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Porque se tiene una oscura conciencia de esto, lo más usual es que el término comprometido
se matice siempre con adjetivos restrictivos, y se hable de Antropología biológica (o física) y
de Antropología cultural (o social). La primera estudia al hombre en sus características
biológicas para determinar sus orígenes en la evolución, sus relaciones con los otros seres
vivos, su lugar en la naturaleza. Se esfuerza por establecer y tipificar las variaciones en
aquellas características y por elucidar las causas de esas variaciones. Trata de definir las
categorías naturales en que se reparten los hombres y de estudiar su formación. Por
supuesto, la Antropología biológica no es la única ciencia que estudia las características
físicas del hombre. La anatomía, la histología, la embriología, la fisiología, la genética, lo
hacen también. Pero en otros contextos. Se sitúan éstas primariamente en el contexto de la
salud y la enfermedad, de lo normal y lo patológico, y las variaciones distintas de éstas.
variaciones de talla o de pigmentación o de sección del cabello, por ejemplo, apenas les
interesan. Consideran al hombre en aislamiento y sólo prestan atención a las afinidades que
pueda tener con otras especies en la medida en que por ellas determinados animales
resulten más aptos para su empleo en experiencias de laboratorio. La Antropología biológica,
en cambio, compara las características biológicas del hombre con las características
análogas de las otras especies, especialmente de las más próximas a él, y trata de entender
el significado evolutivo de las analogías y de las diferencias que descubre para reconstruir el
proceso de antropogénesis y definir el lugar que corresponde al hombre en la sistemática
zoológica. Por otra parte, aquellas variaciones que para las otras ciencias biológicas del
hombre resultaban irrelevantes (color de la piel, arcos, bucles y verticilos de los
dermatoglifos, forma, color y repartición del sistema piloso, dimensiones y proporciones del
cuerpo, índice cefálico e índice facial, etc), le sirven a la Antropología para repartir a los
hombres en sus subdivisiones zoológicas tanto raciales como no raciales (biotipología).
Queda así, según parece, definido para la Antropología un campo aceptablemente preciso: el
de las conductas sociales sujetas a control consciente y orientadas a un fin y, además,
recurrentes, coherentes, repetitivas. Fuera se dejan, por un lado, las no controladas ni
dotadas de finalidad intencional; por otro, las únicas e individuales. Mas se advertirá que es
engañosa la claridad de estas distinciones. No es controlado ni intencional el delirio de un
esquizofrénico, pero evidentemente puede tener un contenido religioso y hasta situarse en el
origen de un culto organizado. Y entonces, los antropólogos lo estudian. Y en cuanto a los
comportamientos individuales y únicos, cabría señalar que es dentro de ellos donde
materialmente se inscriben los recurrentes, repetitivos, regulares. En ningún lugar de la
sociedad hay una madre recurrente en interrelación repetitiva con un hijo regular, sino
numerosas madres únicas en variables relaciones biográficas con otros tantos hijos
individuales. La recurrencia, la repetición, la regularidad son abstracciones a partir de la
unicidad, la individualidad, la biografía. No pretende esto negar que los límites existan, sino
mostrar cómo son confusos, imprecisos. Lo cual no obsta para que en su interior quede un
campo homogéneo, el de la conducta del hombre en sociedad, la interacción humana en toda
su diversidad y riqueza. Interacción que implica comunicación, y ésta símbolos que son ellos
mismos conducta (hay una conducta verbal) y componentes de la conducta. Interacción que
implica ideas, creencias, normas, valores, elementos ideológicos; pero igualmente artefactos,
utensilios, máquinas, componentes objetivos que también son, en un doble sentido, una
especie de conducta materializada: productos de ella y condicionadores de otra en quienes
los usan (una vasija predetermina ya en buena parte tanto la conducta motriz como las
finalidades inmediatas del que la está manejando).
***
A lo largo de las líneas anteriores se han mencionado algunas diferencias entre Antropología
cultural e Historia, o entre Antropología y Psicología. De las que pueda haber entre
Antropología cultural y Sociología nada se ha dicho. Y es que, realmente, tal y como ha
quedado definido el ámbito de la Antropología cultural, no parece que ésta estudie nada que
no estudie también la Sociología. Con todo, aunque así sea en teoría, en la práctica
sociólogos y antropólogos se han reservado dominios distintos dentro de su campo común:
los sociólogos han estudiado sociedades modernas, industriales y urbanas; los antropólogos,
sociedades primitivas, arcaicas y campesinas. Se han planteado problemas diferentes: los
sociólogos han abordado la problemática del cambio social, de la dinámica social; los
antropólogos se han interesado más por las recurrencias, las regularidades, por las
constantes culturales. Se han situado en perspectivas no coincidentes: los sociólogos acotan
segmentos, aspectos parciales de las sociedades que estudian; los antropólogos se
esfuerzan por contemplar las suyas desde una perspectiva holística, totalizadora. Por último,
sociólogos y antropólogos han elaborado y aplican métodos, técnicas independientes: los
sociólogos manejan la encuesta, la estadística, el análisis cuantitativo; los antropólogos se
valen de la observación directa.
Hay coherencia interna en cada una de estas selecciones. La problemática del cambio, de la
dinámica social es la pertinente en el estudio de la sociedad urbana industrial, como las
recurrencias, las constancias, la estática social lo son en el estudio de las sociedades
tradicionales. La perspectiva segmentaria es la más viable en la investigación de los múltiples
procesos de cambio de las gigantescas sociedades modernas, como la perspectiva holística,
totalizadora, es la que mejor puede captar la especificidad de la permanencia en las
pequeñas comunidades en que trabajan los antropólogos. La cuantificación estadística y su
base, la encuesta, resultan técnicas imprescindibles para el manejo y el control de todas las
variables que ha de tomar en cuenta el sociólogo en los enormes y cambiantes agregados
sociales que él estudia; las sociedades primitivas y campesinas no conocen la escritura o
hacen de ésta un uso restringido y en ellas la interacción social, por lo mismo que es directa y
oral, no deja huellas documentales, de modo que el antropólogo sólo puede recurrir a la
observación directa para obtener los datos que no puede extraer de documentos.
Mas el problema no es tanto el de la coherencia interna de cada una de estas dos opciones,
sociológica y antropológica. El problema es si las diferencias entre esos dos modos de
agrupación de los hombres en sociedad, moderno, urbano e industrial de una parte, y de otra
primitivo, arcaico y campesino, son tan grandes como para configurar sistemas sociales
fundamentalmente diferentes, culturas distintas no por sus contenidos concretos, sino por su
estructura, por su organización. Son tan grandes como para justificar la existencia, si no de
dos ciencias separadas, sí de dos prácticas científicas distintas, todo lo conexas que se
quiera, pero cada una con un desarrollo teórico propio, con una terminología, unas técnicas y
unos métodos específicos.
El ejemplo eminente es el trabajo: el trabajo primitivo es sin duda utilitario, pero también es
un acto de afirmación de los vínculos de parentesco, un ritual sagrado, un deporte, una fiesta,
en suma, un acto social total. A la inversa, la división del trabajo y la especialización en las
sociedades mayores tienen su correspondiente correlato en lo que podría llamarse la
parcelación de la cultura: el drama se retira al teatro, la religión a la iglesia, el trabajo a la
fábrica. Sin duda las mutuas relaciones entre los diversos aspectos de la cultura se dan
también aquí, mas no de la misma forma visible. Faltan aquellos actos sociales totales que
enlazan indisociablemente los componentes económicos, sociales, ideológicos de la cultura.
Por todo esto, a saber, por su homogeneidad, por la prevalencia de la integridad funcional,
por el alto grado de integración cultural, las sociedades menores son holísticas. Sociedades
holísticas quiere decir aquí sociedades que es posible describir y entender globalmente, a
partir de un solo y mismo código cultural, y que sólo es posible describir y entender
globalmente, pues cualquier visión parcial que segmentara lo real lo haría incomprensible.
Por otra parte, la heterogeneidad, la división y la especialización del trabajo, la parcelación de
la cultura en la.s sociedades mayores hace de ellas sociedades complejas, esto es,
sociedades que hay que describir y hay que entender parcialmente, segmentariamente, pues
no subyace a su organización y a su funcionamiento un único código cultural completo, sino
varios parciales e incluso a veces contradictorios.
Un cuadro recogería así esas diferencias:
Antropología Sociología
Sociedades primitivas, arcaicas y campesinas. Sociedades modernas, industriales y
urbanas.
Demográficamente débiles. Enormes agregados.
Relaciones interpersonales directas, orales. Relaciones anónimas por redes y
Demográficamente débiles. Enormes agregados.
Costumbre. Ley.
Grupos primarios familiares, de parentesco, locales. Estado.
Protagonismo. Participación pasiva.
Arquetipos. Innovación.
Modelos repetitivos. Modelos acumulativos.
Tradición. Razón.
Sociedades homogéneas.. Sociedades heterogéneas.
Evolución lenta, poco visible.. Evolución rápida, muy visible.
Mito. Historia, planificación.
Homogeneidad étnica y lingüística. Heterogeneidad étnica y lingüística.
Igualdad en el acceso a las riquezas y el poder. Clases sociales.
Polivalencia e integridad funcional. División del trabajo y especialización.
Integración de la cultura. Parcelación de la cultura.
Sociedades holísticas. Sociedades complejas.
La lectura de las dicotomías enfrentadas y de las columnas coordinadas sugiere que esos
dos modos de agrupación de los hombres en sociedad son tan distintos que bien justifican la
existencia de dos prácticas científicas diferentes, cada una con un cuerpo teórico propio, con
una terminología, con unas técnicas y con unos métodos propios. De hecho podría decirse de
esas dos sociedades que cada una es la negación de la otra o, adoptando una perspectiva
evolucionista, que la sociedad moderna es la negación de las sociedades primitivas, arcaicas
y campesinas. Mas hay una dificultad, a saber: que no hay sociedad real alguna que se
ajuste exactamente a esas descripciones. En efecto, las descripciones corresponden a dos
tipos ideales polarmente antagónicos. Las sociedades reales están unas más cerca de un
polo, otras del otro, pero todas entre los dos. Hoy no existe sociedad primitiva o arcaica, ni
menos aún sociedad campesina, que esté enteramente cerrada y aislada o en la que la
costumbre, la tradición, el mito o los grupos corporativos de parentesco conserven toda su
vigencia. Pero tampoco existe ninguna sociedad moderna en la que la ley haya desplazado
por entero a la costumbre, el Estado a los grupos corporativos, la razón a la tradición ni la
historia al mito. Por eso, la atribución de unas sociedades concretas a los antropólogos y de
otras a los sociólogos tiene algo de convencional y por eso también antropólogos y
sociólogos trabajan con frecuencia en las mismas sociedades, aunque cada uno busca en
ellas cosas distintas. Mas pese a todo ello, sigue siendo cierto que el cuerpo teórico de la
Antropología, sus técnicas, sus métodos, su perspectiva hacen de ella la práctica científica
mejor capacitada para descubrir, describir y explicar ciertos componentes y aspectos de la
sociabilidad humana que se dan con mayor plenitud e independencia en las sociedades
primitivas, arcaicas y campesinas. A ellas se restringen los capítulos que siguen, no porque la
Antropología no tenga nada que decir sobre las otras sociedades, sino porque en tiempos de
especialización como los presentes conviene dejar que lo digan los especialistas mejor
capacitados para su estudio.
Ramón Valdés.