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EDITORES •
'TIrRCIRMUNDO lA SANTAFé DE BOGOTÁ
TRANSV.2a. A. No. 67·27, TELS.2550737 - 2551539. AA. 4817, FAX2125976
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EDICIÓN A CARGO DE HERNÁN LOZANO HORMAZA
CON EL AUSPICIO DEl FONDO GERMÁN COLMENARES
DE LA UNlVERSlDADDEL VALLE
© Marina de Colmenares
© TM Editores en coedición con la Fundación General de Apoyo
a la Universidad del Valle, Banco de l¡:¡República y Colciencias
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RECONOCIMIENTOS
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CONTENIDO
RECONOCIMIENTOS ix
INTRODUCCIÓN
CONSIDERACIONESMETODOLÓGICAS Xl
Los agentes históricos Xl
La versión oficial de la historia / xvii
.i,
Capítulo 1. 1848 ) 1
El problema de la revolución de 1848 1
La cristalización de una revolución latente 9
Elliberalisffio, en el origen de una conciencia de clase 14
Una burguesía naciente. Sus adversarios y su coyuntura 18
Otros factores históricos. La visión retrospectiva de los reformadores 22
1
I Capítulo V. FLORENTINOGONZÁLEZ,ELMENTOR 77
I La garantía de los intereses 77
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-------------------------------- -- -. -------
viii CONTENIDO
Comercialización de la agricultura 91
Los aspectos sociales de la cuestión 94
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INTRODUCCIÓN
CONSIDERACIONES METODOLÓGICAS
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1
INTRODUCCIÓN xiii
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vertirlos, bajo las inspiraciones del dictador del 17 de abril, de pacíficos agri-
2
cultores en sediciosos pretorianos .
I
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xvi PARTIDOS POLíTICOS y CLASES SOCIALES
• 1
,
INTRODUCCIÓN xvii
I
I
xviii PARTIDOS POLíTICOS y CLASES SOCIALES
miento, del formulismo jurídico que emana del estilo oficial y de lo~
hábitos burocráticos.\La evolución institucional apenas ~~ala una
ruta para las aspiraciones socÚ1Tes,pero no-transmite una imageñ
exacta de las fuerzas puestas~n.movimiento.
L..§l tradición de los partidos políticos impone limitaciones pare-
•
c;idas. La historia se escribe como se haría una confesión de fe, y el
principio de adhesión que la preside impone la más absoluta bana-
lidad en los calificativos. Los personajes se ven aureolados con cua-
lidades morales que se gradúan en una escala intermin!lble, o se ven
estigmatizados con los defectos correspondientes. El efecto literario
parece ahorrar cualquier intento de veracidad.
INTRODUCCIÓN xix
.
tor muy influyente, pero en todo caso reducido, de la sociedad, una
clase burocrática cuyos nexos con los demás sectores sociales no son
evidentes a través del estudio de las instituciones .
El análisis de la imagen petrificada de la historia que ofrecen los ' :
manuales escolares, podría conducirnos a examinar otros aspectos
que se deriven de su carácter didáctico, de su tendencia apologética
y de su falta absoluta de imaginación. Deben bastar, sin embargo, las
observaciones que preceden y que se refieren a las características
más notorias de una metodología deficiente .
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I
Capítulo 1
1848
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1848 3
2 Bolívar, Obras completas, V. 1. (1799-1824), compiladas por Vicente Lecuna. 2a. ed.
Edit. Lex, La Habana, 1950, p. 164.
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6 PARTIDOS PoLíTICOS y Cl~ASES SOCIALES
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los derechos europeos, vivos aún en la conciencia de los delpait>~u-
chodespués de terminadas las guerras de independencia, va~,:,ers_e
reflejada en la lucha que emprende la ideología liberal contra-1os ~. j
restos de la Colonia. Éste es un proceso de integración y afirmación
a partir del desgarramiento inicial, de la mala conciencia originada
~
por la separación de/la metrópoli española. La ruptura con ésta ha I
(
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1848 7
1/ .'1
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.'
desdén hacia un pueblo semibárbaro, fueran compartidos casi en su
integridad por una generación posterior de granadinos, que prácti-
camente se colocan en la perspectiva europea para enjuiciar la realidad
social y económica de su tiempo. Los senti~~ntos de esta genera-
ción son profundamente.antimilitaristas y anticlericales. Preconizan
un igualitarismo teórico con el que quieren integrar a la vida política
a '¡as masas oprimidas que describe el barón Gros. Hasta coinciden
con éste en la afirmación de que los criollos no se vieron movidos en
su afán de independencia sino por el deseo de sustituir a la monar-
quía española en el poder.
Estas ideas, profundamente críticas, señalan el nélcimiento de una
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de_~_Qn.c.ienciaque tiende a responsabilizarse del manejo de
. los instrumentos del poder. A través de la anarquía política, se abre
paso una conciencia civil que quiere sujetar al Estado a sus propios
objetivos. La escisión entre el Estado y la totalidad de la vida de la
nación es tan evidente, que quiere prescindirse de su tutela para li-
berar las energías puramente individuales. Cada vez más tiende a
imponerse la idea, que se calificaba de «radical», de que es posible
.obtener una organización espontánea de la sociedad mediante la
trabazón armónica de intereses meramente privados. El problema
\
\
\
1848 9
.' sociales. Nieto Arteta4 hace notar que el transcurso del tiempo había
vigorizado a los manufactureros, a los comerciantes y a los artesa-
nos, cada uno de los cuales encontraba obstáculos para el normal
desenvolvimiento de su actividad en los residuos de las institucio-
nes coloniales. P·uede hablarse entonces de revolución, si se conside-
ra que la intervención de estos elementos ,sociales ha acelerado el
movimiento histórico.
No debe perderse de vista el hecho de que una larga tradición
histórica -a la que se señala sus orígenes en fábulas infantiles-
parece haber encauzado en Colombia todos los movimientos histó-
ricos, aun si se designan corno populares, dentro de los límites de
una legalidad aparente. Este hecho puede explicarse si tenemos en
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cuenTalas roanas aeslguateS ue las IraulclOnes ae cultura. tm la pn-
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mera mitad del siglo pasado, y antes, naturalmente, los criollos go-
zaban de una instrucción jurídica que ponía en sus manos, de una
manera natural e indiscutible, la herencia burocrática española. El
papel social preponderante de esta clase y su actividad, confinada a
la discusión de cuestiones legales, imprimían un carácter general
4 Luis E. Nieto Arteta, Economía y cultura en la historia de Colombia. Ed. Tercer Mundo.
Bogotá, 1962, p. 229 Y ss.
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10 PARTIDOS pOLÍTICOS y CLASES SOCIALES
Con todo, las asimilación cultural que se opera a lo largo del siglo
XIX no basta para eliminar del todo la impresión de que en el origen
de todos los problemas sociales de la Nueva Granada existía una
dominación racial. Las formas de conciencia de la clase artesana1
revivían ingenuamente temas indigenistas, para expresar su incon-
formidad social en el interior de un movimiento que coartaba cada
vez más su actividad tradicional. Esto no quiere decir que se dieran
formas autónomas de conciencia indígena. Al contrario, las reivin-
dicaciones sociales de los artesanos quedaban enmarcadas por su
actividad y se teñían de un acento marcadamente europeo porque
Europa acababa de popularizar, con la revolución francesa de febre-
_ 1'0, el lenguaje apropiado para expresar los antagonismos d'e clase.
A pesar de los profundos cambios operados, muchos se resisten ., ,
a atribuir un carácter revolucionario a las reformas llevadas a cabo
a partir de 1848. Esta tendencia atribuye a un error de óptica parti-
dista la significación desmesurada que se confiere al nuevo rumbo
de las instituciones. En realidad, éstas son una resultante de la ace-
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1848 11
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I
12 PARTIDOS POLlTICOS y CLASES SOCIALES
•
1848 13
un nuevo flagelo que debe añadirse a todos aquellos que han desolado la
república. I
9 Juan García del Río, Meditaciones colombianás. Imprenta de J. Cualla. Bogotá, 1829,
1, p.5 Y ss.
r
10 N° 21 de 23 de diciembre de 1848, p. 161.
•
16 PARTIDOS POLÍTICOS y CLASES SOCIALES
... faltábanos un poco de fe, y los sucesos de Europa nos la han suministra-
do copiosamente: faltábanos decisión pura y absoluta por nuestro sistema
social, y ahora la tendremos, pues ha llegado el tiempo de alzar orgullosos
la frente con la convicción de que no estamos detrás sino delante del movi-
miento de civilización universal. .
11 José María Samper, Ensayo sobre las revoluciones políticas y la condición social de las
repúblicas colombianas. B.P.C. p. 5 Y 55. Y p. 10.
18 PARTIDOS POLÍTICOS y CLASES SOCIALES
... hoy pueden todos los habitantes de la tierra venir a traemos sus produc-
tos ya comprar los nuestros bajo el pie de la más perfecta igualdad, sin temer
otra competencia que la de la actividad, la economía y la inteligencia 15.
15 Informe cit., p. 8.
16 Florentino González, «Ley de Importación», artículo publicado en El Siglo, No. 9,
de 10 de agosto de 1848.
,
22 PARTIDOS POLíTICOS y CLASES SOCIALES
17 Medardo Rivas, Lostrabajadores de tierra caliente. B.P.C.C. Bogotá, 1942, p. 142. Rivas
cita, entre otros, a Camacho Roldán; Miguel Samper y sus hermanos Silvestre, An-
tonio y Manuel, Manuel Murillo; Juan N. Solano y Aníbal Galindo.
1848 23
Mucho recalca el señor Núñez sobre las importantes reformas que ha hecho
entre nosotros el gobierno central: la abolición de la esclavitud y el cadalso
político: la libertad absoluta de prensa y algunas otras. Pero el doctor Nú-
ñez debiera considerar que esto se debe enteramente a hombres que por
f) casualidad han tenido el poder en sus manos; a circunstancias fortuitas y
. 1es, no a l'"as instituCIones centra 1es 18 .
excepclOna
... porque yo, que pertenecería siempre, si quisiese, a esa oligarquía que
domina los países hispanoamericanos, tengo bastante probidad política para
renunciar a esa posición y a esas pretensiones de los que, con el gobierno
central, quieren co~tinuar siendo los tutores forzados del pueblo.
... los artesanos, los comerciantes, los buhoneros y hasta la criadas abando-
naron a sus antiguos amos, para ir en pos del dorado que se llamaba añil.
2 Stanley S.Stein, «TheTasks Ahead for Latin American Historians», en The Hispanic
American Historical Review. Vol. XII,No. 3, agosto, 1961.
LAS CUESTIONES QUE SE DEBATíAN 27
,
5 Op. cit., p. 264. Nieto Arteta . ./
6 Salvador Camacho R., Memorias, l. BibliotecaPopular de Cultura Colombiana. Bo-
gotá, 1946,p. 127Yss.
7 Medardo Rivas, op. cit., p. 27.
LAS CUESTIONES QUE SE DEBATIAN 29
Aun Bogotá sufría con tal estado de cosas, puesto que sólo con-
taba, para animar el comercio, con el numerario que ponían en
circulación las precarias actividades que enumera González en el
texto citado más arriba. Contra esta oponión, corriente en la épo-
ca, Ospina Vásq1.,lezpiensa, por el contrario 10, que los pueblos no
eran simples apéndices de los latifundios y que en ellos se concen-
trara la mano de obra agrícola, sino que más bien se componían
de una masa de artesanos y de pequeños comerciantes que com-
plementaban con su trabajo la actividad de las áreas agrícolas-¡Pero
aun si las pequeñas I'-0blac:iol!~ssignjJi~ªbJlILalgo_máLq.u.e,_una
fuente de lá-mano de obra, y la ausencia <i~_é.~_~ª-~k~~artala i11l}2.0r-
táncia económica 'del latif~n9i.o;~~¡(~:~_g!!Le_Ie.d~cir _qu~_1}9_?~
diera en un grado más of!\ce.f\osgJ:a,ng~l? cPJ1CE~J1t!"~cj9D.,c!.Ll<LP-ro-
piedad territorial, aunque fuera improductiva. Esta última circuns-
tancia no hacía sino reforzar la precariedad de la vida urbana. Con
,la eliminación efectiva de los resguardo?, se vigOJ.:izóel sistema~
... los negocios de nuestras ciudades son de suyo tan reducidos que, dejan-
do de ser fructuosos a poca concurrencia, no queda colocaciónen ellas sino
para los usureros, algunos comerciantes muy favorecidos y algunos pocos
empleados.
11 Ibid. p. 196.
12 Eugenio Díaz, Manuela, B.P.C.C.Bogotá,p. 75.
LAS CUESTIONES QUE SE DEBATíAN 31
. '
manufactura rudimentaria los torna propiamente proletarios. Su sa-
lario, en todo caso, es mucho más elevado que el de los peones de
las haciendas .
Si las reformas de 1850 modifican profundamente las estructuras
sociales agrarias, alproletarizar el sector rural con la eliminación
efectiva de los resguardos, liberan al mismo tiempo las energías de
los comerciantes y estimulan su iniciativa en el sentido querido por
Demóstenes, el personaje de Eugenio Díaz, el cual caracteriza preci-
samente la fracción más audaz de los reformadores, el llamado gol-
gotismo.
La actitud de los hacendados, en contraste, consiste en aferrarse
a las ventajas adquiridas y conlleva una buena dosis de fatalismo,
que refleja inconscientemente el periódico de Mariano Ospina R., al
tratar de responder a la pregunta ~¿por qué'está p-obre la Nueva
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~~_a.~)el? 13.. 11 ••• n~ Od''''TV''''~
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<u_u;:" clLldld, purque no na SidO
posi1Jreque 10 estemos». Y,en seguida, manifiesta desconfianza por
las reformas legislativas: precisamente aquellas reformas que impli-
can un grado m--ªy:o[p'e libertacLeconómica, tan cara a los ideólogos
liberales. Cita el caso de la tarifa de aduanas, cuya reducción, en
1847, ha dado apeñas're~hé\(iºsme.diocres, que algunoshan queri-
'do exagerar. Argumenta que si se concede alguna influencia a la legis-
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•
32 PARTIDOS POLíTICOS y CLASES SOCIALES
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LAS CUESTIONES QUE SE DEBA TtAN 33
... por ganar un sueldo con qué vivir; porque vivo en un país en que ésta es
la única ocupación que puede darme el pan para mis hijos.
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34 PARTIDOS pOLÍTICOS y CLASES SOCIALES
18
... el capital circulante en la Nueva Granada [dice Ricardo Vanegas ¡ es
escaso; por consiguiente caro y su uso poco ventajoso para ninguna empre-
~~ sa en que haya de tomarse sobre un interés dado. De ahí viene que la pro-
~" piedad inmueble no tenga ya casi ningún valor; de ahí que los propietarios
encuentren una absoluta imposibilidad para tomar prestado un capital con
qué dar ensanche a sus especulaciones; de ahí que los cambios sean difíci-
les, lenta la circulación; y de ahí, en fin, que todo hombre laborioso y traba-
j¡tdor tropiece con una invencible fuerza de inercia, siempre que trata de
poner una planta o de dar vuelo a una industria.
... Pero [agrega] esos banqueros de uno y medio y dos por ciento, como los
hay aquí y en Bogotá, que viven en sus poltronas explotando las miserias
ajenas, llenando sus cofres a mansalva, arruinando colectivamente el país,
sin arriesgar una peseta en ninguna industria nueva de utilidad general, ni
correr las vicisitudes de los negocios, son una especie de vampiros que po-
drán inspirar temor pero nunca simpatías ni respeto.
I~ Oh! Una revuelta para ellos, que saben que nuestra América no está sujeta
1- a los principios de la economía política europea, una revuelta para ellos ha
I sido siempre una fuente abundante de riqueza, porque aquí no hay lo que
I
propiamente se llama comercio, no hay industria y el negocio positivo es la
usura, y para que el interés del dinero suba, no hay como un amago de
revolución .•
dar a una linda joven que aparece en el teatro, hace una apuesta con
sus compañeros, y confiesa:
Lo que más arduo les parecía a mis camaradas, era que yo tuviese el arrojo
de presentarme ante aquella noble familia con el triste uniforme con que
estaba vestido26 ..
... todos los jóvenes de las provincias que van a los colejios de Bogotá, por
más miserables que sean, mienten riqueza para tener entrada en la capa de
la sociedad donde reside la aristocracia monetaria.
26 lbid. p. 17.
LAS CUESTIONES QUE SE DEBATíAN 41
Por eso,
... propiedad sin negros que la cultivasen no servía para nada. Por esto la
esclavitud se prorrogó hasta 1851; y entonces se creyó efectivamente que
abolida ésta, la poca industria que había en el país iba a arruinarse.
'" la libertad simultánea de los esclavos ha hecho por allá (se refiere a Ca-
1
loto) el efecto que hace un terremoto en una ciudad cuando la derribl .
30 Luis Ángel Cuervo, Epistolario del doctor Rufino Cuervo, III (1843-1853).Imprenta
Nacional, Bogotá, 1922,pp. 206 Y315.
31 No me refiero aquí a otra de las fuentes de mano de obra que es útil mencionar,
constituida por los indígenas de los resguardos, a partir de 1838.Sobre este punto,
véase el testimonio de Salvador Camacho Roldán, Memorias, 1,p. 136, Ysu curiosa
apreciación sobre la suerte corrida por los indígenas que se trasladaron a tierra
caliente en busca de mejores salarios y que fueron diezmados por la epidemia de
1851 .
•
Capítulo III
LAS CUESTIONES QUE SE DEBATÍAN
(Religiosas)
3 Reflexiones que el doctor Juan Nepomuceno Neira dirige al Congreso de 1851, sobre tres
cuestiones importantes. ImprentQ.de El Día, Bogotá, 1851, pp. 8 Y9.
48 PARTIDOS POLíTICOS y CLASES SOCIALUS
... Una voz sentimental, una voz aduladora de las ilusiones se deja oír cla-
mando contra el culto de los intereses materiales de la sociedad. Esta voz
predica el naufragio de la moral en medio de la diligente actividad que
excita elfomento de aquellos intereses. Error! Los intereses morales no pue-
den seria víctima de los intereses materiales bien entendidos4.
AMBIGÚEDADES DE LA CONCIENCIA
'" las leyes del honor, sancionadas por las costumbres, tendrán siempre
más fuerza obligatoria para los hombres de corazón que todas las leyes
6
civiles .
6 Ibid.
7 «El divorcio», discurso pronunciado en la Escuela Republicana, en noviembre de
1850,en Escritosvarios. Librería Colombiana.
LAS CUESTIONES QUE SE DEBATíAN 51
LA MORAL SECULAR
-
Para el pensamiento liberal, es evidente que las prácticas religiosas,
reducidas a la mera exterioridad, no garantizan la moralidad del
pueblo. La práctica puramente ritual, la agrupación mecánica y el
sentimiento irracional que supone la importancia desmedida acor-
dada al culto, no derivan, en modo alguno, de la necesidad de un
comportamiento moral. Idea a la que se opone decididamente el
pensamiento conservador, deseoso de mantener una disciplina co-
lectiva. Si bien se admite que las prácticas no son causa del espíritu,
debe tenerse en cuenta que
... en la generalidad de las gentes y mucho más en las del pueblo es al con-
8
trario; el espíritu es fruto de la práctica .
... corrupción del siglo, contra el lujo y las riquezas, contra la tendencia
irresistible de los espíritus hacia la ilustración, la tolerancia y el libre
pensar.
... cuando en los colegios de la capital se enseñaban las doctrinas del utili-
tarismo de Bentham; cuando los jóvenes tenían por directores a hombres
que aborrecían el fanatismo y 10 condenaban sin embozo y sin temor; cuan-
do el jesuitismo no se creía necesario, todos los habitantes de Bogotá goza-
ban de tranquilidad doméstica, la propiedad era respetada y rara vez se
lO
ejecutaban actos escandalosos o inmorales .
LA IMAGINERÍA ANTILIBERAL
·
ha-sido-así.
No es raro, entonces, que una de las preocupaciones más grandes
l
., de los doctrinario s liberales consistiera en enfrentar a la estática de
la conciencia campesina, la dinámica de las reformas sociales. En los
jóvenes, sobre todo, se exacerba un sentimiento romántico de sole-
dad, de rechazo, que les valía el reproche de los conservadores de no
comprender un ápice de las condiciones rurales y de entregarse irre-
flexivamente, por puro desarraigo, a promover un cataclismo en las
formas de vida tradicionales.
Por eso es que algunos viejos [se expresa con amargura un personaje de
3
Eugenio Díaz ] suspiran por la tiranía del tiempo de la Colonia, que en nombre
de la ley aseguraba a todos la verdadera libertad, y todos vivían garantizados
por la autoridad; pero esos eran otros tiempos ... hoy somos republicanos y de-
bemos seguir la república porque no hay otro remedio.
Nos están degollando y saqueando a cada rato -decía don Elías- porque \
se ha dado más libertad al pueblo de lo que es capaz de comprender y so-
portar, en el estado de ignorancia en que se halla.
4
Puede pensarse que este temor expresado por Eugenio t---" Díaz
_ so-
bre deguello y saqueo sea una mera hipérbole. En realidad~~l nove-
lista no hace sino reproducir los clamores iracundos de la prensa
l
conservadora (La Civilización, El Día, El Misóforo, El Ariete, etc.) que
denunciaba la acción de las sociedades democráticas en las provin-
cias del Cauca y Buenaventuras. Debe advertirse, sin embargo, que
el sentido verdadero de estos hechos nos coloca frente a un antago-
nismo de clases evidente, que el régimen del 7 de marzo supo esti-
mular y canalizar en su provecho. La responsabilidad del gobierno,
en efecto, era generalmente admitida, y por eso raras veces en nues-
tra historia las invectivas han alcanzado el grado de intensidad y de
iracundia como las dirigidas por Julio Arboleda al presidente López,
por su presunta complicidad con las sociedades democráticas del
Cauca. ':,~'']".é}./:;r-"S\l-c,
El origen de la acción popular de l~~deii1Ocráticas, se remonta a
reivindicaciones sobre ejidos comunales, en el siglo XVIII. Así lo sos-
tiene la sociedad democrática de Cali, en una justificación publicada
por El Neogranadino6• El movimiento representa, siquiere esquema-
tizar se, la acción un poco anárquica de masas semirrurales y semiur-
banizadá's por -el e]erCiciode una actividad artesanal. La pugnacidad
de estas masas había revestido siempre un carácter apolítico y se
refería a los r~~~~mºsexpresados, en varias oportunidades, aJ~s pro-
p~eta~iosEor la usurpación de los ejidos vecinos a Cali. El mismo
conflicto se revivió en 1834 y en 1848. En 1850, el gobierno de López
quiso aprovechado para afirmar la supremacía liberal en ese baluar-
te del conservatismo que eran las provincias del sur. Florentino Gon-
zález acusó abiertamente en el Senado (marzo de 1853) la conducta
parcial del gobierno, casi en los mismos términos en que lo hacían
4 ¡bid. p. 83.
5 Aníbal Galindo, que perteneció a la generación radical de 1863, condena el carácter
de estas manifestaciones. Véase Recuerdos históricos (1840-1895). Imprenta de La
Luz, Bogotá, 1900, p. 43. José María Samper condena los acontecimientos del Cau-
ea, que considera mucho más graves, y busca justificar los de Buenaventura. Véase
Apuntamientos para la historia social y política de la Nueva Granada (desde 1810, y espe-
cialmente de la administración del 7de marzo). Imprenta de El Neogranadino, Bogotá,
'1853.
6 Véase el No. 149, de 28 de marzo de 1851, pp. 106-107.
LAS FUENTES DEL CONSERVA TISMO 61
rraigar toda huella del viejo orden de cosas. Y que sus efectos se
hicieran sentir en América, pues
... la guerra contra España no fue una revolución. Bastante grande por sí
sola para ser la idea exclusiva de una generación, la independencia no hizo
sino modificar muy superficialmente la epidermis del problema social, sin
cambiar su naturaleza ni sus condiciones.
... y éste fue por mucho tiempo el tema de varios predicadores en aquéllas
malaventuradas provincias. Y éste era también el gran principio que daba
a los granadinos del Sur un carácter distinto de los granadinos del Norte y
Centro de la República.
En cuanto a Bogotá, no había que contar con ella para nada, pues
« ... la insolencia roja ha avasallado un poco más a los ricos egoís-
tas, que casi no se atreven ya a llamarse conservadores». Derrotados
los jefes caucanos de la revolución de 1851 (Borrero, en Antioquia y
Arboleda, en el Cauca), Caro condena sin salvedades geográficas la
complicidad de los propietarios: « ... esa bobería, esa cobardía sin lími-
tes de los propietarios de la Nueva Granada nos ha perdidoI2».
Esta deserción, sin embargo, estaba sobradamente prevista. El
antiguo poder de los hacendados -o mejor, su supremacía- se des-
moronaba ante sus propios ojos pusilánimes y fatalistas. El aislamien-
to los tornaba egoístas, y lo mejor que podían desear era un régimen
marcadamente conservador que mantuviera el país en el estanca-
miento y del cual pudieran derivar un poder natural. Pero se iban
haciendo cada vez más excepcionales los casos semejantes al del co-
ronel Ardila, de hombres capaces de sostener sus aspiraciones con
las armas y que se rebelaran por su propia iniciativa contra un go-
bierno con el que no estaban de acuerdo13.
El humor ligero y socarrón de Juan Francisco Ortiz nos transmite
una imagen llena de desaliento del hacendado, en víspera de las elec-
ciones del 7 de marzo 14.
'" el clero y el ejército, los jesuitas y los cachacos, los hombres influyentes
de la capital y los honrados electores de las provincias, todos, todos, que-
darían satisfechos si el doctor Cuervo, que es el ciudadano que está más
cerca del solía, lo ocupara en el período entrante16.
... ¿Saben ustedes qué cosa es ser, no diré presidente sino siquiera vicepre-
sidente de este país, en este tiempo, en estas circunstancias, con los jesuitas,
la conserva, la democracia y el comunismo encima?
.,. vio, delante de la Europa que arde como una inmensa hoguera, y de las
repúblicas americanas que vkn reflejarse en ambos mares las llamas de
aquel incendio: vio (...) consumarse en silencio una imprevista revolución,
disfrazada con el sencillo ropaje de una elección de presidente.
... las piedras no se mueven; pero vendrá el día (y tal vez muy pronto) en
que no quede una sobre otra! Adiós almacenes, adiós casas, adiós hacien-
das! Ellas pasarán a otros dueños, porque los intentos revolucionarios tien-
18
den a esos fines .
18 El tío..., p. 146.
19 Véase el ensayo sobre ManueIa, en Estudios. B.A.C.Edit. Minerva. Bogotá, 1936,p.
85 Y ss.
LAS FUENTES DEL CONSERVA TISMO 71
20 Eugenio Díaz, El rejo de enlazar. B.P.C.C.2a. edic. Edit. Kelly. Bogotá, 1944,p. 71.
21 Ibid. pp. 98 Y99.
72 PARTIDOS pOLÍTICOS y CLASES SOCIALES
'" las haciendas de la Sabana van pasando por la reforma lenta de la civili-
zación de la Nueva Granada, que no se presta a los adelantos de verdadero
provecho ni en máquinas, ni en crías, ni en nada de las artes que dan el
22
verdadero lucro .
22 Ibid. p.12.
LAS FUENTES DEL CONSERV ATISMO 73
y más adelante:
23 La miseria en Bogotá, op. cit. p. 28: «Surgió de esto un hecho de las más funestas
consecuencias, pues saliendo los alumnos de entre las familias acomodadas, que
son las que desempeñan como empresarios de industria el papel más importante
en la obra de producción, los hábitos de rutina e ignorancia se perpetuaron y no
sólo han continuado su atraso los cultivos y empresas ya establecidas, sino que se
ha retardado la explotación de industrias tales como el cultivo del café, del añil y
del nopal, que exigían empresarios activos y preparados».
24 El rejo..., pp. 113 Y 119.
74 PARTIDOS POlíTICOS y CLASES SOCIALES
OO'Yo creía cándidamente que todas esas leyes que se dan en el Congreso y
todos esos bellísimos artículos de la Constitución eran la norma de las pa-
rroquias y que los cabildos eran los guardianes de las instituciones; pero
estoy viendo que suceden cosas muy diversas de las que se han propuesto
los legisladores; por lo menos en donde haya un don Tade026.
25 . Ibid. p. 207.
26 Manuela, p. 214.
LAS FUENTES DEL CONSERVA TISMO 75
27 [bid. p. 26.
76 PARTIDOS pOLÍTICOS y CLASES SOCIALES
1 Véase Estanislao Gómez B.,Don Mariano Ospina y su época. Medellín, 1913,p. 404
Y ss.
78 PARTIDOS PoLíTICOS y CLASES SOCIALES
parece que a la constancia con que lidiamos los qu~ dirigíamos las opera-
4
ciones es que se debe el restablecimiento de los principios liberales .
una lucha que no interpreta las palabras literalmente, sino que exige
que sugieran promesas o rencores.
I Para la ortodoxia conservadora de Mariano Ospina, González
, « ... se ha hecho representante de un partido equívoco que a nadie
, place y que ninguno acepta»8. Pero ya la postulación de su candida-
, tura había creado alguna confusión. Muy poco antes, cuando se
creía que ella provenía del partido liberal, los conservadores se ha-
bían apresurado a manifestarse complacidos9, pues se reconocía en
el candidato a un hombre preocupado, ante todo, por el estímulo de
los intereses materiales del país y dominado por la idea que había
traído de Europa de desarrollar los gérmenes de riqueza de la Nueva
Granada. No sólo para los conservadores era el candidato más de-
seable que podía proponer el partido liberal -en cuyas filas se lo
contaba, «conalgunas modificaciones», es cierto-, sino también para
todos los hombres positivos del país, que compartían el mismo tipo de
preocupaciones económicas y a los que se toleraba la excentricidad
de despreocuparse por las discusiones políticas.
Aprobado como adversario, encuentra resistencia como agente
de una fracciónmás del partido conservador, que por entonces atrave-
saba una aguda crisis, sin que los clamores de Mariano Ospina por la
unidad fueran escuchados. Pues, si en rigor los enunciados de Gon-
zález eran liberales, su violenta oposición a los niveladores, de quie-
nes todo se temía, lo convertían en un aliado del conservatismo. Un
aliado incómodo en las circunstancias anotadas ..., que no garantiza-
ba la pureza doctrinaria tan necesaria a la unidad, y cuyo único punto
de contacto con los conservadores lo constituía cierta intransigencia
de minoría que aspiraba a una « ... democracia ilustrada, en que la
inteligencia y la propiedad dirijan el destino del pueblo ...» y que
rechazaba con energía «... una democracia bárbara, en que el proleta-
rismo y la ignorancia ahoguen los gérmenes de felicidad y traigan la
sociedad en confusión y desorden»lO.Los ideales más genuinos del
liberalismo del siglo XVIII se aliaban en este caso a los temores con-
servadores de una sociedad igualitaria.
... desde que de alguna manera se autorice que los jesuitas estén en el país
como comunidad pública, se les facilitan los medios de adquirir, porque
ellos no pueden adquirir sino para la comunidad y de ninguna manera in-
dividualmente. Ahora bien, sabida es la codicia insaciable de los jesuitas y
las grandes adquisiciones l\ue han hecho en todas partes en poco tiempo
l
con sus manejos hipócritas .
-
inveterado hacia los adversarios.
LA ANGLOMANÍA
tonces que, como los españoles, seamos «... el más firme sostén de
añejas y detestables preocupaciones, rutineros, perezosos e intole-
rantes en todas materias y opiniones». ¿La solución? Parece sencillo
procurarse todas las cualidades inherentes él. las razas del norte me-
diante cruzamientos que regeneren estas razas «viciadas» y «raquí-
ticas».
Este tipo de argumentos parece conceder demasiado a una su-
puesta virtud inherente a la raza anglosajona~.,yentraña un pesimismo
tan radical que debe conducir a quienes lo prohíjan a un fatalismo
quietista y resignado. La solución, por otra parte, no se da al alcance
de la mano y sólo puede ser entrevista por una mentalidad en la que
la conciencia de la propia peculiaridad se desvanece, frente a consi-
deraciones de orden puramente teórico.
La actitud de las nuevas generaciones insiste, por el contrario, en
16
esa conciencia, se apega a ella y a sus posibilidades • La solución,
en el sentido de integrar homogéneamente los intereses sociales, pa-
rece estar señalada por la tendencia de la raza española a absorber
la sociedad primitiva, creándose en virtud de este proceso una socie-
dad enteramente nueva. Y la raza española dominante, que pertenece
al grupo de los pueblos latinos, debe reclamarse de las instituciones
propias de tales pueblos. Aunque no se tenga una noción muy clara
de esta latinidad, las afinidades empujan necesariamente a la imita-
ción de los franceses, el pueblo que se halla a la cabeza de las reivin-
dicaciones democráticas en 1848.
Florentino González, por su parte, n.Q...quiere_QÍLhablar de esta
logomaquia que se apoya en el «... falso concepto de que hay razas
queson buenas para tener ciertas instituciones políticas y otras que no
lo son». Que 1'10 se hable de herencia española yde la inhabilidad de 1
los españoles para adoptar instituciones democráticas cuando quiere
atribuirse un origen a las frecuentes conmociones políticas de His-
panoamérica. La experiencia histórica está ahí para probamos que
hubo una época en la que las libertades municipales españolas consti-
tuyeron un dique a las pretensiones imperiales. La misma experiencia
muestra a los pueblos anglosajones adoptando instituciones de-
16 José María Samper, Ensayo sobre las revoluciones ..., pp. 34 Y 35.
88 PARTIDOS pOLÍTICOS y CLASES SOCIALES
COMERCIALIZACIÓN DE LA AGRICULTURA
2 Luis E. Nieto Arteta, op. cit., p. 194, traza una imagen psicológica del comerciante
granadino, cuya expresión política identifica con la corriente gólgota. Según Nieto
A., el comerciante es inestable, desarraigado, un anarquista en economía, pero sen-
sible a las crisis económicas. Deduce que tales crisis lo impulsan a desdeñar la pura
producción de riquezas. Si esto es cierto con respecto a la producción industrial,
aquí se subraya el aspecto positivo de la comercialización de la agricultura y se
atribuye una importancia suficiente a los argumentos de los comerciantes sobre la
imposibilidad de la industrialización. Creo más razonable pesar estos argumentos
a la luz de las creencias de la época y de la coyuntura económica, que condenar la
política del siglo XIX con la óptica de nuestro siglo XX. Se vinculan también dos
fenómenos entre los cuales Nieto A. no establece conexión alguna, sino que califica
por separado -y de manera contr.adictoria-, a saber: la abolición del monopolio
del tabaco y la reducción de la tarifa aduanera. Finalmente, dentro de los esquemas
del mismo Nieto A., puede adelantarse, como hipótesis'interesante,la posibilidad
de que la crisis inglesa de 1847 haya impulsado a los comerciantes granadinos a
comercializar la agricultura.
LA ABOLICIÓN DEL MONOPOLIO DEL TABACO 93
chos se operó un cambio radical que los condujo a apoyar la política, teñida de nacio-
nalismo, de la Regeneración. El caso más saliente es, sin duda, el de José María j
Samper.
4 Que pide un editorial de El Neogranadino, No. 176, de 3 de octubre de 1851, p. 317:
« ••• porque en el hecho de dar libre, franca y desembarazada entrada en nuestro país
a todo efecto de comercio, se promueve necesariamente la actividad de los cambios,
que no pudiendo, tener lugar sin ofrecer artículos nuestros en trueque de los extranjeros, se
determinará tal vigor en la producción nacional, que apenas lo concebirán aquellos
que saben cuánto influyen la facilidad y permanencia de las salidas en la próspera
suerte de los fenómenos» (subrayo).
94 PARTIDOS pOlÍTICOS y CLASES SOCIALES
rio comercial. Tal era el resultado final que perseguían los liberales
de la época, para quienes
la rebaja de derechos de importación [no es considerada] como un favor
oo.
6 «Abajo los monopolios», citado por E1Neogranadino, No. 203, del 2 de abrí! de 1852,
p.114.
.,. sin embargo, es triste la convicción de que esos alegres campos y esas
pingi.ies cosechas forman, en su mayor parte, una especie de feudalismo
industrial nada exento de vejaciones y miseria para los cultivadores. Noté
mucho desaliento en los cosecheros, que no tienen fe alguna en la promesa
9
de libertad que les ha ofrecido la ley de tabac0 .
9 Escritos,!, p. 67.
98 PARTIDOS POLíTICOS y CLASES SOCIALES
... los ecos destemplados venidos a nuestras playas y repetidos por una que
otra concavidad de nuestros Andes, las voces que han proclamado en EU- L
10 Artículo «Dejad hacer» -una réplica al de José María Samper, citado en el capítulo
anterior-, en El Neogranadino, No. 246, ,de 15 de abril de 1853.
110 PARTIDOS pOLÍTICOS y CLASES SOCIALES
--
Murillo Toro habría declarado en el Congreso, cuando los propietarios del Cauca
fueron duramente maltratados en 1851, que «... el gobierno no lo creía, pero que si \
los hechos eran como se los describían, aun así no era raro, y que el pillaje y las
violaciones de domicilio no eran sino exageraciones del pueblo que comienza a
conocer sus derechos». Fol. 175 r.
6 La Gaceta Mercantil (Santa Marta), No. 5, de 2 de noviembre de 1847.
116 PARTIDOS POLíTICOS y CLASES SOCIALES
Una crítica como ésta de Samper sólo era posible a raíz de una
nueva actitud hacia la Independencia y de una revaloración del con-
j cepto de libertad. En la base de estas nuevas ideas se encontraba la
, convicción de que la Independencia no había encontrado un eco en-
\ tre las masas, lo que invalidaba sus resultados, y de allí la necesidad
¡ de invitadas a intervenir activamente en el proceso político.
Así lo reconoce, desde una posición oficial, Victoriano paredesll,
para quien
... el absolutismo y las preocupaciones de todo género, procedentes del
tiempo colonial, habían echado profundas raíces en estas comarcas: la liber-
tad y las ideas luminosas que ella engendra y fomenta, no aparecieron sino
a esfuerzos de unos pocos patriotas, y tan aisladas y faltas de bases suficien-
tes sobre qué poder reposar, que era menester buscar en las masas el apoyo
necesario para hacer triunfar definitivamente las innovaciones y corolarios
inherentes a los nuevos principios proclamados; pero las masas, educadas
en la ignorancia y la barbarie, no los apoyaban con decisión porque no los
comprendían. Así fue que hasta que no empezaron a ilustrarse y a hacer las
comparaciones a que las mismas oscilaciones políticas han dado lugar, no
empezaron a apercibirse de la excelencia del nuevo sistema de gobierno y
a cooperar con conocimiento de causa y con enérgicos esfuerzos a la con-
quista de los derechos y la civilización emprendida por los próceres de la
Independencia.
I ser más complejas que las señaladas por una simple coincidencia o
14 Santander, Cartas y mensajes del general. Comp. de Roberto Cortázar. Edit. Librería
Voluntad. Bogotá, 1954. Vol. VIII, p. 185. En el mensaje al Congreso de 1833, el
presidente se apresura a poner en práctica su propio consejo. Dice: «... merece, no
obstante, las meditaciones del Congreso, la conveniencia de reformar las leyes que
establecen los derechos de importación y exportación. Las aduanas han tenido y
aún tienen en casi todas las naciones, el doble objeto de proveer a los gastos públi-
cos y de favorecer la industria propia, intereses ambos de que no podemos prescin-
dir en las presentes circunstancias», p. 253.
122 PARTIDOS POLíTICOS y CLASES SOCIALES
Con todo, J.J. Nieto pudo insinuar que la práctica inglesa era di-
ferente y que los ingleses protegían a los artesanos y fabricantes de
su país. Parecería entonces, como si « ... todos esos bellos pensamien-
tos que nos mandan de Europa son para que se practiquen aquí pero
no para que se ejecuten allá». Esta maliciosa observación se vio recha-
zada en el debate por Manuel M. Mallarino, casi con indignación16;
REFLEXIONES
18 Según Ospina Vásquez. op. cit., p. 206, «oo. contrasta el aparato de acción y la influen-
cia (de las Sociedades Democráticas) con la insignificancia de sus pretensiones en
el campo puramente económico: protección para la ínfima industria de una docena
de sastres, talabarteros y zapateros».
128 PARTIDOS POLíTICOS y CLASES SOCIALES
y eran muchos los que no querían salir de ese estado por nada
del mundo. Mariano Ospina R., por ejemplo: « ... es necesario decir
-y lo dice- que nuestra poca riqueza es fecunda y la riqueza de los
ingleses muy estéril. Nosotros tenemos poco pero ese poco está re-
partido; y basta para hacer vivir sin gran fatiga a nuestra población».
y más adelante expresa una idea de curiosa resignación: « ... noso-
tros, pues, estamos pobres respecto del pueblo inglés, pero nuestra
pobreza es cien veces preferible a la opulencia de aquél»20.No es
necesario insistir demasiado sobre las implicaciones de una afirma-
ción parecida. Revela, en todo caso, un clima mental que debe ser
tenido en cuenta al analizar las verdaderas proporciones de la dis-
cusión sobre el librecambio. Puede verse también como el resultado
de una falta de perspicacia respecto de los fenómenos contemporá-
neos. O puede explicarse como la pretensión conservadora de opo-
nerse al ascenso de una burguesía de comerciantes, apoyándose
para ello en las viejas estructuras agrarias que aseguraban una eco-
nomía de subsistencia. O como la imagen de una Arcadia ahistórica
que no puede anticipar el futuro.
... los jesuitas llegados a Bogotá en la más profunda miseria, hace un año
apenas (escribe en 1845), hoy se ven no solo al abrigo de la necesidad, lo
que apenas sería justo, sino casi ricos, gracias a los regalos de toda clase que
han recibido. Esto no es suficiente para ellos. Piensan consolidar su influen-
cia sobre la clase media y sobre el pueblo por prédicas y por el estableci-
miento de congregaciones obreras2.- - .
Si bien los jesuitas habían sido llamados para ejercer una influen-
cia confesíonal sobre la juventud, su apoyo principal se hallaba en-
tre las clases bajas que recordaban maliciosamente quiénes habían
sido los primitivos propietarios de las haciendas más fértiles del
país; este solo pensamiento bastaba para intranquilizar a los actua-
les propietarios y despertar su hostilidad hacia los jesuitas. Ahora
bien, aunque se prescinda de los motivos de hostilidad -reales o
ficticios- que atribuye el señor LisIe a los artesanos, siempre debe
ser tenida en cuenta la acción que se propusieron los jesuitas por
medio de las congregaciones, que parecen ser el antecedente inmedia-
to de las Sociedades Democráticas.
Un poco más tarde, Juan Francisco Ortiz3 ~ncontraba entre l.Qs
artesaTllJ.s
y los jesuitas una comunidad de interese~ tan est~~cba,que
, teníamotivos para esperar -en las elecciones de ~84:~.::- el apoyo de
los artesanos a la fracción conservadora. Según Ortiz,
./
,,/ o •• los jesuitas han encarnado en los artesanos como éstos están incrustados,
si se permite tan atrevida frase, en la guardia nacional de Bogotá; de manera
que jesuitas, milicianos y artesanos forman una masa compacta que piensa
de un mismo modo, y obrará de concierto, cuando llegue el caso, a una sola
señal, a una sola voz.
'" ya habéis visto el desprecio con que hemos sido tratados. Nuestras solici-
tudes no tienen mérito alguno, ni somos capaces de presentar motivo alguno
de conveniencia pública; porque ésta no se encuentra sino en nuestro pro-
pio exterminio: por esto no se nos pagará lo que se nos debe, no seremos
protegidos con el trabajo que se nos debiera proporcionar; con tal motivo
los contratos, principalmente de vestuarios, han de ser traídos de la extran-
jería y no construidos en el país.
17 ¡Artesanos, desengañáos! Cartel mural firmado por Miguel León. Bogotá, 6 de agosto
de 1853.M. Goury du Rosland presencia escandalizado los síntomas de una verda-
dera guerra social. Escribe el ministro francés el 11de julio de 1853: «En otro tiempo,
y diciendo esto no tengo la intención de remontarme sino a un pasado de algunos
meses, el vestido y el sombrero negros que llevaba un granadino eran una distin-
ción suficiente para protegerlo en medio de las agitaciones populares. La hostili-
dad, cuando a grandes intervalos llegaba a manifestarse entre el poder ayudado de
sus soldados y la clase turbulenta de los doctores, sostenida por el descontento de
todos los partidos, tomaba, al menos, una bandera sobre la cual se estaba habituado
a leer la palabra consoladora de "respeto a la propiedad". Los primeros luchaban
para conservar el poder del que estaban revestidos, los segundos para quitárselo.
Hoy, señor ministro, la escena ha tomado un aspecto más dramático y el color del
rostro de los actores, al mismo tiempo que la diferencia de sus vestidos, indican que
hay en los unos tentativa de transformación social y en los otros esfuerzo para
resistir el peligro que ellos mismos han hecho nacer» A.A.E. Vol. XXI, fa!, 292 r. y
293v.
Los ARTESANOS 141
Aquí vale la pena recordar, aunque parezca un poco cruel, que era
el mismo Samper quien había predicado un catecismo de moral
laica, según el cual bastaba cierta aplicación a las enseñanzas pro-
porcionadas en las Democráticas para tener acceso a la plenitud ciu-
dadana.
Otro punto de vista tenía como factor decisivo la intervención de
los artesanos que apoyaban al general Obando contra la imposición
de la Constitución del 21 de mayo (que calificaban de anárquica) por
los gólgotas.
y aun puede discutirse el carácter militar que siempre se ha atri-
buido al golpe de Estado. Esto es por lo menos lo que se desprende
del punto de vista de un militar de profesión21• Los ataques de Flo-
rentino González, que acaudillaba con este propósito a la juventud
gólgota, habían dado por tierra con la institución tradicional. Se había
armado a los miembros de las Sociedades Democráticas, constitu-
yéndolos en Guardia Nacional. Se esperaba evidentemente que este
cuerpo se convertiría en el guardián de las instituciones y en la ga-
6 «Don Eugenio Díaz», en: Una ronda de don Ventura Ahumada y otros cuadros. Selec-
ción Samper Ortega de literatura colombiana. Bogotá, s. f. doña Elisa Mújica supo-
ne que este prólogo fue escrito por el responsable de la colección. V. «Nota crítica
biográfica sobre Eugenio Díaz Castro», el excelente estudio que sirve de introduc-
ción a la edición de Procultura.
7 Baldomero Sanín Cano, «Eugenio Díaz», en: Escritos, Bogotá, Instituto Colombiano
de Cultura, 1977 p. 417.
148 PARTIDOS POLíTICOS y CLASES SOCIALES
las razones que daban origen a estas dos series de asociaciones son
diferentes. Para don SalvªdQLCamachQ,_C.Qmopara muchos de sus
contemporán;;s,la novela no debía contentarse con se~~!lmerQ..l2!Q-
dUctodelaimagihacion~· en cuyo··ciisole·pareCíaque estaba destinada
apenas a alImentar o·ciosas ensoñaciones sentimentales de las jóve-
nes, cuando debía contribuir a reformar costumbres viciosas y a lla-
mar la atención del poder sobre situaciones sociales injustas.
Esta visión victoriana de la novela desapareció con el siglO XIX y
para Hernando Téllez el problema era de naturaleza estrictamente
literaria. ¿Era el costumbrismo una «categoría literaria de segundo
rango» frente a' la gran novela europea? En cierto sentido, podría
decirse que los genios de los géneros narrativas habían sido costum-
bristas. Colocar, corno lo hacía Camacho Roldán, a la señora Bee-
cher-Stowe, a Eugenio Sué, a Pereda alIado de Cervantes, Dickens
o Balzac, contribuía a reforzar todavía más la confusión. Pero Her-!
nando Téllez no podía dejar de percibir claramente el abismo estéti- \
co que existía entre la gran novela europea y nuestro costumbrismo. \¡
La gran novela no debía contentarse con la descripción de tipos ge-
néricos sino que debía acceder a '~\ .} .
, ~ e- 1+
un plano más rico y complejo, más problemático, donde la presencia del'. ~\'~:"'-'.
conflicto de la persona humana o su ausencia de conflicto, que es también ("¡¡ o/o\",'f
conflicto, le da a la creación literaria su trascendencia verdadera. r IZ-::: ..¡ \-v<
. ~~
Podría agregarse que en la novela hay una poética de formas fun-
damentales que no quedan confinadas a lo circunstancial de tipos o
de clases sociales definidas histórica o sociológicamente.
Hernando Téllez proponía también el problema de la novela en
LatinoaméricalO• Hace poco menos de treinta años este era un tema
consabido de la crítica literaria entre nosotros. La comprobación de
un florecimiento de la novela en los Estados Unidos, que había co-
menzado en los años veinte y cuyas grandes figuras estaban todavía
en su apogeo en los cincuenta, inducía a esta impaciencia y a los
interrogantes sobre las condiciones que hacían posible la «gran no-
10 Agradezco a don Renán Silva haber llamado mi atención sobre las tesis de Hernan-
do Téllez,
150 PARTIDOS POLíTICOS y CLASES SOCIALeS
Guarecidas como las ratas entre los cimientos de las mejores casas de Bogo-
tá, somos como de nación separada. Teniendo relaciones íntimas con la so-
ciedad, la sociedad nos desdeña.
¿Pero qué? ¿Los hacendados, no hacen lo que se les da la gana? ¿Don Leo-
cadio desde su castillo feudal, como dice don Demóstenes, no gobierna con
sus leyes propias doscientos arrendatarios que no obedecen a las autorida-
des sin tomar su parecer? ¿No defiende a los criminales y reos prófugos,
porque este servicio le cuesta menos que el servicio de los hombres libres?
¿No se excusa don Leocadio del servicio público que imponen las leyes, y
de los ser'vicios privados de caminos y puentes? ¿No les prohíbe a sus arren-
datarios que cumplan con el servicio personal de los caminos, por tener el
gusto de que los pobres de otros sitios o partidos hagan camino para él y
para sus mulas? ¿No sentencia y castiga como señor feudal? ¿Y qué le su-
cede a don Leocadio? ¿Qué les sucede a todos los que hacen su gusto atro-
pellando leyes y autoridades? ¿Quién los acusa? ¿Quién los castiga? Los
majaderos, los sumisos, los santos son los que la llevan perdida, o diremos
más bien, los zoquetes. ¿Los intereses de los escrupulosos no van a dar a las
manos de los hombres vivos y de empresa y que no se paran en pelillos?
¿Qué vamos a hacer, si esto no es sino el efecto de una constitución acomo-
da ticia, de una legislación floja y de una política que santifica la impunidad
de los delitos? ¿Qué se hace en este caso? ¿Ser víctimas de los atrevidos, o
ser atrevido con los atrevidos?
Frente a este partí prís por la cultura del mundo rural tradicional,
sorprende un poco la relativa neutralidad de Eugenio Díaz con res-
pecto a ese nuevo mundo que se había abierto para los trabajadores
rurales con el cultivo del tabaco en Ambalema. Bien es cierto que allí
las mujeres tomaban un «cierto aire de livianidad y descoco» pero el
cuadro subraya también los efectos liberadores de un salario regular.
Esta experiencia social era en todo caso demasiado reciente (pues
apenas databa de unos diez años cuando Díaz escribía su obra) pero
el novelista ya podía intuir que en ese nuevo mundo se disolverían
para siempre las jerarquías y la deferencia del mundo rural:
... Manuela preguntó a su paisana cuál era el amo de su trabajo.
-¿Amo? exclamó Matea, haciendo sonar uno de sus cachetes con el puño
que se dio. ¿Amo? De eso no se usa por aquí.
-¿Cuál es el que las sacude con la zurriaga, pues?
-¿Esta es la zurriaga que gobierna todas las cosas, dijo Matea, mostrándole
tres o cuatro fuertes.
EL VER, EL OÍR
dad. Por esto se suele repetir que los escritos de E. Díaz poseen una
cualidad fotográfica, un verismo que se compenetra con los objetos
de la naturaleza.
Ocurre sin embargo que las descripciones de la naturaleza en
Manuela están lejos de parecer una reproducción fotográfica, si por
esto se entiende una copia en la que cada fragmento de la realidad
está traspuesto en una reproducción. En realidad, en los escritos de
Díaz ni siquiera hay una naturaleza. Su tierra caliente no tiene tex-
tura, olor ni color. Su presentación es simplemente una enumeración
profusa de objetos, un amontonamiento. Nada parece más artificial,
menos espontáneo que estas descripciones sin artificios. La natura-
leza del costumbrista es un simple catálogo, en el que cada entrada
va acompañada de una descripción botánica o zoológica elemental:
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