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(1. descripción de la obra cultural, autores y contexto de producción 2.

identificación de la
idea de identidad nacional expresada en la obra cultural 3. reflexión sobre la crítica
contenida en la obra cultural ¿qué es lo que se critica?)

Como grupo escogimos una canción de Chancho en Piedra para analizarla como una
representación y crítica de la identidad chilena. “Almacén” corresponde al álbum “Desde el
Batiscafo” del 2005 y que trata el auge de los mall en Chile, junto con el declive de los
almacenes de barrio, debido a la imposición de nuevas pautas de consumo que simbolizan un
mayor estatus social para el comprador.

El consumismo se empieza a volver un “valor” chileno junto con la implementación


del modelo neoliberal por parte de la dictadura, arraigándose en las décadas posteriores. De
esta forma, el poder adquisitivo se ha convertido en un símbolo de status social al que la gran
mayoría aspira (“​Lo que compras es lo que tú eres// Eres más si más cosas compras​”), aún a
costa de endeudarse o de que la mayoría de los productos que compra no sean realmente
necesarios.

La canción habla de un cambio de valores que se da en las últimas décadas en la


identidad chilena a partir de una comparación entre el almacén y el mall. Este último
simboliza un status y un estándar y modos de vida al que las personas pueden (y deben)
acceder, mientras que en el anterior se va a comprar lo necesario para el hogar.

Con este cambio de valores también cambian las relaciones que se dan entre las
personas: en el primero se da una relación mucho más cercana (entre vecinos), ejemplificada
en la canción; mientras que en el segundo es mucho más formalizada, entre usuarios y
prestadores de un servicio.

Como se puede escuchar en la penúltima estrofa, la modificación de lugares físicos y


comunitarios donde antes solía reunirse la comunidad para compartir y divertirse, pasan a ser
grandes edificios, donde se promueve el consumismo, la altanería y el individualismo.
Lugares en los que te aislas, donde ya no existe la comunicación característica de los barrios,
esa conversación en que muchas veces terminaba en ayuda, solidaridad y compromiso con tu
vecino;

“Y los parques y las plazas


La vieja cancha de futbol
Pronto será un shopping-mall
Donde lo que va a importar
Será lo que compraras
Y nadie más preguntara cómo está tu familia
Porque eso solía asi ser en mi viejo almacen”
La disponibilidad del almacén, su cercanía, su mimetización con el barrio, lo hacen
convertirse en un punto de referencia y unión entre vecinos. Aquel vecino o vecina que
gratamente atiende su negocio, forma lazos de afecto, los que va fortaleciendo cada vez que
un cliente cruza su entrada y pregunta sin mayor tapujo: ​¿Como ha estado su dia?, ¿Su
familia? Estas que parecen ser simples preguntas de cortesía generan un ambiente de
confianza que fortalece la unión y la comodidad del barrio.

Por otro lado, la imposición de valores como el individualismo, la competencia y el


desafecto, solo nos muestra la manipulación inadvertida del sistema hacia nuestra identidad.

Hoy el comercio de barrio antiguo, ya sean almacenes, carnicerías, farmacias, bazares,


zapaterías, ferreterías, etc, con data de entre 20 y más de 80 años, atendido en su mayoría por
sus propios dueños, va desapareciendo. Ante la proliferación de malls y grandes cadenas de
supermercados y del retail, una de las expresiones socioculturales de la vida cotidiana que
corre riesgo de desaparecer es el comercio de barrio tradicional. En estos comercios de barrio,
se da una práctica económica de pequeña escala, tradicional y asociada a un territorio (que)
forma parte de la identidad colectiva y del paisaje cultural de nuestros barrios urbanos”.

Estos negocios barriales “transmiten un particular modo de ejercer un oficio y, en su


cotidiano, contribuyen al fortalecimiento del tejido social”. Por eso más allá de la lista de
productos que tengan en venta, “estos negocios ofrecen un ‘intangible’ extra, jugando un rol
social, comercial y cultural en los barrios”.

Se trata de almacenes donde la clientela se ha mantenido a lo largo de las décadas, y


cuya existencia está asociada a la identidad del barrio y a las relaciones personales que se
crean entre los vecinos. De ahí que estos espacios se constituyan además como un lugar de
encuentro entre los vecinos, ahí donde reina la confianza y la complicidad, propiciando el
fortalecimiento de las relaciones vecinales y humanas, a fin de cuentas.

En estas pequeñas y antiguas tiendas, se ofrecen determinados productos al mismo


que tiempo que -sin planificación previa- se fortalece el proceso de creación y fortalecimiento
de la identidad urbana de los barrios, activación del sentido de pertenencia de las diversas
comunidades y construcción de comunidad. Son reconocidos por los vecinos como lugares
valiosos, como enclaves característicos de los barrios, donde se conectan las redes sociales
que circulan por el territorio, y se da espacio para la socialización, el intercambio y la
conversación (incluso no verbal), generándose vínculos entre personas que trascienden
generaciones. Son finalmente, lugares donde confluye economía, comunidad e identidad.

Muchos de dueños y tenderos son mayores, no tienen a quien “heredar” su oficio, y ya


no tienen salud o fuerza para continuar. Por eso es notable que muchos comerciantes
voluntariamente se mantienen desde hace décadas pese a la competencia gigantesca que
significan los supermercados, grandes tiendas y el retail. Es relevante porque habla de una
manera de trabajar y de vivir un oficio que responde a una lógica muy diferente a la actual. Es
plausible porque se trata de personas, muchas de ellas de la tercera edad, que están
activamente trabajando porque lo necesitan, pero porque también necesitan sentirse útiles y
parte de algo. Y su rol y el de las tiendas que forman parte de un barrio es importante porque
genera vínculos sociales, identidad local, y donde la relación entre comprador/vecino y los
dueños de los negocios pueden ser cercanas, solidarias, incluso amistosas, en oposición a la
fría distancia que inevitablemente, se tiene con el dependiente de un supermercado o de una
gran tienda, donde los ciudadanos son meros compradores anónimos, en donde no existen
relaciones interpersonales y a nadie le importa que así ocurra. El tipo de relaciones, de
confianza, de cercanía o familiaridad, incluso, se construyen espontáneamente, con el tiempo
y la proximidad.

Es muy improbable que las pequeñas tiendas desaparezcan por completo, pero los
comerciantes tradicionales que se alejan de los códigos del libremercadismo actual, si parecen
peligrar, lo que es lamentable por el hecho de que la forma de ejercer su oficio –a simple vista
algo muy abstracto-, constituye un aporte a la identidad y vida de los barrios, los cuales
actualmente están perdiendo sus características distintivas y se encuentran en constante
transformación debido a la “vida moderna” traducida más bien en especulación inmobiliaria.

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