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SINTOMATOLOGÍA DE RE-EXPERIMENTACIÓN; DESENSIBILIZACIÓN

SISTEMÁTICA (DS), EXPOSICIÓN Y PREVENCIÓN DE LA RESPUESTA

El estrés es un tipo de reacción que se activa en aquellas situaciones en las que

percibimos que no tenemos suficientes recursos para atender a las demandas

(Lazarus, 1990). Se trata de un sistema que compartimos con animales e incluso

plantas, y que nos permite reaccionar con rapidez y seguridad ante contextos en los

que hay que dar una respuesta para la que no tenemos suficientes recursos de

afrontamiento. Este mecanismo pone en marcha un proceso de activación a nivel

cognitivo, fisiológico y conductual, que se detiene cuando se consigue el objetivo

deseado (Merín, Cano-Vindel, & Miguel-Tobal, 1995). Después de haber agotado la

energía y los recursos, éstos se vuelven a recuperar con el descanso, de manera

que se trata de un proceso normal de adaptación al entorno que nos rodea (Cano-

Vindel & Serrano-Beltrán, 2006). Pueden surgir problemas con el estrés si nuestro

cuerpo y nuestra mente están activándose permanentemente, sin que se permita la

recuperación. En estos casos el estrés puede comenzar a producir algunos

síntomas, tales como olvidos, problemas de concentración, pérdida de rendimiento,

alta activación fisiológica, agotamiento, insomnio, dolor de cabeza, dolores

musculares, contracturas, ansiedad, irritabilidad, aumento del consumo de

tranquilizantes, etc.
El TEP es un trastorno de ansiedad que suele producirse tras haber sufrido u

observado un acontecimiento altamente traumático (atentado, violación, asalto,

secuestro, accidente, enfermedad mortal, etc.), en el que está en juego nuestra vida

o la vida de otras personas (Dongil, 2008; Iruarrizaga, Miguel-Tobal, Cano-Vindel &

González-Ordi, 2004).

Esta experiencia puede originar un aprendizaje emocional que tiene como fin

proteger al individuo frente a nuevas situaciones similares (Conejero, de-Rivera,

Páez & Jiménez, 2004), pero que va a ocasionar toda una serie de síntomas

agrupados en tres tipos diferentes: rememoración (o reexperimentación),

hiperactivación fisiológica y evitación (junto con embotamiento afectivo).

Las imágenes de la situación traumática han quedado grabadas en una memoria

emocional indeleble y vuelven a reexperimentarse una y otra vez con gran viveza,

en contra de la propia voluntad, a pesar del paso del tiempo, con todo lujo de

detalles, como si estuviera sucediendo de nuevo (flashback).

Estos procesos cognitivos disminuyen la capacidad de concentración, memoria,

toma de decisiones, y producen reacciones emocionales muy fuertes, con intensas

respuestas de ansiedad (preocupación, miedo intenso, falta de control, alta

activación fisiológica, evitación de situaciones relacionadas, etc.), irritabilidad, ira,

tristeza, culpa y otras emociones negativas. Todo ello genera una gran activación
fisiológica, un tremendo malestar psicológico acompañado de una continua

hipervigilancia que mantiene la reacción de estrés, como si volviera a repetirse

actualmente la situación traumática, o pudiera repetirse en cualquier momento,

generando agotamiento, emociones intensas, pensamientos irracionales, sesgo

atencional (todo el tiempo se piensa en lo mismo), sesgo interpretativo (estímulos

que antes eran neutros ahora se viven como amenazantes y se evitan), que

aumentan aún más la intensidad de las respuestas de ansiedad, sumando más

impotencia, debilidad, agotamiento, etc. (Dongil, 2008).

TRATAMIENTO DEL TRASTORNO POR ESTRÉS POSTRAUMÁTICO.

La investigación en el área del tratamiento del TEP siempre ha sido difícil y

compleja, arrojando en ocasiones datos contradictorios. Foa et al. (1999)

movilizaron a buena parte de la comunidad científica que trabaja en este campo

para crear una guía consensuada por expertos para el tratamiento del TEP.

El único objetivo fue el buscar las mejores intervenciones en base a la edad, cuando

hay trastornos asociados, estilo de sesiones terapéuticas, psicoterapias más

aceptadas, síntomas principales, medicación según los síntomas, medicación

según los estresores y medicación cuando hay trastornos asociados. Como

conclusión, se estableció la idea de un tratamiento por objetivos, tratando de

intervenir sobre el síntoma predominante con la técnica más adecuada para este.
LA DESENSIBILIZACIÓN SISTEMÁTICA (DS)

La desensibilización sistemática (DS) es una técnica dirigida a reducir las

respuestas de ansiedad y las conductas motoras de evitación ante determinados

estímulos. Se trata de una de las técnicas pioneras en modificación de conducta,

propuesta por Wolpe en los años cincuenta (Labrador, 2008).

El supuesto de este procedimiento es que existen determinados estímulos que

generan, de forma automática, respuestas de ansiedad en la persona, y pretende

que esos mismos estímulos provoquen, también de manera automática, respuestas

incompatibles con la ansiedad. De esta forma se impide el desarrollo de la ansiedad

y la puesta en marcha de la evitación.

Con la desensibilización sistemática una persona puede aprender a enfrentarse a

objetos y a situaciones que le son particularmente amenazadoras, exponiéndose de

forma real o imaginaria a los estímulos que producen una respuesta ansiógena.

Se trata de aprender a relajarse mientras se imaginan escenas que,

progresivamente, van provocando mayor ansiedad. “La repetida presentación del

estímulo hace que éste pierda progresivamente su capacidad de evocar ansiedad y


en consecuencia malestar físico, emocional o cognitivo” La técnica es muy efectiva

para combatir fobias clásicas, miedos crónicos, algunas reacciones de ansiedad

interpersonal.

EL PROCESO

Es fundamental exponerse de forma real o imaginaria a los estímulos que producen

emociones ansiógenas y cuantas más veces mejor. Se trata de no evitar nunca, de

enfrentarse, pero armado de unos recursos que antes no se tenían pero que se

pueden aprender. Por eso es muy importante repetir, repetir y repetir. Llevando a

cabo acercamientos sistemáticos y progresivos (despacio, pero sin pausa, poco a

poco hasta que vaya perdiendo fuerza el elemento ansiógeno) los cuales serán

reforzados puntualmente, de modo que la respuesta pierda poder ante dicha

situación.

Podemos hacerlo repasando con la imaginación la exposición al estímulo que

genera ansiedad (por ej. cómo responder ante una situación o pensamiento ante los

que sentimos descontrolar o con gran malestar psicológico o fisiológico) y tras

dominar la situación con la imaginación (viéndonos por ej. a nosotros mismos

respondiendo controladamente y de una forma mucho más positiva y adaptativa)

pasar posteriormente a practicar con la exposición directa. Se trata de deshacer

condicionamientos que provocan ansiedad y aprender otros más positivos y

adaptativos. Esto sirve para cualquier situación que pueda provocarnos ansiedad.
Los pasos son:

 Relajar los músculos a voluntad

 Hacer una lista con todos los temores o situaciones ansiógenas.

 Construir una jerarquía de escenas ansiógenas de menor a mayor intensidad

de ansiedad.

 Avanzar, a través de la imaginación o mediante enfrentamiento, con las

situaciones temidas de la jerarquía.

Es importante que se practique la visualización para que la situación se viva como

muy real. No se pasará a una nueva situación ansiógena hasta no haber logrado

que la anterior situación de la jerarquía quede totalmente resuelta en cuanto a la

ansiedad vivida.

EXPOSICIÓN Y PREVENCIÓN DE LA RESPUESTA

Un reciente estudio publicado en la revista Archives of General Psychiatry ha puesto

en evidencia la eficacia del tratamiento de exposición frente a la reestructuración

cognitiva para la prevención del trastorno por estrés postraumático (TEPT) en

pacientes de alto riesgo diagnosticados de trastorno por estrés agudo.


El trastorno por estrés agudo se caracteriza por el desarrollo de una fuerte

respuesta de estrés (lo que se conoce como estado de shock) tras la

experimentación de un suceso traumático. Su aparición está asociada al desarrollo

posterior de TEPT, un trastorno de ansiedad que implica un grave deterioro en el

funcionamiento diario y en la calidad de vida de la persona que lo padece, y que

incluye síntomas asociados a la re-experimentación del suceso (flashbacks,

sueños recurrentes, recuerdos intrusivos y no deseados...), así como un alto nivel

de activación fisiológica y respuestas de evitación a estímulos asociados al suceso

traumático.

Entre las estrategias de intervención más utilizadas en la práctica clínica para el

abordaje y prevención del TEPT se encuentran la terapia de reestructuración

cognitiva y la terapia de exposición y prevención a la respuesta. La primera, se

basa en la reconstrucción de los pensamientos y respuestas asociadas al suceso

traumático, mientras que la terapia de exposición se centra, por el contrario, en

volver a exponer a la persona de alguna manera a los estímulos asociados al

acontecimiento traumático con el objetivo de habituarle a dicha situación y así

disminuir su nivel de respuesta de estrés. Algunos clínicos se muestran reacios a

utilizar esta segunda estrategia debido a que suele causar cierto rechazo en los

pacientes.
En el estudio anteriormente mencionado y llevado a cabo por investigadores de

la Universidad de New South Wales(Sydney, Australia), se analizaron los efectos

de la terapia de exposición en pacientes que habían desarrollado trastorno por

estrés agudo tras la experimentación de un accidente de automóvil o una agresión.

Participaron un total de 90 individuos, de los cuales 30 recibieron terapia de

exposición, otros 30 tratamiento de reestructuración cognitiva, y los 30 restantes

fueron asignados a un grupo control de lista de espera. Los dos grupos de

tratamiento consistieron en 5 sesiones semanales de 90 minutos de duración. Se

realizaron evaluaciones de los participantes al inicio del tratamiento, así como a las

6 semanas y a los 6 meses después de la intervención.

Al finalizar el estudio, 63 participantes completaron la totalidad del programa. Los

resultados muestran que tan sólo un 33% de los integrantes del grupo de exposición

(10 pacientes) mostraron síntomas de TEPT, frente a un 63% (19 pacientes) del

grupo de reestructuración cognitiva y un 73% del grupo de lista de espera (23

pacientes). A los 6 meses de seguimiento los resultados se mantuvieron

relativamente estables, ya que un 37% de los participantes del grupo de terapia de

exposición (11 pacientes) presentaron síntomas de TEPT en comparación con un

63% (19 pacientes) del grupo de reestructuración cognitiva.


Por otro lado, al evaluar el grado de mejoría, un 47% de los participantes del grupo

de exposición mostraron una remisión total de los síntomas, mientras que tan sólo

un 13% de los individuos del grupo de reestructuración cognitiva alcanzaron este

nivel.

Respecto a los niveles de participación, los autores del estudio señalan que los

porcentajes de abandono fueron similares en ambos grupos de tratamiento: 17% en

la terapia de exposición frente a un 23% en la terapia de reestructuración cognitiva.

Además, los niveles de malestar asociados a la terapia de exposición remitieron

significativamente después de la tercera sesión de tratamiento.

Una posible explicación que sugieren los autores a la luz de estos resultados es que

la exposición, frente a la reestructuración cognitiva, permite el alivio de la ansiedad

total asociada con el recuerdo del suceso y combate la tendencia a evitar los

recuerdos asociados al acontecimiento (lo que genera un desgaste emocional

importante para la persona y provoca el efecto contrario aumentando su nivel de

activación emocional negativa). Así mismo, permite al paciente percibir cierto control

sobre su ansiedad y entrenar dicha habilidad durante las actividades de exposición

de manera controlada y supervisada.


En conclusión, los resultados de esta investigación sugieren que la activación

directa de los recuerdos traumáticos a través de la exposición es particularmente

útil para la prevención del TEPT en pacientes con trastorno por estrés agudo, frente

a la reestructuración cognitiva. De esta manera, la exposición muestra ser una

herramienta eficaz para la intervención temprana en personas que han presenciado

un suceso traumático y que presentan alto riesgo de desarrollo de TEPT.

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