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Cueva de vampiros
El Carmen es una cueva de vampiros. Les molesta la luz y en las tinieblas traman las cosas más
horrendas para el país. Esperan, sobre todo la noche para matar, y soltar a sus encapuchados.
Inventan venidas de ejércitos, con el pretexto de ejercicios militares en el momento más
inoportuno, para que soldados de los buenos y de los malos sean víctimas de un misterioso “fuego
amigo”, para culpar a los vandálicos. Se prepara la guerra para matarnos mejor, y el tirano
aparecer como el salvador de los soldados visitantes. Sus “soldados de fortuna”, muy bien
encapuchados, harían un trabajo de película. Protectores de ejércitos bien entrenados, de día. De
noche, en esa cueva de vampiros, aguardan para matar a niños y chuparles la sangre. La
estrategia es sumirnos a todos en sus tinieblas. El futuro de la nación, será el de las maras
orteguistas y murillistas. El reino de la delincuencia sin control alguno. El narcotráfico en vivo y a
todo color. El apocalipsis.
Esto que vivimos, es la orgía de los caníbales. El banquete de los encapuchados. Las tinieblas en
que se pierden sus podridos sentimientos. Estamos en el país de tinieblas y encapuchados.
Cuando estos últimos se quitan las capuchas, a llegar a sus casas aparecen rostros de buitres.
Horrorizan hasta a sus familiares. Cuando no los matan, saliendo de sus tinieblas aterrorizan y
traumatizan a los niños. El Carmen hiede a carroña. Son quienes ahí habitan, pues a nuestros
muertos cuando no los congelan en Medicina Legal, sin identificación e irreconocibles, los tiran
como hacía Somoza, en la Cuesta de El Plomo.Hay marchas y plantones por niños, madres,
padres y abuelos asesinados. Cuando terminan, de entre sus tinieblas salen los encapuchados a
sembrar el terror. Pero hay marcha de las flores. Las marchas de un nuevo amanecer. Las
marchas que dan a conocer a nuevos cantautores, escultores, pintores, canciones estremecidas
por nuestra terrible realidad, que son el testimonio artístico de ese nuevo amanecer. ¿Será el
futuro de los niños? Tiene que ser así.En la Marcha de las Flores, para ponerle flores a los niños
caídos en la represión, vi una manta decorada de flores, con fondo azul y blanco, con la siguiente
advertencia en letras destacadas: CUIDE A SUS NIÑOS, HERODES ANDA SUELTO.Debemos de
hacerlo, para que tengan el futuro que se merecen.
20/06/2018
La política de los filibusteros, con que al peor estilo de William Walker gobiernan desde El Carmen,
es de tierra arrasada, pero que ellos presentarán como tierra pacificada a las representaciones
internacionales de derechos humanos que vengan a constatar las atrocidades que han cometido
con sus secuaces. ¿Quedará entonces algo de Nicaragua? ¿O, emulando a su colega filibustero,
que también aquí fue “Presidente”, incendiarán Nicaragua, y cuando huya por fin la pareja de
tiranos -como Walker hizo con Granada- dejarán un rótulo con sus imágenes sonrientes que diga:
¡Aquí fue Nicaragua!?Ya vamos con más de 200 asesinados, y para los tiranos, al paso de ganso
que van, será fácil, muy pronto, llegar a 500, y como su meta macabra no tiene límite, después
caerá el silencio de todos los asesinados, y como una gran lápida los aplastará. Dice monseñor
Rolando Álvarez: “En Nicaragua ya existe una montaña de muertos”. Es la montaña de los caídos.
De los inocentes masacrados. De los niños calcinados vivos. Por eso, los sicarios de los dos
filibusteros mayores usan pasamontañas para pasar encima de los cadáveres que dejan a su paso:
una montaña de muertos, a los que, según Gonzalo Carrión, del CENIDH, los matan hasta tres
veces: quitándoles la vida; negando que existieron; y robándoles su identidad. Este es pues, un
país de muertos que no existen.
Hoy están arrasando pueblos y ciudades, entre ellos la heroica Masaya. Pueblos que no se
repliegan ante el terror desatado con alevosía y ventaja. Para los valientes no hay repliegue
posible. Ese repliegue circense, al que los dictadores solían acudir custodiados por esbirros, es
para los cobardes y para quienes, en verdad, jamás fueron a repliegue alguno. La verdad es que
los tiranos aumentaron su crueldad. Mandan a sus antimotines y parapolicías a cumplir sus deseos
de quemar vivas a familias inocentes. Un pariente de una de esas familias de seis miembros,
incluyendo dos niños, enardecido gritó: Maldigo a los Ortega-Murillo, a su familia y a su
descendencia. Así sea.A propósito, de Metro (18/06/18), tomé este párrafo: “De la justicia de los
hombres podrán escapar, pero de la justicia de Dios no, porque Dios es justo, expresó en voz alta
un pastor, que iba entre la multitud acompañando la marcha fúnebre de la familia asesinada por
una turba de enmascarados hace dos días en el barrio Carlos Marx, quienes los quemaron vivos
dentro de la casa”. Y cuando en aquel doloroso entierro sepultaban a los niños, la multitud
coreaba: ¡Eran bebés, no eran delincuentes!, mientras desde lo más profundo del alma a una
familiar de los asesinados le brotaba un llanto quebrado. Un llanto roto y ya imposible. Un llanto a
través del cual lloraba toda Nicaragua.Y dicen que eso de que los dictadores no escaparán de la
justicia de Dios, llegó a oídos de los tiranos, y la tirana, horrorizada, le ordenó al tirano: —Hay que
matar a Dios, es una plaga subversiva en iglesias y fuera de ellas, delincuente y vandálico.
Entonces ambos, auto convencidos que Dios era el principal enemigo de su concepto de justicia y
alterador del orden público y la paz, encargaron a sus francotiradores la misión de eliminarlo.
Mientras, los dos cuervos que los representan en el Diálogo Nacional, recibieron orden de hacerlo
fracasar con mentiras y calumnias, y la claque que los acompañaba los secundó con su repetitivo
graznido de cuervos.
Fue curioso cómo las cortinas de humo que le echaban al Diálogo, se confundían en una sola con
el humo de los seres humanos que sus sicarios calcinaban. Eran una misma: la de la mentira y la
de la muerte.
Blas de Otero, el poeta español que como muchos confrontó al franquismo, escribió con valentía
para aquel tiempo y para éste: Ni una palabra/ brotará de mis labios/ que no sea/ verdad. / Ni una
sílaba/ que no sea/ necesaria…/Me llamarán, nos llamarán a todos. /Tú y tú, y yo, nos turnaremos/
en tornos de cristal, ante la muerte. /Y te expondrán, nos expondremos todos/ a ser trizados ¡zas!
Por una bala. / Bien lo sabéis. Vendrán/ por ti, por mí, por todos/ Y también por ti. / (Aquí/ no se
salva ni dios. Lo asesinaron.) Traigo a colación al poeta por su vocación de verdad y lucha, no
porque él se resignó ante la muerte. En su poema Me llamarán. Nos llamarán a todos, trae esta
cita que explica su disposición de entregar la vida, pero por una causa justa: …porque la mayor
locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más… (Sancho.
Quijote, 11, cap. 74.)Los Heraldos Negros, francotiradores de Rosario Murillo y Daniel Ortega,
regresaron informando que habían cumplido su misión de asesinar a Dios. En su servil afán de
cometer aquel deicidio, le dispararon a cuanto ser viviente encontraron, ya que juraban haber visto
a Dios por todas partes y, sobre todo, en niños que cargaban sus madres. De alguna manera,
pensaban, alguno de aquellos niños asesinados tenía que ser Dios, y le llevaron la triunfal noticia a
la consorte del tirano, quien, desbordando felicidad, con incontrolable devoción e histeria,
abrazándolo le dijo: —¡Triunfamos! Aquel Dios ya no existe. Ahora vos sos el único Dios.Y el
tirano, así endiosado, no cabía de gozo pensando que pasaría la eternidad en el poder. Pero la
verdad es que los sicarios se habían equivocado. Al que habían asesinado era al dios a quien
todos los días se encomendaban los tiranos. El dios de ellos. Su dios.
POR QUIEN DOBLAN LAS CAMPANAS
LUIS ROCHA
15/06/2018
Unas veces, las campanas son agitadas en señal de alarma por nuestras vidas, otras, resignadas,
sencillamente doblan por difuntos. Mientras tanto, el tirano ha pedido a los obispos tiempo para
reflexionar. Los prelados saben miente. Nunca ha respondido a sus mensajes por la paz, la
democracia y la concordia. Los ha ignorado. Los ha ultrajado históricamente con el desaire.
¿Reflexionar? Todos saben que eso es imposible, porque no sabe hacerlo. Sangrientas pruebas
de ello le está dando a nuestro pueblo y a la humanidad entera.Estoy seguro que hasta a
funcionarios del gobierno norteamericano, a quienes hoy besa sus pies y reclama su presencia con
vehemencia, aprecia más que a los obispos. Lo está demostrando. Él piensa que el “imperialismo”,
que tanto ataca cuando le conviene aparecer como “revolucionario”, lo salvará de su propio
totalitarismo. Esta afirmación de manera alguna denigra a los norteamericanos, pero que el tirano
pretenda aparecer como más astuto que Trump, como hizo ver en su oportunidad la representante
republicana Ileana Ros-Lehtinen, es un absurdo, un oportunismo en pelotas. Y conste, como ella,
no soy fan de Donald. ¿Será que ahora “la hoja de ruta” de Trump le parece al dictador el
salvavidas más seguro?Reflexionar no sabe. Esto es otra prueba de su irracionalidad. Eso sí, sabe
maquinar. Da pasos políticos de pantera rosa. Urde en silencio los siguientes asesinatos. Pide
tiempo, porque necesita tiempo para tejer más maldad. ¿Para qué el diálogo? Siempre se ha
burlado de los obispos y hoy no queda en el país uno sólo que, a él y su mujer, los avale en esa
especie de galope religioso hacia el cielo. Su dialéctica es la del silencio en el que se afilan los
cuchillos.Hoy por hoy, junto con su “cristianísima” mujer, siguen apelando a Cristo como si fuera su
Divulgador de Comunicación y Propaganda. Creen adueñarse de un Dios muy suyo, y les resulta
un becerro de oro, y claro, lo adoran. Mientras tanto, sus sicarios hacen gala de anticlericalismo,
profanan iglesias, cometen sacrilegios y amenazan de muerte a curas y prelados. Ya no les
importa que esa actitud, incubada en sus almas de tiranos cuando viven en “estado de reflexión”,
contradiga su “Nicaragua cristiana, socialista y solidaria”, “estado de gracia” al que con
desesperación se enquistan para no ser derrocados.Las campanas están doblando. Pero ya no
doblan únicamente por nosotros. Ahora todo está más claro: ¡están doblando por nuestros
asesinos!
SAN MATEO EL MALIGNO Y LA MALIGNA
11/06/2018
Cada vez nos acercamos más al momento en que se irán apagando los disparos de quienes, al
servicio de gobernantes malignos, asesinan a pequeños inocentes. Con una gran piedra amarrada
a sus cuellos serán llevados al mar, exactamente ahí donde convergen estos dos Evangelios. El
que quiera entender, que entienda.
Varios: Consuelo del tirano
Luis Almagro es el consuelo del tirano nicaragüense. Propicia cambios de escenarios, por ejemplo,
el del Seminario de Fátima por El Carmen o cualquier circo de la OEA, con tal que fracase el
Diálogo. Su ruta es la de un monólogo, de donde se dice la verdad hacia donde se obedece la
mentira.La situación es parecida a lo que también representa la Rotonda Jean Paul Genie para la
“memoria” de El Canciller Amnésico. Fue él quien absolvió a los asesinos de Jean Paul, los cuales
aún andan libres, con otros rostros de igual odio que sus predecesores, buscando niños que
asesinar. Cumplen con el mandato de El Maligno y La Maligna. Pero las bienaventuranzas, según
San Mateo, dicen para nuestro pueblo en lucha: Felices los que tienen hambre y sed de justicia,
porque serán saciados… Felices ustedes, cuando por causa mía los insulten, los persigan y les
levanten toda clase de calumnias.Los secuaces y sicarios de los tiranos siembran el terror, luego,
son terroristas. Están ávidos de sangre de inocentes, luego, son sanguinarios. Los cómplices de
tiranos son fariseos, luego, lo de una solución “democrática” sin la inmediata salida de los tiranos,
es una burla para Nicaragua y para toda América.
Porque Almagro es consuelo de tiranos, la Secretaría de la OEA le queda ancha y ajena. Nunca ha
venido a “negociar” con Nicaragua, sino a “negociar” a Nicaragua entera. No tiene la más mínima
consideración por nuestras venas abiertas. En junio de 1973, Juan María Bordaberry, con apoyo
de las fuerzas armadas, dio en Uruguay el golpe de Estado que por doce años mantuvo en prisión
al querido Pepe Mujica, quien ya Presidente democráticamente elegido para un solo período, sería
su jefe. Hoy por hoy, no se puede encontrar ninguna similitud entre Almagro y Pepe Mujica. Otra
cosa se puede afirmar de su extraordinario parecido con Bordaberry.
Entonces, ¿quién se ha creído Almagro para venir, con lujo de arrogancia, a darnos lecciones de
democracia, que expresamente implican irrespetar a nuestros muertos?
El Maligno y La Maligna
Por diversas razones personales, es Mateo mi evangelista predilecto. Llama al pan, pan y al vino,
vino. La versión del Padrenuestro en La Biblia de Latinoamérica, dice: y no nos dejes caer en la
tentación, y líbranos de todo mal. Pero, “todo mal” es una generalización de todo lo malo que nos
puede ocurrir, incluso un simple resbalón. Distinto es el origen maligno de esa maldad, cuando
afecta a cuerpo y alma. Cuando aflige y asesina a pueblos enteros.
De manera que lo que hay que decir cuando se reza (y rezar, dicen las Sagradas Escrituras, tiene
el mismo significado que dialogar), es: Líbranos del Maligno. Ya que el principal enemigo no es el
mal, sino la maldad que resume y rezuma toda malignidad. En este caso es obligatorio no
discriminar a la mujer del Maligno, separándola de esta alianza conyugal que en Nicaragua
conocemos muy bien. La Maligna es inseparable del Maligno. Ambos son expresión unificada de la
máxima aberración diabólica y vandálica que se pueda enquistar en poder terrenal alguno.
Ustedes, pues, nos dice Mateo, recen así: Padre nuestro, líbranos del Maligno, mientras un
moribundo inocente en Nicaragua apelaba, como secreto de salvación, a una misteriosa profecía.
Desde entonces, todo el mundo estuvo intrigado por su contenido, y más los tiranos que desde la
tenebrosa penumbra de su alcoba, lograban que sus espíritus y pellejos diabólicamente se
encarnaran en salvajes represores de los ciudadanos que luchan por su libertad.
Una de aquellas noches La Maligna se encarnó en la mujer policía que pública y cruelmente
asesinó a tiros a otra persona, indefensa sobre el suelo, a quien antes pretendió extraerle mediante
torturas el significado de la misteriosa profecía. Entonces, El Maligno no quiso quedarse atrás, y la
siguiente noche se encarnó en el asesino que disparó en el pecho del niño que le imploraba que lo
dejara vivir.
Todas las noches salen y en cuerpos de otros disparan a las cabezas, arrancan uñas y violan. No
están “ajusticiando”, como a ellos los ajusticiarán. Están asesinando. Ya no se aguanta tanta
masacre ni tanta carnicería. El Profeta ya no resiste reservarse la profecía y la musita: “Los
verdugos ya no podrán ocultar su malignidad en el disfraz de gobernantes de un pueblo que pronto
logrará su liberación total”. La profecía no está completa. Es más dura y justa. Quien quiera leerla
lo podrá hacer en los rostros de los caídos. Dicen que en ella hay, sobre todo, esperanza.
9/06/2018
Estos son los días de “la mala muerte” que, tarde o temprano les espera a los tiranos, y de “la
buena muerte” que nos recetan. Estos son los días donde “tregua” los reyes la escriben con balas,
como si fuera mérito bélico una pírrica batalla contra desarmados. Ese es su “diálogo”, al que
deliberadamente hicieron fracasar. Palabras devaluadas de sus representantes en las mañanas y
asesinatos y desapariciones en las noches. Y lo peor, presos a quienes se les antoja acusar de
matar a sus compañeros, como en el caso del periodista Ángel Gahona.
Ciertamente cualquier diálogo con la tiranía “es una mesa llena de sangre”. Sencillamente
observemos: los interlocutores por la dictadura en el Diálogo Nacional, eran dos en uno: El
Canciller Amnésico y El Diputado Cínico. Ambos se complementan a la perfección y mucho más
cuando consultaban, vía incesante celular, sus tranques al diálogo con los dos tiranos que habitan
en el tranque de El Carmen.
También los tranques son dos, pero muy diferentes. El primero revela que es el tirano el maestro
en tranques, y que su pedagogía se remonta a los albores de cuando los campesinos protestaban
por la ruta del canal chino, o antes aun, cuando él cambió la Constitución, que prohibía la
reelección y la permanencia indefinida en el poder de insaciables, cuya ambición, históricamente,
nos ha conducido a guerras y muertes que, como ahora, generan las sonrisas del Diputado Cínico,
lumbrera en materia de Derecho Constitucional, que impartida por él, es precisamente una materia
que niega el Derecho a la Vida. Pero este repudiable hecho, tan sólo crea en él otra de sus risas
sardónicas, condenada públicamente en el diálogo por un estudiante con sentido de la ética, del
derecho en todas sus acepciones y del respeto a la vida de todos los nicaragüenses.
El primer tranque, el tranque maestro, es el de don Daniel y Sra., cuando hacen ostensible sus no
asistencias al Diálogo Nacional. La responsabilidad que tienen de estar ahí se transforma en
menosprecio a la sangre derramada. Una bofetada al pueblo. Su papel se reduce a ordenar, vía
telefónica, tácticas dilatorias a sus dos representantes. Entonces, mientras El Diputado Cínico ríe
cuando se comprueba que a un mártir le han cambiado de madre, para negar que existió, El
Canciller Amnésico, de manera solemne afirma que el tema de los tranques había quedado
“pendiente de discusión”.
Y no es verdad. Como es lógico, le falló la memoria al Canciller Amnésico, y sin proponérselo le
resta méritos al tranquista magistral de su jefe, pues, para no ir más hacia atrás, los medios de
comunicación consignan los tranques de Daniel Ortega en todo su apogeo el 30 de noviembre de
2016, cuando los antimotines cortaron puentes, carreteras y agredieron a campesinos para impedir
sus marchas pacíficas.
¿Quién es el maestro y responsable? ¿Quién inventó los tranques ofensivos? Sobre esos tranques
de Daniel, dicen las noticias: “El aislamiento impidió anoche el cruce de heridos al hospital más
cercano, incluyendo el de una mujer embarazada con complicaciones médicas que llegó a la zona
acompañada de un médico para intentar cruzar. Campesinos concentrados en la zona exigieron y
rogaron el paso de los enfermos. Un grupo de ellos asegura que la respuesta de uno de los
antimotines fue: Ahí que se mueran”.
Ante una respuesta así, es imaginable la risa sardónica del Diputado Cínico. Pero que el Canciller
olvide deliberadamente los hechos históricos de Nicaragua indica que no está capacitado por la
verdad y la justicia, a tener, con buena voluntad, diálogo alguno, pues se repetirán los tranques de
Nueva Guinea. Y todos los días serán Día de las Madres de Abril.
Y es aquí donde, como una represa al dolor incontenible y a la sangre que corre, surgen la rebelión
cívica y los tranques defensivos del 19 de abril. Los tranques, estos segundos, de la paz,
defendiéndonos de los primeros, los del tirano.No obstante, tanta burla y crueldad acumuladas en
los tiranos, tienen su explicación en lo que recientemente dijo Zoilamérica Narváez, de su
padrastro y de su madre: “En estos momentos viven como dioses heridos y son capaces de todo
por no dejar el poder”. Viven en el Olimpo, están heridos en su orgullo y desenfreno. Saturno,
quien siempre devora a sus hijos, los espera con ese singular amor de padre, como el que ellos
tienen por los nicaragüenses.
5/8/2018
7. Hemos ido con alegría a la lucha cívica y nos duele profundamente, cada hora, cada día,
todas y cada una de las vidas arrebatadas y lesionadas. Así es y así será. La memoria es
esencial para que no haya repetición. Y lo que ha pasado, lo que está pasando, no debe
volver a pasar.
8. Ahora nos sentimos cansados y con desazón. Queremos acortar el camino para la justicia
y la libertad. Y a veces, pareciera como que no avanzamos. Pero si, lo hemos hecho.
Veamos lo avanzado:
a) El régimen de Ortega está completamente aislado a nivel internacional. El Consejo Permanente
de la OEA se reunirá en los próximos días y Ortega tendrá que rendir cuentas por la
implementación de las 15 recomendaciones de la CIDH y por la fecha de adelanto de las
elecciones.b) El orteguismo está aislado en el país. No cuenta con nadie más que con un grupo de
incondicionales a quienes ha comprometido en crímenes.Ortega ya ni siquiera está acompañado
por la militancia del FSLN que se le ha separado por los desmanes represivos y los abusos
innombrables.
c) Todos los intentos de Ortega por involucrar al Ejército en la represión han fallado. La institución
no ha participado de las acciones represivas, aunque hayan sido vistos militares vestidos de
policías. Los nicaragüenses aún esperamos que participen del desarme de esas fuerzas armadas
paramilitares. No lo han hecho, pero deberán hacerlo.El orteguismo se ha limitado al terror, pero el
terror no le hará ganar terreno, ni podrá derrotar al pueblo.
11. Todos queremos que no haya más muertes, más heridos, más secuestrados. Pero eso no
depende de nosotros, sino del régimen al que estamos amarrando poco a poco sus manos.
Todos queremos acciones cada vez más contundentes. Y nos parece que un paro nacional podría
resolver y acortar el camino.Un paro es deseable pues es una forma de protesta contundente y que
permite participar a todas las personas en todo el país.Y tenemos que prepararlo. No es tarea de los
empresarios preparar un paro sino de todos nosotros.Pero, el paro es una más de nuestras maneras de
protesta, no es una solución mágica, es una protesta más y debemos usarla junto al resto.
12. La derrota de Ortega está asegurada y la lograremos de manera definitiva por la voluntad
de todos los nicaragüenses.Demostremos y recordemos al orteguismo que está
derrotado.Sigamos haciendo la protesta cívica en todas sus formas.Sigamos aislando a Ortega a
nivel nacional.Sigamos aislando a Ortega a nivel internacional. Hagamos presión por una resolución
de la OEA más contundente.Sigamos respaldando el trabajo de la misión de la CIDH para contener
la represión y del Grupo de Investigación para lograr la identificación de los criminales y que haya
justicia.Sigamos desenmascarando a Ortega en el diálogo.Sigamos organizándonos mejor en cada
departamento, en cada municipio, en cada barrio. Para la autodefensa, para la movilización.Todas
las acciones son decisivas. Todas nos asegurarán el triunfo.
EL EJÉRCITO EN LA ENCRUCIJADA
ROBERTO CAJINA
3/8/2018
Policías y paramilitares que se desplazan en vehículos Hi-Lux de tina y doble cabina, que la
población ha denominado “camionetas de la muerte”, han desatado una escandalosa orgía de
sangre, que hasta el 25 de junio pasado había dejado un saldo de 285 personas asesinadas, más
de 1,500 heridas y al menos 156 desaparecidas. Ante esa estrategia de terror se han levantado
voces que demandan la intervención del Ejército para desarmar a los paramilitares. Es posible que
quienes lo exigen lo hagan de buena fe, movidos quizás por un sentimiento de impotencia o por la
desesperación provocada por la intensidad y magnitud de la masacre, de la “tragedia que se
agiganta”, como la caracteriza monseñor Rolando Álvarez; y además porque Daniel Ortega y
Rosario Murillo cínicamente niegan la existencia de esas bandas de criminales que ellos mismo
organizaron, armaron y protegen.Para sustentar la demanda se arguye que “La función del Ejército
es […] proteger, en este caso, la vida y los derechos humanos de la población civil frente a los
grupos armados irregulares” y que el Ejército “es la única institución armada que puede existir
dentro del territorio, porque la Policía no tiene naturaleza militar y el Ejército no puede permitir que
esta disposición constitucional sea transgredida por esos grupos que están organizados y usan
armas de guerra actuando con impunidad”. También se asegura que “el Ejército de Nicaragua,
constitucionalmente, tendría la obligación de desarmar esos señores porque no puede haber tres
ejércitos en este país” y que el Ejército “debería intervenir para disolver a las fuerzas irregulares
fuera de la ley”.
He leído y releído hasta la saciedad los textos de la Constitución Política de Nicaragua y de la Ley
855, Ley de Reforma y Adiciones a la Ley 181, Código de Organización, Jurisdicción y Previsión
Social Militar, y en ninguno de ellos he podido encontrar nada de lo contenido en esas afirmaciones
(entrecomilladas en el párrafo anterior). El artículo 92 de la Constitución establece con meridiana
claridad que el Ejército “es la institución armada para la defensa de la soberanía, de la
independencia y la integridad territorial”. Esta es su función, no otra. Igualmente es preciso aclarar
que el Ejército no es “la única institución armada que pueda existir dentro del territorio”. El artículo
95 de la Constitución establece que “No pueden existir más cuerpos armados en el territorio
nacional, ni rangos militares que los establecidos por la ley”, pero no indica que “el Ejército no
puede permitir que esta disposición constitucional sea transgredida por esos grupos que están
organizados y usan armas de guerra actuando con impunidad”. Ahora bien, afirmar que la Policía
no tiene naturaleza militar es una auténtica perogrullada, pero el artículo 97 de la Carta Magna
claramente le define como “un cuerpo armado de naturaleza civil”.
Tengo la impresión de que quienes demandan la intervención del Ejército desconocen que la
institución militar no puede actuar de oficio, es decir, por su cuenta, ni a demanda de un sector de
la población por mayoritario que sea y que, además, constitucionalmente no está obligada a
hacerlo. La Constitución Política restringe expresamente su participación en el ámbito de la
seguridad interior: “Sólo en casos excepcionales, el Presidente de la República, en Consejo de
Ministros, podrá en apoyo a la Policía Nacional ordenar la intervención del Ejército de Nicaragua
cuando la estabilidad de la República estuviera amenazada por grandes desórdenes internos,
calamidades o desastres naturales”. Es decir que, en este caso, es a Daniel Ortega a quien le
correspondería ordenar su intervención, en apoyo a la Policía, ante los “grandes desórdenes
internos” provocados por la misma Policía y las bandas de paramilitares que han puesto en peligro
la estabilidad del país. Indudablemente que la actual situación que vive Nicaragua es excepcional,
pero ¿a quién se le ocurre pensar que Ortega ordenará la intervención de los militares para
desarmar a los paramilitares si estos y la Policía son los brazos ejecutores de su estrategia de
terror?
A mi juicio, quienes proponen la intervención del Ejército, no han reparado o no han podido reparar
en al menos tres factores clave concatenados, cruciales para el futuro de la democracia en
Nicaragua. El primero es que en el hipotético caso de que el Ejército desarmara a los paramilitares,
ello no se traduciría automáticamente en el fin inmediato de la violencia criminal del régimen
Ortega-Murillo, ya que quedaría viva la otra parte del cuerpo represivo que le sostiene: la Policía.
En consecuencia, para acabar definitivamente con la escalada represiva gubernamental sería
necesario también desarmar a la misma Policía, es decir, desmantelar las “fuerzas combinadas” de
policías y paramilitares que realizan “operaciones conjuntas” a plena luz del día o amparados en
las sombras de la noche. Pero además, no se trata solo de desarmarlos sino de llevarlos ante la
justicia para que respondan por sus crímenes.Igualmente es preciso considerar que para desarmar
a esas bandas de paramilitares el Ejército tendría que utilizar todo su poder letal porque es muy
probable que su capacidad disuasiva no sea suficiente para que esos delincuentes armados se
someterían pacíficamente. En todo caso, una vez resuelta la crisis, las nuevas autoridades
tendrían que ordenar al Ejército la conformación de unidades especiales de desarme porque nadie
puede dudar que los paramilitares se quedarán con las armas y medios que les entregó el régimen
ortegamurillista.
En esa nueva etapa su misión sería desarrollar cierta forma de violencia política armada
(asesinatos y/o secuestros políticos selectivos, por ejemplo) con el fin de mantener en zozobra a la
población y desestabilizar la gestión de las nuevas autoridades. Pero además, inevitablemente
esas bandas de paramilitares tenderán a convertirse a la vez en bandas de delincuentes comunes
de alto perfil que incursionarán en el bajo mundo criminal cometiendo delitos de fuerte impacto
social como narcotráfico, sicariato, secuestros extorsivos, asaltos a bancos y otras instituciones
financieras, así como robo de vehículos y asaltos a establecimientos comerciales y zonas
residenciales.Evidentemente que por su superioridad numérica, de armas, medios y de logística,
así como por sus capacidades táctico-operativas, el Ejército sería capaz de someterlos pero a un
costo que por ahora no es posible siquiera estimar y tampoco se puede determinar el tiempo que
tomaría. Es preciso tener en cuenta que los teatros de operaciones serían las principales ciudades
del país, comenzando por Managua, la capital. Así las ciudades, convertidas en campos de batalla,
se tornarían completamente inseguras para la población civil que, como siempre sucede en todo
conflicto armado, sería la más afectada. Obviamente que no se trataría de un enfrentamiento
convencional sino irregular, y en este sentido, la pregunta obligada es: ¿Está preparado y
entrenado el Ejército para una guerra irregular en teatros de operaciones urbanos?
El segundo factor, consecuencia directa del anterior, es que al perder los dos brazos ejecutores de
su estrategia de terror ―la Policía y los paramilitares―, el régimen Ortega-Murillo colapsaría, y la
crisis se solucionaría. El tercero y último, en línea de continuidad con los dos anteriores y siempre
desde la misma perspectiva hipotética, es que al poner así fin a la crisis, el Ejército, dotado de un
poder político que no le corresponde y que jamás deberá tener, se habría convertido en el “poder
moderador”, erigido en “salvador de la Patria” y “ángel tutelar” del nuevo régimen democrático. En
consecuencia, se estarían abriendo las puertas al militarismo, quizás un militarismo “democrático”,
para decir lo menos, pero militarismo al fin y al cabo.La posición del Ejército en la crisis que vive el
país es sumamente difícil y compleja. Los militares están en una encrucijada, quizás la más difícil y
compleja de su relativamente corta vida institucional, pero si algo está claro es que no deambulan
ni están confundidos ni perdidos. El dilema, la situación complicada ante la que se encuentran los
uniformados solo tiene, aparentemente, dos posibilidades de actuación: si condenan al régimen
Ortega-Murillo se convertirían en actores políticos de primera línea. Sin duda que esto sería
aplaudido por algunos, quizás muchos, pero la institución se desnaturalizaría porque
automáticamente perdería su carácter profesional, apartidista, apolítico, obediente y no deliberante,
que son precisamente los atributos que definen su identidad institucional, tal como se establece en
el artículo 93 de la Constitución; y si mantienen su posición de silencio, de no intervenir en la crisis,
es indudable que no faltarán voces que les condenen y tilden de cómplices del régimen Ortega-
Murillo.Todo indica que hasta ahora los militares parecen estar dispuestos a pagar “los costos del
silencio”. Pero su silencio ante la crisis tiene dos aristas adicionales, dos necesidades vitales para
la institución, poco exploradas aunque muy importantes por cierto, que quizás puedan ayudar a
explicar y entender ―no digo justificar, ni se me ocurre― su “política de no intervención”. De un
lado, la necesidad de proteger sus millonarios intereses corporativos administrados por el Instituto
de Previsión Social Militar (IPSM), buena parte de los cuales están invertidos en los Estados
Unidos; y de otro, la urgente necesidad de sobrevivir como institución en un escenario convulso y
altamente polarizado sin ser arrastrados por ninguna de las dos corrientes de la crisis. Se trata sin
lugar a dudas de un arriesgado y difícil acto de equilibrismo en una cuerda floja, muy floja, en la
que nada ni nadie puede garantizarles que se mantendrán ilesos.
Sin embargo, y más allá de las restricciones que la Constitución establece sobre las actuaciones
de los militares en el campo de la seguridad interior ―que son una visión desde la formalidad
jurídica―, es importante subrayar que después de su Comunicado del 12 de mayo, casi un mes
después de iniciada la masacre en el que expresan su apoyo al Diálogo Nacional, pero no
condenan el asesinato de decenas de nicaragüenses, el Ejército se ha encerrado en un mutismo
inexplicable y más que preocupante frente la actual crisis, en particular sobre las bandas criminales
de paramilitares organizadas, armadas y protegidas por el régimen Ortega-Murillo que, de hecho,
operan como un tercer cuerpo armado en el país.Hay circunstancias en las que es inevitable
comparar, y esta es una de ellas, porque el silencio actual del Ejército frente la “orgía de horror,
sangre y muerte” desatada por la Policía y los paramilitares del régimen Ortega-Murillo, contrasta, y
fuertemente, con la diligencia y “eficiencia” con que la han actuado desde 2010 para eliminar, en
particular a sus jefes y en circunstancias aún no esclarecidas, a los grupos de rearmados con
motivaciones políticas que operan en el norte y el Caribe del país. Frente a esa incongruencia es
preciso preguntarse: ¿Bajo qué normas los militares combaten a esos grupos rearmados y por qué
no recurren a las mismas para enfrentar a las bandas de los paramilitares?
Más aún, si bien la Constitución “restringe” la acción del Ejército en materia de seguridad interior, el
artículo 2 de la Ley 855, Ley de Reforma y Adiciones a la Ley 181, Código de Organización,
Jurisdicción y Previsión Social Militar, establece que una de las funciones del Ejército es “Disponer
de sus fuerzas y medios para combatir las amenazas a la seguridad y defensa nacional, y
cualquier actividad ilícita que pongan en peligro la existencia del Estado nicaragüense, sus
instituciones y los principios fundamentales de la nación”. En consecuencia, en las graves
circunstancias actuales de Nicaragua, el Ejército tiene que “disponer sus fuerzas y medios para
combatir” a las bandas de paramilitares porque constituyen una amenaza a “la seguridad y defensa
nacional” en tanto se han erigido, en abierta violación a la Constitución, como un tercer cuerpo
armado y porque las actividades ilícitas que realizan han puesto en situación de peligro a las
“instituciones y los principios fundamentales de la nación”. ¿Qué más necesitan los militares para
romper su silencio y cumplir con lo que su propia ley orgánica les ordena hacer?
El Ejército tiene que responder porque las dudas sobre su “neutralidad”, sobre su “política de no
intervención”, se amontonan y quizás no lo han considerado, pero cada día que pasa los “costos
del silencio” son cada vez mayores y al final la institución militar podría resultar muy perjudicada,
tanto en sus intereses corporativos como en su legitimidad ante la ciudadanía. No considero que el
Ejército esté constitucionalmente obligado a desarmar a los paramilitares, pero sí estoy convencido
de que, sin intervenir directamente en la crisis política que vive Nicaragua, desde los fundamentos
de la ética militar, el Ejército está moralmente obligado al menos a reprobar públicamente la
masacre de los casi 300 nicaragüenses asesinados por el régimen Ortega-Murillo, la Policía y las
bandas criminales de paramilitares. Porque como advierte el escritor chileno Fesal Chain en su
reciente artículo Nicaragua y la izquierda: “Lo importante es jamás colocarse […] en una posición
de extremo cuidado que no sea capaz de denunciar los errores y horrores del neo estalinismo
latinoamericano” del que Daniel Ortega y Rosario Murillo son sus exponentes más perversos y
criminales. De no hacerlo perderán el respeto que aún les tiene la ciudadanía, que no esperará el
veredicto de la historia para señalarlos como cómplices silenciosos del genocidio y declararlos
culpables por omisión. Yo pienso que aún están a tiempo. No sé si ellos.Finalmente, hay un hecho
que no puede ni debe soslayarse y que es preciso subrayar y decirlo alto y claro: la crisis política
debe ser resuelta por los civiles en el plano político y, en este plano, los militares nada tienen que
hacer. ¡Nada! Pero por otra parte, esperar que los militares intervengan para resolver la crisis es, a
mi juicio, el más crudo reflejo de las fragilidades y falencias de algunos sectores del liderazgo
político civil nicaragüense.
El crimen orteguista cada vez más brutal reduce la rendija por la que Ortega podría abandonar el
poder con cierta posibilidad remota de salir indemne. Ya, ahora, en lugar de un puente para su
retirada, Ortega deberá caminar sobre la cuerda floja.
Que alguien diga que Ortega está en su charco en esta situación de caos, es tan tonto como decir
que un marinero al que le gusta chapotear en la bañera está en su charco cuando su barco se
hunde en alta mar. Lo que hace Ortega, en su naufragio, es ahogar primero a todo ser humano
que esté a su alcance.
La lucha y el arte de la negociación
En esta lucha por la libertad no es conveniente descuidar el arte de la negociación. Lo primero que
un negociador debe manejar con habilidad es la interrelación dinámica entre lucha y negociación.
Ortega procurará cortar ese vínculo, y la debilidad del pueblo en ese terreno radica en la falta de
una dirección unificada de ambos aspectos del conflicto.
Es sencillo comprender que el diálogo es resultado de la lucha, pero, que no es el objetivo de la
misma. El objetivo es la salida de Ortega. En consecuencia, lo decisivo es la lucha, no el diálogo.
De modo que, por ningún motivo, el diálogo debe pretender que se reduzca o se desmonte la
lucha. Las posiciones físicas que el pueblo ha conquistado nunca pueden
ser entregadas voluntariamente, ni siquiera, por obra del diálogo. Seguramente, se abandonarán
las barricadas cuando la lucha triunfe, no cuando una comisión mixta, con personeros
orteguistas, lo determine en el diálogo. Las posiciones del pueblo no están en negociación. La paz
no es regresar a la normalidad represiva orteguista, sino, que es la conquista de la libertad, que se
consigue al avanzar en el desmantelamiento del orteguismo. La paz orteguista no conduce a la
democracia, es la democracia la que, por ahora, conduce a la paz, y a la inmediata recuperación
de la actividad económica.
Es más, el diálogo no debería continuar mientras los paramilitares no dejen de amenazar y de
atacar criminalmente las barricadas y los tranques con AK-47 y fusiles Dragunov en contra de
pobladores –infinitamente valientes- armados con huleras.
El diálogo puede conducir a una trampa si quienes participan en él
actúan independientemente de los ciudadanos, con la idea peregrina que son
los conductores de la lucha del pueblo. En realidad, no deberían ser más que los voceros fieles
de las demandas del pueblo, que exigen la renuncia de Ortega. En caso contrario, simplemente se
descalificarán a sí mismos. La dirección de la lucha hay que construirla entre los luchadores
organizados, en torno a un programa de combate.
El juego de carambola
De jóvenes jugábamos la carambola a tres bandas en los billares de Arturo Bone, lo que obligaba a
calcular ángulo de incidencia, fuerza del impacto, rebote y trayectorias de las tres bolas que luego
de pases precisos por la mesa colisionaban entre sí. Y con cierto efecto en el giro del taco, se
conseguía desencadenar una secuencia de eventos previsibles que colindaban con la magia del
movimiento primigenio de los astros.
Hoy, la negociación principal, Ortega la efectúa con los norteamericanos, porque siempre ha
preferido verse obligado a cumplir lo que dicta una fuerza superior. A ello se reduce su estrategia
basada en la fuerza bruta. El pueblo en lucha no puede acudir a un ámbito de
negociación subalterna como es el diálogo, donde se intenta negociar acuerdos ya alcanzados
entre terceros. En consecuencia, también el pueblo debe negociar con los norteamericanos y resto
de gobiernos en la OEA, para lograr una negociación que, por vía de carambola, constituya un
acuerdo de primer niveltambién con Ortega. Para lograr las mejores perspectivas para la causa de
la libertad y de la independencia nacional.
En la teoría de juegos, que orienta matemáticamente la toma de decisiones en una negociación o
conflicto, es fundamental situarse en una posición inicial que abra las mayores perspectivas de
beneficio, porque la propia decisión debe influir sustancialmente, desde el inicio, en las decisiones
del oponente. Los norteamericanos no deberán imponer al pueblo en lucha acuerdos alcanzados
con Ortega, como si éste fuese la única fuerza beligerante en grado de negociar la transición.
El pueblo necesita conformar una fuerza beligerante propia. No se trata de ubicar a los
norteamericanos como mediadores del conflicto, como hace Ortega, sino, de neutralizar la
negociación excluyente en curso únicamente entre intereses norteamericanos e intereses de
Ortega.
Elecciones anticipadas y/o renuncia de Ortega
Lo que hay que ponderar objetivamente, en función del despliegue de variados intereses de
distintas fuerzas nacionales y extranjeras presentes en este conflicto, es la perspectiva de lograr
la renuncia de Ortega o de avanzar hacia elecciones anticipadas con la permanencia de Ortega
en el poder hasta entonces.
La Alianza Cívica dice que al negociar las elecciones anticipadas no han dicho que
Ortega no deba renunciar. Pero, no se razona de esta forma ambigua, por lo que no se ha dicho
que no vaya a ocurrir. Dos negaciones distintas no constituyen una afirmación lógica, sino, un
juego de palabras. Lo que no se ha dicho que no vaya a ocurrir es inmenso como el infinito. El
pueblo se limita a observar lo que se dice en una negociación, como es lógico. Y esta es la forma
de actuar de manera transparente, sin demagogia.
Es obvio que el diálogo, por sí mismo, no tiene fuerza alguna para exigir la renuncia de Ortega. Y,
consecuentemente, todos los organismos internacionales que presionan a Ortega por elecciones
anticipadas, no demandan la renuncia inmediata de Ortega. Precisamente, porque esperan que
su salida del poder sea por arriba, de forma controlada o, si se quiere, de forma ordenada bajo
reglas que les permitan incidir en sus resultados.
Así se conduce, en este caso, el Establishment internacional, que evita correr riesgos en la
transición de los procesos políticos.
Lo esencial, entonces, hay que decirlo, no es la renuncia de Ortega, sino su derrota definitiva. Ese
es el objetivo decisivo. Es decir, el desmantelamiento total del orteguismo, que se ha enquistado
en el Estado. Pero, el arte de la negociación incluye como objetivo el mayor aislamiento de Ortega,
aprovechando su torpeza para negociar. Habrá que atraer a la comunidad internacional a una
negociación con el pueblo de Nicaragua, evitándole que corra riesgos. En otros términos, se
requiere una consigna de transición que aísle a Ortega.
La derrota de Ortega es posible, aunque no renuncie de inmediato. Por lo tanto, en lugar de
obsesionarse por la renuncia de Ortega, en cuyo objetivo estaríamos aislados, habrá que
conducirlo a su derrota cercándolo con una consigna que lo aísle. Todo mundo está conforme con
el desarme de los paramilitares y resto de asesinos, y con el inicio de un procesode investigación,
encarcelamiento, y castigo de criminales por acción y omisión (como es la falta de atención a los
heridos en los hospitales estatales).
Pero, en esa salida por arriba que ofrecen a Ortega, éste necesita el diálogo como de un
salvavidas en plena tormenta. A Ortega le sirve el diálogo, aunque el diálogo con Ortega no sirva
para nada. Es decir, todo lo que sirve a Ortega le genera cierta debilidad dependiente. El pueblo
debe usar esa dependencia de Ortega con gran decisión, esencialmente, para frenar de inmediato
su capacidad represiva.
La venida de los organismos internacionales de derechos humanos debe estar acompañada de
un desarme inmediato de las bandas paramilitares, y de la remoción inmediata de los altos
mandos policiales responsables de las distintas masacres. De lo contrario, el diálogo se
suspende. Incluso el representante de EEUU en la OEA lo ha planteado de esta manera explícita.
Almagro ha dicho algo parecido. Esto permite avanzar a la siguiente consigna de transición.
Comisión Internacional Contra la Impunidad en Nicaragua
La renuncia inmediata de Ortega sólo puede ocurrir si Ortega percibe que de otra manera tiene
mucho más que perder. Debería perder más si aguarda hasta las elecciones anticipadas. Por
ejemplo, y sólo como ejemplo, si renuncia hoy se le concedería hacerle un juicio aquí, pero, si no,
sería entregado a la justicia internacional por crímenes de lesa humanidad. Ortega, por su lado,
confía que el mismo poder que tiene hoy como jefe de los paramilitares, lo tendrá después, aunque
pierda las elecciones, al gobernar desde abajo. Y, para él, ese es el poder que cuenta
para doblegar a la sociedad nuevamente.
Para el pueblo, la verdadera negociación estriba, no entre renuncia inmediata o elecciones
anticipadas, sino, entre la renuncia inmediata de Ortega o acabar inmediatamente con
la impunidad orteguista. He ahí el dilema, como diría Hamlet. Ortega podría permanecer hasta las
elecciones si, y sólo si, se acaba con la impunidad orteguista de inmediato.
Es urgente que bajo una ley marco se acuerde con la ONU la instauración de inmediato de una
Comisión Internacional Contra la Impunidad en Nicaragua (CICIN), que más que la corrupción
investigue el crimen. El Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GEIE) trabajaría para
la CICIN, al investigar los actos de violencia ocurridos desde el 18 de abril. También se
conformaría de inmediato una unidad policial autónoma contra la impunidad, que defienda a la
ciudadaníabajo la regulación administrativa de la CICIN, con una reforma pertinente a la
Constitución. Y se crearía una sección autónoma del poder judicial. Todo ello, sin que Ortega
designe a ningún funcionario. La ley marco y las reformas constitucionales les darían validez a
estas medidas de excepción, para regular con seguridad la transición entre el crimen actual y el
desarrollo de las elecciones anticipadas.Ortega sólo podría permanecer en el poder hasta las
elecciones anticipadas, si se le quita el poder real, lo que significa quitarle el mando sobre
fuerzas paramilitares. Las que se verían sujetas, para su desarticulación inmediata (a la par que lo
determinan las investigaciones), al imperio de una ley de excepción, y de una unidad
policial institucional de excepción.Evidentemente, habrá que transformar a lo inmediato también
el poder electoral, en un proceso de transición más amplio, pero, ello no es el objeto de este
artículo, que versa únicamente sobre el cambio de la correlación de fuerzasentre la sociedad y
Ortega.
Y EL JERCITO?
FERNANDO BARCENAS
11/6/2018
Todo pensador, abocado al análisis de la contradicción actual de la realidad política, debe
ponderar, por su carácter estratégico, la reacción dinámica del ejército en esta coyuntura histórica.
Por ahora, el comunicado del ejército, del 12 de mayo pasado, afirma que continuará brindando
protección y seguridad a las entidades y objetivos estratégicos, que son vitales para el
funcionamiento del país.
El ejército no hará uso de las armas
Y en reunión con productores agrícolas, han manifestado que no tienen por qué reprimir a la
población que se manifiesta en las calles. Y agregan, que no han disparado ni un solo tiro en
contra la población ni tienen intención de hacerlo. Sin embargo, ello deberá comprobarlo la
comisión internacional de la verdad que investigue los crímenes.
La población ha recogido pruebas incipientes que algunos grupos paramilitares han salido
de instituciones del ejército, y opina que ha facilitado soldados para que endosen los uniformes
de los antimotines de la policía, o bien, que ha proveído tiradores expertos, armados de fusiles de
francotirador Dragunov. Todo lo cual, deberá comprobarlo la comisión internacional de la verdad.
Los objetivos estratégicos vitales para el funcionamiento del país, no son entidades como fines
en sí mismas, como cree el ejército, al suponer que ellos las deban proteger por encima de la
realidad política en una confrontación extrema, sino que, en tal circunstancia trágica, lo que se
debe salvaguardar es a la nación, cuya esencia es la población, no el gobierno, compuesto
supuestos por empleados públicos removibles por voluntad popular.
En una insurrección cívica, militarmente estudiada por los teóricos como una discontinuidad,
donde las variables determinan nuevos escenarios, es fundamental distinguir, en ese salto de la
realidad, dónde se encuentra la nación, dónde radica el futuro y el destino de la patria.
La opresión criminal es… ilegítima
En tales circunstancias, la indiferencia es complicidad con la opresión asesina. Es redundante
calificar a la opresión de ilegítima, o suponer que cuando se proyecta un salto de calidad exista un
orden constitucional neutral al conflicto histórico. Toda institución burocrática, incluso la más
burocrática de todas, como es el ejército, debe cumplir una función esencial cuando en una
situación de opresión criminal se cumplen las condiciones de la rebelión ciudadana, previstas por
el derecho internacional y por la Constitución.
Un razonamiento al margen de la circunstancia concreta, que es decisiva para la sobrevivencia de
la nación, al ser un razonamiento burocrático, puramente institucional, carece
de validez estratégica al ignorar la totalidad en la que operan las instituciones.
Un país es estable en condiciones de libertad para los ciudadanos
En esta lucha nadie es neutral. Por supuesto, hay distintos niveles de conciencia en la población,
distintos niveles de compromiso, distinta capacidad de sacrificio, pero el 90 % de la población
desea desesperadamente un cambio definitivo urgente, sobre todo, porque el orteguismo en esta
crisis ha revelado un rostro criminal inaceptable y repugnante. Muy pocos prefieren vivir sometidos
a un régimen que asesina cobardemente a estudiantes desarmados, y que resulta inviable para la
estabilidad del país.Un país no es estable porque los ciudadanos acepten ser oprimidos, incluso
bajo las condiciones más infamantes de la opresión. La estabilidad está vinculada a las
condiciones de existencia en libertad, a los derechos humanos y políticos reales de la población.
Algo que, por intereses mezquinos, nunca entendió el COSEP.
El quid del asunto actual, en el que habrá que analizar alternativas y matices de opinión, radica en
la circunstancia y en el método con que se producirá el cambio, no en que el cambio
es necesario.
¿El ejército vive en una burbuja cuando la patria se debate entre la justicia y el crimen?
El ejército no es una institución que inspire confianza. No goza de credibilidad porque ha
sido intervenida, manoseada, abusivamente por Ortega. Todo lo que toca Ortega degenera,
cambia de calidad negativamente, al inverso del rey Midas que convertía en oro todo lo que
tocaba. El ejército parece entonar la copla venezolana: Yo no soy de esta parroquia/ soy de
Barquisimeto/ nadie se meta conmigo/ que yo con nadie me meto.Y no es cierto que el ejército
pueda vivir durante esta revolución cívica en una burbuja al margen de la suerte de la nación,
cuando la patria se debate entre la justicia o el crimen. El ejército deberá optar abiertamente entre
la nación o la dictadura, en esta hora decisiva para el país.
Si el ejército cuenta con estrategas de verdad, en su análisis de escenarios en la pizarra, ha debido
considerar en qué circunstancias se verían obligados a apoyar decididamente a Ortega, a rostro
descubierto, y cómo su intervención creará en adelante el entorno más favorable. Y en qué
circunstancias, por el contrario, deberán apoyar decididamente el cambio de sociedad, impulsado
por la insurrección cívica de la nación, con un entorno indiscutiblemente más favorable si el ejército
es una institución honrada. Lo decisivo en el análisis, entonces, es el carácter de la institución
armada: mafioso o patriótico, no hay término medio.
Análisis estratégico de la tendencia objetiva de salida del conflicto
Un análisis estratégico profesional no se sustenta en amistades o en preferencias o gustos
personales, o en lealtades partidarias, o en servilismo obcecado, sino, en un método de inferencia
lógica en la toma de decisiones, ante alternativas que reducen inevitablemente la posibilidad
de arrepentimiento, considerando la tendencia objetiva de salida del conflicto de manera estable.
Es sencillo comprender las causas objetivas de la implosión irreversible del régimen orteguista,
para situarse, previsoramente, al lado del cambio.La decisión metodológicamente acertada, para
un estratega, no sólo debe constituir la mejor opción para favorecer los propios intereses
institucionales, de manera perdurable, cuanto que debe conducir a tomar la alternativa que
más abre perspectivas de continuar con una capacidad ventajosa ante el cambio de realidad más
probable, es decir, ante el cambio con mayor tendencia probabilística de evolución en lo que
respecta al entorno nacional e internacional.
La paz de los cementerios
Ortega, en cambio, ha decidido que, aunque el país quede convertido en un cementerio por su
culpa, lo importante es que en ese caos destructivo total él permanezca sentado en la silla del
poder, aún sobre los escombros de la sociedad reducida a la barbarie. Efectivamente, un
déspota, personalmente muy atrasado culturalmente como es Ortega, no razona como
gobernante, sino, que se comporta irracionalmente con el fanatismo mesiánico de un terrorista
corrupto enquistado en el Estado.Probablemente, un ejército mafioso decida hundirse
históricamente con Ortega, y arrime también su silla a la del tirano sobre los escombros de la
sociedad. Pero, la prudencia actual del ejército indica que tiene intereses más amplios que los que
ofrece el marco jurídico viciado del orteguismo. Y que su sobrevivencia puede separarse de los
errores irreparables de Ortega, al ver que éste serrucha la tabla suspendida sobre el vacío, en la
que está sentado con los pies en el aire.
El ejército de nuevo tipo estaría formándose en las barricadas de Monimbó
Nuevamente, en cada etapa crucial para la patria, Monimbó es Nicaragua. De manera, que es
absurdo pensar que una institución militar profesional diseñada para defender a la nación, pueda
hundir la cabeza en la arena en un momento trágico, para levantarla cuando todo haya pasado,
para bien o para mal. Indiferente a las condiciones creadas por una nueva realidad en la que el
pueblo podría considerar al ejército profesional, a causa de su actitud insensible y obtusa, una
institución inútil, dispendiosa o, incluso, perjudicial, amenazante y coludida con el orteguismo, en
la que podría germinar nuevamente otra dictadura.Las bases de un nuevo ejército nacional,
salido de las entrañas del pueblo, estaría entonces formándose en las milicias combativas de
Monimbó, y en las que se han sostenido en las barricadas y tranques contra la represión
orteguista.
LA CRISIS Y SUS PERPECTIVAS
FERNANDO BARCENAS
14/05/2018
Un régimen mesiánico no puede corregir su estrategia desastrosa, aunque ésta conduzca a la peor
crisis política de su modelo político. En cualquier país, para cambiar de estrategia se cambia
simplemente de estrategas, por el peso metodológico decisivo de la objetividad sobre la
subjetividad. Un régimen mesiánico, en cambio, para permanecer en el poder en contra de la
voluntad popular sólo puede sustentarse en la impunidad y en la violencia criminal.La nación, que
no está organizada para la guerra, enfrenta un régimen armado, con estructuras policiales legales-
partidarias y con paramilitares y turbas, que ejercen una represión criminal a nombre del
Estado. La confrontación extrema entre una resistencia pacífica multitudinaria y un poder
dictatorial, sin apoyo de masas, pero, dispuesto al genocidio, abre perspectivas a un diálogo
absurdo entre la razón y la fuerza, bajo la ilusión extrema, muy improbable, de hallarle al conflicto
una salida humanitaria por consenso.
La represión renovada, agrava la crisis política
El hostigamiento violento contra las protestas de los últimos días, que han incrementado
especialmente en Masaya el número de heridos y muertos con disparos a la cabeza, por obra de
francotiradores de las fuerzas policiales dotadas de AK-47 y de armas de guerra, parece un intento
brutal de darle al diálogo un contenido de desaliento por la exhibición de fuerza militar, con la
lógica rudimentaria con que se ejecutó la operación Danto contra los campamentos de la contra, en
1988, veinte días antes de los acuerdos de Sapoá, que llevaron finalmente a la derrota electoral del
sandinismo en 1990.
Con la misma lógica estúpida se asesinó a 66 estudiantes en la masacre de abril, y el pueblo
explotó multitudinariamente exigiendo en las calles la salida de Ortega. Ahora, luego de un breve
respiro, se da el mismo fenómeno represivo en una escalada superior, agravando la crisis política
también a un nivel superior. El régimen, políticamente debilitado a su mínima expresión, pretende
recuperar las calles a balazo limpio.A menor fuerza política más despliegue de fuerza militar. De
una fuerza militar, en fin, sin contenido político. Que hace que el anacronismo del régimen
absolutista llegue a los límites de expresión antisocial, aislándose de la nación cada vez más por
propia mano. Convirtiendo al gobierno, ante los ojos del mundo, en una vulgar fuerza de choque.
La nueva etapa de represión policial del sábado 12 de mayo, con carácter de guerra civil, las
quemas de las alcaldías por sus turbas, las amenazas de saqueo en contra de los mercados, en
especial, el ataque criminal contra los pobladores de Masaya, a orillas del diálogo, cuando debía
ofrecer una alternativa de transformación y cambio de la sociedad en la mesa de concertación,
hace que el diálogo sea desprovisto de credibilidad. Con lo cual, Ortega facilita que la resistencia
ciudadana supere esta etapa de negociación, y avance a formas de emplazamiento cívico más
directas por su salida inmediata del poder.El orteguismo, con su dosis de extrema torpeza política y
de criminalidad, constituye el más grande agitador en contra de su régimen inviable.El diálogo, que
ha perdido credibilidad como salida a la crisis, se reduce cada vez más a una sola consigna
libertaria básica, ¡que Nicaragua vuelva a ser república! Con lo cual, se ha esfumado toda
posibilidad de manipulación demagógica en el diálogo.
El diálogo nacional
La demanda ciudadana, para que venga la CIDH y los relatores de las Naciones Unidad de
defensa de los derechos humanos a investigar de forma independiente los asesinatos de
estudiantes durante el genocidio de abril, es una consigna contra la impunidad, que toma por el
cuello al orteguismo. Esta demanda crucial, vinculada como precondición o como punto de agenda
del diálogo nacional, es una consigna de transición, que se ve rápidamente desbordada en las
calles por la demanda perentoria que se vaya Ortega del poder.
Una lucha pacífica no es necesariamente una negociación para el
desmantelamiento consensuado de la dictadura. Porque en política, como en la ciencia, no es
posible darle un voto de confianza a que ocurra un evento improbable, sin caer en cierta forma de
irracionalidad. No hay que confiar que Ortega tenga la visión estratégica para negociar su salida.
Todo apunta a lo contrario.
En otros términos, la idea del diálogo nacional debe servir, deliberadamente, no para confiar en un
cambio consensuadoimprobable, sino, para debilitar más a Ortega al destruir la ilusión, aun en
los sectores más conciliadores, que el orteguismo pueda cambiar mediante negociación. Al
orteguismo es necesario rendirle, aislándolo cada vez más. El diálogo nacional debe servir
para preparar las siguientes etapas de la lucha.
Las aparentes victorias de Ortega
Ortega ha conseguido que los estudiantes transfieran la demanda de la entrada de la CIDH,
de precondición para el diálogo a primer punto de agenda. Ha conseguido que los estudiantes,
que vanguardizan la lucha, se dispongan a asistir tontamente como un sector más entre otros seis.
Además del sector estudiantil autoconvocado (al que probablemente Ortega insista en
contraponer a los representantes de UNEN), habrá en el diálogo la sociedad civil, el sector
laboral (que incluye representantes de sindicatos blancos de Ortega), la academia y el sector
universitario (que incluye a representantes de Ortega, voceros del canal interoceánico), el sector
privado empresarial (que incluye a quienes pagan a los que cabildean a favor de Ortega en el
congreso norteamericano), y a los representantes del gobierno orteguista (cuyo número es una
incógnita a propósito, un as en la manga a discreción de Ortega).
Ortega ha conseguido, además, que los estudiantes descuidaran como precondición indeclinable
para el diálogo, la participación de los campesinos anticanal, el sector social más firme que
llevaría al diálogo otra consigna de transición, como es la abolición forzada de la ley 840, que
daría a Ortega una estocada mortal, difícil de eludir.Sin embargo, la situación prerrevolucionaria,
provocada por la represión orteguista, evoluciona espontáneamente en las calles hacia etapas más
avanzadas de lucha para desmontar el poder dictatorial, con lo cual, las triquiñuelas de Ortega en
el diálogo pierden efectividad.
EL CIELO HA SIDO TOMADO POR ASALTO
FERNANDO BARCENAS
05/5/2018
Las protestas ciudadanas contra las reformas abusivas del INSS, decretadas unilateralmente por
Ortega, han sido objeto de una masacre estudiantil sin precedentes. No sólo la policía orteguista
asesinó en los recintos universitarios y en las calles estudiantes desarmados, con disparos a
mansalva a la cabeza y al pecho, sino, también, asesinó estudiantes detenidos en las tenebrosas
mazmorras del régimen, con torturas mortales. Han aparecido en las morgues, profundamente
martirizados y desfigurados, una cantidad igual a la de los estudiantes asesinados en las calles.
Mientras hoy, aún permanecen desaparecidos otra cantidad igual de estudiantes.
Es hora de la patria para una república nueva, descubierta por un nuevo pensamiento incubado
en la nueva generación de nicaragüenses, su juventud en todos sus estamentos.
La lucha cívica, encabezada por los estudiantes universitarios distingue y señala, el no uso de
medios de guerra para enfrentar la represión que ejerce el Estado sobre la sociedad nicaragüense.
La densidad en marchas ciudadanas de masas organizadas y los tranques son los instrumentos
principales de sus formas de lucha. La lucha cívica ha demostrado en el seno del pueblo que es
efectiva como herramienta para la toma de consciencia política. La represión organizada de la
Policía Nacional, los paramilitares y las llamadas “turbas sandinistas” que cambalacharon lo divino
(así les llamó el tirano a las masas revolucionarias entonces) por el adjetivo asesino, responden a
una ordenanza política de mando unificado.Todo parece indicar que la capacidad de orden y
represión de la Policía Nacional fue rebasada en los primeros días de la insurrección cívica. Los
cuerpos paramilitares de Ortega, las pandillas de turbas sandinistas identificadas como Juventud
Sandinista, la incorporación de los llamados nostálgicos combatientes sandinistas y militares
retirados y en reservas, participaron (participan) en la recomposición de fuerzas para la represión.
A este nuevo conglomerado es al que las masas del pueblo han estado enfrentando y lo seguirán
haciendo pacífica y cívicamente con gran costo en vidas, en tanto el Ejército de Nicaragua
mantiene su compromiso político de acuartelamiento.La masacre de jóvenes de todos los estratos
sociales y credos religiosos y trabajadores de todos los oficios es una herida como estigma
sagrado que no cerrará ni debe cerrarse en la memoria del pueblo.
Nadie como Sandino nos enseñó el peso que tiene la soberanía nacional, en la base constructiva
de la República. Sandino nos indicó el peso específico de tal valor fundacional. Los liberales Jerez
y Castellón en el siglo XIX fueron responsabilizados por nuestro pueblo como causantes de la
presencia conquistadora del filibustero Walker, de la Guerra Nacional Centroamericana y la
destrucción humana y riquezas del acervo de entonces. Consecuentemente los ciudadanos
renunciaron por vergüenza a militar en las filas liberales por décadas. Lección pendiente en las
filas del danielismo.Y, la confiscatoria Ley 840, que entrega la soberanía nacional a un chino a
cambio de la promesa de construir un canal interoceánico por el territorio nacional, ¿en
dónde coloca al Gobierno de Ortega y a los que organizaron el llamado modelo público-privado?.
Es necesario recordar que las filas militantes del danielismo, el Cosep y sus voceros saludaron la
entrega de la Soberanía Nacional como un trueque inevitable por el progreso económico y social
de Nicaragua. ¿Hasta dónde llegó ese modelo? ¿Qué hay que reconocer de bueno y qué censurar
y corregir? Los campesinos de la lucha contra la Ley 840 por la soberanía y contra el canal están
alzados en lucha contra el tirano y son parte del trabuco cívico en lucha contra la dictadura. ¿Cómo
los ven y miden los voceros del gran capital?
Daniel Ortega y su mujer Rosario, se nutrieron en este caldo político de nuestra historia política;
ellos abandonaron las ideas heredadas de las luchas revolucionarias de los pueblos contra el
colonialismo, el imperialismo, el capitalismo y las de nuestra propia historia ejemplarizada en el
General Augusto C Sandino. Ellos abandonaron la educación patriótica de sus primeros días de
vida política por las prácticas nefastas de pactar con lo peor, si de esas alianzas dependía el poder
político que anhelaban. Como arquitectos del mal elaboraron una mezcla de ideas híbridas y raras
que les permitió pactar con el gran capital, predicar un socialismo sin sustancias genuinas y un
cristianismo con prácticas esotéricas de muñecos y alfileres. Daniel y Rosario llenaron los vacíos
dejados en el vaciamiento ideológico del sandinismo y abrazaron con destreza el cinismo, el arte
del engaño, la “bandidencia” como astucia y práctica. El internacionalismo lo abandonaron por
alabanzas vacías, discursos falsos y acuerdos inconfesables.
Pasar por tonto o hacerse el tonto por conveniencia, es aquel militante que alza a Sandino en su
corazón y ser cándido para sostener ante propios y lejanos que en Nicaragua el danielismo
desarrolla una nueva etapa del proyecto revolucionario del FSLN. A estos ciudadanos militantes en
las filas del FSLN y quienes se autollaman sandinistas mas no danielistas, les conviene reflexionar
profundamente su militancia política en esta hora adversa, porque es la hora de la patria y solo
hemos de ver luz brotando de ella. Hacerse el tonto o ignorar la represión asesina que encabeza
Ortega y Murillo, es hacerse cómplice de toda la tragedia que vivimos.
Justicia e institucionalidad democrática es el tema del diálogo que abre y cierra simultáneamente
expectativas en las filas del pueblo. De las entrañas de los jóvenes que encabezan la insurrección
cívica nació el lema ¡Ortega fuera! La pareja ha igualado a Somoza en muchas cosas y le ha
superado en otras, porque dicen por ahí, que la historia se repite bien como comedia, bien como
tragedia. Los nicaragüenses de hoy estamos repasando la tragedia de ayer. La lucha popular es
oportuna y abre una ventana histórica hacia una nueva Nicaragua, con reglas claras de
convivencia democrática, con la estructura jurídica de un Estado Social de Derecho, con
transparencia y rendición de cuentas a los ojos de los nicaragüenses de todos los estratos y
territorios.
La condición que los jóvenes estudiantes y representantes del movimiento campesino pusieron en
el Diálogo es correcta y sana para hallar las respuestas y que el tirano pare la matanza de tanta
sangre joven. Con la pareja de dictadores fuera del territorio nacional los arquitectos que el pueblo
conozca y crea en ellos, podrán crear la nueva figura de la República que hemos soñado.
Estudiantes y campesinos son nuestro ingenio de lucha; los distintos estratos de nuestra sociedad
van encaminándose a desarrollar una fuerza potente capaz de dar al traste con la resistencia del
tirano y su mujer.Son muchas las evidencias de que Ortega se atrinchera militarmente en El
Carmen, se apertrecha para resistir y mejorar sus posiciones de negociación no ante los
muchachos y los campesinos anti canal sino con el gran capital. “Si quieren que me joda solo, pues
nos jodemos todos”. No le importa el juicio político sobre los asesinatos constatados como poco le
importa el contundente informe preliminar de la CIDH. O el próximo levantamiento de los expertos
de la CIDH, porque aferrado a la fuerza bruta y enfermiza, prefiere pensar que como Hitler morirá
en el bunker antes que rendir cuentas por sus crímenes.Los personeros del gran capital, en
especial Pellas, han propuesto la salida de Ortega por la vía institucional, es decir, adelantando la
fecha de las elecciones. La misma iniciativa que algunos de sus voceros llamaron “aterrizaje
suave”. Esta solución no es posible. La fuerza es la que puede y moverá a Ortega. La familia
Ortega Murillo y cercanos también comprenden intereses del gran capital. Existirá un momento en
la lucha del pueblo en que sus familiares y cercanos reflexionaran la salida del poder. Supondrá un
arreglo y en ese arreglo los jóvenes y campesinos no pueden ser ninguneados. El gran capital
tiene velas en este escenario. Pilatos no tiene lavamanos en este juego; tampoco debe estar Judas
en la mesa.Si de disponer de fuerzas y Constitución se trata, las elecciones deben ser a más tardar
en octubre con las condiciones institucionales necesarias aunque sean transitorias a
perfeccionarse después. La Conferencia Episcopal debe seguir coadyuvando a la solución. La
buena fe no basta en este tinglado. Los templos católicos como los recintos universitarios deben
estar dispuestos para la batalla final. El Ejército de Nicaragua debe ser conminado, no deben caber
conjeturas como la de que los francotiradores, contingente activo esencial en la represión salvaje
contra las masas cívicas en protestas, son de sus filas: la presencia del Dragonov ha sido
despejada y tal fusil es tutela principal del Ejercito de Nicaragua (EN). Los comunicados del EN
conminan a que la ciudadanía debe creer a pies juntilla sus declaraciones. Las evidencias son
engaños en estas situaciones. ¡Fuera Ortega, fuera Murillo! ¡Vivan las madres de abril! ¡Memoria
eterna a los jóvenes inmolados!