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¡Acabad ya con esta crisis!

Por Paul Krugman

El economista galardonado con el premio Nobel de Economía Paul Krugman muestra en este
texto una postura manifiestamente crítica con las políticas de austeridad implementadas por
numerosos gobiernos como solución a la presente crisis económica mundial, al tiempo que se
posiciona a favor de «políticas expansivas y de creación de empleo».
Publicado en el año 2012, su escrito comienza con la descripción de la situación de crisis
económica existente desde el 2008 (estancamiento del PIB mundial, incremento del desempleo…)
para concluir que todo ello es síntoma de una depresión económica, entendida esta como «un
estado crónico de actividad inferior a la normal durante un período de tiempo considerable, sin
tendencia marcada ni hacia la recuperación ni hacia el hundimiento completo», según definió el
afamado economista John Maynard Keynes en 1930. La salida a dicha situación de depresión
económica requiere —defiende Krugman— la adopción de medidas eficaces que, aunque
conocidas, no se han implementado. A pesar de que los conocimientos extraídos de la experiencia
de la Gran Depresión de los años 30 del pasado siglo sostienen que la reactivación de la economía
pasa por un incremento del gasto público hasta que el sector privado vuelva a estar en condiciones
de impulsar la economía (políticas keynesianas), las medidas adoptadas han consistido en un
mayor ahorro y recortes en los presupuestos públicos.
En efecto, si bien algunos especialistas afirman que una de las causas manifiestas de la crisis ha
sido una grave caída de la demanda producida por el estallido de las burbujas inmobiliarias de
Europa y Estados Unidos con el consiguiente descenso del gasto en construcción y bienes de
consumo y la disminución de la inversión empresarial, otros autores defienden la imposibilidad
de que el conjunto de la economía pueda experimentar una falta global de demanda. Estos últimos
argumentan que lo que se ahorra por un lado se gasta por otro y, por consiguiente, es absurdo
pensar que pueda darse una caída generalizada de la demanda. Sostienen que la inyección de
dinero en la economía por parte del gobierno ha de proceder o bien de impuestos o bien de un
préstamo, retirándose en ambos casos dinero de la economía, por lo cual consideran que un
aumento del gasto gubernamental es una medida ineficaz de lucha contra el desempleo.
Frente a ello, Krugamn muestra la falacia de dicho argumento de imposibilidad de una falta
generalizada de demanda mediante una analogía con lo sucedido con una cooperativa de padres
que prestaban servicios de cuidado de niños, lo cual le permite extraer una palmaria conclusión:
«tu gasto es mi ingreso y mi gasto es tu ingreso». Esta estrecha vinculación de gastos e ingresos
implica otras consecuencias.
En efecto, lo sucedido con la cooperativa no solo demuestra la posibilidad de que se produzca una
insuficiente demanda general, sino que también permite extraer la conclusión de que, aunque no
se produzcan problemas con la capacidad productiva, una economía puede caer en recesión por
falta de coordinación entre los diferentes actores.
Dicha analogía conduce igualmente a la pregunta de si sería posible solventar la depresión global
mediante una gran inyección de dinero. Esta ha venido siendo la forma tradicional de salir de las
recesiones que se ha impuesto en los últimos cincuenta años: la Reserva Federal (en Estados
Unidos) aumenta la base monetaria o «el total de moneda que tienen los bancos, sea en
circulación, sea en reserva» cuando lo estima necesario. No obstante, dicha base monetaria se ha
triplicado desde 2008 y ello no ha supuesto el fin de la recesión. A partir de ello, Krugman advierte
de la posibilidad de llegar a una situación denominada «trampa de la liquidez», en la cual la
impresión de más moneda no permite sacar a flote la hundida economía dado que el ahorro no se
traduce en inversión.
Teniendo en cuenta todo ello, Krugman esta introducción a su libro proponiendo una clara e
indudable solución para la salida a la crisis económica: introducción de políticas keynesianas de
aumento del gasto gubernamental para incrementar la producción y reducir el desempleo.

Sin ánimo de entrar a valorar teorías económicas que se escapan a nuestro alcance y, desde luego,
sin pretender defender exhaustivamente una posición contraria a la mantenida por el autor, todo
lo expuesto hace pensar en la gran pluralidad de factores que intervienen y hacen difícil —si no
imposible— predecir la dirección y el alcance de las medidas a adoptar. En relación con ello es
inevitable formularse la pregunta de si una medida (económica) es tan perfectamente extrapolable
a otra situación en la que los factores intervinientes no son los mismos. En efecto, en el escenario
simplificado de la cooperativa de canguros al que se alude en el texto puede observarse que un
factor no tenido en cuenta inicialmente como es una actitud cauta y precavida ante el futuro por
parte de los padres ha ocasionado el fracaso del proyecto empresarial.
A partir de ello cabe preguntarse si realmente lo único decisivo es aumentar el gasto sin considerar
otros factores. ¿No será necesario matizar la medida con tintes actuales? Por ejemplo, ¿no será
conveniente escuchar también las voces que critican el llevar el crecimiento económico por
bandera, o aquellas que abogan por una mayor sostenibilidad, por introducir cambios en la
economía que no generan actividad económica y requerimientos de trabajo sino, al contrario, los
reducen (por ejemplo, mayor durabilidad de los productos, menos consumismo…)? Estas voces,
que presumiblemente no resuenan actualmente del mismo modo que lo hacían —si lo hacían—
en la época en la que las políticas económicas de Keynes demostraron su éxito, parecen poder
ejercer influencia en la medida a implementar al modo que lo hiciera la precaución, por parte de
los padres de la cooperativa, ante un futuro incierto.

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