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Fijos los ojos en Jesús

Palabras a Sacerdotes
Esteban Gumucio

17 de diciembre de 2008
Congregación de los Sagrados Corazones
Número de inscripción…
I.S.B.N….

Fundación Coudrin
Condell 665 – Providencia
Santiago de Chile
Teléfono (56-2) 222 0143

Edición: Enrique Moreno Laval

Diseño y diagramación: Carola Giesen Amtmann


Impresión:


Alfabeta


Artes


Gráficas


Ltda.
Fijos los ojos en Jesús
Palabras a Sacerdotes

Esteban Gumucio

Congregación de los Sagrados Corazones


Presentación

Presentación

Estos textos de Esteban Gumucio los ponemos, con


especial cariño, en manos de todos los sacerdotes de nuestro
país.

Sacerdote él mismo, el padre Esteban dedicó muchos


momentos de su vida a predicar retiros o a dar conferencias
tanto al clero diocesano como religioso. En estas Palabras a
Sacerdotes fue vertiendo su propia experiencia de un minis-
tro consagrado que se empeñó en vivir el encargo del mi-
nisterio con la mayor fidelidad posible, hasta el último de
sus días. Los escritos recogidos en este libro corresponden
en su mayoría a apuntes que le servían de guía para sus in-
tervenciones orales; sin haber sido escritos, por lo tanto, con
la intención expresa de ser publicados. A pesar de ello, de
ser textos inacabados, a veces simples notas por pulir y pro-
fundizar, la Fundación Coudrin de la Congregación de los
Sagrados Corazones ha decidido publicarlos tal como fueron
encontrados, después del fallecimiento del padre Esteban.

Hemos escogido como título de esta obra la frase bí-


blica adoptada como lema significante de la vida de Esteban
Gumucio, con ocasión del reciente traslado de su cuerpo a
la sede parroquial de San Pedro y San Pablo: Fijos los ojos
en Jesús. Esta cita del libro Hebreos (12, 2) del Nuevo Tes-
tamento da razón de lo que fue el sentido primero y último
de la vida sacerdotal del padre Esteban: Jesús. Aquel «que
me cogió por el centro de la vida, por mi profunda interior
raíz, por lo mejor de mí mismo» (poema Sigo a un hombre
llamado Jesús).

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Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

A propósito de dicha cita bíblica, el propio padre Este-


ban escribe: «A Jesucristo no lo poseemos, lo buscamos, con
la seguridad de encontrarlo, de poder palparlo a través de
la oscuridad de la Fe; y su Evangelio mismo nos da las tres
pistas convergentes para buscarlo y encontrarlo toda la vida:
la primera pista es la contemplación en la Fe; la segunda es la
vida en Iglesia; la tercera es el servicio al mundo. Ninguna
de las tres sendas es válida sin la otra. Lo difícil es ser fiel
a todas teniendo fijos los ojos en Jesús que es meta y camino
(Hebreos 12, 2)».

Así vivió siempre Esteban Gumucio. Fijos los ojos en


Jesús, corrió con perseverancia toda la longitud de su carre-
ra, puesta la mirada en su única meta, el mismo Jesús. Con
la mirada clavada en Él, aprendió a ver en el rostro de tantos
hombres y mujeres el propio rostro de Jesús. Adquirió un
estilo de mirar la realidad tal como Jesús la miró, amó a su
Iglesia como Jesús la amó. Fijos los ojos en Jesús, vio al Pa-
dre de Jesús y acogió el Espíritu que Jesús le entregaba.

Anhelamos que estos textos simples y a la vez tan


profundos, que brotan espontáneamente del corazón sacer-
dotal de Esteban Gumucio, nos ayuden a correr con perse-
verancia nuestra propia carrera, la que todavía tenemos por
delante, dejando a un lado todo aquello que nos estorba y
nos enreda, fijos los ojos en quien nos miró primero, Jesús.
Hacemos entrega de este libro con ocasión de una fecha me-
morable en la vida de Esteban Gumucio: el 17 de diciembre
de 2008, cuando habría cumplido 70 años de sacerdocio.

Enrique Moreno Laval sscc


Fundación Coudrin
17 de diciembre de 2008

8
¿En


quién


fijar


la


mirada?
¿En quién fijar la mirada?

Fijos los ojos en Jesús

A Jesucristo no lo poseemos, lo buscamos con la segu-


ridad de encontrarlo, de poder palparlo a través de la oscuri-
dad de la Fe. Su Evangelio nos da las tres pistas convergentes
para buscarlo y encontrarlo toda la vida: la primera pista es
la contemplación en la Fe; la segunda es la vida en Iglesia; la
tercera es el servicio al mundo. Ninguna de las tres sendas es
válida sin la otra. Lo difícil es ser fiel a todas teniendo fijos los
ojos en Jesús que es meta y camino (Hebreos 12, 2).

El lugar donde ocurre la conversión es el desierto, un lu-


gar de soledad. Es allí donde nace o se renace el hombre nuevo.
Precisamente porque nuestro ambiente secularizado nos ofrece
tan pocas disciplinas espirituales, necesitamos desarrollar en
nuestra vida estos tiempos de desierto donde podamos retirar-
nos a escuchar al Señor y enfrentar, los ojos puestos en él, nues-
tras propias limitaciones, nuestras incoherencias y nuestra po-
quedad; no en espíritu de lamentación y de amargados, sino en
espíritu de Buena Noticia. Una experiencia de conversión nos
llama a entrar más plenamente en nuestra propia humanidad
con todas sus ambigüedades. Las experiencias de fracasos, de
envejecimiento y frustración, de sueños no realizados, de ideales
que se han añejado, etc., pueden conducirnos a una real expe-
riencia de conversión, de una conversión que todos necesitamos
como don gratuito de Dios.

Pero además, es muy necesario vivir el compromiso


con la realidad. No sería verdadera una fe que se quedara en el
fanal. Cierto. Pero no basta la lucha y el compromiso. La Vida
espiritual es un regalo de Dios. Tiene sus reglas propias. No le
podemos inventar otras. El don de la fe viene por la Palabra.
La Palabra es diálogo. Está Él y estás tú. No se puede dar

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Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

la fe sin este diálogo con el Señor y con el prójimo amado


y mirado en el Señor. Sin este diálogo en profundidad no
podemos tener limpieza de ojos para ver la realidad con la
mirada y los criterios de Jesucristo. El compromiso supone ese
alimento de la fe; no lo suple: es parte integrante del diálogo;
pero no lo es todo; pues el hombre no es sólo acción y lucha.
Los cristianos tenemos que hacer lo mismo que un hombre
generoso no – creyente; pero lo hacemos con otra mirada.

Esta mirada, pienso, me crea una actitud interior que po-


dría describir como una conciencia, vivida en forma habitual, de
que lo único que verdaderamente es inconmovible es Jesucristo,
y que lo que siempre y en todo se me pide de parte de Dios, es
hacerle confianza allí, hoy, en las condiciones reales, con la gen-
te de carne y hueso de mi caminar diario. Desde esa mirada me
nace una inclinación a descubrir lo bello que lleva más o menos
escondido cada persona: el anhelo de vivir, la humildad de tan-
tos pobres, la ternura de la vida de estas pequeñas hormigas que
nos vamos dando encontrones; y en medio de lo cotidiano, de
las miserias y pecados, esa perla fina que es el don de la fe, que le
da consistencia y hondura a la gente sencilla que acoge a Dios.

Jesús escucha y entra en la experiencia de su discípulo


o interlocutor, asume lealmente su problemática; invita a hacer
una experiencia nueva, es decir, a reorientar su mirada y mirar
con los criterios suyos y, por lo tanto, ver todo desde un nuevo
ángulo de visión.

Ser apóstol es, primero, mirar a Jesús… De esa mirada


renovada, siempre nueva como la vida de cada día, brotan la
apertura, la disponibilidad, la generosidad de la entrega. Sin este
diálogo en profundidad no podemos tener limpieza de ojos para
ver la realidad con la mirada y los criterios de Jesucristo.

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¿En quién fijar la mirada?

Predicar a Jesús

«¡Ay de mí si no evangelizo!»1

Para esto nos ha enviado el mismo Cristo. Evangelizar


es mucho más que una tarea de comunicación de verdades.
Compromete a toda la persona. Para evangelizar, primero
hay que «estar con Él».2

Hay que tomarle el peso a esta primera dimensión:


«estar con». Se trata de un proceso continuo de pertenencia
a partir de un amor que apremia.

No se puede «estar con Jesús» con sólo una actitud


voluntarista. Es un proceso que sobrepasa la posibilidad me-
ramente humana; porque «estar con» una persona es la dis-
posición a ajustar todas las manifestaciones de la vida a los
criterios de esa persona; es acompañar a esa persona en las
buenas y en las malas; es desocuparse de sí y de sus valimien-
tos para poner su base de sustentación en ese «otro»... Y es
un «Otro» a quien no vemos; pero en quien creemos, por un
regalo suyo, por una actividad interna del Espíritu dado por
el Padre y por Jesús.

Este amor que en forma maravillosa ha movilizado


nuestra vida, tiene por fuente al mismo que nos llama y nos
envía: ésta es también nuestra bienaventurada confianza.

Una segunda dimensión es: predicar su nombre. Jesu-


cristo es el Mesías, el Hijo de Dios vivo...

1 1 Corintios 9, 16.
2 Marcos 3, 14.

13
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Predicar su nombre va más allá de una buena comuni-


cación de ideas. Es dar a conocer a una persona. El nombre
de Jesús, la persona actuante de Jesús, el que nos ha revelado
al Dios invisible: «Felipe, el que me ve a mí, ve al Padre...»3

Predicar a Jesús es tratar de ser instrumento de trans-


misión de una experiencia de Dios. Somos esta frágil rea-
lidad, tan frágil como el viento que transporta la palabra,
como un hálito inteligente... Pero al mismo tiempo tan só-
lida, que es capaz de hacerse embajadora del Dios Vivo, del
Dios que engendra la Fe, que anima a hacer la verdad, que
pone al hombre gratuitamente en el único «camino»...4

Predicar es solidarizar por gracia con Jesús, el «pri-


mogénito de toda creatura»,5 dejarnos invitar por Él a esta
nueva creación. Porque Él no es Maestro sólo de doctrinas.
Él es Maestro y Redentor de los hombres... El que nació,
murió y resucitó por nosotros.

Jesús nos conoce y nos ama. Él es el centro de la his-


toria, empezando por esta pequeña historia que es la mía
personal. Él es el compañero y amigo de mi vida. Él es hom-
bre de dolor y de esperanza. Ha estado conmigo, también en
los malos momentos en que yo lo he desconocido; ha estado
conmigo en los días difíciles de nuestro ministerio, afirman-
do la Fe, engendrando nuestra perseverancia. Porque nos
ama. Porque nos ha elegido. Él vendrá de nuevo a nuestras
historias como juez. Él será, como esperamos, nuestra pleni-
tud de vida y nuestra felicidad.

3 Juan 14, 9.
4 Juan 14, 6.
5 Colosenses 1, 15.

14
¿En quién fijar la mirada?

Casi sin darnos cuenta, estamos ya en el umbral del


encuentro. ¡Qué admirable confianza podemos tener en
nuestro Juez! Es un juez que ha decidido ser parcial con los
suyos. Esa parcialidad se llama misericordia; y nosotros la
hemos experimentado y la hemos predicado: está en el meo-
llo de su Evangelio.

Él ha querido ser luz de aquellos que ha de juzgar. Él


ha querido ser el pan del camino y la fuente de agua viva.
Ya lo hemos probado: sabemos que es capaz de satisfacer
nuestra hambre y nuestra sed. Nuestro corazón se ha mo-
vido toda la vida aguijoneado por esta hambre y esta sed.
Podríamos decir que nuestro retrato es el de unos hombres
hambrientos y sedientos. En la misma medida que avanza-
mos por el camino, se acrecienta nuestra hambre de verdad,
de justicia, de paz, de amor dado y recibido. ¡Cómo nos ha
hecho sentar a la orilla de su pozo, tantas y tantas veces! ¡Y
cómo también no reconocer que Él mismo se ha encargado
de permitir el paso por el desierto!... «adonde quiera que te
envíe, irás»6 …; o al revés, la entrada en fértiles valles...

Más que hacer nosotros el plan y el proyecto, Él nos


ha ido marcando el destino en cada momento. En las cir-
cunstancias mismas en que hemos tomado decisiones, o las
hemos aceptado de manos de otros, nos parecía que éramos
nosotros los principales protagonistas de nuestra propia vida.
Sin embargo, a través de los años, esos acontecimientos y
esas decisiones, no siempre muy planificadas, van cobrando
un sentido que ni siquiera sospechábamos. Va apareciendo
una intención de Dios, de la cual cada uno de nosotros es el
resultado y el actor a la vez.

6 Jeremías 1, 7.

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Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Demos gracias al Señor, por eso tan importante, por


eso de encontrar un sentido amoroso a nuestra existencia,
en donde hay alegría y dolor; dolor también, porque bajo el
peso del cansancio y del calor del camino, hemos puesto a
prueba la paciencia de Dios por «torpeza de corazón, dureza
de oídos y ceguera de ojos»... 7

Realmente, nuestra misma experiencia de pecado, nos


permite predicar al Dios que es «misericordioso y clemente,
tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad».8

Predicar a Jesús es, también, tomar viva conciencia


de que Él, como nosotros, y más que nosotros, fue pobre y
humillado, sujeto al trabajo, oprimido, paciente. Es un ele-
mento integral de la evangelización. Él es un Pastor y guía
que se hace hermano nuestro. Y la forma de hermanarse con
nosotros fue la de hacerse pequeño, servidor, humilde. Y
¡cómo predicar a un Cristo pobre y humilde desde actitudes
demasiado altas, o demasiado seguras, como las que solemos
presentar nosotros los presbíteros!

El mundo siempre tratará de neutralizar el Evange-


lio. La forma más diabólica de hacerlo es inflar a los pres-
bíteros con privilegios y rangos, con solemnidades hechas
para ensalzar a los hombres y no a Dios. Y cuántas compli-
cidades hay en nuestro corazón. ¡Si sus mismos discípulos
fueron tentados por el poder... «uno a tu derecha, otro a tu
izquierda»…!9

7 Referencia a Isaías 6, 9 / Hechos 28, 27.


8 Éxodo 34, 6 / Salmo 86, 15.
9 Marcos 10, 37.

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¿En quién fijar la mirada?

Si predicamos a Cristo, no podemos insinuar su Reino


sino pasando por los pobres, que son los bienaventurados.
Aquí necesitamos siempre una nueva conversión; pues esta
bienaventuranza de los pobres no puede quedar encerrada
en puras fórmulas o estilos aparentes. Exige un proceso del
corazón.

Predicar a Jesús es anunciar la paz como principio de


la convivencia. Ser hombres de Dios es ser hombres de la
verdadera paz. Y la verdadera paz estará siempre amenazada:
amenazada no sólo entre los pueblos y las facciones, sino
amenazada en nosotros mismos. Muy a menudo vivimos
compulsivamente en la agitación, y la confundimos con la
auténtica actividad apostólica. La paz nos exige ser hombres
de oración, hombres que saben discernir sus posibilidades,
reservándole al Señor lo mejor de sus días. La oración nos
permite centrarnos en Jesucristo y aceptar alegremente nues-
tras limitaciones, de tiempo, de espacio, de capacidades.

Predicar a Jesús conlleva prioridades que están en el


mismo mensaje. Los pobres, los pequeños, los limpios de
corazón, los que lloran, los que tienen sed de justicia, los
pecadores...10

10 Referencia a Mateo 5, 3-10.

17
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

La relación de Jesús con sus discípulos

No hay experiencia de Dios, sin alguna manifesta-


ción de Cristo a la persona llamada a la fe. Cristo entra en
relación personal. Es experiencia de Dios que se hace con
dos condiciones simultáneas: la oscuridad, puesto que si no
existiera no habría fe; y la claridad, una luz, una manifesta-
ción, puesto que si no existiera no habría «experiencia».

¿Cómo se manifiesta Jesús? Veamos el capítulo 21 del


Evangelio de San Juan. Ya amanecía. No se ve bien, ni mal.
Jesús estaba de pie en la playa. Los discípulos no lo recono-
cían, no sabían que era Él. Jesús se presenta a distancia, en
forma enigmática. En las otras manifestaciones del Resuci-
tado se da lo mismo: María se encuentra con un jardinero;11
en cuanto a los discípulos de Emaús, sus ojos estaban impe-
didos de verlo, de reconocerlo.12

No es fácil reconocerlo resucitado. La experiencia


de los discípulos era diferente. Era fácil reconocerlo como
Maestro... Ahora hay un largo camino que recorrer. Se ne-
cesita paciencia. Es un ingrediente de la fe. La gente deja de
creer no por tal o cual argumento, sino porque se cansa de
buscar. Pero el Señor quiere que crezcamos en la búsque-
da.

Y entramos en la pista cuando «buscamos su volun-


tad», en la paciencia, en la lucha en situaciones difíciles.

Nosotros somos «obreros de la viña», somos «pesca-


dores». Jesús interviene con los discípulos con gran delica-
11 Referencia a Juan 20, 15.
12 Referencia a Lucas 24, 16.

18
¿En quién fijar la mirada?

deza. Y así hace con nuestros anhelos; no con los negativos,


pero sí con los buenos aunque sean ambiguos, por lo gene-
ral relacionados con la vida, el trabajo, la familia, el estudio,
el éxito, las amistades, la elección del camino.

Jesús no nos llama con brutalidad. Nos toma de la


mano, nos infunde valor, coraje, nos invita: «echen la red».13
Pero es una palabra segura... Si Él entra en nuestra óptica,
todo irá bien.

Jesús quiere que hagamos una pesca fructuosa. La


voz de Jesús es siempre positiva: «pidan... golpeen»...14 En
cambio, la voz del maligno, recalca los lados flacos.

Los apóstoles responden con otro aspecto esencial de


la fe: confían. Cuando están desanimados, no lo reconocen.
Ahora son ellos mismos que lo descubren, y entonces brota
el caudal de sus anhelos, con entusiasmo. Lo mismo nos
ocurre con la paciencia en la oración.

Jesús «llamó a los que quiso».15 Nosotros somos ele-


gidos por el Señor. Un día lo vimos pasar. Nos invitó a se-
guirlo y fuimos por Él dejando nuestras redes... Es lo que
ha pasado con la historia de la vocación de cada uno de
nosotros. ¿Cuáles son las redes que hemos dejado?

«No fueron ustedes los que me eligieron. Soy yo el


que los elegí...»16 Ésta es nuestra gloria, «hemos sido entre-
sacados de entre los hombres y puestos a su servicio, para

13 Juan 21, 6.
14 Referencia a Mateo 7, 7-8.
15 Marcos 3, 13.
16 Juan 15, 16.

19
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

las cosas que se refieren a Dios». 17 Tal como fueron los


Pedros, los Santiagos, etc., ahora somos nosotros.

Hemos oído su voz cada uno de manera diferente: en


la lucha de los pobres, en la actitud profética de pastores, en
los sencillos y jóvenes, en los constructores de la paz, en la
Palabra, en la Iglesia de todos los días, en la oración.

Jesús nos sigue invitando. Nos vamos con Él. Y lo de-


terminante ha sido su misericordia e iniciativa. A través de
nuestra debilidad se manifiesta su poder. Con Él y en Él en-
contramos palabras de vida eterna. Él responde a nuestras
inquietudes más profundas. Él es camino y modelo, es el
ejemplo para hacer como Él. A Él acudimos en la oración.
Él inspira nuestras palabras. Él nos anima a amar. Él nos
anima a no doblegarnos en las dificultades.

Si no permanecemos con Él, nuestro ministerio es es-


téril. Si no lo escuchamos, nuestra palabra es vacía. La roca
firme es Jesús de Nazaret.

Uno de los anhelos más profundos de cada uno de


nosotros es la necesidad de ser acogidos y aceptados. Se ve
muy claro en el trabajo con matrimonios. Todos deseamos
ser valorados y aceptados por lo que somos. Cuando no soy
aceptado, algo se quiebra en mí: me disminuyo. Cuando
soy acogido, nace en mí un sentimiento de que soy valioso.
Cuando soy aceptado me están invitando a ser yo mismo.

17 Hebreos 5, 1.

20
¿En quién fijar la mirada?

Teilhard de Chardin escribió: «Sin Jesucristo, centro


de consistencia, me desintegro, todo se desmenuza y se di-
luye hacia fuera, todo se torna pantalla impermeable a mi
acción e irradiación».18

La revelación del amor misericordioso y redentor de


Dios, constituye el sentido de la misión del Hijo en la tierra.

Los apóstoles tuvieron el privilegio de tener a Jesús


como formador de su caminar hacia Dios. Su más funda-
mental deseo era el de ser acogidos, ser amados. Apenas de-
jan las redes, o mejor, ya antes, se encuentran con un Jesús
«disponible», acogedor, que pasa a ser el formador.

El Evangelio nos muestra cómo Jesús es capaz de for-


mar a gente tan sencilla como eran los Apóstoles. Los va a ir
transformando desde su dureza de cabeza, desde su indivi-
dualismo y desde su desconfianza, hasta hacerlos discípulos
abiertos, una comunidad orante, una comunidad evangeliza-
dora, los fundamentos de su Iglesia.

Jesús los formó a través de tres instancias que se com-


penetran mutuamente:



 en


las


relaciones


de


convivencia


de


cada


día;



 en


la


participación


de


acontecimientos


provocados



por su anuncio del Reino y su denuncia de lo que se
opone al Reino, provocando así en ellos una crisis
de madurez;



 en


la


participación


activa


de


su


misión.

18





Pierre


Teilhard


de


Chardin


(1881-1955),


jesuita


francés,


filósofo


y


paleontólogo.

21
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

En estas tres instancias ellos se encontraron con la per-


sona de Jesús el formador, el Rabí; pero un Rabí de vida.

El punto de partida de esta formación es la experien-


cia concreta de ser acogidos por Jesús, es el despertar a la
conciencia de que han sido elegidos. Hay aquí una simpatía
inicial, una seducción positiva.

Y al «estar con Él» van a descubrir que Jesús tiene una


acogida universal, no es sectario como los Rabinos que tal
vez conocen desde lejos. Por eso ven que Jesús escandaliza
a algunos.

Si Jesús hubiese frecuentando sólo el círculo de los


que los fariseos llamaban «los pecadores», recaudadores de
impuestos, prostitutas y «esa maldita gente que no conoce
la ley»,19 esos malditos, simplemente lo habrían desprecia-
do como a ellos. Pero ven que Jesús también come con los
fariseos cuando lo invitan, sin descartarlos de antemano;
pero también sin callar lo que les debe decir para llamarlos a
conversión, para que también ellos puedan acoger el Reino
de Dios.20

Ahora bien, en cuanto sacerdotes o seminaristas, es-


tamos o vamos a estar incorporados en el Ministerio Apos-
tólico de la Iglesia. Éste encuentra su raíz y su ideal per-
manente en la comunidad que los Doce forman con Jesús;
espejo de nuestra existencia sacerdotal.

Aunque son incorporados a su misión, predicando,


sanando enfermos, más tarde incluso perdonando pecados,

19 Juan 7, 49.
20 Referencia a Lucas 7, 36-50.

22
¿En quién fijar la mirada?

siguen siendo «discípulos», «formandos», aprendices. Siem-


pre, frente a Jesús, están en el mismo nivel de todos sus
seguidores: «Ustedes no se hagan llamar maestros, porque
uno solo es su Maestro y todos ustedes son hermanos».21

Ellos son llamados discípulos 168 veces, 33 veces los


«doce» y 8 veces «apóstoles». Los apóstoles son «enviados»,
subordinados al que envía. Son responsables del encargo
que les ha hecho, no son dueños de su tarea: son consa-
grados como el mismo Jesús, «Apóstol y Sumo Sacerdote
de nuestra confesión»,22 quien se somete al Padre que lo
envía.

En la relación de Jesús con sus discípulos se dan las


características de cercanía o intimidad, de desigualdad o asi-
metría, y de incomprensión por parte de los discípulos.

Mateo y Marcos subrayan la cercanía, casi siempre


andan juntos. En varias ocasiones Jesús busca estar a solas
con ellos. En ocasiones los discípulos quedan solos, por-
que Jesús se aleja de ellos para orar. Solo por estar con su
Padre; y Él toma la iniciativa de apartarse. En dos casos la
situación de los Apóstoles es mala: en el primero,23 sienten
su ausencia y lo buscan con ansias; en el segundo,24 los 12 se
sienten solos en su bote, mientras Jesús duerme, al enfrentar
la tempestad del lago.

La gente y los fariseos identifican a Jesús con los Doce,


hasta el punto de criticar a Jesús por lo que ellos hacen o de-

21 Mateo 23, 8.
22 Hebreos 3, 1.
23 Referencia a Marcos 1, 36.
24 Referencia a Marcos 8, 35-41.

23
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

jan de hacer: no ayunan, arrancan espigas en Sábado, no se


lavan las manos antes de comer. 25

Pero lo más fuerte es que Jesús se identifica con ellos:


son «los suyos»,26 son «su madre y sus hermanos»,27 son «los
amigos del novio».28

En Juan esta identificación llega a su cumbre: Jesús


quiere que entre Él y los suyos exista la misma unidad que
Él tiene con su Padre.29

Jesús es libre para acoger a cualquier persona. Muestra


esta libertad para con los samaritanos: conversa con una sa-
maritana desconocida y se revela a ella como Mesías,30 pone
como ejemplo de bondad a un samaritano,31 sólo un samari-
tano leproso vuelve a dar gracias.32

Los relatos evangélicos dejan entrever de dónde nace


esa acogida de Jesús tan sin barreras, de su «compasión»,
de su misericordia. Al ver a la multitud Jesús sintió com-
pasión, porque estaban dejados y abatidos «como ovejas sin
pastor».33

La compasión tiene para nosotros una resonancia ne-


gativa, como si compadecerse fuese expresar superioridad

25 Referencias a Marcos 2, 18 / Marcos 2, 23-24 / Marcos 7, 1-2.


26 Referencia a Juan 13, 1.
27 Referencia a Marcos 3, 31-34.
28 Referencia a Juan 3, 29.
29 Referencia a Juan 17, 21.
30 Referencia a Juan 4, 7-26.
31 Referencia a Lucas 10, 25-37.
32 Referencia a Lucas 17, 15-16.
33 Marcos 6, 34.

24
¿En quién fijar la mirada?

frente a otro. No es éste el sentido que tiene para Jesús. Es


más bien la compasión como la explica Erich Fromm: «Es
la capacidad de sentir con el otro, que no es, por lo tanto,
mirarlo desde fuera, como objeto de mi interés, sino entrar
dentro, conocer al otro en el misterio de su profundidad
personal».34 Compasión es Solidaridad.

Jesús acoge no para vender su pomada. A María Mag-


dalena dice: «Mujer por qué lloras? ¿a quién buscas?...35 En
el pasaje de Emaús: «¿Qué están ustedes conversando de
camino?»36 A Pedro: «¿Me amas más que éstos?»37

Los discípulos tuvieron personalmente la experiencia


de ser acogidos tal como eran: sin conocer las letras, tal vez
con olor a pescado, torpes en las cosas del Espíritu.

34 Erich Fromm (1900-1980), psicólogo social y humanista alemán.


35 Juan 20, 15.
36 Lucas 24, 17.
37 Juan 21, 15.

25
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Unión personal con Cristo

La Caridad pastoral constituye el principio interior y


dinámico capaz de unificar las múltiples actividades de un
diácono o de un sacerdote. Plasmada con esta caridad toda
la vida, y en especial la actividad ministerial, será una mani-
festación de la caridad de Cristo. Desde esta fuente que es la
Caridad del Corazón de Cristo, aprendemos más actitudes y
conductas, hasta la donación total de nosotros mismos a los
que nos han sido confiados.

Vivir esta Caridad de Cristo es la meta. El Espíritu


Santo es el que le va dando forma propia a nuestra vida, a
partir de la Caridad de Cristo. Esta meta nos exige continuos
esfuerzos y sacrificios. Es una calidad de vida espiritual, que
no se puede alcanzar de una vez para siempre, que no se
improvisa ni se descansa en ella. Necesita ser alimentada por
la Oración, por la lectura y el estudio de la Palabra. Por eso
también, estos medios son expresión de la Vida espiritual. El
mismo trabajo apostólico es vida y alimenta la vida.

En su carta a los Sacerdotes del Jueves Santo de 1987,


Su Santidad Juan Pablo II dice: «El presbítero ha sido conce-
bido en la larga noche de oración en la que el Señor Jesús ha-
bló al Padre acerca de los apóstoles, y ciertamente, de todos
aquellos que, a lo largo de los siglos, participan de su misma
misión». (Ver Juan 17, 15-20)

La misma oración de Jesús en el huerto de Getsemaní


manifiesta «hasta qué punto nuestro sacerdocio (y añadimos
diaconado) debe estar profundamente vinculado a la ora-
ción, radicado en la oración».

26
¿En quién fijar la mirada?

Para desarrollar un Ministerio Pastoral fecundo ne-


cesitamos tener una sintonía profunda y muy personal con
Cristo el Buen Pastor, que es el protagonista principal de
toda acción pastoral. Si Él no edifica, vano es el trabajo de
los constructores.38

En la existencia de cada uno de nosotros, se va encar-


nando esta vida de Cristo, animada, actuada por el Espíritu
Santo, a través del mismo misterio en lo que significa de
entrega de nuestras personas a Cristo. También a través de
la Liturgia (Eucaristía y de las Horas), a través de la Oración
Personal, a través del estilo de vida matrimonial y familiar, a
través de la participación fraterna en la comunidad, a través
de la práctica de las virtudes y la vida sacramental.

La misma configuración con Cristo exige una amistad


y encuentro personal con el Señor en el servicio a su Iglesia,
su Cuerpo. Cuidar esta vida del Espíritu se debe sentir como
una exigencia gozosa y no como un yugo que se arrastra. El
don del Espíritu nos da la alegría de hijos y nos hace sentir-
nos como hermanos y padres responsables de su grey. Los
fieles tienen derecho a tener como servidores a «hombres de
Dios», en quienes poder confiar y encontrar consejo seguro
en los momentos difíciles de la existencia. Nuestra tentación,
muy humana, es la de convertirnos en activistas vacíos, so-
metidos a un ritmo frenético.

38 Salmo 127, 1.

27
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Mirar a Jesús y mirarse a sí mismo

Ser apóstol es primero mirar a Jesús, dejarse meter


ciento por ciento en su misión, pero desde un «estar con
Él» incondicionalmente.39 Ser apóstol es arriesgarlo todo, sin
muchos cálculos. Dejar que Jesús se haga cargo del misterio
del crecimiento de su Reino.

Pero el discípulo también tiene que hacerse cargo de


sí mismo. ¿Qué significa hacerme cargo de mí? Es asumir
paso a paso la vida, como un don, con sus valores y con sus
límites. Es aceptar ser niño, ser joven y ser viejo. Hay algo
que siempre va a depender de mi libertad, de mi buena vo-
luntad, sabiendo que nunca estoy solo: conmigo camina el
Espíritu Santo.

Significa vivir con paz, sin pretensiones de ser héroe.


Paz con lo que soy y lo que hago. Aprender a perdonarme. A
vivir sin descalificaciones de mí mismo y de los demás. No
puedo ser Pastor si no vivo en la admiración y gratitud del
que me llama y me hace tanta confianza como para entre-
garme sus propias ovejas. No soy basura; soy hijo, hermano
y padre...

Podemos, entonces, vivir con alegría, pues somos por-


tadores de la Buena Noticia y, por lo tanto, reconocer mis
habilidades y gozar con ellas. Soy debilidad, pero también
fuerza.

Ser apóstol es amar al mundo que a uno le toca vivir.


Es el mundo del Señor, hoy. Todo, oscuramente, camina ha-
cia Él que es plenitud. Es el mundo del Espíritu Santo, que
39 Referencia a Marcos 3, 14.

28
¿En quién fijar la mirada?

anima secretamente todo crecimiento, todo paso de solidari-


dad, todo amor verdadero, hoy. Es vivir en el aprendizaje de
ser siempre discípulo. Aprender:




 a


dejarse


ayudar,



 a


entregar


la


experiencia


a


otros,



 a


escuchar,



 a


orar,



 a


agradecer,



 a


recrearse.

29
Temas


sacerdotales


para


un


Retiro
Temas sacerdotales para un Retiro

Disposiciones de ánimo

Hay asuntos de los que se nos pide apartarnos durante


estos días, para estar más dispuestos a acercarnos al Señor,
para escucharlo. Se trata de escucharlo a Él. Esto significa
que la soledad a la que se nos invita, es aquella que mejor nos
permite escucharlo. Posiblemente, hay asuntos de los cuales
no es conveniente separarnos; son realidades que nos hablan
de Él, forman parte de su palabra, no son distracciones, sino
signos de su presencia, llamados, pasos del Señor en nuestra
vida. Cada uno debe ser leal juez del grado de soledad a que
Dios lo invita. En esta soledad y en este apartamiento, nos
hacemos disponibles para llegar a Él y tocarlo, y así allegados
a Él nos dispongamos a recibir sus gracias.

Así como los enfermos que acudían a Jesús necesita-


ban reconocer ser enfermos, de partida necesitamos reco-
nocer en nosotros las fuerzas de oposición que llevamos
adentro. El cardenal Martini en sus meditaciones las llama
«timidez», o sea, una actitud del que no se atreve a creer, del
que no se atreve a esperar, del que no se atreve a estar abierto
a Dios. Nuestro acto de fe fundamental es creer que Dios se
abre para el hombre, y que para Dios no es imposible que el
hombre se abra a Él.

El Señor nos pide este paso inicial: superar el miedo, la


muerte, la desilusión, todo lo que en nosotros es desconfian-
za y amargura. Abrirse a la plenitud de Dios es cambiar de
centro: dejarme a mí, para que entre Él y quedar inundados
de Él.

Otra disposición de ánimo al entrar al retiro es la de


estar dispuesto al riesgo. Ser libre es manejar la vida, sin póli-

33
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

za de seguro. El Espíritu sopla donde quiere: tendremos que


estar abiertos al que va adelante de guía, que es Jesús; a no-
sotros nos corresponde seguirlo. A lo mejor, Él nos empuja
más a profundizar nuestra respuesta a nivel moral y ascético;
a lo mejor, Él nos empuja a optar por bienes y servicios que
realizamos en la Iglesia, y a optar por vivirlos mejor, o a
discernir nuestro lugar. O a lo mejor, la luz del Espíritu nos
lleva al nivel más hondo de nuestra fe; nos convida a mirar si,
de verdad, creemos en Dios hasta el fondo: hasta dónde cree-
mos y hasta dónde no acabamos de creer. La luz nos desnuda
nuestra realidad cruda de personas delante de Dios. Tal vez
hoy, este paso del Señor quiere llevarnos a esta batalla para
vencer el miedo y vencer nuestras radicales desconfianzas.

Cada uno tiene que preguntarse la misma pregunta que


los judíos hacían a Jesús, que aparece en Juan 6, 28: «¿Qué
tenemos que hacer para obrar según Dios?» La respuesta de
Jesús nos sitúa en el nivel profundo, en Juan 6, 29: «La obra
de Dios es ésta: creer en el que me ha enviado».

34
Temas sacerdotales para un Retiro

El gozo del amigo

La Vida Cristiana, como toda vida, es dinámica. Se va


remodelando constantemente. No por cambio del modelo
que es único, Cristo; sino porque es un Camino hacia Él. Es
un proceso de «cristificación». Y éste avanza en una doble
vertiente: por la identificación en el amor de Dios y del pró-
jimo en Cristo, y por la transparencia o testimonio de Cristo
en el plano sacramental, de evangelización e irradiación por
consagración.

Yo quisiera que esta meditación esté marcada con un


acento de «invitación», más que con un acento de reproche.
Que la dominante sea la Buena Noticia para cada uno de
nosotros; y no, el repaso de un catálogo de «exigencias». No
niego que la Buena Noticia traiga grandes exigencias; pero
sí, es necesario recordar siempre que su yugo, a diferencia del
de los escribas y fariseos, es un yugo ligero, «humano».40

Es tan fácil que nos dejemos llevar por el plano incli-


nado de nuestro moralismo semi pagano y espontáneo. Tan
a menudo transformamos nuestra amistad con Jesucristo en
una relación de esclavo y amo. Claro, si nos medimos con
la altura de la misión y con la magnitud de los problemas
que experimenta nuestro mundo, nos sentiremos menos que
enanos; se nos apretarán el corazón y los intestinos; nos obli-
garemos a nosotros mismos a sentarnos en el banquillo de
los acusados sin recurso de amparo, y nuestra vocación nos
aparecerá como una imposible y triste tarea.

Pero no es ésa la tónica de Jesucristo. En la víspera de


su Pasión tiene ansias de estar con sus amigos: «¡Cuánto he
40 Referencia a Mateo 11, 30.

35
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

deseado comer este Pascua con ustedes!»41 Hay un cariño del


Señor, un cariño personal que está allí en la raíz del llamado
a los ministerios. O en otra parte del Evangelio de San Juan:
«Alcen los ojos y vean los campos que blanquean para la
siega...»42

Él nos ha elegido para una tarea y un servicio en su


Iglesia. Las tareas y los servicios tienen un sentido inédi-
to y especial en Jesucristo. Él no los impone; invita. Con
autoridad del Dios que es amor; como una invitación llena
de respeto. Toda invitación auténtica de la parte de Dios es
una promoción de la libertad, de los dones que Él mismo ha
dado con profusión a su creatura predilecta.

Como todo en la economía de la nueva alianza, la


respuesta tiene que proceder del «corazón» del hombre, de
su centro de verdad más profunda. A los suyos, Jesús, an-
tes de responsabilizarlos con una tarea, los elige para una
amistad. «Yo los he elegido a ustedes...»43 Los amigos no son
elementos utilitarios; lo que prima no es el aprovechamiento
para darles un «encarguito». Eso sería vil. Ya no los llamo
servidores, esclavos, sino «amigos».44 A sus amigos, Jesús
les confía más que quehaceres; les confía «su secreto». Les
comparte todo: su Padre y su misión, su propia persona con
toda la profundidad de sus sentimientos y toda la hondura de
su amor. Éstas no son meras palabras: están rubricadas con
sangre, en una cruz. «Me amó y se entregó por mí».45

41 Lucas 22, 15.


42 Juan 4, 35.
43 Juan 15, 16.
44 Juan 15, 15.
45 Gálatas 2, 20.

36
Temas sacerdotales para un Retiro

Hoy, nos ponemos en situación de renovar la gracia


de nuestra vocación religiosa y sacerdotal. Lo primero será
volver a tomarle el peso a este gozo de sabernos, en la fe,
amados, queridos especialmente por Jesucristo. Es un gozo
grande, estructurante de nuestra personalidad cristiana. Él
nos hizo libres, no para que sirvamos a la carne, sino para
que sirvamos a los demás, con un amor al estilo de Jesús, el
Hombre verdaderamente libre.

Es un gozo, porque estar metidos en su misión, com-


porta su cercanía. La misión sigue siendo siempre tarea de
Jesucristo hoy resucitado. Gozo, porque Él es fiel y porque
es Él mismo el que nos capacita para servir a su Evangelio
y hacerlo hoy, en las condiciones reales en que se encuentra
nuestro pueblo y nos encontramos nosotros.

El acoger de nuevo, con novedad de corazón y apertu-


ra total, el llamado que hoy nos vuelve a hacer el Señor, po-
see un sentido extraordinariamente planificador de muestras
personas. ¡Qué bueno sería este retiro si lo termináramos
con una conciencia de fe de que lo mejor y lo máximo que
podemos hacer de nuestras vidas es re-escoger al Señor, su
misión y su camino! La Buena Noticia es capaz de dar feli-
cidad de aperitivo, desde ya. Al revés, el drama de nuestra
existencia es todo aquello que nos hace vivir alienados de
nuestro centro que es la persona de Jesucristo, su amistad, su
misión, su amor práctico hacia nuestros hermanos.

El motor de partida de este retiro es la decisión de


querer vivir a partir de la fuente única, la decisión de intentar
descubrir una vez más los signos de su presencia en nuestra
vida y las líneas de fuerza de su Espíritu para los hombres de
hoy, a quienes queremos «servir» con y en Jesucristo.

37
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

El fariseísmo agazapado

El fariseísmo es muy sutil. Vive agazapado en nuestro


corazón. Yo lo descubro acompañando toda mi historia per-
sonal. Queremos desenmascararlo en esta meditación.

Cuando niño, yo me creía bueno y me comparaba con


otros niños: ellos decían garabatos y yo no; ellos abusaban
pegándole a los más chicos y yo no. Le daba gracias a Dios
por los padres que me había dado; pero, al mismo tiempo, yo
me sentía mejor que aquellos que tenían familias desunidas;
me sentía moralmente «mejor» que mis primos ricos.

Cuando adolescente, asumí la castidad con mucho


empeño. El Sexto Mandamiento pasó a ser el mandamien-
to prácticamente más importante. Recuerdo que se me que-
dó grabada una predicación del padre Damián Symon en el
Colegio:46 hablaba del armiño, que protegía la blancura de
su piel y era capaz de atravesar los pantanos sin mancharse.
Mi empeño era no «mancharme»... y las veces en que me
manché o creí mancharme, mi dolor no era tanto no hacer la
Voluntad de Dios, sino afear mi piel de armiño... No niego
el don de Dios, que me dio valor en la lucha, pero por parte
mía estaba tan mezclada de fariseísmo.

Después, como novicio, estudiante o padre joven, ape-


tecía tanto tener la oración como la tenían los santos. Tengo
un recuerdo de la canonización de San Juan Bosco: era una
manera de concebir la santidad como un super-adorno.

46 Damián Symon Lorca sscc (1882-1963).

38
Temas sacerdotales para un Retiro

Más tarde y todavía ahora: ¡cómo se mezcla el vino


con el agua en la acción pastoral buscando el éxito mío, de la
parroquia, de la Iglesia!

Ciertamente anhelo el Reino de Dios, pero como los


Apóstoles que desearon ser «primeros ministros»,47 yo bus-
co ser estimado valioso sacerdote, buen religioso, persona
amable...

Existe el peligro de quedarnos sólo con observaciones


superficiales y de dar valor a las cosas periféricas. Jesús decía
que los fariseos «pagan el diezmo de la menta, del anís y del
comino, pero descuidan las cosas de más peso como la justi-
cia, la misericordia y la fidelidad».48

Precisamente la justicia, la misericordia y la fidelidad


resumen la moral de las justas relaciones: justicia con miseri-
cordia, y misericordia sostenida por la verdad.

Jesús apunta a una moralidad que brota de un corazón


puro y de una conciencia viva. El peligro de vivir bajo la ley
de la retribución, radica en que fácilmente podemos caer en
las rutinas en nuestro ministerio, rutinas que van dejando
ausente el corazón. Es como limpiar por fuera el vaso y el
plato...49

En un retiro es bueno revisar esos campos de nuestra


acción ministerial en que, por obligada repetición, corremos
el peligro de volvernos funcionarios vacíos. Uno de estos
campos es la Liturgia.

47 Referencia a Marcos 10, 35-39.


48 Mateo 23, 23.
49 Referencia a Marcos 7, 1-13.

39
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

La humildad es una virtud a la cual se invita a todo cris-


tiano. Consiste en aceptar la verdad de lo que uno es. La va-
nidad nos lleva a menudo a construir una imagen retocada de
nosotros mismos. Tal vez por inseguridad, por tener demasiado
mal juicio de nosotros mismos, nos defendemos presentando
la mejor cara de nuestras personas, con un afán de ser estima-
dos. El orgullo alimenta la pretensión de jugar un rol social más
allá de nuestras competencias. A veces nos sorprendemos recla-
mando honores que no merecemos. La humildad nos invita a
renunciar a esos sueños que tienen algo de mentira; nos invita a
aterrizar en la realidad.

La historia nos muestra que la Iglesia misma no siempre


se ha mantenido en la senda de la humildad. So pretexto del
honor de Dios, del cual se siente como responsable, muchas
veces ha encubierto faltas que podrían haber sido su vergüenza.
¡Cuánto nos ha costado reconocer, como Iglesia, que en las di-
versas colonizaciones, de África y América por ejemplo, estuvo
tan mezclada la ambición de poder, el deseo de dominar, con el
celo de evangelizar! Ha sido un acto de humildad de la Iglesia
de nuestro tiempo reconocer sencillamente las grandezas y fla-
quezas de esos pasos de su historia. En ocasiones, en nombre
del Reino que anunciamos, hemos pretendido poseer toda la
verdad y tener la última palabra en todo. Un autor francés decía
que hemos pretendido tener todas las respuestas antes que las
preguntas hayan sido formuladas...

En nombre de la humildad, la Iglesia nuestra, la de hoy,


ha tenido la preocupación de renunciar a prestigios demasiado
humanos. El último Concilio ha expresado ese sentir del pueblo
de Dios, ese deseo de que ella sea pobre y servidora en la histo-
ria humana. ¡Cuánto nos falta! Pero esa humildad colectiva, no
puede existir si no tiene una base personal.

40
Temas sacerdotales para un Retiro

Lo mismo podemos decir de esta pequeña iglesia que


es la comunidad religiosa. No puede ser ese reflejo de la hu-
mildad de Jesucristo si no está tejida de la humildad de sus
hijos.

Me parece importante el discernimiento de dos cosas


muy diferentes: humildad y humillación. Si la humildad es
una virtud, la humillación es una herida. Está bien la hu-
millación cuando nos hacen bajar de nuestros pedestales,
de nuestras pretensiones injustas y orgullosas. Pero está mal
cuando hiere nuestra legítima dignidad. El hombre necesita
una imagen de sí mismo que le permita sostener la mirada
de los otros. Para ser humilde no se trata de andar buscando
humillaciones o vejaciones. Eso es antinatural. El ser des-
pojado, desnudado, violentado, tratado como una bestia,
es contrario a los derechos humanos, que son derechos de
Dios.

En este sentido, Cristo ha sido humillado como tantos


otros, cristianos o no. Él nunca perdió la certidumbre de
quien era: el Hijo de Dios hecho hombre. Pero Él no buscó
esas humillaciones, las sufrió con valentía y paciencia; y Él
nunca aceptó la mentira de los que le trataron injustamente.
Hay que recordar la dignidad de Cristo ante Pilato... El vivió
una humillación no buscada, con humildad, con verdad.

En nuestra vida de religiosos misioneros, evangeliza-


dores, hay una humillación interior que mucho nos duele.
Proviene del no ser congruentes, de no ser eso que querría-
mos ser. Queremos predicar el Evangelio, y no encontramos,
a veces, las palabras apropiadas. Percibimos que la gente no
encuentra sabor en la palabra que mostramos con nuestras
vidas. Sentimos que pasamos como desapercibidos, entre-

41
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

gando señales que pocos comprenden... Poca gente cree en


nuestro celibato.

Mucha gente siente que la comunidad cristiana pre-


dica la caridad y, sin embargo, saben que hay desacuerdos,
pelambres, grupos antagónicos. Quisiéramos estar muy pre-
sentes en el mundo, pero nos cuesta encontrar las iniciativas
para proclamar el mensaje en forma más audible para nues-
tra generación y nuestras culturas. Todos sentimos la humi-
llación de comprobar que nuestros ideales de avanzada ca-
minan a mayor velocidad que nuestras pobres realizaciones.
Estas humillaciones, creo, son parte integrante de nuestra
pobreza. En el Evangelio aparece Jesús en su Pasión, des-
pojado. ¿Dónde está el profeta que hablaba con autoridad?
... Si eres el Mesías, ¿por qué no bajas de la cruz? ¿Dónde
está la esperanza que hizo brotar? ... Al entregar su espíritu
Él no explica nada. Por tres días deja todas las preguntas sin
respuesta... El entusiasmo de los apóstoles en Pentecostés se
interpreta como efecto del alcohol;50 y los discursos de Pablo
en el Areópago como propuestas de un loco... Otro día te
vamos a escuchar...51

La humillación no es un fin en sí, no es algo deseable,


pero existe, se hace presente en nuestra vida. Haríamos mal
en complacernos en ella. No se trata tampoco de una resig-
nación pasiva, no es una fatalidad... Pero sí es una invitación
a la humildad, a reconocer la maravillosa verdad de Dios y
decir que es sobre la cruz donde Jesús ha revelado la vulne-
rabilidad del corazón de Dios.

50 Referencia a Hechos 2, 13.


51 Referencia a Hechos 17, 32.

42
Temas sacerdotales para un Retiro

A nosotros nos toca, por la fe, comprender la lección


que en nombre de Dios nos dicta la humillación personal o
comunitaria. Es una luz que nos ayuda a cuestionar nuestras
ambiciones, nuestras farsanterías de éxitos que quisiéramos
atribuir a nuestra fuerza o sabiduría personal. Pablo se enor-
gullecía de no predicar sabidurías humanas, sino la Cruz de
Cristo.52 A todos nos conviene vivir el Sábado Santo, con su
silencio, con inseguridad, con preguntas sin respuestas, con
esperanzas vacilantes. Sólo descendiendo con Jesús al sepul-
cro, puede brotar la alegría de la Pascua.

La escandalosa debilidad de los hombres a quienes


Cristo ha confiado su Evangelio es parte de la Buena Noti-
cia. La humildad es mirar con verdad nuestras debilidades e
impotencias, sin decaer en la alegría y en la confianza.

52 Referencia a 1 Corintios 1, 23.

43
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Celibato por el Reino

Leamos en esta meditación: Juan 4, 1-16; Romanos 12, 3-8; 1


Corintios 12, 4-11 y 13.

El Sacerdocio nos envuelve de manera especial en el misterio


de la Iglesia y en la misión de Cristo. Es iniciativa y don
del Señor; pero hay una respuesta nuestra a su llamada. El
compromiso del Evangelio y, en particular el Celibato por
el Reino, nos introduce en la dimensión carismática de la
Iglesia.

I. Cuando prometemos ser célibes lo hacemos libremente


y con la convicción de que Dios nos está ofreciendo un
regalo, un carisma que nos da a todos. San Pablo habla de
los carismas como dones complementarios de la comunidad.
No hay un carisma, hay varios. Cada uno tiene un sentido
de servicio y de construcción de la comunidad.53

El carisma del celibato no le resta belleza al matrimonio,


sino que subraya un amor específicamente dedicado a Dios
y a los hombres.

El Espíritu Santo nos llama a cada uno, de una manera


diferente, a seguir a Jesús. A nosotros nos llama a seguirlo
en esta forma célibe de vivir, como lo hizo Jesús y por las
mismas motivaciones que tuvo Jesús.

El Celibato es más un don de Dios a nosotros que un don


de nosotros a Dios. Es imposible vivirlo sin el don de Dios.
Dios da su presencia y su fuerza. Su don tiene efecto sobre
la persona entera. Podemos así contar con la asistencia de
53 Referencia a 1 Corintios 12, 4-13.

44
Temas sacerdotales para un Retiro

Dios. Pero es importante reconocer que ese don no viene a


sustituir el laborioso trabajo de renuncia.

II. Pero la experiencia de cada célibe nos hace ver que no es


sólo un regalo de Dios para su Iglesia; es también un cami-
no para dar también nosotros un don a Dios y a los demás.
Estamos donándonos nosotros mismos a Cristo y a la Iglesia
como don libre, consciente y alegremente ofrecido. A seme-
janza del don que Jesús hace de toda su persona, este don es
un sacrificio. No es una entrega que se haga una vez para
siempre; es una entrega que necesita ser renovada continua-
mente. Hacer la donación de dinero o de 10 sacos de maíz
se hace de una vez. El celibato no puede contentarse con el
compromiso de una vez, porque no es un acto cultual. Será
celibato cristiano en la medida en que está sostenido por un
amor a Cristo, a la Iglesia, al servicio de los demás, en cons-
tante lucha de superación.

III. El sexo afecta zonas muy profundas de nuestra existen-


cia humana; por eso, nuestra castidad consagrada requiere
un cultivo también profundo y un desprendimiento radical.
Es un hecho bíblico que hemos sido creados para vivir en
compañía y para prolongar nuestra vida en los hijos.

El Celibato no consiste tanto en el sacrificio de esa vida en


compañía, como en encontrar a Alguien que puede llenar
nuestra vida al entregarla en una dimensión de amor univer-
sal hacia la familia humana. Es un llamado a convertirnos
en signos visibles, testimonios de Cristo en la Iglesia, para el
mundo.

Pero ¿es testimonio el celibato, hoy en día?... Para algunos,


para muchos, es discutible o incomprensible...

45
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Es que dar testimonio significa crear un misterio: es decir, ha-


cer que la vida de uno resulte inexplicable si Dios no existe.
El Celibato de hecho es un testimonio impresionante. No deja
indiferente a nadie: proclamamos el valor absoluto de la amistad
con Dios y el valor absoluto de la vida eterna.

En nuestro ambiente se despierta toda clase de preguntas per-


turbadoras. Para los que no tiene el valor absoluto de Dios, el
celibato es una idiotez fanática. Nos miran como seres raros:
enigmas. Hasta llegan a ridiculizarnos y despreciarnos. ¡O son
locos o creen en Dios!

Las más de las veces es un testimonio inconsciente. El mundo


tiene más necesidad que nunca de este signo. ¡Necesita de testi-
gos de una fe viva!

El celibato cristiano no puede construirse sobre un rechazo de


la sexualidad en uno mismo y en los demás. Como hombre es
vital que yo reconozca la complementariedad con la mujer. Es-
toy y estaré siempre inseparablemente referido a ella. Sentirse
cómodo en presencia del otro sexo indica habitualmente una
actitud sana. La sexualidad no es algo aislado de nuestra perso-
nalidad. Toca las profundidades de nuestra existencia. La sexua-
lidad le proporciona a nuestra personalidad el tono específico.
Aceptamos nuestro cuerpo como el instrumento a través del
cual llevamos a cabo las obras del amor. Cristo encarnado es
nuestro modelo.

No se pretende disminuir el valor del Matrimonio. Es un gran


sacramento el Matrimonio, pero se trata de ver a qué está lla-
mado uno. El celibato no es una actitud negativa. Si se renuncia
a determinado tipo de relación, es a fin de abrir un camino a
relaciones más profundas con Dios y más universales con su

46
Temas sacerdotales para un Retiro

pueblo. Eso quiere decir que no estamos llamados a amar me-


nos, sino más. No debemos estar menos abiertos a una verda-
dera ternura. Péguy se burla de «los que se imaginan que aman
a Dios porque no aman a nadie en absoluto».54

En cierto sentido es fácil la renuncia, «entregarlo todo» con el


fervor juvenil. Lo que uno entrega es lo que puede imaginar de
las alegrías de ser pareja, de ser padre, la dependencia afectiva y
el placer físico del amor expresado sexualmente.

Pero después de 10 o más años, con la madurez, sentimos tam-


bién en zonas profundas de nuestro ser la necesidad de la pa-
ternidad, la soledad psicológica y los impulsos que irrumpen
regularmente convirtiéndose en tentación, muy cercana, casi
física. Hay una crucifixión.

IV. En la base de todo tiene que estar una alimentación cons-


tante de nuestro amor. Hay ciertos elementos de continua revi-
talización:

1. Confianza en el Dios Fiel que nos ha llamado al mi-


nisterio. La castidad es don suyo.
2. Oración fiel y perseverante, cultivada como un diálo-
go con nuestro amigo y Señor.
3. Prudencia lúcida. Recurso franco y sincero a herma-
nos sacerdotes experimentados.
4. Sana sobriedad de vida. Cuidar detalles de salud, como
evitar extenuación por noches y noches dedicadas a
reuniones. La escasez de sacerdotes tiende a recargar-
nos de compromisos cuyo exceso puede llevarnos a
una vaciedad de fondo y cansancios deprimentes.
54





Charles


Péguy


(1873-1914),


filósofo


y


poeta


francés,


uno


de


los


principales


escrito-
res católicos modernos.

47
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

5. Cultivar amistades profundas.


6. Aceptar cierto tipo de soledad que nos lleva a «es-
cuchar» más a Cristo.
7. Estimular en nosotros la satisfacción y gozo en los
trabajos.
8. Favorecer el sentido de equipo y de comunidad.

V. Por eso es que el celibato no se da por elegido una sola


vez para siempre. Necesitamos optar siempre de nuevo por
él. Vamos cambiando cada día; vamos madurando. Nuestro
celibato también tiene que madurar. No podemos aceptar
una atrofia de nuestro ser que nos deje como niños chicos.
Tenemos que ir desarrollándonos en el valor humano y es-
piritual.

Mi opción de ahora es muy distinta a la que tomé a los 17


años, tiene que ser más profunda y más gratuita: es más
amor. Hasta las tentaciones y crisis pueden convertirse en
valor positivo como fuente de una renovada decisión de
amar. Necesitamos de una diaria reafirmación en el encuen-
tro personal con Dios.

Una opción sana por la castidad celibataria tiene que tener


buen fundamento de motivos sobrenaturales. Sería útil in-
cluir en nuestra reflexión esta pregunta: ¿Por qué estoy yo
optando por la castidad de célibe?

El celibato es una genuina alternativa en la vida cristiana.


La Escritura es clara al respecto. Una alternativa excluye la
otra. Si mi fe es sólida, no me avergüenzo de llegar al fin de
la vida, sin «probar» la otra. Las cosas a medias no resultan.
Tomar senderos riesgosos en que nos comprometemos a no

48
Temas sacerdotales para un Retiro

echar pie atrás, forma parte de lo más hermoso de la vida


humana. El futuro humanamente visto siempre tiene algo
de brumoso: casarse, embarcarse en una profesión, asumir
una causa política, etcétera.

Voy a clavarme en mi vocación, decidido. «Tarde o tempra-


no, si seguimos a Cristo, tenemos que arriesgarlo todo para
ganarlo todo. A la larga, se trata de tener una fe a la que
agarrarse ciegamente cuando todos los apoyos se nos hayan
removidos bajo los pies: la fe de quien lo ha dejado realmente
todo para adherirse a Cristo y hacerse disponible a su minis-
terio. Todo es posible para el que cree». (Rahner: Carta a un
joven sacerdote).55

El celibato no tiene valor por sí mismo. Sólo el amor le da


significado. Sin amor es pura esterilidad. Tenemos que ser
personas que amen con espiritualidad de corazón abierto.
Sacrificamos la relación matrimonial. Las demás relaciones
humanas deben formar parte de nuestra vida. Cultivar el co-
razón para que sea tierno y ancho. El celibato nos debería
dar una disponibilidad más universal. Pero cuidado con la
tendencia a un idealismo en vez de amor, con la tentación
de pensar que la salvación viene de las ideas. El amor no
consiste en hablar de amor: «Yo amo a la humanidad; es a
la gente a la que no soporto». Tiene que ser un amor que
sea disponibilidad para la gente real que pueda abordarme y
consumirme. Un amor y compasión creciente.

Los seres humanos tienen necesidad de Dios; por eso vienen


a nosotros. El riesgo que hay en amar es grande; pero el
de no amar es mayor. Siempre habrá en nuestra vida: ego-

55 Karl Rahner (1904-1984), jesuita alemán, uno de los teólogos más importantes del
siglo XX.

49
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

centrismo, sensualidad y deficiencias. Ninguno de nosotros


está perfectamente integrado, ninguno posee una perfecta
armonía sexual... Eso es lo que significa la concupiscencia
carnal...

Pero Dios ve esto y tiene compasión de nuestra debilidad.


Sabe lo difícil que es para nosotros decirle «sí» en ciertas
circunstancias. Ve la urgencia de ser amados y de amar, la
necesidad de intimidad que hay en cada uno. Comprende
nuestras luchas y también nuestros errores.

Somos mucho más valiosos, más amados por Cristo que lo


que podamos pensar. Él comprende la tendencia que hay en
cada uno de nosotros a llevar una doble vida. Comprende la
ambigüedad de nuestra oración.

Aunque nuestra opción está mezclada de amor propio, en-


frentamos el desafío de seguir orientando nuestra vida hacia
Él. El Señor acepta nuestra ofrenda mezclada de impurezas.
Por ahí andamos revoloteando cerca de la Cruz. Y ahí está
Él. «Todo lo puedo en Aquél que me da fuerzas».56 Mirar a
María nos abre nuevas perspectivas de amor célibe.

56 Filipenses 4, 13.

50
Temas sacerdotales para un Retiro

Amor de castidad célibe

Después de haber participado durante diez años en


Encuentro Matrimonial, me siento con la responsabilidad
de transmitir a ustedes esta nueva meditación sobre el Celi-
bato, a partir de lo que he ido aprendiendo como estilo de
Encuentro para sacerdotes.

Nuestro estilo de vivir es el de un hombre que tiene


un compromiso tan serio y tan concreto como es el del amor
matrimonial.

La castidad celibataria, antes de ser un compromiso


ético, es un amor verdadero que constituye un «estado de
vida». Los sacerdotes nos hemos «casado» con la Iglesia, a
partir de un amor de amistad con Jesucristo, en quien cree-
mos y a quien queremos seguir en todo lo posible.

Así como el compromiso conyugal nace de un amor


experimentado, también nuestra consagración a Cristo Jesús
y su Iglesia nacen de una experiencia viva de la fe: una ex-
periencia de ser elegido gratuitamente y amado apasionada-
mente por Jesucristo: «me amó y se entregó por mí».57

A causa de Jesús y de su Evangelio nos hemos consa-


grado sin reservas a Dios en el celibato.

Lo primero que le debemos a nuestra esposa la Iglesia


es mantener viva la orientación principal de nuestro corazón.
No la amamos de verdad si no alimentamos y mantenemos
viva esta amistad con Jesús como centro de todo lo que so-
mos. Así como en el amor de los esposos, la relación tiene
57 Gálatas 2, 20.

51
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

que partir del «ser» antes que del «hacer» servicios, así no-
sotros no «somos» para la Iglesia, sino en la medida en que
transparentamos y vehiculamos este amor de calidad espe-
cial que es, en una fe viva, el amor de Jesucristo.

Nuestra esposa tiene derecho a que le entreguemos


puramente a Cristo y con Él, nuestras personas y servicios.
Para el Sacerdote, el diálogo con su esposa la Iglesia tiene por
origen una mirada contemplativa a Jesús y a los hermanos.
De ella, de esa mirada renovada, siempre nueva como la vida
de cada día, brotan la apertura, la disponibilidad, la genero-
sidad de la entrega.

¿De dónde nos nació este amor consagrado? Cada uno


de nosotros en circunstancias y momentos tal vez muy di-
ferentes, encontramos el origen único de este amor en una
respuesta a su llamado, cuando descubrimos personalmente
por el don de la fe, que Dios es amor.

El Dios–Temor es capaz de producir conductas correc-


tas y legales, es capaz de engendrar esperanzas semi–comer-
ciales de premios o represiones en vista de castigos. Pero
no es capaz de establecer una relación de amistad confiada.
Jesús es el camino del Dios–Amor. Es por Él que nosotros
hicimos el compromiso de vivir una amistad en exclusiva y
una entrega total a su voluntad. Poco a poco la relación que
existe entre el amor consagrado a Dios y los hermanos, la
Iglesia, se fue haciendo cada vez más estrecha. Mirar a Jesús
me obliga a mirar a los hermanos. La relación de tú a tú con
el Amigo no es auténtica si no me lleva con Él a caminar con
los hermanos, a «dar pan al hambriento, etcétera...».58 Porque
lo que hago con el más humilde de los hermanos, con Él lo
58 Referencia a Mateo 25, 35.

52
Temas sacerdotales para un Retiro

estoy haciendo.59 Mi consagración a Jesús lleva implícita mi


consagración a todos los hombres en un amor cada día más
libre y verdadero.

El Dios-Interés es capaz de engendrar una vida llena


de prácticas ascéticas, pero a la postre, me centra en mí mis-
mo, en mis logros, en mi perfección. Me hace más egoísta y
menos amante.

El Dios-Gerente de una empresa Reino de Dios, es


capaz de convertirme en un super–agente, hasta me puede
llevar a entregar mi cuerpo a las llamas, tenso de urgencias y
quehaceres, pero «si no tengo amor, soy como un gong que
resuena».60 Mi trabajo personal se vuelve una justificación de
mi persona, una compensación de mis necesidades profun-
das de amar y ser amado.

Y aquí reside una de las características del estilo de


amor celibatario que lo hace semejante y diferente al amor
de los casados.

La «exclusiva» del amor conyugal se intensifica en la


dimensión solo con sola. Se aman más en la medida que cada
uno ocupa en el otro la prioridad. La apertura de los esposos
al mundo de los otros se hace pasando por este único exclu-
sivo que es el cónyuge. «Contigo, unido a ti, a partir de nues-
tro amor exclusivo, amo y sirvo generosamente a todos».

El amor celibatario se intensifica en la medida que la


relación con los demás es más y más libre en la dimensión
del absoluto de Dios. El amor celibatario ama de verdad a las

59 Referencia a Mateo 25, 34-40.


60 Referencia a 1 Corintios 13, 1.

53
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

personas, pero no puede permitirse ningún tipo de conyuga-


lidad o pertenencia en exclusiva que lo detenga o lo amarre,
para poder amar a todos y servirlos con entera libertad.

El amor conyugal acentúa el signo de la cercanía tier-


na de Dios para cada uno. El amor celibatario acentúa el
llamado universal del amor de Dios que desea que todos los
hombres crean y sean salvados.

Ambos amores son signos sociales diferentes del úni-


co amor de Dios. Escogemos libremente uno u otro cami-
no, pero en el origen del camino hay siempre un llamado
personal de Dios y su gracia. Para responderlo ninguno es
superior al otro en sí mismo. Es bueno o mejor para mí o
para ti.

54
Temas sacerdotales para un Retiro

Llamados en la comunidad de la Iglesia


Meditación


para


jóvenes


en


formación


al


Ministerio

Para muchos, el futuro de la Iglesia, la irradiación de


la vida de fe, la realización de su misión evangelizadora en el
mundo actual, no es un problema importante. Les daría muy
poco que exista o no la Iglesia.

Para nosotros, sí. Cristo mismo le dio la máxima im-


portancia y eso es lo definitivo.

Para nosotros, la Iglesia, la irradiación de su vida de fe


y su misión evangelizadora es lo que define nuestra vida en
su totalidad. Constituye nuestra vocación.

Sabemos que todo esto depende del Pueblo de Dios;


pero en estrecha unión con los obispos, los sacerdotes des-
empeñan una tarea primordial.

Un retiro adquiere, entonces, no sólo una dimensión


personal ¿qué pasa con mi vida…?, sino una dimensión in-
mensa, católica. De mi supuesta fe, de mi caminar auténtico
hacia el Ministerio, depende el futuro de la Iglesia y la evan-
gelización del mundo. Es una parte, ciertamente; pero es
una parte importante. Cada uno, mirando nuestra vocación,
es como un puntito luminoso del cielo, que mirado con el
telescopio resulta ser una galaxia de mil soles.

Parecía tan poco importante una palabra dicha por Je-


sús a orillas del lago: «Ven, sígueme, de ahora en adelante,
serás pescador de hombres».61 Del sí de Simón Pedro, surge
toda una historia de la Iglesia, que no cabe en una biblioteca,
61 Lucas 5, 10.

55
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

que ha consumido de amor la vida de muchos hombres y


mujeres santos, y que le ha dado el sentido a la vida de mu-
chos, hasta llevarlos a la glorificación de Dios en el cielo.

Cada retiro, en la etapa de la formación inicial, es un


paso más en el discernimiento del llamado de Dios, y una
respuesta, más generosa, siempre nueva a ese llamado. Es
normal que cada uno de ustedes esté viviendo en una actitud
consciente de cara al futuro, con expectativas, con temores,
con deseos de motivarse cada vez con mayor profundidad
hacia un futuro presbiteral, con los compromisos, las res-
ponsabilidades y las condiciones de vida que ello implica.

Estoy seguro que en todos ustedes hay un gran deseo


de formación espiritual y un gran propósito de anunciar a
todos la Buena Nueva, junto con la preocupación por servir
al desarrollo integral de nuestro pueblo.

Un retiro es un momento fuerte, siempre, aún cuando


entremos a él cansados o desmotivados. Es primeramente
un momento fuerte de encontrarnos con el Señor. Tiempo
fuerte de oración personal. Yo entiendo que cada uno de us-
tedes debe hacerse un pequeño programa de oración perso-
nal. Los temas, la reflexión, las lecturas son para desembocar
en la oración. Allí nadie los puede suplir. Es un espacio de
la verdad entre Dios y yo. Es un espacio de silencio para que
el Señor sea escuchado y yo sea su pequeño hijo, su creatura.
No me atrevo a señalar tiempos de reloj; pero me imagino
que ustedes son capaces de dedicar por lo menos unas dos
horas de oración repartidas en el día como mejor les con-
venga.

56
Temas sacerdotales para un Retiro

Scis illos dignos esse?62


¿Sabes si son dignos?

¿En qué ponemos nuestro punto de apoyo en el mi-


nisterio?

Con la cabeza y la intención general, decimos: en Cris-


to. Pero... la influencia cultural es muy fuerte. Traducimos esa
especial «dignidad» (scis illos dignos esse) por aptitudes pro-
fesionales y por energías naturales: habla bien... es hábil inte-
lectualmente... tiene talentos... es líder... tiene buen juicio...

La misma historia de nuestro ministerio va acumu-


lando éxitos, aplausos. E insensiblemente vamos transfor-
mando la gratuidad del llamado al sacerdocio, en seguridad
adquirida por las buenas prendas de nuestra personalidad.
Es un proceso constante de mundanización. Una especie de
ley de la gravedad de nuestro ser pecador.

A lo mejor el «scis illos dignos esse» tendría que tro-


carse en preguntas como éstas: ¿Es suficientemente débil
este hombre para que pueda ser verdadero servidor de sus
hermanos en el sacerdocio? ¿Tiene suficiente conciencia de
ser hombre corriente?

El peligro del proceso de mundanización no está en


que ignoremos nuestra debilidad. Salta a la vista de nues-
tra conciencia. Sino que la cubrimos con un mecanismo de
defensa. Tenemos confusiones, dudas de nosotros mismos,
angustias interiores, ilusiones desinfladas, pero pretendemos
cubrirlas con falsa apariencia de seguridad, acopio de cono-
62 Pregunta del rito de ordenación sacerdotal, que el Obispo formula a quien presenta
los candidatos al presbiterado. Esteban Gumucio la recuerda aquí en su expresión
latina: Scis illos dignos esse? (¿Sabes


si


son


dignos?).

57
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

cimientos, acumulación de experiencia. Nos convertimos en


profesionales del culto, de la palabra, de la conducción de las
comunidades. Es una mala secularización.

Pero no es esa la verdadera dignidad necesaria para el


ministerio. Es, más bien, la que señala la Carta a los Hebreos
en 2, 5–18 y 4, 15: «Pues nuestro Sumo Sacerdote puede
compadecerse de nuestra debilidad, porque Él también es-
tuvo sometido a las mismas pruebas que nosotros; sólo que
Él jamás pecó».

Esta debilidad no significa una canonización de nues-


tros pecados. Es la experiencia de nuestra vulnerabilidad
ante el sufrimiento. Es un sentido profundo y vivencial de
incapacidad frente a lo sustancial de la Evangelización, y de
la incapacidad de ser autor de la vida de fe en las personas
a quienes servimos como sacerdotes. Es comprobar experi-
mentalmente cada día la desproporción que existe entre mis
esfuerzos y los resultados de verdadera fe.

Cuando ponemos todo el peso de nuestra vida en aque-


llo que nos resulta, y nos arreglamos mañosamente para no
exponernos a ningún fracaso, delimitando nuestro servicio
y ahorrando nuestra persona, entonces perdemos la riqueza
de nuestra esencial pobreza. Moisés tiene que haber sentido
su propia incapacidad frente a su misión: sólo entonces llegó
a ser un auténtico hombre de Dios.

58
Temas sacerdotales para un Retiro

Invitaciones del Espíritu Santo


a los ministros consagrados

Tenemos que abrir los ojos para descubrir a Cristo


Crucificado en nuestros pobres y la mayoría de nuestros jó-
venes...

Estos son los cristianos azotados, hoy, junto a los cua-


les podemos compartir en algo la suerte de los pobres opri-
midos, y sufrir en carne propia la incomprensión que sufrió
Jesús...

El gozo de este compartir es inseparable de cierta


mansedumbre, de paz y silencio... Y nos lleva a aceptar des-
nudamente, sin envidias, sin ánimo de apropiación, el hecho
de una nueva experiencia de Iglesia surgida desde los más
sencillos....

Podemos contemplar la acción del Espíritu en la serie-


dad y entusiasmo con que nuestra gente acude a la formación
en todas las áreas pastorales... Nos cuesta aceptar un cierto
estilo «pentecostal». El Espíritu Santo nos da la percepción
de lo que hay de auténtico y libre en las expresiones de la fe
de los sencillos..., a veces al margen, pero no en contra de lo
que a los eclesiásticos nos parece lo ideal; para agradecer el
regalo operado en nosotros al ir cada día más connaturali-
zándonos con una pastoral con, en y junto a los laicos... Para
escuchar al Señor en el clamor de los pobres; también cuan-
do este clamor nos parece entremezclado de desesperación
y violencia desorientada; para descubrir en nuestra Iglesia,
toda una trayectoria de independencia frente a los que du-
rante siglos la han tratado de dominar.

59
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Existe un cierto sentido eclesial de desconfianza hacia


las tendencias conservadoras. El Espíritu está debajo de este
estado de alerta que aparece en nuestros obispos, sacerdotes
y comunidades. Pero un estado de alerta para descubrir la
acción del Espíritu Santo que nos suscita una Iglesia desbor-
dada por los pobres.

La imposibilidad de pretender una pastoral de cura-


monarca, y la imposibilidad de atender en un mínimo sufi-
ciente el hambre y sed de Dios que tiene nuestro pueblo, re-
presenta una «gracia», una acción que le permite al Espíritu
Santo inventar con la gente otras maneras de ser Iglesia y de
la Iglesia... ¿Nos produce tristeza o alegría comprobar que
muchos pobres son evangelizados por nuestros hermanos
separados? Nos puede llevar a estar alerta a las acomodacio-
nes fáciles y engaños de las nuevas corrientes individualista-
capitalistas...

No hay que confundir el criterio de Jesucristo con el


éxito... El conservadurismo sofoca; el Espíritu libera. Tene-
mos que beber de la Palabra de Dios. Y advertir la presencia
del Espíritu Santo en el hecho maravilloso de la creciente
devoción a la Biblia despertada en nuestro pueblo católico
y protestante. Prueba de ello es la eclosión de ediciones de
la Biblia y pedagogías para la comprensión de ella. Tenemos
que advertir la creciente importancia del estudio bíblico en
nuestras parroquias populares

En la percepción de los pobres respecto a la actuali-


dad de la Biblia, se siente cómo Dios se mete activamente en
la historia de la sociedad chilena, cómo habla en la historia
de los pobres y de las organizaciones del trabajo. Esto re-
quiere una progresiva comprensión de un Dios que no obra

60
Temas sacerdotales para un Retiro

mágicamente sino que necesita del compromiso activo del


laicado.

Tenemos que advertir la fuerza de convicción con que


los pobres, aún en medio de las dificultades y frialdades am-
bientales, están seguros del triunfo de la justicia definitiva.
Advertir la dimensión comunitaria de la lectura bíblica y el
instinto del Espíritu que opera en la capacidad de comentar
la palabra en comunidad y en grupo.

También tenemos que advertir la importancia que tie-


ne participar activamente en el culto eucarístico y en las ce-
lebraciones de la Palabra. Allí está la obra del Espíritu Santo
que inspira una comunidad participativa. Se multiplican las
funciones que los laicos pueden asumir, los carismas nuevos.
Se pone de manifiesto la seriedad en la asunción de nuevos
cargos. Son un espacio de crecimiento integral como hijos
de Dios. Se celebra la presencia del Espíritu en la alegría
del encuentro. Por ejemplo, en la manera efusiva de dar la
paz. Para los pobres que viven tan urgidos por sobrevivir,
el encuentro es un lugar de descanso junto a Dios. Es una
renovación de la esperanza como regalo del Espíritu Santo
defensor.

En toda esta renovación tiene mucha importancia una


dimensión nueva de aprendizaje de la oración. Se muestra
en la acogida popular a las iniciativas de oración en común.
En los ejercicios espirituales al alcance de los humildes. En
la permanencia del Rosario. En la espontaneidad de las ora-
ciones de los fieles.

En todos estos rasgos van apareciendo testigos de una


Iglesia servidora de la Vida.

61
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

La misión vivida en el mundo

A estas alturas de nuestra vida sacerdotal, el Señor nos


lleva al desierto de la fe verdadera, para ofrecernos una vez
más el don de la conversión. Nos lleva a la intemperie.

Jesús fue muy leal con los discípulos; en ningún mo-


mento les favoreció sueños triunfalistas de eficacia mundana.
Al contrario, les auguró que serían como ovejas entre lobos
y los aperó para las desilusiones y persecuciones.63 Los aperó
para la misión con la mochila barata, con una sola túnica y
sin bastón.64 En verdad, el lugar de Jesús y sus discípulos es
la intemperie, pues la misión hay que vivirla en el mundo, en
medio de justos e injustos, dispuestos a servir también a los
díscolos y los lejanos.

Jesús no quiere para sus discípulos falsos apoyos y fá-


ciles consuelos. Más bien, como buen formador y conductor
de espíritu, es destructor de ídolos. No acepta frente a su
Padre, que es nuestro Padre, ninguna competencia desleal.
No hay mayor honor para un discípulo que perder su vida
por los otros, ni más poder que el de la Cruz.

Así, nuestra Esperanza verdadera no va por el sendero


de la eficacia vencedora; nuestra Esperanza es mucho más
hermosa que todo lo relativo y pasajero. Se cimienta en una
realidad siempre magníficamente desconcertante, se cimien-
ta en Dios que comparte nuestra vida a través de su Hijo, por
una acción del Espíritu Santo, que es libre y no está sujeta
a programaciones de mercado. Se cimienta en la Fe en un
Dios que comparte todo, nuestra vida, nuestro dolor; que se
63 Referencia a Mateo 10, 16.
64 Referencia a Mateo 10, 9-10.

62
Temas sacerdotales para un Retiro

acerca, convive con nosotros y sigue caminando a través de


la historia, dándonos, a su medida, la fuerza nueva, inagota-
ble y sorprendente de su amor.

La primera lección de nuestro Maestro se podría ti-


tular «Acercamiento». Él es el Sacramento de la cercanía de
Dios. Así, toda su vida es lección de acercamiento. Él quiere
una Comunidad de discípulos cerca de la humanidad, de tal
manera integrados y cercanos, que los humildes, los peca-
dores y los pobres no se vean nunca alejados por falta de
misericordia y caridad. ¡Es tan revelador de esta lección vi-
viente de Jesús el hecho de que los niños no se intimidaron
de acercarse a Él! Eso era impensable respecto a los otros
Rabinos de su tiempo.

La cercanía de Jesús, les permitió a los Apóstoles


aprender por lecciones de cosas, cómo ser comprensivos y
misericordiosos para que el mundo vuelva a experimentar
la imagen del Dios que es amor. El Espíritu guiaba a Jesús;
de eso ellos serán sus testigos cuando a su vez lo reciban en
Pentecostés. Se les quedó muy grabado en su corazón que
el Espíritu guiaba a Jesús acercándolo a la morada de los
pecadores para llevarles el perdón. El mismo Jesús formador
de espíritu, en la sinagoga de Nazaret, se identifica con las
palabras del Profeta Isaías para declarar que su mensaje y
su ministerio están dirigidos a los pobres y oprimidos, y a
todos los necesitados.65 Esas palabras, ellos las vieron confir-
madas con ese Jesús que los lleva por plazas y caminos para
anunciar a los pobres que el Padre los ama, para proclamar
la libertad a los cautivos, a toda clase de cautivos, dar vista a
los ciegos y liberar a los oprimidos...

65 Lucas 4, 16-21.

63
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Las virtudes teologales y un cuento


de la Esperanza

Anoche, cuando los sacerdotes nos retiramos a dormir


después de nuestra convivencia, se reunieron en el templo las
tres Virtudes Teologales para comentar el tema de Don Car-
los González.66

La primera en llegar fue la Fe. Venía revestida de alba


blanca fulgurante, como signo de la Resurrección del Señor.
La Caridad se sentó en el sitial central, pues es la presidenta
de las Virtudes. Vestía una dalmática diaconal de color rojo,
expresando con ello el servicio del amor. La Esperanza llegó
un poco atrasada. Vestía un jeans azul y una polera verde que
lucía un estampado en inglés, ¡Oh my God!... La Fe estaba
contenta por aquello de «mirar desde la Fe», mencionado
por Don Carlos. La Caridad ponderó muy positivamente el
testimonio de vida del Obispo. La Esperanza leyó un cuento.
Yo le pedí que me prestara sus ajados papeles. Se los voy a
leer. El cuento se titula El Robot y la Luna.

La luna de esta historia era la antigua luna inocente e


inexplorada o, si quieres, la vieja luna de los poetas, la dulce
luna de los pintores, la sabia luna de los labriegos y pescado-
res, la vigilante luna de siempre en el silencio de la noche, la
luna de la Esperanza.

El robot era el 2004 H.M. Nunca tuvo necesidad de


filosofar, nunca pudo soñar lunas blancas, rojas, amarillas,
azules, ni medialunas árabes cabalgando desiertos o jugue-
teando entre las torres de La Alhambra.

66 Don Carlos González Cruchaga, nacido en 1921, fue obispo de Talca entre 1967 y
1997. Falleció el 21 de septiembre de 2008.

64
Temas sacerdotales para un Retiro

Yo trabajo, decía el robot, meneando sus amenazantes


antenas articuladas. Soy tan eficiente que no necesito des-
canso. Me basta el mantenimiento exigido por el libreto de
instrucciones. Mi alimento es la cuota precisa de lubrican-
te, el voltaje previamente calculado y la exacta programación
computarizada de mis movimientos. Mi tarea es entregar to-
neladas de producción en tiempo mínimo, elaborar tornillos
perfectamente similares unos a otros, entregar filamentos,
introducir agujas, matar o cantar, construir o destruir, sumar,
dividir, enumerar, descontar, pegar y despegar, horadar y sol-
dar, calentar y enfriar, barnizar, subir y bajar y todo lo demás,
pues soy casi omnipotente. Yo no soy ni feliz ni desgraciado.
Yo trabajo, trabajo, trabajo, trabajo.

¡Basta! gritó la luna ... ¡Pobre robot! ... ¡Estás equivo-


cado! ... Tú haces muchas cosas, pero no trabajas... Trabajar
es otra cosa. Es jugar desde la fe, es llevar la mano hacia las
cosas, a partir del corazón y de la mente, para transformarlas
amándolas, y tú no tienes ni mente ni corazón. Tú no sabes
mirar con los ojos del trabajador, que no sólo busca el pan
con su herramienta, sino que sabe medir las horas de cansan-
cio, por las necesidades y esperanzas de la mujer amada, del
hijo enfermo, del pueblo todo para que viva en condiciones
dignas.

Yo, dijo el robot, no creo en la vida: soy exclusivamente


exacto, matemático; soy materia indefectible, precisión inmu-
table, ganancias sin dolor, riqueza sin amor... Soy de otro, no
soy mío... Mis dólares obtenidos sirven para construir otros
robots que me reemplacen. Ellos serán mi descendencia...

Por delicadeza, la luna guardó silencio. Si alguien hu-


biese auscultado su corazón, se habría dado cuenta que ella

65
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

amaba al hombre y a la mujer que construyen sus vidas y su


mundo, trabajando, trabajando duro, pero cantando.

Después de unos instantes, pareció oírla murmurar


algo así como un canto de alabanza: «Te alabo, oh Dios, por
las bellas manos de los trabajadores y trabajadoras... Te alabo
por los sencillos que se levantan cada día con esperanza a sus
misteriosos trabajos... Te alabo por el resplandor de la digni-
dad humana de quienes se sienten parte activa de tu creación
y de tu Iglesia... Te alabo por todos aquellos que aman su tra-
bajo y lo viven solidariamente, poniendo en él toda su inteli-
gencia y creatividad... Ellos te glorificarán, porque haciendo
crecer el mundo se realizarán como personas».

Cuando dejó de ser utilizado el robot 2004 H.M., la


computadora del subgerente sugirió el empleo del nuevo
modelo, el robot 3420 Z.2.

Al pobre robot 2004 H.M. lo desarmaron en el lugar


mismo de su último empleo. Su cadáver era una chatarra in-
útil depositada en el botadero de automóviles, llevada sobre
una humilde carretilla de mano, a tracción humana.

La luna, mientras tanto, seguía brillando, vigilando el


sueño de los verdaderos trabajadores, favoreciendo en silen-
cio el crecimiento de las semillas del Verbo.

66
Apuntes


para


el


perfil


de


un


Sacerdote
Apuntes para el perfil de un Sacerdote

Rasgos del Sacerdote en medio


de su pueblo

Es un Testigo

Testigo de Jesucristo que es Buena Nueva para pobres y pe-


cadores.
Por lo tanto, no separado de su gente.
Cultiva las mismas preferencias que Jesús.
Sufre las consecuencias de proclamar los criterios de Jesús
ante los falsos valores humanos: la riqueza que crea injusti-
cia, el poder que roba la libertad, el materialismo hedonista
que destruye los mejores anhelos del hombre.

Es siempre Discípulo

No aprovecha el ministerio para constituirse amo y maes-


tro.
Vive en continua actitud de ser enseñado por el Espíritu de
Jesús.
Vive siempre en el aprendizaje de la fe, que se alimenta de
la Palabra y de la vida de la gente, y en la oración donde se
confronta la Palabra con la vida.
Es un hombre de fe, continuamente trabajado en proceso de
purificación.

Es un Servidor

Ser servidor es esencial a la opción de seguir a Jesucristo,


quien se hace servidor.
La misión es servir con Jesús, en Iglesia, para el hombre.
Ejerce el servicio sacerdotal de la Palabra, el servicio de ani-
mación de la comunidad, con gran respeto de las semillas.

69
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

No es escultor, es jardinero.
Imita el respeto de Jesús por la libertad.
Asume el servicio del silencio de la cruz.
Por ello no tenemos garantías de éxito exterior, ni se mide la
cosecha por el número de clientes.
Tiene la fidelidad del servidor, la fidelidad del administrador.
Acepta la diversidad de servicios complementarios en la Igle-
sia: servimos en forma original y diversa al mismo Señor.

Es


un


hombre


que


habla


al


Señor

Descubre cómo es Dios en el silencio.


Habla con Dios acerca de su pueblo.
Su hablar procede de su experiencia de ser gratuitamente
amado, y de su convicción de que Dios tiene un amor prefe-
rencial por el pueblo.
«Yo soy su Dios; ustedes serán mi pueblo».67
Dios lo escucha; no tiene horario de atención.
El sacerdote se esfuerza por escuchar, en la oración explícita
y oración implícita, como habla un hijo, y como habla un
pobre.

Vive


la


Caridad


Pastoral

Vive atravesado por urgencias nacidas del amor, no del te-


mor. No conoce la ambición del éxito personal.
Como Jesús, siente la urgencia del Padre.
«Mi pan es hacer su voluntad»...68
Como Jesús visita a su pueblo, recorre las aldeas.
A veces no tiene tiempo ni para comer.

67 Levítico 26, 12 / Éxodo 6, 7.


68 Referencia a Juan 4, 32-34.

70
Apuntes para el perfil de un Sacerdote

Ésta es una urgencia que tiene que ir profundizándose en el


corazón, más allá de los fervores del sentimiento.
Coexiste con aridez espiritual.
Por eso la vigilancia que debe tener, para no convertirse en:
un cura amargado, o un cura agitado, sin tiempo de nada, o
un cura contestatario de todo.
El diálogo con el «Viviente»69 asegura un estado de urgencia
pastoral sin pérdida de la paz, y con el signo contagioso de la
alegría.
La caridad pastoral comunica, transforma, alimenta, defiende
la vida.
Celebra la vida por la Liturgia y por su presencia en las mani-
festaciones de vida.
La caridad pastoral es bondadosa con nuestro pueblo tími-
do.
Es paciente: sabe esperar, como el campesino, la cosecha.

Es


hombre


de


la


Solidaridad

Es solidario con la Iglesia.


Con su Obispo. Con el presbiterio. Con las orientaciones co-
munes.
Ama a la Iglesia con toda su realidad y diversidad.
Es un hacedor de comunión.
Es solidario con los más pobres.
Comprensivo de las mentalidades no evolucionadas.

69 Referencia a Apocalipsis 1, 18.

71
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Testigos de la acción del Espíritu

El Espíritu Santo es el que nos va haciendo despertar


a la gracia de la Evangelización.

En la etapa de la juventud, sin quererlo, uno tiene


sangre y espíritu de conquistador. Aunque por convicción
y doctrina sabe que el ministerio es de la Iglesia y es para el
mundo, sin embargo, psicológica y culturalmente, hay una
apropiación indebida: uno accede a la realización de la meta;
la gente dice: «se recibió de cura».

Sólo la acción gota a gota del Espíritu Santo va se-


dimentando en nuestro corazón humano el sentido de no
ser para sí mismo: existo para prolongar en el mundo la ac-
ción de Jesús. O mejor, existo para ser, en Iglesia, enviado al
mundo, en la misma misión de Jesús. «Como el Padre me ha
enviado, así también los envío yo».70

Es difícil encontrar una expresión que represente esa


experiencia apostólica que va más allá del saber y del conven-
cimiento. Tal vez se podría decir que es sentir que, por la ac-
ción de Dios en su Iglesia (y en ella estoy también yo con mi
pequeño aporte de acción), el Reinado de Dios sigue puesto
«cerca» de los hombres. Esa cercanía del Reino, el Espíritu
nos la hace gustar en el servicio a personas muy concretas
y, a menudo, en instituciones que lucen todo un entramado
muy humano.

Cada sacerdote ejerce su ministerio universal, sacra-


mentado en una geografía limitada, con límites parroquia-
les, diocesanos, nacionales. Cada uno se topa con los rostros
70 Juan 20, 21.

72
Apuntes para el perfil de un Sacerdote

concretos y actuales a quienes nadie puede evangelizar, sino


la Iglesia; esta Iglesia local con olor a pobre y a rico, todo
mezclado. Sólo el Espíritu Santo nos puede hacer gustar un
despliegue modesto y lento de los «Poderes del Reino», que
no sólo se da cuando directamente tratamos de evangelizar,
sino también en toda esa perceptible o imperceptible tarea de
promover el crecimiento y la dignificación de las personas.

Para mí, muy concretamente, esto se me ha dado en


la segunda mitad de mi vida a través de vivir en cercanía de
la gente de una población de Santiago. Ahora que estoy en
la tercera o cuarta edad, me siento inclinado a pensar que la
disminución de una acción directamente evangelizadora y
catequística, me ha hecho valorar más la importancia de los
sencillos contactos humanos que significan viajes en micro,
caminar por los pasajes, visitar enfermos, participar en co-
mistrajos de clubes y centros de viejas, conversar en la feria,
asistir a los responsos, toparse con amigos, etc. Un día un
pastor evangélico amigo me dijo: «Cuando usted no está por
un tiempo, lo echamos de menos en la población...»

Es tan gozoso creer con toda el alma que la fuerza sal-


vadora de Jesús Resucitado está por encima y más allá de mi
pobre actividad humana con la cual me esfuerzo por llevar a
cabo la misión de la Iglesia. Se parece al gozo del niño aquel
que le entregó a Jesús sus cinco panes para la multiplicación
milagrosa.71 Es siempre crecientemente gozoso ese ser tes-
tigo de que la fuerza invisible del Espíritu se despliega sin
proporción con nuestra flaqueza personal e institucional. De
ahí nace una experiencia de paz y alegría, que también es
don gratuito del Espíritu.

71 Referencia a Juan 6, 9.

73
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

El querer estar inmerso en la vida de una comunidad de


pobladores, me ha significado poder participar, en parte, de su
situación y de su sensibilidad.

El Concilio Vaticano II insistió mucho en la noción de


servicio. Y ésta es una de las ideas que más nos ha impactado.
Ella nos hace volver al Evangelio. Y hay que reconocer que
no es fácil en nuestro ambiente cultural, en el que se le asigna
a la Iglesia un alto ranking en cuanto al Poder. Es angustiante
y a la vez fascinante tener poder, y no hay nada que mundani-
ce tanto nuestro ministerio como este «poder» entre comillas,
que la gente misma, sin ninguna mala intención, lo desea para
nosotros: «decida usted, Padre...»

Todos conocemos la enseñanza de Jesús culminada en


el lavado de los pies del Jueves Santo...72 Nos impresiona, nos
hace llorar, nos llena de buenos propósitos, pero el ambiente y
las costumbres nos la hace olvidar tan fácilmente... Orígenes73
dice: «El que es llamado al Episcopado, no lo es para ser prínci-
pe, sino servidor de toda la Iglesia», y lo que se dice del Obispo,
igual vale para los que tenemos un sacerdocio dependiente del
sacerdocio del Obispo. Somos servidores que debemos obe-
diencia a la Iglesia, al Señor de la Iglesia. El único Jefe verda-
dero es el Señor. «Apacienta mis ovejas».74 «Apaciéntalas como
mías y no como tuyas», decía San Agustín.75

El Espíritu Santo nos va conduciendo a esta postura de


servidores, impulsándonos a buscar con otros, en comunidad,
la Voluntad del que es el Dueño y Señor. Por hacer más expe-

72 Referencia a Juan 13, 3-15.


73 Orígenes (185-254), considerado entre los Padres de la Iglesia de los primeros siglos.
74 Juan 21, 16.
75





Ver


Liturgia


de


las


Horas,


Lectura


en


fiesta


de


San


Nicolás,


6


de


diciembre.

74
Apuntes para el perfil de un Sacerdote

ditas las cosas, nos vamos acostumbrando a saltarnos esta bús-


queda y a ponernos encima de la comunidad, y no en igualdad
de condiciones con los demás miembros del Pueblo de Dios.
En las respuestas de los laicos para el Sínodo está latente esta
queja respecto a sus sacerdotes. Es clásico este pensamiento
de San Agustín: «Si me impresiona más la dicha de haber sido
rescatado con vosotros que el honor de haber sido puesto a
vuestra cabeza, entonces podré ser más plenamente vuestro
servidor».

Confieso que me atrae mucho ese regaloneo con que la


gente me expresa su gratitud y admiración. Es tan gratificante
sentirse importante. Es tan suave para mí esta gula interior,
capaz de compensar las necesarias soledades del celibato. El
Espíritu Santo en la oración me impulsa a desnudar mi verdad,
a reconocer que aquí y allá, en esta ocasión o en la otra, fui yo
el que se sentó en el trono y dejé sin asiento a Nuestro Señor
Jesucristo. Esas luces del Espíritu son tan preciosas como ope-
rantes. En un instante, en el silencio de la presencia eucarística,
todo se pone en orden. En la Constitución Lumen Gentium
se dice: «En los Obispos, está presente en medio de los fieles
el Señor Jesucristo, Pontífice supremo. (…) Los Obispos, en
forma visible y eminente, hacen las veces del mismo Cristo,
Maestro, Pastor y Pontífice, y si ésta es la función servidora
del Obispo, la de los presbíteros se puede perfilar con igual
lucidez».76 Edificamos la Iglesia con todos sus miembros, en
colaboración subordinada, y se nos exige la misma transparen-
cia para dejar a Dios ser Dios y a Jesucristo ser «Señor».

Lo característico de lo que me pide el Espíritu es que


yo mismo esté atento a no hacerme valer, a no subrayar mi
protagonismo, a hacerme transparente de Cristo, a no ser
76 Lumen Gentium, 21.

75
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

impositivo, a ayudar a que los cristianos asuman la voluntad


del Señor, desde adentro de su libertad.

Es un principio cristiano que, siempre, lo común es


más importante que lo particular. En la medida que el Es-
píritu Santo me va haciendo madurar a través de la acción
apostólica, voy comprendiendo mejor que el Ministerio del
Presbítero está para la promoción del ejercicio del sacerdocio
común de todo el Pueblo de Dios, que se sitúa en el ámbi-
to del «culto verdadero». Confieso que, antes del Concilio,
ese sacerdocio del Pueblo de Dios se me quedaba entre las
líneas de los libros de teología. Hoy día lo percibo como
una realidad tangible. Ese culto verdadero que va hacien-
do el Pueblo de Dios, por la fe de personas y comunidades
que tienen nombre, ilusiones, enfermedades, organización,
niños, trabajo, relaciones entre iguales, luchas por la justicia,
la vivienda y el sustento, pero, sobre todo, amor... Allí donde
hay amor se está dando por Jesucristo el «culto verdadero»,
el que agrada a Dios.

Otra cosa por la cual yo quisiera darle infinitas gracias


al Espíritu Santo, es la vitalidad que tiene en nuestros días la
Palabra, la Palabra con mayúscula. Toda la gente, pero parti-
cularmente los pobres, por un instinto divino, ha recuperado
la fuente de la Palabra de Dios, y ¡con qué sed! En parte se lo
ha debido a la renovación litúrgica, y en parte al mucho em-
peño que hemos puesto en las Parroquias y las Vicarías para
promover la lectura de la Biblia y los cursos sencillos para la
formación de los laicos. En parte, por último, al trabajo de
Iglesias Hermanas que han sabido crear conciencia en el pue-
blo de que la Palabra le está destinada desde su origen... Tam-
bién a los Ejercicios Espirituales Ignacianos, adaptados a las
comunidades de base... Puede ser que siempre haya existido

76
Apuntes para el perfil de un Sacerdote

esta experiencia de fe de los cristianos; pero me parece que


en otros tiempos la gente sencilla estaba pendiente sólo de
la palabra ministerial. La verdad era lo que decía el Obispo,
el Presbítero o la Monjita, y nosotros los tratábamos como
niños chicos; les dábamos la Palabra, bien disuelta en mama-
dera. Ahora, el Espíritu Santo ha hecho caminar al Pueblo
de Dios, como adulto bautizado, y le ha devuelto con fuerza
la tarea de transmitirla, en unión con el ministerio consa-
grado. Su Santidad Paulo VI decía: «Hoy, más que nunca,
es indispensable la participación de una nube de testigos y
misioneros...» No es infundado pensar (lo dice con mucha
delicadeza) que muchos posibles evangelizadores se inhiban,
porque sienten una actitud de desconfianza por parte del cle-
ro... ¿No vendrá de una oscura conciencia de ser «los dueños
de la Palabra»?

77
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Evangelizador y pastor

Dice Efesios 4, 11: «Él nombró a unos apóstoles, a otros


profetas, evangelistas, pastores y maestros».

Allí aparecen los dones de Jesús que sube al cielo, según


dice también Efesios 4, 8: «Subiendo a lo alto llevaba cautivos y
repartió dones a los hombres», citando el Salmo 68. Estos dones
son el ser apóstoles, profetas, evangelizadores, pastores, y maes-
tros o doctores. Todos estos dones construyen la Comunidad
Cristiana para la edificación del Cuerpo de Cristo.

El Apóstol es el que funda la comunidad y la sostiene


como cimiento. El Profeta interpreta el designio de Dios para
la comunidad actual. El Evangelista proclama la Buena Noticia
y agrega nuevos fieles a la comunidad, por la Palabra de Sal-
vación. El Pastor protege y conduce. El Doctor profundiza la
doctrina, la catequesis.

La comunidad sana desarrolla armónicamente todos los


dones. A los obispos le corresponde, en primer lugar, ser Após-
tol y Profeta. Ellos son roca de fundamento de la comunidad,
e interpretan para la comunidad los designios de Dios sobre el
presente. Son factor de unidad. La acción magisterial es unifi-
cadora.

La función de evangelizar y pastorear, los obispos la


comparten con presbíteros y diáconos en cada lugar, en cada
comunidad. Estos dos dones funcionan bien en equilibrio. Si
es una acción puramente evangelizadora, podrá estar sujeta a
entusiasmos sin que haya una construcción. Si es puramente de
pastoreo, puede que se encierre en sí misma y pierda su condi-
ción de expansión y catolicidad.

78
Apuntes para el perfil de un Sacerdote

El evangelizador tiene como misión interpretar las ne-


cesidades de los lejanos. Anuncia la justicia y la verdad, como
semillas de Dios en cada persona, que hay que hacer brillar
explícitamente. Se adelanta, va... en vez de esperar. Se puede
representar en la figura de Felipe, en Hechos 8, 26-40. Se
atreve a interpretar al Eunuco en su carrera, no espera que
vaya a su oficina. Es un carisma que permite entrar en el
ánimo de los demás, para descubrir las necesidades no ex-
presadas. Para estar en lugares lejanos al Evangelio.

Algunos serán más pastores, otros más evangelistas.


La Iglesia exige de nosotros una dosis de ambos carismas.
Ambos son necesarios para que el Cuerpo esté vivo.

También son «evangelizadores» los 72 discípulos, en


San Lucas 10, 1. ¿Cómo nos formamos como evangeliza-
dores? Ciertamente, acudiendo a Jesús. Se muestra a Jesús
como maestro de evangelización en el episodio de Lucas 4,
16-30.

Jesús va a Nazaret, entra en la sinagoga, le presentan


el libro, lo abre y lee: «El Espíritu del Señor...» Lo cierra,
se sienta y toda la gente lo mira fijamente. Es un momento
decisivo, un primer impacto... Si uno se equivoca «queda la
crema». Se crean expectativas: ¡qué va a decir éste ya famo-
so! Jesús habla una sola frase: «¡Hoy se está cumpliendo esta
Escritura!» Al principio gusta... Luego comienzan las dudas:
¡pero por qué no hace aquí esos milagros que dicen! La at-
mósfera es hostil... Jesús se enfrenta: «Me dirán: Médico, cú-
rate a ti mismo». Ningún profeta es bienvenido en su pueblo.
La gente se exaspera, todo se derrumba. Su ministerio pare-
ce que ha fracasado.

79
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

¿Por qué Lucas comenzó así su Evangelio?


¿Porque no empezar por un episodio bonito, de éxito...?
Pero lo comienza con un episodio de fracaso. Jesús no se hizo
comprender. No le entendieron. Tuvo que escapar de prisa.
¿Por qué este extraño modo de enfrentarse?

Hay que tomarle el peso a la tristeza de esta partida. Es


su patria. Lo dejan irse. No lo matan. Se va derrotado.

Es la primera imagen de Jesús evangelizando, derrota-


do, no escuchado. Hay que imaginar la amargura de su Ma-
dre y de los parientes, de sus admiradores. ¿Se les acabaron
sus esperanzas?

Esta es una constante del Reino. Es la misma experien-


cia de Pablo, como se puede ver en Hechos 13, 45; 2 Corintios
1, 8-9; Hechos 14, 22.

«Todos los ojos de la Sinagoga estaban clavados en


Él»... Tratan de comprometerlo en sus expectativas. Existe un
ansia de acapararse al profeta. Si comienza a hacer milagros
aquí, ¡el pueblo prosperará!... Están molestos porque en vez
de haber comenzado allí, empezó en Cafarnaún: «Lo que he-
mos oído que has hecho en Cafarnaún, hazlo aquí». Quieren
someterlo a los intereses del pueblito.

Entonces emerge la extrema libertad de Jesús. Habla


libremente, a pesar del riesgo. Hay otros intereses más impor-
tantes para Él: el Reino.

Un ejemplo de libertad y carisma proféticos: «hay otras


ovejas»...77
77 Juan 10, 16.

80
Apuntes para el perfil de un Sacerdote

Evangelizar no es sinónimo de tener éxito. La lección


que nos deja Jesús: no puede haber evangelizador si no se
busca ser libre como Jesús. Mirarlo en el absoluto desapego.
Me han enviado para liberar, para perdonar, para proclamar...
no para pactar.

Jesús me llama no a decir cosas, sino ante todo a ser


libre con Él, a ser partícipe de su Misión. No puedo ayudar a
los demás si primero no trabajo en mí la liberación, la libera-
ción que hace en mí Jesús. La presencia de Jesús en mi vida
me hace libre para liberar, pacífico para pacificar, salvado
para salvar.

81
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Sacerdote en comunidad religiosa

La reflexión de San Pablo sobre el apostolado y los


carismas,78 se orienta ya hacia el sacerdocio de los ministros. A
los responsables de las comunidades les da títulos sacerdotales:
«dispensadores de los misterios de Dios», «ministros o servi-
dores de la Nueva Alianza», y enfoca el mismo servicio de la
Palabra como un servicio litúrgico...

El servicio presbiteral y el diaconal no constituyen una


casta de privilegiados. Son primordialmente dones y carismas
de la Comunidad. Son obra del Espíritu.

El Sacramento del Orden tiene muchos aspectos que


intervienen en este mutuo flujo de pertenencia y de entrega
entre cada uno y la comunidad. La Comunidad es la que nos
forma y nos conduce al Sacramento. Y nosotros no somos or-
denados para una Diócesis o Iglesia local, somos presentados
al Obispo por la comunidad religiosa y recibimos los poderes
para el servicio de la Iglesia Universal. La Congregación será
la mediación que concretice por la Obediencia la porción del
rebaño de Dios que nos confía el Obispo.

Somos ordenados bajo el título de «Mesa Común», y


es el Superior de la Comunidad quién recibirá la pregunta del
Obispo: «¿Scis illos dignos esse?»... ¿Sabes si son dignos?

Parece obvio que una vez hechos presbíteros o diáconos


tendrá mucho que ver este ministerio en la vida de la comu-
nidad. Es una parte importante de nuestras personas que se
juega en los ministerios de la Iglesia... Ellos constituyen por lo
tanto un don y una responsabilidad grande de la Comunidad.
78 1 Corintios 12, 1-31.

82
Apuntes para el perfil de un Sacerdote

Leamos Marcos 10, 42-45; 2 Corintios 6, 3-10; 1 Ti-


moteo 3, 1-7; 1 Pedro 5, 1-4.

A los Sacerdotes y Religiosos nos toca vivir hoy en una


condición de Iglesia más evangélica, en el sentido de estar la
Iglesia sometida a una prueba. No es una época de triunfalis-
mos y autocomplacencia. Pero todavía tenemos poder.

En los años del Concilio hubo algo de triunfalismo.


Hoy día, las comunidades eclesiales tienen una vida más
modesta frente a los medios de comunicación, y el trabajo
del Sacerdote puede pasar desapercibido. Hay una relación
mucho más igualitaria con los laicos. Las responsabilidades
institucionales son menos honrosas y traen menos segurida-
des y menos glorias mundanas.

Quizás, a pesar nuestro, hemos llegado a un ministerio


menos instalado, con posibilidades reales de ser más pobres
y más cercanos a la gente; por eso mismo es un momento de
Evangelio para nosotros, porque nos lleva a ser más sincera-
mente creyentes en Dios.

Cuando estamos demasiado satisfechos de nuestras


obras, es posible que nos confiemos en exceso en ellas; en
cambio cuando nuestras obras son frágiles, o no nos dejan
totalmente satisfechos, es más fácil confiarse en Dios.

En un mundo que nos aplaude poco, hay una necesi-


dad de cierto equilibrio personal que permita asumir hones-
tamente una tarea apostólica que habitualmente no es fácil.
Necesitamos una fe fuerte, para responder a Dios, a un Dios
que parece estar jugando a las escondidas.

83
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Sacerdote en la comunión del Presbiterio

El 17 de Diciembre de 1998 cumplí 60 años de Sacerdo-


cio. Recibí la imposición de las manos de parte de Don Rafael
Lira Infante.79 Entonces y ahora, creo firmemente que todo
aquello aconteció como algo venido del Espíritu Santo. Re-
cuerdo aquel texto bíblico de los Hechos 13, 1–3: «Había en la
Iglesia fundada en Antioquía profetas y maestros: Bernabé, Si-
meón llamado Niger, Lucio el cirenense, Manahen, hermano
de leche del Tetrarca Herodes. Mientras estaban celebrando el
culto del Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Sepárenme
a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado. En-
tonces, después de haber ayunado y orado, les impusieron las
manos y los enviaron.»

Qué impresionante es el don de creer con sencillez de


corazón que así ha acontecido con cada uno de nosotros mi-
nistros consagrados: «Dijo el Espíritu Santo...» Nacemos al Sa-
cerdocio desde una palabra secreta atribuida por la Escritura
al Espíritu de Dios. No es una iniciativa de los hombres, ni si-
quiera del Obispo que me ordenó. Oculta en él, a través de su
corazón y de sus manos, la iniciativa era de Jesús Resucitado.

Tal vez era tan importante para mí ser sacerdote de Je-


sús, que puse el acento en la parte que me correspondía: era
yo el que estudiaba con tesón para prepararme, era yo el que le
pedía cumpliera mis anhelos, era yo el que me ponía nervioso
y experimentaba dudas y temores. ¿Seré capaz?... ¡Era un niño,
casi me olvidaba por momentos que era el Señor quien me to-
maba del conjunto de la comunidad y me colocaba aparte para
Él, para anunciar su misterio, para servirle en la Iglesia, pero
también para «estar con Él»...!
79 Obispo de Valparaíso entre los años 1938-1958.

84
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Había un gran silencio en la Catedral cuando el Obis-


po posó sus manos sobre mi cabeza. «Les impusieron las
manos...»80 El padre Adalberto Maury nos había explicado
que era un gesto antiquísimo, desde Jesús. Todavía dos mil
años después, Don Rafael lo repetía sobre mí, transmitién-
dome los poderes, habilitándome para el servicio de la co-
munidad. Recuerdo que el rostro del Obispo, durante toda la
ceremonia, tenía una expresión de humildad y recogimien-
to, como si estuviera diciendo: lo que Jesús hizo para que
existiéramos en comunión con Él, lo que Jesús confió a los
Apóstoles para que lo realizaran, ahora yo, tu Obispo, te lo
entrego a ti, muchacho de 24 años recién cumplidos, tan frá-
gil como yo...

Recuerdo que fue para mí muy luminoso ese otro tex-


to de San Pablo en la carta a 1 Timoteo 4, 12–16: «Amigo,
que nadie menosprecie tu juventud. Procura, en cambio ser
para los creyentes modelo de palabra, en el comportamien-
to, en la caridad, en la fe, en la pureza. Hasta que yo llegue,
dedícate a la lectura, a la exhortación, a la enseñanza. No
descuides el carisma que hay en ti, que se te comunicó por
intervención profética mediante la imposición de las manos
del Colegio de Presbíteros. Ocúpate en estas cosas; vive en-
tregado a ellas para que tu aprovechamiento sea manifiesto
a todos. Vela por ti mismo y por la enseñanza; persevera en
estas disposiciones, pues obrando así te salvarás a ti mismo y
a los que te escuchan.»

En esos días y en los primeros años, esas palabras me


parecían relativamente fáciles de cumplir. Lo de modelo en
la palabra lo proyectaba más bien hacia el futuro, y el futuro
de un joven es casi realidad presente... La Palabra predicada
80 Hechos 6, 6.

85
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

era mi deseo, pero a la vez mi tormento. Recuerdo mi pri-


mera predicación solemne en el púlpito de la Iglesia de los
SSCC de Valparaíso... Transpiré y olvidé qué estaba diciendo.
¡Y tanto que me había preocupado de aprender de memoria
mi primer sermón! ... Al descender del púlpito, una señora
se acercó para decirme con tono bondadoso: «¡Y su papá que
era tan buen orador...!» El apóstol le recomienda a Timoteo
que sea modelo en el comportamiento, en la caridad, en la fe,
en la pureza... Todo me parecía posible, confiado en el Señor
que me seducía. Con el tiempo, esa palabra se ha ido hacien-
do tal vez más profunda. Me ha hecho descubrir y aceptar
en forma muy concreta que el sacerdote es para los fieles; ha
sido elegido en una relación inseparable de la comunidad de
los fieles. San Pablo, en la primera carta a Timoteo, me de-
cía a mí: «no descuides el carisma»... Es un don del Espíritu
que la Iglesia humildemente coloca en nuestras manos y que
ella confía en que lo vamos a cuidar... Cuando se van cum-
pliendo bodas tras bodas, es imposible que no me pregunte
con un dejo de tristeza, y a la vez de confianza: ¿cómo he
cuidado el carisma confiado?... ¿tengo viva conciencia de que
no me pertenece para gloriarme de él?... ¿me dejo arrastrar
por acostumbramientos que debilitan la conciencia de «don»
para los demás?

Cómo quisiera, Señor, revivir fuertemente en mi co-


razón la convicción de fe de que llegar a ser Sacerdote es un
don. Es un don para mí y para la Iglesia. No me lo he fabri-
cado yo... Con el correr del tiempo, ¡qué claro me aparece
que la parte de mi cosecha está llena de ambigüedades!... El
Señor no me eligió por ser ese niño piadoso que le prometió
ser su amigo para siempre en la Primera Comunión. ¡Qué
fariseo era ese colegial que se creía bueno y se sentía mejor
que los chicos que echaban garabatos! ¡Cuánto fariseísmo

86
Apuntes para el perfil de un Sacerdote

de buena fe había en el joven que aspiraba a ser santo, pero


santo canonizado, con «gloria del Bernini y todo»!... ¡Cuánta
suficiencia escondida y aún no descubierta en el sacerdote
que entraba a la cancha de la Pastoral creyéndose suficien-
temente preparado por haber llenado su cabeza de libros y
teologías!... ¡Y cuántas más ambigüedades en este viejo sa-
cerdote que se ufana de tener 60 años de perseverancia en
el ministerio, y se olvida de los 60 de paciencia de parte de
Dios y de la Iglesia!

Pero, por otra parte, ¡qué alegría saber que todo es


don, gratuidad de parte del Señor, porque todo lo gratuito
viene de su misterioso e insondable amor!

Llegar a ser sacerdote es un don y un don que está en


el ámbito de los grandes dones de Dios: como la Eucaristía,
como Jesús mismo y el Espíritu Santo, que son las más gran-
des concreciones de su amor gratuito.

El don me recuerda la amistad fiel, absolutamente fiel


de parte de Jesús. A cada uno de los sacerdotes y diáconos
nos ha llamado a «estar con Él»,81 a seguirle de cerca, a to-
marle por modelo y a guardar su vida en nuestras vidas. Pero
hay algo más: Él nos ha confiado una responsabilidad para
una tarea, para la obra de su Padre, para su tarea... La tarea
era y es su pan. Su pan es el Reino de su Padre... Por la im-
posición de las manos del Obispo, Él nos hace confiar, nos
confía su misión que sigue siendo suya.

En los momentos de cansancio, de tentación, de des-


aliento, qué grande es para mí esa cuota de fe viva que me
hace experimentar que estoy en la continuación de la misión
81 Marcos 3, 14.

87
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

de los Apóstoles. Es una tarea con cruz, pero con el aliento


de la persona de Jesús que no deja de peregrinar conmigo.

Entre los Apóstoles y este Sacerdote que soy circula la


misma misión confiada a ellos por Jesús. «Ayúdanos, Señor,
a devolverle vida a esa palabra Apostolado: estar en la misma
cosa con los Apóstoles, participando de la misma misión»...
Es hermoso pensar que las comunidades que vemos surgir
(o continuar), constituyen la misma realidad que aquellas que
esperaban la visita de Pablo, Bernabé, Santiago, Juan. Ali-
mentadas de la Palabra y alrededor de la Eucaristía, son hoy
esa misma Iglesia que se llama Apostólica... Y le doy gracias
al Señor por haber sido portador de su Palabra en estos rin-
cones del mundo; gracias por haber visto nacer comunidades
en medio de los pobres; gracias por haber presidido la Euca-
ristía en tan diferentes momentos y lugares...

En algunos momentos de soledad, se me ha hecho


dura la percepción de inutilidad del trabajo oscuro de ser
cura. Pero muy pronto me despierto a la admiración de la
tarea que Él nos ha confiado. ¿Puede haber algo más hermo-
so que el despertar, suscitar mediante la palabra y los gestos,
comunidades que acogen la Palabra, que tratan de vivir una
vida según sus criterios, según las bienaventuranzas, que se
alimentan del Cuerpo de Cristo?... Cierto, debe ser bellísimo
el nacimiento de un hijo de la propia sangre; pero también es
tan bello como misterioso, ser ayudante del Señor, en el cre-
cimiento de personas que llegan a darse a sí mismas según
el Evangelio... Recuerdo esa señora pobre, trabajadora de la
feria callejera, que le cedió la cama de sus hijos a una mori-
bunda de Sida... Lo único que dijo fue: «Era lógico hacerlo,
si soy cristiana...»

88
Apuntes para el perfil de un Sacerdote

Me impresiona lo que dice el Cardenal Martini: «El


Obispo, los Sacerdotes y los Diáconos somos inseparables
de la comunidad»; «y la comunidad, la Iglesia, es impensable
sin el Obispo y los Sacerdotes...»

A no pocos se les ha ocurrido una Iglesia, Pueblo de


Dios sin Ministros consagrados. Pero ¿cómo podría ser Igle-
sia, sin Palabra de Dios, sin Eucaristía, sin los Sacramentos
de Jesús?... Los obispos y sus ministros actualizan continua-
mente la presencia del Resucitado; y sin esa presencia de Je-
sús no tendríamos Iglesia. Sería un cuerpo sin cabeza. Pero
también es cierto que yo soy inseparable de la comunidad.
No puedo ser presbítero sin relación al pueblo, sin la reali-
dad de los fieles. No tiene sentido ser ministro, servidor, sin
Iglesia a quien servir.

Agradezcámosle al Señor por la experiencia de vivir


en Iglesia, en comunidad. Si echo una mirada a mi historia
personal, descubro con mucha gratitud cómo el Pueblo de
Dios, en diferentes comunidades, siempre me ha estado for-
mando. La gente, mucho más que los libros, me ha obligado
a crecer. Esperan tanto de un Sacerdote en orden a las cosas
definitivas. Siempre, en todas las etapas, ha sido para mí muy
importante El sentirme acogido y valorado por ser un hom-
bre perteneciente a Jesús. El desafío de entregar la Palabra ha
despertado en mí la imaginación y la sensibilidad. La fe de los
pobres es un reto constante a ser yo también gratuito. Ellos
me ayudan a ver la mano del Señor en los acontecimientos
diarios. Ellos me piden que sea instrumento de unión y de
paz. La fe de los fieles no me permite dormirme en las cosas
de Dios. «Tú has permitido momentos más oscuros en que
parecía mi fe marcar el paso, con pocas esperanzas apostóli-
cas; pero nunca has dejado que yo dé un paso atrás, cansado

89
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

o escéptico. La comunidad siempre me ha acogido. En ella


he visto tu mano que se acercaba para levantarme.»

Soy frágil y necesitado de afecto: la gente me ha acep-


tado como parte íntima de esta comunidad que es el Cuerpo
de Cristo. Me he sentido amado, respetado y sostenido desde
la gente de base, y también desde los Hermanos Sacerdotes
SSCC y el Obispo. Para mí ha sido muy importante sentirme
miembro del Presbiterio de la Zona Sur. Doy gracias por
haberme sentido apoyado por el Representante del Obispo y
por las demás personas que forman el Presbiterio y la Asam-
blea de Agentes Pastorales. Allí se me ha hecho patente la
pertenencia en el conjunto de todo el Cuerpo de Cristo, sin
marginaciones entre Religiosos y Diocesanos.

90
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Sacerdote, testigo de Jesucristo

«Jesús llamó a sí a los que quiso, y fueron con Él, y


designó a doce, para que estuvieran con Él, para enviarlos a
predicar y les dio el poder de echar los demonios». Leamos
Marcos 3, 13–19.

Jesús va a hacer algo extraordinario. No está en un lu-


gar solitario, sino entre la inmensa multitud de los necesita-
dos. Una multitud que tiene sed y hambre de la Palabra. Es
un escenario grandioso por la convergencia de los hombres
hacia la Persona de Jesús que habla. Elige a los Doce, llamán-
dolos desde la multitud: en la inmensa multitud hay enfer-
mos, tullidos, gente que grita. Jesús pronuncia en voz alta los
doce nombres, les hace señas y ellos se separan de los demás
y van hacia Él.

Llama el que tiene poder. Hay una preferencia por ellos.


«Los que Él quería». Los tenía en su Corazón. La llamada de
una libertad soberana. No es por méritos o antecedentes. Y
fueron junto a Él, lo que es diferente a «lo siguieron», pues se
destaca la intimidad. Ellos se colocaron en la situación en que
está Jesús. Y designó a Doce para que estén con Él.

Esta finalidad está en el centro de la elección de Jesús.


Para que estén con Él, ante todo con una presencia física,
estable: lo acompañen, sean sus íntimos. Según la versión de
los sinópticos, la portera de palacio no dice «tú eras discípulo
de Él», sino «también tú estabas con Él».82 «Estar con...» es
la fórmula típica de la alianza. Jesús los envía a predicar,... a
predicar el Reino, predicar a Cristo.

82 Marcos 14, 67.

91
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Entonces se comprende por qué están con Él: porque


tienen que ser sus testigos. No están con Él sólo porque tie-
nen que ser instruidos y después enviados a repetir,... sino
para que lo conozcan íntimamente en comunión de vida y
después den testimonio de Él.

Nuestra misión apostólica es primeramente un tes-


timonio personal. Echar los demonios, la predicación y la
lucha contra el mal están estrechamente unidas. A los que
están con Él, Cristo les traspasa «su» poder liberador. La
predicación se realiza con poder, por eso es siempre testi-
monial.

Los discípulos escogidos son «Jesús mismo» que pro-


longa su acción. No son solamente repetidores de lo que
han escuchado. Son la acción de Jesús que se amplía y se
hace presente hoy.

Estar con Jesús no es aprenderse algunas cosas suyas:


es identificarse con su modo de vivir, de obrar.

Testigo es para nosotros ser Buena Nueva, como Je-


sús, y para los pobres, marginados, pequeños, pecadores...

Testigo es no estar separado de la gente, prolongando


el estilo de la Encarnación. Estar con Jesús es estar con el
Jesús que habita en el corazón de los suyos.

Testigo es el que cultiva las mismas preferencias que


Jesús.

Testigo es el que sufre las consecuencias de proclamar


los criterios asimilados en su «estar con Él», y de ejercer el

92
Apuntes para el perfil de un Sacerdote

poder de liberación: si echas a los demonios… Éstos no se


van así no más.

Testigo es tener una actitud de exorcista frente a los


demonios de la riqueza, del poder, del materialismo hedo-
nista o consumista.

93
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Sacerdote creyente,
en continua purificación de la fe

Leamos Hebreos 12, 1–13; Hechos 2, 14–18; Lucas 18,


9-14; Mateo 7, 3-5; Mateo 4, 1–11.

Los apóstoles fueron testigos de una dolorosa crisis


en el ministerio de Jesús en Galilea. Al principio experimen-
taron dificultades en las relaciones con sus paisanos.83 Los
Nazarenos los rechazan y se escandalizan de Jesús. Es in-
comprendido, no se acoge su mensaje y Jesús se va.

Hasta a sus mismos Apóstoles les cuesta comprender.84


Quiere decir que Jesús no va de triunfo en triunfo. Después
de la ola de entusiasmo y las «grandes multitudes», el ánimo
decae. Hay gente que lo sigue por motivos superficiales o
por interés. «Quien tenga oídos para oír que oiga».85

La gente es siempre parecida. Le atraen los signos ex-


traordinarios… Pero cuando se trata de ir al grano... «Este
pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos
de mí».86 Hay muchas expresiones de reproche y frases pesi-
mistas. «¡Oh generación incrédula y perversa!»,87 «Si alguien
se avergonzare de mí y de mis palabras ante esta generación
adúltera y pecadora, también el Hijo del Hombre se avergon-
zará de él».88

83 Referencia a Marcos 6, 2-4.


84 Referencia a Marcos 8, 13-21.
85 Mateo 13, 43.
86 Mateo 15, 8-9 (ver Isaías 29, 13).
87 Mateo 17, 17.
88 Marcos 8, 38.

94
Apuntes para el perfil de un Sacerdote

Va apareciendo la oposición decidida hasta querer su


muerte. «¡Crucifícalo!».89 ¡Cómo se ha llegado a ese extremo!
Hay una desconfianza creciente, un alejamiento de muchos...
«¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?»...90

Los Apóstoles comparten esa crisis. En Marcos 8, 32:


Pedro comienza a reprochar al Señor. No logra entender el
sentido de lo que está sucediendo (como si dijera: no te he-
mos seguido para este fracaso). Ver también Marcos 9, 32 y
10, 32. Todavía están con Él; pero se preguntan por qué las
cosas van así... Hasta que uno, Judas, pierde la confianza.

También el sacerdote que quiere estar con Jesús pasa


por crisis purificante... Nos angustia:
¿Por qué son pocos los que creen y se convierten?
¿Por qué se ven tan seguros los que dicen que ya superaron
la fe?
¿Por qué la Palabra poderosa no es capaz de cambiar el mun-
do? ¿Por qué un Mesías crucificado?
¿Por qué un mensaje tan diferente al de nuestro ambiente?
¿Por qué Dios no mejora mi vida?
¿Por qué me quedo sin progresar?
¿Por qué después de haber dado un paso tan generoso y de
haberme comprometido, mi oración es tan poca cosa?
¿Por qué me quedo con los mismos defectos de siempre?
¿Por qué mi apostolado tiene tan poco fruto?
¿Por qué el mensaje de Jesús no es atractivo en labios de la
Iglesia Católica?
¿Por qué les va tan bien a los evangélicos? ¿Y hasta a los mor-
mones?
¿Por qué el sufrimiento?

89 Marcos 15, 13.


90 Marcos 8, 27.

95
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

¿Por qué se murió esa persona que tenía tan lindo aposto-
lado, y queda vivo ese otro tan mañoso, tan instalado, tan
fome?

La respuesta la da Jesús en sus parábolas. Son tres pa-


rábolas campesinas que tienen por personaje central a la se-
milla.

En Marcos 4, 1-20. La semilla que cae y se la comen


los pájaros; la que cae entre piedras y no echa raíces; la que
cae entre las malezas. La palabra de por sí es buena; pero el
fruto no depende sólo de la Palabra, de la semilla; depende
también de la calidad del terreno. El fruto de la conversión,
la salvación, es producto de un diálogo. Se hace una pro-
puesta; se acepta o no. El Reino va adelante, pero siempre
como una propuesta hecha al hombre. Humilde propuesta
que tiene todo el riesgo de negligencia, descuido, no acepta-
ción y hasta oposición, como el mismo Jesús.

El que «está con Jesús» tiene que vivir, en su propia


vida y acción, esta humildad de la suerte de la semilla. El
terreno es duro cuando nuestro querer no quiere compren-
der el camino de la cruz y sólo busca ser más, valer más. El
diablo se lleva la semilla. Ése no es el camino.

La semilla que brota sin raíces es la Palabra recibida


por moda y entusiasmo pero sin que transforme el corazón,
sin raíces. Hay que radicarse profundamente en el amor de
Jesús. Sólo desde allí lo comprendemos en su cruz.

La semilla que brota entre malezas alude a las preocu-


paciones que provienen de la atracción exagerada por el Po-
der, la Riqueza, la Posesión, las Superioridades.

96
Apuntes para el perfil de un Sacerdote

En Marcos 4, 26-29. En la parábola de la semilla que


crece sola está el anverso de la anterior: hay que tener con-
fianza, porque la palabra sembrada va adelante por sí misma.
Hay que sembrarla con valentía; no pretextar que el terreno
es malo y que hay que esperar buenas condiciones. No so-
mos dueños de la palabra. Ella, por ser semilla de Dios, dará
fruto; duerman tranquilos... La primera parábola acentúa el
realismo de la evangelización; la segunda nos da enseñanza
de confianza.

En Marcos 4, 30-32. En la parábola del grano de


mostaza, el Reino de Dios comienza con poco. Responde
a la desconfianza que tienen los discípulos al ver que son
un puñadito de hombres sin poder ni brillo humano, pero
que lograrán llegar a todos los rincones del Imperio, antes
de cumplir un siglo... Dejemos que las cosas se desarrollen
gradualmente. Respetemos el tiempo de la gente. De lo poco
se logra lo mucho, como lo esperamos para nuestras oscuras
y pequeñas comunidades de base.

Jesús nos pide un cheque en blanco. Y esto es aceptar


quedar siempre en situación de discípulo. No somos ni due-
ños ni maestros. Tenemos que profundizar en nosotros la
actitud de ser enseñados por el Espíritu: somos aprendices
en la predicación de la Palabra, en la vida de la gente, en la
oración. Es normal que seamos corregidos por Él.

97
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Servidor del Evangelio en la pobreza

«Jesús, siendo rico, se hizo pobre, vivió en Nazaret


del trabajo de sus manos, y durante su ministerio vivió en
comunidad de bienes con sus discípulos.

Denunció como un mal la pobreza que sufren los po-


bres de este mundo y les anunció la buena noticia de que
Dios iba a reinar a favor de ellos. Al mismo tiempo denunció
el peligro inherente a la riqueza y reprobó la búsqueda afano-
sa de los bienes de este mundo.

Por eso invitaba a todos sus oyentes a vivir con el co-


razón libre y desprendido, confiando en la Providencia; y a
los que querían seguirlo en su misión mesiánica les pedía que
lo dejaran todo y abrazaran la manera pobre de vivir que Él
compartía con sus discípulos.

María se nos presenta inserta en la tradición de los


pobres de Yahvé. Ella, en la presentación de su Hijo en el
Templo, ofreció el sacrificio de los pobres, y en el Magnificat
aparece cantando al Señor que despide a los ricos con las manos
vacías y enaltece a los humillados».91

Desde el primer momento, la Iglesia camina convenci-


da de que está llamada a acoger este llamamiento incluido en
la vida y en las palabras de Jesús. En las primeras comunida-
des fue una realidad conmovedora que encontró su cauce en
vender los bienes de cada cual y ponerlo a disposición de la
comunidad, a los pies de los Apóstoles.92 Después, en la larga

91 Estos cuatro primeros párrafos corresponden a los artículos 23 y 24 de las Consti-


tuciones de la Congregación de los Sagrados Corazones.
92 Referencia a Hechos 4, 37.

98
Apuntes para el perfil de un Sacerdote

historia de la Iglesia, este rasgo esencial de la pobreza pasará


por épocas de nublado, pero siempre será una nostalgia que
rebrota en diversas experiencias suscitadas por el Espíritu
Santo.

Ahora en nuestros días, la conciencia de su misión, cla-


ramente expresada en el Concilio Vaticano II y en las Con-
ferencias Episcopales de Medellín y Puebla, lleva a la Iglesia
a asumir la causa de los pobres de este mundo, sabiendo que
la solidaridad con ellos le acarreará persecución y división en
nuestro mundo tan marcado por la injusta desigualdad entre
ricos y pobres.

Pero esta solidaridad y esta vocación a vivir como co-


munidad la pobreza señalada en la vida de Nuestro Señor,
no es posible ni sincera, sin una voluntad de vivir despren-
didos de los bienes de este mundo – sean ellos materiales o
no – sin dejarnos seducir por la riqueza o por el poder que
ella confiere.

El tema de la comunidad eclesial y su relación con los


bienes nos obliga a revisar tres aspectos que quedan bien
configurados en un antiguo texto del siglo IV, que pertenece
a San Gregorio Nacianceno:

«Con veneración revivo la memoria de la bolsa de


Cristo que nos convida a sustentar a los pobres; la memoria
de la concordia entre Pedro y Pablo que se separaron en la
predicación del Evangelio, pero se unieron en el cuidado de
los pobres; y la memoria de la perfección del joven rico que
consiste en dar sus propios bienes a los pobres.»

99
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Los puntos serían los siguientes:

El primer punto. La memoria de la bolsa de Cristo o sea la


comunión de bienes entre los cristianos, con la consiguien-
te preocupación por la cristiana administración de la bolsa
común.

El segundo punto. La unidad de la Iglesia en el cuidado de


los pobres. El texto de San Gregorio hace referencia a lo
que cuenta San Pablo en Gálatas 2, 9–10: «Santiago, Cefas y
Juan, que eran considerados como columnas, nos tendieron
la mano, en señal de comunión, a mí y a Bernabé: nosotros
nos iríamos a los gentiles y ellos a los circuncisos; sólo que
nosotros debíamos de tener presente a los pobres, cosa que
he procurado cumplir con todo esmero».

El tercer punto. La consecuencia: el desprendimiento evan-


gélico que nos debe iluminar como criterio tanto en la admi-
nistración de los bienes de las comunidades, de la diócesis y
de las personas.

El tema de la comunión de bienes y de la perfecta ca-


ridad de la Iglesia, tal como aparece en el Nuevo Testamento
en el libro de los Hechos, es un tema que recorre toda la
historia hasta nuestros días. Es una nostalgia cristiana, pero
que tiene su fundamento ya en el Antiguo Testamento. En
efecto, es interesante ver cómo hay una legislación económi-
ca en la Ley y los Profetas.

La tierra pertenece al Señor; nosotros tan sólo somos


colonos y administradores. Existe el jubileo: cada cincuenta
años la tierra ha de volver a sus antiguos posesores o a sus
descendientes, esto hace que no hay venta definitiva, sino

100
Apuntes para el perfil de un Sacerdote

posesión pasajera. Ver la legislación establecida en Levítico


25. Una parte del diezmo va a los pobres; otra parte para
la manutención de los levitas. Los restos de las cosechas y
lo que cae al suelo al cosechar pertenece a los pobres. No
puede haber mendigos, ya que los que tienen deben socorrer
a los que no tienen: Deuteronomio 15, 4. Se debe prestar
gratuitamente a los que lo necesitan: Deuteronomio 15, 9-10.
Está permitido al pobre tomar de lo ajeno para no morir de
hambre: Deuteronomio 23, 25.

Esta legislación intenta evitar la acumulación de bie-


nes en manos de unos pocos y la distribución entre el mayor
número posible de personas.

Jesús fue muy radical en continuidad con los profetas.


Comenzó la comunidad con este criterio en lo económico:
«Ve, vende todo cuanto tienes y dáselo a los pobres». Era el
requisito para entrar a la comunidad de seguidores de Jesús.
«Si quieres ser perfecto, ve, vende...»93

En la Iglesia de Jerusalén, «vendían sus propiedades y


sus campos y se repartían lo obtenido entre todos, según las
necesidades de cada uno.»94

93 Mateo 19, 16-30.


94 Hechos 4, 34-35.

101
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Sacerdote fiel en el servicio del Evangelio

Ser Sacerdote requiere una fe valiente y perseverante.


«Encargados de este ministerio por la misericordia de Dios,
no nos acobardamos».95 Nos toca vivir una situación difícil
y desafiante.

Necesitamos ser fieles en la proclamación del men-


saje. Ser fiel al mensaje significa conocerlo con convicción
personal, no como lección aprendida sino como palabra
vivida. Ser fiel al mensaje significa también mirar al que
lo ha de recibir. Ejemplo de San Pablo: ¡cómo tiene una
metodología propia para el pagano, sin ignorar la usada por
los demás Apóstoles dirigida a los judíos! Esta dialéctica en-
tre el contenido del mensaje y el pueblo que ha de recibirlo
es un continuo ejercicio de fidelidad al Señor. Juan Pablo
II decía que «necesitamos tanto fidelidad como creatividad
en la proclamación del mensaje eterno de salvación» (14 di-
ciembre 1986).

No hay que caer en el desaliento, sino alimentar la es-


peranza. No nos acobardaremos si ponemos toda nuestra
confianza en Dios. Y tenemos motivos para esta confianza:
llevamos su mensaje en frágiles vasijas de barro, pero que
contienen la fuerza de Dios. Así se ve que esa fuerza no viene
de nosotros.96 Somos como un niño conduciendo una multi-
máquina trilladora, sembradora, ensacadora, aradera, etc.

La fidelidad entraña reconocer nuestras limitaciones


humanas, sin amargura. Estaremos afligidos, pero no ago-

95 2 Corintios 4, 1.
96 Referencia a 2 Corintios 4, 7.

102
Apuntes para el perfil de un Sacerdote

biados.97 Cuando somos débiles, Cristo es fuerte.98

La misma fidelidad nos lleva a frecuentar el Sacra-


mento de la Penitencia. Al acercarnos al Sacramento esta-
mos reconociendo, en nuestra propia experiencia personal,
que la gracia de Cristo es inifinitamente más fuerte que el
pecado.

Nuestra confesión sacramental es un acto de fe en el


deseo que Dios tiene de que su perdón nos alcance a través
de la humanidad de su Hijo, y de la instrumentalidad huma-
na de aquellos que participan en el sacerdocio de su Hijo.

Necesitamos hoy valentía de espíritu para ser fieles


a la Palabra de Dios en la predicación y en dar el mensaje
con nuestras actitudes. San Pablo nos da el ejemplo: pre-
dicó el Evangelio con valiente y total determinación, sin
apocamientos y sin farsantería ni prepotencia. «Hemos re-
nunciado a la clandestinidad vergonzosa, no adulterando la
palabra de Dios; en vez de eso, mostrando nuestra sinceri-
dad, nos recomendamos delante de Dios a la conciencia de
todo hombre».99

Podemos fácilmente ser adúlteros de la palabra de


Dios. Por miedo, por halagar a personas importantes. El
sacerdote campesino no puede ser sacristán del dueño del
fundo. No puede aceptar un cierto sentimiento de inferio-
ridad.

97 Referencia a 2 Corintios 4, 8-10.


98 Referencia a 2 Corintios 12, 9-10.
99 2 Corintios 4, 1-2.

103
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

El secreto de esta fidelidad está en que, por amor,


tenemos que mantener interiormente la actitud del «discípu-
lo». Siempre somos aprendices y «enseñados»:




 En


 el


 cultivo


 de


 la


 Lectio


 Divina,


 durante


 toda


 la



vida.



 En


la


atención


a


la


vida


y


la


historia


de


nuestro


pue-
blo.



 En


dejarnos


enseñar


por


el


Espíritu


en


la


Oración.

Por experiencia sabemos que estas tres fuentes de


fidelidad no son fáciles en la vida corriente del Sacerdote.
Necesita estudio y alertarse contra la flojera o la suficiencia
de creer que ya lo poseemos todo. No despreciar la luz de
los pensadores y reemplazarla por la sutil «superioridad» de
hombres prácticos. El amor al pueblo nos exige esforzarnos
constantemente para servir mejor.

No basta la mirada sumergida en lo que nos rodea in-


mediatamente: tenemos que estar atentos también a la vida
del pueblo como pueblo. Cotejar nuestra experiencia con la
del presbiterio y con la de algunos laicos más conscientes.

104
Apuntes para el perfil de un Sacerdote

Sacerdote, discípulo de Jesús

Lo propio de un discípulo de Jesús es la total dispo-


nibilidad. Esta condición de nuestra consagración debemos
renovarla constantemente.

Lo primero en que Jesús quiere actuar como maestro


frente a nosotros, es enseñarnos a ser disponibles al misterio
de Dios. Es el primer salto mortal de nuestra fe.

Él predica el Reino de Dios. Supone, entonces, adquirir


y renovar el sentido de Dios. Para nosotros no es raro el pen-
samiento, la palabra y la continua mención de Dios que hace-
mos; pero el sentido de Dios se puede ir nublando, no tanto
por dudas filosóficas, sino por la contaminación de nuestra
falta de fidelidad en el seguimiento del único Maestro.

En el Evangelio de Marcos – y en esto sigo las medita-


ciones del Cardenal Martini en los comentarios al Evangelio
de Marcos – vemos subrayados los aspectos de Dios que se
consideran los más básicos para un discípulo en el camino
hacia Dios trazado por Jesús.

En primer lugar, Dios aparece como el que toma la


iniciativa, una iniciativa misteriosa frente a la persona de Je-
sús: «He aquí que yo envío mi ángel delante de ti...»100 Él
toma la iniciativa. Algo grande va a suceder. Dios de algún
modo nos viene al encuentro.

Dios es el Dios que viene, «preparen los caminos del


Señor».101 Dios no es un lejano indiferente: Él se hace presen-
100 Éxodo 23, 20.
101 Isaías 40, 3; Mateo 3, 3.

105
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

te a nuestra realidad, a nuestra experiencia. Se nos muestra


deseoso de comunicarse con nosotros: es misterioso, pero
no es hermético, cerrado.

Dios es el que se comunica con nosotros por medio


de su Hijo predilecto: «Por aquellos días vino Jesús desde
Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán.
No bien hubo salido del agua, vio que los cielos se abrían
y que el Espíritu en forma de paloma bajaba a Él. Y sonó
una voz de los cielos: Tú eres mi Hijo predilecto; en Ti me
complazco».102

Dios aparece como un misterio que no alcanzamos a


encajonar en nuestra cabeza, pero que, en cierto punto de
nuestra historia, toma una iniciativa y se nos acerca para mo-
ver nuestra vida: nada más real y cercano que Jesús.

Tal vez nosotros quisiéramos que el Evangelio nos


diera al tiro una explicación teórica de quién es Dios; pero
en su sabiduría nos invita más bien a comprender que Dios
es aquel que está por tomar posesión de nuestra vida y que
Él viene a nuestro encuentro misteriosamente, por iniciativa
suya, no por descubrimiento nuestro. Para ello, tenemos que
estar siempre disponibles.

102 Marcos 1, 9-11.

106
Apuntes para el perfil de un Sacerdote

Preguntas sobre el sistema pastoral

Las comunidades católicas tienen pleno derecho a te-


ner los ministros o servidores que necesitan para perseverar
en la Fe, para crecer en su vida cristiana, para abrirse hacia el
mundo que los rodea en un servicio generoso de promoción
humana.

El sistema pastoral de nuestra Iglesia hace imposible


la satisfacción de este derecho. Luego, es un sistema ineficaz
para el servicio de la Fe.

¿Dónde se sitúa el problema?

En que toda la acción ministerial es de responsabili-


dad moral de los pocos presbíteros existentes.

Las normas, el Derecho Canónico, la Liturgia, la Cate-


quesis, las reglas pastorales... cargan sobre el presbítero una
carga pesada e imposible. A los laicos, a pesar de las pala-
bras, no se les asignan responsabilidades, sino como suplen-
tes o ayudantes del Presbítero. Incluso pasa lo mismo con los
Diáconos; por ejemplo, no les obligan algunas de las cosas
mandadas a los presbíteros: residir en la Parroquia, estar pre-
sente para atender a los que necesitan los sacramentos, a los
enfermos y los sanos.

El Presbítero debe elaborar él mismo la información,


preparar él mismo el Sacramento del Bautismo, visitar a sus
feligreses en sus casas, recibir a la gente que necesita algo,
asistir a las reuniones de todos los grupos y comunidades de
base. Debe atender a las religiosas de su Parroquia, firmar
los libros, presidir el Consejo como presidente y finalmente

107
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

responsable, leer las instrucciones del Obispo, estudiar Sa-


grada Escritura, preparar su plática dominical, preocuparse
en conciencia de los bienes parroquiales, visitar al Obispo,
celebrar Misa (diaria, si posible), rezar el Breviario, vivir po-
bremente, conocer a sus fieles, procurar bienes para los po-
bres, atender las escuelas, colegios y hospitales...

Esta cantidad de deberes crea mala conciencia. Sim-


plemente, planteo la pregunta: ¿podría ser de otra manera?

108
Apuntes para el perfil de un Sacerdote

Querido Hermano Sacerdote

Quiero comunicarte dos sentimientos algo oscuros en mi


relación con la comunidad eclesial.

El primero es cierta inseguridad. Tal vez el enfoque perso-


nal de mi vocación estuvo marcado en mi primera etapa por una
actitud en que la filialidad y la obediencia a la Iglesia me la hacían
sentir como un amparo. Fui muy feliz, pero infantil. Ahora se me
ha ido haciendo un imperativo el sentirme responsable de buscar
nuevos caminos. Me doy cuenta que soy muy dependiente de la
aprobación de la jerarquía. Los pasos más audaces que he dado
me han significado dolor, por cuanto me parecía sentir desapro-
bación de parte de la Iglesia. Ahora siento un cierto cansancio
de vivir esa tensión. Siento un deseo de «acomodarme» para no
sentirme exigido y no tener problemas. Pero mi conciencia y un
impulso de aventura, me hacen seguir adelante.

Otro sentimiento doloroso es el sentirme utilizado. Sobre


todo ahora en que la pastoración conlleva el aspecto asistencial y
de solidaridad, esto se me ha hecho más agudo. Anhelo más es-
pacios de gratuidad en que pueda tener relaciones de amistad, sin
pretender nada útil. Siempre me siento tironeado entre la eficacia
apostólica y la contemplación gratuita, o la simple vida humana
rica de cultura, amistad, arte, aventura. Siento que todo eso está
en mí algo presente. En el fondo, lo acepto como riesgo de mi
servicio al Señor, pero me duele.

Te deseo un excelente fin de semana en medio de nues-


tra gente sencilla que tanto nos aporta con su sinceridad. Rezo
por ti.

Tu afectísimo.
Esteban

109
Formadores


y


Acompañantes,














































































Padres


y


Pastores
Formadores y Acompañantes, Padres y Pastores

El aliento y el consuelo

En el ministerio sacerdotal me parece reconocer que el


Espíritu Santo me ha dado el gozo de poder animar a otros:
es algo así como ser yo mismo testigo de que mi presencia,
mi actitud de buscar cómo escuchar con todo el corazón a
otros, me hace ser aliento y consuelo. Y esto va junto con
una especie de evidencia de la propia impotencia. Es el gozo
de dar la paz con las manos vacías. Isaías dice: «Cada maña-
na el Señor me despierta el oído para que yo escuche como
los iniciados».103 El Espíritu Santo me hace valorar mucho
este sentido de nuestro ministerio. Hoy, más que nunca, es
necesario el servicio de alentar a los que están abatidos y
cansados. A veces, nosotros mismos no prestamos atención
a este don, y nos desvalorizamos como personajes anacróni-
cos en un mundo tan efectivista.

El aliento y el consuelo no se venden en el mercado.


Pero con Jesús ha llegado el año de gracia del Señor,104 y
los cristianos, ministros y laicos, somos, por el Espíritu, los
testigos de la Esperanza. Tenemos que abrirnos al Espíritu
para ser los que con paz y alegría «le devuelven el alma al
cuerpo a tantos cansados de este mundo». El Espíritu nos
hace taumaturgos.

En el diario vivir de la gente hay muchos motivos para


el desaliento. Entre los pobres, falta la plata; entre los ricos,
falta el tiempo: «no hay tiempo para nada»... Entonces hasta
se les cansa la fe y la esperanza.

103 Isaías 50, 4.


104 Referencia a Lucas 4, 19.

113
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Jesús, Maestro de Espíritu:


formador y acompañante

Durante años, más o menos numerosos, nosotros los


sacerdotes nos hemos pasado la vida queriendo ayudar a otros
en los diferentes aspectos de la vida espiritual, pero ¿nos he-
mos atrevido a llegar al fondo de lo esencial, a dejarnos amar
por Dios, convencidos de que es nuestro Padre? Lo más fá-
cil para un niño es dejarse abrazar por su madre; pero ¡qué
difícil para nuestro desconfiado ser orgulloso, dejarnos tocar
por la misericordia! Queremos nosotros mantener el control.
Creemos que nuestra seguridad está en no abandonar nunca
el manubrio de nuestra trayectoria espiritual.

Jesús, como acompañante y formador, no se contenta


con entregar una normativa que deba aplicarse sin mayor dis-
cernimiento, ni tampoco un paquete de verdades doctrinales
que deban ser aceptadas ciegamente.

Jesús propone su enseñanza involucrando activamente


a sus oyentes e involucrándose él mismo, como primer testigo.
Jesús es un maestro invitante. Caminar con Él, en lo que Él
mismo vive, es un inagotable camino de búsqueda del Padre.
Su acompañamiento espiritual es un encontrarse con Él en la
intimidad personal y en Él, encontrarse con Dios en la fideli-
dad a su Voluntad.

La invitación del Maestro llega inseparablemente ex-


presada, tanto en sus palabras cargadas de fuerza del Espíritu
Santo, como en la forma concreta que revistió su vida y el ejer-
cicio de su ministerio mesiánico, que son expresiones vivas de
un nuevo estilo de vida. Por eso, la vida y las palabras de Jesús
ocupan un lugar irremplazable en la experiencia cristiana.

114
Formadores y Acompañantes, Padres y Pastores

Acercarnos hoy a Jesús Maestro de Espíritu, consiste


primordialmente en una aproximación contemplativa de su
vida y palabra: sin esto no hay camino de acercamiento al
misterio del Dios vivo.

Jesús es un mensajero interiormente urgido por la pa-


sión de que el actuar de Dios, su Buena Noticia, sea acogida
por la mayor cantidad posible de hombres de buena volun-
tad. El Corazón de Jesús formador es un corazón misionero:
siempre en una actitud de acogida preferencial a quienes les
cuesta acoger su mensaje.

Él «siempre» tiene presente a quienes están alejados –


ovejas dispersas – y, por lo tanto, los discípulos, los que lo
acompañan y son sus partidarios, se van a encontrar con un
Maestro que los descentra de sí mismos. Jesús no fabrica nar-
cisistas concentrados en una seudo perfección acumulativa
de virtudes y méritos. Se hacen peregrinos y misioneros que
deben dejar barcas y redes y arriesgarse por el Reino.

Jesús los forma en una pedagogía que los prepara a


salir al encuentro de la dificultad de los destinatarios de la mi-
sión. Es un maestro tan consecuente con lo que quiere trans-
mitir, que puede honestamente exigir cambiar las actitudes
personales profundas, el corazón.

Es un maestro que propone y no impone. Se relaciona


con sus interlocutores en una dinámica de diálogo. Él no re-
curre a la fuerza del sólo raciocinio lógico. Jesús escucha y en-
tra en la experiencia de su discípulo o interlocutor, asume leal-
mente su problemática; invita a hacer una experiencia nueva,
es decir, a reorientar su mirada y mirar con los criterios suyos
y, por lo tanto, ver todo desde un nuevo ángulo de visión.

115
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Por ejemplo la Samaritana: empieza a mirar a Jesús


con ojos de discriminación: «tú, judío, vienes a pedirme agua
a mí que soy samaritana...».105 Jesús, que entra en lo profundo
de su sed, va a poder terminar el diálogo, diciéndole que llega
el tiempo en que los verdaderos adoradores adorarán a Dios
en espíritu y en verdad, ni en este cerro ni en Jerusalén...106
La invita a mirar todo con otra luz.

Las dificultades en el crecimiento de la fe, los obstá-


culos que ponemos al Evangelio, no se resuelven mediante
un discurso teórico, por muy conveniente que éste pueda ser,
sino haciendo una experiencia nueva de vida, caminando,
haciendo camino con Jesús. Un cambio de vida es fruto de
una experiencia interior, muy personal, que hace valorar el
nuevo estilo de vida, como mejor que el anterior. Incluso sin
haberlo experimentado en toda su amplitud.

Cuando Jesús quiere promover este cambio profun-


do, se entronca fuertemente con la experiencia de la vida de
sus oyentes y la pone en contacto con su propia experiencia.
Todo en Jesús tiene este estilo de encarnación. La respuesta
siempre será libre.

Me ha llamado la atención descubrir que en los pri-


meros «encuentros» de Jesús en el Evangelio de Juan, siem-
pre hay un silencio o un tiempo de suspenso en donde se
decide el cambio. «Eran las 4 de la tarde»,107 ellos se han
quedado con Jesús...; silencio, y Andrés sale transformado:
«hemos encontrado al Mesías»108... El diálogo con Nicode-

105 Juan 4, 9.
106 Referencia a Juan 4, 21-23.
107 Juan 1, 39.
108 Juan 1, 41.

116
Formadores y Acompañantes, Padres y Pastores

mo109 termina con un extenso silencio que dura toda la ex-


periencia de la vida activa y de la Pasión. En el encuentro
con la Samaritana,110 parece que el diálogo queda vibrando
en el silencio; ella transformada en misionera. Zaqueo: Jesús,
diálogo, silencio y «daré la mitad de mis bienes...»111

Jesús es un maestro que hace confianza en la creati-


vidad personal de su acompañado. Su pedagogía es activa.
Él no está empeñado en sugerir comportamientos concre-
tos detalladamente diseñados para ser seguidos al pie de la
letra.

Justamente por eso, muchas de las sentencias de Jesús


son inaplicables «Si alguien te golpea la mejilla...»;112 «si al-
guien te pide el manto...»;113 «córtate la mano...»;114 «deja que
los muertos...»115 Él no pide el mero cumplimiento de una
normativa, sino que invita a entrar en una nueva dinámica. Él
no entrega respuestas ya hechas; invita a seguir sus pasos.

109 Juan 3, 1-21.


110 Juan 4, 1-29.
111 Lucas 19, 1-10.
112 Mateo 5, 39.
113 Mateo 5, 40.
114 Marcos 9, 43.
115 Lucas 9, 60.

117
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Los sacerdotes como acompañantes

Respecto al tema del acompañamiento y nosotros los


sacerdotes.

- Primero: Tenemos que desarrollar en nosotros el sentido de


la gratitud. Jesús Maestro lo manifiesta. Dar gracias y, para
hacerlo, desarrollar el sentido contemplativo de los pasos del
Espíritu en los corazones.

Supone una lucha para emerger del ambiente de los


medios de comunicación.

Esta gratitud y alabanza es llevada a nuestras liturgias.


Podemos enseñar con hechos a nuestro pueblo, a celebrar la
gloria de Dios en nuestra historia: «Las maravillas del Señor
en el siglo 20 y 21».

- Segundo: La necesidad de evaluar nuestras vidas con otro u


otros hermanos, y dejarnos ayudar en el discernimiento.

Los dones no nos pertenecen. No podemos esconder-


los en forma individualista. ¿Qué pasa?

El estilo dominante actual entre sacerdotes y religio-


sos tiene aspectos muy positivos, como el distanciar el sacra-
mento de la Penitencia. Hay aquí un esfuerzo por darle una
mayor seriedad al hecho de la conversión, y de evitar la ruti-
na. Pero tiene el peligro de volverse cada cual autosuficiente
en el camino de la fe. Hay cierta alegría en el abrir el corazón.
Y esto mismo nos lleva a una relación que no es meramente
funcionaria de las personas.

118
Formadores y Acompañantes, Padres y Pastores

¿Es una falla de desprendimiento? ¿Es miedo? ¿Es ac-


tivismo?

Es bueno que, por lo menos 3 ó 4 veces al año, tenga-


mos la posibilidad de volvernos discípulos, y poner nuestras
vidas en las manos de Jesús a través de este sacramento que
es la comunidad.

El miedo de guiar a otros en nombre de Jesús hace


que, inconscientemente, nos alejemos del alcance de las per-
sonas. Nos recubrimos con la máscara del «súper-ocupado».
¿Es tan importante efectivamente nuestra actividad, nuestra
organización, que hacemos que la gente sienta miedo de ro-
barnos nuestro precioso tiempo?... Deberíamos sentir la voz
de alerta, si comprobamos que poco a poco, nadie nos abre
su vida... Le arrancamos no sólo al confesionario, sino a todo
acompañamiento espiritual.

Eso nos privaría de una paternidad irrenunciable: de la


gracia de la confirmación en el Ministerio.

119
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Acompañamiento de personas y grupos

Criterios

1. El acompañamiento va dirigido a un crecimiento en la


Fe, dentro del proceso de conversión orientado al segui-
miento de Nuestro Señor Jesucristo. Específicamente,
comprende ayuda en el camino de la oración, de la ac-
ción apostólica, del proceso de madurez y autonomía de
la persona, de la reflexión de la experiencia de vida, las
relaciones de familia, de comunidad, etcétera. Fortalece
el sentido de Iglesia y el compromiso.

2. El acompañante alimenta en sí el convencimiento de que


es Jesucristo, por el don de su Espíritu, quien guía al cre-
yente en su camino. En el caso nuestro, en un Ministerio
que se ejercita en la Fe.

3. El papel de un acompañante no es el de un psicólogo ni


de un padre controlador. Va en la línea de la paternidad–
maternidad de Dios, partiendo de un prejuicio favorable
respecto al acompañado, en el que reconoce la bondad e
iniciativa de Dios.

4. De allí la importancia máxima de «escuchar» con el co-


razón, de cuidar no interrumpir el relato del acompaña-
do, de tratar de asimilar y comulgar con sus sentimientos
con el máximo de comprensión.

5. El papel del acompañante no es el de dar sentencias, re-


cetas y soluciones hechas, sino ayudar a que el acompa-
ñado las busque y las reconozca como querer del Señor.
Nunca presionar; sólo proponer e invitar.

120
Formadores y Acompañantes, Padres y Pastores

Orientaciones

Los sacerdotes y religiosas debemos darnos algunos


tiempos establecidos para atender personas, acogerlas y, po-
siblemente, acompañarlas.

Los grupos que se organizan en la Parroquia necesi-


tan acompañamiento de sacerdotes o religiosas o diáconos,
mientras no tengan sus propios líderes capacitados para ha-
cerlo.

Por eso tenemos que dar la importancia debida a la


formación de líderes y acompañantes. Aprovechar las instan-
cias de formación existentes en el nivel diocesano y nacional.
También los hermanos y hermanas tenemos que capacitar-
nos en cursos de formación permanente.

121
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Acompañante
Palabras


a


un


acompañado

Venías con temor a decirme tus cosas bellas y tus


oscuras entrañas que apenas conocías. Venías con temor a
buscar espejo donde mirarte. Buscabas un corazón que te
escuchara sin sorprenderse.

Y yo estaba frente ti con todas mis poquedades. No


quería ser tu juez, ni tampoco juzgado. Malamente sentado
en el sitial del Maestro, prefería estar de tu lado, abierto
a todo lo tuyo, tímido y cordial conjuntamente. No sabía
cómo ser tu amigo consejero, siendo tan torpe en mi pobre
geografía; pero yo sabía, yo creía, yo estaba seguro que Jesu-
cristo, mi Señor, era también el tuyo. Y me decía: «Él es el
Camino»... Y está aquí entre los dos, dentro de los dos, luz
del alma, tuya y mía.

Entonces aprendí a escucharte con el verdadero inte-


rés de un padre o una madre, a la manera del Corazón de
Cristo, abriéndote mi puerta interior, ésa por donde entra
lo que amo: pequeña puerta íntima por donde viene Jesús
derramando su Espíritu. Acepté tu persona desde dentro
de mi ser: tal como eres a los ojos del Padre; sin conocerte
como te conoce Él; pero confiado, seguro. Gozando de tu
verdad que no conozco sino en la corta medida de tus pala-
bras titubeantes, imprecisas, llenas de sentimientos imposi-
bles de traducir adecuadamente.

Quizás me estás diciendo lo que no has dicho a nadie,


ni siquiera a ti mismo...

122
Formadores y Acompañantes, Padres y Pastores

Tu verdad empieza descubrir sus propios senderos, y


yo no quisiera distraerte de tu difícil cometido, por respeto
profundo a tu persona tal como eres, tal como caminas en-
tre zarzamoras y espinas. Escucharte y seguir tu ruta silen-
ciosamente es una forma de amarte, es una experiencia de
la paciencia de la Encarnación del Verbo.

Amigo, hermano, tú me estás enseñando a ser tu


acompañante, tu guardaespaldas. Tú mismo me confías la
tarea de ayudarte, a tomar contacto con el Único que tiene
derecho a pastorear tu vida. Yo sólo debo hablar lo justo y
necesario, como esos letreros que ha de leer el caminante
para no extraviar sus pasos: «Tome su derecha», «Camino sin
salida», «Zona de curvas»...

Jesús me dice: «Yo voy con él. No es necesario que


subas la montaña cantando tus propias canciones. Deja de
cantar que vamos de repechada y es tiempo de respirar...
Deja que tu acompañado escuche la canción de mi Espíritu.
Tú, alégrate con él... y camina. El niño – recuerda – hace
preguntas que ya tiene respondidas. Sólo espera que tú te
intereses en sus preguntas y sus respuestas».

¿No es cierto mamá, que las vacas son más grandes


que los conejos?... Sí, hijo mío, dijo la mujer. Y, ¿no es cierto
que el tío Armando está un poco sordo?... Sí, hijo mío, dijo
la mujer... y sonreía, dándole la mano al niño.

123
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Pastores que no se apacientan a sí mismos

«Lo que yo busco no son sus bienes, sino a ustedes mis-


mos: en efecto, no son los hijos los que deben ahorrar para
los padres, sino los padres para los hijos. En consecuencia,
de buena gana entregaré lo que tengo y hasta me entregaré a
mi mismo, para el bien de ustedes... (2 Corintios 12, 14-15).
Aunque mi sangre debiera derramarse como libación sobre
el sacrificio y la ofrenda sagrada, que es la fe de ustedes, yo
me siento dichoso y comparto su alegría. También ustedes
siéntanse dichosos y alégrense conmigo (Filipenses 2, 17).»

San Pablo se hallaba en suma indigencia, encarcelado a


causa de la predicación de la Buena Noticia. Entonces, recibe
de parte de las comunidades, bienes para cubrir sus necesida-
des mínimas. Agradecido, con mucha humildad les escribe:
«Al socorrer mis necesidades, ustedes han obrado bien. En
cuanto a mí, ya he aprendido a tener hartura y a tener ham-
bre, a abundar y a tener escasez. Todo lo puedo en Aquel que
me conforta. Muchas gracias por haberme socorrido con sus
bienes en mi apurada situación.» (Filipenses 4, 12-14)

Pero, junto con agradecer, San Pablo tiene una preocu-


pación. Como conoce bien el corazón humano, quiere evitar
que se introduzca en el corazón de otros evangelizadores la
tentación de apacentarse a sí mismos y no a las ovejas. Es tan
fácil que, pasado los primeros fervores, siempre generosos,
nosotros los pastores busquemos nuestro bien egoísta en vez
del bien de las ovejas. Pablo agradece a los Filipenses sus
dones, no tanto para que sigan ayudando a sus necesidades,
sino porque dar es bueno para ellos. Lo que más desea el
Apóstol es que ellos no se queden sin fruto.

124
Formadores y Acompañantes, Padres y Pastores

San Agustín dice que está bien que el pastor reciba la


leche de sus ovejas, pero que no se olvide de lo principal que
es la necesidad de sus rebaños.

Importantísimo criterio: al anunciar el Evangelio, no


busquemos nuestro propio interés, como si trabajáramos mo-
vidos por el deseo de remediar nuestras propias necesidades.
No me refiero a la búsqueda de dinero y comodidades, sino a
esas otras búsquedas más sutiles de nuestro interés. Me refie-
ro a esa tendencia, tan humana, de querer recibir alabanza y
agradecimiento de parte de la gente a quien servimos, o de la
comunidad que nos encarga ese servicio.

Hay una cierta cuota normal de alegría cuando algo re-


sulta bien. Es normal y bueno que nos sintamos acogidos por
la gente y eso nos produzca un contento. Nos ayuda a valo-
rarnos. Dios no es celoso de esa pequeña cuota de felicidad.
Pero tenemos que ser muy claros con nosotros mismos para
discernir si el éxito o el propio contento llega a constituirse el
verdadero motivo de nuestro apostolado.

Podemos hacernos nosotros mismos una especie de test


espiritual: si hay en tu corazón amargura, porque te cambia-
ron de ocupación y estabas tan bien instalado en lo que tú
estimabas tu éxito, y esa persona que te cambió pasa a ser efec-
tivamente «el malo de la película», quiere decir que hay ahí un
apego, y que todo estaba demasiado centrado en ti mismo.

Las heridas y amarguras provenientes del apostolado


nos pueden iluminar con crudeza, hasta qué punto el eje de
la intención evangélica está desviado, enchuecado, y que el
sufrimiento es un remedio y una gracia del Señor, que nos
quiere limpios de corazón.

125
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Aprender a ser padres en el Espíritu

Llegar a ser padres en el Espíritu exige un proceso


lento y la Iglesia así lo ha comprendido: ha puesto años de
seminario, tramos para la ordenación. ¿Por qué? Porque ser
padre requiere cierta adultez en la Fe. Es primordialmente
un regalo de Dios gratuito, pero necesita una respuesta del
sujeto. Hacerse adulto significa capacidad de hacerse respon-
sable: tomar seriamente a cargo a otras personas.

1. Significa creer en los dones que Dios nos ha dado. Creer


que tenemos vida propia y que podemos acompañar a
otro en su camino. Hay mucha timidez e inseguridad en
muchos de nosotros. Nos corremos de la responsabili-
dad paternal. Aconsejamos: «Anda donde fulano... Él te
puede guiar mejor que yo...»

2. Aprender a ser adultos nos lleva a «descentrarnos» de


nosotros mismos. Cristo no es para sí mismo... Él mismo
se apoda «camino»: el camino es para que otros vayan a
la verdad y a la vida cuya fuente es el Padre.116

3. Purificar el amor. En el mismo ejercicio de la Caridad


pastoral vamos aprendiendo a querer a nuestros hijos
espirituales con libertad de corazón. Purificar es quitar
trabas, aceptar los tiempos del crecimiento según el Es-
píritu, y no según nuestra impaciencia. Aceptar los rit-
mos y los caminos propios del Espíritu.

4. Hacerse vulnerable. Jesús se hizo vulnerable al pie de la


letra. Dejarse tocar por la vida de nuestros fieles. Entrar
en sus gozos y penas. Lo que supone cercanía de Pas-
116 Referencia a Juan 14, 6.

126
Formadores y Acompañantes, Padres y Pastores

tor, tener inserción efectiva. La experiencia de alegrías


y dolores con la conciencia de fe, que es algo prestado
de parte de Dios. No nos pertenece: nos es regalado. Es
un privilegio que alimenta nuestra vida de fe. Tenemos
muchos ejemplos: casos de enfermos, de confesiones, de
heroísmo como fruto de la Gracia...

5. En nuestra vida personal de oración y acción pastoral,


tenemos que descubrir, siempre más hondamente, la pa-
ternidad de Dios que nos enseña a ser padres de mi-
sericordia, sumergidos nosotros en la misericordia del
Padre. Toda paternidad viene de Él. Sin la experiencia
filial es imposible ser padre.

6. El llamado a ser evangelizadores necesita no sólo la vi-


vencia de la fraternidad. No basta ser compañeros de
camino. Aquellos que Dios ha engendrado a la fe, nece-
sitan de una paternidad que es sacramento en la Iglesia.
Necesitan de nuestra paternidad. Lo vemos en las Cartas
de los Apóstoles: la entrañable paternidad de San Pablo...
Los hijos necesitan del afecto y cuidado de sus padres
para crecer: necesitan educadores de la fe.

7. Somos conscientes de algunas limitaciones y heridas que


sanar: las que traemos de nuestra infancia, de nuestra
relación con nuestros padres. Para sanarlas es preciso re-
conocerlas, descubrirlas, aceptarlas, perdonarlas en dos
áreas principalmente:

En el área de la autoridad. Puede haber algunos rasgos


fijados y que provienen de nuestra relación con un Padre-
Autoridad: por ejemplo, la carencia de mayor afecto sensible,
de caricias, de cuidados; la distancia, la severidad, la falta

127
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

de cercanía, falta de orientación, la demasiada protección,


la falta de ternura, la imagen demasiado perfecta... Esto nos
exige revisar la vida y dejarnos sanar por el Espíritu Santo
en la oración.

El área de las habilidades y dificultades. Debemos te-


ner paciencia para desarrollar las habilidades, en un esfuerzo
continuado durante toda la vida: la formación permanente.
Lo peor es creer que ya lo poseemos todo. Tenemos que
aceptar con clarividencia nuestros errores pastorales y partir
de nuevo, aprender a confiar en los otros, aprender a ex-
presar cariño, a reaccionar frente a las frustraciones, a saber
esperar. Tenemos que aprender a renunciar a ser omnipoten-
tes, a dejar crecer, a partir, a perdonar sin condiciones, a no
ser avaros con nuestro tiempo.

8. Tenemos que ser padres, en el contexto de nuestra socie-


dad actual. Vivimos un ambiente individualista y com-
petitivo. Hay que tener los ojos abiertos a esos influjos
que nos pueden llevar a buscar nuestra propia realización
como motor de la acción pastoral. Lo fundamental de
nuestra paternidad es que es Caridad Pastoral: «que ellos
crezcan, que yo disminuya».117 La competitividad echa a
perder el sentido de Iglesia: nos volvemos celosos, exclu-
sivistas, dueños del negocio... Somos co-creadores con
Dios que quiere compartir su regalo.

117 Referencia a Juan 3, 30.

128
Formadores y Acompañantes, Padres y Pastores

Una paternidad irrenunciable

Decimos con tanta frecuencia que Dios nos creó a su


imagen; y es verdad, no sólo porque lo diga la Palabra ins-
pirada del Génesis, sino porque cada uno es testigo de una
necesidad interior de dar fruto, de crear en el espíritu. La
paternidad realizada en hijos de carne y hueso, engendra-
dos en la unión del hombre y la mujer, es prototipo de esa
profunda paternidad irrenunciable de proyectarse en la vida
de otros. El Sacerdote célibe está llamado a esta urgencia
del amor que se traduce en anunciar la Buena Noticia y ser
instrumento del Padre para cristificar la comunidad, familia
de Dios y familia suya.

Es gozoso saber, en el Espíritu, que nuestra vocación


apostólica es una paternidad diseñada a imagen del Padre de
Nuestro Señor Jesucristo. Es participación muy íntima de la
paternidad universal de Dios. Por eso, Jesús, el Hijo, no sólo
nos enseñó a creer en el Padre, sino que nos enseñó a ser
padres. Hay una paternidad de Jesús, abundantemente testi-
moniada en los evangelios y claramente ejercida en nombre
del Padre.

¿Cuáles son los rasgos de la paternidad de Dios y la


paternidad espiritual del sacerdote?

Un rasgo fundamental es «dar y darse». «Dar» entra-


ña salir de sí mismo, desentrañarse, descentrarse. En Dios
nada se añade cuando Él crea. Él puede dar sin perder nada.
Pero la Escritura usa expresiones de un exceso de Dios. Su
ternura por el hombre le asigna una especie de extremismo,
una locura infinita. «Tanto amó Dios al mundo que le dio a

129
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

su Hijo Primogénito».118 No es un regalar cosas, es un amor


engendrador, un amor que se conjuga en términos de Padre
e Hijo.

El Sacerdote tiene que ser un padre descentrado de sí


mismo. Lo que nuestros hijos espirituales necesitan, es nues-
tra persona entera, no un pedacito de acción benevolente...
Tal vez por eso Jesús diseña al evangelizador como un pere-
grino, una especie de scout que va saliendo de aquí para allá,
ligero de equipaje. La paternidad de Jesús, en concordancia
con su mirada al Padre, va señalada de un despojo de sí mis-
mo, no por necrofilia, no por ascesis, sino por generosidad
creativa, por engendrar la vida de Dios en otros. El Padre es
el que se da, el que se perpetúa en la vida del engendrado. Je-
sús es ese don, ese don que todavía no conoce la Samaritana.
«Si conocieras El don de Dios y quién es el que te dice dame
de beber, tú se lo pedirías».119

La paternidad espiritual es una consecuencia lógica


del seguimiento de Jesucristo, Maestro y formador de dis-
cípulos. Él es el Servidor que va engendrando en todos sus
seguidores la vida del Padre, por su propia entrega.

Nos corresponde esta hermosa tarea de aprender a ser


padres en el Espíritu. Como Jesús, los presbíteros nos entre-
gamos al servicio de acompañamiento, para el crecimiento de
toda la persona en la Fe viva, en la Caridad y la Esperanza.

Se nos pide aprender a ser padre-madre. En el funda-


mento de este aprendizaje está el desafío de descubrir a Dios
en su paternidad-maternidad.

118 Juan 3, 16.


119 Juan 4, 10.

130
Formadores y Acompañantes, Padres y Pastores

Por la creación llevamos los genes del Padre Dios.


Creados a imagen suya, dice el Génesis. De Dios Padre nos
viene la paternidad-maternidad humana.

Lo propio de nuestra Fe es considerar a Dios como


nuestro Padre, no por consideraciones sentimentales ni por
un conocimiento filosófico, sino porque Jesús vivió la pater-
nidad de Dios, la formuló y la enseñó. Ser cristiano incluye
considerar a Dios tan Padre mío como de Jesús: ser cristiano
es poder decirle sinceramente lo que Rut dijo a su suegra
Noemí: «Tu Dios será mi Dios».120

El aceptar a Dios en su calidad de Padre constituye la


Buena Noticia... No es, por lo tanto, una mera doctrina que
se guarda en la mente. Es una convicción y una experiencia.
Nuestra aceptación de Dios como a un Padre que me ama,
está estructuralmente vinculada a Jesús y dependiente de Él.
No somos hijos sino en el Hijo.

Por eso lo esencial es descubrir y contemplar cómo


Dios es Padre para Jesús. ¿Cuál fue su experiencia de Hijo?
El primer indicio que nos da el Evangelio es la forma de
trato. Jesús lo llamaba «Abbá», a su Dios lo llama su Abbá...
Equivale a nuestro papá.... Jamás se encuentra este término
referido a Dios en el Antiguo Testamento. Su uso por Je-
sús está atestiguado en el Evangelio de San Marcos 14, 36;
cuando está Jesús en el huerto de los olivos: «Adelantándose
un poco se postró en tierra y rogaba que, de ser posible, no
tuviera que pasar por esa hora y decía: Abbá, Padre, todo
te es posible; aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi
voluntad, sino la Tuya...»

120 Rut 1, 16.

131
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

También nos consta que las comunidades cristianas pri-


mitivas de origen griego usaron también ese término de ori-
gen arameo. Aparece en las cartas de San Pablo a los Gálatas y
a los Romanos. Esto resulta inexplicable si no lo hubiera intro-
ducido el mismo Jesús. ¿Qué alcance concreto tiene esto? Lo
siguiente: esa palabra, por sí sola, muestra que Dios es alguien
con quien se puede tener una relación de cercanía e intimidad.
Dios está puesto cerca de los hombres. Es lo que anunciaba
Jesús cuando decía: el Reino está cerca, está en medio de uste-
des.121 Ya en el presente, traído por el mismo Jesús, el objeto de
nuestra esperanza se hace accesible y experienciable.

De una manera nueva, Dios se ofrece como el eje de la


vida, como el centro de nuestra vida real. Y esa manera nueva
de acercarse le viene de su ser Padre.

Todo cambia en mi vida al saberlo de corazón. Ya no


tengo derecho a vivir rumiando mis descontentos y procla-
mando mi soledad. Es tan grande ser hijo y ser padre... Si yo
fuera papá, creo que querría a mis hijos, como veo que tantos
otros, ni mejores ni peores que yo, saben amarlos hasta desvi-
virse por ellos.

Es Jesús quien me enseñó que Dios es cercano, que su


Reino está cerca, y que el secreto de su Reino es que en ese
Reino no hay un rey, sino un Padre.

Yo no podría fijar fecha exacta, pero sí afirmar que


desde los albores de mi conciencia de niño creyente, el rostro
paterno de Dios estuvo muy presente en mi vida. Me lo mos-
traron mi papá y mi mamá como colaboradores del Espíritu
Santo.
121 Referencia a Marcos 1, 14; Lucas 17, 21.

132
Formadores y Acompañantes, Padres y Pastores

Cada uno, en forma irrepetible, nos hacemos, por


gracia del Espíritu, hijos y testigos en el cumplimiento de
la misión evangelizadora de Jesús. Somos Sacramento de la
cercanía de Dios. Es un rasgo de su paternidad. Lo vemos
en ese pasaje en que Jesús habla del Hijo que siempre trabaja,
como el Padre siempre trabaja...122 Yo lo entiendo como que,
por gracia, somos capacitados a mostrar a Dios toda la vida,
siempre, en todo, por nuestro ser de hijos, de apóstoles, sus
sacramentos. La paternidad no se da a ratos, a empujones. Es
una condición estable y un dinamismo incesante: la Caridad
Pastoral, rasgo intrínseco a la vocación presbiteral.

Paternidad es un servicio abnegado (descentra de sí


mismo): es para que otros tengan vida. Lo que significa an-
teponer el «amar» al hecho de «ser amado». Significa creer
en las posibilidades de bien que Dios ha puesto en el otro.
Apostar a lo positivo. Significa cercanía en clave de encar-
nación: Dios, que se manifiesta Padre en la Encarnación. Lo
que trae gozo y cruz.

Nuestro ser padres apostólicamente es un don que nos


permite ayudar al Espíritu en la tarea de configurar a los cre-
yentes conforme a Jesús. San Pablo lo expresa en el Himno a
los Filipenses: «tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo
Jesús».123 Somos servidores del que se hizo servidor. Es la di-
námica del Verbo en la Encarnación, en toda la vida de Jesús:
el acercarse hasta tomar la condición humana, como proceso
de inserción, y humillarse hasta la muerte... La Encarnación
no va por el camino triunfal. Es inspiración, transpiración...
hasta engendrar, en el parto del hombre nuevo, en la Cruz-
Resurrección... Por eso, Dios lo ensalzó... etcétera.

122 Juan 5, 17.


123 Filipenses 2, 6-11.

133
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Ser Padre es ser una invitación a crecer. La presen-


cia de un padre amado invita a caminar a cada hijo por su
propio sendero, pero a la manera vital del padre. En toda
persona está la semilla de vida de Dios el Padre; a nosotros
nos corresponde despertarla, plantarla, regarla en nombre de
Jesús. Eso se hace primordialmente por el «ser»: mantener
con Dios una relación verdaderamente filial de obediencia,
fidelidad, confianza.

Para la oración:

Los rasgos del Padre en el rostro de Jesús:


Mateo 11, 25. Tiene plena libertad e iniciativa.
Juan 4, 34. Se merece obediencia y fidelidad.

Aunque,


a


veces,


su


voluntad


parezca


dura:
Lucas 22, 42;
Marcos 14, 36; Romanos 8, 15; Gálatas 4, 6.

Cercanía,


intimidad,


confianza:
Lucas 15, 11-32. Amoroso, capaz de perdonar, de salir al en-
cuentro y hacer fiesta.
Jun 8, 1-11. La esperanza de volver a empezar.
Mateo 10, 29; Lucas 12, 22-30. Padre solícito, atento, preocu-
pado de sus hijos.
Mateo 5, 45. Dios de ternura y benevolencia

134
Mi


experiencia


como


sacerdote





































































en


Encuentro


Matrimonial
Mi experiencia como sacerdote en Encuentro Matrimonial

Presentamos a continuación una serie de textos de Esteban Gumucio que


surgen de su extensa experiencia con el movimiento Encuentro Matrimo-
nial, al que estuvo vinculado durante 27 años, desde 1974 hasta su muer-
te en 2001.

Encuentro Matrimonial es un movimiento mundial presente en más de


130 países, que encuentra sus raíces en Barcelona (España) y se consolida
luego en Estados Unidos, a fines de los años 60 del siglo recién pasado.
Llega a Chile en 1972 junto a la misionera laica belga Anita Goossens.

Encuentro Matrimonial constituye una experiencia de cultivo y profun-


dización de la relación matrimonial y de la relación con Dios, a través
de encuentros de fin de semana. Según el propio Esteban Gumucio: «Se
trata de revalidar en las personas casadas el sentido del sacramento del
matrimonio y, a la vez, en el sacerdote, el sentido del sacramento de su
ordenación». Precisamente esto último, le permitió a Esteban ahondar con
mucha lucidez su propia vocación religiosa y sacerdotal, oportunidad que
él siempre consideró como una gracia de Dios en su vida.

El instrumento de trabajo es el Fin de Semana (FDS), pensado especial-


mente para dar a los matrimonios la oportunidad de examinar sus vidas
y revisar cómo está su relación de pareja; y para los sacerdotes y religiosos
(as), examinar las suyas en referencia a la gente con que se relacionan en
su labor pastoral y de comunidad.

Los textos que ofrecemos a continuación corresponden a una selección de


materiales preparados por Esteban Gumucio o de intervenciones suyas con
ocasión de los FDS de Encuentro Matrimonial, en que él participó; «más
de trescientos», según propia confesión. Por lo tanto, son textos que en cierto
modo suponen esos FDS con su contexto de ambiente y su metodología y
contenidos. Se trata de textos muy personales, que no fueron escritos para
ser publicados y que naturalmente vuelven sobre temáticas similares. Sin
embargo, hemos considerado útil editarlos en este libro. Su validez va más
allá de Encuentro Matrimonial y puede permitirnos aprovechar la pro-
funda reflexión de Esteban Gumucio sobre su propio ministerio.

137
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Un camino nuevo y desafiante

El llamado a participar activamente en Encuentro Ma-


trimonial llegó a mi vida por los cauces más corrientes en la
trayectoria pastoral de un sacerdote.

Fui al primer Fin de Semana (FDS) original en un sí


de obediencia a mi superior jerárquico, el vicario episcopal
de la Zona Sur. Era evidente que se necesitaba un sacerdote.
El vicario miraba con buenos ojos esta experiencia en la que
correspondía a los laicos un papel protagónico. De mi parte
yo acogí con disponibilidad, aunque no sin temor, esta nueva
pista que seguramente me iría a traer otras nuevas responsa-
bilidades añadidas a las de una parroquia enorme en medio
de nuevas poblaciones y en tiempos no tan fáciles: estábamos
en 1974.

Decir que sí a la invitación de Anita Goossens, por


intermedio del vicario, significó de hecho una felicidad muy
grande. Era una aventura de servicio con un método nuevo y
en un campo en que yo me sentía con poquísimas herramien-
tas pastorales. La primera noche me invitó a entrar yo ente-
ro y no quedarme de observador para aprender una técnica
pastoral. Confieso que ésa era mi primera intención. Dios me
dio la gracia de renunciar a ese punto de vista interesado y
dejarme mover el piso.

Fue dar un salto de confianza en Dios, casi inmediata-


mente premiado con la alegría de pertenecer a este pequeño
grupo de Iglesia que comenzaba con tanta generosidad y en-
tusiasmo en Chile.

138
Mi experiencia como sacerdote en Encuentro Matrimonial

Para preparar el primer FDS tuve el apoyo de Anita


Goossens. Creo que apenas después de un mes de mi expe-
riencia primera, ya estaba participando con cuatro o cinco
charlas en el FDS siguiente.

Tuve mucho miedo de meter las patas. Mucha inseguri-


dad, pues no había alcanzado a compenetrarme bien de toda
la secuencia de los temas. En esa época ni sospechábamos
la existencia de los FDS «profundos»... Todo lo suplía el en-
tusiasmo de ayudar a otras parejas y sacerdotes en algo que
había sido una fuerte luz en nuestra vida. Recuerdo también
que estuve muy atento a mí mismo para no arrebatar el lide-
razgo a esos laicos a quienes admiraba por la transparencia
de su compartir. Mi primer FDS de sacerdote–equipo, fue
también una sobrecogedora experiencia de Dios caminando
en los pasos frágiles de nosotros, el equipo. Estábamos llenos
de emoción y felicidad al ver que el Señor les cambiaba la vida
a esas parejas, a las que en pocos momentos aprendimos a
querer entrañablemente...

Por otra parte, experimenté también cierta rebeldía in-


terior que me afloraba a ratos como una tentación: la rebeldía
de tener que encajonarme en marcos tan rígidos para los te-
mas y tener que leerlos como un alumno asustado que no es
capaz de enfrentarse a su público. Me parecía un fanatismo
de Anita; pero la decisión de ser humildes y de caminar con
el tranco de todo el equipo fue más fuerte que mi arrogancia.
Protesté, pero siempre quise respetar las reglas de juego del
Movimiento, por encima de mis apreciaciones personales.
El testimonio de las parejas y de Anita fue para mí un buen
ejemplo de ser Iglesia.

139
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

El diálogo con el Señor

En mi vida personal empezaron cambios bastante


grandes. Lo primero y más fuerte se dio en la calidad de
mi oración personal. En el diálogo, enfrenté mis máscaras...
En seguida me sentí llamado a llevar el método del diálogo
en mi oración diaria, tratando de esforzarme como tenían
que hacerlo las parejas para encontrar el tiempo de su carta
de amor y de su diálogo. Tenía que ordenarme. Comencé a
levantarme una media hora antes que la comunidad, para en-
tregarle al Señor mi carta de amor, en el mejor momento del
día. Descubrí con gozo leer la Sagrada Escritura como carta
que Dios me dirigía... Esa disciplina interior me hacía, por
supuesto, entrar cada día en comunión con tantas parejas
que luchaban por su diálogo, como yo tenía que luchar para
el mío, con el Señor.

Años después, en 1976, fui invitado a un FDS Pro-


fundo en Lima. Allí recibí el apoyo de parejas que me ayu-
daron mucho a comprender la riqueza que estaba debajo de
la dinámica de nuestro FDS. Rehice mis charlas. Primero las
parché, ajustándome fielmente a los tiempos y detalles del
bosquejo; después las rehice totalmente. Una pareja limeña
me dedicó cuatro días enteros, me corrigió y me estimuló.
Volví a Chile con todo listo. Confieso que me dio mucho
ánimo esa experiencia de encontrarme con parejas de otros
países.

El impacto de participar en Encuentro

Participar en Encuentro Matrimonial me ha significado


personalmente un mayor conocimiento de mí mismo y, más
que eso, un rico proceso de aceptación de mi propia persona.

140
Mi experiencia como sacerdote en Encuentro Matrimonial

Me ha enriquecido la visión del Sacramento del Matri-


monio y del Orden, y me ha hecho contemplar con gozo su
complementariedad.

Me ha ayudado a establecer buenas y profundas amis-


tades con parejas. A través de esa amistad con ambos espo-
sos, mi corazón se ha enriquecido con un mayor equilibrio
afectivo. Particularmente, creo, me ha permitido compren-
der mejor la originalidad de los sentimientos de la mujer.

Me ha permitido aterrizar mejor en la realidad de la


vida de los laicos: captar la hondura vital que les significa el
hogar. Generalmente a los sacerdotes nos toca abordarlos
separadamente, hombre y mujer, en otras órbitas: colegio,
apostolado, culto... y no es ése el campo que repercute tan
hondamente en sus vidas.

Me ha fortalecido en mi celibato. Me ha capacitado


para comunicarme mejor a nivel de mis sentimientos en co-
munidad y en los contactos pastorales.

Particularmente quiero destacar cuánto me ha ayuda-


do Encuentro Matrimonial en mi comunidad de vida reli-
giosa. Creo que nuestra cercanía e intimidad ha sido profun-
damente estimulada por mi pertenencia a Encuentro. Me ha
facilitado también el trabajo en equipo. Pastoralmente me
ha capacitado para un intenso apostolado entre las parejas
y, por lo tanto para una mejor evangelización de la familia.
Por último, creo que a nivel de la Iglesia, mi participación
como sacerdote de Encuentro ha significado el despertar
del compromiso de no pocas parejas que hoy día están asu-
miendo responsabilidades en todos los niveles. Ha sido un
buen aporte a la participación del laicado. Muchas veces he

141
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

sentido el buen orgullo de ver que en muchas diócesis y co-


munidades eclesiales de base, están las parejas de Encuentro
respondiendo a los llamados del Señor en la Comunión y
Evangelización.

Desilusiones y luchas

Es muy importante en mi vida espiritual reconocerme


sujeto al pecado. Lo importante no está a nivel de la cabeza:
allí es fácil decirse: «todos somos pecadores; yo también»... Es
en el nivel del corazón y en la verdad de la vida de uno mis-
mo donde cuesta aceptar que «yo» fallo. Es más fácil para mi
orgullo echarle la culpa a otros: por ejemplo, decir: «es que las
parejas con su poco compromiso o con la lesera de pequeñas
susceptibilidades, tienen la culpa de que yo me desilusione. Es
tan fácil echarle la culpa a mi comunidad de Encuentro...

Pero, sobre todo, para mí, sacerdote, la disculpa está a


mano: «falta de tiempo», «me tironean para todos lados por las
múltiples necesidades de la Iglesia»; «apenas asomo la nariz a
alguna reunión de Encuentro y tengo que salir con la libreta
más llena que antes...» Entonces es como si encontrara expli-
cación a mi desinfle o a mi falta de entusiasmo.

Hay una cosa que la experiencia me ha hecho tener cla-


ro: si me dejo estar con mi diálogo diario con el Señor, tam-
poco voy a tener energía y calor para ayudar a las parejas a
que no desmayen. «Un ciego, dice Jesús, no puede guiar a otro
ciego...»124 Y si yo me desinflo por la desilusión, que tiene que
venir algún día, necesariamente también se me hará más duro
el mal juicio que ya tengo de mí mismo... «Esteban, tú ya no
sirves para vivir el hermoso sueño de Encuentro... Esteban, ya
124 Lucas 6, 39.

142
Mi experiencia como sacerdote en Encuentro Matrimonial

no mereces colaborar con esas parejas... y lo peor; ¿no ves que


tú con tu falta de entusiasmo estás arrastrando al suelo a otras
parejas y a otros sacerdotes...?»

En esos períodos de baja o desconsuelo, siento la tenta-


ción de no tomar iniciativas en las actividades de Encuentro.
Me contento con ser fiel a los compromisos adquiridos, pero
dejo de acompañar a las parejas en los inicios del FDS, cuando
me toca participar a mí en el equipo... O bien, dejo de verme
con parejas de Encuentro, a no ser que me tope con ellas en
algún compromiso... No es que yo me proponga actuar de esa
manera, sino que la desilusión me produce una inconsciente
negligencia, una falta de atención o reflexión...

Como ya lo dije, esas fallas coinciden generalmente por


decaimiento del diálogo en la oración... Puede ser que cumpla
todo lo que se me pida: FDS, talleres, reuniones... Cumplo por
evitar problemas. Cumplo por quedar bien; pero a mí me gus-
taría no sólo «cumplir el deber», sino amar con entusiasmo no
tanto la tarea sino a las personas destinatarias del servicio. Yo
no quisiera que Encuentro Matrimonial fuese un área más de
mi trabajo pastoral ordinario; pero cuando estoy decaído eso
me pasa. Otra cosa que también me sucede es que cuando estoy
«bajoneado» como dicen los jóvenes, se me hacen más notorias
las deficiencias de Encuentro. Miro a mi alrededor y me desani-
ma ver a otras parejas cansadas o resentidas o peleadas...

Sin embargo, creo también haber tenido con mayor


frecuencia, la experiencia de haber llevado bien ese tiempo
de crisis, perseverando en la oración y tratando de estimular a
otros; asumiendo con alegría voluntaria los compromisos de
ser sacerdote–equipo. El diálogo con parejas amigas, siempre
me fortalece en mi decisión de amar.

143
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Más allá de la desilusión

Estos períodos de crisis de desaliento y desilusión


son parte normal de nuestro camino de crecimiento. Siem-
pre los grandes cambios en la vida se presentan precedi-
dos por una situación de crisis, acompañada de dolor, de
inquietud. Es la vida que empuja y llama a purificarse, a
acceder a un nivel mayor de madurez. Así, el nacimiento va
acompañado de la crisis que es el parto, y la adolescencia
no es otra cosa que la necesaria desazón de tener que dejar
de ser niño para ser adulto. Lo importante de las crisis no
es negarla o eliminarla sino el saberla sortear con un saldo
a favor de la vida.

Hay caminos que nos pueden hacer pasar bien por


nuestras desilusiones.

El camino más derecho es reconocer, después de


un sincero examen, que si hemos sido tan vulnerables al
desánimo, esto se debe a nuestras máscaras. A lo mejor
hemos estado defendiéndonos para que los demás no vean
nuestras fragilidades. Tal vez hemos hecho juicios en vez
de aceptar a las personas tales como son, sin rechazarlas
afectivamente. ¿Hasta qué punto nuestros casados–solteros
han estado funcionando en nuestra acción de servicio? Sea
lo que fuere, nosotros tenemos que estar dispuestos a tomar
la decisión de no quedarnos en sensibilidades, de ir más le-
jos, con apertura y confianza renovada, como equipo.

A veces nos hemos sentido heridos por pequeñas


cosas que nosotros magnificamos y cerramos la puerta de
nuestra confianza. El Señor nos dice: «Si alguno quiere ve-

144
Mi experiencia como sacerdote en Encuentro Matrimonial

nir en pos de mí, que tome su cruz... y me siga».125 La ten-


tación de la susceptibilidad es decir: «que la tome otro…»

Un carisma para el servicio

En la lucha por superar mis desilusiones, me ayuda


mucho, en primer lugar, reconocer que hay allí una invita-
ción particular del Señor ¡Qué bueno es poder decirse con la
fuerza de la fe: «algo bueno me tienes preparado Tú, cuando
yo me siento mal…»

En el diálogo de la oración yo vuelvo a retomar las


prioridades de mi vida: Yo no soy el dueño de mi misión. Es
el Señor, el único Maestro y él me ha puesto en Encuentro
Matrimonial. Él es el que me ha regalado el estar dedicado
a vivir y hacer brillar un carisma que es para el Pueblo de
Dios. No es para mi brillo ni para mi ocupación. Así como
un padre de familia asume su trabajo diario como debido a
su esposa e hijos, haga frío o calor, así yo tengo que pasar
por encima de mi momento afectivo presente y decidir amar,
esté como esté.

En segundo lugar, me ayuda también, el que otros re-


conozcan en mí ese carisma de servicio. Yo lo percibo en el
agradecimiento de la gente que asiste a algún FDS. Se les
queda grabado en el alma y desde allí les brota un testimonio
muy sincero del paso de Dios por sus vidas...

En tercer lugar, me ayuda también mi comunidad reli-


giosa que nunca me ha puesto dificultades, sino, al contrario,
le ha dado prioridad a mi compromiso con Encuentro y me
reemplaza con alegría y generosidad... Sería innoble de mi
125 Lucas 9, 23.

145
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

parte, dejarme llevar por la cobardía o comodidad. Con todo


eso yo no puedo quedarme dormido. Mi participación en
Encuentro es una opción de la comunidad y no solo mía

La fuerza del equipo

Algunas veces me ha pasado, sobre todo cuando está-


bamos en la coordinación nacional con Alfonso y Nancy, que
al sentir a Nancy insegura o desmotivada para ir de viaje a vi-
sitar las diócesis, yo me sentía también inseguro y con disgusto
por tener que emprender esa tarea de Encuentro.

Cuando tengo esos sentimientos de inseguridad y falta


de ánimo, inconscientemente evito darle espacio a una prepa-
ración espiritual para lo que vamos a emprender. Sin querer me
viene el pensamiento de que vamos a fracasar. Mis actitudes
también me traicionan, pues me pongo más callado y trato de
tirarle las riendas a los entusiasmos de Alfonso... Nancy y yo
empezamos a ser un peso en vez de una ayuda solidaria al equi-
po. Detrás de esta necesidad de tener éxito está mi gran nece-
sidad de autovalor, siempre un poco en déficit por mi tipo de
personalidad: me repliego hacia mí mismo, me encierro como
se hace con un perro molesto y con ello no doy lo que mi perso-
na tiene que dar que es seguridad y alegría al equipo. Lo hemos
dialogado con Alfonso y Nancy; y él nos dice: «ya se echaron
ustedes…»

Bueno, lo cierto es que llegados a la Casa de Ejercicios


y encontrarnos con las parejas, al verlos tan esperanzados, tan
deseosos de ser estimulados, hace que se me enciendan rápida-
mente los motores... Casi siempre, ya en la Misa o en la Oración
con esa comunidad visitada, se me disipan esos sentimientos de
inconfortable inseguridad... Por eso, para mí, esté como esté,

146
Mi experiencia como sacerdote en Encuentro Matrimonial

dar talleres o fines de semana, me desafía enormemente. La


gente me evangeliza, con su abnegación, su empeño, sus sacri-
ficios. Y lo mismo me pasa con el equipo. Nos damos ánimo
mutuamente: discutimos, pero el sabernos unidos más allá de la
escaramuza del momento, nos da una fuerza y alegría increíbles.
Mucha gente se maravilla de que llevemos tantos años dando
Talleres, Profundos y FDS, sin cansarnos uno con otro.

Nuestras desilusiones, ciertamente, influyen mucho en la


vida del Movimiento de Encuentro. Si nos instalamos en nues-
tras desilusiones, a la corta o a la larga, se resiente la comunidad.
Si nosotros andamos desmotivados, va a pasar que otros matri-
monios de la comunidad se sentirán autorizados para no parti-
cipar con fidelidad. Sobre todo si nosotros sacerdotes y parejas
de comunidad damos sin entusiasmo el mensaje, el mensaje no
tendrá fuerza, no tocará a las parejas. Y sucede que a veces va
a reunión una pareja que mucho necesitaba el apoyo cálido de
los demás y nuestra frialdad los decepciona. No puedo ser buen
transmisor de una Buena Nueva, si yo mismo no la vivo como
Buena Nueva.

La instalación, la desidia, muy pronto va a necesitar una


excusa: le echaremos la culpa a Encuentro Matrimonial y nos
iremos haciendo una pobre imagen de él. Así, dejamos de creer
en el amor que es capaz de cambiar el mundo.

La Iglesia nos necesita

A pesar de todo, la Iglesia nos necesita. En nuestro


FDS original, todos escuchamos ese pensamiento tan fuer-
te, casi increíble: «¡La Iglesia nos necesita, el mundo nos ne-
cesita...!»

147
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Si estamos en esta sala compartiendo cosas de Encuen-


tro es porque hemos creído que podemos cambiar el mundo...
Nos pasa como cuando se enferma un hijo pequeño. Puede ser
que el papá y la mamá se sientan muy cansados o, a lo mejor,
ellos también enfermos de gripe... Pero díganme: ¿no van a
dejar atrás su cansancio y su falta de ánimo para ir volando al
Hospital, pensando que su hijo los necesita y que si no se les
puede morir? No me imagino que, tratándose de un caso de
urgencia para la vida del niño, vayan a ponerse a ahorrar dinero
tomando un microbús, sino que ¡irán corriendo a buscar un
taxi! Todo eso ¿por qué? Es porque ese hijo los necesita...

¡Con la misma urgencia, yo veo que la Iglesia los necesita


a ustedes y a mí! ¡La Iglesia necesita gente que ame! ¡Necesi-
ta matrimonios que luchen por su unidad! ¡Qué sacamos con
quejarnos diciendo que todo anda mal; que los jóvenes están
«en otra»; que las parejas se deshacen con la misma facilidad
con que se enamoran.... ¡La Iglesia los necesita concretamente
a ustedes para evangelizar! Y la mejor evangelización que uste-
des pueden hacer es vivir un estilo de vida de amor sacramen-
tal. ¡La Iglesia los necesita como pastores!

Andan muchas ovejas desparramadas... Se necesitan


pastores que afirmen en la fe y el amor, a la manera de Jesús:
pastores que primero vivan y luchen por su ideal y así lo trans-
mitan.

Estoy convencido que lo que mejor vitaliza a la Iglesia


de nuestros días son las parejas y sacerdotes que se dan enteros.
Ellos se vuelven elocuentes no por sus discursos, sino por el
resplandor de su estilo de vida. Así son signos sacramentales
que llevan a Cristo. Lo llevan, sin ostentación, sin pretenderlo.

148
Mi experiencia como sacerdote en Encuentro Matrimonial

Comprometidos con su tarea, ustedes están aportando


la fe a sus propios hijos y a otros jóvenes. Lo que más nece-
sita el mundo de hoy – lo único que acepta sin discusión – es
la presencia de testigos de vida, hombres y mujeres que creen
y por eso luchan y se dan.

Si desaparece Encuentro Matrimonial, o si languidece,


la Iglesia entera queda con un gran déficit. Un poeta decía
que todo el Océano Pacífico bajaría su nivel con un solo bal-
de de agua de que lo privara un niño. Si a la Iglesia le sacan
Encuentro, si le robas o privas del agua de tu pequeño balde,
toda la Iglesia es menos viva y menos fiel…

Se necesita para la vida de la Iglesia que haya chiflados


de la relación de pareja. Se necesita que visiblemente haya
grupos de católicos que estén constantemente ayudando a
otros a crecer en el compromiso de su amor profundo. No
va a ser ni la televisión ni la moda. Se necesita a esta Familia
de Encuentro experta en comunicaciones de pareja, en un
mundo de mudos y sordos... ¡Las parejas, tantas, que van
heridas por los caminos de nuestra sociedad necesitan re-
aprender el perdón y la sanación...! ¡La Iglesia entera necesita
que sus hijos se hagan corresponsables de anunciar a Cristo
con carne y sangre...!

No cabe ninguna duda de que Dios va a valorar nues-


tra vida a partir del realismo de nuestro amor... Y nuestro
amor será el que Dios espera de nosotros, cuando seamos
desinteresados, es decir, cuando nuestra acción surja no del
afán de cumplir por ley, por deber, sino cuando brote de la
certeza de sabernos amados por él. Entonces damos gratui-
tamente tan gratuitamente como hemos recibido: por amor,
no por adquirir fama, poder, éxito...

149
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Todo para la gloria del Señor

Yo debo confesar que soy un viejo bastante feliz. Si


tuviera que elegir de nuevo: elegiría ser religioso de los Sagra-
dos Corazones y sacerdote. Es una gran dicha sentirse libre
de trabas para servir al gran amigo y Señor que es Jesucristo.

Creo que fundamentalmente he vivido en disponibi-


lidad al Señor. Con fragilidades, por supuesto. Pero la línea
constante de mi vida ha sido servir al Señor y servirlo en
mis hermanos, renunciando a todo lo que se interponga. La
renuncia más dolorosa, cuando era un muchacho de 17 años
fue dejar mi familia y renunciar a tener la propia. El Señor
me hacía sentir el gozo de estar libre a su disposición a donde
quiera que él me enviara; creo que también he sido muy feliz
porque no me he quedado dormido, satisfecho: el Señor es
como un hombre celoso, pide la exclusividad y siempre está
ofreciendo nuevas metas. Él me ha dado la alegría de recono-
cer que no ha sido mi fuerza, sino su presencia.

En comunidad también he sido feliz. He tenido siem-


pre el apoyo, el aprecio y el cariño de mi fraternidad... En
medio del pueblo, en la vida de población también me he
visto querido y cuidado por la gente. No tengo sino gratitud
en mi corazón. Le tengo miedo a la muerte; sin embargo,
quiero estar disponible. Así lo quiero, pero me cuesta. En En-
cuentro Matrimonial, el Señor ha trabajado mucho a través
de mi persona y de los dones que él me ha regalado... Desde
1974 estoy dando FDS y trabajando con parejas... Sería un
mal agradecido, si no me levantara cada vez que me caigo
en el desánimo. Si pongo en la balanza las desilusiones y los
logros, ciertamente estos últimos se roban la película. Ojalá
sea siempre para la gloria del Señor.

150
Mi experiencia como sacerdote en Encuentro Matrimonial

Soy feliz de ser sacerdote

Lo primero que yo quiero compartirles es algo muy


importante para mí: he sido y soy muy feliz de ser sacerdote.
Cuando a los 17 años el Señor me invitó, me entregué go-
zosamente al Señor para ser suyo, como Él quisiera. Dios
me regaló poder hacer un maduro acto de confianza: me
puse en sus manos, sabiendo que ser presbítero era ser sig-
no, presencia sacerdotal en medio de la gente, una realidad
que yo no podía manejar. Podía decirle «sí», «haz de mí lo
que quieras», pero no podía prever cómo yo, tan frágil, tan
poquita cosa podría ser signo de Él, de su inmenso amor a
los hombres.

Sin embargo, me siento feliz de haber sido muchas ve-


ces ese signo de Cristo Sacerdote, que la gente necesita.

Yo me imagino que la gente ve a Jesús cuando soy aco-


gedor, casi siempre, con toda suerte de personas. Ya pasó a
ser espontáneo en mí recibir, a tanta gente que pasa por una
parroquia, con una sonrisa que los anime y les haga vencer
su timidez. Siento en mi corazón que es el Señor el que los
mira y los comprende. Lo andan buscando y yo quisiera aco-
gerlos, en condiciones modestas, con alegría.

Yo me experimento signo de Jesucristo cuando con-


tribuyo a formar mi comunidad religiosa y me esfuerzo por
que nuestra vida sea en diálogo, aceptándonos cada uno con
alegría tal como somos. Me siento viviendo mi sacerdocio no
sólo cuando celebro y predico la Palabra; sino también cuan-
do simplemente escucho a la gente con un corazón abierto y
respetuoso, como lo hace Jesús.

151
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Me siento sacerdote significativamente en mi relación


con otros amigos; porque el Señor nos hace crecer dialogan-
do, escuchándonos, ayudándonos en esta tarea de cambiar
al mundo.

Ser sacerdote es un amor exigente. Tratar de vivirlo lo


más fielmente que puedo en mi amor a la Iglesia me hace ser
signo del Cristo que lucha por sanar nuestras heridas.

Ser sacerdote significa para mí optar por lo que el


mundo desprecia. Tengo un cariño muy especial por los po-
bres y los niños. Ellos me han dado mucho más de lo que
yo les haya podido entregar. Los atiendo con alegría, con
ternura.

Yo soy signo sacerdotal de Cristo cuando le digo «no»


a la vida fácil y blanda... El mundo siempre está impactándo-
me, pero también el Espíritu de Jesús me está impulsando,
fortaleciendo a seguir las huellas del Señor, sin hacerle asco
a las dificultades y sufrimientos.

Ahora, por ejemplo, yo tengo algo claro: que no será


auténtica mi vida, si no asumo la verdad de una muerte no
muy lejana. Yo soy signo de Jesús cuando trato de vivir el
tiempo que me queda con alegría e intensidad y asumo la
muerte confiado en las manos del Señor. Estoy íntimamente
convencido de que la mejor manera de ser sacerdote es se-
guir este camino que partió por un acto de confianza plena y
ha de terminar, así lo espero, en un acto de confianza plena,
«En tus manos encomiendo mi espíritu».126

126 Lucas 23, 46.

152
Mi experiencia como sacerdote en Encuentro Matrimonial

Yo creo que para muchas personas que oyen mi predi-


cación yo llego a ser signo de Jesús que ama, porque me he
propuesto ser siempre positivo en mi predicación. Me pre-
ocupa mucho el que la gente se lleve una Buena Noticia, un
Evangelio y no solamente exhortaciones a cumplir deberes.
Mi mayor deseo es, cuando predico, el que la gente se sienta
amada por Dios y que renueve su esperanza en medio de
tantos problemas que tiene la vida de la mayoría.

Yo creo que también realizo mi sacerdocio en la inti-


midad de la oración y en la perseverancia de la oración. Por la
fe yo sé que mi oración no es mía. No basta mi ir individual
al Señor, yo sé que la oración del sacerdote es la oración de la
Iglesia, esposa de Cristo. Allí también, en la oración, yo ten-
go que ser signo de Cristo que no se busca a sí mismo, que
ruega, pero en definitiva le dice a su Padre, que no se haga su
voluntad sino la de su Padre para el bien de su Iglesia.

Pero es, sobre todo, en la eucaristía, donde más nítida-


mente soy signo de Cristo. Le presto mi voz, mis manos, mi
libertad, para que él se haga presente en su infinito amor de
entrega a la Iglesia.

La Gracia es siempre la fuerza de Cristo resucitado


actuando en la línea de lo que significa cada sacramento.
En el matrimonio, la Gracia de Cristo es fuerza o poder que
Dios regala cuando la pareja se decide a vivir lo que trata de
expresar con su signo: es decir, cuando se esfuerza por vivir
una vida de relación íntima, responsable. El amor se trans-
forma así muy concretamente en una transparencia del amor
de Cristo hasta llegar a ser una fuerza incontenible capaz de
hacerse fidelidad, paciencia, comprensión, perdón, sabidu-
ría para llevarse el uno al otro en un camino de madurez y

153
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

crecimiento, sabiduría y prudencia para ejercer la paternidad


con sus hijos, etcétera, etcétera.... Es por esta fuerza transfor-
madora que la pareja se torna un amor liberador no sólo para
ella misma sino también para los demás.

Esta es una reflexión encaminada a tomar concien-


cia de esta gracia especial tan necesaria en la vida. Para ser
signo eficaz en medio de la Iglesia, la gracia de sanación ha
de ser acogida frecuentemente por la pareja y por nosotros
sacerdotes, pues, en toda relación hay heridas. Es parte de la
condición humana.

Algunas veces herimos sin darnos cuenta; en otras lo


hacemos deliberadamente, tal vez como venganza de heri-
das recibidas. Herimos al imponer nuestras superioridades,
al tomar abusivamente el control y dominar... Herimos por
brillar, opacando al otro; herimos por indiferencia, por ex-
cesiva concentración de nuestra mente en nosotros mismos
olvidando a los demás; herimos con nuestros patrones de no
escuchar.

Cualquiera que sea el motivo, cuando herimos o so-


mos heridos, se produce una barrera en nuestra relación. El
solo recuerdo de ella nos amarga y nos distancia. En toda
relación hay heridas y en toda relación tenemos que estar
abiertos a esta fuerza de Cristo que nos empuja a derribar
esos muros. El Padre Nuestro nos la pone como condición
para ser sanados por Dios. Importante: si hay verdadero per-
dón no volver a reeditar la herida.

Pero perdonar no es pedirse disculpas para sentir-


nos aliviados. No es fórmula mágica para sentirnos bien. El
perdón va más lejos que olvidar una herida; es renovar un

154
Mi experiencia como sacerdote en Encuentro Matrimonial

compromiso profundo de amar mejor. El perdón no se co-


mercia ni se transa, está en la dimensión generosa del darse
a sí mismo para amar más comprometidamente después de
una experiencia dolorosa. Sanar al otro es curar la herida
con amor comprometido; no se necesitan ritos ni adornos...
Los esposos tienen este poder que les viene de la Gracia de
Cristo. Son miembros del Cuerpo de Cristo. El amor de Je-
sús circula en todo su Cuerpo y es perdón, salvación, entre-
ga total. El pecado no es más grande que el perdón: donde
abundó el pecado sobreabundó la gracia. Los esposos tienen
esta experiencia.

155
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

El Señor me invita a amar más y más

Mi ideal, mi vocación sería ser en la Iglesia el Hombre


del Plan de Dios. Buscar el querer de Dios.

Yo creo que mi principal barrera para amar a los de-


más según el Plan de Dios está en mi afán de buscar la apro-
bación y admiración de los demás por mi actuación, por lo
que hago y aparece a los ojos de los demás.

Tengo la suficiente conciencia de que me dejo llevar


por los criterios del mundo cuando busco brillar por lo que
digo o por lo que hago. Fabrico con ello un biombo que me
permite esconderme y no tener que entregar mi persona.

Entregar mi persona tal como soy

Es relativamente fácil dar servicios y tiempo, ocupán-


dome en actividades múltiples. Más difícil y exigente es en-
tregar mi persona tal como soy.

Ha sido doloroso para mí descubrir que lo que muchas


veces busco al predicar y preparar conferencias, es ambiguo;
ciertamente querer la conversión de las personas y construir
la comunidad, pero en lo que está demasiado presente buscar
el éxito personal, con la secreta intención de ser considera-
do inteligente, creativo, preparado. Otras veces me descubro
cuidando más la forma que el fondo, siempre con la misma
pasión de brillar.

El Plan de Dios para mí es mucho más hondo y exi-


gente que el mero actuar correctamente en la prestación de
servicios como sacerdote.

156
Mi experiencia como sacerdote en Encuentro Matrimonial

El Señor me invita a amar más y más, auténtica, íntima


y responsablemente, a la gente. Para eso no basta hacer cosas:
tengo que darme, comunicar profundamente los valores que
Dios ha puesto en mi persona. El celibato no es un fanal de
cristal para proteger mi egoísmo. San Pablo habla de «sen-
tirse urgido», de «llorar con los que lloran y reír con los que
ríen»:127 son términos de enamorado. Dice también que se
hace judío con los judíos y griego con los griegos para ganar-
los a todos para Cristo. Eso es salir de sus intereses; es darse
de verdad, sin esperar pagos de cualquier tipo.

Dar lo que poseo, poco o mucho. El don es una declara-


ción de importancia respecto del otro. El otro es considerado
más importante. El don es algo que se hace y no que se piensa.
Cuando logro abrir mi interior para entregarlo, experimento
verdadero gozo. Por ejemplo, cuando logro poner en común
con mi comunidad religiosa mis inseguridades y los contratiem-
pos propios de los años; cuando busco dialogar en la profundi-
dad de mis sentimientos; cuando en la predicación doy la pala-
bra con corazón; cuando establezco la intimidad y profundidad
propia de la amistad con las familias de gente con quien trabajo;
allí ya no estoy actuando como un funcionario fiel, sino con los
lazos propios de una relación más íntima y responsable.

Perseverar en la oración

Vivir en el Plan de Dios significa para mí perseverar en


la lucha por una relación también íntima y exigente con el Se-
ñor, en el espacio de la oración y de la acción apostólica. Es
una batalla de nunca acabar, pues sigue siempre vivo el espíritu
mundano. Es una maleza que no se acaba nunca de arrancar
de raíz.

127 Romanos 12, 15.

157
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Pero esta lucha trae en el fondo de mi corazón un gus-


tillo a libertad. Es el gozo de darse, cuando se traspasa el
umbral del «cumplir» y «servir». El hombre está hecho para
el don de sí.

El Plan de Dios no se realiza sin lucha; pero trae fru-


tos tan deliciosos como la amistad, como la libertad interior,
y como el sentimiento de estar en la verdad. El gozo de ser
«disponible»... para el Evangelio.

El Plan de Dios versus el Plan del Mundo

El mundo moderno nos enseña a vivir vidas sepa-


radas, como casados-solteros. El Plan de Dios nos llama a
vivir vidas responsables en íntima relación y cercanía. En
el Plan del Mundo la comunicación es superficial, llena de
temores; se contenta con poco, con tolerancias, con llevarse
educadamente. El Plan del Mundo nos llama a preocupar-
nos exclusivamente de nosotros mismos, a no exponernos, a
no dejarnos tocar íntimamente ni a expresarnos totalmente,
ahorrándonos hacernos vulnerables. El Plan del Mundo nos
aísla, nos mete en una torre de marfil para mantener una
seudo independencia. El Plan del Mundo nos vuelca a la so-
ledad. En cambio el Plan de Dios nos lleva a una comunica-
ción que ansía ser total, llena de confianza, abierta, honesta,
profunda. Nos asumimos el uno al otro, nos pertenecemos;
nos importa vitalmente todo lo que le pase al otro.

El Plan de Dios para la pareja, es, como todas las invi-


taciones de Dios, algo que nosotros tenemos que hacer nues-
tro y decidir. Nadie puede tomar esta opción en reemplazo
nuestro.

158
Mi experiencia como sacerdote en Encuentro Matrimonial

Una pareja que se ama íntimamente es lo que más nos


dice cómo es Dios: que Dios es amor. El hombre y la mujer,
tal como aparecen en el Génesis es la mejor revelación de
quien es Dios.

El celibato en el Plan de Dios

En todo este proceso de vivir al estilo de Encuentro


Matrimonial, yo he ido descubriendo que el Plan del Mun-
do se me había infiltrado en mi manera de entender y vivir el
celibato. Tal vez por temores infundidos desde muy joven es
todavía muy fuerte en mí un contravalor del Plan del Mundo
que podría llamarse de autoprotección, un cuidado excesivo en
mantenerme a distancia, un temor a perder yo el control de mi
afecto por los demás. Esto me hace aparecer frío. Difícilmente
acepto que me den muestras de cariño. Mi actitud habitual es
la de ser yo el benefactor, el que está para prestar servicios y no
para recibirlos.

Encuentro Matrimonial me ha ido haciendo apreciar


que Dios se revela de un modo especial a través de mi persona
en el celibato. El celibato no puede ser una huida, sino un tipo
de relación profunda, afectuosa. He ido descubriendo viven-
cialmente que estoy llamado a amar intensamente. Esto signi-
fica una relación de persona a persona con la gente con la cual
estoy comprometido. Pero mi entrega a la gente no es del tipo
conyugal, no es un amor en exclusiva por una persona, sino un
amor de amistad y abierto. Amor pastoral. El celibato, lo he ido
comprendiendo cada vez mejor, no es una pura defensa o pro-
tección. Es un verdadero compromiso de amor profundo: no
consiste en una mera prestación de servicios. Es compromiso
de entrega de mi persona al pueblo de Dios. Así yo también soy
imagen de Aquel que es Amor. Así realizo su Plan.

159
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

El activismo: en contra del Plan de Dios

Yo creo que lo que me aparta de este compromiso to-


tal es muchas veces la excesiva importancia que le doy en la
práctica a las actividades. Llegan a constituir un escape para
no tener que entrar en un tipo de relación más personal.

Estar en muchas partes y en muchas tareas es no estar


en ninguna muy intensamente. Es una manera de crear el
desierto y hacer de mi relación con la gente algo impersonal
y distante. Yo veo que esto de funcionar como un sacerdote
muy ocupado está fundado en un contravalor del mundo
moderno: es una manera que me ofrece el ambiente para
compensar mi necesidad de autoafirmación y escapar a la
dependencia de otros; pero, no siempre pasa con nuestras
compensaciones, puedo comprobar que mi mal juicio sobre
mí mismo se acrecienta. Quedo con la insatisfacción profun-
da de no ser fiel a Dios ni a mis hermanos que me sienten
ajeno o un poco como de visita en sus vidas.

Para vivir mejor el Plan de Dios, yo estoy tratando de


hacerme más libre frente a las ocupaciones para poder es-
tar más dedicado a las personas. Me cuesta un mundo saber
perder tiempo y vivir en mi persona un verso que yo mismo
escribí en una canción: «Yo te digo: eres mi hermano, tú,
porque supiste amar; no es tiempo perdido tiempo que se
da...»128

Estoy arriesgándome mucho más a consultar a los lai-


cos y escucharlos; a contar a mi comunidad mis sentimientos
y exponerme a la crítica de mi acción pastoral.

128 Canción “Tú, mi hermano”. Musicalizada por Andrés Opazo e interpretada por
Los Perales.

160
Mi experiencia como sacerdote en Encuentro Matrimonial

Creo haber ganado en espontaneidad para comunicar


mis sentimientos de ternura y creo también que logro ser
más sencillo y cercano desarrollando conscientemente una
sensibilidad a lo que le pasa a la gente en su vida diaria. Pue-
do decir sinceramente que le encuentro mucho sentido al
celibato: me obliga a dedicarme a los demás, a hacerlos cre-
cer, a aceptarlos como son y eso, a pesar de todas mis fallas
puntuales, me hace sentir cierta plenitud o madurez que me
realiza como persona. Hay una corriente nueva de confianza
que me hace sentir, no de visita, sino en familia.

161
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Sacerdote libremente célibe

Tal como a los casados, a mí también el tema del sexo


me parece difícil de tocar y me provoca sentimientos pro-
fundos. Por el tipo de formación recibida en mi hogar y en
el Seminario, soy un hombre acostumbrado a controlar mis
emociones, particularmente en el área del sexo.

La vida de celibato es una opción que yo he asumido


libremente. Siempre la he tenido como una forma de amar
muy exigente. Pues no tendrían sentido las renuncias al ma-
trimonio sino para dedicar toda la capacidad de amor para
amar a los demás, al servicio de un gran bien para ellos... Es
un amor exigente. No sólo es una lucha contra el egoísmo,
como la que tienen que tener los casados, ni es sólo una lucha
por la unidad y la fidelidad, como también la tienen los casa-
dos; sino que es una lucha por renunciar al ejercicio del amor
conyugal al cual naturalmente está inclinado todo hombre y
toda mujer, sin menoscabar la personalidad sexuada.

Personalmente, confieso que la preocupación por ser


fiel al celibato, me ha hecho experimentar durante mi juven-
tud cierta tensión o miedo en la relación de amistad con la
mujer. Creo que esa tensión me creó un estilo de comunica-
ción algo receloso, con marcada tendencia a guardar para mí
solo mis sentimientos. Me cuesta comunicar mi necesidad de
ser querido e intimar en confianza. Los boxeadores usan lo
que se llama «defensa larga»: no dejar que el contrincante se
te acerque. Me hago distante, me muestro frío, o fácilmente
intelectualizo las situaciones cuando están cargadas de senti-
mientos. Me cuesta aceptar las muestras de cariño; me cuesta
dejarme querer. Tiendo a convertir todas las relaciones en
relaciones de paternidad, cuando soy yo el que doy afecto y

162
Mi experiencia como sacerdote en Encuentro Matrimonial

acojo, o en relaciones de igual a igual, donde aparece el te-


mor de verme encadenado y no absolutamente libre.

Yo creo que compenso esta dificultad, esta especie de


soledad, tratando de ser un hombre fino, activo y servicial,
de quien se espera apoyo y seguridad. En el fondo, busco ser
apreciado, tener fama de inteligente y bondadoso.

Yo he ido comprendiendo que esta postura de temor


y distancia frente al afecto significaba una inmadurez en mi
afectividad. Veo con bastante claridad que tengo que crear
amistades. Lo he logrado.

Ha constituido un desafío para mí, observar cómo lu-


chan las parejas por amarse mejor. Me ayudan a no vegetar.
¿Cómo amar mejor?

163
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

La difícil escucha

Debido a mi manera de ser excesivamente controlada


para guardar distancia, mi postura más corriente al escuchar
es la de ponerme en el lugar del consejero. Tomo la actitud
de una especie de radiólogo que hace el diagnóstico de una
enfermedad: mirando la placa. Intensifico mi atención so-
bre el problema y me pongo tenso, buscando la respuesta
correcta. Así aparezco frío, más preocupado de mí mismo
o del caso problemático, que de la persona que sufre. Es
un temor muy grande de verme involucrado afectivamente y
por lo tanto, miedo de hacerme parecer vulnerable. Esto me
repliega y me hace distante de la gente. Es más cómodo no
meterse afectivamente en el corazón de la persona aproble-
mada. Meterme, asumir el dolor, tendría por consecuencia el
que ya no pueda yo ser independiente y dueño de mi tiempo
y de mi caudal de atención.

He descubierto que interiormente barajo muchas dis-


culpas para no cambiar mi actitud egoísta. Me digo algunas
veces: cada persona tiene su responsabilidad, yo no debo ser
un intruso... Así, solucionando su problema esta persona va
a crecer... No tengo los datos suficientes para envolverme en
su problema... Tengo que reservarme para el cumplimiento
de muchas otras tareas, no debo emplearme totalmente. No
debo ser como esos jugadores que lo apuestan todo a un nú-
mero de la ruleta y quedan sin nada... «¡Ahórrate, así vivirás
tranquilo!». Es el Plan del Mundo.

Con estas actitudes y estos juicios interiores yo me


quedo distante y así no puedo conocer el verdadero yo de
los demás, y al no hacerlo, yo mismo me impido lograr la au-
téntica satisfacción de amar. Así, voy cortando el puente por

164
Mi experiencia como sacerdote en Encuentro Matrimonial

donde va y viene mi amor y el amor de los demás hacia mí...


Es muy amargo para un sacerdote, que hace de la entrega de
la vida su vocación y oficio, descubrir que cuida su imagen.

En el área de la salud, me cuesta escuchar a mi comu-


nidad. Desvío la conversación y para cortar por lo sano digo:
«sí, voy a ir al médico, voy a tomar tal remedio, está bien...»
Es tanto lo que me molesta que me controlen que hasta he
llegado a respuestas ambiguas o mentirosas: «sí, creo que ya
me puse la inyección».

Me costaba dar cuenta de mi trabajo, en comunidad.


Prefiero echarme encima muchas cargas, con tal de guardar
yo el control... En el fondo temo que mis compañeros vean
mejor que yo lo que habría que hacer o dejar de hacer. Me
siento incómodo como si estuviera en el banquillo de los
acusados. Me molestaba que estuvieran preocupados de mí,
y por eso no los escucho... He ido cambiando.

Pero así como reconozco en mi deficiente modo de


escuchar mis patrones de comportamiento, así también creo
que es éste uno de los campos de lucha donde más cambio he
experimentado estos últimos años: he descubierto que mu-
chas veces escucho o finjo escuchar, para finalmente, hablar
de mí mismo; por ejemplo: oír lo que dicen los otros, pero
para encontrar algo más agudo, o más jocoso que lo que se
acaba de decir (como de las señoras en la antesala del médi-
co: campeonato de enfermedades para ser compadecidas).

Quiero terminar con una reflexión de Lucas sobre


la actitud de escucha de la Virgen María. Dice: «María
escuchaba... y guardaba estas palabras en su corazón».129
129 Lucas 2, 19.51.

165
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Qué importante desarrollar en nosotros esta capacidad que


nos regala su Espíritu Santo: «escuchar y guardar» lo que
el Señor habla en el conjunto de los acontecimientos de mi
propia vida y de la vida de la familia, de la Iglesia y de nuestro
pueblo.

¿Sé escuchar al Señor en los acontecimientos de mi


vida? Para aprenderlo, necesitamos ser «escuchantes» en la
oración. Tomar nuestro lugar de creaturas que reciben todo
de Él y no sólo «co-creadores» que hablamos y planeamos
acciones. Debemos amar el silencio que escucha.

166
Mi experiencia como sacerdote en Encuentro Matrimonial

Ante alabanzas y «cumplidos»

La manera como aceptamos o rechazamos las alaban-


zas y cumplidos dice mucho de nosotros mismos.

Cuando me dicen: «que linda te salió esa poesía que


escribiste o esa plática que nos diste». En mi interior yo reac-
ciono con cierto rubor o molestia; pero por dentro me agra-
da mucho, pues me gustaría mucho reconocerme inteligente
y artista. Considero que tengo alguna capacidad en eso de
expresarme.

Cuando me alaban mi barba. Generalmente lo hacen


en forma jocosa. Mi reacción es como de indiferencia exter-
na. Por dentro me gusta cuando la gente es sincera, pero me
molesta mucho cuando lo siento como una presión como si
se meten en mi vida privada.

Hace poco alguien me dijo: «Rece por mí, Padre. Us-


ted es un santo...» Esto me mereció mucho desagrado inter-
no. Yo me estaba diciendo: ¡Eres un hipócrita! Además, los
que me lo dicen lo están haciendo por convención social...
No quiero aceptar que yo tenga verdaderas cualidades valio-
sas como las que la gente quiere expresar con el apelativo de
«santo»... Por otro lado, rechazar interiormente este halago,
resulta más cómodo para mí, pues así no tengo que esforzar-
me para responder a las expectativas de la gente, respecto de
mi persona.

167
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Ante mis propias máscaras

Yo me presento ante los demás como un sacerdote op-


timista, ingenioso, amable. A mí me gusta que me digan que
tengo buen corazón, que soy bondadoso. Me doy cuenta que
así trato de agradar a los demás. Es la manera que tengo para
ser aceptado y para que me tomen en cuenta. Quiero dejar la
impresión de ser un hombre simpático y condescendiente.

La


evitación


del


conflicto

Para relacionarme con mis hermanos de comunidad y


que así me vean, yo trato siempre de evitar situaciones des-
agradables, discusiones y peleas delante de mí. Me las arreglo
para evitar el tema conflictivo. Invento mil maneras de que
la gente se sienta cómoda en mi presencia. A veces evito lo
desagradable o bochornoso, diciendo una broma o hablando
de cosas superficiales. También para aparecer bondadoso soy
un tipo servicial. Me cuesta mucho decir que no a cualquier
servicio que me pidan, y muchas veces me veo en aprietos
para poder cumplirlos, o me veo tan urgido que hago mil
cosas a la carrera, quedando con la sensación de haberlas he-
cho mal; a veces fallo en cumplir algo prometido y entonces,
la gente piensa que no la cotizo. Me sale el tiro por la culata:
yo que quería agradar, resulta que causo molestia y me siento
íntimamente desvalorizado y solo.

Una personalidad de «buena persona»

Por ser bondadoso y suave de carácter, conquisto


la protección y simpatía de mucha gente. Pero por dentro
yo experimento ese éxito como algo injusto. Me digo a mí
mismo: «te aceptan porque eres inofensivo, nada más...» Me

168
Mi experiencia como sacerdote en Encuentro Matrimonial

siento en la obligación de compensar esa especie de culpa,


exigiéndome mucho a mí mismo: tengo que estar siempre
trabajando, cumpliendo; me da vergüenza de que me vean
descansar. Eso me ha hecho ser apurón y hacer sentirse a
mis compañeros exigidos por mi ejemplo, como si yo, con
mi manera personal de exigirme, los estuviera censurando...

Me doy cuenta que he sido yo mismo, poco a poco, el


que he ido creando esta personalidad de «buena persona»,
como la manera de ser necesaria para mí, para ser queri-
do, aceptado, valorizado; y al elegir esa manera dominante
de ser, me doy cuenta, ahora, que no he desarrollado otros
aspectos importantes, como el ayudar a los demás corrigién-
dolos, como el encarar los problemas de frente, etcétera...
Por querer «no molestar» no dejo que los demás me hagan
atenciones.

Cuando niño yo trataba de ser un niño que no mo-


lestaba. Frente a las personas grandes, era bien educado y
guardaba silencio. Quería que dijeran de mí: «¡qué niño tan
bueno y discreto!» Una vez, un compañero de Colegio me
invitó a pasar unos días con su familia en San Bernardo. Yo
me sentía cohibido, pues la familia era numerosa y yo sólo
conocía a mi compañero. Traté de ser muy discreto y que
nadie se fijara en mí. Pero de repente, la mamá decretó que
yo tenía frío y me puso el abrigo nuevo del hermano de mi
amigo. A la hora de la comida, lo primero que hice fue dar
vueltas el plato de sopa, ensuciar el abrigo nuevo y el mantel.
Ni siquiera pude llorar...

Por ser un joven tan cumplido y bueno, me eligieron


junto con otros veinte jóvenes para participar como compar-
sa en un número de Revista en el Teatro Municipal. Se trata-

169
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

ba de una función muy bien preparada a beneficio de la Ac-


ción Católica. Nuestra actuación era aparecer en filas como
húsares. A mí me dejaron el último traje. Los demás chicos
se habían peleado por tener los mejores. Los pantalones me
sobraban por todos lados y el uniforme entero estaba hecho
para alguien gordo y grande... Parecía un mamarracho: todas
las chiquillas se reían...

Como yo no me doy el derecho a descansar, y como


siempre tengo que aparecer como un sacerdote muy entre-
gado, una vez fui al cine, cuando recién podían ir los sacer-
dotes... Me daba mucha vergüenza que me viese alguien co-
nocido... Cuando pasé frente a la pantalla, hice genuflexión,
como si estuviese en la Iglesia... Todos me vieron...

Manteniendo cierta distancia

A mí me agrada que la gente me vea como un sacer-


dote sereno, siempre de buen humor, pacífico y confiable.
Apenas me levanto, estoy preocupado de cumplir las tareas
programadas para no ser encontrado en falla. Trato de ser
fino en mis palabras y modales. Mi manera de ser va dirigida
a conquistar o conservar el aprecio y la aprobación de los
demás. Para eso me muestro servicial, bondadoso, pero me
cuesta establecer cercanía, prefiero mantener cierta distancia
para ser yo quien maneja las relaciones y no aparecer vul-
nerable o sentimental. Temo mucho que los demás se den
cuenta de mis timideces, de mis sentimientos tiernos y de
mis gozos por los éxitos que obtengo.

Esto de querer siempre agradar a los demás, a pesar


de querer yo mirar los problemas desde arriba, de hecho me
hace sentir responsable de los conflictos que viven otras per-

170
Mi experiencia como sacerdote en Encuentro Matrimonial

sonas. Frente a ellos me comporto como un apaciguador.


Me cuesta enfrentar los conflictos, prefiero sacarles la vuel-
ta. Si las situaciones se encrespan, yo encuentro la manio-
bra astuta para desviar la atención y reconquistar la calma.
Por ese motivo muy a menudo en las asambleas me escogen
como moderador. Cuando no soy capaz de imponerme, me
vuelvo diplomático. Pero todo esto no es por amor puro a
los demás: es más bien mi impulso por evitar lo doloroso, en
todas partes yo trato de ser un hombre que no molesta. Me
cuesta mucho que los demás me hagan objeto de atenciones
cariñosas. Cuando lo hacen, a pesar mío, me siento emba-
durnado de miel. Pero en el fondo de mi corazón me siento
feliz de que me quieran y de que me tomen en cuenta. Sólo
ante personas de mucha confianza soy capaz de compartir
espontáneamente mis sentimientos. Ante los desconocidos
y en reuniones amplias, mi tendencia es al silencio o cir-
cunspección. Me gusta dejar que los demás hablen y, al final,
después de reorganizar las ideas y sintetizarlas, entonces, me
hago escuchar, hablo con tranquilidad y pongo la nota de
equilibrio y ponderación, con lo que yo mismo me aplaudo
interiormente.

Poca libertad, mucho control

Me gusta mucho que me elogien como hombre inteli-


gente y creativo y me molesta cuando me alaban como hom-
bre de Dios. Mi juicio interior es duro y exigente conmigo
mismo: me descalifico y hasta me insulto a mí mismo, sobre
todo, porque me encuentro un hombre blando sin verdadero
coraje interior. Mis éxitos los considero injustos o superficia-
les y me parece que con mi máscara de hombre buena gente,
servicial y sereno, estoy ocultando a los demás mi poco valor
verdadero, mi comodidad interior. Con esta forma habitual

171
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

de actuar yo mismo me quito libertad al estar exigiéndome


constantemente un exagerado control. Y yo mismo creo una
distancia que llega a parecer indiferencia o altivez y me priva
del amor que tanto necesito. Cuando regreso al silencio y me
encuentro con mi yo, tal como soy, experimento soledad.

Lucidez y trabajo personal

El reaccionar frente a mi máscara es parte importan-


te de mi vida espiritual: me ha obligado, en primer lugar, a
hacerme lúcido, a comprender, por una parte, que para to-
dos nuestra máscara es necesaria para adaptarnos al mundo
externo y así poder vivir con nuestras malas imágenes de
nosotros mismos y con los demás. Pero, al mismo tiempo,
darme cuenta del peligro de ir identificándome con mi más-
cara, porque eso me descompromete como persona, no me
deja tocar el fondo de mi conciencia, que es la que me hace
específicamente humano y capaz de responder íntimamente
a las interpelaciones de Dios. Al ir ahondando en esta lucha,
me he dado cuenta de que la máscara nos hace bordear un
problema moral de mentira, porque con la máscara, yo tra-
to de ocultar o tapar mis debilidades y limitaciones. En el
Evangelio de Lucas aparecen estas palabras de Jesús dirigi-
das a los fariseos: «Ustedes se hacen pasar por buenos delan-
te de la gente, pero Dios conoce sus corazones, pues lo que
los hombres tienen por más elevado, Dios lo aborrece».130
Por tanto, hay que cuidarse de la levadura de los fariseos (su
hipocresía), porque «no hay ningún secreto que no llegue a
descubrirse, ni nada escondido que no llegue a saberse».131

130 Lucas 11, 37-52.


131 Mateo 10, 26.

172
Mi experiencia como sacerdote en Encuentro Matrimonial

Se me ha hecho cada vez más deseable esa palabra de


Jesús: «Si ustedes no se hacen como niños, no entrarán en el
Reino...».132 Los niños chicos carecen de máscaras: hay cohe-
rencia directa entre su sentir y su actuar. Son transparentes.
Esta lucha me hace comprender con mayor profundidad la
bienaventuranza del corazón limpio. «Felices los de corazón
puro: verán a Dios».133

132 Marcos 10, 13-15.


133

173
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

La sexualidad como tarea

Como un adolescente normal, yo a los 16 años me sen-


tía orgulloso de poder acompañar a alguna chica de mi edad.
Soñaba también la posibilidad de casarme y tener muchos
hijos, a la manera de cómo yo veía feliz a mi familia; pero la
verdad es que desde muy niño, pensé y deseé ser sacerdote.
Fue para mí una lucha. A pesar de ser casi un niño, creo que
mi opción fue lúcida y libre a los 17 años.

Ahora desde el final de la carrera, trato de mirar mi


vida con objetividad, en la medida de lo posible. Me veo, en
primer lugar muy influenciado por mis padres en cuanto al
desarrollo de mi sexualidad. Ellos dos eran profundamente
cristianos y lograron infundirme un gran aprecio por la pu-
reza. Tal vez, un ideal poco ilustrado acerca de la castidad y
la manera de concebir la moral en el ambiente de la época,
hicieron que mi desarrollo estuviese acompañado de excesi-
va represión en cuanto al despertar del sexo. Llegué a temer
tanto perder la amistad con Dios que me prohibí aún las
legítimas curiosidades de todo niño necesarias para calmar
sanamente la curiosidad infantil.

Mi opción por Dios, interpretada por mí, me llevó a


una excesiva delicadeza de conciencia que sólo más tarde
pude equilibrar mejor, al estudiar teología y moral con maes-
tros de gran sentido humano. Este control tan estricto de
mi sensibilidad ha hecho que inconscientemente tome una
actitud de distancia y de defensa.

Esta marca recibida desde mi infancia y en cierta


manera fortalecida por los valores de una vida célibe, han
tenido también un efecto desfavorable entre otros muchos

174
Mi experiencia como sacerdote en Encuentro Matrimonial

aspectos positivos: ha sido un cierto pliegue de timidez que


me ha hecho distante en la relación con la gente. Esta ha
sido mi batalla desde que tomé conciencia en el contacto con
Encuentro Matrimonial.

En otros aspectos de mi vida, yo creo que mi condi-


ción sexuada me ha permitido entender el celibato no como
una mera preservación pasiva, sino como un desafío cons-
tante a amar a mi pueblo con entrega de mí mismo. Estoy
profundamente convencido de que si no descubro cada día
cómo amar mejor y de una manera que sea un servicio de
crecimiento de la gente, de nada vale el celibato. Al igual que
una pareja, mi vocación es también hacer que día a día mi
relación con el pueblo de Dios sea más responsable y más
íntima. En este sentido, la amistad con una pareja le aporta a
uno el sentido de lo femenino.

Puedo contar lo siguiente: el superior provincial de la


Congregación me dijo que, a los 74 años, podría retirarme
a una vida tranquila, como una opción legítima para una
persona de mi edad. Mi reacción, creo, fue la de un hombre
enamorado de su pueblo.

175
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Mi comportamiento como sacerdote

Me percibo siempre preocupado de cumplir las tareas


programadas, de ajustarme a la hora. Me doy cuenta que esta
preocupación o tensión me viene no tanto por ser responsa-
ble, cuanto por no ser encontrado en falla y tener conflictos.
Mi manera habitual de ser, mi patrón de comportamiento,
me lleva a conquistar o conservar el aprecio y la aprobación
de los demás como un hombre «buena gente», pacífico, ser-
vicial, bondadoso o inteligente. Buen sacerdote. Teniendo
conciencia de no ser un hombre práctico.

Esto de buscar no ser encontrado en falla para agradar


y ser estimado por los demás va acompañado de un deseo
de que todas las relaciones humanas sean serenas y no con-
flictivas. Tengo verdadera alergia a las discusiones airadas.
La gente dura y exigente con los demás me producen cierto
temor. Yo empleo mi astucia y mi tranquilidad para evitar en
lo posible los conflictos. Muchas veces, al reflexionar des-
pués de mis actuaciones, me duele haber sido blando y no
haber sabido amar a los demás corrigiéndoles y estimulán-
doles con fortaleza a crecer y a dar más de sí mismo. Con
tal de no tener que llamarle la atención a alguna persona que
esté bajo mis ordenes o mi cuidado, prefiero yo suplir sus de-
ficiencias y hacer yo mismo lo que otros tendrían que hacer.
Así, interiormente, yo que busco el aprecio por ser manso,
bien educado, amable, lo pierdo ante mis propios ojos, con-
siderándome débil y egoísta.

Esta actitud mía de presentarme siempre como el


hombre que está bien, buena gente, servicial y cumplidor,
me lleva a decir que sí con demasiado facilidad a los trabajos
que otros me piden. Acepto retiros, cargos y participación

176
Mi experiencia como sacerdote en Encuentro Matrimonial

en acciones organizadas por otros, a veces con desmedro de


mis ocupaciones habituales, las que abandono temporalmen-
te o difiero. Mi patrón de conducta me lleva a valorar poco
algunos dones que están en mí en el nivel de mi interioridad:
mis sentimientos, mi imaginación creadora, mi capacidad de
reflexión y estudio, mi oración; en cambio, derivo mi energía
a lo que creo que los demás me piden: valoro mi capacidad
de expresión intelectual, la capacidad de sintetizar y reor-
ganizar ideas diferentes; en las reuniones grandes, general-
mente me eligen para moderar y presidir comisiones, donde
me gusta poner la nota de ponderación y equilibrio. Así, me
impongo al grupo como hombre sabio y respetuoso; así, casi
sin darme cuenta, me gozo de saber mangonear a los demás
con poco costo.

Cuando me enojo conmigo mismo, me descalifico: me


digo: ¡no valgo nada! ¡Si los demás supieran lo poca cosa que
soy o cuán superficial soy...!

Para imponerme a los demás, hablo suave, me deten-


go si me interrumpen, y logro hacerme oír, interrumpien-
do yo mis palabras, hasta que se haga silencio. A veces soy
socarrón y me gusta soltar tensiones diciendo algo agudo
o cómico; pero evito la ironía... Por ser buena gente y mos-
trarme responsable, me cuesta permitirme descanso. Me da
vergüenza que alguien me sorprenda durmiendo. Con mi
aprovechamiento tenso del tiempo, no le doy a mi capacidad
poética el ocio y la libertad que necesita y creo que también
llego a ser una especie de reproche mudo para los que viven
conmigo, como si estuviera diciéndoles: ustedes son unos
flojos. Por último creo que este juicio duro que me provoca
mi patrón de conducta sobre mí mismo, hace que me cueste
aceptar las muestras de cariño de los demás y a ser tímido

177
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

en la comunicación de mi intimidad. Pareciera que siempre


tengo que ser yo el que da; con ello, me doy cuenta, que es-
tablezco una distancia entre los demás y yo. Me imagino que
los demás piensan que yo me refugio en mi torre de marfil; y
yo mismo me las arreglo para solucionar solo mis problemas,
por miedo a establecer una dependencia respecto a los que
por quererme, pretendieran dirigir mi vida y protegerme.

Me quita, en parte, libertad. Mi necesidad de ser autó-


nomo y de verme realizado en lo que brota de mí. Mi ima-
ginación, alegría, creatividad se ven frenados por mi patrón
de conducta que me arrastra a tener un control tenso de mis
actitudes ante los demás: no me deja ser todo lo espontáneo
que yo desearía.

178
Mi experiencia como sacerdote en Encuentro Matrimonial

Vivir en corresponsabilidad

Yo podría decir que cada uno de los temas abordados


en el FDS se ha ido constituyendo en desafíos muy reales
para mi vida cristiana de cada día. Con crecimientos y con
fracasos.

Enfrentar y no temer

El encuentro conmigo mismo es una tarea que se ha


ido precisando y que me significa propósitos y cambios reno-
vados. Estoy tratando de hacer valor en mi vida en relación
con la gente, ser más responsable y firme. Hay en mí una ba-
rrera que me viene de mis patrones de comportamiento: es-
pontáneamente estoy inclinado a congraciarme con la gente,
a evitar conflictos; y la espiritualidad matrimonial me exige
como sacerdote un amor que sepa enfrentar y corregir y no
temer.

Hay áreas en mí que permanecen a medio abrir con


mi comunidad; particularmente el área de mis sentimientos
frente a la salud. Me cuesta ser sencillo y confiado en esta
materia; mi manera habitual de ser me inclina a esconder lo
que pienso me puede hacer incómodo para los demás. No
quiero cargarlos con mi problema y por eso me lo guardo
con facilidad; le pongo condiciones a mi apertura.

Celibato sin repliegue

Descubro que mi celibato a menudo me es una excusa


para replegarme sobre mí mismo; así establezco distancias,
me fabrico una torre de marfil: la espiritualidad me lleva a
combatir, a tratar de aceptar la cercanía de muchas personas.

179
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

No quiero que mi relación sea distante, no quiero que sólo


vean en mí al sacerdote o al maestro, sino al que soy. Descu-
bro que en mi actitud espontánea a crear distancias, lo que
me mueve es el temor a ser rechazado: es más cómodo no
exponerse y permanecer mirando la vida desde la tribuna...

Todo lo que en mí queda frustrado, lo compenso con


activismo o con una tensa responsabilidad, puntualidad, cul-
pabilización y perseverancia en lo que hago.

El diálogo en la oración

El llamado del Espíritu me hace remar contra la co-


rriente. Creo sinceramente que el diálogo en la oración ha
sido importante para mantenerme vivo en esta lucha. La
apertura al Señor, que a menudo hago en forma de una car-
ta, escribiendo, es capaz de descentrarme de mis atavismos
y llevarme a una respuesta de fe que me haga dócil al querer
del Señor. Necesito buscarlo y con él discernir mi respuesta
concreta. Allí en la oración de cada mañana, encuentro el
sentido de mi sacramento y la fuerza para vivirlo. Allí yo
puedo reeditar la confianza básica y la seguridad de que bus-
cando el querer del Señor, encuentro la verdadera vida. Es
en el diálogo donde integro todo; y cuando me siento atraído
por la aventura del prestigio y del poder, se me hace impera-
tiva la oración y la relación con los demás, identificándome
con Jesús, el Hijo, que quiso ser servidor.

Mi vida sacerdotal se enraíza en un llamado del Señor,


en una entrega personal de carácter permanente. Esa entre-
ga, en lo más hondo, no es sólo un compromiso con un tipo
de trabajo, sino una relación de amistad con Jesús y con la
gente expresada en un estilo de vida; un amor a él y a la gente

180
Mi experiencia como sacerdote en Encuentro Matrimonial

que se hace deseo de hacer la voluntad del Señor, de amar lo


que él ama y jugarse por lo que él se jugó.

Esta entrega, igual que la del matrimonio, no es cosa


de un día; yo sé que tengo que reiterarla y ahondarla cada
momento; yo sé que se va tiñendo de diversas renuncias y
de diversas exigencias a través del tiempo; yo experimento
que esta consagración va impregnando zonas cada vez más
profundas de mi persona.

La amistad con el Señor, y por él con la gente, consti-


tuye el sentido más profundo y verdadero de mi propia vida;
y yo sé que eso sólo lo puede lograr la gracia del Espíritu.
Estoy experimentalmente convencido de que es así, sin em-
bargo, necesito estar reevaluando constantemente mi entre-
ga; si no, también tengo de ello experiencia, soy capaz de
dar respuestas rutinarias y cambiar sutilmente los objetivos,
abdicando de la búsqueda de Dios.

La apertura a lo nuevo

Me doy cuenta de que toda vida celibataria y sacerdotal


tiene mucho de subcultura a la cual uno se habitúa. No re-
sulta difícil vegetar suavemente en el marco de un conjunto
de costumbres que, después de unos años, se han hecho una
segunda naturaleza. Es fácil construir una coraza que impida
que la comunidad interfiera nuestra vida. Sin ser casados,
podemos ser magníficos exponentes de casados–solteros.

La espiritualidad sacerdotal en Encuentro nos lleva,


pues, a una lucha constante por mantener la apertura de co-
razón a lo nuevo, lo diferente, lo sorpresivo, lo que supone
un trabajo por conseguir la libertad de Espíritu, la disponi-

181
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

bilidad. Hacer del «escuchar» una gran puerta que nos abra a
la búsqueda y amistad con el Señor. La espiritualidad incluye
dolor, abnegación y oscuridad y la causa inmediata es que
nuestra entrega al Señor tiene que tener muy en cuenta a
la Iglesia, a la comunidad humana, a los requerimientos y
demandas de la gente, y ello no puede coincidir nunca exac-
tamente con nuestra manera de ver y sentir las cosas.

Un amor convencido

A menudo nos tocan tareas ingratas, cargos de respon-


sabilidad que no deseamos, comunidades o equipos de trabajo
con los que calzamos sólo a medias, situaciones humanas y so-
ciales que nos desgastan, conflictos de carácter social y políti-
co... Todo esto acarrea una cuota de sufrimiento que nos lleva
a hacer nuestra la Cruz de Cristo...

Para encarnar todo este Espíritu, yo trato de mejorar en


algunos puntos particulares como por ejemplo: me esmero en
tratar con respeto y amabilidad a toda la gente, aunque esté
cansado; particularmente me preocupo de hacerlo con los ni-
ños y con las personas tímidas y humildes. Lo hago con ale-
gría, como una forma de expresarles mi ternura.

También me he propuesto ser positivo en la predicación


dominical. Que el Evangelio sea realmente una buena noticia
para la gente, en medio de tantos problemas que agobian la
vida diaria.

Lucho en mi oración, tratando de ser fiel todos los días a


la oración matinal antes de partir al trabajo; una vez por sema-
na una hora de oración nocturna ante el Santísimo y ser acoge-
dor y solidario con mis hermanos de comunidad sacerdotal.

182
Mi experiencia como sacerdote en Encuentro Matrimonial

Les confieso que a mí me impactó enormemente el


testimonio de Ángel y Conchita, que se vienen a Argentina
a organizar el primer FDS y salen a buscar parejas, práctica-
mente, a la calle... O el fuego de Anita que se viene a Chile
desde Bélgica con su cuaderno del FDS original, y se lanza
a la locura de empezar el Encuentro en Chile improvisando
parejas-equipo... Es el fuego de un amor convencido…

El sentido de equipo

Nosotros, parejas de FDS Profundo, debemos ser


también los transmisores de un respeto y de un amor por
nuestra familia de Encuentro. Si somos sencillos y humil-
des, les debemos un gran respeto, siempre, a nuestros líde-
res. Ellos han sido los transmisores de vida, de la vida que
compartimos en esta gran familia. Cuidémonos de la enfer-
medad del pesimismo que sólo ve defectos y limitaciones.
Seamos muy leales a nuestra organización. A veces, bajo el
pretexto de compartir sentimientos, damos recados inten-
cionados y criticamos a nuestros líderes; les hacemos pesada
la carga. Tenemos que ser nosotros ejemplos de «escuchar»
y de «confianza».

Es un privilegio el ser equipos. Cuando vivimos una


misión con espíritu, con convicción y con alegría, la misma
misión nos alimenta la fe, la esperanza y la caridad. El Señor
nunca confía una tarea sin dar junto con ella el regalo de su
cercanía, de su fuerza...

A ustedes, equipos de FDS Profundo, les compete,


en gran medida, conservar la fidelidad al bosquejo. Tene-
mos que ser maduros. Aceptar la lentitud en los cambios de
bosquejo. Es una sabiduría, en el fondo; para que así este-

183
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

mos más preocupados de afianzar el enfoque y el espíritu


del FDS Es muy importante que nuestro proyecto de estilo
de vida sea evangélico y evangelizador, significativo y nece-
sario para la Iglesia y el mundo. Es absurdo pretender que
cualquier esquema o tarea, por el hecho de ser tradicional,
deba ser mantenida. Una comunidad que no revisa sus obras
en apertura a las líneas de la Iglesia y en apertura al Espíri-
tu Santo corre el riesgo de perder sus mejores energías y la
de sus miembros más vitales. Tenemos que estar abiertos a
la revisión constante, pero al mismo tiempo ponderando y
caminando juntos, no despilfarrando cada cual por su lado,
con malsana suficiencia.

Una


comunidad


que


edifica

Por último, queremos que las parejas salgan del FDS


Profundo decididas a hacer un esfuerzo serio por lograr una
vida de comunidad edificante. No queremos estrellas solita-
rias en Encuentro. Necesitamos estimularnos mutuamente
en el crecimiento de la fe. Si no existe este esfuerzo, las rela-
ciones humanas se van degradando y haciéndose funciona-
les; perdemos, entonces, nuestra fuerza interpelante.

Dentro de una vasta gama de formas de vida y de ser-


vicios posibles, el Señor, ha escogido a Encuentro, en medio
de su Iglesia, para transmitir y testimoniar la importancia,
novedad, dinamismo y santidad de esta pequeña Iglesia que
es la pareja que lucha por su relación como signo y presencia
del Amor. Vivimos tiempos duros en los que ser cristianos
y vivir en el amor según Cristo va siendo cada vez más ries-
goso, ya que la realidad que nos rodea tiene muy poco de
evangélica.

184
Mi experiencia como sacerdote en Encuentro Matrimonial

Si los de Encuentro no somos capaces de manifestar


muy claramente el mensaje evangélico y de testimoniar muy
seriamente un estilo de vida de relación íntima, es la perso-
na misma del Señor que dejará de aparecer y encarnarse en
nuestro mundo.

En la Sagrada Escritura, la Palabra de Dios aparece


con una doble dimensión: «manifiesta» y «obra». En Jesús
la Palabra se presenta con poder que obra, actúa, hace lo
que significa y como luz que revela. Con su Palabra obra los
milagros o signos del Reino de Dios; con su Palabra opera
en los corazones los efectos espirituales de los cuales los mi-
lagros son signos: por ejemplo, el perdón de los pecados. En
Jesús, la Palabra creadora obra aquí, en la tierra, la salvación.
Sus palabras son espíritu y vida. Y frente a este Jesús, Palabra
del Padre, los hombres tienen que tomar partido: la Palabra
los pone frente a Dios mismo.
La parábola de la siembra, muestra claramente el desa-
fío: la Palabra, la semilla del Reino, es recibida muy diferen-
temente por sus auditores. Todos la oyen, pero sólo los que
la escuchan hacen brotar el Reino en sus vidas.

185
Oraciones


y


Poemas
Oraciones y Poemas

Oración al comenzar un retiro (1)

Señor Jesús, estos hermanos sacerdotes que estamos


reunidos aquí, con nuestro Obispo, creemos en Ti.

Creemos que estás aquí presente entre nosotros de una


manera especialísima, como cuando Tú juntabas a tus pri-
meros discípulos para descansar con ellos y compartir más
profundamente las esperanzas y urgencias del Reino.

Tú los invitabas a dejar por unas horas o días sus ta-


reas estusiasmantes y a la vez riesgosas. Tú ibas con ellos al
silencio de un monte y con ellos te entregabas a la oración, al
diálogo sencillo con el Padre.

Te damos gracias por habernos llamado, juntos, una


vez más.
Te damos gracias, porque eres Tú el único que pue-
des restaurar nuestra vida, rehacer la sencillez de nuestro ojo
para enderezar el sentido profundo de nuestra vida.

Te damos gracias, porque eres Tú el único que puede


disipar nuestras desconfianzas, nuestras desesperanzas que
se instalan disimuladamente en nuestro corazón de creyen-
tes, de creyentes en vías de desarrollo, por no decir sujetos a
la indiferencia, al acostumbramiento, a la tibieza.

Te damos gracias, Señor Jesús, por tu gran gloria y te


ofrecemos nuestra buena voluntad al emprender estos días
de Retiro.

Te ofrecemos nuestro cansancio del año, y tal vez


nuestro cansancio de esta noche, porque, Señor, es verdad

189
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

que estamos algo cansados de nuestra periferias, de nuestras


luchas y, tal vez, de nuestras soledades de celibatarios.

Pero estamos también contentos, Señor: contentos de


ser tuyos, contentos de poder presentarnos delante de Ti con
estos cansancios, que en último término, hemos asumido en
tu nombre y para tu Reino.

Te damos gracias una vez más por nuestra vocación,


por el camino que hemos emprendido en tu seguimiento.

Te pedimos que nos concedas comenzar esta activi-


dad, en tu nombre, animados por tu Espíritu Santo. Amén.

190
Oraciones y Poemas

Oración al comenzar un retiro (2)

Señor Jesús, aquí presente,


queremos gratificarte por este Retiro que comenzamos.
Te damos gracias por habernos llamado a la fe;
este misterioso don de la fe que ha trabajado nuestra existen-
cia hasta el día de hoy;
y que nos trae hoy a todos juntos para intentar oír tu palabra
e intentar orar.

Te damos gracias porque eres nuestra única justicia verdade-


ra, y eres capaz de restaurar continuamente nuestra injusti-
cia, nuestras desconfianzas y nuestros miedos.
Te damos gracias, Señor Jesús, por tu paciencia,
por tu benignísima paciencia con cada uno de nosotros, es-
pecialmente con cada uno de los más viejos,
que estamos curtidos y, a veces secretamente desesperanza-
dos de nosotros mismos y de los demás,
y a lo mejor llegamos aquí, más por cumplir que por sanar.

Te ofrecemos esta actividad nuestra, todo lo que pensemos,


lo que hagamos estos días en tu nombre, y por Ti.
Te ofrecemos también de partida, nuestro cansancio,
nuestras experiencias pasadas durante este año,
buenas y malas, cotidianas y fueras de serie, gozosas y hu-
millantes.
Aquí estamos estos sacerdotes tuyos con nuestro Obispo.
En el fondo estamos contentos de presentarnos delante de
Ti, tal como somos, con nuestras heridas y modestas gratitu-
des. Son nuestros ornamentos verdaderos de cada día.

Permítenos, con el auxilio de tu gracia, que comencemos este


retiro en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

191
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Que tu Corazón, Cristo, sea nuestro lugar,


nuestro silencio y nuestra oración.
Si no confiáramos en Ti, sino en nosotros,
este Retiro sería una locura. Amén.

192
Oraciones y Poemas

Oración al comenzar un retiro (3)

Señor Jesús:

Quiero ofrecerte todo mi querer y mi deseo de tener un


ánimo entero. Sin entrar aún muy profundamente en mí, tengo
la intuición de que hay muchas pequeñas voluntades centradas
en mi persona, oscuramente.

Quiero ofrecerte todo mi querer y estar dispuesto a des-


cubrir lo que me detiene en la plena entrega. Me siento como
ciego. No veo lo que me hace menos libre en mi libertad de
escogerte. Deseo ser sincero, verdadero: quiero llegar a tener la
disposición de dejar que Tú te sirvas de mi persona y de todo
lo que tengo, conforme a tu voluntad y no conforme a lo que
yo estimo mi conveniencia.

Señor Jesús, dame la gracia de la fe viva. Quiero escu-


charte en todos estos ejercicios que se me proponen. Tengo
el propósito de ser fiel como niño que entra en un juego, ob-
servando todas las reglas del juego. Deseo ser juzgado por tu
persona a través de tu Palabra. Ayúdame a escucharte con ver-
dadera humildad. Mi persona entera quiere estar atenta a ti,
Señor. Dame un ánimo grande y abierto: quiero ser un comen-
zante, un niño ante ti. Que me olvide de mis sabidurías peque-
ñas, de mis acostumbramientos. Fundamentalmente, quiero
entregarte sin cálculos el tiempo que me quede de vida. Deseo
renunciar para ti las búsquedas inconvenientes de seguridades
y excelencias. Enamórame de tu gloria.

Todos estos años han estado tan llenos de tu bondad. Re-


conozco que tu Voluntad es santísima. Que se haga tu Volun-
tad. Que yo la busque. Que sea el sentido de mi vida. Amén.

193
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Oración de un Sacerdote

Dios, Padre bueno y misericordioso


que me ordenas ser fiel a mis promesas,
dígnate bendecirme para que permanezca fiel
al Ministerio Sacerdotal al cual Tú me llamaste
y consagraste, en Jesucristo, Tu Hijo, Nuestro Señor.

Que sea íntimo seguidor tuyo


que, por el don del Espíritu Santo
permanezca fiel en el servicio de la Iglesia,
en especial de la porción de la grey que me has confiado,
en comunión con mi Obispo y el Presbiterio.

Que sea fervoroso en la Caridad


no amando a nada ni a nadie por encima de Ti;
que sea fiel a tu Evangelio, asiduo a escuchar tu Palabra
y cuidadoso al proclamarla.

Que sea humilde en el servicio de todos,


en especial de los más pobres y olvidados;
que pueda siempre tener presente mi propia fragilidad
imitando la mansedumbre de Jesús
y no imponiendo a la gente cargas que no puedan llevar.
Que no busque mi propia gloria, sino la tuya, Padre,
y anhele siempre tu voluntad más que el éxito,
el bien de mis hermanos más que su aprobación.

Mi mayor deseo, Padre,


es tener siempre un corazón agradecido
por tus llamados y tus dones,
y que así, sin pretenderlo ostentosamente,
pueda yo ser, como María, tu testigo fiel,

194
Oraciones y Poemas

alegre de tenerlo todo en ti,


en comunión con Jesucristo, mi Señor y amigo,
Único Sacerdote Eterno, a quien sea la gloria
Por siempre en el Espíritu Santo Amén.

195
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Oración por los Sacerdotes y Diáconos

Padre bueno y lleno de misericordia,


Jesucristo, tu Hijo, con amor de hermano
ha elegido a hombres del pueblo de Dios,
para que, por la imposición de las manos,
participen de su misión,
como enviados y ministros suyos.
La cosecha es mucha, y los operarios pocos.
Envía a los operarios necesarios para tu mies;
y despierta en tus servidores de hoy
una ardiente caridad pastoral,
y una fraternal cercanía con el pueblo que han de servir.
Que siempre, ellos y nosotros recordemos
que el don de tu Espíritu es la fuente,
y de la misión, el manantial de la gracia interior.
Haz que siempre y en todas partes,
ellos y nosotros como María,
seamos disponibles para Dios y para nuestros hermanos.
Te lo pedimos por Nuestro Señor Jesucristo,
tu Hijo amado que vive y reina contigo y el Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos.
Amén.

196
Oraciones y Poemas

Sigo a un hombre llamado Jesús

Mirando el pesebre me gustaría poder gritar:


«Miren, nosotros los cristianos seguimos a un hombre
que no tiene cuna de reyes, sino brazos de un carpintero».
Sigo a un hombre que no es de mi raza, ni es de mi siglo
siquiera.
Sigo a un tal Jesús de Nazaret que no ha escrito libros
ni ha mandado ejércitos.
Todo lo que Él ha dicho es mi palabra y mi alimento.
Todo lo que Él ha hecho es lo que más quiero.
Y su camino es mi camino.
Y su Padre es mi Padre; y su causa es la mía.
Mi Madre, por él, se llama también María.
De Él voy aprendiendo paso a paso la lección
«Mansedumbre»,
la tarea «Libertad». Su ejemplo es la «Justicia»
transida de humildad.

Sigo a un hombre que me cogió por el centro de la vida,


por mi profunda interior raíz, por lo mejor de mí mismo.
Sigo a un hombre que me quiere libre, sin cadenas.
Sigo a un hombre que, siendo mi Señor, es mi mejor amigo.
A Él le reconozco por el calor de la verdad,
por su pecho herido,
entregado, abierto, que me hace vivir hermano de todos.
Sigo a un hombre por este pequeño sendero estrecho y
frágil.
Sus huellas son tan únicas que caben los pasos de los
grandes santos
y los pies de un niño.

197
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Si ustedes han escuchado su voz o su murmullo; su canto,


su dura
y suave verdad…
Si ustedes han divisado su gesto o han percibido su estilo
de hacer grandes cosas al tamaño de los pequeños…
Si ustedes han pedido perdón y han recibido a torrentes la
paz
de un abrazo invisible …
Si ustedes han sentido un cierto perfume sobrio de
esperanza,
y han gustado un pan con sabor a trabajo y a cansancio de
pobres…
Si


ustedes


lo


han


divisado


en


la


larga


fila


de


los


que



lloran…
Si lo han encontrado entre los perseguidos, los
postergados,
los desaparecidos, los exiliados, los marginados…
Si ustedes han tocado unas manos heridas, traspasadas de
clavos,
pero llenas del la fuerza del Espíritu…
Déjenme que les diga: ese es Jesús, el Maestro, que nos
llama.

Y ahora, a ponerlo todo arriesgadamente patas arriba…


lo grande a servir a lo pequeño…
el rico hecho pobre para vestir al desnudo…
el pan, para compartirlo…
y dejar de ser cada cual instalado en lo que era…
para ser cada cual mucho mejor que lo que era…
y mi barco y el tuyo, quilla al cielo, mástil al agua…
y el mundo transformado en casa para todos…
Y hermanos tú y yo y ustedes todos.

198
Oraciones y Poemas

Amigo de publicanos134

Señor


de


los


afligidos,
Salvador de pecadores,
mientras aquellos señores
de solemnes encintados
llevan al templo sus dones,
con larga cara de honrados.
¡Ay que me gusta escucharte!
Cuando les dices:
«la viuda, con su moneda chiquita
ha dado más que vosotros,
porque ha entregado su vida».

Señor de las Magdalenas,


pastor de samaritanos,
buscador


de


perlas


finas
perdidas en los pantanos,
cómo te quedas mirando
con


infinita


tristeza
al joven que te buscaba
y cabizbajo se aleja,
por quedar con su dinero.
¡Ay, que difícil que pase
por esta aguja un camello!

Amigo de los humildes,


confidente


de


los


niños,
entre rudos pescadores
escoges a tus ministros;
parece que todo fuera
en tu Evangelio sorpresa;
134 Este poema ha sido musicalizado por Tita Munita.

199
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Dices: «felices los mansos


y los que sufren pobreza,
benditos son los que lloran,
los sedientos de justicia,
dichosos cuando os maldigan».

«Es hijo de los demonios»,


los fariseos decían,
«se mezcla con los leprosos
y con mujeres perdidas,
el sábado no respeta
¿Dónde vamos a parar?
Si ha decidido sanar
a toda clase de gente.
¡Es un hombre subversivo!
Ante tanta confusión
yo me quedo con lo antiguo».

Ellos miraban al cielo


y Tú mirabas al hombre
cuando apartado en el monte
te entregabas a la oración;
sólo buscabas a Dios,
a tu Padre santo y justo;
en el secreto nombrabas,
para que tú los sanaras,
al hombre uno por uno,
y lo que el barro manchaba
tus ojos lo hicieron puro.

200
Oraciones y Poemas

Discípulo135

Beber su copa
llevar su cruz,
salir de los caminos
siguiendo su destino;
discípulo de Jesús.

Llevar de ropa
un solo vestido,
sin bastón ni espada,
sin oro ni plata:
discípulo de Jesús.

Entre los más pobres


hacer su morada,
anunciar la Nueva,
ir casa por casa:
discípulo de Jesús.

Hacerse como niño,


negarse a sí mismo;
dejar que los muertos
entierren a sus muertos:
discípulo de Jesús.

Arrancar espigas
cuando el hambre arrecia;
el amor es fuego,
la verdad es recia:
discípulo de Jesús.

135 Este poema, con música de Andrés Opazo, ha sido registrado por el Conjunto Los
Perales en el disco «Jesús es la Buena Noticia».

201
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

No esconder la luz
entre las paredes,
y dejar las redes,
pronto a su llamada:
discípulo de Jesús.

Irse con Jesús,


libre como el aire,
buscar con el Padre
ovejas perdidas:
discípulo de Jesús.

Van de dos en dos


por el mundo entero;
que la mies es mucha
por este sendero:
discípulo de Jesús.

202
Oraciones y Poemas

Sin tu anillo136

Sin tu anillo, papá; sin tu anillo, mamá;


hoy no sería sacerdote ni esta misa sería misa,
ni esta Palabra de Cristo en mi palabra,
sería versión humana de la verdad divina.

Gracias, por esas manos enlazadas,


y por la fuerza de tu dedo, padre;
y


por


la


suave


entrega


de


toda


tu


confiada


ternura,



madre.

Entre vuestros dedos,


en el cálido espacio
de vuestro amor corporal y espiritual,
aprendí a encontrar el Camino,
a conocer la Verdad,
a celebrar la Vida.

136 Poema dedicado a sus padres, Rafael Luis Gumucio y Amalia Vives.

203
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Autorretrato

Tengo un corazón de trovador


empapado de cedros y leones.
Mamé imágenes de la Biblia
y su leche es sangre de mis venas
y palabra de mis palabras.
Soy viejo rey y niño pródigo,
Absalón colgado de su melena
y Moisés golpeando la peña.
Mis sendas iban todas dibujadas de viñas
y de olivos e inmensos sicómoros
cuajados de Zaqueos.

Me cargan Pilato y Heliodoro


y Nabucodonosor, de cuatro patas
y de cinco (como en el Museo del Louvre).
En mi mano de hombre de ciudad
llevo mangos de arado y semillas
y dracmas encontradas debajo de la cama.
Mi pan es ácimo,
pero no dejaré morir la levadura
poderosa y secreta.

Siento el perfume de ovejas


y ese olor a guano secular
que acompañará siempre a su iglesia.
Converso con los pastores y las noventa y nueve
y también con la díscola del monte.
Tejo lirios y suntuosas alfombras
para el rey Salomón.

204
Oraciones y Poemas

Mi alma está llena de antesalas


con vírgenes prudentes y necias
y administradores que esperan impacientes a sus amos.
Me parece que el maestresala
se da humos de importancia dentro de mi corazón,
pero creo que he escogido para siempre
el papel preferente del samaritano
o de la viuda que echa su moneda sin quedarse escuchando
lo que puedan decir los mirones.

Salgo a navegar en humildes barcas de pescadores,


y dejo redes que quedan colgando vientos
y tules de la reina de Saba.

205
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Oración del Huerto

¡Ay, que se me va la vida!


¡Ay, que se me va, Padre!
Que se aleje esta copa
amarga, de la muerte.
¡Ay, que se me va la vida!
Gota a gota el pecado
en mil rumores de sangre
traspasa mi alma,
inunda mi carne de pavores.
Que se me va la vida
como agua regada en arena
como sudor de agonizante.

Pero Tú, Tú, Padre,


oye, que me colman las penas,
que me ahogan las traiciones.
Mira, que me llevan
las negras aguas de la muerte.
Pero, Tú, Tú, Padre,
que se me va la vida,
que se me va la vida...

Como sombra viene un ángel,


como una mano paterna,
recorriendo una a una
mis gotas de sangre, y digo:
Padre mío,
que no mi voluntad
que brota de la carne y me susurra;
no, que no mi voluntad, sino la tuya
Padre, Padre mío...

206
Oraciones y Poemas

Y así,
la fuerza,
la ola serena,
la


flor


de


la


sangre


era


luz;
la cruz era buena.

207
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Algo le ha pasado a mi muerte furtura


con la Resurrección de Jesucristo

Algo le ha pasado a mi muerte futura


con la resurrección de Jesucristo.
Antes que venga, yo puedo adelantarme
y ganarle «el quien vive» a la muerte.
Puedo decirle: «no me puedes robar la vida,
simplemente porque yo puedo regalarla antes de tu
visita».
Jesús me ha enseñado a darla entera, cuerpo y alma.
Cuando venga la muerte se quedará con un cadáver;
no conmigo.
Mi cuerpo ya es del Señor.
Mis miembros vivos son del Resucitado
desde mi bautismo.

Soy uno solo: cuerpo y espíritu,


uno solo en la vida verdadera.
La muerte no puede arrebatarme:
estoy en las manos de la Vida,
para siempre, en la misma fuente de la Vida.
Ése que llevan al cementerio ya no soy yo:
que se quede la muerte diluyendo bajo tierra lo que es
tierra.
No puede tocar a mi persona.
No puede mi amor ser consumido por los gusanos.

Aprendí de Cristo a darlo todo


y todo lo entregado quedará para siempre,
ciento por ciento en el Dios vivo.
«¡Oh muerte! ¿dónde está tu victoria?».
Estoy aprendiendo a mirarte de frente,

208
Oraciones y Poemas

a reconocerte vencida en la Cruz.


Afirmado


en


mi


Señor


Resucitado


te


miro,
como mira un niño la jaula de los leones
desde los fuertes brazos de su padre.
Todo entero incorporado al primer nacido
de entre los muertos,
comparto desde ahora la vida nueva de mi Señor y
Amigo,
en su cuerpo y en su sangre lo he puesto todo:
mi mundo, mis ojos, mis palabras, pensamientos;
mis luces, mis oscuridades, mis gozos y mis lágrimas;
mis acciones, mis sentimientos,
mis anchuras, mis límites,
mi carne, mi espíritu
y hasta las oscuras profundidades de mi ser.
¿Qué te queda, muerte, sino un poco de polvo?
Eres dintel solamente. La Puerta es mi Señor.
Quedan de este lado los tiempos,
las duraciones, los caminos.
Al atravesarte se rompen los límites y empieza
la inagotable novedad.

Voy con Cristo, me basta ahora su camino de pobres,


voy


transfigurado,


nuevo


y


yo


mismo,
gratuitamente vencedor y vencido.
Cristo me arrebató, me tomó para sí;
ya no soy tuyo, muerte.
Así, humildemente vencida, te has hecho hermana:
«hermana Muerte»,
pequeña, gris, servidora de nuestra Pascua.

209
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

La Iglesia que yo amo137

La Iglesia que yo amo es


la Santa Iglesia de todos los días.
La encontré, peregrina del tiempo,
caminando a mi lado,
la tuya,
la mía,
la Santa Iglesia de todos los días.

La saludé primero en los ojos de mi padre,


penetrados de verdad;
en las manos de mi madre,
hacedoras de ternura universal.
No hacía ruido, no gritaba.
Era la Biblia del velador,
y el Rosario
y el tibio cabeceo
del Ave María.
La Iglesia que yo amo,
la Santa Iglesia de todos los días.

Antes de estudiarla en el catecismo,


me bañó en la pila del Bautismo,
en la vieja Parroquia de Santa Ana.
Antes de conocerla ya era mía
la Santa Iglesia de todos los días.
Era la Iglesia de mis padres
y la Iglesia de la cocinera:

137 Este poema está fechado en septiembre de 1981 y fue enviado por Esteban
Gumucio al Cardenal Raúl Silva Henríquez, en reconocimiento a sus 20 años como
arzobispo de la Iglesia de Santiago de Chile.

210
Oraciones y Poemas

la Rosenda lloraba las cebollas


rezando el Padre Nuestro;
iba a misa la María,
me llevaba de su mano
a la Iglesia santa de todos los días.

En la aventura del mundo que crecía,


éramos la Iglesia
Con Rafa y con Vicente,
con la Amalia, la Juanita y la Lucía,
con Pablo y con Pedro y Teresita,
la Santa Iglesia de todos los días:
Jesucristo, el Evangelio, el pan, la Eucaristía,
el Cuerpo de Cristo, humilde, cada día,
con rostro de pobres
y rostro de hombres y mujeres que cantaban,
que luchaban, que sufrían,
la Santa iglesia de todos los días.
A los diez años, felices;
a los doce, misioneros;
a los trece y los catorce, vitrales increíbles
de mil rostros y voces de llamada.

Vino el Obispo y el Sacerdote,


la Palabra que horada
y penetra las raíces de la vida;
juntaba pueblos, despertaba a los dormidos;
llamaba a la oración,
a llorados perdones de contricción.
Remecida de testigos, la Iglesia – comunión
argüía, incomodaba,
convidaba
a la vasta corriente de la paz,

211
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

a los riesgos misioneros,


a las selvas del Congo,
al seguimiento del Amigo;
la Iglesia del corazón limpio,
la Iglesia del camino estrecho,
la bella Iglesia de la vida,
la Santa Iglesia de todos los días.

Y el Papa de nuestra Fe, en mi corazón joven,


apuntando a la justicia,
traduciendo las bienaventuranzas,
abriendo vastos horizontes,
prologando nuevas andanzas
y rostros ignorados y pueblos heridos
de quemantes abandonos:
el Papa de todas las lenguas,
de


urgentes


problemas,


de


infinitas


confianzas;
el Papa de la Iglesia de todos los días
y los mandamientos de su sabiduría.

Y lo que no estaba, ni está ni estará


oficialmente


inscrito


y


refrendado:
el pueblo de la Iglesia sin puertas,
la Iglesia ancha de las cien mil ventanas,
y el aire del espíritu católico
circulando en libres espirales,
y los pobres construyendo catedrales
de paja, desperdicio y leño,
con ojivas de pizarreño
y lo mejor de su pobreza.

Escuchen, que viene por las calles,


la Iglesia de las grandes y pequeñas procesiones

212
Oraciones y Poemas

la vieja heroica de amar,


entre rezos y devociones.
Desde sus andas multicolores
los Santos le preguntan sus perdones,
porque crió los hijos que no eran suyos
y rezó por muertos que la humillaron
y vivió tan pobre sin voto de pobreza
y dio la mitad de lo que no tenía.
Va en la procesión, feliz, detrás del anda;
los Santos la miran desde su baranda
diferente en su teología
esta humilde Iglesia de todos los días.

Amo a la Iglesia de la diversidad,


la difícil Iglesia de la unidad.
Amo a la Iglesia del laico y del cura,
de San Francisco y Santo Tomás,
la Iglesia de la Noche Oscura
y la asamblea de larga paciencia.
Amo a la Iglesia abierta a la ciencia
y esta Iglesia modesta con olor a tierra
construyendo la ciudad justa
con sudores humanos, con el credo corto
de los Apóstoles.

Amo a la Iglesia de los Padres y los Doctores


y algunos sabios de hoy en día
que escriben libros para los hombres
y no se quedan en librerías.
Amo a la Iglesia de aquí, de ahora,
la Iglesia pobre de nuestro continente,
teñida de sangre, repleta de gente,
de pueblos cautivos, sin voz y derrotados.

213
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Amo a la Iglesia de la solidaridad


que se da la mano en santa igualdad.
Amo a esta Iglesia que se acerca
a la herida de su Cristo;
la Iglesia de Puebla y Medellín,
de don Helder, de Romero y Luther King
que vienen de la mano de Moisés,
de David, Isaías y Ezequiel;
y la Iglesia de Santiago que no dice Amén
a los decretos de la metralleta;
la Iglesia que no se sienta a la mesa
rendida a los faraones.
Amo a la Iglesia que va con su pueblo,
sin transigir la verdad,
defiende


a


los


perseguidos
y anhela la libertad.

Amo a la Iglesia Esperanza y Memoria,


a la Iglesia que camina
y a la Iglesia de la Santa Nostalgia
sin la cual no tendríamos futuro.
Amo a la Iglesia del Verbo duro
y del corazón blando.
Amo a la Iglesia del Derecho y del Perdón,
la Iglesia del precepto y de la compasión,
jurídica y carismática, corporal y espiritual,
maestra y discípula, jerárquica y popular.

Amo a la Iglesia de la interioridad,


la pudorosa Iglesia de la indecibilidad;
amo a la Iglesia sincera y tartamuda,
la Iglesia enseñante y escuchante
la Iglesia audaz, creadora y valiente

214
Oraciones y Poemas

a la Santa Iglesia convaleciente.


Amo a la Iglesia perseguida y clandestina,
que no vende su alma al dinero omnipotente.
Amo a la Iglesia tumultuosa
y a la Iglesia del susurro de cantos milenarios.
Amo a la Iglesia testimonial
y a la Iglesia herida de sus luchas interiores
y exteriores.
Amo a la Iglesia post - conciliar
que va de la mano, respetablemente,
de la Santa Iglesia tradicional.
Amo a la iglesia de la serena ira,
a la Iglesia de Irlanda y de Polonia
de Guatemala y del Salvador,
a la Iglesia de los postergados
y a la Iglesia multitud de marginalizados.
No quiero una Iglesia de aburrimiento
quiero una Iglesia de ciudadanía
de


pobres


en


su


casa,


de


pueblos


en


fiesta
de espacios y libertades.

Quiero ver a mis hermanos aprendiendo


y enseñando al mismo tiempo,
Iglesia de un solo Señor y Maestro,
Iglesia de la Palabra
e Iglesia de los Sacramentos.
Amo a la Iglesia de los Santos
y de los pecadores,
amo a esta Iglesia ancha y materna
no implantada por decreto,
la Iglesia de los borrachos sin remedio,
de los divorciados creyentes,
de las prostitutas

215
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

que cierran su negocio el triduo santo.


Amo a la Iglesia de lo imposible,
la Iglesia de la esperanza a los pies de la mujer,
la Santa Madre María;
amo a esta Iglesia de la amnistía,
la Santa Iglesia de todos los días.
Amo a la Iglesia de Jesucristo
construida


en


firme


fundamento;
en ella quiero vivir
hasta el último momento.
Amén

216
Oraciones y Poemas

Al Cardenal Raúl Silva Henríquez

Querido Don Raúl:


Ud. fue voz de los sin voz; ahora, yo quisiera ser pluma de los
sin letras para agradecerle a Dios por su pastoreo como arzobispo
de Santiago.
Confieso un cierto pudor que me dificulta hacer alabanzas por
sus acciones. Por otra parte, Ud. no las necesita, bástenos darle
gracias a Dios por su persona; por ser Ud. como es.
Me permito, pues, mandarle esta telegráfica semblanza hecha
con mucho cariño y disimulando la emoción bajo el antifaz del
humor.

Estrictamente sacerdotal,
evangélicamente


fiel


y


señorial,
gramaticalmente abogado,
geográficamente


r ural


de


Loncomilla,


el


Cardenal.
Entre los pliegues de su sotana,
de poeta no tiene nada;
sino un niño que le anuda la garganta;
eclesiásticamente tierno,
integrado a fuerza de voluntad
en la pastoral de conjunto de su personalidad.
Los hombros tiene de acero,
entrañablemente viriles,
bien estibados de cruces
y obediencias eclesiales.
Bajo sus cejas pobladas y tercas
de constructor,
se asoma bondadosa y tímida una luz
que viene desde adentro, campesina.

217
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Es humilde, por cristiano;


manso, por convicción y doctrina.
En la Catedral, cuando se cala la mitra,
decididamente,
se le trasluce la manta
y le asoman las espuelas al Cardenal:
agárrense, caballeros, que vamos a galopar.
No es príncipe de salones
ni respira bien perfumes de protocolo;
se aburre en los pasillos de las embajadas;
prefiere


el


compartir


sencillo
de unos pocos
y el trabajo incansable de la Iglesia.
Por los esteros de Chile
un Cardenal pescador iba cogiendo sus peces,
iba sonriéndole a Dios.

218
Oraciones y Poemas

Vendría bien

Vendría bien, después de tantos discursos,


vendría bien para la Iglesia y el pueblo,
que fuésemos embajadores de Dios.

Y vendría bien para la gloria del Señor


que reinventásemos la paz
y mostrásemos el Cuerpo de Cristo
con todos sus miembros bien trabados,
tirando de la misma cuerda de la justicia,
aunque diferentes, en diversa lengua,
con distinto temple y original cultura,
disímiles de gustos, ideas y programas;
pero tirando la misma cuerda,
avanzando, todos, al paso o a la carrera,
por el único camino.

Y vendría bien que tomáramos conciencia


del honroso encargo de servir,
en


auténtica


caridad,


sin


fingimiento.

Vendría bien para la Iglesia y el pueblo


estar lejos de la espada
y lejos de la puerta de la Banca;
y acompañar a los perseguidos en el nombre del Señor.

Vendría bien una y otra vez


redescubrir los senderos del pobre,
los avergonzados caminos de la miseria,
y encontrarnos, de repente, cara a cara,
con Jesús de Nazaret;
y, llenos de coraje, tomarle sus manos llagadas,

219
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

sus manos de pobre manchadas con sangre de hoy;


y mirar en sus ojos los ojos de los niños del Líbano,
y los ojos internacionales de los niños con hambre,
y los ojos de los niños de mi pueblo y mi ciudad.

Y vendría bien descender de nuestras cabalgaduras


a vendarle las heridas del costado,
las heridas del lado del corazón,
las heridas de los que claman sin respuesta,
de los que lloran sin consuelo,
de los que gritan enmurallados
en nuestros modernos castillos de silencio.

Vendría bien para la Iglesia y el pueblo


la Buena Noticia traducida a todos los llantos
a toda sed, a toda hambre, a toda soledad
a toda desesperanza.
Y vendría bien -te lo digo humildemente-
que tú y yo simplemente
nos pusiéramos a ser cristianos
con la gracia de Dios.

220
Oraciones y Poemas

Versos por agradecimiento


a los curas extranjeros

Con un sujeto en chileno


y un predicado en francés,
al derecho o al revés,
sabe este cura extranjero
ser del pueblo misionero
y el Mensaje predicar.
En estos versos cantar
yo quisiera, agradecido,
a monja y cura venidos
del otro lado del mar.

Como el Arca de Noé


la Iglesia trae de todo:
a veces un santo godo,
un


curita


finlandés
uno belga u holandés.
Un nombrado capuchino
compartía pan y vino,
muy de alemán con su barba,
por esta tierra tan larga
transpirando sus caminos.

Tiene un acento español,


trae un humor a lo inglés,
es canadiense, escocés,
italiano o portugol
bajo la lluvia y el sol
chapurrea Padrenuestros,
trabaja como «maestro»,
es humilde como un niño;

221
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

no viste con mucho aliño


pero en servir es muy diestro.

Y yo aprendí de unos curas


el Ave María en francés
y todito lo que sé
de la Sagrada Escritura.
Los recuerdo con ternura
de toda lengua y color.
Me enseñaron que el amor
no tiene nacionalismo,
pues que a Dios le da lo mismo
la mano que el tenedor.

He conocido a mis curas


de sotana o sin sotana.
Unos que tocan campana,
otros


cantan


con


finura,
otros que llevan la pura
condición de lo corriente:
un corazón de creyente
con fe y caridad sin mengua
y un sermón de media lengua
comentado con la gente.

Una monja americana


a Dios le decía: «O key»,
arriando su viejo buey
que nunca quedaba en pana.
Hoy va de puerta en ventana
enseñando a sus vecinas
cómo se hacen las pretinas
en máquina de coser.

222
Oraciones y Poemas

De tanto orar y toser


se acostumbró a la aspirina.

Por estos soles o hielos


de Jesús en seguimiento
dejaron, sin parlamento
la casa de sus abuelos.
Sólo cuentan los anhelos
de vivir en la Misión
y predicar sin temor
la verdad de Jesucristo.
Por su amor caminan listos
a sufrir persecución.

Una vieja de collares


se fue a quejar a la DINA.
Dijo


con


voz


muy


fina:
«Me encantan los militares
y vengo llorando a mares
a delatar a estos gringos,
porque todos los Domingos
dicen misa sediciosa
leyendo perversas cosas
del Evangelio de Cristo".

El Mercurio les decía:


«deben de ser comunistas,
infiltrados


leninistas»,
y los gringos se reían
y Coca Cola bebían
celebrando la agudeza.
Pero llegó con presteza
la amenaza de destierro.

223
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Lloraron hasta los perros


de tan injusta bajeza.

A este santo presbiterio


yo quiero pedir perdón
porque no falta el tontón
con aire de megaterio
que torna la broma en serio.
Por el sermón del domingo
casi destierran al gringo.
Dijo «pobre» en arameo
y lo encontraron muy feo,
indigno de lo divino.

Yo digo que son chilenos


mejor que nacidos aquí:
no le hacen asco al ají,
llaman malo o llaman bueno
según piensa el Nazareno.
Con mucho amor los admiro
porque dijeron «al tiro
obedecemos su voz:
más que a los hombres, a Dios;
seguiremos su camino».

224
Oraciones y Poemas

Carta de un viejo religioso


a un religioso viejo

Querido amigo y hermano:

Somos casi de la misma edad. Tú, un poco menor que


yo, pero más viejo. He sabido de tu tristeza y de tus quejas.
No quiero permanecer callado, pues me aflige saber que su-
fres tanto. Eres mi amigo y hermano. Aquí va algo que te
envío con mucho cariño, como corrección fraterna.

Si aceptamos vivir con fidelidad de amor la misión que


el Señor nos confía, llegar a la ancianidad no es una desgra-
cia, sino una bendición de nuestro Padre Dios; pero oigo
decir que vas tú quejándote de no poder hacer esto y aquello
de lo que hacías antes. Me dicen que te lamentas de ser una
carga para los hermanos y que, por no estar apto para hacer
mucho, te dedicas a no hacer nada...

¡Vamos, querido hermano...! Lo importante no está en


lo mucho o poco que podamos hacer, sino en que tratemos
de ser para Dios y para los demás ese hombre agradecido de
la vida, radiante del gozo de saberse amado gratuitamente.
Yo creo que ésa es nuestra principal palabra evangelizadora:
ésa que brota de nuestra aceptación gozosa de la Voluntad de
Nuestro Padre que está en los cielos.

Además, es muy grande la misión que el Señor le con-


fía a nuestro corazón y a nuestras manos, «a pesar de», o
mejor, «a causa de» nuestras canas. Al llegar a la tarde de la
vida, el descenso progresivo de nuestras capacidades bioló-
gicas no es obstáculo para recibir una gracia de iluminación
muy importante, la de caer en cuenta de que podemos ser

225
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

mensajeros del Evangelio, no a nuestra manera, ni confor-


me a nuestros prejuicios, sino a la manera del Señor, por
sus senderos preferidos, hechos de silencio, de lo que pare-
ce poco eficiente a los ojos del mundo. ¿Recuerdas lo que
conversamos el año pasado en el verano...? Tú mismo me
decías cómo te causaba admiración ese designio de Dios que
atraviesa toda la historia de la salvación, según el cual Dios
escoge desconcertantemente a las mujeres estériles para ser
madres señaladas en la genealogía del Mesías...

Nuestro primer quehacer evangelizador es vivir nues-


tra vocación de religiosos. No somos menos religiosos a
los fervorosos 20 años que a los 78. Hay aquí una incesante
«obra» que hacer: vivir el proceso de conversión permanente,
en medio de una cultura cambiante que suele no tener mu-
cha compasión de nuestro paso lento; procurar con empeño
y buena voluntad seguir la marcha de nuestra comunidad.

Un religioso anciano es un miembro válido en una


comunidad. Tiene su papel. Su presencia, su buen ánimo,
sus pequeños servicios hacen cada día más estrecha su per-
tenencia. Hasta los cuidados que los hermanos tienen que
prodigarle exigen de él dos actitudes valiosas: la sencillez
para dejarse querer y la alegría de saber que está ayudando a
crecer en caridad y paciencia a sus hermanos...

Dios te pide esta humildad, amigo. Los demás tendrán


que oír tus historias antiguas; tendrán que soportar tus olvi-
dos y tus lentitudes. Pero, a lo mejor, si eres acogedor y vives
la alegría interior, podrás tú prestarles el gran servicio de
escucharles y ser su confidente. ¡Cuánta necesidad de «con-
fidentes» tienen la Iglesia y el mundo de hoy! Sin mayores
méritos, por la experiencia vivida y por la oración, el Espíritu

226
Oraciones y Poemas

Santo nos puede regalar el carisma de dar la paz, de acoger,


de comunicar aliento a nuestra comunidad, en los momentos
difíciles o de baja presión anímica. A ti, a mí y a todos los
religiosos de la tercera edad, el Señor nos llama a intensificar
nuestra oración. Con la bienaventurada ancianidad se hace
más relevante nuestra vocación de «orantes». No me refiero a
cantidad de tiempo sino a intensidad del proceso de purifica-
ción en la oración. Éste resulta del hecho mismo de nuestra
condición de «pobres». Un viejo es un pobre. No tiene ni
cabeza ni imaginación para hacer lindas oraciones. Ya viene
de regreso de muchas ilusiones. Tiene que acercarse desva-
lido y desnudo delante de Aquél que ve lo secreto. La ancia-
nidad hace más fácil «entrar al aposento y después de cerrar
la puerta, orar al Padre». Uno de los caminos por donde nos
viene esta gracia de purificación es la percepción del tiempo
como algo tan rápido y efímero. ¡Apenas habías empezado la
carrera y ya estás viejo, en la cola de los postulantes a muerte
próxima...! Entonces, todo lo que en tu historia parecía tan
denso y de peso, empieza a ser liviano y frágil como una hoja
seca, una nada... Casi sin pretenderlo, te vas haciendo peque-
ño y te dejas desnudar interiormente delante de Aquél que es
Misericordia creante...

¡Qué sabor tiene a nuestra edad gritar desde el secreto


silencioso: «Jesús, Señor, ten piedad de mí, pecador»!

Aceptar esta oración desnuda, entrar al silencio, nos


lleva también a una especie de entrenamiento para el bien-
aventurado silencio de Dios que será nuestro cielo.

Pero la oración del anciano tiene, también, un sentido


de tarea comunitaria. La comunidad tiene derecho a contar
con el apoyo orante de sus ancianos para la obra común del

227
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

apostolado. Orar por la Iglesia, por el mundo, por los herma-


nos y sus iniciativas apostólicas, es entrar con la comunidad,
desde las bambalinas, a la misión evangelizadora. La imagen
del Jesús de Nazaret entregado a la vida oculta durante sus
primeros treinta años y la imagen de Moisés con los brazos
extendidos, en oración, mientras combate el pueblo de Dios,
deberían estar grabadas en nuestro interior.

Para que esa oración comunitaria sea auténtica, es in-


dispensable que nos interesemos con simpatía en el queha-
cer de los hermanos de comunidad, que preguntemos, que
demos audiencia al compartir de inquietudes, proyectos,
informaciones, dificultades... Y esa apertura a los intereses
del Reinado de Dios nos ayudará, por añadidura, a salir de
nosotros mismos y ahuyentar las melancolías y nostalgias de
los tiempos pasados... ¡Los ancianos somos una categoría del
presente! También en nosotros está trabajando el Espíritu
Santo creador y animador de la Evangelización. No somos
espectadores jubilados de la marcha de la Iglesia, somos ca-
minantes en ella y con ella.

Por último, cada uno de nosotros tiene que buscar y


descubrir pequeños o grandes oficios de servicio, compati-
bles con su salud y posibilidades. Hace pocos días, me en-
contré con este testimonio de una religiosa. Me impactó por
su sinceridad: «Dios que me está conservando hasta mucho
más de los ochenta años, me pide que diga algo ahora sobre
mi actual vivir, cómo empleo las horas, a qué me dedico...
Aunque tenía bastantes años, como me encontraba bien,
y aunque pensaba que algún día me llegaría la jubilación,
cuando llegó, me impresionó la noticia. Eso, creo yo, le pasa
a todo el mundo. De repente, te encuentras entre el cielo y la
tierra... en el vacío... si no te has ido preparando... Como en la

228
Oraciones y Poemas

parábola del administrador, me pregunté: ¿Y qué voy a hacer


ahora? Coser, bordar, confeccionar trajes, no sé. ¿Hacer pun-
to todo el día?... Imposible... ¿Trabajos fuertes?... No tengo
resistencia... Ya sé lo que voy a hacer: me ofreceré a Cáritas,
para trabajar en un sector necesitado... Y como el albergue
de San Juan de Dios se inauguró por entonces, y hacía fal-
ta gente para atender a aquellos sin techo y sin hogar... me
ofrecí para ayudar. Se les daba ropa limpia, que cosíamos y
planchábamos, ordenábamos el taller y servíamos la cena...
Muchas gracias tengo que dar a Dios por concederme ánimo
y relativa salud, a pesar de mis años, para poder hacer algo
aún al final de mi vida. Cuando tuve que dejar mi trabajo con
la juventud, sentí una gran brecha en mi corazón. No pre-
sentí, entonces, que aquí me esperaban unas joyas preciosas:
los enfermos, los ancianos, los solos y sin hogar...»

Bueno, amigo, esta carta va para demasiado larga.


Perdona. A lo mejor te cansas al leer. Quiero, sin embargo,
decirte algo más. Creo que es importante valerse por uno
mismo en todo lo que puedas. Por ejemplo, la escoba es un
excelente deporte. Sólo ahora, de viejo, me he dado cuenta
de cuánto esperan mi escoba los rincones de esta casa donde
vivimos varones sin dueña de casa. ¿Por qué no podríamos
aprender a cocinar o entregar un rato de esparcimiento a
menudos quehaceres domésticos que sientan muy bien entre
conferencias que dar, confesiones que escuchar o artículos
que escribir?... Mientras estaba en plena edad activa, no me
atrevía a robarles tiempo a las actividades serias; ahora, estos
aires de otoño me dan cierta libertad interior. Me he pro-
puesto pintar o fabricar vitrales. Mis pinturas me permiten
reírme de mí mismo, creyéndome un Van Gogh marginal...
Me imagino que tú, teniendo tan buen oído, podrías volver
a pulsar tu guitarra y convertirte en un cantautor, puertas

229
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

adentro... Cuando organices un festival de la canción de la


Tercera Edad, yo inauguraré una pinacoteca de mamarra-
chos. ¿Aceptas el desafío?

Ojalá mi carta te ayude a levantar la cabeza, hombre.


No te eches a dormir ni a morir antes de tiempo. Déjale al
Señor las condiciones de tu partida. No necesitas dedicarte a
preparar maletas. La vida eterna es sumamente económica:
se entra desnudo... Cuando pase el mal tiempo, asómate a
tu ventana. La juventud del corazón nos invita a cantar las
maravillas del Señor. No importa que desafines... ¿Cómo no
cantar si llevamos, en estos frágiles vasos de barro, nada me-
nos que a Aquél que es la fuente de la vida nueva...?

Tu hermano y amigo que ora por ti,

Esteban

Penitenciario138
138 Si bien este texto de Esteban Gumucio fue escrito pensando más bien en personas
de vocación laical, es fácil y útil para un sacerdote leerlo en su propia clave de minis-

230
Oraciones y Poemas

1. Por ciego y acechante, y por tu vana seguridad, dobla tus


rodillas. Te doy de penitencia descubrir y recoger 70 cara-
coles nocturnos que dormitan bajo las acelgas y lechugas de
mi huerto. Y dirás tres veces, en voz alta: «Dios mío, estoy
húmedo de llanto. Me he olvidado de Ti desde que era un
niño pequeño, sucio y mojado de pañales». Si así lo haces,
será limpia tu mirada, dice Dios.

2. Grandioso y poderoso cantor de mentiras, ya ni siquiera


sabes quién eres. ¡Corazón de Coca-Cola!... Arrepiéntete. Te
doy la penitencia de reencontrar tu dignidad. Irás por las ca-
lles más humildes de la ciudad, en silencio, lejos de todas tus
noches estivales. Cuando te sientas insoportablemente solo,
repetirás siete veces en tu corazón esta palabra verdadera:
«Pobre soy, mi Dios... hijo tuyo soy... ¡ten piedad de mí!» Y
colgarás tu guitarra por siete días y una noche, hasta que
cante tu silencio. Dios acompañará tu canción verdadera.

3. Tú no tienes nunca ni un poco de tiempo. Lo devoras


atropelladamente fuera de ti. Eres inalcanzable para los tu-
yos. Nunca contemplas por las ventanas abiertas: ni la flor,
ni el monte, ni el mar. Ni siquiera miras cómo ha crecido tu
hijo mayor y cómo está de hermosa, casi una mujer, tu hija
adolescente. Rompe tu cronómetro y ven a recibir humilde-
mente tu penitencia: Vendrás a la orilla del arroyo a recoger
una a una, lentamente, las piedras que redondeó el tiempo
con tanta paciencia; y las volverás a colocar a cada una en
su nido de agua, como algo delicado e importante. Cuando
venga a pasar por allí un peregrino y te pregunte respetuo-
samente: ¿qué estás haciendo, hermano?; tú le responderás:
«estoy reparando el tiempo perdido, mi señor»... Y volverás
tro consagrado. Esteban se lo aplicó a sí mismo.

231
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

temprano a casa. Descolgarás el teléfono y dejarás sin en-


cender el televisor. Mirarás uno a uno a tu esposa y a tus
hijos, con la misma atención y delicadeza que empleaste con
las piedras del arroyo. Entonces, descubrirás el color de los
ojos de quienes te aman, y un resplandor de ternura escondi-
da que tenían reservada para ti antes que existiera el tiempo.
El Señor de los años, los meses y las horas, quiere darte su
paz, que no tiene medida.

4. Tú no quisiste manchar tus manos. Y era necesario ha-


cerlo. Te hacías servir como a un rey o a una reina, sin dar
las gracias a los humildes. ¿No sabías que ellos tejieron tus
vestidos, edificaron tus mansiones, lavaron tus ropas, ade-
rezaron tus platos favoritos, lustraron tus zapatos, cuidaron
de tus hijos, custodiaron tus bienes muebles e inmuebles, la-
braron tus campos, activaron tus fábricas, etcétera...? Porque
olvidaste que ellos eran dignos miembros del único cuerpo
del Señor, harás penitencia de esta manera: Tirarás tú mismo
el arado; destaparás tú mismo el alcantarillado obstruido de
tu casa; lavarás tú mismo las ollas de cocina y limpiarás tú
mismo cuanto hayas ensuciado, recogerás la basura durante
un año y un día. Así podrás peregrinar por el alegre camino
de las cosas de todos los días que recorrió nuestro Salvador y
Señor Jesús. Le sonreirás a Dios y Él te sonreirá.

5. ¿Estás airado?... Estás siempre exigiendo que los demás


fabriquen tu felicidad. Siempre agitado, andas reclamando
por lo temprano o lo tarde; por lo caliente o lo frío; por lo
rápido o lo lento... Eres punzón, espuela, látigo. El reposo de
tu alma no lo has de encontrar por ese camino. Ven, acér-
cate. La humildad de corazón es el reposo que necesitas.
Mírate a ti mismo con mayor bondad. Acéptate y aceptarás
a los demás. Por tu penitencia: te mirarás al espejo todos los

232
Oraciones y Poemas

días, por la mañana y por la tarde, y te reirás de ti mismo, con


humor temperado, hasta que desaparezca esa arruga vertical
que hay en tu frente que te da aires de Jefe de Préstamos
de algún Banco internacional. ¿Sabes?... Eres más honesto y
mejor persona que lo que tú crees; y el Señor lo sabe.

6. Eres exacto, numérico, perfecto. Sabes decir bien lo que


has entendido claramente. Es un gran don; pero tienes el
prurito de traducirlo todo al orden de tu inteligencia. Des-
cuidas el corazón; olvidas cultivar la amistad; te encierras y
no escuchas. Te has establecido, antes de tiempo, en el exi-
lio voluntario de las cumbres, y ambicionas la visión de los
cielos abiertos. Por tu penitencia te invito a peregrinar en el
nombre de Jesús a donde quiera haya alguien de aquellos que
sólo saben hacer la verdad y no tienen palabras para decirla.
Por ejemplo, te acercarás al lecho de un enfermo y lo escu-
charás como haría Jesús, dejándote conmover, vulnerable y
quebradizo ante el dolor. Entonces, el Señor encenderá en ti
una luz verdadera que eclipsará todas tus luces.

7. Eres demasiado activo, dominante, avasallador. Tienes un


motor de tractor en la carrocería de una limusina. Impones
tus planes, arrasas, no escuchas. No niego que sabes organi-
zar bien lo que hay que hacer; pero a tu sombra no dejas cre-
cer a los demás. Ésta será hoy tu penitencia: cuando llegues
a casa, deja que te bese tu esposa y te saluden tus hijos y deja
que los niños jueguen con sus juguetes, sin tu tutela. Déjalos
tranquilos. No les enseñes cómo debe caminar correctamen-
te el tren en miniatura. Déjalos que acaben con sus juguetes
y que se ensucien y que se caigan y se levanten a su manera
y no a la tuya... Tú, en cambio, encuéntrate con el niño que
llevas encerrado bajo siete llaves en tu corazón. ¡Anda, suél-
talo!... En esa mano tuya silenciosa que está acariciando a los

233
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

tuyos está escondida tu paz. El Dios que respeta tu autono-


mía te ama, y recuerda cuando vuelvas a atolondrarte: un día,
otros van a organizar tu funeral. Prepárate con San Pedro a
que otros te ciñan y te lleven a donde tú no sabes.

8. Andabas siempre con sonrisa de artista en tu boca, preocu-


pado de caerle bien a todos. Eres el rey de las frivolidades.
Bien vestido, impecable trato y largas conversaciones en las
que no se dice nada o se dice sólo lo que pueda aparecer sen-
sato, apto para todo oyente. Pero tus ojos te traicionan. Tu
corazón está ausente. Te has convertido en la costra de ti mis-
mo. Dios te invita a dejar las inventadas sendas que otros te
exigen recorrer y a emprender tu propio camino. Por peniten-
cia, permanecerás desnudo en un lugar desierto, un día, una
noche y otro día. Y gritarás con voz fuerte las verdades que
tú amas y el mundo no te deja decirlas. No te permitirás dejar
salir de tus labios nada que no pase primero a oxigenarse en
la verdad de tu corazón. Después, te vestirás y te postrarás en
tierra con tu rostro pegado al suelo, con tus manos tocando el
polvo real, el auténtico barro sucio y ensuciador. Y permane-
cerás allí sin decirle nada a Dios. Él tampoco te dirá palabra,
pero saldrás de allí sabiendo que Él te conoce y te ama.

9. Eras demasiado miedoso. Tal vez eso explica que prefirie-


ras ignorar el desaparecimiento de tu vecino en una noche del
tiempo de queda. Preferías no escuchar los gritos de aquella
madre a quien le arrebataron su hijo por causa de una dela-
ción. Preferías ignorar el hambre de los hijos de los cesantes,
no por avaricia, sino por miedo. Preferías creer lo que decía
el periódico oficial: «no hay torturas, no hay desaparecidos,
no hay cesantía»... No dabas tu opinión; sólo decías «a mí me
carga la política... no sé nada de política». Pero como en el
secreto de tu conciencia sentías náuseas y reconocías que el

234
Oraciones y Poemas

temor se sobreponía a tu razón, tengo compasión de ti y te


convoco también a penitencia: Irás a visitar a un prisionero.
Pasarás por el miedo que te dan esos muros fríos, sentirás
soledad e incertidumbre, y descubrirás que muchos de aque-
llos que el mundo condena no son peores que tú. Sentirás
en tu corazón la fuerza de la solidaridad que hace valientes a
los cobardes y generosos a los egoístas. Al salir, reza un Ave
María para respirar y agradecer la libertad. Dios es también
compasivo y misericordioso con los muertos de miedo, por-
fiadamente.

10. Tú tenías siempre la razón. Sabías todo lo que se debería


haber hecho... Tenías una receta para cada mal y un castigo
para cada falta. Nunca dijiste una grosería, ni siquiera la pa-
labra «mierda», que tiene indulgencia por varios días. Pero
tenías instalado en tu corazón un tribunal sin apelación. En el
trono estabas tú; en el banquillo, tu hermano, tu hermana, tu
obispo, tu compañero, tu desconocido prójimo. Y sentencia-
bas. Pero Dios no quiere condenarte. Es más Padre que Juez.
Te conoce bien. Sabe que fuiste niño solitario, sin cariño... ¡Es
tiempo! Míralo como viene Él mismo a hacer penitencia por
ti. Coronado de espinas, se ha sentado en el banquillo que tú
tienes dispuesto para tus acusados. Baja tú de tu sede supre-
ma y ven a ponerte a los pies del manso rey Jesús. Escucha la
penitencia que te susurra: «ponte el último a la cola de los pe-
cadores, así podrás sentarte conmigo en la mesa del Reino».

Nota:





En


algún


momento


de


mi


vida


yo


creo


haber


sido


alguno


de


es-
tos


personajes


de


pecado.





No


siempre


he


cumplido


la


peniten-
cia


al


pie


de


la


letra.


Esteban


Gumucio.

235
Anexo:
Palabras


del


Cardenal


Francisco


Javier


Errázuriz
Anexo: Palabras del Cardenal Francisco Javier Errázuriz

en el Acto de Memoria Agradecida del


Padre Esteban Gumucio sscc,
el 24 de junio de 2008

Naturalmente que no vine a hablar, sino que vine a dis-


frutar con ustedes este momento de gratitud y profunda admi-
ración por la vida del Padre Esteban. No tuve la gracia de co-
nocerlo tan de cerca como ustedes. Tuve, eso sí, la oportunidad
de cantar sus cantos en la Universidad de Friburgo (Alemania)
y de sentirlo muy unido a Chile, precisamente por la letras de
esos cantos extraordinarios que cantaba el conjunto Los Perales
en aquel entonces.

Cuando llegué de vuelta a Chile y el Papa me mandó a


Santiago, se me acercó después de la primera misa que celebré
en la Catedral. Quería conversar conmigo de la homilía que ha-
bía tenido. Le había gustado por las citas bíblicas, y naturalmen-
te lo nombré mi censor para todas las homilías que yo diera y él
estuviera presente. Pero era de una discreción y de un respeto
tremendo, de manera que sólo encontraba palabras para indi-
carme las cosas buenas que encontraba en las homilías, las otras
las calló.

También, tuve gran alegría cuando escuché las homilías


de él, sobre todo a los niños. Cuando desordenaba entera la igle-
sia y convertía los bancos en el cerco del corral y hacía que los
niños estuvieran balando un poco, como las ovejas, y partía a
buscar la oveja perdida otro niño, que era el buen pastor. En-
contré extraordinaria esa manera de inscribir en el corazón de
los niños parábolas, escenas del evangelio. Lo encontré tan pro-
pio de él, sacerdote, poeta, era algo realmente extraordinario.

239
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Y, también, siempre he tenido una gran alegría por


la manera cómo él desplegó el horizonte pleno de lo que
Jesucristo espera de nosotros. Porque, por una parte, uno
sentía que había en él el alma de un místico, pero también
de alguien profundamente comprometido con su pueblo, un
profeta, un luchador, el buen samaritano, el buen pastor. Al
final uno tenía que decir que, de alguna manera, era Jesús
mismo que caminaba por nuestras calles, por nuestra ciudad.
Hemos podido palpar en él el horizonte de las bienaventu-
ranzas. Algo extraordinario.

En mi vida, Dios me ha regalado la gracia de conocer


mucha gente, muchas personas, a las cuales la Iglesia algún
día las va beatificar y canonizar. Es una gracia que no todos
tienen, pero que yo la he tenido por mi trabajo en Roma. Yo
tengo la intuición de que en esa galería debería estar algún
día el Padre Esteban.

240
Anexo: Palabras del Cardenal Francisco Javier Errázuriz

en la Eucaristía del traslado del cuerpo


del Padre Esteban Gumucio sscc, a la sede
de la parroquia San Pedro y San Pablo,
el 27 de septiembre de 2008

Textos de la Eucaristía: Hebreos 12, 1-2; 13, 7-8; 20-21 / Juan


10, 11-18

Saludo cordialmente al P. Sergio Pérez de Arce, Supe-


rior de la Congregación de los Sagrados Corazones, así como
a todos los hermanos de esta querida comunidad, al P. Jorge
Orellana, Párroco de San Pedro y San Pablo, y a todos los
sacerdotes presentes.

Saludo al Sr. Alcalde de La Granja, a quien agradece-


mos todas las facilidades que ha proporcionado para realizar
esta celebración litúrgica.

Saludo a los queridos familiares del P. Esteban Gu-


mucio sscc, a las queridas religiosas, diáconos permanentes y
esposas, hermanos y hermanas de las parroquias San Pedro
y San Pablo y Damián de Molokai, y a todas las personas que
guardan de él una imborrable memoria.

Con inmensa gratitud al Señor y a cada uno de Uds.,


nos reunimos en esta tarde para acoger los restos mortales
de nuestro venerado hermano, el P. Esteban Gumucio sscc,
quien hoy «vuelve a casa» como dicen con cariño los que
han organizado este encuentro lleno de afecto y de sentido.
Les confieso que no soy ajeno a esta iniciativa, pues siempre
pensé que el mejor lugar para que reposaran sus restos mor-
tales era esta Parroquia que él fundara en 1964, de la cual
fuera su primer Párroco hasta el año 1972 y su Vicario Pa-

241
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

rroquial desde 1990 hasta el día de su pascua ocurrida al atar-


decer el día 6 de Mayo de 2001. Por algo, la calle en que está
situada la Parroquia, gracias al parecer unánime del Hono-
rable Concejo Municipal, se llama Padre Esteban Gumucio
Vives; quedando así la parroquia en la esquina de las calles
del recordado P. Esteban y del querido Cardenal Raúl Silva
Henríquez. En verdad, me conmueve ver cómo la figura de
dos grandes pastores marca el corazón de La Granja.

«Mamá, papá ¿quién fue el Padre Esteban?» pregunta-


rán con seguridad los niños del futuro. «¿Por qué esta calle
lleva su nombre?» No me cabe duda que muchos de ellos
se acercarán con devoción a esta tumba cavada en la tierra,
rezarán un Padre Nuestro y un Ave María, mientras escu-
chen hermosos relatos sobre el «Tata Esteban», como cari-
ñosamente se llama en estos barrios a este sacerdote «cuenta
cuentos», como él mismo se definía con humor.

Nosotros podríamos decirles a los niños y los jóvenes


de hoy, que nos hemos reunido a recordar la vida y la pre-
sencia de un sacerdote que creció en amor y cercanía a Jesús,
hasta vivir «fijos los ojos en el Señor que inicia y consuma
nuestra fe» como nos señala la carta a los Hebreos. Eso no es
para quedarnos con los ojos vueltos al pasado. Al contrario,
tal como nos dice el mismo texto: «tengan presente a quienes
los han guiado y enseñado la Palabra de Dios. Recuerden el
desenlace de su vida para imitar su fe, pues Jesucristo es el
mismo ayer, hoy y siempre» (Hebreos 13, 7-8).

Hoy hacemos memoria del desenlace de la vida de un


gran sacerdote quien, gracias a esa fe sólida y transparente
que aflora al recordarlo y en todos sus escritos, se dejó mol-
dear por el Señor hasta convertirse en un signo del Buen

242
Anexo: Palabras del Cardenal Francisco Javier Errázuriz

Pastor entre nosotros. Un varón enamorado de Jesús que


contaba su vocación, diciendo «sigo a un Hombre que me
cogió por el centro de mi vida»… Un santo varón que qui-
so entregar su vida hasta el último momento, celebrando la
Santa Misa sentado junto al altar de la parroquia, con su voz
que se hacía más tenue pero nunca menos potente, regalán-
donos, textualmente, la fortaleza de Dios que brilla en nues-
tra debilidad.

Un Pastor cercano y visionario

El Padre Esteban fundó esta Parroquia como fruto de


la Gran Misión del año 1963. Antes de eso, vino y se quedó
junto a dos hermanos sacerdotes en una humilde casa del
barrio. No era un sacerdote desconocido para la Iglesia en
Santiago. Ya había sido profesor de muchos en el Colegio de
los Sagrados Corazones de Alameda, conocido por su bon-
dad y por sus cuentos. Lo conocían los jóvenes que daban
las primeras misiones escolares, interpretando las parábolas
teatralizadas por el P. Esteban. Era conocido también como
formador en el Noviciado de Los Perales, y por los primeros
cantos con letras bíblicas en ritmos campesinos y populares
que se cantaron años antes del Concilio Vaticano II. Eran
«La Oración», «La Calzada de Emaús», «Canción de Advien-
to» y tantas otras, así como los salmos en castellano, traduci-
dos por el P. Beltrán Villegas, su hermano de comunidad.

Más tarde, de su mano surgirían los «Encuentros Ma-


trimoniales» y decenas de parejas renovarían su alianza de
amor gracias a los equipos que él formara. Y no contento
con eso, seguiría organizando retiros para el encuentro con
Cristo, evangelizaría con otras tantas historias, y abriría su
corazón anciano para ayudar a los adultos mayores a asumir

243
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

con alegría su propia situación. Incluso le hablaría a la muer-


te cara a cara para advertirle que sólo se llevaría sus restos
porque su vida le pertenecía únicamente a Dios.

No pretendo ni sabría describir la historia de su vida,


pero no puedo ocultar mi asombro ante tanta creatividad y
fecundidad apostólicas, realizadas desde una tremenda hu-
mildad, desde un hombre que se estimaba en poco y nada
ante el Señor. ¡Un auténtico discípulo misionero!

¿Qué haría hoy el Padre Esteban? ¿Cuál sería el fru-


to creativo de su seguimiento del Señor? ¿Cuáles serían sus
cantos, cuáles sus poemas?

No podemos dejar de hacernos estas preguntas pues


hoy como ayer – y más que ayer – estamos a las puertas de
una Misión Continental. Hoy más que ayer, sabemos que
tenemos que cantar y contar los Santos Evangelios en las
lenguas en que los jóvenes puedan comprenderlos y amarlos.
Hoy como ayer – y más que ayer – necesitamos de iniciativas
que toquen el corazón de los cónyuges y de sus queridas fa-
milias. Y necesitamos discípulos misioneros que se pongan
al servicio del Señor para que nuestro pueblo en Él tenga
Vida.

Y el Padre Esteban fue maestro en asumir, desde su


encuentro con Cristo, estas y otras realidades de manera
creativa, humilde, sencilla y perseverante. No tenía más re-
cursos que los que tenemos hoy día. Diría incluso que tenía
muchos menos. Pero, tenía grabada en el alma la Palabra del
Evangelio: el Buen Pastor da su Vida por los suyos. Y el Tata
Esteban la dio sin mezquinarle al Tata Dios los talentos que
él le había concedido.

244
Anexo: Palabras del Cardenal Francisco Javier Errázuriz

Cuando nos acerquemos a su tumba no dejemos de


preguntarle su secreto. Ni dejemos de preguntarle lo que él
habría seguido haciendo en estos días en los barrios y pobla-
ciones de estas queridas comunidades parroquiales.

Un hombre de fe y de amor por la Iglesia

Conocido, escuchado y admirado ha sido el Cántico


a la Iglesia del Padre Esteban, llamado «La Iglesia que yo
amo». Él lo envió desde Perú al Cardenal Silva como home-
naje a los cuarenta años de sacerdocio del querido Pastor. Es,
sin duda, uno de los himnos más hermosos dedicados a la
Iglesia y, en particular, a nuestra Iglesia de Santiago, nacido
de la pluma de un poeta, pastor y profeta.

El poema refleja el alma eclesial de quien lo escribe.


Ama a la Iglesia de sus padres y a la Iglesia de Rosenda que,
en su casa, pela las cebollas al ritmo del Ave María. Ama a
la Iglesia de los Papas y a la Iglesia de los teólogos de hoy en
día, que escriben libros que no se quedan en librerías. Ama a
la Santa Iglesia Conciliar que va de la mano de la Santa Igle-
sia Tradicional. Ama a la Iglesia de Maestros y Doctores y a
la Iglesia que construyen los pobres mientras, caminan tras
la huella de sus santos preferidos.

«Y lo que no estaba, ni está ni estará


oficialmente


inscrito


y


refrendado:
el Pueblo de la Iglesia sin puertas,
la Iglesia ancha de las cien mil ventanas,
y el aire del espíritu católico
circulando en libres espirales,
y los pobres construyendo catedrales

245
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

de paja, desperdicio y leño


con ojivas de pizarreño,
y lo mejor de su pobreza».

Este hermoso poema refleja el alma eclesial del Padre


Esteban, forjada junto a sus padres y hermanos muy que-
ridos, con el Rosario en el velador de su madre y la mano
firme de su padre.

Es la Iglesia del Colegio y del Noviciado de los Sagra-


dos Corazones. Es la Iglesia de VII Sínodo de Santiago, la
de las Comunidades eclesiales y pequeñas comunidades de
base. Iglesia Maestra e Iglesia discípula. Iglesia de los presbí-
teros y de las religiosas e Iglesia de los diáconos permanentes
que ayudó a formar con su acompañamiento, así como la
Iglesia de los Ministros Laicos y de las Comunidades Juveni-
les. La Iglesia de la Eucaristía y la Iglesia de la Palabra Viva
proclamada y musitada por el corazón y los labios de este
hombre bueno.

Distraído, podía olvidar nombres de pila y perder lápi-


ces, agendas y fechas de compromisos. Pero nunca perdería
el texto bíblico ni la resonancia actual de la Palabra de Dios.
Quienes lo escucharon predicar, humilde, sabiamente y con
humor, saben muy bien que era un gozo reunirse a celebrar
con él.

En estos tiempos en que no es raro encontrar perso-


nas que aman al Señor pero no se entienden con la Iglesia,
¡qué bueno es tener a este hermano que supo conjugar esos
amores, que finalmente no son sino un solo y mismo amor!
Es el amor por Jesús encarnado… que escandaliza a los que
sólo quieren verlo entre las nubes y atrae a quienes lo ven

246
Anexo: Palabras del Cardenal Francisco Javier Errázuriz

presente en los amores cotidianos, hecho de carne y hueso,


presente en la persona de los pobres y olvidados.

Así, su presencia y su vida nos enseñan a decir con sus pa-


labras:
«amo a la Iglesia de Jesucristo,
construida sobre firme fundamento,
y en ella quiero vivir
hasta el último momento».

Un varón de oración esperanzada

El P. Esteban, como buen poeta, era un hombre con


alma de artista, dotado de una profunda sensibilidad. Esta
misma le hacía percibir con intensidad los dolores y las ale-
grías de la gente, y también las suyas propias. Tenía el don
de una escucha profunda y de una gran empatía. Esto lo
recuerdan de manera muy viva las muchísimas personas que
buscaban su amistad, su acompañamiento espiritual o sólo
un buen corazón para ir a desahogar sus desazones.

A él le tocó vivir muchas horas de dolor, como les


tocaron a sus hermanos sacerdotes y a la gente con quien
compartía con alma de vecino. Recuerdo con nitidez cuando
en tiempos de gran cesantía describió con maestría el alma
de la mujer de nuestro pueblo que es sostén en su hogar, que
atiende a sus hijos, apuntala a su esposo, concurre a la Es-
cuela y a la Catequesis y busca pololitos para «parar la olla»
en un relato en que, en medio de su admiración, mostraba
que «el amor también se cansa»… En las horas de dolor de
nuestra Patria, sus oraciones y sus versos se tornaron apre-
miantes y dejaron escapar su ira, siempre al lado de Jesús. Y
por eso, no pierde la esperanza porque tiene fe «en que detrás

247
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

de la bruma el sol espera… y que en esta noche oscura duer-


men las estrellas» (Cantata de los Derechos Humanos).

En verdad, si sólo hubiese dado curso a su sensibilidad,


habría podido ser depresivo y menos expresivo. Sin embargo,
en todo momento de su vida buscó el encuentro vivo y per-
sonal con Jesús, su Amigo, su Maestro, su Señor, e invocó a la
Santísima Virgen con nombres tan expresivos como «madre
de los cansados» o «señora de los pañales» y tantos otros que
sólo muestran que su alma delicada vibra al unísono con el
alma de la Madre del Señor.

En sus «Cartas a Jesús» aparecen sus angustias y te-


mores: ante la fragilidad de su vida, ante su incapacidad para
mostrarle a los novicios la hermosura de la consagración, ante
los días tenebrosos en que era más fácil callar que hablar, e
incluso ante el anuncio de la muerte que ya golpeaba su puer-
ta… Y en todos esos momentos, deja hablar su corazón, le
habla a Jesús y, sobre todo, se dedica a escuchar su amor. Y así
aflora en él un ministerio profundamente esperanzado.

Me limito a repetir una oración en que le cuenta al Señor


cómo quisiera vivir su sacerdocio:
Jesús,
Quisiera vivir de tal manera
que llegue a ser cristal transparente.
Que te vean en la sencillez de mi persona:
simplemente ser «yo-mismo-con-otros»,
que haga aparecer tu misterio y tu gracia, Jesús de Nazaret.
No, no es desde mi ventana
donde puedo escrutar los signos de tu venida hoy.
Es al caminar al interior de lo que cada día
le pasa a mi hermano y me pasa a mí;

248
Anexo: Palabras del Cardenal Francisco Javier Errázuriz

le pasa a mi pueblo y me pasa a mí.


Vivir de tal manera
que cualquier hombre puede decir: «Ahí quepo yo».
Vivir de tal manera
que suene a Buena Noticia.

Dame unos ojos alegres


que se iluminen desde la verdad de mi corazón
Dame un corazón alegre
que te esté cantando siempre,
porque tú eres maravillosamente amable.

Vivir de tal manera


que yo mismo y todo el mundo reconozca tu Espíritu,
ahora presente, dando vida, actuando.
Vivir de tal manera
que


el


Evangelio


se


refleje


hasta


en


las


manos


operantes.
Haz de mí una parábola al alcance de los sencillos.

Vivir de tal manera


que me pregunten por ti, mi amigo Jesús.
Vivir de tal manera
que cada noche pueda decirte:
«mañana trataré de estar más atento a mis hermanos».

Ésa es la oración que también quisiéramos escuchar


desde la boca de los sacerdotes, las religiosas, los diáconos y
los laicos, cada uno según su vocación, al pasar horas, días
y a veces meses de desasosiego o simplemente de falta de
entusiasmo.

El Señor es… el Señor. Él es el Pastor. Él, quien da la


vida. Nosotros sólo somos sus humildes servidores.

249
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Oración


final

Concluyo estas palabras, seguro de que habría tanto


más que decir y que aprender. Ya tendremos tiempo, en los
días, las mañanas y las tardes, en que junto a la tumba del
P. Esteban hagamos memoria futura de su presencia y de su
vida.

Hoy venimos a poner en la tierra la semilla de un gran


Sembrador, esperando que el Señor la haga fructificar para
bien del pueblo cristiano. Lo hacemos con esperanza y con
la intuición de que nos encontramos ante un auténtico bien-
aventurado. Esa palabra se la dejamos con cariño a Dios y a
su querida Iglesia con la Oración que desde hoy diremos al
recordarlo:

«Y si es tu voluntad (Señor),
que lo reconozca tu Iglesia
entre los bienaventurados de Jesús,
junto a María «madre de los cansados»
y a los santos y santas de todos los tiempos».
Amén.

† Francisco Javier Errázuriz Ossa


Cardenal Arzobispo de Santiago

250
Índice

Índice

Presentación .................................................................................7

¿En


quién


fijar


la


mirada?
Fijos los ojos en Jesús.........................................................................11
Predicar a Jesús ....................................................................................13
La relación de Jesús con sus discípulos ........................................... 18
Unión personal con Cristo ................................................................26
Mirar a Jesús y mirarse a sí mismo ................................................... 28

Temas sacerdotales para un Retiro


Disposiciones de ánimo .....................................................................33
El gozo del amigo ...............................................................................35
El fariseísmo agazapado ....................................................................38
Celibato por el Reino..........................................................................44
Amor de castidad célibe .....................................................................51
Llamados en la comunidad de la Iglesia .......................................... 55
Scis illos dignos esse? .........................................................................57
Invitaciones del Espíritu Santo a los ministros consagrados ....... 59
La misión vivida en el mundo ...........................................................62
Las virtudes teologales y un cuento de la Esperanza .................... 64

Apuntes


para


un


perfil


del


Sacerdote
Rasgos del Sacerdote en medio de su pueblo................................. 69
Testigos de la acción del Espíritu .....................................................72
Evangelizador y pastor .......................................................................78
Sacerdote en comunidad religiosa ....................................................82
Sacerdote en comunión del Presbiterio ........................................... 84
Sacerdote, testigo de Jesucristo .........................................................91



 Sacerdote


creyente,


en


continua


purificación


de


la


fe ................... 94
Servidor del Evangelio en la pobreza .............................................. 98



 Sacerdote


fiel


en


el


servicio


del


Evangelio ....................................102
Sacerdote, discípulo de Jesús ...........................................................105
Preguntas sobre el sistema pastoral................................................107
Querido Hermano Sacerdote ..........................................................109

253
Fijos los ojos en Jesús - Palabras a Sacerdotes

Formadores y Acompañantes, Padres y Pastores


El aliento y el consuelo ....................................................................113
Jesús, Maestro de Espíritu: formador y acompañante ................114
Los sacerdotes como acompañantes..............................................118
Acompañamiento de personas y grupos .......................................120
Acompañante.....................................................................................122
Pastores que no se apacientan a sí mismos ...................................124
Aprender a ser padres en el Espíritu..............................................126
Una paternidad irrenunciable ..........................................................129

Mi experiencia como Sacerdote en Encuentro Matrimonial





 Un


camino


nuevo


y


desafiante ........................................................138
Soy feliz de ser sacerdote .................................................................151
El Señor me invita a amar más y más ............................................156
Sacerdote libremente célibe .............................................................162
La difícil escucha ...............................................................................164
Ante alabanzas y «cumplidos» .........................................................157
Ante mis propias máscaras ..............................................................168
La sexualidad como tarea.................................................................174
Mi comportamiento como sacerdote.............................................176
Vivir en corresponsabilidad.............................................................179

Oraciones y Poemas
Oración al comenzar un retiro (1) ..................................................189
Oración al comenzar un retiro (2) ..................................................191
Oración al comenzar un retiro (3) ..................................................193
Oración de un Sacerdote .................................................................194
Oración por los Sacerdotes y Diáconos ........................................196
Sigo a un hombre llamado Jesús.....................................................197
Amigo de publicanos........................................................................199
Discípulo ............................................................................................201
Sin tu anillo ........................................................................................203
Autorretrato .......................................................................................204
Oración del Huerto ..........................................................................206
Algo le ha pasado a mi muerte futura con a Resurección
de Jesucristo .......................................................................................208
La Iglesia que yo amo .......................................................................210
Al Cardenal Raúl Silva Henríquez ..................................................217
Vendría bien .......................................................................................219
Versos por agradecimiento a los curas extranjeros ......................221

254
Índice

Carta de un viejo religioso a un religioso viejo.............................225


Penitenciario ......................................................................................231

Anexo: Palabras del Cardenal Francisco Javier Errázuriz


En Acto de Memoria agradecida del Padre Esteban
Gumucio, 24 de junio de 2008 ........................................................239
En Eucaristía de traslado del Padre Esteban
Gumucio, 27 de septiembre ...........................................................241

255
C O L O F Ó N
LAS 256 PÁGINAS DE ESTE LIBRO
FUERON COMPUESTAS EN ADOBE
INDISIGN CS3. LA PORTADA FUE
COMPUESTA EN FREEHAND MX Y LAS
IMÁGENES DIGITALES TRABAJADAS
EN ADOBE PHOTOSHO CS3.

PARA LA IMPRESIÓN DE LAS PÁGINAS


INTERIORES SE UTILIZÓ PAPEL BOND DE
80 GRAMOS. LA PORTADA FUE IMPRESA
EN COUCHÉ OPACO DE 300 GRAMOS.

LA ENCUADERNACIÓN HECHA CON


COSTURA DE HILO.

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