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En sus diversas obras Arguedas habla de dos mundos, en un mundo ubicaba a las
personas millonarias, los empresarios, los políticos, los hacendados y toda aquella
persona que “tiene” como respaldo, el venir de “buena Familia”, en contra posición se
ubican en el otro mundo los campesinos, los esclavos, los trabajadores de rango bajo,
la gente pobre que no le queda más que trabajar en cualquier cosa y aguantar los
maltratos e insultos que sufrían por parte de sus “superiores”.
Estos dos mundos los palpo, cada año en mi localidad, cuando llega el verano y se
van asomando la gente “Kala”, pudiente, adinerada e influyente, en contraposición
estamos nosotros, los del pueblo, aquellos que estamos prestos a trabajar, a colaborar
para sacar adelante nuestras familias, desde los más chicos hasta las personas
mayores, es en ese momento, que recuerdo todas las vivencias de Arguedas y como
él también puede dar fe que hasta la actualidad seguimos separados en estos dos
mundos completamente diferentes e injustos, donde debería latir un solo sentir, el ser
peruanos en general y no como se considera hoy; peruanos ricos y peruanos pobres.
Podemos observar por ejemplo en su obra “el sexto” como José María Arguedas
habla de las personas que tratan diferente a las otras personas de su entorno, ya sea
por su economía o la estratificación social que existía, en la cárcel, por ejemplo, ésta
característica es muy común en este tipo de realidades, porque esta situación se ve
reflejada mucho en nuestro país hasta la actualidad, ya que las autoridades piensan
más en la gente con más dinero ya que ellos reciben mayor seguridad, les dan mayor
justicia, inclusive hay mejores oportunidades laborales para ellos, mientras que la
gente con mediana o baja economía los dejan solos y tampoco reciben apoyo, y la
pregunta cae por su propio peso ¿Por qué la diferencia, qué marca la pauta, que define
las diferencias? La respuesta es obvia, la economía y el estatus socio económico de
las personas. que tienen a su cargo la sociedad, ésta sociedad donde minimiza el
esfuerzo, el sacrificio, el trabajo y enaltece las relaciones, las cuentas bancarias, las
familias influyentes, Etc., inclusive las mismas autoridades marcan la diferencia, dan
mayores beneficios no siempre al que se lo merece sino al más “importante” ,
considerando esa realidad, puedo yo dar fe de que estos dos mundos siguen
encontrándose y cada vez la brecha es mayor, las diferencias más marcadas y los
estragos son notorios, existe una sociedad donde el rico, el adinerado, el influyente
está sobre el trabajador, el humilde, el menos favorecido, esto por ejemplo se palpa
en cada época de verano que transcurre en mi localidad, como es Mejía, esta
presencia de estos dos mundos son tal cual en esta realidad donde no es tan difícil
ver cual es nuestra ubicación, “nuestro lugar”, no estamos de acuerdo con ello pero
¿Qué hacer para cambiar tan preocupante pero real existencia? . Sólo podemos decir,
que nos queda seguir preparándonos para sobresalir a través del estudio, del trabajo
y del esfuerzo y esperar que los tiempos y las oportunidades se vayan abriendo para
todos con equidad, justicia, solidaridad y mucho esfuerzo.
Por lo tanto, comparto con Arguedas esa visión que tuvo de señalar estos dos
mundos tan contrapuestos, porque este tipo de situaciones se ven a diario en nuestro
país, pero a su vez no sólo en el Perú, sino en otros lugares en el mundo. Una
diferencia que se va expandiendo preocupante y tristemente.
Para mi Arguedas es un gran autor que en su momento él mismo vivió estos “dos
mundos” que habla en sus diferentes obras haciendo que se las vea no como simples
invenciones de su mente, sino algo real, palpable, observable y que en la actualidad
se sigue observando en nuestra sociedad, sobre todo en mi localidad donde en época
de verano observamos muy de cerca estos dos mundos de los cuales nos hablaba
José María Arguedas; dos mundos completamente distintos pero que a su vez
tampoco uno puede prescindir del otro para subsistir en una realidad con mucha
injusticia y desigualdad.
EL SOÑADOR