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Sus inicios

Con un capital social de 100 mil soles, Carlos Manrique Carreño constituyó
en febrero de 1978 el Centro Latinoamericano de Asesoramiento
Empresarial (CLAE), una empresa dirigida a brindar servicios de asesoría,
consultoría y administración de empresas, pero que en la práctica se
dedicó a la intermediación financiera en el ámbito de la banca paralela.
Esta entidad comenzó con sus operaciones en el sector financiero a pesar
de no ser reconocida legalmente para participar en dicho mercado.
En sus inicios, CLAE no salió de su campo de acción, pero las ganancias
que generaba por sus servicios de asesoría eran escasas o nulas, por lo
que, a mediados del 1980, Carlos Manrique, su fundador, decide cambiar
de rumbo y entra al negocio de la captación de dinero ofreciendo altos
retornos, lo cual no fue la única razón para que la empresa de Manrique
se hiciese popular y exitosa, sino también el contexto económico de la
época fue propicio para que así fuera.
El llamado Centro Latinoamericano de Asesoramiento Empresarial (CLAE)
logró por varios años en el Perú lo que ningún banco o financiera podía
hacer, pagar 100% de intereses sobre los depósitos, lo cual parecía a
simple vista un negocio redondo donde miles de peruanos depositaron su
dinero entre los cuales había jubilados, cesantes, miembros retirados de
las fuerzas armadas y policiales, políticos, empresarios, artistas,
futbolistas, empleados, obreros y hasta amas de casa. Con semejante
rentabilidad ninguna actividad bancaria podía competir. Eran las épocas
de “las vacas gordas” donde Manrique cumplía con sus clientes, lo que le
permitió tener buena imagen ante ellos, que eran más de la mitad del país.
El “negocio” estaba en que pagaba puntualmente los intereses a sus
clientes antiguos, con el dinero que captaba de nuevos ahorristas. Así
pues rápidamente fue consolidándose en el mercado llegando a tener 20
locales a nivel nacional (17 en Lima, en Chiclayo, Trujillo y Tacna).
“Con el primer gobierno de Alan García la inflación alcanzó niveles
astronómicos, las tasas de interés estaban controladas y ahorrar en un
banco significaba perder dinero porque el interés que se ofrecía siempre
resultaba negativo en cualquier plazo. Esto fue clave para que la aventura
de CLAE avance”, explica Carlos Contreras Carranza, profesor de Historia
Económica de la PUCP.
Debido al auge y popularidad que tuvo CLAE, cada vez más personas se
acercaban a depositar su dinero y ahorros en esta entidad pensando en el
gran retorno que obtendrían en el futuro. CLAE siguió creciendo y se hizo
una empresa importante en Perú, pues contaba con aproximadamente el
40% de liquidez del sistema financiero y tenía muchísima influencia en la
economía de los peruanos en ese entonces.

La crisis
Sin embargo, saltaba a la vista que había algo malo en CLAE ¿Cómo es
que CLAE pudo pagar esos altísimos intereses a sus inversionistas?
El tipo de esquema fraudulento que utilizaba CLAE era el Esquema Ponzi,
o de Pirámide. El esquema Ponzi es una operación
fraudulenta de inversión que implica el pago de intereses a los inversores
de su propio dinero invertido o del dinero de nuevos inversores.
Esta estafa consiste en un proceso en el que las ganancias que obtienen
los primeros inversionistas son generadas gracias al dinero aportado por
ellos mismos o por otros nuevos inversores que caen engañados por las
promesas de obtener, en algunos casos, grandes beneficios. El sistema
funciona solamente si crece la cantidad de nuevas víctimas.
Así pues, en caso del CLAE este esquema consistía en instar a las
personas a que depositaran su dinero, ofreciéndoles altas tasas de interés
para que su dinero creciera en un tiempo determinado, pero con la
condición de que esta persona trajera a 10 personas más que invirtieran
el mismo monto. Es así, que el inversionista recibía el monto pactado más
los intereses ganados (el dinero provenía de lo que las 10 personas
anteriores invirtieron y de las demás que invirtieron después de él).
Entonces, para que estas 10 personas que trajo el primer inversionista
ganaran dinero, estos también debían conseguir que más gente invirtiera.
Es así que CLAE cumplía con el pago puntual de los intereses de los
depósitos a través de letras o pagarés, lo que contribuyó a que se corra la
voz entre el público sobre este “eficiente y beneficioso” sistema y gracias
a que seguían llegando más inversionistas, el nivel de ingresos y contratos
fueron incrementándose rápidamente (se captaba en promedio US$200
millones cada año). Fue tanto el interés por ser parte de CLAE que muchas
personas se prestaban dinero de los bancos dejando en aval sus
propiedades para invertir su dinero, poniendo en riesgo sus propiedades y
otros bienes más. Pero como esto era un estafa, sólo los primeros
inversionistas se beneficiaban realmente de este sistema, los últimos en
llegar eran los que solían salir perjudicados porque se volvía difícil
pagarles y mientras pasaban los años. Llegó un momento en que la
pirámide se hizo insostenible porque era muy grande y se hizo difícil de
administrar, lo cual hizo que la estructura de pago se cayera pese a que
Manrique invertía el dinero de los claeístas en la bolsa, empresas o los
prestaba a terceras personas. Su institución ya no podía reunir las
exorbitantes sumas para cancelar los pagarés de sus más de 200 mil
inversionistas: su sistema de pirámide había colapsado.

El cierre
CLAE operó en el mercado financiero peruano durante 26 años sin recibir
quejas o reclamos por parte de sus acreedores, ya que esta entidad
aparentaba ser sólida, puesto que había diversificado sus negocios en
distintos rubros, teniendo CLAE club, CLAE Shop Center, AeroCLAE y el
Banco de Comercio.
De acuerdo con la investigación del sociólogo Luis Pflúcker Moreno, los
años de brillo de CLAE fueron entre 1989 y 1992, periodo en el que la
empresa de Manrique ya no suscribía decenas de contratos por depósitos,
sino miles hasta llegar a concentrar cientos de millones de dólares.
CLAE logró mover hasta más de US$640 millones sin rendir cuenta a
nadie. No obstante, con un cambio en el marco normativo durante el
gobierno de Alberto Fujimori, la Superintendencia de Banca y Seguros
(SBS) a través de su jefe Luis Cortavarría buscó tardíamente formalizar a
la institución en 1992. Manrique Carreño no pudo demostrar el estado real
de las finanzas de su entidad ni cumplir con los requisitos que se le pedía,
y el 29 de abril de 1993 el Gobierno decidió intervenirla. En esta
intervención se encontró que CLAE, como era una entidad que funcionaba
informalmente, no separaba una parte de los depósitos que recibía para
dejarlos en el Banco de la Reserva, como lo hacen los demás bancos por
mandato de ley. Lo cual explica cómo es que CLAE pudo pagar las tasas
de interés más altas del mercado durante tantos años. Posteriormente, se
disolvió el 16 de mayo de 1994 por orden de la Corte Suprema.
Durante 26 años, CLAE captó alrededor de 1177 millones de soles y 91
millones de dólares que pertenecieron a 209773 inversionistas y en esos
casi 13 trece meses que duró la intervención estatal, solo se encontraron
cerca de US$36 millones en las bóvedas de la entidad.
Cabe mencionar que Carlos Manrique, conocía cuáles habían sido las
operaciones que su empresa realizaba hasta entonces y también de su
ilegalidad en el Perú. Asimismo, se puede afirmar que el Gobierno Peruano
no cumplió con su rol como ente protector del bienestar de los ciudadanos,
ya que tardó mucho tiempo en tomar las medidas necesarias para frenar
las operaciones de CLAE, la expansión de la pirámide y la acumulación
del dinero mal captado.
Se inició una persecución judicial a los responsables de la administración
de CLAE, con lo cual, Carlos Manrique fue denunciado penalmente por los
delitos de fraude, banca paralela, estafa y falsedad de información
financiera. A pesar de darse a la fuga viajando al extranjero, Manrique fue
detenido y recluido en la cárcel de Miami para luego ser extraditado al Perú
y ser juzgado por la justicia peruana para cumplir su condena en el país.
Carlos Manrique fue detenido en 1995. También fue condenado al pago
de 493 millones de soles de reparación, monto que nunca canceló. Salió
en libertad en el 2001, tras acogerse al beneficio de reducción de pena,
pero volvió a ser encarcelado durante seis meses en junio del 2008, por
recibir dinero y ofrecer pagar altos intereses.

Consecuencias
En cuanto a las consecuencias fuera de CLAE, la disolución de esta
entidad generó un pánico financiero que afectó al mercado financiero
peruano porque la gente ya no confiaba en las entidades financieras a
pesar que estas estaban formalmente constituidas. Las
personas preferían retirar sus depósitos de los bancos debido al temor
que les generó cuando se enteraron que CLAE había sido cerrado por el
Estado, por lo que, en los bancos, los depósitos de dinero disminuyeron
drásticamente.
En cuanto a los afectados, fueron más de 160,000 ahorristas que
invirtieron en esta entidad con la finalidad de tener ganancias de manera
rápida y fácil sin tener conocimiento de cómo se invertía su dinero y, dados
los acontecimientos, no solamente perdieron su dinero invertido sino que
pusieron en riesgo la propiedad de sus inmuebles y otros bienes. Por ello,
estas personas crearon la Asociación Cristiana de Claeistas con la
finalidad de reclamar por sus aportes a través de dicha asociación pero
hasta ahora ninguna entidad estatal les brinda una solución factible para
recuperar su dinero. Cabe mencionar que se registraron muchos casos de
suicidios y de paros cardíacos debido a las fuertes pérdidas de dinero.
Asimismo, otra consecuencia fue el aumento del desempleo porque se
despidió a todo el personal que laboraba en CLAE sin darle los beneficios
sociales que les pertenecía como la compensación por tiempo de servicios
y otros. Por este motivo, se realizaron marchas y protestas para que se les
pueda recompensar y reconocer económicamente todos los años que
habían servido y trabajado en dicha entidad, sin embargo, hasta ahora no
se les ha reconocido ningún derecho

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