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Seminario. La clínica actual: clínica del narcicismo y problemáticas del yo.

Depresión: sus relaciones con el ideal del yo, narcisización y sentimiento de estima de sí.

Alumna: Clarisa Giovannoni Legajo: G-5179/9

Escojo este tema, ya que como lo reconoce Hornstein (Intersubjetividad y clínica, 2003), “la

depresión es un mal de época”. Además, me interesa vincular una de las patologías del narcicismo

que dicho autor postula, en una breve introducción, a través de la narcisización, el establecimiento

del ideal del yo en el aparato psíquico y el sentimiento de estima de sí.

La depresión se trata de una patología que, en el planteo de Hornstein, remite a un conflicto del

sentimiento de estima de sí.

Aclaremos antes que bajo el término melancolía, Freud se refería a lo que hoy conocemos con el

nombre de depresión. En Introducción al narcicismo, (1914/15, Amorrortu, página 242), describió

los rasgos que caracterizan a la melancolía: “desazón profundamente dolida, cancelación del interés

por el mundo exterior, pérdida de la capacidad de amar, inhibición de toda productividad y rebaja en

el sentimiento de sí que se exterioriza en autorreproches y autodenigraciones, hasta una delirante

expectativa de castigo”. También estableció una similitud con el duelo: tanto éste como la

melancolía, acontecen, como reacciones frente a la pérdida de un ser amado. Ahora bien, Freud

estableció una diferencia: “el melancólico nos muestra todavía algo que falta en el duelo: una

extraordinaria rebaja en su sentimiento yoico, un enorme empobrecimiento del yo. En el duelo,

el mundo se ha hecho pobre y vacío; en la melancolía, eso le ocurre al yo mismo. El melancólico

nos describe a su yo como indigno, estéril y moralmente despreciable. […] No juzga que le ha

sobrevenido una alteración, sino que extiende su autocrítica al pasado”. (Freud, Duelo y melancolía,

1917, páginas 243 y 244).

De esta manera, podemos ver que Hornstein se apoya en el desarrollo de Freud, para definir a la

depresión como una patología del sentimiento de sí.


En el texto que nos concierne, Freud dice que hace caso del discurso del depresivo y dice, “más

bien, importa que esté describiendo correctamente su situación psicológica. Ha perdido el respeto

por sí mismo y tendrá buenas razones para ello. […] De sus declaraciones surge una pérdida en su

yo”.

Por otro lado, comenzamos a vislumbrar que a Freud también le interesa la melancolía no sólo por

su valor nosológico sino porque permite comprender más, acerca de la constitución del yo. “Una

parte del yo se contrapone a la otra, la toma por objeto”. Como instancia criticadora, dirá. La llama

conciencia moral (Duelo y melancolía, 1917, página 245).

“Tiene que haber existido una fuerte fijación en el objeto de amor, y por el otro lado, en

contradicción a ello, una escasa resistencia de la investidura de objeto”. (Duelo y melancolía, 1917,

página 247) Esta situación pone en evidencia que la elección de objeto fue realizada según el

modelo de su persona propia, es decir una elección de objeto narcicista. (Freud, Introducción del

narcicismo, 1914, pág. 85). “Hubo una elección de objeto, una ligadura de la libido a una persona

determinada; por obra de una afrenta real o un desengaño de parte de la persona amada, sobrevino

un sacudimiento de ese vínculo de objeto. […] La libido libre no se desplazó a otro objeto sino que

se retiró sobre el yo”. (Freud, Duelo y melancolía, 1917, página 246). Podemos decir que se había

establecido una identificación narcicista.

Ahora bien, retomemos la elección narcicista del yo. Freud dice que la identificación permite que el

vínculo de amor no deba resignarse a pesar del conflicto con la persona amada. ¿Por qué no debe

resignarse el vínculo? ¿Qué función cumple la persona amada en la tópica, dinámica y economía

psíquica del yo del depresivo? Tenemos que remitirnos a la historia libidinal de esa persona.

Al respecto, dice Hornstein que “perder al objeto es transformar al yo, desvalorizarlo,

desestructurarlo. Los encuentros sostienen y transforman al yo, cumpliendo funciones narcicísticas,

vitalidad, sentimiento de seguridad y protección” (Intersubjetividad y clínica, página 204).


Tenemos que volver someramente, a la conceptualización que hace Freud de la represión para

indagar qué papel cumple el ideal del yo en esta configuración, para luego pasar a describir la

relación de este ideal con el sentimiento de sí.

“La represión parte del yo; podríamos precisar: del respeto del yo por sí mismo” (Introducción del

narcicismo, 1914/15 página 90). La formación de un ideal por el cual desaprueba impulsos y

mociones de deseo sexuales incestuosos y aspira a objetos sustitutivos, sería, de parte del yo, la

condición de la represión. Además, el narcicismo va a permitir la resignación del deseo hacia el

objeto para investir el yo, por medio de la identificación que es producto del duelo por los primeros

objetos de amor. (Freud, Duelo y melancolía, página 247). En adelante, habrá una instancia que va a

velar por el cumplimiento de la satisfacción del ideal. (Introducción del narcicismo, 1914/15, página

92).

A continuación, vamos a desarrollar, de por qué podríamos hablar de tropiezos en el investimiento

narcicista del yo y la instauración del ideal, hacia su devenir.

Veamos un poco de la libidinización de esta historia narcicista a través de los aportes de Freud y

Hornstein. A su vez, mencionaremos su contribución al sentimiento de sí, del cual el sentimiento de

estima de sí, es tributario.

La sobrestimación gobierna el vínculo afectivo entre padres e hijos. Podemos considerar la actitud

de padres hacia sus hijos, que Freud denomina como “Su majestad el bebé”, es decir le atribuyen

todas las perfecciones valiosas. Este sentimiento de omnipotencia será uno de los pilares por los

cuales se formará el sentimiento de sí. (Freud, 1914/15, página 87).

Son los otros significativos quienes en un principio, asumen la tarea de inculcarle al niño

enunciados identificatorios, luego el niño asumirá para sí esta posibilidad de anticipación y generará

sus propios enunciados en vistas a poder investir proyectos futuros (Hornstein, Intersubjetividad y

clínica, página 85). Los ideales tienen un carácter de propuesta, permitirán al yo emplazarse en un

lugar más definido, brindándole la fuerza de protección (Bleichmar, capítulo 5, Clínica

psicoanalítica y neogénesis) y referencia (Horstein, Las depresiones. Afectos y humores del vivir,
pág. 97). El ideal debe valorizar lo que está en potencia en el yo actual (Hornstein, Intersubjetividad

y clínica, página 87). Al respecto, Freud menciona la manifestación de algunos ideales

característicos de la sociedad vienesa, contemporánea a sus desarrollos: “el varón será un gran

hombre y un héroe en lugar del padre, y la niña se casará con un príncipe como tardía recompensa

para la madre”. En suma, es por medio de estos ideales que el niño podrá empezar a construirse un

futuro, empezando a correrse de su dependencia a los primeros objetos de amor, los padres.

A su vez, es preciso que sea apoyado con confianza en sus aficiones y capacidades. Ante todo,

estamos hablando del valor del yo. Al respecto, dice Horstein “el yo no es sólo investido por otros,

también implica el desarrollo de talentos y habilidades” (Intersubjetividad y clínica, página 190). Es

decir que además de la omnipotencia infantil, “todo lo que uno posee o ha alcanzado, cada resto del

primitivo sentimiento de omnipotencia, corroborado por la experiencia contribuye a incrementar el

sentimiento de sí (Freud, 1914/15, página 94).

Para terminar con la exposición del sentimiento de sí, podemos decir que también lo constituye la

satisfacción de la libido de objeto. Ser amado realza el sentimiento de sí, mientras que no ser amado

lo rebaja (Freud, 1914/15 página 95).

Todas estas configuraciones tienen importancia desde que, “el yo incrementa su autoestima (o

sentimiento de estima sí), en la medida que se siente más próximo a los proyectos que demanda el

ideal” (Horstein, Las depresiones, afectos y humores del vivir, página 93). Los objetos con los

cuales se vinculan tienen una función, por la cual invisten al yo, a través del objeto. No se

relacionan propiamente con el objeto. Los objetos suplen fallas estructurales de su economía, tópica

y dinámica psíquica.

“Tolera mal las frustraciones [...] porque cualquier frustración narcicista puede precipitar una

depresión al producir un colapso parcial o completo del autoestima, si el sujeto se siente incapaz de

vivir acorde a sus aspiraciones (“Las depresiones, afectos y humores del vivir”, página 93”).

En conclusión, el ideal del yo implicará proyecto siempre y cuando hayan existido frustraciones y

gratificaciones dosificadas, que le permitan al niño salir de ciertos lugares de satisfacción donde
puede ser objeto de goce y empezar el camino desde un trayecto identificatorio, que lo lleve a lograr

otras, por su cuenta. Sobre este ideal recae el amor de sí mismo dice Freud (Introducción al

narcicismo, 1914/15). De lo contrario, tendrá carencias en su autoestima y una relación con los

objetos que lo lleve a buscar en otras personas, “lo que uno querría ser” (Freud, Introducción al

narcicismo, página 87). Hornstein se refiere a las personas con depresión, como sujetos hambrientos

de ideal en el exterior, producto de una carencia psíquica propia. “El yo no es el ideal pero ha de

serlo; el ideal inviste lo que está en potencia en el yo actual”. (Intersubjetividad y clínica, página

208).
Bibliografía.

Bleichmar, Silvia, Clínica psicoanalítica y neogénesis (1999), Buenos Aires: Paidós.

Freud, Sigmund, Duelo y Melancolía (1993). Tomo XVI. Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, Sigmund, Introducción al narcicismo (1993). Tomo XIV. Buenos Aires: Amorrortu.

Hornstein, Luis (2003). Intersubjetividad y clínica. Buenos Aires: Paidós.

Hornstein, Luis (2006), Las depresiones. Afectos y humores del vivir. Buenos Aires: Paidós.

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