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Mirar al cuidador
En agosto de 2015 se echó a andar Chile Cuida como piloto
en dos poblaciones de Peñalolén; La Faena y Lo Hermida.
Se trata de un programa liderado desde la Dirección
Sociocultural de la Presidencia y ejecutado por la Fundación
de las Familias en conjunto con la Municipalidad. Está
destinado a adultos mayores con dependencia de escasos
recursos. Es un sistema de ayuda a la familia; le da la
posibilidad de tener en forma gratuita, dos veces a la semana
–una mañana y una tarde– una cuidadora con formación
profesional en cuidado de personas mayores, con lo que la
cuidadora familiar puede tomarse un descanso y salir de su
casa. Como referencia, contratar un servicio a domicilio de
una cuidadora clínica cuesta en promedio 30 mil pesos
diarios, cifra que es imposible de pagar para familias cuyos
ingresos bordean los 200 mil pesos.
“Nos acercamos a esto porque los datos hablan por sí solos:
estamos entrando a una crisis del cuidado en Chile y esto va
a ser un tema de la agenda de los próximos gobiernos.
Además, porque quienes hemos vivido de cerca esta
problemática, sabemos que implica altos costos y, por lo
tanto, es imposible no pensar en la cantidad de mujeres que
se ven supeditadas a esto y no tienen cómo enfrentarlo”, dice
Paula Forttes, directora sociocultural de la Presidencia e
impulsora del programa Chile Cuida. Forttes, quien es de
profesión trabajadora social con especialización en
Gerontología, fue directora del Servicio Nacional del Adulto
Mayor (Senama) en el primer gobierno de la Presidenta
Bachelet, desde donde levantó los datos del Estudio Nacional
de la Dependencia en las Personas Mayores, que han sido
claves para diseñar políticas públicas en torno al tema.
“Cuando estábamos armando el programa, hicimos un
trabajo con alumnos de la Universidad de las Américas que
salieron a preguntarle cosas a la gente como: si necesitara
que la cuidaran, ¿quién le gustaría que la cuide? La gente
nombraba a alguien de su familia. Me imagino que si
hiciéramos esa pregunta en Noruega responderían un
cuidador formal”, cuenta Paula Forttes. Y agrega: “Pues bien:
no tenemos los ingresos de Noruega, pero tenemos el
potencial de la familia. Y junto con desarrollar estos modelos,
tenemos que saber trabajar con la familia porque no vamos a
poder llegar a un sistema de cuidado que cubra el 100%. Por
eso Chile Cuida al mirar al cuidador hace un gran aporte. No
es solamente poner un servicio ahí. Es rescatar cuánto de la
familia chilena puede sumarse a este esfuerzo”.
Respiro
Los días jueves en la mañana, en la sede de la Fundación
para la Familia de Peñalolén, se realiza un grupo de apoyo a
las cuidadoras familiares que están participando del
programa Chile Cuida: se llama Respiro. Lo dirige el sicólogo
Andrés Trujillo de la Corporación Alzheimer, quien está
especializado en el manejo de pacientes con demencia y en
sicoterapia familiar. Es una suerte de terapia grupal en la que
las mujeres que llevan años al cuidado de un familiar,
expresan lo que sienten, cuentan sus vivencias, sus
angustias. En este grupo también participa un hombre, que
está al cuidado de su madre.
“Encontrarse con otros que están en una situación similar los
hace sentirse más comprendidos. Porque del punto de vista
de la reparación, llegan con un grado de daño, de
postergación personal, de desintegración desde la familia y
de aislamiento social. La tarea que hacemos es que vuelvan
a integrarse, que encuentren pares dentro del grupo y formen
redes”, dice Andrés Trujillo.
“Nadie nos enseña a cuidar a los padres. Yo nunca había asistido a alguien postrado. Es difícil”,
dice Sara Díaz, quien cuida a su madre de 92 años. Pero también hay otros efectos de haber
asumido ese cuidado que son menos visibles. “A veces te sientes sola, vives encerrada”.