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¿Una fábrica de independentistas?


Procesos de nacionalización en Cataluña (1980-2015)

Fernando Molina
UPV-EHU*

Alejandro Quiroga
Newcastle University

«¿Hay alguien que tiene dudas de que España, sus regímenes, sus Gobiernos, sus
medios, el mundo intelectual, han intentado no solo humillar a Cataluña sino destruirla
como entidad nacional?», se preguntó, en diciembre de 2013 el historiador Jaume Sobre-
qués, antiguo político del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC), en la ceremonia
de clausura del simposio «Espanya contra Catalunya».1 Ante la falta de objeciones del
público, Sobrequés gritó emocionado: «¡Viva la historia rigurosa que nos guía hacia la
independencia!».2 Las palabras de Sobrequés en este evento organizado por el Depar-
tament de Presidència de la Generalitat de Cataluña son un buen ejemplo del discurso
oficial de un catalanismo que en el año 2012 abrazó los postulados independentistas.3
Este discurso concebía a la nación catalana como víctima histórica de España y fomen-
taba una narrativa dicotómica que presentaba a Cataluña como incompatible con España
para justificar la secesión.
El relato de la incompatibilidad entre Cataluña y España alcanzó una posición hege-
mónica desde principios de la década de 2010. Sin embargo, la mayoría de los catalanes
siguieron manifestando identidades duales por las que se vinculaban afectivamente a
Cataluña y a España.4 En Cataluña, las narrativas mono-nacionales convivieron con

*
   Este artículo se enmarca en la actividad del Grupo de Investigación IT-708-13 del Gobierno Vasco y
el proyecto MINECO HAR2014–51956-P. Agradecemos a Martín Alonso su amable revisión de este texto.
1
   El País 15-12-2013. Jaume Sobrequés fue uno de los redactores del anteproyecto de Estatuto de
Autonomía de Cataluña, el Estatut de Sau, de 1979. Militante del PSC desde 1982, fue diputado en el
Parlamento catalán entre 1988 y 1992. Se dio de baja del PSC en 2010, para apoyar a Artur Mas.
2
   El País 15-12-2013.
3
   Las actas de dicho congreso fueron publicadas en AAVV, Vàrem mirar ben al lluny del desert.
Actes del simposi: Espanya contra Catalunya: una mirada històrica (1714-2014) (Barcelona: Generalitat
de Catalunya, 2015).
4
   Los datos en las encuestas periódicas del Centre d’Estudis Opinió (CEO) en http://www.ceo.gencat.
cat/ceop/AppJava/pages.
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formas de identificación plural. En los últimos años, pues, se ha dado una cierta con-
tradicción entre cómo han experimentado los catalanes sus identidades nacionales y la
hegemonía adquirida por el relato catalanista/independentista en el espacio público. El
objetivo de este capítulo es estudiar esta contradicción entre la existencia mayoritaria
de identidades nacionales duales (catalanas y españolas) y el surgimiento de un discurso
independentista hegemónico.
La existencia de identidades duales puede explicarse a través del análisis de los
proyectos de nacionalización contrapuestos que han tenido lugar en Cataluña. Desde
principios de la década de los ochenta del siglo xx, los gobiernos catalanes y españoles
promovieron una serie de narrativas nacionales y políticas nacionalizadoras opues-
tas. Además, se dieron procesos nacionalizadores contrapuestos fuera de los ámbitos
gubernamentales. Familia, amigos, clubes deportivos, asociaciones culturales y algunos
medios de comunicación actuaron como instituciones alternativas a las oficiales en un
proceso de nacionalización «desde abajo». Este trabajo analiza los procesos de nacio-
nalización desde arriba y desde abajo en Cataluña entre 1980 y 2015.
Sustentamos nuestro análisis en dos propuestas teóricas. La primera es la de las
tres esferas de la nacionalización. La esfera pública es aquella en la que actúan las
instituciones oficiales, ya sean estatales o subestatales. Las agencias nacionalizadoras
que operan en ellas son el sistema educativo, el servicio militar y los servicios públi-
cos, como correos, la judicatura y los transportes. La esfera semipública es aquella en
la que actúan instituciones privadas colectivas, como partidos políticos, sindicatos,
asociaciones culturales, religiosas, deportivas, movimientos sociales y organizaciones
no gubernamentales. Por último, la esfera privada abarca las amistades y el entorno
familiar del individuo.5
Una segunda propuesta es estudiar una identidad nacional en tanto que «experiencia
narrativa», como una historia que es contada por todo tipo de actores, individuales y
colectivos, en las esferas citadas, y que vincula al individuo con la nación.6 Esto conlleva,
por último, comprender la naturaleza histórica de los procesos de nacionalización, para
lo que proponemos el concepto de «renacionalización». Una vez logrado un nivel gene-
ralizado de identificación nacional de los individuos todo lo sucedido posteriormente
es un proceso de sucesivas y competitivas renacionalizaciones.
La tesis que sostenemos es que la identidad española disminuyó gradualmente
su presencia en las esferas públicas, semipúblicas y, en menor medida, privadas en
Cataluña en el periodo 1980-2015. Este proceso vino marcado por una conjunción de
factores históricos, desde el paulatino retraimiento político de una parte de la población

5
   Quiroga, Alejandro, «La nacionalización en España. Una propuesta teórica», Ayer, núm. 90-2
(2013), pp. 17-38. 
6
   Archilés, Ferran, «Lenguajes de nación. Las ‘experiencias de nación’ y los procesos de naciona-
lización», Ayer, núm. 90-2 (2013), pp. 91-114.
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de origen inmigrante, al hecho de que el PSC estuviera dirigido por una elite cercana
a postulados catalanistas. A estos factores, hay que sumarles la creciente fortaleza de
la Generalitat y la debilidad nacionalizadora del Estado, que aumentó con la crisis
económica de 2008. En este marco, el movimiento independentista puede interpretarse
como el fruto del éxito de un proceso de nacionalización de masas liderado desde las
instituciones autonómicas. No obstante, este trabajo también aborda los límites de las
nacionalizaciones verticales como procesos de ingeniería social y resalta la importancia
del contexto histórico a la hora de determinar el éxito social de las narrativas nacio-
nalistas. Este capítulo está dividido en dos partes. La primera analiza los procesos de
nacionalización desde la llegada al poder de Jordi Pujol en 1980 hasta el inicio de la
crisis financiera en 2007. La segunda parte investiga los procesos de nacionalización
durante la crisis económica, social y política de 2008 a 2015.

Relatos nacionales y nacionalizaciones contrapuestas (1980-2007)


La victoria electoral de Convergència i Unió (CiU) en 1980 inauguró un reinado de
más de dos décadas del nacionalismo catalán conservador. También supuso la institucio-
nalización de unas narrativas patrióticas basadas en relatos de «pérdida» y «resistencia»7.
El relato de la resistencia presentaba a Cataluña como un territorio que había desafiado
históricamente las presiones centralistas de los gobiernos españoles. Las guerras de
1640-1659 y la de Sucesión de 1705-1714 fueron descritas como luchas de liberación
nacional en las que los catalanes combatían los esfuerzos centralizadores de Madrid.
En esta misma línea de interpretación, la dictadura franquista fue presentada como la
culminación de un proceso histórico de agresión centralista: una ocupación militar
destinada a destruir la cultura catalana. Según este relato, la Monarquía constitucional
habría mantenido las tradicionales tendencias centralistas españolas, de tal modo que
los catalanes tenían que seguir resistiendo si querían mantener su identidad nacional.8
El «relato de la resistencia» se vio complementado con el de la «pérdida». Para los
nacionalistas sub-estatales, el catalán era un pueblo al que históricamente se le había
hurtado su identidad (simbolizada en la lengua) y su libertad (reflejada en el autogo-
bierno perdido en la Guerra de Sucesión). Estas «pérdidas» primigenias alimentaron la
resistencia a través de los siglos y dieron cuerpo a las demandas de restitución de «dere-
chos históricos» durante la transición a la democracia. Así, el Estatuto de Autonomía de
1979 reflejó esta narrativa de la «pérdida» en su regulación de la lengua catalana que
debía «normalizarse» (recuperarse) y del autogobierno como «derecho histórico» que

7
   Alonso, Martín, «El síndrome de Al-Andalus: relatos de expoliación y violencia política», en
Casquete, J. (ed.), Comunidades de Muerte (Barcelona: Anthropos, 2009), pp. 23-25.
8
   Ibidem.
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era restituido (recuperado).9 De este modo, los nacionalistas catalanes convirtieron su


particular identidad narrativa en una «pérdida» histórica que constituía una «deuda» del
presente. Cataluña fue imaginada como un colectivo nacional desposeído durante siglos
al que España debía devolver la deuda que había contraído. El régimen de autogobierno
se convertía, así, en el pago con el que España devolvía parte de lo que había «robado»
en el pasado.10 Resistencia y pérdida funcionaban como figuras complementarias que
dotaban de sentido la gran trama central de la narrativa nacionalista institucional: «la
desposesión». Esta figura narrativa era la pieza central de la estrategia de «reconstrucción
nacional» (eufemismo de la nacionalización de masas) de la Generalitat, reflejada en la
retórica institucional del «pueblo agraviado» y de la «Cataluña expoliada».11
El relato de la desposesión fue ampliamente compartido no sólo por las élites cata-
lanistas conservadoras, sino también por los partidos de izquierda a principios de los
ochenta, desde Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) al Partit Socialista Unificat
de Catalunya (PSUC), pasando por el PSC. De ahí el respaldo de todos ellos a la política
de normalización lingüística que lo simbolizó de forma paradigmática.12 Por el contrario,
los defensores de las identidades españolas en Cataluña se vieron seriamente afectados
por una crisis de legitimidad debida a la ruptura del repertorio simbólico de la nación
española13. El régimen franquista había desacreditado la misma idea de España entre
la ciudadanía más liberal o izquierdista y muchos pasaron a equiparar el patriotismo
español con la extrema derecha tras la muerte del dictador. La duración de la dictadura
(establecida, según donde, a partir de 1936) y el hecho de que Franco sobreviviera
a Hitler y a Mussolini impidió que en España se pudiera crear un mito anti-fascista
como punto clave de su narrativa nacional, como hicieron la gran mayoría de los países
europeos después de 1945. Por el contrario, esto sí ocurrió con el nacionalismo catalán,
sistemáticamente identificado como víctima del franquismo.14
Entre 1980 y 2007, se dio en Cataluña un doble proceso de nacionalización, en el
que tanto el Gobierno central como el autonómico propagaron sus narrativas nacionales

9
   Vélez-Pelligrini, Laurentino, El estilo populista. Orígenes, auge y declive del Pujolismo (Bar-
celona: El Viejo Topo, 2003), pp. 144, 147, 164; 167-168, 209, 305-362, 371-373, 405.
10
   Miley,Thomas J., Nacionalismo y política lingüística: el caso de Cataluña (Madrid, CEPC,
2006), pp. 359-410.
11
   Alonso, Martin, El catalanismo, del éxito al éxtasis. Vol I: la génesis de un problema social
(Barcelona: El Viejo Topo, 2014), pp. 222-225.
12
   Lo Cascio, Paola, Nacionalisme i Autogovern. Catalunya, 1980-2003 (Barcelona: Afers, 2008),
pp. 109-127.
13
   Núñez Seixas, Xosé Manoel, «What is Spanish nationalism today?», Ethnic and Racial Studies,
núm. 24-5 (2001), pp. 722-724; Sepúlveda, Isidro, «El Estado de las Autonomías y los nacionalismos»,
en Javier Tusell (ed.), La Transición a la democracia y el reinado de Juan Carlos I (Madrid: Espasa, 2005),
pp. 562-563.
14
   Núñez Seixas, Xosé Manoel, Patriotas y demócratas. El discurso nacionalista español después
de Franco (Madrid: Libros de la Catarata, 2010), pp. 18-20.
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en la esfera pública. Desde principio de la década de los ochenta, los gobiernos de Jordi
Pujol utilizaron los medios de comunicación como herramienta clave en la transmisión
de estas narrativas. Durante los gobiernos de CiU, la Generalitat creó una red de medios
propios y subvencionados destinada a definir un «espacio catalán de comunicación» que
propagara las narrativas catalanistas. La operación fue un éxito: en la primera década del
siglo xxi, el Gobierno catalán controlaba cuatro canales de televisión y tres emisoras de
radio.15 Además, con el tiempo, la Generalitat pasó a subvencionar a la práctica totalidad
de los periódicos catalanes. En principio las subvenciones se realizaron para asegurar
la edición en lengua catalana, pero los vínculos económicos acabaron por garantizar
unos medios «dóciles y acríticos»16. De esta manera se construyó «un sistema mediático
autorreferencial y centrado en Cataluña que ayudase a disminuir la influencia de los
medios de fuera de Cataluña […] esto se entendió como un elemento clave en el proceso
de construcción nacional de Cataluña».17
La escuela también se convirtió en un campo de batalla en los procesos de naciona-
lización en la esfera pública. En 1983, la Ley de Normalización Lingüística estipuló que
el catalán debía convertirse paulatinamente en el idioma de instrucción, para que todos
los alumnos acabaran siendo competentes en la lengua vernácula. Esta regulación se
complementó con programas de «inmersión lingüística» en barrios castellanoparlantes
y con nuevas leyes de la Generalitat que, en 1992 y, de nuevo en 1998, convirtieron el
catalán en la lengua de instrucción de todos los colegios de primaria y secundaria. El uso
de la lengua vernácula como elemento de construcción nacional vino acompañado de la
creación de un temario de historia para primaria y secundaria con importantes connota-
ciones catalanistas. Los libros de texto que se aprobaron por parte del gobierno de CiU
presentaban una visión idealizada del pasado de los catalanes, a la vez que enfatizaban

15
   En la primera década del siglo xxi, el conjunto de los canales públicos catalanes no superaban de
media el 20% de la audiencia total de los telespectadores. No obstante, los informativos de TV3 fueron
líderes destacados en el segmento de la transmisión de la actualidad. Por otro lado, además de Catalunya
Ràdio, Catalunya Informació y Catalunya Música, debe destacarse la creación de Com Ràdio (Diputación
de Barcelona) y de la red de emisoras locales La Xarxa con más de un centenar de integrantes. Al margen
del sector público, en el año 2000 se creó RAC1, emisora de radio que al poco tiempo se convertiría en
la cadena líder en Cataluña. En la segunda década del siglo xxi, esta emisora en catalán del Grupo Godó
tomó una posición mayoritariamente proindependentista ayudando a difundir entre muchos de sus oyentes
castellanohablantes posiciones favorables a la secesión.
16
   Jones, Daniel E., «Pujol y la construcción de un espacio catalán de comunicación. Interacciones
entre instituciones políticas y empresas mediáticas (1980-2003)», Ámbitos, 16 (2007), pp. 499-524.
17
   La cita de Josep A. Guimerá en http://www.lacalamanda.com/express/2105/josep-angel-guimera-
a-finals-dels-anys-noranta-i-primers-dos-mil-les-informacions-sobre-la-familia-pujol-ja-eren-habituals-a-
la-premsa-catalana [consultado el 29-06-2017). El sistema mediático catalán en Guimerà i Orts, Josep
Àngel, Les polítiques de mitjans de comunicació durant els governs de Jordi Pujol. Premsa, ràdio i televisió
en el procés de reconstrucció nacional de Catalunya (Barcelona: Proa, 2014) y García, César, «Strategic
communication applied to nation building in Spain: The experience of the Catalan Region», Public Rela-
tions Review, 39/5 (2013), pp. 558-562.
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los distintos «desarrollos históricos» de Cataluña y España y acentuaban la narrativa


de la pérdida y la resistencia.18 Empresas, bancos y medios de comunicación, por su
parte, financiaron y publicaron «historias populares» de Cataluña que reafirmaban las
narrativas catalanistas sobre el pasado del propio país.19
En la esfera semi-pública, los partidos nacionalistas de derechas (CiU) e izquier-
das (ERC) se definieron a sí mismos como «agentes nacionalizadores» y presumieron
del uso de recursos públicos para «catalanizar» la sociedad.20 Los clubes deportivos y
las asociaciones culturales también fueron utilizados para transmitir postulados cata-
lanistas. Estas instituciones privadas fueron financiadas con fondos de la Generalitat,
de tal modo que se difuminaron las líneas entre la esfera pública y la semi-pública. El
caso del Futbol Club Barcelona es paradigmático. El club es una institución privada a
menudo considerada la representación futbolística de Cataluña que ha mantenido desde
la transición democrática un alto número de nacionalistas catalanes en sus juntas direc-
tivas. El Futbol Club Barcelona se financió durante todo el periodo pujolista con fondos
privados, pero también recibió grandes cantidades de dinero de TV3 (como sponsor
publicitario) así como el apoyo del Gobierno catalán muy interesado en potenciar la
ecuación Barça=Cataluña=CiU.21
La nacionalización española en Cataluña tuvo una eficacia menor en las esferas
pública, semi-pública y privada. En la esfera pública, las instituciones estatales vieron
sus capacidades efectivas de emitir mensajes patrióticos reducidas, a medida que las
competencias en educación, sanidad y servicios sociales fueron traspasándose a las
autonomías, el servicio militar universal fue abolido y los gobiernos españoles comen-
zaron a privatizar empresas estatales. Es cierto que los ejecutivos del Partido Popular
de 1996-2004 buscaron reforzar la enseñanza del castellano y de la historia de España
en Cataluña, pero estos proyectos no pasaron de meros borradores y encontraron una
fuerte oposición por parte de los gobiernos de CiU, que los definieron como un ataque
al pueblo catalán.22 Estos mismos gobiernos del Partido Popular promovieron la expo-
sición de la bandera española en lugares públicos y militarizaron la Fiesta de la Hispa-
nidad, convirtiendo el 12 de Octubre en el Día de las Fuerzas Armadas.23 No obstante,
ni los gobiernos socialistas ni los conservadores establecieron un programa claro de

18
   Rivière, Aurora, «Envejecimiento del presente y dramatización del pasado», en Pérez Garzón,
Juan Sisinio (ed.), La Gestión de la memoria (Barcelona: Crítica, 2000), pp. 213-215.
19
   Miley, Nacionalismo y política.
20
   Alonso, El catalanismo, vol. I, pp. 167-173.
21
   Quiroga, Alejandro, Football and National Identities in Spain (Basingstoke, Palgrave, 2013),
pp. 135-141.
22
   Muro, Diego y Quiroga, Alejandro, «Spanish Nationalism: Ethnic or Civic?», Ethnicities, núm.
5-1 (2005), pp. 23-24.
23
   Aguilar, Paloma y Humlebaek, Carsten, «Collective Memory and National Identity in the
Spanish Democracy», History & Memory, núm. 14-1/2 (2002), p. 154; Moreno Luzón, Javier y Núñez
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promoción de símbolos y liturgias nacionalistas españolas comparable al autonómico


en Cataluña. No es casualidad que los estudios sociológicos muestren que en Cataluña
y el País Vasco, territorios donde los gobiernos autonómicos se aplicaron a la tarea de
nacionalizar masas, se dieron los índices más bajos de identificación con la nación
española de todas las comunidades autónomas en el periodo 1980-2007.24
Los productores de nación española tuvieron mayor fortuna a la hora de transmitir
identidades nacionales en las esferas semi-pública y privada. El retraimiento del nacio-
nalismo español fue parejo a una banalización del mismo en medios de comunicación
y símbolos cotidianos.25 Entre 1980 y 2007, los medios de comunicación en castellano
lideraron los rankings de audiencia en Cataluña. Estos medios, públicos y privados,
facilitaron no sólo la difusión del castellano sino que, además, propagaron principios
de identidad nacional española en bares, cafeterías y hogares. Es más, estos medios
contribuyeron a un proceso de nacionalización informal, a través de series y programas
televisivos, en particular de deportes y de cotilleos, que facilitaron la normalización de
la nación española entre los catalanes.26 Así, muchos catalanes se identificaban emocio-
nalmente con deportistas, cantantes y actores españoles mientras mostraban diferentes
niveles de rechazo a símbolos formales como la bandera, la Constitución de 1978 o la
misma Monarquía.27
Esto facilitó la redirección de los imaginarios patrióticos a unas u otras esferas
de nacionalización. Aquí cobra interés la sugerente premisa de Martha Nussbaum y
Michael Walzer que alude a la normalidad con que todo individuo expresa diversas
pertenencias colectivas compatibles, sean territoriales, étnicas, familiares, sexuales
o religiosas. Esta normalidad choca, en el campo de la identidad territorial, con las
aspiraciones uniformizadoras del nacionalismo y, consiguientemente, confronta con
los objetivos de cualquier proyecto renacionalizador.28 La ventaja de este enfoque es
que apela a un factor emocional (el afecto) que materializa en una metáfora espacial
(la esfera) adecuada a nuestra propuesta acerca de la triple dimensión de toda práctica
nacionalizadora. Conjuntar unas esferas con otras permite valorar la volatilidad de las

Seixas, Xosé M., Los colores de la patria. Símbolos nacionales en la España contemporánea (Madrid:
Tecnos, 2017), pp. 386-393.
24
   Muñoz, Jordi, La construcción política de la identidad española (Madrid: CIS, 2012), pp. 215-217.
25
   Archilés, Ferran, «Nacionalismos y culturas políticas en España (c. 1975-2012)», en Manuel
Pérez Ledesma e Ismael Saz (eds.), Historia de las culturas políticas en España y América Latina (Madrid:
Marcial Pons, 2015), pp. 141-153.
26
   Peris, Àlvar, «Nación española y ficción televisiva», en Archilés, Ferran y Saz, Ismael (eds.), La
nación de los españoles (Valencia: PUV, 2012), pp. 405-407.
27
   Moral, Francisco, Identidad regional y nacionalismo en el Estado de las Autonomías (Madrid:
CIS, 1998); Núñez, Patriotas y demócratas, pp. 134-135.
28
   Nussbaum, Martha C. y Walzer, Michael, Los límites del patriotismo. Identidad, pertenencia y
«ciudadanía mundial» (Barcelona: Paidós, 1999), pp. 19-20, 153-155.
58 el proceso separatista en cataluña

identidades territoriales. Así, en un marco de dos «esferas de afecto» compartidas (espa-


ñola y catalana) el efecto de las políticas nacionalizadoras de los gobiernos pujolistas
fue superponer unas a otras: la esfera española de afecto fue paulatinamente trasladada
a la esfera semipública o privada, mientras que la catalana fue normalizándose como
hegemónica en la esfera pública y como mayoritaria en la semipública.
Con todo, el proceso nacionalizador catalanista no significó la desaparición de
símbolos y afectos españoles de las esferas públicas y semi-públicas en Cataluña.
A diferencia de lo ocurrido en el País Vasco en estos años, las muestras de símbolos
nacionales españoles no conllevaron, en líneas generales, una condena social. En los
años ochenta y en los noventa, los niveles de compatibilidades entre las identidades
españolas y catalanas fueron elevados. El gran número de banderas españolas y catalanas
desplegadas durante los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992 y el apoyo del público
asistente a los deportistas españoles durante toda la competición son buenos ejemplos
de esta compatibilidad.29
La importancia de la transmisión de la identidad nacional en la esfera privada y
la relevancia de símbolos culturales informales explica la fuerte persistencia de las
identidades españolas en Cataluña en el periodo 1980-2007. En las casi tres décadas
posteriores a la creación de la Generalitat el gobierno autonómico estableció una serie
de agencias nacionalizadoras lo suficientemente fuertes como para competir con las
estatales en las esferas pública y semi-pública y llevar a cabo un intenso proceso de
nacionalización de la sociedad. Sin embargo, como podemos observar en el Cuadro 1,
las identidades duales se mantuvieron como las opciones mayoritarias, mientras que
las exclusivamente españolas se redujeron de un modo significativo.

Cuadro 1. Identificación nacional en Cataluña 1983-2007. Porcentaje de respuestas.

1983 1988 1993 1998 2003 2007


Sólo español 16 11 18 13 10 7
Más español que catalán 8 9 6 8 7 12
Tan español como catalán 49 46 35 43 43 38
Más catalán que español 19 21 22 23 25 25
Sólo catalán 7 10 15 12 14 15
No sabe 1 1 2 - 1 1
No contesta 1 2 2 1 1 3
(Número de personas preguntadas) 2101 2900 1007 911 3571 1500

Fuente: Centro de Investigaciones Sociológicas. Los porcentajes han sido redondeados.

29
   Hargreaves, John, Freedom for Catalonia? (Cambridge: CUP, 2000), pp. 58-95.
¿una fábrica de independentistas? procesos de nacionalización en cataluña (1980-2015) 59

Los datos del Cuadro 1 nos dan una información valiosa sobre los procesos de nacio-
nalización desde arriba. La gestión de las nuevas competencias educativas transferidas
desde el Estado, la puesta en práctica de las políticas de ‘normalización’ lingüísticas
tuvieron una influencia directa en el aumento de las identidades exclusivas catalanas
entre 1980 y 2007. Pero la pervivencia de las identidades duales de un modo mayori-
tario puede explicarse, en parte, porque un porcentaje significativo de la población no
llegó a asumir de un modo completo los relatos de pérdida y de resistencia que eran
emitidos desde esos instrumentos nacionalizadores de la Generalitat. Las encuestas de
principios de los años noventa mostraban que sólo el 14,8% de los catalanes tenía una
noción correcta del significado histórico del 11 de Septiembre; mientras que sólo el
5,3% sabía quién era Rafael Casanova; y un mero 3% tenía un conocimiento amplio
de la Guerra de los Segadores. A la altura de 2001, menos del 40% de los catalanes
consideraban que Cataluña era una nación.30
La expansión del catalán tampoco significó un cambio radical en las identidades
nacionales. Desde principios de los años ochenta, la lengua vernácula se expandió por
todos los ámbitos de la vida pública, pero en 2008 el castellano todavía era la lengua
habitual del 45,9% de la población, mientras que el catalán lo era del 35,6%.31 En cierto
modo, algunos catalanes reaccionaron ante lo que consideraron un exceso de «ingeniería
social». Los datos de las encuestas muestran un repunte de las identidades españolas
desde mediados de los años ochenta, en lo que ha sido interpretado como una reacción
de los catalanes castellanoparlantes frente a lo que consideraron agresivas políticas
educativas y lingüísticas de la Generalitat.32 Así, los datos del Cuadro 1 muestran los
límites de los procesos de nacionalización desde arriba y refuerzan las investigaciones
que sostienen que la identidad familiar (especialmente la de los padres y las madres)
y el barrio o espacio local en el que se crece son factores fundamentales a la hora de
determinar los vínculos y lealtades nacionales de los individuos. Entre 1980 y 2007, la
esfera privada tuvo un papel nacionalizador importante y moderador de los procesos
de transmisión de identidad nacional en la esfera pública.33

30
   González Calleja, Eduardo, «‘Bon cop de falç’. Mitos e imaginarios bélicos en la cultura del
catalanismo», Historia y Política, núm. 14 (2006), p. 159; Martínez-Herrera, Enric y Miley, Thomas
J., «The Constitution and the politics of national identity in Spain», Nations and Nationalism, núm. 16-1
(2010), p. 20.
31
   El 11,9 % de los catalanes elegía ambos idiomas como lenguas habituales (Generalitat de Catalunya
2009 Enquesta d’usos lingüístics de la població 2008 (Barcelona: Institut d’Estadística de Catalunya, 44),
http://llengua.gencat.cat/permalink/f08fcd8f-5381-11e4-8f3f-000c29cdf219 [consultado el 05-07-2017].
32
   Martínez-Herrera, Enric, «From nation-building to building identification with political com-
munities», European Journal of Political Research, núm. 41 (2002), p. 443.
33
   Hierro, María Jesús, «Crafting identities in a multinational context: evidence from Catalonia»,
Nations and Nationalism, núm. 21-3 (2015), p. 479; Aspachs, Oriol, Clots, Irma, Costa, Joan y Maella,
Paolo, «Compulsory language educational policies and identity formation», Journal of the European Eco-
nomic Association, núm. 6-2/3 (2008), pp. 434-444.
60 el proceso separatista en cataluña

Nacionalización en tiempos de crisis (2008-2015)


La crisis económica iniciada en 2008 transformó el debate nacional en Cataluña.
El respaldo a la independencia pasó del 17,4% en noviembre de 2008 al 41,1% en
noviembre de 2015, con un pico de fervor secesionista de un 48,5% en los últimos
meses de 2013.34 ¿Cómo se puede explicar este crecimiento espectacular en el número
de independentistas? Se ha apuntado la hipótesis de un cambio de la identidad nacional
en estas últimas décadas. Luis Moreno ha sugerido que el incremento sociológico de los
votantes que se identifican como exclusivamente catalanes en los sondeos periódicos
realizados desde finales del siglo pasado ha reforzado necesariamente las demandas
secesionistas.35 Moreno compara cifras desde 1985, cuando únicamente el 9% se conside-
raba únicamente catalán, con las de 2013, cuando el número había ascendido a un 29%.
Moreno deduce que el crecimiento de la identidad exclusiva, mononacional, catalana, ha
tenido un impacto directo en el fortalecimiento del secesionismo. Su tesis apunta a un
éxito nacionalizador de las instituciones autonómicas en la tarea de «hacer catalanes».
El problema es que el respaldo a la independencia aumentó en la segunda década de este
siglo más rápido que el número de catalanes con identidad mono-nacional. Si se com-
para el Cuadro 2 con el 3 puede verse cómo los porcentajes de independentistas rebasan
claramente los de quienes se identifican únicamente como catalanes. Eso significa que
numerosos catalanes con una identidad binacional han optado por respaldar el proyecto
de una Cataluña independiente. Las opciones políticas, como la intención de crear un
Estado independiente, se muestran más volátiles que las propias identidades nacionales.

Cuadro 2. Identificación nacional en Cataluña, 2008-2015. Porcentaje de respuestas.

2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015


Sólo español 4 4 7 5 3 3 5 6
Más español que catalán 4 4 4 4 2 3 5 5
Tan español como catalán 42 44 45 43 42 35 31 39
Más catalán que español 28 27 25 27 28 28 26 22
Sólo catalán 19 18 17 19 21 29 29 25
No sabe 1 1 1 1 1 2 1 1
No contesta 2 2 1 1 2 1 2 3
(N) 2000 2000 2000 2000 2000 2000 2000 2000

Fuente: Baròmetre d’Opinió Política. Centre d’Estudis d’Opinió. Los porcentajes han sido redondeados.

34
   Los datos en las encuestas del Centre d’Estudis Opinió en http://www.ceo.gencat.cat/ceop/App-
Java/pages
35
   Moreno, Luis, «An increase in those in Catalonia with an exclusive Catalan identity has
strengthened claims for secession from Spain», 13-10-2014, disponible en http://blogs.lse.ac.uk/europ-
pblog/2014/10/13/an-increase-in-those-in-catalonia-with-an-exclusive-catalan-identity-has-strengthened-
claims-for-secession-from-spain/ [consultado el 05-07-2017].
¿una fábrica de independentistas? procesos de nacionalización en cataluña (1980-2015) 61

Cuadro 3. Preferencias respecto a la relación entre Cataluña y España 2007-2015.


Porcentaje de respuestas.

2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015


Estado independiente 15 18 21 19 25 29 46 45 39
Estado federado 35 33 35 30 32 31 22 20 26
Comunidad autónoma 37 39 35 38 33 28 21 23 24
Región 6 5 4 7 6 5 4 3 3
No sabe 5 4 3 4 4 5 5 7 5
No contesta 2 1 2 2 1 2 1 2 2

Fuente: Baròmetre d’Opinió Política. Centre d’Estudis d’Opinió. Los porcentajes han sido redondeados.

El Cuadro 3 también refleja que el rápido incremento del respaldo a la independen-


cia de Cataluña es un fenómeno posterior a 2010. Ese año el apoyo al proyecto inde-
pendentista era de un 20%, llegando a un 46% tres años después. Este crecimiento del
secesionismo tan rápido en un periodo de tiempo tan corto cuestiona las interpretaciones
mono-causales que reducen el aumento del independentismo a una mera consecuencia
de años de políticas nacionalizadoras del gobierno autonómico catalán. Este tipo de
interpretación mono-lineal, más política que académica, fue defendida, entre otros, por
el Ministro de Educación y Cultura del Gobierno de Mariano Rajoy, José Ignacio Wert,
quien culpó a las políticas de catalanización de la población del aumento del indepen-
dentismo.36 Sin embargo, esta lectura obvia que esas mismas políticas nacionalizadoras
estuvieron operando durante tres décadas en las que el respaldo a la independencia estuvo
siempre por debajo del 20%. Cuando el secesionismo creció de forma vertiginosa, a
partir de 2010, lo hizo en todos los grupos de edad y en todo el espectro ideológico.
Las razones del espectacular crecimiento del independentismo provienen del con-
texto particular creado por la crisis. Los relatos de pérdida y de resistencia que articu-
laban la narrativa nacionalista institucional y eran sistemáticamente reproducidos desde
hacía décadas no se modificaron tras 2008. La novedad fue que el contexto de crisis
favoreció su «verificabilidad» a ojos de muchos más catalanes, especialmente a medida
que la crisis financiera fue generando una situación de alarma social. El viejo lema de
ERC, Espanya ens roba («España nos roba»), se convirtió en un lugar común del debate
público catalán tras 2010. El eslogan fue recuperado en el mismo 2010, en los comienzos
de la crisis económica, por una pequeña coalición independentista, Solidaritat Catalana
per la Independència (SCI), impulsada por el ex-presidente del Barça Joan Laporta, y
de ahí pasó a ser recogido por el Gobierno de CiU.37 El eslogan no sólo proporcionaba

   El País, 02-10-2012.


36

   Bolaño, Toni, Extremo nordeste. La CUP: los últimos bolcheviques de occidente (Barcelona:
37

Península, 2015), p. 84.


62 el proceso separatista en cataluña

una salida cómoda para una elite política catalanista implicada en numerosos casos de
corrupción que había contribuido a exacerbar los efectos la crisis, sino que daba una
explicación sencilla a una situación económica y social muy compleja.38
Así, a la generalización de las figuras del «català emprenyat» [«el catalán enfadado
o cabreado»] y del «maltrato en la redistribución de la renta», que se habían generalizado
antes de la crisis, se vino a sumar la del «robo español» en el discurso público y en la
mentalidad de tantos catalanes de a pie. Esto reflejó la alineación de una parte sustan-
cial de la población en torno al encuadramiento narrativo (framing) del nacionalismo
catalán. El nacionalismo constituye un encuadre discursivo de la realidad política y
social, una forma de interpretar la sociedad, cómo esta se articula (y debe articularse)
políticamente y los acontecimientos que la marcan en el pasado y el presente.39 En
Cataluña, el discurso público de la identidad, tras tres décadas de reproducción institu-
cional, había logrado fijar ciertas percepciones como canónicas. En épocas pasadas la
idea de que España explotaba económicamente Cataluña fue ignorada por la mayoría de
catalanes. Al fin y al cabo, Cataluña era una de las comunidades autónomas más ricas.
La crisis económica, sin embargo, facilitó la conexión entre un sistema fiscal calificado
de injusto y los problemas derivados de la crisis. Una vez que la apuesta por un sistema
fiscal propio fue rechazada por el gobierno de Mariano Rajoy, el apoyo del Presidente
de la Generalitat, Artur Mas, a la secesión coincidió con un crecimiento de hasta diez
puntos de la opción independentista (ver Cuadro 3).
De la narrativa de la desposesión, ya prefigurada por el discurso institucional en
los años pujolistas y estandarizada en el eslogan de «España nos roba», se derivó una
figura que fue progresivamente cogiendo fuerza: la opresión política. En julio de 2010
el Tribunal Constitucional declaró parcialmente inconstitucional el nuevo Estatuto
aprobado por el parlamento catalán e invalidó su consideración de Cataluña como una
nación soberana. La decisión fue seguida de movilizaciones institucionales y de la opi-
nión pública que colocaron en la calle a cientos de miles de ciudadanos bajo el lema
«Somos una nación. Nosotros decidimos». La decisión del Tribunal Constitucional fue
interpretada por buena parte de la clase política y de la sociedad civil como un revés
para sus aspiraciones de autogobierno y como el último episodio de una larga historia
de desposesión de la identidad. Como se ve en el Cuadro 3, este fue precisamente el
momento en que muchos catalanes comenzaron a considerar la independencia como la
única opción política posible.
Resulta, por tanto, lógico que el relato oficial catalanista vinculara el proceso
secesionista a la sanción del texto estatutario en referéndum, en junio de 2006, el

   Vidal-Folch, Xavier ¿Cataluña independiente? (Madrid: Catarata, 2013), pp. 139-141.


38

   Ozkirimli, Umut, Contemporary Debates on Nationalism. A Critical Engagement (Basingstoke:


39

Palgrave, 2005), pp. 28-33; Calhoun, Craig, «Nationalism and Ethnicity», Annual Review of Sociology,
núm. 19 (1993), pp. 214-216.
¿una fábrica de independentistas? procesos de nacionalización en cataluña (1980-2015) 63

recurso planteado por el PP y su modificación por el Tribunal Constitucional, en julio


de 2010. De esta manera se incentiva la idea de la opresión política.40 El planteamiento
que defendemos aquí es que, en todo caso, la clave para la datación y explicación del
proceso secesionista reside en la crisis económica, que derivó en el rescate financiero
por la Administración central en agosto de 2012 y dotó de nuevo sentido un discurso de
lamento acerca del «maltrato» (histórico y económico) de Cataluña, que llevaba décadas
normalizado en los medios de comunicación públicos catalanes. La crisis ha actuado,
al final, como contexto tardío de oportunidad para una acción colectiva y un proceso
secesionista. Por tardío nos referimos a que entre la crisis financiera de 2008 y la Diada
de 2012 hay una fase en que la primera parece que va a actuar como motor de cambio
de la mano de las movilizaciones de protesta del 15-M y, especialmente, la polémica
iniciativa que rodeó el Parlamento autonómico los días 14 y 15 de junio de 2011 en que
se votaban recortes en el gasto público autonómico. Se trató de movilizaciones masivas
en su protesta contra las políticas de recorte del gasto social, que carecían de símbolos
identitarios y que priorizaban la agenda social sobre la identitaria. La activación por
el gobierno autonómico del mensaje independentista buscó «vampirizar» ese malestar
social de acuerdo a una dinámica de contra-movilización identitaria. En palabras del
sociólogo Martín Alonso «el éxtasis (independentista) tiene su expresión inaugural en
la Diada de 2012 […] el 11-S fue la contraprogramación del régimen contra el 15-M;
como la reforma del Estatut fue la neutralización del malestar por el hundimiento del
Carmel en Barcelona y el titular de la corrupción del 3%; del mismo modo que el 9-N
fue la contraprogramación de Mas ante el escándalo del Palau y los costes de la crisis.» 41
La ingeniería social de la Generalitat había logrado que, ya a principios del siglo
xxi, fuera en el segmento más joven de la sociedad donde se reducía drásticamente la
identificación compartida (Cataluña-España) por otra mononacional (Cataluña). Uno
de los politólogos que detectó este cambio social a principios del siglo xxi vaticinó
entonces que esta juventud «mononacionalizada» generaría en un futuro próximo una
fase política más conflictiva en el plano de la identificación nacional.42 A partir de 2008,
la crisis económica ayudó a confirmar este planteamiento en forma de proceso de sece-
sión. Se trata de una contraprogramación por sublimación: los contenciosos sociales
se destilan en esencias etéreas, identitarias. Esto permite explicar por qué siendo las

40
   Alonso, El catalanismo, vol. III, pp. 18-33.
41
   Alonso, Martín, El catalanismo: del éxito al éxtasis, vol. 2: La intelectualidad del proceso (Bar-
celona: El Viejo Topo, 2015), p. 325. Alonso se refiere al espectacular colapso de un túnel de metro bajo el
barrio popular del Carmel en Barcelona en enero de 2005, así como, unos días más tarde, por la denuncia
del cobro del 3% por parte de CiU en sesión parlamentaria hecha por Pasqual Maragall. El caso del Palau
de la Música Catalana estalló en 2009. El principal acusado, Félix Millet, reconoció haber facilitado la
financiación ilegal de CDC y afines durante casi dos décadas. El 9N fue el plebiscito civil, no vinculante,
auspiciado por Artur Mas y la Generalitat en noviembre de 2014.
42
   Martínez-Herrera, «From Nation Building», pp. 429-30, 448.
64 el proceso separatista en cataluña

políticas neo-liberales del gobierno convergente tremendamente duras, sus promotores


no han sufrido un desgaste tan grande como el experimentado por otros gobiernos euro-
peos (incluido el español) que también aplicaron considerables recortes en los servicios
públicos. Entre 2012 y 2017, el apoyo a la independencia pasó de un 20% a un 51%.
Y si en 2001 el 40% de la población concebía Cataluña como una nación en 2017 el
porcentaje se situó en torno a un 80%.43
Este proceso nacionalizador facilitó la despolitización de algunos de los colectivos
castellanoparlantes de origen inmigrante de las zonas industriales. Estos colectivos
fueron colocados fuera de un consenso nacional dirigido por las clases medias autóc-
tonas, urbanas y semiurbanas, que constituían la base electoral de CiU y ERC y de las
que provenía gran parte de la elite dirigente del PSC. En el caso de este último partido,
si su base sociológica se asentaba en las barriadas populares, su estrategia y discurso
políticos, marcados por su elite catalanista, actuaron como un efectivo canal de integra-
ción de sus votantes en el consenso nacionalista catalán.44 Los estudios de la opinión
pública han reflejado la existencia de un parte significativa de la sociedad que, por no
identificarse con el nacionalismo catalán, se ha sentido, en cierto modo, marginada del
debate político. No por casualidad, una encuesta del Centre d’Estudis de Opinió de julio
de 2016 mostraba la desigualdad de signo lingüístico y social en la implicación de la
ciudadanía en el proceso independentista, así como una fuerte correlación entre nivel
de ingresos y estudios, número de apellidos autóctonos e implicación en el Procés.45
El proceso de homogeneización mononacional impulsado desde los años pujolistas
posibilitó, en el contexto de crisis económica y del sistema político español tras el año
2008, la derivación del afecto nacional prestigiado (catalán) hacia posiciones políticas
secesionistas y el apartamiento del estigmatizado (español) a la esfera privada. Y es que
la propia vida cotidiana, en contextos de «nacionalismo caliente», por usar el concepto
del sociólogo británico Michael Billig, se impregnó de la nación, elevada a categoría
predominante de la política, la sociedad y la cultura: desde los estadios de fútbol, espe-
cialmente el del Barça (cantos de independencia en cada minuto 17 y 14 segundos en
recuerdo de 1714 de cada parte), hasta las cabalgatas de Reyes Magos, pasando por las

43
   Martínez-Herrera y Miley, «The Constitution» p. 20.
44
   La separación identitaria entre cargos políticos y ciudadanía en Cataluña en Martínez-Herrera,
Enric y Miley, Thomas J., «Identidad nacional y representación política: proyectos nacionales rivales
“desde arriba”», en Xavier Coller, Antonio M. Jaime y Fabiola Mota (eds.), El poder político en España:
parlamentarios y ciudadanía (Madrid: CIS, 2016), pp. 210-218; García, César, «Nationalism and public
opinion in contemporary Spain: The demobilization of the working-class in Catalonia», Global Media
Journal, 10/17 (2010), en http://www.globalmediajournal.com/open-access/nationalism-and-public-opinion-
in-contemporary-spainthe-demobilization-of-the-working-class-in-catalonia.php?aid=35296 [consultado
31-01-2017].
45
   Centre d’Estudis Opinió http://www.ceo.gencat.cat/ceop/AppJava/pages
¿una fábrica de independentistas? procesos de nacionalización en cataluña (1980-2015) 65

exposiciones culturales.46 El resultado fue una paulatina conversión de la esfera pública


y semipública en una «zona de confort» del independentismo.
Este desplazamiento de la identidad española tuvo mucho que ver con la difícil arti-
culación de un nacionalismo español de corte popular. La mitificación de la Transición
como lugar de memoria de la nación española comenzó a ser seriamente cuestionada
cuando la recesión económica se convirtió en una crisis social y política en la que los
principales partidos identificados con este mito se revelaron afectados por numerosos
casos de corrupción.47 Las críticas políticas y sociales a la Constitución de 1978 con-
tinuaron este proceso de deterioro del imaginario nacional español, al pasar esta pieza
jurídica de ser representada como la elemento clave de la democracia y la modernidad a
ser un texto incapaz de proteger a los sectores sociales más desprotegidos y que ampa-
raba a una clase política y económica ampliamente afectada por prácticas corruptas. Las
esferas pública y semipública españolas vieron en estos años cómo los dos principales
mitos fundacionales de la nación sancionada en 1978 eran cuestionados en los estudios
académicos, medios de comunicación, literatura, cine y teatro.48 Los partidos «constitu-
cionalistas» fueron incapaces de producir una sólida contra-narrativa nacional española
de la crisis social y política que fuera capaz de ilusionar a los catalanes opuestos a la
independencia y de animarles a disputar el control del espacio público.
La narrativa de modernidad y europeísmo que caracterizó al nacionalismo español
institucional de los años noventa y los comienzos del nuevo siglo carecía de sentido
en una sociedad al borde del colapso económico y con una pérdida ostentosa de legi-
timidad de las principales instituciones (judicatura, clase política, clase empresarial,
monarquía) debido a los escándalos de corrupción que fueron salpicando el desarrollo
de la crisis.49 De un modo complementario, los recortes aplicados al ya de por sí débil
Estado de bienestar afectaron su dimensión nacionalizadora. Como en tantos otros paí-
ses europeos, la promoción de solidaridad interclasista e interterritorial impulsada por
este modelo de Estado favoreció la banalización de la identidad nacional estatal.50 En
Cataluña, como en toda España, muchos ciudadanos habían generado, antes de la crisis

46
   Billig, Michael, Banal Nationalism (Londres: SAGE, 1996).
47
   Rodríguez, Emmanuel, Por qué fracasó la democracia en España (Madrid: Traficantes de
Sueños, 2015).
48
   Kornetis, Kostis, «Is there a future in this past? Analysing 15M's intricate relation to the Tran-
sición», Journal of Spanish Cultural Studies, núm. 15-1/2 (2014), pp. 86-91; Martínez, Guillem (ed.),
CT o la Cultura de la Transición. Crítica de 35 años de cultura española (Barcelona: Debolsillo, 2012).
49
   La narrativa aludida, impulsada por los gobiernos socialistas presididos por Felipe González y
continuada por los gabinetes de Jose María Aznar, en Balfour, Sebastian y Quiroga, Alejandro, España
reinventada. Nación e identidad desde la Transición (Barcelona: Península, 2007), pp. 154-156.
50
   Lepsius, M. Rainer, «The nation and nationalism in Germany», Social Research, núm. 71-3
(2004), pp. 481–500; McEwen, Nicola, «State welfare nationalism: the territorial impact of welfare state
development in Scotland», Regional & Federal Studies, núm. 12-1 (2002), pp. 66–90.
66 el proceso separatista en cataluña

de 2008, una adhesión emocional a una nación española imaginada como comunidad
solidaria, con un potente servicio público de sanidad, educación y de pensiones.51. La
política de recortes impulsada primero por el PSOE y luego por el PP supuso un ataque
frontal a esa identidad española generada con el Estado de bienestar.52. De forma algo
paradójica, la imposición de políticas neoliberales para confrontar la crisis económica
terminó erosionando gravemente esa identidad española basada en un concepto de
solidaridad nacional generado por el Estado de bienestar.
La crisis económica incentivó una experiencia de dejación sentimental de España
en las clases populares al afectar gravemente a las narrativas nacionales que les dotaban
de identidad, canalizadas a través del metarrelato de la Transición, de ideógrafos como
«Europa» y «modernidad», y de la percepción de la «comunidad imaginada» a través
de las políticas del Estado de bienestar.
Sin embargo, nos gustaría introducir aquí como hipótesis complementaria la idea de
que el Estado de las Autonomías tuvo problemas propios a la hora de llevar a cabo una
nacionalización efectiva en los años de la crisis. Este, por su propio diseño institucional
y jurídico, de signo descentralizado, hizo más difícil llevar a cabo una estrategia unitaria
e integrada que hiciera posible una homogeneización efectiva. El Estado, al ceder buena
parte de los instrumentos de comunicación social a las comunidades autónomas, tuvo
más difícil la posibilidad de desarrollar una estrategia de acumulación de instrumentos
nacionalizadores, a la par que facilitó que ésta fuera adoptada por las comunidades
autónomas que competían con él, casi siempre por las competencias y en ocasiones en
el proyecto nacionalizador.53
Esto no significa que no haya existido un proceso renacionalizador español. No
cabe duda de que la producción y reproducción de identidades españolas en Cataluña
se dio de un modo claro también durante la crisis económica. Ahora bien, estos fenó-
menos se han producido en terrenos menos institucionales, en las esferas semipública
y privada. Se trató de una nacionalización informal, canalizada por los espacios de
ocio y sociabilidad, así como por el universo mediático instalado en Madrid. Un reflejo
de sus resultados fueron las celebraciones masivas de las victorias de la Selección
Española de Fútbol en el Mundial de 2010 y las Eurocopas de 2008 y 2012. En esos

51
   Beramendi, Justo y Rivera, Antonio, «La nacionalización española: cuestiones de teoría y
método», en Félix Luengo y Fernando Molina (eds.), Los caminos de la nación. Factores de nacionalización
en la España contemporánea (Granada: Comares, 2017), pp. 23-24.
52
   Ruiz, Antonia M., González-Fernández, Manuel T. y Jiménez, Manuel, «Identifying with
the Nation: Spain’s Left-Wing Citizens in an Age of Crisis», South European Society and Politics núm.
20-4 (2015), pp. 487-508.
53
   Molina, Fernando, «El camino de la secesión. Nacionalización de masas e independentismo,
1975-2017», en Sepúlveda, I. (ed.), Nación y nacionalismo en la España de las autonomías (Madrid:
CEPC, 2018) en prensa.
¿una fábrica de independentistas? procesos de nacionalización en cataluña (1980-2015) 67

contextos pudo comprobarse en Cataluña un gran despliegue de banderas españolas.54


Sin embargo, estos canales de nacionalización informal no están afirmados en una
sólida cultura nacional que convierta España en una narrativa uniforme y una memoria
colectiva articulada en conmemoraciones populares ritualizadas. La ausencia de una
narrativa nacionalista uniforme y de un imaginario integrado convierte la vivencia de
la españolidad en una experiencia mayoritariamente privada con esporádicas mani-
festaciones públicas.
El hecho de que los programas y las revistas de cotilleos y la telebasura en general
sean mayoritariamente en castellano ha tenido un impacto negativo en la imagen de lo
español en Cataluña. Este tipo de programas son activos canales de comunicación de
una nación española de corte popular, castellanoparlante e ignorante de la diversidad
cultural y lingüística del Estado. Como en los otros territorios autonómicos, se con-
sumen de un modo masivo en Cataluña y, casi siempre, a través de medios públicos y
privados madrileños.55 De esta manera, la cultura del entretenimiento se ha asociado
en Cataluña a la cultura española y a los grupos sociales castellanoparlantes y de
clase trabajadora que son los que supuestamente más la consumen. Se trata, no por
casualidad, de los grupos menos inclinados a favorecer el proceso independentista y
que, como hemos mencionado antes, han quedado parcialmente desconectados del
debate político en la medida en que algunos de sus cauces de politización (sindicatos
y partidos de izquierda de ámbito estatal) han abrazado ampliamente el imaginario
nacionalista catalán.56.

Conclusiones
Desde principio de los años ochenta se dieron en Cataluña dos procesos de nacio-
nalización contrapuestos que reprodujeron identidades catalanas y españolas en las
esferas publica, semi-pública y privada. Los nacionalistas catalanes promovieron
relatos de pérdida y resistencia, mientras que los españoles impulsaron narrativas de
modernidad y democracia. Estas narrativas patrióticas han variado poco con el tiempo,
pero su impacto ha dependido en gran medida del contexto histórico. Así, la idea de
que España explotaba al pueblo catalán tuvo poco calado antes de la crisis económica,
pero alcanzó un sentido mucho más potente tras el año 2008. Del mismo modo, los
mitos nacionales españoles de la transición ejemplar y la modélica Constitución del
78 se vieron cuestionados debido al cambio de escenario político y social que produjo
la crisis económica.

54
   Quiroga, Football and National Identities in Spain, pp. 152-153.
55
   Peris, «La nación española», pp. 239-242.
56
   Roman, David, «Catalan Network TV Reflects Separatist Fervor», Wall Street Journal, núm. 8-1
(2014).
68 el proceso separatista en cataluña

A pesar de la intensidad de los procesos nacionalizadores y de las recientes transfor-


maciones políticas en Cataluña, no deja de ser significativo lo poco que han cambiado
las identidades nacionales en las últimas tres décadas. Las identidades duales se man-
tuvieron como la opción mayoritaria, si bien la identificación exclusiva con Cataluña
aumentó moderadamente desde el inicio de la crisis económica. Esta continuidad nos
muestra los límites de las instituciones estatales y autonómicas a la hora de moldear
las identidades nacionales de sus ciudadanos en la esfera pública. El sistema educativo,
los medios de comunicación controlados por los Gobiernos centrales y autonómicos
y las administraciones públicas fueron instituciones nacionalizadoras fundamentales,
pero no fueron instrumentos perfectos de ingeniería social. Esto, sin embargo, no fue
un obstáculo para el crecimiento del secesionismo, que aumentó en los años de la crisis
muy por encima del descenso en la identificación plurinacional (catalana y española)
de los catalanes. El mantenimiento de estas identidades duales, no obstante, se produjo
mientras se daba un desplazamiento de las esferas de afecto nacional públicas a otras
privadas.
La esfera privada ofreció un espacio donde las identidades duales pudieron coexis-
tir con cierta facilidad. Las identidades españolas, en particular, encontraron en ella
una especie de zona de confort. Los procesos de nacionalización informal relaciona-
dos con el fútbol, la música popular y la televisión potenciaron en esta esfera afec-
tos vinculados con una España deportiva y folklórica. Sin embargo, estas prácticas
nacionalizadoras españolas carecieron de un relato potente que pudiera cuestionar
las narrativas del nacionalismo catalán. Este desplazamiento, además, estuvo teñido
de un componente de clase, ya que los estratos más bajos de la sociedad tendieron a
identificarse en mayor medida con España de lo que lo hicieron las clases medias. La
disparidad entre la representación pública de los catalanes como individuos mono-
nacionales y la realidad de las identidades duales expresada en las encuestas es un
recordatorio de los límites de los procesos de nacionalización desde arriba, pero tam-
bién de sus potencialidades a la hora de facilitar estrategias de «contra-movilización»,
que favorecen la normalización de unas identidades mononacionales sobre otras en
un contexto de nacionalismo caliente.
El estudio de los procesos de nacionalización catalana y española en el periodo
1980-2015 nos muestran los límites en la efectividad de la ingeniería identitaria. Ni la
Generalitat pudo crear una fábrica de catalanistas que acabara con la identidad española
de la mayoría los catalanes, ni los gobiernos centrales pudieron transmitir con eficacia
una idea coherente y atractiva de España. Pero estos procesos de nacionalización con-
trapuestos también nos hablan de la relevancia de las instituciones clásicas de la nacio-
nalización desde arriba, de la importancia de controlar la escuela, los centros culturales
y los medios de comunicación por parte de los Gobiernos catalanes y españoles. Ya a
mediados de los años noventa, la politóloga catalana Montserrat Guibernau señaló como
«en muchos sentidos, la Generalitat [actuaba] como un Estado» y disponía del suficiente
«poder para llevar cabo programas socioculturales encaminados a la restauración de
¿una fábrica de independentistas? procesos de nacionalización en cataluña (1980-2015) 69

la nación catalana». 57 Y es que tanto los Gobiernos catalanes como los españoles han
utilizado instituciones clásicas estatales para nacionalizar a la población de Cataluña.
Desde un punto de vista académico, quizás va siendo hora de dejar de considerar a
Cataluña como una nación sin Estado y empezar a analizarla como un territorio en el
que de facto actúan dos Estados con programas nacionalizadores contrapuestos y, desde
el año 2012, con proyectos de futuro antagónicos.

   Guibernau, Montserrat, «Images of Catalonia», Nations and Nationalism, núm. 3-1 (1997), p. 94.
57

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