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Fue a principios de la década de los ’90 que en todo el mundo se comenzaron a fijar
metas para la inflación, pues existía la convicción de que una inflación baja incidía
positivamente en el crecimiento económico del país. Primero fueron los países
industrializados, y luego adscribieron los emergentes, entre ellos, Brasil.
1.- No desmantelar radicalmente la estructura económica que traía el país, sino que se
encargó de dar señales positivas al mercado prometiendo una austera disciplina fiscal.
En rigor, impulsaría una política fiscal restrictiva que impactaría en una modernización
del sistema de pensiones y mejoraría la captación de impuestos, generando así un
superávit fiscal, que le asegurara de algún modo, el pago de la deuda externa,
2.- Otorgar plena autonomía al Banco Central, por lo cual el ejecutivo no intervendría
el tipo de cambio (dejándolo flotar libremente) ni en las tasas de interés y
3.- Mantener las políticas de metas de inflación, que quedarían en manos del Central,
a través de la fijación de las tasas de interés.
Es interesante indicar que el triunfo de Lula en las urnas produjo una serie de efectos
negativos, como el desplome del mercado de valores, una alza en la prima de riesgo
país, alzas en los precios y la depreciación de la moneda; los que fueron aplacados en
parte por el refuerzo de sus compromisos y por la credibilidad de su futuro equipo
económico. Uno de los primeros efectos positivos de su futura performance, fue la
apreciación del real frente al dólar a finales del 2002.
Lula recibió un país con una alta inflación y altas tasas de intereses como paliativos de
esa alta inflación, pero a mediados de julio de ese año, el riesgo país había bajado, se
había estancado la fuga de capitales del país, la situación de la deuda se veía
promisoria, el tipo de cambio se había apreciado considerablemente, sólo la inflación
se mantenía alta.
La Decisión de Lula
La tasa de interés real corresponde a la tasa de interés ajustada por la inflación (i/INF).
Si la inflación sube, pero no la tasa de interés, la tasa real disminuye, volviéndose
poco atractiva para los inversionistas. Dado que las decisiones que toman los
inversionistas son decisiones de rentabilidad, éstos moverán sus capitales a lugares
donde la razón anterior los favorezca.
Como el tipo de cambio también está asociado a la tasa de interés y a la inflación, una
forma de incidir sobre ésta es a través del tipo de cambio. Esta es una salida corta,
para manejar la inflación.
Podríamos decir que desde entonces el tipo de cambio pasó a un segundo plano, no
obstante aquello, seguía siendo importante, obviamente, para muchos grupos de
interés. El Central lo sabía, por lo que intervenía el mercado del tipo de cambio para
obtener resultados más rápidos sobre las metas de inflación y de paso beneficiar a
dichos grupos de interés.