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II SEMINARIO “CHILOÉ: HISTORIA DEL CONTACTO”

16, 17, y 18 de junio de 2010

LA CAZA DE BALLENAS EN LAS AGUAS DE


CHILOÉ DURANTE LOS SIGLOS XIX Y XX

Daniel Quiroz
Proyecto Fondecyt 19080115
Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Escuela de Antropología,
Condell 343, Providencia, Santiago
danielquiroz54@gmail.com

RESUMEN
La caza de ballenas realizada en las costas de Chile por más de 200 años, hoy ha
desaparecido. La última ballena fue cazada “oficialmente” en 1983. En muchos de los
lugares donde hubo actividad ballenera, subsisten los restos de las plantas (factorías)
balleneras, objetos, máquinas y construcciones que contribuyen a materializar su historia
como testigos de épocas de esplendor; encontramos además una gran cantidad de
documentos, impresos e inéditos, fotografías y películas que sirvieron para registrar estos
hechos o al menos una parte de ellos; también tenemos recuerdos en las personas que se
relacionaron, de una u otra manera, con ella, tanto en la propia cacería como en el
procesamiento de los productos derivados de ella. Son sólo testimonios fragmentarios,
dispersos, que pueden, sin embargo, ayudarnos a desentrañar, “reconstruir”, “reparar” ese
modo de vida.
En este trabajo, con una perspectiva antropológico histórica, usando los
“fragmentos” descritos anteriormente, queremos mostrar las “operaciones balleneras”
desarrolladas en las costas de Chiloé durante los siglos XIX y XX, representadas por: [1]
balleneros norteamericanos, ingleses y franceses que visitaron el puerto de San Carlos de
Ancud y cazaron en sus costas, principalmente en el denominado Guafo Ground; [2]
balleneros noruegos que se instalaron en 1908 en la Isla San Pedro con vapores cazadores y
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buques factoría; y [3] por la Sociedad Ballenera de Corral que construyó una moderna
planta ballenera en 1925 en isla Guafo, la que se mantuvo operando hasta 1938.

Palabras Claves: Operaciones balleneras, tradiciones balleneras, antropología histórica,


Chiloé.

ANTECEDENTES

La caza de ballenas con propósitos comerciales se inicia en el mundo occidental a


partir del siglo XI cuando grupos de pescadores vascos capturan con txalupa y arpoi los
cetáceos en el Golfo de Vizcaya para obtener la grasa, el aceite, la carne y las barbas que
vendían por toda Europa (Aspiazu 2001). Los balleneros vascos, en naos y pinazas, seguirán
a sus presas por todo el Atlántico Norte y luego holandeses, ingleses, alemanes, daneses,
escoceses y norteamericanos seguirán los pasos de los vascos para, finalmente, recorrer
juntos los diversos mares del planeta (Baker y Clapham 2002), convirtiendo así la caza de
ballenas en una actividad completamente globalizada (Basberg 2006). Durante el siglo XIX
dominará, sin contrapeso, la ballenería pelágica yankee o ballenería clásica, cuya principal
innovación fue la transferencia del proceso de transformación de la grasa de ballena en
aceite desde instalaciones costeras a la cubierta de un velero (Reeves y Smith 2006). En el
siglo XX será reemplazada prácticamente en todo el mundo por la ballenería costera/pelágica
noruega o ballenería moderna (Tønnesen y Johnsen 1982, Reeves y Smith 2006), cuya principal
diferencia con las formas anteriores fue el uso de arpones explosivos disparados desde un
cañón montado en la proa de pequeños y veloces buques a vapor y el procesamiento de las
carcasas tanto en instalaciones costeras como en buques-fábricas flotantes fondeadas cerca
de la costa.
La cacería de ballenas en Chile ha sido objeto de una serie de trabajos que han
contribuido a construir un panorama general bastante preciso sobre su naturaleza y
relevancia (Cartes 2009; Filippi 1997; Guzmán 2006; Hernández 1998; Martinic 1973, 1977,
1977, 1987, 2004, 2008; Pastene & Quiroz 2010; Pereira Salas 1971; Quiroz & Carreño
2010, Sandoval 1978, 1986; Sepúlveda 1997, 2008). Sobre la caza de ballenas en Chiloé
tenemos los trabajos de M. Navarro (2009) y de P. de la Fuente (2009).

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1. LA BALLENERÍA YANKEE EN CHILOÉ

En 1789 Archelus Hammond, oficial del ballenero británico Amelia, de 270 ton, de
la casa Enderby & Sons, había matado el primer cachalote frente a las costas pacíficas
sudamericanas (Starbuck 1878: 96), aproximadamente entre Iquique y Arica (Pereira Salas
1971: 41). La difusión de esta noticia abrirá los apetitos de las otras potencias balleneras y la
presión por explotar los recursos del Pacífico y los mares del Sur se hará cada vez más
fuerte. Cartes (2009) y principalmente Pereira Salas (1971) se refieren con bastante detalle a
una serie de expediciones de caza de ballenas desarrolladas en las costas chilenas por
ingleses, norteamericanos y franceses desde finales del siglo XVIII. Clarke (1887a: 25)
indica que las principales estaciones de suministro que disponen los balleneros en las costas
sudamericanas son “los puertos de San Carlos, Talcahuano, Valparaíso, Callao, Payta y
Tumbez” (op.cit.: 25).
Chiloé se relaciona con la ballenería yanqui no sólo por el uso que harán los
balleneros del puerto de San Carlos de Ancud sino también por la existencia, cerca de la isla
Huafo, de un importante coto de caza ampliamente explotado por ellos. De acuerdo a la
literatura especializada, “una de las zonas de caza [de ballenas] más importantes y extensas
en el Pacífico Sur se encuentra frente a las costas de Chile, y se extiende entre la latitud 35°
a la 40° sur y desde la costa hasta 200 millas mar afuera” (Clark 1887b: 322). El mismo
autor agrega que “en estos límites hay algunos puntos especialmente favorables, como lo
son alrededor de la isla de Huafo […], frente a isla Mocha, y frente al puerto de
Talcahuano” (Clark 1887a: 10). El coto de caza de Guafo se ubica “al oeste y sur este de
Guafo” donde, “desde comienzos de septiembre hasta diciembre, hay cachalotes en gran
abundancia”, siendo la boca del golfo de las Guaitecas su “lugar favorito de alimentación”.
La ballena franca o negra “frecuenta Guafo en gran número” y se cree que en algunas
temporadas “aparecen en estos lugares hasta marzo” (Pendleton 1828; Fanning 1833: 482).
Disponemos de diversas noticias y variada información sobre el arribo de
balleneros extranjeros a Chiloé durante el siglo XIX, probablemente desde 1823 en
adelante, pero ya en 1819 se señalaba, dada la cercanía con el cabo de Hornos, y “debido a
la abundancia y excelencia de sus provisiones”, que Chiloé sería un buen lugar para
constituirse en “un admirable rendez vous de la pesca de ballenas que se lleva a cabo en
estas costas, principalmente por ingleses y americanos” (Caldcleugh 1825, I: 339). Esta

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sugerencia se hará realidad unos años más tarde. En 1838 un viajero alemán señala que
“balleneros franceses y norteamericanos desde hace varios años son visitantes frecuentes de
San Carlos, donde pueden proveerse, a precios muy baratos, de las provisiones necesarias
para la larga estación de pesca” (von Tschudi 1854: 11). Información parecida es la que
entrega Gay en su Historia Física y Política de Chile cuando indica que muchos de estos
pescadores “frecuentan los mares de Chile, y no es de extrañar encontrar hasta veinte o
treinta embarcaciones reunidas en el verano, ya en el puerto de Valdivia, ya en el de San
Carlos de Chiloé, adonde van a tomar víveres y reposar de sus pesadas fatigas” (Gay 1847:
172-173). En San Carlos, los capitanes de los balleneros intercambian los bienes que
transportan por las provisiones necesarias, “en operaciones de contrabando llevadas sin
mucha reserva” (von Tschudi 1854: 12).
En una carta enviada en marzo de 1858 desde Ancud al periódico ballenero
Whalement’s Shipping List, de New Bedford, se afirma que durante la temporada 1857-1858
habrían visitado el puerto de San Carlos o Ancud entre 18 y 20 buques. En ese documento
se entrega una breve descripción de “las facilidades con las que los balleneros pueden
obtener suministros en el puerto mencionado más arriba y probablemente a la mitad del
costo que incurrirían en otros puertos del Pacífico Norte o Sur”, indicando además que
aunque no existe cónsul en Chiloé,

“la asistencia requerida puede ser obtenida de Mr. Burr1, un comerciante


norteamericano, residente muchos años en la isla, y que ha estado por varios
años actuando como agente para todos los veleros y vapores, ingleses y
norteamericanos, que visitan el lugar y que ha adoptado la práctica de avanzar
dinero cuando se lo requiere, contra la presentación de órdenes de pago
emitidas por los propietarios de los buques” 2.

1 Se trata de Robert D. Burr, comerciante norteamericano, nacido en 1804 en Burlington, NJ, hijo de Henry
Burr y Abigail Bishop. Se radica en 1828 en Ancud, Chiloé, instalando, cerca de Dalcahue, el primer
aserradero mecanizado de Sudamérica. Se casa en 1830 con Cristina Navarro, hija de José Antonio Navarro
Vera e Inés Sánchez Oyarzún, con la que tiene diez hijos. Burr también posee una tienda en Ancud para
comerciar con balleneros y loberos, cambiando provisiones por aceite y pieles para reenviarlas a Londres para
su venta. Por muchos años, prácticamente hasta su muerte, fue agente de la Pacific Mail Steamship Company.
Fallece en Ancud el 5 de agosto de 1885, y en palabras de un asistente “nunca ha habido un funeral en Ancud
como el suyo. Todos en la ciudad estaban de luto” (Todd 1902: 536).
2 Whalement’s Shipping List (New Bedford, MA), 18 de mayo de 1858.

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2. LA BALLENERÍA NORUEGA EN CHILOÉ

Las actividades desarrolladas por los noruegos en Chiloé están entre las menos
conocidas en la literatura que existe sobre la caza de ballenas, aunque se las menciona en
los principales trabajos realizados sobre la temática ballenera (Tønnessen & Johnsen 1982:
202-203; Martinic 2004: 8; Sepúlveda 2008: 550). Hablamos de la presencia, por un breve
período de tiempo, tanto de la planta ballenera de isla de San Pedro, al sur de Chiloé, como
de la empresa que la administraba, la A/S Pacific, subsidiaria de la noruega A/S Nor.
A/S Nor era una de las tantas compañías manejadas por Christen Christensen
[1845-1923] desde Sandefjord, Noruega, en ese momento, uno de los más importantes
empresarios navieros y balleneros del mundo [Tønnessen & Johnsen 1982: 96-98). Chr.
Christensen tenía mucho interés en desarrollar la cacería desde estaciones terrestres en las
costas sudamericanas. Con ese objetivo formó una pequeña flotilla exploradora, compuesta
por la barca, transformada en buque factoría, Vesterlide y los buques cazadores a vapor Svip
y Ravn, con el objetivo de “examinar las condiciones de captura de las ballenas al sur de
Punta Arenas” (Risting 1922: 559). A bordo del Ravn iba su hijo August F. Christensen, que
debía encontrar un lugar adecuado para instalar una estación ballenera en la zona (Aagaard
op.cit.: 333-334). La flotilla llegó a las costas sudamericanas orientales el mes de junio de
1908 (Aagaard 1930, I.: 334). Luego de recorrer toda la costa patagónica se dirige a las Islas
Malvinas donde permanece cazando ballenas durante unos meses, trasladándose en el mes
de noviembre a Isla Decepción, en las Shetlands del Sur. Terminada la temporada de
cacería antártica, la flotilla se dirige al estrecho de Magallanes, cruzándolo durante el mes de
abril de 19093 y llegando a la zona del golfo del Corcovado el 30 de ese mismo mes
(Aagaard 1930, I: 342- 361). En la isla San Pedro, ubicada al sur de la Isla Grande de
Chiloé, se reunieron a fines de mayo de 1909 los hermanos August F. y Søren L.
Christensen, gerente de la Sociedad Ballenera Christensen & Cia, instalada en San Carlos de
Corral, Valdivia, para planificar el futuro de la naciente empresa, decidiendo “construir una
planta terrestre en San Pedro, nombrada Nordmandia. Los trabajos comenzaron de
inmediato pues “parte de la tripulación de los buques fue enviada a tierra para talar el
bosque y limpiar el terreno donde se instalaría” (Aagaard 1930, I: 364-365). Durante la
primera temporada de caza se capturaron y procesaron 37 ballenas, entre ellas “treinta y

3 El un diario magallánico se informa del paso por la ciudad de la barca Vesterlide y los balleneros Ravn y Svip,
de bandera noruega, procedentes de las Islas Falklands. El Comercio (Punta Arenas), 15 de mayo de 1909.

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dos ballenas azules, cuatro ballenas de aleta y una jorobada, que en total dieron 1,327
barriles de aceite” (Aagaard 1930, I: 367; cf. Risting 1922: 559). La Sociedad se registra en el
puerto de Ancud con el nombre de "AS Pacific" y como subsidiaria de la empresa principal
en Noruega, AS NOR (Sepúlveda 2008). Entre 1909 y 1913 la A/S Pacific captura
alrededor de 550 ballenas, la mayoría azules, que producen algo más de 25,000 barriles de
aceite4. En un periódico se indica que en 1913 “la sociedad ballenera ha logrado pescar en
estos últimos días cuatro valiosos cetáceos que han sido transportados al puerto de San
Pedro donde serán beneficiados”. El periódico agrega: “felicitamos al Señor Christensen a
cuya actividad incansable se deben los buenos resultados que viene dando esta empresa
ballenera”5. Sin embargo, a fines de mayo de 1913 August F. Christensen abandona San
Pedro para dirigirse a Noruega. En un breve comentario, realizado el 10 de junio de 1913,
mientras pasa unos días en Santiago de Chile antes de abandonar el país, le “augura un
oscuro porvenir a esta industria”6. La planta fue vendida a A. Kallevig, de Arendal,
Noruega (Risting op.cit.: 564). Posteriormente la Sociedad Ballenera de Corral compra en
1917 “la estación abandonada de San Pedro, en la isla de Chiloé”. La estación de la A/S
Pacific “se desarmó y se envió a Corral en el antiguo velero Vesterlide, que llegó con la
venta” (Risting op.cit.: 568).
Los rastros de la presencia de los balleneros noruegos en la memoria de los actuales
habitante de Chiloé es, lógicamente, muy difusa y su profundidad temporal ha intervenido
en su construcción:
René Saldivia Valdivia, 76 años, escucha atentamente a su mujer Virginia Pérez
Chiguay, “Su papá era marino y anduvo muchos años embarcado en un barco ballenero ”.
René asiente y agrega: “Sí, mi papá trabajó en Guafo y en San Pedro, de ahí, de San Pedro
fue a dejar un barco lleno de aceite a Hamburgo […] con tres chilotes se fueron pa‟
Hamburgo cuando fueron a dejar el barco, eran de ahí de Quellón los otros […].”
El padre de René, Don Nicanor Saldivia, pudo conocer lugares distantes “porque le
gustaba andar por ahí, todo eso conoció el hombre”, asegura Doña Virginia7.
Bernardino Bórquez Low, 86 años, se toma las manos y entorna los ojos.

4 Desafortunadamente no tenemos cifras muy precisas para los años 1910 y 1913, pues las estadísticas son
solo parciales.
5 La Cruz del Sur (Ancud), 26 de febrero de 1913.
6 La Cruz del Sur (Ancud), 11 de junio de 1913.
7 Transcripción y extracto de una conversación de René Saldivia con Paula de la Fuente, realizada el 8 de

septiembre del 2009 en su casa en Melinka, Islas Guaitecas.

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“Mmm… la primera ballenería que hubo aquí fue en San Pedro, que es la isla
que se… ¿usted se ubica dónde queda San Pedro?... es la isla alta que se ve de
aquí, ahí estuvo, ahí. Eran noruegos, porque según decía mi mamá los noruegos
llegaban a la casa de mi abuelo que vivía en Coldita, ahí iban porque él era el
único viejito mestizo que había (el resto naturales) y los gringos siempre tratan
de buscar quien es un poquito mestizo, así que ahí iban los noruegos, los
tripulantes, y después cuando les fracasó por acá, se fueron a Guafo y en
Guafo, claro, tienen que haber estado mucho tiempo, yo me acuerdo que en ese
tiempo yo era chico, pero en San Pedro (…) bueno hace 85 años, (…) yo no
tenía un año, y esa gente se fue po', no sé, habrán vendido o habrán dejado,
después se fueron a Guafo a Caleta… ¿Cómo se llama? Ah, me olvidé, no estoy
muy bueno de la memoria (…)”

La mamá le contaba que los noruegos iban siempre a la casa de su padre,


Don Norberto Low Garay, en la isla Coldita, a orillas del estero de Tucuetí, a
comerse unos asados porque vivían ahí cerca, en la isla San Pedro8.

3. LA SOCIEDAD BALLENERA DE CORRAL EN CHILOÉ

Los buques de las sociedades balleneras instaladas en Valdivia también cazaban en


los mares de Chiloé. Por ejemplo, a fines de 1909 Søren Christensen había viajado
especialmente desde Corral a bordo del Maule9, acompañando en su temporada de caza a
los vapores Germania y Noruega de la Sociedad Ballenera Christensen y Cia (Aagaard op.cit.:
368). El 17 de noviembre había estado en San Pedro el Germania, que “no había visto
ballenas en el tramo de Corral hasta Melinka” y el 6 de diciembre llega el Noruega con una
ballena azul “que había sido cazada en la isla Guafo” (Aagaard op.cit.: 368). La costumbre
de cazar en los alrededores de Huafo continuará con la Sociedad Ballenera de Corral,
empresa que dominará el campo de la cacería de ballenas en las costas chilenas por más de
veinte años (1913-1936). La empresa opera desde 1913 desde la planta ballenera de San
Carlos de Corral, pero a partir de 1925 comenzará a trabajar desde otra planta ubicada en
Caleta Samuel, Isla Huafo, mucho más cerca de los cotos de cacería, la que “ha sido muy
efectiva y facilita las operaciones en la isla de Chiloé. La producción de aceite y guano ha

8 Transcripción y extracto de una conversación de Bernardino Bórquez con Paula de la Fuente, realizada el 25
de noviembre del 2008 en su casa en Quellón, Chiloé.
9 El Maule, perteneciente a la Compañía Sudamericana de Vapores, lo había arrendado la “Sociedad Ballenera

de Valdivia (…) por un buen espacio de tiempo [… para usarlo] como remolcador de ballenas, en fin de dar
nuevo impulso a la pesca del cetáceo en los mares de esta zona (…). El Maule se estrenará con un viaje al
archipiélago de Chonos, (…) al mando del viejo y experimentado capitán don Carlos H. Howard.” Chile
Austral (Punta Arenas), 9 de octubre de 1909.

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encontrado una venta rápida, embarques regulares se envían a Europa y la demanda por el
fertilizante es mayor que lo suministrado” (Scott, 1927: 36). La planta de Isla Huafo
operará desde 1925 hasta 1938 aproximadamente, incluso cuando la Sociedad Ballenera de
Corral es comprada en 1936 por la Compañía Industrial S.A. (INDUS) de Valparaíso.
La planta ballenera en Caleta Samuel, Isla Huafo, está bastante más presente en la
memoria de los chilotes. Tenemos, por ejemplo, el testimonio de Don Onofre
Almonacid10, de Quellón, quien nos ha contado cómo “se trabajaba la ballena” en Guafo.
Sobre la cacería de ballenas Don Onofre recuerda:

“llegué a conocer cómo se cazan las ballenas… arriba había uno, en un barrilito
así, arriba en la punta del palo y ese iba dirigiendo con una cosa y el otro, que
estaba abajo, también con una cosa mirando. Cuando se resumía la ballena,
apretaba esa cosa y lanzaba el arpón con tremendo cabo, así de este grueso, de
nylon, ese tremendo rollo, más de doscientos metros, como avanzaba tanto,
igual que tirar una bala, antes que se sumerja la ballena llegaba, el coso ese,
entraba en la ballena, y cuando entraba adentro, ese aparato de fierro se abría, la
misma explosión hacía que abría y quedaba hecho un anzuelo por las dos, tres,
cuatro patas, entonces la ballena, haga lo que haga, no salía porque hacía un
gancho adentro, en el hueso, entonces no salía… luego lo tiraban, con motor,
con el mismo cabo y ahí lo amarraban de la parte de la cola a la cabeza con dos
cosas grandes, con ganchos con motores igual, y así lo llevaban, lo llevaban la
parte de la cabeza levantada y la cola igual levantada y todo lo que es cuerpo iba
en el agua (…). Eso lo sé yo porque mi hermano estaba contento cuando había
trabajo, cuando había ballenas había trabajo también.”

El procesamiento de las ballenas era una actividad bastante compleja. La narración


de Don Onofre es muy precisa:

“llegamos allá, a Guafo y ahí ví cómo se faenaban las ballenas, cómo las
cazaban y cómo las llevaban allá, al lugar, porque había una tremenda rampla
que habían hecho de cemento con unas canaletas, … cuando llegaba la ballena
lo tiraban con un motor porque ¡quién lo podría tirar ese tremendo animal,
gigante! y lo tiraban así, lo subían arriba de la rampla esa, de losa, de cemento y
ahí lo descuartizaban… lo partían con unos mangos, así con corvo así, unos
mangos largos y lo partían y lo sacaban en pedazos grandes, pedazos grandes
que de ahí los arrastraban y lo subían (…) arriba de ese (salón) y ahí lo tiraban
con ganchos, mandaban un ganchazo ahí y lo tiraban al hoyo y eso caía a las
calderas abajo, entonces, a una cierta distancia de la carne ponían una plancha
de fierro, después de eso volvían a poner todo, tripales y todo, todo; y ahí no
quedaba nada, sólo la sangre que caía y ahí iba todo a las calderas, las tripas y
todo, a las calderas no más. Y ahí afuera tenían unas cañerías con llaves, todos
los estanques esos, las calderas y ahí cuando ya llenaban hasta arriba, todo, le

10Transcripción y extracto de una conversación de Onofre Almonacid con Paula de la Fuente, realizada el 24
de noviembre del 2008 en su casa en Quellón.

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abrían la llave de calorías, el vapor, y eso empezaba a derretirse en más o menos


en una hora, que yo miré todo eso, me acuerdo, yo miraba, como chico es
intruso, no me tomaban en cuenta que yo andaba ahí y veía cómo caía el agua,
en más o menos una hora empezaba a caer, ya empezaba a cocerse la carne y
empezaba a caer el aceite en una y en la otra y en la otra y en la otra y así, pero
distintos aceites. Yo pensaba en mi ignorancia… ¿cómo se clasificaba el aceite
bueno, el aceite malo, el aceite que era pa‟ negocio, el otro que no?, y todo iba
saliendo así en las cañerías. Tenían estanques que estaban recibiendo el aceite
de la ballena”.

CONCLUSIONES

Chiloé fue siempre un lugar concurrido por balleneros, al comienzo,


norteamericanos, franceses e ingleses, luego noruegos y también chilenos. Los chilotes
participaron en actividades balleneras no solamente en sus aguas sino también cuando la
industria ballenera se movió hacia el norte, primero a Corral y luego a Quintay, cerca de
Valparaíso y Los Molles, cerca de Iquique. Tenemos el testimonio de Don Pedro Vera11, de
Quellón:

“En Guafo trabajó mi padre, mi padre trabajó en la ballenera en Guafo y


después cuando terminó, cuando terminó la ballenera en Guafo, la ballenera se
trasladó en Quintay. En el andar de los años mi papá ya fue un hombre
avanzado de edad y de repente vino un contratista de allá buscando a la gente
chilota digamos que era experta en descuartizamiento de ballena, que en ese
tiempo, me acuerdo yo, eran Don Zoilo Barría, Eulogio Vera, que se llamaba
mi padre, Don Vicente Díaz, y otros tantos caballeros que en este momento no
me recuerdo. Pero, ellos eran expertos en cuanto al trabajo de la ballena. Y mi
papá dijo al contratista que vino „yo ya estoy avanzado de edad y no puedo ir,
¿por qué no va uno de mis hijos en lugar mío?‟. El contratista dijo que bueno,
ningún problema. Y ahí tuve la oportunidad de ir a trabajar a Quintay”.

De esta manera se establece un vínculo generacional en la actividad ballenera,


independiente del lugar donde el oficio se realice (de la Fuente 2008). La caza de ballenas
está vinculada con Chiloé de manera muy fuerte, especialmente con los habitantes del sur
del archipiélago. Esta es una línea de investigación que vale la pena profundizar, sobre todo
en lo que se refiere a la participación de los chilotes en la caza de ballenas a lo largo del
territorio nacional.

11Transcripción y extracto de una conversación de Pedro Vera con Paula de la Fuente, realizada el 23 de
noviembre del 2008 en su casa en Quellón.

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