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Estudiantes
Francisca Reyes
Daniela Silva
Profesora guía
Myriam Díaz
Lectora crítica
Tania Orellana
Julio, 2018
A partir de lo desarrollado en el apartado anterior y a la delimitación del objeto de estudio,
-por medio de la recuperación de investigaciones vinculadas a la temática y al trabajo de
campo realizado-, a continuación se procede a definir teóricamente los elementos centrales
que sustentan la investigación, los cuales han permitido aproximarnos al fenómeno del
cuerpo gordo femenino en la moda; reconociendo la relación que se suscita entre ellos,
para así situar y generar una comprensión del mismo.
Cabe señalar que el marco teórico permite vislumbrar, a partir del diálogo de
diferentes posicionamientos teóricos, perspectivas y supuestos epistemológicos como se
ha abordado la temática planteada, tomando en cuenta que desde aquel ejercicio reflexivo,
se orienta y posibilita la investigación. Pues, mientras se acentúa cierta área de
conocimiento respecto a la corporalidad gorda, otras aristas de ese fenómeno no serán
recuperadas, considerando las limitaciones y alcances tanto del equipo investigador, como
de las elecciones teóricas escogidas. Respecto a lo anterior, se reconoce que “el marco
teórico no sólo adquiere una forma argumentativa, sino que también adopta una forma
crítica, donde el investigador reflexiona sobre las prácticas de conocimiento respecto del
tema de interés y se hace responsable de la manera en que fundará la relevancia del
problema que le interesa estudiar” (Martínez, 2006, p.129).
El estudio del cuerpo no deja de ser una cuestión de gran relevancia para las ciencias
sociales, teniendo en consideración que éste corresponde a la materialidad que
disponemos para estar en el mundo y enfrentarnos a lo social. De este modo, la
corporalidad ha sido abordada por diversas disciplinas como la filosofía, sociología,
psicología, antropología, historia, el arte, entre otras, posicionándose como un tema de
interés investigativo.
De este modo, los cuerpos abyectos no solo son excluidos por lo manifiesto
externamente, sino que también, aquella exclusión repercute en la consideración de
totalidad del sujeto, es decir, “un exterior abyecto que, después de todo, es "interior" al
sujeto como su propio repudio fundacional” (Butler, 2002, p. 20).
Por otra parte, Martínez (2015), quien realiza una investigación de las figuras de lo
abyecto en el arte moderno, sostiene que lo abyecto se encuentra vinculado con lo
fisiológico, “aquello que suscita una reacción de rechazo o de repulsión física, es lo
propiamente abyecto” (p. 268). Junto a ello, el autor menciona que lo abyecto es
incorporado por el cuerpo social, ocasionando una reacción ideológica, que puede provocar
o no repulsión física, “tiene que ver con lo metafórico, con la relación de fuerzas entre los
grupos de poder y los discursos ideológicos hegemónicos, con el centro, y aquellos grupos
disidentes o heterodoxos o marginales o excluidos, con la periferia” (Martínez, 2015, p.268).
En este sentido, los cuerpos gordos femeninos en la escena de lo mediático,
particularmente en el escenario de la moda, constituirían cuerpos abyectos que pueden
generar reacciones y emociones de rechazo, a las cuales debe enfrentarse.
1.2 Moda
Cabe destacar que los primeros acercamientos teóricos a la moda se han realizado en
sintonía con las “industrias culturales”1 (Cabello, 2016). Para comprender teóricamente el
fenómeno de la moda, es preciso comenzar por los planteamientos de Georg Simmel
(2014), quien sostiene que la moda
1
Las industrias culturales y creativas son “aquellos sectores de actividad organizada que tienen como objeto
principal la producción o la reproducción, la promoción, la difusión y/o la comercialización de bienes, servicios
y actividades de contenido cultural, artístico o patrimonial. Este enfoque pone un énfasis no sólo en los
productos propios de la creatividad humana que son reproducidos industrialmente, sino que da relevancia a
la cadena productiva y a las funciones particulares que realiza cada sector para hacer llegar sus creaciones al
público. Así, esta definición incluye a actividades relacionadas como la publicidad y el diseño gráfico, que
contribuyen decisivamente en este proceso” (Unesco, 2018, párr.1).
“es imitación de un modelo dado, y satisface así la necesidad de
apoyarse en la sociedad; conduce al individuo por la vía que todos
llevan, y crea un módulo general que reduce la conducta de cada
uno a mero ejemplo de una regla. Pero no menos satisface la
necesidad de distinguirse, la tendencia a la diferenciación, a
cambiar y destacarse” (p.35).
Por tanto, lo anterior implica que la moda sería un espacio de encuentro con los
pares, la unidad de un círculo que ella establece y, en consecuencia, la oclusión cerrada de
este círculo para las clases subordinadas que son excluidas del mismo, “unir y diferenciar
son las dos funciones radicales que aquí vienen a reunirse indisolublemente, de las cuales,
la una, aún cuando es o precisamente porque es la oposición lógica de la otra, hace posible
su realización” (Simmel, 2014, p.37).
En el marco de una sociología del vestir, como una práctica corporal contextuada, el
cuerpo es reconocido como una entidad social y el vestir como el producto, tanto de
factores sociales como de acciones individuales (Entwistle, 2002). Para explorar las
influencias estructurales sobre el cuerpo vestido, se deben considerar las limitaciones
históricas y sociales del mismo, que permean el acto de vestirse en un determinado
momento, de acuerdo a los dictámenes de la moda. En este sentido, en sintonía con los
planteamientos Simmelianos de la moda, la autora postula que los cuerpos que no se
conforman, los que se saltan las convenciones de su cultura y no llevan las prendas
apropiadas, “son considerados subversivos en lo que respecta a los códigos sociales básicos
y corren el riesgo de ser excluidos, amonestados o ridiculizados” (Entwistle, 2002, p.12),
vinculándose al modo en el que el cuerpo-vestir se encuentra inmerso en relaciones de
poder que generan una primacía y aceptación de ciertos cuerpos sobre otros (Entwistle,
2002).
Para Cornejo esta vinculación entre cuerpo, imagen e identidad solo se puede llegar
a construir y reconstruir mediante procesos de cuestionamientos al concepto actual de
belleza, prescindiendo sus enunciados de normatividad y valorando las particulares de cada
sujeto, ello, sumado a procesos reflexivos sobre los mensajes que son transmitidos a través
de los dispositivos sociales y los modelos en los que éstos se promueven. Reconociendo,
“un sentido crítico de los modelos presentados por diferentes medios, sobre todo los ámbitos
de moda y medios masivos de comunicación” (Cornejo, 2016, 172). Por tanto, desde dicho
proceso de reflexión y cuestionamientos se desprende la configuración personal que van
desarrollando las propias sujetas.
Por otra parte, la doctora en antropología social Elena Espeitx (2008), expresa que
la construcción de la imagen corporal corresponde al proceso que lleva el sujeto respecto
al cuerpo físico que lo constituye y a los enunciados que recibe en la interacción social.
Respecto a este último punto, la autora precisa que la construcción de la imagen corporal
se encuentra significativamente entrecruzada por la serie de clasificaciones previas sobre
lo que cada sujeto debe ser, del lugar que ocupa en la sociedad y los roles que se le
atribuyen, “la imagen corporal se construye, se moldea, a partir de y sobre un sistema de
signos, transmitidos en sociedad. Es decir, surge y adquiere sentido en las interacciones
entre los individuos y en todo aquello que emerge de ellas, al tiempo que las determina”
(Espeitx, 2008, p. 105).
En este sentido, se plantea que así como se tiene una imagen de cómo se es, también
se tiene una imagen corporal ideal, es decir, cómo le gustaría ser físicamente. La imagen
física ideal se encuentra basada en normas y estereotipos culturales aprendidos. Cuánto
más cercanas estén la imagen física real con la ideal de una persona, más posible será que
se generen apreciaciones positivas hacia su cuerpo y, en consecuencia, más autoestima. De
acuerdo a Gismero, dichas imágenes ideales del cuerpo mutan con el paso del tiempo y con
las culturas (Gismero, 2002). Teniendo en cuenta lo previamente expuesto, cabe
interrogarse ¿cómo se da la relación de las modelos con cuerpos gordos entre su imagen
física real e ideal? ¿se homologarían ambas imágenes corporales o estas se diferenciarían?
A partir de lo anterior, se reconoce que unas personas que se encuentra insatisfecha
con su cuerpo tendrían un peor concepto de sí misma y una autoestima más baja, tendiendo
a centrar su atención en sus “defectos” (reales o subjetivamente vividos),
sobredimensionándolos y soslayando otros aspectos de importancia en su vida. Aquella
situación genera, por una parte, angustia, complejos, inseguridad de expresar lo que se
piensa, quiere, siente ante los otros y por otra, descalificaciones y expectativas negativas
sobre sus posibilidades en la vida (Gismero, 2002).
2
Dicha información es relevada por Elena Gismero de acuerdo a la revisión de los estudios “Insatisfacción con
el peso e intentos de pérdida de peso entre adultos canadienses” (1997) de Green KL., Cameron R., Polivy J.,
Cooper K., Liu L., Leiter L. y Heatherton T. y “Todavía nos mata suavemente: Publicidad y la obsesión con la
delgadez” del libro Perspectivas feministas sobre los trastornos alimentarios (1994) de P. Fallon, M. A. Katzman
y S. C. Wooley.
3
La aseveración de la autora es recogida a partir de los estudios “Satisfacción con la imagen corporal, creencias
sobre la dieta y conductas de pérdida de peso en niñas y niños adolescentes” (1991) de Paxton SJ., Wertheim
EH., Gibbons K., Szmukler GI., Hillier L. y Petrovich JL. y de “Insatisfacción con el peso y la figura en las niñas
obesas: descontento pero no depresión” (1989) de Wadden TA., Foster GD., Stunkard AJ. y Linowitz JR.
mujer y poseer una autoestima dependiente de los atributos físicos)
influye en el vigor con que el individuo persigue los procedimientos
de modificación (Fallon citado en Gismero, 2002, p.187).
1.4 Significados
De esta manera, Bruner propone que los sujetos se encuentran en el mundo social
y cultural compartiendo, construyendo y negociando significados mediante un sistema de
símbolos compartidos, “en virtud de nuestra participación en la cultura, el significado se
hace público y compartido. Nuestra forma de vida, adaptada culturalmente, depende de
significados y conceptos compartidos, y depende también de formas de discurso
compartidas que sirven para negociar las diferencias de significado e interpretación”
(Bruner, 1998, p. 29), planteando así la conexión entre la cultura y los sujetos, pues los
significados emergen en su interacción.
En ese sentido, los significados son producto de los procesos de negociación que se
establecen en la cultura y sociedad en la que los sujetos se encuentran inmersos (Bruner,
1998). Pues, es mediante los procesos de comunicación y narración que desarrollan los
sujetos donde es posible construir relatos propios que den significado a nuestra vida y
nuestros actos, y a su vez, lograr desarrollar interpretaciones que permitan comprender las
acciones de los otros, reconociendo puntos de convergencias y las particularidades en la
vida social (Bruner, 2008).
Desde este punto de vista, Arcila, Mendoza, Jaramillo y Cañón (2010) mencionan
que los significados propuestos por Bruner permiten mediar entre lo culturalmente
establecido, lo esperable y normativo con lo posible, imaginado y dinámico. También
consideran que los significados favorecen la construcción de Yoes, pues a través de las
prácticas interpersonales se crean los significados que constituyen sus características.
Relevando que “el lenguaje permite a los sujetos participar en la cultura, entender y
construir sus significados” (Arcila, Mendoza, Jaramillo, Cañón, 2010, p.43).
Destacando que en la vida social se juegan los procesos mediante los cuales se crean,
negocian y comparten significados, informaciones, intenciones y deseos tanto individuales
como del conjunto.
Por tanto, se reconoce al ser humano como un “ser activo que inmerso en la cultura
construye, deconstruye y co-construye los significados y el medio por el cual se logra esta
transformación es el lenguaje” (Arcila et al., 2010, p.45), participando activamente en la
construcción del conocimiento social y por tanto, no como un ente que solamente se dedica
a recibir la información proveniente del medio contextual.
Destacando esta mirada reflexiva, para el autor las acciones realizadas por los
sujetos presentes en la vida social poseen una intencionalidad y una carga motivacional que
permiten el desarrollo de éstas. Dichas motivaciones son reconocidas como los “motivos
para” y “motivos porque”, por los primeros se comprende aquellos que se desarrollan en la
conciencia de los sujetos, vinculados a fines deseados, objetivos a alcanzar, es decir, las
proyecciones a futuro que orientan la acción; y los “motivos porque” comprenden a las
experiencias previas y al contexto particular y pasado del sujeto (Laffaye, 2013). De esta
forma, Schütz plantea que lo que aparece como significado de la acción para los sujetos
incluye a ambos motivos interrelacionados, pues los “motivos para”, vale decir, el proyecto,
se fundamenta en los “motivos porque” (Schutz 1973).
En síntesis, tanto Bruner como Schütz comparten que los significados son
construcciones complejas que se dan y entablan en la interacción social, reconociendo la
diversidad de significados, pues estos no son uno solo ni implican una consideración de
verdad única, sino también dan cuenta de procesos particulares que se desarrollan en un
contexto social específico. Bruner, por su parte, enfatiza en los procesos de negociación y
comunicación que permiten la interconexión entre los sujetos y entre éstos con la cultura,
para la construcción de los significados. Mientras que Schütz, destaca a la vida cotidiana
como el espacio por excelencia para la interacción social y el desarrollo de procesos de
significación. De esta manera, para el desarrollo de dicho proceso, se reconoce la actitud
reflexiva que poseen los sujetos para volver sobre sus vivencias pasadas y elaborar sus
proyecciones.
Arcila, P., Jaramillo, J., Mendoza, Y. y Cañón, O. (2010). Comprensión del significado desde
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