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par
JAMES O'CONNOR
2( 41
siglo
veintiuno
editores
iglo veintiuno editores, s.a. de c.v.
ERRO DEL AGUA 248, DELEGACIÓN COYOACAN, 04310, MÉXICO, D.F.
[9 ]
10 JAMES O'CONNOR
Estos ensayos y otros textos fueron redactados entre 1988 -cuando Barbara Lau-
rence y yo, en colaboración con un grupo notable de estudiantes de posgrado de
la Universidad de California en Santa Cruz (ucsc), fundamos Capitalism, Nature,
Socialism (avs)- y 1996. La mayor parte de los materiales compilados en este volu-
men son versiones revisadas de artículos que aparecieron antes en C.NS. De modo
que me ha sido de gran ayuda la crítica amistosa de los editores, los asesores edi-
toriales y otros compañeros de az, del mundo de la teoría y la práctica de la eco-
logía de izquierda y la izquierda ecológica. Algunos de estos ensayos empezaron
como clases de dos cursos que di en la ucsc entre principios de los ochenta y co-
mienzos de los noventa: una materia de licenciatura llamada capitalismo y natura-
leza y un seminario de posgrado denominado sociología del medio ambiente.
Otros trabajos fueron concebidos inicialmente como conferencias y presentados
en encuentros profesionales y en universidades tanto norteamericanas como euro-
peas o impartidos por invitación de diversos grupos ambientales y de justicia social.
El eventual interés de estos textos para el lector puede atribuirse en buena medi-
da a la creciente red de investigadores, especialistas, organizadores y activistas ver-
des de izquierda/de izquierda verde cuyo estímulo y crítica constructiva contribu-
yeron a configurar mi trabajo, así como a los muchos alumnos que se negaron a un
mero regurgitar de las ideas que presentaba en las clases y me ayudaron a expre-
sarlas en formas teóricamente interesantes y prácticamente importantes.
Todo lo cual quiere decir que si bien soy el único responsable de los errores de
hecho y de interpretación que puedan aparecer en este libro, estoy en deuda con
mucha gente. La redacción de estos ensayos fue, más que nada, un proceso de
aprendizaje dependiente de la perspicacia crítica, los esfuerzos intelectuales y la
generosidad espiritual de los siguientes colegas y amigos, todos los cuales leyeron
versiones previas de uno o más capítulos de este libro y se hicieron acreedores a mi
más sincera gratitud:
John Ely, Daniel Faber, Michael Goldman, David Peerla, Alan Rudy y, más que
nadie, Barbara Laurence, cofundadores de CNS...
Juan Martínez-Alier y Giovanna Ricoveri, fundadores de Ecología Política (Barce-
lona) y de Capitalism, Natura, Socialismo (Roma), revistas hermanas de as_
Los editores de CNS John Bellamy Foster, Yaakov Garb, Jomo K S., Roger Keil,
Saul Landau, Margit Mayer, Martin O'Connor, Leo Panitch, Devon Peña, María
Pilar-García y Andrew Szasz...
Los estudiantes (y ex estudiantes) de posgrado Patricia Allen, ohn Guilla, Will
Hull, Valerie Kuletz, David Sonnenfeld y Willie Yaryan...
[12]
AGRADECIMIENTOS 13
Los historiadores Paul Buhle, J. Donald Hughes, Joseph Price Moore III, Dale
Tomich y Donald Worster... los sociólogos Wally Goldfrank y George Katsiaficas...
el economista Eugene Coyle, el psicólogo Bill Livant, el filósofo Andrew Feenberg,
el planificador comunitario Tim Stroshane, la gerente Melessa Hemler, el editor
Peter Wissoker (al que se le ocurrió el maravilloso título de este libro), los escrito-
res Mike Davis y Geoffrey Dunn y la doctora en medicina M. Edith Rassell...
Además, claro, de los miembros del grupo editorial del avs de Boston.
Gracias a todos.
Los siguientes capítulos se reprodujeron, con correcciones mínimas, de Capitalism, Nature, Socialism,
ID 1988, 1989, 1990, 1991, 1994 1995, 1997, Guilford Publications: capítulo 2, del vol. 8, núm. 2, junio
de 1997; capítulo 3, del vol. 6, núm. 2, junio de 1995; capítulo 8 del número 1, octubre de 1988; el ane-
xo del capítulo 8 del vol. 2, núm. 3, octubre de 1991; el capítulo 11 del número 5, octubre de 1990; el
capítulo 12 del vol. 2, núm. 2, junio de 1991; la introducción de la tercera parte del núm. 3, noviembre
de 1989; el capítulo 15 del vol. 2, núm. 3, octubre de 1991; el capítulo 16 del vol. 5, núm. 1, marzo de
1994; el capítulo 18 del vol., 3, núm. 4, diciembre de 1992.
Además, fragmentos de los siguientes capítulos aparecieron también en Capitalista, Nature Socialism
la introducción de la primera parte en el núm. 4, junio de 1990, y el núm. 3, noviembre de 1989; de la
Introducción, en el núm. 1, otoño de 1988; del capítulo 5, en el vol. 5, núm. 3, septiembre de 1994, y
vol. 2, núm. 3, octubre de 1991.
La tercera sección del capítulo 9 apareció originalmente como "Economic and ecological crisis"
(Conference Papen, cPE/cNs Pamphlet 2, 1991).
Se agradece la autorización para reproducir el capítulo 10, de Race and Class vol. 30, núm. 3, 1989.
El capítulo 13 apareció originalmente en Monthly Rettiew, vol. 30, núm. 11, abril de 1979.
El capítulo 14 apareció en Martin O'Connor (ed.), Is capitalista sustainable?• Political dono," and the
politics of ecology, Nueva York, Guilford, 1994, y es una versión revisada de "Is sustainable capitalism pos-
sible", en Patricia Allen (ed.), Food for the futura: Conditions and contradidions of sustainability, Nueva York,
Wiley, 1993.
El capítulo 17 es el discurso de aceptación del premio Flatland Multicultural Leadership, pronun-
ciado ante Urban Habitat, un grupo ambiental multicultural urbano, en el Presidio, San Francisco, 27
de septiembre de 1996.
El capítulo 19 es una ponencia presentada originalmente en la Conference on Contemporary Social
Movements and Cultural Politics, Center for Cultural Studies, University of California at Santa Cruz, 22-
24 de marzo de 1991.
UCCIÓN
marxismo ecológico? ¿Por qué marxismo ecológico? ¿Para qué sirve cual-
ase de marxismo en estos días, sea ecológico o no? Mi respuesta es un tro-
a de las líneas más famosas de Hegel. "El búho de Minerva —digo— plie-
las al amanecer." Esto quiere decir que precisamente en el momento en
conomía mundial simula el modelo (pero no sólo este modelo) que Marx
ló en El capita4 el marxismo se descarta como algo fatalmente errado,
na empresa fallida, como el socialismo real que existió en la ex Unión
a. Es la vieja historia de tirar al niño junto con el agua sucia, como recha-
istianismo porque algunos papas ordenaron una Inquisición cruel y malig-
a los que consideraban enemigos de la Iglesia católica (hay otras razones
hazar la religión organizada). Antes de que los escépticos que todavía se
en abiertos a otras ideas puedan tomar en consideración la opinión de que
uede haber) algo llamado marxismo ecológico, sería muy útil establecer la
dad del marxismo per se.
lta mucho más fácil llevar a cabo esta tarea preliminar a finales de los
que en cualquier otra época desde la segunda guerra mundial. Si bien la
ación de los circuitos del capital (sobre todo del circuito productivo y el
ro) y la revolución de las comunicaciones han creado posibilidades huma-
merciales que eran inimaginables en el siglo xrx (y la mayor parte del xx),
ad es que los principales trazos de la economía mundial contemporánea
leerse prácticamente de acuerdo con las líneas teóricas que se encuentran
to clásico de Marx (no se puede decir lo mismo de La riqueza de las nacio-
dam Smith, que tiene gran valor simbólico pero poco valor práctico para
eralismo).
marxismo ocupa un lugar de excepción la noción (y el hecho) de la lucha
, que significa, antes que nada, la lucha del capital por imponerle trabajo,
ropios términos, a la clase obrera. Todas las identidades políticas y las polí-
ales del mundo son incapaces de ocultar el hecho de que el trabajo global
iendo los embates de un ataque sin precedentes contra los niveles de vida
te ganados a lo largo de uno o dos siglos de luchas sindicales y naciona-
poco es un gran secreto el ataque contra los diversos estados benefactores.
omía mundial hipercapitalista de la actualidad —y el proceso de lo que
mó la acumulación global a través de la crisis— ha convertido esta guerra
al contra el trabajo en una necesidad de vida o muerte para las clases diri-
el planeta. El hecho de que el trabajo no haya encontrado aún una mane-
a de librar la batalla sólo demuestra que no se han descubierto y puesto en
[15]
16 JAMES O'CONNOR
práctica todavía los modos y las formas de organización, estrategia y táctica reque-
ridos para resistirse al poder del capital global (y la forma en la que éste está orga-
nizado: bancos y corporaciones transnacionales). Si viviese, Marx predeciría que el
trabajo mundial y la composición de las clases sociales se constituirían, algún día,
para remediar esta situación. Entre los primeros ejemplos se cuentan las crecien-
tes luchas internacionales contra el Banco Mundial, el Fondo Monetario Interna-
cional (Fmt), el Acuerdo General sobre Aranceles y Tarifas (Gxrr), el Tratado de
Libre Comercio de América del Norte (n.c.AN) y otras manifestaciones del estado
capitalista global emergente dominado por Estados Unidos (estado mundial que,
por supuesto, no ha creado ministerios del ambiente, la mujer, la educación, el bie-
nestar, la vivienda y el urbanismo).
Con esto no se pretende minimizar las barreras a las que se enfrentan el traba-
jo y, en general, las clases populares, barreras muy grandes y algunas veces obvias,
otras sutiles y apenas insinuadas. Lo que vale la pena destacar es que la mayoría de
aquéllas, si no todas, podrían haberse previsto estudiando la teoría del capital de
Marx (y los marxistas). Los polos extremos de riqueza y pobreza son una barrera;
la especialización y las especializaciones internacionales del trabajo, más comple-
jas, son otra. La proletarización de los campesinados y la explosión del ejército glo-
bal de reserva son obstáculos adicionales a la unidad organizacional e ideológica,
al igual que la aceleración de la concentración y la centralización del capital, la
resurrección de las rivalidades interimperialistas (neomercantilistas) y la creciente
hegemonía del capital financiero, así como la generalización de la especulación
financiera. Tal como lo predijeron los marxistas, hay múltiples tendencias super-
puestas hacia crisis fiscales y financieras, políticas y culturales, entre otras expre-
siones de las profundas contradicciones del capital y la política, la cultura y la
sociedad capitalistas. También funciona hoy un poderoso mecanismo económico
que reduce sistemáticamente el costo de reproducción de la fuerza de trabajo en
escala global, como Marx dijo que ocurriría.
Los que se ocupan de estos asuntos se muestran aún más escépticos acerca de
cualquier matrimonio (o hasta noviazgo) entre la ecología y el marxismo. Hasta
hace poco marxismo y ecología no habían sido asociados entre sí excepto como
términos opuestos y que se cancelaban recíprocamente. "Los ecologistas no son
an tropocéntricos; Marx lo es E...] a Marx no le gusta la naturaleza", declara un crí-
tico del marxismo.' Otros han denostado las visiones antropocéntricas de Marx (y
de Engels), así como su falta de toda visión específicamente ecológica. Esta impu-
tación es justa sólo a medias. Marx sí tenía una visión de la sociedad en la cual la
humanidad deja de estar enajenada de la naturaleza, en la cual la apropiación de
la naturaleza no se basa en la lógica de la acumulación capitalista sino más bien en
la necesidad individual y social directa, por un lado, y lo que hoy llamaríamos pro-
du.cción "ecológicamente racional", por otro. No obstante, esta visión no incluía
1 Anna Bramwell, Ecology in the 20th century: A history, New Haven, Yale University Press, 1989, p. SS.
INTRODUCCIÓN 17
del cambio histórico al desarrollo de las "fuerzas productivas", las mismas fuerzas "His
que amenazan con destruir el-planeta? Se argumenta que la concentración extre- lécti
ma de Marx en el poder vitalizador de la ciencia y la tecnología reflejaba la obse- y la
sión del capital por la expansión constante de la productividad y la producción. Sin llam
embargo es incuestionable que no problematizó sistemáticamente (es decir, no les p
evaluó en términos de su utilidad real para los individuos y la sociedad) las fuerzas tanto
productivas capitalistas (y los valores de uso en general) en El capital ni en ningún toria
otro trabajo. Veía las fuerzas capitalistas de producción como capaces, potencial- plina
mente, de liberar a la humanidad de la servidumbre de la naturaleza que, según de la
creía, permite y al mismo tiempo restringe la producción material humana. Y, ade- ciud
más, ¿no gira acaso la teoría marxista de la crisis en torno a la contradicción inter- prop
na del capitalismo (que algunos marxistas ecologistas denominan la "primera con- rica
tradicción"), más que a barreras externas a la acumulación capitalista, como salud ambi
y bienestar de trabajadores y comunidades, recursos limitados y restricciones espa- C
ciales, sean las mismas autoimpuestas o no por el desprecio capitalista de sus "con- el pe
diciones de producción"? Según Michael Redclift, para Marx las "barreras a la ple- rialis
na realización del potencial de los recursos eran impuestas por relaciones de mejo
propiedad y obligaciones legales, más que [por] el caudal de los recursos" (aseve- oas
ración que tendremos oportunidad de desmenuzar en el capítulo 8 de este libro). 3 la te
Y el ataque continúa: si bien podemos conceder que Marx entendía la natura- hist"
leza como algo enteramente transformado por la acción humana, ¿previó que esta leza
"segunda naturaleza" llegaría a dominar tanto las inquietudes de la humanidad a entre
finales del siglo xx? No. El marxismo-leninismo en la URSS, ¿no puso en primer ducc
lugar la industrialización y en un segundo plano, muy remoto, la protección cion
ambiental? Aunque la ideología dirigente de la URSS, durante dos decenios, afir- dem
mó que la ecología era la "base de la planificación económica", 4 esto era más de difer
la boca para afuera que una realidad. El arraigo en la tierra, la ética centrada en la posi
misma y la subsistencia de pueblos indígenas y del campesinado en los países del que
Sur, preocupaciones centrales de la ecología política, ¿no están ausentes en la teo- med
ría y la práctica marxistas? Las respuestas son sí, sí y sí. Pero, como veremos, pese L
a esos y otros silencios, Marx y Engels, y una cantidad de teóricos marxistas, vieron la vi
(y ven hoy) dialécticamente interconectadas la historia humana y la historia natu- cam
ral; entendieron (y entienden) la naturaleza antiecológica del capitalismo y la "seg
necesidad de una teoría que exprese la relación contradictoria entre valor de cam- mism
bio y valor de uso, y tuvieron (y tienen) una visión ecológica socialista, aunque sea zació
latente.
E
nature
3 Michael Redclift, Development and the environmental crisis: Red and green alternativas, Londres y Nueva 1984;
York, Methuen, 1984, pp. 7.8. La excepción son las disquisiciones teóricas de Marx acerca del efecto de St. M
la escasez de materias primas sobre la tasa de utilidad y la estabilidad económica, respecto a lo cual ideolog
hablaremos más adelante. varia
4 Por ejemplo Grigorii Rhozon, The biasphere and politits, Moscú, Progresa, 1979, cap. 2. cuyas
ODUCCIÓN 19
storia y naturaleza", la primera parte de este libro, se ocupa de esta relación dia-
ica entre la historia humana y la historia natural, o entre la economía humana
economía de la naturaleza. Presento una interpretación del método marxista
mada concepción materialista de la historia, y sugiero algunas formas en las cua-
puede reforzarse esta visión tradicional al incorporar factores "ambientales"
o naturales como culturales. El resto de la primera parte se concentra en la his-
a ambiental. Trato de aplicar un acercamiento materialista histórico a la disci-
a misma de la historia ambiental, y también a la historia ecológico-ambiental
a región en la que vivo y trabajo, así como (en forma breve y derivada) de las
dades de Chicago y Los Ángeles. La fuerza que subyace a estos capítulos es mi
pio deseo o necesidad de un método de estudio que sea al mismo- tiempo teó-
amente sólido (más o menos) así como prácticamente útil para la política
iental radical.
Como veremos en el capítulo 1, la falta de una sensibilidad ecológica plena en
ensamiento marxista se ve bien ejemplificada en la descripción usual del mate-
smo histórico. Aunque la concepción materialista de la historia es una enorme
ora con respecto a las visiones idealistas premarxistas, debido a sus dos facetas,
su insistencia en que la "realidad empírica" siempre es ambigua, pues expresa
ensión entre las relaciones sociales y las relaciones materiales-técnicas, el "mat-
" (materialismo histórico) deja muy poco lugar para la economía de la natura-
a y demasiado para la economía humana. En las versiones clásicas la relación
e la producción material y la naturaleza depende demasiado del modo de pro-
ción —o modo de explotación del trabajo— y demasiado poco de las condi-
nes ambientales y de los procesos ecológicos. Si bien el marxismo ha logrado
mostrar de qué manera se "construye socialmente" el concepto de naturaleza en
rentes modos de producción, la irreductible autonomía de aquélla, que hace
ibles y restringe los proyectos humanos, suele ser desdeñada o marginada (aun-
no por el mismo Marx, quien afirmó claramente que la producción está
diada por "procesos naturales independientes del hombre").
La mayoría de los marxistas piensan que en el modo de explotación capitalista
ida material socialmente organizada tiene dos efectos. El primero consiste en
mbiar las formas de la naturaleza de modos que la "humanicen" o creen una
gunda naturaleza". "El hombre [...] sólo puede proceder como la naturaleza
ma, vale decir, cambiando, simplemente, la forma de los materiales."5 La urbani-
ón, la agricultura comercial, la explotación forestal y el efecto invernadero son
El capital, vol. 1, México, Siglo XXI, 1975, p. 53 . Véanse también Neil Smith, "The production of
e", en Uneven development: Natura capital, and the production of space, Oxford y Cambridge, Blackwell,
; Michael Dunford y Diane Perrons, "The concept of nature", en The arena of capital, Nueva York,
Martin's, 1983; Margaret FitzSimmons, "The matter of nature", Antipode 21, 2, 1989. En The Gennan
gy, Collected work, Londres, International Publishers, 1976, vol. 5, pp. 39-40 [La ideología alemana,
as ediciones], Marx y Engels afirman claramente que el mundo natural es un producto histórico
s formas son creadas por el trabajo humano.
20 JAMES O'CONNOR
6 Alfred Cmsby, Ecalogical imperialissa: The ~ni mcpansion of Rurnp ,, 9 1909, Cambridge y Nue
va York, Carnbridge University Press, 1986.
7 John Desmond Bernal, Science in history, Cambridge, mrr Press, 1977.
21 JAMES O'CONNOR
R
eles, acebos y otros árboles y especies vegetales viven juntos de modos que
ltan indescifrables sin una descripción de las formas de trabajo asalariado y de
nología introducidas en el área en el siglo xfx para explotar la madera y los
ósitos de cal de la cuenca de Fall Creek. 17 Este hecho debería ser de interés
a los ecologistas. La importancia que tienen los datos de este tipo, y el grado en
el materialismo histórico debe extenderse al dominio de la naturaleza bioló-
a y física, parecerían cuestiones empíricas. Se requieren análisis históricos y
urales concretos de situaciones concretas para superar y trascender (negar) el
lismo entre las teorías e hipótesis históricas y geográficas/biológicas. El hecho
que este proyecto siga estando en su infancia sugiere que la mayoría de los mar-
as le han prestado poca atención a la naturaleza, y que la generalidad de los
logos y geógrafos le han prestado menos atención aún al marxismo."
Hasta las mejores descripciones de la dialéctica entre historia y naturaleza (que
su mayoría aún no han sido escritas) son incapaces de responder una pregunta
mativa: ¿qué creen los marxistas —si acaso— que debería serla naturaleza? 19 Esto
elaciona muy de cerca con la pregunta: ¿qué debería ser el trabajo socias? Dicho
otra forma, ¿qué le es posible ser a la naturaleza? ¿Qué es? ¿En qué se está con-
iendo? ¿Qué parece probable que puedan hacer de ella los seres humanos? En
ecosistemas en los cuales en el pasado se asentaron seres humanos, que luego
abandonaron, ¿habría que arrancar de raíz la hiedra y la vinca introducidas por
ún alma solitaria para civilizar un rincón desolado de la tierra, y que suelen cre-
locamente, a expensas de las especies indígenas? ¿Cortarlas y controlarlas? ¿O
arlas en paz? Es un caso trivial, pero su misma simplicidad ejemplifica la cues-
n normativa mejor que muchos ejemplos complejos. En los procesos de trabajo
han establecido los seres humanos en el pasado para ampliar la productividad
ial, ciertas técnicas de producción y formas de especialización del trabajo que
dañado tanto al ambiente natural como a los trabajadores y sus comunidades,
berían ser "arrancadas de raíz", reducidas y controladas, o dejadas intactas?
a, sin duda, no es cosa trivial, y su complejidad destaca la importancia de la cues-
n normativa como nunca podría hacerlo un mero ejemplo.
Por último, la diferencia más profunda entre el marxismo y la ecología no es
e el primero adora la ciencia y la segunda no, como afirman algunos. Ni tam-
co que la ecología le da a la naturaleza más de lo debido, ni que proporciona
iones de lo que debería ser la misma diferentes de las de aquél. La diferencia
ica parecería relacionarse con la pregunta: ¿qué debería ser la sociedad humana?
chos ecologistas creen que el uso y la conservación de los recursos es una acti-
7 Barbara Laurence, "The construction of nature and nature of construction: A study of the histo-
l ecology of Fall Creek, Felton, California, 1960-1988", ponencia presentada a la Annual Conferen-
f the Environmental History Association, Olympia, abril de 1989.
8 Una importante excepción es el innovador grupo de geógrafos radicales asociado con la revista
pode.
9 John Ely, "Lukács' construction of natura", cros, 1, otoño de 1988, p. 116.
24 JAMES O'CONNO
os bar: el resultado de centenares de años de despojo ecológico por parte del Norte
de- imperialista y de sus asociados más recientes en el Sur. 21 Por eso el crecimiento
la económico y la abundancia material en el Norte son contradictorios, en el sentido
na de que el capital ha superado la escasez degradando el ambiente en el Norte y en
zo el Sur. El Norte le debe una parte fundamental —aunque desconocida— de sus
te- niveles de vida al agotamiento de recursos no renovables, la degradación de los
is- renovables y el despojo de los bienes comunes globales.
la La riqueza del Norte en materia de mercancías ha dado como resultado la
a- pobreza de la naturaleza y la pobreza del Sur (y de las "colonias internas" del Nor-
a te) desde el comienzo de la Revolución industrial, en el siglo xvm. En Inglaterra,
m- patria del capitalismo industrial, las manufacturas más importantes eran los texti-
o, les de algodón. Su centro de producción era el condado de Lancashire, asimismo
distrito de minas de carbón. La producción de éste en Lancashire aumentó de 35
mil toneladas en 1750 a 400 mil en 1830 (de más o menos el 7 al 13% de la pro-
os ducción total de carbón en Inglaterra), expandiéndose para satisfacer la creciente
n- demanda de energía de los nuevos talleres textiles mecánicos, la construcción de
ón canales y el funcionamientos de barcas y, en la misma industria del carbón, para
a- hacer funcionar las bombas de desagüe.
a- Hasta 1796, cuando James Watt patentó su famosa máquina de vapor, la más usa-
el da era la de Newcomen. Este motor sólo quemaba antracita y tenía una combus-
a tión casi completa, por lo cual era bastante limpio, pero resultaba técnicamente
es ineficiente porque la combustión tapaba el mecanismo del motor. Watt experi-
a- mentó con la máquina de Newcomen y se le ocurrió condensar vapor en una cáma-
de ra separada, y añadir una bomba de aire para llevar el vapor hacia la misma. Su
es máquina podía funcionar con carbón bituminoso, más barato y con más azufre,
n- que no se quemaba por completo. El resultado fue un motor que no se tapaba y,
a por esta razón, una máquina extremadamente contaminante.
el Watt y su socio Mathew Boulton establecieron una de las empresas más impor-
e tantes de la historia inicial del capitalismo. El motor de Watt y sus imitaciones se ven-
dían por todo el mundo. Lancashire, donde se usaban por centenares para mover
r una variedad de máquinas en las despepitadoras de algodón y también las bombas
n de las minas, no tardó en estar cubierto por un repulsivo sudario de humo. El dió-
- xido de azufre que se produce al quemar carbón se transforma en ácido sulfúrico
os cuando se oxida, proceso que se facilitaba en el húmedo clima británico. Luego el
o humo de carbón redujo la productividad agrícola y eliminó muchas variedades de
l vida vegetal. Lo que Robert Smith habría de llamar lluvia ácida (en su Air and raro,
- publicado en 1872) redujo la productividad del suelo en general. También dismi-
nuía el paso de la luz, lo que creó una epidemia de raquitismo —crecimiento anor-
s mal de los huesos—, enfermedad infantil causada por falta de vitamina D.
o
il 21 Citado en Jon Stewart, “UN'S dire environmental diagnosis", San Francisco Chronicle, 6 de junio de
1990.
26 JAMES O'CONNOR INT
Hay otra manera de ver el problema y otra pregunta que podemos formular. No
sólo sufrimos las consecuencias de las acciones de los muertos, sino también de los
vivos... al menos de algunos. Se trata de los que deciden las prioridades de inver-
sión y tecnología, los flujos de capital, los préstamos internacionales y la política
presupuestal de los gobiernos. La pregunta, entonces, es qué clase de relación que-
remos tener con los industriales, los comerciantes, los directores de las corpora-
ciones y los bancos transnacionales, el Banco Mundial y el FMI, así como con los
altos funcionarios del estado.
24 El texto posmarxista más elaborado es de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, Hegernony and socialist
strategy: Towards a radical democratic isolitics, Londres, Verso, 1985 [Hegemonía y estrategia socialista. Hacia
una radicalización de la democracia, Madrid, Siglo XXI de España, 1987]. Un ejemplo estadunidense es
Michael Albert et al., Liberating theory, Boston, South End, 1986. Probablemente el más conocido "mar-
xista convertido en posmarxista" sea Rudolf Bahro, quien escribió: "Del socialismo científico he regre-
sado al socialismo utópico, y políticamente he pasado de una orientación de clase dimensional a una
populista [...] La lucha de clase tiene poco o nada que ver con huir del desastre ecológico porque se
trata esencialmente de una batalla dentro del proyecto social industrial", Michael Clow, "Bahro on eco-
logy", Studies in Political Economy, 20, verano de 1986, p. 172. Clow comenta: "Bahro no E...] es el único
con estas ideas. De hecho reflejan al grueso del movimiento ambientalista" (p. 179).
25 Por ejemplo, el análisis de Laclau y Mouffe de lo que llaman "esencialismo" marxista viola tanto
el espíritu como la sustancia de la teoría del capital y el cambio histórico de Marx.
30 JAMES O'CONNOR
batalla por lo que Marx llamó "condiciones de producción" (en términos genera-
les fuerza de trabajo, infraestructura y naturaleza, es decir todo aquello que se tra-
ta como si fuese una mercancía, aunque no se lo produce como tal) ha redefinido
y ampliado la lucha de clase hasta el punto en que ya no se reconoce a sí misma
como tal... al menos por ahora. Esto significa que las amenazas capitalistas a la
reproducción de las condiciones de producción no sólo son amenazas a la utilidad
y la acumulación, sino también a la viabilidad del medio social y natural como
medios de vida y vida misma. La guerra entre el capital y los nuevos movimientos
sociales, en la cual se disputan los conceptos básicos de "costo" y "eficiencia", tiene
dos "momentos" básicos. El primero es la lucha popular y casi universal por prote-
gerlas condiciones de producción (o, mejor aún, los medios de vida) de nuevas des-
trucciones debidas a la indiferencia y los excesos inherentes al capital mismo. Esto
incluye la necesidad y la demanda de reducir el riesgo en todas sus formas. Esta
lucha tiene que ver con la manera en que se lleva a cabo la apropiación de la "natu-
raleza", como medio de reproducción del capital en oposición a medio de repro-
ducción de la sociedad civil y de la vida de las especies, humanas o no. El segundo
es el combate acerca de los programas y políticas del capital y del estado para res-
tructurarlas condiciones de producción, es decir, una batalla respecto a la forma y
los contenidos de los cambios de esas condiciones. Las "nuevas luchas sociales" se
enfrentan, al mismo tiempo, al deterioro de las condiciones de producción y a las
restricciones de las mismas inducidas por la crisis. Ambos "momentos" de la lucha
tienen lugar fuera del estado, pero también dentro de él y en su contra. Vista así,
la demanda de democracia radical es la de democratizar la provisión y reconstruc-
ción de las condiciones de producción, que es, en ultima instancia, la demanda de
democratizar el estado o la administración de la división del trabajo social. 26
En el pensamiento posmarxista se hace gran énfasis en la "especificidad local" y
la "integridad" del cuerpo de un individuo, de un prado determinado, de una espe-
cie en particular o de un sitio urbano específico. Según Carlo Carboni,
el desafio de la especificidad es impulsado por todos los nuevos actores sociales en las socie-
dades capitalistas avanzadas. Es resultado de una compleja red de medidas políticas, planea-
ción y demás, que ponen en práctica tanto el capital como el estado a fin de integrar a la gen-
te mientras cambian las condiciones de producción. Por una parte esta especificidad
(diferencia) representa la ruptura de la solidaridad colectiva y de clase. Por la otra, revela
nuevas microrredes de solidaridad social, así como la red de solidaridad universalista basada
en la ciudadanía social."
" James O'Connor, "The democratic movement in the United States", Kapitalistato, 7, 1978. Cabe
advertir que en toda la bibliografia posmarxista me resulta imposible encontrar una sola referencia a la
división del trabajo social, tan obsesionados están los "teóricos" con la división del trabajo industrial y la
división del trabajo dentro de la familia. Esta ausencia o silencio sugiere que el posmarxismo es, por lo
menos en parte, anarquismo, anarquismo populista, comunitarismo o libertarianismo reciclados.
27 Comunicacion con el autor, octubre de 1987.
INTRODUCCIÓN 31
28 Este punto y el siguiente los precisó Claus Offe en una conversación con el autor.
28 "El punto en disputa es la aseveración posmarxista de que tenemos múltiples identidades socia-
les, en oposición a la afirmación actual de que existe una unidad teórica en estas identidades, en la uni-
dad de las condiciones de producción y de producción y realización del capital. En el nivel de las apa-
riencias es verdad que tenemos múltiples identidades, pero en esencia la unidad de nuestra identidad
emana del capitalismo como modo de producción. De lo que se trata es de convertir en realidad la uni-
dad teórica. Una lucha ambiental puede ser una barrera no intencional al capital en el dominio de la
acumulación, sin ser ideológicamente anticapitalista. La cuestión es cómo hacer conscientes a los
ambientalistas del hecho de que están haciendo más social la reproducción de las condiciones de pro-
ducción. Los posmarxistas no quieren encontrar una unidad en las identidades sociales fragmentadas
que tenemos. Pero hasta para construir alianzas entre movimientos sociales es necesario construir algu-
na unidad. Si falta un idos de lucha sobre el que haya acuerdo, o toda definición común, no puede
tener lugar un diálogo. Si no somos capaces de coincidir sobre ningún término u objeto de lucha, ¿en
qué sentido podemos decir que los nuevos movimientos sociales están por encima de lo que significa
el socialismo? Pero en algún sentido se requiere que nos debatamos por un lenguaje común que oscu-
recerá, necesariamente, diferencias específicas. A medida que el capitalismo abstrae la naturaleza social
del trabajo en el intercambio de mercancías, oscurece lo que tenemos en común: el trabajo cooperati-
vo, y por consiguiente fragmenta nuestra identidad. Lo inquietante es la ausencia de todo intento, por
parte de los posmarxistas, de teorizar la unidad del trabajo social", David Peerla, comunicación con el
autor, noviembre de 1989.
32 JAMES O'CONNOR
3° aaus Offe, "Panel discussion", Scandinavian Political Studies, 10, 3, 1987, p. 234.
INTRODUCCIÓN 33
HISTORIA Y NATURALEZA
A decir verdad, la cuestión ambiental define y dramatiza de
manera total la necesidad de una conciencia social radical.
AIDEN FOSTER-CARTER
Los libros para el público general en cuyo título aparece la palabra "naturaleza"
suelen estar repletos de fotos de objetos naturales determinados, lagos, especies de
peces y hábitat. Las fotos o dibujos suelen ir acompañados por imágenes verbales
o descripciones destinadas a evocar la imagen de objetos específicos. Como las
fotos, por sí mismas, carecen de toda sintaxis, no hacen afirmaciones ni construyen
argumentos acerca de los objetos que representan. La imagen de un ave acuática
cubierta de alquitrán puede ser o no un argumento en contra de la explotación
petrolera en las costas. De acuerdo con la comprensión moral y estética del lector,
esa foto puede representar lo trágico o lo simplemente lamentable, evocar ira o
desdén, constituir un "argumento" contra toda perforación costera o en pro de
mayores medidas de seguridad al perforar, o ser vista con total indiferencia. Por
usar otro ejemplo, si veo una foto de un pez moribundo, no sé si sentirme bien o
mal hasta que leo algo como: "Este pez se está muriendo por el derrame de dese-
chos tóxicos de la compañía química XYZ." Si en lugar de eso leo: "Este pez se está
muriendo porque es viejo", voy a sentir otra cosa. Por ellas mismas, entonces, las
fotos no discuten con el mundo ni con ninguno de nosotros.
Ya sea que las fotos "verdaderas" ilustren un texto o que éste no haga más que
aclarar las fotos, tanto las imágenes reales como las verbales hacen, silenciosa e
intensamente, una misma demanda: exigen reconocimiento. La foto dice: "He
aquí un árbol determinado; tienes que reconocerlo. O, si no lo haces, la foto te ayu-
dará a reconocer un árbol como ése si alguna vez te encuentras con uno." La ima-
gen puede valer por mil palabras cuando se describe un árbol o una especie de
árboles específica, pero vale poco en términos de comprender que en la naturale-
za hay una categoría de cosas llamadas "árboles", categoría que existe en nuestra
[37]
38 JAMES O'CONNOR
Emst Cassirer, An essay on man: An introduction to the philosophy of human culture, Carden City, Dou-
bleday, 1953, p. 43.
HISTORIA Y NATURALEZA 39
co" (o el poder o fuerza que parece regular el universo). Éstos son los sentidos bur-
gueses modernos, científicos o iluministas de naturaleza. Tienen muchas expresio-
nes, como "lo que existe", "todas las cosas que existen", "la suma total de todas las co-
sas materiales" y "el mundo material en sí mismo". En este concepto general la
naturaleza es una colección de hechos, o algo que puede descomponerse y recom-
ponerse en formas nuevas, por ejemplo en forma de una mercancía. En Europa,
durante la larga transición al capitalismo industrial que fue del siglo xv al xviti, esta
definición de la naturaleza se fue volviendo cada vez más dominante. Se la veía más
y más como pasiva, inerte, "el agregado de cosas", es decir tal como se la definía em-
píricamente. En su definición extrema la naturaleza se consideraba una "cosa" o una
"máquina". Leonardo da Vinci pensaba que podía crear una máquina voladora con
sólo hacer una versión mecánica del ala de un ave. El universo copernicano solía
compararse con un reloj; Harvey, el médico que descubrió las leyes de la circulación
de la sangre, asemejaba el corazón humano con una bomba mecánica; Galileo escri-
bió que "el libro del universo está escrito en el lenguaje de las matemáticas".
Esta revolución del concepto del "libro del universo" era congruente con un
sentido instrumental de la naturaleza en el cual ésta se veía como algo que existe
para beneficio de los seres humanos. Era valiosa en la medida en que podía hacér-
sela útil Philip Gagliardi, ex miembro del gabinete del gobierno canadiense, dijo
en 1987: "Dios no puso ahí esos árboles para que los ensalzasen; los puso para que
los cortasen."2
Las últimas definiciones de naturaleza que figuran en el Webster's New World Dic-
tionary son "el estado primitivo del hombre" y "escenario natural", nociones que
aparecieron en el siglo xvm y florecieron en el xrx. Surgieron como conceptos clave
del movimiento romántico, que se definió parcialmente en oposición a las concep-
ciones instrumentales de los seres humanos y de la naturaleza propias de la Ilustra-
ción. Se hacía énfasis en la experiencia de la naturaleza, no en el conocimiento de
la misma; en los sentimientos, no los pensamientos; en el cuerpo, no la mente. El
iluminismo privilegió la mente por encima del cuerpo ("pienso, luego existo"); el ro-
manticismo las emociones por sobre el pensamiento ("siento, luego existo"). El
romanticismo era un movimiento literario y artístico; durante el siglo xix fue con-
figurando cada vez más la sensibilidad social y permea la conciencia popular en la
actualidad... por lo menos los fines de semana y en las vacaciones.
Lo "natural" llegó a ser definido como "silvestre", "salvaje", "campesino" y "ni-
ño". El elemento común de estas asociaciones es que la naturaleza se ve como algo
incólume, intocado por las manos humanas, distante de lo urbano. Este sentido de
la naturaleza se asocia con el crecimiento de las ciudades, con una denuncia de la
vida urbana y con el anhelo de volver a la vida presuntamente prístina del campo.
Las obras de Henry David Thoreau, de John Muir y Wendell Berry, y la idea de lo
silvestre expresan, todas, sensibilidades románticas.
3 Este sentido es materialista en el sentido obvio de que los seres humanos respiran oxígeno produ-
cido por los árboles, beben agua que es reciclada por ti naturaleza y así sucesivamente, incluyendo la
vida bajo la ley de la gravedad.
HISTORIA Y NATURALEZA 41
son más adecuadas para ciertos tipos de trabajo (y de vida) que otras. Un prerre-
quisito para la agricultura y la industria turística de la bahía de Monterey es el cli-
ma de la región. No hay un verdadero puerto porque no hay una ensenada de
aguas profundas, que es un prerrequisito para los puertos.
Esta definición de ambiente es muy estática; de hecho, el ambiente cambia sin
cesar. Las fuerzas naturales como el viento y la lluvia, la erosión, la acción de los
microorganismos en el suelo y los cambios de distribución de las especies vegeta-
les son ejemplos de cambios en las condiciones de la vida humana. Un resultado
de la gran inundación del río San Lorenzo (en Santa Cruz, California) en 1955 fue
el actual terraplén, que protege la llanura fluvial del río y que también amplió la
cantidad de terrenos para desarrollos residenciales.
Éste no es más que un lado de la historia: cuando los seres humanos nos apro-
piamos de "recursos" del ambiente para la producción material cambiamos ese
ambiente; ninguna especie, incluida la nuestra, puede usar su ambiente sin modi-
ficarlo.
Una inmensa y soleada extensión de pastos y flores existió alguna vez entre el bosque orien-
tal y la llanura occidental de Estados Unidos... la planicie de pastos altos del Medio Oeste.
Ya casi ha desaparecido. Con su profunda tierra negra de una riqueza increíble era dema-
siado buena para durar. En apenas unos decenios los colonos ávidos de tierra transforma-
ron la planicie nativa en el cinturón cerealero, y hoy [aquélla] es el más raro de los grandes
ecosistemas de Estados Unidos. De los más de cinco y medio millones de hectáreas que
cubrieran en otros tiempos el corazón de nuestro país, casi todo está arado. Illinois, el "esta-
do de la planicie", sólo tiene una centésima parte del 1% de su pradera original; lo mismo
puede ocurrir con todo el Medio Oeste. 4
El Oxford English Dictionary define "ecología" como "la rama de la biología que
se ocupa de las relaciones de los organismos entre sí y con el ambiente físico en el
cual viven [y] el estudio de esas relaciones en lo que se refiere a un hábitat o una
especie en particular". La "ecología humana" es la "rama del conocimiento que se
ocupa de la interacción de los seres humanos con su ambiente". La distinción que
hace el diccionario entre ecología y ecología humana parece arbitraria. Por un
lado, puesto que modificamos el ambiente cuando lo usamos, cambiamos la "rela-
ción de los organismos entre sí y con el ambiente físico en el cual viven". Vista así,
la ecología puede considerarse como una parte de la ecología humana. Por el otro
lado, cuando hay un cambio de "la relación de los organismos entre sí" puede
haber un cambio en "la interacción de los seres humanos con su ambiente". Des-
de este punto de vista la ecología humana es parte, de la ecología. Desde una pers-
pectiva la ecología está subordinada a la ecología humana; desde otra la ecología
4 John Madison, "In praise of the prairie", San Francisco Examinar and Chronick, 26 de julio de 1992.
44 JAMES O'CONNOR
sión. (La otra parte, desde luego, es "trabajo" de la naturaleza que se ha transfor-
mado a sí misma de diversas maneras.) En este sentido materialista el trabajo
humano media o reúne, y también modifica, la cultura humana y la naturaleza. En
la medida en que los procesos culturales y naturales se entretejen e interactúan, el
trabajo es el que los anima. Por eso Marx colocó el trabajo o el material humano
en el centro de la concepción materialista de la historia.
La historia de la naturaleza, entonces, es en mayor o menor parte la historia del
trabajo. En la mayoría de los modos de producción y las formaciones sociales el tra-
bajo es explotado: es organizado por clases propietarias o gobernantes, no sólo
para producir riqueza material sino también para generar riqueza excedente. Por
eso la historia de la naturaleza es, de ciertas maneras que pueden descubrirse, la
historia de la explotación de un grupo de seres humanos por otro. Puesto que la his-
toria de la explotación es también la historia de la lucha del trabajo (y otras luchas
sociales), de esto se deriva que la historia de la naturaleza sea, en parte, la historia
de la lucha del trabajo (y de otras).
En todas las sociedades o formaciones sociales el trabajo se organiza con base en
ciertos principios definidos, de acuerdo con formas definidas de propiedad y
poder. En el mundo grecorromano antiguo el trabajo era trabajo esclavo, por lo
menos en la medida en que se producía un excedente económico para sostener
una cultura compleja, la política y la guerra. En el feudalismo europeo el trabajo
era servil. En el capitalismo la forma dominante es el trabajo asalariado. El trabajo
organizado de estas tres maneras generales tenía (tiene) diferentes efectos ecoló-
gicos.
La antigua Roma se expandió territorialmente en los siglos 1 y n a.C., y durante
esta expansión obtuvo esclavos excedentes procedentes de ejércitos derrotados y
poblaciones conquistadas. Esos esclavos se usaban principalmente como pastores
en enormes latifundios ganaderos. Mientras tanto, gran parte de los campesinos
libres fueron desposeídos de la tierra y se convirtieron en proletarios en la ciudad
de Roma. Este cambio de las propiedades de producción, que fue asimismo un
cambio en la forma del trabajo, tuvo enormes consecuencias para el entorno (tal
como ocurrió con el paso del campesinado a la condición servil después del saqueo
de Roma [410 d.C.] debido a la escasez de mano de obra). La agricultura pasó de
un sistema campesino sustentable, mixto y diversificado, a una agricultura de plan-
tación, que usó la tierra para la minería, más que para el cultivo, desforestó las coli-
nas y creó la espiral descendente de inundaciones y sequías que ha representado
la muerte de más de una cultura.
En la época feudal europea la forma servil de trabajo produjo patrones únicos
de uso de la tierra y cambio ecológico. En sus propias tierras los siervos eran culti-
vadores relativamente buenos; en el feudo, o tierra señorial, donde estaban forza-
dos a trabajar para producir excedentes con los cuales mantener una aristocracia
terrateniente y una superestructura feudal, parecen haber tendido a trabajar mal,
y el feudo sufría ecológicamente. A lo largo del tiempo muchos miembros de la cla-
46 JAMES O'CONNOR
hist" como algo raro o teóricamente decrépito incluso antes de su auge en los tur-
bulentos sesenta y setenta. Una opinión común en el mundo académico es que la
historia y la ciencia social prevalecientes incorporaron hace ya mucho todo lo que
el marxismo tiene de esclarecedor y útil. Sin embargo, en años recientes algunos
destacados pensadores de izquierda han empezado a revisar la concepción mate-
rialista de acuerdo con contribuciones de la antropología y la ecología modernas.
También las feministas lo hicieron; según Ariel Salleh, 5 por ejemplo, lo que media
entre la cultura y la naturalezi no es el trabajo per se, sino el trabajo femenino. El
marxismo ecológico, en particular, lejos de decaer, está floreciente. Los escritos
ecomarxistas de especialistas tales como Elmar Altvatar, Enrique Leff, Juan Martí-
nez-Alier, Alain Lipiertz, Martin O'Connor, Ted Benton y Alan Rudy, entre otros,
han ido adquiriendo mayor influencia.
INTRODUCCIÓN
[481
CULTURA, NATURALEZA Y MATERIALISMO HISTÓRICO 49
ión que hace el historiador marxista inglés Ronald Meek del método que usó
para escribir El capital. Meek sostiene que, sin tener acceso a la plétora de
riales históricos disponibles hoy para cualquiera que estudie la transición del
lismo al capitalismo, Marx se vio obligado a usar el recurso de imaginar una
dad compuesta por productores independientes de mercancías (propiedad
da por ellos mismos), y luego preguntarse qué pasaría, lógicamente, si el capi-
el trabajo asalariado incidiesen en tal sociedad o fuesen impuestos sobre ella.
s el método de alguien que tiene la certeza de que hay suficientes estudios his-
os como para hacer una descripción real de esta transición, que casi siglo y
io más tarde podemos identificar históricamente como el modo independien-
producción de mercancías (y el capitalismo mercantilista), que Marx sólo
a suponer.
ué es la concepción materialista de la historia? Su objeto de estudio es la con-
dad histórica, así como el cambio y la transformación: una exploración de los
les mundanos de la vida material/social y los periodos seductores y tremendos
nvulsión social y política, de revolución y contrarrevoluciónkLa concepción
rialista es un método para estudiar la continuidad histórica en el cambio... y
mbio y la transformación en la continuidad. ¿Cómo y por qué los periodos de
alidad contienen en sí mismos el potencial de crisis o rupturas sociales y polí-
, de la transformación social, de la dolorosa reconstrucción de estructuras de
r y privilegio existentes? ¿Cómo y por qué los periodos de crisis contienen en
mos el potencial de normalidad o continuidad? Esta dualidad le da al método
rácter dialéctico. La continuidad histórica se explica en términos de rupturas
ricas; las fracturas se explican en términos de normalidad. Es algo parecido a
orías de desarrollo de la personalidad que explican el proceso de crecimien-
términos de la crisis de adolescencia y la crisis de adolescencia en términos
roceso de crecimiento. ¿Cuáles son los conflictos que definen la adolescencia?
os de una sociedad determinada en un momento específico? ¿Cómo se resuel-
estos conflictos, en el sentido de que un lado ceda ante el otro? ¿Cómo apare-
de las ruinas de las antiguas, nuevas formas sociales que contienen elementos
s anteriores pero que, por acuerdo general, se consideran definitivamente
as?
s útil empezar a responder estas preguntas con una descripción de lo que no
concepción materialista de la historia. Para Marx ni la continuidad ni el cam-
istóricos son acarreados por el desarrollo de alguna idea o ideal universal. La
cie humana no tiende hacia alguna meta ética universal, como la "verdad" o la
icia". Las ideas sí motivan a los seres vivos. La existencia social tiene que ser sig-
ativa. La gente cree que ciertas prácticas sociales no lo son. En un contexto his-
o dado algunas prácticas se consideran humanitarias, otras inhumanas. Los
res históricos afirman que están tratando de realizar tal o cual ideal, y es tonto
tionar su sinceridad. Los líderes suelen creer lo que dicen, que sus acciones
n gobernadas por algún gran telas u objetivo histórico.
URA, NATURALEZA Y MATERIALISMO HISTÓRICO 51
sas aseveraciones funcionan para que un líder se gane el apoyo de las masas
re la base de que no es más que la mera personificación de algún ideal univer-
Pero nadie ha seguido jamás a un líder que actuase sólo en nombre de intereses
eriales particulares. Hasta los unionistas más encallecidos pronuncian discursos
día del trabajo sobre los "derechos de los trabajadores", en los que indudable-
te creen con toda sinceridad. Por eso suele decirse acerca de los dirigentes polí-
s y religiosos que son "elegidos": "encarnan" alguna idea o aspiración universal,
lar o espiritual. Por lo tanto, los que triunfan parecen sobrehumanos mientras
a los que fracasan los descartan como chiflados o concluyen la labor que se les
nó (o se pasan la vida en la cárcel) antes de verse obligados a enfrentar las nue-
contradicciones creadas por sus propios movimientos. Esto incluye las contra-
iones que aparecen cuando sus movimientos son institucionalizados y burocra-
dos. Jesús, Lincoln, Gandhi y Martin Luther King son reverenciados como
tires y vistos como gigantes. Esto se debe, en parte, a que se escaparon de las
ecuencias de sus propios éxitos. Julio César y Napoleón no tuvieron esa suerte;
er menos todavía. Estos y otros notables, buenos y malos, se enfrentaron al mis-
problema. La personificación de una categoría histórica abstracta, ya sea una
ón dedicada a la propuesta de que todos los hombres son creados iguales u otra
cada a la idea de que una nacionalidad es la raza superior, no puede tener ver-
ra subjetividad ni libre albedrío. Más bien la arrastra la marea de una idea uni-
al "cuyo momento ha llegado". Lo irónico es que la subjetividad de los líderes
se presentan como portadores de esos ideales se vuelve loca durante los perio-
e trastornos sociales. Jesús no sólo creía que vendría un mesías a salvar el mun-
ino también que él era ese mesías. Lenin creía que era inevitable un estado de
rabajadores, y que él era el instrumento de esa inevitabilidad. Lincoln podría
r perdido la guerra de secesión de no haber pensado que personificaba los
les plasmados en la declaración de independencia. Nadie es mártir si muere
usivamente en nombre de intereses materiales. En este sentido todos los gran-
íderes son contradicciones vivientes, y si los asesinan o mueren jóvenes eso ayu-
su reputación posterior, comoquiera que se los juzgue.
concepción de la historia de Marx es, antes que nada, una crítica de la retfi-
n, la creencia de que las abstracciones tienen una vida independiente de la de
es las adoptan y actúan en su nombre. 1 Las ideas sí "siguen vivas"... cuando
deres se apropian de ellas desde el pasado y las usan en el presente, al servicio
grandioso futuro. La expresión "las idas siguen vivas", punto, es un acto rei-
o de habla. La gente sigue viva, llevando consigo ideas del pasado ("equipaje",
tasmas que rondan por el cerebro de los hombres". Pero el "significado" de
uier aspiración o idea depende de quién la sostiene y en qué contexto social.
do India se convirtió en una potencia subimperialista, con el tercer ejército
undo, el pacifismo de Gandhi hubiese resultado raro. Cuando el sur de Esta-
erek Sayer, The violence of abshuaion, Oxford, Basil Blackwell, 1987, passim.
52 JAMES O'CONNOR
predecían, la culpa no es de Marx o Engels, sino de esos cínicos que piensan que
los actores históricos son insinceros y que sólo despliegan ideas universales para
encubrir intereses materiales ("económicos").
La historia de Marx (entre otras cosas) es una explicación de por quése lucha por
los intereses materiales o mundanos en nombre de elevados ideales que, a su vez,
se creen o sienten sinceramente. Los patriotas de Boston movilizaron a centenares
de personas en torno al tema de un impuesto al té, y Gandhi a millones por un
impuesto a la sal, pero tanto los Hijos de la Libertad como Gandhi tenían en men-
te cosas más grandes. De no haber sido así, pocos los hubiesen seguido. Sólo las
almas más cosificadas pueden apasionarse por el dinero. Los serbios de Bosnia sin-
tieron un legítimo agravio cuando los gobiernos occidentales reconocieron a Croa-
cia y Bosnia como naciones independientes. Pero los horrores de Bosnia no hubie-
ran ocurrido si los líderes serbios, que a su vez se resistieron al racismo de los nazis
y los croatas, se hubiesen mostrado incapaces de movilizar su propia variedad de
nacionalismo racista. La concepción materialista de la historia explica por qué las
teorías de la historia de los "grandes hombres" no son tanto erróneas cuanto ine-
vitables, cuando se sostiene que filosofías idealistas gobiernan movimientos y trans-
formaciones revolucionarios. Fidel Castro es el ejemplo supremo de un hombre
que condujo una guerra fría de independencia nacional que fue asimismo una
revolución proletaria, la primera en nombre de la autodeterminación nacional, la
segunda en nombre de la creación del "hombre socialista". En términos de aqué-
lla Castró creó en Cuba, por primera vez, una verdadera nación; en términos de
ésta creó un desastre, porque nunca quiso o pudo (el panorama no está claro) con-
fiar en que la clase trabajadora cubana se gobernase por sí misma.
Para Marx la historia no es la historia de la realización progresiva de ideales uni-
versales. Es más bien la historia de luchas por el poder libradas por intereses anta-
gónicos en nombre de esos ideales (sentidos), que es tal vez la principal razón por
la cual la mayoría de las veces la historia sale mal y por la que tantos libertadores
se vuelven opresores. Cuando los dirigentes negros de la Revolución haitiana con-
tra el régimen francés lograron el triunfo, trataron de volver a introducir la escla-
vitud. En Estados Unidos, durante 150 años, se le negó al trabajador la búsqueda
de la felicidad. No obstante, las filosofías idealistas son creídas apasionadamente,
no sólo por los líderes sino también por sus seguidores, que muchas veces las con-
vierten en propósitos o metas que sus dirigentes no llegaron a prever. Sean éstas o
no las principales razones por las que los grandes hombres terminan por tener los
pies de barro o por las cuales la historia parece dar tantos tumbos y giros aparen-
temente irracionales, la persistencia del idealismo significa que la historia está mar-
cada por cierta continuidad o lógica, que de vez en cuando estalla inesperada-
mente en cambio y transformación social rápidos. 2
2 Marx atacó otra teoría de la continuidad y el cambio históricos: la afirmación de que los avatares
de nuestra especie están determinados en grado significativo por las oportunidades materiales y los
54 JAMES O'CONNOR T
Ellen W. Wood y Neil Wood, Clan ideology and ancient political theory, Oxford, Basil Blackwell, 1978,
56 JAMES O'CONNO
ción de los mismos por las clases propietarias o dirigentes), este desarrollo se v
como un proceso acumulativo histórico. Se ve también como un proceso que lleg
a estar basado, finalmente, en el desarrollo de la ciencia. La sociedad hereda .
emplea la ciencia y las fuerzas productivas legadas por generaciones previas, inclu
yendo la acumulación de conocimiento acerca de los poderes productivos de l
naturaleza misma. En el curso de la historia las fuerzas productivas se ven com
determinantes ("en última instancia") de las relaciones de producción. Cuando e
contenido material de la vida social (fuerzas) se enfrenta a los límites de la form
social en la cual se organiza ese contenido (relaciones), se produce una crisis. La
relaciones de producción viejas son descartadas o reformadas, o se reconstruyen e
niveles de organización social más altos (por ejemplo, en la actualidad, la cienci
universitaria o los conglomerados corporativos). En contraste, las relaciones d
producción no se ven como históricamente acumulativas sino más bien como suje
tas a cambio evolutivo y a transformaciones revolucionarias periódicas (aunque
través de un desarrollo histórico desigual y combinado es posible redescubrir la
formas viejas y atribuirles nuevos contenidos, como ocurre hoy, por ejemplo, co
el predominio de tecnología del siglo >cm combinada con relaciones laborales de
siglo xix en algunas industrias de ciertos "países en desarrollo").
La visión más o menos estándar del cambio histórico y el desarrollo arriba esbo
zada ha sido cuestionada de diversas formas por teóricos marxistas y no marxistas.
ve que ambas pueden inscribirse en el trabajo social o la división del trabajo, de lo cual
ga se desprende el modo en que el trabajo social media a la naturaleza y la cultura.
.y r Por otro lado, se aduce que la concepción materialista de la historia no tiene
u- más teoría de la cultura, del lenguaje, la subjetividad y la ética que la teoría del feti
la chismo de las mercancías y del capital en las sociedades capitalistas. 5 Sin embarg
mo en todos los modos de producción, incluido el capitalismo, tanto las fuerzas com
el las relaciones de producción están impregnadas de normas culturales. Ejemplos d
ma L ello son los obreros del siglo xix y principios del xx que combinaban habilidade
as artesanales y culturales de modos prácticamente inseparables, y los sistemas de pro
en piedad de capital y administración de plantas fabriles en Japón, muy diferentes d
ia los de Estados Unidos (pues hacen énfasis en el deber, el orden y el honor, con-
de ceptos relativamente extraños para la mayoría de los norteamericanos). El trabajo
e- es una práctica tanto cultural como material. Y lo mismo ocurre con las formas d
a imposición y control del trabajo por parte de las clases propietarias o dirigentes
as Hoy en día está en vigor en Europa una mezcla de alto desempleo y salarios relati
on vamente elevados para imponer el "trabajo" sindicalizado en la Europa corporati-
el vista; el desempleo escaso con salarios relativamente bajos parece funcionar mejor
en Estados Unidos y otros países en los que se asentaron colonos blancos, en lo
o- que siguen vigentes las ideologías del individualismo y, por ende, los mercados de
. 4 trabajo son relativamente "libres".
Algunosde De esta forma, las fuerzas productivas tienen dos caras. Son objetivas en la medi-
o da en que consisten en los materiales provistos por la naturaleza (o fabricados
as partir de ella) y en los medios y objetos de producción. Son subjetivos puesto que
de incluyen energía de trabajo viviente en general y diferentes capacidades para coo-
n perar o trabajar juntos de maneras particulares, mediadas no sólo por habilidades
o técnicas sino también por prácticas culturales.
r, También las relaciones de producción tienen dos facetas. Son objetivas en la
ue medida en que se desarrollan de acuerdo con la ley del valor, la competencia, la
u- concentración y la centralización del capital, así como otras leyes tendenciales del
ás capitalismo. En todos los países o culturas de la moderna economía mundial, po
a- ejemplo, existe la tendencia a que se reduzcan los costos de reproducción de la
s, fuerza de trabajo (a través de una declinación del contenido de valor de la canas-
e- ta de consumo), a que el gran capital se organice en forma de conglomerados cor-
la porativos internacionales, y a que la tasa de utilidad baje. Las relaciones de pro-
de ducción también son subjetivas en el sentido de que incluyen conceptos culturale
e- de propiedad y la capacidad de organizar formas particulares de explotación (por
ón
n 5 Esta afirmación se relaciona con la teoría del cambio histórico y el desarrollo. Abundan las teoría
marxistas del arte, la literatura, etc. También hay numerosas teorías marxistas de la política y la cultu-
an: ra política basadas en el discurso anticolonialista, la teoría de la reificación de Lukács, la noción de la
tili- hegemonía ideológica de Grarnaci, etc. Sólo Alth"“er trata de explicar la cultura (definida como par-
olí- te de la superestructura de una sociedad) en términos de la concepción tradicional de fuerzas y rela
ciones de producción (véase más adelante).
8 JAMES O'CONNOR
OOPERACIÓN
izquierda, especialmente a los marxistas) es que no existe la naturaleza humana sino sólo la cultura,
historia, el ambiente y así sucesivamente. Ésta es una visión más o menos tan sensata como la de que
embrión se convierte en ser humano o en ave de acuerdo con el insumo nutricional; en síntesis, es
a idea totalmente delirante. En cualquier área de la vida en la que entendemos algo (percepción
ual, lenguaje, unas cuantas más), sabemos que es falso de toda falsedad. La lógica misma nos dice que
grado y la complejidad de la programación interna determinarán la riqueza del estado alcanzado: un
ganismo vacío' terminaría por ser una especie de amiba informe, incapaz de todo. Pasando al estu-
del lenguaje, a medida que avanza revela vez más y más sobre las estructuras y principios determi-
dos de manera innata que se despliegan, con variaciones menores, para dar los posibles lenguajes
60 JAMES O'CONNOR
sulta dificil desenmarañar la disciplina producida por lo que Marx veía como
ganización de tipo militar de las relaciones de trabajo capitalistas de la que impo-
la necesidad técnica de la coordinación disciplinada en la fábrica capitalista. En
tesis, Marx conjugó los problemas de la cooperación en la producción vista
mo una técnica, en oposición al dominio o el control social.
Al mismo tiempo que el estructuralista Althusser (representante de la "vieja iz-
ierda") teorizaba relaciones dentro de las clases explotadoras, la "nueva izquier-
" voluntarista empezaba a teorizar relaciones dentro de las clases explotadas. El
tamente célebre artículo de Steven Marglin sobre lo que "hacen los patrones",
taba de superar el descuido de las relaciones dentro de las clases explotadas con
a teoría weberiana izquierdista del poder. Demostró que en el capitalismo tem-
ano las relaciones de trabajo o el modo de cooperación se organizaban de mane-
que producían, antes que nada, control del trabajo, y sólo de forma secundaria
ciencia técnica. David Noble mostró que la imposición de trabajo y dominio
bre los obreros en el capitalismo podía no coincidir con la máxima eficiencia téc-
a. Michael Burowoy hizo ver que el "consenso manufacturero" en el sitio de tra-
jo capitalista presupone que los trabajadores se relacionen entre sí de maneras
ológicas (engañándose a sí mismos, por ejemplo).
En síntesis, mientras Althussher, de la vieja izquierda, trataba de desproblema-
ar las relaciones sociales dentro de las clases explotadoras, la nueva izquierda
nsideraba como problemas las relaciones sociales (de trabajo) en una clase
plotada: el trabajador asalariado. Los logros de la nueva izquierda y de los pen-
ores neomarxistas fueron considerables; ya no resulta plausible concebir que las
aciones de trabajo o los modos de cooperación están determinados de manera
clusiva por la necesidad tecnológica. Pero tampoco lo es concebir que lo están
lo por el poder, precisamente debido a la existencia de dimensiones científicas y
nicas cada vez más sociales de la apropiación y manipulación de la naturaleza en
lugar de trabajo. En este sentido la izquierda fue más lejos de lo que debía.
dría decirse que mientras que la vieja izquierda modelaba la sociedad sobre la
rica (capitalista), la nueva modelaba la fábrica sobre la sociedad (de clase).
Desde otro punto de vista, la crítica de la nueva izquierda al determinismo tec-
lógico no fue demasiado audaz sino demasiado cauta. Las formas
berianas/foucaultianas de dominio/poder no sólo fueron importadas desde
uera", por decirlo así, a las relaciones de trabajo, sino que prácticas culturales
todas clases recorren las relaciones de trabajo y otras relaciones sociales, inclu-
do las políticas. Más aún, las prácticas políticas y culturales se importan al lugar
trabajo no sólo de arriba, sino también de abajo. En este sentido, las relaciones de
bajo son tanto el contenido como el contexto de la lucha política, ideológica y
ltural. Puede afirmarse que existen ciertas posibilidades tecnológicas (y no
as) debido a las interacciones mutuas entre el impulso a valorar el trabajo y a
minarlo política e ideológicamente, así como a importar prácticas culturales de
sociedad en su conjunto. La determinación de las relaciones de trabajo (modos
64 JAMES O'CONNOR
nativos. En Marx no hay nada que nos prepare para prever este hecho social (e
innumerables otros relacionados). Si bien las formas particulares de la economía
de la naturaleza (incluyendo la misma composición de la atmósfera) suelen ser
resultado de impactos humanos sobre aquélla, el hecho es que los procesos quí-
micos, biológicos y fisicos que constituyen la economía de la naturaleza funcionan
independientemente de la economía humana. Son fuerzas productivas (así como
condiciones de producción) autónomas. Los seres humanos pueden mejorar los
ciclos de crecimiento con productos petroquímicos y controlar los procesos quí-
micos variando la composición del aire en una planta de productos químicos, pero
esos ciclos de crecimiento y esas reacciones químicas siguen estando basados en las
leyes tendenciales o "débiles" de la naturaleza.
Todavía los marxistas y quienes usan métodos de tipo marxista no reconocen
suficientemente que la economía de la naturaleza está inscrita no sólo en las fuer-
zas productivas sino también en las relaciones de producción. Las relaciones de
producción "naturales" quieren decir que ciertos tipos de condiciones o procesos
naturales (influidos o no por el hombre) ofrecen más posibilidades que otros para
el desarrollo de una formación social y una estructura de clase. La propiedad de
caballos o de ganado presupone cierta cantidad de tierra (cada vez menos) para
alimentar a los animales. Las relaciones de producción feudales florecieron donde
no había buen transporte fluvial o costanero, por ejemplo en el interior de Fran-
cia, donde "dinero" significó durante largo tiempo "impuestos", no "precios".
Inglaterra se salvó de la fuerza plena del feudalismo no sólo debido a la prevale-
ciente cultura del individualismo (que se remonta al siglo uf y aun antes), sino
también, en parte, por la extensión de transporte interior y costero por agua (y,
por lo tanto, las oportunidades de comercio). En el litoral atlántico y mediterráneo
se desarrollaron tempranamente estructuras mercantilistas capitalistas de clase. En
Róndonia, Brasil, han fracasado tanto la agricultura en pequeña escala como la
ganadería en gran escala, debido a las alteradas condiciones del suelo del bosque
tropical lluvioso. En Inglaterra y Francia antiguas las fundiciones de hierro eran
chicas porque tenían que ubicarse cerca de bosques, y porque era usual la propie-
dad en pequeña escala. La industria acerera norteamericana estaba fuertemente
capitalizada, en parte porque se localizaba entre depósitos lejanos de mineral de
hierro y de carbón, debido a lo cual recaían sobre ella elevados costos de trans-
porte. Cuando los recursos naturales se agotan, o son destruidos, muchas veces
cambian las relaciones de propiedad, así como la naturaleza de las fuerzas pro-
ductivas. El corte de bosques nativos de secuoias en Aptos Creek, en la costa cen-
tral de California, puso fin a la industria maderera relativamente bien capitalizada
que había allí. En las regiones cercanas de los montes Santa Cruz la tala le abrió
paso, literalmente, a los huertos de frutas y los viñedos organizados por propieta-
rios de tierra en pequeña escala.
Abundan los ejemplos de relaciones de producción "naturales". En alta mar el
capitán de un barco (mucho tiempo atrás quizá dueño parcial de su nave, ahora
LTURA, NATURALEZA Y MATERIALISMO HISTÓRICO 67
sus sitios de trabajo son "empáticos". Sólo un enfoque dialéctico del problema de
las conexiones internas entre cultura y trabajo puede arrojar resultados teóricos y
prácticos interesantes en el análisis de casos específicos.
El trabajo social está inscrito también por la naturaleza... y viceversa. El trabajo
humano es organizado por el poder de clase, la valorización y la cultura, pero tam-
bién por la economía de la naturaleza que, a su vez, es constantemente modifica-
da por el trabajo social. El capital se empalma en los procesos naturales, altera las
leyes y las tendencias probabilísticas naturales o las cambia en el sentido de crear
nuevas formas y relaciones de la naturaleza, que no existían antes. Un ejemplo es
la computadora casada con la bioingeniería para descubrir un organismo que
"coma" desechos tóxicos.
De ello parecería derivarse que la cultura y la naturaleza se encuentran y com-
binan en el trabajo socialmente organizado. La ecología cultural y la naturaleza
ecológica se expresan en las relaciones sociales de la producción material, la dis-
tribución, el intercambio y el consumo. Surge una pregunta: ¿cuál es la dialéctica
de la naturaleza y la cultura en la vida material en general, y en las relaciones de
trabajo en particular? Ciertas prácticas culturales combinadas con ciertos procesos
naturales (ffsicos) en la producción se conjugaron, a su vez, para producir un
Chernobil y un Bopal. En ambos casos las prácticas culturales eran tales que las
leyes físicas y químicas se desbandaron, por así decirlo. Por otro lado, las leyes ffsi-
cas y químicas eran tales que la cultura de relaciones de trabajo también se desban-
dó. Se trató de desastres tanto naturales como sociales, en gran medida de la mis-
ma manera en que la devastación que causa un terremoto es un desastre natural y
social en barrios que, para empezar, no tendrían que haberse construido allí.
Las indeterminaciones de las relaciones de trabajo o modos de cooperación
están doblemente determinadas por indeterminaciones culturales y naturales. Por
ejemplo, la reducción deliberada del ritmo de trabajo y el "trabajo a reglamento"
cambian muchísimo en diferentes culturas étnicas y nacionales, y las "sorpresas" o
"misterios" de la naturaleza cambian también con diferentes procesos ecológicos y
ffsicos de trabajo. A medida que en el fin del milenio el capitalismo global se difun-
de y profundiza su control sobre la humanidad y la naturaleza, por igual, el traba-
jo social (la división del trabajo social y las divisiones sociales del trabajo) se vuelve
cada vez más complicado. La complejidad de la economía mundial de hoy es tal
que nadie ha descubierto todavía un modelo de capitalismo global con un poder
explicativo similar al del antiguo modelo desarrollo/subdesarrollo o a los diversos
modelos de imperialismo. Lo que está claro es que las relaciones culturales inscri-
tas en el trabajo, las relaciones de trabajo y demás, por una parte, y las relaciones
físicas, químicas y biológicas inscritas en los procesos de trabajo, por la otra, se
están volviendo más complejas como resultado de la globalización del capital. Las
"funciones de producción" se hacen más inciertas y los "desastres" se producen con
mayor frecuencia, con más -causas". El alcoholismo en la época de tu ió 'Los
Anónimos, las estructuras de mando en los barcos petroleros, las fallas de diseño
CULTURA. NATURALEZA Y MATERIALISMO HISTÓRICO 69
2
¿QUÉ ES LA HISTORIA AMBIENTAL? a
¿POR QUÉ HISTORIA AMBIENTAL? s
d
a
a
o
INTRODUCCIÓN
d
Los pensadores posmodernos piensan que esas narraciones de apariencia caótica,
que tienen que ver con grandes personajes, fechas importantes y la acumulación
de hechos, a los que llamamos historia, tienen una lógica. Todos tienen sus propias m
experiencias y anécdotas sobre el presente y el pasado. Los historiadores son narra- c
dores profesionales que buscan en el inventario disponible de formas narrativas
(una constante de la historia) y disponen a las personas y los acontecimientos de
acuerdo con la lógica de la forma específica de narración que escogieron. Para r
Marx, Luis Napoleón era una farsa; para la clase alta francesa era un triunfo y una e
tragedia. Para los historiadores anticomunistas la guerra fría era un combate entre r
el bien y el mal; para los historiadores de la geopolítica era el enfrentamiento de
dos imperios; para los sandinistas, una excusa yanqui para intervenir en la revolu- t
ción centroamericana. Y así sucesivamente. a
El libro de ensayos de Hayden White, The content of the form , es un importante tex- s
to posmoderno. Si simplificamos enormemente su argumentación elegante y com- s
pleja, lo que sugiere White es que una vez que el historiador escoge una forma n
narrativa, todo está más o menos determinado: el contenido o la sustancia de lo que a
escribe, la forma en que el mismo se dispone secuencialmente (cuándo empieza el la
acto 1, digamos, cuándo termina el 3), y cuánto énfasis se hace en ciertas personas n
y hechos. La forma narrativa ayuda a decidir cuál de los que White llama "aconteci- e
mientos verdaderos" llega a ser una gran obra, y cuál no. o
Su concepto del "acontecimiento verdadero" sugiere que el posmodernismo ó
padece un exceso de idealismo. Esta expresión aparece una cantidad de veces en es
su libro, pero no se define ni se le concede la categoría de problema. Los "aconte-
cimientos verdaderos" están repartidos por la narrativa de White como las pasas de .
uva en un pastel, aunque tanto él mismo como otros posmodernos coincidirían en o
que ningún "acontecimiento verdadero" (por ejemplo un hecho material o socioe- s
conómico) se produce jamás sin que haya un "acontecimiento ideal" (esta expre- r
sión es mía) correspondiente... un acto de habla, un nuevo giro de un significado
compartido, una perspectiva novedosa sobre una forma de intersubjetividad o de la
construcción social de lo "individual". Si bien es cierto que el acceso lingüístico al
mundo material es el único disponible para el discurso humano, y que las peleas u
acerca del significado del mundo son siempre lingüísticas, también lo es que el z
[70]
S LA HISTORIA AMBIENTAL? 71
por parte de Boehme, la historia sería un U.] tema muy árido. La narrativa general que expones
la historia política a la económica a la social a la cultural y después a la ecológica) es buena. Per
idea de que procede científicamente, sin grandes inyecciones de mito, romanticismo, etc., y mu
más allá de los primeros prejuicios de clase, está ausente potencialmente en la observación dialécti
(correspondencia personal, noviembre de 1996).
NNO ¿QUÉ ES LA HISTORIA AMBIENTAL? 73
nl bajo, como forma de vida, como forma de relacionarse con la naturaleza. Cual-
ter quier descripción completa de todo este tema tendría que explorar en detalle tan-
rn to los cambios estructurales como la mediación entre los mismos —o sea el con-
eco flicto social— y la evolución de nuevos tipos de historiografía.
ura No se trata de una progresión uniforme y lineal. La noción de desarrollo desi-
mo gual y combinado se aplica a la historiografía tanto como al mundo que estudian
esa los historiadores (el desarrollo del capitalismo industrial). Por eso cada tipo de his-
urí toria (en su mejor expresión) retrabaja y refuta —o sea que radicaliza— los tipos
pri previos. Si bien cada etapa de la historia capitalista está marcada por formas parti-
te l culares de conflicto —conflicto político, conflictos dentro del capital y entre el
pri capital y el trabajo, conflicto social y cultural y conflictos por la naturaleza—, la
ció aparición de estos conflictos es desigual a lo largo del tiempo y del espacio. Cada
nó país, como formación social capitalista, tiene, evidentemente, su propia historia.
eci Por ejemplo, el sentimiento de la burguesía de que su control sobre el poder y la
ero razón era débil o traicionero, como resultado de movimientos de oposición de
al todos tipos, varió de un país a otro. La dialéctica del desarrollo y el subdesarrollo
oe ha producido también diferentes historias nacionales; por ejemplo, el imperialis-
ral mo y el imperio son parte de la narrativa de la mayoría de los grandes países indus-
cífi triales, pero no de la mayoría de los países en desarrollo. Algunas tradiciones socia-
d listas surgen de manera contrahistórica o contranarrativa. En Estados Unidos la
onó historia "salta" de la historia política a la historia "ambientalista" de Frederick Jack-
má son Turnen quien fue seguido por Charles Beard, luego por William Appleman
Williams, el cual "relanzó la historia occidental [estadunidense] en la cual ha tenido
ha lugar la mayor parte de la historia ambiental, y estableció la visión académica de la
po colonización como enfrentamiento y conquista que se encuentra en el núcleo del
el proyecto de historia ambiental" de este país. 2 La historiografía de la "teoría de la
nd escena" esbozada más arriba abstrae a partir de las formas desiguales y combinadas
os de la política, la economía y la sociedad de regiones o países dados, así como de las
diferentes relaciones que tienen entre sí países determinados en periodos históri-
scri cos determinados.
(d Las luchas sociales también se combinan de maneras diversas a lo largo del tiem-
ctu po y del espacio. Las más nuevas tienden a negar progresivamente a las más viejas.
ial No se habla del "ambiente" durante la era de las revoluciones políticas burguesas,
ma pero sí se habla mucho de política en las luchas ambientales contemporáneas. Los
ita combates sindicales del siglo xix raras veces incluían inquietudes ambientales,
ció mientras que hoy las manifiestan cada vez más. También las primeras contiendas
tra culturales sobre la etnicidad o el género se mantenían casi en silencio sobre ese
tema. Hoy se lucha contra el racismo ambiental (y en pro de la justicia ambiental),
s (d
y hay combates ecofeministas que tratan de contradecir los asuntos de destrucción
ro l
uch ecológica, clase, raza y género. Encontramos así un diálogo entre las inquietudes y
ica*
2 d.
74 JAMES O'CONNOR
las experiencias del pasado y del presente; los entornos del pasado se sedimentan ú
en la clase de historia que se escribe y sobre la cual se construye la historia pre-
sente. Y el presente, debido a sus preocupaciones y a su visión retrospectiva, pue- o
de ver cosas ante las cuales el pasado estaba ciego, y reelaborar así su propia escri- n
tura histórica. El diálogo incluye también el futuro, ya que la escritura histórica
actual cambia en menor o mayor medida el mundo en términos más amplios. La o
historia ambiental, por ejemplo, contribuirá a configurar la clase de naturaleza en d
la que vivirán los historiadores del futuro. u
Desde esta perspectiva, la historia ambiental puede verse como la culminación
de todas las historias previas, asumiendo que incluyamos las dimensiones ambien- e
tales de la historia política, económica y cultural contemporánea, así como la his- t
toria ambiental en sentido estricto. Lejos de ser un tema marginal, como la ven
todavía tantos historiadores, la historia ambiental está (o debería estar) en el cen-
tro mismo de la historiografía actual. Como lo expresa el historiador ambiental J.
Donald Hugues, "Un historiador que ha decidido poner la historia en su contexto, t p
y 'encontrarle sentido', se convierte en historiador ambiental." 3 c
a
r
p
¿QUÉ ES HISTORIA AMBIENTAL? b
é
La afirmación de que la historia ambiental es la culminación de toda la historia v
previa puede no ser tan extravagante como parece a primera vista. Muchos histo- d
riadores ambientales definen su campo en los términos más incluyentes que pue- t
da imaginarse. La "principal meta [de la historia ambiental] llegó a ser —escribe i
Donald Worster— la de profundizar nuestra comprensión de la forma en que los d
seres humanos han sido afectados por su ambiente natural a lo largo del tiempo y, e
a la inversa, de la manera en que han afectado al ambiente, y con qué resultados". 4
3 J. Donald Hugues, "Ecology and development as narrativa themes of world history", Environmental W
History Review, 19, 1, primavera de 1995, p. 9. En su definición de la historia ambiental la ecología no se ot e
ve como un elemento de apoyo de la historia mundial sino más bien como su "tema principal" ("La nue- te
va narrativa de la historia mundial debe tener como tema central de procesos ecológicos" [ibid.]). En d
otro lado: "Lo que se requiere es una historia mundial que adopte como principio organizador el pro- tr
ceso ecológico." es
4 Donald Worster (ed.), The ends of the Earth: Perspectives o n modere environmental history, Cambridge, de
Cambridge University Press, 1988, pp. 290-291. Ésta es la definición de un historiador. Otra es: "la impor- ce
tancia del mundo natural, sus efectos objetivos sobre la gente, y las formas concretas en que ésta afecta pr
a su vez [al mundo natural] son el núcleo mismo de nuestro proyecto intelectual" (William Cronon, "A ba
place for stories: Nature, history, and narrative", Jounial of American History, 78, 4 de marzo de 1992, p. n
1349). Dos científicos sociales han definido así la "ecología política": "La ecología política [...] es una su o
derivación histórica de las preguntas centrales planteadas por las ciencias sociales acerca de las relacio- 30 a
nes entre la sociedad humana, vista en su complejidad bio-cultural-política, y una naturaleza humani- pe
zada en grado significativo. Desarrolla el terreno común en el cual se intersecan diversas disciplinas" vi
(lames Greenberg y Thomas Park, "Political ecology", Journal of Po:W(411E01ov, 1, 1994, p. 1). "v
LA HISTORIA AMBIENTAL?
75
y po Los geógrafos podrían cuestionar esta distinción. El espacio urbano, por ejemplo, tiene consecuen-
cias no intencionales para la vida de los seres humanos, es decir, no sólo es un constructo humano, sino
y si que también ayuda a construir lo que es humano. En un enfoque materialista realmente activo hay, sin
mo l duda, "energías autónomas que no se derivan de nosotros", pero la mayoría de esas energías han sido
óm i modificadas en pequeña o gran escala por la acción humana. El océano, la atmósfera, el suelo, no sólo
l qu se han "hecho a sí mismos" a lo largo del tiempo, sino que también han sido hechos por la actividad
humana, en alguna parte (muy) grande o pequeña, de acuerdo con las circunstancias.
78 JAMES O'CONNOR
«[...] nuestro proyecto de explorar el pasado humano como parte de una relación sistemática con
el mundo natural ofrece emocionantes oportunidades para ver cosas completas, en un momento en el
que la profesión histórica parece necesitar desesperadamente una síntesis de ese tipo" (William Cro-
non, "The uses of environmental history", Environmental History Revino, 17, 3, otoño de 1993, p. 4). Sin
embargo Cronon señala que si bien hay muchos estudios de la idea de naturaleza y también del nexo
economía-naturaleza, hay pocos o ninguno que vincule las ideas y la cultura, la economía y la natura-
leza tomadas como un todo (véase "Modes of prophecy and production: Placing natura in history", Jour-
nal of American History, 4, marzo de 1990, p. 1124). De modo que se muestra escéptico acerca de la his-
toria ambiental como un método y un campo totalizadores, y destaca el "particularismo de su
narración". Una manera de introducir el nexo faltante cultura-economía es investigar normas y prácti-
cas culturales que se importan al lugar de trabajo y al sistema económico general, y que se valoran como
capital. A éstas se las ha denominado "capital social", "capital comunitario" y "capital cultural".
Greenberg y Park escriben que hay "dos impulsos teóricos principales que han sido los más influi-
dos por la formación de la ecología política. Se trata de la economía política, con su insistencia en la
necesidad de vincular la distribución de poder con la actividad productiva, y el análisis ecológico, con
su versión más amplia de relaciones bioambientales" (op. cit., p. 1).
ES LA HISTORIA AMBIENTAL? 79
specificidad local definida de diversas maneras, por ejemplo como una cuen-
como la actividad sucesiva de la dialéctica del cambio entre especies nativas y
ticas, como las transformaciones del suelo agrícola, y así sucesivamente. Los
oriadores ambientales estudian lugares específicos durante periodos específi-
: los efectos de la construcción de presas en el Oeste de Estados Unidos duran-
os treinta, las fuentes de contaminación de las playas del mar del Norte en los
nta, las antinomias del monocultivo en las llanuras costeras de Centroamérica
os setenta.
n la medida en que la historia ambiental es el estudio de las interrelaciones
e la cultura y la vida material humanas y la economía de la naturaleza, está
itada por las peculiaridades del lugar o lugares precisos que estudia. Sin embar-
como en último análisis la historia de un lugar es inseparable de la de otros,
rincipio toda historia ambiental puede vincularse con todas las demás. La
ografia de la nada" cultural (fraccionamientos remotos, centros comerciales
ados) está conectada con la historia agrícola (monocultivo químico para
liar la producción de alimentos básicos para los residentes de la "nada"); con
onfiguración de las rutas de transporte (autopistas para que puedan ir y venir
abajo); con la biología de la conservación (los efectos de esos fraccionamien-
y autopistas en los hábitat y poblaciones silvestres); con la estética (la forma de
desarrollos suburbanos, los "tréboles" de las autopistas, las calles principales);
el agotamiento de recursos (bosques para obtener la madera para las casas de
campestre de la nada), y la contaminación del aire y del agua (los autos de la
a, el drenaje de la nada).
a peculiaridad de la historia ambiental consiste en que es una historia general
iversal y, al mismo tiempo, local, específica y concreta. Por eso se enfrenta a
peligros. El primero es el riesgo de la sobregeneralización vacía (la "muerte de
aturaleza", el "fin del mundo", "el planeta es una nave espacial"). La segunda
amenaza de la trivialidad, de ser una mera compilación de ese o aquel tipo de
bio ambiental en este o el otro lugar. Es el riesgo de que la historia ambiental
onvierta en la historia de todo y, por lo tanto, de nada. Sin embargo, tanto la
egeneralización como la atención indebida a los detalles superfluos son ries-
que para la mayoría de los historiadores ambientales (si no todos), los antro-
gos culturales, los geógrafos, los economistas ecológicos y otros, bien vale la
correr. De lo contrario, ¿cómo podríamos desarrollar conceptos totalizado-
por un lado, y por el otro conocimiento de los márgenes, los rincones y los
jones sin salida de nuestro entorno? ¿Cómo seríamos capaces de pensar sobre
aglomeración de ecotópolis llamada "naturaleza global"? Por eso el problema
relación entre lo particular y el todo, lo específico y lo concreto, y lo concre-
el todo, es de especial importancia para los historiadores ambientales. 9 Dicho
o "particular" es el individuo (persona, especie, etc.), mientras que lo "individual" es aquello que
ede reducirse a una unidad de análisis menor. Lo "concreto" es lo que los individuos tienen en
80 JAMES O'CONNOR
de otra forma, las que Worster vio como ambiciones grandiosas y posibilidades
totalizadoras de la historia ambiental no encuentran un método totalizador equi-
valente, definido no como "toda la verdad y nada más que la verdad" sino en tér-
minos de la interconexión entre proyectos y procesos históricos específicos, sobre
la base de lo concreto, o de lo que tienen en común las cosas, y por consiguiente
de cómo se relacionan éstas entre sí y cómo una cosa se relaciona con todas las de-
más. La historia ambiental sigue siendo un terreno mal definido, que toma presta-
do —muchas veces acríticamente— de una variedad de ciencias naturales y socia-
les, y también de teorías de tipo marxista sobre la actividad material humana que
resultan esenciales para arrojar una verdadera luz sobre la "historia de la naturale-
za". El argumento, aquí, es que todas las relaciones históricas son simultánea e irre-
ductiblemente sociales, sociomateriales, material-sociales y materiales (naturales).
Los historiadores deben actuar en todos los niveles de abstracción (y sus muchas
mediaciones) para delinear exactamente cómo y por qué las fuerzas económicas o
de otro tipo han dependido del ambiente; cómo al mismo tiempo la naturaleza
permite y restringe la actividad material humana, y cómo los cambios del ambien-
te influyen en los cambios políticos, económicos y culturales/sociales (y son influi-
dos por éstos).
En los viejos tiempos —escribe Donald Worster— todos sabían que el único tema importan-
te era la política, y que el único territorio importante era el estado-nación. Se suponía que lo
común con otros individuos (nacer vivir, morir; clase, género, comunidad, etc.). Lo "especifico" es lo
que distingue a un individuo de otro u otros. El "todo" o "totalidad" está constituido por lo "particular"
y constituye lo "concreto".
R ¿QUÉ ES LA HISTORIA AMBIENTAL? 81
que había que investigar eran las argucias de presidentes y primeros ministros, la aprobación
s
- de leyes, los combates entre tribunales y legislatura, y las negociaciones de los diplomáticos.
- Esa vieja historia, segura de sí misma, no era en realidad tan vieja, después de todo... apenas
uno o dos siglos a lo sumo. 10
e
e
- Muchos de los primeros historiadores políticos fueron también filósofos o teó-
ricos políticos y teóricos legales; no separaban la teoría y el objeto histórico de estu-
- dio. Así, no sólo describían sino que también trataban de explicar y justificar (y
e muchas veces ensalzar) el estado-nación (que según Worster alcanzó "la cúspide de
- la aceptación en el siglo xix y principios del xx"), así como las batallas políticas y
legales, las instituciones y climas que contribuían a crear el estado-nación... en el
-
cual se insertaban y florecían específicamente las relaciones de producción y las
s fuerzas productivas capitalistas.
o Estas nuevas relaciones de poder, definidas en el sentido político y legal más
a amplio, proporcionaron el marco de referencia político para la Revolución indus-
trial y el crecimiento de la economía capitalista del siglo xix. Los historiadores-filó-
-
- sofos que documentaron las nuevas relaciones de poder hicieron conscientes a las
emergentes clases dirigentes económicas de los nuevos —y al parecer permanen-
tes— cambios acarreados por las reformas y revoluciones durante la época del
absolutismo, los comienzos de la monarquía constitucional y, finalmente, el desa-
rrollo de la democracia liberal.
Las segundas historias del capitalismo fueron historias económicas, estudios
sobre la revolución de la producción material y la tecnología, la distribución y el
l intercambio. Y, en términos generales, de la expansión de las fuerzas productivas y
a de las relaciones de producción capitalistas. El tema de las primeras historias eco-
a nómicas era la "economía política", que consistía originalmente en esfuerzos por
/ desarrollar una concepción económica del estado en la era del mercantilismo. Más
tarde los economistas políticos clásicos, reflejando las luchas entre la joven bur-
s guesía y las añosas fuerzas del mercantilismo, entretejieron la historia económica
i- con la teoría económica de modo que, a su propio estilo, fueron historiadores eco-
sí nómicos al mismo tiempo que teóricos. Tanto La riqueza de las naciones de Adam
s Smith como El capital de Karl Marx son historias teóricas del capitalismo. A medi-
- da que avanzaba el siglo xix los temas más importantes analizados por los historia-
s dores económicos incluían el desarrollo de las divisiones del trabajo industrial y
social, el comercio nacional y mundial, el cambio tecnológico y las nuevas catego-
- 1° Worster, op. cit., p. 289. Dentro de las ciencias sociales, la ciencia política, la economía, la socio-
logía y los estudios culturales y ambientales tenían también su propia lógica de desarrollo, que iba más
o o menos paralela al desarrollo de los cuatro tipos de historia. Por ejemplo, la ciencia social comenzó
como "ciencia moral" (el término del siglo »in para las ciencias humanas), pero a finales del siglo XIX
o la economía fue separada de las demás ciencias sociales, indicando que de hecho se había establecido
una economía capitalista. "La sociología de la cultura" se desarrolló a mediados y finales del siglo xx,
"
y los estudios ambientales a fines de ese mismo siglo.
82 JAMES O'CONNOR
rías del capitalismo industrial: salarios, costos, precios y utilidades. Había también
historias de las luchas del trabajo, pero se restringían sobre todo a los mercados de c
trabajo y al lugar de trabajo (la historia de las luchas en la esfera de la reproduc-
ción, es decir la familia, la comunidad, los grupos étnicos, etc., tardó más en con-
vertirse en objeto de investigación de los historiadores sociales). La historia eco-
nómica estaba estrechamente relacionada con la historia política: los
estados-nación tuvieron que aparecer y evolucionar, y las relaciones de propie-
dad/legales debieron ser reformadas o derrocadas (todo ello en el contexto de los
nuevos enclaves de finales del siglo xviii y principios del )(a, de la producción arte- j
sanal, el desarrollo de las manufacturas, etc.), antes de que pudiesen desarrollarse e
fuerzas materiales capitalistas más plenas o más sólidas y que pudiese evolucionar
el comercio internacional de medios y objetos de producción. Las nuevas clases a
industriales y financieras, sobre todo con la aparición de El capital de Marx, se vol- r
vieron más conscientes de la tendencia hacia la revolución constante en las fuerzas
productivas, el crecimiento de la competencia, la importancia central del comer- o
cio internacional, las fusiones de las crisis económicas y la tendencia permanente l
hacia la concentración y centralización del capital, todo lo cual causó y fue causa- o
do por esta revolución. Por último, la economía capitalista se "naturalizó" o con-
virtió en "segunda naturaleza", en el sentido de aparecer como un poder externo r
al autocontrol humano o social (irónicamente, una de las justificaciones tanto de n
economía del libre mercado de la teoría liberal como del proyecto socialista ori- s
nal).
Luego aparecieron la historia social y cultural, los estudios de la revolución de r
s estructuras y procesos sociales y culturales: en términos generales, la aparición d
l consumismo (es decir la generalización de la satisfacción de necesidades en
rma de mercancías) y la sociedad de masa (la universalización de la forma de tra- o
jo asalariado y la aparición del "trabajador de masa"). 11 La mercantilización de
vida social y cultural (la familia, la comunidad, la etnicidad, etc.) o el desarrollo
un modo específicamente capitalista de reproducción social, completaron el
oceso iniciado con la conversión de bienes manufacturados en mercancías. e
Si bien la historia política y económica fue en gran medida una loa del capita- s
lismo, la historia social y cultural (y más tarde la ambiental) lo criticó. Esto se debe a
a que las luchas sociales y culturales (de las mujeres, de minorías oprimidas, etc.) a
eran "de abajo para arriba" (mientras que las luchas políticas económicas solían
estar organizadas por los intereses de quienes poseían propiedades, "de arriba para
abajo", contra las estructuras del antiguo régimen, el mercantilismo, el monopolio
sancionado por el estado y la reglamentación económica absolutista). a
b
Hace cierto tiempo E...] la historia como "política del pasado" empezó a perder terreno —es-
cribe Donald Worster—: los historiadores perdieron parte de su confianza en que el pasado r
n
11 james O'Connor, Accumulation crisis, Oxford y Nueva York, Basil Blackwell, 1983.
ES LA HISTORIA AMBIENTAL? 83
bid No obstante, en un fragmento posterior Worster habla de "historia social, económica y cul-
(d'id., p. 290), que invierte el orden del cambio y la transformación económicos y sociales en el
rollo del capitalismo mismo. William Cronon también parece explicar el origen de la historia
ntal, sobre todo en términos del movimiento ambiental, sin basar este movimiento en la capitali-
de la naturaleza en sí misma ("The uses of environmental history", op. cit., p. 2).
84 JAMES O'CONN
16 Ignoro aquí el importante tema de la ciencia ecológica, de la cual depende la historia ecológica y
que, a su vez, es influida y modificada por ésta. Soy de la opinión de que la ciencia ecológica es la cul-
minación de la ciencia previa, tal como la historia ambiental es la culminación de la escritura histórica
previa, en el sentido de que la ecología es la ciencia que tiene que combinar el individualismo o el ato-
mismo metodológico con el holismo o el organicismo en todos los niveles de análisis científico, y que
también debe abarcar más niveles de análisis que otras ciencias, que están restringidas por un nivel ana-
lítico particular y especificado. Otras ciencias también pueden ser dialécticas, pero lo son dentro de pará-
metros más restringidos que la ciencia ecológica, que puede ser la única verdadera ciencia dialéctica.
Atan Rudy escribe acerca de la descripción previa: lo que se pierde es la historia de la 'historia natu-
ral', cómo la 'ciencia' era el estudio de la 'economía de la naturaleza' y la 'historia de la naturaleza'.
Ésta se remonta a Gilbert White y Lineo en el siglo )(vi% y se vuelve parte integral del colonialismo a
medida que los 'naturalistas' (Humboldt, Darwin, etc.) exploraban la historia natural, la diversidad de
las especies, la evolución y las relaciones ideológicas importantes para la misión y las visiones imperia-
les de Europa. Como lo ponen en claro Nature's economy de Worster, Ftrst the seed, de Rloppenberg, The
fase of the forra, de Hecht y Cockburn, y Ecological imperialism de Crosby, el colonialismo y la exploración
tenían tanto que ver con la apropiación ecoagrícola como con la explotación e industrialización mer-
cantil e industrial del globo. Los procesos de historia política, económica y social están escritos, o ins-
critos, en el lenguaje de la historia natural... incluyendo la historia natural de la clase, el género, la supe-
rioridad/inferioridad racial y social" (comunicación personal, octubre de 1995).
ES LA HISTORIA AMBIENTAL? 87
7 Jay Moore escribe: "El populismo y el progresivismo 'producen' una historia económica al estilo
harles Beard; las luchas sindicales de la época de la depresión y el socialismo 'producen' la histo-
el trabajo; el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, y los sesenta, 'produce' E...]
reses políticos y profesionales en los nuevos movimientos sociales, que se manifiestan como histo-
primero sociales, luego culturales y ahora ambientales" (comunicación personal, junio de 1995).
88 JAMES O'CONNO
18 En una ocasión Geoffrey Elton dijo: "Cuando me encuentro con un historiador que no puede
pensar que ha habido grandes hombres, sobre todo grandes hombres en política, siento que estoy en
presencia de un mal historiador." El hecho de que los historiadores de la actualidad suelan ignorar a
los "grandes hombres" indica lo lejos que ha llegado la escritura histórica, y cuánto depende de la cien-
cia social. Los historiadores no han encontrado todavía una manera de incorporar a los "grandes hom-
bres" en sus historias económicas, sociales, culturales y ambientales. ¿Cuánta importancia tuvo real.
mente John Muir en la evo turón dfaMbientalvsmoo O dé manera alternativa, ¿cómo interfiere el
reciente destronamiento de la vida personal de Mao con una evaluación clara de la Revolución china?
OR ¿ QUÉ ES LA HISTORIA AMBIENTAL? 89
CONCLUSIÓN
213 El 'determinismo ambientar de la geografía del siglo xix y principios del xx dejó en gran me
da de lado a la naturaleza como 'actor" autónomo. Las nuevas historias ambientales han reintrodu
do la naturaleza como una fuerza autonoma, sin volver a caer en la vieja visión del dese ' sis
ambiental.
OR ¿QUÉ ES LA HISTORIA AMBIENTAL? 93
an- rrollo capitalista, y en muchos casos personifica uno u otro tipo especial de capital.
ra Basta pensar en las obras de William Appleman Williams, Gabriel Kolko y Joyce
as Kolko, entre muchos otros. Sin embargo, no hay ninguna historia totalizadora,
mi- excepto en forma de todas las historias pertinentes vistas como una totalidad. Natu-
is- re's metropolis, de William Cronon, cuenta el relato de Chicago y su zona de influen-
in cia hasta la Gran Exposición; una historia totalizadora incluiría otras obras sobre
eo- Nueva York, Saint Louis y el Oeste durante el mismo periodo; la historia de Chica-
la go no es más que un "momento" de la historia del capitalismo norteamericano en
y in general y de las ciudades estadunidenses en particular. "Todo depende de todo lo
ro- demás" tendría que ser un lugar tan común en historia como lo es en ecología.
os La historia ambiental puede entenderse plausiblemente en términos del desa-
asis rrollo del capitalismo y de sus revoluciones políticas, económicas, sociales/cultu-
de rales y ambientales... y también de la escritura histórica política, económica,
or- social/cultural y ambiental. En este sentido, la historia ambiental es la culminación
de (o más modestamente el eslabón perdido) de toda la escritura histórica de la épo-
so ca capitalista.21 Pero también es verdad que así como los historiadores políticos,
ti- económicos y sociales/culturales ignoran la ciencia política, la economía y la socio-
en- logia, así como los estudios culturales, respectivamente, bajo su propio riesgo, tam-
xi- bién los historiadores ambientales descuidan no sólo las ciencias ecológicas sino
ca, asimismo las ciencias sociales bajo su propio riesgo. La lectura de algunos de los
principales historiadores ambientales de la actualidad —Donald Worster, Richard
White, Carolyn Merchant, William Cronon, Stephen Pyne— indica que la historia
ambiental se está impregnando más de historia política, económica y social/cultu-
ral, de estudios políticos, económicos, sociológicos y culturales, y de ciencia ecoló-
gica. La historia ambiental se está asentando sobre bases más científicas, y por con-
siguiente se está volviendo más radicalizada.
to- Así como Marx desdeñó la historia política y económica, la teoría política y la
ato económica, y como generaciones de marxistas han tratado de negar la economía
la- política y la historia social/cultural, los historiadores del ambiente están incorpo-
hay rando y negando los tres tipos principales de historia y de ciencias humanas pre-
he- vias. No se trata tanto de que estén parados en hombros de los historiadores polí-
nto ticos, económicos y sociales del pasado (aunque de hecho lo están). Más
di- radicalmente, la historia ambiental está resultando ser historia política, económica
do y social... más amplia, más profunda, más incluyente. En este sentido la historia
is- ambiental es la culminación lógica de toda la historiografía que ha existido hasta
so la fecha.
sa- Para cerrar el círculo, se puede tener la certeza de que la historia ambiental será
reinterpretada, y hasta revolucionada, por futuras generaciones de historiadores, a
edi- la luz de nuevos problemas, técnicas, fuentes y demás, pero también de las revolu-
uci- 21 Robert Young ("Biography: The basic discipline for human sciences", Free Assmialiom,s, 11, 19/38)
smo
afirma algo similar con respecto a la geografía (y gran parte de la historia ambiental es biografía de un
lugar, una región, un recurso).
JAMES O'CONNOR
en la historia política, económica y social misma, a todas las cuales está con-
endo la historia ambiental. Ésta se está negando y reconstituyendo constan- S
te a sí misma, a medida que niega los otros tres tipos de historia, que a su vez
an con los avances de la historia ambiental y la historia ecológica. En la medi-
que puede entenderse este proceso de negación y omisión, es muy impor-
que los historiadores ambientales traten de comprenderlo. Si finalmente
a el capital global, y si las futuras generaciones ven la naturaleza mera o
sivamente como "capital natural" (y a los seres humanos como "capital huma-
la comunidad como "capital comunitario"), la historia ambiental resultará O
historia pura y simple de la naturaleza capitalista. Los movimientos de resis-
se desvanecerán y serán minimizados u olvidados por los historiadores. El ri
o será una historia de la creciente dependencia de la tecnología y de su cosi-
ón, y la tecnología sustituirá a otras relaciones sociales humanas mediadas por o
laciones con la naturaleza... y viceversa. Si realmente salen victoriosos (¿algo d
improbable?, ¿una evidente posibilidad?) los verdes, los verdes rojos, los rojos la
s, las feministas, los pueblos indígenas, las minorías oprimidas, los trabajado- e
el "ambientalismo de los pobres", que luchan contra el capital global, la his- i
ambiental del futuro será muy diferente. El remate, desde luego, es que el in
o será el futuro del capital puro y simple, o no, en parte de acuerdo con la u
a en que los historiadores ambientales (de hecho todos los historiadores) l
rendan y practiquen su arte. Cuanto más sea vista la naturaleza (modificada r
os humanos) como la historia del trabajo, la propiedad, la explotación y la a
social, mayores serán las probabilidades de un futuro sustentable, equitativo
ialmente justo. e
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S MANERAS DE OBSERVAR LA HISTORIA ECOLÓGICA
S PAISAJES CULTURALES DE LA BAHÍA DE MONTEREY
ODUCCIÓN
imera vista, los cañones al norte de la bahía de Monterey se ven tan fractura-
tan aislados del litoral oriental y meridional de la bahía, que sugieren que la
ogía de la región tiene que haber configurado su rica historia cultural. Una
da al sureste desde la altura de la montaña Ben Lomond, hacia la vastedad de
anuras fluviales de los ríos Pájaro y Salinas, completamente planas, y a la coli-
e granito que se conoce como península de Monterey, parece confirmar esta
ión. "La naturaleza hace a la cultura" sería una síntesis de esta sensación.'
n embargo hay otra evaluación, basada en el hecho histórico de que muchas
uras diferentes han sido transplantadas a la región de la bahía de Monterey:
la historia, incluyendo la historia ecológica, es de alguna manera importante
roducto cultural. "La cultura hace a la naturaleza", en la medida en que la tie-
a sido configurada por manos humanas, sería la síntesis de esta opinión. 2
Quieroanlzstdvie,yaqucrosnóeatlcmosfir-
e manera acrítica. La razón es que ambas dejan de lado el concepto clave para
terpretación de los paisajes (sistemas ecológicos, espacios ambientales, signifi-
s espaciales y mapas mentales, ambientes construidos), a saber, la actividad
rial de los seres humanos. Era común cierta unidad entre la cultura, el traba-
arvin Harris, Cultural materialism: The struggle for a science of cultura, Nueva York, Random House,
"La naturaleza hace a la cultura" es una sobresimplificación deliberada de la teoría de la historia
rris, pero capta algo de la esencia de su método aplicado a momentos y lugares específicos. Por
lo, Harris explica el desarrollo de la agricultura en términos de cambios climatológicos locales y
ultante "agotamiento o extinción de la megafauna del Pleistoceno, que fue la especie de caza pre-
durante decenas de miles de años" (p. 87).Y en otro lado, "el desarrollo del capitalismo en Euro-
ede verse, en gran medida, como una respuesta al agotamiento de recursos sobre el cual se había
o el modo de producción feudal europeo" (p. 111).
arris (ibid., cap. 9) hace una revisión crítica de las que denomina estrategias "idealistas cultura-
ara explicar la causalidad histórica. Por ejemplo, "Un popular conjunto de teorías psicologistas de
sación sociocultural arranca del supuesto de que cada sociedad tiene un carácter nacional, una
nalidad modal o alguna otra gama de tipos de personalidad [...] El conflicto estratégico entre los
pólogos psicologistas y los materialistas culturales [Harris mismo] surge cuando [los primeros]
n incluir la infraestructura ética en la cadena causal responsable de los complejos de personali-
cuando van aún más allá y proponen que los cambios estructurales e infraestructurales están pre-
minados por la existencia de determinado tipo de personalidad modal o básica o de un carácter
al" (pp. 259-260).
[95]
96 JAMES O'CONN
3 Martha K. Norkunas, The frolitics ofpublic oiernory: Tourism, history, and ethnicity in Monterey, Californ
Albany, State University of New York Press, 1993.
*El autor usa "yanquis" en su sentido angloamericano para designar a las personas de origen sa
residentes en el noreste de Estados Unidos.
NOR TRES MANERAS DE OBSERVAR LA BAHÍA DE MONTEREY 97
ey bastante alejada de lo que los primeros europeos de la Nueva España veían como
os la ruta natural norte-sur que conectaba las misiones de California, los templos del
Sin imperialismo español. Los españoles pasaban de largo por Santa Cruz en sus viajes
de hacia el norte y el sur de California en busca de conversos a Dios y al dinero, y más
pe- bien seguían una ruta río abajo el Salinas o el Pájaro, y doblaban después hacia el
le- este, a San José, o rumbo al norte, a San Francisco y Sonoma. 4
ad La peculiar geografía de la bahía de Monterey, sus importantes llanuras aluvia-
se les y sus variaciones climáticas suelen mencionarse como las razones por las cuales
o- Monterey, el presidio español en la base de la bahía, llegó a ser el puesto español
—, remoto más importante del imperialismo español en el norte de California, y por
una qué Santa Cruz, en el extremo de la bahía, quedó relativamente aislado, y durante
us dos siglos atrajo más que nada a esas almas que deseaban escapar del bullicio de la
ciudad o de la pobreza del viejo mundo o de Asia, y emprender una nueva vida. El
escapismo ha sido valorado desde hace bastante más de un siglo por la industria
turística, de gran nivel en Monterey, de poco nivel en Santa Cruz (el turismo es el
negocio más rentable de la región en la actualidad, sólo superado por la agricul-
tura). También puede ocurrir que el aislamiento de Santa Cruz hiciese más fácil
que los primeros capitalistas yanquis y alemanes de mediados y fines del siglo xix
la explotasen los abundantes recursos de las montañas Santa Cruz y de la orilla nor-
ual te de la bahía, más o menos a resguardo del escrutinio público y las reglamenta-
nta ciones estatales. Se ha dicho que el aislamiento de la misión de Santa Cruz, com-
tu- parada por ejemplo con la de Carmel (cerca del presidio de Monterey), explica la
ven relativa autonomía que obtuvo la primera durante el periodo del asentamiento
en español.
n- Es indiscutible que el desarrollo general de Santa Cruz se vio retrasado porque
ur- el primer ferrocarril que atravesó California de norte a sur esquivó esta ciudad.
íos Sólo el genio comercial y la voracidad de un inmigrante alemán, Frederick Hihn
on (que a finales del siglo xlx controlaba más negocios que cualquier otra persona de
se la región), quien construyó el primer ferrocarril Santa Cruz-Watsonville, integró
sti mejor a Santa Cruz con la máquina de fabricar dinero del capitalismo inicial de
tro
de 4 Aquí y en algunos otros puntos de este capítulo me baso en notas tomadas en el curso de historia
de local impartido por Sandy Lyons en el Cabrillo College, y también en su conferencia pública sobre la
imposibilidad de separar la "historia natural y la cultural" (Louden Nelson Community Center, Santa
do Cruz, 20 de septiembre de 1994). La tesis del "aislamiento" es una de las favoritas de Sandy Lydon pero
.es refutada por otros, como el autor local Geoffrey Dunn: "Creo que Lydon le da excesiva importancia
dad al 'aislamiento' de Santa Cruz durante el siglo xlx. Aunque sin duda no era el centro del universo, San-
stá ta Cruz estaba intrínsecamente vinculado con la economía política de España y México y, más tarde,
con la expansión de Estados Unidos hacia el oeste. Villa de Branciforte (ubicada al otro lado del río,
frente a la misión de Santa Cruz) fue seleccionada para ser uno de los tres primeros pueblos de Cali-
nia, fornia; los registros eclesiásticos indican que había una interacción regular entre Santa Cruz y las misio-
nes de Carmel y Santa Clara, así como con las comunidades seculares de Monterey y de San José (...]
ajó Los cerros son altos, la bahía profunda, pero no somos una isla, ni lo hemos sido jamás', "Preliminary
thoughts on the Santa Cruz Genovese fishing colony", artículo inédito, 1994.
98 JAMES O'CONNOR
California. Y no fue despreciable lo que hizo, porque Santa Cruz no tiene una
bahía natural, y sin embargo recibió el don de una multitud de recursos explota-
bles. Entre ellos había energía hidráulica, bosques, piedra caliza, y agregado (gra-
va y arena), de los que dependían las industrias de la madera, la cal, la curtiembre,
los explosivos, el concreto y otras que florecieron en la región desde los años 1870
y hasta el final de la primera guerra mundial.
Con su único y dificil paso por tierra que atraviesa las montañas Santa Cruz
hacia San José (conocido hoy como el viejo camino de San José), y dependiente de
navíos marítimos para llevar y sacar productos de la región, resulta clara la geo-
grafia económica de Santa Cruz en la época previa al ferrocarril. La principal
encrucijada estaba en la intersección del camino de Soquel, la vieja ruta de San
José y el camino del muelle, en el poblado de Soquel. Mercancías y personas iban
del este y del oeste hacia esa encrucijada, para conectar con la diligencia que salía
hacia San José, o para ir por mar a los mercados y los deleite de San Francisco. Hoy
resulta difícil imaginar que ese rincón fuese un centro importante de intercambio
comercial; está lleno de viviendas obreras y pequeños comercios que se inundan
cuando el arroyo Soquel (uno de los que serpentean por la zona) se desborda de su
cauce. Esta realidad sugiere que el determinismo geográfico pierde mucho de su
poder explicativo cuando el capitalismo se apodera del control de la tierra.
No obstante, es fácil ver lo tentador que resulta "explicar" la historia regional a
través de la geograffa ffsica y el clima. Muchos lugares, por ejemplo Chalk Creek,
Camp Chaparral y Cypress Point [Cañón Tiza, Campo Chaparral y Punta Ciprés,
respectivamente], toman sus nombres de la geología, la fábula y la flora locales.
(Pero aún más lugares, por ejemplo Camp Evers, Chinatown, Cowell Ranch, Castao-
vine, Clarks Camp y Crichton Gulch llevan la huella del nombre de ciertos grupos
o propietarios.) 5 Es fácil creer que las terrazas marinas ofrecían buenos panoramas
y, por lo tanto, viviendas elegantes; que los ríos costaneros y los cañones producen
secuoias y, por lo tanto, madera y aglomerado; que los vastos macizos de una varie-
dad de roble implican curtiembres; que el madroño y otros árboles de maderas
duras dan origen a talleres de pólvora negra; que el río San Lorenzo estaba desti-
nado a ser fuente de energía hidráulica; que centenares de arroyos y corrientes
parecían mandados hacer para proveer agua potable, y que el aislamiento geográfi-
co exigía primero uno, después un segundo, después casi un tercer ferrocarril, así
como un muelle del tamaño suficiente para dar cabida a navíos oceánicos. ¿Quién
puede dudar que la niebla fría atraída por el calor del valle de Salinas, y el sol cáli-
do de la bahía, representan alcachofas, lechugas y coles de Bruselas; que las dunas
de arena equivalen vidrio y cemento; las cascadas espectaculares, las playas, el clima,
el mar y las montañas, a viajeros y turistas? ¿Dónde más iban a construir su presidio
los españoles más que en ese promontorio de granito al que llamaron Monterey?
5 Donald Thomas Clark, Santa Cruz place names: A geographical diaionarj, Santa Cruz, Santa Cruz His-
torical Society, 1986.
ANERAS DE OBSERVAR LA BAHÍA DE MONTEREY 99
Hay una segunda manera de pensar por parte de quienes desean interpretar la his
toria humana y ecológica de la región de la bahía de Monterey (y presumiblement
basar en esas interpretaciones su política), la opuesta a la versión naturalista esbo
zada más arriba. Es la idea de que el factor determinante es (y tal vez debería ser
la cultura de la región, o mejor dicho las culturas, y que la cuestión clave es cómo
dejan su marca en el paisaje culturas diferentes.
Nadie duda de que la bahía de Monterey tiene una rica historia cultural, tan ún
ca, a su manera, como las configuraciones de la topografia y el clima de la región
Los pueblos nativos que vivían en las terrazas, colinas y llanuras aluviales de l
bahía construyeron complejas rutas comerciales allende la serranía de Santa Cruz
hacían sus herramientas con piedra de canteras de la zona, sacaban agua de lo
arroyos, recolectaban, cazaban y pescaban. Ésta fue la primera cultura —o cultu
ras, porque tal vez había tantas culturas ohlone como cuencas fluviales—; toda
ellas tuvieron efectos profundos en el paisaje ecológico, por ejemplo por la quem
de pastizales.? La segunda fue la cultura española de las misiones. La historia of
cial o eclesiástica de las misiones pretende que el impulso cultural de convertir
los indios paganos a la adoración de Nuestro Salvador, de salvar sus almas, fue la
fuerza decisiva que configuró no sólo la historia social sino también el paisaje
6 Malcolm Margolin, 77w Ohlone way: Indian in the San Francisco Monterey Bay Arta, Berkeley, He
day, 1878; Gordon, op. ciL, pp. 21-48.
TRES MANERAS DE OBSERVAR LA BAHÍA DE MONTEREY 101
OR
los cuartos del frente. Ventanas relativamente pequeñas e interiores sombríos, ele-
mentos de una mente invernal de Nueva Inglaterra, diseñados al parecer sin pen-
sar por un instante en el sol y la suave temperatura de la ciudad, sugieren una
especie de teoría determinista cultural del paisaje construido.
En ese periodo también los chinos entraron a la bahía de Monterey; eran en su
mayoría varones, contratados para los trabajos más peligrosos, y que perdían los
brazos y la vida mientras cavaban túneles ferroviarios y laboraban en los empleos
más arriesgados de los talleres de pólvora. 10 Los chinos manejaban también las
industrias del pecado: el juego, el opio, los burdeles. La religiosidad protestante
les impedía a los yanquis obtener ganancias de sus paisanos, meros consumidores
—no productores— de pecado. Las mujeres chinas, algunas verdaderas esclavas, tra-
bajaban en los prostíbulos ubicados en las numerosas (y geográficamente móviles)
Chinatowns del área. Esto también puede explicarse en términos culturales por el
racismo blanco y el bajo estatus de los trabajadores chinos, así como el estatus más
bajo aún de las mujeres. Para la idea del determinismo cultural resulta más signifi-
cativo cómo desarrollaron los chinos los márgenes y los sobrantes de la base local
de recursos, "trabajaron los bordes", en palabras de Sandy Lydons. 11 La cultura chi-
na hacía énfasis en "adaptarse y usar todas las formas posibles de ganarse la vida", y
otorgaba un alto valor al compromiso, el deber y el "razonamiento" (equivalente a
la inventiva). Sus valores culturales mantenían unidas sus formas de producción, lo
que les ayudó a especializarse rentablemente en la pesca, los productos marinos
secos, los cultivos periféricos y la reclamación. 12 Esta configuración de capacidades
culturales y técnicas "en los bordes" también estaba determinada, desde luego, por
el racismo, que marginaba y postergaba social y políticamente a los chinos.
Hombres, mujeres y niños llegaron en barco, en carretas y a caballo de muchas
otras culturas europeas y asiáticas. En el valle del río Pájaro y en las colinas del dis-
trito de Prunedale había croatas, con redes de familia extensa, que cooperaba
entre sí cuando plantaban y cosechaban sus árboles frutales y otros cultivos. Había
inmigrantes del Dust Bowl (probablemente en su mayoría escoceses e irlandeses),
I° Sandy Lydon, Chiflase gold: The Chiflase in the Monterey Bay imt, Capitola, Capitola Book Company,
1985, passim. Esta es la mejor historia social y económica de la región que se ha publicado hasta la fecha.
II Ibid., pp. 501, 504.
12 Gordon también escribe: "Las costumbres chinas se introdujeron con mínimas modificaciones",
op. cit., p. 59. Lo que ocurrió fue que las capacidades culturales y técnicas de los chinos funcionaban
bien en las "márgenes", en sentido figurativo pero también literal, es decir, en la orilla del mar, donde
tenían mucha experiencia en la recolección y procesamiento de productos marinos, ibid.; Lydon, op.
cit., p. 488. "Poca gente sobre la faz de la tierra usa más que los chinos todo lo que atrapa, cultiva o pro-
cesa; prácticamente no se desperdicia nada. Así que cuando los primeros se instalaron en el área de la
bahía de Monterey —en la caleta de Point Lobos, hacia 1851— deben de haberse regocijado con la
variedad y riqueza que se brindaba a su talento de pescadores expertos [...] A diferencia de los demás
grupos de antiguos inmigrantes a la bahía de Monterey, los chinos [de Point Lobos] llegaban en fami-
lias completas", Michael Kenneth Hemp, Cannery Roto: The history of old Ocean Viso Avenue, Kane'ohe,
History Company, 1986, p. 22.
MANERAS DE OBSERVAR LA BAHÍA DE MONTEREY 103
El distrito de Prunedale (con Coralitos en una punta) contenía centenares de granjas de subsis-
a, con frutales, vacas, un par de caballos y huertos de verduras. Los migrantes de Oklahoma explo-
las granjas como arrendatarios, "forma de vida similar a la que conocieran en su tima", Gordon, op.
rsivas mías.
"Tirar la red desde un barco en movimiento en mar abierto, en una oscuridad casi absoluta (las
atraían compañía y competencia) requería valor, habilidad y un nivel de trabajo en equipo difi-
imaginar para los no iniciados. Aunque con frecuencia se los conocía como 'italianos', los hom-
cuyo trabajo y capacidad dominaban la industria pesquera de Monterey provenían de los pueblos
ros cercanos a Palermo [...] Cuando había capturas excepcionalmente grandes era común que los
[sicilianos] compartieran en forma amistosa el pescado sobrante que rulo solo no podía cargar",
, op. cit., p. 79.
na variación sobre este tema: en Santa Cruz se estableció, a finales de los años 1870, una colonia
scadores genoveses con sus familias, casi todos ellos procedentes de la pequeña comunidad pes-
de Riva Trigoso. Los "genoveses trajeron de su patria el uso de redes !ampara [...] que se tendían
botes, y de redes playeras, que se llevan mar adentro con botes de remos y se recogen desde tie-
os genoveses no tardaron en adaptar sus métodos nativos al ambiente laico del lugar. A medida
ban declinando las pesquerías de agua poco profunda (por exceso de captura) fueron adoptando
métodos, especialmente la línea larga portuguesa, para aprovechar las pesquerías de agua pro-
a. Si bien entre los genoveses había un sentimiento intenso de comunidad, desde un principio pes-
n comercialmente para mercados que quedaban fuera de Santa Cruz, como San Francisco, adon-
andaban la pesca por tren. Tengo la sensación de que había mucha competencia entre ellos, y de
ue aumentando con el tiempo. Cada familia poseía un barco, y cuando los hijos tenían la edad
ada se añadían más navíos. Aunque había cierta cooperación entre familias, la más importante se
dentro de ellas. La cohesión de la colonia pesquera se basaba más en el lenguaje y el aislamiento
ral, así como en la cooperación femenina (parteras, crianza de los niños, curaciones, etc.), que en
presa de la pesca", Dunn, comunicación personal, agosto de 1995.
Los historiadores locales no han revelado aún las maneras en que las mujeres de las esferas repro-
vas de la vida (trabajo doméstico, enseñanza, etc.) modificaron los ambientes de la bahía de Mon-
104 JAMES O'CONNO
Los que defienden la política del lugar y la política de la identidad buscan, cad
cual a su manera, un cambio económico y social fundamental. Lo irónico es qu
ambos suprimen o censuran una política basada en la clase socioeconómica, pr
cisamente en una época en que los paisajes locales, los sistemas ecológicos y la
prácticas culturales se están sujetando cada vez más al dominio del capital global
de los mercados financieros. Parece estar funcionando una especie de ley socia
compensatoria.. A medida que el capital desvincula las capacidades técnicas y l
división del trabajo de formas culturales más viejas, la política étnica o identitari
se afirma con más vigor. De manera similar, a medida que la naturaleza se huma
niza y la producción depende menos de los incorruptos dones de Dios y más de l
tecnología, los fertilizantes químicos, el agua importada y demás, la política de
lugar se afirma a sí misma con más vigor.
Precisamente cuando la cultura, el trabajo y la naturaleza son moldeados y retor
cidos por las leyes de movimiento del capital —y cuando las estructuras capitalista
de clase se reproducen en escala expandida en el nivel local—, es más difícil qu
on la política de clase sea oída con seriedad. La idea de los "viejos modos", tanto eco-
as lógicos como culturales, parece más popular a medida que la realidad se va desva-
y neciendo o, mejor dicho, reapareciendo en la forma idealizada del "preservacio-
ue nismo" de la naturaleza y la cultura. 17 Al eludir los temas del capital y la clase
el económica, al restringir sus respectivos discursos a lo "natural" y lo "cultural",
la ambas políticas impiden lo que buscan con tal ardor: el "cambio real", como lo
.y expresan los políticos locales progresistas.
el Hoy la Grand Metropolitan, una corporación de Londres, decide el destino de
a, las enlatadoras del valle del Pájaro; 18 la tierra se arrienda a agroindustrias interna-
cionales para el cultivo de fresas; instituciones financieras regionales y nacionales
de toman los bancos locales; la Universidad de California (en Santa Cruz) se rees-
a- tructura para proveer mejor "capital humano" a la economía estatal; los restauran-
de tes del lugar dependen cada vez más de una creciente población que vive allí pero
í- trabaja "pasando los cerros", en Silicon Valley; cadenas de tiendas de descuento
e- remplazan las tiendas de la gente de la zona, y la riqueza y el poder se polarizan de
el modo más visible. Todo eso ocurre en una época en la que los progresistas del
or lugar que buscan el apoyo electoral de los verdes y los multiculturalistas tienen
. 16 miedo de pronunciar la palabra "explotación". A medida que el capital global
redefine la economía, la sociedad y la ecología locales, los dirigentes políticos evi-
tan la política de clase con el mismo cuidado con que los caminantes se alejan de
la hiedra venenosa y las quemantes ortigas de las montañas de Santa Cruz.
A medida que el capital llega a ver a la región y su gente como capital cultural,
como otras tantas mercancías o centros rentables, el sentido actual de la naturale-
da za y la cultura se va volviendo cada vez más nostalgico. 19 Nostalgia por una época
ue que nunca existió (y que jamás podía haber existido) es un tema que entrelaza a
re- los grupos locales dedicados a este o aquel aspecto de la historia y la identidad
as natural y cultural. Tal como ocurre hoy en muchas regiones del mundo, local-
y
al
17 La crítica de Perry Anderson al determinismo cultural al estilo de Carlo Ginzburg resulta rele-
la vante aquí: "Lo que está ausente en la descripción de Ginzburg es esa erosión del significado que cons-
ia tituye una parte tan grande de toda historia cultural [...] el proceso familiar por el cual las costumbres
a- o creencias que en alguna época estuvieran activas de modo central se vuelven, al alterarse las condi-
la ciones, esporádicas o marginales, y luego pierden por entero su sentido a medida que se las recarga de
el nuevos desarrollos que las incorpora o las borra [...] En la vida social lo más antiguo y, en ese sentido,
más profundo, es muchas veces más trivial, y ha sobrevivido sólo porque ha sido reducido a la insigni-
ficancia [...] Jack Goody señaló una vez que la persistencia de ciertos platos podía explicarse no por su
r- significado simbólico sino por su indiferencia, porque no eran más que indicios de continuidad exis-
as tencial [...] Las palabras y los mitos, a diferencia de los objetos de uso material, son significadores Mes-
ue capables. Pero también están siempre sujetos a la designficación [...] La única diferencia es que en su
caso suelen involucrar la cancelación de un significado por la sobreposición de otro, que puede, fácil-
mente, contradecir al primero", Perry Anderson, A cone of engagement, Londres, Verso, 1992, pp. 224
ar 225.
mat 18 Bardacke, op. cit., cap. 5
19 Por ejemplo véase Norkunas, op. cit.
106 JAMES O'CONNOR
as anomalías son signos de que algo —desde un manzano hasta una estructu-
personalidad— anda mal en la vida. Un horticultor sabe que algo no funcio-
uando un injerto no pega o una buena vid produce fruta ácida. Un buen psi-
rapeuta sabe que el paciente tiene un problema cuando oye alguna
repancia entre lo que dice y la forma en que lo dice. Son señales de crisis, que
n que tanto los árboles como las familias den manzanas podridas, que la fruta
gria y la gente se sienta ansiosa y haga cosas estúpidas o crueles, pero que tam-
crean una oportunidad de transformación, ya sea en una vid nueva, una fami-
una comunidad sustentable y equitativa.
brecha que existe hoy entre los que destacan los factores culturales por enci-
e los ambientales, o viceversa, es muy amplia, y no sólo en la bahía de Mon-
. La clase de historia que capta la dialéctica de ambos, así como sus conexio-
internas, está en pañales, y los políticos no. se interesan demasiado por ese
. Hay una excepción que confirma la regla. La razón más importante por la
los que defienden los derechos de los pueblos indígenas tienen un poderoso
miento de estar del "lado correcto" de la historia es que se piensa que en las
dades indígenas la cultura, la naturaleza y la actividad material están en estre-
relación, "orgánicamente conectadas". Por mucho que idealicemos a los pue-
indígenas o los veamos con ojos románticos, defender sus derechos resuelve,
recer, el conflicto entre nuestro sentido de lo que son y lo que deberían ser la
ra y la naturaleza. Hay una especie de coherencia, una sensación de que las
encáj an,21 que nos hace sentir cómodos con lo que estamos haciendo, más
iados que si nos dedicamos, por ejemplo, a la pura política de la tierra en el
del río Pájaro o a la política de la identidad en Santa Cruz.
s antinomias entre la naturaleza y la cultura pueden verse por doquier en la
n, que se divide con gran precisión en "residencial", "comercial", "industria
a", "recreativa", "preservación histórica", "restauración natural" y otros espa-
. Por ejemplo, hay decenas de carteles anunciando a los caminantes que los
ues naturales están abiertos desde las 6 de la mañana hasta la puesta del sol,
d tiempo histórico, mitad tiempo de Dios. Se puede ver esta anomalía en el
ue estatal Wilder Ranch, una vieja granja lechera conservada como reliquia
rica, en la cual una parte se llama zona de preservación histórica y otra área
stauración natural, como si la parte histórica —los edificios y paisajes de la
ja— no fuese también natural, y la parte natural —las mesetas y la llanura alu-
el arroyo Wilder, con su playa—, no hubiese sido modificada decenas de veces
a mano del hombre. Miren el campus de la universidad local: por ahí hay un
l que indica una zona de conservación natural, por allá paisajes de aulas... la
ura" escoltada por macizos de secuoias.
Este dualismo es tan generalizado que lo damos por sentado, por ejemplo, en e
parque estatal Forest of Nisene Marks, en Aptos (entre Santa Cruz y el valle del rí
Pájaro). La familia Marks le donó la tierra al sistema estatal de parques a condició
de que se dejase que el bosque, totalmente talado, "volviese a su estado natural"
como si se pudiesen borrar por decreto todas las huellas ecológicas y culturales d
la intervención humana, la tala, los trenes de brecha angosta y los aserraderos. S
uno inspecciona la parte más baja del arroyo Aptos, dentro de los límites del bo
que, encuentra en sus márgenes una comunidad de árboles y plantas que se debe
a los efectos ecológicos de la tala en gran escala por parte de Frederick Hihn, e
ferrocarril Southern Pacific y otros. 22 Hubo un caso en el cual un guardabosqu
del parque reclutó a unos boy scouts para destapar los restos de un viejo aserrader
enterrado ya bajo deslizamientos de tierra y arbustos, con el resultado de que rec
bió una reprimenda de sus superiores por violar la voluntad de la familia Mark
que en vano deseaba enterrar la historia, tanto literal como figurativamente. 23
En el viejo pueblo de Rincón, en otros tiempos centro de una línea de produ
ción de cal, que se levanta junto al cañón del río San Lorenzo, y que hoy es un com
plejo de "ecotonos" superpuestos, en los que se han borrado muchas huellas obvia
del uso humano (incluyendo un manzano solitario que hasta hace algunos año
crecía entre las secuoias) , se produjo un incidente similar. A los guardabosques s
les ordenó retirar siete viejos hornos para cal que se consideraban un peligro. Per
en realidad los taparon; hoy están enterrados debajo del estacionamiento que usa
los visitantes cuando quieren "volver" a la naturaleza.
El dualismo historia-naturaleza, que algunos ven como el núcleo mismo de
tradición judeocristiana y muchos otros como producto de la revolución científic
y la capitalista, es evidente por doquier, a veces en formas invertidas. La Univers
dad de California en Santa Cruz (ucsc) solía llamarse la "universidad entre la
secuoias", pero como desde hace mucho el control de incendios ha desplazado a
manejo de los incendios, las secuoias están bajo control; los muchos macizos y bo
quecillos de árboles de segundo crecimiento pueden interpretarse como una espe
cie de jardín, y la ucsc tendría que llamarse ahora "secuoias en la universidad".
Santa Cruz tiene planes para convertir la vieja concesión mexicana de tierras,
Rancho Refugio, colindante con Western Drive, el barrio residencial más occiden
tal de la ciudad, en un "cinturón verde", lo que aquí significa una especie de áre
silvestre urbana. Cerca del pie de Western Drive, en la primera terraza marina, ha
una unidad habitacional llamada "Atalaya", en la que vivimos unos cuantos mese
Nuestro departamento de esa especie de archivero para trabajadores y estudiante
22 "La tala al ras de los madereros desvaneció las zonas de vegetación. Hasta que las secuoias d
segundo crecimiento recuperen la supremacía en las zonas más bajas del cañón, habrá una mezcla
bosque ripariano y siempre verde", Sandy Lydon, 77ze foral of Nisene Marks Mote Podes, Santa Cruz, S
ta Cruz Mountains Natural History Associa.tion, s. f.
" MichaerMéuser, /Works tn We .f&esi: yu-r nvd-uction of tnearang ~ -rneannag ofyronaurn tk s
on Nisene Marks State Park, tesis, Universidad de California en Santa Cruz, 2 de junio de 1992, pp. 15-1
NOR TRES MANERAS DE OBSERVAR LA BAHÍA DE MONTEREY 109
el estaba en el segundo piso, y daba directamente a las empinadas márgenes sobre la
ío convergencia de dos barrancos que le dan su nombre a "Atalaya". Debajo nuestro
ón estaba el cinturón verde previsto, con apariencia de naturaleza silvestre, sin estruc-
", turas visibles, con dos antiguas sendas que subían a los lados de ambos barrancos,
de accesibles para cualquiera que estuviese dispuesto a pasar sobre el alambre de púas
Si y desafiar el más sagrado de todos los derechos: el de propiedad; más allá se podía
os- ver lo que parecía un deslizamiento de tierra, en el cual zigzagueaban viejos sen-
en deros de ganado que llevaban a las frescas aguas de la confluencia de los barran-
el cos; más allá ondulantes praderas que se alquilaban para el pastoreo de reses.
ues El cinturón verde previsto es el hogar de muchas especies de fauna: vimos u
ro, oímos lechuzas, diversas aves marinas, ciervos, coyotes, felinos, zorrillos y loros que
ci- vivían juntos, algunos como predadores de otras especies, otros a salvo en nichos es-
ks, pecializados. Si uno trata de identificar la cadena alimentaria, descubre que una de
sus fuentes es la basura de los inquilinos de Atalaya. De hecho el paisaje es una
uc- especie de zoológico sin rejas. Por lo tanto cualquier interpretación plausible de
m- las especies de vida en este "ecosistema" presupone una historia del desarrollo resi-
as dencial, los cambios de población, los valores de la tierra y la especulación, el capi-
os tal, la utilidad de los bancos y demás, así como la descripción de la manera en que
se los inquilinos de la unidad y otros que viven en Western Drive o cerca, por encima
ro del cañón, usan la naturaleza como sumidero para sus propios desechos. Aquí hay
an una lección de economía política, sociología política y psicología social de la natu-
raleza, aunque no se sabe cuál pueda ser y cómo se articula con ese zoológico de
la esta sección del viejo Rancho Refugio. Durante un debate reciente en el centro
ca cívico de Santa Cruz acerca de la conveniencia de aumentar unos pocos dólares los
si- impuestos a la propiedad, para que la ciudad pudiese comprar el terreno para el
as cinturón verde, a nadie pareció importarle esta falta de información.
al Hay muchos que se preocupan por la bahía de Monterey misma, especialmente
os- por sus "recursos marinos". Fort Ord, entre las últimas márgenes del valle del Sali-
e- nas y la península de Monterey, se convertirá en una filial del sistema de la Uni-
versidad Estatal de California y un centro de investigación marina (entre otros usos
el nuevos), del que se espera que rinda no sólo conocimiento sino también dinero
n- del gobierno federal, nuevas industrias y utilidades. La bahía misma ejemplifica
ea también una economía política de la naturaleza. Aunque en la zona se la ve como
ay un fenómeno más o menos estrictamente "natural", al observarla de cerca se
es. advierte que la bahía es una especie de acuario. No quiero decir que haya un acua-
es rio en la costa de la bahía, aunque lo hay: una célebre atracción turística de Mon-
terey, financiada por el multimillonario conservacionista David Packard, miembro
de
de del complejo militar-industrial. A lo que voy es que prácticamente todo lo que hay
San- en la bahía ha sido modificado o es controlado por la intervención humana, inclu-
yendo reglamentaciones que prohíben ciertas actividades, como la caza de balle-
s nas, por ejemplo.
16.
Lo mismo ocurre incluso en su famoso cañón submarino. Los antiguos navíos
110 JAMES O'CONNOR
24 Gary Green, director de los Moss Landing Marine Laboratories, en una conferencia pronuncia-
da en el Lauden Nelson Community Center, Santa Cruz, 7 de septiembre de 1993. Las imágenes de
video submarino de gran profundidad muestran por lo menos seis clases de almejas. El naturalista local
Fred McPherson, que impartió una clase sobre los "Ecotonos de Rincón" junto con este autor, no está
de acuerdo: "Los ecosistemas pelágicos (de aguas profundas) y costeros no son un acuario. Siguen sien-
do los mismos ecosistemas marinos, pero en un estado sucesivamente algo afectado (es decir, con
menos sardinas y más peces que se atrapan, etc.)", carta, 13 de julio de 1993. El problema está en qué
es un ecosistema y qué es "sucesión". (Véase por ejemplo Ludwig Trepl, "Holism and reductionism y
ecology Technical, political, and ideological implications", Capitalista, Maar, Socialism, 5, 5 de diciem-
bre de 1994.)
ANERAS DE OBSERVAR LA BAHÍA DE MONTEREY 111
ry Griggs y Lauret Savoy (eds.), Living with the California coast, Durham, Duke University Press,
27 Huida Hoover McLean, Tidedrift slaells of the MonUrey "My regm, Sama Cruz, Santa Cruz
Association, 1992.
OR TRES MANERAS DE OBSERVAR LA BAHÍA DE MONTEREY 113
de ques de maderas duras, piedra caliza y otros materiales locales. El hecho de que el
trabajo de los primeros estuviese impregnado de cultura tribal y el de los segundos
se del pensamiento esencialista y las normas culturales de un capitalismo del Lejano
n- Oeste, y de que unos y otros modificasen la naturaleza de maneras muy diferentes,
os no tiene que impedirnos ver ambos casos como fuerzas productivas culturales.
n- En una época los inmigrantes de la región transplantaron diferentes culturas y
as modos de trabajo que se adecuaron a diferentes topografías, recursos y climas loca-
as les que, a su vez, se asemejaban a los de la región o país de origen de los migran-
ía tes y, por lo tanto, les resultaban familiares. El deseo de lucro y de controlar el
de entorno (tal vez también el miedo a la desolación) de los primeros colonos protes-
el tantes del norte de Europa, se combinó con su trabajo frenético para arrasar los vie-
de jos bosques de secuoias (símbolos gigantescos de lo remoto y lo ajeno). Pero los ca-
a- ñones y las colinas no se hubiesen talado de no haber existido un mercado
on creciente de madera para construir ciudades y pueblos (incluidos los de la región)
s; que se llenaban de inmigrantes. ¿Qué podría mostrar un contraste más marcado
do con lo que los visitantes describían como el amor por el placer de los californianos,
i- combinado con praderas aparentemente ilimitadas, en las que millares de cabezas
de ganado pacían libres? ¿O con los introvertidos granjeros de subsistencia des-
plazados desde el Dust Bowl hasta las alturas del distrito de Prunedale? Cada una
de esas economías era "racional" desde el punto de vista de los valores culturales de
quienes participaban en ellas. Hoy, con muy pocas excepciones, las antiguas cone-
xiones entre cultura, trabajo y naturaleza han pasado a la historia: las secuoias ya
no simbolizan la "otredad"; el uso de la tierra para pastoreo prácticamente ha desa-
de parecido o ha sido reorganizado de acuerdo con lineamientos capitalistas; el feroz
n- individualismo de los granjeros de subsistencia ha cedido el paso a una cultura de
os agricultura comercial.
ne- En los viejos tiempos la tierra se configuraba de maneras específicas, a imagen
ue de las diversas culturas y formas de trabajar. Simultáneamente, esas culturas tenían
ia que ceder ante las variaciones de la naturaleza local: eran raras las coincidencias
mo perfectas entre la naturaleza y la cultura. Los yanquis y otros europeos del norte
el nunca habían talado secuoias; los españoles nunca habían disfrutado de tal abun-
ai- dancia de buenos pastizales, ni los chinos de tantos meses de verano secos y con-
m- fiables, ni los sicilianos y genoveses de condiciones de pesca tan estupendas. Los
lo inmigrantes del Dust Bowl tuvieron que aprender los secretos de los microclimas
n- de las colinas y los valles en que se asentaron. Los recién llegados debían adaptar
ar sus formas de vida y de trabajo a las características propicias y restrictivas de las con-
os figuraciones de la naturaleza localCLa cultura y la naturaleza no desarrollaban sus
s- respectivas lógicas separadas la una de la otra. Más bien naturaleza y cultura cam-
s- biaban y eran cambiadas, juntas, de diversos modos, media s por el trabajo esfor-
zado y las tecnologías nativas de las oleadas de inmigrantes.
Sin eutiku gu, más punto o más tarde —y éste es el punto importante— tanto k
las formas de vida tradicionales como los paisajes familiares cedieron ante la lógi-
JAMES O'CONNOR
das y sustancias químicas, y con gente cuyos antepasados vinieron de tres conti-
nentes. Las primeras obras importantes para producción de cal fueron construidas
y manejadas por el hijo de una familia europea versada desde hacía mucho tiempo
en las artes de la cal;" en la actualidad la extracción se hace con maquinaria y la
combustión con hornos de alta tecnología; en los años 1880, en los lugares más
remotos de la cañada Aptos, el capital se organizaba en mayor escala (aunque
seguía dependiendo de la capacidad individual de los artesanos) y los trabajadores
talaban, arrastraban y aserraban, a un ritmo nunca antes visto, antiguos bosques de
secuoias. Hoy los árboles se talan, trasladan y cortan más o menos de la misma for-
ma en toda la región. La mecanización del procesamiento de sardinas en Monterey
condujo a un mayor nivel de capitalización de la industria y también al final del
dominio de los cortadores de pescado chinos y japoneses, que tradicionalmente
habían realizado esa labor a mano en las enlatadoras de pescado. 31 El individualis-
mo de los arrendatarios escoceses e irlandeses en las colinas del distrito de Prune-
dale, que en un tiempo fuera la forma cultural en la que se desarrolló la agricultu-
ra de subsistencia diversificada, sólo existe hoy en sus vestigios ecológicos: en los
noventa una mezcla de granja y huerto de frutales es trabajada por personas que se
autodenominan "norteamericanas" y cuyos antepasados llegaron de todos los rin-
cones del planeta. A diferencia de lo que pasaba "en los viejos tiempos", ningún
grupo étnico tiene ahora el monopolio de la producción de verduras orgánicas con
bajos insumos; en el mercado de granjeros de Santa Cruz hombres y mujeres de
ascendencia europea, japonesa, china y mexicana venden sus productos lado a
lado. En casi todos los sectores el mercado y los requisitos técnicos, los métodos de
financiamiento y la organización del trabajo estandarizados han remplazado las for-
mas previas, más unificadas, de cultura y de trabajo.
Y también la economía de la naturaleza se ha volcado a usos que eran inimagi-
nables antes del advenimiento del capitalismo industrial y financiero, así como de
la tecnología y la ciencia modernas (esta última como forma específica de trabajo
cooperativo que presupone cierto nivel de evolución cultural, productiva y ecoló-
gica). Tomates resistentes a las heladas, brócoli congelado, cosechas mecanizadas,
agricultura química, granjas de árboles, estructuras posmodernas que no tienen
relación alguna ni con los materiales locales ni con las tradiciones arquitectónicas
del lugar... la lista de mercancías que ya no "encarnan" las formas de la naturaleza
primigenia (ni los frutos de culturas étnicas determinadas) es prácticamente inter-
minable.
Un continuo espacio/tiempo específicamente capitalista ha desvinculado la
producción de formas de naturaleza y cultura más antiguas. La Costera de Santa
Cruz, el último parque de diversiones abierto de la costa pacífica, atrajo a los turis-
" Bob Piwarzyk, "The lime kilns of Pogonip", manuscrito inédito, s. f.
" "El corte, hecho tradicionalmente a mano por trabajadores chinos y japoneses, se fue volviendo
menos especializado por nacionalidad a partir de la introducción de cortadoras mecánicas", Hemp, oft.
cit., p. 89
TRES MANERAS DE OBSERVAR LA BAHÍA DE MONTEREY 117
R
tas durante cerca de un siglo. Pero las clases de entretenimientos que se ofrecen y
los visitantes que los disfrutan han cambiado. La primera vez que fui a la Costera,
en los sesenta, había una Casa de la Diversión, donde por unos centavos los chicos
podían jugar todo el tiempo que se les daba la gana, y hasta 1963 hubo una gran
piscina de agua salada, en la cual los nadadores podían salpicar a gusto. Hoy el
espacio se usa más "eficientemente" (es decir más rentablemente): la alberca y la
Casa de la Diversión han desaparecido. Se paga por usar cierto número de minu-
tos y segundos los carritos y los juegos electrónicos. El uso del tiempo libre está
estandarizado. Y también lo está el paisaje cultural: el muelle remodelado de San-
- ta Cruz es una especie de modernista bastardo; la parte alta de la avenida Pacific,
en el centro, tiene rasgos que la asemejan a Carmel Village; hasta Watsonville, últi-
l
mo bastión de la cultura mexicana, planea modernizar el centro. Monterey, Aptos
Village, Capitola, Watsonville y Santa Cruz siguen teniendo algo de diferente, pero
-
sus diferencias tienen tanto o más que ver con la riqueza y los niveles de ingreso
que con las cultura étnicas y los ambientes o paisajes únicos.
En la economía capitalista actual los vínculos entre culturas particulares y con-
figuraciones de la naturaleza, por un lado, y divisiones específicas del trabajo y tec-
nologías, por el otro, están oxidados, rotos u olvidados desde hace mucho. En
-
lugar de ellos hay una naturaleza convertida en mercancía y una cultura de la
modernidad, un ethos de autodesarrollo y realización (más que el de una comuni-
dad "arcaica"), y la universalización de la forma asalariada del trabajo. La reacción
es una plétora de grupos preservacionistas de la cultura y la naturaleza que tratan
de proteger o restaurar o recordar esa o aquella práctica cultural o paisaje tradi-
cionales... en general abstraídos de los métodos de producción, las divisiones del tra-
bajo y los tipos de mercancías predominantes que se producen hoy.
CONCLUSIÓN
Esta manera de pensar nos libera de tener que defender ya sea una tesis ambiental
determinista y la pura política del lugar o un determinismo cultural y una estricta
política de identidad. El viejo dualismo persiste sobre todo bajo la forma de cintu-
rones verdes, parques estatales y festividades étnicas. Ha sido erradicado, en gran
medida, de los intersticios de la producción, distribución, intercambio y consumo
materiales, mayormente capitalistas, al igual que lo son sus paisajes y sus diversas
a
"culturas corporativas". Esto sugiere que existe la posibilidad, al menos, de una po-
lítica de clase que se ocupe de los asuntos ambientales locales y de la identidad
política en su interconexión ron los problemas de desempleo, bajos salarios, falta
de vivienda, pobreza, desigualdad y decadencia social.
Resulta posible, al menos en principio, una imagen de la historia ecológica y
.
social de la bahía de Monterey y de los temas y configuraciones políticos actuales
118 JAMES O'CONNOR
INTRODUCCIÓN
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
Carreta. En la segunda mitad del siglo xix y el primer cuarto del xx la economía
industrial del oeste del condado de Santa Cruz se basaba principalmente en la
exportación de materiales de construcción a San Francisco, San José y otras ciuda-
des en rápido crecimiento del norte y el sur de California.
Secuoias. Las tablas y muchos otros productos de madera empleados en la cons-
trucción, y fabricados a partir de los bosques nativos de secuoias, eran la exporta-
ción más rentable.
Puerta de horno de cal. Le seguían en importancia la fabricación y exportación de
cal para producir argamasa y yeso, utilizados también en la construcción; la pólvo-
ra negra para dinamitar túneles del ferrocarril, minas y canteras; los cueros.
[120]
LA CONSTRUCCIÓN DE LA NATURALEZA 121
Tocón de secuoia. Hacia los años veinte los bosques primigenios de secuoias prác-
ticamente habían desaparecido.
Horno para cal en Fall Creek. La industria de la cal, que dependía a su vez de las
secuoias como combustible para sus hornos, había declinado drásticamente.
Cantera Cowell. La mayoría del puñado de canteras grandes de piedra caliza y de
las decenas de otras pequeñas quedaron abandonadas.
Avellanos. Empezaron a escasear los arbustos de avellano que los productores de
cal y de pólvora talaban para hacer barriles.
Encinos. Lo mismo ocurrió con los encinos que producían ácido tánico para las
curtiembres del lugar.
Puente cubierto Felton. El ferrocarril de montaña y los puentes cayeron en desuso.
a Puente natural. Mientras tanto, la parte occidental del condado exportaba tam-
- bién su otro recurso fundamental: su clima fresco en verano, sus plantas, el sol y el
mar, el paisaje de montaña: la base de la industria turística local.
- Río. Y también los ríos y arroyos de Santa Cruz. A partir de los años 1860 los visi-
e tantes de San Francisco, San José y otros lugares empezaron a tener importancia
- en la economía del lugar.
s Costera. Después del despojo de sus materias primas, el occidente del condado
a se fue especializando cada vez más en el turismo proveniente de las ciudades cer-
canas, también construidas, al menos en parte, con la madera y la cal proceden-
el tes de las montañas de Santa Cruz. El turismo se convirtió en la principal indus-
tria de exportación probablemente hacia el segundo decenio del siglo xx, y sigue
a siéndolo hasta hoy.
a Hornos de cal de Fall Creek. Una parte de la economía del siglo xix eran los obra-
jes de cal y el taller de barriles de Fall Creek, Felton, diez kilómetros curso arriba
del río San Lorenzo a partir de la llanura aluvial del Santa Cruz. Fall Creek se ini-
cia en la cima de la montaña Ben Lomond y desagua en el San Lorenzo, en Felton.
Blue Cliff. El obraje de cal se construyó tres kilómetros corriente arriba, en la
ladera de una colina empinada formada de carbonato de calcio —piedra caliza—
de alta calidad. Se lo construyó en el decenio de 1860, cerró temporalmente duran-
a te la depresión de los años 1890, reabrió y luego cerró definitivamente en 1919.
a Helecho con hojas de arce. Hoy se considera que Fall Creek es uno de los lugares
- más hermosos que se pueden visitar en el condado de Santa Cruz. Se ha vuelto par-
te de la economía turística, sobre todo para visitantes de fin de semana. También
- es un lugar excelente para descodificar las formas en que se combinan o entre-
- mezclan la economía de la naturaleza y la economía humana.
Paisaje de Fall Creek. La cuenca es escarpada aunque en pequeña escala. Su his-
e toria económica y social es relativamente simple. Lo mismo puede decirse de su
- historia natural y de sus ecocomunidades costeras. Fall Creek es una especie de
universo autocontenido, un laboratorio en el cual se pueden estudiar las maneras
en que la actividad humana y la economía de la naturaleza se influyen y modifican
mutuamente.
Horno para cal visto desde arriba
(esta foto y la de la página siguiente son de Catharina Marlowe).
Tanque de agua.
124 JAMES O'CON
Hongos. Fall Creek atrae a muchas clases de visitantes. Para algunos la cuenc
parte de la naturaleza en las montañas de Santa Cruz.
Taller de barriles. A otros les llama la atención como parte de la historia eco
mica y social de Santa Cruz... como arqueología industrial, incluyendo este sitio
viejo taller de barriles.
Refrigerador para carne. Pero la cuenca no es más historia que naturaleza. E
resultado de la economía de la naturaleza y de la actividad material humana, c
binadas o entrelazadas.
EL PROCESO DE TRABAJO
Secuoias y acedera. Las operaciones madereras y caleras del siglo xix transformaro
ecología de Fall Creek... así como la economía y la sociedad del norte y la costa c
tral de C21ifornia. Esta narración comienza con la ecología original de la cuenca.
gran imagen ecológica de Fall Creek es -una larga historia de fuertes terremot
movimientos de tierra, magma borboteante e importantes cambios de clima.
N
o
n
Estanques de desove.
ONSTRUCCIÓN DE LA NATURALEZA 127
Camino de carretas.
Parte superior de un horno. Los primeros fabricantes de cal de la zona, que traba-
j aban por cuenta propia, construían y manejaban hornos de un solo crisol. Pero
con la introducción del trabajo asalariado se requerían tres hornos para mantener
ocupada y plenamente explotada la fuerza de trabajo. Uno de los hornos se encen-
día mientras el segundo se enfriaba y el tercero volvía a llenarse.
Frente de un horno. A finales del siglo )(Ex estos hornos producían entre el 20 y el
40% de la cal de California; la mayor parte se exportaba a San Francisco o se utili-
zaba en el lugar.
Ciudad de Santa Cruz: Long shot. Así Fall Creek ayudaba a construir las ciudades
cercanas, incluyendo Santa Cruz, que desarrolló estructuras sociales, valores y
ambientes típicamente urbanos. La urbanización creó una necesidad social o
demanda de escapar, de "volver a la naturaleza". Y la "vuelta a la naturaleza" inclu-
yó la vuelta a Fall Creek.
Edificio Flatiron. La economía de Santa Cruz, exportadora de materiales de cons-
trucción (incluyendo los obrajes de Fall Creek), contribuyó a crear la base material
de una población urbana. Así el oeste del condado ayudó a aumentar la demanda
social de sus propios esparcimientos ambientales. Por decirlo así, Santa Cruz y Fall
Creek satisficieron su propia demanda.
Frente de un horno. Los obrajes de cal de Fall Creek fueron abandonados en 1919,
LA CONSTRUCCIÓN DE LA NATURALEZA 129
Desechos en la cañada. Abajo de los obrajes de cal la cañada es una especie de tira- ñ
dero de basura lleno de los desechos de la naturaleza y de la historia. e
Camino de carretas. Se usaron piedras del lecho del arroyo para pavimentar el
camino de carretas, que ahora es la principal senda para visitantes. Aquí una gene- r
ración de caminantes ha alisado los filos de la historia, creando un lugar seguro y r
atractivo para pasear.
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Control de erasión en la cañada. o
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LA RESTAURACIÓN DE LA CAÑADA s
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Secuoias. Después que cerraron los obrajes de cal mucha gente pasó por Fall Creek.
Metal en los bosques. Residentes cercanos buscaban el metal de desecho en la
cuenca, así como madera, leña, nudos de secuoias, bayas, hongos, helechos y cosas q
por el estilo. En los sesenta los hippies hacían campamentos con la madera y los a
ladrillos que habían quedado. l
Foto escénica de la cañada. La gente del lugar pescaba en el arroyo y usaba el área ca
de los hornos para tirar al blanco. Los chicos jugaban en el agua y trepaban por la
cantera (algunos se cayeron y resultaron heridos; dos murieron). En 1972 el Servi-
cio de Parques añadió Fall Creek a su colección.
STRUCCIÓN DE LA NATURALEZA 131
La belleza de Fall Creek. Mientras tanto, independiente de todo esfuerzo por resta
rar la cañada y manejar el parque, la ecología de Fall - Creek cambió drásticamen
durante los últimos cien años.
La belleza de Fall Creek. Las condiciones de producción en Fall Creek contribuy
a explicar el diseño de los hornos, el modo de operación de la explotación mad
rera y de los obrajes de cal, y el momento en que se cerraron estos últimos.
La belleza de Fall Creek. Los mismos, a su vez, ayudan a explicar el tipo y el mome
to del impacto ecológico del uso industrial de la cuenca. La historia de la natur
leza en Fall Creek es, de algún modo desconocido e incognoscible, parte de la hi
toria del trabajo entre 70 y 130 años atrás, así como de la economía de la naturale
en ese mismo periodo.
La belleza de Fall Creek. En un principio el periodo industrial tuvo el efecto
devastar la ecología de Fall Creek. De acuerdo con los autores del único estud
ecológico conocido sobre la cuenca, "Durante el periodo de tala y minería [...]
extrajo mucha biomasa."
La belleza de Fall Creek. Y los autores continúan diciendo: "La vasta destrucción d
la cubierta vegetal [...] aumentó la erosión de los suelos, cambió los microclimas
creó un hábitat nuevo, casi uniforme [y] una actividad de sucesión caracterizad
por el decremento de la diversidad de la flora y de su complejidad distributiva."
La belleza de Fall Creek. Pero a medida que fue pasando el tiempo "la biología
volvió más complicada. Dentro de la [...] cuenca la energía ha existido como u
sistema de biomasa y acumulación, y al sistema se incorporaba mucha más energ
que La que se liberaba. La radiación solar es absorbida por una cantidad —que cr
ce año con año— de vegetación leñosa y cubierta del suelo del bosque.
Flores. Luego la cuenca se volvió ecológicamente más variada. Con la desapa
ción del dosel original de secuoias podía crecer más flora.
La belleza de Fall Creek. Con el tiempo apareció una mayor variedad de helecho
plantas de flor y arbustos. Las lluvias estacionales y la erosión cambiaron también
cañada misma. El hecho ecológico de que el trabajo humano recreó, intencional
no intencionalmente, una ecología diversa, es una de las razones por las que Fa
Creek es un lugar dilecto al que se escapa la gente de las ciudades cercanas.
Flores azules. La ecología actual de Fall Creek es resultado también de las regl
y reglamentos del Departamento de Parques, de la reparación de sendas, con
trucción de puentes y otras obras de mantenimiento y mejoramiento por parte d
personal y de voluntarios. La cuenca se realmente una especie de jardín. Y los ja
dineros toman decisiones acerca de qué cultivar y qué no, ya sea por intención
por efecto.
Helecho. Helechos y matorrales de chamizo, culantrillo, campanillas, madreselv
lotos, rosas silvestres, zarzamoras, frambuesas y otras plantas prosperan en áre
perturbadas de la cuenca.
RUCCIÓN DE LA NATURALEZA 133
NO
Secuoias. Lo mismo ocurre con las secuoias, tan numerosas hoy que probable-
mente nunca lleguen a tener el tamaño de los árboles primigenios. Un resultado
de la protección a las secuoias es que algunas otras plantas y helechos no lograrán
au- sobrevivir cuando el dosel de árboles sea más alto y denso. Los helechos arbóreos
nte y los helechos dorados, que necesitan sol, pueden desaparecer.
Avellanos. Pero los avellanos han reaparecido, y el acebo y la retama florecen cer-
yen ca del agua y a las orillas del camino. El resistente helecho espada, que abunda en
de- las áreas muy sombreadas, va a sobrevivir.
Encinos. Los encinos se reproducen prolíficamente.
en- Hojas de arce. Y también los arces de hoja grande, que crecen en densos grupos
ra- en los escombros de piedra caliza, al pie de Blue Cliff y en los claros cercanos al
is-
agua.
eza Hongos. En un tiempo Fall Creek era un buen lugar para los recolectores de hon-
gos. Ahora el estado prohíbe a los visitantes recoger hongos, así como llevarse hele-
de chos u otras plantas, con lo que de hecho se toma otra decisión en materia de jar-
dio dinería. Igual que en una reserva natural, sólo podemos apropiarnos de la imagen
se del objeto real en una foto, no de la cosa misma.
Catalinas. Sigue siendo misterioso de dónde viene esta colonia de catarinas,
de cómo escogen Fall Creek en la ruta de su migración y por qué se van repentina-
sy mente a mediados de febrero, volando con una corriente de aire caliente.
da Hiedra. A la hiedra se le han dado muchos nombres, entre ellos "la huella del
" hombre". La plantaron los trabajadores para humanizar su entorno, y tal vez para
se controlar la erosión y el polvo.
un Vinca. Esta vinca y la hiedra cubren el pasado de quienes las plantaron, como si
gía hubiesen querido suavizar los afilados bordes de su propia historia. Aquí el hom-
re- bre sigue dominando a la naturaleza en el sentido de que estas especies introduci-
das dominan a la flora nativa.
ari- Manantial. Debajo del obraje de cal el agua sale borboteando de un pequeño
manantial subterráneo. Cuando se rellenó el arroyo, corriente arriba, siguió vivo
os, debajo de los escombros y cambió de curso.
la Cañada. Piedras, helechos, luz y agua se combinan en este tramo de la cañada
ly para crear un paisaje de naturaleza romántica digno de la imaginación urbana nos-
all tálgica más exigente.
las
ns-
del INTERPRETACIÓN
ar-
no Foto escénica de Fall Creek. Una vez Karl Marx escribió que la producción no sólo crea
los objetos que satisfacen las necesidades, sino también las necesidades satisfechas
va, con esos objetos. Este estudio es una variación sobre ese tema. Fall Creek produjo
eas la cal que ayudó a construir la California urbana, incluyendo las ciudades de San-
JAMES O'CONNOR
ruz y Felton. La vida urbana constituyó una cierta estructura social y la necesi-
social de escaparse y volver a la naturaleza.
Foto escénica de Fall Creek. La naturaleza que buscan los citadinos de la zona y
os visitantes incluye a Fall Creek, que ya no es un lugar salvaje pero que no está
arrollado y parece natural.
Foto escénica de Fall Creek. O, en otros términos, Fall Creek es un ejemplo de la
uraleza tal como quiere verla la imaginación urbana. Así se cierra el círculo: Fall
ek satisface su propia demanda, en el doble sentido de ayudar a construir cen-
s urbanos y de verse y sentirse como la clase de naturaleza que esperan los visi-
tes urbanos que buscan escapar de la ciudad y ver la "naturaleza".
Viga del almacén en el arroyo. Fall Creek sólo parece "naturaleza pura". De hecho
la cuenca la historia se mezcla con la naturaleza de maneras obvias, como esta
richosa viga en el lecho del arroyo. l
Lo insólito de Fall Creek. Y de maneras insólitas, como este marco de la puerta de
horno incrustado entre los desechos del suelo del bosque.
Tanque de agua. Lo que vemos en la cuenca, lo que olemos y oímos, y el sentido
seguridad que experimentamos en sus senderos, tiene tanto que ver, a su mane-
con el desarrollo del capitalismo en Occidente, como con los propios ritmos de i
aturaleza.
Carreta. Las herramientas y condiciones de trabajo, el agotamiento del bosque,
cambios tecnológicos de la producción de materias primas y el papel de Cali-
nia en la economía mundial a finales del siglo xix y principios del xx son ele-
ntos que contribuyeron a construir la naturaleza actual de Fall Creek.
Tocón de secuoia. Pero —por decirlo en una sola palabra— el dualismo occiden-
nos ha impedido ver la dialéctica de esta historia natural y naturaleza histórica.
ello tiene tanta importancia la historia ecológica, que desconstruye los muros
ológicos que se yerguen entre la historia y la naturaleza, y crea una nueva com-
nsión del presente como historia y como naturaleza.
NTA DE DOS CIUDADES:
GO Y LOS ÁNGELES
[1351
136
paciente y sabio para que pudiese abrirse paso entre sus argumentos y separar
grano de la paja.) Por último, incluso si los participantes lograron exponer d
manera útil el método marxista, tengo la sensación de que Cronon igual hubie
ignorado a sus críticos, ya que no es marxista (aunque afirma comprender el ma
xismo) ni quiere serlo.
Cronon "se pregunta" si sus críticos consideran que Nature's metropolis tie
grandes fallas debido a sus propias "expectativas" irreales, más que al "desempeño
del autor. Pero parece estar algo confundido acerca de cuál es realmente s
desempeño y, por lo tanto, de lo que sus lectores tienen o no derecho a espera
Sus narrativas ("relatos") tienen la clara intención de contar con una base teórica
pero no queda claro de qué profundidad ni de qué clase de teoría. Tres o cuat
críticos condenan el libro porque no explica la dinámica del desarrollo region
de Chicago. ¿Qué impulsaba a la ciudad que devastó así la naturaleza? Pero pued
ser que la intención de Cronon nó fuese explicar el desarrollo regional per se si
más bien los efectos del mismo sobre la naturaleza. En el libro dice que su intenció
es escribir "una historia de la relación entre Chicago y el Gran Oeste", y en part
cular analizar las transformaciones económicas y ecológicas que experimentaro
la gran ciudad y sus hinterland. Pero también convierte en agentes del cambio a lo
comerciantes, intermediarios, especuladores y promotores de Chicago, lo cua
puede verse o no como una afirmación teórica. Asimismo, en su respuesta a
imputación de Carolyn Merchant de que su misma descripción de la transform
ción del Gran Oeste es incompleta, Cronon replica que su omisión fue deliberad
que ya había tratado el tema en su libro previo sobre la historia ambiental de Nu
va Inglaterra. El autor tampoco se ocupa de la transformación ecológica de Ch
cago mismo, ya sea en el nivel de la destrucción del ecosistema o en el de la ap
riencia de los paisajes culturales. "Cronon no cierra el círculo que une el campo
la ciudad —escribe Merchant— detallando el regreso de aguas, humo o desecho
al campo y los ríos."
Tal vez Cronon precisa su verdadero objetivo en su "Respuesta". Afirma en el
que escribió el libro "para investigar [...] las muchas formas en que la gente se ena
jena del mundo natural del cual depende su vida [...] explorando el crecimient
de una gran ciudad en relación con los sistemas naturales que hacen posible es
crecimiento". Ralph Saunder y Sallie Marston añaden: "Cronon demuestra cóm
Chicago se desarrolló simultáneamente con la ruina del mundo natural que
rodeaba y, lo que es más importante, por medio de ella." Es justo. Sólo nos rest
añadir "ignorando mientras tanto la dependencia de la ciudad de la fecundida
natural y la forma en que asoló [la naturaleza primigenia] ". El problema es qu
este propósito no puede realizarse sin otra investigación paralela sobre las forma
en las que la gente fue enajenada de los medios de producción, de su trabajo y de
iriteIXendóH humana con intervenrilm de esos_ mismos pmdurtoa), dice iué-fiifrrimria huhie
habido en caso de que Cronon hubiera usado su método.
137
r el producto del mismo, y de las demás personas (no sólo de la naturaleza), todo lo
de cual está ausente de la narración de Cronon. Esto sugiere también que el objetivo
ese de éste es explicar los efectos de la dinámica del desarrollo de Chicago y sus hin-
ar- terland sobre la naturaleza (y sobre los seres humanos, en la medida en que los mis-
mos se alejaban de la naturaleza), no la dinámica misma. Cronon dice que no tra-
ene tó de brindar "a los lectores [del libro] una teoría global de la urbanización, el
o" cambio regional, la industrialización y la dinámica interna del crecimiento capita-
su lista". Si bien se concentra en comerciantes, ferrocarriles y mercados, asevera que
ar. "en ningún momento afirmo que el transporte, el comercio, los mercados o el
a, movimiento de mercancías fuesen los únicos determinantes del crecimiento de
tro Chicago [...] Me limito a decir que fueron muy importantes y que al pensar sobre
nal ellos podemos aprender muchísimo respecto a la relación de la ciudad con sus hin-
de terland" Bastante justo, también. Pero esta clase de enfoque no explica realmente
ino nada, sino que se limita a aislar un factor o conjunto de factores entre otros, sin
ón decir cuáles son esos otros factores ni cómo se articulan con los primeros.
ti- Cronon afirma que "su brújula se orienta en las vías que llevan de y hacia la ciu-
on dad, siguiendo las rutas que vincularon a la comunidad humana llamada Chicago
os con el mundo natural del cual la ciudad llegó a ser una parte tan importante": el
al transporte y los ferrocarriles. Los ferrocarriles son temas engañosamente simples,
la y la brújula de Cronon puede llevar a sus lectores en una dirección teórica equi-
ma- vocada. El transporte es capital productivo, cosa que no menciona ningún inte-
da; grante del simposio. (Hasta el "puro" intercambio de trabajo en la caja del super-
ue- mercado tiene un momento productivo, cuando las compras se meten en bolsas.)
hi- Los ferrocarriles se construyeron por más de una razón, lo que complica todas las
pa- historias que tienen que ver con ellos. Consolidaron el poder de Chicago, así como
oy de sus comerciantes y empacadores de carne, sobre el campo; fueron también una
os salida para el capital excedente y parte de la creación del imperio transcontinen-
tal llamado Estados Unidos. Tal como ocurre en la creación de autopistas interes-
lla tatales y shuttles espaciales, en la construcción de ferrocarriles se combinaron con-
a- sideraciones políticas y militares con motivos económicos. Ni siquiera está claro si
to Chicago y sus hinterland hubiesen sido significativamente diferentes si los trenes
se nunca hubiesen remplazado los canales. De no ser así, Cronon les presta excesiva
mo atención a los ferrocarriles en sí mismos y muy poca a su papel como medio para
lo reducir el tiempo de revolvencia del capital y de acelerar la historia (aunque, en sí
ta misma, su descripción de la reglamentación y disciplina del uso del tiempo reque-
ad rido para la eficiencia ferroviaria es excelente).
ue Escribe esta sabia frase: "Ahora [...] sabemos que la narrativa funciona apode-
as rándose de una porción de realidad, disponiéndola en una secuencia atractiva y
el haciendo que esa secuencia parezca completa, pese a todas las evidencias en con-
trario." Sin embargo elude la cuestión de cómo decide uno los criterios que usará
e.a. para determinar qué extraerá, para su investigación detallada, de la masa de la his-
toria, y qué dejará en los archivos. Con bastante frecuencia parece que los criterios
138 JAMES O'CONNOR
de Cronon tienen que ver con las características físicas de las cosas; los trenes y sus
cargamentos, por ejemplo, se definen como valores de uso, no valores de cambio;
como formas de entrar y salir de la ciudades, no como maneras de acumular capi-
tal. Probablemente ésta sea otra fuente de la confusión de sus críticos acerca del
propósito y método del autor.
Nature's metropolis, ¿es una narración descriptiva o también se plantea "por
qués"? Creo que hace las dos cosas, pero en ambos casos de manera ambigua, por lo e
que ninguna de ellas resulta totalmente satisfactoria. El autor no aclara cuáles son
sus hipótesis, cómo se las puede someter a prueba, qué datos en contrario habría y
que buscar y qué opacidad desea penetrar: si la ideología desconstruida o una o
narrativa previa revisada. Esta laguna resulta especialmente incómoda para los
marxistas, que aprenden a desarrollar sus propias perspectivas teóricas en forma de
una crítica a la "teoría burguesa" —expresión que los críticos de Cronon evitan—
y a su método.
Cronon ignora a sus críticos no sólo porque sus metas y métodos no están cla-
ros (por lo cual aquéllos no saben ni pueden saber qué tienen derecho a criticar),
sino también porque los geógrafos marxistas no explican demasiado bien sus pro- t
pios métodos (lo que a su vez irrita al autor de Nature's metropolis). Cronon afirma
que sus críticos se molestaron porque no escribió el libro que ellos querían que
escribiese, un libro que explicara la dinámica de desarrollo de Chicago y del Gran o
Oeste en términos de una teoría de tipo marxista de la producción, circulación y l
acumulación de capital. Mary Beth Pudup se queja de que "la preocupación exclu-
siva de Cronon [es] la circulación [...] Las ruedas del comercio son las que ponen n
en movimiento a Chicago." Phillip Scranton escribe: "La exclusión [del creci-
miento industrial] nos permite observar más profundamente las mutaciones del g
intercambio mercantil, pero a falta de un análisis igualmente penetrante de la pro- c
ducción empobrece el argumento en su conjunto."
¿Qué diferencia hace que Cronon ignore lo que dos críticos llaman la "prima- e
cía de la producción" y un tercero denomina las "relaciones de producción"? Asu-
mamos que trató de que su libro no sólo describiese los efectos del desarrollo
regional sino también que lo explicase. Los críticos ofrecen muchísimos consejos
gratuitos acerca de lo que tendría que haber hecho Cronon, y de lo que hubieran
querido que hiciese, pero mucho menos respecto a cómo debería haber hecho lo
que ellos querían que hiciese. Tampoco explican qué diferencia haría su propio e
método en términos de las clases de resultados que podría haber obtenido Cro- d
non en caso de haber decidido escribir un libro marxista. 2
Brian Page y Richard Walker identifican el problema de las explicaciones del
2 Parece haber dos excepciones. Merchant dice que al "hacer caso omiso de las relaciones de pro-
ducción, la crítica del mercado que hace Cronon se limita a sus costos ecológicos". Page y Walker
demuestran que la concentración en la acumulación de capital y en el concomitante cambio tecnoló-
gico en la industria y la agricultura explicaría mejor la velocidad de la transformación ecológica y del
desarrollo económico. u
ADES 139
narse con ellos para redistribuir las utilidades escasas a los más fuertes o más p
sisten tes. El tema de la crisis económica, que debería ser central en cualquier d
cripción marxista de la "dinámica del desarrollo", está ausente en este simpos
"La acumulación por medio de la crisis" explica la expansión de los mercados
bienes de capital en términos de una demanda menguante del consumidor, es dec
de la necesidad de reducir costos para defender o rescatar utilidades cuando l
mercados finales se debilitan o decaen. La mayoría de las grandes innovacion
tecnológicas para reducir costos aparecieron o se difundieron durante periodos d
depresión o estancamiento. En la historia del capitalismo las crisis son moment
definitorios de cambio económico, tecnológico y social, incluyendo los cambios
la composición de las clases sociales en general y de la clase trabajadora en par
cular. Puesto que durante la segunda mitad del siglo xix el capital fue un sistem
expuesto a crisis (así como dependiente de las crisis), la omisión de la teoría de
crisis limita la utilidad tanto de Nature's metropolis como de las reflexiones de
geógrafos sobre el libro de Cronon.
La queja más frecuente de los críticos es que Cronon deja de lado lo que d
geógrafos llaman la "primacía causal" de la industria (o capital productivo). En
introducción Walker afirma que "la discusión sobre la primacía causal es fund
mental para llegar a una comprensión del crecimiento explosivo de Chicago
Pudup apoya su aseveración: "El comercio se subordinó de manera más genera
zada a la producción industrial" hacia finales del siglo. ¿Será verdad que el capi
industrial subordinó al capital mercantil durante la segunda mitad del siglo xix?
si así fue, ¿qué más da? Un problema es que ninguno de los críticos explica q
quiere decir "subordinación", de manera que resulta comprensible la irritación
Cronon frente a esta línea de ataque. Quiere decir que los comerciantes pierd
el monopolio de que puedan gozar en el comercio y, en consecuencia, su capac
dad de comprar barato y vender caro, en lo que equivale a un juego de suma cer
En cambio se ven obligados a competir entre sí, y también con el capital industri
para obtener capital en dinero y crédito, trabajo y demás. La subordinación de l
comerciantes a los industriales (en un modelo simple, en el cual el capital me
cantil está en manos de una clase identificable de comerciantes y el capital pr
ductivo en manos de los industriales) quiere decir que los primeros se apropian
una parte de las utilidades totales que va de acuerdo con la cantidad de capital q
han invertido, con la composición orgánica de sus capitales y con la tasa de uti
dad promedio. La mayoría de los críticos de Cronon dan vueltas alrededor de esto
problemas sin hacerles frente. Sólo Holdsworth discute los precios de las materi
primas y el alcance de la competencia que prevalecía en esa época, pero tan sól
con respecto al poder de los comerciantes sobre los productores directos ("l
comerciantes de Chicago que estaban detrás de [...] los cambios del transporte [..
capturaban implacablemente una parte suficiente de la oferta como para contro
lar el precio que recibían los productores. Éstos, casi siempre a merced de com
pradores de la metrópolis [... ] tenían muy poco poder para responder a la dista
NOR
LA VENTA DE DOS CIUDADES 141
per-
des- te y anónima Chicago.") Ninguno de los críticos plantea la importante pregunta:
sio. ¿cómo cambió la (supuesta) subordinación del capital mercantil al industrial la his-
de toria de la transformación ecológica del Gran Oeste? ¿Hay una hoja de pasto que
cir, desapareció (o no) debido a esta subordinación (o a su inexistencia)?
los Hacia 1900 Chicago había desarrollado una variedad de industrias de "sustitu-
nes ción de importaciones" y bienes de capital, y tenía más fábricas que cualquier otra
de ciudad del mundo. Dos críticos creen que ni el comercio de granos ni el de made-
tos ra tuvieron mucho que ver con la "creciente vitalidad industrial de la ciudad". Pero
en ésta no es base suficiente para rechazar la estrategia de Cronon de tratar a los
rti- comerciantes y afines como agentes dominantes del crecimiento. A principios del
ma siglo xvin Gran Bretaña tenía miles de fábricas, pero el capital industrial no subor-
e la dinó al capital comercial hasta más entrado el siglo, e incluso entonces sólo lo hizo
los de manera parcial. Las actuales economías de los tres grandes, Estados Unidos,
Japón y Alemania, tienen importantes características neomercantilistas. La industria
dos moderna reduce a los comerciantes a personificaciones ciegas del capital comercial
su en su conjunto sólo en los libros de texto. Para saber si los comerciantes de Chica-
da- go estaban económica y políticamente subordinados a los industriales, yen este caso
o". cuándo y con respecto a qué, habría que estudiar el alcance y el tipo de competen-
ali- cia entre comerciantes; los movimientos de los precios de las materias primas a
ital medida que la competencia iba imperando entre ellos, y los cambios de la relación
?; y capital-trabajo, entre fracciones del capital y en las configuraciones del poder del
qué estado (entre otros factores). Tal vez el asunto no pueda discutirse sensatamente
de fuera del contexto de la economía mundial en su conjunto, y del lugar de un Esta-
den dos Unidos imperialista en ella. Tendría que prestarse atención a la tesis de William
ci- A. Williams (ignorada por el autor y por los críticos) de que los granjeros del Gran
ro. Oeste eran una importante fuerza expansionista debido a los grandes excedentes
ial, producidos por la fecundidad de la naturaleza combinada con la tecnología huma-
los na. En Estados Unidos los industriales y los obreros eran proteccionistas; los gran-
er- jeros y los banqueros lo eran, si acaso, mucho menos. Estados Unidos fue protec-
ro- cionista hasta 1913; después, tras la primera guerra mundial, los aranceles se
de elevaron al nivel más alto de la historia del país. ¿Es señal esto de que el capital
que industrial era dominante? Tal vez sí, tal vez no. El capital industrial realmente pode-
ili- roso busca libre comercio e inversión donde sea, y no le teme a la competencia
os extranjera. El proteccionismo resguardaba a la industria mientras los granjeros se
ias beneficiaban de los mercados europeos en expansión. La industria norteamericana
lo obtenía materias primas baratas y alimento para sus trabajadores, especialmente del
los Sur después del Gran Compromiso de 1876, y los granjeros disfrutaban de merca-
..] dos en crecimiento, salpicados por crisis de sobreproducción. Estas consideraciones
o- son la punta del iceberg histórico que, como su masa, es invisible en este simposio.
m- Los críticos de Cronon también le reclaman no haberse ocupado del trabajo y
an- la lucha de clase. Pero no explican cómo incorporar estos temas de manerainte-
resante en la narrativa de Cronon. Page y Walker escriben que el autor "desprecia
142 JAMES O'CONNOR V
l poder generador de valor del trabajo humano", pero no explican cómo se articu- C
aban entre sí la abundancia de la naturaleza, el trabajo humano y la tecnología en i
el Gran Oeste. Merchant se queja de que Cronon no "muestra la resistencia a las d
estructuras de mercado por parte de agentes humanos o de actores no humanos", t
pero omite explicar de qué manera una descripción de esta "resistencia" podría
modificar los resultados de aquél. Holdsworth sugiere que la narración no hubie- u
se cambiado demasiado cuando afirma que la "transformación de la pradera de
pastos altos, el territorio de los búfalos y el bosque septentrional de pinos [no fue] e
cuestionada ni casi refutada". Scranton añade que Cronon retrata los conflictos
entre los granjeros, los ferrocarriles, los empacadores y los comerciantes, pero que sh
la lucha capital-trabajo es "prácticamente ignorada". Una vez más, ¿y qué? ¿En qué n
cambiaría eso los resultados de Cronon? Ninguno de los críticos analiza la forma e
en que las luchas defensivas de los artesanos y obreros con aptitudes capitalistas la
obligaron a la industria a pasar a la producción de masas, y a subsumir real, y no a
sólo formalmente, el trabajo, fenómenos sin los cuales el capital industrial no pue- p
de establecerse con firmeza. Este proceso se relaciona con el tema de la subordi- lí
nación del capital mercantil de modos sobre los cuales nadie ha planteado nunca e
una teoría. Los críticos de Cronon ni siquiera lo mencionan. jo
Ninguno de los autores del simposio cuestiona el argumento de Cronon en el p
sentido de que los cambios en el Gran Oeste, sobre todo los cambios ambientales, o
eran una cara de un doble proceso histórico, y que la otra fue el desarrollo de Chi- E
cago. Algunos cuestionan la estrategia de Cronon de limitar la relación ciudad-hin- o
terland a Chicago y el Gran Oeste. Como señalé antes, un libro sobre la metrópolis s
de la naturaleza ubicaría a la región dentro del marco de referencia de la econo- i
mía mundial en su conjunto. Pero los que quieren que Cronon amplíe sus miras a
no explican cómo podría hacerlo. Hay poco o nada sobre el desarrollo capitalista
desigual y combinado o sobre el "desarrollo del subdesarrollo". Habría que ras- r
trear los efectos de la inversión en transporte, en mejora de la tierra y demás, sobre a
el costo de producción de alimentos y materias primas. (También los cambios eco- r
lógicos concomitantes a la ocupación norteamericana pueden haber elevado indi-
rectamente el costo de producción de las materias primas, según la tesis de la e
"segunda contradicción del capital".) Por lo general, durante el siglo xix las inver-
siones en zonas productoras de materias primas elevaron la tasa de utilidad del r
capital industrial y estimularon nuevas oleadas de inversión en tierra, infraestruc-
tura y demás en esas zonas, lo cual reducía los costos y aumentaba aún más las uti- r
lidades. Las economías industriales del Norte, mundiales, integradas, equilibradas, s
se desarrollaron a expensas de las economías exportadoras de materias primas del u
Sur, especializadas y fragmentadas. El desarrollo causa subdesarrollo, y viceversa. n
La bibliografía norteamericana sobre este tema se concentra en el sur de Estados o
Unidos, pero resulta sorprendente que ningún miembro de este simposio se pre- r
gunte si el mismo tipo de modelo (con modificaciones) podría resultar útil en caso d
de aplicarlo al Gran Oeste.
VENTA DE DOS CIUDADES 143
Creo que muchos de los lectores de este simposio, de mentalidad justa, que
ieren aprender tanto de los geógrafos económicos marxistas como de los histo-
dores ambientales no marxistas, llegarán a la conclusión de que muchos de los
ticos (no todos) con frecuencia se interesan más por mostrarse capaces de seña-
puntos débiles que por arrojar luz sobre la dialéctica del cambio entre Chicago
u hinterland en la segunda mitad del siglo xix. Los críticos parecen ser mejores
dicadores que educadores. Atinadamente, Cronon les reclama que no estén
emasiado interesados en la naturaleza"... tema central para los marxistas ecoló-
os. Señalan muchas cosas pero casi nunca dan en el centro del blanco y lo que
hacen son los bordes del mismo. Ésta es una de las razones por las cuales Cro-
n presta oídos sordos a sus críticos en su "respuesta". Por otro lado, es evidente
e se resiste a toda descripción de tipo marxista sobre el tema. Presumiblemen-
a razón principal es, como señala una cantidad de colaboradores, que ignora
alma y el corazón de la teoría marxista, la imposición del trabajo, la producción
plusvalor, es decir la explotación del trabajo (y todos los asuntos ideológicos y
íticos asociados con la explotación). El error de Cronon tiene dos lados. Igno-
el trabajo como un insumo o factor de la producción y también ignora el tra-
o definido como el movimiento laboral. Cronon no niega esta realidad, pero
pienso que en verdad crea que en el capitalismo lo normal es explotar el tra-
o, mientras que correctamente sus críticos así lo piensan.
En lugar de hacer frente a los dificiles problemas planteados por sus críticos,
onon trata de escabullirse de su (gastada) trampa. Primero, escribe que si usa
ses tales como "la lógica del capital", es sólo como recurso retórico. Segundo,
iste en que comprende el marxismo y que simplemente prefiere no usarlo,
ando es obvio que no lo entiende y que, por lo tanto, no está en condiciones de
ir si el marxismo podría o no resultar útil (aunque "a veces [es] convencido por
rl Marx"). Me recuerda a esos posmodernos que no quieren comprender las tota-
ades, y que por consiguiente nunca descubren si es o no posible que lo hagan.
r ejemplo, los críticos piden una descripción de las fuerzas y las relaciones de
ducción en la industria, la agricultura y demás (aunque no les dicen a sus lec-
es qué quieren decir con "fuerzas " o "relaciones"), lo que Cronon parece inter-
tar como un llamamiento a estudiar con mayor detalle la "producción fabril".
rato de hacer que un puñado de bienes manufacturados [...] sirvan de sustituto
a el resto", escribe, malinterpretando por entero el señalamiento de los críticos.
ro ejemplo: Cronon les reclama a los geógrafos que le critiquen su énfasis en la
stribución". En la teoría marxista distribución quiere decir la distribución de la
ueza y el ingreso entre clases sociales; realización quiere decir la venta de cosas;
nsporte es una forma de capital productivo (que genera plusvalor). Tercero,
onon afirma que sus críticos creen que la única teoría que apoyan es "su propia
ría" cuando, de hecho, "su propia teoría" incluye (subsume, si se prefiere) la teo-
de Cronon del desarrollo y la transformación ecológica impulsados por el mer-
o. No es una proposición del tipo "o/o" sino del tipo "y/y", o lo que en la jer-
144 JAMES O'CONNOR
LOS .ÁNco"
Cada capítulo de City of quartz, de Mike Davis, enmarca un conflicto social o políti-
co. El primero es de interpretación literaria y filmica: ¿es Los Ángeles sol u oscuri-
dad? ¿Hoy en Los Ángeles es mediodía o medianoche? Luego vienen las luchas
entre centros rivales de poder económico y político; conflictos entre propietarios
blancos acomodados y gente de color menos acomodada; violencia policial contra
trabajadores y minorías oprimidas; violencia arquitectónica contra los que carecen
de estatua y de poder de compra y, por último, la lucha entre los católicos popu-
listas y radicales, sobre todo de origen hispano, y los jerarcas de la Iglesia. El libro
mismo está enmarcado por dos grandes capítulos: la delirante historia de la comu-
nidad utópica Llano del Río, al principio, y una brillante narrativa negra de ese
"basurero de sueños", Fontana, al final.
El Los Ángeles racista y lleno de conflictos de Mike Davis es maravillosamente
atractivo de una manera horrible. No se me ocurre otro libro que pueda compa-
rarse con este aclamado tour de force. City of quartz es un género en sí mismo, y a
menos que la izquierda de Estados Unidos esté realmente muerta, sin duda —por
suerte— inspirará imitadores. Mejor aún, la izquierda deberá darle a Mike Davis
un honorario de por vida como cronista citadino, y pedirle que escriba sobre Hous-
R LA VENTA DE DOS CIUDADES 145
. ton, Denver, Detroit y otras ciudades norteamericanas en las cuales podría "excavar
el futuro" con su cercano estudio de los pueblos y los paisajes culturales de esas
o aglomeraciones, viejos pueblos mineros del Salvaje Oeste.
En este libro las fotos de Robert Morrow, en blanco y negro, sin gente, de arte-
l factos culturales de Los Ángeles, valen casi el precio de la obra. El texto de Davis
aclara estas fotos tanto como las mismas ilustran el texto. Misteriosamente, aqué-
e llas obligan a quien las ve a pensar en términos abstractos, teóricos.
s No obstante, la anatomía que ofrece Davis de Los Ángeles rehúye teorizar de ma-
a nera explícita sobre su tema. Los nombres de los grandes teóricos urbanos de ayer
u y de hoy —Geddes, Mumford, Jacobs, Bookchin— no aparecen en el índice analí-
e tico. Y tampoco los de los teóricos más influyentes del agua y del espacio, por ejem-
plo Wittfogel y Worster y Lefebvre y Harvey, respectivamente, pese a que el agua y
el espacio son realidades centrales en la narración de Davis. El libro tampoco le
presta demasiada atención a la teoría del "nuevo movimiento social", aunque sus
páginas vibran con luchas por la vivienda, peleas por los derechos de los trabaja-
dores indocumentados y los refugiados políticos, y cosas similares. En pocas pala-
e bras, Davis se orienta según sus propios criterios, lo cual, gracias al conocimiento
e que el autor tiene de su tema y a sus dotes literarias, a su sentido del ultraje, de la
. ironía y del absurdo, y a su compasión por la gente común, lo lleva más o menos a
salvo a su destino.
Es labor del lector extraer sus propias lecciones teóricas. Para ese lector el rela-
to de Davis es sobre la falsamente heroica transformación de la naturaleza en la
cuenca de Los Ángeles y sus alrededores, y la creación de un ambiente —o segun-
da naturaleza— parcialmente nuevo. Los personajes que organizaron esta trans-
formación, los barones de la tierra y del agua y de los bienes raíces y de las com-
- pañías de ahorro, cambiaron a su vez en el proceso. Se convirtieron en una clase
dirigente monstruosamente rica, lo bastante desesperada por tener una identidad
cultural salvadora como para financiar las artes, museos, universidades y otros sím-
bolos de alta cultura, que (cosa nada incidental) valoran las actuales fuerzas vivas
de Los Ángeles. Sin embargo, bajo las condiciones capitalistas del Salvaje Oeste,
esta transformación fue tan corrupta, estúpida y maligna, tan (en último análisis)
ecológica y económicamente imbécil, que las contradicciones comenzaron a acu-
mularse tan rápido como los bienes raíces y el dinero de las compañías de ahorro
y la riqueza.
Tal como Mike Davis narra bellamente esta historia ecomarxista, Los Ángeles
fue conjurada del desierto. La veta de plata Comstock creó el capital para las pri-
meras inversiones en el área. La conquista del espacio por el ferrocarril hizo enton-
ces de Los Ángeles un importante centro agrícola primero y, después, manufactu-
a rero. Hasta los treinta los auges se basaban en el petróleo y la tierra (a todo lo largo
de la historia de Los Ángeles el capital se forma y se consolida una y otra vez por
la especulación con tierras y por el desarrollo y crecimiento de inversión financie-
ra en bienes raíces). La segunda guerra mundial trajo una gran prosperidad a los
146 JAMES O'CONNOR
astilleros y las nuevas fábricas bélicas, y el auge del desarrollo de la posguerra, así
como las ciencias y la industria de la guerra fría, dotaron de más vida al desarrollo
local de tierras y a la clase rentista (hasta el día de hoy los intereses dominantes
siguen siendo los de los rentistas, y las utilidades derivadas de las compañías de
ahorro y préstamo son esenciales en la política californiana). Sorprendentemente,
Hollywood no tiene más que un papelito en el drama de Davis.
La principal actividad rentable fue la subdivisión de la frontera suburbana; la
naturaleza de Los Ángeles es fundamentalmente una naturaleza consumista. Había
tanto lugar que los blancos podían seguir mudándose a suburbios nuevos para
escapar del problema racial (la vieja "tesis de la frontera" pero con un giro racial),
y posponer el momento de hacer frente a sus responsabilidades como ciudadanos y
como seres humanos, de modo que finalmente se produjo una "extensión del racis-
mo por una vasta área metropolitana". Los inmigrantes blancos de la clase obrera
y de la media compraron con placer la ilusión de escape fabricada por los hacedo-
res de sueños del sur de California, lo mismo de Hollywood que los fraccionadores
de terrenos.
Plata y petróleo, tierra y agua, sol y mar, playa y olas son las claves de toda inter-
pretación plausible de la historia de la tierra de los comedores de lotos. La sequía
fue un factor central en la especulación con tierras en valles que alguna vez estu-
vieron llenos de cítricos. Palabras como inundación, alud, terremoto, hasta hura-
cán, son palabras de Los Ángeles, y la mayoría de ellas aparecen más de una vez en
el libro de Davis. En otros términos, la ecología figura como un actor principal,
muchas veces sólo implícita, otras en sentido pasivo (la naturaleza como oportuni-
dad y límite para la historia), otras más en sentido activo (la economía de la natu-
raleza como fuerza independiente de las determinaciones históricas). En algunos
pasajes espacio es algo que hay que someter, y la luz del sol es un atractivo; en otros
el espacio y el sol atraen de manera activa gente de la costa este, y el esmog la hace
regresar. Sin embargo, en los dos tipos de pasajes es indisoluble el vínculo entre la
ecología y la historia. La historia ecológica y la ecología histórica de Los Ángeles
son dos caras del mismo proceso general, natural-histórico.
Finalmente Los Ángeles llegó a estar tan consumida por la contradicción como
por la voracidad y la estupidez. La desaparición de tierras fraccionables cambió la
estructura de poder, creando demanda de capital en gran escala para realizar vas-
tas conversiones de tierra; es decir el capital de Los Ángeles fue siendo cada vez más
monopolizado. A medida que los desiertos florecían con casitas baratas que utiliza-
ban agua importada, empezaron a darse crisis ecológicas: escasez de agua, falta de
instalaciones hasta para deshacerse de las aguas negras, embotellamientos y conta-
minación. Junto con la crisis social —relaciones raciales y laborales no resueltas—,
estas crisis empezaron a afectar el crecimiento y la prosperidad de la ciudad. El
espacio público fue destruido; el aire limpio se volvió aire contaminado; las playas
se vieron amenazadas por aguas negras y derrames de petróleo. El espacio abierto se
volvió apiñamiento; las autopistas se convirtieron en congestionamientos de tráfi-
VENTA DE DOS CIUDADES 147
CAPITALISMO Y NATURALEZA
Lo que deben preguntarse los budistas, los cristianos, los musul-
manes y otros es qué significa la "maxirnización de utilidades"
cuando nuestra visión del mundo nos dice que lo que debemos
hacer no es maximizar las utilidades sino moderarlas.
CHANDRA MUZAFFAR
STEPHEN VIEDERMAN
l capitaZ vol. 1, México, Siglo XXI, 1975, p. 53. En parte de lo que sigue estoy en deuda con Paul
tt por haberme mostrado su artículo "A critique of neo-Malthusian Marxism", manuscrito inédi-
io de 1997.
(1511
152 JAMES O'CONNOR
para miles de millones de personas que aún no han nacido (y que por lo tanto no
tienen voz en el actual mercado de combustibles fósiles y de otros recursos no re-
novables).
Históricamente, los combustibles fósiles han sido la fuente más importante de
expansión de la productividad del trabajo, las utilidades y los salarios. Tal como
hoy las computadoras están remplazando mucho trabajo mental, los combustibles
fósiles remplazaron trabajo físico humano desde la Revolución industrial del siglo
XVIII y hasta la actualidad.
Hacia finales del siglo xtx, cuando había señales de que a Gran Bretaña se le
estaba acabando el carbón barato, sus dirigentes y los de otros países industriales
fueron cobrando cada vez más conciencia del potencial económico del "oro
negro": el petróleo. Las principales potencias imperialistas invirtieron su energía
en encontrar, explotar y monopolizar reservas de petróleo a fin de garantizar su
futuro económico. En la primera y la segunda guerra mundiales Alemania inten-
tó conseguir, en diversos momentos, control del petróleo del golfo Pérsico, Ruma-
nia y Crimea, mientras que la estrategia bélica de Japón en la segunda guerra con-
sistió en incapacitar a la flota norteamericana, para asegurarse las vías marítimas a
las reservas petroleras del sudeste de Asia. A partir de la segunda guerra nuevos
descubrimientos y tecnologías han abierto grandes reservas nuevas y ampliado la
producción petrolera, lo que ha reducido de manera más o menos constante el
precio del crudo (excepción hecha de los episodios de la OPEP durante los seten-
ta). Hoy las economías y las maquinarias de guerra de todos los países del mundo
funcionan con petróleo. Si bien probablemente sea imposible calcular la contri-
bución exacta del petróleo a la productividad del trabajo y las utilidades, es difícil
pensar en un solo producto que haya reducido los costos del trabajo más que el
petróleo (por ejemplo en la producción de electricidad, en el transporte), o que
haya sido base de tantos nuevos productos (como los plásticos y los fertilizantes
químicos.)
La producción capitalista (y, de hecho, todas las formas de producción) se basa
no sólo en la energía sino también en sistemas naturales o biológicos de una com-
plejidad asombrosa. Aunque los economistas convencionales han demostrado que
el agotamiento de los combustibles fósiles y de otros recursos no renovables puede
llevar a usos no sostenibles de los recursos renovables (como el suelo), transfor-
mándolos de hecho en no renovables, pocos economistas han tratado de desarro-
llar una teoría económica basada en la "raíz biológica" de la ecología. Este hecho
tiene que verse como algo muy significativo, porque la producción capitalista no
sólo depende de la explotación de los recursos no renovables, sino que tiene tam-
bién efectos devastadores sobre la cantidad y calidad de la tierra, el agua, el aire, la
vida silvestre y demás, y en general de los ecosistemas, lo cual a su vez limita la gama
de posibilidades abiertas a la futura acumulación capitalista. Por eso resulta obvio
que- las tradicionales explicaciones económicas puramente históricas del desata o-
llo capitalista, que dejan de lado los problemas de la energía y de la "raíz biológi-
154 JAMES O'CONNOR
No nos 1...] enorgullezcamos demasiado por nuestras victorias humanas sobre la naturale-
orque cada una de ellas cobra venganza sobre nosotros. Cada victoria, es cierto, acarrea
rincipio los resultados que esperábamos, pero en segundo y tercer lugar tiene efectos
rentes e imprevistos que con lamentable frecuencia cancelan el primero. 7
Enrique Leff ha tratado de combinar el enfoque económico e histórico con estudios de etnobotá-
nica, pero no toma en cuenta la teoría de la energía (véase Green produdion: Toward an envininmental
rationality, Nueva York, Guilford, 1995). Véanse también las reseñas del libro de Leff por María-Pilar
García G. y por Juan Martínez-Alier y Lori Ann Thrupp, Capitalism, Nature Socialism, 3, noviembre de
1989.
6 Véase "The parí played by labor in the transition from ape to man", en Marx y Engels, Selected work,
Nueva York, International Publishers, 1979, p. 368. Cursivas mías. [Engels, El papel del trabajo en la trans-
formación del mono en hombre, varias ediciones.]
Ibid, pp. 365-366.
ALISMO Y NATURALEZA 155
arx destacó también la idea de que cabe esperar que la agricultura capitalista
al que la silvicultura) sea nociva para la naturaleza y para el bienestar de los
humanos. "La producción capitalista [...] no desarrolla la técnica y la combi-
n del proceso social de producción sino socavando, al mismo tiempo, los dos
antiales de toda riqueza: la tierra y el trabajador.1Escribió (citando a von Lie-
que la urbanización y la comercialización de los cultivos se combinan para per-
r "la circulación de materia entre el hombre y el suelo, es decir, evitar que al
regresen sus elementos consumidos por el hombre en forma de alimentos y
s; por ello viola las condiciones para la fertilidad perdurable de la tierra".
gels y Marx clasificaron también algunos de los problemas derivados de la
ucción de desechos y la contaminación en el capitalismo de su época. Engels
rvó la diversidad de problemas de contaminación en Inglaterra, entre ellos los
de metano provocados por la putrefacción de desechos orgánicos, la conta-
ción del agua debida a los desechos industriales, y las enfermedades difundi-
or las condiciones de vida insalubres." Marx desarrolló el germen de una teo-
el reciclado capitalista cuando sostuvo que "con el modo capitalista de
ucción se amplía el aprovechamiento de las deyecciones de la producción y el
umo [...] El encarecimiento de las materias primas constituye, naturalmente,
pulso para la utilización de los desperdicios." 11
los pasajes citados encontramos los inicios de una teoría de los costos socia-
ue habría de ser desarrollada en los treinta por K. William Kapp, 12 así como
eoría' de los costos ecológicos. 13 No obstante, es lícito concluir que si bien
x y Engels fueron eminencias teóricas del caos social provocado por el desa-
o capitalista, ninguno de ellos ubicó la destrucción ecológica en el centro de su
a de la acumulación capitalista y el cambio socioeconómico. Subestimaron el
o en que el desarrollo histórico del capitalismo como modo de producción se
a basado en el agotamiento de los recursos y la degradación de la naturaleza.
poco previeron acertadamente la capacidad del capital para restructurarse
l capital vol., 4, México, Siglo XXI, 1976, p. 296.
l capital , vol. 2, op. cit., pp. 612-613.
The conditions of the working class in Engdand, Collected works, vol. 4, 1844-1845, Nueva York, Interna-
Publishers, 1975.
El capital, vol. 6, op. cit., pp. 123-124.
J. William Kapp, 77te social costs of privare entoprise, Cambridge, Harvard University Press, 1950, y
costs, economic development, and environmental dirruption, Lanham, University Press of America, 1983.
también Frank Beckenbach, "Social coas in modem capitalism", Capitalina, Nature, Socialism, 3,
mbre de 1989
Deleage, op. cit; Beckenbach, op. cit.
156 JAMES O'CONNOR
frente a las "escaseces naturales" y también para conservar recursos y para impedir
o limpiar la contaminación (por poco eficaces que suelan ser estas medidas). Una
razón de esta omisión puede ser que no lograron entender que la concentración y
la centralización del capital da por resultado muchas veces la internalización de
algunas "externalidades negativas" con el propósito de proteger la rentabilidad glo-
bal. Otra razón puede ser que no previeron (ni podían hacerlo) la importancia de
los movimientos sociales dentro de los sistemas políticos democráticos liberales y de
otros tipos, ni el papel de los mismos para impedir los daños a la naturaleza y para
restaurarla una vez dañada (tal como lo teorizan marxistas ecológicos actuales,
como Myamoto en Japón y Leff en México) . Myamoto destaca la importancia de
las instituciones democráticas para la identificación de costos sociales y ecológicos,
y para las luchas políticas necesarias a fin de impedirlas o internalizarlas. Leff
subraya en particular el papel clave de los movimientos sociales para hacer que el
capital limpie y pague los destrozos naturales que realiza. 14
Si Marx y Engels hubiesen sido pensadores convencionales, no revolucionarios,
hubiera sido necesario describirlos como conservacionistas, más que como preser-
vacionistas o ecologistas. Sus contrapartes en Estados Unidos serían Teddy Roose-
velt, Gifford Pinchot y los gerencialistas ambientales del Banco Mundial, no Henry
David Thoreau y John Muir. Prácticamente no hay conexión intelectual alguna
entre el trabajo de Marx y Engels y el holismo biológico de Haeckel y Steiner o la
economía de la energía de Podolinski. La ecología de derecha, así como la de
izquierda, se desarrollaron como tradiciones separarlas del marxismo. Es verdad que
Marx escribió que las sociedades históricas son "sólo las poseedoras de la naturale-
za, sus usufructuarias [...] deben entregarla en condiciones mejoradas a las genera-
ciones sucesivas". Y se ha leído a Engels como si predijera la "aparición de la ciencia
ecológica con conciencia ambientalista". 15 Pero la suya es una ética conservacionis-
ta, que hace énfasis en la capacidad del hombre para controlar la naturaleza, no en
la autonomía e inapredictibilidad de la propia economía de la naturaleza (y, por lo
tanto, de la producción misma).16 En particular, no consideran a la naturaleza como
un medio de consumo, cosa que los hubiese llevado al ámbito de la ética y los valores
ambientales, así como del valor emocional (en contraste con el de cambio) de la
naturaleza... al ámbito de John Muir. Y creían con todo su corazón en la ciencia.
Después de los poderosos avances que han hecho en este siglo las ciencias naturales, esta-
mos más que nunca en condiciones de comprender y, por lo tanto, de controlar, hasta las
consecuencias naturales más remotas de, por lo menos, nuestras actividades cotidianas. Pero
[cuanto] más grande sea este progreso más sentirán y conocerán, además, los hombres, su
unidad con la naturaleza, y más imposible llegará a ser la idea insensata y antinatural de un
contraste entre la mente y la materia, el hombre y la naturaleza, el cuerpo y el alma.I 7
En última instancia, tal vez las opiniones más antropocéntricas sean las más con-
servacionistas."
Marx y Engels no dejaron más que un modesto legado de economía ecológica
o ecología política, y ni el análisis de los sistemas ecológicos ni el de los sistemas de
termodinámica y de producción y consumo de energía se han integrado a las teo-
rías del materialismo histórico y de la acumulación capitalista y la crisis económica
(con una excepción que se señala en el capítulo 8). Sin embargo, marxistas y socia-
listas, junto con no marxistas, han contribuido a la identificación y análisis de la
destrucción global de la naturaleza por parte del capitalismo. De hecho, se han
identificado tantos problemas y se han escrito tantas descripciones de los mismos,
que una persona no alcanzaría a leerlas y absorberlas en toda su vida. Por "des-
cripciones" se entiende lo que está ocurriendo, dónde y cuándo y cómo está ocu-
rriendo, y a quién le está ocurriendo qué. En cambio, hay pocas descripciones sis-
temáticas de los porqués de la degradación ambiental global. En general los "cómos"
se tratan como si fuesen fórmulas, tanto en el caso de los socialistas como en el de
los no socialistas: voracidad corporativa, búsqueda de beneficios, competencia sin
control por recursos y mercados, modelos de desarrollo económico que desplazan
los costos a las economías naturales y los sectores de subsistencia, préstamos e
inversiones antiecológicos del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial
(incluyendo, en los ex países socialistas, una mentalidad de "industrialización cues-
te lo que cueste"). 16 Pero no hay una teoría general, sistemática, de los "cómos" de
la destrucción ecológica en general y de las complejas conexiones internas entre la
acumulación de capital y las tendencias a crisis económicas y ecológicas, por un
lado, y los movimientos sociales y las políticas, por el otro.
Creo que hay por lo menos tres razones para esto. Primero, no hay un plantea-
miento sistemático de las interpretaciones ideológicas frente a las interpretaciones
de las ciencias sociales de lo que es una "crisis ecológica". Segundo, cualquier teo-
ría del "cómo" tiene que basarse en la teoría del capital, una teoría de tipo mar-
xista sobre la acumulación y la crisis económica, o más precisamente en una teoría
de la acumulación capitalista por medio de la crisis económica. Tercero, una teoría de
ese tipo tiene que basarse en una descripción de lo que Marx llamó las "condicio-
nes de producción", definidas en términos tipo Polanyi para incluir todo lo que no
es producido como una mercancía pero tratado como si lo fuera, es decir las "mer-
cancías ficticias". Marx identificó tres condiciones de producción: la "condición
20 Barry Commoner, 77te closing circle: Nature, man, and technology, Nueva York, Knopf, 1971; Matt
Edel, Economies and the environtnent, Englewood Cliffs, Prentice-Hall, 1973; Barry Weisberg, Beyond repair:
The ecology of capitalina Boston, Beacon, 1971.
21 Respectivamente, Ben Agger, Western Marxism: An introduction: Classical and contemporary sources,
Santa Mónica, Goodyear, 1987; Alan Schnaiberg, 77:e environment: From surpltu to scarcity, Nueva York,
Oxford University Press, 1980; Commoner, op. cit.; Wendy Chavkin (ed.), Double esposare: Women's health
hazards on the job and at homo, Nueva York, Monthly Review Press, 1984, e International Jour nal of Health
Services, varios números; Antipode, varios números. En relación con esto también son importantes los
muchos estudios de problemas ambientales específicos asociados con el funcionamiento de determi-
nadas industrias; véanse, por ejemplo, Chibuzo Nwoke, Third world minerals and global pricing: A neto theo-
/y, Londres, Zed, 1989; Michael Tanzer, The rase for resources: Continuing struggies over minerals and fuels,
Nueva York, Monthly Review Press, 1980; Petter Nore y Terisa Turnes, Oil and class struggle, Londres,
Zed, 1980; John Keyes, The solar conspiracy, Dobbs Ferry, Morgan and Morgan, 1975; Robert van den-
CAPITALISMO Y NATURALEZA 159
osch, The pesticide conspiracy, Garden Cito,, Doubleday, 1980; Pat Roy Mooney, Seeds of the earth• A public
r pivote resource?, San Franciso, Institute for Food and Development Policy, 1980; Michael Perelman,
arming for profit in a hungry world: Capital and the crisis in agriculturaMontclair, Allanheld, Osmun, 1977;
avid Weir y Mark Schapiro, Circle of poison: Pesticides and peopk in a huno world, San Francisco, Insti-
ute for Food and Development Policy, 1981. Hay muchas otras contribuciones, una de las más famosas
e las cuales es Frances Moore Lappé y Joseph Collins, Food first: Beyond the myth of scarrity, Boston,
oughton Mifflin, 1977.
" Michael Redclift, Development and the environntental crisis: Red oreen alternativos, Londres, Methuen,
1984, y Sustainable deuelopment: Exploring the contradictions, Nueva York, Methuen, 1987; William W. Mur-
och, The poverty of nations: The political economy of hunger and population, Baltimore, Johns Hopkins Uni-
ersity Press, 1980. Acerca de la degradación de recursos en regiones semiáridas véanse Michael Watts,
ilent violence, Berkeley y Los Ángeles, University of California Press, 1983, y Ben Wisner, Power and need
in Africa, Londres, Earthscan, 1988. Sobre la deforestación tropical véanse John O. Browder (ed.), Fragi-
le lands of Latin Amenca, Boulder, Westview, 1989, y Susanna Hecht y Alexander Cockburn, The fate of the
orest, Nueva York, Verso, 1989. Véase también The vannishing forint: The human consequences rg-deforestation,
report for the Independent Commission of International Hwaanitarian Ames Londres, Zed, 1986. Acerca de
os efectos ambientales de las grandes presas véase Claude Aleares y Ramesh Billorey, Damming the Nar-
tnada: India's greatest planned environmental disaster,Penang, Third World Network, APPEN, 1988.
23 Richard Franke y Barbara Chasin, Sexis of famine: Ecological destruction and the development dilemma
in the West Africa Sahel, Montclair, Allanheld, Osmun, 1981.
" Alain de Janvry, The agradan ganaos: and reformism in Latin America, l3altimore, Johns Hopkins Uni-
ersity Press, 1981; Daniel Faber, "Imperialism and the crisis of nature in Central America", Capitalino,
ature, Socialistal, otoño de 1988.
25 Respectivamente, Dave Elliott, 71e politics of nuclear power, London, Pluto, 1978; Charles Noble,
iberalism at wort 77:e rise and fall of OSHA, Filadelfia, Temple University Press, 1986, y Andrew Szasz, Eco-
opulism: Toxic coarte and the movement for envinmmental justito, Minneapolis, University of Minnesota
ress, 1994; Hugh Stretton, Capitalino, socialista and the mvironment, Cambridge, Cambridge University
ress, 1976, y Martin Ryle, Ecology and socialism, Londres, Radius, 1988; Luciana Castellina, "Why 'red'
ust be 'green' too", Socialista in the World, 56, 1986, y André Gorz, Ecology os politics, Boston, South End,
1980. También deben mencionarse los críticos de las teorías económicas burguesas del ambiente, el
ás conocido de los cuales es Narindar Singh, Economics and the crisis of ecology, Delhi, Oxford University
ress, 1976, así como de las ideologías de la política ambiental (Francis Sandbach, Environment, ideology,
160 JAMES O'CONNOR
A veces las opiniones del establishment trasponen los límites hacia una especie de
ecofascismo , y los Garret Hardin no son los únicos villanos. Una conferencia en el
.
and policy, Montclair, Allanheld, Osmun, 1980). Véase también Elmar Altvatar, "Towards an ecological
critique of politicaLmonomy" The futura of markt: An estay ora the regulado,: qf monand unge <ter
the collapse of "actually existing socialion», Londres, Verso, 1993.
" Véase Newsweek, 5 de diciembre de 1988.
cANTALISMO Y NATURALEZA 161
la crisis se han exportado al Sur, así como a las minorías oprimidas y a los pobres
del Norte. El capital ha logrado abrirse paso a través de esta crisis, en parte, des- "s
cuidando, lesionando o destruyendo sus propias condiciones de producción y y
reproducción, es decir, adquiriendo una "deuda ecológica" con el Sur y, en gene- so
ral, con los pobres del mundo. Lo ha hecho externalizando más costos, por ejem- un
plo robando o devastando recursos tales como bosques, agua y tierra de los cuales tr
dependen las economías de supervivencia de las áreas rurales del Sur la muy com- m
petitiva industria automotriz, que siempre se enfrenta al exceso de capacidad, de
lucha para evitar reglamentaciones más estrictas sobre el control de emisiones. En un
ciertas industrias, en ciertos lugares, en ciertos momentos, el capital no sólo hace m
que todos los demás padezcamos los costos de su crisis, sino que también empieza de
a "sufrir" él mismo. La industria algodonera de Centroamérica es un buen ejemplo gr
de cómo la banda de producción de los pesticidas pone en peligro las utilidades y lo
el capital, así como a la naturaleza y la gente. 28 la
En términos más generales, la destrucción de la naturaleza puede dar origen a
lo que Marx llamó los "costos de los elementos del capital". Esto puede ocurrir de no
muchas formas: una mayor renta por la tierra, desembolsos mayores para llegar a pr
zonas madereras lejanas, toda clase de "efectos en cascada" por los cuales algunos el
capitales hacen que otros capitales sufran pérdidas, y así sucesivamente. Además, E
bajo condiciones específicas, la destrucción de la naturaleza reduce el tiempo de m
revolvencia del capital. Por otro lado, la tasa de explotación del trabajo puede des- ec
cender cuando las enfermedades y los accidentes laborales requieren que se invier- to
ta una parte mayor del producto social en atención a la salud. de
Asimismo, cuando el capital socava sus propias condiciones de producción y pr
acumulación, socavando así, potencialmente, sus propias utilidades, crea también de
una oposición social y política. Por eso, como se señaló antes, no se trata sólo de a- y
nalizar las relaciones sistémicas entre el capital y sus condiciones, sino también de pr
analizar el capital como una relación social antagónica, así como abrir los ojos ante te
la posibilidad de que nuevos movimientos sociales, específicamente los movimien- te
tos ambientales globales, puedan elevar los costos del capital y volver a éste menos m
flexible, y también poner en peligro, de otras maneras, la rentabilidad. La degra- d
dación ambiental requiere inmensos desembolsos no productivos de capital para es
la protección y limpieza del ambiente. Los costos de limpiar la lluvia ácida, por ne
tomar un ejemplo, son escalofriantes. Si añadimos los costos de reparar o restau- so
rar las otras condiciones de producción descuidadas —los costos del congestiona-
miento urbano, las rentas altas, el crimen urbano y las enfermedades por estrés, el E
creciente gasto en salud, los costos de restructurar un sistema educativo y una infra- d
estructura física desastrosos— la cifra total sin duda sería astronómica. De hecho, n
Hazel Henderson comentó en una ocasión que cree que en Estados Unidos estos "L
costos consumirían la mayor parte del PIB. d
e
28 Swezey y Faber, op. cit. za
APITALISMO Y NATURALEZA 163
Hace treinta años Gerhard Masur escribió que "la idea de crisis está permeando los
campos más diversos de las actividades humanas". 1 Aunque inexplicablemente
Masur no incluyó la ecología como uno de esos campos, su observación es ade-
cuada. La idea de una "crisis ambiental global" está grabada ya en la mente de la
mayoría de las personas letradas, y ocupa ahora el centro de las discusiones serias
sobre el impacto del crecimiento económico global y el desarrollo en el ambiente
natural. A finales de los sesenta
[165]
166 JAMES O'CONNOR
En cambio Mary Douglas —en Risk and culture— sostiene que las ideas sobre
contaminación no quedan explicadas a cabalidad por los peligros fisicos; que las co-
munidades censuran sus propias creencias en materia de contaminación, y que
desarrollan una sensibilidad que muchas veces está a años luz de los riesgos cientí- j
ficamente mensurables.
Podemos adoptar una definición de "crisis" como evaluaciones que pueden dis-
cutirse sobre, digamos, la salud de un bosque, sin adoptar el extremado subjetivis-
mo y relativismo de Douglas. Se puede decir que existe una crisis forestal cuando
nadie sabe si el bosque se está cosechando sobre la base de un rendimiento sus-
tentable, definiendo sustentabilidad como la capacidad de los ecosistemas de bos-
que de retener su productividad biológica pese a perturbaciones del exterior, por
parte de operaciones madereras en gran escala, por ejemplo. Esa manera de com-
prender una crisis hace mucho énfasis en los juicios de los agentes humanos, sean
o no científicos. Por lo general dos ecólogos que estudien una población de la mis-
ma especie en dos hábitat diferentes discreparán tanto respecto al punto crucial en
el que se decide si una especie vive o muere como al resultado de ese punto. Hay
por lo menos tres razones para eso. Primero, las poblaciones de las especies suelen
tener una dispersión acorde con la disponibilidad de recursos. No es raro que
determinadas poblaciones de un área se extingan y que después ese hábitat sea
repoblado, simplemente porque es un buen lugar para ciertas especies. Por lo
general la mayoría de las poblaciones no se "autodestruyen" sino que responden de
maneras (muy poco) predecibles a cambios externos de clima, población de depre-
dadores y demás. En este sentido, la especie en cuestión puede no alcanzar nunca
Osvaldo Sunkel y José Leal, "Economics and environment in a developmental perspective", Inter-
national Social Science Journal, 109, 1986, p. 419.
OBSERVACIONES SOBRE LA "CRISIS ECOLÓGICA" 167
un "equilibrio" con su hábitat sino estar, más bien, en una especie de "crisis" per-
manente. Segundo, no hay un modelo único de especies o de poblaciones de espe-
cies, porque los hábitat son diferentes (en mayor o menor grado) debido, por
ejemplo, a la calidad de la nutrición existente. Tercero, si bien se dice que la terri-
torialidad es un mecanismo para prevenir las crisis, el carácter estrechamente vin-
culado con el sitio del conocimiento ecológico sugiere la probabilidad de que los
"territorios" (así como los efectos de las perturbaciones externas) estén mal defi-
nidos o que incluso resulte imposible conocerlos. En general los ecólogos enseñan
que los mecanismos de crecimiento de las plantas son mucho más dificiles de estu-
diar que los de las poblaciones animales, porque en el caso de los segundos es rela-
tivamente fácil calcular el perfil de edad (y por lo tanto un elemento para prede-
cir la supervivencia o el crecimiento). Por eso los ecólogos vegetales se dedican a
estudiar patrones de dispersión, mientras que los especialistas en animales estu-
dian los mecanismos de crecimiento de la población.
Los historiadores del siglo xix acostumbraban usar el término "crisis" para indi-
car el punto crucial en el destino de una nación o un pueblo, un momento de deci-
sión o el instante en el que realmente se ve puesta a prueba la voluntad de un pue-
blo. En estos sentidos la guerra de George Bush contra Irak fue una crisis, un
momento de decisión en el que Estados Unidos proyectó su poder hacia el extran-
jero y "restableció la credibilidad que había perdido en Vietnam". Uno podría ima-
ginarse a un futuro presidente que para demostrar de manera similar que "tiene lo
que hace falta" encabece un gigantesco esfuerzo por reducir el calentamiento glo-
bal o poner fin a la dependencia de los combustibles fósiles por medio de subsidios
inmensos a las "vías alternas de energía". Un concepto subjetivo de crisis incluiría
conjeturas históricas (por ejemplo grandes guerras) en las cuales las poblaciones
no pueden aceptar fácilmente la normalidad que suelen dar por sentada. Este sen-
tido de "crisis" es lo bastante amplio como para incluir periodos de intensa incer-
tidumbre económica y política, es decir también ecológica; 6 mucha ansiedad y sus-
penso en el nivel personal (por ejemplo un sistema familiar en decadencia) y, por
consiguiente, recursos psicológico-sociales para cualquier política verde seria, y las
posibilidades de ruina ecológica global, es decir, las perspectivas tanto de un deba-
te político generalizado como de la exigencia de una reglamentación política a la
economía capitalista global desbocada.
El significado más importante de la palabra crisis, incluida la crisis ecológica,
6 Un ejemplo (New York Times, 29 de octubre de 1987): "El estudio [del Departamento de Energía]
dice que hay grandes lagunas en la comprensión de cómo se desempeñarían los reactores en ciertos
tipos de accidentes que las plantas civiles están destinadas a experimentar. El estudio llega también a la
conclusión de que 'hay incertidumbres significativas' acerca de la capacidad de los reactores para limi-
tar la liberación de materiales radiactivos en un accidente. las plantas tienen filtros para atrapar
partículas radiactivas, mientras que las plantas comerciales se albergan en estructuras comerciales que,
supuestamente, condenen todas las sustancias radiactivas." Tenemos aquí un ejemplo de "crisis" defi-
nida como incertidumbre, basada en la falta de infdrmación técnica suficiente.
168 JAMES O'CONNO
9 Michael Frome, Regreening the National Parles, Tucson, University of Arizona Press, 1991.
1° San Francisco Chronick, 11 de septiembre de 1987.
170 JAMES O'CONNOR
Otros dos ejemplos sirven para ilustrarlo. En el New York Times han aparecido
anuncios advirtiendo sobre el calentamiento global y los profundos ajustes que ten-
drá que hacer el mundo si el planeta se calienta. Sin embargo, cuando descubri-
mos que quien paga por los anuncios es la industria de la energía nuclear, debería-
mos empezar a sospechar, porque esta industria tiene interés en reducir nuestra
actual dependencia de los combustibles fósiles a fin de incrementar nuestra de-
manda de energía nuclear.
El segundo ejemplo está tomado de la historia del agotamiento del ozono por
los clorofluorocarbonos (cFC). El doctor Robert Watson, el principal científico del
proyecto sobre el ozono de la NASA, afirmó en octubre de 1987 que los CFC "inter-
vienen en la destrucción del ozono en todas las latitudes". El doctor Sherwood
Rowland, de la Universidad de California en Irvine, quien a principios de los seten-
ta advirtió sobre el peligro que corría la capa de ozono, dijo el mismo mes que
"sería muy arriesgado, y hasta imprudente", asumir que los procesos que actuaban
en la Antártida no podían extenderse a las zonas templadas. También ese mismo
mes el doctor Mack McFarland, investigador de E. I. Du Pont de Nemours and
Company, uno de los principales productores de C:FC, afirmó que era improbable
que el proceso que tenía lugar en la Antártida pudiese ocurrir en otra parte. ¿Se
trata de una diferencia de opinión científica? ¿De una diferencia de intereses? ¿O
de ambas cosas?
En cuanto empezamos a pensar en las crisis ecológicas en términos de intereses
materiales, podemos vincular el concepto con tendencias hacia crisis políticas y
económicas. Dos ejemplos son los bosques canadienses y las pesquerías de todo el
mundo. Muchos canadienses hablan de una "crisis forestal". Para algunos ecólogos
esto quiere decir que las industrias canadienses de la madera, el papel y la pulpa
ya no cosechan los bosques sobre la base de rendimientos sustentables. Para quie-
nes ven el bosque como un ingrediente de la identidad nacional de Canadá, la "cri-
sis" puede consistir en la presencia de feas tierras taladas al ras y todo lo que eso
significa. Para la industria del papel y la pulpa una crisis forestal representa un peli-
gro para su propia viabilidad económica.
De manera alternativa, si la industria se enfrenta a la incertidumbre o a proble-
mas económicos, puede buscar troncos más baratos. Para obtenerlos, los adminis-
tradores tal vez deban emplear métodos de tala ambientalmente menos sanos,
creando una "crisis" en el sentido en que podrían utilizar el término los ecologis-
tas. La madera con que cuentan los molinos de pulpa depende no sólo de los ciclos
de regeneración de los árboles sino también de los costos: a qué distancia están los
árboles del obraje, la presencia o ausencia de caminos de acceso y el precio de la
pulpa en el mercado estadunidense, entre otros factores. Puede haber escasez (o
excedente) de madera en términos económicos sin que exista necesariamente
conexión con las condiciones naturales de abasto y regeneración.
Hay un consenso generalizado respecto a que las pesquerías de todo el mundo
están en
OBSERVACIONES SOBRE LA "CRISIS ECOLÓGICA" 171
un estado calamitoso [...] pese a que según los expertos es extraordinariamente dificil reu-
nir datos [...] En una conferencia de Naciones Unidas [...] científicos, especialistas en la
industria y funcionarios gubernamentales coincidieron en que las evidencias demuestran de
manera innegable que el exceso de pesca y la destrucción de los hábitat han causado reduc-
ciones alarmantes en las poblaciones marinas. 11
11 David E. Pitt, New YO?* Times, 3 de agosto de 1993. Salvo indicación en contrario, todas las citas
son de Pin.
172 JAMES O'CONNOR
La salud de la bahía de San Francisco pende de un hilo y, como médicos que discuten un
caso dificil, los expertos ni siquiera logran ponerse de acuerdo en que el paciente está enfer-
mo [La bahía] está grave o saludable, según a qué experto se le pregunte [...] No es sor-
prendente que la brecha entre los científicos siga líneas geográficas. Desde el norte la bahía
parece enferma; desde el sediento sur, da la impresión de estar muy bien.I 2
cautos, sin estar seguros de que exista o no una crisis. Un ejemplo es el debate
sobre la pérdida de ozono atmosférico que mencionamos más arriba. Los que
advertían que la capa de ozono estaba siendo "erosionada" por los C:FC, finalmen-
te, tras haber sido ridiculizados durante años por diversos gobiernos, fueron oídos
en 1987, cuando cuarenta países acordaron un plan para congelar el nivel actual
de uso de CFC y después para reducir el consumo a la mitad para 1999. En las pri-
meras discusiones científicas se hizo una distinción entre el grado de pérdida de
ozono y sus causas. Algunos sostenían que si no se comprendían las causas no había
(o había menos) razón para alarmarse. Esto sugiere que la magnitud estadística de
un problema ecológico es menos importante que la comprensión del problema
por parte de los científicos. En 1987 ya no se debatía si el cloro era un factor de la
erosión de la capa de ozono, sino cuál era su peso en la misma. La posición verde
era que la producción de cloro tenía que prohibirse inmediatamente, incluso si
resultaba que la pérdida de ozono se debía sobre todo a factores de origen no
humano, sobre la base de que "todo ayuda", y también porque era el único factor
bajo control humano. En contraste, algunos científicos (financiados en parte por
la asociación de fabricantes de productos químicos de Estados Unidos) plantearon
que si la contribución de la humanidad a la pérdida de ozono es, digamos, del
10%, no era necesario interrumpir por entero la producción de derivados del clo-
ro, sino reducirla a cierta cantidad. Algunos especialistas llegaron a la conclusión,
a partir de los hechos, de que podía haber o no una crisis de origen humano de la
capa de ozono, y que se requerían más hechos; esos mismos hechos llevaron a los
ambientalistas a la conclusión de que los CFC debían prohibirse de inmediato; en
otras palabras, de que hay una crisis y se requiere una acción pronta. El protocolo
de Montreal de 1987 fue un compromiso, una forma de hacer coincidir el equili-
brio de la naturaleza con las cuentas bancarias de las empresas.
Los líderes de opinión comprenden que el solo hecho de hablar de una crisis
crea incertidumbre por sí mismo. Así aparece otro grupo, el de los mentirosos cautos,
que niegan la existencia de una crisis cuando en realidad creen que existe. Y están
también los que creen que hay una crisis pero que mantienen ocultas opiniones
más firmes de las que están dispuestos a admitir; están también los que se ocultan
tras falsas apariencias, que en privado se burlan de la idea de crisis pero que actúan
de modo alarmista, para fabricar una sensación de peligro que, esperan, contri-
buirá a movilizar la opinión y la acción públicas en favor de sus propios intereses.
En contraste, los capitalistas suelen contratar especialistas en relaciones públicas
para minimizar los comentarios sobre las crisis y destacar el compromiso de las
empresas con la tecnología y los productos verdes, porque temen el costo econó-
mico de hacerle frente a una "verdadera" crisis.
Pero el verdadero discurso orwelliano sobre la crisis puede emanar del establish-
ment político. Cuanto menos hable la clase política de crisis, más probable es que
realmente exista. ¿Acasólos que están en el poder subestiman los problemas, mien-
tras que los que están fuera de él los sobrestiman? La ironía es que "los de aden-
174 JAMES O'CONNOR
tro" suelen tener más información, aunque diferente, que "los de afuera", y que
pueden estar en mejor posición de saber la verdad. Si bien los que tienen más
conocimiento tienen también enormes poderes para negar las cosas, a veces los
que están en el poder (el estado de la seguridad nacional se basa en esta realidad)
fabrican "crisis" a fin de movilizar apoyo hacia políticas militares, económicas o de
otro tipo que, en caso contrario, resultarían muy impopulares.
En síntesis: los rasgos clave de los comentarios sobre las crisis son resultados
sumamente inciertos basados en intereses materiales; luchas y conflictos socioeco-
nómicos y políticos; evaluaciones cuestionables sobre la existencia de una crisis; la
gran probabilidad de que haya construcciones ideológicas de las crisis, y el hecho
de que durante ciertos momentos de crisis el individuo puede hacer una diferen-
cia en lo relativo a la solución de la crisis, ya que, por definición, nadie conoce ni
puede conocer su verdadero resultado. Esta última característica es razón suficien-
te para volverse militante ambienmlista (y social y político) y unirse a la lucha por
un mundo ecológicamente racional y sensible.
7
LAS CONDICIONES DE PRODUCCIÓN
y LA PRODUCCIÓN DE LAS CONDICIONES
INTRODUCCIÓN
[175]
176 JAMES O'CONNOR
4 Carlos Carboni (comunicación personal, c. 1988) empleó la expresión "condiciones sociales repro-
ductivas" para incluir las "condiciones de producción" de Marx. Yo uso "condiciones de producción" por-
que quiero reconstruir el problema utilizando la propia terminología de Marx y su enfoque básico, y tam-
bién porque mi análisis se limita a las tendencias de crisis en el proceso de producción y circulación de
capital, más que incluir el proceso de reproducción social de la formación social en su conjunto.
'[S]i ha de mantenerse la consistencia interna del sistema de ideología burguesa, la energía de tra-
bajo tiene que ser definida de manera tal que no constituya una característica esencial del yo. De no ser
así, [.4 si una de las características esenciales fuesen mercancías que se compran y venden, el individuo
perdería todo asomo de libertad y quedaría reducido a un mero resultado de la conjunción de fuerzas
del mercado. Se estaría enajenando a sí mismo —a su propio yo— en la venta de lo que es esencial de
su naturaleza. Por lo tanto, todo lo que puede cambiarse en el mercado tiene que ser definido de modo
de poder separarse de la pura elección del individuo, del núcleo del yo que el liberalismo no permitiría
entregar. De esto se sigue que toda energía mental y Eska, toda capacidad y sensibilidad del individuo
que se pueda comprar o vender en el mercado [...] tiene que definirse como ajena al 'yo', que ahora
puede definirse exclusivamente como el propietario de sus atributos enajenables, como prerrogativa de
inmunidad de la conversión en mercancía [...] Por medio de este recurso el individuo podría mantener
la ficción de que no estaba siendo vendido cuando vendía sus atributos personales, y la estructura de la
ideología burguesa podría mantener su fachada de dignidad humana. Lo que se divide y se entrega al
dominio de otros no -es- el 'yo- sino, simplemente, lo-mío"Uliehard Liditulaii, 'The p,cxlucti uu uf
human nature by means of human nature", Capitalina, Nature, Socialism, 4, 1990, pp. 36.37.
LAS CONDICIONES DE PRODUCCIÓN 177
las precondiciones generales técnicas del proceso real de producción (medios de transporte y
-
6 Marx y Engels, Selected works, Moscú, Foreign Languages Publishing House, 1962, vol. 2, p. 25.
[Obras escogidas, Moscú, Progreso, 1980.]
7 Véase Mario Pianta, "The conditions of production: A note", Capitalimn, Nature, Socialinn, 3, 1989.
El tratamiento más completo es el de Marino Folin, "Public enterprise, public works, and social fixed
capital: Capitalist production of the 'communal, general conditions' of social production", International
Primal of Urban and Regional research, 3, 3, septiembre de 1979.
Citado en Planta, op. cit., p. 131.
9 J. Hirsch, "The state apparatus and social reproduction", en John Holloway y Sol Picciotto (eds.),
State and capital, Londres, E. Amold, 1978, p. 92.
178 JAMES O'CONNOR
nes generales sociales de ese mismo proceso de producción [...] y la reproducción continua de
-
aquellas formas de trabajo intelectual que resultan indispensables para la producción eco-
nómica. 1°
Marx identificó tres condiciones de producción pero no teorizó sobre ellas de for
ma sistemática (tal como teorizó Polanyi sobre "la tierra y el trabajo"). Algunos pasa
jes en los cuales se mencionan estas condiciones parecen ser poco más que ideas
pasajeras. Escribió más sobre las condiciones de oferta de fuerza de trabajo que
sobre las condiciones generales y externas de acción. Pero incluso la discusión d
las 'condiciones personales" estaba restringida a descripciones de la "acumulación
primitiva" y las condiciones de vida de la clase trabajadora en la época de Marx, a
como a la teoría de la acumulación capitalista y de los ejércitos de reserva de man
de obra. En sus obras no es mucho lo que puede encontrarse respecto a las condi-
ciones de oferta de infraestructura, y no hay nada sobre el espacio, sea urbano o no.
Las observaciones dispersas sobre las "condiciones ffsicas externas" pueden equiva-
ler a una teoría de que la escasez de materias primas tiene el efecto de incrementar
la composición orgánica del capital, reduciendo así la tasa de utilidad, 15 pero la ma
yor parte de la atención de Marx en la "tierra" se concentraba en la teoría de la ren-
ta de la misma. Más aún, poco se puede encontrar en el trabajo de Marx y Engels
respecto a las luchas sociales organizadas en torno a la provisión de las condiciones
de producción, excluyendo, desde luego, la lucha misma de la clase trabajadora.
14 Respectivamente, Donald Worster, Nature's economy: The roots of ecology, Garden City, Doubleday
1979; Harry Cleaver, Reading capital politically, Austin, University of Texas Press, 1979, y David Harvey,
Coresciousness and the urban expetience, Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1985. Las obras de Hen-
ri Lefehvre y Manuel CPqrell 5 linrobiAn « subjetivizan'Uo "urbano"
-
15 Michael Perelman, "Marx as a natural resource theorist", Capitalism, Natura, Socialism, 4, 2, juni
de 1993.
LAS CONDICIONES DE PRODUCCIÓN 181
Una razón básica para esta laguna teórica es, probablemente, histórica. En el
periodo temprano del capitalismo, de desarrollo extensivo, se disponía fácilmen-
te de una abundante oferta de fuerza de trabajo, de tierra y recursos naturales.
Sólo en periodos posteriores de desarrollo capitalista intensivo, es decir, durante
la época de profundización del capital y del mercado y de la verdadera subsun-
ción del trabajo por parte del capital, las condiciones de producción se vuelven
un problema sistemático, no ya esporádico. Cualesquiera que sean las verdaderas
razones de esta laguna teóricalloy resulta importante tratar teóricamente las con-
diciones de producción, tal como el capital, el estado y los movimientos sociales
se están ocupando de ellas en términos prácticos]
El punto de partida teórico es la observación de que las condiciones de pro-
ducción no son sólo fuerzas productivas sino también relaciones de producción.
Son producidas y reproducidas (o se las hace accesibles) dentro de relaciones defi-
nidas de propiedad, legales y sociales, que pueden ser compatibles o no con la
reproducción de estas condiciones, definidas como fuerzas productivas. Éste es un
asunto teórico y práctico crucial, porque el descuido de la educación y la salud
(por ejemplo), de la infraestructura y del ambiente natural, puede llevar a menos-
cabar sus poderes productivos y por lo tanto, en forma indirecta, a la disminución
de los poderes productivos del capital, es decir, a la crisis económica (véase el capí-
tulo 8)
La producción y (en muchos aspectos) la distribución de las condiciones de pro-
ducción no están reguladas por el mercado (o por la ley del valor). Tiene que
haber una intervención independiente o "relativamente autónoma" que ponga a
disposición del capital, en las cantidades y calidades deseadas, y en los momentos
y lugares adecuados, la fuerza de trabajo humana, la naturaleza, la infraestructura y
el espacio. Esa intervención no puede ser más que la del estado capitalista que pro-
duce estas condiciones y/o regule el acceso, el uso y la salida de la fuerza de tra-
bajo, la tierra, la materia prima y otros mercados de mercancías ficticias que Marx
llamó "condiciones de producción". Como sostenía Polanyi, la regulación estatal
de los mercados ficticios en las condiciones de producción (y en el mercado más
amplio en general) es necesaria también porque, en principio, no hay límites a la
explotación capitalista de la fuerza de trabajo y de la tierra o de la gente y la natu-
raleza. Se deduce que si la reproducción de las condiciones de producción se des-
cuida y sus poderes productivos se ven menoscabados o destruidos, lesionando a su
vez los poderes productivos del capital, la causa inmediata o próxima puede atri-
k_ buirse a las estructuras y políticas del estado, no al capital en sí mismo.
Los marxistas han teorizado de dos maneras generales diferentes sobre las
estructuras y políticas del estado. Los marxistas ortodoxos han buscado las cone-
xiones internas entre los procesos de acumulación capitalista y el estado. Los neo-
marxistas, influidos por Weber, Lowi, Offe y otros, se han concentrado en la rela-
ción entre la sociedad civil y el estado. Aunque entre ambas ramas del marxismo
habidomultecrsnéiodmtyeas,hunfrt-
182 JAMES O'CONNO
16 Hugh Moseley, "Capital and the state: West German neo-orthodox state theory",
Review of Radical
Political Economics, 14, 1, primavera de 1982, p. 25.
17 Aboo T. Aumeerruddy, Bruno Lautier y Roman G. Tortajada, "Labor-power and the state", Capi-
tal and Class, 6, otoño de 1978, p. 50.
18 Folin, op. cit., p. 51.
16 Hirsch, op. cit., p. 91.
Pianta, op. cit., p. 130.
LAS CONDICIONES DE PRODUCCIÓN 183
21 "El Servicio Forestal ha perdido 98 centavos por cada dólar que gasta en el programa de retiro de
troncos del Tongass National Forest, una red de islas cubiertas de plantas siempre verdes y exuberantes
valles, que abarca la mayor parte del Panhandle de Alaska, de 800 km de longitud. Los críticos dicen
que el manejo de la madera de Tongass demuestra que el Servicio Forestal gasta la mayor parte de su
dinero prestando servidos a la industria, en perjuicio del ambiente y los contribuyentes. Afirman que
el organismo ha perdido de vista su misión: administrar y proteger los bosques públicos en beneficio de
todos, y que en ningún lado es tan evidente ese fracaso como aquí." (Thimoty Egan, "Logging in lush
Alaskan forest profits companies and costs U. S.", Neto York Times, 28 de mayo de 1989); véase también
"Subsides hurt environment, critics say before talles", New York Times, 23 de junio de 1997.
" Las contradicciones entre el capital y sus condiciones de producción son el tema del capítulo 8.
184 JAMES O'CONNOR
De esta manera, una teoría funcionalista del estado capitalista que trate de esta-
blecer ciertas relaciones definidas entre la política estatal y las condiciones de pro-
ducción capitalista tiene que estar sobre aviso frente al hecho de que el estado capi-
talista es un estado burocrático establecido dentro de un sistema político formal-
mente democrático, por lo cual es "relativamente autónomo" o, en otras palabras,
sujeto a sus propias tendencias y contradicciones internas. Más específicamente, las
tres condiciones de producción se producen y reproducen dentro de ciertas rela-
ciones sociales, es decir, son producidas y/o reguladas por el estado.
Las condiciones de producción pueden definirse como "fuerzas de producción"
o como "relaciones sociales de producción". Definidas como "fuerzas", hay, evi-
dentemente, un límite con respecto a la clase de "relación" dentro de la cual son
producidas, organizadas o reguladas. Definidas como una "relación", hay un lími-
te a su desarrollo como "fuerza". Ciertos tipos de aprendizaje formal, salud públi-
ca, patrones de tránsito, perforación petrolera submarina, distribución del agua y
demás se producen dentro de ciertas relaciones burocráticas definidas, que a su vez
definen y limitan el aprendizaje, la salud pública, y así sucesivamente. Estas rela-
ciones pueden ser consistentes o no con la producción y la reproducción de las
condiciones de producción en su estado cuantitativo y cualitativo vigente. Dicho de
otra manera, dada la fragmentación de intereses dentro del capital y del estado,
pueden surgir contradicciones entre las fuerzas y las relaciones sociales de las con-
diciones de producción. Por ejemplo, las enfermedades no transmisibles son pro-
ducidas en gran parte social y culturalmente, no determinadas en un nivel genéti-
co;" la educación y las políticas de renovación urbana en los barrios bajos de la
ciudad, las políticas sobre salud y recursos en las ciudades que crecen repentina-
mente en las regiones mineras, y las políticas agrícolas y urbanas en las márgenes
de las áreas metropolitanas (por tomar tres ejemplos) pueden ser congruentes o no.
" Thomas McKeown, The origins of human disease, Oxford, Basil Blackwell, 1988.
27 la larga historia de las ideas de "bienestar", "educación adecuada", "salud pública", etc., influye
en la provisión de "condiciones personales". La historia de la planeación y el diseño urbano que enfren-
tó a visionarios como Harold Geddes y Frank Lloyd Wright con las visiones totalitarias de un Le Cor-
busier influye, de manera similar, en la provisión de "condiciones generales, comunales", Peter Hall,
Cides of tontorrour An intelectual history of urban planning and design in the twentieth century, Oxford, Basil
/As CONDICIONES DE PRODUCCIÓN 187
de los 28 conflictos de pesquerías, identificados de acuerdo con los mismos usuarios, así
como con el organismo regulador gubernamental, 18 tenían que ver con la pesca comer-
cial en oposición a la comercial, cinco con las pesquerías deportivas contra las nativas, dos
con las comerciales contra las nativas, dos con grupos diferentes dentro de la pesca comer-
cial, y uno con un parque estatal con la pesquería comercial."
Blackwell, 1988. Finalmente, la historia de los conflictos acerca de la idea de naturaleza, por ejemplo la
idea de la Ilustración cristiana frente al concepto romántico pagano, influye marcadamente en la pro-
visión de "condiciones externas" (Worster, op. cit.).
" Mosley, op. cit., p. 26
" Thomas Whillans y Fikret Berks, "Use and abuse, conflict and harmony: The Great Lakes fisheries
in transition", Alternatives, 13, 3, 1983, pp. 10-19.
188 JAMES O'CONNOR
dos de productos) sólo se establecen por lo general tras largas y dificiles batallas.
Las partes en conflicto dentro de la sociedad se concentran en los valores familia-
res, la tradición y la religión para legitimar sus esfuerzos por defender el acceso y
el uso de determinadas condiciones de producción generales, externas y persona-
les. En los conflictos entre la sociedad civil y el estado la premisa ideológica básica
es establecida por el hecho de que el estado capitalista, a fin de retener su legiti-
midad, debe actuar o presentarse como si actuara en nombre del pueblo en su con-
junto, es decir, ser también un "estado en la sociedad capitalista". Planteado desde
el otro punto de vista, los conflictos acerca de la producción de las condiciones de
producción son vistos universalmente como más legítimos que las luchas en el
lugar de trabajo, y aún más que las confrontaciones en el mercado. Los organismos
estatales no pueden funcionar ilegítimamente en forma abierta de acuerdo con los
intereses del capital o de fracciones capitalistas, y deben hacerlo en nombre del
"interés general" o el bienestar. Los políticos, funcionarios y planificadores no sólo
personifican los intereses del capital sino que son a su vez sujetos políticos cons-
treñidos por la ideología dominante, la ciudadanía y el capital mismo. Un ejemplo
es la lucha (a la que se aludió más arriba) por impedir la destrucción de árboles
nativos en el Tongass National Forest de Alaska. "Los críticos dicen que el manejo
de la madera de Tongass demuestra que el Servicio Forestal [...] ha perdido de vis-
ta su misión: administrar y proteger los bosques públicos en beneficio de todos, y que
en ningún lado es tan evidente ese fracaso como aquí." 3°
Sin embargo lo usual es que prevalezcan evaluaciones cuestionables acerca del
significado de "beneficio de todos". Para los ambientalistas la expresión quiere
decir salvar los bosques nativos para las generaciones actuales y las futuras; para los
intereses madereros quiere decir trabajo, utilidades, impuestos y "crecimiento eco-
nómico". Por eso las luchas por las condiciones de producción casi invariable-
mente giran en torno a la definición del "interés general" que, finalmente, se cons-
truye dentro de la ideología dominante, a saber, en el caso del capitalismo de
finales del siglo XX, "crecimiento económico", "libre empresa" y "libertad indivi-
dual".
— El estado produce o regula el acceso, uso y salida de las condiciones de produc-
ción, incluido el "ambiente". No hay razón para creer, empero, que ni siquiera (o
especialmente) en las mejores épocas económicas las políticas del estado relativas
a las condiciones de oferta de fuerza de trabajo, infraestructura y espacio urbanos,
y ambiente, se construyan de formas que resulten funcionales para la reproducción
del capital como un todo. Los muchos conflictos entre fracciones del capital y den-
tro del estado y la sociedad civil, así como entre el capital, el estado y la sociedad
civil, vuelven poco plausible cualquier teoría funcionalista de la relación entre el
capital y sus condiciones. 3I De esta forma, la producción y la rentabilidad capita-
o un proceso abierto que sólo puede explicarse mediante análisis concretos de casos específicos.
jemplo de este enfoque es el trabajo de Hirsch, quien, después de afirmar que la provisión de las
diciones generales de producción' es una función básica del estado, subrayó que a partir de esto
e puede determinar de la misma forma cuál debe ser, concretamente, el objeto de la 'provisión
estructural' del estado en ningún momento histórico, ni si el aparato estatal solventará la neseci-
(Hirsch, op. cil p. 91). A partie de esto Hirsch llegó a la conclusión de que "tratar de definir enu-
tiva y concluyentemente la infraestructura carece de sentido, ya que las 'condiciones generales'
istas por el estado dependen de los procesos sociales y del equilibrio de fuerzas de clase" (p. 92).
se abre la posibilidad para el desarrollo de contradicciones entre el estado y el capital, entre la esfe-
lítica y la económica, entre las políticas estatales y requerimientos específicos de desarrollo eco-
ico." Tal como lo expresa Hirsch, "Ya que estas 'condiciones sociales generales de producción' no
aptan automáticamente a la acumulación de capital, cuando el proceso de acumulación llega a sus
es estalla la crisis" (p. 74). "De esta forma, el desarrollo de la política oficial es el resultado con-
del proceso de acumulación de capital y de la coyuntura específica de las fuerzas sociales y polí-
; de esta forma, el desarrollo de las `condiciones generales de producción' resultantes se relaciona
mediato con el desarrollo de relaciones sociales", Mario Manta, State investments and sitúan resalte-
g: The case of Twist, 1969-1978, tesis de doctorado, London School of Economics and Political Scien-
983, pp. 82-83.
8
LA SEGUNDA CONTRADICCIÓN DEL CAPITALISMO
INTRODUCCIÓN
[191]
LA SEGUNDA CONTRADICCIÓN DEL CAPITALISMO 192
otras palabras, la acción social y colectiva no debe construirse como una mera deri-
vación de las fuerzas sistémicas que se analizan en este capítulo (véase la tercera
parte de este libro).
— En 1944 Karl Polanyi publicó su obra maestra, La gran transformación, que ana-
liza varias formas en que el crecimiento del mercado y de las relaciones económi-
cas capitalistas afectaba o destruía, en general, sus propias condiciones sociales y
ambientales. 1 Los temas de los limites ecológicos al crecimiento económico y las
interrelaciones entre desarrollo y ambiente fueron reintroducidos al pensamiento
occidental en los sesenta y principios de los setenta.ILos resultados han sido mix-
tos y muchas veces sumamente dudosos. La obra déPolanyi sigue siendo una luz
brillante en un cielo lleno de estrellas moribundas y agujeros negros de naturalis-
mo burgués, neomalthusianismo, tecnocracia del Club de Roma, ecologismo
romántico profundo y la visión de un mundo único de las Naciones Unidas. 2 En
las visiones de ese tipo están ausentes la explotación de clase, la acumulación capi-
talista por medio de la crisis, el desarrollo capitalista desigual y combinado, las
luchas nacionales y muchos temas relacionadosl Los resultados de estos esfuerzos
(y otros similares) por discutir el problema del capitalismo, la naturaleza y el socia-
lismo, fracasan en parte porque no se concentran en el significado de la escasez
específicamente capitalista, es decir, el proceso por el cual el capital es su propia
barrera (¿o límite?) debido a sus formas autodestructivas de proletarización de la
naturaleza humana, enajenación de la fuerza de trabajo, apropiación del trabajo y
capitalización de la naturaleza externa y de lo "urbano". 3 Los acercamientos usua-
les al problema, la identificación de "límites al crecimiento" en términos de "esca-
sez de recursos", "fragilidad ecológica", "tecnología industrial nociva", "valores cul-
turales destructivos", "tragedia de las áreas comunes", "sobrepoblación",
"consumo dispendioso", "producción imparable" y demás, ignoran o retuercen las
orías de tipo marxista sobre las formas de naturaleza históricamente producidas
a acumulación y el desarrollo capitalistas.
Esto no resulta sorprendente ya que el mismo Marx escribió muy poco respec-
a las formas en que el capital se limita a sí mismo afectando sus propias condi-
nes sociales y ambientales y, por lo tanto, elevando sus costos y gastos, ponien-
do en peligro así su capacidad de producir utilidades, es decir, creando el riesgo
de acarrear una crisis económica. También escribió poco o nada sobre los efectos
1 Karl Polany, The great transfonnation, Boston, Beacon, 1957. Polany se concentró esencialmente en
los mercados capitalistas, no en la explotación del trabajo.
2 Por ejemplo World Comission on Environment and Development, Our carmen future, Nueva York,
Oxford University Press, 1987.
Quien más cerca ha llegado de una visión "marxista" del problema es Alan Schnaiberg, en su The
enviranment: From =plus to scarcity, Nueva York, Oxford University Press, 1980. Es una obra pionera y
útil. Otra cuestión, estrechamente vinculada, es la relación entre la capitalización de la naturaleza y el
conflicto ponto wre-enactos--(véast—Ltoyd-runbertake- yjon Tiuker, "The emir onmental ul * gi zi uf
political conflict", Socialist Reviera 15, 6, noviembre-diciembre de 1985).
CAPITALISMO Y NATURALEZA
193
4 En caso de malas cosechas "el valor de la materia prima [...] asciende; su volumen
se reduce [...] Es
necesario gastar más en materia prima, queda menos para el trabajo, y no es posible absorber la misma
cantidad de mano de. obra que antes. En primer lugar esto es fisicamente impasible [...] En segundo, es
imposible porque una parte mayor del valor del producto tiene que ser convertida en materia prima [...] La
reproducción no puede repetirse en la misma escala. Una parte del capital fijo permanece ociosa y una
parte de los trabajadores es arrojada a la calle. La tasa de utilidad cae, porque el valor del capital cons-
tante se ha elevado en relación con el del variable [...] Los cargos fijos —interés, renta—, que se basa-
ban en una previsión de una tasa constante de utilidad y explotación del trab aj o, siguen siendo los mis-
mos, y en parte no es posible pagarlas. Por ende se da la crisis [y) hay un aumento del precio del producto. Si
este producto entra en las demás esferas de reproducción como un medio de producción, su aumento
de precio dará por resultado la misma perturbación en la reproducción de esas esferas", Karl Marx, Tirito-
nes of suspira value, 2, Moscú, Progreso, 1968, pp. 515-516.
"Aparte del mayor o menor grado de desarrollo en forma de producción social, la productividad
del trabaj o está restringida por condiciones físicas", Capital, 1, Nueva York, Random House Modem
ibrary Edition, 1936. En Theories of swplus valuy op. cit., parte 3, p. 449, Marx afirma que la precondi-
ión para la existencia del plusvalor absoluto es la "fertilidad natural de la tierra".
6 Michael Lebowitz, "The general and the specific in Marx's theory of crisis", Studies in Political Eco-
norny, 7, invierno de 1982. Lebowitz incluye como barreras "generales" el abasto de mano de obra y la
isponibilidad de tierra y recursos naturales. No obstante, no distingue entre el abasto de mano de obra
er se y el abasto de trabajo asalariado disciplinado. En cuanto a los recursos naturales, no diferencia
ntre las escaseces " -naturales' ylas que crea por si mismo el capital en el proceso de capitalizar la natu-
aleza, o las creadas políticamente por movimientos ecologistas.
194 JAMES O'CONNOR
En suma, Marx creía que las granjas capitalistas (por ejemplo) arruinan la cali-
dad del suelo. Pensaba también que las malas cosechas adoptan la forma de crisi s
económias.Nbt(unqefirmóagcultionesm-
patible con el capitalismo), 7 nunca tomó en consideración la posibilidad de que
los métodos agrícolas ecológicamente destructivos pudieran elevar los costos de
los elementos del capital, lo cual, a su vez, podría amenazar con crisis económicas
de un tipo particular, a saber, la subproducción de capital . 8 Dicho de otra mane-
ra, Marx no llegó a sumar dos más dos y afirmar que las "barreras naturales" pue-
den ser barreras producidas de modo capitalista, es decir, una "segunda" natura-
leza capitalizada. 9 Insinuó, pero no desarrolló, la idea de que puede existir una
contradicción del capitalismo que conduzca a una teoría "ecológica" de la crisis y
la transformación social.
11 Hasta donde sé, la frase "marxismo ecológico" fue acuñada por Ben Agger, Western Marxism, An
troduction: Classical and coi:temporal), sources, Santa Mónica, Goodyear, 1987, pp. 316-339. Agger se con-
ntra en el "consumo", no en la "producción". Su tesis es que el consumo en constante expansión
querido para mantener la estabilidad económica y social perjudica el ambiente, y que la crisis ecoló-
ca ha remplazado a la económica como principal problema del capitalismo. Este capítulo puede ver-
, entre otras cosas, como una crítica de la visión, muchas veces penetrante, de Agger.
12 Carlo Carboni también usa la expresión "condiciones sociales reproductivas". Yo empleo "condi-
ones de producción" porque quiero reconstruir el problema usando la terminología propia de Marx
también porque quiero restringir esencialmente mi discurso a las tendencias a la crisis en el proceso
producción y circulación del capital, más que al proceso de reproducción social, es decir, repro-
cción de la formación social en su conjunto. Esto significa que seguiré la senda de Marx e interpre-
ré "condiciones de producción" en términos "objetivos".
13 Las condiciones fisicas externas incluyen la "riqueza natural en medios de subsistencia" y la
iqueza natural en los instrumentos de trabajo" (El capital, vol. 2, op. cit., pp. 534-535).
14 Karl Marx, Grundrisse, Harmondsworth, Penguin, 1973, p. 533 [Elensentas fundamentales para la enli-
de la economía política (Crundrisse), México, Siglo XXI, 1971-1976].Véase también Marino Folin, "Public
terprise, public works, social fixed capital: Capitalist production of the 'communal, general conditions
social production'", International fonrnal of Urdan and Regional Research, 3, 3, septiembre de 1979.
196 JAMES O'CONNOR
15 En una conversación con David Harvey, pionero de la teoría de las configuraciones y barreras
espaciales al capital (Limite to capital Oxford, Basil Blackwell, 1982), al autor se le concedió un "permi-
so" tentativo para interpretar el espacio urbano y de otras formas como una "condición de producción".
CAPITALISMO Y NATURALEZA 197
l marxismo tradicional el capitalismo no sólo está expuesto a las crisis sino que
bién depende de ellas. El capital acumula por medio de las crisis, que funcio-
como mecanismo de disciplina económica. La crisis es la ocasión que aprove-
el capital para restructurarse y racionalizarse a fin de restaurar su capacidad
xplotar el trabajo y acumular. Hay dos formas generales, interdependientes,
s que el capital se transforma para explotar la crisis y resolverla a su favor. Una
iste en hacer cambios en las fuerzas productivas; la otra en hacer cambios en
elaciones de producción. Los cambios en cualquiera de las dos presuponen o
ieren, casi siempre, nuevas formas de cooperación directa e indirecta dentro
tre los capitales individuales y/o dentro y entre el estado y/o entre capital y
do. La mayor cooperación o planeación tiene el efecto de hacer más transpa-
emente social la producción, al tiempo que subvierte el fetichismo de las mer-
ías y el capital, o el aparente "carácter natural" del capital y de la economía
talista. Así, el thelos de la crisis consiste en crear la posibilidad de imaginar una
sición al socialismo.
os cambios inducidos en las fuerzas productivas por la crisis por parte de capi-
que procuran defender o restaurar las utilidades (y que ejemplifican los cam-
tecnológicos que reducen los costos por unidad, aumentan la flexibilidad de la
ucción, etc.), tienen el efecto sistemático de disminuir los costos de reproduc-
de la fuerza de trabajo; volver más baratas las materias primas o más eficiente
tilización; reducir el periodo de producción y/o de circulación, y así sucesiva-
te. Cualesquiera que sean las fuentes inmediatas de la crisis, la restructuración
s fuerzas productivas con el objetivo de elevar las utilidades es una conclusión
ente. Más aún, los cambios de las fuerzas productivas inducidos por la crisis
lican o presuponen formas más sociales de relaciones de producción, por ejem-
ormas de cooperación más directa dentro de la producción. 17 Entre los ejem-
de cambios actuales de las fuerzas productivas, y de cambios asociados en las
iones de producción, se cuentan los sistemas de fabricación computarizados,
bles, y la robotización, los cuales se asocian con el desarrollo de "juego creativo
quipo" y otras formas de cooperación en el lugar de trabajo y de participación
s utilidades, entre otras novedades. Y, por supuesto, la principal fuerza pro-
iva es la cooperación humana. La ciencia o la producción social de conoci-
to teórico y práctico se ha vuelto una empresa casi totalmente cooperativa, 18
La "cooperación" (por ejemplo las "relaciones de trabajo") es tanto una fuerza productiva como
iones de producción, es decir, está determinada de manera ambigua por la "cultura", la "necesi-
ecnológica" y el "poder" (véase el capítulo 1).
David Knight, 77ie age of &jeme, Oxford, Basil Blackwell, 1986.
200 JAMES O'CONNOR
que estén o no disponibles para el capital —en las cantidades y calidades necesa-
rias, y en los momentos y lugares adecuados— las materias primas, las capacidades
laborales necesarias, las configuraciones espaciales e infraestructurales útiles,
depende del poder político del capital, del poder de los movimientos sociales que
cuestionan determinadas formas capitalistas de condiciones de producción (por
ejemplo las luchas por la tierra como medio de producción y no como medio de
consumo), de las estructuras estatales que median u ocultan los conflictos acerca
de la definición y el uso de las condiciones de producción (por ejemplo consejos
de zonificación) y demás. 19 Si exceptuamos las ramas del estado que reglamentan
el dinero, la ley y el orden, y ciertos aspectos de las relaciones exteriores (los que
no tienen ninguna relación obvia con el acceso a fuentes externas de materias
primas, fuerza de trabajo, etc.), todo organismo oficial y programa de un partido
político puede verse como una especie de interfaz entre el capital y la naturaleza
(incluyendo los seres humanos y el espacio). En síntesis, enfrente o no el capital
"barreras externas" a la acumulación, incluyendo barreras externas en forma de
nuevas luchas sociales respecto a la definición y el uso de las condiciones de pro
ducción (es decir, "barreras sociales" que median entre las barreras internas o
específicas y las externas o generales); 29 asuman o no estas "barreras externas" la
forma de crisis económica, y se resuelva o no la crisis económica a favor o en con-
tra del capital, son, en primer lugar, cuestiones sociopolíticas e ideológicas, y sólo
secundariamente cuestiones socioeconómicas. Esto se debe (como vimos en el
capítulo 7) a que las condiciones de producción, por definición, están politizadas
(a diferencia de la producción misma); el acceso a la naturaleza está mediado por
luchas, ya que la naturaleza externa no tiene identidad política y subjetividad pro
pias.21 La fuerza de trabajo (y la comunidad) son las únicas que luchan en torno a
las condiciones de su propio bienestar y ambiente social en su definición amplia.
Una visión marxista ecológica del capitalismo como sistema expuesto a las cri-
sis se concentra en la forma en que el poder de las relaciones de producción y las
19 Esta clase de formulación del problema evita el funcionalismo de la "escuela de derivación del
estado" del marxismo, así como las teorías weberianas del estado que no se basan en las relaciones y la
existencia materiales.
" Las llamadas barreras externas pueden ser interpretadas como barreras externas si asumimos que:
al la naturaleza externa está totalmente convertida en mercancía o capitalizada, y b] las nuevas luchas
sociales organizadas bajo el signo de la "ecología" o el "ambientalismo" tienen sus raíces en la estruc-
tura y las relaciones de clase del capitalismo moderno, por ejemplo la aparición de la nueva clase media
asalariada, columna vertebral del ambientalismo tradicional en Estados Unidos.
21 "La naturaleza externa y universal puede considerarse como diferencias dentro de una unidad,
desde el punto de vista de la acumulación de capital y de las acciones estatales necesarias para garanti-
zar que el capital pueda acumular. Sin embargo la diferencia no es menos significativa que la unidad,
desde el punto de vista de la acción social y ecológica y del conflicto político. La razón es que la fuerza
de trabajo es un sujeto que lucha por las condiciones de salud y las condiciones (naturales) de salud
social en su definición más amplia, mientras que los 'elementos naturales que intervienen en el capital
variable y constante' son objetos de lucha" (Robert Marotto, correspondencia, octubre de 1992).
202 JAMES O'CONNOR
" "Economistas y dirigentes empresariales dicen que las áreas urbanas de California enfrentan con-
gestionanúentos de tránsito tan intensos que se ve amenazada la vitalidad económica del estado", New
York Tima, 5 de abril de 1988.
" °Si a las escuelas no se les ocurre cómo educar mejor a esas poblaciones en crecimiento y con-
vertirlas en trabajadores y ciudadanos productivos, podría estar en peligro la estabilidad de la econo-
LISMO Y NATURALEZA 203
dward B. Fiske, "U. S. business turns auention to workers of the future", International Herald Tri-
0-21 de febrero de 1988. Fiske se refiere a las minorías que constituyen hoy el 17% de la pobla-
Estados Unidos, cifra que se espera aumentará una tercera parte para el año 2020. En ese país
tos de atención a la salud, como porcentaje del PM, eran de alrededor del 6% en 1965; se espera
2000 sean del 15%, "Healt care has become an economic cancer in chis country", San Francisco
e, 14 de marzo de 1988.
204 JAMES O•CONNOR
Ni Marx y los marxistas han desarrollado una teoría de la relación entre los cam-
bios de las condiciones de producción capitalista inducidos por la crisis y el esta-
blecimiento de las condiciones del socialismo ecológico. En el marxismo tradicio-
nal los cambios de las fuerzas productivas y las relaciones de producción inducidos
por la crisis están determinados por la necesidad de reducir costos, intensificar el
trabajo, restructurar la organización del capital y así sucesivamente. Las fuerzas y
las relaciones tienden a convertirse en formas sociales más transparentes. En el
marxismo ecológico (igual que en el marxismo tradicional), el capitalismo no sólo
está expuesto a las crisis sino que también depende de ellas. Los cambios de las
condiciones de producción inducidos por la crisis (ya se origine ésta en la sobre-
producción del capital, la subproducción o ambas) también están determinados
por la necesidad de abatir costos, reducir la renta de la tierra, aumentar la flexibi-
lidad y demás, y de restructurar las condiciones mismas, por ejemplo mediante la
expansión de la salud preventiva, la reforestación, la reorganización del espacio
urbano y otros modos de reducir el tiempo de trabajo socialmente necesario.
Hay dos maneras generales, interdependientes, en las que el capital (con ayu-
da del estado) cambia sus propias condiciones para hacer frente a las crisis y para
resolverlas a su favor. Una son los cambios de las condiciones definidas como fuer-
zas productivas. La otra son cambios de las relaciones sociales de reproducción de
las condiciones. Los cambios de cualquiera de las dos casi siempre presuponen o
requieren nuevas formas de cooperación entre y dentro de los capitales y/o entre
el capital y el estado y/o dentro del estado, o formas más sociales de "regulación
del metabolismo entre la humanidad y la naturaleza", así como del "metabolismo"
entre el individuo y el ambiente físico y social. Una mayor cooperación tiene el
efecto de hacer que las condiciones de producción (ya politizadas) sean más trans-
parentemente políticas, subvirtiendo así aún más la aparente "naturalidad" de la
existencia del capital. Así, el thetas de la crisis es crear la posibilidad de imaginar
con mayor claridad una transición al socialismo.
Los cambios inducidos por la crisis en las condiciones definidas como fuerzas
productivas, con el propósito de defender o restaurar la utilidad (ejemplificadas
por los cambios tecnológicos que reducen los costos de congestión, aumentan la
flexibilidad en la utilización de materias primas, etc.), tienen el efecto sistémico de
bajar los costos de reproducción de la fuerza de trabajo, permitir obtener materias
primas más baratas, y reducir de otras formas el costo, aumentando la flexibilidad.
Cualesquiera que sean las fuentes inmediatas de la crisis, se da por descontado que
habrá esfuerzos por restructurar las condiciones de producción con el objetivo de
elevar las utilidades. Más aún, les cambies inducidos por -la crisis en las-condicio-
nes de producción implican o presuponen formas más sociales de las relaciones
CAPITALISMO Y NATURALEZA 205
tos y aumentando también los rendimientos. Depende de nuevos programas de adiestramiento y edu-
cación, coordinación de la planeación agrícola, etc. Sandra Postel, "Indonesia steps off the pesticide tre-
admill", World Watd, enero-febrero de 1988, p. 4.
" Por ejemplo, en Alemania la industria organizada y la coordinación entre la industria y el estado
logra internalizar muchas externalidades o costos sociales. Esto se lleva a cabo sin daños graves a las uti-
lidades porque la República Federal Alemana produce bienes de tan alta calidad y tan deseables para
el mercado mundial que los costos de proteger o restaurar las condiciones de producción se pueden
absorber y la industria sigue siendo competitiva.
2:3. Christopher J. Dagget, "Smog, more smog, and still more smog", New York Times, 23 de enero de
1988.
27 La idea de que la crisis inducida por condiciones de producción inadecuadas da por resultado
formas más sociales de producción y relaciones de producción no es nueva en los círculos no marxis-
tas. Schnaiberg vinculó la rápida expansión económica con la creciente explotación de los recursos y el
aumento de los problemas ambientales, lo cual a su vez planteaba restricciones al crecimiento econó-
mico, volviendo así esencial algún tipo de planeación del uso de recursos, niveles de contaminación,
etc. Interpretó la legislación ambiental y las políticas de control de los setenta como eI inició de la pla-
neación ambiental. Schnaiberg, op. cit. La idea de que la crisis inducida por condiciones de producción
206 JAMES O'CONNOR
(es decir, costos) desfavorables da por resultado fuerzas productivas más sociales, así como relaciones
de producción, se puede encontrar, en forma embrionaria, en obras como R. G. Wilkinson, Poveny and
moren: An ecological frerspective on economic development, Nueva York, Praeger, 1973, que sostiene que los
cambios teconológicos que hicieron época fueron consecuencia, muchas veces, de escaseces ecológi-
cas, y como O. Sunkel y J. Leal, "Economice and environment in a developmental perspective", Inter-
nacional Social Scienr,e fournal 109, 1986, p. 413, donde se sostiene que el agotamiento de recursos y la
escasez elevan los costos del crecimiento económico debido a declinaciones de la productividad natu-
ral de los recursos, y que a ello se debe que se requieran nuevos subsidios a los recursos energéticos y
a la tecnología (lo que implica mayor planeación).
ITALISMO Y NATURALEZA 207
del cuerpo, etc.), que también pueden constituir una "barrera social" al capital. En
Nicaragua, en los ochenta, la combinación de crisis económica y ecológica y dic-
tadura política durante el antiguo régimen engendró tanto movimiento de libera-
ción nacional como una extensa planeación en materia de ecodesarrollo.
Antes de poder decir algo políticamente sensato acerca del ambientalismo defi-
nido en su sentido más amplio, así como de las perspectivas a corto y largo plazo
para el capital, se requiere el análisis concreto de situaciones concretas. Por ejem-
plo, la lluvia ácida provoca daños ecológicos y económicos. El movimiento
ambiental exige la limpieza y restauración del ambiente y la protección de la natu-
raleza. Esto, a largo plazo, puede restaurar las utilidades o reducir los gastos
gubernamentales en limpieza, lo cual puede ser congruente o no con las necesi-
dades a corto y mediano plazo del capital. En cualquier programa sistemático de
ambiente social políticamente regulado hay tipos de planeación que protegen al
capital de sus peores excesos, pero que pueden o no ser congruentes con las nece-
sidades del mismo en determinadas coyunturas. Una posibilidad es que "la des-
trucción del ambiente puede llevar a grandes nuevas industrias destinadas a res-
taurarlo. Imagínense, equipos para dragar lagos, máquinas para limpiar bosques,
revitalizadores para la tierra, restauradores del aire, combatientes de la lluvia áci-
da."28 Estos tipos de soluciones supertecnológicas serían una enorme fuga de plus-
valor, a menos que redujesen el costo de reproducción de la fuerza de trabajo
pero, al mismo tiempo, contribuyesen a "resolver" todos los problemas de realiza-
ción que surgiesen de la tradicional sobreproducción del capital. Se requerían, sin
embargo, inmensas sumas de dinero a crédito para restaurar o reconstruir el
ambiente social, lo cual desplazaría la contradicción a las esferas financiera y fiscal,
más o menos de los mismos modos en que la contradicción tradicional entre la pro-
ducción y la circulación del capital se desplaza hoy a las esferas financiera y fiscal.
Esta clase de restructuración de las condiciones de producción guiada por la
tecnología (incluyendo la restructuración guiada por la tecnología de las condi-
ciones de oferta de fuerza de trabajo) puede o no ser funcional para el capital en
su conjunto o para capitales individuales en el corto o en el largo plazo. Los resul-
tados dependerían de otras medidas de prevención y solución de crisis, de su
coyuntura exacta, y de la manera en que se articulasen con la crisis de la natura-
leza, definida de manera amplia. En última instancia, los resultados dependerían
del grado de unidad y diversidad de los movimientos sindicales, ambientales, soli-
darios y demás. Y éstas son cuestiones políticas, ideológicas y organizacionales.
En todo caso, los cambios de las condiciones de producción inducidos por la
crisis llevan necesariamente a más controles estatales, mayor planeación dentro
del bloque del capital en gran escala, un capitalismo administrado o regulado más
social y políticamente, y por lo tanto un capitalismo menos parecido a la natura-
leza, en el cual los cambios de las condiciones de producción tendrían que ser legi-
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APITALISMO Y NATURALEZA 211
31 Frank Beckenbach, 'Secal oams in modera capitalism", Capitalino; Natura Socialism, 3, noviembre
de 1989.
9
SOBRE LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA
y LA CRISIS ECONÓMICA Y ECOLÓGICA
LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA
[213]
214 JAMES O'CONNOR
en reducir los costos del trabajo por unidad de manera muy generalizada. Las
compañías competidoras (en materia de producto, trabajo o mercados de capital)
que adoptan la nueva tecnología son capaces de producir la misma cantidad pero
explotando menos horas de tiempo de trabajo. Si todo lo demás (por ejemplo los
precios) permanece constante, la tasa promedio de utilidad se eleva. Si los precios
bajan o si los trabajadores están organizados y son militantes, y logran obtener
mayores salarios o jornadas reducidas, la fuerza de trabajo obtendrá una mayor o
menor participación de esas utilidades. Esta última posibilidad se asemeja más o me-
nos al capitalismo norteamericano de los 20 o 25 años conocidos como los años
dorados, después de la segunda guerra mundial, cuando tanto los salarios como
las utilidades se elevaron aproximadamente en la misma proporción que las mejo-
ras de la productividad del trabajo o las reducciones de los costos de trabajo por
unidad.
En su modelo de la reproducción capitalista Marx dividió el capital productivo
(el capital que produce plusvalor) en dos sectores o "departamentos". Un sector
(el departamento u) produce bienes de consumo para el consumo final. El otro
sector (el departamento 1) produce bienes de capital o mercancías utilizadas para
producir otras mercancías en ambos departamentos, el 1 y el u. Si no intervienen
otros factores, cuanto mejor sea la calidad de los bienes de capital empleados en
ambos departamentos, mayor será la productividad del trabajo (o menor será el
costo del trabajo por unidad) y más altos serán el plusvalor producido y las utili-
dades en la economía en su conjunto. (En el caso irreal de una economía que pro-
duzca sólo bienes de consumo habrá pocas posibilidades de avances en la produc-
tividad). Dada cierta calidad de los bienes de capital, cuanto mayor sea la razón
bienes de capital/producción de bienes de consumo, mayor será la capacidad pro-
ductiva de la economía en su conjunto (donde "productiva" se define, nuevamen-
te, en términos de plusvalor y utilidades). De manera similar, cuanto más baratos
sean los que Marx llamó "elementos de capital constante y variable" (los recursos
naturales como la energía, las materias primas, los suelos, el agua, etc., necesarios
para producir capital y bienes de consumo, respectivamente), mayores serán el
plusvalor y las utilidades (si no se modifican otros factores).
En el mercado de bienes de consumo los capitales individuales del departa-
mento II son los proveedores y trabajadores, y otros consumidores de productos
terminados son los compradores. En los mercados de bienes de capital y materias
primas los vendedores son los capitales individuales del departamento f, y los
compradores son los capitales de ambos departamentos. Los mercados del depar-
tamento u están gobernados por la demanda del consumidor, pero los mercados
de materias primas, combustible, maquinaria, tecnología de producción y demás
están regidos por la demanda de utilidades de los capitales individuales de ambos de-
partamentos. Los capitales individuales de los dos sectores elevan su demanda de
productos del departamento 1, primero, cuando hay escasa o nula capacidad pro-
ductiva excedente en relación con la demanda del mercado, y por lo tanto cuan-
LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS 215
do están en peligro las ganancias realizadas, y, segundo, cuando las condiciones del
mercado o de producción son desfavorables y amenazan las ganancias producidas,
o sea cuando los capitales individuales necesitan materiales y energía más baratos,
mejor maquinaria y demás, para reducir costos con el fin de defender o restablecer
las utilidades. La demanda de equipo o tecnología por parte de cualquier capital
puede estancarse o reducirse durante las recesiones o los periodos de lento creci-
miento, pero muchas veces en esas épocas aumenta la demanda de equipo pro-
ductivo y tecnología más baratos o más eficientes.
La economía convencional considera que la demanda de productos del depar-
tamento 1 por parte de los capitales del departamento u es una "demanda deriva-
da", es decir, determinada por el crecimiento de la demanda de productos finales
para los consumidores. (De acuerdo con los modelos del "acelerador", se requie-
ren tantas máquinas para producir tantos colchones más. Si se eleva la demanda de
colchones, aumenta también la demanda de maquinaria de fabricación por parte
de los fabricantes de colchones.) En realidad ocurre más o menos lo opuesto: la de-
manda de bienes de consumo se "deriva" de la demanda de bienes de capital o, lo
que es lo mismo, la demanda de utilidades. En general la tasa de crecimiento del
ingreso del consumidor (y por ende de la demanda) está determinada por las tasas
de crecimiento de la utilidad y la acumulación, con lo cual la demanda del consu-
midor se convierte en una variable pasiva, no activa, de los modelos de crecimien-
to económico. En épocas de crecimiento económico lento o de recesión económi-
ca el ingreso del trabajador (el consumidor) se estanca o se reduce por definición;
la única excepción es el ingreso de los trabajadores de aquellas industrias del
departamento 1 activadas por demandas crecientes de energía más barata, mejor
maquinaria y tecnología más avanzada, servicios y administración más eficientes y
así sucesivamente, demandas planteadas por los capitales de ambos departamentos
que procuran reducir costos y restablecer o defender las utilidades. El empleo, los
salarios o ambas cosas se elevan en las industrias en expansión del departamento 1,
aumentando la demanda de los consumidores por los productos del departamen-
to 11. Así, las malas épocas en algunos sectores significan buenas épocas para otros,
y de allí la expresión de Marx: "acumulación por medio de la crisis".
En síntesis, el "papel" del departamento 1 es producir los medios de expandir
el plusvalor y las utilidades tanto para sí mismo como para el departamento u. El
secreto de la productividad y el crecimiento económico es un sector de bienes de
capital económicamente innovador, flexible, consciente de los costos y no regula-
do (especialmente las industrias "intensivas en conocimiento"). Innovador, flexi-
ble y consciente de los costos porque el progreso tecnológico, las utilidades y el
crecimiento económico en su conjunto dependen del departamento 1; no regula-
do porque las rigideces y los altos costos impuestos por las reglamentaciones
ambientales, de apoyo al consumidor y otras tienden a inhibir la innovación tec-
nológica y la difusión de nuevas tecnologías de producción en la economía como
un todo.
216 JAMES O'CONNOR
En la economía capitalista las utilidades son tanto el medio como el fin de la acti-
vidad económica. Son el medio en el sentido de que proporcionan el dinero para
expandirse y para hacer posible emitir más capital accionario en términos favora-
bles, así como para obtener préstamos a fin de crecer. Las utilidades son el fin de
la actividad económica puesto que las metas de la administración y de los accio-
nistas son obtener aún más utilidades. La administración trata de maximizar los
aumentos de producción por unidad de tiempo de trabajo; los accionistas procu-
ran maximizar alguna combinación de ganancias de capital y pago de dividendos.
Los capitales individuales usan las utilidades para hacer más utilidades, lo que en
efecto se convierte en "dinero en busca de más dinero". Éste es un significado de
"capital en expansión".
La autoexpansión capitalista no tiene límites estrictamente económicos. Ade-
más, como el capital subvalúa la naturaleza, sólo se encuentra con límites ecológi-
cos por la vía de las crisis económicas. No obstante, la economía de la naturaleza
está organizada (o se organiza) sobre principios muy diferentes. Como sistemas
biológicos y físicos, ciclos hidráulicos, sistemas de calor/energía, ciclos del suelo,
diversidad del ecosistema y demás, en algún punto de la curva de producción la
productividad de la naturaleza está autolimitada... es una "barrera que debe ser
superada" por el capital. No obstante, gracias a la separación (enajenación) de los
productores humanos de los medios y objetos de producción, la reproducción de
las relaciones socioeconómicas capitalistas está mucho menos restringida que
modos previos de producción por las crisis que surgen, debido a las condiciones
naturales específicas, en lugares o áreas determinados. El capital puede funcionar
independientemente de cualquier condición natural particular, en términos de
Gary Snyder, el capital "expande lo suficiente su sistema de sostén económico
como para poder permitirse destrozar un ecosistema y seguir avanzando".
Como vimos, la acumulación capitalista se basa en la creciente productividad o
en la reducción del costo de reproducción de la clase trabajadora (en términos
marxistas, "plusvalor relativo"). Un aumento de la productividad significa que deter-
minada fuerza de trabajo empleada es capaz de procesar una mayor cantidad de
materias primas. Si la economía está en expansión, la demanda de materias primas
crecerá (si las demás condiciones permanecen constantes). El resultado es que las
materias primas se vuelven una proporción mayor de los desembolsos de capital
constante, y por lo tanto representan una mayor participación del valor de los bie-
nes (en otras palabras, los capitales individuales deben convertir una parte más
grande de sus utilidades en más materias primas). En este caso los aumentos de la
demanda de recursos y la mayor explotación de los mismos eleva los costos pro-
medio, tendiendo a deprimir las tasas de utilidad y de acumulación. Entonces los ca-
pitales individuales (solos o combinados con otros capitales) inwntan superarlos
cuellos de botella invirtiendo en equipo, tecnología e infraestructura para explo-
LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS 217
tar nuevos depósitos de minerales y de combustibles fósiles, de tierra arable y así su-
cesivamente. Las materias primas y de energía relativamente caras también crean
incentivos para que los capitales individuales reciclen, utilicen sustitutos, o pro-
duzcan y usen más eficientemente determinada cantidad de materiales o de com-
bustibles. Podría decirse que ésta es la forma más importante en que el capital ha
impedido una crisis general derivada de una crisis de las utilidades provocada por
os materiales de alto costo (como la crisis del algodón en Inglaterra durante la
uerra de secesión de Estados Unidos). Históricamente el capital industrial ha
ncontrado maneras de utilizar más eficientemente el hierro, el aluminio, el esta-
o y otros materiales; con unas cuantas excepciones, el costo de extracción de
ecursos se ha reducido, y la cantidad de energía necesaria para generar determi-
ada cantidad de electricidad ha bajado.
En contraste, si hay beneficios crecientes de acuerdo con la escala (menores cos-
os promedio a mayores niveles de producción y de uso) en los sectores de mate-
ias primas, los costos y los precios caerán, mayor será la tasa promedio de utilidad
más rápidas la explotación de materias primas y la acumulación de capital. 1 Las
aterias primas baratas plantean el peligro de un rápido agotamiento de los recur-
os, no porque sean baratas per se, sino porque cuando son relativamente baratas
as tasas de utilidad son relativamente altas, y por lo tanto la demanda de recursos
la acumulación serán relativamente rápidas. Se crea un círculo vicioso: las altas
asas de beneficio llevan a altas tasas de acumulación, las que a su vez llevan a una
ayor demanda de materias primas; los niveles más altos de explotación de las
aterias primas crean costos de producción más bajos cuyos resultados son tasas
e utilidad y acumulación más altas todavía. En pocas palabras, si las materias pri-
as son baratas las tasas de acumulación y agotamiento de recursos serán relativa-
ente altas; si las materias primas son caras, se harán inversiones de capital para
educir su costo o a fin de desarrollar formas utilizarlas más eficientemente.
Sin importar si los costos de las materias primas, la energía y otros "elementos
e capital constante y variable" son altos y van en ascenso o bajos y están redu-
iéndose, la acumulación de capital y el crecimiento económico dependen de la
xpansión de la inversión (definida tanto cuantitativa como cualitativamente) en
l departamento 1 (industrias de bienes de capital). Cuanto mayor sea el creci-
iento de este departamento más alta será la tasa promedio de crecimiento de la
roductividad, las utilidades y la economía en su conjunto. A su vez, y si no se
odifican otros factores, serán más altas las tasas de agotamiento de recursos así
omo de producción de subproductos no deseados (contaminación).
1 Harold Barnett y Chandler Morse, Scarcity and growth, Baltimore, Johns Hopkins University Press,
963, calcularon en una ocasión que entre 1870-1900 y 1957 las industrias extractivas de Estados Uni-
os —con excepción de la forestal— producían rendimientos crecientes en función de la escala. De
cuerdo con esta obra famosa, cabía esperar que, con el tiempo, volvería a elevarse el costo por unidad
e las mercancías extractivas, en comparación con los bienes no extractivos. También con la salvedad de
a explotación forestal, ha ocurrido lo contrario.
218 JAMES O'CONNOR
tasa de explotación), de las que se derivan una mayor violencia económica y más
explotación biológica de los trabajadores, así como una mayor externalización de
los costos y, por consiguiente, más degradación ambiental. La crisis económica y la
reducción de costos estimulan también nuevas tecnologías modernizadoras y, por
lo tanto, nuevas formas de degradación ecológica (por ejemplo la contaminación
de alta tecnología), así como un renacimiento de tecnologías más viejas, ambien-
talmente riesgosas, antes prohibidas (por ejemplo el DDT en algunos lugares del
suroeste de Estados Unidos). La crisis económica se asocia también con intentos por
reducir el tiempo de circulación del capital, lo cual, a su vez, suele significar que los
negocios tienden a despreocuparse extraordinariamente de la salud de los trabaja-
dores, los impactos ambientales y sanitarios de los tipos de mercancías vendidas, la
viabilidad de las condiciones y la infraestructura urbana, y así sucesivamente.
En síntesis, la acumulación capitalista provoca ciertos tipos de problemas ecoló-
gicos de cierta seriedad; la crisis económica provoca problemas diferentes de dife-
rente gravedad. En cualquier momento dado ambos tipos se combinan (de mane-
ras desiguales) y coexisten.
Por otro lado, la crisis ecológica puede desencadenar una crisis económica. Los
problemas ecológicos autoinducidos del capital —escasez de materias primas que
se presenta por las fuerzas "normales" del mercado, mayores rentas de la tierra y
costos de congestionamiento, costos más altos de energía y así sucesivamente—
pueden tener el efecto de presionar sobre las utilidades y/o de plantear el riesgo
de inflación. Los efectos económicos negativos de las "crisis del petróleo" de los
setenta son buenos ejemplos de ello.
Además, los movimientos ambientales engendrados por las crisis ecológicas pue-
den exacerbar la crisis económica. Esta aseveración se basa en el hecho de que los
movimientos sociales, las luchas políticas y la política oficial median los cambios y
transformaciones ecológicos y económicos. Los movimientos ambientales (así
como los laborales, urbanos y otros), al luchar por proteger las condiciones de pro-
ducción (o condiciones de vida), por restaurarlas o por ayudar a decidir cómo se
las restructurará durante periodos de crisis, pueden tener el efecto no deseado de
elevar los costos y reducir la flexibilidad o libertad del capital, poniendo en peligro
o lesionando así la acumulación capitalista.
Lo anterior puede sintetizarse como sigue: la acumulación capitalista causa nor-
malmente crisis ecológicas de ciertos tipos; la crisis económica se asocia con pro-
blemas ecológicos en parte diferentes yen parte similares, de distinta gravedad; las
barreras externas al capital, en forma de escasez de recursos, de espacio urbano,
de una fuerza de trabajo asalariado saludable y disciplinada y de otras condiciones de
producción, pueden tener el efecto de elevar los costos y poner en peligro las uti-
lidades; por último, los movimientos ambientales y otros movimientos sociales que
defienden las condiciones de vida, los bosques, la calidad del suelo, la recreación,
las condiciones de salud, el espacio urbano y demás, también pueden elevar los
costos y volver menos flexible el capital (véase la figura 9.1).
A. Barreras internas nicamente para acumulad n de capital :
Sobreproducción de capital
ACUMULACIÓN CRISIS
DE CAPITAL ECONÓMICA
It Acumulación de capital mediante crisis
•
1
CRISIS
ECOLÓGICA
C. Modelo completo
Sobreproducción de capital
ACUMULACIÓN CRISIS
DE CAPITAL ECONÓMICA
Acumulación de capital mediante crisis
(
Se
Movimiento ambientalista
CRISIS mediante crisis ecológica MOVIMIENTOS
ECOLÓGICA LABORISTAS/
AMBIENTALISTAS
CONCLUSIÓN
así la demanda de alta tecnología para reducir los costos de muchos otros bienes y
servicios de capital, no porque los mercados de bienes finales sean fuertes o estén s
en expansión, sino porque son débiles o están en contracción. El resultado es que
la actividad económica en los sectores de bienes de capital de alta tecnología tien-
de a expandirse; por ejemplo, una gran parte de los negocios no militares de Sili-
con Valley se inició porque otras industrias, en otros lugares del país, estaban en pro- m
blemas.
A riesgo de una burda sobresimplificación de un proceso inmensamente com-
plejo, el proceso de acumulación a través de la crisis tiene dos tipos diferentes de
efectos sobre la naturaleza. Las industrias o regiones en problemas tratan de aho- i
rrar dinero descuidando la protección y la limpieza del ambiente. También pue-
den reintroducir sustancias prohibidas, como el DDT. Asimismo, si bien en estas
industrias puede reducirse la contaminación porque declina la producción total,
puede elevarse la contaminación total porque aumenta la contaminación por uni-
dad de producto. En el grifo de la naturaleza los capitales en problemas económi-
cos tienden a ser ecológicamente más descuidados en lo que toca a las técnicas de
exploración, extracción y procesamiento, el uso de la tierra y demás. Esto se debe
a que los periodos de crecimiento lento o nulo no están buscando energía, meta-
les y materias primas industriales per se, sino energía barata, metales baratos, etc.,
producidos con menos atención que de costumbre a la protección ambiental. Por
otro lado, las industrias o sectores en problemas casi con seguridad tratarán de usar
más eficientemente la energía y las materias primas que necesitan.
Sólo los estudios empíricos pueden determinar el complejo de nuevos proble-
mas ecológicos en el grifo y el sumidero de compañías, industrias y regiones que
se encuentran en problemas económicos. Lo que es seguro es que de alguna mane-
ra estos problemas serán diferentes de los de industrias o sectores económicos en
expansión. En estos últimos no hay, por definición, problemas de demanda de
mercado (hasta que aparecen los signos clásicos de la sobreproducción). Pero hay
problemas ecológicos asociados con el rápido crecimiento de nuevas tecnologías,
de la producción y la demanda. Para hacer frente a los mercados en expansión los
recursos se agotarán más rápido, y la eficiencia en lo relativo a uso de energía y
materias primas será una prioridad relativamente baja. Si bien estas industrias pue-
den permitirse destapar el sumidero de la naturaleza o mantenerlo limpio, no tie-
nen incentivos para hacerlo, a menos que se vean obligadas por las luchas sociales
y la legislación. En los ochenta y los noventa sólo el movimiento contra la sustan-
cias tóxicas tuvo un verdadero éxito, gracias a una especie de línea de "atrévete a
luchar, atrévete a ganar" en ese movimiento, a los efectos de las luchas locales mili-
tantes en los costos de eliminación de sustancias tóxicas, y a una nueva legislación
y reglamentación, que provocaron el nuevo interés de algunos sectores del capital
por la reducción de aquéllas en su punto de origen.
En síntesis, un conjunto de industrias o regiones está obsesionado por la reduc-
ción de costos; esta obsesión crea nuevas oportunidades de mercado para algunas
UMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS 223
INTRODUCCIÓN
1 Esta visión del problema es unilateral y, por lo tanto, limitada. Este ensayo no se ocupa de las for
mas en que la destrucción de la ecología natural y la humana a manos del capitalismo y el imperialis
mo constituye una forma de autodestrucción, es decir, cómo tiene los efectos no previstos de elevar los
costos, limitar la variabilidad del trabajo y el capital, etc. Tampoco trata el crucial problema de la resis
tencia social y polio-ira a la clegraclarión proleigica,_quecasientoslos lados se asocia con lapobreza„ lo
movimientos sociales y la acción social, y las luchas de liberación nacional, que a su vez tienen podero-
sos efectos independientes sobre los costos del capital, la flexibilidad del capital, etcétera.
[224]
LA ACUMUIACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS 225
era que para el año 2000 los doce centros de población más grandes sean la ciu-
de México, Sáo Paulo, Shanghai, Tokio-Yokohama, Nueva York, Pekín, Río de
iro, Bombay, Calcuta, Yakarta, Los Ángeles y Seúl, en ese orden, lo que indica
cuánta velocidad la urbanización del Sur está alcanzando la del primer mun-
No obstante, esta proyección no debe interpretarse como una total inversión de
relaciones centro-periferia: pese al desarrollo combinado y a la industrialización
bal, siete países (Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Francia, Japón, Alema-
Occidental, Italia), que tienen menos del 15% de la población mundial actual,
responsables de bastante más del 40% del consumo global. (Por otro lado, esos
es producen alrededor de un tercio de los cereales de todo el mundo, mientras
consumen una cuarta parte de los mismos.) Asimismo, se espera que para el
2000 las tres zonas más importantes del capital industrial sean Tokio-Yokoha-
Nueva York y Los Ángeles, todas ellas ubicadas en el primer mundo.
l desarrollo desigual se relaciona con la distribución global de los recursos, por
plo suelos, bosques, minerales, climas y demás, aunque no está determinado
ella. Algunas regiones ricas en recursos (América del Norte) se han converti-
en potencias industriales; otras (África central) no. Algunas potencias indus-
les son pobres en recursos (especialmente en energía, como Japón). Por ello la
ribución desigual del capital industrial tiene que explicarse antes que nada en
inos socioeconómicos y político-económicos.
n términos económicos, la tendencia del capital industrial a concentrarse y
tralizarse en términos de propiedad y control se ha asociado históricamente
la concentración espacial. "La necesidad de reducir los costos de circulación
capital, el trabajo y las mercancías —escribe D. K. Forbes— contribuyó origi-
ente a la centralización geográfica de la producción en pueblos y ciudades."
u vez, las aglomeraciones de capital y la urbanización aceleraron el crecimiento
os mercados de dinero, los mercados de masas de bienes de consumo y la dis-
ición de fuerza de trabajo. La existencia de economías de producción en gran
ala y de economías externas de escala, por ejemplo las reducciones de costo
ndo los capitales individuales utilizan la misma infraestructura física, y cuando
componentes y refacciones se pueden conseguir en el lugar, también fueron de
ortancia. Más aún, las tasas de utilidad tienden a ser mayores en las regiones de
ital industrial "aglomerado", lo que significa que el capital monetario que bus-
spacios de inversión gravita "naturalmente" hacia los bancos de las grandes ciu-
es y los mercados de acciones y dinero. El capital monetario generado en los
erland migra normalmente a los grandes centros bancarios o industriales. Por
plo, era más la regla que la excepción que las grandes zonas industriales,
ncieras y comerciales ordeñasen la economía agrícola y rural en general para
ner beneficios ("intercambio desigual"), lo cual en muchos países contribuyó
ubdesarrollo.
D. K. Forbes, The geography of underdevelopment A critica' survey, Londres, Croom Helm, 1984, p. 130.
228 JAMES O'CONNOR
Los comentarios que siguen se ocupan, primero, del desarrollo desigual y de dis-
tintas formas de contaminación; segundo, del desarrollo desigual y el agotamiento
de recursos; tercero, del desarrollo combinado, la contaminación y el agotamien-
to de recursos; cuarto, de la forma en que los recursos se agotan indirectamente
como resultado de la contaminación; quinto, y a la inversa, de la manera en que
la contaminación es un resultado indirecto del agotamiento de recursos. El trata-
miento de este tema es tentativo y propositivo, no exhaustivo ni concluyente.
Hay una cosa indudable. Como regla general los peores desastres ecológicos y hu-
manos se producen en el Sur y en las "colonias internas" del Norte. Las víctimas
humanas de la degradación ecológica suelen ser los pobres-rurales —las masas con
poca o ninguna tierra para las cuales las cuestiones ecológicas son asunto de vida
LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS 229
o muerte—, así como los desempleados y los subempleados de las ciudades, al igual
que las minorías oprimidas y los pobres del Norte. Ejemplos de los efectos del ago-
tamiento de la tierra son la pobreza y el hambre generalizadas en el Sahel, en Afri-
ca, y la sobreexplotación de los recursos acuáticos por parte de Israel, que provoca
su rápido agotamiento y salinización a expensas de los palestinos (y en última ins-
tancia tal vez del mismo Israel). Ejemplos de los efectos de la contaminación sobre
pueblos oprimidos son el envenenamiento de los mineros de uranio indígenas de
Estados Unidos; los jornaleros agrícolas de México, diezmados por la enfermedad
y la muerte debida al envenenamiento con pesticidas; la muerte de decenas de per-
sonas en la ciudad de México (noviembre de 1984) cuando explotaron 80 mil
barriles de gas líquido; la muerte de millares y las lesiones a muchos miles de per-
sonas más en Bopal, India (diciembre de 1984) como consecuencia de infiltracio-
nes de isocianato de metilo empleado para fabricar pesticidas en la fábrica de
Union Carbide en esa ciudad (la sustancia tóxica se escurrió de los tanques de al-
macenamiento subterráneos; la planta, de apenas cinco años de antigüedad, se ubi-
caba en medio de los barrios bajos de la ciudad). Ejemplos de "desastres naturales"
que afectaron mucho más a los pobres y desamparados que a los que estaban mejor
desde el punto de vista material son los terremotos de la ciudad de México y de
Colombia en 1985, que mataron a millares de personas, en su mayoría pobres, a las
cuales sus respectivos gobiernos no protegieron de la posibilidad de erupciones
volcánicas, así como las inundaciones del Misisipi y de otros ríos, que suelen afec-
tar mucho más a los negros pobres que viven en la costa en sus inmediaciones que
a los blancos acomodados que se asientan en los terrenos más altos.
En la economía capitalista la "naturaleza" es el punto de partida de la produc-
ción pero generalmente no un punto de regreso. Sin embargo, los desechos indus-
triales, municipales y domésticos, y la contaminación industrial, municipal y casera,
son dos conceptos diferentes. Los desechos pueden ser potencialmente nocivos,
pero sus niveles pueden ser tan pequeños que se los vuelva a reciclar de manera
natural sin peligro para los sistemas ecológicos o los seres humanos, como ocurre
por ejemplo con el humo de los fumadores al aire libre. O puede ser de un tipo tal
que facilite su reciclado a la naturaleza sin efectos nocivos aunque existen grandes
cantidades, como por ejemplo el rastrojo de las cosechas.
En cualquier caso los desechos (o los subproductos de la industria y del consu-
mo) que llegan a tener una gran concentración espacial se convierten, más pron-
to o más tarde, en contaminación; en determinado momento no puede produ-
cine ya el reciclado natural. La separación entre pueblo y campo que se
desarrolló en la Europa feudal a partir del siglo xi fue, probablemente, la prime-
ra gran interferencia con el reciclado natural desde la Antigüedad. Parece dedu-
cine que cuanto mayor sea el desarrollo desigual del capital, mayor será la con-
centración espacial de industrias, viviendas y poblaciones urbanas, y más probable
resultará que determinadas cantidades de desechos de diferentes tipos se trans-
formen en una contaminación peligrosa. En Estados Unidos la fuente más gran-
JAMES O'CONNOR M
e contaminación del aire y por ruido son los automóviles de las áreas metro- c
tanas; la fuente más grande de contaminación del agua (al margen de la agri-
ura) son los desagües municipales de las grandes zonas industriales, con ele-
a concentración de manufacturas y actividades relacionadas, así como de
lación (en Estados Unidos alrededor del 40% de esos desechos consisten en
argas industriales). La industria electrónica, de gran concentración espacial
ejemplo Silicon Valley), transforma muchos productos de desechos en con-
inación tóxica simplemente debido a la concentración geográfica de los mis- o
. Otro ejemplo de los efectos del desarrollo desigual sobre la contaminación
e extraerse de las experiencias de las industrias química y petroquímica. De o
rdo con el Departamento de Protección Ambiental de Estados Unidos, en el e
hay unas seis mil plantas que producen sustancias químicas peligrosas. La t
oría de las mismas se concentran en comunidades obreras, sobre todo en dis- c
s de trabajadores de las minorías o negros. Las pérdidas y desechos de estas o
tas se concentran espacialmente y han demostrado ser peligrosas para los
s humanos y los ecosistemas naturales. Las implicaciones son claras: si se des-
tralizan la industria y la población, y todos los demás factores permanecen e
stantes (cosa que nunca ocurre), parte de la contaminación peligrosa se trans- m
ará automáticamente en desechos inocuos.
i
ié
RROLLO DESIGUAL Y AGOTAMIENTO DE RECURSOS m
l
eoría del desarrollo desigual y la destrucción de la naturaleza fue esbozada ini- e
mente, de manera simple, por el mismo Marx. Afirmó que con el capitalismo
a inevitablemente una creciente división entre la ciudad y el campo (una divi- r
del trabajo entre el pueblo y el campo) que perturba el metabolismo básico
e los seres humanos y la tierra, es decir, la vuelta a la tierra de los elementos
sumidos por los seres humanos y por los animales. Aseveró que esta división del s
ajo violaba las condiciones naturales de una fertilidad perdurable del suelo, y i
ería raro que la historia demostrase que tenía razón. El desarrollo desigual no u
ólo la concentración de la producción industrial, el comercio, la población y d
ás en las zonas desarrolladas, sino también la concentración de la agricultura r
extracción de materias primas de las zonas subdesarrolladas, donde también se
erturbado el "metabolismo básico" entre la gente y la naturaleza. e
n la mayoría de estas zonas existen ahora sistemas sumamente desarrollados de
ecialización agrícola, en caso extremo monocultivos, o concentración en un t
ivo o un puñado de ellos para el mercado de exportación. No es exagerado r
ir que, históricamente, las estructuras industriales balanceadas e integradas d
centradas en el Norte y en las zonas industriales del Sur requerían o presupo- o
economías desequilibradas, especializadas y fragmentadas en el Sur, al menos r
MULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS 231
n bastante más del 50% del carbón producido a lo largo de la historia se sacó de la
as tierra entre 1940 y 1980— ha sido cancelado en parte por una combinación de con-
r- centración espacial capitalista, de límites ffsicos espaciales y de planeación estatal.
a Las consecuencias ecológicas del desarrollo desigual han sido grandes, no sólo
s como resultado de la degradación y pérdida de suelo, la desforestación, la sequía
- y aridización y el agotamiento mineral, sino también debido a los efectos que sobre
a las zonas productoras de materias primas ha tenido la migración de la mano de
, obra, a medida que la gente busca empleo en zonas en desarrollo o industriales.
a En las regiones en las cuales se concentra capital industrial se descuida la tierra de
s- granjas, colinas y montañas; la escasez de mano de obra impide el manejo tradi-
, cional de la tierra; hay poco dinero para realizar buenas prácticas agrícolas y hay
a una extrema pobreza. Ejemplos de ello son el norte de Portugal, donde en los
e sesenta los varones emigraron a la Europa industrial o al área de Lisboa en busca
s de empleo, y las áreas de colinas y montañas de la región de Lombardía, en Italia,
que se están convirtiendo en desiertos.
- Se podría aplicar un modelo algo más complejo de desarrollo desigual y degra-
- dación de la naturaleza a los países o regiones que se especializan en producción
o- tanto agrícola como mineral para la exportación, y en la cual la contaminación por
o los desechos y desperdicios o por el humo de las instalaciones mineras da como
a resultado la degradación agrícola y el agotamiento del suelo. La Falconbridge Cor-
- poration de Canadá, por ejemplo, tiene minas de níquel en el distrito de Bonao,
- en República Dominicana, donde los agricultores afirman que el humo de las
l minas tiene efectos adversos en los suelos y el rendimiento de las cosechas. A la
n inversa, las inundaciones y sequías debidas a la desforestación (una clase de agota-
e miento de recursos) pueden tener el efecto de aumentar la contaminación del
- agua y de otros tipos.
a En las zonas productoras de materias primas, el ecólogo africano Calestous
e Juma ha resumido así la situación de muchas regiones pobres: 11 el rápido creci-
o miento de la agricultura de exportación en el Sur empuja la agricultura de sub-
e sistencia hacia tierras marginales, más frágiles. Puede afirmarse que el "peor caso"
0 es Haití, donde los campesinos de subsistencia se apiñan en laderas estériles,
- mientras las agroempresas poseen las mejores tierras de los valles. La agricultura
s de exportación concentra la tierra en manos de las agroempresas. 2] Los térmi-
nos de comercio, cada vez peores, entre el Sur y los países desarrollados (es decir
n los precios menguantes de las materias primas en términos de los precios de bie-
s nes manufacturados) significan que frecuentemente los países del Sur tienen que
r exportar cada vez más para mantener determinados niveles de importación. 3]
a Esto implica que la tierra destinada a los cultivos de exportación se explota más in-
- tensivamente, utilizando más fertilizantes y pesticidas químicos, junto con más
a fuerza de trabajo humana. El resultado es un mayor número de problemas ocu-
s pacionales graves de salud (el envenenamiento químico de los trabajadores agrí-
s colas se restringe casi exclusivamente al sector de exportación, en el cual se utili-
234 JAMES O•CONNOR
Desarrollo combinado quiere decir que el capital procura combinar formas socioe-
conómicas de la manera más rentable posible. Esto ocurre por lo menos de dos
MULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS 235
bunal federal emitió una decisión que da libertad a las corporaciones multinacionales
unidenses para dispersar sus fábricas en el extranjero, cualesquiera que sean los ries-
ue presenten para los habitantes del lugar [...] El juez dejó en claro, asimismo, que
multinacionales pueden evitar la responsabilidad plena por las prácticas globales noci-
ultándose detrás de subsidiarias, asociaciones y diversos acuerdos económicos y tec-
icos. 4
el primer caso son atraídos a las zonas industriales más antiguas mano de
barata, ilegales y trabajadores sin derechos; tienden a reducirse los salarios
todos; las condiciones de trabajo suelen deteriorarse; se debilitan los sindica-
umentan los problemas de salud y seguridad ocupacionales, y suelen empeo-
s condiciones ambientales. Mientras tanto, las zonas rurales se ven privadas de
mero mayor de sus mejores trabajadores jóvenes, tanto varones como muje-
o que produce mayor descuido de la tierra y, en general, daño ecológico. Se
aron ya la campiña de Lombardía y el norte de Portugal; en relación con este
lema se pueden mencionar también ciertas partes de la Turquía rural y la
de los Apalaches, en Estados Unidos.
el segundo caso la emigración de capital crea nuevas zonas de industria en
nes de excedente de mano de obra (trabajo barato) y capitaliza la agricultu-
contaminación del Norte se "exporta" al Sur.Sustancias químicas prohibidas
Norte aparecen en la producción industrial y agrícola del Sur. Se utilizan esti-
relaciones laborales antiguos y más explotadores; se descuidan la salud y la
idad ocupacionales, y las zonas industriales urbanas crecen sin control, crean-
oblemas de vivienda, eliminación de residuos, tráfico y otros.
s niveles de contaminación del aire en ciudades del Sur (como Ankara, Bang-
Bombay, Buenos Aires, El Cairo, Calcuta, Caracas, Manila, México, Río de
ro, Sáo Paulo, Seúl y Teherán) son mucho peores que los de las ciudades
es del mundo desarrollado. El peor responsable es el escape de los motores.
o de madera, estiércol y carbón para cocinar y calentar intensifica el proble-
lgunas ciudades padecen inversiones térmicas y falta de circulación del aire.
orea, Seúl, con ocho millones de habitantes, sufre por las emisiones altas en
azufre producidas por los autos, el gas de uso doméstico y el empleo de aceite de
desecho como combustible para calefacción en muchos edificios y fábricas.
En los casos en que en el sector exportador se combinan una administración
avanzada, con métodos financieros y tecnológicos, y métodos más tradicionales de
producción agrícola, el desarrollo combinado profundiza el desarrollo desigual,
con el consecuente daño ecológico. El ejemplo mejor conocido es la "revolución
verde". La capitalización de la agricultura en el Sur bajo el emblema de la revolu-
ción verde significa que los agricultores
escogen las "mejores" semillas, las plantan uniformemente en el área más grande posible, y
les aplican fertilizantes químicos. La reducción de la agricultura a esta simple fórmula deja
las cosechas expuestas a ataques y los suelos sumamente vulnerables al deterioro [...] Esa
agricultura reduccionista hace de los fertilizantes y pesticidas químicos productos necesarios
para protegerse de su propia vulnerabilidad. 5
Las semillas de alto rendimiento necesitan mucha agua y fertilizantes, son me-
nos resistentes a las enfermedades que las simientes "nativas", y resultan más sensi-
bles a las condiciones de sequía o inundación.
En síntesis, desarrollo combinado significa exportación de la contaminación y
exportación de productos peligrosos, tanto medios de producción como medios
de consumo. Lo que se transfiere de Norte al Sur no es sólo capital y tecnología
sino también un conjunto de costos sociales y ambientales. Si vemos el mundo
como un escenario de acumulación de capital en el cual ambas formas de desa-
rrollo combinado se producen dentro del contexto del desarrollo desigual, pode-
mos plantear las siguientes hipótesis tentativas. Primero, el trabajo mal pagado y
desorganizado del Sur y las organizaciones laborales debilitadas del Norte son inca-
paces de evitar la destrucción ambiental y el daño a la salud de trabajadores y
comunidades. Segundo, la combinación de alta tecnología con trabajo barato ele-
va globalmente los "costos sociales", así como las extemalidades y la tasa de explo-
tación, por ende la tasa de utilidad, por ende la velocidad con que se usan y des-
truyen los recursos, y también la tasa de contaminación en todas sus formas. El
resultado es una espiral perpetua de destrucción ecológica y humana.
CONCLUSIÓN
' 5 Frances Moore Lappé y Joseph Contra, FeTocl-~ ~the rnyt ► tfscarcity, Bustun, H uuglitun Mif-
flin, 1977, p. 164.
LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS 237
[238]
iones de clase, el sexismo y el racismo. La jerarquía políticamente determina-
la ciencia (se afirma) ha elevado las ramas involucradas con la destrucción de
turaleza por encima de las ciencias que proporcionan un conocimiento siste-
co de esa destrucción. La agroecología, la biología de la conservación, la epi-
iología, la ecología histórica, la geografia cultural, la economía ecológica, la
omía política y la teoría social y crítica (entre otras) —tareas esenciales para el
eso de recuperar la naturaleza— siguen teniendo poco financiamiento y poco
nal. Las ciencias agrícolas y el conocimiento popular se devalúan en los círcu-
ficiales. No obstante, pese al creciente escepticismo acerca de la capacidad de
ncia y de la tecnología para resolver "problemas", muchos destacados ambien-
as y prácticamente todas las personas responsables de tomar decisiones empre-
les y gubernamentales conservan su fe en las soluciones tecnológicas para los
lemas ecológicos y económicos globales. El ejemplo más importante es el
so Informe Brundtland, que afirma que hay soluciones tecnológicas para la
peración ambiental, el crecimiento económico y el alivio de la pobreza.'
ientras tanto, los "nuevos movimientos sociales" también están cuestionando
icacia ecológica de la tecnología moderna, así como las fundamentaciones y
de la ciencia occidental. Movimientos sociales de alcance mundial, unidos
el estandarte de la reducción de fuentes de contaminación o por la produc-
limpia, procuran abolir tecnologías nocivas, impedir la introducción de téc-
potencialmente peligrosas, desarrollar tecnologías alternativas y compensar a
íctimas de daños tecnológicos previos. 2 Estos movimientos suelen actuar den-
fuera de las estructuras existentes de poder, pero en ocasiones trasponen la
entre las concepciones convencionales y alternativas de la sociedad. Lo qué
andan es "el gobierno social de la tecnología" (Barry Commoner) o "la toma de
iones democráticas desde las bases" (Mary Clark). 3
ara ocuparnos de la cuestión de los efectos ecológicos y humanos de la tecno-
tenemos que hacer una breve revisión de sus funciones en el capitalismo
orld Commission on Environment and Development, Our common future, Oxford, Oxford Uni-
Press, 1987.
éanse Anil 1C Gupta, "Survival under stress in South Asia: A socio-ecological perspective on far-
isk adjustment and innovations"; Vmod Vyasulu, choosing environmentally sound and self-
t technologies: Reflections on Indian experience"; Richard Levins, "The struggle for ecological
lture in Cuba", Capitalism, Nature Socialism, 5, octubre de 1990.
Estados Unidos la Campaign for Responsible Technology [Campaña por una Tecnología Res-
ble], de reciente creación, que incluye a National Toxics Campaign, Greenpeace, Southwest Orga-
Project, Clean Water Action Project, Friends of the Earth, Communications Workers of America
has otras organizaciones, parece estar trabajando en todos esos frentes. Chellis Glendinning (When
logy wounds: 77w human cotuequences of /floras, Nueva York, Morrow, 1990) encabeza la lucha por
una unión de grupos similar a National Association of Radiation Survivors, Asbestos Victims of
ica, Dalkon Shield Network y muchas más (New Options, 67, 28 de mayo de 1990, p. 1).
arry Commoner, Making pean with the pland, Nueva York, Pantheon, 1990; Mary Clark, Ariadne's
, Basingstoke, Macmillan, 1989.
240 JAMES O'CONNOR
4 Tiene razón Langdon Wmner cuando dice que "toda nuestra forma de vida está cada vez más
mediada tecnológicamente. Ya no es posible separar a la sociedad de la tecnología, ni a la política de la
tecnología, ni a la cultura de la tecnología. La vida que nos rodea está influida en gran medida por deci-
siones en materia del diseño y la forma de la tecnología" (citado en New Options, op. cit.; véase también
The inhale and the reactor: A search for limite in the ags of high technoloc, Chicago, University of Chicago Press,
1986). Pero el diseño y la forma de la tecnología están condicionados, también, por la sociedad, la polí-
tica y la cultura, así como por la economía; por ejemplo, la tecnología del transporte y de la comunica-
ción, que funcionan en términos de la organización del capital al igual que de la producción y la reali-
zación del valor,
5 La reducción de costos en las épocas económicamente dificiles lleva a un aumento de la contami-
nación por unidad de producción, lo cual puede elevar la contaminación total. En relación con ello
escribe David Peerla: "El movimiento ambientalista procura reducir las descargas de sustancias tóxicas
de los molinos de pulpa, disminuyendo, por ejemplo, las descargas por unidad de producción. Duran-
te un boom la descarga por unidad de producción puede reducirse pero, debido al aumento absoluto en
la producción total, la cantidad total de elementos tóxicos puede elevarse. La suciedad de un molino
no sólo es función de un criterio específico de descarga sino también del hecho de que haya una expan-
sión o una contracción económica. Por eso no basta con que el movimiento ambientalista se limite a
tratar de reducir los niveles de descarga; tiene que pensar (como lo está haciendo ahora) en cambiar el
proceso de producción. De ahí se deriva el movimiento por descargas nulas o producción limpia."
LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS 241
poseen un recurso valioso que, temporalmente, no está disponible para los capita-
les competidores.
Sin embargo, así como algunos capitales tratarán de aventajar a otros introdu-
ciendo nuevas tecnologías de producción, otros capitales tratarán de imitar o supe-
rar a los innovadores, so pena de fracaso económico. Cuando los capitales compe-
tidores introducen las mismas innovaciones u otras mejores las "rentas"
desaparecen; hay una declinación general de los costos, y los capitales que encabe-
zaron la innovación de procesos pierden sus presuntas utilidades. Sin embargo aho-
ra es posible que todos los capitales que producen la misma mercancía lo hagan a
menores costos. La productividad se ha incrementado en la industria en su con-
junto (o, en el caso extremo, en la economía en su conjunto). Si la innovación se
restringe a determinada industria de bienes de consumo, la reducción de los cos-
tos de la canasta de consumo (o trabajo socialmente necesario) será pequeña. Si la
innovación se introduce en una industria de bienes de capital que proporcionan
maquinaria, tecnología y demás a una gran gama de industrias de bienes de con-
sumo, la declinación del costo de producir la canasta media de consumo será gran-
de. En este último caso los salarios en efectivo pueden reducirse sin afectar de
manera adversa el nivel de vida de los trabajadores. En ciertas condiciones pueden
subir tanto los salarios en efectivo como las utilidades. La forma en que se distri-
buyen entre el capital y el trabajo los aumentos de lo que Marx llamó "plusvalor
relativo" depende de muchos factores, el más importante de los cuales es la lucha
por los salarios, los horarios y las condiciones de trabajo. En los cincuenta y los
sesenta, por ejemplo, los trabajadores de la mayoría de los países capitalistas desa-
rrollados compartieron con el capital, de forma más o menos igualitaria, las ganan-
cias por productividad. En cambio, en los ochenta y los noventa, en Estados Unidos
(y cada vez más en otras economías industriales) el capital se apropió relativamen-
te de más ganancias por productividad, en forma de intereses, rentas y utilidades.
La segunda función económica del cambio tecnológico es reducir los costos de ex-
tracción de materias primas y combustibles y/o aumentar la eficiencia del uso de
aquéllos. El primer caso puede ilustrarse con las nuevas técnicas de extracción
minera que permiten que el capital industrial compre a menores precios una can-
tidad dada de materias primas. Un ejemplo del segundo es la mayor eficiencia para
la utilización de combustibles fósiles por parte del capital industrial norteamerica-
no a fines de los setenta y en los ochenta como resultado de las dos "crisis petrole-
ras" de los setenta.
Una tercera función económica de la tecnología capitalista es desarrollar nue-
vos bienes de consumo, incluyendo algunos que remplazan otros ya existentes y
que por lo tanto, potencialmente, expanden los mercados de consumo. Cuando la
tecnología se diseña y conforma para crear productos de consumo nuevos o mejo-
.
ción para el consumo permite que el capital realice estas utilidades potenciales en
el mercado.
Estas tres funciones económicas están estrechamente relacionadas con las fun-
ciones sociales y políticas de la tecnología. En la moderna "sociedad tecnológica",
basada en sistemas avanzados de comunicaciones, entre otros, la "racionalidad ins-
trumental" se ha vuelto universal, y la misma tecnología es reificada. 6 Las conexio-
nes internas entre los significados económicos, sociales y políticos de la tecnología
son tan complejas que no se ha formulado aún un análisis teórico satisfactorio del
problema en su conjunto.
No obstante, algunos puntos teóricos importantes pueden tener aplicación
general. En la producción capitalista funcionan simultáneamente dos procesos. El
primero involucra la producción de valores de uso, y el segundo la producción de
valor de cambio. El primero es un "proceso de trabajo": la relación entre los traba-
jadores, los técnicos y otros que participan en la producción directa y las materias
primas proporcionadas por la naturaleza. Ejemplos de ello son cosechar el trigo,
moldear metales y embotellar leche. El segundo es un "proceso de valorización",
una relación social en la cual el capital extrae plusvalor de los trabajadores. En
otros términos, en la producción la gente produce mercancías usando o transfor-
mando los elementos de la naturaleza y, en este proceso, la clase capitalista se apro-
pia de la riqueza excedente de las clases trabajadoras que las producen.
La producción de riqueza excedente y su extracción por parte del capital pre-
supone que la administración capitalista disciplina y controla de manera eficaz a la
fuerza de trabajo. Los métodos de disciplina y control varían mucho, de acuerdo
con el tamaño y las aptitudes de la fuerza de trabajo, el tipo de industria y muchos
otros factores. Sin embargo hay una generalización que se aplica a la mayor parte
de los lugares de trabajo capitalistas, si no a todos. Por un lado, la tecnología se usa
para producir riqueza especializando y dividiendo el trabajo; es decir, produce una
forma determinada de cooperación técnica entre trabajadores y técnicos. Por el
otro, la tecnología capitalista divide a los trabajadores entre sí y de los técnicos, y
por lo tanto también permite que el capital domine a la fuerza de trabajo median-
te la "especialización" como medio de dirigir y controlar a los trabajadores. La pro-
ducción capitalista presupone una división tanto de los trabajadores como del tra-
bajo, una especialización de aquéllos tanto como de éste.? La tecnología capitalista
se diseña, configura y pone en práctica no sólo para coordinar y controlar la pro-
ducción sino también para coordinar y controlar a la clase productora.
6 Véanse Andrew Feenberg, "The critical theory of technology", "Discussion" de Les Levidow, Ynes-
tra Ring y Andree Feenberg, y Robert Marotto, Subtexts of Solar: Community and conservation in the
solar capital", todos en Capitalina, Natura; Socialista, 5, octubre de 1990.
7 Este doble proceso siempre es contradictorio. Por ejemplo, David Noble, en Forres of production: A
social history of indushial automation, Nueva York, Knopf, 1984, ha demostrado que la tecnología más efi-
ciente en el campo de la maquinaria de control numérico se descartó en favor de una tecnología que
a los patrones les parecía la más "eficiente" desde el punto de vista del control de los trabajadores.
CUMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS 243
i bien no hay una historia general que abarque las formas en que los diseñado-
y propietarios de la tecnología han incorporado innovaciones para dominar a los
ajadores o para producir riqueza excedente en mercancías, el capital, durante
o tiempo, ha procurado depositar cada vez más el control de la producción en
nos de la administración, es decir, separar la planeación y ejecución del trabajo,
idir el trabajo manual y el mental, y a los trabajadores manuales y mentales. 8
rabajadores y sindicatos, ciudadanos y comunidades, así como ambientalistas
tre otros comprometidos con los efectos humanos y ambientales de los proce-
y productos de la producción capitalista), han luchado contra el monopolio
italista del poder sobre la producción y las clases productoras. El resultado de
as luchas ha dependido de complejas conjunciones de factores políticos, socia-
, culturales, ideológicos y económicos. Por citar dos casos extremos, en Suecia
leyes de codeterminación daban voz a los trabajadores ante la introducción de
vas tecnologías, y las autoridades locales conceden licencias para la cría de pe-
a fin de reducir las cargas de fósforo y nitrógeno. En Nigeria ni los trabajado-
ni las comunidades ecológicamente comprometidas tienen mucho que decir
rca de las tecnologías de producción, los productos, la contaminación o, en
eral, las condiciones de producción, ya sea en las fábricas o en la pesca.
Esta breve descripción del modo en que la tecnología encarna las relaciones
iales (y viceversa) debería hacer pensar a quienes proporcionan explicaciones
rechas del cambio tecnológico o ven dicho cambio en términos puramente eco-
micos, y también a quienes sostienen que la tecnología capitalista es o no es
erentemente nociva. ¿Son dañinas las tecnologías para las formas de vida y el
tento humano sólo porque el planeta puede no ser capaz de sostener la explo-
ión de materias primas y absorber los desechos nocivos? 9 ¿Son destructivas sólo
relación con el nivel de producción? ¿O es que las tecnologías alteran el com-
rtamiento humano, o la naturaleza humana, de maneras debilitadoras? Tales
guntas indican las dificultades para conceptualizar el "problema de la tecnolo-
". Las incertidumbres técnicas y sociales en el proceso de producción, por sí
as, inhiben a investigadores y teóricos. 10
El estudio clásico es el de Harry Braverman, Labor and monopoly capital The degradation of work in the
tieth century, Nueva York, Monthly Review Press, 1974. En años recientes muchos estudios del pro-
o y las relaciones de trabajo también han hecho hincapié en la importancia de las ideologías geren-
es de control laboral (véanse, por ejemplo, Michael Burawoy, Manufacturing consent. Changas in Me
r process under monopoly capitalista, Chicago, University of Chicago Press, 1979; Richard Edwards, Con-
d terrain: The transfonnation of the workplace in the twentieth century, Nueva York, Basic, 1979; James
onnor, Accumulation crisis, Oxford, Basil Blackwell, 1984, cap. 5).
9 El trabajo mejor conocido sobre este tema sigue siendo el de Commoner, op. cit., p. 1971. De
ho los problemas de los "costos sociales" y la tecnología están estrechamente relacionados, pero se
puede tratar como si estuvieran conceptualmente separados (véase Frank Beckenbach, "Social costa
odem capitalism", Capitalista, Natura, Socialista, 3, 1989)
1 ° Marón O'Connor, "Codependency and indetenninacy: A critique of the theory of production",
italism, Naftol Socialism, 3, 1989.
244 JAMES O'CONNOR
11 Michael Lebowitz, "The general and the specific in Manes theory of crisis", Studies in Political Eco-
nomy, 7, invierno de 1982; Jean-Paul Deleage, "EcoMarxist critique of political economy", Capitalism,
Nature, Socialism, 3, 1989.
" Asa Cristina Laurel y Margarita Márquez, El desgaste obrero en México: Proceso de producción y salud,
México, Era, 1983.
13 Douglas Murray, "The abolition of el cortito, the short handled hoe: A case in social conflict and
state policy in California agriculture", Social Problems, 30, 1, octubre de 1982.
LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS 245
otro ejemplo. El trabajo estresado se debe muchas veces, no a la línea misma, sino
a que las funciones de los trabajadores están sumamente especializadas y limitadas,
y también a que la compañía mueve la línea demasiado rápido o mantiene dema-
siado altos los niveles de ruido como para que los trabajadores puedan hablar entre
sí... decisiones enraizadas en las relaciones de producción capitalista, no en la tec-
nología per se En la producción petroquímica, de la que podría decirse que es la
industria más dañina para el ambiente, la tecnología funciona también como
manera de controlar la fuerza de trabajo. La explicación tradicional del rápido
desarrollo de las sustancias petroquímicas y de la sustitución de productos de metal
por plástico menciona la disponibilidad de energía barata, los altos niveles de sala-
rio y la capacidad técnica para sustituir materiales naturales difíciles de obtener
por petroquímicos y otros productos sintéticos. Los plásticos son ligeros, durables
y flexibles, y pueden modificarse para crear una gran variedad de propiedades quí-
micas y físicas. Sin embargo hay otro factor significativo: los procesos químicos y los
productos sintéticos no requieren trabajadores que manejen los materiales que se
preparan para fabricar los productos finales. La producción, sobre una base de flu-
jo continuo, libera el capital de su dependencia de las manos y las almas de la fuer-
za de trabajo de una forma que no es posible en la producción y fabricación de
metales. En cierta medida las sustancias químicas y los plásticos se usan porque los
trabajadores del metal eran en el pasado, casi en todas partes, el sector mejor orga-
nizado y más combativo de la clase trabajadora. De modo que las tecnologías quí-
micas y plásticas no sólo funcionan como objetos y medios de producción en sen-
tido técnico sino también como medios de control del trabajo.
En niveles más altos de poder económico y político la tecnología nuclear, la más
peligrosa de todas las tecnologías, no sólo sirve para "mantener las decisiones en
manos de los empleadores y de los expertos contratados por ellos" sino también
"para centralizar aún más el control sobre la inversión y la producción [...] y man-
tener el consumismo pasivo". 14 En el capitalismo moderno se dan por lo general
las tecnologías intensivas en capital —como la energía nuclear—, normalmente
más dañinas desde el punto de vista ecológico que las tecnologías intensivas en
trabajo, porque le dan al capital en gran escala un control más directo sobre el tra-
bajo. De manera indirecta, la tecnología nuclear ha servido como proyecto de se-
guridad nacional utilizado para ejercer control sobre el espacio político. La com-
posición tecnológica del capital tiende así a incrementarse, por razones no sólo
económicas sino también sociales y políticas. De hecho, quienes cuestionan tecno-
logías como la nuclear se enfrentan a los "derechos" del estado y las corporaciones
para construir y manejar instalaciones que ponen en peligro a las formas de vida.
Los movimientos antinucleares rechazan, implícita o explícitamente, el derecho
del capital a centralizar el control sobre la producción y distribución de energía,
14 Francis Sandbach, Environment, ideology, and policy, Montclaire, Allanheld, Osmun, 1980, citando
a B. Martin, "Soft energy, hard politics", Undercuffents, 27, abril-mayo de 1978.
246 JAMES O'CONNOR
15 William Leiss, llie limits to satisfaction, Toronto, University of Toronto Press, 1976.
16 Está en su apogeo la carrera por comercializar productos "ambientalmente sanos", apoyada
(según las encuestas) por hasta las tres cuartas partes del público consumidor norteamericano. La divi-
sión de productos de freón de DuPont, que hace años inició el ataque para destruir la capa de ozono
con los cric, está planeando diseñar plantas para hacer "refrigeradores amistosos hacia el ambiente"
que no contengan cloro. Cuando estén en el mercado —si llegan a estarlo— los refrigeradores sin clic,
los autos eléctricos, las lavadoras y secadoras que usen eficientemente el combustible, etc., el actual cre-
cimiento lentísimo de la demanda de bienes de consumo duraderos podría ascender bruscamente...
revitalizando el modelo de acumulación fordista.
17 Beckenbach (op. cit., pp. 78-81) analiza más a fondo las implicaciones ecológicas de los modernos
patrones de reproducción social. Véase también Robert Schaeffer, "Caz sick", Gnompeace, mayo junio de
1990
ls James O'Connor, op. cit., cap. 6.
UMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS 247
Allan Schnaiberg, The etwironment: From soplas to scarcity, Nueva York, Oxford University Press,
p. 189.
248 JAMES O'CONNOR
quiera que sea el tono de verde de los productos de consumo, el capitalismo tiene
una tendencia inherente a que crezca la tasa de consumo de las mercancías, con
todos los efectos ecológicos concomitantes, financiada por un sistema de crédito
cada vez más grande, complejo y frágil, o lo que Paul Baran y Paul Sweezy llamaron
hace más de un cuarto de siglo un gigantesco "esfuerzo de ventas".
Las líneas teóricas desarrolladas arriba sugieren que la producción capitalista y
la tecnología de consumo —no sólo las relaciones de trabajo y poder en el lugar
de trabajo, la comunidad y la sociedad en su conjunto— son muchas veces perju-
diciales para las formas de vida. La conocida descripción que hizo Barry Commo-
ner de la introducción y el uso de tecnologías ecológicamente nocivas en la pro-
ducción y el consumo establece por lo menos una fuerte relación empírica entre
la ciencia y la tecnología modernas y la crisis ecológica." Esto significa que las tec-
nologías que presumiblemente funcionan como medios de producir valores y plus-
valor pueden ser autocontraproducentes en el sentido de que sus efectos destruc-
tivos sobre la naturaleza contribuyen de manera indirecta a elevar los costos de
producción y causan un daño económico, por no hablar de que engendran oposi-
ción social y política a las relaciones dominantes de producción y propiedad. 21 Por
cierto, hay muchas evidencias que apoyan la visión de que el capital tiende a soca-
varse a sí mismo destruyendo sus propias condiciones de producción: por ejemplo
el impacto ecológico del auto en las condiciones urbanas de producción y renta-
bilidad; los efectos perjudiciales de la lluvia ácida para las utilidades en las indus-
trias turísticas y otras relacionadas; la banda sinfín de los pesticidas en la agricul-
tura, que reduce tanto las utilidades como la calidad de la tierra; 22 el uso de
cosechadoras mecánicas que compactan los suelos y reducen la productividad
forestal... la lista parece interminable.
El hecho de que las relaciones de producción capitalistas tiendan a autodes-
truirse debido a que la clase de tecnologías empleadas y la forma en que se las usa
degrada las condiciones de producción naturales y de otra índole, contribuye a
explicar por qué el sistema capitalista mundial ha entrado en un largo periodo de
s
o
[
co de referencia para pensar sobre la tecnología, no como un enemigo, sino como un aliado potencial
en la lucha... si es que el movimiento ecologista logra romper con la nacionalidad tecnológica del capi-
talismo, o con la forma en que éste ha institucionalizado la tecnología y la disciplina tecnológica. s
26 Gupta, op. cit.;Vyasulu, op. cit. En la actualidad la tecnología con base científica más avanzada es
'
la bioingeniería.
o
INATO EN EL ORIENT EXPRESS: LA ECONOMÍA POLÍTICA
A GUERRA DEL GOLFO
MICHAEL TANZER*
[251]
252 JAMES O'CONNOR
sis, que las llamadas funciones de acumulación y legitimación del estado son, de
hecho, contradictorias, es decir que una tiende a cancelar a la otra, o que la polí-
tica económica y social del estado suele encarnar ambas funciones de formas que
no "satisfacen" a ninguna. Según este punto de vista la mayoría de las políticas eco-
nómicas y sociales del estado —si no todas— tienden a ser por lo menos ineficaces,
y muchas veces a crear más problemas de los que resuelven mediante un proceso
de desplazamiento de las contradicciones. La política económica y social nunca o
casi nunca tiene los propósitos y efectos precisos que desearía la clase comercial, y
mucho menos los objetivos y resultados que las clases trabajadoras verían como
rigurosamente beneficiosos. Adviértase que he calificado esta teoría del estado, la
economía y la sociedad (y sus contradicciones) con términos como "en general",
"tiende", "suele" y así sucesivamente. Esto se debe a que hay algunas excepciones
fundamentales a la regla de que las funciones de acumulación y legitimación son
contradictorias. Una es el dinero y la política monetaria, que en el mundo con-
temporáneo procura impedir la inflación, más que aumentar la producción y el
empleo, con lo cual refleja sin ambages los intereses del capital financiero. Otra es
la "política de la ley y el orden", que favorece tan claramente a la propiedad capi-
talista por encima de la propiedad ganada por los propios medios y de las perso-
nas sin bienes.
Una tercera excepción parecería ser la "política energética", específicamente la
política petrolera. En este caso los gobiernos suelen estar a las órdenes de los
monopolios petroleros, de forma más o menos disfrazada, lo que señala la impor-
tancia crucial del petróleo en el proceso de producción y acumulación capitalista.
También suelen ser ciegos o indiferentes a los efectos devastadores del "ciclo vital"
del petróleo, indiscutiblemente más extensos y más nocivos que los de cualquier
otra mercancía. No es que los gobiernos no procuren legitimar sus políticas petro-
leras (que casi siempre requieren el robo o la fuerza); más bien esa legitimación
tiende a ser débil y transparente, casi al descuido.
Un ejemplo de la naturaleza transparente de los esfuerzos por legitimar las polí-
ticas petroleras organizadas por y para los intereses de los monopolios y las clases
capitalistas en general se analiza en este capítulo (uno más se discute en el capítu-
lo próximo). En 1991 Estados Unidos trató de legitimar su intervención militar
masiva en los asuntos regionales del Cercano Oriente con la doctrina evidente-
mente interesada del "nuevo orden mundial". (En el segundo caso el gobierno bri-
tánico buscó legitimación para su política —impulsada por los monopolios petro-
leros— de explotar a fondo el petróleo del mar del Norte, transformando, al
hacerlo, las islas Shetland.) Ambos estudios sugieren firmemente que el poder del
petróleo es muy grande, y que los monopolios petroleros suelen conseguir lo que
desean, por lo general con el respaldo absoluto de sus respectivos gobiernos.
Cuando Irak se anexó a Kuwait y Estados Unidos inició su guerra contra aquel
país los activistas por la paz se dividir' on en dos escuelas de pensariutnro. Una
tenía una teoría económica de la guerra, la otra una teoría política. La teoría eco-
R ASESINATO EN EL ORIENT EXPRESS 253
e nómica hacía énfasis en la importancia del control del petróleo del Golfo, así como
del petróleo y de los ingresos derivados de éste en el capitalismo norteamericano
e y la economía mundial. "La guerra con Irak se debe al petróleo", dijo el senador
Bennett Johnson, presidente del Comité de Energía y Recursos Naturales de Esta-
dos Unidos, en febrero de 1991. La teoría política subrayaba las exigencias de la
política del Medio Oriente, el papel de Estados Unidos como policía global y los
imperativos de la seguridad del estado nacional, que después de la segunda guerra
mundial se plantearon como "contener el comunismo" y aplastar las luchas de libe-
ración nacional. El propósito de la guerra con Irak es contribuir a consolidar un
"nuevo orden mundial", dijo el presidente George Bush.
Políticamente, la teoría económica sostenía que se requerían cambios radicales
en el capitalismo norteamericano —en particular de los tipos y patrones de pro-
ducción y consumo de energía, demanda de los consumidores y prioridades de
inversión de las grandes empresas— a fin de restructurar una economía nacional
y mundial en la cual ya no fuesen deseables ni posibles la "carrera por los recur-
sos" y las guerras de rivalidad imperialista. La teoría política sostenía que un pre-
sidente y un Congreso reformistas, junto con un papel radicalmente menor del
Pentágono y del complejo militar-industrial, contribuirían en mucho a impedir
futuras aventuras imperialistas. Por consiguiente, si bien ambas teorías coincidían
en la necesidad de abolir el complejo militar-industrial y de modificar de manera
drástica las prioridades presupuestales del gobierno federal, la teoría económica
destacaba la importancia de democratizar las decisiones de inversión y crear alter-
nativas económicas verdes, mientras que la teoría política hacía énfasis en la nece-
sidad de poner en la Casa Blanca a un demócrata reformista que contribuyese a
que el país redefiniese la "seguridad nacional".
Estas dos teorías, que a primera vista parecen mutuamente excluyentes, en rea-
lidad son complementarias. Las dos tienen de su lado la historia, la lógica y los
hechos. Pero las dos son verdades parciales, dos maneras de explicar el mismo
acontecimiento en diferentes niveles de abstracción teórica e histórica.
La razón de que haya dos teorías es que en la sociedad capitalista el dominio
económico no confiere, automáticamente, el dominio político. El estado capitalis-
ta es "relativamente autónomo" como resultado de la larga lucha de las burguesías
europeas y norteamericanas por imponer una distinción formal precisa entre el
poder económico y el político, la sociedad civil y el estado. Económicamente esto
adoptó la forma de separar el tesoro real y el presupuesto público, las tierras del
rey y el dominio público, las empresas del rey y los negocios privados. Política-
mente adoptó la forma del liberalismo. A partir de entonces el capital ha tenido
que organizarse políticamente para adquirir y conservar el poder político. Si
alguien requiere que se le recuerde este hecho básico sólo tiene que pensar en los
comités de acción política de finales de los setenta y principios de los ochenta, que
contribuyeron a poner eI poder de nivel federal directamente en manos de la cla-
se capitalista, dirigida en materia política por Ronald Reagan.
254 JAMES O'CONNOR
dos Unidos importó menos de dos millones de barriles diarios en 1960, tres millones en 1970,
en 1980 y cerca de ocho en 1990. Entre 1983 y 1990 las importaciones de petróleo se dupli-
apenas poco más de cuatro millones el año anterior. "Como la administración Reagan trató
ar prácticamente todos los programas gubernamentales dirigidos a reducir la dependencia
", la producción norteamericana fuera de Alaska decayó de manera continua entre 1970 y
cluyendo el petróleo de Alaska, la producción estadunidense bajó de 1970 a 1975, subió de
985, y cayó de 1985 a 1990. "El panorama de la energía en Estados Unidos se está pareciendo
e Europa y Japón, que no tienen sus propias fuentes de energía barata", Christopher Flavin,
ring U. S. oil dependence", World Watch, enero-febrero de 1991, pp. 28, 30-31.
estados de la "coalición", Arabia Saudita, Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos, tienen 225 mil,
98 mil millones de barriles de reservas petroleras, respectivamente; Irán e Irak tienen 92 y 100
nes; Venezuela y México, juntos, cuentan con más de 110 mil millones de barriles; la URSS
mil millones y Estados Unidos sólo 26 mil millones.
in, op. cit., p. 30.
el año 2000 el número de países con suficiente petróleo como para exportarlo se reducirá a
ntos estados del Golfo. "Casi toda la capacidad disponible del mundo para producir petróleo está
fo Pérsico", Mathew Wald, New York Times,19 de julio de 1990.Y "seis familias, puestas en el poder
ritánicos y mantenidas en él por Occidente, controlan 34% de las reservas mundiales de petró-
n March, "What was Kuwait", Toward Freedom, 39, 8, diciembre de 1990-enero de 1991, p. 4.
256 JAMES O'CONNOR
toque del proyecto de proteger los precios bajos durante los noventa, periodo que
se esperaba fuese económicamente dificil.
Cuarto, los abundantes ingresos petroleros —los petrodólares— han sido (y has-
ta cierto punto siguen siendo) integrales para la salud financiera de Estados Uni-
dos. La mayor parte del petróleo se cotiza en dólares, y la mayor parte de la rique-
za excedente del petróleo se invierte en Occidente o se recicla a través de bancos
norteamericanos, ingleses y de los paraísos bancarios. En principio los ingresos
petroleros contribuyen a que el dólar siga siendo la moneda de reserva mundial,
lo que a su vez ayuda a mantener la fachada de la omnipotencia económica de Esta-
dos pnidos. El hecho de que el petróleo suela denominarse en dólares ayudará
también a que los bancos norteamericanos y británicos mantengan su fuerza en un
mundo en el cual los diez bancos más grandes son japoneses.
De hecho había muchos más petrodólares en los setenta, cuando los precios del
petróleo eran altos, que en los ochenta, cuando cayeron, y también cuando el dine-
ro japonés y europeo contribuyó a financiar los déficit federales y de la balanza
comercial norteamericanos. Pero en los noventa los alemanes están volviendo la
mirada hacia el este, a su propio traspatio, en busca de salidas para su inversión,
mientras que los japoneses tienen la mira en sus crecientes intereses asiáticos. El
resultado que todos perciben es una escasez de capital, tasas de interés más altas
en Alemania, y una reducción de más del 50% de las importaciones de capital a
Estados Unidos en 1990. Además, el déficit comercial norteamericano se ha vuelto
cada vez más dificil de manejar, en parte debido a la multitud de inversiones esta-
dunidenses en instalaciones de producción en el extranjero durante la primera
mitad de los ochenta, cuando el dólar estaba muy fuerte. Hoy un dólar débil gene-
ra relativamente menos exportaciones norteamericanas que antes, porque en las
plantas del país se produce una cantidad comparativamente menor de mercancías
para el mercado exterior. Esto quiere decir que los petrodólares son todavía más
importantes para las finanzas norteamericanas de lo que parecería a primera vista
(sobre todo porque en 1988 el comando central gastó 50 mil millones de dólares
para mantener el acceso de Occidente al petróleo del Golfo). En esta coyuntura
político-económica el control de los ingresos petroleros y el papel de los petrodó-
lares asumen una nueva importancia para la estabilidad financiera global. 6
Estados Unidos se opuso al nacionalismo radical de Irak desde el comienzo de
la revolución iraquí, en 1958. En 1975, cuando el sha se apoderó del acceso de Irak
al Golfo, Estados Unidos lo respaldó. Y cuando los acuerdos de Campo David des-
pojaron a Egipto de su papel de líder en el Medio Oriente Saddam Hussein, ante
la inquietud norteamericana, trató de llenar el vacío de poder resultante. Cuando
Irak atacó a Irán la administración Reagan apoyó calladamente al primero frente
a lo que se veía como un país más nacionalista y radical, revolucionario y funda-
6 En 1990 los bancos mundiales debían 24 mil, 7.5 mil y 9.1 mil millones de dólares a bancos san-
ditas, kuwaitíes y de los emiratos, respectivamente; Left Business Observes, 43, 28 de enero de 1991.
258 JAMES O'CONNOR
mentalista, pero este apoyo terminó cuando ambas naciones firmaron la paz. Para l
1988 Irak había aumentado mucho sus fuerzas armadas a fin de respaldar sus ambi- r
ciones sobre la región, .y Estados Unidos estaba buscando la manera de ponerle un
alto a Saddam.
La anexión de Kuwait por parte de Irak fue vista en general como una amena-
za, lo mismo para el libre flujo del petróleo y los ingresos petroleros que para la
influencia y el poder de Estados Unidos en el Golfo. Irak y Kuwait, juntos, dupli-
caban las reservas petroleras del primero y representaban un riesgo político y mili- t
tar para Arabia Saudita y para los Emiratos Arabes Unidos, así como para Israel. t
Puesto que la estabilidad política de los jeques y reyes aliados de Estados Unidos
en el Golfo resulta esencial para la estabilidad del abasto del petróleo, y como la
seguridad de Israel es esencial (entre otras razones) para la seguridad del proyec-
to imperialista occidental en el Cercano Oriente, es fácil imaginar las ondas de
choque que habrán recorrido los círculos políticos y económicos de Estados Uni-
dos cuando Irak se apoderó de Kuwait.
Irak trató de justificar su acción aduciendo que Kuwait era culpable de una agre-
sión económica en su contra, convicción muy difundida en el mundo árabe. Apar-
te de los problemas del acceso de Irak al Golfo y de los términos de pago de su deu-
da con Kuwait, en la que había incurrido durante la guerra contra Irán, un punto
clave de disputa en 1989-1990 era el precio del petróleo. r
Los factores que determinaron los precios del petróleo a partir de 1985 y, en
particular, en 1989-1990, eran complejos. Los precios del crudo, tras llegar a su r
punto máximo en 1981, descendieron constantemente hasta 1985, cuando una
conferencia de la OPEP en el mes de octubre no logró acordar nuevas cuotas de i
exportación. Entonces Arabia Saudita se retiró y redujo la producción de 3.2 a 4.8
millones de barriles diarios entre 1985 y 1986. 7
Los precia, del pe.tróleo descendieron de 27 a 15 dólares por barril y en cierto
momento llegaron a un mínimo de 7. Una fuente afirma que los sauditas procu- l
raban destrozar la economía de Irán y fortalecer el esfuerzo de guerra de Irak. Otra
asegura que Arabia Saudita quería castigar a otros miembros de la OPEP que esta- l
ban produciendo cantidades superiores a su cuota oficia1. 8 Otra razón puede haber
sido que los sauditas querían reducir la velocidad del desarrollo de la exploración
y la producción petroleras en otros países, a fin de proteger los mercados del Gol-
fo. Luego Arabia Saudita dio marcha atrás, y redujo la producción a 4 millones de l
barriles diarios en 1987, para volver a cambiar de postura y ampliar su oferta a 5.1
millones en 1988.
En 1989-1990 los resultados de una lucha tripartita sobre los precios del petró-
ce hikes, fears of oil supply crisis trail Iraq attack on Kuwait", Oil and Gas fournal, 13 de agosto
p. 17; Farouk-Slugget y Slugget, op. cit.
anse los artículos de Time, 6, 13 y 20 de agosto de 1990.
lligente Newsletter, 29 de agosto de 1990.
260 JAMES O'CONNOR
12 Carl Goldstein, "Chain reaction", Far Eastern Economic Revino, 14 de febrero de 1991, p. 38.
13 Mathew Wald, Neto hl* Times, 11 de febrero de 1991.
14 Merece mención el análisis de la economía política del petróleo en vísperas de la guerra del Gol-
fo, tal como lo sintetizó Ted Wheelwright ("Oil and the world economy", Arena, 95, 1991). Wheelwright
destaca que los bajos precios del petróleo estaban creando más problemas entre los productores nor-
teamericanos (que abastecen alrededor de la mitad de las necesidades de Estados Unidos), así como
favoreciendo a los dos principales competidores de este país, Alemania y Japón, en la pelea por los mer-
cados. En su opinión Estados Unidos instó activamente a Saddam Hussein para que presionase a Kuwait
a fin de que esta nación redujese la producción para tratar de elevar el precio del crudo. En junio de
1990, en vísperas del despliegue de tropas iraquíes en la frontera de Kuwait, el crudo se vendía en 14-
16 dólares por barril. En la reunión de la OPEP (el 26 de julio) Irak obtuvo apoyo para elevar los precios
a 21 dólares por barril (por debajo de los 25 que deseaba). La invasión de Kuwait se produjo el 2 de
agosto. Este análisis, que se basa en un artículo aparecido en South (febrero de 1991), escrito por Hel-
ga Graham, indica que la política petrolera de Estados Unidos era más contradictoria de lo que descri-
bí antes, es decir, que los intereses norteamericanos e iraquíes eran similares cuando el precio del cru-
do estaba muy bajo, pero dejaron de serio cuando fue relativamente alto.
ASESINATO EN EL ORIENT EXPRESS 261
15 Walid Khalidi, 'The Gulf crisis: Origina and consequences", puma( of Palestinian Studies, 20, 2,
invierno de 1991.
262 JAMES O•CONNOR
mano. Granada y Panamá habían servido de ensayos con respecto al control de los
medios y las técnicas de propaganda de guerra. La agresión iraquí contra Kuwait
brindó la oportunidad. El Pentágono podía jugar sus aterradores juegos de Nin-
tendo en el Golfo, probando sus nuevos juguetes letales, y al mismo tiempo dete-
ner el antimilitarismo y las reformas significativas en su país, proyectando el poder
y la "credibilidad" de Estados Unidos, y dándole una nueva vida al estado guerrero
y al expansionismo, todo so pretexto de establecer un "nuevo orden mundial".
La teoría política de la guerra del Golfo es por lo menos tan convincente como
la económica. Y, en términos de entender los objetivos políticos de la campaña
guerrera de Bush, sin duda es correcta. Pero hay un sentido importante en el cual
la diferencia entre los motivos económicos y los políticos resulta ilusoria. Dejando
de lado tanto el petróleo como a George Bush, el "presidente guerrero", hay un
vínculo directo entre la utilidad y el poder, que mucho tiempo atrás el presidente
Eisenhower denominó "complejo militar-industrial": la piedra fundamental de la
política norteamericana económica social y externa en los ochenta. Para com-
prender cómo llegó a ocurrir esto hay que volver a echarle una mirada al pasado,
a los setenta y los ochenta.
A finales de los setenta, mientras se iba deteriorando la situación a la que tenían
que hacerle frente los dirigentes políticos y los responsables de la seguridad nacio-
nal de Estados Unidos, el panorama para los líderes empresariales norteamerica-
nos era igualmente sombrío. La economía mundial estaba estancada. La tasa pro-
medio de utilidad había declinado. Una razón fue el golpe petrolero de 1973
(seguido por otro en 1979), que fue una expresión de la debilidad del control de
Occidente sobre el Cercano Oriente, y de la nueva independencia económica de
muchos de los principales productores petroleros el mundo. Salieron a la superfi-
cie problemas económicos de todas clases.. Estados Unidos se enfrentaba a una cre-
ciente competencia del extranjero y de los mercados nacionales del noreste de Asia
y de Europa. Una nueva configuración económica, llamada "estanflación", des-
concertaba a los planeadores económicos. A finales del decenio la hiperinflación
aterrorizó a los bancos y a la "comunidad financiera" en general.
Algo más importante: cayó la tasa de crecimiento de la demanda mundial de
mercancías. En todo el mundo los negocios respondieron a la crisis con una polí-
tica de implacable reducción de costos, para defender las utilidades. El presidente
Carter promovió la conservación y la independencia de la energía para reducir los
costos de la misma (y al mismo tiempo fortaleció las fuerzas de respuesta rápida de
Estados Unidos para defender el abasto de petróleo del exterior). Las empresas,
obsesionadas con la mayor productividad y la reducción de las peligrosas tasas de
inflación, apoyaron la recesión planeada de 1981-1982. Los salarios reales siguie-
ron cayendo, creció el desempleo. Pero los sagrados "costos de producción" esta-
ban empezando a descender.
Las estrategias de reducción de costos puestas en pi ártica por los do-
res durante la crisis económica amenazaban con reducir aún más la demanda mun-
ASESINATO EN EL ORIENT EXPRESS 265
dial de bienes y servicios, resultado inevitable del descenso de los salarios reales, el
desempleo, la quiebra de la pequeña empresa y una inminente crisis agrícola.
Cuando Reagan y los expansionistas estaban en el poder no consideraron una polí-
tica de reforma y de redistribución de la riqueza y el ingreso, con el consiguiente
aumento del ingreso de la clase trabajadora y de la demanda efectiva de bienes y
servicios. Por el contrario, mientras las empresas mantenían bajos los costos de pro-
ducción, ayudando a controlar la inflación, el sistema financiero y la Reserva Fede-
ral organizaron la expansión más grande de créditos (y, por último, de deuda) en
la historia del capitalismo. El gasto a crédito por parte de los consumidores, las
empresas y el gobierno federal estimuló la demanda efectiva. Las compras a crédi-
to (y las deudas) de los consumidores, en relación con sus ingresos, alcanzaron su
punto más alto. Las compañías y el gobierno federal también obtenían más prés-
tamos en relación con su capital y sus ingresos, respectivamente, lo que los endeu-
daba cada vez más.
Mientras el consumismo, la especulación y la voracidad impulsaban el boom del
consumo a crédito y de los préstamos para las compañías, respectivamente, los res-
ponsables de la seguridad nacional y los especialistas en adquisiciones del Pentá-
gono fomentaban el déficit federal. Se siguió una política implacable de keynesia-
nismo militar. A principios y mediados de los ochenta el gasto militar creció dos
veces más rápido que el gasto civil en Estados Unidos y en el extranjero. En ese
decenio el presupuesto militar se elevó en más del 40%, y todos los demás gastos
presupuestales, a excepción de los pagos por concepto de transferencias, cayeron.
Además, los presupuestos de investigación y desarrollo, tanto privados como públi-
cos, se volvieron más dependientes de la generosidad del Pentágono. Los militares
norteamericanos y las corporaciones transnacionales orientaron el desarrollo de
alta tecnología de Estados Unidos principalmente para incrementar la capacidad
de comunicación, coordinación y control del Pentágono y de las grandes empre-
sas. La industria relacionada con los militares fue la de máxima expansión en los
ochenta, así como un exitoso sector de exportación. Por último, el complejo mili-
tar-industrial fue el apoderado de una política social norteamericana con respecto
a vivienda, salud, subsidios a la educación, salarios y pensiones, especialmente en
lo que Ann Markusen denominó el "cinturón del rifle", una media luna que se
extiende desde Seattle hasta Los Ángeles, atraviesa el Suroeste y Texas y, pasando
por Florida, llega hasta la ruta 128 en Boston.
De esta forma, una administración por el lado de la oferta adoptó una política
de gasto militar del lado de la demanda a fin de mantener una demanda efectiva,
para crear un sustituto de una verdadera reforma interna y una política social
nacional, para restablecer la "credibilidad" de Estados Unidos en el mundo, y para
conseguir que sus ciudadanos respetaran a los militares y aceptaran una cultura de
la ley y el orden. La nación se asemejaba peligrosamente a un estado militar. El
imperialismo y el individualismo norteamericanos, esos hermanos gemelos alar-
mantemente patológicos, florecieron más que nunca. No es raro que George Bush
266 JAMES O'CONNOR
pensase que podía pasar a la historia como el primer presidente que ganaba una
guerra desde Harry Truman, y que finalmente el ciudadano medio le diese todo su
apoyo.
Las líneas de análisis que presentamos hasta aquí sugieren enérgicamente que
George Bush tenía muchos motivos para entrar en guerra con Irak. En el lengua-
je del estructuralismo, la guerra del Golfo estaba "sobredeterminada". En el dis-
curso weberiano, los actores económicos, políticos, sociales, culturales e ideológi-
cos relativos a la guerra tenían una "afinidad electiva" entre sí. En el lenguaje de la
novela policial la guerra fue el Asesinato en el Orient Express, el libro de Agatha Chris-
tie en el cual Hercule Poirot descubre que todos los sospechosos tenían un motivo
para asesinar a un individuo perverso y que, de hecho, participaron en el crimen.
El hecho de que los motivos de Bush para la guerra fuesen numerosos y estu-
viesen estructuralmente vinculados, y de que la guerra fuese legitimada desde el
punto de vista político por la necesidad de crear un "nuevo orden mundial", des-
taca de manera impresionante los problemas a los que tuvieron que enfrentarse en
los noventa el movimiento pacifista y otros movimientos sociales, incluyendo el
ambiental y el laboral. Los obstáculos que se levantan ante los movimientos socia-
les que procuran impedir guerras futuras y provocar una reforma radical en su país
son tan grandes en los noventa como en cualquier otro periodo de la historia
reciente de Estados Unidos. El petróleo y el poder norteamericano, la naturaleza
de la economía y la política exterior estadunidense, están en juego, tal como lo está
el papel de liderazgo del complejo militar-industrial. Ahora puede verse el petró-
leo como el medio para fines económicos e imperialistas. La política, el Pentágo-
no y el complejo militar-industrial, y el sistema bancario, son, cada cual a su mane-
ra, medios para el fin del petróleo. Quien representa un riesgo para el petróleo
pone en peligro el estado de seguridad nacional y la "credibilidad" de Estados Uni-
dos. Quien amenace al Pentágono y al complejo militar-industrial es un riesgo para
el petróleo; de esta manera la economía y la política se sumen en un hoyo negro
casi impenetrable.
Por consiguiente, un movimiento eficaz por la paz tiene que ser también un
movimiento eficaz de reforma interna, y viceversa. El movimiento por la paz no
puede dejar intocado ningún aspecto importante de la política exterior estaduni-
dense en ningún lugar del mundo; el movimiento por la reforma no puede dejar
sin cuestionar o inmune frente al cambio radical ningún aspecto importante de la
vida norteamericana en su país. Ésta es una lección de la guerra del Golfo: los
movimientos que se concentran en un solo problema y la "pureza" de los mismos
representan hoy barreras al cambio social. Dada la estructura internacional de la
crisis ecológica y de la desigualdad económica y social, resulta especialmente
importante la necesidad de combinar o subordinar la ecología con temas de justi- _
cia económica y social. Por último, un movimiento pacifista y reformista eficaz,
incluyendo la política verde roja, presupone un movimiento político de tipo tradi-
cional... en las trincheras de la política presidencial. Sin un presidente reformista,
TO EN EL ORIENT EXPRESS 267
Uno de los depósitos de petróleo menos conocidos del mundo está debajo del mar
del Norte, entre las islas Shetland británicas y Noruega, a las puertas —o en el mis-
mo umbral— de la Europa industrializada. El petróleo del mar del Norte, descu-
bierto en 1971, fue aclamado como la solución a los problemas de balanza de
pagos de Gran Bretaña y, en general, una bendición para la economía del reino.
Se ..:speraba que a mediados de los ochenta pasaran por la gran terminal petrole-
ra del inolvidablemente bello Sullom Voe (el puerto petrolero más grande de Gran
Bretaña y posiblemente de toda Europa, aunque aún inconcluso), construida en
un frenético esfuerzo, una especie de "reclutamiento industrializador forzado",
casi 1.4 millones de barriles diarios, y más tarde hasta 3 millones, más que sufi-
ciente para satisfacer la demanda británica. Los monopolios ingleses y norteame-
ricanos poseen alrededor del 75% de las reservas del mar del Norte, cuyo desarro-
llo requeriría una inversión mínima de 25 mil millones de dólares hacia principios
de los ochenta.
Si el mar del Norte se está volviendo famoso por su riqueza petrolera, las Shet-
land se están volviendo famosas por su reputación de ser un David frente al Goliat
de las compañías petroleras. Están adquiriendo reputación, sobre todo entre pla-
nificadores y ambientalistas de otros países, por el poder que el Consejo de las Islas
Shetland opone a Westminster (es decir al gobierno británico), y a los monopo-
lios, en lo tocante a las condiciones económicas y sociales del desarrollo petrole-
ro. Los planificadores de muchos países están empezando a visitar la pequeña ofi-
cina de planeación del consejo, cerca de la Dirección Portuaria, en Lerwick, el
principal puerto de las islas, para atestiguar ese milagro de economía local y des-
cubrir cómo una comunidad de escasos veinte mil habitantes ha logrado amansar
a las compañías energéticas más grandes del mundo. El renacimiento actual del
regionalismo y el populismo en el mundo capitalista avanzado fortalece el interés
creciente por esta experiencia.
Experiencias previas de las islas se ejemplifican en general con lo que muchos
de los habitantes llaman "la forma de vida de las Shetland", y en particular con la
historia y la vida cotidiana del condado de Cunningsburgh, que comprende media
docena de poblados discretamente salpicados en las ondulantes colinas de la cos-
ta, que en un mapa parecen una oveja brincando. Al sur se levanta de las aguas la
isla de Mousa, donde las ruinas de un antiguo broch (una torre redonda de piedra,
especie de foctale7a) esperan, desola das, la visita de un ocasional turista. Los pocos
días en que brilla el sol alcanza a verse Lerwick, que sobresale en el estrecho de
[2681
EL DOMINIO BRITÁNICO EN LAS SHETLAND 269
Bressay. Al oeste se elevan suaves colinas marcadas por las cicatrices de las turbe-
ras, cubiertas de brezo, cercas de piedra desmoronadas, viejas granjas y pequeños
edificios nuevos, alambradas flamantes que encierran pasturas mejoradas y ovejas
recién trasquiladas. Por la zona serpentea el voe (estuario) de Cunningsburgh,
donde el esqueleto de un barco arenquero de 15 metros de eslora se deja ver entre
las aguas. Debajo de los acantilados que dan sobre los mares envueltos en niebla
multitud de focas se asolean en las rocas resbaladizas. Dentro de la niebla, más allá
de las colinas y de las focas, el petróleo del mar del Norte es un centro de atracción
para el este.
Durante los largos días de verano la gente de Cunningsburh, como la mayoría
de los habitantes de las Shetland, corta y seca heno, apila turba para el invierno,
trasquila ovejas y deshierba sus plantíos de papas y nabos. Algunos de los granjeros
solían pescar, pero en comparación con los viejos tiempos los residentes de Cun-
ningsburgh (también igual que la mayoría de los habitantes de las islas) se quedan
en tierra. Los holandeses tienen un monopolio de las pesquerías de arenque; es
dificil encontrar langostas, la pesca de cangrejos no es rentable y el más grande de
los peces —el petróleo submarino—, igual que las grandes pesquerías de bacalao
y arenque de antaño, está firmemente controlado por "extranjeros".
Los habitantes de Cunningsburgh también construyen y mejoran sus casas y
cabañas con los salarios obtenidos trabajando en caminos y otras obras inspiradas
por el petróleo; manejan camiones, autobuses y taxis, y le dan mantenimiento al
aeropuerto para las docenas de vuelos diarios de aviones y helicópteros rentados
por las compañías petroleras (aunque los mejores empleos y salarios son para los
trabajadores de la construcción "extranjeros" que se alojan en barracas en Sullom
Voe). La mayoría de los demás isleños han logrado ganar "dinero del petróleo",
aunque muchas veces no se vinculan con esta actividad porque tienen interés en
"la forma de vida de las Shetland". Igual que Cunningsburgh, la mayoría de los
asentamientos, especialmente cuatro poblados cerca de Sullom Voe, son "pueblos
del boom" , lo cual en las Shetland —donde los isleños son famosos por su "mode-
ración" y "sentido común", así como por su "independencia" e "individualismo"—
significa que el dinero del petróleo se está gastando en cosas útiles.
Según el archivista del consejo de las Shetland, Cunningsburgh es famoso por
las luchas, más o menos un siglo atrás, en las que se enfrentaron los granjeros que
trabajaban tierras alquiladas y los propietarios de las mismas... luchas que se libra-
ron con moderación y sentido común. Lo que significa que un día los granjeros
derruyeron una cerca que un laird (señor) había construido para cerrar un campo
comunal. Quienes visitan las modernas Shetland descubren que debajo de esta
moderación y este sentido común hay una actitud de "no se puede luchar contra
la municipalidad", profundamente arraigada en la conciencia de gente que ha sido
colonizada desde hace siglos. También hay disposición a seguir a la autoridad,
encarnada en la persona del represenante ante el Parlamento, el liberal Jo Gri-
mond, que es el elemento clave de la alianza parlamentaria entre el Partido Labo-
270 JAMES O'CONNOR
rista y el Liberal. Las uniones de granjeros y ovejeros cuentan con el poder sufi-
ciente para impedir la especulación con tierras y la consolidación de granjas j
pequeñas o grandes, y también (desde el año pasado) para impedir que los due-
ños de la tierra se nieguen a venderles las cabañas a los inquilinos. Pero en rela-
ción con el desarrollo petrolero, pese a la reputación de las islas de "domesticar a
los gigantes del petróleo", el visitante no tarda en descubrir que la participación
política local consiste en gran medida en quejas interminables acerca de los 25
comerciantes, fabricantes en pequeño, operadores pesqueros y sus semejantes
socioeconómicos que constituyen el Consejo de las Islas Shetland. A la pasividad
política de los habitantes contribuyen los asombrosos cambios en los lazos familia-
res y comunitarios debidos a los centenares de nuevos empleos para las mujeres en
los campamentos de construcción de Sullom Voe, las largas horas de trabajo para
mujeres y hombres en la terminal petrolera, la corriente constante de "extraños" y
el sentimiento generalizado de que, en el mejor de los casos, el petróleo tiene tan-
to de bueno como de malo.
Sin embargo en esas islas remotas, donde los residentes siguen pensando que
son más escandinavos que escoceses, hay mucha "continuidad en el cambio". Hace
casi un siglo el liberalismo británico concedió a los habitantes el Acta de Ovejeros,
que por primera vez proporcionó a los arrendatarios del campo una tenencia segu-
ra, cosa que su moderación, sentido común e individualismo no había podido
obtener. En los sesenta la clase trabajadora inglesa, a través del Partido Laborista,
llevó a las Shetland el estado del bienestar, que en Cunningsburgh se ejemplifica
en un puñado de casitas a lo largo del camino principal, en las que viven ancianos
e incapacitados del lugar. Esta misma moderación, sentido común e individualis-
mo contribuyeron a la ruina económica de la isla hasta que el Consejo de Desa-
rrollo de las Islas y las Tierras Altas de Escocia y el Partido Laborista, también en
los sesenta, dieron un fuerte subsidio y modernizaron la pesca, la cría de ovejas y
el tejido, aportando cierta prosperidad a los isleños, aunque sin conmover la per-
cepción que tienen de sí mismos como individualistas e independientes. Fl desa-
rrollo promovido por el estado en los sesenta también proletarizó, no tan inciden-
talmente, a muchos habitantes, preparando ideológicamente el camino para la
rápida expansión del trabajo asalariado con el desarrollo petrolero. Y esa misma
moderación y sentido común, es decir, esa actitud ultraconservadora, impiden que
el cuidado de los niños, el control natal y otros servicios "contaminen" a muchas
madres y jovencitas que trabajan, y crean suspicacia frente a la acción colectiva; por
ejemplo los ovejeros, en gran medida, siguen vendiendo la lana individualmente a
dos compradores que monopolizan ese negocio, y aún no se han organizado para
comprar en propiedad cooperativa una hiladora que, según me dijo uno de ellas,
"es lo que más necesitamos".
Cunningsburgh también es famoso por poseer las únicas aceras de Shetland
(fuera de Lerwick y de los otros pueblos de verdad), lo cual es testimonio, asimis-
mo, de la moderación local y el sentido común. Esto implicó cederle el poder local
IO BRITÁNICO EN LAS SHETLAND 271
Nuevas preguntas a los observadores locales revelan que todas las decisiones
relativas al desarrollo petrolero —sin importar en qué medida afecten a los isle-
ños— las toman en realidad los monopolios petroleros junto con el gobierno bri-
tánico, en la que sin duda constituye la última aventura imperialista de Gran Bre-
e taña. Esta práctica de "colonialismo interno" asume dos formas. Primero, el
servicio civil británico toma directamente muchas de las decisiones y se las impo-
ne a la gente de las Shetland, aduciendo que no son más que cuestiones técnico-
administrativas, que no tienen nada de político. Segundo, para mantener el mito
del control de las islas sobre su destino, el consejo local se ve forzado, de hecho, a
aprobar los planes de la industria petrolera; de lo contrario los barones del crudo
apelarían las decisiones del consejo ante el secretario de estado para Escocia, y está
sobrentendido que éste aprobaría los planes porque los declararía de interés para
Gran Bretaña en su conjunto. Desde luego, esta posibilidad destruiría la valorada
ideología del control local. Al parecer el consejo entiende la realidad de esta situa-
ción, incluyendo la dependencia de Gran Bretaña que tienen las islas en todo, des-
de los servicios sociales hasta los subsidios a la pesca y la cría de ovejas, y por con-
siguiente concede las demandas de los petroleros (y hasta se adelanta a ellas), con
lo que conserva vital y fresca la imagen de quien está a cargo. Es verdad que esta
farsa tiene ciertas condiciones previas. Una de ellas es que el jefe ejecutivo, con la
bendición del consejo, tiene que hacer los tratos con la industria petrolera tras
bambalinas, para poder presentarlos luego como faits accomplis. Este procedimien-
to engaña a todo el mundo menos a los isleños, cuya impotencia se da por senta-
da, y que en general piensan que el principal beneficiario del desarrollo petrolero
es el consejo mismo. Otra condición previa es que el equipo de planeación del con-
sejo tiene que cumplir con el ritual de consultar, planear y demás como si Shetland
tuviese una voz autónoma en lo relativo al curso de los acontecimientos. La manio-
bra más reciente es la solicitud de las petroleras para introducir en las islas otros
800 trabajadores de la construcción (en un principio declararon que no iban a
necesitar más de 1 200) y alojarlos en dos barcos que estarían anclados en Sullom
Voe. Los empleados del consejo, responsables de preparar el orden del día para la
reunión, cumplen con el proceso, conscientes de que ya se cerró el trato y que la
sesión oficial del consejo servirá simplemente para darle autenticidad.
Cuando el visitante maneja por los tortuosos caminos de las Shetland, que ser-
pentean alrededor de los voes y lagos omnipresentes en las islas, le impacta el ais-
lamiento de las aldeas y las granjas. La geografia fisica de las Shetland es lo más
lejano que pueda imaginarse a una llanura cerealera, pero su geografía social es
más afín a las casas dispersas de las pampas que a las aldeas apiñadas de Europa.
Esta separación geográfica y social, en sí misma, no permite demasiada coopera-
ción organizada aparte de la explotación común de la turba y el trabajo comparti-
do de recoger el heno. En realidad es el escenario perfecto para la clásica política
colonial británica: divide y gobierna fingiendo que los pueblos locales se están
gobernando solos. A esto se une la falta de una política energética coherente de
274 JAMES O'CONNOR E
Whitehall referente al petróleo del mar del Norte (cosa que recientemente ha d
empezado a cambiar en lo tocante a los permisos de exploración), tal como se
refleja en la indecisión del gobierno británico durante los debates parlamentarios h
acerca del alcance del gobierno local de las Shetland y su poder para controlar el
petróleo. La inexistencia de una política, cualesquiera que sean las verdaderas cau- tr
sas e intenciones de los funcionarios gubernamentales, sirve para que la política de l
la industria petrolera sea, de facto, la del gobierno británico. Esto puede parecer y
desconcertante hasta que se entiende que los intereses estatales británicos en el e
mar del Norte no son muy diferentes de los intereses de los monopolios. Éstos l
quieren, lo antes posible, bombear petróleo por los dos oleoductos que desembo- p
can en Sullom Voe (y en otras tres terminales en Escocia y en Orkney), para recu- s
perar lo que invirtieron en exploración, construcción, perforación y demás. El b
gobierno británico quiere que el petróleo fluya, lo antes posible, hacia el Reino g
Unido y Europa, para apuntalar su balanza de pagos, y también para controlar las p
demandas salariales reduciendo el precio del combustible, el gas y los productos p
derivados del petróleo, o por lo menos impidiendo que suban tan rápido como t
hasta ahora. Ni el Partido Laborista ni la burocracia estatal ni el capital petrolero s
permitirán que 20 mil habitantes de las Shetland (que en su mayoría votan por los d
liberales y los conservadores) impidan la maximización de la producción y las uti- l
lidades. Con un pequeño esfuerzo de imaginación la promesa que hizo el año c
pasado el primer ministro Callaghan a la Comunidad Económica Europea, en el e
sentido de impedir que los salarios británicos subiesen más del 5% durante la t
siguiente cuarta ronda de negociaciones, puede relacionarse con la disponibilidad r
de petróleo abundante para alimentar el capitalismo británico y para mantener a
la clase trabajadora del país abrigada y en movimiento con el mínimo costo para el
capital y para el estado.
El mito del control que ejercen las Shetland sobre el desarrollo petrolero de las
islas es tan importante como la realidad de que el gobierno local no existe; en una
u otra medida lo segundo depende de lo primero. De este modo el gobierno bri-
tánico no tiene que aceptar la responsabilidad de las decisiones políticas, que están
formalmente en manos del consejo. El servicio civil y el laborismo pueden diso-
ciarse de los efectos negativos del desarrollo petrolero, entre ellos la pérdida de
algunas pesquerías cercanas, la disrupción social y la contaminación de Sullom Voe
(que ya son hechos) y, por encima de todo, el peligro de un importante derrame
o de la ruptura de un oleoducto. También se ha señalado que Gran Bretaña pue-
de usar el mito de la "singularidad" de las Shetland para diluir el nacionalismo
escocés, que se está convirtiendo en una piedra en el zapato para Westminster. Así
el gobierno británico se protege de ser Goliat ante el David de las Shetland; los
protagonistas de la obra serán las mismas compañías petroleras y su asociado
local, el consejo. "Los isleños son los responsables", se dirá en Londres cuando ocu-
rra el desastre inevitable. Este tour de force imperial es reforzado por la pequeña
burguesía de las islas, que tiene su propio interés en el "gobierno local" y la auto-
INIO BRITÁNICO EN LAS SHETLAND 275
INTRODUCCIÓN
Hay pocas expresiones tan ambiguas como "capitalismo sustentable" y otras afines,
como "agricultura sustentable", "uso sustentable de energía y recursos" y "desarro-
llo sustentable". Esta ambigüedad recorre en la actualidad los discursos más impor-
tantes sobre economía y ambiente: informes de las Naciones Unidas y de los
gobiernos, investigaciones académicas, periodismo popular y pensamiento político
verde. Esta misma oscuridad hace que tanta gente, tanto tiempo, hable y escriba de
"sustentabilidad"; se puede utilizar el término para que signifique casi lo que uno
quiera, y ésa es parte de su atractivo.
"Capitalismo sustentable" tiene, al mismo tiempo, una resonancia práctica y
moral. ¿Qué persona en su sano juicio podría oponerse a la "sustentabilidad"? El
significado más antiguo de "sustentar" es "sostener", "mantener el curso" o "con-
servar en el estado del ser". ¿Qué director de una corporación, ministro de finan-
zas o funcionario público internacional responsable de preservar el capital y
expandir la acumulación del mismo no adoptaría como propio este significado?
Otro sentido es "proporcionar alimentos y bebida o lo necesario para la vida".
¿Qué obrero urbano mal pagado, qué campesino sin tierra podría no aceptar este
significado? Una definición más es "resistir sin ceder". ¿Qué pequeño agricultor o
emprendedor no se resiste a "ceder" a los impulsos expansivos del gran capital y
del estado, y se enorgullece por "resistir"? Hay una lucha mundial por determinar
cómo se definirá y usará, en el discurso sobre la riqueza de las naciones, "desarro-
llo sustentable" o "capitalismo sustentable". Esto significa que, para empezar, la
"sustentabilidad" es una cuestión ideológica y política, no ecológica y económica.
En esta edición la palabra "sustentar" se usará en los tres sentidos arriba men-
cionados: "mantener el curso" de la acumulación capitalista global; "proveer lo
necesario para la vida" a los pueblos del mundo, y "resistir sin ceder" por parte de
aquellos cuya forma de vida está siendo subvertida por las formas del salario y de la
mercancía. De esta manera la cuestión del capitalismo sustentable tiene que ver en
parte con la posibilidad de que sea posible alcanzar —y cómo— la sustentabilidad
en esas tres acepciones.
Hay un cuarto significado de "sustentar", el de "sustentabilidad ecológica", aun-
que entre los científicos que se ocupan de ecología hay pocas coincidencias res-
pecto al significado preciso de esta expresión. Por ejemplo, palabras como "biodi-
versidad" o "salud planetaria" pocas veces se cuestionan en términos de la ciencia
[276]
¿ES POSIBLE UN CAPITALISMO SUSTENTABLE? 277
ecológica y de las ideologías insertas en ella; lo mismo ocurre con la expresión "cri-
sis ecológica", muy utilizada por autores populares sin el beneficio de una defini-
ción clara (véase el capítulo 6). Los ecólogos de población y los biólogos conser-
vacionistas suelen correlacionar los cambios de población de una especie
determinada, los cambios de la "capacidad de carga" definidos de manera estricta
en términos de las necesidades de esa especie, y algún coeficiente que mide la rela-
ción entre la especie y la capacidad de carga en cuestión, por un lado, y el resto del
ecosistema, del cual esa especie puede depender de formas indirectas, por el otro.
Todos estos términos tienen algún poder explicativo. Pero esta multiplicidad de
determinantes significa que no hay una manera única de saber realmente si las
amenazas a una especie individual son causadas por ella misma, por decirlo así, o
si surgen debido a cambios en el ecosistema en su conjunto, por ejemplo a conse-
cuencia de la intromisión de otra especie de vida. De ser así, hablar de la "susten-
tabilidad" de especies determinadas puede ser menos preciso, y el concepto de
"crisis ambiental" resultar más problemático de lo que parecería a primera vista.
Estas ambigüedades se vuelven más marcadas aún cuando ecólogos o verdes
combinan dimensiones sociales y económicas con las biofisicas, y analizan la "sus-
tentabilidad" de ecosistemas o biorregiones. Por ejemplo, en California, en la
región de la bahía de Monterey, el bombeo excesivo ha hecho descender los man-
tos freáticos, provocando la salinización por agua de mar, que pone en peligro la
viabilidad de la agricultura. ¿Se trata de una "crisis"? En términos económicos no,
si la región importa agua; de hecho, el agua importada puede darle nueva vida a la
agricultura local, y representar más desarrollo residencial, comercial e industrial.
"Agricultura sustentable" quiere decir una cosa si se adopta una perspectiva estric-
tamente biorregional y una distinta si esa perspectiva se amplía para incluir otras
biorregiones. En este caso en particular resulta que el debate acerca de la impor-
tación de agua tiene menos que ver con la "sustentabilidad" del capital agrícola
local y de la calidad del agua, y más con juicios normativos relativos a la clase de
comunidad y de cultura que quiere tener la gente de la región (en el Pajaro Valley
se trata de saber si mantiene su actual sabor cultural mexicano o si se abre más a
la población que trabaja en Silicon Valley, al otro lado de la sierra costera).
Una vez definido "sustentar" de estas cuatro maneras, la respuesta breve a la pre-
gunta: "¿Es posible el capitalismo sustentable?" es "No", y una respuesta más larga
sería "Probablemente no." El capitalismo tiende a autodestruirse y a las crisis; la
economía mundial deja más gente hambrienta, pobre, infeliz; no es posible espe-
rar que las masas de campesinos y obreros soporten indefinidamente la crisis, y la
naturaleza, comoquiera que se defina "sustentabilidad", está siendo atacada por
doquier.
En este capítulo pasamos revista a ciertas evidencias que tienen que ver con el
problema del "capitalismo sustentable", y vamos destacando algunos de los dife-
rentes conceptos de "sustentabilidad" que manejan los verdes y las empresas. Se
realiza una breve descripción de las condiciones de sustentabilidad económica (o
278 JAMES O'CONNOR
o las del papel y la pulpa, han empezado a instalar una tecnología más limpia,
agricultura orgánica se ha beneficiado por la ola de interés de los consumido-
hacia los productos libres de pesticidas, la mayoría de los líderes sindicales se
nen a la mayor parte de las demandas de los ambientalistas o se muestran indi-
ntes a ellas, y las organizaciones ambientales establecidas (con dos o tres excep-
es notables) están más dispuestas a comprometer su posición en nombre del
cimiento económico".
n la mayor parte de los países los partidos verdes siguen siendo pequeños o
n comprometiendo su posición en la política nacional y local. En Europa el
iente no es una preocupación central de los burócratas que controlan la pode-
a Comisión Europea, pese a que los verdes están representados en el Parla-
to Europeo. Los acuerdos internacionales sobre el agujero de la capa de ozo-
son débiles, y sobre el calentamiento global son meramente simbólicos. Los
erdos respecto a proteger los "bienes comunes" del mundo —cuencas hidráu-
s, bosques, ríos, lagos, costas, océanos y calidad del aire— se violan más de lo
se cumplen. Puede que se reviva la caza de ballenas y los pescadores de todo
undo claman por despojar a las aguas de su riqueza. El petróleo, como instru-
to de riqueza económica y poderío nacional, es más importante que nunca.
compañías del área de la energía y la minería (muchas veces la misma) están
paradas para explotar masivamente más recursos minerales desde Wisconsin
ta Siberia. En el Sur muchos gobiernos están ansiosos de vender su primogeni-
natural a las corporaciones transnacionales, muchas veces por la presión de
ndes deudas externas, en nombre del "desarrollo", y las masas sin tierra del
acio rural del mundo, así como los pobres urbanos, se ven obligados a despojar
otar los recursos, a contaminar el agua y el aire, respectivamente, tan sólo para
revivir. Los antecedentes ambientales de los "tigres" del este de Asia, de los
recillos" del sureste asiático, de México, Brasil y otros centros de crecimiento de
érica Latina, no son muy estimulantes.
esde el punto de vista práctico, un paso necesario hacia un capitalismo sus-
table —definido en algún sentido de "ecológicamente racional o sano"—, se-
presupuestos nacionales que aplicaran altos impuestos a los insumos de mate-
prima (por ejemplo carbón, petróleo, nitrógeno) y a ciertos productos (por
plo gasolina, sustancias químicas básicas), y que al mismo tiempo cobraran
uestos al valor agregado a una gran variedad de bienes de consumo poco amis-
s con el ambiente (autos, productos de plástico, latas desechables), junto con
política rigurosa de etiquetado verde que exentara a los productos legítima-
te verdes, definiendo "verde" en términos de los impactos ecológicos en cada
de las etapas de producción, distribución y consumo. Otro paso serían políti-
de gasto nacional que dieran un importante subsidio a la energía solar y a otras
ntes de energía alternativa benignas; a la investigación tecnológica que llevase
iminar sustancias químicas tóxicas desde su origen; innovaciones del tránsito,
as condiciones de salud y seguridad en el trabajo y de los procedimientos nacio-
280 JAMES O'CONNOR
nales, regionales y comunitarios para ponerlas en vigor, así como una redefinición
y reorientación, en general, de las prioridades científicas y tecnológicas. En ningún
lado se está desarrollando esta clase de presupuesto verde —con los cambios ade-
cuados en los métodos de contabilizar el ingreso nacional—, excepto en el papel,
por parte de un grupito de economistas y activistas verdes.
En el nivel del discurso sobre la "sustentabilidad" las perspectivas de un capita-
lismo ecológicamente sano, reconocible como tal por los verdes, parecen, en el
mejor de los casos, problemáticas. De hecho, detrás de una aparente convergencia
de vocabulario hay una brecha entre el discurso verde y el capitalista, cada uno de
los cuales va más lejos que el otro. Un problema es el discurso de gran parte del
movimiento ambiental, sostenido por capitales que desean volverse verdes o, al
menos, mostrar una imagen verde al público. Este discurso procura encontrar for-
mas en que las corporaciones puedan reformar sus prácticas económicas para
hacerlas coincidir con la sustentabilidad de bosques biodiversos, la calidad del
agua, la preservación de la vida silvestre, las condiciones atmosféricas y demás. Se
concentran en los procesos de producción, en la tecnología, el reciclado y el reu-
sado, así como en la eficiencia energética, tanto como en cuestiones de mayor
alcance relativas a la estructura del consumo, las finanzas, la comercialización y la
organización corporativa, y también en las políticas gubernamentales. Por ejem-
plo, el World Resources Institute, orientado a las reformas, afirmó recientemente
que la sustentabilidad presupone una "transformación sin precedentes" de la tec-
nología. Para los verdes reformistas, entonces, el problema es cómo rehacer el capital
de maneras congruentes con la sustentabilidad de la naturaleza.
Sin embargo, en las juntas de consejo de la mayoría de las corporaciones el pro-
blema se discute en términos diferentes. En un nivel superficial se trata simple-
mente de cómo presentar una imagen verde convincente a los consumidores y el
público (por ejemplo, la industria química norteamericana planeaba gastar 10
millones de dólares en 1992 para mostrarse ambientalmente razonable y amisto-
sa) . 1 Se trata también de cómo reformar la producción de modos que permitan
ahorrar energía y materias primas, cosa en gran medida destinada a reducir costos.
La energía y la eficiencia en el manejo de materiales durante un periodo de lento
crecimiento, lejos de ser un problema para el capital en su conjunto, es económi-
camente y también, quizás, ecológicamente deseable. Por tomar un ejemplo, hasta
el 75% del aluminio que producen hoy las compañías estadunidenses se hace con
latas y otros productos reciclados. Las nuevas prácticas de la industria maderera,
que hace postes y vigas con árboles chicos que no sirven para hacer tablas, utili-
zando así lo que en otro caso desperdiciarían, es otro ejemplo. Además, la retóri-
ca y (algunas) prácticas del "reciclado" pueden usarse para facilitar nuevas oleadas
de obsolescencia planificada esgrimiendo el estandarte del ambientalismo, y legi-
timando así el consumismo al mismo tiempo que se mantiene la rentabilidad.
2 Edward Goldsmith et al., The imperialist planet, Cambridge, mrr Press, 1991, p. 94. En Estados Uni-
dos la mayor parte de la madera se produce en plantaciones industriales.
3 La Universidad de Florida y la compañía Monsanto han alterado genéticamente el trigo, de mane-
ra experimental, para aumentar su rendimiento. Introdujeron un gen ajeno que produce una enzima
gracias a la cual muchos herbicidas son inocuos para el trigo. En la actualidad ya se han modificado
genéticamente todos los cultivos básicos: maíz, arroz, soya y otros alimentos, incluyendo una papa que
mata a su propia plaga, el escarabajo de Colorado, produciendo una proteína letal para el insecto. Des-
de luego el gen que se introdujo en el trigo es un secreto industrial. (New York Times, 28 de mayo de
1992.)
4 Así que ya no se trata sólo del capital que se apropia de lo que se encuentra en la naturaleza, lo
descompone y recombina sus elementos para convertirlos en mercancía, sino más bien de crear algo
que antes no existía. Sé que no hay una línea clara entre las dos cosas; sin embargo, cuando se compa-
ran los extremos se ve que existe una diferencia cualitativa.
282 JAMES O'CONNOR
odas las teorías del crecimiento presuponen ciertas relaciones entre la economía "real" y la
taria, la producción ara y los ingresos, los aumentos de la inversión y los bienes de consumo,
lado, y las utilidades y salarios, por el otro. Las desproporciones entre la razón inversión/bienes
nsumo y utilidades/salarios puede provocar problemas económicos ("crisis de desproporción").
stante, la principal crisis inherente al capitalismo es la "crisis de realización".
s marxistas consideran que el capitalismo está "expuesto a crisis". Pero el sistema también es
ndiente de las crisis" en el sentido de que las crisis económicas exigen reducción de costos, des-
para "restructurar" y otros cambios que vuelven más "eficiente" al sistema (es decir, más renta-
arx escribió que "el capital se acumula por medio de las crisis", o sea que las crisis son ocasión
liquidación de algunos capitales, así como de la aparición de otros nuevos y la reorganización de
ejos, por no mencionar la difusión de una tecnología nueva y más "eficiente" en todos los sistemas
jemplo la computarización).
tes del desarrollo de la economía ecológica se le prestaba relativamente poca atención a la pre-
"¿Qué es exactamente lo que está creciendo?" Hoy más economistas están dispuestos a admitir
l crecimiento no incluye sólo algún vector de productos (mercancías, servicios, incremento de
tarios duraderos de bienes) sino también producción de "desechos" e incrementos de inventarios
sechos duraderos. Esto complica un sistema ya complejo y arbitrario de contabilidad de ingresos.
Más ingenuo", en parte, debido a que si bien hay una tendencia general a que la tasa de utilidad
erentes industrias se vuelva aproximadamente comparable (a través del alejamiento del capital de
ctores de bajo rendimiento y su acercamiento a los de alto), las tasas de utilidad varían muchísi-
e una industria a otra, e incluso de una unidad de capital a otra. Hay muchas razones para ello,
e las cuales (posiblemente la más importante) es que los grandes capitales no sólo se apropian de
res utilidades que los pequeños, definidas en términos absolutos o totales, sino que también
n" una tasa de utilidad más elevada. Esto se debe a que por lo general los pequeños capitales no
en competir con los grandes, mientras que los grandes pueden competir con los pequeños (y
sí).
284 JAMES O'CONNOR
recesión y, en el peor de los casos, una crisis general, deflación de los valores del
capital y depresión. En este modelo cualquier cosa o persona que interfiera con las
utilidades, la nueva inversión y la expansión de los mercados represen ta una ame-
naza para la sustentabifidad del sistema, es decir, una crisis económica de conse-
cuencias económicas, sociales y políticas desconocidas e impredecibles.
En la teoría marxista tradicional el capital es su propio peor enemigo. Amenaza
su propia rentabilidad debido a lo que Marx denominó la "contradicción entre la
producción social y la apropiación privada". Una interpretación de esta contradic-
ción es que cuanto mayor sea el poder político del capital sobre el trabajo, mayor
será la explotación del mismo (o la tasa de plusvalor), y más utilidades potenciales
se producirán. No obstante, precisamente por esta razón, también será mayor la
dificultad de realizar esas utilidades potenciales en el mercado, o de vender bienes
a precios que reflejen los costos de producción más la tasa de utilidad promedio.
Aquí identificamos la contradicción entre el poder político del capital y la capaci-
dad de la economía capitalista para funcionar sin problemas (o, en última instan-
cia, para funcionar en general). Esta "primera contradicción del capitalismo" (o
"crisis de realización" o "de demanda") afirma que cuanto los capitales individua-
les tratan de defender o de restablecer las utilidades incrementando la productivi-
dad del trabajo, acelerando la labor, cortando salarios y apelando a otros métodos
bien establecidos para obtener más producción de menos trabajadores, a los que
mientras tanto les pagan menos, el efecto no planeado es el de reducir la deman-
da final de bienes de consumo. Menos obreros, técnicos y otros que intervienen en
el proceso de trabajo producen más; por ende, por definición, son capaces de con-
sumir menos, de no existir una deflación de los precios. Así, cuanto mayores son
las utilidades producidas por la explotación del trabajo, menores son las utilidades
realizadas, o la demanda del mercado... si no se producen cambios en otros facto-
res. Desde luego, éstos siempre se producen: déficit presupuestal gubernamental,
crédito hipotecario y al consumo, préstamos empresariales y una política agresiva
de comercio exterior y de inversión, entre otras posibilidades, pueden reflotar la de-
manda para que el capital siga siendo "sustentable".
Hoy una economía sustentable presupone un sistema político-económico global
capaz identificar y regular esta "primera" contradicción o contradicción "interna"
del capitalismo. Esto significa, antes que nada, la capacidad de regulación macro-
económica a escala global o, al menos, entre los motores industriales del Grupo de
los Siete (G7), es decir, un keynesianismo internacional del tipo que privó en las
principales economías nacionales desde los cincuenta y hasta finales de los seten-
ta. El capitalismo mundial, definido de este modo inmediato y práctico, puede ser
mucho menos sustentable de lo que piensan muchos economistas. Primero, los sis-
temas de regulación keynesiana nacional se han debilitado o destruido a sí mismos
desde finales de los setenta. Segundo, el papel central de Estados Unidos en la
economía global hasta el periodo posterior al fin de la guerra fría —como una
especie de caja registradora mundial— está llegando a su fin. Esto significa que
¿ ES POSIBLE UN CAPITALISMO SUSTENTABLE? 285
"ti
LA CRISIS DE COSTOS: CONDICIONES DE PRODUCCIÓN ac
la
En la actualidad este tipo de pensamiento económico, aunque sigue siendo válido, ac
es (y siempre fue) unilateral y limitado. La razón es que presupone una disponibi- m
lidad ilimitada de lo que Marx denominó "condiciones de producción". Este S
modelo tradicional presupone que el capitalismo puede evitar los cuellos de bote- hu
lla potenciales del "grado de la oferta", y que el crecimiento está restringido por la d
demanda. Sin embargo, si aumentan significativamente los costos del trabajo, la na- ci
turaleza, la infraestructura y el espacio, el capital se enfrentará a una posible de
"segunda contradicción", una crisis económica que impacte desde el lado de los
costos. Ejemplos de ello son la "crisis del algodón" inglesa durante la guerra civil es
de Estados Unidos, el aumento de los salarios por encima de la productividad en co
los sesenta, y los "golpes petroleros" de los setenta. Pero aquí nos interesamos por cu
fenómenos mucho más estructurados o genéricos de lo que podrían sugerir estos in
ejemplos aislados. un
Las crisis por el lado de los costos se originan de dos maneras. La primera es na
cuando capitales individuales defienden o restauran sus utilidades por medio de gr
estrategias que degradan o que a lo largo del tiempo no son capaces de mantener d
las condiciones materiales y sociales de su propia producción, descuidando, por se
ejemplo, las condiciones de trabajo (con lo cual se elevan los costos por salud), li
degradando los suelos (y reduciendo así la productividad de la tierra), o cerrando tr
los ojos frente a la infraestructura urbana en deterioro (con lo cual se incrementa el
la congestión o los costos de vigilancia), por tomar tres ejemplos. m
La segunda es cuando los movimientos sociales exigen que el capital provea n
mejor al mantenimiento y la restauración de esas condiciones de vida, cuando
demandan mejor atención a la salud, protestan por los suelos arruinados y defien-
den los barrios urbanos de maneras que aumentan los costos del capital o reducen di
tul
su flexibilidad, por mantener los mismos tres ejemplos. Aquí estamos hablando de
va
los efectos económicos potencialmente nocivos, para los intereses capitalistas, de los
movimientos sindicales y femeninos, ambientales y urbanos. Este problema de "cos- do
tos extra" —y la amenaza para la rentabilidad— obsesiona a los economistas con- ba
LE UN CAPITALISMO SUSTENTABLE? 287
tales y urbanas de ,vida sobre lo que Martin O'Connor llama la "subsistencia autónoma", que siempre
fue un sustento clave de la acumulación capitalista, pero que adquiere mayor importancia durante los
periodos de crisis. Este asunto plantea el problema más importante de si, por ejemplo, el trabajo domés-
tico no pagado constituye la explotación de las mujeres por parte de los hombres, actúa como un sub-
sidio al capital, etc., oiestiones muy debatidas por las feministas, los ~mistas y las feministas marxistas
durante los setenta.
¿ ES POSIBLE UN CAPITALISMO SUSTENTABLE? 289
es la solución de estas crisis del lado de los costos, desde el punto de vista de
itales individuales y también del capital en su conjunto?
eor caso será cuando los capitales individuales, atrapados entre mayores cos-
enor demanda, recortan aún más los costos, intensificando así tanto la pri-
contradicción como la segunda. Pero este resultado no es la única posibili-
omo ya se señaló, en relación con el ambiente, hay muchos ejemplos de
les individuales que responden al consumismo verde, por ejemplo, a la
da pública de reducir los desperdicios y reciclar, encontrando nuevos usos
s productos de desecho, y también ejemplos de compañías que mejoran sus
de capital cuando se ven obligadas a reducir los contaminantes, así como de
ompañías que se especializan en limpieza ambiental.
mejor solución para el capital en su conjunto (no para la sociedad, ni siquie-
la "naturaleza", que presupondría una lógica de reciprocidad, y no la lógi-
intercambio de valor del capitalismo) consiste en restructurar las condicio-
producción de maneras tales que aumenten su "productividad". Como el
produce o regula el acceso a estas condiciones, los procesos de restructura-
elen estar organizados y/o regulados por el estado, es decir, políticamente.
os ejemplos son prohibir los autos en el centro de las ciudades para reducir
gestionamientos y los costos de la contaminación; subsidiar el manejo inte-
de plagas en la agricultura para reducir los costos de los alimentos y las mate-
imas, y desplazar la prioridad de la salud curativa a la preventiva (por ejem-
lucha contra el sida en Estados Unidos) para bajar los costos de atención a
d. Sin embargo, para alcanzar una solución verdadera sería necesario gastar
ades inmensas de dinero a fin de restructurar las condiciones de producción
dos que restaurasen o elevasen su "productividad" e hiciesen descender así
tos del capital. Mejoraría la productividad a largo plazo, pero a costa de las
des a corto plazo. Nuevas industrias producirían productos inocuos para el
te, transporte urbano y sistemas educativos que (como los ejemplos citados
reducirían efectivamente los costos de los elementos del capital y la canas-
onsumo, así como la renta por la tierra; al mismo tiempo, el nivel de deman-
292 JAMES O'CONNOR
de saber cómo responderán los capitales individuales, los gobiernos y los organis-
mos internacionales.
Puede ocurrir que grandes presiones económicas por el lado de la demanda (o
por el del costo, o por los dos al mismo tiempo), derivadas de la sobreproducción
del capital (o de la subproducción, o de las dos cosas), fuercen a los capitales indi-
viduales a tratar de restablecer las utilidades externalizando más costos, es decir,
pasando más costos al ambiente, la tierra y las comunidades, ante la mirada impo-
tente de los organismos nacionales e internacionales. En realidad hay muchas evi-
dencias de que el lento crecimiento económico a partir de los setenta ha producido
algo semejante, especialmente en el caso de las corporaciones transnacionales.
También hay evidencias de que muchos casos el tiro ha salido por la culata, en el
sentido de que esa extemali7ación de costos por un capital ha elevado los costos
para otros. Asimismo, se puede demostrar que en muchos casos las luchas y las
reglamentaciones ambientales han obligado a capitales individuales a internali7ar
costos que de lo contrario recaerían en el ambiente. Hay una especie de guerra
vigente entre el capital y los movimientos ambientales, una guerra en la cual éstos
pueden tener el efecto (intencional o no) de salvar a largo plazo al capital de sí
mismo, al obligarlo a hacerse cargo de los efectos negativos a corto plazo del tras-
lado de costos.
También existe la posibilidad, por leve que sea, de que una verdadera depresión
económica pueda ser ocasión de un programa general de restauración ambiental.
En Estados Unidos, en los treinta, el New Deal creó las condiciones políticas para
dos tipos de cambio ambiental. La primera consistió en los esfuerzos por restaurar
los suelos degradados de las grandes planicies y los pastizales ecológicamente dete-
riorados del sur y del oeste. En este sentido la depresión fue un acontecimiento
"ambientalmente sano". El segundo tipo de cambio ambiental consistió en esfuer-
zos aún mayores por iniciar o acelerar gigantescos proyectos de infraestructura,
como enormes presas y obras hidráulicas, grandes puentes y túneles, que eran
indispensables para la urbanización en el oeste del país y para la suburbanización
posterior a la segunda guerra mundial en el resto de la nación. Sin estos proyectos
la vida suburbana, el consumismo y la cultura del automóvil no hubiesen florecido
en los cincuenta y los sesenta; contribuyeron de maneras importantes a crear la
actual estructura de consumo individualista, poco sana en términos ecológicos.
La próxima depresión puede empeorar mucho las condiciones ambientales, o
puede ser ocasión de grandes cambios en restructurar el consumo individual y
social, por ejemplo ciudades verdes, integración entre las ciudades y las tierras agrí-
colas que las rodean, un transporte público que la gente que desee utilizar, y así
sucesivamente. O de ambas cosas, en grados diversos, en diferentes lugares. Lo que
ocurra realmente estará determinado por la lucha política, la adaptación institu-
cional y los tipos de innovación tecnológica.
Todo lo cual equivale a decir que la destrucción ambiental, los movimientos
sociales ambientales y otros relacionados, las políticas y presupuestos guberna-
294 JAMES O'CONNOR
ILIDADES POLÍTICAS
O Y NATURALEZA
Toda filosofía se encierra en dos palabras:
sostener y abstener.
EPÍCTETO
JOHN STRAIEY
Los materiales de la tercera parte de esta obra indican algunas líneas de pensa-
miento económico-político y sociológico-político acerca del "socialismo ecológi-
co", que pueden resultar útiles para los movimientos ecológicos radicales del Nor-
te y (en ciertos sentidos) del Sur. El ambientalismo del Norte (según se afirma)
ha sido impulsado por los valores del ocio de una sociedad "postescasez", mien-
tras que el "ambientalismo de los pobres" en el Sur se ve como una "rebelión de
los pobres para sobrevivir" (en palabras de Juan Martínez-Alier). Estas dos afir-
maciones contienen mucho de verdad, porque en el Norte el ambiente suele ver-
se como una recreación o un medio de consumo, mientras que en el Sur es con-
siderado, normalmente, como medio y objeto de producción. Esta diferencia
refleja el desarrollo desigual y combinado del capitalismo en el Norte y en el Sur.
En el primero más gente vive en las áreas metropolitanas; en el segundo más per-
sonas viven atadas a la tierra. Pero de alguna forma el "ecologismo de la riqueza"
y el "ecologismo de la supervivencia" (Martínez-Alier) se están intersectando tan-
to en el primero como en el segundo. Por un lado el movimiento por una agri-
cultura sustentable, la lucha por reducir la producción de sustancias tóxicas
(reducción en la fuente) y los movimientos por ciudades verdes en el Norte se
ocupan del medio, en todo o en parte, como un medio u objeto de producción y
reproducción. En el Norte el "nivel de vida decente" históricamente determinado
(y tal vez hasta nuestra propia supervivencia) depende de que se pase, en general,
a una "producción verde". Por otro lado el crecimiento de industrias y ciudades
en el Sur, y la proliferación de una pobreza desesperada entre los ejércitos ur-
banos de reserva de África, Asia y América Latina, significan que el ambiente urba-
no se está viendo cada vez más como un "medio de consumo" o de recreación.
Estos cambios de la relación entre la humanidad y la naturaleza en el Norte y en
el Sur, basados en ~Hos de la división mundial del trabajo, y también de los
fines y las estrategias de los movimientos ecológicos en ambas partes del mundo,
[301]
302 JAMES O'CONNOR
l Sur), muchas de ellas no pueden ser subsumidas por entero dentro de los imaginarios respec-
el °socialismo" y el "capitalismo".
304 JAMES O'CONNOR
tema de producción, por una parte, y por otra sus relaciones de propiedad, legales
y políticas. En cualquier comparación entre socialismo y capitalismo es útil hacer
esa distinción y extraer las implicaciones teóricas que diferentes sistemas de pro-
piedad y políticos tienen para las causas y las consecuencias de la degradación
ambiental.
En la medida en que los países socialistas importaban tecnología y sistemas de
producción de control del trabajo (de hecho concepciones básicas de tecnología y
de producción) de Occidente, las causas de la destrucción ambiental en ellos eran
similares a las de las naciones capitalistas. Asimismo, como el crecimiento econó-
mico y el desarrollo eran prioridades absolutas en el mundo socialista, las causas
y consecuencias de la degradación de la naturaleza eran más o menos las mismas.
Por último, como los países socialistas se integraron en el mercado mundial capi-
talista, funcionaban allí las mismas clases de fuerzas sistémicas.
No obstante, en la medida en que las relaciones legales y de propiedad en los
países socialistas eran diferentes de las del mundo capitalista, las causas y los efec-
tos de la destrucción ambiental no eran los mismos. Esto puede decirse también de
los dos sistemas políticos y de las correspondientes diferencias en la relación entre
la sociedad civil y el estado.
De hecho, en los países socialistas las fuerzas de producción no eran tan dife-
rentes de las occidentales, aparte de que casi siempre eran menos "avanzadas". Las
relaciones de producción en el mundo socialista eran muy distintas de las de los paí-
ses capitalistas, por lo cual las formas específicas de tecnología, y los modos parti-
culares en que se desarrollaron allí la agricultura, la minería y demás, también lo
fueron. Por último, las diferencias de los sistemas políticos tuvieron importantes
efectos sobre los procesos de degradación ecológica así como de lucha y recons-
trucción ambiental. Las causas de la destrucción ambiental en las sociedades capi-
talistas y socialistas, entonces, eran a un tiempo las mismas y diferentes.
Como las similitudes entre el capitalismo y el socialismo se conocen bien (por
el hecho mismo de ser similitudes), es importante que nos concentremos en las
diferencias entre ambos sistemas. ¿Cuáles fueron las principales maneras en que
las relaciones socialistas de propiedad/producción y los sistemas políticos condu-
jeron a diferentes o cambiantes decisiones tecnológicas, estructuras industriales,
asignaciones de trabajo social, patrones de desarrollo y aplicación científica, for-
mas de consumo y urbanización, y demás? ¿Y de qué formas diferían las soluciones
socialistas a los problemas ambientales de las que se encontraban en los países capi-
talistas avanzados?
Dentro del mundo socialista hubo muchas variaciones en las formas de las rela-
ciones de producción y fuerzas productivas, y su relación con las condiciones de pro-
ducción. También variaban muchísimo el alcance y los tipos de relaciones de mer-
cado, tradiciones culturales y sistemas políticos. Sin embargo había semejanzas
generales. Primero, en todos los países socialistas los principales medios de pro-
ducción estaban nacionalizados, aunque no socializados; es decir, no había una tra-
LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA Y LA CRISIS 305
jo, lo cual reducía o eliminaba lo mismo las presiones que las oportunidades de
hacer mejoras tecnológicas del tipo que no causase un impacto desfavorable sobre
el ambiente. En estos sentidos la brecha entre la retórica gubernamental y el po-
tencial de planeación ecológica, por un lado, y la realidad de la estructura del esta-
do , por el otro, sabotearon las buenas intenciones que hubiesen podido tener los
principales planificadores y el aparato del partido. Atención, ecologistas socialistas
de hoy... se vive y se aprende.
e 15
e SOCIALISMO Y ECOLOGÍA
-
-
s
s
Me parece que hay hoy tres tendencias socioeconómicas generales que dan origen
s a la posibilidad de una política verde roja. La primera es una economía global que
l, está experimentando un proceso de "acumulación a través de la crisis" que está
o dejando en la pobreza a decenas de millones de personas, destruyendo comunida-
- des, degradando centenares de miles de biorregiones y exacerbando una crisis eco-
l lógica global. La acumulación capitalista expuesta a la crisis e impulsada por ella
a está destrozando las condiciones de producción y creando más pobreza, desem-
a pleo, desigualdad e inseguridad y marginación económica, por un lado, y por el
- otro perjudicando (muchas veces fatalmente) la salud humana, las comunidades
, urbanas y rurales y los sistemas ecológicos. La segunda tendencia es la aparición de
a movimientos sociales ambientales, urbanos, laborales, campesinos y de otros tipos,
e para defender las condiciones de producción y las condiciones de vida para obre-
- ros y campesinos, mujeres, comunidades y el ambiente. Estos movimientos se divi-
n den de mil maneras, e ideológicamente van desde el fundamentalismo religioso y
s el nacionalismo reaccionario, pasando por la lucha armada al viejo estilo marxista-
- leninista-maoísta, hasta toda una variedad de "nuevos movimientos sociales". La
tercera premisa es que las soluciones a la crisis ecológica presuponen soluciones a
a la crisis económica (y, en general, al problema del capital global), y viceversa. La
- premisa básica de la política verde roja es la creencia de que ambos conjuntos de
o soluciones presuponen algún tipo de socialismo ecológico y de ecología socialista. 1
- El socialismo ecológico, a su vez, presupone el desarrollo de una política de cla-
l se específicamente global, primero debido a la creciente opresión y explotación
económica y, segundo, porque la degradación ecológica es cada vez más un pro-
blema de clase (pero raras veces sólo un problema de clase). Esto lo indica, por
ejemplo, el creciente número de movimientos en pro de la justicia ambiental (y
económica y social) en el Norte y el "ambientalismo de los pobres" en el Sur, don-
de los grupos dominantes tienen una "deuda ecológica" con las minorías oprimi-
das y con el tercer mundo en su conjunto, respectivamente (porque la prosperidad
1 Socialismo ecológico significa, en general, una sociedad ecológicamente racional y sensible basa-
da en el control democrático de los medios y objetos de producción, información y demás, y caracteri-
zada por un alto grado de igualdad socioeconómica, paz y justicia social, donde la tierra y el trabajo han
perdido su carácter de mercancía y el valor de cambio se subsume en el valor de uso. "Ecología socia-
lista" significa (también de modo amplio) una ciencia ecológica y una práctica sociopolítica dialécticas
que logran fusionar lo local y lo central, o espontáneo y lo planeado, y así sucesivamente; en otras pala-
bras, las premisas del anarquismo y socialismo tradicionales.
[313]
314 JAMES O'CONNOR
de los grupos dominantes del Norte se basa, en cierta medida, en el daño ecológi-
co causado a las minorías del Norte y del Sur). Lo indica también el hecho de que
las actuales luchas laborales, comunitarias y ambientales procuran convertir el
lugar de trabajo en un lugar más sano y más seguro tanto para sus obreros como
para sus comunidades, y por lo tanto se esfuerzan por obtener mayor influencia o
control sobre la tecnología, las relaciones de trabajo y, en general, las condiciones
de labor. Los grupos laborales, comunitarios y ambientales cuestionan de diversas
formas (implícita si no explícitamente) los criterios de producción basados en los
valores de mercado y la utilidad. Además, la fuerza de trabajo humana, la organi-
zación de la comunidad y el ambiente son, todos, "condiciones de producción",
por lo cual están politizados y regulados de diversas maneras por el estado.
Empero, en el pensamiento de la mayoría de los dirigentes laborales, comunita-
rios y ambientales el socialismo (de cualquier tipo) y la ecología siguen siendo una
contradicción en los términos. Se sigue viendo. a los socialistas como "productivis-
tas", a los verdes como "antiproductivistas". La mayoría de los socialistas siguen pen-
sando que la ecología no es otra cosa que una ideología de la austeridad o simple-
mente un sistema para garantizarle espacios de recreación a la clase media y media
alta. La mayor parte de los verdes creen que el socialismo es una ideología que pro-
mueve el crecimiento sin límite ni fin. El efecto: los grupos comerciales y otros uti-
lizan las falsas elecciones entre "empleo o medio", "la capitalización de la tierra y el
crecimiento económico o los valores de la comunidad", y "el desarrollo económico
o la sociedad sustentable", como un práctico esquema para dividir y conquistar.
Históricamente, los socialistas occidentales han buscado dos soluciones para la
condición del trabajo. La primera es una distribución más equitativa de la riqueza
y el ingreso. La segunda son niveles más altos de productividad y producción (lo
que a veces ha sido visto como una condición de mayor igualdad) Se requiere
mayor productividad para crear más tiempo libre o de ocio; se requiere mayor pro-
ducción para expandir el pastel económico y acallar las luchas por la rebanada de
pastel de la que se apropian las diferentes clases. Esta soluciones se acercan más o
menos a los programas de los viejos partidos socialista, socialdemócrata y laborista
tal como funcionaron durante los setenta (y en algunos países a lo largo de los
ochenta).
Esta forma de pensar tiene por lo menos dos problemas. Uno es que en una
sociedad capitalista (por muy "reformada" que sea) es casi seguro que una distri-
bución equitativa de la riqueza y el ingreso menguará los incentivos económicos y
promoverá también inquietud política de la derecha, perjudicando así la produc-
tividad y la producción. El segundo es que la productividad y la producción en
expansión suelen presuponer un nivel más alto (no más bajo) de explotación del
trabajo, que a su vez depende de la premisa de más (no menos) desigualdad eco-
nómica.
Por su parte, los verdes tienen también dos soluciones generales para el estado
degradado de la naturaleza. La primera es la misma que la que promueven el labo-
ISMO Y ECOLOGÍA 315
2 Es una burda simplificación del pensamiento y la política verdes, que varían de un país a otro y
que también están experimentando cambios internos. En Estados Unidos, por ejemplo, donde históri-
camente el marxismo ha sido hostil a la ecología, los "verdes de izquierda" se asocian con el anarquis-
mo o el socialismo libertario.
3 Este lema fue acuñado por un cofundador conservador de los verdes alemanes y popularizado en
Estados Unidos por los verdes antisocialistas del new age F. Capra y C. Spretnak. Huelga decir que los
verdes de izquierda, de la variedad que fuesen, nunca lo aceptaron.
4 Se usa "ambientalistas convencionales" para identificar a quienes están tratando de salvar al capi-
congruentes.
Segundo, el concepto socialista de las "masas" ha sido desconstruido y rempla-
zado por una nueva "política de identidad" y "política del lugar" en las cuales se
concede el lugar de honor a los factores culturales y ecológicos, respectivamente.
La idea de la especificidad de las identidades culturales parece fusionarse fácil-
mente con la especificidad de la sede de la ecología en el contexto de un concep-
to de trabajo social definido en términos ecogeográficos. Los ejemplos más impac-
5 Martin O'Connor
escribe: "Una de las ambivalencias notables de muchos autores de cuestiones
'ambientales' es su tendencia a recurrir a soluciones atoritarias, es decir, basadas en el elitismo ético.
Un ejemplo son las incómodas posturas que se encuentran en la compilación de Herman Daly, de 1973,
Stady-state econornics."
318 JAMES O'CONNOR S
tantes en la actualidad son las luchas de los pueblos indígenas por mantener intac- e
tas tanto sus culturas como sus sociedades de subsistencia. En este caso la batalla
por salvar las culturas locales y los ecosistemas locales resulta ser dos caras diferen- e
tes del mismo esfuerzo. t
Por su parte (como se señaló), la mayor parte de la izquierda tradicional, así
como los sindicatos, siguen estando concentrados en mejorar la productividad, el
crecimiento y la competitividad internacional, es decir en empleos y salarios, o más
trabajo asalariado; no en abolir la explotación sino (si acaso) en ser menos explo-
tados. Esta parte de la izquierda no quiere que la vuelvan a encontrar defendien-
do políticas que puedan identificarse con la "austeridad económica", o que en opi-
nión de los dirigentes laborales puedan poner en peligro los logros económicos
previos alcanzados por la clase trabajadora. (Es obvio que las luchas de los sindica-
tos obreros por conseguir condiciones sanas y seguras dentro y fuera del sitio de t
trabajo se conectan de formas positivas con luchas ecológicas más amplias.) La
mayoría de quienes se oponen a que continúen el crecimiento y el desarrollo son
ambientalistas convencionales de las clases medias urbanas, que tienen los bienes
de consumo que desean y también el tiempo y el conocimiento para oponerse a
políticas y prácticas ecológicamente peligrosas. Por lo tanto, parecería que cual-
quier esfuerzo por encontrarle a la clase trabajadora un lugar en esta ecuación, es
decir, cualquier intento por reunir el trabajo (y el socialismo) con la ecología está
condenado al fracaso desde su inicio.
Sin embargo, en todos los países destacados del mundo ha hecho su aparición
una política verde de izquierda de diferentes tipos. Una iniciativa audaz en el mun-
do "desarrollado" es la Alianza de Nueva Zelanda, organizada en 1991, que reúne
a los verdes, el movimiento por la autodeterminación de los maoríes, el Nuevo Par- l
tido Laborista y otros partidos pequeños. En los ochenta el Partido Verde alemán
fue posiblemente el grupo verde de izquierda de mayor influencia en el mundo.
En general los países de Europa Occidental tienen una gran variedad de tenden-
cias verdes de izquierda y de izquierda verde. El Partido Verde de Izquierda de
Holanda y el Partido Socialista Verde de Noruega, por ejemplo, son esfuerzos deli-
berados por fusionar tendencias políticas verdes rojas a través de la vía parlamen-
taria. La Alternativa Verde Roja de Francia y la Red Verde-Roja, de Gran Bretaña,
son agrupaciones minúsculas que, sin embargo, han generado influyentes ideas
teóricas y prácticas. También se podrían mencionar los congresos verdes del Nue-
vo Partido Democrático de Canadá, y los movimientos de Estados Unidos que tra-
tan de reducir y eliminar las sustancias tóxicas y luchar por la justicia ambiental;
estos últimos están bajo la marcada influencia de la obra de Barry Commoner,
quien promueve la reducción en el punto de origen, el "gobierno social de la
tecnología" y la planeación económica basada en una "profunda comprensión
científica de la naturaleza". En el Norte hay también muchos grupos de solidaridad
verdes de izquierda/de izquierda verde, así como un reverdecimiento —aunque
renuente y titubeante— de los partidos laboristas, socialistas y (ex) comunistas. En
O Y ECOLOGÍA 319
s movimientos sociales inscritos en la la perspectiva ambiental del desarrollo en los países del
undo incorporan [...] un concepto de ambiente mucho más rico y complejo que el que mani-
s políticos conservacionistas y los movimientos ecologistas de los países centrales [...] Las afir-
s de los movimientos ambientales, incluso cuando incorporan el derecho al acceso democráti-
rsos y condiciones para el equilibrio ecológico con un desarrollo sustentable, no se guían por
onalidad ecológica. El ambientalismo no pretende restablecer las condiciones 'naturales' de la
de la especie humana en la naturaleza, sino incorporar más bien las condiciones ecológicas y
s en la coyuntura de las condiciones sociales que determinan el desarrollo humano y el de cada
ad, así como satisfacer necesidades y demandas culturalmente definidas", Enrique Leff, "The
ental movement in Mexico and Latin America", Ecología: Política/Cultura, 2, 6, noviembre de
ducción de Margaret Villanueva.
320 JAMES O'CONNOR
puede parecer que la producción en gran escala es, en sí misma, enemiga de la sensibilidad
ecológica a las condiciones locales y al imperativo de la diversidad. Pero es un error de con-
cepción. La unidad de planeación (por ejemplo de control de plagas) tiene que ser lo bas-
tante grande como para permitir precisamente la integración de la diversidad de condicio-
nes, mientras que la unidad de producción será mucho más pequeña y reflejará las
necesidades de los patrones de cultivo en mosaico, en callejones y de policultivos. 7
tenemos la crisis económica del socialismo, y por ello el esfuerzo posmarxista por
reconciliar no sólo las demandas de justicia social y el liberalismo, sino también
estas dos cosas con los mercados y los incentivos del mercado.
Sin embargo, al aclarar estos dos fracasos obvios perdemos de vista otros dos
asuntos que en los últimos diez a veinte años se han trasladado al centro de los deba-
tes políticos. El primero es que la construcción ética y política del socialismo que se
tomó prestada de la sociedad burguesa descartó toda práctica ética-política que no
estuviese más o menos absolutamente centrada en la persona, y también minimizó
o descartó la reciprocidad y la "verdad discursiva". El segundo es que el concepto
económico de abundancia que se tomó en préstamo (con ciertas modificaciones,
desde luego) del capitalismo descartó toda práctica material que no hiciese pro-
gresar a las fuerzas productivas, incluso cuando esas prácticas estaban ciegas ante la
economía de la naturaleza. Tal vez el ejemplo más grotesco fuese el plan de Stalin
para reverdecer Siberia, que afortunadamente nunca se puso en práctica.
Estas dos cuestiones o fallas, una relativa a la política y la ética, la otra a la rela-
ción entre economía humana y economía de la naturaleza, se vinculan con el fra-
caso del materialismo histórico mismo. Por lo tanto tienen que tratarse en térmi-
nos metodológicos, así como teóricos y prácticos (véase el capítulo 1).
El materialismo histórico tiene dos grandes fallas. Marx tendía a abstraer sus
discusiones sobre el trabajo social, es decir las divisiones del trabajo, tanto de la cul-
tura como de la naturaleza. Ni en su obra ni en el materialismo histórico tradicio-
nal podemos encontrar un concepto complejo y desarrollado del trabajo social que
incluya al mismo tiempo la cultura de la sociedad y la economía de la naturaleza.
La primera falla es que la concepción tradicional de las fuerzas productivas
ignora o minimiza el hecho de que estas fuerzas son de naturaleza social, y que
incluyen el modo de cooperación, que está profundamente marcado por normas
y valores culturales específicos.
La segunda falla es que la concepción tradicional de las fuerzas productivas tam-
bién minimiza o ignora el hecho de que estas fuerzas son de carácter tanto social
como naturaL
Vale la pena recordar que el mismo Engels llamó al marxismo la "concepción
materialista de la historia", donde "historia" es el sustantivo y "materialista" el adje-
tivo. Los marxistas se saben de memoria la expresión "en la vida material se pro-
ducen y reproducen las relaciones sociales entre personas", pero no conocen ni
mucho menos tan bien otra expresión importante: "en la vida social se producen
y reproducen las relaciones materiales entre la gente y la naturaleza". Están_ muy
familiarizados con el "proceso de trabajo" en el cual los seres humanos son agen-
tes activos, y mucho menos con el "proceso de espera" o "proceso de atención"
característico de la agricultura, la silvicultura y otras actividades basadas en la natu-
raleza en las cuales los seres humanos son más bien socios pasivos y, más en gene-
ral, en las cuales ambas pactes son "activas" de maneras complejas e interactivas.
Marx insistía constantemente en el tema de que la actividad material de los seres
SOCIALISMO Y ECOLOGÍA
325
humanos tiene dos caras, es decir, que es tanto una relación social como una rela-
ción material; en otras palabras, que la producción capitalista producía y reprodu-
cía un modo específico de explotación y una estructura de clase particular, además
de la base material de la sociedad. Pero por su decisión de demostrar que la vida
material es también vida social Marx solía minimizar el hecho opuesto, e igual-
mente importante, de que la vida social es también vida material. Por plantearlo en
otros términos, en la formulación "la vida material determina la conciencia" Marx
destacó la idea de que, como la vida material está organizada socialmente, las rela-
ciones sociales de producción determinan la conciencia. Silenció el hecho igual-
mente cierto de que, puesto que la vida material es también el intercambio entre
los seres humanos y la naturaleza, estas relaciones materiales o naturales también
determinan la conciencia. Una cantidad de personas han señalado esto enérgica o
débilmente, aunque esas opiniones nunca se han integrado y desarrollado en una
versión revisada de la concepción materialista de la historia.
Se ha sugerido también por qué Marx destacó la historia (aunque hasta el punto
de excluir la cultura) y minimizó la naturaleza. La razón es que el problema al que
Marx se enfrentaba en su época era el de demostrar que las relaciones de propie-
dad capitalistas eran históricas, no naturales. Pero estaba tan concentrado en criti-
car a quienes naturalizaban, y por lo tanto reificaban, las relaciones de producción
capitalistas, la competencia, el mercado mundial y demás, que no destacó lo bas-
tante el hecho de que el desarrollo de las formas de "segunda naturaleza" de fac-
tura humana no vuelven menos natural a lo natural. Ése fue el precio que pagó por
convertir el materialismo pasivo de Feuerbach y el idealismo activo de Hegel en su
propia versión de materialismo activo. Como escribió Kate Soper, "La realidad es
que en su ansia de rehuir la imputación de reduccionismo biológico, el marxismo
ha sabido ser presa de una forma de reduccionismo antiética, que al sostener el
dominio de los factores sociales sobre los naturales hace desaparecer por entero la
existencia de lo biológico." 1° Luego Soper reclama una "biología social". Nosotros
podríamos reclamar también una "química social", una "hidrología social", y así
sucesivamente, es decir, una "ecología social", que para los socialistas significa "eco-
logia socialista".
Los verdes están obligando a los rojos a prestarle mucha — aaaición a los inter-
cambios materiales entre personas y naturaleza y al tema general de la explotación
biológica, incluida la explotación biológica de la mano de obra, así como a adop-
tar una sensibilidad ecológica. Algunos rojos han tratado de enseñarles a los ver-
des a prestar más atención a las relaciones de producción capitalistas, la compe-
tencia, el mercado mundial y demás; a sensibilizarlos hacia la explotación del
trabajo y los temas de la crisis económica y el trabajo social. Y las feministas han
estado enseñándoles tanto a los verdes como los rojos a prestarle atención a la esfe-
ra de la reproducción y, en general, del trabajo de la mujer.
lo Citado por Ken Post, "In defense of matertall.tic history", Socialism in the World, 74-75, 1989, p. 67.
JAMES O'CONNOR
e doy cuenta de que la idea de un "estado democrático" parece una contradicción en los térmi-
ue por lo menos plantea de inmediato preguntas diffciles acerca de la deseabilidad de la sepa-
e poderes, el problema de escala inherente en cualquier descripción coherente de la democra-
antiva y también la cuestión de cómo organizar —ya ni se diga planear— una división del trabo
glamentada nacional e internacionalmente sin un equivalente universal para medir costos y pro-
ad (comoquiera que se definan "costos" y "productividad") (cortesía de John Ely). Por otro lado,
en la actualidad en una democracia burocrática, así que ¿por qué no podríamos tener un esta-
crático?
POLÍTICA VERDE ROJA EN ESTADOS UNIDOS?
bien el movimiento por la paz se ocupa de problemas ambientales (por ejemplo el armamento
), no es, per se, un movimiento "verde radical".
[327]
328 JAMES o'comNoR
tacar lo que cada una tiene en común con las otras cuatro, actitud esencial desde
el punto de vista de la construcción de alianzas y coaliciones.
De acuerdo con la mayoría de las mediciones las condiciones sociales y ecológi-
cas globales han ido de mal en peor durante los noventa. Si bien nuestros profetas
del desastre no acertaron exactamente sobre la caída de los cielos, sigue siendo
muy real el riesgo de destrucción ambiental global. Y aunque los pesimistas eco-
nómicos tienden a ignorar las diez o doce economías en rápido crecimiento de
Asia y América Latina, el espectro de un derrumbe financiero mundial y una
implosión económica, de una crisis financiera o una depresión, está muy presente
para los principales rectores de la política económica.
La economía: a lo que más se parece el mundo actual es al sombrío modelo (y
no sólo a ese modelo) que hace bastante más de un siglo retrató Karl Marx en El
capitaL 2 Los gobiernos y las grandes empresas se están apropiando de más y más
bienes comunes del mundo; más personas se ven reducidas al trabajo asalariado;
más trabajadores asalariados están desempleados, subempleados o infraempleados
(es decir, trabajan de tiempo completo pero tienen un salario insuficiente para
vivir); son más universales la forma mercancía para la satisfacción de necesidades
y el consumismo; el capital está más concentrado y centralizado; el capital indus-
trial, al igual que el financiero y el de mercancías, está cada vez más internaciona-
lizado; la explotación del trabajo y las desigualdades de riqueza y distribución del
ingreso son mayores; hay una deuda global impagable creciente y posiblemente
riesgo de una crisis o depresión financiera mundial, y la crisis ambiental global
sigue empeorando.
Una de las grandes ironías de nuestros tiempos es que con la destrucción y la
autodestrucción de la URSS la mayoría de la gente piensa que la teoría del capital
de Marx está tan moribunda como los regímenes socialistas de estado que tan mal
la interpretaron y la usaron. La teoría de la acumulación y la crisis del capital, plan-
teada inicialmente por Marx y afinada por tres o cuatro generaciones de econo-
mistas marxistas, es el bebé que se tira junto con el agua sucia del socialismo tota-
litario. Justo en el momento en que el capital triunfa globalmente, el máximo
teórico del capital es relegado al nivel de un ideólogo despistado del siglo mx. En
algunos sectores El capital, como texto, se considera algo similar a Mein Kampf de
Hitler, una declaración de intención del maligno fundador de uno de los dos gran-
des y horribles movimientos totalitarios del siglo xx. Esta ironía, o anomalía, está
tan generalizada en la actualidad que nos obliga a poner al revés una de las líneas
más famosas de Hegel. El gran filósofo dialéctico escribió que "el búho de Miner-
va sólo abre sus alas al anochecer", con el significado de que sólo después de deter-
minado acontecimiento o cambio histórico puede la razón captar lo que ha ocu-
2 "Y no sólo a ese modelo" porque la "segunda contradicción del capitalismo"; el conflicto a muer-
te entre el capital y la naturaleza, corre p2.-All-la a la "pera contradicción" entre el capital y el traba-
jo, y se vincula con ella.
¿UNA POLÍTICA VERDE ROJA EN ESTADOS UNIDOS? 329
rrido y por qué. Hoy resulta mejor epígrafe lo opuesto: "El viejo búho cierra sus
alas al amanecer." La razón se rinde precisamente en el momento en que es capaz
de avizorar el futuro.
El riesgo de una estanflación como la de los setenta, que culmine en hiperin-
flación, de una deflación de valores del capital y depresión, al estilo de los treinta,
o algún otro mar de problemas económicos derivados del desorden financiero glo-
bal, resulta especialmente crítico en el primer decenio del mundo posterior a la
guerra fría.
Esto se debe a que durante el periodo posterior a la segunda guerra mundial
Estados Unidos fue una especie de caja registradora para todo el mundo, gracias a
su economía impulsada por el consumo, basada en que el crédito hipotecario y al
consumo, el crédito comercial y el del gobierno, crecían a una tasa mayor que el
aumento de la producción nacional real. La producción excedente del exterior,
sobre todo de Japón y del noreste de Asia, que de lo contrario no se podría haber
vendido a precios iguales a los costos de producción más la tasa promedio de uti-
lidad, era absorbida por el mercado norteamericano. El exceso de importaciones
en relación con las exportaciones en Estados Unidos se pagaba con préstamos
externos, lo que permitía que este país viviese muy por encima de sus medios eco-
nómicos.
No obstante, desde la recesión de 1990-1991 Estados Unidos ha estado tratando
de darle un marcado giro a su política económica. Washington ha procurado redu-
cir el gasto de consumo y fortalecer las exportaciones como principal fuerza para
la recuperación y expansión económicas. La recuperación de la última recesión (si
es que merece llamarse "recuperación" ese débil crecimiento económico de los
últimos años) fue impulsada primero por el gasto extranjero en bienes y servicios
norteamericanos, segundo por el consumo interno y el gasto gubernamental. Tal
vez las exportaciones no han tenido que desempeñar un papel tan fundamental
desde la recuperación económica de la crisis de los años 1870, estimulada por las
ventas agrícolas a Europa.
El intento de alejar la economía estadunidense del consumismo y el gasto mili-
tar de la guerra fría y dirigirla hacia los mercados extranjeros y las exportaciones
de capital explica por qué George Bush habló de la necesidad de que Estados Uni-
dos se convirtiera en una "superpotencia exportadora"; por qué el presidente Clin-
ton considera que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte es condi-
ción esencial de una buena recuperación; por qué Clinton (y antes Bush)
presionaron a Japón y al este de Asia para que absorbiesen más exportaciones nor-
teamericanas; por qué ambos presidentes han temido (y tratado de impedir) el cre-
cimiento de los bloques comerciales regionales de Europa y de Asia, y por qué la
política económica de Clinton tiende a favorecer las industrias de alta tecnología
impulsadas por la exportación.
Es probable que esta "globalización" de la política económica de Estados Uni-
dos dé más problemas de los que resuelva, porque casi todos sus principales rivales
330 JAMES O'CONNOR
ubsumir" es la traducción usual del concepto de aufheben de Hegel (y de Marx) . El término ale-
refiere a cualquier proceso en el cual se combinan o subliman lo negativo, lo positivo y lo trans-
ivo. Anular o abolir, guardar o conservar y trascender o sublimar son todos diferentes momen-
proceso (o, en algunas versiones, aspectos del mismo proceso. El papel clave (Marx lo denomina
el peculiar") "es desempeñado por el acto de subsunción en el cual se vinculan negación y pre-
n, negación y afirmación" (Economic ami philosophic manuscripts of 1844, Moscú, Foreign Lan-
Publishing HOUSC, 1961, p. 61). Suelo decirles a mis alumnos que "subsumir" significa combinar
cesos o aspectos de un proceso en un tercer proceso nuevo que contiene elementos de los dos
os pero no es ninguno de ellos.
332 JAMES O 'CONNOR
les. Bookchin pone por delante la política y defiende la tradicional meta anarco-
comunista de comunidades autogobernadas, razón por la cual, tal vez, sus posicio-
nes acerca de los temas clave de la tecnología y de las fuerzas productivas en gene-
ral han sido menos coherentes que las de Commoner.
Es interesante preguntarse por qué los seguidores de uno y de otro nunca se
han unido políticamente. Una respuesta es que socialistas y anarquistas se han abo-
rrecido casi siempre, desde que Marx combatió a los anarquistas en la Primera
Internacional. Otros momentos clave de su lucha fueron cuando Trotski usó el
ejército rojo para derrotar al anarquista Majno en Ucrania, a principios de los vein-
te, y cuando los estalinistas traicionaron a los anarquistas de la comuna de Barce-
lona, en los treinta. 4
Estos episodios ilustran una respuesta política a la pregunta de por qué el socia-
lismo y el anarquismo se han mantenido alejados y, en el peor de los casos, han
librado una guerra sangrienta. Pero detrás de las diferencias políticas hay diferen-
cias teóricas, y en el caso de Bookchin y Commoner es importante descubrirlas y
analizadas.
El socialismo y el anarquismo, en realidad, constituyen una serie de dualismos;
lo mismo puede decirse del socialismo ecológico de ComMoner y el anarquismo
ecológico de Bookchin. Para quien quiera esforzarse en pro de una sociedad eco-
lógica que también sea económica y socialmente justa y equitativa, así como demo-
crática, resulta importante entender lo que son estos dualismos y cuáles son sus
implicaciones para la política verde roja.
Históricamente, los marxistas y los socialistas se han concentrado en el lugar de
trabajo y en el trabajo mismo, y han dicho mucho menos sobre un segundo tema
que durante el siglo xx resultó ser igualmente importante: la tierra y la comunidad.
Para el pensamiento izquierdista éstas han sido y siguen siendo, más que nada,
dominio del anarquismo. 5 (Karl Polanyi se ocupó tanto de la tierra como del tra-
4 Tanto los anarquistas como los socialistas estuvieron (y están) a favor de la propiedad o control
social de los medios de producción y, en la Primera Internacional, ambos se autodenominaban socia-
listas. Los anarquistas se dividieron entre los que querían que los sindicatos controlaran los medios de
producción y los anarcocomunistas (comunalistas), que se inclinaban por el control municipal. La gran
diferencia entre los socialistas y los anarquistas era política: los segundos no querían que hubiese un
partido político centralizado ni elecciones. En la Primera Internacional estaban también los narminiki
rusos, con los cuales tienen una gran afinidad muchos ambientalistas del Sur. Commoner y Bookchin
son subproductos de una larga tradición, que se ha dividido, entrelazado y que, sobre algunas cuestio-
nes (por ejemplo la crítica del capitalismo), ha sido esencialmente la misma.
5 En los países con un gran campesinado y relativamente poco trabajo asalariado, como gran parte
del Sur, los marxistas se han visto obligados a teorizar la tierra y la comunidad (ejemplos de ello son
José Carlos Mariátegui y Mao). En Cuba, el único país que experimentó una verdadera revolución pro-
letaria, Castro privilegió el sitio de trabajo a expensas de la comunidad. En el Norte los marxistas y neo-
marxistas, como Manuel Candis y David Harvey, han teorizado sobre los "movimientos urbanos" y la
"conversión del espacio en mercancía". Las dificultades a las que se enfrentan los teóricos que tratan de
interpretar los movimientos comunitarios y urbanos dentro de una problemática marxista tradicional
se destacan en Ira Katznelson, Marxism and the city, Nueva York, Oxford University Press, 1992.
LUNA POLÍTICA VERDE ROJA EN ESTADOS UNIDOS? 333
R
- bajo en su libro The great transformation, pero lo hizo de maneras políticamente pro-
- blemáticas.) La gran excepción a la regla de que el pensamiento radical sobre la
- tierra y la comunidad ha sido de la competencia del anarquismo son algunos teó-
ricos dentro de comunidades de pueblos indígenas que están siendo sometidos al
imperialismo ecológico de una especie de "cercado global de las tierras comunes".
- Aquí el trab ajo se realiza en la tierra, y la cultura, el trabajo y la naturaleza consti-
tuyen una cierta unidad "orgánica". Las prácticas espirituales se basan en la natu-
raleza material; el trabajo es directa y transparentemente social y está regido por
los ritmos de la naturaleza, y tiene además, invariablemente, un elemento ritual. El
- resultante sentimiento de unicidad explica por qué los que trabajan en solidaridad
con pueblos indígenas cuyas tierras comunes y formas de vida están siendo ataca-
das suelen ser tan apasionados acerca de su labor. Sus luchas tienen cierta cohe-
rencia que no existe, por ejemplo, en una refinería de petróleo de Richmond, Cali-
fornia, donde la comunidad está "afuera", o en un barrio de Los Ángeles, donde el
lugar de trabajo puede quedar a dos horas de autopista. En ambos casos la "natu-
raleza" suele verse como un parque nacional que queda todavía más lejos.
En términos teóricos, ¿cuáles son las principales diferencias entre el anarquismo
y el socialismo? El socialismo se vuelve posible históricamente cuando la fuerza de
trabajo humana se convierte en mercancía y los productores directos pierden el
control del lugar de trabajo; el anarcocomunismo llega cuando la tierra se con-
vierte en mercancía y se capitaliza, y la comunidad pierde el control de la misma.
A riesgo de sobresimplificar un tema complejo, el socialismo privilegia la planea-
ción, el anarquismo la espontaneidad; el socialismo celebra la igualdad como valor
elevado, el anarquismo hace hincapié en la libertad; el socialismo se inclina más
por la fraternidad, el anarquismo por la libertad; 6 el socialismo sostiene lo "cen-
tral", el anarquismo lo "local". El socialismo, en su forma democrática social, cele-
bra el poder de la clase trabajadora en cuerpos electos en los estados democráticos
liberales; el anarquismo quiere abolir el estado e instituir la democracia directa.
(La subsunción aquí puede consistir en democratizar el estado o la burocracia.)
Estos ejemplos deberían dar una buena idea de lo que se juega en el conflicto
entre el ecosocialismo y el ecoanarquismo, tanto teórica como políticamente.
El asunto de la política verde roja en Estados Unidos es más complejo de lo que
revela una mirada a las teorías, valores y experiencias que dividen a socialistas y
anarquistas. En los últimos diez o veinte años se han desarrollado otras tres corrien-
tes radicales, en su mayoría al margen de la teoría de la ecología social de Book-
chin o de la representación de Commoner del socialismo ecológico. Se trata del
multiculturalismo y la lucha contra el racismo ambiental y por la justicia ambiental
(en algunas versiones justicia ambiental y social; en otras justicia ambiental y eco-
6 Estas dualidades son "típicas-ideales" en el sentido de que se las puede encontrar en muchos deba-
tes previos entre anarquistas y socialistas. No obstante, en Estados Unidos, donde las líneas ideológicas
suelen ser imprecisas, los "grupos de afinidad" anarquistas son sobre todo "fraternales", y muchos socia-
listas apoyan con energía las libertades civiles.
34 JAMES O'CONNOR
mientos urbanos, neopopulismo y política de aldea en los países del Sur. Los anar-
quistas ecológicos tienen también una política de lugar, pero ésta se basa más en
un modelo de política y de la buena vida que en cualquier ambiente geofísico
determinado. Aquí "política del lugar" quiere decir el pensamiento y la práctica de
aquellos verdes cuya visión del futuro se basa en alguna combinación de ecología
profunda y biorregionalismo, o de los que quieren desarrollar una vida material y
una cultura basadas en las características ecológicas de determinadas regiones.
Peter Berg es uno de los voceros más conocidos del biorregionalismo, pero hay
muchos otros que cartografian cuencas hidráulicas en el oeste, cuentan especies
nativas de las grandes planicies y defienden los bosques originarios en nombre de
la integridad de ciertas biorregiones y de las culturas con formas de vida únicas que
puedan asociarse con ellas.
¿Existe en el discurso y en la práctica del biorregionalismo un movimiento dia-
léctico (análogo al que hay dentro del multiculturalismo y del movimiento de jus-
ticia ambiental) que pueda conducir a una crítica del capital y el trabajo asalaria-
do, y también a una economía política que no sea exclusivamente socialista o
anarquista sino que, de alguna manera, combine elementos de ambas corrientes
sin ser ninguna de ellas? La respuesta superficial es "no", ya que la teoría biorre-
gionalista ha sido en general la línea de los blancos de clase media acomodada que
tienen poco que decir sobre la clase y la raza; "en general" porque hay muchos
mexicano-norteamericanos en el suroeste de Estados Unidos e indios casi en todas
partes que, comoquiera que se los vea, son pueblos oprimidos, y que dependen de
la tierra, los mantos freáticos y los ecosistemas para formas de vida únicas amena-
zadas por las compañías mineras, el servicio nacional de parques, la industria turís-
tica y (a veces) organizaciones como Nature Conservancy, que quieren restaurar
los "hábitat nativos" sin ningún beneficio para la gente que vive y trabaja en la tie-
rra. En este caso la cultura y la naturaleza están íntimamente relacionadas entre sí
y también con el trabajo social de maneras complejas y valiosas, hasta el punto de
que ciertos movimientos de mexicano-norteamericanos del suroeste, por ejemplo,
combinan los temas del biorregionalismo y la justicia ambiental.
En algunas •otras biorregiones, como la costa noroeste, donde los radicales de
Primero la Tierra procuran reunir el trabajo y el ambientalismo en una política
ecológica de izquierda, la mayoría de la fuerza de trabajo activa es de la clase tra-
bajadora. En el traspatio mismo del autor, la región de la bahía de Monterey, en
California, una política de biorregiones se toparía de inmediato con el hecho de
que una gran parte de la población de las cuencas y las llanuras aluviales de los ríos
Salinas y Pájaro —ricas áreas agrícolas en las cuales los mantos freáticos descien-
7 Los ecologistas profundos no siempre son biorregionalistas, y los biorregionalistas pueden no ser
ecologistas profundos. Algunos biorregionalistas (por ejemplo Kirkpatrick Sale) se basan en la ecología
social de Bookchin. Sin embargo, entre la ecología profunda y el biorregionalismo existe una "afinidad
electiva", que aparece una y otra vez en los textos populares sobre esos temas.
UNA POLÍTICA VERDE ROJA EN ESTADOS UNIDOS? 337
en más cada año y el agua se saliniza más— no sólo son mexicanos o de origen
exicano, sino también proletarios: jornaleros agrícolas, obreros de las enlatado-
as y otros. Por lo tanto, un verdadero impulso hacia una identidad política y un
obierno biorregional, sensible a la estructura social de la región, pondrían auto-
áticamente entre las cuestiones prioritarias las relacionadas con la clase obrera.
tras biorregiones tienen, desde luego, diferente composición de clases, estructu-
as industriales e historias sociales, que determinan si la biorregión tiene algún
otencial para una política de clases, 8 que no pierda la dimensión ecológica-bio-
regional, definida en términos de un materialismo activo, ni el materialismo pasi-
o del puro determinismo ambiental?
La cuestión de una política y una visión ecológicas radicales o de izquierda es
odavía más complicada. Hasta ahora no se ha dicho nada acerca de las mujeres y
l feminismo, específicamente el feminismo ecológico. Si hay algo que creen todas
as ecofeministas, es que el mismo proceso histórico por el cual los varones llega-
on a pensar que podrían dominar a la naturaleza —el proyecto prometeico— es
ambién un proceso por el cual llegaron a pensar que podían dominar a las muje-
es. Cuándo y cómo y dónde y por qué ocurrió o se supone que ocurrió tal cosa es
uestión de debate entre las ecofeministas. Lo es también el grado de éxito real
ue han tenido los varones dominando tanto a la naturaleza como a las mujeres en
lgún sentido significativo de la palabra "dominar". Una cuestión especialmente
elicada es si las mujeres están "naturalmente" más próximas a la naturaleza y, por
o tanto, son más capaces de desarrollar una sociedad sustentable, o si esta identi-
icación de las mujeres y la naturaleza no es otra cosa que una comprensión o un
ábito derivado de la división sexual del trabajo, o si bien es alguna clase de cons-
iración masculina para equiparar la naturaleza, a la que se ve por un lado como
asiva y explotable, y por otro como salvaje, que requiere ser domada, con las
ujeres, vistas de la misma forma contradictoria. O las tres cosas. Lo que está cla-
o es que casi siempre han sido mujeres las principales organizadoras en el movi-
iento por la paz y militantes de primera fila de las acciones ecológicas locales,
desde el combate a la contaminación por asbesto en Estados Unidos hasta las al-
deas de India en las cuales las mujeres encabezan la lucha por agua, leña, comida
forraje.
Sobre un ejemplo de Italia véase Association for the Renewal of Bormida Valley, "The Bormida
Valley ecological project", Capitalina, Nature, Socialistn, 2, 3, octubre de 1991.
9 Un "materialismo activo" comienza con la actividad material humana configurada por las socieda-
des capitalistas de formas complejas de acuerdo con la ley del valor y de la división del trabajo social,
con formas culturales de cooperación definidas como fuerzas productivas, y con la "economía de la
naturaleza", vista también como fuerza productiva. "Materialismo pasivo" significa, en los términos más
simples, que las formas culturales humanas se ven como determinadas por condiciones ambientales o
naturales.
Según Engels el materialismo pasivo se basa en el materialismo mecánico de Newton, no en la cien-
cia evolutiva de Darwin, que se centra en el problema del *hombre" (la vida humana). Los biorregio-
nalistas tienden a no problematizar (es decir, a dar por sentada) la "vida humana" en cuanto tal.
338 JAMES O'CONNOR
Tal como ocurre con los movimientos por la justicia ambiental y el biorregio-
nalismo, no hay una posición teórica ni un personaje famoso asociado con el femi-
nismo ecológico. La gama de posiciones políticas es muy amplia. Bookchin y Com-
moner fueron inicialmente producto de la vieja izquierda que buscaba difundir a
todos el proyecto modernista. El movimiento por la justicia ambiental es en parte
importante producto del movimiento por los derechos civiles, y el biorregionalis-
mo es hasta cierto punto un desarrollo lógico de la misma ciencia de la ecología.
Pero el feminismo ecológico rechaza toda teoría y política totalizante, y está desa-
rrollando una teoría y una política de la "diferencia", que abarca desde el idealis-
mo y el misticismo hasta el socialismo y el anarquismo. No obstante, en un mundo
que consiste en capital y trabajo asalariado, es probable o, por lo menos, posible, que
el ala radical, materialista, del feminismo ecológico llegue a ser la de más influen-
cia en el movimiento, aunque sólo sea porque la condición material de las mujeres
de todo el mundo en la actualidad es muy inferior a la de los varones, y porque
sobre ellas recae cada vez más la carga del trabajo asalariado, y no sólo de la "repro-
ducción de la fuerza de trabajo". 1°
Las cinco tendencias políticas analizadas hasta aquí son críticas reales o poten-
ciales del capitalismo de Estados Unidos, y contienen un análisis de clase real o
potencial de lo que anda mal en el mundo y por qué, así como de lo que se puede
y se debe hacer al respecto.
El problema es que Estados Unidos es muy individualista, tanto debido a la
intensa influencia del individualismo inglés precapitalista en la cultura norteame-
ricana como porque la forma asalariada del trabajo y la forma mercancía de la satis-
facción de necesidades están desarrolladas al máximo en ese país. La tradición viva
de política de izquierda es débil en comparación con la de la mayoría de los países
desarrollados, la de potencias subimperialistas como México, Brasil e India, y la de
muchas otras naciones del Sur. Los visitantes verdes rojos que llegan a Estados Uni-
dos se sorprenden al encontrar tal abundancia de movimientos sociales; práctica-
mente todas las esferas de la vida están sujetas a profundo análisis y crítica por par-
te de determinados movimientos u organizaciones. Sin embargo, las ideologías del
individualismo, el pragmatismo, la falta de respeto generalizada (así como de inte-
rés) por la teoría política, la inexistencia de una izquierda coherente y la presen-
cia de una gran variedad de organizaciones verdes liberales y/o tecnocráticas,
conspiran contra el desarrollo de un movimiento político feminista verde rojo. Lo
hacen también los hechos de que Estados Unidos es un país racista, y grande, con
variaciones regionales culturales, económicas y ecológicas muy arraigadas, de
modo que no es sorprendente descubrir que las primeras señales de una política
verde roja coherente no apareciesen en Estados Unidos, y ni siquiera en Alemania
(que podría decirse es la patria del pensamiento y la práctica verdes de izquierda),
I° Mary Menor, "Eco-feminism and eco-socialism: Dilemmas of essentialism and materialism", Capi-
talism, Natura, Socialism, 3, 2, junio de 1992.
POLÍTICA VERDE ROJA EN ESTADOS UNIDOS? 339
más bien en aquellas naciones que representan los eslabones más débiles de
adena de mando capitalista del mundo: la Alianza en Nueva Zelanda» el Par-
de los Trabajadores en Brasil, y la nueva iniciativa feminista verde roja en Ita-
2 por ejemplo, donde los principios de la democracia se combinan con el deseo
evisar las fórmulas antiguas y los lemas agotados que han llevado a callejones
ticos sin salida.
o más importante en estos días es que los socialistas (incluidos los marxistas),
narquistas, las minorías oprimidas, los biorregionalistas y las feministas ecoló-
s se oigan unos a otros y presten atención a la forma en que están siendo escu-
dos. No hay una sola tendencia que pueda soportar el poder totalizador del
ital global y el cuasi estado mundial que forman los bancos centrales, el FMI, el
, el Banco Mundial y otras burocracias internacionales. Todas las tendencias
ecesitan mutuamente; no puede prevalecer ninguna visión parcial (y mucho
os sectaria). Para los marxistas esto quiere decir prestar tanta atención a las
stiones de la tierra y la comunidad, la raza y la etnicidad, el género y la ecolo-
como al lugar de trabajo, la mano de obra y la economía. Implica darle la
emaunción a lo que solía llamarse "marxismo ortodoxo" y dar el giro hacia un
xismo cultural y ecológico.
n el nivel de la epistemología es necesaria una revisión de la concepción ma-
alista de la historia porque no ha sido lo bastante histórica ni lo bastante mate-
ista; no fue lo bastante histórica porque Marx no tenía una teoría de la socie-
y la cultura más allá de la teoría del fetichismo de las mercancías y del capital
sarrollada más tarde en la teoría de la reificación de Lukács), ni lo bastante
erialista porque El capital no contiene una teoría de la naturaleza y la ecolo-
13 la teoría de Marx del capital, la lucha de clase y la revolución no contenía
verdadera descripción de los movimientos culturales ambientales, entre otras
nes posibles debido a que (en términos comparativos) no había en sus tiem-
movimientos significativos de estos tipos. Marx vivió y trabajó en un periodo
prano del desarrollo capitalista, cuando las revoluciones políticas contra el
guo régimen en Europa más o menos habían terminado y la revolución eco-
ica estaba muy avanza n El capital fue influido por la revolución política que
conomía industrial capitalista tenía que controlar y desarrollar, primero en
laterra, y difundida después a otros países y partes del inundo. Desde luego, la
1 Wayne Hope y Joce jesson, "Contesting new terrain: Red-green politics in New Zealand", Capita-
Natura, Socialista, 4, 2, junio de 1993.
2 Informe de un congreso, "Culture of the Left and Green culture — The challenge of the envi-
ental revolution in Italy", Capitalista, Natura Socialista, 4, 2, junio de 1993. Véase también Lena
hmuijlder, "What it mean to be Greenin South Africa", Capitalista, Natura Socialista, 4, 1, marzo de
.
3 Stanle-y Aronowitz, The crisis in historical materialista: Class, politice and cultura in Marxist Mem> Nue-
ork, Praeger, 1981. Capitalista, Nassau, Socialista ha publicado una serie de artículos sobre "marxis-
y ecología" que de diversas maneras procuran llenar estas lagunas.
340 JAMES O'CONNOR
mente bajas? ¿Por qué puede estar preparándose una crisis financiera y una depre-
sión mundial? ¿Cuáles serán los efectos de cualquier crisis económica mundial
sobre la desigualdad, el ambiente, la vida social? Para responder esta clase de pre-
guntas, la clave para lo que se quiera considerar la verdad es una teoría ecológica
marxista de la acumulación y la crisis del capital, la competencia, el mercado mun-
dial y así sucesivamente. En este sentido el anarquismo, el multiculturalismo, el
biorregionalismo y el ecofeminismo dependen, todos, de una visión ecológica
marxista.
El segundo sentido en el cual no todas las teorías son creadas iguales tiene que
ver con cuestiones normativas: ¿cómo debería ser la sociedad?; ¿cómo debería ser
la naturaleza?; ¿en qué clase de ambiente queremos vivir? Para los marxistas las res-
puestas estas preguntas dependen en parte de las respuestas a otra: ¿cómo debería
ser el Irak»? ¿Cómo deberían organizar los seres humanos su actividad material,
incluyendo la división del trabajo, y con qué fin? La razón es que el trabajo social
—producción, distribución, intercambio y consumo— determina lo que será la na-
turaleza, combinado o en conjunto con las propias "leyes del movimiento" de la
naturaleza, o lo que algunos llaman la "economía de la naturaleza". Cualquier
alternativa real a la racionalidad económica capitalista con respecto a sus efectos
tanto en la naturaleza como la sociedad requiere una cercana revisión de las divi-
siones actuales del trabajo industrial y social." Esto quiere decir que la cuestión de
la clase económica y social (o las divisiones sociales del trabajo) tiene que ser la
principal preocupación del programa político verde rojo. 15 Para ello el marxismo
brinda un poderoso método de pensamiento: para evitar lo inalcanzable, lo pura-
mente utópico, para eludir la simple expresión de deseos, el marxismo tiene la
capacidad de identificar lo que podría llamarse "inmanencia", es decir, qué movi-
mientos sociales y ecológicos tienen probabilidades de crecer y desarrollarse, y cuá-
les de morir en capullo. Por ejemplo, el movimiento sindical, tradicionalmente
definido, tiene el poder de reformar el capital pero no el de transformar a la socie-
dad, como pretendieran en alguna época muchos demócratas sociales (recuérde-
se que Marx no tenía una teoría de la sociedad capitalista per se). En contraste, sus
teorías de la proletarización y el empobrecimiento ("la ley general de la acumu-
lación capitalista") ayudan a explicar la "feminización de la pobreza", que es una
de las bases del movimiento de las mujeres, el cual ha demostrado ya que es capaz
14 Los enormes incrementos de producto por hora de trabajo durante los últimos doscientos años
se pueden atribuir a las divisiones del trabajo industrial y social y a los cambios tecnológicos asociados,
así como al uso de combustibles fósiles como forma de energía (según los trabajos recientes de Elmar
Altvater, en el siglo xx la productividad del trabajo ha sido impulsada por el uso de combustibles fósi-
les).
15 Por otro lado, para que los izquierdistas se ocupen de ecología per se
la naturaleza también debe
verse como su propio producto, como la "economía de la naturaleza". ¿Qué hay en la naturaleza, sobre
todo en la "segunda naturaleza" de hoy, que pueda ayudar a responder a la pregunta: para qué debe
ser el trabajo; por ejemplo "para la integridad de los ecosistemas", la "biodiversidad"?
342 JAMES O'CONNOR
de alterar los términos mismos del discurso que empleamos cuando hablamos de
política, de cambio social y de la buena vida. De manera similar, una teoría ecoló-
gica marxista de la capitalización de la naturaleza revela los sustentos materialistas
del movimiento verde.
Por último, el marxismo puede obtener más poder que cualquier otro método,
teoría o postura normativa cuando se trata de decidir políticamente qué clase de
sociedad y de ambiente son deseables y dignos de luchar por ellos. La tierra y la
comunidad pueden ser tan importantes como el lugar de trabajo y la mano de obra
en términos de avanzar hacia una forma de vida sensata y racional, más allá del
capitalismo. 18 El multiculturalismo y el feminismo pueden ser tanto o más impor-
tantes que el marxismo en términos de definir qué es o qué puede llegar a ser una
sociedad justa. El biorregionalismo es tal vez más importante que cualquier otra
tendencia teórica y política actual, cuando nos preguntamos en serio cómo quere-
mos vivir con la naturaleza y qué clases de naturaleza queremos hacer o transfor-
mar, cuáles queremos restaurar y qué tipos queremos dejar en paz. En este
momento de la historia una pregunta clave, que ni siquiera los mismos movimien-
tos sociales han tratado de manera sistemática, es cómo se están "subsumiendo", o
pueden hacerlo, todas estas corrientes teóricas (y prácticas). 17 "Lo que hay que
hacer" es no combinar las tendencias teóricas y políticas existentes que analizamos
en este capítulo de una manera arbitraria. No es ni deseable ni posible una con-
junción fácil entre rojos que son verdes, verdes que son rojos, minorías oprimidas
que son verdes, biorregionalistas que son feministas, feministas que son rojas, y así
sucesivamente. Por mencionar sólo un problema difícil, muchas feministas afirman
que tanto los rojos como los verdes ven la ecología como un objeto, no como un
sujeto, y por lo tanto señalan el peligro de que el movimiento verde rojo sigue
estando inserto en el discurso dominante sobre la ciencia (o el "cientificismo", el
culto de la ciencia). Por ello es necesario reconocer que existen hoy, en Estados
Unidos, múltiples tendencias verdes rojas, y por ende que, en la coyuntura actual,
probablemente sea poco realista esperar que se desarrolle un movimiento único.
Pero esto no tiene por qué disuadirnos de instar a la gente que trabaja por una
sociedad social y ecológicamente justa y sana a interrogarse sobre lo que en reali-
dad estamos haciendo en términos políticos, qué clase de efectos esperamos lo-
grar, qué tipos de barreras o límites tenemos frente a nosotros, qué alianzas podre-
mos entablar. Matt McCarten, que ayuda organizar la Alianza de Nueva Zelanda,
dijo durante una visita reciente que el sindicalismo de izquierda, los verdes, los
rs No quiero implicar que el pensamiento anarquista debería tener el mismo nivel que la teoría eco-
lógica marxista. Como escribió Paul Thomas, "La contradicción es, para el anarquista, un principio dua-
lista, casi maniqueo [...] Para Marx el capitalismo crea en ciertas formas las precondiciones de su pro-
pia trascendencia, precondiciones sobre las cuales hay que actuar", Paul Thomas, Karl Marx and the
(manidas, Londres y Boston, Routledge and Kegan Paul, 1989, p. 348.
17 Se han realizado unas cuantas alianzas tentativas entre movimientos por la reducción del uso de
sustancias tóxicas y organizaciones por la justicia ambiental, así como entre éstas y los biorregionalistas.
LÍTICA VERDE ROJA EN ESTADOS UNIDOS? 343
s maoríes y otros que integraban esa iniciativa política sólo se habían pues-
cuerdo en descartar las respuestas prefabricadas. "No tenemos respuestas,
eguntas." Esta cautela y esta disposición a cuestionar los supuestos básicos
l mundo pueden constituir la definición misma de un "progresista" actual.
utor fuese médico, y si nuestros movimientos fuesen pacientes que por razo-
sconocidas no logran terminar de curarse, ésta sería sin duda alguna mi
18
n palabras de Martin O'Connor, es esencial "en este momento, finales del siglo xx, que se ana-
que significa tener una coexistencia de muchas voces algo discordantes, que tienen en común su
o por el dominio del capital pero que no coinciden en muchos otros sentidos. Éste es un aspec-
ealismo, de las cosas que 'probablemente empeorarán antes de empezar a mejorar'."
embargo la necesidad de solidaridad frente al capital puede ser demasiado grande, dada la
configuración del poder, como para posponer una estrategia política unificada que pueda hacer-
te al capital global y al creciente cuasi estado global.
17
POLÍTICA DE LOS BAJOS
En toda justicia, Urban Habitat, además de otorgar este premio [Flatlands Multi
cultural Leadership], también tendría que recibirlo. En este caso los que produje.
ron el concepto político de "bajos" fueron las personas que trabajan para y con
Urban Habitat, incluyendo muchos organizadores comunitarios, activistas e inves
tigadores, entre ellos yo. Por eso quiero darle las gracias a Urban Habitat en dos
sentidos: uno por permitirme participar en el proyecto social de desarrollar el con
cepto de bajos, y el otro por seleccionarme (junto con otros) para expresar una
gratitud especial por "mi" contribución.
Y hablando de eso, ¿qué es política de los bajos?, o mejor dicho, ¿qué quier
decir política de los bajos?
En mi trabajo utilizo un pensamiento de tipo marxista (aunque no es el único),
así que, naturalmente, empecé con la lucha de clase. Como sabe la mayoría de
ustedes, a partir de los dos últimos años de la administración Carter la "Gran
Empresa" y las "Grandes Finanzas", aliadas con políticos de muchos colores, lanza
ron una especie de guerra de clases de los ricos contra los pobres, del capital con
tra el trabajo, de los suburbios contra la ciudad. La empresa, las finanzas y los
suburbios ganaron de lejos. Los ricos se volvieron más ricos y los pobres más
pobres; las empresas cosecharon más beneficios, en parte porque los salarios rea-
les de los trabajadores han estado estancados durante dos decenios o más, y en par-
te porque la inseguridad en el empleo no había sido tan grande desde la gran
depresión, y los suburbios han extraído más excedentes económicos de las ciuda-
des... aquí podría resultar más adecuada la palabra "botín".
Por fortuna el movimiento laboral, los grupos comunitarios y los pobres están
empezando a devolver los golpes; lamentablemente lo están haciendo por separa-
do, porque están divididos, tal como lo están los grupos de mujeres, de minorías,
ambientales y otros.
Hay muchísimas razones por las cuales el trabajo y las comunidades, a diferen-
cia de la clase política privilegiada, no han organizado sus protestas siguiendo lí-
neas de clase de abajo hacia arriba.
Una de estas razones tiene que ver con la actual hegemonía de otros dos tipos
de políticas de oposición: lo que a veces se denomina política de identidad, por un
lado, y lo que de manera abreviada llamamos política del lugar, por el otro, que son
las dos formas en las que en estos días se llevan a cabo las políticas progresistas.
El símbolo de la política de identidad son los colores del arcoiris. La política
identitaria se basa en las características culturales adscriptivas, cuasi adscriptivas y
[344]
poLÍTICA DE LOS BAJOS 345
palabras, los jóvenes están sufriendo una especie de "cercado de las tierras comu- ni
nes". Desde un punto de vista ambiental puede decirse lo mismo de la integridad n
ecológica de los bajos, que fueran una vez "tierras comunes" de los pueblos ohlo- e
ne, y que desde hace mucho han sido alambrados, divididos por las autopistas, las
es
fábricas, las unidades habitacionales sobrepobladas, etcétera.
Si vive usted en los cerros o en las ciudades que rodean la bahía, lo más proba- e
ble es que los bajos sólo se le aparezcan como un corredor de tránsito embotella- N
do y un espacio de problemas sociales. La próxima vez que vaya por la autopista a
que circunda la bahía tenga presente que está atravesando cuencas y ecosistemas el
antiguos, y que la integridad ecológica de la bahía misma depende de la salud e
ambiental de esos ecosistemas, así como de la nieve derretida de la Sierra Nevada.
Y piense también que los que ahí viven le hacen su trabajo sucio mientras residen ci
en medio de la contaminación, la congestión y el costo socioeconómico del racis-
mo y de una economía miope. g
La llanura, como corredor del transporte, es la base de una cultura del auto- d
móvil y el camión, antiecológica de muchas maneras obvias y también racista de a
maneras que no lo son tanto. Quiero decir que el impacto ambiental del auto t
recae de manera desproporcionada sobre la gente de color, los pobres y los tra- s
bajadores de bajos salarios, es decir, los residentes de los bajos. La contaminación q
sonora y del aire, los accidentes y los riesgos, la congestión y las salidas de las auto-
pistas que escinden los vecindarios, son algunos de los costos sociales del auto.
Además, como el valor de los bienes raíces está en relación inversa con la calidad t
del aire y la cercanía al tráfico vehicular intenso, la cultura del auto destruye el c
valor de las propiedades residenciales de esas zonas. Por otro lado, gracias a ese
mismo racismo y clasismo, los que resultan más afectados por el auto son los que
tienen menos posibilidades de comprar y mantener un buen coche. Como si los r
habitantes pobres de los bajos no sufriesen suficiente, hace poco el estado de Cali-
fornia decidió perseguir a los "contaminadores graves", en su mayoría dueños de
autos pobres y de clase media baja para reducir la contaminación del aire, en lugar
de atacar a los contaminadores industriales.
Si la economía "decide" que los habitantes de los bajos enfrenten una multitud
de problemas similares, el sistema político decide que no puedan hacer demasia- l
do al respecto, tan balcanizados están aquéllos en términos de límites políticos. La
economía va de norte a sur y, por así decirlo, es la que cava la fosa, mientras que j
la política va de este a oeste y le pone la tapa al ataúd. La balcanización política y la
preocupación por cuestiones especificas han representado barreras a la moviliza-
ción política conjunta de los habitantes de los bajos. Y esto ocurre pese a que en
este mismo instante las coaliciones contra los productos tóxicos están luchando
por liberar a sus comunidades de venenos industriales; los grupos de restauración
ambiental están remendando las cañadas; las comunidades están tratando de
manejar el legado de fábricas abandonadas y experimentar con los cultivos urba-
nos, la rehabilitación de viviendas y escuelas y las calles vivibles, y los grupos comu-
347
DE LOS BAJOS
, los sindicatos locales, los grupos ambientales y otros de los bajos se reú-
nean, deciden y evalúan estadísticas criminales y flujo de tránsito, logros
onales y posibilidades de empleo. Sin embargo la mayoría de los grupos
parados.
ue se requiere, diría yo, es una política regional de los bajos, una política
al la política identitaria y la política del lugar se fusionen, por decirlo así.
tante, en este momento, excepción hecha del movimiento por la justicia
tal, que combina los ideales del multiculturalismo con los de la ecología y
r de la comunidad local, quienes se ocupan de esos dos tipos de política
abajando en lados opuestos.
intentos previos de una política regional del área de la bahía de San Fran-
eron más o menos inútiles, simplemente porque ninguno de ellos —lo mis-
enía de arriba hacia abajo, del Consejo del Área de la Bahía, de la clase diri-
o de abajo hacia arriba, de los municipios que se han resistido a ser juguetes
sejo— reconoció a los bajos como un lugar distinto y especial. Esto se debe
n regionalismo basado en una política de los bajos no sólo sería multicul-
ecológico, en el sentido de unir la política de identidad y de lugar en una
ino que también se convertiría en una especie de política de clase, puesto
si todos los distritos de aquéllos son de clase trabajadora de ingresos bajos a
.
ho de otra manera, tanto los arcoiris como los verdes tienen que empezar a
e en serio los bajos si quieren avanzar hacia una verdadera sociedad multi-
l y ecológica. Y tomarse en serio los bajos implica dedicarse a una especie
tica de clases.
os verdes quieren proteger los cerros y salvar la bahía, como en efecto quie-
an a tener que hacer algo con los bajos. Si los arcoiris quieren lograr una
ad multicultural, que es lo que quieren, van a tener que esforzarse mucho
or desarrollar coaliciones y alianzas efectivas entre las muchas culturas pre-
en los bajos.
política ecológica se convierte así en una forma de desarrollar una política
ultural, y la política multicultural se transforma en una manera de desarro-
a política ecológica. El detalle adicional es que ambas presuponen una polí-
e clases, una política en la que los habitantes de los bajos, es decir, los traba-
es, desarrollen sus propias organizaciones y prácticas democráticas
nitarias, ambientales y del lugar de trabajo. Después de todo, tanto en su
io de trabajo como su comunidad tienen más conocimientos prácticos acerca
condiciones de vida ambientales y sociales que todos los planificadores buro-
os de la región juntos. Y lo que se necesita es aprovechar ese conocimiento y
izar y movilizar políticamente en pro de una estrategia de "isustentabilidad
ro!".
cual, finalmente, implica cuestionar, más pronto o más tarde, el poder de los
antes de los cerros que controlan el área de la bahía, así como la estructura
348
JAMES O'CONNOR
política balcanizada que impide una verdadera política de los bajos. "Finalmente"
puede no ser el mejor término, porque la política de los bajos apenas está comen-
zando. Y por eso no tengo manera de ponerle un verdadero fin a estas palabras de
agradecimiento. Usaría el término "reto" si nuestro presidente no lo hubiese vuel-
to banal, o la palabra "lucha" si la mayoría de
la gente no la considerarse terrible-
mente anticuada. Cuando no hay palabras adecuadas para un proceso social que
se está dando, lo mejor es no decir nada.
R
18
¿PENSAR GLOBALMENTE, ACTUAR LOCALMENTE?
HACIA UN MOVIMIENTO VERDE ROJO INTERNACIONAL
-
-
[349]
350
JAMES O'CONNOR A
vez más sus costos de producción hacia el ambiente. Mientras el aire, la tierra y el r
agua, así como las formas de vida complejas que estos elementos sostienen, lleva- m
ban la mayor parte de la carga de las nuevas prácticas globalizadas del capital, se i
producía también un cambio en la lucha de clase. Con la destrucción ecológica y
el advenimiento de una crisis ambiental global, aparecieron la comunidad local y la
organización no gubernamental (or4c), a medida que los movimientos verdes emu- l
laban las luchas del trabajo como fuerza de resistencia del capital (y a veces coin- d
cidían con ellas).
r
Los "rojos" han ido adoptando cada vez más uno u otro de los discursos "ver- u
des", y los "verdes" han tendido a inclinarse más hacia la izquierda. Cada vez más
sindicatos y partidos democráticos y socialistas están ocupándose de cuestiones ver- e
des, sobre todo en relación con la salud ambiental del lugar de trabajo y la comu- l
nidad. Más y más grupos ambientalistas básicos están planteando cuestiones de jus- s
ticia social y económica. Y más partidos verdes de izquierda (el más conocido de
los cuales es el de los verdes alemanes) se han creado en más países. Ahora resul- r
tan visibles, en el Norte y en el Sur, los esbozos de un movimiento verde rojo, que s
consiste en una variedad de organizaciones, movimientos e ideologías, desde los
más sectarios hasta los más abiertos y fluidos políticamente. 1
Uno se pregunta si es posible organizar un movimiento verde rojo internacio-
nal, una respuesta coordináda al capital global, para iniciar formas de vida nuevas,
democráticas, ecológicamente racionales y económica y socialmente equitativas. Si n
es posible vincular teórica y prácticamente los problemas económicos, sociales y
ecológicos de formas que faciliten vías y visiones de desarrollo alternativas del futu-
ro; superar la estrategia de dividir y conquistar del capital, que enfrenta al trabajo
con los ambientalistas, a los obreros urbanos con los pequeños agricultores, a los o
hombres contra las mujeres, a las mayorías con las minorías oprimidas y, final- d
mente, al Norte contra el Sur.
b
Una respuesta positiva a estos interrogantes requiere que los verdes (y los rojos) i
no sólo "piensen globalmente, actúen localmente", sino también que "piensen
localmente, actúen globalmente" y que, en última instancia, "piensen y actúen tan- o
to global como localmente".
n
Desde hace algunos años el lema "pensar globalmente, actuar localmente" ha
facilitado, en Estados Unidos y otros lugares, los movimientos por la paz, las cam- s
pañas antinucleares y hasta los movimientos de solidaridad. Para los verdes "pen- n
sar globalmente, actuar localmente" significa (entre otras cosas) "pensar en los r
efectos de lo que estás haciendo sobre el ambiente global". De hecho, cada locali- m
dad puede dejar una pequeña huella en el agotamiento global de recursos si orga-
niza programas para reciclar, reduce la contaminación de los océanos y economi- a
za agua potable exigiendo el tratamiento terciario de los desechos municipales, y
"
Véanse las contribuciones "Red Green politics", en Capitalista, Natura; Socialism, n
3, 2, junio de 1992,
y 3, 4, diciembre de 1992.
AR GLOBALMENTE, ACTUAR LOCALMENTE? 351
por el pensamiento global. ¿Cuáles son las razones básicas? Históricamente los
rojos se ocuparon de las relaciones sociales de producción y poder, e ignoraron las
relaciones entre sociedad y naturaleza; los verdes privilegian estas últimas en detri-
men to de las primeras. Muchas veces se puede leer "verde" como una simple inver-
sión histórica de "rojo".
Si se invierte el lema "pensar globalmente, actuar localmente", será más proba-
ble que los verdes desarrollen un discurso acerca de la destrucción y la recons-
trucción ambiental hacia una política global. La mayoría de las localidades son
fragmentos de la división del trabajo social en escala global, y a eso se debe que sea
tan importante la pregunta "¿Cómo constituye localidades el capitalismo mun-
dial?". En lugar de plantear una dualidad entre lo global y lo local los verdes pue-
den tratar de captar la forma en que las localidades existen sólo en relación mutua
y también con la totalidad de la economía internacional.
2
"Pensar globalmente, actuar localmente" también debe tomar en cuenta la rea-
lidad de que determinadas localidades se definen a sí mismas, o adquieren auto-
definiciones, tanto culturales como ambientales, de maneras que también están
constituidas por el capitalismo mundial. La vida de los bosques tropicales, y el valor
que les asignan los verdes, no sólo dependen de las condiciones de producción
forestal en el Sur y en el Norte, sino también de la totalidad de la oferta y la de-
manda mundiales de productos derivados de la madera que, a su vez, depende de
un complejo conjunto de conexiones internas entre utilidades, tasas de interés y
deuda, la industria global de la construcción, luchas sindicales, acciones ambien-
tales para salvar los bosques tropicales y los árboles originarios en el Norte y los
cambios técnicos de la industria forestal . 3 Regresando al ejemplo del reciclado
local de papel periódico, sus efectos dependen de un discurso generalizado sobre
la reducción de desechos, el reciclado en otras comunidades y estructuras de pre-
cio que pueden igualar o no el precio de costo del papel reciclado y los productos
de los molinos de papel y pulpa (en la actualidad se destinan más periódicos "reci-
clados" para rellenar terrenos que para producir papel). El potencial de la energía
solar en una localidad determinada no depende sólo del clima local sino también
de la composición de clase y de raza de la comunidad, la tasa de explotación de
combustibles fósiles, el estado de las rivalidades interimperialistas de los países pro-
ductores y consumidores de petróleo, la monopolización de la energía solar por
2 Por ejemplo, la centralización del capital financiero y la administración corporativa en Nueva York,
Londres, París, Francfort y Tokio han ido de la mano con la descentralización del capital productivo o
industrial, así como con la internacionalización de la producción de frutas y verduras frescas para los
mercados de lujo en esas y otras "ciudades mundiales". Otro ejemplo: cuando Fidel Castro, hace años,
describió La Habana como "la cabeza inflada en el cuerpo enclenque de Cuba", podría haber estado des-
cribiendo las relaciones mutuamente constituyentes entre la ciudad y el campo en todo el mundo.
3 Por ejemplo, véanse John Bellamy Foster, "The limits of environmentalism without class: Lessons
from the ancient forest struggle in the Pacitic Northwest", Ca_pitaiiray Nata" Soeiglitn., 4, 1, marzo de
1992, y Herb Thompson, "The forestry-logging-thnber industry in Papua New Guinea", Capitalino, Natu-
Soe ialisne, 3, 3, septiembre de 1992.
R ¿PENSAR GLOBALMENTE, ACTUAR LOCALMENTE?
353
os como los Amigos de la Tierra, los Teamsters y Clean Water Action —escribe Micha-
reiling— formaron parte de las dos coaliciones norteamericanas [contra el "rt.c] y reali-
n también esfuerzos por crearon vínculos internacionales junto con sus contrapartes
radicales, como Greenpeace y UE. Esos "puentes" estructurales hicieron posible así la
ación de un prototipo de la alianza amplia y progresista que probablemente resulte
saria para llevarnos más allá del proyecto neoliberal, y contribuyeron a una visión hacia
in. Las afirmaciones normativas básicas de esas redes requerían democratizar las rela-
es comerciales internacionales y someter el mercado y la acumulación de capital a nece-
des sociales. 6
onstruir un movimiento global requiere algo más que dejar de lado la política
aria y la "línea correcta", compartiendo mientras tanto la experiencia y el cono-
iento adquiridos durante más de un cuarto de siglo de luchas verdes. Depende
bién de reconocer que los mismos dirigentes del capital y de las instituciones
nómicas internacionales enfrentan problemas ambientales globales y se dan
nta de que su futuro económico depende de renovar o rehacer las bases eco-
cas de la tierra; por ello nos espera un largo periodo de retórica de desarrollo
tentable y restructuración de las condiciones de producción. Un movimiento
de rojo internacional tiene que hacerse cargo de esta retórica y restructuración
italistas, encontrar maneras de democratizar no sólo el comercio exterior sino
bién (cosa más importante) los movimientos de dinero y de capital especulati-
y desarrollar estrategias y tácticas lo bastante críticas y militantes como para
arar las horribles desigualdades del mundo y la terrible destrucción de las psi-
ogías globales. ¿Qué se puede perder? ¿Qué se puede ganar? Estas preguntas se
testan solas.
Hay por lo menos tres maneras distintas de teorizar acerca del movimiento ecoló-
gico y otros nuevos movimientos sociales: en términos de "derecho", de "deseos" y
de "intereses". En otras palabras, hay por lo menos tres discursos disponibles que
pueden usarse para discutir los movimientos sociales: las formas de discurso
legal/liberal democrática, cultural y político-económica. Por ejemplo, muchos tra-
bajadores afirman que tienen "derecho a saber" acerca de las sustancias peligrosas
del lugar de trabajo. Este "derecho" es evidentemente una cuestión legal/política.
Muchos biocéntricos y ecologistas profundos desean revolucionar el orden social a
fin de reunirse con la naturaleza de maneras revolucionarias. Este deseo es sin
duda (entre otras cosas) un asunto cultural. Y muchos ambientalistas se interesan
por tener más recreaciones ambientales como parte de su canasta de consumo o
paquete de niveles de vida. Éste es un asunto político-económico.
Estos ejemplos podrían multiplicarse y complicarse indefinidamente, pero
deben bastar para indicarnos que, sin importar lo que uno piense acerca de los
derechos y la legalidad y el deseo y la cultura, es tanto válido como necesario pen-
sar en intereses y en economía política. Esto no se dice con el deseo o la intención
de reducir un mundo complejo a términos político-económicos, cosa de la cual se
ha acusado a los marxistas... muchas veces injustamente. Más bien lo que pretendo
es demostrar qué clase de grupos pueden arrojar la economía política y la teoría
marxista sobre los movimientos sociales, entre ellos los ecológicos, con el propósi-
to de contribuir a su avance y desarrollo críticos. Por supuesto, lo dicho hasta aho-
ra es más bien una declaración de principios, necesaria en este campo minado que
conocemos como teoría de los nuevos movimientos sociales. Pero es algo más, es
también una defensa de la economía política.
Quiero teorizar sobre tos nuevos movimientos sociales en general y el movi-
miento ecológico en particular en términos de economía política, específicamen-
te del marxismo. Mi intención, por último, es llegar a una afirmación política, no
acerca de "derechos" o "deseos", sino más bien de "intereses".
La categoría clave es "condiciones de producción". Para Marx hay tres condi-
ciones de producción capitalista: externa o natural; general, comunal, y personal.
Hoy hablaríamos de ambiente, infraestructura y espacios urbanos y comunidad, y
fuerza de trabajo. Polanyi, en 77:e great h -ansformation, llamó a las condiciones de
producción simplemente "tierra y trabajo".
La definición de la condición de producción es todo aquello que no se produ-
ce como una mercancía de acuerdo con la ley del valor o con las fuerzas del mer-
[356)
LOS MOVIMIENTOS ECOLÓGICOS Y EL ESTADO 357
cado, pero que el capital trata como si fuese una mercancía. De acuerdo con esta
definición califican, sin duda, la naturaleza, el espacio y la infraestructura urbanos
y la comunidad, así como la fuerza de trabajo. Nada de esto se produce en las fábri-
cas y se lanza después al mercado mundial. La naturaleza es producida por la geo-
logía y la evolución, o por Dios o la intervención humana, o por las tres cosas jun-
tas; la fuerza de trabajo es producida por personas organizadas en familias, tribus
o estados; el espacio urbano es producido intencional y no intencionalmente por
patrones de inversión capitalista y políticas oficiales. Sin embargo las tres cosas se
- tratan como si fuesen mercancías, o lo que podríamos llamar "mercancías ficti-
y cias". Y las tres tienen un precio ficticio: renta de la tierra para la naturaleza y el
espacio urbano, salarios para la fuerza de trabajo.
o El mercado no decide la cantidad y calidad de las condiciones de producción
- disponibles para el capital, ni el momento y lugar en que estas condiciones están
s a disposición del capital. Pero el capital se emplea para tomar decisiones de mer-
cado. Si una empresa quiere una mercancía en general encarga lo que desea a otra
empresa. Esta mercancía se surtirá en la cantidad y calidad necesarias, en el
momento y en el lugar adecuados (si el mercado funciona), de acuerdo con los
n costos de producción y la demanda de mercado. Pero las empresas no pueden
hacerle un pedido a Dios si quieren más naturaleza o a todas las familias de la ciu-
dad de Nueva York si necesitan más fuerza de trabajo o a las autoridades de Los
Ángeles para tener un espacio ecogeográfico de otro tipo.
Si el mercado no regula la producción y distribución de las condiciones de pro-
ducción, ¿quién lo hace? Hay un organismo que regula el acceso del capital a la
naturaleza, el espacio y la tierra urbanos y la fuerza de trabajo. Este organismo es
el estado. En términos de política interna, el estado hace poco más que regular el
acceso del capital a las condiciones de producción, y con frecuencia participa en
la producción de las tres cosas, por ejemplo bajo la forma de una política para las
marismas, una política de zonificación urbana y una de atención a la niñez.
A lo largo de los decenios se han creado más organismos estatales y se ha amplia-
do la misión de la mayoría de ellos, porque, por un lado, la oferta de condiciones
de producción se ha ido volviendo más problemática con el tiempo y, por otro,
porque el capital está más organizado y racionalizado. En lo que a la ecología se
refiere, hay por una parte una naturaleza menos abundante, y el capital, por otra,
tiene más necesidad de un acceso organizado y racionalizado a la misma.
De lo dicho se deriva que cualquier teoría de la acumulación capitalista está
absolutamente incompleta sin una teoría del estado, de la provisión de condicio-
nes de producción y de las contradicciones de las mismas. En este sentido sigue
habiendo una gran laguna en economía política, porque aunque Marx identificó
las condiciones de producción no teorizó sobre ellas, y si bien los marxistas han tra-
bajado desde el punto de vista teórico una u otra de las mismas, lo han hecho siem-
pre sin referencia a las otras dos. Sólo desde la invención del ecomarxismo resulta
posible teorizar sobre las tres al mismo tiempo, en relación con los movimientos de
358
JAMES O'CONNOR
capital y también con los movimientos sociales, así como con las conexiones inter-
nas entre ambos.
También hay una laguna en la teoría de los movimientos sociales. Son pocos los
que han advertido la similitud francamente asombrosa entre los tres tipos de con-
diciones de producción y los tres tipos generales de movimientos sociales. En otras
palabras, los nuevos movimientos sociales parecen tener un referente objetivo en
las condiciones de producción: la ecología y el ambientalismo en las condiciones
naturales; los movimientos urbanos del tipo que analizaron Manuel Castells y
muchos otros en los setenta y principios de los ochenta en la infraestructura y el
espacio urbanos, y movimientos tales como el feminismo, que se relaciona (entre
otras cosas) con la definición de fuerza de trabajo, la política del cuerpo, la distri-
bución de la atención a los niños en el hogar, y cuestiones similares, en las "con-
diciones personales de producción".
En términos de Polanyi, los nuevos movimientos sociales pueden definirse como
la "sociedad" que lucha para evitar que las condiciones de producción se convier-
tan en mercancía; por ejemplo, en Estados Unidos, las costas y los derechos de los
indígenas sobre yacimientos minerales, los centros comerciales de las ciudades, y
los poderes de atención y la sexualidad de las mujeres. O pueden definirse como
la "sociedad" que lucha contra las formas específicas en que el capitalismo res-
tructura las condiciones de producción transformadas en mercancías, por ejem-
plo, las definiciones biotecnológicas de la agricultura sustentable frente a las defi-
niciones sociales y políticas; la construcción de rascacielos para oficinas frente a las
viviendas para gente de bajos ingresos, y la presentación de las mujeres como sim-
ples objetos sexuales, en los anuncios, frente a su presentación en roles que las
dotan de poder.
Me apresuro a añadir que todos estos movimientos, definidos en términos gene-
rales, tienen también sólidas dimensiones culturales y políticas/legales sobre las
cuales hay que teorizar asimismo de otras maneras. Ejemplos de ello son el femi-
nismo cultural, el biocentrismo/ecología profunda y la celebración posmodema
de la fragmentación cultural de las "ciudades del nuevo mundo". Se puede decir
que el feminismo cultural tiene algo que ver con la proletarización de la mujer,
con la nueva independencia económica de ésta, y demás, sin reducir este feminis-
mo a categorías económicas políticas; y que la ecología profunda tiene algo que ver
con evolución de la ciencia ecológica, que a su vez tiene que ver con el nuevo inte-
rés del capital por el ambiente, sin reducirla a categorías económico-políticas; y
que la nueva política de identidad de base urbana tiene que ver con la nueva divi-
sión internacional del trabajo sin reducir la posmodemidad a la economía políti-
ca. Pero sugiero que estos elementos culturales no se pueden explicar plenamen-
te desde el punto de vista de las ciencias sociales a menos que se preste cierta
atención a la economía política.
Por último, quiero sugerir mucho más enérgicamente que si alguien quiere teo-
rizar en torno a los nuevos movimientos sociales desde un punto de vista materia-
MOVIMIENTOS ECOLÓGICOS Y EL ESTADO
359
conscientes de sus metas políticas implícitas. Me apresuro a señalar que con el tér-
mino "estado" me refiero también a los organismos estatales internacionales, como
el Fondo Monetario Internacional (FMI). Si éste, por ejemplo, fuese un organismo
por elección, esto nos ayudaría a modificar o detener sus políticas monetarias peli-
grosamente reaccionarias.
Llevar adelante esta discusión requeriría analizar el discurso sobre los "dere
chos" tal como usan este término los demócratas radicales posmodernos. Y en la
medida en que los nuevos tipos culturales se desarrollan de la mano con los inte-
reses y los derechos, sería necesaria otra revisión del concepto de "deseo". Pero
esto nos llevaría a otros temas, más problemáticos.
LA
20 y
LA NUEVA ECONOMÍA GLOBAL Y UNA ALTERNATIVA v
le
c
ra
m
Este capítulo se propone teorizar en torno a un significado programático de los s
nuevos movimientos sociales en términos de una breve descripción de la economía n
global capitalista de hoy, así como de la capacidad inherentemente débil del siste- i
ma capitalista para preservar o mantener sus propias condiciones de producción ti
(en oposición a su demostrada capacidad de autoexpresión o acumulación de capi- s
tal). El propósito político es romper con el sistema del capital en expansión (o la p
práctica de ampliar la riqueza capitalista más allá de cualquier fin) e identificar una ta
alternativa a este sistema, ampliamente discutido y practicado dentro de los movi- T
mientos sociales. A falta de mejor nombre denomino a esta alternativa "¡Preserva- d
ción Primero!". Hay dos características que tal vez harán que mi enfoque resulte t
único e interesante: primero, una teoría de la economía global enmarca la discu- d
sión de la alternativa al "capitalismo realmente existente" que analizo; segundo, p
esta alternativa no sale totalmente madura de mi cerebro envejecido sino más bien l
de una interpretación de lo que creo son algunas de las demandas reales y, en algu- c
nos casos, definitorias, de los mismos movimientos sociales.
Quiero empezar recordando que en el Prefacio de esta obra señalo la declina- d
ción de los tres modelos económico-políticos que caracterizaron al Oeste, el Sur y b
el Este (el antiguo bloque soviético) durante gran parte del siglo xx. La planeación
socialista estatal en el Este, el desarrollo nacionalista en el Sur, y los estados de bie- s
nestar democrático social/keynesianos en el Oeste, en el contexto de una globali- d
zación económica y cultural, demostraron (o están demostrando) ser, cada cual a d
su manera, demasiado burocráticos e inflexibles, demasiado nacionalistas, dema- c
siado irrespetuosos con el "libre mercado" (léase "compañías transnacionales glo-
bales" y "capital financiero") y, por último, demasiado considerados frente a los n
intereses materiales de las poblaciones urbanas y las clases trabajadoras. c
El factor más importante que desintegró los viejos modelos (aparte de sus pro- (
pias contradicciones internas) fue la aparición de Asia en la economía mundial a b
partir de mediados de los setenta, cuando las tasas de crecimiento económico en c
el resto del mundo cayeron a la mitad o menos. Hasta mediados de los noventa el
modelo asiático de capitalismo autoritario, guiado por las exportaciones (autorita- t
rio en comparación con el Occidente liberal; guiado por las exportaciones en com- e
paración con los viejos modelos nacionalistas de desarrollo del Sur y del Este) fue
la locomotora que arrastraba el tren del economía mundial. Hasta 1990, cuando la l
economía japonesa cayó en picada (y hasta 1996, cuando los "tigres" asiáticos expe-
rimentaron una marcada declinación de la tasa de expansión de las exportaciones
[362]
A ECONOMÍA GLOBAL Y UNA ALTERNATIVA 363
n
monetarias especulativas de todas clases, en el nivel nacional y en el global, y por
lo tanto un aumento de los sectores de finanzas, seguros y bienes raíces en relación
con los sectores que producen verdaderos bienes y servicios, lo que plantea nuevos
l
peligros a la estabilidad financiera nacional e internacional. Por último, en un
mundo en el cual más países (incluyendo a Estados Unidos) están reorientando sus
-
economías hacia los mercados de exportación preferentes, se están volviendo más
probables las guerras comerciales, el proteccionismo y las políticas del mal vecino
(adviértase, por ejemplo, la exportación de desempleo de Estados Unidos a Japón
en 1993-1994, cuando la administración Clinton hizo bajar el valor del dólar fren-
te al yen). El mito difundido es que la nueva economía mundial es (o puede ser)
una máquina de crecimiento perpetuo. La realidad es que las contradicciones de
este modelo han provocado crecimiento lento en Occidente, el cual (como se
señaló antes) se difundió también a Asia bajo la forma de la prolongada recesión
japonesa de los noventa y de la reducción de las tasas de crecimiento de los tigres
en 1996. El semiestancamiento persiste también en Alemania y, en general, en la
Unión Europea, y en muchos PME latinoamericanos y asiáticos el crecimiento eco-
nómico se ha visto interrumpido periódicamente por crisis financieras (por ejem-
plo en México), desórdenes políticos (por ejemplo en Indonesia), costos urbanos
y ambientales cada vez más altos (por ejemplo en Taiwán), y locas subidas y baja-
das del mercado accionario (por ejemplo, entre otros países, en Chile).
Los gobiernos occidentales se han preocupado más por el crecimiento lento (y
por el aumento del desempleo o el descenso de los salarios) durante los noventa.
En Estados Unidos, donde el estancamiento de los salarios, la creciente inseguri-
dad económica, la marginación social y la desigualdad cada vez mayor del ingreso
atentan contra las tasas de crecimiento, el candidato presidencial Bob Dole pro-
metió reducir a la mitad el tiempo necesario para duplicar el producto interno
bruto per cápita en comparación con las proyecciones del presidente Clinton. Es
probable que el indicador más claro de la importancia asignada a la aceleración
del crecimiento en Estados Unidos y en el mundo en general se diese a mediados
de 1996, cuando el secretario adjunto de la Defensa de Clinton, Fred Smith, opinó
que "el crecimiento económico global es esencial para la seguridad nacional de
Estados Unidos".
El problema es que la política monetaria sigue concentrada en combatir la infla-
ción (no en ampliar las tasas de crecimiento), mientras que la política fiscal se está
acercando a un punto muerto. Los gobiernos de Europa (y el de Estados Unidos)
han tratado —con distintos grados de éxito— de reducir el desempleo (y en Esta-
dos Unidos de elevar los salarios estancados), por un lado, y los déficit presupues-
tales gubernamentales, por otro. Los déficit descartan las soluciones de tipo key-
nesiano al desempleo, mientras que éste (y los salarios estancados, en Estados
Unidos) impide las soluciones claramente neoliberales a los déficit. A los gobier-
nos les resulta políticamente dificil lo mismo aumentar el gasto para estimular la
demanda efectiva y hacer crecer el empleo y los salarios, que recortar el gasto para
366
JAMES O'CONNOR
1 Marc Breslow, "Is the U.S. making progrese, Dollars and Sense, marzo-abril de 1996; Breslow infor-
ma sobre un estudio del grupo Redefining Progress, con sede en San Francisco.
LA NUEVA ECONOMÍA GLOBAL Y UNA ALTERNATIVA
369
Nahl
: A Marxian analysis", CoPitalis"
2 Stephen Horton, "Value, waste, and the buitt
re, Sodalism, 8, 2, junio de 1997.
370 JAMES O'CONNOR
n que atesoran y luchar por los derechos de las generaciones futuras y de los opri-
midos de las generaciones actuales al acceso a diferentes tipos de recursos. Los ver-
as des de todos los matices que luchan por conservar y preservar (batalla muy dife-
e- rente de la de los socialistas tradicionales por aumentar la producción) dan la
el impresión de que podrían ser sólidos partidarios de iPP!
es Comunidad: también los movimientos comunitarios urbanos y rurales ejempli-
n fican la práctica de ¡PP! En una época de decadencia urbana y subversión de la
s comunidad los temas de seguridad pública, vivienda, congestionamiento, conta-
a minación, desigualdad y pobreza, especulación con la tierra, gente sin hogar y
el organización cultural de lo "rural" se están afirmando como nunca antes. Ya no
a. sólo los barrios bajos de las ciudades sino también más suburbios y pueblos están
- tratando de rehacer las cosas, de restaurar y preservar una existencia humana
- decente, de crear comunidades viables con infraestructura social y física útil al ser-
y vicio de valores comunitarios elevados. En un momento en el que las comunidades
- están siendo reclutadas en la guerra del capital, de todos contra todos (para vol-
r- verse de hecho capitales comunitarios), hay una gran variedad de luchas para rein-
ventar la comunidad.como tal. El "comunitarianismo" de Amitai Etzioni ilustra una
e variación sobre el tema de ¡PP! Señalando la declinación de la socialidad, Etzioni
s hace un llamado a que la gente "comprometida con la creación de un nuevo orden
s moral, social y público restaure las comunidades". En cuanto a la infraestructura
n fisica, grupos de planeación como el California Planning Roundtable, que se basan
o en el supuesto de la subutilización de la infraestructura existente, proponen un
o desarrollo de alta densidad para preservar los cinturones verdes y promover las
- viviendas eficientes en términos de energía.
- Finalmente, el mismo sitio de trabajo ejemplifica una clase de práctica de ¡PP!
, La producción está cada vez más regida por los imperativos del capital financiero
l (y es cada vez más de alcance global), con los consecuentes efectos negativos sobre
a la salud y la seguridad en el lugar de trabajo, las relaciones de trabajo y las relacio-
- nes de producción general. Resulta significativo, por lo menos simbólicamente,
- que uno de los sindicatos que crece con mayor velocidad en Estados Unidos, el
Social Service Employees International, esté impulsado en parte por su campaña
Justice for Janitors [justicia para el personal de mantenimiento], un movimiento
- de los trabajadores de mantenimiento.
En realidad muchas, si no todas las piezas de lo que el australiano Ted Trainer
- llama la "sociedad conservacionista", una forma de vida equitativa, socialmente jus-
a ta y sustentable, están ya colocadas. Hay buenos modelos para criar a los hijos, a
condición de que los padres tengan el tiempo y los recursos necesarios para poner-
s los en práctica. Lo mismo puede decirse del amor: qué diferente sería el mundo si
el conocimiento acumulado sobre cómo amar recibiera el mismo trato que los
deportes profesionales. Hay reglas de educación básica conocidas y sumamente
e subversivas para los jóvenes; por ejemplo, no hacer que los estudiantes se vuelvan
hacia la autoridad para resolver problemas que pueden solucionar entre ellos
374 JAMES O'CONNOR LA N E
Sheasby, "Inverted world: Rad Marx on estrangement of nature and society", inédito.
21
¿QUÉ ES EL SOCIALISMO ECOLÓGICO?
INTRODUCCIÓN
Los socialistas, siguiendo a Marx, han venido diciendo durante un largo tiemp
que el capitalismo subordina el valor de uso al valor de cambio y también el traba
jo concreto al trabajo abstracto, y que por ello la producción capitalista es par
obtener utilidades, no en función de las necesidades. En el capitalismo lo cuanti
tativo, por decirlo así, triunfa sobre lo cualitativo. Irónicamente, por lo general la
práctica socialista ha consistido en luchas por mejores salarios, menos horas de tra
bajo, pleno empleo, control de las rentas, subsidios a los pequeños agricultores y
así sucesivamente, es decir, lo que puede llamarse "justicia distributiva". Los socia
listas han tenido una crítica teórica cualitativa y (con excesiva frecuencia) una
práctica política cuantitativa. Por lógica la crítica socialista tradicional del capita
lismo debería conducir a la "justicia productiva". En los hechos, ha llevado
demandas de justicia distributiva. Los socialistas han criticado las relaciones de pro-
ducción capitalista y tratado después de reformar las relaciones de intercambio
capitalistas.
Así, el socialismo ha negado sus propios principios básicos. Ésta puede ser una
de las razones por las que la palabra ha desaparecido del vocabulario de los movi
mientos radicales (sin aparecer nunca en el de los nuevos movimientos sociales)
La causa próxima de la desaparición del concepto de socialismo son los fracasos
económicos, morales y de otro tipo del ex socialismo real en el Este; la desapari-
ción de modelos de desarrollo nacionalista de tipo socialista en el Sur (por ejem
plo el modelo de la India de Nehru), y la pérdida de legitimidad/debilidad políti
ca de los estados keynesianos del bienestar socialdemocráticos en el Oeste (tal vez
el más avanzado en Nueva Zelanda, el menos avanzado en Alemania). Los tres
modelos de desarrollo se autodestruyeron económicamente, en el sentido de que
sus éxitos económicos crearon problemas que no se podían manejar en términos
racionales dentro de los límites de sus respectivos modelos, así como ideológica-
mente, porque los tres equiparaban el socialismo y la democracia social con el esta-
do-nación y el nacionalismo, y con las formas estatistas en general. Obsérvese qué
fácil es aplicar la crítica neoliberal del estado parí passu al estado como tal. La des-
legitimación del socialismo es la deslegitimación del estado, y viceversa.
Como era de esperar, al (gran) vacío político resultante se han precipitado
diversas ideologías y prácticas no estatistas y antiestatistas: el neoliberalismo, desde
luego, pero también el populismo, el comunitarianismo, separatismos de todos
[376]
¿QUÉ ES EL SOCIALISMO ECOLÓGICO? 377
tipos, renacimientos étnicos y religiosos con base regional, anarquismo y otras for-
mas de localismo y la simple criminalidad.
Cabe preguntarse si es posible, o incluso deseable, revivir la idea del socialismo
y rescatarla, primero, de su enfoque práctico en la reforma cuantitativa y la justi-
cia distributiva, remplazándola (o suplementándola) con reformas cualitativas y
justicia productiva; y, segundo, de la asociación ideológica con el nacionalismo y el
estatismo. Creo que no sólo es posible y deseable sino también esencial para
poder volver a conceptualizar el socialismo sobre tres bases: un enfoque práctico
de la crítica cualitativa del capitalismo, incluyendo la "justicia productiva"; una crí-
po tica teórica y práctica del estado capitalista, a saber, la democratización del esta-
a- do, y un internacionalismo inequívoco. Esa teoría y esa práctica se presentarían
ra como 'una alternativa tanto al neoliberalismo como a las muchas variedades de lo-
i- calismo vigentes ahora. Es más, afirmaría que muchas de las luchas sociales de hoy
a —si no todas— lo mismo en los países y regiones sobredesarrollados que en los
a- subdesarrollados, se concentran de hecho en la crítica del trabajo concreto/valor
y de uso (incluyendo el uso de la tierra y, en general, de la naturaleza), por un lado,
a- y en la creación de "burocracias populares" y una práctica internacionalista, por
a el otro.
a- Las luchas por la tierra (por la naturaleza en todas sus manifestaciones) son
a hoy prácticamente universales, desde las simples batallas "salven nuestros cintu-
- rón verde/vida silvestre" hasta elaborados intentos de restaurar la diversidad eco-
o lógica. Las luchas por el trabajo concreto también son universales: se ha cuestio-
nado una gran diversidad de tecnología capitalista, desde la energía nuclear hasta
a las computadoras personales; el trabajo tiene una gran experiencia con las cues-
i- tiones de salud y seguridad ocupacionales, y los expertos han producido una gran
). bibliografía al respecto; las luchas laborales "contra la productividad" y la tecno-
s logía fordista, en los sesenta y los setenta, contribuyeron a obligar al capital a
- adoptar "el trabajo en equipos", los "círculos de calidad" y cosas por el estilo en
m- los ochenta y los noventa. Por último, las luchas acerca de los valores de uso fina-
i- les (bienes y servicios para el consumidor) se han vuelto casi universales: por
z ejemplo, la naturaleza de la atención a la salud y de la educación; el auto y la cul-
s tura del auto; la televisión y los medios, así como la cultura de la televisión; las
e viviendas ineficientes en términos de energía; los alimentos repletos de sustancias
s químicas; una diversidad de productos criticados por las feministas... entre
- muchas otras cosas
De hecho me resulta difícil identificar una lucha centrada en un asunto único
que no se proponga (al menos subtextualmente) democratizar el estado y/o que
- no tenga un componente internacional (cuestiones que no se comentan en este
capítulo).
o
378
JAMES O'CONNOR
Por último, dada la naturaleza autoexpansiva del valor y del capital (las utilida-
es son tanto el medio como el fin de la actividad económica), junto con la forma
ercancía de satisfacción de las necesidades, la sustentabilidad del capitalismo pre-
upone que la demanda de mercado (necesidad) de valores de uso finales (bienes
e consumo) también tiene que ser autoexpansiva. En este sentido, en el capita-
ismo la necesidad básica es de más y más dinero (recuérdese que cuando a Sam
ompers le preguntaron qué querían los trabajadores, su respuesta fue "Más.")
2
La descripción que hace Marx de los cambios en el proceso de trabajo, de la "cooperación simple"
a la "industria moderna", ilustra el salto cuantitativo de la productividad del trabajo debido a las com-
plejas formas "modernas" de cooperación mediadas por la maquinaria.
3
Si bien todas las "categorías económicas" de la teoría del capital de Marx funcionan como cate-
goda al mismo tiempo económica y sociológica (por ejemplo, S/V es un indicador del poder del capi-
tal sobre el trabajo y también la medida de la crisis potencial de realización), Marx no desarrolló su teo-
entre trabajadores y capitalistas, trabajadores y terratenientes, etc.
ría en términos de relaciones de clase y realizó
En otras palabras, inventó un brillante método para estudiar las antinomias del capitalismo,
después un análisis económico que no tomaba en cuenta ese método. La "lucha de clase" per sesólo ocu-
pa un lugar esencial en su teoría para la determinación de las horas de trabajo.
el valor de uso de los insumos productivos en su análisis de la "crisis del algo-
4 Marx se concentró en
dón" en Gran Bretaña durante la guerra civil de Estados Unidos. Pero a finales de los sesenta y en los
setenta, por ejemplo, los economistas marxistas (entre ellos yo mismo) que desarrollaron diferentes
tipos de teorías de "compresión de los salarios" o "presión de las utilidades" para explicar la desacele-
ración económica, fueron duramente criticadas por los marxistas ortodoxos que empleaban un análi-
sis más del tipo de la teoría de sistemas de la "tendencia a la disminución de la tasa de utilidad" en sus
época. Marx identificó también prácticas capitalis-
explicaciones de los problemas económicos de esa
382 JAMES O'CONNOR
Hay una gran excepción a la afirmación de que Marx se concentró casi exclu-
sivamente en el trabajo abstracto (producción de valor) y el valor de cambio (rea-
lización del valor). Se trata de su tema de que "todo lo que es sólido se vuelve aire",
de que la difusión de las relaciones de producción capitalistas (Polanyi haría énfasis
en la conversión en mercancías de la tierra y el trabajo, así como del patrimonio de
una comunidad), subvertía la comunidad al atomizar a los individuos y volverlos
glóbulos egoístas de deseo. Marx, como todos los socialistas del siglo xix, apunta-
ba contra el monopolio de la clase capitalista de la propiedad de los medios de
producción, y por ende al requisito de que la mayoría de la gente vendiese su fuer-
za de trabajo para sobrevivir, como la forma y al mismo tiempo la restricción más
visible de la libertad y como la principal barrera para llegar a una sociedad coope-
rativa. Si bien Marx veía la sociedad industrial como la condición previa para la
abolición de la desigualdad y la pobreza (que en último análisis dependía del
derrocamiento del capitalismo y el establecimiento del socialismo), también iden-
tificaba el movimiento de la clase obrera como el principal instrumento para
reconstruir la comunidad y, por lo tanto, para ponerle fin al impacto destructivo
del capitalismo sobre las relaciones humanas. Marx (y otros socialistas) parecían
creer que un desarrollo libre de crisis de las fuerzas productivas, una distribución
más equitativa del ingreso, y el restablecimiento de la comunidad a través del movi-
miento de la clase obrera, eran mutuamente interdependientes. (Durkheim soste-
nía que un sistema económico racional, es decir, la integración de un sistema, era
una cosa, y que la integración de los individuos en funciones o roles del sistema, es
decir, la integración social, era otra muy diferente. Sin embargo incluso él, poco
antes de morir, pensó que estaba viendo cómo evolucionaban los elementos de la
solidaridad social o integración social en el movimiento laboral francés.) No sólo
los marxistas, sino también los socialistas gremialistas, los sindicalistas y otros creían
que la propiedad y el control de los medios de producción por parte de los traba-
jadores era tanto la senda hacia una economía libre de crisis como el medio para
restablecer la comunidad. El mismo movimiento laboral luchaba por obtener sala-
rios más altos, horarios más cortos y, en general, reformas económicas, pero al mis-
mo tiempo destacaba la importancia de la solidaridad, de la organización de socie-
dades mutuales y otras actividades que volverían a crear una comunidad en el seno
de la clase trabajadora (o de una parte de ella) .
tas irracionales y destructivas en relación con la tierra y el trabajo (por ejemplo la agricultura que ago-
taba los suelos), así como bienes de consumo nocivos (por ejemplo los materiales de construcción de
gran parte de las viviendas de la clase obrera).
5 Tanto los socialistas como los movimientos laborales del siglo XDC
se veían a sí mismos como críti-
cos prácticos del liberalismo (los primeros, en general, en el nivel de la política, los segundos normal-
mente en el nivel del mercado de trabajo y el lugar de trabajo). El trabajo veía al socialismo como la
realización del liberalismo en el sentido de que el crecimiento económico sin crisis, el pleno empleo,
etc., harían que se concretase la promesa formal (legal) de libertad e igualdad. Marx, y tal vez la mayo-
EL SOCIALISMO ECOLÓGICO?
383
ien Marx y sus seguidores hacían énfasis en el tema de la calidad de las rela-
sociales (movimiento laboral, comunidad, mutualismo, etc.) , no problema-
sistemáticamente ni las fuerzas productivas (maquinaria, habilidades especia-
.) ni las "fuerzas reproductivas" (bienes de consumo como valores de uso
producir la fuerza de trabajo). Más aún, aunque Marx y Engels tenían cosas
antes (y condenadoras) que decir acerca de los efectos del capitalismo sobre
uctividad de suelos y bosques, las viviendas míseras, la contaminación urba-
destructivos efectos físicos y mentales de ciertos tipos de trabajo concreto,
ijeron muy poco acerca de las luchas sociales y políticas engendradas por el proceso de
, por ejemplo las protestas contra la contaminación, contra las condiciones
ajo peligrosas e insalubres, y así sucesivamente. Mantuvieron el mismo silencio
as protestas que se dirigían a valores de uso determinados,por ejemplo contra la car-
mal estado, contra las vecindades y otras por el estilo, y también sobre las
as para preservar el patrimonio de la sociedad de formas tradicionales (por
lo las reservas de alimentos).
realidad esta laguna es muy sorprendente. Si bien Marx y la mayoría de los
istas hicieron énfasis en el tema de la "comunidad perdida", pocos plantea-
estiones directas respecto a las precondiciones de la comunidad. ¿Qué clase
unidad eran capaces de formar los obreros abrumados por diversos tipos de
o concreto? ¿Son capaces de autogobernarse los trabajadores-víctimas?, y así
vamente. Un paso lógico para los socialistas sería la batalla por socializar (en
ción a nacionalizar) la industria, para luego reformar o revolucionar los pro-
de trabajo de manera tal que en el lugar de trabajo se produjese (reproduje-
ser humano más pleno y más desarrollado.
luso quienes trataron de plantear interrogantes acerca de los efectos nega-
e cómo se producían las mercancías fueron incapaces, en general, de plan-
reguntas similares sobre los efectos de las mercancías (valores de uso) que
ducían. Adelantándonos a nuestro análisis, el tipo de crítica teórica y prác-
el automóvil y la cultura del automóvil, por ejemplo (individualismo extre-
o del bienestar físico y mental de los trabajadores que se pasan todo el día
enados a una computadora (síndrome de estrés repetitivo) —tan dominan-
—, estaba relativamente poco desarrollado en la época de Marx (desde lue-
s valores de uso y los procesos concretos de trabajo eran muy diferentes hace
lo o más).
síntesis, si bien Marx demostró brillantemente las causas sistémicas de los
salarios, el desempleo, la mala distribución de la riqueza y el ingreso, y así
los socialistas, creían que el capitalismo estaba impulsado, inherentemente, por motivos egoístas
por definición, destruía la comunidad "tradicional". Pero tanto el campo reformista como el
cionario hacían hincapié en la necesidad de restablecer las relaciones sociales humanistas y la
idad; un lado veía al estado social demócrata (del bienestar) como encarnación de este nuevo
nismo y de la comunidad, el otro lo rechazaba como una forma más de enajenación y explota-
384 JAMES O'CONNOR
sucesivamente, y con igual brillantez teorizó sobre las luchas de los trabajadores,
las protestas de los pobres engendradas por los bajos salarios y demás, no parece
haberse interesado por las luchas organizadas en torno a la naturaleza del traba-
jo concreto, el uso de la tierra y el valor de uso. Su discusión (y participación) en
la lucha por reducir la jornada de trabajo y en contra de la aceleración del mismo
parecerían ser la excepción. Sin embargo se trataba de luchas cuantitativas (como
la del salario), en el sentido de que tenían que ver con la cantidad de tiempo tra-
bajado y la velocidad a la que se veían obligados a laborar los obreros. En los tex-
tos de Marx los combates al proceso de trabajo, la tecnología, la división entre tra-
bajadores manuales y mentales, el uso de la tierra y así sucesivamente, por un
lado, y por la naturaleza de la vivienda, los alimentos, la contaminación del aire y
el agua en las ciudades y demás, por el otro, llaman la atención por su ausencia.
Esto se puede explicar de una de dos maneras. Primero, es posible que en la
época de Marx estos tipos de luchas cualitativas (en contraste con las cuantitativas)
no estuviesen lo bastante bien desarrollados como para merecer su atención. Sin
embargo los historiadores sociales, económicos y ambientales sugieren que en rea-
lidad no era así. A principios del siglo xix había conflictos por las prácticas fores-
tales en los Alpes (que producían erosión, así como ciclos de inundaciones y se-
quías); luchas contra la tecnología (luditas), por la vivienda, y otras. Además, los
socialistas no marxistas sí plantearon temas tanto del trabajo concreto como del
valor de uso, y señalaron diversos tipos de conflictos en torno a los mismos. El owe-
nismo, entre otras cosas, fue una crítica del trabajo capitalista concreto y alentaba
la esperanza (así como en contados casos la realidad) de una alternativa más huma-
na. El socialismo gremial sostenía una crítica tanto estética cuanto moral del capi-
talismo (por ejemplo Ruskin y el movimiento de artes y oficios). Los fabianos con-
tribuyeron a reformar la educación y la provisión de la infraestructura pública o
social. (Cabe señalar que la crítica del trabajo y del valor de uso contiene, inhe-
rentemente, alternativas a los procesos de trabajo y estructuras de consumo capita-
listas.) Una segunda explicación es que, mientras que Marx identificó muchos de
los males sociales específicos de su tiempo y también fue consciente de muchas de
las luchas por reformar el uso de la tierra y del trabajo, dejó de lado su importan-
cia política. Sólo las relaciones cuantitativas del capitalismo (podría haber afirma-
do) estaban expuestas a la crisis y, por consiguiente, contenían tanto la esperanza
como la necesidad de un cambio social y político radical. Las luchas por el trabajo
concreto y los valores de uso, como tales, podrían haberse visto como algo local o
específico, es decir, incapaz de unir a la clase obrera como podían hacerlo (y lo
hacían, a veces) los combates por los salarios y jornadas de trabajo. Cualquiera que
sea la verdad, una mera explicación al estilo Polanyi-Marx no alcanza a explicar
estos temas; es cuestión para un marxólogo que sea también historiador social y
económico.
¿QUÉ ES EL SOCIALISMO ECOLÓGICO? 385
Resulta irónico que mientras los socialistas han venido diciendo durante largo
tiempo que el capitalismo subordina el valor de uso al valor de cambio, y que la
producción capitalista es en pro de las utilidades, no de las necesidades (crítica
cualitativa), la práctica socialista haya consistido en luchar por salarios más altos,
jornadas más cortas, pleno empleo y cosas similares (todas las cuales son prácticas
cuantitativas). Yo uso el término "socialismo ecológico" para distinguir las teorías y
los movimientos que procuran subordinar el valor de cambio al valor de uso y el
trabajo concreto al abstracto, es decir, organizar la producción en pro de las nece-
sidades (incluidas las necesidades de desarrollo personal de los trabajadores), no
de las utilidades. Así definido, el ecosocialismo analiza en tanto problemas tanto el
proceso dé trabajo capitalista como la estructura de valor de uso y de necesidades
(consumo). En este sentido, procura hacer que el socialismo tradicional esté a la
altura de sus propios ideales críticos.
La ironía que señalamos en el párrafo anterior puede explicarse, en parte, por
la incapacidad del socialismo tradicional de problemathar las condiciones de pro-
ducción o "la tierra" y "el trabajo", términos que usó Polanyi para designar las mer-
cancías ficticias, es decir las cosas que se tratan como si fuesen mercancías pero que
no se producen como tales. Con respecto a los "verdaderos" valores de cambio
(por ejemplo el acero laminado, los autos), el mercado se ocupa de que las canti-
dades y cualidades deseadas de una mercancía específica se produzcan y asignen a
los compradores correctos en el lugar correcto y en el momento correcto. Aquí el
mercado funciona como un conjunto complejo de coordenadas de producción y
consumo. La demanda de utilidades rige la demanda de determinados bienes de
capital (valores de cambio) y la demanda social (necesidad) de vivienda, transe
te, alimentos y demás rige la demanda de bienes de consumo (valores de uso).
Sin embargo el mercado no desempeña ese papel sistemático en la oferta de las
condiciones de producción, como por ejemplo determinado tipo de fuerza de tra-
bajo, suelos, agua, espacio urbano e infraestructura. Si bien la tierra (y la "natura-
leza") y los mercados de trabajo contribuyen a determinar la asignación de ciertos
insumos, poco tienen que ver con la producción (y reproducción) de los mismos. De
hecho la producción de las condiciones de producción presupone un vasto siste-
ma de educación privada y pública, laica y religiosa, inferior y superior, técnica y
no técnica; un sistema complejo de reglamentación ambiental del uso del suelo, la
agricultura, la explotación forestal y demás, y otro sistema complejo de planeación
del transporte urbano, zonificación, etcétera.
El carácter específico del sitio de la tierra (naturaleza) y el carácter "específico
de la persona" de la fuerza de trabajo individual, junto con la ausencia de un ver-
dadero mercado para cualquiera de los dos, significa que la cuestión de los valores
de uso tanto de la tierra como del trabajo adquiere una notable importancia. El
estado no tiene que pensar demasiado respecto a la producción y asignación de
JAMES O'CONNOR
laminado, por ejemplo, pero tiene que preocuparse por la producción/ re-
ucción de una fuerza de trabajo calificada, de usos alternativos de la tierra
raleza), la zonificación del espacio y así sucesivamente.
socialismo tradicional tiene que ver con la producción y reproducción del
al. El socialismo ecológico se relaciona con la producción/reproducción de
ndiciones de producción. Tiene, entonces, un alcance más amplio, es decir,
niversalista, que el socialismo tradicional. Pero es también más particularista,
sentido de que se ocupa, por ejemplo, de los problemas de salud de grupos
íficos de trabajadores, los problemas de contaminación en ciertas comunida-
los problemas de zonificación en determinados distritos, etcétera.
i idea del ecosocialismo no sólo es que el trabajo concreto (trabajo y tierra) y
os valores de uso/necesidades deben ser criticados, sino que de hecho son cri-
os por los movimientos sociales. En este sentido el ecosocialismo no es, estric-
nte, una posición normativa sino más bien un análisis positivo de las condi-
s socioeconómicas y la inminencia. Lo que se afirma es que muchos —si no
— trabajadores, minorías oprimidas, comunidades, ambientalistas y otros que
cipan hoy en las políticas de identidad y las políticas de lugar (incluyendo las
itio de trabajo) están luchando, de hecho, por subordinar el valor de cambio
lor de uso y la producción en pro de las utilidades por la producción en pro
s necesidades.
ás específicamente, el ecosocialismo es la crítica teórica de las formas en que
laciones de producción capitalistas influyen sobre las fuerzas productivas
nidas como tierra, energía, materias primas, tecnología, maquinaria, habili-
s especiales, organización del trabajo y otros medios y objetos de producción,
bién como vivienda, transporte y otros medios y objetos de reproducción o
mo). Además, el ecosocialismo es la crítica práctica de esas fuerzas producti-
reproductivas definidas en términos de los movimientos/luchas sociales por
ficar o abolir estas fuerzas sobre la base de otras opciones de tecnología, rela-
s de trabajo, modos de transporte, organización para la crianza de los hijos y
s.
uienes han observado los "nuevos movimientos sociales" no han prestado
iente atención a los objetivos específicos de estos movimientos, en especial a
ma en que cuestionan toda una variedad de usos de la tierra, procesos de tra-
y valores finales de uso. De hecho los movimientos sociales están cuestio-
o las prácticas de uso de la tierra en la ganadería, la producción de alimen-
a de materias primas (el algodón, por ejemplo), la explotación forestal y la
ría (por ejemplo la minería de superficie). Abundan las críticas a las prácti-
e uso del agua, por ejemplo la pesca con buques-fábrica, la contaminación
s mantos freáticos, los lagos que mueren por la lluvia ácida y así sucesiva-
e. Existen críticas prácticas de procesos de trabajo tan distintos como los de
dustrias petroquímica, de papel y pulpa, de energía nuclear y otras industrias
enes de capital, y también en una diversidad de otras del sector secundario,
EL SOCIALISMO ECOLÓGICO? 387
1. GENERAL
Universalista, crítica cuantitativa del capita- Crítica particularista, cualitativa, del capita-
lismo/valor de cambio (demanda efectiva, lismo/valor de uso (la integridad del sitio,
liquidez, etcétera). tareas específicas del proceso de trabajo, el
individuo, etc.).
No se problematizan el trabajo concreto y el Se problematizan el trabajo concreto y el
valor de uso. valor de uso.
Relación entre el trabajo abstracto y el valor Relación entre el trabajo concreto y el valor
de cambio: un cambio en uno presupone de uso: un cambio en uno presupone un
un cambio en el otro. cambio en el otro.
Concentración en producción y circulación Concentración en las condiciones de pro-
del capital (lugar de trabajo y mercados). ducción (sociedad y estado).
[388]
APÉNDICE I 389
Valor de uso del capital mon¿tario = tiene la Valor de uso del 'capital" monetario = tie-
función de producir valor de cambio, es ne la función de producir valor de uso, es
decir, utilidad. decir, utilidad.
[392]
NDICE II 393
os tres tipos de justicia distributiva social presuponen que todo, todos los más y los
nos (las externalidades positivas y negativas) pueden medirse por el denominador
ún mínimo: el dinero. De otra forma el costo de la justicia distributiva sería demasiado
ado, por ejemplo si hubiese que distribuir los minerales con residuos de uranio que per-
can a los indios norteamericanos a Bervely Hills, Akron y otras ciudades en función de
ivel de empleo de energía nuclear y (tal vez) su capacidad de pago. Más bien el dallo a
indios (y a otros) debería compensarse en términos monetarios. Esto significa ponerle
cio a la salud, el lapso de vida y el bienestar de los indios. En el capitalismo la única for-
de establecer un precio racional es calcular las pérdidas de ingreso que padecieron las
imas de la radiación más los daños por el costo a la salud y el "sufrimiento" general.
a justicia distributiva ("¿democracia social ecológica?") presupone así el mercado tal
o se lo define actualmente y el cálculo de multas y bonos, impuestos y subsidios, en tér-
os de las evaluaciones de la vida humana y la salud a precios de mercado (por no hablar
as especies del peligro de extinción, etc.). Considérese el ejemplo tradicional de la com-
sación que le da alguien que contamina el agua corriente arriba al que la usa corriente
jo, ejemplo plausible si asumimos que el carácter social de la producción social está poco
rrollado.
o obstante, cuanto mayor sea la distancia entre la realidad sociofísica y el ejemplo tra-
onal, más inaplicable o impráctico se vuelve el concepto de justicia distributiva. Piénse-
n el calentamiento global. En principio la justicia distributiva compensaría a todos los
no tienen auto y a los que no lo usan demasiado, mediante fondos obtenidos por
uestos aplicados a dueños de autos/usuarios de vehículos pesados/propietarios de ca-
nes y demás. Desde luego se trata de una idea irracional y estúpida. Los procesos de pro-
ción y reproducción (de la fuerza de trabajo, la naturaleza, la comunidad, las mercancí-
se han vuelto de carácter tan social que no hay manera de calcular los beneficios y los
os para individuos y grupos. ¿Por qué Bill Gates no les paga unos cuantos centenares de
lones de dólares a una o dos generaciones de físicos de partículas (y otros) cuyos esfuer-
fueron condición necesaria de su riqueza? Porque no hay forma de asignar de manera
a esos fondos; la ciencia y la tecnología tienen un carácter tan social y hay una división
trabajo y una especialización de la función tan increíblemente complejas que no existen
erios sensatos para calcular los costos y los beneficios.
n síntesis, el desarrollo de un sistema crecientemente social de producción, distribu-
, intercambio y consumo significa que se va volviendo imposible determinar y adminis-
la justicia distributiva. Esto significa que lo que llamamos "justicia productiva" (y en el
o de la ecología "socialismo ecológico", más que "democracia social ecológica") se vuelve
a vez más posible y también más y más necesaria para la igualdad.
n breve, "la democracia social ecológica" tiene que ver con la distribución equitativa de
más y los menos de la producción y la acumulación, es decir, de las relaciones sociales
ntercambio. El "socialismo ecológico" se refiere a la producción de los más y los menos de
roducción y la acumulación, o sea a las relaciones sociales de producción, incluyendo las
ciones de trabajo. La justicia productiva destaca los procesos y productos del trabaje {tra-
concreto y valores de uso) que minimizan las extemalidades negativas de todo tipo y
394 JAMES O'CONNOR
maximizan las extemalidades positivas, por ejemplo al favorecer a una compañía que se
compromete con la construcción comunitaria, las posibilidades de autodesarrollo en el
empleo, la total intolerancia a los productos tóxicos, etc. La justicia productiva minimiza la
necesidad o descarta por entero la justicia distributiva, que de cualquier manero es imposible realizar en
un mundo de formas desarrolladas de producción social. Por lo tanto la única forma de justicia fac-
tible es la justicia productiva, y el único vehículo factible de la justicia productiva es el socia-
lismo ecológico.
ICE ANALÍTICO
tracción del trabajo y la naturaleza, 38, Bush, George, 167, 253, 264-266, 285, 329
117, 378, 379
mulación capitalista; barreras naturales calidad de vida, 368, 369
xternas a la, 193, 201; como destructor capital asiático, 362-365
e las condiciones del capital, 201-202; capitalismo global, 15-16; capital asiático en,
onsecuencias cualitativas, 368-369; crisis 362-365; crecimiento, 365; cuestiones
cológica y, 216-218; función del estado, ecológicas, 322; desarrollo combinado,
51; historia de Chicago, 139; orígenes, 225; desarrollo desigual, 224-228; estrate-
13; patrones de desarrollo global, 236- gias para el movimiento verde rojo, 353,
37; teoría de las crisis, 163-164, 221-222, 354; estructura del trabajo en el, 161-162;
87-288n funcionamiento político en el, 349; insti-
ulación competitiva, 83-84 tuciones y estructuras, 285, 353; nuevas
mulación originaria, 42 . formas de reproducción de las condicio-
ulación primitiva, 42 nes de producción, 206-207; papel de
inistración Clinton, 329, 334-335, 365- Estados Unidos, 329; patrones de daño
67 ecológico, 236-237, 350; perspectivas
tamiento de la capa de ozono, 173 para el movimiento verde rojo, 349-353,
cultura, 17; capitalista, 155, 193; degra- 354-355; política ecológico-cultural y,
ación de recursos del suelo, 231; en el 104105; potencial para crisis, 330; regu-
apitalismo industrial temprano, 26-27, lar la primera contradicción, 284-285;
41; evolución histórica del trabajo en, relaciones de trabajo en, 68
5, 46; malas cosechas, 193; principios de capitalismo sustentable; condiciones de pro-
Preservación Primero!, 372, 373 ducción para el, 286-291; consecuencias
quismo, 332, 333, 359 de la depresión general, 292-294; defini-
opocentrismo, 16, 17 ción y significado, 276, 277; en el Sur,
Nuevo, 44 294, 295; manejo de crisis de costos para
s silvestres, 168-169 el, 292; obstáculos al, por el lado de la
demanda, 282-286; pasos necesarios para
co Mundial, 16, 157, 330, 353-354 el, 279-280, 282; perspectivas para, 280;
y, Wendell, 372 posibilidades políticas, 295-297; requisi-
es de capital, 214-215 tos de crecimiento, 282-284; requisitos
es de consumo, 214-215; innovación tec- globales, 284-286
ológica en, 241-242, 244-245 Checoslovaquia, 48
regionalismo, 333-335, 336n, 337, 342; Chicago, véase Naturr's metropolis: Chicago and
ahía de Monterey, 100, 104; concepto the Grand West
e sustentabilidad, 277 China, 48, 262, 308
kchin, Murray, 330-332 ciencia; ecológica, 86n, 305-306; relaciones
[395]
ÍNDICE ANALÍTICO
396
en mercancía en, 42; daños ambientales definición y significado, 55; en los ex paí-
en, frente a países socialistas, 305, 306, ses socialistas en oposición a los capitalis-
310-311; desarrollo de la teoría ecológica, tas, 304-305
159, 160; efectos ecológicos en el, 118- funcionamiento político; actuales movimien-
119, 115-156; evolución estructural, 72- tos políticos verdes de izquierda, 318, 319;
73; función de conservación, 369; funcio- ausencia de cuestiones de clase, 104-105;
namiento del estado en, 189-190; historia conflictos en la región de la bahía de
ambiental, 85-86, 93; historia de la bahía Monterey, 107-112; contradicciones den-
de Monterey, 112-117; historia de Los tro de las condiciones de producción,
Ángeles, 144-147; historia económica, 80, 185, 186; degradación ecológica en el sis-
81-82; historia política, 80, 82; historia tema capitalista en oposición a los siste-
social y cultural, 80, 82-84; historiografía mas socialistas, 303-304; compatibilidad
desarrollista, 72-74, 88, 91-93; individuo política de los ambientalistas, 316, 317;
en, 40-41; mito del crecimiento moder- conceptualización posmarxista, 31-32;
no, 368, 369; naturaleza en, 17, 27, 85, demandas individuales y universales, 32;
175; orígenes de las crisis de costos, 286, economía de la energía, 152-153; en el
287; primacía de la industria petrolera, capitalismo global, 29, 33, 34, 349; en el
254-258; primera contradicción del, 18, estado democrático liberal, 251; en la
160-161, 211, 284-285; reglamentación definición de la crisis ecológica, 167-171,
estatal de las condiciones de producción, 173-174; en los ex países socialistas, 306,
181-182, 200-201; tecnología en, 238-242; 311; en los orígenes de la guerra del Gol-
trabajo abstracto/concreto en el, 380; uso fo, 252, 253, 260-266; forma del socialis-
de recursos biológicos, 153-154, 155-156; mo ecológico, 325; historia del capitalis-
valor de uso/valor de cambio en, 380; vi- mo, 80-87; idealismo en el, 54-55; in-
siones duales de la naturaleza en el, 40, fluencia de las industrias petroleras, 254;
41 legitimación del estado y la política, 251;
educación, 119 liderazgo, 50-51; localismo, 317-318; me-
escasez, 193n tas, 29; modelos de relaciones laborales,
especies en peligro, 165-166, 168 63, M; naturalista en oposición a cultural,
especificidad del sitio, 30. 32, 33-34, 317-318, 104-105, 107; orientación futura, 118;
321-322, 345 perspectivas para un capitalismo sustenta-
estados democráticos liberales; modelo de ble, 294-297; regulación estatal de las con-
dos estados, 251; movimientos de reforma, diciones de producción, 181-185; retos
360-361 para los nuevos movimientos sociales,
estancamiento laboral, 365, 366 266-267; tendencias verdes, 278, 279, 351
Chicago and the Great West de Cronon, 143; reorganización en la crisis, 199, 200, 204-
evolución capitalista, 42; formas históri- 209
cas de la, 45-46; historia de la cuenca de Monterey, bahía de; véase también cuenca de
Fall Creek, 124-130; historia de la natura- Fall Creek; biorregionalismo, 99-100,
leza y la, 45, 75; interfaz sociedad-natura- 104; capitalización de la naturaleza y la
leza, 20; lugar en el movimiento ambien- cultura, 112-117; cinturón verde, 108,
tal, 318, 319; metas socialistas tradiciona- 109; divisiones entre naturaleza y cultura,
les, 314; métodos para el control por el 106-112; divisiones políticas, 106-112;
capital de la, 242; modelo de ¡Preserva- geografía económica, 98; historia cultu-
ción Primero!, 375; modelo socialista ral, 97, 100-104; multiculturalismo, 104;
ecológico, 385-387; perspectivas para obstáculos al cambio político, 118-119;
nuevos movimientos sociales, 33; preser- paisaje lisia), 95-96, 98; peligros ambien-
vación, 371; reconstrucción de la comu- tales, 99; política de clase, 104-105; políti-
nidad, 382; tecnología y, 242, 244-245 ca de los bajos, 344-348; recursos mari-
marismas, 169 nos, 109-112; trabajo que incide en el
marxismo ecológico; concepto de subpro- principio histórico, 112-113; visión natu-
ducción de capital, 203; condiciones de ralista de, 95-100
producción en el, 29-30, 356-357; condi- Moore, T.G., 172
ciones necesarias para, 196-197; críticas movimientos sociales; activistas por la paz,
del, 18; desarrollo de teorías, 159, 160, 266-267, 327n; actuales movimientos polí-
195n; papel del, 23-24; pensamiento pos- ticos verdes de izquierda, 318-319; am-
marxista y, 29-33; perspectivas, 33, 34; biental, 219; como ejemplo de los prin-
racional, 16-17, 23; significación para los cipios de ¡Preservación Primero!, 371-
nuevos movimientos sociales, 191-192; 373; como segunda contradicción del
teoría de la crisis, 33, 34, 194-197, 200- capitalismo, 160-163; compatibilidad polí-
203; transición al socialismo, 196-197, tica de los ambientalistas, 316; condicio-
204209 nes de producción como objetivo de los,
materialismo histórico; avance de la historia 386; contenido socialista, 377; crisis de
en, 53, 54; centralidad del trabajo en el, costos producida por los, 286-287; econo-
45; concepto de cooperación en el, 60- mía política como base para los, 356; elec-
61; concepto de liderazgo en el, 50, 51; ciones estratégicas, 359; en la producción
conceptualizaciones recientes, 46-47, 49- de las condiciones de producción, 186-
50; contexto socioeconómico, 54-55; 190, 359; en transición al socialismo, 207;
fuerzas y relaciones productivas en, 56; marxismo ecológico frente al tradicional,
función de las ideas, 50-53; limitaciones 389; necesidades de organización, 296,
del modelo de Marx, 65, 66, 323-326, 297; para la democratización del estado,
339-340; objeto de estudio, 50; revisión 360, 361; perspectivas para el capitalismo
para el pensamiento ecológico, 20-24, sustentable, 295-297; perspectivas para la
340; teoría de la cultura en, 56-58, 65; política verde roja en los, 313, 314; pers-
teoría de la naturaleza en, 58; versión pectivas para los, 33; poder explicativo de
clásica, 19-22 las teorías, 341-342; regulación estatal de
materialismo pasivo, 53-54n, 325 las condiciones de producción y, 183;
modelo materialista histórico, 55; condicio- retos para los, 266-267; significación del
nes de producción como, 186; natural, marxismo ecológico para, 191-192; teoría
58, 67; relaciones de producción y, 55-56; de la crisis; 194497; teoría de la econo-
ÍNDICE ANALÍTICO 401
mía política, 358, 359; verdes radicales Page, B., 138, 139, 141
actuales, 327, 333-334; visión de la ciencia pensamiento feminista, 333-334, 337, 342-
y la tecnología, 238-239, 249-250 343, 358, 371
ulticulturalismo, 334, 342 pensamiento marxista; barreras naturales al
capitalismo, 193, 194; conflicto social en
acionalización, 304-305, 389-390 el, 83-84; contenido ecológico, 16-18, 151,
aturaleza; ambiente y, 42-43; capitalización 155, 156, 158; contexto histórico, 339,
de la, 85-86, 112-117, 221, 280, 281; como 340; dentro de las relaciones de clase, 62-
condición de producción, 356-357; como 63; departamentos de la reproducción
fuerza productiva, 112-113; como mercan- capitalista, 214, 215; desarrollo reciente,
cía ficticia, 157-158, 175, 176, 356-357; 48-49; economía de la energía en el, 152;
como producto de la cultura, 96, 100- efectos ecológicos del capitalismo, 155;
104; conceptualizaciones capitalistas, 40- estructura de la sociedad civil, 187; ética
42; conceptualizaciones históricas, 38-41; conservacionista, 156; formas de condicio-
conceptualizaciones materialistas históri- nes de producción, 157-158, 175-180, 194,
cas, 58; conversión en mercancía de la, 195, 287, 356-357; formulaciones del valor
134; cultura como producto de la, 95- concreto de trabajo y de uso, 383; funcio-
100; efectos de la vida material, 19-20; en nes del estado, 181-182; historia ambiental
la economía capitalista, 17, 27; en la his- y, 75-76; idealismo en el, 50-54; importan-
toria ambiental, 75-76, 92n; pensamiento cia actual, 15-16, 47, 328, 329; limitacio-
marxista clásico, 16-17, 19-22, 58, 59, 151, nes, 65, 192-193, 324, 325, 339-340, 380;
152; relaciones de trabajo y, 58, 65-67, 68, naturaleza en el, 16-17, 19-22, 58, 59, 151-
69; restauración de Fall Creek, 130, 131; 152; Nature's ~polis: Chicago and the Gre-
retratos de la, 37-38; separación humana at West, 135, 136, 138, 140; relaciones de
de la, 40-41, 41-42; trabajo como vínculo producción en el, 55-58; temas culturales,
con la cultura, 112, 113 62, 90-91n; teoría de la crisis, 192-200, 381;
ature's metropolis: Chicago and the Great West, transición al socialismo, 382
93; bases teóricas, 135, 136; contenido pensamiento posmarxista, 29-33
ambiental, 136, 137; crítica de, 135; cues- pensamiento posmodernista, 70-71
tiones de transporte en, 137; desarrollo pesquerías, 171, 187
regional en, 136; formación del mercado planeación; base para el socialismo ecológi-
en, 138-139; objetivos de, 136-138; pensa- co, 323; ciencia ecológica en los países ex
miento marxista y, 136, 138, 143; política socialistas, 306, 311-312; cuestiones ecoló-
de clases en, 141-142; subordinación del gicas globales, 322; inducida por la crisis,
capital mercantil por el capital industrial, 205, 206; localismo, 321; para el capitalis-
140-141 mo sustentable, 292; socialista, 305-306
ecesidades, 379 plusvalor; contradicción del capitalismo,
ueva izquierda, acerca de las relaciones de 197-198; producción de, 213-214; tecno-
clase, 63 logía y, 241
nuevo orden mundial, 252, 253, 261 Polanyi, Karl, 157, 175, 180, 192, 356, 358,
nuevos movimientos sociales, véase movi- 385
mientos sociales política/lucha de clases; ambiente actual,
349; contexto histórico, 54; en la historia
obsolescencia, 247-248 de Chicago, 141-142; importancia actual,
15-16; integración de politica ecológica y
402 ÍNDICE ANALÍTICO
cultural en la, 105, 116-119; pensamiento biente en el uso de, 43; motivación del ca-
posmarxista, 29-30, 32; relaciones dentro pital para el uso eficiente de los, 216, 217,
de las clases y, 62-63, 64; temas en condi- 280, 281; tecnologías de extracción, 241;
ciones de producción, 33 uso en los países ex socialistas, 302, 308,
política de identidad, 344-345 309, 310-311; vínculos con el comporta-
política verde, 28, 236; véase también política miento de los consumidores, 247
verde roja reificación, 49, 51-52; de las contradicciones
política verde roja, 267; actuales ideas/movi- del capitalismo, 194n
mientos en Estados Unidos, 327, 330-338; relaciones de poder, 60
actuales movimientos globales, 318-319, relaciones de producción, 304; aspectos cul-
326, 350; base para alianzas, 315, 327-328, turales, 56-58, 62-65; como condiciones
338-339, 342-343, 344-348; contradicción de producción, 181; como objeto de trans-
interna, 316; internacionalización, 350- formación social, 196; cooperación co-
355; obstáculos a la, en Estados Unidos, mo, 59, 60; definición y significado, 55;
338-339, 342-343; perspectivas para, 313, degradación ecológica en los países so-
327; supuestos previos, 327 cialistas, 304; en los ex países socialistas
¡Preservación Primero!, 362, 368; base revo- en oposición a los capitalistas, 305; fuer-
lucionaria, 375; línea directriz, 367-371; zas productivas y, 56; natural, 58, 65-67
metas, 371; modelo de trabajo, 375; movi- relaciones legales, 304
mientos sociales ejemplares, 371-374; ter- restauraciones, 130, 131
minología, 371 revolución proletaria, 48-49
preservacionismo, 114 Revolución rusa, 48-49
primera contradicción del capitalismo, 18, romanticismo, 40, 42
160-161, 211, 284; regulación global, 284-
285 segunda contradicción del capitalismo; con-
productividad, 214; acumulación de capital diciones de producción y, 163-164; crisis
y, 216; alianza verde roja basada en la, de costos que surgen en la, 291-292;
315; metas socialistas tradicionales, 314; ejemplos de, 286, 287; objetivos de la teo-
restructurar las condiciones de produc- ría, 191-192; oposición social que surge
ción para, 291-292 de la, 160-162; primer contradicción del
proletarización, 84 capitalismo y, 209-212; teoría, 160-161,
pueblos indígenas, 107, 333 286
Shetland, islas; ambiente político, 270; con-
racismo, 334, 335, 338 trol de la industria petrolera, 271-275;
racismo ambiental, 333-334, 335 economía, 271; paisaje, 268-269; recursos
recursos naturales; como capital, 214; como petroleros, 268; relaciones sociales, 269-
condiciones de producción, 178; desarro- 272; significación de las, 268
llo combinado, 235; desarrollo desigual, socialismo; véanse también socialismo ecológi-
230-234; distribución y explotación glo- co; política verde roja; base para la recon-
bal, 25, 227; en economías restringidas ceptualización, 376, 377; crítica del, 376;
por la demanda, en oposición a las res- ecológico frente al marxismo tradicional,
tringidas por los recursos, 308-309, 310- 389
311; en la expansión del capital,. 217; en socialismo ecológico; véase también marxismo
la producción capitalista, 153-155; mode- ecológico; bases/objetivos teóricos, 339-
lado político, 28; modificación del am- 343, 385-387; definición, 313n; dualismo
ÍNDICE ANALÍTICO 403
interno, 314, 332, 333; entorno social trabajo esclavo, 26, 45, 46
para, 302, 313; forma democrática, 326; trabajo servil, 45-46
indicaciones actuales para, 319-324; ne- transición al socialismo, modelo marxista clá-
cesidades de organización par, 296-297; sico, 381, 382; modelo marxista ecológi-
obstáculos históricos, 323, 324; rasgos dis- co, 204-209; vías diferentes, 207
tintivos, 386-387, 388-391 transporte, 98; distribución e impacto am-
sociedad capitalista, 49 biental del, 346; en la historia de Chica-
sociedad civil; determinantes estructurales, go, 137
187-188; en el estado democrático libe- Tratado de libre Comercio de América del
ral, 251; en la determinación de las con- Norte (TLCAN), 16, 353, 355
diciones de producción, 186-190
sociedad postindustrial, 29 Unión Soviética, 302-312, 328, 349
Soper, K., 325 urbanización, 226; condiciones de produc-
sozoecología, 372 ción en la, 195-196; en el capitalismo
subproducción, 194; teoría de la crisis, 163, industrial inicial, 26-27
203 URSS, 302-312, 328
utilidad; véase también plusvalor, demanda,
tecnología nuclear, 245-246 214-215; para la expansión capitalista,
teoría crítica, 83 216, 282-284; producida, 214-215; realiza-
teoría de la crisis, 15, 18, 24; véase también cri- da, 214-215
sis ecológica; acumulación de capital en,
164, 221-222; capitalismo global, 330; co- valor de cambio; véase también plusvalor; cos-
mo subproducción del capital, 163, 203; tos ecológicos en, 152n; de las condicio-
conceptualización de la crisis, 167; crisis nes naturales, 179; definición, 378; del
de costos, 286-292; del materialismo his- trabajo, 175, 176; en la economía capita-
tórico, 50; desarrollo económico de Chi- lista, 376, 380; en la naturaleza, 152; en la
cago en, 140; económica, 213, 218; mani- segunda contradicción del capitalismo,
festaciones actuales, 328-329; marxismo 160-161
ecológico frente al marxismo tradicional, valor de uso; crítica del, 379-380; definición,
388, 389; marxismo ecológico, 195-197, 378; en el socialismo ecológico, 385-387;
200-203; marxista clásica, 157, 158, 192- en la economía capitalista, 161, 377; en la
200, 381; primera contradicción del capi- naturaleza, 151-152; necesidades sociales
talismo, 18, 160-161, 211; respuesta de y, 379; segunda contradicción del capita-
planificación social, 205, 206; significa- lismo, 160-161, 209, 211; tipos de, 378,
ción de, 222, 223; transición al socialis- 379; trabajo concreto y, 383
mo, 204-209 visión instrumentalista, 39, 42
tierra; conversión en mercancía, 41, 83, 114,
175; pensamiento anarquista, 332-333 Walker, R., 138, 139, 140, 141
Tongass National Forest, Alaska, I83n, 189 White, Hayden, 70
trabajo asalariado, 46 Worster, D., 74n, 75n, 80, 81, 84, 85
ÍNDICE
PREFACIO 9
AGRADECIMIENTOS 12
INTRODUCCIÓN 15
[405]
ÍNDICE
del capitalismo como sistema expuesto a la crisis, 197; La visión marxista tradicional del
capitalismo como sistema dependiente de la crisis, y la transición al socialismo, 199; Hacia
una visión marxista ecológica del capitalismo como sistema expuesto a las crisis, 200;
Hacia una visión marxista ecológica del capitalismo como un sistema expuesto a crisis y
dependiente de la crisis, y la transición al socialismo, 204; Addenda sobre las dos contra-
dicciones del capitalismo, 209
ICES 388
ANALÍTICO 395
reso en publimex, s.a.
z. san lorenzo 279-32
. estrella iztapalapa
mil ejemplares y sobrantes
de marzo de 2001