Sobre algunos capítulos de En defensa de la intolerancia
Parece que el fin de Žižek es activar la política ―desde la idea de Rancière―, y
una forma de ello es controvertir la unanimidad multicultural y tolerante, es decir, estimulando el disenso. Para ello Žižek remembra la hegemonía explicada por Laclau mediante el significante vacío: grosso modo, una universalidad ―conformada por la equivalencia de singularidades― es representada hegemónicamente por una particularidad, lo que ocasiona la cancelación del significado de ambas y de todas las demás particularidades. Pero Žižek añade algo: los conceptos susceptibles a ser hegemónicos son aquellos que resultan “típicos” en la vida: aquellos que permitan a los individuos comprender más sus experiencias; y el fin de la hegemonía no es imponer significados particulares sino convertir éstos en universales, es decir, no emplear sino apropiarse de la universalidad. Para ello, Žižek expresa que esa universalidad debe deformar e incorporar el significado auténtico para legitimar y preservar un significado específico.
Asimismo, Žižek rememora las negaciones de la política expresadas por Rancière:
La archi-política: donde la sociedad es un organismo por lo que cualquier
división es un problema. La para-política: donde existe la competencia, pero bajo reglas consensuadas. La meta-política: donde sí se reconoce el conflicto, pero éste es relacionado con aspectos ajenos, por ejemplo: los procesos económicos. Los sujetos se convierten en objetos.
Y añade:
La ultra-política: donde las relaciones son meramente bélicas.
La post-política: donde no sólo reprime al conflicto al apaciguarlo, sino que también lo excluye. Bibliografía Žižek, S. (2007). En defensa de la intolerancia. Sequitur.