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del poder para ajustar estas regalías, la Corona tuvo una influencia poderosa sobre
el desarrollo de la minería. Frecuentemente, los recortes reales de estos impuestos
fueron seguidos de un aumento de la producción, por lo que el rechazo a reducir-
los, probablemente, costó ingresos a la Corona que hubiera visto incrementarse a
través de un aumento de la producción. De manera similar, la Corona intentó be-
neficiarse del control que ejercía sobre el precio del mercurio, estableciendo un
precio por debajo del costo, para reducir los gastos de la producción de plata y
recolectar indirectamente mayores impuestos (Bakewell 1987).
Como se puede apreciar, la Corona tuvo presencia y ejerció un fuerte control
sobre la actividad minera, a través de la exigencia del pago de regalías a los mine-
ros particulares, del control de la distribución y el precio del mercurio y, por últi-
mo, a través del poder para asignar mano de obra. De hecho, los mineros sintieron
el peso del control y poder de la Corona, por lo que protestaron muchas veces
contra los impuestos y las bajas en la distribución de mano de obra.
En general, como lo sustenta P. Bakewell (1987), la política de la Corona con
respecto a la minería careció de coordinación, con lo cual creó una cierta incerti-
dumbre entre los mineros. Algunas políticas tuvieron un efecto negativo, como
fue el caso de las tasas reales excesivas. La excepción fue la política minera de los
Borbones después de los años 1770 (período que sobrepasa al tratado en este capí-
tulo) que se propuso incrementar la producción a través de una serie de estímulos
(Bakewell 1987).
Cosa es por cierto digna de ponderarse que siendo esta Villa [de Potosí] y sus con-
tornos toda esterilidad, de mucha distancia de leguas le envían y dan abundancia de
trigo Ceres, Baco el vino, el aceite Palas y madera Cibeles, sin que se echen menos
(pues ya goza trasplantados) estratos de Almetes, tapetes de Flora, sin que le falten
glorias de Minerva. Y para más inteligencia de que nada carece y de acarreo todo le
sobra, resumiré a brevedad la máquina con que le acuden los reinos y provincias del
orbe, cada cual con lo que tiene […] (Arzáns de Orsúa y Vela, 1962, t. I, cap. I).
añil, vainillas, cacao y piedras preciosas; de Brasil, palo; de las Malucas, pimienta y
especierías; de la India Oriental, la isla Margarita, Panamá, Cubagua, Puerto Viejo,
todos los géneros de perlas que allí se ensabana, como fantasía, cadenilla, media ca-
denilla, pedrería, rastrillo […]”.119
Una serie de piedras preciosas provenientes de varias partes del mundo com-
pletan la lista.
Cuando analizamos la demanda de estos centros mineros en lo que se refiere
a productos de circulación interna, sobresale una característica que marca el espa-
cio económico peruano: la existencia de mercados permanentes, con diferente es-
pecialización de función y densidad en la demanda; tal es el caso del mercado de
cereales. Según S. Assadourian (1983), los dos mercados más importantes que
marcan, en lo esencial, la geografía del cultivo comercializado de cereales son
Potosí y Lima. Dejaremos de lado aquí el mercado de Lima, para ocuparnos de
Potosí.
La fuerte concentración demográfica de Potosí (mano de obra fija y estacio-
nal) y su localización geográfica (situada a gran altura en zona de páramo) hizo de
este centro minero un gran consumidor de productos alimenticios. Por ejemplo,
la Relación de 1603, anteriormente mencionada, calcula una importación anual de
50,000 fanegas de maíz y más de 90,000 fanegas de trigo para la Villa Imperial. La
producción comercializada del valle de Cochabamba y de los aledaños de Lacaba
y Clisa constituyeron los verdaderos graneros del Alto Perú, quedando relegadas a
una posición secundaria las zonas de Tomina y Yamparaez. Según los datos anali-
zados por Assadourian, el influjo de Potosí se extendió hasta los primeros valles
de Misque, Aiquile y Pocona, en el obispado de Santa Cruz, que exportaron una
buena cuota de su producción de cereales. Al parecer, el azúcar que llegó a Potosí
provino de las plantaciones del valle del Cuzco o de la franja subtropical lluviosa
de Santa Cruz (Assadourian 1983).
La producción vitícola que abasteció a Potosí provino de la costa, en especial
de los valles de Pisco, Ica, Nazca y Arequipa, así como también del reino de Chile.
La documentación colonial muestra que la circulación de esta producción hacia el
interior andino, donde Potosí era el mercado más fuerte, siguió dos rutas princi-
pales: una de ellas fue el camino real que se iniciaba en Arica, desde donde las
recuas de llamas cargadas con botijas tomaban el nudo de Tacna hasta llegar a
Oruro, Potosí y La Paz; el otro camino del vino partía de Ica a Guamanga y el
Cuzco, plazas redistribuidoras hacia varias direcciones. En este sentido, sabemos
que, durante el siglo XVI, la exportación de vinos procedentes del reino de Chile
hacia el Perú no fue estable ni importante. En la segunda mitad del siglo XVII, el
panorama cambia y la exportación de vinos y aguardientes cobra una consistencia
limitada, pero permanente.
pescado o bien era salado o bien se le transportaba fresco, aplicando la técnica in-
dígena de congelamiento mediante la exposición a la helada nocturna.123
Respecto a los productos ganaderos, la demanda de Potosí fue igualmente
muy fuerte. Recordemos que no solo se requería de ganado para suplir la alimen-
tación de los trabajadores del Cerro Rico, sino que el ganado desempeñaba un rol
como bestias de carga y recurso del cuero y del sebo en la actividad minera. El
área de abastecimiento de ganado para Potosí fue muy extensa e irregular, pues
cubría la provincia del Collao, rica en llamas y ovejas, Chile central que remitía
ovejas y Buenos Aires, desde donde partían manadas de vacas. Según Assadourian
(1983), hacia 1630, la provisión de ganado vacuno al Alto y Bajo Perú comenzó a
depender de las reservas de ganado cimarrón con aguadas itinerantes en las pam-
pas de Córdoba, Buenos Aires y Santa Fe. Al inicio de la explotación minera, fue-
ron las llamas las que tuvieron una importancia fundamental como bestias de
carga, para ser desplazadas por las mulas provenientes de Tucumán, a partir de
1600-1630.
Sabemos, gracias a las fuentes coloniales, que los centros mineros eran gran-
des consumidores de candelas de sebo para el alumbrado en el interior de la mina.
Se dice que el gasto en candelas era superior en las galerías subterráneas que en el
pueblo. En el mismo sentido, el consumo de cueros en las minas fue muy elevado,
ya que fue utilizado en la confección de cuerdas y de sacos para el transporte del
mineral. La documentación colonial da cuenta de descargas importantes de bada-
nas chilenas en el puerto de Arica, destinadas al transporte del azogue, desde
Huancavelica hasta las minas de Potosí (Langue y Salazar-Soler 1999).
Como se puede apreciar, el crecimiento del sector ganadero y del sector agrí-
cola estuvo orientado hacia el interior del espacio peruano y se organizó alrededor
del eje de la producción minera de la plata.
En lo que se refiere al consumo de textiles en Potosí, hay que distinguir entre
la demanda de prendas de vestir europeas y la de “textiles de la tierra”. Sobre lo
primero, ya hemos hecho alusión a la importante demanda de importación de
textiles y prendas de vestir de origen europeo y hemos señalado la procedencia
diversa de las mismas. En lo que corresponde al algodón, la demanda de textiles
de la tierra fue cubierta por Santa Cruz y Tucumán; mientras que la demanda de
textiles de lana fue cubierta por los obrajes de Quito y de otros centros serranos
como Cajamarca, Huamachuco, Conchucos, Huaylas y Huánuco.
Respecto a Huancavelica, C. Contreras124 nos dice que, durante los diez o
quince primeros años, la gran mayoría de productos que abasteció a la población
trabajadora y a los mineros provino de Lima y no se aprovecharon los productos
de los alrededores. El mismo autor señala que, a pesar de que Huancavelica se en-
123. Ibídem.
124. Contreras 1982: 80.
180 | Carmen Salazar-Soler
la yerba mate del Paraguay, tocuyo del Cuzco y Quito, “cordobanes”, es decir, los
sombreros de vicuña del Cuzco, velas de sebo de Chile, etc. Según Contreras,126
esto indica el papel importante que jugó Huancavelica en la integración económi-
ca del espacio peruano, lo cual no se opone al rol más preciso que tuviera este
centro minero en la organización de un espacio regional más próximo, que estu-
viera centrado en la producción de bienes de subsistencia.
En lo que se refiere a Oruro, Antonio de Alcedo la describió como una pro-
vincia y corregimiento de temperamento frío y seco, “muy propensa a tempesta-
des; los frutos que produce son papas, quinua y alguna cebada; cría ganado menor
y de la tierra y fabrica mucha pólvora por ser el terreno salitroso”.127 Como en el
caso de Potosí, muchos de los alimentos para su población provenían de otros lu-
gares, como el trigo y el maíz que llegaban de Cochabamba. Sabemos, gracias a S.
Assadourian (1983), que las rutas del vino producido en Ica y Pisco eran dos: una
que partía de Arica y pasaba por Tacna, desde donde llegaba en recuas hasta
Oruro, Potosí y La Paz; y la otra, que partía desde Ica hasta Huamanga y el Cuzco,
desde donde se le distribuía. Pero, gracias a Gavira,128 sabemos que también llega-
ba vino desde los valles de La Paz, que era de más fácil acceso y de mejor precio
por su cercanía. La botija de vino de La Paz valía 8 pesos, mientras que la que pro-
venía de Ica costaba entre 12 y 13 pesos. Como lo señaló Alcedo, el ganado se cria-
ba en la zona, pero también provenía de Paria y Carangas, en donde abundaba el
ganado lanar. Al parecer, también se desarrolló una industria de elaboración de
jamones, tocinos y manteca de cerdo, que no solo consumía la población orureña,
sino que también se distribuía en otros lugares, como la Villa Imperial de Potosí.
La coca llegaba desde los yungas de La Paz o del Cuzco. Según Godoy (1912),
a principios del siglo XVII, el precio de un cesto de coca era de seis pesos o seis
pesos y medio. Frecuentemente las mercancías como la coca, el vino de Moquegua
o los pescados del lago Titicaca eran abastecidas por los caciques aymaras de la
región, que se encargaban de proveer de estos productos a los centros mineros o a
grandes asentamientos urbanos, como Potosí, Oruro y La Paz.129
La muy celebrada, siempre ínclita, augusta, magnánima, noble y rica Villa Imperial
de Potosí; orbe abreviado; honor y gloria de la América; centro del Perú; emperatriz
de las villas y lugares de este Nuevo Mundo, reina de su poderosa provincia; princesa