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Depresión: sus relaciones con el ideal del yo, narcisización y sentimiento de estima de sí.
Escojo este tema, ya que como lo reconoce Hornstein (Intersubjetividad y clínica, 2003), “la
depresión es un mal de época”. Además, me interesa vincular una de las patologías del narcicismo
que dicho autor postula, en una breve introducción, a través de la narcisización, el establecimiento
La depresión se trata de una patología que, en el planteo de Hornstein, remite a un conflicto del
Aclaremos antes que bajo el término melancolía, Freud se refería a lo que hoy conocemos con el
los rasgos que caracterizan a la melancolía: “desazón profundamente dolida, cancelación del interés
por el mundo exterior, pérdida de la capacidad de amar, inhibición de toda productividad y rebaja en
expectativa de castigo”. También estableció una similitud con el duelo: tanto éste como la
melancolía, acontecen, como reacciones frente a la pérdida de un ser amado. Ahora bien, Freud
estableció una diferencia: “el melancólico nos muestra todavía algo que falta en el duelo: una
nos describe a su yo como indigno, estéril y moralmente despreciable. […] No juzga que le ha
sobrevenido una alteración, sino que extiende su autocrítica al pasado”. (Freud, Duelo y melancolía,
De esta manera, podemos ver que Hornstein se apoya en el desarrollo de Freud, para definir a la
bien, importa que esté describiendo correctamente su situación psicológica. Ha perdido el respeto
por sí mismo y tendrá buenas razones para ello. […] De sus declaraciones surge una pérdida en su
yo”.
Por otro lado, comenzamos a vislumbrar que a Freud también le interesa la melancolía no sólo por
su valor nosológico sino porque permite comprender más, acerca de la constitución del yo. “Una
parte del yo se contrapone a la otra, la toma por objeto”. Como instancia criticadora, dirá. La llama
“Tiene que haber existido una fuerte fijación en el objeto de amor, y por el otro lado, en
contradicción a ello, una escasa resistencia de la investidura de objeto”. (Duelo y melancolía, 1917,
página 247) Esta situación pone en evidencia que la elección de objeto fue realizada según el
modelo de su persona propia, es decir una elección de objeto narcicista. (Freud, Introducción del
narcicismo, 1914, pág. 85). “Hubo una elección de objeto, una ligadura de la libido a una persona
determinada; por obra de una afrenta real o un desengaño de parte de la persona amada, sobrevino
un sacudimiento de ese vínculo de objeto. […] La libido libre no se desplazó a otro objeto sino que
se retiró sobre el yo”. (Freud, Duelo y melancolía, 1917, página 246). Podemos decir que se había
Ahora bien, retomemos la elección narcicista del yo. Freud dice que la identificación permite que el
vínculo de amor no deba resignarse a pesar del conflicto con la persona amada. ¿Por qué no debe
resignarse el vínculo? ¿Qué función cumple la persona amada en la tópica, dinámica y economía
psíquica del yo del depresivo? Tenemos que remitirnos a la historia libidinal de esa persona.
indagar qué papel cumple el ideal del yo en esta configuración, para luego pasar a describir la
“La represión parte del yo; podríamos precisar: del respeto del yo por sí mismo” (Introducción del
narcicismo, 1914/15 página 90). La formación de un ideal por el cual desaprueba impulsos y
mociones de deseo sexuales incestuosos y aspira a objetos sustitutivos, sería, de parte del yo, la
objeto para investir el yo, por medio de la identificación que es producto del duelo por los primeros
objetos de amor. (Freud, Duelo y melancolía, página 247). En adelante, habrá una instancia que va a
velar por el cumplimiento de la satisfacción del ideal. (Introducción del narcicismo, 1914/15, página
92).
Veamos un poco de la libidinización de esta historia narcicista a través de los aportes de Freud y
La sobrestimación gobierna el vínculo afectivo entre padres e hijos. Podemos considerar la actitud
de padres hacia sus hijos, que Freud denomina como “Su majestad el bebé”, es decir le atribuyen
todas las perfecciones valiosas. Este sentimiento de omnipotencia será uno de los pilares por los
Son los otros significativos quienes en un principio, asumen la tarea de inculcarle al niño
enunciados identificatorios, luego el niño asumirá para sí esta posibilidad de anticipación y generará
sus propios enunciados en vistas a poder investir proyectos futuros (Hornstein, Intersubjetividad y
clínica, página 85). Los ideales tienen un carácter de propuesta, permitirán al yo emplazarse en un
psicoanalítica y neogénesis) y referencia (Horstein, Las depresiones. Afectos y humores del vivir,
pág. 97). El ideal debe valorizar lo que está en potencia en el yo actual (Hornstein, Intersubjetividad
característicos de la sociedad vienesa, contemporánea a sus desarrollos: “el varón será un gran
hombre y un héroe en lugar del padre, y la niña se casará con un príncipe como tardía recompensa
para la madre”. En suma, es por medio de estos ideales que el niño podrá empezar a construirse un
futuro, empezando a correrse de su dependencia a los primeros objetos de amor, los padres.
A su vez, es preciso que sea apoyado con confianza en sus aficiones y capacidades. Ante todo,
estamos hablando del valor del yo. Al respecto, dice Horstein “el yo no es sólo investido por otros,
decir que además de la omnipotencia infantil, “todo lo que uno posee o ha alcanzado, cada resto del
Para terminar con la exposición del sentimiento de sí, podemos decir que también lo constituye la
satisfacción de la libido de objeto. Ser amado realza el sentimiento de sí, mientras que no ser amado
Todas estas configuraciones tienen importancia desde que, “el yo incrementa su autoestima (o
sentimiento de estima sí), en la medida que se siente más próximo a los proyectos que demanda el
ideal” (Horstein, Las depresiones, afectos y humores del vivir, página 93). Los objetos con los
cuales se vinculan tienen una función, por la cual invisten al yo, a través del objeto. No se
relacionan propiamente con el objeto. Los objetos suplen fallas estructurales de su economía, tópica
y dinámica psíquica.
“Tolera mal las frustraciones [...] porque cualquier frustración narcicista puede precipitar una
depresión al producir un colapso parcial o completo del autoestima, si el sujeto se siente incapaz de
vivir acorde a sus aspiraciones (“Las depresiones, afectos y humores del vivir”, página 93”).
En conclusión, el ideal del yo implicará proyecto siempre y cuando hayan existido frustraciones y
gratificaciones dosificadas, que le permitan al niño salir de ciertos lugares de satisfacción donde
puede ser objeto de goce y empezar el camino desde un trayecto identificatorio, que lo lleve a lograr
otras, por su cuenta. Sobre este ideal recae el amor de sí mismo dice Freud (Introducción al
narcicismo, 1914/15). De lo contrario, tendrá carencias en su autoestima y una relación con los
objetos que lo lleve a buscar en otras personas, “lo que uno querría ser” (Freud, Introducción al
narcicismo, página 87). Hornstein se refiere a las personas con depresión, como sujetos hambrientos
de ideal en el exterior, producto de una carencia psíquica propia. “El yo no es el ideal pero ha de
serlo; el ideal inviste lo que está en potencia en el yo actual”. (Intersubjetividad y clínica, página
208).
Bibliografía.
Freud, Sigmund, Duelo y Melancolía (1993). Tomo XVI. Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, Sigmund, Introducción al narcicismo (1993). Tomo XIV. Buenos Aires: Amorrortu.
Hornstein, Luis (2006), Las depresiones. Afectos y humores del vivir. Buenos Aires: Paidós.