Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
ISSN: 1012-1617
regeoven@ula.ve
Universidad de los Andes
Venezuela
Navegando
en el mar
de los gentiles. Metáforas del espacio
sagrado en el discurso jesuita
del Orinoco (Siglo XVIII)
Sailing the Sea of the Gentile.
Sacred space metaphors abouts
the Orinoco among Jesuits (18th Century)
rituales de Loyola como una práctica aná- ca de algunos de sus documentos permiten
loga a un viaje que espacializaba el cuerpo. comprender el proceso de construcción
En todo caso, el deseo del otro espacio pue- colonial territorial y la dialéctica del poder
de ser considerado como motor, y su con- expansivo de los imperios europeos. Sus
creción en los lugares practicados articulan textos permiten observar cómo el espacio
el mundo físico y el mundo de lo imaginario toma distintos contenidos semánticos, cuya
como entidades correlativas que estructu- operatividad, es posibilitada por un campo
ran el plano relativo entre los simbólico y que remite a las metáforas y organizan mo-
la geografía (Tuan, 2008; Cosgrove, 1998), dos de conocer, delimitar y dotar de sentido
entre el lenguaje y su función relativa a la un territorio.
construcción de los lugares, a la conversión En un contexto así, América es enton-
de lo invisible en algo visible (Tuan, 1991) ces un espacio abierto a una mirada que
Las interrogantes suscitadas en torno ‹descubre›, que se mueve en función de la
a las formas de construcción del sentido y ‹Terra Incognita›, un ‹universo inacabado›
significación del espacio expresado en luga- para tomar la expresión de Hans Blumen-
res, paisajes, territorios y representaciones berg (2003). Este proceso, lejos de lo que ha
emergentes de las prácticas espaciales de planteado cierta historiografía referente a
recorrido y escritura, permiten organizar América, no se cerró cognitivamente en-
un imaginario geográfico y unas produccio- tre los siglos XV y XVII , sino que en el siglo
nes del espacio, cuyo discurso mediado por XVIII , llegó a tomar un giro impulsado por
la facultad de la imaginación espacializada, la tensión cultural suscitada entre la ciencia
desafía interpretaciones y explicaciones de teológica (Teología Natural) y la ideas del
América. iluminismo y la razón a la hora de explicar
Los textos coloniales muestran niveles la naturaleza, bien sea como evidencia de
de complejidad y organizan modos de co- Dios para unos, y para otros, como expre-
nocer y de experimentar. Así, el espacio, la sión de una potencia natural despojada de
geografía y la religión en el proceso de con- la divinidad y la religión.
tacto, constituyen una tríada sobre la cual Es así como el espacio americano para
se tejieron diversos discursos, entre ellos, el los observadores religiosos es campo -según
de los misioneros jesuitas. Reducir esta com- se percibe en los discursos elaborados en la
plejidad al nexo entre espacio geográfico y época-, de realización, búsqueda y prueba;
narración, abre un campo a la dimensión de condiciones de posibilidad para la expe-
lo imaginario y la imaginación geográfica, riencia individual (religiosa y laica) en los
descubre el lugar operativo de las metáforas núcleos de implantación poblacional, de los
en la construcción de la imagen espacial de cuales las misiones eran un modelo.
un lugar que se considera sagrado. Este es En una visión de conjunto, el contrapun-
un objetivo central dentro de esta investiga- to centro periferia organizaba el modelo
ción. de ocupación imperial en función de vías
Destacados en misiones localizadas en naturales de comunicación como los ríos,
zonas de frontera, los jesuitas registraron o a través de redes de caminos terrestres
sus experiencias. La consideración geográfi- con postas o centros poblados que enlaza-
226 Luis Manuel Cuevas Quintero
de estas unidades prosperaron. Distintos ción primaria del espacio. Estos registros
procesos de formación de paisajes humanos discursivos considerados como fuentes para
se pusieron en marcha entre los siglos XVI y la geografía en algunos casos, y en otros
XVIII , marcando en la etapa de la República como geografía misma (Cuevas, 2006; 2012),
independiente (la historia del siglo XIX y la hacen posible explorar la función que juga-
historia actual) los espacios socioeconómi- ron las metáforas en la organización de la
cos ganaderos. Ejemplos de estas relaciones imaginación geográfica del siglo XVIII , y en
se observan en las vastas regiones ganade- la producción de espacios (Cuevas, 2012) en
ras de los Llanos de Venezuela y Colombia, la frontera física e imaginaria de la Guaya-
vinculadas a la cuenca del río Orinoco y na. En este campo, dos formas de percibir y
ligadas en algunos casos, al proceso de terri- conocer la naturaleza (la que prescribía la
torialización impulsado por las misiones, en teología natural y la que proponía el co-
especial la de los jesuitas y la de los capuchi- nocimiento emergente de la nueva ciencia
nos catalanes(3). del siglo XVIII ) definían los debates en que
Este mundo material se articulaba con se inscribirían los textos de los misioneros
una geografía imaginada, el trabajo de jesuitas en el Orinoco y sus discursos emer-
la misión se representaba como labor de gentes. Todo esto, relacionado a una geogra-
cultivo ligado a metáforas tales como ‹la fía humana y física que se mostraba como
labranza la selva› o el oficio de ‹horticultor›. un mundo articulado por la presencia de
Una labor que venía precedida de un viaje las aguas, algunas cadenas montañosas, las
que habían emprendido a lo profundo de la llanuras y las selvas.
geografía interior, ‹las apostólicas carava- Sin duda alguna, la interrogante a for-
nas› que perseguían el ‹cultivo espiritual›, mular en este estudio parte de la idea de
metáforas que pueden encontrarse reite- que los textos ‹espacializan› la experiencia
radamente en los textos de los misioneros misionera que transcurre en contacto con
jesuitas del Orinoco (Cuevas, 2006; 2012). un espacio natural y una geografía humana
En este campo pluridimensional, los otra. La percepción que portan, no sólo se
registros de los jesuitas en las misiones del juega en términos concretos, sino que se en-
Orinoco elaboraron particulares formas de cuentra mediada por imaginarios culturales
la relación entre el espacio practicado y el y sociales.
espacio simbólico(4). Surgió pues un discur- En el plano que plantea esta investiga-
so que dotó de un sentido al espacio geográ- ción, la traducción del contacto geográfico
fico. La imaginación geográfica desplegaba de primer orden, funciona como un disposi-
entonces su poder constructivo alrededor tivo polisémico de construcción metafórica
de dos estrategias discursivas: por un lado, e imaginaria del espacio sagrado contenido
el discurso centrado en un prediseño de las dentro del espacio tropical de la cuenca
terra incognitae (Wright, 1947), por otro, el del río Orinoco. Este dispositivo puesto a
discurso resultante de la experiencia del consideración de una audiencia y lectores
viaje hacia el interior, propio del contacto que compartían esa cultura –en declive– del
que las expectativas creadas sufrieron al orden retórico, había posibilitado como pre-
confrontar a esa imaginación con la percep- paración para la práctica dentro del progra-
228 Luis Manuel Cuevas Quintero
ma de la ratio studiorum, la elaboración de ción del espacio real –campo, aldea, ciudad–
obras enfocadas alrededor de historias geo- se añaden o se combinan unos elementos
gráficas, civiles, naturales y sagradas que, irracionales, míticos o religiosos».
junto a otros géneros de documentación, La metáfora, en relación al espacio,
se jugaban en un campo que articulaba la cumple una doble función. Es filtro y es
observación del espacio vivido y el imagi- construcción en el decir y el hacer el trópi-
nario cultural de los sujetos destacados en co como espacio practicado, vivido y con-
misión. El orden de la visión retórica y el de vertido en texto espacial que organiza los
la experiencia en el espacio y los lugares se modos de representar o imaginar un lugar.
articulaban. También permiten organizar la lectura de la
La frontera entre las dos ciencias, la de naturaleza como un libro abierto, una me-
la teología natural y la de la nueva ciencia táfora englobante cuya lectura, al decir de
de la razón que emergía como paradigma Blumenberg (2000), autorizaba la legibilidad
en el siglo XVIII, marcaba a su vez un límite del mundo. En lo que sigue se interroga un
para los sujetos de fe y los sujetos de cien- documento fundamental para la compren-
cia. Los jesuitas en tales circunstancias, sión de la imaginación geográfica en rela-
podían considerarse en la transición entre ción con lo sagrado y su dimensión espacial.
dos formas del conocimiento aunque la fe
se convertía en obstáculo epistemológico 2. Orientarse en el espacio:
para avanzar hacia ámbitos más comple- ‹carta de navegar en
jos de la explicación de la naturaleza. Sin el peligroso mar de los
embargo, –sin perder de vista la problemáti- indios gentiles›
ca general–, solamente nos detendremos en En medio del caos que representa el otro
aspectos que ligan al proceso de producción espacio, la metáfora orienta y prescribe
de la imaginación geográfica que caracte- una manera de conducirse y de captar el
riza al espacio como un espacio sagrado mundo. La metáfora se apoya entonces en
ligado a la empresa misional. De fondo, se una visión cinética del movimiento de pre-
revisa la construcción de un dispositivo tendido carácter totalizador. También y en
de traducción del mundo de la vida, en el conjunto, supone un esfuerzo interactivo en
cual el espacio geográfico es fundamental el cual una serie de metáforas articulan la
en tanto que ‹lugar› en el cual se juega ‹la comprensión y captación del mundo y de los
verdad› que puede ser mostrada en la expe- lugares y paisajes que lo conforman.
riencia espacial misionera. La interrogante Escrita por el misionero y Provincial
que aquí se desprende supone un concepto jesuita Joseph Gumilla en 1745a, la ‹Carta
menos ortodoxo del objeto geográfico. Como de navegar en el peligroso mar de los Indios
señala Dollfüs (1975: 53) al incorporar junto gentiles›, incluida al final de El Orinoco ilus-
al mundo físico, aspectos como las creencias trado y defendido, ocupa como forma comu-
y la religión, «El espacio geográfico es un nicativa un lugar central en la construcción
espacio percibido y sentido por los hombres de una imagen del espacio tropical y el ima-
tanto en función de sus sistemas de pensa- ginario que activa. Remite a un conjunto de
miento como de sus necesidades. A la percep- prácticas y representaciones dirigidas tanto
Navegando en el mar de los gentiles. Metáforas del espacio sagrado
en el discurso jesuita del Orinoco (Siglo XVIII), pp. 222 — 239 229
a un espacio interior del sujeto de fe, como también de los vicios de la cultura occi-
a un espacio externo en el que transcurre la dental) y abierto a la vez al mundo, pues
experiencia y la organización del viaje que mantenía intercambios económicos con el
deberá emprender el sujeto destacado en exterior, una función colonial que supuso
misión en la región de la Orinoquia. su prosperidad socioeconómica dentro de
Gumilla ofrece en la Carta de Navegar una concepción semiautónoma del gobierno
una lista de 18 avisos prácticos para los misionero.
misioneros; en ella, a propósito, el viaje El desplazamiento espacial era condi-
a la Orinoquia significa ir y estar en un ción para la prueba que se juega en la fe
destierro. En las figuras paisajísticas de la activa tal y como pregonaba el ideal misio-
representación del misionero, los ‹desiertos› nero que prescribía dejar el hogar para ser
tal cual como hacían los monjes y eremi- en otro espacio. Su fundamento y correlato
tas descritos en las hagiografías de santos espiritual eran los Ejercicios de Loyola. La
retirados de la civilización (Cuevas, 2006) se devotio se juega también como un viaje,
convertían en el espacio de la prueba. Para solo que es interno para ordenar el espíritu.
Gumilla, el misionero debía abandonar todo En la Carta de Navegar, se conjugan esos
afecto de su patria, y al modo de Abraham dos niveles, el mundo práctico de carestía
y Moisés, tomar conciencia del viaje sin que afrontará el misionero en las geografías
retorno que emprenderían y ante el que no difíciles del trópico, y el contacto cultural
se podían acobardar dado, «…lo dilatado y con otros mundos; todo iba de la mano con
arduo de la navegación» (Gumilla, 1745a: la misión espiritual del operario.
389). La labor se representaba como un La intención retórica estaba en per-
viaje cuya trayectoria implicaba un pasaje suadir al lector a ir a un espacio en donde
del mundo de la tranquilidad al mundo de transcurría la acción misionera, implicaba
la prueba en la selva representada como tomar conciencia de un lugar concreto en
un mar. El viajero se separaba del mundo términos de geografía humana y física que
conocido y transitaba a otro mundo. La conformaban sendos obstáculos naturales a
condición de movilidad era permanente, era vencer. Pero más allá, también este era un
una tarea «de por vida, hasta dar fondo en espacio peligroso donde el demonio ejercía
el feliz puerto de la eternidad» (Ibídem: 390), un poder para extraviar las almas. Su senti-
éste era el «término de esta breve navegación do es pues moral, lejos de desanimar, se co-
y puerto seguro…» (Ibídem: 412). nectaba con un imaginario que remitía a la
Aquí, la pérdida inicial se sustituía por fe y a la prueba, a una lucha por la propaga-
un esfuerzo de edificación de un espacio ción del evangelio (propagatio evangelica).
nuevo, de una heterotopía (Foucault, 2009) El traslado de la realidad física y psicoló-
centrada en la misión que conformaba un gica de la experiencia material y espiritual
espacio cerrado al mundo circundante en a un contenido de tipo metafórico dentro
términos sociales (el sometimiento a policía del texto del religioso, impulsa a un estudio
suponía un aprendizajes de normas para el de carácter hermenéutico y fenoménico que
‹buen vivir› contrarias no solamente a las explica como un espacio se dota de un signi-
costumbres del estado de naturaleza, sino ficado: El río Orinoco y las selvas y sabanas
230 Luis Manuel Cuevas Quintero
son en la visión de este jesuita, un ‹peligroso las historias para ilustrar o exponer actos
mar› que está habitado por ‹indios gentiles›, de piedad y lecciones morales o edifican-
por aquellos que se han apartado de la fe tes, o mostrar los castigos y pruebas como
verdadera por acción del demonio o por la se puede observar en muchas cartas de los
ignorancia que un largo aislamiento había jesuitas o en el género de las vidas de santos
producido. Todo ello transcurría en un es- o varones ilustres. El espacio misionero que
pacio doble del acá y del allá que constituía se desplegaba en las periferias selváticas,
a su vez, un tercer espacio caracterizado fluviales y montañosas tenía como referente
por la necesidad de hacer inteligible en un toda esta problemática, que se domiciliaba
lenguaje el espacio practicado. en ambientes selváticos y agrestes, en zonas
En el imaginario escatológico, la ‹geo- de herejes, gentiles y bárbaros.
grafía del más allá› se organizaba como un Concebido como parte de un sistema
espacio subdividido, «El universo se conce- de lo alto y lo bajo, en el espacio sagrado
bía integrado por el mundo visible o natural se configuraban las experiencias religiosas
que incluía a la Tierra, el cielo, el Sol, la Luna del misionero y se construía un sentido
y las estrellas; y el invisible o sobrenatural, que orientaba parte de las prácticas. Visto
referido a los sitios del más allá que abar- en una visión panorámica, la ‹geografía
caban al cielo empíreo y al infierno, con sus del más allá› se conectaba con las del más
apartados, los limbos y el purgatorio» (Von acá que era también el espacio concreto
Wobeser, 2011: 71). No obstante, y a pesar practicado por los misioneros en paisajes
de ser espacios segmentados, los seres so- muy diversos. De este modo, la relación de
brenaturales podían transitar hacia la tierra escalas quedaba clara; si bien la práctica
y ejercer ciertas influencias sobre los fenó- de la experiencia misionera tenía lugares
menos físicos y sobre la conducta humana. que se mostraban en el curso del viaje, su
El otro espacio, el espacio de los ríos, llanu- imaginación geográfica se inscribía en un
ras y selvas se articulaba con esta concep- espacio mayor que era creación divina. Es
ción del mundo, y la Tierra se convertía en importante observar ‹La Dedicatoria› que
un lugar para probarse y para actuar en un hace Gumilla en El Orinoco Ilustrado a San
esfuerzo transformador. Francisco Javier (Gumilla, 1745b, vol. 1).
Dentro de una visión de conjunto, Éste como se sabe, fungía como patrono de
seres del bien y del mal se disputaban las las misiones y representaba, por tanto, el
almas en la historia que se desplegaba en ejemplo transhistórico a seguir de una labor
la Tierra, y los misioneros lógicamente misionera repartida en el mundo y conver-
tenían parte activa en esta lucha contra tida en ‹nomadismo de fe›, en una espaciali-
los demonios (Rosat, 1995; Cañizares-Es- zación de la palabra cristiana y de su forma
guerra, 2008; Cuevas, 2012). Los signos de de vida.
estas presencias espirituales o sobrenatu- La perspectiva universalista de la propa-
rales, pueden rastrearse en las esculturas, gatio evangelica quedaba clara en Gumilla,
pinturas, dibujos, mapas y relatos de corte y se narraba como un esfuerzo que era re-
hagiográfico o ascético. Pero estos también presentado mediante metáforas ignacianas,
aparecen como digresiones introducidas en como la del fuego, y las del cultivo en tierras
Navegando en el mar de los gentiles. Metáforas del espacio sagrado
en el discurso jesuita del Orinoco (Siglo XVIII), pp. 222 — 239 231
nio. Para Gumilla el diablo «está atado a la geográfica y en la experiencia concreta del
cadena del poder divino; como perro furioso trópico a la que se busca atraer al joven mi-
puede ladrar, pero sin licencia del Altísimo sionero. Obviamente, esto no aleja, sino que
no puede morder; como león sangriento y curiosamente busca entusiasmar al joven
lobo carnicero dará una y muchas vueltas al dentro de una cultura religiosa dispuesta a
rebaño de Cristo…» (Ibídem: 393). El espacio convertirse en instrumento de la fe y, para-
que este gobierna es en consecuencia tem- lelamente, en sujetos del imperio, dentro de
poral y sujeto a transformación, cuestión la concepción de la translatio imperii. ¿Pero
que justifica la acción del operario destaca- cómo lo logra si el paisaje descrito es de
do en misión pues es ‹el atleta de Cristo› que carestía, de dolor y de obstáculo?
enfrenta su poder. El primer paso es resolver el supuesto
El espacio también se viste del locus malentendido que pudiera suscitar a la
amoenus, pues los lugares son por natura- audiencia a quien se dirige. El contexto en
leza un fragmento de la obra de Dios como el que funciona la carta, no es otro que el
acontece en muchas descripciones conte- de las creencias y prácticas religiosas que
nidas en El Orinoco Ilustrado y Defendido. suponían entre otras cosas, la mortificación
Pero igualmente se observa en obras ligadas del cuerpo, o simplemente su olvido en aras
a ese ciclo como las de Juan Rivero, Historia de propagar el mensaje. En este sentido, la
de las Misiones de los Llanos del Casanare, Carta de Navegar indica una ruta a recorrer,
y los ríos Meta y Orinoco escrita en 1728; y un camino no explorado todavía, un espacio
la de Filippo Salvatore Gilij, Saggio di Storia aún no practicado, un horizonte que actúa
Americana, ossia Storia Naturale, Civile e como dispositivo del deseo. Lo que se puede
Sacra dei Regni, e delle provincie Spagnole di esperar allí en el ‹mar de los gentiles›, en la
Terraferma nell›America meridionale. Scrita geografía fluvial y selvática, es experimen-
dall›Abate Filippo Salvatore Gilij e consacra- tar el límite y tener experiencias inestables
ta alla Santità di N. S. Papa Pio Sesto felice- que podrían amenazar la fe del operario y
mente reinante, escrita entre 1780 y 1784 en alterar la captación del mundo, de allí que
Bolonia, Italia luego de la expulsión de los la carta contenga ‹máximas y avisos prác-
jesuitas. ticos›. Todo allí, en ese lugar, es puesto a
Pese a que la frontera estaba gobernada prueba, es como ‹ver Babilonia› para desve-
por el demonio, la humanidad ‹extraviada› lar Jerusalén, como se observa en la pres-
y presa del olvido que se encontraba allí, po- cripción de San Ignacio de Loyola.
día ser salvada por la acción del misionero. En términos generales, la acción en el
Por ello, la Carta para Navegar es invitación espacio misional de la Orinoquia, es vista
a la lucha por recuperar lo perdido dentro como parte de un esfuerzo épico(5). Los
de una unidad, de un sentido que se abre retrocesos de las misiones son vistos como
a la experiencia espacial y temporal de la tempestades levantadas por los enemigos de
misión. la Iglesia y forman parte de las pruebas que
El efecto de conmoción discursiva que deben enfrentar los misioneros. El heroísmo
supone representar y situar la misión en un de estos, su disposición corporal y espiritual
mar tempestuoso, opera en la imaginación tienen un espacio que se explica en rela-
Navegando en el mar de los gentiles. Metáforas del espacio sagrado
en el discurso jesuita del Orinoco (Siglo XVIII), pp. 222 — 239 233
ción con los mundos físicos y los mundos porque ese lugar de caos que es el otro espa-
imaginarios. El misionero podía ser en estas cio, debe ser convertido. El lugar entonces
circunstancias un varón ilustre. importa, y la entrada en el trópico, en la
En tal sentido, el topos del mundo al frontera, es un acontecimiento que depende
revés (Bajtin, 1974) permite de forma nega- del recorrido, de la navegación que debe
tiva edificar el espacio deseado del orden emprender el misionero como si se tratase
espacial mediante pruebas. El caos apare- de un peregrinaje sin mayor posibilidad de
ce vinculado a la metáfora del mar de los retorno.
gentiles que usa Gumilla para ilustrar a los La selva, convertida simbólicamente
ojos de los futuros operarios el paisaje de en mar, se constituía de este modo en un
la Orinoquia, así como indica, las pautas de espacio en donde se experimentaba la
comportamiento a seguir en tales espacios prueba, que consistía en oponer la virtud y
no exentos de peligro. «Para navegar en un la voluntad contra el pecado para ganar de
golfo peligroso lo primero y más importan- este modo un espacio para la fe.
te es mirar y registrar con cuidado la nave, El peligro, representado en el decurso
poniéndola en estado competente, para que de la narración como una tempestad, era
pueda llegar a salvamento. Lo segundo, el un lugar común en el espacio imaginado del
conocimiento de los mares que surca y de los Nuevo Testamento, pues los discípulos de Je-
escollos, en que puede peligrar. Lo tercero, sús habían sido probados en su fe en el mar
debe estar impuesto en la maniobra, para de Galilea. Este topoi había sido recogido
evitar los peligros, sufrir los temporales y por el propio Loyola en los Ejercicios Espi-
no caer de ánimo en medio de las mayores rituales al hablar «De cómo Christo nuestro
borrascas». (Gumilla, 1745a: 388-389) Señor hizo sosegar la tempestad del Mar»
Adentrándonos en este espacio, los (Loyola, 1952: 169-171). Ese mar se recorría
hombres se enfrentaban consigo mismo y en una embarcación que simbolizaba la
con las fuerzas del mal en la disputa por el empresa de fe. En la iconografía jesuítica
control de las almas. Ello queda claro cuan- la embarcación sobre un mar turbulento
do refiere al objetivo principal del misione- en el que iban los misioneros que surcaban
ro desterrado que es ‹doctrinar y salvar›. los cuatro puntos cardinales del mundo, se
El espacio deviene en palestra; percibido convirtió en un emblema de la orden; por
y representado por Gumilla en la Carta de ejemplo, la obra de Simão de Vasconcellos
navegar en el peligroso mar de los gentiles, de 1663, Chronica da companhia de Jesu do
este espacio se convierte en un lugar de lu- estado do Brasil e do que obraram seus filhos
cha que es como un mar lleno de tormentas n›esta parte do novo mundo: Em que se trata
y contratiempos. da entrada da companhia de Jesu nas partes
La Carta… reúne como fármaco la vir- do Brasil, contiene un grabado que ilustra
tud cristiana y estoica de resistir con todo el este topoi de un galeón navegando sobre un
cuerpo y el espíritu. Esa lucha necesaria, –en agitado océano Atlántico (Millones y Ledez-
plena consonancia con la idea de atleta tal ma, 2005: 25). Gumilla en consecuencia va
y como definía San Pablo al sujeto de fe, o transmitiendo un discurso que refiere a la
de mártir o de soldado de Cristo–, es posible empresa como una navegación, para él, la
234 Luis Manuel Cuevas Quintero
5. Notas
(1) Esta región histórica vinculada al área de las misiones jesuitas y de
otras órdenes misioneras, comprendía más o menos, parte de la Guaya-
na venezolana, de la conexión con el Amazonas a través del río Negro
y Casiquiare, y de los llanos de la margen izquierda del río Orinoco, en
especial, parte de los hoy llamados Llanos Orientales de Colombia y de
los Bajos y Altos Llanos de Venezuela, planicies atravesadas por un red
de ríos que conforman la compleja cuenca del río Orinoco.
(2) Es ilustrativo el texto de Jennifer D. Selwyn (2004), A paradise inhabited
by devils: the Jesuits› civilizing mission in early modern Naples, en el que
muestra expresamente las analogías existentes entre los procesos de
misiones de Europa y América y las representaciones que generaron.
(3) Para la comprensión de la formación de paisajes vinculados a las mi-
siones jesuitas y la organización social, Samudio y Del Rey (2006), cfr.
(Donís Ríos, 1997) para la formación del hato ganadero en las zonas de
misiones capuchinas.
(4) En este orden de ideas he venido impulsando una investigación más
amplia titulada: ‹Geografías del más allá y del más acá. El espacio de las
misiones, un espacio en disputa›.
(5) La caracterización de esta lucha es descrita en la entrada en Los Llanos
y en el Orinoco de los misioneros Alonso de Neira, Ignacio Cano, Juan
Fernández Pedroche y Antonio de Mesland como una salida «á campo
contra las potestades del infierno» de «nuestros valerosos soldados y fer-
vorosos misioneros», (Rivero, 1883) un tópico permanente en los textos
jesuíticos del XVIII.
Navegando en el mar de los gentiles. Metáforas del espacio sagrado
en el discurso jesuita del Orinoco (Siglo XVIII), pp. 222 — 239 237
6. Referencias citadas
BAJTIN, M. 1974. La cultura popular en la edad media y renacimiento. Seix-
Barral Editores. Barcelona, España.
BLUMENBERG, H. 2000. La legibilidad del mundo. Paidós. Barcelona, España
/ México.
BLUMENBERG, H. 2003. Paradigmas para una metaforología. Trotta.
Madrid, España.
CAÑIZARES-ESGUERRA, J. 2008. Católicos y puritanos en la colonización de
América. Marcial Pons, Ediciones de Historia. Madrid, España.
CAPEL, H. 1985. La Física Sagrada. Creencias religiosas y teorías científicas
en los orígenes de la geomorfología española. Ediciones del Serbal.
Barcelona, España.
CERTEAU, M. de. 2004. «El espacio del deseo». En: J. L. BERMEO (coord.),
Arte y espiritualidad jesuitas. Principio y fundamento. Artes de México,
70: 38-47.
COLMENARES, G. 1969. La haciendas de los jesuitas en La Nueva Granada.
Antares-Tercer Mundo. Bogotá, Colombia.
COSGROVE, D. 1998. Social formation and symbolic landscape. The Universi-
ty of Wisconsin Pres. Madison, USA.
CUEVAS Q. L. M. 2006. Percepción y discurso geográfico sobre la Orinoquia:
La invención del espacio en Joseph Gumilla. Universidad de Los Andes.
Mérida, Venezuela. Trabajo de Ascenso.
CUEVAS Q., L. M. 2012. Como el río que fluye: los jesuitas en el Orinoco,
producciones de espacialidad y experiencia de lugares en el siglo XVIII.
Universidad Iberoamericana. México. Tesis de Maestría en Historia.
DEFFONTAINES, P. 1948. Géographie et religions. Gallimard. París, France.
DEJEAN, F. & L. ENDELSTEIN. 2013. «Approches spatiales des faits religieux
jalons épistémologiques et orientations contemporaines». Carnets de
géographes, Rubrique Carnets de débats, 6: 1-19.
DOLLFÜS, O. 1975. El espacio Geográfico. Oikus-Tau. Barcelona, España.
DONÍS R., M. 1997. Guayana, historia de su territorialidad. Universidad Cató-
lica Andrés Bello, C.V. Ferrominera del Orinoco. Caracas, Venezuela.
DUPRONT, A. 1987. Du Sacré, croisades et pèlerinages. Images et langages.
Gallimard. París, France.
FOUCAULT, M. 2009. El cuerpo utópico. Las heterotopías. Nueva Visión. Bue-
nos Aires, Argentina.
238 Luis Manuel Cuevas Quintero