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Los hongos antagonistas del género Trichoderma tienen la capacidad de actuar contra
una amplia variedad de patógenos del suelo y del follaje.
Trichoderma spp. Puede parasitar las hifas del patógeno a través de enrollamientos,
ganchos y cuerpos de tipo apresorios, que penetran la pared celular por la acción
hidrolítica de las enzimas quitinasas, glucanasas y celulosas. El efecto de antibiosis se
debe a la producción de metabolitos secundarios, los cuales pueden ser volátiles o
difusibles, pero que en cualquiera de los casos, sin entrar en contacto físico con el
patógeno pueden inhibir o restringir su crecimiento.
Estas bacterias han demostrado tener una amplia distribución en todas las regiones
geográficas del planeta, alcanzando alrededor del 24% del total de bacterias aisladas en
el suelo (1). Entre las ventajas que les proporciona a las plantas la presencia de Bacillus
sp. En su hábitat se destacan el control biológico de microorganismos fitopatógenos, la
participación en la nutrición mineral y la fijación biológica de nitrógeno. Numerosas
especies de este género se han reportado como productoras de sustancias con actividad
funguicida y bactericida, entre las que figuran la subtilisina y la iturina (2,3). Dentro de
las especies fitopatógenas cuyo crecimiento es capaz de inhibir Bacillus sp. Y en
especial las especies B. subtilis, B. cereus.