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UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS

FACULTAD DE PSICOLOGÍA

ESCUELA DE POST GRADO


MAESTRIA

TEMA : EL DIVORCIO

PSICOLOGOS : WALTER R. AGUIRRE CARREÑO


MARÍA LUZ LEZAMA QUIQUIA

EL DIVORCIO

Es la disolución del matrimonio siendo independiente el tiempo y la


forma de celebración.

CAUSAS DEL DIVORCIO


Según el Código Civil, son causas de divorcio las siguientes situaciones:
• El cese efectivo de la convivencia conyugal durante al menos, un año
ininterrumpido desde la interposición de la demanda de separación,
formulada por ambas partes o por uno de ellos, con el consentimiento
del otro cuando la demanda se hubiera interpuesto una vez
transcurrido un año desde la celebración del matrimonio.
• El cese efectivo de la convivencia conyugal durante al menos, un año
ininterrumpido desde la interposición de la demanda de separación
personal, a petición del demandante.
• El cese efectivo de la convivencia conyugal durante al menos, 2 años
ininterrumpidos.
• El cese efectivo de la convivencia conyugal durante el transcurso de,
al menos, 5 años, a petición de cualquiera de los cónyuges.
• La condena en sentencia firme por atentar contra la vida del cónyuge,
sus ascendientes o descendientes.

CONSECUENCIAS DEL DIVORCIO


Hay dos tipos de efectos producidos por el divorcio:
• Efectos personales: pueden afectar a los cónyuges provocando la
disolución del vínculo matrimonial. Respecto a los hijos, el divorcio
no exime a los padres de sus obligaciones con respecto a sus hijos.
• Patrimoniales: se dividen en disolución del régimen matrimonial,
pensión compensatoria, pensión alimenticia, atribución del uso de la
vivienda y del ajuar familiar.

Proceden los divorcios por:


• El adulterio debidamente probado de uno de los conyuges;
• El hecho de que la mujer de a luz, durante el matrimonio, un hijo
concebido antes de celebrarse este contrato, y que judicialmente sea
declarado ilegitimo;
• La propuesta del marido para prostituir a su mujer no solo cuando
el mismo marido la haya hecho directamente, sino cuando se pruebe
que ha recibido dinero o cualquiera remuneración con el objeto
expreso de permitir que otro tenga relaciones carnales con su mujer;
• La incitacion a la violencia hecha por un cónyuge al otro para
cometer algún delito, aunque no sea de incontinencia carnal; V. Los
actos inmorales ejecutados por el marido o por la mujer con el fin de
corromper a los hijos, así como la tolerancia en su corrupción;
• Padecer sífilis, tuberculosis o cualquiera otra enfermedad crónica o
incurable que sea, además, contagiosa o hereditaria, y la impotencia
incurable que sobrevenga después de celebrado el matrimonio;
• Padecer enajenación mental incurable, previa declaración de
interdicción que se haga respecto del cónyuge demente;
• La separación de la casa conyugal por mas de seis meses sin
causa justificada;
• La separación del hogar conyugal originada por una causa que sea
bastante para pedir el divorcio, si se prolonga por mas de un año sin
que el cónyuge que se separo entable la demanda de divorcio; X. La
declaración de ausencia legalmente hecha, o la de presunción de
muerte, en los casos de excepción en que no se necesita para que se
haga esta que proceda la declaración de ausencia;
• La sevicia, las amenazas o las injurias graves de un cónyuge para
el otro;
• La negativa injustificada de los cónyuges a cumplir con las
obligaciones señaladas en el Articulo 164, sin que sea necesario
agotar previamente los procedimientos tendientes a su cumplimiento,
asi como el incumplimiento, sin justa causa, por alguno de los
cónyuges, de la sentencia ejecutoriada en el caso del Articulo 168;
• La acusación calumniosa hecha por un cónyuge contra el otro, por
delito que merezca pena mayor de dos anos de prisión;
• Haber cometido uno de los cónyuges un delito que no sea político,
pero que sea infamante, por el cual tenga que sufrir una pena de
prisión mayor de dos anos;
• Los hábitos de juego o de embriaguez o el uso indebido y
persistente de drogas enervantes, cuando amenazan causar la ruina
de la familia, o constituyen un continuo motivo de desavenencia
conyugal;
• Cometer un cónyuge contra la persona o los bienes del otro un
acto que seria punible si se tratara de persona extraña, siempre que
tal acto tenga señalada en la Ley una pena que pase de un año de
prisión;
• El mutuo consentimiento; y
• La separación de los cónyuges por mas de 2 anos,
independientemente del motivo que haya originado la separación, la
cual podra ser invocada por cualesquiera de ellos.
• El divorcio por mutuo consentimiento no puede pedirse sino
pasado un año de la celebración del matrimonio.
• Mientras que se decrete el divorcio, el juez autorizara la
separación de los cónyuges de una manera provisional y dictara las
medidas necesarias para asegurar la subsistencia de los hijos, a
quienes hay obligación de dar alimentos.
• Los cónyuges que hayan solicitado el divorcio por mutuo
consentimiento, podrán reunirse de común acuerdo en cualquier
tiempo, con tal de que el divorcio no hubiere sido decretado. No
podrán volver a solicitar el divorcio por mutuo consentimiento sino
pasado un año desde su reconciliación.
• El divorcio solo puede ser demandado por el cónyuge que no haya
dado causa a el, y dentro de los seis meses siguientes al día en que
hayan llegado a su noticia los hechos en que se funde la demanda.
• Ninguna de las causas enumeradas en el articulo 267 pueden
alegarse para pedir el divorcio, cuando haya mediado perdón expreso
o tácito; no se considera perdón tácito la mera suscripción de una
solicitud de divorcio voluntario, ni los actos procesales posteriores.
• La reconciliación de los cónyuges pone termino al juicio de divorcio
en cualquier estado en que se encuentre, si aun no hubiere sentencia
ejecutoria. En este caso los interesados deberán denunciar su
reconciliación al juez, sin que la omisión de esta denuncia destruya
los efectos producidos por la reconciliación.
• El cónyuge que no haya dado causa al divorcio puede, antes de
que se pronuncie la sentencia que ponga fin al litigio, otorgar a su
consorte el perdón respectivo; mas en este caso, no puede pedir de
nuevo el divorcio por los mismos hechos a los que se refirió el perdón
y que motivaron el juicio anterior, pero si por los otros nuevos,
aunque sean de la misma especie, o por hechos distintos que
legalmente constituyan causa suficiente para el divorcio.
• Al admitirse la demanda de divorcio, o antes si hubiere urgencia,
se dictaran provisionalmente y solo mientras dure el juicio, las
disposiciones siguientes:
- Derogada.
- Proceder a la separación de los cónyuges de conformidad con el
Codigo de Procedimientos Civiles;
- Señalar y asegurar los alimentos que debe dar el deudor
alimentario al cónyuge acreedor y a los hijos.
- Las que se estimen convenientes para que los cónyuges no se
puedan causar perjuicios en sus respectivos bienes ni en los de la
sociedad conyugal, en su caso;
- Dictar, en su caso, las medidas precautorias que la Ley establece
respecto a la mujer que quede encinta;
- Poner a los hijos al cuidado de la persona que de común acuerdo
hubieren designado los cónyuges, pudiendo ser uno de estos. En
defecto de ese acuerdo, el cónyuge que pida el divorcio
propondrá la persona en cuyo poder deben quedar
provisionalmente los hijos. El juez, previo el procedimiento que
fije el Código respectivo resolverá lo conducente.
Salvo peligro grave para el normal desarrollo de los hijos, los
menores de siete anos deberán quedar al cuidado de la madre.
• La sentencia de divorcio fijara la situación de los hijos, para lo cual
el juez gozara de las mas amplias facultades para resolver todo lo
relativo a los derechos y obligaciones inherentes a la patria potestad,
su perdida, suspensión o limitación, según el caso, y en especial a la
custodia y al cuidado de los hijos, debiendo obtener los elementos de
juicio necesarios para ello. El juez observara las normas del presente
Código para los fines de llamar al ejercicio de la patria potestad a
quien legalmente tenga derecho a ello, en su caso, o de designar
tutor.
• Antes de que se prevea definitivamente sobre la patria potestad o
tutela de los hijos, el juez podrá acordar, a petición de los abuelos,
tíos o hermanos mayores, cualquier medida que se considere
benéfica para los menores.
• Ejecutoriado el divorcio, se procederá desde luego a la división de
los bienes comunes y se tomaran las precauciones necesarias para
asegurar las obligaciones que queden pendientes entre los cónyuges
o con relación a los hijos. Los consortes divorciados tendrán
obligación de contribuir, en proporción a sus bienes e ingresos, a las
necesidades de los hijos, a la subsistencia y a la educación de estos
hasta que lleguen a la mayor edad.
• En los casos de divorcio necesario, el juez tomando en cuenta las
circunstancias del caso y entre ellas la capacidad para trabajar de los
cónyuges, y su situación económica, sentenciara al culpable al pago
de alimentos en favor del inocente.
En el caso de divorcio por mutuo consentimiento, la mujer tendrá
derecho a recibir alimentos por el mismo lapso de duración del
matrimonio, derecho que disfrutara si no tiene ingresos suficientes y
mientras no contraiga nuevas nupcias o se una en concubinato.
El mismo derecho señalado en el párrafo anterior, tendrá el varón que
se encuentre imposibilitado para trabajar y carezca de ingresos
suficientes, mientras no contraiga nuevas nupcias o se una en
concubinato.
Cuando por el divorcio se originen danos o perjuicios a los intereses
del cónyuge inocente, el culpable responderá de ellos como autor de
un hecho ilícito.
• En virtud del divorcio, los cónyuges recobraran su entera
capacidad para contraer nuevo matrimonio.
El cónyuge que haya dado causa al divorcio no podrá volver a casarse
sino después de dos anos, a contar desde que se decreto el divorcio.
Para que los cónyuges que se divorcien voluntariamente puedan
volver a contraer matrimonio, es indispensable que haya transcurrido
un ano desde que obtuvieron el divorcio.
PATRIA POTESTAD Y CUSTODIA
Frecuentemente, ambos términos son confundidos. Pero es preciso
diferenciarlos. La patria potestad es compartida por ambos cónyuges; sin
embargo, en el caso de separación y divorcio, la guarda y custodia será
atribuida a uno de sus progenitores.
Al no convivir las partes implicadas en la separación o divorcio será uno
sólo de los padres quien tenga a los hijos a su cargo. El cónyuge elegido
tendrá lo que se conoce como guarda y custodia.
La patria potestad es la relación entre padres e hijos generadora de
recíprocos derechos y deberes, concebidos siempre en función del
amparo de los hijos. Lo más frecuente es que la patria potestad sea
compartida.

¿QUIÉN SE QUEDA CON LOS HIJOS?


Si el matrimonio no tiene descendencia, obviamente, en el convenio no
se acordará nada sobre ellos. En el caso de que el matrimonio haya
tenido hijos es necesario determinar quién tendrá la custodia de los
pequeños. Si hay acuerdo, será la pareja quien decida. Si no lo hay,
decidirá el juez actuando siempre en beneficio de los menores. En la
práctica, es frecuente que, si los hijos son menores de 7 años, éstos
queden bajo la guardia y custodia de la madre. Esta decisión del juez no
significa que el padre no pueda visitar a sus hijos, puesto que la patria
potestad es compartida. Se debe respetar el régimen de visitas
establecido en el Convenio Regulador.

RÉGIMEN DE VISITAS
El progenitor que no tenga consigo a los hijos menores gozará del
derecho de visitarlos, de hablar con ellos y de tenerlos en su compañía.
El Juez será el que determine el tiempo, modo y lugar del ejercicio de
este derecho, que podrá limitar o suspenderse si se dieran graves
circunstancias que así lo aconsejen o se incumplieran, grave o
reiteradamente, los deberes impuestos por la resolución judicial.
En la práctica, el progenitor que no tiene la guarda y custodia gozará de
un derecho de visitas que normalmente consistirá en tener a los
menores las siguientes fechas:
Fines de semana alternos.
Mitad de las vacaciones de Navidad.
Mitad de las vacaciones de Semana Santa.
Mitad de las vacaciones de verano.
No obstante, los padres podrán realizar cambios siempre y cuando no
afecten, de forma grave, al ritmo de vida de los hijos.

INCUMPLIMIENTO DEL RÉGIMEN DE VISITAS


Hay que diferenciar dos situaciones:
• Si un padre o madre no realiza las visitas a sus hijos. En este caso
puede llegarse a suspender el derecho de visitas.
• Si el progenitor que tiene consigo a los hijos, no deja que el otro
progenitor los visite. En este caso se requerirá a la parte contraria a
que cumpla el régimen de visitas. Si vuelve a incumplir el acuerdo,
será acusado de un delito de desobediencia leve.
• Si se quiere la separación o el divorcio, ¿se tiene derecho a un
abogado de oficio?
• Todos los ciudadanos españoles y extranjeros tienen derecho a un
abogado de oficio para tramitar su separación o divorcio.
La solicitud deberá realizarse en el Colegio de Abogados de la provincia
en la que esté el domicilio de la pareja o, directamente, en el Juzgado.

DEL ABOGADO DE OFICIO


Todos tienen derecho a un abogado de oficio, pero esto no significa que
los servicios prestados por estos profesionales sean gratuitos. Para tener
derecho al beneficio de justicia gratuita, es decir, para que el Estado se
haga cargo de honorario del abogado, es necesario que los ingresos
mensuales de quien solicite el beneficio de justicia gratuita no sean
superiores al doble del salario mínimo interprofesional.
PENSIÓN ALIMENTICIA
Por alimentos se debe entender todo lo que es indispensable para el
sustento, habitación, vestido y asistencia médica. Entre los alimentos
también se deben incluir los gastos de embarazo y parto, si no están
cubiertos de otro modo.
Los alimentos no pueden ser objeto de renuncia. En consecuencia, sería
nulo un Convenio Regulador de una separación o divorcio en el que se
renuncie a la pensión de alimentos o aquél en el que se cedan ciertos
bienes a cambio de no satisfacer la pensión alimenticia de los hijos.

IMPAGO DE LA PENSIÓN ALIMENTICIA


Se solicitará al juzgado que dictó la sentencia de separación que realice
un requerimiento de pago. En caso de separación o divorcio, ¿hay que
acudir al registro a inscribir la nueva situación?
No es necesario hacerlo personalmente. Será el juzgado quien lo realice
de oficio, es decir, no es necesario que las personas que se hayan
divorciado lo pidan.
OBLIGACIONES HACIA LOS HIJOS CON EL DIVORCIO O LA
SEPARACIÓN
La separación, nulidad o divorcio no exime a los padres de sus
obligaciones respecto a sus hijos.
Las medidas judiciales sobre el cuidado y la educación de los hijos serán
adoptadas en beneficios de ellos, tras oírles si tuvieran suficiente juicio y
si fueran mayores de 18 años.
Las decisiones respecto a los hijos serán tomadas de mutuo acuerdo. Si
surgen discrepancias, será el juez el que decida.

DIFERENCIAS DE SEPARACIÓN O DIVORCIO.


• Separación: si la reconciliación tiene lugar durante el procedimiento
de separación, se pondrá fin al procedimiento y la separación no
llegará a producirse legalmente. Si la reconciliación tiene lugar una
vez concluido el procedimiento, lo dejará sin efecto,
restableciéndose la vida en común y los deberes. Es muy importante
aclarar esta situación ante el juez para que quede constancia legal.
• Divorcio: la reconciliación posterior al divorcio no produce efectos
legales, si bien los divorciados podrán contraer entre sí nuevo
matrimonio. Es decir, si se pretende realmente legalizar su situación
no cabe otra opción que volver a casarse.
EFECTOS PSICOSOCIALES DEL DIVORCIO
EN LOS HIJOS

Los hijos de familias divorciadas comparten actitudes, sentimientos e


ilusiones, y se consideran miembros de un grupo humano especial. El
hecho de ser hijos de padres divorciados les otorga una identidad fija,
que los define y que afecta profundamente sus relaciones presentes y
futuras.
Sienten que el proceso de crecimiento es más difícil, y necesariamente lo
es, porque el divorcio agrega tareas.

En ellos persisten, a lo largo de los años, sentimientos de pérdida,


tristeza y ansiedad. Se sienten menos protegidos, menos cuidados y
consolados.
Comparten valores más conservadores que los de sus propios padres
respecto al matrimonio: desean un matrimonio estable, comprometido,
un amor romántico, duradero y leal, pero con la sensación de que hay
pocas probabilidades. Creen que es necesario evitar los matrimonios
impulsivos, y que la convivencia previa es buena. Ansían establecer
relaciones perdurables, y les preocupa no poder hacerlo.

Los efectos a largo plazo se originan por los cambios producidos en sus
actitudes y en su autoimagen. La crisis del divorcio determina la
cosmovisión de los hijos que crecen en ella, respecto a sus relaciones y
expectativas. Aunque más difíciles de percibir que los cambio de
conducta, estos cambios de actitud son a largo plazo más importantes
para el individuo y la sociedad.

La posibilidad de un divorcio sano


Si bien el sufrimiento que el divorcio genera en los hijos es inevitable, y
deja secuelas que se han observado en todos los casos, muchos hijos de
padres divorciados se siguen desarrollando normalmente. Atravesar la
transición del divorcio sin consecuencias psicosociales graves ha sido
posible para un tercio de los niños y adolescentes involucrados. La
evolución depende del tipo de arreglos interpersonales que se hayan
desarrollado dentro del sistema familiar y con el contexto social.
En un período inmediatamente posterior a la separación, la evolución de
los miembros, y especialmente de los hijos, depende de la cohesión y la
flexibilidad del sistema. Es decir, la familia debe mantenerse lo
suficientemente ligada como para que los hijos no pierdan el sentimiento
de pertenencia, y a la vez, ser lo suficientemente flexible como para
acomodarse a los cambios. También es fundamental que las fronteras
del subsistema parental se conserven y que los padres sostengan su
jerarquía para poder continuar cumpliendo funciones nutricias y
normativas.

La causa central de trastornos en los niños es el estancamiento en


alguna etapa del proceso de divorcio, que no permite construir y afianzar
una nueva organización familiar viable. La ausencia de una estructura
viable y estable post-divorcio hace a todos los miembros más
vulnerables al estrés y al estancamiento en sus vidas individuales.
En un estudio comparativo entre hijos de familias divorciadas y familias
intactas disfuncionales, se observó que estos últimos sentían el mismo
miedo a ser abandonados que los primeros, pero culpaban más a los
padres por la ambigüedad que los angustiaba. En general, se sentían
más desdichados que el grupo de hijos de familias divorciadas. Las
dificultades de estos estaban relacionadas con la culpa, la esperanza de
la re-unión familiar, la tristeza, la percepción de haber tomado mayores
responsabilidades al asumir roles del padre ausente, y el sentimiento de
ser diferentes ante otros chicos. A la vez, refirieron el alivio por no
presenciar más peleas, por contar - en algunos casos - con mayor
atención de ambos padres y poder disfrutar una relación más estrecha
que antes con el padre no conviviente.
La resolución de la crisis del divorcio en relación a los hijos, está
estrechamente ligada a la capacidad de los padres para generar
acuerdos. Al respecto, se ha observado que:
• Si los padres logran acuerdos respecto a los hijos desde los
primeros momentos de la separación, los hijos logran una mayor
competencia social;
• Los acuerdos sobre regímenes de visitas preservan la salud mental
de los hijos; los hijos con mayor competencia social son los que
contaron con visitas acordadas desde el principio, siendo más
importante la estabilidad en los encuentros con el padre no
conviviente que su frecuencia;
• Lo primordial es la no abdicación de cada uno de los padres, la
existencia de riñas es menos importante;
• La no abdicación incluye los alimentos, que constituye el aspecto
más delicado de los acuerdos, respecto al cual los padres
muestran mayores dificultades, aún en casos en que pueden
resolver otros problemas sin conflicto.

Los alimentos representan para los niños el apoyo y el interés del padre
no conviviente por su bienestar y su crecimiento. La cuota que se fije
debe ser replanteada a lo largo del tiempo. Los adolescentes generan
más gastos y es muy común que la cuota se mantenga en el tiempo, o
aún que se disminuya y/o se abandone cuando los chicos crecen.

El sesenta por ciento de los hijos que participaron del estudio


mencionado, tuvieron una educación inferior a la de sus padres y el
cuarenta y ocho por ciento a la de sus madres. Cuando dejan de recibir
apoyo económico al cumplir la mayoría de edad, sienten que dejan de
recibir el apoyo emocional y psicológico de sus padres, sintiéndose
indefensos y no merecedores de su apoyo.
El divorcio es una experiencia muy diferente para los padres y para los
hijos. Muchas veces lo que es bueno para los padres no lo es también
para los hijos. No hay fundamentos para sostener que la mayor felicidad
del adulto lo volverá necesariamente más sensible o preocupado por sus
hijos. Muchas veces, las circunstancias que enriquecen la vida de un
adulto pueden determinar que se encuentre menos disponible para sus
hijos.

El divorcio constituye una segunda oportunidad para los padres, que


pueden vivirlo como la posibilidad de reconstruir sus vidas, volver a
enamorarse, aprender de errores pasados, crecer psicológicamente y ser
mejores padres. Para los hijos constituye la pérdida de su estructura
familiar, fundamental para su desarrollo, y deben acomodarse a nuevos
modos de organización familiar.

Reacciones esperables
La primer reacción de los hijos frente al divorcio es el temor, una
profunda sensación de pérdida y tristeza, y pueden llorar tanto por un
padre afectivo como por un padre indiferente.
También se preocupan por el bienestar de sus padres, extrañan al padre
que se ha ido y temen no volver a verlo.
A cualquier edad se sienten rechazados. Cuando un padre abandona al
otro, los niños lo interpretan como si los abandonaran a ellos.
Sienten que su opinión no cuenta y sienten impotencia frente a su
incapacidad para influir en un acontecimiento tan importante en sus
vidas.
Se sienten profundamente solos. Parecen desaparecer todos los apoyos.
Menos del diez por ciento de los niños que participaron del estudio
referido, tuvieron a su lado a un adulto que les hablara
comprensivamente mientras se producía el divorcio. Los padres están
muy preocupados por sí mismos, deprimidos y desorientados, y es poca
la disposición que en los primeros momentos tienen para sus hijos.
El apoyo de la red familiar y social es de suma importancia en estos
momentos. Esta red de apoyo es eficaz cuando acepta la separación, no
toma partido, brinda ayuda emocional y financiera, sostiene al padre
custodio en sus funciones parentales y se preocupa sobre todo por los
niños. El papel de los abuelos puede ser fundamental, no sólo en los
primeros momentos, sino a lo largo de todo el proceso. También las
relaciones fraternas pueden ser muy importantes. Los hermanos se
procuran contención y apoyo mutuamente.
Cuando los chicos sienten que no son una prioridad en la vida de sus
padres, necesitan adultos que estimulen su autoestima y apoyen sus
aptitudes.

Otra experiencia habitual de los hijos, son los conflictos de lealtades. El


divorcio es vivido como una riña entre dos bandos y ellos sienten que
deben tomar partido. Es un dilema sin solución, porque si no toman
partido se sienten aislados y desleales, y si lo toman sienten que están
traicionando a uno de sus padres.
Estas primeras reacciones no determinan necesariamente la evolución
posterior. No pueden preverse los efectos del divorcio basándose en
estas primeras reacciones. Los acontecimientos pueden tomar diversos
caminos a lo largo de los años, y el apoyo y la atención de ambos padres
son necesarios durante todo el proceso de crecimiento.

Otro aspecto común a todos los hijos de familias divorciadas es la


sensación persistente, a lo largo de los años en algunos casos, de que la
pérdida de la familia no es definitiva. El carácter irrevocable del divorcio
no es tan obvio como el de la muerte, y los niños suponen que puede ser
remediable. Mantienen o pueden mantener contacto con el padre no
conviviente y esto ayuda a sostener la expectativa de la re-unión. Las
vacaciones, los cumpleaños y otras festividades familiares vuelven a
despertar fantasías de re-unión, y hasta un simple saludo puede ser
interpretado como un signo de acercamiento entre sus padres.

Otro efecto observado es que los hijos de familias divorciadas sienten


más temor que los hijos de familias intactas al fracaso matrimonial. Su
búsqueda de amor e intimidad está rodeada de fantasmas. Su transición
a la adultez es muy difícil. En esta época se renuevan los sentimientos y
recuerdos vinculados al divorcio.

Todos comparten el temor al rechazo, a la traición y la vulnerabilidad


frente a la sensación de pérdida, que puede prolongarse durante toda la
vida.
Como se mencionó previamente, uno de los sentimientos que acompaña
la separación es la impotencia que los hijos sienten ante una crisis tan
importante e influyente en sus vidas. Los sentimientos de culpa frente al
divorcio pueden constituir una defensa frente a la impotencia. Es
preferible sentirse culpable –lo que implica alguna posibilidad de control
sobre la situación-, que impotente –lo que genera sensaciones de total
desamparo y resulta más perturbador.

Algunas diferencias de género


Se han observado algunas diferencias entre géneros. Los varones
parecen tener mayores dificultades para atravesar la crisis, tanto en
intensidad de sentimientos como en su duración. Es más frecuente que
presenten más problemas escolares que las niñas, y mayor irritabilidad.
No obstante, es muy probable que las niñas se sientan igualmente
perturbadas, pero demuestran sus sentimientos con menos violencia,
retrayéndose, volviéndose más ansiosas o comportándose
excesivamente bien.
En el estudio citado se observó un fenómeno que denominaron "el efecto
aletargado". Las niñas mostraron una mejor adaptación en la etapa
inmediatamente posterior al divorcio. Lograron un mejor
desenvolvimiento social, escolar y emocional, pero cuando entraron en
la etapa adulta y establecieron sus primeras relaciones de pareja, se
enfrentaron con un efecto retardado del divorcio de sus padres.
Sufrieron serias dificultades relacionales, y se sentían obsesivamente
preocupadas por sus relaciones personales. Sentían mucho temor a la
traición, mostrando una intensidad mayor en relación a los varones del
estudio. Se planteaban cómo sería posible asumir un compromiso en la
pareja, si cualquiera puede cambiar de idea en cualquier momento.
Cuando uno de los padres forma una nueva familia
Esta nueva situación les genera a los hijos sentimientos de doble
pertenencia. Un hijo de un primer matrimonio no se siente un miembro
pleno de una nueva familia, sino más bien una visita frecuente. Suelen
sentirse inseguros en cuanto a si realmente tienen un lugar que les
pertenezca. Carecen de un papel definido en la nueva familia, pueden
haber diferencias con la nueva pareja o dificultades para adaptarse a las
costumbres de la nueva familia. También sienten una pérdida de
intimidad con el padre que se ha vuelto a casar. Todo esto les genera
confusión, celos y nuevas angustias, que pueden traducirse en
conductas conflictivas, agresivas o de retraimiento.

Las diferencias evolutivas


La edad de los hijos al momento de la separación marca importantes
diferencias en relación al impacto que produce en ellos. Pueden
distinguirse tres categorías siguiendo un criterio evolutivo: pre-escolares,
escolares y adolescentes.
Pre-escolares
• La total dependencia física y psíquica de sus padres, hace más
fuerte el temor al abandono.
• Las limitaciones de su capacidad de comprensión, imprimen
características particulares a su experiencia. Su razonamiento
lógico depende de su experiencia, y sus nociones de tiempo,
distancia y relación causa-efecto no están aún plenamente
desarrolladas. Conforme a sus posibilidades intelectuales, pueden
pensar que si un padre ha desaparecido, el otro también puede
desaparecer fácilmente. Cuando son muy pequeños, de nada sirve
decirles que papá vendrá el próximo lunes, porque no alcanzan a
entenderlo, sólo saben que papá no está. Del mismo modo,
cuando van a la casa del padre no conviviente, no están seguros,
como Hansel y Gretel, de poder encontrar el camino de vuelta.
• Dada su dependencia, sus temores, su comprensión limitada de
los acontecimientos familiares y su incapacidad para tranquilizarse
a sí mismos, pueden reaccionar mal ante el divorcio.
• Es posible que presenten las siguientes conductas:
1. 0 a 12 meses: caprichos, irritabilidad, tristeza o
insensibilidad, que constituyen respuestas al estrés y la
depresión maternas.
2. 1 a 2 años: llanto exacerbado, dificultades para estar
lejos de la madre aunque sea por un momento, porque la
necesitan cerca para sentirse seguros, el uso de sustitutos
maternos ( frazadas, muñecos de peluche, etc.), dificultades
para irse a dormir o permanecer dormidos.
3. 3 a 5 años: reincidencia en viejos hábitos (chupete,
enuresis, etc), posesividad y orden excesivo,
comportamiento excesivamente bueno, excesiva
agresividad.
Escolares
Los niños de 6 a 8 años tienen grandes dificultades para adaptarse a los
cambios que implica el divorcio:
• No pueden concentrarse en la escuela, agreden a sus pares y/o se
aíslan. El cincuenta por ciento de los niños que participaron del
estudio mostraron un descenso significativo en su rendimiento
escolar.
• Prevalecen en ellos las sensaciones de pérdida, rechazo y culpa, y
es la edad en la que se han observado con mayor frecuencia e
intensidad conflictos de lealtades respecto a sus padres.
• Les preocupa mucho perder al padre no conviviente y ser
reemplazados.
• Aprovechan la competencia de los padres por su afecto y lealtad, e
instrumentan conductas manipulativas.
• Pueden mostrar una excesiva responsabilidad.
Los niños de 9 a 12 años dependen de los padres para su estabilidad.
Ellos sostienen el escenario en el que transcurren sus vidas, donde
juegan, aprenden y adquieren capacidades sociales. Les importa mucho
la imagen social de su familia y de sus padres.
Temen que este escenario se derrumbe y se destruyan sus planes
presentes y futuros, y esta ansiedad se refleja en su comportamiento:
• Suelen enfrentarse con sus padres, y aliarse con uno de ellos para
atacar al otro.
• Su propia inseguridad y su pensamiento maniqueo, los hacen
proclives a las alianzas propuestas por sus padres.
• También se preocupan por sus padres, y se empeñan en
ayudarlos, y realmente pueden brindar cariño, compañía y
cuidados.

Adolescencia
La particularidad de la experiencia adolescente del divorcio está dada
por la tarea evolutiva que los hijos deben cumplir en esta etapa, que es
el proceso de separación de los padres.
Es frecuente que los adultos esperen de los adolescentes una adaptación
sin problemas al divorcio, porque son más grandes y pueden
comprender. Sin embargo, la disolución del hogar es especialmente
perturbadora para ellos, porque necesitan que su estructura familiar los
ayude a contener sus propios impulsos agresivos y sexuales.
Se sienten muy ansiosos frente a la vulnerabilidad de sus padres y les
preocupa su futuro. Les perturba ver que sus padres son personas con
impulsos y problemas sexuales, cuando ellos están tratando de
enfrentarse con su propia sexualidad.
Tienen la sensación de que la brecha generacional se ha violado, se
enojan con sus padres y se sienten abandonados.
El proceso de separación puede verse obstaculizado por un bloqueo del
desarrollo de la autonomía, quedándose en el hogar, ocupando el lugar
de enfermos, de niños o de compañeros del padre conviviente.
Otra posibilidad son las partidas precipitadas, que generalmente se
producen cuando son adolescentes que viven sin control parental. Los
padres están demasiado preocupados y deprimidos, y disminuyen la
parentalidad o ejercen una seudoparentalidad.
Es frecuente que en la adolescencia, los hijos varones quieran vivir con
el padre. Para los varones, durante la adolescencia, la relación con el
padre es de suma importancia para lograr la separación.

Existen dos factores identificados, que pueden proteger el desarrollo de


los adolescentes:
• Una visión realista y equilibrada de ambos padres, para que
puedan tomar de cada uno lo que necesitan para su desarrollo, sin
rechazar a ninguno.
• El compromiso de ambos padres respecto a ellos, su amor y su
respeto por su individualidad y su independencia.

Algunas conductas recomendables para padres divorciados


Todos estos aspectos descriptos pueden facilitarse si los padres adoptan
la actitud adecuada, en el momento de la crisis y después de ella. Las
siguientes constituyen algunas pautas a seguir:
• Ayudar a los hijos cuando la separación es inminente,
preparándolos para lo que vendrá. Ser cuidadosos con lo que dicen
y cómo lo dicen. Lo que digan o dejen de decir será recordado por
mucho tiempo. No se puede evitar que sufran, pero hay mucho
modos de mitigar ese sufrimiento.
• Comunicar juntos (papá y mamá) la decisión del divorcio. De este
modo, se transmite una decisión conjunta, madura y racional.
• Hablar con todos los hijos al mismo tiempo. Pueden ayudarse entre
sí. Si hay diferencias de edades muy marcadas, en un segundo
momento se puede hablar por separado con cada uno, adecuando
las explicaciones a cada edad.
• Deben enterarse cuando la decisión del divorcio está firmemente
tomada, y con anticipación al día en que el padre que se va del
hogar se mude.
• Explicar claramente. Los chicos necesitan entender de qué se trata
el divorcio. En el caso de los adolescentes, conviene explicarles el
proceso legal y las decisiones que es necesario tomar.
• Explicar las razones del divorcio, sin entrar en detalles como
infidelidades o problemas sexuales.
• Expresar la tristeza que genera el divorcio a los padres, porque
esto les permite expresar sus propios sentimientos.
• Decirles que ellos no son responsables de la separación y que no
está en sus manos recomponer el matrimonio.
• Decirles que saben que van a sufrir y que lamentan causarles ese
sufrimiento.
• Decirles, si ha sido así, que ellos fueron uno de los mayores
placeres del matrimonio y, si ha sido así, que en el pasado hubo
amor en su matrimonio.
• Anticipar situaciones dentro de lo posible, respecto a cuáles son
los cambios previsibles.
• Decirles que todos deben ser valientes, y que es una crisis a
afrontar por toda la familia.
• Dejarlos participar opinando sobre las decisiones a tomar, aunque
no sean ellos los que deciden.
• Decirles que todos deberán esforzarse para mantener la
importante relación entre padres e hijos.
• Decirles que tienen el derecho a amar a ambos padres recalcando
que el divorcio es un problema entre adultos.

Para terminar, podemos pensar que son dos las tareas que los adultos
deben afrontar tras un divorcio. La primera es la reconstrucción de sus
vidas adultas. La segunda es ayudar a los hijos a superar el fracaso del
matrimonio y los años posteriores al divorcio.
También los hijos deben realizar dos tareas. En primer lugar, deben
reconocer la realidad de la separación y aceptarla, para poder continuar
creciendo familiar e individualmente. En segundo lugar, apostar al amor,
aferrarse a la idea positiva de que pueden amar y ser amados. Esta es la
esencia de las segundas oportunidades para los hijos de familias
divorciadas.

Ya nos hemos divorciado, ¿seguimos siendo amigos?


La relación posterior estará marcada por dos hechos:
1. ¿Hay hijos?
2. Forma de vivir la ruptura por parte de cada uno de los miembros.
El objetivo primario de una pareja con hijos cuando se produce la ruptura
es tratar de mantener la estabilidad de todos sus miembros.
Para un hijo es mucho mejor que sus padres estén separados si ello les
aporta un bienestar personal. Ese bienestar tendrá un efecto positivo en
su relación con los hijos, relación a menudo deteriorada por la emersión
de los conflictos de pareja.
IMPLICANCIAS SEXUALES EN EL DIVORCIO

DEPRESIÓN Y SEXUALIDAD
La depresión, el estrés y la fatiga pueden dañar de una manera profunda
la sexualidad, aparte de que ciertos estados de depresión y tensión
enmascarados se hallan relacionados frecuentemente con disfunciones
sexuales. Cuando una persona se halla intensamente deprimida, el sexo
es lo último que le viene a la mente, pierden todo interés por la
sexualidad y se hacen inasequibles a la seducción y a la excitación
eróticas. Consideraciones similares tienen lugar tanto en hombres como
a mujeres que han estado sometidos a un estrés y a una fatiga intensos
y crónicos, como ocurre en las crisis emocionales, en un proceso de
divorcio.

La persona que se halla en una crisis se encuentra, ante todo,


intensamente preocupada por superar sus dificultades y le conviene
concentrar todas sus energías en la resolución de esos problemas, con
exclusión de cualquier cosa que pudiese suponer una diversión. Su
estado de ánimo se haya dominado por sentimientos de desesperanza,
con una perspectiva sombría del futuro, como en un pozo o con
sensación de vacío. Muestra una baja autoestima, con perdida de
confianza en si mismo, sentimientos de inferioridad, ideas de culpa y de
ser inútil. Tendente a pensamientos de autoagresiones y actos suicidas o
ideas de muerte. Sus pensamientos van acompañados de palabras
como: horrible, terrible, insoportable, etc. Considera un solo hecho
negativo como si fuese un completo modelo de derrota (Todo, nada,
siempre, nunca).

El depresivo tiene una baja tolerancia a la frustración y una extrema


sensibilidad a la percepción de rechazo interpersonal. Lo que le hace
evitar las relaciones con los demás debido al temor a este supuesto
rechazo. La reacción a los desaires o a las críticas puede hacer que deje
los trabajos, que use sustancias o que presente comportamientos
desadaptativos.
En un estado depresivo grave, se produce una acusada incapacidad
funcional, descenso de actividad, desminución de la eficiencia o
productividad en las ocupaciones laborales o estudios. La persona actúa
con una menor eficacia en las tareas, lavarse y vestirse es agotador,
tarda el doble. Puede ser incapaz de cuidar de sí mismo (comer o
vestirse) o de mantener higiene personal, esto le hace mostrar una
apariencia apática y desaliñada.

Suele estar preocupado excesivamente por su salud física, siempre con


quejas y dolores (molestias, cefaleas, dolores articulares o abdominales).
Puede tener manifestaciones somáticas como: trastornos cutáneos,
urinarios, trastornos de la regla... Además puede desarrollar ansiedad,
crisis de angustia y fobias o hacerse autorreproches por estar enfermo o
no cumplir adecuadamente a nivel laboral o interpersonal.

Por otro lado, también es posible que los cambios fisiológicos y


endocrinos internos que acompañan a los estados de depresión grave,
de estrés y de fatiga, contribuyan a una pérdida de motivación sexual al
afectar al sistema nervioso central y a los neurotransmisores (alteración
o disminución de niveles de los neurotransmisores: noradrenalina,
serotonina, acetilcolina, dopamina), y disminuir el suministro de
andrógenos. Los niveles de testosterona tienden a fluctuar
notablemente. Las personas que se hallan bajo un estado de estrés
crónico muestran una disminución significativa y consistente del nivel de
testosterona en sangre. Pero pasada la tensión, el nivel vuelve
rápidamente a la normalidad.

El incremento de los niveles de cortisona plasmática que acompaña al


estrés, a la tensión y a la depresión, puede también disminuir el interés
sexual en virtud de los efectos antiandrogénicos de los esteroides
corticales. La serotonina disminuye la actividad sexual. Estas sustancias
juegan un papel muy importante en la conducta emocional y, a su vez,
se hallan afectadas por los estados emocionales de la persona. Por
ejemplo, las catecolaminas cerebrales disminuyen durante las
depresiones.

Se producen otros trastornos fisiológicos como: alteraciones del apetito,


alteraciones del sueño, falta de energía, cansancio y fatigabilidad
(disminución de la vitalidad). Hiperactividad, con irritabilidad, agitación
(no puede estar sentado, paseos, frotarse las manos, pellizcar o arrugar
la piel o algún objeto) o enlentecimiento psicomotor (lentitud psíquica,
fatiga).

El comportamiento del depresivo se caracteriza por un desinterés


general, que se traduce en una pérdida de interés o placer en casi todas
las actividades y aficiones, reducción de interés o de deseo sexual, que
da lugar a trastornos sexuales y problemas en la actividad sexual
(anorgasmia en mujeres y disfunción eréctil en varones).

Disminuye de forma progresiva la comunicación y del contacto social,


sus relaciones se vuelven conflictivas, y en general las interacciones
sociales le resultan menos satisfactorias. Esto le lleva al retraimiento o
aislamiento social, incluso a tener problemas laborales (pérdida del
trabajo), o a la perdida posición laboral. A nivel intimo las consecuencias
son los problemas matrimoniales (divorcio), y la incapacidad para
mantener una relación duradera.

La depresión puede ser consecuencia de una pena normal por estrés


psicosocial (muerte de un ser querido, separación, divorcio, o una
decepción). Entre los traumas psicosociales que preceden a la depresión
están: Pérdidas, mudanza, jubilación, agotamiento, asuntos laborales,
cese de una tensión, situaciones de estrés, etc.

También, algunos de los medicamentos que se utilizan para tratar la


depresión reducen la actividad sexual, aumentando la angustia y la
desesperación, pero se trata de un efecto secundario que desaparece
pronto.

La depresión grave reduce la libido, al igual que los apetitos en general.


Algunas de las depresiones que presentan problemas sexuales pueden
ser leves; el paciente se siente mal, pero sin síntomas, cansado y falto
de estímulo. Pueden volverse frígidos o impotentes repentinamente, lo
que empeora su estado. La depresión leve que no se trata puede irse
arrastrando durante años.

Uno de los problemas de pareja que muchos callan es el de la disfunción


eréctil. El secreto no sale de la alcoba, hasta que la situación llega a ser
insostenible y se empieza a hablar del divorcio.
Se estima que el 30 por ciento de la población masculina en México
presenta algún problema de erección, de la cual no se habla, ni se
recurre al médico por vergüenza y timidez. Pero esta situación no es
privativa de los mexicanos, en Estados Unidos hay alrededor de 30
millones de hombres que la padecen.

Los urólogos definen a la disfunción como la incapacidad del hombre


para lograr o mantener una erección durante una relación
sexual, esta insuficiencia tiene sus orígenes en enfermedades crónicas
como la diabetes, los males cardíacos, lesiones de la espina dorsal,
problemas hormonales y la hipertensión, pero también por problemas
psicológicos.

La disfunción eréctil involucra a un gran número de los hombres de


mayor edad produciendo un impacto negativo en la actividad sexual.
Hay un gran número de enfermedades sistémicas y tratamientos
quirúrgicos que pueden afectarla. Su normal funcionamiento requiere de
la coordinación de diversos factores, a saber, psíquicos, hormonales,
neurológicos, vasculares, etc.
Entre las disfunciones sexuales masculinas, que se expresan con mayor
frecuencia a partir de los 50 años, existen factores predisponentes como
el stress, status social, divorcio o muerte del cónyuge, pérdida del
trabajo, problemas de salud, problemas familiares, que, combinados con
factores fisiológicos normales del envejecimiento, pueden producir
estados psicopatológicos tales como la depresión.
La disfunción eréctil en el hombre genera enojo, disgusto y ansiedad,
impactando negativamente en la libido y la actividad sexual.

Las disfunciones sexuales masculinas pueden ser:


1) Trastornos Eyaculatorios
La emisión del semen desde la próstata, vesículas seminales y vasos
deferentes en la uretra prostática y la propulsión del fluido en forma
anterógrada a través de la uretra, es un mecanismo complejo y
altamente coordinado que constituye la eyaculación.
El cierre del cuello de la vejiga coincidente con la emisión de fluido en la
uretra prostática previene el flujo retrógrado; éste puede aparecer
después de algunas operaciones (resección transuretral de próstata, por
ejemplo), por mecanismos neurogénicos en el diabético o en
operaciones que seccionan fibras simpáticas del cuello de la vejiga.

2) Eyaculación Precoz
En algunos hombres existe una base orgánica asociada a un
componente psíquico secundario. Puede ser tratada con terapia sexual
combinada con terapia farmacológica.
CONCLUSIONES

"A menudo el divorcio favorece el crecimiento personal pero para


algunas personas es vivido como un fracaso que genera graves
sentimientos de culpa".

La decisión de deshacer la pareja constituye un momento crucial en la


vida matrimonial y familiar. Cuando una convivencia termina ambos
implicados tienen que replantearse un proyecto de vida compartido
hasta esa fecha, cambiar los esquemas de ese proyecto y ese análisis
puede tener efectos tanto negativos como positivos, tanto en ellos como
en los más afectados, los hijos.

Cuando una pareja no funciona cualquiera de los dos miembros es capaz


de darse cuenta aunque siempre suele ser uno de ellos el que toma la
iniciativa del diálogo. Mediante este diálogo, el miembro de la pareja
activo trata de comunicarse con el otro miembro para saber si esta de
acuerdo o difiere en algún punto sobre el mal momento que vive la
relación.

Asimismo si la pareja cuenta con hijos tendrá que hablar con ellos
(preferentemente ambos a la vez), exponiéndoles la decisión tomada,
desculpabilizándoles de cualquier sentimiento de implicación en la
decisión. Hay que dejarles muy claro que a pesar de la ruptura ellos
seguirán siendo sus hijos y, por lo tanto, el contacto continuará como
hasta ahora con la única diferencia de que uno de los padres ya no vivirá
en la casa.
Si los hijos son pequeños (menores de 12 años) se entiende que estarán
mejor a cargo de la madre. Los adolescentes pueden decidir con quién
quieren vivir. Lo habitual es que el que se quede con los niños siga
viviendo en la vivienda familiar para generar los menos cambios posibles
en la vida de los hijos.
El ser humano es independiente y tiene poder de elección. Se equivoca
como humano que es pero tiene derecho a enmendarlo. Del mismo
modo que un día decidimos unirnos otro podemos muy bien decidir que
ya no funciona.

El divorcio simboliza no sólo romper con una trayectoria de vida en


común sino con un largo pasado lleno de vivencias, algunas positivas y
otras negativas, pero que en definitiva nos pertenecen.

La ruptura marca un paréntesis, un acabar algo para empezar un camino


distinto; supone un cambio y como todo cambio es difícil de aceptar,
pero peor es limitar toda una vida infeliz por temor a dar el paso.

BIBLIOGRAFÍA

1. FINKEL, Susana. Guía de la mujer divorciada. Buenos Aires, Editorial


Perfil, 1997.

2. HERSCOVICI, Pedro. "Por el mejor interés y en defensa de los hijos de


la separación", Revista Terapia Familiar, año IX, Nº
15, Divorcio y nuevas organizaciones familiares, pp.
75 - 81. Buenos Aires, Editorial Terapia Familiar,
1986.

3. WALLERSTEIN, Judith y ots.. Padres e hijos después del divorcio.


Buenos Aires, Javier Vergara Editor, 1990.

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