Sie sind auf Seite 1von 9

Retiro espiritual anual – sacerdotes diócesis de Huacho (2018)

Dr. P. Ciro Quispe 1

Primera meditación
Introducción

El ANHELO DE ESTAR CON EL PADRE


Para iniciar estos ejercicios Espirituales anuales nos inspiraremos en los
Salmos 42-43, que son una misma plegaria. Forman parte de los llamados
Salmos de la Misericordia.
El salmista reza añorando el pasado, cuando sentía la presencia cercana de
Dios (42,1-6), manifestando su tristeza actual que lo siente en su alma y en
sus huesos (42,7-12) y reza, esperando en la misericordia del Señor. Él an-
hela ver el rostro del Señor (43,1-5)
Busquemos junto con el Salmista el Rostro misericordioso del Señor y pi-
damos que tenga misericordia de nosotros, nos bendiga y nos conceda la paz
(Nm 6,24-27)
SALMO 42-43 (41-42)
Lamento del levita desterrado
2
Como anhela la cierva los arroyos,
así te anhela mi ser, Dios mío.
3
Mi ser tiene sed de Dios,
del Dios vivo;
¿cuándo podré ir a ver
el rostro de Dios?
4
Son mis lágrimas mi pan
de día y de noche,
cuando me dicen todo el día:
«¿Dónde está tu Dios?».
5
El recuerdo me llena de nostalgia:
cuando entraba en la Tienda admirable
y llegaba hasta la Casa de Dios,
entre gritos de acción de gracias
y el júbilo de los grupos de romeros.
6
¿Por qué desfallezco ahora
y me siento tan azorado?
Espero en Dios, aún lo alabaré:
¡Salvación de mi rostro,
7
Dios mío!
Me siento desfallecer,
por eso te recuerdo,
desde el Jordán y el Hermón
a ti, montaña humilde.
8
Un abismo llama a otro abismo
en medio del fragor de tus cascadas,
Retiro espiritual anual – sacerdotes diócesis de Huacho (2018)
Dr. P. Ciro Quispe 2

todas tus olas y tus crestas


han pasado sobre mí.
9
De día enviará Yahvé su misericordia,
y el canto que me inspire por la noche
será oración al Dios de mi vida.
10
Diré a Dios: Roca mía,
¿por qué me olvidas?,
¿por qué he de andar sombrío
por la opresión del enemigo?
11
Me rompen todos los huesos
los insultos de mis adversarios,
todo el día repitiéndome:
¿Dónde está tu Dios?
12
¿Por qué desfallezco ahora
y me siento tan azorado?
Espero en Dios, aún lo alabaré:
¡Salvación de mi rostro, Dios mío!
43,1
Hazme justicia, oh Dios,
defiende mi causa
contra gente sin amor;
del hombre traidor
y falso líbrame.
2
Tú eres el Dios a quien me acojo:
¿por qué me has rechazado?,
¿por qué he de andar sombrío
por la opresión del enemigo?
3
Envía tu luz y tu verdad,
ellas me escoltarán,
me llevarán a tu monte santo,
hasta entrar en tu Morada.
4
Y llegaré al altar de Dios,
al Dios de mi alegría.
Te alabaré gozoso con la cítara,
oh Dios, Dios mío.
5
¿Por qué desfallezco ahora
y me siento tan azorado?
Espero en Dios, aún lo alabaré:
¡Salvación de mi rostro, Dios mío!
Retiro espiritual anual – sacerdotes diócesis de Huacho (2018)
Dr. P. Ciro Quispe 3

Volvamos a escuchar-rezar con el salmista, haciendo nuestra su plegaria. El


salmista es uno de nosotros. Él vive una profunda nostalgia. En su oración, an-
hela aquellos tiempos en los cuales sentía el gozo de la presencia del Señor.
Anhelamos, Señor, tu presencia. Sedientos estamos nuevamente de tu Pala-
bra, de tu consuelo, de tu paz, de tu misericordia. Nuestra fe muchas veces se
sostiene solo por la nostalgia, la nostalgia de aquel tiempo en que sentíamos con
fuerza tu amor y perdón, tu llamada y tu elección misericordiosa, tu alegría que
desbordaba nuestro corazón y la paz que nos llenaba al sentir tu llamada.
¿Cuándo podré ver tu Rostro, Señor? ¿Cuándo volveré a sentir tu presencia Se-
ñor como en los días de mi juventud, en el tiempo en el que escuché tú llamada?
2
Como anhela la cierva los arroyos,
así te anhela mi ser, Dios mío.
3
Mi ser tiene sed de Dios,
del Dios vivo;
¿cuándo podré ir a ver
el rostro de Dios?

Hoy Señor vivo entre sufrimientos y tristezas; muchas de mis penas e incom-
prensiones son silenciosas, las guardo en mi corazón, no me atrevo a compartir-
las. Quiero confiar nuevamente en ti Señor, quiero durante estos días de oración
salir de mi profunda nostalgia, levantarme de nuevo como el Paralítico, tomar mi
camilla, acercarme al arroyo de tu gracia, a la fuente de tu perdón y beber nueva-
mente del manantial de tu amor, como en aquellos tiempos de mi juventud.
4
Son mis lágrimas mi pan
de día y de noche,
cuando me dicen todo el día:
«¿Dónde está tu Dios?».
5
El recuerdo me llena de nostalgia:

El salmista abrumado por la tristeza se siente sin fuerzas y sin entusiasmo, ma-
nifiesta que vive en un amargo presente silencioso.
7
Dios mío! Me siento desfallecer,
por eso te recuerdo […]
10
Diré a Dios: Roca mía,
¿por qué me olvidas?,
¿por qué he de andar sombrío
por la opresión del enemigo?
11
Me rompen todos los huesos
los insultos de mis adversarios,
todo el día repitiéndome:
¿Dónde está tu Dios?
Retiro espiritual anual – sacerdotes diócesis de Huacho (2018)
Dr. P. Ciro Quispe 4

Cuando reviso y medito sobre mi vida Señor, sobre mis debilidades, mis
pecados, imperfecciones, torpezas e imprudencias, me invade una culpa
constante y silenciosa, siento a veces desfallecer. Mis torpezas e impruden-
cias hacen temblar mis huesos, como dice el salmista. ¿Dónde están aquellos
días cuando te cantaba con gozo Señor? ¿Dónde están aquellos días cuando
te prometía fidelidad, servicio y entrega de toda mi vida? Veo mi vida ahora
Señor y veo que el tiempo ha hecho su parte. Ahora solo espero en ti Señor,
solo deseo aferrarme a tu misericordia y vivir de tu misericordia. Igual que
el salmista quiero confiar nuevamente Señor…
9
De día enviará Yahvé su misericordia,
y el canto que me inspire por la noche
será oración al Dios de mi vida […]
12
[…] Espero en Dios, aún lo alabaré:
¡Salvación de mi rostro, Dios mío!

Quiero buscar Señor aquello que desea el salmista; permíteme Señor que
me acerque a tu presencia y sienta tu salvación. Es mi deseo durante estos
días de ejercicios espirituales. Quiero experimentar tu misericordia, aquella
misericordia que concediste a tantos pecadores como a Pedro, Zaqueo, Bar-
timeo, Magdalena. Quiero Señor nuevamente, a pesar de mis debilidades,
imperfecciones, torpezas y pecados, volverte a alabarte con todo mi corazón
durante este tiempo especial. Manda tu Espíritu Señor para que transforme
mi ser, me levante de la camilla de mis pecados y así pueda alabarte y ben-
decir tu Nombre por siempre. Manda tu Espíritu Señor para regar mi vida,
renacer mis promesas y caminar hacia tu presencia. Quiero Señor ofrecerte
de nuevo mi vida, mi esfuerzo, mi trabajo y mi entusiasmo, mi consagración,
mis dolores y alegrías, mi trabajo pastoral, mis momentos de alegría, mi so-
ledad silenciosa, mis incomprensiones eclesiales, mis sufrimientos por mis
impotencias, quiero Señor.
2
Tú eres el Dios a quien me acojo:
¿por qué me has rechazado?,
¿por qué he de andar sombrío
por la opresión del enemigo?
3
Envía tu luz y tu verdad,
ellas me escoltarán,
me llevarán a tu monte santo,
hasta entrar en tu Morada.
4
Y llegaré al altar de Dios,
al Dios de mi alegría.
Te alabaré gozoso con la cítara,
oh Dios, Dios mío.
Retiro espiritual anual – sacerdotes diócesis de Huacho (2018)
Dr. P. Ciro Quispe 5

«Misericordiosos como el Padre»


(Lc 6,36)

El objetivo de los ejercicios


Busquemos, durante estos ejercicios, unirnos al sentir cum ecclesia. El
Santo Padre no se cansa de repetirnos con gestos y palabras la Misericordia
del Señor. Debemos volver en cierto modo de manera frecuente sobre esta
verdad cristiana, para revivir nuestra fe y nuestra relación con el Señor. Y
será además la vía sobre la cual caminaremos estos días de meditación y
reflexión, pues solo sobre la misericordia se construye o se puede buscar la
alegría y el gozo de la vocación. La misericordia del Señor es el don divino
que nos concede algo que nadie nos puede otorgar y que lo hemos experi-
mentado en nuestras vidas: el perdón y la reconciliación; sanar nuestras pro-
pias heridas, los arañazos que vamos provocando a nuestra, a veces,
incomprendida vocación. La misericordia nos ayuda además a mirar con ojos
de misericordia al prójimo, en mi trabajo pastoral, con quien comparto mi
vida, mis anhelos espirituales y el camino de mi salvación; ayuda a reconci-
liarnos con el mismo Señor, porque Él es un Dios compasivo y misericor-
dioso. Además la misericordia nos ayuda a ser más humanos, como personas
y viviendo mi condición de hijos de Dios, como comunidad y en la sociedad,
como Iglesia y en mi comunidad, como consagrados y en mí trato con los
demás. Vivir la misericordia divina es también la condición indispensable
para nuestra salvación.
Deseo que estos ejercicios tengan como finalidad experimentar lo que
afirmó el Papa Francisco: La misericordia es fuente de alegría, de serenidad
y de paz. En la carta apostólica, Misericordiae vultus, se encuentra en cierta
forma el itinerario de estos ejercicios espirituales. Pues la misericordia divina
no es un concepto metafísico o teológico sino es vivir la invitación de Jesu-
cristo: «sean misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso» (Lc
6,36). Solo el sacerdote, el párroco, el religioso o la religiosa, que vive de la
misericordia, actúa de manera misericordiosa y busca la fuente de la miseri-
cordia experimentará de manera concreta el gozo y la alegría de su vocación,
de su llamada. Así lo vive Papa Francisco y así quiere que lo experimente-
mos, pues, dice el Papa: Misericordia: es la palabra que revela el misterio
de la Santísima Trinidad. Misericordia: es el acto último y supremo con el
cual Dios viene a nuestro encuentro. Misericordia: es la ley fundamental
que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al
hermano que encuentra en el camino de la vida. Misericordia: es la vía que
une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados
para siempre no obstante el límite de nuestro pecado (n.1).
Retiro espiritual anual – sacerdotes diócesis de Huacho (2018)
Dr. P. Ciro Quispe 6

Deseo que, durante este tiempo de meditación, logremos experimentar


dentro de nosotros las sencillas pero profundas palabras del Papa. Y no solo
experimentar. Que el propósito último sea vivir como hijos que han experi-
mentado la misericordia del Señor. Y vivir significa transmitirlo. El Para
Francisco es el mejor ejemplo. No solo habla de misericordia sino también
actúa como misericordioso. Hace ya casi cinco años, cuando visitó la tierra
de los mexicanos les habló y enseñó la receta de la misericordia: les habló
de la cariñoterapia. Qué espero que lo experimentemos durante estos días de
ejercicios como familia diocesana, como hermanos de un mismo presbiterio,
en el cual fuimos acogidos no de manera protocolar sino con el abrazo pres-
biterial. Allí se condensa y se visibiliza la misericordia. La misericordia di-
vina debe ayudarnos a mirar de una manera distinta los tres ámbitos de
nuestra existencia: nosotros mismos, es decir, nuestra propia vida (pecadores
pero amados por el Señor), el prójimo, con el cual entramos en contacto coti-
dianamente (el hermano sacerdote que vive junto contigo en la parroquia o con
el cual compartes el trabajo misionero y con la cual vas creando una familia);
ellos son los primeros destinatarios de tu vocación; luego el prójimo que es el
destinatario de tu vocación, que no es sino el pobre, el sencillo, la familia de tu
parroquia, etc. Este prójimo es además el puente que nos permite relacionarnos
con el Señor, que es nuestra vocación última y el motivo por el cual estamos
consagrados. Y mejor aún, por el cual existimos.
El requisito indispensable para experimentar la misericordia divina es re-
conocerse pecador. Solo el pecador pide, clama, grita y espera en la miseri-
cordia divina. Aquel que ha dejado de mirar y recordar su condición
pecadora difícilmente añorará la misericordia del Señor. Y aquel que no re-
conoce con sinceridad esta condición juzga con facilidad, crítica sin remor-
dimientos, se llena de prejuicios y trata mal a los demás. La misericordia
divina está destinada especialmente al pecador. Pues «donde abundó el pe-
cado sobre abundó la gracia» (Rm 5,20). Tantos santos lo experimentaron.
Solo recordemos a San Agustín, grande doctor de la Iglesia latina. Él vivió
de una manera especial la cercanía y la misericordia de Dios justamente
cuánto más alejado se encontraba. Así lo cuenta el mismo en las Confesio-
nes: A ti sea la alabanza, a ti la gloria, ¡oh fuente de las misericordias! Yo
me hacía cada vez más miserable y tú te acercabas más a mí. Ya estaba
presente tu diestra para arrancarme del cieno de mis vicios y lavarme, y yo
no lo sabía (Confesiones VI, 16,26). Su vida después de convertido, e incluso
antes, no fue sino un don de la misericordia divina. Experimentó en Dios,
que profesa el pueblo de Israel y que lo ha revelado Jesús para todos, la mi-
sericordia del Dios clemente y misericordioso. Aquella experiencia no la en-
contró en ningún lugar; no logró darle la filosofía ni la literatura, la lectura
de los libros clásicos ni cualquier otra religión de su época. El encuentro con
Retiro espiritual anual – sacerdotes diócesis de Huacho (2018)
Dr. P. Ciro Quispe 7

el Señor y la conciencia de su condición de pecador hizo que experimentará


intensamente el amor misericordioso de Dios. Por eso, ya casi en la vejez,
dijo con la certeza que te da la vida: Enmudezca en su alabanza de Dios
quien primero no haya contemplado las pruebas de la misericordia divina
(Confesiones VI,7,12).

Las actitudes importantes para el tiempo de los ejercicios


Ayudados de la liturgia y de la Palabra del Señor, podremos practicar tam-
bién durante este tiempo de silencio y de profunda reflexión espiritual, los
tres ámbitos de toda base espiritual: Jesús dijo una vez, mirando a los hom-
bres que le buscaban, hombres y mujeres, apóstoles y discípulos, jóvenes o
ancianos, y junto con ellos nos dijo también a nosotros, a ti que empiezas
este tiempo de meditación: «Tú, cuando vayas a orar, entra en tu aposento
y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y
tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará» (Mt 6,6).

- Jesús te pide, en primer lugar, «entrar en tu aposento», en tu habitación.


Entra en la habitación de tu corazón. Entra dentro de ti mismo, donde nadie
puede entrar y donde no dejas entrar a nadie. Allí donde vas acumulando tus
tesoros, buenos y malos. Allí donde solo tú tienes la llave y conoces lo que
hay dentro. Entra y «cierra la puerta», dice el Señor. No dejes que entre de-
trás de ti el estrés cotidiano, las preocupaciones materiales y temporales de
la vida, la ansiedad por el cambio de parroquia, tus impotencias pastorales,
o las nuevas responsabilidades que vendrán, o peor aún, el Diablo. «Entra en
tu aposento y cierra la puerta» y no dejes que Satanás entre contigo. Esfuér-
zate por sentirte libre estos días. Libre para encontrarte contigo mismo. Para
pensar. Para hablar con tu Padre (Jn 6,1-15)-
- Y una vez dentro, Jesús te exhorta, «ora a tu Padre». Él te espera, como al
hijo pródigo. Te espera con amor y con misericordia. Te espera no para juz-
garte sino para demostrarte su infinito amor. Te espera no para echarte en
cara tus defectos e impertinencias sino para volverte a dar vida, vida en abun-
dancia. Allí en el silencio de la habitación de tu corazón el Padre te espera.
Hablá con él. Reconoce como el hijo pródigo que eres pecador, que en lugar
de caminar cogido siempre de Su mano buscas a veces o muchas veces tu
autonomía, una libertad lejos de Él, una libertad aparente e incierta; que a
veces prefieres autonomía engañosa y soberbia. Habla con tu Padre. Él te
esperaba siempre en la habitación de tu corazón, porque Él «está allí» en tu
corazón, dice San Agustín.
- Y además, dice Jesús, que el Padre «ve en lo secreto y te recompensará».
El Padre Misericordioso que te espera tiene algo para ti. Él quiere recompen-
Retiro espiritual anual – sacerdotes diócesis de Huacho (2018)
Dr. P. Ciro Quispe 8

sarte. A pensar de tu vida de pecador, como al hijo pródigo, Él quiere recom-


pensarte. ¿Qué recompensa esperas de Él? Muchas veces, en el camino de la
vida, nos olvidamos de las recompensas del Padre Misericordioso. Preferi-
mos a nuestros esfuerzos e iniciativas las recompensas humanas y vistosas,
los halagos y adulaciones. Y si no llegan, nos ofendemos. En cambio, el Pa-
dre está allí para recompensarte. Entonces, pregúntate ¿Qué recompensa es-
peras durante estos ejercicios?

Condiciones para lograr la recompensa del Padre


Podemos enumerar varias pero mejor si nos concentramos en algunas que
son necesarias para entrar en la habitación de nuestro corazón:

- El silencio: No te preocupes por el espacio físico, también se hace vida


contemplativa en la ciudad. El silencio y el aislamiento ayudan, es verdad;
pero el silencio que Jesús te pide es «entrar en tu habitación y cerrar la
puerta». Entrar en ti mismo, dejando que no entre los ruidos externos que no
son sino preocupaciones efímeras. Entrar en ti mismo es volver a conversar
contigo mismo. Volver a hablar, en el silencio de tu habitación, sobre tu vo-
cación, tu llamada, tus motivaciones de consagrado, los pecados que no se
van, tu salvación.
- Queremos en esta semana buscar la fuente de la alegría del consagrado,
por eso es necesario volver a experimentar la misericordia de Dios. El Padre
es «rico en misericordia» (Ef 4,2). Fijémonos con paciencia y serenidad, sin
la prisa, sobre aquellos aspectos que no nos permiten tener vida, vida en
abundancia (Jn 10,10). Fijémonos en aquellos pecados y posesiones mate-
riales, humanas, que nos impiden vivir la libertad de corazón y espíritu. En-
cuentra, en el silencio de tu habitación, aquello que impide tu felicidad.
Guíate por la Palabra de Dios, un salmo o alguna parábola que sido el motor
de tu vocación y de tu vida. ¿Recuerdas cuál es? No te olvides que solo la
Palabra de Dios puede entrar dentro de la habitación de tu corazón; solo la
Palabra puede purificarte y darte vida. «La Palabra de hizo carne y habitó
entre nosotros», o sea, en tu corazón, dirá San Agustín.
- Para lograr esto, medita un texto de la Palabra del Señor. Existen los sal-
mos de la misericordia y las parábolas de la misericordia. Existen también
los santos de la misericordia y las obras de misericordia. Existen las medita-
ciones sobre la alegría y la humildad, sobre el gozo de ser consagrados. Exis-
ten además otros textos, como Alegraos, Escrutad y Contemplad, que fueron
escritos por la Congregación para los institutos de la Vida Consagrada y las
Sociedades de Vida Apostólica. Propondría además dos libros valiosísimos
que escribió el papa Francisco durante un tiempo difícil de su vida como
Retiro espiritual anual – sacerdotes diócesis de Huacho (2018)
Dr. P. Ciro Quispe 9

consagrado: Reflexiones espirituales sobre la vida religiosa y Meditaciones


para religiosos. Y sus documentos pontificios principales.
- Pero te propongo para este tiempo de ejercicios espirituales que busques
otro texto que es mucho más valioso para ti. El texto que el Señor está escri-
biendo en tu vida. Tu diario personal, como lo escribieron algunos santos
como Santa Teresita del Niño Jesús. Es un texto que habla a tu corazón por-
que te conoce.

Concluyo esta introducción volviendo a citar las palabras de Papa Fran-


cisco Misericordia: es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el co-
razón a la esperanza de ser amados para siempre no obstante el límite de
nuestro pecado. Estos ejercicios que tengan esta luz. Que tengamos el tiempo
necesario para pensar-meditar-rezar para que la Misericordia divina renueve
nuestro corazón. El mundo se va llenando nuevamente de violencia, lo
mismo nuestra ciudad y nuestras calles. No dejemos que la violencia de apo-
dere del mundo y de los hombres. Tampoco dejemos que la indiferencia opa-
que nuestros ojos hacia el mundo y sus acontecimientos muchas veces
penosos y desgarradores. Seamos nosotros los primeros en vivir la miseri-
cordia del Señor. Abramos nuestro corazón y dejemos que la misericordia
del Señor nos consuele, en nuestras tristezas, angustias y dolores, para luego
también nosotros poder consolar a aquellos que viven entre penas y sufri-
mientos (2Cor 1,4).

Das könnte Ihnen auch gefallen