Sie sind auf Seite 1von 3

THE CORPORATE: INSTITUTION OR PSICOPATH?

Hemos de partir del concepto de corporación como una creación artificial basada en una
estructura de subordinación a los socios o aquellos que controlan la toma de decisiones, siendo
su fin último la maximización de beneficios para sus accionistas. Las corporaciones son
monstruos que tratan de obtener el máximo beneficio a costa de los demás. Es decir, no velan
por el interés colectivo, sino por los intereses de una minoría que son los dueños de dichas
corporaciones.

A pesar de que las corporaciones tienen un único objetivo, no nace con la idea de priorizar la
consecución de beneficios sobre la responsabilidad social. Una vez que es creada son los
individuos que “gobiernan” la corporación a los que les domina la idea de imparabilidad. Surge
lo que denominamos ‘corporate agenda’, que desde mi punto de vista no se puede comparar
con negocios, empresa y/o comunidad empresarial. La “corporate agenda” trata de crear
estrategias con el fin de que las empresas maximicen sus beneficios. Esta es la finalidad última
de toda corporación: la maximización de sus beneficios.

La idea de corporación surgió en la era de la industria, concretamente con la invención de la


bomba de vapor por Thomas Savery, con lo que elevó la productividad de las empresas, puesto
que esta máquina supuso una gran ayuda a la mano de obra. Básicamente se logró la
consecución de producir más en menos horas de trabajo. Esto supuso la evolución de las
corporaciones, sobre todo tras la revolución industrial y la guerra de secesiones, que incidió de
manera notable sobre el incremento de la producción, predominando en aquellos años una
ideología de revolución, producción y mejora. Es necesario poner de manifiesto que el momento
en el que se desarrolló el concepto de corporación, no había asentada una conciencia
medioambiental, de derechos humanos o de responsabilidad social en general. Sin embargo,
hemos de hacernos la siguiente pregunta: ¿Es posible utilizar la misma idea de corporación en
una época en la que las prioridades colectivas y los conocimientos sobre nuestro planeta han
cambiado?

Yo entiendo que no es posible. Con la revolución industrial no había asentada una idea
consciencia ecológica, más que nada porque se desconocían las repercusiones
medioambientales que podría suponer la producción en masa. Partían de una ideología más
cerrada, en la que los derechos fundamentales no estaban asentados. A día de hoy hemos
evolucionado a vivir en una sociedad en la que tratamos de velar por encima de todo por los
derechos fundamentales de la persona, los derechos humanos, el medioambiente, los derechos
de los trabajadores, la salud, etc. No es posible quedarnos con la misma idea de corporación en
un momento en el que todo lo demás ha supuesto un cambio. Abogamos por el desarrollo de la
consciencia moral, no siendo esto algo que se nos inculca, sino que lo tenemos asentado por la
visión de lo que ocurre a nuestro alrededor, la decadencia infame de nuestra ecología.

Se discute la idea de la corporación como persona puesto que puede realizar la mayoría de las
actividades de las que pueden disfrutar las personas, tener un nombre, un domicilio, hacerse
valer en juicios, etc. Pero las corporaciones a diferencia de las personas físicas no tienen una
mente pensante, una racionalidad, un propósito de responsabilidad. Las corporaciones disfrutan
de una responsabilidad limitada, lo que hace que no sean personas. La corporación es un ente
especial que no tiene consciencia social, solo se preocupa por sus accionistas, no se preocupa
por sus trabajadores o por la sociedad. Es un ente artificial que no tiene sentimientos, solo le
importa el balance de resultados. Es un ente que vive por y para el capitalismo. La cuestión es,
viviendo en una sociedad puramente capitalista y siendo el fin último de las corporaciones la
maximización del beneficio, ¿hasta qué límite es suficiente? Para estos entes, la búsqueda de
beneficios nunca es suficiente, son entidades imparables. Solamente se interesan por el interés
de sus propietarios por encima de todo, incluso por encima del bien público. Pero esto no deriva
de una simple decisión de los propietarios de estas empresas, sino que en muchos casos está
establecido legalmente. Todo ello resulta en una mayor producción, pero a su vez deriva en una
mayor vulneración de derechos, más contaminación, el empleo de medicamentos y químicos no
saludables. Al final son los terceros ajenos a la empresa y a los beneficios que produce la misma
los que pagan la factura de la incidencia de la corporación en la sociedad.

Esto es lo que denominamos las externalidades negativas. Aunque si bien es cierto que algunas
corporaciones tienen una incidencia positiva en la sociedad, ésta deriva de la consecución de un
beneficio propio, y no con una idea de consecución positiva hacia terceros. Se trata en definitiva
de un beneficio personal con una externalidad positiva.

A día de hoy las grandes corporaciones, con el fin de reducir sus gastos y de incrementar sus
beneficios, instalan sus fábricas en países tercermundistas, donde la mano de obra y los
materiales suministrados son más baratos. Esta práctica es muy criticada, puesto que si
comparamos el nivel de vida de un país en vías de desarrollo con un país ya desarrollado,
podemos observar que los salarios y el nivel de vida del segundo son mucho más altos. Esto
viene determinado por las leyes estatales y autonómicas que imponen una serie de reglas y
límites que han de ser cumplidos por todos (Ej: el salario mínimo interprofesional, el máximo de
horas permitidos para trabajar, regulación de horarios y vacaciones, seguros obligatorios, etc.).
Sin embargo las condiciones en las que viven aquellos que se encuentran en los países
tercermundistas viene determinado por la carencia de este tipo de normas. Las empresas y
corporaciones no son organizaciones no gubernamentales, no se les puede exigir que realicen
una serie de prácticas que no están impuestas por ley o normativa alguna por amor a las
personas y a sus trabajadores, cuando es este mismos vacío legal la que determina que las
corporaciones se instalen en estos países. No podemos achacarnos a que tratamos a los países
tercermundistas como esclavos, o que se nos critique por pagar a los trabajadores que tenemos
allí una miseria. No son las empresas las que deben imponer los límites legales, sino que debe
ser el gobierno el que lo haga a través de una normativa, ya sea estatal o autonómica. No
podemos atribuir a las empresas una responsabilidad que pertenece exclusivamente al
gobierno. Es como pedirle a un depredador que no devore un animal.

Como consecuencia de todo ello, y a pesar de los que dicen los grandes directivos, todos los
sistemas vivos están en decadencia. Hemos llegado a un punto en el que se le ha quitado más a
la Tierra de lo que se le devuelve. Esto puede suponer un gran problema a largo plazo. Las
empresas solamente se centran en los beneficios propios a corto plazo, siendo estos beneficios
económicos, de poder y propiedad. Sin embargo no se dan cuenta de que a largo plazo no
producen más que perjuicios. Seguramente los perjuicios no lo tengan que vivir ellos (los
encargados de las tomas de decisiones) pero si afectará a las siguientes generaciones. Es lo que
se denomina tiranía intergeneracional.

¿Quién es el responsable moral de la corporación? Si bien como he mencionado antes, la


corporación es una estructura legal artificial sin consciencia moral, pero sus socios si tienen una
responsabilidad moral y social. Esto se traduce la mayoría de veces en un conflicto de intereses:
Maximización de beneficios para la empresa vs. Moralidad personal. Este dilema no solo tiene
lugar en la sede de las corporaciones, sino que también tienen lugar en otros oficios como
pueden ser los abogados de estas empresas: moralidad vs. Desahucios.

Por lo tanto, podemos llegar a la conclusión de que son los socios los que deben ser los
responsables últimos por dichas corporaciones. El problema radica en que la toma de decisiones
no están basados en la realidad.

Das könnte Ihnen auch gefallen