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UNIVERSIDAD DE SEVILLA

MASTER PROPIO: DERECHO PENAL

Alumna: Estefanía Leiva Cabezas

I. INTRODUCCIÓN

El autor, utilizando una retórica compleja, trata de dar solución a una problemática
de larga discusión doctrinaria; “La ubicación de los conocimientos especiales: Tipo objetivo
versus tipo subjetivo”.

Para ello, el autor da por sentadas ciertas cuestiones anteriores, que sirven de base
para esta discusión, que me parece necesario esbozar para contextualizar la problemática.

En este sentido, señalaré en primer término que la Teoría de la Imputación Objetiva,


como concepto, nace en 1927 y luego, en 1930 es propuesto al Derecho Penal por Honig i

Luego en la década del 70, Roxin, quien se convertiría en el mayor exponente de la


teoría de la Imputación Objetiva, en un vuelco de las teorías que establecían como
principal pilar de imputación la “causalidad”, establece criterios o “parámetros según los
cuales pueden imputarse ciertos resultados a una persona” ii: Disminución del riesgo;
creación de un riesgo jurídicamente relevante; rebasamiento del riesgo permitido y el
ámbito de protección de la norma.

La estandarización de criterios por pate de la imputación objetiva, relega el


conocimiento y la voluntad de realización de los resultados, al ámbito de la imputación
subjetiva. Es importante mencionarlo, ya que éste punto se transformará en base de crítica
a esta doctrina, en relación a la postura que asumirá frente a los denominaos
“Conocimientos especiales”.

Santiago Mir Puig “Significado y Alcance de la Imputación Objetiva en el Derecho Penal”

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Luis Emilio Rojas Aguirre “Lo Subjetivo en el Juicio de Imputación Objetiva ¿Aporía Teórica?
La problemática planteada, nos hace referencia a los conocimientos especiales del
autor que ha creado un riesgo jurídicamente relevante y que como consecuencia de éste,
se ha producido el resultado lesivo que ha pretendido proteger la norma jurídica. Sin
embargo, es válido preguntarse, ¿De qué conocimientos estamos hablando? ¿Cuál es el

momento para determinar si se cuenta con estos denominados conocimientos especiales?


Respondiendo a estas interrogantes, el autor ha señalado que “conocimiento especial es
aquel que no habría llegado a conocer el observador sensato medio”, luego podemos
señalar, que éstos dicen relación con los conocimientos que se debe tener al momento de
realizar la conducta reprochada por el ordenamiento jurídico. Ahora bien, en este punto,
otra vez es válido preguntarse ¿Quién debe tener estos conocimientos? ¿el observador
sensato medio? ¿o el destinatario de la norma jurídica? A mi juicio, es la respuesta a estas
interrogantes, las que en mayor medida, nos permitirá concluir en definitiva, si es correcto
el planteamiento del autor, al proponer la solución a la problemática analizada.

II.- DESARROLLO

La Teoría de la Imputación Objetiva ha planteado la necesidad de que los llamados


“Conocimientos especiales” sean incorporados en el Tipo Objetivo, aún entendiendo, que
esta postura, que pretende incluir datos cuya naturaleza es considerada per se “subjetiva”,
pareciera contradecir de base el planteamiento mismo de la teoría, ya partiendo por una
cuestión semántica.

Para ello, la Teoría de la Imputación objetiva, ha utilizado como parámetro de


medición al “observador objetivo” quien ha de representar a la comunidad toda y quien ha
de ser el juzgador ex ante de la conducta, evaluando si ésta ha de ser considerada como
riesgosa para el bien jurídico protegido por la norma.

El problema se plantea cuando este observador objetivo se encuentra en la


posibilidad real de acceder a “conocimientos especiales” que podrían hacer “más o menos
riesgosa” la conducta. En este caso, surge la necesidad de determinar si estos
conocimientos especiales forman parte del tipo objetivo o del tipo subjetivo.

La doctrina, ha puesto como ejemplo algunos casos que han permitido visualizar
esta problemática, y trasladarla al caso concreto: Uno es el caso del sobrino de un hombre
rico que está ansioso por heredar, y que convence a su tío de realizar muchos viajes en
avión con la esperanza de que el avión caiga, el tío muera, y él logre su afán de heredar.
Finalmente en uno de esos viajes, el avión cae y el tío muere.

En este caso, los seguidores de la Teoría de la Imputación Objetiva, han resuelto que
el resultado no sería imputable al sobrino, puesto que la conducta es valorada como
irrelevante. Así las cosas, señalan que desde la postura del observador objetivo, por ser la
conducta realizada (el viajar) una conducta cotidiana y natural, éste no se encontraría en la
posibilidad de prever el resultado. Agregan que en este ejemplo existe dolo por parte del
sobrino, sin embargo, es la irrelevancia de la conducta y la escasa posibilidad de que el
riesgo se concrete en una lesión efectiva al bien jurídico, lo que imposibilita que se le
impute el resultado. Como partidario de esta solución, Roxin señala que basta que “el
sujeto pronostique vagamente el resultado y consiga producirlo, sin necesidad de que se
hubiera representado al menos los eslabones esenciales del curso real. Y puesto que el
dolo en estos términos indudablemente se da, no queda más remedio que establecer
criterios de restricción en el ámbito de lo objetivo”

En posición contraria se encuentran aquellos autores que, partidarios de las tesis


finalistas, señalan que el actuar del sobrino, carece de dolo, no porque el sobrino no
deseara el resultado lesivo, sino porque carecía del conocimiento.

Estas posiciones encontradas, vienen a distanciarse aún más frente a la complicación


teórica de los mismos ejemplos planteados, al dotar al observador objetivo de
“conocimientos especiales” que hacen que el peligro del que se trate, pierda su carácter
de insignificante. En el caso del sobrino que quiere heredar al tío, y se plantea que éste,
llega a conocer el hecho de que un grupo terrorista ha puesto una bomba en el avión.

En este caso, el conocimiento del sobrino, ha sobrepasado el conocimiento del


observador objetivo, y ha tornado el peligro, que antes parecía insignificante, en un peligro
“intolerable”

Los expositores de la teoría de la Imputación Objetiva, entre ellos Roxin, se han


inclinado por solucionar este problema teórico, reconociendo estos “conocimientos
especiales” como integradores de la base fáctica del peligro, haciéndose acreedores de la
crítica de la doctrina opositora, quienes observan en esta postura una “incongruencia
semántica” en ella.

La postura de quienes optan por incorporar los “conocimientos especiales” al tipo


objetivo, se vislumbra como confunsa, poco clara, atribuyendo esta decisión a una
cuestión metodológica en función del derecho penal. Esta decisión, que se presenta a
primera vista como contradictoria, trae algunas consecuencias que han sido sus mayores
críticas. En primer lugar, se dota al ámbito objetivo de un elemento que por su naturaleza
misma ha de pertenecer al ámbito de “lo subjetivo”, esto es el conocimiento.

Luego, de aplicados los criterios objetivos que nos permiten determinar si un


resultado lesivo es imputable objetivamente a una persona, y entendiendo que dentro de
estos parámetros, hubo una consideración a los conocimientos que debía tenerse respecto
a la peligrosidad de la conducta, se vuelve a valorar la conducta del hechor, al realizar el
análisis propio del ámbito subjetivo del tipo, para determinar si en definitiva, se actuó con
dolo o con culpa. Esto nos lleva a una doble e innecesaria valoración de los conocimientos,
tanto en lo objetivo como en lo subjetivo.

Por otro lado, la incorporación de los “conocimientos especiales” al análisis objetivo


del tipo, nos acarrea indefectiblemente en la contradicción de que un mismo hecho pueda
ser valorado de manera diversa, según quien posea los conocimientos especiales. En el
caso del sobrino que quiere heredar, que conoce de la bomba en el avión, y que tiene un
hermano que también quiere heredar, pero que desconoce de la bomba, ambos
convencen al tío de viajar, sin embargo, sólo la conducta realizada por uno de ellos, ha
sobrepasado el límite del riesgo insignificante. En otras palabras, realizando exactamente
la misma conducta, sólo la conducta de uno de ellos se ha vuelto intolerablemente
riesgosa en razón de su “conocimiento especial”. De esta manera, la decisión, ha perdido
toda objetividad.

III.- PROPUESTA DEL AUTOR

El autor, quien no entiende ni comparte la decisión de incorporar al tipo objetivo


los “conocimientos especiales”, propone trasladarlos al ámbito del tipo subjetivo,
esgrimiendo que es éste lugar que naturalmente les corresponde, permitiendo así la
graduación de este conocimiento en sus distintas posibilidades: dolo directo; dolo
eventual; negligencia, etc.

Tampoco comparte la opinión relativa a los “peligros” y su distinción entre peligros


insignificantes y peligros intolerables, puesto que para el derecho todo peligro que se ha
materializado en un resultado lesivo para un bien jurídico protegido por la norma, es por
este sólo hecho, relevante. De esta manera, niega la existencia de “peligros insignificantes”

I.V REFLEXIÓN PERSONAL

Si bien el texto no es claro, pareciera que la razón de la decisión de la Teoría de la


imputación Objetiva por incorporar los “conocimientos especiales” en el tipo objetivo,
dicen relación con el conocimiento mínimo que el observador objetivo debe tener ex ante
respecto a la peligrosidad de la conducta, en especial, el conocimiento que este tenga
respecto del si el riesgo se erige o no como un riesgo jurídicamente relevante. Desde esta
perspectiva, lo que la teoría de la imputación objetiva hace, es seguir punto por punto,
como una especie de check list, los cuatro criterios que ha establecido como necesarios
para determinar la imputación a una persona. Cuando se enfrenta al criterio del riesgo
jurídicamente relevante, es necesario determinar si el riesgo que se analiza es
“objetivamente” un riesgo relevante, o bien se constituye en uno riesgo de los que ha
sindicado como “insignificante”.

Creo, sin embargo, que la problemática surge de un hecho que a mi juicio ha pasado
inadvertido y que para mí revierte la mayor de las importancias, cuál es el baremo del
observador objetivo. La teoría de la Imputación objetiva ha sustentado sus respuestas
desde este parámetro, siempre considerando el conocimiento que debiera tener el
ciudadano promedio, quien representa a la sociedad. Sin embargo, cuando nos referimos a
los conocimientos especiales, en primer lugar, ya no hablamos de los conocimientos
generales a los que el observador objetivo tiene acceso, sino que nos enfrentamos a
conocimientos que el ciudadano común no tiene ni podría tener acceso. Por otro lado y
más relevante aún, ya ni siquiera estamos hablando del observador objetivo, sino que
hablamos del destinatario final de la norma, del ciudadano en concreto, del hechor, del
imputado. Son sus conocimientos especiales los que han de determinar su conducta en
orden a realizar o abstenerse de realizar la conducta considerada riesgosa.

En conclusión, y asumiendo que la discusión no está zanjada, me inclino por


considerar que efectivamente, tal como ha planteado la doctrina de la Imputación
Objetiva, para verificar o excluir los criterios a los que se han hecho mención, es necesario
contar con un conocimiento mínimo, que es el que tendría el “observador objetivo”. Sin
embargo, tal como lo ha planteado el autor, los conocimientos especiales deben ser
incorporados en el ámbito subjetivo, principalmente por referirse al sujeto en concreto y
ya no al observador objetivo.
i

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