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Mercedes

Winston Suárez Araúz

No importa cuán distante una persona viva de otra en este planeta, la manera de pensar y
preferencias entre suelos terráqueos se asemeja, especialmente al inicio. el niño puede nacer en
Santa Cruz, Vladivostok, Ulán Bator, Begawan, Yangon o Bulawayo, y le agrada, pero de verdad, los
automotores. Es un hecho que desde muy temprano, los mozalbetes demuestran tal atracción por
la velocidad, que sueñan estar sentados en un señor auto (¡y mucho mejor si, en un fascinación,
ellos se ven acompañados por una despampanante pelada, quien ce a sus brazos, al admirar su
destreza al volante, como un corredor de Fórmula 1!). A los muchachos se los encuentra debajo de
un auto, pringados de aceite y grasa hasta el jopo, en los cuatro puntos cardinales del globo.

Uno se imagina que, con el amor que estos cuchuquís demuestran hacia las movilidades, cuando
lleguen a grandes, llegarán a ser unos excelentes mecánicos, y que van a ganar la gran plata en
esta noble profesión. Pero, aunque parezca mentira, un estudio de la Universidad de Houston, que
una vez más confirma otros, que solamente entre 5 y 9% de los jóvenes, quienes dañinean los
fierros, tienen la aptitud requerida para estudiar en serio, y convertirse en verdaderos mecánicos.

Uno de estos eximios profesionales en la mecánica de automotores, es mi amigo Luis Fernando


Quevedo. Lucho, hombre afable, paceño de pura cepa, e hincha acérrimo de Bolívar, quien desde
muy temprano en su vida tuvo esa habilidad nata para desarmar (¡Y volver a armarlo!) todo fierro
con piezas, que le ponía adelante. El nunca dudo que su profesión seria la mecánica. Curso sus
primeros estudios en el conocido Instituto Industrial Pedro Domingo Murillo, en si ciudad natal.
Este centro que recibe apoyo de Alemania, ha formado durante generaciones, incontables
profesionales de primera. Posteriormente, prosiguió la carrera de ingeniería industrial en la UMSA,
como también la automotriz en Houston. Al terminar la academia fue contratado en la misma
ciudad, nada menos que por la Mercedes Benz de los Estados Unidos. En esa alta escuela, donde
miles ansían estudiar, pero donde unos pocos tienen ese privilegio, Lucho estuvo en si salsa. Se
dedicó alma, vida y corazón a empaparse, hasta las pestañas sobre el complejo y delicado arte de
la mecánica automotriz de alto vuelo. Recordemos, solo por un minuto, que el automóvil lleva la
friolera de unas 7.00 piezas. Conocerlas, saber sus funciones, y como trabajan, no es como jugar
con tierra y palitos. Se requiere muchísimo esfuerzo e interminables horas de estudio. Para Lucho
nada lo asustaba, le puso todo su empeño, y durante esos años de oro en la misma fábrica, logro
perfeccionarse en automóviles Mercedes.

Pero Lucho no se restringe solo a los lujosos automóviles, jeeps y camionetas de la famoso fabrica
alemana, donde el adquirió tanto conocimiento y experiencia. Su destreza nata hace que a Lucho
no lo amilane ninguna marca. Trabaja, y trabaja a conciencia todos los modelos, que le pongan a
su alcance. Visitar su a taller Autocrom, ubicado en la avenida Santa Cruz 845, al lado del surtidor
La Vertiente, teléfono 347 1697, es toda una experiencia. Llegan los carros hechos trizas, y Lucho
los transforma en un santiamén. En adición a la mecánica de punta que les hace, los chapea y los
pinta, como si fueran salidos de la fábrica. Así que ya sabe.

Entregue su carro a Lucho, con toda confianza. Y no se olvide también de llevar su Mercedes.
*PhD., consultor

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