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FACULTAD DE DERECHO

Carrera De Relaciones Internacionales

LA INTERVENCIÓN MILITAR DEL GOBIERNO RUSO


EN LA CRISIS DE SIRIA ENTRE EL 2015 Y 2016

Tesis para optar el Título Profesional de Licenciado en Relaciones


Internacionales

RICARDO ANDRÉ, OTINIANO PALACIOS

Asesor:

Embajador Jorge Abarca del Carpio

Lima – Perú
2018
ÍNDICE DE CONTENIDOS

Introducción 1
Capítulo 1 2
1.1 Problema de investigación 2
1.1.1 Planteamiento del problema. 2
1.1.2 Formulación del problema. 3
1.1.3 Justificación de la investigación. 4
1.2 Marco referencial 5
1.2.1 Antecedentes. 5
1.2.2 Marco teórico. 9
1.2.2.1 Evolución del orden internacional. 9
1.2.2.2 Teoría del realismo. 19
1.2.2.3 Teoría del constructivismo. 25
1.3 Objetivos e hipótesis 30
1.3.1 Objetivos generales. 30
1.3.2 Objetivos específicos. 30
1.3.3 Hipótesis generales. 30
1.3.4 Hipótesis específicas. 31
Capítulo 2: Método 32
2.1 Tipo y diseño de investigación 32
2.1.1 Tipo de investigación. 32
2.1.2 Diseño de investigación. 32
2.2 Variables 33
2.3 Instrumentos de investigación 33
2.4 Procedimiento de recolección de datos 34
Capítulo 3: Resultados 35
3.1 Política exterior de la Federación de Rusia 35
3.1.1 Los primeros años de la Federación de Rusia. 35
3.1.2 La desilusión con el Occidente. 37
3.1.3 Rusia en el nuevo milenio. 38
3.1.4 La guerra de Osetia del Sur. 41
3.1.5 La política de reseteo entre Estados Unidos y Rusia 43
3.1.6 Los problemas con Ucrania. 46
3.2 La relación histórica entre Rusia y Siria 47
3.2.1 La protección soviética. 48
3.2.2 Siria y el final de la Guerra Fría. 51
3.2.3 Los intentos de paz entre Siria e Israel. 53
3.2.4 Siria y Rusia en el nuevo milenio. 55
3.2.5 El nuevo acercamiento entre Rusia y Siria 56
3.3 Principales acontecimientos de la Crisis en Siria 59
3.3.1 El comienzo de la Primavera Árabe. 59
3.3.2 Los orígenes de la Crisis en Siria. 62
3.3.3 La respuesta internacional. 65
3.3.4 La guerra subsidiaria o proxy. 69
3.3.5 La aparición del Estado Islámico y la diplomacia rusa. 72
3.3.6 La presencia militar de Rusia en la Crisis de Siria. 76
3.4 La influencia religiosa, la competencia energética y los principales actores
del Medio Oriente sobre la Crisis de Siria 82
3.4.1 El Islam. 82
3.4.2 La yihad en Rusia. 86
3.4.3 Arabia Saudita. 90
3.4.4 La competencia energética. 92
3.4.5 Arabia Saudita frente a los Hermanos Musulmanes y Qatar. 94
3.4.6 Irán. 97
3.4.7 Turquía. 99
3.4.8 Israel. 101
3.4.9 Estados Unidos. 102
3.4.10 China. 106
3.5 Las razones de la intervención rusa en la Crisis de Siria 107
3.5.1 Las características realistas de la política exterior rusa. 108
3.5.2 Las características constructivistas de la política exterior rusa. 115
3.5.3 La política exterior rusa dentro del nuevo orden mundial. 118
3.5.4 Reflexiones finales sobre la intervención militar de Rusia en Siria. 123
Conclusiones 127
Recomendaciones 131
Referencias 133
Anexos 150
Dedicado a mis padres y Pamela por apoyarme siempre y a mi abuela Esperanza por creer
en mí.
Agradecimientos

Agradezco mucho a estas personas por brindarme su paciencia y comprensión durante el


desarrollo de esta tesis, así como ayudarme con sus ideas y opiniones: Embajador Jorge
Abarca del Carpio, Rafat Ahmed Ghotme, Olga Lukashevich Pérez, Rodolfo Castro Valcárcel,
Oswaldo Bravo-Daneri, Sebastien Adins Vanbiervliet, Marcela Palacios Lanfranco, Aldo Vernal
Gutiérrez, Pamela Plasencia Rodríguez y Diego Olivas Arana.
Introducción

El presente trabajo busca analizar la política exterior de Rusia dentro de la región del Medio
Oriente, específicamente durante la intervención militar en la crisis de Siria. A partir de la
solicitud del Gobierno sirio en setiembre del 2015, decenas de aviones de guerra rusos
entraron al espacio aéreo de Siria con la intención de ayudar al Gobierno a retomar el control
del país. Esta intervención ha llevado al surgimiento de varias teorías sobre las razones del
Gobierno ruso y el interés que este tiene en Siria. La investigación se basará en distintos
documentos para poder distinguir cuál ha sido la orientación de la agenda exterior de Rusia
en los últimos años y, de acuerdo a ello, cuáles fueron sus razones para intervenir en este
país.

Asimismo, se estudiarán los orígenes del conflicto y el contexto regional que tuvo lugar durante
la crisis. También se señalarán los actores más importantes que influyen en este escenario y
cuál es la relación de Rusia con ellos. Se tomará en consideración la evolución que ha tenido
el orden mundial hasta el presente y las teorías o paradigmas de relaciones internacionales
que más se alineen a la política exterior de Rusia. Mediante esta base, se analizarán las
acciones que tomó Rusia de acuerdo al panorama que se presentó entre los años 2015 y 2016
en Siria para poder determinar cuánto influyó el contexto internacional en las decisiones de su
política exterior.
Capítulo 1

1.1 Problema de investigación

1.1.1 Planteamiento del problema.

La guerra civil en Siria es uno de los conflictos internacionales más preocupantes desde que
empezó en el 2011. Según las Naciones Unidas, esta guerra ha cobrado la vida de más de
250 000 víctimas y ha causado más de un millón de heridos, debiéndose aclarar que las cifras
dejaron de ser actualizadas desde el 2013 debido a la falta de condiciones para su monitoreo
(Associated Press, 2016). El enviado especial de las Naciones Unidas en Siria, Staffan de
Mistura, advirtió en el 2016 que el conteo de víctimas mortales ascendía posiblemente a 400
000 (Johnson, 2016). A esto se debe sumar el gran número de refugiados que ha generado
este sangriento conflicto, que hasta el 2017 se calcula alrededor de 5,4 millones de refugiados
sirios (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, 2017).

Las difíciles condiciones en las que el pueblo sirio debe subsistir han llevado a la sociedad
internacional a hacer un llamado a las principales autoridades mundiales para responder y
tomar acciones frente a esta realidad adversa. Sin embargo, las principales potencias dentro
de las Naciones Unidas se han abstenido de intervenir directamente en el país por distintas
razones de interés nacional, y no han podido conciliar las diferentes posturas al momento de
apoyar al Gobierno central o a las fuerzas de la oposición siria.

Desde el inicio del conflicto, el Gobierno de Rusia ha mantenido la firme postura de seguir
apoyando al Gobierno sirio, liderado por Bashar al-Assad. Para ello, el Gobierno ruso se opuso
a cualquier intento de parte de Occidente en derrocarlo o apoyar a las fuerzas de oposición,
habiendo vetado varias resoluciones en el Consejo de Seguridad (Nichols, 2016). Además, ha
seguido vendiendo armamento a las fuerzas militares del Gobierno sirio (Rosenberg, 2012),
así como brindándoles apoyo logístico y entrenamiento (Oliphant & Loveluck, 2015).

El 28 de setiembre de 2015, durante la septuagésima sesión de la Asamblea General de las


Naciones Unidas, Vladimir Putin (2015), presidente de Rusia, señaló que sería un grave error
dejar de cooperar con las autoridades sirias, por lo cual indicó que seguiría apoyando
militarmente a los esfuerzos del Gobierno sirio en la lucha contra el terrorismo. Asimismo,
aludió al grupo terrorista más preocupante de ese momento, el Estado Islámico, pero criticando
al mismo tiempo las acciones que toma Occidente y que repercuten en la formación de este
grupo, como el apoyo a las fuerzas de oposición en Siria. Dos días más tarde, las fuerzas
aéreas rusas bombardearon distintos objetivos en territorio sirio, siendo esta la mayor
intervención militar de Rusia en Medio Oriente desde varias décadas (Osborn & Stewart,
2015).

Si bien las autoridades del Gobierno ruso afirmaron que estos primeros bombardeos estaban
dirigidos hacia el Estado Islámico, agentes del Gobierno de los Estados Unidos culparon a
Rusia de bombardear a las fuerzas de oposición en Siria, algunas entrenadas por la CIA
(Cooper, Gordon & MacFarquhar, 2015). A partir de ese momento y durante todo el año 2016,
Rusia utilizó su poder militar para defender al Gobierno de al-Assad de tanto grupos terroristas
como fuerzas de oposición, lo que llevaría a distintas críticas de parte de Occidente.

Para varios críticos del régimen de al-Assad esta intervención significaba el siguiente paso en
la relación de Rusia y el Gobierno sirio, a quien había apoyado desde el inicio. Sin embargo,
el momento en que esta se realizaba llevaba a muchas interrogantes. Algunos analistas
aducían a una guerra basada en intereses geopolíticos mientras que otros señalaban al
resultado de una crisis energética. De cualquier forma la intervención rusa en Siria provocó
diferentes puntos de opinión de parte de los medios de comunicación y la academia
especializada. Al no ser del todo esclarecidas las razones detrás de la intervención militar,
seguirá siendo un punto de debate y reflexión sobre el comportamiento de la política exterior
rusa, el orden mundial y el tablero geopolítico del Medio Oriente.

1.1.2 Formulación del problema.

¿Cuál ha sido la política exterior de Rusia en Medio Oriente y cuáles son sus intereses en
Siria?

¿Cuál ha sido la política exterior de Rusia durante los principales acontecimientos de la


crisis?

¿Cuál es el contexto en el que se desarrolla la intervención militar rusa en Siria dentro del
escenario internacional y de Medio Oriente?

¿Por qué Rusia intervino militarmente en la crisis de Siria durante el 2015 y 2016?
1.1.3 Justificación de la investigación.

Mediante esta investigación se busca enriquecer el estudio de las Relaciones Internacionales,


el cual se encuentra poco difundido en el Perú, de tal modo que se suscite un mayor interés
por su comprensión. La información que llega al país sobre los acontecimientos globales casi
siempre es extraída de otras fuentes y no es profundizada o analizada desde un punto de vista
académico. Entablar investigaciones como esta son iniciativas que alientan a que el estudio
de esta materia siga prosperando en el entorno académico peruano, el cual tiene la capacidad
de formar parte de los distintos debates sobre eventos internacionales.

Asimismo, los hallazgos podrán servir a futuros estudios sobre temas de política internacional,
ya que se comprenderá mejor el rol de los Estados dentro del sistema internacional y el orden
mundial al momento de tomar decisiones sobre el futuro de un país en conflicto. Se podrá
descubrir más acerca de la orientación de la política exterior de Rusia, así como el papel que
este país está ganando en el Medio Oriente. Además, los hallazgos de esta tesis servirán
también como guía o ejemplos en el estudio del rol de las potencias dentro de los conflictos
internos, que tiene un papel importante para la seguridad internacional.

También se utilizarán distintos paradigmas o teorías para entender mejor el comportamiento


de los actores internacionales y el escenario en que se desarrollan. Estos paradigmas ayudan
a construir una visión más clara del problema de investigación en el momento en que la falta
de conocimientos limita el estudio de las variables. No obstante, las visiones basadas en los
paradigmas pueden contradecirse o no ser complementarias, por lo que es necesaria la
interpretación y conducción del investigador (Del Arenal, 1989). Igualmente, la utilización de
teorías o paradigmas de las Relaciones Internacionales otorga un mayor reconocimiento a los
aportes de esta ciencia al análisis de los fenómenos internacionales.

Finalmente, desde un punto de vista más práctico, los resultados que se obtengan de esta
investigación podrán servir para futuras campañas de concientización y sensibilización sobre
la sociedad del Medio Oriente. Si bien la tesis estará centrada en la intervención de Rusia
dentro de la región, se podrá señalar cuánto puede ser transformada una sociedad por sus
conflictos internos y la injerencia de otros países, lo que permite una mayor tolerancia sobre
los efectos negativos en sus habitantes. De esta forma se desterrarán algunos mitos que la
opinión pública pueda tener sobre la región, generando mayor apertura hacía las demás
culturas que posibiliten un clima de diálogo y paz.
1.2 Marco referencial

1.2.1 Antecedentes.

Estas son las principales obras que inspiraron e influenciaron esta tesis. Si bien se utilizaron
más trabajos e información aparte de estos libros y artículos, las ideas principales de estas
obras brindaron el modelo y sustento principal para el análisis de los temas esenciales de esta
investigación.

Hans J. Morgenthau (1956) escribió uno de los principales libros sobre el realismo clásico
titulado “Politics among nations: the struggle for power and peace”. En este libro, Morgenthau
explica las principales características del realismo y las distintas dinámicas del equilibrio de
poder. Asimismo, se señalan seis principios básicos del realismo político que ayudan a
comprender la adopción de estas ideas dentro de las relaciones internacionales.

Kenneth Waltz (1959) escribió el libro “Man, the State and War”, uno de los trabajos más
importantes en las relaciones internacionales. En este libro, Waltz ayuda a entender la filosofía
detrás del estudio de esta ciencia, enfocándose en el pensamiento de Hobbes, Spinoza, Kant,
Montesquieu y Rousseau. Sus ideas aportaron una mejor comprensión de la imagen del
mundo a través del pensamiento del hombre. Waltz utiliza estas ideas para sistematizar y
ordenar las teorías del estudio de las relaciones internacionales.

Kenneth Waltz (1979) publicó el libro “Theory of international politics”, el trabajo más
importante sobre el realismo estructural. En este libro se sientan las bases e ideas principales
sobre la teoría realista y sirven como diseño o esquema para los demás paradigmas de
relaciones internacionales. El mundo es entendido como un escenario organizado y
estructurado a partir de las interacciones de sus unidades principales, separando así el
carácter interno de cada Estado sobre el análisis de las relaciones internacionales.

Robert Gilpin (1988) escribió un artículo titulado “The theory of hegemonic war” para la revista
académica The Journal of Interdisciplinary History de la Universidad Massachusetts Institute
of Technology. Este artículo reflexiona sobre la hegemonía de las potencias y la transición
hacía un nuevo orden mundial. Gilpin ayuda a comprender cómo el equilibrio de poder entre
una potencia hegemónica y contra hegemónica puede generar una situación de conflicto.
Henry Kissinger (1996) publicó el libro “Diplomacia”, uno de los más importantes en el estudio
de relaciones internacionales. Este libro cuenta con un gran conocimiento histórico sobre el
orden mundial y cuáles fueron sus diferentes etapas. Kissinger explica cuál ha sido la evolución
del sistema internacional y sus diferentes reacomodos basados en la jerarquía del poder,
desde el nacimiento del Estado westfaliano hasta el final del mundo bipolar.

Zbigniew Brzezinski (1998) escribió el libro “El gran tablero mundial: la supremacía
estadounidense y sus imperativos geoestratégicos”, donde analiza el mundo a partir de
conceptos geopolíticos. Para Brzezinski, Rusia deja un gran vacío geopolítico que debe ser
cubierto y explica cuáles fueron los errores estratégicos que el Gobierno ruso tomó finalizada
la Guerra Fría, al momento de acercarse a los Estados Unidos.

Ted Hopf (1998) escribió un artículo titulado “The promise of constructivism in international
relations theory” para la revista académica International Security de la Universidad de Harvard.
Este estudio ayuda a definir y entender mejor la teoría del constructivismo, y cuán importante
es su incorporación a las teorías principales de esta ciencia. Hopf intenta adoptar estas ideas
al análisis de los Estados y brindar así una mejor comprensión de las relaciones entre estos
actores.

Alexander Wendt (1999) publicó el libro “Social theory of international politics”, donde describe
las bases de la teoría del constructivismo. A partir de este libro se puede comprender mejor
las ideas sobre la identidad y el carácter nacional de la política exterior de los Estados. Wendt
aporta a las relaciones internacionales un análisis más social de las interacciones entre los
distintos actores del escenario mundial.

John Mearsheimer (2001) escribió el libro “The tragedy of great power politics”, el cual presenta
la teoría del realismo ofensivo. A partir de las ideas de Mearsheirmer, el realismo hace énfasis
en las capacidades militares y el poder duro de las potencias para entender el comportamiento
del orden mundial. El autor toma las ideas del realismo clásico y las inserta junto a las ideas
estructurales de Waltz con el objetivo de brindar una nueva imagen del mundo tras la Guerra
Fría.

Andrej Kreutz (2007), en su libro titulado “Russia in the Middle East: friend or foe?” propone
analizar los objetivos de Rusia en el Medio Oriente y las características de su política exterior
en esta región. En su libro separa la relación de Rusia con cada uno de los actores principales
de la región, enfocando todo un capítulo sobre su relación con Siria. Kreutz narra de esta
manera distintos eventos importantes que transformaron la relación entre Rusia y Siria, desde
el inicio de sus relaciones diplomáticas hasta finales del segundo periodo de Vladimir Putin.

Richard Sakwa (2008) escribió un libro titulado “Putin; Russia’s choice”, el cual analiza cual ha
sido la dirección del Gobierno de Vladimir Putin durante sus dos primeros turnos como
presidente. Una parte de este libro se enfoca en el realismo de la política exterior de Rusia y
busca determinar cuáles son las características realistas del Gobierno de Putin en el escenario
internacional. El estudio describe muchas de las características que aún pueden ser
observadas en la política exterior rusa.

Natasha Kuhrt (2011) escribió un capítulo del libro titulado “Routledge handbook of Russian
politics and society”, el cual describe parte de la política exterior de Rusia. En esta sección se
analizan distintas claves para comprender cómo ha sido el comportamiento de la agenda de
política exterior rusa desde la caída de la Unión Soviética. Este apartado genera un
conocimiento general de cómo el Gobierno ha cumplido con su agenda exterior durante
diversos momentos de crisis interna, lo cual busca demostrar esta fuerte relación entre los
problemas internos del país y su política exterior a través de la historia.

Charles Ziegler (2012) realizó un artículo titulado “Conceptualizing sovereignity in Russian


foreign policy: realist and constructivist perspectives” en la revista académica International
Politics de la Universidad London School of Economics. En este estudio, Ziegler analiza la
posición internacional de Rusia dentro del orden mundial a través de los paradigmas realista
y constructivista de las relaciones internacionales. Encuentra distintas características de la
política exterior rusa y su adopción de la soberanía internacional, situándolas dentro de estos
dos paradigmas.

Andrei Tsygankov (2013), en su libro titulado “Russia's foreign policy: change and continuity in
national identity”, lleva a cabo un estudio acerca de los cambios que ha tenido la política
exterior de Rusia a través de varias décadas y como esta ayuda a definir la identidad nacional.
En este trabajo, el autor utiliza las ideas del constructivismo para analizar cómo ha sido el
periodo de transición de la post Guerra Fría para el Gobierno ruso, y cómo este periodo ha
ayudado a definir la actual agenda exterior de Vladimir Putin. La inserción dentro del orden
mundial luego de un periodo de crisis tras la caída de la Unión Soviética, es un punto clave
dentro de esta investigación.
Henry Kissinger (2014) publicó el libro “El orden mundial”, que sirve como una actualización
de sus principales ideas presentadas en “Diplomacia”. Aquí Kissinger toca nuevos temas como
el rol de las potencias en Medio Oriente, que considera una parte esencial dentro del nuevo
orden mundial. Asimismo, utiliza ideas que van más allá del equilibrio de poder de los Estados,
centrándose en temas como la religión, los valores o la cultura, mostrando la influencia del
constructivismo para su nuevo análisis del mundo.

Rafat Ghotme (2014) publicó un artículo titulado “El rol de las potencias en la guerra civil siria:
hegemonía y contra hegemonía en la política mundial” para la revista académica Relaciones
Internacionales de la Universidad Nacional Autónoma de México. En este estudio, Ghotme
analiza el protagonismo de las potencias en medio de la Crisis en Siria, situándolas dentro del
orden mundial y su transición hacía el sistema multipolar. Ghotme analiza el declive de los
Estados Unidos en la región y como esto afecta al rol de Rusia y China en el Medio Oriente.

John Parker (2015) escribió una publicación titulada “Understanding Putin through a Middle
Eastern looking glass” para el Instituto de Estudios Estratégicos Nacionales del Departamento
de Defensa de los Estados Unidos. Mediante este estudio, Parker intenta comprender el rol
del Gobierno de Putin dentro de la Crisis de Siria, tomando en consideración distintos factores
regionales como la disputa saudí-iraní o la Primavera Árabe. Parker intenta dar una coherencia
temporal a distintos eventos que sucedieron antes de la intervención militar de Rusia.

John McHugo (2015) publicó el libro “Syria, a history of the last hundred years”, en donde se
resaltan los principales acontecimientos de la historia de Siria. Este libro describe el Gobierno
de Bashar al-Assad y el inicio de la guerra civil a partir del conflicto interno entre los distintos
actores nacionales. Brinda mayor información sobre la situación política y social que se vivió
antes y durante la crisis.

Bobo Lo (2015), autor del libro “Russia and the new world disorder”, resalta cuáles son los
desafíos para el Gobierno ruso dentro del escenario internacional, reconociendo al mismo
tiempo el realismo político de su rol internacional. El autor examina las percepciones realistas
del Gobierno de Putin al momento de lidiar con el mundo, prestando atención a la posición que
busca obtener Rusia dentro del nuevo orden mundial.
1.2.2 Marco teórico.

Para entender la respuesta militar del Gobierno ruso durante la crisis de Siria es necesario
estudiar los mecanismos de su política exterior así como el rol que pretende cumplir dentro del
escenario global. Se debe analizar no solamente el contexto o panorama internacional sino
también la historia y teoría detrás del sistema y orden mundial, ya que a través de los siglos
estos conceptos e ideas han influenciado a la política exterior rusa.

1.2.2.1 Evolución del orden internacional.

Primero, se analizará el inicio y evolución del orden mundial, tomando en consideración los
principales acontecimientos históricos que lo transformaron, así como la respuesta de Rusia
frente a estos cambios. Esto servirá para entender mejor cuál es la importancia de este orden
en la política exterior de Rusia y cuál es el rol que ocupa actualmente dentro de este. Si bien
Rusia no tuvo tanta participación durante los primeros siglos del orden mundial, es importante
mencionar cuál fue el contexto internacional que moldeó la política exterior rusa.

Ante todo, se debe definir y diferenciar el concepto de sistema internacional y el orden mundial
para evitar confusiones. El sistema internacional es una colección de entidades políticas
independientes que interactúan frecuentemente y que pueden encontrarse en un estado de
paz o conflicto. En cambio, el orden mundial es la distribución de poder o autoridad entre las
unidades políticas del sistema internacional; es la jerarquía formada por el equilibrio de poder
entre las unidades más fuertes (Barbé, 2007).

Para Kissinger (1996), el actual sistema internacional nace tras el fracaso de las aspiraciones
medievales por alcanzar la universalidad, concepto que concibe al mundo como un espejo del
reino de Dios. La Paz de Westfalia de 1648, marca el origen de ideas centrales como el Estado
moderno, la soberanía y la nación, y deja de lado el dominio de la Iglesia sobre las decisiones
políticas. Dando paso, eventualmente, a la separación de poderes que permitiría la aparición
de la democracia liberal moderna.

Los nuevos Estados de Europa del siglo XVII necesitaban de un principio que legitimara su
autoridad. La raison d’état justificaba cualquier medio disponible para promover el bienestar y
supervivencia del Estado que recaía en la figura del rey absoluto, basándose en el
pensamiento hobbesiano y en el Gobierno del cardenal Richelieu. Frente a la amenaza de la
restauración de la Iglesia católica por medio de los Habsburgo de Austria, el cardenal antepuso
el interés nacional de Francia sobre cualquier propósito religioso. Richelieu fue incluso capaz
de apoyar económicamente al reino protestante de Suecia en la guerra contra Austria; dejando
atrás las guerras religiosas del pasado. De esta manera, Francia se convirtió en la principal
potencia europea y pudo extenderse más allá de sus fronteras al este. El éxito de la raison
d’état, puesta en práctica por el cardenal, validó el estudio científico de la conducta humana,
presentando la posibilidad de programar científicamente los aciertos políticos (Kissinger,
1996).

El equilibrio de poder, principio clásico que se dedujo de la raison d’état, llegó de manera
incidental y no como un objetivo de la política internacional. La idea del equilibrio de poder
afirmaba que cada Estado, mediante la búsqueda de sus propios intereses, de alguna forma
contribuiría a la seguridad y al progreso de todos los demás. El equilibrio era entendido como
el resultado de frustrar los intentos de un país por convertirse en una gran potencia,
considerada como una amenaza para los intereses propios. “Su primer objetivo era impedir la
dominación por un Estado, y mantener el orden internacional. No pretendía impedir conflictos,
sino solo limitarlos” (1996, p. 41).

Paralelamente, Rusia había sido formada bajo la influencia del Estado mongol y el Imperio
Bizancio. Del primero había adquirido los elementos de una monarquía militar centralizada,
muy inclinada hacia el uso continuo de la invasión y la guerra. Luego de dos siglos de servir a
los intereses mongoles, los rusos habían desarrollado un complejo de inseguridad sobre sus
fronteras y estaban preparados para sacrificarlo todo con tal de mantener su independencia y
soberanía, conformando así la unidad política y generando la desconfianza hacia sus vecinos
(Tsygankov, 2013). Del Imperio Bizancio, en cambio, adoptaron principalmente la cercanía de
la Iglesia ortodoxa con el Estado, proclamándose como la “Tercera Roma” tras la caída de
Constantinopla en 1453, en defensa de los valores cristianos (Alcalde, 2017).

Sin embargo, no sería hasta fines del siglo XVII, que Pedro el Grande fundaría el Estado
moderno ruso. Remodeló las instituciones centrales, principalmente al ejército. Promovió el
desarrollo económico al fundar la industria del hierro en los Urales, con el objetivo de fortalecer
la influencia de la monarquía y el ejército. Buscaría emular las costumbres y prácticas
occidentales, acercándose más a los pueblos europeos y distanciándose de las raíces
asiáticas. Asimismo, la victoria sobre el Reino de Suecia, le otorgaría un lugar junto a las
potencias del orden mundial (Alcalde, 2017). Los mismos conceptos de raison d’etat y el
equilibrio de poder fueron utilizados bajo este Gobierno al momento de realizar alianzas con
enemigos como Polonia con el objetivo de vencer a su principal adversario, Suecia. Asimismo,
la fortaleza del Estado soberano fue legitimada sobre su capacidad militar para contener la
expansión del reino sueco.

Catalina la Grande continuó el legado de Pedro I, volviendo al Imperio ruso en una gran
potencia europea durante el siglo XVIII. Al igual que el antiguo zar, Catalina mostró una gran
simpatía con la civilización occidental. Mediante su gran ejército, la Emperatriz pudo derrotar
al Reino de Polonia y al Imperio Otomano, convirtiéndose en uno de los líderes de Europa.
Tras la repartición de Polonia, conseguir el ingreso al Mar Negro y el estrecho del Bósforo y la
salida al Mar Báltico, Rusia se había ganado los recelos de las demás potencias. Esta situación
impidió a Rusia expandirse hacia el centro de Europa, siendo obligada a proyectar su
expansión hacia los Balcanes y el este de Asia (Alcalde, 2017). El liderazgo de los gobernantes
rusos había llevado a Rusia a ser parte del orden mundial bajo el mismo principio de buscar
sus propios intereses, frustrando el de las demás potencias al hacerlo.

Tras el final de las Guerras Napoleónicas, las más cruentas que se habían experimentado en
Europa, se vio la necesidad de establecer una clase de orden que evitara más guerras debido
al desenfreno del equilibrio de poder. El Concierto de Europa, liderado por Gran Bretaña,
Austria y Rusia, trató de establecer un orden sobre la base de poder y justicia, tomando en
cuenta no solo lo militar, sino también la moral y los valores europeos (Kissinger, 1996). El
tratado que nació en 1815, en el Congreso de Viena, dio inicio a este nuevo orden que en un
principio serviría para contener a Francia tras su derrota. Este tratado, denominado como la
Cuádruple Alianza, incorporaba un nuevo mecanismo de conferencias entre sus miembros,
Gran Bretaña, Rusia, Austria y Prusia. Mediante estas conferencias, celebradas cada vez que
hubiera un posible conflicto, las potencias entendieron que el equilibrio basado en la raison
d’état no era suficiente, ya que este pensamiento había llevado a Napoleón a cumplir con sus
ambiciones en un mundo sin reglas. Si bien los Estados no proponían ninguna ley universal
basada en códigos éticos, sí plantearon establecer límites mediante las conferencias
celebradas. De esta manera, el problema de la guerra se ubica por primera vez dentro de las
relaciones entre los Estados y deja de ser un plano por debajo de la raison d’état. Las potencias
se reconocen a sí mismas como pares y pretenden limitar sus ambiciones para mantener el
orden y la seguridad.
El Reino de Rusia había pasado de tener que luchar contra sus vecinos para mantener su
propia existencia a establecerse como una de las grandes potencias del sistema europeo tras
el Congreso de Viena de 1815. El poderío de Rusia había sobrevivido en parte gracias a la
fuerte autocracia de sus gobernantes, por lo cual se le consideraba un país muy conservador.
La expansión de las ideas liberales originadas por la Revolución Francesa fue vista como una
grave amenaza a la autoridad del zar, Alejandro I. El temor de Rusia fue presentado como una
propuesta de reforma al sistema internacional que motivara a las potencias a tener como
principios la fe y los valores cristianos en sus relaciones políticas. El canciller Metternich del
Reino de Austria, transformó la propuesta del zar en lo que llegaría a conocerse como la Santa
Alianza, que, por primera vez en la historia, unía a las potencias bajo un mismo objetivo. Este
pacto obligaba a sus signatarios, Rusia, Austria y Prusia, a interpretar la religión como
fundamento para conservar el statu quo interno y oponerse a la expansión del liberalismo.
Para personajes como el secretario de Asuntos Exteriores británico, Lord Castlereagh, la idea
de la Santa Alianza era un disparate. Sin embargo, el canciller Metternich aprovechó este
pacto para mantener bajo control las intenciones misioneras del zar. La Alianza no solo unía a
los monarcas a luchar en contra de la revolución, también los obligó a actuar bajo común
acuerdo, dándole la oportunidad a Austria de contener a Rusia (Kissinger, 1996).

El Sistema de Metternich fue el balance que Austria encontró entre apoyar a las causas
conservadoras de la Santa Alianza y mantener la paz y seguridad a través de la Cuádruple
Alianza. Mediante la Santa Alianza, Austria se oponía al liberalismo al mismo tiempo que
mantenía bajo control a Rusia. A través de la Cuádruple Alianza, Austria se acercaba a Gran
Bretaña, que no era partícipe de la restauración de las monarquías, con el objetivo de contener
a Francia y evitar posibles conflictos. No obstante, las diferencias entre Rusia y Gran Bretaña
cada vez eran mayores ante la posible expansión del zar hacia los Balcanes, pertenecientes
al Imperio Otomano, y llegar así al Mediterráneo. Esta situación dificultaba mucho a Metternich
que alagaba a Rusia de un lado y cortejaba a Gran Bretaña del otro. La debilidad del Imperio
Otomano por contener el nacionalismo de los Balcanes generó sospechas entre las naciones
y tras un conflicto que pudo haber sido evitado entre los rusos y otomanos, Gran Bretaña
decide declarar la guerra a Rusia junto a Francia y el Imperio Otomano; aprovechando la
ocasión para frenar cualquier expansión rusa. Los sucesores de Metternich, sin embargo,
patearon el tablero que este había edificado y dejaron la neutralidad de Austria para apoyar a
Gran Bretaña y Francia, temiendo que tomaran sus territorios en Italia, dando inicio a la Guerra
de Crimea (Kissinger, 1996).
“En cuanto Austria se liberó de los grilletes de los valores compartidos de la Santa Alianza,
también dejó libre a Rusia de seguir su propia política basada estrictamente en los méritos
geopolíticos. Y siguiendo ese camino, Rusia tenía que chocar con Austria por el futuro de los
Balcanes, y con el tiempo, tratar de socavar el Imperio austriaco” (1996, p. 60).

Tras la Guerra de Crimea, el Sistema de Metternich basado en el cuidadoso equilibrio de


poder, fue dejado de lado por una diplomacia dura que dependería más de la fuerza bruta que
de valores compartidos. Las corrientes nacionalistas de fines del siglo XIX traerían consigo la
unificación de Italia y Alemania, esta última encabezada por el canciller Bismarck. Alemania
representaba para los Habsburgo el mismo problema que dos siglos antes había presentado
el cardenal Richelieu, una política exterior sin valores y con el único interés de favorecer la
gloria del Estado. El camino de Prusia hacia la unificación alemana había llegado gracias a la
fuerza de las instituciones gubernamentales, militares y económicas conseguidas de la mano
de Bismarck, además de utilizar la guerra como una herramienta más de la política. A
diferencia de la raison d’état, la llamada realpolitik de Bismarck no estaba basada en mantener
y fortalecer la monarquía absoluta de un soberano. La realpolitik buscaba la supremacía de
todo el aparato estatal y la seguridad y bienestar de su propio pueblo (Rehman, 2016).

La política exterior del príncipe Alexander Gorchakov, quien fue ministro de Relaciones
Exteriores durante el Gobierno de Alejandro II del Imperio ruso, emularía los principios de la
realpolitik. Gorchakov quería recuperar el status internacional de Rusia tras la derrota en la
Guerra de Crimea de 1854. Para ello, Gorchakov ejerce una política más orientada hacia Asia
Central, tomando distintos territorios y extendiendo sus propios límites. Gorchakov, sin
embargo, expandía sus conquistas gradualmente para evitar la preocupación de Reino Unido
y sus territorios en la India. Al mismo tiempo, el canciller desarrolla un sistema de alianzas
flexibles a través de la Liga de los Tres Emperadores, un intento de continuar con la Santa
Alianza, que tras su desaparición había limitado el rol de Rusia en los asuntos europeos
(Tsygankov, 2013).

El nuevo orden internacional había traído consigo una carrera armamentista inspirada en las
políticas de Bismarck. De un lado se tenía la enemistad entre Francia y Alemania por el control
del centro europeo, y del otro la de Rusia y el Imperio de Austria-Hungría por el control de los
Balcanes. Esta nueva situación del orden europeo representaba un problema para el canciller
alemán, tenía que contener a Francia al mismo tiempo que buscaba evitar la caída de Austria-
Hungría por Rusia, dado que la población católica-germana de Austria podría anexarse a
Alemania y se perdería la hegemonía de la Prusia protestante. Esto obligó a Bismarck a
preparar un sistema de alianzas secretas con el objetivo de prevenir que el orden que él había
ayudado a construir fuese derrumbado.

No obstante, las corrientes nacionalistas que habían sido propagadas por los Balcanes
ocasionaron nuevamente la detonación de una guerra entre las potencias. La desconfianza
generada a través de una diplomacia secreta había vuelto imposible la solución del conflicto
ocasionado por la muerte del archiduque Francisco Fernando de Austria a manos de
nacionalistas bosnios. La tragedia obligó al Imperio austrohúngaro a forzar a Serbia a contener
estos movimientos nacionalistas pero al no querer cumplir con estas órdenes, Austria-Hungría
le declara la guerra. Rusia, que se otorgaba el rol de protector de los eslavos cristianos entra
a la guerra para defender a Serbia, aunque pronto, los problemas internos rusos terminarían
retirándolo. Alemania, que había firmado un pacto secreto con Austria y no deseaba ver a este
Imperio desplomado, decide declararle la guerra a Rusia. Al mismo tiempo, la desconfianza
de que exista alguna alianza entre Francia y Rusia, llevaron a Alemania a declararle la guerra
a Francia y tomar las tierras de Bélgica. La cercanía a las islas británicas y el desbalance
producido por la expansión germana, harían que Gran Bretaña le declare la guerra a Alemania
y Austria-Hungría. Europa, distante del Sistema de Metternich, carecía de un sistema de
valores compartidos que pudiera mantener a las potencias unidas y prevenir el desastre de
esta guerra. La Europa basada en realpolitik, nacionalismo, carreras armamentistas y alianzas
secretas no pudo evitar el estallido de la Primera Guerra Mundial (Kissinger, 1996).

La Gran Guerra, librada hace un poco más de cien años, transformó nuevamente el orden
mundial a costa de millones de vidas perdidas. Por primera vez en la historia, el conflicto entre
las potencias europeas había puesto en acción distintos avances tecnológicos, como las
ametralladoras, tanques, aviones o armas químicas, que harían de las campañas militares las
más mortíferas de la historia. Mientras que Europa se encontraba inmersa en la destrucción
del Viejo Mundo, Rusia trataba de contener la revolución bolchevique que buscaba adoptar un
sistema político y económico marxista. La revolución de 1917 significó el resultado de una
crisis interna que venía echando raíces desde hace siglos, basada en una crisis de identidad
entre las costumbres eslavas-asiáticas del campo y europeas de la ciudad; la incapacidad de
escoger entre los dos caminos trazados por Europa, el conservadurismo o el liberalismo; así
como la gran desigualdad entre las clases burguesas y las menos afortunadas. La derrota
frente a Japón en 1904, la continua corrupción de parte del Gobierno y el ingreso a la Primera
Guerra Mundial habían vuelto imposible frenar esta revolución, que incluso recibía el apoyo de
las potencias enemigas de Rusia (Tsygankov, 2013).

La desaparición de cuatro imperios: Austria-Hungría, Rusia, Alemania y el Imperio Otomano,


inclinó la balanza sobre las potencias occidentales del Reino Unido, Francia y la nueva
potencia de los Estados Unidos. Tras la revolución soviética de 1917 y la consecuente retirada
de Rusia, Estados Unidos decidió embarcarse en su primera gran intervención mundial,
colocándose como un nuevo actor del orden mundial. Woodrow Wilson, presidente de los
Estados Unidos, decidió intervenir en parte por cumplir con la grandeza de las ideas
democráticas liberales estadounidenses. Para Wilson, su nación iba más allá del interés
nacional, no buscaba otro beneficio que justificar y exportar los principios y valores
norteamericanos. “El derecho universal y no el equilibrio, la integridad nacional y no la
autoafirmación nacional eran, en su opinión, los fundamentos del orden internacional” (1996,
p. 24). Hasta la llegada de Wilson, ningún país había pretendido el liderazgo internacional
basado en altruismo o proselitismo de sus valores e ideales. Desde ese momento, Estados
Unidos presenta la idea de que la seguridad de su país es inseparable de la seguridad del
mundo, lo que implica en adelante el rol de esta potencia como guardián de la humanidad.

A partir de los Catorce Puntos presentados al Congreso de los Estados Unidos, Wilson planteó
entre otras ideas una diplomacia abierta, la autodeterminación de los pueblos y la creación de
una Sociedad de Naciones, que marcarían una nueva etapa en las relaciones internacionales.
Mediante la ley y la justicia, Wilson pretendía que la Sociedad de Naciones pudiese arbitrar
conflictos territoriales y asegurar la paz entre los Estados miembros. Sin embargo, los
franceses no podían resistir una nueva guerra contra Alemania por lo que sus miedos de una
seguridad colectiva, siendo vecinos de este, eran inevitables. Para Francia, la Sociedad de
Naciones solo debía servir como una herramienta para frenar cualquier agresión de parte de
Alemania, y para hacer cumplir las obligaciones e indemnizaciones que le fueron impuestas
mediante el Tratado de Versalles al finalizar la guerra. Sin embargo, Wilson se opuso a esto
ya que ningún tratado internacional podría obligar a su país a entrar a una guerra sin pasar
primero por el Congreso norteamericano. Aun así, tanto Reino Unido como Estados Unidos
intentaron brindar seguridad a Francia frenando cualquier intento de desarrollo alemán con
duras cláusulas punitivas mediante el Tratado de Versalles (Kissinger, 1996).

Las corrientes nacionalistas se harían más fuertes en Alemania debido a la insatisfacción del
resultado de la Gran Guerra. Las duras penas del Tratado de Versalles solo provocaron un
mayor resentimiento del pueblo que terminaría inclinándose por el partido nazi. El irredentismo
de Adolf Hitler, una vez llegado al poder alemán, influenció a otras naciones como Italia y
Japón a expandirse más allá de sus fronteras y desafiar nuevamente al orden mundial.

A partir de la transformación de Rusia en la Unión Soviética, los comunistas insistieron en lo


importante que era el control del Partido Comunista sobre el pueblo, con el propósito de
mantener el orden político y prevenir cualquier amenaza capitalista. Tanto para Lenin como
Trotski, líderes de la revolución, el socialismo no podía sobrevivir en un mundo plagado por el
capitalismo. La doctrina Lenin-Trotski se apoyaba en la exportación de las ideas
revolucionarias y anti occidentales hacia el resto del mundo. Sin embargo, esta sería
desechada en 1921 con el compromiso de Lenin de coexistir con el Occidente, aun así,
muchos de los círculos académicos y políticos mantuvieron esta filosofía en mayor o menor
medida durante los años siguientes. Algunos líderes se inclinaron por el equilibrio de poder
mientras que otros prefirieron adaptarse o aceptar un mundo compartido con el occidente. El
sucesor de Lenin, Iósif Stalin, descartó la política de acercamiento al Occidente que había
llevado hasta el momento para contener a los nazis y optó por el equilibro frente a Alemania,
firmando un tratado de amistad que le permitía alejarse de las preocupaciones de Occidente
y tener más tiempo de prepararse para una eventual guerra (Tsygankov, 2013).

El nacionalismo alemán ocasionó una nueva y desastrosa guerra mundial, la cual llegó a
expandirse más allá de las fronteras europeas. La inestabilidad del orden mundial provocado
por la Primera Guerra Mundial había desatado una nueva y desastrosa guerra, la peor jamás
librada en la historia. Esto llevó a que las potencias pusieran todos sus esfuerzos y confianza
en edificar una organización mucho más grande que la Sociedad de Naciones mediante la
Declaración de las Naciones Unidas de 1942. Diseñada en parte por Franklin D. Roosevelt,
presidente de los Estados Unidos, y sus aliados occidentales, buscó forjar el sistema
internacional bajo los ideales democráticos liberales con la finalidad de evitar más guerras
entre Estados. Estados Unidos necesitaba la cooperación de la Unión Soviética para detener
la expansión alemana, al mismo tiempo que luchaban contra Japón en el Océano Pacífico. Por
esta razón, tanto Roosevelt como Churchill, primer ministro de Reino Unido, tuvieron que
complacer las exigencias de Stalin, el líder soviético. Desde contar con un asiento permanente
dentro del liderazgo y la toma de decisiones de las Naciones Unidas hasta la ocupación de
una parte de Polonia. Irónicamente, Reino Unido había entrado a la guerra por la ocupación
nazi en Polonia. Stalin, en cambio, prometió elecciones libres y el establecimiento de
Gobiernos democráticos en Europa oriental mediante la Conferencia de Yalta de 1945. Por
supuesto, estas promesas no fueron tomadas en serio por la Unión Soviética, la cual se había
vuelto una superpotencia al terminar la guerra (Kissinger, 1996).

Alemania no pudo vencer al numeroso ejército soviético y tampoco pudo contener el


desembarco de los estadounidenses en Italia. Tras la rendición de las fuerzas alemanas,
Estados Unidos demostraría ante el mundo el avance tecnológico y destructivo al que habían
llegado mediante la detonación de la bomba nuclear sobre Japón. El nuevo orden internacional
colocaba a los vencedores de la guerra como los nuevos protagonistas que diseñarían el
sistema e intervendrían en cualquier conflicto internacional mediante las Naciones Unidas. Por
primera vez en la historia, el derecho internacional se colocaba como principal objetivo de las
relaciones internacionales. Al mismo tiempo, las grandes colonias británicas y francesas
empezaron a ser desafiadas por sus ciudadanos tras haber perdido sus roles de grandes
potencias. Las olas de democracia y liberalismo empezaron a influenciar al mundo entero, el
cual se oponía a los antiguos sistemas de control y poder europeo. Sin embargo, la
confrontación entre las potencias había pasado de darse por disputas territoriales a
encontrarse en el plano ideológico. Los valores e ideales promovidos por Norteamérica fueron
rechazados y confrontados por la Unión Soviética. Ambas superpotencias pretendían la
hegemonía e influencia sobre las nuevas naciones alrededor del mundo, las cuales decidían
si seguir los ideales políticos y económicos de una u otra nación.

Las Naciones Unidas aseguraban un sistema basado en la diplomacia abierta y las


negociaciones internacionales, que de una u otra manera permitían la comunicación y la
igualdad entre los Estados. No obstante, la Guerra Fría frenó bastante el rol de las Naciones
Unidas ya que las superpotencias preferían seguir otros caminos distantes a la diplomacia y
el acercamiento entre naciones. El desafío a la seguridad del orden mundial de parte de las
potencias ya no ocurría de manera directa, la disuasión nuclear se volvió el principal motor
para evitar una nueva guerra mundial. La estrategia militar de las potencias fue puesta de lado
por la capacidad potencial de infligir daño al otro Estado y evitar que este le declare la guerra
o continúe influyendo sobre otros Estados (Schelling, 1980). Esto evolucionó en la carrera
armamentista más grande y costosa de la historia, así como el incremento exponencial de
guerras subsidiarias o proxy. Estas guerras, civiles mayoritariamente, permitían a los Estados
Unidos y la Unión Soviética confrontarse indirectamente, otorgando dinero, armas e
inteligencia militar a los bandos que estos apoyaban. La amenaza de una guerra nuclear pudo
contener y limitar el conflicto entre ambas potencias, creando de esta manera un orden basado
en el miedo a la autodestrucción que podía incluso distender la relación entre ambos.
La primera superpotencia que empezó a dar signos de agotamiento de sus recursos fue
Estados Unidos que tras más de una década de intervención en Vietnam no podía conseguir
la victoria sobre el comunismo. La doctrina de “correlación de poder” del secretario general,
Leonid Brézhnev, determinó que el poder estadounidense, debilitado por la Guerra de
Vietnam, había dejado espacios de poder que la Unión Soviética debía ocupar para mantener
el orden y el equilibrio mundial. Esto llevaría a una política más agresiva con la invasión de
Checoslovaquia, Afganistán y el apoyo a las fuerzas del Viet Cong. El interminable desembolso
en el desarrollo tecnológico de armas y la fallida incursión militar de la Unión Soviética en
Afganistán durante la década de los ochentas, terminaron de agotar los recursos de esta
potencia, al mismo tiempo que Estados Unidos se recuperaba de una recesión económica. Si
bien la Guerra Fría debilitó las capacidades de ambas superpotencias, fue la soviética la
primera en conceder la victoria frente a una todavía fuerte y perseverante Norteamérica
(Tsygankov, 2013).

El final de la Guerra Fría trajo consigo una serie de nuevas ideas sobre el futuro del orden
internacional. Francis Fukuyama (1989), politólogo estadounidense, consideró esta nueva
etapa como el triunfo de los valores occidentales sobre el mundo y el punto final de la evolución
ideológica del hombre y la universalización de la democracia liberal como última forma de
Gobierno. Para Fukuyama el conflicto internacional ya no tiene lugar o propósito y solo resta
la actividad primaria económica, la cual perfila a ser el nuevo escenario de relaciones
internacionales. Esto no quiere decir que no habría pueblos como los del Medio Oriente que
se opongan a la primacía de la democracia liberal, pero tarde o temprano estos tendrán que
asumir y adaptarse a este nuevo mundo liderado por una sola potencia. Para Huntington
(1993), otro politólogo estadounidense, la fuente de conflicto dentro del orden mundial será
solo cultural. El Estado seguirá siendo el actor principal pero los problemas que surjan ya no
serán ideológicos o económicos, sino entre las potencias y los grupos de civilizaciones. Este
siguiente paso en la evolución de los conflictos se dará a partir del rechazo a la hegemonía de
la civilización occidental, considerando importante la conservación de identidad de cada
civilización. Al igual que Fukuyama, Huntington entiende que el final del siglo XX es una nueva
etapa en el orden internacional, en donde el siguiente enemigo para los Estados Unidos no se
encuentra en la forma de un Estado sino en la cultura de una civilización muy distinta a la de
sus principios, la del Medio Oriente.

Sin embargo, el nuevo orden internacional ha demostrado hasta el momento no estar aún muy
definido. Los conflictos internacionales, ciertamente, han ocurrido en su mayoría en el Medio
Oriente, lo cual ha llevado a la intervención de parte de Estados Unidos, en un primer
momento, a tratar de mantener la paz y estabilidad de esta región, como en la Guerra del Golfo
de 1990. No obstante, la desconfianza de estos Estados y la falta de entendimiento o apertura
de Occidente a sus ideas religiosas y culturales no permitieron que esta potencia pueda
cumplir con ese rol.

El atentado a las Torres Gemelas del 2001, fue una clara señal de que el conflicto internacional
aún se mantenía vigente pero a través de nuevas modalidades. El terrorismo internacional
sirvió como excusa para la intervención de Estados Unidos en Afganistán e Iraq,
desestabilizando el panorama político de la región, generando nuevos conflictos y más motivos
para cometer actos terroristas contra Occidente. La Guerra contra el Terror de George W.
Bush, primer presidente de los Estados Unidos en este nuevo milenio, buscó derrotar al
terrorismo internacional mediante el financiamiento y apoyo a líderes cuestionados sobre el
respeto a los derechos humanos, situación parecida a la de la Guerra Fría pero en menor
escala. La inversión y esfuerzo de parte de los Estados Unidos agotaría nuevamente los
recursos necesarios para evitar el estancamiento económico de su propio país. Con la llegada
del presidente Barack Obama y el inicio de una nueva crisis financiera internacional, el nuevo
orden dejó de ser solamente moldeado por los Estados Unidos y permitió el ingreso mesurado
de nuevas potencias mundiales como China o Rusia. China, como primera potencia
económica, preocupó mucho a los gobernantes estadounidenses; Rusia, en cambio, comenzó
a tener un rol internacional más activo para competir de cierta forma con la hegemonía
norteamericana en el Medio Oriente. Por supuesto, ambas potencias tienen aún varias
dificultades que los ponen por debajo del poder americano pero no dejan de tener un rol
considerable dentro del nuevo orden internacional.

1.2.2.2 Teoría del realismo.

Una vez entendida la importancia que ha tenido la configuración del orden mundial a través de
la historia moderna es más práctico entender el objetivo de las teorías y el estudio de las
relaciones internacionales desde inicios del siglo XX. Mediante la teoría de realismo se podrá
abordar una nueva perspectiva sobre las dinámicas entre los Estados como actores principales
del sistema internacional.
El origen de las relaciones internacionales como materia de estudio proviene de la fundación
del Departamento de Política Internacional de la Universidad de Aberystwyth de Gales en
1919. El mismo año, en Estados Unidos, la Escuela Edmund A. Walsh de Servicio Exterior de
la Universidad de Georgetown se convertía en la primera facultad de esta carrera en el país.
El final de la Gran Guerra impulsó a la academia a profundizar el entendimiento político del
mundo con la esperanza de evitar futuros conflictos internacionales. La docencia empezó
siendo dictada desde un punto de vista idealista basándose en las ideas propuestas por
Woodrow Wilson de construir un mundo más seguro y pacífico pero no entendiendo
exactamente como llegar a este. Las bases del estudio fueron cimentadas en un principio
sobre la historia de las relaciones diplomáticas y el derecho internacional. Al mismo tiempo,
los centros de investigación recién fundados de Chatham House en Londres y el Council of
Foreign Affairs en Nueva York tenían la misión de desarrollar formulaciones teóricas que
pudieran brindar una mejor comprensión de la materia. Tras la falta de materialización de los
buenos deseos del wilsonismo, nuevas aproximaciones e ideas al estudio del conflicto
internacional empiezan a ser elaboradas, siendo una de estas, y la más influyente e
importante, el realismo (Barbé, 2007).

Para entender de donde parten las ideas del realismo se debe remontar al periodo de las
guerras de la Reforma y el establecimiento del Estado westfaliano del siglo XVII, momento que
despertó el interés de filósofos como Hobbes o Spinoza por comprender la naturaleza del
hombre y su relación con el Estado moderno. Para Hobbes (1651), la condición natural del
hombre está basada en la guerra de unos contra otros, teniendo derecho a cometer actos
según su propio razonamiento. Este derecho natural conlleva al temor por la seguridad de
todos, por lo que es necesario esforzarse por buscar la paz mediante cualquier elemento, y de
no obtenerla, utilizar todas las herramientas de la guerra. Hobbes también señala que mientras
los hombres mantengan su derecho a cometer cualquier acto, se estará en condiciones de
guerra, por lo tanto, para llegar a la paz se deberá renunciar a esta ley natural.

De esta forma, Hobbes presenta la idea del contrato o pacto, los hombres confieren su poder
y fortaleza sobre un soberano, que a su vez, les protege y les brinda seguridad. La idea del
soberano o leviatán recae sobre el rol del Estado, poniendo en sus manos la responsabilidad
de hacer cumplir la ley o justicia, y guardar el interés común del pueblo. “En esta guerra de
todos contra todos, se da una consecuencia: que nada puede ser injusto. Las nociones de
derecho e ilegalidad, justicia e injusticia están fuera de lugar. Donde no hay poder común, la
ley no existe; donde no hay ley, no hay justicia” (1651, p. 53). Si no hay Estado, se regresa a
la condición de guerra de unos contra otros, el caos y la injusticia. La visión pesimista del
hombre y el Estado de Hobbes tendría una gran repercusión sobre el pensamiento político por
varios siglos en adelante.

Spinoza, al igual que Hobbes, encuentra el origen de la guerra en la imperfecta naturaleza del
ser humano. No obstante, el filósofo no solo reflexiona sobre el origen del Estado y su relación
con el hombre, sino que se adentra en las relaciones de poder entre dos o más Estados. Para
Spinoza, el Estado, al ser una imagen formada por hombres, cobra las mismas características
que un individuo en su estado natural; busca su propia supervivencia y desestima cualquier
tipo de orden o justicia. Los individuos para sobrevivir deben construir al Estado, pero este no
estará sujeto a otros debido al origen de su propia constitución, el interés y seguridad de su
propio pueblo. Tanto Hobbes como Spinoza son una primera imagen del conflicto que ubica al
hombre y su condición natural como eje central de las relaciones internacionales. Esta imagen
enlaza el conflicto con la mentalidad del hombre y no intenta abordar las dinámicas sociales
que serían posteriormente analizadas por otros filósofos (Waltz, 1959).

Siglos más adelante, para Carl Schmitt (1932), filósofo alemán, el rol del Estado vuelve a tener
más importancia por encima de la sociedad. Schmitt intenta apropiar el significado de lo político
al Estado, confiriendo la representación del poder de la nación y el pueblo. La unidad política
o el Estado es quien debe designar la distinción entre amigo y enemigo a quien se oponga o
beneficie sus intereses y supervivencia. Es por lo tanto, que algunos le atribuyen
connotaciones totalitaristas y como parte de la influencia del partido naciente nazi en Alemania.
Empero, Schmitt no condena al enemigo como algo que deba ser aplacado sino que restituye
el rol del Estado para designar estos atributos a quien compita con su legitimidad o limite sus
intereses. Para el filósofo, el Estado se comporta de la misma forma como lo había sido para
Hobbes hace tres siglos. Al igual que este, la naturaleza del hombre volvía a estar insertada
en las relaciones internacionales, objetando a cualquier intento de alianza o sociedad
internacional. Las severas sanciones que padeció Alemania como resultado de Versalles
impulsaron a Schmitt a rechazar fuertemente los tratados internacionales o la Sociedad de
Naciones. El alemán critica el sentido de esta organización, catalogándola de inefectiva, dado
que para prevenir las guerras se debería eliminar las estructuras de todos los Estados.

Basándose también en la teología, Schmitt (1932) plantea la idea de que el hombre al ser un
pecador por naturaleza, no podría confiar en las buenas intenciones de un Estado que no
representara sus intereses. Si no puede haber una honesta confianza entre los Estados, una
organización internacional no tendría ninguna validez para prevenir conflictos o guerras sobre
la base de valores o principios que no pertenecen a la condición natural humana. El realismo
político de Carl Schmitt terminaría influenciando el estudio de las relaciones internacionales.
Sin embargo, la moral y los valores que habían dado inicio al estudio de esta ciencia no
permitieron la alineación inmediata al pensamiento realista.

Edward H. Carr (1939), profesor de la Universidad de Aberystwyth, cuestiona desde el inicio


cuál es el rol de la moral dentro de las relaciones internacionales y si este merece realmente
un lugar importante. Carr plantea que la expectativa que se tiene de la moral de las personas
es distinta para los Estados. Nadie espera que un Estado pueda comportarse de la misma
forma que una persona, y, sin embargo, los ideales wilsonianos pretenden que esto ocurra. El
Estado para Carr no puede contener la misma compasión que una persona porque este fue
creado para gobernar y controlar bajo un juicio crítico y objetivo, fuera de sentimentalismos.
Carr entiende que el poder es el instrumento principal de los Gobiernos y que un Estado
necesita que su política exterior proyecte el poder que este tiene para relacionarse con los
demás Estados. Nuevamente, se retorna a la idea de la condición natural humana, la persona
en su naturaleza es libre de realizar cualquier acto fuera de la moral o ética. Sin embargo, deja
de lado esta ley natural depositándola en el Estado, esperando que este actúe y tome las
medidas necesarias para prevenir el caos y desastre, así sean estas moralmente incorrectas
a nivel personal.

Hans J. Morgenthau (1956), profesor de la Universidad de Chicago, desarrolló lo que serían


las bases del realismo clásico de las relaciones internacionales. Para Morgenthau, la moral
dentro del sistema internacional existe pero está ligada a las leyes internas y códigos éticos
de cada sociedad. Un Estado, por lo tanto, no puede exigir a otro a comportarse bajo los
mismos estándares que regula su propia sociedad. El Estado conduce su política exterior a
través del poder que este tiene, pero esto no lo exime de regularse a sí mismo bajo sus códigos
y leyes propias.

Para Morgenthau (1956), los Estados actúan de manera racional, sin embargo, estos pueden
cometer errores de cálculo, lo cual no desmerita el hecho que estos hayan actuado
racionalmente desde un principio. El idealismo, para este autor, no está presente en la realidad
que se analiza sino en la buena voluntad y optimismo de algunos individuos, no obstante, se
deben entender las relaciones internacionales como un estudio objetivo o positivista. De esta
manera, Morgenthau analiza y estudia las características del equilibrio de poder, planteando
que sin el equilibrio el Estado más fuerte puede gobernar sobre los demás, limitando sus
intereses y derechos. El equilibrio también es inestable y puede variar dependiendo del poder
que el Estado vaya adquiriendo, lo cual afecta la posición relativa con la que se relaciona a los
otros Estados. Morgenthau expone distintas dinámicas que pueden surgir entre los Estados
de acuerdo al equilibro de poder, incluso analizando la posición de las pequeñas naciones
entre el equilibrio de dos grandes potencias; situación clásica de la Guerra Fría. El análisis
dado por el teórico está basado sobre el poder relacional y utiliza casos históricos para
sustentar el comportamiento de los Estados en el sistema internacional.

Kenneth Waltz (1979), profesor de la Universidad de Berkeley, presenta la idea de una


estructura que se sostiene sobre la anarquía del sistema internacional, a pesar de la
contradicción entre anarquía y estructura. Para explicar este concepto, Waltz utiliza como
analogía la economía de laissez-faire y cómo las empresas (Estados) funcionan de acuerdo a
la ley de la demanda y oferta bajo una mano invisible que regula el sistema. De esta manera,
Waltz plantea la teoría del realismo estructural basada sobre una estructura “invisible” que es
formada a partir de la interacción entre sus unidades principales, es decir los Estados. Waltz
identifica distintos actores que forman parte del sistema internacional pero solo otorga el rol
principal a los Estados, ya que solo estos pueden cambiar el sistema. A diferencia de los
realistas clásicos, Waltz entiende el poder de los Estados como una característica más no
como un fin en sí mismo, ya que para él los Estados se relacionan de acuerdo a su seguridad.
Es a partir de ahí, donde recoge la idea del dilema de seguridad, la cual afirma que los Estados
buscan sentirse más seguros a través del incremento de sus defensas pero esto,
consecuentemente, vuelve a sus vecinos más inseguros, lo que también los conduce a
aumentar sus defensas.

Para Waltz (1979), el mundo estaba más seguro cuando solo eran dos potencias las que
competían por tener mejores defensas, el caso de la Guerra Fría. La seguridad era el primer
componente en la relación de los Estados y sus vecinos, es decir, aunque los Estados se auto
ayuden y se preocupen solo por su seguridad, la relación entre ellos teje la estructura
internacional. Por primera vez, el realismo dejaba de centrarse en el pensamiento del hombre
o desde la perspectiva del Estado. En cambio, el sistema internacional era entendido por el
realismo estructural como una serie de interacciones entre distintas unidades que forman y
mantienen una estructura, la cual puede evolucionar de acuerdo al orden y equilibrio entre las
unidades.
Robert Gilpin (1988), profesor de la universidad de Princeton, acepta el realismo estructural
de Waltz pero inserta en este la idea de hegemonía como motor principal del sistema, en vez
de la seguridad. Gilpin, al igual que otros economistas de la escuela liberal como Robert
Keohane o Charles Kindleberger, apoya la teoría de la estabilidad hegemónica, la cual postula
que el sistema internacional es más estable para la economía y el comercio internacional
cuando una potencia, llamada hegemón, domina sobre los demás países. Muy distinta a la
idea de Waltz, de que la estabilidad podía surgir en un mundo bipolar. Gilpin plantea que la
interacción entre naciones se da a partir de la estrategia que cada Estado determina en
relación al hegemón. Con el tiempo, un Estado ostentará el rol y liderazgo del hegemón, lo
que conducirá a una guerra hegemónica que transformará el sistema internacional. El
economista identifica este tipo de guerra en distintos momentos de la historia, empezando por
la Guerra del Peloponeso entre Esparta y Atenas. Para ello, Gilpin utiliza la teoría sistémica
de largos ciclos de George Modelski (1988); en esta se postula que el sistema internacional
funciona de acuerdo a ciclos que se repiten cada 100 a 120 años. Cada ciclo inicia con una
guerra entre el antiguo hegemón con la nueva potencia que ostenta su lugar.

Gilpin también se basa en la teoría del poder de transición de Organski, que indica distintos
niveles de satisfacción de acuerdo a la posición de las potencias. Cuanto más grande es la
insatisfacción de las otras potencias en comparación al hegemón, mayores serán las
probabilidades de conflicto. Al mismo tiempo, mientras más simétrico sea el poder entre el
hegemón y las otras naciones, mayores posibilidades habrá de una nueva guerra. Por lo tanto,
mientras más poder e insatisfacción tengan las otras potencias, mayor será la probabilidad
que se enfrenten al hegemón (Kugler y Organski, 1989). Modelski (2005) también entiende
que la era nuclear puede haber cambiado muchas de las variantes de la teoría de largos ciclos
y transición de poder. La disuasión nuclear entre las dos superpotencias, durante la Guerra
Fría, evitó el orden natural del conflicto, poniendo en duda el futuro del sistema internacional.

John J. Mearsheimer (2001), profesor de la Universidad de Chicago, se distancia un poco del


realismo estructural para ofrecer una nueva variante del realismo clásico, llamado realismo
ofensivo. En este, retoma el concepto de poder como eje de las relaciones internacionales
pero lo centra en el poder ofensivo militar de cada Estado. Para Mearsheimer, las naciones
necesitan proteger la integridad territorial y soberanía. Para cumplir este objetivo se necesita
de una gran población y una economía estable, ya que estas son las bases para tener un
ejército poderoso, de donde radica el verdadero poder. Las naciones son racionales y son
conscientes del entorno internacional, el cual deben utilizar como base para plantear su política
exterior. Todas las naciones son vulnerables a su entorno por lo que deben centrar sus
esfuerzos en su propia supervivencia, lo que Waltz (1979) denominaba como auto ayuda. Al
igual que Waltz, Mearsheimer comprende que la auto ayuda no evita que un Estado pueda
formar alianzas, ya que estas solo se dan por conveniencia y son temporales.

El Estado, para Mearsheimer (2001), siempre observa cómo se distribuye el poder en el orden
mundial, y aprovecha cualquier oportunidad de alterar el equilibrio de poder mediante sus
propias capacidades, en detrimento de rivales potenciales. Una potencia que tiene ventajas
sobre otras naciones, probablemente sea más agresiva por la capacidad e incentivo que tiene
de serlo. Según Mearsheimer, la historia demuestra que la ofensiva a veces tiene éxito y a
veces no, y esto dependerá de cuán hábil sea la potencia para avanzar o dar marcha atrás. El
teórico también señala que el hegemón no existe a nivel mundial, ya que la gran potencia
siempre se encontrará frente a otras, por lo que la hegemonía es solamente potencial. No
obstante, explica que sí puede existir hegemonía en un nivel regional. El sistema más peligroso
para Mearsheimer es la multipolaridad desequilibrada, un sistema en donde existen varias
potencias y una de estas es potencialmente hegemónica. El conflicto se basa en el miedo y
este tiene que ver con las capacidades ofensivas que proyecta el rival al momento que el
Estado analiza su entorno, y no en sus intenciones. Es de esta forma que Mearsheimer logra
combinar ciertos aspectos del realismo clásico con el realismo estructural para formular su
propia teoría basada nuevamente en el poder como eje del sistema internacional pero lejos de
la visión del hombre y su naturaleza humana, colocando al conflicto como resultado del miedo
generado por las capacidades militares y la desconfianza entre los Estados.

1.2.2.3 Teoría del constructivismo.

Alexander Wendt (1999), profesor alemán de la Universidad de Minnesota, sentó las bases
teóricas del constructivismo como método de análisis de las relaciones internacionales. Wendt
encuentra dos ideas principales en las raíces de esta teoría: la estructura de asociación
humana basada en ideas en vez de fuerzas materiales, y las identidades e intereses formados
a partir de estas mismas ideas. Para Wendt, el constructivismo era el retorno del idealismo a
las relaciones internacionales, y este surge porque los académicos no podían explicar del todo
el final de la Guerra Fría. Sin embargo, Wendt no propone el mismo idealismo de Wilson, sino
que se centra en el estudio ontológico y epistemológico de la ciencia. Es decir, no busca
responder por qué el sistema es así, sino más bien, qué es el sistema y cómo se le debe
estudiar. El realismo para Wendt, está solamente basado sobre los intereses materiales, es
decir, los recursos económicos, la geografía, las armas, etc. El alemán propone que las ideas,
valores, culturas, identidades o religión también forman parte del sistema internacional. El
constructivismo no niega que los Estados puedan estar dirigidos por sus ambiciones
materialistas, sin embargo, cuestiona por qué es importante el materialismo o cuál es su
verdadero significado para la sociedad. No obstante, Wendt afirma que el constructivismo no
es una teoría de relaciones internacionales per se, sino que busca observar cómo son
socialmente construidos los actores sin establecer quiénes son estos. Para el realismo, el
Estado siempre fue el actor principal; para el constructivismo, esto no siempre es así y no
interesa descubrir quién es el actor sino su estructura social. Por lo tanto, el nivel de análisis
internacional no siempre es utilizado por el constructivismo, ya que la sociedad no se
encuentra necesariamente atada a lo internacional en todos los casos.

Para Wendt (1999), los Estados no siempre han tenido el monopolio de la violencia, son
permeables a cualquier grupo armado, y bajo esta presión algunos Estados han desaparecido.
Sin embargo, esta vulnerabilidad solo se da en ciertos casos, los Estados siguen siendo
centrales en el sistema internacional pero no son los únicos protagonistas. Para el teórico,
existen dos ejes de Gobierno, uno vertical o jerárquico dentro del Estado, y otro horizontal o
anárquico entre dos o más Estados. Un Estado se comporta distinto con su propia sociedad
que a un nivel internacional pero estos dos ejes se mantienen conectados. La manera en que
las unidades internacionales se comportan a un nivel horizontal traza las distintas dinámicas
que forman la estructura internacional, raizadas en ideas, normas o reglas tácitas. El concepto
de auto ayuda, el cual infiere que los Estados se preocupan solo por su seguridad, es un
comportamiento determinado que varía de acuerdo a como es percibida la anarquía, es decir,
un Estado entiende la anarquía de manera distinta a los demás y sobre la base de eso buscará
en mayor o menor medida su propia seguridad.

A diferencia del realismo estructural, el sistema internacional para Wendt (1999) se basa en
ideas y construcciones sociales que ayudan a entender mejor los cambios de la estructura
internacional. Para los realistas, el cambio siempre surge de un conflicto o guerra que
desequilibra el orden mundial; para el constructivismo, son las ideas o construcciones sociales
las que pueden transformar el mundo, como la transición del feudalismo al Estado soberano o
el final de la Guerra Fría. Para Wendt, la estructura internacional es social, se compone de
grupos de personas que comparten conocimientos o ideas. La interacción entre las sociedades
que componen un Estado es un proceso continuo de formación, ya que los conocimientos o
las ideas pueden variar. Los Estados son proyectos no terminados que van asimilando las
ideas de uno u otro grupo. Esta continua interacción de ideas genera la identidad de la
sociedad, es decir, la identidad es definida a partir de las opiniones o pensamientos que surgen
en base a la identidad del otro. Así se halla un diálogo continuo entre la propia identidad de
uno y del otro, de la cual se deriva la relación entre los Estados. Si las democracias son más
pacíficas unas con otras como anunciaba Immanuel Kant hace siglos, es porque utilizan el
mismo lenguaje y valores construidos, lo que conduce a mayor tolerancia y comprensión al ser
identidades menos opuestas. De esta manera, Wendt inserta las ideas sobre la formación de
una identidad dentro de la relación de distintas sociedades; no existe la identidad propia si esta
no reconoce a sus vecinos. El constructivismo analiza el tejido social a partir de las ideas para
ayudar a entender la relación entre distintas sociedades; sino estuvieran presentes estas
ideas, el ejercicio de poder carecería de valor o significado (Hopf, 1998).

Andrei Tsygankov (2013), profesor ruso de la Universidad Estatal de San Francisco, utilizó las
bases del constructivismo para darle una mayor coherencia y orden a las ideas de la política
exterior de Rusia. Para él, existen tres escuelas de pensamiento que han influenciado el
carácter nacional de la política exterior a través de los siglos: la escuela occidental, la estatista
y la civilizacional.

La primera escuela adopta valores e ideas occidentales para construir su propia identidad, ya
que observa al Occidente como el sistema más viable y avanzado en el mundo. Esta escuela
se remite al pensamiento de Pedro el Grande y sus intentos por occidentalizar el Imperio ruso
a finales del siglo XVII. De la misma manera, la Santa Alianza, defendida por Alejandro I,
intentó frenar las ideas democráticas liberales y defender las costumbres y valores europeos
tradicionales. El pensamiento occidental tardaría casi un siglo para volver a influenciar al
Gobierno ruso. A finales del periodo de la Unión Soviética, el secretario general Mijaíl
Gorbachov, buscaría obtener un mayor acercamiento a los Estados Unidos, posicionándolo
como su par en brindar orden y paz mundial, de esta manera, firmó una serie de acuerdos de
control de armas, así como el retiro de sus fuerzas militares en los países del Este de Europa
y otros continentes. Bajo el mandato del presidente ruso Boris Yeltsin en la década de los
noventas, la nueva Federación de Rusia tuvo como objetivo la integración y la alianza
estratégica con el Occidente para implementar instituciones democráticas liberales y una
economía de mercado occidental. (Tsygankov, 2013).
La escuela estatista busca demostrar siempre la habilidad del Estado para gobernar y
preservar el orden político y social; este ha sido el pensamiento que mayor influencia ha tenido
durante casi toda la historia de Rusia. Esta escuela valora los elementos de poder, estabilidad
y soberanía por encima de la libertad y la democracia. Para esta corriente siempre ha sido
prioritario proteger la seguridad interna rusa de cualquier amenaza externa (Tsygankov, 2013).

Desde sus inicios, los estatistas han sido influenciados por los conceptos de la raison d’etat y
la realpolitik, los cuales permitieron a los líderes rusos mantener la autocracia en el nombre
del Estado. Es a partir de la diplomacia del príncipe Alexander Gorchakov, quien fue ministro
de Relaciones Exteriores durante el Gobierno de Alejandro II, que el estatismo gana la mayor
influencia sobre la política exterior del Imperio ruso. Desde este momento, el interés por
mantener la supervivencia del Estado, colocándolo como un objetivo en sí mismo, le daría un
carácter nacional a la política exterior hasta el presente. El equilibrio de poder, también sería
un concepto muy utilizado por los Gobiernos estatistas, los cuales entendían la naturaleza del
orden internacional como una consecuencia directa de la búsqueda de sus propios intereses
frente a las demás potencias. La Unión Soviética sería la única súper potencia capaz de
equilibrar el poder de los Estados Unidos durante la Guerra Fría, y solo mediante este equilibrio
podría sobrevivir el Estado ante la influencia democrática liberal de la potencia rival. Una vez
terminada la Guerra, los estatistas aceptaron la necesidad de construir una economía de
mercado y una democracia política. Sin embargo, no podían dejar de lado el interés por
conservar la supremacía del Estado (Tsygankov, 2013).

Para el ministro de Asuntos Exteriores, Yevgueni Primakov, la clave se encontraba en contener


a Estados Unidos mediante la alianza con China o la India, una política llamada multivector. El
Estado necesitaba mantener su propia autonomía y asegurar el espacio post soviético de las
ambiciones hegemónicas de Occidente. De esta manera, la política multivector mantenía un
espacio equidistante entre Occidente y Asia. En 1999, Alexei Bogaturov, académico de
relaciones internacionales, introdujo el concepto de pluralidad unipolar, que se refiere a que el
orden mundial unipolar no queda limitado a una sola potencia, sino a un grupo de potencias
que concentran el poder desde una misma posición. Esto obligaría a Rusia a tener que
colaborar muy cerca de los Estados Unidos y mantener su propia autonomía o ejercicio de
poder al mismo tiempo. Finalmente, bajo el Gobierno de Vladimir Putin, se enfatizó las
relaciones bilaterales con los vecinos dentro de la periferia rusa y se fue lo suficientemente
ambicioso para desarrollar una alianza estratégica con los Estados Unidos en contra del
terrorismo. Sin embargo, las relaciones con Occidente han ido distanciándose cada vez más.
Si Rusia pretendía conservar su autonomía era necesario tener que alejarse de los intereses
occidentales, así esto haya ocurrido en detrimento de sus antiguas alianzas (Tsygankov,
2013).

Finalmente, la escuela civilizacional consiste en la síntesis cultural basada en los orígenes


eslavos y la religión cristiana ortodoxa. Asimismo, entiende el carácter nacional más allá de
sus fronteras, ya que concibe a Rusia como una civilización. Esta escuela se remonta al siglo
XVI con la invasión a los territorios de los mongoles y la expansión de Rusia hasta Siberia de
la mano de Iván el Terrible. Al considerar al mundo como distintos polos civilizacionales, los
Gobiernos rusos pueden optar por la expansión más allá de sus límites territoriales. Es en la
supervivencia de esta identidad, arraigada a los valores eslavos y la religión ortodoxa, donde
se basa la necesidad de seguir expandiéndose a otros territorios. Ejemplos contemporáneos
de esta escuela pueden encontrarse en las ideas de Alexander Dugin, quien encuentra al
mundo inclinado a llegar a una confrontación total entre la civilización euroasiática y atlantista
u occidental, probablemente inspirado en la visión de Huntington (1993) que también separa
al mundo mediante civilizaciones. Sin embargo, estas ideas pueden ser peligrosas ya que
intentan valorizar a una cultura o religión por encima de las demás. Rusia, al ser un país
multicultural, no debería permitir esto ya que puede ocasionar distintos conflictos internos
(Tsygankov, 2013).

Mediante un análisis constructivista, Tsygankov (2013) logra separar y ordenar las ideas que
influyen sobre el carácter nacional de Rusia. La escuela occidental observa al mundo
occidental como una mejor opción que la identidad propia. La identidad del “otro” domina a la
identidad del “yo” y busca ser moldeada a partir de su imagen e ideas. La escuela estatista,
en cambio, busca formar su propia identidad a partir del reconocimiento del “otro”. La identidad
del “yo” es fortalecida al querer ser comparada con la identidad del “otro”. Finalmente, la
escuela civilizacional se distancia y confronta totalmente la identidad opuesta, es decir, al
Occidente. Para esta escuela, la identidad del “otro” debe ser rechazada con el fin de valorar
y darle una mayor importancia a la identidad propia.
1.3 Objetivos e hipótesis

1.3.1 Objetivos generales.

 Identificar cuál ha sido la política exterior de Rusia en Medio Oriente y cuáles son sus
intereses en Siria.
 Describir cuál ha sido la política exterior de Rusia durante los principales acontecimientos
de la crisis.
 Explicar el contexto en el que se desarrolla la intervención militar rusa en Siria dentro del
escenario internacional y de Medio Oriente.
 Identificar por qué Rusia intervino militarmente en la crisis de Siria durante el 2015 y 2016.

1.3.2 Objetivos específicos.

 Identificar cuál ha sido la política exterior de Rusia en Medio Oriente en los últimos años.
 Identificar cuál ha sido la importancia de los intereses rusos en Siria.
 Describir cuál ha sido la política exterior de Rusia durante el inicio de la Crisis.
 Describir cuál ha sido la política exterior de Rusia durante el desarrollo de la Crisis.
 Explicar el contexto en el que se desarrolla la intervención militar rusa en Siria dentro del
escenario internacional.
 Explicar el contexto en el que se desarrolla la intervención militar rusa en Siria dentro de la
región de Medio Oriente.
 Identificar por qué Rusia intervino militarmente en la Crisis de Siria en el 2015.
 Identificar por qué Rusia continuó la intervención en la Crisis de Siria en el 2016.

1.3.3 Hipótesis generales.

 Los intereses de Rusia sobre la región de Medio Oriente y Siria están conectados a las
aspiraciones rusas de ser una potencia global y su relación con el Occidente.
 La política exterior de Rusia ha ganado un mayor rol internacional en Siria de acuerdo al
desarrollo de la Crisis y su actuación en el escenario internacional.
 La intervención militar del Gobierno ruso en Siria se desarrolló en medio de un periodo de
transición hacia un mundo multipolar y dentro de una guerra subsidiaria o proxy en el Medio
Oriente.
 La intervención militar del Gobierno ruso en la crisis de Siria durante el 2015 y 2016 fue
causada por una política exterior que buscaba su propia identidad lejos de la influencia
occidental y para mantener la supervivencia del Estado westfaliano.

1.3.4 Hipótesis específicas.

 Los intereses de Rusia sobre la región de Medio Oriente y Siria están conectados a las
aspiraciones rusas de ser una potencia global.
 Los intereses de Rusia sobre la región de Medio Oriente y Siria están conectados a la
relación de Rusia con el Occidente.
 La política exterior de Rusia ha ganado un mayor rol internacional en Siria de acuerdo al
desarrollo de la Crisis.
 La política exterior de Rusia ha ganado un mayor rol internacional en Siria de acuerdo a
su actuación en el escenario internacional.
 La intervención militar del Gobierno ruso en la crisis de Siria se desarrolló en medio de un
periodo de transición hacia un mundo multipolar.
 La intervención militar del Gobierno ruso en la crisis de Siria se desarrolló dentro de una
guerra subsidiaria o proxy en el Medio Oriente.
 La intervención militar del Gobierno ruso en la crisis de Siria durante el 2015 y 2016 fue
causada por una política exterior que buscaba su propia identidad lejos de la influencia
occidental.
 La intervención militar del Gobierno ruso en la crisis de Siria durante el 2015 y 2016 fue
causada para mantener la supervivencia del Estado westfaliano.
Capítulo 2: Método

2. 1 Tipo y diseño de investigación

2.1.1 Tipo de investigación.

La presente investigación es explicativa, ya que está destinada al conocimiento de algún


aspecto de la realidad y a la verificación de las hipótesis.

Sabino (1978) indica que este tipo de investigación se centra en determinar los orígenes o las
causas de un determinado fenómeno. Al mismo tiempo señala que la investigación puede ser
teórica ya que los conocimientos obtenidos buscan acrecentar los conocimientos teóricos para
el progreso de una ciencia, sin interesarse directamente en sus posibles aplicaciones o
consecuencias prácticas. Esto no quiere decir que estén desligadas de la práctica o que sus
resultados no vayan a ser empleados para fines concretos en un futuro.

Asimismo, el tipo de investigación tendrá un análisis cualitativo ya que se busca describir las
acciones y características de las variables dentro del contexto internacional. De esta manera,
se entiende que la tesis será explicativa porque busca obtener conocimientos que permitan
entender la causa o razón de un fenómeno internacional y cualitativo, porque describe las
acciones y características de una de las variables dentro de una situación o fenómeno.

2.1.2 Diseño de investigación.

El diseño para esta investigación deberá ser descriptivo ya que al momento de analizar las
variables, solo se describen y no se manipulan. No se puede influir sobre las variables por lo
que solo se les puede observar.

Para el desarrollo de la tesis se tendrá que estudiar y analizar primero cuáles son las
características de la política exterior de Rusia. Para esto se debe estudiar las decisiones que
ha tomado el Gobierno luego de la caída de la Unión Soviética, y encontrar si esta ha ido
evolucionando o seguido el mismo camino. Se tiene que analizar cuánto han cambiado las
prioridades rusas en el Medio Oriente, para saber si estas siguen siendo las mismas en el caso
de Siria.
Lo siguiente es investigar cómo ha sido el comportamiento de Rusia durante toda la crisis en
Siria, explorando al mismo tiempo cómo el escenario internacional y regional ha repercutido
sobre el conflicto. Esto establece un panorama o contexto más claro en el cual se desarrolla
el fenómeno estudiado. Además, se utilizarán las características encontradas en la política
exterior rusa para situarlas dentro de dos paradigmas principales de las relaciones
internacionales con el objetivo de identificar el carácter nacional de su política exterior.

Asimismo, se estudiará a los actores que han influenciado en la crisis de Siria y cuales han
sido las respuestas frente a la intervención rusa. Se analizará también la relación de Rusia con
los protagonistas tanto al nivel regional como extra regional. De esta manera, se entenderá
mejor cual ha sido el rol de Rusia dentro de la crisis y la importancia de la intervención para su
política exterior.

2.2 Variables

Intervención militar del Gobierno ruso: Esto se refiere al uso de las fuerzas armadas de Rusia
para injerir en un escenario internacional y cumplir con los objetivos propuestos por el
Gobierno. En este caso, se analiza la intervención rusa dentro de la crisis de Siria y cuáles han
sido las razones de esta. La intervención militar siempre responde directamente a las órdenes
del presidente de Rusia (Constitución de la Federación de Rusia, 1993, art. 87).

La crisis de Siria: Es una guerra civil entre distintos grupos étnico-religiosos que tuvo sus
orígenes a partir de la Primavera Árabe en Siria en el 2011. El país se dividió entre los que
querían apoyar al Gobierno actual y los que querían derrocarlo; en medio de este conflicto
aparecieron nuevos grupos islamistas que buscaban obtener poder y legitimidad. A pesar de
la presión internacional para que el presidente diera un paso al lado, el Gobierno decidió luchar
en contra de la oposición, alargando el conflicto por más de cinco años. Ambos lados han
destrozado las instituciones y la economía del país, causando un gran retroceso para el
bienestar de la población y millones de desplazados dentro y fuera del país (Jenkins, 2014).

2.3 Instrumentos de investigación

En la presente investigación se utilizarán instrumentos documentales, principalmente:


• Bibliográfica, dado que se revisarán libros, revistas académicas e investigaciones de
fuentes primarias, especialmente en materias relacionadas a la política exterior de Rusia, el
Medio Oriente, política internacional, la crisis de Siria y la relación entre diversos actores
internacionales para analizar las razones del conflicto y su importancia en la decisión de
intervenir en Siria.

• Documental, dado que se analizarán los archivos, discursos oficiales, tesis, reportes
periodísticos sobre materias relacionadas a la política exterior de Rusia, el Medio Oriente,
política internacional, la crisis de Siria y la relación entre diversos actores internacionales para
analizar el entorno o contexto donde se desarrolla la Crisis y cómo actúa el Gobierno de Rusia
frente a este.

• Entrevistas, esto debido a que se necesita un respaldo sobre las opiniones y la


investigación de esta tesis. Las entrevistas se darán a especialistas familiarizados con el tema,
ya que sus conocimientos y puntos de vista podrán enriquecer la investigación. Las entrevistas
estarán transcritas en la parte de anexos de la investigación.

2.4 Procedimientos de recolección de datos

La investigación comenzará recolectando la mayor información de la extensa bibliografía sobre


la política exterior de Rusia y su desenvolvimiento internacional a través de la historia, así
como su actual rol en el Medio Oriente. Luego se buscará más datos sobre la relación de Rusia
y Siria, y cómo la crisis de Siria ha afectado esta relación en los últimos años. Además, se
estudiará el rol de los actores principales en la región y factores de influencia como los
principales acontecimientos o fenómenos de este escenario.

Se recolectará mayor información periodística acerca de la intervención en Siria, tratando de


relacionar los diferentes sucesos cronológicos con las distintas opiniones de los diferentes
autores ligados al tema. La información también será respaldada con los discursos oficiales
de parte del Gobierno de Rusia.

Las entrevistas se darán de acuerdo a la disponibilidad de los entrevistados, quienes


responderán a una serie de preguntas coordinadas con el asesor de esta tesis. La información
extraída será transcrita y será analizada dentro de la investigación.
Capítulo 3: Resultados

3.1 Política exterior de la Federación de Rusia

A continuación, se tratará de examinar los diferentes acontecimientos que afectaron la política


exterior de la Federación de Rusia1 y su relación con el Occidente, ya que fueron estos los que
ayudaron a definir la identidad y la agenda exterior del país. Seguidamente, se analizará la
relación histórica entre Rusia y Siria, teniendo en cuenta el panorama regional del Medio
Oriente. Ambos temas de estudio ayudarán más adelante a tener una mejor perspectiva sobre
la política exterior de Rusia en la Crisis de Siria.

3.1.1 Los primeros años de la Federación de Rusia.

Durante el último Gobierno de la Unión Soviética, bajo el liderazgo de Mijaíl Gorbachov, la


política exterior estuvo centrada en hacer del país una potencia responsable y más cercana al
mundo occidental. La reducción de presupuesto de las misiones exteriores fue más que
notable, así como la retirada de las fuerzas en Afganistán. La visión estatista de la Unión
Soviética hasta la llegada de Gorbachov “no se concebía como un instrumento puramente
nacional, en el sentido de la tradición europeo-occidental, sino que se definió como el ejecutor
de una misión especial supranacional, definiendo la idea rusa de diversas maneras, ya sea en
términos religiosos, geopolíticos o ideológicos” (1998, p. 104). La limitación del papel
internacional del Estado trastornó la identidad como superpotencia o antítesis de los Estados
Unidos y contribuyó a generar un sentimiento de desorientación de la política exterior, lo cual
dividiría a la élite política rusa (Brzezinski, 1998). Esta nueva visión basada en la escuela
occidental, se mantuvo hasta la presidencia de Boris Yeltsin, sirviendo de ejemplo la
declaración del ministro Kozyrev de que Rusia trabajaría en convertirse en una “potencia
normal”. En enero de 1992, un mes después de la disolución de la Unión Soviética, George H.
W. Bush sentenció que la Guerra Fría no había terminado sino que había sido ganada por los
Estados Unidos (Lukyanov, 2016).

Paralelamente, el acercamiento a las instituciones económicas y políticas de Occidente como


el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial implicaron cambios transcendentes

1
Ver mapa de la Federación de Rusia (anexo 1).
dentro de la política exterior que permitirían la consolidación de la democracia y los derechos
humanos. Rusia empezó a reconocer los derechos y libertades de las personas en su
integridad tanto dentro como fuera de sus fronteras. El slogan engañoso de los Estados Unidos
de “asociación estratégica madura” entre Washington y Moscú respaldó la nueva política
occidental de Yeltsin e insertó la idea de que Rusia sería el socio de facto de un arreglo mundial
basado en la igualdad y democracia ruso-estadounidense. Sin embargo, los Estados Unidos
no tenían intenciones de compartir el poder global con Rusia y tampoco podían hacerlo ya que
el país era demasiado débil para considerarlo un socio global tras décadas de un Gobierno
comunista atrasado (Brzezinski, 1998).

La Organización del Tratado del Atlántico Norte, por sus siglas, OTAN, había sido por mucho
tiempo la alianza defensiva de los países occidentales frente a la amenaza soviética,
representada a través del Pacto de Varsovia. Al finalizar el Gobierno de Gorbachov, el Pacto
de Varsovia, que había servido para contrarrestar a la OTAN, fue disuelto mediante la Doctrina
Sinatra, la cual permitió a los países integrantes la total libertad de salirse del pacto. Una vez
caída la “cortina de hierro”, la disolución de la OTAN hubiese sido lo más consecuente. Sin
embargo, la OTAN no solamente se mantuvo sino que también comenzó a expandirse a los
países que habían pertenecido al Pacto de Varsovia. Los intereses rusos, naturalmente,
estaban siendo desafiados pero debido al trastorno de su política exterior, Rusia solamente
podía esperar formar parte de la OTAN; no obstante, esta ilusión nunca tuvo lugar (Mankoff,
2012).

Las fronteras rusas durante toda su historia, habían sido provisionales, determinadas por
accidentes y el hostil escenario regional. Asimismo, estas podían ser reajustadas cuando fuese
necesario (Nixey, 2015). Por siglos, la estrategia de seguridad rusa había estado basada en
la defensa, expandiéndose alrededor de sus centros para evitar ser sorprendidos, imponiendo
una mayor distancia entre sus enemigos y el corazón de Rusia. Hasta el final de la Guerra
Fría, el Kremlin había respaldado la “profundidad estratégica” como la única manera de
mantener su supervivencia (Lukyanov, 2016). Empero, en medio del desorden político y la
crisis económica, Rusia no podía actuar frente a la expansión de la OTAN, la cual fue
considerada como un “error trágico” por el arquitecto de la política de contención de los
Estados Unidos, George Kennan (Lavrov, 2016).
3.1.2 La desilusión con el Occidente.

La influencia perdida en los países vecinos de Rusia fue una de las mayores críticas que
recibió el Gobierno de Yeltsin, sobre todo durante el acercamiento de Estados Unidos a
Ucrania. En agosto de 1992, el presidente del Comité de Relaciones Exteriores del
Parlamento, Yevgueni Ambartsumov, criticó la falta de claridad de las relaciones con el espacio
exsoviético, y demandó que la política exterior estuviera basada en una doctrina que declare
el espacio geopolítico de la ex Unión Soviética como una zona de interés vital (Laruelle, 2015).
No es casualidad que Yeltsin haya tenido que remplazar al ministro de Asuntos Exteriores,
Andrei Kozyrev por Yevgueni Primakov, quien planteó mediante su doctrina la necesidad de
priorizar la política exterior al “extranjero próximo”, como titulaba al grupo de países
exsoviéticos y vecinos importantes del este de Europa. Con la emergencia de Azerbaiyán,
Kazajistán y Turkmenistán como países independientes y muy nacionalistas, en parte por la
llegada de nuevos inversores petrolíferos de Occidente, Rusia pasó a ser solo uno de los cinco
aspirantes a extraer las riquezas del mar Caspio (Brzezinski, 1998).

A esto había que sumarle el bombardeo de la OTAN a Yugoslavia en 1999, en medio del
conflicto de la independencia de Kósovo. La injerencia de parte de la OTAN puso al Gobierno
ruso bajo un dilema, si apoyar a sus relaciones históricas con Yugoslavia o dejar que el
Occidente actúe en contra de ellos, así como el reconocimiento unilateral de Kósovo. Dado los
problemas internos de separatismo dentro de Rusia, apoyar la secesión de Kósovo era muy
contradictorio para el Gobierno ruso (Kuhrt, 2011).

El impacto de la intervención de la OTAN en Kósovo tuvo dos efectos en la política exterior


rusa. Primero, el hecho que fue la OTAN quien realizó la intervención, a pesar de haber perdido
su razón de ser luego de la caída del Pacto de Varsovia, demostrando que la alianza no era
solamente defensiva (Lukyanov, 2016). Segundo, esta intervención fue llevada a cabo
mediante el liderazgo de Tony Blair, primer ministro de Reino Unido, y Bill Clinton, presidente
de los Estados Unidos, como si fuera una guerra de valores e ideales. La defensa de valores
occidentales que eran protegidos en Kósovo, ponía en el lado opuesto a Rusia que se sentía
más familiarizado con Yugoslavia, aislándolo de esta sociedad de Estados occidentales. De
esta manera, la primera reacción de Rusia frente a los bombardeos fue suspender la total
cooperación con la OTAN. La identidad del Estado ruso estaba siendo alineada nuevamente
como algo contrario a los valores e ideales occidentales. Rusia había perdido su identidad tras
la caída de la Unión Soviética y ahora tenía que recuperarla frente al aislamiento provocado
por Occidente (Kuhrt, 2011).

La política exterior defendida por el ministro Primakov era definida como pragmática y con
mayor énfasis en intereses geopolíticos. Las divisiones iniciales dentro de la élite política entre
los occidentales y estatistas demostraron ser solamente prematuras. Las visiones estatistas
de figuras políticas como el director del Comité de Relaciones Exteriores del Parlamento ruso
o Duma, Vladimir Lukin, o el jefe del Consejo en Política Exterior y Defensa, Sergei Karaganov,
tendrían mayor resonancia dentro del segundo periodo del presidente Yeltsin. De la misma
manera, las visiones de los industrialistas rusos como Arkady Volsky, director de la Unión de
Industrialistas y Entrepreneurs y los lobistas de sector industrial-militar también influyeron
mucho en el cambio distante de la visión occidental. Casi al final de la era de Yeltsin, las
compañías de energía estaban empezando a tener un rol más importante en la política exterior
rusa, sobretodo en el “extranjero próximo” (Kuhrt, 2011).

Los dos problemas que ayudaron a unificar las distintas visiones durante la era de Yeltsin
fueron la expansión de la OTAN y el bombardeo de Yugoslavia. Asimismo, el esfuerzo del
ministro Primakov por acercar Rusia a China influenció mucho a la visión negativa que se
empezaba a tener de la adopción de los derechos humanos. La promesa de que el Occidente
estaba dispuesto a evolucionar a un sistema mundial basado en los derechos individuales y
democráticos, alejándose de los intereses estatales o regionales, colocó muchas dudas sobre
el futuro de la supervivencia rusa (Brzezinki, 1998). Además, la atención especial al espacio
exsoviético por los Estados Unidos, notablemente en áreas ricas de recursos naturales como
Asia Central, levantaba fuertes preocupaciones para Moscú. La designación de Asia Central
como un área de importancia estratégica, estaba encapsulada en la visión norteamericana de
“pluralismo geopolítico” de Zbigniew Brzezinski, consejero de Relaciones Exteriores de los
Estados Unidos, que servía para prevenir cualquier intento de armar una coalición hostil que
enfrentara la supremacía americana. Mientras que Rusia estaba olvidando el interés por la
geopolítica, el Occidente demostró mantenerla viva en su política exterior (Kuhrt, 2011).

3.1.3 Rusia en el nuevo milenio.

La llegada del presidente Vladimir Putin en el año 2000 significó una continuación de la política
exterior que la doctrina Primakov había empezado a desarrollar. El Concepto de Política
Exterior publicado por el Gobierno ruso en el 2000, enfatizaba los peligros de la globalización,
tanto políticos como económicos, y prestaba atención a los intentos de las potencias de
disminuir el rol de la soberanía interna y externa del Estado. Los problemas que tenía Rusia
con la población chechena y daguestaní significaban problemas de separación que hacían
peligrar la integración y soberanía del Estado. Bajo una mano dura, Vladimir Putin le declaró
la guerra a las provincias del sur y al separatismo. Esta guerra interna costaría muchas vidas
inocentes pero traería consigo la confianza del pueblo ruso al nuevo Gobierno para mantener
el orden y seguridad del país (Pardo de Santayana, 2017).

El Concepto de Política Exterior también promovía el rol de Rusia dentro de las instituciones
internacionales como las Naciones Unidas, rechazando cualquier intento de reformar el
Consejo de Seguridad. De igual manera, el nuevo lugar ocupado dentro del G8, grupo de las
economías más industrializadas del mundo, brindaba una puerta para poder reclamar los
intereses de su política exterior como fue el caso de Kósovo (Kuhrt, 2011). Rusia quería formar
parte del orden internacional sin tener que adecuarse al mundo liberal y democrático de
Occidente, aceptando de esta manera su propia identidad basada en el fortalecimiento del
Estado (Sakwa, 2008).

La intervención estadounidense en Afganistán en el 2001, fue bienvenida debido a las


preocupaciones rusas del fundamentalismo islamista. Vladimir Putin observó esta intervención
como una oportunidad para mejorar las relaciones con los Estados Unidos, ofreciéndoles el
tránsito de sus aviones por territorio ruso. Aunque Estados Unidos tomó en cuenta la ayuda
rusa prefirieron no formar ningún tipo de alianza con este Gobierno. No obstante, si bien la
intervención en Afganistán pudo ser vista como una guerra necesaria, la invasión en Iraq fue
entendida como una guerra de elección. El Gobierno de Putin dudaba de los valores
democráticos bajo los cuales George W. Bush, presidente de los Estados Unidos y Tony Blair,
primer ministro del Reino Unido, habían tomado Iraq, y cuestionaba el doble estándar de la
política exterior occidental. De un lado defendía una agenda humanitaria y del otro perseguía
políticas intervencionistas respaldadas por el poder militar (Morales, 2017).

Anatoly Chubais, una figura importante en el Gobierno de Putin, enfatizó en el 2003 la


necesidad de Rusia de preservar su influencia en el espacio exsoviético no solo mediante el
uso de fuerza militar sino también económica. Chubais llamó a esta idea “imperio liberal” y ha
llegado a ser uno de los principios para la política exterior rusa dentro del espacio exsoviético.
Aunque este concepto influenció la política energética que ejecutó Putin durante su gobierno,
no se puso de lado el uso de las fuerzas armadas en el caso de respaldar a la población rusa
(Tsygankov, 2013).

Las altas ganancias por la venta de gas y petróleo dentro del mercado mundial a partir del
2003 brindaron mayor confianza al rol internacional de Rusia. El rol energético de Rusia
empezó a estar cada vez más interrelacionado con su estatus de potencia. Al mismo tiempo,
la relación de algunas figuras del Gobierno con compañías energéticas y las leyes que
favorecían los Ministerios de Economía y Energía a estas, demostraban el crecimiento de la
oligarquía rusa. Las ganancias por la exportación de energía eran utilizadas para poder invertir
en países vecinos como Ucrania, construyendo plantas de procesamiento, gasoductos o
empresas de grifos y estaciones de servicio. Las compañías de energía como Gazprom,
Rosneft, Lukoil e Itera ayudaron a desarrollar la fuerte influencia económica de Moscú sobre
el “extranjero próximo” (Laruelle, 2015). Por otro lado, el poder energético por el cual empezó
a ser reconocida Rusia, pudo volverse un arma de doble filo ya que si bien volvía dependiente
a Europa del gas ruso, Rusia también dependía de la exportación del gas para subsistir. Las
sanciones económicas impuestas por la Unión Europea más adelante serían prueba de ello
(Mitrova, 2014).

Para el final del primer periodo de Putin, la política exterior empezaba a encontrar su propia
identidad entre dos vertientes de occidentalización o aislacionismo. Dmitri Trenin argumentó
que Putin le había dado a Rusia una nueva idea nacional, basada en el reconocimiento
histórico del legado soviético. Uno podría observar la construcción de identidad nacional desde
una manera funcionalista: Rusia necesitaba una identidad, por lo que creó una de acuerdo a
las circunstancias. Sin embargo, también se podría decir que el Estado débil dejado por Yeltsin
y la necesidad de consolidar el poder del Gobierno central necesitaban de un discurso de
conciencia e identidad nacional. El Gobierno también necesitaba de la aprobación del pueblo,
algo que carecía durante el mandato de Yeltsin debido al poco rendimiento económico y la
poca relevancia de Rusia y sus intereses en el escenario internacional (Tsygankov, 2013). Una
forma de concebir la identidad propia era basándose en la visión que se tenía del “otro”; en el
caso de la escuela occidental, el “otro”, es decir, el occidente, era visto de manera positiva. Al
reconocer a los Estados Unidos como ganadores de la Guerra Fría y la Unión Soviética como
los perdedores, la lógica conducía a Rusia a tener que repudiar su pasado. Esto también
llevaba al análisis revisionista de la historia para encontrar los errores que se habían cometido
y tener que aceptar los valores occidentales como el único camino a convertirse en una
“potencia normal” (Sakwa, 2008).
Debido a la injerencia y la expansión de la OTAN, así como la invasión de Medio Oriente, el
Occidente terminó aislando y dejando de lado a Rusia de este nuevo orden internacional,
generando una identidad opuesta a la de los rusos. Para definir su propia identidad, Rusia
tenía que valerse de la oposición del mundo occidental. Algunos políticos como la figura de
Vladimir Lukin, entablaron que para enfrentarse a Occidente era necesario recurrir a la
europeidad de Rusia basada en el Imperio que lideró Alejandro I, que no termina de ser sumisa
al occidentalismo y contiene la presión asiática (Kuhrt, 2011). Andrei Tsygankov (2013) sugirió
en cambio, que Putin respaldara la idea de volver a Rusia en una “potencia normal” de la
siguiente manera: demostrar la igualdad de protagonismo que tiene con Occidente en los
asuntos internacionales y presentarse como una gran potencia que puede competir en el orden
mundial frente a las nuevas potencias del Oriente. El rol que tiene durante las reuniones del
grupo de países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), consideradas como las
economías emergentes más importantes, ejemplifica de buena manera esta visión.

Otra de las ideas que surgen en este periodo es la llamada “democracia soberana” de Vladislav
Surkov, jefe ideólogo del Kremlin, la cual fue vista como una especie de “democracia
orientada”. Esta etiqueta agregada a la democracia tenía una connotación más nacionalista y
adecuada al orden westfaliano, defendido por Rusia. Este concepto era parcialmente
desarrollado como una respuesta a las revoluciones de colores que surgieron en Georgia
(2003), Ucrania (2004) y Kirguistán (2005). Estas fueron una serie de movilizaciones
democráticas en contra de los líderes autoritarios de sus países que fueron promovidas en
gran parte por instituciones norteamericanas. La necesidad de democracia pero con Gobiernos
estables era esencial para el Gobierno ruso, aunque esto implicara la preferencia de la
estabilidad sobre los derechos humanos. La “democracia soberana” tenía influencia tanto en
la política doméstica como internacional, y también era observada como un concepto propio
de Rusia en contraste a la agenda democrática estadounidense (Schneider, 2012).

3.1.4 La guerra de Osetia del Sur.

Finalizado el segundo Gobierno de Vladimir Putin en el 2008, Dmitri Medvédev sería electo
como nuevo presidente. Al mismo tiempo, Putin había pasado a ser el primer ministro de
Medvédev, por lo que se especulaba que Putin tenía arreglada su salida. La Federación de
Rusia cuenta con un sistema semi presidencialista, en donde el poder ejecutivo es dividido
entre el presidente y el primer ministro. Según la Constitución, el presidente respondía a la
política exterior y defensa mientras que el primer ministro veía temas de economía. Sin
embargo, durante el Gobierno de Medvédev, Putin seguía teniendo mucha influencia sobre la
política exterior mientras que el presidente intentaba resolver la recesión económica en medio
de la crisis financiera del 2008 (Gill, 2011).

Medvédev y Putin se habían conocido en los noventas trabajando para la alcaldía de Anatoly
Sobchak en San Petersburgo. Más adelante, Medvédev había ayudado a la campaña
presidencial de Putin y fue parte del Gobierno ruso desde entonces. Si bien Putin representaba
a las instituciones de inteligencia y seguridad, debido a su pasado como agente de la KGB,
Medvédev representaba a la élite empresarial y comercial rusa. Debido a esto, el presidente
ruso priorizó fortalecer la economía gracias a los fondos recaudados por las grandes ventas
de recursos energéticos para no ser afectados por la crisis financiera mundial (Gill, 2011).

El conflicto entre Rusia y Georgia inició en agosto del 2008, debido al desplazamiento militar
del Gobierno georgiano en contra de las provincias secesionistas de Osetia del Sur y Abjasia.
El presidente Medvédev decide intervenir militarmente e invadir el territorio georgiano para
proclamar la independencia de las provincias, teniendo como precedente la autoproclamación
de Kósovo. El presidente de Georgia, Mijail Sakaashvili, había sobrevalorado el apoyo
estadounidense debido a la expansión de la OTAN y la invasión de Iraq y Afganistán. Sin
embargo, Estados Unidos, enfrascado en el Medio Oriente y a puertas de una recesión
económica no pudo involucrarse. La victoria rusa sobre Georgia reafirmó los intereses de
Rusia en el “extranjero próximo” mediante el uso de su poder militar. Moscú pudo evitar la
expansión de Occidente en esta región a través de la OTAN, algo que preocupaba mucho a
los intereses de la política exterior rusa (Lukashevich, 2014).

Para algunos, esta guerra significaba el regreso de Rusia al uso de la fuerza, mientras que
otros sugerirían que esta era la respuesta de Rusia frente a la influencia de la OTAN en la
región. Para Rusia en cambio, significaba la reivindicación y reconocimiento de que el espacio
exsoviético era muy importante y estratégico para la política exterior del país. Rusia también
decía aplicar “principios universales” al defender a estos pueblos, que el Occidente había
fallado en aplicar durante la independencia kosovar. Rusia se vio a sí misma como el defensor
del derecho internacional, incluso presentando la agresión contra Georgia como una
intervención humanitaria, casi sin convencer a nadie, ya que Rusia siempre se había mostrado
en contra de los intentos de intervención humanitaria en las Naciones Unidas (Kuhrt, 2011). El
reconocimiento de la independencia de Osetia del Sur y Abjasia encontró poco apoyo de parte
de las demás potencias, incluso de China. Por otro lado, Rusia logró que los planes de integrar
Georgia a la OTAN fueran paralizados. Esto también condujo al inicio de las conversaciones
entre Rusia y la OTAN respecto a la arquitectura de la seguridad europea. De esta manera, se
reconocía la soberanía e intereses rusos en esta región, algo que Rusia estuvo esperando por
mucho tiempo (Schneider, 2012).

Empero, tras la guerra en Georgia, Estados Unidos y Polonia anunciaron haber llegado a un
acuerdo en la instalación del Escudo Antimisiles en territorio polaco. La razón oficial del
escudo, según los estadounidenses, era para protegerse de misiles intercontinentales que Irán
venía desarrollando. No obstante, la proximidad del escudo a Rusia y el momento utilizado
para declarar el acuerdo puso en gran alerta al Gobierno de Medvédev. Seguidamente, Rusia
decidió realizar operaciones de escuadras navales junto a Venezuela en el Mar Caribe en
setiembre del 2008 (Lukashevich, 2014).

La contestación rusa había tomado por sorpresa a Estados Unidos, que aún no entendía cómo
lidiar con el Gobierno ruso. A partir de la victoria frente a Georgia, Rusia conseguía trazar el
mismo camino de la política exterior de la Doctrina Primakov hasta el momento, además de la
construcción de una identidad propia basada en el fortalecimiento del Estado, la diversificación
y los intereses estratégicos. Medvédev también reafirmaba esto a través del segundo
Concepto de Política Exterior del 2008 en donde se refiere a un mundo multipolar como más
seguro y justo, rechazando así el mundo unipolar de los Estados Unidos tras el final de la
Guerra Fría. Asimismo, el Concepto hace énfasis en los intereses regionales de Rusia, los
cuales deben ser entendidos como necesarios para su supervivencia (Milosevich-Juaristi,
2016).

3.1.5 La política de reseteo de los Estados Unidos con Rusia.

En el año 2009, Barack Obama asumió la nueva presidencia de los Estados Unidos con la
promesa de dar un giro a la política exterior estadounidense. Uno de sus primeros viajes
presidenciales fue a la Cumbre del G20 en Londres, en donde pudo entablar sus primeras
conversaciones con el presidente Medvédev. Tras esta reunión, Rusia permitía nuevamente
el acceso aéreo de las fuerzas norteamericanas dirigidas a Afganistán sobre su territorio.
Asimismo, se acordó en rechazar cualquier intento de programa nuclear de parte de Irán, un
tema que preocupaba mucho a la seguridad de Israel (Cooper, 2009). Unos meses más tarde,
Obama visitó Rusia con las intenciones de conversar con Putin, sin embargo, la recepción no
fue la misma. El reinicio o reseteo de las relaciones ruso americanas de parte de la
administración de Obama era visto como un intento muy optimista y tardío por el primer
ministro ruso (Reuters, 2009b).

Las armas nucleares le brindaban un rol importante a Rusia en el orden mundial y era clave
en su relación con Estados Unidos, ya que le ofrecía el mismo protagonismo que tenía cuando
era una superpotencia. Sin embargo, Estados Unidos dejó de lado el desarme nuclear durante
la guerra de Iraq, que más bien le obligó a gastar mucho en material bélico (Kuhrt, 2011). El
Tratado de Reducción de Armas Estratégicas, por sus siglas en inglés, START, había sido
firmado por el Gobierno de Rusia y Estados Unidos en los noventas con el objetivo de reducir
las armas nucleares de ambos países. Sin embargo, este tratado tenía que ser renovado ya
que culminaba su periodo de vigencia a fines del 2009. En Ginebra, ambas delegaciones de
los Gobiernos buscaron llegar a un consenso para poder reanudar este tratado. Finalmente,
los países llegaron al nuevo acuerdo START II, que reducía los misiles nucleares a la mitad y
establecía un nuevo sistema de control e inspección de estas armas hasta el 2018 (Landay &
Rohde, 2017).

Consecuentemente, en setiembre del 2009, Obama declaraba a la prensa la cancelación de


los planes del Escudo Antimisiles en Polonia (The Guardian, 2009). Sin embargo, Obama no
estaba abandonando el proyecto en su totalidad, ya que los planes, inicialmente bilaterales
entre Estados Unidos y Polonia, pasaron a formar parte de la Defensa de Misiles Balísticos
Aegis de la OTAN. La reformulación del Escudo Antimisiles fue anunciada un mes más tarde
por el Vicepresidente norteamericano, Joe Biden. Esta se basaba en la instalación de
interceptores SM-3, que tenían un menor alcance que los misiles antibalísticos del plan
original, dentro de la Defensa de Misiles Balísticos Aegis, un sistema integrado por cruceros
en el Mediterráneo con el objetivo de prevenir misiles de corto o mediano alcance lanzados
contra Europa. Además, se tenía prevista la instalación terrestre del programa Aegis en
Rumania para el 2016 y Polonia en el 2018, colocando los mismos interceptores SM-3 sobre
tierra, algo que seguiría incomodando al Gobierno ruso a pesar de su menor alcance (Baker,
2009).

Las relaciones entre Rusia y Ucrania habían empeorado tras la Revolución Naranja en el 2004,
la cual consistió en una serie de protestas en contra de las acusaciones de fraude en las
elecciones presidenciales. Rusia consideraba estas protestas como un peligro para su
estabilidad interna y su influencia sobre el Gobierno ucraniano. La cercanía de Occidente a
quien había sido un aliado estratégico de Rusia desde su existencia, era cada vez más notable.
Los deseos de ingresar a la Unión Europea desestabilizaban la política del “imperio liberal”
que venía desarrollando el Gobierno ruso. Al mismo tiempo, la idea de Rusia como una
sucesora de la identidad soviética venía ganando más credibilidad dentro de las élites del
Gobierno (Kuhrt, 2011).

En el discurso anual de la Asamblea Federal del 2005, Vladimir Putin, presidente en ese
momento, había declarado que el colapso de la Unión Soviética había sido un gran desastre
geopolítico (Chivers, 2005). El concepto de la Unión Soviética como un experimento ideológico
fallido fue olvidado y más bien se buscó estudiar las lecciones que había dejado la
superpotencia en el pasado. El revisionismo histórico era descrito como un peligro para la
seguridad rusa según la Estrategia Nacional de Seguridad del 2009, durante el Gobierno de
Medvédev. De la misma forma, los eventos como la Segunda Guerra Mundial eran
conmemorados por el Gobierno como la victoria de Rusia sobre el fascismo, reconociendo la
fortaleza de la identidad rusa (Gill, 2011).

En medio de fuertes protestas y desaprobación de parte del pueblo ruso, Vladimir Putin
volvería a ser electo presidente en el 2012. Estas protestas reflejaban el descontento de las
clases medias urbanas, principalmente de Moscú, que demandaban menos corrupción, más
democracia, mayores libertades y rechazaban este intercambio entre Medvédev y Putin. Este
nuevo mandato sería el más largo de todos con seis años de duración, es decir, hasta el 2018,
y significaría el final de la política de reseteo del Gobierno de Obama (Ballesteros, 2016).

Tras su llegada, un nuevo Concepto de Política Exterior fue planteado en el 2013 con el
principal objetivo de consolidar los avances logrados hasta ese momento. El rol central del
Consejo de Seguridad para la política exterior rusa es una constante presente en todo el
documento, así como la constatación de un Nuevo Orden Mundial multipolar motivado por la
disminución de la hegemonía estadounidense. También se demanda mucha atención y
cuidado a los intereses de las empresas rusas en el extranjero, debido a las barreras que ponía
la Unión Europea frente a la monopolización del gas ruso. Asimismo, se llama al diálogo
constructivo entre civilizaciones, en un momento en donde Rusia busca frenar la expansión
del radicalismo islamista del Cáucaso norte a las repúblicas del Volga Medio (Ruiz, 2013).
3.1.6 Los problemas con Ucrania.

Una de las promesas de Vladimir Putin fue la expansión de la “Unión Aduanera Euroasiática”,
la cual funcionaba desde el 2010 como una unión aduanera entre Rusia, Bielorrusia y
Kazajistán, siendo Ucrania el país más llamado a integrarla. Sin embargo, el Gobierno
ucraniano se encontraba muy dividido sobre si ceder ante este mecanismo propuesto por
Rusia (De la Cámara, 2012). La decisión del presidente de Ucrania, Víctor Yanukovich, de
posponer la firma de los acuerdos de Asociación y Libre Comercio con la Unión Europea fue
el catalizador para una nueva serie de protestas en Ucrania. Estos acuerdos hubieran
imposibilitado la membresía a la Unión Aduanera Euroasiática, y de igual manera,
simbolizaban un paso importante para que Ucrania ingresara a la Unión Europea. En setiembre
del 2013, la ocupación de la Plaza Maidán en Kiev, como forma de protesta en contra del
aplazamiento de la firma de los acuerdos, generó un conflicto de mayor escala a nivel nacional.
La mayoría de ucranianos de las regiones del oeste eran más proclives a la integración con la
Unión Europea, mientras que las regiones del este como Járkov, Donetsk o Lugansk, se
encontraban más alineadas a la influencia rusa (Ballesteros, 2016).

El discurso de Vladimir Putin del Primer Congreso Mundial de compatriotas en el extranjero


del 2001, había introducido por primera vez la noción de un mundo ruso que se extendía más
allá de las fronteras geográficas y la etnicidad rusa. Cinco años más tarde, Putin volvería a
utilizar este concepto basándose en el sentido de unir un pueblo con el mismo lenguaje y
cultura. A partir de la idea del mundo ruso, Putin estaba reivindicando los intereses geopolíticos
o nacionalistas que había perdido Rusia en los noventas pero a la vez, trataba de construir
una identidad basada en una misma cultura, lenguaje, religión o historia que entendía la idea
de ser ruso como ser parte de una civilización, al estilo de la antigua Roma o Grecia. Este
concepto serviría para justificar la anexión de Crimea en el 2014 (Laruelle, 2015).

La península de Crimea, históricamente rusa desde las guerras ruso-turcas del siglo XVIII,
había sido transferida a la República Ucraniana en 1954. Sin embargo, con la caída de la
Unión Soviética, las tensiones entre Rusia y Ucrania por el control de la península emergieron.
Para Rusia, Crimea siempre fue un punto estratégico para su seguridad, debido a la salida que
tenía al Mar Negro y el Estrecho de Bósforo que le brindaba acceso al Mediterráneo. 2 En 1997,
la firma de un acuerdo para repartir la flota del Mar Negro, que había sido ruso-ucraniana hasta

2
Ver mapa de Crimea (anexo 2).
ese momento, y el arrendamiento a Rusia de la base en Sebastopol por veinte años a cambio
del reconocimiento de la soberanía ucraniana en Crimea, apaciguaron las tensiones. No
obstante, en medio de las protestas de Maidán y la salida del presidente Yanukovich, Rusia
declaró la anexión de la península de Crimea mediante un referéndum el 16 de marzo del 2014
(Ballesteros, 2016). Unos días antes, el pueblo de Crimea declaró su independencia y
restableció la constitución de 1992 (utilizada hasta 1995), que le brindaba autonomía con
ciudadanía e instituciones propias. Asimismo, la movilización de tropas rusas dentro de Crimea
no permitió la interferencia de Ucrania sobre la proclamación de independencia o el
referéndum de la anexión a Rusia (Colás, 2014).

A partir de abril de 2014, la región este de Ucrania se vio envuelta en un conflicto civil entre
las fuerzas del Gobierno interino de Ucrania y las autoproclamadas repúblicas independientes
de Donetsk y Lugansk. Las fuerzas separatistas recibían dinero y armas de Rusia para
mantener una guerra que pudiera continuar con el control e influencia de Moscú sobre Ucrania.
El conflicto recibió la total desaprobación de la Unión Europea, que decidió imponer sanciones
económicas para obligar a Rusia a cesar el apoyo. La escalada del conflicto llegó al punto más
crítico cuando un avión con destino a Malasia fue derribado por un misil proveniente de las
fuerzas secesionistas apoyadas por Rusia, según el Gobierno ucraniano. Sin embargo, los
rusos negaban esta versión diciendo que fue el Gobierno ucraniano quien ocasionó el siniestro
(Ruiz, 2014). A pesar de esto, la Unión Europea culpó a Rusia de intervenir en Ucrania,
volviendo más severas las sanciones al Gobierno ruso. La crisis financiera rusa y el colapso
del rublo, ocasionados en parte por las sanciones, llevarían a Rusia a reducir su influencia
militar en las regiones del este ucraniano. Sn embargo, debido al rechazo de Moscú por cumplir
los acuerdos de Minsk II, un paquete de medidas acordado en febrero del 2015 que obligaba
a los secesionistas a rendirse, la Unión Europea mantiene las sanciones sobre Rusia hasta la
actualidad (Sputnik, 2017a).

3.2 La relación histórica entre Rusia y Siria

Las relaciones de Rusia con Medio Oriente se remontan a los tiempos de peregrinaje e
intercambio comercial entre los cristianos ortodoxos y árabes de los territorios de Siria y
Líbano, que formaban parte del Imperio Otomano. Tras el tratado de Karlowitz de 1699, que
significó el final de las guerras entre otomanos y Europa central, un gran número de rusos
realizaron peregrinaje a Palestina, estableciendo lazos con la comunidad cristiana en Siria.
Debido a la gran afluencia de rusos a Siria3, se establecieron oficinas consulares en Damasco,
Latakia y Aleppo durante el siglo XIX (Kreutz, 2007).

Por siglos, el Gobierno zarista tuvo la ambición de expandirse hacia el Mediterráneo a través
de los Balcanes, territorio controlado por los otomanos. Rusia, a diferencia de las potencias
occidentales, no contaba con puertos importantes para que sus navíos zarpen, y además,
estos quedaban congelados gran parte del año por el crudo invierno (Brzezinski, 1998). La
confrontación de intereses entre Rusia y Gran Bretaña terminaría iniciando la Guerra de
Crimea, la cual daría el triunfo a los aliados británicos, los otomanos, sobre los intentos de
expansión rusa. Décadas más tarde, Rusia, nuevamente, entraría en guerra contra el Imperio
Otomano en la Primera Guerra Mundial, empero, esta vez Reino Unido y Francia estarían de
su lado. En 1916, en medio de la Gran Guerra, Rusia acordaría con las potencias occidentales
en dividirse entre ellos al Imperio Otomano una vez terminada la guerra. Mediante el tratado
secreto de Sykes-Picot, Estambul y el Estrecho del Bósforo le fueron prometidos a Rusia, sin
embargo, la revolución bolchevique terminaría alejándola de las ganancias del tratado. León
Trotski, comisario de Asuntos Exteriores del partido bolchevique, consideró el acuerdo una
deslealtad de parte de las intenciones imperialistas de Occidente, por lo que decidió publicar
el acuerdo en los periódicos Izvetia y Pravda en noviembre de 1917.Tras el final de la guerra,
el Medio Oriente sería reconfigurado a partir de nuevos límites y fronteras, que vislumbrarían
el nacimiento de varios protectorados o mandatos como Siria o Iraq (Fuentes & Pellicer, 2016).

Durante el Cuarto Congreso Internacional del Comunismo en 1922, Lenin argumentó que la
lucha de clases y la liberación de las colonias se encontraban alineadas a la política exterior
soviética. Lenin llegó a afirmar que bajo ciertas circunstancias el panislamismo podía ser aliado
temporal del comunismo. Sin embargo, debido a la desconfianza de estos pueblos tras la
división secreta de Sykes-Picot y la instalación de tropas británicas y francesas, todo quedó
en buenas intenciones. Unos meses más tarde, en diciembre, se aprobaría la Unificación de
las Repúblicas Soviéticas, creando oficialmente al Estado conocido como la Unión Soviética
(Sakwa, 1999).

3.2.1 La protección de la Unión Soviética.

Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética observaría al Medio Oriente
como un escenario para enfrentarse a los intereses ideológicos de Estados Unidos. Las

3
Ver mapa de Siria (Anexo 3).
corrientes de independencia de la región y el retiro de las fuerzas coloniales abrían un espacio
para influenciar a la mayoría de estos nuevos Gobiernos independientes. Moscú estableció
relaciones diplomáticas con Siria como Estado independiente en 1944, incluso antes de su
independencia de 1946. Una vez retiradas las tropas francesas, Siria pasó por una serie de
Gobiernos militares y golpes de Estado que no cesaron hasta la instalación de un Gobierno
nasserista, es decir, influenciado por el Gobierno de Nasser en Egipto a mediados de los
cincuentas. Siria era importante para la Unión Soviética porque Turquía e Iraq, con quienes
compartían fronteras en ese entonces, ya estaban siendo influenciados por Estados Unidos.
Además, el Partido Comunista en Siria estaba obteniendo mayor influencia dentro del país.
Entre 1954 y 1955 los créditos soviéticos para Siria llegaron a 363 millones de dólares y el
porcentaje que tenía el bloque soviético en las exportaciones de Siria incrementó de 0.5 a 7.8
por ciento (Kreutz, 2007).

En 1957, Dwight Eisenhower, el presidente de los Estados Unidos, proclamó una doctrina
diseñada para combatir al comunismo en el Mediterráneo Oriental. Para el Gobierno
estadounidense, la influencia soviética en Siria era inaceptable y presentaba un peligro para
el delicado escenario del Medio Oriente tras la guerra contra Israel de 1948. Primero se intentó
persuadir a Arabia Saudita, Iraq y Jordania de actuar frente a esta situación pero estos países
se oponían a cualquier intervención. De esta manera, Estados Unidos brindó luz verde a una
posible intervención de parte de Turquía, que ya era miembro de la OTAN desde 1952. En
medio de mucha tensión, Nikita Jrushov, líder de la Unión Soviética, acusó en una entrevista
del 7 de octubre de 1957, que los Estados Unidos estaban preparando una agresión contra
Siria y declaró que la Unión Soviética se encontraba dispuesta a defender al país árabe. Para
algunos periodistas americanos, la reacción de Jrushov fue algo exagerada pero existen
estudios que indican que su declaración probablemente salvó a Siria de una intervención
(Lesch, 1992).

La administración de Eisenhower buscó una solución mediante el acercamiento al Gobierno


de Abdul Gamal Nasser en Egipto. Nasser, al establecer la unión entre Egipto y Siria con la
República Árabe Unida de 1958, se opuso a la expansión y la influencia soviética dentro del
territorio sirio. Sin embargo, esta nueva república no duraría más de tres años y tras la
secesión de Siria en 1961, la Unión Soviética sería la primera potencia en reconocer el
establecimiento del nuevo Gobierno (Lesch, 1992). En 1963, el partido Baazista ejecutaría un
golpe de Estado pero no sería hasta tres años después que Hafez al-Assad, líder del partido,
tomaría posesión del Gobierno. Si bien el baazismo no recibió toda la confianza de los
soviéticos, Moscú decidió apoyarlos al brindarle créditos de 120 millones de dólares para la
construcción de infraestructura (Kreutz, 2007).

Para Rusia, Siria era una opción más prometedora que la expansión soviética en Egipto, país
que recibía influencia norteamericana como soviética. A esto hay que sumarle la derrota de
Siria en la Guerra de los Seis Días contra Israel en 1967, que dejó al Gobierno más
dependiente de la ayuda y protección soviética. Al año siguiente de la guerra, Moscú brindó
cerca de mil millones de dólares en ayuda y mil setecientos millones en asistencia militar a los
Estados árabes, con mayores préstamos para Siria y Egipto (Howard, 1975). Al mismo tiempo,
se aprobó la resolución 242 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas con respaldo
de la Unión Soviética, que hacía un llamado a la paz y al reconocimiento del Estado de Israel,
sin embargo, Siria no aceptaría los términos propuestos de la resolución. A pesar del apoyo y
asistencia económica que Rusia le brindaba a Siria, cualquier observador podía entender que
Siria no seguía la línea política que Moscú buscaba implantarle (Kreutz, 2007).

La relación entre Siria y la Unión Soviética estaría basada en la asistencia militar y la venta de
armas, ya que políticamente, Siria buscó tener una mayor autonomía. Luego de la primera
visita de al-Assad a Moscú en 1971, Siria obtuvo un contrato de armas por 700 millones de
dólares que serviría para enfrentar a Israel a partir de la guerra de Yom Kippur de 1973. A
cambio de las armas, Siria firmó un contrato que permitía a la Unión Soviética utilizar el puerto
de Tartus, a orillas del Mediterráneo, convirtiéndolo en una instalación para el mantenimiento
de buques chicos de la flota soviética del Mar Negro (Valenta & Friedman, 2016). Mediante la
guerra de Yom Kippur, Siria recuperaría gran parte del territorio perdido por la Guerra de los
Seis Días de 1967, a pesar de no contar con la asistencia soviética en el campo de batalla
(Kissinger, 1996).

Tras el distanciamiento de la Unión soviética con Egipto, bajo el Gobierno de Sadat, Siria se
volvería su principal aliado de Medio Oriente. Entre 1973 y 1989, Siria recibió 584 aviones de
combate, 3550 tanques y 3380 vehículos blindados. La mayor parte de este armamento fue
entregado después del acuerdo de Camp David de 1979 entre Egipto e Israel, evidenciando
la disconformidad de Siria con el acercamiento a Israel (Instituto Internacional de Estocolmo
para la Investigación de la Paz [SIPRI], 2017). La intervención de la Unión Soviética en
Afganistán no tuvo mayor impacto en sus relaciones con Siria y el 8 de octubre de 1980, Siria
y la Unión Soviética firmaron el Tratado de Amistad y Cooperación. Este tratado, que al-Assad
intentó evitar por varios años, contenía una cláusula que estipulaba que si uno de los dos
países recibía alguna amenaza a su paz y seguridad, el otro país podría asistirlo militarmente.
En cambio, la Unión Soviética prometió respetar su liderazgo en el Movimiento No Alineado y
la política de no alineación de parte de Siria (Kreutz, 2007).

Durante los ochentas, Siria se convirtió en el mayor país no comunista comprador de


armamento soviético y los líderes sirios consideraban a la Unión Soviética como el único país
del cual dependían sin que esto les obligue a cambiar sus posturas políticas. La Unión
Soviética no pudo evitar la confrontación de Siria contra la Organización para la Liberación de
Palestina, liderada por Yasser Arafat y tampoco fue capaz de mejorar las relaciones hostiles
entre Siria e Iraq, ambos aliados de los soviéticos. De igual manera, Siria no había podido
oponerse a la intervención en Afganistán, mientras que los demás países árabes sí lo hicieron.
Sin embargo, la confianza que la Unión Soviética depositó en Siria no podía ser comparada
con la relación entre Estados Unidos e Israel. Los soviéticos no le brindaban la misma
asistencia militar ni tampoco la misma tecnología, así como tampoco hicieron nada para evitar
la invasión israelí en Líbano de 1982 (Nizameddin, 1999).

3.2.2 Siria y el final de la Guerra Fría.

La llegada al poder de Gorbachov en marzo de 1985, y la introducción de la perestroika traería


consigo el distanciamiento entre Siria y la Unión Soviética. La relación sería enfriada por
algunos obstáculos: la búsqueda de Siria por mejorar la tecnología y calidad del armamento
soviético adquirido, el acercamiento de la Unión Soviética a Israel y el gran flujo de judíos
soviéticos que emigraban a esa nación. El problema de la demanda por mejores armas había
estado presente desde antes pero este empeoró debido a la nueva relación de Gorbachov con
los Estados Unidos e Israel. Debido a la reducción de armas vendidas a Siria, al-Assad tendría
que acercarse a nuevos aliados como Egipto o Estados Unidos durante la Primera Guerra del
Golfo de 1990. De esta manera, cuando la Unión Soviética fue disuelta, Siria no estuvo tan
afectada como se pensaba que estaría años atrás (Nizameddin, 1999).

Aun así, Damasco considero el mundo unipolar liderado por los Estados Unidos como un
desastre para las naciones árabe y trató de mantener sus buenas relaciones con el sucesor
de la Unión Soviética, la Federación de Rusia. En setiembre de 1992, el ministro de Relaciones
Exteriores de Siria, Farouk al-Sharaa, mantuvo conversaciones con su par ruso, Andrei
Kozyrev, quien aclaró que se debía rescatar y valorar las cosas positivas en la relación de sus
países, separando la influencia ideológica en contra del Occidente. Desde ese momento, las
relaciones entre Siria y Rusia debían estar alineadas al pensamiento liberal y occidental de la
política exterior rusa (Kreutz, 2007).

En octubre de 1992, Siria se rehusó a pagar los créditos soviéticos que habían endeudado a
su Gobierno. Parte de la prensa decía que el rechazo de esta deuda al Gobierno de Yeltsin
era utilizado para asegurar ciertas garantías en sus contratos de venta de armas. El problema
que presentaba Siria para Rusia fue visto con cierta antipatía por sus políticos, quienes pedían
medidas en contra de Siria. Sin embargo, Yeltsin optó por mantener negociaciones abiertas
con Siria ya que consideraba muy fuertes las relaciones entre ambos países. Asimismo, Rusia
pidió mayor colaboración de Siria en las negociaciones de paz entre Israel y Palestina,
queriendo demostrar de esta manera su compromiso con los esfuerzos de Estados Unidos e
Israel y su participación en este proceso, mediante su influencia con Siria (Nizameddin, 1999).

En suma, se puede enumerar cuatro razones por las cuales la fuerte relación entre Siria y
Rusia se mantuvo. Primero, todo el armamento soviético en Siria necesitaba ser reparado con
piezas rusas, además de la asistencia técnica en cuanto a su uso. La diferencia cultural y la
falta de confianza no permitirían que Siria adquiriera armas de otro país occidental. Segundo,
la deuda siria a la Unión Soviética seguía siendo negociada de acuerdo a los plazos y montos
de pago. Tercero, los acuerdos de paz brindaban un espacio a Rusia para mostrar aún
liderazgo si podía añadir a los acuerdos los problemas vigentes entre Siria e Israel. Cuarto,
existían lazos cercanos entre políticos y militares rusos y sirios después de tantas décadas de
cooperación (Kreutz, 2007).

En 1994, las relaciones entre Siria y Rusia habían mejorado bastante; Siria había dicho que
pagaría toda la deuda soviética. Rusia también firmó un acuerdo técnico militar con Siria que
restablecía la cooperación militar de años pasados. Sin embargo, el viceministro de Asuntos
Exteriores de Rusia, Boris Kokolov, aseguró al primer ministro de Israel, Yitzhak Rabin, que
solo le venderían armas de defensa y piezas sueltas para seguir manteniendo sus armas
soviéticas. Asimismo, Rusia prometió a Israel utilizar sus contactos en Siria para averiguar
donde se encontraban algunos de los soldados israelíes perdidos tras la invasión en Líbano
de 1982. Rusia, de esta manera, trató de mantener una relación cautelosa con Siria, al igual
que su relación con Israel (Kreutz, 2007).

Tras una reunión entre Hafez al-Assad y el ministro de Asuntos Exteriores ruso, el presidente
sirio dijo que la presencia de Rusia en Medio Oriente brindaba balance y contrapeso a la
hegemonía norteamericana en la región. Poco a poco, Rusia intentaba retomar la presencia y
rol que había tenido anteriormente en el Medio Oriente y realmente formar parte en los
acuerdos de paz (Nizameddin, 1999). Algunos comentarios del ministro Kozyrev indicaban que
Moscú esperaba que Siria se volviera su principal aliado en Medio Oriente debido a que los
intentos de retomar relaciones con ex aliados como Libia e Iraq se habían vuelto casi
imposibles.

3.2.3 Los intentos de paz entre Siria e Israel.

En noviembre de 1994, un enviado especial del Gobierno ruso, Victor Posuvalyuk, se reunió
con los líderes sirios para persuadirlos de concluir el proceso de paz con Israel.
Adicionalmente, Rusia decidió perdonar dos mil millones de dólares de la deuda siria. El
Gobierno de al-Assad se mostró aliviado de tener el apoyo ruso frente a la presión constante
de parte de Israel y los Estados Unidos. Siria y otros países árabes eran conscientes de la
debilidad interna que padecía Rusia en su Gobierno, pero al no haber otras opciones intentó
utilizar a Rusia como un peso en contra de la influencia norteamericana, así como una fuente
de asistencia económica (Kreutz, 2007).

Yevgueni Primakov, quien remplazaría a Kozyrev en enero de 1996, tuvo su primer cargo en
el servicio diplomático en Damasco después del golpe de Estado de 1966, manteniendo así
una relación cercana con Hafez al-Assad, que le sería útil durante los noventas. Para el
ministro Primakov, Siria era un aliado indispensable dentro del proceso de paz, y los intereses
sirios debían ser tomados con mucha atención. En 1996, Primakov se reunió con el recién
electo primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, para tratar de llegar a un acuerdo de
paz con Siria. En un esfuerzo por mediar, Primakov propuso ciertas garantías y concesiones
de parte de la defensa siria a cambio del retiro gradual de las fuerzas israelíes en los Altos del
Golán4. Desafortunadamente, Netanyahu no se encontraba dispuesto a negociar bajo esos
términos. El rol de Rusia como principal mediador en el proceso de paz entre Siria e Israel no
obtuvo el éxito esperado, en parte, porque desde un principio Israel no tenía los mismos
intereses (Primakov, 1999).

4
Meseta en la frontera de Siria e Israel, la cual perteneció a Siria hasta la guerra de los Seis Días, donde fue
ocupada por las tropas israelíes.
En julio de 1999, Hafez al-Assad viajó a Moscú con el objetivo de continuar la venta de armas
de parte de Rusia. La exportación de todo el armamento ruso se había calculado en dos mil
millones de dólares, esto incluía tecnología de primer alcance. Sin embargo, en octubre de
1999, el ministro de Defensa de Rusia, el coronel general Leonid Ivashov, dijo que las armas
de alta tecnología no podían llegar a territorio sirio ya que generaba el desequilibrio de poder
en la región. Las opiniones sobre la venta de armas de parte del Gobierno ruso se encontraban
divididas dentro del servicio exterior. El embajador ruso en Siria, Robert Markaryan, dijo que
la cooperación técnica militar de Rusia no debía estar sujeta a sanciones internacionales,
criticando así la decisión estadounidense de sancionar a tres compañías rusas por haber
vendido armas a Siria. Por otra parte, el embajador ruso en Israel, Alexander Bovin, afirmó que
Rusia no podía seguir tomando el mismo papel en Medio Oriente como lo hizo la Unión
Soviética años atrás. Bovin tenía muy buenas relaciones con Israel y mucha influencia en el
Gobierno ruso, siendo esto evidenciado por el aumento del intercambio comercial. En 1999, el
volumen de intercambio entre Rusia y Siria había llegado a 130 millones de dólares. Sin
embargo, Israel, con quien recién había empezado su intercambio comercial en 1992, llegó a
179 millones de dólares (Kreutz, 2007).

En julio de 1999, en un comunicado oficial del Gobierno ruso, los presidentes de Rusia y Siria,
Boris Yeltsin y Hafez al-Assad, declaraban el rol principal de Rusia dentro del proceso de paz
entre Siria e Israel. Además, afirmaban la unidad política entre Siria y Líbano, reconociendo el
rol interno de Siria dentro del país vecino. Finalmente, ambos países hacían un llamado a
todos los Estados de Medio Oriente a unirse al Tratado de No Proliferación Nuclear,
permitiendo el control de parte del Organismo Internacional de Energía Atómica de todas las
instalaciones nucleares en la región, incluyendo a Israel (Kreutz, 2007).

En enero del 2000, Rusia oficialmente respaldó las negociaciones de Siria e Israel en
Washington, D.C. y presionó a Damasco a ser parte de las negociaciones multilaterales
respaldadas por Estados Unidos. Sin embargo, aunque Rusia intentó convencer al ministro de
Relaciones Exteriores de Siria de asistir a esta reunión, el Gobierno sirio rechazó la propuesta.
Para Siria, las negociaciones primero debían realizarse bilateralmente con Israel antes de
tener negociaciones multilaterales. En marzo del 2000, Bill Clinton visitó Damasco para
conversar directamente con Hafez al-Assad pero no llegaron a ningún acuerdo. En junio, el
presidente de Siria falleció de un ataque cardiaco (McHugo, 2015).
3.2.4 Siria y Rusia en el nuevo milenio.

Con la llegada al poder de Vladimir Putin en Rusia y el Gobierno heredado por el hijo de Hafez,
Bashar al-Assad en Siria, ambos hechos ocurridos en el 2000, la relación entre Siria y Rusia
tomaría un nuevo rumbo. En julio del 2000, la administración de Putin anunció que intentaría
forjar una relación más constructiva con el nuevo líder sirio. Contrario a la posición de
Primakov, el nuevo Gobierno ruso no quería orientar todo el proceso de paz con Israel en un
mismo paquete, para Rusia serían temas separados (McHugo, 2015). El nuevo embajador
ruso en Israel, Mijail Bogdanov, aseguró al ministro de Relaciones Exteriores de Israel que no
tenían ningún contrato nuevo de armas con Siria. Por otra parte, el embajador sirio en Rusia,
Wahib Fadel, expresó sus esperanzas de mejorar las relaciones entre Rusia y Siria,
acercándose nuevamente a una cooperación militar entre ambos. En mayo del 2001, la visita
a Moscú por el ministro de Defensa sirio, Mustafa Tlas, pondría un poco de presión de parte
del Gobierno sirio en descongelar la cooperación militar con Rusia y reconoció la importancia
que tiene Rusia dentro de la normalización del Medio Oriente (Kreutz, 2007).

Desde la caída de la Unión Soviética, Siria solamente pudo realizar la compra de un


cargamento de 139 tanques rusos valorizados en 270 millones de dólares en 1993. El volumen
de equipamientos militares y repuestos entregados a Damasco equivalía a mil trecientos
millones en 1996 y mil millones en 1997. En 1998, se realizó la compra de 3000 misiles
antitanques que terminarían de ser enviados en el 2005 (Instituto Internacional de Estocolmo
para la Investigación de la Paz [SIPRI], 2017). Desde los tiempos de la Unión Soviética, no se
había hecho entrega de tecnología avanzada a Siria. La debilidad de sus fuerzas armadas era
cada vez más notable mientras que el desequilibrio con las fuerzas de Israel era mucho mayor.
Empero, según el ministro de Defensa ruso, Siria seguía recibiendo asistencia militar para
modernizar y reparar mucho del material bélico soviético; Rusia también seguía entrenando
personal sirio de altos rangos (Kreutz, 2007).

En enero del 2003, un comunicado enviado por el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia
anunciaba la intención de construir una planta nuclear y una instalación para desalinizar agua
en Siria. Sin embargo, el ministro de la Industria Atómica de Rusia salió a desmentir la noticia,
explicando que esas solo eran las intenciones de Siria mas no de Rusia (Nuclear Threat
Initiative, 2011). De igual manera, frente a la invasión estadounidense en Iraq, Siria apoyó a la
posición rusa en contra de esta intervención mediante las Naciones Unidas. Aun así, el apoyo
recibido por Rusia no sumó ni restó importancia a los intentos por recibir un mayor respaldo
de la comunidad internacional (McHugo, 2015).

Existían cuatro razones por las que Moscú seguía necesitando una relación estable con Siria.
Primero, era una manera de mantener la poca influencia que seguía teniendo Rusia en el
Medio Oriente. La segunda razón se debía al conflicto interno que seguía padeciendo Rusia
frente a Chechenia y el incremento de musulmanes en Rusia. La tercera razón era mantener
el equilibrio de poder frente a la hegemonía estadounidense en esta región. Finalmente,
aunque Rusia tenía problemas para brindarle armas a Siria, igual seguía siendo una
oportunidad de negocios para su industria de armas.

En la primavera del 2003, Vladimir Putin dijo que la misma situación del derrocamiento de
Hussein en Iraq por los norteamericanos podía tomar lugar en Siria. Moscú se encontraba en
contra de la invasión de Iraq y repudiaba las acusaciones de Estados Unidos a Siria de
venderle armas a Iraq. Rusia las consideró como especulaciones y una advertencia de las
intenciones de los norteamericanos de continuar su expansión hasta Siria. En octubre del
2003, aviones israelíes bombardearon “bases terroristas” en Siria, el Gobierno ruso condenó
esta acción llamándola una amenaza para la seguridad de la región (McHugo, 2015). En
diciembre, el viceministro de Asuntos Exteriores de Rusia criticó la decisión del Congreso de
los Estados Unidos de sancionar a Siria sobre el rol manipulador en el Gobierno de Líbano.
Durante el 2004, una serie de comentarios diplomáticos en contra de Siria de parte de Israel y
Estados Unidos, provocarían una mayor cercanía de Rusia con Siria (Kreutz, 2007).

3.2.5 El nuevo acercamiento entre Rusia y Siria.

El 24 de enero del 2005, el presidente de Siria, Bashar al-Assad, viajó a Moscú, en donde
participó de largas conversaciones con Putin. Los dos países afirmaron llegar a seis nuevos
acuerdos en los campos de energía, transporte e inversión, y un protocolo para facilitar la
deuda siria. De acuerdo al ministro de Finanzas, Alexei Kudrin, Moscú eliminó 73 por ciento
de la deuda siria, lo que equivalía a 13.4 mil millones de dólares, y lo que restaba de la deuda,
3.6 mil millones de dólares, la mitad sería pagada en un periodo de diez años (Abdullaev,
2005). Asimismo, se prometió utilizar los montos cobrados para importar bienes sirios e invertir
en infraestructura siria. En el 2004, el intercambio comercial entre ambos países era de 218
millones de dólares, en el 2005, esta cifra aumentó a 460 millones. Se firmaron, además, dos
contratos para el desarrollo y exploración de campos de gas y petróleo en la región fronteriza
con Iraq (Kreutz, 2007).

A pesar de no formular un acuerdo de armas durante esta reunión, Putin diría en una
entrevista, realizada por el Jerusalem Post, que aun así encontraba la posibilidad de venderle
armas de defensa a Siria. En medio de las protestas de parte de Israel y Estados Unidos, el
15 de febrero del 2005, el primer ministro israelí Ariel Sharon, recibió una carta de Vladimir
Putin advirtiéndole que vendería misiles anti-aéreos al ejército sirio (Horovitz, 2005). De
acuerdo al ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, estos misiles eran de corto
alcance y solo servirían para la defensa siria. Israel se opuso a la venta de armas bajo la
excusa que estas podían ser luego convertidas en versiones portátiles de lanzamisiles y ser
utilizadas por la organización de Hezbollah para atacar a Israel. Rusia, empero, brindó ciertas
garantías tecnológicas, evitando que las armas pudieran ser luego convertidas (McHugo,
2015).

En octubre del 2005, diplomáticos rusos criticaron firmemente el proyecto de resolución del
Consejo de Seguridad que deseaba imponer sanciones sobre Siria, debido al supuesto
involucramiento de oficiales sirios en el asesinato del primer ministro de Líbano, Rafiq al-Hariri.
El ministro Lavrov indicó que el Consejo de Seguridad no era el aparato indicado para ejecutar
mecanismos de procedimiento criminal. Sin embargo, el primero de noviembre del 2005,
Moscú aprobó la resolución tras cambiar la frase de aplicar sanciones por el término ambiguo
de aplicar “otras medidas”. La muerte de Rafiq al-Hariri trajo consigo gran oposición a la
presencia de Siria en Líbano de parte de varias fuerzas políticas dentro del país (Gelvin, 2012).

En marzo del 2005, Walid Jumblatt, líder del Partido Progresivo Socialista de Líbano, visitó
Moscú para presentar al Gobierno ruso la lista de demandas de la oposición sobre el retiro de
las tropas sirias y la investigación internacional del crimen. Sergei Lavrov afirmó que había
llegado a un acuerdo con Jumblatt de retirar a las fuerzas sirias de manera gradual. Rusia
aceptó la pérdida de la presencia siria en Líbano a cambio de mantener buenas relaciones con
las fuerzas políticas en Líbano (McHugo, 2015). Asimismo, el principal objetivo de Rusia era
evitar cualquier sanción impuesta o intervención militar en Siria. Seguidamente, Jumblatt
prometió favorecer el diálogo entre las fuerzas de oposición y Hezbollah, que tenía mucho
poder en Líbano como para ser ignorado. De la misma manera, Jumblatt reconocía que la paz
de Líbano con Israel también formaba parte del conflicto con Siria, no se podían tratar los dos
temas por separado. En mayo del 2005, las fuerzas sirias fueron retiradas de Líbano y Moscú
reconoció al país como un aliado dentro del nuevo escenario regional (Kreutz, 2007).

El 12 de julio del 2006, las fuerzas de Hezbollah entrarían al territorio de Israel para asesinar
y capturar soldados. Esto conduciría a Israel a invadir al Líbano y destruir gran parte de la
infraestructura de las ciudades del sur del país. Sin embargo, la resistencia de Hezbollah haría
retroceder a los israelíes, lo cual causaría la admiración de la mayoría de árabes. Finalizada
la expulsión de Israel, Hezbollah ganaría confianza dentro del Gobierno libanés, y Siria
recuperaría la influencia que aparentemente había perdido un año atrás. Asimismo, con la
llegada de Barack Obama al Gobierno estadounidense, parte de las sanciones impuestas
sobre Siria, por el asesinato de Hariri, serían levantadas (McHugo, 2015).

En el 2008, tras la invasión de Rusia a Georgia, Siria demostró ser uno de los pocos países
que apoyaba a Rusia en las Naciones Unidas. De acuerdo a algunos medios de prensa rusos,
Assad utilizó esta oportunidad para demandar misiles Iskander, misiles transportables por
tierra de corto alcance, entre otras armas. Este pedido fue presentado a Medvédev, presidente
de Rusia, bajo la excusa de que Israel había previsto de armas y entrenamiento a los
georgianos. Frente a esta situación, el Gobierno sirio tuvo que negar el intento por conseguir
armas rusas para evitar cualquier sospecha estadounidense. No obstante, el ministro Lavrov
diría a los medios de prensa que Rusia sí tenía planeado enviar armas de defensa a Siria pero
que estas no desequilibrarían la balanza de la región, y que consideraban la opción de enviar
armas modernas. Días más tarde, el encargado de negocios de la Embajada rusa en Siria,
Igor Belyaev, anunció a Damasco que Rusia incrementaría su presencia naval en las costas
sirias que dan al Mediterráneo (Borshchevskaya, 2016).

Desde el 2007 hasta el 2012, la venta de armas rusas a Siria había llegado a los 4.7 mil
millones de dólares. Rusia equivalía al 78 por ciento de las compras de armas de Siria, que tal
como lo había indicado Lavrov, eran en su mayoría misiles anti-aéreos y sistemas de defensa
(Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz [SIPRI], 2017). Asimismo,
algunos reportes indicaban que la inversión de capitales rusos en Siria llegó a los 20 mil
millones de dólares en el 2009. Y, en medio de la crisis financiera, el intercambio comercial
con Siria había llegado a los mil millones de dólares. Sin embargo, el intercambio de Rusia
con Israel superaba esta cifra por más del doble. Si bien las relaciones comerciales con Siria
han demostrado ser fuertes en estos últimos años previos a la crisis, se debe considerar que
para Rusia, Siria solo era un mercado más en comparación a socios como Turquía o China,
que equivalían 22.6 mil millones y 40.3 mil millones de dólares, respectivamente (Parker,
2015).

No obstante, Estados Unidos e Israel seguirían sospechando sobre cualquier acercamiento


entre los líderes de Rusia y Siria. En el 2009, Rusia planeaba la modernización de la base
naval en Tartus para los siguientes años, así como la apertura de nuevas bases en Libia y
Yemen (Reuters, 2009a). En mayo del 2010, el presidente Medvédev visitaría Damasco, lo
que sería la primera visita de un líder ruso a este país en toda su historia. Al-Assad declaró
haber mantenido conversaciones sobre las posibilidades de desarrollar plantas nucleares
dentro de Siria (Duffett, 2010). Asimismo, se efectuó la compra de 72 misiles cruceros que
serían entregados a fines del próximo año, ya iniciada la guerra civil. El temor de Israel era
que estos misiles cayeran en manos de Hezbollah, ya que podían ser disparados contra sus
buques desde Siria o Líbano (Stewart, 2011). Sin embargo, desde que inició la Guerra Civil en
Siria, Rusia ha afirmado no continuar con la venta de armas. Esto sería desmentido en el 2015
por Bashar al-Assad al afirmar en una entrevista que Rusia continuó haciendo contratos
durante la crisis, suministrándoles con más armamento (Reuters, 2015).

3.3 Principales acontecimientos de la Crisis en Siria

Este subcapítulo busca describir los principales acontecimientos que rodearon la Crisis en Siria
y que explican en cierta medida el escenario en el cual el Gobierno de Rusia debió intervenir.
Los hechos parten desde el inicio de la Primavera Árabe, describiendo la reacción inicial de
Rusia y la influencia que marcó sobre el conflicto en Siria. Asimismo, se explican algunos
eventos o actores que participaron en la guerra civil hasta finales del 2016, teniendo siempre
en cuenta el protagonismo de la política exterior de Rusia.

3.3.1 El comienzo de la Primavera Árabe.

El 17 de diciembre del 2010, un vendedor ambulante en Túnez decide inmolarse frente a la


municipalidad que le había confiscado su puesto de frutas ese mismo día. La humillación e
indignación que lo llevó a inmolarse hizo eco en todo el país y millones de ciudadanos
decidieron tomar las calles y compartir el mismo sentimiento de rechazo al Gobierno del
presidente Ben Ali. La mayoría de protestas o revoluciones casi siempre son explicadas de
acuerdo a los factores socioeconómicos del descontento popular. Por ejemplo, la falta de una
clase media más inclusiva, las pocas oportunidades laborales, el poco acceso a créditos
bancarios o el incremento de precios de productos básicos son algunas de las razones que
explicaron la revolución tunecina. A esto también hay que agregarle la corrupción mantenida
por décadas del Gobierno bajo el auspicio de Occidente. Pero, a pesar que estas razones
estuvieron presentes en Túnez por años, no se pudo predecir el momento o hecho que
detonaría la revolución. En algunos casos, como el de la Gran Depresión de 1929, las
revoluciones ni siquiera llegan a suceder. Lo que sí es seguro es que una vez que demuestran
tener éxito, como la salida del presidente Ben Ali, el 14 de enero de 2011, es mucho más
predecible su expansión en otros lugares bajo las mismas condiciones (Gelvin, 2012).

La Primavera Árabe, como la prensa internacional la tituló, fue una serie de revoluciones que
ocurrieron en diferentes países del Medio Oriente. Las protestas iniciadas a partir de la
revolución tunecina contaban con las mismas características que demostró el pueblo de Túnez
en contra de su Gobierno. Las marchas no eran lideradas por una organización política en
particular, podían incluir a gente de diversas edades, ocupaciones o clases sociales, podían
ocurrir en cualquier momento y no solo dentro de la capital. Estas características volvían a las
protestas más impredecibles y difíciles de contener por los Gobiernos. Sin embargo, el grado
de debilidad o fortaleza del Gobierno no era el mismo en todos los países, por lo que las
revoluciones podían tener éxito o no, como también generar una guerra civil (Gelvin, 2012).

La Primavera Árabe, en un principio, brindó esperanzas a la comunidad internacional de que


estas corrientes democráticas volverían irrelevantes al autoritarismo y la yihad en Medio
Oriente, ya que el pueblo árabe podría elegir a sus gobernantes sin intervención de las
potencias regionales u occidentales. Las ideas democráticas estaban siendo adoptadas por
los propios pueblos árabes y esto brindaría una mayor estabilidad a la región. Sin embargo,
esta lucha por la democracia terminaría convirtiéndose en una lucha por el poder entre el
autoritarismo respaldado por el ejército y los grupos beligerantes islámicos de los distintos
países. Además, la guerra sectaria entre sunitas y chiitas tomaría un rol importante en algunos
países, estancando todas las promesas de cambio que sus pueblos habían presentado al inicio
(Kissinger, 2014).

Tras tres décadas de Gobierno de Hosni Mubarak en Egipto, el pueblo, cansado de las
injusticias sociales y económicas, decidió alzarse en contra del Gobierno tomando las calles
de Alejandría, El Cairo y Suez. Mubarak, que había sido aliado de Estados Unidos por años,
no recibió el respaldo que estaba esperando de parte del presidente Obama, quien le pidió por
teléfono ejecutar ordenadamente una transición democrática. Los líderes de países como
Jordania o Arabia Saudita temían lo peor al observar la falta de apoyo que Occidente le brindó
a su aliado Mubarak (Hamilton, 2011). De otro lado, Rusia demostró no darse cuenta en qué
dirección iba a producirse el cambio político al enviar al viceministro de Asuntos Exteriores
ruso, Alexander Soltanov, a apoyar al presidente dos días antes de su inesperada dimisión, el
11 de febrero de 2011 (Stepanova, 2012). Esto demostraba la falta de análisis de Moscú
durante los inicios de la Primavera Árabe.

A pesar de que Rusia no tenía intereses económicos importantes en Egipto, varias de las
reacciones del Gobierno ruso dieron a conocer dos tendencias dentro de la política exterior
respecto a la revolución egipcia. La primera fue la percepción de que las protestas eran un
fenómeno más organizado y estructurado de lo que eran en verdad, sospechando de la
complicidad de Occidente en los hechos ocurridos. La segunda era la preocupación de la
influencia islamista dentro de la revolución. Sin embargo, tras la salida de Mubarak y las
elecciones presidenciales de 2012, el partido de los Hermanos Musulmanes en Egipto
obtendría la mayor aceptación del pueblo. La adaptación al modelo político del partido islamista
gobernante en Turquía, el Partido de la Justicia y el Desarrollo – AKP, el distanciamiento de la
influencia norteamericana y las tensiones con los activistas democráticos en Egipto harían que
Rusia le tendiera la mano al nuevo Gobierno egipcio, liderado por Mohamed Morsi (Stepanova,
2012).

Estas mismas percepciones de parte de Rusia estarían presentes frente a las manifestaciones
que empezaron en Libia a mediados de febrero de 2011. En contraste con Túnez y Egipto, la
revolución escaló rápidamente hasta convertirse en una guerra civil entre clanes y regiones en
contra del Gobierno de Muamar al-Gadafi. La escalada de la violencia y la proximidad a las
costas europeas llevó a Reino Unido y Francia, apoyados por Estados Unidos, a involucrarse
dentro del conflicto interno. El 17 de marzo del mismo año, los tres países pidieron al Consejo
de Seguridad aprobar la Resolución 1973 que autorizaba la intervención militar sobre Libia. El
Gobierno ruso, liderado en ese momento por el presidente Medvédev, decide abstenerse en
vez de vetar la resolución. Vladimir Putin calificó a esta acción de Occidente como un llamado
medieval de las cruzadas. Medvédev señaló a los medios que era inaceptable utilizar el
término de cruzada para calificar la resolución (Osborn, 2011). Las diferencias entre ambos
líderes rusos sobre la intervención en Libia eran más que evidentes. Otra prueba de ello, fue
la salida del embajador ruso en Libia, Vladimir Chamov, quien afirmó estar en contra de la
abstención de Medvédev, considerándola como una traición a los intereses rusos y la relación
con sus empresas energéticas en el país (Parfitt, 2011). Tras su integración al Ministerio de
Asuntos Exteriores, Chamov no volvería a ocupar el puesto de embajador hasta el 2014 bajo
la presidencia de Putin.

No obstante, el 18 de marzo de 2011, inicia la intervención humanitaria llevada a cabo por la


coalición multilateral bajo el abrigo de la OTAN, la cual sería decisiva para el derrocamiento
de al-Gadafi en agosto del mismo año y su subsecuente asesinato el 20 de octubre. La
posición de Rusia demostró ser muy contradictoria durante toda la campaña de la OTAN en
Libia. Por ejemplo, el 11 y 12 de julio, el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Sergei
Lavrov, afirmó primero que Gadafi seguía siendo el líder del país para luego admitir que tenía
que marcharse. La contradicción en sus declaraciones solo demostraba la diversidad de
intereses dentro del Gobierno y las reacciones casi instintivas de sus representantes frente a
esta crisis. Distinta a la situación en Egipto, las empresas rusas de energía contaban con
contratos millonarios en Libia, siendo las compañías Tatneft y Gazprom las más perjudicadas,
además de las compañías en venta de armas (Stepanova, 2012). Sin embargo, el Gobierno
de Medvédev demostró encontrarse más interesado en continuar la política de reseteo con
Estados Unidos, así como definir los últimos detalles para el ingreso de Rusia a la
Organización Mundial de Comercio en el 2012, que los intereses económicos de sus empresas
en el extranjero (Elliott, 2012).

Durante el primer año de la Primavera Árabe, Rusia mantuvo un perfil bajo en comparación a
su reacción frente a la invasión de Iraq en el 2003. A pesar de la ambigüedad y evidente
rechazo de parte de Putin frente a la campaña de la OTAN en Libia, Rusia no tuvo un rol
principal frente a los acontecimientos. Incluso cuando el Gobierno libio presentó una petición
formal al Gobierno ruso para convocar una reunión urgente en el Consejo de Seguridad, con
la finalidad de frenar la agresión excesiva de parte de Occidente, Rusia declinó (Stepanova,
2012). Sin embargo, la situación en Siria sería muy distinta para Rusia desde sus inicios en el
año 2011.

3.3.2 Los orígenes de la Crisis en Siria.

El principio de la revolución siria fue más parecido al de Libia, ya que a diferencia de Egipto,
donde las protestas comenzaron en la capital, las revoluciones en Siria y Libia comenzaron en
las provincias. En la ciudad siria de Daraa, la primera semana de marzo, un grupo de
adolescentes pintó las afueras de su colegio con uno de los lemas que habían visto por la
televisión de la revolución en Egipto. La policía actuó brutalmente contra los menores de edad,
apresándolos y torturándolos durante dos semanas. Los reclamos y llantos de sus familiares
se hicieron públicos en todo el país y a mediados de marzo, varias protestas surgieron en
distintas regiones. Las protestas, al igual que en los demás países mencionados, exigían poner
fin al sistema violento, represivo y desigual en el que vivían. El despotismo y la corrupción
también era una de las principales causas que enardecía al pueblo a diario (Gelvin, 2012).

Pocos analistas de la Primavera Árabe pudieron predecir que esta se expandiría hasta Siria.
La primera razón de ello, era la considerable aprobación que tenía el presidente Bashar al-
Assad. Su padre, Hafez al-Assad, quien gobernó el país desde 1971, tenía planeado que su
eventual sucesor sea su hijo mayor, Basel al-Assad, quien ya era muy odiado por su rol como
político. En 1994, Basel falleció en un accidente automovilístico y Bashar, su hermano, que se
estaba preparando para ser oftalmólogo, tuvo que ocupar su lugar. Tras la muerte de su padre
en el año 2000, Bashar llegó al poder como una esperanza de cambio y transformación en el
sistema sirio. El Gobierno sirio también recibía el apoyo de las minorías religiosas que
formaban un 25 por ciento de la población. La familia al-Assad y su círculo interno era parte
de una de estas minorías, la religión alauita, que era más cercana a la raíz del Islam chiita,
dado que la sunita correspondía al 75 por ciento de la población. La diversidad religiosa y la
multiculturalidad dentro del país no permitían prever el descontento general del pueblo. A esto,
había que sumarle que el Gobierno de Damasco, a diferencia de Egipto o los países del Golfo,
tenía reservas en contra de Estados Unidos y contra Israel. Por último, la población todavía
recordaba el intento de los Hermanos Musulmanes de levantarse en contra del Gobierno en
1982, en la ciudad de Hama, en donde fallecieron al menos dos mil personas, en su mayoría,
civiles, por las fuerzas militares del Gobierno de Hafez al-Assad (Gelvin, 2012).

Desde el año 2000, en el cual Bashar al-Assad asume la presidencia, hasta los primeros
meses del 2003, existían ciertos indicios de que el nuevo Gobierno iba a transformar el país
en un sistema liberal. El apoyo a la prensa libre, la formación de grupos activistas de derechos
humanos, así como la liberación de prisioneros políticos contribuyó a esto. El partido comunista
y los Hermanos Musulmanes se reinventaron así mismos, prometiendo utilizar medidas
pacíficas y democráticas en adelante. Sin embargo, dos razones evitaron que la
transformación de Siria tomara lugar como se esperaba. Primero, varias figuras que habían
trabajado con el padre de Bashar al-Assad y que aún continuaban en el Gobierno, como el
ministro de Defensa, Mustafa Tlas, no permitieron que esto fuera así. Y, segundo, la invasión
estadounidense a Iraq en el 2003 puso en estado de alerta al Gobierno y las fuerzas armadas
que tenían un sistema similar al de Saddam Hussein y el partido Baazista en ese país. Siria,
sin embargo, seguía suministrando de armamento a las fuerzas de Iraq y albergando a varios
grupos islamistas que escapaban de la invasión norteamericana. Aunque varios
neoconservadores hubieran preferido la expansión estadounidense hasta Siria, el presidente
Bush optó por sancionar las exportaciones e inversiones de este país. El escenario hostil en
el que se encontraba el Gobierno de Bashar al-Assad solo pudo volverlo más severo y violento
por retener el poder en sus manos (McHugo, 2015).

En el 2005, el asesinato del primer ministro de Líbano, Rafiq al-Hariri, había llevado al pueblo
libanés a señalar la culpa sobre el Gobierno sirio, que buscaba mantener su influencia sobre
el Gobierno de Beirut. Nuevamente, Estados Unidos presionó mediante sanciones económicas
para que las fuerzas militares sirias, que se habían mantenido en Líbano desde la Guerra Civil
en los setentas, fueran retiradas del país. En medio de estas acusaciones, algunas de las
figuras que se oponían a Bashar al-Assad dentro de su Gobierno comenzaron a ser
remplazadas, lo cual llevó a que estas culparan personalmente a al-Assad de haber asesinado
al primer ministro Hariri. Tras la salida de las fuerzas sirias de Líbano, Bashar al-Assad se
encargó de colocar miembros de su familia y gente cercana en altos puestos de su Gobierno.
Su hermano menor, Maher, ascendió a Comandante de la Guardia Republicana, su cuñado,
Assef Shawqat, se convirtió en viceministro de Defensa, su primo, Rami Makhlouf,
representaba más de 200 compañías y el 60 por ciento de la economía en Siria, y su hermano,
fue puesto a cargo de la seguridad interna en Damasco (McHugo, 2015).

Realmente no se conoce cuánto control podía tener el presidente sirio sobre las decisiones de
su nuevo círculo cercano pero esto le permitía tener un fuerte respaldo detrás de su gobierno.
La existencia de esta élite, que aparentemente estaba llevando al país a un mayor desarrollo
económico, se centró en las ciudades principales de Damasco, Aleppo, Homs y Latakia, pero
desatendía las comunidades rurales, generando mayores desigualdades de las que ya existían
décadas atrás. Muchas personas creen que Bashar al-Assad fue corrompido por el poder y el
dinero desde este periodo (Hokayem, 2013). Siria, al igual que la mayoría de países árabes,
presentaría las mismas razones para que se expandieran las corrientes liberales de la
Primavera Árabe. Sin embargo, la violencia y la represión de parte del Gobierno por mantener
el statu quo serían más severas que en los demás casos.
Inicialmente, las protestas en contra del Gobierno eran pacíficas pero la brutalidad con la que
respondía el Gobierno solo podía llevar a las personas a querer responder de la misma
manera. Mientras que francotiradores disparaban en contra de los protestantes sirios, en
Jordania los policías brindaban botellas de agua a los manifestantes, contrastando cuán
distinta fue la respuesta de Siria al de otros Gobiernos árabes. El Gobierno quizás pensó que
podía actuar de esta manera dado que las revueltas todavía no tenían una gran acogida en
las ciudades principales ya que los habitantes de estas ciudades parecían dudar sobre si
apoyar o no a las protestas. Si bien el presidente aparecía en la televisión pidiendo tranquilidad
y tolerancia de ambas partes, la élite política y militar que había organizado no parecía
responder de la misma manera en lo absoluto. Aunque el Gobierno desesperadamente quería
intentar mantener un diálogo nacional para cumplir nuevas reformas, o al menos daba la
impresión de desearlo, no había ninguna señal de querer separarse del poder (McHugo, 2015).

Entre abril y julio del 2011, la escalada de violencia fue mayor proviniendo de ambas partes,
tanto de los policías, ahora acompañados del ejército, como los manifestantes. De acuerdo a
las organizaciones de derechos humanos de las Naciones Unidas en Siria, ya se tenían dos
mil personas fallecidas en la revolución siria (Stack, 2011). También corrían rumores de que
varias personas pertenecientes a las fuerzas de seguridad estaban siendo asesinadas en
medio de las protestas por no cumplir con las órdenes de disparar a los manifestantes. Varios
oficiales desertaron y decidieron organizarse para luchar en contra del Gobierno, formando de
esta manera al Ejército Libre de Siria. Sin embargo, la oposición armada no tenía tanto poder
como si lo tuvo en el caso de Libia, por lo que ya se podía predecir que el Gobierno duraría
mucho más tiempo de lo esperado (Lefèvre, 2013).

3.3.3 La respuesta internacional.

Mientras que la violencia ya estaba volviendo al conflicto en una guerra civil, las figuras
políticas sirias exiliadas en el extranjero por años decidieron formar un partido en cooperación
con la oposición dentro del país, llamado el Consejo Nacional de Siria, establecido en octubre
de 2011 en Estambul, Turquía. El apoyo a la oposición de parte del Gobierno turco
representaba el final del mejoramiento de relaciones entre ambos países que el primer
ministro, Recep Erdoğan, y el ministro de Relaciones Exteriores, Ahmet Davutoğlu, promovían
con varios de sus vecinos. Al principio de las protestas, Erdoğan había intentado persuadir a
al-Assad de negociar con la oposición, formada principalmente de los Hermanos Musulmanes.
Sin embargo, al ver que la situación empeoraba y que Estados Unidos se sentía cada vez más
insatisfecho con la poca reacción internacional, Turquía empezó a tener una postura en contra
del Gobierno sirio y a favor de la oposición (Tuğal, 2012).

El 2 de noviembre del 2011, el Gobierno de Siria accede al plan de paz propuesto por la Liga
Árabe, bajo el cual Siria retiraría la presencia militar de las ciudades, llevaría a cabo el diálogo
con la oposición y permitiría el monitoreo de observadores internacionales. Sin embargo, la
violencia entre las fuerzas militares y los grupos de oposición no ceso. Diez días más tarde, la
Liga Árabe toma la decisión de suspender al Gobierno sirio e imponerle sanciones, siendo esto
considerado como una gran humillación para el Gobierno baazista. No obstante, se prefirió no
intervenir militarmente en el conflicto (Batty & Shenker, 2011).

Rusia, de otro lado, había aconsejado al régimen sirio de acercarse a la oposición para
prevenir la guerra civil a mediados del 2011. Empero, una vez descontrolada la situación,
Moscú decide apoyar al Gobierno de al-Assad, junto a China, vetando en el Consejo de
Seguridad un proyecto de resolución que buscaba imponer sanciones sobre Damasco (Lynch,
2011). Sin embargo, días después, el presidente Medvédev declaró a la prensa que si el
Gobierno sirio no podía aplicar reformas tenía que marcharse (Khan, 2011). En noviembre,
tras las sanciones de la Liga Árabe, el ministro de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov, criticó
en los medios rusos la acción de esta organización árabe y acusó al Occidente de instigar a la
oposición en Siria (Watkins, 2011). A finales de noviembre, Rusia envió una flotilla de buques
de guerra a su base naval en Tartus5, Siria, como una clara señal de defensa al Gobierno de
al-Assad (Grove, 2011). Aunque la posición rusa se mantuvo pendiente de la situación en Siria
los primeros meses, recién a finales del 2011, Rusia demostró tener una política más decidida.
Si bien se podían encontrar ciertas reservas del lado del presidente Medvédev, la respuesta
frente al conflicto sería muy distinta a la situación en Libia. Medvédev, unas semanas antes
del veto en el Consejo de Seguridad, había tomado la decisión de dejar de lado la campaña
presidencial y proponer como su sucesor a Vladimir Putin (Clover & Belton, 2011).

En enero del 2012, el Kremlin nombró al viceministro de Asuntos Exteriores, Mijail Bogdanov,
como enviado especial para la crisis de Siria. Se tuvo la intención de entablar conversaciones
entre el Gobierno y la oposición, algo que Turquía también había intentado meses atrás. Sin
embargo, la animosidad generada entre la oposición y Rusia no permitía el resultado de

5
Ver mapa de Tartus (anexo 4).
ninguna negociación (Trenin, 2013). A fines de enero, el ministro Sergei Lavrov anunció a los
medios de prensa que Rusia respaldaría firmemente al Gobierno de al-Assad dentro del
Consejo de Seguridad. Moscú no iba a permitir que se impongan sanciones económicas o que
hubiera una intervención militar de parte de las Naciones Unidas (BBC News, 2012). Mientras
tanto, el Ejército Libre de Siria y las fuerzas del Gobierno de al-Assad libraron el enfrentamiento
más sangriento hasta el momento en la ciudad de Homs, al norte de Damasco. Este fue
considerado como una masacre de parte del Gobierno sirio, debido al uso de tanques y
aviones para bombardear la ciudad, por lo tanto, se demandaba una respuesta rápida de parte
de las Naciones Unidas (Pearse, 2012). El 4 de febrero, Rusia y China vetan por segunda vez
el proyecto de resolución del Consejo de Seguridad, bloqueando cualquier tipo de acción en
contra de Siria. Tres días después, el ministro Lavrov y el jefe de Inteligencia, Mijail Fradkov,
eran recibidos en Damasco por miles de personas que apoyaban a Bashar al-Assad. La visita
de Moscú fue considerada por la prensa como una forma de respaldo pero a la vez de
preparación en el caso que Occidente decidiera intervenir militarmente fuera del seno de
Naciones Unidas (The Moscow Times, 2012).

Entre los meses de marzo a junio, tuvieron lugar las negociaciones entre el enviado especial
de las Naciones Unidas y la Liga Árabe, Kofi Annan, con Bashar al-Assad (Makdesi, 2012). El
30 de junio del 2012, el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, la Secretaria
de Estado de los Estados Unidos, Hillary Clinton, y los representantes de Reino Unido y China,
llegaron a un acuerdo en Ginebra, Suiza. El grupo de acción convocado por Kofi Annan acordó
en formar un Gobierno transitorio en Siria que remplazara al actual, y que incluyera a todas
las partes, tanto a la oposición como a la casa de al-Assad (De Young, 2012). Sin embargo, el
cese al fuego no fue cumplido por la oposición que mantenía que el acuerdo no debía incluir
al presidente actual ni a su familia. El 18 de julio, una explosión en Damasco asesinó al ministro
de Defensa y el viceministro, Assef Shawqat, que también era el cuñado de Bashar al-Assad,
con lo que se dio por reanudado el conflicto (McElroy, 2012). Al día siguiente, Rusia y China
vetaron por tercera vez otro proyecto de resolución en contra del Gobierno sirio y meses más
tarde Kofi Annan renunciaría a su cargo tras el fracaso del acuerdo conseguido en Ginebra
(Black, 2012).

El 9 de julio del 2012, el presidente Putin daría el discurso bianual al servicio diplomático en el
Ministerio de Asuntos Exteriores en Moscú, en donde señalaría los “eventos trágicos”
sucedidos en Libia y su determinación por no repetir esta situación en Siria. El conflicto
continuaba empeorando y deteriorando al Gobierno de al-Assad, por lo que Rusia no estaba
segura cuánto tiempo más podía durar en el Gobierno (Parker, 2015). La ciudad de Aleppo,
considerada como la más grande y con mayor población en Siria, también se volvió un
sangriento campo de batalla y la Cruz Roja declaró oficialmente que el conflicto en Siria, debido
a sus proporciones, había pasado a ser una guerra civil (McHugo, 2015). El 23 de julio, el
portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Siria, Jihad Makdissi, declaró por primera
vez en la historia que Siria contaba con armas de destrucción masiva. El Gobierno de Siria
advertía de esta manera que no tendría ningún reparo en utilizar sus armas químicas y
biológicas en contra de una intervención extranjera (Associated Press, 2012). Un mes más
tarde, el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, afirmó a la prensa que cualquier
intento de parte de Siria de utilizar sus armas químicas sería una línea roja que podía llevar al
Gobierno norteamericano a intervenir directamente (Ball, 2012).

El 11 de setiembre de 2012, el consulado estadounidense en Bengasi, Libia, fue asaltado por


varios manifestantes, entre ellos criminales armados, ocasionando la muerte del embajador
de Estados Unidos en Libia. Este trágico evento fue tomado por algunos políticos rusos como
Alexei Pushkov, como una confirmación de que Rusia estaba siguiendo el camino correcto en
su aproximación a la Primavera Árabe y la no intervención en Siria (Parker, 2015). El flujo de
armas en Libia, que había provocado en parte las violentas manifestaciones en Bengasi, era
un grave peligro para la seguridad de la región. En el caso de Siria, la comunidad internacional
buscaba prevenir que más armas llegaran a manos de los grupos beligerantes, ya que la
prensa internacional acusaba a Irán y a Rusia de suministrar armas al Gobierno sirio, así como
a la agrupación libanesa de Hezbollah, que luchaba del lado del Gobierno. Sin embargo,
Moscú afirmaba que las armas de procedencia rusa eran adquiridas a través del mercado
negro (BBC News, 2012).

Tres años antes, en el 2009, un buque mercante que presuntamente transportaba madera fue
secuestrado de las costas de Suecia, lo cual fue un caso insólito por tratarse del Mar Báltico.
Rusia mandó uno de sus buques de guerra para encontrar al barco, lo que llevó a varias
especulaciones sobre la reacción de Rusia por proteger el navío. Según Tarmo Kouts,
encargado de los asuntos de piratería de la Unión Europea, solo la presencia de misiles de
crucero podría explicar el extraño involucramiento de las fuerzas navales rusas en este
incidente. Este posible caso de tráfico de armas no sería aislado por mucho tiempo. En enero
del 2012, oficiales de aduanas de Chipre interceptarían un buque llevando armamento ruso
hacía Siria. En junio del mismo año, las fuerzas británicas bloquearían el traslado de un buque
ruso que transportaba helicópteros de combate Mi-25, entre otras armas, con dirección a Siria.
El ministro Lavrov confirmaría más tarde que estas armas efectivamente se dirigían a este
país. En febrero del 2013, oficiales de aduana finlandeses encontrarían partes de tanques
rusos dentro de un contenedor en un buque con dirección a Siria. Varios reportes indican que
Rusia ha seguido enviando buques cargados de armamento desde el puerto de Crimea en el
Mar Negro hacia el puerto de Tartus en Siria, desmintiendo de esta manera que las armas
rusas solo eran conseguidas en el mercado negro (Borshchevskaya, 2016).

Varios de los grupos beligerantes representados hasta el momento bajo el paraguas del
Ejercito Libre de Siria empezaron a adoptar una ideología islamista relativamente moderada
como el Batallón al-Farouk de la ciudad de Homs o la Brigada al-Tawhid de Aleppo. Sin
embargo, otras agrupaciones como Ahrar al-Sham, centradas alrededor de la ciudad de Idlib,
noroeste de Siria6, empezaron a alinearse más al salafismo yihadista y atentar en contra de
los alauitas y cristianos. De todas ellas, la que ganó más atención de la prensa occidental fue
la organización Jabhat al-Nusrah, debido a su afiliación con al-Qaeda. Los ataques de al-
Nusrah en las ciudades de Damasco y Aleppo, pasaron de ser solo siete en marzo a sesenta
y seis en junio del 2012 (Lefèvre, 2013). Al mismo tiempo, el Consejo Nacional de Siria,
liderado por los Hermanos Musulmanes y el ala izquierda de la política siria, decidió tratar de
incorporar a estas nuevas agrupaciones en la llamada Coalición Nacional. Empero, algunas
de estas como al-Nusrah o al-Tawhid optaron por no formar parte. En diciembre del 2012, la
Coalición Nacional era reconocida por Occidente, Turquía y los Estados del Golfo. La crisis en
Siria había pasado de ser una manifestación democrática en contra del Gobierno, inspirada
en la Primavera Árabe, a ser una guerra civil con connotaciones sectarias y religiosas
(McHugo, 2015).

3.3.4 La guerra subsidiaria o proxy.

En enero del 2013, la Marina de guerra rusa, compuesta de cuatro flotas y una flotilla, llevó a
cabo los ejercicios navales más grandes desde la caída de la Unión Soviética cerca a las
costas de Siria. Algunos medios de prensa decían que era una preparación para evacuar a los
sirios de la capital, mientras que otros indicaban que este era un mensaje al mundo de que la
marina rusa había regresado a aguas internacionales (Trenin, 2013). De la misma forma, el
presidente Obama, en su segundo periodo, buscaba darle un rol más importante a Estados

6
Ver mapa de Siria (anexo 3).
Unidos en la búsqueda de una solución al conflicto en Siria. En febrero de 2013, los rebeldes
sirios empezaron a recibir por primera vez armas anti tanques M-79 y ametralladoras M60 de
fuentes desconocidas, que probablemente estaban ligadas al Gobierno norteamericano
debido a la fabricación estadounidense de las armas (Parker, 2015). Asimismo, los medios de
prensa anunciaban sobre la implementación de bases secretas en Jordania que entrenaban a
grupos de la oposición bajo la instrucción de Occidente (Borger & Hopkins, 2013).

En marzo del 2013, las fuerzas rebeldes de oposición tomaron la ciudad de Raqqa, en el valle
del Éufrates. La respuesta del Gobierno fue bombardear inmediatamente la ciudad. Al ser la
primera capital de una provincia que caía en manos de la oposición, se hacía más aparente
que las fuerzas del Gobierno estaban presionando menos en las provincias del este. En el
mismo mes, el portavoz de la Coalición Nacional, Moaz al-Khatib, renunciaba debido a ciertas
diferencias con las potencias regionales que apoyaban a distintas facciones, haciendo difícil
la unidad, según sus palabras. Su renuncia fue una pérdida para la credibilidad de los rebeldes
(McHugo, 2015). Sin embargo, dos meses más tarde, a fines de mayo, la Unión Europea
aprobó levantar el embargo a las armas enviadas a los rebeldes. Tras la fuerte presión de
Reino Unido y Francia, países con mayor acercamiento a Estados Unidos, la Unión Europea
decidió mantener la unidad entre sus miembros y ceder ante los pedidos de estos países. De
esta forma, una gran cantidad de armas provenientes de Occidente comenzaría a llegar a
manos de las fuerzas de oposición en Siria (Traynor, 2013).

El 13 de junio del 2013, la Casa Blanca anunciaba que la administración había concluido que
el Gobierno de al-Assad había utilizado múltiples veces armas químicas en contra de su propio
pueblo. El Gobierno estadounidense se refería especialmente a las alegaciones de 25
personas muertas en Aleppo que mostraban signos de haber sido asesinados con químicos.
De esta manera, Estados Unidos justificaba el suministro de armas y el apoyo militar directo a
los rebeldes sirios a través de las fronteras de Turquía y Jordania. Sin embargo, ya se tenía
conocimiento que los rebeldes estaban siendo armados y preparados por los estadounidenses
mucho antes que se confirmara la utilización de las armas químicas (De Young, 2013).

Las noticias del embargo de armas de la Unión Europea y la declaración oficial de los Estados
Unidos sobre brindar armas directamente a los rebeldes solo podían legitimar aún más el
apoyo militar que Rusia brindaba a Siria. Entre los meses de mayo y junio, el suministro de
armas rusas al Gobierno sirio incrementó bastante (Parker, 2015). Tanto Occidente como
Rusia ayudaron directamente a que la guerra civil se volviera aún más violenta y sangrienta
de lo que ya era. No obstante, el apoyo ruso no era el único que respaldaba al Gobierno de al-
Assad. A mediados de junio, el Gobierno sirio pudo retomar la ciudad de al-Quseir, cerca de
la frontera con Líbano. Esta ciudad era clave para el Gobierno sirio ya que servía de suministro
para las fuerzas rebeldes en Homs. La victoria se debía en gran parte a la ayuda que recibió
el Gobierno de las fuerzas de Hezbollah, las cuales están centradas en Líbano y reciben
financiamiento de parte de Irán (McHugo, 2015).

El 17 de junio del 2013, en una reunión del G8 en Lough Erne, Irlanda del Norte, el presidente
Vladimir Putin y su par, Barack Obama, discutieron la posibilidad de prevenir el uso de las
armas químicas. Para Moscú, apostar por la defensa de sus intereses en Siria y su relación
con el Gobierno de al-Assad le había devuelto el protagonismo que tenía dentro del escenario
internacional. A pesar de que varios Gobiernos de Occidente se encontraban en una posición
incómoda al tener que lidiar con el Kremlin, el liderazgo de Rusia en el tema de Siria era
insoslayable (Parker, 2015). Sin embargo, las relaciones entre Estados Unidos y Rusia
empeorarían tras el asilo temporal que brindó Moscú al informante de la CIA, Edward
Snowden, quien había revelado información clasificada sobre espionaje de parte del Gobierno
norteamericano, causando un gran escándalo mundial. Consecuentemente, Obama canceló
los planes que tenía de asistir a la reunión bilateral programada con Putin a principios de
setiembre en Moscú, en donde se trataría de llegar a un plan para solucionar la guerra en Siria
(Gearan & Rucker, 2013)

El 21 de agosto del 2013, activistas de la oposición siria denunciaban a los medios de prensa
que un ataque con armas químicas había ocurrido en la región de Guta, en los suburbios de
Damasco. Según diversas fuentes, murieron desde cientos hasta miles de personas, lo cual
era difícil de comprobar debido a la situación de guerra. Tras el pedido de Naciones Unidas de
investigar el caso, el Gobierno de Siria accedió en un principio pero la investigación tuvo que
ser abandonada debido a la falta de seguridad del personal de Naciones Unidas (McHugo,
2015). Aparentemente, el Gobierno de Bashar al-Assad había cruzado la línea roja que marcó
el presidente Obama en cuanto al uso de armas químicas.

El 27 de agosto, mientras que el presidente Obama se reunía con los representantes de los
países bálticos, Letonia, Lituania y Estonia, cuatro destructores estadounidenses llegaron a
las costas de Siria armados con misiles de crucero tomahawk. Moscú respondió
indirectamente publicando el mismo día un artículo en donde se sugería que en el caso de un
ataque de los Estados Unidos en contra de Siria, Rusia podría eventualmente invadir a los
Estados del Báltico. El 31 de agosto, el presidente Obama anunciaba su intención de buscar
apoyo de parte del Congreso estadounidense para llevar a cabo una operación militar en
contra del Gobierno en Siria (Valenta & Friedman, 2016). Si bien Rusia no tardaría en enviar
navíos rusos con dirección a la base de Tartus, Moscú no quería llegar al punto de tener que
usarlos para defender a Damasco, por lo que el presidente Putin intentó frenar
diplomáticamente cualquier intento de intervención norteamericana (Heritage, 2013).

El 9 de setiembre del 2013, el Kremlin anunció que el Gobierno de al-Assad iba a ceder su
arsenal de armas químicas para que fueran dispuestas bajo control internacional y sean
desmanteladas. Al día siguiente, el ministro de Relaciones Exteriores de Siria, Walid al-
Moallem, anunciaba que Damasco aceptaría el plan ruso para ceder sus armas químicas
(Gearan, De Young & Englund, 2013). El 11 de setiembre, Vladimir Putin (2013) presentó una
carta dirigida al pueblo norteamericano en la editorial del diario The New York Times. En esta
señalaba el peligro que acontecería a una intervención en el Medio Oriente y pedía que
consideren al plan ruso como la opción más satisfactoria para todas las partes interesadas. El
mismo día, el Gobierno de al-Assad envió una carta a la Secretaría General de las Naciones
Unidas en donde notificaba la firma de un decreto que permitía el acceso a Siria a la
Convención de Armas Químicas, poniéndose así a disposición de las exigencias
internacionales sobre su arsenal (Al Jazeera, 2013). Tres días después, el secretario de
Estado de los Estados Unidos, John Kerry, y su par ruso, Sergei Lavrov, llegaron a un acuerdo
para contabilizar, inspeccionar, controlar y eliminar las armas químicas de Siria (Gordon,
2013). De esta manera, Rusia había prevenido la intervención directa de los Estados Unidos,
utilizando la negociación, la diplomacia y la presión que tenía sobre el Gobierno de al-Assad.
En contraste, el Gobierno de Obama fue visto en Medio Oriente como incapaz de cumplir con
sus palabras y amenazas, al no haber empleado la fuerza militar sobre Damasco tras haber
sobrepasado la misma línea roja que él trazó.

3.3.5 La aparición del Estado Islámico y la diplomacia rusa.

A finales del 2013, el Ejército Libre de Siria empezó a enfrentar a distintos grupos islamistas
que querían capturar parte de sus bases cercanas a Aleppo. La oposición siria había
demostrado tener muchos problemas internos desde un comienzo pero su desintegración
entre varios grupos era cada vez mayor. Asimismo, el llamado de guerra de los islamistas
dirigido a musulmanes alrededor del mundo a unirse a sus filas, hizo que ingresaran miles de
yihadistas provenientes de Asia Central, Sudeste asiático y Norte de África. Uno de estos
grupos empezó a llamarse a sí mismo como el Estado Islámico de Iraq y el Levante, también
conocido como ISIS o Dáesh. Este grupo había nacido de los remanentes de las insurgencias
en contra de la invasión de Estados Unidos a Iraq en el 2003, originalmente, aliado a al-Qaeda.
El grupo, a diferencia de otros, tenía bastante experiencia militar, ya que era dirigido por ex
militares iraquíes. Además, empezaron a utilizar el poder de las redes de comunicación para
persuadir a distintos jóvenes musulmanes interesados en unirse a la guerra. Mediante una
supuesta reinterpretación medieval del Corán, este grupo cometía los crímenes más salvajes
y mediáticos en contra de sus oponentes y civiles considerados como herejes. Debido al
incremento de sus filas, ISIS pudo capturar la ciudad de Raqqa, que era controlada por el
Ejército Libre de Siria. Esta ciudad sería su centro de operaciones en Siria, mientras mantenían
la guerra tanto en este país como en su vecino, Iraq (McHugo, 2015).

La postura de Rusia en contra de la oposición en Siria empezaba a tener mayor aceptación


internacional, esto debido al aumento de grupos radicales que ya eran clasificados como
terroristas. El escenario de la guerra y sus actores habían vuelto al rol de Rusia en Siria como
el más estable y consistente de todas las potencias involucradas. Medios de prensa
internacionales consideraban a Vladimir Putin como el hombre más poderoso del mundo y
mayor estratega de la actualidad (Parker, 2015). En diciembre del 2013, durante el discurso
anual del presidente a la Asamblea Federal, Vladimir Putin (2013) confirmaría esta nueva
identidad que otorgaba un rol especial a Rusia en el orden mundial. Para Putin, haber evitado
la intervención de Occidente era un éxito para su política exterior, demostrando que Rusia
había liderado el camino y la mejor opción para el mantenimiento de la paz y el derecho
internacional.

Entre enero y febrero del 2014, el enviado especial de Naciones Unidas para la Paz, Lajdar
Brahimi, llevó acabo la segunda Conferencia de Ginebra sobre la guerra en Siria. La
administración de Obama había respaldado la labor de Brahimi durante el 2013 y había
intentado acercarse a Rusia, a pesar de las diferencias, con el objetivo de resolver este
conflicto. Sin embargo, las negociaciones frente a frente entre la oposición y los representantes
del Gobierno de al-Assad no llegaron ni a treinta minutos. La segunda ronda de esta
Conferencia nuevamente fue un fracaso. Estados Unidos culpó al Gobierno de al-Assad de no
querer entablar una negociación seria con la oposición y a Rusia de no presionar lo suficiente
a su aliado (The Guardian, 2014). Al mismo tiempo, el Gobierno de Siria planeaba llevar a
cabo elecciones en junio, por lo que era más conveniente atrasar cualquier intento de
negociación con la oposición. De esta manera, de ganar las elecciones, al-Assad tendría
mayor legitimidad y poder al momento de negociar con las otras partes.

La crisis en Ucrania del 2014, encontraba a Rusia en una posición distinta a la que tenía en el
2011 durante la crisis en Libia. Rusia tenía una identidad más valorada de sí misma y confiaba
en que podía hacerle frente a los intereses occidentales. Si bien el énfasis en el “extranjero
próximo” estaba presente desde varios años en la política exterior de Rusia, el rol que le había
dado la crisis de Siria al Kremlin había permitido que actúe con mayor autoridad en esta región.
La relación con Occidente llegó al punto más bajo tras el conflicto en Ucrania y como era de
esperar, ninguno de los presidentes de las potencias occidentales aceptó la invitación de Putin
a la inauguración de las Olimpiadas de invierno en Sochi, Rusia (Parker, 2015).

El 18 de marzo del 2014, Estados Unidos obligó a Siria a cerrar la Embajada que tenían en
Washington, D.C. De la misma manera, la administración de Obama invitó por primera vez a
la Coalición Nacional de Siria a visitar la Casa Blanca en mayo. A principios de este mes, el
Gobierno de al-Assad pudo recuperar la ciudad de Homs, la cual había pertenecido a los
rebeldes desde que inició el conflicto. El Gobierno de Irán se ofreció como sponsor de la
reconciliación interna en Siria frente a las Naciones Unidas y pudo facilitar un acuerdo que
permitía la evacuación segura de los rebeldes en Homs tras la victoria del Gobierno sirio (Al
Jazeera, 2014). El 22 de mayo del 2014, Rusia y China vetan por cuarta vez un proyecto de
resolución en contra de Siria. La propuesta había sido iniciada por Francia dentro del Consejo
de Seguridad con el propósito de referir la crisis de Siria a la Corte Internacional de Justicia
(Black, 2014).

A principios de junio, distintos países de Europa y Medio Oriente previnieron que ciudadanos
sirios fueran a sus embajadas a votar en las elecciones presidenciales organizadas por al-
Assad (Al Jazzera, 2014). Como era de esperar, Bashar al-Assad ganó el 90 por ciento de los
votos llevados a cabo solo en las ciudades controladas por el Gobierno. De igual manera, las
potencias occidentales consideraron estos resultados como ilegítimos (Associated Press,
2014). A fines de junio, Rusia y Estados Unidos confirmaron la eliminación de todas las armas
químicas otorgadas por el Gobierno sirio. Esto significaba un hito para la diplomacia
internacional, ya que nunca un país había cedido a destruir sus armas de destrucción masiva
(Bendavid, 2014).

Mientras tanto, el 10 de junio del 2014, la agrupación terrorista de ISIS capturó Mosul, la
segunda ciudad más importante de Iraq. Una oleada de pánico se apoderó del Gobierno de
Iraq que ya no contaba con asistencia militar estadounidense desde diciembre del 2011. ISIS,
que poseía ahora dos centros importantes, Raqqa en Siria y Mosul en Iraq, cambió su nombre
a Estado Islámico7, dejando atrás los títulos de Iraq y Levante, y realizó un llamado de guerra
a todos los musulmanes que quisieran apoyar la expansión de sus territorios a través del Medio
Oriente, con el propósito de instaurar un califato (BBC News, 2014a). De esta manera, la lucha
contra el Estado Islámico se volvía el punto central dentro de la crisis de Siria. Y las únicas
fuerzas capaces de retener los avances del Estado Islámico era el pueblo kurdo, el cual se
situaba al norte de Iraq y noreste de Siria, coincidiendo con los territorios ocupados por los
terroristas.

El 10 de setiembre de 2014, el presidente Barack Obama anunciaba en televisión que Estados


Unidos expandiría sus esfuerzos en contra de los terroristas a través de la formación de una
coalición occidental que bombardearía los puntos capturados por esta organización.
Asimismo, el Congreso estadounidense había aprobado el desembolso de 500 millones de
dólares para el entrenamiento de los rebeldes sirios por las fuerzas norteamericanas con el
objetivo de luchar contra el Estado Islámico (Chulov, Ackerman & Lewis, 2014). Turquía ofreció
sus bases para que los rebeldes puedan ser entrenados (BBC News, 2014b). Tras los
bombardeos de la coalición occidental, Rusia decidió suspender el envío de armas anti aéreas
a Siria momentáneamente. La decisión había sido declarada tras la visita del presidente de
Israel, Benjamín Netanyahu, a Moscú, con el objetivo de evitar algún altercado entre el
Gobierno de Siria y la coalición. Igualmente, Washington notificaba al representante de Siria
en Naciones Unidas o a través de sus contactos en Rusia o Iraq, los objetivos que serían
bombardeados para evitar cualquier accidente (Al Arabiya, 2014).

Debido a los grandes avances del Estado Islámico, cerca de 70 mil refugiados kurdos entraron
a la frontera de Turquía para escapar de los bombardeos y las matanzas de los terroristas.
Turquía envió sus tanques a la frontera para controlar el flujo de refugiados y evitar que el
Estado Islámico se acercara (Duke, 2014). Asimismo, la preocupación por las fronteras y el
ingreso masivo de kurdos hizo que Turquía propusiera un plan para crear una zona de
amortiguación dentro de Siria para los refugiados, donde no se permita el sobrevuelo de
aviones y sea controlada por fuerzas internacionales. Empero, los Gobiernos de Siria y Rusia
rechazaron la propuesta ya que no querían fuerzas extranjeras en el territorio sirio. Además,

7
Ver mapa del Estado Islámico (ver anexo 5).
esto sería un precedente para establecer otras zonas libres de sobrevuelos, siendo el Gobierno
de al-Assad dependiente de los bombardeos a los rebeldes (Paraszczuk, 2014).

A pesar de proponer distintas iniciativas para entablar el diálogo entre la oposición y el


Gobierno sirio, Rusia no pudo convencer a la oposición de tomar parte en estas negociaciones
durante el 2015 (Naumkin, 2015). El nuevo enviado especial de Naciones Unidas para la Paz,
Staffan de Mistura, aconsejó a la comunidad internacional de escuchar las propuestas de
Rusia, ya que era el país que mejor podía entender al Gobierno sirio (RT, 2015). Sin embargo,
el continuo apoyo militar ruso a al-Assad hacía muy dudosa la imparcialidad del Kremlin dentro
de este conflicto. En marzo del 2015, Bashar al-Assad había confirmado la venta de armas de
Rusia a su Gobierno mediante una entrevista a un medio ruso. El presidente sirio indicó que
varios de los contratos de compra de armamentos firmados antes y durante la guerra estaban
siendo cumplidos. Esto era algo que Rusia había negado durante todo el conflicto debido a las
sanciones que podría implementar Naciones Unidas, sin embargo, solo comprobaba las
sospechas generadas desde antes que iniciara la guerra (Baczynska & Korsunskaya, 2015).

En mayo del 2015, el Estado Islámico se apoderó de la ciudad histórica de Palmira, al este de
Siria. De esta manera, la organización terrorista controlaba casi el 50 por ciento del territorio
sirio hacia el este (Shaheen, 2015). A pesar de los bombardeos llevados a cabo por Occidente
y el entrenamiento recibido a los rebeldes, el Estado Islámico parecía llevar la ventaja. Al mes
siguiente, el representante de Rusia en el Consejo de Seguridad afirmó haber cumplido con
un contrato de armas firmado antes de la crisis con el Gobierno de al-Assad. El contrato incluía
la compra de seis aviones rusos, por los cuales Siria había desembolsado 100 millones de
dólares como adelanto (Sputnik, 2015). Asimismo, se tenían indicios de que Turquía iba a
invadir el norte de Siria para instalar su zona de amortiguación, la cual también ayudaría a
prevenir la instauración de un Estado kurdo, un pueblo secesionista que amenazaba a la
integridad del territorio turco (Spencer, 2015). En julio, oficiales turcos y norteamericanos
confirmaban las intenciones de implementar un área de 40 kilómetros al norte de Siria, cerca
de la frontera con Turquía, controlado por fuerzas internacionales (Barnard, Gordon & Schmitt,
2015).

3.3.6 La presencia militar de Rusia en la Crisis de Siria.

A inicios de setiembre del 2015, la inteligencia norteamericana informó sobre la construcción


de una base rusa en la ciudad costera de Latakia, cerca de su puerto en Tartus. La base
contaba con una pista de aterrizaje y viviendas prefabricadas para un personal técnico de mil
personas aproximadamente. El secretario de Estado de los Estados Unidos, John Kerry, llamó
al Kremlin para expresar sus preocupaciones, ya que el ingreso de las fuerzas militares rusas
podía generar mayores pérdidas de vidas, un mayor flujo de refugiados y el riesgo de
confrontación con las operaciones de la Coalición occidental. Durante un foro económico en
Vladivostok, el presidente Putin confirmó estar ayudando con equipamiento y entrenamiento
militar al ejército sirio (Crilly, 2015).

El 28 de setiembre del 2015, por primera vez en diez años, el presidente de Rusia brindaba
un discurso ante las Naciones Unidas durante la septuagésima sesión de la Asamblea
General. Sus palabras culpaban a Occidente del caos y la inestabilidad del Medio Oriente, así
como la creación del Estado Islámico como una consecuencia de la invasión estadounidense
en Iraq. También señalaba el rol del Gobierno de al-Assad y de los kurdos para contener la
amenaza terrorista, y consideraba la acción de los rebeldes o la oposición como parte del
terrorismo que debía ser combatido. Asimismo, criticó a las fuerzas de la OTAN de haber
llevado la destrucción a Libia y el desequilibrio de toda la región (Putin, 2015). Dos días más
tarde, el Parlamento ruso aprobó el pedido del presidente para dar inicio a los primeros
bombardeos rusos sobre Siria como parte de una invitación de Bashar al-Assad al Gobierno
ruso. Los bombardeos fueron llevados a cabo por 50 aviones rusos en coordinación a drones
y satélites para identificar los objetivos. Los medios también informaron que los bombardeos
iban en contra no solo del Estado Islámico sino también de las fuerzas rebeldes de oposición
al Gobierno sirio. Este acto fue condenado por los Estados Unidos que confirmaba que Rusia
estaba utilizando la lucha contra el Estado Islámico como un pretexto para bombardear a las
fuerzas de la oposición (Barnard & Kramer, 2015). El ministro de Asuntos Exteriores, Sergei
Lavrov, declaró que efectivamente el bombardeo de las fuerzas rusas no se limitaría solo al
Estado Islámico, como había declarado en un principio el ministro de Defensa ruso, Sergei
Shoygu (BBC News, 2015). El presidente Obama criticó duramente las acciones de Moscú,
advirtiendo que su intervención pondría en aprietos a la política exterior rusa y que no podrían
salvar a su débil aliado autoritario (Bell & Perry, 2015).

El 31 de octubre del 2015, un avión comercial que partía de un aeropuerto en Egipto, llevando
una tripulación de 224 pasajeros, en su gran mayoría rusos, fue desintegrado al momento de
sobrevolar la Península del Sinaí, Egipto. El hecho fue la mayor tragedia aérea en la historia
de Rusia, por lo cual el Estado Islámico asumió su responsabilidad. Días más tarde, serían
encontrados restos de explosivos dentro del avión, confirmando que había sido un ataque
terrorista (Topham, Weaver & Luhn, 2015). El 13 de noviembre del 2015, una serie de ataques
coordinados por el Estado Islámico en París, Francia, cobró la vida de 130 personas e hirió a
cerca de 400; siendo así, el ataque más sangriento en este país desde la Segunda Guerra
Mundial (Phipps & Rawlinson, 2015). Ambas tragedias suavizaron la relación entre Rusia y la
Unión Europea frente al terrorismo ocasionado por el Estado Islámico. El presidente de Francia
visitó a Rusia en las semanas siguientes y el primer ministro del Reino Unido compartió
información sobre el ataque en Egipto durante una reunión del G20 en Turquía (Dathan, 2015).

A fines de noviembre del 2015, tras dos meses de bombardeos rusos sobre Siria, sobre todo
a los alrededores de la base de Tartus, en Latakia, un avión ruso fue derribado cerca de la
frontera con Turquía. Según el Gobierno de Turquía, el avión había traspasado el espacio
aéreo turco y había ignorado diez advertencias antes de su derribo. Vladimir Putin indicó que
esto traería graves consecuencias para la relación con Turquía y que representaba un acto
traidor de parte de los aliados del terrorismo. El ministro Lavrov dijo a la prensa que el incidente
parecía ser ocasionado como una provocación al Gobierno ruso. Asimismo, se anunció la
instalación de misiles anti aéreos S-400 en Latakia, que tenían la capacidad de alcanzar más
allá de la frontera con Turquía (Melvin, Martinez & Bilginsoy, 2015). A principios de diciembre,
Rusia realizó una demostración de su tecnología militar al disparar misiles cruceros contra
objetivos en tierra desde un submarino. Hasta ese momento, solo se había visto esta
tecnología de Estados Unidos y Reino Unido. Además, los aviones que sobrevolaban Siria y
los tanques utilizados en tierra eran de última tecnología. No quedaban dudas que esta
demostración militar iba más allá de confrontar y retener a los terroristas y rebeldes. Rusia
quería exhibir al mundo la capacidad militar con la cual contaba (Blair, 2015).

A principios del 2016, los medios de prensa anunciaron que un 11 por ciento de la población
en Siria había fallecido y el 45 por ciento había sido desplazado. Las escalofriantes cifras
llegaron de la mano del Centro de Investigación Política de Siria (SCPR, por sus siglas en
inglés), la cual siguió recopilando información luego que las Naciones Unidas suspendieran el
conteo de víctimas en el 2013 (Black, 2016). Frente a esta crisis humanitaria, el primero de
febrero, las Naciones Unidas dieron el inicio de nuevas conversaciones para la paz en Siria,
en la sede de Ginebra. Sin embargo, estas conversaciones serían suspendidas a los tres días
de iniciadas debido a la mayor operación del Gobierno de al-Assad, con el apoyo de los
bombardeos rusos, contra la ciudad de Aleppo (BBC News, 2016a). La destrucción del norte
de la ciudad tomada por los rebeldes causó una de las mayores oleadas de refugiados, cerca
de 70 mil personas según el Gobierno de Turquía (Wintour, Chulov & Black, 2016).
Frente a esta decisiva batalla de Aleppo, la cual significaba una gran derrota para los rebeldes,
el Gobierno de Arabia Saudita declaró estar dispuesto a enviar sus tropas en caso que Estados
Unidos lo aprobara. El Estado árabe había financiado y apoyado a muchos de estos grupos
rebeldes en contra de al-Assad para mantener sus propios intereses en el país. Ante esta
posibilidad, el primer ministro ruso, Dmitri Medvédev, declaró ante los medios alemanes que
la guerra podría volverse en una nueva guerra mundial. Empero, tanto el Gobierno de Rusia
como el de Estados Unidos, declararon querer llegar juntos a un cese al fuego en las próximas
semanas (Spencer, 2016).

El 15 de marzo del 2016, tras la reanudación de las conversaciones para la paz en Ginebra,
Vladimir Putin sorprendería al mundo anunciando que Rusia comenzaría a retirar sus fuerzas
del país. El Gobierno de Bashar al-Assad confirmó tener conocimiento de esto, declarando
que la decisión fue tomada debido a los objetivos alcanzados por el Gobierno ruso y sirio en
el país (Yan & Hume, 2016). No obstante, un portavoz del Ministerio de Defensa ruso declaró
que los bombardeos de Rusia continuarían sobre el territorio sirio a pesar del retiro de la
mayoría de las fuerzas rusas (BBC News, 2016b). Dos semanas más tarde, la ciudad histórica
de Palmira era liberada del Estado Islámico por las fuerzas del Gobierno de al-Assad en
coordinación con los bombardeos y las fuerzas especiales de Rusia (Gibbons-Neff, 2016).

Debido al escalamiento de la violencia en Aleppo, tras el supuesto cese al fuego de fines de


febrero, las conversaciones en Ginebra volverían a suspenderse en abril. Sin embargo, un
mes más tarde, Rusia trataría de estabilizar la situación en Aleppo pidiendo nuevamente cesar
la violencia de todas las facciones en la zona (BBC News, 2016c). El primero de julio del 2016,
el ministro de Relaciones Exteriores de Turquía, Mevlut Cavusoğlu, y el ministro de Asuntos
Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, anunciaron la coordinación de sus políticas sobre Siria, la
cual había sido muy opuesta hasta el momento, superando así el incidente del derribo del
avión ruso. Probablemente, esto tenía que ver con la salida del ex ministro Davutoğlu del
Gobierno turco dos meses antes o también deberse al continuo apoyo que Estados Unidos
continuaba depositando en las milicias kurdas, las cuales preocupaban mucho a Turquía. De
cualquier forma, Turquía había decidido ser más pacientes con el Gobierno de al-Assad y
concentrarse más en los kurdos sirios, sobre todo en la milicia de las Fuerzas Democráticas
de Siria, la cual se creía que guardaba relación con el grupo secesionista del Partido de los
Trabajadores de Kurdistán, por sus siglas PKK, un grupo al cual consideran terroristas
(Oliphant & Weise, 2016).
Estados Unidos, por otro lado, demostraba tener problemas con su programa de
entrenamiento de rebeldes moderados con el objetivo de luchar contra el Estado Islámico y el
Gobierno de al-Assad en tierra. Varios reportes indicaban que estos rebeldes eran
rápidamente vencidos por sus enemigos o terminaban uniéndose a distintos grupos islamistas
(Bulos, 2015). Debido a las escasas opciones, el secretario de Estado, John Kerry, se reunió
con Vladimir Putin y Sergei Lavrov en Moscú para proponer una alianza ruso americana en
contra de los grupos islamistas. La propuesta sería muy criticada por distintos sectores del
Gobierno estadounidense, ya que consideraban a Rusia como un enemigo de la paz y
democracia norteamericana (Ensor & Oliphant, 2016). Sin embargo, el Gobierno de Obama
estaba llegando a su final y buscaba alcanzar algún acuerdo que beneficiara a la paz en Siria.
A fines de julio, ambos países acordaron establecer corredores para que los rebeldes o civiles
de Aleppo pudieran rendirse y escapar de la guerra, además de recibir ayuda humanitaria. Sin
embargo, muy pocos utilizaron estas rutas debido a la desconfianza de ser emboscados
(Hume, Kourdi & Elwazer, 2016).

El primero de agosto del 2016, un helicóptero ruso fue derribado regresando de llevar ayuda
humanitaria a Aleppo, cobrando la vida de cinco personas. Este sería el incidente más
sangriento de las fuerzas rusas desde que inició la intervención en setiembre del 2015 (BBC
News, 2016d). El 16 de agosto, el ministro de Defensa de Rusia declaró por primera vez que
los aviones rusos habían utilizado una base en Irán desde donde partían para bombardear el
suelo sirio (Tsvetkova & Lowe, 2016). Al mismo tiempo, Rusia, por primera vez, empezó a
lanzar misiles desde un barco de guerra en el Mediterráneo. Esta demonstración del poderío
militar ruso representaba la capacidad que tenía Rusia para atacar desde varios frentes
(Kramer & Barnard, 2016). A mediados de agosto, las Fuerzas Democráticas de Siria
consiguieron liberar a la ciudad de Manjib, al norte de Siria, con el apoyo de los bombardeos
estadounidenses (Agence France-Presse, 2016). Turquía, paralelamente, decidió enviar
tropas militares y tanques a cruzar la frontera con Siria bajo la excusa de luchar en contra del
Estado Islámico. Sin embargo, oficiales estadounidenses negaron aquello, diciendo que la
mayoría de los enfrentamientos de los turcos fue en contra de las Fuerzas Democráticas de
Siria (Barrington & Bektas, 2016).

El 10 de setiembre del 2016, el ministro Lavrov y su par, John Kerry, anunciaron desde
Ginebra haber llegado a un nuevo acuerdo para el cese al fuego en Siria. Sin embargo, cuatro
días después, Moscú advertía a Washington de continuar con los bombardeos si continuaban
apoyando a los rebeldes en Aleppo (Browne & Labott, 2016). El 4 de octubre del 2016, Estados
Unidos suspende las conversaciones con Rusia sobre Siria debido a que Rusia no pudo
respetar el cese al fuego (BBC News, 2016e). El mismo día, Rusia instala por primera vez en
su base de Tartus el sistema de misiles S-300, uno de los más letales sistemas de defensa.
Esta era una clara advertencia de Rusia que pretendía proteger sus operaciones y las del
Gobierno sirio en contra de cualquier interferencia estadounidense (BBC News, 2016f). El
viceministro de Defensa, Nicolai Pankov, también anunció que Rusia tenía planes de volver a
su base naval en Siria permanente (Sharkov, 2016). El 8 de octubre, el Consejo de Seguridad
intentaría pasar una resolución condenando a los bombardeos sobre Aleppo. Rusia vetaría
por quinta vez una resolución en contra del Gobierno sirio, la última había sido en el 2014
(Borger, 2016). A fines de octubre, Rusia envía la mayor flota rusa vista hasta el momento
compuesta de su flota del Norte y del Báltico, con el objetivo de transportar más aviones
bombarderos hacía Siria (Mansfield, 2016).

El primero de noviembre del 2016, el ministro de Defensa ruso, Sergei Shoigu, anunció a la
prensa que las conversaciones de paz con Occidente serían suspendidas indefinidamente ya
que no habían cumplido con cesar el apoyo a los rebeldes (Reuters, 2016a). Al día siguiente,
el ministro advirtió a las fuerzas rebeldes de Aleppo que iban a bombardear la ciudad
nuevamente en tres días y que debían utilizar los corredores para escapar hasta ese momento
(Reuters, 2016b). Días más tarde, el portaviones ruso, el Almirante Kuznetsov, fue puesto en
acción por primera vez en la guerra en Siria, sirviendo de zona de despegue para varios
aviones bombarderos (Efstathiou, 2016). El bombardeo de la parte este de Aleppo fue
intensificado y los rebeldes estaban siendo arrinconados. La falta de apoyo estadounidense
fue notable y esto se debió en parte al cambio de Gobierno y la elección del nuevo presidente
norteamericano, Donald Trump (Graham-Harrison, 2016).

El 5 de diciembre del 2016, Rusia vetó por sexta vez una resolución del Consejo de Seguridad
en las Naciones Unidas, que pretendía demandar una tregua de siete días entre la oposición
y el Gobierno en Aleppo (Nichols, 2016). El 12 de diciembre, en medio de la continua batalla
en Aleppo, el Estado Islámico aprovechó el caos para volver a tomar la ciudad histórica de
Palmira (McKirdy & Dewan, 2016). La captura sería por poco tiempo ya que nuevamente sería
liberada tres meses después. Mientras tanto, el embajador de Rusia ante las Naciones Unidas,
Vitaly Churkin, confirmaría que el Gobierno de Bashar al-Assad había retomado el control de
la zona este de Aleppo, poniendo un cese al fuego en la ciudad y la evacuación de los rebeldes
con vida (Dewan, Mckirdy & Sterling, 2016).
El 19 de diciembre de 2016, el embajador de Rusia en Turquía, Andrei Karlov, sería asesinado
en medio de una exhibición de arte por un activista en contra de la intervención rusa en Siria
(Harvey & Hacaoglu, 2016). Esto, sin embargo, no afectaría las relaciones entre Rusia y
Turquía, quienes declararon al día siguiente querer iniciar las conversaciones de paz entre el
Gobierno de al-Assad y la oposición, remplazando así a las de Ginebra. El anuncio también
incluyo al liderazgo de Irán y más bien excluía a Occidente de las conversaciones, las cuales
tomarían lugar en Astaná, Kazajistán (Sanchez, 2016). Si bien Turquía servía como
intermediador de la oposición, no tomarían en cuenta a ningún representante de los kurdos,
aliados de Estados Unidos en contra del Estado Islámico (Wintour, 2016). La semana
siguiente, el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdoğan, acusaba a los Estados Unidos de
asistir y apoyar a grupos terroristas como el Estado Islámico y grupos kurdos. El presidente
Trump estaría a cargo de continuar la aprobación del presupuesto para las fuerzas kurdas pero
aún quedaba la duda si continuaría el plan trazado por Obama (Al Jazeera, 2016a).
Finalmente, el 28 de diciembre del 2016, Rusia y Turquía declararon un cese al fuego nacional
entre el Gobierno de al-Assad y las fuerzas de oposición. El acuerdo, sin embargo, excluía la
batalla en contra de los grupos radicales como el Estado Islámico (Al Jazeera, 2016b).

3.4 La influencia religiosa, la competencia energética y los principales actores del


Medio Oriente sobre la Crisis de Siria

Este subcapítulo analiza los elementos principales que influyen sobre la Crisis en Siria. De
esta manera, se toma en consideración la influencia del Islam, así como la relación de Rusia
con sus poblaciones musulmanas. Además, se analizará la relación de Rusia con los
protagonistas que más influencia tienen sobre la Crisis, tomando en cuenta la competencia
energética de la cual Rusia también forma parte.

3.4.1 El Islam.

El cisma del Islam se encuentra arraigado a la sucesión del profeta Mahoma en el año 632
D.C. Mientras que algunos apoyaban al acompañante de Mahoma, Abu Bakr, otros hablaban
del primo y nuero, Ali ibn Abi Talib, como su verdadero sucesor. Ali había sido importante para
la labor de Mahoma pero no contaba con la suficiente edad para ganarse el respeto del sistema
tribal árabe. Sus seguidores consideraron ilegítimo el liderazgo de Abu Bakr y los siguientes
dos califas, por lo que decidieron asesinar al tercer y último califa en el año 656 D.C. Cinco
años más tarde, Ali también sería asesinado al igual que sus dos hijos. Los que apoyaban la
descendencia de Ali serían conocidos como chiitas mientras que los creyentes en el califato y
opuestos a la sucesión sanguínea serían llamados sunitas. La mayoría de musulmanes en el
mundo contemporáneo pertenecen a la tradición sunita mientras que un 10 a 15% son
considerados chiitas. No obstante, los chiitas son la mayoría dentro de ciertos países como
Irán, Iraq, Bahréin y Azerbaiyán. Asimismo, se debe considerar el número significante de
chiitas en países como Yemen, Siria, Afganistán, Líbano, Kuwait y Bahréin.8 La diferencia entre
ambas ramas del Islam ha servido de base para la intolerancia religiosa, la violencia sectaria
y la lucha por el control político de estos países (Khalili, 2016).

Dentro de estas dos grandes raíces se encuentran algunas variantes importantes que
mencionar. Una de ellas es el alauismo, la cual proviene de la familia chiita, por lo que
consideran al profeta Ali como el verdadero sucesor de Mahoma. Sin embargo, a diferencia
de los chiitas, los alauitas adoptan costumbres sincréticas, es decir, tomadas de otras
religiones; por ejemplo, celebran el nacimiento de Cristo. Asimismo, han adoptado prácticas
espirituales que van más allá del Islam, parecidas al sufismo. Durante siglos, los alauitas
habían sido perseguidos por los sunitas en Siria, considerándolos de ser herejes y peores que
los cristianos. Al encontrarse geográficamente aislados y marginalizados por los otomanos,
los alauitas tuvieron que mantenerse unidos para defender su identidad y religión ante
continuos ataques e invasiones (El Matrah et al., 2014).

Tras la caída del Imperio Otomano y la instauración del mandato francés, poco a poco los
alauitas intentaron formar parte del Gobierno sirio mediante el servicio militar, volviéndose así
la columna vertebral del sistema político y de las fuerzas armadas de Siria. Tras la Segunda
Guerra Mundial, los alauitas y sunitas se unieron en contra de Francia, estableciendo por
primera vez el Estado de Siria en 1946. Tras varios golpes de Estado el Gobierno terminó
cayendo en las manos de los alauitas, representados por la casa de al-Assad, quien proclamó
un Gobierno secular que aceptaba la diversidad religiosa. De esta manera, el conflicto entre
los alauitas y sunitas intentó ser separado de los asuntos del Gobierno. Sin embargo, la guerra
civil en Siria revivió estas grandes diferencias culturales y religiosas que siempre estuvieron
presentes en la sociedad siria (El Matrah et al., 2014).

8
Ver mapa de chiitas y sunitas (Anexo 6).
Otra de las variantes del Islam que ayudan a entender mejor la situación y el contexto regional
de la Crisis en Siria es el wahabismo. Este se originó como un movimiento de reforma teológica
que buscaba restaurar la creencia en un solo Dios, principio conocido como tawhid, la
verdadera unidad de Alá. De esta manera, se rechazaban prácticas o disciplinas que habían
evolucionado en la historia del Islam, como la tradición de visitar las tumbas de profetas
venerados o la jurisprudencia dentro de la religión. Este tipo de disciplinas eran denominadas
como shirk, es decir, la veneración a otras creencias que no son parte de la unidad de Alá.
Varios de los escolares musulmanes rechazaron las definiciones de tawhid o shirk del
wahabismo. Estos, en cambio, reprochaban a la mayoría de musulmanes sunitas, a quienes
consideraban paganos que se habían alejado de las enseñanzas de al-salaf, es decir, de las
tres primeras generaciones de defensores del Islam. Bin Abd al-Wahhab, fundador de este
movimiento, luchó en contra del califato otomano en la península arábiga, enfrentándose a la
sociedad de esta región a quienes acusaba de ser infieles y corromper la religión, práctica
conocida como takfir. Sus enseñanzas influenciaron a las campañas de conquista de la
península de Arabia de Saud bin Abd al-Aziz. Tras la caída del Imperio Otomano y la
instauración de Arabia Saudita, la casa de Saud dejaría atrás las incursiones y se dedicaría a
gobernar y mejorar las relaciones con los otros reinos y Estados de la región, incluso
estableciendo fuertes relaciones con Occidente. Ante las fuertes críticas de parte de un sector
del wahabismo por no querer continuar con las incursiones o la yihad, la familia saudí se volvió
mucho más conservadora y dominante sobre todos los aspectos de la sociedad (Moussalli,
2009).

El salafismo, al igual que el wahabismo, rechaza la orientación que tomó el Islam tras el
periodo de al-salaf. Sin embargo, esto no indica necesariamente tener que retroceder a las
prácticas antiguas del Islam, se podía trazar un nuevo camino pero que procediera
directamente del salaf. El salafismo, a diferencia del wahabismo, veía el cambio dentro de su
propia sociedad y no más allá de sus fronteras. Los salafistas no le daban prioridad a la política,
porque la consideraban pagana y corrupta. La veneración a Alá no se fundaba en actos
personales o públicos sino que formaba parte de todas las dimensiones sociales. Si bien los
salafistas seguían las leyes islámicas (al-sharia) como otros fundamentalistas, no aprobaban
las ideas de democracia u otras ideologías que colocaran al hombre o pueblo por encima de
Dios. Para ellos, la vida bajo la sharia no requería el establecimiento de un Estado islámico
(Wiktorowicz, 2005).
Asimismo, el esfuerzo por mejorar las condiciones y vida en el Islam podía ser dividido en dos
niveles: la defensa externa e interna del Islam, ambas denominadas como yihad. La defensa
externa proclamaba la lucha en contra de los no creyentes y también en contra de cualquier
individuo que fuese injusto con el Islam, incluso siendo musulmán. Kissinger (2014) define a
esta yihad como una lucha entre el dar-al Islam, es decir la Casa del Islam, el califato o
institución sucesora de la autoridad política que el Profeta Mahoma ejerció, y los territorios
más allá del califato llamados dar-al harb. Para este autor, el dar-al Islam significa para los
creyentes un reino de paz mientras que el dar-al harb no es más que una zona de guerra. Por
consiguiente, la visión del Islam fue incorporar a los territorios más allá de su reino de paz
mediante la guerra y así instaurar la paz universal. Esta es la visión más utilizada por los
yihadistas radicales, sin embargo, el salafismo, prefería centrarse en la defensa interna del
Islam. Para ellos, la yihad es un esfuerzo interno por purificar el alma del creyente, la cual se
da mediante el aislamiento en vez de la lucha en contra del sistema. Para los salafistas, la
yihad no implicaba la rebelión, empero, si el sistema que los gobernaba era considerado infiel,
se legitimaba la caída del mandatario a manos de ellos (Moussalli, 2009).

El islamismo es un movimiento que centra sus acciones en promover el renacimiento del Islam
político en la modernidad, advocando al establecimiento del Estado como el único camino para
implementar la sharia. De la mano de Sayyid Qutb, el partido de los Hermanos Musulmanes
creció en Egipto con el objetivo de llegar democráticamente a la presidencia del país e
instaurar la sharia. En Irán, mediante la revolución de 1979, pudo implementarse la sharia
como parte de la constitución gracias al liderazgo del Ayatollah al-Khomeini. El islamismo
buscaba oponerse al Estado laico o nacionalista árabe que era influenciado por Occidente y
sus costumbres ateas. No obstante, pretendía llegar al poder de forma democrática a través
de la acción de sus partidos políticos. Los islamistas no utilizan la violencia como una
herramienta central a menos que el Gobierno no les permita ejercer sus derechos
democráticos. El islamismo culpa a los regímenes dictatoriales, ausentes de una sociedad
pluralista e instituciones democráticas, de provocar el uso de la violencia. Bajo esta consigna,
la violencia del Gobierno de Bashar al-Assad hacia los grupos islamistas mantiene el conflicto
vivo y con escasas posibilidades de solución (Berman, 2003).

El radicalismo o el yihadismo takfir de grupos terroristas como al-Qaeda o el Estado Islámico


solo puede ser explicado tras las fallas del islamismo moderado, el wahabismo y el salafismo
conservador en traer consigo un verdadero cambio positivo al mundo y el estilo de vida del
Islam. La victoria de los muyahidines en contra de la invasión soviética en Afganistán introdujo
al escenario internacional una nueva corriente de wahabistas, salafistas e islamistas que
optaron por el radicalismo y la yihad de sus métodos al enfrentarse a Occidente y los
Gobiernos árabes. Las violentas tácticas con las que estos grupos desestabilizarían la región
los volvería una herramienta de algunos Gobiernos para prevalecer sus intereses en el
escenario regional e internacional, abasteciéndolos de armas y recursos económicos. De esta
manera, el radicalismo utiliza las frustraciones de algunos musulmanes para ganar más
unidades de combate, esto sumado al poder y dinero detrás de estas organizaciones
terroristas, los termina volviendo en actores muy importantes en zonas de conflicto y guerra
(Fattah, 2015).

3.4.2 La yihad en Rusia.

El radicalismo religioso no es un tema ajeno a Rusia; desde los años ochenta, ha estado
presente en el Cáucaso norte. Los chechenos, el pueblo mayoritario musulmán sunita de esta
zona, buscaban principalmente su autonomía tras la caída de la Unión Soviética. Hasta 1994,
Chechenia era un Estado independiente de facto que luchaba por mantener un Gobierno
estable en medio de una crisis económica. Tras la gran desaprobación del Parlamento ruso
hacia el Gobierno de Boris Yeltsin, el presidente se vio obligado a tener que demostrar su
autoridad en contra de los chechenos, mediante el ingreso de tanques rusos a Chechenia en
diciembre de 1994. La guerra, que dejó una cifra de 50 mil civiles fallecidos, terminó de manera
inconclusa tras los acuerdos de Khasavyurt de 1996 y la retirada de las tropas rusas de la
región. La decisión final sobre el estatus político de Chechenia sería pospuesta hasta el 2001.
El conflicto con los chechenos había sido territorial en un principio pero el nacionalismo político
secular identificado con las fuerzas enemigas, volvió más notable la radicalización de los
chechenos a partir de 1995, año en el cual, Ahmat Kadyrov, uno de los líderes separatistas,
declaró la yihad en Rusia (International Crisis Group, 2012a).

En 1999, tras varias escaramuzas entre los chechenos y las tropas federales, un grupo de
insurgentes comandados por Shamil Basáyev, líder militar checheno, invadieron la región de
Daguestán, con el objetivo de liberar a los musulmanes daguestaníes de los infieles. El 30 de
setiembre de 1999, las fuerzas rusas ingresan a Chechenia y Daguestán dando inicio a la
segunda guerra en contra de los chechenos. Esta guerra fue más mediática y recibió mayor
preocupación del pueblo ruso, así como del Parlamento. Esta situación también sirvió para la
llegada de Vladimir Putin a la presidencia. Durante la primera etapa de la guerra, Rusia
bombardeó indiscriminadamente la capital chechena, Grozni. Los militantes chechenos
respondieron con ataques terroristas, secuestros, toma de rehenes, minas, etc. A partir del
2003, el Gobierno de Putin comenzó el proceso de chechenización, lo cual significaba transferir
el control de las instituciones políticas y el orden y seguridad al pueblo checheno, liderados
principalmente por, Ahmad Kadyrov, quien eventualmente sería elegido como presidente de
Chechenia hasta su asesinato en el 2004. El conflicto, de esta manera, había pasado de ser
entre chechenos y rusos a ser un conflicto entre distintos grupos de chechenos. Tras cumplir
los treinta años, el hijo de Ahmad Kadyrov, Ramzan, fue elegido como el nuevo gobernante
de Chechenia. Aunque la insurgencia no ha podido ser controlada en su totalidad hasta el día
de hoy, los chechenos recibieron grandes inversiones para reconstruir la ciudad, albergando
a la mezquita más grande de Europa, un nuevo y moderno complejo de rascacielos y un
estadio deportivo gigante, diferenciando a Chechenia de todo el Cáucaso norte (International
Crisis Group, 2012a).

Tradicionalmente, los musulmanes en el Cáucaso norte han estado más alineados al sufismo,
el cual incorpora elementos de misticismo o pre islámicos a sus prácticas musulmanes
tradicionales. Sin embargo, a partir de los noventas, el salafismo comenzó a cuestionar la
posición predominante de los sufistas. Esto fue debido en parte al regreso de muchos
musulmanes que estudiaron en universidades del Medio Oriente y regresaron siendo más
conservadores y con el objetivo de luchar en contra de los ateos rusos. La prensa rusa empezó
a considerarlos como wahabistas debido a sus relaciones con Arabia Saudita y su visión
yihadista. La invasión de los chechenos a Daguestán provocó un mayor conflicto entre los
sufistas y salafistas. Sin embargo, estas divisiones no fueron tan opuestas como uno podría
pensar al inicio, los sufistas reconocían el uso de la sharia para varios aspectos de la vida al
igual que los salafistas. Aunque muchos de estos habían regresado del Medio Oriente
radicalizados, gran parte de los salafistas se mantuvieron aislados del conflicto y en contra de
la violencia, reconociendo al Estado secular ruso (International Crisis Group, 2012b).

Los atentados terroristas en Rusia relacionados al Cáucaso norte han cobrado la vida de 627
personas entre 1996 y 2012. En el año 2010, dos ataques suicidas en una estación de tren
dejaron 40 fallecidos. De la misma manera, en el 2013, tres atentados en Volgogrado, al sur
de Moscú, cobraron la vida de 40 civiles. Estos atentados estuvieron relacionados a los
insurgentes de Daguestán. Nuevamente, se pudo observar como los salafistas, en su mayoría
jóvenes, estaban radicalizándose y compitiendo con el liderazgo tradicional de los sufistas en
Daguestán. A pesar de los intentos de hacer crecer económicamente la región y brindar mayor
estabilidad a la población, los atentados continuaron. El presidente Putin optó por ser más
drástico y violento en contra de los insurgentes daguestaníes un año antes de celebrar las
olimpiadas de invierno en Sochi. La milicia local comenzó a atacar directamente a las familias
de algunos líderes salafistas, así como hacer redadas dentro de las mezquitas, incluso en el
mes de Ramadán. Los salafistas y sus familias comenzaron a ser perseguidos políticamente,
generando aún más resentimiento y violencia en contra del Gobierno ruso. No obstante, en el
2014, se registró la disminución del 54 por ciento de enfrentamientos entre los insurgentes y
las fuerzas de seguridad de la región. Esto solo se debió a que los radicales optaron por salir
del país y unirse al Estado Islámico y la guerra en Siria. De esta manera, huían de la
persecución y podían entrenarse junto a terroristas más experimentados (Human Rights
Watch, 2015).

Como se ha podido observar, el radicalismo ha estado presente en mayor o menor medida en


las últimas décadas. Sin embargo, la expansión del radicalismo hacia otras regiones de
predominancia musulmán es un fenómeno reciente. Los tártaros y baskires son pueblos rusos
de origen túrquico presentes alrededor del centro y oeste de Rusia. A diferencia de los
chechenos del Cáucaso norte, estos son pueblos mucho más integrados a la población rusa y
con costumbres religiosas menos presentes. Empero, a partir del siglo XXI, estos pueblos
devotos del Islam comenzaron a formar y apoyar grupos radicales. Demostraciones en
Tartaristán se manifestaron en contra del apoyo ruso al Gobierno de Bashar al-Assad y a favor
del radicalismo en Siria e Iraq (Malashenko, 2015).

Según un censo del 2002, la población musulmana era aproximadamente 14.5 millones. Luego
de quince años, se podría estimar unos 16 millones, pero estos números no consideran a los
inmigrantes de Asia Central o Azerbaiyán. Por lo tanto, se podría hablar de más de 20 millones
de musulmanes; una estimación que Vladimir Putin utiliza en sus discursos. Siendo Rusia una
población de 144 millones de habitantes, se estaría hablando de un 14% de musulmanes que
viven en Rusia, aproximadamente. A pesar de esto, no existe una organización central entre
las poblaciones musulmanas, como el concepto de umma o comunidad de creyentes. En vez
de esto, se tiene a los dos grupos más grandes de musulmanes, los del Cáucaso norte, es
decir, los chechenos o daguestaníes y los del centro de Rusia, la zona de los Urales y Crimea,
pobladas por los tártaros y baskires. Esto evitó que el radicalismo checheno de fines de los
noventas no se pudiera expandir al otro grupo, ya que las diferencias étnicas tienen mucho
más peso que la religión para estas poblaciones rusas (Malashenko, 2015).
En octubre del 2013, en Ufa, la capital de la región de Bashkortostán, al norte de Kazajistán,
el presidente Vladimir Putin se reunió con las cabezas de la Junta Espiritual Musulmán, la cual
representaba principalmente a los musulmanes tártaros y baskires. Durante la reunión, el
presidente resaltó diferentes problemas como la socialización de estas comunidades o el
reconocimiento de la religión dentro de la política. De esta manera, Putin sentaba las bases
para un mayor acercamiento del Gobierno con estos pueblos que podrían ser muy susceptibles
a la radicalización si se les continuaba dejando aislados. Sin embargo, estas promesas no han
sido cumplidas por el momento y esto preocupa mucho sobre todo a los tártaros de Crimea, a
quienes se les prometió incluso posiciones importantes en el Gobierno de esta región. La
tensión entre este pueblo y el Gobierno ruso podría seguir aumentando en los siguientes años
de no haber un acercamiento mucho más creíble de parte de Rusia (Malashenko, 2015).

Si bien se ha mantenido cierta estabilidad y progreso en Chechenia, esto no ha sucedido con


Daguestán o las zonas de los tártaros y baskires. El peligro del radicalismo se encuentra
presente para el Estado ruso y este está ligado a la porosidad de sus fronteras. De un lado,
los daguestaníes y algunos chechenos, disconformes con los clanes líderes de la región, han
atravesado el Cáucaso con el objetivo de integrar la guerra en Siria y unirse al Estado Islámico
o al-Qaeda, siendo un gran peligro su retorno a Rusia. De otro lado, la continua migración de
poblaciones musulmanas de Asia central vuelve cada vez más difícil y tensa la relación del
Estado ruso y los musulmanes dentro de sus fronteras.

Esta relación de identidades distintas u opuestas dentro de Rusia es un problema latente para
la estabilidad del país. Desde el periodo de Yevgueni Primakov como ministro de Asuntos
Exteriores, la política exterior rusa pasó a priorizar la seguridad y los intereses geopolíticos en
el extranjero próximo, dando un mayor interés a la soberanía rusa y su influencia sobre un
determinado espacio geográfico. Sin embargo, esta política tenía problemas para definir y
clasificar a las poblaciones habitantes de estos territorios, considerando a los de origen ruso
de ser sus compatriotas. La ambigüedad de esta definición yace en la multiculturalidad que
revela las diferencias entre unos pueblos y otros, aun siendo étnicamente de origen ruso. El
término “compatriota” es utilizado en el Concepto de Política Exterior del 2013, en donde se
señala la importancia en brindar ayuda a los compatriotas que viven en el extranjero próximo.
Este concepto también sirvió para legitimar la defensa de los osetios del sur en Georgia
durante el conflicto con Rusia en el 2008. Mientras sigan utilizando a los compatriotas como
excusa para perseguir los intereses geopolíticos rusos, no teniendo en cuenta un mayor
reconocimiento de los distintos pueblos y sus particularidades, Rusia seguirá estando en alerta
de los intentos de secesión del Cáucaso norte o Crimea (Casula, 2017).

Durante los primeros meses de la Primavera Árabe, el primer ministro, Vladimir Putin, advirtió
que la intervención de potencias internacionales podía fomentar el islamismo radical de estas
protestas, lo cual tendría consecuencias sobre el Cáucaso norte. Rusia observa al Medio
Oriente como una zona de riesgo que puede provocar la inestabilidad de sus regiones
fronterizas, así como influenciar a su significante población musulmana. En junio de 2012, el
secretario del Consejo de Seguridad de Rusia, Nicolai Patrushev, indicó que los escenarios
desenvueltos por la Primavera Árabe, la habían convertido en una cuna del terrorismo
internacional que amenazaba a la Federación de Rusia. Además, advirtió sobre la proliferación
de armas convencionales que procedían del conflicto sirio. Rusia, de esta manera, mantiene
que si el Gobierno de al-Assad fuera derrocado las insurgencias en el territorio ruso se
beneficiarían de todo el flujo de armas debido a la crisis. A pesar de esto, algunos analistas
han aducido que la relación entre la situación en Siria y el Cáucaso norte no es tan fuerte como
el Gobierno ha querido mantener (Lazareva, 2012).

Se calcula que el número de radicales del Cáucaso norte dentro del conflicto varía entre 300
a 1400. Y, uno de sus principales motivos para participar en Siria es tener la oportunidad de
combatir a las fuerzas rusas y sus aliados en un escenario distinto, siendo la religión una
herramienta para poder pelear al lado de los otros grupos de oposición. El grupo más grande
e importante de yihadistas del Cáucaso norte en Siria pertenecen a Jaysh al-Muhajirin wal-
Ansar, una organización compuesta de daguestaníes, azeríes, chechenos, así como tayikos,
kazajos e incluso bosnios. Debido a su experiencia en las guerras de Chechenia, este grupo
demostró una gran resistencia en contra de las fuerzas de al-Assad durante la batalla de
Aleppo. Sin embargo, las diferencias o divisiones del liderazgo no les permitieron mantenerse
autónomos por mucho tiempo y terminaron uniéndose al Estado Islámico en el 2013.
Asimismo, muchos de sus miembros prefirieron su afiliación a al-Nusra. La alineación de los
yihadistas del Cáucaso a grupos terroristas solo justificó aún más la visión que Rusia tenía de
ellos como un peligro para su seguridad (Ouellette & Souleimanov, 2015).

3.4.3 Arabia Saudita.

El conflicto en Siria representa para Rusia una guerra subsidiaria en contra de los islamistas
radicales encontrados alrededor de sus fronteras. Sin embargo, la resistencia que pueden
demostrar estos grupos es fortalecida por otra guerra, una situada en un nivel regional entre
sunitas y chiitas, liderados respectivamente por Arabia Saudita e Irán. Rusia observó las
demandas de Arabia Saudita y otros Estados del Golfo para que Estados Unidos intervenga
en Siria como una grave amenaza para sus intereses. No sería la primera vez que los saudíes
actuaran en contra de los intereses rusos, suministrándoles armas y dinero a sus enemigos
durante la invasión soviética en Afganistán, las guerras en Chechenia y el conflicto de Kósovo
en contra de sus aliados, los serbios. Rusia entendía que la alianza norteamericana-saudí en
contra del Gobierno sirio quería contener la influencia iraní sobre la región, la cual ya estaba
teniendo éxito en la política interna de Iraq. Rusia, por lo tanto, decide denunciar al islamismo
radical sunita, acusando a Arabia Saudita y Qatar de armar a terroristas de la oposición,
mientras que ignora y más bien defiende la acción de islamistas chiitas en Siria, como
Hezbollah (Parker, 2015).

La relación de Estados Unidos con Arabia Saudita ha sido por décadas una barrera para el
acercamiento con Rusia. Desde que los dos países entablaron relaciones en los años treinta,
Arabia Saudita tuvo que mostrarse en contra de la Unión Soviética de ese entonces. Durante
los años ochenta, Estados Unidos recibió ayuda de los saudíes frente a los soviéticos en
Afganistán, brindando apoyo económico a los talibanes que luchaban contra el comunismo.
Estados Unidos, en cambio, ayudaría a detener la invasión iraquí de 1990 sobre el país del
Golfo, Kuwait, aliado de los saudíes. Por muchas décadas, la relación de estos dos países
estuvo basada en la venta de petróleo saudí a los norteamericanos a cambio de protección y
seguridad de parte de Estados Unidos (Blanchard, 2017). Sin embargo, esto cambió con la
invasión estadounidense en Iraq del 2003. La presencia de fuerzas militares estadounidenses
en la región recibió fuertes críticas de todos los vecinos de Iraq, incluyendo a los saudíes.
Asimismo, la caída del Gobierno sunita de Saddam Hussein había dejado libre a la influencia
chiita de Irán. Por décadas, Iraq había contenido a su vecino Irán, incluso peleando una larga
y costosa guerra de ocho años en los ochentas. El Gobierno sunita de Iraq, al igual que el
Gobierno baazista de Siria, tampoco representaba a la mayoría de la población, la cual
pertenecía a la corriente chiita. Con la caída de Hussein, una guerra civil entre sunitas y chiitas
dentro de Iraq desataría el antiguo conflicto entre estas dos ramas del Islam en la región
(Wehrey et al., 2010).

Estos eventos darían paso a la diversificación en las relaciones de Arabia Saudita con otras
potencias. En setiembre del 2003, el rey Abdullah visitaría Moscú en donde sería recibido por
el presidente Putin. Ambos países intentaron dejar de lado los problemas ocasionados por el
apoyo saudí a los chechenos en los noventas. El rey Abdullah se manifestó a favor de la
soberanía rusa y declaró que el conflicto en Chechenia era un asunto interno ruso. Dos años
después, Rusia ingresaría como observador permanente en la Organización para la
Cooperación Islámica, bajo recomendación de Riad (Kreutz, 2007). Las relaciones mejoraron
aún más durante el segundo Gobierno de Putin, llegando incluso a visitar a Arabia Saudita,
Qatar y Jordania en el 2007, volviéndose el primer presidente ruso en visitar el Golfo pérsico
en la historia (Abu Nasr, 2007).

En julio del 2008, el príncipe de Arabia Saudita, Bandar bin Sultan, se reunió con el nuevo
presidente, Dimitri Medvédev, acordando la venta de dos a seis mil millones de dólares en
armas. Sin embargo, los contratos de armas que Arabia Saudita terminó negociando con Rusia
fueron de montos pocos significantes así como de infraestructura para la Copa del Mundo del
2018. En diciembre del 2011, el Congreso de los Estados Unidos aprobó la venta de armas a
los saudíes, valorizada en 30 mil millones de dólares. Esta venta significaba que los grandes
acuerdos que Rusia esperaba concretar con los saudíes no iban a suceder, provocando un
mayor resentimiento de parte de Moscú (Parker, 2015). En el año 2012, Rusia anunció haber
llegado a un acuerdo de 20 millones de dólares en venta de armas con los saudíes, sin
embargo, parte del contrato estipulaba que Moscú no podría vender un sistema de misiles C-
300 a Irán. Tras la confirmación de la venta de armas estadounidenses a Arabia Saudita, el
Kremlin decidió hace caso omiso y prefirió negociar un contrato de mil millones con Teherán
(Carroll, 2017). Si bien Arabia Saudita había intentado mejorar las relaciones con Rusia, la
compra de armas a los Estados Unidos no iba a cambiar. Las promesas en desviar sus
compras hacia Rusia solo sirvieron para mantenerlo como una potencia de balance dentro de
la región frente al peligro del distanciamiento norteamericano y la influencia iraní. Esta falta de
compromiso e intento de persuasión económica de parte de Arabia Saudita a Rusia, le permitió
a Moscú sentirse libre de actuar en contra de los intereses saudíes en Siria

Por un lado, Arabia Saudita ha demostrado su lealtad al concepto westfaliano del Estado, ya
que esto permite la supervivencia de su monarquía y el reconocimiento internacional de su
soberanía. De otro lado, la influencia religiosa del chiismo y la amenaza del radicalismo
vuelven necesario el liderazgo purista religioso de los wahabistas, el cual no distingue fronteras
al encontrarse basado en la cosmovisión del Islam. Estos dos conceptos distintos del liderazgo
que busca proyectar Arabia Saudita lo colocan en medio de intereses totalmente opuestos. La
familia real busca la protección de su seguridad mediante las relaciones constructivas con
Estados Unidos u Occidente así como la participación en una economía mundial. Al mismo
tiempo, al ser los protectores del Islam, no pueden desviarse del Islam ortodoxo y las
relaciones religiosas con los creyentes sunitas en toda la región (Kissinger, 2014).

3.4.4 La competencia energética.

Otra de las razones por las cuales Rusia y Arabia Saudita han mantenido sus diferencias en
la región ha sido la competencia energética, ya que ambas economías dependen mucho de la
venta de petróleo. Antes que nada, Arabia Saudita es el miembro líder de la Organización de
Países Exportadores de Petróleo – OPEC, por sus siglas en inglés, mientras que Rusia es el
actor más importante de los países no miembros de la OPEC. La organización pretende regular
el mercado de petróleo reduciendo o aumentando sus niveles de producción. En varias
ocasiones, los países liderados por Arabia Saudita han demandado a sus miembros y no
miembros a reducir su producción con el objetivo de aumentar los precios del crudo. Por
ejemplo, en 1997, tras la crisis financiera en Asia, el precio del petróleo colapsó y se les pidió
reducir la producción. Sin embargo, Rusia, que había prometido reducir un siete por ciento, no
lo hizo. También prometió cerrar el flujo de petróleo de sus oleoductos principales pero terminó
compensando las pérdidas aumentando el flujo de sus otros oleoductos. Lo mismo sucedió en
el 2001, tras la caída de precios de Wall Street o tras la crisis financiera del 2008. La política
energética independiente que ha demostrado Rusia en varias ocasiones, generó fricciones
con los miembros de esta organización (Henderson & Fattouh, 2016).

No obstante, es importante mencionar la diferencia entre el sector energético público de Arabia


Saudita, representado por la empresa Aramco, y el sector energético privado de Rusia,
representado por Rosneft, Lukoil, Tatneft, entre otras empresas. En el caso ruso, era más
difícil controlar la producción de sus empresas, lo cual generó problemas a finales del 2001,
cuando la OPEC demandó al Gobierno ruso a reducir la producción frente al colapso del precio
del petróleo. Las empresas privadas rusas no quisieron cumplir con los planes de la OPEC a
pesar de los pedidos de su propio Gobierno. Empero, no se sabe realmente cuanta
responsabilidad tengan en verdad estas empresas ya que bien pudieron ser utilizadas como
parte de una excusa del Gobierno (Kreutz, 2007).

De igual manera, Arabia Saudita ha utilizado sus políticas energéticas como un arma para sus
intereses. La decisión de la OPEC de no exportar más petróleo a los aliados de Israel durante
la Guerra de Yom Kippur generó la Crisis del petróleo de 1973. Asimismo, en 1985, Arabia
Saudita decidió aumentar su producción para hacer caer el precio del petróleo, que la OPEC
trataba de estabilizar tras la segunda Crisis de 1979. Con la caída del precio la economía de
la Unión Soviética fue muy dañada, en un momento en donde dependían de las ventas de
energía para seguir su campaña en Afganistán (Kreutz, 2007). Entre el 2014 y 2016, Arabia
Saudita intentó disminuir los precios del mercado rehusándose a reducir su nivel de
producción. El objetivo fue mantener bajas las ventas de petróleo de Irán, dado que las
sanciones de Occidente a Irán habían sido levantadas y este país iba a poder mejorar su
economía. Además, el aumento de nuevas compañías de petróleo de esquisto de Estados
Unidos estaban afectando las exportaciones hacía su principal cliente, por lo que pretendían
hacerlas fracasar mediante los bajos precios del crudo. Sin embargo, las ganancias por
petróleo de Irán, por más bajas que hayan sido, no pudo frenar el crecimiento de su economía,
ya que esta había sido muy dañada por las sanciones. Y, los avances tecnológicos
estadounidenses permitieron reducir los costos de la producción del petróleo de esquisto,
compitiendo de igual manera con los precios del crudo saudí. Esto llevó a Arabia Saudita a
contentarse con el precio normal del petróleo en junio del 2016, reduciendo la producción
después de casi dos años. Las reservas sauditas cayeron de 746 mil millones de dólares en
el 2014 a 536 mil millones en el 2016, motivando a los saudíes a acercarse a nuevos mercados
como el asiático, disputado por Irán e Iraq, o el mercado europeo, donde tendría que competir
directamente con Rusia (Borroz & Meighan, 2017).

3.4.5 Arabia Saudita frente a los Hermanos Musulmanes y Qatar.

Durante la Primavera Árabe, el Gobierno de Riad se mostró muy prudente frente a las olas
democráticas en contra de los Gobiernos autoritarios. Arabia Saudita, al ser una monarquía,
buscaba prevenir cualquier tipo de influencia de la Primavera Árabe sobre su población.
Debido a las grandes riquezas recaudadas por el petróleo, el Gobierno podía cuidar y
mantener satisfechos a sus ciudadanos. Sin embargo, la ideología religiosa de los Hermanos
Musulmanes, que empezaba a ganar una mayor influencia en la región mediante el
derrocamiento de líderes nacionalistas, podía complicar a su gobierno. Los partidos islamistas
amenazaban al liderazgo wahabista de los saudíes en la región, por lo que era importante
distinguir qué grupos de la oposición en contra de al-Assad en Siria se tenía que apoyar y a
cuáles no. Para Arabia Saudita, la guerra civil de Siria, se había vuelto una guerra de
contención a los intereses iraníes en la región. Sin embargo, Riad tenía que tener cuidado de
no apoyar a los Hermanos Musulmanes, los cuales formaban una gran parte de la oposición
en Siria (Quilliam, 2017).

Desde diciembre de 2013, existían reportes de que el Gobierno saudí estaba financiando a la
organización Jaysh al-Islam, considerada como un grupo salafista radical relacionado a
miembros de al-Nusra o Estado Islámico. En marzo del 2015, distintas fuentes afirmaron que
Arabia Saudita, Turquía y Qatar financiaban a un nuevo grupo llamado Jaish al-Fatah, que
también tenía relaciones con al-Nusra. Arabia Saudita empezó a suministrarles misiles anti
tanques TOW de fabricación estadounidense. Es evidente que los saudíes no repararon en
apoyar a grupos radicales que posiblemente estaban en contra del Gobierno wahabista o
trabajar en coordinación con otros países como Qatar y Turquía con el objetivo de luchar en
contra de los intereses de su mayor enemigo, Irán (Ellison, 2016).

Arabia Saudita estaba dispuesta a continuar financiando y entregando armas a los grupos de
oposición con conexiones al terrorismo. Sin embargo, la intervención directa de Rusia en Siria
cambió todo el panorama. El apoyo saudí se volvió un poco más difícil de sostener frente a las
grandes diferencias militares entre las fuerzas armadas rusas y la oposición. Al mismo tiempo,
la intervención del Gobierno saudí en la Crisis de Yemen en el 2015, no le permitía seguir
peleando dos frentes al mismo tiempo (Quilliam, 2017).

Si bien todos los países del Golfo árabe han mantenido una postura similar a la de Arabia
Saudita en la región, uno de estos países ha demostrado tener diferencias significativas en
algunos temas. Qatar es un país que depende en su totalidad de la venta de gas y petróleo, al
igual que los demás países del Golfo. Este país es el primer exportador de Gas Natural Licuado
en el mundo, proceso que consiste en transportar vía marítima gas en estado líquido para
luego ser gasificado una vez llegado a los puertos de los países consumidores. Qatar tiene las
reservas más grandes de gas detrás de Irán y Rusia, pero no cuentan con gasoductos como
en el caso de Rusia, que transporta el gas natural directamente a Europa, haciendo mucho
menos costosa su exportación. Aun así, Qatar es el segundo país que más cantidades de gas
natural exporta al mundo, detrás de Rusia (Martínez, 2017).

Algunos analistas señalan que Qatar necesitaba construir un gasoducto que atraviese Siria
para llegar directamente a Turquía y así utilizar los gasoductos turcos hacía Europa. Para
conseguir esto, la caída del Gobierno de al-Assad era inevitable, ya que este Gobierno no
ayudaría a la competencia de su aliado ruso. Sin embargo, este análisis no considera
realmente lo difícil que sería construir un gasoducto desde Qatar y que atraviese todo el
desierto de Arabia Saudita y Jordania para llegar recién a Siria. Además, las diferencias
políticas entre Arabia Saudita y Qatar vuelven a este análisis aún más improbable. En el 2006,
por ejemplo, el Gobierno de Riad se opuso a la construcción de un gasoducto entre Qatar y
Kuwait (Al Jazzera, 2017).

Desde la caída del Gobierno de Iraq en el 2003, Qatar empezó a distanciarse de la política
saudí que aparentaba estar detrás de la invasión estadounidense. El conflicto renacido entre
sunitas y chiitas y sus grandes ganancias por la venta de gas influenciaban al Gobierno qatarí
a buscar una política de equilibrio de poder. Las aspiraciones de grandeza entre sus
mandatarios comenzaron a ser más evidentes. Para esto, Qatar utilizó a algunas figuras dentro
de la burocracia de su Gobierno ligados a los Hermanos Musulmanes para empezar a
apoyarlos en países como Egipto, Túnez, Libia o Siria. Asimismo, las buenas relaciones entre
el emirato y el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) de Turquía, cada vez volvía más
conflictiva la relación con Arabia Saudita (Bianco, 2017). El apoyo a la Primavera Árabe a
través de su cadena internacional de telecomunicaciones, Al Jazzera, también generó
fricciones con el Gobierno de Riad, teniendo en cuenta que en el 2002, Arabia Saudita llamó
a consulta a su embajador en Doha tras algunos comentarios en contra de la dinastía saudí
por la cadena televisiva (Al Jazzera, 2017).

Durante la Crisis de Siria, Qatar empezó a apoyar mediante recursos económicos a la


oposición de al-Assad, pero sobre todo a las facciones más cercanas a los Hermanos
Musulmanes de Siria. De esta forma, Qatar y Turquía alinearon sus políticas de respaldo a los
diferentes grupos islamistas dentro de la guerra civil. El 5 de mayo del 2014, dentro del Consejo
de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo, Arabia Saudita, Kuwait y los Emiratos
Árabes Unidos, deciden suspender sus relaciones con Qatar durante ocho meses,
acusándolos de apoyar a los Hermanos Musulmanes y mantener medios de comunicación
hostiles contra ellos. Tres años más tarde, Arabia Saudita volvería a suspender sus relaciones
con Qatar con el objetivo de evitar su acercamiento a Irán y el continuo apoyo a grupos
islamistas (Al Jazzera, 2017). Evidentemente, Qatar tenía su propia agenda política, la cual
parece estar influenciada por el equilibrio de poder basado en el apoyo a los Hermanos
Musulmanes y sus intereses energéticos en contra de Rusia, distanciándose cada vez más de
la monarquía saudí y buscando su independencia política en la región.
3.4.6 Irán.

Las fuertes relaciones entre Irán y Siria han destacado notablemente desde la guerra entre
Iraq – Irán en la década de los ochentas. El único país en apoyar directamente a Irán fue el
Gobierno de Hafez al-Assad en Siria. El liderazgo alauita provocó cierta simpatía entre los
líderes chiitas de Irán, llevando a cabo una relación más estratégica que colocaba a Siria como
un puente entre los islamistas chiitas de Hezbollah en Líbano y el Gobierno de Teherán. La
caída del Gobierno de Saddam Hussein en Iraq, hizo que Irán pudiera influenciar directamente
al pueblo iraquí, en donde la mayoría eran chiitas. Este nuevo eje de poder chiita entre Irán,
Iraq, Siria y Líbano9, no solamente preocupaba a los países del Golfo sino también al Gobierno
de Moscú. El Kremlin tenía que tomar en cuenta las posibilidades de tener un conflicto sectorial
tan cerca de sus fronteras y las consecuencias que esto podría traer, así como tener un nuevo
e importante actor regional con los suficientes recursos para competir con Rusia en el mercado
de gas y petróleo (Parker, 2015).

Mediante el acercamiento a Siria, Moscú intentaba darle mayores opciones a al-Assad aparte
de su relación con Irán. La guerra de Líbano en el 2006, en donde Hezbollah se enfrentó y
consiguió detener a las fuerzas israelíes de avanzar dentro de su territorio, fue otro evento
beneficioso para la influencia de Irán en la región. Sin embargo, las revelaciones sobre los
intentos de conseguir su programa nuclear habían llevado a las potencias del Consejo de
Seguridad, Rusia incluida, a imponer sanciones sobre el régimen de Teherán. Esto llevó a que
Moscú fuera observado por los países del Golfo como un actor independiente que podía hacer
frente a la política exterior iraní. No obstante, como ya fue descrito, Rusia no consiguió mejorar
las relaciones con Arabia Saudita (Parker, 2015).

Los deseos de contar con un programa de enriquecimiento de uranio en Irán habían estado
presentes desde hace décadas pero la posibilidad de conseguirlo se fue haciendo más notable
durante la invasión estadounidense en Iraq. Con la llegada del presidente Mahmoud
Ahmadinejad al Gobierno de Teherán en el 2005, la carrera iraní por continuar desarrollando
la planta nuclear en la ciudad de Natanz, fue casi inevitable (Spencer, 2010). Las sanciones
económicas sobre el país de parte de Occidente se volvieron más severas, lo cual haría que
impulsaran más su apoyo a los chiitas dentro de la guerra civil de Iraq. Con la llegada del
presidente Rouhani, la relación con Estados Unidos mejoró, llevando acabo conversaciones

9
Ver mapa de chiitas y sunitas (Anexo 6).
directas con el presidente Barack Obama sobre el programa nuclear (Roberts & Borger, 2013).
Tras varias negociaciones entre el Grupo 5 + 1 (compuesto por Alemania y los cinco miembros
permanentes del Consejo de Seguridad, donde Rusia era parte) se pudo llegar a algunas
medidas que serían adoptadas por el Gobierno iraní mediante el Plan de Acción Conjunto y
Completo, el 14 de julio del 2015. Luego de demostrar que Irán estaba cumpliendo con las
medidas del Plan, se decidió levantar las sanciones económicas en enero del 2016 (Dyer &
Bozorgmehr, 2016). El nuevo acercamiento de Estados Unidos a Irán, durante la
administración de Barack Obama, puso muy tensas sus relaciones con Israel, quien se sentía
principalmente amenazado por el programa nuclear iraní. Consecuentemente, el equilibrio de
poder en la región, entre Arabia Saudita e Irán, tuvo una cierta inclinación hacia el lado iraní.

Con la llegada de la Primavera Árabe y la Crisis en Siria, Rusia e Irán terminaron acercándose
con el objetivo de defender al Gobierno de Bashar al-Assad. La coordinación entre el Consejo
de Seguridad de Rusia y su contraparte iraní fue declarada por el representante de Rusia en
las Naciones Unidas en el 2012. Irán enviaba apoyo logístico y financiero a través de sus
fuerzas especiales Quds. De igual manera, en el 2013, Irán comenzó a enviar a agentes de la
policía y de la Guardia Revolucionaria Islámica para entrenar y capacitar a las fuerzas armadas
sirias. Paralelamente, Irán ha continuado suministrando armas y dinero a las fuerzas de
Hezbollah en Siria, quienes habían estado presentes desde el inicio de la guerra en el 2012,
sobre todo en el distrito de al-Quseir, cerca de la frontera con Líbano. Irán ha seguido
respaldando a Damasco hasta el día de hoy, sin embargo, ha intentado de ser cauteloso
debido a las negociaciones que siguió manteniendo con Occidente para liberarse de las
sanciones por su programa nuclear. Es por esta razón que el papel de Hezbollah termina
siendo importante para la política exterior de Irán, ya que esta milicia puede seguir peleando
por el respaldo a al-Assad sin que Teherán tenga que verse directamente involucrado (Ansari
& Tabrizi, 2016).

Si bien la Crisis de Siria alineó las políticas de Irán y Rusia, todavía quedan muchas dudas
sobre cuán próspera podrá ser esta relación. El líder de Arabia Saudita sigue manteniendo
conversaciones vía telefónica con Vladimir Putin, intentando atenuar las relaciones que para
algunos podrían estar perdidas. El Gobierno de Riad ha empezado a invertir en infraestructura
en la República de Chechenia, llegando a un monto de 10 mil millones de dólares según el
líder regional, Ramzan Kadyrov (RT, 2016). Asimismo, la visita del rey Salmán bin Abdulaziz
a Moscú a fines del 2017, sirvió para anunciar la venta del sistema de misiles S-400, valorizada
en 3 mil millones de dólares (Carroll, 2017). No obstante, es evidente que para Vladimir Putin
no todo se basa en dinero, el tema de la seguridad interna sigue siendo lo principal para Moscú.
Aún se siguen teniendo sospechas sobre el apoyo saudí a distintos grupos salafistas que
pueden afectar la relación de Rusia con su población, sobre todo con las olas de inmigrantes
en los territorios centrales del Volga o Crimea (Parker, 2015).

3.4.7 Turquía.

En medio de esta guerra sectaria entre sunitas y chiitas en Medio Oriente, uno de los actores
que ha intentado mantener su influencia en la región ha sido Turquía. Este país de mayoría
sunita sirvió como ejemplo para muchos grupos árabes de que se podía optar por un Gobierno
islamista y a la vez ser parte de la modernidad occidental. El “modelo turco” trataba de integrar
eficazmente al Islam, la democracia y la economía, lo cual promovía las buenas relaciones
con Occidente. El presidente Barack Obama dijo que el Partido de la Justicia y el Desarrollo
(AKP), liderados por Recep Tayyip Erdoğan, era un socio modelo y uno de los pilares de la
OTAN. Sin embargo, la Primavera Árabe afectó las nuevas relaciones que Turquía mantenía
con sus vecinos. Ankara tenía que dejar de lado la neutralidad y tomar partido dentro del
conflicto musulmán, alineándose a la postura de Arabia Saudita, respaldados por Estados
Unidos. La región estaba pasando de discutir qué camino era el mejor entre los islamistas
moderados y los más conservadores, en donde Turquía podía ejercer el liderazgo regional, a
ser un conflicto que cristalizaba las diferencias sectarias. Bajo este nuevo prisma, Turquía y
Arabia Saudita estaban en un mismo saco, a pesar de ser tan diferentes (Tuğal, 2012).

Asimismo, las buenas relaciones de Turquía con los Hermanos Musulmanes llevaron al
Gobierno de Erdoğan a estrechar la mano al nuevo mandatario de Egipto tras la caída de
Mubarak, liderado por Mohamed Morsi. También decidieron alojar en Estambul al Consejo
Nacional de Siria, formado principalmente por los Hermanos Musulmanes de Siria. Si bien los
intentos de Ankara de liderar un proceso de paz en Siria estuvieron presentes al inicio del
conflicto, el escalamiento hacia una guerra civil y el protagonismo de Estados Unidos y Arabia
Saudita en ella, llevaron a Turquía a tomar un rol más hostil en contra de al-Assad (Tuğal,
2012).

Turquía, aunque cuenta apenas con recursos energéticos, ha demostrado ser un país muy
estratégico debido a su geografía, sirviendo de puente entre Asia y Europa. Este país cuenta
con el gasoducto Blue Stream, que transporta gas natural de Rusia a Turquía, y también forma
parte del oleoducto Bakú-Tbilisi-Ceyhan, que transporta petróleo del Mar Caspio a los puertos
turcos. De esta manera, Turquía ha podido beneficiarse de su posición estratégica para
importar y exportar recursos energéticos (Mitrova, 2014). Las relaciones energéticas de
Turquía y Rusia demostraron ser primordiales para el desarrollo del Gobierno de Ankara, quien
admitió estar dispuesto a colaborar con un gasoducto que le permita a Rusia esquivar a
Ucrania para la exportación de gas a Europa, un proyecto en construcción llamado Turk
Stream (Sputnik, 2017b). Sin embargo, en un comienzo, la guerra civil en Siria había
distanciado a ambos países a pesar de mantener fuertes relaciones económicas. Turquía
estaba yendo en contra de los intereses rusos en Siria mediante el financiamiento y la entrega
de armas a varios grupos de la oposición. El punto más crítico en la relación de ambos fue el
derribo de un avión ruso tras haber traspasado el espacio aéreo de la frontera turca a fines del
2015. La relación de Turquía y Rusia sobre Siria fue puesta al límite tras aquel incidente, Rusia
no se atrevería a responder militarmente a un miembro de la OTAN pero si impuso fuertes
sanciones económicas sobre Ankara.

No obstante, el continuo apoyo de Estados Unidos a las fuerzas kurdas sería un punto de
inflexión para la relación de Turquía con Occidente. Los kurdos continúan siendo una amenaza
para la integridad y cohesión nacional del país, sobre todo al tener en cuenta que son cerca
de 30 millones de habitantes entre las fronteras de Turquía, Siria, Iraq e Irán. 10 El
distanciamiento de los Estados Unidos en la región y su apoyo a grupos considerados como
enemigos por el Gobierno de Erdoğan llevó a Ankara a reconsiderar su posición en contra del
Gobierno de al-Assad. Si Damasco caía, Turquía terminaría sufriendo las consecuencias. A
esto se suma la continua diáspora de refugiados que huían de la guerra a través de las
fronteras turcas, lo cual hacía más urgente la estabilidad de su vecino (Özertem, 2017). En
junio del 2016, el presidente Erdoğan declaró estar en proceso de normalizar sus relaciones
con Rusia. En julio, un fallido golpe de Estado a Erdoğan terminaría distanciando a Turquía
aún más de Occidente, a quien acusaba de haber apoyado a los golpistas (Zambrana, 2016).

Vladimir Putin y Erdoğan decidieron reunirse en Moscú en agosto del 2016, significando un
nuevo giro a la situación de Siria. El 24 de agosto, Turquía intervendría militarmente en Siria,
donde se enfrentaría directamente a los kurdos y radicales cerca de sus fronteras. Rusia y
Turquía también cooperaron militarmente en contra de la oposición en Aleppo, brindando
apoyo directo al Gobierno de al-Assad (Özertem, 2017). El acercamiento entre Rusia y Turquía

10
Ver mapa de los kurdos (Anexo 7).
también llevarían a Ankara a formar parte de los acuerdos de Astaná, que buscaban concretar
la paz entre la oposición y el Gobierno de Siria, sin involucrar a Occidente en las
negociaciones.

3.4.8 Israel.

Como se ha podido observar la relación de Rusia y Siria antes de la Crisis consideró en gran
medida la relación de estos dos países con Israel. La venta de armas de parte de Rusia al
Gobierno de Damasco fue una grave preocupación para los intereses Israelíes. La continua
disputa sobre los Altos de Golán y el respaldo del Gobierno de al-Assad al grupo Hezbollah en
Líbano volvían a Siria un vecino problemático. Las intenciones de querer competir militarmente
con Israel ponían en duda la relación entre Rusia y ambos países. De un lado, Rusia quería
seguir apoyando a Siria debido al rol protagónico que este le brindaba sobre el Medio Oriente
y la solución al conflicto con Israel, además de la amistad formada durante la Guerra Fría. De
otro lado, Israel se estaba volviendo un gran socio comercial que era capaz de seguir
invirtiendo en la economía rusa. Si bien la relación de la Unión Soviética y Siria fue un intento
de equilibrar la fuerte alianza entre Estados Unidos e Israel, la situación post Guerra Fría fue
muy distinta. El Gobierno pro occidental de Boris Yeltsin obligó a Rusia a tener que acercarse
a Israel y enfriar la relación con Siria. Más adelante, el Gobierno de Putin volvería a acercarse
al Gobierno de Siria con el objetivo de venderle armas, algo que preocupaba mucho a su
vecino del sur.

Sin embargo, durante la Crisis de Siria el Gobierno de Israel ha demostrado tener una conducta
pasiva e intereses distintos a las potencias occidentales. Este país se ha visto más preocupado
por la influencia que Irán ganaba en la región que por la guerra civil que se desataba cerca de
sus fronteras. Para Israel, el Gobierno de Teherán es una grave amenaza para su seguridad
por lo que cualquier ganancia política que consiga esta potencia en la región sería muy
preocupante (McKernan, 2016). Ante esta eventualidad, sería lógico pensar que Israel podría
apoyar a la oposición, empero, esto no es así. Se decidió no apoyarlos ya que estos son
actores en parte islamistas y opuestos a la existencia del Estado de Israel. Aun así, cada vez
que las fuerzas de Hezbollah se han ubicado cerca de la frontera entre Siria e Israel, las fuerzas
armadas israelíes han disparado en contra de sus bases o recursos militares. Asimismo, Israel
ha tratado de ser cauteloso cada vez que ha bombardeado objetivos en el territorio sirio
(Wojnarowicz, 2017).
Las pocas opciones que le quedan a Israel para influenciar algún resultado en Siria, terminan
volviéndolo un actor pasivo dentro de este conflicto. Israel tampoco ha podido convencer a
Rusia de no intervenir en Siria y brindar armas que puedan caer en manos de Hezbollah. Los
ataques israelíes a objetivos específicos dentro de Siria han continuado al mismo tiempo que
Israel coordinaba militarmente con las fuerzas rusas para evitar cualquier incidente como el
que ocurrió con Turquía. Por lo tanto, Israel intenta llevar a cabo operaciones mínimas que
favorezcan a sus intereses nacionales pero tratando de no chocar directamente con los
intereses de Rusia en el país. La relación con Rusia ha sido muy fuerte en años recientes y
esto fue demostrado en el 2014, momento en el cual Israel se abstuvo de criticar a Rusia por
la anexión de Crimea, algo que Rusia agradeció brindándole su apoyo durante los bombardeos
de Israel en la Franja de Gaza. La amistad de Israel con Rusia también le brinda una mayor
independencia sobre su relación con Estados Unidos, país que comenzó a distanciarse de la
región de Medio Oriente (Hanauer, 2016).

De cierta forma, la Crisis en Siria le permite a Israel mantener a un vecino débil que ya no
aparenta ser un peligro como en años pasados. La competencia militar que Siria aspiraba
tener con Israel fue dejada de lado. Asimismo, si bien Hezbollah sigue siendo su principal
preocupación, a Israel le conviene que orienten sus esfuerzos a combatir en Siria, debilitando
sus fuerzas y preocupándose menos por sus vecinos del sur. Sin embargo, la caída del
Gobierno de al-Assad podría significar la instalación de un Gobierno islamista que busque el
conflicto con Israel. Por lo tanto, un escenario que favorezca a la oposición tampoco beneficia
del todo al Gobierno israelí (Hanauer, 2016). Mantener un Gobierno débil y dividido terminó
siendo la mejor opción para la política exterior israelí en Siria. No obstante, la intervención rusa
en Siria causó temor debido a que esto ayudaba a los intereses de Irán. Por consiguiente,
Israel tendrá que seguir acercándose más a Rusia para persuadirlo de contener una mayor
influencia de parte de los iraníes.

3.4.9 Estados Unidos.

Si bien ya se ha analizado gran parte del rol que ha tenido Estados Unidos en su relación con
Rusia y la Crisis en Siria es preciso volver a mencionar algunos puntos que ayuden a entender
sus objetivos principales dentro de esta guerra. Estados Unidos continúa siendo la potencia
dominante en el orden mundial mediante la ventaja militar y nuclear que posee, así como las
alianzas militares internacionales y la expansión de bases que ha logrado desarrollar alrededor
del mundo. Asimismo, mantiene una gran influencia sobre las principales Organizaciones
Internacionales mediante un gran desembolso financiero. Todas estas herramientas las ha
podido utilizar con el principal objetivo de moldear el mundo en su imagen, entablando los
principios y valores norteamericanos de la democracia liberal o los derechos humanos como
principios universales que todos los países deben emular. Sin embargo, esta sobre expansión
de la potencia hegemónica ha terminado llevándola a un periodo de declive (Ghotme, 2014).

Los costos para mantener su supremacía han sido muy altos y los problemas financieros como
la Crisis del 2008 o el déficit fiscal han terminado por gastar su expansión. El Gobierno de
Barack Obama tuvo que hacer frente a esta situación intentando cortar el presupuesto militar
al retirar gradualmente sus fuerzas de Iraq en el 2011 y Afganistán en el 2014 (aunque esta
sería postergada). Asimismo, Estados Unidos tuvo que ser más prudente al no envolverse
nuevamente en una guerra en el Medio Oriente. La Primavera Árabe dificultó en gran medida
la política exterior que Washington había llevado por décadas en esta región. Antiguos aliados
como Mubarak en Egipto tuvieron que dejar de ser respaldados con tal de dar paso a
movimientos democráticos supuestamente alineados a sus ideales. No obstante, grupos
islamistas como los Hermanos Musulmanes terminaron ganando mayor poder dentro de estos
países, poniendo en duda las intenciones estadounidenses de seguir apoyándolos. Esta
situación fue demostrada en la Crisis siria, donde gran parte de la oposición era parte de este
grupo o tenía lazos con grupos radicales como al-Qaeda. Estados Unidos tuvo que empezar
a diferenciar a los grupos que apoyaba en Siria con el título de “rebeldes moderados” para
evitar que estos sean catalogados como terroristas, una definición utilizada por Rusia
(Kissinger, 2014).

De la misma manera, Estados Unidos ha tenido que llevar a cabo operaciones mediante sus
alianzas militares como la OTAN en Libia para reducir en parte los costos de actuar
unilateralmente, al igual que la Coalición en Siria que fue formada entre las potencias
occidentales con el objetivo de derrotar al Estado Islámico en Siria e Iraq. Este cambio de
estrategia también ha llevado al temor y disgusto de otros aliados históricos como Arabia
Saudita o Israel. Los saudíes han sentido que la influencia iraní ha ganado un mayor peso en
la región gracias a la falta de intervención directa estadounidense y el programa nuclear
acordado durante el Gobierno de Obama. El acercamiento entre Irán y Estados Unidos
también ha sido un grave problema para los intereses de Israel, quien se ha sentido aislado al
observar como los norteamericanos prefirieron levantar las sanciones sobre Irán o dejar que
tengan su programa nuclear. De la misma forma, los bombardeos de Israel en la Franja de
Gaza fueron criticados por el Gobierno de Obama, algo que antes era impensable para el
Gobierno de Jerusalén. Israel y Arabia Saudita han sentido directamente el distanciamiento de
la política exterior estadounidense en la región y de sus relaciones bilaterales (Parker, 2015).

Para los Estados Unidos, Siria no representa una grave amenaza para su seguridad pero sí
es un elemento esencial para guardar la estabilidad del Medio Oriente. Estados Unidos le
había impuesto sanciones a Siria tras el asesinato del primer ministro de Líbano, obligándola
a retirar sus fuerzas militares de su vecino al oeste. Tras la invasión estadounidense en Iraq,
el Gobierno de al-Assad también se sintió amenazado de ser el siguiente en ser depuesto, al
ser considerado como parte del “eje del mal” de George W. Bush. Sin embargo, el cambio de
actitud de Estados Unidos frente a este Gobierno se debió en parte a la mayor influencia que
Irán estaba consiguiendo en el territorio iraquí tras la guerra civil del 2006, mismo año en el
cual Hezbollah pudo contener el ingreso de las fuerzas israelíes en Líbano. La alianza de Siria
con Irán y Hezbollah permitieron a este país sentirse más seguro frente al rol hegemónico que
tenían los norteamericanos en la región. Antes de que el Estado sirio cayera en crisis, algunos
de los aliados de Estados Unidos como Turquía o Egipto también intentaron mejorar sus
relaciones con el Gobierno de al-Assad (Ghotme, 2014).

Fue a partir del inicio de la Guerra Civil que el Gobierno de Obama decidió perseguir una
política en contra del Gobierno de al-Assad, considerándolo como un dictador incapaz de
respetar los estándares de libertad y derechos humanos en el país. El pedido de su retiro, sin
embargo, no fue acatado por este Gobierno por lo que se buscó una nueva alianza militar bajo
el Seno de las Naciones Unidas. La diplomacia fuerte de Rusia y China para evitar que esto
suceda, a diferencia de lo ocurrido en Libia, previno a Obama de lograr su cometido
(Brzezinski, 2016). Esto lo condujo a buscar otras maneras indirectas de evitar que al-Assad
se mantuviera en el poder mediante el apoyo financiero y militar de los grupos de oposición.
Estados Unidos presionó a la Unión Europea para que levantara el embargo del envío de
armas a la oposición (Traynor, 2013). De la misma manera, se crearon centros de
entrenamiento en Jordania y Qatar para algunos grupos de la oposición financiados por la CIA.
El presidente Obama pretendía de esta manera debilitar y derrotar al Gobierno de al-Assad
pero al no conseguirlo utilizó estas herramientas con el fin de evitar que el conflicto se
desbordara fuera de las fronteras sirias (Mazetti & Apuzzo, 2016).

Si bien las acciones de Estados Unidos fueron consideradas como pasivas de parte del
Congreso o sus aliados en la región, el Gobierno de Obama tuvo que considerar los peligros
de continuar ayudando a los rebeldes moderados una vez que el Gobierno de al-Assad cayera
en su totalidad. La influencia del islamismo hacía muy probable el hecho que una vez que se
instalara la oposición en el Gobierno central se adoptara una posición contraria a los Estados
Unidos. Es por ello que la respuesta más inmediata para esta potencia fue tratar de “estancar”
el conflicto, brindando apoyo a la oposición pero no el suficiente como para inclinar el equilibrio
a su favor. Al desistir de intervenir directamente luego de tener suficientes razones para creer
que el Gobierno utilizó armas químicas en su población, Estados Unidos proyectó una imagen
débil en la región y brindó dudas a la seguridad de sus aliados. Sin embargo, al mantener un
rol “limitado” ha podido reducir los costos militares frente al estancamiento económico que
hacía peligrar su posición internacional. De la misma forma, Estados Unidos logró evitar que
la guerra se expandiera más allá de las fronteras sirias e iraquíes al generar un equilibrio entre
las fuerzas del Gobierno de al-Assad, Hezbollah e Irán y las fuerzas de la oposición o los
kurdos. Estados Unidos conserva un doble juego ya que utiliza a los kurdos contra el Estado
Islámico al igual que utiliza a los rebeldes moderados, quienes pretenden conservar su
integridad territorial de ganarle al Gobierno central. Para el Gobierno de Obama era necesario
generar divisiones y apoyar al grupo rebelde que mejor sirviera para lograr sus fines. Los
rebeldes para debilitar al Gobierno de al-Assad y los kurdos para evitar la expansión del
terrorismo (Ghotme, 2014).

Por lo pronto, estas medidas son de corto plazo ya que el estancamiento del conflicto solo
podría durar lo suficiente hasta que algún actor como Rusia decidiera inclinar la balanza del
lado de al-Assad e Irán. Frente a ello, Estados Unidos ha perdido una posición más importante
al momento de negociar la paz o llegar a un acuerdo que le permita manipular la situación final
del conflicto. Sin embargo, el Gobierno de Washington estaba obligado a contener al Estado
Islámico y debilitar a al-Assad, cuidando de no involucrarse directamente ni de apoyar
enteramente los intereses de los grupos utilizados. La prolongación del conflicto conduce a los
estadounidenses a tener que lidiar directamente con las potencias que han intervenido como
Rusia e Irán. El acercamiento a Irán cobró más sentido de esta forma ya que comprometía a
este actor a tener que vigilar a Hezbollah y el Gobierno de al-Assad si deseaba conservar los
beneficios de su programa nuclear. De igual manera, Estados Unidos reducía las posibilidades
de entrar en un conflicto directo con Irán, lo cual podía generar una mayor inestabilidad a la
región de Medio Oriente. No obstante, la política que dejó Obama puede ser tomada como una
estrategia débil que permitió el liderazgo de la región en conjunto con otros actores como Rusia
e Irán. De la misma forma, el fracaso final al no conseguir el cambio de Gobierno dentro de
Siria también lo termina por colocar como una potencia que no pudo cumplir con sus promesas
(Ghotme, 2014). Es por esta razón que el sucesor de Obama, Donald Trump, al querer mejorar
su imagen en la región prefiere no continuar con el acercamiento a Irán y dar marcha atrás a
su programa nuclear.

3.4.10 China.

El protagonismo que ha demostrado China en la Crisis de Siria es muy peculiar dado que
históricamente el Gobierno de Pekín ha intentado mantenerse ajeno a los conflictos
internacionales. Desde su reingreso al Consejo de Seguridad en 1971, China ha utilizado el
poder de veto en doce ocasiones, de las cuales seis han sido utilizados para respaldar al
Gobierno de al-Assad en Siria, en un lapso de seis años (McKirdy, 2017). De la misma forma,
el presidente Xi Jinping intentó acercarse diplomáticamente al Gobierno de Barack Obama
para intentar persuadirlo de intervenir directamente en el 2013 (Wee, 2013). Además, un año
antes, China había presentado un plan de paz que promovía un cese al fuego y una respuesta
internacional a la crisis de los refugiados (MacFarquhar, 2012). Es de esta manera que China
ha buscado mantener un rol internacional mediante sus esfuerzos diplomáticos dentro de la
Crisis en Siria.

La importancia de este conflicto para los intereses chinos puede entenderse a través de una
política que defiende la soberanía del Estado y la no intervención de las potencias en asuntos
internos. Sin embargo, esta crisis cobra aún mayor importancia dado que China puede
contener los intereses estadounidenses en este país al no permitir que el Gobierno de al-Assad
termine por caer (Ghotme, 2014). De esta manera, China demuestra ser una potencia capaz
de proyectar un equilibrio diplomático frente a la potencia hegemónica de los Estados Unidos,
al mismo tiempo que reorienta las preocupaciones de esta potencia de vuelta en Medio Oriente
y lejos de su zona de influencia en el Océano Pacífico. Los conflictos marítimos que China
tiene con sus vecinos del Sudeste asiático por las islas del mar del Sur de China o las islas
Senkaku o Diaoyu en el mar compartido con Japón provocaron una mayor orientación de
Estados Unidos hacia esta región. China debe buscar el equilibrio de poder oponiéndose a los
intereses estadounidenses dentro de Medio Oriente para así intentar distanciar a Estados
Unidos de estos conflictos en el Pacífico (Sun, 2014).
China también necesita mantener la estabilidad del Medio Oriente debido a la influencia que
los islamistas radicales pueden tener sobre sus poblaciones musulmanas, los uigures de la
región de Xinjiang. Esta población ha tenido varios problemas con el Gobierno central, por lo
que aspiran conseguir su independencia mediante métodos terroristas. Asimismo, la Nueva
Ruta de la Seda que China ostenta situar entre su territorio y Europa deberá cruzar alrededor
del Medio Oriente. Mantener la paz en Medio Oriente y eliminar los movimientos islamistas
radicales como el Estado Islámico debe ser una prioridad para la política exterior china (Clarke
& Pantucci, 2016).

Finalmente, China puede respaldar los objetivos de Rusia dentro de la región ya que esto
refuerza la idea de un mundo multipolar que China también busca conseguir. Al fortalecer la
visión multipolar del orden internacional, China legitima su presencia como una potencia
independiente capaz de equilibrar el poder de los Estados Unidos (Ghotme, 2014). No
obstante, el equilibrio que ejerce China es diplomático y no utiliza el poder de las fuerzas
armadas. En vez de esto, China apoya económicamente a sus aliados Rusia e Irán ya que
estos sí utilizan un equilibrio duro dentro de Siria. Mediante la compra de petróleo iraní o gas
y armas rusas, así como los préstamos bancarios o la inversión de proyectos chinos en sus
países, el Gobierno de Pekín financia en gran parte el presupuesto de las maquinarias militares
que ambos países están dispuestos a utilizar en la guerra de Siria (Wong, 2012). China, de
esta manera, termina por volverse un actor pasivo que influye económica y diplomáticamente
la Crisis en Siria.

3. 5 Las razones de la intervención rusa en la Crisis de Siria

Hasta el momento se ha realizado una descripción de los eventos más importantes en la


formación de la política exterior de la República Federal de Rusia. También se detallaron los
principales acontecimientos dentro de la relación histórica entre Rusia y Siria, así como la
Primavera Árabe y su repercusión en la Crisis de Siria. Además se explicó la influencia del
islamismo radical tanto en la Crisis de Siria como en Rusia y la postura principal de los actores
estatales dentro de la Crisis. Todos estos factores ayudan a entender mejor la situación
doméstica, regional e internacional que ayudó a desatar la Guerra civil en Siria y la reacción
de Rusia frente a ella.
Lo siguiente es demostrar la relación entre estos factores y las ideas del marco teórico basadas
en el protagonismo de Rusia dentro del orden mundial y la influencia del realismo y
constructivismo sobre la política exterior rusa con el objetivo de identificar las razones por las
cuales Rusia intervino en Siria. De esta manera se observa y analiza la relación de los factores
descritos dentro de un paradigma teórico que pueda explicar el comportamiento del Estado y
sus relaciones dentro del sistema internacional. La teoría utilizada para analizar el
comportamiento de Rusia y sus intereses es el realismo, el cual ya fue explicado en el marco
teórico. Sin embargo, dadas las limitaciones de esta teoría en un nivel sociocultural, se
complementará con la teoría constructivista, también descrita en el marco teórico. La
complementariedad de ambas teorías solo resulta posible debido a los distintos focos de
atención que cada una presta, el realismo a los intereses materialistas del Estado como la
seguridad internacional o la economía y el constructivismo a los valores socioculturales dentro
de la relación entre diferentes actores internacionales. Además, el comportamiento del Estado,
tomando en cuenta los intereses de su Gobierno o la relación que guarda con otros, es
analizado dentro de una jerarquía de países que ha ido evolucionando a través del tiempo.
Este orden mundial está basado principalmente sobre el concepto de equilibrio de poder,
previamente explicado. Tratando de situar a los factores principales que han influenciado a la
Crisis en Siria y la intervención de Rusia dentro de estos conceptos se podrá llegar a
conclusiones más objetivas y posibles de medir o estudiar.

3.5.1 Las características realistas de la política exterior rusa.

En principio, se debe determinar por qué la teoría realista es útil para explicar el
comportamiento de Rusia. Para Hobbes (1651), la naturaleza del hombre se encuentra en una
guerra permanente donde se necesita del Estado para imponer la ley y el orden. Para Spinoza
el Estado proyecta la imagen del hombre en su condición natural al momento de lidiar con
otros Estados. De esta idea se puede asumir que el sistema internacional es una anarquía en
donde prevalece el Estado más fuerte (Waltz, 1959).

Rusia entiende el mundo como un lugar peligroso en donde el conflicto siempre está presente;
un lugar hostil en donde se valora más la fuerza (Lo, 2015). El discurso presidencial de Vladimir
Putin ante la Asamblea Federal en diciembre del 2016 lo expresa de la siguiente manera: “Es
preocupante observar el mundo alrededor, incluso en los países más prósperos y regiones
estables, se puede presenciar la aparición de nuevas divisiones y conflictos políticos, étnicos,
religiosos y sociales” (2016, p. 3). Es evidente también el uso de las fuerzas armadas para
proyectar el poder de la política exterior de Rusia, su respuesta en Abjasia y Osetia del sur en
el 2008, Crimea y las regiones del este de Ucrania en el 2014 y Siria en el 2015 así lo han
demostrado. Sobre todo la intervención de Rusia en Siria fue un despliegue de la mejor
tecnología en armas como ya se ha podido detallar. La política exterior rusa también ha
depositado toda su confianza en el rol del Estado desde los tiempos de la Rusia imperial. No
cabe duda que para Rusia el Estado sigue siendo el principal actor dentro del orden mundial.

Schmitt (1932) indica que el Estado no puede confiar plenamente de las organizaciones
internacionales ya que estas se encuentran compuestas de otros Estados con intereses
propios. Rusia ha demostrado una gran desconfianza de las organizaciones internacionales
lideradas por Occidente como la OTAN, la Unión Europea o incluso, las Naciones Unidas, al
momento de presentar proyectos de resolución en contra del Gobierno de al-Assad. Vladimir
Putin en su famoso discurso en la Conferencia de Seguridad de Munich del 2007, hizo hincapié
en que Rusia había conducido una política exterior independiente por mil años y que aquello
no iba a cambiar (Ziegler, 2012). Putin criticó fuertemente a los bombardeos de la OTAN sobre
Libia como un llamado medieval a las cruzadas (Osborn, 2011). En los hechos, la invasión de
Rusia a las provincias del norte de Georgia, debido a las intenciones de su Gobierno de unirse
a la OTAN, o la intervención en Ucrania, ocasionada por el acercamiento a la Unión Europea,
han dejado en evidencia la fuerte desconfianza del Gobierno ruso a la expansión de estas
Organizaciones Internacionales cerca de sus fronteras. No obstante, el Kremlin ha admitido
en varios documentos que Rusia debe adaptarse a un mundo moderno más orientado hacia
la cooperación y el derecho internacional (Lavrov, 2008; Putin, 2014; Putin, 2016).

Otra característica del realismo clásico representada en la política exterior rusa se da mediante
las ideas de Edward Carr. Para este teórico, la moral o ética que se espera de las personas
es muy distinta a la que se espera del Estado. El objetivo de cuidar por los intereses de sus
ciudadanos le permite al Estado poder distanciarse de ciertas responsabilidades morales en
el escenario internacional (Carr, 1939). Sergei Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores, aborda
el tema de otra manera: “los dobles estándares son de lo más despiadados cuando la vida de
las personas están en juego; quién debe vivir y quién debe morir, los hijos de quién tienen más
derecho a vivir y quienes serán solo entidades sin alma en la repartición política” (2008, p. 2).
Para el Gobierno ruso, el rol atribuido a Occidente como protector de la moral y la justicia se
transforma en un doble estándar, ya que son los intereses de cada Estado los que más pesan
al momento de actuar internacionalmente. La responsabilidad de proteger un país como Libia
terminó sirviendo a los intereses de la OTAN y volviendo al país un Estado fallido. Por lo tanto,
para el Gobierno ruso en Siria la moral no ocupa un rol principal porque entiende y acepta que
son los intereses privados de cada Estado los que están en juego y para proteger la soberanía
del Gobierno de al-Assad se debe utilizar cualquier medio.

Otro de los elementos del realismo clásico es la dinámica del poder, la cual se basa sobre el
equilibrio. Para Morgenthau (1956), si no se tiene un equilibrio cualquier Estado poderoso
puede dominar a los demás Estados, por lo que es esencial tener como objetivo llegar a esta
estabilidad. Sin embargo, las dinámicas entre los Estados se encuentran en constante cambio
por lo que sus relaciones son en naturaleza inestables. Es de esta manera que el equilibrio de
poder solamente puede brindar una estabilidad precaria y sujeta a nuevos cambios. Para la
política exterior rusa el equilibrio de poder siempre ha sido una constante en su acercamiento
al orden mundial. Durante la Guerra Fría, Rusia ha demostrado creer en esta estabilidad
momentánea del equilibrio de poder. Vladimir Putin (2007) señaló cuán agradecido debía estar
el mundo con el equilibrio de poder de la Guerra Fría, el cual mediante la disuasión nuclear
pudo prevenir cualquier conflicto directo entre las potencias. Durante su discurso presidencial
ante la Asamblea Federal en diciembre del 2013, Putin advirtió que cualquier incremento a las
capacidades nucleares o defensa de misiles de otros países podrían quebrantar el equilibrio
de poder (Putin, 2013). Para la élite alrededor de Putin, Rusia es esencial en guardar el
equilibrio geopolítico del orden internacional, proyectando el equilibrio natural entre Occidente
y Oriente, entre Estados Unidos y China (Lo, 2015). La intervención de Rusia en Siria se
encuentra muy relacionada a su rol como potencia que busca el equilibrio de poder, por lo
menos en el corto y mediano plazo. Esta actitud también está relacionada al declive de Estados
Unidos como potencia hegemónica en la región de Medio Oriente, lo cual termina acelerando
una carrera por obtener el equilibrio.11

El realismo estructural a diferencia del realismo clásico sitúa al poder como una característica
de las relaciones internacionales más no como el origen de ellas. Para Waltz (1979) es la
seguridad de los Estados la que domina la relación entre ellos, apoyándose en el concepto del
dilema de seguridad. Para Rusia, la seguridad de la nación y su espacio fronterizo ha sido muy
importante desde sus inicios como país. Desde los tiempos de Pedro I hasta la caída de la
Unión Soviética, el temor a la inseguridad proveniente del exterior ha estado más que presente.
Las intenciones de instalar el Escudo Antimisiles en Polonia en el 2007 pusieron en estado de

11
Entrevista al especialista en asuntos internacionales Rafat Ahmed Ghotme (ver anexo 9).
alerta al Gobierno ruso, de la misma forma que lo fue el pedido de Georgia por ingresar a la
OTAN. “¿Por qué es necesario instalar infraestructura militar en nuestras fronteras durante
esta expansión [de la OTAN]?” (2007, p. 9) preguntaría Putin en la Conferencia de Seguridad
en Munich. Sergei Lavrov (2016) señalaría que esta es la esencia de los problemas sistémicos
que han dificultado las relaciones entre Rusia y Occidente. Moscú entiende de esta manera
que cuanta más seguridad sea utilizada de parte de la Unión Europea o la OTAN, liderada por
Estados Unidos, cerca de sus fronteras o espacio de influencia, mayor será el peligro al que
tenga que estar expuesto. Esto obliga a Rusia a tener que incrementar el gasto en armamento
y seguridad, cumpliendo con esta visión del dilema de seguridad (Sakwa, 2008). Asimismo, la
inestabilidad del Medio Oriente que influencia a los problemas internos de Rusia con sus
poblaciones musulmanas también lo ha llevado a sentirse más inseguros y aumentar los
gastos en defensa. Es el terrorismo internacional la principal amenaza a la seguridad que
experimenta Rusia en la actualidad (Putin, 2007).

El realismo estructural también indica que es el mundo bipolar el orden mundial que mayor
estabilidad ha brindado al sistema internacional. Durante una reunión de embajadores en julio
del 2008, el presidente Medvédev dijo que el mundo al haber terminado con la Guerra Fría no
había sido capaz de encontrar un nuevo equilibrio (Lavrov, 2008). La disuasión nuclear,
ciertamente, había sido capaz de prevenir el enfrentamiento directo entre las dos principales
potencias, sin embargo, este orden mundial había acabado dando paso a la unipolaridad
estadounidense.

Los estudios de Gilpin (1988) señalan que es la hegemonía de una potencia sobre las demás
la que brinda mayor estabilidad al mundo, en donde cada Estado determina una estrategia
basada en su relación con el hegemón. Este análisis de Gilpin se encuentra en oposición al
de Waltz y en efecto a la visión del Gobierno de Rusia. Para el Kremlin, es el mundo unipolar
el más inestable del orden mundial y el que ha provocado distintos conflictos internos alrededor
del mundo. El Concepto de Política Exterior de Rusia del 2000 menciona que el
establecimiento de una estructura unipolar del mundo puede llevar a acciones unilaterales, las
cuales solo provocan tensiones y agravian la relación entre los Estados (Putin, 2000). Sergei
Lavrov (2007) considera que este orden es un mito que muchos países decidieron creer e
invertir en él. Sin lugar a dudas, este fue el caso del Gobierno de Boris Yeltsin en la década
de los noventas. Fue su Gobierno el que más invirtió en ser parte del orden democrático liberal
y su acercamiento a Occidente pero esto no le brindó los resultados esperados. “El intento de
vivir en su mundo unipolar ha seguido por mucho tiempo y esto ha sido peligroso en cada uno
de sus aspectos” (2008, p. 4) enunciaría Lavrov más adelante. Teniendo en cuenta la
desilusión de Moscú por ser parte del mundo occidental tras la caída de la Unión Soviética, es
fácil de imaginar por qué un mundo unipolar sería visto como inestable y falso en la perspectiva
de Rusia.

Modelski (1988) también pretende analizar los cambios estructurales del orden mundial a
través de su teoría sistémica de largos ciclos, en donde identifica una guerra cada 100 a 120
años entre el hegemón y la potencia que disputa su lugar, cambiando el orden internacional
tras el enfrentamiento. Estados Unidos como potencia hegemónica se sentiría amenazada al
entrar en declive por lo que un enfrentamiento con quienes ostentan su lugar sería inevitable.
Para Ghotme (2014), las potencias hegemónicas se enfrentan a los efectos de sobre
expansión imperial, lo cual termina llevándolas a un periodo de declive relativo o absoluto. Esto
da como resultado una respuesta contra hegemónica, incluso en el caso de Estados Unidos
en Siria, quien pudo haber utilizado un equilibrio “duro” de no haber sido por el control indirecto
de su política exterior hasta el momento.

Modelski (2005) también señala que la disuasión nuclear pudo haber cambiado las bases de
su teoría, ya que el uso de armas nucleares y el miedo a la “auto destrucción” frenan el
enfrentamiento directo. De esta manera, podría ser previsible la aparición de nuevos conflictos
indirectos entre los Estados Unidos y las demás potencias en búsqueda de la hegemonía.
Organski (1989) también se refiere a este conflicto a través de su teoría del poder de transición,
en donde las potencias que se sienten menos satisfechas con el statu quo del orden mundial
hegemónico entraran en conflicto mientras más poderosas se vayan volviendo. Bajo esta
teoría, Rusia ha demostrado encontrarse muy insatisfecha con la dominación de Occidente,
por lo cual el enfrentamiento con Estados Unidos será casi inevitable de seguir creciendo como
potencia. Empero, ser una gran potencia no solo se basa en el aspecto militar hoy en día, el
aspecto económico, tecnológico o cultural, es muy importante para ser reconocido como tal,
por lo que la diferencia entre el poder de Estados Unidos y Rusia sigue siendo muy distante
(Nye, 2002).

Para Mearsheimer (2001), en cambio, es la ofensiva militar la que realmente puede proyectar
el poder en las relaciones de los Estados. Esto es debido a que se necesita de las fuerzas
armadas para proteger el territorio y la soberanía, y estas fuerzas solo pueden mantenerse
gracias a la población y la economía. Bajo esta teoría, el Gobierno ruso ha demostrado ser
capaz de mantener la soberanía de sus territorios gracias al aspecto militar. La guerra contra
Chechenia o la invasión a Georgia así lo han demostrado. En el caso de Siria, Rusia utiliza su
poderío militar para inclinar la balanza sobre las fuerzas del Gobierno de al-Assad, los
bombardeos sobre la oposición así lo evidencian. Es mediante el miedo generado por las
capacidades militares que los Estados pueden hacer respetar su soberanía. Mearsheimer
también señala que el Estado debe observar como fluye el poder dentro del orden mundial
para poder alterar este equilibrio para su propia conveniencia. Esta observación puede ser
aprovechada por Rusia para cumplir con sus principales objetivos políticos y económicos en
Siria.

Ghotme (2014) explica que el actual sistema unipolar en declive, en donde el hegemón no
proyecta su verdadero poder en la región de Medio Oriente, permite a Rusia buscar el equilibrio
para sus propios intereses. Esto lo hace a través de dos estrategias: leash-slipping y el
equilibrio diplomático. La primera se da debido a que el poder “duro” de los Estados Unidos no
es una amenaza para la autonomía y los intereses de otras potencias. Por lo tanto, mediante
el incremento de mayores capacidades en seguridad, las otras potencias pueden alejarse de
la influencia del hegemón y ganar más poder para contrarrestar al mundo unipolar (Layne,
2006). Esto puede verse reflejado nuevamente en las capacidades militares que ha venido
demostrando Rusia mediante su intervención en Siria. El equilibrio diplomático, en cambio, se
refiere a las alianzas tácitas basadas en la “acumulación limitada” de armas o en la
cooperación con las instituciones internacionales mediante el derecho internacional (Ghotme,
2014). Esto también es reflejado mediante la venta de armas que Rusia ha seguido
proporcionando al Gobierno de al-Assad desde antes que empezara la Crisis. De igual manera,
Rusia ha seguido estando comprometida al derecho internacional y a distintas negociaciones
para obtener el cese al fuego y la eventual paz en Siria, legitimando de esta manera su
compromiso con la paz y el derecho internacional pero a la vez imponiendo sus propias
condiciones e intereses. Para Mearsheimer (2001), la “auto ayuda” del realismo estructural, en
la cual cada Estado actúa de acuerdo a su propia supervivencia, no evita la formación de las
alianzas con otros países, ya que estas son por conveniencia y temporales.

Estos dos mecanismos mencionados por Ghotme (2014) se encuentran en camino de ser un
equilibrio “duro” pero no llegan a este extremo ya que Rusia no se enfrentaría directamente a
Estados Unidos. Asimismo, Moscú no consideraría esta opción a menos que perciban una
amenaza directa a su propia seguridad o intereses estratégicos, algo que Estados Unidos no
estaría dispuesto a realizar mediante su política “limitada” e indirecta en la región. Sin
embargo, Estados Unidos puede buscar el equilibrio en la zona de influencia del espacio
exsoviético de Rusia para hacer presión a los intereses rusos. La expansión de su hegemonía,
denominada también como el imperialismo liberal, implica expandir los ideales de la
democracia liberal, la interdependencia económica y la cooperación institucionalizada bajo el
control estadounidense, beneficiando a sus propios intereses. Al provocar las reacciones
violentas en Ucrania, Estados Unidos puede sancionar económicamente a Rusia, lo cual tiene
repercusión sobre su rol en Siria y otras partes del mundo. Sin embargo, Rusia al no querer
ceder ante la presión estadounidense termina desarrollando el equilibrio entre ambas
potencias.12

Finalmente, para Mearsheimer (2001), la bipolaridad del orden mundial ha sido el sistema más
estable para la seguridad internacional, de la misma forma que pensaba Waltz. La
multipolaridad también puede ser igual de estable pero si una potencia demuestra tener un
mayor potencial de ser el hegemón, situación que denomina como multipolaridad
desequilibrada, aparece un mayor peligro para la seguridad de todos los Estados. Para
Mearsheimer, al igual que el pensamiento de Sergei Lavrov, el mundo unipolar nunca existió,
ya que una potencia no puede dominar totalmente a las demás. Estados Unidos solo ha sido
el hegemón hasta el momento dentro del hemisferio occidental, mas no ha podido dominar de
la misma forma en Asia o Medio Oriente. La multipolaridad desequilibrada podría entenderse
mejor como el estado del orden mundial tras la Guerra Fría, en donde la potencia hegemón
occidental buscaba proyectar su poder alrededor del mundo, generando inestabilidad en el
orden mundial. Con el declive de poder de los Estados Unidos y el incremento de capacidades
de las otras potencias, el orden se encuentra en transición a una multipolaridad mucho más
estable.

El Concepto de Política Exterior de Rusia del año 2000 señala que el Gobierno debe buscar
el establecimiento de un sistema multipolar de las relaciones internacionales que refleje la
diversidad del mundo moderno y su variedad de intereses (Putin, 2000). “Las condiciones
están siendo creadas para un mundo multipolar en donde los Estados son conducidos por sus
intereses nacionales limpios de ideología y bajo un entendimiento común de los intereses
colectivos.” (2008, p. 6) diría Sergei Lavrov más adelante. Mediante su discurso ante la
Asamblea Federal en el año 2012, Vladimir Putin mencionó lo siguiente: “Es absolutamente
claro para todos que el mundo moderno se está volviendo multipolar. Esto genera tanto riesgos
como oportunidades. Los riesgos prevalecerán si cada jugador decide jugar su propio juego.”

12
Entrevista al especialista en asuntos internacionales Rafat Ahmed Ghotme (ver anexo 9).
(2012, p. 10). En los Conceptos de Política Exterior del 2008 y 2013, se define a la
multipolaridad como un sistema policéntrico que se encuentra en estado de transición dentro
de las relaciones internacionales. El cambio de términos de parte de Moscú podría darse
quizás a que el concepto “multipolar” ya había sido utilizado durante la política de Primakov
para definir el acercamiento a las potencias de India y China a fines de los noventas (Lo, 2015).
De igual manera, el balance multipolar se encuentra evidenciado en el Medio Oriente en donde
la hegemonía estadounidense de los noventas hasta la invasión a Iraq ya no se encuentra
presente. Las potencias regionales como Irán y Arabia Saudita han empezado a pelear por
estos espacios de poder generados por el declive estadounidense pero al mismo tiempo Rusia
ha aprovechado la oportunidad de inclinar la balanza para su propio beneficio.

Si bien las teorías del realismo clásico, estructural, sistémico y ofensivo no se encuentran de
acuerdo en varios de sus aspectos, en esencia, todas guardan características similares. El
Gobierno de Rusia y sus intereses nacionales han demostrado tener un acercamiento realista
hacia las relaciones internacionales. Al haber comparado cada una de las ideas teóricas del
realismo con las posturas y reacciones del Gobierno ruso se ha podido comprobar la utilidad
de entender al realismo como la base de la política exterior de Rusia a lo largo de la historia.
Los intereses de Rusia también se encuentran de acuerdo al uso del equilibrio de poder para
mantener su independencia dentro del orden mundial (Mankoff, 2012). Y aunque algunos
consideren a su política exterior como pragmática, esta visión se encuentra basada en la
pluralidad de ideas que han sido tomadas para su relación frente al orden internacional, siendo
el realismo el que más ha guiado sus principios y visión del mundo (Ziegler, 2012).

3.5.2 Las características constructivistas de la política exterior rusa.

La segunda teoría de relaciones internacionales utilizada para analizar el comportamiento de


la política exterior rusa ante el orden mundial es el constructivismo. Esta teoría se encuentra
resumida en las ideas de Alexander Wendt (1999), quien pretende identificar las ideas como
el centro de las interacciones entre los actores internacionales. El constructivismo no niega el
materialismo de los Estados, es decir, los intereses territoriales, políticos o económicos, sino
que busca entender por qué es importante este materialismo para los Estados. Dentro de las
ideas se desprenden las identidades e intereses ocultos de los grupos de personas que
controlan el Gobierno, quienes son los que manejan el poder y pueden tomar decisiones de
acuerdo a estas ideas. Las relaciones entre los Estados quedan circunscritas a normas, reglas
no tácitas que se encuentran en un proceso continuo de formación. La identidad del “yo” es
generada en relación a la identidad del “otro”, en otras palabras, sin el reconocimiento de los
demás y sus diferencias, uno no puede distinguir su propia identidad. Estos conceptos ayudan
a entender la relación que ha tenido Rusia durante siglos con el Occidente.

Para Tsygankov (2013), la política exterior de Rusia ha sido influenciada por tres corrientes
principales: la escuela occidental, la estatista y la civilizacional. La primera se origina de las
tradiciones occidentales tomadas por la política exterior rusa para ser parte integral del mundo
occidental. Mediante la adopción de ideas liberales y democráticas, el Gobierno de Boris
Yeltsin intentó fundir la identidad propia de Rusia con la identidad del Occidente. Sin embargo,
se ha podido observar el rechazo de ser parte de la identidad del “otro”, teniendo en cuenta la
desilusión que la relación con Occidente representó para el pueblo ruso tras la caída de la
Unión Soviética (Ziegler, 2012). Durante el Gobierno de Medvédev, gracias a un nuevo
acercamiento de parte de la política exterior de Barack Obama, Rusia intentó acercarse y
resetear sus relaciones, basándolas en los aspectos comerciales y financieros. No obstante,
Moscú no tenía la misma apertura que había mostrado diez años atrás o la misma debilidad
económica o política. Por lo tanto, como se ha podido observar al inicio de este capítulo, la
relación entre Estados Unidos y Rusia no mejoró del todo y terminó por enfriarse nuevamente.
La decisión de abstenerse de parte del Gobierno de Medvédev durante la votación del proyecto
de resolución para iniciar los bombardeos de la OTAN en Libia, evidenció esta ambigüedad o
conflicto dentro del Gobierno de Moscú. Vladimir Putin y Sergei Lavrov criticaron fuertemente
esta decisión, señalando como dejaron los intereses económicos y estratégicos rusos de lado,
mientras que Medvédev la defendía sobre la base de converger con los intereses occidentales.
Si bien la identidad occidental sigue siendo parte de la idiosincrasia rusa, esta ha optado por
separarse de ella en años recientes.13

La segunda corriente es la más cercana a la identidad independiente de la política exterior


rusa, ya que se encuentra basada en la habilidad del Estado para gobernar y preservar el
orden político y social, capaz de brindar equilibrio al orden internacional. La escuela estatista
busca la identidad propia o la construcción del “yo” en el reconocimiento del “otro”, es decir, al
mantener una diferencia entre la identidad de Rusia y la del Occidente, la política exterior de
Rusia puede volverse más independiente y actuar bajo sus propios intereses. Esta es la
corriente que más ha definido la relación entre Rusia y el Occidente durante toda su historia

13
Entrevista a la funcionaria diplomática Olga Lukashevich (ver anexo 10).
(Tsygankov, 2013). A través de esta teoría se puede entender mejor por qué Rusia rechaza el
unilateralismo de los Estados Unidos o la expansión de la OTAN cerca de su zona de
influencia. Sin embargo, la identidad de Rusia también podría sentirse amenazada si China
empezara a reemplazar la hegemonía occidental. Inclusive, de manera mucho más alarmante
debido a la cercanía e influencia china en los territorios del este ruso. No obstante, la política
exterior rusa sigue basada en utilizar a los Estados Unidos como su principal contra identidad,
quizás debido al legado cultural de la Guerra Fría (Hopf, 2002).

Finalmente, la corriente civilizacional es tal vez la más peligrosa de todas, ya que busca la
identidad propia de Rusia mediante la síntesis cultural y el diálogo civilizacional basado en los
orígenes eslavos y la religión ortodoxa. Esto puede ser contraproducente debido a que Rusia
es un país multicultural que guarda distintas poblaciones con diferentes orígenes culturales,
religiosos o étnicos (Ziegler, 2012). Al limitar la identidad rusa basada en una sola idea, religión
o cultura, un conflicto mayor entre las poblaciones internas puede desencadenarse. Similar al
concepto de Huntington sobre el “choque de civilizaciones”, el diálogo cultural entre Rusia y el
Occidente también puede volverse conflictivo al ser civilizaciones muy distintas. Así como
existen distintos centros de poder global, también existen diferentes polos de civilización (Lo,
2015). “Una y otra vez, se ha intentado privar a los rusos de su memoria histórica, incluso de
su lenguaje, y han sido sometidos a una asimilación forzosa.” (2014, p. 3) enunciaría Putin tras
la intervención en Crimea. La falta de claridad sobre la identidad rusa puede llevar a posturas
muy anti occidentales. Al comenzar la intervención en Siria y tras la declaración de la Iglesia
ortodoxa rusa de que esta era una “guerra santa”, algunos medios de prensa relacionaron la
identidad ortodoxa del Gobierno ruso con la liberación de los pueblos cristianos esclavizados
por el Estado Islámico (Tharoor, 2015; Agence France-Presse, 2015). Esta legitimización de
la religión ortodoxa como parte del interés ruso en Siria justifica una visión civilizacional en sus
asuntos exteriores. Cada una de estas tres corrientes ha demostrado tener mucha influencia
sobre la política exterior rusa dentro de sus relaciones con el Occidente o el orden mundial.

Para Wendt (1999), la “auto ayuda” o supervivencia del Estado se ha dado a partir de la
búsqueda en mayor o menor medida de su seguridad, la cual ha estado basada sobre la propia
percepción de la anarquía. En otras palabras, las relaciones internacionales basadas en la
seguridad de los Estados surgen sobre las ideas propias que estos tengan de la anarquía que
les rodea. Rusia ha incrementado sus capacidades militares en la región del Medio Oriente de
acuerdo a su percepción del caos o la anarquía que representaba para su seguridad. La
influencia del islamismo radical dentro de sus fronteras, presentes a través de la inmigración
de poblaciones de Asia Central o el Cáucaso, es un peligro latente para la seguridad rusa
(Sakwa, 2008). Sin embargo, esta percepción propia se encuentra basada en cuán inestable
puede ser la relación con los pueblos musulmanes alrededor de sus fronteras. Por ejemplo, el
programa nuclear de Irán fue un problema de seguridad grave para el Gobierno ruso, pero
siempre se mostró dispuesto a entablar negociaciones con el Gobierno iraní, incluso
continuando la venta de armamento, reacomodando su percepción de seguridad sobre la base
de sus intereses al relacionarse con el país (Parker, 2015).

3.5.3 La política exterior rusa dentro del nuevo orden mundial.

La intervención del Gobierno ruso en Siria, por lo tanto, se encuentra estrechamente


relacionada a la conducción de su política exterior inspirada en los elementos teóricos del
realismo así como la relación constructivista con el Occidente u orden mundial. Es a partir de
estos dos ejes que la política exterior rusa toma decisiones respecto a los distintos cambios
estructurales del orden mundial. El protagonismo histórico del Gobierno ruso dentro del orden
mundial y su relación con las demás potencias ha ido cambiando de acuerdo a la evolución de
esta jerarquía. El peso de Rusia como una potencia capaz de influenciar al orden internacional
ha ido variando de acuerdo a estos reacomodamientos del poder global. El último gran cambio,
como se ha podido describir, fue el final de la Guerra Fría, el cual no terminó mediante una
guerra total, y sin embargo, los Estados Unidos lo tomaron como una victoria. La disolución de
la Unión Soviética solo pudo ser el resultado de la voluntad del pueblo ruso por ser parte del
cambio más una serie de eventos desafortunados para su economía (Lavrov, 2016). El
liderazgo de los Estados Unidos y la percepción de esta victoria de parte de ellos generaron
un mundo unipolar precario y nada más que potencialmente hegemónico. Tanto Rusia como
China han ido asumiendo más la realidad de este nuevo orden mundial, y tratando de buscar
su rol independiente dentro de este. Las pretensiones rusas se centran en obtener la
estabilidad de un mundo multipolar, quizás inspirado en el Concierto de Europa, desarrollado
luego del Congreso de Viena de 1815, en donde existió por algunas décadas el equilibrio entre
las grandes potencias (Lo, 2015). Para ello, obtener los vacíos de poder que pueda dejar la
potencia hegemónica de los Estados Unidos en la región del Medio Oriente es muy necesario,
así como la búsqueda del equilibrio de poder dentro de un mundo inseguro y anárquico.

Para Waltz (1959), la estructura sigue siendo parte de la anarquía, en donde se concentra un
mecanismo auto regulatorio basado en las interacciones de sus unidades principales. El
constructivismo aborda esta anarquía como una percepción ligada a las ideas e intereses
tácitas del Estado. Sea cual fuese el origen de esta anarquía, Rusia solo procede a desarrollar
su política exterior teniendo en cuenta sus intereses y las relaciones con los demás actores.
Para Moscú, la integridad nacional y el valor del Estado westfaliano sigue siendo primordial
dentro del escenario internacional. En contraste, la Unión Europea proyecta una imagen
posmoderna del concepto del Estado, en donde la integración supranacional se encuentra por
encima del interés nacional, aunque haya mostrado resistencia a este mecanismo en años
recientes, como la salida del Reino Unido. Asimismo, el concepto hegemónico de los Estados
Unidos y el rol imperialista liberal va más allá del clásico concepto de la soberanía. Para los
Estados Unidos, la seguridad y la integridad democrática y liberal de su nación se encuentra
basada en moldear al mundo en su imagen. Rusia, en un principio, trató de asimilar estos
nuevos conceptos occidentales, buscando cubrir la falta de identidad tras la desaparición de
la Unión Soviética. Sin embargo, la poca respuesta de parte de Occidente y la desilusión
económica terminaron por alejar a Rusia del pensamiento occidental e inclinarse nuevamente
por la identidad estatista del Gobierno ruso (Tsygankov, 2012).

“Para nosotros, el espacio del extranjero próximo no es una tabla de ajedrez, sino un área de
una civilización mutua para todas las personas en la región, manteniendo nuestra historia y
legado espiritual vivo” (2008, p. 2) indicaría el ministro Sergei Lavrov ante el acercamiento de
Georgia a Occidente. Rusia utiliza el concepto de civilización e identidad común para proteger
sus intereses basados en la seguridad alrededor de sus fronteras. Y, es a partir de esta
posición que Rusia ha ido entablando su relación con el nuevo orden mundial. Los intereses
rusos basados en su perspectiva realista del mundo y la construcción de una identidad distinta
a la de Occidente configuraron su rol dentro del escenario internacional. Las aproximaciones
teóricas del ministro de Asuntos Exteriores, Yevgueni Primakov, en la década de los noventas
habían trazado el rumbo independiente que la política exterior rusa debía seguir. Sin embargo,
no sería hasta mediados de la primera década del nuevo milenio, en donde Rusia, más fuerte
económicamente y con un Gobierno más estable, podría recobrar su lugar dentro del orden
mundial.14

El legado histórico de Moscú en el escenario internacional tiene una fuerte influencia dentro
de la identidad e idiosincrasia rusa. Ciertamente, el Imperio zarista fue una gran potencia
durante el periodo del Concierto de Europa, y la Unión Soviética fue una de las dos

14
Entrevista a la funcionaria diplomática Olga Lukashevich (ver anexo 10).
superpotencias que moldearon el mundo después de la Guerra Fría. Rusia ha mantenido
aspiraciones de liderazgo internacional desde el origen de su historia y esto ha servido de
escudo frente a la amenaza de perder su integridad y soberanía territorial (Tsygankov, 2013).
El vasto territorio ruso fue amenazado tras la caída de la Unión Soviética, dando origen a
nuevos países dentro de Asia Central, el Cáucaso y Europa del Este. El mundo unipolar de los
Estados Unidos permitió la adopción de valores democráticos y liberales a países que nunca
lo habían experimentado en sus Gobiernos, como Rusia y sus vecinos. Sin embargo, los
resultados fueron desastrosos para la economía e integridad rusa que continúo mostrando
problemas con pueblos que querían separarse como los chechenos o daguestaníes. Rusia
decidió aspirar nuevamente a ser un actor importante en el escenario internacional,
demostrando su fuerte creencia en la soberanía del Estado westfaliano ante el mundo. Es el
protagonismo internacional donde yace la fortaleza para continuar sosteniendo a una gran
población multicultural, sin una sola identidad cohesiva o arraigada en un mismo origen. 15

El nuevo orden mundial es una oportunidad para moldear el mundo bajo los principios y valores
de cada país, pero uno solo puede acercarse a la hegemonía global más no controlarla del
todo. Es por esta razón que las relaciones entre las grandes potencias deben estar basadas
sobre el equilibrio de poder, buscando una mayor estabilidad frente a lo que algunos podrían
considerar como una competencia (Lavrov, 2016). “El establecimiento de nuevos centros
globales de influencia y crecimiento, una distribución más balanceada de los recursos para el
desarrollo y el control sobre las riquezas naturales representan las bases del orden mundial
multipolar.” (2007, p. 4). La interdependencia económica es también uno de los factores que
ayudan a brindar la estabilidad dentro del orden mundial, según el Concepto de Política
Exterior del año 2008. Asimismo, el crecimiento económico de los países brinda una mayor
autonomía al carácter político de las potencias del orden multipolar (Medvédev, 2008). Varios
documentos oficiales también hacen énfasis en el uso del derecho internacional y el rol dentro
de las Naciones Unidas para hacer frente al nuevo orden internacional (Putin, 2000; Medvédev,
2008; Putin, 2013; Putin, 2016). Es a partir de este multilateralismo que Rusia procuró defender
también sus intereses en Siria, vetando todas las resoluciones que estuvieran en contra del
Gobierno de Bashar al-Assad. La fortaleza o reticencia que ha demostrado Moscú dentro del
Consejo de Seguridad ha afianzado su rol como potencia internacional.

15
Entrevista al especialista en asuntos internacionales Rafat Ahmed Ghotme (ver anexo 9).
Si bien la Primavera Árabe fue un problema que tomó desprevenido al Gobierno ruso en un
principio, el desastroso desenlace en Libia en el 2011 reaseguró la posición rusa en contra de
estas corrientes democráticas que atentaban contra sus intereses. Las Naciones Unidas fue
la herramienta diplomática que utilizó para ejercer poder y conseguir evitar que las otras
potencias puedan frenar sus intereses en Siria.16 El poder de veto dentro del Consejo de
Seguridad, permitió a Rusia mantenerse activo dentro del Medio Oriente. Sin embargo, nunca
existió una confianza plena en que los Estados Unidos y las potencias occidentales respetaran
la decisión de Rusia, ya que en el 2003, la invasión de Iraq había obviado por completo la
decisión de Naciones Unidas (Parker, 2015). Es por esta razón que tras la advertencia de
Barack Obama sobre el uso de armas químicas en Siria, el Gobierno ruso solamente podía
advertir sobre el caos que una invasión estadounidense podría acontecer en la región. La
amenaza estadounidense a la seguridad rusa en Siria, llevaron a Moscú a utilizar cualquier
medio diplomático al alcance, llegando a presionar fuertemente a Damasco para entregar su
arsenal de armas a las fuerzas internacionales. Washington, al frenar el despliegue de
destructores cercanos a las costas de Damasco, y retractar las palabras de que las armas
químicas eran una línea roja, demostró una gran debilidad y falta de compromiso dentro de la
región. Moscú, en cambio, ganó prestigio y seguridad dentro del Medio Oriente, colocándose
como un actor muy importante en el conflicto de Siria. La política exterior rusa era reorientada
hacía un nuevo escenario en la región, en donde Estados Unidos aparecía como una potencia
en declive y Rusia como una opción más segura y determinante.

Si bien algunos dirían que fue la intervención en Crimea, Ucrania, la que justificó una política
más agresiva en el Medio Oriente, fue realmente la fuerte diplomacia que Rusia utilizó dentro
del Consejo de Seguridad y el freno que pusieron a una nueva invasión estadounidense la que
le dio la seguridad y confianza de intervenir en Ucrania (Parker, 2015). Durante su discurso
del 18 de marzo del 2014, Putin describiría como la caída del orden bipolar dejaba al mundo
en una situación muy inestable en donde las fuerzas de la OTAN habían bombardeado a
Yugoslavia de la misma forma como se replicó en Libia doce años más tarde, o como los
Estados Unidos habían invadido Iraq sin el consentimiento del Consejo de Seguridad. Putin
también señalaba como las revoluciones de colores en Ucrania, Georgia y Kirguistán, fueron
utilizadas para provocar el caos y la inestabilidad, de la misma forma que lo continuaba siendo
la Primavera Árabe (Putin, 2014). Por lo tanto, la expansión de la Unión Europea y la OTAN

16
Entrevista realizada al funcionario diplomático Rodolfo Castro (ver anexo 8).
fueron tomadas como una forma de arrinconar y doblegar los intereses rusos en su espacio
de influencia. Las prioridades basadas en el realismo y la relación constructivista con el
Occidente, llevaron a Rusia a sentirse amenazado frente al orden democrático liberal que
Estados Unidos y la Unión Europea buscaban moldear en el mundo. Al mismo tiempo, la
evolución de su política exterior fue adquiriendo un mayor protagonismo y reconocimiento
como potencia internacional, sintiéndose más confiada de sus propias capacidades militares
y económicas.17 Durante el mismo discurso, Putin habló de una “nueva Rusia”, haciendo
referencia al periodo imperial de Catalina la Grande del siglo XVIII, momento en el cual Moscú
pudo expandirse a nuevos territorios, tomando incluso a Crimea de las manos del Imperio
Otomano (Parker, 2015).

Este nuevo prestigio o validación del rol histórico de Rusia en los asuntos internacionales
también iba de la mano de una nueva política de orientación hacia el Asia. Rusia no parecía
temerle a las nuevas sanciones económicas de parte de Occidente, a pesar de los precios
bajos del petróleo y la devaluación del rublo (Putin, 2014). Moscú insistía en mantener una
política exterior sólida y siguió apostando por los mecanismos de cooperación e integración
que habían ayudado a construir como el grupo económico de los países BRICS (Brasil, Rusia,
India, China y Sudáfrica), la Organización de Cooperación de Shanghái, la cual toca temas de
seguridad y economía, liderada por China y Rusia18, la Organización del Tratado de la
Seguridad Colectiva (una respuesta a la OTAN, con países de Asia Central) y la Unión
Económica Euroasiática, un bloque económico que cuenta con la participación de Armenia,
Kazajistán, Kirguistán y Bielorrusia. A esto hay que agregarle contratos millonarios firmados
con China, a quienes sitúan como clientes potenciales para reemplazar la dependencia
energética de la venta de gas a Europa.19 El conflicto con Ucrania obstaculizaba el envío de
gas a los países europeos y condicionaba a Rusia a buscar una manera de debilitar la
integración de la Unión Europea, ya que algunos países eran más dependientes de su gas
que otros. Por lo tanto, las duras sanciones que recibía Rusia de parte de la Unión Europea
no eran compartidas por todos sus miembros (Mitrova, 2014). Sin embargo, el respaldo político
y económico que recibió de parte de China, le permitió realizar acuerdos para la construcción
de gasoductos con dirección a la zona oeste de China, así como la zona costera. Además,
recibieron préstamos y mejores contratos para la distribución de Gas Natural Licuado y

17
Entrevista a la funcionaria diplomática Olga Lukashevich (ver anexo 10).
18
Desde el 2016, también la integran India y Pakistán.
19
Entrevista a la funcionaria diplomática Olga Lukashevich (ver anexo 10).
petróleo, legitimando así su nueva orientación hacía la región de Asia. Putin también utiliza
esta alianza entre las potencias para validar la independencia de su política exterior en un
mundo multipolar, estando dispuesto a ser el equilibrio entre Asia y Occidente. El discurso
presidencial ante la Asamblea Federal del año 2016 lo explicaría de esta forma: “la
cooperación estratégica entre Rusia y China es uno de los factores claves para brindar
estabilidad regional y global. Esta alianza sirve como modelo para mantener al orden mundial
independiente de la dominación de una sola potencia.” (2016, p. 8).

Es de esta manera que se puede observar cómo la política exterior rusa ha seguido teniendo
un rol principal dentro del orden mundial, teniendo en cuenta sus propios intereses, ya sean
políticos o económicos, y la aspiración a tener una política independiente basada en el
equilibrio de poder. Es en este contexto internacional y la visión de la política exterior rusa que
se debe situar su intervención en Siria. Tomando en consideración todos los elementos
teóricos explorados hasta el momento se puede obtener una respuesta mucho más completa
y comprensible de la decisión de Rusia de intervenir en la guerra civil siria.

3.5.4 Reflexiones finales sobre la intervención militar de Rusia en Siria.

“La comunidad internacional tuvo que tomar una decisión del momento en conjunto: descender
en una erosión más grande de las bases del orden mundial o tomar colectivamente decisiones
responsables” (2013, p. 9), con estas palabras Vladimir Putin se dirigiría al Kremlin tras haber
prevenido la intervención de los Estados Unidos en Siria. El orden internacional que ha
demostrado ser muy importante para la política exterior rusa se encuentra estrechamente
relacionado a su rol en Siria. Las relaciones con Siria, como ya fueron explicadas previamente,
han demostrado estar basadas en su relación histórica, el Gobierno de al-Assad fue
considerado por Moscú como un aliado desde los tiempos de la Unión Soviética. Durante la
Guerra Fría, Siria fue utilizada como un punto estratégico para equilibrar la balanza en contra
de los Estados Unidos en Medio Oriente, quien tenía una fuerte presencia a través de Israel y
Egipto. La Unión Soviética también consiguió instalar una base estratégica para sus intereses
geopolíticos en la región, obteniendo una salida directa al Mar Mediterráneo a través de la
base de Tartus en las costas de Siria. Tras el final de la Guerra Fría, Siria siguió siendo útil
para el Gobierno de Yeltsin en mantener cierto protagonismo dentro del proceso de Paz con
Israel, colocando a Rusia como mediador entre Siria e Israel. Asimismo, la venta de armas
siguió manteniendo activa la relación con Rusia después que entrara el hijo de Hafez al-Assad,
Bashar, al Gobierno sirio. A esto había que sumarle los intereses económicos que guarda
Rusia en la región al tener que competir en la venta de petróleo y gas con cada uno de los
actores regionales como Qatar, Arabia Saudita o Irán. No obstante, los intereses geopolíticos
o económicos de Rusia, en principio, no pueden explicar la intervención en este país por si
solos.

Teniendo en cuenta que han sido los intereses para su seguridad los que han primado sobre
la política exterior rusa al momento de intervenir en otros países como Georgia o Ucrania, se
debe analizar qué elementos han sido esenciales para su seguridad al momento de intervenir
en Siria. Para Moscú, la guerra civil en Siria es una cuna del terrorismo internacional y este ha
sido el principal objetivo, al cual siempre se han referido (Putin, 2015). La influencia del
islamismo radical en las fronteras y territorios rusos es una grave amenaza para la integridad
y seguridad rusa. La aparición del Estado Islámico legitimó en primera instancia la intervención
de Rusia por sí sola. Sin embargo, los bombardeos rusos fueron dirigidos principalmente a la
oposición “moderada” de al-Assad, pero, como se ha podido observar, esta oposición también
es islamista e influye sobre las poblaciones musulmanas rusas. Frenar la expansión del
islamismo cerca de sus fronteras tiene que ser una prioridad de primer orden para Rusia. Tanto
para los terroristas chechenos como los daguestaníes, la guerra en Siria es una manera de
enfrentarse a los intereses de Rusia fuera de sus fronteras. Asimismo, Rusia entiende que
dejar que estos grupos regresen al país podría desestabilizar aún más la relación de estas
poblaciones con el Gobierno central.

No obstante, la mayor razón por la cual Rusia decidió intervenir en Siria ha quedado
demostrada en su propio carácter e identidad como nación ante un nuevo orden mundial. El
protagonismo que Rusia busca obtener en los asuntos internacionales ha llevado al Gobierno
a desarrollar una política mucho más independiente y capaz de llevar el equilibrio de poder
frente a Occidente en la región de Medio Oriente. La aspiración a ser una gran potencia ha
quedado reflejada en varias de las ideas desarrolladas hasta el momento dentro de la política
exterior rusa. Este rol internacional ha ido creciendo de acuerdo a como ha ido evolucionando
o reacomodándose el sistema internacional tras el final de la Guerra Fría, construyendo una
identidad basada en la relación con el Occidente y recuperando su idiosincrasia nacional
histórica. De la misma manera, el respaldo a Bashar al-Assad ha ido volviéndose cada vez
más fuerte de acuerdo a la debilidad proyectada por su Gobierno y los niveles de inseguridad
de su contexto. La visión realista de primar la seguridad y desarrollar una política de equilibrio
de poder estuvo reflejada en el escenario sirio y llevó a Rusia a formar una política más sólida
e independiente en la región.20

El conflicto religioso entre los sunitas, liderados por Arabia Saudita, y el chiismo, liderado por
Irán, inclinaban cada vez más la balanza en contra del Gobierno de al-Assad. La intervención
rusa representaba el apoyo que necesitaba al-Assad frente a la presión de las fuerzas de
oposición, apoyadas por sus enemigos regionales y extra regionales. Moscú fortalece al
Gobierno sirio y le brinda el respaldo que requería para inclinar la balanza de vuelta a su favor.
El declive de los Estados Unidos en el Medio Oriente generó el espacio adecuado para que
Rusia pudiera ejercer un equilibrio “duro” al intervenir directamente en la región. Rusia
despliega una serie de bombardeos por aire y mar, haciendo una demostración de su poderío
militar. Este aumento de sus capacidades militares logra intimidar a la oposición pero al mismo
tiempo le permite una mayor autonomía e independencia del control hegemónico de los
Estados Unidos.

La construcción de una identidad rusa que rechaza a la hegemonía occidental alimenta a las
aspiraciones globales de obtener una política exterior independiente. La consecución de un
orden multipolar equilibrado le brinda una mayor seguridad a los intereses nacionales rusos,
por lo que su mejor opción es preservar una posición de equilibrio de poder frente a sus
adversarios. Las acciones de Rusia en Siria se encuentran, de esta manera, estrechamente
relacionadas a la cambiante distribución de poder dentro de Medio Oriente. La falta de
autoridad o liderazgo de Estados Unidos en la región permitió que Siria se transformara en
una guerra subsidiaria en donde las potencias regionales buscaron preservar sus intereses
nacionales. Rusia entiende esta anarquía como una oportunidad para inclinar la balanza a su
favor y continuar con el nuevo protagonismo internacional que había venido desarrollando. El
objetivo principal no fue apoyar a al-Assad sino a su propio significado como potencia
internacional, manteniendo en mente al gran cuadro de la política exterior rusa, sin importar
realmente quien gobierne Siria (Crosston, 2014).

Finalmente, la intervención de Rusia en Siria ha demostrado ser solo una pieza dentro de toda
la evolución y la idiosincrasia de la política exterior rusa. Los intereses rusos sobre la región y
el país sirio han ido cambiando de acuerdo a cómo ha ido adaptándose la perspectiva y
relación de Rusia frente al orden mundial. Los intereses nacionales también han ido

20
Entrevista realizada al funcionario diplomático Rodolfo Castro (ver anexo 8).
obteniendo mayor importancia de acuerdo al acercamiento del Gobierno a una identidad más
estatista y el alineamiento a la perspectiva realista. Rusia es un país que sigue formando y
adaptando su política exterior a los cambios de poder en el orden internacional, Siria es un
país que le ha servido mucho para conseguir esta adaptación como una potencia global
independiente, con una propia identidad.
Conclusiones

1. Rusia es un país que configura su política exterior basada en su relación con el actual
orden mundial. Sus aspiraciones son de ser una potencia capaz de equilibrar el poder
internacional, al mismo tiempo de mantener su independencia como país y proteger su
soberanía dentro del sistema internacional. Rusia utiliza la intervención en Siria para
concretar estos objetivos y fortalecer su propia imagen como un actor importante en la
región. El legado histórico de Rusia como potencia internacional influye en las
decisiones que Moscú sigue tomando dentro de la región del Medio Oriente. Es a partir
de su relación histórica con Siria que Rusia tiene un punto de ingreso al actual orden
mundial.

2. El realismo de la política exterior de Rusia entiende al sistema internacional como un


mundo anárquico e inseguro en donde la integridad y unidad del Estado mantendrán
su propia supervivencia. El uso de las fuerzas armadas, así como el rol del Estado,
forman parte del equilibrio duro que pretende utilizar Rusia para proteger sus intereses
alrededor de sus fronteras, tanto el espacio del extranjero próximo como el Medio
Oriente. Asimismo, Rusia desconfía de las intenciones de Occidente a través de la
expansión de sus ideales democráticos liberales en su zona de influencia. Para Moscú,
son los intereses del Estado westfaliano los que priman sobre el sistema internacional,
lo cual genera fricciones con la posmodernidad de la Unión Europea o las aspiraciones
de los Estados Unidos de moldear el mundo en su imagen.

3. Para Rusia, el mundo bipolar entre la Unión Soviética y los Estados Unidos brindaban
estabilidad al orden mundial. Con la caída de la Unión Soviética, el mundo entraría en
un mundo unipolar precario que no reflejaba la realidad multipolar desequilibrada que
perjudicaba a los intereses rusos. Rusia tardaría en aceptar y encontrarse a sí mismo
en este nuevo orden multipolar. Sin embargo, la búsqueda por instaurar el equilibrio se
ha vuelto parte integral para su supervivencia como una gran nación. Para la política
exterior de Rusia, el orden multipolar es una necesidad que permite una estabilidad
similar a la de los primeros años del Concierto de Europa, en donde Rusia era uno de
los líderes, y el equilibrio funcionaba sin llegar a la confrontación.
4. El dilema de seguridad lleva a Rusia a tener que aumentar sus capacidades militares
frente a la inseguridad percibida fuera y dentro de sus fronteras. El terrorismo radical
presente en las relaciones de Rusia con sus poblaciones musulmanas vuelven
necesaria su intervención en los asuntos del Medio Oriente. Por consiguiente, Siria es
utilizada como un campo de batalla entre los islamistas radicales y las fuerzas armadas
rusas. De esta manera, Moscú termina envolviéndose dentro de una guerra sectaria
entre sunitas y chiitas, optando por defender los intereses del chiismo con tal de
proteger al Gobierno sirio y hacer daño a los intereses islamistas sunitas en la región.

5. El desarrollo de las capacidades militares y su demostración ante la intervención en


Siria permiten a Rusia mantener su autonomía frente al declive de la potencia
hegemónica de los Estados Unidos en la región. Rusia mantiene el equilibrio al no
ceder ante la presión estadounidense por medio de sanciones económicas, así como
continúa suministrando armas al ejército sirio y utilizando su rol dentro del Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas para seguir defendiendo a al-Assad. El control
pasivo de los Estados Unidos en la región permite a Rusia poder intervenir
directamente en Siria, inclinando la balanza a favor de sus intereses nacionales, así
como brindando mayor estabilidad al régimen sirio y la influencia chiita en la región.

6. La identidad estatista del Gobierno de Moscú ha ido formándose de acuerdo a su


relación con Occidente. La falta de respuesta o atención de los Estados Unidos por
integrar a Rusia dentro de su mundo unipolar terminaron desilusionando las
expectativas de Moscú. La identidad de Rusia, por lo tanto, está basada en su propia
autonomía y el distanciamiento de la identidad occidental, sirviendo de equilibrio entre
el mundo occidental y el oriente. Es así que Rusia busca proteger y focalizar sus
intereses en su propio espacio fronterizo, alejándose de la visión global de un mundo
occidental. Los intereses de Rusia en Siria se encuentran arraigados en la construcción
que Rusia continúa realizando sobre su propia identidad como Estado y lo qué significa
el interés nacional para este.

7. El carácter principal de la identidad rusa ha ido formándose de acuerdo a diferentes


momentos en la evolución del orden internacional. Para Rusia, la política exterior sobre
la Primavera Árabe aún no había quedado muy definida hasta después que Occidente
intervino en Libia. Es a partir de la Crisis en Siria que Rusia empieza a desarrollar una
política internacional más independiente fuera del extranjero próximo. La intervención
en Georgia ya había dejado en claro los intereses e intenciones rusas de frenar
cualquier tipo de acercamiento de entidades internacionales a su zona de influencia.
Sin embargo, mediante la guerra civil en Siria, Rusia obtiene un valor y rol internacional
que le permite contener a los intereses de Occidente en la región de Medio Oriente. El
equilibrio demostrado mediante los vetos dentro del Consejo de Seguridad, la venta de
armas, así como la representación diplomática del Gobierno sirio en distintos intentos
por conseguir la paz, le brindaron a Rusia la seguridad para tomar un rol más activo
internacionalmente, haciendo uso de sus capacidades militares. La intervención en
Ucrania no tendría sentido si esta evolución de su protagonismo internacional no fuera
tomado en cuenta. De la misma forma, la intervención militar en Siria fue parte de esta
continua evolución del rol de Rusia dentro de los asuntos internacionales. Siria es por
lo tanto su regreso al prestigio internacional, algo que no conseguirían siguiendo los
intereses de Occidente.

8. La competencia energética también es un elemento significante en las relaciones de


Rusia con el Medio Oriente, así como la venta de armas. Sin embargo, estos elementos
influyen más en las relaciones bilaterales que guarda Rusia con cada uno de los países
principales de la región que en los intereses nacionales que guarda en el conflicto de
Siria. De la misma manera, si bien la base de Tartus es importante para la estrategia
geopolítica de Rusia frente al Mar Mediterráneo, esto no termina de explicar la
verdadera importancia del conflicto para los intereses rusos. La relación de Rusia y
Siria puede ser reducida a intereses materialistas, sin embargo, es la importancia de
esta relación para el rol internacional y la supervivencia de la autonomía rusa donde se
encuentra la clave para comprender realmente la intervención rusa en Siria.

9. Rusia ha demostrado utilizar el multilateralismo y las negociaciones de paz para


entablar y demostrar protagonismo sobre la Crisis de Siria. No se podría hablar de la
paz en Siria sin tenerlo a Rusia en medio de las conversaciones. Asimismo, puede
aprovechar esta situación para conducir y llevar a cabo las negociaciones bajo sus
propios intereses. Sin embargo, este protagonismo no tendría el éxito esperado si
Rusia no pudiese demostrar sus capacidades ofensivas, por lo que el despliegue militar
respaldan las medidas diplomáticas del Gobierno. Además, los intentos de Rusia por
liderar las negociaciones pueden brindar prestigio y legitimidad a las acciones tomadas
por el Gobierno durante los últimos años en Siria. Los acuerdos de Astaná parecen así
demostrarlo, ya que Rusia logra separar a Occidente de las negociaciones entre el
Gobierno sirio y la oposición, obteniendo el respaldo de Irán y Turquía. El desenlace
de esta crisis internacional podría estar más cerca de concluir, no obstante, las
repercusiones que el conflicto tendrá sobre la estabilidad del Medio Oriente seguirán
presentes a largo plazo.

10. Las hipótesis de esta tesis plantearon la posibilidad de que la intervención de Rusia en
la Crisis de Siria se encontraba relacionada a los deseos de Moscú por ser una potencia
global. Estas aspiraciones también trataron de ser comparadas a la relación que
guarda Rusia con el Occidente. Asimismo, se intentó probar que la intervención le dio
un mayor protagonismo a Rusia en el actual orden mundial, el cual se encuentra en
medio de una transición hacia la multipolaridad. Además, se quiso comprobar que
Rusia seguía en la búsqueda de su propia identidad lejos de la influencia occidental y
la supervivencia del Estado. De esta manera, todas estas hipótesis han demostrado
tener la validez suficiente para ser aceptadas como una teoría cercana a la realidad
tras una investigación más profunda de la política exterior rusa y su relación con el
Occidente y el orden mundial.
Recomendaciones

Los hallazgos de esta tesis buscan fomentar el estudio de esta ciencia social llamada
Relaciones Internacionales. Es a partir de la investigación de la política exterior rusa en la
guerra civil de Siria que se puede entender mejor el rol de las potencias dentro del sistema
internacional y cuán importante es utilizar los paradigmas o ideas de diferentes autores para
construir una teoría más cercana a la realidad. Por lo tanto, se recomienda a las entidades
vinculadas al estudio de Relaciones Internacionales continuar con más investigaciones que
ayuden a cultivar esta ciencia tan poco difundida en el Perú.

Estas investigaciones deben estar focalizadas en los intereses nacionales de las potencias, ya
que el sistema internacional se encuentra entrelazado a través de una jerarquía de poder
llamado orden mundial. Este orden mundial debe servir como un campo de análisis en el cual
cada actor internacional se relaciona con otros a partir de su posición dentro de este escenario.
Asimismo, el estudio de los actores internacionales dentro del orden mundial debe contar con
paradigmas que ayuden a comprender la identidad nacional de la política exterior y que brinden
un orden y coherencia a las ideas utilizadas para dar una imagen del mundo.

De igual forma, se recomienda que estas investigaciones sean tomadas en consideración por
el Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú para poder trazar una política exterior más
acorde a los propios intereses del país. Mediante el reconocimiento de la situación tanto en
Siria como en Medio Oriente, la Cancillería peruana puede tener un papel más destacado
como nuevo miembro del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas a partir del 2018. Por
consiguiente, el Perú debería aprovechar esta oportunidad para desarrollar un liderazgo
internacional mediante la autonomía de su política exterior, basada en el estudio y la
investigación de temas como los expuestos por esta tesis.

Finalmente, la opinión pública sobre los temas internacionales sigue siendo muy reducida en
el Perú en comparación a otros países. La aspiración de la política exterior de un país debería
ser el poder conservar su supervivencia como Estado mediante el liderazgo o la autonomía en
el sistema internacional, ser dependientes de los intereses nacionales de las potencias no
debería ser la única aspiración. El Perú podría llegar a tener una identidad más autónoma
reflejando sus opiniones e ideas sobre la política exterior y las relaciones internacionales a
partir de una mayor cobertura de parte de los medios de comunicación. La difusión de estos
temas puede ayudar a generar un carácter nacional más independiente sobre la política
exterior peruana, la cual debe cumplir con los intereses nacionales, donde la población y sus
ideas sigue siendo un elemento principal. Por lo tanto, se recomienda impulsar los temas de
estudio de las relaciones internacionales a través de distintos medios de comunicación, en
donde el público en general pueda sentirse parte de una nueva imagen internacional del país
e influenciar el carácter nacional de la política exterior peruana.
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ANEXOS
Anexo 1
Mapa de la Federación de Rusia

Fuente: CIA World Factbook (2017). Mapa de la Federación de Rusia. Central Intelligence
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Anexo 2
Mapa de la península de Crimea

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antigua URSS? BBC News. Recuperado de http://www.bbc.com/mundo/noticias/2014/09/14
0911_rusia_ucrania_conflictos_congelados_lav
Anexo 3
Mapa de la República Árabe Siria

Fuente: CIA World Factbook (2017). Mapa de la República Árabe Siria. Central Intelligence
Agency. Recuperado de https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/geos/
sy.html
Anexo 4
Mapa de base en Tartus

Fuente: Google (s.f.). Mapa de la base de Tartus, Siria. Google Maps. Recuperado de https://
www.google.com.pe/maps/place/Tartus+Port/@35.7440086,34.5243833,8z/data=!4m5!3m4!
1s0x15217c34ee5576c5:0x6c526abef67faf1c!8m2!3d34.9104285!4d35.8757016?hl=es-419
Anexo 5
Mapa del Estado Islámico 2015-2016

Fuente: IHS Conflict Monitor (2017). El mapa que muestra los territorios que perdió Estado
Islámico en 2016. BBC News. Recuperado de http://www.bbc.com/mundo/noticias-internaci
onal-38677809
Anexo 6
Mapa de la distribución de chiitas y sunitas en Medio Oriente y Sur de Asia

Fuente: Calderón, M. (2016). Distribución de chiíes y suníes en Oriente Próximo y sur de


Asia. ABC diario. Recuperado de http://www.abc.es/internacional/abci-sunies-y-chiies-eterno-
hachazo-islam-201601041230_noticia.html
Anexo 7
Mapa de la distribución de los kurdos en el Medio Oriente

Fuente: CIA World Factbook (2017). Who are the Kurds? BBC News. Recuperado de http://w
ww.bbc.com/news/world-middle-east-29702440
Anexo 8
Entrevista con el funcionario Rodolfo Castro Valcárcel, encargado de las relaciones
del Perú con Siria – Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú – 14 de noviembre
2017

1. ¿El Perú ha suspendido las relaciones con el Gobierno de Siria?


No, no se han suspendido.
2. ¿El Perú ha reconocido de alguna forma a los grupos de oposición del Gobierno de al-
Assad?

No se les ha reconocido de ninguna forma.

3. ¿Cuál es la postura de la Cancillería ante la Crisis de Siria?


Fundamentalmente, la crisis debe ser resuelta vía negociaciones. Se deben respetar los
derechos humanos en el conflicto desde ambas partes. El Perú ha rechazado
categóricamente todos los actos de terrorismo que atentan de manera indiscriminada
contra la vida de la población. Se apoya todas las iniciativas generadas y presentadas en
el contexto de las Naciones Unidas.
4. ¿Se tiene alguna postura ante el rol que cumple Rusia frente a la Crisis de Siria?
Rusia está jugando su propio partido en Siria, opuesto a Occidente, y es obvio que los
países occidentales de alguna manera cuentan con el apoyo de Naciones Unidas. Rusia
es aliado histórico de Siria y tiene intereses geoestratégicos muy importantes en la región.
Lo ha apoyado a través de bombardeos sistemáticos que han logrado expulsar a la
oposición de los sitios o ciudades que tenían tomadas. El Perú no apoya la postura de
Rusia, inclusive, cuando ha habido excesos el Perú los ha condenado. Ahora, el Perú
tampoco ha manifestado un apoyo a la acción de Estados Unidos u Occidente. Cualquier
acción se debe hacer bajo el paraguas de Naciones Unidas y eso es lo único que el Perú
ha apoyado, no a Rusia ni a Estados Unidos. Se han apoyado las acciones que estén en
el contexto de un enviado especial para el tema de Siria en Naciones Unidas o las
conversaciones de paz que se vienen desarrollando, pero no a un determinado país.
5. ¿El papel de Perú dentro del Consejo de Seguridad podría ayudar a brindar una solución
al conflicto?

Para empezar, no va haber una solución al conflicto porque estás hablando del conflicto
más complejo que existe en la actualidad. Por la cantidad y multiplicidad de factores que
se encuentran en el conflicto. Hay factores de orden interno, de orden regional, de orden
global, político, religioso. Entonces, no le falta nada a este conflicto. Es muy complejo.
Podría ser resuelto pragmáticamente, es decir, objetivamente. Pero, ni en el corto o
mediano plazo veo la posibilidad que este conflicto se resuelva. Rusia juega su propio
partido y ese partido no se alinea necesariamente a Naciones Unidas. ¿Qué dicen las
Naciones Unidas? Que el presidente tiene que salir, que toda negociación pasa por la
salida de Bashar al-Assad. Rusia señala que no. Y, ¿quién está ganando hasta ese
momento? Siria y Rusia. No está ganando Occidente, no está ganando la posición de
Naciones Unidas. El Perú, por lo tanto, no va a poder hacer nada.
Anexo 9

Entrevista al analista e investigador de estudios de política internacional, Rafat


Ahmed Ghotme – 21 de noviembre de 2017

1. En la lectura “El rol de las potencias en la guerra civil siria: hegemonía y contrahegemonía en
la política mundial” de la revista Relaciones Internacionales de la UNAM, menciona que
Estados Unidos mantiene una hegemonía basada en formas de control indirecto, ejemplificado
en el apoyo a rebeldes moderados o el bombardeo sobre el Estado Islámico, lo cual le permite
preservar el protagonismo e influencia sobre la crisis de Siria. ¿Se podría considerar
beneficiosa la limitada acción estadounidense en Siria al proyectar influencia a bajos costos
en detrimento de su imagen como la única potencia imperial en la región?

Se puede decir que sí, tiene algún beneficio actuar de la manera como lo hace Estados Unidos,
pero solo parcial y en el corto plazo. En principio, Estados Unidos tiene como objetivo expandir
su hegemonía (imperial) en el Medio Oriente, especialmente en aquellos espacios que aún no
hacen parte de ese orden, como Irán y Siria. En el resto de la región, Estados Unidos es la
potencia dominante, aunque con diferentes grados o niveles de control, cada vez de hecho
menores; mira por ejemplo el caso de Irak, un “protectorado” estadounidense que incluso se
toma la libertad de formar vínculos con países rivales de Estados Unidos (como Rusia o Irán)
o no legitimar la doctrina del cambio de régimen en Siria.

Por tanto, teniendo en cuenta el declive de sus capacidades y la pérdida de legitimidad,


además de la férrea oposición de Rusia e Irán a sus políticas en Siria, Estados Unidos no
puede expandir su hegemonía en ese espacio. Lo máximo que puede hacer es demostrar su
poderío en una posición de equilibrio esperando que en algún momento se torne a su favor.

Digo que este beneficio es parcial porque Estados Unidos no se puede dar el lujo de estar en
una guerra prolongada y empantanada por mucho tiempo. Y ello se debe principalmente a que
debe usar su poder para hacer frente a otros rivales como China, Rusia e Irán.

2. Estados Unidos optó por utilizar el equilibrio de poder en la región mediante su acercamiento
a Irán, ¿por qué esto no tiene el mismo efecto al tratar con Rusia? Por ejemplo, se pudo haber
sido más complaciente con los intereses de Rusia en Ucrania a cambio de una postura menos
intervencionista en Siria.

Estados Unidos y Rusia sí lograron un equilibrio en Siria –o mejor, llevar a cabo sus relaciones
en términos de equilibrio, aunque no muy estable. Esa situación es comparable con Ucrania
en un sentido, debido a que Rusia considera Ucrania y Europa Oriental como una zona de
influencia crucial para su seguridad, no puede permitir que Estados Unidos y sus aliados
occidentales expandan su influencia en esa zona. Por tanto, Rusia ha emprendido
mecanismos de equilibrio, tales como la anexión de Crimea y el apoyo a los separatistas de
Lugansk y Donetsk, este último caso no para anexionarse esas repúblicas, sino para presionar
a Occidente hasta que desista de incorporar a Ucrania al orden hegemónico.
Estados Unidos tiene la intención de expandir su hegemonía a Europa Oriental y
especialmente a Rusia, un orden que se puede denominar imperialismo liberal –promoción de
la democracia, la interdependencia económica y la cooperación institucionalizada, obviamente
bajo el control estadounidense y los principales beneficios para sí mismo. Pero Rusia tiene
una ideología y unos intereses diferentes, soberanista y de gran potencia.

Ahora bien, Estados Unidos usa la crisis en Ucrania para sancionar a Rusia, lo cual tiene
efectos en la política general rusa hacia Siria y otras partes del mundo. En otras palabras,
Estados Unidos intenta socavar la política rusa a través de sanciones, la manipulación del
precio del petróleo, etc. En mi concepto, Estados Unidos no va a doblegar a Rusia, por lo que
el resultado terminará siendo el equilibrio.

3. Rusia mantiene una postura basada en su propia seguridad e interés en la región, pero al
mismo tiempo, este escenario ha propiciado su protagonismo en el orden mundial y
su identidad como potencia hegemónica. ¿Estos beneficios para su política exterior podrán
ser mantenidos a largo tiempo sino se cuenta con las mismas capacidades que la potencia
estadounidense?

Rusia no tiene una política exterior basada en la consecución de la hegemonía, sino del
equilibrio, por lo menos en el corto y mediano plazo. Por supuesto, esa actitud tiene que ver
con el declive de Estados Unidos (que por cierto adopta una postura más intervencionista,
agresiva y violenta en la medida en que percibe un mayor declive y respuestas contra-
hegemónicas), y esto a su vez acelera la carrera por el equilibrio.

Sin embargo, la actitud rusa también tiene que ver con variables internas: una historia de
“orgullo” imperial que quiere rescatar; recurrir a las crisis internacionales para fomentar la
unidad y cohesión social (teniendo en cuenta que el sistema político ruso es autoritario y que
controla el capital). Esos factores contribuyen a que Rusia adopte esa política, no de
hegemonía sino de una potencia que busca consolidar un orden multipolar en una primera
posición.

4. En la lectura se menciona que la caída de al-Assad tampoco sería tan beneficiosa para la
política de Estados Unidos, debido a que la oposición terminaría finalmente volviéndose hostil
con los Estados Unidos. ¿Sería acertado pensar que el Gobierno estadounidense podría
interesarle causar divisiones dentro de la oposición? ¿La ayuda a los kurdos podría ser un
intento de esto?

Es cierto que Estados Unidos no quiere a al-Assad en el poder ni ningún vestigio de su


régimen, pero ello no significa que esa salida se pueda matizar. Por ejemplo, a Estados Unidos
le conviene que al-Assad se mantenga en el poder mientras eso signifique una guerra
sangrienta entre sus principales enemigos (yihadistas, Hezbollah, etc). Le convendría incluso
que al-Assad venza y se mantenga en el poder un tiempo más, eso sí, debilitado, con el fin de
mantener a raya a los yihadistas.

Ahora bien, Estados Unidos no tiene más alternativa que mantener divisiones en la oposición:
entre yihadistas y seculares, entre seculares y kurdos, aunque también es cierto que esa
oposición ya está dividida por razones ideológicas y geopolíticas. En realidad, Estados Unidos
juega un doble juego: mientras apoya y usa a los kurdos contra el Estado Islámico, al mismo
tiempo apoya a los rebeldes seculares que piensan en preservar la integridad territorial de
Siria. La estrategia de Estados Unidos es simplemente usar al grupo rebelde que mejor
posición tenga para lograr sus fines, abandonándolos después a su suerte (ya lo hizo con los
kurdos de Irak en 2003, y punto aparte con los tayikos de la Alianza del Norte en Afganistán).

Por supuesto, ello le va a significar no tener una mejor posición a la hora de sentarse a
negociar. Pero por ahora es lo máximo que puede hacer; por ahora, Estados Unidos está
limitado a recurrir a todos los frentes necesarios para derrocar al Estado Islámico y debilitar o
derrocar al régimen sirio.

En mi concepto, ello solo se va a lograr si las potencias involucradas en la guerra civil logran
presionar e incorporar a todos los bandos en la mesa de negociación, y ello incluye al régimen,
a los yihadistas, los seculares y los kurdos. La única salida es encontrar un punto medio entre
sus aspiraciones (por ejemplo, un régimen federal).

5. Finalmente, ¿considera que la política exterior de Rusia al intervenir directamente en Siria,


para prevenir los avances de los rebeldes, ha sido más exitosa hasta el momento que la
moderación estadounidense?

La política rusa ha sido efectivamente exitosa en Siria. El simple hecho de lograr el equilibrio
con Estados Unidos (es decir, prevenir la caída del régimen y usarlo con el fin geoestratégico
de proyectar su poder en el Mediterráneo y contener la expansión de la OTAN en su zona de
influencia), es de hecho un logro.
Anexo 10

Entrevista a la funcionaria diplomática y analista de estudios de política rusa, Olga


Lukashevich Pérez – 13 de diciembre de 2017

1. ¿Cuáles son los elementos esenciales para entender el rol de la política rusa dentro del
orden mundial?
Uno de los elementos esenciales ha sido como Rusia ha empezado a recobrar su lugar dentro
del escenario internacional. El tema, básicamente, residió en esa aspiración, en la autonomía
de su política exterior. A partir del año 2005 - 2006, Rusia comienza a tener una mayor
relevancia en los asuntos internacionales. Y este asunto también es gracias a que Rusia puede
hacerlo, porque tenía los medios económicos. Es decir, si tienes los medios económicos
puedes tener una política exterior más autónoma. Entonces, uno de estos elementos es que
Rusia ha obtenido su reposicionamiento internacional porque sus arcas fiscales han crecido,
y esto se ha dado porque los precios de las materias primas aumentaron considerablemente,
teniendo una renta petrolera extraordinaria. Hasta el comienzo de la Crisis del 2008, Rusia
empezó a crecer increíblemente, lo cual ayudó a la independencia de su política exterior. Esto
es uno de los elementos a tener en consideración. Cuando Rusia pasó por una fuerte crisis
económica en los años noventa, Rusia quedó relegada a estar de acuerdo con la política
exterior de Occidente. La expropiación de las empresas de hidrocarburos a partir del Gobierno
de Putin y el aumento de los precios del petróleo, se configuraron para brindar la autonomía a
la política exterior rusa.
La política energética también es otro de los elementos esenciales para su posicionamiento
internacional. Rusia le exporta gas a Europa en grandes cantidades lo que lo termina volviendo
dependiente. Esta palanca energética es una herramienta que Rusia sabe utilizar muy bien
para sus propios beneficios. Asimismo, Rusia está tratando de intervenir en el orden mundial,
no solo políticamente, multilateralmente, sino también militarmente. Mucho se ha hablado que
el aparato militar ha quedado mermado. Rusia, por lo tanto, quiere recobrar su protagonismo
militar. Durante el Gobierno de Yeltsin, el presupuesto militar era de diez millones, ahora está
en noventa. Es poco para el presupuesto de otros países como el de Estados Unidos, que está
en 600 millones. Pero Rusia sigue subiendo su presupuesto militar de una manera
exponencial. Rusia quiere recuperar ese rol o poderío militar real, el hard power. Al igual que
la palanca energética, ambas medidas de hard power, buscan reestablecer el posicionamiento
de Rusia en el sistema internacional. La intervención tanto en Georgia como en Siria, es un
elemento importante, tratar de volver a ser una potencia real militar a plenitud.
Otro elemento también es el deseo de querer recobrar su lugar como potencia, y esto tiene
que ver con el tema de la idiosincrasia. El tema de las ideas y los valores también es importante
para la política exterior. Si bien Rusia es bastante pragmática y realista, sí hay elementos del
constructivismo. Por ejemplo, Rusia se ve como un país euroasiático. Digamos, un país distinto
a los demás, ya que tiene parte europea y parte asiática. La identidad que ellos tienen de ser
distintos, el excepcionalismo, que le llaman algunos, tiene mucho que ver con el tema de las
ideas. En este nuevo periodo, a partir de los años 2000, con la recuperación económica, se
renueva esa necesidad de volver a reposicionarse, basándose en su misión como país en el
mundo. Rusia, digamos, por su magnitud, su excepcionalidad, ser un país euroasiático, tener
muchos recursos, por haber sido una superpotencia, por ser una potencia militar y nuclear,
etc., tiene que ser un país que tome las riendas del escenario internacional al lado de otros.
No puede estar relegado. Por lo tanto, la política exterior de Rusia contiene un elemento
importante de esta identidad, que a veces no la toman en cuenta.

2. ¿Cómo el equilibrio de poder entre las potencias regionales y extra regionales puede seguir
manteniendo la Guerra Civil en Siria?

A ver, hay varios actores como mencionas, a nivel extra regional, Estados Unidos y Rusia,
básicamente, y a nivel regional, Irán, Arabia Saudita, Turquía e Israel. Turquía, siempre he
creído que tiene una posición bastante ambigua. Al comienzo apoyaba mucho a los rebeldes,
dándoles refugio, pero ahora, al parecer, aparece del otro lado de la balanza. Turquía no ve
con buenos ojos la repartición o desfragmentación de Siria, porque al pasar eso, van a tener
problemas con la autonomía de los kurdos. A Turquía no le conviene que Siria sea dividida, ya
que la aspiración de los kurdos en tener su propia nación puede ser un peligro para el
separatismo kurdo dentro de las fronteras turcas.
El tema de Irán y Arabia Saudita tiene un contenido religioso basado en que cada uno de estos
países quiere ser el referente del Islam. Si bien hay dos ramas distintas y marcadas entre los
sunitas y los chiitas, cada uno busca ser el único referente de todo el Islam, ambos tienen
aspiraciones de liderazgo. Siempre habrá esta rivalidad, por lo que deben actuar en la región
de acuerdo a esto. En el caso de Siria, el Gobierno tiene una mayor relación con los chiitas,
ya que el Gobierno de al-Assad es de una minoría étnica alauita, la cual es parte de los chiitas.
Por lo tanto, para Irán es fundamental que al-Assad siga en el Gobierno. Si Siria cae, debido
a la cercanía de países poderosos como Israel o Arabia Saudita, Irán teme que sea invadido
de pronto. Por lo tanto, la caída de Siria también está relacionada a la propia supervivencia de
Irán como nación. Además del componente étnico-religioso, el tema del interés nacional
permanente, en términos del realismo, la supervivencia del Estado, es esencial para su
Gobierno. Ellos tienen casi una alianza con Siria y les ha brindado armas, dinero, ha invertido
bastante en el país para mantener al Gobierno de al-Assad.
Rusia, con su intervención, terminó de cerrar el círculo. El Gobierno sirio le debe a Rusia su
supervivencia, ya que sin ellos hace tiempo habría caído ante la oposición. En el contexto de
todo el conflicto, en la correlación de fuerza, Rusia inclinó la balanza para su lado. Pero este
apoyo no solo se ha dado mediante la fuerza militar, también ha recurrido a otras medidas
como en el plano multilateral o político. Dentro del Consejo de Seguridad, Rusia ha vetado
todas las resoluciones que han surgido en contra del Gobierno de al-Assad. Hace poco, Rusia
vetó la renovación del Mecanismo Conjunto de Investigación - JIM, el cual nació en el 2015
con el objetivo de analizar el uso de armas químicas en Siria. Con este veto, Rusia disolvió
este grupo de trabajo definitivamente. Asimismo, Rusia ha seguido brindando soluciones de
negociación política para el problema, como las negociaciones de Astaná. Mediante estas
negociaciones, Rusia apoya la inclusión del Gobierno de al-Assad y que esto sea bajo sus
propios términos. De esta manera, Rusia ha apoyado militarmente, multilateralmente y
políticamente a la situación de Siria.
Ahora, Estados Unidos apoya y no apoya a las facciones supuestamente moderadas. Apoya
y no apoya a una oposición abstracta, una entelequia, algo que no es tangible. ¿Quiénes son?
Es medio extraño eso, y lo que yo creo es que en el fondo Estados Unidos no los quieres
apoyar, pero su objetivo principal es que al-Assad abandone el poder, en detrimento de lo que
pueda pasar. Al-Assad es un tirano, no cabe la menor duda, pero si este tirano cae, la cosa va
ser peor. El país va a caer en una anarquía total peor que Libia. Entonces, no veo como una
salida sacar a al-Assad en este momento. Pero lo que quiere Estados Unidos es eso, en el
fondo. Ese es el objetivo en sí.

3. ¿De qué manera la intervención rusa en Siria se encuentra ligada a sus problemas internos?
Rusia quiere demostrar a su población que su Gobierno puede hacerle frente al terrorismo
internacional, tiene los medios para hacerlo. Los problemas con Chechenia se han radicalizado
e islamizado. Ha llegado a pasar de un conflicto laico, en donde una etnia sentía que era
sometida por un país, a un conflicto religioso, en donde los suníes, ayudados por los
wahabistas de Arabia Saudita, buscan formar un gran Estado islámico sunita. Entonces, hay
mucha vinculación entre todos los terroristas que están en Siria y los que se encuentran en
Chechenia. Y, en caso de que la oposición gane terreno y llegue al poder, eso tendría una
fuerte repercusión en sus problemas internos. Rusia quiere evitar esto, porque iría en
detrimento de su seguridad nacional. El conflicto para Rusia podría devenir en todo eso. No
solamente se trata de su imagen internacional, en tener una mayor preponderancia y su base
en Tartus, que es un interés geoestratégico, sino también en su plano interno. Mientras más
alejados estén los terroristas de sus fronteras será mejor para su seguridad.

4. Para usted, ¿la identidad, cultura, civilización rusa ayuda a formar el carácter de la política
exterior y su relación con Occidente?
Pero por supuesto. Como te explicaba, Rusia es un país muy relacionado a su
excepcionalidad, la cual proviene de sus raíces asiáticas y europea, estos los vuelve y hace
sentir diferentes. Sin embargo, en los últimos años se ha tenido más un acercamiento con su
lado asiático que europeo. A partir de lo de Ucrania, creo que se ha sentido más el quiebre. A
partir de esto, ellos han sentido que su rumbo es Asia, y ahí es donde ellos están apuntando,
a estrechar sus relaciones con China y sus contratos millonarios, a tener más contacto con los
países BRICS, a re dinamizar la Organización de Cooperación de Shanghái, de volverla como
un eje articulador de todos estos países que están en Asia. No es poca cosa como estas
maniobras de su política exterior están poniendo más énfasis al Asia, estrechando lazos con
Irán, Turquía, Pakistán o China. Esto hace que Rusia se identifique más asiático que europeo.
Es eso, la política exterior es una opción, tienes que elegir hacia dónde ir. Tienes que ver cuál
es tu preferencia. Los Estados se rigen de esta manera. Si no quieren que Rusia sea parte de
la comunidad occidental, entonces tendrán que orientarse hacia Asia. Por ejemplo, el tema del
gas, sabemos que Rusia le exporta una gran cantidad a Europa. Entonces, lo que ellos quieren
es dejar de depender de la venta del gas, firmando acuerdos multimillonarios con China para
reorientar el gas. De esta manera, están tratando de diversificar sus opciones. Entonces, a
partir de estas medidas de la política exterior rusa, desde la perspectiva que Rusia es un país
asiático, podemos observar el gran contenido de la identidad en sus decisiones. Ellos están
privilegiando sus intereses como país, antes eran dejados de lado, pero ahora sus intereses
nacionales son de primer orden. En los años noventa, el interés nacional ruso estaba relegado,
ahora esto es lo que se prima. Rusia ha estado siempre fluctuando entre el lado europeo y el
lado asiático, no se puede ser las dos cosas a la vez, por lo que ha tenido que decidir hacia
qué lado orientarse en distintas etapas de su historia. En los noventas, era más hacia Europa,
ahora, hacia Asia. Es fluctuante y esto se debe al tema de su excepcionalidad como país y a
su identidad. Y la decisión sobre qué rumbo tomar se dará en base a sus intereses. Por lo
tanto, tienes dos paradigmas, el realismo basado en sus intereses y el constructivismo basado
en su identidad, ideas y valores.

5. ¿Qué significa para la política exterior rusa los últimos encuentros entre los presidentes de
Rusia, Irán y Turquía sobre la guerra en Siria?
Me parece que en el fondo Rusia sabe que es complicado llegar a una solución cuando no
todos los actores están sentados en la mesa de negociación. Pero creo que desde el punto de
vista de su imagen como país, del soft power, Rusia podría ganar prestigio internacional. Al
llevar a cabo estas negociaciones le dan una imagen distinta a la que sus adversarios quieren
mostrar. “Rusia apoya a un tirano.” “Rusia apoya terroristas.” “Rusia permite el uso de armas
químicas y mata niños.” Toda esta mala publicidad es creada por Occidente, especialmente,
Estados Unidos. Por eso para mí, esta es una forma de contrarrestar el mal marketing que le
hace el Occidente, mediante los medios de comunicación. De esta manera, Rusia quiere
mostrar que tiene la intención de llevar la paz a un país convulsionado, y que quiere una
solución negociada. Realmente, es complicado que estas negociaciones permitan concretar
la paz, pero creo más bien que buscan y esperan conseguir lo otro, un cambio de imagen.
Matriz de consistencia

Problemas Objetivos Hipótesis

Objetivo general Hipótesis general

¿Cuál ha sido la política exterior de Rusia Identificar cuál ha sido la política exterior de Los intereses de Rusia sobre la región de
en Medio Oriente y cuáles son sus Rusia en Medio Oriente y cuáles son sus Medio Oriente y Siria están conectados a las
intereses en Siria? intereses en Siria. aspiraciones rusas de ser una potencia
global y su relación con el Occidente.

Objetivos específicos Hipótesis específicas

Identificar cuál ha sido la política exterior de Los intereses de Rusia sobre la región de
Rusia en Medio Oriente en los últimos años. Medio Oriente y Siria están conectados a las
aspiraciones rusas de ser una potencia
Identificar cuál ha sido la importancia de los global.
intereses rusos en Siria.
Los intereses de Rusia sobre la región de
Medio Oriente y Siria están conectados a la
relación de Rusia con el Occidente.

Objetivo general Hipótesis general

¿Cuál ha sido la política exterior de Rusia Describir cuál ha sido la política exterior de La política exterior de Rusia ha ganado un
durante los principales acontecimientos Rusia durante los principales mayor rol internacional en Siria de acuerdo
de la crisis? acontecimientos de la Crisis. al desarrollo de la Crisis y su actuación en el
escenario internacional.

Objetivos específicos Hipótesis específicas

Describir cuál ha sido la política exterior de La política exterior de Rusia ha ganado un


Rusia durante el inicio de la Crisis. mayor rol internacional en Siria de acuerdo
al desarrollo de la Crisis.
Describir cuál ha sido la política exterior de
Rusia durante el desarrollo de la Crisis. La política exterior de Rusia ha ganado un
mayor rol internacional en Siria de acuerdo a
su actuación en el escenario internacional.
Problemas Objetivos Hipótesis

Objetivo general Hipótesis general

Explicar el contexto en el que se desarrolla la La intervención militar del Gobierno ruso en


¿Cuál es el contexto en el que se desarrolla la intervención militar rusa en Siria dentro del Siria se desarrolló en medio de un periodo
intervención militar rusa en Siria dentro del escenario internacional y de Medio Oriente. de transición hacia un mundo multipolar y
escenario internacional y de Medio Oriente? dentro de una guerra subsidiaria o proxy en
Objetivos específicos el Medio Oriente.

Explicar el contexto en el que se desarrolla la Hipótesis específicas


intervención militar rusa en Siria dentro del
escenario internacional. La intervención militar del Gobierno ruso en
la crisis de Siria se desarrolló en medio de
Explicar el contexto en el que se desarrolla la un periodo de transición hacia un mundo
intervención militar rusa en Siria dentro de la multipolar.
región de Medio Oriente.
La intervención militar del Gobierno ruso en
la crisis de Siria se desarrolló dentro de una
guerra subsidiaria o proxy en el Medio
Oriente.

Objetivo general Hipótesis general

¿Por qué Rusia intervino militarmente en la Identificar por qué Rusia intervino militarmente La intervención militar del Gobierno ruso en
Crisis de Siria durante el 2015 y 2016? en la Crisis de Siria durante el 2015 y 2016. la crisis de Siria durante el 2015 y 2016 fue
causada por una política exterior que
Objetivos específicos buscaba su propia identidad lejos de la
influencia occidental y para mantener la
Identificar por qué Rusia intervino militarmente supervivencia del Estado westfaliano.
en la Crisis de Siria en el 2015.
Hipótesis específicas
Identificar por qué Rusia continuó la
intervención en la Crisis de Siria en el 2016. La intervención militar del Gobierno ruso en
la crisis de Siria durante el 2015 y 2016 fue
causada por una política exterior que
buscaba su propia identidad lejos de la
influencia occidental.

La intervención militar del Gobierno ruso en


la crisis de Siria durante el 2015 y 2016 fue
causada para mantener la supervivencia
del Estado westfaliano

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