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Análisis de la solicitud de José Coz e Iriberri

En este apartado analizaremos el texto del ya mencionado autor, según tres conceptos que
atraviesan el documento; el primero de ellos, ya señalado anteriormente, es el de ciudad
letrada, acuñado por Ángel Rama. Así se nos esclarecerá la relación que Coz e Iriberri y su
petición, particularmente, tienen con las esferas de poder. Para descubrirlo, recurriremos a
espacios exactos del texto en los cuales se evidencie este vínculo. Un segundo concepto a
aplicar en el análisis es el de la poética de la representación, señalado por Ranciѐre, a partir
del cual se podrá dar cuenta del modelo a seguir por el autor en la obtención del fin explicado
en su proyecto personal. La poética de la representación se basa en cuatro principios
fundamentales, y mediante éstos iremos configurando el análisis para determinar si este
modelo es utilizado o no. El tercer concepto a desarrollar es el de retórica, planteado por
Tomás Albaladejo, con el objetivo de determinar si realmente se puede denominar como
texto retórico, gracias a la petición hallada dentro del texto y la construcción de este con el
fin de persuadir al destinatario, logrando la implementación de un Teatro. Por último, nos
referiremos a la recepción del pensamiento europeo italiano en la figura de Muratori,
estudiando qué tan determinante es esto en el documento.

Se cumpliría el objetivo de determinar el interés que José Cos e Iriberri mantiene con la
ciudad letrada y la cercanía que se va dando entre él y las esferas de poder, sabiendo si
realmente se puede inscribir al autor en el selecto grupo letrado. Daríamos no sólo con el fin
de su propuesta, sino, con el modelo al cual adscribiría en la realización de aquella.
Descubriríamos si la construcción textual encaja en el modelo retórico y la implicancia de
mencionar a Muratori, dando a conocer el vínculo que se podría dar entre Coz e Iriberri y el
filósofo italiano.

José Coz e Iriberri y la ciudad letrada

Respecto a lo que se señaló en el comienzo, para determinar si realmente podemos hablar de


una relación entre este autor y la esfera de poder en la Colonia, es necesario recordar que
aquel poder era difundido por un exclusivo grupo letrado, cuyo ejercicio de la escritura se
encontraba a favor de los intereses del Rey y de las autoridades de poder coloniales. Por
tanto, el pensamiento colonial ilustrado era determinado por la Corona, replicado por los
gobernadores y luego confirmado por la ciudad letrada para ser proyectado al pueblo con el
fin de mantenerlo ilustrado y educado conforme a los valores que las esferas de poder
determinaban.

Comenzaremos señalando que en su solicitud por la instauración del Teatro, el autor se dirige
explícitamente a Vuestra Señoría, aludiendo al Consulado de Chile: “Don José Coz e Iriberri
parezco ante V.S. con el mayor respeto solicitando que por esta superioridad se me conceda
el correspondiente permiso para establecer de firme en esta ciudad un Teatro Dramático por
espacio de 10 años…” (1). La relación con el poder es explícita apelando al Consulado
chileno con el fin de lograr su propósito, estableciendo ya una relación con una esfera
poderosa gracias a la facultad de esta de concretar su proyecto. Como señala Rama, estos
intelectuales logran posicionarse socialmente en el sector poderoso determinante, formando
la ciudad letrada y ubicándose al lado de grandes autoridades.

El autor manifiesta en su petición: “Se construirá un Palco orlado con las Armas de la ciudad
para el Ilustre Cabildo, presidido del Señor Corregidor, y la entrada, y asistencia de los
individuos que la componen será gratuita. Lo serán igualmente las entradas y Palcos del
M.I.S.P., Señor Regente y sus familias y la entrada, y Luneta del Ayudante dé órdenes” (6).
La petición entonces, se dirige a las máximas autoridades de poder y al Cabildo, dándoles a
conocer el privilegio del que gozarían, una vez construido el proyecto, beneficiando a
aquellos dentro del círculo de poder, otorgándoles libre entrada y un espacio resguardado
exclusivamente para ellos, lo cual se condice con lo sucedido en la sociedad colonial. Las
autoridades poderosas de la Colonia gozaban de privilegios materializados en bienes
económicos y administrativos, ya que, como señala Rama “desdeñarán trabajar por sus
manos y simplemente dominarán a los indios que les son encomendados…” (26). Por lo cual,
no tenían necesidades, a diferencia del Pueblo y sectores excluidos como indígenas, esclavos,
mulatos, etc. Tampoco los letrados como Coz e Iriberri tenían mayores preocupaciones
económicas, ya que, como señala Rama, no necesitaban trabajar o administrar sus bienes.
Simplemente debían dirigir la sociedad en favor del proyecto imperial, enriqueciendo los
lazos con los reyes, demostrándose así el máximo nexo entre el grupo letrado y el poder
arraigado en la Corona, ambos enriqueciéndose gracias a las riquezas americanas.

Es así como la realidad teatral que José Coz e Iriberri busca implementar se condice con la
realidad colonial; una sociedad segregada según el poder y la economía, organizada por las
autoridades y por la ciudad letrada cuyo objetivo es perpetuar el orden monárquico: “todo
orden implica una jerarquía perfectamente disciplinada, de tal modo que las ciudades
americanas entraron desde el comienzo a una estratificación…” (27-28). Las ideas, entonces,
serán afianzadas y determinadas por la Corona y el más alto poder Colonial, pensamiento del
cual la ciudad letrada fue protector, difusor y ejecutor de órdenes permitiendo la mantención
del poderío.

El autor dirige la sociedad hacia una mejor educación civil y moral mediante las
representaciones de los Dramas en el Teatro: “Tampoco es necesario para hacer reír al
Pueblo, recurrir a aquellos Sainetes llenos de torpes necedades, que lejos de corregir al
Pueblo, o vulgo, le hacen cada vez más insolente, desatento y grosero…” (5). Según esto, el
Teatro tendría la potestad de corregir al pueblo y educarlo en los valores que las esferas de
poder creen correctos, mediante las representaciones dramáticas que se estimen
convenientes, oficiando el Teatro como una escuela cuyos contenidos son manejados por este
grupo letrado urbano. Además, el autor señala; “Este gusto general, esta pasión dominante
de todos los Pueblos, es un instrumento poderoso con el que asegura un Filósofo de nuestros
días, podrán amarrarse y amansarse, y reducirse los más feroces caribes, mejor que con las
armas” (1). Podemos percibir notoriamente la idea ya mencionada, de comprender a estos
espectáculos como herramientas a través de las cuales se logran moldear las masas, en favor
de la monarquía y los epicentros poderosos regidores de la sociedad.

Ahora bien, al final de la petición el autor plantea una serie de medidas que serían
implementadas en la construcción del Teatro, señalando: “Si el Ilustre Cabildo consintiese
en ello, se edificará en el sitio llamado el Basural de Santo Domingo…” (5), también
manifiesta: “y para cada representación intervendrá previamente licencia del Superior
Gobierno, de lo que se dará parte al Público” (6). Así se manifiesta el vínculo de Coz e Iriberri
con el poder Colonial, dirigiéndose explícitamente al Ilustre Cabildo con el fin de obtener la
aprobación de su proyecto, y si así fuese, será el mismo autor quien determinará las normas
bajo las cuales se edificará este Teatro, por ende, no estamos sólo frente a un letrado urbano,
sino frente a un texto cuyo contenido nos hace evidente el manejo que el autor posee del
funcionamiento político y social. Por ende, Coz e Iriberri será un letrado perteneciente al
grupo que Rama define como ciudad letrada, tanto por la relación que guarda el proyecto de
Iriberri con las esferas de poder, como por la permanencia de ese poder gracias a la
implementación del Teatro.

Parece necesario reafirmar la importancia de señalar los espacios en los cuales se movía Coz
de Iriberri, siempre desde la vereda oficial del poder colonial, como un reconocido letrado
urbano de este selecto grupo, cuya principal tarea es perpetuar el ideal de la Colonia y de la
Corona, mantener el poder para así mantenerse dentro de este círculo poderoso, por tanto, su
proyecto estará enfocado como un bien al poder político, obteniendo así, su aprobación.

El modelo de Coz e Iriberri y la poética de la representación

Como se desarrolló en el capítulo anterior (y se mencionó más arriba), la poética de la


representación es un concepto postulado y explicado por Jacques Ranciѐre que encierra
cuatro principios fundamentales; el de ficción, genericidad, decoro, y por último, el de
actualidad. Observaremos qué aspectos de la solicitud de Coz e Iriberri se logran vincular
con lo postulado por Ranciѐre, para así determinar si este modelo es utilizado por el autor en
la concreción de su objetivo.

Como sabemos, un primer principio que compone la poética de la representación es el


principio de ficción, el cual alude a la naturaleza de las ficciones entendidas como historias
que se componen mediante la imitación de acciones humanas, idea aristotélica mencionada
anteriormente. Las ficciones, entonces, son tales gracias a su esencia y naturaleza, otorgada
por quien las crea, según sea su objeto de imitación. Así, las ficciones no se determinan a
partir de su género o rasgos formales, sino, a partir de su naturaleza, la cual da origen a la
historia que luego será entendida por espectadores o lectores. Respecto a este principio el
autor manifiesta: “Si la poesía y la pintura pueden ser comparadas entre sí, no es porque la
pintura sea un lenguaje y los colores del pintor, asimilables a las palabras del poeta. Es porque
una y otra cuentan una historia…” (30). Desde esta perspectiva, cada elemento artístico
constituiría la conformación de una historia. José Coz e Iriberri nos cuenta en su solicitud
una historia; la historia de un proyecto que busca concretar, la historia de una futura
construcción de un Teatro: “parezco ante V.S. con el mayor respeto solicitando que por esta
superioridad se me conceda el correspondiente permiso para establecer de firma en esta
ciudad un Teatro Dramático por espacio de 10 años (…) al fin de las reflexiones que en apoyo
de mi solicitud me ha parecido deber hacer…” (1). El autor deja ver el objetivo de su historia
en el comienzo de su documento, y continuará argumentando su petición para que le sea
concedida. Ese sería el principio ficcional del proyecto de Coz e Iriberri; su naturaleza hace
que tome forma de solicitud y por ende, el lector quedará con la historia de una posible
creación de un Teatro (ficción que se volvería una realidad implementada en la Colonia) y el
por qué sería fundamental la implementación de éste: “…purgado el Teatro de todos estos
vicios, puede ser útil y conveniente diversión para las gentes” (3), “…la buena moral de los
Dramas y la decencia en la ejecución, son diversiones convenientes, y utilísimas para los
Pueblos” (3). Hemos esclarecido entonces que efectivamente existe un principio de ficción
en el texto de Iriberri, principio que exige una dimensión espacial y temporal determinada en
el que “la ficción se propone y se aprecia como tal” (30). La solicitud de Coz e Iriberri nos
expone la posible construcción de un Teatro, el cual “se edificará en el sitio llamado el
Basural de Santo Domingo, por la comodidad que ofrece su anchura…” (5), contamos con el
espacio en el cual se desarrollará este proyecto de Teatro, cuya duración sería de 10 años,
cumpliendo con la unidad de tiempo: “establecer de firme en esta ciudad un Teatro Dramático
por espacio de 10 años…” (1).

Un segundo principio es el de genericidad, el cual se define como “un conjunto de reglas


formales, es la naturaleza de lo que se representa, de lo que constituye el objeto de la ficción.”
(31). La genericidad se refiere al género y es exactamente la naturaleza de la historia. Si el
principio de ficción exige una historia, la genericidad será la clasificación de aquella historia,
acorde a su naturaleza, como señala Ranciѐre (tomando la idea de La Poética de Aristóteles):
“el género de un poema-epopeya o sátira, tragedia o comedia- está ligado en primer lugar a
la naturaleza de lo que representa” (31), por lo tanto, el género del documento realizado por
José Coz e Iriberri, será aquel que la naturaleza del texto decida o determine. Será el tema el
que definirá finalmente al género. Coz e Iriberri construye una petición o solicitud al
Consulado de Chile por la construcción de un Teatro, sabemos entonces, que el texto estará
orientado a obtener este objetivo, y se presentarán argumentos favorables para conseguirlo:
“se construirá un Teatro capaz, decente cómodo, y seguro…” (5), “Si el Ilustre Cabildo
consintiese en ello, se edificará en el sitio llamado el Basural de Santo Domingo…” (5), “al
precio más cómodo posible para el Público…” (6), “y para cada representación intervendrá
previamente licencia del Superior Gobierno, de lo que se dará parte al Público” (6). Estas
citas del texto de Iriberri nos dan cuenta de la idea postulada por Ranciѐre acerca de la
naturaleza del texto. El texto como principio de ficción nos muestra una historia cuya
naturaleza da con un texto estructurado a partir de una petición, es decir, su genericidad
estaría establecida en aquella solicitud, porque la naturaleza de lo que se quiere decir termina
por determinar la estructura del documento y por ende, da origen a un género de solicitud.
Vale decir, que en aquel momento histórico, el concepto de literatura era bastante amplio y
encerraba una variedad de documentos, como se dio a conocer en el capítulo anterior, de esta
forma, diríamos que la genericidad del texto de Iriberri es la petición en favor de la obtención
de su fin. Se expuso anteriormente, las clases de imitaciones señaladas por Ranciѐre (acciones
y gente) dentro de las cuales destacan las formas de imitar: “una que ensalza el objeto
imitado, otra que lo rebaja” (31). Si pensamos que el objeto en sí es el Teatro (y la
construcción de este), podemos ver que Coz e Iriberri utiliza ambas formas, ya que, degrada
el Teatro corrompido por los vicios: “La incitación de las pasiones, y la corrupción de
costumbres que producían los Dramas obscenos hasta el siglo 15…” (2), “la corrompida
moral de los Dramas, o sobre los indecentes gestos, y ademanes de los actores (…) me
convencen de que purgado el Teatro de todos estos vicios, puede ser útil…” (3). La
degradación que el autor realiza es con el fin de instaurar la idea de un mal Teatro,
rebajándolo, para así contrastar con lo que será un nuevo Teatro, una vez aprobado su
proyecto:

Tampoco es necesario para hacer reír al Pueblo, recurrir a aquellos Sainetes llenos de torpes necedades, que
lejos de corregir al Pueblo, o vulgo, le hacen cada vez más insolente, desatento y grosero, y estragan su paladar
en términos que tiene por insípido cuanto no escuche razonado con indecencias. Tampoco es necesario derramar
en los oídos junto con la armonía, aquellas sales irritantes de que abundan algunas tonadillas, tanto más
perjudiciales (…) Lejos del Teatro que propongo semejantes composiciones: Lejos de una capital, en que por
lo mismo no ha habido Teatro, ni se ha formado el gusto en esta parte, hay la proporción de crearlo bueno (5).

Es así como Coz e Iriberri denigra otras formas de hacer Teatro para dar a conocer que la
implementación futura del suyo será mucho mejor.

El tercer principio es el principio de decoro en el cual el autor que “ha elegido un género de
ficción adecuado, tiene que prestar a sus personajes acciones y discursos apropiados a su
naturaleza, y por consiguiente al género de su poema” (31). En el caso de Coz e Iriberri, no
contamos con personajes, pero sí con el discurso del autor, el cual es acorde a su persona y
lo que busca en el texto, ya que, al ser una petición dirigida al Consulado de Chile, el texto
debe contar con un lenguaje adecuado e ilustrado (si pensamos en la época). Ranciѐre señala
además (citando a Batteux) que “Lo que marca el tono del discurso es el estado y la situación
del que habla” (32). Sabemos que Coz e Iriberri cumple con este aspecto, ya que maneja un
discurso de nivel elevado que se condice con quien será el destinatario de aquella petición,
citando o mencionando a pensadores como Aristóteles, Cicerón, Muratori, entre otros, que
dan cuenta del nivel intelectual del autor, de su calidad de letrado y de pensador. Ranciѐre
distingue cuatro criterios de decoro (natural, histórico, moral y convencional): el primero,
“la conformidad a la naturaleza de las pasiones humanas en general” (33). Observamos que
José Coz e Iriberri posee una visión bastante tajante acerca de las pasiones humanas, y por lo
que percibimos en su texto, podemos decir que su Teatro busca implementar dramas que no
promuevan las pasiones humanas, sino más bien que eduquen a los espectadores: “Yo no me
atrevería a asegurarlo si no pudiese contar con un suficiente número de piezas, así nacionales,
como traducidas, en que brilla la moral, la decencia, y la composición arreglada a los
preceptos del arte” (4), “tampoco aquellas comedias llenas de amores exaltados en que se ve
ridícula, y escandalosamente burlada la vigilancia de un Padre por el denuedo de un temerario
Galán y la astucia de sus confidentes” (5). Pues bien, el texto se adecua a la naturaleza de las
pasiones humanas, sin embargo, el Teatro que se propone, pretende dejar fuera aquellas
representaciones de pasiones humanas que puedan corromper al público y mal educarlo. El
segundo criterio es la “conformidad a los caracteres y a las costumbres de determinado
pueblo o determinado personaje” (33). Evidentemente, Coz e Iriberri busca dirigir su
documento hacia los intereses del poder, es decir, del oficialismo. Como señalamos más
arriba, Coz e Iriberri es un integrante de la ciudad letrada, por ende, su proyecto irá enfocado
en armonía con las esferas de poder para obtener la aprobación en la instauración de su Teatro
(y así mantenerse él mismo en la ciudad letrada), es así como buscará la conformidad con las
autoridades y con los ideales que estos buscaban reproducir en la sociedad: “Si con lo que
informase la ciudad, y en vista de las razones de utilidad que llevo expresadas se dignase
V.S. concederme el permiso que solicito, presentaré para el régimen interior, y exterior de
este coliseo las ordenanzas que (…) aprobó el Excelentísimo Señor Don Teodoro de Croix,
Virrey del Perú, para el de Lima, a fin de que adaptadas a este con las modificadiones que
V.S. tenga por convenientes…” (6). El autor busca la conformidad con las autoridades a las
cuales dirige su petición para ser hecha realidad. Un tercer criterio de decoro es el “acuerdo
con la decencia y el gusto que convienen a nuestras costumbres” (33). Coz e Iriberi señala en
varios puntos de su petición, el apego que tendrá su Teatro y los dramas que allí se
representarán a los dictámenes del buen gusto planteados por las autoridades de poder y
yendo más allá, por la Corona española: “la buena moral de los Dramas y la decencia en la
ejecución, son diversiones convenientes, y utilísimas para los Pueblos” (3), “Las elegantes
decoraciones pondrán en el pie de buen gusto la Arquitectura, Pintura y Escultura…” (4). El
autor se esfuerza por dar a conocer que su proyecto será concomitante a la idea de decencia
y buen gusto establecida en la época, lo cual facilitará la aceptación de su idea, ya que, este
Teatro servirá para reforzar e implementar en los dramas ideas de decencia o buen gusto
acordes al poder. Por último, el cuarto criterio de decoro postulado por Ranciere es:
“conformidad de las acciones y de las palabras con la lógica misma de las acciones y de los
caracteres propios a un género” (33). Coz e Iriberri, articula su texto en su función de su
propósito que ya sabemos, y por ende, nos presenta argumentos para validar la aprobación
de su proyecto, es decir, existe una coherencia entre lo que el documento dice y lo que se
busca lograr en la realidad.

El último principio que constituye la poética de la representación es el de actualidad, el cual


se refiere a la performatividad de la palabra. Cuando hablamos de performatividad aludimos
al acto de habla performativo el cual no sólo describe un hecho sino que al ser manifestado,
lo realiza. Por ende, hablar de performatividad de la palabra es señalar que no se alude al solo
hecho de mencionarla, sino además, hacerla realidad. Podemos aplicar este principio en el
texto de Coz e Iriberri porque se refiere a la performatividad de su propuesta, ya que no sólo
es mencionada explícitamente su solicitud de llevar a cabo la edificación de un Teatro, sino
que también, se busca construir aquel Teatro en la realidad concreta, lo cual se condice con
la performatividad de la palabra cumpliendo con la intensión que busca transformarse en
acción.

Finalmente, luego de recorrer y analizar el texto de José Coz e Iriberri según la poética de la
representación, podemos decir que es un documento cuyo contenido logra afianzarse a los
cuatro principios señalados por Ranciѐre, a partir de lo cual podemos pensar que el autor
español utiliza este modelo con el fin de obtener la concreción de su proyecto. Cabe señalar,
que el concepto delineado por Ranciѐre es evidentemente jerarquizador por otorgar una
jerarquía de valores a los textos, ya que, aquellos que no se adhieran en su totalidad a los
principios ya mencionados, serán considerados inferiores y mal estructurados. Esto generará
que algunos textos sean más dignos y mayormente valorados que otros.

Elementos retóricos en el documento

A partir de Retórica (1991) de Tomás Albaladejo, podemos descrubrir algunos elementos


retóricos presentes en la solicitud de José Coz e Iriberri, particularmente las partes orationis
entendidas como las “secciones de referente y la macroestructura del texto retórico” (82), es
decir, son los rasgos que componen un discurso retórico. Estas partes orationis se dividen en
cuatro partes; exordio (exordium), narración (narratio), proposición (propositio),
argumentación (argumentatio), y por útlimo, peroración (peroratio).

El exordio o exordium se define como el comienzo del discurso retórico, “es la presentación
de la causa ante el receptor y obtener su disposición favorable hacia el planteamiento que el
orador hace” (82), es la conexión del orador con el destinatario para generar en éste una
postura favorable a la causa. José Coz e Iriberri, tal como señala Albaladejo, presenta su
causa al inicio de su petición: “establecer de firma en esta ciudad un Teatro Dramático por
espacio de 10 años…” (1), esta causa sería clasificada como útil (status qualitis). El
establecimiento del Teatro, generaría un cambio positivo socialmente, gracias al
conocimiento que aportaría los Dramas representados en el respectivo Teatro. El exordium
“consiste en utilizar en el proemium conceptos amplios e ideas universales, que sirven para
atraer la atención del receptor, el cual es así guiado desde lo general hacia lo particular” (83).
Es necesario distinguir que por proemium entendemos un exordio normal, cuya finalidad es
hacer que el destinatario sea “benévolo, dócil y atento en relación con el discurso y, por tanto,
con la posición que el orador defiende” (82). Observamos un nivel de proemium en el exordio
del texto de Coz e Iriberri, ya que, el autor comienza dando una idea general acerca del teatro
y la gente: “la opinión de las gentes, de que no se puede prescindir absolutamente, no está
formada todavía, aunque se ven establecidos en otras ciudades populosas semejantes
espectáculos…” (1). El autor da a conocer como idea general, que en la ciudad de Santiago
(siglo XVIII) la opinión de las personas aún no está formada, mientras que en otras ciudades
ya se están desarrollando espectáculos. De ahí se traslada a lo particular del teatro:
“…semejantes espectáculos su introducción ha dado siempre lugar a diferentes apologías, de
las cuales algunas se han reputado por útiles y provechosos; al paso que en otras se han
combatido por perjudiciales, y nocivos” (1). Coz e Iriberri segrega dos maneras de entender
los espectáculos; algunos serán útiles y provechosos, mientras que otros (aquellos que aportan
una negatividad a la sociedad) serán perjudiciales y nocivos. A partir de esto, el autor señala
que entrará en “una seria, aunque breve discusión del asunto” (1), para lo cual será necesario
“subir hasta el origen de tales establecimientos”, es decir, comenzar con la universalidad del
concepto de Teatro y la forma en la cual se fue desarrollando. Es necesario destacar que Coz
e Iriberri manifiesta una propositio: “resumen que a continuación del exordio el orador hace
de la causa que va a ser presentada en la narratio” (86), se manifiesta así: “Tan notable
diversidad de pareceres me hace entrar en una seria, aunque breve discusión del asunto, y su
influencia…” (1). El autor busca anunciarle al destinatario lo que sigue a continuación, por
tanto, anticipa lo que desarrollará en la narratio, funcionando a modo de propositio.

Un segundo elemento (que le sigue al exordio, o bien, en este caso, a la propositio) es la


narratio o narración entendida como “…la exposición de los hechos que constituyen la causa,
con el fin de que el receptor tenga un conocimiento de los mismos que haga posible que
llegue a situarse de parte de la posición defendida por el orador” (85-86). José Coz e Iriberri
comienza señalando el carácter de espectador conforme a la naturaleza del ser humano desde
el origen de los tiempos: “El aparato y pompa del universo que nuestro criador parece ostentar
con el designio de que se vea, y admire, nos dice bastante claramente que el hombre es
espectador por naturaleza. Así es que de todos los sentidos ninguno nos subministra más
ideas que la vista…” (1), gracias a que el hombre es un observador naturalmente de todo lo
que sucede: “…una inundación repentina de las aguas, un hundimiento de un cerro, una ruina,
un incendio, un animal extraño (…) todo encuentra espectadores” (1). El carácter de
espectador del hombre formaría parte del initium o comienzo de la narración, para luego dar
paso a la presentación de los hechos de la causa (médium) donde el autor distinguirá algunos
espectáculos: “…inventó el arte de los espectáculos, o lo que es lo mismo, los espectáculos
artificiales…” (1), estos espectáculos gustan a todo tipo de personas, tanto a las “Naciones
más cultas, y aún las Tribus errantes y salvajes…” (1). Aquí encontramos algunos
espectáculos difundidos por los Príncipes para mantener al Pueblo civilizado y “…hacerlos
sumisos al Yugo de las leyes” (1). Estos espectáculos de fuerza y habilidad con el fin generar
en el espectador un carácter valiente y violento, representado en las “luchas de Gladiadores,
los combates de fieras, las justas y torneos…” (1-2). Por otro lado, contamos con lo que el
autor denomina Dramas de espíritu, en los cuales “…reciben los espectadores suaves
impresiones, tanto más propias para humanizar, y enternecer el corazón y unir entre sí los
ciudadanos con los vínculos de la compasión, humanidad, y el trato urbano…” (2). Esta sería
la gran división de los espectáculos y luego, de los dramas (como expondrá en la
argumentación) según Coz e Iriberri. Algunos dramas corromperán la sociedad gracias a la
representación de vicios, mientras que otros aleccionarán a la sociedad, civilizándola. Por
último, en la narratio el autor apunta los últimos hechos que serían de interés para el
destinatario y para su decisión acerca de la causa (finis de la narratio): “Es imposible que la
desgraciada muerte de un Héroe detrás de la escena, no compela al espectador a llorar sobre
la suerte de los desgraciados. Es imposible, por último que la risa que mueven un avaro, un
disipado (…) dejen conducirnos a hacer reflexiones serias sobre nosotros mismos” (2). Aquí
el autor finaliza su narración con esbozando la idea que luego desarrollará en la
argumentación; dramas útiles, provechosos e influenciables positivamente en la sociedad, y
otros dramas, aquellos que la denigran y rebajan la sabiduría de sus espectadores.

A la narración le sigue la argumentatio o argumentación, la cual “…consiste en la


presentación de las pruebas pertinentes a la utilidad de la causa, esto es, favorables desde la
perspectiva de la posición del orador y también en la destrucción de pruebas de la parte
contraria” (91). Coz e Iriberri deja claro en su narratio que los espectáculos artificiales
creados por el hombre pueden tener consecuencias positivas o negativas en la sociedad.
Ahora bien, en la argumentatio, el autor toma una postura inclinada hacia un tipo de dramas
que serían mayormente provechosos en la sociedad colonial y cuya representación tendría
lugar en el futuro teatro (de ser aprobada su solicitud);

La incitación de las pasiones, y la corrupción de costumbres que producían los Dramas obscenos hasta el siglo 15, época
del restablecimiento de la literatura, y aún muchos de los que compusieron después de esta época, en los que sus autores
imitaron junto con el arte de las licenciosas jocosidades de Plauto, y de Terencio, y tomando por modelo el Teatro Griego
escogieron los lúbricos asuntos de la fábula, son una prueba de la influencia de las representaciones teatrales en los ánimos
de los espectadores, y lo son también de que las comedias, y tragedias, son buenas, por su moral, por su construcción y por
el decente modo de representarlas, son como asegura el célebre y juicioso Muratori, lecciones utilísimas para el Pueblo,
tanto más eficaces, cuanto que no hay espada contra el vicio más aguda, ni penetrante que la irrisión bien manejada, y cuanto
que no hay cosa, me atreveré yo a añadir, más propia para suavizar la dureza del corazón, que una acción trágica conducida
con tal arte que arranque las lágrimas de los espectadores (2).
Esta cita es fundamental porque refleja la posición que tomará el autor en su argumentación,
es la parte en la cual se funden la probatio (presentación de ideas a favor de la causa) y la
refutatio (destrucción de pruebas que no favorecen a la causa). Apreciamos cómo el autor
denigra aquellos espectáculos anteriores en los cuales primaba la “incitación de las pasiones”
y la “corrupción de las costumbres”, para dar cuenta que ese Teatro no era el que se debería
desarrollar (refutatio). Más adelante da a conocer que las tragedias y comedias serán buenas
siempre que su construcción lo sea y tengan un correcto modo de representarse. Aquí Coz e
Iriberri recurre al filósofo italiano Muratori (lo cual será la primera prueba que argumentará
la defensa de su causa, como parte de la probatio) para señalar que la tragedia configurada
de buena forma, permite conmover a los espectadores. De ser así, el teatro o el buen Teatro
que busca implementar Coz e Iriberri traería consecuencias positivas en la sociedad,
constituiría un bien al Pueblo, siempre que los espectáculos se rijan por el decoro, las buenas
costumbres y la buena moral.

Coz e Iriberri no sólo utiliza como prueba a Muratori, menciona también a Calderón de la
Barca, y autoridades católicas como Francisco de Sales y el jesuita Padre Juan de Mariana,
lo cual le da forma a la argumentatio, ya que en esta se deben afirmar “determinadas pruebas
que favorecen a la causa y la negación de otras las que se oponen a la causa…” (92).
Menciona a Calderón de la Barca para exponer que cuando los Dramas son buenos es porque
son útiles, a Francisco de Sales para señalar que toda diversión puede ser buena o mala, pero
“…para la perfección cristiana conviene apartarse de los espectáculos…” (3), y además,
señala la idea postulada por el Padre Juan de Mariana, el cual expone que el indecente modo
de representar los espectáculos es el que hace “poner el duda si son en sí buenos o malos…”
(3), de ahí que censure las comedias, por encontrarse indecorosas. Es así como el autor
defiende la utilidad del Teatro, ya que: “supuesta la buena moral de los Dramas y la decencia
en la ejecución, son diversiones convenientes, y utilísimas para los Pueblos”, por lo cual, los
buenos espectáculos son aquellos decentes y morales que otorgan una utilidad (utilidad del
teatro) a la ciudad de Santiago, y por ende, también a la gobernación chilena.

Luego, Coz e Iriberri cita implícitamente a Muratori:

Prescindiendo de las razones políticas que hacen poner en el número de las máximas de buen gobierno la de tener
honestamente entretenido al Pueblo con diversiones públicas que lo recreen, con tal que no sean ni muy frecuentes, ni muy
costosas, como observa el juicioso Muratori en su obra de la felicidad pública en los capítulos 14 y 26, se ofrecen muchas
que hacen ver ser conveniente en esta capital el establecimiento de un buen Teatro atendida su numerosa población, y la
cultura de las gentes (3).

El pensamiento que el filósofo italiano plasma en su obra La pública felicidad (1790) es una
prueba determinante en la argumentatio realizada por Coz e Iriberri, ya que, Muratori señala
en su capítulo llamado De la Historia, Erudición, Eloquencia y Poesía, que la tarea de los
poetas es escribir “…un buen número de Comedias de buenas costumbres, de modo que no
tuviésemos que recurrir a otras fuentes para divertir al pueblo. El Teatro no es ilícito por sí.
La obscenidad de los Cómicos y las Comedias de mala moral son las dos cosas que lo hacen
ilícito; lo qual desdice mucho de un Gobierno bien ordenado y mucho más todavía de la
pureza del christianismo” (145). Es evidente la coincidencia de pensamiento que expone Coz
e Iriberri en su solicitud con lo postulado por Muratori, ambos acuerdan la existencia de un
buen Teatro con buenos Dramas, lo cual establece una distinción entre los buenos
espectáculos y los malos espectáculos, como hemos venido señalando. Sin embargo, aquel
buen Teatro será el que determine Iriberri y el que aprueben las esferas de poder. Como
apunta Muratori, si un buen teatro es sinónimo de un gobierno ordenado, vale decir, de un
buen gobierno, le convendrá justamente a este aprobar la solicitud de Iriberri, ya que, el
desarrollo de buenos espectáculos hablará de un gobierno exitoso. Pero, ¿qué se entiende por
bueno? ¿Quién determina ese buen gusto? Coz e Iriberri pretende que su Teatro sea un
espacio de transmisión de conocimiento y valores hacia sus espectadores (especialmente
porque no todos pueden acceder a este tipo de conocimientos), no obstante, aquel
conocimiento estará enfocado hacia el “bien”, configurado por el poder y por él mismo como
integrante de la ciudad letrada: “Pero ya que la situación de Chile no permite fácilmente ver
un Mundo diferente al nuestro, ya que no a todos es dado el emprender el estudio de la
Historia, que conduzca a considerar la masa total del Género humano, y adquirir este
conocimiento del hombre ¿qué viajes, ni qué escuela mejor para adquirirle que el de un
Teatro bien organizado?” (4). El teatro entonces, es un instrumento mediante el cual se puede
educar al pueblo, en el seno del bien y del buen gusto. Muratori señala: “Las Comedias en
prosa o en verso que supiesen hacer reír, corrigiendo lo ridículo de las costumbres, de los
usos mal concertados y de las necias opiniones del vulgo, y nos suministrasen diestramente
unos bellos documentos ó á lo ménos que no perjudicasen, constituirían el Teatro una escuela
secreta de obrar bien, y por lo mismo útil para la República” (146). Observamos que Coz e
Iriberri toma este tipo de lineamientos para constituir las pruebas en la defensa de su causa,
el Teatro sería así el establecimiento de los ideales sociales a seguir, de las costumbres, de la
moral y en el futuro, la entrega de saberes respecto de diversas disciplinas:

Las elegantes decoraciones pondrán en el pie de buen gusto la Arquitectura, Pintura, y Escultura, infundirán las ideas de lo
hermoso a los que se encarguen de las obras y dirigirán por el mismo camino la mano del Artista que las ejecute. Tales
fueron los efectos del Teatro en Grecia, y Roma, tales han sido en las principales de Europa, sobre todo desde la reforma
que ha hecho el buen gusto, y tales serán en Chile positivamente” (4).

Muratori señala respecto del buen gusto: “En otros tiempos corrompieron este país con
muchas Poesías de asuntos amorosos y tal vez obscenos, y nos introduxeron también el mal
gusto: pero hoy día parece que han declinado mucho de aquel entusiasmo y han vuelto a
abrazar el buen gusto.” (146), “La dificultad consiste como dixe en procurar que toda
diversión pública, y aun en toda concurrencia particular de gentes, haya una moderación que
no desacredite la virtud, ni las buenas costumbres, ni se enseñe y mucho menos se practique
el vicio” (350). El buen gusto es configurado entonces según las concepciones morales de la
época, por lo cual, serán considerados buenas las representaciones que contengan elementos
decentes, que busquen difundir valores e ideas que corrijan al pueblo, y se interioricen en sus
gentes, Coz e Iriberri menciona acerca del buen gusto o lo considerado bueno: “…las
comedias y tragedias, son buenas, por su moral, por su construcción, y por el decente modo
de representarlas…” (2), “…supuesta la buena moral de los Dramas y la decencia en la
ejecución, son diversiones convenientes, y utilísimas para los Pueblos…” (3). También
Muratori define el buen gusto: “Para conocer lo mejor en punto de literatura, debe tenerse
presente como máxima fundamental, que el fin primero, y más universal de las Ciencias y de
las Artes Liberales es el enseñar, aprovechar y deleytar” (18). El rol o la importancia de las
representaciones será cumplir con estos preceptos de buen gusto (enseñar, aprovechar,
deleytar), para así formar individuos con un tipo de sensibilidad que les permita distinguir lo
malo (moral y socialmente) frente a lo bueno, inclinándose hacia lo segundo. Inculcar el buen
gusto es enseñar mediante los espectáculos teatrales, además aprovechar el conocimiento que
se obtiene de éstos, y por último, deleitarse, pero siempre enfocado hacia lo aceptado
moralmente, hacia la virtud, lejos de los vicios que corrompen a los sujetos.

El objetivo de Coz e Iriberri en tomar como prueba el pensamiento de Muratori y la idea del
buen gusto, es dar al destinatario una cierta seguridad de que sus planteamientos son
respaldados y desarrollados por un reconocido filósofo italiano, por lo cual genera confianza
(a partir de la validación que Muratori tiene en Europa, y no sólo él, sino otros pensadores
mencionados anteriormente) en que el significado de aquel proyecto traerá beneficios para la
sociedad y el Gobierno: “el orador busca ideas pertinentes a la causa, utilizándolos en la
quaestio finita” (95). Por lo cual, hace que el destinatario vea de forma positiva la aprobación
de aquel proyecto, ya que, se educarían las gentes (en el seno del buen gusto, mediante
decentes dramas y comedias) y por consiguiente, sería más satisfactorio para el gobierno, ya
que las costumbres e ideas que rigen la sociedad, se podrían difundir mediante este medio,
cumpliendo con los preceptos de la Corona.

El cuarto elemento que conforma las partes orationis es la peroratio entendida como la
“sección final del discurso con la que el orador recuerda al destinatario lo más relevante de
lo expuesto en las secciones anteriores, con insistencia en la posición argumentativa que ha
adoptado y con la que influye en los afectos del destinatario con el fin de hacer que su
decisión sea favorable” (100). Coz e Iriberri señala como aspectos más relevantes en esta
sección del texto, lo siguiente: instaurar el buen gusto, crear un Teatro bueno que logre
transmitir conocimientos y forje el buen gusto en sus espectadores: “una capital, en que por
lo mismo que no ha habido Teatro, ni se ha formado el gusto en esta parte, hay la proporción
de crearlo bueno.” (5). Lo que viene después, son la serie de cláusulas bajo las cuales Coz e
Iriberri edificará ese teatro; un espacio decente, cómodo, que se edificaría en el Basural de
Santo Domingo, lugar donde los sujetos que componen el Cabildo y otros hombres con cargo
de poder tendrán acceso libre. Esta es la causa defendida por el autor el cual pide y suplica
finalmente que le sea concedida su causa: “A V.S. pido y suplico se sirva concederme su
Superior permiso como llevo pedido” (6).

Por último, podemos decir que Coz e Iriberri da origen a un texto retórico, ya que su
documento se articula en relación al objetivo que desea cumplir; un proyecto que se define
define a partir de la instauración de un Teatro en Santiago, cuyas repercusiones sociales
serían la reformulación de las costumbres sociales enfocadas hacia el bien público, la
instauración del buen gusto y la erradicación de prácticas viciosas, indecorosas y dañinas
para la sociedad. Así utiliza a Muratori como ente válido que respalde sus argumentos,
haciendo Coz e Iriberri una recepción de sus pensamientos, tomando elementos ya
mencionados con el fin de concretar su causa.

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