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Introducción.
Cuando intentamos describir un ordenamiento jurídico, utilizamos una serie de
conceptos que la doctrina ha elaborado en el curso de los siglos. Estos conceptos jurídicos se
utilizan en prácticamente todos los ordenamientos jurídicos y son fundamentales porque
intentar esta descripción sin recurrir a ellos nos llevará ciertamente al fracaso de ese empeño.
Cuántos y cuáles sean estos conceptos fundamentales es motivo de discordia, nos
referiremos por vía de ejemplo a aquellos que nos parece no despiertan mayores
controversias. Tales son los conceptos de relación jurídica, sujetos de derecho (personalidad
jurídica), derecho subjetivo, deber jurídico, acto anti jurídico (delito), responsabilidad,
sanción, entre otros.
Estos conceptos jurídicos básicos o fundamentales lo son en relación al ordenamiento
jurídico considerado en su conjunto, como una globalidad, pues en las distintas ramas del
derecho existen conceptos que son propios.
Estudiaremos algunos de estos conceptos que nos parecen los más relevantes, usando
como guía el concepto mayor de relación jurídica.
Hemos dicho antes que el derecho regula la vida social, las relaciones entre las
personas, entre los sujetos de derecho. Son estas relaciones las que constituyen el núcleo
objeto de toda regulación jurídica. Sin vida social, no existe el derecho. Por ello nos parece
relevante partir con el análisis de este concepto, que comprende y engloba a los demás
conceptos jurídicos fundamentales.
Podemos definir la relación jurídica como el vínculo entre dos o más sujetos de
derecho, en virtud del cual uno de ellos tiene la facultad para exigir de otro el cumplimiento
de una obligación bajo la amenaza de una sanción. Para el profesor Abelardo Torre la relación
jurídica es el vínculo entre dos o más personas en virtud del cual una de ellas tiene la facultad
para exigir de otra el cumplimiento de un hecho determinado o la realización de una conducta
determinada. Por su parte el profesor Luis Legaz Lacambra define la relación jurídica como
un vínculo entre sujetos de derecho, nacido de un hecho determinado definido por las normas
jurídicas como condición de situaciones jurídicas correlativas o acumulativa de facultades o
deberes, cuyo objeto son ciertas prestaciones garantizadas por la aplicación de una
consecuencia coactiva de derecho o sanción.
Estas definiciones nos permiten identificar a primera vista, como elementos de la
relación jurídica algunos conceptos que son considerados fundamentales tales como los
sujetos de derecho (o persona), la facultad o derecho subjetivo de uno de los sujetos frente a
la correlativa obligación (o deber jurídico) del otro, y evidentemente la sanción.
Si lo analizamos con mayor detenimiento podemos establecer que la obligación y la
facultad correlativa son las consecuencias jurídicas que el ordenamiento jurídico le atribuye
a un cierto hecho que se considera relevante. En el esquema de Kelsen sería la conducta
descrita en el antecedente, o sea la condición prevista por el derecho para que se produzcan
determinadas consecuencias en el ámbito del derecho, por ejemplo, matar a otro, o llegar a
un acuerdo para intercambiar una cosa por un precio, estampar la firma en una solicitud
administrativa, el nacimiento, la muerte, etc. Es lo que suele denominarse el hecho
condicionante o hecho jurídico (el hecho de la naturaleza o del hombre que produce
consecuencias en el ámbito del derecho).
Por otra parte, no debe olvidarse que las personas se relacionan jurídicamente por un
interés, los conflictos a los que el derecho atribuye la suficiente relevancia como para
ocuparse de ellos, son conflictos de interés que normalmente implican el cumplimiento o
incumplimiento de una obligación que puede consistir en dar, hacer o no hacer alguna cosa.
Están aquí implicados los conceptos de incumplimiento o acto antijurídico, prestación, y
sanción.
Analizaremos entonces, en el marco de la relación jurídica los conceptos de Sujeto de
derecho que está estrictamente relacionado con el concepto de capacidad jurídica que
también analizaremos, derecho subjetivo, deber jurídico, acto antijurídico, responsabilidad,
sanción, y haremos también alguna referencia a la prestación de lo que se debe y al hecho
condicionante.
Clasificación
La personalidad es, pues, una categoría estrictamente jurídica no natural y por ello es
posible afirmar que el derecho reconoce aptitud para ser titulares de derechos y obligaciones
a dos clases de sujetos de derecho:
a) los seres humanos o personas naturales o individuos de la especie humana (como
los llama el art. 55 del Código Civil),
b) las denominadas personas colectivas que llamamos también personas jurídicas o
morales.
Es decir, el ordenamiento jurídico atribuye derechos, impone obligaciones y establece
sanciones no sólo para los hombres o personas naturales sino también para estos entes
denominados personas jurídicas.
Por otra parte, nuestro ordenamiento jurídico, en el art. 545 del mismo Código Civil,
define a estos entes colectivos del modo que sigue: “se llama persona jurídica, una persona
ficticia, capaz de ejercer derechos y contraer obligaciones civiles, y de ser representada
judicial y extrajudicialmente.” De esta definición entonces resulta notoria la relación que
venimos señalando entre los conceptos de personalidad y capacidad jurídicas.
Las personas jurídicas son agrupaciones de individuos o bienes que persiguen la
realización de un fin lícito determinado, fin que los individuos no podrían alcanzar por sí
solos. Hay que destacar que la persona jurídica posee una existencia propia, derechos y
obligaciones diferentes a los que posee a título particular cada uno de sus miembros.
- Teoría negativa: Quienes sostienen este punto de vista, afirman no hay más personas que
las personas naturales, y no admiten la existencia de personas colectivas. Para explicar las
referencias que las normas jurídicas hacen a ellas, afirman que cuando se habla de las
personas colectivas, en realidad se habla de los actos de ciertos individuos en particular.
En el fondo, este punto de vista se basa en la confusión entre personalidad jurídica e
individuo de la especie humana (o personalidad física).
- Teoría Realista: Quienes expresan este punto de vista, sostienen que además de las personas
físicas, existen otras entidades reales que son las personas colectivas o jurídicas. Afirman que
las personas colectivas están configuradas por ciertos fenómenos que se dan en la realidad
como una voluntad social que se independiza de cada uno de los integrantes de la sociedad,
surgiendo como un elemento autónomo. Las personas colectivas tendrían una existencia real,
que está dada por la existencia de una voluntad social. Siendo esta voluntad algo real no le
queda al ordenamiento jurídico más que reconocer su existencia, atribuyéndoles derechos y
obligaciones.
-Teoría de la Ficción: Federico Carlos Von Savigny es el creador de esta teoría y sostiene
que las personas jurídicas son entes ficticios creados por el derecho en forma artificial y que
son aptas para ser titulares de derecho y obligaciones, esto es, son capaces de tener un
patrimonio. Según esta teoría, desde un punto de vista empírico es obvio que no hay más
persona que los seres humanos, y sólo ellos tienen capacidad para tener derechos y
obligaciones. El Ordenamiento Jurídico puede, sin embargo, por razones de utilidad, suponer
la existencia de entidades que no son seres humanos como soporte de derechos y
obligaciones.
Estas entidades no existen en la realidad, pero los juristas hacen como que existen,
atribuyéndoles una voluntad destinada al cumplimiento de ciertos fines jurídicos.
El que las personas jurídicas sean entidades reales o ficticias tiene cierta importancia.
Si estimamos que son ficticias, el Estado puede con plena libertad crear y disolver estas
personas jurídicas, pues se trataría de meras creaciones técnicas. Si estimamos, en cambio,
que son reales, al Estado no le quedaría más que reconocerlo.
El Código Civil chileno sigue la teoría de la ficción, de acuerdo al artículo 545.
Finalmente debe destacarse que la regla general es que las personas jurídicas sólo
contraen obligaciones civiles, lo que significa que en ningún caso tienen responsabilidad
penal, esto es así porque para cometer delito se requiere de una única voluntad, y la única
voluntad que se le atribuye a la persona jurídica es para cumplir sus fines lícitos. La
responsabilidad penal es exclusiva de las personas naturales.
Existen eso sí excepciones como por ejemplo la LEY 20.393 que establece la
responsabilidad penal de las personas jurídicas en los delitos de lavado de activos,
financiamiento del terrorismo y delitos de cohecho que indica.
Finalmente, diremos que la relación jurídica se produce siempre entre sujetos de
derecho, que son personas naturales o jurídicas. Es necesario precisarlo, para no incurrir en
el error de considerar que existe relación jurídica entre personas y cosas. Como hemos dicho
en forma reiterada, el derecho regula las relaciones sociales, que por definición se dan entre
personas. Quienes han planteado que la relación jurídica podría darse entre un sujeto de
derecho y una cosa, se basan para ello en el ejemplo de los derechos reales. “Derechos real
es el que tenemos sobre una cosa, sin respecto a determinada persona”. Así lo define el art
577 del Código Civil.
2.- Teoría Del Interés o Tesis Del Derecho Subjetivo Como Interés Jurídico Protegido
Esta teoría fue elaborada por R. von Ihering quien en una obra titulada “El espíritu
del derecho romano”, sostiene que el derecho subjetivo es realmente un interés jurídicamente
protegido. Sostiene que en todo derecho existen dos elementos: Uno sustancial y otro formal.
El elemento sustancial es el interés y el elemento adjetivo o formal es la acción
procesal para su defensa. Ambos elementos son igualmente necesarios. Un interés no es
jurídico si no está protegido por alguna acción procesal, si no cuenta con protección podrá
ser un interés filosófico, social, política, pero no jurídico. Y por otra parte, si no hay un
interés a proteger no puede hablarse de derechos subjetivos.
Esta idea de que un derecho sin acción que lo proteja no sirve en realidad para nada,
proviene del derecho romano. Los juristas de la época clásica no concebían la existencia del
derecho sin una acción procesal que lo protegiera.
Los críticos, sin embargo, sostienen que esta teoría no logra superar las críticas que
se formulaban a la teoría de la voluntad y que por el contrario incurren en el mismo error.
Esto, porque, en cierta forma el interés es la medida de la voluntad, pues, normalmente sólo
se quiere aquello en lo que se ha puesto interés y sólo se tiene interés en aquello que se quiere.
En otras palabras no hay interés sin voluntad. Por lo que de igual modo quedarían sin
explicación los derechos en manos de personas sin voluntad.
3.- Teoria De Hans Kelsen
Kelsen critica a las teorías anteriores pues reducían el derecho subjetivo a un concepto
de carácter sociológico, sicológico, etc. Kelsen sostiene que los errores de las teorías
anteriores se debían a la consideración del derecho subjetivo como una realidad diferente al
derecho objetivo, cuando en realidad no es otra cosa que un aspecto o forma del derecho
objetivo o de las normas jurídicas. Para Kelsen el derecho es sólo el derecho positivo creado
por el hombre. Es sólo norma y nada más que norma. No existe el derecho subjetivo como
algo distinto. El derecho subjetivo es el mismo derecho objetivo considerado desde la
perspectiva del sujeto. O mejor aún, es el mismo derecho objetivo o norma jurídica en
relación con el sujeto de cuya acción dependía la aplicación de una sanción por un órgano
del Estado.
Para expresar esta unidad derecho objetivo-derecho subjetivo, Kelsen prefiere hablar
de derecho en sentido objetivo y derecho en sentido subjetivo para dar a entender que el
derecho es uno solo, pero que puede verse desde distintas perspectivas. El caso del derecho
en sentido subjetivo es la norma vista y analizada desde la perspectiva de sujetos de derecho.
Este derecho en sentido subjetivo tiene según Kelsen dos momentos:
1-la facultad de exigir el cumplimiento de la obligación.
2-el deber u obligación que impone la norma y que lleva aparejada una sanción para
el caso de ser infringida. Este último momento es para Kelsen el más relevante.
4.- Negación Del Derecho Subjetivo En La Teoría De Augusto Comte y Leon Duguit
Auguste Comte (1798-1857) es fundador del positivismo, filosofía que reduce lo real
a lo dado en la experiencia. Para este autor el espíritu humano, tomado como especie o como
individuo, pasa en sus especulaciones o conocimientos y explicaciones de las cosas por tres
estadios ( o estados): teológico, metafísico y positivo. El primero es un estado
preparatorio, el segundo transitorio respecto al tercero, que es el definitivo. Su concepción
del derecho subjetivo es consecuente con esta caracterización. La sociedad es la única
realidad concreta susceptible de conocimiento. En el estado positivo es la sociología
representa el saber último, definitivo y perfecto.
Para Comte la racionalidad y la sociabilidad constituyen las características básicas
que distinguen a los hombres de los animales. El hombre será tanto o más perfecto cuanto
más social sea. Para él, la individualidad es una etapa insuficiente y superada en la vida del
hombre. La sociabilidad es además la regla máxima de moralidad y la virtud máxima en la
solidaridad social.
Comte sostiene que la sociedad es más real que el individuo y el individuo no es más
que una abstracción de la colectividad social. Según este autor el derecho subjetivo es un
concepto individualista desintegrador del orden social y que pertenece a la etapa metafísica
de la historia en que predominaba una moralidad fundada en el individualismo. En el Estado
Positivo de la evolución del hombre, en cambio, los derechos subjetivos son anulados por los
deberes sociales en el marco de una moralidad presidida por la solidaridad. El único derecho
subjetivo concebible en esta etapa es el derecho a cumplir con los deberes sociales. “Nadie
posee más derecho que el de cumplir siempre con su deber”.
Por su parte León Duguit entre otras en su obra “Las transformaciones generales del
derecho” (1912) sostiene que la noción de derecho subjetivo es de orden puramente
metafísico lo que está en contradicción indudable con el positivismo de su época. En su
opinión, las controversias interminables que se suscitan acerca de la naturaleza del derecho
subjetivo son prueba de que se trata de una concepción artificial y precaria. Los que defienden
la idea de los derechos subjetivos sostienen que el derecho es el poder que corresponde a una
voluntad de imponerse como tal a una o varias voluntades. El derecho subjetivo implica
entonces siempre dos voluntades, una frente a otra, una voluntad que puede imponerse a otra,
una voluntad superior a otra. Esto implica una jerarquía de las voluntades, y a su vez una
medida de las voluntades y una afirmación acerca de la naturaleza y fuerza de la voluntad, lo
que constituye claramente una afirmación de orden metafísico. ¿Cuál es la naturaleza de la
voluntad? ¿Una voluntad puede ser superior a otra? No hay solución posible a estas
cuestiones en ciencia positiva. Por esta razón la noción de derecho subjetivo está arruinada,
es una noción de orden metafísico y no puede sostener en una época de “realismo y
positivismo como la nuestra”.
Duguit sustituye la noción derecho subjetivo por la de función social. El hombre no
tiene derechos, la colectividad tampoco. Pero todo individuo tiene en la sociedad una función
que cumplir y tiene en consecuencia tiene el deber social de desempeñarla, de la mejor
manera posible. Pero no tiene derecho a la inactividad, a la pereza. Los gobernantes pueden
intervenir para imponerle el trabajo, pues no hacen con ello más que imponerle la obligación
de realizar la función social que le incumbe.
En cuanto a la propiedad, “no es ya en el derecho moderno el derecho intangible,
absoluto, que el hombre que posee riqueza tiene sobre ella…la propiedad no es un derecho,
es una función social, el propietario, el poseedor de la riqueza tiene, por el hecho de poseer
esta riqueza una función social que cumplir, si no la cumple o cumple mal, como por ejemplo
si no cultiva la tierra la intervención de los gobernantes es legítima para obligarle a cumplir
su función social de propietario., que consiste en asegurar el empleo de las riquezas que posee
conforme a su destino.”
5.- La Negación del Derecho Subjetivo por El Realismo Jurídico
El tema del deber jurídico como concepto jurídico fundamental está estrechamente
ligado con otro problema más general, filosófico que es el problema de la obligatoriedad
del sistema jurídico. ¿Cuál es la razón, el fundamento último en base al cual las normas
jurídicas deben ser obedecidas o aplicadas?
Entre las muchas respuestas dadas a esta pregunta, aquí consideraremos las
siguientes: la solución juspositivista; la solución jusnaturalista o neo constitucionalista.
La primera solución al problema del fundamento de la obligatoriedad del sistema
jurídico es entregada por el juspositivismo y consiste sustancialmente en el principio de
efectividad, al fin y al cabo, se debe obedecer el derecho porque este ya es obedecido o al
menos aplicado, o sea porque es efectivo. La solución del positivismo jurídica parece
inadecuada tanto por razones morales como políticas: implica en efecto, la obligatoriedad
de un derecho como el derecho nazi, aunque se trata de una obligatoriedad independiente
de su obligatoriedad moral o política. Y desde el punto de vista lógico, incurre en el vicio
de la circularidad, pues termina afirmando que la obligatoriedad del derecho depende del
propio derecho.
Consciente de esta última dificultad, Kelsen ha buscado superarla configurando el
fundamento último de obligatoriedad como una norma, denominada precisamente
fundamental: pero detrás de la norma fundamental sigue asomándose el hecho de la
efectividad. La norma fundamental de Kelsen, en efecto, se presupone por la doctrina
jurídica sólo frente a un sistema jurídico efectivo: no tendría sentido presuponerla donde
faltase la efectividad.
En resumen, para la concepción positivista hay una sola clase de deber, el deber
jurídico, formal y externo, el derecho es sólo jurídicamente obligatorio, y lo que interesa es
la correspondencia entre el sentido de la prescripción normativa y el de la acción del hombre.
Lo que interesa es que la conducta del hombre satisfaga las exigencias del derecho.
La segunda solución al problema del fundamento último de la obligatoriedad del
derecho es entregada por la doctrina del derecho natural y la corriente denominada
neoconstitucionalismo: este último se basa en la idea de que el derecho es tal
independientemente de su moralidad pero para ser obligatorio debe ser conforme a ésta.
Para decirlo en términos simples, el derecho natural no concibe el derecho injusto, pues
para ser tal el derecho debe ser conforme a la justicia, es decir, el derecho es obligatorio en
cuanto conforme a la moral. Para el neoconstitucionalismo, el derecho puede ser injusto,
aunque en ese caso no es obligatorio, para ser derecho obligatorio debe ser conforme a la
moral. En ambos casos, la obligatoriedad última del derecho se remite a la moral.
Según esta segunda solución entonces, la obligatoriedad del sistema jurídico no
puede auto fundamentarse, es decir, fundarse sobre el mismo sistema jurídico: puede
fundamentarse sólo en la moral. Esta solución, parece a primera vista mejor que la solución
juspositivista, tanto desde el punto de vista moral –el derecho nazi no sería jurídicamente
obligatorio, porque no existiría una obligatoriedad jurídica distinta de la obligatoriedad
moral- y también desde el punto de vista lógico: la obligatoriedad del sistema jurídico no
se auto fundamentaría más circularmente.
Más allá de lo expuesto, diremos que en la práctica surgen conflictos entre deberes de
distinta clase. Deberes jurídicos que se oponen o contradicen a deberes morales o jurídicos.
Hay situaciones en las que nos preguntamos si debemos acatar una norma jurídica que nos
parezca injusta.
Esta posibilidad nos lleva a preguntarnos ¿hasta dónde alcanza la obligación de la
obediencia al derecho? ¿Es esta una obligación incondicionada o está sometida a
limitaciones? y en su caso ¿a qué tipo de limitaciones? La tradición jusnaturalista defendió
desde la Edad Media la posibilidad de resistir las leyes injustas. Es decir, que habría ciertas
situaciones en que a pesar de existir obligaciones impuestas por el derecho podemos (e
incluso debemos) desobedecerlas por ser contrarias a una cierta moralidad.
¿Se puede sostener hoy y en qué sentido un derecho de resistencia a las obligaciones
jurídicas?
Históricamente han existido algunas instituciones que han representado la posibilidad
de manifestar la desobediencia a las normas jurídicas o al derecho. Presentaremos
brevemente tres de ellas.
El derecho de resistencia.
Es la formulación doctrinal más antigua de la desobediencia al derecho. Sus orígenes
se remontan a la escolástica medieval, principalmente con Tomás de Aquino (Sobre el
régimen de los príncipes) donde planteó su teoría del tiranicidio que le significó luego la
excomunión por el Concilio de Constanza de 1214. Tomás de Aquino defendía la licitud de
la resistencia a las disposiciones injustas de los príncipes, ya que si tales normas eran injustas
no tenían el valor de normas de derecho –eran corrupción de ley- (non lex, sed corruptio
legis”). Esta resistencia adoptaría el grado y alcance que impusieran las circunstancias, desde
la resistencia débil y cautelosa hasta la oposición directa, incluyendo en los casos extremos
la deposición y la muerte, en caso necesario, del tirano (de ahí que la forma más radical de la
tesis se llame tiranicidio). Los planteamientos del aquinate fueron desarrollados
ampliamente por los teólogos de la segunda escolástica o escolástica española. (con el título
de Segunda escolástica española se conoce al movimiento intelectual que se dio en las
universidades de Salamanca y Coimbra desde el siglo XVI hasta siglo XVII. La primera de
estas universidades estaba encargada a los dominicos, mientras que la segunda, a la compañía
de Jesús).
Casi todos los juristas de esta escuela se plantearon de una manera más o menos
exigente las condiciones del ejercicio de la resistencia a las leyes injustas. Como principio
general distinguieron distintas formas de ejercicio de la desobediencia a las leyes en función
de la gravedad de las circunstancias provocada por las injusticias del tirano –resistencia
pasiva o activa, según los casos, con una diversidad de medios apropiados a los hechos- y de
los títulos del príncipe tirano –resistencia a cargo de los súbditos indistintamente o de un
colegio de representantes calificados, según se trate de una tiranía de ejercicio o de una tiranía
de origen. De la naturaleza de los hechos, el fiel trazará la forma y grado de resistencia al
tirano, teniendo siempre presente el bien común; desde la mera oración impetrando el auxilio
divino hasta la lucha sin cuartel.
Por otra parte la resistencia se llevará a cabo con menos reservas si el príncipe es un
usurpador que si es un príncipe legítimo. En el primer caso, el ejercicio del poder está viciado
desde el principio (tiranía de origen), en el otro caso, el poder legítimo en principio, se vuelve
ilegítimo con la práctica (tiranía de ejercicio). Por este motivo el usurpador, puede ser
resistido por cualquier persona en representación de la comunidad, en tanto que el príncipe
legítimo, que se hace tirano por su forma de gobernar, sólo puede ser resistido por una
representación de hombres ilustres de la comunidad especialmente designados al efecto.
Este derecho de resistencia, que fue objeto de una rica elaboración en la edad media
y el renacimiento se incorporó recién a las declaraciones de derechos y constituciones
liberales delos siglos XVII y XVIII. Este derecho de resistencia, como el derecho a la
libertad, a la vida, a la igualdad, etc.- se concibió como un derecho natural de las personas
(más como un derecho individual que un derecho de los pueblos). Con ello obtuvo
reconocimiento jurídico positivo pero no eficacia jurídica, ya que no se establecían
procedimientos ni medios materiales para la protección de estos derechos naturales
subjetivos.
El derecho de resistencia tampoco está ausente de los textos constitucionales de los
siglos XIX y XX, pero se trata ya de una institución rara. Hoy día la doctrina entiende el
derecho de resistencia como una expresión genérica referida a las diversas formas de
desobediencia a las normas jurídicas o como la referencia específica a la desobediencia
revolucionaria, que pretende un cambio del sistema político o del sistema de gobierno. En su
aspecto genérico incluye a la desobediencia civil y la objeción de conciencia.
La desobediencia civil
La desobediencia civil es una forma de resistencia muy en boga en la actualidad pues
es la forma que utilizan algunos grupos (en general minoritarios) en defensa de ciertos
intereses sociales no protegidos debidamente por el ordenamiento jurídico. Consiste
precisamente en desobedecer una norma jurídica que es contraria a los intereses de un cierto
grupo, en el caso de Thoreau (quien acuñó esta expresión), la negativa a pagar un impuesto.
Se puede entender también como el desacato a ciertas normas jurídicas motivadas por
consideraciones políticas o morales. Con todo, a diferencia del derecho de resistencia la desobediencia
civil implica una aceptación del orden existente, considerado como un todo, y sólo persigue la
modificación o cambio de ciertas y determinadas regulaciones.
Somos casi a diario testigos de las manifestaciones de ciertos grupos en protesta por
la acción de los poderes públicos en materias relativas al pacifismo, la ecología, los derechos
de las etnias originarias, etc. Los ejecutores de la desobediencia civil parten de la convicción
de la ineficacia de los modos jurídicos ordinarios para obtener el éxito de sus objetivos y
acude a formas más directas para ganar espacio en la opinión pública y provocar un cambio
normativo a favor de sus intereses, cambio que interpretan como un progreso.
La objeción de conciencia
Por su parte la objeción de conciencia es una forma de contestación que consiste en
la negación de la obediencia a las normas jurídicas por parte de un individuo por un
imperativo de conciencia. En términos jurídicos, la objeción de conciencia se puede definir
como la excepcionalidad de la aplicación de la norma en determinados supuestos por motivos
de conciencia. La objeción no pretende directamente la supresión de la norma sino su no
aplicación en determinados supuestos. No se trata de eludir obligaciones sino de sustituirlas
por otras, incluso más gravosas, compatibles con la conciencia ética del objetante.
A diferencia de otras formas de desobediencia a las normas, la objeción de conciencia
es una institución incorporada a los ordenamientos jurídicos de los sistemas democráticos.
Lo más común es la objeción de conciencia respecto del servicio militar, pero se extiende
también a otros casos como la práctica médica del aborto, entre otras.
Típica significa que debe estar descrita o tipificada en la ley como delito. Ninguna ley
podrá establecer penas sin que la conducta que se sanciona esté expresamente descrita
en ella. (CPR 19 nº 3 inc. Final).
Antijurídica, porque contraviene alguna obligación o deber jurídico, (puede haber una
conducta típica que no sea antijurídica, como matar en legítima defensa); y
Culpable se refiere al hecho de que quien incurre en una conducta descrita como
delito, lo haga de modo voluntario, esto es queriendo incurrir en la conducta, o actuando por
mero descuido o negligencia.
VI.- La Responsabilidad:
El incumplimiento de un deber jurídico está asociado siempre a la idea de
responsabilidad y también de sanción. El derecho espera que cualquier incumplimiento de
un deber jurídico y el consecuente daño que provoca sea reparado.
La responsabilidad se puede definir genéricamente como deuda, como obligación de
reparar y satisfacer por sí y por otro a consecuencia de un delito, de una culpa o de otra causa
legal.
Como la mayoría de las expresiones que utiliza la ciencia del derecho, la
responsabilidad puede entenderse en varios sentidos.
El profesor Hart, citado por Nino, lo ilustra cuando un relato imaginario “Cómo
capitán de un barco, ‘X’ era responsable por la seguridad de sus pasajeros y carga. Pero, en
su último viaje se embriagaba todas las noches y fue responsable de la pérdida del barco con
todo lo que llevaba. Se rumoreaba que estaba loco, pero los médicos lo encontraron
responsable de sus acciones. Durante el viaje ‘X’ se comportó muy irresponsablemente y
varios incidentes que tuvo en su carrera demostraron que no era una persona responsable. El
capitán siempre sostuvo que fueron las tormentas excepcionales las responsables de la
pérdida del barco, pero en un proceso judicial que se le siguió fue encontrado responsable
por la pérdida de vidas y bienes. Todavía vive y es moralmente responsable de la muerte de
muchas mujeres y niños”.
De este párrafo se pueden distinguir cuatro sentidos de la expresión responsabilidad:
1.- Responsabilidad como obligación a funciones derivadas de un cierto cargo,
relación o papel. Se usa en este sentido la expresión responsabilidad, cuando se dice por
ejemplo, “el capitán del barco es el responsable por la seguridad de sus pasajeros”
De este modo, se usa la expresión responsabilidad para designar aquellas obligaciones
que tiene una persona en virtud de un rol o cargo.
2.- En segundo lugar, responsabilidad como sinónimo de factor causal, cuando se dice
por ejemplo, “el capitán fue responsable de la pérdida del buque o que él sostenía que la
tormenta fue la responsable o cuando se dice “el terremoto fue el responsable de que se
cayera mi casa”. La expresión responsabilidad indica aquí que un acto o fenómeno que es
causa de algún evento y se emplea tanto para referirse a individuos, cosas o procesos.
3.- Responsabilidad como capacidad o estado mental: En este sentido se utiliza
cuando decimos por ejemplo “aunque se pensó que estaba loco, los médicos lo encontraron
responsable de sus actos”. Aquí se usa la expresión responsabilidad para expresar que se trata
de un individuo totalmente capaz, o como se dice en derecho penal “imputable”. Para el
derecho el individuo es imputable cuando tiene la posibilidad de elegir sus actos y
comprender el valor de aquellos desde el punto de vista ético.
También se puede usar la expresión responsabilidad en un sentido vinculado a este,
pero diferente, como cuando se dice “el capitán se comportó irresponsablemente” aludiendo
a su falta de diligencia o comportamiento negligente. La negligencia es considerada por
muchos juristas como un estado mental que consiste en no prever las consecuencias de los
propios actos, pudiendo hacerlo.
4.- Responsabilidad como sinónimo de punible o moralmente reprochable, como
cuando se dice por ejemplo, “el capitán fue hallado responsable por la pérdida de vidas y que
además es moral responsable. Responsabilidad aquí, significa que el agente es acreedor
de una pena o un reproche moral.
De este último sentido puede decirse que es el más amplio o comprensivo, porque su
uso supone que se han verificado las condiciones que designan los restantes sentidos. Es en
este sentido que Kelsen utiliza la expresión responsabilidad.
Según la Teoría Pura del Derecho, un individuo es responsable cuando es susceptible
de ser sancionado, independientemente de que haya cometido un acto antijurídico o de que
efectivamente se le aplique la sanción-
Clasificación de la Responsabilidad
Kelsen clasifica la responsabilidad en base a distintos criterios:
1- Responsabilidad Directa e Indirecta: un individuo es responsable en forma directa cuando
es sancionado como consecuencia de un acto ejecutado por el mismo, es decir, el sujeto que
comete el acto antijurídico es el mismo que es objeto de la sanción.
Por su parte, un individuo es responsable en forma indirecta cuando es susceptible de
ser sancionado por la conducta o hecho de un tercero. Este tipo de responsabilidad indirecta
era común en el derecho primitivo, incluso en el derecho penal. En el Derecho Penal
contemporáneo sólo se admite la responsabilidad directa y la responsabilidad indirecta sólo
subsiste en el Derecho Civil, en un número limitado de casos. Por ejemplo, el Art. 2320 del
Código Civil establece que toda persona es responsable no solo de sus propias acciones sino
del hecho de aquellos que estuvieren a su cuidado, así el padre y a falta de este, la madre es
responsable del hecho de los hijos menores que habiten en la misma casa. El Art. 2322 se
refiere a la responsabilidad de los amos por la conducta de sus criados o sirvientes, etc. (Sólo
la responsabilidad civil puede ser indirecta).
La regla general entonces, es la responsabilidad directa.
2- Responsabilidad Subjetiva o por culpa y Responsabilidad Objetiva o por resultado:
Hay responsabilidad subjetiva cuando se requiere para que la sanción sea aplicable que el
sujeto haya querido o al menos previsto el resultado de su conducta antijurídica. Este tipo de
responsabilidad admite diversos grados:
a.- el primero cuando se exige cometer el acto antijurídico con intención maliciosa,
es decir, con la intención de causar daño, como cuando se mata por venganza.
b.- Un segundo grado se da cuando el acto antijurídico se comete sin la intención de
causar daño pero previendo o pudiendo prever un resultado desfavorable.
Por otra parte hay responsabilidad objetiva cuando un individuo es susceptible a ser
sancionado por el sólo hecho de producirse el resultado dañoso, independientemente de que
aquel a quien se atribuye la sanción, haya querido o previsto el resultado del acto antijurídico.
Basta con que el sujeto está en la situación jurídica descrita por la ley para que se le atribuya
la sanción.
En el Derecho Penal se admite en principio sólo la responsabilidad subjetiva, aunque
en ciertos casos se admiten algunas formas de responsabilidad objetiva. En el Derecho Civil
se admiten ambas clases de responsabilidad. Respecto de la responsabilidad subjetiva no hay
ninguna duda y respecto de la responsabilidad objetiva el propio código civil contempla
algunos casos y existen también en otras leyes, por ej. El art. 2317 del Código civil
En síntesis, la responsabilidad subjetiva responde al principio “no hay responsabilidad
sin culpa” y la responsabilidad objetiva a la idea que “todo daño debe ser reparado”.
VII.- La sanción.
La sanción es en términos genéricos la consecuencia jurídica de un comportamiento,
lícito o ílícito. Sin embargo, se ha impuesto en el uso la idea de la sanción asociada a un
incumplimiento o delito.
Siguiendo una concepción que se remonta a Austin y por cierto a Kelsen, que el
elemento distintivo del derecho es la sanción, la norma jurídica no está completa sin no
contempla la sanción a diferencia de las normas morales por ejemplo, que no necesitan la
sanción. Si tomamos por ejemplo la norma moral No matar o no mentir, así formuladas están
completas. Una norma jurídica con el mismo contenido se caracteriza porque asocia a la
infracción de la conducta prescrita una sanción, siguiendo el ejemplo, el que mate a otro será
penado con presidio mayor en su grado medio (de diez años y un día a quince años de
presidio art. 391 nº 2 del Código penal). Dicho de otro modo, la sanción, en el caso del
derecho, es parte integrante de la norma jurídica, a diferencia de lo que ocurre con una norma
moral, que está completa sin necesidad de referirse a la sanción. Es la amenaza de una sanción
la que funciona como principal o único motivo que induce a los sujetos a obedecer el derecho,
no es así en el caso de las normas morales.
Lo anterior no significa que otros sistemas normativos prescindan por completo
de las sanciones, pero éstas no son consustanciales a ellos. Además, el derecho o las
normas jurídicas son coercibles, es decir, que en caso de incumplimiento, la
responsabilidad se puede hacer efectiva incluso recurriendo a la fuerza socialmente
organizada, posibilidad que no existe en ningún frente al incumplimiento de obligaciones
no jurídicas. La coercibilidad, es pues, una característica distintiva de la sanción jurídica.
Como se sabe, no debe confundirse coercibilidad que es la mera posibilidad de recurrir a la
fuerza, con la aplicación efectiva de la fuerza, que denominamos coacción o coactividad.
Siendo así, parece relevante entonces determinar el significado del término sanción
en el ámbito del derecho.
La sanción es la consecuencia normativa del incumplimiento de una obligación.
Según el profesor Eduardo García Maynez la sanción se puede definir como “la consecuencia
jurídica que el incumplimiento de un deber produce en relación con el obligado”.
Este incumplimiento debe entenderse referido a un deber emanado de una norma
jurídica, sea una ley, una sentencia o un contrato.
Existen distintos tipos de sanciones en las distintas ramas del derecho. Nosotros
analizaremos brevemente algunas de ellas atendiendo a la finalidad que persiguen, teniendo
presente que, todas tienen en común el hecho de que son la consecuencias de algún tipo de
incumplimiento o infracción, y que se pueden imponer al obligado, aun contra su voluntad,
e incluso mediante la coacción.
Una de las más importantes, es la clasificación de las sanciones según la finalidad que
persiguen y que distingue entre
a) cumplimiento forzado de una obligación,
b) la indemnización de perjuicios y;
c) el castigo o pena.
El castigo y su justificación
¿Por qué el Estado puede imponer penas? Y ¿cuál es la finalidad que persigue?
Este es un tema propio de la filosofía del derecho y se han planteado al respecto dos
corrientes fundamentales, una utilitarista y otra retribucionista.
Filosofía Utilitarista: el bien se define como “la mayor felicidad para el mayor número
posible de personas”. Desde esta perspectiva el castigo se justifica para dar seguridad a la
mayoría y llegar a ser de este modo más feliz o para maximizar la protección de los derechos
o ambos a la vez.
Esta justificación se traduce en la práctica en que el castigo tiene por finalidad
prevenir los delitos. Se espera que al atribuir una pena a una conducta las personas se
abstengan de cometerla. Se parte de la base que para el caso de que el delito efectivamente
se cometa, el mal causado no se puede reparar, pero, si se pueden evitar delitos futuros.
En primer lugar, porque la experiencia de sufrir un castigo puede influir en el
delincuente para que evite en el futuro cometer otros crímenes.
En segundo lugar el castigo puede servir como un ejemplo para que otros eventuales
delincuentes tomen notas de las consecuencias que les pueden acarrear el delinquir.
En tercer lugar la aplicación de la pena puede brindar al Estado la posibilidad de
rehabilitar al delincuente. Esta prevención se hace tan efectiva como sea posible mientras no
signifique practicas indeseables, desde el punto de vista utilitario, como seria, por ejemplo,
causar al delincuente más daño de lo que él le causó a la sociedad.
Doctrina del Retribucionismo: Uno de los principales exponentes de esta doctrina es Kant,
quien sostiene que el hombre debe ser siempre tratado como un fin, no como un medio. Lo
que hace que el utilitarismo es precisamente tratar al hombre como un medio para poder
prevenir otros delitos, poniendo al delincuente como un ejemplo ante la sociedad.
Según Kant el que ha causado un mal es merecedor de un castigo, debiendo sufrir un
mal semejante al que ha provocado. Esto no significa que el retribucionismo busque
venganza, sino que se trata de una reacción del derecho frente a los ataques de que es objeto.
El retribucionismo no busca un castigo socialmente útil, sino el castigo justo, el castigo que
el criminal merece y que tiene derecho a recibir.
Esto último es fundamental pues la pena justa constituye un límite a la potestad
punitiva del Estado. El criminal tiene derecho a que se le imponga una pena justa y no una
mayor, por mucho que una mayor pueda tener mejores efectos preventivos. Esto es una
consecuencia de la premisa de que los hombres deben ser considerados como iguales.
Esta doctrina supone la libertad del hombre, pues, sólo puede hacerse merecedor de
una pena quien actúa libremente.
Esta doctrina ha sido criticada diciendo que es prácticamente imposible determinar la
pena justa y lo único que puede afirmarse, es que mientras más grave es el daño más grave
debe ser la pena.
Todos estos conceptos que hemos analizados no operan ciertamente en forma aislada
sino en distintas combinaciones. La relación jurídica pone en juego varios de estos conceptos
jurídicos fundamentales, y para no pocos es también ella un concepto jurídico fundamental.
Y no podemos sino coincidir pues, en la medida que el derecho regula la vida social, son las
relaciones entre las personas, entre los sujetos de derecho, las que constituyen el núcleo de
toda regulación.
b) La Prestación:
El objeto de la relación jurídica es la prestación.
Los sujetos de derecho se relacionan jurídicamente con la finalidad de tener alguna
utilidad o beneficio que se denomina prestación. Esta prestación puede ser de dar, hacer o no
hacer.
Dar es aquella prestación que consiste en transferir el derecho de dominio u otro
derecho real sobre una cosa. La prestación u obligación de dar supone la de entregar. Su
objeto son los bienes, que son cosas que prestan utilidad y son susceptibles de apropiación.
Los bienes son de distintas clases, corporales e incorporales, muebles e inmuebles, etc.
Prestación u obligación de hacer, es aquella que consiste en la ejecución de un hecho
como, por ejemplo la obligación de construir una casa, pintar un cuadro, etc.
Una obligación o una prestación de no hacer, es aquella que consiste en abstenerse
de realizar algo.
En caso de infracción, la obligación de hacer o no hacer puede convertirse en
obligación de dar, esto es, de indemnizar y puede exigirse la ejecución forzada de la
obligación incumplida. De modo que el objeto de la prestación jurídica es la prestación y la
prestación versa a su vez sobre cosas, hechos o valores.
CAPITULO II
I.- INTERPRETACIÓN JURÍDICA. CONCEPTO, TEORÍAS, CLASIFICACIÓN.
Introducción.
Sentidos de “interpretación”
El término “interpretación” tiene muchos significados, algunos escapan al ámbito
jurídico, como cuando decimos de una orquesta que interpreta una pieza de Mozart, o de un
arqueólogo que interpreta los objetos hallados en una determinada excavación. Se puede
interpretar también un acontecimiento histórico en cuyo caso interpretar significar conjeturar
una relación de causa efecto entre ciertos hechos. También, se puede interpretar un texto
lingüístico y aquí interpretar significa atribuir sentido o significado.
De manera que son distintos los objetos a los que se puede atribuir significado y desde
esta perspectiva se habla de interpretación en sentido amplísimo, en sentido amplio y en
sentido restringido.
Cuando decimos por ejemplo que se puede interpretar una pieza musical, o una
pintura rupestre estamos hablando de atribuir significado a un objeto cualquiera, acepción
que excede el ámbito jurídico y entonces se hablará de interpretación en sentido amplísimo.
Pero también, se puede interpretar (atribuir significado) un texto lingüístico, como el
enunciado “Cuidado con el perro”, cuyo significado es normalmente transparente; y entonces
se hablará de interpretación en sentido amplio.
Finalmente, se puede interpretar (atribuir significado a) un texto oscuro, por ejemplo
ambiguo y vago como “todo lo real es racional”: y entonces se hablará de interpretación en
sentido estricto. Es en este sentido también que nos interesa en esta etapa.
En expresiones como interpretación jurídica, interpretación de la ley, interpretación
de normas, y otras similares, interpretar denota o bien la actividad de averiguar o decidir el
significado del algún documento o texto jurídico o bien el resultado o producto de esa
actividad, el significado mismo. Es la denominada ambigüedad actividad-producto.
Se llama interpretación tanto a la actividad (de atribuir significado a disposiciones
normativas) que realiza el juez con la finalidad de redactar una sentencia, por ejemplo, y que
está entre nosotros reglamentada por las reglas de interpretación contenidas en diversos
textos legales y se habla también de interpretación para referirse al producto de dicha
actividad, constituido por la propia sentencia, aunque ambas cosas estén conectadas por el
hecho de que, a falta de otro acceso a la mente del juez, la sentencia (es decir la interpretación
producto) parece constituir la única base posible para reconstruir la interpretación-actividad.
Esta última es la que concentrará nuestra atención.
A la interpretación actividad (atribución de significado a textos octubre) se le
denomina en interpretación en sentido específico por oposición a la interpretación en sentido
genérico que se refiere a cualquier actividad realizada con la finalidad o como consecuencia
de la interpretación en sentido específico: actividades como aplicar, argumentar, sistematizar,
deducir, resolver antinomias, integrar y cosas similares.
Es necesario recordar siempre, sin embargo, que la interpretación judicial, a
diferencia de la interpretación doctrinaria es directamente funcional a la aplicación; mientras
los juristas en sentido estricto interpretan pero no aplican, y por lo tanto, pueden también
abstraerse de las exigencias de la aplicación, los jueces interpretan para aplicar, de manera
que están siempre obligados a decidir.
Visto lo anterior y antes de continuar es necesaria un breve precisión terminológica,
en el modo normal y corriente de expresar se interpretan normas, nosotros diremos que lo
que se interpreta son disposiciones normativas cuyo significado son las normas, es decir, las
normas son el resultado del proceso de interpretación.
B) LA INTERPRETACIÓN CORRECTORA.
Esta se define por oposición a la declarativa o literal y puede entenderse como aquella
que se desvía del significado propio de las palabras o bien como aquella que atribuye al
enunciado o disposición normativa un significado distinto al de su significado literal (común
conforme al uso común de las palabras y de acuerdo a las reglas sintácticas del idioma
respectivo).
Este significado distinto puede ser más restringido o más amplio que el literal.
La interpretación correctora en general, encuentra justificación en distintos
argumentos. Estos son argumentos de tres tipos.
i.- EL ARGUMENTO PSICOLÓGICO O TELEOLÓGICO (llamado también en
forma impropia lógico) que apela a la intención del legislador o a los fines que éste perseguía,
en síntesis, a la ratio legis. Aquí la idea es que según el intérprete existe un desacuerdo entre
lo que el legislador quiso o buscó y lo que efectivamente expresó en términos lingüísticos.
Se suele entender este propósito o finalidad en términos subjetivos u objetivos, esto
es como el propósito o finalidad del legislador histórico o bien de la misma ley.
Esto plantea un primer problema, que es que sólo pueden atribuirse fines o propósitos
a entes dotados de voluntad (pero no nos detendremos en esto aquí). Para averiguar la
voluntad del legislador histórico (los hombres que participaron activamente en la redacción
y aprobación de la disposición o enunciado normativo a interpretar) el único camino es
valerse de los trabajos preparatorios. Entre nosotros es la denominada historia fidedigna del
establecimiento de la ley. (art. 19 CC). “su intención o espíritu claramente manifestado … o
en la historia fidedigna de su establecimiento”.
La segunda variante (objetiva) es la de la intención o voluntad de la ley, considerada
con independencia de su creador, para ello habría que atender sólo al texto de la ley y no a la
historia fidedigna de su establecimiento que refleja no la “objetiva“ voluntad de la ley sino
la “subjetiva” de sus creadores. El art. 19 se refiere a esto con la expresión “su intención o
espíritu claramente manifestado en ella misma …”
Desde luego hablar de la voluntad de la ley es un modo un tanto oscuro de expresarse,
que oculta el hecho de que el intérprete le quiere atribuir al texto un sentido que sea acorde
con su propia política jurídica y no con la del legislador que la dictó.
1° Clasificación desde el punto de vista del agente que efectúa la interpretación. Desde este
punto de vista la interpretación se clasifica en interpretación privada y en interpretación
pública o de autoridad.
A.- La interpretación privada: es aquella que realizan los particulares, tanto aquella que
realizan aquellos a quienes van dirigidas las normas como la que realizan los profesionales
del derecho. La interpretación privada se contiene normalmente en tratados, manuales,
revistas, etc. Algunos distinguen la interpretación privada realizada por los juristas de la
realizada por los abogados, sosteniendo que esta última está más ligada a la aplicación de las
normas por un tribunal u órgano administrativo. Se trata, dicen, de una interpretación más
circunstancial que aquella que realizan los juristas, y por lo mismo, más interferida por los
intereses de las partes que el abogado representa. Lo anterior no significa que la
interpretación doctrinal realizada por los juristas no esté ligada a la aplicación de las normas
o que se encuentre libre de toda interferencia, sino que en el caso de la interpretación
realizada por los abogados, esta interferencia es mucho más marcada y directa. Esta
interpretación privada o doctrinal no tiene ninguna fuerza obligatoria y tendrá mayor o menor
influencia según sea el prestigio de quien la formule y la adhesión que obtenga entre los
distintos operadores jurídicos.
B1-La interpretación legal o auténtica: es como su nombre lo indica la realizada por el mismo
órgano productor de la ley, esto es, por el poder legislativo, sea que lo haga en el propio texto
de la ley interpretada o en una ley posterior que por ello toma el nombre de ley interpretativa.
“Sólo toca al legislador explicar o interpretar la ley de un modo generalmente obligatorio,”
así lo dispone el Art.3º del código civil, de manera que la interpretación legal es la única que
tiene fuerza obligatoria general.
En cuanto a la ley interpretativa, se plantea el problema de la fecha de entrada en vigencia,
en efecto, el art.9 inciso 2º del código civil establece “sin embargo, las leyes que se limiten
a declarar el sentido de otras leyes, se entenderán incorporadas en éstas; pero no afectarán de
manera alguna los efectos de las sentencias judiciales ejecutoriadas en el tiempo intermedio”.
Esto significa que la ley interpretativa se entiende haber entrado en vigencia en mismo día
que lo hizo la ley interpretada. Si la ley interpretativa se publica el día 10 de septiembre para
interpretar una ley que estaba vigente desde el primero de marzo, se entiende que la ley
interpretativa ha entrado en vigencia también el primero de marzo. Ello con la salvedad de
que en ningún caso se afectarán las sentencias judiciales ejecutoriadas en el tiempo
intermedio, pues en tal caso se tratará de una ley con efecto retroactivo.
B2- La interpretación judicial: Como su nombre lo indica, es aquella que realizan los jueces
en el ejercicio de su función jurisdiccional en virtud de la cual deben conocer y resolver los
casos jurídicamente relevantes que sean sometidos a su decisión. La interpretación judicial
también tiene fuerza obligatoria, pero solo relativa, pues obliga solo a las partes del juicio,
así lo establece el Art.3º inciso 2º del código civil, “Las sentencias judiciales no tienen fuerza
obligatoria sino respecto de las causas en que actualmente se pronunciaren”. El instrumento
que utiliza el juez para interpretar la ley son las distintas resoluciones que dicta el curso del
proceso y particularmente, la sentencia definitiva.
c) El elemento lógico: Es aquel que para establecer el o los posibles sentidos de una ley,
se vale del análisis intelectual de las conexiones que las normas de una misma ley
guardan entre sí, entendidas en el contexto que ellas forman y no de una manera
aislada, así como de las conexiones que las normas de la ley de que se trata puedan
reconocer con las de otras leyes que versen sobre la misma materia.
El elemento lógico parte de la base de que las normas de una ley hacen un conjunto y que
deben ser interpretadas no en forma aislada o desvinculadas unas de otras, sino en el contexto
de la ley de que forman parte y asume también como supuesto el que las normas de una ley
hacen también un conjunto con las de otras leyes que versen sobre un materia similar.
Desde que en su obra “Explicaciones del derecho civil” el profesor Luis Claro Solar
recogiera la doctrina de los elementos de interpretación elaborada por Savigny, los
estudiosos e investigadores de la teoría de la interpretación han intentado establecer en qué
forma se expresan estos cuatro elementos en los Art. 19 al 24 del código civil.
Algunos autores han ido incluso más allá intentando también buscar estos elementos
en las normas relativas a la interpretación de los contratos de los Art. 1560 y siguientes del
código civil. Cabe señalar, sin embargo, que al momento de redactar el código civil, Andrés
Bello no conocía la doctrina de Savigny y por lo mismo no puede esperarse que estos artículos
incluyan exactamente a estos cuatro elementos.
Tan cierto es lo anterior que el Art. 23 no tiene cabida en un análisis a la luz de estos
cuatro elementos y lo mismo sucede con el Art. 24, que se refiere al espíritu general de la
legislación y a la equidad natural que no han sido mencionados ni considerados siquiera por
Savigny. Sin perjuicio de lo anterior, la doctrina chilena no sólo ha buscado, sino que ha
creído encontrar estos cuatro elementos en el párrafo 4º del título preliminar del código civil.
-Elemento gramatical: estaría consagrado en el Art. 19 inc. 1º que establece que “cuando el
sentido de la ley es claro, no se desatenderá su tenor literal, a pretexto de consultar su
espíritu”, de modo que lo primero a considerar son las palabras y expresiones de que se ha
valido el legislador.
Respecto a cómo han de entenderse estas palabras, los Art. 20 y 21 establecen una
regla general y dos excepciones.
La regla general está contenida en el Art. 20 inc 1º que dispone que las palabras de la
ley se entenderán en su sentido natural y obvio, según el uso general de las mismas palabras.
En cuanto a que deba entenderse por uso general de una palabra, se ha entendido que es el
que fija el diccionario de la RAE, aunque en el último tiempo existe una tendencia que
entiende que este sentido natural y obvio es el que se le da a una palabra en el uso cotidiano.
La 1ª excepción: esta regla está en el Art 20 parte 2ª, que establece que “cuando el legislador
las haya definido expresamente para ciertas materias, se les dará en éstas su significado
legal”.
Existe una serie de definiciones en el párrafo 5º del título preliminar del código civil y
también en otros cuerpos legales. Debe tenerse presente que hay definiciones que son propias
de ciertas materias y que la definición legal normalmente tiene valor para esa materia
determinada y no para todo el ordenamiento, aunque las hay también con carácter general.
Por ejemplo, la noción de remuneración, o empresa definidas en el Código del trabajo, tienen
valor sólo en el derecho laboral y la definición de presunción o persona contenidas en el
código civil, tienen un alcance general. Del mismo modo por ejemplo, las definiciones de
culpa y dolo contenidas en el Art. 44 del código civil no tienen valor en materia penal.
La 2ª excepción: a la regla del Art. 20 1ª parte, está contenida en el Art. 21 que establece que
“las palabras técnicas de toda ciencia o arte se tomarán en el sentido que les den los que
profesan la misma ciencia o arte.”
Como ejemplo típico de palabra técnica tomada en un sentido diverso al que le dan los que
profesan la ciencia o arte respectiva, es la expresión demente, contenida en el Art. 1447 del
código civil, pues se entiende referida no sólo a la demencia tal como la entiende la
psiquiatría, sino como sinónimo de cualquier trastorno mental.
-El elemento histórico: estaría contenido en el Art.19 inciso segundo parte final, en la parte
que se refiere a la historia fidedigna del establecimiento de la ley. Esta historia fidedigna es
la que está contenida en la respectiva moción o mensaje y en las actas de las sesiones
legislativas en que se discutió el respectivo proyecto.
-Elemento lógico: estaría este consagrado en el Art. 22 del código civil en su inciso 1º que
dispone que “el contexto de la ley servirá para ilustrar cada una de sus partes, de manera que
haya entre todas ellas la debida correspondencia y armonía”. Para algunos el elemento lógico
se encontraría también en el art. 19 inc. 1, cuando se usa la expresión “sentido”, pero, es una
opinión aun minoritaria, aunque nosotros la compartimos. Según el profesor Agustín Squella,
el inciso 2º de este Art. 22 consagraría también este elemento al establecer que “los pasajes
obscuros de una ley pueden ser ilustrados por medio de otras leyes, particularmente si versan
sobre el mismo asunto”. Sin embargo, la gran mayoría de la doctrina nacional sostiene que
aquí estaría consagrado el elemento sistemático.
-Elemento sistemático, estaría este consagrado, como acabamos de decir, en el Art. 22 inciso
2º y para muchos también lo estaría en el Art. 24 en aquella parte que remite al intérprete al
espíritu general de la legislación.
Finalmente, la disposición del Art. 23 no puede ser analizada en la perspectiva de los cuatro
elementos señalados y se encuentra consagrada allí una razón histórica, pues, con
anterioridad a la dictación del código civil, lo favorable u odioso de una disposición podía
ser tomado en cuenta para ampliar o restringir su sentido. Por otra parte esta disposición
pretende garantizar una interpretación literal, restringiendo las facultades del juez quien debe
aplicar la ley tal cual la dictó el legislador.
Kelsen sostiene que en primer lugar el significado lingüístico o sentido verbal de la norma
legal no es uno solo.
En segundo lugar, considera que la polémica en torno a la primacía de la voluntad sobre las
palabras de la norma legal conduce a la necesidad de admitir la posibilidad de indagar otras
fuentes a parte de su expresión verbal.
En tercer lugar sostiene que siempre existe la posibilidad de contradicciones de validez
simultánea dentro del sistema jurídico, contradicciones que no pueden ser resueltas en el
marco del silogismo deductivo que propone la concepción tradicional. Para Kelsen estas son
razones suficientes para estimar que existe una pluralidad en el significado de la ley.
Para Kelsen la interpretación, es un procedimiento espiritual que acompaña al proceso de
aplicación del derecho en su tránsito de un grado superior a uno inferior, en el tránsito de una
norma de mayor generalidad hacia una de menor generalidad. El caso más frecuente es el de
la interpretación de la ley y la pregunta que hay que responder en este caso es acerca del
contenido que hay que dar a la norma individual de una sentencia al deducirla de la norma
general para su aplicación al caso concreto.
Para Kelsen existen 2 clases de interpretación:
-La indeterminación es Intencional cuando ha sido establecida por voluntad del órgano que
instauró la norma que ha de aplicarse.
Por ejemplo: en el caso del derecho penal la ley prevé para el caso de un determinado delito
una pena que puede ir desde la multa hasta la privación de libertad, dejando al juez la decisión
de aplicar una u otra según las circunstancias de caso.
-La indeterminación puede ser no Intencional, es decir, puede ser la consecuencia no buscada,
de la forma de ser de la norma jurídica que debe ser aplicada mediante al acto en cuestión.
Esto puede ocurrir por distintas razones:
1.- Por la ambigüedad de una palabra o de una secuencia de palabras mediante las cuales la
norma se expresa, de modo que el sentido lingüístico de la norma no es unívoco y el órgano
encargado de aplicar la norma se encuentra ante varios significados posibles.
2.- puede ser que el órgano encargado de aplicar la norma crea que existe una discrepancia
entre la expresión lingüística de la norma y la voluntad de quien la dictó.
La jurisprudencia tradicional reconoce en forma general que la llamada voluntad del
legislador o la intención de los contratantes de un negocio jurídico no corresponde a las
palabras utilizadas en la ley o en el respectivo negocio. Esta discrepancia entre voluntad y
expresión lingüística puede ser completa o parcial. Es parcial cuando la voluntad del
legislador corresponde al menos a uno de los sentidos que la expresión lingüística de la norma
lleva consigo.
3.- La indeterminación puede producirse porque dos normas con pretensión simultánea de
validez se contradicen total o parcialmente.
En todos estos casos de indeterminación se ofrecen a la aplicación del derecho varias
posibilidades. Cualquiera sea la acción, en todos los casos el derecho por aplicar constituye
sólo un marco dentro del cual están dadas varias posibilidades de aplicación, con lo cual la
decisión estará ajustada a derecho si se mantiene dentro de ese marco colmándolo en alguno
de los sentidos posibles.
Según la tesis de Kelsen el resultado de la interpretación jurídica sólo puede ser determinado
el marco que expone el derecho por interpretar y por lo tanto el conocimiento de varias
posibilidades dadas dentro de ese marco, de manera entonces que la interpretación de una ley
no conduce necesariamente a una decisión única como si se tratara de la única correcta, si no
que conduce a varias soluciones posibles, todas las cuales tienen el mismo valor, aunque solo
una de ellas se convertirá en derecho positivo en el acto de la aplicación por el órgano
respectivo.
Que una sentencia esté fundada en la ley significa sólo que se mantiene dentro del marco que
la ley despliega y que es una de las normas individuales y no la norma individual que puede
ser producida en el marco ofrecido por la norma general. Este acto de voluntad mediante el
cual el órgano aplicador del derecho elige una de las soluciones posibles dentro del marco
que la ley le da, es un acto creador de derecho.
La interpretación auténtica, según Kelsen, es por tanto creadora dederecho. Por cierto esta
interpretación autentica se distingue de la que no lo es, sea la que efectúa un privado que
acata la norma o bien la que hace la ciencia jurídica. Esta interpretación no auténtica es pura
determinación cognitiva del sentido de las normas jurídicas y no una producción de derecho,
es más, la interpretación jurídico científica tiene que evitar con el mayor cuidado la ficción
de que una norma admite un solo sentido correcto.
Se trata de una ficción de la que se sirve la jurisprudencia tradicional para mantener la
seguridad jurídica. La jurisprudencia tradicional, con todo, cree que la interpretación no debe
limitarse a establecer el marco de posibilidades que ofrece la norma general y establece como
su principal función desarrollar un método que permita completar correctamente el marco
establecido. La teoría tradicional, según Kelsen, quiere hacer creer que la ley aplicada al caso
concreto siempre podría librar una única solución correcta. Concibe la interpretación como
un procedimiento mecánico en que al órgano de aplicación le bastaría con poner en
movimiento su entendimiento y no su voluntad como si mediante una pura actividad del
entendimiento pudiera encontrarse entre las posibilidades dadas, una única opción correcta
según el derecho positivo.
Al igual que Kelsen, Hart mantiene una posición escéptica acerca de la posibilidad de
alcanzar la certeza del derecho mediante procedimientos lógicos y cognitivos. Señala que en
todo sistema jurídico habrá siempre casos no previstos y no regulados legalmente, esto es,
casos para los que ningún tipo de decisión es dictada por el derecho claramente establecido
y en consecuencia el derecho es incompleto y solo parcialmente determinado. Esta es la tesis
que Hart denomina Tesis de la discreción judicial. El fundamento de la existencia de cierto
margen de discrecionalidad se encuentra en la textura abierta del lenguaje (EL LENGUAJE
NO SIGNIFICA SIEMPRE UNA COSA PRECISA DEL LENGUAJE) que podemos
caracterizar del siguiente modo:
Todas las reglas imponen reconocer o clasificar casos particulares como ejemplos de
términos generales y frente a cualquier regla es posible distinguir casos centrales claros a los
que sin duda ella se aplica y casos en los que hay tantas razones como para afirmar o negar
que se aplican. Resulta imposible eliminar esta dualidad entre un núcleo de certeza y una
penumbra de duda cuando se trata de colocar situaciones particulares bajo reglas generales.
La aplicación del derecho a los casos concretos no es una operación simplemente mecánica
como lo pretendían las teorías tradicionales basadas en el modelo del silogismo jurídico. Las
características de abstracción y generalidad del derecho y la textura abierta del lenguaje
afectan a la regulación legal provocando dificultades e imprecisiones que son imposibles de
resolver metódicamente. Aunque pueden reducirse mediante reglas de interpretación.
Decimos que pueden reducirse y no eliminarse por que estas reglas de interpretación son a
su vez reglas generales para el uso del lenguaje y emplean términos generales que también
requieren de interpretación. La textura abierta del derecho implica un cierto margen de
apreciación en los denominados casos difíciles que son los que están en las zonas de
penumbra de las reglas. La ciencia del derecho provee en estos casos los medios suficientes
para reducir este margen de apreciación mediante el razonamiento jurídico, atribuyendo a los
jueces una potestad de elección, de modo que la textura abierta del derecho obliga al
interprete a realizar una acción sin el respaldo de las reglas el ámbito discrecional que le deja
el lenguaje puede ser muy amplio de modo que si la conclusión puede no ser arbitraria es en
realidad una elección. El formalismo o conceptualismo es un vicio que ha intentado
minimizar esta elección planteando que la resolución de los casos jurídicos es una tarea casi
mecánica. El hecho de que la textura abierta del derecho obligue al interprete a hacer una
elección debe permitirnos concluir que la racionalidad de las oraciones jurídicas que recaigan
sobre los casos difíciles tiene que sustentarse, no en una relación lógica con las premisas,
sino que deberá sustentarse en algo diferente. De este modo, entonces la textura abierta del
derecho es un factor que la teoría jurídica no puede ignorar si quiere describir cómo funcionan
las cosas en la aplicación del derecho y como se legitiman las decisiones jurídicas. Pero debe
tenerse en cuenta también que el margen de discrecionalidad donde los tribunales tiene un
amplio campo, hará elección prudente al tenor de las circunstancias del caso concreto, lo que
es lógicamente necesario desde el punto de vista del funcionamiento del derecho. Así en todo
sistema jurídico hay un importante y amplio campo, abierto al ejercicio de la discreción por
los tribunales, quienes la ejercen fijando el contenido de criterios o pautas inicialmente vagos,
resolviendo las incertidumbres de las leyes o desarrollando y acondicionando las reglas que
solo han sido comunicadas de un modo muy general. El hecho de que Hart reconozca un
cierto margen de discrecionalidad de las decisiones que toman los tribunales no quiere decir
que no sean decisiones regladas, pues la estructura dentro de la cual tienen lugar consiste en
reglas generales. Esta teoría de Hart puede resumirse formando dos tesis principales:
1.- Presupuesta la textura abierta del derecho en la zona de penumbra, lo jueces tienen ante
si un cierto margen de decisiones posibles. Como consecuencia de esto, las partes o sus
representantes pueden esperar del tribunal sus decisiones interpretativas distintas que siempre
estarían fundadas.
2.- Pese a ese margen de discrecionalidad judicial, la decisión adoptada será valida
excluyendo la posibilidad de que el resto de las decisiones lógicamente posibles puedan ser
tenidas en cuenta jurídicamente. Hasta el punto de que la misma ha de ser aceptada por todos,
sin posibilidad de controversia valida dentro del sistema jurídico.
Este autor es uno de los principales críticos de las tesis que acabamos de exponer,
fundamentalmente de la tesis de Hart. Según él, es posible mediante el razonamiento
adecuado encontrar la única respuesta correcta para cada caso que hay que decidir. Por lo
tanto, cuestiona el principio de la textura abierta del derecho y más precisamente cuestiona
el reconocimiento de un margen de discrecionalidad en el ámbito de las decisiones judiciales.
Frente a ello defiende no solo la posibilidad sino la obligación del juez de descubrir los
derechos de las partes con absoluta precisión y certeza, ya que tales derechos existirían según
él con antelación y plena autonomía respecto del procedimiento que se sigue para su
descubrimiento. Según este autor, los problemas del positivismo jurídico en este punto se
derivarían de la incapacidad de esta teoría para comprender y dar cuenta de lo que ocurre
cuando se resuelven casos jurídicos. Sostiene que en realidad las tesis positivistas reproducen
en gran medida el modelo del silogismo jurídico. Ante los hechos dados se busca la norma
aplicable y se colocan los hechos en la regla para resolver el caso con la solución que la
misma establece con carácter general. Cuando la textura abierta del derecho permite un
margen de discrecionalidad la operación es similar, las complicaciones aparecen por la
necesidad de elegir dentro de la zona de penumbra de la norma, pero siempre dentro del
marco general de la misma cual es la solución del caso. El modelo de decisión del que parte
Dworkin es más complejo, parte reconociendo que junto con las normas jurídicas
propiamente dichas existen pautas o índices intelectuales (principios) de la decisión jurídica
que harán posible individualizar en cada caso una solución ponderada y racional que es
considerada una mera probabilidad, sino que por el contrario, el órgano judicial está obligado
a actuar conforme a esas pautas o índices cuya ponderación razonable ofrecerá además esa
única solución correcta. Según lo anterior para cualquier hipotético caso hay una solución
que ya es derecho antes que el juez se pronuncie sobre el mismo ya que espera ser descubierta
por el juez. El juez no debe suponer que el derecho es incompleto, inconsciente o
indeterminado, si así lo pareciera el defecto no estaría en el derecho, sino en los limitados
poderes de discernimiento de un juez humano. El juez debe actuar en todo caso como si el
derecho fuera incompleto y preciso lo que supone que el juez conozca no solo el derecho
positivo, sino también todas aquellas pautas, índices o principio que se entienden formar
parte de él. Solo de esta manera va a estar en condiciones de poder descubrir la única solución
correcta para el caso. Por esta razón el juez que propone Dworkin en función de las
características que debe reunir para cumplir adecuadamente su papel ha sido denominado el
Juez Hércules.
Capítulo III
Los fines del derecho o valores jurídicos.
Los valores son cualidades que se predican, (que alguien, o un grupo predican), de
ciertas cosas, personas o acciones. El problema de los fines o de los valores es un tema
propiamente filosófico.
Desde este punto de vista una de las cuestiones fundamentales, que atraviesa
también el ámbito del pensamiento jurídico es el de la objetividad o subjetividad de los
valores.
¿Son los valores o fines características objetivas de las cosas o comportamientos, o
bien son meramente subjetivas? ¿Son los juicios de valor verdaderos o falsos o no lo son
del todo?
Por cierto que hay al respecto diversas opiniones. En el ámbito del pensamiento
jurídico quienes sostienen la existencia de valores objetivos opinan que decir de alguien o
de un comportamiento que es justo, bueno, etc. equivale a formular un juicio descriptivo,
informativo y por lo mismo susceptible de ser calificado como verdadero o falso. Un juicio
de valor consiste en reconocer en ese algo, en ese alguien o en tal comportamiento una
característica que todos pueden identificar (objetiva), que le es propia por “naturaleza”.
Dicha cualidad es independiente del sujeto que formule el juicio respectivo, quienquiera
sea el que lo haga, no podrá sino detectar esa característica y no otra. Los juicios de valor
serían verdaderos o falsos para todos, objetivos. Los valores serían por tanto susceptibles
de ser conocidos, una vez conocidos no habría más que aceptarlos tal como son.
Para quienes afirman que los valores son subjetivos, también sostienen opinan que
decir de alguien o de un comportamiento que es justo, bueno, etc. equivale a formular un
juicio descriptivo, informativo y por lo mismo susceptible de ser calificado como verdadero
o falso, aunque dichas las cualidades éticas no están propiamente en las cosas o en los
comportamientos sino que les son atribuidos por las personas. De manera que emitir un
juicio de valor consiste aquí también en describir una característica de algo, de alguien o de
un determinado comportamiento, pero las cualidades éticas que se describen (de una
persona o comportamiento) pueden ser distintas según quien sea el que emite el juicio de
valor. Es decir, un juicio de valor (subjetivo) puede no ser compartido por otro que esté
formulando un juicio de valor respecto del mismo alguien o comportamiento. De manera
tal que, los comportamientos, personas, decisiones, no serían justas ni buenas en sí mismas
sino que la bondad o justicia les serían atribuidas por las personas que formulan el juicio
respectivo. Los juicios de valor pueden ser verdaderos o falsos, pero su verdad o falsedad
está restringida a los quienes los aprueban o rechazan, son subjetivos.
Para otros, los valores no designan cualidades ni objetivas ni subjetivas, ni empíricas
ni ideales, los juicios morales no son verdaderos ni falsos, no se formulan con el propósito
de transmitir información sino con otro, por ejemplo, el de influir en la conducta de las
personas. Este es básicamente la doctrina del emotivismo, para esta doctrina un juicio de
valor es el que exterioriza o provoca una emoción. Palabras como bueno o malo, deber,
digno, cumplen esa función. Si no son verdaderas ni falsas, es porque no pueden en realidad
conocerse ni contrastarse con la experiencia. Para una doctrina como esta decir “robar
dinero es malo” constituye un enunciado que no tiene ningún significado fáctico, es decir,
no expresa ninguna proposición que pueda ser verdadera o falsa, sería lo mismo que decir
“¡robar dinero!”. Desde un punto de vista como éste, la posibilidad de justificar
racionalmente los juicios de valor prácticamente desaparece, como veremos, algunos
juristas partidarios de esta doctrina han llegado a decir que apelar a la justicia es como
pegar un golpe sobre la mesa. Desde esta perspectiva los juicios de valor son irracionales.
Evidentemente el tema de los valores, empezando por el de su propia existencia,
características, funciones, es bastante más complejo que lo que hemos reseñado, sin
embargo, con sus defectos nos parece que esta exposición es suficientemente ilustrativa de
alguno de los problemas básicos que se plantean y de los enfoques que se adoptan.
La seguridad jurídica.
La seguridad jurídica puede entenderse
A) como certeza del derecho.
Así entendida consiste en un cierto orden, y se da cuando los particulares conocen
los contenidos de las normas jurídicas y por lo tanto, están en condiciones de orientar su
conducta de acuerdo con esas reglas. Los particulares saben de antemano a qué atenerse
en sus relaciones con los demás. Este tipo de seguridad se logra cuando el derecho ofrece
certeza y los particulares tienen la posibilidad de prever las consecuencias jurídicas de su
comportamiento de manera tal que los individuos saben en cada momento cuáles son sus
derechos y obligaciones, sin que el capricho, la torpeza o la mala voluntad de los
gobernantes pueda causarles perjuicio
Según Radbruch, para que se cumpla con la seguridad jurídica es necesario:
(a) que el derecho (ordenamiento jurídico) sea positivo, establecido en leyes, ya que
no es posible fijar lo que es justo hay que establecer lo que es jurídico, eso sí por una
magistratura que esté en posición de hacer cumplir lo establecido;
(b) que sea “seguro”, esto es, que esté basado en hechos y que no se remita a los
juicios de valor del juez en torno al caso concreto, mediante criterios, como la buena fe, las
buenas costumbres y otros;
(c) que estos hechos puedan establecerse con el menor margen de error posible ,
esto es, que sean “practicables”, como ocurre por ejemplo cuando se supedita la capacidad
de ejercicio de un sujeto a una edad determinada y no al grado de madurez interior del
individuo; y
(d) que no se halle expuesto a cambios demasiado frecuentes, esto es que exista la
fundada expectativa de una continua y prolongada vigencia del ordenamiento jurídico
Finalmente podemos agregar, aunque resulta evidente, que es necesario que el
derecho sea conocido, o se le tenga por tal, en el sentido que tengan los ciudadanos la
posibilidad de conocerlo. NO hay seguridad jurídica si las normas que componen el
ordenamiento son secretas.
B) La seguridad jurídica puede entenderse también como seguridad dada por el
ordenamiento jurídico. Así entendida es la garantía dada al individuo, de que su
persona, sus bienes y sus derechos no serán objetos de ataques violentos y que
para el caso en que esto llegue a ocurrir le serán aseguradas por la sociedad,
protección y reparación.
El ordenamiento jurídico permite exigir de los otros el respeto de los derechos que él mismo
nos atribuye y por cierto garantiza, pues de no hacerlo no sería propiamente derecho sino
alguna otra cosa.
Como quiera que se entienda, el valor de la seguridad jurídica, al margen de los problemas
que nos plateábamos al inicio, se expresa en nuestro ordenamiento en una variedad de
instituciones y notoriamente en el catálogo de garantías constitucionales que contiene la
constitución. Debe señalarse en todo caso, que nuestra constitución asegura muchas veces
libertades que se pueden o no ejercer más que derecho que se pueden o no exigir.
La prescripción existe no sólo en el derecho privado sino en todas las ramas del
derecho, notoriamente en el derecho penal que la contempla como una causal de extinción
de la responsabilidad penal (art.93 nº6 y 7), pudiendo prescribir no sólo la acción penal (que
es la acción para perseguir al delincuente) como también la pena ya impuesta. Los plazos y
los detalles sobre cómo opera son materia de la asignatura de derecho penal y están
reglamentadas en términos generales en los art. 94 y ss. Del Código Penal.
c) Principio de la irretroactividad de la ley: “La ley puede solo disponer para lo futuro,
y no tendrá jamás efecto retroactivo”. Así lo dispone el art 9 inciso 1º del Código Civil.
Desde la perspectiva de la seguridad jurídica esto significa que las personas pueden
tener la garantía o seguridad de que las situaciones jurídicas constituidas bajo el imperio de
una ley permanecerán intactas, aun cuando la ley que le sirvió de fundamento sea
modificada o derogada.
Por ejemplo, si el día de hoy Pedro y Juan celebran un contrato de arrendamiento
de un bien raíz de acuerdo a la ley vigente hoy día, dicho contrato no podrá verse afectado
por una ley posterior que modifique la actual ley de arrendamiento. Si lo afectara tendría
efecto retroactivo y eso es precisamente lo que no permite. El principio de la
irretroactividad del art 9 del Código Civil es, sin embargo, una simple ley que es obligatoria
para el juez, pero el legislador bien puede establecer para la entrada en vigencia de una ley,
una fecha anterior a la de su publicación en el Diario Oficial, lo que, como sabemos es
perfectamente posible.
Como veremos más adelante, el sólo hecho que la ley empiece a regir con una fecha
anterior a la de su publicación no es sinónimo de que sea, en términos jurídicos, retroactiva.
El principio de la irretroactividad que está consagrado en términos generales en el
código civil lo está parcialmente en la Constitución Política que impide la dictación de leyes
con efecto retroactivo en materia de derecho de propiedad, en el art 19 N° 24 y en materia
de derecho penal en el art 19 N°3 inciso 7mo
Desde la perspectiva de la seguridad jurídica, esto significa que el culpable del delito
tiene derecho a que se le imponga la pena que el delito tenía asignada al momento de
cometerlo. La propia Constitución en todo caso autoriza que una ley penal pueda modificar
una situación pasada cuando la nueva ley favorece al afectado. Una nueva ley favorece al
afectado cuando elimina el carácter de delito de la conducta o le rebaja la pena.
D.- La justicia según Sto. Tomás 1224-1274: este autor que citamos por la influencia
que ejerce hasta nuestros días recepciona la doctrina aristotélica y siguiendo a Ulpiano
define la Justicia como el hábito, por el cual con perpetua y constante voluntad es dado a
cada uno su derecho.
Acepta la distinción aristotélica entre justicia general y particular, pero en el análisis
de esta última agrega una justicia social o legal, que funciona cuando se ordena a otro pero
no en forma individual, sino como miembro de la comunidad que integra y a la que sirve.
Esta justicia social tiende al bien común, ordenando las conductas de los particulares en
relación al todo institucional en que están integrados.
E.- La Justicia según Hans Kelsen: Kelsen sostiene que la razón humana sólo puede
acceder a valores relativos, esto es, que no puede emitirse un juicio sobre algo que parece
justo con la pretensión de excluir la posibilidad de un juicio de valor contrario, es decir, que
al afirmar o al juzgar algún hecho o conducta como justos, no se puede pretender que ese
juicio tenga un valor absoluto, pues alguien más podría perfectamente emitir respecto del
mismo hecho o conducta, un juicio de valor contrario sin que haya modo racional de afirmar
que uno es verdadero, y otro es falso.
La justicia absoluta, dice Kelsen, es un ideal irracional, pues es lo mismo que una
ilusión. Desde el punto de vista del conocimiento racional no existen más que intereses
humanos, y por tanto, conflictos de intereses. Estos conflictos se pueden solucionar bien
satisfaciendo el interés en detrimento de otro, o bien mediante un compromiso entre los
intereses en pugna. Kelsen sostiene que es imposible demostrar que sólo una de las
soluciones sea justa. Esta filosofía relativista de la justicia es perfectamente compatible con
la responsabilidad moral. El hecho de que los principios morales constituyan valores
relativos no significa que no sean valores, significa sólo que no existe un único sistema
moral, y que hay que escoger entre ellos. De este modo, el relativismo impone al individuo
la tarea de decidir qué es lo bueno, y que es lo malo. Por su parte, el principio moral
específico de una filosofía relativista de la justicia es la tolerancia. La tolerancia supone
comprender las creencias religiosas o políticas, de otras personas sin aceptarlas, pero sin
impedir que se expresen libremente.
Es claro que no puede aplicarse una tolerancia absoluta con una filosofía de valores
relativistas, sólo puede ensalzarse la tolerancia dentro de un sistema legal específico que
garantice la paz al prohibir y prevenir el uso de la fuerza, pero sin prohibir la libertad de
expresión pacífica.
De esta manera, dice Kelsen, y dado que la democracia implica libertad, y la libertad,
tolerancia; “no hay forma de gobierno alguna que sea más favorable a la ciencia que la
democracia”.
En una obra suya titulada “que es justicia”, y después de analizar las distintas
corrientes y teorías que han intentado responder a esa pregunta, Kelsen termina señalando
que no sabe si puede afirmar qué es la justicia que la humanidad ansía alcanzar. “Sólo puedo
estar de acuerdo, señala, en que existe una justicia relativa, y afirmar qué es la justicia para
mí. Justicia es la de la libertad de la paz, justicia de la democracia, de la tolerancia.”
La vigencia de la ley está limitada por el territorio del Estado. En tanto manifestación de la
voluntad soberana, la ley no puede ejercer su imperio más allá de los límites geográficos en que el
Estado ejerce su soberanía. Sin embargo, pueden producirse problemas en cuanto a la aplicación
de la ley en el espacio, por ejemplo, si se celebra en Madrid un contrato de compraventa de madera
situada en Chile entre un alemán y un argentino para entregar la madera en Japón ¿Cuál será en
este caso el derecho aplicable? ¿El del lugar donde se celebró el contrato, el de la nacionalidad de
las partes, el del país en que se encuentra la cosa vendida o el del destino de esos bienes?
Para resolver el problema acerca de qué derecho es aplicable existe el Derecho Internacional
Privado. En Chile existe un Código del Derecho Internacional Privado que rige desde 1934 y que se
conoce también en honor a su autor como código de Bustamante. Existen además otras normas de
derecho internacional privado fuera del código de Bustamante principalmente los artículo 14 y
siguientes del Código Civil.
La doctrina ha elaborado dos principios fundamentales para dar solución a los
conflictos de leyes en el espacio:
A-Principio de la Territorialidad
Según este principio el derecho de un Estado se aplica en forma exclusiva en su
territorio. En su versión más extrema este principio implica que la ley no tiene ninguna aspiración
de ser aplicada más allá del ámbito territorial del Estado y no se aceptan por ningún motivo, la
aplicación en él de algún derecho extranjero. Así entendido, este principio tuvo su auge en la época
feudal, sin embargo, en la actualidad los países que adoptan este principio para la solución de los
conflictos de leyes en el espacio lo hacen con ciertas limitaciones, admitiendo en algunos casos
algún grado de aplicación de la ley extranjera en el país y dándole a la ley nacional cierta vocación
para ser aplicada fuera del territorio del Estado. Este es por ejemplo el caso de Chile (art. 14).
“La ley es obligatoria para todos los habitantes de la República, inclusos los
extranjeros”.
Según este principio, las personas se rigen por el derecho de su origen, cualquiera
sea el lugar en que se encuentran. Este principio tiene su origen en la época de las invasiones
germánicas al Imperio romano de occidente, época en que los invasores dictaban leyes que les eran
aplicables sólo a ellos. Este principio aplicaron y aplican aún hoy muchos países europeos respecto
de sus nacionales, haciéndoles aplicables sus propias leyes sobre todo en materia de nacionalidad a
aquellos ciudadanos que emigraban a otros países.
Ninguno de estos principios puede aplicarse de un modo absoluto.
Creada por Savigny, quien sostiene que existe una comunidad jurídica internacional, que
está dada por una cierta uniformidad en los principios orientadores de las instituciones jurídicas
privadas. Savigny sostiene que esta uniformidad se puede detectar fácilmente comparando
instituciones como el matrimonio, la propiedad, la compraventa, etc. Que en los distintos
ordenamientos jurídicos eran y son básicamente las mismas. De esta manera, sostiene que no existe
ningún inconveniente de fondo para aplicar el derecho extranjero, de modo que por regla general
será siempre posible aplicar el derecho extranjero salvo en aquellas naciones que se encuentran
fuera de la comunidad jurídica internacional, como sería por ejemplo el caso de un Estado que
aceptara la esclavitud. Hay que tener presente que Savigny elabora esta teoría teniendo en mente
el derecho europeo de la época que era en gran medida heredero del derecho romano.
Como regla general, en caso de conflictos de leyes en el espacio, Savigny sostiene que
deberá aplicarse aquella ley que sea más conforme a la naturaleza jurídica del problema de que se
trata, sin importar si es una ley nacional o extranjera.
Esto significa que frente a un conflicto de leyes en el espacio debe aplicarse aquella ley que
resuelva de la mejor manera la controversia en cuestión. Con todo, Savigny señala algunas normas
especiales para la aplicación del derecho extranjero:
1º.- las personas se rigen por la ley de su domicilio.
2º.- las cosas se rigen por la ley del lugar en que se encuentran.
3º.- la sucesión de los bienes de una persona se rige por la ley del último domicilio del
causante.
El Art. 14 del código civil impone que “la ley es obligatoria para todos los habitantes de la
República, inclusos los extranjeros”. Disposición análoga establece el Art. 5 del código penal.
De manera que en Chile el mecanismo para resolver los conflictos de leyes en el espacio se
funda en el principio de la territorialidad de la ley.
Así por ejemplo el Art. 16 dispone que “los bienes situados en Chile están sujetos a las leyes
chilenas, aunque sus dueños sean extranjeros y no residan en Chile”. Y en el inc. Final dispone “los
efectos de los contratos otorgados en país extraño para cumplirse en Chile, se arreglarán a las leyes
chilenas”.
De estas disposiciones se sigue que las leyes chilenas rigen al derecho de las personas, los
actos y los bienes si se ejecutan o sitúan dentro del territorio de la República, sin distinción entre
chilenos y extranjeros.
Se contemplan en todo caso algunas excepciones. El Art. 16 inc. 2º otorga valor en chile a
las estipulaciones de los contratos válidamente celebrados en el extranjero. El Art. 17 por su parte,
establece el principio de que la ley del lugar rige la forma de los actos. Este principio se conoce como
principio “Locus Regis Actum”, y significa que un acto jurídico celebrado en el extranjero para tener
efecto en Chile, se rige en cuanto a su forma por la ley extranjera.
Al margen de esta posibilidad de otorgar valor en Chile al derecho extranjero se admite
también la posibilidad de aplicar la ley chilena en el extranjero. Así, el Art. 15 del código civil
establece que respecto de ciertas materias como el estado de las personas y la capacidad para
ejecutar ciertos actos que tengan efecto en Chile y también en cuanto a las obligaciones y derechos
que nacen de las relaciones de familia, entre los cónyuges y parientes chilenos aunque residan o
estén domiciliados en el extranjero quedan sujetos a la ley chilena.
El estudio del derecho puede ser abordado fundamentalmente desde tres puntos de vista que
corresponden con otros tantos saberes jurídicos que son la ciencia del derecho, la sociología del
derecho y la filosofía del derecho.
Se sostiene asimismo que la realidad jurídica representa tres dimensiones esenciales: una dimensión
normativa, una dimensión social y una dimensión valorativa. Dicho en otras palabras norma, hecho
y valor, constituyen las tres dimensiones esenciales del derecho. A partir de esta premisa el profesor
español Elías Díaz resume los respectivos papeles de la ciencia, sociología y filosofía jurídica del
siguiente modo:
Si bien es cierto que es necesario distinguir entre los niveles de conocimiento jurídico, hay que
destacar también que se encuentran relacionados entre sí y que se encuentran entre ellos
complicaciones y tensiones mutuas.
Para una comprensión plena de la realidad jurídica será necesario conjugar la perspectiva
de la ciencia del derecho, la sociología del derecho y la filosofía del derecho.
La filosofía del derecho debe partir de los datos que le proporcionen la ciencia y la sociología
jurídica, pueden al mismo tiempo servirle de fundamento. La sociología jurídica por su parte, no
puede prescindir de las informaciones o conocimiento sobre el derecho vigente que aporta la ciencia
del derecho.
Desde antiguo se ha discutido acerca del pretendido carácter científico de la ciencia del
derecho sobre todo al compararla con las denominadas ciencias físico matemático que muestran
con sus resultados un grado de certeza, avance y permanencia que la ciencia del derecho no logra
exhibir.
Las dudas acerca del carácter científico de la ciencia del derecho se remontan incluso a la
denominada jurisprudencia romana. En efecto, los romanos denominaban a la actividad de los
juristas como jurisprudencia lo que destaca su carácter de saber práctico por oposición a un saber
puramente teórico. En efecto, la virtud de la prudencia según la tradición antigua es un
conocimiento relativo a la praxis por oposición a la “Sofía,” que es el conocimiento verdadero en sí
por sí. Los romanos también calificaron a la actividad de los juristas como científica, por ejemplo,
Ulpiano al referirse a esta actividad señala que es “la ciencia de lo justo y de lo injusto”. Este
problema, sin embargo, no cobró importancia sino a partir del renacimiento, con la aparición de la
ciencia moderna y los nuevos métodos experimentales, pues, este modelo de ciencia no
correspondía con la actividad de los juristas.
Desde entonces se han formulado numerosas críticas a este pretendido carácter científico
de la ciencia del derecho. La más famosa es la formulada por un fiscal prusiano llamado Julius Von
Kirchmann quien expuso su posición en una conferencia dictada en 1847 y que lleva por título “la
jurisprudencia no es ciencia”. El argumento básico de Kirchmann, para negarle valor científico a la
ciencia del derecho dice relación con el objeto de estudio del mismo. En efecto, señala que el
derecho positivo es un objeto cambiante y contingente, es decir, que no es el mismo según el tiempo
y el lugar, y por ello los resultados de la ciencia del derecho no pueden ser permanentes sino que
son siempre efímeros. Así lo expresa en la conferencia citada diciendo que, en cuanto la ciencia hace
de lo contingente su objeto ella misma se hace contingente y agrega que tres palabras rectificadoras
del legislador convierten bibliotecas enteras en basura. En el fondo, para este autor, la ciencia del
derecho no correspondía con el modelo de las ciencias naturales que era el único considerado en la
época. La ciencia natural reunía los requisitos de universalidad, permanencia, estabilidad e incluso
inmutabilidad que eran exigidos por la ciencia, características que no existen en la ciencia del
derecho.
Con posterioridad en el siglo XX se elaboraron nuevos ataques contra este pretendido
carácter de la ciencia del derecho principalmente desde la perspectiva del denominado positivismo
lógico. Para esta corriente no hay más conocimiento verdadero, científico, que el que es
empíricamente verificable y la gran mayoría de los conceptos fundamentales del derecho no tienen
este carácter, como por ejemplo, las nociones de derecho subjetivo, obligación, etc. Para los
partidarios del positivismo lógico estos no son más que conceptos teóricos que no tienen existencia
real ni fáctica, por lo que no son empíricamente verificables. Sostienen que la ciencia del derecho
para poder elevarse a la categoría de ciencia verdadera debe dejar de lado estas nociones y
constituirse sobre la base de elementos fácticos que puedan conocerse en la experiencia.
1) La Dogmática Jurídica:
El nivel inicial de la ciencia del derecho lo constituye la dogmática jurídica o ciencia del
derecho en sentido estricto que estudia el derecho vigente en un determinado momento histórico
y en un cierto ámbito espacial que en general coincide con el de los estados.
2) El Derecho Comparado:
Es el segundo nivel de la ciencia del derecho. Mientras que la dogmática jurídica se mueve
dentro de un determinado orden jurídico vigente, el derecho comparado consiste
fundamentalmente como su nombre lo indica en el estudio comparativo de diversos ordenamientos
jurídicos globalmente considerados, o bien de instituciones concretas correspondientes a diversos
ordenamientos jurídicos.
El estudio del derecho comparado favorece un mejor conocimiento, interpretación y
aplicación del propio derecho. Sirve a sí mismo para preparar reformas legislativas y en general sirve
como vehículo para comprender mejor a lo pueblos extranjeros y como base para el establecimiento
de relaciones internacionales de cooperación.
El tema genérico del que se ocupa la sociología jurídica es el del las relaciones recíprocas
entre derecho y sociedad. Así la sociología investiga tanto la influencia de los factores sociales sobre
el derecho, como la influencia del derecho sobre la sociedad.
En efecto, la sociología del derecho investiga los factores sociales de tipo, económicos,
políticos, culturales, morales, etc. que influyen en la creación, mantenimiento, modificación y
desaparición del derecho y de los valores jurídicos, entendiendo el derecho en un sentido amplio
que incluye, además de las normas, el sistema jurídico tal como es aplicado y las diversas
instituciones, órganos, profesiones, etc. que operan dentro de él; investiga también los factores
sociales que influyen en la eficacia o ineficacia del derecho, tratando de explicar entre otras
cuestiones, las causas de la no aceptación social o de la no aplicación de un derecho vigente o de
concretas normas jurídicas. Por otra parte la sociología del derecho estudia también la influencia
del derecho y de los valores jurídicos sobre la realidad social, abordando temas como el de las
funciones del derecho en la sociedad considerada en su conjunto, el de los efectos sociales de
normas o instituciones jurídicas concretas, el de la función de los juristas en la sociedad, etc.
-Finalmente suele incluirse dentro del área temática de la filosofía del derecho la reflexión acerca
de la ciencia jurídica y del trabajo de los profesionales del derecho, poniendo de manifiesto el
sentido y el significado de esa labor, tratando de aclarar los fines y objetivos hacia los que se dirigen,
examinando críticamente los métodos que utiliza la ciencia del derecho y determinando el carácter
y límite de sus resultados.
En síntesis la filosofía del derecho analiza las condiciones de posibilidad de la ciencia del
derecho, plantea también el problema de su cientificidad, el de su conexión con otras ciencias, etc.
Se suele llamar esta parte de la filosofía del derecho como teoría de la ciencia del derecho.