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Sucesión

Se opera la sucesión de la titularidad del dominio sobre los bienes, cuando una
persona reemplaza a otra en esa calidad, poniéndose en su lugar. El artículo 3262 del
Código Civil argentino, dice que puede ocurrir por prescripción de la ley (sucesión ab
intestato) o en forma voluntaria (sucesión testamentaria, cuando el causante,
previendo su muerte, dispuso su voluntad en testamento válido).

Las sucesiones pueden ser a título universal, transmitiendo todo el patrimonio, o una
parte ideal de éste, sin especificar, o a título singular (uno o varios bienes
específicos). También puede ser inter vivos (entre personas vivas) o mortis causa
(cuando la transmisión del dominio ocurre luego de la muerte del causante, a quien
se va a suceder (herencia). Puede ocurrir la combinación de estas clasificaciones. La
sucesión universal inter vivos fue conocida en el derecho romano en los supuestos
de adrogación, donde una persona sui iuris (cabeza de familia) se incorporaba a otra
familia, bajo la autoridad de otro pater, perdiendo el adrogado esa condición y
también su patrimonio, que era incorproado al del adrogante. Otro caso era la
bonrum venditio, donde ante la venta de los bienes del deudor insolvente, el
adquirente de ese patrimonio, se convertía en un sucesor universal inter vivos del
deudor. La sucesión inter vivos a título particular, se da en los casos de compra venta,
permuta o donación. La sucesión universal mortis causa ocurre en la herencia, y la
sucesión particular mortis causa, en los legados.
El sucesor universal inter vivos o heredero, en el derecho romano, no solo ocupaba el
lugar del causante con respecto a los bienes sino también en su persona, ya que esto
era necesario para la continuación del culto familiar. Por supuesto, ciertos derechos
personalísimos no se transmitían por herencia, como el derecho del esposo sobre su
mujer, o los cargos públicos.
Por supuesto, los sucesores universales, son, a su vez, sucesores particulares de los
bienes individuales que se transmiten. El sucesor no puede adquirir mayores
derechos que su transmitente. Si el título en virtud del cual el anterior dueño
invocaba su derecho, estuviera viciado, estos vicios se transmiten al sucesor, siendo
pasible de perder su dominio.
En el artículo 3279 del Código Civil argentino, bajo el título “De las sucesiones” se
define solo a la sucesión mortis causa, aclarando en la nota a dicho artículo, que en
el campo del derecho, herencia y sucesión son sinónimos, dejando entonces de lado
las sucesiones inter vivos dentro de la denominación.
Las sucesiones mortis causa, o por causa de muerte del titular de los derechos,
transmite al heredero los derechos activos y pasivos del causante, una vez producido
su deceso. Puede ser legítima, o sea, otorgada por la ley, a falta de testamento,
supliendo la ley la voluntad del causante, y otorgándola a los parientes más
próximos, descendientes, ascendientes, cónyuge, y parientes hasta el cuarto grado
inclusive (primos) a quienes también les corresponde la legítima, institución que
impide al testador, disponer de todos sus bienes privando de ellos a sus herederos
forzosos. El heredero más próximo excluye al posterior, salvo el derecho de
representación. La otra forma es la testamentaria, cuando el testador o causante
manifestó su voluntad designando los herederos para después de su muerte. El
derecho romano no permitía que una persona pudiera morir en parte testada y en
parte intestada, o sea, que si no había dispuesto de todos sus bienes por testamento
válido, lo no repartido se asignaba a los designados acrecentando
proporcionalmente lo que ya habían recibido. Actualmente sí está permitido. Ésta
forma se denomina sucesión mixta.
Si no hubiere parientes en grado sucesible, ni testamento, los bienes pasan a
propiedad del estado.
Derecho sucesorio
Es el conjunto de normas jurídicas que regulan el modo en que se transmiten los
derechos activos y pasivos de una persona muerta a sus herederos, en los casos de
herencia o sucesión universal, o de uno o varios bienes particulares, en el caso
del legado.
El heredero adquiere los derechos del causante a título derivado, por traspaso o
transmisión, poniéndose en su lugar y ejerciendo los derechos sucesorios en su
propio nombre.
El carácter de herederos es conferido por la voluntad de causante, expresada en
un testamento válido o por disposición de la ley, a falta de testamento, que lo
confiere a los parientes próximos.
Las normas del derecho sucesorio están contenidas en los códigos civiles de los
diferentes estados, pues corresponden a relaciones entre particulares, y está
profundamente vinculado al derecho de familia, ya que son los parientes los que
heredan al difunto, no pudiendo ser totalmente excluidos algunos herederos
forzosos por el testador (institución de la Legítima) y son los parientes más próximos
los llamados por la ley a suceder en caso de falta de testamento.
En el Código Civil argentino estas disposiciones están contenidas en el Libro IV,
titulado “De los derechos Reales y Personales”, que luego de un título preliminar (De
la transmisión de los derechos en general) trata en la Sección Primera “De la
transmisión de los derechos por muerte de las personas a quienes correspondían”.
Esta sección a su vez, tiene veinte títulos que en total comprenden quinientos
noventa y cinco artículos (3279 al 3874) regulando sobre las sucesiones en general, v
sus clases, la división de la herencia, los derechos y obligaciones de los herederos, la
legítima, las causas de desheredación, de los legados, de la revocación de herencias y
legados, de los albaceas, etcétera. La jurisdicción para entender en estas cuestiones,
le corresponde a los jueces del último domicilio del causante. Si hay un solo heredero
las acciones se deben dirigir ante el Juez del domicilio de ese heredero.
El Código Civil para el Distrito Federal de México trata del Derecho Sucesorio en su
Libro Tercero, que contiene disposiciones preliminares en su Título Primero,
ocupándose en el Título Segundo, de las sucesiones testamentarias; en el tercero de
las formas de los testamentos; en el cuarto de la sucesión legítima, y en el título
quinto de disposiciones comunes a ambas clases de sucesión. A su vez, cada título se
divide en capítulos. En total contiene quinientos diez artículos (1281 a 1791). Como
vemos el tema sucesorio ocupa un lugar destacado por su importancia en las
relaciones privadas dentro del contexto del Derecho Civil.
El Derecho Sucesorio fue conocido desde la más remota antigüedad, legislado muy
detalladamente por las leyes romanas, que concedían al principio al testador las más
amplias atribuciones sobre sus bienes, para luego evolucionar hacia el sistema de la
legítima de los herederos forzosos, y estableciendo además supletoriamente una
sucesión ab intestato para los casos en que no hubiera testamento, o este fuese
nulo. En Roma la sucesión no solo tenía un interés particular, sino familiar y social, ya
que el sucesor no solo sucedía al causante en sus bienes sino como pater,
convirtiéndose en jefe del núcleo familiar, dueño del patrimonio y del culto de esa
familia.
Para fundamentar la existencia de este derecho, se ha pretendido de que se trata de
un derecho natural, de ocupar el lugar de una persona fallecida que ahora se halla
vacante, o que se trata de un derecho basado en motivos biológicos, por el cual los
descendientes continúan la persona del causante, por supuesto no en sus derechos
personalísimos, como en sus cargos y funciones o como esposos, o como padre. Sin
embargo, en este caso no podría explicarse la sucesión que les corresponde a los
ascendientes, a falta de descendientes, o cuando por testamento la herencia pasa a
manos de extraños o parientes lejanos.
Otra teoría considera que el Derecho Sucesorio se basa en el afecto presunto del
causante. Cuando no ha dejado testamento, la ley considera que la persona fallecida
hubiera querido dejarles la herencia a sus próximos parientes, aunque no solo
parece considerar lo querido por el causante, ya que si le dejó la herencia a extraños
desheredando a los herederos forzosos, son éstos los defendidos legalmente,
pudiendo hacer uso de la legítima.
Basándose en estos supuestos, otros doctrinarios opinan que la sucesión se basa en
la copropiedad familiar, pero no explica el traspaso de los bienes a extraños en
algunos casos. La teoría utilitaria sostiene que es el estado que por razones de orden
práctico ha establecido este derecho; y la teoría socialista niega definitivamente el
derecho sucesorio al desconocer la propiedad privada de los bienes.

Orden sucesorio
En el caso de que una persona muera sin dejar su voluntad expresada en
un testamento válido sobre lo que desea que se haga con sus bienes (aunque la
libertad de elección no es absoluta pues se debe respetar la legítima de los
herederos forzosos: hijos, padres y cónyuge supérstite) es la ley la que establece la
forma de deferirla basándose en un orden de prelación, dentro del cual pueden
concurrir varios órdenes hereditarios, compartiendo los bienes.

El Título IX, del Libro IV, Sección Primera del Código Civil argentino, llamado “Del
orden en las sucesiones intestadas) trata del tema en sus artículos 3565 a 3590.
Los primeros en heredar son los hijos, pero en este caso corresponde hacer una
salvedad. Si el causante tuviera cónyuge y los bienes adquiridos lo fueron luego de
casados, integran la sociedad conyugal; por lo tanto la mitad será del cónyuge
supérstite, no como heredero sino como socio. La otra mitad será repartida entre los
hijos, que desplazan al cónyuge en esa parte de la herencia. Los nietos o bisnietos del
causante heredan sólo si sus padres están muertos (por derecho de representación),
porque en este caso el grado más próximo es excluyente del más remoto.
Los ascendientes sólo heredan si el causante no tiene descendientes (también el más
próximo va a excluir al más remoto: el padre al abuelo, y así sucesivamente). Si
existiera cónyuge supérstite y ascendientes, pero no descendientes, el cónyuge
supérstite se queda con la mitad de los gananciales que le pertenecen y la otra mitad
de gananciales los comparte con los ascendientes.
Los parientes colaterales hasta el cuarto grado en el siguiente orden: hermanos, tíos
y sobrinos y primos, heredan solamente si no hay ni descendientes, ni cónyuge
supérstite, ni ascendientes. Los medio hermanos concurren con los hermanos en la
sucesión pero reciben la mitad de lo que les corresponde a estos últimos, salvo que
no haya hermanos enteros, en cuyo caso heredarán como si lo fueran. Si no hay
parientes en grado sucesible los bienes pasan al Fisco.
Declaratoria de herederos
El artículo 3.410 del Código Civil argentino establece que ciertos herederos
(ascendientes, descendientes y cónyuge) entran en posesión de la herencia desde el
día de la muerte del causante, sin que deba mediar forma alguna o intervención de
la justicia, y aún si ignorase su calidad de heredero.
Los artículos 3.412 y 3.413 disponen, que el resto de los sucesores ab intestato, o los
designados en un testamento válido deben pedir al Juez que los ponga en posesión
de los bienes hereditarios, debiendo justificar sus títulos a la herencia.

A pesar de que los herederos mencionados en el art. 3.410 no deben cumplir ningún
requisito, la práctica y la seguridad jurídica exige que todos los herederos presenten
una certificación judicial, llamada declaratoria de herederos que pruebe su carácter
de tal. La necesidad de pagar el gravamen sucesorio y la de que terceros conozcan la
existencia de los herederos, hace imprescindible que todo heredero deba solicitarla.
Sin ella ningún escribano, por ejemplo, trasmitiría el dominio sobre un bien inmueble
o mueble registrable, de una persona fallecida.
El artículo 3.430 dispone que la transferencia de bienes inmuebles a título oneroso
que realice el poseedor de la herencia, sea o no buena fe, son válidos para el
heredero, si el poseedor ha obtenido declaratoria de herederos o la aprobación
judicial de un testamento, siempre que el tercero adquirente sea de buena fe.
Esto ocurre porque la declaratoria de herederos crea una presunción de que los
herederos declarados son los que legalmente corresponden, mientras no se
demuestre lo contrario.
El artículo 700 del Código Procesal Civil y comercial de la Nación dispone que
cumplidos los trámites procesales, y constatado el derecho de los herederos (según
los modos establecidos por el Código Civil) se dictará la correspondiente declaratoria,
que según el artículo 702 se dictará sin perjuicio de terceros. Podrá impugnarse a
posteriori la validez de la declaratoria, excluir al heredero instituido o solicitar se
nombre un nuevo heredero.

Sucesión ab intestato
Se conoce como sucesión ab intestato, legítima o intestada, a aquella que se defiere
por imperio de la ley a falta o invalidez de un testamento, o cuando en éste no se
dispuso de todos sus bienes; a los parientes próximos, estimando el Derecho que esa
hubiera sido la voluntad del causante en caso de haber sido expresada.
Para quienes consideran que los parientes que la ley designa para sucederle son los
que él pondría en su disposición de última voluntad, no es necesario que redacte un
testamento.
Fue recién con el emperador Justiniano que se les dio vocación sucesoria a los
cognados. La esposa solo recibía la Bonnorum Possessio, posesión bonitaria
pretoriana. A partir de este emperador también se concede el derecho de
representación donde los hijos pueden concurrir por la porción hereditaria a de su
padre o madre pre muertos.
En el actual Código Civil argentino se trata este tema bajo el título de las sucesiones
intestadas, donde se las concede por el art. 3545 este derecho sucesorio a los
descendientes del causante, ascendientes, a su cónyuge sobreviviente, y a los
parientes colaterales hasta inclusive el cuarto grado (primos). De no haber parientes
se declara la herencia vacante y pasa al Fisco.
Según el artículo 3546 el pariente más cercano en grado, salvo el derecho de
representación, excluye al más remoto. Esto quiere decir que si hay hijos, ya no
heredan ni los ascendientes ni los colaterales. Si hay hermanos ya no heredan los
sobrinos, salvo que su padre haya muerto; y ellos, por representación heredan en
conjunto su porción.

Indivisión hereditaria
La comunidad hereditaria conformada por los herederos que concurren al
llamamiento a la herencia, produce un estado de indivisión hereditaria temporal, que
termina por lo general con la partición, donde se concreta la cuota abstracta o ideal
que tenía cada uno de ellos sobre los bienes de la herencia. De este estado de
indivisión transitoria ya nos hemos referido al tratar sobre la comunidad hereditaria.

Nos referiremos en esta ocasión a los casos de indivisión forzosa temporal


establecidos por la ley 14.394 en sus artículos 51 a 55, donde se prevén cinco
situaciones:
1. La indivisión por voluntad del causante, que no puede exceder los 10 años. Si el
causante fija un plazo mayor, éste se reduce a 10 años. Sin embargo a pesar de esta
voluntad manifiesta del causante de imponer la indivisión; por circunstancias graves,
o de utilidad manifiesta o para proteger el legítimo interés de terceros, el Juez, a
pedido de parte interesada, puede autorizar la partición, total o parcial.
2. La indivisión puede pactarse entre los coherederos, también con un plazo máximo
de 10 años, renovable, dejando a salvo la partición temporal de los bienes con el
objeto de uso y goce. En el caso de herederos incapaces, se necesita la homologación
judicial del convenio suscripto por sus representantes legales. Por causas justificadas
puede, cualquier heredero solicitar la división.
3. La indivisión por voluntad del testador de un bien específico o de un
establecimiento destinado al comercio, industria, agricultura minería o ganadería,
hasta que los coherederos sean todos mayores, aún cuando para ello se necesiten
más de 10 años.
4. La indivisión de una empresa impuesta por el cónyuge supérstite que lo hubiere
adquirido o conformado en forma total o parcial por un lapso no mayor de 10 años,
en cuyo lapso el cónyuge tendrá la administración. Si concurriesen causas graves, a
pedido de parte, el Juez puede autorizar la partición.
5. La indivisión de la casa habitación, si fuera la residencia habitual de los esposos
por voluntad del cónyuge supérstite, por el lapso máximo de 10 años, si la
adquisición o construcción se efectuó con fondos de la sociedad conyugal. También
por causas graves, el juez puede proceder, a pedido de parte, a su partición.
Herederos forzosos
Los herederos forzosos son los parientes más próximos al causante, que no pueden
ser desheredados por éste, sin causas justas, legalmente establecidas. Hay una
porción llamada legítima que deberá ser respetada por el testador al tiempo de
hacer sus disposiciones testamentarias, del resto de sus bienes puede disponer a su
antojo.

En general, son los hijos (les corresponde como legítima la 4/5 parte de los bienes
del testador), los padres (2/3 de los bienes) y cónyuge (1/2 de los bienes si no existen
descendientes ni ascendientes). Estas porciones son según el Derecho argentino. Los
herederos no forzosos son el resto de los parientes hasta el cuarto grado, que
pueden ser privados de la herencia por voluntad del testador.
Al tratar el tema de la legítima expusimos con detalle las porciones que puede
disponer el testador sin afectar la legítima de estos herederos, cabe aclarar que los
herederos forzosos no pueden realizar renuncia anticipada sobre su legítima futura
(art. 3599 del C.C. argentino).
Si el testador le deja a su heredero forzoso menos de su porción legítima, éste, tiene
solo acción para exigir su complemento (art. 3600) reduciéndose las porciones que
afecten ese derecho (art. 3601).
Una vez satisfecha la legítima de los herederos forzosos, el testador puede disponer
libremente del resto de sus bienes, haciendo legados o mejorando la porción de sus
herederos legítimos (art. 3605).
El Código Civil peruano establece en su artículo 724 como herederos forzosos a los
hijos y demás descendientes, al cónyuge, y a los padres y otros ascendientes. Para los
hijos o cónyuge se reserva dos tercios de los bienes; para los padres y otros
ascendientes, si no hubiera descendientes o cónyuge, la mitad de los bienes.
El artículo 1226 del Código Civil colombiano limita las disposiciones de última
voluntad del testador de acuerdo al artículo 1226 a que respete las asignaciones
forzosas, por alimentos, la porción del cónyuge; y las legítimas, esta porción es la que
corresponde a los legitimarios, que son los herederos forzosos.
Heredero aparente
Es heredero aparente aquel que sin derecho a ello, pues hay parientes con mejor
derecho, se encuentra en posesión de la herencia, y que al ser desplazado por el
heredero genuino, perderá esa pretendida calidad; pero mientras tanto, al haberse
comportado como heredero con calidad jurídicamente reconocida, ha podido
realizar actos, que habrá que determinar si resultan válidos o no.

Lógicamente podríamos concluir que si un tercero celebró un negocio jurídico con


quien no era heredero, no podría adquirir derechos de quien no los tenía. Sin
embargo, la equidad y la seguridad jurídica imponen realizar ciertas consideraciones
distintivas, ya que el tercero de buena fe, no pudo saber al contratar que lo estaba
haciendo con un heredero aparente, y para protegerlo, se establecen
legislativamente soluciones que importan excepciones al rigorismo de la fórmula
legal de que nadie puede transmitir derechos que no tiene.
Así, el tercero que adquiera bienes muebles del heredero aparente está protegido
por el artículo 2412 del C.C. argentino que establece el derecho del poseedor de
buena fe de repeler las acciones reivindicatorias sobre la cosa mueble que posee
mientras no hubiese sido robada ni perdida. Sin embargo, la doctrina entiende que
en caso de bienes muebles registrables, se aplicarían las reglas establecidas para los
inmuebles.
En cuanto a las cosas inmuebles, el artículo 3430 del C.C. argentino luego de la
reforma de la ley 17.711 les otorga validez cuando los actos de disposición a su
respecto fueran hechos a título oneroso, y el heredero aparente, sea de buena o
mala fe, hubiera obtenido una declaratoria de herederos a su favor, o hubiese
obtenido la aprobación judicial de un testamento. Lo que sí se exige es la buena fe
del tercero, pues es a éste al que se pretende proteger.
A posteriori el artículo aclara quien es considerado tercero de buena fe: es aquel que
no supiera que había herederos con mejor derecho o que los derechos de quien
negoció con él, eran litigiosos.
La buena o mala fe del heredero aparente solo lo afecta en cuanto a lo que debe
resarcir al heredero real. Si el heredero aparente fue de buena fe, lo único que debe
entregar al heredero real es el monto de lo que obtuvo por el acto de disposición,
pero si medió mala fe deberá indemnizar al heredero real de todo daño sufrido. El
artículo 3428 explica en qué casos el heredero es de buena fe: Cuando se cree
legítimo propietario por error de hecho o de derecho y cuando tomó posesión de la
herencia, por inacción de algún pariente con mejor derecho. Sin embargo esta
inacción del pariente más próximo debe estar dada por su falta de interés, y no por
no saber que tenía derecho a la herencia. Si quienes tomaron posesión de la
herencia conocían que este heredero no se presentó por ignorar la apertura de la
sucesión, serán poseedores de mala fe.
Se discute si los boletos de compra venta están incluidos entre los actos de
disposición válidos del heredero aparente, dividiéndose la doctrina al respecto;
siendo mayoritaria la opinión de que no están alcanzados por el precepto, pues se
trata de una obligación personal, un compromiso de realizar una escritura pública.
En cuanto a los actos de administración del heredero aparente, el artículo 3429 les
confiere plena validez, sea el poseedor de buena o mala fe, estando el heredero
obligado a respetarlos. Lafaille sostiene que esto es admisible plenamente con
respecto a los actos de conservación de los bienes, o sea, los que tienden a
preservarlos, pero en cuanto a otros actos de administración, o sea obtener de ellos
beneficios normales, sin implicar su desprendimiento dominial, como la percepción
de frutos y mejoras, habría que compatibilizar este artículo con el 3427, que
distingue entre poseedores de buena y mala fe.
Tracto abreviado
Una vez dictada en el juicio sucesorio la declaratoria de herederos, y abonados los
honorarios profesionales, la declaratoria debe inscribirse en el Registro de la
Propiedad, para asentar que la propiedad ahora está en la titularidad de aquellos
que constan en la declaratoria.

Sin embargo puede suceder que los herederos tengan previsto vender la propiedad
heredada, por lo cual pueden obviar inscribir la declaratoria e inscribir directamente
la propiedad a nombre del adquirente al que los herederos le vendieron la
propiedad, previa presentación y aprobación de los bienes del causante, justificando
su dominio, la valuación fiscal y la ausencia de anotaciones personales.
Se debe pedir autorización para ello al Juez del sucesorio, y el escribano debe realizar
la trascripción tanto de la declaratoria como de la autorización judicial para la
inscripción, para lo cual necesita contar con los datos que constan en el expediente
sucesorio.
En el caso de existir menores entre los herederos debe pedirse la autorización
judicial, que tramitará por vía de incidente y previa vista al Ministerio de Menores.
La ley que regula este instituto es la 17.801 de 1968 que trata sobre la Propiedad
Inmueble en Argentina. Se ocupa de ello en el Capítulo IV (arts. 14 a 20).
Luego de expresar en los artículos 14 y 15 que deben inscribirse todas las
transmisiones de dominio que se efectúen, en el artículo 16 se exceptúan los
siguientes casos:
1. Cuando el documento verse sobre bienes registrados a nombre del causante, y sea
otorgado por los jueces, los herederos que consten en la declaratoria o sus
representantes, cumpliendo obligaciones contractuales contraídas durante su vida
por el causante o su cónyuge.
2. En el caso de transmisión o cesión de bienes de la herencia por parte de los
herederos o sus sucesores, sobre bienes que se encentren inscriptos a nombre del
causante o del cónyuge.
3. Cuando sea como consecuencia de la partición de los bienes de la herencia.
4. Cuando se instrumenten en forma simultánea negocios jurídicos sobre la misma
propiedad inmueble.
Nulidad del testamento
La disposición de última voluntad del causante puede ser objeto de nulidad como
cualquier acto jurídico, género del cual el testamento es una especie. Además, la ley
establece para ellos, casos específicos, que pueden generar su nulidad total o parcial
o convertirlos en nulos o anulables.

El testamento carece de validez en forma total cuando se ataca al testamento en sí


mismo, como una totalidad, siendo nulo totalmente por vicio en sus formas, con lo
cual cae todo lo contenido en él. Sin embargo, si es nula la institución de herederos
(por ejemplo si se ha designado legatario al escribano de un testamento público) el
resto del testamento conserva su validez (art. 3630 C.C. argentino).
Si la causa de invalidez aparece manifiesta, sin necesidad de proceder a ningún tipo
de investigación, el testamento será nulo, por ejemplo un testamento ológrafo sin
firmar. Si la causa de la nulidad requiere comprobarse, el testamento será anulable,
por ejemplo si se alega que el testador no estaba en completo uso de sus facultades
mentales.
Si el testamento es contrario a la moral y buenas costumbres tendrá nulidad
absoluta, y no podrá subsanarse, siendo la acción que persigue su nulidad,
imprescriptible (por ejemplo si el testamento contiene una sustitución
fideicomisaria), si no afecta al orden público será de nulidad relativa y susceptible de
confirmación, o de validarse si la acción prescribe, por ejemplo si contiene un vicio
del consentimiento. En casos de nulidad relativa la acción prescribe a los dos años si
se trata de un vicio de la voluntad (art. 4030 Cód. cit.) y a los diez años en otros
supuestos (art. 4023).
Un testamento nulo por vicio de forma solo podrá confirmarse por un acto posterior,
si reproduce todas sus disposiciones (arts. 3629 y 3829 C.C. argentino). En cambio si
se trata de otros vicios, puede confirmarse por un nuevo testamento, que sin
reproducir totalmente al anterior, haga referencia a él.
Partición de herencia
Una vez abierta la sucesión, ya sea testamentaria o ab intestato nace entre los
coherederos una comunidad de bienes, donde cada uno es dueño de una porción
alícuota o ideal (un porcentaje de los bienes sucesorios) y no de bienes concretos.
La comunidad hereditaria termina con la partición, donde esas porciones ideales que
cada heredero tenía (el 20 %, el 30 % o el 70 %, por ejemplo) se traducirán en bienes
concretos: dinero, cosas, inmuebles, etcétera, sobre los cuáles tendrá exclusividad
como propietario.
La comunidad hereditaria es una situación destinada a terminar, ya que el carácter
exclusivo del derecho de propiedad está reñido con ella. Por ello los artículos 3452 y
3453 del Código Civil argentino expresan que cualquier interesado en la partición
puede pedirla en cualquier momento, incluso habiendo acuerdo de no partición
entre los coherederos o que el testador haya prohibido la partición, y si hay bienes
que no puedan dividirse inmediatamente podrá pedirse que se dividan aquellos en
que sea posible hacerlo.
La partición posee carácter declarativo y por lo tanto, todas las relaciones jurídicas
que los herederos hayan creado durante la indivisión quedan sujetas al resultado de
la partición. El art. 3504 del C. C. argentino así lo establece, al decir que si antes de la
partición un heredero ha hipotecado un bien inmueble, que luego de la partición le
corresponde a otro heredero, el derecho hipotecario se extingue.
Esta solución de dividir forzosamente la herencia generó una gran crítica, sobre todo
por parte de Bibiloni, que la juzgó como inconstitucional, atentatoria de la libertad
individual, y contra la propia familia, contribuyendo a destruir empresas familiares.
Para remediar este problema y estar acorde con el resto de las legislaciones del
mundo, la ley 14.394 estableció algunos casos de indivisión forzosa. Por el artículo 51
el testador puede imponer la indivisión por un plazo máximo de cinco años. Si el
plazo fuera mayor, se considerará reducido a éste. Si se trata de un establecimiento
comercial, industrial, o cualquier tipo de unidad económica puede imponerse
testamentariamente la indivisión, hasta la mayoría de edad de los coherederos, aún
cuando ese lapso supere los diez años. Sin embargo la segunda parte del artículo, le
permite a Juez, autorizar la división a pedido de parte, por razón de interés de
terceros, o por razones graves, o de manifiesta utilidad.
Por el artículo 52 de dicha ley los propios herederos pueden convenir la indivisión
total o parcial por un plazo no mayor de diez años, renovable, y también podrá
pedirse la partición si median justas causas.
El artículo 53 contempla los casos de unidades económicas adquiridas o integradas
por el cónyuge supérstite. En este caso el viudo o viuda podrá impedir la división por
un plazo máximo de 10 años, bajo su administración, salvo petición de parte, por
causas graves. La misma solución se aplica para la casa habitación construida o
adquirida con bienes gananciales, que fuera la morada habitual de los esposos.
La ley 19.550 complementó estas disposiciones al expresar que en los casos de los
artículos 51 y 53 de la ley 14.394, si hay herederos menores, serán socios con
responsabilidad limitada, y el contrato que constituya la sociedad, deberá ser
aprobado por el Juez de la sucesión.
El artículo 3475 bis, establece que tampoco se dividirán los bienes, cuando
separados, resulten antieconómicos en su aprovechamiento.
Hay bienes que quedan fuera de la partición: las cosas comunes hereditarias (art.
3473) por ejemplo retratos familiares, cartas, títulos, condecoraciones, manuscritos
que quedarán en poder del heredero que elijan o el que Juez designe a falta de
acuerdo.
Para las deudas y cargas sucesorias se separarán los bienes que se destinarán a esos
fines, en cantidad suficiente, antes de realizarse la partición (art., 3474).
Se preferirá dividir los bienes en especie, si esto fuera posible, evitando su venta.
La acción de partición de herencia es imprescriptible mientras subsista la indivisión,
según el artículo 3460.
La acción de división o partición puede ejercerla cualquier interesado (herederos,
legatarios, acreedores de los herederos, etcétera).
Si hay acuerdo unánime entre los coherederos presentes (o el ausente que haya
dado mandato) y capaces, se podrá efectuar una partición privada, que podrá
realizarse por escritura pública o instrumento privado presentado en el juicio
sucesorio (art. 1184 inc.2). Si algún heredero estuviera ausente, de acuerdo a lo
dispuesto por el artículo 3463 se le citará por orden del Juez, y si no se presentara se
le nombrará un defensor para su representación.
La partición judicial de la herencia, que comprende una serie de trámites que
comienzan con el inventario y terminan con la cuenta particionaria, ocurre, según el
art. 3465 cuando haya menores, incapaces, o ausentes de incierta existencia.
También procede ante la oposición a la partición privada, fundada, realizada por
terceros interesados (acreedores) y cuando no exista acuerdo entre los coherederos.
Ocurre la partición mixta en el caso del artículo 3515 donde se faculta a los
ascendientes, que hayan designado tutores a sus descendientes menores de edad,
para realizar la partición extrajudicial de sus bienes, debiéndola presentar
posteriormente para su probación, al Juez.
Testamento
La muerte de los seres humanos es inevitable, y la posibilidad de disponer de sus
bienes cuando tal hecho ocurra es un derecho de todos aquellos que tengan
capacidad jurídica de hacerlo. El testamento es, por lo tanto, la manifestación de
voluntad del causante, testador o de cuius de lo que quiera que suceda con sus
bienes, y con otros derechos de contenido extrapatrimonial (por ejemplo,
reconocimiento de hijos o designación de tutor).
Puede disponerse de un patrimonio en el todo (herencia) o en algunos de sus bienes
particulares (legado) para después de su muerte. El Código mexicano en su artículo
1295, lo califica como acto personalísimo, revocable y libre. El heredero o el legatario
deben estar designados con precisión. No debe estar sujeto a condición o carga, que
sea legal o físicamente imposible de cumplir, o no respete las buenas costumbres.
Tampoco se pueden imponer las condiciones prohibidas en general para cualquier
acto jurídico por el artículo 531 del Código Civil argentino (imposibilidad de mudar
de domicilio, o que éste sea decidido por un tercero, no poder cambiar de religión,
obligación de casarse con una persona determinada, o sujetar esta decisión a la
aprobación de un tercero, o casarse en un lugar y en cierto tiempo específico, o
permanecer célibe, o no contraer enlace con alguna persona específica, o
divorciarse).
Una vez que se produce el deceso de una persona, se abre su sucesión. Lo primero
que se considera es si dejó testamento válido, de lo contrario, la ley le asigna
derechos hereditarios a sus parientes próximos, a través de la sucesión ab intestato
(sin testamento). Puede recibir por testamento, cualquier persona, incluso los
concebidos, aún no nacidos, salvo que la ley los declarase incapaces o indignos.
Según el artículo 1300 de Código de México, si el causante se refiere a parientes, sin
precisarlos, se entiende que está designando a los parientes a los que la ley les
otorga vocación hereditaria.
Es un acto jurídico unilateral, solemne (el artículo 999 del Código chileno habla de
más o menos solemne) revocable hasta su muerte, que debe realizarse por escrito,
por una sola persona. El Código Civil argentino, en su artículo 3607, prohíbe el
testamento oral ante testigos, llamado nuncupativo y aceptado en el Derecho
Romano y por las Partidas. Tampoco se admiten los testamentos allógrafos escritos
por otra persona a nombre del testador, también admitido por los romanos.
La capacidad de testar se rige por la ley del domicilio del testador, al tiempo de
testar, pero el contenido de las disposiciones testamentarias, y la validez del
testamento, por las leyes del domicilio del causante a la fecha del deceso. La
capacidad del testador solo debe existir al tiempo de hacer el testamento, aunque
luego se incapacite, y muera incapaz.
En el Derecho Romano esto sufrió una evolución. En una primera época se requería
la capacidad desde la redacción del testamento, hasta la muerte del causante. Luego
se exigió la capacidad al redactarlo y al fallecer, sin importar si hubo incapacidad en
el período intermedio. El fundamento es permitirle la posibilidad de revocarlo
posteriormente.
Para testar se requiere ser mayor de 18 años, y estar en uso de correcta razón. El que
alega locura del testador para invalidar el testamento, debe probarla, salvo que su
estado de desequilibrio mental fuera evidente. Tampoco pueden testar los sordo-
mudos que no puedan expresarse por escrito.
Un testamento inválido no puede ser confirmado por un acto posterior, que no lo
reproduzca en su totalidad, o sea, debe hacer otro testamento. La falta de las formas
legales invalida el testamento, pero si las formas se observaran y se declarara nula la
institución de herederos, solo ésta se ve perjudicada, y no las demás disposiciones.
Dijimos que es un acto jurídico formal, imponiéndose ciertas restricciones a la libre
voluntad. Deben hacerse según alguna de las formas establecidas por la ley del país
en que se halle el testador al momento de su redacción. En Argentina las formas
son: testamento ológrafo, testamento por acto público, testamento cerrado, y
testamentos especiales, como los efectuados en tiempo de guerra o los marítimos.
En el código de México se aceptan formas similares. Cuando se requiere la firma del
testador, ésta debe hacerse con todas las letras del nombre y apellido, salvo que
fuera su costumbre firmar de otra manera.
La libre disposición de sus bienes por parte del testador, tiene un límite en la
institución de la legítima, salvo que existieran justas causas de desheredación, que
deben hallarse probadas, o probarse posteriormente por los herederos.
Juicio de partición
La indivisión transitoria de los bienes hereditarios surgida a partir de la muerte del
causante cuando hay al menos dos herederos termina con la partición, que puede
hacerse en forma privada, si están presentes y son capaces todos los herederos (art.
3462 C.C. argentino). Debe ser instrumentada por escritura pública o por
instrumento privado que será presentado ante el Juez donde tramita el sucesorio.

Hay sin embargo casos en no puede hacerse partición privada debiendo efectuase
partición judicial, los que están contemplados en el artículo 3465. Estos son:
1. Cuando haya menores, incapaces o ausentes de existencia incierta
2. Por oponerse terceros interesados (acreedores) a la partición privada
3. Si no hay acuerdo entre los herederos en hacer la partición privada
Los que pueden pedir la partición son todos los que tengan en ella un legítimo
interés (herederos, legatarios de cuota, acreedores de los herederos, herederos de
los herederos, cesionarios de derechos sucesorios, tutores y curadores de
incapaces). Mientras subsista la indivisión, la acción de división de la herencia no
prescribe (art. 3460).
La partición judicial además de estar regulada por el Código Civil se integra por
normas procesales. Comienza con el inventario de los bienes hereditarios. El
inventario debe hacerse judicialmente si así lo solicitaren los herederos o los
acreedores de la herencia o el organismo fiscal, y el juez lo considere procedente. De
lo contrario podrá hacerse una denuncia de bienes. En el caso de que existieran
incapaces, deberá solicitarse la conformidad del ministerio pupilar.
Antes de dictarse la declaratoria de herederos o aprobarse el testamento puede
hacerse un inventario provisional y luego de la declaratoria o aprobación del
testamento efectuarse el inventario definitivo. El inventario podrá ser hecho por un
escribano que las partes designen o en defecto nombrarlo el Juez.
Luego de realizado el inventario se procede a tasar los bienes por parte de peritos. Si
uno de los heredero demuestra que la tasación no coincide con el valor real de los
bienes, el Juez puede ordenar una sobre-tasación (art. 3466 C.C. argentino).
Se da a publicidad por cinco días, y si no hay oposición son aprobados inventario y
avalúo.
La partición estará a cargo de peritos que nombrarán las partes (art. 3468).
La legítima
El testamento, es la manifestación de voluntad de una persona que dispone de sus
bienes para después de su muerte. Solo a falta de testamento la ley llamará a los
familiares que corresponda, para heredar al difunto.

Al principio, el Derecho Romano, autorizó al testador (causante) a disponer por


testamento de sus bienes a su antojo, instituyendo heredero, o herederos, a quien o
quienes él estimara conveniente, aún tratándose de extraños.
El Código Civil argentino con las modificaciones de la ley 14.367, designa como
herederos con derecho a la legítima a los descendientes legítimos, a los hijos
adoptivos, a los descendientes legítimos o extramatrimoniales del hijo adoptivo, a los
ascendientes legítimos, a los padres adoptivos, al cónyuge, a los hijos
extramatrimoniales, al padre natural y a la nuera viuda.
Le asigna a los hijos legítimos y adoptivos, las cuatro quintas partes de los bienes
hereditarios, previa colación, o sea, descontando de la porción que le corresponda a
los herederos, los bienes de la herencia que anticipadamente se les hubieran
entregado. La de los ascendientes es de dos tercios, la del cónyuge de la mitad, si no
hubiera descendientes ni ascendientes. Si el cónyuge concurre con descendientes
legítimos éstos lo excluyen la porción de los gananciales del causante. A falta de los
herederos anteriores la parte legítima de los hijos naturales será de la mitad de los
bienes. La ley 23.264, derogó los artículos que diferenciaban entre parientes
legítimos y naturales.
Si el causante en lugar de disponer de los bienes transmitiendo la propiedad de ellos,
afectara los derechos de los herederos legítimos, realizando legados de usufructo o
de renta vitalicia, los herederos cuentan con una opción, que es la de cumplir la
voluntad del testador o entregar al beneficiario del legado, lo que resta de los bienes,
una vez deducidas las porciones legítimas.

Heredero único
El artículo 3284 del Código Civil argentino, establece que el Juez del último domicilio
del causante es el que tiene jurisdicción en su sucesión, comprendiendo la apertura
de la misma, hasta la partición; la demanda entre copartícipes sobre la garantía de
los lotes; las acciones de reforma y nulidad de la partición hereditaria; las que se
refieren a la ejecución de las disposiciones testamentarias; concluyendo el inciso 4
en incluir a las acciones personales de los acreedores del causante, previas a la
división hereditaria.

Sin embargo, el artículo 3285 establece una excepción para el supuesto de que
existiera un único heredero, en cuyo caso una vez aceptada la herencia, las acciones
deben dirigirse ante el Juez del domicilio de ese heredero.
De la relación entre estos dos artículos surgía la duda interpretativa, sobre qué
abarcaba las excepciones del artículo 3285. Si solo el supuesto comprendido en el
inciso 4, o si también comprende los del inciso 3, o todos los casos contemplados en
el artículo 3284, incluyendo la tramitación del juicio sucesorio.
El artículo 3285 habla de acciones, pero no aclara si esas acciones son sólo las de los
acreedores, o incluye también, por ejemplo las de los legatarios.
La mayoría de la doctrina, entre los cuáles se hallan Maffía, Rébora, Segovia,
Guastavino y Fornieles han sostenido que solo comprende el caso del inciso 4, pues
al abrir la sucesión no se sabe si hay un heredero único, para lo cuál, el Juez del
sucesorio (el del último domicilio del causante) ordenará la publicación de edictos.
El domicilio del causante parece el lugar mas apropiado para que se sustancie el
juicio sucesorio, a pesar de que haya un solo heredero, pues es el sitio donde más se
lo conoce, donde es más fácil localizar a otros herederos, a sus acreedores, y donde
pueden conocerse con más certeza si existen causas de indignidad, si hay motivos
para excluir al heredero de la herencia, o donde puede esclarecerse la verdadera
voluntad del testador, si el testamento contuviera alguna disposición poco clara.
Si bien la Corte Suprema había en un principio sentado el criterio de que el artículo
3285 era una excepción a todos los casos comprendidos en el artículo 3284, esta
postura varió a partir del caso “Himmelpacher, Carlos s/ sucesión” en 1968, donde se
estableció que la excepción del artículo 3285, se refiere solamente a las acciones
personales contra el heredero único.
En el caso “Pinedo Juan Carlos c/ Rey, José s/ sucesión del año 1989 se siguió un
criterio similar. En 1998 se resolvió del mismo modo en autos “Chas, Stella Dina s/
sucesión”.
Comunidad hereditaria
Supone la existencia de coherederos que han aceptado la herencia, ya sea que ésta
se hubiera abierto por testamento o por ley (sucesión testamentaria o ab intestato).
Surge entonces, entre todos los herederos aceptantes, una comunidad de bienes
compuestos por la masa sucesoria, comunidad involuntaria, pues ellos no eligieron
tal situación.
Se asemeja al estado derivada del condominio, donde la característica de
exclusividad del derecho de propiedad se pierde, al existir una propiedad colectiva
sobre un objeto o conjunto de ellos. Las semejanzas con el condominio es que ambas
recaen sobre una porción alícuota o proporcional de la cosa y no sobre una parte
determinada. Sobre esa porción ideal los comuneros y condóminos pueden disponer
libremente y sus acreedores, ejecutarlos. La prerrogativa de pedir la división de las
cosas comunes es irrenunciable en la herencia, y con respecto a las decisiones sobre
la administración de la cosa común, en el condominio se decide por mayoría,
mientras en la comunidad hereditaria si existieran divergencias debe decidir el Juez.
La comunidad hereditaria puede comprender cosas y otros bienes indivisibles, en
cambio el condominio se ejerce en forma exclusiva sobe cosas.
Los bienes comunes pueden acrecentarse durante el período de indivisión, ya sea
porque la cosa hubiera fructificado o crecido por accesión, o por el reintegro de
donaciones inoficiosas.
La comunidad hereditaria se integra con cosas que permanecen transitoriamente
indivisas, mientras que los créditos divisibles se heredan divididos, pues pueden ser
objeto de ejecución parcial.
El código Civil argentino trata del estado de indivisión de la herencia en sus artículos
3449 a 3461, disponiendo que si uno solo toma posesión de la herencia, habiendo
coherederos, esa posesión los beneficia a todos. En caso de que hubiere terceros
detentando bienes inmuebles de la herencia cualquiera de los coherederos puede
reivindicarlos, y puede ejercer en proporción a su porción hereditaria, todas las
acciones conservatorias correspondientes.
La comunidad hereditaria nace para extinguirse ante el pedido de cualquiera de los
coherederos, por sí, o por sus representantes legales, o de quienes ejercieran
derecho de representación por algún heredero fallecido, o de algún acreedor de la
herencia o tercero interesado. No hay acuerdo de partes ni disposición testamentaria
que pueda impedir la partición. El Código Civil de México observa la misma solución
disponiendo en su artículo 1768, que ningún coheredero, incluso por disposición del
testador, puede verse privado de su derecho a la partición, aunque el artículo
siguiente autoriza la indivisión si es por acuerdo entre los coherederos. Dispone que
si hay menores debe oírse al tutor, y al Ministerio Público, estableciendo el convenio
por cuanto tiempo se establecerá la indivisión.
Volviendo al derecho argentino, si solo una parte de los bienes fuera susceptible de
división, la partición se hará con respecto a ellos. Si hubiera un heredero designado
bajo condición suspensiva, él no puede pedir la partición hasta que la condición se
cumpla, pero pueden pedirla sus coherederos, dejando a salvo su porción,
haciéndose una partición provisoria, hasta que se cumpla o no, la condición
suspensiva.
Mientras subsista la indivisión, la acción para pedir la partición es imprescriptible,
pero si alguno de los coherederos ha tomado la posesión de la herencia, como
propia, puede prescribir la acción de los demás contra él, en toda la herencia o en
parte de ella, según que bienes haya tomado en posesión, a los 20 años.
Testamento cerrado
Es un acto jurídico unilateral formal, ya que requiere la intervención de un escribano
público ante quien se presenta esta declaración de voluntad post mortem, en pliego
cerrado, por eso también se lo conoce como testamento místico. La voluntad del
testador recién se conocerá luego de su muerte, cuando se produzca su apertura.
Requiere la intervención de cinco testigos, residentes en el lugar, colocándose en la
cubierta del testamento, un acta, donde el testador manifiesta que dentro del pliego
cerrado se halla su testamento. Deben firmar el acta, el testador (por sí o por otra
persona, o por alguno de los testigos) los testigos (por lo menos tres testigos
deberán firmar por sí, los dos restantes podrán hacerlo a ruego, por otra persona) y
el escribano. Su principal ventaja para el testador, es que al ser secreto evita posibles
represalias por quienes no fueron beneficiados por sus disposiciones.
Fue admitido en el Derecho Romano, por los países de la Costumbre en Francia y por
el Código de Napoleón.
Es seguro, a diferencia del ológrafo, pues puede quedar en poder del notario, en
Argentina, o depositado en el archivo judicial en México, aunque la presencia del
escribano lo hace más oneroso. Con respecto al testamento abierto, ambos son
seguros y se hacen ante notario, pero en el abierto, al conocer el escribano el
contenido puede contribuir a su redacción y evitar defectos de forma. Además puede
quedar tanto en poder del escribano como del mismo testador, y en este caso vuelve
a aparecer el tema de la falta de seguridad.
Además de la capacidad jurídica general para los actos jurídicos, se requiere que el
testador sepa leer, aunque no sepa escribir, pues puede hacerlo por él un tercero, y
luego él firmarlo. Los ciegos solo pueden testar de esta forma si se hiciera en Braille.
No poseen impedimento alguno los sordos ni los mudos, en el último caso, que
sepan leer y escribir.
El pliego puede estar manuscrito o hecho a máquina o por un tercero, salvo que
fuera mudo, en cuyo caso deberá redactarlo él de su puño y letra. En todos los casos
es imprescindible la firma del testador, o sea, que el que no sabe o no puede firmar
no puede testar de esta manera, según la ley argentina. No se necesita colocar la
fecha pues la que se tomará en consideración, será la que se coloque en la cubierta
durante el acto notarial, que debe realizarse en un solo acto, para impedir el cambio
de pliego. En la cubierta, el escribano colocará el nombre, apellido y domicilio del
testador y de los testigos, y el lugar y fecha del acto.
Ocurrido el deceso del causante, el escribano que tuviera un testamento de este tipo
en su poder está obligado a dar conocimiento a los interesados, quienes deberán
presentarlo ante el Juez del último domicilio del testador. Se procede al
reconocimiento de firmas ante el juez, y la declaración de los testigos y el escribano
de que el testamento se halla en las mismas condiciones otorgadas. Luego se abre el
testamento, rubricando el Juez, el principio y fin de cada página, para luego proceder
a su protocolización.
La cubierta del testamento es un instrumento público, pero el testamento en sí solo
valdrá como tal, luego de su protocolización. Si el testamento cumpliera las
formalidades del testamento ológrafo, pero le faltaran las formalidades del
testamento cerrado, valdrá como el primero.
Estos requerimientos corresponden a lo exigido por el Código Civil argentino en los
artículos 3665 a 3671.
El Código Civil de México lo trata en los artículos 1521 a 1549. En estas exigencias se
destaca que puede ser realizado en papel común, escrito por el mismo testador o
por un tercero a su ruego, debiendo firmar cada hoja él o el que firme por su cuenta.
En caso de que la firma hubiera sido puesta por un tercero éste acompañará al
testador y a los testigos ante el notario que consignará tal circunstancia, firmando
todos en la cubierta del testamento. Se requieren tres testigos. Si al momento de
firmar el acta el testador no pudiera hacerlo deberá hacerlo otra persona, pero no
uno de los testigos, que solo podrán firmar por el testador u otro testigo, en casos de
suma urgencia. Una vez confeccionado el testador puede conservarlo, o entregarlo a
una persona de su confianza o depositarlo en el archivo judicial. No tendrá efecto el
testamento cerrado, si estuviera abierta la cubierta, o roto el pliego interno, o con
deficiencias en las firmas.
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Testamento abierto
Son aquellos testamentos que se realizan ante un oficial público, habiéndose
practicado desde larga data, ya por ejemplo, en el imperio romano. Es más seguro
que el testamento ológrafo, pero también más oneroso, y al ser más formal, más fácil
de caer en causas de anulabilidad.
En Argentina se lo llama testamento por acto público. Luego de enumerar quienes no
pueden testar por acto público (el sordo, pues no puede escuchar la lectura del
testamento, el mudo, razón no justificada, tomada del derecho francés que exigía el
dictado de las disposiciones testamentarias, y el sordo-mudo) y otorgarles esa
capacidad a los ciegos, el Código Civil argentino excluye como escribano a los
parientes en línea recta del testador, y a los colaterales hasta el tercer grado. Recién
luego, en el artículo 3654, dice que, como requisito para que exista un testamento
por acto público, se requiere la presencia de un escribano público y la de tres
testigos domiciliados en ese lugar.
Las disposiciones pueden entregarse al escribano por el testador ya escritas o
dictárselas (entendiéndose que le explica al escribano lo que quiera que contenga en
forma oral, y no que necesariamente le dicte palabra por palabra) o darle solo las
disposiciones que desea se incluyan y que sea el escribano el que las redacte en la
forma requerida legalmente.
Los requisitos esenciales de la escritura testamentaria son: 1. Lugar de otorgamiento,
no el lugar donde se escribe, aunque en ciertos casos puedan coincidir (requisito
prescindible en los testamentos ológrafos, pero que en este caso reviste importancia
para determinar a competencia del notario). 2. Fecha, correspondiente al acto final,
pudiendo ser día festivo o no laborable. 3. Nombre de los testigos, su lugar de
residencia y edad, y 4. La forma en que fue confeccionado, o sea si fue dictado o al
escribano, o si éste lo recibió ya escrito.
Otra exigencia que de no ser cumplida, traería la consecuencia de la nulidad del
testamento, es que éste debe ser leído al testador, ante testigos, y todos, deben
firmarlo. Si el testador no sabe o no puede hacerlo, puede firmar por él otra persona
o uno de los testigos, dejándose constancia en la escritura de la causa de que el
testador no firme. En el caso de los testigos, aunque sea uno de ellos debe poder
hacerlo por los otros dos, y el escribano, no puede prescindir de su firma.
Si el testador miente sobre su incapacidad para firmar por no saber hacerlo, el
testamento será nulo. Si comenzó a firmarlo pero falleció sin poder completar la
firma, el testamento no es válido.
Si el estamento se hiciera en idioma extranjero deben ser traducido al idioma
nacional por dos intérpretes, escribiéndose en ambos idiomas. Los testigos deben
comprender los dos idiomas.
Si en el lugar por ser rural no existieran escribanos, se debe otorgar ante el Juez de
Paz del lugar, u otro funcionario municipal en su defecto, y tres testigos que residan
en el municipio.
En caso de peste o epidemia, también puede suplirse la presencia de escribano, si no
hubiera por otro funcionario.
El Código de México lo denomina testamento público abierto, caracterizándolo en el
artículo 1511 como el otorgado ante escribano y tres testigos con idoneidad. Sus
diferencias con el derecho argentino son: En el caso de los sordos, el artículo 1516,
les permite testar de esta manera, pudiendo leerlo por ellos mismos si supieren, o si
no saben leer por medio de otra persona por ellos designada. El artículo siguiente
trata el tema de los ciegos estableciendo que se debe leer el testamento dos veces,
por el escribano, y además, por uno de los testigos o por persona designada por el
testador.
El artículo 1064 del Código de Colombia, dice que los testamentos abiertos
nuncupativos o públicos son aquellos en los que el testador hace conocer sus
disposiciones a los testigos y al escribano. Los testigos requeridos son tres, salvo que
no hubiese notario en el lugar en cuyo caso los testigos deberán ser cinco, y en este
caso se requiere la publicación ante Juez competente. Pudo haber sido previamente
escrito, pero siempre debe ser leído.

Testamento ológrafo
Es el testamento redactado en forma privada, de puño y letra por el testador, con
pluma, o bolígrafo, y aún con lápiz, pero este no es aconsejable, pues al poder
borrarse, incluso por sí solo por el transcurso del tiempo, le quita certeza, y no con
máquinas de escribir o computadora, en escrito separado de cualquier otro, en todas
sus partes, bajo pena de nulidad, incluyendo la fecha, que debe especificar día, mes
y año, o de cualquier manera inequívoca, por ejemplo navidad del año 2000, y la
firma, pudiendo usarse cualquier idioma en su redacción.
Fue ya usado por los romanos, y en el derecho francés de los países de la Costumbre
pero no en los del Mediodía (al sur) donde solo se lo aceptaba para ciertas
disposiciones hacia los hijos. Fue recepcionado por el Código de Napoleón. En la nota
al artículo 3639, se explica que fue aceptado por la legislación argentina esta forma
de testar siguiendo la tendencia europea, por su facilidad, por tener la posibilidad el
testador de releerlo cuando quiera, a efectos de meditar su decisión, y en su caso,
rehacerlo, calificando de remota la existencia de algún peligro.
Es una forma simple y económica, pero un tanto insegura, ya que al ser realizado en
forma privada, es susceptible de ser destruido por quienes se vieran perjudicados
por sus disposiciones (a pesar de que en la nota al artículo citado de hable de
posibilidad remota). Veremos que en otra legislaciones, como la mexicana se
guardan mayores recaudos para evitar esos riesgos.
Se han presentado dificultades interpretativas en lo que respecta a que sea un acto
único, pues puede estar incluido dentro de otras anotaciones, pero contener
independencia. La jurisprudencia ha resuelto por ejemplo, que si un testamento
estuviera dentro de un libro de contabilidad integrando un asiento contable, no
valdría como testamento ológrafo, pero si se lo hiciera en una hoja en blanco del
mismo, susceptible de separación y que no tuviera dependencia con el resto de las
anotaciones, sí valdría como expresión de última voluntad. El artículo 3648, también
excluye a las cartas misivas de las formas que puede tener un testamento ológrafo,
habiéndose entendido, que son tales las dirigidas a terceros, que no prueban su real
voluntad, pero probada la intención del testador, y estando escrita de puño y letra y
firmada, no habría obstáculo en que fuera un testamento válido.
¿Qué pasaría si dentro de las manifestaciones de voluntad consignadas en el
testamento, aparecieran algunas escritas con otra letra, por una persona distinta? En
este caso se debe diferenciar si lo escrito forma parte del testamento y ha sido
escrito por pedido del testador, por ejemplo, porque ya no podía seguir escribiendo
por algún impedimento físico, en cuyo caso el testamento será nulo, o si fue hecho
maliciosamente por un tercero para perjudicar su validez. En este último caso el
testamento vale, no tomándose en consideración lo agregado. Tampoco afecta la
validez, si lo escrito no formara parte del cuerpo del testamento, por estar escrito al
margen.
Si la fecha tuviera algún error o se hallara incompleta, y del resto de lo escrito
pudiera deducirse con certeza, no afecta el acto. Si el testador no ha sufrido ninguna
capacidad en el período, la jurisprudencia admitió la validez de un testamento
ológrafo, en el que solo se mencionaba el mes y el año.
El testamento ológrafo puede ser redactado en partes, en fechas distintas, pero
integrando un solo cuerpo. Puede poner a cada disposición o conjunto de
disposiciones la fecha o fecharlas luego todas juntas, al concluir el acto. Si solo la
última disposición tuviera fecha y firma, y las anteriores solo estuvieran firmadas, el
testamento es válido. La indicación del lugar no es un requisito esencial.
Es facultativo para el testador, si desea darle mayor eficacia probatoria y seguridad a
su testamento, sellarlo, autorizarlo con testigos o depositarlo en una escribanía.
Dijimos al principio que el testamento ológrafo se redacta privadamente sin la
presencia de oficial público, aunque el artículo 3623 del Código Civil argentino lo
caracteriza como un acto público y solemne en su validez. La doctrina francesa e
italiana sostienen que es un acto privado, y otro sector doctrinario sostiene que es
un acto público a pesar de que no interviene un oficial público, pues lo que le da esa
particularidad es que sea tenido como auténtico.
Producido el deceso del causante, el testamento ológrafo debe presentarse en la
forma en que se halle, ante el juez del último domicilio del otorgante. En el caso de
que el testamento estuviera cerrado, el juez será el encargado de realizar su
apertura, y se examinará en presencia de dos testigos, aportados por los que
pretenden hacer valer el testamento, al reconocimiento de la letra y la firma para
verificar su correspondencia con la letra del testador. Luego el juez rubricará cada
página a su inicio y al final, para enviarlo a posteriori, al un escribano para que lo
protocolice.
Estas disposiciones estudiadas corresponden al Código Civil argentino que trata de
esta forma testamentaria en los artículos 3639 a 3650. En el Código de México, está
tratado en los artículos 1550 a 1564, con algunas particularidades. Para surtir efecto,
debe haberse depositado en el registro Nacional de Notarías, y con respecto a la
fecha especifica que debe contener día, mes y año. Si hubiera palabras tachadas,
enmendadas o interlineadas, no salvadas, la validez solo afectará a esas palabras.
Debe hacerse por duplicado y cada hoja deberá contar con la impresión digital del
testador. El original quedará en poder del Archivo General de Notarias, adonde será
llevado por el propio testador, que si no es conocido del encargado de la oficina debe
ir acompañado de dos testigos que certifiquen su identidad, y el duplicado será
conservado por el causante. Ambos documentos (original y copia) en sobre cerrado y
lacrado. Se tomará nota en el Libro correspondiente. El testamento podrá ser
retirado por el testador, dejándose constancia por sí o por mandatario con poder
especial, realizado en escritura pública.
Al promoverse el juicio sucesorio, lo primero que hará el Juez es solicitar informes al
Archivo de si existe algún testamento ológrafo a nombre de ese causante. Si el
testamento archivado ha sido destruido o robado podrá atenderse a la copia
otorgada oportunamente.
Herencia en vida
La herencia es una típica sucesión de bienes por causa de muerte, por lo cual hablar
de herencia en vida aparece como una contradicción.
Los pactos sobre herencias futuras son admitidos por muy pocas legislaciones, como
por ejemplo la alemana. Los Códigos francés, holandés, uruguayo, chileno, argentino,
italiano, y peruano entre otros, siguiendo la tendencia romanística, no los aceptan.

El artículo 1175 del C.C. argentino dispone que la herencia futura no puede ser
objeto de contrato. El artículo 848 dispone que los derechos sucesorios eventuales o
la sucesión de una persona viva, no son factibles de ser objeto de transacción. El
artículo 1449 entre las cesiones de derechos prohibidas, enumera las esperanzas de
sucesión, y el art. 3311 prohíbe la aceptación o repudio de la herencia antes de su
apertura, careciendo esta aceptación o repudio de valor si se la hiciera (art. 3312).
Sin embargo, a pesar de estar expresamente prohibidas las herencias futuras hay
medios legales que indirectamente o aún directamente, las permiten. Los artículos
3514 y siguientes del mismo texto legal (Código Civil argentino) posibilitan que los
padres u otros ascendientes puedan repartir sus bienes entre sus hijos u otros
descendientes ya sea por testamento o por donación inter vivos, en este caso, solo
sobre bienes existentes y no futuros. Es susceptible de revocación si defrauda a los
acreedores del ascendiente.
El artículo 1805 considera como adelanto de la legítima las donaciones que los
padres o uno de ellos le hicieren a sus hijos.
El artículo 3604 establece que si los herederos forzosos han recibido
contractualmente en propiedad algunos bienes de la herencia, esto será imputado a
la porción que el testador puede disponer. Si la excede, volverán a la masa
hereditaria en lo que afectara las porciones legítimas de los coherederos, salvo que
los herederos forzosos hubieran consentido la enajenación.
La herencia
La herencia (“hereditas” en latín) es un caso de sucesión, que implica la transmisión
de los bienes universalmente considerados, de una persona fallecida a otra viva, que
ocupa patrimonialmente su lugar como titular de los bienes. El llamado a recibir
estos bienes se denomina heredero y se caracteriza por su vocación a la
universalidad, lo que no significa que no puede compartir el acervo sucesorio con
otros coherederos, pero si algunos de ellos no puede o no quiere aceptar la herencia,
el heredero acrecentará proporcionalmente su cuota hereditaria. En esto se
diferencia la herencia del legado que si bien es una sucesión mortis causa lo es a
título singular o particular, sobre uno o varios bienes determinados de la herencia.

La herencia puede pasar a manos de los herederos ya sea por voluntad del causante
si ha expresado dicho deseo un testamento válido, o en su defecto por imperio legal
(sucesión ab intestato).
En la Antigua Roma la herencia cumplía una función no solo económica sino social y
religiosa, ya que implicaba que un pater sucedía a otro en el mandato de la familia
agnaticia, como jefe supremo de la religión familiar. Además, se establecía en interés
de los acreedores, y del propio causante que al tener quien se encargue de sus
deudas evitaba en caso de ser insolvente que se lo tachara de infame. El traspaso de
las deudas al heredero sucedía solo en caso de los herederos necesarios, que eran
los esclavos, ya que a los suyos y necesarios (descendientes directos) se les permitió
no hacerse cargo de las deudas si se abstenían de entrar en posesión de los bienes.
Actualmente puede aceptarse la herencia con beneficio de inventario.
Ya desde la última época del Derecho Romano se impidió al causante disponer de
todos sus bienes por testamento, dejando sin herencia a ciertos herederos llamados
forzosos, por su vínculo directo con el testador. Esta institución
llamada “legítima” subsiste hasta nuestros días.

Sustitución de herederos
En la sucesión ab intestato (sin testamento) los herederos son llamados a recibir la
herencia de acuerdo a una cierta prelación, donde existiendo herederos de un grado
preferente, desplazan al posterior. Por lo tanto se van sucediendo los herederos de
acuerdo a su posición, en ausencia de los que están por encima de ellos. Eso se
denomina orden sucesorio.

En la sucesión testamentaria también puede existir un orden, pero en este caso, no


es la ley, sino la voluntad del causante la que lo establece, cuando al disponer de sus
bienes a favor de varias personas no se los otorga conjuntamente sino que algunos
heredan si otros no lo hacen.
En el Derecho Romano y en el español, se conocieron ya estas sustituciones
testamentarias, distinguiéndose las siguientes:
1. Sustitución vulgar: se nombraba un heredero en sustitución de aquél designado en
primer lugar, en caso de que éste no quiera o no pueda aceptar la herencia. El
segundo heredero era designado de modo subordinado.
2. Sustitución pupilar, cuando dejándole la herencia un padre a un hijo u otro
descendiente directo bajo su potestad, nombraba a un reemplazante por si el hijo no
alcanzaba la edad de la pubertad, tal como ocurrió en la renombrada “causa
curiana”. Había en este caso dos instituciones de herederos diferenciadas y sucesivas
realizadas en un mismo testamento.
3. Cuasi pupilar (“quasi pupillare”) o ejemplar, de creación justinianea, creada
tomando como ejemplo la sustitución pupilar, aplicándose al caso de que los
herederos designados no sean descendientes directos impúberes, sino
descendientes privados de razón, que murieran sin recuperarla, aún cuando no estén
bajo la directa potestad del causante, que en este caso puede ser varón o mujer.
4. Recíproca: se nombraban herederos llamándose entre ellos sea cual fuera la forma
(vulgar, pupilar o cuasi pupilar) si faltaban los otros.
5. Fideicomisaria: El causante transmitía los bienes a un heredero, pero éste debía
conservarlos intactos a su muerte, para transmitírselos a otro heredero que lo
sustituía por disposición del testador.
6. Compendiosa: comprendía una vulgar y una fideicomisaria.
Estos casos están enumerados en el Código Civil argentino en la nota al artículo
3724, disponiendo el artículo que la única sustitución posible en el Derecho
argentino es la sustitución vulgar. Según el artículo 3729 le afectan al sustituido las
mismas cargas y condiciones que le fueran impuestas al instituido, salvo que
claramente el testador haya expresado lo contrario.
El Código Civil español, por el contrario acepta como dijimos las demás sustituciones
testamentarias, y no solo la vulgar, a la que se refiere en su artículo 774. En el
artículo 775 acepta el caso de sustitución pupilar. La cuasi pupilar está contemplada
en el artículo 776, y a las sustituciones fideicomisarias se refieren los artículos 781 y
siguientes, exigiéndose que sean expresas.
Las sustituciones se aplican de igual modo a los legatarios.

Renuncia a la herencia
Ya hablamos de la aceptación de la herencia, y como esta es una opción para el
heredero, también cabe la posibilidad de que decida renunciarla. La renuncia
significa un acto jurídico unilateral que implica rechazar su calidad de heredero, con
efecto retraoactivo, considerándolo como si nunca hubiera sido heredero, y por lo
tanto no le incumbe el acervo sucesorio con sus derechos y obligaciones.
La oportunidad de renunciar se pierde para el derecho argentino, luego de 20 años
de la apertura de la sucesión, que se produce a la muerte del causante, siempre que
el heredero conociera su condición de tal. Si hasta esa fecha no renuncia, de acuerdo
a lo que hemos explicado al referirnos a la aceptación hereditaria, se lo considera
aceptante, para la mayoría de la doctrina.
Si el heredero, aunque sea por un solo instante, sobrevive al causante, transmite su
derecho de opción a sus propios sucesores, quienes podrán ejercer la facultad de
aceptar o rechazar la herencia (arts. 3316 y 3419).
El artículo 3345, establece que la renuncia a la herencia debe ser expresa ya que no
se presume. Si es hecha por escritura pública será plenamente eficaz, y es en
principio irrevocable (art. 3347). Aunque el artículo 1186 del C.C. inc. 6 establece que
debe hacerse por escritura pública (instrumento público), la aceptación y la renuncia
de los derechos hereditarios, no establece la nulidad en caso de que así no se hiciera.
Puede hacerse por instrumento privado (art. 3346) pero en este caso los
coherederos no pueden oponérsela al renunciante, antes que ellos la acepten. Esto
último genera un problema de interpretación ya que parecería que se necesita para
renunciar la conformidad de los coherederos lo que quitaría al acto su carácter de
unilateral. Sin embargo, siguiendo a Lafaille, entendemos que es simplemente a los
fines de que se hallen los coherederos notificados.
Siguiendo con la confusión interpretativa que origina la defectuosa redacción de
estos artículos, el artículo 3322, en su segunda parte, establece que si alguien
renuncia a la herencia por un precio o gratuitamente a beneficio de sus coherederos
no se considera renunciante sino aceptante. La mayoría de la doctrina entiende que
si la renuncia beneficia a todos los coherederos y no solo a algunos, habría realmente
renuncia a la herencia.
La renuncia al igual que la aceptación de la herencia, no puede estar sujeta a plazo
ni condición, ni solo comprender una parte de la herencia. Si se hace una renuncia
parcial o a plazo, no valdría como renuncia sino como aceptación. Bajo condición no
produce efecto, ni como aceptación ni como renuncia (Art. 3317).
Dijimos que la renuncia es “en principio” irrevocable, pero el artículo 3350 autoriza al
renunciante a pedir la anulación de su renuncia dentro de los cinco años de
realizada, en ciertos casos: cuando no se han cumplido las formas exigidas para suplir
la incapacidad de quien ha renunciado, cuando se renunció por vicios de la voluntad,
cuando no se han cumplido las formas, cuando fue parcial, a condición o plazo y
cuando se hubiera renunciado a una herencia futura.
Terceros interesados también pueden solicitar la revocación de la renuncia que los
ha perjudicado en sus intereses. Esto es lo que prescribe el artículo 3351 que
legitima a los acreedores anteriores a la renuncia y a todo otro perjudicado (no
sabemos quienes pueden ser afectados además de los acreedores) para ejercer los
derechos del renunciante en la medida de su perjuicio. Aquí se trata de una renuncia
hecha en fraude de los acreedores que autoriza el ejercicio de la acción pauliana, y
además, de la acción subrogatoria.
Petición de herencia
29 de Junio de 2009 Publicado por Hilda
Basándonos en el Código Civil argentino (arts.3.421 a 3.428) podemos decir que es la
acción que posee el heredero testamentario, o sucesor ab intestato, con vocación
actual, o en caso de inactividad de éste, otros parientes en grado sucesible, para
reclamarles, ante el juez de la sucesión, que es el del último domicilio del causante; a
quienes han tomado posesión de los bienes hereditarios también en calidad de
herederos, que el accionante desconoce y reclama para sí. También poseen
legitimación activa el legatario de cuota, el cesionario de los derechos hereditarios y
los acreedores en ejercicio de la acción subrogatoria. La acción es transmisible a los
herederos de los legitimados activos.

El sujeto pasivo de la acción es aquel que tomó la herencia en calidad de sucesor


universal (si los tuviera como sucesor particular procedería la acción reivindicatoria)
habiendo otros parientes de orden preferente, aún cuando tal vez estén en el mismo
grado. Por ejemplo, el padre y el hijo del causante están ambos en primer grado de
parentesco en línea recta, el primero ascendente y el segundo descendente, pero el
hijo tiene preferencia en el orden sucesorio, desplazando a su abuelo.
La doctrina mayoritaria considera que se trata de una acción real, pues se ejerce erga
omnes (contra todos) para ser reconocido como heredero. La opinión minoritaria
sostiene que es una acción personal contra quienes tomaron posesión de la
herencia, siendo solo herederos aparentes.
Lafaille sostiene que se trata de una aglutinación de acciones, donde lo reclamado
por el actor, es su calidad de heredero, y la entrega de los bienes del acervo
sucesorio.
El artículo 3.422 posee una redacción confusa que ha ocasionado inconvenientes en
su interpretación, al conferir acción al heredero para lograr la restitución de las cosas
de la herencia, poseídas por otros, alegando ser sucesores universales del difunto,
pero luego añade: “o de los que tengan de ellas la posesión”. La duda surge si no solo
se ejerce la acción contra quien alega ser sucesor, sino también contra quien posee la
herencia sin esgrimir título alguno. Un sector de la doctrina, entre los que se destaca
Fornieles, sostiene que sí; pero el sector mayoritario afirma que fue un error material
al decir “de ellas”, en lugar de “de ellos”, queriéndose referir a quienes recibieron los
bienes de quienes se consideraban sucesores universales. Esto es lo que posibilita
acordarla contra los cesionarios de derechos hereditarios.
La prueba que debe aportar el actor es la acreditación de su calidad de heredero y
los bienes que integran el acervo sucesorio, sobre los que reclama sus derechos.
El Código procesal Civil y Comercial de la Nación argentina acuerda la posibilidad de
peticionar el embargo preventivo, mientras dure el juicio, el que se acordará, cuando
resultare verosímil el derecho (art. 210 inc.4).
En caso de prosperar la acción, el heredero reconocido como tal debe recibir del
tenedor todos los objetos que componen la herencia que se hallen en su poder, más
los accesorios o mejoras, aún cuando sean obra del tenedor. Aunque se omite
mencionar lo que sucede en caso de que los bienes ya no estén en poder del
poseedor sino que los hubiera vendido, se admite que se debe hacer una distinción
entre el poseedor de buena fe que debe devolver el precio recibido más los
intereses; y el de mala fe que deberá devolver el precio más los intereses, si fuera un
precio justo, o el valor real de la cosa, si lo hubiera vendido a un precio menor.
Se distingue entre el poseedor de buena y mala fe, según tuviera o no una creencia
equivocada, pero fundada en razones. El artículo 3.428 habla de existencia
de error de hecho o de derecho, siendo uno de los pocos casos en que puede
admitirse un error de derecho como vicio de la voluntad. El poseedor es de mala fe
cuando tomó la herencia sabiendo que había parientes más próximos que no se
presentaron a tomarla, no por inacción, sino por desconocimiento.
El poseedor de buena fe no responde por las cosas que se hubiesen perdido o
deteriorado, salvo que hubiese de ello obtenido algún beneficio, en cuyo caso
responderá por ese beneficio (de lo contrario se trataría de un enriquecimiento sin
causa). El poseedor de mala fe debe reparar todo daño ocasionado y responde aún
por la pérdida o deterioro ocurrido por caso fortuito.
Para eximirse deberá probar que las cosas se hubieran igualmente perdido o
deteriorado si estuvieran en poder del heredero legítimo.
Con respecto a los frutos, el poseedor de buena fe adquiere los ya percibidos, y tiene
derecho a que se reembolsen los gastos necesarios y útiles que hubiera realizado. El
de mala fe debe responder por los frutos percibidos y por los que no percibió por su
culpa. Solo podrá reclamar los gastos necesarios efectuados.

Cesión de derechos hereditarios


Es una práctica cada vez más frecuente para evitar realizar una doble sucesión. Se da
generalmente en los casos en que fallecido uno de los cónyuges y habiendo hijos, el
cónyuge supérstite decide cederles a esos futuros herederos suyos, su porción
hereditaria, a efectos que una vez fallecido este otro progenitor, los herederos no
deban realizar una nueva sucesión. También es factible que el cónyuge supérstite
cedente, se reserve en la cesión, el derecho de usufructo del inmueble conyugal
cedido, para asegurarse que tendrá donde vivir hasta su fallecimiento.
La cesión de derechos hereditarios es una especie del género cesión de derechos,
contemplado en el artículo 1444 del Código Civil argentino, que autoriza a ceder,
salvo prohibición legal, o que nazca del propio título de crédito, cualquier objeto
incorporal, derecho o acción sobre una cosa que no se halle excluida del tráfico
comercial. Si la cesión se realiza a cambio de dinero se asimila a la compraventa (art.
1435) si se hace a cambio de otra cosa, se le aplican las normas de la permuta (art.
1436) y si es gratuita, las de las donaciones (art. 1437) por ejemplo, en cuanto a la
capacidad de las partes. El Código Civil argentino no regula esta cesión
especialmente, refiriéndose a ella en la nota al art.1484.
La cesión de derechos hereditarios es un contrato pues requiere el acuerdo de
voluntades de las partes, cedente (heredero que cede sus derechos y obligaciones
hereditarias) y cesionario o cesionarios, que pueden o no ser también herederos. El
cesionario sucede al cedente, y no al causante. Se trata de un contrato aleatorio pues
comprende el derecho hereditario del cedente sin individualización de su contenido,
y comprende aún los bienes y cargas que cedente y/o cesionario desconocían que
existían al hacer la cesión. Su contenido se identificará al hacerse la partición. Se
necesita para hacer esta cesión de escritura pública. Es por lo tanto un contrato
formal (art. 1184 del C.C.).
Si algún heredero renuncia a su porción, esa parte acrecienta la porción de sus
coherederos, y en este caso se platea la duda, de si ese acrecentamiento beneficia al
cedente o al cesionario. Si no se estipuló sobre ello en la cesión, hay acuerdo
doctrinario en que le corresponde al heredero, si éste desconocía el acrecentamiento
pues no era su voluntad desprenderse de bienes cuya existencia desconocía
incorporados a su patrimonio.
El cedente total, pierde su calidad de heredero y por lo tanto a partir de la cesión,
renacen sus créditos y deudas a favor o en contra de la sucesión.
El cedente responde por evicción en cuanto se excluya su condición de heredero,
pero no por los bienes hereditarios, salvo que supiera que los derechos no le
pertenecían. Aclara que su responsabilidad se juzgará como la del vendedor (art.
2160).
El artículo 2161, excluye la responsabilidad por evicción cuando los derechos fueran
litigiosos o dudosos, salvo que el cedente supiera su falta de derechos sobre los
mismos.
La jurisprudencia estableció que el cesionario total posee los mismos derechos que
el cedente, y será parte en el juicio sucesorio. El cesionario parcial es considerado un
simple acreedor del heredero.
La cesión que comprenda bienes inmuebles, se inscribe en el Registro de la
Propiedad, conjuntamente con la Declaratoria de Herederos.
Capacidad para testar
Realizar un testamento es un acto jurídico unilateral que requiere que quien lo
realice manifieste una voluntad no viciada, y que provenga de quien tenga capacidad
jurídica y de hecho.
En la antigua Roma tenían capacidad para testar quienes tenían la “testamenti factio
activa”: los púberes varones, o sea, los mayores de 14 años, ingenuos, o libertos
ciudadanos romanos. Los sordo mudos en principio no pudieron testar pues hasta el
Imperio los testamentos fueron orales.

Actualmente en todas las legislaciones se exige que debe estarse para testar, en uso
pleno de las facultades mentales, lo que se presume, aunque las legislaciones de los
distintos Estados divergen en cuanto a la edad mínima para ser testador.
Según el artículo 3611 del Código Civil argentino, la capacidad del testador se rige
por la ley del domicilio de éste al tiempo de testar, y debe tenerse en cuenta si era
capaz al hacer el acto aunque se incapacite luego (art. 3613). En esto difiere del
Derecho Romano que exigía ser capaz al tiempo de la confección del testamento y al
morir, a efectos de poder cambiar su voluntad.
En el actual Derecho argentino, se requiere para poder testar válidamente tener al
menos 18 años (artículo 3614) pudiendo hacerlo tanto varones como mujeres. Los
sordo mudos pueden hacerlo si saben escribir (art. 3617). En el derecho español se
requiere contar con 14 años como mínimo, y hallarse en su sano juicio (artículo 663
C.C. español). En México se requiere una edad mínima de 16 años, además de
requerirse la salud mental (art. 1306).

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