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I. INTRODUCCIÓN
El autor, utilizando una retórica compleja, trata de dar solución a una problemática
de larga discusión doctrinaria; “La ubicación de los conocimientos especiales: Tipo objetivo
versus tipo subjetivo”.
Para ello, el autor da por sentadas ciertas cuestiones anteriores, que sirven de base
para esta discusión, que me parece necesario esbozar para contextualizar la problemática.
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Luis Emilio Rojas Aguirre “Lo Subjetivo en el Juicio de Imputación Objetiva ¿Aporía Teórica?
La problemática planteada, nos hace referencia a los conocimientos especiales del
autor que ha creado un riesgo jurídicamente relevante y que como consecuencia de éste,
se ha producido el resultado lesivo que ha pretendido proteger la norma jurídica. Sin
embargo, es válido preguntarse, ¿De qué conocimientos estamos hablando? ¿Cuál es el
II.- DESARROLLO
La doctrina, ha puesto como ejemplo algunos casos que han permitido visualizar
esta problemática, y trasladarla al caso concreto: Uno es el caso del sobrino de un hombre
rico que está ansioso por heredar, y que convence a su tío de realizar muchos viajes en
avión con la esperanza de que el avión caiga, el tío muera, y él logre su afán de heredar.
Finalmente en uno de esos viajes, el avión cae y el tío muere.
En este caso, los seguidores de la Teoría de la Imputación Objetiva, han resuelto que
el resultado no sería imputable al sobrino, puesto que la conducta es valorada como
irrelevante. Así las cosas, señalan que desde la postura del observador objetivo, por ser la
conducta realizada (el viajar) una conducta cotidiana y natural, éste no se encontraría en la
posibilidad de prever el resultado. Agregan que en este ejemplo existe dolo por parte del
sobrino, sin embargo, es la irrelevancia de la conducta y la escasa posibilidad de que el
riesgo se concrete en una lesión efectiva al bien jurídico, lo que imposibilita que se le
impute el resultado. Como partidario de esta solución, Roxin señala que basta que “el
sujeto pronostique vagamente el resultado y consiga producirlo, sin necesidad de que se
hubiera representado al menos los eslabones esenciales del curso real. Y puesto que el
dolo en estos términos indudablemente se da, no queda más remedio que establecer
criterios de restricción en el ámbito de lo objetivo”
Creo, sin embargo, que la problemática surge de un hecho que a mi juicio ha pasado
inadvertido y que para mí revierte la mayor de las importancias, cuál es el baremo del
observador objetivo. La teoría de la Imputación objetiva ha sustentado sus respuestas
desde este parámetro, siempre considerando el conocimiento que debiera tener el
ciudadano promedio, quien representa a la sociedad. Sin embargo, cuando nos referimos a
los conocimientos especiales, en primer lugar, ya no hablamos de los conocimientos
generales a los que el observador objetivo tiene acceso, sino que nos enfrentamos a
conocimientos que el ciudadano común no tiene ni podría tener acceso. Por otro lado y
más relevante aún, ya ni siquiera estamos hablando del observador objetivo, sino que
hablamos del destinatario final de la norma, del ciudadano en concreto, del hechor, del
imputado. Son sus conocimientos especiales los que han de determinar su conducta en
orden a realizar o abstenerse de realizar la conducta considerada riesgosa.
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