Sie sind auf Seite 1von 2

Querido amigo, haz venido para charlar, para compartir unos mates y me dejaste

anonadado. Jamás pensé que te pudiera suceder esto. Te confieso que esta situación me
supera. Te esperé para reir, pero acabamos llorando. Saber que a esta corta edad tienes un
cáncer terminal es una noticia muy difícil de escuchar. Y pienso que para vos debe ser
aún más complejo. Sabés que estoy acá, que podés contar conmigo y mis oraciones.
Vos sos un joven de iglesia, y sabes que el Señor te ama muchísimo. Algunos te dicen
que es un castigo de Dios, o que Él no existe, o sino no hubiera permitido que te pasara
esto. Amigo mío, las cosas pasan. El sufrimiento, la enfermedad, son parte de la vida.
Que lo que te pasa es injusto, es verdad. Tienes derecho a enfadarte con Dios, a gritarle,
a llorar. Pero debes saber que Él no te está castigando con el cáncer. Él te ama muchísimo,
y quiere lo mejor para vos.
Haz leído algunos pasajes bíblicos, que son extraños, difíciles de entender si los sacamos
de contexto. Me preguntas, cómo un Dios amoroso puede castigar con un sufrimiento a
su hijo. Hace unos días abriste la Biblia y te encontraste con dos pasajes poco alentadores,
el de la primera carta de Corintios 11,32: «Pero el Señor nos juzga y nos corrige para
que no seamos condenados con el mundo» y de Hebreos 12,7-8 donde leíste: «Si ustedes
tienen que sufrir es para su corrección; porque Dios los trata como a hijos, y ¿hay algún
hijo que no sea corregido por su padre? Si Dios no los corrigiera, como lo hace con
todos, ustedes serían bastardos y no hijos». ¡Amigo! No es lo que piensas. Crees que tu
cáncer es una “corrección de Dios”. ¡No! Ese pasaje explica otra cosa, que Dios, como
un Padre cercano da ciertas correcciones a sus hijos para que se acerquen a Él. Aquí se
refiere a las correcciones fraternas, amorosas, como las que te hacía tu mamá cuando te
portabas mal. Ella no quería que sufras, sino que aprendieras a obrar bien. Aquí pasa lo
mismo. Ten cuidado cuando escoges al azar una frase, ya que cuando las elegimos así y
no vemos el contexto, podemos pensar aquello que no se quiere expresar.
También me has dicho que te hablaron de Apocalipsis 3,1: «Conozco tus obras:
aparentemente vives, pero en realidad estás muerto». Aquí Cristo se presenta
reprochando la vida externa cuando en realidad por dentro ya se está muerto. Tú, amigo,
no estás muerto. Que el tiempo que te queda de vida (según una estimación de los
médicos) no te detenga. Demuestra a Cristo, demuestra a tus familiares y amigos,
demuéstrate a ti mismo que tu vida no tiene un punto final fijo.
Te quiero presentar a un amigo. Me dirás que no tienes ganas de conocer a nadie. Que las
personas hablan sin saber. Esperá che!!! Es un escritor y productor de pelis. Peor me
dices. No! Aguarda. Se llama Albert Espinosa. Es español. Él tuvo cáncer. Escribo aquí
un extracto de su libro Los secretos que jamás te contaron: «Durante los diez años que
tuve cáncer, viví cada día como si fuera el último. Vivía cada día como el primero y el
último. Perdí una pierna, un pulmón y medio hígado. Y fui feliz». (Grijalbo. 2016) Ves!!
Hay otros que también sufren. Es cierto que parece fácil para mí hablar desde afuera, ya
que no soy yo el que está con cáncer. Pero lo que quiero que veas es que el mundo no se
acaba ya. Que somos muchos los que te apoyamos y te acompañamos.
Amigo mío, no te olvides de Cristo. Él también sufrió mucho. Sabía que debía morir, pero
como vos, sufrió. Confíate a Él. Une tus sufrimientos, tus lágrimas a las suyas. Él, que te
ama hasta el extremo, quiere que te salves. Mira, si acoges con fe tu dolor, lo conviertes
en un sufrimiento redentor, que no te quita la paz sino te ayuda a ser feliz, iluminándote
con la luz de la resurrección de Cristo. Y recuerda que, a la luz de la fe, nuestra muerte
corporal es el pasaje a la vida inmortal.
Por eso querido amigo, clama a Dios, pide por tu vida, por tu salud. Di con el salmista:
«A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado; tú, que eres justo, ponme a salvo,
inclina tu oído hacia mí. En tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me
librarás» (Salmo 31).
Finalmente, tan solo te digo que aproveches esta hermosa vida, disfrútala. Haz aquello
que siempre deseas hacer. Busca ser feliz, segundo a segundo. Tus familiares y amigos
estamos aquí para acompañarte. Cuentas conmigo. Como ves Dios me dio unas orejotas,
son para usarlas, así que cuando quieras, ven a desahogarte, que te estaré esperando con
un buen mate. Y, por último, no te olvides que Dios te ama, te ama muchísimo.

Das könnte Ihnen auch gefallen