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Fe católica

7 RAZONES PARA SER


APÓSTOLES DEL ROSARIO

“Para ser apóstoles del Rosario es necesario tener experiencia en primera persona de
la belleza y la profundidad de esta oración, sencilla y accesible a todos. Es necesario
ante todo dejarse conducir de la mano de la Virgen María a contemplar el rostro de
Cristo: Rostro Alegre, Luminoso, Doloroso y Glorioso” Benedicto XVI

Se ha escrito y dicho tanto sobre el Santo Rosario que es difícil proponer un contenido
al respecto. Sin embargo, espero poder transmitir a través de estas líneas al menos un
poco de la experiencia de tantos jóvenes, hombres y mujeres, ordenados,
consagrados y laicos, que día a día luchan por su fe, Rosario en mano, perseverando
en el amor de Dios, de la mano de María y buscando ser verdaderos discípulos y
apóstoles de Jesucristo. Espero, que a partir de estas líneas se multipliquen más y
más las Aves Marías que suben hasta el cielo para ser tomadas por nuestra Buena
Madre y ofrecidas a Jesús por su intercesión y para gloria de Dios.

Ahora, sí queremos ser Apóstoles del Rosario y descubrir la verdadera belleza de esta
oración, tenemos que empezar por practicarla; solamente rezando el Rosario podrás
vivir el Rosario. Lastimosamente muchos cristianos católicos no somos aún capaces
de dar un verdadero testimonio de nuestra fe y menos del sentido verdadero del Santo
Rosario. Es triste contemplar cómo para muchos el Rosario es un “sin sentido” o una
cosa más. Algunos incluso lo reducimos a un simple objeto de moda o amuleto de la
buena suerte, portando llamativas camándulas alrededor de nuestros cuellos para
sentirnos protegidos o simplemente porque “se ve bien”. Cuántos más ven el Rosario
como mera decoración, porqué tiene estilo o porque se ve bien en las manos de esta u
otra imagen de la Virgen María. Y acá debo decir algo: ¡Claro que se ve bien en las
manos de María!, pero ¿Y en tus manos se ve bien o no?… ¿Se ve bien un Rosario en
tus manos? Reflexiona tu respuesta.

Sigamos con nuestra reflexión. Muchas personas (tú puedes ser una de ellas) dicen
que el Rosario es aburrido, es repetitivo y sin sentido; muchos no creen que sea una
verdadera oración y lo reducen a una mera devoción popular. Otros tantos lo ven solo
como una oración para rezar en el “cole” cuando hay un acto a la Virgen y porque allí
se ve “todo bonito”, algunos lo ven solo como una oración para viejecitas piadosas o
para rezarlo cada vez que vas a un funeral. ¡Cuán equivocados estamos al reducir el
Rosario a lo temporal! Cada cristiano católico debería tocar las cuentas del Rosario
como pasamanos para la eternidad.

Saben, personalmente he descubierto que el Rosario es un lazo de amor que, a través


de María, me une a Jesús siempre; aún en los momentos en que mi fe es puesta a
prueba o en aquellos momentos en que por mis pecados me alejo de la gracia de
Dios, el Rosario me sostiene, me regresa a los brazos del Padre y me sumerge en la
misericordia divina. ¡Cuánto nos ha amado Jesús! ¡Nos amó hasta el extremo! Porque
no solo entregó su vida por nuestra salvación sino que también a su Madre para
acompañarnos en el camino. Cuando hace ya un tiempo empecé a rezar más
frecuentemente el Santo Rosario estaba muy lejos de precisar lo que Dios haría en mi
vida a través de esta oración. Aunque desde muy pequeño aprendí como rezarlo, debo
confesar que pase muchos años alejado de su práctica. Si tú en estos momentos haz
dejado de rezar el Rosario o nunca lo haz rezado porque no encuentras un motivo
para hacerlo, considera lo siguiente y decídete a dar un paso más en tu discipulado y
apostolado… de la mano de María:

1. CONTEMPLA LA VIDA DE JESÚS.

Meditar el Rosario es meditar la vida de Jesús. Parece increíble pero rezando cada
decena vas contemplando literalmente la vida de Jesús: El gozo de su venida, la luz
de su Evangelio, el dolor de su pasión y la gloria de su resurrección. Muchos dicen que
el Rosario es una oración bíblica y ¡vaya que tienen razón! No solo porque en cada
misterio te acercas al Evangelio, sino también porque cada Padrenuestro y cada Ave
María son en sí mismos ecos de la Palabra de Dios: “Padre nuestro” así nos dijo Jesús
que debíamos orar; “Dios te salve María, llena eres de gracia…” es el saludo del Ángel
Gabriel en Nazareth (Lc. 1, 28); “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu
vientre…” el saludo de Isabel a María cuando llega a su casa (Lc. 1, 42). Y que me
dicen del Gloria, recordando el canto de los ángeles a los pastores en Belén (Lc. 2,
14).

2. PAZ, FORTALEZA, ALEGRÍA Y COMUNIÓN.

Si de algo estoy seguro es que después de rezar al menos una decena del Rosario tu
día será diferente. Vamos, ¡inténtalo! He escuchado tantos testimonios al respecto, de
cómo al rezar el Rosario te llega la paz que necesitas para enfrentar un día difícil de
trabajo o para calmarte en esos momentos de angustia; de cómo rezar el Rosario te
fortalece para enfrentar momentos difíciles y momentos decisivos de tu vida; de como
rezando el Rosario dibujas sonrisas y te llenas de alegrías. Podrás preguntarte cómo
puede ser posible eso, si talvés recitando las oraciones en el momento no sentirás
nada especial, pero recuerda que al final la oración es diálogo en comunión del alma
con Dios… no te preocupes, tu alma se comunica con Dios y eso se traduce en frutos
en tu vida.

3. MÁS QUE DEVOCIÓN, CONVICCIÓN.

Te lo explico con palabras de Papa Francisco: “En la piedad popular puede percibirse
el modo en que la fe recibida se encarnó en una cultura y se sigue transmitiendo. En
algún tiempo mirada con desconfianza, ha sido objeto de revalorización en las
décadas posteriores al Concilio. Fue Pablo VI en su Exhortación apostólica Evangelii
nuntiandi quien dio un impulso decisivo en ese sentido. Allí explica que la piedad
popular «refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden
conocer» y que «hace capaz de generosidad y sacrificio hasta el heroísmo, cuando se
trata de manifestar la fe». Más cerca de nuestros días, Benedicto XVI, en América
Latina, señaló que se trata de un «precioso tesoro de la Iglesia católica» y que en ella
«aparece el alma de los pueblos latinoamericanos»” (Evangelii Gaudium #123).
Aplicado a nuestra meditación del Rosario: No reces el Rosario como mera
religiosidad, porque tienes que rezarlo en el funeral de un difunto o en la procesión de
la fiesta patronal. Reza el Rosario porque tienes sed de Dios, porque eres pobre y
necesitas de Dios, porque a través de tu oración quieres entregarte a Dios para
siempre y dar testimonio de Él por siempre.

4. ARMA DE BATALLA.

Hace años leí esta frase en una estampita: “Las cuentas de mi Rosario son como
balas de artillería, que hasta el infierno tiembla cuando digo AVE MARÍA”. Decía San
Pío de Pietrelcina, “Padre Pío”, que “con el Santo Rosario se ganan batallas”. Claro,
estamos hablando de batallas espirituales que trascienden tantas veces sus efectos a
los grandes retos de este mundo. Nunca pensemos que es vana nuestra oración en el
Rosario, porque en la eternidad de Dios, Él siempre la toma para hacerla fructificar. Al
demonio no le gusta que tu reces el Rosario, porque con cada oración alabas y
glorificas a Dios, a su Madre María (la purísima y sin mancha de pecado) y porque tu
alma es ganada para Dios, no para el maligno. Dos detalles para ver la realidad de
esto: Cuando finalizas el Padrenuestro dices “y no nos dejes caer en la tentación, más
líbranos del mal”, pides a Dios que te libre del MAL, del malo, del maligno, y que no te
deje caer en la tentación… y Dios siempre escucha tus oraciones; luego, en cada Ave
María bendices la venida de Jesús, nuestro Salvador diciendo “y bendito es el fruto de
tu vientre: Jesús”, y recuerda que al nombre de Jesús toda rodilla se dobla en la tierra,
en el cielo y en el infierno (Filipenses 2, 10). Solo imagínate, si rezaras más el Rosario,
cuántas más veces harías rendirse al maligno al decir el nombre poderoso de Jesús.

5. ORANDO POR.

La Iglesia es comunión de santos y el rezo del Rosario ayuda a toda la Iglesia a


ejercitar esa comunión por medio de la intercesión. Si tú ofreces un Ave María por un
alma del purgatorio, esa alma ofrecerá también una oración por ti. Más aún, te unes a
María y a todos los santos y los ángeles en el cielo. Por otro lado, ¿Cuánta necesidad
de oración existe en nuestro mundo? ¿Cuántos motivos hay para elevar una oración?
Muchos, mira en tus realidades más próximas y encontraras bastantes, mira más allá
de tus fronteras y encontraras infinitas razones; el Rosario es una maravillosa
oportunidad para orar por mis necesidades personales ante Dios, por intercesión de
María, pero también por las necesidades de mi prójimo, de la Iglesia, de la sociedad y
del mundo entero. Ofrece tu Rosario y tus Ave Marías por alguna intención y verás que
tu oración adquiere un propósito muy especial y querido por Dios.
6. “PROCLAMA MI ALMA LA GRANDEZA DEL SEÑOR”

Decía San Alfonso María Ligorio que “entre todos los homenajes que se deben a la
Madre de Dios no conozco ninguno más agradable que el Rosario”. Cuando recitas
cada Ave María, la estás bendiciendo a Ella y le dices “te amo mamá”, cada oración se
convierte entonces en una rosa ofrecida por amor del hijo hacia la Madre. Si de verdad
amas a María, por qué no te unes a Ella meditando y orando con el Rosario, diciéndole
te amo, dándole gracias por su compañía e intercesión. Pero, ¿sabes algo? María no
se queda con nada, porque Ella misma se reconoce como la “sierva del Señor” (Lc. 1,
38) y a Él le sirve y le glorifica… cada Ave María rezado con el corazón, en las manos
de María se convierte en alabanza a Dios. Cuando Isabel reconoce la grandeza de
María que ha llegado a visitarle, María inmediatamente alaba la grandeza del Señor
(Lc. 1, 41-48). Recuerda, María no se queda con nada y ¡Qué mejor que nuestra
oración se transforme en alabanza para Dios gracias a nuestra Buena Madre!

7. ESTAR SIEMPRE LISTOS.

Que el Rosario no sea una moda de apariencia, sino un estar siempre listos para la
acción a través de la oración; listos para el combate espiritual, listos para interceder,
listos para alabar a Dios. Lleva siempre contigo un rosario y úsalo cuando tengas que
usarlo. No hay excusas: Rosario en tu cuello o denario en la bolsa de tu camisa o
decenario como pulsera en tu mano… ¡O simplemente los dedos de tus manos! No lo
andes para lucirlo, porque se ve bien, porque está de moda, etc… Llévalo contigo
porque es el estilo del cristiano que está siempre atento y vigilante en la oración,
porque cuando sientas la necesidad de rezarlo estará allí un pequeño auxilio para
ayudarte a recitar cada Padrenuestro y cada Ave María. Siempre listos y vigilantes,
siempre dispuestos y orantes, porque para rezar el Rosario no hay límites de tiempo,
ni de lugar, ni de agenda, ni de espacio… puedes rezarlo en tu oficina, en la
universidad o en la escuela, en el autobús cuando el tráfico no avanza, en una capilla,
en tu casa, en la calle cuando vas caminando, en una procesión, en un Santuario, en
una peregrinación, en un viaje de avión, sentado frente al mar, de visita en el hospital,
ante la tumba de un ser querido, mientras conduces hacia casa, cuando esperas en la
fila del banco, en la noche cuando no puedes dormir… cualquier momento y cualquier
lugar pueden ser iluminados por la oración.

Rezando cada día te convertirás en un “Apóstol del Rosario”, porque conocerás más al
Señor y de los misterios de su vida, porqué meditarás en tu misión y vocación por
medio de la oración, porque te unirás más a Él y a su Iglesia, porque su amor dará
frutos en ti, porque siempre necesitarás de tu Señor, porque tienes muchas batallas
que pelear al lado de Jesús, porque la oración también es servicio y siempre hay
alguien que necesita tu oración, porque amas a María, porque quieres alabar a Dios,
porque siempre estás listo… porque si eres cristiano, te sientes amado por Dios y
elegido por Cristo para dar testimonio de Él hasta los confines de la tierra (Hch. 1, 8); y
porque si crees en Cristo, eres heredero del auxilio maternal de María, a quien
honramos y veneramos con amor como hijos. Reza el Rosario, no tienes nada que
perder, anda empieza ahora, ¡claro que vale la pena!

”El Rosario es oración contemplativa y cristocéntrica, inseparable de la


meditación de la Sagrada Escritura. Es la oración del cristiano que avanza en la
peregrinación de la fe, en el seguimiento de Jesús, precedido por María”
Benedicto XVI

Artículo escrito por nuestro colaborador y católico con acción Ernesto Martínez
¿SE PUEDE SER CRISTIANO SIN MARÍA?

DUDAS SOBRE LA FE Homilía del Santo Padre

Santa Misa: Clausura de la Jornada Mundial de la Juventud

Tor Vergata, domingo 20 de agosto del 2000

Señor, ¿a quien vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna"


(Jn 6, 68)

Queridos jóvenes de la decimoquinta Jornada Mundial de la Juventud,


estas palabras de Pedro, en el diálogo con Cristo al final del discurso
del "pan de vida", nos afectan personalmente. Estos días hemos
meditado sobre la afirmación de Juan: " La Palabra se hizo carne y
puso su Morada entre nosotros" (Jn 1,14). EL evangelista nos ha
llevado al gran misterio de la encarnación del Hijo de Dios, el Hijo que
se nos ha dado a través de María " al llegar la plenitud de los tiempos"
(Gal 4,4,).

En su nombre os vuelvo a saludar a todos con un gran afecto. Saludo


y agradezco al Cardenal Camillo Ruini, mi vicario General para la
diócesis de Roma y Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana,
las palabras que me ha dirigido al comienzo de esta Santa Misa;
saludo también al Cardenal James Francis Stafford, Presidente del
Pontificio Consejo para los Laicos y a tantos Cardenales, Obispos y
sacerdotes aquí reunidos; así mismo, saludo con gran deferencia al
Señor Presidente de la República y al Jefe de Gobierno Italiano, así
como a todas las autoridades civiles y religiosas que nos honran con
su presencia.

Hemos llegado al culmen de la Jornada Mundial de la Juventud. Ayer


por la noche, queridos jóvenes, hemos reafirmado nuestra fe en
Jesucristo, en el Hijo de Dios que como dice la primera lectura de hoy,
el Padre ha enviado " a anunciar la buena nueva a los pobres, a
vendar los corazones rotos; a pregonar a los cautivos la liberación y a
los reclusos la libertad……para consolar a todos los que lloran" (Is
61,1-3)

En esta celebración eucarística Jesús nos introduce en el


conocimiento de un aspecto particular de su misterio. Hemos
escuchado en el Evangelio un pasaje de su discurso en la sinagoga de
Cafarnaúm, después del milagro de la multiplicación de los panes, en
el cual se revela como el verdadero pan de vida, el pan bajado del
cielo para dar la vida al mundo (cf Jn 6,51). Es un discurso que los
oyentes no entienden. La perspectiva en que se mueven es
demasiado material para poder captar la auténtica intención de Cristo.
Ellos razonan según la carne, que "no sirve para nada" (Jn 6,63).
Jesús, en cambio, orienta su discurso hacia el horizonte inabarcable
del espíritu: "Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida".

Sin embargo el auditorio es reacio: "Es duro este lenguaje; ¿Quién


puede escucharlo?" (Jn 6,60). Se consideran personas con sentido
común, con los pies en la tierra, por eso sacuden la cabeza y,
refunfuñando, se marchan uno detrás del otro. El numero de la
muchedumbre se reduce progresivamente. Al final sólo queda un
pequeño grupo con los discípulos más fieles. Pero respecto al "pan de
vida" Jesús no está dispuesto a contemporizar. Está preparado más
bien para afrontar el alejamiento incluso de los más cercanos: "
¿También vosotros queréis marcharos? (Jn 6,67).

"¿También vosotros?" La pregunta de Cristo sobrepasa los siglos y


llega hasta nosotros, nos interpela personalmente y nos pide una
decisión. ¿Cuál es nuestra respuesta? Queridos jóvenes si estamos
aquí hoy es por que nos vemos reflejados en la afirmación del apóstol
Pedro: "Señor, ¿a quien vamos a acudir? Tu tienes palabras de vida
eterna" (Jn 6,68).

Muchas palabras resuenan en nosotros pero solo Cristo tiene palabras


que resisten al paso del tiempo y permanecen para la eternidad. El
momento que estáis viviendo os impone algunas opciones decisivas:
la especialización en el estudio, la orientación en el trabajo y el
compromiso que debéis asumir en la sociedad y en la Iglesia. Es
importante darse cuenta de que, entre todas las preguntas que surgen
en nuestro interior las decisivas no se refieren al "qué". La pregunta de
fondo es "quién": Hacia "quien" ir, a "quién" seguir, a "quién" confiar la
propia vida.

Pensáis en vuestra elección afectiva e imagino que estaréis de


acuerdo: lo que verdaderamente cuenta en la vida es la persona con
la que uno decide compartir. Pero, ¡atención! toda persona es
inevitablemente limitada, incluso en el matrimonio más encajado se ha
de tener en cuanta una cierta medida de desilusión. Pues bien
queridos amigos: ¿no hay esto algo que confirma lo que hemos
escuchado al apóstol Pedro? Todo ser humano, antes después se
encuentra exclamando con él: "¿A quién vamos a acudir? Tu tienes
palabras de vida eterna". Solo Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios y de
María, la Palabra Eterna del Padre, que nació hace dos mil años en
Belén de Judá, pude satisfacer las aspiraciones más profundas del
corazón humano.
En la pregunta de Pedro: "¿ A quién vamos a acudir? Está ya la
respuesta sobre el camino que se debe recorrer. Es el camino que
lleva a Cristo y el Divino Maestro es accesible personalmente; en
efecto, está presente sobre el altar en la realidad de su cuerpo y su
sangre. En el sacrificio eucarístico podemos entrar en contacto con, de
un modo misterioso pero real con Su persona, acudiendo a la fuente
inagotable de Su vida de Resucitado.

Esta es la maravillosa verdad, queridos amigos: la Palabra, que se


hizo carne hace dos mil años, está presente hoy en la Eucaristía. Por
eso, el año del Gran Jubileo, en el que estamos celebrando el misterio
de la encarnación, no podía dejar de ser también un año
"intensamente Eucarístico" (cf. Tertio Millenio Adveniente, 55). La
Eucaristía es el sacramento de la presencia de Cristo que se nos da
porque nos ama. Él nos ama a cada uno de nosotros de un modo
personal y único en la vida concreta de cada día: en la familia, entre
los amigos, en el estudio y en el trabajo, en el descanso y en la
diversión. Nos ama cuando llena de frescura los días de nuestra
existencia y también cuando, en el momento del dolor, permite que la
prueba se cierna sobre nosotros; también a través de las pruebas más
duras, Él nos hace escuchar su voz.

Si, queridos amigos, ¡Cristo nos ama y nos ama siempre! Nos ama
incluso cuando lo decepcionamos, cuando no correspondemos a lo
que espera de nosotros; El no nos cierra nunca los brazos de su
misericordia. ¿Cómo no estar agradecidos a este Dios que nos ha
redimido llegando incluso a la locura de la Cruz? ¿A este Dios que se
ha puesto de nuestra parte y allí está hasta el final?.

Celebrar la Eucaristía "comiendo su carne y bebiendo su sangre"


significa aceptar la lógica de la Cruz y del servicio. Es decir, significa
ofrecer la propia disponibilidad para sacrificarse por los otros, como
hizo Él.

De este testimonio tiene necesidad urgente nuestra sociedad. De Él


necesitan más que nunca los jóvenes, tentados a menudo por los
espejismos de una vida fácil y cómoda, por la droga y el hedonismo,
que llevan después al espiral de la desesperación, del sin-sentido, de
la violencia. Es urgente cambiar de rumbo y dirigirse a Cristo, que es
también el camino de la justicia, de la solidaridad, del compromiso por
una sociedad y un futuro dignos del hombre.

Esta es nuestra Eucaristía, esta es la respuesta que Cristo espera de


nosotros, de vosotros, jóvenes, al final de nuestro Jubileo. A Jesús no
le gustan las medias tintas y no duda en apremiarnos con la pregunta:
"¿También vosotros queréis marcharos?" Con Pedro, ante Cristo, Pan
de Vida, también hoy nosotros queremos repetir: "Señor ¿A quién
vamos a acudir? Tu tienes palabras de vida eterna (Jn 6,68).

Queridos jóvenes, al volver a vuestra tierra poned la Eucaristía en el


centro de vuestra vida personal y comunitaria: amadla, adoradla y
celebradla, sobre todo el domingo día del Señor. Vivid la Eucaristía
dando testimonio del amor de Dios a los hombres.

Os confío queridos amigos, este don de Dios, el más grande dado a


nosotros, peregrinos por los caminos del tiempo, pero que llevamos en
el corazón la sed de eternidad. ¡Ojalá que pueda haber siempre en
cada comunidad un sacerdote que celebra la Eucaristía! Por eso pido
al Señor que brote entre vosotros numerosas santas vocaciones al
sacerdocio. La iglesia tiene necesidad de alguien que celebre también
hoy, con corazón puro el sacrificio eucarístico. ¡El mundo no puede
verse privado de la dulce y liberadora presencia de Jesús vivo en la
Eucaristía.

Sed vosotros mismos testigos fervorosos de la presencia de Cristo en


nuestros altares. Que la Eucaristía modele nuestra vida, la vida de las
familias que formareis; que oriente vuestras opciones de vida. Que la
Eucaristía, presencia viva y real del amor Trinitario de Dios, os inspire
ideales de solidaridad y os haga vivir en comunidad con vuestros
hermanos dispersos por todos los rincones del planeta.

Que la participación en la Eucaristía fructifique, en especial como en


un nuevo florecer de vocaciones en la vida religiosa, que asegure la
presencia de fuerzas nuevas y generosas en la Iglesia para la gran
tarea de la nueva evangelización.

Si alguno de vosotros, queridos jóvenes, siente en sí la llamada del


Señor a darse totalmente a Él para amarlo " con corazón indiviso" (cf.
1 Co 7,34), que no se deje paralizar por la duda o el miedo. Que
pronuncie con valentía su propio "sí" sin reservas, fiándose de él que
es fiel en todas sus promesas. ¿No ha prometido al que lo ha dejado
todo por El, aquí el ciento por uno y después la vida eterna? (cf. Mc
10,29 –30).

Al final de esta jornada mundial mirándonos a vosotros, a vuestros


rostros jóvenes, a vuestro entusiasmo sincero, quiero expresar, desde
lo hondo de mi corazón mi agradecimiento a Dios por el don de la
juventud, que a través de vosotros permanece en la Iglesia y en el
Mundo.
¡Gracias a Dios por el camino de las Jornadas Mundiales de la
Juventud! ¡ Gracias a Dios por tantos jóvenes que han participado en
ellas durante estos dieciséis años! Son jóvenes que ahora, ya adultos,
siguen viviendo en la fe allí donde residen y trabajan. Estoy seguro de
que también vosotros, queridos amigos, estaréis a la altura de los que
os han precedido. Llevareis el anuncio de Cristo en el nuevo milenio.
Al volver a casa, no os disperséis. Confirmad y profundizad en vuestra
adhesión a la comunidad cristiana a la que pertenecéis. Desde Roma,
la ciudad de Pedro y Pablo, el Papa los acompaña con su afecto y,
parafraseando una expresión de Santa Catalina de Siena, os dice: Si
sois lo que tenéis que ser, ¡prenderéis fuego al mundo entero! (cf.
Cart. 368).

Miro con confianza a esta nueva humanidad que se prepara tan bien
por medio de vosotros; miro a esta Iglesia constantemente
rejuvenecida por el Espíritu Cristo y que hoy se alegra por vuestros
propósitos y de vuestro compromiso. Miro hacia el futuro y hago mías
las palabras de una antigua oración, que canta a la vez al don de
Jesús de la Eucaristía y de la Iglesia:

"Te damos gracias, Dios Padre nuestro,

por la vida y el conocimiento

que nos diste a conocer por medio de Jesús, tu siervo.

A ti la gloria por los siglos.

Así como este trozo de pan estaba disperso por los montes

Y reunido se ha hecho uno,

Así también reúne a tu Iglesia

Desde los confines de la tierra en tu reino

Tu, Señor omnipotente,

Has creado el universo a causa de tu nombre,

Has dado a los hombres alimento y bebida para su disfrute,

A fin de que te den gracias

Y además, a nosotros nos has concedido la gracia


De un alimento y bebida espirituales y de vida eterna por medio de

Tu siervo

A ti la gloria por los siglos" (Didaché 9,3-4;10,3-4)

Amén.

¿SE PUEDE SER CRISTIANO


SIN MARÍA?

“Dichosa por haber creído” (Lc 1, 45)

El término cristiano es bíblico, el libro de los Hechos de los Apóstoles nos narra que
fue en Antioquía en donde los Apóstoles recibieron el nombre de “cristianos” (Hch 11,
26), ahora bien, definido de donde proviene término cristiano, nos podemos preguntar
¿Qué significa ser cristiano? En la más simple de las definiciones cristiano es aquel
que cree en Cristo, pero en realidad ser cristiano es aquel que cree en Cristo bajo la
Fe de los Apóstoles, ya que no se puede creer en Cristo sino es por aquellos quienes
contaron su historia y la han hecho trascender hasta nuestros días, por medio de la
Sagrada Tradición en un primer momento, y luego por la Sagrada Escritura.

En nuestra querida América Latina, se ha acuñado el término cristiano para referirse a


los hermanos separados que viven su fe, iglesias o sectas de diferentes
denominaciones, una equivocación que nosotros como católicos cometemos muy
frecuentemente. No se debe caer en el error de reducir el término cristiano únicamente
para refiriéndose a hermanos separados, es decir, quienes nacieron de la protesta
contra Iglesia Católica (luteranos, calvinistas, anglicanos, presbiterianos, bautistas,
pentecostales, etc.) y sectas fundamentalistas que existen en nuestro entorno. Los
católicos somos cristianos, siempre lo hemos sido, porque nuestra fe proviene
directamente de la Fe de los Apóstoles. La palabra “católico” viene del griego
“katholikos”, que significa universal y en los primeros siglos de la Iglesia los términos
cristiano o católico se utilizaban indistintamente. Somos cristianos universales,
católicos, porque Jesús antes de ascender al cielo nos dejó el siguiente mandato que
expone la universalidad de su mensaje: “Vayan y prediquen el Evangelio a toda
criatura.” (Mc 16, 15)

San Juan Crisóstomo en su homilía sobre el Evangelio de San Juan 19,2- 3 en el año
390 decía:

“Entonces recibían diversos nombres. Mas ahora tenemos todos un único nombre,
mayor que todos aquéllos; nos llamamos cristianos, hijos de Dios, amigos, un solo
cuerpo. Esta apelación nos obliga más que cualquier otra y nos hace más diligentes en
la práctica de la virtud. No hagamos nada que sea indigno de tan gran nombre,
pensando en la gran dignidad con la que llevamos el nombre de Cristo. Meditemos y
veneremos la grandeza de este nombre.”

Somos cristianos y bajo la universalidad del mandato que Cristo nos encomendó nos
llamamos católicos, por ende somos cristianos católicos; comprometidos en la vivencia
del misterio de Cristo a la luz de la Fe Apostólica. Dentro de la Fe Apostólica, María es
celebrada tanto en la Tradición como en las Sagradas Escrituras como “Dichosa por
haber creído” (Lc 1, 45). No se puede separar a María de la Apostolicidad, ya que
desde la comunidad primitiva (compuesta por discípulos, amigos y familiares de Jesús)
tenía especial estima entre todos los miembros, el cual se fue extendiendo entre los
que se agregaban. Cabe destacar que antes de ser escritos los evangelios, hubo un
período de aproximadamente 20 años en que los relatos de la vida de Jesús fueron de
boca en boca; pero al ir falleciendo quienes contaban estos relatos, los cristianos
empezaron a poner por escrito todo cuanto escuchaban de quienes habían sido
testigos de primera mano de la vida y obra de Jesús (La Sagrada Tradición
Apostólica).

En este contexto, podemos tomar como referencia el trabajo de San Lucas, discípulo
de Pablo, en el cual es palpable que antes de escribir su evangelio, recopiló la mayor
cantidad información sobre Jesús mediante una especie de investigación que tuvo que
documentar, para escribir su obra y en la que podemos apreciar la importancia de
María en la comunidad cristiana; él la llama “llena de gracia” (Lc 1, 28). A partir de este
punto podemos empezar a esbozar que la figura de María está estrechamente ligada a
la herencia cristiana que hemos recibido de los Apóstoles, no solo por tener el
privilegio de haber sido la madre del Cristo, sino por méritos que ella reflejaba en su
diario vivir. María fue la primera cristiana, ya que ella creyó en Cristo antes que
cualquier otro ser humano, María fue la primera discípula, debido a que ella siguió
atentamente los pasos y las enseñanzas de su hijo, siempre fue consciente que el
fruto de su vientre era el Mesías, el Hijo de Dios; María fue la primera Apóstol, ya que
el día de Pentecostés ella estaba presente en el cenáculo y fue testigo de la obra
maravillosa del Espíritu Santo de la cual ella ya era partícipe desde la anunciación
años atrás (Lc 1, 35).

Muchas de las sectas “cristianas” que están en el entorno Latinoamericano y con el


que a diario nos encontramos, negando la Tradición Apostólica e interpretando a
conveniencia la Sagrada Escritura manifiestan un odio tal, que en ocasiones hasta se
percibe como diabólico hacia la Madre de Dios, María Santísima; a lo que tomando
como base la definición del término cristiano genera los siguientes cuestionamientos:
¿Será digno de un cristiano no amar a la Madre de Cristo? ¿Se honra el nombre de
Cristo al ofender a su Madre?

Tratando de obviar la Sagrada Tradición y tomando básicamente lo narrado en los


Evangelios, nos podemos preguntar: ¿Cristo negó a su Madre? ¿Les enseñó Cristo a
los apóstoles a no querer a su Madre? ¿Por qué entonces la encomendó al apóstol
San Juan? ¿Se puede ser Cristiano sin María? ¿Por qué los hermanos separados nos
atacan tanto en el tema de María?

Parece un poco extraño que los propios reformadores tenían una concepción de María
diametralmente opuesta a lo que predican nuestros hermanos de las sectas cristianas.
Veamos que dicen algunos de sus fundadores acerca de la Santísima Virgen María, la
madre de Jesús.

Martín Lutero – fundador de los luteranos.

Sermón Navidad 1531: “[Ella es] la mujer más encumbrada y la joya más noble de la
cristiandad después de Cristo… Ella es la nobleza, sabiduría y santidad
personificadas. Nunca podremos honrarla lo suficiente. Aun cuando ese honor y
alabanza debe serle dado en un modo que no falte a Cristo ni a las Escrituras.”

Juan Calvino- fundador de los calvinistas.

“Helvidius mostró demasiada ignorancia al concluir que María debió haber tenido
muchos hijos, por la razón de que son mencionados algunas veces los hermanos de
Cristo”

Ulrico Zuinglio – reformador protestante.

Publicó en 1524 uno de sus sermones que trató sobre María, siempre virgen, madre
de Dios: “Nunca he pensado, ni mucho menos enseñado o declarado públicamente,
nada concerniente al tema de la siempre Virgen María, Madre de nuestra salvación,
que pudiera ser considerado deshonroso, impío, sin valor o malvado… Creo con todo
mi corazón, de acuerdo con el santo Evangelio, que su pureza virginal nos conduce
hacia el Hijo de Dios y que ella permaneció, durante y después del parto, pura y sin
mancha, virgen por la eternidad>.

Heinrich Bullinger – reformador protestante.

“La Virgen María… completamente santificada por la gracia y la sangre de su único


Hijo, abundantemente dotada del don del Espíritu Santo y distinguida entre todos…
ahora vive felizmente con Cristo en el cielo, es llamada y permanece siempre Virgen y
es la Madre de Dios.”
Es interesante analizar como los fundadores de las iglesias provenientes de la reforma
también amaban y veneraban profundamente a la Virgen María, pero aún más
interesante como la Iglesia Católica ha logrado custodiar el agradecimiento a ella. Con
este artículo no se pretende atacar a las Iglesias protestantes nacidas de la reforma,
mucho menos las sectas cristianas que están presente en nuestro entorno, lo que se
pretende con este artículo es crear conciencia que no es cristiano apartar a María de
nuestra Fe, mucho menos menospreciarla o insultarla, porque dentro del corazón del
cristiano lo mínimo que debe de existir es un infinito agradecimiento por haber
colaborado con el plan de Salvación que Dios tenía preparado para cada uno de
nosotros.

Cristiano sin María no es cristiano. ¿Virgen María que me has dado? con tu sí me has
dado a Cristo, por tu sí, yo soy cristiano. ¡Gracias Señora!

Artículo colaborativo escrito por los católicos con acción Fátima Moreno y Pedro
Mira.

Oración de la Sangre de Cristo

Señor Jesús, en tu nombre y con


el Poder de tu Sangre Preciosa
sellamos toda persona, hechos o
acontecimientos a través de los cuales
el enemigo nos quiera hacer daño.

Con el Poder de la Sangre de Jesús


sellamos toda potestad destructora en
el aire, en la tierra, en el agua, en el fuego,
debajo de la tierra, en las fuerzas satánicas
de la naturaleza, en los abismos del infierno,
y en el mundo en el cual nos movemos hoy.

Con el Poder de la Sangre de Jesús


rompemos toda interferencia y acción del maligno.
Te pedimos Jesús que envíes a nuestros hogares
y lugares de trabajo a la Santísima Virgen
acompañada de San Miguel, San Gabriel,
San Rafael y toda su corte de Santos Ángeles.

Con el Poder de la Sangre de Jesús


sellamos nuestra casa, todos los que la habitan
(nombrar a cada una de ellas),
las personas que el Señor enviará a ella,
así como los alimentos y los bienes que
Él generosamente nos envía
para nuestro sustento.

Con el Poder de la Sangre de Jesús


sellamos tierra, puertas, ventanas,
objetos, paredes, pisos y el aire que respiramos,
y en fe colocamos un círculo de Su Sangre
alrededor de toda nuestra familia.

Con el Poder de la Sangre de Jesús


sellamos los lugares en donde vamos
a estar este día, y las personas, empresas
o instituciones con quienes vamos a tratar
(nombrar a cada una de ellas).

Con el Poder de la Sangre de Jesús


sellamos nuestro trabajo material y espiritual,
los negocios de toda nuestra familia,
y los vehículos, las carreteras, los aires,
las vías y cualquier medio de transporte
que habremos de utilizar.

Con Tu Sangre preciosa sellamos los actos,


las mentes y los corazones de todos los habitantes
y dirigentes de nuestra Patria a fin de que
Tu Paz y Tu Corazón al fin reinen en ella.

Te agradecemos Señor por Tu Sangre y


por Tu Vida, ya que gracias a Ellas
hemos sido salvados y somos preservados
de todo lo malo.

Amén.
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