollados, especialmente ciuda
des. Junto con la derrota del socialismo realmente existente y la declinación de l
democracia social en los ochenta y los noventa, esta proletarización-migración
(que ha dado como consecuencia un incremento constante de la mezcla de "razas
y grupos étnicos y nacionales) ha multiplicado los problemas de control social
cultural y de identidad política, que contribuyen a definir "políticas de identidad"
combinadas frecuentemente con las "políticas de lugar".
La aparición de la "idea de la historia ambiental [...] en 1970" (Worster), ub
cada dentro de esta "historia de historias", no resulta dificil de entender. La causa
próxima es el movimiento ambiental, del cual la historia ambiental es una parte,
la crisis ambiental global, de múltiples facetas, que engendra las luchas por la natu
raleza. A la causa próxima subyace una estructural: los sistemas políticos y legales
del capitalismo, la acumulación de capital y la conversión de la vida social y cultu
ral en mercancías han producido (o se han combinado de maneras que nadie ha
estudiado sistemáticamente) una nueva naturaleza, una "segunda naturaleza" espe
cíficamente capitalista. Esto incluye la "división de la naturaleza" entre medios y
objetos de producción y de consumo. Al igual que antes el mercado de la tierra, la
naturaleza ha sido capitalizada y sometida a la disciplina del mercado financiero
Lagos, costas marinas, bosques, sistemas biológicos y demás son "activos"; a falta de
"precios reales"; un creciente ejército de economistas, ecólogos, ingenieros, calcu
lan los "precios atribuidos" del aire limpio, el agua fresca, hasta ecosistemas com
NOR ¿QUÉ ES LA HISTORIA AMBIENTAL? 85

o- pletos, que se convierten en parte del "portafolio de inversiones" de una región o


s) de un país. Aún más, la naturaleza real se hace a imagen del capital, por ejemplo
to a través de la bioingeniería, los bosques para fábricas y demás. Esta reconstrucción
da de la naturaleza y de sus representaciones hubiese parecido inimaginable antes de
de que la vida social y cultural fuese convertida en mercancía (que es asimismo un
í- proceso en marcha, que se inició verdaderamente después de la segunda guerra
n mundial).
u- Donald Worster explica el paso de la historia política a la social y a la ambiental
u- en términos del descubrimiento, por parte del historiador, de "fuerzas fundamen-
ra- tales que funcionan a lo largo del tiempo". 15 En su esquema se ve primero a los
e. hombres poderosos como si controlaran la historia; después se revelan "capas ocul-
de tas de clase, género, raza y casta"; por último, es la "tierra misma [la que actúa]
el como agente y presencia en la historia". Esta descripción parece ignorar el hecho
o- de que hay un nuevo objeto de estudio histórico: una naturaleza y una crisis
as ambiental específicamente capitalistas. El esquema de Worster parece asumir que
o, el capitalismo como tal permanece sin cambios mientras la escritura de la historia
el sigue una ley del progreso, por la cual los historiadores, con el tiempo, descubren
as fuerzas cada vez más profundas que causan el cambio histórico. Estas fuerzas —la
de política y el liderazgo político, las luchas de clase y sociales, y "la economía de la
mo naturaleza"— siguen sin verse como problemas en términos de los cambios del
e- capitalismo mismo.
a- Worster señala incisivamente que los historiadores solían estar confinados den-
la tro de las perspectivas nacionales, creando obstáculos a la historia ambiental, que se
n desborda por encima de las fronteras regionales, nacionales y continentales. 14 Esto
s" sugiere que la globalización del capital es un determinante primordial tanto del
y cambio y los movimientos ambientales como de las nuevas preocupaciones de los
", historiadores del ambiente. Sin embargo, aunque Worster escribe en otro texto
sobre los efectos ambientales de la agricultura capitalista (por ejemplo el monocul-
bi- tivo, la dependencia de los combustibles fósiles y las sustancias químicas), en este
a fragmento parece ignorar el desarrollo de la naturaleza capitalista. De esta manera,
y explica la aparición de la historia ambiental en términos de los movimientos
u- ambientales de los sesenta, con su apego a "la evaluación y la reforma cultural" y al
s "propósito moral". 15 No se encuentra ninguna autorreflexión ni descripción de la
u- 13 ibid.
a 14 Ibid. Stephen Dovers explica la aparición de la historia ambiental en términos de la "creciente pre-
e- ocupación por la sustentabilidad ecológica de las sociedades humanas modernas" ("Sustainability asid
y `pragmatic' environmental history: A note from Australia", Environmental History Revino, 3, otoño d
a 1994, p. 22). Esta explicación, que omite el desarrollo de una naturaleza específicamente capitalista, lle
va a Dovers a una visión "pragmática" de la historia ambiental. "Ésta es una historia que [...1 hace un
o. contribución positiva y práctica al manejo ambiental y a la búsqueda de sustentabilidad ecológica" (ibid.,
e p. 21). Ese tipo de enfoque elimina el contenido profundamente crítico de la buena historia ambien-
u- tal, y hace de la disciplina una sirvienta de la racionalización capitalista.
m- 15 Ibid, p. 290.
86 JAMES O'CONNOR

historia ambiental como parte del movimiento ambientalista (a lo cual se debe el


razonamiento circular de cualquiera que trate de explicar el primero en términos
del último). Tampoco hay ninguna descripción dialéctica del desarrollo de la natu-
raleza capitalista y el origen de los movimientos ambientales y sociales, ubicados en
el contexto de los problemas de la nueva economía global desde los sesenta y hasta
los noventa. Por qué ciertas tierras, recursos minerales, corrientes de agua y demás
se dedican a la fabricación de productos petroquímicos, de papel y de pulpa, equi-
po de alta tecnología y otras manufacturas que producen mercancías utilizadas para
producir otras mercancías; por qué otras tierras y recursos se emplean para produ-
cir bienes de consumo, y por qué las reglamentaciones ambientales son más libera-
les o más diffciles de poner en práctica en las industrias de bienes de capital; por
qué los movimientos ambientales se concentran en determinadas industrias y patro-
nes de consumo y desperdicio; cómo y por qué el capital financiero ha tenido efec-
tos devastadores en la naturaleza; por qué está creciendo el tamaño de la granja pro-
medio... las respuestas a estas preguntas y a una multitud de otras relacionadas
presupone una teoría de la acumulación capitalista de tipo marxista.
Cuando adoptan métodos político-económicos, político-sociológicos y socioló-
gico-económicos, los historiadores del ambiente están descubriendo no sólo cuál
es la segunda naturaleza del capitalismo, sino también cómo y cuándo se constitu-
yó. Están haciendo conscientes a las clases económicas y políticas (y en general a
las clases letradas) de los cómos y porqués de los impactos materiales de sus pro-
pias revoluciones económicas, políticas y sociales sobre el ambiente, con lo cual se
crea una base esencial para los movimientos de resistencia verde, los movimientos
por la justicia ambiental y otros movimientos sociales preocupados por la "natura-
leza como el conjunto de los seres humanos". 16

16 Ignoro aquí el importante tema de la ciencia ecológica, de la cual depende la historia ecológica y

que, a su vez, es influida y modificada por ésta. Soy de la opinión de que la ciencia ecológica es la cul-
minación de la ciencia previa, tal como la historia ambiental es la culminación de la escritura histórica
previa, en el sentido de que la ecología es la ciencia que tiene que combinar el individualismo o el ato-
mismo metodológico con el holismo o el organicismo en todos los niveles de análisis científico, y que
también debe abarcar más niveles de análisis que otras ciencias, que están restringidas por un nivel ana-
lítico particular y especificado. Otras ciencias también pueden ser dialécticas, pero lo son dentro de pará-
metros más restringidos que la ciencia ecológica, que puede ser la única verdadera ciencia dialéctica.
Atan Rudy escribe acerca de la descripción previa: lo que se pierde es la historia de la 'historia natu-
ral', cómo la 'ciencia' era el estudio de la 'economía de la naturaleza' y la 'historia de la naturaleza'.
Ésta se remonta a Gilbert White y Lineo en el siglo )(vi% y se vuelve parte integral del colonialismo a
medida que los 'naturalistas' (Humboldt, Darwin, etc.) exploraban la historia natural, la diversidad de
las especies, la evolución y las relaciones ideológicas importantes para la misión y las visiones imperia-
les de Europa. Como lo ponen en claro Nature's economy de Worster, Ftrst the seed, de Rloppenberg, The
fase of the forra, de Hecht y Cockburn, y Ecological imperialism de Crosby, el colonialismo y la exploración
tenían tanto que ver con la apropiación ecoagrícola como con la explotación e industrialización mer-
cantil e industrial del globo. Los procesos de historia política, económica y social están escritos, o ins-
critos, en el lenguaje de la historia natural... incluyendo la historia natural de la clase, el género, la supe-
rioridad/inferioridad racial y social" (comunicación personal, octubre de 1995).
ES LA HISTORIA AMBIENTAL? 87

n síntesis, de acuerdo con la descripción convencional, cuando nuevas luchas


iales refuerzan asuntos hasta entonces reprimidos o invisibles para que se aso-
n a la superficie de la conciencia social o pública, aparecen nuevos tipos de
ritura histórica. De esta manera, la historia de abajo para arriba es vista como
ejo de la creciente democratización de la sociedad democrática liberal. Y es ver-
que hay una estrecha correlación entre las revoluciones burguesas y la historia
ítica, los conflictos económicos y la historia económica, las luchas sociales y cul-
les y la historia social y cultural, así como entre las luchas ambientales y la his-
a ambiental. 17 Por repetirlo, el problema con esta descripción de historias suce-
amente nuevas, incluyendo la tendencia general de la escritura histórica de
jo hacia arriba, es que aquéllas (así como la misma perspectiva de abajo hacia
ba) son parte de esos respectivos conflictos sociales. Así, la narración estándar,
ien tiene la enorme virtud de vincular nuevas historiografías con luchas histó-
s, y por consiguiente de desbancar los mitos simples de progreso, el consenso
ial y demás, de hecho explica poco. La explicación profunda tanto de las
has sociales como de la parte que las constituye y que se denomina historio-
fía radica en la lógica de desarrollo del capitalismo, es decir en los cambios en
structura de la sociedad, a medida que se van revolucionando o volviéndose
s específicamente capitalistas la política, la economía, la vida social y cultural y
mbiente.

ARROLLO DESIGUAL Y COMBINADO

recimiento del capitalismo es un proceso de desarrollo desigual y combinado


structuras y procesos políticos, económicos, sociales y ambientales. La Revolu-
n haitiana fue construida políticamente, en parte, como culminación lógica de
evolución francesa, al menos tal como se la representa en Black Jacobins. La
nstitución de Estados Unidos fue copiada, durante el siglo xtx, por muchos paí-
latinoamericanos. La primera Revolución industrial en Gran Bretaña no se
ndió de manera uniforme por todo el globo; fue obstaculizada por el colonia-
o y el neocolonialismo (y por el "subdesarrollo") en el Sur. En la actualidad los
tros más intensos de yrogramación de software pueden estar en la India, no en
con Valley, y en Los Angeles, la metrópolis capitalista más avanzada, se pueden
ontrar formas primitivas de trabajo asalariado. También la sociedad y la cultu-
apitalistas se desarrollaron de manera desigual. En gran parte del Sur las estruc-

7 Jay Moore escribe: "El populismo y el progresivismo 'producen' una historia económica al estilo
harles Beard; las luchas sindicales de la época de la depresión y el socialismo 'producen' la histo-
el trabajo; el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, y los sesenta, 'produce' E...]
reses políticos y profesionales en los nuevos movimientos sociales, que se manifiestan como histo-
primero sociales, luego culturales y ahora ambientales" (comunicación personal, junio de 1995).
88 JAMES O'CONNO

turas de clase capitalistas están llegando tarde. La cultura pop norteamericana e


una mercancía universal, tal vez la única. Viejas creencias y prácticas espirituale
que se esperaba se borraran con el modernismo reaparecen bajo formas nuevas en
Tokio, Miami, El Cairo y otras ciudades y regiones.
Por las mismas razones que el desarrollo de la escritura histórica no es simple y
lineal sino complejo y dialéctico, los historiadores no abandonaron la historia polí
tica con la aparición de la economía industrial capitalista. La historia política dio
nuevos giros con el desarrollo del capital y el trabajo asalariado, la política plura
lista de la democracia liberal, las rivalidades imperialistas entre potencias indus-
triales, la reglamentación estatal, los sistemas de bienestar, las burocracias públicas
la ley administrativa y demás. Tampoco la historia económica desapareció con la
aparición de la sociedad y la cultura capitalistas. Su alcance se amplió para incluir
la segunda y la tercera revolución industriales (la era de electricidad, la era de la
electrónica), las ventas masivas y el consumo masivo, la revolución keynesiana en
política económica, y así sucesivamente. Y los historiadores sociales y culturales han
ensanchado su método y su visión con la creación de una naturaleza específica-
mente capitalista, que da cuenta (entre otras cosas) de nuevas interpretaciones y
significados de lo silvestre, del conservacionismo y el preservacionismo, los paisajes
culturales urbanos y demás.
Hay (y siempre habrá) continuidad en el cambio tanto de la "historia real"
("hechos reales") como de la escritura histórica. El desarrollo desigual y combina-
do significa que cada tipo de escritura histórica tiene que volver a trabajarse a la
luz del alcance y el método de los nuevos tipos que aparecen más tarde: la historia
política a la luz de la historia económica, social y ambiental; la historia económica
a la luz de la historia social y ambiental (así como de la historia política revisada); 1

y económica revisada). Self-rule: A cultural history of Arnerican dernocracy, de Rober


Wiebe, que interpreta la democracia de Estados Unidos (entre otras cosas) como
la forma en que los blancos forjaron la solidaridad, depende de las percepciones
de la historia cultural. Lo mismo ocurre con la obra del historiador de la economía
Eric Hobsbawm, quien aporta a su disciplina una comprensión profunda de la
sociedad y la cultura capitalistas que no se encuentra en la mayoría de las historias
económicas previas. (Y a la inversa, la mayoría de los historiadores le han dado más
peso al "factor económico" en la historia desde la aparición de El capital de Marx.)

18 En una ocasión Geoffrey Elton dijo: "Cuando me encuentro con un historiador que no puede
pensar que ha habido grandes hombres, sobre todo grandes hombres en política, siento que estoy en
presencia de un mal historiador." El hecho de que los historiadores de la actualidad suelan ignorar a
los "grandes hombres" indica lo lejos que ha llegado la escritura histórica, y cuánto depende de la cien-
cia social. Los historiadores no han encontrado todavía una manera de incorporar a los "grandes hom-
bres" en sus historias económicas, sociales, culturales y ambientales. ¿Cuánta importancia tuvo real.
mente John Muir en la evo turón dfaMbientalvsmoo O dé manera alternativa, ¿cómo interfiere el
reciente destronamiento de la vida personal de Mao con una evaluación clara de la Revolución china?
OR ¿ QUÉ ES LA HISTORIA AMBIENTAL? 89

es La importancia del consumismo inglés durante la Revolución industrial acaba de


es salir a la luz debido al desarrollo de métodos históricos sociales y culturales. La his-
n toria económica, definida en otro tiempo de manera estrecha (por ejemplo en The
industrial revolution, de T. S. Ashton), es enriquecida hoy no sólo por la historia cul-
y tural sino también por la historia ambiental. Sólo desde hace muy poco existe,una
í- historia de la máquina de vapor de Watt, económicamente eficiente pero ecológi-
o camente destructiva. ( ¡Tuvimos que esperar dos siglos para descubrir lo que ya era
a- obvio en esa época para la gente de Lancashire!) Asimismo, los historiadores con-
- temporáneos del ambiente han comenzado a reescribir la historia de la transición
s, del feudalismo al capitalismo en Europa. Han destacado el papel de la degradación
a ecológica, descuidado hasta entonces, han revisado la versión estándar de la indus-
r trialización y el rápido crecimiento económico en Occidente (haciendo énfasis en
a el total desinterés del capital por las extemalidades negativas o los costos sociales),
n y señalado las antinomias del desarrollo de la sociedad y la cultura capitalistas (con
n la introducción de temas al estilo de los de Polanyi en las historiografías marxistas
- convencionales).
y De esta forma, la escritura de la historia tiende a cambiar de dirección con el
s despliegue dialéctico de nuevas "etapas" del desarrollo capitalista. Pero es también
un proceso acumulativo, que en el mejor de los casos incorpora y descarta historias
" anteriores. La historia política actual incorpora no sólo la historia de la reforma y
- la revolución política de la burguesía, hace dos o tres siglos, sino también los cam-
a bios políticos resultantes de la creciente hegemonía del mercado capitalista, la nue-
a va política simbólica asociada con el surgimiento de la cultura capitalista y la polí-
a tica del ambientalismo. La historia económica, social/cultural y ambiental tiende
18 a seguir una senda similar. De hecho, "completa" la historia política, económica, y
lahistorcyualzdehistorambnl(ydehistora social/cultural, por ejemplo, cuando extiende la historia económica para incluir
rt las luchas por los recursos ambientales, y cuando radicaliza la historia cultural para
o tomar en cuenta las luchas por las representaciones de la tierra y el espacio, los
s mapas mentales y cosas afines Cada tipo de historia se alimenta tanto de su propio
a desarrollo previo como de esos campos "rivales", y la historia ambiental está en la
a cúspide de la cadena alimentaria. Cada tipo se reescribe, además, en concordancia
s con los problemas prácticos políticos, económicos y sociales (así como con las ideas
y fuerzas sociales dominantes) de su momento. Un ejemplo: la importancia que
) tuvieron para el desarrollo capitalista los cambios legales del siglo xvm, que esta-
blecieron derechos de propiedad definidos sobre la tierra y las invenciones, fueron
e ignorados o subestimados durante largo tiempo. Si bien pocos de sus contempo-
ráneos podían prever la significación económica de estas leyes en el momento en
que fueron promulgadas, hoy se está revisando y actualizando su importancia a la
luz del problema del capitalismo global para establecer leyes que rigen los dere-
chos de propiedad, el comercio y demás en los países ex socialistas, así como en las
"economías de mercado emergentes" del Sur.
? Idealmente existe una acumulación de escritura de la historia, basada en un
0 JAMES O'CONNOR E

roceso de agregación y negación, paralelo a la acumulación de capital y a su des-


liegue como un orden político-econórhico-sociológico-físico/biológico global.
ada campo de la historia, también idealmente, se vuelve más rico y más comple-
, más trans e interdisciplinario.
A medida que escribir historia se va volviendo cada vez más exigente, los histo- n
iadores tienden a especializarse más en términos de periodos o temas particula- n
es. Esto corre paralelo con la creciente especialización de la política, la economía,
a cultura y los usos de la naturaleza dentro del capitalismo. Cualquiera que haya
stado en una de las reuniones anuales de la American Historical Association (u
tras organizaciones regionales y temáticas de historiadores) sabe que en la actua-
idad la mayor parte de la redacción histórica llega sólo hasta ahí. La acumulación
e conocimiento especializado en manos de expertos en este o aquel periodo o
ema es verdaderamente impresionante. Por un lado, el historiador con más oficio
entro de su especialidad muestra más enfoques metodológicos de niveles múlti-
les y una comprensión más profunda de los "hechos reales", que el historiador
artografía e interpreta. Dos generaciones atrás Blackfacobins, de C. L. R. James, y
apitalism and slavery, de Eric Williams, aunque abrieron nuevas sendas, no inter-
retaron —ni podían hacerlo— ciertos temas culturales y ecológicos que ahora
on de curso corriente en historia cultural y ecológica. Una comparación útil y
eveladora es la obra maestra de Dale Thomas, Slavery in the circuit of sugar, cons- u
ruida sobre el modelo de una de esas muñecas rusas que tienen dentro otras a
uñecas concéntricas, para ocuparse de temas políticos, económicos y ,
ociales/culturales (lo cual también integra, implícitamente, la geografía y la natu-
aleza). Las obras maestras de la Revolución francesa escritas en el siglo xix no se
cupaban —ni podían hacerlo— de ciertos temas culturales y ambientales (y has- o
a económicos) que multitud de estudios menores han incorporado a su narrativa
n las últimas dos o tres décadas. Los historiadores del ambiente se están abocan-
o a descodificar las dimensiones ecológicas del pensamiento político y cultural de
ashington, Jefferson y Tom Paine, entre otras figuras, y su importancia para la
evolución norteamericana.
En síntesis, hay continuidad en el cambio puesto que cada tipo de historia incor-
pora (y muchas veces niega) escrituras históricas previas, pero también hay cambio
en la continuidad porque los "hechos reales" se alteran de manera tan drástica con
el despliegue de las estructuras de la economía, la sociedad y la cultura, y la natu-
raleza del capitalismo. La economía capitalista amplió el alcance de la historia polí-
tica; la sociedad capitalista extendió los límites de la historia económica (y políti-
ca); la naturaleza capitalista está revolucionando la historia social (y también
política y económica) •19
e
La mayor parte de los escritos importantes de Marx se centraron en política y economía. En la
19
primera mitad del siglo xx hicieron su aparición dentro del marxismo (Littacq, teoría crítica) temas
específicamente culturales. Hoy los temas ambientales son una parte clave de lo que sigue vivo en el
pensamiento marxista (la escuela ecomancista). En el siglo xix la historia política no había desarrolla- n
ES LA HISTORIA AMBIENTAL? 91

desarrollo desigual tanto de la historia como de su escritura sugiere que los


s políticos, económicos, culturales y ambientales pueden aparecer "antes de
mpo", por decirlo así. En la época capitalista la historia política y legal prece-
l periodo de revoluciones políticas burguesas, y la historia económica fue
ntada antes de la Revolución industrial. Las historias culturales aparecieron
nte el Renacimiento, y en muchas obras históricas figuraban temas ambienta-
tes de la "era del ambiente".
n embargo, estas historias son anomalías, en el sentido de que habitualmente
eron parte ni resultaron integrales para la secuencia de los cuatro tipos de
tura histórica señalados más arriba. La principal inspiración para los grandes
os político/legales de hace dos o tres siglos fue la transición de finales del feu-
mo al capitalismo industrial temprano, por ejemplo el problema del gobierno
era del absolutismo. La historia económica de los dos últimos siglos le debe
a las descripciones contemporáneas de la economía agrícola y el mercantilis-
mucho a la Revolución industrial y sus secuelas. Las historias de la alta cultu-
rante el periodo moderno temprano (c. 1500-1800) casi no dejaron huella en
derna historia social y cultural, que representa al mundo "de abajo para arri-
or último, los temas ambientales, desde el siglo xvm y hasta las primeras déca-
el xx, tenían más que ver con preocupaciones políticas y económicas que con
uraleza en sí misma. The coal question, de Stanley Jevon, publicado en 1865, ana-
a la minería del carbón por su importancia para la industria y el imperio britá-
, no por su impacto ecológico.
ando los historiadores introducían temas políticos, económicos, sociales/
rales y ambientales "antes de su tiempo", funcionaban más como telón de
o o escenografía que como procesos o agentes históricos autónomos o
utónomos. Estos temas solían aparecer en forma pasiva, no activa. En cierto
ento la política se veía como el escenario en el cual Grandes Hombres actua-
u destino, y en consecuencia no tanto como un proceso de conflicto y com-
iso, revolución y reforma. Las primeras historias económicas no representa-
ni podían hacerlo— el dinamismo inherente al capitalismo industrial
ro, que no adoptó su cualidad autónoma, casi natural, hasta el siglo xix, des-
de la Revolución industrial en Gran Bretaña. Las primeras historias de la alta
teorías contrapuestas del estado capitalista que ahora son de uso común en los textos marxis-
re todo debido al bajo coeficiente de desarrollo de las clases y la sociedad capitalistas hace más
s un siglo. La historia económica descuidó, por la misma razón, el tema del consumo y el con-
o, y casi no puede decirse que existiese la historia ambiental. Hoy, a medida que los temas cul-
y ambientales están adquiriendo rápidamente más importancia dentro del marxismo, los temas
icos ("la lógica del capital") son vistos por muchos como simples subtextos (un error en una
en la que la economía mundial está simulando el modelo de economía expuesto en El capital).
ace poco, en las lecturas más importantes de El capital fue descuidado el capítulo titulado "Coo-
n"; hoy el estudio de formas culturales de cooperación y su importancia para el lugar de traba-
omo de los sistemas ecológicos ("la cooperación de la naturaleza") y su papel esencial en la pro-
n, es emprendido por más especialistas de la tradición marxista y otras escuelas críticas.
92 JAMES O'CONNO

cultura reducían la autonomía de la cultura, que ahora es uno de los "diez ma


damientos" de los estudios culturales, debido a que la producción de cultur
dependía en gran medida de la Iglesia y de la Corona. Las primeras historia
ambientales daban por supuesta la naturaleza como un telón de fondo determ
nante, no como algo dialécticamente interrelacionado con la producción, la di
tribución, el intercambio y el consumo humanos. The signficance of the frontier
American history (1893), de Frederick Jackson Turner, y American histary and its ge
graphk traditions, de Ellen Churchill Semple (1903), se concentraban más en
influencia del clima y el terreno sobre la vivienda humana que viceversa. History
geographic perspective: The other France, de Edward Fox, es una historia política pr
fundamente influida por la geografía, pero que guarda absoluto silencio sobre lo
temas ambientales en sí mismos. Marc Bloch (en French rural histary) hace énfa
en el papel de la geografía como determinante de formas de producción desd
finales de la Edad Media hasta la Revolución francesa, sin perder de vista la impo
tancia de las relaciones de producción y poder ("la geografía limita el tipo d
ambiente que [la gente] crea"), y Fernand Braudel defendió el "posibilismo", pas
importante para llegar a darle a la naturaleza su verdadero papel como sujeto act
vo. "La naturaleza como sujeto" ha fructificado en una cantidad de obras recie
tes, por ejemplo A plague of sheep: Environmental consequences of the conquest of Mex
co, de Elinor G. K. Melville, que incorpora biología e historia, economía y polític
así como elementos de historia cultural. 20

CONCLUSIÓN

El posmodernismo tiene una importante lección que transmitirnos. Escribir hist


ria es una narración. El "contenido de la forma" es, en parte, la forma del rela
mismo. Dados los materiales necesarios, los historiadores pueden tejer muchas cl
ses de narraciones acerca de cualquier "hecho real" histórico. Pero así como h
una cierta lógica inherente en toda forma de relato, hay también una lógica inh
rente en la historia del desarrollo capitalista. Se trata desde luego de un cuen
inconcluso, y que es muy distinto según lo narre un financiero, un agitador sind
cal, un enfermo de sida o un inmigrante recién llegado de Camboya. Sobre tod
en Estados Unidos, el país más multicultural del mundo, puede haber tantas hi
torias como personas. No obstante, cada narración norteamericana, si es más
menos plausible, refleja o encarna la "lógica profunda" de la acumulación y el des

213 El 'determinismo ambientar de la geografía del siglo xix y principios del xx dejó en gran me
da de lado a la naturaleza como 'actor" autónomo. Las nuevas historias ambientales han reintrodu
do la naturaleza como una fuerza autonoma, sin volver a caer en la vieja visión del dese ' sis
ambiental.
OR ¿QUÉ ES LA HISTORIA AMBIENTAL? 93

an- rrollo capitalista, y en muchos casos personifica uno u otro tipo especial de capital.
ra Basta pensar en las obras de William Appleman Williams, Gabriel Kolko y Joyce
as Kolko, entre muchos otros. Sin embargo, no hay ninguna historia totalizadora,
mi- excepto en forma de todas las historias pertinentes vistas como una totalidad. Natu-
is- re's metropolis, de William Cronon, cuenta el relato de Chicago y su zona de influen-
in cia hasta la Gran Exposición; una historia totalizadora incluiría otras obras sobre
eo- Nueva York, Saint Louis y el Oeste durante el mismo periodo; la historia de Chica-
la go no es más que un "momento" de la historia del capitalismo norteamericano en
y in general y de las ciudades estadunidenses en particular. "Todo depende de todo lo
ro- demás" tendría que ser un lugar tan común en historia como lo es en ecología.
os La historia ambiental puede entenderse plausiblemente en términos del desa-
asis rrollo del capitalismo y de sus revoluciones políticas, económicas, sociales/cultu-
de rales y ambientales... y también de la escritura histórica política, económica,
or- social/cultural y ambiental. En este sentido, la historia ambiental es la culminación
de (o más modestamente el eslabón perdido) de toda la escritura histórica de la épo-
so ca capitalista.21 Pero también es verdad que así como los historiadores políticos,
ti- económicos y sociales/culturales ignoran la ciencia política, la economía y la socio-
en- logia, así como los estudios culturales, respectivamente, bajo su propio riesgo, tam-
xi- bién los historiadores ambientales descuidan no sólo las ciencias ecológicas sino
ca, asimismo las ciencias sociales bajo su propio riesgo. La lectura de algunos de los
principales historiadores ambientales de la actualidad —Donald Worster, Richard
White, Carolyn Merchant, William Cronon, Stephen Pyne— indica que la historia
ambiental se está impregnando más de historia política, económica y social/cultu-
ral, de estudios políticos, económicos, sociológicos y culturales, y de ciencia ecoló-
gica. La historia ambiental se está asentando sobre bases más científicas, y por con-
siguiente se está volviendo más radicalizada.
to- Así como Marx desdeñó la historia política y económica, la teoría política y la
ato económica, y como generaciones de marxistas han tratado de negar la economía
la- política y la historia social/cultural, los historiadores del ambiente están incorpo-
hay rando y negando los tres tipos principales de historia y de ciencias humanas pre-
he- vias. No se trata tanto de que estén parados en hombros de los historiadores polí-
nto ticos, económicos y sociales del pasado (aunque de hecho lo están). Más
di- radicalmente, la historia ambiental está resultando ser historia política, económica
do y social... más amplia, más profunda, más incluyente. En este sentido la historia
is- ambiental es la culminación lógica de toda la historiografía que ha existido hasta
so la fecha.
sa- Para cerrar el círculo, se puede tener la certeza de que la historia ambiental será
reinterpretada, y hasta revolucionada, por futuras generaciones de historiadores, a
edi- la luz de nuevos problemas, técnicas, fuentes y demás, pero también de las revolu-
uci- 21 Robert Young ("Biography: The basic discipline for human sciences", Free Assmialiom,s, 11, 19/38)
smo
afirma algo similar con respecto a la geografía (y gran parte de la historia ambiental es biografía de un
lugar, una región, un recurso).
JAMES O'CONNOR

en la historia política, económica y social misma, a todas las cuales está con-
endo la historia ambiental. Ésta se está negando y reconstituyendo constan- S
te a sí misma, a medida que niega los otros tres tipos de historia, que a su vez
an con los avances de la historia ambiental y la historia ecológica. En la medi-
que puede entenderse este proceso de negación y omisión, es muy impor-
que los historiadores ambientales traten de comprenderlo. Si finalmente
a el capital global, y si las futuras generaciones ven la naturaleza mera o
sivamente como "capital natural" (y a los seres humanos como "capital huma-
la comunidad como "capital comunitario"), la historia ambiental resultará O
historia pura y simple de la naturaleza capitalista. Los movimientos de resis-
se desvanecerán y serán minimizados u olvidados por los historiadores. El ri
o será una historia de la creciente dependencia de la tecnología y de su cosi-
ón, y la tecnología sustituirá a otras relaciones sociales humanas mediadas por o
laciones con la naturaleza... y viceversa. Si realmente salen victoriosos (¿algo d
improbable?, ¿una evidente posibilidad?) los verdes, los verdes rojos, los rojos la
s, las feministas, los pueblos indígenas, las minorías oprimidas, los trabajado- e
el "ambientalismo de los pobres", que luchan contra el capital global, la his- i
ambiental del futuro será muy diferente. El remate, desde luego, es que el in
o será el futuro del capital puro y simple, o no, en parte de acuerdo con la u
a en que los historiadores ambientales (de hecho todos los historiadores) l
rendan y practiquen su arte. Cuanto más sea vista la naturaleza (modificada r
os humanos) como la historia del trabajo, la propiedad, la explotación y la a
social, mayores serán las probabilidades de un futuro sustentable, equitativo
ialmente justo. e
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S MANERAS DE OBSERVAR LA HISTORIA ECOLÓGICA
S PAISAJES CULTURALES DE LA BAHÍA DE MONTEREY

ODUCCIÓN

imera vista, los cañones al norte de la bahía de Monterey se ven tan fractura-
tan aislados del litoral oriental y meridional de la bahía, que sugieren que la
ogía de la región tiene que haber configurado su rica historia cultural. Una
da al sureste desde la altura de la montaña Ben Lomond, hacia la vastedad de
anuras fluviales de los ríos Pájaro y Salinas, completamente planas, y a la coli-
e granito que se conoce como península de Monterey, parece confirmar esta
ión. "La naturaleza hace a la cultura" sería una síntesis de esta sensación.'
n embargo hay otra evaluación, basada en el hecho histórico de que muchas
uras diferentes han sido transplantadas a la región de la bahía de Monterey:
la historia, incluyendo la historia ecológica, es de alguna manera importante
roducto cultural. "La cultura hace a la naturaleza", en la medida en que la tie-
a sido configurada por manos humanas, sería la síntesis de esta opinión. 2
Quieroanlzstdvie,yaqucrosnóeatlcmosfir-
e manera acrítica. La razón es que ambas dejan de lado el concepto clave para
terpretación de los paisajes (sistemas ecológicos, espacios ambientales, signifi-
s espaciales y mapas mentales, ambientes construidos), a saber, la actividad
rial de los seres humanos. Era común cierta unidad entre la cultura, el traba-

arvin Harris, Cultural materialism: The struggle for a science of cultura, Nueva York, Random House,
"La naturaleza hace a la cultura" es una sobresimplificación deliberada de la teoría de la historia
rris, pero capta algo de la esencia de su método aplicado a momentos y lugares específicos. Por
lo, Harris explica el desarrollo de la agricultura en términos de cambios climatológicos locales y
ultante "agotamiento o extinción de la megafauna del Pleistoceno, que fue la especie de caza pre-
durante decenas de miles de años" (p. 87).Y en otro lado, "el desarrollo del capitalismo en Euro-
ede verse, en gran medida, como una respuesta al agotamiento de recursos sobre el cual se había
o el modo de producción feudal europeo" (p. 111).
arris (ibid., cap. 9) hace una revisión crítica de las que denomina estrategias "idealistas cultura-
ara explicar la causalidad histórica. Por ejemplo, "Un popular conjunto de teorías psicologistas de
sación sociocultural arranca del supuesto de que cada sociedad tiene un carácter nacional, una
nalidad modal o alguna otra gama de tipos de personalidad [...] El conflicto estratégico entre los
pólogos psicologistas y los materialistas culturales [Harris mismo] surge cuando [los primeros]
n incluir la infraestructura ética en la cadena causal responsable de los complejos de personali-
cuando van aún más allá y proponen que los cambios estructurales e infraestructurales están pre-
minados por la existencia de determinado tipo de personalidad modal o básica o de un carácter
al" (pp. 259-260).

[95]
96 JAMES O'CONN

jo y la naturaleza de las sociedades pre y semicapitalistas de la bahía de Montere


(incluyendo asentamientos de indios costeños, españoles y mexicanos; antiguo
migrantes del norte de Europa; yugoslavos, italianos, chinos y japoneses. S
embargo, en las sociedades capitalistas, entre ellas la sociedad actual de la bahía d
Monterey, el capital y el trabajo asalariado, la tecnología, las finanzas, la comp
tencia y el mercado mundial, median y transforman al mismo tiempo la natural
za y la cultura, lo cual, a su vez, en ocasiones permite y otras restringe la activida
humana. Puesto que ciertas visiones políticas, incluyendo las visiones del futuro,
asocian a veces con un determinismo tanto ambiental como cultural —biorregio
nalismo verde y todo el arcoiris político del multiculturalismo, respectivamente—
también quiero mencionar esas visiones y políticas con el propósito de ofrecer u
manera alternativa de pensar en torno a la región de la bahía de Monterey y su
futuros posibles.

¿LA NATURALEZA HACE A LA CULTURA?

La topografia y la ecología de la bahía de Monterey son únicas. La región de


bahía es una tierra fronteriza entre el norte y el sur de California, lugar en el cu
las secuoias y las palmeras se rozan en una misma calle. El condado de North San
Cruz incluye la planicie fluvial del río San Lorenzo ("el centro" en términos cult
rales); seis o siete terrazas marinas, cada una de ellas menos precisa que la más jov
que está debajo; algunas corrientes de agua que llegan directamente al océano e
la costa norte, otras que desaguan en los cañones atravesados por el río San Loren
zo y las cañadas Soquel y Aptos, y docenas de barrancos que contienen arroyos y cu
sos de agua más pequeños. Hacia el sureste hay llanuras fluviales creadas por los rí
Pájaro y Salinas; hace un siglo y medio estaban cubiertas de pantanos y lagos, co
acuíferos al parecer ilimitados, que ahora se dedican a la agricultura. Castroville
llama a sí misma la "capital mundial de la alcachofa"; Gilroy es famoso por su fes
val del ajo; la cosecha más valiosa de Watsonville son las fresas; Salinas es el cent
de la "ensaladera" de California. Hacia el sur están las grandes dunas de arena
Se aside y la costa meridional de la península de Monterey, donde estructuras d
adobe restauradas, el muelle de pescadores, y las antiguas enlatadoras de pescad
atraen a los turistas que buscan aspirar el aroma de los viejos tiempos idos. 3
No hace falta ser cartógrafo profesional para observar que Santa Cruz, la ciud
dominada por los yanquis* ubicada en el extremo de la bahía de Monterey, es

3 Martha K. Norkunas, The frolitics ofpublic oiernory: Tourism, history, and ethnicity in Monterey, Californ
Albany, State University of New York Press, 1993.
*El autor usa "yanquis" en su sentido angloamericano para designar a las personas de origen sa
residentes en el noreste de Estados Unidos.
NOR TRES MANERAS DE OBSERVAR LA BAHÍA DE MONTEREY 97

ey bastante alejada de lo que los primeros europeos de la Nueva España veían como
os la ruta natural norte-sur que conectaba las misiones de California, los templos del
Sin imperialismo español. Los españoles pasaban de largo por Santa Cruz en sus viajes
de hacia el norte y el sur de California en busca de conversos a Dios y al dinero, y más
pe- bien seguían una ruta río abajo el Salinas o el Pájaro, y doblaban después hacia el
le- este, a San José, o rumbo al norte, a San Francisco y Sonoma. 4
ad La peculiar geografía de la bahía de Monterey, sus importantes llanuras aluvia-
se les y sus variaciones climáticas suelen mencionarse como las razones por las cuales
o- Monterey, el presidio español en la base de la bahía, llegó a ser el puesto español
—, remoto más importante del imperialismo español en el norte de California, y por
una qué Santa Cruz, en el extremo de la bahía, quedó relativamente aislado, y durante
us dos siglos atrajo más que nada a esas almas que deseaban escapar del bullicio de la
ciudad o de la pobreza del viejo mundo o de Asia, y emprender una nueva vida. El
escapismo ha sido valorado desde hace bastante más de un siglo por la industria
turística, de gran nivel en Monterey, de poco nivel en Santa Cruz (el turismo es el
negocio más rentable de la región en la actualidad, sólo superado por la agricul-
tura). También puede ocurrir que el aislamiento de Santa Cruz hiciese más fácil
que los primeros capitalistas yanquis y alemanes de mediados y fines del siglo xix
la explotasen los abundantes recursos de las montañas Santa Cruz y de la orilla nor-
ual te de la bahía, más o menos a resguardo del escrutinio público y las reglamenta-
nta ciones estatales. Se ha dicho que el aislamiento de la misión de Santa Cruz, com-
tu- parada por ejemplo con la de Carmel (cerca del presidio de Monterey), explica la
ven relativa autonomía que obtuvo la primera durante el periodo del asentamiento
en español.
n- Es indiscutible que el desarrollo general de Santa Cruz se vio retrasado porque
ur- el primer ferrocarril que atravesó California de norte a sur esquivó esta ciudad.
íos Sólo el genio comercial y la voracidad de un inmigrante alemán, Frederick Hihn
on (que a finales del siglo xlx controlaba más negocios que cualquier otra persona de
se la región), quien construyó el primer ferrocarril Santa Cruz-Watsonville, integró
sti mejor a Santa Cruz con la máquina de fabricar dinero del capitalismo inicial de
tro
de 4 Aquí y en algunos otros puntos de este capítulo me baso en notas tomadas en el curso de historia

de local impartido por Sandy Lyons en el Cabrillo College, y también en su conferencia pública sobre la
imposibilidad de separar la "historia natural y la cultural" (Louden Nelson Community Center, Santa
do Cruz, 20 de septiembre de 1994). La tesis del "aislamiento" es una de las favoritas de Sandy Lydon pero
.es refutada por otros, como el autor local Geoffrey Dunn: "Creo que Lydon le da excesiva importancia
dad al 'aislamiento' de Santa Cruz durante el siglo xlx. Aunque sin duda no era el centro del universo, San-
stá ta Cruz estaba intrínsecamente vinculado con la economía política de España y México y, más tarde,
con la expansión de Estados Unidos hacia el oeste. Villa de Branciforte (ubicada al otro lado del río,
frente a la misión de Santa Cruz) fue seleccionada para ser uno de los tres primeros pueblos de Cali-
nia, fornia; los registros eclesiásticos indican que había una interacción regular entre Santa Cruz y las misio-
nes de Carmel y Santa Clara, así como con las comunidades seculares de Monterey y de San José (...]
ajó Los cerros son altos, la bahía profunda, pero no somos una isla, ni lo hemos sido jamás', "Preliminary
thoughts on the Santa Cruz Genovese fishing colony", artículo inédito, 1994.
98 JAMES O'CONNOR

California. Y no fue despreciable lo que hizo, porque Santa Cruz no tiene una
bahía natural, y sin embargo recibió el don de una multitud de recursos explota-
bles. Entre ellos había energía hidráulica, bosques, piedra caliza, y agregado (gra-
va y arena), de los que dependían las industrias de la madera, la cal, la curtiembre,
los explosivos, el concreto y otras que florecieron en la región desde los años 1870
y hasta el final de la primera guerra mundial.
Con su único y dificil paso por tierra que atraviesa las montañas Santa Cruz
hacia San José (conocido hoy como el viejo camino de San José), y dependiente de
navíos marítimos para llevar y sacar productos de la región, resulta clara la geo-
grafia económica de Santa Cruz en la época previa al ferrocarril. La principal
encrucijada estaba en la intersección del camino de Soquel, la vieja ruta de San
José y el camino del muelle, en el poblado de Soquel. Mercancías y personas iban
del este y del oeste hacia esa encrucijada, para conectar con la diligencia que salía
hacia San José, o para ir por mar a los mercados y los deleite de San Francisco. Hoy
resulta difícil imaginar que ese rincón fuese un centro importante de intercambio
comercial; está lleno de viviendas obreras y pequeños comercios que se inundan
cuando el arroyo Soquel (uno de los que serpentean por la zona) se desborda de su
cauce. Esta realidad sugiere que el determinismo geográfico pierde mucho de su
poder explicativo cuando el capitalismo se apodera del control de la tierra.
No obstante, es fácil ver lo tentador que resulta "explicar" la historia regional a
través de la geograffa ffsica y el clima. Muchos lugares, por ejemplo Chalk Creek,
Camp Chaparral y Cypress Point [Cañón Tiza, Campo Chaparral y Punta Ciprés,
respectivamente], toman sus nombres de la geología, la fábula y la flora locales.
(Pero aún más lugares, por ejemplo Camp Evers, Chinatown, Cowell Ranch, Castao-
vine, Clarks Camp y Crichton Gulch llevan la huella del nombre de ciertos grupos
o propietarios.) 5 Es fácil creer que las terrazas marinas ofrecían buenos panoramas
y, por lo tanto, viviendas elegantes; que los ríos costaneros y los cañones producen
secuoias y, por lo tanto, madera y aglomerado; que los vastos macizos de una varie-
dad de roble implican curtiembres; que el madroño y otros árboles de maderas
duras dan origen a talleres de pólvora negra; que el río San Lorenzo estaba desti-
nado a ser fuente de energía hidráulica; que centenares de arroyos y corrientes
parecían mandados hacer para proveer agua potable, y que el aislamiento geográfi-
co exigía primero uno, después un segundo, después casi un tercer ferrocarril, así
como un muelle del tamaño suficiente para dar cabida a navíos oceánicos. ¿Quién
puede dudar que la niebla fría atraída por el calor del valle de Salinas, y el sol cáli-
do de la bahía, representan alcachofas, lechugas y coles de Bruselas; que las dunas
de arena equivalen vidrio y cemento; las cascadas espectaculares, las playas, el clima,
el mar y las montañas, a viajeros y turistas? ¿Dónde más iban a construir su presidio
los españoles más que en ese promontorio de granito al que llamaron Monterey?

5 Donald Thomas Clark, Santa Cruz place names: A geographical diaionarj, Santa Cruz, Santa Cruz His-
torical Society, 1986.
ANERAS DE OBSERVAR LA BAHÍA DE MONTEREY 99

su forma más pura esta manera de pensar puede denominarse "determinis-


biental". Esta expresión transmite la idea de que la geología y el clima ayu-
estorban y, por lo tanto, fijan de diversas maneras ciertas posibilidades eco-
as y sociales, y que tenemos que observar primordialmente la geografía fisica
región para comprender el curso fundamental de la historia local, incluyen-
historia de los sistemas ecológicos y de los paisajes modificados o construidos.
famoso historiador norteamericano Frederick Jackson Turner explicó lo que
opinión era una renovación de la cultura democrática en el Oeste, debido a
ertura y a su distancia de los males de las ciudades del Este, divididas en cla-
porque el Oeste estaba socialmente en la margen del país. La tesis de Turner
o desacreditada desde hace mucho tiempo, pero el terreno, el clima y la sen-
de vivir en las orillas sociales de Estados Unidos siguen estando profunda-
e grabados en la mente de los habitantes del Oeste. En Santa Cruz los habi-
s del lugar dicen que "van costa arriba" cuando quieren decir que manejan
o al norte por la ruta 1; "abajo y rodeando la bahía" cuando van al sureste, a
erey; "sobre los cerros" cuando por la ruta 17 van a trabajar a San José, y "valle
" cuando manejan sus autos por las curvas que corren junto al río San Loren-
la ruta 9. En Watsonville, cerca del centro de la región, los habitantes dicen
an "por el paso" cuando manejan hacia el noreste por la ruta 152. En Mon-
"un viaje al sur" quiere decir ir costa abajo hasta Big Sur.
mayoría de los que vivimos y trabajamos en la región de la bahía de Monte-
nservamos cierta conciencia geográfica (mapas mentales de colinas, cañones,
s del camino, la orilla del agua), aunque la calefacción, el aire acondiciona-
tras modernas comodidades suelen alejamos bastante del clima y de los cam-
e estación. Sin embargo, cuando en invierno llueve demasiado, los arroyos
rdan, y algunos de los que viven en cabañas veraniegas adaptadas, en los pro-
s cañones, quedan sepultados por deslizamientos de lodo. Cuando llueve
poco los jardines se resecan y los barrios empiezan a parecer un desierto.
do de pronto la placa del Pacífico se mueve unos cuantos centímetros, o has-
o 30, se producen muertes, heridas y daños materiales en los centros urbanos
ruidos en antiguos lechos de ríos. En el West Cliff Drive de Santa Cruz o en
nt Piñon Light Station de Monterey, durante una tormenta invernal, el vien-
lluvia feroces nos obligan a recordar que hay ocasiones en las que no con-
os a la naturaleza; más bien lo contrario. "Nos obligan" porque, como lo rei-
l historiador Sandy Lydon, después del choque inicial de un terremoto, un
dio, una inundación, los habitantes del lugar sienten una poderosa tenden-
volver a engañarse y pensar que los seres humanos ejercen una verdadera
nía sobre la naturaleza.
unos verdes están tan enamorados del determinismo ambiental que su
so intelectual pasa de explorar el pasado y el presente a planear y modelar
o futuro. Hablan de la "biorregión" de las montañas Santa Cruz o de la bahía
nterey. En las reuniones públicas hablan de crear una forma de vida basada
100 JAMES O'CONNO

en los ciclos hidráulicos y la topografía, en gran medida, según dicen, como l


hicieran los pueblos nativos hace tal vez diez mil años. Un hombre, que puede
estar tan familiarizado con las montañas Santa Cruz como sus habitantes origina
les de la edad de piedra, está cartografiando toda la serranía, preparándose par
un futuro biorregional. Pero en cierto momento no podía decidir si la vertient
occidental y suroccidental de las montañas, que estaban en el océano al norte d
la bahía de Monterey, pertenecían o no a la biorregión. Otros se preguntan si lo
ríos Pájaro y Salinas, desviados o alterados de una u otra forma más de una dece
na de veces en el último siglo y medio, y sus llanuras aluviales, cubiertas ahora d
frutas y verduras, puede llamarse, apropiadamente, una biorregión, o si son mera
cuencas fluviales de una biorregión del norte de California, más grande y no ta
bien definida. Siguen estando en pie cuestiones como de qué manera se podrí
desarrollar realmente una economía y una sociedad biorregional (división del tra
bajo, ciencia y tecnología, formas culturales existentes en la media luna de la bahía
de Monterey), y podrían interpretarse y utilizarse los vastos "bordes" y "traslapes"
entre las diversas zonas ecológicas.

¿LA CULTURA HACE A LA NATURALEZA?

Hay una segunda manera de pensar por parte de quienes desean interpretar la his
toria humana y ecológica de la región de la bahía de Monterey (y presumiblement
basar en esas interpretaciones su política), la opuesta a la versión naturalista esbo
zada más arriba. Es la idea de que el factor determinante es (y tal vez debería ser
la cultura de la región, o mejor dicho las culturas, y que la cuestión clave es cómo
dejan su marca en el paisaje culturas diferentes.
Nadie duda de que la bahía de Monterey tiene una rica historia cultural, tan ún
ca, a su manera, como las configuraciones de la topografia y el clima de la región
Los pueblos nativos que vivían en las terrazas, colinas y llanuras aluviales de l
bahía construyeron complejas rutas comerciales allende la serranía de Santa Cruz
hacían sus herramientas con piedra de canteras de la zona, sacaban agua de lo
arroyos, recolectaban, cazaban y pescaban. Ésta fue la primera cultura —o cultu
ras, porque tal vez había tantas culturas ohlone como cuencas fluviales—; toda
ellas tuvieron efectos profundos en el paisaje ecológico, por ejemplo por la quem
de pastizales.? La segunda fue la cultura española de las misiones. La historia of
cial o eclesiástica de las misiones pretende que el impulso cultural de convertir
los indios paganos a la adoración de Nuestro Salvador, de salvar sus almas, fue la
fuerza decisiva que configuró no sólo la historia social sino también el paisaje

6 Malcolm Margolin, 77w Ohlone way: Indian in the San Francisco Monterey Bay Arta, Berkeley, He
day, 1878; Gordon, op. ciL, pp. 21-48.
TRES MANERAS DE OBSERVAR LA BAHÍA DE MONTEREY 101
OR

durante el periodo español. Al respecto, el principal ejemplo son los efectos de


lo
e
millares de cabezas de ganado traídas por los españoles que pisotearon los pastos
nativos, y la consecuente introducción e invasión de pastos anuales europeos en las
a-
vastas y ondulantes praderas de los condados de Santa Cruz y Monterey. 7
ra
Luego vino la cultura mexicana o californiana. Los artistas yanquis representa-
te
ban a los hombres como una especie de nobleza vulgarizada, que se pasaban la vida
de
montando a caballo o de fiesta,8 imitando a los caballeros de México o de la anti-
os
gua España. A veces, en cuadros antiguos, se representa a las mujeres de California
e-
con hermosos rebozos y largos vestidos, sentadas, conversando a la sombra. Estas
de
imágenes estereotipadas, como los colores de un viejo daguerrotipo, no están del
as
todo equivocadas. Tampoco lo está la opinión de que una cultura ranchera degra-
an
dada, en otros tiempos reservada a la clase dirigente española, importada a la
ía
región de la bahía a través de Nueva España, conformó de maneras importantes el
a-
paisaje social y ecológico. Una interpretación cultural de los efectos perdurables de
a
los paisajes y ambientes construidos de la sociedad española y la mexicana es espe-
"
cialmente popular en Monterey, que era un centro más político que económico, y
donde los edificios de adobe restaurados son hoy un imán para el turismo.
Luego llegaron los yanquis —madereros, curtidores, comerciantes, jornaleros y
otros—, cuya cultura era prometeica, que creían en el mito del dominio de la natu-
raleza, así como en la realidad del trabajo duro y la ganancia fácil. 9 Esta cultura
dominó Santa Cruz y, en menor medida, Watsonville, en el corazón del valle del
río Pájaro, a partir del decenio de 1850. Todavía se puede ver la mano yanqui en
s-
el centro de Santa Cruz (biorregión de la "llanura aluvial" para los verdes) donde
te
casas Reina Ana, iglesias falso gótico y escuelas y estructuras comerciales tipo rena-
o-
r) cimiento griego compiten con edificios de oficinas art deco y renacimiento misione-
ro. En el lado sur de la calle Union, entre lo que es hoy un centro de caridad y el
o
desnivel que marca la primera terraza marina, las casas yanquis de finales del siglo
ni- xlx y principios del xx miran hacia el norte poca luz del sol entraba en la sala o en
n.
la 7 /bid, pp. 48-55.
z, 8 Richard Henry Dana describió a los "californio?' como un "pueblo orgulloso e indolente dado a
los bailes lascivos". Un yanqui que había llegado antes veía en "los californios rostros torpes y suspica-
os
ces entregados al brutal goce animal... bailando y vomitando".
u- 9 En la mitología griega Prometeo era el titán que robó el fuego del cielo para beneficio de la huma-
as nidad. Tanto el lado prometeico de la cultura yanqui como el "mítico" se captan maravillosamente en
ma el siguiente texto: "El 7 de junio de 1905 un equipo de construcción del ferrocarril Ocean Shore encen-
fi- dió una mecha en Waddell Bluffs, dando inicio así a la tarea monumental de domesticar este trozo sal-
a vaje de costa. Al hacerlo, toneladas de rocas sepultaron durante cierto tiempo el camino rural que allí
había. A Vid Trombo y a sus hombres les tocó la responsabilidad de mantener abierto el camino mien-
a tras avanzaba la construcción. El ferrocarril Ocean Shore fue el plan grandioso de varios acaudalados
e, empresarios para vincular San Francisco con las zonas de esparcimiento y de negocios de Santa Cruz.
El proyecto terminó por ser abandonado, en parte debido a la dificultad para superar obstáculos como
ey- Waddell Bluffs", Frank (Lud) McCrary, "The raffroad atat clidn't", en Big Creek Lamber asid Building
Supplies, Waddell Bluffs: 77,0 magnsficent madi with a dramatic past, s. p. i.
102 JAMES O'CONNOR

los cuartos del frente. Ventanas relativamente pequeñas e interiores sombríos, ele-
mentos de una mente invernal de Nueva Inglaterra, diseñados al parecer sin pen-
sar por un instante en el sol y la suave temperatura de la ciudad, sugieren una
especie de teoría determinista cultural del paisaje construido.
En ese periodo también los chinos entraron a la bahía de Monterey; eran en su
mayoría varones, contratados para los trabajos más peligrosos, y que perdían los
brazos y la vida mientras cavaban túneles ferroviarios y laboraban en los empleos
más arriesgados de los talleres de pólvora. 10 Los chinos manejaban también las
industrias del pecado: el juego, el opio, los burdeles. La religiosidad protestante
les impedía a los yanquis obtener ganancias de sus paisanos, meros consumidores
—no productores— de pecado. Las mujeres chinas, algunas verdaderas esclavas, tra-
bajaban en los prostíbulos ubicados en las numerosas (y geográficamente móviles)
Chinatowns del área. Esto también puede explicarse en términos culturales por el
racismo blanco y el bajo estatus de los trabajadores chinos, así como el estatus más
bajo aún de las mujeres. Para la idea del determinismo cultural resulta más signifi-
cativo cómo desarrollaron los chinos los márgenes y los sobrantes de la base local
de recursos, "trabajaron los bordes", en palabras de Sandy Lydons. 11 La cultura chi-
na hacía énfasis en "adaptarse y usar todas las formas posibles de ganarse la vida", y
otorgaba un alto valor al compromiso, el deber y el "razonamiento" (equivalente a
la inventiva). Sus valores culturales mantenían unidas sus formas de producción, lo
que les ayudó a especializarse rentablemente en la pesca, los productos marinos
secos, los cultivos periféricos y la reclamación. 12 Esta configuración de capacidades
culturales y técnicas "en los bordes" también estaba determinada, desde luego, por
el racismo, que marginaba y postergaba social y políticamente a los chinos.
Hombres, mujeres y niños llegaron en barco, en carretas y a caballo de muchas
otras culturas europeas y asiáticas. En el valle del río Pájaro y en las colinas del dis-
trito de Prunedale había croatas, con redes de familia extensa, que cooperaba
entre sí cuando plantaban y cosechaban sus árboles frutales y otros cultivos. Había
inmigrantes del Dust Bowl (probablemente en su mayoría escoceses e irlandeses),

I° Sandy Lydon, Chiflase gold: The Chiflase in the Monterey Bay imt, Capitola, Capitola Book Company,
1985, passim. Esta es la mejor historia social y económica de la región que se ha publicado hasta la fecha.
II Ibid., pp. 501, 504.
12 Gordon también escribe: "Las costumbres chinas se introdujeron con mínimas modificaciones",
op. cit., p. 59. Lo que ocurrió fue que las capacidades culturales y técnicas de los chinos funcionaban
bien en las "márgenes", en sentido figurativo pero también literal, es decir, en la orilla del mar, donde
tenían mucha experiencia en la recolección y procesamiento de productos marinos, ibid.; Lydon, op.
cit., p. 488. "Poca gente sobre la faz de la tierra usa más que los chinos todo lo que atrapa, cultiva o pro-
cesa; prácticamente no se desperdicia nada. Así que cuando los primeros se instalaron en el área de la
bahía de Monterey —en la caleta de Point Lobos, hacia 1851— deben de haberse regocijado con la
variedad y riqueza que se brindaba a su talento de pescadores expertos [...] A diferencia de los demás
grupos de antiguos inmigrantes a la bahía de Monterey, los chinos [de Point Lobos] llegaban en fami-
lias completas", Michael Kenneth Hemp, Cannery Roto: The history of old Ocean Viso Avenue, Kane'ohe,
History Company, 1986, p. 22.
MANERAS DE OBSERVAR LA BAHÍA DE MONTEREY 103

zmente individualistas, que cultivaron algunos de esos huertos de manzanos y


onvirtieron en granjas de subsistencia, forma de vida material bien adaptada a
deseos de aislamiento y sentido de estar separados." Estaban los irlandeses
entre otros, querían hacer dinero rápido aprovisionando a los primeros mine-
n busca de oro, y que sembraron papas; los franceses, empapados en la tradi-
vinícola, que fueron los primeros en comercializar la industria; los sicilianos,
les en el uso de la red lampara y con "un nivel de trabajo en equipo dificil de
inar para los no iniciados", que fueron maestros de la industria sardinera de
terey'," los japoneses, hábiles para las huertas, el cultivo de bayas, el buceo, el
esamiento y la venta de pescado; los jornaleros filipinos y mexicanos, cuyas cul-
s de resistencia fueron la base de las principales huelgas agrícolas; gente de
va Inglaterra, portugueses (de las Azores) y balleneros noruegos, todos ellos
sus modos únicos de vida y de trabajo, y muchos más. Cada uno tenía sus pro-
maneras más o menos distintivas de hacer las cosas, que superponía al ambien-
cal, que se parecía muy de cerca, o a grandes rasgos, a la naturaleza tal como
nocían en sus respectivos temulos. 15
sí que las diferentes nacionalidades buscaron formas de la naturaleza que les

El distrito de Prunedale (con Coralitos en una punta) contenía centenares de granjas de subsis-
a, con frutales, vacas, un par de caballos y huertos de verduras. Los migrantes de Oklahoma explo-
las granjas como arrendatarios, "forma de vida similar a la que conocieran en su tima", Gordon, op.
rsivas mías.
"Tirar la red desde un barco en movimiento en mar abierto, en una oscuridad casi absoluta (las
atraían compañía y competencia) requería valor, habilidad y un nivel de trabajo en equipo difi-
imaginar para los no iniciados. Aunque con frecuencia se los conocía como 'italianos', los hom-
cuyo trabajo y capacidad dominaban la industria pesquera de Monterey provenían de los pueblos
ros cercanos a Palermo [...] Cuando había capturas excepcionalmente grandes era común que los
[sicilianos] compartieran en forma amistosa el pescado sobrante que rulo solo no podía cargar",
, op. cit., p. 79.
na variación sobre este tema: en Santa Cruz se estableció, a finales de los años 1870, una colonia
scadores genoveses con sus familias, casi todos ellos procedentes de la pequeña comunidad pes-
de Riva Trigoso. Los "genoveses trajeron de su patria el uso de redes !ampara [...] que se tendían
botes, y de redes playeras, que se llevan mar adentro con botes de remos y se recogen desde tie-
os genoveses no tardaron en adaptar sus métodos nativos al ambiente laico del lugar. A medida
ban declinando las pesquerías de agua poco profunda (por exceso de captura) fueron adoptando
métodos, especialmente la línea larga portuguesa, para aprovechar las pesquerías de agua pro-
a. Si bien entre los genoveses había un sentimiento intenso de comunidad, desde un principio pes-
n comercialmente para mercados que quedaban fuera de Santa Cruz, como San Francisco, adon-
andaban la pesca por tren. Tengo la sensación de que había mucha competencia entre ellos, y de
ue aumentando con el tiempo. Cada familia poseía un barco, y cuando los hijos tenían la edad
ada se añadían más navíos. Aunque había cierta cooperación entre familias, la más importante se
dentro de ellas. La cohesión de la colonia pesquera se basaba más en el lenguaje y el aislamiento
ral, así como en la cooperación femenina (parteras, crianza de los niños, curaciones, etc.), que en
presa de la pesca", Dunn, comunicación personal, agosto de 1995.
Los historiadores locales no han revelado aún las maneras en que las mujeres de las esferas repro-
vas de la vida (trabajo doméstico, enseñanza, etc.) modificaron los ambientes de la bahía de Mon-
104 JAMES O'CONNO

resultaran familiares, transplantaron su cultura a la región de la bahía, y dejaro


su sello distintivo en el paisaje. Desde el punto de vista de la historia cultural, esta
constelaciones nacionales y étnicas hicieron, literalmente, la historia ambiental
social de la bahía de Monterey. Y así como algunos deterministas ambientales, qu
leen la historia local a partir de la topografía y el clima de la región, abogan por e
biorregionalismo o la política del lugar, algunos deterministas culturales leen
misma historia como resultado de valores étnicos, normas, estilos y esfuerzos...
subrayan la relatividad de las verdades culturales, la necesidad de desconstruir
"poder monológico" de la cultura dominante de los varones del norte de Europa
así como la política de la identidad y las virtudes del multiculturalismo.
Está clara la política implícita en estas dos formas (sin duda exageradas aquí) d
observar la historia local. Una destaca el poder de la naturaleza, la otra la natura
leza del poder. Algunos seguidores de la primera hacen propaganda en favor d
una política del lugar; algunos de los que apoyan la segunda propugnan una polí
tica adscriptiva basada en la cultura y la etnicidad. El biorregionalismo es la prefe
rencia de muchos varones blancos que son verdes; el nacionalismo cultural o e
multiculturalismo es la política preferida por muchos mexicanos de la zona y po
otros cuyas voces han sido acalladas, históricamente, por los europeos del norte.

EL CAPITAL Y LA CLASE COMO MEDIACIONES

Los que defienden la política del lugar y la política de la identidad buscan, cad
cual a su manera, un cambio económico y social fundamental. Lo irónico es qu
ambos suprimen o censuran una política basada en la clase socioeconómica, pr
cisamente en una época en que los paisajes locales, los sistemas ecológicos y la
prácticas culturales se están sujetando cada vez más al dominio del capital global
de los mercados financieros. Parece estar funcionando una especie de ley socia
compensatoria.. A medida que el capital desvincula las capacidades técnicas y l
división del trabajo de formas culturales más viejas, la política étnica o identitari
se afirma con más vigor. De manera similar, a medida que la naturaleza se huma
niza y la producción depende menos de los incorruptos dones de Dios y más de l
tecnología, los fertilizantes químicos, el agua importada y demás, la política de
lugar se afirma a sí misma con más vigor.
Precisamente cuando la cultura, el trabajo y la naturaleza son moldeados y retor
cidos por las leyes de movimiento del capital —y cuando las estructuras capitalista
de clase se reproducen en escala expandida en el nivel local—, es más difícil qu

16 Ejemplos de la coexistencia incómoda y a veces antagónica de ambas tendencias (quiero destaca


el término "tendencias") aparecen en las páginas de la obra de Frank Bardacke, Good libarais and gm
blue herons: Land, labor, and politics in the Pajero valley, Santa Cruz, Center for Political Ecology, 1994.
OR TRES MANERAS DE OBSERVAR LA BAHÍA DE MONTEREY 105

on la política de clase sea oída con seriedad. La idea de los "viejos modos", tanto eco-
as lógicos como culturales, parece más popular a medida que la realidad se va desva-
y neciendo o, mejor dicho, reapareciendo en la forma idealizada del "preservacio-
ue nismo" de la naturaleza y la cultura. 17 Al eludir los temas del capital y la clase
el económica, al restringir sus respectivos discursos a lo "natural" y lo "cultural",
la ambas políticas impiden lo que buscan con tal ardor: el "cambio real", como lo
.y expresan los políticos locales progresistas.
el Hoy la Grand Metropolitan, una corporación de Londres, decide el destino de
a, las enlatadoras del valle del Pájaro; 18 la tierra se arrienda a agroindustrias interna-
cionales para el cultivo de fresas; instituciones financieras regionales y nacionales
de toman los bancos locales; la Universidad de California (en Santa Cruz) se rees-
a- tructura para proveer mejor "capital humano" a la economía estatal; los restauran-
de tes del lugar dependen cada vez más de una creciente población que vive allí pero
í- trabaja "pasando los cerros", en Silicon Valley; cadenas de tiendas de descuento
e- remplazan las tiendas de la gente de la zona, y la riqueza y el poder se polarizan de
el modo más visible. Todo eso ocurre en una época en la que los progresistas del
or lugar que buscan el apoyo electoral de los verdes y los multiculturalistas tienen
. 16 miedo de pronunciar la palabra "explotación". A medida que el capital global
redefine la economía, la sociedad y la ecología locales, los dirigentes políticos evi-
tan la política de clase con el mismo cuidado con que los caminantes se alejan de
la hiedra venenosa y las quemantes ortigas de las montañas de Santa Cruz.
A medida que el capital llega a ver a la región y su gente como capital cultural,
como otras tantas mercancías o centros rentables, el sentido actual de la naturale-
da za y la cultura se va volviendo cada vez más nostalgico. 19 Nostalgia por una época
ue que nunca existió (y que jamás podía haber existido) es un tema que entrelaza a
re- los grupos locales dedicados a este o aquel aspecto de la historia y la identidad
as natural y cultural. Tal como ocurre hoy en muchas regiones del mundo, local-
y
al
17 La crítica de Perry Anderson al determinismo cultural al estilo de Carlo Ginzburg resulta rele-
la vante aquí: "Lo que está ausente en la descripción de Ginzburg es esa erosión del significado que cons-
ia tituye una parte tan grande de toda historia cultural [...] el proceso familiar por el cual las costumbres
a- o creencias que en alguna época estuvieran activas de modo central se vuelven, al alterarse las condi-
la ciones, esporádicas o marginales, y luego pierden por entero su sentido a medida que se las recarga de
el nuevos desarrollos que las incorpora o las borra [...] En la vida social lo más antiguo y, en ese sentido,
más profundo, es muchas veces más trivial, y ha sobrevivido sólo porque ha sido reducido a la insigni-
ficancia [...] Jack Goody señaló una vez que la persistencia de ciertos platos podía explicarse no por su
r- significado simbólico sino por su indiferencia, porque no eran más que indicios de continuidad exis-
as tencial [...] Las palabras y los mitos, a diferencia de los objetos de uso material, son significadores Mes-
ue capables. Pero también están siempre sujetos a la designficación [...] La única diferencia es que en su
caso suelen involucrar la cancelación de un significado por la sobreposición de otro, que puede, fácil-
mente, contradecir al primero", Perry Anderson, A cone of engagement, Londres, Verso, 1992, pp. 224
ar 225.
mat 18 Bardacke, op. cit., cap. 5
19 Por ejemplo véase Norkunas, op. cit.
106 JAMES O'CONNOR

mente, en la agricultura, el turismo y otras industrias, se está abriendo más y más a


la brecha entre el capital y el trabajo, los propietarios y los trabajadores. Esta divi-
sión, aunque se vuelva invisible en la política local, está grabada en los paisajes resi- u
denciales, rurales y comerciales. En el nivel local la "política progresista" tiene que
ver con el uso de la tierra y los esparcimientos ambientales; con la caridad pública r
dirigida a los pobres, los enfermos y los incapacitados; con la etnicidad, el género
y la sexualidad... mucho menos frecuentemente con el trabajo.
¿Quién sale ganando con la supresión de la política de clase en una época que
en realidad simula el modelo de capitalismo desarrollado por Karl Marx? El Viejo
Topo respondería: "la pequeña burguesía". Hoy tenemos que agregar "la nueva cla-
se media", los empleados y profesionales que, junto con la vieja clase media, repre-
sentan los principales estratos que organizan los grupos de la naturaleza y la cultu-
ra, los picnics étnicos, la preservación histórica y las exposiciones de los museos. i
De manera que cuando tomamos en consideración algo en apariencia tan ino-
cuo como la manera de interpretar los paisajes de la región de la bahía de Monte-
rey, podemos topamos con el explosivo problema de la identidad política. Lo que
se ignora en la política local y regional es el tema de la historia cultural y natural
mediada por la historia de la actividad material humana (producción, distribución, r
intercambio, consumo) en la región. No obstante, la importancia del capital y el
trabajo para configurar la naturaleza y la cultura resulta un tema político impor-
tante, tal vez el más importante.

ANOMALÍAS EN EL PENSAMIENTO HISTÓRICO Y POLÍTICO LOCAL

El principal problema con el pensamiento dualista que constituye tantas veces la a


marca del diálogo histórico (y político) en la región no es tanto que no arroje luz .
sobre el pasado (sí lo hace), como que distorsiona y confunde la relación cultura- u
naturaleza en el presente. Hoy el capital se apodera cada vez más de la naturaleza y d
la cultura, y las configura a su propia imagen: el consumismo y el discurso de utili- u
dades y pérdidas sobre los "recursos" tierra, espacio y "capital cultural", y el discur-
so paralelo sobre el preservacionismo de naturaleza/cultura. Políticamente, el pro-
blema del capital y el trabajo, y la forma en que se articulan con la topografía, las j
cuencas fluviales, los vecindarios, la etnicidad, el género y así sucesivamente, pocas
veces es tratado con seriedad por los historiadores, los activistas comunitarios,
ambientales o laborales, los planificadores regionales o los estrategas políticos."
u
20 Las conferencias y escritos del historiador Sandy Lydon bordean el determinismo ambiental, aun-
que en ocasiones la cultura (especialmente de las minorías), la economía mundial y la política desem-
peñan un papel (a veces débil, otras importante) (por ejemplo Sandy Lydon, "Toward rediscovering the
Monterey Bay region and its history", Santa Cruz County History Joumal, I, 1994).
ANERAS DE OBSERVAR LA BAHÍA DE MONTEREY 107

as anomalías son signos de que algo —desde un manzano hasta una estructu-
personalidad— anda mal en la vida. Un horticultor sabe que algo no funcio-
uando un injerto no pega o una buena vid produce fruta ácida. Un buen psi-
rapeuta sabe que el paciente tiene un problema cuando oye alguna
repancia entre lo que dice y la forma en que lo dice. Son señales de crisis, que
n que tanto los árboles como las familias den manzanas podridas, que la fruta
gria y la gente se sienta ansiosa y haga cosas estúpidas o crueles, pero que tam-
crean una oportunidad de transformación, ya sea en una vid nueva, una fami-
una comunidad sustentable y equitativa.
brecha que existe hoy entre los que destacan los factores culturales por enci-
e los ambientales, o viceversa, es muy amplia, y no sólo en la bahía de Mon-
. La clase de historia que capta la dialéctica de ambos, así como sus conexio-
internas, está en pañales, y los políticos no. se interesan demasiado por ese
. Hay una excepción que confirma la regla. La razón más importante por la
los que defienden los derechos de los pueblos indígenas tienen un poderoso
miento de estar del "lado correcto" de la historia es que se piensa que en las
dades indígenas la cultura, la naturaleza y la actividad material están en estre-
relación, "orgánicamente conectadas". Por mucho que idealicemos a los pue-
indígenas o los veamos con ojos románticos, defender sus derechos resuelve,
recer, el conflicto entre nuestro sentido de lo que son y lo que deberían ser la
ra y la naturaleza. Hay una especie de coherencia, una sensación de que las
encáj an,21 que nos hace sentir cómodos con lo que estamos haciendo, más
iados que si nos dedicamos, por ejemplo, a la pura política de la tierra en el
del río Pájaro o a la política de la identidad en Santa Cruz.
s antinomias entre la naturaleza y la cultura pueden verse por doquier en la
n, que se divide con gran precisión en "residencial", "comercial", "industria
a", "recreativa", "preservación histórica", "restauración natural" y otros espa-
. Por ejemplo, hay decenas de carteles anunciando a los caminantes que los
ues naturales están abiertos desde las 6 de la mañana hasta la puesta del sol,
d tiempo histórico, mitad tiempo de Dios. Se puede ver esta anomalía en el
ue estatal Wilder Ranch, una vieja granja lechera conservada como reliquia
rica, en la cual una parte se llama zona de preservación histórica y otra área
stauración natural, como si la parte histórica —los edificios y paisajes de la
ja— no fuese también natural, y la parte natural —las mesetas y la llanura alu-
el arroyo Wilder, con su playa—, no hubiese sido modificada decenas de veces
a mano del hombre. Miren el campus de la universidad local: por ahí hay un
l que indica una zona de conservación natural, por allá paisajes de aulas... la
ura" escoltada por macizos de secuoias.

Tradicionalmente la tierra y el trabajo no están separados; el trabajo forma parte de la vida, la


sigue siendo parte de la naturaleza, la vida y la naturaleza forman un todo articulado. Así, la tie-
enlaza con la organización del parentesco, el vecindario, el oficio y la fe... con la tribu y el tem-
aldea, el gremio y la iglesia", Karl Polanyi, The great transformation, Boston, Beacon, 1957, p. 178.
108 JAMES O'CONN

Este dualismo es tan generalizado que lo damos por sentado, por ejemplo, en e
parque estatal Forest of Nisene Marks, en Aptos (entre Santa Cruz y el valle del rí
Pájaro). La familia Marks le donó la tierra al sistema estatal de parques a condició
de que se dejase que el bosque, totalmente talado, "volviese a su estado natural"
como si se pudiesen borrar por decreto todas las huellas ecológicas y culturales d
la intervención humana, la tala, los trenes de brecha angosta y los aserraderos. S
uno inspecciona la parte más baja del arroyo Aptos, dentro de los límites del bo
que, encuentra en sus márgenes una comunidad de árboles y plantas que se debe
a los efectos ecológicos de la tala en gran escala por parte de Frederick Hihn, e
ferrocarril Southern Pacific y otros. 22 Hubo un caso en el cual un guardabosqu
del parque reclutó a unos boy scouts para destapar los restos de un viejo aserrader
enterrado ya bajo deslizamientos de tierra y arbustos, con el resultado de que rec
bió una reprimenda de sus superiores por violar la voluntad de la familia Mark
que en vano deseaba enterrar la historia, tanto literal como figurativamente. 23
En el viejo pueblo de Rincón, en otros tiempos centro de una línea de produ
ción de cal, que se levanta junto al cañón del río San Lorenzo, y que hoy es un com
plejo de "ecotonos" superpuestos, en los que se han borrado muchas huellas obvia
del uso humano (incluyendo un manzano solitario que hasta hace algunos año
crecía entre las secuoias) , se produjo un incidente similar. A los guardabosques s
les ordenó retirar siete viejos hornos para cal que se consideraban un peligro. Per
en realidad los taparon; hoy están enterrados debajo del estacionamiento que usa
los visitantes cuando quieren "volver" a la naturaleza.
El dualismo historia-naturaleza, que algunos ven como el núcleo mismo de
tradición judeocristiana y muchos otros como producto de la revolución científic
y la capitalista, es evidente por doquier, a veces en formas invertidas. La Univers
dad de California en Santa Cruz (ucsc) solía llamarse la "universidad entre la
secuoias", pero como desde hace mucho el control de incendios ha desplazado a
manejo de los incendios, las secuoias están bajo control; los muchos macizos y bo
quecillos de árboles de segundo crecimiento pueden interpretarse como una espe
cie de jardín, y la ucsc tendría que llamarse ahora "secuoias en la universidad".
Santa Cruz tiene planes para convertir la vieja concesión mexicana de tierras,
Rancho Refugio, colindante con Western Drive, el barrio residencial más occiden
tal de la ciudad, en un "cinturón verde", lo que aquí significa una especie de áre
silvestre urbana. Cerca del pie de Western Drive, en la primera terraza marina, ha
una unidad habitacional llamada "Atalaya", en la que vivimos unos cuantos mese
Nuestro departamento de esa especie de archivero para trabajadores y estudiante

22 "La tala al ras de los madereros desvaneció las zonas de vegetación. Hasta que las secuoias d
segundo crecimiento recuperen la supremacía en las zonas más bajas del cañón, habrá una mezcla
bosque ripariano y siempre verde", Sandy Lydon, 77ze foral of Nisene Marks Mote Podes, Santa Cruz, S
ta Cruz Mountains Natural History Associa.tion, s. f.
" MichaerMéuser, /Works tn We .f&esi: yu-r nvd-uction of tnearang ~ -rneannag ofyronaurn tk s
on Nisene Marks State Park, tesis, Universidad de California en Santa Cruz, 2 de junio de 1992, pp. 15-1
NOR TRES MANERAS DE OBSERVAR LA BAHÍA DE MONTEREY 109
el estaba en el segundo piso, y daba directamente a las empinadas márgenes sobre la
ío convergencia de dos barrancos que le dan su nombre a "Atalaya". Debajo nuestro
ón estaba el cinturón verde previsto, con apariencia de naturaleza silvestre, sin estruc-
", turas visibles, con dos antiguas sendas que subían a los lados de ambos barrancos,
de accesibles para cualquiera que estuviese dispuesto a pasar sobre el alambre de púas
Si y desafiar el más sagrado de todos los derechos: el de propiedad; más allá se podía
os- ver lo que parecía un deslizamiento de tierra, en el cual zigzagueaban viejos sen-
en deros de ganado que llevaban a las frescas aguas de la confluencia de los barran-
el cos; más allá ondulantes praderas que se alquilaban para el pastoreo de reses.
ues El cinturón verde previsto es el hogar de muchas especies de fauna: vimos u
ro, oímos lechuzas, diversas aves marinas, ciervos, coyotes, felinos, zorrillos y loros que
ci- vivían juntos, algunos como predadores de otras especies, otros a salvo en nichos es-
ks, pecializados. Si uno trata de identificar la cadena alimentaria, descubre que una de
sus fuentes es la basura de los inquilinos de Atalaya. De hecho el paisaje es una
uc- especie de zoológico sin rejas. Por lo tanto cualquier interpretación plausible de
m- las especies de vida en este "ecosistema" presupone una historia del desarrollo resi-
as dencial, los cambios de población, los valores de la tierra y la especulación, el capi-
os tal, la utilidad de los bancos y demás, así como la descripción de la manera en que
se los inquilinos de la unidad y otros que viven en Western Drive o cerca, por encima
ro del cañón, usan la naturaleza como sumidero para sus propios desechos. Aquí hay
an una lección de economía política, sociología política y psicología social de la natu-
raleza, aunque no se sabe cuál pueda ser y cómo se articula con ese zoológico de
la esta sección del viejo Rancho Refugio. Durante un debate reciente en el centro
ca cívico de Santa Cruz acerca de la conveniencia de aumentar unos pocos dólares los
si- impuestos a la propiedad, para que la ciudad pudiese comprar el terreno para el
as cinturón verde, a nadie pareció importarle esta falta de información.
al Hay muchos que se preocupan por la bahía de Monterey misma, especialmente
os- por sus "recursos marinos". Fort Ord, entre las últimas márgenes del valle del Sali-
e- nas y la península de Monterey, se convertirá en una filial del sistema de la Uni-
versidad Estatal de California y un centro de investigación marina (entre otros usos
el nuevos), del que se espera que rinda no sólo conocimiento sino también dinero
n- del gobierno federal, nuevas industrias y utilidades. La bahía misma ejemplifica
ea también una economía política de la naturaleza. Aunque en la zona se la ve como
ay un fenómeno más o menos estrictamente "natural", al observarla de cerca se
es. advierte que la bahía es una especie de acuario. No quiero decir que haya un acua-
es rio en la costa de la bahía, aunque lo hay: una célebre atracción turística de Mon-
terey, financiada por el multimillonario conservacionista David Packard, miembro
de
de del complejo militar-industrial. A lo que voy es que prácticamente todo lo que hay
San- en la bahía ha sido modificado o es controlado por la intervención humana, inclu-
yendo reglamentaciones que prohíben ciertas actividades, como la caza de balle-
s nas, por ejemplo.
16.
Lo mismo ocurre incluso en su famoso cañón submarino. Los antiguos navíos
110 JAMES O'CONNOR

españoles, para evitar los peligrosos deslizamientos de tierra, se abastecían de agua


dulce en los "borbollones" de la bahía misma. Descubrimientos recientes de los
científicos marinos revelan que esa agua venía sin duda alguna de los acuíferos del
Pájaro y el Salinas. Hace dos siglos el agua dulce se veía forzada a subir por fallas
sísmicas verticales hasta la superficie de la bahía. Los "borbollones fríos" la expul-
saban después de deslizamientos o compresiones sísmicos. Contienen hierro y
manganeso, junto con montones de bacterias. La fotografía submarina ha estable-
cido la existencia de comunidades de borbollones fríos (gusanos y almejas de for-
mas extrañas). Pero la intensa actividad, tanto agrícola como de otros tipos, ha
reducido la cantidad de agua dulce que entra a la bahía, lo que probablemente
explica por qué ya no están presentes los borbollones fríos y, por inferencia, seña-
la que la biomasa y las especies producidas en las comunidades que los habitaban
son menos abundantes (y posiblemente de otro tipo) que hace doscientos años. 24
En una época el trabajo humano, al principio con formas de organización y tec-
nologías que se habían perfeccionado en los países de origen de los pescadores,
agotó ciertas especies de la bahía, la más famosa de las cuales era la sardina. La tala,
las granjas, la construcción urbana y otras formas de intervención humana, integra-
da por el mercado local, el regional y el mundial, y mediada por los presupuestos
y las políticas estatales, han llenado los ríos y arroyos de sedimentos finos, tapando
los fondos de grava que necesitan los salmones y las truchas arcoiris para desovar,
y destruyendo los árboles que daban sombra y los remansos de desove, lo que ha
reducido la población de salmones locales en la bahía. Las restricciones a la activi-
dad humana, por ejemplo la protección de las nutrias marinas, que solían pasar
gran parte de su vida en tierra hasta que descubrieron que los humanos estaban
dispuestos a todo con tal de obtener su piel, también tienen sus efectos. Hoy la
nutria es la reina de la bahía, junto con el león marino, otra especie protegida. Las
nutrias, en alguna época casi extintas por la cacería, agotan hoy las almejas y los
abulones, dejando muy pocos para el consumo humano. Los leones marinos se bir-
lan los salmones de los aparejos de los botes pesqueros (atiene algo de raro que se
los encuentre a veces en las playas, muertos a balazos por los pescadores?). El
humilde mejillón queda para nosotros, los olvidados seres humanos. Hay un lugar
en el que se pueden recoger mejillones durante la marea baja, donde el mar los

24 Gary Green, director de los Moss Landing Marine Laboratories, en una conferencia pronuncia-
da en el Lauden Nelson Community Center, Santa Cruz, 7 de septiembre de 1993. Las imágenes de
video submarino de gran profundidad muestran por lo menos seis clases de almejas. El naturalista local
Fred McPherson, que impartió una clase sobre los "Ecotonos de Rincón" junto con este autor, no está
de acuerdo: "Los ecosistemas pelágicos (de aguas profundas) y costeros no son un acuario. Siguen sien-
do los mismos ecosistemas marinos, pero en un estado sucesivamente algo afectado (es decir, con
menos sardinas y más peces que se atrapan, etc.)", carta, 13 de julio de 1993. El problema está en qué
es un ecosistema y qué es "sucesión". (Véase por ejemplo Ludwig Trepl, "Holism and reductionism y
ecology Technical, political, and ideological implications", Capitalista, Maar, Socialism, 5, 5 de diciem-
bre de 1994.)
ANERAS DE OBSERVAR LA BAHÍA DE MONTEREY 111

constantemente, así que son sabrosos y fáciles de preparar. A las nutrias no


stan los mejillones o, mejor dicho, prefieren al parecer las almejas y los abu-

dría escribirse una historia económica sobre la vida marina de la bahía de


erey, acerca de la manera en que fases sucesivas de desarrollo capitalista trans-
ron las comunidades marinas y cómo diversas especies, macizos de algas y
formas de la naturaleza han cambiado de acuerdo con sus propias "leyes del
iento" y también con las leyes tendenciales de la acumulación capitalista. No
nte, los voceros del nuevo Santuario de la Bahía de Monterey no parecen
planes de escribir esa historia natural. Lo mismo ocurre con la historia de los
es cambios de las costas y los rellenos de tierra de la bahía: extraer la arena,
arla a través del turismo, los rellenos y desviaciones del río y la cañada, y dece-
otras alteraciones producidas por el trabajo humano, organizadas con fines
lidad por el capital, o por gobiernos y organizaciones privadas para la recrea-
la preservación. Sin embargo los que están a cargo del santuario ni conocen
preocupan por la economía de la región, excepto en la medida en que inci-
sus presupuestos y afecta la forma en que la bahía puede convertirse en un
"centro de ganancias".
mismo puede decirse de los encargados de Elkhorn Slough, veinte minutos
o al sureste de Santa Cruz, el corredor migratorio de aves más importante de
ta del Pacífico, donde durante la temporada de migración se pueden observar
as de especies diferentes. Elkhom Slough es una especie de museo de mareas,
e marino o jardín acuático, tantas veces han alterado los seres humanos sus
siones, el ingreso de agua salada, la calidad y cantidad de agua dulce, las sali-
la caleta, así como recogido mariscos y cazado tiburones como deporte, todo
e acuerdo con las necesidades comerciales y recreativas del momento. Gary
s, un especialista en ciencias de la tierra, y sus colaboradores, han cartografia-
n amoroso detalle los principales cambios de la costa misma. 25 La ensenada
equeñas embarcaciones de Santa Cruz, construida en 1960 para botes de pla-
para la flotilla pesquera del lugar, atrapó arena que tendría que haber ido a
la playa del pueblo de Capitola, más al sur, mientras agrandaba una playa de
Cruz 'y aumentaba, al mismo tiempo, los riesgos por agua e inundaba las pro-
des cercanas a las playas de Capitola. Esta población, despojada de su forma
a, instaló un rompeolas e importó arena. También la vida de las dunas cam-
mo consecuencia de la extracción de arena para hacer cemento y construir
ios de departamentos en una larga franja costera al sureste de Moss Landing.
riedad y fecundidad de la flora de las dunas se ha reducido. 26 Las conchas
as que llegan a la costa de las playas de la bahía cuentan la historia de una

ry Griggs y Lauret Savoy (eds.), Living with the California coast, Durham, Duke University Press,

ordon, op. cit., cap. 5, passim.


112 JAMES O'CONNO

declinación generalizada de la diversidad de especies indígenas y la importación d


muchas otras "exóticas" de diversos lugares del mundo."
El río Salinas fue desviado hace mucho tiempo de su curso actual, al Pájaro s
lo domesticó elevando las orillas, al San Lorenzo se lo aplacó de manera semejan
te. Hoy la fauna de las márgenes coexiste con los trabajadores indocumentado
desplazados por los vaivenes económicos y la confusión política de México y Cen
troamérica, y que acampan junto a los ríos. He visto fotos de Santa Cruz tomada
hace un siglo o más. En ellas no hay árboles; mucho antes se habían cortado la
secuoias que crecían a la orilla del río y en los barrancos; el roble costero se habí
apropiado de las praderas que los pueblos ohlone quemaron durante decenas d
siglos y que los españoles, los mexicanos y los yanquis usaban para apacentar e
ganado, alterando —quizá para siempre— la ecología local. Los bosques d
secuoias se talaron al ras; se producía y exportaba madera, que también se meta
morfoseaba en casas y negocios en la llanura aluvial. Los bosques se transplantaro
al centro, por decirlo así: se plantaron árboles nuevos, tanto exóticos como nativos
de hecho volvieron a arraigarse las secuoias. Dentro de unos pocos años, cuand
se observe la ciudad de Santa Cruz desde la más alta de las terrazas marinas, el pai
saje "cultural" parecerá eminentemente "natural".

LA NATURALEZA Y LA LÓGICA DEL CAPITAL

La cultura no le da medios de vida a nadie mientras no se "importen" al lugar d


trabajo normas culturales específicas de cooperación humana, con lo que se con
vierte en una especie de fuerza productiva. La naturaleza no les cede nada a lo
seres humanos mientras no se aplique o se combine trabajo humano con la gen
rosidad de los bosques, praderas, arroyos, depósitos minerales, campos o mares, qu
también se vuelven, entonces, fuerzas productivas. El trabajo, por decirlo así, medi
entre la cultura y la naturaleza: las reúne de maneras productivas y arroja com
resultado los medios materiales de vida. Si lo vemos de esta forma, se desvanece
dualismo entre las interpretaciones culturales y ambientales de la historia y el pa
saje. Cuando estudiamos un paisaje cultural o un sistema ecológico, un ligero cam
bio de perspectiva nos permite apreciar, no dos hechos separados, sino uno sol
con tres facetas: cultura, trabajo, naturaleza. Los ohlone de la edad de piedra con
vivieron millares de años con una naturaleza abundante, pero tenían que trabaja
de cuatro a seis meses anuales para mantener cierto nivel de existencia material. Lo
noreuropeos capitalistas fabricaban pólvora negra en un gran complejo fabril cons
truido cerca de los terrenos pesqueros de los ohlone, pero para eso requerían bos

27 Huida Hoover McLean, Tidedrift slaells of the MonUrey "My regm, Sama Cruz, Santa Cruz
Association, 1992.
OR TRES MANERAS DE OBSERVAR LA BAHÍA DE MONTEREY 113

de ques de maderas duras, piedra caliza y otros materiales locales. El hecho de que el
trabajo de los primeros estuviese impregnado de cultura tribal y el de los segundos
se del pensamiento esencialista y las normas culturales de un capitalismo del Lejano
n- Oeste, y de que unos y otros modificasen la naturaleza de maneras muy diferentes,
os no tiene que impedirnos ver ambos casos como fuerzas productivas culturales.
n- En una época los inmigrantes de la región transplantaron diferentes culturas y
as modos de trabajo que se adecuaron a diferentes topografías, recursos y climas loca-
as les que, a su vez, se asemejaban a los de la región o país de origen de los migran-
ía tes y, por lo tanto, les resultaban familiares. El deseo de lucro y de controlar el
de entorno (tal vez también el miedo a la desolación) de los primeros colonos protes-
el tantes del norte de Europa, se combinó con su trabajo frenético para arrasar los vie-
de jos bosques de secuoias (símbolos gigantescos de lo remoto y lo ajeno). Pero los ca-
a- ñones y las colinas no se hubiesen talado de no haber existido un mercado
on creciente de madera para construir ciudades y pueblos (incluidos los de la región)
s; que se llenaban de inmigrantes. ¿Qué podría mostrar un contraste más marcado
do con lo que los visitantes describían como el amor por el placer de los californianos,
i- combinado con praderas aparentemente ilimitadas, en las que millares de cabezas
de ganado pacían libres? ¿O con los introvertidos granjeros de subsistencia des-
plazados desde el Dust Bowl hasta las alturas del distrito de Prunedale? Cada una
de esas economías era "racional" desde el punto de vista de los valores culturales de
quienes participaban en ellas. Hoy, con muy pocas excepciones, las antiguas cone-
xiones entre cultura, trabajo y naturaleza han pasado a la historia: las secuoias ya
no simbolizan la "otredad"; el uso de la tierra para pastoreo prácticamente ha desa-
de parecido o ha sido reorganizado de acuerdo con lineamientos capitalistas; el feroz
n- individualismo de los granjeros de subsistencia ha cedido el paso a una cultura de
os agricultura comercial.
ne- En los viejos tiempos la tierra se configuraba de maneras específicas, a imagen
ue de las diversas culturas y formas de trabajar. Simultáneamente, esas culturas tenían
ia que ceder ante las variaciones de la naturaleza local: eran raras las coincidencias
mo perfectas entre la naturaleza y la cultura. Los yanquis y otros europeos del norte
el nunca habían talado secuoias; los españoles nunca habían disfrutado de tal abun-
ai- dancia de buenos pastizales, ni los chinos de tantos meses de verano secos y con-
m- fiables, ni los sicilianos y genoveses de condiciones de pesca tan estupendas. Los
lo inmigrantes del Dust Bowl tuvieron que aprender los secretos de los microclimas
n- de las colinas y los valles en que se asentaron. Los recién llegados debían adaptar
ar sus formas de vida y de trabajo a las características propicias y restrictivas de las con-
os figuraciones de la naturaleza localCLa cultura y la naturaleza no desarrollaban sus
s- respectivas lógicas separadas la una de la otra. Más bien naturaleza y cultura cam-
s- biaban y eran cambiadas, juntas, de diversos modos, media s por el trabajo esfor-
zado y las tecnologías nativas de las oleadas de inmigrantes.
Sin eutiku gu, más punto o más tarde —y éste es el punto importante— tanto k
las formas de vida tradicionales como los paisajes familiares cedieron ante la lógi-
JAMES O'CONNOR

del capital. La globalización de los mercados, de las finanzas y de la producción


sionó las viejas culturas y los ambientes vernáculos. Finalmente se produjeron y
lotaron con fines de rentabilidad una naturaleza y una cultura específicamen-
apitalistas, incluyendo conceptos de espacio y tiempo, así como el sentido de la
na vida.(Hoy la tierra y el trabajo se han vuelto mercancías ficticias, tratadas
o si fueran mercancías pero no producidas como tales, con precios ficticios)
("renta" y "salarios"). La forma asalariada del trabajo y la forma de mercancía de
la satisfacción de necesidades son prácticamente universales. El ambiente cons-
truido de autopistas, fraccionamientos residenciales, centros comerciales y otros
rasgos de la "geografía de la tierra de nadie" es más o menos el mismo en toda la
media luna de la bahía de Monterey... y en la mayor parte del resto del país. La
reacción cultural y política a la capitalización tanto de la naturaleza como de la cul-
tura es también casi universal: el preservacionismo. Hoy los grupos organizados
luchan por preservar este o aquel artefacto histórico, práctica cultural y lugar de
esparcimiento, ambiente, especie o ecosistema, de acuerdo con los deseos y el
poder de los residentes que quieren conservar cierto sentido de la "cultura origi-
nal" y la "naturaleza primigenia" (y también de la opinión de expertos acerca de
cómo se veía la región durante uno u otro periodo de su historia, con algunas eras,
y por lo tanto algunas especies de vida, edificios y estética del paisaje favorecidos
por los preservacionistas, otros despreciados por ellos).
Es posible documentar una especie de "actividad sucesiva" capitalista a partir de
las etapas de relaciones de propiedad en la región y la conversión de la naturaleza
en mercancía. A principios del periodo yanqui la caza comercial de osos propor-
cionaba alimento y pieles para los dispersos habitantes de las montañas. La regla
era el trabajo autoorganizado, el trueque local y la producción de subsistencia. Hoy
ya no hay osos, y a los turistas de la clase trabajadora les venden, como recuerdos,
estatuitas de yeso que representan nutrias marinas de ojos tristes. Ayer las casas se
construían de acuerdo con el diseño de los compradores. Hoy se especula con gru-
pos de edificios departamentales. Dos siglos atrás había diversidad cultural y natu-
ral en las formas de producción de subsistencia, comercio local y comercio a larga
distancia con unos cuantos artículos valorados (conchas de abulón para los ohlo-
ne, pieles de nutria marina para los rusos, aceite de ballena para quienes vivían
confinados en climas fríos y oscuros). Hoy hay consumidores, producción de mer-
cancías y un mercado mundial de millares de productos (las conchas son artículos
para turistas, las nutrias y las ballenas son especies protegidas, elementos de espar-
cimiento ambiental y objetos de investigación científica). Lo que contaba en los
viejos tiempos era ganarse la vida, eran las mercancías básicas; en los noventa lo
importante son nuevos y más abundantes bienes de consumo, producidos cada vez
más a menor precio en escala mundial, con el propósito de reducir los costos de
reproducción de la fuerza de trabajo y la sociedad en su conjunto.
La vieja unidad de cultura y naturaleza —una coincidencia más o menos cerca-
na entre los valores culturales, las habilidades técnicas, las formas de trabajar y la
MANERAS DE OBSERVAR LA BAHÍA DE MONTEREY 115

uraleza primigenia"— comenzó a desmoronarse cuando se construyeron los


eros ferrocarriles, cuando la tala y la producción de cal se ubicaron en una
capitalista en gran escala, cuando una industria de la remolacha azucarera
mente capitalizada se trasladó al valle del río Pájaro, cuando los "capitanes del
mo" (Frederick Hihn, Fred Swanton, el ferrocarril Southern Pacific) raciona-
on la venta de los atractivos de la naturaleza, cuando la famosa industria sar-
ra de Monterey se mecanizó, cuando la región se integró más esti echamente
la economía nacional y mundial... en síntesis, cuando la propiedad capitalista
lazó a la propiedad comunal y ganada por el propio esfuerzo. Ero comenzó
rio con el boom de los años 1870 y se aceleró en el decenio siguiente. La depre-
de finales de la década de 1890 y las primeras grandes empresas norteameri-
s allende el océano (en el Caribe, Hawai y las Filipinas), que ampliaron la
anda de pólvora negra, producida en esta zona, contribuyeron a consolidar el
rol del capital en la región. Lo mismo ocurrió con la competencia de la made-
l norte de California, el cemento de Portland y otros productos, al tiempo que
cismo blanco seguía dividiendo a la fuerza de trabajo e impidiendo toda ver-
ra unidad de la clase trabajadora.
el siglo xx la unión de las habilidades culturales y técnicas, las normas de coo-
ción con las herramientas y las técnicas, así como de las formas de la naturale-
la configuración del paisaje, fueron desapareciendo 'a un ritmo cada vez mayor.
mbargo, no fue éste un proceso lineal. Se dio una especie de descomposición
ual y combinada de habilidades culturales, avance tecnológico e impactos
anos sobre la naturaleza. La tecnología pesquera siciliana diezmó la población
rdinas de la bahía de Monterey; la tecnología ballenera de los noruegos, que
strializaron la captura de ballenas, arrasó con los grupos de ballenas en sus
aciones; la tecnología maderera del norte de Europa asoló los bosques de
oias más lejanos y difíciles de aprovechar. Pese a todo se dio una marcha ine-
ble hacia procesos de trabajo y tecnologías, así como hacia un financiamiento
industria, desprovistos de cualquier huella étnica. Si bien al principio la indus-
la construcción ferroviaria solían tener financiamiento local, la banca se vol-
e alcance nacional primero, y luego internacional, y ahora los mercados finan-
s globales tienen tanta o más influencia en la configuración de la industria
y la asignación de recursos como los sueños y los planes de los comerciantes y
entes del lugar. La tecnología se ha desvinculado, en gran medida, de las for-
y aptitudes culturales étnicas o nacionales. Una corporación de Londres toma
iones de vida y muerte acerca del uso de la tierra en el valle del río Pájaro. 28
Aunqelahbidoscnyljapercutivoólandsr
de las fresas," la "fruta del diablo" se cultiva ahora con técnicas estandariza-

ardacke, op. cit., cap. 5.


ihon bunk: Japanese culture: One hundred years in the Pajaro Valley, Watsonville, Pajaro Valley Aria
il, 1992.
116 JAMES O'CONNOR

das y sustancias químicas, y con gente cuyos antepasados vinieron de tres conti-
nentes. Las primeras obras importantes para producción de cal fueron construidas
y manejadas por el hijo de una familia europea versada desde hacía mucho tiempo
en las artes de la cal;" en la actualidad la extracción se hace con maquinaria y la
combustión con hornos de alta tecnología; en los años 1880, en los lugares más
remotos de la cañada Aptos, el capital se organizaba en mayor escala (aunque
seguía dependiendo de la capacidad individual de los artesanos) y los trabajadores
talaban, arrastraban y aserraban, a un ritmo nunca antes visto, antiguos bosques de
secuoias. Hoy los árboles se talan, trasladan y cortan más o menos de la misma for-
ma en toda la región. La mecanización del procesamiento de sardinas en Monterey
condujo a un mayor nivel de capitalización de la industria y también al final del
dominio de los cortadores de pescado chinos y japoneses, que tradicionalmente
habían realizado esa labor a mano en las enlatadoras de pescado. 31 El individualis-
mo de los arrendatarios escoceses e irlandeses en las colinas del distrito de Prune-
dale, que en un tiempo fuera la forma cultural en la que se desarrolló la agricultu-
ra de subsistencia diversificada, sólo existe hoy en sus vestigios ecológicos: en los
noventa una mezcla de granja y huerto de frutales es trabajada por personas que se
autodenominan "norteamericanas" y cuyos antepasados llegaron de todos los rin-
cones del planeta. A diferencia de lo que pasaba "en los viejos tiempos", ningún
grupo étnico tiene ahora el monopolio de la producción de verduras orgánicas con
bajos insumos; en el mercado de granjeros de Santa Cruz hombres y mujeres de
ascendencia europea, japonesa, china y mexicana venden sus productos lado a
lado. En casi todos los sectores el mercado y los requisitos técnicos, los métodos de
financiamiento y la organización del trabajo estandarizados han remplazado las for-
mas previas, más unificadas, de cultura y de trabajo.
Y también la economía de la naturaleza se ha volcado a usos que eran inimagi-
nables antes del advenimiento del capitalismo industrial y financiero, así como de
la tecnología y la ciencia modernas (esta última como forma específica de trabajo
cooperativo que presupone cierto nivel de evolución cultural, productiva y ecoló-
gica). Tomates resistentes a las heladas, brócoli congelado, cosechas mecanizadas,
agricultura química, granjas de árboles, estructuras posmodernas que no tienen
relación alguna ni con los materiales locales ni con las tradiciones arquitectónicas
del lugar... la lista de mercancías que ya no "encarnan" las formas de la naturaleza
primigenia (ni los frutos de culturas étnicas determinadas) es prácticamente inter-
minable.
Un continuo espacio/tiempo específicamente capitalista ha desvinculado la
producción de formas de naturaleza y cultura más antiguas. La Costera de Santa
Cruz, el último parque de diversiones abierto de la costa pacífica, atrajo a los turis-
" Bob Piwarzyk, "The lime kilns of Pogonip", manuscrito inédito, s. f.
" "El corte, hecho tradicionalmente a mano por trabajadores chinos y japoneses, se fue volviendo
menos especializado por nacionalidad a partir de la introducción de cortadoras mecánicas", Hemp, oft.
cit., p. 89
TRES MANERAS DE OBSERVAR LA BAHÍA DE MONTEREY 117
R

tas durante cerca de un siglo. Pero las clases de entretenimientos que se ofrecen y
los visitantes que los disfrutan han cambiado. La primera vez que fui a la Costera,
en los sesenta, había una Casa de la Diversión, donde por unos centavos los chicos
podían jugar todo el tiempo que se les daba la gana, y hasta 1963 hubo una gran
piscina de agua salada, en la cual los nadadores podían salpicar a gusto. Hoy el
espacio se usa más "eficientemente" (es decir más rentablemente): la alberca y la
Casa de la Diversión han desaparecido. Se paga por usar cierto número de minu-
tos y segundos los carritos y los juegos electrónicos. El uso del tiempo libre está
estandarizado. Y también lo está el paisaje cultural: el muelle remodelado de San-
- ta Cruz es una especie de modernista bastardo; la parte alta de la avenida Pacific,
en el centro, tiene rasgos que la asemejan a Carmel Village; hasta Watsonville, últi-
l
mo bastión de la cultura mexicana, planea modernizar el centro. Monterey, Aptos
Village, Capitola, Watsonville y Santa Cruz siguen teniendo algo de diferente, pero
-
sus diferencias tienen tanto o más que ver con la riqueza y los niveles de ingreso
que con las cultura étnicas y los ambientes o paisajes únicos.
En la economía capitalista actual los vínculos entre culturas particulares y con-
figuraciones de la naturaleza, por un lado, y divisiones específicas del trabajo y tec-
nologías, por el otro, están oxidados, rotos u olvidados desde hace mucho. En
-
lugar de ellos hay una naturaleza convertida en mercancía y una cultura de la
modernidad, un ethos de autodesarrollo y realización (más que el de una comuni-
dad "arcaica"), y la universalización de la forma asalariada del trabajo. La reacción
es una plétora de grupos preservacionistas de la cultura y la naturaleza que tratan
de proteger o restaurar o recordar esa o aquella práctica cultural o paisaje tradi-
cionales... en general abstraídos de los métodos de producción, las divisiones del tra-
bajo y los tipos de mercancías predominantes que se producen hoy.

CONCLUSIÓN

Esta manera de pensar nos libera de tener que defender ya sea una tesis ambiental
determinista y la pura política del lugar o un determinismo cultural y una estricta
política de identidad. El viejo dualismo persiste sobre todo bajo la forma de cintu-
rones verdes, parques estatales y festividades étnicas. Ha sido erradicado, en gran
medida, de los intersticios de la producción, distribución, intercambio y consumo
materiales, mayormente capitalistas, al igual que lo son sus paisajes y sus diversas
a
"culturas corporativas". Esto sugiere que existe la posibilidad, al menos, de una po-
lítica de clase que se ocupe de los asuntos ambientales locales y de la identidad
política en su interconexión ron los problemas de desempleo, bajos salarios, falta
de vivienda, pobreza, desigualdad y decadencia social.
Resulta posible, al menos en principio, una imagen de la historia ecológica y
.
social de la bahía de Monterey y de los temas y configuraciones políticos actuales
118 JAMES O'CONNOR

de la región, que combine economía, sociología, ecología, ciencias del mar y de la


tierra, arte, literatura y demás. Esa clase de imagen es necesaria también para
lograr una recomposición sana y sostenida de la vida cultural, la actividad produc-
tiva y la regeneración ecológica. La materia prima proviene de las docenas de anti-
cuarios locales, algunos de ellos excelentes historiadores aficionados, que gustan
de los hechos por los hechos mismos. La famosa media luna que traza una curva
tierra adentro desde Monterey hasta Santa Cruz es hogar de muchos hombres y
mujeres lo bastante curiosos sobre una u otra faceta del paisaje y los restos de cul-
turas étnicas más antiguas, así como acerca de la forma de la economía actual de
la región, como para abocarse a la tarea de descubrir los secretos de la misma,
develando los mitos y reconstruyendo el pasado de manera que resulte fructífera
para un futuro más justo y equitativo. Tenemos especialistas en leones marinos,
costas, secuoias, manejo de incendios, ciclos acuáticos, agricultura, planeación
urbana, res auración ambiental, diversas tradiciones étnicas y multitud de otros
objetos de estudio, aunque escasean los generalistas armados de métodos podero-
sos para pensar el presente como historia.
Sin embargo no sólo se trata de comprender el pasado, sino también de cam-
biar el futuro. Pero de los que se preocupan por el pasado pocos, si acaso, han
planteado las grandes preguntas: en nuestra sociedad, ¿qué debería ser la naturale-
za? Esta es una cuestión normativa que presupone, en parte, responder la pregun-
ta: ¿qué deDería ser la naturaleza? ¿Sobre qué tendrían que trabajar quienes lo
hacen? ¿Cuáles deberían ser las relaciones sociales de propiedad y poder? Son éstas
preguntas difíciles, primero porque el trabajo se invierte en propiedades privadas
o estatales, y éstas aún no han sido democratizadas, en muchos casos ni siquiera
para tener que rendir cuentas mínimas a la voluntad pública. Segundo, nadie tie-
ne un método para percibir el ambiente, y por ende las posibilidades sociales y
políticas latentes, como un artefacto al mismo tiempo cultural, material o econó-
mico y natural. Tal método presupone una visión holística de quiénes somos y
cómo concebimos —y utilizamos— nuestro ambiente y nuestros recuerdos cultu-
rales, al igual que cómo nos usan éstos a nosotros. Nadie conoce la verdadera his-
toria ecológica de la región (en el sentido pleno de estos términos), tan ocupados
han estado los especialistas metiéndose con la historia social por aquí, la historia
natural por allá, la historia económica en algún otro lado, evitando los difíciles pro-
blemas de cómo se articulan las mismas entre sí para producir ciertas interfaces físi-
cas, estéticas y cognoscitivas.
En última instancia es un problema del capitalismo, que separa cada vez más a
la gente do los medios y objetos de producción y de su entorno, y que ha natura-
lizado el mundo social y económico bajo el emblema del libre mercado y la com-
petencia. A la mano de obra asalariada se la mantiene ignorante de los matices del
suelo y el agua en los campos y de las reacciones físicas y químicas en las fábricas;
los residentes ya no pueden percibir el clima olfateando el aire, calculando la
dirección del viento. Hay una especie de ignorancia sistémica, estudiada, de las
MANERAS DE OBSERVAR LA BAHÍA DE MONTEREY 119

has y diversas interfaces entre la existencia socioeconómica y la naturaleza.


a es un paseo por el parque estatal Henry Cowell; la cultura es una visita al
Pherson Center for Art and History de Santa Cruz; el trabajo está detrás de
os en los que se lee: "Propiedad privada, prohibida la entrada."
nto a ello hay un problema de nuestro sistema educativo, incluyendo las ins-
ciones de educación superior, en las cuales están notoriamente ausentes la
cia y el arte transdisciplinarios. La especialización del conocimiento (el "mono-
ivo de la mente"), pese a los esfuerzos por amontonar distintas disciplinas con
ótulo de "estudios interdisciplinarios", es tan nociva para nuestra mente como
s para nuestro cuerpo la especialización del trabajo en los campos, en las fábri-
de alta tecnología y en los expendios de comida rápida. En un mundo que
ula cada vez más el modelo del capital global, donde la cultura humana es "ca-
l humano" y "capital comunitario", y la ecología, el ambiente y el paisaje son
pital natural", en un mundo totalizador de una magnitud y un poder inimagi-
les, muchas veces las instituciones destinadas a esclarecer producen una igno-
cia deliberada. Sin profundas reformas al modo en que producimos conoci-
nto, que presuponen reformas más profundas aún a las relaciones de poder
rigen la educación y otras instituciones, la respuesta a la pregunta ¿qué debe-
ser el trabajo? será alegremente provista por el capital. El trabajo será para la
ucción y la ganancia y la acumulación (y los fines de semana y en las vacacio-
para el preservacionismo de la naturaleza y la cultura). Esto responde también
egunda pregunta: ¿qué deberían ser la naturaleza y la cultura?, ya que ambas,
aneras diversas e importantes, son lo que el capital y el trabajo asalariado han
o de ellas.
ra y sigue siendo cierto que en la región los ciclos hidráulicos, la actividad
siva, las variaciones del clima y demás, así como las identidades étnicas per-
bles, aunque más que nada simbólicas, de la bahía de Monterey, resultan cru-
es para comprender las fuerzas que han configurado el destino del paisaje y la
oria de los pueblos de la región. Pero es más cierto aún que los biorregiona-
s que privilegian la naturaleza y la política del lugar, y los multiculturalistas
hacen énfasis en la etnicidad y la política de la identidad, corren el peligro de
rar las interacciones dialécticas entre el lugar y la identidad, por un lado, y la
sión del trabajo, la competencia y el mercado mundial, por el otro, pasando
alto así el papel central de la clase económica y social. De hecho éste puede
un buen momento para redescubrir la política de clase y las formas en que se
ula con la de lugar y la de identidad, no sólo en nuestras interpretaciones del
do sino también —cosa más importante— en nuestras visiones y nuestra polí-
del futuro.
4
LA NATURALEZA DE LA CONSTRUCCIÓN
Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA NATURALEZA
EN FALL CREEK, FELTON, CALIFORNIA, 1860 A 1990:
UN GUIÓN*

INTRODUCCIÓN

La belleza de Fall Creek (transparencia). Ésta es la narración de la historia natural y la


naturaleza histórica de una pequeña cuenca hidrológica y una cañada en las mon-
tañas de Santa Cruz, en la región de la bahía de Monterey, en California.
Puente viejo: Fall Creek. La forma de la narración es la "historia ecológica", el estu-
dio de los modos en que el trabajo humano, o la producción material, depende de
formas y fuerzas naturales, geológicas, climáticas y de otros tipos; de las transfor-
maciones ecológicas que acarrea la apropiación de la naturaleza por parte de los
seres humanos, y los cambios asociados en la experiencia humana y la conciencia
de la "naturaleza".
Puente nuevo: Fall Creek. La historia ecológica expresa la naturaleza histórica de
trabajo humano, y también de la ciencia ecológica, de la sensibilidad misma.
Cañada: clase up. La primera premisa de la historia ecológica es que la historia
de la naturaleza es la historia del trabajo humano combinada con la de la propia
economía de la naturaleza. Pero nos estamos adelantando...

ANTECEDENTES HISTÓRICOS

Carreta. En la segunda mitad del siglo xix y el primer cuarto del xx la economía
industrial del oeste del condado de Santa Cruz se basaba principalmente en la
exportación de materiales de construcción a San Francisco, San José y otras ciuda-
des en rápido crecimiento del norte y el sur de California.
Secuoias. Las tablas y muchos otros productos de madera empleados en la cons-
trucción, y fabricados a partir de los bosques nativos de secuoias, eran la exporta-
ción más rentable.
Puerta de horno de cal. Le seguían en importancia la fabricación y exportación de
cal para producir argamasa y yeso, utilizados también en la construcción; la pólvo-
ra negra para dinamitar túneles del ferrocarril, minas y canteras; los cueros.

*En coautoría con Barbara Laurence.

[120]
LA CONSTRUCCIÓN DE LA NATURALEZA 121

Tocón de secuoia. Hacia los años veinte los bosques primigenios de secuoias prác-
ticamente habían desaparecido.
Horno para cal en Fall Creek. La industria de la cal, que dependía a su vez de las
secuoias como combustible para sus hornos, había declinado drásticamente.
Cantera Cowell. La mayoría del puñado de canteras grandes de piedra caliza y de
las decenas de otras pequeñas quedaron abandonadas.
Avellanos. Empezaron a escasear los arbustos de avellano que los productores de
cal y de pólvora talaban para hacer barriles.
Encinos. Lo mismo ocurrió con los encinos que producían ácido tánico para las
curtiembres del lugar.
Puente cubierto Felton. El ferrocarril de montaña y los puentes cayeron en desuso.
a Puente natural. Mientras tanto, la parte occidental del condado exportaba tam-
- bién su otro recurso fundamental: su clima fresco en verano, sus plantas, el sol y el
mar, el paisaje de montaña: la base de la industria turística local.
- Río. Y también los ríos y arroyos de Santa Cruz. A partir de los años 1860 los visi-
e tantes de San Francisco, San José y otros lugares empezaron a tener importancia
- en la economía del lugar.
s Costera. Después del despojo de sus materias primas, el occidente del condado
a se fue especializando cada vez más en el turismo proveniente de las ciudades cer-
canas, también construidas, al menos en parte, con la madera y la cal proceden-
el tes de las montañas de Santa Cruz. El turismo se convirtió en la principal indus-
tria de exportación probablemente hacia el segundo decenio del siglo xx, y sigue
a siéndolo hasta hoy.
a Hornos de cal de Fall Creek. Una parte de la economía del siglo xix eran los obra-
jes de cal y el taller de barriles de Fall Creek, Felton, diez kilómetros curso arriba
del río San Lorenzo a partir de la llanura aluvial del Santa Cruz. Fall Creek se ini-
cia en la cima de la montaña Ben Lomond y desagua en el San Lorenzo, en Felton.
Blue Cliff. El obraje de cal se construyó tres kilómetros corriente arriba, en la
ladera de una colina empinada formada de carbonato de calcio —piedra caliza—
de alta calidad. Se lo construyó en el decenio de 1860, cerró temporalmente duran-
a te la depresión de los años 1890, reabrió y luego cerró definitivamente en 1919.
a Helecho con hojas de arce. Hoy se considera que Fall Creek es uno de los lugares
- más hermosos que se pueden visitar en el condado de Santa Cruz. Se ha vuelto par-
te de la economía turística, sobre todo para visitantes de fin de semana. También
- es un lugar excelente para descodificar las formas en que se combinan o entre-
- mezclan la economía de la naturaleza y la economía humana.
Paisaje de Fall Creek. La cuenca es escarpada aunque en pequeña escala. Su his-
e toria económica y social es relativamente simple. Lo mismo puede decirse de su
- historia natural y de sus ecocomunidades costeras. Fall Creek es una especie de
universo autocontenido, un laboratorio en el cual se pueden estudiar las maneras
en que la actividad humana y la economía de la naturaleza se influyen y modifican
mutuamente.
Horno para cal visto desde arriba
(esta foto y la de la página siguiente son de Catharina Marlowe).
Tanque de agua.
124 JAMES O'CON

Hongos. Fall Creek atrae a muchas clases de visitantes. Para algunos la cuenc
parte de la naturaleza en las montañas de Santa Cruz.
Taller de barriles. A otros les llama la atención como parte de la historia eco
mica y social de Santa Cruz... como arqueología industrial, incluyendo este sitio
viejo taller de barriles.
Refrigerador para carne. Pero la cuenca no es más historia que naturaleza. E
resultado de la economía de la naturaleza y de la actividad material humana, c
binadas o entrelazadas.

EL ACCESO A FALL CREEK

Entrada al parque. Fall Creek es "segunda naturaleza" o "naturaleza humaniza


La entrada al parque ilustra esta realidad. Sugiere una naturaleza rural, ordena
segura y gratamente invitadora. El camino, con su doble línea central, nos pro
te la seguridad de lo que llamamos civilización, indicando autoridad ofici
orden.
Estacionamiento. El estacionamiento sin pavimentar y la falta de instalacio
para visitantes son señales de que Fall Creek está poco desarrollado.., lo que in
ca que Los que lleguen podrán encontrar una naturaleza romántica, "no tocada
la mano del hombre", una huida accesible de la vida urbana.
Señales y portal. Instructores preparados guían las caminatas por Fall Creek.
de las más populares son las que ofrecen la Santa Cruz Mountains Natural Hist
Association y el Santa Cruz Museum. Los instructores de la History Associatio
concentran en los restos físicos del periodo industrial; los del Santa Cruz Muse
en la variedad de especies vegetales de la cuenca.
Cartel del Fall Creek Parle. Este cartel que anuncia el parque resulta involunta
mente emblemático de la historia y la naturaleza. "6 a. m." denota el horario
cial en una época en que el reloj mide la actividad humana. "Puesta del sol" corr
ponde al tiempo natural, remanente del pasado precapitalista, cuando la activi
era la que medía el tiempo.

EL PROCESO DE TRABAJO

Secuoias y acedera. Las operaciones madereras y caleras del siglo xix transformaro
ecología de Fall Creek... así como la economía y la sociedad del norte y la costa c
tral de C21ifornia. Esta narración comienza con la ecología original de la cuenca.
gran imagen ecológica de Fall Creek es -una larga historia de fuertes terremot
movimientos de tierra, magma borboteante e importantes cambios de clima.
N

o
n

La erosión llena la cañada.


1

Estanques de desove.
ONSTRUCCIÓN DE LA NATURALEZA 127

ranito y secuoia. Aquí hay un detalle ecológico económicamente relevante. Los


ues y rocas de granito en las márgenes de la cañada conservan el suelo. Esto
ite que crezcan secuoias, de raíces poco profundas. Los obrajes de cal explo-
n una naturaleza integrada: el granito ayudaba a crecer a las secuoias.
ocón de secuoia. Las secuoias y otras especies de árboles se cortaban, se trans-
aban en carreta hasta donde estaba el horno y se usaban como combustible del
mo. La naturaleza proporcionaba un acceso barato y fácil al combustible.
antera: Blue Chff. Las formaciones calizas de mármol de Fall Creek se crearon
la compresión de capas de carbonato de calcio formadas por antiguos fósiles
inos. El magma calentó esos materiales compactados a temperaturas increíbles,
ndo una roca cristalina con la cual podía producirse cal de alta calidad. Blue
f se explotó dinamitando la ladera de la montaña. Tiene cien metros de altura
una de las tres canteras de caliza más grandes de la región.
aseta para almacenar pólvora. Los trabajadores italianos y portugueses, algunos
llos poco más que esclavos, llevaban la pólvora barranca arriba desde esta
ta.
ieja vagoneta del tren, encima del horno. Luego los trabajadores cargaban la piedra
za, en trozos como del tamaño de una cabeza humana, en un tren de vagone-
que operaba por gravedad y que seguía esta ruta por encima de los hornos.
ieles. El tren de vagonetas bajaba por rieles de trocha angosta desde la parte
de la cantera hasta los hornos.

Horno para cal visto de frente


128 JAMES O'CONNOR

Camino de carretas.

Parte superior de un horno. Los primeros fabricantes de cal de la zona, que traba-
j aban por cuenta propia, construían y manejaban hornos de un solo crisol. Pero
con la introducción del trabajo asalariado se requerían tres hornos para mantener
ocupada y plenamente explotada la fuerza de trabajo. Uno de los hornos se encen-
día mientras el segundo se enfriaba y el tercero volvía a llenarse.
Frente de un horno. A finales del siglo )(Ex estos hornos producían entre el 20 y el
40% de la cal de California; la mayor parte se exportaba a San Francisco o se utili-
zaba en el lugar.
Ciudad de Santa Cruz: Long shot. Así Fall Creek ayudaba a construir las ciudades
cercanas, incluyendo Santa Cruz, que desarrolló estructuras sociales, valores y
ambientes típicamente urbanos. La urbanización creó una necesidad social o
demanda de escapar, de "volver a la naturaleza". Y la "vuelta a la naturaleza" inclu-
yó la vuelta a Fall Creek.
Edificio Flatiron. La economía de Santa Cruz, exportadora de materiales de cons-
trucción (incluyendo los obrajes de Fall Creek), contribuyó a crear la base material
de una población urbana. Así el oeste del condado ayudó a aumentar la demanda
social de sus propios esparcimientos ambientales. Por decirlo así, Santa Cruz y Fall
Creek satisficieron su propia demanda.
Frente de un horno. Los obrajes de cal de Fall Creek fueron abandonados en 1919,
LA CONSTRUCCIÓN DE LA NATURALEZA 129

debido a la competencia del cemento Portland, a la escasez de mano de obra indu-


cida por la primera guerra mundial, y al agotamiento de las secuoias. Las condi-
ciones de trabajo explican en parte por qué se usaba este diseño de horno (técni-
camente muy viejo), así como la época en que se abandonaron los trabajos.
Puerta de un horno. A partir de 1930, gracias al movimiento sindical y a la mejo-
ría general de las condiciones de trabajo, ningún obraje de cal como ésos podía
atraer obreros en Estados Unidos. Los bajos salarios y las malas condiciones de tra-
bajo —incluyendo un calor intenso, quemaduras y caídas frecuentes, olor a azufre,
aire contaminado y ruidos atronadores de la cantera— eran demasiado miserables.
Dentro del horno. Melancolía nostálgica. Hoy los hornos evocan una especie de
melancolía, como los castillos en ruinas para los románticos ingleses del siglo xviii.
Parte superior del horno. Éste es un horno visto desde arriba; parece la tumba de
un gigante recuperada por la naturaleza, que, literal y figurativamente, suaviza la
historia.
Pila de escombros. Después de la quema se separaban las impurezas de la cal y se
las echaba a paladas en barriles, que después se cargaban en carretas.
Sitio del almacén. Aquí había un gran almacén que iba de un lado a otro de la
cañada —rellena por entonces—, donde se mantenían bajo techo los barriles de
cal vacíos y llenos antes de que las carretas los sacasen del cañón rumbo a Felton,
luego al muelle de Santa Cruz y, con la inauguración del ferrocarril, a un vagón de
carga.
Pala. Después de la quema los trabajadores limpiaban a pala la roca impura que
quedaba —incluyendo la que se usó para los arcos— de las puertas delanteras de
los hornos.
Tanque de agua. Debajo de los hornos se construyó un tanque. El barrilero usa-
ba madera de secuoia para los tablones y avellano para los aros. La madera se
remojaba en el tanque para poder curvar los tablones.
Montón de leña. La fibra de la secuoia en trozos de este montón de leña ardía
mucho tiempo e intensamente, y se la usaba como combustible. Quedan unas
ochenta cuerdas de leña (madera en pedazos de dos metros y medio, el ancho del
horno); se necesitaban unas setenta cuerdas para una quema, que duraba más o
menos tres días.
Pila de escombros. Junto al arroyo, corriente abajo del obraje de cal, crecen sico-
moros y hiedras sobre una enorme pila de escombros, compuesta de lo que se des-
cartaba al cargar el horno y después de encenderlo. Los escombros se usaron para
rellenar el arroyo cerca de los hornos y para hacer el camino de carretas.
Muros de contención. Tres muros de contención soportaban el camino de carretas
que salía de los obrajes. Eran tres muros porque ése era el diseño que estabilizaba
más la ladera.
Relleno del arroyo. Donde se encuentran las dos ramas del arroyo se rellenó la sur
para hacer el camino de carretas. La erosión subterránea ha carcomido el camino
por debajo.
130 JAMES O'CONNOR S

Desechos en la cañada. Abajo de los obrajes de cal la cañada es una especie de tira- ñ
dero de basura lleno de los desechos de la naturaleza y de la historia. e
Camino de carretas. Se usaron piedras del lecho del arroyo para pavimentar el
camino de carretas, que ahora es la principal senda para visitantes. Aquí una gene- r
ración de caminantes ha alisado los filos de la historia, creando un lugar seguro y r
atractivo para pasear.
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Control de erasión en la cañada. o
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LA RESTAURACIÓN DE LA CAÑADA s
ñ
Secuoias. Después que cerraron los obrajes de cal mucha gente pasó por Fall Creek.
Metal en los bosques. Residentes cercanos buscaban el metal de desecho en la
cuenca, así como madera, leña, nudos de secuoias, bayas, hongos, helechos y cosas q
por el estilo. En los sesenta los hippies hacían campamentos con la madera y los a
ladrillos que habían quedado. l
Foto escénica de la cañada. La gente del lugar pescaba en el arroyo y usaba el área ca
de los hornos para tirar al blanco. Los chicos jugaban en el agua y trepaban por la
cantera (algunos se cayeron y resultaron heridos; dos murieron). En 1972 el Servi-
cio de Parques añadió Fall Creek a su colección.
STRUCCIÓN DE LA NATURALEZA 131

ñada restaurada, estanques de desove. A mediados de los setenta David Hope,


ente de Santa Cruz y funcionario del condado, organizó la restauración de un
de la cañada, donde acostumbraran desovar salmones y truchas arcoiris. Los
reros habían eliminado el dosel de árboles y, con él, la sombra que los peces
rían para dejar progenie. La construcción del camino y los deslizamientos de
habían creado sedimentos que cubrieron el lecho de grava del arroyo, tam-
ecesario para que los peces desovaran.
ñada restaurada, estanques de desove. Se inició el trabajo de restauración del
o. Técnicamente estos escalones en el mismo sirven para dos cosas. Canalizan
ua para mantener un flujo profundo; también crearon estanques de desove en
ones de agua mansa, constantemente renovada para que no se estanque. Cul-
mente, si bien la cañada parece "natural", en realidad está construida de
do con cierta estética de la naturaleza.
ques de piedra en el arroyo. El arroyo "construido" es el modelo "clásico", ya que
e un equilibrio de lógica y expresión o sentimiento. La lógica está en el dise-
los escalones por los que suben los peces, y se basa en la capacidad de los
es de piedra y las rocas para soportar fuertes tormentas. La expresividad está
uso de materiales naturales del lugar: roca, piedra y madera. El restaurador
una concepción de la naturaleza como algo pacífico e invitador, no como un
desolado, extraño y amenazante.
oyo: Close up. A la naturaleza se le da exactamente el aspecto que esperan
ntrar los residentes urbanos que buscan un escape... tal como se imagina que
otra época.
oyo restaurado. Se impuso un modelo especial de la naturaleza, familiar desde
ca de los románticos ingleses: silvestre pero atractiva y segura. Mas el mode-
la biosfera que se expresa en la restauración está sumamente simplificado:
señado como lugar para desove de los peces. Otras especies de vida —algas,
os, pájaros— no merecen la misma atención.
oyo restaurado/troncos caídos. Mientras tanto los troncos caídos son arrastrados
arroyo, poniendo en peligro los escalones. La historia actual y la naturaleza
a, la naturaleza actual y la historia pasada, están inextricablemente unidas
sí.
ñada restaurada.Estos troncos, bloques de piedra y rocas están puestos en una
del arroyo para controlar la erosión. Alejan la corriente de la orilla de una ma-
ue pretende parecer natural.
ques de piedra/cable. Un cable mantiene en su lugar los bloques de piedra.
as/malla de alambre. Se alcanza a ver la malla de alambre que contribuye a sos-
las piedras. La naturaleza descubre los intentos del hombre por hacer que
a natural.
132 JAMES O'CONN

EL IMPACTO ECOLÓGICO DE LA CAL Y LA MADERA

La belleza de Fall Creek. Mientras tanto, independiente de todo esfuerzo por resta
rar la cañada y manejar el parque, la ecología de Fall - Creek cambió drásticamen
durante los últimos cien años.
La belleza de Fall Creek. Las condiciones de producción en Fall Creek contribuy
a explicar el diseño de los hornos, el modo de operación de la explotación mad
rera y de los obrajes de cal, y el momento en que se cerraron estos últimos.
La belleza de Fall Creek. Los mismos, a su vez, ayudan a explicar el tipo y el mome
to del impacto ecológico del uso industrial de la cuenca. La historia de la natur
leza en Fall Creek es, de algún modo desconocido e incognoscible, parte de la hi
toria del trabajo entre 70 y 130 años atrás, así como de la economía de la naturale
en ese mismo periodo.
La belleza de Fall Creek. En un principio el periodo industrial tuvo el efecto
devastar la ecología de Fall Creek. De acuerdo con los autores del único estud
ecológico conocido sobre la cuenca, "Durante el periodo de tala y minería [...]
extrajo mucha biomasa."
La belleza de Fall Creek. Y los autores continúan diciendo: "La vasta destrucción d
la cubierta vegetal [...] aumentó la erosión de los suelos, cambió los microclimas
creó un hábitat nuevo, casi uniforme [y] una actividad de sucesión caracterizad
por el decremento de la diversidad de la flora y de su complejidad distributiva."
La belleza de Fall Creek. Pero a medida que fue pasando el tiempo "la biología
volvió más complicada. Dentro de la [...] cuenca la energía ha existido como u
sistema de biomasa y acumulación, y al sistema se incorporaba mucha más energ
que La que se liberaba. La radiación solar es absorbida por una cantidad —que cr
ce año con año— de vegetación leñosa y cubierta del suelo del bosque.
Flores. Luego la cuenca se volvió ecológicamente más variada. Con la desapa
ción del dosel original de secuoias podía crecer más flora.
La belleza de Fall Creek. Con el tiempo apareció una mayor variedad de helecho
plantas de flor y arbustos. Las lluvias estacionales y la erosión cambiaron también
cañada misma. El hecho ecológico de que el trabajo humano recreó, intencional
no intencionalmente, una ecología diversa, es una de las razones por las que Fa
Creek es un lugar dilecto al que se escapa la gente de las ciudades cercanas.
Flores azules. La ecología actual de Fall Creek es resultado también de las regl
y reglamentos del Departamento de Parques, de la reparación de sendas, con
trucción de puentes y otras obras de mantenimiento y mejoramiento por parte d
personal y de voluntarios. La cuenca se realmente una especie de jardín. Y los ja
dineros toman decisiones acerca de qué cultivar y qué no, ya sea por intención
por efecto.
Helecho. Helechos y matorrales de chamizo, culantrillo, campanillas, madreselv
lotos, rosas silvestres, zarzamoras, frambuesas y otras plantas prosperan en áre
perturbadas de la cuenca.
RUCCIÓN DE LA NATURALEZA 133
NO

Secuoias. Lo mismo ocurre con las secuoias, tan numerosas hoy que probable-
mente nunca lleguen a tener el tamaño de los árboles primigenios. Un resultado
de la protección a las secuoias es que algunas otras plantas y helechos no lograrán
au- sobrevivir cuando el dosel de árboles sea más alto y denso. Los helechos arbóreos
nte y los helechos dorados, que necesitan sol, pueden desaparecer.
Avellanos. Pero los avellanos han reaparecido, y el acebo y la retama florecen cer-
yen ca del agua y a las orillas del camino. El resistente helecho espada, que abunda en
de- las áreas muy sombreadas, va a sobrevivir.
Encinos. Los encinos se reproducen prolíficamente.
en- Hojas de arce. Y también los arces de hoja grande, que crecen en densos grupos
ra- en los escombros de piedra caliza, al pie de Blue Cliff y en los claros cercanos al
is-
agua.
eza Hongos. En un tiempo Fall Creek era un buen lugar para los recolectores de hon-
gos. Ahora el estado prohíbe a los visitantes recoger hongos, así como llevarse hele-
de chos u otras plantas, con lo que de hecho se toma otra decisión en materia de jar-
dio dinería. Igual que en una reserva natural, sólo podemos apropiarnos de la imagen
se del objeto real en una foto, no de la cosa misma.
Catalinas. Sigue siendo misterioso de dónde viene esta colonia de catarinas,
de cómo escogen Fall Creek en la ruta de su migración y por qué se van repentina-
sy mente a mediados de febrero, volando con una corriente de aire caliente.
da Hiedra. A la hiedra se le han dado muchos nombres, entre ellos "la huella del
" hombre". La plantaron los trabajadores para humanizar su entorno, y tal vez para
se controlar la erosión y el polvo.
un Vinca. Esta vinca y la hiedra cubren el pasado de quienes las plantaron, como si
gía hubiesen querido suavizar los afilados bordes de su propia historia. Aquí el hom-
re- bre sigue dominando a la naturaleza en el sentido de que estas especies introduci-
das dominan a la flora nativa.
ari- Manantial. Debajo del obraje de cal el agua sale borboteando de un pequeño
manantial subterráneo. Cuando se rellenó el arroyo, corriente arriba, siguió vivo
os, debajo de los escombros y cambió de curso.
la Cañada. Piedras, helechos, luz y agua se combinan en este tramo de la cañada
ly para crear un paisaje de naturaleza romántica digno de la imaginación urbana nos-
all tálgica más exigente.

las
ns-
del INTERPRETACIÓN
ar-
no Foto escénica de Fall Creek. Una vez Karl Marx escribió que la producción no sólo crea
los objetos que satisfacen las necesidades, sino también las necesidades satisfechas
va, con esos objetos. Este estudio es una variación sobre ese tema. Fall Creek produjo
eas la cal que ayudó a construir la California urbana, incluyendo las ciudades de San-
JAMES O'CONNOR

ruz y Felton. La vida urbana constituyó una cierta estructura social y la necesi-
social de escaparse y volver a la naturaleza.
Foto escénica de Fall Creek. La naturaleza que buscan los citadinos de la zona y
os visitantes incluye a Fall Creek, que ya no es un lugar salvaje pero que no está
arrollado y parece natural.
Foto escénica de Fall Creek. O, en otros términos, Fall Creek es un ejemplo de la
uraleza tal como quiere verla la imaginación urbana. Así se cierra el círculo: Fall
ek satisface su propia demanda, en el doble sentido de ayudar a construir cen-
s urbanos y de verse y sentirse como la clase de naturaleza que esperan los visi-
tes urbanos que buscan escapar de la ciudad y ver la "naturaleza".
Viga del almacén en el arroyo. Fall Creek sólo parece "naturaleza pura". De hecho
la cuenca la historia se mezcla con la naturaleza de maneras obvias, como esta
richosa viga en el lecho del arroyo. l
Lo insólito de Fall Creek. Y de maneras insólitas, como este marco de la puerta de
horno incrustado entre los desechos del suelo del bosque.
Tanque de agua. Lo que vemos en la cuenca, lo que olemos y oímos, y el sentido
seguridad que experimentamos en sus senderos, tiene tanto que ver, a su mane-
con el desarrollo del capitalismo en Occidente, como con los propios ritmos de i
aturaleza.
Carreta. Las herramientas y condiciones de trabajo, el agotamiento del bosque,
cambios tecnológicos de la producción de materias primas y el papel de Cali-
nia en la economía mundial a finales del siglo xix y principios del xx son ele-
ntos que contribuyeron a construir la naturaleza actual de Fall Creek.
Tocón de secuoia. Pero —por decirlo en una sola palabra— el dualismo occiden-
nos ha impedido ver la dialéctica de esta historia natural y naturaleza histórica.
ello tiene tanta importancia la historia ecológica, que desconstruye los muros
ológicos que se yerguen entre la historia y la naturaleza, y crea una nueva com-
nsión del presente como historia y como naturaleza.
NTA DE DOS CIUDADES:
GO Y LOS ÁNGELES

le dedicado un número de Antipode, la revista de geografía radical, a un sim-


sobre Nature's metropolis: Chicago and the Great West [La metrópolis de la natura-
hicago y el Gran Oeste], libro que consolidará la posición de William Cronon
uno de los principales historiadores ambientales de Estados Unidos, es —co-
cen en Hollywood— un buen concepto. Pero el tratamiento es, en gran
a, un fracaso. Once especialistas radicales, en su mayoría geógrafos marxis-
salzan el estilo literario de Cronon y sus proezas narrativas, su minuciosa
igación y su pasión por el tema, y su disposición a ocuparse del complejo pro-
de las formas en que Chicago y sus hinterland se modelaron y configuraron
mente durante la segunda mitad del siglo xix. Sin embargo, con excepción
s o tres de los colaboradores, todos acusan a Cronon de ingenuidad teórica
lo tanto, de no haber hecho lo que creen que el autor se propuso (o debe-
berse propuesto) hacer. La crítica, muchas veces mezquina, otras venenosa,
a el aprecio por un factor de dos o tres. Pero no es ésta la razón por la que
a el simposio, ya que la equidad y la eficiencia, según nos enseñan los eco-
tas, son dos cosas distintas. La razón es que en su "Respuesta" Cronon no
oce ni uno solo de los puntos señalados por sus críticos. Buen podría haber
: "Si me hubiese sido posible leer todas las contribuciones a este simposio
de escribir mi libro, hubiese escrito exactamente el mismo libro." Cuando los
s especialistas no aprenden nada unos de otros, algo anda mal.
quí interviene algo más que los intereses personales y los egos. Hay por lo
s otras tres razones de que los críticos de Cronon hablen sin ser oídos por él.
imera es que el mismo Cronon no es todo lo claro que debería ser sobre cuá-
n realmente su método y su objeto de estudio, lo cual, naturalmente, inco-
a los ponentes de inclinación teórica. La segunda es que los geógrafos mar-
no explican su método todo lo bien que deberían hacerlo, ni demuestran de
anera su enfoque arrojaría mejores resultados que el de Cronon. 1 (La forma
crítica es grosera con tanta frecuencia que se necesitaría un erudito muy
s excepciones se señalan en el texto. No obstante, ni siquiera Allan Pred, que aporta las críticas
lógicas más elaboradas (a saber, que Cronon fusiona la configuración de los paisajes tanto como
cuanto como resultado de la intervención humana contingente a las historias previas de perso-
aturaleza, es decir a las condiciones habilitadoras y limitantes insertas en los productos de la

[1351
136

paciente y sabio para que pudiese abrirse paso entre sus argumentos y separar
grano de la paja.) Por último, incluso si los participantes lograron exponer d
manera útil el método marxista, tengo la sensación de que Cronon igual hubie
ignorado a sus críticos, ya que no es marxista (aunque afirma comprender el ma
xismo) ni quiere serlo.
Cronon "se pregunta" si sus críticos consideran que Nature's metropolis tie
grandes fallas debido a sus propias "expectativas" irreales, más que al "desempeño
del autor. Pero parece estar algo confundido acerca de cuál es realmente s
desempeño y, por lo tanto, de lo que sus lectores tienen o no derecho a espera
Sus narrativas ("relatos") tienen la clara intención de contar con una base teórica
pero no queda claro de qué profundidad ni de qué clase de teoría. Tres o cuat
críticos condenan el libro porque no explica la dinámica del desarrollo region
de Chicago. ¿Qué impulsaba a la ciudad que devastó así la naturaleza? Pero pued
ser que la intención de Cronon nó fuese explicar el desarrollo regional per se si
más bien los efectos del mismo sobre la naturaleza. En el libro dice que su intenció
es escribir "una historia de la relación entre Chicago y el Gran Oeste", y en part
cular analizar las transformaciones económicas y ecológicas que experimentaro
la gran ciudad y sus hinterland. Pero también convierte en agentes del cambio a lo
comerciantes, intermediarios, especuladores y promotores de Chicago, lo cua
puede verse o no como una afirmación teórica. Asimismo, en su respuesta a
imputación de Carolyn Merchant de que su misma descripción de la transform
ción del Gran Oeste es incompleta, Cronon replica que su omisión fue deliberad
que ya había tratado el tema en su libro previo sobre la historia ambiental de Nu
va Inglaterra. El autor tampoco se ocupa de la transformación ecológica de Ch
cago mismo, ya sea en el nivel de la destrucción del ecosistema o en el de la ap
riencia de los paisajes culturales. "Cronon no cierra el círculo que une el campo
la ciudad —escribe Merchant— detallando el regreso de aguas, humo o desecho
al campo y los ríos."
Tal vez Cronon precisa su verdadero objetivo en su "Respuesta". Afirma en el
que escribió el libro "para investigar [...] las muchas formas en que la gente se ena
jena del mundo natural del cual depende su vida [...] explorando el crecimient
de una gran ciudad en relación con los sistemas naturales que hacen posible es
crecimiento". Ralph Saunder y Sallie Marston añaden: "Cronon demuestra cóm
Chicago se desarrolló simultáneamente con la ruina del mundo natural que
rodeaba y, lo que es más importante, por medio de ella." Es justo. Sólo nos rest
añadir "ignorando mientras tanto la dependencia de la ciudad de la fecundida
natural y la forma en que asoló [la naturaleza primigenia] ". El problema es qu
este propósito no puede realizarse sin otra investigación paralela sobre las forma
en las que la gente fue enajenada de los medios de producción, de su trabajo y de

iriteIXendóH humana con intervenrilm de esos_ mismos pmdurtoa), dice iué-fiifrrimria huhie
habido en caso de que Cronon hubiera usado su método.
137

r el producto del mismo, y de las demás personas (no sólo de la naturaleza), todo lo
de cual está ausente de la narración de Cronon. Esto sugiere también que el objetivo
ese de éste es explicar los efectos de la dinámica del desarrollo de Chicago y sus hin-
ar- terland sobre la naturaleza (y sobre los seres humanos, en la medida en que los mis-
mos se alejaban de la naturaleza), no la dinámica misma. Cronon dice que no tra-
ene tó de brindar "a los lectores [del libro] una teoría global de la urbanización, el
o" cambio regional, la industrialización y la dinámica interna del crecimiento capita-
su lista". Si bien se concentra en comerciantes, ferrocarriles y mercados, asevera que
ar. "en ningún momento afirmo que el transporte, el comercio, los mercados o el
a, movimiento de mercancías fuesen los únicos determinantes del crecimiento de
tro Chicago [...] Me limito a decir que fueron muy importantes y que al pensar sobre
nal ellos podemos aprender muchísimo respecto a la relación de la ciudad con sus hin-
de terland" Bastante justo, también. Pero esta clase de enfoque no explica realmente
ino nada, sino que se limita a aislar un factor o conjunto de factores entre otros, sin
ón decir cuáles son esos otros factores ni cómo se articulan con los primeros.
ti- Cronon afirma que "su brújula se orienta en las vías que llevan de y hacia la ciu-
on dad, siguiendo las rutas que vincularon a la comunidad humana llamada Chicago
os con el mundo natural del cual la ciudad llegó a ser una parte tan importante": el
al transporte y los ferrocarriles. Los ferrocarriles son temas engañosamente simples,
la y la brújula de Cronon puede llevar a sus lectores en una dirección teórica equi-
ma- vocada. El transporte es capital productivo, cosa que no menciona ningún inte-
da; grante del simposio. (Hasta el "puro" intercambio de trabajo en la caja del super-
ue- mercado tiene un momento productivo, cuando las compras se meten en bolsas.)
hi- Los ferrocarriles se construyeron por más de una razón, lo que complica todas las
pa- historias que tienen que ver con ellos. Consolidaron el poder de Chicago, así como
oy de sus comerciantes y empacadores de carne, sobre el campo; fueron también una
os salida para el capital excedente y parte de la creación del imperio transcontinen-
tal llamado Estados Unidos. Tal como ocurre en la creación de autopistas interes-
lla tatales y shuttles espaciales, en la construcción de ferrocarriles se combinaron con-
a- sideraciones políticas y militares con motivos económicos. Ni siquiera está claro si
to Chicago y sus hinterland hubiesen sido significativamente diferentes si los trenes
se nunca hubiesen remplazado los canales. De no ser así, Cronon les presta excesiva
mo atención a los ferrocarriles en sí mismos y muy poca a su papel como medio para
lo reducir el tiempo de revolvencia del capital y de acelerar la historia (aunque, en sí
ta misma, su descripción de la reglamentación y disciplina del uso del tiempo reque-
ad rido para la eficiencia ferroviaria es excelente).
ue Escribe esta sabia frase: "Ahora [...] sabemos que la narrativa funciona apode-
as rándose de una porción de realidad, disponiéndola en una secuencia atractiva y
el haciendo que esa secuencia parezca completa, pese a todas las evidencias en con-
trario." Sin embargo elude la cuestión de cómo decide uno los criterios que usará
e.a. para determinar qué extraerá, para su investigación detallada, de la masa de la his-
toria, y qué dejará en los archivos. Con bastante frecuencia parece que los criterios
138 JAMES O'CONNOR

de Cronon tienen que ver con las características físicas de las cosas; los trenes y sus
cargamentos, por ejemplo, se definen como valores de uso, no valores de cambio;
como formas de entrar y salir de la ciudades, no como maneras de acumular capi-
tal. Probablemente ésta sea otra fuente de la confusión de sus críticos acerca del
propósito y método del autor.
Nature's metropolis, ¿es una narración descriptiva o también se plantea "por
qués"? Creo que hace las dos cosas, pero en ambos casos de manera ambigua, por lo e
que ninguna de ellas resulta totalmente satisfactoria. El autor no aclara cuáles son
sus hipótesis, cómo se las puede someter a prueba, qué datos en contrario habría y
que buscar y qué opacidad desea penetrar: si la ideología desconstruida o una o
narrativa previa revisada. Esta laguna resulta especialmente incómoda para los
marxistas, que aprenden a desarrollar sus propias perspectivas teóricas en forma de
una crítica a la "teoría burguesa" —expresión que los críticos de Cronon evitan—
y a su método.
Cronon ignora a sus críticos no sólo porque sus metas y métodos no están cla-
ros (por lo cual aquéllos no saben ni pueden saber qué tienen derecho a criticar),
sino también porque los geógrafos marxistas no explican demasiado bien sus pro- t
pios métodos (lo que a su vez irrita al autor de Nature's metropolis). Cronon afirma
que sus críticos se molestaron porque no escribió el libro que ellos querían que
escribiese, un libro que explicara la dinámica de desarrollo de Chicago y del Gran o
Oeste en términos de una teoría de tipo marxista de la producción, circulación y l
acumulación de capital. Mary Beth Pudup se queja de que "la preocupación exclu-
siva de Cronon [es] la circulación [...] Las ruedas del comercio son las que ponen n
en movimiento a Chicago." Phillip Scranton escribe: "La exclusión [del creci-
miento industrial] nos permite observar más profundamente las mutaciones del g
intercambio mercantil, pero a falta de un análisis igualmente penetrante de la pro- c
ducción empobrece el argumento en su conjunto."
¿Qué diferencia hace que Cronon ignore lo que dos críticos llaman la "prima- e
cía de la producción" y un tercero denomina las "relaciones de producción"? Asu-
mamos que trató de que su libro no sólo describiese los efectos del desarrollo
regional sino también que lo explicase. Los críticos ofrecen muchísimos consejos
gratuitos acerca de lo que tendría que haber hecho Cronon, y de lo que hubieran
querido que hiciese, pero mucho menos respecto a cómo debería haber hecho lo
que ellos querían que hiciese. Tampoco explican qué diferencia haría su propio e
método en términos de las clases de resultados que podría haber obtenido Cro- d
non en caso de haber decidido escribir un libro marxista. 2
Brian Page y Richard Walker identifican el problema de las explicaciones del
2 Parece haber dos excepciones. Merchant dice que al "hacer caso omiso de las relaciones de pro-
ducción, la crítica del mercado que hace Cronon se limita a sus costos ecológicos". Page y Walker
demuestran que la concentración en la acumulación de capital y en el concomitante cambio tecnoló-
gico en la industria y la agricultura explicaría mejor la velocidad de la transformación ecológica y del
desarrollo económico. u
ADES 139

rollo económico orientadas al mercado. Aducen correctamente que quienes


recen casi nunca dan el siguiente paso y se preguntan qué determina la ex-
n del mercado. Atinadamente, los críticos señalan que "la acumulación de ca-
ue el primer motor", pero podrían haber aumentado la probabilidad de con-
r a Cronon si hubiesen explicado qué quiere decir esto. No dicen que los
dos se crean cuando se adelanta capital en efectivo a los trabajadores a cam-
e su fuerza de trabajo, y que los mercados se forman dentro de la clase capi-
cuando se intercambia capital en dinero por energía, equipo, materias pri-
y demás. Cronon realmente no distingue estos dos tipos de mercado, y
oco lo hacen sus críticos. De esta manera, las implicaciones económicas del
de que los granos, la carne y la madera fueron elementos clave del capital
le (y en menor grado del constante) se les escapan tanto al autor como a sus
s. Y ninguno de los participantes vincula la tasa de acumulación con las tasas
svalor y de utilidad y la composición del capital. 3
e y Walker (y otros colaboradores) podrían haber explicado mejor el "dina-
o" del desarrollo de Chicago. Algunos críticos emplean los términos "creci-
to económico" y "desarrollo económico" de manera intercambiable. Pero
utilizó el concepto de "reproducción expandida" (crecimiento económico)
un recurso heurístico, y nada más. La acumulación de capital (desarrollo) es
oceso tanto cualitativo como cuantitativo; todas las categorías de Marx son
lógicas así como económicas. Por ejemplo, la tasa de explotación es un indi-
del poder del capital sobre el trabajo y también una medida estadística de la
ncia del sistema a dirigirse hacia crisis de realización. La lucha de clase (véa-
s adelante) en Chicago tiene que haber tenido consecuencias económicas y
gicas. La participación de la utilidad total absorbida por la renta también tuvo
caciones económicas y ecológicas, tema sobre el cual ni el autor ni los críticos
nada. Page y Walker hacen énfasis en la idea de que la acumulación de capi-
esupone la innovación tanto del proceso como del producto (aunque igno-
aspecto sociológico de ese elemento). Esto ocurre especialmente durante las
s malas, cuando los capitales individuales se esfuerzan por reducir los costos
ios de trabajo (y otros), y luchan por conservar su participación del mercado
robarles mercados a sus rivales, así como por adquirir otros capitales o fusio-
esde luego esto sólo lleva el tema de la acumulación un pasito más allá de la versión que ofrecen
Walker. Incluso en las épocas dificiles puede haber demanda de bienes de sustitución, y siempre
demanda de alimentos básicos y de un lugar en el que estar. Pero si todas las demás condiciones
ecen constantes, cuanto más altas sean las tasas de utilidad y de acumulación (tema que nadie
con respecto a Chicago en la segunda mitad del siglo xix), más rápido se expandirán tanto el
o de bienes de salario como el de bienes de capital. Si hay economías de escala (incluyendo las
ías externas), como las había en Chicago durante su auge, las tasas de utilidad y de acumula-
acelerarán. Esto asume no sólo qiie los mercados están creciendo, sino que crecen más o menos
o ritmo que la capacidad productiva ffsica y las utilidades; que no hay una tendencia hacia una
e sobreproducción, y que las crisis del lado de los costos (es decir las deseconomías externas)
usentes.
140 JAMES O'CONN

narse con ellos para redistribuir las utilidades escasas a los más fuertes o más p
sisten tes. El tema de la crisis económica, que debería ser central en cualquier d
cripción marxista de la "dinámica del desarrollo", está ausente en este simpos
"La acumulación por medio de la crisis" explica la expansión de los mercados
bienes de capital en términos de una demanda menguante del consumidor, es dec
de la necesidad de reducir costos para defender o rescatar utilidades cuando l
mercados finales se debilitan o decaen. La mayoría de las grandes innovacion
tecnológicas para reducir costos aparecieron o se difundieron durante periodos d
depresión o estancamiento. En la historia del capitalismo las crisis son moment
definitorios de cambio económico, tecnológico y social, incluyendo los cambios
la composición de las clases sociales en general y de la clase trabajadora en par
cular. Puesto que durante la segunda mitad del siglo xix el capital fue un sistem
expuesto a crisis (así como dependiente de las crisis), la omisión de la teoría de
crisis limita la utilidad tanto de Nature's metropolis como de las reflexiones de
geógrafos sobre el libro de Cronon.
La queja más frecuente de los críticos es que Cronon deja de lado lo que d
geógrafos llaman la "primacía causal" de la industria (o capital productivo). En
introducción Walker afirma que "la discusión sobre la primacía causal es fund
mental para llegar a una comprensión del crecimiento explosivo de Chicago
Pudup apoya su aseveración: "El comercio se subordinó de manera más genera
zada a la producción industrial" hacia finales del siglo. ¿Será verdad que el capi
industrial subordinó al capital mercantil durante la segunda mitad del siglo xix?
si así fue, ¿qué más da? Un problema es que ninguno de los críticos explica q
quiere decir "subordinación", de manera que resulta comprensible la irritación
Cronon frente a esta línea de ataque. Quiere decir que los comerciantes pierd
el monopolio de que puedan gozar en el comercio y, en consecuencia, su capac
dad de comprar barato y vender caro, en lo que equivale a un juego de suma cer
En cambio se ven obligados a competir entre sí, y también con el capital industri
para obtener capital en dinero y crédito, trabajo y demás. La subordinación de l
comerciantes a los industriales (en un modelo simple, en el cual el capital me
cantil está en manos de una clase identificable de comerciantes y el capital pr
ductivo en manos de los industriales) quiere decir que los primeros se apropian
una parte de las utilidades totales que va de acuerdo con la cantidad de capital q
han invertido, con la composición orgánica de sus capitales y con la tasa de uti
dad promedio. La mayoría de los críticos de Cronon dan vueltas alrededor de esto
problemas sin hacerles frente. Sólo Holdsworth discute los precios de las materi
primas y el alcance de la competencia que prevalecía en esa época, pero tan sól
con respecto al poder de los comerciantes sobre los productores directos ("l
comerciantes de Chicago que estaban detrás de [...] los cambios del transporte [..
capturaban implacablemente una parte suficiente de la oferta como para contro
lar el precio que recibían los productores. Éstos, casi siempre a merced de com
pradores de la metrópolis [... ] tenían muy poco poder para responder a la dista
NOR
LA VENTA DE DOS CIUDADES 141
per-
des- te y anónima Chicago.") Ninguno de los críticos plantea la importante pregunta:
sio. ¿cómo cambió la (supuesta) subordinación del capital mercantil al industrial la his-
de toria de la transformación ecológica del Gran Oeste? ¿Hay una hoja de pasto que
cir, desapareció (o no) debido a esta subordinación (o a su inexistencia)?
los Hacia 1900 Chicago había desarrollado una variedad de industrias de "sustitu-
nes ción de importaciones" y bienes de capital, y tenía más fábricas que cualquier otra
de ciudad del mundo. Dos críticos creen que ni el comercio de granos ni el de made-
tos ra tuvieron mucho que ver con la "creciente vitalidad industrial de la ciudad". Pero
en ésta no es base suficiente para rechazar la estrategia de Cronon de tratar a los
rti- comerciantes y afines como agentes dominantes del crecimiento. A principios del
ma siglo xvin Gran Bretaña tenía miles de fábricas, pero el capital industrial no subor-
e la dinó al capital comercial hasta más entrado el siglo, e incluso entonces sólo lo hizo
los de manera parcial. Las actuales economías de los tres grandes, Estados Unidos,
Japón y Alemania, tienen importantes características neomercantilistas. La industria
dos moderna reduce a los comerciantes a personificaciones ciegas del capital comercial
su en su conjunto sólo en los libros de texto. Para saber si los comerciantes de Chica-
da- go estaban económica y políticamente subordinados a los industriales, yen este caso
o". cuándo y con respecto a qué, habría que estudiar el alcance y el tipo de competen-
ali- cia entre comerciantes; los movimientos de los precios de las materias primas a
ital medida que la competencia iba imperando entre ellos, y los cambios de la relación
?; y capital-trabajo, entre fracciones del capital y en las configuraciones del poder del
qué estado (entre otros factores). Tal vez el asunto no pueda discutirse sensatamente
de fuera del contexto de la economía mundial en su conjunto, y del lugar de un Esta-
den dos Unidos imperialista en ella. Tendría que prestarse atención a la tesis de William
ci- A. Williams (ignorada por el autor y por los críticos) de que los granjeros del Gran
ro. Oeste eran una importante fuerza expansionista debido a los grandes excedentes
ial, producidos por la fecundidad de la naturaleza combinada con la tecnología huma-
los na. En Estados Unidos los industriales y los obreros eran proteccionistas; los gran-
er- jeros y los banqueros lo eran, si acaso, mucho menos. Estados Unidos fue protec-
ro- cionista hasta 1913; después, tras la primera guerra mundial, los aranceles se
de elevaron al nivel más alto de la historia del país. ¿Es señal esto de que el capital
que industrial era dominante? Tal vez sí, tal vez no. El capital industrial realmente pode-
ili- roso busca libre comercio e inversión donde sea, y no le teme a la competencia
os extranjera. El proteccionismo resguardaba a la industria mientras los granjeros se
ias beneficiaban de los mercados europeos en expansión. La industria norteamericana
lo obtenía materias primas baratas y alimento para sus trabajadores, especialmente del
los Sur después del Gran Compromiso de 1876, y los granjeros disfrutaban de merca-
..] dos en crecimiento, salpicados por crisis de sobreproducción. Estas consideraciones
o- son la punta del iceberg histórico que, como su masa, es invisible en este simposio.
m- Los críticos de Cronon también le reclaman no haberse ocupado del trabajo y
an- la lucha de clase. Pero no explican cómo incorporar estos temas de manerainte-
resante en la narrativa de Cronon. Page y Walker escriben que el autor "desprecia
142 JAMES O'CONNOR V

l poder generador de valor del trabajo humano", pero no explican cómo se articu- C
aban entre sí la abundancia de la naturaleza, el trabajo humano y la tecnología en i
el Gran Oeste. Merchant se queja de que Cronon no "muestra la resistencia a las d
estructuras de mercado por parte de agentes humanos o de actores no humanos", t
pero omite explicar de qué manera una descripción de esta "resistencia" podría
modificar los resultados de aquél. Holdsworth sugiere que la narración no hubie- u
se cambiado demasiado cuando afirma que la "transformación de la pradera de
pastos altos, el territorio de los búfalos y el bosque septentrional de pinos [no fue] e
cuestionada ni casi refutada". Scranton añade que Cronon retrata los conflictos
entre los granjeros, los ferrocarriles, los empacadores y los comerciantes, pero que sh
la lucha capital-trabajo es "prácticamente ignorada". Una vez más, ¿y qué? ¿En qué n
cambiaría eso los resultados de Cronon? Ninguno de los críticos analiza la forma e
en que las luchas defensivas de los artesanos y obreros con aptitudes capitalistas la
obligaron a la industria a pasar a la producción de masas, y a subsumir real, y no a
sólo formalmente, el trabajo, fenómenos sin los cuales el capital industrial no pue- p
de establecerse con firmeza. Este proceso se relaciona con el tema de la subordi- lí
nación del capital mercantil de modos sobre los cuales nadie ha planteado nunca e
una teoría. Los críticos de Cronon ni siquiera lo mencionan. jo
Ninguno de los autores del simposio cuestiona el argumento de Cronon en el p
sentido de que los cambios en el Gran Oeste, sobre todo los cambios ambientales, o
eran una cara de un doble proceso histórico, y que la otra fue el desarrollo de Chi- E
cago. Algunos cuestionan la estrategia de Cronon de limitar la relación ciudad-hin- o
terland a Chicago y el Gran Oeste. Como señalé antes, un libro sobre la metrópolis s
de la naturaleza ubicaría a la región dentro del marco de referencia de la econo- i
mía mundial en su conjunto. Pero los que quieren que Cronon amplíe sus miras a
no explican cómo podría hacerlo. Hay poco o nada sobre el desarrollo capitalista
desigual y combinado o sobre el "desarrollo del subdesarrollo". Habría que ras- r
trear los efectos de la inversión en transporte, en mejora de la tierra y demás, sobre a
el costo de producción de alimentos y materias primas. (También los cambios eco- r
lógicos concomitantes a la ocupación norteamericana pueden haber elevado indi-
rectamente el costo de producción de las materias primas, según la tesis de la e
"segunda contradicción del capital".) Por lo general, durante el siglo xix las inver-
siones en zonas productoras de materias primas elevaron la tasa de utilidad del r
capital industrial y estimularon nuevas oleadas de inversión en tierra, infraestruc-
tura y demás en esas zonas, lo cual reducía los costos y aumentaba aún más las uti- r
lidades. Las economías industriales del Norte, mundiales, integradas, equilibradas, s
se desarrollaron a expensas de las economías exportadoras de materias primas del u
Sur, especializadas y fragmentadas. El desarrollo causa subdesarrollo, y viceversa. n
La bibliografía norteamericana sobre este tema se concentra en el sur de Estados o
Unidos, pero resulta sorprendente que ningún miembro de este simposio se pre- r
gunte si el mismo tipo de modelo (con modificaciones) podría resultar útil en caso d
de aplicarlo al Gran Oeste.
VENTA DE DOS CIUDADES 143

Creo que muchos de los lectores de este simposio, de mentalidad justa, que
ieren aprender tanto de los geógrafos económicos marxistas como de los histo-
dores ambientales no marxistas, llegarán a la conclusión de que muchos de los
ticos (no todos) con frecuencia se interesan más por mostrarse capaces de seña-
puntos débiles que por arrojar luz sobre la dialéctica del cambio entre Chicago
u hinterland en la segunda mitad del siglo xix. Los críticos parecen ser mejores
dicadores que educadores. Atinadamente, Cronon les reclama que no estén
emasiado interesados en la naturaleza"... tema central para los marxistas ecoló-
os. Señalan muchas cosas pero casi nunca dan en el centro del blanco y lo que
hacen son los bordes del mismo. Ésta es una de las razones por las cuales Cro-
n presta oídos sordos a sus críticos en su "respuesta". Por otro lado, es evidente
e se resiste a toda descripción de tipo marxista sobre el tema. Presumiblemen-
a razón principal es, como señala una cantidad de colaboradores, que ignora
alma y el corazón de la teoría marxista, la imposición del trabajo, la producción
plusvalor, es decir la explotación del trabajo (y todos los asuntos ideológicos y
íticos asociados con la explotación). El error de Cronon tiene dos lados. Igno-
el trabajo como un insumo o factor de la producción y también ignora el tra-
o definido como el movimiento laboral. Cronon no niega esta realidad, pero
pienso que en verdad crea que en el capitalismo lo normal es explotar el tra-
o, mientras que correctamente sus críticos así lo piensan.
En lugar de hacer frente a los dificiles problemas planteados por sus críticos,
onon trata de escabullirse de su (gastada) trampa. Primero, escribe que si usa
ses tales como "la lógica del capital", es sólo como recurso retórico. Segundo,
iste en que comprende el marxismo y que simplemente prefiere no usarlo,
ando es obvio que no lo entiende y que, por lo tanto, no está en condiciones de
ir si el marxismo podría o no resultar útil (aunque "a veces [es] convencido por
rl Marx"). Me recuerda a esos posmodernos que no quieren comprender las tota-
ades, y que por consiguiente nunca descubren si es o no posible que lo hagan.
r ejemplo, los críticos piden una descripción de las fuerzas y las relaciones de
ducción en la industria, la agricultura y demás (aunque no les dicen a sus lec-
es qué quieren decir con "fuerzas " o "relaciones"), lo que Cronon parece inter-
tar como un llamamiento a estudiar con mayor detalle la "producción fabril".
rato de hacer que un puñado de bienes manufacturados [...] sirvan de sustituto
a el resto", escribe, malinterpretando por entero el señalamiento de los críticos.
ro ejemplo: Cronon les reclama a los geógrafos que le critiquen su énfasis en la
stribución". En la teoría marxista distribución quiere decir la distribución de la
ueza y el ingreso entre clases sociales; realización quiere decir la venta de cosas;
nsporte es una forma de capital productivo (que genera plusvalor). Tercero,
onon afirma que sus críticos creen que la única teoría que apoyan es "su propia
ría" cuando, de hecho, "su propia teoría" incluye (subsume, si se prefiere) la teo-
de Cronon del desarrollo y la transformación ecológica impulsados por el mer-
o. No es una proposición del tipo "o/o" sino del tipo "y/y", o lo que en la jer-
144 JAMES O'CONNOR

ga marxista se llama "la unidad contradictoria de la producción y la realización".


Pero los críticos tampoco explican demasiado bien esto, lo cual no representa una
razón suficiente para que Cronon pretenda conocer el método marxista cuando
no es así.
Aunque este simposio es un fracaso (muy especialmente un fracaso editorial
que no elimina las repeticiones y el tono a veces maligno de algunos de los cola-
boradores, incluido el mismo coordinador) en términos de la presunta meta de
los colaboradores marxistas, a saber, educar a Cronon y a otros historiadores
ambientales, puede considerarse un éxito en el sentido de que tal vez estimule a
algunos lectores a ser más conscientes de sus propias categorías teóricas y de su
estatus en la redacción histórica, así como de la necesidad de escribir historia de
un lugar en términos de la historia de otros lugares. Todos felicitan a Cronon por
abocarse a este tema con respecto a Chicago y el Gran Oeste. La historia urbana
nunca será (o debería ser) la misma, especialmente si los historiadores, incluyen-
do a los historiadores teóricos, se toman en serio la confesión de Cronon: "sentía
una profunda renuencia a rendir culto ante el altar de la teoría y del discurso aca-
démico si hacerlo implicaba abandonar a los lectores comunes" (lo que sugiere
que Cronon es consciente de que se requieren bases teóricas más firmes, pero de
que no ha adquirido en esta etapa de su carrera la destreza para proporcionarlas).
No le haría nada mal estudiar El capital el clásico de la historia teórica.

LOS .ÁNco"

Cada capítulo de City of quartz, de Mike Davis, enmarca un conflicto social o políti-
co. El primero es de interpretación literaria y filmica: ¿es Los Ángeles sol u oscuri-
dad? ¿Hoy en Los Ángeles es mediodía o medianoche? Luego vienen las luchas
entre centros rivales de poder económico y político; conflictos entre propietarios
blancos acomodados y gente de color menos acomodada; violencia policial contra
trabajadores y minorías oprimidas; violencia arquitectónica contra los que carecen
de estatua y de poder de compra y, por último, la lucha entre los católicos popu-
listas y radicales, sobre todo de origen hispano, y los jerarcas de la Iglesia. El libro
mismo está enmarcado por dos grandes capítulos: la delirante historia de la comu-
nidad utópica Llano del Río, al principio, y una brillante narrativa negra de ese
"basurero de sueños", Fontana, al final.
El Los Ángeles racista y lleno de conflictos de Mike Davis es maravillosamente
atractivo de una manera horrible. No se me ocurre otro libro que pueda compa-
rarse con este aclamado tour de force. City of quartz es un género en sí mismo, y a
menos que la izquierda de Estados Unidos esté realmente muerta, sin duda —por
suerte— inspirará imitadores. Mejor aún, la izquierda deberá darle a Mike Davis
un honorario de por vida como cronista citadino, y pedirle que escriba sobre Hous-
R LA VENTA DE DOS CIUDADES 145

. ton, Denver, Detroit y otras ciudades norteamericanas en las cuales podría "excavar
el futuro" con su cercano estudio de los pueblos y los paisajes culturales de esas
o aglomeraciones, viejos pueblos mineros del Salvaje Oeste.
En este libro las fotos de Robert Morrow, en blanco y negro, sin gente, de arte-
l factos culturales de Los Ángeles, valen casi el precio de la obra. El texto de Davis
aclara estas fotos tanto como las mismas ilustran el texto. Misteriosamente, aqué-
e llas obligan a quien las ve a pensar en términos abstractos, teóricos.
s No obstante, la anatomía que ofrece Davis de Los Ángeles rehúye teorizar de ma-
a nera explícita sobre su tema. Los nombres de los grandes teóricos urbanos de ayer
u y de hoy —Geddes, Mumford, Jacobs, Bookchin— no aparecen en el índice analí-
e tico. Y tampoco los de los teóricos más influyentes del agua y del espacio, por ejem-
plo Wittfogel y Worster y Lefebvre y Harvey, respectivamente, pese a que el agua y
el espacio son realidades centrales en la narración de Davis. El libro tampoco le
presta demasiada atención a la teoría del "nuevo movimiento social", aunque sus
páginas vibran con luchas por la vivienda, peleas por los derechos de los trabaja-
dores indocumentados y los refugiados políticos, y cosas similares. En pocas pala-
e bras, Davis se orienta según sus propios criterios, lo cual, gracias al conocimiento
e que el autor tiene de su tema y a sus dotes literarias, a su sentido del ultraje, de la
. ironía y del absurdo, y a su compasión por la gente común, lo lleva más o menos a
salvo a su destino.
Es labor del lector extraer sus propias lecciones teóricas. Para ese lector el rela-
to de Davis es sobre la falsamente heroica transformación de la naturaleza en la
cuenca de Los Ángeles y sus alrededores, y la creación de un ambiente —o segun-
da naturaleza— parcialmente nuevo. Los personajes que organizaron esta trans-
formación, los barones de la tierra y del agua y de los bienes raíces y de las com-
- pañías de ahorro, cambiaron a su vez en el proceso. Se convirtieron en una clase
dirigente monstruosamente rica, lo bastante desesperada por tener una identidad
cultural salvadora como para financiar las artes, museos, universidades y otros sím-
bolos de alta cultura, que (cosa nada incidental) valoran las actuales fuerzas vivas
de Los Ángeles. Sin embargo, bajo las condiciones capitalistas del Salvaje Oeste,
esta transformación fue tan corrupta, estúpida y maligna, tan (en último análisis)
ecológica y económicamente imbécil, que las contradicciones comenzaron a acu-
mularse tan rápido como los bienes raíces y el dinero de las compañías de ahorro
y la riqueza.
Tal como Mike Davis narra bellamente esta historia ecomarxista, Los Ángeles
fue conjurada del desierto. La veta de plata Comstock creó el capital para las pri-
meras inversiones en el área. La conquista del espacio por el ferrocarril hizo enton-
ces de Los Ángeles un importante centro agrícola primero y, después, manufactu-
a rero. Hasta los treinta los auges se basaban en el petróleo y la tierra (a todo lo largo
de la historia de Los Ángeles el capital se forma y se consolida una y otra vez por
la especulación con tierras y por el desarrollo y crecimiento de inversión financie-
ra en bienes raíces). La segunda guerra mundial trajo una gran prosperidad a los
146 JAMES O'CONNOR

astilleros y las nuevas fábricas bélicas, y el auge del desarrollo de la posguerra, así
como las ciencias y la industria de la guerra fría, dotaron de más vida al desarrollo
local de tierras y a la clase rentista (hasta el día de hoy los intereses dominantes
siguen siendo los de los rentistas, y las utilidades derivadas de las compañías de
ahorro y préstamo son esenciales en la política californiana). Sorprendentemente,
Hollywood no tiene más que un papelito en el drama de Davis.
La principal actividad rentable fue la subdivisión de la frontera suburbana; la
naturaleza de Los Ángeles es fundamentalmente una naturaleza consumista. Había
tanto lugar que los blancos podían seguir mudándose a suburbios nuevos para
escapar del problema racial (la vieja "tesis de la frontera" pero con un giro racial),
y posponer el momento de hacer frente a sus responsabilidades como ciudadanos y
como seres humanos, de modo que finalmente se produjo una "extensión del racis-
mo por una vasta área metropolitana". Los inmigrantes blancos de la clase obrera
y de la media compraron con placer la ilusión de escape fabricada por los hacedo-
res de sueños del sur de California, lo mismo de Hollywood que los fraccionadores
de terrenos.
Plata y petróleo, tierra y agua, sol y mar, playa y olas son las claves de toda inter-
pretación plausible de la historia de la tierra de los comedores de lotos. La sequía
fue un factor central en la especulación con tierras en valles que alguna vez estu-
vieron llenos de cítricos. Palabras como inundación, alud, terremoto, hasta hura-
cán, son palabras de Los Ángeles, y la mayoría de ellas aparecen más de una vez en
el libro de Davis. En otros términos, la ecología figura como un actor principal,
muchas veces sólo implícita, otras en sentido pasivo (la naturaleza como oportuni-
dad y límite para la historia), otras más en sentido activo (la economía de la natu-
raleza como fuerza independiente de las determinaciones históricas). En algunos
pasajes espacio es algo que hay que someter, y la luz del sol es un atractivo; en otros
el espacio y el sol atraen de manera activa gente de la costa este, y el esmog la hace
regresar. Sin embargo, en los dos tipos de pasajes es indisoluble el vínculo entre la
ecología y la historia. La historia ecológica y la ecología histórica de Los Ángeles
son dos caras del mismo proceso general, natural-histórico.
Finalmente Los Ángeles llegó a estar tan consumida por la contradicción como
por la voracidad y la estupidez. La desaparición de tierras fraccionables cambió la
estructura de poder, creando demanda de capital en gran escala para realizar vas-
tas conversiones de tierra; es decir el capital de Los Ángeles fue siendo cada vez más
monopolizado. A medida que los desiertos florecían con casitas baratas que utiliza-
ban agua importada, empezaron a darse crisis ecológicas: escasez de agua, falta de
instalaciones hasta para deshacerse de las aguas negras, embotellamientos y conta-
minación. Junto con la crisis social —relaciones raciales y laborales no resueltas—,
estas crisis empezaron a afectar el crecimiento y la prosperidad de la ciudad. El
espacio público fue destruido; el aire limpio se volvió aire contaminado; las playas
se vieron amenazadas por aguas negras y derrames de petróleo. El espacio abierto se
volvió apiñamiento; las autopistas se convirtieron en congestionamientos de tráfi-
VENTA DE DOS CIUDADES 147

; la privacía se transformó en vecinos indeseados; las ilimitadas oportunidades


ara los recién llegados se volvieron un gigantesco taller de explotación tercer-
undista, y los naranjales que prometía una independencia jeffersoniana (o por lo
enos levittoniana) se convirtieron en estériles suburbios industriales.
En términos teóricos, Mike Davis está documentando la segunda contradicción
el capitalismo en Los Ángeles. La ciega explotación del aire, la tierra y el agua
enaza finalmente con elevar a niveles insostenibles los costos de transporte y los
aslados para trabajar, cuidar la salud, la educación y otras actividades económicas
ivadas y estatales. El mismo desarrollo futuro del capitalismo de Los Ángeles es
cierto... si han de creerse las historias de terror de los medios de comunicación
esa ciudad. No obstante, el autor no se ocupa directamente de esta contradic-
ón. Tampoco interpreta los movimientos sociales de Los Ángeles —que procuran
definir las condiciones capitalistas de producción como condiciones de supervi-
ncia y de vida— de una manera terriblemente interesante. De haberlo hecho
biese "excavado" sobre el futuro de Los Ángeles aún más de lo mucho que
trae en este excelente libro.
SEGUNDA PARTE

CAPITALISMO Y NATURALEZA
Lo que deben preguntarse los budistas, los cristianos, los musul-
manes y otros es qué significa la "maxirnización de utilidades"
cuando nuestra visión del mundo nos dice que lo que debemos
hacer no es maximizar las utilidades sino moderarlas.

CHANDRA MUZAFFAR

La sustentabilidad suele presentarse como un problema técnico,


pero es mucho más que eso. En última instancia es preguntarse
qué valora una sociedad, no en el sentido técnico-económico de
valor, sino en el sentido de las preocupaciones humanas.

STEPHEN VIEDERMAN

onomía política marxista (igual que el marxismo en general) no se ha carac-


ado por el pensamiento ecológico. Marx construyó su propio trabajo, inclu-
o su sátira salvaje de las explicaciones burguesas de la "acumulación primiti-
como una crítica de la ideología capitalista, especialmente de la economía
ica clásica. Como la esencia de la ideología es el "naturalismo" de una u otra
a, es fácil entender por qué Marx se tomó tanto tiempo para criticar a Malt-
a Ricardo y a pensadores menores que ponían en juego la "escasez natural"
categoría económico-política. Cualquier línea de pensamiento que naturali-
el capitalismo y el proceso de acumulación y crisis capitalista era (y sigue sien-
resa lícita.
sde luego, el ataque de Marx contra los economistas que naturalizaban un
o explotador de producción no lo cegó a la importancia de la economía de la
aleza en la producción y circulación del capital. Tenía claro que "el trabajo
la única fuente de riqueza material". 1 Señaló la importancia de diversos pro-
s naturales en la producción de cereales, vino, madera y cerámica, entre otras
trias. Observó que los procesos de trabajo y los procesos naturales difieren de
ndustria a otra, y que a eso se debe que el efecto de los segundos sobre la
lación de capital varíe en las diversas industrias. Por último, indicó que la

l capitaZ vol. 1, México, Siglo XXI, 1975, p. 53. En parte de lo que sigue estoy en deuda con Paul
tt por haberme mostrado su artículo "A critique of neo-Malthusian Marxism", manuscrito inédi-
io de 1997.

(1511
152 JAMES O'CONNOR

reproducción de capital en su conjunto se vincula con la proporción relativa de los


componentes de valor ( capital constante y variable) definidos en términos de sus
propiedades naturales o como valores de uso. En suma, la naturaleza es fecunda en
valores de uso, pero sólo el trabajo crea valor de cambio y plusvalor. 2 No obstante,
la naturaleza desempeña un papel en la circulación y reproducción de capital, de
acuerdo con sus cualidades físicas o biológicas específicas (como veremos en el
capítulo 8, por ejemplo, la naturaleza puede intervenir en la crisis económica,
según Marx). 3
Marx no prestó suficiente atención a la economía de la energía_ Ahora resulta
evidente para todos, excepto los más recalcitrantes de los economistas (lo mismo
marxistas que no marxistas) que la producción capitalista (como toda producción)
se basa en flujos y transformaciones de energía. El nombre que suele asociarse con
la economía de la energía es el de Nicholas Georgescu-Roegen, pero una cantidad
de pensadores económicos marxistas, socialistas no marxistas y de otras corrientes
contribuyeron a descubrir y desarrollar esta línea teórica de pensamiento en el
siglo xtx y a principios del xx. 4 En las sociedades capitalistas la principal forma de
energía es el combustible fósil, recurso no renovable... hecho de gran importancia
2 !bid., p. 226.
3 "¿No se puede trazar un paralelismo entre esta primera mistificación de la economía —el meca-
nismo ontko-por el cual se forma el prásvafor— y otra, no sospecbada por Marx: eI costo oculto de las
cosas sustraídas de los sistemas ecológicos? ¿No tendría que ponerse el estatua teórico de este concep-
to de costo ecológico a la par del de plusvalor?", Jean Paul Deleage, "An eco-Marxist critique of politi-
cal economy", Capitalism, Nature, Socialism, 3, noviembre de 1989. Deleage es uno de los muchos eco-
nomistas ecológicos actuales —y otros— que quieren revisar la teoría del valor de modo tal que incluya
algún concepto de los costos ecológicos en el valor de cambio de la mercancía. Marx coincidiría en que,
en un modo de producción socialista, los costos ecológicos deben desempeñar algún papel en los pre-
cios, pero refutaría que, en el capitalismo, deban incluirse en el precio. La razón es que precisamente
la separación del trabajo de los medios y objetos de producción (es decir el monopolio de la propiedad
privada sobre los medios de producción que ejerce la clase capitalista) permite que las condiciones
naturales de producción sean valoradas exclusivamente de acuerdo con el tiempo social de trab ajo.
4 Nicholas Georgescu-Roegen, The entropy law and the economic process, Cambridge, Harvard Univer-
sity Press, 1971. La historia clásica de la economía de la energía es Juan Martínez-Alier, Ecological econo.
mies, Oxford, Basil Blackwell, 1987. Véase también, del mismo autor, el artículo "Ecological economics
and eco-socialista", Capitalina, Rallan Socialista, 2, verano de 1989; Elmar Altvater, "Ecological and eco-
nomic modalities of time and space", Capitalism, Nature, Socialista, 3, noviembre de 1989. Martin O'Con-
nor precisa la que puede ser la limitación básica de la economía de la energía . "La termodinámica no
proporciona ni puede proporcionar las distinciones necesarias para un análisis de lo que tiene de espe-
cífico la acción social/humana [...] La termodinámica como discurso/ciencia ya refleja y encama pre-
ocupaciones sociales/ideológicas muy específicas [...] No existe al margen de su 'interpretación social'
1...] Es evidente que para varios de los primeros que contribuyeron a la termodinámica era de interés
central la cuestión de cuánto trabajo se podía `extraer' de una determinada cantidad de combustible
(por ejemplo, los límites de eficiencia de la máquina de vapor). Sin esta clase de preocupación por la
eficiencia, el control, la productividad, etc., es muy probable que la termodinámica tal como la cono-
censos no hubiese llegado a existir" (comunicación personal, 1989). Véase también Martin O'Connor,
"codependence arrd-indete~ A cr~re of-iMsheory of li~r–ff
i ic o-A"; QrjilTe~rature, Watt-
atm, 3, noviembre de 1989.
cAP1TALISMO Y NATURALEZA 153

para miles de millones de personas que aún no han nacido (y que por lo tanto no
tienen voz en el actual mercado de combustibles fósiles y de otros recursos no re-
novables).
Históricamente, los combustibles fósiles han sido la fuente más importante de
expansión de la productividad del trabajo, las utilidades y los salarios. Tal como
hoy las computadoras están remplazando mucho trabajo mental, los combustibles
fósiles remplazaron trabajo físico humano desde la Revolución industrial del siglo
XVIII y hasta la actualidad.
Hacia finales del siglo xtx, cuando había señales de que a Gran Bretaña se le
estaba acabando el carbón barato, sus dirigentes y los de otros países industriales
fueron cobrando cada vez más conciencia del potencial económico del "oro
negro": el petróleo. Las principales potencias imperialistas invirtieron su energía
en encontrar, explotar y monopolizar reservas de petróleo a fin de garantizar su
futuro económico. En la primera y la segunda guerra mundiales Alemania inten-
tó conseguir, en diversos momentos, control del petróleo del golfo Pérsico, Ruma-
nia y Crimea, mientras que la estrategia bélica de Japón en la segunda guerra con-
sistió en incapacitar a la flota norteamericana, para asegurarse las vías marítimas a
las reservas petroleras del sudeste de Asia. A partir de la segunda guerra nuevos
descubrimientos y tecnologías han abierto grandes reservas nuevas y ampliado la
producción petrolera, lo que ha reducido de manera más o menos constante el
precio del crudo (excepción hecha de los episodios de la OPEP durante los seten-
ta). Hoy las economías y las maquinarias de guerra de todos los países del mundo
funcionan con petróleo. Si bien probablemente sea imposible calcular la contri-
bución exacta del petróleo a la productividad del trabajo y las utilidades, es difícil
pensar en un solo producto que haya reducido los costos del trabajo más que el
petróleo (por ejemplo en la producción de electricidad, en el transporte), o que
haya sido base de tantos nuevos productos (como los plásticos y los fertilizantes
químicos.)
La producción capitalista (y, de hecho, todas las formas de producción) se basa
no sólo en la energía sino también en sistemas naturales o biológicos de una com-
plejidad asombrosa. Aunque los economistas convencionales han demostrado que
el agotamiento de los combustibles fósiles y de otros recursos no renovables puede
llevar a usos no sostenibles de los recursos renovables (como el suelo), transfor-
mándolos de hecho en no renovables, pocos economistas han tratado de desarro-
llar una teoría económica basada en la "raíz biológica" de la ecología. Este hecho
tiene que verse como algo muy significativo, porque la producción capitalista no
sólo depende de la explotación de los recursos no renovables, sino que tiene tam-
bién efectos devastadores sobre la cantidad y calidad de la tierra, el agua, el aire, la
vida silvestre y demás, y en general de los ecosistemas, lo cual a su vez limita la gama
de posibilidades abiertas a la futura acumulación capitalista. Por eso resulta obvio
que- las tradicionales explicaciones económicas puramente históricas del desata o-
llo capitalista, que dejan de lado los problemas de la energía y de la "raíz biológi-
154 JAMES O'CONNOR

ca" de la ecología —igual que las explicaciones puramente naturalistas— tienen


poco interés teórico y valor práctico. 5
Aunque Marx y Engels no eran "economistas ecológicos", estaban muy cons-
cientes del daño que causa el capitalismo sobre la naturaleza, tanto material y bio-
lógica como humana. Partieron de la premisa de que la naturaleza (o "condiciones
externas de producción") es un punto de partida para el capital, pero no un pun-
to de regreso.

Cuando capitalistas individuales se involucran en la producción y el intercambio en pro de


la utilidad inmediata —escribió Engels— sólo deben tomarse en cuenta los resultados más
próximos e inmediatos. Mientras el fabricante o el comerciante venda una mercancía manu-
facturada o adquirida con la deseada utilidad habitual, estará satisfecho y no se preocupará
por lo que ocurra después con la mercancía y su comprador. Lo mismo se aplica a los efectos
naturales de esas mismas acciones.6

Los fundadores del marxismo identificaron muchos de los problemas ambien-


tales específicos que planteaba el capitalismo en la vida material y en la sociedad
civil. Señalaron que la producción, la distribución, el intercambio y el consumo
capitalistas daban por resultado agotamiento de los recursos, desechos y contami-
nación. Engels observó la degradación de los recursos naturales en forma de defo-
restación y sus efectos sobre las inundaciones y la calidad del suelo, y los sintetizó
en términos generales.

No nos 1...] enorgullezcamos demasiado por nuestras victorias humanas sobre la naturale-
orque cada una de ellas cobra venganza sobre nosotros. Cada victoria, es cierto, acarrea
rincipio los resultados que esperábamos, pero en segundo y tercer lugar tiene efectos
rentes e imprevistos que con lamentable frecuencia cancelan el primero. 7

omo se sugirió antes, Marx identificó más precisamente la contradicción de la


silvicultura organizada de manera capitalista.

El prolongado tiempo de producción [...] y en consecuencia, la gran extensión de sus perio-


dos de rotación, hacen que la forestación no resulte propicia como ramo de explotación pri-

Enrique Leff ha tratado de combinar el enfoque económico e histórico con estudios de etnobotá-
nica, pero no toma en cuenta la teoría de la energía (véase Green produdion: Toward an envininmental
rationality, Nueva York, Guilford, 1995). Véanse también las reseñas del libro de Leff por María-Pilar
García G. y por Juan Martínez-Alier y Lori Ann Thrupp, Capitalism, Nature Socialism, 3, noviembre de
1989.
6 Véase "The parí played by labor in the transition from ape to man", en Marx y Engels, Selected work,
Nueva York, International Publishers, 1979, p. 368. Cursivas mías. [Engels, El papel del trabajo en la trans-
formación del mono en hombre, varias ediciones.]
Ibid, pp. 365-366.
ALISMO Y NATURALEZA 155

y por ende capitalista [...] El desarrollo de la civilización y de la industria en general se


ostrado tan activo desde tiempos inmemoriales en la destrucción de los bosques que,
e a ello, todo lo que ha hecho en sentido inverso para la conservación y producción de
osques es en rigor una magnitud evanescente. 8

arx destacó también la idea de que cabe esperar que la agricultura capitalista
al que la silvicultura) sea nociva para la naturaleza y para el bienestar de los
humanos. "La producción capitalista [...] no desarrolla la técnica y la combi-
n del proceso social de producción sino socavando, al mismo tiempo, los dos
antiales de toda riqueza: la tierra y el trabajador.1Escribió (citando a von Lie-
que la urbanización y la comercialización de los cultivos se combinan para per-
r "la circulación de materia entre el hombre y el suelo, es decir, evitar que al
regresen sus elementos consumidos por el hombre en forma de alimentos y
s; por ello viola las condiciones para la fertilidad perdurable de la tierra".
gels y Marx clasificaron también algunos de los problemas derivados de la
ucción de desechos y la contaminación en el capitalismo de su época. Engels
rvó la diversidad de problemas de contaminación en Inglaterra, entre ellos los
de metano provocados por la putrefacción de desechos orgánicos, la conta-
ción del agua debida a los desechos industriales, y las enfermedades difundi-
or las condiciones de vida insalubres." Marx desarrolló el germen de una teo-
el reciclado capitalista cuando sostuvo que "con el modo capitalista de
ucción se amplía el aprovechamiento de las deyecciones de la producción y el
umo [...] El encarecimiento de las materias primas constituye, naturalmente,
pulso para la utilización de los desperdicios." 11
los pasajes citados encontramos los inicios de una teoría de los costos socia-
ue habría de ser desarrollada en los treinta por K. William Kapp, 12 así como
eoría' de los costos ecológicos. 13 No obstante, es lícito concluir que si bien
x y Engels fueron eminencias teóricas del caos social provocado por el desa-
o capitalista, ninguno de ellos ubicó la destrucción ecológica en el centro de su
a de la acumulación capitalista y el cambio socioeconómico. Subestimaron el
o en que el desarrollo histórico del capitalismo como modo de producción se
a basado en el agotamiento de los recursos y la degradación de la naturaleza.
poco previeron acertadamente la capacidad del capital para restructurarse
l capital vol., 4, México, Siglo XXI, 1976, p. 296.
l capital , vol. 2, op. cit., pp. 612-613.
The conditions of the working class in Engdand, Collected works, vol. 4, 1844-1845, Nueva York, Interna-
Publishers, 1975.
El capital, vol. 6, op. cit., pp. 123-124.
J. William Kapp, 77te social costs of privare entoprise, Cambridge, Harvard University Press, 1950, y

costs, economic development, and environmental dirruption, Lanham, University Press of America, 1983.
también Frank Beckenbach, "Social coas in modem capitalism", Capitalina, Nature, Socialism, 3,
mbre de 1989
Deleage, op. cit; Beckenbach, op. cit.
156 JAMES O'CONNOR

frente a las "escaseces naturales" y también para conservar recursos y para impedir
o limpiar la contaminación (por poco eficaces que suelan ser estas medidas). Una
razón de esta omisión puede ser que no lograron entender que la concentración y
la centralización del capital da por resultado muchas veces la internalización de
algunas "externalidades negativas" con el propósito de proteger la rentabilidad glo-
bal. Otra razón puede ser que no previeron (ni podían hacerlo) la importancia de
los movimientos sociales dentro de los sistemas políticos democráticos liberales y de
otros tipos, ni el papel de los mismos para impedir los daños a la naturaleza y para
restaurarla una vez dañada (tal como lo teorizan marxistas ecológicos actuales,
como Myamoto en Japón y Leff en México) . Myamoto destaca la importancia de
las instituciones democráticas para la identificación de costos sociales y ecológicos,
y para las luchas políticas necesarias a fin de impedirlas o internalizarlas. Leff
subraya en particular el papel clave de los movimientos sociales para hacer que el
capital limpie y pague los destrozos naturales que realiza. 14
Si Marx y Engels hubiesen sido pensadores convencionales, no revolucionarios,
hubiera sido necesario describirlos como conservacionistas, más que como preser-
vacionistas o ecologistas. Sus contrapartes en Estados Unidos serían Teddy Roose-
velt, Gifford Pinchot y los gerencialistas ambientales del Banco Mundial, no Henry
David Thoreau y John Muir. Prácticamente no hay conexión intelectual alguna
entre el trabajo de Marx y Engels y el holismo biológico de Haeckel y Steiner o la
economía de la energía de Podolinski. La ecología de derecha, así como la de
izquierda, se desarrollaron como tradiciones separarlas del marxismo. Es verdad que
Marx escribió que las sociedades históricas son "sólo las poseedoras de la naturale-
za, sus usufructuarias [...] deben entregarla en condiciones mejoradas a las genera-
ciones sucesivas". Y se ha leído a Engels como si predijera la "aparición de la ciencia
ecológica con conciencia ambientalista". 15 Pero la suya es una ética conservacionis-
ta, que hace énfasis en la capacidad del hombre para controlar la naturaleza, no en
la autonomía e inapredictibilidad de la propia economía de la naturaleza (y, por lo
tanto, de la producción misma).16 En particular, no consideran a la naturaleza como
un medio de consumo, cosa que los hubiese llevado al ámbito de la ética y los valores
ambientales, así como del valor emocional (en contraste con el de cambio) de la
naturaleza... al ámbito de John Muir. Y creían con todo su corazón en la ciencia.

Después de los poderosos avances que han hecho en este siglo las ciencias naturales, esta-
mos más que nunca en condiciones de comprender y, por lo tanto, de controlar, hasta las
consecuencias naturales más remotas de, por lo menos, nuestras actividades cotidianas. Pero
[cuanto] más grande sea este progreso más sentirán y conocerán, además, los hombres, su

14 Lea; op. cit.


15Tom Mongar, "Maridan and environmentalism", ponencia presentada a la VII Annual Socialist
Schotars ConTerence, nueva -York, 2 de abffl Ut1989, p. t
16 Martin O'Connor, op. cit.
cApITALISMO Y NATURALEZA 157

unidad con la naturaleza, y más imposible llegará a ser la idea insensata y antinatural de un
contraste entre la mente y la materia, el hombre y la naturaleza, el cuerpo y el alma.I 7

En última instancia, tal vez las opiniones más antropocéntricas sean las más con-
servacionistas."
Marx y Engels no dejaron más que un modesto legado de economía ecológica
o ecología política, y ni el análisis de los sistemas ecológicos ni el de los sistemas de
termodinámica y de producción y consumo de energía se han integrado a las teo-
rías del materialismo histórico y de la acumulación capitalista y la crisis económica
(con una excepción que se señala en el capítulo 8). Sin embargo, marxistas y socia-
listas, junto con no marxistas, han contribuido a la identificación y análisis de la
destrucción global de la naturaleza por parte del capitalismo. De hecho, se han
identificado tantos problemas y se han escrito tantas descripciones de los mismos,
que una persona no alcanzaría a leerlas y absorberlas en toda su vida. Por "des-
cripciones" se entiende lo que está ocurriendo, dónde y cuándo y cómo está ocu-
rriendo, y a quién le está ocurriendo qué. En cambio, hay pocas descripciones sis-
temáticas de los porqués de la degradación ambiental global. En general los "cómos"
se tratan como si fuesen fórmulas, tanto en el caso de los socialistas como en el de
los no socialistas: voracidad corporativa, búsqueda de beneficios, competencia sin
control por recursos y mercados, modelos de desarrollo económico que desplazan
los costos a las economías naturales y los sectores de subsistencia, préstamos e
inversiones antiecológicos del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial
(incluyendo, en los ex países socialistas, una mentalidad de "industrialización cues-
te lo que cueste"). 16 Pero no hay una teoría general, sistemática, de los "cómos" de
la destrucción ecológica en general y de las complejas conexiones internas entre la
acumulación de capital y las tendencias a crisis económicas y ecológicas, por un
lado, y los movimientos sociales y las políticas, por el otro.
Creo que hay por lo menos tres razones para esto. Primero, no hay un plantea-
miento sistemático de las interpretaciones ideológicas frente a las interpretaciones
de las ciencias sociales de lo que es una "crisis ecológica". Segundo, cualquier teo-
ría del "cómo" tiene que basarse en la teoría del capital, una teoría de tipo mar-
xista sobre la acumulación y la crisis económica, o más precisamente en una teoría
de la acumulación capitalista por medio de la crisis económica. Tercero, una teoría de
ese tipo tiene que basarse en una descripción de lo que Marx llamó las "condicio-
nes de producción", definidas en términos tipo Polanyi para incluir todo lo que no
es producido como una mercancía pero tratado como si lo fuera, es decir las "mer-
cancías ficticias". Marx identificó tres condiciones de producción: la "condición

17 "The part played by labour", op. cit., p. 75.


19 Aunque Tim Luke ("The dreams of deep ecology", Telas, 76, verano de 1986) sostiene que la ver-
sión ecológica profunda del romanticismo es, en realidad, un superantropocentrismo disfrazado.
19 Kazuhiro Ueta, "Dilemmas of pollution control policy in contemporary China", Capitalista, Satu-
re, Socialism, 3, noviembre de 1989.
158 JAMES O'CONNOR

personal" o fuerza de trabajo humana ("capital humano"), las "condiciones exter-


nas", o medio ambiente, definido de manera amplia ("capital natural"), y las "con-
diciones comunales generales" o infraestructura urbana y espacio urbano; y, podría-
mos añadir, la comunidad, en la medida en que puede ser potencialmente capita-
lizada ("capital comunitario"). Como las condiciones de producción no se produ-
cen como mercancías de acuerdo con la ley del valor, normalmente el estado influ-
ye o regula el acceso, el uso y la salida de los mercados de trabajo, tierra, materias
primas y otros. Una visión sociocientífica de la destrucción ecológica teoriza sobre
las formas en que la producción y circulación capitalista, así como la acumulación
capitalista y la crisis económica, se articulan con las condiciones de producción y
la política oficial, es decir, las maneras en que puede crearse una "segunda con-
tradicción del capitalismo".
Muchas piezas del rompecabezas de la economía política de la ecología están ya
en su lugar. La segunda parte de este libro tiene una gran deuda con los econo-
mistas y otros especialistas que han trabajado uno u otro aspecto del problema.
Aparte del trabajo pionero y en ocasiones visionario de pensadores de izquierda
como Rudolph Baro, Murray Bookchin, Vandana Shiva, Manuel Sacristán y otros,
así como de Herman Daly, Hazel Henderson y algunos más cuya posición política
es más convencional (y también de las contribuciones económico-políticas ya men-
cionadas de Alier, Kapp, Leff y otros), hay muchos y muy diversos estudios especí-
ficos de importancia. En Estados Unidos incluyen la obra influyente e innovadora
de Barry Commoner y libros de Matt Edel y Barry Weisberg, aparecidos en los
setenta." Otras obras pertinentes e importantes incluyen estudios de la conexión
entre el trabajo enajenado y el consumismo y la destrucción ambiental; los riesgos
de la "banda continua de producción"; las causas y consecuencias de la tecnología
ecológicamente nociva; las formas venenosas de los procesos de trabajo capitalista
y los temas de salud y seguridad de los trabajadores, así como una variedad de des-
cripciones geográficas radicales de la estructura y la ubicación industriales, el ago-
tamiento de recursos y la contaminación. 21

20 Barry Commoner, 77te closing circle: Nature, man, and technology, Nueva York, Knopf, 1971; Matt
Edel, Economies and the environtnent, Englewood Cliffs, Prentice-Hall, 1973; Barry Weisberg, Beyond repair:
The ecology of capitalina Boston, Beacon, 1971.
21 Respectivamente, Ben Agger, Western Marxism: An introduction: Classical and contemporary sources,
Santa Mónica, Goodyear, 1987; Alan Schnaiberg, 77:e environment: From surpltu to scarcity, Nueva York,
Oxford University Press, 1980; Commoner, op. cit.; Wendy Chavkin (ed.), Double esposare: Women's health
hazards on the job and at homo, Nueva York, Monthly Review Press, 1984, e International Jour nal of Health
Services, varios números; Antipode, varios números. En relación con esto también son importantes los
muchos estudios de problemas ambientales específicos asociados con el funcionamiento de determi-
nadas industrias; véanse, por ejemplo, Chibuzo Nwoke, Third world minerals and global pricing: A neto theo-
/y, Londres, Zed, 1989; Michael Tanzer, The rase for resources: Continuing struggies over minerals and fuels,
Nueva York, Monthly Review Press, 1980; Petter Nore y Terisa Turnes, Oil and class struggle, Londres,
Zed, 1980; John Keyes, The solar conspiracy, Dobbs Ferry, Morgan and Morgan, 1975; Robert van den-
CAPITALISMO Y NATURALEZA 159

Aparte de esta lista nada exhaustiva de contribuciones, hay importantes estudios


sobre el desarrollo del capitalismo desigual y combinado y la degradación ambien-
taL22entre ellos un esclarecedor análisis de las formas en que la sequía junto con
as estructuras económicas y políticas neocoloniales (entre otros factores) se arti-
ularon entre sí para producir hambruna y desastre ecológico en el Sahel, en el
este de África. 23 Han aparecido obras similares sobre América Latina, Asia y el
edio Oriente; por ejemplo, la aplicación de la teoría de la acumulación desarti-
ulada de De Janvry a las interconexiones entre las crisis ecológicas y económicas
las luchas nacionales en . Centroamérica. 24 En relación con esto también debe
encionarse la creciente bibliografía en el campo de la ecología política radical;
or ejemplo, la economía de las grandes presas, la política de la energía nuclear,
a teoría de la regulación estatal, los efectos distributivos de la política ambiental y
os gérmenes de una teoría de la dialéctica entre socialismo y ecología (véase la ter-
era parte de esta obra) 25

osch, The pesticide conspiracy, Garden Cito,, Doubleday, 1980; Pat Roy Mooney, Seeds of the earth• A public
r pivote resource?, San Franciso, Institute for Food and Development Policy, 1980; Michael Perelman,
arming for profit in a hungry world: Capital and the crisis in agriculturaMontclair, Allanheld, Osmun, 1977;
avid Weir y Mark Schapiro, Circle of poison: Pesticides and peopk in a huno world, San Francisco, Insti-
ute for Food and Development Policy, 1981. Hay muchas otras contribuciones, una de las más famosas
e las cuales es Frances Moore Lappé y Joseph Collins, Food first: Beyond the myth of scarrity, Boston,
oughton Mifflin, 1977.
" Michael Redclift, Development and the environntental crisis: Red oreen alternativos, Londres, Methuen,
1984, y Sustainable deuelopment: Exploring the contradictions, Nueva York, Methuen, 1987; William W. Mur-
och, The poverty of nations: The political economy of hunger and population, Baltimore, Johns Hopkins Uni-
ersity Press, 1980. Acerca de la degradación de recursos en regiones semiáridas véanse Michael Watts,
ilent violence, Berkeley y Los Ángeles, University of California Press, 1983, y Ben Wisner, Power and need
in Africa, Londres, Earthscan, 1988. Sobre la deforestación tropical véanse John O. Browder (ed.), Fragi-
le lands of Latin Amenca, Boulder, Westview, 1989, y Susanna Hecht y Alexander Cockburn, The fate of the
orest, Nueva York, Verso, 1989. Véase también The vannishing forint: The human consequences rg-deforestation,
report for the Independent Commission of International Hwaanitarian Ames Londres, Zed, 1986. Acerca de
os efectos ambientales de las grandes presas véase Claude Aleares y Ramesh Billorey, Damming the Nar-
tnada: India's greatest planned environmental disaster,Penang, Third World Network, APPEN, 1988.
23 Richard Franke y Barbara Chasin, Sexis of famine: Ecological destruction and the development dilemma
in the West Africa Sahel, Montclair, Allanheld, Osmun, 1981.
" Alain de Janvry, The agradan ganaos: and reformism in Latin America, l3altimore, Johns Hopkins Uni-
ersity Press, 1981; Daniel Faber, "Imperialism and the crisis of nature in Central America", Capitalino,
ature, Socialistal, otoño de 1988.
25 Respectivamente, Dave Elliott, 71e politics of nuclear power, London, Pluto, 1978; Charles Noble,

iberalism at wort 77:e rise and fall of OSHA, Filadelfia, Temple University Press, 1986, y Andrew Szasz, Eco-
opulism: Toxic coarte and the movement for envinmmental justito, Minneapolis, University of Minnesota
ress, 1994; Hugh Stretton, Capitalino, socialista and the mvironment, Cambridge, Cambridge University
ress, 1976, y Martin Ryle, Ecology and socialism, Londres, Radius, 1988; Luciana Castellina, "Why 'red'
ust be 'green' too", Socialista in the World, 56, 1986, y André Gorz, Ecology os politics, Boston, South End,
1980. También deben mencionarse los críticos de las teorías económicas burguesas del ambiente, el
ás conocido de los cuales es Narindar Singh, Economics and the crisis of ecology, Delhi, Oxford University
ress, 1976, así como de las ideologías de la política ambiental (Francis Sandbach, Environment, ideology,
160 JAMES O'CONNOR

La segunda razón de la ausencia de una teoría plenamente desarrollada sobre


el capitalismo y la naturaleza se relaciona con la debilidad o la quiebra tanto de la
economía burguesa como de la teoría del desarrollo. Esto ha creado un vacío teó-
rico, coyuntura en la cual la aparición del ecomarxismo debería ser aplaudida por
la gente de mentalidad abierta. Martínez-Alier escribe, acerca de la economía bur-
guesa y, en general, de la visión del establishment, que

existe agotamiento de recursos y existe producción de desechos, y la crítica ecológica de la


economía cuestiona la capacidad del mercado para valorar precisamente esos efectos. La
crítica ecológica señala que, debido a la dimensión temporal, la economía involucra asig-
naciones (de desechos, de recursos menguados) a generaciones futuras, sin que esas asig-
naciones se deriven de alguna transacción entre [las generaciones] El individualismo meto-
dológico se encuentra con la dificultad ontológica insuperable de ocuparse de las
generaciones futuras.

A veces las opiniones del establishment trasponen los límites hacia una especie de
ecofascismo , y los Garret Hardin no son los únicos villanos. Una conferencia en el
.

East-West Center de Honolulú se titulaba "Cómo salvar el ambiente amenazado


por los pobres". En Newswee11 26 Henry Breck, uno de los patronos del National
Resources Defense Council, plantea la posibilidad que de que fuese necesaria una
fuerza ecopolicial para proteger los bosques lluviosos de todo el mundo y la pro-
ducción global de oxígeno entre los pobres del tercer mundo que (según dice
Breck), están talando los bosques sin pensar en el futuro.
La cuestión es cómo puede construirse una teoría del capitalismo que nos ayu-
de a pensar claramente acerca de la destrucción ambiental global. Necesitamos una
teoría que considere debidamente tanto las fuerzas económicas sistemáticas como
los movimientos sociales y políticos, y que ponga en juego la ciencia ecológica, la
economía política y las teorías sociológicas de los movimientos y cambios sociales,
así como las experiencias cotidianas de la gente. Por encima de todo, necesitamos
una teoría que identifique las contradicciones ecológicas y de otro tipo del desa-
rrollo capitalista de maneras que esclarezcan y hagan progresar los movimientos
ecológicos y otros movimientos sociales relacionados. No es poco pedir.
Una idea clave puede ser la teoría de la "segunda contradicción del capitalismo".
La bien conocida "primera contradicción" se deriva del hecho de que la producción
capitalista no es sólo producción de mercancías sino también producción de plus-
valor, es decir, explotación capitalista del trabajo. La explotación del trabajo signi-
fica, simplemente, que la lucha de clase y las crisis económicas son inherentes al

and policy, Montclair, Allanheld, Osmun, 1980). Véase también Elmar Altvatar, "Towards an ecological
critique of politicaLmonomy" The futura of markt: An estay ora the regulado,: qf monand unge <ter
the collapse of "actually existing socialion», Londres, Verso, 1993.
" Véase Newsweek, 5 de diciembre de 1988.
cANTALISMO Y NATURALEZA 161

capitalismo, crisis que se denomina a veces "sobreproducción de capital". Este enfo-


que marxista tradicional de la crisis económica se concentra en las contradicciones
inherentes a la valorización del capital o, por decirlo en términos simples, el valor
de cambio. El valor de uso es importante; por ejemplo modifica la forma y la razón
en que funciona el capitalismo cuando funciona (y la razón de que no funcione
cuando no funciona), define si se asigna tiempo de trabajo a los bienes de capital o
a las industrias de bienes de consumo. Pero en el capitalismo el valor de uso se sub-
sume en el valor de cambio ("producción por la utilidad, no por el uso"), y por lo
tanto desempeña un papel secundario en la economía política marxista tradicional.
En cualquier versión de la segunda contradicción del capitalismo el valor de uso
debe tener más o menos la misma importancia que el valor de cambio. La fuerza de
trabajo se presenta al capital de formas naturales y culturales específicas. Lo que
Marx llamó "elementos naturales del capital constante y variable" tiene una mate-
rialidad particular, así como valor de cambio ficticio. Resulta clara la necesidad de
hacer análisis del espacio urbano específicos del sitio. Se ha demostrado que las
estadísticas generales relativas a la "crisis forestal" en Canadá son de poca utilidad,
y que se requiere un conocimiento específico del sitio para poder saber, antes que
nada, si existe o no una crisis foresta1. 27 En general, a medida que nos alejamos de
los mercados de divisas y de dinero, así como de los mercados accionarios, pasan-
do por el mercado de bienes de capital y de consumo, para acercamos al de tra-
bajo, el de materias primas, el de manejo de residuos, y así sucesivamente, nuestro
énfasis tiene que pasar del lado del valor de cambio de las cosas al del valor de uso.
Cuanto más nos acerquemos teóricamente al valor de uso, más cerca estaremos prácticamente
de los lugares reales y de la gente viva y verdadera. Por eso parece haber una conexión
tan estrecha entre la tendencia del capital a debilitar y destruir sus propias condi-
ciones de producción (es decir la crisis de las condiciones de producción) y el sur-
gimiento de nuevos movimientos sociales (por ejemplo las luchas por la restructu-
ración de las condiciones de producción). El feminismo, los movimientos por la
salud y la seguridad laborales y por el ambiente, y los movimientos urbanos de to-
das clases, tienen que ver con mucho más que la mera defensa de la fuerza de tra-
bajo, la naturaleza externa y las condiciones de vida en la ciudad, respectivamente,
pero también tratan de ello. Esto significa que hay una posibilidad real de integrar
una teoría del capital y sus condiciones con una teoría de los movimientos sociales
y la lucha social y política.
/ A principios de los setenta el capitalismo mundial entra en una etapa de creci-
iMento lento y crisis sectorial. Desde entonces los tres circuitos del capital han sido
reducidos, se les ha aplicado reingeniería, han comenzado a trabajar con fuentes
externas y han sido restructurados, modernizados y adelgazados de otras maneras.
La reducción de costos y la eficiencia han estado a la orden del día. Esto se ha aso-
ciado con cambios radicales en la división internacional del trabajo. Los costos de

27 Peerla, op. cit.


162 JAMES O'CONNOR CA

la crisis se han exportado al Sur, así como a las minorías oprimidas y a los pobres
del Norte. El capital ha logrado abrirse paso a través de esta crisis, en parte, des- "s
cuidando, lesionando o destruyendo sus propias condiciones de producción y y
reproducción, es decir, adquiriendo una "deuda ecológica" con el Sur y, en gene- so
ral, con los pobres del mundo. Lo ha hecho externalizando más costos, por ejem- un
plo robando o devastando recursos tales como bosques, agua y tierra de los cuales tr
dependen las economías de supervivencia de las áreas rurales del Sur la muy com- m
petitiva industria automotriz, que siempre se enfrenta al exceso de capacidad, de
lucha para evitar reglamentaciones más estrictas sobre el control de emisiones. En un
ciertas industrias, en ciertos lugares, en ciertos momentos, el capital no sólo hace m
que todos los demás padezcamos los costos de su crisis, sino que también empieza de
a "sufrir" él mismo. La industria algodonera de Centroamérica es un buen ejemplo gr
de cómo la banda de producción de los pesticidas pone en peligro las utilidades y lo
el capital, así como a la naturaleza y la gente. 28 la
En términos más generales, la destrucción de la naturaleza puede dar origen a
lo que Marx llamó los "costos de los elementos del capital". Esto puede ocurrir de no
muchas formas: una mayor renta por la tierra, desembolsos mayores para llegar a pr
zonas madereras lejanas, toda clase de "efectos en cascada" por los cuales algunos el
capitales hacen que otros capitales sufran pérdidas, y así sucesivamente. Además, E
bajo condiciones específicas, la destrucción de la naturaleza reduce el tiempo de m
revolvencia del capital. Por otro lado, la tasa de explotación del trabajo puede des- ec
cender cuando las enfermedades y los accidentes laborales requieren que se invier- to
ta una parte mayor del producto social en atención a la salud. de
Asimismo, cuando el capital socava sus propias condiciones de producción y pr
acumulación, socavando así, potencialmente, sus propias utilidades, crea también de
una oposición social y política. Por eso, como se señaló antes, no se trata sólo de a- y
nalizar las relaciones sistémicas entre el capital y sus condiciones, sino también de pr
analizar el capital como una relación social antagónica, así como abrir los ojos ante te
la posibilidad de que nuevos movimientos sociales, específicamente los movimien- te
tos ambientales globales, puedan elevar los costos del capital y volver a éste menos m
flexible, y también poner en peligro, de otras maneras, la rentabilidad. La degra- d
dación ambiental requiere inmensos desembolsos no productivos de capital para es
la protección y limpieza del ambiente. Los costos de limpiar la lluvia ácida, por ne
tomar un ejemplo, son escalofriantes. Si añadimos los costos de reparar o restau- so
rar las otras condiciones de producción descuidadas —los costos del congestiona-
miento urbano, las rentas altas, el crimen urbano y las enfermedades por estrés, el E
creciente gasto en salud, los costos de restructurar un sistema educativo y una infra- d
estructura física desastrosos— la cifra total sin duda sería astronómica. De hecho, n
Hazel Henderson comentó en una ocasión que cree que en Estados Unidos estos "L
costos consumirían la mayor parte del PIB. d
e
28 Swezey y Faber, op. cit. za
APITALISMO Y NATURALEZA 163

Es imposible exagerar la importancia de los factores tanto "objetivos" como


subjetivos". En Taiwán la escasez de tierras ha creado más presiones comunitarias
ambientales por detener nuevos proyectos industriales y de infraestructura,
obre todo el sector petroquímico, que exacerba la escasez de tierra y produce
na mayor especulación con los valores de la misma (ahora hay terrenos indus-
riales subutilizados mientras sus dueños esperan que los precios aumenten aún
más). Los escasos recursos de gas y carbón se están agotando. La mermada tierra
e cultivo está sobreexplotada, y pone en peligro la eficiencia agrícola, a pesar de
n mayor uso de insumos químicos (o debido a ello). En síntesis, el "éxito" econó-
mico de Taiwán se ha debido de manera significativa al descuido y la degradación
e sus condiciones de producción. El resultado es una mayor descentralización geo-
ráfica de la industria, más producción en China continental, y el relajamiento de
os reglamentos acerca de la tierra, con el propósito de ceder tierras de cultivo a
a industria.
En pocas palabras, es posible que al capitalismo mundial de hoy sea inherente
o sólo una crisis de sobreproducción del capital, sino también una crisis de sub-
roducción del capital. La crisis puede ir no sólo del lado de la demanda, como en
l marxismo tradicional, sino también del lado del costo, como en el ecomarxismo.
En sus escritos sobre la "crisis del algodón" en Gran Bretaña en los años 1860 el
mismo Marx adoptó esta posición, pero nunca trató de desarrollar las conexiones
conómicas y sociales sistemáticas entre los movimientos dentro y entre los circui-
os del capital y todo el asunto de la producción y reproducción de las condiciones
e producción capitalista (aunque, como hemos visto, advirtió aspectos de estos
roblemas). Por lo tanto es evidente que hay que plantear preguntas claras acerca
e la conexión interna entre las crisis tradicionales de sobreproducción del capital
la crisis de la subproducción del capital, y que también es necesario plantear otras L.
reguntas respecto a las conexiones entre la destrucción de la naturaleza y la gen-
e, por un lado, y la destrucción del capital, por el otro. Asimismo, es claro que
enemos que enfrentar el problema de las condiciones de producción teórica-
mente, tal como el capital y los nuevos movimientos sociales, incluyendo las luchas
de los trabajadores en torno a la salud y los problemas relacionados con ella, lo
stán enfrentando prácticamente. Si lo hacemos, puede resultar que lo que se
ecesita hoy no es una "construcción socialista" sino más bien una "reconstrucción
ocialista" de la naturaleza... incluyendo nuestra propia "naturaleza".

El capítulo 6 de este libro, "Algunas observaciones sobre la 'crisis ecológica'", intro-


duce el tema de la economía política de la naturaleza al analizar algunos de los sig-
nificados de la tan usada expresión "crisis ecológica (o ambiental)". El capítulo 7,
Las condiciones de producción y la producción de las condiciones", es una intro-
ducción teórica a la tesis de la "segunda contradicción del capitalismo", escrita con
el propósito de aclarar el concepto de "condición de producción", visto como fuer-
as productivas y también como relaciones de producción. El argumento básico de
164 JAMF.S O'CONN

"La segunda contradicción del capitalismo" se amplía después en el capítulo


(con una adenda).
El capítulo 9, "Sobre la acumulación capitalista y la crisis económica y ecológi
ca", analiza el proceso socioeconómico de "acumulación de capital por medio
las crisis económicas" y las implicaciones de este proceso para el ambiente, y al mis
mo tiempo refuta la tesis convencional que achaca la degradación ambiental
cambios autónomos del gasto consumista. El capítulo 10, "El desarrollo desigual
combinado y la crisis ecológica", se ocupa de algunas de las manifestaciones espa
ciales tanto de la acumulación capitalista como de la degradación y destrucció
ambiental. En el capítulo 11, "Tecnología y ecología", examino estos dos concep
tos desde el punto de vista de la teoría sociológica y económico-política crítica. Lo
capítulos 12 y 13, "Asesinato en el Orient Express: La economía política de la gue
rra del Golfo" y "El dominio británico en las Shetland", se concentran en la impo
tancia del petróleo, el "oro negro" que hace rodar la economía mundial, desde e
punto de vista de la economía política y también desde la perspectiva de los gobie
nos que procuran legitimar políticamente "la guerra petrolera" y la degradació
ambiental de las islas Shetland, respectivamente. El último capítulo de la segund
parte, el 14, "¿Es posible mi capitalismo sustentable?", analiza la "sustentabilidad"
desde la amplia panorámica del sistema capitalista en su conjunto.
6
ALGUNAS OBSERVACIONES
SOBRE LA "CRISIS ECOLÓGICA"

Hace treinta años Gerhard Masur escribió que "la idea de crisis está permeando los
campos más diversos de las actividades humanas". 1 Aunque inexplicablemente
Masur no incluyó la ecología como uno de esos campos, su observación es ade-
cuada. La idea de una "crisis ambiental global" está grabada ya en la mente de la
mayoría de las personas letradas, y ocupa ahora el centro de las discusiones serias
sobre el impacto del crecimiento económico global y el desarrollo en el ambiente
natural. A finales de los sesenta

el biólogo lord Ashby, entonces presidente de la Comisión Real sobre Contaminación •


Ambiental —la respuesta del gobierno británico a la creciente preocupación por el medio
ambiente—, sugirió que no nos enfrentábamos a una crisis única sino a un periodo crítico
o climatérico, mientras una serie de sistemas de la naturaleza amenazaban con derrumbar-
se bajo la marea de contaminantes industriales y ante el agotamiento de recursos clave. 2

En 1990 Mustafá Tolba, director ejecutivo del Programa Ambiental de Naciones


Unidas (uNEP), señaló que el calentamiento global, la reducción de ozono y la pér-
dida de biodiversidad eran las "amenazas" más importantes para el mundo natu-
ral? Mientras Tolba advertía de un "genocidio global", Michael Soulé, uno de los
fundadores de la biología de la conservación, afirmaba que si no se emprendían
acciones para salvar los bosques lluviosos del planeta se produciría un "desastre
ecológico".4
El discurso ambientalista contiene habitualmente expresiones como "especies
en peligro", "hábitat amenazado" y "bosques en desaparición". "Riesgo", "peligro",
"amenaza" y "emergencia" aparecen una y otra vez en el vocabulario de ecologistas
y ambientalistas. Los periodistas llaman "crisis ambientales" a una diversidad de
I "Crisis in history", Dictionary of the History of Ideas, Nueva York, Scribner's, 1968, p. 595.
2 Philip D. Lowe y Michael W. Worboys, "Ecology and ideology", en F. H. Buttel y H. Newby (eds.),
77e rural socioloc of the advanced societies, Montclair, Allanheld, Osmun, 1980, pp. 433-434. Los autores,
presagiando mi análisis que aparece más abajo, continúan: "Pero otros, como John Maddox, por enton-
ces editor de Nature, cuestionaban la existencia misma de una crisis fuera de la mente de los 'profetas
del desastre'. Es interesante que el mismo Ashby [...] declarara más tarde que 'El peligro es un colapso
político, no ecológico.'"
3 Citado porjon Steward en San Francisco Chronicle, 6 de junio de 1990.
4 Citado en Bob Hohnes, "How fast are they going extinct?", Science Notes, University of California in
Santa Cruz, invierno de 1992, p. 3.

[165]
166 JAMES O'CONNOR

acontecimientos, desde derrames de petróleo hasta accidentes nucleares, y en


general los definen en términos objetivos, derivados de uno de los significados de
"crisis" que usaban los griegos dos milenios y medio atrás y que sigue siendo fre-
cuente hasta hoy en la práctica médica: el punto crucial de una enfermedad, en el
que se decide si el paciente vive o muere, o si la enfermedad se convierte en otra
(más grave).
La definición griega de crisis también es un "discurso", en el sentido de que con-
tiene fuertes elementos subjetivos o evaluaciones cuestionables del curso de una
enfermedad. Consideremos el significado de "contaminación ambiental". Osvaldo
Sunkel y José Leal brindan una definición objetivista:

abuso de la capacidad asimilativa del ambiente como basurero de desperdicios y materiales


de desecho. Esta capacidad puede verse como un recurso que es renovable y, por lo tanto,
recuperable, excepto en casos de abuso extremo, cuando puede desvanecerse por el
derrumbe del ecosistema. 5

En cambio Mary Douglas —en Risk and culture— sostiene que las ideas sobre
contaminación no quedan explicadas a cabalidad por los peligros fisicos; que las co-
munidades censuran sus propias creencias en materia de contaminación, y que
desarrollan una sensibilidad que muchas veces está a años luz de los riesgos cientí- j
ficamente mensurables.
Podemos adoptar una definición de "crisis" como evaluaciones que pueden dis-
cutirse sobre, digamos, la salud de un bosque, sin adoptar el extremado subjetivis-
mo y relativismo de Douglas. Se puede decir que existe una crisis forestal cuando
nadie sabe si el bosque se está cosechando sobre la base de un rendimiento sus-
tentable, definiendo sustentabilidad como la capacidad de los ecosistemas de bos-
que de retener su productividad biológica pese a perturbaciones del exterior, por
parte de operaciones madereras en gran escala, por ejemplo. Esa manera de com-
prender una crisis hace mucho énfasis en los juicios de los agentes humanos, sean
o no científicos. Por lo general dos ecólogos que estudien una población de la mis-
ma especie en dos hábitat diferentes discreparán tanto respecto al punto crucial en
el que se decide si una especie vive o muere como al resultado de ese punto. Hay
por lo menos tres razones para eso. Primero, las poblaciones de las especies suelen
tener una dispersión acorde con la disponibilidad de recursos. No es raro que
determinadas poblaciones de un área se extingan y que después ese hábitat sea
repoblado, simplemente porque es un buen lugar para ciertas especies. Por lo
general la mayoría de las poblaciones no se "autodestruyen" sino que responden de
maneras (muy poco) predecibles a cambios externos de clima, población de depre-
dadores y demás. En este sentido, la especie en cuestión puede no alcanzar nunca

Osvaldo Sunkel y José Leal, "Economics and environment in a developmental perspective", Inter-
national Social Science Journal, 109, 1986, p. 419.
OBSERVACIONES SOBRE LA "CRISIS ECOLÓGICA" 167

un "equilibrio" con su hábitat sino estar, más bien, en una especie de "crisis" per-
manente. Segundo, no hay un modelo único de especies o de poblaciones de espe-
cies, porque los hábitat son diferentes (en mayor o menor grado) debido, por
ejemplo, a la calidad de la nutrición existente. Tercero, si bien se dice que la terri-
torialidad es un mecanismo para prevenir las crisis, el carácter estrechamente vin-
culado con el sitio del conocimiento ecológico sugiere la probabilidad de que los
"territorios" (así como los efectos de las perturbaciones externas) estén mal defi-
nidos o que incluso resulte imposible conocerlos. En general los ecólogos enseñan
que los mecanismos de crecimiento de las plantas son mucho más dificiles de estu-
diar que los de las poblaciones animales, porque en el caso de los segundos es rela-
tivamente fácil calcular el perfil de edad (y por lo tanto un elemento para prede-
cir la supervivencia o el crecimiento). Por eso los ecólogos vegetales se dedican a
estudiar patrones de dispersión, mientras que los especialistas en animales estu-
dian los mecanismos de crecimiento de la población.
Los historiadores del siglo xix acostumbraban usar el término "crisis" para indi-
car el punto crucial en el destino de una nación o un pueblo, un momento de deci-
sión o el instante en el que realmente se ve puesta a prueba la voluntad de un pue-
blo. En estos sentidos la guerra de George Bush contra Irak fue una crisis, un
momento de decisión en el que Estados Unidos proyectó su poder hacia el extran-
jero y "restableció la credibilidad que había perdido en Vietnam". Uno podría ima-
ginarse a un futuro presidente que para demostrar de manera similar que "tiene lo
que hace falta" encabece un gigantesco esfuerzo por reducir el calentamiento glo-
bal o poner fin a la dependencia de los combustibles fósiles por medio de subsidios
inmensos a las "vías alternas de energía". Un concepto subjetivo de crisis incluiría
conjeturas históricas (por ejemplo grandes guerras) en las cuales las poblaciones
no pueden aceptar fácilmente la normalidad que suelen dar por sentada. Este sen-
tido de "crisis" es lo bastante amplio como para incluir periodos de intensa incer-
tidumbre económica y política, es decir también ecológica; 6 mucha ansiedad y sus-
penso en el nivel personal (por ejemplo un sistema familiar en decadencia) y, por
consiguiente, recursos psicológico-sociales para cualquier política verde seria, y las
posibilidades de ruina ecológica global, es decir, las perspectivas tanto de un deba-
te político generalizado como de la exigencia de una reglamentación política a la
economía capitalista global desbocada.
El significado más importante de la palabra crisis, incluida la crisis ecológica,

6 Un ejemplo (New York Times, 29 de octubre de 1987): "El estudio [del Departamento de Energía]
dice que hay grandes lagunas en la comprensión de cómo se desempeñarían los reactores en ciertos
tipos de accidentes que las plantas civiles están destinadas a experimentar. El estudio llega también a la
conclusión de que 'hay incertidumbres significativas' acerca de la capacidad de los reactores para limi-
tar la liberación de materiales radiactivos en un accidente. las plantas tienen filtros para atrapar
partículas radiactivas, mientras que las plantas comerciales se albergan en estructuras comerciales que,
supuestamente, condenen todas las sustancias radiactivas." Tenemos aquí un ejemplo de "crisis" defi-
nida como incertidumbre, basada en la falta de infdrmación técnica suficiente.
168 JAMES O'CONNO

parecería ser el de "punto crucial" y, por lo tanto, "momento de decisión". U


ejemplo sería la relación antagónica entre grupos socioeconómicos de la socieda
de clase, o las luchas entre clases (y dentro de las mismas) en el momento en qu
nadie sabe ni puede saber qué clase o grupo logrará imponerles su voluntad a lo
demás. Este sentido de la palabra "crisis" puede hacerse extensivo, por ejemplo, a
conflictos entre países ricos y países pobres ("atractivos ambientales" frente al
"ambientalismo de los pobres"), así como a otras rivalidades económicas y políticas
nacionales, y también a luchas entre los movimientos sociales verdes y otros que
procuran conservar la naturaleza, la comunidad y la vida individual, por un lado,
las estructuras de propiedad y poder que dependen del crecimiento económico,
por el otro.
Se requieren dimensiones subjetivas de cualquier concepto útil de crisis ambien
tal porque las definiciones objetivistas casi siempre (¿siempre?) contienen una can
tidad de supuestos no analizados. Considérese, por ejemplo, el anuncio de que "el
gobierno añadió sesenta tipos de plantas y animales a su lista de especies en peli
gro y amenazadas [...] lo que llevó el total a la cifra récord de 883. De ellas 746 fue
ron clasificadas como 'en peligro' o en riesgo de extinción. Las 119 restantes fue-
ron ubicadas en la categoría de `amenazadas', reservada para las especies que
probablemente se vean en peligro." 7 ¿Cuál es el punto de crisis, "en peligro"
"amenazada"? ¿O ambos, e indican grados de crisis? ¿Cuál es el lapso que se asum
y cuánto es "cuenta burocrática", comparada con los resultados del trabajo con-
creto de los científicos ecologistas que se refleja en esas cifras?
Se podría aducir una cantidad de ejemplos para demostrar que la "crisis ecoló-
gica" es una categoría política e ideológica tanto (o más) que un constructo cientí-
fico. Por ejemplo, en 1987 un titular del New York Times anunciaba que "Delegado
mundiales alertan frente al peligro para las áreas silvestres". 8 De acuerdo con l
noticia, "Por lo menos la mitad de las áreas silvestres que aún existen no se prote-
gen por sí mismas debido a su áspera naturaleza. Pueden deteriorarse sin aviso pre-
vio Ud Las soledades árticas de Canadá y Alaska fueron seriamente amenazadas po
el desarrollo petrolero, gasero y mineral y Ud las presiones demográficas están ero-
sionando rápidamente áreas silvestres de África), de Sudamérica." Menos del 20%
de las áreas silvestres identificadas en un informe del IV Congreso Mundial de Áreas
Silvestres están "protegidas formalmente", continúa la nota. El bien conocido pro-
blema de cualquier afirmación de que lo "silvestre" está en "peligro" o "amenazado"
es que el concepto tiene poco o ningún sostén científico. Lo silvestre no es una espe-
cie o un ecosistema, sino más bien un constructo social derivado de sensibilidades
románticas de "amor por la naturaleza" bien establecidas desde hace más de 200
años. Cuando los gobiernos intervienen para designar "áreas silvestres", y sobre
todo cuando las administran y destacan lo que Michael Frome ha llamado "vida sil-

7 San Francisco Chwnsítk, rae febrero de 198b.


8 New Yorh Times, 12 de septiembre de 1987.
OBSERVACIONES SOBRE [A "CRISIS ECOLÓGICA' 169

vestre a la carta servida como comida rápida", 9 el concepto de lo "silvestre" se con-


vierte en una categoría política. De modo que la nota del Times revela una condi-
ción política y cultural tanto, por lo menos, como un hecho ecológico.
He aquí otro ejemplo que dramatiza las dimensiones políticas e ideológicas de
la idea de "crisis ecológica". "Las marismas, el hábitat esencial de las aves acuáticas
y otras, están desapareciendo a una velocidad asombrosa. En todo el país se pier-
den más de 180 mil hectáreas de marismas por año; eso equivale a unas 500 hec-
táreas diarias que desaparecen bajo las topadoras. En California, hogar invernal de
unos 14 millones de patos y gansos, existen hoy menos del 4% de las marismas que
había hace un siglo [...] Consciente de la necesidad de conservar lo que queda, una
organización nacional no lucrativa que hace énfasis en la restauración, más que en
la retórica, se está ocupando en gran escala de California." 10 Esta descripción brin-
da un concepto político de crisis ecológica que se disfraza de científico (por ejem-
plo "hábitat esencial"). Está ausente un elemento clave de la ecuación ecológica:
¿cuántos patos y gansos invernaban un siglo atrás en las marismas de California?
¿Alcanzaría el 4% restante para sostener a 14 millones de aves? De no ser así,
¿podrían modificar su ruta migratoria y pasar más hacia el interior? A uno se le
ocurren más preguntas de este tipo. Lo importante es que la organización ambien-
tal de que se trata (la "organización nacional no lucrativa" mencionada en la nota)
compra zonas pantanosas, de modo que le interesa que el asunto parezca estricta-
mente ecológico o técnico, más que cultural y político.
El hecho de que una especie muera, un ecosistema sea destruido o un área sil-
vestre o pantanosa esté en peligro, son cuestiones políticas, ideológicas y cultura-
les, además de ecológicas. Esto tiene dos ramificaciones. Primero, la crisis ecológi-
ca puede definirse como el punto de inflexión en la batalla política entre, digamos,
ambientalistas que están tratando de proteger un ecosistema o "zona silvestre", y
promotores capitalistas movidos por el afán de inversiones y búsqueda de lucro, es
decir, el momento en el que nadie sabe qué lado va a salir ganando. Segundo, es un
punto de inflexión político, antes que nada, precisamente porque no está claro si
la destrucción de una marisma o de una especie ha rebasado el punto de no retor-
no. De manera que puede o no representar una diferencia el hecho de que indi-
viduos y grupos interesados intervengan en la lucha (en una situación de "crisis"
las acciones individuales pueden inclinar la balanza en favor de mantener viva la
marisma o una especie determinada).
Una vez que aceptamos el carácter político e ideológico de esas "crisis", estamos
en condiciones de empezar a identificar los intereses materiales específicos que pue-
den estar en juego. En semejante contexto es evidente que las aseveraciones cien-
tíficas deben evaluarse a la luz de las relaciones de los científicos con los intereses
involucrados en la lucha en cuestión.

9 Michael Frome, Regreening the National Parles, Tucson, University of Arizona Press, 1991.
1° San Francisco Chronick, 11 de septiembre de 1987.
170 JAMES O'CONNOR

Otros dos ejemplos sirven para ilustrarlo. En el New York Times han aparecido
anuncios advirtiendo sobre el calentamiento global y los profundos ajustes que ten-
drá que hacer el mundo si el planeta se calienta. Sin embargo, cuando descubri-
mos que quien paga por los anuncios es la industria de la energía nuclear, debería-
mos empezar a sospechar, porque esta industria tiene interés en reducir nuestra
actual dependencia de los combustibles fósiles a fin de incrementar nuestra de-
manda de energía nuclear.
El segundo ejemplo está tomado de la historia del agotamiento del ozono por
los clorofluorocarbonos (cFC). El doctor Robert Watson, el principal científico del
proyecto sobre el ozono de la NASA, afirmó en octubre de 1987 que los CFC "inter-
vienen en la destrucción del ozono en todas las latitudes". El doctor Sherwood
Rowland, de la Universidad de California en Irvine, quien a principios de los seten-
ta advirtió sobre el peligro que corría la capa de ozono, dijo el mismo mes que
"sería muy arriesgado, y hasta imprudente", asumir que los procesos que actuaban
en la Antártida no podían extenderse a las zonas templadas. También ese mismo
mes el doctor Mack McFarland, investigador de E. I. Du Pont de Nemours and
Company, uno de los principales productores de C:FC, afirmó que era improbable
que el proceso que tenía lugar en la Antártida pudiese ocurrir en otra parte. ¿Se
trata de una diferencia de opinión científica? ¿De una diferencia de intereses? ¿O
de ambas cosas?
En cuanto empezamos a pensar en las crisis ecológicas en términos de intereses
materiales, podemos vincular el concepto con tendencias hacia crisis políticas y
económicas. Dos ejemplos son los bosques canadienses y las pesquerías de todo el
mundo. Muchos canadienses hablan de una "crisis forestal". Para algunos ecólogos
esto quiere decir que las industrias canadienses de la madera, el papel y la pulpa
ya no cosechan los bosques sobre la base de rendimientos sustentables. Para quie-
nes ven el bosque como un ingrediente de la identidad nacional de Canadá, la "cri-
sis" puede consistir en la presencia de feas tierras taladas al ras y todo lo que eso
significa. Para la industria del papel y la pulpa una crisis forestal representa un peli-
gro para su propia viabilidad económica.
De manera alternativa, si la industria se enfrenta a la incertidumbre o a proble-
mas económicos, puede buscar troncos más baratos. Para obtenerlos, los adminis-
tradores tal vez deban emplear métodos de tala ambientalmente menos sanos,
creando una "crisis" en el sentido en que podrían utilizar el término los ecologis-
tas. La madera con que cuentan los molinos de pulpa depende no sólo de los ciclos
de regeneración de los árboles sino también de los costos: a qué distancia están los
árboles del obraje, la presencia o ausencia de caminos de acceso y el precio de la
pulpa en el mercado estadunidense, entre otros factores. Puede haber escasez (o
excedente) de madera en términos económicos sin que exista necesariamente
conexión con las condiciones naturales de abasto y regeneración.
Hay un consenso generalizado respecto a que las pesquerías de todo el mundo
están en
OBSERVACIONES SOBRE LA "CRISIS ECOLÓGICA" 171

un estado calamitoso [...] pese a que según los expertos es extraordinariamente dificil reu-
nir datos [...] En una conferencia de Naciones Unidas [...] científicos, especialistas en la
industria y funcionarios gubernamentales coincidieron en que las evidencias demuestran de
manera innegable que el exceso de pesca y la destrucción de los hábitat han causado reduc-
ciones alarmantes en las poblaciones marinas. 11

Esta "amenaza" al ambiente es de alcance global, "con implicaciones para la


producción futura de alimentos y la estabilidad económica de los países que
dependen de la pesca". Indiscutiblemente la captura de algunos de los principa-
les peces que se utilizan con fines alimenticios ha declinado muchísimo en los
años recientes. En 1993 la FAO informó que 9 de las 17 pesquerías más importan-
tes del mundo estaban pasando por serios problemas (cuatro de ellas se han clasi-
ficado corno comercialmente "agotadas" y las otras se definieron como "plena-
mente agotadas" o "sobreexplotadas"). Las especies más pescadas "se están
acercando a la extinción no sólo comercial sino biológica". Los cambios en los
patrones climáticos, la temperatura y la salinidad del agua; el crecimiento de las
flotas pesqueras; una tecnología más eficiente; las prácticas de pesca que matan
peces inmaduros; la destrucción de las zonas costeras de desove y las operaciones
pesqueras que ignoran los acuerdos regionales de pesca, se citan entre las princi-
pales causas. Aquí hay una "crisis" de grandes proporciones: para la industria pes-
quera, para los países exportadores de pescado y para aquellos cuya población
depende de la vida marina para obtener proteínas. Pero que esto sea una "crisis
ecológica" definida en términos de que las diversas especies piscícolas puedan
recuperarse de los golpes propinados por diversos factores de origen natural y
humano, es otra cuestión. "Hemos descubierto que se requiere más y más infor-
mación para poder tomar una decisión inteligente acerca de cuál es la resistencia
natural de los cardúmenes —dijo la bióloga australiana Mary Harwood—, y cuál
podría ser un nivel seguro de pesca." "En su elemento natural los peces no se que-
dan quietos para que uno pueda contarlos —escribe David Pit—. Y muchos seña-
lan también que todavía hay cantidades enormes de peces dispersos en el 70% de
la superficie del planeta." Sin duda se está gestando una crisis económica de pro-
porciones globales para las pesquerías de todo el mundo, pero está por verse si
hay una crisis ecológica, en un sentido definido científicamente. En cualquier
caso, en las sociedades capitalistas, donde la naturaleza "cuenta" antes que nada
como valor potencial de cambio, las definiciones naturalistas de crisis se confun-
den invariablemente con las definiciones económicas, y muchas veces son insepa-
rables de las mismas.
"Crisis ecológica" se puede referir también a los problemas económicos de
regiones enteras, así como a las luchas entre grupos regionales de capital.

11 David E. Pitt, New YO?* Times, 3 de agosto de 1993. Salvo indicación en contrario, todas las citas
son de Pin.
172 JAMES O'CONNOR

La salud de la bahía de San Francisco pende de un hilo y, como médicos que discuten un
caso dificil, los expertos ni siquiera logran ponerse de acuerdo en que el paciente está enfer-
mo [La bahía] está grave o saludable, según a qué experto se le pregunte [...] No es sor-
prendente que la brecha entre los científicos siga líneas geográficas. Desde el norte la bahía
parece enferma; desde el sediento sur, da la impresión de estar muy bien.I 2

Éste es un buen ejemplo del elemento subjetivo en la definición de una crisis


ecológica: evaluaciones discutibles del curso de la enfermedad, así como un ejem-
plo de la forma en que el dinero y el poder tiñen el debate para decidir si existe o
no una crisis.
Parecería no existir una definición verdaderamente objetiva de "crisis ecológi-
ca". Hay quienes niegan que haya una crisis y afirman que el futuro evolucionará a
partir del presente de formas más o menos predecibles. "Los informes de amena-
zas al ambiente global suelen desencadenar oleadas de escepticismo —escribe
David Pitt—, en buena medida de parte de científicos que afirman que el conoci-
miento de un fenómeno complejo es demasiado limitado como para justificar con-
clusiones apocalípticas apresuradas."I 3 Muchos economistas que se preocupan por
el costo que la protección ambiental tiene para las empresas como resultado de las
acciones de los "chiflados del ambiente" se burlan de la idea de una "crisis". "Al
desarrollar [...] cuentos de catástrofes inminentes, los extremistas ambientales pue-
den obtener atención, financiamiento por parte del público y, muchas veces, sus
objetivos en materia de política", afirma el economista Thomas Gale Moore. "Los
medios de comunicación saben que las notas de un cataclismo inminente venden
periódicos y atraen televidentes. Los científicos comprenden que el temor a las
calamidades puede generar apoyo a los proyectos de investigación [...] Un cientí-
fico que diga que un presunto desastre es una falsedad o una exageración recibirá
poco apoyo para su investigación y al mismo tiempo será objeto de la enemistad de
sus colegas."14 Tras recordarles a sus lectores que "los principales conflictos comer-
ciales entre los países avanzados se centran en enormes excedentes (no faltantes)
de alimentos", Moore, miembro de alto rango de la Hoover Institution, ridiculiza
la alarma por la daminozida, la lluvia ácida y el calentamiento global. Irónicamen-
te, la base para que los haga de lado son estudios estadísticos del mismo tipo que
Moore condena cuando los realizan científicos proambientalistas. A fin de demos-
trar que hay una incertidumbre generalizada acerca de los peligros de destrucción
ambiental, Moore emplea estudios "científicos" como si sus resultados fuesen
incuestionables.
Algunos insisten en que la crisis ambiental requiere una acción pronta y decisi-
va para impedir alguna forma de catástrofe, mientras otros se muestran tímidos o
12 San Francisco aronicle, 4 de enero de 1988.
la New York Times, 3 deágostclde 1993.
14 Thomas Gale Moore, "Environmental kooks dream up crisis", San Francisco Chronicle, 14 de sep-
tiembre de 1992.
OBSERVACIONES SOBRE LA "CRISIS ECOLÓGICA" 173

cautos, sin estar seguros de que exista o no una crisis. Un ejemplo es el debate
sobre la pérdida de ozono atmosférico que mencionamos más arriba. Los que
advertían que la capa de ozono estaba siendo "erosionada" por los C:FC, finalmen-
te, tras haber sido ridiculizados durante años por diversos gobiernos, fueron oídos
en 1987, cuando cuarenta países acordaron un plan para congelar el nivel actual
de uso de CFC y después para reducir el consumo a la mitad para 1999. En las pri-
meras discusiones científicas se hizo una distinción entre el grado de pérdida de
ozono y sus causas. Algunos sostenían que si no se comprendían las causas no había
(o había menos) razón para alarmarse. Esto sugiere que la magnitud estadística de
un problema ecológico es menos importante que la comprensión del problema
por parte de los científicos. En 1987 ya no se debatía si el cloro era un factor de la
erosión de la capa de ozono, sino cuál era su peso en la misma. La posición verde
era que la producción de cloro tenía que prohibirse inmediatamente, incluso si
resultaba que la pérdida de ozono se debía sobre todo a factores de origen no
humano, sobre la base de que "todo ayuda", y también porque era el único factor
bajo control humano. En contraste, algunos científicos (financiados en parte por
la asociación de fabricantes de productos químicos de Estados Unidos) plantearon
que si la contribución de la humanidad a la pérdida de ozono es, digamos, del
10%, no era necesario interrumpir por entero la producción de derivados del clo-
ro, sino reducirla a cierta cantidad. Algunos especialistas llegaron a la conclusión,
a partir de los hechos, de que podía haber o no una crisis de origen humano de la
capa de ozono, y que se requerían más hechos; esos mismos hechos llevaron a los
ambientalistas a la conclusión de que los CFC debían prohibirse de inmediato; en
otras palabras, de que hay una crisis y se requiere una acción pronta. El protocolo
de Montreal de 1987 fue un compromiso, una forma de hacer coincidir el equili-
brio de la naturaleza con las cuentas bancarias de las empresas.
Los líderes de opinión comprenden que el solo hecho de hablar de una crisis
crea incertidumbre por sí mismo. Así aparece otro grupo, el de los mentirosos cautos,
que niegan la existencia de una crisis cuando en realidad creen que existe. Y están
también los que creen que hay una crisis pero que mantienen ocultas opiniones
más firmes de las que están dispuestos a admitir; están también los que se ocultan
tras falsas apariencias, que en privado se burlan de la idea de crisis pero que actúan
de modo alarmista, para fabricar una sensación de peligro que, esperan, contri-
buirá a movilizar la opinión y la acción públicas en favor de sus propios intereses.
En contraste, los capitalistas suelen contratar especialistas en relaciones públicas
para minimizar los comentarios sobre las crisis y destacar el compromiso de las
empresas con la tecnología y los productos verdes, porque temen el costo econó-
mico de hacerle frente a una "verdadera" crisis.
Pero el verdadero discurso orwelliano sobre la crisis puede emanar del establish-
ment político. Cuanto menos hable la clase política de crisis, más probable es que
realmente exista. ¿Acasólos que están en el poder subestiman los problemas, mien-
tras que los que están fuera de él los sobrestiman? La ironía es que "los de aden-
174 JAMES O'CONNOR

tro" suelen tener más información, aunque diferente, que "los de afuera", y que
pueden estar en mejor posición de saber la verdad. Si bien los que tienen más
conocimiento tienen también enormes poderes para negar las cosas, a veces los
que están en el poder (el estado de la seguridad nacional se basa en esta realidad)
fabrican "crisis" a fin de movilizar apoyo hacia políticas militares, económicas o de
otro tipo que, en caso contrario, resultarían muy impopulares.
En síntesis: los rasgos clave de los comentarios sobre las crisis son resultados
sumamente inciertos basados en intereses materiales; luchas y conflictos socioeco-
nómicos y políticos; evaluaciones cuestionables sobre la existencia de una crisis; la
gran probabilidad de que haya construcciones ideológicas de las crisis, y el hecho
de que durante ciertos momentos de crisis el individuo puede hacer una diferen-
cia en lo relativo a la solución de la crisis, ya que, por definición, nadie conoce ni
puede conocer su verdadero resultado. Esta última característica es razón suficien-
te para volverse militante ambienmlista (y social y político) y unirse a la lucha por
un mundo ecológicamente racional y sensible.
7
LAS CONDICIONES DE PRODUCCIÓN
y LA PRODUCCIÓN DE LAS CONDICIONES

INTRODUCCIÓN

La naturaleza capitalista puede definirse provisionalmente como todo aquello que


no es producido como mercancía pero sí tratado como si fuese una mercancía. Esta
formulación le debe tanto a Karl Polanyi como a Karl Marx. Polanyi definió el "tra-
bajo" y la "tierra" como mercancías falsas o ficticias.

El hombre, bajo el nombre de trabajo, la naturaleza, bajo el nombre de tierra, se volvieron


disponibles para su renta [...] Había un mercado de trabajo así como uno de tierra, y la ofer-
ta y la demanda en cualquiera de ellos estaba regulada por la altura de los salarios y las ren-
tas, respectivamente; se sostuvo en forma consistente la ficción de que el trabajo y la tierra se pro-
ducían para su rentar

La tierra y el trabajo no se producen como mercancías de acuerdo con las fuer-


zas del mercado o la ley del valor. Por eso sólo en un sentido ficticio se los puede
ver como valores de cambio. En términos marxistas, la afirmación de que la tierra
y el trabajo se convierten en mercancías significa que se los trata como si fuesen un
producto del trabajo al cual se le puede adscribir un valor abstracto. 2
Es.posible interpretar el concepto de Marx de las "condiciones de producción"
como más o menos equivalente a lo que Polanyi llama "trabajo y tierra". "Más o
menos equivalente" porque Marx utilizó a veces la expresión "condiciones mate-
riales de producción" en un sentido más amplio, para incluir la "propiedad de
capital" así como la propiedad de "tierra", 3 y también porque identificó no dos sino
tres "condiciones de producción". A la fuerza de trabajo de los obreros la denomi
nó la "condición personal de la producción". La tierra se denomina la "condición 1,
natural" o "condición ffsica externa". A la infraestructura física, es decir, "a los
1 Karl Polanyi, The great transformation, Boston, Beacon, 1944, p. 131. "La producción es la interac-
ción del hombre y la naturaleza; si este proceso ha de ser organizado por medio de un mecanismo auto-
rregulado de cambio e intercambio, el hombre y la naturaleza deben ser llevados a su órbita; tienen que
estar sujetos a la oferta y la demanda, es decir, hay que tratarlos como mercancías, como bienes producidos para
la venta" (p. 130, cursivas mías).
2 Michael Lebowitz, "The one-sidedness of capital", Reviese of Radical Political Economia, 14, 4, invier-
no de 1982.
3 Rad Marx, Crítica al Programa de Gotita, en Marx y Engels, Obras escogidas, vol. tu, Moscú, Progreso,
1980.

[175]
176 JAMES O'CONNOR

medios de comunicación y de transporte", se le aplica la denominación de "condi-


ciones comunales y generales". 4
La naturaleza ficticia de la fuerza de trabajo, la "condición personal", resulta
clara. La fuerza de trabajo es una mercancía falsa en el sentido de que no es pro-
ducida ni reproducida para su venta en el mercado. Tampoco es posible separar-
la de sus propietarios, y por ello no puede circular libremente en el mercado. La
fuerza de trabajo de los trabajadores, su bienestar físico y mental, la clase y el
alcance de su socialización y su calificación técnica, su capacidad de manejar las
presiones de las relaciones de trabajo, y así sucesivamente, son todo lo mismo.
Diga lo que diga la ideología burguesa, ningún "yo" esencial o nuclear es inmune
a la conversión de la fuerza de trabajo en mercancía. 5 Los seres humanos, como
fuerzas productivas sociales, son organismos biológicos y sociales, no importa
cuánto pretenda lo contrario el mercado de trabajo.
Como la fuerza de trabajo no se produce y reproduce de maneras regidas por la
ley del valor, el precio de la misma no puede explicarse en términos de su valor de
cambio. Estrictamente definida, la fuerza de trabajo no tiene valor de cambio (lo
único determinado por el mercado es el contenido en valor de la canasta de con-
sumo, no el tamaño de ésta). No hay ninguna garantía de que la fuerza de trabajo
pueda llegar a existir alguna vez en forma de una mercancía ficticia, y mucho
menos de que pueda reproducirse en condiciones que permitan o favorezcan la
producción y la acumulación capitalistas. Esto se debe a que los trabajadores son
no sólo los objetos sino también los sujetos del intercambio de fuerza de trabajo
por salarios, y también los sujetos, así como los objetos, del trabajo (la producción
material) mismo. Si la fuerza de trabajo es tratada por los trabajadores como si fue-

4 Carlos Carboni (comunicación personal, c. 1988) empleó la expresión "condiciones sociales repro-
ductivas" para incluir las "condiciones de producción" de Marx. Yo uso "condiciones de producción" por-
que quiero reconstruir el problema utilizando la propia terminología de Marx y su enfoque básico, y tam-
bién porque mi análisis se limita a las tendencias de crisis en el proceso de producción y circulación de
capital, más que incluir el proceso de reproducción social de la formación social en su conjunto.
'[S]i ha de mantenerse la consistencia interna del sistema de ideología burguesa, la energía de tra-
bajo tiene que ser definida de manera tal que no constituya una característica esencial del yo. De no ser
así, [.4 si una de las características esenciales fuesen mercancías que se compran y venden, el individuo
perdería todo asomo de libertad y quedaría reducido a un mero resultado de la conjunción de fuerzas
del mercado. Se estaría enajenando a sí mismo —a su propio yo— en la venta de lo que es esencial de
su naturaleza. Por lo tanto, todo lo que puede cambiarse en el mercado tiene que ser definido de modo
de poder separarse de la pura elección del individuo, del núcleo del yo que el liberalismo no permitiría
entregar. De esto se sigue que toda energía mental y Eska, toda capacidad y sensibilidad del individuo
que se pueda comprar o vender en el mercado [...] tiene que definirse como ajena al 'yo', que ahora
puede definirse exclusivamente como el propietario de sus atributos enajenables, como prerrogativa de
inmunidad de la conversión en mercancía [...] Por medio de este recurso el individuo podría mantener
la ficción de que no estaba siendo vendido cuando vendía sus atributos personales, y la estructura de la
ideología burguesa podría mantener su fachada de dignidad humana. Lo que se divide y se entrega al
dominio de otros no -es- el 'yo- sino, simplemente, lo-mío"Uliehard Liditulaii, 'The p,cxlucti uu uf
human nature by means of human nature", Capitalina, Nature, Socialism, 4, 1990, pp. 36.37.
LAS CONDICIONES DE PRODUCCIÓN 177

se una mercancía, puede tratársela como si tuviese un valor. Si los trabajadores no


permiten que se trate así su fuerza de trabajo, se derrumba la ficción de que tiene
un valor; en este caso los trabajadores valoran su propia fuerza de trabajo. Esta
"autovaloración" no depende sólo, en última instancia, de los ritmos de la econo-
mía, la productividad, las tasas de utilidad y demás, sino también de la lucha de cla-
se, las luchas feministas, las luchas nacionalistas y, en general, las complejas articu-
laciones de la vida económica, política y social.
Marx definió una segunda condición de la producción como "las condiciones
comunales, y generales, de la producción social" o como "las condiciones generales del
proceso social de producción, es decir, los medios de comunicación y transporte". 6
7 han teorizado sobre esas "condiciones generales". La Unactidemrxs
mayoría de los teóricos incluyen entre las principales condiciones generales la
infraestructura física y social (por ejemplo los caminos y la educación, respectiva-
mente) y también el espacio hecho por los seres humanos. Podemos añadir asi-
mismo el "capital comunitario", es decir los rasgos culturales de la vida comunita-
ria que pueden ser valorados por el capital. La infraestructura es el prerrequisito
para conjuntar la tierra, los recursos y la fuerza de trabajo con el capital. El espa-
cio hecho por el hombre, urbano o de otro tipo, permite que el capital combine
los "factores de producción" de ciertas maneras y no de otras. La definición que da
Lojkine de las condiciones generales es la más amplia: aquellos "factores tan
importantes como para constituir otras 'condiciones necesarias' para la reproduc-
ción general de la formación capitalista desarrollada. Son [...] los medios de consu-
mo colectivo [...] los medios de circulación material (es decir los medios de comunica-
ción y de transporte) y [...] la concentración espacialde los medios de producción."8
'materiales generales'deHirschpentaodfióquclyeas"ondi
producción en el sentido más restringido, por ejemplo caminos y canales, y las con-
diciones 'generales' de producción que para el capital están incorporadas en la fuer-
za de trabajo (por ejemplo los servicios de salud), en la educación y también en la
investigación en su sentido más amplio".9 La definición de Mandel es semejante a
la de Hirsch. Distingue entre

las precondiciones generales técnicas del proceso real de producción (medios de transporte y
-

de comunicación, servicio de correos y así sucesivamente); la provisión de las precondicio-

6 Marx y Engels, Selected works, Moscú, Foreign Languages Publishing House, 1962, vol. 2, p. 25.
[Obras escogidas, Moscú, Progreso, 1980.]
7 Véase Mario Pianta, "The conditions of production: A note", Capitalimn, Nature, Socialinn, 3, 1989.
El tratamiento más completo es el de Marino Folin, "Public enterprise, public works, and social fixed
capital: Capitalist production of the 'communal, general conditions' of social production", International
Primal of Urban and Regional research, 3, 3, septiembre de 1979.
Citado en Planta, op. cit., p. 131.
9 J. Hirsch, "The state apparatus and social reproduction", en John Holloway y Sol Picciotto (eds.),
State and capital, Londres, E. Amold, 1978, p. 92.
178 JAMES O'CONNOR

nes generales sociales de ese mismo proceso de producción [...] y la reproducción continua de
-

aquellas formas de trabajo intelectual que resultan indispensables para la producción eco-
nómica. 1°

Esto se asemeja al concepto de inversión social y consumo social desarrollado en


77te fiscal crisis of the state,
del autor del presente estudio. La conceptualización de
Lojkine acerca de las condiciones generales o comunales de producción es tal vez
la más coherente, ya que incluye la organización del espacio en general y del espa-
cio urbano en particular.
La infraestructura urbana física y social, el espacio y el capital comunitario (este
último es todavía una categoría no desarrollada) son también mercancías ficticias.
Lo usual es que no sean producidas y reproducidas para su renta en el mercado
(exceptuando pisos para oficinas, lotes para casas, etc.) y no pueden circular libre-
mente en el mercado, es decir, son, o bien específicas de un sitio o bien atributos
culturales de una comunidad determinada. Además, igual que la fuerza de traba-
jo, en sentido estricto las condiciones generales no tienen valor de cambio. Pro-
porcionar transporte y comunicaciones públicos no es algo que esté directamente
gobernado por las fuerzas del mercado o por la ley del valor. Y también, como ocu-
rre con la fuerza de trabajo, no hay ninguna garantía de que la infraestructura y el
espacio estén disponibles en forma de mercancía. Por último, el valor de la infra-
estructura y del espacio urbano no sólo depende de la demanda del mercado sino
también del poder de diversas fracciones o bloques capitalistas, y la lucha de clase
en general y los movimientos urbanos en particular.
La tercera condición de la producción la denominó Marx "condiciones físicas
externas" 11 o "condiciones naturales". 12 "Las condiciones físicas externas corres-
ponden a dos grandes clases económicas, 11 riqueza natural de medios de subsis-
tencia [—] 2] riqueza natural de instrumentos de trabajo." Los primeros incluyen
"un suelo fértil, aguas repletas de peces, etc."; los segundos "cascadas, ríos navega-
bles, madera, metal, carbón, etc.". En otro lado Marx se refiere a las condiciones
físicas externas como los "elementos naturales que entran en el capital constante y
variable". Estas condiciones o elementos naturales pueden definirse en términos
de la contribución de la naturaleza a la producción física, independiente de (o abs-
traída de) la cantidad de tiempo de trabajo (o la cantidad de capital) que se apli-
que a la producción. Las condiciones naturales favorables aumentan la productivi-
dad del trabajo y por lo tanto reducen (no elevan) el valor de cambio de las
mercancías, y a su vez (si las demás condiciones permanecen constantes) incre-
mentan la producción de valor excelente y de utilidad.
En la época de Marx las descripciones teóricas de las condiciones naturales

I° Citado en Manta, op. cit., p. 131.


11 Marx, El capital, vol. 2, México, Siglo XXI, 1975.
12 Man; Teorms. sobre la plusvalía, México, Fondo de Cultura Económica, 1980.
Lo CONDICIONES DE PRODUCCIÓN 179

externas se basaban en la idea de la escasez natural o de los límites naturales. Hoy


no sólo estamos en medio de un renacimiento de la economía de la energía, sino
que las condiciones externas son analizadas por los economistas ecológicos en tér-
minos de la viabilidad tanto económica como ecológica de los ecosistemas, las
implicaciones económicas del efecto invernadero, la estabilidad de costas y cuen-
cas, las consecuencias de la explotación de recursos para la renta de la tierra, la
calidad del agua y del suelo y la productividad agrícola, los costos de prevención
de la lluvia ácida e innumerables cuestiones por el estilo. Todo el asunto de "las
c ondiciones naturales" se está convirtiendo en un tema cada vez más importante
para la teoría económica actual, más importante que en tiempos de Marx, debido
a la capitalización de una "segunda naturaleza" de alcance mundial por parte de
corporaciones y bancos nacionales e internacionales.
Igual que a la fuerza de trabajo y a las condiciones comunales de producción, el
mercado trata a las condiciones externas o naturales como mercancías ficticias. Los
economistas neoclásicos de hoy, con un ingenio torturado y delirante, tratan de
ponerle precio al aire libre, a los paisajes atractivos y a otras atracciones ambienta-
les, a las áreas silvestres y hasta a los bosques lluviosos. Sin embargo, por mucho
capital que se aplique al suelo, los mantos acuáticos, las costas y los depósitos de
minerales, éstos son producidos por Dios, que no los hizo para su venta en el mer-
cado mundial. Por consiguiente, al igual que las condiciones personales y genera-
les, las condiciones externas no tienen valor de cambio en sentido estricto. Y tam-
bién igual que en el caso de las condiciones personares y generales, no funciona
una ley del valor que haga que la tierra, el suelo, el agua y otros elementos natu-
rales estén disponibles para el capital en las cantidades y cantidades requeridas, en
el momento y lugar precisos. Las rentas de la tierra desempeñan, teóricamente,
este papel de asignación, pero las rentas se explican sobre todo en términos del
poder de la propiedad terrateniente frente al capital industrial y a otras fracciones
capitalistas. 13 De hecho, todo el programa de la asignación de recursos naturales
es un problema político, en gran medida tal como lo son la educación, el bienes-
tar, el espacio urbano y otras condiciones de producción. Por último, el "valor" de
la naturaleza externa no sólo depende de la demanda del mercado y la renta de la
tierra sino también de la lucha de clase en general, y en particular de la lucha
ambiental acerca de las maneras en que la naturaleza puede usarse o no legal o
jegítimamente.
"Condición" es una palabra con raíces en el griego clásico, en el que tenía pode-
rosos significados y connotaciones "objetivas". Tal vez Marx la empleó porque deci-
dió deliberadamente teorizar el problema de la fuerza de trabajo, la infraestructu-
ra y el espacio, y la naturaleza, en términos a priori De hecho, a veces Marx
13 No ocurre esto con las "utilidades excedentes" de que se apropia el capital situado favorablemente
con respecto a tierras de gran fertilidad, ricos depósitos minerales, etc., en ausencia de una dase terra-
teniente. Pero esas "utilidades excedentes" presuponen un poder monopólico sobre la tierra que, en
última instancia, depende del poder político del capital en cuestión.
180 JAMES O'CONN

suprimía el papel activo, autónomo, de la naturaleza (cualquiera que sea la metá


fora que se use para describir la naturaleza, por ejemplo "competencia", "coope
ración", etc.) en su teoría del capital. También objetivizaba la fuerza de trabajo, l
infraestructura y el espacio en esa teoría, que en ocasiones parece funcionar mej
como una teoría de las condiciones de la acumulación capitalista que como la ac
mulación capitalista entendida históricamente. Sea así o no, ninguna descripció
de las condiciones de producción puede ignorar el hecho de que la naturalez
externa tiene sus propias "leyes" autónomas o principios de desarrollo; ni el hech
de que la fuerza de trabajo es el sujeto así como el objeto de cambio y de trabajo
ni el hecho de que el espacio y la infraestructura, de manera independiente, estruc
turan geográficamente el capital y a su vez son estructurados de formas indirecta
por la política de los mercados. 14 Así, el concepto de "condiciones de producción
tiene que ser subjetivizado e historizado, es decir, tratado de modos menos deter
ministas de los que empleó Marx y de los que suelen usar los marxistas.

LAS CONDICIONES DE PRODUCCIÓN Y EL ESTADO

Marx identificó tres condiciones de producción pero no teorizó sobre ellas de for
ma sistemática (tal como teorizó Polanyi sobre "la tierra y el trabajo"). Algunos pasa
jes en los cuales se mencionan estas condiciones parecen ser poco más que ideas
pasajeras. Escribió más sobre las condiciones de oferta de fuerza de trabajo que
sobre las condiciones generales y externas de acción. Pero incluso la discusión d
las 'condiciones personales" estaba restringida a descripciones de la "acumulación
primitiva" y las condiciones de vida de la clase trabajadora en la época de Marx, a
como a la teoría de la acumulación capitalista y de los ejércitos de reserva de man
de obra. En sus obras no es mucho lo que puede encontrarse respecto a las condi-
ciones de oferta de infraestructura, y no hay nada sobre el espacio, sea urbano o no.
Las observaciones dispersas sobre las "condiciones ffsicas externas" pueden equiva-
ler a una teoría de que la escasez de materias primas tiene el efecto de incrementar
la composición orgánica del capital, reduciendo así la tasa de utilidad, 15 pero la ma
yor parte de la atención de Marx en la "tierra" se concentraba en la teoría de la ren-
ta de la misma. Más aún, poco se puede encontrar en el trabajo de Marx y Engels
respecto a las luchas sociales organizadas en torno a la provisión de las condiciones
de producción, excluyendo, desde luego, la lucha misma de la clase trabajadora.

14 Respectivamente, Donald Worster, Nature's economy: The roots of ecology, Garden City, Doubleday
1979; Harry Cleaver, Reading capital politically, Austin, University of Texas Press, 1979, y David Harvey,
Coresciousness and the urban expetience, Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1985. Las obras de Hen-
ri Lefehvre y Manuel CPqrell 5 linrobiAn « subjetivizan'Uo "urbano"
-

15 Michael Perelman, "Marx as a natural resource theorist", Capitalism, Natura, Socialism, 4, 2, juni
de 1993.
LAS CONDICIONES DE PRODUCCIÓN 181

Una razón básica para esta laguna teórica es, probablemente, histórica. En el
periodo temprano del capitalismo, de desarrollo extensivo, se disponía fácilmen-
te de una abundante oferta de fuerza de trabajo, de tierra y recursos naturales.
Sólo en periodos posteriores de desarrollo capitalista intensivo, es decir, durante
la época de profundización del capital y del mercado y de la verdadera subsun-
ción del trabajo por parte del capital, las condiciones de producción se vuelven
un problema sistemático, no ya esporádico. Cualesquiera que sean las verdaderas
razones de esta laguna teóricalloy resulta importante tratar teóricamente las con-
diciones de producción, tal como el capital, el estado y los movimientos sociales
se están ocupando de ellas en términos prácticos]
El punto de partida teórico es la observación de que las condiciones de pro-
ducción no son sólo fuerzas productivas sino también relaciones de producción.
Son producidas y reproducidas (o se las hace accesibles) dentro de relaciones defi-
nidas de propiedad, legales y sociales, que pueden ser compatibles o no con la
reproducción de estas condiciones, definidas como fuerzas productivas. Éste es un
asunto teórico y práctico crucial, porque el descuido de la educación y la salud
(por ejemplo), de la infraestructura y del ambiente natural, puede llevar a menos-
cabar sus poderes productivos y por lo tanto, en forma indirecta, a la disminución
de los poderes productivos del capital, es decir, a la crisis económica (véase el capí-
tulo 8)
La producción y (en muchos aspectos) la distribución de las condiciones de pro-
ducción no están reguladas por el mercado (o por la ley del valor). Tiene que
haber una intervención independiente o "relativamente autónoma" que ponga a
disposición del capital, en las cantidades y calidades deseadas, y en los momentos
y lugares adecuados, la fuerza de trabajo humana, la naturaleza, la infraestructura y
el espacio. Esa intervención no puede ser más que la del estado capitalista que pro-
duce estas condiciones y/o regule el acceso, el uso y la salida de la fuerza de tra-
bajo, la tierra, la materia prima y otros mercados de mercancías ficticias que Marx
llamó "condiciones de producción". Como sostenía Polanyi, la regulación estatal
de los mercados ficticios en las condiciones de producción (y en el mercado más
amplio en general) es necesaria también porque, en principio, no hay límites a la
explotación capitalista de la fuerza de trabajo y de la tierra o de la gente y la natu-
raleza. Se deduce que si la reproducción de las condiciones de producción se des-
cuida y sus poderes productivos se ven menoscabados o destruidos, lesionando a su
vez los poderes productivos del capital, la causa inmediata o próxima puede atri-
k_ buirse a las estructuras y políticas del estado, no al capital en sí mismo.
Los marxistas han teorizado de dos maneras generales diferentes sobre las
estructuras y políticas del estado. Los marxistas ortodoxos han buscado las cone-
xiones internas entre los procesos de acumulación capitalista y el estado. Los neo-
marxistas, influidos por Weber, Lowi, Offe y otros, se han concentrado en la rela-
ción entre la sociedad civil y el estado. Aunque entre ambas ramas del marxismo
habidomultecrsnéiodmtyeas,hunfrt-
182 JAMES O'CONNO

dencia a que la primera sea la "económica" y la segunda la "sociológica". Los ma


xistas ortodoxos subrayan la importancia de las políticas estatales que procura
garantizar la existencia de las condiciones de producción en forma de mercancías
y garantizar también que estas condiciones se reproduzcan como tales. "La función
del estado —escribe un economista — [es] garantizar el interés colectivo de lo
capitalistas, que sería imposible alcanzar (y que tal vez sería puesto en peligro) po
las acciones de capitalistas individuales." 16 El interés colectivo del capital es aseg
rar las condiciones de producción que los capitalistas individuales no puede
lograr ni por sí mismos ni juntos. "Es [...] cuestión de reproducir, no la fuerza d
trabajo, sino las condiciones de existencia de la fuerza de trabajo." 17 Lo mism
podría decirse también de las condiciones naturales y comunales. En síntesis, una
condición general de la producción capitalista es la existencia políticamente garan
tizada de la fuerza de trabajo, la infraestructura y el espacio urbanos, y las condi
ciones ambientales.
El estado puede o no producir verdaderamente las condiciones de producción
(compárese, por ejemplo, una autopista construida por el estado con un depósit
mineral de origen natural). Incluso si "la producción de las condiciones generale
[y por extensión de las condiciones personales y externas] es una función especí
fica y fundamental del estado", 18 no todas las condiciones se proveen en form
pública. Con respecto a las condiciones generales, "el capital mismo produce siem
pre una parte considerable". 19 La familia (con el sistema educativo) lleva a cabo l
mayoría de las actividades necesarias para la reproducción de la fuerza de trabajo.
La "economía de la naturaleza" reproduce muchas condiciones naturales externas
tales como la calidad del suelo y la vida vegetal. Un aspecto de la teoría de las con-
diciones de producción tiene que ver, así, con su relación con la producción y la
acumulación capitalista, no con el hecho de que sean o no producidas privada
mente o por el estado.
No obstante —y éste es el importante segundo punto— "la intervención del esta-
do hace una diferencia en la forma en la cual son provistas esas [...] condiciones
pues en este caso son actividades no rentables desempeñadas fuera de los circuitos
del capital"." Además, ya sea que las condiciones de producción sean producidas
por el estado, la familia o la comunidad, o el capital mismo, invariablemente el es-
tado regula su producción de modos directos o indirectos; regula también el acce-
so, el uso y la salida por parte de los capitales individuales de las condiciones de
producción. Familia, trabajo, educación, salud y política de bienestar, el sistema

16 Hugh Moseley, "Capital and the state: West German neo-orthodox state theory",
Review of Radical
Political Economics, 14, 1, primavera de 1982, p. 25.
17 Aboo T. Aumeerruddy, Bruno Lautier y Roman G. Tortajada, "Labor-power and the state", Capi-
tal and Class, 6, otoño de 1978, p. 50.
18 Folin, op. cit., p. 51.
16 Hirsch, op. cit., p. 91.
Pianta, op. cit., p. 130.
LAS CONDICIONES DE PRODUCCIÓN 183

de justicia criminal y demás, regulan las formas de aparición de la fuerza de traba-


jo en el mercado de trabajo. Recursos naturales, granjas, parques, agua, tierra y las
políticas relacionadas regulan el acceso del capital a la naturaleza externa. Y la polí-
tica urbana, la zonificación, la planeación urbana y regional y cosas similares regu-
lan el acceso del capital a la infraestructura y el espacio urbanos. Pero si se toma
en cuenta la gran variedad de organismos y políticas estatales que tienen que ver
directa o indirectamente con las condiciones de producción, no es exagerado afir-
mar que todas las funciones internas del estado, con la (posible) excepción de
mantener la ley y el orden y establecer la política monetaria y fiscal, se relacionan
de maneras complejas con una o más de las tres condiciones de producción.
Con frecuencia el acceso a las condiciones de producción y/o las reglas para el
acceso del capital a las mismas están sumamente burocratizados. Las políticas refe-
rentes al trabajo, el ambiente y la ciudad están sujetas al escrutinio y la rendición
de cuentas públicas; por lo general se las legisla de acuerdo con procedimientos de-
mocráticos formales y son provistas en la práctica por una burocracia estatal (teó-
ricamente) impersonal. En términos ideales estas políticas son vistas por el públi-
co como "legítimas" y por el capital como "productivas". Dada la politización de las
condiciones de producción, si se descuidan estas condiciones y/o se lesionan sus
poderes productivos, surge la posibilidad, no sólo de una crisis económica para el
capital, sino también de una crisis de legitimación para el estado o una crisis polí-
tica para los partidos dirigentes y el gobierno.
Esta posibilidad es destacada por el hecho de que la provisión o regulación de las
condiciones de producción es un proceso sumamente contradictorio. La política
estatal tiene consecuencias complejas e involuntarias. Puede beneficiar a capitales
individuales a expensas del capital como un todo, o a fracciones de capital a expen-
sas de capitales individuales. Algunas industrias pueden recibir ayuda a costa de
otras o a costa del ambiente. 21 Ciertas regiones pueden ser favorecidas en detri-
mento de otras. El estado puede deshacer con una mano lo que hace con la otra.
Podemos teorizar sobre estos problemas bajo dos encabezados generales: con-
tradicciones dentro del capital y sus implicaciones para la política del estado, y
contradicciones dentro y entre las mismas condiciones de producción producidas
o reguladas por el estado.n

21 "El Servicio Forestal ha perdido 98 centavos por cada dólar que gasta en el programa de retiro de
troncos del Tongass National Forest, una red de islas cubiertas de plantas siempre verdes y exuberantes
valles, que abarca la mayor parte del Panhandle de Alaska, de 800 km de longitud. Los críticos dicen
que el manejo de la madera de Tongass demuestra que el Servicio Forestal gasta la mayor parte de su
dinero prestando servidos a la industria, en perjuicio del ambiente y los contribuyentes. Afirman que
el organismo ha perdido de vista su misión: administrar y proteger los bosques públicos en beneficio de
todos, y que en ningún lado es tan evidente ese fracaso como aquí." (Thimoty Egan, "Logging in lush
Alaskan forest profits companies and costs U. S.", Neto York Times, 28 de mayo de 1989); véase también
"Subsides hurt environment, critics say before talles", New York Times, 23 de junio de 1997.
" Las contradicciones entre el capital y sus condiciones de producción son el tema del capítulo 8.
184 JAMES O'CONNOR

Dentro del capital en su conjunto hay muchas contradicciones con importantes


implicaciones para las políticas sociales relativas a la provisión de las condiciones
de producción. Primero, existen contradicciones entre los intereses de los capita-
les individuales y del capital como un todo. Por ejemplo, los recursos naturales
puede ser convertidos en mercancía por los capitales individuales a expensas de su
uso como medios de consumo colectivo para la reproducción de la fuerza de tra-
bajo por parte del capital en su conjunto, como ocurre con la tierra de los parques
nacionales. Segundo, hay toda una gama de contradicciones entre los intereses de
los capitales individuales o las fracciones de capital. En los programas de renova-
ción urbana, ¿quién obtendrá una zonificación favorable: el capital monetario, el
capital industrial o el capital comercial? ¿Quién saldrá favorecido por la política
energética: el capital terrateniente o el capital industrial? (Un ejemplo sorpren-
dente de la victoria del capital terrateniente sobre el capital industrial fue la derro-
ta de quienes intentaban establecer un monopolio estatal sobre el petróleo del
Medio Oriente después de la segunda guerra mundial a manos de los productores
norteamericanos de petróleo.) ¿Quién saldrá beneficiado con la política oficial: el
capital grande o el pequeño? Lo usual es que los capitales más grandes sean los que
se salen con la suya. Un buen ejemplo es el derrame de petróleo en Alaska en 1989.
Los esfuerzos del Departamento de Conservación Ambiental del estado de Alaska
por ampliar su revisión de los procedimientos de limpieza de la industria petrole-
ra se estancaron debido a la fuerza política de la industria, que había descuidado
el mantenimiento de los equipos necesarios para limpiar derrames y también había
desintegrado su división de emergencia, de veinte miembros. Mientras tanto, en
1986, el servicio de guardacostas de Estados Unidos, inducido por el Congreso
(por influencia de los grandes intereses petroleros) dio marcha atrás a su exigen-
cia de que los buques tanques petroleros tuviesen doble casco (las naves de un solo
casco, del tipo de la que derramó petróleo en la sonda del Príncipe Guillermo, son
mucho más baratas de construir). Las industrias pesquera y turística locales no
tenían el poder político suficiente para evitar lo que se ha descrito muchas veces
como negligencia criminal.
Y hay otras cuestiones: la política del mercado de trabajo ¿favorecerá los bienes
de consumo o las industrias de bienes de capital?; por ejemplo, ¿la política salarial
se desarrollará de acuerdo con la necesidad de mantener el gasto de los consumi-
dores o con la necesidad de reducir los costos de producción? Entre otras contra-
dicciones figuran los requisitos opuestos de diferentes aglomeraciones regionales
de capital, el capital nacional e internacional, y el capital de baja y de alta tecnolo-
gía. La manera en que estas contradicciones se expresan políticamente determina
o influye sobre las políticas del mercado de trabajo, los recursos, las políticas urba-
nas y otras relacionadas con la oferta de las condiciones de producción. Por últi-
mo, los intereses a corto y a largo plazo de los capitales individuales y del capital
como un todo suelen estar en conflicto. Por -ejemplo, durante afros el Departa-
mento de Agricultura de Estados Unidos gastaba casi todo su presupuesto en sub-
LAS CONDICIONES DE PRODUCCIÓN 185

vencionar a granjeros y agroempresas cuyas operaciones daban por resultado utili-


dades a corto plazo pero, a largo plazo, creaban degradación del suelo y saliniza-
ción del agua.
También hay contradicciones sistémicas dentro y entre las mismas condiciones
de producción. La problemática de las "condiciones de producción" tiene que ubi-
carse no sólo en las relaciones dentro del capital como un todo sino también den-
tro del sistema político y de la burocracia gubernamental. El sistema político tiene
un efecto independiente sobre la capacidad del estado para proteger o restaurar
las condiciones de producción, por ejemplo, en relación con las condiciones exter-
nas: "Mientras los daños, riesgos y peligros ecológicos tienen una duración tempo-
ral de milenios, los horizontes temporales de los procedimientos democráticos
contemporáneos se limitan a dos o tres periodos legislativos. Este lapso se desfasa
significativamente incluso con respecto a las proyecciones futuras en la indus-
tria."23 La burocracia es también un elemento determinante esencial del desarro-
llo de las condiciones de producción. David Beetham escribe:

Cualquier explicación de la política en términos de intereses burocráticos en competencia


está incompleta si no analiza la estructura dentro de la cual se ubican [y también] si no se
comprenden las convenciones que rigen la expresión de esos intereses, y que regulan el pro-
ceso de competencia burocrática [...] Las burocracias poseen sus propias culturas bien desa-
rrolladas, y cuanto más ocurre esto su élite se encierra más en sí misma. Estas culturas encar-
nan complejos códigos que rigen la forma en que se conduce la administración, así como
supuestos de mayor alcance acerca del mundo, que imponen sus propios límites a la gama
de políticas que se consideran posibles o aceptables. 24

Así, la política burocrática es:

el producto de compromisos entre intereses burocráticos divergentes, de las limitaciones


impuestas por las estructuras administrativas, y de las tendencias de supuestos culturales
compartidos [...] Dentro de una estructura administrativa determinada los intereses llegan
a alinearse, y su expresión se define por culturas y creencias comunes; [por lo tanto] el con-
tenido de la política, y no sólo su ejecución, es afectado sistemáticamente por el carácter de
los sistemas administrativos [y], dentro de las burocracias, la relación entre los medios y los
fines se invierte: la naturaleza de los medios administrativos determina la meta o fin de la
política.n

De esta manera, una teoría funcionalista del estado capitalista que trate de esta-
blecer ciertas relaciones definidas entre la política estatal y las condiciones de pro-

23 Alex Demirovic, comunicación personal, mayo de 1994.


24 David Beetham, Bureaucracy, Minneapolis, University of Minnesota Press, 1987, p. 51.
25 Ibid., p. 52.
186 JAMES O'CONNOR

ducción capitalista tiene que estar sobre aviso frente al hecho de que el estado capi-
talista es un estado burocrático establecido dentro de un sistema político formal-
mente democrático, por lo cual es "relativamente autónomo" o, en otras palabras,
sujeto a sus propias tendencias y contradicciones internas. Más específicamente, las
tres condiciones de producción se producen y reproducen dentro de ciertas rela-
ciones sociales, es decir, son producidas y/o reguladas por el estado.
Las condiciones de producción pueden definirse como "fuerzas de producción"
o como "relaciones sociales de producción". Definidas como "fuerzas", hay, evi-
dentemente, un límite con respecto a la clase de "relación" dentro de la cual son
producidas, organizadas o reguladas. Definidas como una "relación", hay un lími-
te a su desarrollo como "fuerza". Ciertos tipos de aprendizaje formal, salud públi-
ca, patrones de tránsito, perforación petrolera submarina, distribución del agua y
demás se producen dentro de ciertas relaciones burocráticas definidas, que a su vez
definen y limitan el aprendizaje, la salud pública, y así sucesivamente. Estas rela-
ciones pueden ser consistentes o no con la producción y la reproducción de las
condiciones de producción en su estado cuantitativo y cualitativo vigente. Dicho de
otra manera, dada la fragmentación de intereses dentro del capital y del estado,
pueden surgir contradicciones entre las fuerzas y las relaciones sociales de las con-
diciones de producción. Por ejemplo, las enfermedades no transmisibles son pro-
ducidas en gran parte social y culturalmente, no determinadas en un nivel genéti-
co;" la educación y las políticas de renovación urbana en los barrios bajos de la
ciudad, las políticas sobre salud y recursos en las ciudades que crecen repentina-
mente en las regiones mineras, y las políticas agrícolas y urbanas en las márgenes
de las áreas metropolitanas (por tomar tres ejemplos) pueden ser congruentes o no.

LAS CONDICIONES DE PRODUCCIÓN Y LA SOCIEDAD CIVIL

El estado capitalista no es sólo un estado burocrático sino también un estado polí-


tico. Proporcionar las condiciones de producción y/o el acceso de capital a las mis-
mas es algo que no sólo está burocratizado sino también politizado. Por eso una
descripción funcionalista de la política del estado también tiene que ser modifica-
da para tomar en cuenta el hecho de que el estado burocrático funciona dentro de
la sociedad civil con sus conflictos y sus compromisos ideológicos, sociales y políti-
cos.27 Esto quiere decir que la función del estado de "garantizar los intereses colec-

" Thomas McKeown, The origins of human disease, Oxford, Basil Blackwell, 1988.
27 la larga historia de las ideas de "bienestar", "educación adecuada", "salud pública", etc., influye
en la provisión de "condiciones personales". La historia de la planeación y el diseño urbano que enfren-
tó a visionarios como Harold Geddes y Frank Lloyd Wright con las visiones totalitarias de un Le Cor-
busier influye, de manera similar, en la provisión de "condiciones generales, comunales", Peter Hall,
Cides of tontorrour An intelectual history of urban planning and design in the twentieth century, Oxford, Basil
/As CONDICIONES DE PRODUCCIÓN 187

tivos de los capitalistas [es decir, de garantizar las condiciones de producción] se


lleva a cabo, [...] no por medio de un proceso ininterrumpido, sino más bien a tra-
vés de una serie de conflictos y confrontaciones, pequeños cambios y acciones
repentinas". 28 Ésta es una regla general que no sólo se aplica en relación con los
conflictos entre los capitales y dentro del estado (como se señaló antes), sino tam-
bién a los conflictos dentro de la sociedad civil y entre movimientos de la misma,
por un lado, y el capital y el estado, por el otro. Por consiguiente, y complicando
aún más la teoría de la producción de las condiciones de producción, están los
variados y complejos conflictos dentro de la sociedad civil: movimientos feminis-
tas, movimientos urbanos, movimientos ecologistas, luchas de pueblos indígenas y
demás.
Un ejemplo revelador acerca de las condiciones externas proviene de un lista-
do de conflictos en los Grandes Lagos canadienses, que revela que

de los 28 conflictos de pesquerías, identificados de acuerdo con los mismos usuarios, así
como con el organismo regulador gubernamental, 18 tenían que ver con la pesca comer-
cial en oposición a la comercial, cinco con las pesquerías deportivas contra las nativas, dos
con las comerciales contra las nativas, dos con grupos diferentes dentro de la pesca comer-
cial, y uno con un parque estatal con la pesquería comercial."

También había dos conflictos tripartitas entre pesquerías deportivas, comercia-


les y nativas.
En sus obras teóricas Marx interpretó la sociedad civil como una sociedad de
clase en la cual los individuos y los grupos sociales son personificaciones de las
categorías del capital; por ejemplo, los banqueros personifican el capital bancario,
los obreros personifican el capital variable, y así sucesivamente. De esta manera,
se piensa que la sociedad civil evoluciona de acuerdo con las leyes de la acumula-
ción capitalista (por ejemplo proletarización, concentración y centralización del
capital y los capitalistas, etc.). En contraste, muchos neomarxistas han afirmado
que la sociedad civil es estructurada por el estado. Weberianos de izquierda como
Michael Mann han adoptado la posición de que "sociedad" es simplemente otro
nombre para el estado-nación. En esta visión la sociedad civil obedece ciertas leyes
relativas al desarrollo del estado (por ejemplo la creación de una clase clientelis-
ta por parte de la burocracia del bienestar), más que al desarrollo del capital (por
lo menos en primera instancia).

Blackwell, 1988. Finalmente, la historia de los conflictos acerca de la idea de naturaleza, por ejemplo la
idea de la Ilustración cristiana frente al concepto romántico pagano, influye marcadamente en la pro-
visión de "condiciones externas" (Worster, op. cit.).
" Mosley, op. cit., p. 26
" Thomas Whillans y Fikret Berks, "Use and abuse, conflict and harmony: The Great Lakes fisheries
in transition", Alternatives, 13, 3, 1983, pp. 10-19.
188 JAMES O'CONNOR

No obstante, la sociedad civil no se puede reducir a la estructura ni del capital


ni del estado. También evoluciona de acuerdo con su propia lógica —muchas veces
impenetrable— de acción social. Por ejemplo, aunque el movimiento de las muje-
res es inexplicable si se lo separa de la proletarización de las mujeres y de la políti-
ca oficial en materia de leyes sobre violación, justicia juvenil, legislación sobre el
aborto y demás, también representa sus propios movimientos autónomos, formas
de organización y juego mutuo de temas culturales. Lo mismo puede decirse de
otros movimientos sociales, incluyendo el tradicional movimiento obrero, al igual
que de los "nuevos movimientos sociales", como el movimiento por la paz, el urba-
no y el ecológico.
En última instancia, la fuerza combinada de todos los procesos y conflictos eco-
nómicos, sociales, políticos y burocráticos es la que determina el desarrollo de cier-
tas condiciones de producción y sus relaciones entre sí, así como la conexión entre
estas condiciones y los procesos de producción y acumulación capitalista. El resul-
tado de las luchas dentro del capital y entre éste, el estado y la sociedad civil, afec-
tará la producción y/o reglamentación oficial de las condiciones de producción de
maneras sumamente complicadas, muchas veces desconocidas y en ocasiones
imposibles de conocer. Por ejemplo, los conflictos entre comunidades, gobiernos
de las ciudades, compañías constructoras, compañías de gas y electricidad y empre-
sas industriales que utilizan esos servicios suelen ser tan complejos que hacen
imposible el análisis... hasta años después del acontecimiento (un ejemplo fue la
lucha por la planta de cogeneración a carbón de Hanford, 2lifornia, para produ-
(.

cir vapor para la planta procesadora de caucho de la Armstrong Rubber Company


y electricidad que se vendería a la empresa monopólica Pacific Gas and Electric).
La evolución y utilización de la tierra, el agua y otros recursos muchas veces no es
otra cosa que el resultado imprevisto del libre juego (débilmente estructurado) de
conflictos a lo largo de muchas dimensiones diferentes. Así, cualquier coherencia
o coincidencia entre el capital y sus condiciones es más probablemente la excep-
ción que la regla. O esa coincidencia podría estar mediada por tantas fuerzas socia-
les e ideológicas que se vuelve totalmente opaca. O (como se afirmará en el capí-
tulo 8) puede tener que ser impuesta en pequeña y gran medida por nuevas crisis
económicas y políticas. Los programas del New Deal para reconstruir los mercados
de trabajo, la infraestructura urbana, la productividad de la tierra y, en general, las
condiciones de producción en el sur de Estados Unidos durante la crisis de los
treinta son ejemplos de ello.
Los comentarios previos llevan a la conclusión de que las relaciones entre el
capital y sus condiciones de producción están mediadas por luchas socioeconómi-
cas y políticas, por ideología y por realidades burocráticas. Los conflictos dentro de
la sociedad civil y los movimientos sociales, y entre estos movimientos y el estado,
se libran en terrenos sociales, políticos e ideológicos complejos) Cosa aún más
importante, las restricciones gubernamentales a los-derechos de propiedad-
materia de trabajo y tierra (y todavía más a los derechos de propiedad en merca-
LAS CONDICIONES DE PRODUCCIÓN 189

dos de productos) sólo se establecen por lo general tras largas y dificiles batallas.
Las partes en conflicto dentro de la sociedad se concentran en los valores familia-
res, la tradición y la religión para legitimar sus esfuerzos por defender el acceso y
el uso de determinadas condiciones de producción generales, externas y persona-
les. En los conflictos entre la sociedad civil y el estado la premisa ideológica básica
es establecida por el hecho de que el estado capitalista, a fin de retener su legiti-
midad, debe actuar o presentarse como si actuara en nombre del pueblo en su con-
junto, es decir, ser también un "estado en la sociedad capitalista". Planteado desde
el otro punto de vista, los conflictos acerca de la producción de las condiciones de
producción son vistos universalmente como más legítimos que las luchas en el
lugar de trabajo, y aún más que las confrontaciones en el mercado. Los organismos
estatales no pueden funcionar ilegítimamente en forma abierta de acuerdo con los
intereses del capital o de fracciones capitalistas, y deben hacerlo en nombre del
"interés general" o el bienestar. Los políticos, funcionarios y planificadores no sólo
personifican los intereses del capital sino que son a su vez sujetos políticos cons-
treñidos por la ideología dominante, la ciudadanía y el capital mismo. Un ejemplo
es la lucha (a la que se aludió más arriba) por impedir la destrucción de árboles
nativos en el Tongass National Forest de Alaska. "Los críticos dicen que el manejo
de la madera de Tongass demuestra que el Servicio Forestal [...] ha perdido de vis-
ta su misión: administrar y proteger los bosques públicos en beneficio de todos, y que
en ningún lado es tan evidente ese fracaso como aquí." 3°
Sin embargo lo usual es que prevalezcan evaluaciones cuestionables acerca del
significado de "beneficio de todos". Para los ambientalistas la expresión quiere
decir salvar los bosques nativos para las generaciones actuales y las futuras; para los
intereses madereros quiere decir trabajo, utilidades, impuestos y "crecimiento eco-
nómico". Por eso las luchas por las condiciones de producción casi invariable-
mente giran en torno a la definición del "interés general" que, finalmente, se cons-
truye dentro de la ideología dominante, a saber, en el caso del capitalismo de
finales del siglo XX, "crecimiento económico", "libre empresa" y "libertad indivi-
dual".
— El estado produce o regula el acceso, uso y salida de las condiciones de produc-
ción, incluido el "ambiente". No hay razón para creer, empero, que ni siquiera (o
especialmente) en las mejores épocas económicas las políticas del estado relativas
a las condiciones de oferta de fuerza de trabajo, infraestructura y espacio urbanos,
y ambiente, se construyan de formas que resulten funcionales para la reproducción
del capital como un todo. Los muchos conflictos entre fracciones del capital y den-
tro del estado y la sociedad civil, así como entre el capital, el estado y la sociedad
civil, vuelven poco plausible cualquier teoría funcionalista de la relación entre el
capital y sus condiciones. 3I De esta forma, la producción y la rentabilidad capita-

Egan, op. cik, cursivas mías.


31 "El rechazo de las visiones mecanicistas de las políticas oficiales nos lleva a ver sus resultados
JAMES O'CONNOR

s siempre serán problemáticas, y no sólo debido a las contradicciones internas


apital que descubrió Marx y que los marxistas desarrollaron teóricamente. Los
tales individuales son incapaces de transformar de manera no problemática las
diciones de producción, que son antes que nada valores de uso específicos o
iculares, en valores de cambio. En última instancia las condiciones de la pro-
ción capitalista son condiciones de la vida humana... y de la vida misma. Es posi-
que el capital lesione o destruya de forma sistemática sus propias condiciones,
mbién que el estado, tal como se estructura hoy, no sea capaz de defenderlas o
nstruirlas racionalmente(En cualquier caso, es evidente que la destrucción
iental no puede achacársele sólo al capital; el estado está profundamente
licado en la crisis de la naturaleza. Ese mismo estado —bajo el control demo-
ico de la sociedad civil— puede ser la base de la reconstrucción de la natura-
y de nuestras relaciones con la mis

o un proceso abierto que sólo puede explicarse mediante análisis concretos de casos específicos.
jemplo de este enfoque es el trabajo de Hirsch, quien, después de afirmar que la provisión de las
diciones generales de producción' es una función básica del estado, subrayó que a partir de esto
e puede determinar de la misma forma cuál debe ser, concretamente, el objeto de la 'provisión
estructural' del estado en ningún momento histórico, ni si el aparato estatal solventará la neseci-
(Hirsch, op. cil p. 91). A partie de esto Hirsch llegó a la conclusión de que "tratar de definir enu-
tiva y concluyentemente la infraestructura carece de sentido, ya que las 'condiciones generales'
istas por el estado dependen de los procesos sociales y del equilibrio de fuerzas de clase" (p. 92).
se abre la posibilidad para el desarrollo de contradicciones entre el estado y el capital, entre la esfe-
lítica y la económica, entre las políticas estatales y requerimientos específicos de desarrollo eco-
ico." Tal como lo expresa Hirsch, "Ya que estas 'condiciones sociales generales de producción' no
aptan automáticamente a la acumulación de capital, cuando el proceso de acumulación llega a sus
es estalla la crisis" (p. 74). "De esta forma, el desarrollo de la política oficial es el resultado con-
del proceso de acumulación de capital y de la coyuntura específica de las fuerzas sociales y polí-
; de esta forma, el desarrollo de las `condiciones generales de producción' resultantes se relaciona
mediato con el desarrollo de relaciones sociales", Mario Manta, State investments and sitúan resalte-
g: The case of Twist, 1969-1978, tesis de doctorado, London School of Economics and Political Scien-
983, pp. 82-83.
8
LA SEGUNDA CONTRADICCIÓN DEL CAPITALISMO

INTRODUCCIÓN

Este capítulo expone una versión elemental de la tradicional teoría marxista de la


contradicción entre las fuerzas y las relaciones de producción, la sobreproducción
del capital y la crisis económica, y el proceso de la restructuración de las fuerzas
productivas y las relaciones de producción, inducido por la crisis, hacia formas
socialmente más transparentes, y por ende potencialmente socialistas. Este artícu-
lo representa un punto de partida para una teoría "marxista ecológica" de la con-
tradicción entre las relaciones productivas capitalistas, las fuerzas productivas y las
condiciones de producción, la subproducción del capital y la crisis económica, y
el proceso de restructuración, inducido por la crisis, de las condiciones de pro-
ducción y de las consiguientes relaciones sociales, también en formas socialmente
más transparentes y, por ende, potencialmente socialistas.
Aunque los dos procesos de sobreproducción y subproducción capitalista de
ninguna manera son mutuamente excluyentes, pueden cancelarse o compensarse
de maneras que crean la apariencia de procesos de desarrollo capitalista relativa-
mente estables (véase la adenda a este capítulo). El estudio del desarrollo combi-
nado de los dos procesos en la nueva economía global puede arrojar luz sobre la
declinación del trabajo tradicional y los movimientos socialistas, y el surgimiento
de "nuevos movimientos sociales" como agentes de transformación social (véase la
Introducción de este libro). El marxismo tradicional esclarece las prácticas de los
movimientos laborales tradicionales, y de manera similar el marxismo ecológico
puede esclarecer las prácticas de los nuevos movimientos sociales. Si bien la eco-
logia y la naturaleza, la política del cuerpo, el feminismo y la familia, los movi-
mientos urbanos y temas relacionados suelen discutirse en términos posmarxistas,
la retórica que se despliega en este capítulo es deliberadamente marxista y desti-
nada a atraer a los teóricos marxistas y a los compañeros de viaje cuya obra sigue
estando dentro del marco de un discurso científico social, y que por lo tanto son
los que menos probabilidades tienen de ser convencidos por los análisis posmar-
xistas del problema del uso y abuso de la naturaleza (incluyendo la naturaleza
humana) por parte del capital en el mundo (pos)moderno. Sin embargo, el énfa-
sis que se hace aquí en un discurso económico político o "científico" es táctico, no
estratégico. En realidad, las relaciones sociales más o menos autónomas, muchas
de ellas no capitalistas o anticapitalistas, constituyen la "sociedad civil", a la que
por consiguiente hay que dirigirse en sus propios términos prácticos y teóricos. En

[191]
LA SEGUNDA CONTRADICCIÓN DEL CAPITALISMO 192

otras palabras, la acción social y colectiva no debe construirse como una mera deri-
vación de las fuerzas sistémicas que se analizan en este capítulo (véase la tercera
parte de este libro).
— En 1944 Karl Polanyi publicó su obra maestra, La gran transformación, que ana-
liza varias formas en que el crecimiento del mercado y de las relaciones económi-
cas capitalistas afectaba o destruía, en general, sus propias condiciones sociales y
ambientales. 1 Los temas de los limites ecológicos al crecimiento económico y las
interrelaciones entre desarrollo y ambiente fueron reintroducidos al pensamiento
occidental en los sesenta y principios de los setenta.ILos resultados han sido mix-
tos y muchas veces sumamente dudosos. La obra déPolanyi sigue siendo una luz
brillante en un cielo lleno de estrellas moribundas y agujeros negros de naturalis-
mo burgués, neomalthusianismo, tecnocracia del Club de Roma, ecologismo
romántico profundo y la visión de un mundo único de las Naciones Unidas. 2 En
las visiones de ese tipo están ausentes la explotación de clase, la acumulación capi-
talista por medio de la crisis, el desarrollo capitalista desigual y combinado, las
luchas nacionales y muchos temas relacionadosl Los resultados de estos esfuerzos
(y otros similares) por discutir el problema del capitalismo, la naturaleza y el socia-
lismo, fracasan en parte porque no se concentran en el significado de la escasez
específicamente capitalista, es decir, el proceso por el cual el capital es su propia
barrera (¿o límite?) debido a sus formas autodestructivas de proletarización de la
naturaleza humana, enajenación de la fuerza de trabajo, apropiación del trabajo y
capitalización de la naturaleza externa y de lo "urbano". 3 Los acercamientos usua-
les al problema, la identificación de "límites al crecimiento" en términos de "esca-
sez de recursos", "fragilidad ecológica", "tecnología industrial nociva", "valores cul-
turales destructivos", "tragedia de las áreas comunes", "sobrepoblación",
"consumo dispendioso", "producción imparable" y demás, ignoran o retuercen las
orías de tipo marxista sobre las formas de naturaleza históricamente producidas
a acumulación y el desarrollo capitalistas.
Esto no resulta sorprendente ya que el mismo Marx escribió muy poco respec-
a las formas en que el capital se limita a sí mismo afectando sus propias condi-
nes sociales y ambientales y, por lo tanto, elevando sus costos y gastos, ponien-
do en peligro así su capacidad de producir utilidades, es decir, creando el riesgo
de acarrear una crisis económica. También escribió poco o nada sobre los efectos

1 Karl Polany, The great transfonnation, Boston, Beacon, 1957. Polany se concentró esencialmente en
los mercados capitalistas, no en la explotación del trabajo.
2 Por ejemplo World Comission on Environment and Development, Our carmen future, Nueva York,
Oxford University Press, 1987.
Quien más cerca ha llegado de una visión "marxista" del problema es Alan Schnaiberg, en su The
enviranment: From =plus to scarcity, Nueva York, Oxford University Press, 1980. Es una obra pionera y
útil. Otra cuestión, estrechamente vinculada, es la relación entre la capitalización de la naturaleza y el
conflicto ponto wre-enactos--(véast—Ltoyd-runbertake- yjon Tiuker, "The emir onmental ul * gi zi uf
political conflict", Socialist Reviera 15, 6, noviembre-diciembre de 1985).
CAPITALISMO Y NATURALEZA
193

de los conflictos socioeconómicos y políticos organizados en tomo a la provisión de


las condiciones de producción sobre los costos y gastos, así como sobre la varia-
bilidad (flexibilidad) del capital. Tampoco teorizó respecto a las relaciones entre
las dimensiones sociales y materiales de las condiciones de producción, aparte de
sus notas acerca de los efectos de diferentes procesos de ecorregularidad en diver-
sas industrias sobre la circulación y reproducción del capital, y de su largo análi-
sis de la renta de la tierra (es decir, las relaciones sociales entre el capital terrate-
niente e industrial, y las relaciones materiales y económicas entre las materias
primas y la producción industrial). No obstante, Marx da la impresión de haber
estado convencido de por lo menos tres cosas. La primera es que las deficiencias
de las condiciones de producción o de las "condiciones naturales" ("malas cose-
chas") pueden adoptar la forma de crisis económicas. 4 Segundo, creía en la pro-
posición más general de que si bien algunas barreras a la producción son real-
mente externas al modo de producción (por ejemplo, "la productividad del
trabajo está determinada por las condiciones lisicas"), 3 en el capitalismo estas
barreras asumen la forma de una crisis económica. 6 Dicho de otra manera, algu-
nas barreras son "generales", no "específicas" del capitalismo; lo que es específico
del capitalismo es que estas barreras asumen la forma de crisis económicas. Ter-
cero, Marx creía que el capital subvalúa la naturaleza, de lo que se deriva que, por
ejemplo, la agricultura capitalista sea nociva para el suelo, así como que la explo-
tación capitalista es física y biológicamente dañina para los trabajadores y des-
tructiva para la comunidad.

4 En caso de malas cosechas "el valor de la materia prima [...] asciende; su volumen
se reduce [...] Es
necesario gastar más en materia prima, queda menos para el trabajo, y no es posible absorber la misma
cantidad de mano de. obra que antes. En primer lugar esto es fisicamente impasible [...] En segundo, es
imposible porque una parte mayor del valor del producto tiene que ser convertida en materia prima [...] La
reproducción no puede repetirse en la misma escala. Una parte del capital fijo permanece ociosa y una
parte de los trabajadores es arrojada a la calle. La tasa de utilidad cae, porque el valor del capital cons-
tante se ha elevado en relación con el del variable [...] Los cargos fijos —interés, renta—, que se basa-
ban en una previsión de una tasa constante de utilidad y explotación del trab aj o, siguen siendo los mis-
mos, y en parte no es posible pagarlas. Por ende se da la crisis [y) hay un aumento del precio del producto. Si
este producto entra en las demás esferas de reproducción como un medio de producción, su aumento
de precio dará por resultado la misma perturbación en la reproducción de esas esferas", Karl Marx, Tirito-
nes of suspira value, 2, Moscú, Progreso, 1968, pp. 515-516.
"Aparte del mayor o menor grado de desarrollo en forma de producción social, la productividad
del trabaj o está restringida por condiciones físicas", Capital, 1, Nueva York, Random House Modem
ibrary Edition, 1936. En Theories of swplus valuy op. cit., parte 3, p. 449, Marx afirma que la precondi-
ión para la existencia del plusvalor absoluto es la "fertilidad natural de la tierra".
6 Michael Lebowitz, "The general and the specific in Marx's theory of crisis", Studies in Political Eco-
norny, 7, invierno de 1982. Lebowitz incluye como barreras "generales" el abasto de mano de obra y la
isponibilidad de tierra y recursos naturales. No obstante, no distingue entre el abasto de mano de obra
er se y el abasto de trabajo asalariado disciplinado. En cuanto a los recursos naturales, no diferencia
ntre las escaseces " -naturales' ylas que crea por si mismo el capital en el proceso de capitalizar la natu-
aleza, o las creadas políticamente por movimientos ecologistas.
194 JAMES O'CONNOR

En suma, Marx creía que las granjas capitalistas (por ejemplo) arruinan la cali-
dad del suelo. Pensaba también que las malas cosechas adoptan la forma de crisi s
económias.Nbt(unqefirmóagcultionesm-
patible con el capitalismo), 7 nunca tomó en consideración la posibilidad de que
los métodos agrícolas ecológicamente destructivos pudieran elevar los costos de
los elementos del capital, lo cual, a su vez, podría amenazar con crisis económicas
de un tipo particular, a saber, la subproducción de capital . 8 Dicho de otra mane-
ra, Marx no llegó a sumar dos más dos y afirmar que las "barreras naturales" pue-
den ser barreras producidas de modo capitalista, es decir, una "segunda" natura-
leza capitalizada. 9 Insinuó, pero no desarrolló, la idea de que puede existir una
contradicción del capitalismo que conduzca a una teoría "ecológica" de la crisis y
la transformación social.

DOS CLASES DE TEORÍA DE LA CRISIS

El punto de partida de la teoría marxista tradicional de la crisis económica y la


transición al socialismo es la contradicción entre las fuerzas productivas y las rela-
ciones de producción capitalistas. 10 La forma específica de esta contradicción se
da entre la producción y la realización (o apropiación) del valor y el plusvalor, una
especie de contradicción entre la producción y la circulación del capital. La clase

El capita( op. cit., vols. 6 y 8.


Por lo tanto podemos distinguir dos tipos de escasez: primero, la escasez que surge de la crisis eco-
nómica basada en la sobreproducción tradicional del capital, es decir, una escasez puramente social;
segundo, la escasez debida a la crisis económica basada en una escasez —producida de manera capita-
lista— de condiciones naturales o, en general, de condiciones de producción. Ambos tipos'cle escasez
pueden atribuirse, en última instancia, a las relaciones de producción capitalistas. Sin embargo el
segundo tipo no se debe a "malas cosechas", por ejemplo, sino a "malas cosechas" producidas en forma
capitalista debido a la tierra dedicada a la minería, no a la agricultura, a la contaminación de los man-
tos freáticos, etcétera.
9 Hay dos razones por las que Marx se alejó de cualquier teoría del capitalismo y el socialismo que
privilegiara algún aspecto de la reproducción social, aparte de la contradicción entre producción y cir-
culación del capital. Una es su oposición a toda teoría que pueda "naturalizar", y por lo tanto reificar,
las contradicciones económicas del capital. Su polémica con Malthus, y especialmente su rechazo de
todas las explicaciones naturalistas de los fenómenos sociales, le impidieron "sumar dos más dos".
Segundo, en el tercer cuarto del siglo XIX hubiese sido dificil sostener plausiblemente que el perjuicio
de las condiciones de producción y las consiguientes luchas sociales son barreras autoimpuestas del
capital, porque la naturaleza histórica no estaba capitalizada hasta el punto en el que lo está hoy, es
decir, lo que hacen posible en la actualidad un "marxismo ecológico" son las condiciones históricas de
la producción y reproducción de las condiciones de producción.
to Las mejores visiones de las categorías problemáticas de las fuerzas productivas y las relaciones de
producción son Derek Sayer, The violente of abstraction: The analytical foundations of historical materialim
Oxford, Basil Blackwell, 1987, y Robert Marotto, Foral and relations of production, tesis doctoral, Univer-
sidad de California en Santa Cruz, 1984.
APITALISMO Y NATURALEZA 195

abajadora es el agente de la revolución socialista. Las relaciones de producción


apitalistas constituyen el objeto inmediato de la transformación social. La sedes
e la transformación son el sistema político y el estado, así como el proceso de pro-
ucción e intercambio.
En contraste, el punto de partida de una teoría marxista ecológica' 1 de la cri-
is económica y la transición al socialismo es la contradicción entre las relaciones
e producción capitalistas (y las fuerzas productivas), por un lado, y las condiciones de
roducción capitalista, o "relaciones y fuerzas de reproducción social capitalis-
s92 por el otro.
Marx definió tres clases de condiciones de producción. La primera son las "con-
iciones físicas externas", 13 o elementos naturales que intervienen en el capital
onstante y el variable. Segundo, la "fuerza de trabajo" de los trabajadores se defi-
ió como las "condiciones personales de producción". Tercero, Marx se refirió a
s condiciones comunales, generales, de la producción social", por ejemplo, los "medios
e comunicación". 14
En la actualidad las "condiciones físicas externas" se analizan en términos de la
iabilidad de los ecosistemas, los niveles adecuados de ozono atmosférico, la esta-
ilidad de las líneas costeras y las cuencas, la calidad del suelo, el aire y el agua, y
osas por el estilo. La "fuerza de trabajo" se discute en términos del bienestar físi-
o y mental de los trabajadores, la clase y el grado de socialización de los mismos
de los seres humanos, en general, como fuerzas productivas sociales y organis-
os biológicos. Las "condiciones comunales" se analizan en términos del "capital
cial", la "infraestructura", y así sucesivamente (incluyendo, desde hace muy
oco, el "capital comunitario"). En los conceptos de "condiciones físicas exter-
as", "fuerza de trabajo" y "condiciones comunales" están implícitos los conceptos
e espacio y de "ambiente social". De esta manera incluimos como una condición

11 Hasta donde sé, la frase "marxismo ecológico" fue acuñada por Ben Agger, Western Marxism, An
troduction: Classical and coi:temporal), sources, Santa Mónica, Goodyear, 1987, pp. 316-339. Agger se con-
ntra en el "consumo", no en la "producción". Su tesis es que el consumo en constante expansión
querido para mantener la estabilidad económica y social perjudica el ambiente, y que la crisis ecoló-
ca ha remplazado a la económica como principal problema del capitalismo. Este capítulo puede ver-
, entre otras cosas, como una crítica de la visión, muchas veces penetrante, de Agger.
12 Carlo Carboni también usa la expresión "condiciones sociales reproductivas". Yo empleo "condi-
ones de producción" porque quiero reconstruir el problema usando la terminología propia de Marx
también porque quiero restringir esencialmente mi discurso a las tendencias a la crisis en el proceso
producción y circulación del capital, más que al proceso de reproducción social, es decir, repro-
cción de la formación social en su conjunto. Esto significa que seguiré la senda de Marx e interpre-
ré "condiciones de producción" en términos "objetivos".
13 Las condiciones fisicas externas incluyen la "riqueza natural en medios de subsistencia" y la
iqueza natural en los instrumentos de trabajo" (El capital, vol. 2, op. cit., pp. 534-535).
14 Karl Marx, Grundrisse, Harmondsworth, Penguin, 1973, p. 533 [Elensentas fundamentales para la enli-
de la economía política (Crundrisse), México, Siglo XXI, 1971-1976].Véase también Marino Folin, "Public
terprise, public works, social fixed capital: Capitalist production of the 'communal, general conditions
social production'", International fonrnal of Urdan and Regional Research, 3, 3, septiembre de 1979.
196 JAMES O'CONNOR

de producción el "espacio urbano" ("naturaleza urbana capitalizada") y otras for-


mas de espacio que estructuran —y son estructuradas por— la relación entre la
gente y el "ambiente", 15 lo cual, a su vez, ayuda a producir ambientes sociales. En
pocas palabras, las condiciones de producción incluyen la materialidad y la socia-
lidad capitalizadas o convertidas en mercancías, excluyendo la producción, distri-
bución y cambio de las mercancías mismas, estrictamente definidas.
La forma específica de la contradicción entre las relaciones (y fuerzas) de pro-
ducción y las condiciones de producción capitalistas se da también entre la produc-
ción y la realización del valor y el plusvalor. Los agentes de la transformación social
son los "nuevos movimientos sociales" o luchas sociales, incluyendo los conflictos
dentro de la producción acerca de la salud y la seguridad en el sitio de trabajo, la
producción y eliminación de desechos tóxicos, el uso de los recursos naturales y el
espacio urbano, y así sucesivamente. Las relaciones sociales de reproducción de las
condiciones de producción (por ejemplo el estado y la familia como estructuras
de relaciones sociales, y también las mismas relaciones de producción en la medi-
da en que dentro de la producción capitalista se producen "nuevas luchas"), cons-
tituyen el objeto inmediato de la transformación social. La sede inmediata de la
transformación es el proceso material de la producción y reproducción de las con-
diciones de producción (por ejemplo, la división del trabajo dentro de la familia,
los patrones de uso de la tierra, la educación, etc.) y el mismo proceso de pro-
ducción, nuevamente en la medida en que dentro del lugar de trabajo capitalista
se producen nuevas luchas.
En la teoría marxista tradicional la contradicción entre la producción y la rea-
lización del valor y las crisis económicas adopta la forma de una "crisis de realiza-
ción", o sobreproducción de capital. En la teoría marxista ecológica la crisis eco-
nómica asume la forma de una "crisis de liquidez", o subproducción de capital. En
la teoría tradicional la crisis económica es el crisol en el cual el capital restructura las
fuerzas productivas y las relaciones de producción de formas que hacen que ambas
resulten más transparentemente sociales en su forma y su contenido; por ejemplo,
fusiones y adquisiciones, planeación indicativa, redes corporativas, nacionaliza-
ción, división de beneficios y cosas por el estilo. En el marxismo ecológico la crisis
económica es el crisol en el cual el capital restructura las condiciones de produc-
ción, también de maneras que las vuelven más transparentemente sociales en su
forma y su contenido; por ejemplo, bosques de explotación permanente, recupe-
ración de tierras, uso y/o planeación de recursos de tierras regionales, política
poblacional, política de salud, reglamentación del mercado de trabajo, planeación
para eliminar los desechos tóxicos, y así sucesivamente.
En la teoría tradicional el desarrollo de formas más sociales de fuerzas produc-

15 En una conversación con David Harvey, pionero de la teoría de las configuraciones y barreras
espaciales al capital (Limite to capital Oxford, Basil Blackwell, 1982), al autor se le concedió un "permi-
so" tentativo para interpretar el espacio urbano y de otras formas como una "condición de producción".
CAPITALISMO Y NATURALEZA 197

tivas y relaciones de producción se ve como una condición necesaria pero no sufi-


ciente para la transición al socialismo (productivista). En el marxismo ecológico el
desarrollo de formas más sociales para la provisión de las condiciones de produc-
ción es también una condición necesaria pero no suficiente para el socialismo
(ecológico). El "socialismo ecológico" sería diferente del que imaginaron los mar-
xistas tradicionales; primero, porque desde la perspectiva de las condiciones de
producción la mayoría de las luchas tienen fuertes dimensiones particularistas, a
veces "anticapitalistas románticas", y por ende son "defensivas" más que "ofensi-
vas"; y, segundo, porque se ha hecho obvio que gran parte de la tecnología capi-
talista y muchas de sus formas de trabajo, así como la ideología misma del progre-
so material, se han convertido en parte del problema, no de la solución. En
síntesis, puede no haber una sino dos "vías al socialismo" o, para ser más precisos,
dos tendencias que, en conjunto, llevan a una socialización mayor (aunque histó-
ricamente reversible) de las fuerzas productivas, las relaciones de producción, las
condiciones de producción, y las relaciones sociales de la producción y reproduc-
ción de estas condiciones.

LA VERSIÓN MARXISTA TRADICIONAL DEL CAPITALISMO


COMO SISTEMA EXPUESTO A LA CRISIS

En el marxismo tradicional la contradicción entre la producción y la circulación


de capital es "interna" al capitalismo, porque la producción capitalista no es sólo
producción de mercancías sino también producción de plusvalor (basada en la
explotación del trabajo). Es un proceso de valorización en el cual los capitalistas
extraen de la clase trabajadora no sólo trabajo socialmente necesario (trabajo re-
querido para reproducir el capital constante y el variable), sino también trabajo
excedente. Si todas las demás condiciones permanecen constantes, 16 toda canti-
dad dada de plusvalor producido (o toda tasa dada de explotación), tendrá el efec-
to de crear una determinada reducción de la demanda de mercancías a precios de
mercado. O, planteado desde el punto de vista contrario, toda reducción dada de

16 La que sigue es una deliberada simplificación "smithiana" de la contradicción económica tradi-


cionalmente definida del capitalismo, que deja de lado la crítica de Marx a Smith, a saber, que lo que
hace que baje la tasa de utilidad es la creciente composición orgánica del capital, no una menor tasa de
explotación, aunque el capitalismo "se presente a sí mismo" de otra forma. Para ser absolutamente cla-
ro, la descripción siguiente no pretende revisar la crítica de Marx al fetichismo del capital ni a Adam
Smith et al. Planteé en sus términos más simples la contradicción del capitalismo con el doble propósi-
to de: a] preparar una discusión de la restructuración inducida por la crisis de las fuerzas productivas y
las relaciones de producción y b] establecer un criterio para poder comparar la contradicción "tradi-
cional" del capitalismo con la "qPginfln" o "na tradicional", con base en el proceso de-escaseces crea-
das por el capitalismo, de naturaleza externa y humana.
198 JAMES O'CONNOR

demanda de bienes presupone una cantidad dada de plusvalor producido o una


tasa dada de explotación. Además, cuanto mayor sea la cantidad de plusvalor pro-
ducido o más alta sea la tasa de explotación, mayor será la dificultad para realizar
el valor y el plusvalor en el mercado. El problema básico del capitalismo es dónde
se origina la demanda extra de mercancías que se requiere para comprar el pro-
ducto del trabajo excedente. Las respuestas tradicionales incluyen el consumo de la
clase capitalista; la inversión de capital que se realiza independientemente de cam-
bios en el avance de los salarios y la demanda de los consumidores; los mercados
creados por estas nuevas inversiones; nuevo gasto en inversión, consumo o presu-
puesto gubernamental financiado por más crédito comercial, al consumo o guber-
namental, y el robo de mercados de otros capitales y/o de capitales en otros paí-
ses. Sin embargo, estas "soluciones" al problema de la realización de valor
(mantener un nivel suficiente de demanda agregada de mercancías para conser-
var determinada tasa de utilidades sin el riesgo de crisis económicas y de la deva-
luación del capital fijo) se convierten en otras clases de "problemas" potenciales
del capitalismo. El consumo capitalista constituye un uso improductivo del plus-
valor, y lo mismo ocurre con la utilización del capital en la esfera de circulación
con el objetivo de vender más rápido las mercancías. La nueva inversión de capi-
tal puede expandirse más rápido que la nueva demanda de consumo, o indepen-
dientemente de ella, con el resultado de que aumenten las posibilidades de una
crisis de desproporcionalidad o de una crisis de realización más grave en el futu-
ro. Aunque un sistema de crédito bien desarrollado puede ampliar la demanda de
mercancías al margen de aumentos en jornales y salarios, la expansión de la
demanda de consumo basada en elevaciones del crédito al consumo o hipotecario
mayores que los aumentos de jornales y salarios presenta el riesgo de transformar
una crisis potencial de sobreproducción capitalista en una crisis de subproducción
capitalista. Además, toda expansión del crédito crea deuda (así como activos),
especulación financiera e inestabilidades de las estructuras financieras, lo que pue-
de presentar el peligro de una crisis del sistema financiero. El robo de mercados
de otros capitales implica la concentración y/o centralización de capital y, por
ende, el empeoramiento del problema de la realización de valor en el futuro, o de
inquietud social debida a la destrucción de capitales más débiles, o inestabilidad
política, amargas rivalidades internacionales, proteccionismo y guerra. En pocas
palabras, la crisis económica puede asumir diversas formas además de la tradicio-
nal "crisis de realización", incluyendo crisis de liquidez, crisis o colapso financiero,
crisis fiscal del estado y tendencias a crisis sociales y políticas relacionadas. No obs-
tante, cualesquiera que sean las formas específicas de las crisis históricas (la lista
anterior pretende ser sugestiva, no exhaustiva), y cualquiera que sea el curso espe-
cífico de su desarrollo y solución, la mayoría de los marxistas —si no todos— acep-
tan la premisa basada en las condiciones reales de explotación capitalista de que
el capitalismo es un sistema expuesto a las crisis.
TALISMO Y NATURALEZA 199

ISIÓN MARXISTA TRADICIONAL DEL CAPITALISMO


O SISTEMA DEPENDIENTE DE LA CRISIS,
TRANSICIÓN AL SOCIALISMO

l marxismo tradicional el capitalismo no sólo está expuesto a las crisis sino que
bién depende de ellas. El capital acumula por medio de las crisis, que funcio-
como mecanismo de disciplina económica. La crisis es la ocasión que aprove-
el capital para restructurarse y racionalizarse a fin de restaurar su capacidad
xplotar el trabajo y acumular. Hay dos formas generales, interdependientes,
s que el capital se transforma para explotar la crisis y resolverla a su favor. Una
iste en hacer cambios en las fuerzas productivas; la otra en hacer cambios en
elaciones de producción. Los cambios en cualquiera de las dos presuponen o
ieren, casi siempre, nuevas formas de cooperación directa e indirecta dentro
tre los capitales individuales y/o dentro y entre el estado y/o entre capital y
do. La mayor cooperación o planeación tiene el efecto de hacer más transpa-
emente social la producción, al tiempo que subvierte el fetichismo de las mer-
ías y el capital, o el aparente "carácter natural" del capital y de la economía
talista. Así, el thelos de la crisis consiste en crear la posibilidad de imaginar una
sición al socialismo.
os cambios inducidos en las fuerzas productivas por la crisis por parte de capi-
que procuran defender o restaurar las utilidades (y que ejemplifican los cam-
tecnológicos que reducen los costos por unidad, aumentan la flexibilidad de la
ucción, etc.), tienen el efecto sistemático de disminuir los costos de reproduc-
de la fuerza de trabajo; volver más baratas las materias primas o más eficiente
tilización; reducir el periodo de producción y/o de circulación, y así sucesiva-
te. Cualesquiera que sean las fuentes inmediatas de la crisis, la restructuración
s fuerzas productivas con el objetivo de elevar las utilidades es una conclusión
ente. Más aún, los cambios de las fuerzas productivas inducidos por la crisis
lican o presuponen formas más sociales de relaciones de producción, por ejem-
ormas de cooperación más directa dentro de la producción. 17 Entre los ejem-
de cambios actuales de las fuerzas productivas, y de cambios asociados en las
iones de producción, se cuentan los sistemas de fabricación computarizados,
bles, y la robotización, los cuales se asocian con el desarrollo de "juego creativo
quipo" y otras formas de cooperación en el lugar de trabajo y de participación
s utilidades, entre otras novedades. Y, por supuesto, la principal fuerza pro-
iva es la cooperación humana. La ciencia o la producción social de conoci-
to teórico y práctico se ha vuelto una empresa casi totalmente cooperativa, 18

La "cooperación" (por ejemplo las "relaciones de trabajo") es tanto una fuerza productiva como
iones de producción, es decir, está determinada de manera ambigua por la "cultura", la "necesi-
ecnológica" y el "poder" (véase el capítulo 1).
David Knight, 77ie age of &jeme, Oxford, Basil Blackwell, 1986.
200 JAMES O'CONNOR

en parte como resultado de crisis históricas económicas, sociales y políticas acumu-


lativas.
La segunda manera en que el capital se restructura a sí mismo es realizando
cambios, inducidos por la crisis, en las relaciones de producción dentro y entre el
capital, dentro del estado y/o entre el estado y el capital, que se introducen con el
propósito de ejercer mayor control de la producción, las inversiones, los mercados
y demás; por ejemplo, la instauración de más planeación. Históricamente la pla-
neación ha adoptado muchas formas (por ejemplo nacionalización, política fiscal,
planeación indicativa), incluyendo, en el nivel político, el fascismo, el "new dea-
lismo" y la democracia social. Cualesquiera que sean las fuentes inmediatas de la
crisis, se puede dar por descontada la restructuración de las relaciones de pro-
ducción con el fin de desarrollar más control del trabajo, del abasto de materias
primas y demás. Más aún, los cambios de las relaciones de producción inducidos
por la crisis implican o presuponen formas más sociales de las fuerzas productivas,
por ejemplo, formas más directas de cooperación. Los ejemplos actuales de cam-
bios de las relaciones de producción incluyen "acuerdos estratégicos" entre capi-
tales de alta tecnología, una enorme intervención del estado en los mercados
financieros, y la centralización de capital por medio de compras y fusiones. Estos
cambios implican compartir o socializar los secretos de alta tecnología y personal
técnico, nuevas formas de control financiero, y la restructuración de los sistemas
de administración y producción, respectivamente.

HACIA UNA VISIÓN MARXISTA ECOLÓGICA DEL CAPITALISMO


COMO SISTEMA EXPUESTO A LAS CRISIS

El punto de partida del "marxismo ecológico" es la contradicción entre las rela-


ciones de producción y las fuerzas productivas capitalistas, por un lado, y las con-
diciones de producción, por el otro. Ni la fuerza de trabajo humana ni la natura-
leza externa ni las infraestructuras, incluyendo sus dimensiones espacio-
temporales, se producen de manera capitalista, aunque el capital trata estas con-
diciones de producción como si fuesen mercancías o capital mercantil. Precisa-
mente porque no se producen y reproducen de manera capitalista, aunque son
compradas y vendidas y utilizadas como si lo fuesen, las condiciones de oferta
(cantidad y cualidad, lugar y tiempo) tienen que ser reguladas por el estado o por
capitales que actúan como si fuesen el estado. Si bien la capitalización de la natu-
raleza implica la penetración creciente del capital en las condiciones de produc-
ción (por ejemplo árboles producidos en plantaciones, especies alteradas genéti-
camente, servicios postales privados, educación en cuotas, etc.), el estado se ubica
(o media) entre el capital y la naturaleza--con el- resultado inmediato de que-se
politizan las condiciones de producción capitalista. Esto significa que el hecho de
CAPITALISMO Y NATURALEZA 201

que estén o no disponibles para el capital —en las cantidades y calidades necesa-
rias, y en los momentos y lugares adecuados— las materias primas, las capacidades
laborales necesarias, las configuraciones espaciales e infraestructurales útiles,
depende del poder político del capital, del poder de los movimientos sociales que
cuestionan determinadas formas capitalistas de condiciones de producción (por
ejemplo las luchas por la tierra como medio de producción y no como medio de
consumo), de las estructuras estatales que median u ocultan los conflictos acerca
de la definición y el uso de las condiciones de producción (por ejemplo consejos
de zonificación) y demás. 19 Si exceptuamos las ramas del estado que reglamentan
el dinero, la ley y el orden, y ciertos aspectos de las relaciones exteriores (los que
no tienen ninguna relación obvia con el acceso a fuentes externas de materias
primas, fuerza de trabajo, etc.), todo organismo oficial y programa de un partido
político puede verse como una especie de interfaz entre el capital y la naturaleza
(incluyendo los seres humanos y el espacio). En síntesis, enfrente o no el capital
"barreras externas" a la acumulación, incluyendo barreras externas en forma de
nuevas luchas sociales respecto a la definición y el uso de las condiciones de pro
ducción (es decir, "barreras sociales" que median entre las barreras internas o
específicas y las externas o generales); 29 asuman o no estas "barreras externas" la
forma de crisis económica, y se resuelva o no la crisis económica a favor o en con-
tra del capital, son, en primer lugar, cuestiones sociopolíticas e ideológicas, y sólo
secundariamente cuestiones socioeconómicas. Esto se debe (como vimos en el
capítulo 7) a que las condiciones de producción, por definición, están politizadas
(a diferencia de la producción misma); el acceso a la naturaleza está mediado por
luchas, ya que la naturaleza externa no tiene identidad política y subjetividad pro
pias.21 La fuerza de trabajo (y la comunidad) son las únicas que luchan en torno a
las condiciones de su propio bienestar y ambiente social en su definición amplia.
Una visión marxista ecológica del capitalismo como sistema expuesto a las cri-
sis se concentra en la forma en que el poder de las relaciones de producción y las

19 Esta clase de formulación del problema evita el funcionalismo de la "escuela de derivación del
estado" del marxismo, así como las teorías weberianas del estado que no se basan en las relaciones y la
existencia materiales.
" Las llamadas barreras externas pueden ser interpretadas como barreras externas si asumimos que:
al la naturaleza externa está totalmente convertida en mercancía o capitalizada, y b] las nuevas luchas
sociales organizadas bajo el signo de la "ecología" o el "ambientalismo" tienen sus raíces en la estruc-
tura y las relaciones de clase del capitalismo moderno, por ejemplo la aparición de la nueva clase media
asalariada, columna vertebral del ambientalismo tradicional en Estados Unidos.
21 "La naturaleza externa y universal puede considerarse como diferencias dentro de una unidad,
desde el punto de vista de la acumulación de capital y de las acciones estatales necesarias para garanti-
zar que el capital pueda acumular. Sin embargo la diferencia no es menos significativa que la unidad,
desde el punto de vista de la acción social y ecológica y del conflicto político. La razón es que la fuerza
de trabajo es un sujeto que lucha por las condiciones de salud y las condiciones (naturales) de salud
social en su definición más amplia, mientras que los 'elementos naturales que intervienen en el capital
variable y constante' son objetos de lucha" (Robert Marotto, correspondencia, octubre de 1992).
202 JAMES O'CONNOR

fuerzas productivas capitalistas, combinadas, se autodestruye al afectar o destruir


sus propias condiciones, más que reproducirlas (definidas las "condiciones" en
términos de dimensiones tanto sociales como materiales). Esa visión hace hinca-
pié en el proceso de explotación del trabajo y en el capital en expansión, en la
reglamentación oficial de la prohibición o regulación de las condiciones de pro-
ducción, y en las luchas sociales organizadas en tomo al uso y abuso de estas
condiciones por parte del capital. La pregunta más importante —¿crea el capital
sus propias barreras o límites al destruir sus propias condiciones de produc-
ción?— tiene que plantearse en términos de valores de uso específicos, así como de
valor de cambio. Esto se debe a que las condiciones de producción no se produ-
cen como mercancías, y por lo tanto los problemas relativos a ellas son "específi-
cos del sitio", incluyendo el cuerpo individual como un "sitio" único. La segunda
pregunta —¿por qué afecta el capital sus propias condiciones?— tiene que plan-
tearse en términos de la teoría del capital que se expande, de sus tendencias uni-
versalizadoras a negar los principios de especificidad del sitio, su falta de propie-
dad de fuerza de trabajo, naturaleza externa y espacio y, por ende (sin una
planeación estatal o capitalista monopólica), la incapacidad del capital para abs-
tenerse de dañar sus propias condiciones. La tercera pregunta —¿por qué las
luchas sociales contra la destrucción de las condiciones de producción (que se
resisten a la capitalización de la naturaleza, es decir el movimiento ambiental, el
de salud pública, el de salud y seguridad ocupacionales, el urbano y otros) afec-
tan potencialmente la flexibilidad y la variabilidad del capital?— debe plantearse
en términos de conflictos acerca de las condiciones definidas como valores de uso
y, al mismo tiempo, valores de cambio.
Son muchos y muy variados los ejemplos de acumulación capitalista que perju-
dica o destruye las propias condiciones del capital, poniendo en peligro con ello
sus propias utilidades y su capacidad para producir y acumular más capital. El
calentamiento de la atmósfera destruirá inevitablemente personas, lugares y utili-
dades, por no mencionar otras especies vivas. La lluvia ácida destruye por igual
bosques, lagos, edificios y ganancias. La salinización de los mantos freáticos, los
desechos tóxicos y la erosión del suelo dañan tanto los beneficios como la natura-
leza. El capital urbano que corre sobre una "cinta urbana sinfín" lesiona sus pro-
pias condiciones y, por ende, sus utilidades, en forma de costos por congestiona-
miento y rentas altas, por ejemplo 2 2 También puede mencionarse en relación con
esto la decrepitud de la infraestructura fisica en Estados Unidos. Hay asimismo
una "banda sinfín de la educación", una del bienestar, una de la atención a la
salud, y otras.23 De manera que esta línea de pensamiento se aplica también a las

" "Economistas y dirigentes empresariales dicen que las áreas urbanas de California enfrentan con-
gestionanúentos de tránsito tan intensos que se ve amenazada la vitalidad económica del estado", New
York Tima, 5 de abril de 1988.
" °Si a las escuelas no se les ocurre cómo educar mejor a esas poblaciones en crecimiento y con-
vertirlas en trabajadores y ciudadanos productivos, podría estar en peligro la estabilidad de la econo-
LISMO Y NATURALEZA 203

iciones personales de producción... [la] fuerza de trabajo" en relación con


trucción, por parte del capital, de la vida comunitaria y familiar establecida,
mo con la introducción de relaciones de trabajo que reducen las aptitudes y
, en general, un ambiente social tóxico. De estas maneras podemos introdu-
"escasez" —sin temor a errar— en la teoría de la crisis económica de mane-
rxista, no neomalthusiana. También podemos introducir la posibilidad de
ducción del capital una vez que sumamos los crecientes costos de reproduc-
e las condiciones de producción. Los ejemplos de esto incluyen el presu-
para salud que se requiere para las relaciones laborales y familiares capita-
el gasto en drogas y rehabilitación; las enormes sumas que se gastan como
ado del deterioro del medio social (por ejemplo los costos de policía y de
cio); las inmensas cantidades que se invierten para impedir mayor destruc-
mbiental y para limpiar o reparar el legado de la destrucción ecológica del
o; el dinero que se requiere para inventar, desarrollar y producir sustitutos
icos y "naturales" como medios y objetos de producción y consumo; las
sas sumas necesarias para pagarles a los jeques petroleros y las compañías
icas, en calidad de utilidades por la renta de la tierra y el monopolio; el cos-
deshacerse de la basura; los costos extras del espacio urbano congestionado,
ostos que recaen sobre los gobiernos, los campesinos y los obreros del tercer
o como resultado de la doble crisis de la ecología y el desarrollo. Y así suce-
ente. Nadie ha calculado los ingresos totales requeridos para compensar las
ciones de producción menoscabadas o perdidas y/o para restaurarlas y desa-
r sustitutos (y mucho menos cuánto de esos "costos" recae realmente en el
l). Es concebible que el gasto total asignado a proteger o restaurar las con-
es de producción pueda ascender a la mitad o más del producto social total:
gastos inmediatamente improductivos desde el punto de vista del capital en
sión. ¿Es posible vincular estos gastos improductivos (y los que se prevén
l futuro) con el vasto sistema actual de crédito y deuda en todo el mundo?
el crecimiento del capital ficticio? ¿Con la crisis fiscal del estado? ¿Con la in-
ionalización de la producción? La teoría marxista tradicional de la crisis
reta las estructuras de crédito/deuda como resultado de la sobreproducción
pital. Un enfoque marxista ecológico podría interpretar también los mismos
enos como resultado de la subproducción del capital y del uso improducti-
l capital producido. Estas tendencias ¿se refuerzan o se cancelan mutuamen-
n prejuzgar la respuesta, es evidente que esta cuestión requiere una elabora-
eórica.

dward B. Fiske, "U. S. business turns auention to workers of the future", International Herald Tri-
0-21 de febrero de 1988. Fiske se refiere a las minorías que constituyen hoy el 17% de la pobla-
Estados Unidos, cifra que se espera aumentará una tercera parte para el año 2020. En ese país
tos de atención a la salud, como porcentaje del PM, eran de alrededor del 6% en 1965; se espera
2000 sean del 15%, "Healt care has become an economic cancer in chis country", San Francisco
e, 14 de marzo de 1988.
204 JAMES O•CONNOR

HACIA UNA VISIÓN MARXISTA ECOLÓGICA DEL CAPITALISMO


COMO UN SISTEMA EXPUESTO A CRISIS Y DEPENDIENTE DE LA CRISIS,
Y LA TRANSICIÓN AL SOCIALISMO

Ni Marx y los marxistas han desarrollado una teoría de la relación entre los cam-
bios de las condiciones de producción capitalista inducidos por la crisis y el esta-
blecimiento de las condiciones del socialismo ecológico. En el marxismo tradicio-
nal los cambios de las fuerzas productivas y las relaciones de producción inducidos
por la crisis están determinados por la necesidad de reducir costos, intensificar el
trabajo, restructurar la organización del capital y así sucesivamente. Las fuerzas y
las relaciones tienden a convertirse en formas sociales más transparentes. En el
marxismo ecológico (igual que en el marxismo tradicional), el capitalismo no sólo
está expuesto a las crisis sino que también depende de ellas. Los cambios de las
condiciones de producción inducidos por la crisis (ya se origine ésta en la sobre-
producción del capital, la subproducción o ambas) también están determinados
por la necesidad de abatir costos, reducir la renta de la tierra, aumentar la flexibi-
lidad y demás, y de restructurar las condiciones mismas, por ejemplo mediante la
expansión de la salud preventiva, la reforestación, la reorganización del espacio
urbano y otros modos de reducir el tiempo de trabajo socialmente necesario.
Hay dos maneras generales, interdependientes, en las que el capital (con ayu-
da del estado) cambia sus propias condiciones para hacer frente a las crisis y para
resolverlas a su favor. Una son los cambios de las condiciones definidas como fuer-
zas productivas. La otra son cambios de las relaciones sociales de reproducción de
las condiciones. Los cambios de cualquiera de las dos casi siempre presuponen o
requieren nuevas formas de cooperación entre y dentro de los capitales y/o entre
el capital y el estado y/o dentro del estado, o formas más sociales de "regulación
del metabolismo entre la humanidad y la naturaleza", así como del "metabolismo"
entre el individuo y el ambiente físico y social. Una mayor cooperación tiene el
efecto de hacer que las condiciones de producción (ya politizadas) sean más trans-
parentemente políticas, subvirtiendo así aún más la aparente "naturalidad" de la
existencia del capital. Así, el thetas de la crisis es crear la posibilidad de imaginar
con mayor claridad una transición al socialismo.
Los cambios inducidos por la crisis en las condiciones definidas como fuerzas
productivas, con el propósito de defender o restaurar la utilidad (ejemplificadas
por los cambios tecnológicos que reducen los costos de congestión, aumentan la
flexibilidad en la utilización de materias primas, etc.), tienen el efecto sistémico de
bajar los costos de reproducción de la fuerza de trabajo, permitir obtener materias
primas más baratas, y reducir de otras formas el costo, aumentando la flexibilidad.
Cualesquiera que sean las fuentes inmediatas de la crisis, se da por descontado que
habrá esfuerzos por restructurar las condiciones de producción con el objetivo de
elevar las utilidades. Más aún, les cambies inducidos por -la crisis en las-condicio-
nes de producción implican o presuponen formas más sociales de las relaciones
CAPITALISMO Y NATURALEZA 205

sociales de reproducción de las condiciones de producción, por ejemplo, formas


más directas de cooperación dentro de la esfera de las condiciones de producción.
Un ejemplo actual de un cambio de las condiciones de producción, y del cambio
social de las relaciones sociales de reproducción de las condiciones de produc-
ción, es el control integrado de plagas, que no sólo presupone mayor coordinación
de los esfuerzos de los agricultores, sino también mayor coordinación de los pro-
gramas de capacitación y educación." Otro ejemplo es la tecnología preventiva de
salud en relación con el sida y los cambios asociados de las relaciones comunita-
rias hacia una mayor cooperación.
La segunda forma de restructuración son los cambios inducidos por la crisis en
las relaciones sociales de reproducción de las condiciones de producción, intro-
ducidos con el objeto de ejercer mayor control de las condiciones de producción,
es decir, mayor planeación. Históricamente la planeación ha adoptado muchas
formas; por ejemplo, el transporte urbano y regional, la planeación en materia de
salud, la planeación de recursos naturales y así sucesivamente. 25 Cualesquiera que
sean las fuentes inmediatas de la crisis, también podemos dar por descontada la
restructuración de estas relaciones sociales con el fin de desarrollar mayor control
de las condiciones de producción. Más aún, los cambios inducidos por la crisis en
las relaciones sociales de reproducción de las condiciones de producción implican
o presuponen formas más sociales de condiciones de producción definidas como
fuerzas productivas. Un ejemplo actual de uno de esos cambios es la "planeación"
para hacerle frente al esmog urbano, que presupone coaliciones de asociaciones y
grupos (cooperación política) para legitimar medidas de reducción del esmog
duras pero cooperativas.26 Otro ejemplo es la propuesta restructuración del U. S.
Bureau of Reclamation, que presupone los nuevos cambios técnicos en política del
agua.27
24 Según se informa, en Indonesia el conocido programa int elevó las utilidades reduciendo los cos-

tos y aumentando también los rendimientos. Depende de nuevos programas de adiestramiento y edu-
cación, coordinación de la planeación agrícola, etc. Sandra Postel, "Indonesia steps off the pesticide tre-
admill", World Watd, enero-febrero de 1988, p. 4.
" Por ejemplo, en Alemania la industria organizada y la coordinación entre la industria y el estado
logra internalizar muchas externalidades o costos sociales. Esto se lleva a cabo sin daños graves a las uti-
lidades porque la República Federal Alemana produce bienes de tan alta calidad y tan deseables para
el mercado mundial que los costos de proteger o restaurar las condiciones de producción se pueden
absorber y la industria sigue siendo competitiva.
2:3. Christopher J. Dagget, "Smog, more smog, and still more smog", New York Times, 23 de enero de
1988.
27 La idea de que la crisis inducida por condiciones de producción inadecuadas da por resultado
formas más sociales de producción y relaciones de producción no es nueva en los círculos no marxis-
tas. Schnaiberg vinculó la rápida expansión económica con la creciente explotación de los recursos y el
aumento de los problemas ambientales, lo cual a su vez planteaba restricciones al crecimiento econó-
mico, volviendo así esencial algún tipo de planeación del uso de recursos, niveles de contaminación,
etc. Interpretó la legislación ambiental y las políticas de control de los setenta como eI inició de la pla-
neación ambiental. Schnaiberg, op. cit. La idea de que la crisis inducida por condiciones de producción
206 JAMES O'CONNOR

En síntesis, la crisis obliga al capital y al estado a ejercer mayor control o pla-


neación sobre las condiciones de producción (así como sobre la producción y cir-
culación del capital mismo). Podemos estar casi seguros de que la primera gran
crisis del nuevo sistema de capitalismo global será ocasión para una multitud de
nuevos instrumentos internacionales de planeación (como los que ya existen, por
ejemplo, en la banca internacional). La crisis da origen a nuevas formas de planea-
ción flexible y de flexibilidad planeada, lo cual aumenta las tensiones entre un
capitalismo más flexible y un capitalismo más planeado, más que en la visión mar-
xista tradicional de la restructuración de la producción y la circulación, debido al
papel clave de las burocracias del estado (y, cada vez más, internacionales) en la
provisión de las condiciones de producción. Las crisis fuerzan al capital y al esta-
do a enfrentar sus propias contradicciones básicas, que subsecuentemente son des-
plazadas a la esfera política, ideológica y ambiental (más alejadas de la producción
y la circulación directas), donde se introducen formas más sociales de condiciones
de producción, definidas tanto material como socialmente (por ejemplo el bipar-
tidismo político en relación con el desarrollo urbano, la reforma educativa, la pla-
neación ambiental y otras formas de provisión de las condiciones de producción).
Sin embargo, resulta claro que la tecnología y el poder se encarnan mutuamente
en el nivel de las condiciones (así como en el de la producción misma), y por eso
las nuevas formas de cooperación política sólo ofrecen tenues promesas de socia-
lismo. Una vez más, no se puede decir nada a priori acerca de la "inminencia
socialista", excepto en un elevado nivel de abstracción. El punto clave es que el
capitalismo tiende a autodestruirse o a autosubvertirse cuando pasa a formas más
sociales de provisión de las condiciones de producción por medio de la política y
de la ideología. La premisa de este argumento (tal como ocurre con el argumen-
to de la actual interpretación del marxismo tradicional) es que cualquier conjunto
dado de tecnologías y relaciones de trabajo de las condiciones de producción es consistente con
más de un conjunto de relaciones sociales de reproducción de esas condiciones, y que cual-
quier conjunto dado de estas relaciones sociales es consistente con más de un conjunto de tec-
nologías y relaciones de trabajo de las condiciones de producción. Así se asume que el
"ajuste" entre las relaciones sociales y las fuerzas de reproducción de las condicio-
nes de producción es bastante laxo y flexible. En la crisis (en la cual, por defini-
ción, es imposible conocer el futuro) hay una especie de lucha de dos lados para

(es decir, costos) desfavorables da por resultado fuerzas productivas más sociales, así como relaciones
de producción, se puede encontrar, en forma embrionaria, en obras como R. G. Wilkinson, Poveny and
moren: An ecological frerspective on economic development, Nueva York, Praeger, 1973, que sostiene que los
cambios teconológicos que hicieron época fueron consecuencia, muchas veces, de escaseces ecológi-
cas, y como O. Sunkel y J. Leal, "Economice and environment in a developmental perspective", Inter-
nacional Social Scienr,e fournal 109, 1986, p. 413, donde se sostiene que el agotamiento de recursos y la
escasez elevan los costos del crecimiento económico debido a declinaciones de la productividad natu-
ral de los recursos, y que a ello se debe que se requieran nuevos subsidios a los recursos energéticos y
a la tecnología (lo que implica mayor planeación).
ITALISMO Y NATURALEZA 207

cer encajar nuevas condiciones de producción, definidas como fuerzas producti-


, en nuevas condiciones de producción definidas como relaciones de produc-
n, y viceversa, en formas más sociales, sin que se cree, sin embargo, una ten-
ncia "natural" a que el capitalismo se transforme en socialismo. Por ejemplo, los
canismos de planeación urbana, bajo ciertas condiciones políticas, pero no
as, pueden ser un paso hacia el socialismo; pero sin duda son un paso hacia for-
s más sociales de provisión de las condiciones de producción.
En el moderno capitalismo mundial la lista de nuevas formas sociales y políticas
reproducción de las condiciones de producción es prácticamente infinita.
sulta muy significativo —y también teóricamente desdeñado dentro del marxis-
— que la crisis mundial actual parezca dar por resultado formas más sociales
y requerir muchas más—, no sólo de las fuerzas y relaciones productivas sino
bién de las condiciones de producción, aunque los aspectos institucionales e
ológicos de estas formas son confusos y muchas veces contradictorios, ya que no
bería vérselas como irreversibles (por ejemplo reprivatización, desregulación,
.). Sin embargo, resulta concebible que estemos entrando en un largo proceso
el cual se presenten vías diferentes pero paralelas al socialismo, por lo cual no
trataría tanto de que Marx estaba equivocado como de que tenía razón a
edias. Puede ocurrir que el proceso tradicional de "construcción socialista" le
té cediendo el paso a un nuevo proceso de "reconstrucción "socialista", la recons-
cción de la relación entre los seres humanos y las condiciones de producción,
cluyendo el ambiente social... una especie de política de ¡La Preservación es Pri-
ero! (véase el capítulo 20). Es por lo menos plausible que en el "primer mundo"
reconstrucción socialista se vea, primero, como algo deseable y, segundo, como
cesario; en el viejo "segundo mundo" como algo igualmente deseable y necesa-
, y en el "tercer mundo" como algo, primero, necesario y, segundo, deseable. Es
ás plausible aún que el calentamiento atmosférico, la pérdida de ozono, las ame-
zas a la biodiversidad, la lluvia ácida y la contaminación de los mares vuelvan
solutamente indispensable las formas en extremo sociales de reconstrucción de
vida material y social.
Para profundizar en esto, sabemos que el movimiento sindical "empujó" al capi-
lismo hacia formas más sociales de fuerzas y relaciones productivas, por ejemplo
negociación colectiva. Tal vez pudiésemos plantear que el feminismo, los movi-
ientos ambientales y otros nuevos movimientos sociales están "empujando" al
pital y al estado hacia formas más sociales de la reproducción de las condiciones
producción. La explotación del trabajo (la base de la teoría marxista de la cTi-
s, o la "primera contradicción del capitalismo", definida tradicionalmente),
eneró un movimiento sindical que en determinados momentos y lugares se con-
rtió en una "barrera social" al capital. La explotación de la naturaleza (incluyen-
o la explotación de la biología humana) engendra un movimiento ambiental
mbientalismo, movimiento de salud pública, movimientos por la salud y la segu-
dad ocupacionales, movimientos femeninos organizados en torno a la política
208 JAMES O'CONNOR

del cuerpo, etc.), que también pueden constituir una "barrera social" al capital. En
Nicaragua, en los ochenta, la combinación de crisis económica y ecológica y dic-
tadura política durante el antiguo régimen engendró tanto movimiento de libera-
ción nacional como una extensa planeación en materia de ecodesarrollo.
Antes de poder decir algo políticamente sensato acerca del ambientalismo defi-
nido en su sentido más amplio, así como de las perspectivas a corto y largo plazo
para el capital, se requiere el análisis concreto de situaciones concretas. Por ejem-
plo, la lluvia ácida provoca daños ecológicos y económicos. El movimiento
ambiental exige la limpieza y restauración del ambiente y la protección de la natu-
raleza. Esto, a largo plazo, puede restaurar las utilidades o reducir los gastos
gubernamentales en limpieza, lo cual puede ser congruente o no con las necesi-
dades a corto y mediano plazo del capital. En cualquier programa sistemático de
ambiente social políticamente regulado hay tipos de planeación que protegen al
capital de sus peores excesos, pero que pueden o no ser congruentes con las nece-
sidades del mismo en determinadas coyunturas. Una posibilidad es que "la des-
trucción del ambiente puede llevar a grandes nuevas industrias destinadas a res-
taurarlo. Imagínense, equipos para dragar lagos, máquinas para limpiar bosques,
revitalizadores para la tierra, restauradores del aire, combatientes de la lluvia áci-
da."28 Estos tipos de soluciones supertecnológicas serían una enorme fuga de plus-
valor, a menos que redujesen el costo de reproducción de la fuerza de trabajo
pero, al mismo tiempo, contribuyesen a "resolver" todos los problemas de realiza-
ción que surgiesen de la tradicional sobreproducción del capital. Se requerían, sin
embargo, inmensas sumas de dinero a crédito para restaurar o reconstruir el
ambiente social, lo cual desplazaría la contradicción a las esferas financiera y fiscal,
más o menos de los mismos modos en que la contradicción tradicional entre la pro-
ducción y la circulación del capital se desplaza hoy a las esferas financiera y fiscal.
Esta clase de restructuración de las condiciones de producción guiada por la
tecnología (incluyendo la restructuración guiada por la tecnología de las condi-
ciones de oferta de fuerza de trabajo) puede o no ser funcional para el capital en
su conjunto o para capitales individuales en el corto o en el largo plazo. Los resul-
tados dependerían de otras medidas de prevención y solución de crisis, de su
coyuntura exacta, y de la manera en que se articulasen con la crisis de la natura-
leza, definida de manera amplia. En última instancia, los resultados dependerían
del grado de unidad y diversidad de los movimientos sindicales, ambientales, soli-
darios y demás. Y éstas son cuestiones políticas, ideológicas y organizacionales.
En todo caso, los cambios de las condiciones de producción inducidos por la
crisis llevan necesariamente a más controles estatales, mayor planeación dentro
del bloque del capital en gran escala, un capitalismo administrado o regulado más
social y políticamente, y por lo tanto un capitalismo menos parecido a la natura-
leza, en el cual los cambios de las condiciones de producción tendrían que ser legi-

28 Saul Landau, correspondencia con el autor, noviembre de 1994.


cApITALISMO Y NATURALEZA 209

timados porque estarían más politizados, y en el cual la reificación capitalista sería


menos opaca. La combinación de capitales golpeados por la crisis que externali-
ja n más costos, el uso desatinado de la tecnología y la naturaleza para la realiza-
ción del valor en la esfera de la circulación, y cosas semejantes, tiene que llevar,
más pronto o más tarde, a una "rebelión de la naturaleza", es decir, a poderosos
movimientos sociales que exijan el fin de la explotación ecológica. Sobre todo en
la crisis actual, sin importar cómo se teorice su origen, los intentos del capital por
reducir el tiempo de producción y de circulación tienen por lo general el efecto
de empeorar las prácticas ambientales, sobre salud y seguridad, etc. Por eso la res-
tructuración del capital puede profundizar los problemas ecológicos, y no resol-
verlos. Así como el capital arruina sus propios mercados (es decir utilidades reali-
zadas) cuanto mayor es la producción de plusvalor, arruina también sus propios
beneficios producidos (es decir eleva los costos y reduce la flexibilidad del capital)
cuanto mayor es la producción de plusvalor basada en la apropiación destructiva
de la naturaleza, en sentido amplio. Y así como las crisis de sobreproducción impli-
can una restructuración tanto de las fuerzas como de las relaciones productivas, las
crisis de subproducción implican una restructuración de las condiciones de pro-
ducción. Y así como la restructuración de las fuerzas productivas implica formas
más sociales de relaciones de producción, y viceversa, la restructuración de las con-
diciones de producción implica un efecto doble: más formas sociales de condicio-
nes de producción definidas como fuerzas productivas y más formas sociales de las
relaciones de producción en las cuales se reproducen las condiciones de produc-
ción. En síntesis, formas más sociales de relaciones de producción, fuerzas pro-
ductivas y condiciones de producción, contienen en conjunto, dentro de sí mis-
mas, posibilidades de forma socialistas. Éstas, en efecto, son inducidas por la crisis,
no sólo por la contradicción tradicional entre fuerzas y relaciones, sino también
por la contradicción entre fuerzas/relaciones y sus condiciones. Así, al capitalismo
son inherentes dos —no una— contradicciones y crisis; dos —no uno— conjuntos
de reorganizaciones y restructuraciones inducidas por la crisis en la dirección de
más formas sociales (véase la figura 8.1).

ADDENDA SOBRE LAS DOS CONTRADICCIONES DEL CAPITALISMO

En conversaciones con colegas de Estados Unidos y del extranjero ha surgido una


pregunta: ¿cuál es la relación entre la primera y la segunda contradicción del capi-
talismo? ¿Combinan o cancelan sus respectivos efectos sobre los beneficios?
La primera contradicción del capitalismo puede plantearse simplemente: la
tasa de explotación es una categoría tanto sociológica como económica. Expresa
el poder social y político del capital sobre el trabajo, y también la tendencia inhe-
rente del capitalismo hacia una crisis de realización, o crisis de sobreproducción
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APITALISMO Y NATURALEZA 211

el capital. Si el capital ejerce mucho poder sobre el trabajo, la tasa de explotación


erá alta y el riesgo de una crisis de realización será grande; por ende será mayor
a necesidad de una gran estructura de crédito, una mercadotecnia agresiva, una
nnovación constante del producto y una competencia intensificada. La primera
ontradicción del capitalismo es interna del sistema; no tiene nada que ver con las
ondiciones de producción, ya sea que se las interprete económicamente o en tér-
inos sociopolíticos.
La segunda contradicción del capitalismo requiere una terminología más com-
leja acuñada en términos de valor de uso:" el tamaño y contenido en valor de la
anasta de consumo y la "canasta" de capital fijo, los "costos de los elementos natu-
ales que intervienen en el capital constante y variable", la renta de la tierra como
na deducción del plusvalor, y "externalidades negativas" de todas clases (por
jemplo los costos de congestionamiento en las ciudades, en la medida en que
ntervienen en los costos de los capitales individuales).
En la segunda contradicción no hay un término único que tenga la misma
mportancia teórica que la tasa de explotación tiene en la primera." (Esta es una
e las razones por las que hoy hay una pluralidad de movimientos sociales.) Sin
mbargo, todos los términos anteriores son categorías tanto sociopolíticas como
conómicas (por ejemplo, la renta absoluta refleja el poder del capital terratenien-
sobre el capital industrial; el costo de congestionamiento refleja las luchas en tor-
o a los sistemas de transporte urbano regional; el costo del agua refleja el poder
e los movimientos ecológicos frente al capital, etc.). Enumerar estos ejemplos sir-
e para sugerir que una teoría de tipo economicista de la segunda contradicción tie-
e aún menos justificación que la tradicional teoría marxista de la primera.
La primera contradicción le pega al capital desde el lado de la demanda. Cuan-
o los capitales individuales bajan los costos con el fin de defender o restaurar los
eneficios, el efecto involuntario es reducir la demanda de mercancías en el mer-
ado y, de esta manera, hacer descender las utilidades realizadas. La segunda con-
radicción golpea desde el lado del costo. Afirma que cuando los capitales indivi-
uales bajan sus costos —por ejemplo cuando externalizan costos en las
ondiciones de producción (la naturaleza, la fuerza de trabajo o lo urbano)— con
l objetivo de defender o restaurar los beneficios, el efecto no previsto es elevar los
ostos de otros capitales (y, en el caso extremo, del capital en su conjunto), redu-
iendo así los beneficios producidos. La primera se manifiesta en su forma pura
omo crisis de realización, la segunda como crisis de liquidez. En el primer caso
o hay problema para producir plusvalor, y por esa razón hay un problema para
ealizar valor y plusvalor. En el segundo no hay problema para realizar valor y plus-
alor, y por esa razón hay problema para producir plusvalor.

James O'Connor, "Capitalism, nature, socialism: A theoretical introduction", Capitalism, Matan


ocialirm, 1, otoño de 1988.
3°0, en un modelo más complejo, la composición orgánica del capital y la tasa de utilidad.
212 pues o'coNNoR

La causa básica de la segunda contradicción es la apropiación y el uso econó-


micamente autodestructivos, por parte del capital, de la fuerza de trabajo, la infra-
estructura y el espacio urbano, y la naturaleza externa o ambiente... "autodestruc-
tivos" porque los costos de salud y educación, transporte urbano y rentas
domésticas y comerciales, así como los costos para extraer de la naturaleza los ele-
mentos del capital, se elevarán cuando los costos privados se conviertan en "costos
sociales". 31 En esta visión el capital y el estado, hoy, pueden interpretarse como
totalmente confundidos frente a la nueva forma de regulación que pueda pro-
porcionar un marco de referencia coherente para la futura acumulación capitalis-
ta. Los capitales individuales siguen reduciendo los costos de todas las maneras
imaginables; al hacerlo tienden, sin darse cuenta, a elevar los costos del capital en
su conjunto, poniendo al mismo tiempo en peligro sus propios mercados, como
nos lleva a creer la primera contradicción. Hoy el capital se enfrenta tanto a cos-
tos en aumento como a una débil demanda del mercado, es decir, tanto con la pri-
mera como con la segunda contradicción. ¿Tiene algo de raro que el capital esté
obsesionado tanto con la innovación del producto como con la innovación del pro-
ducto y la expansión del mercado? ¿Que se produzca tanto un deterioro de las con-
diciones de producción como estructuras de ingresos equitativos por jornales y sala-
rios, así como estructuras crediticias peligrosamente infladas? ¿Que parezcan estar
en bancarrota la regulación tanto de tipo keynesiano como la política neoclásica del
laissezlaire.

31 Frank Beckenbach, 'Secal oams in modera capitalism", Capitalino; Natura Socialism, 3, noviembre
de 1989.
9
SOBRE LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA
y LA CRISIS ECONÓMICA Y ECOLÓGICA

LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA

El significado de "crisis económica", si se lo compara con el de "crisis ecológica"


(por lo menos en la teoría marxista), es inequívoco. Quiere decir un quiebre en el
circuito de circulante, productivo o de mercancías del capital, o, más en general,
una disrupción o ruptura en la reproducción y acumulación del capital como un
todo. Una crisis económica significa un "punto de inflexión", el momento en el
que un boom económico puede convertirse en una recesión (o una depresión o un
periodo de estancamiento). Tiene también otros significado: un "momento de
decisión" para los capitales individuales que procuran restructurar la producción,
la tecnología y la mercadotecnia (problemas que han obsesionado a la empresa
comercial hipercapitalista en los ochenta y los noventa), y también para los movi-
mientos laborales y sociales que buscan formas más efectivas de lucha organizada
e intervención política (características también de los ochenta y los noventa, aun-
que menos publicitadas que la restructuración del capital). El problema teórico
consiste en encontrar las conexiones internas entre la acumulación capitalista, la
crisis económica y la crisis ecológica. Un ejemplo sencillo: la deuda del "tercer
mundo" en los ochenta empeoró las condiciones ecológicas en el Sur; las condi-
ciones ecológicas deterioradas ensancharon y profundizaron la pobreza (difundi-
da ya, en parte por la deuda externa) y engendraron también resistencia política;
la combinación de ambas cosas tendió a profundizar la crisis de la deuda.
La acumulación capitalista se basa en la explotación del trabajo y la producción
de plusvalor (ganancia). Hay dos fuentes de plusvalor: el absoluto y el relativo. El
plusvalor se produce de manera absoluta cuando los capitales individuales (en tér-
minos muy generales las empresas o compañías) obligan a sus trabajadores a tra-
bajar más intensamente o más tiempo por la misma paga. Sin embargo la fuente
más importante de plusvalor es el plusvalor relativo, producido por la clase traba-
jadora en su conjunto a través del mecanismo de cambio tecnológico y la compe-
tencia capitalista. El mecanismo funciona de esta manera: cuando una compañía
introduce un cambio tecnológico que reduce los costos unitarios del trabajo en la
producción, se apropia de un ingreso adicional, llamado "renta tecnológica". Si el
cambio tecnológico es adoptado por otras compañías, la que había innovado pier-
de su ventaja y la renta tecnológica se "disuelve" por la competencia. El efecto (no
planeado) de la difusión de la mejora tecnológica por toda la economía consiste

[213]
214 JAMES O'CONNOR

en reducir los costos del trabajo por unidad de manera muy generalizada. Las
compañías competidoras (en materia de producto, trabajo o mercados de capital)
que adoptan la nueva tecnología son capaces de producir la misma cantidad pero
explotando menos horas de tiempo de trabajo. Si todo lo demás (por ejemplo los
precios) permanece constante, la tasa promedio de utilidad se eleva. Si los precios
bajan o si los trabajadores están organizados y son militantes, y logran obtener
mayores salarios o jornadas reducidas, la fuerza de trabajo obtendrá una mayor o
menor participación de esas utilidades. Esta última posibilidad se asemeja más o me-
nos al capitalismo norteamericano de los 20 o 25 años conocidos como los años
dorados, después de la segunda guerra mundial, cuando tanto los salarios como
las utilidades se elevaron aproximadamente en la misma proporción que las mejo-
ras de la productividad del trabajo o las reducciones de los costos de trabajo por
unidad.
En su modelo de la reproducción capitalista Marx dividió el capital productivo
(el capital que produce plusvalor) en dos sectores o "departamentos". Un sector
(el departamento u) produce bienes de consumo para el consumo final. El otro
sector (el departamento 1) produce bienes de capital o mercancías utilizadas para
producir otras mercancías en ambos departamentos, el 1 y el u. Si no intervienen
otros factores, cuanto mejor sea la calidad de los bienes de capital empleados en
ambos departamentos, mayor será la productividad del trabajo (o menor será el
costo del trabajo por unidad) y más altos serán el plusvalor producido y las utili-
dades en la economía en su conjunto. (En el caso irreal de una economía que pro-
duzca sólo bienes de consumo habrá pocas posibilidades de avances en la produc-
tividad). Dada cierta calidad de los bienes de capital, cuanto mayor sea la razón
bienes de capital/producción de bienes de consumo, mayor será la capacidad pro-
ductiva de la economía en su conjunto (donde "productiva" se define, nuevamen-
te, en términos de plusvalor y utilidades). De manera similar, cuanto más baratos
sean los que Marx llamó "elementos de capital constante y variable" (los recursos
naturales como la energía, las materias primas, los suelos, el agua, etc., necesarios
para producir capital y bienes de consumo, respectivamente), mayores serán el
plusvalor y las utilidades (si no se modifican otros factores).
En el mercado de bienes de consumo los capitales individuales del departa-
mento II son los proveedores y trabajadores, y otros consumidores de productos
terminados son los compradores. En los mercados de bienes de capital y materias
primas los vendedores son los capitales individuales del departamento f, y los
compradores son los capitales de ambos departamentos. Los mercados del depar-
tamento u están gobernados por la demanda del consumidor, pero los mercados
de materias primas, combustible, maquinaria, tecnología de producción y demás
están regidos por la demanda de utilidades de los capitales individuales de ambos de-
partamentos. Los capitales individuales de los dos sectores elevan su demanda de
productos del departamento 1, primero, cuando hay escasa o nula capacidad pro-
ductiva excedente en relación con la demanda del mercado, y por lo tanto cuan-
LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS 215

do están en peligro las ganancias realizadas, y, segundo, cuando las condiciones del
mercado o de producción son desfavorables y amenazan las ganancias producidas,
o sea cuando los capitales individuales necesitan materiales y energía más baratos,
mejor maquinaria y demás, para reducir costos con el fin de defender o restablecer
las utilidades. La demanda de equipo o tecnología por parte de cualquier capital
puede estancarse o reducirse durante las recesiones o los periodos de lento creci-
miento, pero muchas veces en esas épocas aumenta la demanda de equipo pro-
ductivo y tecnología más baratos o más eficientes.
La economía convencional considera que la demanda de productos del depar-
tamento 1 por parte de los capitales del departamento u es una "demanda deriva-
da", es decir, determinada por el crecimiento de la demanda de productos finales
para los consumidores. (De acuerdo con los modelos del "acelerador", se requie-
ren tantas máquinas para producir tantos colchones más. Si se eleva la demanda de
colchones, aumenta también la demanda de maquinaria de fabricación por parte
de los fabricantes de colchones.) En realidad ocurre más o menos lo opuesto: la de-
manda de bienes de consumo se "deriva" de la demanda de bienes de capital o, lo
que es lo mismo, la demanda de utilidades. En general la tasa de crecimiento del
ingreso del consumidor (y por ende de la demanda) está determinada por las tasas
de crecimiento de la utilidad y la acumulación, con lo cual la demanda del consu-
midor se convierte en una variable pasiva, no activa, de los modelos de crecimien-
to económico. En épocas de crecimiento económico lento o de recesión económi-
ca el ingreso del trabajador (el consumidor) se estanca o se reduce por definición;
la única excepción es el ingreso de los trabajadores de aquellas industrias del
departamento 1 activadas por demandas crecientes de energía más barata, mejor
maquinaria y tecnología más avanzada, servicios y administración más eficientes y
así sucesivamente, demandas planteadas por los capitales de ambos departamentos
que procuran reducir costos y restablecer o defender las utilidades. El empleo, los
salarios o ambas cosas se elevan en las industrias en expansión del departamento 1,
aumentando la demanda de los consumidores por los productos del departamen-
to 11. Así, las malas épocas en algunos sectores significan buenas épocas para otros,
y de allí la expresión de Marx: "acumulación por medio de la crisis".
En síntesis, el "papel" del departamento 1 es producir los medios de expandir
el plusvalor y las utilidades tanto para sí mismo como para el departamento u. El
secreto de la productividad y el crecimiento económico es un sector de bienes de
capital económicamente innovador, flexible, consciente de los costos y no regula-
do (especialmente las industrias "intensivas en conocimiento"). Innovador, flexi-
ble y consciente de los costos porque el progreso tecnológico, las utilidades y el
crecimiento económico en su conjunto dependen del departamento 1; no regula-
do porque las rigideces y los altos costos impuestos por las reglamentaciones
ambientales, de apoyo al consumidor y otras tienden a inhibir la innovación tec-
nológica y la difusión de nuevas tecnologías de producción en la economía como
un todo.
216 JAMES O'CONNOR

LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS ECOLÓGICA

En la economía capitalista las utilidades son tanto el medio como el fin de la acti-
vidad económica. Son el medio en el sentido de que proporcionan el dinero para
expandirse y para hacer posible emitir más capital accionario en términos favora-
bles, así como para obtener préstamos a fin de crecer. Las utilidades son el fin de
la actividad económica puesto que las metas de la administración y de los accio-
nistas son obtener aún más utilidades. La administración trata de maximizar los
aumentos de producción por unidad de tiempo de trabajo; los accionistas procu-
ran maximizar alguna combinación de ganancias de capital y pago de dividendos.
Los capitales individuales usan las utilidades para hacer más utilidades, lo que en
efecto se convierte en "dinero en busca de más dinero". Éste es un significado de
"capital en expansión".
La autoexpansión capitalista no tiene límites estrictamente económicos. Ade-
más, como el capital subvalúa la naturaleza, sólo se encuentra con límites ecológi-
cos por la vía de las crisis económicas. No obstante, la economía de la naturaleza
está organizada (o se organiza) sobre principios muy diferentes. Como sistemas
biológicos y físicos, ciclos hidráulicos, sistemas de calor/energía, ciclos del suelo,
diversidad del ecosistema y demás, en algún punto de la curva de producción la
productividad de la naturaleza está autolimitada... es una "barrera que debe ser
superada" por el capital. No obstante, gracias a la separación (enajenación) de los
productores humanos de los medios y objetos de producción, la reproducción de
las relaciones socioeconómicas capitalistas está mucho menos restringida que
modos previos de producción por las crisis que surgen, debido a las condiciones
naturales específicas, en lugares o áreas determinados. El capital puede funcionar
independientemente de cualquier condición natural particular, en términos de
Gary Snyder, el capital "expande lo suficiente su sistema de sostén económico
como para poder permitirse destrozar un ecosistema y seguir avanzando".
Como vimos, la acumulación capitalista se basa en la creciente productividad o
en la reducción del costo de reproducción de la clase trabajadora (en términos
marxistas, "plusvalor relativo"). Un aumento de la productividad significa que deter-
minada fuerza de trabajo empleada es capaz de procesar una mayor cantidad de
materias primas. Si la economía está en expansión, la demanda de materias primas
crecerá (si las demás condiciones permanecen constantes). El resultado es que las
materias primas se vuelven una proporción mayor de los desembolsos de capital
constante, y por lo tanto representan una mayor participación del valor de los bie-
nes (en otras palabras, los capitales individuales deben convertir una parte más
grande de sus utilidades en más materias primas). En este caso los aumentos de la
demanda de recursos y la mayor explotación de los mismos eleva los costos pro-
medio, tendiendo a deprimir las tasas de utilidad y de acumulación. Entonces los ca-
pitales individuales (solos o combinados con otros capitales) inwntan superarlos
cuellos de botella invirtiendo en equipo, tecnología e infraestructura para explo-
LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS 217

tar nuevos depósitos de minerales y de combustibles fósiles, de tierra arable y así su-
cesivamente. Las materias primas y de energía relativamente caras también crean
incentivos para que los capitales individuales reciclen, utilicen sustitutos, o pro-
duzcan y usen más eficientemente determinada cantidad de materiales o de com-
bustibles. Podría decirse que ésta es la forma más importante en que el capital ha
impedido una crisis general derivada de una crisis de las utilidades provocada por
os materiales de alto costo (como la crisis del algodón en Inglaterra durante la
uerra de secesión de Estados Unidos). Históricamente el capital industrial ha
ncontrado maneras de utilizar más eficientemente el hierro, el aluminio, el esta-
o y otros materiales; con unas cuantas excepciones, el costo de extracción de
ecursos se ha reducido, y la cantidad de energía necesaria para generar determi-
ada cantidad de electricidad ha bajado.
En contraste, si hay beneficios crecientes de acuerdo con la escala (menores cos-
os promedio a mayores niveles de producción y de uso) en los sectores de mate-
ias primas, los costos y los precios caerán, mayor será la tasa promedio de utilidad
más rápidas la explotación de materias primas y la acumulación de capital. 1 Las
aterias primas baratas plantean el peligro de un rápido agotamiento de los recur-
os, no porque sean baratas per se, sino porque cuando son relativamente baratas
as tasas de utilidad son relativamente altas, y por lo tanto la demanda de recursos
la acumulación serán relativamente rápidas. Se crea un círculo vicioso: las altas
asas de beneficio llevan a altas tasas de acumulación, las que a su vez llevan a una
ayor demanda de materias primas; los niveles más altos de explotación de las
aterias primas crean costos de producción más bajos cuyos resultados son tasas
e utilidad y acumulación más altas todavía. En pocas palabras, si las materias pri-
as son baratas las tasas de acumulación y agotamiento de recursos serán relativa-
ente altas; si las materias primas son caras, se harán inversiones de capital para
educir su costo o a fin de desarrollar formas utilizarlas más eficientemente.
Sin importar si los costos de las materias primas, la energía y otros "elementos
e capital constante y variable" son altos y van en ascenso o bajos y están redu-
iéndose, la acumulación de capital y el crecimiento económico dependen de la
xpansión de la inversión (definida tanto cuantitativa como cualitativamente) en
l departamento 1 (industrias de bienes de capital). Cuanto mayor sea el creci-
iento de este departamento más alta será la tasa promedio de crecimiento de la
roductividad, las utilidades y la economía en su conjunto. A su vez, y si no se
odifican otros factores, serán más altas las tasas de agotamiento de recursos así
omo de producción de subproductos no deseados (contaminación).

1 Harold Barnett y Chandler Morse, Scarcity and growth, Baltimore, Johns Hopkins University Press,
963, calcularon en una ocasión que entre 1870-1900 y 1957 las industrias extractivas de Estados Uni-
os —con excepción de la forestal— producían rendimientos crecientes en función de la escala. De
cuerdo con esta obra famosa, cabía esperar que, con el tiempo, volvería a elevarse el costo por unidad
e las mercancías extractivas, en comparación con los bienes no extractivos. También con la salvedad de
a explotación forestal, ha ocurrido lo contrario.
218 JAMES O'CONNOR

De hecho, una tasa dada de expansión económica tiene probabilidades de dar


por resultado una tasa mayor de agotamiento y contaminación. Esto se debe a que
el departamento I, que es la fuente de crecimiento económico, es también el más
dañino para la naturaleza. En Estados Unidos, en 1987-1988, la refinación de
petróleo y productos de carbón, las sustancias químicas, metales primarios y papel
y pulpa (todos ellos bienes de capital) representaron el 22% de la producción
industrial total, el 13 del empleo, el 78 del uso de energía y el 88 de los subpro-
ductos tóxicos.2 La industria química, por sí misma, fue responsable del 58% de la
contaminación tóxica. El calentamiento global, la pérdida de biodiversidad y de
ozono, la lluvia ácida, la contaminación de los océanos, la desforestación, el agota-
miento de las reservas de energía y minerales metálicos, la pérdida de suelos y otros
grandes cambios ecológicos se deben todos a dos o más siglos de rápido creci-
miento de las economías capitalistas industriales (y las ex economías socialistas
estatales) que, a su vez, son en gran parte resultado del desarrollo y la expansión
de las industrias del departamento I.

LA CRISIS ECONÓMICA Y ECOLÓGICA

El capitalismo es un sistema expuesto a crisis. Las crisis económicas adoptan la for-


ma de rupturas en los circuitos del capital y se le presentan a éste como "barreras
que deben superarse". La mejor conocida de las barreras es "el capital mismo"
(Marx). Esto significa (entre otras muchas cosas) que la capacidad productiva (el
capital) tiende a aumentar más rápido que la demanda efectiva de mercancías
(realización de capital), deteniendo la acumulación de capital o sumiendo a la eco-
nomía en una recesión o una depresión.
El capitalismo también es dependiente de la crisis; el sistema necesita crisis
periódicas. Esto se debe a que la crisis económica es un mecanismo disciplinario
necesario y poderoso. En los periodos de boom un capital individual tiene la opor-
tunidad de rebasar a sus competidores si reduce sus costos, ofrece mejores servi-
cios, produce mejores artículos y demás; en las crisis y las malas épocas reducir los
costos, aumentar la flexibilidad, expulsar mano de obra humana y hacer produc-
tos nuevos y de mayor calidad a los mismos precios o aún más baratos, son asun-
tos de vida o muerte para el capital individual, la industria, o la economía en su
conjunto.
Las crisis económicas causan crisis ecológicas, pero de formas y tipos algo dife-
rentes de la degradación ecológica "normal" que acompaña la acumulación de capi-
tal. La crisis económica se asocia por lo general con la hipercompetencia y con una
obsesión por la eficiencia y la reducción de costos (es decir, un incremento de la

2 Michael Renner, "Saving Earth, creating jobs", Worldwatch, 5, 1, enero-febrero de 1992, p. 3.


LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS 219

tasa de explotación), de las que se derivan una mayor violencia económica y más
explotación biológica de los trabajadores, así como una mayor externalización de
los costos y, por consiguiente, más degradación ambiental. La crisis económica y la
reducción de costos estimulan también nuevas tecnologías modernizadoras y, por
lo tanto, nuevas formas de degradación ecológica (por ejemplo la contaminación
de alta tecnología), así como un renacimiento de tecnologías más viejas, ambien-
talmente riesgosas, antes prohibidas (por ejemplo el DDT en algunos lugares del
suroeste de Estados Unidos). La crisis económica se asocia también con intentos por
reducir el tiempo de circulación del capital, lo cual, a su vez, suele significar que los
negocios tienden a despreocuparse extraordinariamente de la salud de los trabaja-
dores, los impactos ambientales y sanitarios de los tipos de mercancías vendidas, la
viabilidad de las condiciones y la infraestructura urbana, y así sucesivamente.
En síntesis, la acumulación capitalista provoca ciertos tipos de problemas ecoló-
gicos de cierta seriedad; la crisis económica provoca problemas diferentes de dife-
rente gravedad. En cualquier momento dado ambos tipos se combinan (de mane-
ras desiguales) y coexisten.
Por otro lado, la crisis ecológica puede desencadenar una crisis económica. Los
problemas ecológicos autoinducidos del capital —escasez de materias primas que
se presenta por las fuerzas "normales" del mercado, mayores rentas de la tierra y
costos de congestionamiento, costos más altos de energía y así sucesivamente—
pueden tener el efecto de presionar sobre las utilidades y/o de plantear el riesgo
de inflación. Los efectos económicos negativos de las "crisis del petróleo" de los
setenta son buenos ejemplos de ello.
Además, los movimientos ambientales engendrados por las crisis ecológicas pue-
den exacerbar la crisis económica. Esta aseveración se basa en el hecho de que los
movimientos sociales, las luchas políticas y la política oficial median los cambios y
transformaciones ecológicos y económicos. Los movimientos ambientales (así
como los laborales, urbanos y otros), al luchar por proteger las condiciones de pro-
ducción (o condiciones de vida), por restaurarlas o por ayudar a decidir cómo se
las restructurará durante periodos de crisis, pueden tener el efecto no deseado de
elevar los costos y reducir la flexibilidad o libertad del capital, poniendo en peligro
o lesionando así la acumulación capitalista.
Lo anterior puede sintetizarse como sigue: la acumulación capitalista causa nor-
malmente crisis ecológicas de ciertos tipos; la crisis económica se asocia con pro-
blemas ecológicos en parte diferentes yen parte similares, de distinta gravedad; las
barreras externas al capital, en forma de escasez de recursos, de espacio urbano,
de una fuerza de trabajo asalariado saludable y disciplinada y de otras condiciones de
producción, pueden tener el efecto de elevar los costos y poner en peligro las uti-
lidades; por último, los movimientos ambientales y otros movimientos sociales que
defienden las condiciones de vida, los bosques, la calidad del suelo, la recreación,
las condiciones de salud, el espacio urbano y demás, también pueden elevar los
costos y volver menos flexible el capital (véase la figura 9.1).
A. Barreras internas nicamente para acumulad n de capital :

Sobreproducción de capital
ACUMULACIÓN CRISIS
DE CAPITAL ECONÓMICA
It Acumulación de capital mediante crisis

B. Barreras externas nicamente para acumulaci n de capital:

ACUMULACIÓN Acumulación de capital mediante crisis CRISIS


DE CAPITAL ECONÓMICA

1
CRISIS
ECOLÓGICA

C. Modelo completo

Sobreproducción de capital
ACUMULACIÓN CRISIS
DE CAPITAL ECONÓMICA
Acumulación de capital mediante crisis
(

Se

Movimiento ambientalista
CRISIS mediante crisis ecológica MOVIMIENTOS
ECOLÓGICA LABORISTAS/
AMBIENTALISTAS

FIGURA 9.1. Una tipología de la crisis.


LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS 221

De esta manera la acumulación capitalista y la crisis causan problemas ecológi-


cos que, a su vez (incluyendo la respuesta de los movimientos ambientales y socia-
les a estos problemas), pueden causar problemas económicos. Hay una relación
mutuamente determinante —en los niveles de la producción, las relaciones de
mercado, los movimientos sociales y la política— entre las tendencias económicas y
las crisis ecológicas. El capital tiende negarse a sí mismo cuando socava o destru-
yen sus propias condiciones de producción. En este sentido, las crisis ecológicas y
económicas son autoinducidas, y las reformas ambientales y socioeconómicas son
dos caras diferentes del mismo proceso general. O, por expresarlo en otros térmi-
nos, la política ambiental que no se ocupa de la forma en que funciona el capita-
lismo (cuando funciona) y la forma en que no funciona el capitalismo (cuando no
funciona), y la política económica que no se ocupa del problema de las condicio-
nes de producción en general y de la ecología en particular, tienen probabilidades
de fracasar o incluso de contribuir al deterioro de las condiciones ambientales.

CONCLUSIÓN

La naturaleza es un punto de partida para el capital, pero no suele ser un punto


de regreso. La naturaleza es un grifo económico y también un sumidero, pero un
grifo que puede secarse y un sumidero que puede taparse. La naturaleza, como gri-
fo, ha sido más o menos capitalizada; la naturaleza como sumidero está más o
menos no capitalizada. El grifo es casi siempre propiedad privada; el sumidero sue-
le ser propiedad común.
El grifo es, evidentemente, una metáfora del agotamiento de recursos; el sumi-
dero lo es de la contaminación. Desde luego, hay complejas conexiones internas
entre agotamiento y contaminación (véase el capítulo 10). Dejando esto de lado,
mi último argumento es que la producción capitalista da por resultado dos tipos
(no uno) de agotamiento y dos tipos de contaminación. Hay dos maneras de abrir
el grifo y dos de usar el sumidero (por emplear estos términos), y por lo tanto dos
tipos de crisis ecológica.
Esta afirmación se basa en la premisa de que el capital acumula a través de la cri-
sis económica. Por lo general la acumulación capitalista no produce buenas épo-
cas y después malas épocas; más bien produce buenas y malas épocas todo o casi
todo el tiempo. Esto quiere decir que las empresas, industrias y regiones capitalis-
tas en problemas económicos se ven obligadas a defender o a restablecer sus utili-
dades por medio de innovaciones técnicas, reducción de costos, mayor velocidad y
demás, y también invirtiendo en nuevas generaciones de productos de consumo.
No pueden ganar más dinero vendiendo mayor cantidad del mismo tipo de bienes
o vendiendo esos bienes más rápido porque (por definición) se enfrentan a una
demanda de mercado en lento crecimiento, estancada o en disminución. Se eleva
222 JAMES O'CONNOR U

así la demanda de alta tecnología para reducir los costos de muchos otros bienes y
servicios de capital, no porque los mercados de bienes finales sean fuertes o estén s
en expansión, sino porque son débiles o están en contracción. El resultado es que
la actividad económica en los sectores de bienes de capital de alta tecnología tien-
de a expandirse; por ejemplo, una gran parte de los negocios no militares de Sili-
con Valley se inició porque otras industrias, en otros lugares del país, estaban en pro- m
blemas.
A riesgo de una burda sobresimplificación de un proceso inmensamente com-
plejo, el proceso de acumulación a través de la crisis tiene dos tipos diferentes de
efectos sobre la naturaleza. Las industrias o regiones en problemas tratan de aho- i
rrar dinero descuidando la protección y la limpieza del ambiente. También pue-
den reintroducir sustancias prohibidas, como el DDT. Asimismo, si bien en estas
industrias puede reducirse la contaminación porque declina la producción total,
puede elevarse la contaminación total porque aumenta la contaminación por uni-
dad de producto. En el grifo de la naturaleza los capitales en problemas económi-
cos tienden a ser ecológicamente más descuidados en lo que toca a las técnicas de
exploración, extracción y procesamiento, el uso de la tierra y demás. Esto se debe
a que los periodos de crecimiento lento o nulo no están buscando energía, meta-
les y materias primas industriales per se, sino energía barata, metales baratos, etc.,
producidos con menos atención que de costumbre a la protección ambiental. Por
otro lado, las industrias o sectores en problemas casi con seguridad tratarán de usar
más eficientemente la energía y las materias primas que necesitan.
Sólo los estudios empíricos pueden determinar el complejo de nuevos proble-
mas ecológicos en el grifo y el sumidero de compañías, industrias y regiones que
se encuentran en problemas económicos. Lo que es seguro es que de alguna mane-
ra estos problemas serán diferentes de los de industrias o sectores económicos en
expansión. En estos últimos no hay, por definición, problemas de demanda de
mercado (hasta que aparecen los signos clásicos de la sobreproducción). Pero hay
problemas ecológicos asociados con el rápido crecimiento de nuevas tecnologías,
de la producción y la demanda. Para hacer frente a los mercados en expansión los
recursos se agotarán más rápido, y la eficiencia en lo relativo a uso de energía y
materias primas será una prioridad relativamente baja. Si bien estas industrias pue-
den permitirse destapar el sumidero de la naturaleza o mantenerlo limpio, no tie-
nen incentivos para hacerlo, a menos que se vean obligadas por las luchas sociales
y la legislación. En los ochenta y los noventa sólo el movimiento contra la sustan-
cias tóxicas tuvo un verdadero éxito, gracias a una especie de línea de "atrévete a
luchar, atrévete a ganar" en ese movimiento, a los efectos de las luchas locales mili-
tantes en los costos de eliminación de sustancias tóxicas, y a una nueva legislación
y reglamentación, que provocaron el nuevo interés de algunos sectores del capital
por la reducción de aquéllas en su punto de origen.
En síntesis, un conjunto de industrias o regiones está obsesionado por la reduc-
ción de costos; esta obsesión crea nuevas oportunidades de mercado para algunas
UMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS 223

strias de bienes de capital. Las industrias en problemas tienden a usar el grifo


sumidero de la naturaleza de maneras especiales, provocando el auge indus-
de otras formas (que no son, necesariamente, ni más ni menos conocidas des-
punto de vista ambiental). Por eso hay dos problemas ecológicos y potencia-
es de crisis (no uno), y se requieren dos tipos (no uno) de demandas y
mas políticas .
tas observaciones sugieren que las teorías de tipo marxista pueden decir más
la crisis ecológica que el liberalismo y otros tipos de pensamiento económi-
nvencional. Esto se debe a que los marxistas tienen una teoría de la crisis eco-
ica (o, más precisamente, teoríasde la crisis) que expresan las contradicciones
apitalismo. La teoría de la crisis nos lleva a hacer frente de maneras teóricas y
icas a estas contradicciones entre capitalismo y la naturaleza. Para concluir,
era instar a los economistas de mentalidad progresista que trabajan en pro-
as ecológicos a que presten atención a la teoría marxista y a la comprensión
ca y práctica que acarrea, e instaría a más economistas y científicos sociales
istas a utilizar el poderoso método del marxismo para arrojar luz sobre las ver-
ras fuentes de la crisis ecológica, para contribuir a transformar nuestra nave
ial en direcciones ecológicas socialistas.
10
EL DESARROLLO DESIGUAL Y COMBINADO
Y LA CRISIS ECOLÓGICA

INTRODUCCIÓN

Nadie ha teorizado sistemáticamente los efectos del desarrollo desigual y combi-


nado del capitalismo sobre la ecología natural humana. Supongo que esto se debe
sobre todo a que el posmarxismo (o el posmodernismo) más o menos sustituyó al
marxismo en el mundo académico aproximadamente en la misma época en que
los ambientalistas y los ecologistas empezaron a hablar de una "crisis ecológica
mundial". Si es así, tenemos un ejemplo más del viejo búho de Minerva que cierra
las alas al amanecer. O de tirar al niño (el método mar xista) junto con el agua de
la tina (la URSS y todo lo demás). Contamos con una plétora de nuevos estudios
de las condiciones ecológicas en diversos lugares del globo, así como con algunas
ideas más viejas sobre las "formaciones sociales capitalistas", los "modos de pro-
ducción", y el "desarrollo desigual y combinado" (este último concepto tiene casi
un siglo de antigüedad). Guiados por estos conceptos totalizadores ya bien proba-
dos (que, incidentalmente, los posmodernos nunca se molestaron en refutar),
podemos arriesgar algunas conclusiones provisionales.' Antes de aplicar estos con-
ceptos al tema en cuestión (la ecología global) , sin embargo, tenemos que recapi-
tular aunque sea brevemente los rasgos más destacados del "desarrollo desigual" y
del "desarrollo combinado". (Ya se aludió al significado de "modos de producción"
en el capítulo 1 de esta obra.)

DESARROLLO COMBINADO Y DESIGUAL

El desarrollo desigual suele definirse en términos político-económicos y socioeconó-


micos (las relaciones entre el estado de economía y las relaciones entre la clase

1 Esta visión del problema es unilateral y, por lo tanto, limitada. Este ensayo no se ocupa de las for
mas en que la destrucción de la ecología natural y la humana a manos del capitalismo y el imperialis
mo constituye una forma de autodestrucción, es decir, cómo tiene los efectos no previstos de elevar los
costos, limitar la variabilidad del trabajo y el capital, etc. Tampoco trata el crucial problema de la resis
tencia social y polio-ira a la clegraclarión proleigica,_quecasientoslos lados se asocia con lapobreza„ lo
movimientos sociales y la acción social, y las luchas de liberación nacional, que a su vez tienen podero-
sos efectos independientes sobre los costos del capital, la flexibilidad del capital, etcétera.

[224]
LA ACUMUIACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS 225

social y la economía, respectivamente). El objeto de estudio es la distribución espa-


cial desigual, históricamente producida, de industria, agricultura, minería, banca,
comercio, consumo, riqueza, relaciones de trabajo, configuraciones políticas y así
sucesivamente. El desarrollo desigual es un tema muy vasto, así que aquí sólo dare-
mos dos o tres ejemplos pertinentes a la distribución global de la explotación de
recursos y de la contaminación. Uno es el proceso histórico de "desarrollo" y "sub-
desarrollo" (o, más precisamente, el "desarrollo del subdesarrollo") , sobre el que
teorizó primero Paul Baran en los cincuenta y que ampliaron André Gunder Frank
y otros investigadores marxistas (incluyendo al autor) en los sesenta y los setenta.
Estas categorías se utilizaron para describir los dualismos o polaridades entre regio-
- nes que, por ejemplo, proporcionaban materias primas (el "tercer mundo") y las
e que monopolizaban la producción de bienes manufacturados (el "primer mundo",
l o los países "centrales" o "imperialistas"). O eran empleadas para explicar la pro-
e ducción y distribución de riqueza y pobreza (incluyendo los países ricos y los paí-
a ses pobres) en el mundo del neocolonialismo de los cincuenta y los sesenta. O se
a las usaba para teorizar por qué algunos países o regiones no llegarían a desarrollar
e formas de capital y trabajo asalariado, así como formas de gobierno político demo-
s crático liberal, que eran (y son) comunes en el Norte. En otro nivel teórico, el desa-
s rrollo desigual puede ser definido como la relación de explotación entre la ciudad
- y el campo (poder imperial/colonia; centro/periferia) como base de la reproduc-
i ción del capitalismo global en su conjunto. 2 Nadie lo expuso más gráficamente que
- Fidel Castro cuando describió La Habana prerrevolucionaria como la "cabeza hin-
, chada del cuerpo reseco" de Cuba.
- El desarrollo combinado puede definirse como una combinación particular de
- formas económicas, sociales y políticas características de las regiones "desarrolla-
y das" con aquellas que se encuentran en las regiones "subdesarrolladas" (o en el
" campo y la ciudad); una mezcla de formas nuevas y viejas de vida socioeconómica
o política (entendiendo "formas viejas" como formas socioeconómicas y políticas
producidas históricamente en algún momento del pasado). Tal vez el ejemplo más
importante de desarrollo combinado en la actualidad se relacione con la "nueva
economía global", en la cual el capital (siempre obsesionado con la maximización
de los aumentos de las utilidades) combina tecnología avanzada, organización
industrial y división del trabajo con mano de obra mal pagada y/o superexplotada.
- Esto representa, de hecho, una combinación de las condiciones de trabajo y las for-
e mas políticas del siglo xtx con la tecnología del siglo xxl, o los rasgos más rentables
del desarrollo y el subdesarrollo en una nueva unidad, financiada por la banca glo-
r- bal y organizada por las corporaciones transnacionales globales.
s- Más concretamente, desarrollo desigual significa que el capital industrial, finan-
s
s- 2 Este capítulo se basa en un simple modelo de desarrollo/superdesarrollo. Para un modelo más

os complejo y concreto de desarrollo dependiente y acumulación desarticulada véase Daniel Faber,


- "Dependent development, disarticulated accumulation and ecological crisis in Central America", Capi-
taus»,, Nature, Socialinn, 1, otoño de 1988.
226 JAMES O'CONNOR

ciero y comercial es acumulado más rápido, en bloques o conglomerados más


grandes y con mayor poder político, en unas regiones que en otras.IE1 capital esta-
ba compactado (y hasta cierto punto sigue estándolo, aunque ya menos con cada
década que pasa) especialmente en ciertas regiones de Europa, América del Nor-
te y Japón. En 1900, por ejemplo, las doce concentraciones de población más gran-
des del mundo eran también importantes centros industriales (Londres, Nueva
York, París, Berlín, Chicago, Viena, Tokio, San Petersburgo, Filadelfia, Manches-
ter, Birmingham y Moscú). Los hinterland de esas y otras zonas industriales depen-
dían de los centros industriales y eran explotados por ellos. La primera forma de
explotación en la era moderna fue la extracción de plusvalor agrícola para finan-
ciar la industrialización, alimentar a las poblaciones urbanas (incluyendo un pro-
letariado en rápido crecimiento), y proporcionar materias primas para la industria.
Los "hinterland urbanos" globales —las zonas mineras y agrícolas de África, Latino-
américa y Asia— fueron dominados por las potencias industriales (imperiales) e
integrados a sus respectivas economías. Con el tiempo, como ha planteado David
Harvey, los extensos ambientes construidos de las regiones industriales redujeron
la movilidad del capital. Mientras tanto los hinterland o la periferia de la economía
mundial se organizaron políticamente mejor, en diversos proyectos reformistas y
revolucionarios. En cierto momento la periferia empezó a funcionar relativamen-
te menos como proveedor de materias primas y más como abastecedor de fuerza
de trabajo humana para las fábricas en expansión y para otras instalaciones del
núcleo industrial y del desarrollo urbano general. Los complejos patrones de
migración interna e internacional de mano de obra dieron por resultado una rela-
tiva declinación de las poblaciones rurales y una rápida expansión de las poblacio-
nes urbanas e industriales. Muchas periferias siguieron siendo abastecedoras de
materia prima, algunas se convirtieron en rentables mercados para los excedentes
de bienes manufacturados de las áreas centrales, y todas se transformaron en sali-
das más o menos importantes para el exceso de capital del Norte.
Con las grandes rupturas del mercado mundial durante la primera guerra mun-
dial, la gran depresión de los treinta y la segunda guerra mundial, en el Sur se
pusieron en práctica programas de industrialización nacionalistas, descritos casi
siempre como "industrialización por sustitución de importaciones" (ist). Sin
embargo, con la declinación de ésta por una parte, y por otra la globalización del
capital industrial (productivo) a partir de los sesenta, en muchos de los antiguos
países del tercer mundo del Sur floreció una industrialización dependiente, guia-
da por las exportaciones. Lo mismo ocurrió con la industrialización semiautónoma
del noreste de Asia y, hacia los ochenta, también del sureste de Asia. Aquí los esta-
dos pudieron movilizar las identidades nacionales y étnicas y organizar una indus-
trialización guiada por las exportaciones con un creciente mercado nacional, "rela-
tivamente independiente" de lo que en el Occidente se consideran estructuras de
clase y relaciones de clase capitalistas "normales".
Se está dando un proceso largo y aún incompleto de desarrollo combinado. Se
CUMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS 227

era que para el año 2000 los doce centros de población más grandes sean la ciu-
de México, Sáo Paulo, Shanghai, Tokio-Yokohama, Nueva York, Pekín, Río de
iro, Bombay, Calcuta, Yakarta, Los Ángeles y Seúl, en ese orden, lo que indica
cuánta velocidad la urbanización del Sur está alcanzando la del primer mun-
No obstante, esta proyección no debe interpretarse como una total inversión de
relaciones centro-periferia: pese al desarrollo combinado y a la industrialización
bal, siete países (Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Francia, Japón, Alema-
Occidental, Italia), que tienen menos del 15% de la población mundial actual,
responsables de bastante más del 40% del consumo global. (Por otro lado, esos
es producen alrededor de un tercio de los cereales de todo el mundo, mientras
consumen una cuarta parte de los mismos.) Asimismo, se espera que para el
2000 las tres zonas más importantes del capital industrial sean Tokio-Yokoha-
Nueva York y Los Ángeles, todas ellas ubicadas en el primer mundo.
l desarrollo desigual se relaciona con la distribución global de los recursos, por
plo suelos, bosques, minerales, climas y demás, aunque no está determinado
ella. Algunas regiones ricas en recursos (América del Norte) se han converti-
en potencias industriales; otras (África central) no. Algunas potencias indus-
les son pobres en recursos (especialmente en energía, como Japón). Por ello la
ribución desigual del capital industrial tiene que explicarse antes que nada en
inos socioeconómicos y político-económicos.
n términos económicos, la tendencia del capital industrial a concentrarse y
tralizarse en términos de propiedad y control se ha asociado históricamente
la concentración espacial. "La necesidad de reducir los costos de circulación
capital, el trabajo y las mercancías —escribe D. K. Forbes— contribuyó origi-
ente a la centralización geográfica de la producción en pueblos y ciudades."
u vez, las aglomeraciones de capital y la urbanización aceleraron el crecimiento
os mercados de dinero, los mercados de masas de bienes de consumo y la dis-
ición de fuerza de trabajo. La existencia de economías de producción en gran
ala y de economías externas de escala, por ejemplo las reducciones de costo
ndo los capitales individuales utilizan la misma infraestructura física, y cuando
componentes y refacciones se pueden conseguir en el lugar, también fueron de
ortancia. Más aún, las tasas de utilidad tienden a ser mayores en las regiones de
ital industrial "aglomerado", lo que significa que el capital monetario que bus-
spacios de inversión gravita "naturalmente" hacia los bancos de las grandes ciu-
es y los mercados de acciones y dinero. El capital monetario generado en los
erland migra normalmente a los grandes centros bancarios o industriales. Por
plo, era más la regla que la excepción que las grandes zonas industriales,
ncieras y comerciales ordeñasen la economía agrícola y rural en general para
ner beneficios ("intercambio desigual"), lo cual en muchos países contribuyó
ubdesarrollo.

D. K. Forbes, The geography of underdevelopment A critica' survey, Londres, Croom Helm, 1984, p. 130.
228 JAMES O'CONNOR

El desarrollo desigual (tal como se lo describió) tiende a negarse a sí mismo de


dos formas generales: primero, más pronto o más tarde la concentración geográfi-
ca del capital industrial causa un incremento de los costos de transporte, trabajo y
otros; segundo, en las zonas de materias primas se crean abastecimientos crecien-
tes de tierra y mano de obra convertidas en mercancías, mercados, y gobiernos
"modernizados" y flexibles. Se produce un efecto por el cual los límites de espacio
elevan la renta de la tierra, porque los costos de congestionamiento aumentan, y
porque se desarrollan patrones cada vez más rígidos de utilización de capital y tipos
y pautas de uso de la infraestructura (por ejemplo, hay quienes han llamado a
Detroit una "mercancía compuesta"). Mientras tanto, la concentración de trabaja-
dores refuerza el poder de los sindicatos y de la mano de obra en el gobierno local.
Se desarrolla también una especie de "inercia geográfica" que inhibe la dispersión
geográfica del capital, sobre todo cuando las alianzas locales entre constructores,
dueños de la tierra, bancos, industria y trabajo colaboran para mantener su región
económicamente viable. Sin embargo, en algún momento habrá un "empujón"
hada la dispersión y descentralización de la producción, acelerado por nuevas tec-
nologías que reducen los costos de comunicación y transporte, miniaturizan el
equipo y demás. El capital asume las formas del desarrollo combinado porque la
nueva tecnología lo vuelve cada vez más flexible y capaz de adaptarse de manera
práctica a más contingencias, incluyendo cualquier fuerza de trabajo humana (cul-
tural) que se presente en los mercados de trabajo. Al mismo tiempo, el capital
industrial tiende a ser atraído hacia zonas más antiguas, no industrializadas, por-
que la capitalización de la agricultura mundial y el "cercado de las tierras comunes
del mundo" crea excedentes de trabajo y mercados potenciales. Los gobiernos
antidemocráticos que prometen libertad de reglamentaciones laborales, ambien-
tales y de otro tipo también ejercen una "atracción" sobre el capital industrial.

DESARROLLO DESIGUAL Y CONTAMINACIÓN

Los comentarios que siguen se ocupan, primero, del desarrollo desigual y de dis-
tintas formas de contaminación; segundo, del desarrollo desigual y el agotamiento
de recursos; tercero, del desarrollo combinado, la contaminación y el agotamien-
to de recursos; cuarto, de la forma en que los recursos se agotan indirectamente
como resultado de la contaminación; quinto, y a la inversa, de la manera en que
la contaminación es un resultado indirecto del agotamiento de recursos. El trata-
miento de este tema es tentativo y propositivo, no exhaustivo ni concluyente.
Hay una cosa indudable. Como regla general los peores desastres ecológicos y hu-
manos se producen en el Sur y en las "colonias internas" del Norte. Las víctimas
humanas de la degradación ecológica suelen ser los pobres-rurales —las masas con
poca o ninguna tierra para las cuales las cuestiones ecológicas son asunto de vida
LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS 229

o muerte—, así como los desempleados y los subempleados de las ciudades, al igual
que las minorías oprimidas y los pobres del Norte. Ejemplos de los efectos del ago-
tamiento de la tierra son la pobreza y el hambre generalizadas en el Sahel, en Afri-
ca, y la sobreexplotación de los recursos acuáticos por parte de Israel, que provoca
su rápido agotamiento y salinización a expensas de los palestinos (y en última ins-
tancia tal vez del mismo Israel). Ejemplos de los efectos de la contaminación sobre
pueblos oprimidos son el envenenamiento de los mineros de uranio indígenas de
Estados Unidos; los jornaleros agrícolas de México, diezmados por la enfermedad
y la muerte debida al envenenamiento con pesticidas; la muerte de decenas de per-
sonas en la ciudad de México (noviembre de 1984) cuando explotaron 80 mil
barriles de gas líquido; la muerte de millares y las lesiones a muchos miles de per-
sonas más en Bopal, India (diciembre de 1984) como consecuencia de infiltracio-
nes de isocianato de metilo empleado para fabricar pesticidas en la fábrica de
Union Carbide en esa ciudad (la sustancia tóxica se escurrió de los tanques de al-
macenamiento subterráneos; la planta, de apenas cinco años de antigüedad, se ubi-
caba en medio de los barrios bajos de la ciudad). Ejemplos de "desastres naturales"
que afectaron mucho más a los pobres y desamparados que a los que estaban mejor
desde el punto de vista material son los terremotos de la ciudad de México y de
Colombia en 1985, que mataron a millares de personas, en su mayoría pobres, a las
cuales sus respectivos gobiernos no protegieron de la posibilidad de erupciones
volcánicas, así como las inundaciones del Misisipi y de otros ríos, que suelen afec-
tar mucho más a los negros pobres que viven en la costa en sus inmediaciones que
a los blancos acomodados que se asientan en los terrenos más altos.
En la economía capitalista la "naturaleza" es el punto de partida de la produc-
ción pero generalmente no un punto de regreso. Sin embargo, los desechos indus-
triales, municipales y domésticos, y la contaminación industrial, municipal y casera,
son dos conceptos diferentes. Los desechos pueden ser potencialmente nocivos,
pero sus niveles pueden ser tan pequeños que se los vuelva a reciclar de manera
natural sin peligro para los sistemas ecológicos o los seres humanos, como ocurre
por ejemplo con el humo de los fumadores al aire libre. O puede ser de un tipo tal
que facilite su reciclado a la naturaleza sin efectos nocivos aunque existen grandes
cantidades, como por ejemplo el rastrojo de las cosechas.
En cualquier caso los desechos (o los subproductos de la industria y del consu-
mo) que llegan a tener una gran concentración espacial se convierten, más pron-
to o más tarde, en contaminación; en determinado momento no puede produ-
cine ya el reciclado natural. La separación entre pueblo y campo que se
desarrolló en la Europa feudal a partir del siglo xi fue, probablemente, la prime-
ra gran interferencia con el reciclado natural desde la Antigüedad. Parece dedu-
cine que cuanto mayor sea el desarrollo desigual del capital, mayor será la con-
centración espacial de industrias, viviendas y poblaciones urbanas, y más probable
resultará que determinadas cantidades de desechos de diferentes tipos se trans-
formen en una contaminación peligrosa. En Estados Unidos la fuente más gran-
JAMES O'CONNOR M

e contaminación del aire y por ruido son los automóviles de las áreas metro- c
tanas; la fuente más grande de contaminación del agua (al margen de la agri-
ura) son los desagües municipales de las grandes zonas industriales, con ele-
a concentración de manufacturas y actividades relacionadas, así como de
lación (en Estados Unidos alrededor del 40% de esos desechos consisten en
argas industriales). La industria electrónica, de gran concentración espacial
ejemplo Silicon Valley), transforma muchos productos de desechos en con-
inación tóxica simplemente debido a la concentración geográfica de los mis- o
. Otro ejemplo de los efectos del desarrollo desigual sobre la contaminación
e extraerse de las experiencias de las industrias química y petroquímica. De o
rdo con el Departamento de Protección Ambiental de Estados Unidos, en el e
hay unas seis mil plantas que producen sustancias químicas peligrosas. La t
oría de las mismas se concentran en comunidades obreras, sobre todo en dis- c
s de trabajadores de las minorías o negros. Las pérdidas y desechos de estas o
tas se concentran espacialmente y han demostrado ser peligrosas para los
s humanos y los ecosistemas naturales. Las implicaciones son claras: si se des-
tralizan la industria y la población, y todos los demás factores permanecen e
stantes (cosa que nunca ocurre), parte de la contaminación peligrosa se trans- m
ará automáticamente en desechos inocuos.
i


RROLLO DESIGUAL Y AGOTAMIENTO DE RECURSOS m
l
eoría del desarrollo desigual y la destrucción de la naturaleza fue esbozada ini- e
mente, de manera simple, por el mismo Marx. Afirmó que con el capitalismo
a inevitablemente una creciente división entre la ciudad y el campo (una divi- r
del trabajo entre el pueblo y el campo) que perturba el metabolismo básico
e los seres humanos y la tierra, es decir, la vuelta a la tierra de los elementos
sumidos por los seres humanos y por los animales. Aseveró que esta división del s
ajo violaba las condiciones naturales de una fertilidad perdurable del suelo, y i
ería raro que la historia demostrase que tenía razón. El desarrollo desigual no u
ólo la concentración de la producción industrial, el comercio, la población y d
ás en las zonas desarrolladas, sino también la concentración de la agricultura r
extracción de materias primas de las zonas subdesarrolladas, donde también se
erturbado el "metabolismo básico" entre la gente y la naturaleza. e
n la mayoría de estas zonas existen ahora sistemas sumamente desarrollados de
ecialización agrícola, en caso extremo monocultivos, o concentración en un t
ivo o un puñado de ellos para el mercado de exportación. No es exagerado r
ir que, históricamente, las estructuras industriales balanceadas e integradas d
centradas en el Norte y en las zonas industriales del Sur requerían o presupo- o
economías desequilibradas, especializadas y fragmentadas en el Sur, al menos r
MULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS 231

chos relativos al desarrollo económico global del siglo xix y el desarrollo


te la primera mitad del xx coinciden con esta opinión.
efecto del desarrollo desigual en términos de agotamiento de recursos (por
lo, un efecto de expansión sin control del monocultivo), ha sido la degrada-
e las condiciones del suelo. Un ejemplo famoso es la expansión descontro-
e la producción azucarera en el noreste de Brasil, que arruinó la tierra y
a la región en una pobreza profunda, de la cual realmente nunca se ha recu-
o. Un ejemplo contemporáneo bien conocido es el del Sahel, en África; for-
parte de los antiguos territorios del África Occidental Francesa y el África
orial Francesa, donde el ambiente ha sido arruinado por una combinación
ecialización de cultivos para exportación, la marginación de la agricultura de
tencia a tierras ecológicamente más frágiles, por parte de la agricultura de ex-
ción, y la reducción de la tierra disponible para el pastoreo. Esto ha produ-
obrepastoreo y hambre del ganado. En tiempos de sequía el (bien intencio-
gobierno francés excavó pozos para el ganado... con la consecuencia de que
bientes naturales en torno a los mismos fueron destruidos por la concentra-
e animales. El resultado ha sido la creciente fragilidad del ambiente y de la
mía, y el empobrecimiento generalizado de un pueblo que en alguna época
na economía de subsistencia bien integrada y regulada, basada en el inter-
io entre cultivadores y criadores de ganado. A estos últimos se les permitía
s animales pastaran en el rastrojo de las granjas de los primeros a cambio de
ércol, la principal fuente de fertilizante para todo tipo de cosechas. Hay otras
mías de exportación de materias primas, especializadas en uno o unos cuan-
ltivos, que le han prestado poca atención al manejo del suelo durante los
exportadores —tan desesperados están los gobiernos por las divisas extran-
, para pagarlo después con menor productividad y mayor pobreza, tal como
rrido en América Central.
segundo efecto del desarrollo desigual es la desforestación, el ejemplo con-
ráneo mejor conocido de la cual es la rápida destrucción de los bosques tro-
s lluviosos y de la flora y la fauna que dependen de los mismos. En la era del
ialismo, bajo la égida del colonialismo y de la expansión económica ciega,
ugar una vasta desforestación del mundo. En Estados Unidos es bien conoci-
destrucción de bosques nativos; simplemente desaparecieron, junto con las
ras y la vida de éstas (la última pradera verdadera, en Texas, está ahora en
debido al desarrollo) y la vida silvestre. La desforestación se produjo por dos
es generales, ambas relacionadas con el rápido crecimiento de la industria, el
cio y las exportaciones del capital internacional en el siglo xrx. La menos
tante fue la explotación directa de los recursos madereros, como las made-
ras de los bosques tropicales (hubo excepciones, como los bosques birmanos
dera de teca, tan valiosos que la Corona británica puso un alto a su explota-
omercial sin control). La razón más importante fue la tala de tierras foresta-
ra el pastoreo y la agricultura orientadas hacia la exportación a los países
232 JAMES O'CONNO

industriales o a las zonas industriales urbanas. La tala de bosques (por ejemplo en


Estados Unidos o en Birmania, donde los ingleses talaron las tierras bajas selvática
para dar cabida a una agricultura de exportación de base campesina) era impor
tante para garantizar la disponibilidad de materias primas y alimentos baratos para
las zonas capitalinas desarrolladas. La desforestación y las sequías, las inundaciones
y la sedimentación de los ríos que se producían invariablemente como consecuen-
cia de aquélla, fueron elementos esenciales en la edad dorada del capitalismo, era
que presenció la producción en masa de mercancías y también de inundaciones,
sequías y hambrunas. En síntesis, en lugar de sistemas de agricultura-silvicultura
integrados, explotación maderera permanente o de rendimiento sostenible, y res
pe to por la diversidad de la vida (la biodiversidad definida de diferentes maneras),
el desarrollo desigual y el subdesarrollo terminaron por despojar al mundo de la
mayor parte de su cubierta forestal. Sólo en los países industriales, especialmente
en Europa, el manejo forestal previno gran parte o casi todo el daño potencial (los
intentos por reforestar los Alpes se iniciaron a principios del siglo xix).
El tercer efecto del desarrollo desigual ha sido la rápida explotación de los com-
bustibles fósiles de los países subdesarrollados y desarrollados. El efecto combina-
do del imperialismo y el dominio colonial, junto con el gran poderío de los mono
polios energéticos, ha significado que los recursos de energía se han explotado
mucho más rápidamente de lo que hubiese ocurrido en un mundo en el cual la
naturaleza fuese un punto de retorno y no sólo un punto de partida para la pro-
du.cción material; es decir, en un mundo que les prestase atención a los desperdi-
cios municipales como fuente de energía, a la fuerza eólica y a la energía solar. El
imperialismo, los monopolios petroleros y las políticas estatales miopes militan en
contra de las políticas energéticas racionales. En Gran Bretaña, en los ochenta, se
tiraba cada año, como relleno, el equivalente de seis millones de toneladas de car-
bón (que representaban en ese momento alrededor de la mitad de la demanda
industrial de energía de Inglaterra, excluyendo la utilizada para la producción de
electricidad, y hierro y acero). En Estados Unidos sólo había en funcionamiento o
en etapa de planeación 120 plantas de recuperación de energía de materiales de
desecho. El 95% de los desechos municipales se usaba como relleno: unos 150
millones de toneladas de desechos sólidos al año, más o menos dos kilos por per-
sona por día. El equivalente, en materia de energía, eran más o menos 56 millones
de toneladas de carbón o 225 millones de barriles de petróleo.
Japón y, en menor medida, Europa Occidental, han sido más cuidadosos. En
Japón los desechos municipales usados como relleno se redujeron del 42% en los
setenta al 32% en los ochenta. En Japón los costos de la energía y de la tierra, y por
ende los del capital, son tan altos que la conservación resulta esencial; de esta
manera se mitigan algunos de los efectos del desarrollo desigual en el agotamien-
to de las fuentes de energía. Así, el efecto del crecimiento exponencial de la
demanda de energía durante 1-ow últimos cien años sobre el agotamiento de los
combustibles fósiles —aunque el carbón se ha extraído desde hace unos 800 años
OR IA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS 233

n bastante más del 50% del carbón producido a lo largo de la historia se sacó de la
as tierra entre 1940 y 1980— ha sido cancelado en parte por una combinación de con-
r- centración espacial capitalista, de límites ffsicos espaciales y de planeación estatal.
a Las consecuencias ecológicas del desarrollo desigual han sido grandes, no sólo
s como resultado de la degradación y pérdida de suelo, la desforestación, la sequía
- y aridización y el agotamiento mineral, sino también debido a los efectos que sobre
a las zonas productoras de materias primas ha tenido la migración de la mano de
, obra, a medida que la gente busca empleo en zonas en desarrollo o industriales.
a En las regiones en las cuales se concentra capital industrial se descuida la tierra de
s- granjas, colinas y montañas; la escasez de mano de obra impide el manejo tradi-
, cional de la tierra; hay poco dinero para realizar buenas prácticas agrícolas y hay
a una extrema pobreza. Ejemplos de ello son el norte de Portugal, donde en los
e sesenta los varones emigraron a la Europa industrial o al área de Lisboa en busca
s de empleo, y las áreas de colinas y montañas de la región de Lombardía, en Italia,
que se están convirtiendo en desiertos.
- Se podría aplicar un modelo algo más complejo de desarrollo desigual y degra-
- dación de la naturaleza a los países o regiones que se especializan en producción
o- tanto agrícola como mineral para la exportación, y en la cual la contaminación por
o los desechos y desperdicios o por el humo de las instalaciones mineras da como
a resultado la degradación agrícola y el agotamiento del suelo. La Falconbridge Cor-
- poration de Canadá, por ejemplo, tiene minas de níquel en el distrito de Bonao,
- en República Dominicana, donde los agricultores afirman que el humo de las
l minas tiene efectos adversos en los suelos y el rendimiento de las cosechas. A la
n inversa, las inundaciones y sequías debidas a la desforestación (una clase de agota-
e miento de recursos) pueden tener el efecto de aumentar la contaminación del
- agua y de otros tipos.
a En las zonas productoras de materias primas, el ecólogo africano Calestous
e Juma ha resumido así la situación de muchas regiones pobres: 11 el rápido creci-
o miento de la agricultura de exportación en el Sur empuja la agricultura de sub-
e sistencia hacia tierras marginales, más frágiles. Puede afirmarse que el "peor caso"
0 es Haití, donde los campesinos de subsistencia se apiñan en laderas estériles,
- mientras las agroempresas poseen las mejores tierras de los valles. La agricultura
s de exportación concentra la tierra en manos de las agroempresas. 2] Los térmi-
nos de comercio, cada vez peores, entre el Sur y los países desarrollados (es decir
n los precios menguantes de las materias primas en términos de los precios de bie-
s nes manufacturados) significan que frecuentemente los países del Sur tienen que
r exportar cada vez más para mantener determinados niveles de importación. 3]
a Esto implica que la tierra destinada a los cultivos de exportación se explota más in-
- tensivamente, utilizando más fertilizantes y pesticidas químicos, junto con más
a fuerza de trabajo humana. El resultado es un mayor número de problemas ocu-
s pacionales graves de salud (el envenenamiento químico de los trabajadores agrí-
s colas se restringe casi exclusivamente al sector de exportación, en el cual se utili-
234 JAMES O•CONNOR

za la mayor parte de las sustancias químicas). 4] La expansión de las cosechas de


exportación requiere más desforestación, así como la transferencia de tierras fér-
tiles de los pobres a los ricos, lo cual fuerza a los campesinos con poca tierra o sin
ella hacia áreas aún más marginales, con ecosistemas frágiles. 5] Dentro de los paí-
ses subdesarrollados, sobre todo de África, se consumen cada vez más recursos en
las áreas urbanas. 6] Los bajos precios de los alimentos, que se mantienen para con-
servar el orden social de las clases trabajadoras urbanas, crean una presión cons-
tante sobre los cultivadores que producen cosechas de alimentos locales para que
amplíen su producción, lo que crea más degradación ambiental. 7] Todo esto ha
producido terribles cambios sociales; por ejemplo, la reaparición de infecciones
parasitarias y enfermedades crónicas de uno u otro tipo. Los sistemas agrícolas
intensivos han acelerado la presencia de malaria y de esquistosomiasis. En con-
junto, el capitalismo mundial, dado el desarrollo desigual, ha sido un desastre
para cientos de millones de personas.
El desarrollo capitalista desigual, así, tiende a causar contaminación masiva en las
zonas industriales y degradación masiva de tierra, suelos, vida vegetal y demás en
las zonas productoras de materias primas. También provoca sobrepoblación (en el
sentido de sobreproletarización y pobreza generalizada) en las zonas subdesarrolla-
das, lo cual acelera la degradación de la naturaleza (mientras tanto, la agricultura
de los países desarrollados se vuelve cada vez más intensiva en energía). En el con-
texto de los movimientos de la economía mundial como un todo, durante las épo-
cas económicamente difíciles los productores de agricultura para exportación y de
agricultura de subsistencia procuran mantener su ingreso expandiendo la produc-
ción y, con ello, empujando aún más a la naturaleza contra sus límites ecológicos.
Lo que ocurrió históricamente, y sigue pasando, es que los suelos y los recursos
del Sur y las zonas de materias primas del Norte se exportaban y, en parte, se
siguen exportando por la vía de la producción e intercambio de mercancías y la
acumulación de capital, para hacer su aparición en las zonas industriales en forma
de desechos y contaminación. Resulta interesante especular sobre la posibilidad de
que la contaminación industrial sea, indirecta o directamente, una forma de mate-
ria fisica que en algún momento asumió la forma de suelos ricos, combustibles fósi-
les, minerales, bosques y demás, en las zonas productoras de materias primas. De
esta manera el agotamiento del suelo, la devastación de los bosques y cosas pareci-
das, así como la contaminación y la pobreza generalizada de Sur, constituyen un
único proceso histórico... "un gran hecho".

DESARROLLO COMBINADO: CONTAMINACIÓN Y AGOTAMIENTO DE RECURSOS

Desarrollo combinado quiere decir que el capital procura combinar formas socioe-
conómicas de la manera más rentable posible. Esto ocurre por lo menos de dos
MULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS 235

s simultáneos: primero, se da la emigración de personas con poca o ninguna


de los campos del Sur a sus ciudades, y del Sur al Norte, lo que también es un
del desarrollo desigual. Segundo, se da la emigración de capital y tecnología
triales, financieros y afines en busca de mano de obra barata, disciplinada, y
ercados nuevos, en países en los cuales los gobiernos están más que dispuestos
rimir a los sindicatos e ignorar las reglamentaciones ambientales a cambio de
r capital. En Estados Unidos el gobierno ha estimulado el desarrollo combina-
r medio de la regionalización y la globalización de capital. En mayo de 1986

bunal federal emitió una decisión que da libertad a las corporaciones multinacionales
unidenses para dispersar sus fábricas en el extranjero, cualesquiera que sean los ries-
ue presenten para los habitantes del lugar [...] El juez dejó en claro, asimismo, que
multinacionales pueden evitar la responsabilidad plena por las prácticas globales noci-
ultándose detrás de subsidiarias, asociaciones y diversos acuerdos económicos y tec-
icos. 4

el primer caso son atraídos a las zonas industriales más antiguas mano de
barata, ilegales y trabajadores sin derechos; tienden a reducirse los salarios
todos; las condiciones de trabajo suelen deteriorarse; se debilitan los sindica-
umentan los problemas de salud y seguridad ocupacionales, y suelen empeo-
s condiciones ambientales. Mientras tanto, las zonas rurales se ven privadas de
mero mayor de sus mejores trabajadores jóvenes, tanto varones como muje-
o que produce mayor descuido de la tierra y, en general, daño ecológico. Se
aron ya la campiña de Lombardía y el norte de Portugal; en relación con este
lema se pueden mencionar también ciertas partes de la Turquía rural y la
de los Apalaches, en Estados Unidos.
el segundo caso la emigración de capital crea nuevas zonas de industria en
nes de excedente de mano de obra (trabajo barato) y capitaliza la agricultu-
contaminación del Norte se "exporta" al Sur.Sustancias químicas prohibidas
Norte aparecen en la producción industrial y agrícola del Sur. Se utilizan esti-
relaciones laborales antiguos y más explotadores; se descuidan la salud y la
idad ocupacionales, y las zonas industriales urbanas crecen sin control, crean-
oblemas de vivienda, eliminación de residuos, tráfico y otros.
s niveles de contaminación del aire en ciudades del Sur (como Ankara, Bang-
Bombay, Buenos Aires, El Cairo, Calcuta, Caracas, Manila, México, Río de
ro, Sáo Paulo, Seúl y Teherán) son mucho peores que los de las ciudades
es del mundo desarrollado. El peor responsable es el escape de los motores.
o de madera, estiércol y carbón para cocinar y calentar intensifica el proble-
lgunas ciudades padecen inversiones térmicas y falta de circulación del aire.
orea, Seúl, con ocho millones de habitantes, sufre por las emisiones altas en

ay Everest, "More Bohpals", Nation, 21 de junio de 1986.


236 JAMES O'CONNOR

azufre producidas por los autos, el gas de uso doméstico y el empleo de aceite de
desecho como combustible para calefacción en muchos edificios y fábricas.
En los casos en que en el sector exportador se combinan una administración
avanzada, con métodos financieros y tecnológicos, y métodos más tradicionales de
producción agrícola, el desarrollo combinado profundiza el desarrollo desigual,
con el consecuente daño ecológico. El ejemplo mejor conocido es la "revolución
verde". La capitalización de la agricultura en el Sur bajo el emblema de la revolu-
ción verde significa que los agricultores

escogen las "mejores" semillas, las plantan uniformemente en el área más grande posible, y
les aplican fertilizantes químicos. La reducción de la agricultura a esta simple fórmula deja
las cosechas expuestas a ataques y los suelos sumamente vulnerables al deterioro [...] Esa
agricultura reduccionista hace de los fertilizantes y pesticidas químicos productos necesarios
para protegerse de su propia vulnerabilidad. 5

Las semillas de alto rendimiento necesitan mucha agua y fertilizantes, son me-
nos resistentes a las enfermedades que las simientes "nativas", y resultan más sensi-
bles a las condiciones de sequía o inundación.
En síntesis, desarrollo combinado significa exportación de la contaminación y
exportación de productos peligrosos, tanto medios de producción como medios
de consumo. Lo que se transfiere de Norte al Sur no es sólo capital y tecnología
sino también un conjunto de costos sociales y ambientales. Si vemos el mundo
como un escenario de acumulación de capital en el cual ambas formas de desa-
rrollo combinado se producen dentro del contexto del desarrollo desigual, pode-
mos plantear las siguientes hipótesis tentativas. Primero, el trabajo mal pagado y
desorganizado del Sur y las organizaciones laborales debilitadas del Norte son inca-
paces de evitar la destrucción ambiental y el daño a la salud de trabajadores y
comunidades. Segundo, la combinación de alta tecnología con trabajo barato ele-
va globalmente los "costos sociales", así como las extemalidades y la tasa de explo-
tación, por ende la tasa de utilidad, por ende la velocidad con que se usan y des-
truyen los recursos, y también la tasa de contaminación en todas sus formas. El
resultado es una espiral perpetua de destrucción ecológica y humana.

CONCLUSIÓN

En determinados países y regiones del globo hay patrones específicos, únicos, de


destrucción de la naturaleza. Por consiguiente, para entender las causas del daño

' 5 Frances Moore Lappé y Joseph Contra, FeTocl-~ ~the rnyt ► tfscarcity, Bustun, H uuglitun Mif-
flin, 1977, p. 164.
LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS 237

ecológico en cualquier lugar del mundo se requiere un "análisis concreto de situa-


ciones concretas"; ninguna generalización, por teóricamente compleja que sea,
captaría la singularidad de regiones y países específicos. En particular deben
tomarse en cuenta, entre otros factores, los efectos de la tasa y el patrón de acu-
mulación capitalista, el tamaño de la organización de las empresas capitalistas y la
clase de tecnologías utilizadas, así como la forma particular de desarrollo desigual
y combinado que se manifiesta en una región dada. Puerto Rico era un buen ejem-
plo (y en forma limitada aún lo es) de los efectos conjuntos del desarrollo desigual
y combinado. Hay degradación y pérdida del suelo, desforestación, contaminación
del aire y del agua, problemas de salud pública y desagües urbanos, derrames de
petróleo, riesgo por los desechos tóxicos y envenenamiento por pesticidas. El desa-
rrollo desigual ha dado por resultado la destrucción de muchos recursos naturales;
el desarrollo combinado ha añadido contaminación, problemas de desechos tóxi-
cos y demás. Cuando se conjuntan el desarrollo de capital desigual y combinado,
parecería que la supercontaminación de las zonas industriales puede explicarse
por la superdestrucción de la tierra y los recursos en las zonas productoras de mate-
rias primas, y viceversa. El agotamiento de recursos y la contaminación dependen
uno de la otra; son el resultado necesario del mismo proceso universal de "valori-
zación" del capital.
Así, el agotamiento y la contaminación no son asuntos independientes. La
riqueza natural del mundo se agota y se convierte en basura, muchas veces basura
peligrosa, por medio de la acumulación global de capital. Y los subproductos inde-
seados —la contaminación— tienen el efecto de agotar los recursos. En términos
formales, cuanto mayor es la tasa de utilidad, mayor la tasa de acumulación y mayor
la tasa de agotamiento que lleva, indirectamente, a una tasa mayor aún de conta-
minación. Por ejemplo, la extracción y producción de petróleo agota los recursos
de combustibles fósiles; el petróleo se convierte en productos petroquímicos noci-
vos para la gente y la naturaleza. La extracción de uranio agota los recursos y per-
judica la salud de los mineros y otras personas, al tiempo que da por resultado,
indirectamente, más contaminación (por ejemplo por escapes de las plantas
nucleares). Asimismo, y si los demás factores no se modifican, cuanto mayores sean
las tasas de utilidad y de acumulación mayor será la contaminación directa y mayor
también el agotamiento indirecto de la naturaleza.
11
TECNOLOGÍA Y ECOLOGÍA

La visión dominante en Occidente desde el iluminismo del siglo xvm es que la


ciencia y la tecnología, combinadas con la propiedad privada y la economía de
mercado, generan dos tipos de libertad: libertad de los destrozos de una naturale-
za desconocida e incontrolable, y libertad para apropiarse de ella y manipularla de
maneras racionales a fin de incrementar la "riqueza de las naciones". Se supone
que la tecnología nos protege de la furia de la naturaleza y, al mismo tiempo, nos
enriquece con sus tesoros. Un corolario es que cuando los misterios de la natura-
leza ceden a la razón científica y la racionalidad capitalista, los seres humanos se
liberan de una vida de trabajo duro y embrutecedor. El mismo Marx cayó en esta
idea del progreso, y por esta razón se lo ha llamado "el verdadero heredero de la
Ilustración".
Esta visión ha sido cuestionada por la escuela de la teoría crítica, que ha soste-
nido que la ciencia y la tecnología se han convertido en medios de represión, no
de emancipación. El optimismo iluminista por la ciencia y la tecnología ha sido
cuestionado también por ecologistas radicales, feministas, economistas políticos y
otros, que coinciden en que el futuro, tanto del trabajo (en ambos sentidos de la
palabra) como de la naturaleza, depende del futuro de la tecnología, pero que
piensan que gran parte de la tecnología capitalista, si acaso no toda, es en realidad
una fuerza de opresión, explotación y destrucción. En esta visión crítica, la tecno-
logía capitalista no ha liberado a la especie humana de las fuerzas ciegas de la natu-
raleza y de la obligación del trabajo pesado, sino que más bien ha degradado la
naturaleza y vuelto gran parte del destino humano más duro, no más seguro ni más
fácil. Las armas atómicas y la energía nuclear, una miríada de sustancias químicas
tóxicas, la bioingeniería, el crecimiento exponencial de la quema de combustibles
fósiles, y otras tecnologías y prácticas técnicas peligrosas, ponen en peligro (se
dice) la vida misma del planeta. La robótica, las computadoras, las máquinas herra-
mienta de control numérico, la comunicación satelital, la tecnología de nuevos
materiales, las "revoluciones verdes" y otras tecnologías que aumentan el control
social y reducen el trabajo socialmente necesario representan una amenaza para
las condiciones de trabajo y dan por resultado desempleo y subempleo, creciente
desigualdad social y material, pobreza y miseria en muchos lugares del mundo.
La ciencia y la tecnología, vistas universalmente, alguna vez, como buenas, per-
dieron así su escudo de inmunidad y quedaron expuestas a una gran variedad de
críticas. Los críticos tratan a la ciencia y la tecnología capitalistas, en el mejor de los
casos, como ventajas ambiguas y, en el peor, como fatalmente conectadas con las

[238]
iones de clase, el sexismo y el racismo. La jerarquía políticamente determina-
la ciencia (se afirma) ha elevado las ramas involucradas con la destrucción de
turaleza por encima de las ciencias que proporcionan un conocimiento siste-
co de esa destrucción. La agroecología, la biología de la conservación, la epi-
iología, la ecología histórica, la geografia cultural, la economía ecológica, la
omía política y la teoría social y crítica (entre otras) —tareas esenciales para el
eso de recuperar la naturaleza— siguen teniendo poco financiamiento y poco
nal. Las ciencias agrícolas y el conocimiento popular se devalúan en los círcu-
ficiales. No obstante, pese al creciente escepticismo acerca de la capacidad de
ncia y de la tecnología para resolver "problemas", muchos destacados ambien-
as y prácticamente todas las personas responsables de tomar decisiones empre-
les y gubernamentales conservan su fe en las soluciones tecnológicas para los
lemas ecológicos y económicos globales. El ejemplo más importante es el
so Informe Brundtland, que afirma que hay soluciones tecnológicas para la
peración ambiental, el crecimiento económico y el alivio de la pobreza.'
ientras tanto, los "nuevos movimientos sociales" también están cuestionando
icacia ecológica de la tecnología moderna, así como las fundamentaciones y
de la ciencia occidental. Movimientos sociales de alcance mundial, unidos
el estandarte de la reducción de fuentes de contaminación o por la produc-
limpia, procuran abolir tecnologías nocivas, impedir la introducción de téc-
potencialmente peligrosas, desarrollar tecnologías alternativas y compensar a
íctimas de daños tecnológicos previos. 2 Estos movimientos suelen actuar den-
fuera de las estructuras existentes de poder, pero en ocasiones trasponen la
entre las concepciones convencionales y alternativas de la sociedad. Lo qué
andan es "el gobierno social de la tecnología" (Barry Commoner) o "la toma de
iones democráticas desde las bases" (Mary Clark). 3
ara ocuparnos de la cuestión de los efectos ecológicos y humanos de la tecno-
tenemos que hacer una breve revisión de sus funciones en el capitalismo

orld Commission on Environment and Development, Our common future, Oxford, Oxford Uni-
Press, 1987.
éanse Anil 1C Gupta, "Survival under stress in South Asia: A socio-ecological perspective on far-
isk adjustment and innovations"; Vmod Vyasulu, choosing environmentally sound and self-
t technologies: Reflections on Indian experience"; Richard Levins, "The struggle for ecological
lture in Cuba", Capitalism, Nature Socialism, 5, octubre de 1990.
Estados Unidos la Campaign for Responsible Technology [Campaña por una Tecnología Res-
ble], de reciente creación, que incluye a National Toxics Campaign, Greenpeace, Southwest Orga-
Project, Clean Water Action Project, Friends of the Earth, Communications Workers of America
has otras organizaciones, parece estar trabajando en todos esos frentes. Chellis Glendinning (When
logy wounds: 77w human cotuequences of /floras, Nueva York, Morrow, 1990) encabeza la lucha por
una unión de grupos similar a National Association of Radiation Survivors, Asbestos Victims of
ica, Dalkon Shield Network y muchas más (New Options, 67, 28 de mayo de 1990, p. 1).
arry Commoner, Making pean with the pland, Nueva York, Pantheon, 1990; Mary Clark, Ariadne's
, Basingstoke, Macmillan, 1989.
240 JAMES O'CONNOR

moderno. Es un problema complejo porque la tecnología tiene significados y fun-


ciones sociales, políticos e ideológicos, así como económicos, específicos. 4 Tam-
bién es una cuestión importante porque gran parte de la bibliografia ecológica y
ambientalista sobre tecnología presenta visiones unilaterales, simplistas, del tema.
La función económica más importante de la tecnología capitalista consiste en
maximizar los aumentos de producción por unidad de tiempo de labor en el sitio
de trabajo. Elevar directa o indirectamente la productividad del trabajo reduce el
costo de producir bienes de consumo, el contenido del valor de la canasta básica o
el tiempo de trabajo socialmente necesario, y (si no se modifican otros factores)
eleva la explotación del trabajo y las tasas de utilidad y acumulación capitalista.
El diseño y la forma de la tecnología de producción tienden a ser diferentes
cuando los mercados están en expansión que cuando la demanda del mercado se
estanca o se contrae. Durante las expansiones económicas la nueva tecnología tien-
de a aumentar la producción, y en periodos de estancamiento o contracción a
reducir los costos. Así, es probable que los efectos de la tecnología sobre la natu-
raleza sean diferentes en las buenas y en las malas épocas, porque tiende a ser dife-
rente el tipo de cambio tecnológico (véase el capítulo 9) .
El mecanismo económico por el cual los cambios de la tecnología de produc-
ción (la denominada innovación de procesos) aumenta la productividad y las uti-
lidades está oculto. Cuando los capitales individuales introducen técnicas que
bajan los costos (aumentan la productividad), da la impresión de que obtienen
más "utilidades". Como pueden producir más barato que sus competidores, es pro-
bable que sus ingresos en relación con los costos sean más altos. No obstante, estos
ingresos no son "utilidades" sino una forma de renta económica, llamada "renta
tecnológica". Son dinero del cual se apropian los capitales individuales porque

4 Tiene razón Langdon Wmner cuando dice que "toda nuestra forma de vida está cada vez más
mediada tecnológicamente. Ya no es posible separar a la sociedad de la tecnología, ni a la política de la
tecnología, ni a la cultura de la tecnología. La vida que nos rodea está influida en gran medida por deci-
siones en materia del diseño y la forma de la tecnología" (citado en New Options, op. cit.; véase también
The inhale and the reactor: A search for limite in the ags of high technoloc, Chicago, University of Chicago Press,
1986). Pero el diseño y la forma de la tecnología están condicionados, también, por la sociedad, la polí-
tica y la cultura, así como por la economía; por ejemplo, la tecnología del transporte y de la comunica-
ción, que funcionan en términos de la organización del capital al igual que de la producción y la reali-
zación del valor,
5 La reducción de costos en las épocas económicamente dificiles lleva a un aumento de la contami-
nación por unidad de producción, lo cual puede elevar la contaminación total. En relación con ello
escribe David Peerla: "El movimiento ambientalista procura reducir las descargas de sustancias tóxicas
de los molinos de pulpa, disminuyendo, por ejemplo, las descargas por unidad de producción. Duran-
te un boom la descarga por unidad de producción puede reducirse pero, debido al aumento absoluto en
la producción total, la cantidad total de elementos tóxicos puede elevarse. La suciedad de un molino
no sólo es función de un criterio específico de descarga sino también del hecho de que haya una expan-
sión o una contracción económica. Por eso no basta con que el movimiento ambientalista se limite a
tratar de reducir los niveles de descarga; tiene que pensar (como lo está haciendo ahora) en cambiar el
proceso de producción. De ahí se deriva el movimiento por descargas nulas o producción limpia."
LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS 241

poseen un recurso valioso que, temporalmente, no está disponible para los capita-
les competidores.
Sin embargo, así como algunos capitales tratarán de aventajar a otros introdu-
ciendo nuevas tecnologías de producción, otros capitales tratarán de imitar o supe-
rar a los innovadores, so pena de fracaso económico. Cuando los capitales compe-
tidores introducen las mismas innovaciones u otras mejores las "rentas"
desaparecen; hay una declinación general de los costos, y los capitales que encabe-
zaron la innovación de procesos pierden sus presuntas utilidades. Sin embargo aho-
ra es posible que todos los capitales que producen la misma mercancía lo hagan a
menores costos. La productividad se ha incrementado en la industria en su con-
junto (o, en el caso extremo, en la economía en su conjunto). Si la innovación se
restringe a determinada industria de bienes de consumo, la reducción de los cos-
tos de la canasta de consumo (o trabajo socialmente necesario) será pequeña. Si la
innovación se introduce en una industria de bienes de capital que proporcionan
maquinaria, tecnología y demás a una gran gama de industrias de bienes de con-
sumo, la declinación del costo de producir la canasta media de consumo será gran-
de. En este último caso los salarios en efectivo pueden reducirse sin afectar de
manera adversa el nivel de vida de los trabajadores. En ciertas condiciones pueden
subir tanto los salarios en efectivo como las utilidades. La forma en que se distri-
buyen entre el capital y el trabajo los aumentos de lo que Marx llamó "plusvalor
relativo" depende de muchos factores, el más importante de los cuales es la lucha
por los salarios, los horarios y las condiciones de trabajo. En los cincuenta y los
sesenta, por ejemplo, los trabajadores de la mayoría de los países capitalistas desa-
rrollados compartieron con el capital, de forma más o menos igualitaria, las ganan-
cias por productividad. En cambio, en los ochenta y los noventa, en Estados Unidos
(y cada vez más en otras economías industriales) el capital se apropió relativamen-
te de más ganancias por productividad, en forma de intereses, rentas y utilidades.
La segunda función económica del cambio tecnológico es reducir los costos de ex-
tracción de materias primas y combustibles y/o aumentar la eficiencia del uso de
aquéllos. El primer caso puede ilustrarse con las nuevas técnicas de extracción
minera que permiten que el capital industrial compre a menores precios una can-
tidad dada de materias primas. Un ejemplo del segundo es la mayor eficiencia para
la utilización de combustibles fósiles por parte del capital industrial norteamerica-
no a fines de los setenta y en los ochenta como resultado de las dos "crisis petrole-
ras" de los setenta.
Una tercera función económica de la tecnología capitalista es desarrollar nue-
vos bienes de consumo, incluyendo algunos que remplazan otros ya existentes y
que por lo tanto, potencialmente, expanden los mercados de consumo. Cuando la
tecnología se diseña y conforma para crear productos de consumo nuevos o mejo-
.

rados, de no modificarse otros factores, el tiempo de circulación del capital decli-


na y la tasa de utilidad se eleva. En síntesis, las nuevas tecnologías de producción y
materias primas aumentan las utilidades potenciales; la innovación de la produc-
242 JAMES O'CONNOR

ción para el consumo permite que el capital realice estas utilidades potenciales en
el mercado.
Estas tres funciones económicas están estrechamente relacionadas con las fun-
ciones sociales y políticas de la tecnología. En la moderna "sociedad tecnológica",
basada en sistemas avanzados de comunicaciones, entre otros, la "racionalidad ins-
trumental" se ha vuelto universal, y la misma tecnología es reificada. 6 Las conexio-
nes internas entre los significados económicos, sociales y políticos de la tecnología
son tan complejas que no se ha formulado aún un análisis teórico satisfactorio del
problema en su conjunto.
No obstante, algunos puntos teóricos importantes pueden tener aplicación
general. En la producción capitalista funcionan simultáneamente dos procesos. El
primero involucra la producción de valores de uso, y el segundo la producción de
valor de cambio. El primero es un "proceso de trabajo": la relación entre los traba-
jadores, los técnicos y otros que participan en la producción directa y las materias
primas proporcionadas por la naturaleza. Ejemplos de ello son cosechar el trigo,
moldear metales y embotellar leche. El segundo es un "proceso de valorización",
una relación social en la cual el capital extrae plusvalor de los trabajadores. En
otros términos, en la producción la gente produce mercancías usando o transfor-
mando los elementos de la naturaleza y, en este proceso, la clase capitalista se apro-
pia de la riqueza excedente de las clases trabajadoras que las producen.
La producción de riqueza excedente y su extracción por parte del capital pre-
supone que la administración capitalista disciplina y controla de manera eficaz a la
fuerza de trabajo. Los métodos de disciplina y control varían mucho, de acuerdo
con el tamaño y las aptitudes de la fuerza de trabajo, el tipo de industria y muchos
otros factores. Sin embargo hay una generalización que se aplica a la mayor parte
de los lugares de trabajo capitalistas, si no a todos. Por un lado, la tecnología se usa
para producir riqueza especializando y dividiendo el trabajo; es decir, produce una
forma determinada de cooperación técnica entre trabajadores y técnicos. Por el
otro, la tecnología capitalista divide a los trabajadores entre sí y de los técnicos, y
por lo tanto también permite que el capital domine a la fuerza de trabajo median-
te la "especialización" como medio de dirigir y controlar a los trabajadores. La pro-
ducción capitalista presupone una división tanto de los trabajadores como del tra-
bajo, una especialización de aquéllos tanto como de éste.? La tecnología capitalista
se diseña, configura y pone en práctica no sólo para coordinar y controlar la pro-
ducción sino también para coordinar y controlar a la clase productora.

6 Véanse Andrew Feenberg, "The critical theory of technology", "Discussion" de Les Levidow, Ynes-
tra Ring y Andree Feenberg, y Robert Marotto, Subtexts of Solar: Community and conservation in the
solar capital", todos en Capitalina, Natura; Socialista, 5, octubre de 1990.
7 Este doble proceso siempre es contradictorio. Por ejemplo, David Noble, en Forres of production: A
social history of indushial automation, Nueva York, Knopf, 1984, ha demostrado que la tecnología más efi-
ciente en el campo de la maquinaria de control numérico se descartó en favor de una tecnología que
a los patrones les parecía la más "eficiente" desde el punto de vista del control de los trabajadores.
CUMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS 243

i bien no hay una historia general que abarque las formas en que los diseñado-
y propietarios de la tecnología han incorporado innovaciones para dominar a los
ajadores o para producir riqueza excedente en mercancías, el capital, durante
o tiempo, ha procurado depositar cada vez más el control de la producción en
nos de la administración, es decir, separar la planeación y ejecución del trabajo,
idir el trabajo manual y el mental, y a los trabajadores manuales y mentales. 8
rabajadores y sindicatos, ciudadanos y comunidades, así como ambientalistas
tre otros comprometidos con los efectos humanos y ambientales de los proce-
y productos de la producción capitalista), han luchado contra el monopolio
italista del poder sobre la producción y las clases productoras. El resultado de
as luchas ha dependido de complejas conjunciones de factores políticos, socia-
, culturales, ideológicos y económicos. Por citar dos casos extremos, en Suecia
leyes de codeterminación daban voz a los trabajadores ante la introducción de
vas tecnologías, y las autoridades locales conceden licencias para la cría de pe-
a fin de reducir las cargas de fósforo y nitrógeno. En Nigeria ni los trabajado-
ni las comunidades ecológicamente comprometidas tienen mucho que decir
rca de las tecnologías de producción, los productos, la contaminación o, en
eral, las condiciones de producción, ya sea en las fábricas o en la pesca.
Esta breve descripción del modo en que la tecnología encarna las relaciones
iales (y viceversa) debería hacer pensar a quienes proporcionan explicaciones
rechas del cambio tecnológico o ven dicho cambio en términos puramente eco-
micos, y también a quienes sostienen que la tecnología capitalista es o no es
erentemente nociva. ¿Son dañinas las tecnologías para las formas de vida y el
tento humano sólo porque el planeta puede no ser capaz de sostener la explo-
ión de materias primas y absorber los desechos nocivos? 9 ¿Son destructivas sólo
relación con el nivel de producción? ¿O es que las tecnologías alteran el com-
rtamiento humano, o la naturaleza humana, de maneras debilitadoras? Tales
guntas indican las dificultades para conceptualizar el "problema de la tecnolo-
". Las incertidumbres técnicas y sociales en el proceso de producción, por sí
as, inhiben a investigadores y teóricos. 10

El estudio clásico es el de Harry Braverman, Labor and monopoly capital The degradation of work in the
tieth century, Nueva York, Monthly Review Press, 1974. En años recientes muchos estudios del pro-
o y las relaciones de trabajo también han hecho hincapié en la importancia de las ideologías geren-
es de control laboral (véanse, por ejemplo, Michael Burawoy, Manufacturing consent. Changas in Me
r process under monopoly capitalista, Chicago, University of Chicago Press, 1979; Richard Edwards, Con-
d terrain: The transfonnation of the workplace in the twentieth century, Nueva York, Basic, 1979; James
onnor, Accumulation crisis, Oxford, Basil Blackwell, 1984, cap. 5).
9 El trabajo mejor conocido sobre este tema sigue siendo el de Commoner, op. cit., p. 1971. De
ho los problemas de los "costos sociales" y la tecnología están estrechamente relacionados, pero se
puede tratar como si estuvieran conceptualmente separados (véase Frank Beckenbach, "Social costa
odem capitalism", Capitalista, Natura, Socialista, 3, 1989)
1 ° Marón O'Connor, "Codependency and indetenninacy: A critique of the theory of production",
italism, Naftol Socialism, 3, 1989.
244 JAMES O'CONNOR

Lo que no se cuestiona es que la naturaleza es el punto de partida para el capi-


tal, pero no necesariamente el punto de retorna n El capital se apropia de "los ele-
mentos naturales del capital" del ambiente y descarga en la naturaleza lo que los
economistas convencionales llaman "productos vinculados no deseados". No exis-
te una razón a priori para esperar que la tecnología de producción se base en prin-
cipios ecológicos, a menos que los capitales o las industrias individuales lo consi-
deren ventajoso o se vean obligados a ello por los movimientos ecológicos y la
legislación ambiental. Los capitales minimizarán los desechos, reciclarán los sub-
productos, usarán eficientemente la energía, protegerán la calidad del suelo de los
bosques, y así sucesivamente, cuando eso les dé mejores ganancias y no de otra
manera, salvo por la fuerza. Desde el inicio del capitalismo industrial se han esco-
gido las tecnologías con base en sus efectos sobre los costos y las ventas, no sobre
el ambiente. Doscientos arios atrás la máquina de vapor inventada por James Watts
fue el motor de la Revolución industrial porque quemaba eficientemente carbón
blando, alto en azufre, razón por la cual creaba una contaminación horrible. Hoy
en día las sustancias químicas que no aparecen en forma espontánea en la natura-
leza y que destruyen valiosas formas de vida seguirán usándose en la producción
mientras no haya reglamentaciones que lo prohíban. Los riesgos ocupacionales
para la salud y la seguridad mutilarán y matarán a los trabajadores a menos que el
trabajo y las comunidades luchen contra las compañías responsables.
A su vez, las luchas ecológicas y la legislación ambiental contribuyen a confor-
mar tecnologías y procesos de producción. Los movimientos sociales para abolir
tecnologías nocivas, para impedir la introducción de técnicas potencialmente per-
judiciales y para desarrollar alternativas ecológicamente sanas se inscriben en la
gama actual de tecnologías y procesos de producción. Regresamos una vez más al
tema de la lucha social y política como clave para comprender los tipos de tecno-
logías usadas por el capital y sus efectos sobre la gente y la naturaleza.
La tecnología en sí misma puede ser menos culpable que la forma en que el
capital la organiza y la usa en los lugares de trabajo dedicados a dominar el traba-
jo y a la producción de plusvalor y utilidades. Un estudio de la industria mexicana
ha demostrado que es la naturaleza capitalista de las relaciones de trabajo, no la
tecnología, la que causa la explotación biológica y fisiológica de los trabajadores. 12
EnCalifor zdcteausliondepa,rlsinvtgdo-
res descubrieron que esta tecnología agrícola servía tanto como instrumento de
control del trabajo como de producción en sí misma. 13 La línea de montaje ofrece

11 Michael Lebowitz, "The general and the specific in Manes theory of crisis", Studies in Political Eco-
nomy, 7, invierno de 1982; Jean-Paul Deleage, "EcoMarxist critique of political economy", Capitalism,
Nature, Socialism, 3, 1989.
" Asa Cristina Laurel y Margarita Márquez, El desgaste obrero en México: Proceso de producción y salud,
México, Era, 1983.
13 Douglas Murray, "The abolition of el cortito, the short handled hoe: A case in social conflict and
state policy in California agriculture", Social Problems, 30, 1, octubre de 1982.
LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS 245

otro ejemplo. El trabajo estresado se debe muchas veces, no a la línea misma, sino
a que las funciones de los trabajadores están sumamente especializadas y limitadas,
y también a que la compañía mueve la línea demasiado rápido o mantiene dema-
siado altos los niveles de ruido como para que los trabajadores puedan hablar entre
sí... decisiones enraizadas en las relaciones de producción capitalista, no en la tec-
nología per se En la producción petroquímica, de la que podría decirse que es la
industria más dañina para el ambiente, la tecnología funciona también como
manera de controlar la fuerza de trabajo. La explicación tradicional del rápido
desarrollo de las sustancias petroquímicas y de la sustitución de productos de metal
por plástico menciona la disponibilidad de energía barata, los altos niveles de sala-
rio y la capacidad técnica para sustituir materiales naturales difíciles de obtener
por petroquímicos y otros productos sintéticos. Los plásticos son ligeros, durables
y flexibles, y pueden modificarse para crear una gran variedad de propiedades quí-
micas y físicas. Sin embargo hay otro factor significativo: los procesos químicos y los
productos sintéticos no requieren trabajadores que manejen los materiales que se
preparan para fabricar los productos finales. La producción, sobre una base de flu-
jo continuo, libera el capital de su dependencia de las manos y las almas de la fuer-
za de trabajo de una forma que no es posible en la producción y fabricación de
metales. En cierta medida las sustancias químicas y los plásticos se usan porque los
trabajadores del metal eran en el pasado, casi en todas partes, el sector mejor orga-
nizado y más combativo de la clase trabajadora. De modo que las tecnologías quí-
micas y plásticas no sólo funcionan como objetos y medios de producción en sen-
tido técnico sino también como medios de control del trabajo.
En niveles más altos de poder económico y político la tecnología nuclear, la más
peligrosa de todas las tecnologías, no sólo sirve para "mantener las decisiones en
manos de los empleadores y de los expertos contratados por ellos" sino también
"para centralizar aún más el control sobre la inversión y la producción [...] y man-
tener el consumismo pasivo". 14 En el capitalismo moderno se dan por lo general
las tecnologías intensivas en capital —como la energía nuclear—, normalmente
más dañinas desde el punto de vista ecológico que las tecnologías intensivas en
trabajo, porque le dan al capital en gran escala un control más directo sobre el tra-
bajo. De manera indirecta, la tecnología nuclear ha servido como proyecto de se-
guridad nacional utilizado para ejercer control sobre el espacio político. La com-
posición tecnológica del capital tiende así a incrementarse, por razones no sólo
económicas sino también sociales y políticas. De hecho, quienes cuestionan tecno-
logías como la nuclear se enfrentan a los "derechos" del estado y las corporaciones
para construir y manejar instalaciones que ponen en peligro a las formas de vida.
Los movimientos antinucleares rechazan, implícita o explícitamente, el derecho
del capital a centralizar el control sobre la producción y distribución de energía,

14 Francis Sandbach, Environment, ideology, and policy, Montclaire, Allanheld, Osmun, 1980, citando
a B. Martin, "Soft energy, hard politics", Undercuffents, 27, abril-mayo de 1978.
246 JAMES O'CONNOR

así como su control de la inversión y de las estrategias de exportación destinadas a


expandir la producción de instalaciones nucleares.
Las tecnologías de consumo y sus efectos sobre la vida planetaria plantean cues-
tiones teóricas distintas pero relacionadas. Este discurso, igual que las tecnologías
de producción, las tecnologías de consumo o las innovaciones de productos, tiene
significados tanto socioeconómicos como sociopolíticos. Como base de la sociedad
de consumo, la forma mercancía para la satisfacción de necesidades se ha inserta-
do en las instituciones capitalistas y la conciencia de las masas. 18 Tal como ocurre
con las tecnologías de producción, es dificil predecir si las innovaciones en los pro-
ductos de consumo serán más o menos dañinas ecológicamente que los productos
existentes o los más antiguos. Sin embargo hay un principio general que puede
contribuir a aclarar las ideas sobre este problema. Las causas económicas y las con-
secuencias ecológicas de la composición de la demanda de consumo (la canasta de
bienes de consumo adquirida por el hogar promedio), y las causas y consecuencias
del gasto total del consumidor y de la tasa de crecimiento de este gasto son muy
diferentes. Con frecuencia esta distinción se fusiona en los discursos ambientalis-
tas anticonsumistas.
La composición de la demanda de bienes de consumo no duraderos es relativa-
mente flexible. Por ejemplo, la conciencia ambiental de los consumidores estimula
la producción y venta de productos de papel reciclado, botellas retornables, verdu-
ras orgánicas y otros productos verdes. En contraste, la composición de la deman-
da de bienes de consumo duraderos es inflexible. Si bien es fácil vender verduras
libres de sustancias químicas en los mercados de clase alta, no se produce todavía
ningún refrigerador barato sin e:m. 18 Los fabricantes de autos no pueden pasar de
los vehículos contaminantes a los no contaminantes sin descartar miles de millones
de dólares de inversiones fijas. Además, la demanda de autos está determinada por
mercados de trabajo geográficamente complejos, que separan en términos fisicos
los lugares de trabajo, de residencia y de recreo. 17 Más aún, los autos desempeñan
un papel en la reproducción del individualismo como valor social dominante. 18
En oposición a la idea generalizada, la relación entre el crecimiento del gasto en

15 William Leiss, llie limits to satisfaction, Toronto, University of Toronto Press, 1976.
16 Está en su apogeo la carrera por comercializar productos "ambientalmente sanos", apoyada
(según las encuestas) por hasta las tres cuartas partes del público consumidor norteamericano. La divi-
sión de productos de freón de DuPont, que hace años inició el ataque para destruir la capa de ozono
con los cric, está planeando diseñar plantas para hacer "refrigeradores amistosos hacia el ambiente"
que no contengan cloro. Cuando estén en el mercado —si llegan a estarlo— los refrigeradores sin clic,
los autos eléctricos, las lavadoras y secadoras que usen eficientemente el combustible, etc., el actual cre-
cimiento lentísimo de la demanda de bienes de consumo duraderos podría ascender bruscamente...
revitalizando el modelo de acumulación fordista.
17 Beckenbach (op. cit., pp. 78-81) analiza más a fondo las implicaciones ecológicas de los modernos
patrones de reproducción social. Véase también Robert Schaeffer, "Caz sick", Gnompeace, mayo junio de
1990
ls James O'Connor, op. cit., cap. 6.
UMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS 247

umo y la contaminación/agotamiento de recursos no está determinada por


ciones de consumo" individuales. La variable clave es la tasa de crecimiento de
rnales y salarios totales y, por lo tanto, la tasa de crecimiento del ingreso del
midor, que son determinadas por las tasas de utilidad y acumulación del capi-
uanto mayor sea la tasa de utilidad, mayor será la de acumulación, así como la
pleo, ingreso del consumidor y gasto del consumidor. Como los administra-
s capitalistas tratan de maximizar los incrementos de producción por hora de
jo (o por unidad de tiempo de trabajo), se tiende a expulsar de la producción
uerza de trabajo viviente, reduciendo los jornales y salarios totales que el capi-
elanta a los obreros y empleados. En otros términos (en este modelo econó-
simple), maximizar el crecimiento de la productividad del trabajo eleva al mis-
iempo el potencial del capital para producir plusvalor (utilidades) y reduce el
cial para realizar estas utilidades a través de mercados de consumo en expan-
El problema de los mercados muchas veces es, de hecho, un punto de infle-
en el desarrollo de una empresa capitalista y del sistema capitalista en su con-
. Los mercados débiles llevan a los capitales individuales a tratar de vender
y más rápido bienes de consumo, para reducir el tiempo de circulación del
al a fin de mantener las utilidades. A eso se deben la ubicuidad de la sociedad
umista y los perjuicios ecológicos y el despilfarro asociados con ella.
ro el asunto es más complejo, porque las grandes corporaciones transnacio-
inician la mayor parte de la producción utilizando cientos de miles de provee-
s locales, que producen muchos bienes de consumo y componentes en plantas
cializadas ubicadas en diversos países. Las corporaciones transnacionales, que
a principal forma organizativa del capital, están en condiciones de planear para
turo, de manera que pueden retirar del mercado bienes de consumo antiguos
o están vendiendo bien y remplazarlos con nuevos artículos de consumo. Los
uctos como prendas de vestir, alimentos envasados y artículos electrónicos de
umo suelen tener una vida fisica o cultural breve. La obsolescencia fisica incor-
da al producto expande la demanda de remplazo para los bienes de consumo.
bsolescencia cultural incorporada se basa no sólo en la necesidad de ampliar
ados sino también en la competencia de estatus, que abre la posibilidad de
ios sin limite de los modelos y estilos de los productos. La demanda de rem-
o aumenta, no por el desgaste material, sino por el "desgaste cultural". La
a, así como los cambios de modelo y de estilo, requieren también nuevas tec-
gías publicitarias, como por ejemplo máquinas para diseño gráfico y edición. Si
lta imposible incorporar una obsolescencia forzada en las mercancías, o susti-
iseños simples y baratos por artículos más complejos y caros, el capital trata de
ercializar productos viejos en paquetes nuevos que requieren más recursos
rales y también generan más desechos y contaminación. 18 En síntesis, cual-

Allan Schnaiberg, The etwironment: From soplas to scarcity, Nueva York, Oxford University Press,
p. 189.
248 JAMES O'CONNOR

quiera que sea el tono de verde de los productos de consumo, el capitalismo tiene
una tendencia inherente a que crezca la tasa de consumo de las mercancías, con
todos los efectos ecológicos concomitantes, financiada por un sistema de crédito
cada vez más grande, complejo y frágil, o lo que Paul Baran y Paul Sweezy llamaron
hace más de un cuarto de siglo un gigantesco "esfuerzo de ventas".
Las líneas teóricas desarrolladas arriba sugieren que la producción capitalista y
la tecnología de consumo —no sólo las relaciones de trabajo y poder en el lugar
de trabajo, la comunidad y la sociedad en su conjunto— son muchas veces perju-
diciales para las formas de vida. La conocida descripción que hizo Barry Commo-
ner de la introducción y el uso de tecnologías ecológicamente nocivas en la pro-
ducción y el consumo establece por lo menos una fuerte relación empírica entre
la ciencia y la tecnología modernas y la crisis ecológica." Esto significa que las tec-
nologías que presumiblemente funcionan como medios de producir valores y plus-
valor pueden ser autocontraproducentes en el sentido de que sus efectos destruc-
tivos sobre la naturaleza contribuyen de manera indirecta a elevar los costos de
producción y causan un daño económico, por no hablar de que engendran oposi-
ción social y política a las relaciones dominantes de producción y propiedad. 21 Por
cierto, hay muchas evidencias que apoyan la visión de que el capital tiende a soca-
varse a sí mismo destruyendo sus propias condiciones de producción: por ejemplo
el impacto ecológico del auto en las condiciones urbanas de producción y renta-
bilidad; los efectos perjudiciales de la lluvia ácida para las utilidades en las indus-
trias turísticas y otras relacionadas; la banda sinfín de los pesticidas en la agricul-
tura, que reduce tanto las utilidades como la calidad de la tierra; 22 el uso de
cosechadoras mecánicas que compactan los suelos y reducen la productividad
forestal... la lista parece interminable.
El hecho de que las relaciones de producción capitalistas tiendan a autodes-
truirse debido a que la clase de tecnologías empleadas y la forma en que se las usa
degrada las condiciones de producción naturales y de otra índole, contribuye a
explicar por qué el sistema capitalista mundial ha entrado en un largo periodo de

" Commoner, 1971, op. cit.


21 David Peerla escribe: "La innovación tecnológica puede reducir el tiempo de trabajo socialmen-
te necesario dentro de un marco temporal limitado, por ejemplo el tiempo para depreciar por entero
una inversión capitalista, como un molino de pulpa. Pero las consecuencias ecológicas del proceso de
producción pueden elevar el tiempo de trabajo socialmente necesario si tomamos en cuenta todo el tra-
bajo social necesario para reparar el trabajo humano destruido en el proceso de producción y para
reparar la naturaleza, por ejemplo los ríos contaminados. De allí que el trabajo socialmente necesario
de reparar las condiciones de producción se convierta, a largo plazo, en una barrera para la acumula-
ción." Sin embargo, "lo que nos falta es el sentido de las implicaciones de la 'producción limpia' para
el tiempo de trabajo socialmente necesario y, cosa aún más significativa, para el proceso de trabajo. La
producción limpia ¿es más intensiva en capital? ¿Es más fácil disciplinar la mano de obra en un proce-
so de producción limpia? Éstas son las preguntas que nunca plantea el movimiento ambiental."
Sean Swezey y Daniel Faber, "Disarticulated accumulation, agroexport, and ecological crisis in
Nicaragua: The case of cotton", Capitalisrn, Nature, Socialism, 1, 1988.
LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y IA CRISIS 249

restructuración tanto de la naturaleza como del capital. Las técnicas de reducción


de desechos tóxicos, las baterías solares, el manejo integrado de plagas en agricul-
tura, las "nuevas técnicas forestales" y los insecticidas que convierten la luz del sol
en un rayo de la muerte, entre muchas otras nuevas tecnologías, abren paso a los
nuevos programas económicos y políticos, junto con las transformaciones actuales
de los circuitos globales del capital.
Esta larga crisis ecológica y económica no es sólo un periodo de restructuración
capitalista sino también una época de transformaciones sociales potenciales. Como
se indicó antes, los movimientos sociales están cuestionando prácticamente todos
los aspectos de la ciencia y la tecnologías modernas. La labor a la que se enfrentan
es gigantesca, en vista del papel clave de la tecnología en el dominio del trabajo y
de la sociedad, así como en la acumulación de capital. La autoorganización y el
manejo de la producción por parte de trabajadores, técnicos, consumidores y
comunidades, con el propósito (entre otros) de remplazar una tecnología ecoló-
gica y humanamente destructiva por nuevas tecnologías y una organización social
que mejore la vida en el mundo es, de hecho, una labor democrática y revoluciona-
ria. La razón es que (como vimos) la producción capitalista y las tecnologías de con-
sumo funcionan directa o indirectamente para impedir que el trabajador, el consu-
midor y la comunidad tengan acceso al diseño, la construcción y el uso de
tecnología. La tecnología que funciona para dividir y conquistar a trabajadores,
comunidades, regiones y países es una especie de fortaleza del capital. Como gran
parte de la tecnología actual, si no toda ella, sirve no tanto para derrotar cuanto
para impedir las formas populares de autoorganización social, y puesto que las
elecciones técnicas tienen una importancia tan grande en el mundo social como
se nos presentan a la mayoría de nosotros, "la democracia [...] sólo es auténtica en
la medida en que pone las cuestiones [tecnológicas] bajo el control popular bien
preparado". 23 Es decir, en términos claros, cualquier ataque práctico contra tec-
nología es, necesariamente, un ataque contra la propiedad, la riqueza y el poder
capitalistas. "Un cambio en el desarrollo de tecnologías indeseables —afirma Fran-
cis Sandbach— depende de una lucha contra el capitalismo?" 24 Los movimientos
de tecnologías alternativas de todos tipos pueden tener este potencial, pero hay un
verdadero peligro de que se los desvíe hacia formas de pensar tecnocráticas y rei-
ficadas acerca del mundo y del papel capitalista. 25 No sólo está en juego la tecno-
23 John S. Dryzek, "The environmental politics of the good society", trabajo preparado para el
Workshop on Ecology, Committee on the Political Economy of the Good Society, reuniones APSA, 30 de
agosto-2 de septiembre de 1990, San Francisco.
24 Sandbach, op. cit., p. 143; Vyasulu, op. cit.
" Feenberg, op. cit.; las intervenciones de Ynestra King y Les Levidow; Marotto, op. cit., todos en Capi-
talina, Nature, Socialism, 5, 1990. Andrew Feenberg escribe: "El temor de que el movimiento ecologista
termine siendo llevado al pensamiento tecnocrático es una preocupación real. A mí me preocupan tam-
bién las políticas de no crecimiento, las ideologías antitecnológicas, la regresión a la medicina mágica
o premoderna y la postura general de elegante ignorancia absoluta sobre las cotnputadorasy elannee
técnico que todos hemos encontrado en ciertos sectores." El artículo de Feenberg trata de crear un mar-
250 JAMES O'CONNOR

logía en sí misma, sino también la división prevaleciente entre trabajadores men-


tales y manuales de acuerdo con líneas de clase, raza y género, así como la demo-
cratización de los organismos de regulación y de las burocracias nacionales e inter-
nacionales. 26
La lucha contra la "tecnología mala" y a favor de la "tecnología buena" (alter-
nativa) tiene que dame, sin duda, simultáneamente. La lucha contra la "tecnolo-
gía mala" es más compleja que la batalla por obligar a los capitales a internalizar
costos externos o por castigarlos (con multas, por ejemplo), por externalizar esos
costos. Esto se debe a que la tecnología no es sólo una cuestión técnica sino tam-
bién un asunto social y político. Las batalla contra la "tecnología mala" ha adop-
tado dos formas principales: primero, dentro del lugar de trabajo y de la comuni-
dad, por ejemplo los movimientos de "derecho a saber" y "reducción en la fuente";
segundo, movimientos de tecnologías alternativas que se desarrollan fuera de las
instituciones establecidas. Los primeros tratan de impedir que ocurra algo inhe-
rentemente peligroso; los segundos se limitan a desarrollar alternativas fuera de
las estructuras de poder existentes, y por lo tanto (como se señaló antes) es fácil
cooptarlos; por ejemplo, la cooptación de la energía solar por parte del gran capi-
tal. Por otro lado, las "tecnologías buenas" pueden representar un peligro para los
mecanismos de disciplina social dentro de la fábrica o la oficina. Por ello la susti-
tución de tecnología mala por tecnología buena implica la necesidad de rempla-
zar relaciones de trabájo socialmente degradantes, peligrosas o enajenantes por
relaciones socialmente beneficiosas. Pero al mismo tiempo, si no existiese el movi-
miento en pro de tecnologías alternas, ni siquiera sabríamos cuáles son realmente
las tecnologías buenas.

s
o

[
co de referencia para pensar sobre la tecnología, no como un enemigo, sino como un aliado potencial
en la lucha... si es que el movimiento ecologista logra romper con la nacionalidad tecnológica del capi-
talismo, o con la forma en que éste ha institucionalizado la tecnología y la disciplina tecnológica. s
26 Gupta, op. cit.;Vyasulu, op. cit. En la actualidad la tecnología con base científica más avanzada es
'
la bioingeniería.
o
INATO EN EL ORIENT EXPRESS: LA ECONOMÍA POLÍTICA
A GUERRA DEL GOLFO

El prolongado estancamiento de la economía mundial y el paso


hacia otras fuentes de energía han retardado el crecimiento de la
demanda de productos petroleros [...] El bloque comunista [...] se
ha derrumbado [...] Esta caída ha acelerado una tendencia hacia la
privatización de la industria petrolera, puesto que la propiedad
estatal ha sido declarada un fracaso y se ha promovido la propiedad
privada como única forma de avanzar. El resultado de todos estos
factores ha sido que los países del tercer mundo, incluidos aquellos
que pertenecían antes al bloque comunista, se han abierto a las
compañías petroleras internacionales en un nivel que no se veía
desde los cincuenta, y con términos que representan un retroceso
a esa era de dominio de las compañías petroleras.

MICHAEL TANZER*

o cuatro generaciones de autores marxistas y de otros científicos sociales radi-


s han teorizado de formas diversas sobre el funcionamiento de los estados
ocráticos liberales. Un punto de vista (que yo suscribo) es que en las socieda-
emocráticas liberales de hecho no hay uno sino dos estados. Uno es el "esta-
apitalista", que corresponde a la relación entre el estado y la economía capita-
(sociología política). El estado real o empírico (y sus gobiernos) tiene, según
ce, dos funciones concomitantes. La primera es promover de diversas mane-
a acumulación de capital (por ejemplo proporcionando infraestructura, un sis-
impositivo favorable, diferentes tipos de subsidios, etc.). La segunda función
de legitimar políticamente al estado mismo (por ejemplo elecciones regula-
on voto secreto, libertad de expresión, votaciones para todos los ciudadanos,
y, en particular, la política económica del mismo (por ejemplo reducción de
estos sobre las ganancias de capital para generar más "crecimiento económi-
[para hacer más ricos a los ricos], subsidios al capital para crear "más empleo"
a elevar las utilidades], etcétera).
ste autor ha sostenido en Thefiscal crisis of the state, así como en Accumulation cri-
'The intemational oil industry: Recent changes and their implications for Meicico", Monthly
o, septiembre de 1994, p. 2.

[251]
252 JAMES O'CONNOR

sis, que las llamadas funciones de acumulación y legitimación del estado son, de
hecho, contradictorias, es decir que una tiende a cancelar a la otra, o que la polí-
tica económica y social del estado suele encarnar ambas funciones de formas que
no "satisfacen" a ninguna. Según este punto de vista la mayoría de las políticas eco-
nómicas y sociales del estado —si no todas— tienden a ser por lo menos ineficaces,
y muchas veces a crear más problemas de los que resuelven mediante un proceso
de desplazamiento de las contradicciones. La política económica y social nunca o
casi nunca tiene los propósitos y efectos precisos que desearía la clase comercial, y
mucho menos los objetivos y resultados que las clases trabajadoras verían como
rigurosamente beneficiosos. Adviértase que he calificado esta teoría del estado, la
economía y la sociedad (y sus contradicciones) con términos como "en general",
"tiende", "suele" y así sucesivamente. Esto se debe a que hay algunas excepciones
fundamentales a la regla de que las funciones de acumulación y legitimación son
contradictorias. Una es el dinero y la política monetaria, que en el mundo con-
temporáneo procura impedir la inflación, más que aumentar la producción y el
empleo, con lo cual refleja sin ambages los intereses del capital financiero. Otra es
la "política de la ley y el orden", que favorece tan claramente a la propiedad capi-
talista por encima de la propiedad ganada por los propios medios y de las perso-
nas sin bienes.
Una tercera excepción parecería ser la "política energética", específicamente la
política petrolera. En este caso los gobiernos suelen estar a las órdenes de los
monopolios petroleros, de forma más o menos disfrazada, lo que señala la impor-
tancia crucial del petróleo en el proceso de producción y acumulación capitalista.
También suelen ser ciegos o indiferentes a los efectos devastadores del "ciclo vital"
del petróleo, indiscutiblemente más extensos y más nocivos que los de cualquier
otra mercancía. No es que los gobiernos no procuren legitimar sus políticas petro-
leras (que casi siempre requieren el robo o la fuerza); más bien esa legitimación
tiende a ser débil y transparente, casi al descuido.
Un ejemplo de la naturaleza transparente de los esfuerzos por legitimar las polí-
ticas petroleras organizadas por y para los intereses de los monopolios y las clases
capitalistas en general se analiza en este capítulo (uno más se discute en el capítu-
lo próximo). En 1991 Estados Unidos trató de legitimar su intervención militar
masiva en los asuntos regionales del Cercano Oriente con la doctrina evidente-
mente interesada del "nuevo orden mundial". (En el segundo caso el gobierno bri-
tánico buscó legitimación para su política —impulsada por los monopolios petro-
leros— de explotar a fondo el petróleo del mar del Norte, transformando, al
hacerlo, las islas Shetland.) Ambos estudios sugieren firmemente que el poder del
petróleo es muy grande, y que los monopolios petroleros suelen conseguir lo que
desean, por lo general con el respaldo absoluto de sus respectivos gobiernos.
Cuando Irak se anexó a Kuwait y Estados Unidos inició su guerra contra aquel
país los activistas por la paz se dividir' on en dos escuelas de pensariutnro. Una
tenía una teoría económica de la guerra, la otra una teoría política. La teoría eco-
R ASESINATO EN EL ORIENT EXPRESS 253

e nómica hacía énfasis en la importancia del control del petróleo del Golfo, así como
del petróleo y de los ingresos derivados de éste en el capitalismo norteamericano
e y la economía mundial. "La guerra con Irak se debe al petróleo", dijo el senador
Bennett Johnson, presidente del Comité de Energía y Recursos Naturales de Esta-
dos Unidos, en febrero de 1991. La teoría política subrayaba las exigencias de la
política del Medio Oriente, el papel de Estados Unidos como policía global y los
imperativos de la seguridad del estado nacional, que después de la segunda guerra
mundial se plantearon como "contener el comunismo" y aplastar las luchas de libe-
ración nacional. El propósito de la guerra con Irak es contribuir a consolidar un
"nuevo orden mundial", dijo el presidente George Bush.
Políticamente, la teoría económica sostenía que se requerían cambios radicales
en el capitalismo norteamericano —en particular de los tipos y patrones de pro-
ducción y consumo de energía, demanda de los consumidores y prioridades de
inversión de las grandes empresas— a fin de restructurar una economía nacional
y mundial en la cual ya no fuesen deseables ni posibles la "carrera por los recur-
sos" y las guerras de rivalidad imperialista. La teoría política sostenía que un pre-
sidente y un Congreso reformistas, junto con un papel radicalmente menor del
Pentágono y del complejo militar-industrial, contribuirían en mucho a impedir
futuras aventuras imperialistas. Por consiguiente, si bien ambas teorías coincidían
en la necesidad de abolir el complejo militar-industrial y de modificar de manera
drástica las prioridades presupuestales del gobierno federal, la teoría económica
destacaba la importancia de democratizar las decisiones de inversión y crear alter-
nativas económicas verdes, mientras que la teoría política hacía énfasis en la nece-
sidad de poner en la Casa Blanca a un demócrata reformista que contribuyese a
que el país redefiniese la "seguridad nacional".
Estas dos teorías, que a primera vista parecen mutuamente excluyentes, en rea-
lidad son complementarias. Las dos tienen de su lado la historia, la lógica y los
hechos. Pero las dos son verdades parciales, dos maneras de explicar el mismo
acontecimiento en diferentes niveles de abstracción teórica e histórica.
La razón de que haya dos teorías es que en la sociedad capitalista el dominio
económico no confiere, automáticamente, el dominio político. El estado capitalis-
ta es "relativamente autónomo" como resultado de la larga lucha de las burguesías
europeas y norteamericanas por imponer una distinción formal precisa entre el
poder económico y el político, la sociedad civil y el estado. Económicamente esto
adoptó la forma de separar el tesoro real y el presupuesto público, las tierras del
rey y el dominio público, las empresas del rey y los negocios privados. Política-
mente adoptó la forma del liberalismo. A partir de entonces el capital ha tenido
que organizarse políticamente para adquirir y conservar el poder político. Si
alguien requiere que se le recuerde este hecho básico sólo tiene que pensar en los
comités de acción política de finales de los setenta y principios de los ochenta, que
contribuyeron a poner eI poder de nivel federal directamente en manos de la cla-
se capitalista, dirigida en materia política por Ronald Reagan.
254 JAMES O'CONNOR

Pero el caso del petróleo es algo especial. La refinación de petróleo es la indus-


tria más grande que hay, y las ventas petroleras, así como la utilidad por empleado,
son las más altas de todas las compañías que aparecen en Fortune entre las 500 prin-
cipales del mundo. Las industrias con menor importancia estratégica se debaten
por obtener poder en el gobierno federal. Tienen que capturar o neutralizar orga-
nismos de reglamentación federal, o encontrar lo que Nicos Poulantzas denominó
"refugios" dentro del estado capitalista. O disfrutan del poder negativo de no cum-
plir la política gubernamental, ejemplo supremo de lo cual es una huelga del capi-
tal. Sin embargo el capital petrolero y energético —aunque también tiene sus pro-
pias asociaciones industriales, comités regulatorios y refugios— goza de un lugar
privilegiado en economía política. En Estados Unidos y Europa la "cuestión ener-
gética"no se ve como un asunto del comercio internacional sino más bien como
una cuestión de "seguridad nacional". 1
Esto se debe a que el petróleo es el secreto de la producción de capital, de valor
y de plusvalor, así como de la realización del valor y, en general, de la circulación
de capital. La energía de los combustibles fósiles alimentó a la Revolución indus-
trial, y alimenta hoy la agricultura, la industria y el comercio. Los combustibles fósi-
les en general, y el petróleo en particular, liberan el capital de su dependencia de la
energía fisica humana, por lo cual son poderosas armas contra el movimiento de
la clase obrera. Los productos plásticos basados en el petróleo liberaron al capital
de tener que contar con uno de los grupos de trabajadores más militantes de la his-
toria capitalista: los metalúrgicos. El petróleo mejorará la productividad del traba-
jo, y por ende la producción de plusvalor, más que cualquier otra mercancía. La
electricidad, la primera mercancía de base científica de la historia, se produce
principalmente con petróleo y con carbón. Y el petróleo ha hecho posible realizar
el capital en el mercado al alimentar el enorme mercado automotriz y la cultura
del automóvil, por no hablar de la creación de mercados para innumerables mer-
cancías más.
Aparte de ser el factor clave de la producción y realización de valor para el capi-
tal, la riqueza petrolera es un componente fundamental de la circulación del ca-
pital en todo el mundo. El petróleo es verdaderamente el "oro negro" y, en opi-
nión de algunos, cuando se puso fin al viejo estándar del oro, el mundo asumió el
del petróleo. En síntesis, sin petróleo no hay productividad, no hay mercados, no
1 Daniel Yergin, "Energy security for the 1990s", Foreign Affain, otoño de 1988; "El que controla el
abasto de energía de un pueblo también está en condiciones de definir su sistema de riqueza, poder y
valores, y [—] cualquier cambio de importancia en la base energética de la civilización, como el que se
está produciendo en todo el mundo, estará acompañado sin duda por una intensificación del conflic-
to social tanto dentro de los estados-nación como entre los mismos", Mark Reader, Aleh-Zon, febrero de
1991, p. 2. El petróleo es "un forraje esencial de casi todos los aspectos de la actividad económica", "Pii-
ce hikes...", Oil and Gasfournal 13 de agosto de 1990, p. 2. Nicholas Georgescu-Roegen habla de la "vin-
culación indisoluble de la gran política con los recursos minerales", lección que el gran economista
aprendió bien sobre la base de la lucha por el petróleo en su propio país, Rumania (citado por Leo-
nard Silk en "Economic scene", New York Times, 14 de diciembre de 1990).
O EN EL ORIENT EXPRESS 255

ancias, no hay petrodólares que contribuyan a alimentar el sistema finan-


undial, y no hay Pentágono. No hay capitalismo tal como lo conocemos.
puede decirse de ninguna otra mercancía, ni siquiera de las computado-
eso el petróleo y el capitalismo norteamericano, así como el petróleo y el
lismo norteamericano, han sido sinónimos durante tanto tiempo, y creo
conomía y la política petroleras han sido y siguen siendo la parte más sucia
toria norteamericana.
imperio transcontinental que llamamos Estados Unidos hay una premisa
e la política exterior y nacional: que para la prosperidad económica son
les un abasto abundante, estable y barato de petróleo, y copiosos ingresos
ismo. Ninguna otra mercancía tiene la magia económica del petróleo.
dos Unidos consume más del 25% de la producción petrolera mundial
endo casi 400 mil millones de litros de gasolina por año). Importa casi el
ás de la mitad del Cercano Oriente (hasta la guerra casi el 7% era de Irak,
l 0% en 1980). 2 Los otros dos motores de la producción mundial, Japón y
ia, importan la mayor parte de su crudo de esa región, que contiene más
os terceras partes de las reservas mundiales conocidas (en 1980 era sólo el
Entre 1980 y 1990 la participación del Cercano Oriente en el mercado
o aumentó cada año más de un millón de barriles diarios: "El mundo vuel-
pender del Golfo Pérsico como en 1980." 4 Para el año 2000 esta depen-
erá aún mayor. 5 De manera que no es exagerado decir que la prosperidad
te depende más del crudo del Golfo Pérsico que de cualquier otro factor
ico aislado. Esto era cierto sobre todo cuando la administración Bush deci-
uir descuidando la conservación de energía y el desarrollo de fuentes de
alterna en favor de las "soluciones de libre mercado".

dos Unidos importó menos de dos millones de barriles diarios en 1960, tres millones en 1970,
en 1980 y cerca de ocho en 1990. Entre 1983 y 1990 las importaciones de petróleo se dupli-
apenas poco más de cuatro millones el año anterior. "Como la administración Reagan trató
ar prácticamente todos los programas gubernamentales dirigidos a reducir la dependencia
", la producción norteamericana fuera de Alaska decayó de manera continua entre 1970 y
cluyendo el petróleo de Alaska, la producción estadunidense bajó de 1970 a 1975, subió de
985, y cayó de 1985 a 1990. "El panorama de la energía en Estados Unidos se está pareciendo
e Europa y Japón, que no tienen sus propias fuentes de energía barata", Christopher Flavin,
ring U. S. oil dependence", World Watch, enero-febrero de 1991, pp. 28, 30-31.
estados de la "coalición", Arabia Saudita, Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos, tienen 225 mil,
98 mil millones de barriles de reservas petroleras, respectivamente; Irán e Irak tienen 92 y 100
nes; Venezuela y México, juntos, cuentan con más de 110 mil millones de barriles; la URSS
mil millones y Estados Unidos sólo 26 mil millones.
in, op. cit., p. 30.
el año 2000 el número de países con suficiente petróleo como para exportarlo se reducirá a
ntos estados del Golfo. "Casi toda la capacidad disponible del mundo para producir petróleo está
fo Pérsico", Mathew Wald, New York Times,19 de julio de 1990.Y "seis familias, puestas en el poder
ritánicos y mantenidas en él por Occidente, controlan 34% de las reservas mundiales de petró-
n March, "What was Kuwait", Toward Freedom, 39, 8, diciembre de 1990-enero de 1991, p. 4.
256 JAMES O'CONNOR

Segundo, la economía de Estados Unidos y del mundo depende de un abasto


estable de petróleo. La producción y las importaciones petroleras confiables man-
tienen dentro de límites manejables las fluctuaciones del precio del petróleo, con-
tribuyendo así a estabilizar la balanza comercial norteamericana. Un flujo cons-
tante de petróleo significa también un flujo constante de petrodólares, lo que
ayudará a estabilizar la balanza de pagos estadunidense y a financiar los déficit del
gobierno federal. Una producción petrolera estable presupone un Cercano Orien-
te seguro, amistoso, políticamente estable. •
Tercero, Estados Unidos necesita petróleo barato, y el del Golfo lo ha sido siem-
pre, excepto en los setenta, cuando la OPEP logró cuadruplicar los precios en 1973
y volver a duplicarlos en 1979. El petróleo del Golfo era barato hasta los setenta
debido a su alta calidad y bajo costo de extracción, y también debido a que Occi-
dente gozó de hegemonía política sobre la región desde el día que se descubrió
que había petróleo. Mientras Inglaterra mantenía el poder político del Golfo, las
"siete hermanas" ejercían la hegemonía sobre los campos petroleros. Socal, Texa-
co, Exxon y Mobile manejaban Aramco en Arabia Saudita; Socal, Texaco, Gulf,
Exxon, Mobil, Shell y British Petroleum dominaban el Iranian Consortium en Irán,
mientras Gulf y British Petroleum monopolizaban la Kuwait Oil Company en
Kuwait.
Sin embargo estos monopolios no actuaban como se supone que actúan los
monopolios. En lugar de restringir la producción y vender petróleo caro, expan-
dieron la producción y comercializaron petróleo en todo el mundo. De esa forma
los precios del crudo fueron descendiendo de manera más o menos constante
durante los decenios previos a la OPEP, lo que sugiere la importancia del petróleo
barato en la economía mundial, hecho subrayado por la correlación inversa casi
perfecta entre el crecimiento del PIB en Occidente y el precio del petróleo crudo.
Hacia los sesenta el control del imperialismo occidental sobre el petróleo del
Golfo comenzó a debilitarse. El poder y la influencia británicos se desvanecieron.
Estados Unidos, metido en Vietnam, en lugar de correr a llenar ese vacío trató de
gobernar por medio de vicarios políticos, por ejemplo la monarquía iraní. Sólo
después de la guerra de Iom Kipur, cuando la OPEP, encabezada por Arabia Sau-
dita, empezó a presionar a los países que apoyaban a Israel (y sólo después del Día
de la Tierra, y de un nuevo discurso público sobre los "recursos finitos"), Estados
Unidos, con el presidente Jimmy Carter, le prestó atención seria a sus intereses
"vitales" en el Golfo. La "seguridad petrolera" se convirtió en un tema dominante
de la política norteamericana; Estados Unidos mejoró sus relaciones con Arabia
Saudita, y la expansión de la producción mundial, la conservación energética y la
recesión de principios de los ochenta presionaron a la baja los precios del petró-
leo, que se conservaron así durante todo ese decenio. Aunque a los intereses
petroleros norteamericanos les gustaría ver precios altos del crudo, los bancos y las
corporaciones industriales estadunidenses apoyaron un "enfoque de oferta abun-
dante", es decir, precios bajos. Y la derrota de Irak puede verse como el último
ASESINATO EN EL ORIENT EXPRESS 257

toque del proyecto de proteger los precios bajos durante los noventa, periodo que
se esperaba fuese económicamente dificil.
Cuarto, los abundantes ingresos petroleros —los petrodólares— han sido (y has-
ta cierto punto siguen siendo) integrales para la salud financiera de Estados Uni-
dos. La mayor parte del petróleo se cotiza en dólares, y la mayor parte de la rique-
za excedente del petróleo se invierte en Occidente o se recicla a través de bancos
norteamericanos, ingleses y de los paraísos bancarios. En principio los ingresos
petroleros contribuyen a que el dólar siga siendo la moneda de reserva mundial,
lo que a su vez ayuda a mantener la fachada de la omnipotencia económica de Esta-
dos pnidos. El hecho de que el petróleo suela denominarse en dólares ayudará
también a que los bancos norteamericanos y británicos mantengan su fuerza en un
mundo en el cual los diez bancos más grandes son japoneses.
De hecho había muchos más petrodólares en los setenta, cuando los precios del
petróleo eran altos, que en los ochenta, cuando cayeron, y también cuando el dine-
ro japonés y europeo contribuyó a financiar los déficit federales y de la balanza
comercial norteamericanos. Pero en los noventa los alemanes están volviendo la
mirada hacia el este, a su propio traspatio, en busca de salidas para su inversión,
mientras que los japoneses tienen la mira en sus crecientes intereses asiáticos. El
resultado que todos perciben es una escasez de capital, tasas de interés más altas
en Alemania, y una reducción de más del 50% de las importaciones de capital a
Estados Unidos en 1990. Además, el déficit comercial norteamericano se ha vuelto
cada vez más dificil de manejar, en parte debido a la multitud de inversiones esta-
dunidenses en instalaciones de producción en el extranjero durante la primera
mitad de los ochenta, cuando el dólar estaba muy fuerte. Hoy un dólar débil gene-
ra relativamente menos exportaciones norteamericanas que antes, porque en las
plantas del país se produce una cantidad comparativamente menor de mercancías
para el mercado exterior. Esto quiere decir que los petrodólares son todavía más
importantes para las finanzas norteamericanas de lo que parecería a primera vista
(sobre todo porque en 1988 el comando central gastó 50 mil millones de dólares
para mantener el acceso de Occidente al petróleo del Golfo). En esta coyuntura
político-económica el control de los ingresos petroleros y el papel de los petrodó-
lares asumen una nueva importancia para la estabilidad financiera global. 6
Estados Unidos se opuso al nacionalismo radical de Irak desde el comienzo de
la revolución iraquí, en 1958. En 1975, cuando el sha se apoderó del acceso de Irak
al Golfo, Estados Unidos lo respaldó. Y cuando los acuerdos de Campo David des-
pojaron a Egipto de su papel de líder en el Medio Oriente Saddam Hussein, ante
la inquietud norteamericana, trató de llenar el vacío de poder resultante. Cuando
Irak atacó a Irán la administración Reagan apoyó calladamente al primero frente
a lo que se veía como un país más nacionalista y radical, revolucionario y funda-

6 En 1990 los bancos mundiales debían 24 mil, 7.5 mil y 9.1 mil millones de dólares a bancos san-
ditas, kuwaitíes y de los emiratos, respectivamente; Left Business Observes, 43, 28 de enero de 1991.
258 JAMES O'CONNOR

mentalista, pero este apoyo terminó cuando ambas naciones firmaron la paz. Para l
1988 Irak había aumentado mucho sus fuerzas armadas a fin de respaldar sus ambi- r
ciones sobre la región, .y Estados Unidos estaba buscando la manera de ponerle un
alto a Saddam.
La anexión de Kuwait por parte de Irak fue vista en general como una amena-
za, lo mismo para el libre flujo del petróleo y los ingresos petroleros que para la
influencia y el poder de Estados Unidos en el Golfo. Irak y Kuwait, juntos, dupli-
caban las reservas petroleras del primero y representaban un riesgo político y mili- t
tar para Arabia Saudita y para los Emiratos Arabes Unidos, así como para Israel. t
Puesto que la estabilidad política de los jeques y reyes aliados de Estados Unidos
en el Golfo resulta esencial para la estabilidad del abasto del petróleo, y como la
seguridad de Israel es esencial (entre otras razones) para la seguridad del proyec-
to imperialista occidental en el Cercano Oriente, es fácil imaginar las ondas de
choque que habrán recorrido los círculos políticos y económicos de Estados Uni-
dos cuando Irak se apoderó de Kuwait.
Irak trató de justificar su acción aduciendo que Kuwait era culpable de una agre-
sión económica en su contra, convicción muy difundida en el mundo árabe. Apar-
te de los problemas del acceso de Irak al Golfo y de los términos de pago de su deu-
da con Kuwait, en la que había incurrido durante la guerra contra Irán, un punto
clave de disputa en 1989-1990 era el precio del petróleo. r
Los factores que determinaron los precios del petróleo a partir de 1985 y, en
particular, en 1989-1990, eran complejos. Los precios del crudo, tras llegar a su r
punto máximo en 1981, descendieron constantemente hasta 1985, cuando una
conferencia de la OPEP en el mes de octubre no logró acordar nuevas cuotas de i
exportación. Entonces Arabia Saudita se retiró y redujo la producción de 3.2 a 4.8
millones de barriles diarios entre 1985 y 1986. 7
Los precia, del pe.tróleo descendieron de 27 a 15 dólares por barril y en cierto
momento llegaron a un mínimo de 7. Una fuente afirma que los sauditas procu- l
raban destrozar la economía de Irán y fortalecer el esfuerzo de guerra de Irak. Otra
asegura que Arabia Saudita quería castigar a otros miembros de la OPEP que esta- l
ban produciendo cantidades superiores a su cuota oficia1. 8 Otra razón puede haber
sido que los sauditas querían reducir la velocidad del desarrollo de la exploración
y la producción petroleras en otros países, a fin de proteger los mercados del Gol-
fo. Luego Arabia Saudita dio marcha atrás, y redujo la producción a 4 millones de l
barriles diarios en 1987, para volver a cambiar de postura y ampliar su oferta a 5.1
millones en 1988.
En 1989-1990 los resultados de una lucha tripartita sobre los precios del petró-

7 De acuerdo con el Annual Statistiad Bulletin de la OPEP, 1988.


Marion Farouk-Slugget y Peter Slugget, "Iraq sine 1986: The strengthening of Saddam", Middle
East Report, noviembre-diciembre de 1990. Según la fuente los sauditas ampliaron las exportaciones de d
petróleo de 2 a 4.5 millones de barriles entre 1985 y 1986; Louis Uchitelle, “Gulf victoty may raise U. S.
influence in onc", New York Times, 5 de marzo de 1991.
TO EN EL ORIENT EXPRESS 259

tre Irak, Estados Unidos y sus socios menores en el Golfo anunciaban el


do de la guerra misma: Irak era evidentemente el perdedor. En la cumbre
e mayo de 1989 Saddam Hussein dirigió su beligerancia contra sus vecinos
r exclusivamente en términos de sobreproducción de petróleo y precios
el mismo. Para 1990, después que una verdadera inundación de petróleo
obre el mercado durante la primera mitad del año, Saddam llegó a conseguir
erdo formal de reducir la producción por parte de los sauditas y los kuwai-
ero Kuwait, que era el que más trampas hacía con su cuota de la OPEP, no
intención, al parecer, de cumplir el acuerdo. El indicador aprobado, de 21
s por barril, era una formalidad hueca; en junio de 1990 el crudo saudita se
vendiendo en 13 dólares. Además, Arabia Saudita, por sí misma, tenía una
dad de producción excedente bastante superior a la demanda y, junto con
t y los Emiratos Árabes Unidos, rebasaba la capacidad correspondiente a sus
de exportación de la oPEP. 9 En cambio Irak no tenía capacidad excedente
ducción; Saddam solo no podía elevar los ingresos por petróleo si obligaba
EP a reducir la producción y elevar los precios. A instancias de Estados Uni-
wait siguió violando las cuotas, y según se dice Irak perdía mil millones de
s por año por cada dólar que bajaba el precio del barril de petróleo." )
1 de julio de 1990 Kuwait, aunque parecía dispuesto a apaciguar a Irak,
inamente, ante la insistencia de Estados Unidos, que se oponía a cualquier
ue reforzase la búsqueda de poder regional del primero de los países, inte-
ó las conversaciones. 11
a lucha por los precios del petróleo Estados Unidos afirmó claramente sus
es estratégicos autodefinidos en el Golfo. La agresión económica de Bush
uwait) contra Irak debe entenderse en dos niveles. Primero, Estados Uni-
us asociados sabían que Irak carecía de capacidad productiva excedente, y
r lo tanto para elevar los ingresos necesitaba precios más altos para el petró-
n Kuwait, los sauditas y los Emiratos Árabes Unidos ocurría lo contrario. En
el más profundo Irak, con una razón petróleo/habitante relativamente equi-
, invertía la mayor parte de sus ingresos por concepto de petróleo en su
a militar, su desarrollo económico y su bienestar social. Por eso se lo puede
ir como un estado rentista-mercantilista, con un poderoso incentivo para
las rentas de la tierra y las utilidades monopólicas mercantiles restringiendo
ucción para elevar los precios del petróleo.
ontraste, los emiratos y reinos del Golfo tienen una alta razón petróleo/
nte e invierten la mayor parte de sus ganancias por concepto de crudo en
nte, en el caso de Kuwait de maneras estratégicas definidas en términos de

ce hikes, fears of oil supply crisis trail Iraq attack on Kuwait", Oil and Gas fournal, 13 de agosto
p. 17; Farouk-Slugget y Slugget, op. cit.
anse los artículos de Time, 6, 13 y 20 de agosto de 1990.
lligente Newsletter, 29 de agosto de 1990.
260 JAMES O'CONNOR

influencia política en Washington y en Whitehall. En 1986 y 1988 los ingresos de


Kuwait por sus inversiones extranjeras rebasaron, de hecho, sus ingresos por petró-
leo. Los sauditas, igual que Kuwait, tienen grandes inversiones en la maquinaria de
crecimiento capitalista de Occidente, por ejemplo una participación de 50% en las
refinerías y gasolineras de Texaco en el este de Estados Unidos. Arabia Saudita
también planea construir refinerías en Asia, donde el crecimiento de la demanda
de petróleo es mayor que en Europa y en Estados Unidos. "Desde hace tiempo Ara-
bia Saudita ha ansiado dejar de ser un productor de petróleo crudo para conver-
tirse en una potencia internacional plenamente integrada en materia de produc-
ción de crudo, transporte, refinación y comercialización." 12
Por consiguiente los intereses de Arabia Saudita y de Kuwait se asemejan a los
del estado industrial capitalista, lo que les da un poderoso motivo para mantener
a Occidente bien lubricado con petróleo y con dinero, expandiendo la producción
y manteniendo bajos los precios: "Siempre existe tensión entre los intereses de Ara-
bia Saudita, que tiene inmensas reservas y quiere un precio bajo para que el mun-
do siga dependiendo del petróleo, y países como Irak e Irán, que quieren altos
ingresos para estimular el desarrollo." 13 Al capital de Estados Unidos también le
convienen los precios bajos —pese a los efectos adversos para los productores
nacionales, con altos costos—, especialmente cuando los ingresos excedentes del
petróleo vuelven a reciclarse en la economía norteamericana. En síntesis, los inte-
reses objetivos de Irak como potencia petrolera son precisamente los opuestos a los
de la "coalición" estadounidense en el Golfo."
La teoría económica de la guerra del Golfo tiene mucho en su favor. Sin embar-
go la teoría económica no es más que una verdad a medias, y además una verdad
de "trasfondo". Una lógica política corría más o menos paralela a la lógica econó-
mica, y los motivos políticos de Bush coexistían pacíficamente con los motivos eco-
nómicos de Estados Unidos.

12 Carl Goldstein, "Chain reaction", Far Eastern Economic Revino, 14 de febrero de 1991, p. 38.
13 Mathew Wald, Neto hl* Times, 11 de febrero de 1991.
14 Merece mención el análisis de la economía política del petróleo en vísperas de la guerra del Gol-
fo, tal como lo sintetizó Ted Wheelwright ("Oil and the world economy", Arena, 95, 1991). Wheelwright
destaca que los bajos precios del petróleo estaban creando más problemas entre los productores nor-
teamericanos (que abastecen alrededor de la mitad de las necesidades de Estados Unidos), así como
favoreciendo a los dos principales competidores de este país, Alemania y Japón, en la pelea por los mer-
cados. En su opinión Estados Unidos instó activamente a Saddam Hussein para que presionase a Kuwait
a fin de que esta nación redujese la producción para tratar de elevar el precio del crudo. En junio de
1990, en vísperas del despliegue de tropas iraquíes en la frontera de Kuwait, el crudo se vendía en 14-
16 dólares por barril. En la reunión de la OPEP (el 26 de julio) Irak obtuvo apoyo para elevar los precios
a 21 dólares por barril (por debajo de los 25 que deseaba). La invasión de Kuwait se produjo el 2 de
agosto. Este análisis, que se basa en un artículo aparecido en South (febrero de 1991), escrito por Hel-
ga Graham, indica que la política petrolera de Estados Unidos era más contradictoria de lo que descri-
bí antes, es decir, que los intereses norteamericanos e iraquíes eran similares cuando el precio del cru-
do estaba muy bajo, pero dejaron de serio cuando fue relativamente alto.
ASESINATO EN EL ORIENT EXPRESS 261

La teoría política de la guerra le da el lugar de honor a las exigencias de la polí-


tica del Medio Oriente, por un lado, y por el otro a los "imperativos" de la seguri-
dad nacional de Estados Unidos. Primero, Irak evidentemente pensaba que su
"defensa" del mundo árabe frente a los persas por el este y a los israelíes por el oes-
te concitaría el apoyo de todos o de la mayoría de los estados árabes a su embate
contra Kuwait. 15 Desde el punto de vista iraquí la falta de disposición de Israel para
permitir un estado palestino en sus fronteras sólo podría modificarse si una poten-
cia árabe gozaba de superioridad militar sobre este país, específicamente si repre-
sentaba una disuasión militar creíble. De manera que Saddam Hussein vio la "agre-
sión económica" de Kuwait en 1989-1990 no sólo como antiraquí sino también
como antiárabe y proisraelí. Obviamente su error consistió en exagerar el senti-
miento proiraquí, antiraní y antisraelí en el mundo árabe, subestimando al mismo
tiempo el compromiso norteamericano de defender tanto a Israel como a sus alia-
dos productores de petróleo.
Segundo, y más importante desde el punto de vista del futuro de la política nor-
teamericana, está la dinámica del estado de seguridad nacional de Estados Unidos:
la presidencia imperial, el Pentágono y el aparato de seguridad nacional, así como
el complejo militar-industrial y, en general, la cultura norteamericana de la guerra
fría. El argumento político es que el "nuevo orden mundial" —definido no con un
nuevo orden en el mundo sino con un mundo ordenado por el Nuevo Mundo (es
decir por Estados Unidos)— es en realidad un "viejo orden mundial" establecido
por Estados Unidos después de la segunda guerra mundial para poner un alto al
comunismo y a las revoluciones del tercer mundo, así como para permitirle al capi-
tal estadunidense el acceso libre a las materias primas, la fuerza de trabajo, las
opciones de inversión y los mercados en el Sur. Si se lo ve así, el "nuevo orden mun-
dial" es simplemente una "pax americana". Mientras la teoría económica define la
geopolítica como la política geológica del petróleo, la teoría política define la geo-
política como la política geográfica de estados clientelares, gobiernos amistosos y
esferas de influencia.
La teoría política se inicia con las ambiciones globales de Estados Unidos desde
la primera guerra mundial y la coyuntura política a finales de la segunda guerra
mundial, cuando Estados Unidos heredó gran parte de los imperios decadentes
derrotados de las potencias aliadas y del eje. Sin un verdadero debate, el establish-
ment político norteamericano se inclinó contra las reformas internas y a favor de
una vía expansionista en el contexto de una política global de anticomunismo.
Mientras Estados Unidos asumía el papel de policía global se descartaron las ver-
daderas reformas en el país. El estado de seguridad nacional emergió como el con-
junto dominante de instituciones de la nación. El Pentágono se agrandó enorme-
mente durante las guerras de Corea y de Vietnam; la presidencia se convirtió en

15 Walid Khalidi, 'The Gulf crisis: Origina and consequences", puma( of Palestinian Studies, 20, 2,
invierno de 1991.
262 JAMES O•CONNOR

una presidencia imperial; el complejo militar-industrial se anunció como una fuer-


za impulsora del capitalismo norteamericano, y la guerra fría, junto con el peligro
nuclear, se volvieron una forma de vida.
A pesar de la "pérdida" de China y de Cuba, en 1949 y 1959, respectivamente, el
poderío norteamericano se proyectó sobre casi todo el resto del mundo. Estados
Unidos apoyó en general los elementos políticos más reaccionarios de los países
liberados tras el dominio colonial, por ejemplo Grecia, Filipinas, Guatemala e Irán.
Corea fue el caso modelo: los norteamericanos se aliaron con los coreanos que
habían colaborado con los invasores japoneses en el sur, en contra de los del nor-
te, que habían encabezado la resistencia contra la ocupación japonesa. Al mismo
tiempo Estados Unidos se presentaba como un amigo de las fuerzas anticoloniales
de Asia y África que pasaban por una descolonización formal. En las naciones que
se atrevían a experimentar con el nacionalismo radical, como por ejemplo Indo-
nesia y Ghana, los responsables de la política exterior estadunidense se pronun-
ciaron en contra de los nacionalistas.
Pero la derrota norteamericana en Vietnam y en el sureste de Asia amenazaba
con quebrantar esta configuración de un orden mundial dominado por Estados
Unidos. La ofensiva Tet, en 1968, anunció el comienzo del posible fin de la pro-
yección "creíble" del poderío norteamericano en el mundo. Watergate, las revela-
ciones que hizo el Comité de Iglesias sobre la CIA, el creciente "síndrome de Viet-
nam", las luchas de liberación nacional victoriosas en los estados de primera línea
del sur de África, el derrocamiento definitivo del fascismo en España y en Portu-
gal, el dominio del laborismo y de la democracia social en Gran Bretaña yen Euro-
pa, y el ascenso del eurocomunismo, amenazaban con ensanchar irreversiblemen-
te la "brecha de credibilidad" y desintegrar el estado de seguridad nacional. Con
las débiles presidencias de Gerald Ford y Jimmy Carter los setenta fueron una épo-
ca de confusión política y desaliento para los administradores de la seguridad
nacional y, en general, para la élite gobernante. Se abrió un vacío político (que
McGovern trató de llenar en 1972), pero los nuevos movimientos sociales estaban
demasiado orientados a asuntos políticos específicos y carecían de la inspiración
política requerida para llenar ese vacío. Ronald Reagan y los republicanos, de línea
intensamente económica (neo) liberal y conservadora en lo social, y respaldados
por los nuevos comités de acción política corporativos, supieron ocuparlo. De
acuerdo con todas las versiones, los responsables de la seguridad nacional habían
jurado solemnemente que de una u otra forma Estados Unidos recuperaría su
"credibilidad" en el mundo. Tras un decenio de fortalecimiento militar se produ-
jeron las agresiones norteamericanas en Centroamérica y una política simbólica
del poder mundial de Estados Unidos.
Luego el fin de la guerra fría y el creciente debilitamiento de las luchas nado- .
nalesSurimopentalricjustfaóndeloé'
seguridad nacional y el complejo militar-industrial en Estados Unidos. Lo mismo
ocurrió con el triunfo de la ideología del libre mercado en el tercer mundo y en
ATO EN EL ORIENT EXPRESS 263

os países socialistas, así como en los estados laboristas y socialdemócratas de


pa. En 1989-1990 demócratas liberales, ambientalistas, feministas, quienes
nían la conversión militar, y muchos otros movimientos reformistas y socia-
mpezaron a tratar de llenar el vacío político. Muchos gobiernos locales, mien-
staban en aprietos financieros, se habían convertido a la política reformista.
ntimiento aislacionista era más fuerte que nunca desde principios de los seten-
y por primera vez desde los sesenta empezó a tomarse en serio una reforma
a. Se volvió a oír hablar de "dividendos de la paz", y reapareció la retórica de
renles los impuestos a los ricos". En los enfrentamientos por el presupuesto
al de 1989-1990 los demócratas liberales y otros empezaron a cuestionar la
sidad de muchos programas militares y exigieron un reordenamiento de las
idades nacionales. Una plataforma no expansionista y de reforma interna
zaba a presentarse como una verdadera posibilidad, si acaso no una probabi-
.
ientras tanto, la presidencia imperial y el Pentágono veían desaparecer sus
ipales razones de existencia. La pérdida de credibilidad había llegado a su
mo histórico, dado que la brecha entre los símbolos del poder estadunidense
undo y su verdadera capacidad de proyectar poder era tan grande. Sin
rgo, una guerra exitosa y popular podía cerrar esa brecha, cosa que la políti-
mbólica de guerra fría y las invasiones de Grenada y Panamá, con Reagan, no
an logrado. Y una guerra de ese tipo aumentaría también el respeto por los
ares en su propio país, y dejaría de lado la reforma interna, la perspectiva de
al aumentaba a medida que Estados Unidos, a finales de 1990, iba cayendo en
ecesión. Algo tal vez más importante es que George Bush, ex director de la
aviador durante la segunda guerra mundial, al enfrentarse con una economía
nal débil, quería sin duda un plan de reelección "imbatible" para 1992, así
o una guerra en gran escala, posible de ganar, para "restablecer la grandeza
americana" y labrarse un honroso nicho en la historia del país.
e manera que en la administración Bush había una buena motivación para
olítica guerrera, pese a la oposición de algunas figuras destacadas. El arma
s armamentos de alta tecnología producidos en los ochenta— estaba a la

Un sondeo de textos de opinión y editoriales de los principales periódicos norteamericanos en


-noviembre de 1990, llevado a cabo por Thomas Barnett y del que se informó en The For &stern
mic Revino, reveló que sólo una cuarta parte apoyaba una política de continuar solos en el Golfo;
dor de un tercio eran multilateralistas, y otra tercera parte aislacionistas. Es obvio que una polí-
uerrera de liberar a Kuwait por la fuerza, y especialmente de destruir a Irak como potencia desta-
n la región, tenía poco apoyo en Estados Unidos, por lo menos hasta el ominoso plazo del 15 de
que planteó el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. También es evidente que la estrategia
sh era obtener el apoyo de los multilateralistas y aislar a los aislacionistas, a fin de crear las con-
es para una política de guerra unilateralista. El lema "Denles tiempo a las sanciones" tuvo poco
a que ver con el retraso en armar una política guerrera unilateral; de hecho las sanciones estaban
ndo efecto. El retraso era necesario para obtener "cooperación internacional" y, por lo tanto, el
de los multilateralistas norteamericanos.
264 JAMES O'CONNOR

mano. Granada y Panamá habían servido de ensayos con respecto al control de los
medios y las técnicas de propaganda de guerra. La agresión iraquí contra Kuwait
brindó la oportunidad. El Pentágono podía jugar sus aterradores juegos de Nin-
tendo en el Golfo, probando sus nuevos juguetes letales, y al mismo tiempo dete-
ner el antimilitarismo y las reformas significativas en su país, proyectando el poder
y la "credibilidad" de Estados Unidos, y dándole una nueva vida al estado guerrero
y al expansionismo, todo so pretexto de establecer un "nuevo orden mundial".
La teoría política de la guerra del Golfo es por lo menos tan convincente como
la económica. Y, en términos de entender los objetivos políticos de la campaña
guerrera de Bush, sin duda es correcta. Pero hay un sentido importante en el cual
la diferencia entre los motivos económicos y los políticos resulta ilusoria. Dejando
de lado tanto el petróleo como a George Bush, el "presidente guerrero", hay un
vínculo directo entre la utilidad y el poder, que mucho tiempo atrás el presidente
Eisenhower denominó "complejo militar-industrial": la piedra fundamental de la
política norteamericana económica social y externa en los ochenta. Para com-
prender cómo llegó a ocurrir esto hay que volver a echarle una mirada al pasado,
a los setenta y los ochenta.
A finales de los setenta, mientras se iba deteriorando la situación a la que tenían
que hacerle frente los dirigentes políticos y los responsables de la seguridad nacio-
nal de Estados Unidos, el panorama para los líderes empresariales norteamerica-
nos era igualmente sombrío. La economía mundial estaba estancada. La tasa pro-
medio de utilidad había declinado. Una razón fue el golpe petrolero de 1973
(seguido por otro en 1979), que fue una expresión de la debilidad del control de
Occidente sobre el Cercano Oriente, y de la nueva independencia económica de
muchos de los principales productores petroleros el mundo. Salieron a la superfi-
cie problemas económicos de todas clases.. Estados Unidos se enfrentaba a una cre-
ciente competencia del extranjero y de los mercados nacionales del noreste de Asia
y de Europa. Una nueva configuración económica, llamada "estanflación", des-
concertaba a los planeadores económicos. A finales del decenio la hiperinflación
aterrorizó a los bancos y a la "comunidad financiera" en general.
Algo más importante: cayó la tasa de crecimiento de la demanda mundial de
mercancías. En todo el mundo los negocios respondieron a la crisis con una polí-
tica de implacable reducción de costos, para defender las utilidades. El presidente
Carter promovió la conservación y la independencia de la energía para reducir los
costos de la misma (y al mismo tiempo fortaleció las fuerzas de respuesta rápida de
Estados Unidos para defender el abasto de petróleo del exterior). Las empresas,
obsesionadas con la mayor productividad y la reducción de las peligrosas tasas de
inflación, apoyaron la recesión planeada de 1981-1982. Los salarios reales siguie-
ron cayendo, creció el desempleo. Pero los sagrados "costos de producción" esta-
ban empezando a descender.
Las estrategias de reducción de costos puestas en pi ártica por los do-
res durante la crisis económica amenazaban con reducir aún más la demanda mun-
ASESINATO EN EL ORIENT EXPRESS 265

dial de bienes y servicios, resultado inevitable del descenso de los salarios reales, el
desempleo, la quiebra de la pequeña empresa y una inminente crisis agrícola.
Cuando Reagan y los expansionistas estaban en el poder no consideraron una polí-
tica de reforma y de redistribución de la riqueza y el ingreso, con el consiguiente
aumento del ingreso de la clase trabajadora y de la demanda efectiva de bienes y
servicios. Por el contrario, mientras las empresas mantenían bajos los costos de pro-
ducción, ayudando a controlar la inflación, el sistema financiero y la Reserva Fede-
ral organizaron la expansión más grande de créditos (y, por último, de deuda) en
la historia del capitalismo. El gasto a crédito por parte de los consumidores, las
empresas y el gobierno federal estimuló la demanda efectiva. Las compras a crédi-
to (y las deudas) de los consumidores, en relación con sus ingresos, alcanzaron su
punto más alto. Las compañías y el gobierno federal también obtenían más prés-
tamos en relación con su capital y sus ingresos, respectivamente, lo que los endeu-
daba cada vez más.
Mientras el consumismo, la especulación y la voracidad impulsaban el boom del
consumo a crédito y de los préstamos para las compañías, respectivamente, los res-
ponsables de la seguridad nacional y los especialistas en adquisiciones del Pentá-
gono fomentaban el déficit federal. Se siguió una política implacable de keynesia-
nismo militar. A principios y mediados de los ochenta el gasto militar creció dos
veces más rápido que el gasto civil en Estados Unidos y en el extranjero. En ese
decenio el presupuesto militar se elevó en más del 40%, y todos los demás gastos
presupuestales, a excepción de los pagos por concepto de transferencias, cayeron.
Además, los presupuestos de investigación y desarrollo, tanto privados como públi-
cos, se volvieron más dependientes de la generosidad del Pentágono. Los militares
norteamericanos y las corporaciones transnacionales orientaron el desarrollo de
alta tecnología de Estados Unidos principalmente para incrementar la capacidad
de comunicación, coordinación y control del Pentágono y de las grandes empre-
sas. La industria relacionada con los militares fue la de máxima expansión en los
ochenta, así como un exitoso sector de exportación. Por último, el complejo mili-
tar-industrial fue el apoderado de una política social norteamericana con respecto
a vivienda, salud, subsidios a la educación, salarios y pensiones, especialmente en
lo que Ann Markusen denominó el "cinturón del rifle", una media luna que se
extiende desde Seattle hasta Los Ángeles, atraviesa el Suroeste y Texas y, pasando
por Florida, llega hasta la ruta 128 en Boston.
De esta forma, una administración por el lado de la oferta adoptó una política
de gasto militar del lado de la demanda a fin de mantener una demanda efectiva,
para crear un sustituto de una verdadera reforma interna y una política social
nacional, para restablecer la "credibilidad" de Estados Unidos en el mundo, y para
conseguir que sus ciudadanos respetaran a los militares y aceptaran una cultura de
la ley y el orden. La nación se asemejaba peligrosamente a un estado militar. El
imperialismo y el individualismo norteamericanos, esos hermanos gemelos alar-
mantemente patológicos, florecieron más que nunca. No es raro que George Bush
266 JAMES O'CONNOR

pensase que podía pasar a la historia como el primer presidente que ganaba una
guerra desde Harry Truman, y que finalmente el ciudadano medio le diese todo su
apoyo.
Las líneas de análisis que presentamos hasta aquí sugieren enérgicamente que
George Bush tenía muchos motivos para entrar en guerra con Irak. En el lengua-
je del estructuralismo, la guerra del Golfo estaba "sobredeterminada". En el dis-
curso weberiano, los actores económicos, políticos, sociales, culturales e ideológi-
cos relativos a la guerra tenían una "afinidad electiva" entre sí. En el lenguaje de la
novela policial la guerra fue el Asesinato en el Orient Express, el libro de Agatha Chris-
tie en el cual Hercule Poirot descubre que todos los sospechosos tenían un motivo
para asesinar a un individuo perverso y que, de hecho, participaron en el crimen.
El hecho de que los motivos de Bush para la guerra fuesen numerosos y estu-
viesen estructuralmente vinculados, y de que la guerra fuese legitimada desde el
punto de vista político por la necesidad de crear un "nuevo orden mundial", des-
taca de manera impresionante los problemas a los que tuvieron que enfrentarse en
los noventa el movimiento pacifista y otros movimientos sociales, incluyendo el
ambiental y el laboral. Los obstáculos que se levantan ante los movimientos socia-
les que procuran impedir guerras futuras y provocar una reforma radical en su país
son tan grandes en los noventa como en cualquier otro periodo de la historia
reciente de Estados Unidos. El petróleo y el poder norteamericano, la naturaleza
de la economía y la política exterior estadunidense, están en juego, tal como lo está
el papel de liderazgo del complejo militar-industrial. Ahora puede verse el petró-
leo como el medio para fines económicos e imperialistas. La política, el Pentágo-
no y el complejo militar-industrial, y el sistema bancario, son, cada cual a su mane-
ra, medios para el fin del petróleo. Quien representa un riesgo para el petróleo
pone en peligro el estado de seguridad nacional y la "credibilidad" de Estados Uni-
dos. Quien amenace al Pentágono y al complejo militar-industrial es un riesgo para
el petróleo; de esta manera la economía y la política se sumen en un hoyo negro
casi impenetrable.
Por consiguiente, un movimiento eficaz por la paz tiene que ser también un
movimiento eficaz de reforma interna, y viceversa. El movimiento por la paz no
puede dejar intocado ningún aspecto importante de la política exterior estaduni-
dense en ningún lugar del mundo; el movimiento por la reforma no puede dejar
sin cuestionar o inmune frente al cambio radical ningún aspecto importante de la
vida norteamericana en su país. Ésta es una lección de la guerra del Golfo: los
movimientos que se concentran en un solo problema y la "pureza" de los mismos
representan hoy barreras al cambio social. Dada la estructura internacional de la
crisis ecológica y de la desigualdad económica y social, resulta especialmente
importante la necesidad de combinar o subordinar la ecología con temas de justi- _
cia económica y social. Por último, un movimiento pacifista y reformista eficaz,
incluyendo la política verde roja, presupone un movimiento político de tipo tradi-
cional... en las trincheras de la política presidencial. Sin un presidente reformista,
TO EN EL ORIENT EXPRESS 267

erialista, no es posible plantearle un desafío real al estado de seguridad


al y todo lo que representa.
verdes rojos razonables discrepan acerca de las formas precisas para impe-
uras guerras de expansión y propiciar una reforma radical en Estados Uni-
ero hay una tarea que parece esencial: que el movimiento le otorgue la
a prioridad al desmantelamiento del estado de seguridad nacional que
es una anomalía incluso en sus propios términos. El éxito de este proyecto
re una prolongada confrontación con la empresa expansionista norteame-
, y con su infraestructura económica y política, en un esfuerzo unido y
esco. La lucha contra el imperialismo y el militarismo de Estados Unidos es
n una lucha por lograr una reforma radical interna, y viceversa. Así como
res negros, desde W. E. B. DuBois y el grupo del Messenger en los veinte y
nta, pasando por Malcolm X y Martin Luther King en los sesenta, hasta Jes-
son en los ochenta, aprendieron bien este dato básico de la política norte-
ana, para la mayoría de los estadunidenses, incluidos muchos de la izquier-
vínculos entre la política exterior y la nacional, incluidos los que hay entre
erialismo afuera y el individualismo adentro, siguen pasando inadvertidos.
ignifica que el apoyo popular a la guerra de Bush puede cancelar las posi-
es de reforma interna durante años. Un estado guerrero expansionista,
salza a los militares, denigra como antipatriotas a los liberales e izquierdis-
frece el consumismo como sustituto de la reforma, es una perspectiva real
adora. Pero siempre debemos tener presente que el "nuevo orden mun-
o tiene por qué significar un mundo regido por el Nuevo Mundo, y que la
teamericana puede significar un Estados Unidos comprometido con solu-
pacíficas de los conflictos regionales e internacionales, y con soluciones
ales a la multitud de problemas económicos y sociales dentro del país.
13
EL DOMINIO BRITÁNICO EN LAS SHETLAND

Uno de los depósitos de petróleo menos conocidos del mundo está debajo del mar
del Norte, entre las islas Shetland británicas y Noruega, a las puertas —o en el mis-
mo umbral— de la Europa industrializada. El petróleo del mar del Norte, descu-
bierto en 1971, fue aclamado como la solución a los problemas de balanza de
pagos de Gran Bretaña y, en general, una bendición para la economía del reino.
Se ..:speraba que a mediados de los ochenta pasaran por la gran terminal petrole-
ra del inolvidablemente bello Sullom Voe (el puerto petrolero más grande de Gran
Bretaña y posiblemente de toda Europa, aunque aún inconcluso), construida en
un frenético esfuerzo, una especie de "reclutamiento industrializador forzado",
casi 1.4 millones de barriles diarios, y más tarde hasta 3 millones, más que sufi-
ciente para satisfacer la demanda británica. Los monopolios ingleses y norteame-
ricanos poseen alrededor del 75% de las reservas del mar del Norte, cuyo desarro-
llo requeriría una inversión mínima de 25 mil millones de dólares hacia principios
de los ochenta.
Si el mar del Norte se está volviendo famoso por su riqueza petrolera, las Shet-
land se están volviendo famosas por su reputación de ser un David frente al Goliat
de las compañías petroleras. Están adquiriendo reputación, sobre todo entre pla-
nificadores y ambientalistas de otros países, por el poder que el Consejo de las Islas
Shetland opone a Westminster (es decir al gobierno británico), y a los monopo-
lios, en lo tocante a las condiciones económicas y sociales del desarrollo petrole-
ro. Los planificadores de muchos países están empezando a visitar la pequeña ofi-
cina de planeación del consejo, cerca de la Dirección Portuaria, en Lerwick, el
principal puerto de las islas, para atestiguar ese milagro de economía local y des-
cubrir cómo una comunidad de escasos veinte mil habitantes ha logrado amansar
a las compañías energéticas más grandes del mundo. El renacimiento actual del
regionalismo y el populismo en el mundo capitalista avanzado fortalece el interés
creciente por esta experiencia.
Experiencias previas de las islas se ejemplifican en general con lo que muchos
de los habitantes llaman "la forma de vida de las Shetland", y en particular con la
historia y la vida cotidiana del condado de Cunningsburgh, que comprende media
docena de poblados discretamente salpicados en las ondulantes colinas de la cos-
ta, que en un mapa parecen una oveja brincando. Al sur se levanta de las aguas la
isla de Mousa, donde las ruinas de un antiguo broch (una torre redonda de piedra,
especie de foctale7a) esperan, desola das, la visita de un ocasional turista. Los pocos
días en que brilla el sol alcanza a verse Lerwick, que sobresale en el estrecho de

[2681
EL DOMINIO BRITÁNICO EN LAS SHETLAND 269

Bressay. Al oeste se elevan suaves colinas marcadas por las cicatrices de las turbe-
ras, cubiertas de brezo, cercas de piedra desmoronadas, viejas granjas y pequeños
edificios nuevos, alambradas flamantes que encierran pasturas mejoradas y ovejas
recién trasquiladas. Por la zona serpentea el voe (estuario) de Cunningsburgh,
donde el esqueleto de un barco arenquero de 15 metros de eslora se deja ver entre
las aguas. Debajo de los acantilados que dan sobre los mares envueltos en niebla
multitud de focas se asolean en las rocas resbaladizas. Dentro de la niebla, más allá
de las colinas y de las focas, el petróleo del mar del Norte es un centro de atracción
para el este.
Durante los largos días de verano la gente de Cunningsburh, como la mayoría
de los habitantes de las Shetland, corta y seca heno, apila turba para el invierno,
trasquila ovejas y deshierba sus plantíos de papas y nabos. Algunos de los granjeros
solían pescar, pero en comparación con los viejos tiempos los residentes de Cun-
ningsburgh (también igual que la mayoría de los habitantes de las islas) se quedan
en tierra. Los holandeses tienen un monopolio de las pesquerías de arenque; es
dificil encontrar langostas, la pesca de cangrejos no es rentable y el más grande de
los peces —el petróleo submarino—, igual que las grandes pesquerías de bacalao
y arenque de antaño, está firmemente controlado por "extranjeros".
Los habitantes de Cunningsburgh también construyen y mejoran sus casas y
cabañas con los salarios obtenidos trabajando en caminos y otras obras inspiradas
por el petróleo; manejan camiones, autobuses y taxis, y le dan mantenimiento al
aeropuerto para las docenas de vuelos diarios de aviones y helicópteros rentados
por las compañías petroleras (aunque los mejores empleos y salarios son para los
trabajadores de la construcción "extranjeros" que se alojan en barracas en Sullom
Voe). La mayoría de los demás isleños han logrado ganar "dinero del petróleo",
aunque muchas veces no se vinculan con esta actividad porque tienen interés en
"la forma de vida de las Shetland". Igual que Cunningsburgh, la mayoría de los
asentamientos, especialmente cuatro poblados cerca de Sullom Voe, son "pueblos
del boom" , lo cual en las Shetland —donde los isleños son famosos por su "mode-
ración" y "sentido común", así como por su "independencia" e "individualismo"—
significa que el dinero del petróleo se está gastando en cosas útiles.
Según el archivista del consejo de las Shetland, Cunningsburgh es famoso por
las luchas, más o menos un siglo atrás, en las que se enfrentaron los granjeros que
trabajaban tierras alquiladas y los propietarios de las mismas... luchas que se libra-
ron con moderación y sentido común. Lo que significa que un día los granjeros
derruyeron una cerca que un laird (señor) había construido para cerrar un campo
comunal. Quienes visitan las modernas Shetland descubren que debajo de esta
moderación y este sentido común hay una actitud de "no se puede luchar contra
la municipalidad", profundamente arraigada en la conciencia de gente que ha sido
colonizada desde hace siglos. También hay disposición a seguir a la autoridad,
encarnada en la persona del represenante ante el Parlamento, el liberal Jo Gri-
mond, que es el elemento clave de la alianza parlamentaria entre el Partido Labo-
270 JAMES O'CONNOR

rista y el Liberal. Las uniones de granjeros y ovejeros cuentan con el poder sufi-
ciente para impedir la especulación con tierras y la consolidación de granjas j
pequeñas o grandes, y también (desde el año pasado) para impedir que los due-
ños de la tierra se nieguen a venderles las cabañas a los inquilinos. Pero en rela-
ción con el desarrollo petrolero, pese a la reputación de las islas de "domesticar a
los gigantes del petróleo", el visitante no tarda en descubrir que la participación
política local consiste en gran medida en quejas interminables acerca de los 25
comerciantes, fabricantes en pequeño, operadores pesqueros y sus semejantes
socioeconómicos que constituyen el Consejo de las Islas Shetland. A la pasividad
política de los habitantes contribuyen los asombrosos cambios en los lazos familia-
res y comunitarios debidos a los centenares de nuevos empleos para las mujeres en
los campamentos de construcción de Sullom Voe, las largas horas de trabajo para
mujeres y hombres en la terminal petrolera, la corriente constante de "extraños" y
el sentimiento generalizado de que, en el mejor de los casos, el petróleo tiene tan-
to de bueno como de malo.
Sin embargo en esas islas remotas, donde los residentes siguen pensando que
son más escandinavos que escoceses, hay mucha "continuidad en el cambio". Hace
casi un siglo el liberalismo británico concedió a los habitantes el Acta de Ovejeros,
que por primera vez proporcionó a los arrendatarios del campo una tenencia segu-
ra, cosa que su moderación, sentido común e individualismo no había podido
obtener. En los sesenta la clase trabajadora inglesa, a través del Partido Laborista,
llevó a las Shetland el estado del bienestar, que en Cunningsburgh se ejemplifica
en un puñado de casitas a lo largo del camino principal, en las que viven ancianos
e incapacitados del lugar. Esta misma moderación, sentido común e individualis-
mo contribuyeron a la ruina económica de la isla hasta que el Consejo de Desa-
rrollo de las Islas y las Tierras Altas de Escocia y el Partido Laborista, también en
los sesenta, dieron un fuerte subsidio y modernizaron la pesca, la cría de ovejas y
el tejido, aportando cierta prosperidad a los isleños, aunque sin conmover la per-
cepción que tienen de sí mismos como individualistas e independientes. Fl desa-
rrollo promovido por el estado en los sesenta también proletarizó, no tan inciden-
talmente, a muchos habitantes, preparando ideológicamente el camino para la
rápida expansión del trabajo asalariado con el desarrollo petrolero. Y esa misma
moderación y sentido común, es decir, esa actitud ultraconservadora, impiden que
el cuidado de los niños, el control natal y otros servicios "contaminen" a muchas
madres y jovencitas que trabajan, y crean suspicacia frente a la acción colectiva; por
ejemplo los ovejeros, en gran medida, siguen vendiendo la lana individualmente a
dos compradores que monopolizan ese negocio, y aún no se han organizado para
comprar en propiedad cooperativa una hiladora que, según me dijo uno de ellas,
"es lo que más necesitamos".
Cunningsburgh también es famoso por poseer las únicas aceras de Shetland
(fuera de Lerwick y de los otros pueblos de verdad), lo cual es testimonio, asimis-
mo, de la moderación local y el sentido común. Esto implicó cederle el poder local
IO BRITÁNICO EN LAS SHETLAND 271

lde, cuyas maquinaciones en el consejo le garantizan al condado su "parte


e los ingresos públicos que fluyen indirectamente del petróleo, y de quien
que ha asignado a sus favoritos personales las nuevas casas construidas por
ejo (viviendas públicas) que se encaraman sobre dos colinitas (muy en el
el tribunal del condado de Marín que diseñó Frank Lloyd Wright), y dejó
jóvenes con niños viviendo en casas rodantes (que hay que lastrar con gran-
dras para que no se las lleven los vendavales de invierno), dispersas por las
es de los acantilados.
re el camino principal, frente a las viviendas para ancianos, hay una tienda
rece salida de Pickwick,en la cual, debido a las convicciones religiosas del
no se vende tabaco ni licor. Sus sombrías hijas adolescentes le venden a uno
podría esperarse en una tienda de campo de una zona en picada económi-
lo que cabría suponer en un pueblo del boom. Hay otro negocio cerca del
principal de viviendas públicas, pero es del mismo dueño. La moderación
ningsburgh abruma a sus residentes con ese monopolio del comercio que,
ue la mayoría de los rasgos del condado, reproduce en pequeña escala el
to de las Shetland.
azón es que Cunningsburgh, igual que Lerwick y las Shetland, en general,
araíso proudhoniano: pura propiedad privada, sin competencia. La protec-
itánica a la pequeña burguesía local —sobre todo a los comerciantes, que
más moderados y llenos de sentido común, y que prácticamente manejan
sejo de las Lslas—; el subsidio británico a las pequeñas industrias y la perpe-
n, por parte de la "clase dirigente" local, del mito de que las Shetland son
nte Escandinavia, atadas a la tradición y diferentes, les dan a los pequeños
istas isleños el monopolio del comercio local, del tejido, la agricultura y la
Ése parece ser el precio que la pequeña burguesía ha obtenido de Inglate-
a entregar el desarrollo petrolero a los monopolios internacionales, lo cual
erda al visitante, más que nada, el compromiso de 1873 en Estados Unidos
cual a las clases terratenientes del sur se les concedió el control local a cam-
que entregasen los recursos de la región para que fuesen explotados por los
es del norte.
l que en el sur norteamericano de finales del siglo xix y principios del xx,
eña burguesía y la utopía con tierras de las Shetland muestran un lado som-
e va más allá de los altos precios y los artículos de mala calidad. La condi-
e la dase trabajadora local es la que cabría esperar en un baluarte liberal:
dedoras de las tiendas reciben un sueldo bajísimo; los obreros de Bressay
n casas rodantes miserables que el viento agita junto a la maloliente fábrica
ina de pescado que hay en esa islita; los operadores de las máquinas de tejer
edio sordos por la contaminación sonora y mal pagados incluso de acuer-
los salarios mínimos británicos, con las manos deformadas por tantos años
bajo en las máquinas. La condición de la clase trabajadora que no está
ada en actividades relacionadas con el petróleo (y por lo tanto muy bien
272 JAMES O'CONNOR

pagadas) está en proporción inversa a la prosperidad de los pequeños capitalistas


dominantes de las Shetland. Es verdad que el desarrollo petrolero mantiene muy
bajo el desempleo, por lo que pone a prueba la capacidad de los negocios locales
para sobreexplotar a sus empleados, pero el mismo consejo (un patrón importan-
te) resuelve esta manifestación de la ley de la oferta y la demanda con el simple
recurso de hacer que sus empleados no puedan ser contratados por las empresas
petroleras.
Como se indicó, el Consejo de las Islas está adquiriendo fama por su presunto
poder sobre los monopolios petroleros. A principios de los setenta Jan Clark, un
joven contador cuya carrera iba en ascenso, y ex jefe ejecutivo del consejo, dejó tras
de sí la reputación de ser David frente al Goliat petrolero. Las tres grandes victo-
rias de Clark fueron "obligar" a las compañías petroleras a: 1] concentrar las ins-
talaciones de su terminal en Sullom Voe (que de todos modos, desde el punto de
vista de aquéllas, resultaba económico); 2] contratar determinado número de isle-
ños para trabajos de construcción calificados (de hecho la mayoría de los 800 pues-
tos de construcción que ocupan los isleños —en este momento hay 4 mil empleos
en el ramo— son no calificados o de baja calificación, y la mayoría de los 400 a mil
empleos permanentes que se crearán en las Shetland cuando empiece a fluir el
petróleo por los duetos tampoco serán técnicos ni administrativos), y 3] crear un
fondo de reserva (unos 7 millones de dólares), que de cualquier manera hasta la
fecha no se ha usado en beneficio de los isleños comunes y corrientes.
Los visitantes con la suerte de entrar en contacto con los funcionarios adecua-
dos del consejo no tardan en sospechar que el "control del petróleo de las Shet-
land" es simplemente otra ideología perpetuada por intereses del lugar y de afue-
ra. Sin duda los ovejeros marginados, los conductores de camiones, tejedores,
obreros que procesan pescado, empleados de las tiendas y demás no controlan
nada... ni siquiera los sindicatos, porque no existen. Unas cuantas preguntas reve-
lan de inmediato que tampoco los intereses de la pequeña burguesía local ejercen
demasiado control. El consejo es, en realidad, el socio muy minoritario de las
petroleras: obtiene préstamos para ayudar a financiar las terminales; construye
caminos e instalaciones de transporte para el petróleo; viola sus propios regla-
mentos al extraer piedra de uno de los famosos sitios turísticos y usarla en cons-
trucciones necesarias para el petróleo; mantiene en secreto todas sus transacciones
económicas, grandes o pequeñas, relacionadas con su asociación con los petrole-
ros, ignorando hasta las condiciones mínimas para un gobierno democrático; saca
a ovejeros y arrendatarios no sólo de las tierras necesarias para las instalaciones de
las terminales, sino también de las que en el futuro puedan servir para construir
una refinería, si acaso vuelve a resultar escasa la capacidad mundial de refinación;
construye casas para los trabajadores de la terminal y, en general, va un paso ade-
lante de las compañías petroleras, en el mismo sentido en el cual el probador de
la comida del rey, contratado para impedir que se produje.se un asesinato real, iba
un paso adelante del monarca a la hora de comer.
R EL DOMINIO BRITÁNICO EN LAS SHETIAND 273

Nuevas preguntas a los observadores locales revelan que todas las decisiones
relativas al desarrollo petrolero —sin importar en qué medida afecten a los isle-
ños— las toman en realidad los monopolios petroleros junto con el gobierno bri-
tánico, en la que sin duda constituye la última aventura imperialista de Gran Bre-
e taña. Esta práctica de "colonialismo interno" asume dos formas. Primero, el
servicio civil británico toma directamente muchas de las decisiones y se las impo-
ne a la gente de las Shetland, aduciendo que no son más que cuestiones técnico-
administrativas, que no tienen nada de político. Segundo, para mantener el mito
del control de las islas sobre su destino, el consejo local se ve forzado, de hecho, a
aprobar los planes de la industria petrolera; de lo contrario los barones del crudo
apelarían las decisiones del consejo ante el secretario de estado para Escocia, y está
sobrentendido que éste aprobaría los planes porque los declararía de interés para
Gran Bretaña en su conjunto. Desde luego, esta posibilidad destruiría la valorada
ideología del control local. Al parecer el consejo entiende la realidad de esta situa-
ción, incluyendo la dependencia de Gran Bretaña que tienen las islas en todo, des-
de los servicios sociales hasta los subsidios a la pesca y la cría de ovejas, y por con-
siguiente concede las demandas de los petroleros (y hasta se adelanta a ellas), con
lo que conserva vital y fresca la imagen de quien está a cargo. Es verdad que esta
farsa tiene ciertas condiciones previas. Una de ellas es que el jefe ejecutivo, con la
bendición del consejo, tiene que hacer los tratos con la industria petrolera tras
bambalinas, para poder presentarlos luego como faits accomplis. Este procedimien-
to engaña a todo el mundo menos a los isleños, cuya impotencia se da por senta-
da, y que en general piensan que el principal beneficiario del desarrollo petrolero
es el consejo mismo. Otra condición previa es que el equipo de planeación del con-
sejo tiene que cumplir con el ritual de consultar, planear y demás como si Shetland
tuviese una voz autónoma en lo relativo al curso de los acontecimientos. La manio-
bra más reciente es la solicitud de las petroleras para introducir en las islas otros
800 trabajadores de la construcción (en un principio declararon que no iban a
necesitar más de 1 200) y alojarlos en dos barcos que estarían anclados en Sullom
Voe. Los empleados del consejo, responsables de preparar el orden del día para la
reunión, cumplen con el proceso, conscientes de que ya se cerró el trato y que la
sesión oficial del consejo servirá simplemente para darle autenticidad.
Cuando el visitante maneja por los tortuosos caminos de las Shetland, que ser-
pentean alrededor de los voes y lagos omnipresentes en las islas, le impacta el ais-
lamiento de las aldeas y las granjas. La geografia fisica de las Shetland es lo más
lejano que pueda imaginarse a una llanura cerealera, pero su geografía social es
más afín a las casas dispersas de las pampas que a las aldeas apiñadas de Europa.
Esta separación geográfica y social, en sí misma, no permite demasiada coopera-
ción organizada aparte de la explotación común de la turba y el trabajo comparti-
do de recoger el heno. En realidad es el escenario perfecto para la clásica política
colonial británica: divide y gobierna fingiendo que los pueblos locales se están
gobernando solos. A esto se une la falta de una política energética coherente de
274 JAMES O'CONNOR E

Whitehall referente al petróleo del mar del Norte (cosa que recientemente ha d
empezado a cambiar en lo tocante a los permisos de exploración), tal como se
refleja en la indecisión del gobierno británico durante los debates parlamentarios h
acerca del alcance del gobierno local de las Shetland y su poder para controlar el
petróleo. La inexistencia de una política, cualesquiera que sean las verdaderas cau- tr
sas e intenciones de los funcionarios gubernamentales, sirve para que la política de l
la industria petrolera sea, de facto, la del gobierno británico. Esto puede parecer y
desconcertante hasta que se entiende que los intereses estatales británicos en el e
mar del Norte no son muy diferentes de los intereses de los monopolios. Éstos l
quieren, lo antes posible, bombear petróleo por los dos oleoductos que desembo- p
can en Sullom Voe (y en otras tres terminales en Escocia y en Orkney), para recu- s
perar lo que invirtieron en exploración, construcción, perforación y demás. El b
gobierno británico quiere que el petróleo fluya, lo antes posible, hacia el Reino g
Unido y Europa, para apuntalar su balanza de pagos, y también para controlar las p
demandas salariales reduciendo el precio del combustible, el gas y los productos p
derivados del petróleo, o por lo menos impidiendo que suban tan rápido como t
hasta ahora. Ni el Partido Laborista ni la burocracia estatal ni el capital petrolero s
permitirán que 20 mil habitantes de las Shetland (que en su mayoría votan por los d
liberales y los conservadores) impidan la maximización de la producción y las uti- l
lidades. Con un pequeño esfuerzo de imaginación la promesa que hizo el año c
pasado el primer ministro Callaghan a la Comunidad Económica Europea, en el e
sentido de impedir que los salarios británicos subiesen más del 5% durante la t
siguiente cuarta ronda de negociaciones, puede relacionarse con la disponibilidad r
de petróleo abundante para alimentar el capitalismo británico y para mantener a
la clase trabajadora del país abrigada y en movimiento con el mínimo costo para el
capital y para el estado.
El mito del control que ejercen las Shetland sobre el desarrollo petrolero de las
islas es tan importante como la realidad de que el gobierno local no existe; en una
u otra medida lo segundo depende de lo primero. De este modo el gobierno bri-
tánico no tiene que aceptar la responsabilidad de las decisiones políticas, que están
formalmente en manos del consejo. El servicio civil y el laborismo pueden diso-
ciarse de los efectos negativos del desarrollo petrolero, entre ellos la pérdida de
algunas pesquerías cercanas, la disrupción social y la contaminación de Sullom Voe
(que ya son hechos) y, por encima de todo, el peligro de un importante derrame
o de la ruptura de un oleoducto. También se ha señalado que Gran Bretaña pue-
de usar el mito de la "singularidad" de las Shetland para diluir el nacionalismo
escocés, que se está convirtiendo en una piedra en el zapato para Westminster. Así
el gobierno británico se protege de ser Goliat ante el David de las Shetland; los
protagonistas de la obra serán las mismas compañías petroleras y su asociado
local, el consejo. "Los isleños son los responsables", se dirá en Londres cuando ocu-
rra el desastre inevitable. Este tour de force imperial es reforzado por la pequeña
burguesía de las islas, que tiene su propio interés en el "gobierno local" y la auto-
INIO BRITÁNICO EN LAS SHETLAND 275

minación. Mientras los folletos turísticos hablan de la herencia vikinga y los


apitalistas del lugar reinterpretan ario con año el mito vikingo y fingen que
na "forma de vida de las Shetland", la gente de Cunningsburgh, como la
ría de los habitantes, apila turba, corta heno, habla dialectos escoceses, usa
escoceses y, para todo fin práctico, vive igual que los escoceses. Por último,
tereses políticos de Jo Grimons (quien igual que muchos liberales escoceses
ses depende del apoyo y los votos de los pequeños capitalistas) reproducen la
tura de clases de las islas y perpetúan sus ideologías. Así, el sentido común y
deración de Cunningsburgh y de las Shetland termina por implicar la per-
ción del statu quo: políticamente, los isleños no tienen verdadero control de
stino; económicamente, siguen dependiendo de los subsidios y del estado de
star británicos; socialmente, el modo de vida propio es en buena medida ima-
io y, personalmente, podrán considerarse independientes e individualistas,
estas creencias no hacen otra cosa que negar las realidades existentes y pro-
la apatía política. Parece haber pocas posibilidades de que esto cambie has-
el proceso de proletarización, que se inició en los sesenta y se aceleró en los
ta, modifique fundamentalmente la composición de la pequeña burguesía y
clase de productores en pequeña escala. En las islas las capas de autoengaño
son tan diversas como los estratos de restos arqueológicos; tal como ocurre en
odo el mundo, esto no tendría nada de raro de no ser por el hecho de que
ngaños y decepciones que acechan entre las sombras son una parte impor-
aunque escasamente comprendida, de la historia del imperialismo petrole-
derno en el mar del Norte.
14
¿ES POSIBLE UN CAPITALISMO SUSTENTABLE?

INTRODUCCIÓN

Hay pocas expresiones tan ambiguas como "capitalismo sustentable" y otras afines,
como "agricultura sustentable", "uso sustentable de energía y recursos" y "desarro-
llo sustentable". Esta ambigüedad recorre en la actualidad los discursos más impor-
tantes sobre economía y ambiente: informes de las Naciones Unidas y de los
gobiernos, investigaciones académicas, periodismo popular y pensamiento político
verde. Esta misma oscuridad hace que tanta gente, tanto tiempo, hable y escriba de
"sustentabilidad"; se puede utilizar el término para que signifique casi lo que uno
quiera, y ésa es parte de su atractivo.
"Capitalismo sustentable" tiene, al mismo tiempo, una resonancia práctica y
moral. ¿Qué persona en su sano juicio podría oponerse a la "sustentabilidad"? El
significado más antiguo de "sustentar" es "sostener", "mantener el curso" o "con-
servar en el estado del ser". ¿Qué director de una corporación, ministro de finan-
zas o funcionario público internacional responsable de preservar el capital y
expandir la acumulación del mismo no adoptaría como propio este significado?
Otro sentido es "proporcionar alimentos y bebida o lo necesario para la vida".
¿Qué obrero urbano mal pagado, qué campesino sin tierra podría no aceptar este
significado? Una definición más es "resistir sin ceder". ¿Qué pequeño agricultor o
emprendedor no se resiste a "ceder" a los impulsos expansivos del gran capital y
del estado, y se enorgullece por "resistir"? Hay una lucha mundial por determinar
cómo se definirá y usará, en el discurso sobre la riqueza de las naciones, "desarro-
llo sustentable" o "capitalismo sustentable". Esto significa que, para empezar, la
"sustentabilidad" es una cuestión ideológica y política, no ecológica y económica.
En esta edición la palabra "sustentar" se usará en los tres sentidos arriba men-
cionados: "mantener el curso" de la acumulación capitalista global; "proveer lo
necesario para la vida" a los pueblos del mundo, y "resistir sin ceder" por parte de
aquellos cuya forma de vida está siendo subvertida por las formas del salario y de la
mercancía. De esta manera la cuestión del capitalismo sustentable tiene que ver en
parte con la posibilidad de que sea posible alcanzar —y cómo— la sustentabilidad
en esas tres acepciones.
Hay un cuarto significado de "sustentar", el de "sustentabilidad ecológica", aun-
que entre los científicos que se ocupan de ecología hay pocas coincidencias res-
pecto al significado preciso de esta expresión. Por ejemplo, palabras como "biodi-
versidad" o "salud planetaria" pocas veces se cuestionan en términos de la ciencia

[276]
¿ES POSIBLE UN CAPITALISMO SUSTENTABLE? 277

ecológica y de las ideologías insertas en ella; lo mismo ocurre con la expresión "cri-
sis ecológica", muy utilizada por autores populares sin el beneficio de una defini-
ción clara (véase el capítulo 6). Los ecólogos de población y los biólogos conser-
vacionistas suelen correlacionar los cambios de población de una especie
determinada, los cambios de la "capacidad de carga" definidos de manera estricta
en términos de las necesidades de esa especie, y algún coeficiente que mide la rela-
ción entre la especie y la capacidad de carga en cuestión, por un lado, y el resto del
ecosistema, del cual esa especie puede depender de formas indirectas, por el otro.
Todos estos términos tienen algún poder explicativo. Pero esta multiplicidad de
determinantes significa que no hay una manera única de saber realmente si las
amenazas a una especie individual son causadas por ella misma, por decirlo así, o
si surgen debido a cambios en el ecosistema en su conjunto, por ejemplo a conse-
cuencia de la intromisión de otra especie de vida. De ser así, hablar de la "susten-
tabilidad" de especies determinadas puede ser menos preciso, y el concepto de
"crisis ambiental" resultar más problemático de lo que parecería a primera vista.
Estas ambigüedades se vuelven más marcadas aún cuando ecólogos o verdes
combinan dimensiones sociales y económicas con las biofisicas, y analizan la "sus-
tentabilidad" de ecosistemas o biorregiones. Por ejemplo, en California, en la
región de la bahía de Monterey, el bombeo excesivo ha hecho descender los man-
tos freáticos, provocando la salinización por agua de mar, que pone en peligro la
viabilidad de la agricultura. ¿Se trata de una "crisis"? En términos económicos no,
si la región importa agua; de hecho, el agua importada puede darle nueva vida a la
agricultura local, y representar más desarrollo residencial, comercial e industrial.
"Agricultura sustentable" quiere decir una cosa si se adopta una perspectiva estric-
tamente biorregional y una distinta si esa perspectiva se amplía para incluir otras
biorregiones. En este caso en particular resulta que el debate acerca de la impor-
tación de agua tiene menos que ver con la "sustentabilidad" del capital agrícola
local y de la calidad del agua, y más con juicios normativos relativos a la clase de
comunidad y de cultura que quiere tener la gente de la región (en el Pajaro Valley
se trata de saber si mantiene su actual sabor cultural mexicano o si se abre más a
la población que trabaja en Silicon Valley, al otro lado de la sierra costera).
Una vez definido "sustentar" de estas cuatro maneras, la respuesta breve a la pre-
gunta: "¿Es posible el capitalismo sustentable?" es "No", y una respuesta más larga
sería "Probablemente no." El capitalismo tiende a autodestruirse y a las crisis; la
economía mundial deja más gente hambrienta, pobre, infeliz; no es posible espe-
rar que las masas de campesinos y obreros soporten indefinidamente la crisis, y la
naturaleza, comoquiera que se defina "sustentabilidad", está siendo atacada por
doquier.
En este capítulo pasamos revista a ciertas evidencias que tienen que ver con el
problema del "capitalismo sustentable", y vamos destacando algunos de los dife-
rentes conceptos de "sustentabilidad" que manejan los verdes y las empresas. Se
realiza una breve descripción de las condiciones de sustentabilidad económica (o
278 JAMES O'CONNOR

de rentabilidad y acumulación), en su definición estricta. Analizamos después la


"primera" contradicción (o contradicción "interna") del capitalismo, y la naturale-
za expuesta a las crisis y dependiente de ellas de la acumulación capitalista, ane-
xando una breve revisión de la crisis mundial que amenazaba en los ochenta. Se
sostiene que las perspectivas de manejo económico global son tan tenues como las
de una regulación ambiental global. Luego discutimos otro problema aparente-
mente intratable (la "segunda" contradicción) al que se enfrenta hoy el capitalis-
mo, a saber, una merma de las utilidades por el "lado de los costos", generada por
la contradicción entre capital y naturaleza (y otras condiciones de producción),
junto con los efectos económicos adversos del movimiento ambiental y otros movi-
mientos sociales sobre el capital. Se pasa revista a las formas en las que el capital
está tratando de hacerles frente a estas crisis. Se da por descontada la capacidad del
capital para lograr manejar no sólo la "primera" sino también la "segunda" con-
tradicción, debido a la naturaleza del estado democrático liberal y del capital mis-
mo. Se destacan las consecuencias políticas —y por lo tanto económicas y ecológi-
cas— muy inciertas de una depresión económica general. Por último, tras una
rápida revisión de las condiciones ambientales en los países pobres (el Sur), se
esbozan algunas conclusiones respecto a las posibilidades de los movimientos
sociales y políticos del ambientalismo radical, o "verdes rojos". Mientras las pers-
pectivas para alguna clase de "socialismo ecológico" no son brillantes (según se
afirma), las de una "capitalismo sustentable" son más remotas todavía.

LA POLÍTICA AMBIENTAL Y EL DISCURSO DE LA SUSTENTABILIDAD

Las evidencias favorecen la opinión de que el capitalismo no es ecológicamente


sustentable, pese al reciente diluvio de comentarios sobre "productos verdes",
"consumo verde", "explotación forestal selectiva", "agricultura baja en insumos", y
así sucesivamente. En la campaña para las elecciones presidenciales de 1992 en
Estados Unidos ninguno de los tres candidatos principales le dio mayor importan-
cia al "ambiente". A partir del triunfo de Bill Clinton la nueva administración
nacional se ha comprometido con temas que van desde el uso de pastizales fede-
rales hasta la tala de bosques viejos para combatir la contaminación (abandonan-
do muchas veces los métodos probados de control de la contaminación en pro de
las "soluciones de mercado"). Los gobiernos estatales y locales descuidan el
ambiente en su competencia por atraer un capital escaso. En las leyes federales se
está reduciendo la definición de "marismas", y lo mismo ocurre con la de "especies
en peligro". Se está socavando el cumplimiento de las reglas de salud y seguridad
ocupacionales. Los parques nacionales y estatales se convierten en una mercancía
y sus administradores buscan maneras de obtener beneficios. Si bien la energía
nuclear está temporalmente estancada, y algunas industrias de bienes de capital,
OSIBLE UN CAPITALISMO SUSTENTABLE? 279

o las del papel y la pulpa, han empezado a instalar una tecnología más limpia,
agricultura orgánica se ha beneficiado por la ola de interés de los consumido-
hacia los productos libres de pesticidas, la mayoría de los líderes sindicales se
nen a la mayor parte de las demandas de los ambientalistas o se muestran indi-
ntes a ellas, y las organizaciones ambientales establecidas (con dos o tres excep-
es notables) están más dispuestas a comprometer su posición en nombre del
cimiento económico".
n la mayor parte de los países los partidos verdes siguen siendo pequeños o
n comprometiendo su posición en la política nacional y local. En Europa el
iente no es una preocupación central de los burócratas que controlan la pode-
a Comisión Europea, pese a que los verdes están representados en el Parla-
to Europeo. Los acuerdos internacionales sobre el agujero de la capa de ozo-
son débiles, y sobre el calentamiento global son meramente simbólicos. Los
erdos respecto a proteger los "bienes comunes" del mundo —cuencas hidráu-
s, bosques, ríos, lagos, costas, océanos y calidad del aire— se violan más de lo
se cumplen. Puede que se reviva la caza de ballenas y los pescadores de todo
undo claman por despojar a las aguas de su riqueza. El petróleo, como instru-
to de riqueza económica y poderío nacional, es más importante que nunca.
compañías del área de la energía y la minería (muchas veces la misma) están
paradas para explotar masivamente más recursos minerales desde Wisconsin
ta Siberia. En el Sur muchos gobiernos están ansiosos de vender su primogeni-
natural a las corporaciones transnacionales, muchas veces por la presión de
ndes deudas externas, en nombre del "desarrollo", y las masas sin tierra del
acio rural del mundo, así como los pobres urbanos, se ven obligados a despojar
otar los recursos, a contaminar el agua y el aire, respectivamente, tan sólo para
revivir. Los antecedentes ambientales de los "tigres" del este de Asia, de los
recillos" del sureste asiático, de México, Brasil y otros centros de crecimiento de
érica Latina, no son muy estimulantes.
esde el punto de vista práctico, un paso necesario hacia un capitalismo sus-
table —definido en algún sentido de "ecológicamente racional o sano"—, se-
presupuestos nacionales que aplicaran altos impuestos a los insumos de mate-
prima (por ejemplo carbón, petróleo, nitrógeno) y a ciertos productos (por
plo gasolina, sustancias químicas básicas), y que al mismo tiempo cobraran
uestos al valor agregado a una gran variedad de bienes de consumo poco amis-
s con el ambiente (autos, productos de plástico, latas desechables), junto con
política rigurosa de etiquetado verde que exentara a los productos legítima-
te verdes, definiendo "verde" en términos de los impactos ecológicos en cada
de las etapas de producción, distribución y consumo. Otro paso serían políti-
de gasto nacional que dieran un importante subsidio a la energía solar y a otras
ntes de energía alternativa benignas; a la investigación tecnológica que llevase
iminar sustancias químicas tóxicas desde su origen; innovaciones del tránsito,
as condiciones de salud y seguridad en el trabajo y de los procedimientos nacio-
280 JAMES O'CONNOR

nales, regionales y comunitarios para ponerlas en vigor, así como una redefinición
y reorientación, en general, de las prioridades científicas y tecnológicas. En ningún
lado se está desarrollando esta clase de presupuesto verde —con los cambios ade-
cuados en los métodos de contabilizar el ingreso nacional—, excepto en el papel,
por parte de un grupito de economistas y activistas verdes.
En el nivel del discurso sobre la "sustentabilidad" las perspectivas de un capita-
lismo ecológicamente sano, reconocible como tal por los verdes, parecen, en el
mejor de los casos, problemáticas. De hecho, detrás de una aparente convergencia
de vocabulario hay una brecha entre el discurso verde y el capitalista, cada uno de
los cuales va más lejos que el otro. Un problema es el discurso de gran parte del
movimiento ambiental, sostenido por capitales que desean volverse verdes o, al
menos, mostrar una imagen verde al público. Este discurso procura encontrar for-
mas en que las corporaciones puedan reformar sus prácticas económicas para
hacerlas coincidir con la sustentabilidad de bosques biodiversos, la calidad del
agua, la preservación de la vida silvestre, las condiciones atmosféricas y demás. Se
concentran en los procesos de producción, en la tecnología, el reciclado y el reu-
sado, así como en la eficiencia energética, tanto como en cuestiones de mayor
alcance relativas a la estructura del consumo, las finanzas, la comercialización y la
organización corporativa, y también en las políticas gubernamentales. Por ejem-
plo, el World Resources Institute, orientado a las reformas, afirmó recientemente
que la sustentabilidad presupone una "transformación sin precedentes" de la tec-
nología. Para los verdes reformistas, entonces, el problema es cómo rehacer el capital
de maneras congruentes con la sustentabilidad de la naturaleza.
Sin embargo, en las juntas de consejo de la mayoría de las corporaciones el pro-
blema se discute en términos diferentes. En un nivel superficial se trata simple-
mente de cómo presentar una imagen verde convincente a los consumidores y el
público (por ejemplo, la industria química norteamericana planeaba gastar 10
millones de dólares en 1992 para mostrarse ambientalmente razonable y amisto-
sa) . 1 Se trata también de cómo reformar la producción de modos que permitan
ahorrar energía y materias primas, cosa en gran medida destinada a reducir costos.
La energía y la eficiencia en el manejo de materiales durante un periodo de lento
crecimiento, lejos de ser un problema para el capital en su conjunto, es económi-
camente y también, quizás, ecológicamente deseable. Por tomar un ejemplo, hasta
el 75% del aluminio que producen hoy las compañías estadunidenses se hace con
latas y otros productos reciclados. Las nuevas prácticas de la industria maderera,
que hace postes y vigas con árboles chicos que no sirven para hacer tablas, utili-
zando así lo que en otro caso desperdiciarían, es otro ejemplo. Además, la retóri-
ca y (algunas) prácticas del "reciclado" pueden usarse para facilitar nuevas oleadas
de obsolescencia planificada esgrimiendo el estandarte del ambientalismo, y legi-
timando así el consumismo al mismo tiempo que se mantiene la rentabilidad.

1 New York Times, 12 de agosto de 1992.


¿ES POSIBLE UN CAPITALISMO SUSTENTABLE? 281

Pero en un nivel más profundo las corporaciones construyen el problema del


ambiente de una manera diametralmente opuesta a lo que suelen pensar los ver-
des acerca de la reforma, a saber, el problema de cómo rehacer la naturaleza de mane-
ras congruentes con la sustentabilidad de las utilidades y la acumulación de capital. "Reha-
cer la naturaleza" quiere decir más acceso a la naturaleza como "grifo" y como
"sumidero", lo cual tiene dimensiones políticas e ideológicas, así como económicas
y ecológicas, por ejemplo el ataque a la vida de los pueblos indígenas. Rehacer la
naturaleza significa también retrabajar o reinventar la naturaleza (lo cual tiene
aspectos políticos e ideológicos importantes). Los ejemplos incluyen las "planta-
ciones industriales de igual edad" de pino y abeto en el sureste y el noroeste de
Estados Unidos, monocultivo al que se ha denominado "el equivalente forestales
de las unidades habitacionales urbanas"; 2 la alteración genética de los alimentos
para reducir las pérdidas en las cosechas y elevar el rendimiento de la tierra; 3 los
microorganismos que se utilizan en la industria de semiconductores para que "se
coman" los desechos tóxicos, y las plantas de artemisa genéticamente alteradas que
limpian los suelos contaminados con plomo y otros metales. Sin embargo cada uno
de estos ejemplos tiene sus peligros potenciales: las plantaciones forestales destru-
yen la diversidad biológica, y los cambios genéticos en las plantas alimenticias, así
como el uso de microorganismos para reducir costos, contienen peligros biológi-
cos desconocidos. Entramos aquí a un mundo en el cual el capital no se limita a
apropiarse de la naturaleza, y convertirla después en mercancías que funcionan
como elementos de capital constante y variable (por utilizar categorías marxistas),
sino más bien un mundo en el cual el capital rehace la naturaleza y sus productos
biológica y físicamente (al igual que política e ideológicamente) a su propia ima-
gen.4 Una naturaleza precapitalista o semicapitalista se transforma en una natura-
leza específicamente capitalista. Y así como el movimiento sindicalista obligó al
capital a pasar de un modo de producción de plusvalor absoluto a uno de produc-
ción de plusvalor relativo, por ejemplo de prolongar los horarios de trabajo a redu-
cir los costos de los salarios, el movimiento verde hoy puede estar obligando al

2 Edward Goldsmith et al., The imperialist planet, Cambridge, mrr Press, 1991, p. 94. En Estados Uni-
dos la mayor parte de la madera se produce en plantaciones industriales.
3 La Universidad de Florida y la compañía Monsanto han alterado genéticamente el trigo, de mane-
ra experimental, para aumentar su rendimiento. Introdujeron un gen ajeno que produce una enzima
gracias a la cual muchos herbicidas son inocuos para el trigo. En la actualidad ya se han modificado
genéticamente todos los cultivos básicos: maíz, arroz, soya y otros alimentos, incluyendo una papa que
mata a su propia plaga, el escarabajo de Colorado, produciendo una proteína letal para el insecto. Des-
de luego el gen que se introdujo en el trigo es un secreto industrial. (New York Times, 28 de mayo de
1992.)
4 Así que ya no se trata sólo del capital que se apropia de lo que se encuentra en la naturaleza, lo
descompone y recombina sus elementos para convertirlos en mercancía, sino más bien de crear algo
que antes no existía. Sé que no hay una línea clara entre las dos cosas; sin embargo, cuando se compa-
ran los extremos se ve que existe una diferencia cualitativa.
282 JAMES O'CONNOR

capital a ponerle fin a su explotación primitiva de la naturaleza de capitalista al


rehacer la naturaleza a imagen del capital... y también a reducir los costos de éste,
sobre todo los de reproducir la fuerza de trabajo (o el costo de los salarios).
Desde esta perspectiva, en algún momento futuro la naturaleza llegaría a ser
irreconocible como tal, o como la experimenta la mayoría. Sería, más bien, una
naturaleza física tratada como si estuviese regida por la ley del valor y el proceso de
acumulación capitalista a través de la crisis económica, igual que la producción de lá-
pices o de comida rápida. La teoría del discurso tendrá tanto que decir entonces
sobre el problema de la sustentabilidad como ahora la economía política y la cien-
cia ecológica. La razón es que el proyecto capitalista de rehacer la naturaleza —to-
davía en su infancia— es también un proyecto por rehacer (presuntamente) la
ciencia y la tecnología a imagen del capital. Lo que esta imagen es y podría ser
depende de complejos problemas de representación, imágenes de la naturaleza y
problemas de solidaridad social, legitimación y poder dentro de la comunidad
científica y universitaria.

LA CRISIS DE LA DEMANDA.. EXPANSIÓN Y CONSUMO

Una respuesta sistemática a la pregunta: "¿Es posible un capitalismo ecológica-


mente sustentable?" es: "No, a menos que el capital cambie de rostro de tal forma
que se volvería irreconocible para los banqueros, los administradores financieros,
los capitalistas especuladores y los directores de las empresas que se observaran hoy
al espejo." Esta afirmación, rechazada en general por los políticos nacionales y los
voceros de las grandes empresas, requiere, para su justificación, una breve des-
cripción de cómo funciona el capitalismo, por qué funciona cuando funciona y
por qué no funciona cuando no funciona.
Hasta la aparición de la economía ecológica que, pese a tener precursores que
se remontan a hace más de un siglo, sigue estando en los márgenes de la profesión,
los economistas discutían la sustentabilidad del capitalismo en términos puramen-
te económicos, como por ejemplo capital monetario, inversión y consumo, utili-
dades y salarios, costos y precios. El mundo físico material aparecía en los modelos
de crecimiento económico esencialmente de dos maneras: primero, en forma de
ubicación y de teoría de la renta; segundo, en el concepto del "acelerador", o can-
tidad de productos físicos que se puede esperar produzca la nueva capacidad pro-
ductiva (por ejemplo, a determinada tasa de utilización se requieren tantas máqui-
nas para producir tantos refrigeradores).
Desde un punto de vista económico el capitalismo sustentable tiene que ser
necesariamente un capitalismo en expansión (y representado como tal). Una eco-
nomía capitalista basada en lo que Marx llamó "reproducción simple" y que
SIBLE UN CAPITALISMO SUSTENTABLE? 283

os verdes denominan "mantenimiento" es una total imposibilidad, a excep-


del trabajo de mantenimiento (no pagado) en el hogar y del trabajo (pagado)
izado por el estado. En el mantenimiento hay poca o ninguna utilidad; la sus-
ilidad capitalista depende de la acumulación y de las utilidades. Una tasa glo-
ositiva de utilidad significa crecimiento del producto total ("producto interno
", tal como se lo mide en las cuentas capitalistas de ingreso nacional). Las uti-
es son un medio de expansión, por ejemplo, en nuevas inversiones y tecnolo-
Funcionan también como incentivo a la expansión. De esta manera, la utili-
el crecimiento son, recíprocamente, medios y fines, contenido y contexto,
ecirlo así, y el administrador financiero normal no ve ni le importa la dife-
a entre ambos. Si bien hay muchas variaciones de la teoría del crecimiento
ómico, todas presuponen que el capitalismo no puede permanecer inmóvil,
l sistema tiene que expandirse o contraerse, en otras palabras, que está
esto a la crisis y es dependiente de ella y que, en último análisis, tiene que
ular o morir", como dijo Marx. 5
el modelo capitalista más simple (y más ingenuo) la tasa de crecimiento o
de acumulación de capital depende de la tasa de utilidad. 6 Cuanto mayor sea
(si no se modifica ningún otro factor), más sustentable será el capitalismo.
tasa de utilidad negativa indica problemas económicos; por lo menos una

odas las teorías del crecimiento presuponen ciertas relaciones entre la economía "real" y la
taria, la producción ara y los ingresos, los aumentos de la inversión y los bienes de consumo,
lado, y las utilidades y salarios, por el otro. Las desproporciones entre la razón inversión/bienes
nsumo y utilidades/salarios puede provocar problemas económicos ("crisis de desproporción").
stante, la principal crisis inherente al capitalismo es la "crisis de realización".
s marxistas consideran que el capitalismo está "expuesto a crisis". Pero el sistema también es
ndiente de las crisis" en el sentido de que las crisis económicas exigen reducción de costos, des-
para "restructurar" y otros cambios que vuelven más "eficiente" al sistema (es decir, más renta-
arx escribió que "el capital se acumula por medio de las crisis", o sea que las crisis son ocasión
liquidación de algunos capitales, así como de la aparición de otros nuevos y la reorganización de
ejos, por no mencionar la difusión de una tecnología nueva y más "eficiente" en todos los sistemas
jemplo la computarización).
tes del desarrollo de la economía ecológica se le prestaba relativamente poca atención a la pre-
"¿Qué es exactamente lo que está creciendo?" Hoy más economistas están dispuestos a admitir
l crecimiento no incluye sólo algún vector de productos (mercancías, servicios, incremento de
tarios duraderos de bienes) sino también producción de "desechos" e incrementos de inventarios
sechos duraderos. Esto complica un sistema ya complejo y arbitrario de contabilidad de ingresos.
Más ingenuo", en parte, debido a que si bien hay una tendencia general a que la tasa de utilidad
erentes industrias se vuelva aproximadamente comparable (a través del alejamiento del capital de
ctores de bajo rendimiento y su acercamiento a los de alto), las tasas de utilidad varían muchísi-
e una industria a otra, e incluso de una unidad de capital a otra. Hay muchas razones para ello,
e las cuales (posiblemente la más importante) es que los grandes capitales no sólo se apropian de
res utilidades que los pequeños, definidas en términos absolutos o totales, sino que también
n" una tasa de utilidad más elevada. Esto se debe a que por lo general los pequeños capitales no
en competir con los grandes, mientras que los grandes pueden competir con los pequeños (y
sí).
284 JAMES O'CONNOR

recesión y, en el peor de los casos, una crisis general, deflación de los valores del
capital y depresión. En este modelo cualquier cosa o persona que interfiera con las
utilidades, la nueva inversión y la expansión de los mercados represen ta una ame-
naza para la sustentabifidad del sistema, es decir, una crisis económica de conse-
cuencias económicas, sociales y políticas desconocidas e impredecibles.
En la teoría marxista tradicional el capital es su propio peor enemigo. Amenaza
su propia rentabilidad debido a lo que Marx denominó la "contradicción entre la
producción social y la apropiación privada". Una interpretación de esta contradic-
ción es que cuanto mayor sea el poder político del capital sobre el trabajo, mayor
será la explotación del mismo (o la tasa de plusvalor), y más utilidades potenciales
se producirán. No obstante, precisamente por esta razón, también será mayor la
dificultad de realizar esas utilidades potenciales en el mercado, o de vender bienes
a precios que reflejen los costos de producción más la tasa de utilidad promedio.
Aquí identificamos la contradicción entre el poder político del capital y la capaci-
dad de la economía capitalista para funcionar sin problemas (o, en última instan-
cia, para funcionar en general). Esta "primera contradicción del capitalismo" (o
"crisis de realización" o "de demanda") afirma que cuanto los capitales individua-
les tratan de defender o de restablecer las utilidades incrementando la productivi-
dad del trabajo, acelerando la labor, cortando salarios y apelando a otros métodos
bien establecidos para obtener más producción de menos trabajadores, a los que
mientras tanto les pagan menos, el efecto no planeado es el de reducir la deman-
da final de bienes de consumo. Menos obreros, técnicos y otros que intervienen en
el proceso de trabajo producen más; por ende, por definición, son capaces de con-
sumir menos, de no existir una deflación de los precios. Así, cuanto mayores son
las utilidades producidas por la explotación del trabajo, menores son las utilidades
realizadas, o la demanda del mercado... si no se producen cambios en otros facto-
res. Desde luego, éstos siempre se producen: déficit presupuestal gubernamental,
crédito hipotecario y al consumo, préstamos empresariales y una política agresiva
de comercio exterior y de inversión, entre otras posibilidades, pueden reflotar la de-
manda para que el capital siga siendo "sustentable".
Hoy una economía sustentable presupone un sistema político-económico global
capaz identificar y regular esta "primera" contradicción o contradicción "interna"
del capitalismo. Esto significa, antes que nada, la capacidad de regulación macro-
económica a escala global o, al menos, entre los motores industriales del Grupo de
los Siete (G7), es decir, un keynesianismo internacional del tipo que privó en las
principales economías nacionales desde los cincuenta y hasta finales de los seten-
ta. El capitalismo mundial, definido de este modo inmediato y práctico, puede ser
mucho menos sustentable de lo que piensan muchos economistas. Primero, los sis-
temas de regulación keynesiana nacional se han debilitado o destruido a sí mismos
desde finales de los setenta. Segundo, el papel central de Estados Unidos en la
economía global hasta el periodo posterior al fin de la guerra fría —como una
especie de caja registradora mundial— está llegando a su fin. Esto significa que
¿ ES POSIBLE UN CAPITALISMO SUSTENTABLE? 285

hasta la débil recuperación de la recesión de 1990-1991 la economía norteameri-


cana fue impulsada por el gasto de los consumidores y militares, así como por los
préstamos privados y públicos. Sin embargo, la recuperación estadunidense poste-
rior a 1991 es la primera desde 1876 que fue encabezada por las exportaciones,
seguidas muy de cerca por el gasto de inversión. Todas las recientes recuperacio-
nes de Alemania han estado guiadas por las exportaciones, y el gobierno alemán
ha dicho que cualquier recuperación de sus actuales malestares económicos está
impulsada por las mismas. Cuando Japón se recobre de sus actuales problemas eco-
nómicos las exportaciones se expandirán más rápido que el consumo interno, la
inversión y el gasto gubernamental. Por último, todas las economías conocidas
como de la nueva industrialización están guiadas por las exportaciones. Estos
hechos sugieren que en un periodo en el cual unos Estados Unidos consumistas no
pueden seguir absorbiendo ya las mercancías excedentes del mundo, se requerirá
un manejo macroeconómico global de tipo keynesiano a fin de evitar una defla-
ción y depresión generales.
De hecho hay una especie de macroadministración global: los banqueros cen-
trales y los ministros de finanzas del G7, el Fondo Monetario Internacional y el
Banco de Acuerdos Internacionales. Pero este estado capitalista casi global está en
manos del gran capital en general y del capital financiero en particular. Por lo tan-
to, con excepción de los intentos del G7 por reducir las tasas de interés y estimu-
lar la demanda en países con excedentes exportables (especialmente Japón), el
estado global sigue una política antikeynesiana, que obliga a capitales individua-
les y a países enteros a reducir costos, aumentar la eficiencia y bajar el gasto guber-
namental, respectivamente, sin pensar ni por un instante en los efectos que esta
política tendrá en la sobreproducción de capital a escala global —del tipo que
identificó Marx hace mucho—, por no hablar de los peligros de las guerras
comerciales, las formas creativas de políticas contra el vecino, la creciente deca-
dencia social, la inestabilidad política, los bloques comerciales regionales y el
desastre ecológico. Dicho de otra manera, no hay un parlamento global que
apruebe leyes de salarios mínimos y legislación protectiva, no hay ministerios
mundiales del trabajo, el bienestar social y el ambiente, ni un poder legítimo que
difunda el conocimiento económico keynesiano en escala internacional. En cam-
bio, en Estados Unidos, por ejemplo, el ex presidente George Bush dijo que el
país iba a convertirse en una "superpotencia exportadora", y los consejeros eco-
nómicos del presidente Clinton recomiendan una política de exportación "cre-
cientemente agresiva".
Hoy en día las perspectivas de una regulación global, organizada con un espíri-
tu verdaderamente cooperativo, son tan escasas como las de una regulación nacio-
nal durante la crisis de sobreproducción de los años 1890, es decir, nulas. En aque-
llos tiempos las políticas nacionalistas del dumping, el monopolio y el colonialismo
contribuyeron a crear dos guerras de rivalidad imperialista y la gran depresión.
Superficialmente, hoy podríamos ver dos factores atenuantes: uno es que Europa
286 JAMES O'CONNOR ¿ Es

es una entidad económica; Francia, por ejemplo, se une económicamente a Ale- ve


mania, no combate contra ella. La otra es que el capital ya no es de alcance nacio- to
nal sino cada vez más global, con lo cual, teóricamente, está más abierto a la regu-
lación global. Pero el G7, hasta la fecha, ha manejado mal (cada año peor) la m
regulación macroeconómica, y el capital financiero global, así como la clase ren- tic
tista que vive de los intereses de las gigantescas deudas acumuladas en los setenta tit
y en los ochenta, son lo bastante poderosos como para impedir que los gobiernos ur
refloten sus economías. te
qu

"ti
LA CRISIS DE COSTOS: CONDICIONES DE PRODUCCIÓN ac
la
En la actualidad este tipo de pensamiento económico, aunque sigue siendo válido, ac
es (y siempre fue) unilateral y limitado. La razón es que presupone una disponibi- m
lidad ilimitada de lo que Marx denominó "condiciones de producción". Este S
modelo tradicional presupone que el capitalismo puede evitar los cuellos de bote- hu
lla potenciales del "grado de la oferta", y que el crecimiento está restringido por la d
demanda. Sin embargo, si aumentan significativamente los costos del trabajo, la na- ci
turaleza, la infraestructura y el espacio, el capital se enfrentará a una posible de
"segunda contradicción", una crisis económica que impacte desde el lado de los
costos. Ejemplos de ello son la "crisis del algodón" inglesa durante la guerra civil es
de Estados Unidos, el aumento de los salarios por encima de la productividad en co
los sesenta, y los "golpes petroleros" de los setenta. Pero aquí nos interesamos por cu
fenómenos mucho más estructurados o genéricos de lo que podrían sugerir estos in
ejemplos aislados. un
Las crisis por el lado de los costos se originan de dos maneras. La primera es na
cuando capitales individuales defienden o restauran sus utilidades por medio de gr
estrategias que degradan o que a lo largo del tiempo no son capaces de mantener d
las condiciones materiales y sociales de su propia producción, descuidando, por se
ejemplo, las condiciones de trabajo (con lo cual se elevan los costos por salud), li
degradando los suelos (y reduciendo así la productividad de la tierra), o cerrando tr
los ojos frente a la infraestructura urbana en deterioro (con lo cual se incrementa el
la congestión o los costos de vigilancia), por tomar tres ejemplos. m
La segunda es cuando los movimientos sociales exigen que el capital provea n
mejor al mantenimiento y la restauración de esas condiciones de vida, cuando
demandan mejor atención a la salud, protestan por los suelos arruinados y defien-
den los barrios urbanos de maneras que aumentan los costos del capital o reducen di
tul
su flexibilidad, por mantener los mismos tres ejemplos. Aquí estamos hablando de
va
los efectos económicos potencialmente nocivos, para los intereses capitalistas, de los
movimientos sindicales y femeninos, ambientales y urbanos. Este problema de "cos- do
tos extra" —y la amenaza para la rentabilidad— obsesiona a los economistas con- ba
LE UN CAPITALISMO SUSTENTABLE? 287

ales y a los ideólogos capitalistas; no obstante, los líderes de los movimien-


rales y sociales raras veces discuten este asunto en público.
mundo real ambos tipos de crisis por el lado de los costos se combinan y
de maneras complejas y contradictorias que nadie ha priorizado sistemá-
te jamás (véase el capítulo 8). Por ejemplo, desde un punto de vista cuan-
nadie sabe exactamente en qué medida los costos de congestionamiento
son resultado del endiosamiento del automóvil y el descuido del transpor-
o, y hasta qué punto son efecto de las luchas comunitarias para impedir
autopistas afeen su vecindario.
sitamos un enfoque teórico más refinado del problema que Polanyi llamó
trabajo". Marx, sin darse cuenta, proporcionó el punto de partida para ese
iento con su concepto de "condiciones de producción". 7 Como ya vimos,
iciones de producción son cosas que no se producen como mercancías de
con las leyes del mercado (ley del valor) sino que se tratan como si fueran
cías; en otras palabras, son "mercancías ficticias" con "precios ficticios".
Marx hay tres condiciones de producción: primero, la fuerza de trabajo
, o lo que denominó las "condiciones personales de producción"; segun-
mbiente, o lo que llamó las "condiciones naturales o externas de produc-
ercero, la infraestructura urbana (podríamos agregar el "espacio"), o lo que
como "condiciones generales, comunales, de producción".
pitalismo sustentable requeriría que las tres condiciones de producción
sen disponibles en el momento y el lugar adecuados y en las cantidades y
calidades correctas, a los precios ficticios necesarios. Como se indicó, los
de botella serios en la provisión de fuerza de trabajo, recursos naturales,
ructura y espacio urbanos representan un riesgo para la viabilidad de las
s individuales de capital, e incluso para programas capitalistas sectoriales o
les enteros. Si se generalizaran, estos cuellos de botella pondrían en peli-
ustentabilidad del capitalismo al elevar los costos y reducir la flexibilidad
ital. Por eso, en primera instancia, los "límites al crecimiento" no se pre-
omo escaseces absolutas de fuerza de trabajo, materias primas, agua y aire
, espacio urbano y demás, sino como fuerza de trabajo, recursos, infraes-
y espacio de alto costo. Esta amenaza inminente a la rentabilidad hace que
o y el capital traten de racionalizar los mercados de trabajo, los abastos y los
os de combustible y materias primas, los patrones de uso de la tierra urba-
ral y los mercados de la tierra, a fin de reducir los costos de producción. 8

darse cuenta" porque Marx utilizó el concepto de "condiciones de producción" de formas


s y no consistentes; nunca soñó que fuese o pudiese ser usado como lo empleo en este capí-
die podría haberlo utilizado así hasta la aparición de The great tramfonnation de Polanyi (Nue-
Farrar and Rinehart, 1944).
"racionalización" incluye también la "reprivatización" definida como el paso del trabajo paga-
pagado en la casa y la comunidad, o la resurrección de las ideologías de "autoayuda", que deja-
una parte más grande de la carga de reproducir la fuerza de trabajo y las condiciones ambien-
288 JAMES O'CONNOR

Los cuellos de botella o limitaciones por el lado de la oferta plantean problemas


especialmente difíciles para las empresas capitalistas y los funcionarios cuando la
economía es débil o se enfrenta a una crisis por el lado de la demanda o a una nue-
va competencia por parte de otros países. Las utilidades estancadas o en descenso
obligan a los capitales individuales a tratar de reducir el tiempo de revolvencia del
capital, es decir, a acelerar la producción y minimizar el tiempo que se tarda en
vender los productos. Esta obsesión por hacer dinero más y más rápido a fin de
compensar las utilidades magras o menguantes se enfrenta, por ejemplo, a los mer-
cados de trabajo sindicalizados, a los mercados petroleros influidos por la OPEP, y a
la defensa que hace la agricultura tradicional de los usos "ineficientes" de la tierra
y del agua. Por un lado, el capital monetario quiere crecer más y más rápido; por
el otro, lo que Polanyi denominó "sociedad", y lo que nosotros, irónicamente, lla-
mamos patrones de utilización de la tierra y el trabajo pasados de moda, combina-
dos con la resistencia a la racionalización capitalista por parte de los movimientos
laborales y sociales, se constituye en una serie de obstáculos o "barreras a superar".
En el mejor de los casos, el capital tiene que enfrentarse a la indiferencia y la iner-
cia sociales.
Una de las soluciones del capital a este dilema, 'al menos a corto plazo, es tan
simple como económicamente autodestructiva. El capital monetario abandona el
"circuito general del capital", es decir, el largo y tedioso proceso de rentar espacio
para una fábrica, comprar maquinaria y materias primas, rentar tierra, encontrar
la fuerza de trabajo adecuada, organizar y poner en práctica la producción y
comercializar las mercancías, y se abre camino hacia empresas especulativas de
todas clases. El capital monetario basado en expansión del crédito, o el dinero que
no puede encontrar una salida en bienes y servicios verdaderos, se brinca, por
decirlo así, a la sociedad, y busca expandirse de manera más fácil, por medio de la
compra de tierras, de los mercados bursátiles, los mercados de bonos y otros mer-
cados financieros. De aquí se deriva la actual anomalía económica: el valor de las
acciones sobre el plusvalor o las utilidades crece mucho más rápido que el verda-
dero valor del capital fijo y circulante. Esto tiende a empeorar una situación eco-
nómica mala, pues causa mayor endeudamiento y el riesgo de una implosión finan-
ciera. Tiende también a empeorar las condiciones de producción ecológicas y de
otros tipos; a medida que los intereses financieros asumen hegemonía sobre los
productivos, estos últimos suelen ser descuidados.
Durante periodos anteriores de desarrollo capitalista, y definiéndolo en térmi-
nos nacionalistas, había suficiente fuerza de trabajo precapitalista, riqueza natural

tales y urbanas de ,vida sobre lo que Martin O'Connor llama la "subsistencia autónoma", que siempre
fue un sustento clave de la acumulación capitalista, pero que adquiere mayor importancia durante los
periodos de crisis. Este asunto plantea el problema más importante de si, por ejemplo, el trabajo domés-
tico no pagado constituye la explotación de las mujeres por parte de los hombres, actúa como un sub-
sidio al capital, etc., oiestiones muy debatidas por las feministas, los ~mistas y las feministas marxistas
durante los setenta.
¿ ES POSIBLE UN CAPITALISMO SUSTENTABLE? 289

inexplotada y espacio. Esto era cierto en la realidad y también en términos de las


percepciones de las primeras generaciones de la burguesía. Los precios (ficticios)
de la fuerza de trabajo, los recursos naturales y el espacio se mantenían, entonces,
controlados. Tampoco había movimientos ambientales o movimientos urbanos
que levantasen barreras políticas y sociales del capital y que éste (con ayuda del
imperialismo y de la opresión estatal) no pudiese superar. A lo largo del tiempo el
capital procura capitalizarlo todo y a todos; en otras palabras, potencialmente todo
entra en la contabilidad de costos capitalista. Durante miles de años los seres
humanos han estado "humanizando" la naturaleza o creando una "segunda" natu-
raleza, y esto, muchas veces, ha resultado destructivo; ejemplos bien conocidos de
ello son los ciclos de sequía/inundación con el sistema de plantación romano; las
devastadoras consecuencias ecológicas de las guerras púnicas, y el agotamiento de
los suelos y la escasez de agua en la civilización maya. Pero en las formaciones socia-
les capitalistas esta segunda naturaleza se convierten en mercancía y se la valoriza
al mismo tiempo que se la está degradando. Desde el punto de vista de los que
quieren que el capitalismo sea ecológicamente sustentable es ahí donde empiezan
a aparecer los problemas. Los mercados de trabajo se compactan, y el Norte tiene
que depender de la mano de obra importada del Sur, con todos los costos y pro-
blemas económicos y sociales concomitantes. Ejemplos de ello son los costos eco-
nómicos de asentar a recién llegados que usan un lenguaje diferente, y los costos
sociales de una reaparición del racismo. Las materias primas y los espacios comu-
nes no contaminados se vuelven escasos, elevando lo que Marx denominó "costos
de los elementos del capital", por ejemplo, en Estados Unidos, el petróleo y el gas
producidos en el país, los árboles y la madera, las fuentes de agua limpia. Final-
mente, comienzan a escasear la infraestructura y el espacio urbanos, creando cre-
cientes costos de congestión, mayores rentas del suelo y costos de contaminación.
Los Ángeles es un buen ejemplo; la ciudad de México y Taipei lo son aún más.
En síntesis, la capitalización de las condiciones de producción en general, y del
ambiente y la naturaleza en particular, tiende a elevar el costo del capital y a redu-
cir su flexibilidad. Como ya se señaló, hay dos razones generales de ello; primero
una razón sistémica: los capitales individuales tienen poco o ningún incentivo para
usar las condiciones de producción de formas sustentables, especialmente cuando
se enfrentan a épocas económicas dificiles creadas por el mismo capital. Segundo,
y precisamente por la primera razón, los movimientos laborales, ambientales y
otros movimientos sociales desafían el control del capital sobre la fuerza de traba-
jo, el ambiente y lo urbano (y cada vez más también lo rural, sobre todo en el Sur).
Ejemplos de esto, en Estados Unidos, son las coaliciones regionales sobre produc-
tos tóxicos, los conflictos por la salud y la seguridad en el trabajo y por el "derecho
a saber", la acción directa para salvar ríos intocados y bosques originarios, y los
movimientos contra las autopistas y el desarrollo.
En términos simples, la segunda contradicción afirma que cuando los capitales
individuales procuran defender o restaurar los beneficios reduciendo o externali-
290 JAMES O'CONNOR

zando los costos, tienen el efecto imprevisto de reducir la "productividad" de las


condiciones de producción y, por lo tanto, de elevar los costos promedio. Los cos-
tos pueden subir para los capitales individuales en cuestión, para otros capitales o
para el capital en su conjunto. Por ejemplo, los pesticidas químicos usados en agri-
cultura primero reducen los costos, pero en última instancia los elevan, a medida
que las plagas se vuelven más resistentes a esas sustancias, y también que las mismas
van matando el suelo. Se esperaba que los bosques de especies únicas y rendi-
miento permanente de Suecia mantuvieran bajos los costos, pero resultó que la
pérdida de biodiversidad a lo largo de los años ha reducido la productividad de los
ecosistemas forestales y el tamaño de los árboles. En Estados Unidos la energía
nuclear prometía reducir los costos energéticos. Pero el mal diseño, los problemas
de financiamiento, las medidas de seguridad y, más que nada, la oposición popu-
lar a la energía nuclear, tuvieron el efecto de elevarlos. En cuanto a las condicio-
nes "comunales" de producción, las nuevas autopistas destinadas a reducir los cos-
tos de transporte y el tiempo de traslado al trabajo tienden a elevarlos cuando
atraen más tránsito y crean mayores congestionamientos. Yen relación con las con-
diciones de producción "personales", es evidente que el sistema educativo nortea-
mericano, que se supone debe elevar la productividad potencial del trabajo, pro-
duce tanta ignorancia como erudición, perjudicando la disciplina y la
productividad de la mano de obra.
Es importante destacar que las condiciones de producción no se producen de
acuerdo con las leyes del mercado. Y la regulación que ejerce el mercado sobre el
acceso del capital a estas condiciones cuando se las produce es selectiva y parcial,
así como muchas veces fallida. Por consiguiente debe haber algún organismo que
tenga la tarea de producir las condiciones de producción y/o de reglamentar el ac-
ceso del capital a las mismas. En las sociedades capitalistas este organismo es el esta-
do. Todas las actividades del mismo, incluyendo casi la totalidad de los órganos
estatales y las partidas presupuestarias, se ocupan de proporcionarle al capital acce-
so a la fuerza de trabajo, la naturaleza, el espacio urbano y la infraestructura. En
Estados Unidos, por ejemplo, se encuentran burocracias del trabajo y de la educa-
ción; un departamento de agricultura; un servido nacional de parques y organis- l
mos similares para cada uno de los estados; un departamento de manejo de la tie-
rra y otro de recuperación de la misma, así como órganos de planificación urbana
y autoridades de tránsito. Ejemplos de las funciones específicas relacionadas con
las tres condiciones de producción son, primero, con respecto a la fuerza de tra- l
bajo, las leyes relativas al trabajo infantil y las que determinan los horarios y las
condiciones de trabajo y de seguridad; segundo, en relación con el ambiente, las le-
yes que precisan el acceso a tierras federales y que reglamentan el desarrollo cos- l
tero y la contaminación; tercero, con respecto a la infraestructura y el espacio urba-
nos, leyes de zonificación, planeación del tránsito y uso de la tierra. Es dificil
encontrar una actividad gubernamental o un concepto presupuestal que no tenga
que ver, de diferentes maneras, con una o más condiciones de producción. Esto t
IBLE UN CAPITALISMO SUSTENTABLE? 291

e también las funciones monetarias y militares, que protegen y facilitan el


"legítimo" a recursos y mercados necesarios por parte de compañías mine-
ncos, comerciantes, y otras empresas capitalistas. La guerra de George Bush
Golfo Pérsico no es otra cosa que el último y más dramático ejemplo del
de los militares en las sociedades capitalistas; el Banco Mundial y el Fondo
tario Internacional (en el nivel supranacional) son los ejemplos más obvios
funciones monetarias orientadas a la expansión capitalista.

EJO DE LAS CRISIS DE COSTOS

es la solución de estas crisis del lado de los costos, desde el punto de vista de
itales individuales y también del capital en su conjunto?
eor caso será cuando los capitales individuales, atrapados entre mayores cos-
enor demanda, recortan aún más los costos, intensificando así tanto la pri-
contradicción como la segunda. Pero este resultado no es la única posibili-
omo ya se señaló, en relación con el ambiente, hay muchos ejemplos de
les individuales que responden al consumismo verde, por ejemplo, a la
da pública de reducir los desperdicios y reciclar, encontrando nuevos usos
s productos de desecho, y también ejemplos de compañías que mejoran sus
de capital cuando se ven obligadas a reducir los contaminantes, así como de
ompañías que se especializan en limpieza ambiental.
mejor solución para el capital en su conjunto (no para la sociedad, ni siquie-
la "naturaleza", que presupondría una lógica de reciprocidad, y no la lógi-
intercambio de valor del capitalismo) consiste en restructurar las condicio-
producción de maneras tales que aumenten su "productividad". Como el
produce o regula el acceso a estas condiciones, los procesos de restructura-
elen estar organizados y/o regulados por el estado, es decir, políticamente.
os ejemplos son prohibir los autos en el centro de las ciudades para reducir
gestionamientos y los costos de la contaminación; subsidiar el manejo inte-
de plagas en la agricultura para reducir los costos de los alimentos y las mate-
imas, y desplazar la prioridad de la salud curativa a la preventiva (por ejem-
lucha contra el sida en Estados Unidos) para bajar los costos de atención a
d. Sin embargo, para alcanzar una solución verdadera sería necesario gastar
ades inmensas de dinero a fin de restructurar las condiciones de producción
dos que restaurasen o elevasen su "productividad" e hiciesen descender así
tos del capital. Mejoraría la productividad a largo plazo, pero a costa de las
des a corto plazo. Nuevas industrias producirían productos inocuos para el
te, transporte urbano y sistemas educativos que (como los ejemplos citados
reducirían efectivamente los costos de los elementos del capital y la canas-
onsumo, así como la renta por la tierra; al mismo tiempo, el nivel de deman-
292 JAMES O'CONNOR

da agregada se elevaría, atacando la primera contradicción de formas potencial-


mente no inflacionarias. (En cambio, si los nuevos sistemas de manejo forestal,
control del gasto en materia de contaminación, planeación urbana, etc., no tienen
efecto en los costos, el resultado es una elevación de la demanda efectiva e infla-
ción, o reducción de las utilidades.)
Esto por lo que se refiere a la idea del capitalismo sustentable; la práctica es otra
cuestión. En los estados democráticos liberales la lógica política normal del plura-
lismo y el compromiso impide el desarrollo de una planeación ambiental, urbana
y social global. La lógica de la administración o de la burocracia estatal es no demo-
crática, y por lo mismo insensible a los asuntos ambientales y de otras clases que
surgen desde abajo. Y la lógica del capital en expansión es antiecológica, antiurba-
na y antisocial. Las tres lógicas, combinadas, son contradictorias en términos de
desarrollar soluciones políticas a las crisis de las condiciones de producción; por lo
tanto, las posibilidades de una "solución capitalista" sistemática a la segunda con-
tradicción son remotas.
En otros términos, en ningún país capitalista desarrollado existe un organismo
estatal o un mecanismo de tipo corporativo de planeación que se ocupe de la pla-
neación ecológica, urbana y social global. La idea de un capitalismo ecológico, o
capitalismo sustentable, no ha sido ni siquiera analizada teóricamente de manera
coherente, y mucho menos se está insertando en una infraestructura institucional.
¿Dónde está el estado que tenga un plan ambiental racional; planeación intraur-
bana e interurbana; planificación de salud y educación orgánicamente vinculada
con la planeación ambiental y urbana? No existe. Lo que hay son enfoques atomi-
zados; en el mejor de los casos fragmentos de planeación regional y, en el peor, sis-
temas irracionales de asignación del botín político.
Por consiguiente, todos los días nuevos encabezados anuncian otra crisis de
atención a la salud, otra crisis ambiental, otra crisis urbana. En muchas regiones se
va creando la imagen de una fuerza de trabajo cada vez más inesperada, muchos
de cuyos integrantes no tienen hogar debido a los bajos salarios y las altas rentas,
que viven aterrados en una ciudad contaminada, inmovilizados por los embotella-
mientos e incapaces hasta de obtener agua limpia. Esta imagen puede no coincidir
todavía con Roma o Nueva York, pero está cercana en la ciudad de México y en
Nueva Delhi, que indiscutiblemente forman parte del mundo capitalista.

CONSECUENCIAS ECOLÓGICAS DE UNA DEPRESIÓN ECONÓMICA GENERAL

Comoquiera que se defina la sustentabilidad desde un punto de vista ecológico,


hay algo que parece cierto. Si el capitalismo no es sustentable en términos de una
regulación macroeconómica internacional, habrá una crisis global, una deflación
general de los valores del capital, y una depresión. En este caso nadie sabe ni pue-
¿ES POSIBLE UN CAPITALISMO SUSTENTABLE? 293

de saber cómo responderán los capitales individuales, los gobiernos y los organis-
mos internacionales.
Puede ocurrir que grandes presiones económicas por el lado de la demanda (o
por el del costo, o por los dos al mismo tiempo), derivadas de la sobreproducción
del capital (o de la subproducción, o de las dos cosas), fuercen a los capitales indi-
viduales a tratar de restablecer las utilidades externalizando más costos, es decir,
pasando más costos al ambiente, la tierra y las comunidades, ante la mirada impo-
tente de los organismos nacionales e internacionales. En realidad hay muchas evi-
dencias de que el lento crecimiento económico a partir de los setenta ha producido
algo semejante, especialmente en el caso de las corporaciones transnacionales.
También hay evidencias de que muchos casos el tiro ha salido por la culata, en el
sentido de que esa extemali7ación de costos por un capital ha elevado los costos
para otros. Asimismo, se puede demostrar que en muchos casos las luchas y las
reglamentaciones ambientales han obligado a capitales individuales a internali7ar
costos que de lo contrario recaerían en el ambiente. Hay una especie de guerra
vigente entre el capital y los movimientos ambientales, una guerra en la cual éstos
pueden tener el efecto (intencional o no) de salvar a largo plazo al capital de sí
mismo, al obligarlo a hacerse cargo de los efectos negativos a corto plazo del tras-
lado de costos.
También existe la posibilidad, por leve que sea, de que una verdadera depresión
económica pueda ser ocasión de un programa general de restauración ambiental.
En Estados Unidos, en los treinta, el New Deal creó las condiciones políticas para
dos tipos de cambio ambiental. La primera consistió en los esfuerzos por restaurar
los suelos degradados de las grandes planicies y los pastizales ecológicamente dete-
riorados del sur y del oeste. En este sentido la depresión fue un acontecimiento
"ambientalmente sano". El segundo tipo de cambio ambiental consistió en esfuer-
zos aún mayores por iniciar o acelerar gigantescos proyectos de infraestructura,
como enormes presas y obras hidráulicas, grandes puentes y túneles, que eran
indispensables para la urbanización en el oeste del país y para la suburbanización
posterior a la segunda guerra mundial en el resto de la nación. Sin estos proyectos
la vida suburbana, el consumismo y la cultura del automóvil no hubiesen florecido
en los cincuenta y los sesenta; contribuyeron de maneras importantes a crear la
actual estructura de consumo individualista, poco sana en términos ecológicos.
La próxima depresión puede empeorar mucho las condiciones ambientales, o
puede ser ocasión de grandes cambios en restructurar el consumo individual y
social, por ejemplo ciudades verdes, integración entre las ciudades y las tierras agrí-
colas que las rodean, un transporte público que la gente que desee utilizar, y así
sucesivamente. O de ambas cosas, en grados diversos, en diferentes lugares. Lo que
ocurra realmente estará determinado por la lucha política, la adaptación institu-
cional y los tipos de innovación tecnológica.
Todo lo cual equivale a decir que la destrucción ambiental, los movimientos
sociales ambientales y otros relacionados, las políticas y presupuestos guberna-
294 JAMES O'CONNOR

mentales, las líneas de acción de los organismos internacionales y las condiciones


económicas están tan interrelacionados como cualquier ecosistema complejo
modelado por ecólogos profesionales. El que quiera tratar de pensar sobre estas
interrelaciones se topará con los mismos problemas epistemológicos y metodoló-
gicos que enfrentan los ecólogos cuando tratan de modelar el destino de una espe-
cie determinada, es decir, el problema del atomismo y el reduccionismo frente al
holismo. Pero aún peor, porque las águilas calvas y los microorganismos no se orga-
nizan políticamente como agentes sociales, pero la gente puede hacerlo. Por eso
resulta de cuestionable utilidad un acercamiento teórico de sistemas estrictos a la
cuestión de los efectos ecológicos de una depresión general. En último análisis
todo depende del equilibrio de las fuerzas políticas y de la decisión de los que quie-
ren transformar nuestra relación con la naturaleza, es decir nuestra mutua relación
material; en pocas palabras, de los objetivos políticos del movimiento ambiental, el
laboral, el de las mujeres y otros movimientos sociales. "¿Es posible el capitalismo
sustentable?" es finalmente, tanto en primera como en última instancia, una pre-
gunta política.

LAS CONDICIONES EN EL SUR

La crisis de las condiciones de producción es especialmente grave en el Sur, por


eso ha hecho su aparición el discurso sobre el "desarrollo sustentable", que se ha
vuelto un campo de batalla ideológica y política de importancia creciente. Como
señalamos, prácticamente todo el mundo usa la expresión con intenciones y signi-
ficados diferentes. Los ambientalistas y los economistas ecológicos definen "sus-
tentabilidad" como el uso exclusivo de recursos renovables, y también como la acu-
mulación mínima o inexistente de niveles de contaminación. De hecho el Sur
puede estar más cerca de la "sustentabilidad", vista así, que el Norte; pero el Nor-
te tiene más recursos tecnológicos y capital que el Sur como medios para lograr la
sustentabilidad. El capital, desde luego, emplea el término para referirse a utilida-
des sustentables, que presuponen una planeación de largo plazo de la explotación
y el uso de recursos renovables y no renovables, y de los "bienes comunes globales".
Los ecólogos definen "sustentabilidad" en términos del mantenimiento de sistemas
naturales, marismas, protección de áreas silvestres, cualidad del aire y demás. Pero
estas definiciones pueden tener todo o nada que ver con la rentabilidad sustenta-
ble. De hecho hay una correlación inversa entre la sustentabilidad ecológica y la
utilidad a corto plazo. La "sustentabilidad" de la existencia rural y urbana, del mun-
do de los pueblos indígenas, de las condiciones de vida para las mujeres y los luga-
res de trabajos seguros también están inversamente relacionados con la sustenta-
bilidad de las utilidades... si sirve como guía la historia de finales del siglo XX.
Al margen de lo deseable que pueda ser que el Sur siga la vía industrial y el con-
SIBLE UN CAPITALISMO SUSTENTABLE? 295

ista del Norte, está la posibilidad de que lo haga. El capitalismo industrial en


a, Brasil y México (por tomar tres ejemplos) se desarrolla a expensas de una
eza y una miseria inmensas, y también de la erosión de la estabilidad ecológi-
omoquiera que se defina esta expresión. El este de Asia anda económicamen-
en, y algunos países del sureste mejor aún (en términos de crecimiento del
, pero esas regiones no han demostrado aún que puedan ser motores del cre-
ento y también pagar buenos salarios, así como proporcionar condiciones de
jo decentes, una política social progresista y una protección ambiental signi-
iva. La mayor parte del resto del Sur (incluyendo las colonias internas del Nor-
del este de Asia) es un desastre económico, social y ecológico. En la región hay
has barreras al desarrollo capitalista, por ejemplo mercados débiles a conse-
cia de una distribución terriblemente desigual de la riqueza y el ingreso, de la
de una reforma agraria que favorezca a los agricultores pequeños y medianos,
las inestabilidades de la demanda y la oferta de materias primas. Asimismo, hay
lemas de deuda interna y crisis de la balanza de pagos, por no mencionar la
etuación de bloques dirigentes que defienden sus propios intereses, y gobier-
nestables. Estos problemas existen al margen del estado de las condiciones eco-
as en particular y de las condiciones de producción en general. Huelga decir
esta situación crea una permanente inestabilidad social y política, nuevos pa-
es de migración hacia el Norte, más refugiados económicos y ecológicos y así
sivamente... todo lo cual, a su vez, origina continuos problemas en el Norte.

ILIDADES POLÍTICAS

ayoría de los gobiernos de centro-derecha y derecha que gobernaron la mayor


del mundo desde finales de los setenta y principios de los ochenta hasta fina-
e los noventa son incapaces de encauzar el desarrollo capitalista de formas que
ren las condiciones de vida y de trabajo, las ciudades o el ambiente. Están
asiado concentrados en expandir el "libre mercado" y la división internacional
rabajo, desregular y privatizar la industria, obligar a los "ajustes" económicos
l Sur y a la "terapia de choque" en los antiguos países socialistas, marginali-
o así hasta la mitad de la población de algunos países del tercer mundo, y que-
o hacer creer que el "mercado" y, en general, el neoliberalismo, resolverán la
iente crisis económica. En general es probable que las cosas se pongan peor
de empezar a ponerse mejor, sobre todo en el Sur.
ientras tanto se ha dado el crecimiento de diferentes movimientos verdes y
des rojos" en distintos países. Unos pocos sindicatos en algunas naciones se
tomando más en serio las cuestiones ambientales. A la inversa, los movi-
tos ambientalistas se están ocupando de cuestiones económicas y sociales que
cinco o diez años ignoraban o minimizaban. De muchas maneras los movi-
296 JAMES O'CONNOR

mientos laborales y feministas, urbanos y ambientalistas, así como los movimientos


de las minorías oprimidas, se han organizado en torno a los asuntos generales de
las condiciones de vida. Aunque las perspectivas de un capitalismo sustentable son
escasas, puede haber esperanzas de alguna clase de socialismo ecológico: una
sociedad que preste mucha atención a la ecología y, al mismo tiempo, a las necesi-
dades de los seres humanos en su vida cotidiana, así como a las cuestiones femi-
nistas, antirracistas y de justicia social e igualdad en general. En términos globales
es en torno a estos problemas que hay movimiento y organización, agitación y
acción, lo que puede explicarse en términos de las contradicciones del capitalismo
y la naturaleza del estado capitalista que se analizaron más arriba.
Políticamente esto significa que más pronto o más tarde los movimientos labo-
rales, feministas, urbanos, ambientales y otros tienen que combinarse en una úni-
ca y poderosa fuerza democrática, que sea politicamente viable y también capaz de
reformar de manera radical la economía, la política y la sociedad. 9 Los movimien-
tos sociales individuales son relativamente impotentes frente a la fuerza totalizado-
ra del capital global. Esto sugiere la necesidad de tres estrategias generales y rela-
cionadas.
La primera es el desarrollo deliberado de una esfera común o pública, un espa-
do político, una especie de poder dual, en el cual puedan funcionar económica y
politicamente organizaciones minoritarias, laborales, de mujeres, urbanas y am-
bientales. Alli podrían desarrollarse, no las alianzas tácticas estratégicas entre movi-
mientos y dirigentes que tenemos hoy, sino alianzas estratégicas, incluidas las elec-
torales. Una sociedad civil fuerte, que se defina en términos de sus "bienes
comunes", su solidaridad y sus luchas contra el capital y el estado, así como de
impulsos democráticos y de formas de organización dentro de las alianzas y las coa-
liciones de los movimientos y las organizaciones —y dentro de cada uno de ellos—
es el primer requisito para una sociedad y una naturaleza sustentables. El segundo
9 Nadie sabe ni puede saber cuándo se desarrollará una "fuerza democrática única y poderosa", ni
siquiera si llegará o no a desarrollarse. Es necesario responder, práctica y teóricamente, preguntas muy
difíciles. Por ejemplo, si el concepto mismo de esa "fuerza" está basado fatalmente en la tradición
modernista/humanista de la filosofía política occidental, tradición liberal" que no ha sido demasiado
tolerante con las "diferencias", pero que sigue estando firmemente arraigada en los derechos indivi-
duales frente al estado. Hay quienes creen, en palabras de Marón O'Connor, que es importante "en
este momento, es decir, a finales del siglo xx, explorar lo que significa tener la coexistencia de muchas
voces algo discordantes, que tienen en común su repudio al dominio del capital, pero que de muchas
otras maneras no están muy de acuerdo. Es un aspecto del realismo, de 'que las cosas se pongan peor
antes de empezar a ponerse mejor'". Este autor coincide, con la salvedad de que tal vez no haya tiem-
po de resolver todas las tensiones, de escuchar plena y mutuamente la pluralidad de las voces, las dife-
rentes bases del conocimiento, etc., que existen dentro de los movimientos sociales hoy en día. La nece-
sidad de unirse contra el capital y a favor de una sociedad no explotadora, socialmente justa, ecológica,
puede ser demasiado grande, dadas las configuraciones actuales de las fuerzas políticas, como para
retrasar el desarrollo de una estrategia política unificada verdaderamente capai de hacerle frente al
capital global y al cuasi estado global que se está desarrollando (por ejemplo erFondo Tvioneuno Inter-
nacional, el Banco Mundial).
¿ES POSIBLE UN CAPITALISMO SUSTENTABLE? 297

es el desarrollo deliberado de alternativas económicas y ecológicas dentro de esta es-


fera pública o nuevo "espacio común", alternativas como ciudades verdes, produc-
ción sin contaminación, formas biológicamente diversificadas de silvicultura y agri-
cultura y así sucesivamente; hoy se conocen cada vez mejor los aspectos técnicos de
todo ello. El tercero es organizar luchas para democratizar el sitio de trabajo y la
administración gubernamental, para poder insertar en el marco de la democracia
liberal contenidos sustantivos de tipo ecológico y progresista. Esto presupone no
sólo que los movimientos usen medios políticos con fines económicos, sociales y
ecológicos, sino también que coincidan en las metas políticas, especialmente en la
democratización de algunos aparatos de estado nacionales e internacionales y en
la eliminación de otros.
Estas ideas pueden parecer tan irreales como la de un capitalismo ecológico. Tal
vez sea así. Pero tenemos que recordar que mientras las estructuras existentes del
capital y del estado no parezcan capaces de hacer más que reformas ocasionales,
los movimientos sociales de todo el mundo crecen día a día; de allí que en algún
momento exista la posibilidad de una crisis social y política general, puesto que las
demandas de estos movimientos entran en conflicto con las actuales estructuras
económicas y políticas, orientadas hacia las utilidades. Yen ese momento aparece-
rán "formas sociales enfermas" de todos tipos. Habrá quienes digan que eso es pre-
cisamente lo que está ocurriendo ahora, que el tejido social y político se está des-
gastando y que la reaparición del racismo, el nativismo, la discriminación contra
los trabajadores extranjeros, que el rebote machista y antiambientalista, así como
otras inclinaciones y tendencias reaccionarias, se están convirtiendo en un peligro
cada vez mayor. Otros vinculan la reaparición del populismo de derecha y la reac-
ción con un giro derechista de la mayoría política y económica. Hay otros análisis
de la actual situación política del mundo, entre ellos los que proponen que el pla-
neta está presenciando una guerra de los ricos contra los pobres, una rebelión de
los acaudalados contra las demandas de los indigentes, el estado del bienestar, la
política económica redistributiva y demás. O tal vez esté ocurriendo todo al mismo
tiempo. Comoquiera que sea, desde las perspectivas de los progresistas, los verdes
rojos o de izquierda y las feministas, lo que menos falta nos hace en el mundo es
el faccionalismo, el sectarismo, "la línea correcta"... más bien tenemos que analizar
críticamente todas las fórmulas políticas gastadas, desarrollar un espíritu ecumé-
nico y "ensabar tanto lo que tenemos en común, nuestros 'nuevos bienes comu-
nes' como nuestras diferencias".
ARTE

O Y NATURALEZA
Toda filosofía se encierra en dos palabras:
sostener y abstener.

EPÍCTETO

No hay nada que el dinero no pueda componer,


pero todo sigue estando roto.

JOHN STRAIEY

Los materiales de la tercera parte de esta obra indican algunas líneas de pensa-
miento económico-político y sociológico-político acerca del "socialismo ecológi-
co", que pueden resultar útiles para los movimientos ecológicos radicales del Nor-
te y (en ciertos sentidos) del Sur. El ambientalismo del Norte (según se afirma)
ha sido impulsado por los valores del ocio de una sociedad "postescasez", mien-
tras que el "ambientalismo de los pobres" en el Sur se ve como una "rebelión de
los pobres para sobrevivir" (en palabras de Juan Martínez-Alier). Estas dos afir-
maciones contienen mucho de verdad, porque en el Norte el ambiente suele ver-
se como una recreación o un medio de consumo, mientras que en el Sur es con-
siderado, normalmente, como medio y objeto de producción. Esta diferencia
refleja el desarrollo desigual y combinado del capitalismo en el Norte y en el Sur.
En el primero más gente vive en las áreas metropolitanas; en el segundo más per-
sonas viven atadas a la tierra. Pero de alguna forma el "ecologismo de la riqueza"
y el "ecologismo de la supervivencia" (Martínez-Alier) se están intersectando tan-
to en el primero como en el segundo. Por un lado el movimiento por una agri-
cultura sustentable, la lucha por reducir la producción de sustancias tóxicas
(reducción en la fuente) y los movimientos por ciudades verdes en el Norte se
ocupan del medio, en todo o en parte, como un medio u objeto de producción y
reproducción. En el Norte el "nivel de vida decente" históricamente determinado
(y tal vez hasta nuestra propia supervivencia) depende de que se pase, en general,
a una "producción verde". Por otro lado el crecimiento de industrias y ciudades
en el Sur, y la proliferación de una pobreza desesperada entre los ejércitos ur-
banos de reserva de África, Asia y América Latina, significan que el ambiente urba-
no se está viendo cada vez más como un "medio de consumo" o de recreación.
Estos cambios de la relación entre la humanidad y la naturaleza en el Norte y en
el Sur, basados en ~Hos de la división mundial del trabajo, y también de los
fines y las estrategias de los movimientos ecológicos en ambas partes del mundo,

[301]
302 JAMES O'CONNOR

difícilmente eliminan las enormes diferencias en el "ecologismo" septentrional y


el meridional, pero indican un área gris cada vez más grande, donde esas metas y
estrategias pueden estar traslapándose en buena medida.
Las líneas de análisis introducidas o desarrolladas en la tercera parte no agotan
en absoluto el caudal creciente de ideas y prácticas radicales verdes y verdes radica-
les del Norte, y mucho menos del Sur. Debo agregar que estos textos no se escribie-
ron para construir o ampliar un modelo de lo que los verdes rojos llaman "socialis-
mo ecológico". Si bien hay cada vez más bibliografía sobre "desarrollo sustentable",
"presupuestos verdes" y producción verde, en general, las selecciones de esta terce-
ra parte no son una contribución a la búsqueda en papel de un modelo de sociedad
social y ambientalmente justa, equitativa y ecológicamente racional. Ni estos capítu-
los caen en el campo futurista, en el cual se pueden hacer o se harán, con diversos
grados de (im)plausibilidad, predicciones de lo que puede ser o será el futuro. Mi
premisa es algo diferente, a saber, que si el socialismo ecológico es, de hecho, una
posibilidad histórica real, el espíritu y el poder que lo animan, su alcance y sus lími-
tes socioeconómicos, sus formas de práctica política, sus normas y valores, son pro-
blemas que se resolverán (aya se están resolviendo?) práctica y colectivamente, en el
curso de luchas sociales y ecológicas reales, por los cientos de miles de organizacio-
nes formales y grupos informales que batallan hoy en una variedad de frentes,
enfrentándose a una vasta gama de asuntos ecológicos, socioeconómicos y políticos.
Esta introducción se preparó para poner en contexto las ideas que aparecen en
estos ensayos en términos de la economía política y las políticas de la ecología en los
antiguos países del "socialismo real" encabezados por la Unión Soviética. El objeti-
vo es crear un trasfondo inteligible que arroje más luz sobre los escritos mismos,
especialmente trazar una clara distinción entre la ecología de la vieja URSS y la de
los movimientos ecológicos radicales democráticos que se van desarrollando, inclu-
yendo el socialismo ecológico.

Cabe preguntarse, dado el alcance de la destrucción de la naturaleza en los ex paí-


ses socialistas, por qué se podría hablar de "socialismo y naturaleza" de no ser en
los términos más negativos. Después de todo, los países socialistas usaron sus recur-
sos no renovables tanto o más rápido que el mundo capitalista, y contaminaron el
aire, el agua y la tierra tanto como sus contrapartes capitalistas, o más aún. Por con-
siguiente muchos ambientalistas llegan a la conclusión de que no son el capitalis-
mo ni el socialismo como sistemas económicos los que merecen ser considerados
culpables de causar la degradación ambiental, y les atribuyen la responsabilidad a
la "industrialización", la "urbanización", la "tecnología", la "burocracia" y la men-
talidad de "producción a cualquier costo", todos los cuales parecen ser comunes al
mundo capitalista y al socialista.I

1 En este análisis "socialismo" y "capitalismo" se construyen a partir de la experiencia de los países


industriales capitalistas y socialistas. Aunque se hacen algunas referencias a otras naciones (por ejem-
MULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS 303

ro axioma que se encuentra en el mundo académico convencional, así como


medios de comunicación, es que el viejo sistema socialista ejemplificado por
ión Soviética, y el capitalismo ejemplificado por Estados Unidos, eran mode-
e existieron (como si hubiesen estado en un laboratorio) independiente-
e uno del otro. De hecho el socialismo y el capitalismo realmente existentes
aron en una interacción —muchas veces violenta— entre y dentro de ambos
argo del siglo xx. La causa primaria de la destrucción ambiental en ese siglo
guerra, y las más destructivas de ella (las dos contiendas mundiales) fueron
das por naciones capitalistas, o se dieron entre potencias imperiales y movi-
tos de liberación del tercer mundo, o estados en formación. En 1945 Estados
os detonó dos armas nucleares sobre Japón y durante decenios sus pruebas de
mento nuclear (así como las de la URSS) siguieron degradando la tierra, el
el aire. Ése fue un parteaguas ecológico.
la era posterior a la segunda guerra mundial la política bélica de Estados
os en Vietnam causó una destrucción brutal del ambiente. En los ochenta, en
parte de Centroamérica, el país del norte, en apoyo de aliados de derecha,
los contras, inundó las áreas agrícolas con pesticidas tóxicos y fertilizantes
icos que convirtieron a la región en una zona de ecodesastre. En el subconti-
africano Sudáfrica no titubeó en destruir áreas agrícolas en los estados colin-
s como parte de su estrategia militar de privar de refugio a las fuerzas de libe-
n y de debilitar a los gobiernos que simpatizaban con los fines democráticos
región. La ecodestrucción causada por estados socialistas agresivamente
sionistas, por ejemplo la Unión Soviética en Afganistán o los chinos en Tíbet,
ece en comparación con la que produjeron las guerras intercapitalistas y las
as imperialistas de contrarrevolución.
r plantear las cosas lo más llanamente posible, la revolución socialista resultó
enos nociva, ecológicamente, que la rivalidad imperial capitalista y la contra-
lución. Y si bien es necesario escribir la historia ecológica de la guerra del siglo
términos de esta rivalidad y de la revolución y contrarrevolución, no conta-
todavía con esa historia general ni con alguna versión general complementa-
la integración de la guerra en la economía política y la ecología política.
bien el "socialismo" y el "capitalismo" no deben compararse como si se hubie-
esarrollado independientemente entre sí, pueden compararse, de manera legí-
, en la medida en que se desarrollaron sobre la base de diferentes relaciones
ropiedad, relaciones legales, ideologías y relaciones de poder político. De
o, la visión occidental usual de que la "industrialización", la "tecnología" y
s son las causas de la destrucción ambiental tanto en el Este como en el Oes-
incapaz de distinguir entre las fuerzas productivas de una sociedad y sus rela-
s de producción, es decir su base tecnológica, sus procesos de trabajo y su sis-

l Sur), muchas de ellas no pueden ser subsumidas por entero dentro de los imaginarios respec-
el °socialismo" y el "capitalismo".
304 JAMES O'CONNOR

tema de producción, por una parte, y por otra sus relaciones de propiedad, legales
y políticas. En cualquier comparación entre socialismo y capitalismo es útil hacer
esa distinción y extraer las implicaciones teóricas que diferentes sistemas de pro-
piedad y políticos tienen para las causas y las consecuencias de la degradación
ambiental.
En la medida en que los países socialistas importaban tecnología y sistemas de
producción de control del trabajo (de hecho concepciones básicas de tecnología y
de producción) de Occidente, las causas de la destrucción ambiental en ellos eran
similares a las de las naciones capitalistas. Asimismo, como el crecimiento econó-
mico y el desarrollo eran prioridades absolutas en el mundo socialista, las causas
y consecuencias de la degradación de la naturaleza eran más o menos las mismas.
Por último, como los países socialistas se integraron en el mercado mundial capi-
talista, funcionaban allí las mismas clases de fuerzas sistémicas.
No obstante, en la medida en que las relaciones legales y de propiedad en los
países socialistas eran diferentes de las del mundo capitalista, las causas y los efec-
tos de la destrucción ambiental no eran los mismos. Esto puede decirse también de
los dos sistemas políticos y de las correspondientes diferencias en la relación entre
la sociedad civil y el estado.
De hecho, en los países socialistas las fuerzas de producción no eran tan dife-
rentes de las occidentales, aparte de que casi siempre eran menos "avanzadas". Las
relaciones de producción en el mundo socialista eran muy distintas de las de los paí-
ses capitalistas, por lo cual las formas específicas de tecnología, y los modos parti-
culares en que se desarrollaron allí la agricultura, la minería y demás, también lo
fueron. Por último, las diferencias de los sistemas políticos tuvieron importantes
efectos sobre los procesos de degradación ecológica así como de lucha y recons-
trucción ambiental. Las causas de la destrucción ambiental en las sociedades capi-
talistas y socialistas, entonces, eran a un tiempo las mismas y diferentes.
Como las similitudes entre el capitalismo y el socialismo se conocen bien (por
el hecho mismo de ser similitudes), es importante que nos concentremos en las
diferencias entre ambos sistemas. ¿Cuáles fueron las principales maneras en que
las relaciones socialistas de propiedad/producción y los sistemas políticos condu-
jeron a diferentes o cambiantes decisiones tecnológicas, estructuras industriales,
asignaciones de trabajo social, patrones de desarrollo y aplicación científica, for-
mas de consumo y urbanización, y demás? ¿Y de qué formas diferían las soluciones
socialistas a los problemas ambientales de las que se encontraban en los países capi-
talistas avanzados?
Dentro del mundo socialista hubo muchas variaciones en las formas de las rela-
ciones de producción y fuerzas productivas, y su relación con las condiciones de pro-
ducción. También variaban muchísimo el alcance y los tipos de relaciones de mer-
cado, tradiciones culturales y sistemas políticos. Sin embargo había semejanzas
generales. Primero, en todos los países socialistas los principales medios de pro-
ducción estaban nacionalizados, aunque no socializados; es decir, no había una tra-
LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS 305

dición sólida de control democrático de los medios de vida, si bien en el pasado


presocialista habían existido grados importantes de control local de los recursos.
La nacionalización o propiedad estatal sin socialización o control social democrá-
tico de los medios de producción significaba que los países socialistas se caracteri-
zaban por la planeación central y el dominio político del partido y la burocracia.
Segundo, todos los países socialistas tenían garantías constitucionales —que no
siempre se ponían en práctica, sobre todo en los últimos años de liberalización—
de que los trabajadores tenían derecho al acceso, la utilización y el ejercicio del
control sobre los medios de producción.
Tercero, todos o casi todos los países socialistas tenían una historia de desarro-
llo económico extensivo, más que intensivo basado en mano de obra educada y
producción de alta tecnología, porque el socialismo apareció en regiones relativa-
mente "atrasadas" del mundo. De manera que trataban de "alcanzar a Occidente"
(esfuerzo al que llamaban "construcción del socialismo"). Esto estuvo determina-
do por el hecho de que el Partido Comunista veía la necesidad de la seguridad
nacional contra Occidente y por la meta expresa de superar la capacidad occiden-
tal de mejorar las condiciones materiales y sociales de las clases productoras. La
aceptación acrítica de ciertos aspectos del desarrollo al estilo occidental determi-
nó muchas veces su imitación mecánica en los países socialistas... "error" que no
cometen en la actualidad los movimientos verdes y los partidos políticos. En el cur-
so del conflicto Este-Oeste se suprimió sistemáticamente la idea de un tipo de pro-
greso cualitativamente diferente, medido por la calidad de la vida, más que por la
cantidad de tecnología o bienes de consumo, o por su valor de uso más que por su
valor de cambio; éste fue otro "error" que hoy los verdes rojos evitan (o deberían
evitar) como la peste.
Además, casi todos los países socialistas se derrumbaron ante crisis económicas
y políticas asociadas con la desaparición del desarrollo económico extensivo y la
transición a tipos más intensivos en el contexto de una economía restringida por
el lado de la oferta. En la crisis se dio una gran demanda (que crecía rápidamen-
te) de bienes de capital occidentales, incluyendo tecnología para el control y la
reducción de la contaminación, así como bienes de consumo. Mientras tanto en
Occidente las principales economías, hipercapitalistas, obsesionadas por la reduc-
ción de costos, se encontraban con un excedente tanto de bienes de capital como
de consumo. Ello se debía sobre todo a las mayores tasas de explotación del trabajo
y a crecientes desigualdades en el ingreso y la riqueza, junto con una competencia
más intensa por parte de Asia. Estos hechos económicos básicos contribuyeron a
montar el escenario de acciones políticas para ponerle fin a la guerra fría, tanto en
el Este como en el Oeste, que tuvieron efectos importantes en las formas en que
los países ex socialistas explotan su ambiente y, en general, en sus condiciones de
producción.
En principio la propiedad estatal y la planeación centralizada permitieron que
el estado minimizara el agotamiento de recursos, las "externalidades negativas"
306 JAMES O'CONNOR

como la contaminación y la destrucción de las zonas recreativas. El papel clave de


la ciencia y los científicos en la planeación socialista refuerzan este principio. Por
eso puede ocurrir que, por mandato político, se asignen sumas gigantescas a inver-
siones destinadas a reducir la contaminación (por ejemplo la decisión tomada en
la URSS, en la era de Breznev, de abatir la contaminación de las industrias ubica-
das en el lago Baikal). Las industrias también pueden ser eliminadas por decreto
(Gorbachov, por ejemplo, habló de desmantelar las del Baikal) y descentralizadas
de la misma manera, transformando así, en parte, la contaminación inocua en de-
sechos inocuos. Además, durante más de dos decenios los dirigentes de la URSS
afirmaron que la ciencia ecológica es una base clave de la planeación económica
racional y científica.
Daba lo mismo que quienes estaban en la cima de las viejas jerarquías socialistas
fuesen o no personas esclarecidas: los trabajadores, agricultores, científicos y téc-
nicos preparados para reconocer y manejar los problemas ecológicos tenían poco
o nulo poder político. La combinación de propiedad/planeación estatal y gobier-
no partido/burocracia —o la ausencia de poder popular con "conciencia ecológi-
ca"— significaba que administradores, técnicos y obreros de las diversas empresas
estaban políticamente divididos de los de otras. Había así una tendencia estructu-
ral a sentir indiferencia por los efectos ambientales de la empresa de uno sobre las
de los demás y sobre las comunidades "jerárquicamente inferiores". En la medida
en que los cuadros ecológicamente conscientes no tenían una organización
común, la raíz de este problema era, sin duda, política.
Un punto adicional es que la división política de la clase trabajadora en estados
socialistas gobernados por el partido y las burocracias se asociaba con el débil desa-
rrollo de la democracia interna, la falta de libertad para organizar y agitar de
manera independiente en torno a cuestiones ambientales específicas, la falta de in-
formación pública sobre los niveles de contaminación, el secreto y la desinforma-
ción burocráticos respecto a los efectos ambientales de nuevas inversiones, y el
cinismo y la indiferencia políticas. Con frecuencia las "externalidades negativas" o
los "costos sociales" no se identificaban como tales debido a la falta de libre flujo
de información, del temor a ser hechos responsables de ministerios y empresas, de
acceso independiente a los datos técnicos y de canales institucionales que pudie-
sen usarse para cambiar las prácticas vigentes. Por eso en términos comparativos
los problemas ambientales eran invisibles y, por ende, los tipos y alcances de la con-
taminación y el agotamiento de recursos eran relativamente desconocidos. Hubo
ciertas excepciones obvias a esta regla, como Chemobil, el mar de Aral, que se
secó, y la salinización de los suelos en las áreas drenadas.
Sin embargo, la ciencia ecológica desempeñó tradicionalmente un papel en la
planeación económica. Como el movimiento de conservación soviético estaba
dominado por científicos, tuvo en general más legitimidad dentro del estado que
el conservacionismo, hasta esa época, en el mundo capitalista. Además la "glasnost
ecológica", sobre todo dentro de los movimientos estudiantiles, abrió canales inde-
UMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS 307

ientes de protesta y organización que empezaron a hacer más visible lo invi-


y más cognoscible lo incierto.
misma planeación central tuvo implicaciones tanto positivas como negativas
el ambiente. Por el lado positivo, la ausencia de "crisis económicas" del tipo
rente al capitalismo —y por lo tanto la ausencia de luchas de tipo capitalista
empresas por la participación en el mercado— significó que las empresas
n menos incentivos para contaminar que las compañías capitalistas, las cuales
has veces se ven forzadas a externalizar costos como precios para sobrevivir en
ercado. Por el lado negativo, la planeación central estimuló grandes proyectos,
ógicamente poco sanos, de minería, construcción y demás, así como de pro-
ión y distribución centralizadas de energía. El peor ejemplo es la producción
nergía nuclear, que en todas partes se asocia con poder político centralizado,
ición militar, secreto y dominio de los tecnócratas. En último análisis Cherno-
cuyo reactor había sido copiado de un modelo norteamericano) pudo haber
resultado tanto de un estado poderoso y una sociedad débil (es decir de la
ncia de democracia) como de la falta de control de calidad y debil motivación
s trabajadores, lo cual, a su vez, se relacionaba con formas no democráticas e
cientes de política y de economía, respectivamente.
n los países socialistas el pleno empleo y la seguridad en el trabajo eran la nor-
no la excepción (como ocurre en el mundo capitalista). El pleno empleo y la
ridad en el trabajo tuvieron profundos efectos en la forma en que funciona-
las economías socialistas. Entre ellos se contaba una movilidad laboral limita-
nto horizontalmente como hacia arriba y hacia abajo, la escasa capacidad de
erentes de las empresas para usar la mano de obra de manera flexible (como
ital variable", en términos marxistas), y la poca posibilidad de que las empre-
ecurriesen a reservas de mano de obra excedente. Con poco "juego" y mucha
dez" en la economía (que probablemente hubiese sido imposible eliminar sin
ertir las normas del pleno empleo y la seguridad en el trabajo), el crecimien-
onómioco socialista (como teorizó Kornai) estaba restringirlo por los recursos.
se define aquí en sentido económico, no como una "restricción ecológica".
situación presenta un marcado contraste con las economías capitalistas, histó-
ente restringidas por la demanda. Los efectos que tienen sobre el ambiente las
omías restringidas por los recursos parecen depender, en principio, de una
idad de factores. Primero, las empresas de esas economías eran famosas por
parar" mano de obra, materias primas, combustibles, refacciones y otros insu-
. Los mercados eran tristemente célebres por las "escaseces" y las "colas", lo
parece haber tenido efectos positivos y negativos sobre el ambiente. Por el
malo, se daba apropiación de recursos incluso cuando no había un uso inme-
para ellos. Por el bueno, las economías restringidas por los recursos tendie-
a crecer lentamente hasta que se dio el paso al desarrollo intensivo (y también
nte la transición al mismo), por lo cual era probable que no agotaran y con-
naran tan rápido los recursos.
308 JAMES O' CONN O R

Segundo, las restricciones del pleno empleo y la seguridad en el trabajo redu-


cían los incentivos para que la administración hiciese cambios tecnológicos que
ahorrasen mano de obra (a lo cual se debe el relativo estancamiento de la econo-
mía soviética). No hay manera de saber, a priori, si las tecnologías más antiguas ago-
taban los recursos y/o contaminaban más que las nuevas. Por una parte, en China
las fundidoras pequeñas y otras instalaciones construidas en el campo con el fin de
integrar la agricultura y la industria, así como de igualar el desarrollo económico,
eran "contaminadoras" célebres. El retraso técnico se asociaba también con la fal-
ta de equipo moderno de control de la contaminación. Por otra parte, el relativo
retraso en los sectores de alta tecnología en Europa Oriental y la URRS minimizó
el tipo de contaminación común en las economías industrializadas de Occidente.
En general el pleno empleo y la seguridad laboral, junto con la ausencia relativa
de la disciplina de mercado de tipo capitalista, significaron que las empresas socia-
listas no estuvieran guiadas por la necesidad de adoptar constantemente tecnolo-
gía nueva de todo tipo. Esta es, desde luego, una afirmación relativa. La URSS, por
ejemplo, exportaba a empresas occidentales licencias de fabricación para plantas
purificadoras de agua, hornos de volatilización por alta temperatura y otras inno-
vaciones, y en docenas de industrias soviéticas se adoptaron muchas "tecnologías
ecológicamente limpias". Sin embargo, en numerosos aspectos la Unión Soviética
estaba tecnológicamente atrasada en comparación con los principales países capi-
talistas de Occidente.
Tercero, el pleno empleo y la seguridad en el trabajo significaban que adminis-
tradores, técnicos y obreros tenían un poderoso incentivo para mantener funcio-
nando a la empresa a toda costa, al margen de los cambios tecnológicos y las con-
diciones de mercado. Como ya se señaló, los trabajadores y los administradores
eran básicamente "conscientes de la empresa", no "conscientes de la sociedad", y
por lo tanto tenían incentivos para externalizar costos, contaminando, por ejem-
plo. Por otro lado, las restricciones debidas al pleno empleo y a la seguridad en el
trabajo (con planeación central) limitaban también los procesos de desarrollo eco-
nómico desigual y combinado característicos del mundo capitalista (y por lo tanto
limitaban las concomitantes historias de terror ecológicas). Algunos países socia-
listas utilizaron mecanismos de planeación central para tratar de reducir desigual-
dades regionales en materia de riqueza y capacidad productiva, lo cual pareció
tener efectos positivos y también negativos sobre el ambiente. Por el lado positivo
se dio la dispersión de los "desechos", que contribuyeron a impedir que se convir-
tieran en "contaminación". Un efecto negativo fue que resulta dificil realizar eco-
nomías de escala en materia de sistemas de eliminación de desechos cuando la
industria está descentralizada, lo que condujo a graves problemas de contamina-
ción local. Sin embargo, en términos generales de industria socialista estaba cen-
tralizada, y tenía efectos ambientales similares a los de la industria capitalista.
Hay otras diferencias importantes entre las economías restringidas por los recur-
sos o por la demanda. Uno es que las últimas desperdician recursos en publicidad,
LA ACUMULACIÓN cAPrrAusrA y LA CRISIS 309

empaque, cambios de estilo, cambios de modelo, diferenciación de producto,


obsolescencia de producto y compras a crédito, necesario todo ello para mantener
a flote el sistema. Este "esfuerzo de ventas" no sólo desperdicia recursos sino que
produce también más contaminación del ambiente. Las economías socialistas no
pecaron tanto en este sentido. Otra diferencia es que las economías restringidas
por la demanda se basan en la forma de trabajo asalariado y en la forma mercan-
cía de satisfacción de las necesidades. Las economías socialistas, en cambio, fomen-
taban el consumo colectivo, por ejemplo transporte de masas, instalaciones recrea-
tivas y vacacionales colectivas y viviendas en departamentos. Sobre estas bases, las
economías socialistas usaban y desperdiciaban menos recursos que las capitalistas,
y el consumo personal socialista creaba menos contaminación. Otra diferencia es
que las economías capitalistas están sujetas a la regla de "acumular o morir". El cre-
cimiento no es un medio para el fin del bienestar económico y social, sino un fin
por y en sí mismo. Aunque el crecimiento económico era también una meta clave
en los países socialistas, no existía el mismo imperativo económico sistémico. El creci-
miento era más bien una decisión política relacionada con el desarrollo económi-
co y con el deseo de "alcanzar a Occidente". La naturaleza implacable y no planea-
da de la extracción de recursos/contaminación en el capitalismo puede no ser
inherente a las economías socialistas, donde en principio la producción era para el
uso, no para la utilidad, y el crecimiento se veía como un medio, no como un fin
en sí mismo, aunque en la práctica evidentemente no fue así. No obstante, vale la
pena destacar que las empresas que tratan de cumplir sus cuotas cuando hay un
plan central funcionan, en teoría, con principios de desempeño diferentes que las
firmas capitalistas cuyos márgenes de utilidad deben expandirse sin cesar.
Por último, en estas sociedades socialistas las normas de igualdad económica y
social dirigían las decisiones políticas y económicas en mayor grado que en las so-
ciedades capitalistas. La tragedia de las masas empobrecidas de las últimas, empu-
adas hacia tierras marginales por el capital internacional y obligadas a degradar el
ambiente por la mera necesidad de sobrevivir, no tienen paralelo en el mundo
socialista. Al respecto resultaría instructivo comparar a Cuba, por ejemplo, con la
República Dominicana o con gran parte de América Central.
En la mayoría de los países socialistas el partido ascendió al poder en regiones
elativamente atrasadas, periféricas o semiperiféricas del capitalismo mundial. Esas
naciones experimentaron un periodo de desarrollo extensivo: inversiones para
mpliación de capital, industria pesada, enormes proyectos para generar energía,
proletarización del campesinado y así sucesivamente, que los países capitalistas
esarrollados habían vivido en una etapa previa. La "construcción del socialismo",
el deseo de "alcanzar a Occidente" en el contexto de la guerra fría y de la hosti-
idad occidental hacia la URSS, reforzaron los efectos ambientales del desarrollo
conómico extensivo, sobre todo en la URSS, con su gran abundancia de recursos.
odos los países grandes que han pasado por un desarrollo extensivo se han "espe-
ializado" en industrias contaminantes, por ejemplo papel y pulpa, producción de
310 JAMES O'CONNOR C

energía con combustibles fósiles, refinerías de petróleo, productos químicos pesa- r


dos, sustancias petroquímicas y otras industrias básicas de bienes de capital. Por eso n
el "milagro" del crecimiento industrial de Europa Oriental desde finales de la lo
segunda guerra mundial y hasta cerca del final de los sesenta fue ambientalmente so
costoso, debido a la rapidez del desarrollo extensivo. Esto resultó más aparente en a
Alemania Oriental, por ejemplo, que en la URSS, porque la densidad demográfica s
y el ingreso per cápita eran mucho menores en la segunda. Asimismo, países más
pequeños (Dinamarca, por ejemplo), con antecedentes ambientales mucho mejo- n
res, al salir beneficiados por ubicarse en una posición ambientalmente más favora- r
ble dentro de la división internacional del trabajo, han podido importar petróleo
y gasolina, sustancias químicas y demás, sin tener que padecer los costos de la con- p
taminación y la prevención de la misma, así como de los controles característicos
de los grandes países industriales. a
El paso del desarrollo intensivo —cuyo inicio en la URSS fue simbolizado por la n
glasnost y la perestroika— hubiese producido problemas y oportunidades ambienta- l
les diferentes. Primero, es probable que muchos países socialistas hubiesen utiliza- a
do mucho más los mecanismos de precios, lo que hubiera llevado a las empresas a o
economizar recursos naturales, es decir, a dejar de subvaluarlos, lo que lleva a usar-
los con demasiada rapidez o en forma ineficiente, o a usar los recursos inadecua-
dos. Segundo, la demanda de artículos occidentales incluía bienes de capital de c
alta tecnología para modernizar las instalaciones manufactureras, así como equipo u
de protección ambiental. Tercero, resulta interesante especular cuáles podrían a
haber sido las metas y fortalezas del movimiento ambiental del mundo socialista.
La base del movimiento ambiental inicial en los países capitalistas avanzados son
los empleados urbanos/suburbanos, los profesionales y, en general, los grupos
educados. Estas clases existen debido a que hubo dos generaciones de desarrollo e
industrial intensivo y al rápido crecimiento subsecuente de los servicios financie- c
ros, las comunicaciones, la administración corporativa, la investigación y el desa- n
rrollo y demás... todas ellas consecuencias de la nueva división internacional del m
trabajo a partir de principios de los setenta. Los empleados capitalistas no tienen c
un interés material intrínseco en la industria pesada. En cambio en la URSS los z
ingenieros, administradores y otros que trabajaban en las industrias pesadas tuvie- c
ron importancia en el movimiento ambiental. No estaban tan "despegados" del d
interés en la industrialización continuada como sus equivalentes occidentales, lo o
cual puede haber limitado su capacidad de apoyar un cambio económico de la n
"construcción del socialismo" a la "reconstrucción del socialismo". l
Es imposible decir, en principio, si las economías restringidas por los recursos c
los agotan y contaminan el ambiente más o menos que las economías restringidas e
por la demanda en etapas similares de desarrollo. Puede afirmarse que algunas de las té
principales razones del agotamiento y la contaminación son diferentes en los dos
tipos de economías, y también que el agotamiento y la contaminación en los paí-
ses socialistas fueron más una cuestión política que económica; es decir, que la ti
CUMULACIÓN CAPITALISTA Y IA CRISIS 311

radación ambiental en gran escala probablemente no sea inherente al socialismo


nque ningún país socialista demostró nunca esta proposición) , como parece
o en el capitalismo. Sin duda la degradación ambiental fue intrínseca al pro-
o industrial de la URSS porque sus dirigentes creían que el país tenía que igua-
a Estados Unidos bomba a bomba, y por lo tanto tenían mucho menos presu-
sto para la protección ambiental, puesto que la economía soviética era mucho
or que la norteamericana. Las economías con planeación central, con o sin
ndes mecanismos de mercado, pueden, en principio, obligar a las empresas a
rnalizar posibles extemalidades negativas y, en general, costos sociales. Pero
sólo ocurre en la medida en que los planificadores centrales y las empresas,
políticos y la gente, deseen que ocurra. Lo que se desprende de los debates
ales sobre la economía en la URSS es que (en palabras de William Mande!) "la
a fueron las tasas de crecimiento y todo lo demás podía irse al diablo". El énfa-
n el crecimiento se conectaba sin duda con la necesidad que percibía la URSS
lcanzar a Occidente, en el contexto de la guerra fría, el anticomunismo, la hos-
ad de las potencias capitalistas hacia el socialismo, y la carrera armamentista.
otras palabras, como ya se afirmó, cualquier verdadera comprensión de la cues-
ambiental en los países socialistas tiene que enmarcarse en el contexto de la
a político-económico-militar-ideológica de las principales potencias occidenta-
contra el socialismo, desde principios del siglo xx, y también en el contexto de
uerra fría desde finales de la segunda guerra mundial. Todavía es muy pronto
a decir si las nuevas "reformas" del mundo antes socialista que procuran crear
juego" en la economía a fin de darle al nivel gerencial más incentivos para eco-
izar trabajo y recursos, más flexibilidad en la producción y demás, producirán
entos o reducciones de las tasas y tipos de agotamiento/contaminación. Esto
enderá de la naturaleza precisa de las "reformas", los métodos de ponerlas en
ctica y el desarrollo de formas políticas democráticas. También es demasiado
nto para evaluar los efectos del movimiento ecológico global, especialmente
movimiento internacional (hasta ahora débil y dividido) por el socialismo eco-
co, en las actitudes socialistas tradicionales contra la "idealización de la natu-
za virgen", es decir, en favor de actitudes de base científica que se consideran
cionales" frente a la naturaleza. Sin embargo, es el momento correcto para tra-
de destronar algunas de las opiniones usuales sobre la economía política de la
ogía del socialismo y el capitalismo.
n síntesis, el partido/estado hizo dificil, y muchas veces imposible, que se desa-
lasen y creciesen las organizaciones ambientales, que organizasen protestas y
casen presión sobre el gobierno, y hasta que obtuviesen información básica
esaria. Segundo, el sistema de partido/estado implicaba que los trabajadores,
écnicos y los administradores tenían poco o ningún poder dentro de los meca-
os centrales de planeación, situación que impedía el desarrollo de una con-
cia ecológica y social que fuese más allá de la empresa. Tercero, el
ido/estado se legitimaba garantizando pleno empleo y seguridad en el traba-
312 JAMES O'CONNO

jo, lo cual reducía o eliminaba lo mismo las presiones que las oportunidades de
hacer mejoras tecnológicas del tipo que no causase un impacto desfavorable sobre
el ambiente. En estos sentidos la brecha entre la retórica gubernamental y el po-
tencial de planeación ecológica, por un lado, y la realidad de la estructura del esta-
do , por el otro, sabotearon las buenas intenciones que hubiesen podido tener los
principales planificadores y el aparato del partido. Atención, ecologistas socialistas
de hoy... se vive y se aprende.

El capítulo 15 de este libro, "Socialismo y ecología", procura identificar algunos


puntos de contraste y de comparación entre el movimiento laboral y el ambiental
así como entre el pensamiento socialista tradicional y el pensamiento ecológico
moderno. El capítulo 16, "¿Una política verde roja en Estados Unidos?", puede des-
cribirse como una búsqueda de elementos políticamente radicales dentro del
movimiento verde norteamericano, definido de manera amplia. El capítulo 17, "La
política de las planicies", propone una alianza verde/trabajo/comunidad basada
en una síntesis de la política multicultural y la biorregional, y organizada de acuer-
do con los lineamientos de la clase obrera. El capítulo 18, "¿Pensar globalmente,
actuar localmente? Hacia un movimiento verde rojo internacional", es una crítica
de uno de los principales lemas de los activistas verdes, y un llamado en favor de
una teoría y una práctica basadas tanto en lo "local" corno en lo "global". El capí-
tulo 19, "Los movimientos ecológicos y el estado", analiza lo que en mi opinión
constituye (implícitamente) una meta política de los nuevos movimientos sociales
en general y de los verdes en particular, a saber, la lucha por democratizar el esta-
do. El capítulo 20, "La nueva economía global y una alternativa", pasa revista al
contexto socioeconómico creado por la nueva economía global, analiza una falla
fundamental del hipercapitalismo de hoy y discute lo que, a falta de mejor nom-
bre, yo llamo el movimiento ¡Preservación Primero! El último capítulo, titulado
"¿Qué es el socialismo ecológico?", compara y opone la crítica universalista y cuan-
titativa propuesta por los socialistas tradicionales con la crítica "específica del
lugar" y cuantitativa (teórica y práctica) desarrollada por los socialistas ecológicos.
Si bien el presente trabajo se inicia con una nota abstracta y teórica, concluye
(espero) con una nota más concreta y práctica, tanto desde el punto de vista de la
praxis como del telos.
OR

e 15
e SOCIALISMO Y ECOLOGÍA
-
-
s
s

Me parece que hay hoy tres tendencias socioeconómicas generales que dan origen
s a la posibilidad de una política verde roja. La primera es una economía global que
l, está experimentando un proceso de "acumulación a través de la crisis" que está
o dejando en la pobreza a decenas de millones de personas, destruyendo comunida-
- des, degradando centenares de miles de biorregiones y exacerbando una crisis eco-
l lógica global. La acumulación capitalista expuesta a la crisis e impulsada por ella
a está destrozando las condiciones de producción y creando más pobreza, desem-
a pleo, desigualdad e inseguridad y marginación económica, por un lado, y por el
- otro perjudicando (muchas veces fatalmente) la salud humana, las comunidades
, urbanas y rurales y los sistemas ecológicos. La segunda tendencia es la aparición de
a movimientos sociales ambientales, urbanos, laborales, campesinos y de otros tipos,
e para defender las condiciones de producción y las condiciones de vida para obre-
- ros y campesinos, mujeres, comunidades y el ambiente. Estos movimientos se divi-
n den de mil maneras, e ideológicamente van desde el fundamentalismo religioso y
s el nacionalismo reaccionario, pasando por la lucha armada al viejo estilo marxista-
- leninista-maoísta, hasta toda una variedad de "nuevos movimientos sociales". La
tercera premisa es que las soluciones a la crisis ecológica presuponen soluciones a
a la crisis económica (y, en general, al problema del capital global), y viceversa. La
- premisa básica de la política verde roja es la creencia de que ambos conjuntos de
o soluciones presuponen algún tipo de socialismo ecológico y de ecología socialista. 1
- El socialismo ecológico, a su vez, presupone el desarrollo de una política de cla-
l se específicamente global, primero debido a la creciente opresión y explotación
económica y, segundo, porque la degradación ecológica es cada vez más un pro-
blema de clase (pero raras veces sólo un problema de clase). Esto lo indica, por
ejemplo, el creciente número de movimientos en pro de la justicia ambiental (y
económica y social) en el Norte y el "ambientalismo de los pobres" en el Sur, don-
de los grupos dominantes tienen una "deuda ecológica" con las minorías oprimi-
das y con el tercer mundo en su conjunto, respectivamente (porque la prosperidad

1 Socialismo ecológico significa, en general, una sociedad ecológicamente racional y sensible basa-
da en el control democrático de los medios y objetos de producción, información y demás, y caracteri-
zada por un alto grado de igualdad socioeconómica, paz y justicia social, donde la tierra y el trabajo han
perdido su carácter de mercancía y el valor de cambio se subsume en el valor de uso. "Ecología socia-
lista" significa (también de modo amplio) una ciencia ecológica y una práctica sociopolítica dialécticas
que logran fusionar lo local y lo central, o espontáneo y lo planeado, y así sucesivamente; en otras pala-
bras, las premisas del anarquismo y socialismo tradicionales.

[313]
314 JAMES O'CONNOR

de los grupos dominantes del Norte se basa, en cierta medida, en el daño ecológi-
co causado a las minorías del Norte y del Sur). Lo indica también el hecho de que
las actuales luchas laborales, comunitarias y ambientales procuran convertir el
lugar de trabajo en un lugar más sano y más seguro tanto para sus obreros como
para sus comunidades, y por lo tanto se esfuerzan por obtener mayor influencia o
control sobre la tecnología, las relaciones de trabajo y, en general, las condiciones
de labor. Los grupos laborales, comunitarios y ambientales cuestionan de diversas
formas (implícita si no explícitamente) los criterios de producción basados en los
valores de mercado y la utilidad. Además, la fuerza de trabajo humana, la organi-
zación de la comunidad y el ambiente son, todos, "condiciones de producción",
por lo cual están politizados y regulados de diversas maneras por el estado.
Empero, en el pensamiento de la mayoría de los dirigentes laborales, comunita-
rios y ambientales el socialismo (de cualquier tipo) y la ecología siguen siendo una
contradicción en los términos. Se sigue viendo. a los socialistas como "productivis-
tas", a los verdes como "antiproductivistas". La mayoría de los socialistas siguen pen-
sando que la ecología no es otra cosa que una ideología de la austeridad o simple-
mente un sistema para garantizarle espacios de recreación a la clase media y media
alta. La mayor parte de los verdes creen que el socialismo es una ideología que pro-
mueve el crecimiento sin límite ni fin. El efecto: los grupos comerciales y otros uti-
lizan las falsas elecciones entre "empleo o medio", "la capitalización de la tierra y el
crecimiento económico o los valores de la comunidad", y "el desarrollo económico
o la sociedad sustentable", como un práctico esquema para dividir y conquistar.
Históricamente, los socialistas occidentales han buscado dos soluciones para la
condición del trabajo. La primera es una distribución más equitativa de la riqueza
y el ingreso. La segunda son niveles más altos de productividad y producción (lo
que a veces ha sido visto como una condición de mayor igualdad) Se requiere
mayor productividad para crear más tiempo libre o de ocio; se requiere mayor pro-
ducción para expandir el pastel económico y acallar las luchas por la rebanada de
pastel de la que se apropian las diferentes clases. Esta soluciones se acercan más o
menos a los programas de los viejos partidos socialista, socialdemócrata y laborista
tal como funcionaron durante los setenta (y en algunos países a lo largo de los
ochenta).
Esta forma de pensar tiene por lo menos dos problemas. Uno es que en una
sociedad capitalista (por muy "reformada" que sea) es casi seguro que una distri-
bución equitativa de la riqueza y el ingreso menguará los incentivos económicos y
promoverá también inquietud política de la derecha, perjudicando así la produc-
tividad y la producción. El segundo es que la productividad y la producción en
expansión suelen presuponer un nivel más alto (no más bajo) de explotación del
trabajo, que a su vez depende de la premisa de más (no menos) desigualdad eco-
nómica.
Por su parte, los verdes tienen también dos soluciones generales para el estado
degradado de la naturaleza. La primera es la misma que la que promueven el labo-
ISMO Y ECOLOGÍA 315

y el socialismo de vieja escuela: una distribución más adecuada de la riqueza


greso, a fin de que la pobreza ya no lleve a los productores a degradar la natu-
a por sus mismas necesidades materiales. Incluso en el Norte los ambientalis-
n mostrado una sensibilidad cada vez mayor a los problemas de equidad, por-
ormalmente el impacto de la reforma ambiental ha sido regresivo: la
minación del lugar de trabajo y por desechos tóxicos afecta de manera des-
rcionada a las minorías y a los estratos de bajos ingresos. La segunda solución
opuesta de la que plantean laboristas y socialistas: crecimiento lento, creci-
to cero o crecimiento sustentable (hay diferentes versiones). El crecimiento
o nulo de la producción reduce el uso de la naturaleza como grifo y sumi-
de la producción humana, con lo cual (se cree) se reducen tanto la mengua
gotamiento de recursos como la contaminación de todos tipos.
mo una distribución significativamente más equitativa de la riqueza y el ingre-
rjudicaría los incentivos económicos, parecería que la mayor igualdad dismi-
a la producción y volvería más lenta la tasa de crecimiento económico. Si se
así, la posición verde es totalmente coherente. El problema es que en una eco-
a capitalista una política de crecimiento lento o nulo crearía una crisis econó-
que, a su vez, llevaría a más degradación ecológica cuando las empresas se
speran por reducir los costos de diversas maneras. Sería posible una alianza
laboristas (y socialistas) y verdes, en torno a la redistribución de la riqueza y
reso. Pero en la economía capitalista tal redistribución perjudicaría la pro-
vidad y la producción, y generaría una crisis económica, lo cual afectaría de
ra adversa tanto a los laboristas (y socialistas) como a los verdes.
identemente no existen maneras de entablar una alianza entre los laboristas
socialistas) y los verdes, dada la forma en que suele plantearse el problema. (Las
ipales excepciones son las alianzas entre laboristas y la comunidad contra la
minación del lugar de trabajo y de la comunidad.) Para los verdes los socia-
son parte del problema, no de la solución; para los laboristas y los socialistas,
erdes son parte del problema, no de la solución. Los primeros asocian a los
es con los recortes y la austeridad; los segundos identifican a los laboristas y
listas con tasas más altas de crecimiento económico y, por ende, con la no sus-
bilidad ecológica. La única salida de esta trampa consiste en redefinir el pro-
vismo: una sociedad puede alcanzar niveles altos de productividad mediante
uso eficiente, el reciclado de materiales y demás; reduciendo el uso de ener-
los viajes de ida y de vuelta al trabajo en ciudades verdes reformadas; emplear
ricultura orgánica para impedir la "banda sinffn de los pesticidas", y así suce-
ente, incluyendo sobre todo retirarle el carácter de mercancías al trabajo y a
rra. Por lo tanto el productivismo socialista ecológico y la racionalidad ecológi-
son incompatibles.
nto no socialistas como muchos ex socialistas han declarado que, en la teoría
la práctica, el "socialismo real" está "muerto". En materia teórica, los teóricos
arxistas de la democracia radical están terminando lo que consideran es la
316 JAMES O'CONNOR

autopsia definitiva del socialismo. En la práctica, en el Norte, el socialismo se ha


trivializado y convertido en una especie de capitalismo del bienestar. En Europa
Oriental, da la impresión de que se dejó pasar, hace casi treinta años, la oportuni-
dad del socialismo democrático, y el socialismo ha sido derrocado. En el Sur la
mayoría de los países socialistas están introduciendo incentivos de mercado, refor-
mando la estructura impositiva y adoptando otras medidas que, según esperan, les
permitirán encontrar sus respectivos nichos en el mercado mundial. Por doquier
la economía de mercado y las ideas democráticas liberales, del lado de la derecha,
y las ideas democráticas radicales del de la izquierda, parecen estar derrotando al
socialismo y a las ideas socialistas.
Entre tanto, ha aparecido una fuerza nueva y poderosa en la política mundial,
un movimiento ecológico o verde que pone en primer lugar al planeta y hace de
la preservación de su integridad ecológica la cuestión primordial. La aparición
simultánea del mercado libre y de los verdes, junto con la declinación del socia-
lismo, sugiere que el capitalismo tiene un aliado en su guerra contra el socialis-
mo. Y de hecho resulta ser así. La mayoría de los verdes, si no todos, descartan el
socialismo por irrelevante. Algunos lo atacan por peligroso. Son especialmente
rápidos para denunciar a aquellos a los que acusan de tratar de apropiarse de la
ecología para el marxismo. 2 El famoso lema verde, "Ni a la izquierda ni a la dere-
cha, adelante", habla por sí mismo. 3
Pero la mayoría de los verdes tampoco son amigos del capitalismo, como que-
da claro en su lema. Entonces se plantea la duda: ¿con quién o con qué están alia-
dos? La respuesta franca es "con los agricultores en pequeño y los comerciantes
independientes", es decir, con los que solían llamarse el "campesinado" y la
"pequeña burguesía"; con los visionarios y planificadores de las "ciudades vivibles";
con los tecnócratas de "lo pequeño es hermoso", y con artesanos, cooperativas y
otros involucrados en la producción ecológicamente amistosa. En el Sur los verdes
apoyan en general la producción descentralizada organizada dentro de la política
comunal aldeana; en el Norte se identifican con la política municipal y local de
todas clases.
A manera de contraste, a los ambientalistas convencionales se los podría deno-
minar "verdes ficticios". 4 Apoyan las reglamentaciones ambientales congruentes

2 Es una burda simplificación del pensamiento y la política verdes, que varían de un país a otro y
que también están experimentando cambios internos. En Estados Unidos, por ejemplo, donde históri-
camente el marxismo ha sido hostil a la ecología, los "verdes de izquierda" se asocian con el anarquis-
mo o el socialismo libertario.
3 Este lema fue acuñado por un cofundador conservador de los verdes alemanes y popularizado en
Estados Unidos por los verdes antisocialistas del new age F. Capra y C. Spretnak. Huelga decir que los
verdes de izquierda, de la variedad que fuesen, nunca lo aceptaron.
4 Se usa "ambientalistas convencionales" para identificar a quienes están tratando de salvar al capi-

talismo de sus tendencias ecológicamente autodestructivas. Muchas personas que se denominan a sí


mismas - ambientalistas" están enajenadas por el capitalismo global y son hostiles a él, y tampoco se iden-
tifican necesariamente con lo "local" (véase más adelante).
SOCIALISMO Y ECOLOGÍA 317

con la rentabilidad y la expansión del capitalismo global, por ejemplo la conserva-


ción de recursos para la rentabilidad a largo plazo y la reglamentación de la con-
taminación orientada hacia las utilidades, o su abolición. Suelen estar aliados con
intereses nacionales e internacionales. En Estados Unidos hay reformistas ambien-
tales, cabilderos, abogados y otros, que se asocian con la mayoría de las organiza-
ciones que integran el famoso "grupo de los diez".
En cuanto a la ecología, por todas partes está por lo menos teñida de populis-
mo, convertida en una política de resentimiento no sólo contra las grandes empre-
sas, el estado nacional y la planeación central, sino también contra el ambientalis-
mo convencional.
Así, la ecología (en este sentido) se asocia con el "localismo", que por lo gene-
ral se ha opuesto a los poderes centralizadores del capitalismo. Si sumamos dos
más dos podemos llegar a la conclusión de que la ecología y el localismo, en toda
la riqueza de sus variedades, se han combinado para oponerse tanto al capitalismo
como al socialismo. Ambas son su mutuo contenido y contexto. La descentraliza-
ción es una expresión de cierto tipo de relación de producción social, histórica-
mente asociada con la propiedad obtenida por el propio esfuerzo y la empresa en
pequeña escala. La ecología es una expresión de cierto tipo de relación entre los
seres humanos y la naturaleza, relación que hace énfasis en la biodiversidad, la
integridad de los ecosistemas locales y regionales y cosas por el estilo. Juntos, la e-
cología y el localismo constituyen la crítica política y económica del capitalismo (y
del socialismo de estado tradicional) más visible que existe hoy.
Dejando de lado el hecho de que tanto la ecología como el localismo se oponen
al capital global y al estado nacional, hay dos razones esenciales por las que pare-
cen ser aliados naturales. Primero, la ecología subraya la especificidad de la sede
del intercambio entre la actividad material humana y la naturaleza y, por lo tanto,
se opone lo mismo a la valoración abstracta de la naturaleza que hace el capital y
a la idea de la planeación central de la producción de los enfoques centralistas de
los asuntos globales en general. 5 Los conceptos de especificidad de la sede de la
ecología, la economía local de subsistencia o semiautárquica, los principios de
autoayuda comunitaria y las formas de democracia directa parecen sumamente .

congruentes.
Segundo, el concepto socialista de las "masas" ha sido desconstruido y rempla-
zado por una nueva "política de identidad" y "política del lugar" en las cuales se
concede el lugar de honor a los factores culturales y ecológicos, respectivamente.
La idea de la especificidad de las identidades culturales parece fusionarse fácil-
mente con la especificidad de la sede de la ecología en el contexto de un concep-
to de trabajo social definido en términos ecogeográficos. Los ejemplos más impac-

5 Martin O'Connor
escribe: "Una de las ambivalencias notables de muchos autores de cuestiones
'ambientales' es su tendencia a recurrir a soluciones atoritarias, es decir, basadas en el elitismo ético.
Un ejemplo son las incómodas posturas que se encuentran en la compilación de Herman Daly, de 1973,
Stady-state econornics."
318 JAMES O'CONNOR S

tantes en la actualidad son las luchas de los pueblos indígenas por mantener intac- e
tas tanto sus culturas como sus sociedades de subsistencia. En este caso la batalla
por salvar las culturas locales y los ecosistemas locales resulta ser dos caras diferen- e
tes del mismo esfuerzo. t
Por su parte (como se señaló), la mayor parte de la izquierda tradicional, así
como los sindicatos, siguen estando concentrados en mejorar la productividad, el
crecimiento y la competitividad internacional, es decir en empleos y salarios, o más
trabajo asalariado; no en abolir la explotación sino (si acaso) en ser menos explo-
tados. Esta parte de la izquierda no quiere que la vuelvan a encontrar defendien-
do políticas que puedan identificarse con la "austeridad económica", o que en opi-
nión de los dirigentes laborales puedan poner en peligro los logros económicos
previos alcanzados por la clase trabajadora. (Es obvio que las luchas de los sindica-
tos obreros por conseguir condiciones sanas y seguras dentro y fuera del sitio de t
trabajo se conectan de formas positivas con luchas ecológicas más amplias.) La
mayoría de quienes se oponen a que continúen el crecimiento y el desarrollo son
ambientalistas convencionales de las clases medias urbanas, que tienen los bienes
de consumo que desean y también el tiempo y el conocimiento para oponerse a
políticas y prácticas ecológicamente peligrosas. Por lo tanto, parecería que cual-
quier esfuerzo por encontrarle a la clase trabajadora un lugar en esta ecuación, es
decir, cualquier intento por reunir el trabajo (y el socialismo) con la ecología está
condenado al fracaso desde su inicio.
Sin embargo, en todos los países destacados del mundo ha hecho su aparición
una política verde de izquierda de diferentes tipos. Una iniciativa audaz en el mun-
do "desarrollado" es la Alianza de Nueva Zelanda, organizada en 1991, que reúne
a los verdes, el movimiento por la autodeterminación de los maoríes, el Nuevo Par- l
tido Laborista y otros partidos pequeños. En los ochenta el Partido Verde alemán
fue posiblemente el grupo verde de izquierda de mayor influencia en el mundo.
En general los países de Europa Occidental tienen una gran variedad de tenden-
cias verdes de izquierda y de izquierda verde. El Partido Verde de Izquierda de
Holanda y el Partido Socialista Verde de Noruega, por ejemplo, son esfuerzos deli-
berados por fusionar tendencias políticas verdes rojas a través de la vía parlamen-
taria. La Alternativa Verde Roja de Francia y la Red Verde-Roja, de Gran Bretaña,
son agrupaciones minúsculas que, sin embargo, han generado influyentes ideas
teóricas y prácticas. También se podrían mencionar los congresos verdes del Nue-
vo Partido Democrático de Canadá, y los movimientos de Estados Unidos que tra-
tan de reducir y eliminar las sustancias tóxicas y luchar por la justicia ambiental;
estos últimos están bajo la marcada influencia de la obra de Barry Commoner,
quien promueve la reducción en el punto de origen, el "gobierno social de la
tecnología" y la planeación económica basada en una "profunda comprensión
científica de la naturaleza". En el Norte hay también muchos grupos de solidaridad
verdes de izquierda/de izquierda verde, así como un reverdecimiento —aunque
renuente y titubeante— de los partidos laboristas, socialistas y (ex) comunistas. En
O Y ECOLOGÍA 319

ay millares de organizaciones, algunas electorales, que tienen una pers-


de izquierda verde, y los movimientos tanto rurales como urbanos (por
el de los Sin Tierra de Brasil y los zapatistas de México) que plantean cues-
cológicas junto con problemas socioeconómicos y políticos. En los grandes
ubimperialistas del Sur (como Brasil, México, India), donde son más agu-
contradicciones del desarrollo combinado y desigual, hay nuevos movi-
ecológicos que convocan a muchos miembros de la clase trabajadora tra-
l y también a los nuevos movimientos "campesinos" preocupados por los
ecológicos. Y no debemos olvidar los experimentos de Nicaragua y de
ue combinaron políticas dirigidas a profundas reformas ambientales con el
mo y el socialismo tradicional de estado, respectivamente. 6
buenas razones para creer que éstas y otras tendencias ecosocialistas, por
as y experimentales que sean, no son promesas vanas, y que nos permiten
e ecología y socialismo como si no hubiese contradicción en los términos
ente esto ocurre sobre todo con los movimientos de ecología urbana radi-
, por expresarlo de otra manera, hay buenas razones para pensar que las
icciones mismas del capitalismo mundial han creado las condiciones de
dencia socialista ecológica. Estas razones pueden agruparse bajo dos enca-
s generales; el primero tiene que ver con las causas y efectos de la crisis
ecológica mundial desde mediados de los setenta hasta la actualidad. El
o se relaciona con la naturaleza de las cuestiones ecológicas clave, la mayo-
as cuales son de alcance nacional e internacional, así como local.
ero, la vitalidad del capitalismo occidental desde la segunda guerra mun-
ha basado en gran medida en la externalización masiva de los costos socia-
ológicos de producción. Desde que se desaceleró el crecimiento económi-
dial, a mediados de los setenta, las preocupaciones del socialismo y de la
ía se han vuelto más apremiantes que nunca antes. "La acumulación de capi-
medio de la crisis" durante las dos últimas décadas de lento crecimiento en
nte ha producido efectos aún más devastadores, no sólo sobre la distribu-
la riqueza y el ingreso, las normas de justicia social, el trato a las minorías
s, sino también sobre la integridad de la comunidad y del ambiente. La fra-
mejor resume esto es: "un desequilibrio acelerado de la naturaleza (huma-

s movimientos sociales inscritos en la la perspectiva ambiental del desarrollo en los países del
undo incorporan [...] un concepto de ambiente mucho más rico y complejo que el que mani-
s políticos conservacionistas y los movimientos ecologistas de los países centrales [...] Las afir-
s de los movimientos ambientales, incluso cuando incorporan el derecho al acceso democráti-
rsos y condiciones para el equilibrio ecológico con un desarrollo sustentable, no se guían por
onalidad ecológica. El ambientalismo no pretende restablecer las condiciones 'naturales' de la
de la especie humana en la naturaleza, sino incorporar más bien las condiciones ecológicas y
s en la coyuntura de las condiciones sociales que determinan el desarrollo humano y el de cada
ad, así como satisfacer necesidades y demandas culturalmente definidas", Enrique Leff, "The
ental movement in Mexico and Latin America", Ecología: Política/Cultura, 2, 6, noviembre de
ducción de Margaret Villanueva.
320 JAMES O'CONNOR

nizada)". Desde el punto de vista social ha habido más pobreza desgarradora y má s


violenca,másrtodpaelmun,scitelSur;né-
minos ambientales se han acelerado el envenenamiento tóxico de regiones ente-
ras, la producción de sequías, el adelgazamiento de la capa de ozono, el efecto
invernadero, el embate contra la biodiversidad, los bosques tropicales y la vida sil-
vestre. Las cuestiones de justicia socioeconómica y ecológica se han hecho presen-
tes como en ningún otro periodo de la historia; de hecho, está cada vez más claro
que son dos caras del mismo proceso histórico.
Debido a la tasa de crecimiento relativamente lenta de la demanda del merca-
do mundial desde mediados de los setenta, las empresas capitalistas han sido
menos capaces de defender o restaurar las utilidades expandiendo sus mercados y
vendiendo más mercancías en mercados de boom. Más bien los capitales, grandes
y pequeños por igual, han intentado salvarse de una crisis cada vez más profunda
sobre todo mediante la expansión de las exportaciones y la reducción de costos, así
como elevando la tasa de explotación del trabajo, agotando recursos y subvirtien-
do la integridad de la comunidad local.
Esta "restructuración socioeconómica" tuvo efectos dobles. La reducción de cos-
tos ha hecho que muchos, quizá la mayoría de los capitales, externalizasen cada vez
más costos sociales y ambientales o prestasen menos atención al ambiente global,
la contaminación, el agotamiento de recursos, la salud y seguridad de los trabaja-
dores así como la seguridad de los productos (elevando al mismo tiempo la efi-
ciencia del uso de energía y materias primas en las fábricas). Así, la moderna crisis
ecológica se ve agravada y profundizada como resultado del modo en que el capi-
talismo se ha reorganizado para superar su última crisis económica.
Además, nuevas y más profundas desigualdades en la distribución de la riqueza
y del ingreso son resultado del incremento mundial de la tasa de explotación del
trabajo. Por ejemplo, en Estados Unidos, durante los ochenta y principios de los
noventa, el ingreso por propiedades aumentó tres veces más rápido que el ingre-
so promedio por salarios, que ha estado estancado durante 20 años. Las tasas más
altas de explotación han dependido también de la capacidad de abusar de los tra-
bajadores indocumentados y hacer retroceder a sindicatos, partidos democráticos
sociales y, en general, a las luchas por la justicia social, sobre todo en el Sur. No es
casual que en aquellos lugares del mundo en los cuales la degradación ecológica
es mayor —Centroamérica, por ejemplo—, haya más pobreza y lucha de clases. La
feminización de la pobreza es también parte central de esta tendencia a la des-
trucción ecológica. La clase obrera, las minorías oprimidas, las mujeres y los
pobres rurales y urbanos de todo el mundo son los grupos que más sufren la explo-
tación tanto económica como ecológica. Las cargas de los "ajustes económicos" y
de la destrucción ecológica, por igual, recaen desproporcionadamente sobre estos
grupos.
El capitalismo expuesto a la crisis y de-pendiente de ella ha obligado a que en la
primera línea del programa político aparezcan los temas tradicionales del socialis-
SOCIALISMO Y ECOLOGÍA 321

mo y las cuestiones relativamente nuevas ("nuevas" en términos de la percepción


del público) de la ecología. El capitalismo mismo se convierte en una especie de
casamentero entre el socialismo y la ecología o, con mayor cautela, si todavía no
hay perspectivas de matrimonio hay por lo menos posibilidades de compromiso.
El segundo punto es que la mayoría de los problemas ecológicos del mundo no
pueden verse adecuadamente en el nivel local (ecológico/geográfico). Una razón
de ello tiene que ver con el concepto verde de "especificidad de la sede", que sig-
nifica que en cualquier área o región determinada existe una gran diversidad de
condiciones y que, por lo tanto, una unidad de producción ecológicamente racio-
nal es, por necesidad, de pequeña escala; es decir, la especificidad de la sede se
identifica (erróneamente) con lo "local". Pero en realidad no se refiere exclusiva
ni principalmente a la escala de operaciones involucrada en la actividad producti-
va, sino también (o más bien) a la relación inevitable entre esta actividad y sus con-
diciones necesarias, que en términos de escala pueden ser de alcance regional,
nacional o hasta global. La reproducción de las pesquerías, por ejemplo, presupo-
ne que la industria pesquera es capaz de manejar las consecuencias de su actividad
para sus propias condiciones necesarias (por ejemplo un océano limpio, pesque-
rías sanas en otros lugares, etc.). Estas condiciones no pueden ignorarse, ni se pue-
den externalinr sus costos, sin perjudicar la capacidad reproductiva de la actividad
en cuestión. Incluso (o especialmente) cuando la degradación de sistemas ecoló-
gicos locales tiene soluciones locales, se requiere algún mecanismo de planeación
para integrar lo local en lo "general" o "total". En relación con la agricultura,
Richard Levins escribe que

puede parecer que la producción en gran escala es, en sí misma, enemiga de la sensibilidad
ecológica a las condiciones locales y al imperativo de la diversidad. Pero es un error de con-
cepción. La unidad de planeación (por ejemplo de control de plagas) tiene que ser lo bas-
tante grande como para permitir precisamente la integración de la diversidad de condicio-
nes, mientras que la unidad de producción será mucho más pequeña y reflejará las
necesidades de los patrones de cultivo en mosaico, en callejones y de policultivos. 7

La mayoría de los problemas ecológicos, así como los problemas socioeconómi-


cos que son causa y efecto de los primeros, no pueden resolverse sólo en el nivel
local. También se requiere planeación regional, nacional e internacional. Después
de todo la esencia de la ecología es la interdependencia de sedes específicas y pro-
blemas, y la necesidad de ubicar las respuestas locales en contextos regionales,
nacionales e internacionales, es decir, subordinar lo local y lo central en nuevas
formas socioeconómicas y políticas democráticas.
Se requieren prioridades nacionales e internacionales para manejar el proble-

Capitalism, Nature, Socialism, 5,


7 Richard Levins, "The struggle for ecological agriculture in Cuba",
octubre de 1990.
322 JAMES O'CONNOR

ma del abasto de energía y de los recursos no renovables en general, no sólo para


la generación actual sino, sobre todo, para las generaciones futuras. La disponibi-
lidad de otros recursos naturales, el agua, por ejemplo, es sobre todo una cuestión
regional, pero en muchos lugares del globo es un problema nacional o interna-
cional. Lo mismo puede decirse de muchos bosques. O tomemos el problema del
agotamiento de los suelos, que parece ser local o específico de una sede. En la
medida en que haya problemas de cantidad y calidad del suelo o del agua en los
grandes países exportadores de alimentos, como Estados Unidos, por ejemplo,
también se ven afectados los países que importan los mismos. Además, la conta-
minación industrial y agrícola de todos tipos rebasa las fronteras locales, regiona-
les y nacionales. Ejemplos obvios de ello son la contaminación de los mares, la llu-
via ácida, la reducción de la capa de ozono y el calentamiento global.
El localismo presenta el riesgo, además, de que la gente base su resistencia al
neoliberalismo y el globalismo sólo en un sentido de lugar, y no también en la sub-
jetividad del trabajo, las mujeres, las culturas campesinas, las minorías oprimidas y
así sucesivamente. 8
Está también, por último, el problema de la equidad o de la distribución. Los
recursos varían enormemente de un lugar a otro, con lo que se hace necesaria
alguna autoridad central que redistribuya la riqueza y el ingreso de los distritos
ricos a los pobres. Asimismo, "un argumento válido para canalizar recursos a cier-
tos segmentos de la población y para tener un firme control sobre el flujo de los
mismos es el alto grado de desigualdad que suele existir en los países del tercer
mundo [y entre éstos y el Norte, J. O'Connor] ",
Si ampliamos ei concept» ue ettilu grd para incluir los ambiente. urbanos.
los
problemas de transporte urbano y congestionamiento, las rentas y las viviendas
caras, y las drogas (aparentes problemas locales que se prestan a soluciones loca-
les), resulta que se trata de cuestiones globales relativas a la especulación financie-
ra, a la forma en que funcionan los mercados hipotecarios y a cómo se asigna en
todo el mundo el capital monetario; a la pérdida de mercados externos para mate-
rias primas Ilegales" y alimentos en los países productores de drogas, y a la falta de
estructuras de planeación regionales, nacionales e internacionales orientadas a las
necesictaue. aii.atza..1.1
-
te.
Si ampliamos el concepto de ecología par. incluir
también la relación entre la
salud y el bienestar humanos y los factores ambientales, dadas la
creciente movili-
8 Por ejemplo, "La única visión política que ofrece alguna esperanza
de salvación está basada en una
comprensión del lugar, un arraigo, un profundo compromiso y una resacralización del mismo. Allí tie-
ne que comenzar cualquier estrategia de resistencia al monolito industrial y a sus comerciantes de la
uerte; allí tiene que basarse cualquier programa de restauración y revitalización", Kirkpatric Sale,
What Columbus discovered", The Nation, 22 de octubre de 1990, p. 446.
9
jan Lundquist, "Right food, right way, and right people", versión revisada de un trabajo presenta-
o a un grupo de estudio, lamine research and food production systems", Universidad de Friburgo,
0-14 de noviembre de 1989.
CIALISMO Y ECOLOGÍA 323

d nacional e internacional de la mano de obra, la mayor emigración e inmigra-


ón y una explosión del comercio y la inversión exteriores, también estamos
blando de problemas que tienen soluciones exclusiva o principalmente nacio-
les e internacionales.
Finalmente, si nos ocupamos de la cuestión de la tecnología y su transferencia,
de la relación entre las nuevas tecnologías y las ecologías locales, regionales y glo-
ales, puesto que la tecnología dominante y su transferencia están más o menos
onopolizadas por las empresas internacionales y los estados-nación, nos encon-
amos con otra cuestión nacional e internacional.
En síntesis, tenemos buenas razones para creer que tanto las causas como las
nsecuencias —y también las soluciones— de la mayoría de los problemas ecoló-
icos son nacionales e internacionales (es decir, se relacionan con las economías
acionales y la economía global). Y, por lo tanto, para pensar que, lejos de ser
compatibles, el socialismo y la ecología pueden hacer una buena combinación.
l socialismo necesitará a la ecología porque ésta hace énfasis en la especificidad
e la sede y la reciprocidad, así como en la importancia fundamental de los inter-
ambios materiales dentro de la naturaleza y entre la sociedad y la naturaleza. La
cología necesita al socialismo porque éste destaca la planeación democrática y el
apel clave de los intercambios sociales entre los seres humanos. En contraste, las
rganizaciones populares o los movimientos restringidos a la comunidad, la muni-
ipalidad o la aldea, no pueden manejar eficazmente por sí mismos la mayoría de
s aspectos tanto económicos como ecológicos del carácter destructivo del capita-
smo global, y menos aún la dialéctica destructiva entre crisis económica y crisis
cológica.
Si asumimos que la ecología y el socialismo se presuponen mutuamente, la pre-
unta lógica es por qué no se han reunido antes, por qué se ve el marxismo como
specialmente hostil a la ecología, y viceversa. Por plantear esta pregunta de otra
anera, ¿dónde se equivocó el socialismo, ecológicamente hablando?
La visión habitual y (en mi opinión) correcta es que el socialismo se definió
omo un movimiento que completaría las tareas históricas de cumplir las prome-
as del capitalismo. Esto significaba dos cosas: primero, el socialismo incorporaría
n contenido social y político real a las declaraciones formales del capitalismo'en
tocante a la igualdad, la libertad y la fraternidad. Segundo, realizaría la prome-
a de abundancia material que el capitalismo agobiado por las crisis era incapaz de
umplir. La primera tiene que ver con los significados éticos y políticos del socia-
smo; la segunda con su significado económico.
Desde hace mucho tiempo resulta evidente para casi todos que esta construc-
ión del socialismo fracasó en ambas aspiraciones. Primero, en lugar de una socie-
ad política ética, en la cual el estado esté subordinado a la sociedad civil, tenemos
l estado burocrático del partido, y con ello una justificación del intento posmar-
ista de reconciliar las demandas de justicia social con el liberalismo.
Segundo, y en relación con el primer punto, en lugar de abundancia material
324
JAMES O'CONNOR

tenemos la crisis económica del socialismo, y por ello el esfuerzo posmarxista por
reconciliar no sólo las demandas de justicia social y el liberalismo, sino también
estas dos cosas con los mercados y los incentivos del mercado.
Sin embargo, al aclarar estos dos fracasos obvios perdemos de vista otros dos
asuntos que en los últimos diez a veinte años se han trasladado al centro de los deba-
tes políticos. El primero es que la construcción ética y política del socialismo que se
tomó prestada de la sociedad burguesa descartó toda práctica ética-política que no
estuviese más o menos absolutamente centrada en la persona, y también minimizó
o descartó la reciprocidad y la "verdad discursiva". El segundo es que el concepto
económico de abundancia que se tomó en préstamo (con ciertas modificaciones,
desde luego) del capitalismo descartó toda práctica material que no hiciese pro-
gresar a las fuerzas productivas, incluso cuando esas prácticas estaban ciegas ante la
economía de la naturaleza. Tal vez el ejemplo más grotesco fuese el plan de Stalin
para reverdecer Siberia, que afortunadamente nunca se puso en práctica.
Estas dos cuestiones o fallas, una relativa a la política y la ética, la otra a la rela-
ción entre economía humana y economía de la naturaleza, se vinculan con el fra-
caso del materialismo histórico mismo. Por lo tanto tienen que tratarse en térmi-
nos metodológicos, así como teóricos y prácticos (véase el capítulo 1).
El materialismo histórico tiene dos grandes fallas. Marx tendía a abstraer sus
discusiones sobre el trabajo social, es decir las divisiones del trabajo, tanto de la cul-
tura como de la naturaleza. Ni en su obra ni en el materialismo histórico tradicio-
nal podemos encontrar un concepto complejo y desarrollado del trabajo social que
incluya al mismo tiempo la cultura de la sociedad y la economía de la naturaleza.
La primera falla es que la concepción tradicional de las fuerzas productivas
ignora o minimiza el hecho de que estas fuerzas son de naturaleza social, y que
incluyen el modo de cooperación, que está profundamente marcado por normas
y valores culturales específicos.
La segunda falla es que la concepción tradicional de las fuerzas productivas tam-
bién minimiza o ignora el hecho de que estas fuerzas son de carácter tanto social
como naturaL
Vale la pena recordar que el mismo Engels llamó al marxismo la "concepción
materialista de la historia", donde "historia" es el sustantivo y "materialista" el adje-
tivo. Los marxistas se saben de memoria la expresión "en la vida material se pro-
ducen y reproducen las relaciones sociales entre personas", pero no conocen ni
mucho menos tan bien otra expresión importante: "en la vida social se producen
y reproducen las relaciones materiales entre la gente y la naturaleza". Están_ muy
familiarizados con el "proceso de trabajo" en el cual los seres humanos son agen-
tes activos, y mucho menos con el "proceso de espera" o "proceso de atención"
característico de la agricultura, la silvicultura y otras actividades basadas en la natu-
raleza en las cuales los seres humanos son más bien socios pasivos y, más en gene-
ral, en las cuales ambas pactes son "activas" de maneras complejas e interactivas.
Marx insistía constantemente en el tema de que la actividad material de los seres
SOCIALISMO Y ECOLOGÍA
325

humanos tiene dos caras, es decir, que es tanto una relación social como una rela-
ción material; en otras palabras, que la producción capitalista producía y reprodu-
cía un modo específico de explotación y una estructura de clase particular, además
de la base material de la sociedad. Pero por su decisión de demostrar que la vida
material es también vida social Marx solía minimizar el hecho opuesto, e igual-
mente importante, de que la vida social es también vida material. Por plantearlo en
otros términos, en la formulación "la vida material determina la conciencia" Marx
destacó la idea de que, como la vida material está organizada socialmente, las rela-
ciones sociales de producción determinan la conciencia. Silenció el hecho igual-
mente cierto de que, puesto que la vida material es también el intercambio entre
los seres humanos y la naturaleza, estas relaciones materiales o naturales también
determinan la conciencia. Una cantidad de personas han señalado esto enérgica o
débilmente, aunque esas opiniones nunca se han integrado y desarrollado en una
versión revisada de la concepción materialista de la historia.
Se ha sugerido también por qué Marx destacó la historia (aunque hasta el punto
de excluir la cultura) y minimizó la naturaleza. La razón es que el problema al que
Marx se enfrentaba en su época era el de demostrar que las relaciones de propie-
dad capitalistas eran históricas, no naturales. Pero estaba tan concentrado en criti-
car a quienes naturalizaban, y por lo tanto reificaban, las relaciones de producción
capitalistas, la competencia, el mercado mundial y demás, que no destacó lo bas-
tante el hecho de que el desarrollo de las formas de "segunda naturaleza" de fac-
tura humana no vuelven menos natural a lo natural. Ése fue el precio que pagó por
convertir el materialismo pasivo de Feuerbach y el idealismo activo de Hegel en su
propia versión de materialismo activo. Como escribió Kate Soper, "La realidad es
que en su ansia de rehuir la imputación de reduccionismo biológico, el marxismo
ha sabido ser presa de una forma de reduccionismo antiética, que al sostener el
dominio de los factores sociales sobre los naturales hace desaparecer por entero la
existencia de lo biológico." 1° Luego Soper reclama una "biología social". Nosotros
podríamos reclamar también una "química social", una "hidrología social", y así
sucesivamente, es decir, una "ecología social", que para los socialistas significa "eco-
logia socialista".
Los verdes están obligando a los rojos a prestarle mucha — aaaición a los inter-
cambios materiales entre personas y naturaleza y al tema general de la explotación
biológica, incluida la explotación biológica de la mano de obra, así como a adop-
tar una sensibilidad ecológica. Algunos rojos han tratado de enseñarles a los ver-
des a prestar más atención a las relaciones de producción capitalistas, la compe-
tencia, el mercado mundial y demás; a sensibilizarlos hacia la explotación del
trabajo y los temas de la crisis económica y el trabajo social. Y las feministas han
estado enseñándoles tanto a los verdes como los rojos a prestarle atención a la esfe-
ra de la reproducción y, en general, del trabajo de la mujer.

lo Citado por Ken Post, "In defense of matertall.tic history", Socialism in the World, 74-75, 1989, p. 67.
JAMES O'CONNOR

ué significa políticamente un socialismo verde? La conciencia verde quiere


ongamos "la tierra primero", lo cual, políticamente, puede significar lo que
uiera. Como ya se mencionó, lo que la mayoría de los verdes quieren decir
práctica, la mayor parte del tiempo, es la política del localismo. En contraste,
ría y la práctica rojas puras han destacado, históricamente, lo "central".
bordinar socialismo y ecología no quiere decir, en primera instancia, definir
ueva categoría que contenga elementos tanto de uno como de otra pero que
alidad no es ninguna de ellas. Lo que tiene que subordinarse políticamente
localismo (o la descentralización) y el centralismo, es decir, la autodetermi-
n y la planeación, coordinación y control globalizados de la producción. Para
sar al tema principal, el localismo, per se, no funciona políticamente, y el cen-
mo se ha destruido a sí mismo. Abolir el estado no sirve; apoyarse en el esta-
mocrático liberal en el cual la "democracia" tiene un mero significado formal
términos de procedimientos no sirve tampoco. En mi opinión la única forma
ca que podría funcionar, que podría resultar eminentemente adecuada tan-
os problemas ecológicos de la especificidad de la sede como a los asuntos glo-
, es un estado democrático: un estado en el cual la administración de la divi-
el trabajo social esté organizada democráticamente."
r último, la única forma ecológica que podría funcionar es una fusión de dos
de ecología, la "biología social" de la llanura costera, la meseta, el ciclo hidro-
local y así sucesivamente, y la economía energética, la "climatología social"
nal e internacional y demás del planeta; es decir, en general, la fusión de la
mía de la naturaleza definida en términos locales, regionales e internaciona-
or plantear de manera algo diferente la conclusión, néCéXitamos el "socialis-
or lo menos para volver transparentes las relaciones sociales de producción,
erminar con el dominio del mercado y el fetichismo de las mercancías, y para
fin a la explotación de seres humanos por parte de otros seres humanos;
itamos la "ecología" por lo menos para volver transparentes las fuerzas pro-
as sociales, para poner fin a la degradación y la destrucción de la tierra.

e doy cuenta de que la idea de un "estado democrático" parece una contradicción en los térmi-
ue por lo menos plantea de inmediato preguntas diffciles acerca de la deseabilidad de la sepa-
e poderes, el problema de escala inherente en cualquier descripción coherente de la democra-
antiva y también la cuestión de cómo organizar —ya ni se diga planear— una división del trabo
glamentada nacional e internacionalmente sin un equivalente universal para medir costos y pro-
ad (comoquiera que se definan "costos" y "productividad") (cortesía de John Ely). Por otro lado,
en la actualidad en una democracia burocrática, así que ¿por qué no podríamos tener un esta-
crático?
POLÍTICA VERDE ROJA EN ESTADOS UNIDOS?

rspectivas a corto plazo de que al comenzar el siglo xxi haya un movimiento


o verde rojo en Estados Unidos no son muy buenas. Las crecientes crisis eco-
as y ecológicas de los ochenta y los noventa han llevado a la reconstrucción
ucturas de dominio y explotación por parte del capital global y de los países
o a nuevos vehículos de transformación social, a la reforma profunda de las
iones sociales y políticas ni a la revolución social. No obstante, hay señales de
ta situación puede estar cambiando o de que puede ser cambiada por las
as oprimidas, los verdes, las feministas y los izquierdistas de distintos tipos.
movimiento político verde rojo tiene dos supuestos básicos. Uno es la com-
ón de las contradicciones actuales de la economía mundial, especialmente
ambiante posición de Estados Unidos en el capitalismo global y, por lo tan-
alcance y los límites posibles de la política verde radical. El segundo es una
ensión reflexiva de las partes y potencialidades que constituyen el movi-
.
la actualidad, en Estados Unidos parece haber cinco principales corrientes
radicales. 1 Las dos primeras, la ecología social o anarquismo ecológico y una
ad del socialismo ecológico, son deliberadamente izquierdistas. Las otras tres
a mezcla ideológica. Se trata del multiculturalismo y el movimiento por la
a ambiental; de la ecología profunda y el biorregionalismo, y del feminismo
ico. En la práctica los tres últimos se trasladan en distintos grados con los
imeros. Asimismo, las cinco tendencias están marcadas por elementos de
más de las otras. Para simplificar el análisis que sigue las cinco se construyen
"tipos ideales" más que en términos de la práctica real de los movimientos
eros.
menzaré con una breve descripción de una de las principales contradiccio-
tuales de la economía mundial y el capitalismo norteamericano. Luego
taré la ecología social de Murray Bookchin (o anarcocomunalismo ecológi-
el socialismo ecológico de Barry Commoner. A esto seguirán breves descrip-
s de los movimientos por la justicia ambiental, el biorregionalismo y el femi-
ecológico. Mi conclusión es un llamado a quienes representan las cinco
ncias políticas y teóricas para que desechen las fórmulas políticas gastadas,
visen todas las premisas iniciales o supuestos básicos, y que empiecen a des-

bien el movimiento por la paz se ocupa de problemas ambientales (por ejemplo el armamento
), no es, per se, un movimiento "verde radical".

[327]
328 JAMES o'comNoR

tacar lo que cada una tiene en común con las otras cuatro, actitud esencial desde
el punto de vista de la construcción de alianzas y coaliciones.
De acuerdo con la mayoría de las mediciones las condiciones sociales y ecológi-
cas globales han ido de mal en peor durante los noventa. Si bien nuestros profetas
del desastre no acertaron exactamente sobre la caída de los cielos, sigue siendo
muy real el riesgo de destrucción ambiental global. Y aunque los pesimistas eco-
nómicos tienden a ignorar las diez o doce economías en rápido crecimiento de
Asia y América Latina, el espectro de un derrumbe financiero mundial y una
implosión económica, de una crisis financiera o una depresión, está muy presente
para los principales rectores de la política económica.
La economía: a lo que más se parece el mundo actual es al sombrío modelo (y
no sólo a ese modelo) que hace bastante más de un siglo retrató Karl Marx en El
capitaL 2 Los gobiernos y las grandes empresas se están apropiando de más y más
bienes comunes del mundo; más personas se ven reducidas al trabajo asalariado;
más trabajadores asalariados están desempleados, subempleados o infraempleados
(es decir, trabajan de tiempo completo pero tienen un salario insuficiente para
vivir); son más universales la forma mercancía para la satisfacción de necesidades
y el consumismo; el capital está más concentrado y centralizado; el capital indus-
trial, al igual que el financiero y el de mercancías, está cada vez más internaciona-
lizado; la explotación del trabajo y las desigualdades de riqueza y distribución del
ingreso son mayores; hay una deuda global impagable creciente y posiblemente
riesgo de una crisis o depresión financiera mundial, y la crisis ambiental global
sigue empeorando.
Una de las grandes ironías de nuestros tiempos es que con la destrucción y la
autodestrucción de la URSS la mayoría de la gente piensa que la teoría del capital
de Marx está tan moribunda como los regímenes socialistas de estado que tan mal
la interpretaron y la usaron. La teoría de la acumulación y la crisis del capital, plan-
teada inicialmente por Marx y afinada por tres o cuatro generaciones de econo-
mistas marxistas, es el bebé que se tira junto con el agua sucia del socialismo tota-
litario. Justo en el momento en que el capital triunfa globalmente, el máximo
teórico del capital es relegado al nivel de un ideólogo despistado del siglo mx. En
algunos sectores El capital, como texto, se considera algo similar a Mein Kampf de
Hitler, una declaración de intención del maligno fundador de uno de los dos gran-
des y horribles movimientos totalitarios del siglo xx. Esta ironía, o anomalía, está
tan generalizada en la actualidad que nos obliga a poner al revés una de las líneas
más famosas de Hegel. El gran filósofo dialéctico escribió que "el búho de Miner-
va sólo abre sus alas al anochecer", con el significado de que sólo después de deter-
minado acontecimiento o cambio histórico puede la razón captar lo que ha ocu-

2 "Y no sólo a ese modelo" porque la "segunda contradicción del capitalismo"; el conflicto a muer-
te entre el capital y la naturaleza, corre p2.-All-la a la "pera contradicción" entre el capital y el traba-
jo, y se vincula con ella.
¿UNA POLÍTICA VERDE ROJA EN ESTADOS UNIDOS? 329

rrido y por qué. Hoy resulta mejor epígrafe lo opuesto: "El viejo búho cierra sus
alas al amanecer." La razón se rinde precisamente en el momento en que es capaz
de avizorar el futuro.
El riesgo de una estanflación como la de los setenta, que culmine en hiperin-
flación, de una deflación de valores del capital y depresión, al estilo de los treinta,
o algún otro mar de problemas económicos derivados del desorden financiero glo-
bal, resulta especialmente crítico en el primer decenio del mundo posterior a la
guerra fría.
Esto se debe a que durante el periodo posterior a la segunda guerra mundial
Estados Unidos fue una especie de caja registradora para todo el mundo, gracias a
su economía impulsada por el consumo, basada en que el crédito hipotecario y al
consumo, el crédito comercial y el del gobierno, crecían a una tasa mayor que el
aumento de la producción nacional real. La producción excedente del exterior,
sobre todo de Japón y del noreste de Asia, que de lo contrario no se podría haber
vendido a precios iguales a los costos de producción más la tasa promedio de uti-
lidad, era absorbida por el mercado norteamericano. El exceso de importaciones
en relación con las exportaciones en Estados Unidos se pagaba con préstamos
externos, lo que permitía que este país viviese muy por encima de sus medios eco-
nómicos.
No obstante, desde la recesión de 1990-1991 Estados Unidos ha estado tratando
de darle un marcado giro a su política económica. Washington ha procurado redu-
cir el gasto de consumo y fortalecer las exportaciones como principal fuerza para
la recuperación y expansión económicas. La recuperación de la última recesión (si
es que merece llamarse "recuperación" ese débil crecimiento económico de los
últimos años) fue impulsada primero por el gasto extranjero en bienes y servicios
norteamericanos, segundo por el consumo interno y el gasto gubernamental. Tal
vez las exportaciones no han tenido que desempeñar un papel tan fundamental
desde la recuperación económica de la crisis de los años 1870, estimulada por las
ventas agrícolas a Europa.
El intento de alejar la economía estadunidense del consumismo y el gasto mili-
tar de la guerra fría y dirigirla hacia los mercados extranjeros y las exportaciones
de capital explica por qué George Bush habló de la necesidad de que Estados Uni-
dos se convirtiera en una "superpotencia exportadora"; por qué el presidente Clin-
ton considera que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte es condi-
ción esencial de una buena recuperación; por qué Clinton (y antes Bush)
presionaron a Japón y al este de Asia para que absorbiesen más exportaciones nor-
teamericanas; por qué ambos presidentes han temido (y tratado de impedir) el cre-
cimiento de los bloques comerciales regionales de Europa y de Asia, y por qué la
política económica de Clinton tiende a favorecer las industrias de alta tecnología
impulsadas por la exportación.
Es probable que esta "globalización" de la política económica de Estados Uni-
dos dé más problemas de los que resuelva, porque casi todos sus principales rivales
330 JAMES O'CONNOR

son ya economías guiadas por las exportaciones. En el decenio de 1990 Alemania i


ha esperado recuperarse, gracias a las exportaciones, de su larga recesión. Aunque
Japón ha estado ampliando su gasto interno en obras públicas, es probable que las m
exportaciones sean el factor dinámico de su recuperación económica, si ésta llega
a producirse. El resto del noreste de Asia, y también el sureste de Asia y China, po r a
slogenra(uqsimpe)otanrlcdsexpotaión.Algu
paísedEuro,Ngpejmloxrtanhs50%deupoct
interno total, y los países subimperialistas como Sudáfrica y Brasil dependen tam-
bién de las exportaciones.
La contradicción es que una economía global en la cual los principales países i
industriales y en vías de industrialización dependen de las exportaciones repre-
senta una fórmula para la hipercompetencia y, finalmente, para el proteccionismo y
las guerras comerciales, o para una devaluación general de los valores de capital r
y, por lo tanto, una depresión. Por un lado, cada país y cada compañía transnacio- u
nal siguen estando obsesionados por reducir los gastos, recortar los costos (inclu- r
yendo los costos de protección y limpieza ambiental), mejorar la calidad y comer-
cializar nuevos productos. Por el otro, no hay ningún sistema de regulación
keynesiana global de la demanda agregada (cosa que ya señalaron Willy Brandt y
otros en los setenta). La única excepción, parcial, es el Grupo de los Siete, enca-
bezado por Estados Unidos, que presiona a Japón para que gaste más en obras
públicas y a Alemania para que baje las tasas de interés. Mientras tanto, el Fondo
Monetario Internacional y el Banco Mundial empujan la economía mundial en la m
dirección contraria. Las estrategias de préstamo de estos seudoministerios mun-
diales de finanzas y obras públicas favorecen mayores reducciones del gasto guber-
namental y mayores recortes de los costos de las empresas privadas, así como eli-
minar todas las formas económicas socialistas del mundo, con lo que agravan una
situación que ya es mala, no sólo en el frente social y económico, sino también en
el ecológico.
En la actualidad hay en Estados Unidos dos teorías ecológicas de izquierda y ten-
dencias políticas (débiles), entendiendo por "de izquierda" que son consciente- m
mente anticapitalistas. La primera es la teoría de la ecología social tal como la desa-
rrolló Murray Bookchin, cuya práctica se ejemplifica en la Left Green Network
(Red Verde de Izquierda) (que, sin embargo, se aleja en puntos importantes del
pensamiento de Bookchin), organizada como un sector dentro de los verdes nor-
teamericanos. La segunda se basa en el pensamiento del otro fundador de la eco-
logía de izquierda en Estados Unidos, Barry Commoner. La influencia de éste se
puede encontrar sobre todo en las coaliciones locales y regionales contra las sus-
tancias tóxicas, que luchan contra la contaminación tóxica en el sitio de trabajo y
en la comunidad, así como por el desarrollo de tecnologías no contaminantes,
pero que también se extiende al movimiento por la justicia ambiental.
Bookchin escribe sobre ecología, anarquismo, comunidad y política; Commo-
ner teoriza acerca de ecología, socialismo, economía y las condiciones de la vida o
DE ROJA EN ESTADOS UNIDOS? 331

ial. Bookchin es, sobre todo, un teórico político ecológico, Commoner un


o económico político. El primero suele escribir como si no existiesen una
mía y una división del trabajo social mundiales, el segundo como si no hubie-
esidad de una teoría política o una filosofia de la naturaleza idónea para una
a verde.
eta de Bookchin es subsumir la ecología y el anarquismo; la de Commoner
lo propio con la ecología y el socialismo.s Commoner quiere establecer con-
cial sobre las fuerzas de producción o el lugar de trabajo capitalista con el
eliminar toda contaminación en la fuente. Su argumento, de una hermosa
icidad, es que no se necesitan reglamentos anticontaminantes, licencias ni
or el estilo si se empieza por no producir contaminación. Sin el "dominio
de la producción" y una planeación económica basada en una "profunda
rensión científica de la naturaleza" no hay grandes esperanzas de llegar a
una sociedad ecológicamente sustentable. Para lograr ese "dominio" Com-
r quiere revolucionar las relaciones de producción capitalistas, una de las
tradicionales del socialismo. Bookchin, en cambio, quiere esposar la ecolo-
l anarcocomunismo (o anarcocomunalismo) con el propósito de crear una
ad ecológica basada en el municipio como unidad política básica (y organi-
mismo tiempo una federación de municipios), estructurada sobre principios
ocracia directa así como sobre la ciencia y las sensibilidades ecológicas, tal
Bookchin entiende estos términos.
mmoner quiere hacer una sociedad que sea sustentable desde un punto de
aterial o económico. Lo que dice es que sólo una forma de democracia eco-
a, "el dominio social del sitio de trabajo", es capaz de lograrlo. Bookchin
én quiere una sociedad sustentable desde un punto de vista material, y afir-
e sólo la democracia directa —una forma radical de democracia política—
az de lograrlo. Ambos, cada cual a su manera, tienen un pensamiento demó-
adical, pero uno habla de las condiciones de la economía y el otro de las con-
es de la vida política.
mmoner pone primero la economía y defiende la tradicional meta socialista
ndancia material para todos, y por ello hace hincapié en la que considera la
potencial prácticamente ilimitada de la energía solar para alimentar a las
nas economías industriales sin contaminar y sin agotar los combustibles fósi-

ubsumir" es la traducción usual del concepto de aufheben de Hegel (y de Marx) . El término ale-
refiere a cualquier proceso en el cual se combinan o subliman lo negativo, lo positivo y lo trans-
ivo. Anular o abolir, guardar o conservar y trascender o sublimar son todos diferentes momen-
proceso (o, en algunas versiones, aspectos del mismo proceso. El papel clave (Marx lo denomina
el peculiar") "es desempeñado por el acto de subsunción en el cual se vinculan negación y pre-
n, negación y afirmación" (Economic ami philosophic manuscripts of 1844, Moscú, Foreign Lan-
Publishing HOUSC, 1961, p. 61). Suelo decirles a mis alumnos que "subsumir" significa combinar
cesos o aspectos de un proceso en un tercer proceso nuevo que contiene elementos de los dos
os pero no es ninguno de ellos.
332 JAMES O 'CONNOR

les. Bookchin pone por delante la política y defiende la tradicional meta anarco-
comunista de comunidades autogobernadas, razón por la cual, tal vez, sus posicio-
nes acerca de los temas clave de la tecnología y de las fuerzas productivas en gene-
ral han sido menos coherentes que las de Commoner.
Es interesante preguntarse por qué los seguidores de uno y de otro nunca se
han unido políticamente. Una respuesta es que socialistas y anarquistas se han abo-
rrecido casi siempre, desde que Marx combatió a los anarquistas en la Primera
Internacional. Otros momentos clave de su lucha fueron cuando Trotski usó el
ejército rojo para derrotar al anarquista Majno en Ucrania, a principios de los vein-
te, y cuando los estalinistas traicionaron a los anarquistas de la comuna de Barce-
lona, en los treinta. 4
Estos episodios ilustran una respuesta política a la pregunta de por qué el socia-
lismo y el anarquismo se han mantenido alejados y, en el peor de los casos, han
librado una guerra sangrienta. Pero detrás de las diferencias políticas hay diferen-
cias teóricas, y en el caso de Bookchin y Commoner es importante descubrirlas y
analizadas.
El socialismo y el anarquismo, en realidad, constituyen una serie de dualismos;
lo mismo puede decirse del socialismo ecológico de ComMoner y el anarquismo
ecológico de Bookchin. Para quien quiera esforzarse en pro de una sociedad eco-
lógica que también sea económica y socialmente justa y equitativa, así como demo-
crática, resulta importante entender lo que son estos dualismos y cuáles son sus
implicaciones para la política verde roja.
Históricamente, los marxistas y los socialistas se han concentrado en el lugar de
trabajo y en el trabajo mismo, y han dicho mucho menos sobre un segundo tema
que durante el siglo xx resultó ser igualmente importante: la tierra y la comunidad.
Para el pensamiento izquierdista éstas han sido y siguen siendo, más que nada,
dominio del anarquismo. 5 (Karl Polanyi se ocupó tanto de la tierra como del tra-

4 Tanto los anarquistas como los socialistas estuvieron (y están) a favor de la propiedad o control
social de los medios de producción y, en la Primera Internacional, ambos se autodenominaban socia-
listas. Los anarquistas se dividieron entre los que querían que los sindicatos controlaran los medios de
producción y los anarcocomunistas (comunalistas), que se inclinaban por el control municipal. La gran
diferencia entre los socialistas y los anarquistas era política: los segundos no querían que hubiese un
partido político centralizado ni elecciones. En la Primera Internacional estaban también los narminiki
rusos, con los cuales tienen una gran afinidad muchos ambientalistas del Sur. Commoner y Bookchin
son subproductos de una larga tradición, que se ha dividido, entrelazado y que, sobre algunas cuestio-
nes (por ejemplo la crítica del capitalismo), ha sido esencialmente la misma.
5 En los países con un gran campesinado y relativamente poco trabajo asalariado, como gran parte
del Sur, los marxistas se han visto obligados a teorizar la tierra y la comunidad (ejemplos de ello son
José Carlos Mariátegui y Mao). En Cuba, el único país que experimentó una verdadera revolución pro-
letaria, Castro privilegió el sitio de trabajo a expensas de la comunidad. En el Norte los marxistas y neo-
marxistas, como Manuel Candis y David Harvey, han teorizado sobre los "movimientos urbanos" y la
"conversión del espacio en mercancía". Las dificultades a las que se enfrentan los teóricos que tratan de
interpretar los movimientos comunitarios y urbanos dentro de una problemática marxista tradicional
se destacan en Ira Katznelson, Marxism and the city, Nueva York, Oxford University Press, 1992.
LUNA POLÍTICA VERDE ROJA EN ESTADOS UNIDOS? 333
R

- bajo en su libro The great transformation, pero lo hizo de maneras políticamente pro-
- blemáticas.) La gran excepción a la regla de que el pensamiento radical sobre la
- tierra y la comunidad ha sido de la competencia del anarquismo son algunos teó-
ricos dentro de comunidades de pueblos indígenas que están siendo sometidos al
imperialismo ecológico de una especie de "cercado global de las tierras comunes".
- Aquí el trab ajo se realiza en la tierra, y la cultura, el trabajo y la naturaleza consti-
tuyen una cierta unidad "orgánica". Las prácticas espirituales se basan en la natu-
raleza material; el trabajo es directa y transparentemente social y está regido por
los ritmos de la naturaleza, y tiene además, invariablemente, un elemento ritual. El
- resultante sentimiento de unicidad explica por qué los que trabajan en solidaridad
con pueblos indígenas cuyas tierras comunes y formas de vida están siendo ataca-
das suelen ser tan apasionados acerca de su labor. Sus luchas tienen cierta cohe-
rencia que no existe, por ejemplo, en una refinería de petróleo de Richmond, Cali-
fornia, donde la comunidad está "afuera", o en un barrio de Los Ángeles, donde el
lugar de trabajo puede quedar a dos horas de autopista. En ambos casos la "natu-
raleza" suele verse como un parque nacional que queda todavía más lejos.
En términos teóricos, ¿cuáles son las principales diferencias entre el anarquismo
y el socialismo? El socialismo se vuelve posible históricamente cuando la fuerza de
trabajo humana se convierte en mercancía y los productores directos pierden el
control del lugar de trabajo; el anarcocomunismo llega cuando la tierra se con-
vierte en mercancía y se capitaliza, y la comunidad pierde el control de la misma.
A riesgo de sobresimplificar un tema complejo, el socialismo privilegia la planea-
ción, el anarquismo la espontaneidad; el socialismo celebra la igualdad como valor
elevado, el anarquismo hace hincapié en la libertad; el socialismo se inclina más
por la fraternidad, el anarquismo por la libertad; 6 el socialismo sostiene lo "cen-
tral", el anarquismo lo "local". El socialismo, en su forma democrática social, cele-
bra el poder de la clase trabajadora en cuerpos electos en los estados democráticos
liberales; el anarquismo quiere abolir el estado e instituir la democracia directa.
(La subsunción aquí puede consistir en democratizar el estado o la burocracia.)
Estos ejemplos deberían dar una buena idea de lo que se juega en el conflicto
entre el ecosocialismo y el ecoanarquismo, tanto teórica como políticamente.
El asunto de la política verde roja en Estados Unidos es más complejo de lo que
revela una mirada a las teorías, valores y experiencias que dividen a socialistas y
anarquistas. En los últimos diez o veinte años se han desarrollado otras tres corrien-
tes radicales, en su mayoría al margen de la teoría de la ecología social de Book-
chin o de la representación de Commoner del socialismo ecológico. Se trata del
multiculturalismo y la lucha contra el racismo ambiental y por la justicia ambiental
(en algunas versiones justicia ambiental y social; en otras justicia ambiental y eco-
6 Estas dualidades son "típicas-ideales" en el sentido de que se las puede encontrar en muchos deba-
tes previos entre anarquistas y socialistas. No obstante, en Estados Unidos, donde las líneas ideológicas
suelen ser imprecisas, los "grupos de afinidad" anarquistas son sobre todo "fraternales", y muchos socia-
listas apoyan con energía las libertades civiles.
34 JAMES O'CONNOR

ómica); la ecología profunda y el biorregionalismo, que constituyen la visión del


undo que escogen en su mayoría los verdes radicales, y el feminismo ecológico,
ue algunas feministas consideran potencialmente la corriente más revolucionari a
ydetoas.Enérmidetapolícmvientdjuscabl
l feminismo ecológico suelen representarse como formas de "políticas de identi-
ad", y el biorregionalismo como un tipo de "política del lugar". Sin embargo las
os primeras tendencias se traslapan en parte sobre la tercera, mientras que la eco-
gía profunda/biorregionalismo tiene cierta afinidad con el anarcocomunalismo
el movimiento de justicia ambiental, tal como ocurre entre el feminismo ecoló-
ico y el socialismo ecológico, en la medida en que la tradición socialista ha sido
ntirracista y antisexista.
El movimiento contra el racismo ecológico es parte de la corriente mucho
ayor del multiculturalismo. Es también una derivación lógica del movimiento de
erechos civiles. La lucha por la justicia ambiental es una dimensión del pensa-
iento antirracista y de las batallas que van desde el acceso a la vivienda, la aten-
ón a la salud y demás, hasta el combate contra la opresión policial. Muchos de los
irigentes y activistas del movimiento se han involucrado durante largo tiempo en
ovimientos y combates antirracistas. (En cambio el biorregionalismo suele verse
mo parte de un movimiento de ecología profunda más amplio, y asimismo, en
s momentos menos autocríticos, como una forma de determinismo ambiental.)
l multiculturalismo privilegia la cultura, comoquiera que se la defina, y está orga-
zado para identificar políticamente las diferencias culturales entre los "pueblos
color", y para explotarlas en relación con la mayoría caucásica de Estados Uni-
s. La gente de color ha formado toda clase de coaliciones y alianzas contra los
e muchos multiculturalistas llaman "anglos" en el sentido de blancos (aunque
Estados Unidos hay más gente de ascendencia alemana que inglesa). El multi-
lturalismo, visto a través de una lente "típica-ideal", suprime tanto la política de
ases del socialismo ecológico como la política comunitaria del anarquismo eco-
gico, en favor de un nacionalismo o separatismo cultural de alguna clase. Al
cerlo tiende a salir a la superficie el elemento "pequeñoburgués" contenido en
multiculturalismo ("tiende" dentro de un discurso típico-ideal). No obstante, los
rigentes de algunas organizaciones que forman parte del movimiento de justicia
biental efectúan análisis de clase y comprenden claramente los límites de la
forma del capitalismo en general y el de Estados Unidos en particular. Las opi-
ones políticas y otros integrantes del movimiento se inclinan con más fuerza
cia un multiculturalismo puro y, en caso extremo, un nacionalismo. En la mayor
rte del pensamiento multiculturalista hay también fuertes rasgos de política
munitaria, aunque con escaso parecido a la política comunitaria de la ecología
cial.
La "diversidad", la actual palabra clave dentro de la política liberal convencio-
l, es para quienes muestran promesa y tienen talento, logros o dinero. En las uni-
rsidades, el gobierno y los negocios la gente de color ha ido consiguiendo cada
A POLÍTICA VERDE ROJA EN ESTADOS UNIDOS? 335

más puestos como trabajadores de nivel medio, ejecutivos y en los niveles de


ierno medio (y con la administración de Clinton también alto). Está excluida
la clase alta; pocos ascienden a tal "prominencia" a menos que abandonen sus
pias normas culturales y se subordinen a la cultura noreuropea dominante, que
io a Estados Unidos el capitalismo industrial, el liberalismo, el individualismo,
onstitución, y también la esclavitud, el racismo y el imperialismo. En el otro
remo de la escala social la "diversidad" no funciona para los que no tienen
ar, para los que necesitan asistencia pública, para los pobres que trabajan, para
desempleados de los barrios miserables y demás. Siempre ha habido "diversi-
" entre los sectores pobres de la sociedad y los asalariados de ingresos bajos y
dios.
n la pugna por la "diversidad" funciona una importante dialéctica. Los que
án excluidos del "movimiento por la diversidad" son sobre todo personas de la
se trabajadora (en términos de estatus la clase baja y media baja), que quedan
radas a sus propios recursos, mientras que miembros mejor ubicados de las
orías, los más ambiciosos y talentosos, trepan por la escalera social. Es posible,
onces, que en el futuro surja una política de clase entre las personas trabaja-
ras de color. La exigencia de medio millón de empleos que los dirigentes de
dillas reunidos en la ciudad de Gansas le hicieron a la administración Clinton
una demanda radical, comoquiera que se la defina. Y desde luego, si se desa-
lla una política de clase no tiene mucho sentido definir el movimiento por la
ticia ambiental sólo en términos de "gente de color" (asumiendo que se resuel-
los conflictos dentro del movimiento); habrá que redefinirlo de formas tales
e puedan incluir a blancos de la clase trabajadora, no sólo como miembros sino
bién como dirigentes y voceros.
Hay señales de que esto es lo que está ocurriendo en el pensamiento de algunas
sonas que forman parte del movimiento. El nacionalismo cultural parece estar
bilitándose, y la política de clase de algunos dirigentes y militantes del movi-
ento por la justicia ambiental está encontrando una expresión más pública, aun-
e muchas veces de forma disfrazada. De ser así, sería una muy buena noticia este
ento de "introducir" la clase sin perder la profunda crítica al racismo blanco que
da vigor al movimiento y, al mismo tiempo, desarrollando una crítica de actitu-
s y prácticas de tipo racista dentro de los mismos movimientos de gente de color,
mo por ejemplo el antagonismo que se encuentra en muchas ciudades entre los
xicano-norteamericanos que han estado largo tiempo en el país y los recién lle-
dos de México y de Centroamérica, que carecen de todo, o el ordenamiento jerár-
ico que existe en Estados Unidos entre la gente procedente del Caribe. Es obvio
e existen estas jerarquías; lo es mucho menos el hecho de que no se habla dema-
do de ellas. Una política de clase seguiría dirigiéndose, presumiblemente, a las
titudes y prácticas culturales que siguen existiendo entre las minorías del país
El segundo tipo difundido de identidad política es lo que podemos llamar la
olítica de lugar". Hay muchas clases de "políticas del lugar", por ejemplo movi-
336 JAMES O'CONNOR

mientos urbanos, neopopulismo y política de aldea en los países del Sur. Los anar-
quistas ecológicos tienen también una política de lugar, pero ésta se basa más en
un modelo de política y de la buena vida que en cualquier ambiente geofísico
determinado. Aquí "política del lugar" quiere decir el pensamiento y la práctica de
aquellos verdes cuya visión del futuro se basa en alguna combinación de ecología
profunda y biorregionalismo, o de los que quieren desarrollar una vida material y
una cultura basadas en las características ecológicas de determinadas regiones.
Peter Berg es uno de los voceros más conocidos del biorregionalismo, pero hay
muchos otros que cartografian cuencas hidráulicas en el oeste, cuentan especies
nativas de las grandes planicies y defienden los bosques originarios en nombre de
la integridad de ciertas biorregiones y de las culturas con formas de vida únicas que
puedan asociarse con ellas.
¿Existe en el discurso y en la práctica del biorregionalismo un movimiento dia-
léctico (análogo al que hay dentro del multiculturalismo y del movimiento de jus-
ticia ambiental) que pueda conducir a una crítica del capital y el trabajo asalaria-
do, y también a una economía política que no sea exclusivamente socialista o
anarquista sino que, de alguna manera, combine elementos de ambas corrientes
sin ser ninguna de ellas? La respuesta superficial es "no", ya que la teoría biorre-
gionalista ha sido en general la línea de los blancos de clase media acomodada que
tienen poco que decir sobre la clase y la raza; "en general" porque hay muchos
mexicano-norteamericanos en el suroeste de Estados Unidos e indios casi en todas
partes que, comoquiera que se los vea, son pueblos oprimidos, y que dependen de
la tierra, los mantos freáticos y los ecosistemas para formas de vida únicas amena-
zadas por las compañías mineras, el servicio nacional de parques, la industria turís-
tica y (a veces) organizaciones como Nature Conservancy, que quieren restaurar
los "hábitat nativos" sin ningún beneficio para la gente que vive y trabaja en la tie-
rra. En este caso la cultura y la naturaleza están íntimamente relacionadas entre sí
y también con el trabajo social de maneras complejas y valiosas, hasta el punto de
que ciertos movimientos de mexicano-norteamericanos del suroeste, por ejemplo,
combinan los temas del biorregionalismo y la justicia ambiental.
En algunas •otras biorregiones, como la costa noroeste, donde los radicales de
Primero la Tierra procuran reunir el trabajo y el ambientalismo en una política
ecológica de izquierda, la mayoría de la fuerza de trabajo activa es de la clase tra-
bajadora. En el traspatio mismo del autor, la región de la bahía de Monterey, en
California, una política de biorregiones se toparía de inmediato con el hecho de
que una gran parte de la población de las cuencas y las llanuras aluviales de los ríos
Salinas y Pájaro —ricas áreas agrícolas en las cuales los mantos freáticos descien-

7 Los ecologistas profundos no siempre son biorregionalistas, y los biorregionalistas pueden no ser
ecologistas profundos. Algunos biorregionalistas (por ejemplo Kirkpatrick Sale) se basan en la ecología
social de Bookchin. Sin embargo, entre la ecología profunda y el biorregionalismo existe una "afinidad
electiva", que aparece una y otra vez en los textos populares sobre esos temas.
UNA POLÍTICA VERDE ROJA EN ESTADOS UNIDOS? 337

en más cada año y el agua se saliniza más— no sólo son mexicanos o de origen
exicano, sino también proletarios: jornaleros agrícolas, obreros de las enlatado-
as y otros. Por lo tanto, un verdadero impulso hacia una identidad política y un
obierno biorregional, sensible a la estructura social de la región, pondrían auto-
áticamente entre las cuestiones prioritarias las relacionadas con la clase obrera.
tras biorregiones tienen, desde luego, diferente composición de clases, estructu-
as industriales e historias sociales, que determinan si la biorregión tiene algún
otencial para una política de clases, 8 que no pierda la dimensión ecológica-bio-
regional, definida en términos de un materialismo activo, ni el materialismo pasi-
o del puro determinismo ambiental?
La cuestión de una política y una visión ecológicas radicales o de izquierda es
odavía más complicada. Hasta ahora no se ha dicho nada acerca de las mujeres y
l feminismo, específicamente el feminismo ecológico. Si hay algo que creen todas
as ecofeministas, es que el mismo proceso histórico por el cual los varones llega-
on a pensar que podrían dominar a la naturaleza —el proyecto prometeico— es
ambién un proceso por el cual llegaron a pensar que podían dominar a las muje-
es. Cuándo y cómo y dónde y por qué ocurrió o se supone que ocurrió tal cosa es
uestión de debate entre las ecofeministas. Lo es también el grado de éxito real
ue han tenido los varones dominando tanto a la naturaleza como a las mujeres en
lgún sentido significativo de la palabra "dominar". Una cuestión especialmente
elicada es si las mujeres están "naturalmente" más próximas a la naturaleza y, por
o tanto, son más capaces de desarrollar una sociedad sustentable, o si esta identi-
icación de las mujeres y la naturaleza no es otra cosa que una comprensión o un
ábito derivado de la división sexual del trabajo, o si bien es alguna clase de cons-
iración masculina para equiparar la naturaleza, a la que se ve por un lado como
asiva y explotable, y por otro como salvaje, que requiere ser domada, con las
ujeres, vistas de la misma forma contradictoria. O las tres cosas. Lo que está cla-
o es que casi siempre han sido mujeres las principales organizadoras en el movi-
iento por la paz y militantes de primera fila de las acciones ecológicas locales,
desde el combate a la contaminación por asbesto en Estados Unidos hasta las al-
deas de India en las cuales las mujeres encabezan la lucha por agua, leña, comida
forraje.
Sobre un ejemplo de Italia véase Association for the Renewal of Bormida Valley, "The Bormida
Valley ecological project", Capitalina, Nature, Socialistn, 2, 3, octubre de 1991.
9 Un "materialismo activo" comienza con la actividad material humana configurada por las socieda-
des capitalistas de formas complejas de acuerdo con la ley del valor y de la división del trabajo social,
con formas culturales de cooperación definidas como fuerzas productivas, y con la "economía de la
naturaleza", vista también como fuerza productiva. "Materialismo pasivo" significa, en los términos más
simples, que las formas culturales humanas se ven como determinadas por condiciones ambientales o
naturales.
Según Engels el materialismo pasivo se basa en el materialismo mecánico de Newton, no en la cien-
cia evolutiva de Darwin, que se centra en el problema del *hombre" (la vida humana). Los biorregio-
nalistas tienden a no problematizar (es decir, a dar por sentada) la "vida humana" en cuanto tal.
338 JAMES O'CONNOR

Tal como ocurre con los movimientos por la justicia ambiental y el biorregio-
nalismo, no hay una posición teórica ni un personaje famoso asociado con el femi-
nismo ecológico. La gama de posiciones políticas es muy amplia. Bookchin y Com-
moner fueron inicialmente producto de la vieja izquierda que buscaba difundir a
todos el proyecto modernista. El movimiento por la justicia ambiental es en parte
importante producto del movimiento por los derechos civiles, y el biorregionalis-
mo es hasta cierto punto un desarrollo lógico de la misma ciencia de la ecología.
Pero el feminismo ecológico rechaza toda teoría y política totalizante, y está desa-
rrollando una teoría y una política de la "diferencia", que abarca desde el idealis-
mo y el misticismo hasta el socialismo y el anarquismo. No obstante, en un mundo
que consiste en capital y trabajo asalariado, es probable o, por lo menos, posible, que
el ala radical, materialista, del feminismo ecológico llegue a ser la de más influen-
cia en el movimiento, aunque sólo sea porque la condición material de las mujeres
de todo el mundo en la actualidad es muy inferior a la de los varones, y porque
sobre ellas recae cada vez más la carga del trabajo asalariado, y no sólo de la "repro-
ducción de la fuerza de trabajo". 1°
Las cinco tendencias políticas analizadas hasta aquí son críticas reales o poten-
ciales del capitalismo de Estados Unidos, y contienen un análisis de clase real o
potencial de lo que anda mal en el mundo y por qué, así como de lo que se puede
y se debe hacer al respecto.
El problema es que Estados Unidos es muy individualista, tanto debido a la
intensa influencia del individualismo inglés precapitalista en la cultura norteame-
ricana como porque la forma asalariada del trabajo y la forma mercancía de la satis-
facción de necesidades están desarrolladas al máximo en ese país. La tradición viva
de política de izquierda es débil en comparación con la de la mayoría de los países
desarrollados, la de potencias subimperialistas como México, Brasil e India, y la de
muchas otras naciones del Sur. Los visitantes verdes rojos que llegan a Estados Uni-
dos se sorprenden al encontrar tal abundancia de movimientos sociales; práctica-
mente todas las esferas de la vida están sujetas a profundo análisis y crítica por par-
te de determinados movimientos u organizaciones. Sin embargo, las ideologías del
individualismo, el pragmatismo, la falta de respeto generalizada (así como de inte-
rés) por la teoría política, la inexistencia de una izquierda coherente y la presen-
cia de una gran variedad de organizaciones verdes liberales y/o tecnocráticas,
conspiran contra el desarrollo de un movimiento político feminista verde rojo. Lo
hacen también los hechos de que Estados Unidos es un país racista, y grande, con
variaciones regionales culturales, económicas y ecológicas muy arraigadas, de
modo que no es sorprendente descubrir que las primeras señales de una política
verde roja coherente no apareciesen en Estados Unidos, y ni siquiera en Alemania
(que podría decirse es la patria del pensamiento y la práctica verdes de izquierda),

I° Mary Menor, "Eco-feminism and eco-socialism: Dilemmas of essentialism and materialism", Capi-
talism, Natura, Socialism, 3, 2, junio de 1992.
POLÍTICA VERDE ROJA EN ESTADOS UNIDOS? 339

más bien en aquellas naciones que representan los eslabones más débiles de
adena de mando capitalista del mundo: la Alianza en Nueva Zelanda» el Par-
de los Trabajadores en Brasil, y la nueva iniciativa feminista verde roja en Ita-
2 por ejemplo, donde los principios de la democracia se combinan con el deseo
evisar las fórmulas antiguas y los lemas agotados que han llevado a callejones
ticos sin salida.
o más importante en estos días es que los socialistas (incluidos los marxistas),
narquistas, las minorías oprimidas, los biorregionalistas y las feministas ecoló-
s se oigan unos a otros y presten atención a la forma en que están siendo escu-
dos. No hay una sola tendencia que pueda soportar el poder totalizador del
ital global y el cuasi estado mundial que forman los bancos centrales, el FMI, el
, el Banco Mundial y otras burocracias internacionales. Todas las tendencias
ecesitan mutuamente; no puede prevalecer ninguna visión parcial (y mucho
os sectaria). Para los marxistas esto quiere decir prestar tanta atención a las
stiones de la tierra y la comunidad, la raza y la etnicidad, el género y la ecolo-
como al lugar de trabajo, la mano de obra y la economía. Implica darle la
emaunción a lo que solía llamarse "marxismo ortodoxo" y dar el giro hacia un
xismo cultural y ecológico.
n el nivel de la epistemología es necesaria una revisión de la concepción ma-
alista de la historia porque no ha sido lo bastante histórica ni lo bastante mate-
ista; no fue lo bastante histórica porque Marx no tenía una teoría de la socie-
y la cultura más allá de la teoría del fetichismo de las mercancías y del capital
sarrollada más tarde en la teoría de la reificación de Lukács), ni lo bastante
erialista porque El capital no contiene una teoría de la naturaleza y la ecolo-
13 la teoría de Marx del capital, la lucha de clase y la revolución no contenía
verdadera descripción de los movimientos culturales ambientales, entre otras
nes posibles debido a que (en términos comparativos) no había en sus tiem-
movimientos significativos de estos tipos. Marx vivió y trabajó en un periodo
prano del desarrollo capitalista, cuando las revoluciones políticas contra el
guo régimen en Europa más o menos habían terminado y la revolución eco-
ica estaba muy avanza n El capital fue influido por la revolución política que
conomía industrial capitalista tenía que controlar y desarrollar, primero en
laterra, y difundida después a otros países y partes del inundo. Desde luego, la

1 Wayne Hope y Joce jesson, "Contesting new terrain: Red-green politics in New Zealand", Capita-
Natura, Socialista, 4, 2, junio de 1993.
2 Informe de un congreso, "Culture of the Left and Green culture — The challenge of the envi-
ental revolution in Italy", Capitalista, Natura Socialista, 4, 2, junio de 1993. Véase también Lena
hmuijlder, "What it mean to be Greenin South Africa", Capitalista, Natura Socialista, 4, 1, marzo de
.
3 Stanle-y Aronowitz, The crisis in historical materialista: Class, politice and cultura in Marxist Mem> Nue-
ork, Praeger, 1981. Capitalista, Nassau, Socialista ha publicado una serie de artículos sobre "marxis-
y ecología" que de diversas maneras procuran llenar estas lagunas.
340 JAMES O'CONNOR

obra maestra de Marx estuvo influida también por la revolución económica, es


decir el crecimiento del capital, el trabajo asalariado, la tecnología, la fusión accio-
naria de las compañías, el mercado mundial y así sucesivamente. Pero las sociedades
europeas y americanas mismas no se revolucionaron hasta después de la muerte de
Marx, cuando se formaron sociedades y culturas específicamente capitalistas. Esto
entraña dos cambios básicos: primero, el trabajo se asemeja más al trabajo asala-
riado, y la forma mercancía de satisfacción de las necesidades llegó a dominar la
vida cotidiana, culminando a finales del siglo xx con el consumismo y la "sociedad
del espectáculo". Segundo, la tierra se fue convirtiendo cada vez más en mercan-
cía, para llegar a ser finalmente una inversión, "bienes raíces", que debían tratarse
como cualquier otra inversión. A medida que la mano de obra iba perdiendo su au-
tonomía en el lugar de trabajo y que la tierra era cada vez menos un lugar, un ho-
gar, una comunidad, y más una mercancía, la sociedad se volvió más individualis-
ta, privatizada y reificada. La identidad política empezó a formarse menos a partir
de la clase económica y social y más por adscripción, identidad cultural y lugar.
Mientras tanto, el capital ha estado convirtiendo cada vez más en mercancía la eco-
nomía misma de la naturaleza (por ejemplo en el discurso sobre el "desarrollo sus-
tentable"), que es al mismo tiempo causa y efecto de la crisis ambiental global. Así
como los economistas laborales hablan hoy de "capital humano" —inimaginable
antes de la creación de una sociedad específicamente capitalista (como si los seres
humanos no fuesen otra cosa que formas de capital)—, los economistas ambienta-
les están desarrollando teorías del "capital natural", inimaginable antes de la crea-
ción de una naturaleza específicamente capitalista. Estos economistas de hoy teo-
rizan el problema de cómo aprovechar, alterar y valorar la fecundidad de la
naturaleza como si ésta sirviese para una sola cosa: la acumulación interminable de
capital.
Lo que esto significa para el marxismo mismo es simple: el marxismo ortodo-
xo, siempre sólidamente basado en la historia política y económica, no se apoya-
ba —ni podía hacerlo— en la historia social, cultural y ambiental. Una cultura y
una naturaleza capitalista industrial única estaba en sus etapas embrionarias; los
elementos culturales y ecológicos están ausentes del marxismo ortodoxo porque
había poca cultura y naturaleza específicamente capitalistas sobre las cuales se
pudiese teorizar.
Sería erróneo concluir de esta revisión de las posibilidades de una política ver-
de roja en Estados Unidos que todas las ideas políticas son iguales, como si esa
política fuese una especie de tribunal. No existe una democracia de la teoría polí-
tica. La política verde roja no es como una visita a un centro comercial, para com-
prar esta idea o aquella y usarlas según nos venga en gana. Ciertas ideas y combi-
naciones de ideas son más iguales que otras. Y esto en dos sentidos. El primero es
que una responsabilidad de la teoría social es explicar por qué funcionan las cosas,
cuando funcionan, y por qué no funcionan cuando no funcionan. ¿Por qué las
t2sa s norteamericanas de productividad y de crecimiento económico son relativa-
¿UNA POLÍTICA VERDE ROJA EN ESTADOS UNIDOS? 341

mente bajas? ¿Por qué puede estar preparándose una crisis financiera y una depre-
sión mundial? ¿Cuáles serán los efectos de cualquier crisis económica mundial
sobre la desigualdad, el ambiente, la vida social? Para responder esta clase de pre-
guntas, la clave para lo que se quiera considerar la verdad es una teoría ecológica
marxista de la acumulación y la crisis del capital, la competencia, el mercado mun-
dial y así sucesivamente. En este sentido el anarquismo, el multiculturalismo, el
biorregionalismo y el ecofeminismo dependen, todos, de una visión ecológica
marxista.
El segundo sentido en el cual no todas las teorías son creadas iguales tiene que
ver con cuestiones normativas: ¿cómo debería ser la sociedad?; ¿cómo debería ser
la naturaleza?; ¿en qué clase de ambiente queremos vivir? Para los marxistas las res-
puestas estas preguntas dependen en parte de las respuestas a otra: ¿cómo debería
ser el Irak»? ¿Cómo deberían organizar los seres humanos su actividad material,
incluyendo la división del trabajo, y con qué fin? La razón es que el trabajo social
—producción, distribución, intercambio y consumo— determina lo que será la na-
turaleza, combinado o en conjunto con las propias "leyes del movimiento" de la
naturaleza, o lo que algunos llaman la "economía de la naturaleza". Cualquier
alternativa real a la racionalidad económica capitalista con respecto a sus efectos
tanto en la naturaleza como la sociedad requiere una cercana revisión de las divi-
siones actuales del trabajo industrial y social." Esto quiere decir que la cuestión de
la clase económica y social (o las divisiones sociales del trabajo) tiene que ser la
principal preocupación del programa político verde rojo. 15 Para ello el marxismo
brinda un poderoso método de pensamiento: para evitar lo inalcanzable, lo pura-
mente utópico, para eludir la simple expresión de deseos, el marxismo tiene la
capacidad de identificar lo que podría llamarse "inmanencia", es decir, qué movi-
mientos sociales y ecológicos tienen probabilidades de crecer y desarrollarse, y cuá-
les de morir en capullo. Por ejemplo, el movimiento sindical, tradicionalmente
definido, tiene el poder de reformar el capital pero no el de transformar a la socie-
dad, como pretendieran en alguna época muchos demócratas sociales (recuérde-
se que Marx no tenía una teoría de la sociedad capitalista per se). En contraste, sus
teorías de la proletarización y el empobrecimiento ("la ley general de la acumu-
lación capitalista") ayudan a explicar la "feminización de la pobreza", que es una
de las bases del movimiento de las mujeres, el cual ha demostrado ya que es capaz

14 Los enormes incrementos de producto por hora de trabajo durante los últimos doscientos años
se pueden atribuir a las divisiones del trabajo industrial y social y a los cambios tecnológicos asociados,
así como al uso de combustibles fósiles como forma de energía (según los trabajos recientes de Elmar
Altvater, en el siglo xx la productividad del trabajo ha sido impulsada por el uso de combustibles fósi-
les).
15 Por otro lado, para que los izquierdistas se ocupen de ecología per se
la naturaleza también debe
verse como su propio producto, como la "economía de la naturaleza". ¿Qué hay en la naturaleza, sobre
todo en la "segunda naturaleza" de hoy, que pueda ayudar a responder a la pregunta: para qué debe
ser el trabajo; por ejemplo "para la integridad de los ecosistemas", la "biodiversidad"?
342 JAMES O'CONNOR

de alterar los términos mismos del discurso que empleamos cuando hablamos de
política, de cambio social y de la buena vida. De manera similar, una teoría ecoló-
gica marxista de la capitalización de la naturaleza revela los sustentos materialistas
del movimiento verde.
Por último, el marxismo puede obtener más poder que cualquier otro método,
teoría o postura normativa cuando se trata de decidir políticamente qué clase de
sociedad y de ambiente son deseables y dignos de luchar por ellos. La tierra y la
comunidad pueden ser tan importantes como el lugar de trabajo y la mano de obra
en términos de avanzar hacia una forma de vida sensata y racional, más allá del
capitalismo. 18 El multiculturalismo y el feminismo pueden ser tanto o más impor-
tantes que el marxismo en términos de definir qué es o qué puede llegar a ser una
sociedad justa. El biorregionalismo es tal vez más importante que cualquier otra
tendencia teórica y política actual, cuando nos preguntamos en serio cómo quere-
mos vivir con la naturaleza y qué clases de naturaleza queremos hacer o transfor-
mar, cuáles queremos restaurar y qué tipos queremos dejar en paz. En este
momento de la historia una pregunta clave, que ni siquiera los mismos movimien-
tos sociales han tratado de manera sistemática, es cómo se están "subsumiendo", o
pueden hacerlo, todas estas corrientes teóricas (y prácticas). 17 "Lo que hay que
hacer" es no combinar las tendencias teóricas y políticas existentes que analizamos
en este capítulo de una manera arbitraria. No es ni deseable ni posible una con-
junción fácil entre rojos que son verdes, verdes que son rojos, minorías oprimidas
que son verdes, biorregionalistas que son feministas, feministas que son rojas, y así
sucesivamente. Por mencionar sólo un problema difícil, muchas feministas afirman
que tanto los rojos como los verdes ven la ecología como un objeto, no como un
sujeto, y por lo tanto señalan el peligro de que el movimiento verde rojo sigue
estando inserto en el discurso dominante sobre la ciencia (o el "cientificismo", el
culto de la ciencia). Por ello es necesario reconocer que existen hoy, en Estados
Unidos, múltiples tendencias verdes rojas, y por ende que, en la coyuntura actual,
probablemente sea poco realista esperar que se desarrolle un movimiento único.
Pero esto no tiene por qué disuadirnos de instar a la gente que trabaja por una
sociedad social y ecológicamente justa y sana a interrogarse sobre lo que en reali-
dad estamos haciendo en términos políticos, qué clase de efectos esperamos lo-
grar, qué tipos de barreras o límites tenemos frente a nosotros, qué alianzas podre-
mos entablar. Matt McCarten, que ayuda organizar la Alianza de Nueva Zelanda,
dijo durante una visita reciente que el sindicalismo de izquierda, los verdes, los
rs No quiero implicar que el pensamiento anarquista debería tener el mismo nivel que la teoría eco-
lógica marxista. Como escribió Paul Thomas, "La contradicción es, para el anarquista, un principio dua-
lista, casi maniqueo [...] Para Marx el capitalismo crea en ciertas formas las precondiciones de su pro-
pia trascendencia, precondiciones sobre las cuales hay que actuar", Paul Thomas, Karl Marx and the
(manidas, Londres y Boston, Routledge and Kegan Paul, 1989, p. 348.
17 Se han realizado unas cuantas alianzas tentativas entre movimientos por la reducción del uso de
sustancias tóxicas y organizaciones por la justicia ambiental, así como entre éstas y los biorregionalistas.
LÍTICA VERDE ROJA EN ESTADOS UNIDOS? 343

s maoríes y otros que integraban esa iniciativa política sólo se habían pues-
cuerdo en descartar las respuestas prefabricadas. "No tenemos respuestas,
eguntas." Esta cautela y esta disposición a cuestionar los supuestos básicos
l mundo pueden constituir la definición misma de un "progresista" actual.
utor fuese médico, y si nuestros movimientos fuesen pacientes que por razo-
sconocidas no logran terminar de curarse, ésta sería sin duda alguna mi
18

n palabras de Martin O'Connor, es esencial "en este momento, finales del siglo xx, que se ana-
que significa tener una coexistencia de muchas voces algo discordantes, que tienen en común su
o por el dominio del capital pero que no coinciden en muchos otros sentidos. Éste es un aspec-
ealismo, de las cosas que 'probablemente empeorarán antes de empezar a mejorar'."
embargo la necesidad de solidaridad frente al capital puede ser demasiado grande, dada la
configuración del poder, como para posponer una estrategia política unificada que pueda hacer-
te al capital global y al creciente cuasi estado global.
17
POLÍTICA DE LOS BAJOS

En toda justicia, Urban Habitat, además de otorgar este premio [Flatlands Multi
cultural Leadership], también tendría que recibirlo. En este caso los que produje.
ron el concepto político de "bajos" fueron las personas que trabajan para y con
Urban Habitat, incluyendo muchos organizadores comunitarios, activistas e inves
tigadores, entre ellos yo. Por eso quiero darle las gracias a Urban Habitat en dos
sentidos: uno por permitirme participar en el proyecto social de desarrollar el con
cepto de bajos, y el otro por seleccionarme (junto con otros) para expresar una
gratitud especial por "mi" contribución.
Y hablando de eso, ¿qué es política de los bajos?, o mejor dicho, ¿qué quier
decir política de los bajos?
En mi trabajo utilizo un pensamiento de tipo marxista (aunque no es el único),
así que, naturalmente, empecé con la lucha de clase. Como sabe la mayoría de
ustedes, a partir de los dos últimos años de la administración Carter la "Gran
Empresa" y las "Grandes Finanzas", aliadas con políticos de muchos colores, lanza
ron una especie de guerra de clases de los ricos contra los pobres, del capital con
tra el trabajo, de los suburbios contra la ciudad. La empresa, las finanzas y los
suburbios ganaron de lejos. Los ricos se volvieron más ricos y los pobres más
pobres; las empresas cosecharon más beneficios, en parte porque los salarios rea-
les de los trabajadores han estado estancados durante dos decenios o más, y en par-
te porque la inseguridad en el empleo no había sido tan grande desde la gran
depresión, y los suburbios han extraído más excedentes económicos de las ciuda-
des... aquí podría resultar más adecuada la palabra "botín".
Por fortuna el movimiento laboral, los grupos comunitarios y los pobres están
empezando a devolver los golpes; lamentablemente lo están haciendo por separa-
do, porque están divididos, tal como lo están los grupos de mujeres, de minorías,
ambientales y otros.
Hay muchísimas razones por las cuales el trabajo y las comunidades, a diferen-
cia de la clase política privilegiada, no han organizado sus protestas siguiendo lí-
neas de clase de abajo hacia arriba.
Una de estas razones tiene que ver con la actual hegemonía de otros dos tipos
de políticas de oposición: lo que a veces se denomina política de identidad, por un
lado, y lo que de manera abreviada llamamos política del lugar, por el otro, que son
las dos formas en las que en estos días se llevan a cabo las políticas progresistas.
El símbolo de la política de identidad son los colores del arcoiris. La política
identitaria se basa en las características culturales adscriptivas, cuasi adscriptivas y

[344]
poLÍTICA DE LOS BAJOS 345

relacionadas (construidas) de la gente: raza, etnicidad, incapacidad física, orienta-


ción sexual, edad y así sucesivamente. En Estados Unidos, en el peor de los casos,
la política identitaria conduce al nacionalismo y el separatismo cultural; en la
actualidad ha llevado a la acción afirmativa, igual paga por igual trabajo, valor com-
parable, etc. En el mejor de los casos esa política implica una sociedad que deja de
hacer comparaciones malignas entre diferentes grupos, que celebra la diferencia,
y en la cual los diversos grupos se respetan y aprenden unos de otros, gracias a lo
i- cual gozan de una vida más plena.
.. El símbolo de la política del lugar es el color verde. Está basada en el control de
n la tierra, el espacio, la naturaleza. Uno sabe que está en presencia de una política
s- del lugar cuando oye decir "salven las secuoias", "salven el vecindario", "salven el
s cinturón verde", "salven el parque", "salven la cuenca", "salven la bahía", y así suce-
n- sivamente. En sus peores momentos la política del lugar son comunidades cerca-
a das, el movimiento "Saber Usar", y el centro de Los Angeles, convertido en un
reducto de las grandes empresas. En los mejores, la política del lugar es el exitoso
re desarrollo comunitario, ciudades verdes, sistemas agrícolas orgánicos, senderos
para bicicletas y posiblemente incluso biorregionalismo.
, En nuestra área de la bahía de San Francisco hay un lugar, y sólo un lugar —al
e cual bastante más de un millón y medio de personas de toda etnicidad y raza con-
n cebibles considera su hogar— donde es posible un verdadero multiculturalismo
a- popular. Se trata de los bajos de la región, que para sus residentes no es sólo espa-
n- cio de vida sino también espacio de trabajo y espacio inmediato de recreación.
s Además, estos bajos son la cuenca del drenado o llanura aluvial de docenas de ríos
s y arroyos, así como de centenares de manantiales, que en una época fluían hacia
- un gran río que no desaguaba en el Golden Gate sino en la bahía de Monterey,
- cerca de Watsonville; una llanura aluvial (con excesiva frecuencia ambientalmente
invisible para los verdes) que es el eslabón ecológico esencial entre los ecosistemas
de las montañas y los de las marismas y la misma bahía; quiero decir, muy simple-
mente, que una de las dos principales razones por las que está contaminada la
bahía es que están contaminados los bajos (la otra tiene que ver con el impacto de
- la navegación oceánica y de otros tipos).
El sistema económico del área de la bahía ha convertido a los bajos en una zona
industrial y comercial, donde se congrega una multiplicidad de problemas socioe-
conómicos y ambientales. Por un lado es lugar de desempleo, pobreza, bajos sala-
rios, crímenes y demás. Por el otro, es el de la congestión, la contaminación del
aire, el agua y el ruido, el desagüe de la industria petroquímica, de los tiraderos de
basura tóxica y demás. Los riesgos para la salud y la seguridad humanas del área de
la bahía se concentran en los bajos, donde También se degrada cada vez más lo que
queda de los antiguos ecosistemas riparianos. Un estudio reciente de los jóvenes de
esta zona indica que su preocupación ambiental más importante es la sensación de
que la vida es insegura... gracias al tráfico, las bibliotecas cerradas, los patios de las
escuelas con candado después de la hora de clases y cosas por el estilo. En otras
346 JAMES O'CONNOR pO

palabras, los jóvenes están sufriendo una especie de "cercado de las tierras comu- ni
nes". Desde un punto de vista ambiental puede decirse lo mismo de la integridad n
ecológica de los bajos, que fueran una vez "tierras comunes" de los pueblos ohlo- e
ne, y que desde hace mucho han sido alambrados, divididos por las autopistas, las
es
fábricas, las unidades habitacionales sobrepobladas, etcétera.
Si vive usted en los cerros o en las ciudades que rodean la bahía, lo más proba- e
ble es que los bajos sólo se le aparezcan como un corredor de tránsito embotella- N
do y un espacio de problemas sociales. La próxima vez que vaya por la autopista a
que circunda la bahía tenga presente que está atravesando cuencas y ecosistemas el
antiguos, y que la integridad ecológica de la bahía misma depende de la salud e
ambiental de esos ecosistemas, así como de la nieve derretida de la Sierra Nevada.
Y piense también que los que ahí viven le hacen su trabajo sucio mientras residen ci
en medio de la contaminación, la congestión y el costo socioeconómico del racis-
mo y de una economía miope. g
La llanura, como corredor del transporte, es la base de una cultura del auto- d
móvil y el camión, antiecológica de muchas maneras obvias y también racista de a
maneras que no lo son tanto. Quiero decir que el impacto ambiental del auto t
recae de manera desproporcionada sobre la gente de color, los pobres y los tra- s
bajadores de bajos salarios, es decir, los residentes de los bajos. La contaminación q
sonora y del aire, los accidentes y los riesgos, la congestión y las salidas de las auto-
pistas que escinden los vecindarios, son algunos de los costos sociales del auto.
Además, como el valor de los bienes raíces está en relación inversa con la calidad t
del aire y la cercanía al tráfico vehicular intenso, la cultura del auto destruye el c
valor de las propiedades residenciales de esas zonas. Por otro lado, gracias a ese
mismo racismo y clasismo, los que resultan más afectados por el auto son los que
tienen menos posibilidades de comprar y mantener un buen coche. Como si los r
habitantes pobres de los bajos no sufriesen suficiente, hace poco el estado de Cali-
fornia decidió perseguir a los "contaminadores graves", en su mayoría dueños de
autos pobres y de clase media baja para reducir la contaminación del aire, en lugar
de atacar a los contaminadores industriales.
Si la economía "decide" que los habitantes de los bajos enfrenten una multitud
de problemas similares, el sistema político decide que no puedan hacer demasia- l
do al respecto, tan balcanizados están aquéllos en términos de límites políticos. La
economía va de norte a sur y, por así decirlo, es la que cava la fosa, mientras que j
la política va de este a oeste y le pone la tapa al ataúd. La balcanización política y la
preocupación por cuestiones especificas han representado barreras a la moviliza-
ción política conjunta de los habitantes de los bajos. Y esto ocurre pese a que en
este mismo instante las coaliciones contra los productos tóxicos están luchando
por liberar a sus comunidades de venenos industriales; los grupos de restauración
ambiental están remendando las cañadas; las comunidades están tratando de
manejar el legado de fábricas abandonadas y experimentar con los cultivos urba-
nos, la rehabilitación de viviendas y escuelas y las calles vivibles, y los grupos comu-
347
DE LOS BAJOS

, los sindicatos locales, los grupos ambientales y otros de los bajos se reú-
nean, deciden y evalúan estadísticas criminales y flujo de tránsito, logros
onales y posibilidades de empleo. Sin embargo la mayoría de los grupos
parados.
ue se requiere, diría yo, es una política regional de los bajos, una política
al la política identitaria y la política del lugar se fusionen, por decirlo así.
tante, en este momento, excepción hecha del movimiento por la justicia
tal, que combina los ideales del multiculturalismo con los de la ecología y
r de la comunidad local, quienes se ocupan de esos dos tipos de política
abajando en lados opuestos.
intentos previos de una política regional del área de la bahía de San Fran-
eron más o menos inútiles, simplemente porque ninguno de ellos —lo mis-
enía de arriba hacia abajo, del Consejo del Área de la Bahía, de la clase diri-
o de abajo hacia arriba, de los municipios que se han resistido a ser juguetes
sejo— reconoció a los bajos como un lugar distinto y especial. Esto se debe
n regionalismo basado en una política de los bajos no sólo sería multicul-
ecológico, en el sentido de unir la política de identidad y de lugar en una
ino que también se convertiría en una especie de política de clase, puesto
si todos los distritos de aquéllos son de clase trabajadora de ingresos bajos a
.
ho de otra manera, tanto los arcoiris como los verdes tienen que empezar a
e en serio los bajos si quieren avanzar hacia una verdadera sociedad multi-
l y ecológica. Y tomarse en serio los bajos implica dedicarse a una especie
tica de clases.
os verdes quieren proteger los cerros y salvar la bahía, como en efecto quie-
an a tener que hacer algo con los bajos. Si los arcoiris quieren lograr una
ad multicultural, que es lo que quieren, van a tener que esforzarse mucho
or desarrollar coaliciones y alianzas efectivas entre las muchas culturas pre-
en los bajos.
política ecológica se convierte así en una forma de desarrollar una política
ultural, y la política multicultural se transforma en una manera de desarro-
a política ecológica. El detalle adicional es que ambas presuponen una polí-
e clases, una política en la que los habitantes de los bajos, es decir, los traba-
es, desarrollen sus propias organizaciones y prácticas democráticas
nitarias, ambientales y del lugar de trabajo. Después de todo, tanto en su
io de trabajo como su comunidad tienen más conocimientos prácticos acerca
condiciones de vida ambientales y sociales que todos los planificadores buro-
os de la región juntos. Y lo que se necesita es aprovechar ese conocimiento y
izar y movilizar políticamente en pro de una estrategia de "isustentabilidad
ro!".
cual, finalmente, implica cuestionar, más pronto o más tarde, el poder de los
antes de los cerros que controlan el área de la bahía, así como la estructura
348
JAMES O'CONNOR

política balcanizada que impide una verdadera política de los bajos. "Finalmente"
puede no ser el mejor término, porque la política de los bajos apenas está comen-
zando. Y por eso no tengo manera de ponerle un verdadero fin a estas palabras de
agradecimiento. Usaría el término "reto" si nuestro presidente no lo hubiese vuel-
to banal, o la palabra "lucha" si la mayoría de
la gente no la considerarse terrible-
mente anticuada. Cuando no hay palabras adecuadas para un proceso social que
se está dando, lo mejor es no decir nada.
R

18
¿PENSAR GLOBALMENTE, ACTUAR LOCALMENTE?
HACIA UN MOVIMIENTO VERDE ROJO INTERNACIONAL
-
-

La desintegración de la Unión Soviética y las convulsiones geopolíticas e ideoló-


gicas que ha provocado su extinción han alterado la naturaleza de la lucha de cla-
se en todo el mundo. Sin la presencia del Partido Comunista Soviético, los parti-
dos comunistas del resto del mundo han perdido la legitimidad y la pretensión de
liderazgo sobre la clase trabajadora de que pudieran haber gozado. La tensión
básica entre el capital y el trabajo persiste, pero los medios tradicionales de resol-
ver los conflictos de la clase obrera y las minorías necesariamente han cambiado.
Sin un modelo o una base de apoyo —las dos posibilidades que los soviéticos ofre-
cían a las clases trabajadoras de otros países— quienes exigen justicia económica
y social tienen que hacerle frente al capital con nuevas formas de organización y
de lucha.
El cambio radical de los centros de poder geopolítico desde finales de los
ochenta ha coincidido con el movimiento constante del capital hacia la globaliza-
ción y con la declinación a largo plazo de la tasa de crecimiento económico mun-
dial. Estas dos tendencias se intensificaron justo cuando el socialismo "real" perdía
su prestigio internacional, y el dogma del "libre mercado" comenzaba a reinar
supremo entre los tecnócratas económicos de todo el mundo, en el Este, el Norte
y el Sur.
A medida que el capital se restructuraba globalmente, centralizando el poder
en empresas y bancos transnacionales, buscaba, de modo lógico, reducir los cos-
tos de mano de obra, energía y materias primas, así como el tiempo de revolven-
cia del capital. La lenta tasa de crecimiento, en especial, condujo a los manipula-
dores del capital multinacional a intensificar la explotación de la mano de obra.
Durante el último decenio el desempleo mundial ha aumentado y las desigualda-
des en la división de la riqueza y el ingreso se han vuelto más dramáticas aún. A
decenas de millones de personas se las ha expulsado de sus lugares de trabajo, sus
aldeas, sus hogares y hasta sus naciones.
El impacto social de esta tendencia ha resultado devastador. Inevitablemente se
desarrolló resistencia a ella, pero sin la tradicional experiencia "roja" o los méto-
dos que obtenían y derivaban su poder de la existencia de una internacional comu-
nista basaría en la "superpotencia" soviética.
Simultáneamente, quienes controlan los grandes conglomerados y empresas
financieras, quienes deciden qué y dónde invertir y producir, han seguido tratan-
do de detener las t2C24 decrecientes de crecimiento y utilidad externalizando cada

[349]
350
JAMES O'CONNOR A

vez más sus costos de producción hacia el ambiente. Mientras el aire, la tierra y el r
agua, así como las formas de vida complejas que estos elementos sostienen, lleva- m
ban la mayor parte de la carga de las nuevas prácticas globalizadas del capital, se i
producía también un cambio en la lucha de clase. Con la destrucción ecológica y
el advenimiento de una crisis ambiental global, aparecieron la comunidad local y la
organización no gubernamental (or4c), a medida que los movimientos verdes emu- l
laban las luchas del trabajo como fuerza de resistencia del capital (y a veces coin- d
cidían con ellas).
r
Los "rojos" han ido adoptando cada vez más uno u otro de los discursos "ver- u
des", y los "verdes" han tendido a inclinarse más hacia la izquierda. Cada vez más
sindicatos y partidos democráticos y socialistas están ocupándose de cuestiones ver- e
des, sobre todo en relación con la salud ambiental del lugar de trabajo y la comu- l
nidad. Más y más grupos ambientalistas básicos están planteando cuestiones de jus- s
ticia social y económica. Y más partidos verdes de izquierda (el más conocido de
los cuales es el de los verdes alemanes) se han creado en más países. Ahora resul- r
tan visibles, en el Norte y en el Sur, los esbozos de un movimiento verde rojo, que s
consiste en una variedad de organizaciones, movimientos e ideologías, desde los
más sectarios hasta los más abiertos y fluidos políticamente. 1
Uno se pregunta si es posible organizar un movimiento verde rojo internacio-
nal, una respuesta coordináda al capital global, para iniciar formas de vida nuevas,
democráticas, ecológicamente racionales y económica y socialmente equitativas. Si n
es posible vincular teórica y prácticamente los problemas económicos, sociales y
ecológicos de formas que faciliten vías y visiones de desarrollo alternativas del futu-
ro; superar la estrategia de dividir y conquistar del capital, que enfrenta al trabajo
con los ambientalistas, a los obreros urbanos con los pequeños agricultores, a los o
hombres contra las mujeres, a las mayorías con las minorías oprimidas y, final- d
mente, al Norte contra el Sur.
b
Una respuesta positiva a estos interrogantes requiere que los verdes (y los rojos) i
no sólo "piensen globalmente, actúen localmente", sino también que "piensen
localmente, actúen globalmente" y que, en última instancia, "piensen y actúen tan- o
to global como localmente".
n
Desde hace algunos años el lema "pensar globalmente, actuar localmente" ha
facilitado, en Estados Unidos y otros lugares, los movimientos por la paz, las cam- s
pañas antinucleares y hasta los movimientos de solidaridad. Para los verdes "pen- n
sar globalmente, actuar localmente" significa (entre otras cosas) "pensar en los r
efectos de lo que estás haciendo sobre el ambiente global". De hecho, cada locali- m
dad puede dejar una pequeña huella en el agotamiento global de recursos si orga-
niza programas para reciclar, reduce la contaminación de los océanos y economi- a
za agua potable exigiendo el tratamiento terciario de los desechos municipales, y
"
Véanse las contribuciones "Red Green politics", en Capitalista, Natura; Socialism, n
3, 2, junio de 1992,
y 3, 4, diciembre de 1992.
AR GLOBALMENTE, ACTUAR LOCALMENTE? 351

ra energía subsidiando los calentadores solares y desalentando el uso de los


móviles, por tomar sólo tres ejemplos. En todo el mundo los biorregionalistas
ionan en pro de mayor autosuficiencia económica y menor disrupción de los
s hidráulicos; los grupos locales antinucleares y las campañas contra los dese-
tóxicos batallan por la reducción en la fuente de origen, y los movimientos
las ciudades y pueblos verdes buscan sistemas de transporte de masas, vivien-
de alta densidad, el uso de biomasa local como fuente de alimentos y energía,
redistribución del abasto de agua a los pequeños agricultores. Estos ejemplos
uestran que el pensamiento verde está difundido, y también que cada vez más
imientos verdes locales han ido adoptando perspectivas regionales, nacionales
ernacionales.
l problema básico de los verdes es que ofrecen pocos o ningún medio para
sformar lo "local" en lo "global". El movimiento verde no tiene un método
pensar acerca de las maneras en que lo local es constituido por lo global ni
re muchas cuestiones relacionadas (por ejemplo el significado de "específico
sitio", que los verdes definen en términos de sistemas ecológicos y de espacio
o, más que de la escala de reproducción de la existencia material y social
al"). Asimismo tienden a descartar la creciente centralización del poder eco-
ico y político y, por lo tanto, también la realidad de que los "ambientes loca-
se están volviendo cada vez más las víctimas de la restructuración y el cambio
nómico y político global.
or ello tiende a ampliarse la brecha entre las buenas intenciones y los malos
tos imprevistos de las acciones locales. Las luchas contra los desechos tóxicos
l Norte son un buen ejemplo. Uno de sus efectos no deseados es aumentar la
ortación de venenos al Sur y a las colonias internas del Norte (pero también
den inspirar a otras localidades, vincularse con ellas, y adquirir dimensiones
bales). Los programas locales de reciclado son un ejemplo más enredado. El
iclado de papel periódico debilita el mercado para la pulpa de madera, lo cual
de tener el efecto imprevisto de incitar a las compañías de papel y pulpa a
ortar sus costos mediante prácticas forestales ecológicamente dañinas, o pospo-
ndo las mejoras tecnológicas que reducen el volumen de contaminantes que se
ran en los ríos. Los programas de reciclado caen también en la trampa del dis-
so capitalista sobre el desperdicio y el reciclado, que privilegian los aspectos
nómicos sobre los sociales y ecológicos (por ejemplo, en Estados Unidos lo pri-
ro que se recicló fueron las latas de aluminio, más valiosas). Actuar globalmen-
mplica entender los efectos no deseados de las prácticas verdes, lo que significa
por qué surgen, para empezar, los problemas ecológicos y las prácticas verdes,
aber, como resultado de fuerzas económicas y políticas tanto nacionales como
rnacionales.
"Pensar globalmente, actuar localmente" puede contribuir a que los verdes se
ntan mejor consigo mismos y con su vida (es un lema ético, además de prácti-
, pero puede llevar a engañarse a uno mismo sustituyendo la estrategia global
352
JAMES O'CONNOR

por el pensamiento global. ¿Cuáles son las razones básicas? Históricamente los
rojos se ocuparon de las relaciones sociales de producción y poder, e ignoraron las
relaciones entre sociedad y naturaleza; los verdes privilegian estas últimas en detri-
men to de las primeras. Muchas veces se puede leer "verde" como una simple inver-
sión histórica de "rojo".
Si se invierte el lema "pensar globalmente, actuar localmente", será más proba-
ble que los verdes desarrollen un discurso acerca de la destrucción y la recons-
trucción ambiental hacia una política global. La mayoría de las localidades son
fragmentos de la división del trabajo social en escala global, y a eso se debe que sea
tan importante la pregunta "¿Cómo constituye localidades el capitalismo mun-
dial?". En lugar de plantear una dualidad entre lo global y lo local los verdes pue-
den tratar de captar la forma en que las localidades existen sólo en relación mutua
y también con la totalidad de la economía internacional.
2
"Pensar globalmente, actuar localmente" también debe tomar en cuenta la rea-
lidad de que determinadas localidades se definen a sí mismas, o adquieren auto-
definiciones, tanto culturales como ambientales, de maneras que también están
constituidas por el capitalismo mundial. La vida de los bosques tropicales, y el valor
que les asignan los verdes, no sólo dependen de las condiciones de producción
forestal en el Sur y en el Norte, sino también de la totalidad de la oferta y la de-
manda mundiales de productos derivados de la madera que, a su vez, depende de
un complejo conjunto de conexiones internas entre utilidades, tasas de interés y
deuda, la industria global de la construcción, luchas sindicales, acciones ambien-
tales para salvar los bosques tropicales y los árboles originarios en el Norte y los
cambios técnicos de la industria forestal . 3 Regresando al ejemplo del reciclado
local de papel periódico, sus efectos dependen de un discurso generalizado sobre
la reducción de desechos, el reciclado en otras comunidades y estructuras de pre-
cio que pueden igualar o no el precio de costo del papel reciclado y los productos
de los molinos de papel y pulpa (en la actualidad se destinan más periódicos "reci-
clados" para rellenar terrenos que para producir papel). El potencial de la energía
solar en una localidad determinada no depende sólo del clima local sino también
de la composición de clase y de raza de la comunidad, la tasa de explotación de
combustibles fósiles, el estado de las rivalidades interimperialistas de los países pro-
ductores y consumidores de petróleo, la monopolización de la energía solar por
2 Por ejemplo, la centralización del capital financiero y la administración corporativa en Nueva York,

Londres, París, Francfort y Tokio han ido de la mano con la descentralización del capital productivo o
industrial, así como con la internacionalización de la producción de frutas y verduras frescas para los
mercados de lujo en esas y otras "ciudades mundiales". Otro ejemplo: cuando Fidel Castro, hace años,
describió La Habana como "la cabeza inflada en el cuerpo enclenque de Cuba", podría haber estado des-
cribiendo las relaciones mutuamente constituyentes entre la ciudad y el campo en todo el mundo.
3 Por ejemplo, véanse John Bellamy Foster, "The limits of environmentalism without class: Lessons
from the ancient forest struggle in the Pacitic Northwest", Ca_pitaiiray Nata" Soeiglitn., 4, 1, marzo de
1992, y Herb Thompson, "The forestry-logging-thnber industry in Papua New Guinea", Capitalino, Natu-
Soe ialisne, 3, 3, septiembre de 1992.
R ¿PENSAR GLOBALMENTE, ACTUAR LOCALMENTE?
353

s parte de las gigantescas compañías eléctricas, y otras estructuras y procesos apenas


s entendidos incluso por los activistas solares. 4
- "Actuar globalmente" tiene otro significado, dado el desarrollo desigual y com-
- binado del capital y la destrucción social y ecológica, así como de las enormes desi-
gualdades entre el Norte y el Sur. El capital en el Norte siempre ha actuado glo-
- balmente hacia el Sur, con el propósito de extraer materias primas, energía y fuerza
de trabajo baratas, como lo han entendido hace mucho los nacionalistas y los revo-
n lucionarios en el Sur. Hoy los movimientos verdes del Sur comprenden el peligro
a de la creciente marginación económica y segregación social, y cada vez más actú-
- an globalmente en relación con el Norte. Esto es cierto sobre todo cuando oyen
que muchas ONG bien intencionadas del Norte aconsejan hacer hincapié en mode-
a los agrícolas comunitarios sustentables, resucitar tecnologías indígenas y canjear
deuda por naturaleza, lo cual tiene el efecto, aunque tal vez no la intención, de
legitimar la división del trabajo y la miseria existentes entre el Norte y el Sur en tér-
minos de la "lucha común" por un ambiente mejor.
Por ejemplo, en el foro global que se llevó a cabo en Río de Janeiro en 1991,
cuando algunos países grandes del tercer mundo le hicieron frente a las propues-
tas de "lo pequeño es más bello" planteadas por ONG septentrionales con la deman-
da de transferencias equitativas de tecnología que contribuyesen a construir pro-
yectos industriales seguros y sustentables, la brecha entre las ONG de las dos partes
del mundo, según todas las versiones, se ensanchó tanto como la que existía entre
los gobiernos del primer mundo y el tercero.
"Actuar globalmente" implica estar consciente del pensamiento y las acciones
estratégicos no sólo contra las prácticas ecológica y socialmente desastrosas de una
industria o una empresa en particular, sino también de las instituciones globales
cuyas decisiones afectan la vida de centenares de millones de personas. Los objeti-
vos clave son el Fondo Monetario Internacional (Fui), el Banco Mundial y el Acuer-
do General sobre Aranceles y Tarifas (can), así como las nuevas vinculaciones
regionales (la Unión Europea, el Tratado de Libre Comercio de América del Nor-
te, y los imperios financieros e industriales informales de Japón en Asia). Sus polí-
ticas en relación con la deuda del tercer mundo y los "ajustes económicos", la
inversión en infraestructura y las reglas que rigen el comercio mundial y regional,
han creado daños ecológicos y miseria humana inconmensurables. 5
"Actuar globalmente" significa hacer responsables al FMI y a otras organizaciones
mundiales antidemocráticas de sus políticas y programas, y exigir que en el futuro
éstos se relacionen con las necesidades de la gente de todo el mundo y con las frá-
giles ecologías del planeta, más que con los intereses de los bancos centrales, los
ministerios de finanzas y los monopolios financieros de propiedad privada.
capi-
4
Véase Robert Marotto, "Subtexts of Solar: Community and conserration in the solar capital",
talista, Nature, &deslio" 3, 4, diciembre de 1992. C4la-
Véase Gail Omvedt, "Fount of plenty or bureaucratic boondoggle? The Nammda project',
lism, Nature, Socialista, 3, 4, diciembre de 1992.
354 JAMES O'CONNOR ¿ SA

Los verdes podrían contribuir a revivir las demostraciones de militantes organi. a


zadas hace dos años en Alemania contra las políticas del FMI y del Banco Mundial. r
Podrían exigir que el primero se volviese una organización con cargos de elección, e
como un paso hacia la democratización del dinero existente, lo cual limitaría el
daño que los banqueros mundiales y los ministros de hacienda podrían causarles a po
las personas y a la naturaleza. Tal idea de la lucha política contra los pilares del r
capitalismo mundial requeriría una nueva clase de movimiento ambiental, un n
movimiento verde rojo, que estuviese en sintonía con las luchas y necesidades de r
las mujeres, las minorías oprimidas y las nacionalidades del Norte, pero sobre todo a
con las del Sur. Ésta es una tarea difícil. ¿Pero cuáles son las alternativas? Si la polí- s
tica verde carece de una estrategia global seguirán "triunfando" las luchas y las fi
alternativas psicológicas locales, generando mientras tanto más efectos colaterales e
nocivos no previstos, sin lograr llegar, al mismo tiempo, a los centros de poder del d
capital global. Una estrategia global no tendría que devaluar los movimientos y
acciones locales sino más bien valorarlos políticamente, elevar las apuestas políti-
cas en una coyuntura mundial en la cual las apuestas ecológicas y humanas aumen- ta
tan día tras día, mientras la utilidad y el poder se centralizan más y se vuelven i
menos democráticos. b
De hecho existe un movimiento internacional. Millones de personas involucra- n
das en luchas sociales y ecológicas en decenas de países entienden las conexiones n
locales entre los problemas de uso de la tierra, transporte, abasto de agua, conta- ic
minación del aire, degradación del suelo, congestión, salud y pobreza, incluyendo t
las dimensiones locales específicas de género y étnicas/raciales de esos problemas. d
Decenas de miles de activistas captan el papel central del capital global y de las ins- i
tituciones internacionales dominantes en el caos que se crea para los seres huma- b
nos y la naturaleza. Cientos de especialistas han estudiado las formas en que deter- y
minadas localidades son constituidas por el capital global y la política internacional. a
Sin embargo, la mayoría de los grupos locales sabe poco acerca de grupos simi- o
lares en otros lugares del mundo —hecho que se remedió en parte en el foro glo- t
bal de Río— y por lo tanto no pueden ni siquiera especular —y mucho menos
aprovechar— sobre las oportunidades de alianzas estratégicas y tácticas. La mayor
parte de los activistas para los cuales están claros como el agua los papeles des-
tructivos que desempeñan el Fondo Monetario Internacional y otras instituciones
internacionales no están en contacto entre sí. La mayoría de los especialistas radi-
cales que comprenden que los "locales" son partes constitutivas de lo "global" no
leen los trabajos de sus colegas.
Desarrollar y reforzar los vínculos entre grupos locales, activistas, intelectuales
verdes rojos y especialistas de todo el mundo requiere un movimiento internacio- 6
n
nal, una "quinta internacional". Esta nueva internacional contaría con una com-
sc
prensión profunda tanto de la ecología como de la economía capitalista; su "línea" ig
"exaltaría las diferencias" así como los puntos en común; su propósito sería desa- y
rrollar un enfoque internacional y coordinar una estrategia política global. b
AR GLOBALMENTE, ACTUAR LOCALMENTE?
355

al vez las coaliciones regionales de sindicatos, mujeres y arabientalistas que se


ron en México y Estados Unidos para combatir contra el TLC neoliberal repre-
en un presagio del futuro.

os como los Amigos de la Tierra, los Teamsters y Clean Water Action —escribe Micha-
reiling— formaron parte de las dos coaliciones norteamericanas [contra el "rt.c] y reali-
n también esfuerzos por crearon vínculos internacionales junto con sus contrapartes
radicales, como Greenpeace y UE. Esos "puentes" estructurales hicieron posible así la
ación de un prototipo de la alianza amplia y progresista que probablemente resulte
saria para llevarnos más allá del proyecto neoliberal, y contribuyeron a una visión hacia
in. Las afirmaciones normativas básicas de esas redes requerían democratizar las rela-
es comerciales internacionales y someter el mercado y la acumulación de capital a nece-
des sociales. 6

onstruir un movimiento global requiere algo más que dejar de lado la política
aria y la "línea correcta", compartiendo mientras tanto la experiencia y el cono-
iento adquiridos durante más de un cuarto de siglo de luchas verdes. Depende
bién de reconocer que los mismos dirigentes del capital y de las instituciones
nómicas internacionales enfrentan problemas ambientales globales y se dan
nta de que su futuro económico depende de renovar o rehacer las bases eco-
cas de la tierra; por ello nos espera un largo periodo de retórica de desarrollo
tentable y restructuración de las condiciones de producción. Un movimiento
de rojo internacional tiene que hacerse cargo de esta retórica y restructuración
italistas, encontrar maneras de democratizar no sólo el comercio exterior sino
bién (cosa más importante) los movimientos de dinero y de capital especulati-
y desarrollar estrategias y tácticas lo bastante críticas y militantes como para
arar las horribles desigualdades del mundo y la terrible destrucción de las psi-
ogías globales. ¿Qué se puede perder? ¿Qué se puede ganar? Estas preguntas se
testan solas.

6 Michael Dreiling, "Environmentalism, neoCardenismo, and neoliberal capital: Mobilization and


ntermobilization over the North American Free Trade Agreement in Meneo and the U. S.", CaPi-
ca, Nature, Socialism, 8, 4, diciembre de 1997, p. 16. El autor relata el conflicto entre Greenpeace,
gos de la Tierra y el Sierra Club, por un lado, y los demás "miembros" del Grupo de los Diez que
yaban el TLC, por el otro. Se comenta también el papel de las organizaciones de mujeres, los grupos
bientales y los sindicatos en México, y los grupos laborales en Estados Unidos.
19
LOS MOVIMIENTOS ECOLÓGICOS Y EL ESTADO

Hay por lo menos tres maneras distintas de teorizar acerca del movimiento ecoló-
gico y otros nuevos movimientos sociales: en términos de "derecho", de "deseos" y
de "intereses". En otras palabras, hay por lo menos tres discursos disponibles que
pueden usarse para discutir los movimientos sociales: las formas de discurso
legal/liberal democrática, cultural y político-económica. Por ejemplo, muchos tra-
bajadores afirman que tienen "derecho a saber" acerca de las sustancias peligrosas
del lugar de trabajo. Este "derecho" es evidentemente una cuestión legal/política.
Muchos biocéntricos y ecologistas profundos desean revolucionar el orden social a
fin de reunirse con la naturaleza de maneras revolucionarias. Este deseo es sin
duda (entre otras cosas) un asunto cultural. Y muchos ambientalistas se interesan
por tener más recreaciones ambientales como parte de su canasta de consumo o
paquete de niveles de vida. Éste es un asunto político-económico.
Estos ejemplos podrían multiplicarse y complicarse indefinidamente, pero
deben bastar para indicarnos que, sin importar lo que uno piense acerca de los
derechos y la legalidad y el deseo y la cultura, es tanto válido como necesario pen-
sar en intereses y en economía política. Esto no se dice con el deseo o la intención
de reducir un mundo complejo a términos político-económicos, cosa de la cual se
ha acusado a los marxistas... muchas veces injustamente. Más bien lo que pretendo
es demostrar qué clase de grupos pueden arrojar la economía política y la teoría
marxista sobre los movimientos sociales, entre ellos los ecológicos, con el propósi-
to de contribuir a su avance y desarrollo críticos. Por supuesto, lo dicho hasta aho-
ra es más bien una declaración de principios, necesaria en este campo minado que
conocemos como teoría de los nuevos movimientos sociales. Pero es algo más, es
también una defensa de la economía política.
Quiero teorizar sobre tos nuevos movimientos sociales en general y el movi-
miento ecológico en particular en términos de economía política, específicamen-
te del marxismo. Mi intención, por último, es llegar a una afirmación política, no
acerca de "derechos" o "deseos", sino más bien de "intereses".
La categoría clave es "condiciones de producción". Para Marx hay tres condi-
ciones de producción capitalista: externa o natural; general, comunal, y personal.
Hoy hablaríamos de ambiente, infraestructura y espacios urbanos y comunidad, y
fuerza de trabajo. Polanyi, en 77:e great h -ansformation, llamó a las condiciones de
producción simplemente "tierra y trabajo".
La definición de la condición de producción es todo aquello que no se produ-
ce como una mercancía de acuerdo con la ley del valor o con las fuerzas del mer-

[356)
LOS MOVIMIENTOS ECOLÓGICOS Y EL ESTADO 357

cado, pero que el capital trata como si fuese una mercancía. De acuerdo con esta
definición califican, sin duda, la naturaleza, el espacio y la infraestructura urbanos
y la comunidad, así como la fuerza de trabajo. Nada de esto se produce en las fábri-
cas y se lanza después al mercado mundial. La naturaleza es producida por la geo-
logía y la evolución, o por Dios o la intervención humana, o por las tres cosas jun-
tas; la fuerza de trabajo es producida por personas organizadas en familias, tribus
o estados; el espacio urbano es producido intencional y no intencionalmente por
patrones de inversión capitalista y políticas oficiales. Sin embargo las tres cosas se
- tratan como si fuesen mercancías, o lo que podríamos llamar "mercancías ficti-
y cias". Y las tres tienen un precio ficticio: renta de la tierra para la naturaleza y el
espacio urbano, salarios para la fuerza de trabajo.
o El mercado no decide la cantidad y calidad de las condiciones de producción
- disponibles para el capital, ni el momento y lugar en que estas condiciones están
s a disposición del capital. Pero el capital se emplea para tomar decisiones de mer-
cado. Si una empresa quiere una mercancía en general encarga lo que desea a otra
empresa. Esta mercancía se surtirá en la cantidad y calidad necesarias, en el
momento y en el lugar adecuados (si el mercado funciona), de acuerdo con los
n costos de producción y la demanda de mercado. Pero las empresas no pueden
hacerle un pedido a Dios si quieren más naturaleza o a todas las familias de la ciu-
dad de Nueva York si necesitan más fuerza de trabajo o a las autoridades de Los
Ángeles para tener un espacio ecogeográfico de otro tipo.
Si el mercado no regula la producción y distribución de las condiciones de pro-
ducción, ¿quién lo hace? Hay un organismo que regula el acceso del capital a la
naturaleza, el espacio y la tierra urbanos y la fuerza de trabajo. Este organismo es
el estado. En términos de política interna, el estado hace poco más que regular el
acceso del capital a las condiciones de producción, y con frecuencia participa en
la producción de las tres cosas, por ejemplo bajo la forma de una política para las
marismas, una política de zonificación urbana y una de atención a la niñez.
A lo largo de los decenios se han creado más organismos estatales y se ha amplia-
do la misión de la mayoría de ellos, porque, por un lado, la oferta de condiciones
de producción se ha ido volviendo más problemática con el tiempo y, por otro,
porque el capital está más organizado y racionalizado. En lo que a la ecología se
refiere, hay por una parte una naturaleza menos abundante, y el capital, por otra,
tiene más necesidad de un acceso organizado y racionalizado a la misma.
De lo dicho se deriva que cualquier teoría de la acumulación capitalista está
absolutamente incompleta sin una teoría del estado, de la provisión de condicio-
nes de producción y de las contradicciones de las mismas. En este sentido sigue
habiendo una gran laguna en economía política, porque aunque Marx identificó
las condiciones de producción no teorizó sobre ellas, y si bien los marxistas han tra-
bajado desde el punto de vista teórico una u otra de las mismas, lo han hecho siem-
pre sin referencia a las otras dos. Sólo desde la invención del ecomarxismo resulta
posible teorizar sobre las tres al mismo tiempo, en relación con los movimientos de
358
JAMES O'CONNOR

capital y también con los movimientos sociales, así como con las conexiones inter-
nas entre ambos.
También hay una laguna en la teoría de los movimientos sociales. Son pocos los
que han advertido la similitud francamente asombrosa entre los tres tipos de con-
diciones de producción y los tres tipos generales de movimientos sociales. En otras
palabras, los nuevos movimientos sociales parecen tener un referente objetivo en
las condiciones de producción: la ecología y el ambientalismo en las condiciones
naturales; los movimientos urbanos del tipo que analizaron Manuel Castells y
muchos otros en los setenta y principios de los ochenta en la infraestructura y el
espacio urbanos, y movimientos tales como el feminismo, que se relaciona (entre
otras cosas) con la definición de fuerza de trabajo, la política del cuerpo, la distri-
bución de la atención a los niños en el hogar, y cuestiones similares, en las "con-
diciones personales de producción".
En términos de Polanyi, los nuevos movimientos sociales pueden definirse como
la "sociedad" que lucha para evitar que las condiciones de producción se convier-
tan en mercancía; por ejemplo, en Estados Unidos, las costas y los derechos de los
indígenas sobre yacimientos minerales, los centros comerciales de las ciudades, y
los poderes de atención y la sexualidad de las mujeres. O pueden definirse como
la "sociedad" que lucha contra las formas específicas en que el capitalismo res-
tructura las condiciones de producción transformadas en mercancías, por ejem-
plo, las definiciones biotecnológicas de la agricultura sustentable frente a las defi-
niciones sociales y políticas; la construcción de rascacielos para oficinas frente a las
viviendas para gente de bajos ingresos, y la presentación de las mujeres como sim-
ples objetos sexuales, en los anuncios, frente a su presentación en roles que las
dotan de poder.
Me apresuro a añadir que todos estos movimientos, definidos en términos gene-
rales, tienen también sólidas dimensiones culturales y políticas/legales sobre las
cuales hay que teorizar asimismo de otras maneras. Ejemplos de ello son el femi-
nismo cultural, el biocentrismo/ecología profunda y la celebración posmodema
de la fragmentación cultural de las "ciudades del nuevo mundo". Se puede decir
que el feminismo cultural tiene algo que ver con la proletarización de la mujer,
con la nueva independencia económica de ésta, y demás, sin reducir este feminis-
mo a categorías económicas políticas; y que la ecología profunda tiene algo que ver
con evolución de la ciencia ecológica, que a su vez tiene que ver con el nuevo inte-
rés del capital por el ambiente, sin reducirla a categorías económico-políticas; y
que la nueva política de identidad de base urbana tiene que ver con la nueva divi-
sión internacional del trabajo sin reducir la posmodemidad a la economía políti-
ca. Pero sugiero que estos elementos culturales no se pueden explicar plenamen-
te desde el punto de vista de las ciencias sociales a menos que se preste cierta
atención a la economía política.
Por último, quiero sugerir mucho más enérgicamente que si alguien quiere teo-
rizar en torno a los nuevos movimientos sociales desde un punto de vista materia-
MOVIMIENTOS ECOLÓGICOS Y EL ESTADO
359

, es decir, en términos de intereses, y teorizar la lucha por defender esos inte-


s, es indispensable el tipo de economía política que se señala aquí.
a razón básica es simple. Cuando las mujeres combaten por obtener atención
los niños o en contra de los abusos policiales; cuando los ambientalistas pe-
por mantener espacios abiertos o por preservar tierras, y cuando los movi-
ntos urbanos luchan contra las autopistas y en favor de más espacios de vivien-
tienen que tratar, más pronto o más tarde, con determinados organismos del
do. La lucha típica por defender o redefinir las condiciones de producción como
diciones de vida lleva al movimiento hacia el estado representado por el depar-
ento de policía, los responsables de la zonificación, el consejo forestal, la ofici-
del alcalde y demás. En ese punto del ciclo vital de la lucha se oye que quienes
nvolucran en movimientos sociales dicen más o menos lo mismo: que el estado
responde, que es opresivo y demasiado burocrático, que se apoya demasiado en
ertos, que oculta estadísticas fundamentales, que miente y que no puede hacer
a. Todos hemos oído las mismas críticas y las mismas demandas, y muchos de
otros también las hemos planteado.
n esa etapa de las luchas de los nuevos movimientos sociales se escoge, delibe-
amente o por omisión, una de tres estrategias. La primera es la estrategia anar-
sta de rechazar al estado y crear contrautoridades locales. Un ejemplo de esto
la ecología social de Murray Bookchin. La segunda estrategia es tratar de refor-
r el estado democrático liberal. Un ejemplo de este enfoque son los esfuerzos
ambientalismo convencional. La tercera estrategia, radical, es democratizar el
ado, y quiero comentarla brevemente.
Lo que quiero decir es que no hay posibilidades de una unidad perdurable entre
"fuerzas progresistas" si no existe una meta específicamente política. En un país
el que la política y el poder pueden definirse como recursos o como medios para
es ambientales y otro tipo de metas no políticas, esta idea puede resultar rara y
sconcertante. ¿Acaso la democracia liberal misma no representa la satisfacción
las metas básicas de las revoluciones políticas de los siglos xvm y xix? ¿No es la
mocracia liberal, en algún sentido importante, el "fin de la historia"? De hecho,
liberales que ascienden al estado democrático liberal como la culminación de
s o más siglos de luchas democráticas son los primeros que se alarman ante el ata-
e a la democracia que se da hoy en Estados Unidos. Muchos liberales coinciden
que la clase trabajadora, fragmentada y dividida de mil maneras, es más débil
e en cualquier otro momento de la historia reciente; que las clases empresaria-
son más fuertes que nunca; que el gobierno tecnocrático se ha fortalecido; que
razón instrumental domina la política pública en pro de crear una "economía
mpetitiva" y una "superpotencia exportadora"; que hasta los funcionarios pro-
esistas de los gobiernos estatales y locales suelen suspender los reglamentos
bientales, mirar para otro lado cuando se instalan compañías antisindicalistas, y
esidir la declinación del pequeño comercio independiente, todo por "crear
pleos y ampliar la base impositiva"; que el Congreso es un centro de mediocri-
360 JAMES O'CONNOR

dad, banalidad, estupidez y corrupción, y que el estado de seguridad nacional sigue


existiendo aunque ha desaparecido ya la utilidad que pudiese haber tenido; más
aún, que se fortalece año tras año. ¿Hay una sola institución de Estados Unidos de
la que pueda decirse "es más democrática que antes"? No será la Suprema Corte,
que tiende a interpretar cada vez más los "derechos individuales" como los dere-
chos de la propiedad, no de los individuos; ni las instituciones intermedias, que
existieron alguna vez para el beneficio de sus miembros y en las cuales ahora los
miembros existen para el beneficio de las instituciones; ni tampoco las grandes
organizaciones ambientales.
De manera que el llamamiento liberal es por una renovación democrática. Una
posición radical es que tal vez no sea posible la renovación sin una profundización
democrática: el crecimiento "intensivo" de la democracia en los sindicatos, en el
lugar de trabajo, en la comunidad y, más que nada, en el aparato administrativo
mismo del estado.
Esto se debe a que, en el nivel de los intereses, todos los movimientos sociales,
en la medida en que están luchando por alguna meta material (incluyendo la inte-
gridad material del cuerpo) también plantean implícitamente la misma demanda
o tienen, "en secreto", el mismo objetivo político: lograr que el estado responda más y
esté más dispuesto a la rendición de cuentas. Esta demanda no suele discutirse en tér-
minos de democratizar el estado, y quiero subrayar que se trata por lo general de
una meta implícita, no explícita. Para volverla explícita hay que distinguir los
medios políticos para lograr fines económicos y sociales de las metas o los fines polí-
ticos. Esto es difícil en Estados Unidos, debido a la naturaleza de nuestra cultura
política. Pero no por eso es menos necesario hacerlo; específicamente, hacer que
los movimientos sociales sean conscientes de que lo que tienen en común es la
demanda de subsumir la democracia directa local, las formas políticas democráti-
cas liberales y la burocracia en un tercer término nuevo y desconocido; es decir, de
poner contenido democrático en las formas (o procedimientos) democráticos del
estado liberal burgués.
Ésta es la estrategia política que estoy proponiendo. No se trata de abolir el esta-
do que administra la división del trabajo social, porque en este caso también que-
daría abolida la división del trabajo social. Se trata más bien de hacer que el esta-
do sea democrático, y sobre todo de borrar la distinción entre el trabajo mental y
el manual, entre pensar y hacer, que se reproduce en el estado capitalista, en el
cual la rama legislativa se ocupa de pensar (hacer leyes), y la burocracia de hacer
(ponerlas en vigor). Tampoco se trata de reformar la democracia liberal para que
"funcione mejor", porque la reforma en este sentido no significa otra cosa que
hacer que los procedimientos democráticos funcionen mejor en sus propios términos,
sin atacar el contenido antidemocrático o de laissez faire del estado liberal. Lo impor-
tante es subsumir estas dos estrategias en una lucha por un estado democrático, una
lucha que está siempre presente en los movimientos ecologistas y en otros nuevos
movimientos sociales, tal como lo he sugerido, pero sin que los participantes sean
LOS MOVIMIENTOS ECOLÓGICOS Y EL ESTADO 361

conscientes de sus metas políticas implícitas. Me apresuro a señalar que con el tér-
mino "estado" me refiero también a los organismos estatales internacionales, como
el Fondo Monetario Internacional (FMI). Si éste, por ejemplo, fuese un organismo
por elección, esto nos ayudaría a modificar o detener sus políticas monetarias peli-
grosamente reaccionarias.
Llevar adelante esta discusión requeriría analizar el discurso sobre los "dere
chos" tal como usan este término los demócratas radicales posmodernos. Y en la
medida en que los nuevos tipos culturales se desarrollan de la mano con los inte-
reses y los derechos, sería necesaria otra revisión del concepto de "deseo". Pero
esto nos llevaría a otros temas, más problemáticos.
LA

20 y
LA NUEVA ECONOMÍA GLOBAL Y UNA ALTERNATIVA v
le
c

ra
m
Este capítulo se propone teorizar en torno a un significado programático de los s
nuevos movimientos sociales en términos de una breve descripción de la economía n
global capitalista de hoy, así como de la capacidad inherentemente débil del siste- i
ma capitalista para preservar o mantener sus propias condiciones de producción ti
(en oposición a su demostrada capacidad de autoexpresión o acumulación de capi- s
tal). El propósito político es romper con el sistema del capital en expansión (o la p
práctica de ampliar la riqueza capitalista más allá de cualquier fin) e identificar una ta
alternativa a este sistema, ampliamente discutido y practicado dentro de los movi- T
mientos sociales. A falta de mejor nombre denomino a esta alternativa "¡Preserva- d
ción Primero!". Hay dos características que tal vez harán que mi enfoque resulte t
único e interesante: primero, una teoría de la economía global enmarca la discu- d
sión de la alternativa al "capitalismo realmente existente" que analizo; segundo, p
esta alternativa no sale totalmente madura de mi cerebro envejecido sino más bien l
de una interpretación de lo que creo son algunas de las demandas reales y, en algu- c
nos casos, definitorias, de los mismos movimientos sociales.
Quiero empezar recordando que en el Prefacio de esta obra señalo la declina- d
ción de los tres modelos económico-políticos que caracterizaron al Oeste, el Sur y b
el Este (el antiguo bloque soviético) durante gran parte del siglo xx. La planeación
socialista estatal en el Este, el desarrollo nacionalista en el Sur, y los estados de bie- s
nestar democrático social/keynesianos en el Oeste, en el contexto de una globali- d
zación económica y cultural, demostraron (o están demostrando) ser, cada cual a d
su manera, demasiado burocráticos e inflexibles, demasiado nacionalistas, dema- c
siado irrespetuosos con el "libre mercado" (léase "compañías transnacionales glo-
bales" y "capital financiero") y, por último, demasiado considerados frente a los n
intereses materiales de las poblaciones urbanas y las clases trabajadoras. c
El factor más importante que desintegró los viejos modelos (aparte de sus pro- (
pias contradicciones internas) fue la aparición de Asia en la economía mundial a b
partir de mediados de los setenta, cuando las tasas de crecimiento económico en c
el resto del mundo cayeron a la mitad o menos. Hasta mediados de los noventa el
modelo asiático de capitalismo autoritario, guiado por las exportaciones (autorita- t
rio en comparación con el Occidente liberal; guiado por las exportaciones en com- e
paración con los viejos modelos nacionalistas de desarrollo del Sur y del Este) fue
la locomotora que arrastraba el tren del economía mundial. Hasta 1990, cuando la l
economía japonesa cayó en picada (y hasta 1996, cuando los "tigres" asiáticos expe-
rimentaron una marcada declinación de la tasa de expansión de las exportaciones

[362]
A ECONOMÍA GLOBAL Y UNA ALTERNATIVA 363

ducción) las tasas de crecimiento económico de Asia eran tres o cuatro


uperiores a las de Occidente, y seis o siete veces mayores que las que preva-
en el Este, y las exportaciones asiáticas de bienes y servicios crecían tres o
veces más rápido que la producción para sus mercados internos.
milagro asiático" se ha explicado de diversas maneras. La primera es una
egativa: el modelo asiático se desarrolló en un terreno sociopolítico más o
virgen del liberalismo occidental y libre, en gran medida, del nacionalismo
tárquico del Sur (India era la principal excepción), así como de las irracio-
es del viejo modelo soviético (exceptuando en parte a China) . Segundo, las
aciones asiáticas de capital occidental excedente tras la declinación de las u-
s y la pérdida de velocidad del crecimiento económico en Occidente en los
, proporcionaron el capital monetario y gran parte de la infraestructura, las
y los equipos, así como los servicios comerciales y financieros, que susten-
l boom asiático (también Japón fue un gran exportador de capitales a Asia).
o, la mayoría de los países asiáticos no sólo importaron grandes cantidades
ital extranjero sino también, cada vez más, "capital humano", así como capi-
co de los ahorros internos. Diversos tipos de asociación entre las empresas
ado identificaron rentables industrias nuevas y mercados de exportación,
ieron planear las materias primas y otros insumos requeridos para expandir
ucción, desarrollaron avanzados sistemas de parques o zonas industriales,
n sistemas financieros para apoyar los proyectos y promovieron de otras
as la expansión económica. Además, hubo ocasiones en que muchos países
a no tuvieron inconveniente en mantener tasas de cambio artificialmente
ara abaratar y ampliar las exportaciones.
de las razones importantes del "milagro asiático" fue que el capital asiático
alorar a la familia (como fuente de mano de obra, escuela, mecanismo de
ina social y sistema de seguridad social). La familia proporcionaba capital
de esos dones sin recibir a cambio nada comparable (que es la situación
ria a la de la relación familia/estado en Estados Unidos). Asia valoró asimis-
a cantidad de "grupismos", el más importante de los cuales es el "confucia-
", pero que también incluye nacionalismos (étnicos) como ideologías de cre-
to económico, en Malasia, por ejemplo. Este y otros tipos de grupismo
yendo la familia misma) contribuyeron a desarrollar formas de lealtad, cola-
ón, y un sentido de interdependencia mutua entre el capital y el trabajo, las
ñías industriales y comerciales, los bancos y otras empresas, y así sucesiva-
, sobre todo entre las compañías y el gobierno. El nivel de cooperación cul-
político-económica alcanzado en Asia fue bastante mayor que en la Europa
sarial e inmensamente más grande que en países individualistas como Gran
a, Estados Unidos, y otras naciones capitalistas colonizadas por blancos (por
os en tiempos de paz). Los valores culturales y la organización político-eco-
a de Asia se combinaron para producir la clase de capitalismo "colectivista"
rio en una época en la cual las principales fuerzas productivas —ciencia y
364
JAMES O'CONNOR

tecnología, información, organización y administración— han ido adquiriendo un


carácter cada vez más social.
El resultado son elevados ahorros y tasas de inversión; tasas de interés relativa..
mente bajas; rápidos índices de crecimiento de la productividad, la producción, el
empleo y las exportaciones de bienes manufactureros (especialmente del consu-
mo) ; un capital que se profundiza y se ensancha y, por un lado, el paso hacia pro-
ductos con más valor agregado así como, por el otro, la capacidad de ofrecer cada
vez más productos de consumo masivo a los trabajadores urbanos y las poblaciones
rurales de Asia. Estas características de (casi todas) las economías asiáticas parece-
rían estar entre los ingredientes técnicos más importantes del éxito económico
durante las dos décadas que concluyeron en 1995.
Gracias al "milagro asiático", junto con el crecimiento de bancos y corporacio-
nes transnacionales occidentales y japoneses, a partir de mediados de los setenta el
modelo de acumulación dominante ha sido cada vez más de alcance global. El
comercio exterior se expandió mucho más rápido que la producción mundial, y la
inversión extranjera directa (combustible del motor económico de Asia) lo hizo
con mayor velocidad todavía. Se exportó capital de Occidente (al igual que de
Japón y, cada vez más, también de los tigres asiáticos) a los "países de mercados
emergentes "(PME) del sureste y el sur de Asia, y también a determinados países lati-
noamericanos y (a partir de 1990) a Europa central. De modo que el milagro asiá-
tico dependía de manera significativa del semiestancamiento económico en Occi-
dente (en Japón gracias a un yen sobrevaluado y a la frenética fabricación
maquiladora japonesa en el este y sureste de Asia). Las altas tasas de acumulación
de capital en esa región representaban una mayor competencia para Occidente,
donde el capital, en muchos países, se enfrentaba a programas de restructuración
económica, que llevaban a mayor desempleo y marginación socioeconómica en
Europa y a menores salarios y un tipo similar de marginación en Estados Unidos.
El modelo global de acumulación era (y es) contradictorio. En los tigres de Asia
y, en menor medida, en los PME, la profundización y el ensanchamiento del mer-
cado aplicaron una presión ascendente sobre las tasas salariales (y, por consi-
guiente, sobre los costos de producción). La rápida expansión de la inversión y la
producción degrada el ambiente, congestiona y contamina las ciudades, pone en
peligro los suelos y el agua, y arrasa con los peces del mar y los árboles de las mon-
tañas. En Occidente, especialmente en Estados Unidos, que a su vez estaba tratan-
do de convertirse en una "superpotencia exportadora" (en términos de George
Bush), los desequilibrios crecientes entre la capacidad productiva interna y la
demanda efectiva, y también entre el capital y la capacidad de bienes de consumo
y la razón utilidad:salarios, crea riesgos de crisis de realización y de desproporcio-
nalidad, respectivamente. Ambas tendencias se ven reforzadas por la, creciente
desigualdad en la riqueza y el ingreso, la declinación de la administración econó-
mica de tipo keynesiano y el ascenso del monetarismo como instrumento principal
de la política económica. También hay un crecimiento rápido de las transacciones
R 365
IA NUEVA ECONOMÍA GLOBAL Y UNA ALTERNATIVA

n
monetarias especulativas de todas clases, en el nivel nacional y en el global, y por
lo tanto un aumento de los sectores de finanzas, seguros y bienes raíces en relación
con los sectores que producen verdaderos bienes y servicios, lo que plantea nuevos
l
peligros a la estabilidad financiera nacional e internacional. Por último, en un
mundo en el cual más países (incluyendo a Estados Unidos) están reorientando sus
-
economías hacia los mercados de exportación preferentes, se están volviendo más
probables las guerras comerciales, el proteccionismo y las políticas del mal vecino
(adviértase, por ejemplo, la exportación de desempleo de Estados Unidos a Japón
en 1993-1994, cuando la administración Clinton hizo bajar el valor del dólar fren-
te al yen). El mito difundido es que la nueva economía mundial es (o puede ser)
una máquina de crecimiento perpetuo. La realidad es que las contradicciones de
este modelo han provocado crecimiento lento en Occidente, el cual (como se
señaló antes) se difundió también a Asia bajo la forma de la prolongada recesión
japonesa de los noventa y de la reducción de las tasas de crecimiento de los tigres
en 1996. El semiestancamiento persiste también en Alemania y, en general, en la
Unión Europea, y en muchos PME latinoamericanos y asiáticos el crecimiento eco-
nómico se ha visto interrumpido periódicamente por crisis financieras (por ejem-
plo en México), desórdenes políticos (por ejemplo en Indonesia), costos urbanos
y ambientales cada vez más altos (por ejemplo en Taiwán), y locas subidas y baja-
das del mercado accionario (por ejemplo, entre otros países, en Chile).
Los gobiernos occidentales se han preocupado más por el crecimiento lento (y
por el aumento del desempleo o el descenso de los salarios) durante los noventa.
En Estados Unidos, donde el estancamiento de los salarios, la creciente inseguri-
dad económica, la marginación social y la desigualdad cada vez mayor del ingreso
atentan contra las tasas de crecimiento, el candidato presidencial Bob Dole pro-
metió reducir a la mitad el tiempo necesario para duplicar el producto interno
bruto per cápita en comparación con las proyecciones del presidente Clinton. Es
probable que el indicador más claro de la importancia asignada a la aceleración
del crecimiento en Estados Unidos y en el mundo en general se diese a mediados
de 1996, cuando el secretario adjunto de la Defensa de Clinton, Fred Smith, opinó
que "el crecimiento económico global es esencial para la seguridad nacional de
Estados Unidos".
El problema es que la política monetaria sigue concentrada en combatir la infla-
ción (no en ampliar las tasas de crecimiento), mientras que la política fiscal se está
acercando a un punto muerto. Los gobiernos de Europa (y el de Estados Unidos)
han tratado —con distintos grados de éxito— de reducir el desempleo (y en Esta-
dos Unidos de elevar los salarios estancados), por un lado, y los déficit presupues-
tales gubernamentales, por otro. Los déficit descartan las soluciones de tipo key-
nesiano al desempleo, mientras que éste (y los salarios estancados, en Estados
Unidos) impide las soluciones claramente neoliberales a los déficit. A los gobier-
nos les resulta políticamente dificil lo mismo aumentar el gasto para estimular la
demanda efectiva y hacer crecer el empleo y los salarios, que recortar el gasto para
366
JAMES O'CONNOR

obtener control sobre los déficit. De esta manera, desempleo/salarios estancados y


déficit parecerían nutrirse mutuamente.
Se ha propuesto una solución a ese punto muerto político y al lento crecimien-
to económico, y está adquiriendo popularidad entre las clases políticas y económi-
cas. A falta de mejor expresión podríamos denominarla "economía social del lado
de la oferta". En Estados Unidos constituye un elemento central del pensamiento
económico de Bill Clinton y del Democratic Leadership Council. Esta propuesta se
concentra en recortes impositivos crecientes y el aumento del gasto en tres líneas
principales: educación y capacitación, ambiente y ciudades, incluyendo su infraes-
tructura fisica ("capital humano", "capital natural" y "capital comunitario", respec-
tivamente). La idea central es que una fuerza de trabajo más sana, mejor prepara-
da, más flexible y disciplinada; una explotación económicamente más racional del
ambiente, y ciudades y comunidades restauradas y más "eficientes", contribuirán
directa o indirectamente a elevar la productividad y las utilidades, conducirán a un
crecimiento económico más rápido, aumentarán la base impositiva y reducirán los
déficit, al mismo tiempo que elevarán los salarios e incrementarán la seguridad del
empleo.
Ha habido en general dos respuestas frecuentes al estancamiento de los salarios,
la inseguridad y marginación económicas crecientes, el alto desempleo (en Euro-
pa), la degradación del ambiente y de la vida comunitaria, así como de las condi-
ciones de producción en general y, finalmente, al ascenso del neoliberalismo y al
terreno político radicalmente transformado de los noventa. Los sindicatos de
orientación reformista y los partidos políticos que están a la izquierda del centro
han propuesto la reducción de los horarios de trabajo, por un lado, y por otro el
desarrollo de nuevos empleos, socialmente útiles. La primera propuesta implica
menos horas de trabajo por día o por semana, y menos días de trabajo por año, con
la misma paga; la segunda requiere la expansión de infraestructura fisica y social
(incluidos los servicios sociales pertinentes), con un aumento concomitante del
empleo.
Respecto a la reducción del tiempo de trabajo, el sindicalista y economista cana-
diense Sid Schnaid escribe: "La sociedad occidental está experimentando niveles
altos y crecientes de desempleo [porque] durante los últimos cuarenta años o más
el tiempo de trabajo ha dejado de reducirse paralelamente con los aumentos de la
productividad social." Según él esto se debe a la incapacidad por parte del trabajo
organizado de manejar el tema de la mayor productividad en términos que no sean
los salarios por hora. "La consecuencia es el despido masivo de trabajadores en
lugar de una reducción del tiempo de trabajo, [cuando] tanto el pleno empleo
como un nivel de vida alto y las cuestiones relacionadas con la calidad de la vida
(la posibilidad de relajarse, de disfrutar el tiempo libre, etc.) exigen que se reduz-
ca el tiempo de trabajo." En esta visión hay dos maneras de producir un producto
social determinado: primero, la forma capitalista, en la cual algunos trabajan dema-
siado y con excesiva intensidad mientras otros no trabajan en absoluto; segundo, la
A ECONOMÍA GLOBAL Y UNA ALTERNATIVA
367

socialista (o socialdemócrata), en la cual todos trabajan menos tiempo, me-


ensamente.
sindicatos reformistas y los partidos de izquierda también suelen apoyar la
sión de la nueva infraestructura para aumentar el empleo y los salarios.
énfasis en el "capital de la comunidad" (condiciones comunales de pro-
n), incluyendo la reconstrucción urbana, el transporte, las comunicaciones
ucesivamente; en el "capital humano" (o condiciones personales de produc-
entre ellas escuelas, instalaciones de readiestramiento, espacios para aten-
cuidado de la salud, y demás, y en el "capital natural" ( condiciones natura-
ternas de producción), incluidos proyectos hidráulicos que generen
os, recuperación de tierras y demás. Estos tipos de capital social pretenden
ecisamente eso: "inversiones" en las ciudades, la gente y el ambiente. Existe
eranza de que esas inversiones, aunque caras de construir o reconstruir,
den en última instancia en mayor productividad, utilidades y competitividad
acional, por lo cual se cree que coinciden con los requisitos de la nueva eco-
global.
concentración de la alternativa laboral/social democrática en la reducción
mpo de trabajo y la expansión de la infraestructura social y fisica remplaza
rte la satisfacción de las necesidades en forma de mercancías (individual) con
isfacción en forma de no mercancías (social). Su hincapié en mejorar la
ad de vida" contiene también potencialidades radicales. No obstante, en la
da en que se haga énfasis en el valor potencial de intercambio del capital
l, más que en criterios de valor de uso basados en la necesidad individual y
l directa, esta alternativa seguirá siendo afin con la economía del lado social
oferta del presidente Bill Clinton y con el "centro vital" del Partido Demó-
norteamericano (c. finales de 1996), de manera que inhibirá o incluso supri-
las posibilidades de una reforma radical. En vista del punto muerto fiscal
ado antes, también podría resultar poco práctico.
ocurre lo mismo con la segunda respuesta popular al desempleo, la margi-
n social y otras enfermedades socioeconómicas de nuestro tiempo, alternati-
volucionaria por sus implicaciones (si no por sus intenciones). Esta alternativa
iona implícitamente algunos aspectos del programa democrático laboral/-
l que acabamos de comentar. Es el "programa" no expresado de los nuevos
mientos sociales, el feminismo y otras "políticas del cuerpo", movimientos
entales, comunales/urbanos de muchas clases (incluyendo los que se ocupan
salud y la seguridad ocupacionales y comunitarias, que atraviesan los límites
s tres tipos de nuevos movimientos sociales).
to se debe a que lo que podemos llamar [Preservación Primero! (iPP!) hace
do el juego del crecimiento económico y presupone también cambios radica-
nto en las relaciones capitalistas de producción como en las relaciones de pro-
ión de las condiciones de producción. Es un alternativa radical latente en el
do (o en la medida) de que los negocios, las cooperativas, las empresas mix-
368 JAMES O'CONNOR

tas comunitarias, y otras formas de producción y reproducción no capitalistas (así


como los gastos públicos, el presupuesto de las no utilidades, etc.), no se ven como
"inversiones" en "capital" humano, natural y comunitario, sino más bien como for-
mas de organización socioeconómica y gasto monetario requeridas para preservar,
defender y mejorar las condiciones de vida y la vida misma; a saber, una población
sana, culta, con mentalidad cívica y razonablemente feliz; ciudades y comunidades
(así como centros de trabajo) vivibles, y la integridad de lo que los verdes llaman
el "ambiente".
¿Entonces cuál es, exactamente, la alternativa que he llamado ¡PP!? Antes de
que trate de responder esta pregunta conviene echar una mirada retrospectiva a
los imperativos de la acumulación de capital y el crecimiento económico. Una de
las contradicciones centrales de la acumulación capitalista es que descuida las pro-
pias condiciones de producción del capital, y subvierte las condiciones de vida y la
vida misma.
Este descuido (y subversión) tiene dos consecuencias, una relativa al significado
del crecimiento económico (por lo tanto cuantitativa), y otra referente al signifi-
cado de las relaciones sociales de producción de las condiciones de producción (y
que por consiguiente es de naturaleza cualitativa).
En cuanto a la primera, una vez que tomamos en cuenta el agotamiento de
recursos no renovables, la destrucción de recursos renovables, los riesgos para la
salud y la seguridad, la subversión de la vida comunitaria y otros daños a las con-
diciones de producción causados por el proceso "realmente existente" de acumu-
lación y crecimiento de capital (y calculamos los costos correspondientes), es
dudoso que haya habido mucho "crecimiento económico" real durante el último
medio siglo. Según un cálculo reciente, mientras el PIB per cápita en Estados Uni-
dos se ha más que duplicado desde los cincuenta, el "índice de progreso real" (IPR)
ha descendido, porque la mayor parte del crecimiento del PIB ha consistido en
arreglar errores pasados, tomar recursos prestados del futuro y transferir funciones
del hogar al mercado.' De acuerdo con este estudio hay más desigualdad, menos
tiempo libre, más subempleo, peor contaminación, mayores pérdidas de tierras
cultivables, más degradación de bosques y marismas, más uso de combustibles fósi-
les, con la consecuente pérdida de ozono y el calentamiento global, y (podría agre-
garse) una deuda ecológica siempre en aumento del Norte con el Sur.
Las consecuencias cualitativas negativas del modelo de acumulación de capital
basado en el descuido o la subversión de las condiciones de producción son
muchas y muy diversas. En algunos países occidentales, por ejemplo, el sistema
educativo produce tanta estupidez social como erudición; el sistema de la ley y el
orden genera más criminales que tranquilidad social; el sistema de atención a la
salud arroja más utilidades que salud; los planificadores urbanos producen más

1 Marc Breslow, "Is the U.S. making progrese, Dollars and Sense, marzo-abril de 1996; Breslow infor-
ma sobre un estudio del grupo Redefining Progress, con sede en San Francisco.
LA NUEVA ECONOMÍA GLOBAL Y UNA ALTERNATIVA
369

congestionamiento y precios y rentas de la tierra más elevados que calles vivibles;


los planificadores regionales destruyen los últimos restos de una relación simbióti-
ca entre la ciudad y el campo; los ministerios de agricultura más que defender, des-
truyen la agricultura integrada y las culturas rurales, y los ministerios del ambiente
se concentran en los "recursos naturales" en busca de capital y como recreaciones
ambientales para los relativamente acaudalados, descuidando la ecología y el am-
biente de las minorías oprimidas y de los pobres. Descuidar y degradar las condi-
ciones de producción puede ser "efectivo en términos de costo" en el corto plazo,
pero en el largo las ciudades están más congestionadas, contaminadas, plagadas de
drogas y crímenes, mezquinas; el campo está culturalmente "urbanizado"; la natu-
raleza se redefine como "capital natural", y la gente es vista, cada vez más, como
"capital humano". Se multiplican las "formas de vida social enferma" y, como una
especie de ley de Gresham posmoderna, las malas prácticas sociales expulsan a las
buenas.
Estas consecuencias, ya se miren cuantitativamente o se interpreten cualitativa-
mente, no son meros excesos del sistema de acumulación y crecimiento, sino que
más bien son inherentes al sistema capitalista. El hecho básico (y no muy bien
ya sean
difundido) es que, por su naturaleza, el capital es malo para preservar las cosas,
el bienestar social de la gente, la tierra, los valores de la comunidad, las recreacio-
nes urbanas, la vida rural, la naturaleza o el capital fijo privado, incluidas las estruc-
turas.2 Esto ocurre especialmente en la coyuntura actual, definida como la manía
por la reducción sistemática de costos y por el desarrollo y comercialización de
nuevos artilugios electrónicos... dos de las estrategias actuales para solucionar la
crisis del capital global. No hay utilidades en el mantenimiento o la preservación, las accio-
nes emprendidas y los recursos gastados para impedir que ocurran cosas malas que ocurrirían
de otra manera. La utilidad está en la expansión, acumulación y comercialización de algo
viejo o nuevo a costos más bajos.
Esto, desde luego, no se aplica tanto a la planta y el equipo propios del capital
como a las condiciones de producción. En el primer caso los capitales individuales
gastan dinero para mantener su propia planta; sin embargo esos gastos no produ-
cen plusvalor (utilidades), por lo cual suelen minimizarse. Y en particular hoy,
cuando la consigna es la reducción de costos, cuando el capital financiero puede
abandonar una planta o una manzana de la ciudad en lugar de restaurarla o reno-
varla, y cuando las leyes fiscales favorecen una rápida reducción del valor de plan-
tas y maquinarias (que por lo tanto recibirán menos mantenimiento).
Hay excepciones a la regla de que los capitales individuales no se preocupan por
preservar fuerzas productivas que no poseen, como por ejemplo los trabajadores
de escasa capacitación. Sin embargo, como regla general, la tendencia es que el
capital posea menos y rente más; no sólo fuerza de trabajo de tiempo completo

Nahl
: A Marxian analysis", CoPitalis"
2 Stephen Horton, "Value, waste, and the buitt
re, Sodalism, 8, 2, junio de 1997.
370 JAMES O'CONNOR

(como ha hecho siempre) sino también trabajadores temporales y de tiempo par-


cial, tierra (cuando los gobiernos locales no se limitan a cedérsela a las empresas),
y hasta plantas y equipo. En la actualidad las compañías norteamericanas están ren-
tando más recursos diferentes ("insumos"): equipos administrativos, programado-
res de software, investigadores, especialistas en mercadotecnia y hasta directores. Al
parecer el capital ideal no tendría nada propio y lo rentaría todo. Este capital no r
es más que un pool de dinero (o capital monetario) dispuesto a moverse donde-
quiera lo llamen las nuevas tecnologías, los recursos científico-tecnológicos, los
recursos naturales, la mano de obra barata y los mercados en expansión, y donde
sean mayores las utilidades. El capital monetario financiero, sobre todo en el mun-
do hipercapitalista de hoy, se preocupa muy poco por el mantenimiento y todo por
tratar de aumentar lo más rápidamente posible.
El estado es el encargado de mantener las condiciones de producción per se.
Por ejemplo, las escuelas producen futuras generaciones de trabajadores, y los
hospitales y otros servicios de salud procura mantener en buen estado de funcio-
namiento a las generaciones presentes, pasadas y futuras de trabajadores. El esta-
do mantiene caminos y autopistas y, muchas veces, aeropuertos, puertos y otras
instalaciones de transporte. Se supone que debe encabezar los esfuerzos de lim-
pieza y de restauración ambiental y desarrollar capacidades de planeación para
compensar la perspectiva a corto plazo del capital privado. Debería decir que el l
estado solía hacer esas cosas, ya que cada vez'más actividades organimelos por el es-
tado están siendo privatizadas o en riesgo de serlo. Y así como los imperativos de
la economía global degradan las condiciones de producción usadas por el sector e
privado, los mismos imperativos refuerzan la tendencia del estado a reducirse, a
aumentar la intensidad del trabajo y, en general, a forzar a los trabajadores del
estado a hacer más con menos (lo cual tiende a degradar aún más las condiciones
de producción). Este proceso es reforzado por crecientes demandas de reduccio-
nes impositivas, para compensar por los salarios reales estancados o en declive en
el sector privado.
Nos enfrentamos así con la "condición galbraithiana": el bajo nivel de la salud
pública, la educación, el transporte y, en general, la vida urbana, así como un cam-
po y un ambiente natural degradados, lado a lado con la carrera por capitalizar la
realidad virtual, los sistemas interactivos, el armamento de la era espacial y las nove-
dades de alta tecnología en un mundo en el cual más personas trabajan más tiem-
po, más duro, por menos salario, y donde está cada vez más polarizada la distribu-
ción de la riqueza y del ingreso.
¡PP! significa usar la fuerza de trabajo y las materias primas, la tecnología y la
maquinaria, el conocimiento y la organización social, y otros "factores de produc-
ción" en la lucha por restaurar, por reparar, por renovar, por mantener, por con-
servar, por preservar... primero, la fuerza de trabajo misma (el despliegue de las
posibilidades intelectuales, físicas, estéticas y otras del ser humano; la salud mental
y física); segundo, el ambiente (sistemas ecológicos; espacios recreativos) y los
VA ECONOMÍA GLOBAL Y UNA ALTERNATIVA 371

ientos ambientales y, tercero, la comunidad (infraestructura social y ffsica,


a e igualdad, solidaridad y virtud cívica) y los movimientos que procuran
a de poder.
palabra clave aquí es "lucha". Así como "trabajo" significa "factor de produc-
en ausencia de luchas laborales (que le dan a la palabra su segundo, contra-
rio, significado, "movimiento de los trabajadores"), "fuerza de trabajo" y
unidad" (incluyendo la comunidad ambiental) significan "condiciones de
cción" en ausencia de luchas por la salud pública, justicia e igualdad antitó-
social, y una multitud de otras relacionadas (que le dan a estas palabras su
do, contradictorio, significado, "movimientos de salud publica", etc. y "movi-
o comunitario"). De manera que preservar la fuerza de trabajo significa pre-
r las luchas por mantener abiertas ciertas posibilidades humanas indispensa-
PP!, finalmente, significa preservar (y así sucesivamente) primero, y después,
s recursos sobrantes, expandir la producción per cápita de maneras que creen
s desigualdad económica, para asignar los recursos no a enriquecer a quie-
los tienen sino a mantener a quienes carecen de ellos.
os cuantos ejemplos del "movimiento" ¡PP! ilustrarán lo que quiero decir.
advertencia: menciono a continuación una gran diversidad de organizacio-
luchas políticamente distintas; lo que me interesa es un solo significado de
luchas, el tema de ¡PP!)
erza de trabajo: los movimientos por la salud pública, la salud ocupacional y
uridad, la prevención del sida, la reforma educativa y, sobre todo, las políti-
el cuerpo del feminismo, son todos ejemplos de ¡PP! "Sobre todo" porque las
istas se concentran en la gama de actividades relativas a la "reproducción"
utención), incluyendo el movimiento por "salarios por las labores domésti-
El trabajo de dar a luz y criar a los niños, de cuidar a los enfermos y los ancia-
e las labores domésticas y de la producción de afecto, ilustran diversos tipos
nservacionismo ¡PP! Las feministas (y gran número de mujeres que defienden
alores familiares" y que no se identifican con el feminismo como tal) deman-
literalmente) "primero reproducción, después producción; primero manu-
n, después, y sólo después, expansión".
s panteras grises han adoptado elementos de una estrategia ¡PP! En una de
blicaciones (1996) Ralph Simon escribe que

servacionismo significa conservar, o retener, lo que tenemos ahora. Esto es esencial-


lo que las panteras grises estamos tratando de hacer [...] Promover el bienestar gene-
plica brindarles a todos una atención de la salud de calidad, costeable, y vivienda,
orte e instalaciones educativas adecuados, en un entorno de vida limpio y seguro.

grar esto, añade, "va a requerir muchísima planeación y esfuerzo cooperativo


nte muchos años por venir". Otro ejemplo es la campaña de la Rainbow Coa-
de Jesse Jackson para "recuperar a la juventud" (en Washington, D. C.). Hay
372 JAMES O'CONNO

"muchos empleos restaurando escuelas --dijo Jackson en 1996—, físicamente, en


términos de seguridad, de riesgos ambientales y demás".
Ambiente: ¿podría haber alguna duda sobre el significado de "salvemos nuestra
granjas", "salvemos nuestro cinturón verde", "salvemos nuestros parques", "salve
mos nuestras áreas silvestres" y otras frases por el estilo? En el nivel conceptual, e
científico social polaco Zbigniew Wierzbicki propone una "sozoecología"; sozo e
una palabra en griego antiguo que significa "proteger, preservar, mantener con
vida" ( que por supuesto también es aplicable a los movimientos por la paz y los
derechos humanos). De hecho el movimiento ambiental en Estados Unidos ha
logrado trasladar los términos del debate sobre el tema de la contaminación de
control a la prevención de la misma, es decir, a tecnologías de producción limpia
El preservacionismo, fundado por John Muir (y el conservacionismo, que se origi-
nó con Gifford Pinchot), que en sus inicios era apoyado sobre todo por progresis-
tas de clase alta, se ha democratizado. Earth First! es una organización ecológica y
políticamente radical, y Greenpeace y el Sien-a Club se están ocupando de cues-
tiones ambientales populares y también de asuntos sociales que no formaban par
te de sus "propósitos" originales.
La restauración/preservación agrícola es un ejemplo especialmente importante
de ¡PP!, puesto que podría decirse que la agricultura ha externalizado sus costos
más que cualquier otro sector, primero debido a los niveles de uso de sustancias
agroqufmicas y de combustible fósil y, segundo, debido a que la agricultura está tan
difundida geográficamente y es tan importante en términos económicos. Por eso
no resulta sorprendente que probablemente haya más discursos y luchas de tipo
¡PO en este sector que en cualquier otro. Tampoco es raro que la bibliografía agrí-
cola de ¡PP! refleje, más que ninguna otra, la perspectiva de la producción de mer-
cancías en pequeña escala. Por ejemplo Wendell Berry, implícitamente, al menos,
se iden tifica con el ¡PP! (con su apoyo a la agricultura baja en insumos, el control
integrado de plagas, los cultivos intercalados, etc.) y, al mismo tiempo, defienda la
propiedad de la tierra y de los medios de producción agrícola ganados con el pro-
pio esfuerzo. En The gift of the good land (1981) Berry condena la agricultura indus-
trial y propone un modelo socioeconómico-ecológico (sozoagricultura, podríamos
decir) que logra un equilibrio entre la producción agrícola y el mantenimiento
agrícola, modelo basado en la propiedad ganada con el propio esfuerzo. Una rela-
ción apropiada entre los seres humanos y la tierra, sostiene, garantiza que el "man-
tenimiento siempre sea igual a la producción", es decir, que simplemente no per-
mite la expansión de la producción basada en la degradación de la tierra, el agua
y otros insumos (y por lo tanto a expensas de las generaciones futuras).
En la agricultura, la explotación de madera, la pesca, la minería y todos los
demás "sectores económicos primarios" hay luchas por la naturaleza para mante-
ner la biodiversidad, restaurar el aire fresco, los acuíferos, ríos, lagos y océanos lim-
pios, mantener los espacios recreativos, iropedla que los recursos I enovables se
vuelvan no renovables, defender los derechos de los pueblos indígenas a recursos
OR LA NUEVA ECONOMÍA GLOBAL Y UNA ALTERNATIVA 373

n que atesoran y luchar por los derechos de las generaciones futuras y de los opri-
midos de las generaciones actuales al acceso a diferentes tipos de recursos. Los ver-
as des de todos los matices que luchan por conservar y preservar (batalla muy dife-
e- rente de la de los socialistas tradicionales por aumentar la producción) dan la
el impresión de que podrían ser sólidos partidarios de iPP!
es Comunidad: también los movimientos comunitarios urbanos y rurales ejempli-
n fican la práctica de ¡PP! En una época de decadencia urbana y subversión de la
s comunidad los temas de seguridad pública, vivienda, congestionamiento, conta-
a minación, desigualdad y pobreza, especulación con la tierra, gente sin hogar y
el organización cultural de lo "rural" se están afirmando como nunca antes. Ya no
a. sólo los barrios bajos de las ciudades sino también más suburbios y pueblos están
- tratando de rehacer las cosas, de restaurar y preservar una existencia humana
- decente, de crear comunidades viables con infraestructura social y física útil al ser-
y vicio de valores comunitarios elevados. En un momento en el que las comunidades
- están siendo reclutadas en la guerra del capital, de todos contra todos (para vol-
r- verse de hecho capitales comunitarios), hay una gran variedad de luchas para rein-
ventar la comunidad.como tal. El "comunitarianismo" de Amitai Etzioni ilustra una
e variación sobre el tema de ¡PP! Señalando la declinación de la socialidad, Etzioni
s hace un llamado a que la gente "comprometida con la creación de un nuevo orden
s moral, social y público restaure las comunidades". En cuanto a la infraestructura
n fisica, grupos de planeación como el California Planning Roundtable, que se basan
o en el supuesto de la subutilización de la infraestructura existente, proponen un
o desarrollo de alta densidad para preservar los cinturones verdes y promover las
- viviendas eficientes en términos de energía.
- Finalmente, el mismo sitio de trabajo ejemplifica una clase de práctica de ¡PP!
, La producción está cada vez más regida por los imperativos del capital financiero
l (y es cada vez más de alcance global), con los consecuentes efectos negativos sobre
a la salud y la seguridad en el lugar de trabajo, las relaciones de trabajo y las relacio-
- nes de producción general. Resulta significativo, por lo menos simbólicamente,
- que uno de los sindicatos que crece con mayor velocidad en Estados Unidos, el
Social Service Employees International, esté impulsado en parte por su campaña
Justice for Janitors [justicia para el personal de mantenimiento], un movimiento
- de los trabajadores de mantenimiento.
En realidad muchas, si no todas las piezas de lo que el australiano Ted Trainer
- llama la "sociedad conservacionista", una forma de vida equitativa, socialmente jus-
a ta y sustentable, están ya colocadas. Hay buenos modelos para criar a los hijos, a
condición de que los padres tengan el tiempo y los recursos necesarios para poner-
s los en práctica. Lo mismo puede decirse del amor: qué diferente sería el mundo si
el conocimiento acumulado sobre cómo amar recibiera el mismo trato que los
deportes profesionales. Hay reglas de educación básica conocidas y sumamente
e subversivas para los jóvenes; por ejemplo, no hacer que los estudiantes se vuelvan
hacia la autoridad para resolver problemas que pueden solucionar entre ellos
374 JAMES O'CONNOR LA N E

mismos; hacer que la televisión y, en general, los medios de comunicación de masas, n


dejen de ser mercancías... No hay más límite que la imaginación social crítica de du
cada uno. Hay miles de tecnologías verdes, la mayoría de las cuales no tienen un uso pol m
generalizado porque no es rentable emplearlas, por ejemplo un transporte público val c
que uno tenga ganas de usar (no como la mayor parte del transporte público ac- du
tual); agricultura baja en insumos, cuyos fundamentos técnicos ya existen, pero cuya am t
política (por ejemplo el actual poderío de las compañías químicas) está ausente; esp n
energía solar, capacidad de planeación regional, donde región se define tanto tra t
como una biorregión cuanto como una entidad (entidades) cultural; lo que saben tra ¡
los obreros sobre las condiciones de trabajo y de producción, los agricultores de sue- tal r
los, y así sucesivamente. También son bien conocidas las posibles formas de vida red l
socioeconómica (aunque son poco practicadas en la sociedad capitalista): coopera- d
tivas de muchas clases, colectivos de trabajadores, empresas mixtas, empresas esta- est
tales, compañías municipales, corporaciones sin fines de lucro y así sucesivamente. no
Ya existen incluso muchos de los elementos de una teoría del crecimiento eco- de i
nómico sustentable (no de acumulación capitalista). Por ejemplo Herman Daly m
(entre otros) sostiene que el crecimiento económico tendría que basarse en mejo- ten l
ras de la productividad, no en aumentos de todo lo demás, economizando energía, tir s
digamos, eliminando técnicas contaminantes y cosas por el estilo. Así como él y qu
otros economistas verdes han analizado muchos de los detalles del crecimiento co i
definido en términos cuantitativos (económicos), Henri Lefebvre, Fernando Hen- en u
rique Cardoso y otros han teorizado en torno al problema del crecimiento en tér- mi g
minos cuantitativos (sociales). El primero sostiene que cuando la forma social de sa- cia .
tisfacción de necesidades remplace parcial o totalmente la forma individual (de im
mercancía), el efecto será limitar el crecimiento económico irrestricto, sin "rom- r
per de plano con él ni prolongarlo de manera indefinida". Cardosa (en The survi- leg r
val of capitalism) añade otra condición: la absoluta necesidad de subordinar la pro- nif n
ducción al consumo. La bibliografía sobre "presupuestos verdes" y contabilidad ció t
socioecológica-económica está aumentando a gran velocidad, y lo mismo ocurre ci
con escritos de sociólogos y otros especialistas sobre el problema de en qué con- lle
sisten las buenas relaciones sociales, y cómo lograrlas. Por último, hay una explo- cl s
sión de textos sobre la "democracia radical" y la teoría política en general. jo) v
Si todo esto sólo parece ser otra clase de "movimiento por la supervivencia", hay ta
que tener presente la enorme brecha entre esas tendencias en el movimiento nor- fr
teamericano de las milicias (por ejemplo), basado en la propiedad privada y en for- te a
mas extremas del individualismo (y de ideologías individualistas), y lo que, a falta pl e
de mejor término, podríamos denominar "supervivencia social", en la cual la socie-
dad no se define meramente como la suma total de sus miembros individuales sino
también como algo sui generis, tal como lo ejemplifica (en el Sur) lo que Juan Mar-
tínez-Alier llama el “ambientalismo de los pobres", definido como la "defensa de la
subsistencia y el acceso comunitario a los recursos que el estado y el mercado
ponen en peligro". t
ECONOMÍA GLOBAL Y UNA ALTERNATIVA 375

ntesis, ¡PP! es intensivo en trabajo, no desprecia el trabajo (como la pro-


capitalista). Está regido por principios igualitarios y por una lógica socio-
más que por una puramente económica. "Trabajo" deja de significar la
ción del capital (es decir, aumentar el valor del capital por medio de la pro-
de plusvalor) y quiere decir en cambio, "valoración" de la comunidad, el
te y la vida social en general (como por ejemplo en el caso del trabajo
neo, libremente organizado, durante los primeros días de reconstrucción
terremoto, o en una casa organizada democráticamente). De hecho todo
¡PP! puede contener significados afectivos y estéticos, así como instrumen-
r último, el ¡PP! no sólo reforma las relaciones de trabajo sino que también
l tiempo de trabajo.
discutible que las clases económicas y políticas y el estado (tal como se
ran en este momento) se opondrían a una alternativa ¡PP! (de no ser así
una alternativa). Se requeriría una sólida unidad entre trabajadores, ver-
inistas y mujeres, minorías oprimidas, pobres y otros para los cuales fuese
ás importante restaurar y renovar (es decir, redefinir) su mundo vital que
levisores de alta definición (que de cualquier manera van a terminar en los
s de basura). Pero tendríamos verdadero aire que respirar, verdadera agua
er, un renacimiento urbano, vecindarios culturalmente ricos, un campo
intas culturas rurales y agricultura integrada, un intercambio nacional
udades verdes y lo rural, el fin al peligro de la capa de ozono y de calenta-
global, y todo lo demás... cosas que podemos suponer que casi todos apre-
Como dijo Gore Vidal, tendríamos que "renunciar a los caros goces del
[pero tendríamos oportunidad] de remendar nuestra sociedad podrida".
requiere la retórica del "crecimiento y desarrollo" y de "más empleos" para
r políticamente la alternativa ¡PP! (y así es), hagamos que esos mantras sig-
n crecimiento de la capacidad de luchar por la restauración y la preserva-
togobierno democrático y el "esfuerzo" de mantener y mejorar las condi-
e vida y la vida misma. Termino con una advertencia: el iPPI no puede
existir dentro del modelo capitalista tal como lo conocemos. Hay que ser
sta alternativa (que presupone también la reducción del tiempo de traba-
volucionaria por su intención y por su efecto. El Marx ecologista captó esto
como el que más: "Al negar el distanciamiento de la naturaleza la meta es
ente restaurar el equilibrio del metabolismo ecológico, 'su restauración sis-
a como ley reguladora de la producción social y en una forma adecuada al
esarrollo humano', como dijo Marx en El capital."3

Sheasby, "Inverted world: Rad Marx on estrangement of nature and society", inédito.
21
¿QUÉ ES EL SOCIALISMO ECOLÓGICO?

INTRODUCCIÓN

Los socialistas, siguiendo a Marx, han venido diciendo durante un largo tiemp
que el capitalismo subordina el valor de uso al valor de cambio y también el traba
jo concreto al trabajo abstracto, y que por ello la producción capitalista es par
obtener utilidades, no en función de las necesidades. En el capitalismo lo cuanti
tativo, por decirlo así, triunfa sobre lo cualitativo. Irónicamente, por lo general la
práctica socialista ha consistido en luchas por mejores salarios, menos horas de tra
bajo, pleno empleo, control de las rentas, subsidios a los pequeños agricultores y
así sucesivamente, es decir, lo que puede llamarse "justicia distributiva". Los socia
listas han tenido una crítica teórica cualitativa y (con excesiva frecuencia) una
práctica política cuantitativa. Por lógica la crítica socialista tradicional del capita
lismo debería conducir a la "justicia productiva". En los hechos, ha llevado
demandas de justicia distributiva. Los socialistas han criticado las relaciones de pro-
ducción capitalista y tratado después de reformar las relaciones de intercambio
capitalistas.
Así, el socialismo ha negado sus propios principios básicos. Ésta puede ser una
de las razones por las que la palabra ha desaparecido del vocabulario de los movi
mientos radicales (sin aparecer nunca en el de los nuevos movimientos sociales)
La causa próxima de la desaparición del concepto de socialismo son los fracasos
económicos, morales y de otro tipo del ex socialismo real en el Este; la desapari-
ción de modelos de desarrollo nacionalista de tipo socialista en el Sur (por ejem
plo el modelo de la India de Nehru), y la pérdida de legitimidad/debilidad políti
ca de los estados keynesianos del bienestar socialdemocráticos en el Oeste (tal vez
el más avanzado en Nueva Zelanda, el menos avanzado en Alemania). Los tres
modelos de desarrollo se autodestruyeron económicamente, en el sentido de que
sus éxitos económicos crearon problemas que no se podían manejar en términos
racionales dentro de los límites de sus respectivos modelos, así como ideológica-
mente, porque los tres equiparaban el socialismo y la democracia social con el esta-
do-nación y el nacionalismo, y con las formas estatistas en general. Obsérvese qué
fácil es aplicar la crítica neoliberal del estado parí passu al estado como tal. La des-
legitimación del socialismo es la deslegitimación del estado, y viceversa.
Como era de esperar, al (gran) vacío político resultante se han precipitado
diversas ideologías y prácticas no estatistas y antiestatistas: el neoliberalismo, desde
luego, pero también el populismo, el comunitarianismo, separatismos de todos

[376]
¿QUÉ ES EL SOCIALISMO ECOLÓGICO? 377

tipos, renacimientos étnicos y religiosos con base regional, anarquismo y otras for-
mas de localismo y la simple criminalidad.
Cabe preguntarse si es posible, o incluso deseable, revivir la idea del socialismo
y rescatarla, primero, de su enfoque práctico en la reforma cuantitativa y la justi-
cia distributiva, remplazándola (o suplementándola) con reformas cualitativas y
justicia productiva; y, segundo, de la asociación ideológica con el nacionalismo y el
estatismo. Creo que no sólo es posible y deseable sino también esencial para
poder volver a conceptualizar el socialismo sobre tres bases: un enfoque práctico
de la crítica cualitativa del capitalismo, incluyendo la "justicia productiva"; una crí-
po tica teórica y práctica del estado capitalista, a saber, la democratización del esta-
a- do, y un internacionalismo inequívoco. Esa teoría y esa práctica se presentarían
ra como 'una alternativa tanto al neoliberalismo como a las muchas variedades de lo-
i- calismo vigentes ahora. Es más, afirmaría que muchas de las luchas sociales de hoy
a —si no todas— lo mismo en los países y regiones sobredesarrollados que en los
a- subdesarrollados, se concentran de hecho en la crítica del trabajo concreto/valor
y de uso (incluyendo el uso de la tierra y, en general, de la naturaleza), por un lado,
a- y en la creación de "burocracias populares" y una práctica internacionalista, por
a el otro.
a- Las luchas por la tierra (por la naturaleza en todas sus manifestaciones) son
a hoy prácticamente universales, desde las simples batallas "salven nuestros cintu-
- rón verde/vida silvestre" hasta elaborados intentos de restaurar la diversidad eco-
o lógica. Las luchas por el trabajo concreto también son universales: se ha cuestio-
nado una gran diversidad de tecnología capitalista, desde la energía nuclear hasta
a las computadoras personales; el trabajo tiene una gran experiencia con las cues-
i- tiones de salud y seguridad ocupacionales, y los expertos han producido una gran
). bibliografía al respecto; las luchas laborales "contra la productividad" y la tecno-
s logía fordista, en los sesenta y los setenta, contribuyeron a obligar al capital a
- adoptar "el trabajo en equipos", los "círculos de calidad" y cosas por el estilo en
m- los ochenta y los noventa. Por último, las luchas acerca de los valores de uso fina-
i- les (bienes y servicios para el consumidor) se han vuelto casi universales: por
z ejemplo, la naturaleza de la atención a la salud y de la educación; el auto y la cul-
s tura del auto; la televisión y los medios, así como la cultura de la televisión; las
e viviendas ineficientes en términos de energía; los alimentos repletos de sustancias
s químicas; una diversidad de productos criticados por las feministas... entre
- muchas otras cosas
De hecho me resulta difícil identificar una lucha centrada en un asunto único
que no se proponga (al menos subtextualmente) democratizar el estado y/o que
- no tenga un componente internacional (cuestiones que no se comentan en este
capítulo).
o
378
JAMES O'CONNOR

VALOR DE USO/TRABAJO CONCRETO;


VALOR DE CAMBIO/TRABAJO ABSTRACTO

En la teoría marxista la mercancía es simultáneamente un valor de cambio y un


valor de uso. El valor de cambio es el valor de una mercancía en términos de todas t
las demás mercancías (por ejemplo del dinero, el equivalente universal), y se mide
en tiempo de trabajo (de modo que es un concepto cuantitativo). El valor de uso
es un concepto cualitativo. En términos de Godelier, "Los valores de uso se rela- p
cionan [...] con los deseos naturales o artificiales de los hombres, con una relación
cualitativa." Hay dos tipos generales de valor de uso: primero, las mercancías que
se usan para producir otras mercancías (medios y objetos de producción); segun-
do, las mercancías que los individuos usan para satisfacer directamente necesida- t
des y deseos (medios y objetos de reproducción o medios de consumo). La deman-
da del mercado del primer tipo de valor de uso es la demanda capitalista
(empresarial) de mayor productividad y utilidades. La demanda del mercado del
segundo tipo de valor de uso se base en parte en la función sociomaterial de la o
mercancía en términos de la reproducción de la fuerza de trabajo. 1 Ciertos ali-
mentos proporcionan cierta cantidad de nutrientes; cierta cantidad de petróleo o
carbón proporciona cierta cantidad de calor o energía; ciertos tipos de autos acele-
ran el viaje al trabajo; ciertos tipos de ropa mantienen a quien la usa abrigado o
fresco; ciertos libros educan al lector en ciertos campos técnicos de estudio.
Así como cada mercancía es al mismo tiempo un valor de uso y un valor de cam-
bio, cada proceso de producción es tanto un proceso de trabajo (por medio del
cual se producen valores) y un proceso de valorización (a través del cual se produ-
ce valor de cambio). Marx llamó al primero "trabajo concreto" y al segundo "tra-
bajo abstracto". Y así como podemos definir el valor de uso en términos de las fun- i
ciones socioeconómicas de una mercancía, podemos definir el trabajo concreto en
términos de sus efectos ecológicos. Ciertos alimentos que proporcionan ciertos
tipos de nutrición se producen de ciertas maneras (por ejemplo por la agricultura t
química) que tendrán ciertos efectos en el suelo, los mantos freáticos y demás.
Cierta cantidad de petróleo o de carbón que proporciona cierta cantidad de calor
1
Ésta es la definición económica ecológica de valor de uso. Marx podría haber pensado en la mis-
ma cuando escribió (Selected concspondence,
p. 106): "El valor de uso, ya sea que se lo considere subjeti-
vamente como utilidad del trabajo u objetivamente
como utilidad del producto" (cursivas mías). Es simi-
lar al concepto de valor objetivo de Bóhm-Bawerk, la capacidad de una mercancía de acarrear
determinado resultado objetivo. "Podemos hablar del valor nutricional de los alimentos, del valor como n
combustible de la madera y el carbón, del valor como fertilizante de diversos fertilizantes", citado en
Nikolai Bujarin, Econotnic themy of the leisure clan,
Nueva York, Monthly Review Press, 1972, p. 62. Para la r
definición burguesa el valor de uso está determinado por la evaluación subjetiva de una mercancía que
hace el individuo en términos de su propio sentimiento de bienestar.
La reproducción no es un problema en la economía burguesa porque la fuerza de trabajo no se ve
como una mercancía (ficticia). Se dice que los trabajadores venden a los capitalistas servidos de traba-
jo, no fuerza de trabajo.
3'79
S EL socialismo ECOLÓGICO?

energía se produce de ciertas maneras (por ejemplo en minas al aire libre)


endrán ciertos efectos sobre la vegetación, los escurrimientos, las inundacio-
demás. Ciertos tipos de vehículos que llevan más rápido a la gente a su tra-
se producen de ciertas formas (por ejemplo en fundidoras) que tiene ciertos
tos en la calidad del aire. Cierta ropa que mantiene abrigado o fresco a quien
a se produce de ciertas maneras (por ejemplo con petroquímicos) que tienen
os efectos en la calidad del agua. Ciertos libros que educan al lector en ciertos
pos técnicos se producen de ciertos modos (por ejemplo en fábricas de papel
lpa) que tienen ciertos efectos en la calidad del aire y del agua. Además, la pro-
ión de todo lo mencionado, en ciertas formas, tendrá efectos definidos sobre
enestar fisico y mental de los trabajadores (por ejemplo como enfermedades
tensión).
na teoría del valor de uso (productos finales) presupone una teoría de las
sidades, no en términos de juzgar la valoración subjetiva de una mercancía
parte de un individuo (que sería una especie de elitismo), sino más bien en tér-
os de las maneras en que los valores de uso reproducen (o no) la fuerza de tra-
(y, de modo más general, toda la sociedad). Esa teoría se concentraría en
sidades específicamente sociales, es decir necesidades que los individuos tie-
en común, más que deseos individuales definidos subjetivamente. En este sen-
, es legítimo estudiar la comida en términos de nutrición y salud de la fuerza
rabajo, o investigar los sistemas de transporte en términos del tiempo que se
a en ir a trabajar. Hay una necesidad social de nutrición y de transporte, pero
e algún tipo especial de alimento que proporcione, digamos, proteínas, ni de
clase especial de vehículos.
as necesidades sociales, tal como las acabamos de definir, son específicamente
iales, pero no porque surjan y sean satisfechas de acuerdo con alguna especie
lan social. De hecho las necesidades sociales se producen a nuestras espaldas;
ecir, son el resultado de la estructura de consumo existente (por ejemplo la
tura del auto; la cultura de la comida rápida; los miles de innovaciones en pro-
os y productos, incluyendo innovaciones culturales, cada año; las condiciones
comercio exterior y muchos otros fenómenos socioeconómicos "espontáneos"
o planeados—, así como el cambio de los mismos a lo largo del tiempo) .
on posibles dos tipos de crítica de un valor de uso. Primero, éste puede ser dis-
cional. La sustancias químicas empleadas en agricultura pueden arruinar el sue-
los mantos freáticos, reduciendo así la productividad, en lugar de elevarla. El
nsporte en auto para ir al trabajo puede producir un embotellamiento. Ese tipo
crítica tanto de los medios de producción como de los medios de reproducción
relaciona con la naturaleza de la forma mercancía, que posiblemente se niega a
isma (se cancela a sí misma). La segunda crítica es que la satisfacción de necesi-
nece-
es en la forma mercancía (individual) puede suprimir la satisfacción de
ades en formas (socialmente) menos costosas, más directamente sociales. La
icultura química puede no sólo reducir la productividad sino eliminar también
380 JAMES O'CONNOR

el manejo operativo de los granjeros al control integrado de plagas. El auto puede


negarse a sí mismo no sólo porque produce embotellamientos sino también en el
sentido de que suprime el desarrollo del transporte de masas.
Marx escribió que el proceso por el cual se producen mercancías para satisfa-
cer necesidades es también el proceso de la producción de las necesidades que
esos objetos satisfacen (por ejemplo los trabajadores de la industria automotriz
necesitan autos para ir y venir de su trabajo de producir autos). No obstante, Marx
no desarrolló una teoría de las necesidades individuales y sociales ni integró una
teoría de ese tipo en su descripción de la producción, la circulación y la acumula-
ción capitalista. Teorizó brillantemente sobre el contenido de valor de la canasta
de consumo (en términos muy amplios, la productividad del trabajo); con gran
penetración analizó la tensión creciente entre el valor de cambio y el de uso en el
desarrollo capitalista; de manera profética vio el día en que la agricultura, la rela-
ción entre ciudad y campo y demás se reconstruirían sobre una base racional, pero
no teorizó sistemáticamente acerca de los valores de uso específicos que integra-
ban, en su época, la canasta de consumo misma.
En la teoría marxista del capitalismo el trabajo concreto y el valor de uso están
subordinados al trabajo abstracto y el valor de cambio. Esto significa que 1] en el
lugar de trabajo, las prácticas de uso del suelo, las divisiones del trabajo y así suce-
sivamente están regidas antes que nada por la necesidad de producir valor de cambio,
o utilidad. Las necesidades de preservar la diversidad ecológica, evitar deudas eco-
lógicas con otros lugares de trabajo y generaciones futuras, promover el desarrollo
intelectual del trabajador y otras similares están subordinadas a la producción en
pro de la utilidad; 2] en la esfera del consumo (reproducción) el aire y el agua lim-
pios, el transporte no congestionado y otros "bienes" sociales y ecológicos se sacri-
fican a la necesidad de realizar valor de cambio en el mercado.
La producción y realización de valor de cambio (plusvalor) tiene dos supuestos
generales, y ambos son tendencias históricas. Primero, el trabajo concreto se subsume
cada vez más en el trabajo abstracto, es decir, en el discurso universal de hoy sobre
la "flexibilidad", o en la conversión de la fuerza de trabajo en formas más perfectas
de capital variable. Segundo, el valor de uso se subsume cada vez más en el valor de
cambio, es decir, más necesidades se satisfacen (o no) con más frecuencia en la for-
ma mercancía (individual), y menos en formai directamente sociales; por ejemplo,
más autos, menos transporte colectivo; más salud curativa, menos salud preventi-
va; más comida rápida, menos comida casera; más música hecha por mav, menos
música hecha en casa; más sociedad del espectáculo, menos autodesarrollo cultural.
En síntesis, en esta era de neoliberalismo y globalización, la fuerza de trabajo es
más variable (flexible) y se satisfacen más necesidades, más frecuentemente, en la
forma mercancía. Por eso los costos de reproducción de la fuerza de trabajo (el
contenido de valor de la canasta de consumo) se están reduciendo cada vez más,
por ejemplo, gracias a departamentos prefabricados, tiendas tipo bodega, y demás,
todo ello producido o atendido por menos trabajadores.
UÉ ES EL SOCIALISMO ECOLÓGICO?
381

Por último, dada la naturaleza autoexpansiva del valor y del capital (las utilida-
es son tanto el medio como el fin de la actividad económica), junto con la forma
ercancía de satisfacción de las necesidades, la sustentabilidad del capitalismo pre-
upone que la demanda de mercado (necesidad) de valores de uso finales (bienes
e consumo) también tiene que ser autoexpansiva. En este sentido, en el capita-
ismo la necesidad básica es de más y más dinero (recuérdese que cuando a Sam
ompers le preguntaron qué querían los trabajadores, su respuesta fue "Más.")

UCHAS CUANTITATIVAS/LUCHAS CUALITATIVAS

a teoría del capital de Marx se concentró en el trabajo abstracto y el valor de cam-


io. 2 Su objeto de estudio era la "economía" como tal: aspectos cuantitativos de la
roducción, la distribución y el intercambio; por ejemplo, salarios, costos, precios
utilidades; empleo y desempleo; tasa de explotación; tasa de acumulación de
apital y así sucesivamente. 3 Marx teorizó acerca de las formas en que las relacio-
es capitalistas de producción (propiedad/relaciones, competencia, mercado
undial, etc.) estaban inherentemente expuestas a la crisis (y eran también depen-
ientes de ella), interrumpiendo así, o retrasando de alguna otra manera, el desa-
rrollo de las fuerzas productivas
La teoría de la crisis de Marx, por ejemplo, se centraba en las brechas o ruptu-
ras cuantitativas entre y dentro de los circuitos monetario, productivo y de mer-
cancías del capital (y en las diferentes formas de crisis concomitantes), no en los
cambios del poder de clase del capital frente al trabajo, ni en una escasez de valo-
res de uso utilizados como insumos productivos (fuerza de trabajo, energía, mate-
ria prima, espacio, etcétera) .

2
La descripción que hace Marx de los cambios en el proceso de trabajo, de la "cooperación simple"
a la "industria moderna", ilustra el salto cuantitativo de la productividad del trabajo debido a las com-
plejas formas "modernas" de cooperación mediadas por la maquinaria.
3
Si bien todas las "categorías económicas" de la teoría del capital de Marx funcionan como cate-
goda al mismo tiempo económica y sociológica (por ejemplo, S/V es un indicador del poder del capi-
tal sobre el trabajo y también la medida de la crisis potencial de realización), Marx no desarrolló su teo-
entre trabajadores y capitalistas, trabajadores y terratenientes, etc.
ría en términos de relaciones de clase y realizó
En otras palabras, inventó un brillante método para estudiar las antinomias del capitalismo,
después un análisis económico que no tomaba en cuenta ese método. La "lucha de clase" per sesólo ocu-
pa un lugar esencial en su teoría para la determinación de las horas de trabajo.
el valor de uso de los insumos productivos en su análisis de la "crisis del algo-
4 Marx se concentró en
dón" en Gran Bretaña durante la guerra civil de Estados Unidos. Pero a finales de los sesenta y en los
setenta, por ejemplo, los economistas marxistas (entre ellos yo mismo) que desarrollaron diferentes
tipos de teorías de "compresión de los salarios" o "presión de las utilidades" para explicar la desacele-
ración económica, fueron duramente criticadas por los marxistas ortodoxos que empleaban un análi-
sis más del tipo de la teoría de sistemas de la "tendencia a la disminución de la tasa de utilidad" en sus
época. Marx identificó también prácticas capitalis-
explicaciones de los problemas económicos de esa
382 JAMES O'CONNOR

Hay una gran excepción a la afirmación de que Marx se concentró casi exclu-
sivamente en el trabajo abstracto (producción de valor) y el valor de cambio (rea-
lización del valor). Se trata de su tema de que "todo lo que es sólido se vuelve aire",
de que la difusión de las relaciones de producción capitalistas (Polanyi haría énfasis
en la conversión en mercancías de la tierra y el trabajo, así como del patrimonio de
una comunidad), subvertía la comunidad al atomizar a los individuos y volverlos
glóbulos egoístas de deseo. Marx, como todos los socialistas del siglo xix, apunta-
ba contra el monopolio de la clase capitalista de la propiedad de los medios de
producción, y por ende al requisito de que la mayoría de la gente vendiese su fuer-
za de trabajo para sobrevivir, como la forma y al mismo tiempo la restricción más
visible de la libertad y como la principal barrera para llegar a una sociedad coope-
rativa. Si bien Marx veía la sociedad industrial como la condición previa para la
abolición de la desigualdad y la pobreza (que en último análisis dependía del
derrocamiento del capitalismo y el establecimiento del socialismo), también iden-
tificaba el movimiento de la clase obrera como el principal instrumento para
reconstruir la comunidad y, por lo tanto, para ponerle fin al impacto destructivo
del capitalismo sobre las relaciones humanas. Marx (y otros socialistas) parecían
creer que un desarrollo libre de crisis de las fuerzas productivas, una distribución
más equitativa del ingreso, y el restablecimiento de la comunidad a través del movi-
miento de la clase obrera, eran mutuamente interdependientes. (Durkheim soste-
nía que un sistema económico racional, es decir, la integración de un sistema, era
una cosa, y que la integración de los individuos en funciones o roles del sistema, es
decir, la integración social, era otra muy diferente. Sin embargo incluso él, poco
antes de morir, pensó que estaba viendo cómo evolucionaban los elementos de la
solidaridad social o integración social en el movimiento laboral francés.) No sólo
los marxistas, sino también los socialistas gremialistas, los sindicalistas y otros creían
que la propiedad y el control de los medios de producción por parte de los traba-
jadores era tanto la senda hacia una economía libre de crisis como el medio para
restablecer la comunidad. El mismo movimiento laboral luchaba por obtener sala-
rios más altos, horarios más cortos y, en general, reformas económicas, pero al mis-
mo tiempo destacaba la importancia de la solidaridad, de la organización de socie-
dades mutuales y otras actividades que volverían a crear una comunidad en el seno
de la clase trabajadora (o de una parte de ella) .

tas irracionales y destructivas en relación con la tierra y el trabajo (por ejemplo la agricultura que ago-
taba los suelos), así como bienes de consumo nocivos (por ejemplo los materiales de construcción de
gran parte de las viviendas de la clase obrera).
5 Tanto los socialistas como los movimientos laborales del siglo XDC
se veían a sí mismos como críti-
cos prácticos del liberalismo (los primeros, en general, en el nivel de la política, los segundos normal-
mente en el nivel del mercado de trabajo y el lugar de trabajo). El trabajo veía al socialismo como la
realización del liberalismo en el sentido de que el crecimiento económico sin crisis, el pleno empleo,
etc., harían que se concretase la promesa formal (legal) de libertad e igualdad. Marx, y tal vez la mayo-
EL SOCIALISMO ECOLÓGICO?
383

ien Marx y sus seguidores hacían énfasis en el tema de la calidad de las rela-
sociales (movimiento laboral, comunidad, mutualismo, etc.) , no problema-
sistemáticamente ni las fuerzas productivas (maquinaria, habilidades especia-
.) ni las "fuerzas reproductivas" (bienes de consumo como valores de uso
producir la fuerza de trabajo). Más aún, aunque Marx y Engels tenían cosas
antes (y condenadoras) que decir acerca de los efectos del capitalismo sobre
uctividad de suelos y bosques, las viviendas míseras, la contaminación urba-
destructivos efectos físicos y mentales de ciertos tipos de trabajo concreto,
ijeron muy poco acerca de las luchas sociales y políticas engendradas por el proceso de
, por ejemplo las protestas contra la contaminación, contra las condiciones
ajo peligrosas e insalubres, y así sucesivamente. Mantuvieron el mismo silencio
as protestas que se dirigían a valores de uso determinados,por ejemplo contra la car-
mal estado, contra las vecindades y otras por el estilo, y también sobre las
as para preservar el patrimonio de la sociedad de formas tradicionales (por
lo las reservas de alimentos).
realidad esta laguna es muy sorprendente. Si bien Marx y la mayoría de los
istas hicieron énfasis en el tema de la "comunidad perdida", pocos plantea-
estiones directas respecto a las precondiciones de la comunidad. ¿Qué clase
unidad eran capaces de formar los obreros abrumados por diversos tipos de
o concreto? ¿Son capaces de autogobernarse los trabajadores-víctimas?, y así
vamente. Un paso lógico para los socialistas sería la batalla por socializar (en
ción a nacionalizar) la industria, para luego reformar o revolucionar los pro-
de trabajo de manera tal que en el lugar de trabajo se produjese (reproduje-
ser humano más pleno y más desarrollado.
luso quienes trataron de plantear interrogantes acerca de los efectos nega-
e cómo se producían las mercancías fueron incapaces, en general, de plan-
reguntas similares sobre los efectos de las mercancías (valores de uso) que
ducían. Adelantándonos a nuestro análisis, el tipo de crítica teórica y prác-
el automóvil y la cultura del automóvil, por ejemplo (individualismo extre-
o del bienestar físico y mental de los trabajadores que se pasan todo el día
enados a una computadora (síndrome de estrés repetitivo) —tan dominan-
—, estaba relativamente poco desarrollado en la época de Marx (desde lue-
s valores de uso y los procesos concretos de trabajo eran muy diferentes hace
lo o más).
síntesis, si bien Marx demostró brillantemente las causas sistémicas de los
salarios, el desempleo, la mala distribución de la riqueza y el ingreso, y así

los socialistas, creían que el capitalismo estaba impulsado, inherentemente, por motivos egoístas
por definición, destruía la comunidad "tradicional". Pero tanto el campo reformista como el
cionario hacían hincapié en la necesidad de restablecer las relaciones sociales humanistas y la
idad; un lado veía al estado social demócrata (del bienestar) como encarnación de este nuevo
nismo y de la comunidad, el otro lo rechazaba como una forma más de enajenación y explota-
384 JAMES O'CONNOR

sucesivamente, y con igual brillantez teorizó sobre las luchas de los trabajadores,
las protestas de los pobres engendradas por los bajos salarios y demás, no parece
haberse interesado por las luchas organizadas en torno a la naturaleza del traba-
jo concreto, el uso de la tierra y el valor de uso. Su discusión (y participación) en
la lucha por reducir la jornada de trabajo y en contra de la aceleración del mismo
parecerían ser la excepción. Sin embargo se trataba de luchas cuantitativas (como
la del salario), en el sentido de que tenían que ver con la cantidad de tiempo tra-
bajado y la velocidad a la que se veían obligados a laborar los obreros. En los tex-
tos de Marx los combates al proceso de trabajo, la tecnología, la división entre tra-
bajadores manuales y mentales, el uso de la tierra y así sucesivamente, por un
lado, y por la naturaleza de la vivienda, los alimentos, la contaminación del aire y
el agua en las ciudades y demás, por el otro, llaman la atención por su ausencia.
Esto se puede explicar de una de dos maneras. Primero, es posible que en la
época de Marx estos tipos de luchas cualitativas (en contraste con las cuantitativas)
no estuviesen lo bastante bien desarrollados como para merecer su atención. Sin
embargo los historiadores sociales, económicos y ambientales sugieren que en rea-
lidad no era así. A principios del siglo xix había conflictos por las prácticas fores-
tales en los Alpes (que producían erosión, así como ciclos de inundaciones y se-
quías); luchas contra la tecnología (luditas), por la vivienda, y otras. Además, los
socialistas no marxistas sí plantearon temas tanto del trabajo concreto como del
valor de uso, y señalaron diversos tipos de conflictos en torno a los mismos. El owe-
nismo, entre otras cosas, fue una crítica del trabajo capitalista concreto y alentaba
la esperanza (así como en contados casos la realidad) de una alternativa más huma-
na. El socialismo gremial sostenía una crítica tanto estética cuanto moral del capi-
talismo (por ejemplo Ruskin y el movimiento de artes y oficios). Los fabianos con-
tribuyeron a reformar la educación y la provisión de la infraestructura pública o
social. (Cabe señalar que la crítica del trabajo y del valor de uso contiene, inhe-
rentemente, alternativas a los procesos de trabajo y estructuras de consumo capita-
listas.) Una segunda explicación es que, mientras que Marx identificó muchos de
los males sociales específicos de su tiempo y también fue consciente de muchas de
las luchas por reformar el uso de la tierra y del trabajo, dejó de lado su importan-
cia política. Sólo las relaciones cuantitativas del capitalismo (podría haber afirma-
do) estaban expuestas a la crisis y, por consiguiente, contenían tanto la esperanza
como la necesidad de un cambio social y político radical. Las luchas por el trabajo
concreto y los valores de uso, como tales, podrían haberse visto como algo local o
específico, es decir, incapaz de unir a la clase obrera como podían hacerlo (y lo
hacían, a veces) los combates por los salarios y jornadas de trabajo. Cualquiera que
sea la verdad, una mera explicación al estilo Polanyi-Marx no alcanza a explicar
estos temas; es cuestión para un marxólogo que sea también historiador social y
económico.
¿QUÉ ES EL SOCIALISMO ECOLÓGICO? 385

¿QUÉ ES EL SOCIALISMO ECOLÓGICO?

Resulta irónico que mientras los socialistas han venido diciendo durante largo
tiempo que el capitalismo subordina el valor de uso al valor de cambio, y que la
producción capitalista es en pro de las utilidades, no de las necesidades (crítica
cualitativa), la práctica socialista haya consistido en luchar por salarios más altos,
jornadas más cortas, pleno empleo y cosas similares (todas las cuales son prácticas
cuantitativas). Yo uso el término "socialismo ecológico" para distinguir las teorías y
los movimientos que procuran subordinar el valor de cambio al valor de uso y el
trabajo concreto al abstracto, es decir, organizar la producción en pro de las nece-
sidades (incluidas las necesidades de desarrollo personal de los trabajadores), no
de las utilidades. Así definido, el ecosocialismo analiza en tanto problemas tanto el
proceso dé trabajo capitalista como la estructura de valor de uso y de necesidades
(consumo). En este sentido, procura hacer que el socialismo tradicional esté a la
altura de sus propios ideales críticos.
La ironía que señalamos en el párrafo anterior puede explicarse, en parte, por
la incapacidad del socialismo tradicional de problemathar las condiciones de pro-
ducción o "la tierra" y "el trabajo", términos que usó Polanyi para designar las mer-
cancías ficticias, es decir las cosas que se tratan como si fuesen mercancías pero que
no se producen como tales. Con respecto a los "verdaderos" valores de cambio
(por ejemplo el acero laminado, los autos), el mercado se ocupa de que las canti-
dades y cualidades deseadas de una mercancía específica se produzcan y asignen a
los compradores correctos en el lugar correcto y en el momento correcto. Aquí el
mercado funciona como un conjunto complejo de coordenadas de producción y
consumo. La demanda de utilidades rige la demanda de determinados bienes de
capital (valores de cambio) y la demanda social (necesidad) de vivienda, transe
te, alimentos y demás rige la demanda de bienes de consumo (valores de uso).
Sin embargo el mercado no desempeña ese papel sistemático en la oferta de las
condiciones de producción, como por ejemplo determinado tipo de fuerza de tra-
bajo, suelos, agua, espacio urbano e infraestructura. Si bien la tierra (y la "natura-
leza") y los mercados de trabajo contribuyen a determinar la asignación de ciertos
insumos, poco tienen que ver con la producción (y reproducción) de los mismos. De
hecho la producción de las condiciones de producción presupone un vasto siste-
ma de educación privada y pública, laica y religiosa, inferior y superior, técnica y
no técnica; un sistema complejo de reglamentación ambiental del uso del suelo, la
agricultura, la explotación forestal y demás, y otro sistema complejo de planeación
del transporte urbano, zonificación, etcétera.
El carácter específico del sitio de la tierra (naturaleza) y el carácter "específico
de la persona" de la fuerza de trabajo individual, junto con la ausencia de un ver-
dadero mercado para cualquiera de los dos, significa que la cuestión de los valores
de uso tanto de la tierra como del trabajo adquiere una notable importancia. El
estado no tiene que pensar demasiado respecto a la producción y asignación de
JAMES O'CONNOR

laminado, por ejemplo, pero tiene que preocuparse por la producción/ re-
ucción de una fuerza de trabajo calificada, de usos alternativos de la tierra
raleza), la zonificación del espacio y así sucesivamente.
socialismo tradicional tiene que ver con la producción y reproducción del
al. El socialismo ecológico se relaciona con la producción/reproducción de
ndiciones de producción. Tiene, entonces, un alcance más amplio, es decir,
niversalista, que el socialismo tradicional. Pero es también más particularista,
sentido de que se ocupa, por ejemplo, de los problemas de salud de grupos
íficos de trabajadores, los problemas de contaminación en ciertas comunida-
los problemas de zonificación en determinados distritos, etcétera.
i idea del ecosocialismo no sólo es que el trabajo concreto (trabajo y tierra) y
os valores de uso/necesidades deben ser criticados, sino que de hecho son cri-
os por los movimientos sociales. En este sentido el ecosocialismo no es, estric-
nte, una posición normativa sino más bien un análisis positivo de las condi-
s socioeconómicas y la inminencia. Lo que se afirma es que muchos —si no
— trabajadores, minorías oprimidas, comunidades, ambientalistas y otros que
cipan hoy en las políticas de identidad y las políticas de lugar (incluyendo las
itio de trabajo) están luchando, de hecho, por subordinar el valor de cambio
lor de uso y la producción en pro de las utilidades por la producción en pro
s necesidades.
ás específicamente, el ecosocialismo es la crítica teórica de las formas en que
laciones de producción capitalistas influyen sobre las fuerzas productivas
nidas como tierra, energía, materias primas, tecnología, maquinaria, habili-
s especiales, organización del trabajo y otros medios y objetos de producción,
bién como vivienda, transporte y otros medios y objetos de reproducción o
mo). Además, el ecosocialismo es la crítica práctica de esas fuerzas producti-
reproductivas definidas en términos de los movimientos/luchas sociales por
ficar o abolir estas fuerzas sobre la base de otras opciones de tecnología, rela-
s de trabajo, modos de transporte, organización para la crianza de los hijos y
s.
uienes han observado los "nuevos movimientos sociales" no han prestado
iente atención a los objetivos específicos de estos movimientos, en especial a
ma en que cuestionan toda una variedad de usos de la tierra, procesos de tra-
y valores finales de uso. De hecho los movimientos sociales están cuestio-
o las prácticas de uso de la tierra en la ganadería, la producción de alimen-
a de materias primas (el algodón, por ejemplo), la explotación forestal y la
ría (por ejemplo la minería de superficie). Abundan las críticas a las prácti-
e uso del agua, por ejemplo la pesca con buques-fábrica, la contaminación
s mantos freáticos, los lagos que mueren por la lluvia ácida y así sucesiva-
e. Existen críticas prácticas de procesos de trabajo tan distintos como los de
dustrias petroquímica, de papel y pulpa, de energía nuclear y otras industrias
enes de capital, y también en una diversidad de otras del sector secundario,
EL SOCIALISMO ECOLÓGICO? 387

muebles, tintorerías, prendas de vestir, productos de cuero y juguetes, entre


El trabajo de oficina que utiliza computadoras está siendo atacado por afec-
salud, y lo mismo ocurre con los elevados niveles de estrés en los sectores de
cnología. La salud y la seguridad en el trabajo son preocupaciones casi uni-
es. De manera similar, los verdes y otros están cuestionando una gran varie-
valores de uso; por ejemplo la energía obtenida de combustibles fósiles, el
la cultura del mismo; los productos culturales de sexo y violencia en los me-
e comunicación de masas, y la desolación televisiva. Podemos agregar los
es a las prácticas consumistas de la compra y preparación de alimentos (die-
co sanas); la recreación (inactividad física); las viviendas suburbanas de baja
dad (que desperdician materiales de construcción, energía, caminos y auto-
, etc.); las ciudades grises (en lugar de verdes) , y hasta la producción de
a (la crítica de los usos actuales de los residuos de las aguas negras), y, des-
go, la mala calidad del agua y del aire, así como los riesgos para la tierra
la y los cinturones verdes.
ra concluir, en el Apéndice i he organizado una variedad de temas, compa-
y contrastando algunas de las dimensiones distributivas/cuantitativas del
ismo tradicional con los rasgos productivos/cualitativos del socialismo ecoló-
El lector observará que hay una gran gama de diferencias entre ambos mode-
alcanzará a percibir en qué medida el socialismo ecológico funciona como crí-
el socialismo tradicional, así como del capitalismo.
r último, el Apéndice u sintetiza (bastante escuetamente) las diferencias entre
e denomino "justicia distributiva socialdemócrata" y "justicia productiva eco-
socialista". Así como hoy se somete a diversos tipos de crítica sociopolitica a
norme diversidad de prácticas de uso de la tierra, procesos de trabajo y valo-
uso, también el concepto de una sociedad justa ha cambiado de enfoque, de
eocupaciones cuantitativas a las cualitativas, y de los procesos de la distribu-
del producto social a los de la producción de su producto. Ha aparecido el
lismo ecológico en formas sumamente diferentes y fecundas, y seguiremos
o descripciones verdes rojas del mundo capitalista y de la enorme cantidad de
ativas a la que ha llegado a ser una economía global en extremo inequitativa
cional.
APÉNDICE I
COMPARACIONES Y CONTRASTES
ENTRE EL SOCIALISMO TRADICIONAL
Y EL SOCIALISMO ECOLÓGICO

1. GENERAL

Socialismo tradicional Socialismo ecológico

Universalista, crítica cuantitativa del capita- Crítica particularista, cualitativa, del capita-
lismo/valor de cambio (demanda efectiva, lismo/valor de uso (la integridad del sitio,
liquidez, etcétera). tareas específicas del proceso de trabajo, el
individuo, etc.).
No se problematizan el trabajo concreto y el Se problematizan el trabajo concreto y el
valor de uso. valor de uso.
Relación entre el trabajo abstracto y el valor Relación entre el trabajo concreto y el valor
de cambio: un cambio en uno presupone de uso: un cambio en uno presupone un
un cambio en el otro. cambio en el otro.
Concentración en producción y circulación Concentración en las condiciones de pro-
del capital (lugar de trabajo y mercados). ducción (sociedad y estado).

Las relaciones de producción capitalistas Las relaciones de producción capitalistas


crean polos de riqueza y pobreza entre cla- degradan las fuerzas productivas (tierra, tra-
ses, regiones, países y continentes (valor de bajo concreto) y reproductivas (valores de
cambio); deuda económica del Norte con el uso); deuda ecológica del Norte con el Sur.
Sur.
Las relaciones de producción capitalistas Las relaciones de producción capitalistas
(relaciones de trabajo) dan por resultado la (relaciones de trabajo) dan por resultado la
explotación económica del trabajador (tra- explotación biológica del trabajador (traba-
bajo abstracto). jo concreto).

El valor de uso de la maquinaria se define El valor de uso de la maquinaria se define


en términos del aumento de productividad en términos de la seguridad y la salud del
del trabajador. trabajador, la contaminación, etc..
Valor de uso de la fuerza de trab ajo = hecho Valor de uso de la fuerza de trabajo = he-
de que puede producir más valor (plusvalor) cho de que tiene capacidad para trabajo
que eI necesario para autorreproducirse. concreto de ciertos tipos.

[388]
APÉNDICE I 389

Valor de uso del capital mon¿tario = tiene la Valor de uso del 'capital" monetario = tie-
función de producir valor de cambio, es ne la función de producir valor de uso, es
decir, utilidad. decir, utilidad.

II. TEORÍA DE LA CRISIS

Socialismo tradicional Socialismo ecológico

Se concentra en rupturas cuantitativas de los Se concentra en las rupturas cualitativas de


circuitos del capital (soluciones: gasto deficita- los circuitos del capital (soluciones: política
rio, reducción de tasas de interés, etc.). energética, política educativa, etc.).
Presupone la disponibilidad de insumos, Problematiza disponibilidad/tipos de insu-
por ejemplo tierra y trabajo; presupone el mos (por ejemplo energía, suelos, fuerza de
valor de uso de los productos. trabajo biológicamente definida, etc.); pro-
blematiza el valor de uso de los productos
(por ejemplo dietas, uso del tiempo libre,
patrones de vivienda, etc.).
Se concentra en la disponibilidad de nuevas Se concentra en la disponibilidad de tierra,
salidas a la inversión, es decir, en la deman- energía, trabajo y otros insumos, es decir, en
da de capital. la oferta de capital.
Cuando los movimientos laborales están Cuando los nuevos movimientos sociales
contenidos dentro de las relaciones capita- están contenidos dentro de las relaciones
listas de producción: desplazamiento de la capitalistas de producción: desplazamiento
crisis (crisis de deuda, crisis fiscal guberna- de la crisis ("sobrerregulación" guberna-
mental, etc.). mental de la tierra, el trabajo, etc., es decir,
crisis de legitimación).
El viraje hacia los cultivos de exportación, El viraje hacia los cultivos de exportación, a-
alejándose de los de subsistencia, lleva al lej ándose de los de subsistencia, lleva al em-
empobrecimiento económico del Sur. pobrecimiento económico del Sur.
Revolución verde = sobreproducción econó- Revolución verde = monocultivo, pérdida de
mica, que afecta económicamente a los pro- resistencia de las plantas a las enfermedades,
ductores directos. etc., es decir, subproducción ecológica, que
afecta ecológicamente a los productores
directos.

NACIONAIIZACIÓN/SOCIALIZACIÓN DE LOS MEDIOS DE PRODUCCIÓN

Socialismo tradicional Socialismo ecológico

Nacionalización: el estatismo es la nueva for- Socialización: el socialismo es la nueva for-


ma socia' de las relaciones de producción ma social de las relaciones de producción
JAMES O'CONNOR

nes entre el estado y la ciudadanía) (relación de la clase trabajadora consigo


ondiente a la naturaleza creciente- misma) correspondiente a la naturaleza cre-
cial de las fuerzas productivas. cientemente social de las fuerzas producti-
vas.
lización como crítica del valor de Socialización como crítica del valor de
/redistribución de la riqueza y el uso/redefinición de la riqueza y el ingreso;
forma mercancía (individual) de forma social de satisfacción de las necesida-
ión de las necesidades. des.
nalización no presupone medios y La socialización presupone usos específicos
specíficos de producción, ni traba- de la tierra, tecnologías, aptitudes de los
to o valores de uso producidos. trabajadores y valores de usos producidos.
lización: ¿"apropiada" para la era Socialización: ¿"apropiada" para la era del
alismo nacional? capitalismo global?

IV. MOVIMIENTOS SOCIALES/SOCIALISMO

o tradicional Socialismo ecológico

el problema de la tierra/la comu- Destaca el problema de la tierra/la comuni-


lo ve como una cuestión pequeño- dad (de la mano con el del sitio de traba-
o anarquista). jo/trabajo).
a el problema del trabajo concreto Destaca el problema del trabajo concreto
ismo tecnológico de Engels). (crítica neomarxista del determinismo tec-
nológico).
a los movimientos de los consumi- Destaca los movimientos de los consumido-
or ser clasemedieros o pequeño- res (crítica del valor de uso: se concentra en
s, o por responder a intereses par- valores de uso que van de las hamburguesas
). a la cultura del auto y la televisión, etc.).
scutirse la explotación económica No puede discutirse comprensiblemente la
ncia específica a la división de tra- explotación biológica sin una discusión de
s industriales/especialización de los la división de los trabajadores/especializa-
res (aunque no a la división de tra- ción de los trabajadores/formas de integra-
ializa.ción del trabajo). ción de los obreros.
o inestable entre la planeación eco- Subsunción de la planeación de arriba aba-
de arriba abajo y el control de la jo y el control de la industria por parte del
por parte de los trabajadores. trabajador (así como de la comunidad y del
usuario), es decir, estado democrático
(democratización de la burocracia = buro-
cracia popular).
a meritocracia: "Ser todo lo que se Crítica de la meritocracia: reproduce las
" /individualismo. desigualdades naturales al mismo tiempo
I 391

que elimina desigualdades sociales/indivi-


dualidad social.
l hambre y las hambrunas debidas Pone fin al hambre y las hambrunas debidas
recimiento económico. al empobrecimiento ecológico.
d alimentaria = distribución más Seguridad alimentaria = más autosuficien-
a del ingreso, más autosuficiencia cia; mezclas de agricultura tradicional y
nacional. No problematiza el uso científica, etc. Problematiza el uso de la tie-
a, etc. rra, etc.
xplotación económica y la repre- Fin a la explotación biológica y la represión
ica de los pueblos indígenas. política de los pueblos indígenas.
conómicas que se libran en el nivel Luchas económicas que se libran en el nivel
(keynesianismo, salario mínimo, internacional por redistribuir la riqueza y el
redistribuir la riqueza y el ingreso. ingreso, terminar con el trabajo infantil, etc.
(por ejemplo las fuerzas contra el TLc).
de transición del empleo: reducir Programa de transición del empleo: reducir
trabajo además de crear trabajos horas de trabajo, además de crear trabajos
nte útiles como una "adición" a la socialmente útiles (para evitar costos socia-
ión capitalista de necesidades en les, limpiar costos sociales, etc.), como una
mercancía. No problematiza el "alternativa" a la satisfacción capitalista de
demanda y no se ocupa de causas, necesidades. Problematiza el lado de la
ectos. demanda y se ocupa de causas.
ción socialista (desarrollo libre de Reconstrucción socialista (redefinición de uso
as fuerzas productivas). de la tierra, trabajo concreto, valor de uso,
etc. que lleva a mantenimiento/restaura-
ción/preservación/conservación.
APÉNDICE II
JUSTICIA ECOLÓGICA SOCIALISTA Y PRODUCTIVA

Para el pensamiento burgués la "justicia" se refiere a la distribución equitativa de las cosas,


no a la producción equitativa de las mismas; por ejemplo, a la aplicación igualitaria de la ley
a todos, no a la producción igualitaria de la ley por todos (de hecho la ley es producida por
las élites). La justicia burguesa es, eptonces, "justicia distributiva", no "justicia productiva".
Más aún, la justicia distributiva tiene que ver, antes que nada, con derechos/demandas indi-
`-

viduales, no con derechos/demandas sociales.


Hay por lo menos tres tipos de Ilisticia social distributiva", o tipos de justicia que tienen
que ver con grupos o clases de perso,zis más que como individuos en tanto tales. Se los pue-
de denominar "justicia distributiva emócrata social".
1] La justicia económica consiste . est la distribución equitativa de la riqueza y el ingreso (ásí
como de los bienes económicos en glneral), por un lado, y las cargas de producir esta rique-
za y este ingreso, por otro. Por ejemplo, los demócratas sociales suelen opinar que los obre-
ros deberían ser compensados por quienes reciben dividendos, tal vez por medio de un esta-
do progresista en materia impositiva y de bienestar, en compensación por la carga del
trabajo que produce el bienestar material de los ricos ociosos.
2] La justicia ecológica o ambiental es la distribución equitativa de ventajas ambientales (por
ejemplo paisajes, tierras ribereñas pára los agricultores), por un lado, y de riesgos, peligros
y costos ambientales (por ejemplo-oximidad a tiraderos de desechos tóxicos, suelos ero-
sionados), por el otro. Por ejemplo, minorías oprimidas y otros que viven cerca de los
tiraderos de desechos tóxicos deberían recibir una compensación de los productores de
esos desechos y también de quienes se benefician con los productos manufacturados en
fábricas que producen "subproductos no deseados" (tóxicos).
3] La justicia comunitaria o comunal es la distribución equitativa de beneficios y daños a
bienes preciados, valores morales, capacidades directivas y demás, de comunidades especí-
ficas, como consecuencia de la producción y la acumulación capitalistas. Por ejemplo, los
residentes suburbanos que trabajan en las ciudades y usan las instalaciones y servicios de
éstas deberían pagar un "impuesto de uso" para compensar a los habitantes urbanos. Las
comunidades cuya trama social es lesionada por nuevas autopistas, nuevos hipermercados y
demás deberían ser compensadas por los conductores, los clientes de esas tiendas, etcétera.
En los tres casos existe también una deuda social de algunos grupos con respecto a otros,
deuda que debería ser amortizada. 1] Una deuda económica del capital con los trabajado-
res, las mujeres, las minorías y otros, de las generaciones actuales con las futuras, etc. 2]
Una deuda ecológica del Norte con el Sur, etc. 3] Una deuda comunitaria de los capitales res-
ponsables con las comunidades social y m radas por el impacto de la acumu-
lación capitalista.

[392]
NDICE II 393

os tres tipos de justicia distributiva social presuponen que todo, todos los más y los
nos (las externalidades positivas y negativas) pueden medirse por el denominador
ún mínimo: el dinero. De otra forma el costo de la justicia distributiva sería demasiado
ado, por ejemplo si hubiese que distribuir los minerales con residuos de uranio que per-
can a los indios norteamericanos a Bervely Hills, Akron y otras ciudades en función de
ivel de empleo de energía nuclear y (tal vez) su capacidad de pago. Más bien el dallo a
indios (y a otros) debería compensarse en términos monetarios. Esto significa ponerle
cio a la salud, el lapso de vida y el bienestar de los indios. En el capitalismo la única for-
de establecer un precio racional es calcular las pérdidas de ingreso que padecieron las
imas de la radiación más los daños por el costo a la salud y el "sufrimiento" general.
a justicia distributiva ("¿democracia social ecológica?") presupone así el mercado tal
o se lo define actualmente y el cálculo de multas y bonos, impuestos y subsidios, en tér-
os de las evaluaciones de la vida humana y la salud a precios de mercado (por no hablar
as especies del peligro de extinción, etc.). Considérese el ejemplo tradicional de la com-
sación que le da alguien que contamina el agua corriente arriba al que la usa corriente
jo, ejemplo plausible si asumimos que el carácter social de la producción social está poco
rrollado.
o obstante, cuanto mayor sea la distancia entre la realidad sociofísica y el ejemplo tra-
onal, más inaplicable o impráctico se vuelve el concepto de justicia distributiva. Piénse-
n el calentamiento global. En principio la justicia distributiva compensaría a todos los
no tienen auto y a los que no lo usan demasiado, mediante fondos obtenidos por
uestos aplicados a dueños de autos/usuarios de vehículos pesados/propietarios de ca-
nes y demás. Desde luego se trata de una idea irracional y estúpida. Los procesos de pro-
ción y reproducción (de la fuerza de trabajo, la naturaleza, la comunidad, las mercancí-
se han vuelto de carácter tan social que no hay manera de calcular los beneficios y los
os para individuos y grupos. ¿Por qué Bill Gates no les paga unos cuantos centenares de
lones de dólares a una o dos generaciones de físicos de partículas (y otros) cuyos esfuer-
fueron condición necesaria de su riqueza? Porque no hay forma de asignar de manera
a esos fondos; la ciencia y la tecnología tienen un carácter tan social y hay una división
trabajo y una especialización de la función tan increíblemente complejas que no existen
erios sensatos para calcular los costos y los beneficios.
n síntesis, el desarrollo de un sistema crecientemente social de producción, distribu-
, intercambio y consumo significa que se va volviendo imposible determinar y adminis-
la justicia distributiva. Esto significa que lo que llamamos "justicia productiva" (y en el
o de la ecología "socialismo ecológico", más que "democracia social ecológica") se vuelve
a vez más posible y también más y más necesaria para la igualdad.
n breve, "la democracia social ecológica" tiene que ver con la distribución equitativa de
más y los menos de la producción y la acumulación, es decir, de las relaciones sociales
ntercambio. El "socialismo ecológico" se refiere a la producción de los más y los menos de
roducción y la acumulación, o sea a las relaciones sociales de producción, incluyendo las
ciones de trabajo. La justicia productiva destaca los procesos y productos del trabaje {tra-
concreto y valores de uso) que minimizan las extemalidades negativas de todo tipo y
394 JAMES O'CONNOR

maximizan las extemalidades positivas, por ejemplo al favorecer a una compañía que se
compromete con la construcción comunitaria, las posibilidades de autodesarrollo en el
empleo, la total intolerancia a los productos tóxicos, etc. La justicia productiva minimiza la
necesidad o descarta por entero la justicia distributiva, que de cualquier manero es imposible realizar en
un mundo de formas desarrolladas de producción social. Por lo tanto la única forma de justicia fac-
tible es la justicia productiva, y el único vehículo factible de la justicia productiva es el socia-
lismo ecológico.
ICE ANALÍTICO

tracción del trabajo y la naturaleza, 38, Bush, George, 167, 253, 264-266, 285, 329
117, 378, 379
mulación capitalista; barreras naturales calidad de vida, 368, 369
xternas a la, 193, 201; como destructor capital asiático, 362-365
e las condiciones del capital, 201-202; capitalismo global, 15-16; capital asiático en,
onsecuencias cualitativas, 368-369; crisis 362-365; crecimiento, 365; cuestiones
cológica y, 216-218; función del estado, ecológicas, 322; desarrollo combinado,
51; historia de Chicago, 139; orígenes, 225; desarrollo desigual, 224-228; estrate-
13; patrones de desarrollo global, 236- gias para el movimiento verde rojo, 353,
37; teoría de las crisis, 163-164, 221-222, 354; estructura del trabajo en el, 161-162;
87-288n funcionamiento político en el, 349; insti-
ulación competitiva, 83-84 tuciones y estructuras, 285, 353; nuevas
mulación originaria, 42 . formas de reproducción de las condicio-
ulación primitiva, 42 nes de producción, 206-207; papel de
inistración Clinton, 329, 334-335, 365- Estados Unidos, 329; patrones de daño
67 ecológico, 236-237, 350; perspectivas
tamiento de la capa de ozono, 173 para el movimiento verde rojo, 349-353,
cultura, 17; capitalista, 155, 193; degra- 354-355; política ecológico-cultural y,
ación de recursos del suelo, 231; en el 104105; potencial para crisis, 330; regu-
apitalismo industrial temprano, 26-27, lar la primera contradicción, 284-285;
41; evolución histórica del trabajo en, relaciones de trabajo en, 68
5, 46; malas cosechas, 193; principios de capitalismo sustentable; condiciones de pro-
Preservación Primero!, 372, 373 ducción para el, 286-291; consecuencias
quismo, 332, 333, 359 de la depresión general, 292-294; defini-
opocentrismo, 16, 17 ción y significado, 276, 277; en el Sur,
Nuevo, 44 294, 295; manejo de crisis de costos para
s silvestres, 168-169 el, 292; obstáculos al, por el lado de la
demanda, 282-286; pasos necesarios para
co Mundial, 16, 157, 330, 353-354 el, 279-280, 282; perspectivas para, 280;
y, Wendell, 372 posibilidades políticas, 295-297; requisi-
es de capital, 214-215 tos de crecimiento, 282-284; requisitos
es de consumo, 214-215; innovación tec- globales, 284-286
ológica en, 241-242, 244-245 Checoslovaquia, 48
regionalismo, 333-335, 336n, 337, 342; Chicago, véase Naturr's metropolis: Chicago and
ahía de Monterey, 100, 104; concepto the Grand West
e sustentabilidad, 277 China, 48, 262, 308
kchin, Murray, 330-332 ciencia; ecológica, 86n, 305-306; relaciones

[395]
ÍNDICE ANALÍTICO
396

de producción y, 56; visiones críticas, minante de, 186-190; teoría de la crisis,


238-239 195
ciencia ecológica, 86n; en países ex socialis- conflicto social, 84
tas, 306, 307 conocimiento local, 119
ciencia genética, 250n, 281 conservacionismo, 156
City of Quartn como historia ambiental, 145, construcción social de significado, 20, 22,
146; como historia económica, 144147; 52, 324
contenido teórico, 144, 145; logros de, contaminación; como naturaleza no capita-
145 lizada, 221; condiciones económicas
combustibles fósiles, 152-153, 164; antece- como determinantes de la, 240n; costos,
dentes de la guerra del Golfo, 257-260; 162; desarrollo combinado y, 235; desa-
consumo global, 255; desarrollo desigual, rrollo desigual y, 229-230; desperdicio y,
232; historia de la explotación de recur- 230; industrias del departamento i, 217;
sos petroleros, 256-257; primacía de la modelado político, 29; periodo industrial
industria petrolera, 254-257; reservas del inicial, 25-27; por parte de los ex países
mar del Norte, 286; reservas petroleras socialistas, 302, 303, 306-312
estimadas, 255n; véase también Shetland, conversión en mercancía; de la naturaleza,
islas 134, 175; de la tierra, 42, 83, 114, 175; del
Commoner, Barry, 248, 330-333 trabajo, 42, 83, 114, 175, 176n
conciencia; naturaleza y, 20; socialmente cooperación; aspectos cuantitativos/cualita-
mediada, 20, 324325 tivos, 61-62; cambio histórico y, 60, 61;
condiciones de producción; capitalización como fuerza de producción/relación de
de las, 289; como fuerzas de producción, producción, 59, 60, 199n; economía de la
186; como objeto de transformación so- naturaleza y, 67; respuesta a crisis del
cial, 196, 358; contradicción del capitalis- capital, 199-200, 204
mo, 162, 163-164, 196, 209; contradiccio- corporaciones transnacionales, 247-248
nes internas del capital, 184; contradic- costos, ecológicos, 152n, 162
ciones internas, 185-186; cuestiones de crecimiento/movimiento de la población,
clase y, 33; definición, 356-357; externas 26-27, 235
naturales, 178-179; formas marxistas clá- crisis de costos; manejo, 291, 292; orígenes
sicas, 157-158, 175, 193, 194, 287, 356- de, 286-292
357; generales, 177-178, 189, 190; mode- crisis ecológica; base subjetivista de la, 166-
lo ecológico marxista, 195, 196; modelo 168; como causa de crisis económica,
ecológico socialista, 385, 386; necesida- 218-219; como una crisis de acumulación
des del capital, 182, 183; necesidades teó- de capital, 203, 204, 216-218; consecuen-
ricas, 180; nuevas formas de las, en el cia de depresión general, 292-294; di-
capitalismo global, 206-207; para el capi- mensiones ideológicas, 168-170; discurso
talismo sustentable, 286-292; pensamien- político, 174; división Norte-Sur, 227; glo-
to posmarxista, 29-32; personal, 176; bal actual, 328, 350; identificar intereses
potencial de crisis política en la regula- materiales en, 169-172; incertidumbre en
ción estatal de las, 183; regulación en el la, 172-174; origen económico de, 219;
estado capitalista, 180-184, 200-201, 290- perspectivas para la política verde roja en
35 7; relaciones de producción en las, la, 313; pesquerías mundiales, 171
181; restructurado para mayor producti- crisis forestal canadiense, 161, 170
vidad, 291-292; sociedad civil como deter- Cronon, William; véase Nature's tnetropolis:
ÍNDICE ANALÍTICO 397
Chicago and the Great West división Norte-Sur, 24, 25; degradación eco-
Cuba, 48, 53, 57, 262 lógica, 226, 227; desarrollo desigual, 226,
cuenca de Fall Creek, 22-23; dicotomía natu- 230-231; foco de movimientos radicales,
raleza-cultura en la, 124; esfuerzo de res- 301-302, 332n; funcionamiento político,
tauración, 130, 131; historia económica, 29; perspectivas para el capitalismo sus-
120-124; historia laboral, 124-130; impac- tentable, 294, 295; perspectivas para un
to ecológico de la industria, 132, 133; movimiento verde rojo internacional, 351-
propósito de la narrativa, 120; significa- 355; significado de la ecología política,
ción, 121, 133, 134 301-302
cultura; capitalización de, en la bahía de Mon- Douglas, Mary, 166
terey, 112-117; como determinante de la dualismo mente-cuerpo, 40
naturaleza, 96, 100-104; como fuerza pro-
ductiva, 112-113; como producto de la ecología; definición y alcance, 43, 44, 317,
naturaleza, 95-100; historia de Los Ánge- 322-323
les, 145; pensamiento marxista tradicio- ecología humana, 43-44, 76-77
nal, 62; trabajo como vínculo con la natu- ecología política, 74n; rasgos comunes y di-
raleza, 112-113; relaciones de trabajo y, ferencias Norte-Sur, 301-302, 332n
56-58, 62-65, 67-69 ecología profunda, 333-334, 336n, 358; filo-
sofía romántica en la, 40
Davis, Mike, véase City of quartz ecología social, 330, 359
departamentos de la reproducción capitalis- economía de la energía; véase también com-
ta, 214, 217 bustibles fósiles; modelo termodinámico,
depresión, global, 293 152n; motivación del capital para la efi-
desarrollo combinado; agotamiento de re- ciencia, 216, 217; pensamiento marxista,
cursos y, 236; contaminación y, 235, 236; 152-153; transparencia del estado capita-
definición, 225; importancia teórica, 224- lista, 252
225; presiones por, 228 economía de la naturaleza, 66-67, 341n; or-
desarrollo desigual, 91; agotamiento de re- ganización de la, 216
cursos y, 230-234; combustibles fósiles, economías capitalistas, 24; véase también se-
232; contaminación y, 229-230; defini- gunda contradicción del capitalismo; capi-
ción, 224-225; evolución histórica, 226; for- talismo sustentable; asiático, 362-365; auto-
mas de, 225; patrón global, 225-228, 230- expansión, 216; base para política verde
231; significación teórica, 224; tendencia roja en, 320, 321; bienes de capital/bie-
a autonegarse, 228 nes de consumo, 214-215; como depen-
desforestación, 231-232 diente de las crisis, 199, 200, 218, 287-
desperdicio, 155; contabilidad de ingresos, 288n; como funciona en la actualidad,
283n; contaminación y, 229-230; en paí- 15-16; como restringido por la demanda,
ses socialistas, 308, 309 308; como sistema expuesto a las crisis,
determinismo ambiental, 53-54n; historia de 197-198, 200-203, 218; como tema políti-
la bahía de Monterey concebida como, co, 104-105; compatibilidad de ambienta-
98-99 listas con, 316; condiciones de produc-
determinismo tecnológico, 60, 63-64 ción postindustriales, 29-30; contradic-
distribución de la riqueza, 143-144, 314, 315, ciones en las condiciones de producción,
320 183-186, 194-197; control de la mano de
diversidad, 335 obra en, 242; conversión de la naturaleza
398 ÍNDICE ANALÍTICO

en mercancía en, 42; daños ambientales definición y significado, 55; en los ex paí-
en, frente a países socialistas, 305, 306, ses socialistas en oposición a los capitalis-
310-311; desarrollo de la teoría ecológica, tas, 304-305
159, 160; efectos ecológicos en el, 118- funcionamiento político; actuales movimien-
119, 115-156; evolución estructural, 72- tos políticos verdes de izquierda, 318, 319;
73; función de conservación, 369; funcio- ausencia de cuestiones de clase, 104-105;
namiento del estado en, 189-190; historia conflictos en la región de la bahía de
ambiental, 85-86, 93; historia de la bahía Monterey, 107-112; contradicciones den-
de Monterey, 112-117; historia de Los tro de las condiciones de producción,
Ángeles, 144-147; historia económica, 80, 185, 186; degradación ecológica en el sis-
81-82; historia política, 80, 82; historia tema capitalista en oposición a los siste-
social y cultural, 80, 82-84; historiografía mas socialistas, 303-304; compatibilidad
desarrollista, 72-74, 88, 91-93; individuo política de los ambientalistas, 316, 317;
en, 40-41; mito del crecimiento moder- conceptualización posmarxista, 31-32;
no, 368, 369; naturaleza en, 17, 27, 85, demandas individuales y universales, 32;
175; orígenes de las crisis de costos, 286, economía de la energía, 152-153; en el
287; primacía de la industria petrolera, capitalismo global, 29, 33, 34, 349; en el
254-258; primera contradicción del, 18, estado democrático liberal, 251; en la
160-161, 211, 284-285; reglamentación definición de la crisis ecológica, 167-171,
estatal de las condiciones de producción, 173-174; en los ex países socialistas, 306,
181-182, 200-201; tecnología en, 238-242; 311; en los orígenes de la guerra del Gol-
trabajo abstracto/concreto en el, 380; uso fo, 252, 253, 260-266; forma del socialis-
de recursos biológicos, 153-154, 155-156; mo ecológico, 325; historia del capitalis-
valor de uso/valor de cambio en, 380; vi- mo, 80-87; idealismo en el, 54-55; in-
siones duales de la naturaleza en el, 40, fluencia de las industrias petroleras, 254;
41 legitimación del estado y la política, 251;
educación, 119 liderazgo, 50-51; localismo, 317-318; me-
escasez, 193n tas, 29; modelos de relaciones laborales,
especies en peligro, 165-166, 168 63, M; naturalista en oposición a cultural,
especificidad del sitio, 30. 32, 33-34, 317-318, 104-105, 107; orientación futura, 118;
321-322, 345 perspectivas para un capitalismo sustenta-
estados democráticos liberales; modelo de ble, 294-297; regulación estatal de las con-
dos estados, 251; movimientos de reforma, diciones de producción, 181-185; retos
360-361 para los nuevos movimientos sociales,
estancamiento laboral, 365, 366 266-267; tendencias verdes, 278, 279, 351

familia, 182 Gordon, Burton, 44


feminismo ecológico, 333-334, 337, 342-343 gorrones, 31-32
fetichismo del capital, 49 Grupo de los Siete (G7), 284-286, 330
feudalismo, 45-46, 66 guerra del Golfo; antecedentes históricos,
Fondo Monetario Internacional (m), 16, 257-261, 262, 263; razones de Irak, 258;
157, 285, 330, 353, 354, 361 teoría económica de la, 252-261; teoría
formación del mercado, 138-139 política de la, 252, 253, 261-266
fuerzas de producción; aspectos culturales,
56-58, 62-65; cooperación como, 59-60; Haití, 52, 53
ÍNDICE ANALÍTICO 399

Hirsch, J., 177, 189-190n bordinación del capital mercantil en,


historia; antecedentes de la guerra del Golfo, 140-141
257-261, 262, 263; daños ecológicos de la infraestructura, 177, 357, 370-371
época de la guerra fría, 302-312; desa- ingreso/gasto de consumidores, 246-247
rrollo desigual, 91, 226; especialización en innovación tecnológica, 213-214, 215; bie-
la redacción de, 90; evolución del capi- nes de consumo, 241-242, 246; cambio
talismo, 72, 80-87, 88, 89; explotación de social y, 249-250; condiciones de merca-
recursos petroleros, 255-259; forma na- do en la, 240; control de la mano de obra
rrativa, 70; proceso acumulativo, 89; en la, 242, 244-245; en la economía capi-
visión posmoderna de, 70-71 talista, 240-242; en los países socialistas,
historia ambiental, 19; ambiente construido 308; legislación ambiental, 244; produc-
en la, 77n; aplicaciones prematuras, 92; tos alternativos, 250; productos ambien-
ciencia ecológica y, 86n; de la cuenca de talmente sanos, 246n; relaciones sociales
Fall Creek, 120; de Los Ángeles, 144-17; en el, 243; tendencia autodestructiva,
desafíos metodológicos, 79-80; en el desa- 248; visión de la Ilustración, 238; visiones
rrollo de las historias, 80, 81; en la histo- críticas, 238-329
riograffa capitalista, 73, 85-86, 93; especi-
ficidad del sitio, 79; marxismo y, 75-76; justicia, 333-334, 335, 392, 393
metas, 44, 74-75; naturaleza en, 92n; pers- justicia ambiental, 333-334, 335
pectivas para, 93-94; principales historia-
dores, 93; significación de, 75-76, 78; Lebowitz, M., 175n
tema, 77, 89, 120 lenguaje, 22; ecología del, 58; fuerzas y rela-
historia de los Grandes Hombres, 88n, 91- ciones productivas, 58; imágenes y, 37-38;
92 realidad y, 70-71; y la cosificación de ideas,
historia natural; en la revisión del materia- 52
lismo histórico, 20-24; historia del trabajo localismo, 317-318, 321, 345; enfoque "pen-
y la, 45, 76; interfaz con la historia huma- sar globalmente/actuar localmente",
na, 44-45 350-353
historia social y cultural; en el pensamiento Los Ángeles; véase City of Quartz
marxista, 90-91n; evolución del capitalis-
mo, 82-85, 88-89 manejo de información, 306
mano de obra, 207-208; véase también trabajo;
idealismo, 51-54 condiciones de producción; relaciones
Ilustración; sentimiento de la naturaleza en de producción; relaciones productivas;
la, 39, 40, 42; visión de la tecnología en abstracta/concreta, 378-379, 380; al
la, 238 resolver la dicotomía naturaleza cultura,
imágenes, 37 112-117; como mercancía ficticia, 175,
individualismo, 32, 338-339; conceptualiza- 356-357; como práctica cultural, 57, 67-
ciones históricas, 40-41 69; como tema político, 106; concepción
Indonesia, 46 materialista histórica, 44-45; conversión
industrialización por sustitución de importa- en mercancía de la, 83, 114, 175, 176n;
ciones (u», 226 cooperación en la, 59-62; efectos del
industrialización; desarrollo global desigual, desarrollo combinado, 235; en la econo-
225-228; desarrollo histórico, 25-27; his- mía global estancada, 365-368; en los paí-
toria económica de Chicago, 140-141; su- ses socialistas, 307; en Nature's metrofrolis:
400 ÍNDICE ANALÍTICO

Chicago and the Great West de Cronon, 143; reorganización en la crisis, 199, 200, 204-
evolución capitalista, 42; formas históri- 209
cas de la, 45-46; historia de la cuenca de Monterey, bahía de; véase también cuenca de
Fall Creek, 124-130; historia de la natura- Fall Creek; biorregionalismo, 99-100,
leza y la, 45, 75; interfaz sociedad-natura- 104; capitalización de la naturaleza y la
leza, 20; lugar en el movimiento ambien- cultura, 112-117; cinturón verde, 108,
tal, 318, 319; metas socialistas tradiciona- 109; divisiones entre naturaleza y cultura,
les, 314; métodos para el control por el 106-112; divisiones políticas, 106-112;
capital de la, 242; modelo de ¡Preserva- geografía económica, 98; historia cultu-
ción Primero!, 375; modelo socialista ral, 97, 100-104; multiculturalismo, 104;
ecológico, 385-387; perspectivas para obstáculos al cambio político, 118-119;
nuevos movimientos sociales, 33; preser- paisaje lisia), 95-96, 98; peligros ambien-
vación, 371; reconstrucción de la comu- tales, 99; política de clase, 104-105; políti-
nidad, 382; tecnología y, 242, 244-245 ca de los bajos, 344-348; recursos mari-
marismas, 169 nos, 109-112; trabajo que incide en el
marxismo ecológico; concepto de subpro- principio histórico, 112-113; visión natu-
ducción de capital, 203; condiciones de ralista de, 95-100
producción en el, 29-30, 356-357; condi- Moore, T.G., 172
ciones necesarias para, 196-197; críticas movimientos sociales; activistas por la paz,
del, 18; desarrollo de teorías, 159, 160, 266-267, 327n; actuales movimientos polí-
195n; papel del, 23-24; pensamiento pos- ticos verdes de izquierda, 318-319; am-
marxista y, 29-33; perspectivas, 33, 34; biental, 219; como ejemplo de los prin-
racional, 16-17, 23; significación para los cipios de ¡Preservación Primero!, 371-
nuevos movimientos sociales, 191-192; 373; como segunda contradicción del
teoría de la crisis, 33, 34, 194-197, 200- capitalismo, 160-163; compatibilidad polí-
203; transición al socialismo, 196-197, tica de los ambientalistas, 316; condicio-
204209 nes de producción como objetivo de los,
materialismo histórico; avance de la historia 386; contenido socialista, 377; crisis de
en, 53, 54; centralidad del trabajo en el, costos producida por los, 286-287; econo-
45; concepto de cooperación en el, 60- mía política como base para los, 356; elec-
61; concepto de liderazgo en el, 50, 51; ciones estratégicas, 359; en la producción
conceptualizaciones recientes, 46-47, 49- de las condiciones de producción, 186-
50; contexto socioeconómico, 54-55; 190, 359; en transición al socialismo, 207;
fuerzas y relaciones productivas en, 56; marxismo ecológico frente al tradicional,
función de las ideas, 50-53; limitaciones 389; necesidades de organización, 296,
del modelo de Marx, 65, 66, 323-326, 297; para la democratización del estado,
339-340; objeto de estudio, 50; revisión 360, 361; perspectivas para el capitalismo
para el pensamiento ecológico, 20-24, sustentable, 295-297; perspectivas para la
340; teoría de la cultura en, 56-58, 65; política verde roja en los, 313, 314; pers-
teoría de la naturaleza en, 58; versión pectivas para los, 33; poder explicativo de
clásica, 19-22 las teorías, 341-342; regulación estatal de
materialismo pasivo, 53-54n, 325 las condiciones de producción y, 183;
modelo materialista histórico, 55; condicio- retos para los, 266-267; significación del
nes de producción como, 186; natural, marxismo ecológico para, 191-192; teoría
58, 67; relaciones de producción y, 55-56; de la crisis; 194497; teoría de la econo-
ÍNDICE ANALÍTICO 401

mía política, 358, 359; verdes radicales Page, B., 138, 139, 141
actuales, 327, 333-334; visión de la ciencia pensamiento feminista, 333-334, 337, 342-
y la tecnología, 238-239, 249-250 343, 358, 371
ulticulturalismo, 334, 342 pensamiento marxista; barreras naturales al
capitalismo, 193, 194; conflicto social en
acionalización, 304-305, 389-390 el, 83-84; contenido ecológico, 16-18, 151,
aturaleza; ambiente y, 42-43; capitalización 155, 156, 158; contexto histórico, 339,
de la, 85-86, 112-117, 221, 280, 281; como 340; dentro de las relaciones de clase, 62-
condición de producción, 356-357; como 63; departamentos de la reproducción
fuerza productiva, 112-113; como mercan- capitalista, 214, 215; desarrollo reciente,
cía ficticia, 157-158, 175, 176, 356-357; 48-49; economía de la energía en el, 152;
como producto de la cultura, 96, 100- efectos ecológicos del capitalismo, 155;
104; conceptualizaciones capitalistas, 40- estructura de la sociedad civil, 187; ética
42; conceptualizaciones históricas, 38-41; conservacionista, 156; formas de condicio-
conceptualizaciones materialistas históri- nes de producción, 157-158, 175-180, 194,
cas, 58; conversión en mercancía de la, 195, 287, 356-357; formulaciones del valor
134; cultura como producto de la, 95- concreto de trabajo y de uso, 383; funcio-
100; efectos de la vida material, 19-20; en nes del estado, 181-182; historia ambiental
la economía capitalista, 17, 27; en la his- y, 75-76; idealismo en el, 50-54; importan-
toria ambiental, 75-76, 92n; pensamiento cia actual, 15-16, 47, 328, 329; limitacio-
marxista clásico, 16-17, 19-22, 58, 59, 151, nes, 65, 192-193, 324, 325, 339-340, 380;
152; relaciones de trabajo y, 58, 65-67, 68, naturaleza en el, 16-17, 19-22, 58, 59, 151-
69; restauración de Fall Creek, 130, 131; 152; Nature's ~polis: Chicago and the Gre-
retratos de la, 37-38; separación humana at West, 135, 136, 138, 140; relaciones de
de la, 40-41, 41-42; trabajo como vínculo producción en el, 55-58; temas culturales,
con la cultura, 112, 113 62, 90-91n; teoría de la crisis, 192-200, 381;
ature's metropolis: Chicago and the Great West, transición al socialismo, 382
93; bases teóricas, 135, 136; contenido pensamiento posmarxista, 29-33
ambiental, 136, 137; crítica de, 135; cues- pensamiento posmodernista, 70-71
tiones de transporte en, 137; desarrollo pesquerías, 171, 187
regional en, 136; formación del mercado planeación; base para el socialismo ecológi-
en, 138-139; objetivos de, 136-138; pensa- co, 323; ciencia ecológica en los países ex
miento marxista y, 136, 138, 143; política socialistas, 306, 311-312; cuestiones ecoló-
de clases en, 141-142; subordinación del gicas globales, 322; inducida por la crisis,
capital mercantil por el capital industrial, 205, 206; localismo, 321; para el capitalis-
140-141 mo sustentable, 292; socialista, 305-306
ecesidades, 379 plusvalor; contradicción del capitalismo,
ueva izquierda, acerca de las relaciones de 197-198; producción de, 213-214; tecno-
clase, 63 logía y, 241
nuevo orden mundial, 252, 253, 261 Polanyi, Karl, 157, 175, 180, 192, 356, 358,
nuevos movimientos sociales, véase movi- 385
mientos sociales política/lucha de clases; ambiente actual,
349; contexto histórico, 54; en la historia
obsolescencia, 247-248 de Chicago, 141-142; importancia actual,
15-16; integración de politica ecológica y
402 ÍNDICE ANALÍTICO

cultural en la, 105, 116-119; pensamiento biente en el uso de, 43; motivación del ca-
posmarxista, 29-30, 32; relaciones dentro pital para el uso eficiente de los, 216, 217,
de las clases y, 62-63, 64; temas en condi- 280, 281; tecnologías de extracción, 241;
ciones de producción, 33 uso en los países ex socialistas, 302, 308,
política de identidad, 344-345 309, 310-311; vínculos con el comporta-
política verde, 28, 236; véase también política miento de los consumidores, 247
verde roja reificación, 49, 51-52; de las contradicciones
política verde roja, 267; actuales ideas/movi- del capitalismo, 194n
mientos en Estados Unidos, 327, 330-338; relaciones de poder, 60
actuales movimientos globales, 318-319, relaciones de producción, 304; aspectos cul-
326, 350; base para alianzas, 315, 327-328, turales, 56-58, 62-65; como condiciones
338-339, 342-343, 344-348; contradicción de producción, 181; como objeto de trans-
interna, 316; internacionalización, 350- formación social, 196; cooperación co-
355; obstáculos a la, en Estados Unidos, mo, 59, 60; definición y significado, 55;
338-339, 342-343; perspectivas para, 313, degradación ecológica en los países so-
327; supuestos previos, 327 cialistas, 304; en los ex países socialistas
¡Preservación Primero!, 362, 368; base revo- en oposición a los capitalistas, 305; fuer-
lucionaria, 375; línea directriz, 367-371; zas productivas y, 56; natural, 58, 65-67
metas, 371; modelo de trabajo, 375; movi- relaciones legales, 304
mientos sociales ejemplares, 371-374; ter- restauraciones, 130, 131
minología, 371 revolución proletaria, 48-49
preservacionismo, 114 Revolución rusa, 48-49
primera contradicción del capitalismo, 18, romanticismo, 40, 42
160-161, 211, 284; regulación global, 284-
285 segunda contradicción del capitalismo; con-
productividad, 214; acumulación de capital diciones de producción y, 163-164; crisis
y, 216; alianza verde roja basada en la, de costos que surgen en la, 291-292;
315; metas socialistas tradicionales, 314; ejemplos de, 286, 287; objetivos de la teo-
restructurar las condiciones de produc- ría, 191-192; oposición social que surge
ción para, 291-292 de la, 160-162; primer contradicción del
proletarización, 84 capitalismo y, 209-212; teoría, 160-161,
pueblos indígenas, 107, 333 286
Shetland, islas; ambiente político, 270; con-
racismo, 334, 335, 338 trol de la industria petrolera, 271-275;
racismo ambiental, 333-334, 335 economía, 271; paisaje, 268-269; recursos
recursos naturales; como capital, 214; como petroleros, 268; relaciones sociales, 269-
condiciones de producción, 178; desarro- 272; significación de las, 268
llo combinado, 235; desarrollo desigual, socialismo; véanse también socialismo ecológi-
230-234; distribución y explotación glo- co; política verde roja; base para la recon-
bal, 25, 227; en economías restringidas ceptualización, 376, 377; crítica del, 376;
por la demanda, en oposición a las res- ecológico frente al marxismo tradicional,
tringidas por los recursos, 308-309, 310- 389
311; en la expansión del capital,. 217; en socialismo ecológico; véase también marxismo
la producción capitalista, 153-155; mode- ecológico; bases/objetivos teóricos, 339-
lado político, 28; modificación del am- 343, 385-387; definición, 313n; dualismo
ÍNDICE ANALÍTICO 403

interno, 314, 332, 333; entorno social trabajo esclavo, 26, 45, 46
para, 302, 313; forma democrática, 326; trabajo servil, 45-46
indicaciones actuales para, 319-324; ne- transición al socialismo, modelo marxista clá-
cesidades de organización par, 296-297; sico, 381, 382; modelo marxista ecológi-
obstáculos históricos, 323, 324; rasgos dis- co, 204-209; vías diferentes, 207
tintivos, 386-387, 388-391 transporte, 98; distribución e impacto am-
sociedad capitalista, 49 biental del, 346; en la historia de Chica-
sociedad civil; determinantes estructurales, go, 137
187-188; en el estado democrático libe- Tratado de libre Comercio de América del
ral, 251; en la determinación de las con- Norte (TLCAN), 16, 353, 355
diciones de producción, 186-190
sociedad postindustrial, 29 Unión Soviética, 302-312, 328, 349
Soper, K., 325 urbanización, 226; condiciones de produc-
sozoecología, 372 ción en la, 195-196; en el capitalismo
subproducción, 194; teoría de la crisis, 163, industrial inicial, 26-27
203 URSS, 302-312, 328
utilidad; véase también plusvalor, demanda,
tecnología nuclear, 245-246 214-215; para la expansión capitalista,
teoría crítica, 83 216, 282-284; producida, 214-215; realiza-
teoría de la crisis, 15, 18, 24; véase también cri- da, 214-215
sis ecológica; acumulación de capital en,
164, 221-222; capitalismo global, 330; co- valor de cambio; véase también plusvalor; cos-
mo subproducción del capital, 163, 203; tos ecológicos en, 152n; de las condicio-
conceptualización de la crisis, 167; crisis nes naturales, 179; definición, 378; del
de costos, 286-292; del materialismo his- trabajo, 175, 176; en la economía capita-
tórico, 50; desarrollo económico de Chi- lista, 376, 380; en la naturaleza, 152; en la
cago en, 140; económica, 213, 218; mani- segunda contradicción del capitalismo,
festaciones actuales, 328-329; marxismo 160-161
ecológico frente al marxismo tradicional, valor de uso; crítica del, 379-380; definición,
388, 389; marxismo ecológico, 195-197, 378; en el socialismo ecológico, 385-387;
200-203; marxista clásica, 157, 158, 192- en la economía capitalista, 161, 377; en la
200, 381; primera contradicción del capi- naturaleza, 151-152; necesidades sociales
talismo, 18, 160-161, 211; respuesta de y, 379; segunda contradicción del capita-
planificación social, 205, 206; significa- lismo, 160-161, 209, 211; tipos de, 378,
ción de, 222, 223; transición al socialis- 379; trabajo concreto y, 383
mo, 204-209 visión instrumentalista, 39, 42
tierra; conversión en mercancía, 41, 83, 114,
175; pensamiento anarquista, 332-333 Walker, R., 138, 139, 140, 141
Tongass National Forest, Alaska, I83n, 189 White, Hayden, 70
trabajo asalariado, 46 Worster, D., 74n, 75n, 80, 81, 84, 85
ÍNDICE

PREFACIO 9
AGRADECIMIENTOS 12
INTRODUCCIÓN 15

PRIMERA PARTE: HISTORIA Y NATURALEZA 35

1. CULTURA, NATURALEZA Y LA CONCEPCIÓN MATERIALISTA DE LA HISTORIA 48


Introducción, 48; Fuerzas productivas, relaciones de producción, 55; Cooperación, 59;
Cooperación, cambio histórico y desarrollo, 60; Fuerzas productivas culturales y relacio-
nes de producción, 62; Relaciones naturales de producción y fuerzas productivas, 65;
Naturaleza, trabajo social, cultura, 67

2. ¿QUÉ ES HISTORIA AMBIENTAL? ¿POR QUÉ HISTORIA AMBIENTAL? 70


Introducción, 70; ¿Qué es historia ambiental?, 74; Una historia de historias, 80;
Desarrollo desigual y combinado, 87; Conclusión, 92

3. TRES MANERAS DE OBSERVAR LA HISTORIA ECOLÓGICA


Y LOS PAISAJES CULTURALES DE LA BAHÍA DE MONTEREY 95
Introducción, 95; ¿La naturaleza hace a la cultura?, 96; ¿La cultura hace a la naturaleza?,
100; El capital y la clase como mediaciones, 104; Anomalías en el pensamiento histórico
y político local, 106; La naturaleza y la lógica del capital, 112; Conclusión, 117

4. LA NATURALEZA DE LA CONSTRUCCIÓN Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA


NATURALEZA EN FALL CREEK, FELTON, CALIFORNIA, 1860 A 1990: UN GUIÓN 120
Introducción, 120; Antecedentes históricos, 120; El acceso a Fall Creek, 124;
El proceso de trabajo, 124; La restauración de la cañada, 130; El impacto ecológico
de la cal y la madera, 132; Interpretación, 133

5. LA VENTA DE DOS CIUDADES: CHICAGO Y LOS ÁNGELES 135


Chicago, 135; Los Ángeles, 144

SEGUNDA PARTE: CAPITALISMO Y NATURALEZA 149

6. ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LA "CRISIS ECOLOGICA" 165

7. LAS CONDICIONES DE PRODUCCIÓN Y LA PRODUCCIÓN DE LAS CONDICIONES 175


Introducción, 175; Las condiciones de producción y el estado, 180; Las condiciones de
producción y la sociedad civil, 186

8. LA SEGUNDA CONTRADICCIÓN DEL CAPITALISMO 19-1


Introducción, 191; Dos clases de teoría de la crisis, 194; La versión marxista tradicional

[405]
ÍNDICE

del capitalismo como sistema expuesto a la crisis, 197; La visión marxista tradicional del
capitalismo como sistema dependiente de la crisis, y la transición al socialismo, 199; Hacia
una visión marxista ecológica del capitalismo como sistema expuesto a las crisis, 200;
Hacia una visión marxista ecológica del capitalismo como un sistema expuesto a crisis y
dependiente de la crisis, y la transición al socialismo, 204; Addenda sobre las dos contra-
dicciones del capitalismo, 209

BRE LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS ECONÓMICA Y ECOLÓGICA 213


La acumulación capitalista, 213; La acumulación capitalista y la crisis ecológica, 216;
La crisis económica y ecológica, 218; Conclusión, 221

DESARROLLO DESIGUAL Y COMBINADO Y LA CRISIS ECOLÓGICA 224


Introducción, 224; Desarrollo desigual y combinado, 224; Desarrollo desigual y contamina-
ción, 228; Desarrollo desigual y agotamiento de recursos, 230; Desarrollo combinado: con-
taminación y agotamiento de recursos, 234; Conclusión, 236

CNOLOGÍA Y ECOLOGÍA 238


ESINATO EN EL ORIENT EXPRESS:
ONOMÍA POLÍTICA DE LA GUERRA DEL GOLFO 251
DOMINIO BRITÁNICO EN LAS SHETLAND 268
POSIBLE UN CAPITALISMO SUSTENTABLE? 276
Introducción, 276; La política ambiental y el discurso de la sustentabilidad, 278; La crisis
de la demanda: expansión y consumo, 282; La crisis de costos: condiciones de produc-
ción, 286; El manejo de las crisis de costos, 291; Consecuencias ecológicas de una depre-
sión económica general, 292; Las condiciones en el Sur, 294; Posibilidades políticas, 295

ERA PARTE: SOCIALISMO Y NATURALEZA 299


CIALISMO Y ECOLOGÍA 313
NA POLÍTICA VERDE ROJA EN ESTADOS UNIDOS? 327
LÍTICA DE LOS BAJOS 344
NSAR GLOBALMENTE, ACTUAR LOCALMENTE?
UN MOVIMIENTO VERDE ROJO INTERNACIONAL 349
S MOVIMIENTOS ECOLÓGICOS Y EL ESTADO 356
NUEVA ECONOMÍA GLOBAL Y UNA ALTERNATIVA 362
É ES EL SOCIALISMO ECOLÓGICO? 376
Introducción, 376; Valor de uso/trabajo concreto; valor de cambio/trabajo abstracto,
378; Luchas cuantitativas/luchas cualitativas, 381; ¿Qué es el socialismo ecológico?, 385

ICES 388
ANALÍTICO 395
reso en publimex, s.a.
z. san lorenzo 279-32
. estrella iztapalapa
mil ejemplares y sobrantes
de marzo de 2001

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