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ÍNDICE

1.1. Introducción..........................................................................................................1
1.2. Desarrollo...............................................................................................................2
1.2.1. Antecedentes de los movimientos indígenas en Bolivia..........................2
1.2.2. Warisata y el nacimiento del movimiento indígena en Bolivia................3
1.2.3. Acciones de los movimientos indígenas en Bolivia..................................4
1.2.4. Proyección de los movimientos indígenas en Bolivia...............................6
1.3. Conclusiones......................................................................................................19
BIBLIOGRAFIA..................................................................................................................20
ANEXOS..............................................................................................................................21
ANEXO “A” MUESTRARIO FOTOGRÁFICO..............................................................21

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GRUPOS ETNICOS EN BOLIVIA

1.1. Introducción

La historia del movimientos indígenas en lo que llegó a conformar Bolivia, es


de larga data pero en el ámbito contemporáneo, nace con el “Día del Indio”
que ahora se denomina “Día de la Revolución Agraria Productiva
Comunitaria”, para estudiosos como Eduardo Paz o Gonzalo Vargas, es
importante porque representa la historia del movimiento indígena, plagado de
una permanente lucha en la perspectiva de lograr su verdadera liberación y
autogobierno.

Las luchas registradas a lo largo de los últimos 200 años, protagonizados por
movimientos indígenas fueron, exclusivamente, para recuperar su territorio y
reclamar el derecho a la tierra, indisolublemente ligada a su forma de vida y
existencia.

El sociólogo y docente universitario Eduardo Paz afirmó que a lo largo de la


historia la resistencia al colonialismo español surgió en varias regiones del
continente, “muchas de ellas, espontáneas, pero sin lugar a dudas concentran
la atención y son el principio del proceso de la independencia”, como los
levantamientos de Tupac Katari.

Paralelo a ello, estuvieron otros luchadores como Tupak Amaru en la región


sur del Perú, Micaela Bastidas, Bartolina Sisa; y a fines del siglo XIX e inicios
del siglo XX, aparece la figura del “temible” Zárate Willka, que luchó al lado del
liberal José Manuel Pando en la perspectiva de lograr la liberación de los
sectores explotados campesinos, sin embargo, luego fue eliminado por sus
eventuales aliados tras exigir los derechos por los cuales tomaron las armas.

En ese sentido, Paz Rada afirmó que el 2 de agosto y la Reforma Agraria,


tienen una significación “muy importante”, porque a partir de medidas como el
voto universal (emancipación del indio) se producirá la emergencia del

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movimiento indígena y campesino en el país que paulatinamente ganará
presencia en la política nacional, hasta tener un punto descollante en los
primeros años de este siglo, que consiguieron posesionar a los Movimientos
Indígenas como parte de la estructura político, social y económica
1.2. Desarrollo
1.2.1. Antecedentes de los movimientos indígenas en Bolivia

La revolución de 1952, hace pensar en dos conceptos: el de campesino y el de tierra,


a pesar de que con anterioridad hubo avances en el tema de derechos de lo que se
llamó “campesino respecto a la tierra”.
“Pero esto coloca al movimiento social indígena en el marco de preceptos que
corresponden al modelo de Estado republicano y de modelo capitalista”.
Explicó que el concepto de campesino está relacionado con la ubicación en la
estructura social del Estado boliviano, y en lo económico que tiene que ver con el
sistema de producción; no como un conglomerado que tiene una identidad
relacionada a una pertenencia ancestral.
Lo otro es la consolidación del concepto tierra desconociendo el concepto de
territorio. “Entonces estos derechos consolidados en 1952, configuran la órbita de
modelo de Estado republicano liberal capitalista que hace aguas por las protestas
que emergen en nuestro país”. Aquello, mencionó, se consolida en el manifiesto de
Tiwanaku (1973), en el que se hace observaciones profundas a la Reforma Agraria
del modelo de configuración que el Estado daba al movimiento indígena campesino.
“Ahí refiere de que los pueblos indios luchan por la propiedad comunitaria de tierras y
que basan en su autonomía las decisiones para futuro. Solamente nuestra
autonomía nos va a permitir lograr una total liberación”, afirmó.
Lo que en su interpretación se debe entender que el concepto de campesino no era
la adecuada para el carácter de identidad que asumieron los pueblos indígenas
originario campesino y por otro lado, el concepto de autonomía, es decir, que el
modelo de Estado social que el liberalismo y el modelo capitalista desarrollaron en
nuestro país no fijaban las perspectivas para una verdadera liberación de los pueblos
indígenas.

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Ese cúmulo de protestas y levantamientos a inicios del siglo XXI (2000) las protestas
dejan de ser aisladas, como señala el vicepresidente Álvaro García Linera: “Lo local
se articula en torno a una demanda general movilizadora: la defensa de los recursos
públicos, de los recursos comunes, del sistema de necesidades vitales como el agua.
En torno a esa demanda los liderazgos, ya no de clase media, ya no intelectuales ni
académicos como venía sucediendo antes, ni siquiera obreros, sino los liderazgos
indígenas campesinos lograron articular a indígenas, a trabajadores, a campesinos,
a jóvenes estudiantes, a pobladores migrantes urbanos, luego a profesionales y a la
clase media”.
Estado republicano hizo todo para eliminar la organización comunitaria
La eliminación de todo vestigio de organización comunitaria fue el objetivo que se
planteó el Estado boliviano desde su fundación (1825)
Consideraban que el modelo comunitario, correspondiente a los pueblos indígena
originario campesinos, no solo del área andina, sino de los valles y de tierras bajas,
porque son de la misma lógica, se convertía en verdadero obstáculo al desarrollo del
capitalismo.
Estos movimientos emergentes, que demandaban su autonomía, obligaron a las
entidades internacionales como el Banco Mundial y el gobierno de los Estados
Unidos a plantear la estrategia del multiculturalismo liberal o denominado también
“constitucionalismo multiculturalista”, que estaba destinado a aplacar los movimientos
indígenas que se inició en Guatemala en 1988 con la reforma de su constitución,
reconociendo el carácter pluricultural y multiétnico.
En Bolivia eso se logra en 1994 y abrió la posibilidad de corregir artículos
constitucionales con el propósito de reconocer la diferencia indígena sin ninguna
connotación política, pero reconociendo la tierra comunitaria de manera simbólica,
fue importante porque dio pábulo a que los movimientos indígenas originarios se
reorganicen y perforen la Ley INRA (Instituto Nacional de Reforma Agraria).
1.2.2. Warisata y el nacimiento del movimiento indígena en Bolivia

El 2 de agosto de 1931 se creó la Escuela Ayllu de Warisata, impulsada por el


profesor Elizardo Pérez y el jilakata Abelino Siñani.

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La Escuela Ayllu de Warisata es un hito de resistencia educativa en la historia de
ideas pedagógicas en Bolivia, porque ha iniciado y desarrollado la educación
productiva-comunitaria.
La experiencia del aprendizaje productivo de la Escuela Ayllu en Bolivia, tuvo su
expresión más alta entre los años de 1931 y 1940, donde se ha ejercitado el trabajo
ligado no solamente a la economía, sino esencialmente a la sabiduría aymara –
quechua.
1.2.3. Acciones de los movimientos indígenas en Bolivia
Bolivia tiene la mayor cantidad de población indígena de América Latina, esta
población en su mayoría es considerada pobre, marginada y discriminada por una
mayoría blanca y mestiza que concentra el poder político y económico. Además,
distinto a la situación que se vive en otros países, la mayoría de la población se
reconoce como parte de una etnia distinta de la occidental predominante.
Solo con la elección de Evo Morales, el sistema político se hizo un sistema incluyente
y donde la población indígena tiene participación en el Congreso. Bolivia actualmente
esta viviendo uno de los cambios más profundos donde no existe una única “nación”
boliviana en sentido político.
El reconocimiento de la identidad indígena comienza a cambiar desde 1990 como
consecuencia de las reformas constitucionales y por el establecimientos de nuevas
condiciones generadas a nivel internacional, con la elaboración del Convenio 169
que reemplaza al convenio 107 y sobre el cual la mayoría de los países legislaron en
materias indígenas.
El movimiento indígena boliviano tiene dos corrientes que en muchos casos se
enfrentan, uno de ellos es el katarismo aymara del Altiplano y el movimiento quechua
de los productores de coca de Chapare.
El katarismo es uno de los movimientos indígenas más antiguos, está presente
desde la década de los setenta su programa incluye la reconquista de la tierra, la
revolución agraria, la industrialización del país, la lucha contra la corrupción y la
defensa del cultivo de hojas de coca. Además la reconstitución de de los valores
ancentrales “ama sua, ama llulla, ama q’ella” (no seas ladron, no seas mentiroso y no
seas flojo) y del antiguo Collasuyo en el cual no habrá “hambre ni miseria”.

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En cuanto al movimiento quechua de los productores de coca encabezados por Evo
Morales, funda su propio partido en 1987 el MAS (Movimiento al Socialismo), su
discurso se basa en la defensa de la hoja de coca y la oposición a la erradicación de
los cultivos. No exigen cambios en el modelo político sólo exigían el cumplimiento de
los compromisos y la mejora en las condiciones de vida.
El movimiento indígena boliviano a diferencia de otros movimientos indígenas se
caracterizan por su capacidad de movilización en acción directa, para ejercer presión
al gobierno se han utilizado marchas, huelgas de hambre, paros y bloqueos de
caminos.
Desde 1990 han tenido lugar distintas movilizaciones una de ellas es la “Marcha por
el territorio y la Dignidad”, la “Guerra del Agua” y la “Guerra del Gas”. El primero de
estos movimientos reunió a distintas organizaciones en un solo movimiento social.
Se encontraban adheridos al movimiento las etnias de la selva, los cocaleros, los
aymaras y los quechuas. La intención era mostrar resistencia frente a las políticas
económicas y discriminatorias del Estado boliviano.
El movimiento alcanzaba popularidad a medida que avanzaba y se unían distintos
pueblos indígenas para luchar contra el colonialismo aspirando a convertirlo en la era
del nuevo Pachacuti, o sea, el retorno de los tiempos gloriosos que cambiaría la
suerte de los “hijos del sol”
El otro movimiento importante es la “Guerra del Agua” fue uno de los mayores
levantamientos indígenas comienza en abril de 2000 como respuesta al intento del
Estado de privatizar el agua, los pueblos indígenas se articularon en la Coordinadora
Departamental por la Defensa del agua. El alza del precio del agua potable provocó
la protesta de los cochabambinos que hicieron barricadas, incendiaron edificios de
los poderes locales, sustituyendo incluso a la policía. Las carreteras fueron
bloqueadas por los aymaras en Cochabamba, con Felipe Quispe a la cabeza y por
los cocaleros liderados por Evo Morales. El gobierno de la época dictó el estado de
sitio en el país y recurrió a la intervención militar que llevó a la muerte a tres
personas, dos campesinos y un militar.
La “Guerra del Agua” tuvo una segunda etapa que incluyó de parte del gobierno un
nuevo intento por privatizar las vertientes y los ríos administrados por los indígenas.
El movimiento indígena retomó el bloqueo de caminos que duró casi un mes. Esta

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movilización fue masiva y destacó sobre todo la participación de los aymaras. La
lucha tomó más fuerza y amenazaron a las autoridades del país con sacar al
Presidente de la República y a los parlamentarios para recuperar lo que les
corresponde. En La Paz hubo desabastecimiento de productos alimenticios por lo
tanto el gobierno se vio obligado a negociar.
El cuarto enfrentamiento entre los indígenas y el gobierno fue el de 2003 conocido
también como al “Guerra del Gas”, que se produce para exigir la estatización de los
hidrocarburos y la industrialización del gas boliviano. Este movimiento abarcó cinco
departamentos: La Paz, Oruro, Potosí, Cochabamba y Chuquisaca. A pesar de la alta
representatividad que obtuvieron los indígenas en las elecciones de 2002, la
coalición de partidos tradicionales como el MNR y el MIR aprobaba leyes
desfavorables para el sector popular. Entre las leyes que se promulgaron para
debilitar el movimiento indígena esta la “Ley de Seguridad Ciudadana” que
sancionaba el bloqueo de caminos
El movimiento indígena en Bolivia ha traído a la discusión temas que habían
permanecido en la inercia, como el de la “nación” boliviana que no es entendida para
todos igual. La elite criolla que enmarcada en las “estructuras tradicionales” en las
cuales se marginaba a la mayoría indígena, y en la cual se trataban de establecer
como una nación homogénea étnica y culturalmente, frente a la otra visión que esta
por la incorporación de todos los pueblos como etnias diferentes que conforman un
país en el cual, si bien, cada uno es boliviano se reconoce su pertenencia a un grupo
étnico en particular, es decir, un camino hacia una nación “pluricultural”.
1.2.4. Proyección de los movimientos indígenas en Bolivia

Desde hace más de 50 años, los movimientos indígenas se han convertido en los
centros de elaboración de estrategias de lucha política de los sectores populares e
indígenas del país. Ya sea la conquista de la nacionalización de las minas, el voto
universal, el cogobierno obrero en 1952, la instauración de la democracia, hasta las
actuales demandas de auto-gobierno indígena, asamblea constituyente y
nacionalización de los hidrocarburos, los distintos movimientos indígenas en Bolivia
han funcionado como escenarios colectivos y plurales de producción de proyectos de
cambio social, de ampliación de derechos ciudadanos, de nacionalización de

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riquezas colectivas, y de construcción de las alianzas y modos organizativos para
alcanzarlos. Parafraseando a Lenin, se puede decir que los movimientos indígenas
han actuado como “fábricas de estrategias” de luchas por poder.

Lenin consideraba que ese papel debía desempeñarlo un “partido” político marxista,
pero en la medida en que estos partidos en Bolivia no han tenido ninguna función
organizativa ni teórica relevante, les ha tocado a los movimientos indígenas el
desplegar, con sus virtudes y límites históricos, propuestas y estructuras de acción
política. En ese sentido, los movimientos indígenas, con su pluralidad identitaria y
organizativa (obrera, vecinal, indígena, campesina), están desempeñando lo que
Marx definió como el “partido en el sentido histórico del término”, esto es, como
múltiples modos de autoconstrucción y auto-emancipación política de la sociedad
laboriosa (1)

Con ello, si algo hubo de derechos ciudadanos durante el siglo XX, en buena parte
se debió al ímpetu organizado de los sindicatos. Los llamados derechos sociales,
como la legislación laboral y la retención de una parte del excedente económico para
su redistribución social por el Estado, solo pudieron ser garantizados y expandidos
después de la insurrección de sindicatos obreros en 1952 y la posterior formación de
la COB. Los derechos políticos, aún en su limitada versión liberal representativa del
voto universal que igualó, por lo menos en la urna, a indios y q´aras tuvo que esperar
el despliegue de una cuasi guerra campesina que de la mano del “sindicato
campesino” (2) acabo con el voto restringido que marginaba a indios y mujeres por
igual. Las propias libertades democráticas, como la libertad de opinión y de
asociación e incluso la legalización de los partidos políticos, tuvo en el movimiento
obrero sindicalizado a su principal propugnador y defensor. De hecho, a excepción
de 1952 en que el partido de gobierno (MNR) se fusiono con los sindicatos y el
Estado para crear la única estructura partidaria seria en el país, los partidos políticos
siempre han sido efímeros, amorfos y tremendamente marginales. Durante décadas,
pudieron existir en tanto se adherían a las organizaciones sindicales, a las que
pretendían “concientisar”, y su posterior importancia en la vida política del país desde

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la década de los años 80, fue producto de la acción reivindicativa de los sindicatos
(que los legalizaron) y del propio Estado (que los legitimaron y financiaron).

En este sentido, se puede decir que, al igual que en muchas otras partes del mundo
(3), los derechos ciudadanos y los regimenes democráticos representativos
básicamente han sido producidos históricamente por la acción colectiva de los
distintos movimientos indígenas, especialmente obreros. De ahí que durante las
primeras 2/3 partes del siglo XX, la organización sindical no solo hayan sido un tipo
de movimientos indígenas políticos, sino también generadores de varias de las
características del campo político a través de la incorporación de nuevos sujetos a la
política (los asalariados), nuevas estructuras de acción política (los sindicatos de
gran empresa) y nuevos fines de la política (Estado de bienestar, industrialismo,
independencia nacional, etc.)

Las características de las acciones colectivas de las clases subalternas, siempre han
influido en la estructuración y mutación del campo político (4) y del Estado. Entre los
años 1952 y 1960, si bien la política fue unipolar en la medida que un solo partido
ocupaba el escenario dominante y regulador de las representaciones y acciones
políticas de la sociedad: el MNR, este era un partido mayoritariamente compuesto
por sindicatos agrarios y obreros que de manera corporativa eran el sustento
electoral del partido y de sus distintas tendencias internas. De ahí que se pueda
hablar en esta época de una unipolaridad partidista-sindical de izquierda reformista.

Con el golpe de Estado de 1964, hasta 1982, el campo político se escindió en dos
polos; por una parte, el ejército que hacia el papel de articulador de fracciones
empresariales, en tanto que la COB desempañaba el centro unificador de lo
nacional-popular de raigambre obrera y urbana. Sin embargo, esta polaridad era
relativa porque si bien entre sindicatos obreros y ejército había una mirada
antagónica sobre el sistema político (democracia versus dictadura), en términos
económicos ambos posiciones compartan un modelo de economía desarrollista con
un Estado productivo y promotor de la modernidad. En este sentido, es factible

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hablar de la existencia de una polaridad política atenuada con sujetos políticos
corporatistas (5) y no partidistas.

A partir de 1982, y con mayor fuerza desde 1985, el campo político volvió a
unipolarizarse. Por una parte, ejército como COB perdieron sus funciones políticas.
El primero, por un repliegue a funciones militares-policiales, en tanto que la COB por
el desmantelamiento de su base organizacional obrera de gran empresa, (COMIBOL,
fabriles). Con ello, la política formalmente se descorporatizo temporalmente, dando
pie a un renovado protagonismo de los partidos políticos, pero con la particularidad
de que los partidos mas influyentes compartían un conjunto similar de creencias y
propuestas de transformación estatal y política (el llamado “modelo neoliberal”), que
volvió a cerrar el espacio de competencias y programas de sociedad al interior del
campo político.

Desmantelada la base material de la izquierda sindical (COB) y en medio de la


derrota política de la izquierda partidaria (UDP), el pensamiento conservador y de
derechas, discursivamente presentado como renovador y progresista, ocupo
monopólicamente el escenario de las representaciones legítimas del mundo. Fueron
tiempos, década y media, donde los principios de representación y visión del mundo
dominantes, aceptados por gobernantes y gobernados, estuvieron signados por la
ideología del libre mercado, la creencia del papel desarrollista de la inversión
extrajera y el cuoteo multipartidista como sinónimo de gobernabilidad.
Mientras el antiguo movimiento obrero tenía como centro la cohesión sindical por
centro de trabajo en torno al cual se articulaban otras formas organizativas de tipo
gremial urbanas, los actuales movimientos indígenas tiene como núcleo
organizativo, (CSUTCB, CIDOB, Colonizadores, CPESC, Regantes, cocaleros) a la
comunidad indígena-campesina, alrededor de la cual se aglutinan asociaciones
laborales (maestros rurales), gremiales (transportistas, comerciantes de la zona),
vecinales, estudiantiles. Aquí, la comunidad indígena, campesina y ayllu, que es lo
mismo que decir las células de una otra sociedad, son la columna vertebral
articuladora de otros grupos sociales y otros modos locales de unificación
influenciados por la actividad económica y cultural campesino-indígena y hacen de

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esta acción colectiva mas que un movimiento social, un movimiento societal (6) pues
se trata de una sociedad entera que se traslada en el tiempo.
En tanto que en otro caso (la Coordinadora), la agregación de las asociaciones de
gestionadores de recursos colectivos hídricos (regantes), los gremios, los vecinos,
los estudiantes, los profesionales, los campesinos, los obreros sindicalizados, los
trabajadores eventuales y precarizados, se la lleva a cabo de manera horizontal y
electiva a partir de su identificación con determinada demanda y con el liderazgo
moral de la estructura de movilización convocante..
La posibilidad de que un abanico tan plural de organizaciones y sujetos sociales
pueda movilizarse, ha de garantizarse mediante la selectividad de fines que permite
concentrar en torno a algunas demandas especificas voluntades colectivas diversas.
Esto ha requerido descentrar las reivindicaciones de la problemática del salario
directo, propio del antiguo movimiento obrero, para ubicarlo en términos de una
política de necesidades vitales (agua, territorio, servicios y recursos públicos,
hidrocarburos, educación, ...) que involucra a los múltiples segmentos poblacionales
subalternos y que, dependiendo la ubicación social de los sujetos, puede ser leído
como el componente del salario indirecto (para los asalariados), como el soporte
material de la reproducción (vecinos, jóvenes) o la condensación del legado histórico
cultural de la identidad (los indígenas).
En términos exclusivamente organizacionales, estos movimientos indígenas se
asientan en que han creado mecanismos de protesta, movilización, participación, de
adhesión y filiación colectiva a escala regional flexibles que se adecuan a la nueva
conformación híbrida y porosa de las clases e identidades sociales en Bolivia.
Pero los actuales movimientos indígenas no son solo actividades de protesta y
reivindicación; por sobre todo son estructuras de acción política.
Son políticos porque los sujetos de interpelación de la demanda que desencadenan
las movilizaciones es en primer término el Estado (democracia, abolición de la ley de
aguas, anulación de contratos de privatización, suspensión a la erradicación forzosa,
territorialidad indígena, asamblea constituyente, nacionalización de los
hidrocarburos.), y el sistema de instituciones supra-estatales de definición de las
políticas públicas (FMI, BM, inversión extranjera. Incluso, la propia afirmación de una
política de la identidad indígena (de tierras altas y de tierras bajas) se la hace frente

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al sistema institucional estatal que en toda la vida republicana ha racializado la
dominación y la exclusión de los indígenas.
Por otro lado, entre los múltiples movimientos hay los que tienen una orientación de
poder. En la medida en que las empresas de movilización de los últimos años ha
estado dirigida a visibilizar agravios estructurales de exclusión política y de injusta
distribución de la riqueza, los movimientos indígenas han retomado las tradicionales
palestras locales de deliberación, gestión y control (asambleas, cabildos),
proyectándolas regionalmente como sistemas no institucionales de participación y
control público que han paralizado, y en algunos casos disuelto intermitentemente, el
armazón institucional del Estado en varias regiones del país (altiplano norte,
Chapare, ciudad de Cochabamba), dando lugar a la coexistencia de dos campos
políticos con competencias normativas algunas veces mestizas y otras confrontadas.
Paralelamente, en torno a estas experiencias de ejecución practica de derechos, los
movimientos indígenas han comenzado a proyectar a escala general del país, estas
experiencias exitosas de deliberación y gestión de derechos mediante la formulación
de un diseño razonable de “dirección de la sociedad” (7) que al tiempo de demoler el
fatalismo histórico con el que el proyecto neoliberal se legítimo en los últimos 15
años, ha diseñado un modelo alternativo de reforma estatal y económica.

Otros hechos notables de esta emergencia política de los movimientos indígenas en


Bolivia es el carácter regional y fragmentado de sus luchas que por momentos
vuelven incomunicables (8) sus dinámicas y necesidades. Sin embargo, esta
desconcentración, contrapuesta a la unificación vertical, de las acciones en torno a
mandos únicos de movilización del antiguo movimiento obrero, permiten una
proliferación de sentidos y horizontes de acción cuya coordinación no es ya un
supuesto sino uno mas de los resultados que debe producir el propio movimiento
social para volverse exitoso. Todo parece indicar por tanto, que a futuro no existirá un
solo gran movimiento social, sino múltiples movimientos indígenas compelidos a
inventar estructuras de coordinación en red en torno a temáticas puntuales y
temporalmente negociadas en las que ninguno pierde la autonomía de sus
decisiones.

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Si bien esta fragmentación de los movimientos expresa la realidad étnica, cultural,
política, clasista y regional estructuralmente segmentada de la propia sociedad, lo
que obliga a reinventarlas maneras de articulación de lo social ya no como fusión
jerarquizada sino como redes provisionales de tipo horizontal (como lo que sucedió
en octubre del 2003 y mayo-junio del 2005), ello no elude las dificultades que esa
nueva manera de agregación histórica implica para la fuerza de transformación social
que buscan los movimientos.
Con todo, la presencia de los movimientos indígenas, especialmente indígenas de
tierras altas, ha dado lugar a una escisión institucional de los sujetos políticos al
interior del campo político en la medida en que no solo los partidos de adscripción
individual, sino también los movimientos indígenas, portadores de proyectos de
reforma estatal, las juntas vecinales, los sindicatos y comunidades de base normativa
y tradicional, tienen la capacidad de influir en la gestión de lo público, tanto por
medios parlamentarios como extraparlamentarios (bloqueos, movilizaciones,
marchas, etc.). Con ello, se esta generando una nueva polarización del campo
político entre “izquierdas” y “derechas” con claros contenidos clasistas
(trabajadores/empresarios), étnicos (Indígenas/qáras) y regionales
(occidente/oriente) en cada uno de los dos polos. Y en la medida en que cada uno de
estas dualidades se afirma enfrentada respecto a la otra, se trata de un tipo de
polarización antagónica y pluri-institucional (partidos y movimientos indígenas) en un
campo político estructuralmente inestable y con un destino, al menos hasta ahora, es
incierto.

Entre los movimientos indígenas más importantes que hoy existen en Bolivia, se
puede mencionar (10):

1.- La Federación de Juntas de Vecinos de El Alto (FEJUVE) que es la asociación de


las asociaciones barriales urbanas de una ciudad (El Alto). Formada en 1954 cuando
El Alto era apenas una aglomeración de barrios semi-urbanos, FEJUVE agrupa a la
mayoría de los 700.000 vecinos, predominantemente indígenas (80%) y de reciente
migración rural que hoy viven en la ciudad, teniendo como células a una
comunidades urbanas de tipo territorial ( las juntas de vecinos), que son el único

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“seguro social” autónomo con el que cuentan los migrantes para construir sus
viviendas, empedrar sus calles, instalar servicios básicos o regular la seguridad local,
las juntas de vecinos de El Alto ha cobrado protagonismo en los ultimas años a raíz
de una creciente politización de sus demandas enfocadas a la desprivatización de los
bienes urbanos básicos (agua, luz, transporte), a su participación en la rebelión
social que destituyo al ex Presidente Sánchez de Losada el año 2003 y a la
conducción de la demanda de nacionalización de los hidrocarburos en los meses de
mayo-junio del 2005. Con una elevada proporción de obreros y operararios (cerca del
40%), y una fuerte presencia discursiva de la ideología indianista entre sus
estructuras organizativas barriales, las juntas vecinales son la cara más nítida de un
tipo de movimiento social que combina la antigua experiencia obrera del sindicato
con el discurso y las prácticas indígenas aymara de base urbana. El surgimiento del
papel políticamente protagónico de las juntas de vecinos se ha ido gestando en los
últimos 5 años. Rompiendo con las redes clientelares que ataban a las juntas
vecinales a los partido de gobierno nacional y municipal, el primer momento de
autonomía política de FEJUVE vino con la participación en la demanda de la ciudad
de El Alto por tener una universidad pública. Estas movilizaciones duraron 2 años
(2001- 2003), lo que permitirá el tensionamiento de las redes barriales y un proceso
de politización creciente. En agosto del 2003, las juntas vecinales llevaran adelante
un paro de 48 horas en rechazo de un formulario municipal y meses después, en
septiembreoctubre del 2003, recibirán la “posta” de la movilización indígena iniciada
por los campesinos aymaras del altiplano en contra de la venta de gas a Chile,
promoviendo una insurrección desarmada que, después de 69 muertos, culminará
con la huida del presidente Sánchez de Losada. En enero del 2005, una nueva
movilización de FEJUVE lograra el procesote recensión del contrato de gestión del
agua potable de la empresa francesa “Aguas del Illinani” y, finalmente en mayo- junio
las juntas vecinales liderizaran un nuevo ciclo de protesta nacional con un paro de
actividades de 3 semanas en demanda de la nacionalización de los hidrocarburos
que culminara con la renuncia del presidente Mesa.
Hoy la FEJUVE se ha convertido en el mas fuerte movimiento social del país,
portador de reivindicaciones nacionales y estatales que lo ha llevado a plantearse el
tema del poder político estatal para lograr alcanzar sus demandas que apuntan hacia

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la estructuración de un nuevo sistema político y un nuevo régimen económico. 2.-
Central Obrera Boliviana. Articulada en torno a los sindicatos obreros de gran
empresa, la Central Obrera Boliviana surgió en abril de 1952, inmediatamente
después de la revolución obrera y popular que llevó al gobierno al MNR, nacionalizó
las minas de estaño y universalizó el voto.
Convertido en el único movimiento social nacional con hegemonía obrera, la COB
logró unificar en torno a su liderazgo a otros sectores laborales (campesinos,
estudiantes, profesionales, profesores, pequeño-comerciantes, etc.), y libró un duelo
político con las Fuerzas Armadas durante todo el periodo dictatorial que se extendió
desde 1952 hasta 1982.
Principal abanderada de la recuperación de la democracia, su base material obrera
será desmantelada precisamente al inicio de los gobiernos civiles que aplicaran
programas de ajuste estructural y una reestructuración empresarial, incluida las
privatizaciones. Con la desaparición de las grandes empresas públicas y privadas de
obreros sindicalizados y de contrato fijo (11) , la COB atravesara una profunda crisis
organizativa e ideológica que la llevara a perder su protagonismo político y su
importancia movilizadora frente a otros movimientos indígenas de base territorial y
local pero con mayor capacidad de convocatoria y de presión ante el Estado.
En la actualidad su sustento organizativo reposa en los maestros sindicalizados de
las ciudades, los trabajadores estatales de salud y los obreros de la ultima empresa
semiestatal (Huanuni), lo que le ha llevado a moverse en torno a las acciones y
convocatorias realizadas por otras organizaciones sociales. En el último conflicto de
junio del 2005, se adhirió a la convocatoria de la FEJUVE y buscó radicalizar las
movilizaciones en la perspectiva de promover una lucha por el poder político.
En Bolivia, el 62% de sus habitantes mayores de 15 años se auto identifican como
pertenecientes a algún pueblo indígena y poco mas del 40% de la población tiene
como idioma materno un idioma indígena. De entre los 38 pueblos indígenas y
originarios que existen en Bolivia, 2 son los más importantes, los Quechuas que
abarcan al 30 % de la población total boliviana y los Aymaras que llegan a ser el
25%. Los quechuas se hallan ubicados mayoritariamente en las zonas de los valles,
en tanto que los Aymaras en el altiplano, tanto rural como urbano. De hecho, la
tercera ciudad más importante del país, El Alto, es mayoritariamente indígena. El

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resto de los 35 otros pueblos, ubicados principalmente en las zonas de tierras bajas y
llanos del país, llegan al 6% del total de la población censada.
Si bien la historia de los pueblos indígenas del continente está atravesada de ciclos
de exterminio, de insurgencia, de pactos y de inclusiones parciales en la estructura
nacional predominante, en Bolivia, los procesos de asimilación y mestización cultural
del último siglo no han logrado disolver o atenuar las profundas diferencias socio-
económicas entre las identidades sociales. Pese a los derechos de ciudadanía
extendidos desde mediados del siglo XX, se ha recreado una segmentación cultural
de la estructura de oportunidades y movilidad social visible en la estratificación étnica
del mercado laboral que hace que un indígena reciba por lo general un tercio del
salario de un no-indígena y que la mayoría de la población pobre del país, sea
precisamente indígena. Se puede decir que en Bolivia en sentido estricto, la etnicidad
desempeña el papel de un capital, el capital étnico que vendría a ser un plus social,
un bien apetecible, monopolizable y facilitador del ascenso y los enclavamientos
sociales.
No es extraño por tanto que en las últimas décadas los movimientos indígenas
indígenas hayan recobrado una vitalidad política inobjetable y, en el caso de Bolivia,
hayan acumulado una capacidad política parlamentaria y extraparlamentaria que los
convierten en las principales fuerzas sociales de interpelación hacia el Estado, de
gobernabilidad socio-política, de reforma institucional incluso, de razonables
posibilidades de acceder democráticamente al gobierno a futuro.
Por la diversidad histórica de los pueblos indígenas, en Bolivia no hay un solo
movimiento indígena que haya incursionado en las luchas sociales y políticas; hay
varios movimientos indígenas que difieren notablemente en sus reivindicaciones, en
su actitud ante el Estado, en sus repertorios de movilización, en su identidad y base
social. Entre los movimientos indígenas más importantes podemos mencionar a:
1.- El movimiento indígena aymara, ubicado en la zona altiplanica del país y
articulado en torno a la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos
de Bolivia (CSUTCB). La CSUTCB, que lleva el nombre de sindicato pero que en
realidad está compuesta por comunidades campesino-indígenas, es la estructura
organizativa indígena más antigua de este nuevo ciclo de despertar indígena iniciado
hace 30 años atrás, precisamente entre los aymaras urbanos y rurales. Si bien la

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CSUTCB inicialmente articulaba a las comunidades indígenas aymaras y quechuas,
en los ultimaos años esta Confederación se ha fracturado en dos, siendo la líder
izada por los quechuas (Román Loayza) la que mayor extensión geográfica de
organización tiene, en tanto que la líder izada por los aymaras (Felipe Quispe), es la
que mayor capacidad de presión y discurso político posee.
Los aymaras son el pueblo indígena ubicado en el departamentote La Paz y Oruro
con mayor cohesión social, con mayor fuerza de movilización (los bloqueos de
caminos mas importantes del país se dan en esta zona) y con una mayor conciencia
de su identidad resultante de la presencia de una extendida e influyente
intelectualidad indígena, que en las ultimas décadas ha recreado una narrativa
histórica sobre la autonomía de la nación aymara.
Si bien al interior del movimiento aymara existen a la vez múltiples tendencias y
varias formas organizativas de movilización social (partidos políticos, agrupaciones
culturales, vecinales, etc.), la CSUTCB que agrupa a todas las comunidades
campesinas organizadas en torno a fidelidades tradicionales, es la más importante y
compacta fuerza sociopolítica de movilización del país cuyas reivindicaciones están
dirigidas exclusivamente hacia el Estado.
Portadora de una clara identidad indígena en confrontación con el Estado, al que lo
califican de colonial, la CSUTCB combina reivindicaciones económicas (caminos,
salud, educación, tractores, apoyo económico) con exigencias sociopolíticas
(nacionalización de los hidrocarburos, nuevo modelo económico, autogobierno
indígena). Para ello, ha combinado la sublevación con la negociación para obtener
reconocimiento y ha ido transitando hacia un tipo de nacionalismo aymara con
crecientes demandas de autogobierno. En la última década, su discurso ha irradiado
a sectores indígenas urbanos y al resto de los movimientos indígenas del país,
especialmente en la FEJUVE de El Alto, donde la mayoría de los repertorios de
movilización campesina han sido readaptados para su empleo en el mundo urbano.
2.- Federaciones de Productores de hoja de coca de los Yungas y el Chapare,
integrada por las comunidades indígena-campesinas de los valles interandinos y el
trópico boliviano del departamento de Cochabamba (Chapare) y de La Paz (Yungas).
Compuesta por poco más de 50.000 familias su identidad organizativa ha mutado en
las últimas décadas de una autoidentificación campesina hacia una campesino-

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indígena. La mayor parte de las comunidades está integrada por aymaras, en el caso
de los Yungas, centenaria zona tradicional de cultivo de hoja de coca, y por
campesinos quechuas y ex obreros despedidos, en el Chapare, región de expansión
del cultivo de hoja coca en las tres últimas décadas. Organizados en torno a
comunidades agrarias (“sindicatos”), los productores de hoja de coca han tenido que
soportar el proceso de asedio estatal, militar y judicial, más agresivo desde la
intervención militar a los campamentos mineros en los años 60.
A partir de esta resistencia en defensa del cultivo de la hoja de coca, los sindicatos
de productores de hoja de coca se han convertido en una de las organizaciones mas
activas, disciplinadas y efectivas de resistencia frente al Estado y las presiones de
los Estados Unidos de Norteamérica que desean erradicar la totalidad de los cultivos
de coca. Desde principios de siglo, y a raíz de la emergencia de la fuerza de los
múltiples movimientos indígenas en todo el país, el movimiento cocalero ha
implementado unas 12 estrategias de alianzas regionales y nacionales con otros
movimientos y sectores sociales que han dado lugar a la formación de un
“Instrumento político” electoral que les ha permitido sacar el segundo lugar en la
votación nacional el año 2002, colocándose a solo 1 punto porcentual del partido
ganador MNR. Este “instrumento político” llamado Movimiento al Socialismo (MAS),
mas que un partido es una coalición flexible de múltiples movimientos indígenas
indígenas y no indígenas, rurales y urbanos, laborales, gremiales, campesinos que
han expandido en el ámbito parlamentario sus estructuras de movilización. En
términos estrictos, actualmente el MAS, cuyo dirigente máximo es el líder indígena
Evo Morales, es con mucho la fuerza política electoral que esta construyendo un
conjunto de oportunidades que pueden posibilitar a mediano plazo el acceso a la
presidencia de Bolivia del primer indígena en su historia política. Sin embargo, para
ello, el líder indígena Evo Morales ha tenido que modificar su lenguaje a fin de
integrar al mundo urbano con mayores grados de mestización cultural.
3.- La Confederación Indígena del Oriente Boliviano (CIDOB) y la Coordinadora de
Pueblos Étnicos de Santa Cruz (CPESC), agrupa a decenas de pueblos indígenas de
tierras bajas de la amazona y el Chaco, de amplia presencia de latifundios. Estas
organizaciones indígenas fundadas a fines de los años 80s, han logrado articular a
numerosos pequeños pueblos (Chiquitano, Ayoreo, Guarani, Mojeño, etc.), que

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durante mucho tiempo quedaron invisibilizados por su baja densidad demográfica.
Autoasumidos como indígenas, sus demandas, a veces contra el Estado y a veces
contra los hacendados y empresarios agrícolas de la región, son de carácter más
reivindicativo (títulos de propiedad comunitaria, proyectos de desarrollo, educación
bilingüe, etc.). A diferencia de los movimientos indígenas de tierras altas que
emplean los bloqueos de caminos para enfrentarse al Estado, las organizaciones
indígenas de la zona oriental preferentemente utilizan las marchas y tienen una
actitud de mayor inclinación a las negociaciones, pactos y reconocimientos con el
gobierno.
Las estrategias de acción política de los movimientos indígenas 1. La estrategia de
resistencia fragmentada
Desde 1985 y asta el año 2000, los trabajadores de la ciudad y el campo vieron
desmoronarse su principal estructura organizativa, la Central Obrera Boliviana
(COB). Decenas de grandes fábricas y de grandes centros mineros se cerraron, con
lo que el sindicalismo de gran empresa que era la columna vertebral de la COB,
desapareció, en tanto que al interior de los centros laborales que quedaron, se
implementó la flexibilización laboral, la desindicalización y cambios tecnológicos que
debilitaron la cultura obrera sindical, la disciplina por centro de trabajo, la politización
de sus cuadros y, con todo ello, derrumbaron la base material del antiguo movimiento
obrero. Ante este proceso que duró al menos una década, lo que quedaba del
movimiento social obrero desplegó estrategias defensivas de sus derechos, de sus
salarios, de sus saberes productivos cada vez más sectorializadas y corporativas.
Esta corporativización defensiva de las luchas obreras en los años 80 y 90 produjo
tres efectos. El primero fue que se abandonó la dimensión política y nacional de las
iniciativas obreras y se acentuó la gremialización de sus demandas. Con ello, la
política nacional pudo ser expropiada por el sistema de partidos. La segunda
consecuencia fue que al replegarse sobre el núcleo de afiliados que poseían aun
derechos laborales, perdió la capacidad de conducción de otros sectores populares
o, si se refiere, su capacidad de irradiación nacional, al tiempo que dentro de los
propios obreros también comenzó a 13 perder como aliado obrero a la masa de
eventuales y sub-contratados de las empresas que los superaban en número con lo
que se cerraba la posibilidad de una reconstitución de la clase obrera a partir del

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reclutamiento, sindicalización y politización del nuevo, joven y precario proletariado
que hoy, pese a ser el.
Esta estrategia de resistencia, logró preservar algunos pequeños núcleos obreros
sindicalizados, pero cada vez más aislados en medio de un mar de obreros
desorganizados que en un 90% , carecen de organización sindical, de experiencia de
movilización autónoma de clase y que, hoy por hoy, prefieren actuar sumergidos en
otras formas de organización y movilización (vecinal o campesina). A medida que el
núcleo obrero sindical se debilitaba los otros sectores sociales que actuaban
motorizados por la COB, comenzaron un proceso de desbande en medio de micro
estrategias de resistencia locales y fragmentadas.
Todo el periodo de auge neoliberal se caracterizara entonces por una pérdida de la
iniciativa política de las clases subalternas, una corporativización localista de las
resistencias y el despliegue de múltiples micro estrategias defensivas de antiguos
derechos que estaban siendo erosionados por las reformas estructurales, las
privatizaciones y la apertura de fronteras.
1.3. Conclusiones
- Existen movimientos indígenas reconocidos en la Constitución
Política del Estado.
- Hay movimientos indígenas que fueron incorporados a la estructura
política y social de Bolivia
- Cada movimiento social tiene una estructura diferente
- Existe perspectivas de incorporar a los movimientos indígenas a a la
actividad económica en Bolivia.
.

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BIBLIOGRAFIA

 1) K. Marx, Carta a Freiligrath, 28/II/1860, en K. Marx. F. Engels,


Werke, Tomo 33, Dietz Verlag Berlin 1979.
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 3) Ch. Tilly (ed.), Citezenschip, Identity and Social History, N.Y.,
International Review of Social History Supplements, 1996.
 4) Bourdieu, El campo político, Plural, La Paz, 2001
 5) Sobre el tema del corporatismo en sociedades democráticas ver
Scmitter, Philippe, Teoría del neocorporatismo, Universidad de Guadalajara,
México, 1992.
 6) Luis Tapia, La condición multisocietal. Multiculturalidad,
pluralismo, modernidad. Muela del Diablo/CIDES-UMSA, La Paz, 2002.
 7) G. Arrighi; T.K. Hopkins; I. Wallerstein, Movimientos
antisistémicos, AKAL, España, 1999.
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 9) J. Ranciere, El desacuerdo, Nueva Visión, Buenos Aires, 1996. 8
 10) Patricia Costas, Marxa Chávez, Álvaro García Linera, Sociología
de los movimientos sociales en Bolivia. Estructuras de movilización,
repertorios culturales y acción política, DIAKONIA/OXFAM, La Paz, 2005.

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ANEXOS

ANEXO “A” MUESTRARIO FOTOGRÁFICO

Los movimientos indígenas en la marcha de 1992

Los movimientos indígenas del oriente en la marcha de 1992

21
Los movimientos indígenas en la marcha por la vida

Los movimientos indígenas aglutinados en CONAMAQ

22
Los movimientos indígenas del oriente en la marcha de 1992

Líderes de los movimientos indígenas en la marcha de 1992

23
El inicio de los movimientos indígenas con la ideología de Zarate Willka

Los movimientos indígenas en la marcha de 1992

24
Las mujeres en los movimientos indígenas en la marcha de 1992

La marcha de 1992 y el surgir de os movimientos indígenas

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