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DE LA GASTROSOFÍA O SABIDURÍA DE LAS SERIES GASTRONÓMICAS

CHARLES FOURIER

Nuestros supuestos gastrónomos, tanto escritores como practicantes, no están en


absoluto a la altura del tema; lo rebajan al tratarlo en broma. Cierto es que en
civilización la gastronomía no puede desempeñar más que un papel subalterno, y
más cercano al desenfreno que a la sensatez; pero en armonía sería reverenciada
como móvil principal del equilibrio de las pasiones.

El sentido del gusto es un carro de 4 ruedas, que son:

1 la gastronomía, 3 la conserva,

2 la cocina, 4 el cultivo.

La combinación de estas cuatro funciones, ejercidas en Series apasionadas,


engendra la gastrosofía o sabiduría higiénica, higiene graduada, aplicada a las
escalas de temperamentos que no son conocidos por la medicina civilizada (véase
la nota en tomo IV, 107).

De acuerdo con su propiedad de mundo al revés, la civilización marcha en sentido


contrario a esta carrera; quiere comenzar por donde habría que acabar. Todo
padre aprobaría en extremo que su hijo y su hija sobresalieran en las ramas 3 ͣ y
4 ͣ, de conserva y cultivo; se desearía incluso que las muchachas se ejercitasen en
la 2 ͣ rama que es la cocina: así, se admiten 3 ramas de ciencia que no pueden
crear la Atracción industrial, y se proscribe la 1 ͣ rama, la gastronomía de donde
habría de nacer la pasión por las otras 3.

Esta torpeza es también una de las hazañas de la moral que tiende a hacernos
enemigos de nuestros sentidos, y amigos del comercio que no trabaja sino para
provocar los abusos del placer sensual.

Por otra parte, escritores escandalosos dan lecciones de gula a nuestros Lúculos,
que tienen bastante con las luces de sus cocineros sin necesidad de que la poesía
y la retórica vengan a prestarle apoyo. Esta prostitución literaria compromete la
gastronomía, así como las pamplinas de la secta Owen comprometen la
asociación.

La gastronomía no se convertirá en ciencia honorable hasta que sepa proveer a


las necesidades de todos; ahora bien, es un hecho que la multitud, lejos de
progresar en el camino de la buena mesa, está cada vez peor alimentada. Está
privada incluso de los comestibles saludables y necesarios: se ven en París de

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3.000 a 4.000 gastrólatras que se regodean a no poder más; pero se ve al lado de
ellos de 300.000 a 400.000 plebeyos que no tiene siquiera la sopa natural: se les
hace ahora un simulacro del caldo con unos ingredientes que huelen a tocino
rancio, a sebo y a agua corrompida. El espíritu de comercio va en aumento, y sus
bribonadas abruman cada vez más a las clases inferiores.

La gastronomía no será loable sino con dos condiciones: 1 ͣ cuando se aplique


directamente a las funciones productivas. Engranada, maridada con el trabajo de
cultivo y preparación, obligando al gastrónomo a cultivar y cocinar; 2 ͣ cuando
coopere al bienestar de la multitud obrera, y haga participar al pueblo de esos
refinamientos de buena mesa que la civilización reserva a los ricos ociosos.

Para alcanzar este fin, hay que engranar las funciones del gusto e incorporarlas a
todas a la más atractiva de las cuatro que es la gula. Es cosa segura que ésta no
será abandonada, que será siempre atractiva; es preciso, pues, elegirla como
base del edificio [Falansterio], si se quiere que éste sea regular y duradero.

***

Tomado de: Fourier, C. (1989). El nuevo mundo industrial y societario. FCE:


México. pp. 282-283.

Reseña

En busca de la perfección de la sociedad civilizada, del equilibrio en la población y


del reparto proporcional de la riqueza, Charles Fourier publicó “El nuevo mundo
industrial y societario” por vez primera en París en 1829. Admirado y respetado
como “precursor” del socialismo, Fourier despliega ante nuestros ojos un mundo
inmenso y burlesco sin preocuparse de pruebas ni de verosimilitud. Capaz de una
física fabulosa, de una claridad admirable, metódico, lógico, audaz e imaginativo,
fue antecesor del marxismo, del psicoanálisis y de todo género de direcciones del
arte moderno y del pensamiento contemporáneo.

En el mundo falansteriano que preconiza, establece la práctica de la verdad y de


la justicia como vías de fortuna y divide al trabajo en “series apasionadas” como
mecanismo al que tienden todas las pasiones, como único orden conforme con el
deseo de la naturaleza.

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