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“Dadme una docena de niños sanos, bien formados, para que los eduque
[control-asociado a la máquina], y yo me comprometo a elegir uno de ellos al azar y
adiestrarlo [como “aprendizaje”] para que se convierta en un especialista de
cualquier tipo que yo pueda escoger; médico, abogado, artista, hombre de negocios
y, sí, incluso mendigo o ladrón, independientemente de su talento, inclinaciones,
tendencias, aptitudes, vocaciones y raza de sus antepasados. Voy más allá de mis
hechos, y lo admito, pero también lo han hecho los defensores de lo contrario, y lo
han hecho durante muchos miles de años” (Watson, 1930). Watson sería el
responsable del lugar en el que se concibe el conductismo, bajo la premisa de que
la psicología debe centrarse en una conducta manifiesta, observable, sin apelar a la
abstracción mental, opuesta entonces a disciplinas psicodinámicas y
fenomenológicas, y entendiendo al individuo en relación a su entorno y a los
aprendizajes adquiridos, más no como un sujeto junto a su subjetividad y
conciencia.
“Un hombre que perdiese de repente su aparato laríngeo sin tener lesiones en otros
mecanismos corporales, ya no sería capaz de pensar” (Watson, 1920). Bajo este
supuesto se desprende la apreciación de un individuo sin sujeto, como una mera
maquinaria compuesta por impulsos motores y sensitivos, parte de una plasticidad
moldeable en la cual la relación entre el sujeto y la facultad de pensar y aprender
sería más bien pasiva, Watson diría que somos los que otros nos han enseñado y
que no es que nosotros podamos intervenir en ello. Si bien, el conductismo actúa
como un sostén para eventualmente desarrollar otras disciplinas como el
cognitivismo, en donde si hay una estimación de una entidad y capacidad interna del
sujeto por aprender, y en nuestra actualidad científicamente se concibe de esa
forma, sucede que aunque nuestro modelo educativo sufrió una serie de reformas y
transformaciones en función de una mejoría en sus formas éticas, económicas,
inclusivas etcétera, la raíz de toda estructura/sistema termina por manifestarse de
todas formas.
La directora de una escuela (quien era una famosa ex-atleta y no poseía ninguna de
las cualidades que debería estar presente en una persona dedicada a los niños)
llama a una reunión urgente a todos los estudiantes, estos se dirigen a la sala
indicada y obedientemente siguen las instrucciones de la señorita, la cual fríamente
les ordenó sentarse, todos ordenados en filas y columnas perfectamente puestas.
La directora de nombre Agatha Tronchatoro, llama a un estudiante en específico
(Bruce, quien físicamente era regordete) a pasar adelante y todos sus compañeros
exclaman en modo de sorpresa. Cuando él, con miedo y nerviosismo notorio en sus
movimientos, se dirige a donde se le pidió, la superior lo culpa de haberse robado y
comido el trozo de tarta que era de su pertenencia para hora de desayuno, por lo
cual, para castigarlo, le trae uno de los mismos trozos obligándolo a comerselo.
Cuando este lo logra, vuelve a traerle más, pero ahora son todos los pedazos
restantes de la tarta los que obliga al niño a comérselos, con el fin probablemente
de castigarlo severamente y con intenciones de generar un trauma, ya que de esta
forma “aprendería la lección”.
Cuando Bruce apenas está logrando su tarea y sus movimientos se hacen más
lentos e indecisos, una de sus compañeras, Matilda, comienza a alentarlo y el resto
la sigue, dándole ánimo para completar satisfactoriamente el morboso castigo.
Cuando logra hacerlo, la ira de la directora aumenta y termina por romper la base de
vidrio del pastel sobre la cabeza del niño, seguido de esto, castiga a todos los
presentes a quedarse horas extras en la escuela por haber actuado en contra de su
autoridad.
Esta escena forma parte de una de las películas más famosas de nuestra infancia
llamada “Matilda.” En donde forma parte de esta un estricto sistema educativo
fundado con el cimiento de la crueldad y autoritarismo por parte de la administrativa,
basada solo en una persona con las mismas cualidades, quien estrechamente cree
que la intimidación es el mejor método para dar clases y así educar a los niños, lo
que en realidad terminaría siendo una disciplina autoritaria con una estructura de
poder.
Por esto mismo, este modelo de sistema educacional provoca aburrimiento del
mismo en los y las jóvenes, y especialmente en niños y niñas, y como
consecuencia, se genera una visión paupérrima de él, ya que poco les motiva
realmente aprender. Se coartan e ignoran los verdaderos intereses de los
estudiantes y este ambiente resulta ser un espacio basado en la competencia por
ser el mejor, porque su persona se ve condicionada por una evaluación la cual
define un rango de superioridad en el cual se ubica frente al resto de sus
compañero. Motivo por el cual entre los estudiantes se genera estrés debido a la
marcada jerarquía dentro de la cual quienes rinden en función de lo que el sistema
demanda, se les cataloga de mejor forma e incluso persona debido a su supuesta
inteligencia. Esta jerarquía es interiorizada por docentes y por los mismos
estudiantes quienes la aceptan y se ven limitados por ella, ya que se ven inmersos
en un sistema en el cual hay que obedecer y responder acorde a los requerimientos
del mandatario, frecuentemente establecido en el puesto de profesor y director.
Se les normaliza a volver a clases cuando el timbre suena y de no hacerlo, se
penaliza y se deja estipulado en “la hoja de vida” sobre el “mal comportamiento”.
Se enseña que hay horarios con los cuales cumplir, plazos dentro de los cuales se
debe aprender y memorizar las respuestas a las preguntas que el sistema cree
conveniente que se sepan y así sucede año tras año, donde se presenta materia la
cual deben interiorizar sin cuestionar, con la justificación de que esta es realmente
necesaria e importante, sin dar respuesta ante la duda de que realmente sea útil en
sus vidas futuras. No interesa el interés real por la materia, importa la capacidad del
estudiante para sintetizar y reproducir la materia, como si éste fuese un disco duro
el cual solo almacena información, por lo que desvirtúa completamente el rol que la
educación debería tener.
Desde que tenemos memoria nos introducen en una cueva que incluye prototipos ya
establecidos y enseñanzas ya determinadas por una administración superior y
autoritaria que logra formar las únicas sombras de la realidad que se nos permite
ver. Si es que logramos salir de aquella cueva, nos adentramos en un mundo
desconocido para nosotros, este nos genera gran impresión pero a la vez inquietud
e inseguridad, lo que vemos ahora no pudimos deducirlo antes, estuvimos
encerrados y encerradas en una burbuja permanente que establecía nuestros
límites.
Skinner, por su parte, en su novela llamada Walden Two (1994) presenta su utopía
de creer que su sistema basado en el condicionamiento operante podría ser
utilizado para crear una sociedad ideal, en la cual se erradican las malas conductas
(como la envidia, el individualismo, la competitividad y maldad) desde los inicios de
la vida del ser humano, mediante procesos de refuerzo y/o castigo.
Bise, V. (2014). El modelo Prusiano y el origen del control del ser humano.
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