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HEREJIAS Y VERDADES
DE NUESTRO TIEMPO
BANCO DE ^ ff
„«.Mr-,TOCA k U iS -W ·* «
Versión directa del italiano p o r
© LUIS MIRACLE,
EDITOR - 1958
17
De la misma Colección:
O bras de M. F. Sciacca
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA
LA FILOSOFÍA, HOY
DIOS Y LA RELIGIÓN -EN LA FILOSOFÍA ACTUAL
LA HORA DE CRISTO
EL PENSAMIENTO FILOSÓFICO DE ROSMINI
SAN AGUSTÍN
PASCAL
EL PROBLEMA DE LA EDUCACIÓN
IGLESIA Y MUNDO MODERNO
EL HOMBRE, ESTE DESEQUILIBRADO
AUTOBIOGRAFÍA ESPIRITUAL
por N. Berdiaev
EXISTEN CIALISM O
por P ietro P rini
EL INMANENTISMO
BIBLIOGRAFIA
EL PANTEÍSMO
cados. El Mundo es: «1) el mismo ser divino que tiene su peculiar
propiedad en la substancia universal; 2) el producto de la activi
dad divina en la composición y distribución de los elementos, en
los cuerpos celestes y en los fenómenos naturales; 3) el complejo
del ser divino y de las cosas creadas» (Dióg. Laer., 135-37 y sigs.;
Fragmentos, cit., págs. 82-83). E n el primer sentido y también
en el tercero, «el mundo es uno, y se llama Dios, mente, fatum,
Júpiter» (id.). Por consiguiente, panteísmo naturalístico: identifi
cación de Dios con el mundo natural y concepción material de lo
que se llama Alma, Razón o Fuego.
En los tiempos modernos, la teoría de la evolución ha dado
un nuevo impulso al monismo naturalista de algunas formas de
positivismo (De Bois Reymond, Spencer, Ardigó) y al monismo
materialista y biológico (Moleschott, Huxley, Büchner, etc.). En
el fondo, ya no se trata aquí de panteísmo, ya que no se habla
del Dios inmanente, sino sólo del mundo, de la naturaleza o del
universo: el término «Dios» ya no significa nada. Dios no existe,
sólo existe el mundo, nacido de una niateria originaria dotada de
energía vital, que se desarrolla por sí misma y por leyes propias.
El ser originario y ontológicainente uno, especié de embrión del
mundo o materia-madre, evoluciona progresivamente en formas
diversas. Semejantes afirmaciones no tienen ningún fundamento
científico ni filosófico y no explican cómo puede nacer el espíritu
a partir del ser material primitivo y entrar el pensamiento en el
mundo, cómo emergen por evolución las substancias inteligentes,
fundamentalmente irreductibles, por cuya razón el pluralismo de
los entes no es solamente fenoménico, sino substancial. En el
fondo, el monismo materialista (por ej., el de Haeckel) es una
contaminación superficial del materialismo evolucionista y del
espinosismo. Pero cuando el evolucionismo se encuentra (izquier
da hegeliana: Feuérbach, Marx, etc., y otras corrientes posterio
res) con el dialectismo hegeliano, los conceptos de monismo o de
panteísmo materialista sufren una transformación profunda, hasta
el punto de no poderse hablar ya ni dé monismo ni de panteísmo.
En efecto, el materialismo dialéctico niega toda esencia, la exis-
22 MICHELE FEDERICO SCIACCA
razón de ser, existe toda criatura y, por esto, afirma Escoto, Crea
dor y criatura forma una sola cosa: «Quid si creaturam Creatori
adiunxeris, ita üt nil aliud in ea intelligas, nisi ipsum qui solus
vere est, nil enim extra vere essentiale dicitur, quia omnia quae
absunt nil aliud sunt in quantum sunt, nisi participatio ipsius, qui
a seipso solus per seipsum subsistit: num negabis Creatorem et
creaturam unum esse?» (De dtv.. naturae, n , II, f. 528 A-B). Por
lo tanto, todo es en Dios, y todo lo real tiene en Dios su razón:
«In ipso enim immutabiliter et essentialiter sunt omnia, et ipse est
divisio et collectio universalis creaturae, et genus, et species, et
totum, et pars, sed haec omnia ex ipso et in ipso et ad ipsum
sunt» (Id., IU, I, pág. 621 C-D). Escoto no vacila en pasar de la
afirmación «Deus omma facere» (id., I, 72, f. 518 A-B) a esta otra:
«Deus itaque omnia est, et omnia Deus» (id. IU, 10, f. 650, C-D),
es decir, a afirmar que Dios es Ia esencia de todo lo que crea. Es
verdad que Escoto se esfuerza (id., IH, 7, f. 675 C) en distinguir,
dentro del mismo Dios, a modo de dos realidades de Dios, la que
trasciende toda esencia y la que coincide con la esencia de todas
las cosas, pero ni ésta ni otras distinciones lo salvan del panteís
mo, a pesar de que autorizados estudiosos católicos sean de dis
tinto parecer (M. Cappuyns, E. Gilson). Todo lo más se puede
acceder al juicio de De Wulf (Historia de la filosofía medieval,
trad. ital., Florencia, 1944, pág. 135 y sigs.; también hay trad.
española): en el De divisione hay textos (numerosísimos) que
«tienen un sabor monista acentuado» y otros que «establecen no
menos netamente una distinción entre Dios y la creación».
Otras manifestaciones de panteísmo, junto a las del mundo
musulmán y judío, se encuentran en todo el medievo occidental
desde David de Dinant y Almarico de Bene hasta Eckart, del que
fueron condenadas por Juan XXII, en 1329, 17 proposiciones
como heréticas y otras 1.1 como sospechosas. E n cambio, y a
pesar de algunas afirmaciones temerarias, parece que no puede
acusarse de panteísmo a Nicolás de Cusa, que mantiene la duali
dad entre Dios y las criaturas, rechaza el principio emanacionista
y acepta el de la creación en sentido cristiano. El panteísmo volvió
HEREJÍAS Y VERDADES DE NUESTRO TIEMPO 27
BIBLIOGRAFÍA
3
Ca p ít u l o III
der Philos., en. Samtl. W erke, VI, pág. 115); para Hegel, es «la
certeza de ser toda la realidad», la universalidad y objetividad en
sí y para sí de la Autoconciencia (Encicl., 437).
En el sentido de facultad, razón siempre significa juzgar bien
y rectamente, es decir, haciendo buen uso de las reglas de la lógica,
como también indica, en el racionalismo moderno y en Kant, el
sistema de los principios a priori, independientes de la experiencia.
Por último se usa en oposición a la fe y a la verdad revelada y
supra-racional (para estos tres últimos sentidos véase R a c i o n a
l is m o ).
BIBLIOGRAFIA
sensibles sin una fuerza racional válida con vistas al fin del descu
brimiento y de la conquista de la verdad. Racionalismo significa
también dominio racional de la realidad y autonomía de la misma
razón con relación a cualquier otra autoridad: si la razón es
innata e innatos son en ella los principios de toda verdad, ella
es independiente de la tradición, se fundamenta en sí misma,
rechaza todo lo que no puede reducirse a ella, «critica» toda
otra autoridad, se construye su derecho «natural», su moral «na
tural» (que ya no son de origen divino), y su religión «natural»
( sin dogmas y sin Revelación). Para el racionalismo es suficiente
que la razón se exprese libre y plenamente a sí misma para que
se actúe la verdad total y un saber totalmente racional, entera
mente acabado y absolutamente perfecto. De este modo, el racio
nalismo se presenta en abierta rebelión contra la tradición (incluso
religiosa) y la historia, desde su fundador R. Descartes, cuyo
Discurso del m étodo es su manifiesto (v. sobre todo la 2.® parte).
Desde el punto de vista gnoseológico, la posición del racionalismo
parece que fué bien definida por Leibniz: «El conocimiento de las
verdades necesarias y eternas es lo que nos distingue de los sim
ples animales y hace que estemos dotados de la razón y poseamos
las ciencias, elevándonos al conocimiento de nosotros mismos y
de Dios» (Monadolagía, n. 29), sin que en ello tenga nada que ver
la experiencia sensible: «La razón pura y desnuda, distinta de la
experiencia, sólo tiene que entender en verdades independientes
de los sentidos» (T¡teodicea, Discurso sobre la conformidad, I).
Así, el racionalismo, ligado a la ciencia y a su desarrollo, asume
dogmáticamente como típica verdad del conocer la fisicomatemá
tica, entendida como construcción racional del mundo, deducida
a priori por análisis y culminante en una Causa o Ley, identificada
con Dios, que garantiza el perfecto funcionamiento de la máquina
del cosmos. Por tanto, «la posición crítica del racionalismo no es
de crítica de la razón, sino de cuanto es irreductible al conocer
racional: la absolutez de la razón, dogmáticamente asumida, es
críticamente adoptada como medida para medirlo todo,.. Para el
racionalismo, todo es racionalmente claro y lo que es obscuro
44 MICHELE FEDERICO SCIACCA
BIBLIOGRAFIA
BANCO DE LA REPUBLICA
ÉB3UOTECA O ÍS . ANGEL AP.a MGO
52 MICHELE FEDERICO SCIACCA
EL IRRACIONALISIMO
BIBLIOGRAFIA
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# * *
# * *
EL ROMANTICISMO FILOSÓFICO
BIBLIOGRAFÍA
EL IDEALISMO MODERNO
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* # *
EL INTUICIONISMO
BANCO DE LA REPUBLICA
BIBLIOTECA LUIS-ANGEL ASANGO
102 MICHELE FEDERICO SCIACCA
la razón y que es más segura «parce qu’elle esí plus simple qüe la
déduction». O, como dice en otra ocasión: «Atque perspicuum est
iuíuitum mentís tum ad illas omnes extendí (naturas simplices),
tum ad necessarias illarum ínter se connexiones cognoscendas, tum
denique ad reliqua omnia quae intellectus praecise, vel in se ipso,
vel in phantasia esse experitur» (Regulae, XII). Descartes admite
además un conocimiento intuitivo que, puede decirse, deriva del
ejercicio discursivo: la cuarta regla del método hace tan ágil el
pensamiento (lo «ejercita») que lo pone en condiciones de abrazar
con un acto de la mente lo que antes veía sucesiva y discursiva
mente (Discours de la méthode, 2.® parte). En pocas palabras,
hay una intuición lenta y laboriosamente adquirida, como pone
de relieve Blondel. Tanto Locke como Leibniz conservan la intui
ción cartesiana en el sentido de evidencia: todas las verdades pri
mitivas se conocen «par intuition», son «vérités de raison ou vé-
rités de fait» (Nouv. Essais, 1. IV, cap. 2 ,1).
Intuicionista es la filosofia.de la llamada Escuela escocesa, con
la que enlazan Hamilton y el eclecticismo francés. Para esta posi
ción filosófica, el fundamento del conocimiento es la intuición de
las verdades racionales, superiores a la experiencia; por otra parte,
el sujeto conoce directamente la existencia de los objetos mate
riales, sin que intervenga la razón. Basta percibir un objeto, dice
Reid, para que se dé la «convicción irresistible» o la «creencia»,
fuera de toda duda, de su existencia actual. Esta convicción es
inmediata y de ningún modo es «efecto del razonamiento», es
decir, «no es por el razonamiento ni por la demostración como
llegamos a convencernos de la existencia de los objetos que perci
bimos». En pocas palabras, basta percibir (intuir) un objeto para
admitir su existencia (Reid, Essays on power of the human mind,
Edimburgo, ensayo U, cap. 6). H ay en el hombre una «sugestión»,
un «instinto», una «creencia» originaria, connatural e infalible,
que lo lleva a admitir la realidad de las cosas percibidas, como
incluso atestigua el consentimiento universal de todos los seres
pensantes. Los principios de la moral también son inmediatos y
directos. Ya Shaftesbury — y, con él, los filósofos del llamado
104 MICHELE. FEDERICO SCIACCA
BIBLIOGRAFIA
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BANCO
51ELíO’íEC‘■
152 MICHELE FEDERICO SCUCCA
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EL ATEÍSMO
(1) Por ejemplo, para Comte (System, de polit, pos., t. I, pág. 48) el
ateismo es «una cosa rara»; también para Renouvier (Derniers Entretiens,
París, pág. 102) «il n’y a que très peu d’athées». Y el mismo Le Dantec
no sólo no se considera ateo (UAthéisme, Paris, 1906, pâg. 56), sino que
afirma que la gran mayoría de los hombres «est imbue de l’idée de Dieu»
(pâg. 19). También San Agustín escribe: «Si tale hoc hominum genus est,
non multos parturimus; quantum videtur in hominem qui dicat in corde
suo, non est D eus...» (Enarr. in Psalm., 52; In loan, evang., tr. 106,
cap 17, n. 4). Más rècientemente, Blondel afirma que el ateísmo es «une
thèse verbale, une interprétation ou mieux une fiction notionnelle, mais
non une position réelle ni une attitude naturelle: on peut dire qu’il y a
des anti-théistes ou des idolâtres, à défaut de croyants du vrai Dieu, il n’y
a pas d’athées; car, pour nier Dieu, on est forcé de passer d’abord par
l’affirmation au moins implicite, mais inéluctable d’un super-immanent»
(La querelle de l’athéisme, Séance du 24 mars 1928 de la «Société fran
çaise de Philosophie» en el vol. de Brunschvicg, La vraie et la fausse con
version, Paris, Presses Universitaires de France, 1951, pâgs. 212-213).
166 MICHELE FEDERICO SCIACCA
(1) Si se honran las acciones malas e injustas, ¿para qué adorar a los
dioses? ( f í δει με χορεύει'/), dice Sófocles (Edipo rey, 895). Si la injus
ticia es más potente que la justicia, no se puede creer en los dioses (Eurí
pides, Electro, 583: ή χρή μεκέδ ηγείσδοιι δεούς — εί ταδικα εστο:( τής
δίκης υπέρτερα). Las citas pueden ser innumerables.
174 MI CHELE FEDERICO SCIACCA
nos, más que auténticos teóricos del ateísmo, hay agnósticos o escépticos;
o bien vulgares negadores de Dios que jamás se han planteado especula
tivamente el problema de su existencia; o todavía teóricos de doctrinas
materialistas que suprimen desde el comienzo el problema, partiendo de
un ateísmo aceptado dogmáticamente. El ateísmo contemporáneo (me re
fiero al de nuestros días) parece volver a la fonna dogmática que niega
radicalmente la existencia de Dios según la fórmula : la idea de Dios es
«impensable», su existencia «imposible». Tal posición no critica las prue
bas, pasa por encima de ellas, como se hace con un problema que no
tiene ni sentido lógico ni interés para la vida. Viene a ser, ni más ni me
nos, que un ateísmo psicológico de tipo dogmático (p. ej., el de Le Dan-
tec), cuyas características son : insensibilidad de Dios e incomprensibilidad
de la idea de Dios. Más que de una teoría filosófica se trata de una situa
ción psicológica y, por esto, de un «caso» que se ha de tratar en sede
psicológica y no de un problema que se haya de discutir filosóficamente.
(1) Dictionnaire philosophique, París, Flammarion, pág. 45.
(2) Rensi, Apología délVateísmo, pág. 98.
(3) Id., pág. 101.
182 MICHELE FEDERICO SCIACCÁ
>
religión de la Nada (1), de una especie de actitud mística frente
a la Nada. Como tal, no es una posición filosófica (racional) que
se pueda discutir, sino un estado de á n im o irra c io n a l y an g u stio so ,
que, en vez de ser refutado directamente, es «desmontado» (es ún
estado de pasionalidad), demostrando que es racionalmente ver
dadera la tesis teísta, es decir, conduciendo al ateo al estado ra
cional. Téngase en cuenta que el ateo no demuestra la no exis
tencia de Dios, sino que solamente cree en su ateísmo, tiene fe
en que Dios no existe. En el fondo, el ateísmo puro es una especie
de idolatría par choc en retow . Prácticamente, la forma más fre
cuente es precisamente ésta de la idolatría: quien niega a Dios
acaba siempre por creer en otra cosa y por adorarla y temerla,
ya sea una fuerza de la naturaleza o la materia, un ente oculto
o un valor humano absolutizado o divinizado, o el mismo mal.
Esto viene a probar, indirectamente, que teoréticamente no se
puede ser ateo y que, más que en la existencia de Dios, la cues
tión está en el modo de pensar tal existencia y al mismo Dios sin
contradicción. En otros términos: hay doctrinas que conciben la
existencia de Dios (o resuelven este problema) y al mismo Dios
de un modo que se puede llamar ateo. Así ocurre precisamente
con el agnosticismo, el panteísmo, etc.
Hay una forma de ateísmo absoluto, que no es nueva, pero
que en la actualidad está de moda a causa de la fortuna que ha
tenido cierto existencialisto que ofende incluso al más elemental
buen sentido. Ya lo hemos apuntado, pero el aspecto que aquí
consideramos se distingue sutilmente del ateísmo absurdista de
Camus. El mundo en cuanto tal es absurdo, dicen; si se pudiera
demostrar que Dios existe, entonces tendría un sentido; pero Dios
es indemostrable, luego el mundo es absurdo. Si bien se considera,
se trata de un ateísmo dogmático en cuanto no demostrado: se
parte del presupuesto de que el mundo considerado en sí mismo
(1) También en la India moderna (primera mitad del siglo xix) tene
mos un ejemplo de ateísmo absoluto, el de Bakhatavar, autor del Sunisar
(«Esencia del vacío»), en donde expone la «doctrina del vacío» (sunya-
vada), es decir, de la nada.
HEREJÍAS Y VERDADES DE NUESTRO TIEMPO 183
(1) Ollé Laprune, L., Ce qu'on va chercher à Rome, París, 1895, pá
gina 36.
13
194 MICHELE FEDERICO SCIACCA
por otra, tal elemento no será un puro dato nocional, sino una
idea, me atrevería a decir, vitalizada, vivida en la interioridad
de aquel sentimiento interior, iluminado por ella. Por esto, según
nosotros, está en un error el racionalismo cuando, por una exage
rada y nociva — e incluso injustificada — exigencia de salvar la
fuerza de la razón, prescinde de la vivencia interior, como también
está en un error quien, aferrándose al sentimiento interior, quiere
prescindir de la fuerza del razonamiento. Creo que esta posición,
que vitaliza a la idea en la concreción de la vida espiritual y, al
mismo tiempo, ilumina a la vida en la luz de la idea, es la autén
ticamente agustiniana y, dentro de ciertos límites y con algunas
reservas, la posición pascaliana, mientras que responde perfecta
mente a la de Rosmini. Pero, de suyo, la tesis que afirma la exis
tencia de Dios como evidencia dada por el sentimiento interior,
no puede llamarse atea, a no ser que degenere (como fácilmente
puede suceder) en formas de ontologismo o de panteísmo.
En cambio, aun cuando no puede reducirse al agnosticismo
laico o ateo (por lo que hablamos de ella específicamente en este
parágrafo) debido a ciertos matices de los que no queremos pres
cindir, es peligrosa (y para mí casi atea) la tesis que admite la
existencia de Dios por puras exigencias de la voluntad moral. En
el fondo, es la posición de Kant: no se puede demostrar racional
mente la existencia de Dios, luego la razón teorética es agnóstica;
sin embargo, por exigencias morales, es necesario obrar como si
Dios existiera; luego la razón práctica es creyente (en el sentido
de una fe racional). En términos más filosóficos: la existencia de
Dios es un acto «subjetivo» de la voluntad a cuyas exigencias
profundas responde, pero sin que tal afirmación sea «objetiva
mente» válida. Esta posición kantiana se halla en la actualidad
muy difundida y se extiende incluso a los valores morales. Así,
el agnosticismo metafísico acaba por trastornar (fatalmente) todos
los valores espirituales.
misión del nuevo siglo de las luces era la de «descubrir los erro
res». El error principal que se había de denunciar (y de abolir)
era la religión cristiana y su Dios. Los deístas y los «librepensa
dores» jamás se preguntaron por qué durante siglos los hombres
rezaron y por qué la filosofía se esforzó en alcanzar una verdad
racional que concordara con la religión: para ellos, todo esto no
era más que prejuicio y superstición. Orgullosos, los «racionales»
despreciaban a los «religionarios» (los dos términos son de Bayle),
como el sabio desprecia al ignorante testarudo e incorregible (1).
Ellos lo sabían todo: que la revelación no existe ni es necesaria;
que ninguna fe religiosa es verídica y necesaria; que Dios es el
mismo orden de la naturaleza cognoscible plenamente por la razón,
que en cierto modo le hace ser. En una palabra, habían descu
bierto la verdad total, construido la ciencia perfecta, que dis
pensaría a los hombres la felicidad y los liberaría de la obscuridad
y del error, de las imposturas de los frailes. De este modo, nega
ban a Dios sin siquiera plantearse seriamente el problema de su
existencia, y divinizaban al hombre: «siguiendo a la razón — es
cribía uno de los «racionales»—, sólo dependemos de nosotros
mismos, y, así, venimos a ser en cierto modo dioses» (2). Con la
razón y la experiencia se descubre el «mecanismo» de la natura
leza y se adquiere la posesión de todo misterio y de todo secreto:
de la misma esencia de Dios. Estos librepensadores, no sabiendo
ser hombres, se creyeron dioses.
El deísmo, fruto de una actitud mental despiadadamente es
céptica (pone en duda toda la tradición y cualquier autoridad), es
la afirmación del más acrítico dogmatismo racional, de la super
ficialidad sistemática, de la más ingenua confianza en los poderes
del conocimiento humano y en las posibilidades absolutas de la
ciencia. «Edad bárbara de la filosofía», el Ilumínismo general-
(1) Voltaire (ob. cit., pág. 45), aun reconociéndole a la religión posi
tiva un valor social, la considera apta para los niños: «Un catéchiste
annonce Dieu aux enfants, et Newton le démontre aux sages».
(2) Gilbert, C., Histoire de Caléjava..., 1700, pág. 57 (cit. por Ha-
zard, P., ob. cit., pâg. 161).
HEREJÍAS Y VERDADES DE NUESTRO TIEMPO 201
BANCO DE LA REPUBLICA
BffiUOÏECA W V 6 .A H G ÍI AKAWt^O
202 MICHELE FEDERICO SCIACCA
(1) La palabra fué acuñada por Toland (1705). Nótese cómo los tér
minos «panteísmo», «monismo» (adoptado por Wolfi) y «agnosticismo»
(del que ya hemos hablado) pertenecen todos ellos al vocabulario filosófico
moderno. Han nacido cuando se ha abandonado el concepto auténtico de
Dios o ha disminuido la confianza en la capacidad de la razón para de
mostrar su existencia.
HEREJÍAS Y VERDADES DE NUESTRO TIEMPO 211
(1) Véase Diet. apól. de la foi cathol., cit., voi. U t, pàgs. 918-922.
214 MICHELE FEDERICO SCIACCA
(1> Éste y otros argumentos del panteísmo han sido examinados con
fina penetración por Valensin, A., en el Dict. opal. de la foi cathol., vo
lumen m , págs. 1.332 y sigs., que hemos tenido presente en algunos
puntos.
HEREJÍAS Y VERDADES DE NUESTRO TIEMPO 217
mismos bajo este nombre; pero sabed también que no hay personalidad
y conciencia sin limitación y finitud; por esto vosotros, atribuyéndole a
Dios aquel predicado, hacéis de Él un ser finito, igual a vosotros, con lo
que no pensáis en Dios, sino que os multiplicáis vosotros mismos en el
pensamiento. Este razonamiento (de Fichte), que reduce el teísmo a antro
pomorfismo, critica un modo de entender a Dios como persona, diverso
del teísta, por lo que ni interesa ni tiene validez alguna contra el teísmo
auténtico.
(1) Una observación más: la tesis de que el mundo es necesario a
Dios resulta contradictoria en sí misma. En efecto, si el mundo es nece
sario a Dios, es preciso que el mundo tenga una realidad: si es pura apa-
HEREJIAS Y VERDADES DE NUESTRO TIEMPO 219
rienda, es absurdo decir que Dios existe por una apariencia; o, más bien,
es absurdo decir que Dios existe, ya que, siéndole el mundo necesario
para existir, como el mundo es una apariencia, también Dios, que para
existir tiene necesidad del mundo, no es más que una apariencia. Por
consiguiente, el panteísta debe concederle al mundo una realidad. Pero
no una realidad diversa de la de Dios, ya que de otro modo se menoscaba
el principio de la unidad del ser y, con él, la esencia del panteísmo. Por
consiguiente, Dios, para existir, tiene necesidad de la realidad del mundo,
que es su misma realidad: a Dios le es, pues, necesario... Dios mismo
para existir. Ante esta conclusión, el panteísta puede objetar diciendo que
a Dios le es necesaria su realidad, pero no en sí, sino fuera de sí, en su
hacerse para adquirir conciencia de sí. Muy bien; pero entonces Dios en
sí no es conciencia; y, si no es conciencia, no es sujeto, sino objeto, es
decir, «materia». ¿Cómo nace entonces la conciencia? Dentro del pan
teísmo vuelve a brotar la dificultad insuperable del monismo materialista.
N o es cosa de detenemos en la mezcla de panteísmo, de deísmo, de
emanacionismo, etc., conocida con el nombre de teosofía, que no es ni
filosofía, ni teología, ni ciencia. Parece que ciertas señoras tienen debili
dad por la teosofía: los dos autores más notables son precisamente dos
mujeres, la Blavatsky y Annie Besant. Sus tesis son las ya refutadas por
nosotros: a) Dios es impersonal (un Dios personal es un Dios antropo
mórfico). Pero en realidad, para la Blavatsky, Dios es omnipotente, omnis
ciente, etc. (The Key to Theosophy, Londres, 1893, pág. 44), permane
ciendo, por tanto, en una posición equívoca insostenible, b) «Dios es todo
y todo es Dios», escribe la Besant (Why I became a theosophist, Lon
dres, 1891, pág. 18), confundiendo las dos formas de panteísmo, que nos
otros, menos apresuradamente, hemos distinguido y discutido por se
parado.
220 MICHELE FEDERICO SCIACCA
(1) Voltaire (ob. cit., pág. 43), no sospechoso por cierto de excesiva
piedad religiosa, escribe: «Les athées sont pour la plupart des savants...
qui raisonnent mal». Y los «ambiciosos», los «voluptueux», añade inge
niosamente, «n’ont guère le temps de raisonner...».
HEREJÍAS Y VERDADES DE NUESTRO TIEMPO 225
BIBLIOGRAFÍA
ESPÍRITU Y ESPIRITUALISMO
BIBLIOGRAFIA
EL ÁTOMO Y LA FILOSOFÍA
BANCO DE LA REPUBLICA
£i£'L¡OTECA tUIS-ANGEt ARANGG
C a p ít u l o XVI
(1) Entiendo por «masa», cualquiera que sea la clase social a la que
se pertenezca, al conjunto de individuos aún no cualificados por el recto
ejercicio del derecho al saber.
HEREJÍAS Y VERDADES DE NUESTRO TIEMPO 275
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BANCO d c l a REPUBLICA
BSBUOTÉCA UJ16 · ANGEL AfiAKGO
302 MICHELE FEDERICO SCIACCA