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Autoridad y sabiduría

—Selección de textos lrcp—

“Estos señores eran iguales en voz a los dioses”


Libro de Chilam Balam de Chumayel (1985: 47)

Los tormentos del señorío: la ideología política maya


prehispánica

Para entender la complejidad de la civilización maya


prehispánica —la monumentalidad de su arte, el refinamiento de
sus conocimientos, la fastuosidad de sus ritos, la fuerza expansiva
de su poder— es necesario concebir la existencia de un orden
político cohesivo que garantizaba un alto grado de control social.
Hoy, a través de la información, proporcionada por la arqueología y la epigrafía, se sabe que la
organización estatal maya prehispánica, en el Clásico, se distinguía por estar fundamentada en
las relaciones de parentesco y giraba en torno a un poder centralizado. Dicho sistema, se
reconfiguró durante el posclásico debido al colapso del clásico y la consecuente fragmentación,
desequilibrio y vacío de poder, pero no dejó de tener sus bases en las relaciones de parentesco,
aunque ahora puso el acento en los cuerpos militares colegiados como garantes del orden.
(Véase López Austin y López Luján, 1996 y 199; Rivera, 2001)

Un estado complejo exige, claro está, una ideología política que le justifique y auxilie en los
mecanismos de control social. Esa fue una de las principales funciones de la pintura mural, la
escultura y la arquitectura monumental así como la parafernalia ritual y sus creencias
subyacentes.

Los monstruos cósmicos, las criaturas sobrenaturales, los ancestros y otras manifestaciones
del mundo mítico aparecen como sus servidores [de los gobernantes], ya sea para legitimar
su poder, para mostrar que el rey es el centro del mundo o para explicar al espectador los
papeles y cargos que desempeña. Se identifica con el Sol: naciente, cuando sube al trono,
poniente, cuando muere. La metáfora solar hace del rey maya más poderosa del universo, a
la que se someten todas las demás criaturas humanas, naturales y sobrenaturales (Baudez,
2007: 38).

Los relieves escultóricos y la pintura mural, ofrecen testimonios acerca de las ceremonias
que justifican detentar la autoridad. En ellas es posible percibir que el gobernante maya debía
pasar por una serie de pruebas iniciáticas que lo convertían en un intermediario entre los
hombres y las fuerzas sagradas, TALES PRUEBAS, INICIÁTICAS incluía el auto sacrificio
sangriento, descenso al inframundo, muerte y renacimiento rituales.
EN EL CASO DE Kan Balam, gobernante de Palenque que sucedió a K’inich Janab Pakal a
fines del siglo VII, es posible dar seguimiento a todo el proceso político religioso a través de los
monumentos que construyó para recordarlo en el llamado Grupo de las Cruces, dedicado entre
los años de 690 y 692. La riqueza iconográfica de este conjunto monumental que reúne
arquitectura, relieve en piedra y escultura en estuco, ha generado varias interpretaciones que
coinciden en el establecer su contenido histórico y ritual (Véase Garza, 1992b).

Un primer ejercicio por considerar son los fragmentos estucados de los frisos norte y este
del Templo de la Cruz, los cuales permiten reconocer un tema iconográfico común a muchos
templos mayas: la cabeza de un dragón con las fauces abiertas, con colmillos enrollados en las
comisuras, escama supraocular, patas de lagarto o de jaguar y tocado con lirio acuático y pez.
Indudablemente se trata de un “templo-monstruo” cuya entrada representa la boca de un animal
fantástico. SI NOS REMITIMOS AL CARÁCTER PERFORMATIVO DEL CEREMONIAL MAYA-
PREHISPÁNICO PODRÍAMOS IMAGINAR al gobernante entrando y saliendo del templo,
presentando al aspirante que es tragado por un dragón para después excretarlo o vomitarlo
renovado por la adquisición de poderes sobrenaturales; motivo que se fundamenta a su vez, en
la identificación del soberano con el sol que desciende al inframundo para emprender el ascenso
nuevamente al amanecer, lo cual se convierte en una metáfora de la entronización; este edificio
debe ser considerado como parte de la arquitectura de Baudez (2005: 84-93) denomina
“dinástica” por refrendar, a través del arte como discurso, la continuidad política de los
miembros de una misma familia.

A la disposición escenográfica de los templos debe sumarse la iconográfica de los tableros


dispuestos en las paredes de sus santuarios interiores. La escena representan a Kan Balam y
K’inich Janab Pakal a un árbol cruciforme, a una planta
de maíz y a un mascarón solar. La riqueza simbólica de
estos tres tableros ha sido tratada en abundancia por
Kubler (1969), Cohondas (1974 y 1975), Schele
(1976), Schele y Freidel (2000) y De la Garza (1992b
y 2007). En estos tableros los soberanos

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de Palenque aparecen como sustentadores de los dioses y
significando tres momentos de un proceso de iniciación en el que
el sucesor se identifica tanto con el sol, como con el maíz. Los ciclos
anual y diario del sol y el ciclo vegetativo del maíz aparecen en las
lápidas, a la vez que representan al soberano descendiendo al
inframundo, muriendo y renaciendo para asumir el poder. Los
textos jeroglíficos que acompañan a las escenas contienen datos
cronológicos refiriendo justamente a la designación de Kan Balam
como heredero, su ascensión al trono y la dedicación de los
templos. Vale la pena destacar también que Pakal ofrece a su hijo
el perforador, la herramienta para el auto sacrificio, sugiriendo con
ella el derramamiento ritual de sangre dentro del proceso
ceremonial de ascenso al trono (Nájera, 1987: 84).En síntesis, el
Grupo de las Cruces pone de manifiesto que el gobernante asume
el poder, en tanto que ha sufrido un proceso de iniciación que exige
su auto sacrificio, muerte y posterior renacimiento simbólicos.

Claro está que no se trata de un motivo Dinastía de Tikal

político-religioso exclusivo de los palencanos. En Tikal, la


escultura y la arquitectura funeraria son “una expresión material
del rito de pasaje que ocurre a la muerte de un rey de Tikal y el
ascenso del sucesor” (Miller, 1986: 32). La misma iconología
política se expresa en los relieves de Yaxchilán analizados por
Mathews (1997), Sotelo (1992) y Tate (1992). En el dintel 25,
surge

Itzamna Balam I de las fauces


abiertas de una de las dos cabezas
de la serpiente que se levanta
sobre una vasija que muestra un
perforador y papeles
ensangrentados todo ello, frente a su esposa, quien lleva en sus
manos otro plato con los instrumentos del auto sacrificio. Su, hijo
Yaxum Balam IV, reproduce el mismo tema iconográfico: es
excretado por una serpiente ondulante frente a su esposa que
lleva la vasija con el perforador y los papeles ensangrentados. En
los Dinteles de Yaxchilán se atestigua que los gobernantes ofrecen
la sangre de las sajaduras de su prepucio, mientras las mujeres
horadan sus lenguas —equivalentes simbólicos del clítoris—
atravesándolas con cuerdas, todo ello, en el contexto de una ceremonia que concluye con la
muerte y renacimiento del gobernante que es devorado y vomitado por una serpiente fantástica.
El ritual de ascenso al trono, por tanto, es un proceso de iniciación que transforma al futuro
gobernante en its ’at, es decir en un sabio o brujo; pero también un ritual que remite a la
preocupación por la procreación y la conservación del linaje.

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La importancia del linaje en el estado maya-clásico es patente en uno de los símbolos de
poder: el cetro-maniquí, el bastón de madera tallada que representa al fálico Bolon Dz’acab, el
señor de las Nueve Generaciones, el patrono de la vegetación y la perpetuidad del linaje
(Coggins, 1988).

De la Garza (2002: 258), afirma que los ritos de poder durante el Clásico, a través de su
carácter iniciático, “sacralizaban al gobernante, lo consagraban como eje del cosmos, como sol
del mundo social y, principalmente, como responsable de la existencia humana y del universo”,
debe añadirse que también refrendaban la importancia del lenguaje en la constitución política
de loa antiguos mayas.
El testimonio del Libro de Chilam Balam de Chumayel permite saber que el posclásico se
conserva esta necesidad de atestiguar un proceso de iniciación para garantizar el poder; nos
referimos al caso de Hunac Ceel que se lanzó al cenote sagrado de Chichén Itzá, simbolizando
con ello su descenso al inframundo, su contacto con las divinidades y su capacidad de poseer el
lenguaje renovado, con la cual puede iniciar su mandato (Nájera y Morales, 2009: 244).

Aquel Cauich, un Hunacceel que era Cauich del nombre de su familia, he aquí que estiraba
la garganta, a la orilla del pozo, por el lado del sur. Entonces fueron a recogerlo. Y entonces
salió lo último de su voz. Y comenzó a recibirse su voz. Y empezó su mandato. Y se empezó
a decir que era Ahau (Libro de Chilam Balam de Chumayel, 1981: 48).

Se destaca el linaje del personaje: es un Cauich. Por otro lado, Hunac Ceel se ahoga: sale “lo
último de si voz”, pero luego renace: “comenzó a recibir su voz”. Este acto de muerte y
renacimiento es lo que le otorga el poder. Ahora bien, en este caso tal muerte y renacimiento se
expresa en términos de capacidad para hablar. Stuart (2001: 52) asocia el término Ahaw al
deber de leer los textos históricos y sagrados en voz alta.

Otras fuentes coloniales que atestiguan el pensamiento político del posclásico, subrayan la
importancia del autosacrificio entre los gobernantes Ximénez (1929-31: 1, 50) afirma "no
estaban ociosos los señores sino que ayunaban muchas veces por sus vasallos y hacían muchas
penitencias yo oraciones ante el ídolo y postrados ante el ídolo quemaban su copal”. ASIMISMO
se asocia la autoridad con la sabiduría. En uno de los Cantares de Dzitbalché (Nájera, 2007: 24,
163) “la casa de la estera” —significado la “casa de la autoridad”— es regida por H’miatz “el que
es sabio”, Hunnaabkui, “el sagrado uno”.

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Sabiduría, autoridad y auto sacrificio sangriento se
integran en la página 19b del Códice Madrid. En torno a una
esquemática plaza de la que se reconocen las escalinatas y un
basamento piramidal, se encuentran cinco deidades (D, A, B, M
y X), realizando un auto sacrificio sangriento atravesándose
todos ellos una cuerda por el prepucio. El Dios D, Itzam Na en
los documentos coloniales, aparece con un manto reticulado,
pintado con un azul saturado, lleva los labios y el prepucio
coloreados con ocre, justo sobre el caparazón de una tortuga. El
Dios D es el supremo señor y el primer sacerdote, es un anciano
sabio que otorga la autoridad y es por ello el modelo de
gobernante (Morales, 1991), siendo así, en este pasaje del
Códice Madrid. Está ocupando el papel central al encabezar un
auto sacrificio relacionado con la sangre y la fertilidad.

LOS TESTIMONIOS PRESENTADOS NO DEJAN LUGAR A DUDAS, la justificación del poder


durante la época prehispánica se relaciona con el linaje, el auto sacrificio sangriento y los ritos
iniciáticos que transforman al soberano en un intermediario entre dioses y hombres que
garantizan el equilibrio del orden cósmico.

El cargo sagrado: la ideología política maya colonial y moderna

De acuerdo con los testimonios ofrecidos por los documentos coloniales, la función política
es desempeñada por individuos que se han identificado con las divinidades. El Libro de Chilam
Balam de Chumayel (1985: 47) AFIRMA: “…estos señores eran iguales en voz a los dioses”. La voz
de los dioses y de los señores se equipara en la medida en que los que detentan el poder tienen la
posibilidad de comunicarse con las fuerzas sobrenaturales.
La autoridad es patrimonio de un linaje, es decir, es heredada, pero también exige la
demostración de ciertos méritos, a través de una serie de pruebas que evalúan si se posee el
conocimiento necesario para manejar las fuerzas sagradas. El gobernante debe ser un its ‘at, un
sabio. De lo contrario ¿cómo podría mantener el orden del universo? ¿Cómo podría garantizar
la prosperidad y abundancia de la comunidad?

El Chilam Balam de Mani afirma: “…no sabía corregir los errores del calendario… y se abusó
del poder” (Códice Pérez, 1949: 235) y en folio 19r del Chilam Balam de Chumayel, la ausencia
de entendimiento por parte de los caciques produce una catástrofe.

Traducción folio 19r:


… Llora dolorosamente la estrella en el fondo de la noche. Llora dolorosamente la oscura
barranca, llora todo el fondo en el centro mismo de la tierra, en compañía de los señores. El
muerto no tiene entendimiento. El que vuelve a la vida entenderá.

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…Lo cual permite comprender que quien entiende es alguien que se ha sujetado a un
proceso iniciático, es decir ha muerto y renacido.

La ideología política le da una gran importancia a que los gobernantes “entiendan”, que
sean sabios, que posean la misma voz de los dioses y puedan comunicarse con ellos. Esa
sabiduría es la que garantiza que tienen la capacidad de mantener el orden del mundo y la
producción delo que sostiene la vida, Por ello, en otro pasaje de los Libros de Chilam Balam, las
autoridades españolas exponen con claridad su falta de entendimiento, ya que traen consigo la
escasez y evidentemente no merecen obediencia ni respeto (Barrera y Rendón, 1982: 63).

La asociación entendimiento sagrado-autoridad-abundancia agrícola, queda de manifiesto


en el mismo Libro de Chilam Balam de Chumayel (1985: 90): “En el día magnifico de poderío y
magnífico de hermosura, en el día en que se entienda el entendimiento de los dioses, se levantará
la cosecha y será el tiempo de recoger”.

Uno de los títulos de autoridad política es el de ah kuch kab, “el cargador del mundo”. Sobre
sus hombros recae el orden social y cósmico. En la década los años 1960 le decía a Vogt (1969:
16):

Cuando se siente un cargo nos sentimos como dioses, como los santos que cargamos, que
abrazamos por un año; el pueblo nos pone, nos elige para cargar con sus obligaciones. El no
cumplir con ellas es abandonar y despreciar al santo, abandonar y despreciar al pueblo, hacer
eso es como si se le acabaran a uno las ganas de vivir porque las obligaciones no cumplidas
aplastan.

Carrasco (1976: 176), hace notar que los mecanismos que permiten ocupar los cargos
cívico-religiosos entre las comunidades modernas (siglo XX) y las prehispánicas difieren
esencialmente, puesto que las primeras son relativamente igualitarias y las últimas implican un
sistema competitivo con mecanismos de selección del grupo gobernante, pr ello sin dejar de
funcionar dentro de una estructura que al incorporar las demandas del sistema político. Español
no abandonó elemento clave del sistema prehispánico, El ritual de los caciques expresa
justamente algo de este proceso histórico. La insistencia del linaje y el dominio de un lenguaje
esotérico, subraya e carácter exclusivo del cuerpo que detenta la autoridad entre los pueblos
mayas. Es significativo que se remita constantemente al Halach Winik, como k’aat naat, como ka
yum, es decir, como sabio y autoridad legítima, único garante de que los aspirantes cuenten con
los dotes que les permiten ocupar el cargo de cacique.

SE HA REPRESENTADO al Halach Winik, el Legítimo Hombre, al ka yum, el abuelo, al K’aat


naat, el preguntador. Se arroga la función de eje del cosmos, padre y madre de su pueblo,
guardián del conocimiento y la tradición cultural maya.

K’at significa “pedir, preguntar e inquirir y la tal pregunta”, Na’at por su parte refiere a
“entender o comprender alguna cosa… conocer entendiendo… adeuinar por conjeturas, o
prophetizar así”. Debe añadirse Na’at lah es “decir enigmas y qué es cosi cosa y la tal enigma
(Ciudad Real, 2001: 326, 431). Considerando las definiciones del diccionario colonial K’at Na’at

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es quien inquiere por un enigma; pero también es quien solicita el entendimiento, el que exige que
se posea un conocimiento propio de adivinos y profetas.

EL RITUAL DE RENOVACIÓN DEL PODER EXIGE al examinado poseer na’at, entendimiento,


capacidad para “conocer entendiendo”, una sutil destreza que garantiza que podrá tener la
misma voz de los dioses. Tales habilidades indudablemente son heredadas, no las tendrá quien
no pertenezca a una familia de halach winico’ob, legítimos hombres.

El texto en lenguaje Suyuá, del ritual de los caciques se cierra finalmente con un último
enigma, le siguiente:

“Vayan a traer al jaguar alado y entréguenme ¡ea!, [pronto] mi comida. Sinceramente ofrezcan
los collares. Sinceramente ofrezcan los penachos. Luego vengan ustedes a ofrecerme la
comida váyanse muy rápidamente, luego vengan ustedes. Hijos, verdaderamente tengo deseo
de comer. Ustedes, hijos, ustedes son Legítimos Hombres” Los que no saben, sima de miseria
su pensamiento y su vista, ¡oh! Nada dirán. Pero los que saben, con ánimo feliz irán a traer al
jaguar alado, luego sin tardanza. ¿Eres hijo?”. Lo soy, ¡oh! Padre”. “¿Eres hijo de linaje?” “Lo
soy, ¡oh! padre”. “Tus compañeros, hijo”. “Padre fueron al monte a buscar al jaguar”. “No hay
jaguar”, dicen. Entonces pasa ante su presencia. He aquí lo que se solicita, este es el jaguar, el
caballo [jabalí] del cacique. Él solicita para comer al caballo [jabalí] flaco. He aquí el collar, los
cascabeles. He aquí su penacho, el hilado rojo, bien puesto, y la silla y el freno. Lenguaje de
Suyuá (folios 23v 24r).

Todo el Suyuá t’an es un capítulo del Chilam Balam de Chumayel que


la demostración del linaje, entendido como exhibición de sabiduría. Autoridad y
conocimiento se encuentran íntimamente relacionados en el imaginario cultural maya; se trata
quizá de uno de los elementos clave de la ideología política maya que parece haber pervivido
desde la época prehispánica hasta la actualidad. La falta de conocimiento se equipara a una “sima
de miseria”; los que saben, por su parte, tienen “ánimo feliz”.

La estructura básica del pensamiento político religioso maya se ha conservado, pero los
elementos que constituyen se han reconfigurado y un ejemplo claro lo constituye el mismo
cierre del capítulo. Una de las insignias más connotadas del poder en la época prehispánica es la
del jaguar. Se ha solicitado justamente que traigan a uno, al concluir el ritual de los caciques,
pero este jaguar se ha transformado en un caballo. Caballo que deberá presentarse con el freno
y la silla puestos. No es necesario abundar en que el caballo es privilegio de los conquistadores,
no sólo eso, el caballo llegó como expresión de la superioridad militar hispana, pero también
como signo providencial de triunfo y preeminencia al venir montado por Santiago, patrono de
la reconquista española y la conquista americana.

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Obras consultadas:

—Libro de Chilam Balam de Chumayel, (1985), Prólogo, introducción y notas de Mercedes


de la Garza, Traducción del maya al castellano de Antonio Mediz Bolio, México, SEP. Cien
de México.
—López Austin. Alfredo (1996), “La cosmovisión mesoamericana” en Sonia Lombardo Y
Enrique Nalda (coordinadores), Temas mesoamericanos, pp. 471-507, México, Instituto
Nacional de Antropología e Historia.
—López Austin y López Luján (1999), Mito y realidad de Zuyua. Serpiente emplumada y
las transformaciones mesoamericanas del Clásico al Posclásico, México, El Colegio de
México, Fideicomiso Historia de las Américas, Fondo de Cultura Económica.
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México, UNAM. Instituto de Investigaciones antropológicas. Centre Culture et de
Coopération pour L’Amerique Centrale.

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—Ciudad Real, Antonio de (2001), Calepino Maya de Motul, Edición crítica y anotada por
René Acuña, México, Plaza y Valdés.

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FUENTE: Palabras que se arremolinan
Lenguaje simbólico en el
Libro de Chilam Balam de Chumayel
pp. 49-83.
Manuel Alberto Morales Damián
2011
Plaza y Valdés Editores
México

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