Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
Sardanápalo
“¿Qué es la soledad?
–interrogó un cesante…
mientras bebía su cerveza,
mediodía errante–
Si caminamos como niños
y el tropiezo es vergüenza,
muchedumbres atadas,
arrobados los latidos
en desconcertantes vestigios,
¿entonces dónde hay algo?
La ducha prometida…
Algo...”
¿Adónde está el surco mítico,
látigo indomable
que atesora los quebrantos?
“Tranquilidad,
ya podremos verlo…
–dice un senil achaque–
en nuestro día único
hemos de soñarlo…
dentro de un gran desierto,
en un palacio selvático…
¡En el vientre de! delirio!
En los días que son años…”
¡Sueños traicioneros!
Jugando en nuestras cabezas
como mágicas luciérnagas,
harapientas, lisonjeras...
“A veces,
duele vivir…
–prosigue el recaudador–
cuando el sendero es tedio…
¿Cómo atenuarlo?
¿Cómo abrazar un latido
que debore nuestros miedos,
que suspire amistad
por sus narices de hielo?
¿Dónde enterrar todo aquello,
las banderas y carruajes
amorosos testaferros?
Al fin,
sólo hay vitrinas,
obviedades,
armas infiltradas,
engaño y desidia?
Al final de la jornada
todos sabían que había…
algo podrido…
La incómoda certeza
de los hombres sin pestañas…
Pote de cucarachas
que no necesita tapa…”
“Ellas no depositan…
–aseguró la anciana
desde su íntimo infierno–
tan solo nuestra impotencia,
cobijándola sin prisa,
arropándola de hastío…
sino que levantan copas
patrocinan alcaldías…
con pergaminos cínicos,
callados, agresivos,
carcajadas errantes
impartiendo desatinos…”
“¡Humanismo verdadero!
–deliró el abuelo–
justicia y utopías,
inocencia fulgurante
de raíces y versos.”
“Bello es constatar
–dijo irónico el cesante,
en burla al senil achaque…–
que, a veces,
si no siempre…
huimos…
para evadir cobardes
la locura que adoctrina.”
“Sí.
–coincidió el achaque–
¿derrotamos al hastío?
Quizás hay algo cierto:
Y es que alejamos el pecho
de las dagas que lo atizan…”
Crueldad sagrada,
descanso errabundo,
domingo de premisas
y ceremonias proscritas:
al vejador la fatiga
de enterrarse cada día.
Con todo,
bostezar es partida.
¡Emblemática aporía
esto de cada día!,
el paso de la historia…
callejones, avenidas,
edificios de hambruna,
carreteras de desdicha
ajetreo de diarios,
frenética rutina,
chaplinezca utopía
y mecánicas manías.”
“Canilla maldita,
canilla canalla”
–dijo un poeta algún día–
¿En qué lugar?,
no importa.
¿Para qué?,
ni él lo sabía...
Su infantil utopía,
como la del flaco
y su quieta belleza…
Tan solo era una mofa.
Nada serio… una ironía,
algo así como un hueso,
un débil gemido:
melancolía.
Y al fin,
¿recibiremos al otoño
dolorosamente abierto,
prosternado de intentos,
ávido de pañuelos
y rutas de acero?,
¿lo haremos sospechando
el advenir circunspecto
de una dócil primavera,
pesadilla del austero?
¿Alegría popular?
¿Conciencia marchita?
¿Nobleza necesaria?
¿Destino horripilante
para un mundo que cavila,
que se teje su mantita
de radiación y sequía?
“Qué ha de pasar
–prosiguió algo mohino–
si esta sombra dolorosa
nos pregunta burlona:
¿Dónde está oculto
el único clamor?,
¿en el crudo beneficio?,
o en el bufón estupor?”
Abrazo perdido,
palpitante, rezagado:
sepulcro persistente,
lúcidas lágrimas
de una virgen olvidada.
¡Yo te lo ruego,
misión inadvertida!
Dame el poder de dormir
entre luciérnagas tibias,
allá en el bosque eterno
de misterios y manías,
mientras mi amada
mece mi cariño en su cintura.
En donde pueda escapar
de las humanas locuras.