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PEDAGOGIUM DIDÁCTICA

E d ito r ia l (« e d iss o f r e c í
lo s s ig u ie n te s títu lo s s o b r e

DIVULGACION Y AUTOAYUDA
p e rte n e c ie n te s a s u s d ife r e n te s
c o le c c io n e s y s e rie s
( G r u p o " P N C o lo e ia " )

ü e o r g e w k is b k r g v Cóm o iom os y to m o
d ia n n e r o w e n o i ven tos oíros

ARI.KNE M ODKA S o pienses tanto en et


M a it k w s dinero... F tiu élrelo

D . H L N T V P . I I a IT E t Tan del tú m p o

p a t r ic ia Ca s t o Cómo eom teer al hom bre


de mi vida

NICHO LAS CAPALO! Cóm a ganar una discusión

ttAKKY I.OW UYNK Cómo deu>m>tiar su


me m ona

A R LESE MODICA Todavía m e prrgunio¿Por


MATTEWS qué m e ta s é contigo?

DOR1S H. HAMMOND M is podres y e l sexo

SliSAN BAl'K Hipocondría

lODES Y M . S. POTASH ¿Por q u é los hom brei no


se comprometen?

MtCHAKL P .N IU JO L S Im tr iiit de los 40 aAoi

(•K O R g ia WITKIN Rápidas iotuciones y


pequeñas saatfaccionen

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REALIDAD MENTAL
Y M UNDO S PO SIBLES

L os actos d e la iruac/inación
q u e d a n se n tid o n Ja £?A7>t*rit’m*í«

por

J e r o m e B ru n er

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Título dct original inglés:
Actual bi'tmíi, PossM r Wurids
© by Harvard Uní vertí!) Prexw. Cambridge. Mw».. IW6

7rüduecu»t: B calrú lú p c i

O acño d f wbtertti- M v c Valí»

Tcrvcra reimprevóci, noviembre de 19%, Bjrvctoiu

Derecftcw reservado* pura ludas la% ediciones en easicllano

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09006 • Barcelona. f o p ria Jv f
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ISBN: 84-7432*313-4
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A m i nieto, M a rk L inehan B ru n er

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D e c ir q u e io d o p e n sa m ie n to
h u m a n o es e se n c ia lm e n te d e d o s
c la se s — ra z o n a m ie n to , p o r u n a
p a n e , y p e n sa m ie n to n a rra tiv o ,
d e sc rip tiv o , c o n te m p la tiv o , p o r
la o tra — e s d c c iría n s ó lo lo q u e la
e x p e rie n c ia d e c a d a le c to r h a d e
co rro b o rar.

W itlia m J a m e s

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INDICE

P R O L O G O ........................................................................ - ....... II

P R IM E R A pa r t e
D O S C LA SES NATURALES

I. A p ro x im a c ió n a lo lite r a rio ........................................................ 15


II. D o s m o d a lid a d e s d e l p e n s a m ie n to ............................................23
III. C a s tillo s p o s i b l e s ........................................................................... 54

S E G U N D A PA R T E
L E N G U A JE Y R E A L ID A D

IV. El s e ff tra n s a c c io n a l..................................................................... 67


V. L a in sp ira c ió n J e V y g o ts k y .........................................................80
VI. L a re a lid a d p s i c o l ó g i c a .....................................................................8H
V il. L o s m u n d o s d e N c lso n G o o d m a n ............................................. 101
VIH. E l p e n s a m ie n to y la e m o c ió n ..................................................... 112

TORCERA PARTE
L A A C T U A C IO N EN LO S M U N D O S C R E A D O S

IX. Kl len g u a je d e la e d u c a c ió n ....................................................... 127


X. L a tc o r f a d e l d e s a rro llo c o m o c u ltu r a ...................................... 138

E P IL O G O .................. 153

A P E N D IC E ...................................................................................... - .............. 161

IN D IC E T E M A T IC O Y O N O M A S T IC O ...... ............... — 173

B IB L IO G R A F IA F.N C A S T H L L A N O ................... - ..................................I S l

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PROLOGO

Este litr o surgió a p a ra r del proyecto de corregir una colección de ensa­


yos escritos entre 1980 y 1984. Cada uno de esos ensayos se había escrito p a ­
ra una ocasión especial y un público detcroúnodo. La idea era simplemente co •
rregir los par a que expresasen mejor su conté nido original. Empero , descubrí a i
releerlas <¡ue cada uno era la manifestación particular d e un punto de vista xe*
neral que yo había estado tratando de form ular durante lodos eso* años.
Por consiguiente, decidí reescribirtospor completo. concentrándome esta
vez m ás en el punto de vista general que en las exigencias de lasocationes par­
ticulares. Ahora bien , todos los capítulos . salvo dos . nacieron como respuestas
a invitaciones especiales. y quisiera dejar constancia de mi agradecimiento a
quienes fu ere n m is anfitriones.
"Aproximación a lo literario" es nuevo; lo escribí para aclararme a m í mis­
m o el carácter de este proyecto. "D os modalidades de pensamiento " tuvo su orí-
gen en una invitación para¿>ronunciar h a discurso en ¡a Asociación Norteame­
ricana de P sicólogos . “Castdlos postbles Mse presenté por primera ve: como
Conferencia Cordon M ills en la Universidad de Texas en Austin. *'£7 self tran-
saccional" tuvo un doble origen: en la conferencia Hender pronunciada enNue-
va York y en otra dada en el Instituto E nkson de Chicago. La inspiración de
Vygotsky ' lo escribí pa ra un simposio sobre Vygotsky realizado en el Centro de
Estudios Psxcosociales d e Chicago. *La realidad psicológica". a l igual que el
ensayo inicial, f u e escrito eipeaabnenie para este libro con el fin de aclarar
cuestiones importantes en m i propia mente, s i bien uene algunos ecosdeta Con •
ferencia Katz-Newcomb dada en la Universidad de Michigan. "Los mundos de
Nclson Goodman" (en colaboración con CaroI FeUtman) se escribió para la
N ew York Rcvicw o f Books y constituye la excepción de este libro: esprácti *
comente idéntico a su fo rm a original. “£ / pensamiento y la emoción 1*. en cam-
bio. empezó sierdo e l discurso inaug ural de la SocicdadJean Piaget,aunque no
queda nada d el original. ~ £ t lenguaje de la educación” vio la luz por primera
vez en la Conferencia Bode de la Universidad d el Estado de Oh¡o. Y. por últi­
mo. *La teoría d el desarrollo como culturo" tievo su origen en otro discurso d a ­
do p o r invitación en la Asociación Norteamericana de Psicólogos. Esioyprofun*
dóm em e reconocido a m is anfitriones en esas ocasiones y a los colegas y estu­
diantes que aportaron tan generosamente sus com etarios. Espero que encuen­
tren ecos de sus opiniones en este libro .
Tengo una deuda de graiitudespeaal con dos fundaciones que apoyaron mi

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trabajo durante el período de testación d e este libro. La primero es la Funda*
ción Sloan.quem e proporcionó una subvención intcialpara investigar e l cardo
itr de la narrativa como modalidad de pensamiento y como form a artística, La
Fundación Spencer me facilitó generosamente otro estipendio para proseguir
esos estudios , cuyos prim eros resultados se ¡sesentón en varios de los capítu­
los de este libro .
H ay otros d o s instituciones a las que debo m i reconocimiento . Una de ellas ,
el Departamento d e Graduados de la Nueva Facultad de Estudios Sociales, es
m i hogar académico. M e ha proporcionado colcgas. estudiantes y e l incentivo
de tener clases donde enseñar. La otra, el Instituto d e Humanidades de Nueva
York de la Universidad de Nueva York , cumple el papel de club . pufo y fo ro . Sus
almuerzos, sem inarios y conferencias me han brindado una compañía tan com­
pleja como interesante.
D eseo agradecer especialmente a ¡os estuduintes y colegas (fue participa-
ron en los sem inarios sobre teoría y práctica de la narrativa en la Nueva Facul­
tad y el Instituto, a s í como también a los visitantes que unieron desde lejos p a ­
ra presentarnos tu s ideas. A si mismo, agradezco especialmente a los miembros
de m i grupo d e investigación . parte de cuyo trabajo aparece en e l Capítulo 2:
Alison Armstrong, Sara D avis, Gwyneth Lewis, Pamela Moorhead, D avid P o •
tonoff. Jam es Walkup, Susan Weisser y W alter Tahorodny.
Son muchas tas deudas in telectualescon armgos. más de las que nunca pue­
da llegar a m encionar, y mucho menos devolver. Entre las m ás importantes se
encuentran las de Eric W anner. Richard Sennett, Dan Stern. D avid Ríeff. Arien
Mack, Oliver Sacks . John Guare. Stanley Diamond. Bonnie Borenstein, Henri
7Mkier, Janet M alcolm y D iana Trilling. Asunisrw , m i compañero d e squash,
W dliam Taylor , quien e s capaz de hablar convincentemente sobre historiogra-
fía entre im partido y otro , aun cuando vaya perdiendo. Además quiero agrade •
cer a m i correctora . CamiUe Smith. por su infaltable buen humor y buenos con-
sejos , y a m i editor y am igo , Arthur Rosenthal. quien propuso el libro en primer
lugar. Algunos de tos lemas d e la Primera Parte del Itbro se ensayaron por pri­
mera vez en la U niversidad de Constanza en junio de 1985, y deseo agradecer
especialmente a Tom Luckmann y Wolfgang /ser por sus útiles comentarios.
Pamela M oorhead ayudó a preporor e l manuscrito para la imprenta con habi­
lidad y paciencia.
A Carol Feldman te debo un reconocimiento especial , por haberme brinda*
do su apoyo , su crítica y una fuente prodigiosa de ideas e inspiración.

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PRIM ERA PARTE

Dos clases naturales

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A p ro x im a c ió n a lo literario
C zeslaw M ikxu com ienza tu s Coníereocias Charles Eliot Norton, presen»
lados en Harvard en el período 1 9 8 1 -S 2 .co n u n cíK n en tario q u ee$ ala vezstm *
bolo y ad veneneta:

Se h a n escrito m u c h o s libro» eru d ito s * o b re p u e > ía ,y tie n en , puc lo m e n o s e n lo»


p a ú e * d e O c c íd c m «• m i l tc c io ic s ^ u e U p u e tU m u m a . N o a a t r a t a d c u n a b u ena
teAtil, aun c u m i o pucdic& pliC tfM p o r U inteligencia d e t i x *uU*e* y p u f su fe r­
v o r par* a sim ilar d ífc ip lín a t cien tíficas q u e hoy ¿ o í a n de) re*pcu> u n iv e tta l. £1
p l a q u e q u isie ra competa* c o n esas m o n tañ as d e eru d ició n tendr ía que f tn ¿ ir q u e
p o se e m á s co n o cim ien to d e n m isin o d e l que »c les pcim iie ten er « los p o etas.1

Pues bien, tos ü c s ensayos d e la Prim era Pane de este libro se refieren a la
poesía en uno u o tro d e s ú s aspectos. Y en su conjunto constituyen, incluso, otro
d e esos esfuerzos de m irar e l «irte a través del cristal d e esas respetadas “dtsci*
planas científicas".
M iIos¿ sigue; “ Para ser sincero, toda mi vida he estado en poder d e un de*
m onio, y realm ente no com prendo e A n o toman form a los poemas qu e me dic*
u l Por eso, cuando enseAaba literaturas eslavas me lim itaba a la historia d e la Ii-

teratura, tratando de evitar la poética” . C reo que tam poco nosotros podem os leer
U v « del dem onio, o ni siquiera recocistru irla a partir del texto. Frcud, adm itien­
do el m ism o argum ento en “El poeta y el ensuc t o V insiste, sm em bargo, e n que
el poem a por propio derecho puede decim os m ucho sobre la n a tu r a le s de la
mente» aun cuando no pueda revelar e l secreto de su creación. El genio m ístico
d e Do*to*evski, loe e n g a ta s e s cam inos del lenguaje de Joycc« pueden ser estu ­
diados c on provecho sin embargo» aunque no conozcam os su inspiración. N in­
guna de las ciencias literarias (al igual Que ninguna d e lascicncias naturales) pue­
d e penetraren los m om entos especiales que inspiran la creación. E m pero, c u a l­
quiera qu e sea el m odo en que se originaron. los m undos d e The Sccret Sharcr
o de Stephen Dedalus en Retrato d et a n iu a a d o lts c tn te constituyen textos así
com o también m undos. Y estos textos merecen t i atención disciplinada d e todo

1 C a*»U w M ü c u Th$ W ú A é u t f P o tiry , C o n f a e jK ia i Q u i l o U i d N u n u t 1Y Sl 9 2 , C**n


bikiSCs M í u , I b r o r t U a iv tf iily f f t u , t 9 t ) . U l c iu » r o rtc ip o n d c n * U p ¿ ¿ . 3

* & S»und Freud. "The N a é * D tydraan1*. cti 7hi Coi/#cW P *f*n. Nueva Y oii.
C o l U r B o c k i. 19*3

IS

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¿Kjuel que trate decora prender los m undos símból e o s qu e crea el escritor. S i aplt*
cam as a estos textos los instrum entos ni i s poderosos del análisis U terino, lin­
güístico y psicológico, podem os cotii prender no sólo lo que cortil ¡luye una his*
luna sino loque le d a grandeza. Q uién podrá negar que E i Arte Poético de A ris­
tóteles nos ayudó a entender b tragedia* o q u e dos m ilenios m ás u rd e , otros ilu-
im n aro n d ifm n te* panoram as literarios: Román Jakobson* la arilkla estructura
d e b p o e sía VJadimir Propp4 la morfología de los cuento* tradicionales. Kcn-
neth Burfce’ b espectacular "gram ática de los motivos**, c inclu*) R o b n d
Barthcs* (a pesar de toda la burla de sí mismo)» el texto Mc¿cnbible" F.ste e s el
ámbito de b teoría bterana.
Ahora bien, hay un segundo paso en el análisis literario que rara vc¿ se to­
ma en cuenta. U na vez que hemos clasificado un texto en lo q u e se refiere a su
estructura, su contexto histórico, su form a lingüística, su género, sus múltiples
niveles úe significación y to dem ás, todavía podemos desear descubrir d e qué
manera el texto afecta al lector y, en realidad, a qué se deben Jo sefccio sq u cp ro -
d u c e c n c l lector. ¿Q ué es lo q u e hace que tos grandes obras reverberen con u n ­
ta vivacidad en nuestras m entes por lo común m undanas? ¿Q ué e s lo que les da
a las grandes obra* de ficción su p o d e r en el texto y en el lector? ¿Puede una "psi*
cok>gúMdc la literatura describir sistem áticam ente qué sucede cuando un lector
inglesa en el Dublin d e Stcphen Dedal us a través del texto del Retrajo*!
L a m an en usual d e abordar o a o s tem as es referirse a procesos o m ecanis­
m os psicológicos qu e func ionan en la 'Vida ra il" . Se dice que los personajes de
una historia son m oúvadores debido a nuctfra capacidad d e “ identificación” o
porque, en su conjunto, representan el elenco d e personajes que nosotros, los lee*
inres. lie vamos inconscientem ente en nuestro interior. O bien, desde un punto de
vista lingüístico.se dice que ta literatura nos afecta debido a su s tropos; por ejem •
pío, las m etáforas y b s sinécdoque* que suscitanelesüm ulanie ju eg o d e b im a­
ginación. Em pero, esas propuesta* explican tan 10 que (entunan por explicar muy
poco. N o aclaran p o r qu é algunos relatos logran atraer al lector m icn iras que otros
no pueden hacerlo. V. sobre todo, no brindan una descripción d e lo s procesos de
lectura y de ingreso en el texto. S e han hecho intentos de explorar estos proce­
sos m á sd u c c u m c m e , co m o en Procacal O iiic ism d e I. A . Richard.1 donde se
examinan distintas “lecturas" reales de poem as, pero han sido raros y ,pur lo ge­
neral, no han tenido un a buena base psicológica. Tal vez se trate de una labor de­
m asiado desalentadora.

’ R u m a Jaf cof eoe. m i P w w " , o í 7. Scteof c (f cd.X Sf j k m L a n f u ag t . C m *


b i * * e , M u » . M I T T m t . 1960.

4 V U d m i r Ptopp. T V M e r p h c t w th* F oJU aU . A uii j rt, U ai v m i ty cá T e u t P m t . 1961.

Y w i,htr***m U , 19*S.Vt«teunibjta
b e v a lu a c ió n q v e h ftc e D ra it D c n o c ti* d e ltf » b 9 o d tB u r U « h H * w Y * h R t* U w
4* tttk ab ftO t 19S5.
♦R oU ftd B ftflh c i, i t Z . A * & M ) , Y « fc , I l ú l > W w * . W 4 .

TL A . R i d u r d i . P t o c u c i t C n J* u m * A Study o f L tto a r y N ueva Y of l «H an»urU


Bt m , IM 5 .

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r
i

>
P e m íiase m c ex pitear algunas de tas dificultades d e esta u rc a y por qué
pienso (pie. a pesar d e iodo to que tiene de irKiirudatona, se m u de un com eti­
d o no sólo posible sino tara b ita digno de em prenderse, y por que podría arrojar
luz sobre tem as literarios y tam bién sobre tem as psicológicas que trascienden los
lim ites d e la psicología de b literatura. Veamos prim ero la cuestión d e b s lee*
tu ras altern au v as(o m ú ltip lcs)d c un relatoo, digam os.de cualquier u x to . Es é s­
ta una cuestión antigua y tiene su origen en ta lingüística clásica y en la interpre­
tación d e los textos bíblicos. P or ejem plo. N icolás d e Lira* postuló hace muchos
siglos qu e los textos bíblicos pueden som eterse a cuatro niveles d e interpreta-
Ci6n:U ttra.m D ra¡u.atlegoriayanag 0 g i a ,t\ li it n l ,ti ¿ lic o .d h istó ric o y el m ís­
tico. L a lingüistica genera) y la aplicada a b k ic m a ra han m sisú lo sic fn p rc c n
qu e ningún icxto, ningún relato, puode interpretarse en un solo nivel. R om án Ja-
kobson. por ejem plo, insistíacnque todo significado e s una form a de traducción.
y qu e la traducción m últiple (p o lisem a ) es b r e g b y no la excepción: u n en u n ­
ciad o puede sel coas idenido referencia), expresa v o .c o n a tiv o (e n d sentido d e un
a c to d e habla) poético, fácuco (m antenim iento del cootacto) y metal mguistico.
Y Roland Barthcs e n S fZ (que e s el análisis d e un solo texto. S a m u in e d e Bal-
la c ) ilustra cóm o una novela logra su significación en ta ituenclación d e tas in­
terpretaciones reveladas por cinco “códigos" d ife ren te s.c o n o m ínim o. L o q u e
e s tln diciendo Nicolás de Lira, Jakobson y Barthcs e s que 1*1 texto p u e d e lee r­
se e interpretarse d e diversa» m aneras, e s d ecir.d e diversas m aneras sim ultánea­
m ente. En realidad, el criterio predom ínam e es que debemoi leer e interpretar
d e un a m anera m últiple si querem os extraer un signiíicado‘’lilcrario" d e un tex­
to. Pero, de hecho, sabem os poco sobre (a m anera en que fos lectores h hacen
realm ente. sabem os m uy poco sobre el ' ‘lector en el texto" com o proceso p si­
cológico.
P a r a d csp o cú lístacn pMCotogtade b literatura. e Jaiv iih iv u ó rico d e b ‘'in ­
terpretación d e textos" (cualquiera qu e sea el que k> formula y cualesquiera que
sean los dalos textuales en que se b a s a d análisis) sólo prodú% hipótesis sobre
la s lectores reales. ¿Todos lo s lectores asignan múltiples significados a las h is­
torias? ¿Y c ó m o p o d c rao sc a ra c ten z a ra c su » múltiples significados? ¿ Q u ie ta ­
se s d e sistem as d e categorías captan m ejor csie proceso d e ‘'atribución «le sig n i­
ficados*. y en qué m edida es idiosincrático? ¿1.a interpretación e s afoctada por
el género, y qu é sig n ific a d género psicológicam ente (tema al cual m e rclen ré
enseguida)? ¿Y cóm o se desencadenan los significados múltiples? ¿Q ué hay en
pl textoque produce este efecto múltiple, y cóm o se puede caracterizar la suscep­
tibilidad d e ios lectores a b polisem ia? F.stas ju n las preguntas que debem os fo r­
m ular com o esfxciúltstás t u psicología de ta literatura. y volveré a referirm e a
ellas en el próxim o capítulo.

’ N ic u lá t 4c L in ( < ts c tf 12 6 $ - l ) 4 9 )fi* « ftff« tc * * < 4 noafy w trB h ajO fc u n ftfr* n ¿


fa u ó a ca U* XIV y X V S us 4 » o K k im s íu e fu a d u t P i n t o * » y u b tt U
P e n d í a m y u t c á c o L>«. K*>rm»ndú,«f»
utyetode H ( k < t y 4el«rX<nei que v«puto mv) U 4«*
U M M O cnirc i i h k i m » W tc iJ o y t m IfC iu m m íU K H l i i i i « fe lé iU i» < A ci¿n « lc ü r ió ? *
Jm j B r é á n u t ,i t e d ic e <fc t \ q u e la v o k u u m I mu> ir»Jq«*diC fK f «un « < p c o o * U i m o p c u
( l ú a u W K k w J , y v n M K fjtf < /tueo i k iu á n c o n u tM c " .

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Tom em os la cuestión del género, o tro antiguo lem a d e b teoría literaria y
que todavía preocupa a los especialistas en b tentará en un grado considerable.
Aristóteles se re firió a e ste asunto en E l Arte Poética, y su definición de lacoroe-
día y la impedía e n función d e los personajes y la tram a sigue siendo una p an e
viva d e la teoría literaria. Y co n Freud, o sin Frcod. la teorización d e A ristóteles
no h a dejado d e ser un astuto análisis psicológico (y literario), al que volveré co n
frecuencia en capítulos posteriores. Hay muchos otros enfoques literarios del gé­
nero que son m uy significativos desde el punto de vista psicológico. En cam bio,
veamos la distinción form al entre ¿pica y lírica qu e presentan A listín Warzen y
R ené W elltk en su obra clásica. T eo ría ¿iteraría:' la ¿p ica e s la poesía úel tiem ­
po pasado, en tercera persona; la lírica es la poesía en prim era persona, del tiem ­
po presente. Si bien esta distinción fue presentada sólo para ta ra c te n /a r diferen­
tes ie ito s .e s interesante desde varios puntos d e vista a d o n is del estrictam ente
lingüístico. ¿Se trata, por ejem plo, d e que la “unidad" genérica del m undo d e un
texto ficciona! depende del m antenim iento de uria « tru c tura espacio-tem poral,
y q u eesia unidad requiere u n am arcació n co h ercn icd cik m p o y p erso n a? ¿E lg é­
nero "psicológico” está constituido por esa m arcación espacio-tem poral; los
cuentos de los otros en tiem po pasado, los cuentos de uno en tiem po presente, et­
cétera? No conocem os las respuestas a esas preguntas, pero en los próxim os ca­
pítulos trataré d e encontrarlas.
Percibimos cierto sentido d e la psicología del género al escuchar a los lec­
tores relatar un cuento que acaban de leer o contar espontáneam ente algo qu e les
ha sucedido en sus propias vidas. Al relatar un cu en to d cC o n rad .u n lccto r lo co n ­
vertirá en una historia d e aventuras, otro en un cuento m oralista y un tercero en
un estudio de casos d e u n Doppeigánger. El texto del q ue partieron los tres era
el m ism o. El género parece ser un a m odalidad de organizar la estructura d e los
sucesos y de organ izar s u relato, qu e puede usarse para contar las h i s i o n s p ro ­
pias o . en realidad, para "situar** las historias que uno está leyendo o escuchan­
do. Algo en el texto real “desencadena** una interpretación d e género en el lec­
tor, interpretación qu e dom ina luego la propia creación del lector d e lo q u e WoU -
gang Iscr14 llam ó el "texto vinual
¿Cuáles son entonces los ‘'desencadenantes” y c u á k a las form as subjetivas
del género Que llegan a predom inar en la m ente del lector? ¿E l género subjeti­
vo e s sólo una convención y so n los desencadenantes poco m ás qu e señales li­
terarias o sem ióticas que le indican al leetor qué género e s y qué actitud debe
*M >tar con respecto al relato? Sin em bargo, existe algo dem asiado universal so­
bre la tragedia, la com edia, la épica, la narrativa, para poder explicar el género
u n só lo en térm inos d e la con vene ¡ó n .T am p o co esalg o fy o n i acotado. Anthony
Burgcss11 dice qu e e l cuento*'Polvo y c e n o a " , incluido en D u b U n exs d e Joyce.
e s una historia cárnica. V a tú t leerse d e ese modo. M aría (su personaje principal

' A . W w i t n y R . W c iltk . J h t e r y o j U t e r t u tr i, M u r a Y o * . H u c o u n , B raca, 1949

“ W c a í g » ! U * T ,7 f c* A í i c f f c a J u x , t U k i i i M K . W i n H o f f c i M U o i v t f t i y P r o * . 1 9 7 1 W * .
te U n t é i w Ik á K t a J t r . J o h n l l o f á » * . 1974.

" A n th o n y f e i r p u . R t J t r f t t . N u e v i Y a k . N o m o , 196S.

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
t s v í $ u , en este caso, c o n o un a chapucera cóm ica atrapada en el aburrimiento
d e Dublín. Las ilusiones qu e se hace sobre sí m ism a constituyen entonces tim a*
teriad e la com edia negra joyeeana. Sí, puede leerse com o k> hace Burgess, o por
lo m enos puede internarse.
A hora bien, los relatos, según la frase d e Paul Ricocur,1* *on ‘'m odelos p a ­
ra volver a describir el mundo*. Em pero, ei relato no e s en si m ism o el modelo.
E s,p o rd ec irlo así J a re presentación d e los m o d ek » que leñemos en nuestra m en­
te. Un alum no de la universidad, en un sem inario en el que participé una v c í, in­
terpretó qu e Hamlet era la histona de la torpeza d e un principe danés q u e se h a ­
bía ^vuelto rip k lo para empuftar la espada en su universidad alem ana y que e ra u n
incapaz d e m a u r al hom bre qu e odiaba qu e m ató a su am igo m ás prudente, Po-
Ionio. S i, este e lu d ía m e adm itía qu e la obra era una "tragedia*, pero era tam bién
una torpcia/chapucería (estu d íate ingeniería. con pasión).
Releem os el misino relato d e manera* siem pre cam burucs: ¡titra.K w ralu,
aitegeria, anagogia. (El joven ingeniero h i/o un a lectura en la m odalidad mo~
ralis.) Las diferentes m aneras d e realizar la lectura pueden atacarse m utuam en­
te, constituir un maridaje, b u rlarle una d e la otra en la mente de! lector. Hay al*
goeri la narración, algo en la tram a, que desencadena este C o n flicto d e géneros*'
en los lectores (véase el C apítulo 2). El relato no va a ninguna p a n e y va a todas
parles. A sí, Frank Kennode»1’ al distinguir entre ¿/m ¿r y fabuta (los incidentes
lineales qu e conuiuiycn la tram a, írenie al tem a subyacente, alem poral em m ó*
vi!), observa que el poder d e los grandes relato* reside en la interacción dialéc­
tica que establecen entre esos dos elementos: " la fusión del escándalo y e l m ila­
gro". De m odoque mié nlrasquc d lector empicha siu u n Jo una historia e n un gé*
ncro (y eso puede ejercer poderosos efectos en su lectura), va cam b ian Jo a m e­
dida qu e loe. El texto real pcrm anccc igual; e l texto virtual (para p a rafraseara
Iser) varia casi permanentemente en el a c io d c la lectora.
Si preguntam os a continuación cuáles e lc a rá tie r y laíunción dcigértero/ui-
cológico —4a concepción qu e l i a te el lector sobre la clase de relato o texto que
está a b o rd a d o o “recreando"— en realidad no sólo catamos form ulando una
pregunta m or fulógica sobre e l texto real ♦ si no adem ás una pregunta sobre lo s p ro ­
cesos interpreta*ivos que son liberados por el tcxio en ta mente del lector.
♦ * •

I tace m ás de veinte artos, cuando me encontraba ocupado investigando el


carácter de k> psicológico y el desam ó lo del pensamiento, tuve un a d e esas c ri­
o s leves u n c n d á m ra s om /e los estudiosos d e la rocnic. L o apolínea y lo dioni-
siaco, lo lógico y lo intuitivo, estaban en lucha. G usta ve Thoodor P cch n cr," el
fundador de la psicología experimental m oderna, los había lla m a io Tafctan*

*• P«ul K kOCut, T u m H arr* * n* 4. Q u u g o , l )A i «m ai y o í C Sk «¿o h w » , 19H 1.

K trm o c k " S e c f s u *n4N *fT *iv« W . J . T .M*c * * I I < « iw | > ) . 0 a A W ' u


h * é , O ú c a f o . I f i i t t f M y o í C h ic a g o P t e u . 1 9 8 ).

* ü T . t’e 4Í>ocr<£itf<A/<ui TeJr, V 4» t« u m t» ¿ n t*. t í


k » ty ifE * p c * m w t a f P A u k e ^ t } , S w v a Y o A , X p p td M C o t u r y C f o f u , I95U

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sichi y Machiansicht. M i propia investigación m e había lle v a d cada vez con m a­
yor profundidad al estudio de la inferencia lógica, la« estrategias m edíante las
cuales la gente com ún penetra en la estructura lógica d e las regularidades qu e e n ­
cuentra en un m undo Que crea mediante el ejercicio m ism o d e la m ente que usa
para ex p lo rarla
Adem ás leía novelas, iha al cine, rae dejaba atrapar por el conjuro d e Camus,
C oarad. Robbc-Grilleu S aru e, B urgess, Bcrman. Joyce, Antoniom. De vea en
cuando, c a s com o para m antener c ic n o equilibrio entre la noche y el d ia,e sc ri­
bía ensayos sobre Frcud, la novela m oderna, la m etáfora, la m itología, la p in tu ­
ra. Estos ensayos eran inform ales y ‘'literarios" en lugar de ser sistem áticos, por
muy m otivados psicológicam ente que pudiesen estar.
C on el tiem po llegué a publicar esos ensayos “pasajeros” en un libio: On
Kno*ifig: E ssaysfor ih e U fi ¡fa n d ." L a publicación d d libro fue un alivio, aun-
qu e no creo qu e h ay a cam biado m ucho mi m anera d e trabajar. De dia prevale­
cía lo Tagesansicfu: mi investigación psicológica conunuaba. De noche había
novelas y poem as y obras de teatro. La crisis había pasado.
M ientras tanto, la psicología m ism a había experim entado cam bios, y, sin
duda para bien, las voccs d e la m ano izquierda y las d e la derecha comenzaron
a debatir entre s í d e m anera m ucho más pública y estridente. Í J revolucióneos-
nuiva en la psicología, entre o u a s cosas, había perm itido exam inar cóm o s e or­
ganizaban eJ pensam iento y la experiencia en sus m iles de forma*. Y puesto que
el lenguaje es nuestra hcrn&micnu m ás poderosa p a rj organizar la expcncncta y,
en realidad, para constituir "realidades”, com enzó a realizarse uo exam en m ás
estricto de los productos del lenguaje en toda su rica variedad. A m ediados de la
d¿cada d e 1970 la5 ciencias sociales se habían alejado d e su postura positivista
tradicional, acercándose a una postura m ás interpretativa: el significado pasó a
ser el elem ento cen tral, cóm o se interpretaba la palabra, qu¿ códigos regulaban
el significado, e n q u é sentido lacultura misma podía tratarse com o un “texto" que
los participantes “ leen* para su propia orientación.
Y a m ediados d e la década de I970%cuando el fervor chom&kiano había pa*
sado, la lingüística volvió a retom ar con instrum entos m ás poderosos su interás
clásico en los usos del lenguaje, entre ellos el qu e sirv e para crear las ilusiones
d e b realidad qu e constituyen la ficción. A continuación se produjo un torren*
te de estudios, algunos oscuros y otros ilum inadores, en los qu e se abordaban los
grandes tem as de La “poética” en el espíritu de Jakobson y e l Círculo d e Praga.
Con el tiempo, el estm ciuralísm o francés —encabezado porC laude Lévi-Strauss
con sus análisis del m ito — llegó a d o m in ar la teoría literaria, y recién fue des*
plazado por el enfoque m ás funcional isla del B arth csd e los últimos escritos, de
Dcrrida, C ro m a s y los críticos deconsxmccionistas (véase el C apítulo 11).
Estos avances (y o tro s que serán m encionados m ás adelante) dieron origen
a nuevasperspccúvas psicológicas. Pues tal v ez sea cien o , com o gustan decirde
sí m ism os los especialistas académ icos en psicología, que b psicología tiene ei
coraje d e asum ir las convicciones ajenas. Los psicoanalistas* siguiendo la direc*

"Jcrgatc Bnaer, O* Xn^mMg Euaysfor üu Ltfi M éii, Htrwd Un**


m w y Pr*i. 1%2.

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cíón iniciada p o r C eorge Klein, comenzaron a preguntarse si el objeto d e análi-
sis n a residiría lanío en rcconsm isr arqueológicamente una vida com o en ayudar
al paciente a construir un a narración más libre d e contradicciones y m ás yene-
rali va d e su vida. E n euyocaso»¿qué constituía una narración,o m ejordicho, una
buena nan ació n ? V los psicólogos académ icos, inspirados P ° 'cl precedente de
D avid J? «m e fhdrt» co m en taro n a trabajaren las "gram áticas d e Uh relatos", des*
cap cio n es form ales de la estructura m ínima que producía reiatos o secuencias
n a rra tiv a s* E incluso com o si fuese parte d e un M ig e iss. tam bién tos h isto ria­
dores y los historiógrafos, que no se destacan por su coraje innovador . vol vieron
a reflexionar sobre la elocuencia de la historia descriptiva; F ran ctsP u ik m an .p n r
ejem plo, frente a un econom ista social analítico clasificando el m ism o período.
Mi antiguo interés revivió. Descubíf. al ponerm e a c.\u«liare*ta canudad de
trabajos nuevos, qu e había d o s estilos de abordar la narración, descubrí m iento
qu e se abrió p aso en mi m ientras dabados seminarios sobre n a n a i va sim ultánea-
m ente. En u n o d e e tlo s, en la Nueva Facultad de Estudios Sociales, casi un io s los
participantes eran psicólogos. En el otro, e n el Instituto de H um anidades de
N ueva York, había dram aturgos, poetas. novelistas, críticos, redactores. Hn los
d o s sem inarios había interés por los tem as psicológicos; en los d o s interesaban
los lem as literarias. Los dos tenían interés en los lee lores y en los escritores. A
los dos les importaban los textos. Pero uno d e los grupos, el d e lo s psicólogos» se
dedicaba a trabajar de “arriba hacia abajo", el otro, d e “abajo hacia a m b a * . Es
un a diferencia qu e vale la pena estudiar, qu e predice algo sobre el conflicto que
se siente al trabajar sobre la narración y sobre la psicología d e la literatura en
general.
Los partidarios de trabajar desde arriba hacía abajo parten d e una teoría so ­
bre el relato. só b rela m ente, sobre los escritores, sobre los lectores. La teoría pue­
d e anclarse en cualquier paite: e n e ) psicoanálisis, la lingüística esuuctural, una
teoría de la m em oria, la filosofía de la historia Armado d e una hipótesis, el par*
tid ario d el trabajo d e arriba hacia abajo se sumerge en uno y o tro texto, buscan*
do ejem plos <y co n m enos frecuencia, com /aejem ptos) de lo que espera que se­
rá una “explicación'' correcta. C uando el investigador e s alguien capaz y desapa*
sionado, c o n s titu y e te m étodo de irabajom uy productivo. Es la m anera d e traba*
ja r dcJ Ungutai» el soc iólogo y de la c lencia en general, j* ro fija hibitos d e trab a•
jo que s iempre corren el riesgo d e prod ucu resultados t|ue n o tienen en cu en ta los
contextos en los cuales fueron hallados. i\i/o cip a de una de las dos m odalidades
y d c p c n sa m ic n io a la q u c m erefen ré en el próximo capítulo: la paradigmática.
L os partidarios de trabajar de ab ajo hacia arriba se m ueven d e acuerdo con
un a m elodía m uy diferente. S u enfoque íe centra en una obra bien determ inada:
un cuento, una novela, un poem a, incluso una línea. Lo toman com o su porción

* V ¿ aíc u i u i t t e f t i |c n c r « i d e k » U i h i j * t t ú i u é j * u b r e I n p é m k ' i c n d d rc U le « i f a o
M m d le r, S u * * * . S < r tp n a * J S c w * * t A * p é < u ||i l l f J « k %N J L F.rlfc*** A i r e a r t e * .
>9 1 4 . V ét< e t« n b » é fl.to fcfv Ia teo ría d c lo ig U k K K i y lo ae tce fu n ci» . « R o g c rS h in fc y R o b c rt A b d
* o S c / t p t í. f k H S , í k t í á « « / f r l t a r n . 1^ 7 7 - * A k u fo e * p c < * ib * < n ie
n a ú v o d e l« fc*W*>gr»fU m Jn c U ( n a k i c i d« b t n í i K n es " N o i« o n S c k m i (or S io n e i* «fe D
fc f tim x J h in . e® D . O ButH uw y A C o ilx n ( « * * ( * .) . f f r / r r i r a u í * a « i * J U ñ á ü t s w t J t ñ g , S u e ­
v a Y o A . A c a t a n * P it**, 19 ? 5 .

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d e realidad y lo estudian para reconstruirlo o dcconstruirlo. E d in en busca d e la
teoría im plícita en la construcción d e H ta rt <?/Darkncss de Conrad o en los m un­
d o s que elabora Flaubert. N o se trata d e qu e se ocupen biográficamente de Con-
rad o de Flaubert, sí bien no hacen oídos sordos a lo biográfico, ni tam poco e s­
tán um captados por la nueva crítica qu e s&to reparan en e) texto y sus artificios,
aunque lambida se interesan en ellos. E n cajnbk>,el proyec lo e s leer un texto por
sus M inificados y, al hacerlo, poner d e n u n ífiesto el arte d e su autor. N o rechazan
la g u h de la teoría psicoanaliiica ni d e la poética de Jakobson, ni siquiera la de
la filosofía del lenguaje, al realizar su búsqueda. Pero ésta no se dirige a probar
o refutar una teoría, sin o a explorar el m undo de una obra lucraría determinada.
Los partidarios del enfoque d e arriba hacia abajo lamentan la individuali­
dad d e k » que proceden d e abajo hacia am b o . Estos últim os deploran el enfo­
que abstracto d e lo s prim eros. Lam entablem ente, ni unos ni otros se com uni­
can m ucho entre si.
En los d o s ensayos siguientes no contentaré a ninguno d e estos grupos y. lo
que e s peor todavía, n o encuentro razón alguna para disculparm e por eso. Tam­
poco puedo justificarm e afirm ando que, cuando sepam os bastante, k » d o s ruó-
todos se fusionarán. N o lo c re o . L o m iiu n o que puedo afirmar e s que, com o su­
cede con elestereo sco p o .sellcg a m e jó ra la p rofindidad mirando desde dos pun-
tos a la vez.

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D o s m o d a lid a d e s d e p e n s a m ie n to 1
Perm ítasem e c o m c n w planteando mi argum ento <fc ta m a n e n m ás a u la *
posible» para exam inarlo m ejor en tu fundamento y sus consecuencias, E s el si­
guiente. Hay dos modal idades de íuncionam ientocognitjvo, dos m odalidades de
pensam iento, y cada u ro d e ellos brinda modo* característicos de ordenar la ex ­
periencia, ú c construir ta rc«il*bd. Las d o s ( ó bien son comptemcj Harías) so n
irreductibles entre sí. Los intentos d e reducir una modalidad a la otra o de igno­
rar una a expensas de laoU a hocen perder inevitablemente la rica d tv ask L id q u c
encierra el pensamiento.
Adem ás, esas dos m aneras de conocer llenen principios funcionales propios
y sus propios criterios de corrección. Difieren fundamentalmente en m is proce*
d¿mientos d e verificación. Un buen reíalo y un argumento bien construido son
clases naturales diferentes. L os dos pueden usarse com o un medio pora c o n v en ­
cer a o u o . Em pero, aquel lod* lo q u e convencen es completam ente d*ftrente: los
argum entos convencen d e su verdad, ios retatas d e su se m e jjiu a con b vida. En
uno la verificación se rcáli¿a m ediante procedim ientos que permiten establecer
una prueba formal y em pírica. En el otro n o se establece la verdad sino la ve­
rosim ilitud. Se h a afirm ado que uno es un perfeccionam km o o una abstracción
de) otro. Pero esto debe ser falso o verdadero tan só lo en U m anera m enos es*
clarccedora.
Funcionan d e modos diferentes. com o ya se observó, y la estructura d e u i
argum ento lógico bien form ulado difiere fundamentalmente de la de u n relato
bien construido. C ada uno d e ellos, tal vc¿, es la especial ilación o transforma*
ción de una exposición sim ple, por la cual los enunciados de hecho son conver­
tidos en enunciados qu e implican una causalidad. Pero los tipos de causalidad
im plícitos en las dos m odalidades son patentem ente distintos. L a palabra t u t f o
funciona de un m odo diferem e en ta proposición lógica^si x, luego y**y e n la ira-
se d e un relato M£1 rey m u ñ ó , y lu eg o m u rió larcin a" C on una se rcalt/a u r u b ú *
queda d e verdades universales, con la otra d e conexiones probablem ente p arti­
culares entre d o s sucesos: una pena m ortal, un suicidio, un juego sucio. Si bien
es c ie n o qu e el m undo d e un relato (para lograr verosim ilitud) tiene qu e ajustar­
se a las reglas d e una coherencia lógica» puede transgredir e sa coherencia para

1 t a c c j p ü u b < fttrce >6 |%*rci¿lr»c*ie c o n «1 l í i i i o U t ~ K i r r * i r c v h ! Pkt*d 4t tn * 'C M o d c t ®T


e l A a*M *\e4e 1965 d e i s S o c c d i d N * t e w l p w » el t í a w i i » 4 e U t i o c M ó e . L w * -
«Mf . 7ht W ap

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constituir la hase del dram a. C om o en las novelas de Kafka, en las que una ar­
bitrariedad no lógica en el orden social p ro p o rcio n ad m otor del d ram a ,o en los
o b r» d c P ira n d e llo o B e c k e t.d o n d c c le lc in e n to d c ¡denudad, a*a. e s auda/m en*
te transgredido p ara crear perspectivas m últiples. Y, del mism o m odo, en el ar­
te de la retórica se incluye el uso de la representación dram ática com o m edio de
fijar un argum ento cuya base e s principalm ente lógica.
Em pero, a pesar d e todo lo d ich o , un reía io (seav crd ad cro o fk x io o a])e$ ju z ­
gado por sus m én ios en cuanto relato co n criterios diferentes de los aplica dos pu­
ra juzgar si un argum ento lógico es adecuado ocorreclo. Todos sabem os que m u­
chas hipótesis científicas y m atem áticas com ienzan siendo pequeñas historias o
metáforas, pero alcanzan su m adurez científica m ediante un proceso d e verifi­
cación, form al o em pírica, y su validez no se basa en su origen lucrano. L a crea­
ción d e hipótesis (a diferencia d e la verificación d e hipótesis) sigue siendo un
m isterio cautivante, tanto m ás cuanto que filósofos serios de la ciencia, com o
KarI Popper1. afirm an que lacien cia consiste sobre todoen la falsació n d e las hi­
pótesis. independientem ente de la fuente de la cual provengan. Q uizá R kh& d
Rorty’ tien e razón cuando d ice qu e ta corriente principal d e la filosofía anglo­
am ericana (que, e n su conjunto, rechaza) se caracteriza p o r su preocupac tón so ­
bre el interrogante epistem ológico de cóm o conocer la verdad, al qu e 61 opone
el interrogante m ás general d e cóm o llegam os a darte significado a la experien­
cia, qu e es lo qu e preocupa al poeta y a l narrador.

Prim ero voy a definir rápidam ente las dos m odalidades para poder introdu­
cirm e coa m ayor precisión en el tem a. U na de las modalidades, la paradigmáti-
c a o lógico-cien tífica, trata de cum plir el ideal d e un sistem a m atem ático, form al,
d e descripción y explicación. E m pléala categoritactón oconceptualizacióny las
operaciones por la s cuales las categorías se establecen, se representan, se idea­
lizan y se relacionan e n u r s í a fin d e constituir un sistem a. Entre sus conectivos
lig u ran .cn el aspecto form al, ideas co m o.por ejem plo, la conjunción y la disyun­
ció n , la hiperonim ia y lahiponim ia, la im plicación estricta y lo s m ecanism os por
los cuales se extraen proposiciones generales a partir de enunciados de contex­
tos particulares. E n térm inos generales, la m odalidad lógico-científica (que en
adelante denom inaré paradigm ática) se ocupa d e causas generales, y de su d e­
term inación. y em p lea procedim ientos para asegurar referencias v c rifc a b k s y
para verificar la verdad em pírica. Su lenguaje está regulado p o r requisitos de co ­
herencia y no contradicción. Su ám bito e stá definido no só lo por entidades ob­
servables a las cuales se refieren sus enunciados básicos, sino tam bién por la se­
rie d e m undos posibles que pueden generarse lógicam ente y verificarse frente »
las entidades observables; e s d ecir, está dirigida por hipótesis d e principios.
Sabereiosniuchosobfela m odalidad paradigm ática d d pensam iento y d u n n -
te m ilenios se han desarrollado poderosos m ecanism os auxiliares p ara ayudar*

* K*ri P D fp tr, O b ftc tiv * K * o w t* d s t. A * E v o U tttm a r f A p p re a e h , OxTopd. O w c n d o i


P" «», 1972.

* R ic fc u d R o n y . Phíic#«pA ? u d ih t M ir r o r o f H a t t / t , i n a c c i ó n . F r u ic c u n U k iv tr u ty
P * » i . 1979,

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nos a llevar a cubo su función: la lógica, la iiuttcntáuca, la* ciencias, y los apa*
ratos autom áticos para trabajar en estos campos con la m enor cantidad posible
d e inconvenientes. A suntsm o, sabem os bastante sobre el /uncionam*ertio d e la
m odalidad paradigmática en los niAos. quienes prim ero tienen dificultades p e­
ro luego llegan a ser bastante buenos cuando son inducidos a em plear esta m o­
dalidad. I-a aplicación imaginativa de la m odalidad paradigm ática da co m o re*
sultado una icoría sólida, un análisis p n x iso , una prueba lógica, argum entacio­
nes firm es y descubrim ientos em píricos guiados por una hipótesis ra/o n ad a. N o
o b su n ic . Ia~im aginación” (o intuición) paradigmática no es igual a la imagina»
ción del novelista o d poeto. E n c a m b r e s la capacidad d e ver conexiones loe-
m ales posibles aníes d e poder probarlas d e cualquier m odo formaJ.
L a aplicación imaginativa de la modalidad narrativa produce, en cam bio,
buenos relatos» obras dram áucas interesantes* crónicas históricas creíbles (aun*
que no necesariam ente"verdaderas"). Se ocupa de las intenciones y acciones hu*
m anas y d e las vicisitudes y consecuencias que marcan su transcurro. T ra ta d e
situar sus m ilagros atemporafcs en los suceso* de la experiencia y d e situar la ex ­
periencia e n el tiem po y el espacio. Joyce pensaba que las particularidades del
relato eran epifanías d e lo ordinario. La m odalidad paradigmática» por lo contra»
rio, trata d e trascender k> p an n ru b r buscando niveles de abstracción cad a ve/,
m ás altos, y al final rechazan e n teoría todo valor explicativo en el que interven*
ga lo particular. La lógica está desprovista d e sentimiento: uno va, en general, a
donde lo Novan sus prem isas, conclusiones' y observaciones, a u n co n alguna* de
las faltas d e percepción a las que tam biin los lógicos son propenso». L os cíen*
tífico*, u l v w porque confían en las (listonas familiares para llenar las lagunas
de sus conocí míenlos, tienen un trab ajo m á.sd ifícd cn la práctica. Pero su salva­
ción reside en elim inar las historias cuando pueden reem plazarlas por causas.
Paul Ricoeur4 sostiene que la narrativa se basa en la preocupación por la con*
d k íó n humana: los relatas tienen desen laccs uislcs o cóm icos o absurdos,
m ientras que los argum entos teóricos son sene lilamente convincentes o no con*
ríncentes. A diferencia d e ios vasios conocim ientos que tenem os sobro e l fun­
cionam iento del razonam iento lógico y científico* sabem os m uy poco en cual*
quier sentido formal sobre la m añera de hacer buenos reíalos.
Q uizás uno de tos m otivos d e esa falta d e conocim ientos reseda en que en un
reíalo deben construirse dos panoramas simultáneamente. Uno e s el panoram a
d e la acción, donde los constituyentes sun los argumentos de la acción: agente,
intención o m eta, situación, insinuncm o; algo equivalente a una ‘'g ram áu ca <fcl
relato**. El o iro e s el panoram a de la conciencia: los que saben, piensan o sien­
ten, Odejan desabor, p e n sa re seaiir los que intervienen en la acción. L os d o s p a ­
noram as son esenciales y distintos: es la diferencia que m edia entro el m om en­
to en que Edipo com parte el lecho con Yocasui antes de enterarse por el mensa*
¿ero d e que e s su m adre y después d e en e ra rse .
En este sentido, la rcalid al psíquica predomina en la narración y toda rea­
lidad qu e e x is u m ás a llá del conocim iento d e los que intervienen en la historia

4 P m I R k o e u r. Tw«v W .V u /r o f .* * . C U u * p > , O tu v triu y c f C h « .» cu P * e « . IVtiJ.

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
« puesta allí por el autor con el objeto d e crear un efecto dram ático. E í i realidad,
e s un invernó de los oovelistas y <fcamauirgus m odernos la creación d e un m un­
do com puesto totalm ente co n Ja* realidades psíquicas de los protagonistas, de*
jando e l conocim iento del m undo "real" en e l dom inio d e lo im plícito. D e m o­
do qu e escritores tan dispares com o Joyce y MclWllc co m p e le n la caractcrís*
tica de no “descubrir" las realidades prístinas sino de dejarlas en el h o ru o n tc
del reíalo com o m otivos d e suposición o , com o verem os m is adelante, de
presuposición.
La ciencia —e n particular la física teórica— también procede construyen­
do m undos de un a m anera sim ilar, "inventando" los hechos (o el universo) con
respecto a lo s cuales debe verificarse la teoría. A hora bien* existe un a notable di*
fercncta: d e ver.cn cuando, hay m om entos d e verificación en los que, por ejem -
pío, puede dem ostrarse que la luz se inclina o debe dem ostrarse que los ncutri-
n o s dejan m arcas en una cám ara d e niebla. B ien puede ser e l caso, com o h a su*
brayado W. Q uine,5 qu e la física contenga un noventa y nueve por ciento de es­
peculación y un uno por ciento d e observación. Pero la elaboración d e uní versos
im plícita en sus especulaciones e s d e un upo diferente d e la que $e realiza en la
construcción de relatos. Los físicos deben term inar p o r predecir algo que sea ve-
rtfk ab lem en te correcto, por m ucho que especulen. Los relatos no tienen ese re­
quisito de vehftcabilklad. La credibilidad d e un cuento se basa en prem isas di*
ferentes de tas que rigen la credibilidad de la teoría íí&ica, incluso en su parte e s­
peculativa. Si aplicam os el criterio <fc falsación de Popper a un cuento para com ­
probar si es bueno, som os culpables de realizar una verificación inadecuada.

D csp u í s d e haber explícadocóm o puede dbiinguirsc una m odalidad d e pen ­


sam iento d e la o tra, m e conccnuaré casi exclusivam ente en la m enos com pren­
dida d e las dos: la narrativa. Y com o quedó dicho en d capitulo anterior. deseo
concentrarm e en la narrativa en su grado m is alto, por así decir: en cuanto for­
m a artística. WiHiam lam es com enta en $us Conferencias G tftord, The V añeties
o fR e ligio i¿s Expe rience, que para estudiar la religión se debe estudiara! hombre
m ás religioso en su m om ento m is religioso.* Voy a tratar de seguir su consejo
con respecto a la narrativa pero, tal v e t, con un matiz platónico. L as grandes
obras d e ficción q u e transform an a la narrativa en un a n e están m ás cerca d e re­
velar “claram ente” la estructura profunda de la m odalidad narrativa en la expre­
sión. L o m ism o pu ed e afirm arse d e la ciencia y la matemática: revelan co n to­
tal nitidez (y claram ente) la estructura profunda del pensam íenio paradigmático.
Pudiera ser que Jam es hubiese dad o a su frase el m ism o sentido, a pesar de su an-
uplatonism o.

1 W . V . O . Q u « c , #H i n f w o f N e t m G o o A m fl'i W *y$ c jW o fU ^ n a k m f'" , b 't w Y e r k f U v


o fB o o k * . 2 5 ,2 3 4« W 7t

4WilUtm Jim ci. T h t V m t í k s c fR * Id io ta £ i A S tu íy ** //•**** tJU


G ifio r é L é t u v é s o * u i n * * ¿ tf iv tr c r f « i * ¡ 9 0 1 - 2 . N u ev a Y o r t . ( ¿ n c t o u n .
O n o i , 1902.

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
Hay o tra ra /d n , adem ás de la platónica, para seguir c u a linca de pensamien*
lo. Si se a<k>pu el criterio (que adoptaré en el Capítulo V ) según el cual la acti­
vidad hum ana mental dcjK ndc, para lograr su expresivo plcna.de csuir vincula­
d a a u n conjunto de instrumento* culturales —una serie d e prótesis, p o r decirlo
así— «estam os bien encam inados cuando al estudiar la actividad m ental loma*
m as e n cuenta Jos in»uum cnios utilizado? en esa actividad. C om o no* euenian
los p rim ató lo g o s\ la am plilicación lograda por la* herramientas culturales cons­
tituye el punto culm inante en el desan o )lo de las aptitudes humanas, a pesar de
lo cual lucernos caso om iso de ella en n u e s tr a estudios.
Y . así com o cuando*? desea estudiar la psicología d e la m atem ática (com o,
por ejem plo, lo h iio G. ftjlya*), se c ¿(odian la* obras <Jc to s m atem áticos talo?’
tersos y capacitados, subrayando cspec mimenle la heurística y los fonnaiism os
qu e ello s em plean |w a configurar sus iniuiciüncs m atemáticas. del m ism o m o­
do e s correcto estudiar la obra de escritores talentosos y capacitados $i se quie*
re com prender a qu¿ se debe que las buenas historias sean prestigiosas o conm o­
vedoras. Cualquier persona (casi a cualquier edad) puede contar una historia, y
está m uy bien qu e los gram áticos del relato, así denominados, se dediquen a in­
vestigar cuál e s la estructura m ínim a necesaria p jrjc ic a r un cuerno. Y cualquier
perdona (tam bién, casi a cualquier edad) puede "haccr~ un poco de m atem ática.
Pt*ro la g /an ficción» com o la gran m atem ática, reguiere que las m iutcnxics se
iian&lornKft e n expresiones d e un sistem a simbólico: e l lenguaje natural o algu­
na form a artificial dei lenguaje. l.as lorm as de expresión que ¿urgen»el discur-
so q u e transm ite la lustoria u el cálculo que describe utia relación m atem ática son
decisivos para comprender la*diferencias que cxb ten entre la descripción amor*
ía d e un a m ala relación m atrim onial y M aJam c fíovary* entre una ju*l¡fKQC*6n
presentada con iorpc/4 y u ru excelente derivación <fc una prueba lógica. Croo
que he dicho iodo lo occesario sobre cale punto» destinado m ás a los especialis­
ta* en psicología que a los teóricos d e la literatura. Los primero», tal vez» lo cu es­
tionarán en aras del reducción itroo d e la ciencia. L os segundos co n toda segu­
ridad lo encontrarán extrañam ente obvio.4

El objeto d e la narrativa son las vicisitudes d e las intencione* hum anas. Y


p u esto que hay m illares de intenciónese in fim u s m aneras d e que en tre» e n con-
Uicto — o así parecería— debería luiber infinitas clases ifc télalos. Pero» extra*
ftam eate, no es éste el caso. Según un pum o de v i.*ta, las n an ac iones real islas co-

* $ . L . Wa>Sfr»üm, *Oi>e Itam Jtu J Y c « r» i 4 U iotofcicd AjitfwLpoli>*y".cn J O . H rc » (etrnip.).


O *4 tlu A J r td Y t* r r o f A M ív o p cjio xf, C u n b f iiif e , S U u ., ) U r > « 4 U n m n i i y 196$.

• O . P d y * . U o w é o S o lv t H A N t w A s p t # M a h eU , 2* . 14 io ccio * . ?rm>
c c w íi U fti«c(*uy Pt » » . 1971

9 B l t e t t o r b u n p d d n á p r c i tu » u r t« c ú m o U c l i n o U 4 i l ci ctK i á t n u c U y n < “ «i » i u ¿ » J o
m as i h o " c o n tó &*rn« é n tu tc é y k u k U m <tcn«m<4 )* ¿ e n * <tirv>x e n t t H a f w ju r t* *
c o n o I* ii{ u « c iu t *¿Q ué ex « telo v d i ' r O v o q * o m e j i K f*u$pgncJ ct«c |* u w o l » > u el
lo < n 4 que i* e re íic io *1 p t u x w 4 c **tubjurti«t<jii¿ci* de U d m ttru ifttv to ooa «I
Cual K e re * n o r t l o t » r e in o u * u u a »cn(»4ü J e O c n ttftic n iri c ttKtct U i

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m tcn/an con un estad o calm o, canónico o “legítim o*'que e s interrum pido. con
lo cual se produce una crisis qu e term ina co n la restitución d e la calm a, dejan ­
do abierta la posibilidad d e (|u e c lc ic lü se repita. Teóricos de la literatura tan d is­
pares com o Víctor T um er (antropólogo).” Tzvelan Todorov,11 Haydcn W hite
(hisum adory’ y V ladtm irPropp(folkloró¡ogo), , «:/»alanquee«siecienacítriic*
tura profunda d e esc estilo en la narrativa, y qu e los buenos relatos son red Ib a -
ciones individuales b ien constituidas d e esa estructura. N o todos los estudiosos
d e la literatura piensan ig u a l B arbara Herrnstein-Sm ithwe s un a d e las voces di-
sad cn u sn o u b lea.
Si fuese cierto que existen lím ites a los tipos d e reíalos, significaría que los
limites son inherentes a las m entes d e los escritores o los lectores (lo que u n o e s
capaz de c o n ta ro d e co m p ren d er),o q u e los lím itcsconsti luyen unelem entocon-
vencional. En el prim er caso , Lt suposición d e que lo s lím ites d e los relatos son
innatos, sería difícil explicar el torrente de innovaciones qu e ilum inan el deve­
nir d e la historia literaria. En e l «efundo, e s decir, que el carácter del relato e s­
tuviese lim itado p o re l peso de laconvciK iún, resultaría igualmente difícil expli­
car p o rq u é hay tantas sim ilitudes reconocibles en cuentos procedentes de tudas
las latitudes, y tam a continuidad histórica en cualquier lengua dada, cuyas lite­
raturas han experim entado cam bios tan drásticos com o, digam os, la francesa o
la inglesa o la ru ta.
Los argum entos a favor y en contra mxi. en cierta m edid!, m ás interesantes
que convincentes. Su pocfcrdc c o n r a c i ó n » v e m c n o su ita d o no sólo por laexis*
tencua de las innovaciones literarias sm o. sospecho, por la imposibilidad d e d e ­
cidir si. por ejem plo, el Ulises de Joyce o la trilogía M oiloy d e Beckct se encua­
dran en una fórm ula determ inada o n o , Al m argen de todo esto ¿qué nivel d e in­
terpretación d e un relato tom arem os pura ic p rc s c o w su "estructura profunda":
litera, morolts. aliegoria o anagogia? ¿Y la interpretación de qué autor: la de
Jung. Foucault, N orthrop Frye? ¿Y ,co m o sucede con las am inovclas. cuando un
escritor (por ejem plo, CaWuvo) explota tas expectativas que tiene el lector sobre
el relato nd¡culi¿ándolas ingeniosam ente, se considerará que está transgredien­
do la form a canónica o qu e está ajumándose & ella?
A dem ás, com o si lo expuesto no fuese suficiente, está el problem a del d is­
curso en el qu e se inscribe e l relato y lo s dos aspectos del relato (a los que ya lie­
m os aludido): fab u la y s ju u i, lo aicm poral y lo lecucnciaL ¿Cuál e s imperioso,
y de qu é m odo? N adie negará que puede existir una estru ciira com ún en lo» an ­
tiguos cuentos folklóricos o en los m itos, tema al qu e volveré a referirm e m ás

l*VtttofTurnct.F'>A>HAaíi*Jto7taM'r,NtK,>aY«k.N<w Y«k Pwíui»int AniJaunulPu-


b tc « N M . 19& .

11 Tivrtjs Tttio»o». T>ir Fíh u u tffra H , UhM. Cune* Unrvtruiy Pww. 1977.
“ I t a y d m W h i M .'l W V * W c c /N « rr« c » iiy u t i h c k « f i n » « a u u u i u ( R e * l t iy " .c a W . I T . M u
< feU ( c a n p .) . < in S a n ta ,* * . Q a c * { o , U » w e rt* > o í C h x t g o P r t i i , 1 9 1 ).

11VUdinw PKipp, Ih t H<rp*oietJ ofOtt Fetliak. Auum, L«ivwiity al T<xa> Pro». I96t
M B v t u n I k i m t t r o Sm «H . • .V jr tiíir » V e n ic n t, N t / n u v * T b c u t i o " . en M ifcfadi. O h
S a rtitiv t

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
adelante. Pfcro ¿esos relatos proporvionaA una estructura uní veno) par» toda* las
o b ras d e ficción? ¿E n e) c a so d e Alam R obe-G rilla o , para tom ar un autor cu el
q u e rebulla au n m ás difícil decidir si su libro e s una n o v e b o un ensayo critico,
el Flaubert9$ Porrot d e Julián B arres?1'
C re o que lo m ejor es adoptar b definición menos rígida posible para deter­
m inar cuando un re b lo “es" un relato. Y la que se me ocurre m ás útil e s b que
m encionó al principio: la narrativa se ocupa de las vicisitudes d e b intención.
Propongo esta definición no sólo porque fc perm ite al teórico cierta flexibi­
lidad sino porque adem ás tu n e un “primitivismo* que resulta ¡n tertsm ie. Por
prim itivo quiero d ecir sim plem ente qu e se p u x ie afirm ar « A d ám en le el cárd e­
ter irreductible del concepto de intención (u n to com o tuzo Kani con el concep­
to d e causalidad). E s decir, la intención e s m m e d u ia e intuitivam ente reconocí-
ble: no parece requerir para su reconocim iento ningún acto interpretativo com ­
plejo por p an e del espectador. L a evidencia de esta afirm ación e s elocuente.
E xiste un celebrado u a tu jo m onográfico, poco conocido fuera d e to sc irc u '
to s académ icos de b psicología, escrito hace u ru generación por un estudioso
belg a d e la percepción, el barón M ich o u e." Con m edios cinem áticos dem ostró
que cuando los objetos se m ueven unos con respecto a lo s o u o s dentro d e con-
dicionesm uy (im itad as.v e w u b c a u sa lk b d .U n o b > ^ o sc c R u e v c h ac iao u o ,)u i-
ce contacto con ¿I, y se ve al segundo objeto moverse en una dirección coinci-
dentc: vem os a un o b jeto "lo n /u n d o " a l o t / a L as relaciones espacio- tem porales
poeden organizarse d e diversas m aneras d e m odo que puede verse cóm o un oh*
je to "jato" a o ü o , o lo ‘M e^C a". etcétera. Se trata de percepciones “ prim itivas*,
y son totalm ente irrefutables; ventos b causa.
Para responder a la objeción de Hum e d e que esas e x pericncias causales de­
rivan d e la asociación, Alan Leslie repinó las dcm(&tr»:H>ne* d e M xrhottc con
bebds d e seis m eses de edad. Su procedim iento m edía b s señale* d e sorpresa en
el niAo» que se expresa en una serie d e actitudes re g u la b le s desde la expresión
d e b e a r a h ^ t a las mod líicac iones de I ritm o cardiaco y b presión sanguínea, l-cs-
lie m ostró a los bebés un a secuencia d e presentaciones cin em iticas que en b ur-
g a n ittrió n espacio^tcmporal que tenían eran vistas por los adultos com o causa­
das. Seguidam ente cntrcm ezcb b a una presentación n o causal qu e c.suba fuera
de los lím ites e sp a c io tem porales prescritos por M ichotte. y el b e b í m anifesta­
ba un estremecí m iento de sorpresa. El mism o cíecio podía lo g ra r* haciendo una
secuencia no causal d e presentaciones seguida de una causal. F.n los d o s casos,
sostenía L c stk , se producía algún en tib io cualitativo en la experiencia del mAo
que provocaba "dcsacostum hram iento* y sorpresa. O b s & v o c qu e una altera­
ción d e b organización espacio-tem poral d e las muc&iras tan im portante com o
b utilizada para variar b sc a te g o ría s no producía efecto alguno s> estaba dentro
d e la categoría de la causalidad. El u a b a jo & M ic h o tte y e ld c L c s lie proporcio*
nan argum entos só h d u sa favor d e b irred<*i¿tulj<bd de b causalidad com o "ca­
tegoría m e n ta r en el sentido kunuano.‘Y

,f J u tiw B m e s . F U * b * r t t F w * y Kwcv* Y « i . 19 SS

“ A- T h t P * t < 4ft%oA ( /C d k M Í if j, N ueva Y ü A , I U m B o u k i, IV6 >

■* A la n l ^ s b e , * H k k e p n \* r* * i< * i o í C t f t t d C c*fK ciH A *,T tM « ó o c í o n l tteptf*


iifnm o de Piu**lo¿iá ExpcnnKnul, l«xven«J*4 «fc Otíofd. 19T9

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¿Puede demcttüarcc que U iM eocicnalidad com o concepto e s prim itiva?
Frit2 Heide t y M arianne S ú n m elh an usado adem ás una película anim ada “des*
nuda** par* dem ostrar U in cfu iab ílú b d d e l a Mintenci6<i percibida*,ea u n a espe-
cíe de escenariocon un pequefto triángulo m óvil, un p e q u e to círculo m óvil, un
gran cuadrado m óvil y un rectángulo vacío paree ido a u m caja, cuyos m ovim len­
tos son visios irrefutablem ente com o dos am antes perseguidos p o r un enorm e
matón quien, al verse frustrado, destruye la casa en la que h a estado buscindo-
los.19 Judiih Ann Stewart, m ás recientem ente. h a m ostrado qu e e s posible orga­
nizar la reb e ió n espacio-tem poral d e figuras sim ples de m odo que produzcan
una intención aparente o "aniroícidad" * Nosotros sím plememc v í w í " b inves*
ligación V i a búsqueda de objetivos V i a persistencia en vencer obstáculos**; los
vem os com o dirigidos por la intención. Es interesante observar que, desde el
punió d e vista del trabajo precursor de Propp sobre la estructura d e los cuentos
folklórico* (tem a al qu e volverem os enseguida), (apercepción de laanim icidad
es induc ida variando la dirección y la velocidad de! m ovim iento d e un objeto con
respecto a un obstáculo.
Es d e lam entar que todavía no cocucm ascon un experim ento sobre la inten­
ción aparente análogo a los experim entos qu e hizo Leslie con los bebés sobre la
causalidad aparente. L o tendrem os batíanle pronto. Si diese resultados positivos,
tendríam os qu e llega i a la conclusión do que “ la intención y sus vicisitudes**
constituyen un sistem a prim itivo de categorías en función del cual se organiza
la experiencia, por lo m enos tan prim itivo com o el sistema d e categorías de la
Mixsalidad. D igo upor lo m enos", pues sigue siendo un hech o qu e la evidencia
del anim ism o de los n iftos sugiere que su categoría m ás pnm iti va e s la intención,
si se considera que lo s sucesos causados físicam ente son im pulsados por lo p sí­
quico. co m o en los prim eros experim entos de Piagci que le valieron su prim er re*
conocim iento internacional *

Pero, si bien esos exponm enios nos hablan del prim itivism o de la idea d e in*
tención no nos d k e n nada sobre el d isc u n o que convierte a una narración no fo r­
mulada en palabras en elocuentes y cautivantes reíalos. ¿Qu6 hay en el relato oral

" i f t u ficidc* y M 4 ru » n e S í m n t l "A * E i p c / m c n u J $ * 4 y c í A p p trm i


<m o / P ^ k o k ^ / , 5 7 ,1 9 4 4 .

* )wUh Ann Sic *Fcrc*f**ua oí Añmusy*. dociueá■¿ouuraJ, Umvenid«4 a» fciuit*


v mu ,

B l e * d e u n « ¿ p c r v n c e t t w t x c U p c r c c p i á n n í * u d ¿ e U w v « n u t4 a 4 o u a c r K tá e
M te r u t e m p m b l c U p ro c e d im ie n to que m ¿ u a Lcslac p u « « m p f u f c a r U p r r c e p a t a tfiftfMil d a U
Cá im b á * 4 . £ * * •« < « n m c u í » m» l e u d e ) J a t o e n » * v ttA U :" U«« * e ¿ «dquw>4c «I h ¿ b k > . to s be*
3 7 l a n w u t r e c u p e r o m t¿ e l i « e r é i t u e a A ? tc v w f t i lt b A r e c o t a e i p i o o u a f u r t l de t a
w w « p t m u n a w e ¿«M idi q u e c u a n d * m n v i c n c U i r e c c i ó i *tp K w -lc m p u fe l d e u a iv c c s o
* w y m i U r p ir o ^ » r t n i n n « n u * e « « m T E l rm iuno l e u pued e u sa rw en «t c j* > d e «aM > km h
*** y r u A a n c r u c u w n * J i f y mú t a i / r u d * V ¿ » c A U n U > b e y S u p ín a te KecfeJe.*1uK-a»oaüi
Otd I n Í M i ? t r w v « C * u u l* > M edicad K e ttw cfc C o u n o t .C e i » « « « P r u i n f r u i T U a 4 1 7 G o >
S tre et. l¿*xfre*. W C IH O A H

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o la escritura d e un cuento qu e produce luít/em tnrrtosfdeU kiibson7n En Ja ma*
ñera de contar debe d e haber -desencadenantes*- que suscitan respuestas en la
m ente del lector, que transforman una íá b u b trivial en u ru obra m aestra J e b
n a ta c ió n literaria Evidentemente, e l lengua/e de) discurso es críuco , p ero aun
ante* de ¿I hay una trama* la iru n a y su estructura. C ualquiera que sea el m edio
— las p a b b ra s, el cinc, lao iim ació n abstracta.el teatro— , siem pre se puede d is­
tinguir entre b fifaula o materia! hfcrco del relato, io s sucesos que se c o n ta rin en
b narración, y b "tram a" o sjuz*t> el re b lo co ñ u d o d e acuerdo co n una organi*
zaeión determi nada d e los sucesos. La trama e s la m anera y d orden en qu e d lee*
lor llegaa saber lo q u e sucedió. V cl mismo relato puede cot\usac en una socucn-
c b diferente. Esto sjgnifica,dcsdc luego, que debe haber transform aciones de al­
gún tip a que pcnm tan que una csuuciura básica com ún del cuento sc a o i gan iza­
d a en diferentes secuencias que conservan su significado.
¿Qué podem os decir sobre b csuuciura profunda de b ic u e n to s ,e l m aterial
del re b lo , o fá b u b . qu e se presta a diferentes órdenes de presentación? ¿Podría
tratarse de) tipo d e estructura que examinó en párrafos anteriores y que previa­
m ente atfib u ía Víctor Tumcr* H aydcnW hilc, V b d im irP ro p p y T*vetanTudo-
rov? E s decir ¿una fábula "prim itiva* entrarta la transgresión d e un estado legi­
tim o. transgresión que seguidam ente origina una crisis que es cortada d e rafe o
qu e persiste hasta que e s solucionada? S i existiere una estructura equivalente en
las m entes d e los lectores, to s espectadores del cine y el icauo, ¿e*a f ib u b p o ­
dría estructurarse e n un orden lineal, con escenas retrospectivas iflasH bück) o
incluso iñ media res . com en¿andu prácticamente en cualquier paite (com o logra
hacer R obc-G nllet en d cinc y b novela y como» por ejemplo, hace Miche) Lei-
ris en su autobiografía antinarrativa "experimental**)?22 N o es necesario que
adoptem os una postura con respecto a la cantidad d e íá b u b s de e se Upo qu e ex is­
ten (¿tantas, por ejem plo, com o los arquetipos de Jung?), sino sólo con respec­
to * que uenen algún tipo de existencia en la m ente del d cstiiu tan o qu e le per­
m ite reconocerla* cualquiera que sea b expresión en que se encuentren.
Empero* hay algo m ás qu e lo expuesto. Kenneth B urle afirm a que el " m a ­
terial del re b to " im plica personajes en eeció* con intenciones o metas situado*
en ambientes y utilizando deten» triados medios. El drama se genera, sostiene»
cuando se produce un desequilibrio en b “proporción” de esos constituyentes.
^ E s decir» un personaje (por ejem plo, Nora en CasaóemuAecas). se encuentra en
un am biente inadecuado, o una acción no g aran u ia b co n sccu sió n d e la m eta ha- o
c b la c wd e s ti conduciendo a un personaje.8
N o obstante, ni btran sg resió n J a cnsis o l:i restitución, ni los desequdibrios
entre los cinco elem entos d e 6 u ite , s o n d e a r iones suficientes del “m aterial
del re b lo " Pues son elem entos del re b lo que no %e bu san en la acción y b m ic rac -

* R o ñ a n )& v b w m , “W kaá i* p « c « y r t n Iw ktíbum , S t(tc i* d W rüim f*. N u fth cn RwJy


v o t 3 , U M ay*. V f o u t n , 1901

a M u.bc! U m t , M aO vxaá A fto m C k iU ito o J tM a tk tF x r r c * O *Jet o /V W w * Rj


c h a f j llu » « # d ( u a ^ X S an f r a n c i n ? . N v rth P w * P rw * . 1914

° K en n cü i B v tic , T h e O e ^ m m t o f k f a t t g s . N o c ía Y o A , P rcv « * c H all, 1*45.

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ción sino en el personaje com o tal. Las novelas de C onrad constituyen un buen
ejtm pto. Laiflcscrxiiabilítiaddeíim fw clu so p arael narrador quc'*cucnu" U his-
toria)es central en el dram a d e L ord Jim . En The Secret Sharer. la fascinada o b ­
sesión del joven capitán con Leggatt pone en funcionam iento et relato. Algunos
le c tu ra p ú n tc a n q u : L eg g a u cs un Doppctgánger quecM->tc*Slocn U m ente del
capitán. Tal vez, com o en la receta para ta uagedia que da A nstótcles en E l ai-
le poética, el dram a es la elaboración de un personaje en acción en una irania li*
m itada por un am biente.
Ahora bien, tam poco esto puede ser una explicación com pleta si prestamos
atención al argum ento d e P iopp según el cual, en c) cuento folklórico, el perso­
naje csvna/unctón en una tram a muy lim itada, y el principal ral de un persona­
je es desempeñar un popel en la tram a com o héroe, ayudante, villano, etcétera.
Pues si bien puede d arse q u e en el cuento folklórico pulido por el tiem po, la n u •
teria del relato determ ine al personaje (y , por consiguiente, el personaje no pue­
d e ser central), es igualm ente c ie n o que en la novela “m oderna'’, la tram a d eri­
va del funcionam iento del personaje en u n am biente <ktcrm inado(por ende, ¡re­
sulta que uno de los prim eros teóncos del m odernism o sería A ristóteles cuando
se refiere a la tragedia!).
El punto d e vista de Greim as e s que una característica prim itiva o irreduc­
tible del re b lo (cualesquiera que sean las dem ás características que com prenda)
consiste en qo e sucede conjuntam ente en el plano de la acción y e n la subjetivi­
dad de los protagonistas.* Y tal vez sea éste el m otivo por el cual el engaflo» la
astucia y el m alentendido se encuentran con tanta frecuencia en los m ilos y los
cuentos folklóricos desde " C a p e m c iu Roja** hasta "Perseo y la G orgoru” y, a la
vez, están en e l centro m ism o de tantas novelas y obras dram áticas m odernas.
Desde la perspectiva psicológica, el critcrk) del “p anoram adual" es intere­
sante al sugerir cóm o el lector e s ayudado a ingresar en la vtda y la m ente d e los
protagonistas: sus conciencias son los im anes que producen ta em patia. Adem ás,
la correspondencia entre la visión ‘'interior'* y la realidad “exterior'* constituye
uno de k sc o n ftic to s hum anos clásicos. El nifto queda cau tiv ad o alO trcó m o el
Lobo M alo traía d e engallar a C aperucita Roja y luego e s dkíwnmascarado por
ella, o e t adulto qu e lee "A rabia" d e )oyce, que sufre la hum illación del joven
cuando sus sucAus d e llevarle un regalo a la muchacha vecina se desvanecen en
la atm ósfera chillona d e ta feria a la hora en que empiezan a cerrar los puestos.
En todo caso, la fábula d e l r c b t ú — su tem a su b y x e n te a te m p o ra l- p a re ­
ce ser una unidad qu e incorpora por k> menos tres constituyentes. C onuene un
c o rfh tio en el cual se encuentran sus personajes com o conwx uene 1a de intcn*
ciones frustradas d eb id o alascircu n staacias, a l carácter d e tos p c n o o a jc s o .m ls
probablemente, a la interacción d e am bos. Y requiere una d n m b u ció n desigual
d e la conciencia subyacente entre lo s persona jes con ru p c c to a l conflicto. L oque
le da unidad al relato es el m odo en qu e interactúan el conflicto, los personajes
y la concienc ¿a. para producir una estructura que tenga un com ienzo, un desirro»

* A. G a u m * y i , Courtc*. *T)»e C ognitivE D u n o u io n o l N * n « j v t D ita » ! * * - . N t w L u t-


r t r y H i l te r y , 7 . p m i v c n á> 1976. p á j t . 4 1 3 -4 4 7

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
Ilo y u n ’‘s c n ú d o d c f in a r .* S i hasta definir estructura u n ifícala co n la se ­
cuencia tsla d o calmo, t r a n s x r e i i ó n . e n sis. r e s u w i ó n d t ( a coim a, es difícil <k
saber. P o r cierto, no es ntceuirio hacerlo. pues k) que uno bu¿ca en la cstruciu
rad cl relato e s precisam ente cóm o se integran el conflicto, el personaje y lacón*
ciencia. L o m ejor e s dejar este tema abierto y abordarlo con am plitud de miras.

El lenguaje, cual quiera que seo el uso a que se lo destine, tiene la caracierís*
tica de estar organi¿adoen diferentes ruveles, cada uno de los cuales profxjrciona
constituyentes p a r a d nivel inmediatamente superior. C o m u o tacrv ó Jakobson
e n su análisis clásico del s i r e n a de sonidos del ta g u a je . los rangos distintivos
del sonido lingüístico son determinados por los fonemas qu e ellos constituyen
e n el nivel inm ediatam ente superior, tos fonem as se com binan *egún reglas en
el nivel superior siguiente constituyendo lo s morfemas, etcétera.
A si ta m b a n en los niveles que se encuentran por encim a del sonido, en el
caso de los m odernas, k * IcAcmas* las oraciones, tos actos de habla y el d iscu r­
so. C ada nivel tiene su propio orden, pero ese o rd en es controlado y modifica-
do por el nivel supenor a <1. Puesto que cada nivel cssá regido por el nivel supe­
rior a ¿I, los internos d e com prender cualquiera de ellos aisladam ente Kan frac a*
sado. La estructura del lenguaje está constituida de manera que nos perm ite v
desde los sonidos del habla, pasando por tus niveles intcruied ios, hasta las míen-
ciones de loes actos de habla y el discurso. El trayecto que seguim os para reco­
rrer esa rota varia de acuerdo con nuestro objetivo, y la lu n a c ió n d e cuentos es
un objetivo especial.
Al form ular una expresión determinada, itU cctonam os palabras y las com-
tuna/w s, L a m anera en que las seccio n am o s y combinamos dependerá del uso
que deseam os d * le a un entine iado. Jakobson llama a esto* dos actos prim itivos
que constituyen el lenguaje — la selección y la combinación— eje v tr u c a ly c jc
horizontal del lenguaje. En el eje vertical de la selección predomina e l requisi­
lo de preservar o m odificar el significado mediante la sustitución de palabras o
e i presiones adecuadas entre sí: muchacho, inmaduro, m ozo . etcétera. Pe**
ro la regla d e la sustitución trasciende la sinonim ia y llega lu sta la metáfora. ¿Po*
dem os decir qu e potrillo, cordero* ccrvmo pueden sustituir a m uchacho! D eci­
m os qu e depende del contexto y el objetivo. ¿Y qu¿ sucede con las sustituciones
d e un orden superior? ¿C uál es m ás adecuada para Nueva York: Mla ciudad más
grande de Estados Unidos” o "el pueno en la desem bocadura del Hudson"? Al
igual que en el caso anterior, depende. ¿Y pora reem plazar a deprtxtón. elegimos
m al humor o " g a r r a destrozadas barrenando los lochos de m ares silenciosos**?
En el eje vertical habrá siem pre una cuestión d e elección; o bien conservar la re*
fercncia lo m ás literalm ente posible, o bien crear un cam bio de c im a mediante

* h t t t á K e rm o d e T h e th 4 * r y ú fp K tio » i. N u c v j Y o A .O *
fo rd U a v c m t y fre**, 1967

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la metáfora* o bien (com o instaban Jakobson y el C íiculo d e Praga a ios poetas)
h x e d o "ex tra to ” p a n superar la lectura autom ática.* 8
Es probable que la escritura lógica o científica —o más bien, la escritura re­
gida por los requisitos d e un aj"gumeniocien(»r»c<>~ tienda a elegir las palabras
con el objeto de asegurar una referencia clara y definida y un ¿ceñudo literal. Así
lo requiere la expresión acertada de k * actos de habla de e « e lípo. Litera predo-
m ina sobre morales y lo* otros nivele*. A l relatar una historia, tenem os la restric­
ción en cuanto a la selección d e representar un referente ante los ojos de un pro*
tagonista-espec tador. ooo una pe rspec ti va que se ajuste al panoram a subjetivo en
el que se desarrolla la h isto ria y sin dejar d e prestarte la dícbtda atención a la ac­
e i t e que tiene lugar. D e m odo que. desde el com icnxo.ta selección de las expre*
sienes debe cum plir el requisito especial de esa forma espcc tal de acto d e habla
que e sc ! relato, sobre lo cual ene explayaré enseguida, cuando exam ine una idea
muy im portante propuesta por W olfgang Isa .
El segundoeje, el eje t a r i to n tal de la com binación, e s inherente al poder ge*
nerativo de b sintax ts para com binar palabras y frases. S u ez presión m is elem en­
tal es la predicación o. au n m is prim itivam ente, ta yuxtaposición d e un com en ­
tario sobre un lem a, cuando e l tem a es conocido o dado por supuesto y el com en­
tario es algo nuevo qu e se le agrega. Veo una nueva especie d e pdjaro y le digo
a mi compañero: "V aya p á ja r a Fantástico". El p rim a elem ento e s el tem a, el se ­
gundo, el com entario. L a predicación es una m anera m is evolucionada d e hacer
comentarios sobre tem as qu e nos perm ite asignar una “función verdad" a la ex-
presión com o, por e jem p lo , en oraciones com unes com o las siguientes:

El m uchacho tien e una pelota


El m uchacho tien e un secreto
Et muchacho tien e una ardiente am bición
El m uchacho tien e una abeja en el gorro

E l muchacho es k> dado, el predicado e s nuevo. La oraeión puede ahora ser


traducida a una proposición formal o lógica y puede verificarse si es verdadera
eo el contexto en el cual se h izo el enunciado.

a R o m a Jilm b e o » , t n a FW icí** m T ( e c n p ), $T)4* « « i


C t m b n d f t , Mm í .,M . Í .T. Pi c u , 1960. S o t e d C I r c el o de P n g a v i w Pi u r S t ei eet
$ cka o i &*U<tiJ W rtkA g* } 9 2 9 1946. A m I ü , U m v crM y o í l t t m Pretft, 19S2; v é k i e u n -
M o i m M tJu n w sfc y , 7 * t V m b é iA r t: M # 4 e r f £ « « a js , t/e d . y co ro p p o r i d u i Berbemk
y f r t t f Stoáner, S e » I U v m , Y * V m v n ú y PreM , 1977.

9 6 « h * w u d i o » 4 e * « i * c i o » * s d e p4j«6<*e w e U fcacen e u m A m e d i e e n tre e l e je >p m *


A f i n é b w " y e l e j t "m u tm íC K o * * . Q p n a c r o %t refiere i Im « lo c u c io n e s q u e ic b á s a n en l i H*
U f c f u n íf iie o híp cran u A ie, C tm o , p o r e p n p í > , /t+ rr# c+A¿*e, p+rr> (W m + ié y p*rr+*
& M |w i d e t í e t e r c f ic r e i u n e c c f c m n c u á t t c n b i b l e p o r \A t> u iu p c * K iC n t ú m i d a do»*
u o d c « e e j u u c t t n d* u * jt* o -p r tú tc ^ o ,c a t* o épo< cjcw ipkj.fi€rr+ corr4 Et « é
d ir tu c ió o « m iU r « U d * k » c j < ? v c r tk jJ > b o n a c ^ d d W n * M jt « a w * * * p o r J ifc o fc M . p e ro
U « i c a c á n J e e tfc In g O iA j ib* m u c t o m i i «U l ú t l i t u x ú e t t e á t p a l i b n s E n rte ltd e d , tk * 4 ***
u p t ^ o a i r j e t U ¿ t a m c i f o p o d ú u u U te n e p m d iíc n n c U f 4 » fo— m d e m p o e U te rin o » , «1 m e-
u f ó n e * (v e rtica l) y e l iM o n fa n io o ( h o n w n u lX « m k I a » e n tre 4o* l i p a d i e / i t u . I« m tu f ó r i c s
Í V * * í « t e i le scfcccitin d e p d i b u s ) y t i m e u rU m k e (q u e r f e c u e U « m b w a ó e d e p e le b m )»

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I En ta m edida en que un sujeto y un predicado son "transparentes" pueden
I se r convenidos co n facilidad a una form a pro p o rcio n al venfícablo; en realidad.
| un a teoría com ún del significado, (a teoría v e rific a ion&ta, equipara el signift-
I cyV* al conjunto de proposiciones veriOcablcs qu e genera un enunciado predi*
' cativo. Pero eaisten enunciados o locuciones qu e com binan lo dado y lo nuevo
d e un m odo que resulta "extraAo" o que, en el sentido de Hcnry Jam es, uene in­
tersticio*, o donde hay una distancia difícil d e recorrer entre lo* dos. Un buen
ejem plo para ilustrar esto lo constituyen los versos d e Bliot:

D ebo h a b a sid o u n p v d e ¿erra» destrozadas


B arrenando los le ch o s d e k » m ares s ü e K to s o t”

Si se traducen estos versos literalm ente com o "E stoy deprim ido por el enveje-
ciimento** (teniendo en cuenta el contexto d e todo'T rii/V oct". del cual ve torna»
roo estos versos) no se capta laco m b in ació n b o « ?© n tald clo d jd o y lo nuevo que
hay e n el poema. Em pero, según una interpretación, eso c$ lo q u e pueden q u e ­
re r decir, observando que e n el e je vertical hem os traducido “g arras d o v e l a ­
d as..." p o r “depresión por el envejecimiento'*. Sm lugar a dudas, com o tam bién
subrayó Jakobson, e l significado siem pre im plica una traducción. Pero hay a l­
gún se n tid o e n el cual rtiü t/ad u ccid n íiiera) del nuevo térm ino ni la com binación
resultante d e éste co n e l té n n in o d a d o logra dar una traducción poética. Y si to ­
m am os enunciados predicativos en los que ni el sujelo ni el predicado son lite­
rales, el fracaso es todavía m is evidente, com o crt esíos versos de M atN eice:

B so l e n e l jardfe
se en d u re ce y se enfrío.
N o p odem os a p r e s e e l m inuto
e n su s red es d e oro;
cuAftde ha dicho iodo
90 p o d em o s p e d a p cn ttei.*

N o só lo c su l "confuso" el e je vertical; ¿a se refiere “eJ sol e n e ) jardín*, y “se


endurece* e n este contexto? ¿“apresar”? Y luego,“apresar el minuto**, etcétera.
E llengu 4jc d c la p o e s ía ,o ta Í v e /d e b a decir el lengua je de la evocación,cnv
plea m etáforas para lo conocido y lo nuevo, dejando un poco en ia am bigüedad
los elem en to sa los cuales reemplazan. C uando los término* son co m b in u tas, ta
com binación resultante entre lo conocido y lo nuevo ya no es pasible de ser c o n ­
vertida en proposiciones cxieruuunalcs com unes. £ n realidad, en m om entos d e ­
cisivos, incluso se aleja del “contrato” qu e especifica qu e debe haber u n a clara
distinción entre lo conocido y lo nuevo en las com binaciones predicativos.
De m anera q u e ni vonical ni hornontalm cm c el lenguaje evocativo d e la

* T S Q o , " T ic W*e to n a oT I. A l f red Pf tíf r u ti " . ea C o iVO? A ttJ . Soe*


va Yo«t, IUkou*.Bree* y W«rU, 1963,pá(S J*T.
H i 4XMiSU*¿St>c*, H7)i* S u o i o a ( t e G M a a i ° ,« n C a ] J « c W P o tm t, Ianmíics»
ftbet y Faber. 1949.

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poesía y la narrativa se ajusta a los requisitos de sim ple referencia o d c predica­
ción veri ficablc. Sin d u d j, los rclaioí liierarios se refieren a sucesos cfc un m undo
''real", peco rcpcesem an a e se m undo c o n un í s j x c i o cxuafUimcmc nuevo, to
rescatan J e la obviedad, lo llenan d e intersticios que incitan al k c to i.c n el sen­
tido de Barthcs, a con v en irse en escritor, en cJ com positor d e un texto virtual en
respuesta al texto real. A l final, e s d Icciot quien debe escribir p ara sí m ism o k>
qu e él se propone hacer con el texto real. C óm o leer, por ejem plo, estas lineas de
Yeats:

El a lb o ro to d e (o* g o irio n e s « n lo* alero»,


El briU o d e la lu n a y to d o «I lechoso c id o ,
Y to d a U t e n o t a arm o n ía d e l u ho>as.
H a b ía n b o rra d o U im ag en d el bom bee y su g r a o .*

Lo cual nos Ucva directam ente a las reflexiones d e W olfgang Iscr en The A ct o f
f lfü d in j. sobre qué tip o d e ac lo d e habla es una nanac»ón.u V oy a referir m e só ­
lo a una parte d e su argum ento la qu e e s fundamental para el m ío. C on respec­
to a ta n u r T a c t ó n , dice: “el l e c t o r la recibe componiéndola". El texto m ism o tie­
ne estructuras qu e presentan d o s aspectos: un aspecto verbo {que guía la reacción
y evita que resulte arbitraria, y un aspecto afectivo q u ccsd cscn cad en ad o o “pre-
estructurado por el lenguaje del texto”. Pero la prceaiructura está subdctcrmina-
da: los textos flexionales son inherentemente “tndcicrnúnadoi”.

Lo* ie x to t ficcionale* c o n s titu y e n a u t propio» objeto» y n o co p ian algo q u c y a c x i*


l«. P o r « s u r u ¿ n n o p u e d e n ten ef la d e ic r m in io to plen a d e t u o b je to s rc* k * y,
e n realid ad . es e l e le m e n to d e « d e te rm in a c ió n e l q u e induce e l tex to a "c o m u n i­
carte*’ c o n e l le c to r, e n e l se n tid o d e q u e lo in d u c c a a p a n ic ip tr e n k producción
y e n la co m p ren d id o d e U iniciK Ídn d el traba jo.

Es esta “relativa indeterm inación d e un texto" laq u e “perm ite un espectro de ac­
tualizaciones”. Y asf, “ los textos hterarios inician ‘producciones’ de significa­
d o s en lugar d e form ular realm ente significados en s T .
y e s eso lo qu e se encuentra en la médula de la narración literaria com o a c ­
to d e habla: un enunciado o un texto cuya intención es iniciar y g u iar una bús­
queda d e significados dentro d e un espectro de significado* posibles. L a narra­
ción d e cuentos, adem ás, es un acto de habla cuyas condiciones d e expresividad
son únicas. E l acto d e habla se inicia dando algún tipo d e indicación a un oycn-
le o lector: prim ero, qu e se va a relatar una historia; segundo, qu e c a r é a lo ftc-
cional, y. tercero (optativo), qu e pertenece a un género: un cuerno triste, u ta Ü-

" W iU ia m B ta lc r Y e a u . *T >» S o m m o í L o»»". w> R ich a rd f . F m c r m ( í c m p ) 7 H t p c * m i


o f H ' I . C M fr, N u e v a Y cric. M a e M iU w . 1 9 0 . V é u c u n b i t i R. J a io fe w r y S. K udy. " Y e m ;
S<¡nuw o í Larrt T í r a i j í i ihe Y « a n * . « R . M t a n í W r u iñ fj, D I. L a H a n , M ouuxi,
l « t .p á * «0 0 .

M W o V ^an c U t r . T I * A r t o f R f e ¿ A g . H o p l w U n tv e rtily P n t t , 1971 L ai


c iia i c o r m p u Q d s i i U j p í j m u 2 1 y 6 1 .

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I bula m oralista, un relato qu e ilustra un castigo m erecido, un escándalo d e te m i-
, nado, un acontecim iento d e la vida d e uno. A dem ás, hay una condición de esti-
| lo: qu e la form a del discurro en la que se constituye el relato deje abierta la “pro-
' ducción de significados”, en el sentido de I s c r Es esta últim a condición la que
I n o s lleva directam ente a las propiedades discursivas de (os re ta o s , a tas cualcs
I m e referiré a continuación.

E l discurso, si t e r tiene n i/ó n en lo que afu m a sobre los actos d e habla de


la n v ra b v a , debe depender d e las form as d e discurso que reavivan la im agina­
ción del lector, que lo com prom eten en b “producción del significado b ajo la
guia del texto”. Debe perm itirle d lector "cscn b ir” su propio texto virtual. Y hay
tres características d d discurso que me parecen esenciales e n este proceso de
com prom iso.
La prim era es el desencadenam iento de l* presuposición , la c reación d e sig*
ntiteados im plícitos en lugar de significados explícitos. Pues con estos últim os,
lo» grados d e libertad interpretativa del lector quedan anulados. Los ejem plos
abundan, pero The Periodic Tabíe de Prim o Le vi o í re te un <uoo especialm ente
interesante. Su presentación sutil de las propiedades d e un elem ento d eterm in a­
do en cada "cuento9*— argón, hidrógeno, cinc, etcétera— proporcionan un mar*
copresuposictonalen función del cual pueden %,intcrpreLm eMlos relatos. Ense-
g unlam e referiré a la m anera en que el m arco presupone tonal desencadena la in*
terpr elación.
La segunda e s lo qu e Maznaré tuhjeúfuáción: la descripción de la realidad
realizada no a través d e un ojo om nisciente qu e ve una realidad atcm poral, sino
a través del n itro d e la conciencia d e los protagonistas d e la historia. Jo y ce, en
los cuentos d e D tM tneses. rara vee insinúa cóm o es el m undo realm ente. Sólo
vem os las realidades d e los personajes m ism os, y nos quedamos com o lo s pn«
sioneros d e la caverna d e Platón, viendo sólo las somtwas de los sucesos q u e n u n ­
ca podrem os conocer directam ente.
L a tercera e s urui perspectiva múiuple: se ve al m undo no univoca sin o si­
m ultáneam ente a través d e un juego de prism as cada uno d e ios cuales cap ta u ru
p an e de é l. El poem a d e Auden sobre la muc ttc de Ycats e s un ejem plo excclcn-
le: la m u en e del poeta e s vista en los instrumentos d e los aeropuertos en invier­
n a en la rueda de la B o l» , en el cuarto de un enfenno, en las "entrañas d e lo vi-
v oV * Roland Barthes afirm a en SfZ que sin la existencia de códigos m últiples
d e significación un relato es só lo “leíble", no “cscríbiblc”
Sin du d a ex iste n o tio s m edios con ios cualcs el discurso m antiene e l signi­
ficado abierto o “producible* por el lector, entre ellos, la metáfora. Pero los tres
m encionados bastan com o ejem plo .J umos logran subjununzar lareaUdatt, que
e s mi m anera d e traducir lo q u e Iscr quiere decir cuando habla de acto d e luibla
narrativo. Tom o mi significado d e “subjum<vo"<Jc la segunda acepción dada en

* W ) | A u d c n . ~ b r M i u i y <Á W . B . Y w u (ib . «*ere> ó t Í 9 1 9 J“ .

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el O jfordE agftsh Dicuonary. '‘Designa un m udo (h t.m o d u x subjuncnvxu) cu ­
yas formas se em pican para denotar una acción o estado concebidos {y no rea­
lizados) y, por consiguiente, se u ü liz a p a rj expresar un deseo, una orden, una
exhortación, o un suceso contingente. hipotéiicoo futura". Por ende, estar e n el
m odo subjuntivo e sesta r intercam biando posibilidades hum anas y no certidum ­
bres establecidas. U n acto d e habla narrativo "logrado” o “aceptado” produce,
p o r lo tanto, un m undo subjuntivo. C uando uso el térm in o sttbjum ivttar, lo ha*
go en este sentido. ¿Q ué podem os decir de alguna m anera técnica sobre los m e­
dios con los cuales el discurso representa una “realidad subjuntiva'*? Porque,
con toda seguridad, ¿su e s la clave ifcl discurso en las grandes ubras d e ficción.
Abordaré «hora alguna* d e las m odalidades m is sistem áticas en las cuales se
logra lo expuesto.
Com encem os co n el caso conocido de tos actos d e habla y la ampliación de
la idea que hace Paul G rite .e s d c c ir, lo q u e él d en o m in a d Principio de C olabo­
ración qu e rige la conversación ordinaria. Prupooc este autor m áxim as d e can ­
tidad (decir sólo k> necesario), de calidad (decir sólo la verdad, y decirla coa c la ­
ridad) y de concisión (decir sólo lo relacionado con el tem a d e conversación).0
Por muy necesarias que u u n estas m áximas para regular la colaboración e n el
diálogo, d e hecho w o guías p ara la trivialidad: set breve, claro, sincero y co n ­
ciso es ser m onótono y literal. Em pero, la existencia de esos m áxim as (por muy
implícitas que n o s resulten), sostiene Grice, nos perm ite transgrcdirlascon la fi­
nalidad de querer decir m ás d e lo que decim os o pora significar una cosa distin­
ta de la que decim os (una ironía, p o r ejem plo) o pora querer dccir m enos d e lo
que docirnos. Expresarse d e esta manera, m ediante el em pleo de esas transgre­
siones intencionaleso'‘clc«tcniosim plicitos de bco n v crsaei0 n ~ .es crear inters­
ticios y suscitar presuposiciones para llenarlos. C om o en el diálogo siguiente:

—¿Dónde está Juan?


— Bueno, vi un VW am arillo estacionado frente a la casa d e Susana.

El Iccior-oycnic, si quiere quedarse en la escena n arrjiiv a.d eb e com pletar­


la, y en esas circunstancias entra en com plicidad con los personajes en ese inter­
cambio. ¿P o rq u é el que contesta n o dice directam ente (con claridad) que Juan
está en casa de Susana? ¿Se trata d e una visita clandestina? ¿Juan está “hacien­
do su ronda**? En los "recetarios** e n los que se enseria a escribir cuentos se in­
siste en el em pico d e enunciados implicad vos pura aum entar la “tensión narra-
uva", loscuales pueden perder con facilidad su efeciocuandose los uti lizaenex-
ceso. N ocfcstante.proporcionan los m edios para el upo d e con versación indirec­
ta que obliga al lector a “producir el significado'’.
La presuposición es un antiguo y com plejo tema d e la lógica y ta lingüísti­
ca, y m erece un exam cndctcoido por parle del estudioso de la narrativa. Una prc*

* II. P. G nu, " L o p e t a d C o n r o u u c * " , e n P. C o te y i L ( c e tn ^ X t y w o i « W


S m m ii c » ) : S p t n k A c u , N * rv » Y e r t . A o d a r e ic Pr«*>. >975; t í t m . "P»e*«pp<m t¿c« _ d
C oav«tM U oo»l tm p lic if tm " , <n f . C a le (eo m p .). f b J ú a l P r o f * u c ¡ . N u cv » Yoifc. A c i d a n *
Pm», 1*1

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suposición definida desde el p uaio de vista form al, e s u t a p ro p o rció n implici-
u cu y a fuerza se m antiene invariable» ya sea que la proposición explícita en la
q u e está incluida sea verdadera o falsa. Su carácter y fuftcioaamicmo han sido
descritos bnliantenicrtie p o r Stcphen Levínsun. por L Kartfuncn y k n 'h a rd Pe-
x c tx * y p o r G crald G a z d a r” y sus análisis d e los desencadenantes» filtros, tapo*
ík s y huecos p r e s a n * icionaics son rico s en sugerencias para el análisis d e tex ­
tos literarios. S t re Reren a la* denom inadas "expresiones d e la herencia" y a l m o­
do en que un a presuposición se incorpora en el d isc u n o a fio de proyectarse en
los enuncíados siguientes. Los deseneadciuníes rcali^can esa proyección. C uatro
ejem plos simpfes servirán para ilustrar este m odo d e funcionamiento:

Déstt*xtd¿ñúntt P ftupttichón
Dtjcnpcionts <kfuuJ*r,
J iu n v io A io v io b q u im era. E x itU u n a quim era.

V e rb o s fa c tiv a r .
Ju a n s e d io c u e n ta /n o se d io c u c n u J iu n c * u b * arrum ada.
d e q u e eaiaba a m ik u d u .

V e r b a s im p lk a itv a r :
Juan m las in^ernó/no * les inge- J u m u»tó de abrir U puerta
Rió para abrir la puevu.

Y a n o m cofkSifuea m is la s fus* S o b a cu«toc£uirsc íu>u*


Utt d a cale*** d e calesas-

Hay m uchos otros desencadenantes. C rc o q u c está claro {aunque los d eta­


lle* no fáciles) q u e el dcscncadcriamícfiio d e presuposiciones, com o las
transgresiones intencionales d e b s m áxim os d e la conversación, constituye un
m edio fecundo de "significa* m ás d e lo que se está diciendo", o d e penetrar más
allá de la superficie del texto, o de llenar el texto de signifícalo con e l fin d e crear
una obra narrativa.
El em pleo de presuposK iones se ve facilitado enormemente por un "co n tra­
to- informal q u e rige las intercam bios lingüísticos. C om o han observado Dan
Spc/bcr y Deirdre W ilson. norm alm ente suponem os que lo q u t alguien d ice de-
b t tener sentido, y cuando no nos rcMilte ciato esc sentido, buscaremos o inven-
tarem os una interpretar ión d e la locución par a dai le sentido * A conunuac k5o se

* L K U fU uncny R S ^ t i /o r t^ k U ^ w c n ío r f * w w p p j§ iiu * r \c r tf f i> tt« A * f f «fáA r T k i f J Á A -


*««iJ M é titñ g <4 (A* H tr tg le y L tA tm s tk s D cifccky, wi « u « k m e a n ilitr t d e
e * e i/a b tje c a S u^heA C á n h f tJ p f . C ^ ittb o JK t V n c t t n n j P tc is . 19S>. c *
« c u Lbco k * y f tic m á i u a excefcjfte p v u x t a u d e lo» M m s ie lK M i« d o « a m e l d * M c « d n » tfn i£ *
lo 4t Ui prcwpmmtfm
MCo«M Césdir, /wyJurjfiáfrf. Nvo« YoA,
Ac44mw PftM. I9T9.
* D a» S p e itx v y D eirdre W J k j t i . "M uui«l K r> o*led|C « »d K * k v * i* c in TTveofWi « I

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
transcribe un ejem plo, to m ad o d eS p crb cr y W ilson. La escena transcurre en una
calle de Londres:

— ¿Quiere com prar una n ía para la N<mtf U fc b cxu In su tu tivtf


— No. gracias, p aso los v e ra n il en M ánchele*.
— ¡Ah!, sí, desde luego.

Evidentem ente, no podem os presionar a un lector (u oyente) para que haga


infinitas interpretaciones de las oscuras observaciones nuestra*. Pero podem os
avan/ar un trecho sorprendentem ente largo» siem pre que comencemos con algo
parecido a lo que Jo sep h Q im p b eil llam ó una “com unidad instruida m itológica­
mente**." Y, en real idad, ta m a yoria de los m ecanism os y tropo* que usam os al
c o n u r o escribir relatos no son en general tan exigentes com o et del ejem plo de
Spcrber y Wilsun.
C o n resp ecio a la descripción in¡cial<fcb$ m odalidades paradigm ática y na­
rrativa de peusum ento, direm os qu e las d o s sin duda sacan ventaja de la presu-
posición, aunque sea sólo en aras de la brevedad. Si se descubriera al científico
o el filósofo analítico o el lógtcodcsencddcnando presuposiciones de m anera en ­
cubierta, se lo co n v en irla en el centro d e las brom as por com plicar las cosas en
lugar de dejarlas hablar p o r si m ism as. Sus presuposiciones deben ser inoculta•
bles, así de fá c il E l escritor d e ficción que no usa esa m anera de desencadenar
presuposiciones, sencillam ente fracasará. Su relato carecerá de relieve.
¿Qué se puede decir de la subjetíltcacíón* la representación del m undo del
relato* través d e la conciencia d e sus protagonizas? Frcud observa e n "El poc»
la y el ensueño” q u e e l acto d e com posición es, después de todo, un acto d e d e s •
com posiciónib separación que hace el anist3 d e su propio elenco interno de per­
sonajes para incorporarlos a los personajes del re liio o la obra dramática. La tra­
ma posa a ser una actualización hipotética de la propia “psicodm ím ica" interna
del lector. Frcud, e l psicólogo, pensó, desde luego, qu e se lograba m com ciente-
mente, y Mitos*, e l poeta, coincide con ¿L

E a la e s e n c ia m is m a d e U pocaía hay «Jgo in tk ie n ic .


S e n o s p u n e d elan te a lg o q u e n o u b í u M » q u e ten íam o s e n n o eo v a s.
A s í q u e p*rp*¿c*m of, oom o ú u n tig re hubiese 1 paree mío d e i n u l i o
y « s u m a s * puvada e n m « b o d e la Itu , ag itando e l r a b o *

Frcud pensaba que “hacer externo el dram a intento** ayuda al lecto ra «Jen-

CcmftfthcAUárT.ea N V. Smafe (a m p ). K nvw f utf * , l av l K i , A cv k m k Pwi», 19S2 t i


m i o n r * d e S f e r t w y W i U o n , d e sd e t v e g o . d e p u n m o m w e w m e U c u e t u ó n f t l f l t v a i J g n d o y ti »
p o d e ú Q f tú am M A i é m u i M B e a e u f W p a n u e g u i a r t a e u t f c a c i a d e u n a c u m u a d a d u a i r u a i a M v -

9 Jo ie p h C a n p b e lJ . T A / ¿/< ro * e f * « r , N ueva Y « r t . F f c n i ta » B o c t i , IÍM 9

• C m t a w M U o u . * A « p o e u c a r e n M i k a i . B W ü « W m í t . h v e v a Y o r t. E co» P m » ,
I W . p é f. *X

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
tificarce no sólo con los personajes sino también con los conflictos hum anos en
lo s cuales se eocuenuan. P cro este upo de razonamiento 110 n o s sirv e d e m ucho
para com prender el discurso. ¿Hay algo m i s preciso que pueda d e e tn c sobre el
lenguaje que se utiliza en los relatos para evocar panoramas subjetivos y pers-
pectiv** m últiples? Porque ésta e s la cuestión que plan leo: ¿cóm o hace el len g u a­
je para representar una realidad subjunuva?
Una idea d e Todurgv viene bien como pum o de p artid a5* Su planteo es
aproxim adam ente el siguiente (djgo "aproximadamente" porque voy a agregar
elem entas que no forman parte d e su aoálisis). Supóngale que presentam os p ri­
m ero una "m anera d e decir" que sea tan simple. eApowtiva y no subjuntiva co ­
m o resulte posible: x comete un delito. En efecto, esta expresión describe un
“ producto" o suceso. Afirma algo. Todorov mugiere que hay s e n transforma*
ciónos sim ples que transform an la acción del verbo que pasa de ser un hocico
consum ado a ser un hecho pstcoíógfcarnence en desarrollo y, p o r consiguiente,
contingente OMibjimtivo en el sem ido que le hemos dadonosouo^. Sus tran s­
form aciones sim ples son las siguientes:
Modo. La m odalidad, que e s, literalmente* un au u liar modal del verbo. sub-
jetil'tc* la acción: debe, podría, puede, etcétera. Los auxiliares m odales ordina*
n am cn ic se clarifican en cpistém icos y ¿cóm icos; los primeros tienen qu e ver
con lo que puede o tiene que ser. los seg undoscon obligaciones de valor: x tie>
r e que cornete* un deUiú y x debe cometer un delito. Y á cnlio de cada clase hay
otra subdivisión entre lo necesario y lo contingente, por ejem plo* nene <fue e o •
meter un delito y x podría cometer un delito, am bos son desencadenantes 'en
pcrspccuva*1. L ¿ transform aciones m odales uenen el efeuo» a d e m a n d o dejar
im plícito un contexto para uti acto: x tiene que o debe, por algún m otivo im p lí­
c ito y no expreso, hacer lo que el verbo requiere.
in unción. A quí, el acto e s ti directam ente incluido en su intención: x píen*
sa cometer un delito (o espera, tiene ta iMentúfn de, etcétera).
Resultado. E s una tia n sío n u a c tín —co m o cu i lo^ra cometer un d e iiio —
cu y o efecto e s presuponer la intención y a la vc¿ plantear y dejar abierta la p re ­
gunta de cóm o sucedió todo.
M anera. C om o en x e u d a nstow por cometer un delito , subjetifica el acto
y crea una actitud que modifica la intención de la acción.
Aspecto. S e refiere a u ru form a d e señalar la temporalulad noteL icionada
co n un indicador abstracto corno el dcliiem po verbal sm ocon el deven tr co n cre­
to e n eJ cuaJ oconrc U acción: por CjCtupto%x e s tá comenzando a cometer un d e ­
lito (está en m edio d e , etcétera), b n Time arulNurruttve. de Paul Kicocur. figu­
ra un interesante análisis de lu manera en qu e el vacío abstracto d d tiem po, de*
finido p e r el tiem po verbal, debe incorporal se a u tu actividad eoncreta y p ro ­
gresiva p ara constituiré! uem po narrativo.40 Las transformaciones aspectuales
son probablemente el m odo m ás directo d e prujurcionar o evocar esa calidad
de lo concreto.

* T m u n T w io m v , l k t P ó tttC f c j f r t u . llhM A, C o r t d l U n * w < ^ ) 1977.

m P. K h o t u t . 7 « n f « a * A tiw M w , C kK * y> . U m w U y o í O i k h « P i t o . I9 S J.

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
Estado. C om o <n x h o va a cometer un delito, e s una transform ación que
abre b posibilidad d e la existencia d e un deseo, una serie d e circunstancias, una
posibilidad. una acusación, qu e podría haber causado un delito. La negación es
un poderoso desencadenante d e presuposic iones sobre lo posible. " Y o no come*
to ¿elUos** abre un m undo d e perspectivas difcrcm cs.
Todorov propone adem ás seis irom form ac tonos complejas cuyo efecto es
alterar una oración agregando una frase verbal qu e m odifica la frase verbal ori­
ginal o p rin cip al* Todas sus fiases verbales com plejas tienen la función de
sumar "factivklacT al onginal» e s decir, un encado d e actividad mental que
acompaña a la frase verbal principal. Sitúan a la actividad en e! panoram a d e la
conciencia. Son las siguientes:
Apariencia: x finge qu e ha com etido un delito
Conocimiento: * se entera de que y ha co m etid o ...
Suposición: x peevó qu e com etesá...
Descripción: x in firm a que h a co m etid o ...
Subjeuficacióo x piensa que ha co m etid o ...
Actitud: x goza co m etiendo...
Para Je c u to co n las palabras de Todorov, la iran sfo n n x ió n , sim ple o eom-
plcjft/'pcrm ite que el discurso adquiera un significado sin q o eó ste sea exclusi*
vamerwe información*. Supongo que "exclusivam ente inform ación" significa
para ¿I una forma d e exposición qu e reduce al mínimo la presuposición, que le
impide al lector ii m ucho m ás allá de b información dada. El em pico d e esas
transformaciones, p o r o tra parle, debe engrosar la red conectiva que m antiene a
U narración unida en su descripción de la acción y b conciencia.
¿Puede el sistem a d e transform aciones de Todorov servir para distinguir una
buena narración d e . por ejem plo, una b u ciu exposición? NuesUO grupo d e estu-
dio trató de hacerlo .com parando uno de los cuentos de Dublincses. d e Joyce >con
un trabajo de m agnífica pro:* expositiva de b antropóloga M artha W eigcl. El
cuen loque elegim os fue “Polvo y c e rn ía ”, un cuento sobre el cual habíam os ira-
bajado internóme n te. E s un re b lo en el que se en tretéjelo ritual: M aría distribu­
yendo las broas a las otras m uchachas en la b vendería, su viaje en tranvía des*
de Ballsbridge hasta Pillar y luego a Dmmcondra» la fiesta d e b V íspera d e To­
dos los Sancos y su juego ritual del gallito ciego. Esto inspiró la elección» a fin
de hacer una com paración, d e un tcx toexposiüvoal que se pudiese aplicar el mis­
m o análisis y qu e tratase d e una acción ritual. M anha W eigel es antropóloga y
una esc m ora m uy refinada. Su tem a e s la región sudoccidental y su especialidad,
los Penitentes, su b te quienes ha escrito un libro fam oso, Brothers c f Ltghi ,
Brothers o f B locd. E n e se libro hay un capítulo sobre los ntuales. Ese fue el ca­
pítulo que elegim os.41
Gwyneth y y o nos pusim os a com parar el cuento "P olvo y ceniza" de Joy-

m Todovov, TAr Potitu c jtra u , pá¿ Í3J.


4 M « n h t W tifc J .& 'M A tf'i TKt / m i o f f<W Al
tu ^ u e tq u e . U v x w rM y « I N e w M o i c e P i c u , 19 76 .

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ce (cuya extensión os de cíenlo trece oraciones) y el capítulo d e W eigcl solve kis
rímalos d e los Penitentes, por k> m enos sus prim e ras c i c i i i o irccc oraciones. Los
resultados del ensayo, si bien pueden du ser representativo* de ningún otro len­
to a excepción de estos dos. fueron u n llamativos que puede perdonársem e que
los incluya en este libro. Vóasc, puf ejem plo J a cantidad tic uansíonnauw nc ato-
dorovianas i|ue aparecen cada cien oraciones d e texto en el cuento de Joyvc y en
la exposición d e W cigtl:

Transformación 'Polvo j c<fúwm *Rituales*


lodtxovianú d* J u jtt d t W'W|W
Simple 117«5 34.6
Compleja $4,9 1^.0
Total 2U2*4 50.6

O bien, en el m ás sintético de los resúmenes, el cuento contiene en prom e­


dio dos transform aciones por oración: el informe anuujiológico, sólo una cada
dos oraciones.
D esde luego» se trata d e la sunia d e palabras más burdam ente simple» jxx
muy inspirada que eflé en una hipótesis sobre el m udo de lograr la subjuntivi/a*
c ió n .N o d ic e nada sobre los contextos en lus que se utilizan esas uunsfunnac io­
nes m sobre los usos a los que se aplican. ¿ P o rq u é una de cada tres oraciones de
Joycc contiene u an sío n tiat ioncsdc manera, m ienuas que en el icxto d e W eigcl
sólo hay una de cada d ic ^ o ia : iones7 O bien ¿p o rq u é la cuarta p a n e de las co n s­
trucciones d e Joyce tienen un indicado/ temporal de aspecto, m ientras q u e en
W cigel la proporción e s de una cada cincuenta? Queda para el futuro la rea lu a-
eión de un análisis m ás sutil.
Por o u a parte, deseo decir algo sobre la “respuesta tfcl lector* al cuento J e
Joycc. E n nuestra investigación, k s pulim os a los lectores que nos contaran la
historia con sus propias palabras, que creasen, para decirlo así, un texto virtual.
T am poco en este caso puedo alegar la reprcscm auvúU i de nuestros resuludo*.
pcroanalcw inos la versión oral d e uno de ellos, un joven de alrededor de ISaAos,
m uy aficionado a leer obras de ficción, que leía el cuento por prim era v e/. Nos
lo contó un d ía después. Su versión d e “Polvo y ceniza*1 ten ü una extensión de
sólo veinticuatro oraciones (naturalmente m ás breve que el cuerno), frente a las
ciento trece d e Joyce. En la comparación entre el texto de Joycc y la versión del
lector, tos núm eros se re fia e n también a l a frecuencia de las transíoim aeiones
cada cien oraciones:

Trwf*#v%*:ián mPoÍ*e) ccntza" 7tilo vtríual


todotovuifia déJoyc* ée Héctor
Simfr>k IO S 235.3
C o m p le ja £ 1 .9 9 1 .1
Total 2(12.4 326.4

¿El lector recógela lengua subjuntivi/adadel cuento? R íen,en el ic lato oral


del lector aparece el dobte de transform aciones sim ples que en el cuento d e Joy *

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cc y ta m ism a cantidad, por lo m o n is, de tran*fornlac iones complejas. Nuestro
lector e s ii sim plem ente rep ro d u cien d o d cucnio y también su discurso. En rea*
I d a ) . lo s d o s textos, el real y el virtual, concucrdan aun más en lo q u e sc refie­
re al orden d e frecuencia de las ira ru ío fm x iones empicadas. Prim ero vacamos las
transform aciones sim ples:

T ransíofm oción "P o tro y c< rú u f T tx io virtual


lodúrovuiru* Je Jo yct O /dsn ¿e\ tonar O rden
M in e ra 33,6 1 83,0 1
A »pccto 24,7 2 MjO 35
buido 23.8 3 50.0 2
M odo 18.6 4 38,0 3.5
R esultado 10.6 5 25,0 S
Intención 6,2 6 O 6

Y la equivalencia en b transform ación com pleja fue igualmente esti

T rw fc rm a c ¡ó * "P olvo y íM M - T tiio viriuat


todór& éáná d tJ o y c t O rdtn d el U iter Q rdtn
D(KTipC^A 41.6 1 46,0 \
Sat>jct¡5cacióft IV 2 13,a 2
A ctitud 1U 3 8,0 4.5
C onocim iento 9*7 4 11.3 3
A ptvicnci» 2.6 5 8.0 4.5
Suposición IJ 6 4 ,0 6

Lo que resulta vivam ente in te raa m e es que n u o tr o joven lector nos propor­
cionó un texto virtual que. a mi juicio. Joycc no habría imaginado. (Figura c* el
Apéndice, ju n to al texto d e Joycc.) N o deseam os dar m ucha importancia a esta
coincidencia especial entre el discurso de un lector y el texto de un cuento. Pe­
ro los “resultados” d é o ste prim er experim ento se tala n realm ente algunas lupó-
tesis. L a prim era e s que c P rn o d o ” — t í m o d a s s u b jm a im - del cuerno se m an­
tiene en la lectura, así com o tam bién la esencia del cuento m iemo. tanto e n e l sen ­
tido de la fábula com o en el de la s j t u e t . Hay transform aciones, naturalm ente, y
(com o puede verse al com parar el relato del lector co n el de Joycc en el Apéruli»
ce) aparecen principalm ente com o supresiones. Sin duda, estas supresiones sir-
ven para "agudi zar, n iv e ltf y asim ilar" elem entos del cuento (para usar los térm i­
nos de Sir Frcderic BarleU en su obra clásica Remtmbermg)?* E n el relato oral,
la Dublin de fines d e siglo se parece un poco m is a la Nueva York actual: el epi­
sodio del hom bre del tranvía co n aspecto J e m ilitar está m ás destacado en el tex­
to ^virtual qu e e n el real; los sucesos de la lavandería aparecen un tantudesluc idos.
Empero, tal vez la transform ación cualitativa m ás interesante d e la versión
oral e s el m anejo d e b subjuntividad que hace el lector. Prim ero cuenta ta his*
loria d e una m anera que sugiere una actitud om nisciente sobre todo lo que suce-

" S u F ra Jc rk fc S#*V< * L * f» r tm tn u ! á * d S * c iú i P rj/C ketety, C j « i -


br^lga, CmbvWfe Unvtniy fof», 1931

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de. E sto es luego m odificado por la intercalación en el relato d e la expresión *di •
cc- y “<jccía*\ con la que se refiere al autor. Seguidamente d k n g u aje subjunu-
v u a n ic se apodera del texto virtual. El lector dice entonces de Moría que "ella
v a a V 'e l b d e s c a V c I ta recuerda cuando**, "el la piensa qué m ás d c s e a V 'e lia se
ve obligada a*\ "ella se acostumbra a". O b * n "ellos empiezan a ser felices", o
"M aría le dijo a Joe que debía reconciliarse con su herm ano Alfy“ o "M aría di*
cc qu e lo siento**. O» pora dar un ejem plo notable d e la preservación del m odo:
**y Jo e d ic c , tú sabes, puesto que es uno linda noche no me enojaré por eso. |*c-
ro lú sabes, <1 no; a él no lo hace realmente feliz que ella haya sacado el tema*’.
El panoram a subjetivo e$ m uy colorido en el texto vm ual. aunque se ¿merca*
lan ‘‘aManos* sin transform ar (“ella va allí y les da a los niftos s u s m a s iu O . !*•
ro s ó lo k> suficiente para m antener una línea de acción sim ultánea con la linca
subjetiva.
A dem ás, form ulam os a nutsiro lecinr m u clu s preguntas después d e que h u ­
b o relatado el cuento para poder profundizar un poco m ás en su actividad íiucr*
p rcu iiv a. Porque el análisis del texto virtual (la versión oral) es sólo una mane*
ra d e descubrir qué significa pura un lector un cuento com o "Polvo y c e n í/a".
C uando se le preguntó qué k había im presionólo e q v cial m ente en el cuento, e li­
g ió d tem a de iabmja* Msu nariz casi k to cab aelm cn tó n ".S ep rc$ u i* asi &u as-
pecio de bruja no se opone a la cualidad casi sania que se k atrib u y e Luego di*
ce ¿ella piensa que es u n ía m ientras que los otros la compadecen realm ente?
Su búsqueda de u iu fábula ¿tem poral lia com entado: T e n í a la Kn&acián de
que había algún tipo d e m aldad que provenía Je ella... aunque era u n buena con
todos. tenía alguna m aldad oculta creciendo dentro de ella, o algo a s f \ Y luego,
“com o artificialm ente buena, casi, c u n o si no tu v k m enem igos reales, e lla te­
nía ¿vio? ella era buena con todos, y quería que todos ¿vio? fuesen buenos con
ella y la respetasen, que e s lo que consiguió. Pero estaba eso ,eso , no e s posible
qu e un ser hum ano sea así, ¿vio?cxccpu>, ¿vio? que sólo viésem os u ru p a n e de
ella; no sabem os có m o es laoira p an e d e ella". Y más adelante, agrega: "C asi me
sentí fcli/. de que él (el viejo del óm nibus), d e que le hubiese robado su pasiol»
porque e s com o si nunca... ella era u n ingenua que nunca había tenido un a ex-
ponencia com o ésa, y m e sen tí feliz de que por lo menos hubiese tenido alguna
ex p tfien cian eg aü va. p i r q u c r K > todo es siem pre justo ¿vio? muy bien y ukIo. S u­
ceden cosas m alas realm ente, cuando uno c o n lú tan to e n todo el mundo'*.
A partir d e c*ui interpretación» el lector p lan k a una sen e de preguntas so­
bre el sim bolism o com o, por ejem plo, ¿por qué cataban Mcck h ran d o la Víspera
d e T odos los Santos de e sa manera riiual.com o si fuese Navidad**? ¿K< un c u e n ­
to sobre la pérdida de la inocencia? Por últim o, decide que si.
Iser observa e n The á c í e f R tadin^ que los lectores ucnen una esir atedia y
un repertorio que aplican al texto. La principul estrategia do c a e lector parecía
consistir en tratar de conciliar c P m a ic n a r 1del cuenco con su repertorio d e c o n ­
flictos hum anos, su colección de posible* fábulas. El lector dice al pniK ^ i o c n
m uchas palabras que " n o e s li seguro d e lo que el cuento está tratando d e decir*
nos" pero adm ite que lo ha atrapado. Su interpretación de “Polvo y ceniza" se»
gún la cual e s un cuento sobre ~el costo de la inocencia protegida por el amoen*
g an o so s, por decir lo asi» su im pronta personal im p u etti al cuento; pero no e s to*

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ta im ó te idiosincrática. Para em pavar, no se trata d e una interpretación aiípica
desde el punto de vista cultural (lo sabem os por otros lectores), en especial en un
adolescente alfabeto de Nuevo York d e alrededor d e 18 ortos. Tam poco e s una
interpretación que e s lí fo r/an d o el tc*to: si hubiésem os pedido a o u o s Icciorcs
que "calificaran* la adecuación cultural d e la interpretación de nuestro joven
(quees lo que estam os haciendo en n u eu ra investigación actual), la habrían ca­
lificado bien. Y en lo que respecta a captar la intención del autor, ¿qué se pu e­
de d x ir ? Si fuera posible convocar la som brado J o > « ; ¿sin duda t/antform arta
la pregunta en un ju eg o d e palabras para F in/usan $ *xtkc\
Evidentemente» nunca podrá determinarse a ciencia cierta si la interpre­
tación del lector coincide con el cuentorcal, y en qu¿ medida lo hace, si hace ju sti­
c ia * la intención qu e tuvo el autor al contar la historia o si se ajuvu al reperto­
rio de la cultura. Pero, en todo caso, el acto de crear una narración de una clase
determinada y con una form a detenninada no tiene por objeto suscitar una reac­
ción estándar sino recuperar lo m ás adecuado y em ocionalm cnic vivo d d reper-
torio del lector. De m odo que ta “gran* narración consiste, íncvfwblememc, en
abordar conflictos hum anos que resulten “accesibles” a los lectores. Pero, a la
vez, los conflictos deben presentarse con la suficiente subjuntividad para que
puedan s c tr e ts c r a o s p o ic i lector, a Tin de perm itir el juego d e su im aginación.
No cabe esperar que los procesos implícito* en esa rcescriiura puedan "eaplictf*
se** de otro m odo qu e no sea el interpretativo, sin duda con la m ism a precisión
con que, por ejem plo, un antropólogo“explica” lo q u e significa la riña de gallos
halinesa para tos ap o su d o res (j**a lom ar un ejem plo del conoc ido u a b jjn de
Cliffonl sobre ese tema).44 Todo lo que se puedz hacer e s interpretar la interpre­
tación del lector d e una m anera tan detallada y com pleta com o sea psicológi­
camente posible.
Por último, lo q u e preguntam os e s cóm o sucede que el lector se apropia de
un texto extraAo. Sobre este punto, hay un in&truccivo diálogo cn u c M arco Po­
lo y el Kublai K han en C íu A m íc i invisibles de Italo CaWino. C o m ia v a cuando
M arra dice:

MSeflor. ah o ra y* k h e c o ñ u d o to b r* to d as la* ciudades q u e conodco."


" T o d a n a q u c ¿ « u n a d e f t q u e r i a c j b ateaste.*
M u c o Polo in c lin ó l i cabcz.*.
“ V cneat**, d ijo e l K han.
Mareo tonrió. **¿[>e quó ©ua cosa croe que le he estado hablando'*”
A l ca ip c ra d o r n o s e íe m o v ió un pelo. " Y sin em bargo n u nca u b e o íd o m cn cw
n i r e s e n o m b re .*
Y Polo dijo: **C»da vez que dcxTibo una ciudad esloy diciendo algo de Venocia*'.
"Cuando le pregunto poi a r e ciudad», quero que bables de ellas». Y de Vcnecía,
cuando l e prefin* o por Vcncci* “
"Pai* disiin^iux 1» cualidades d» las demás ciudades, debo hablar de una primera
ciud*J qim e n i ímplkita. Para mí es Y avxU .,Mf

MChito* CtctU, cfCutrwis. Nwcvi Yoti. B dk B «4t. 197).


* tukkCalvMO^ Cu *¡, imd de Wítlun Wcavcr, N«eva Yoit. Harcuart Bracc Jo-
vanonc». 1972 U i u u i corropunieii • U i pá*« 1 6 y t t .

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Ahora bien, existe algo m ás que la asim ilación de c u cn to i ex tra ta s a los d ra ­
m as fam iliares de nuestra vida, au n m is que trasmutar nuestros propios dramas
en esc proceso. N o sólo entran e n ju e g o los cuentos extraflosy los dram as fami»
liares, sino algo m ás a un nivel d e ta im ctprcución qu e trasciende el relato. Es
esa form a d e significado ¿tem poral que “contiene** o representa aunque n o c * t á
Mcn " el itlato : es el m otivo p rin cip al el conflicto, (al vez lo que los form alistas
rusos denom inaron fábula. Hay otro diálogo entre M arco y K ubiai. que com ien­
za a captar el sentido d e e s e significado» esa significación qu e trasciende los d e­
talles. M arco describe un puente, piedra por piedra

“ P erú, ¿cu ál es U ¡a o f ra que soab en e d puente*”, p re g u n ta eJ K ubiai K fu n .


“ E l puente n o ew á so sten id o p o r u n a u otraptedia**. resp o n d e M arco, Msin u p o r la tt-
n c i d e l m e e q u e fo rm a n *
E tK u h ta i K han se q u ed a e n silen cio , re flc x ío n a a lu . L u eg o agrega: *¿For<|u¿ m e h a ­
b la s d e tas p ied ras? Lo ú n ico q u e m e in k rc s a es d arco**.
F o to responde. * S in p ie d ra s n o hay arco**.

Sin embargo, no es exactam ente el arco. Es, m is bien, para q u é sirven los
arcos en todos los ¿ém idos en los c uales un arco sirve para algo: por su b ella for­
m a. p o r los abism os que cubrcn con segundad, para cruzar d e un lado a o t r a por
la oportunidad d e verse a si m ism o reflejado con ta c a b e z j para ab ajo cuando se
está de pie. Asi el lector v a de las piedras a los arcos y a la significación d e los
arcos en una real ¿dad m is am plia, v a y viene entre e líos tratando de construir un
sentido del retalo, su form a, su significado.
A medkla que nuestros lectores leen, a m edida que em piezan a construir un
texto virtual propio, e s com o si em prendiesen un viaje sm lle v a rm a p a sy .n o o b s­
tante, poseen una cantidad d e m apas que podrían dar indicios y, adem ás, saben
m ucho sobre viajes y sobre la confección d e mapas. Las prim eras im presiones
del te n e n o nuevo se basan, desde luego, en viajes anteriores. Con el tiem po, el
nuevo viaje adquiere un perfil propio, aunque su form a inicial fuese un présta­
m o d e l pasado. £1 texto virtual llega a ser un relato por m érito propio» y su mis*
m a e x t / a t a a e s r i l o un contraste con el sentido d e lo ordinario qu e tiene el loe-
l o r Por últim o, debe darse al panoram a ficcional una "realidad* propia, e l prao
om ológico. Es entonces cuando el lector hace la pregunta decisiva d e la interpre­
tación: “¿De qu é se tra u ? - . Pero, no se refiere, desde luego, al texto real — por
m uy grande que sea su riqueza literaria— sino al texto que el lector ha construi­
d o b ajo su influencia. Y é se e s d m otivo por el cual el texto real necesita la sub-
junuvidad que perm ite qu e el lector cree un m undo propio. C om o b a n h e s. creo
q u e el m ayor regalo qu e puede hacerle un escritor a u n lector e s ayudarlo a lle­
gar a ser un escritor.
Si le h e dado m ucha im portancia a lo contingente y lo subjuntivo n o tanto
co n respecto a la narración d e historias sino co n respecto a la com prensión d e ¿ s­

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u s , se debe a que la m odalidad n a rra tiv a perm ite llegar a conclusiones no sobre
cerú d t» ib resen un m undo prístino, u n o sobre lasdivcrsas perspectivasqwc pue­
den construirse p a ra que la experiencia se vuelva comprensible. M ás a llí del pro*
pío Banltes, creo que el regalo que el gran escritor k debe al lector es hacerlo un
« c rú o r mejor.

♦ ♦ •

Tal vea b m ayor hazafla d e la h isto ria d e l arte d e narrar fue el salto delcuen*
(0 folklórico a la novela psicológica qu e pone el m otor de la acción en lo s per*
sonajes y no en la tram a. Lo qu e hace d e “Polvo y ceniza" un cuerno fecundo no
son los acontecim ientos sin o M arta. Sin ella, los insignificantes acontecim ien­
tos del relato (e incluso éstos son v isto sa través d e los ojos de los protagonistas)
no tendrían sentido. Así com o está narrada la historia, son vividas epifanías de
I* mediocridad; la m ediocridad d e M aría y, a través de ella, d e nuestra propia me­
diocridad.
Lo que hay en La m édula de un relato psicológico es la noción de un "p er­
sonaje" o d e un “elenco d e personajes”. N uestro joven lector d e “ Polvo y cen i­
za" finaliza diciendo: “E s realm ente una historia deprim ente cuando se llega al
fondo... ¿qué representa iodo eso para María? ¿a dónde conduce iodo eso? T ra­
baja» es una dam a anciana.*. probablemente ella no le ha hecho conocer n a d j al
lector*. Nuestro jo v en ha convertido la historia en un cuerno d e personaje, p e r­
sonaje y circunstancia.
El personaje e s una ¡dea literaria extraordinariam ente escurridiza. Tal vez
loseapofra¿oncscxtr¿)itcranas. I ncl uso en l a wvida real" siem pre rcuilta d iscuti­
ble si las accioncsdc las personas deben atri huirse a fciscircunstanc ia s o a s u s Mten­
dencias perm anentes" (su carácter). Aristóteles, e n £7 a r u poética, distingue
convenientemente entre “agente” (pratíot t) y “personaje” (efAas).u El prim ero
es una figura en un dram a cuyas acciones sim plem ente cum plen los requisito» de
la trama y nada m ás, m ientras que el segundo uene otros rasgos adem ás d e los
requeridos. Pero no resulta claro de ningún m odo pues, com o no* recuerda Ri-
cocui en T uncm dN arran**, la tdeade w um iñs de Aristóteles comprende el co n ­
cepto de qu e el dram a representa al “personaje en acción", y la acción sin duda
implica la tram a y su am bientación. A dem ás ¿puede haber una figura en un dra-
m aq u e t u g a b a lo q u e requiere la tram a sin dar algún indicio d e cóm o seria él
o ella en térm inos m ¿ generales? C om o k> d * e Seym our C haunan, “Si se asig ­
n a un rasgo a un a acción ¿por qué no queda abierta la compuerta?**7 Pregúnte­
sele a un lector si se encontraría a gusto com prándole un auto d e segunda m ano
a un “ falso héroe" en un cuento de hadas proppiano.o qué tipo d e relación po­
dría haber tenido ese falso héroe con su padre. Pronto quedará claro que, com o

* A n t t ó * t k j . F t t f i t i . I tay e A c i ó » e m p l c u o u y * x * ü h l c : R i c h a r d M c K c c o (o u m p .),
10 A fó ta tU , N « * v t Yo<fc. R j a f a r e i l o o c , M o d e m L ife rv y , 1947.

* S e jm o u r O m t u a . S la ry a * J D t r a w H o r r ttít* S t ít e t* / * u F * ié o * *m J F tb * . Ith u s *
C e m l l U o t v em c y P r c u . 1 9 7 $ , p á * 1 0 ».

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Salom on Asch lo dem usuó hace una generación atrás,41 el personaje (o tal vez
debam os llam arlo et personaje aparente) no e s un conjunto ó t rangos autónom os
sí d o una concepción organizada, por m ucho que podam os construirlo a partir de
todos los pedazos y pistas qu e encontremos.
Asch explicó su punto d e vista dem osuando cuán diferente era la interpre­
tación del rasgo inteligente según qu e el personaje al que se le atribuía fuese des*
c n to adem ás com o /r ío o eátuio. E n el prim er caso» inteligente significaba “as­
tuto", m ientras q u e en el segundóse interpretaba com o "sabio". El personaje apú­
rente es percibido com o u ru Geuait< no com o una enum eración de rasgos que
ju su fican detcim irudas acciones. Y la Cesiait parece estar construida d e acuer­
do con algún tipo d e teoría sobre la manera de ser d e las personas. Por ejem plo,
éstas tienen cierta clase d e característica central que dirige su conducta desde
adentro. Pero si la perdona en cuestión se com pona de un m odo que transgrede
esa característica centrdM o explicam os con facilidad invocando tas circunstan­
cias.4* Mi cotcg* Hcnri Zukcr y yo hicimos m u vanante del experim ento de Asch
con un grupo d e lee lores tipo en edad universitaria. P araem pe/iir. les dim os una
lista bccvc de rasgos coherente* que caracterizaban a una persona imaginaria» c o ­
m o. por ejem plo, e sp iru m i, introvertido, reh^ioio, a lo cual respondían defi­
niéndola com o “una persona c o n características de santo**. Luego agregam us a
esa lisia práctico e interesado. Uno d e los lectores contestó: "Seguro. U n buen
hom bre, pero probablem ente anda en uno deeso& ncgoi 10* sanguinarios*1. O uu:
“ He conocido gente así, com o los granjeros m enom taso amish del lugar donde
m e crié; son bueno* dentro d e su grupo, pero capaces d e imponer dura* condi­
ciones afuera4. (R esulta bastante interesante que. cuando los individuo* em pie­
zan a hablar de las "circunstancias”, su lenguaje se saiura rápidam ente cun las
transform aciones d e Todorov.)
La inseparabilidad del persona/;, el am biente y la acción debe esiar prufun
dam cntcenrui^ada en el carácter m ism o de! pensam iento narrativo. T an só lo con
dificultades podem os concebirlos aiiladafucntc. Existen diferentes m aneras de
com binar esotsucs factores para consuui rio* dram uuspera/naeái: la ficción (o
de h vida). Y de m ngún m odo se trata d e construcciones arbitrarias. E n ellas se
relie j an proc esos psicológicos com o los observados por Ase h y otros ps ic ólogos.
Se reflejan, adem ás, nuestras creencias sobre el m odo en que las personas se in ­
sertan eti la sociedad. Asim ism o. Ixv distintas m aneras en lasque podem os mier*
prctar a las personas suelen contradecirse mutuamente» y e w co n u ad icció n nos
d eja perplejos. E n realidad, el acto d e interpretar u o u a persona es casi meviia*
Mcrncme p ro b lenúuco. Por lodo eso, la elección d e una intefprcUK ión en lugar
d e o tra casi siem pre tiene consecuencias reales en el tipo de telación que estable­
cem os con tos dem ás. N uestra interpretación del personaje e s el prim or paso» y
tal ve¿ el m ás im pórtam e, d e nuestra relación con el otro. Por eso» el a c to mis­
m o <k interpretar a una persona — ya sea en la ficción o c n la vida e s infieren-

* S al « a u n A s i k . “ fttfm tfttf Im p rc s u o ro o l P c t M tiliiy " , J o w l c f A b M m t l a * J S o t u l


P i Y h O e x j . 4 1 . 1946. p í* ! . 2 i # 2 90

* The ef FóikSúU

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lemente dramático. E s lo que hace que d rd a to d e personaje sea muc ho m ás sub­
juntivo que el cuento folklórico o el miio.
¿Cómo definí/ los di Tacóles m odos que tenem os d e interpretar “lo perso­
n a r e n U liicratara? Podríam os, desde luego, adoptar tos tipos caracterológicos
presenud 06 en las teorías de la 44persora)idadMde^de G aleno hasta F reu d y Jung,
y ver si los lectores d e obras d e ficción usan las m ism as categorías. Pero es d e ­
masiado especializado. Ya sabem os que incluso los lectores m ás com unes pene*
t o n m ás allá de las sim ples descripciones d e los caracteres y tom an en cuerna las
circunstancias y el am biente. Necesitam os, en cambio» una “m orfoIogL r d e las
personas que capte e l sentido com ún, que tom e en cuenta la serie <k preocupa­
ciones que he m encionado. Luego podem os investigar có m o los lectores com ­
binan d e hecho d personaje, la tram a y la acción al hacer el texto virtual.
Amélie Rorty presenta un análisis que. a mi juicio, viene al caso.30 E n 61 se
distinguen personajes, figuras, personas, personal idadese individuos. C om ien­
za con un esquema: “Lospersonajes están bosquejados, sus rasgos aparecen es*
bocados; a o s e supone que estén estrictam ente unificados. S e encuentran e n los
novelas de Dickens, pero no en las de K a f tx Las figuras se encuentran e n los
cuentos aleccionadores, las novelas ejem plares y la hagiografía. Presentan rcla*
tos de modelos d e vida que deben imitarse. \A sp en cn a t\d a d es son poseedoras
de sus c ualidadcs. Los individuos son centros d e integridad; sus derechos son i na-
lienables". El em pleo de e sta s variantes d e interpretación está lleno para Rorty,
de consecuencias hum anas: "som os entidades diferentes pues nos concebim os
a nosotros mismos explicados según estos diversos criterios. N uestras faculta-
desde acción son diferentes» nuestras relaciones recíprocas, nuestra»caracterís­
ticas y nuestras convenciones, nuestros propios ¿ tito s o fracasos, nuestra co n ­
cepción de las restricciones y libertades adecuadas de ta sociedad vanarán de
acuerdo con la concepción que tengam os d e nosotros m ism os com o personajes,
personas, personalidades, individuos**.
Voy a sintetizar las ideas de R o n y y retom ar luego m ás directam ente d le­
ma general. Esta autora ve a los personajes com o d resultado de un a evolución
que uene su o n gen en e l concepto griego d d héroe. El héroe e s conocido p o r sus
ha¿aAas. X u a n d o se aeree lenta la distancia entre d héroe y los dioses, su herois-
mo empieza a ser ejem plificado con su carácter y no con la pura gloría d e su ac­
ció n * Los personajes no tienen crisisd e identidad, puesto que no hay presupues­
tos sobre su unidad; pero la dcsarm oníi entre sus características causa proble­
mas; en su acción, no en su ser. Saber qu é clase de personaje e s una persona es
conocer cuáles son las circunstancias que le convienen m ás, porque n o todos los
personajes son adecuados para la m ism a vida. L a tragedia de un personaje e s en*
contrarse en circunstancias en las que su tem peram ento ya no se necesita, ya no
e s d adecuado. “ Los personajes en épocas de grandes cam bios sociales... proba­
blemente serán trágicos.” Y luego: “E n la ficción, los personajes nos resultan
queridos porque son predecibles, porque nos permiten tener la superioridad de

* A/néfae R o fiy . *A ü i c n r y P u n t e n pi. C h « u u n 4 f M w , S e N t t , Ia A v íA u U ” e n A . O


Korty (ootopk7h* fJetéiíkttfPtra** i, IfertcJcy. Uttvcnily oí CaJtfmu f e » , )9?& Las u u t
«*mpo*fc* <tn orde*)« Us fifujcnu* pá|».: 302.30), 30$, 306,307, K*. 30», )13, 3t i

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lo* d io s e s , quienes p u cik 'fl p re v e r el fu tu ro am orosaiiK rntc y. e n c o n s e c u e n c ia ,
p e rd o n a ; c o n m a y o r la c ih d b J lo q u e e s tá p rc csu b icci< k )"
L as/< g^< u “están definidas p o r el lugar que ocupan en un dram a reve lato :
no se les asignan kxs roles por sus rasgos sino que, en cambio* tienen lo* rasgos
de sus prototipos dcJ mi to o d e las sagrada* e n m u r a . Las figuras son p erlin a*
je s cu y a importancia proviene de la escniura. llegan a ser con>o liica's... T an to
sos roles com o sus rasgos provienen del lugar que ocupaban en Li antigua n arra­
tiva. L a n a rra n te , b uam a, está en primer lugar.*.” Hagan lo q u e hagan las fi­
guras, siem pre eslán cum pliendo sus soles. Una confidente puede haber ido a
com prar pescado, pero su rol real es e l d e compartir confidencias. Una figura
no está formada por la experter*. ia ni le pertenece la experiencia * Son M aría o
M a m , Pedro o Pablo, el C he Guevara o Paul llunyan.
La idea de persona, sugiere Rorty, proviene d e dos ruentcs: de los drama*
u s persona* del teatro, y d d derecho. uLos r o lo de una persona y su lugar en la
narración proceden de tas opciones que la colocan en un sisienm estrxiciural.cn
relación con loe» demás.** En esto e s fundamental la idea de un centro unificado
de acción y elección; la unión de la responsabilidad legal y teológica. El interós
en las personas, por ende, se centra en la asignación de la responsabilidad. L a es*
lera de acción de u ru persona está delim itada por el poder que tenga para influir
en los que la rodean, esfera d e la cual e s responsable.
C uandoconccbi nws a las personas exclusivam ente com o fuentes de respon­
sabilidad, las ventos com o alm as o mentes, com prom etida*con la rescogttans.
C uando las pensam os corno poseedoras de derechos y facultades, las vernos
com o per sonaiidades. “Cuando una sociedad hacam biadodc m odo que los indi*
viduos adquieren sus derechos gracias a sus f r a í l a l e s , en lugar de que su s facul­
tades sean definidas por sus derechos, el cunceptodc persona se ha transformado
en el concepto de personalidad." Jane Austcn describe un mundo de personas a
pum o de convertirse en personalidades. T rd lo p e. una que ya ha llegado a ser un
m undo de personalidades, en el cual la propiedad requerida para tener prestigio
y a no e s la de la uerra sino una renta segura m erecida por los cualidades propias.
Por últim o, la individualidad* nacida d e la corrupción de las sociedades de
personalidades: “C om ienza con la conciencia y term ina con la lom a d e c o n ­
ciencia". En su esencia hay un contraste del individuo w r tu s la sociedad: ~un in­
dividuo trasciende y rechaza lo q u e e s coercitivo y opresivo en la sociedad y lo
hace desde una posición natural original... Los derechos de las personas se for­
mulan en la sociedad, m ientras que tos derechos de los individuos se exigen 4 la
sociedad" Y asi M olíy y Maloric. la sim pleza d e un soJdado individual en m e­
dio de una guerra insana, falsa com o la redistribución de la propiedad.
C a Ja un a d e las ¿ sa n c io n e s expuestas e s ua m odo de interpretar, así com o
tam bién un m odo de describir* y en ninguno de los dos están claros los limites.
Las dcjcnpciones logran ser cfcaináüGis al encam ar un conflicto: ¿L tggart, en
ThcSecrct S W f r . e s una “figura** o un "individuo" en el sentido de Rorty? Y asi
com o los ¿ te m o re s alteran su “presentación** de lo personal —desde las figuras
d e Hom ero hasta los personajes d e Eurípides, desde las personas de Jane Aus-
ten hasta las personalidades d e Trdlope» desde las personalidades de Conrad
hasta los individuos de Bccketi— lambían los lectores varían en su enfoque de

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lo personal. E n U v id a ¿se t r a u d e un senador en a ra s d e una cru zad a o d e un
a m a rte "macho** d e M arilyit M onroe. un delincuente adolescente a la luz del
a m o r o a l a l u ; de la ju stic ia , cuál R o g c /C a * c n * n t, cuál d e lo s d o s P arné lis? En
lo literatura, ¿el Z u ckerm an d e R oih e s un personaje que b u sca e l am biente d o n ­
d e se desbloquearán su s dones, la figura en un d ram a m oralista o e l ind iv id u o en
rebelión?
L ioocIT rilIm g. en la resefla d e 7ik* L o n e ty C ro w d á c D avid K icsm jn . fo r­
m uló b conjetura d e si la sociología m oderna iba a o cu p ar e l lu g ar d e la nove*
la c o m o ventana h a c ia los vida* d e lo s que pertenecen a " o u a s " clases sociales.*1
P ero puede no tener n u ó n . P orque la anom alía d e lo personal — su p rom inente
alternaiividad— n o p u ed e cap ta rse salvo m ediante e l vehículo d e la n a n a c ió n .
Y e s esta altcrn aú v k L d —e s ta in co n stan cia inherente p ara d ecid ir cu á l e s la de*
finición correcta d e lo p erso n al— lo que d a a la novela d e pechoño je , la novela
psicológica, su fuerza, su sab ju n tiv íd ad y su po d er d e perturbación.

Un p unto m is y term in o c o n este tem a. Se tra ta d o la n arrativ a y la historia.


En un lib ro sobre historiografía» D ale P ürter plantea a lg ú n » cu estio n es sum a­
m ente interesantes so b re las v e n d a s y lo s inconvenientes d e la historia nanati»
va.” N o quiero e v a lu a r su s arg u m e n tas, sin o com entar u n m o tiv o recurrente en
su trabajo (al igual q u e e n in fo rm es anteriores d e B ry ce C a llic” y d e U aiah B er­
lín*). E xiste el s u p u e sto , sin d u d a im plícito, según e l cu a l u n a cró n ic a n a rra ti­
v a nos expone a •‘erro res* q u e co n sisten e n alejarse d e una realidad o rig in al que
se com prende m e jo r c o n un m lu x lu m á s sistemático» *4ló g ic o < ¡c n iífic o '\ D es­
pués de todo, lo q u e c o n o c em o s, los a n n a ití p o r ejem plo, e s q u e e n la N avidad
del alto 800 e l p a p a L eó n III co ro n ó a C arlom agno c o m o em perador d el S acro
Im perio R om ano e n e l V aticano.” C u an d o un historiador d el nivel d e L ouis
H alphen* sitúa e s to s “h ech o s" cscucios e n u j u red de inienciones im p eriales y
papales y d e " c riterio s m undiales* cam b iantcs ¿se c ¿pone a erro re s q u e son má*
notables e im a g ín a n o s q u e, por ejem plo» los erro re s a lo s q u e se ex po n e un tu v

* L ío n d T fiflw ^ . T tx L o m t} O c ^ d d t D iv id R tc u m m .c n T n lb n t , A G é tk tn + t
o {F ti¿ tu * 4 t, B o ttc n . B cm xm h u t , 1956.

* D t k Pune* , T h t E * m r t * K * c f t k t t o t A V u t r y p f i l a u t x d £ 1^ 4110^ O * c j ¿ 0. U ní-


r a u t y o í O u c f tf o P v c » , 1911.

9 W. B ryts (k llK . ftuÁojvp*} ú*dtk* H ú u ñ s t Nueva Y oA . S ctaeton


B o c á i. I 9 6 i

* \n m k B crli* . In 4 '* tíb tttiy . I x n d r t i , O x fo fd U w v c n rty P i« > . 1935.

* A n t e O h u , A tviyttcal P kttajofh) tffta ie r y , Cmbn<% c, Cambridge UtwtrviiY t n u ,


IMS.
* Lew» lUlphen.^DM CorooMion «a thc K ip te tiio i o í the Ideal» o í th t F a a i ith Cu«rt" a i
RitfcMd SuJbv** (como >. 7h i C ofo*tiic* e f Cb+rtrmif** Wkat 4¡d a Bation, D. C.
H«d>. \ W

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toriador serio y contenido que evita las nanaciones? Que uno hace algo m ás ve-
rificable que el oiro, habr j pocos que lo pongan en duda. l-o* tAinsacctones y <|
comercio» el flujo de capitales, etcétera, son realidades docum entabas de una
m anera en qu e n a pueden serlo b intenciones y el creciente “sentido d e lo eu ­
ropeo**. ¿Entonces la crónica d e Halphen debe considerarse una forma de ficción
(o lfa c c ió n " ) o historia íkcionalizada?
El econom ista Rubert H edbroner observó una vez que cuando fallan los
pronósticos basados en las teorías económicas, él y sus colegas se ponen a con*
lar historias (sobre los gerentes jap o n e se s ¿obre la "serpiente” de Zurivh. sobre
la “determ inación" del Banco de Inglaterra d e evitar la caída d e la libra). Atjui
se produce una curiosa anom alía: los em presarios y tos banqueros en la actua­
lidad (com o loe» hom bres d e negocios de todas las ¿pocas) g u ú n su* decisiones
por esas historias, aun cuando existe una teoría viahle. fcsias m iraciones, una ve¿
representados, "haven" los sucesos y " tu c e n " la historia. Contribuyen a la rea*
I ¡dad d e los participantes. Para un econom ista (o un historiador d e la econom ía)
ignorarlas, aun argum entando que las''fuerzas ecunóm tcas g e n e ra le s'c o n fig u ­
ran el m undo Je la econom ía, seria com o ponerse anteojeras. ¿Puede alguien d e­
c ir a phori que la historia es completam ente independiente de lo q u e sucede en
la& m entes d e los que intervienen en cita? T al vez las airrac iones sean el últim o
recurso de los teóricos d e la econom ía. Pero son probablemente la m aien a viml
d e aquello* cuyo com portam iento estudian.
De m odo qu e em bellecem os nuestros o/irutit*. tos conven unos en crónicos
y por útüm o en histerias narran vas (poní u \ar la manera de dcctrlo de llaydcn
W hite*). Y asi constituim os la realidad psicológica y cultural en laq u e los par*
ticipantcs de la historia viven realmente. Al final, lo narrativo y lo parudigm i-
tico e* isien um> junto al otro. R a/ú n de m is para que tratem os d e com prender en
qu¿ consiste n arrare interpretar grandes relatos y ctfnio éstos crean una realidad
que les pertenece, ta n te e n la vida com o en el ai te.”

* D m V * l uc iA N « h j i i v u y * .

" A l k k k > r< K > l* i» ü u n y * Jo k o n Vm r t f u J u * <ua*rm{H>r.inCM id t* n ICorii h tttjf i» .


K M* d e lcbvot m ofpcce « c u n tin u iá d a le te r v i t i par* c m a r e n r i t o m d e !■ U ic U y f* W . J . T.
Mikltfi) (aimp ), Oñ Mv'tUw, Qtvico, Ihvqim ) víOw<*#o Ptvm, IMI, Sc)«Mr (1mi»»i4
S i& y a + J N u t é t i r * Sir^cU tré «1 é tu i A *W IiH ím . C u rw U l i i h c r u y Pies».
I 9 7 t . Swi étt S u l« ¥ f ljt e Iftfe C r o m i ( C i s f n ), T h e K t* M r i a th t 7 r U pn aW
{ n a r p r t t í i n * , h m t r i o * . P iu n c fta t U m v f n * y P f » t , IW O , K u tv rt d*i
f s e f a r * * , S 'cw I U v c a . Y éle U « v c m ty t o n . 1V82. R U m d t U A h c t .S tf A* & m ; . Nu<>4 Yv«k.
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IiJu c a , C om cO U n iv c r w iy P r tf i, 1**2, li« r, 7 V A xt R e a J t* ^ . J*c*)»e* D e m J j,
f a e n e s . C K k a ^ o . (Jn i* e rtity o l O u c Y £0 P i c u , 1971. D r m i i . Ü / 6V a^v»w icW ^/. lU liuiw rc» J U »
Í ( o f É « i L ' n m u y P r c a . 1976. tjn p c « > ,to d * K l e u t ^ b e i y y o n o f u c J o k ib U r com o
p f U o i u u l ^ e l i k tc i o c o m o u n cmviJ«mo u n p # cju « e m . Se p o ü rii e k | i f I w t u c n u n v ü n j u i '
10 d e «uiofe» u i u k f t f r u d ife re n te y h a lW u m iM crcs« ilc chU *J« cu cmh»pU|u l* O.
H i/w h . F n n k K e m u a ^ . IU k h L « i < c n w Jf > f . o b ce a.

& * r u p v J i* : * d e A n u g u l c i o h x c n iiy M de lU io id K l t u i ^ u n l K a ; u t n u n c A u m u « Ji
c íú a l o u l t t f n i * d iíe rcn ie d e U in ^ y o n i d : tu» \ t& icos y cxhíco* a l u d e s

* " K j c i f a K *: S e d o ^ i m « ó m i u n* po^uefk» r*cWW J e « lim e m o i d e e n e i^ c rK i^ ffc*-


r« U t M >rie«neriu«nM e n U S c fiiA d j U v a i MaikJjAl | T \

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
Castillos posibles
La ciencia y las hum anidades: un antiguo tema» un lem a g u ia d o inclusive.
C om o la descolorida lavanda d e los viejos alm arios, cuyos trajes d e fiesta y vie­
jo s un ¡formes son dem asiado interesantes pora li raí los y, sin em bargo, no se ade*
cuan a la vida moderna» y que se sacan sólo en ocasionas especiales. C uando se
sacaba a relucir el antiguo tem a. era para desplegar la eterna calidez de las bu*
inanidades (a d iferen ciad o la iría deshumanización de la ciencia) o pura alabar
la desapasionada racionalidad d e ta ciencia (frente a las em ocionales y confun­
didas humanidades). Los golpes e n la vieja tina ya n o son tan convincentes.
Nuestro otrora gastado tem a parece haber vuelto a despenar. Los tem as t¿c -
n e o s de la filosofía - 4 constructivism o, las teorías del significado» la catego»
fia d e los conceptos científicos— han hecho anim ado al sonámbulo. D ado que
la menie m ism a construye teorías científicas, explicaciones históricas o traduc­
ciones metafóricas d e la experiencia m ediante form as afines d e elaboración de
universos» la vieja di se usíón h a pasado d e los productos d e la ¡nvcsügac ión cien-
tífica y humanística a lo tp ro c tso s d e investigación m ism os. El conjunto d e co*
nocimicntos objetivos com probables d e la ciencia >a no se ha d e enfrentar tan
sencillamente con ios productos subjetivos, hipotéticos c inconsistentes d e las
humanidades. Sus procedim ientos ahora nos invaden.
L a c ic n c ia y las hum anidades han llegado a ser apreciados com o productos
ingeniosos d e las m entes d e lo s hom bres,com o crcaciones generadas por d ife­
rentes usos d e lam en te. El m undo del MParaíso perdido** de M itton y el m undo
d elo s/V M ejp u td eN cu io n existen nosriloen lam ente d e tos hom bres:cada uno
d e ellos üene una existencia en el Mm undo objetivo** de la cultura, al que el filó­
sofo K arlPopper denom ina M uikIo T res.1 Son, en el sentido d e la lógica modal
moderna, colecciones d e muñdos postbits. Ninguno d e ellos am enaza al otrocon
la fakación; ninguno e s den vaMe dei otro salvo en función d e una rem ota heren*
c u : loque es lógico K .L J.H in tik k a llam a lincas herederas entre los m undos po­
sibles.* La falsación se vuelve un tem a m ucho m ás interesante» realm ente, des­
pués de esta dispensa. E n la nueva lógica modal» m ás incisiva^ no preguntamos
si una proposición e s verdadera o falsa sino en q u t elase de m undo posible sc-

1 K * l P o p tx r . O i yetta* A* A p p r a x k . O i f o r d , C U re ad o n
P r tu , i m

1 K . I . J. Ilm ik k ft. a n B < iü f, lih a b * * C < ra U U u v c rafly P r c u . 1962.

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
ría verdadera. Sucede adem ás, que si puede demostrarse que es verdadera en to*
¿os los m undos posibles im aginables, e s casi con toda seguridad w u verdad que
deriva de ta índole m ism a del lenguaje y n o del mundo» en el sentido de que la
afirm ación “ un soltero e s un varón no cu sid o " puede ser verdadera en todos los
m undos posibles.
Esto m e rem ite al título de este capitulo, "C astillos posibles". Ein 1976 Gor-
don M ills publicó un libro serio titulado M a m i t i s C a u U . Com ienza con un epí­
grafe intrigante:

Kn la pr ím a* era d el aAo 1924, e l ¿ove* físico alem án W e m e r H c ts c n b e rg sftiió a d a r


u n a c im in a l* c o n e l g ran N iels B ohr e n D in am arca , p a t r n d e t k h r . Lo q u e sig u e
e s e l relato que h iz o H « o en b e rg d e lo q u e «lijo B o h r c u á n d o lleg aro n «I c a s tillo d e
K ronberg. ¿N o es e x tu rto cóm o c u n b l i este e a s iilb n o b ie n u n o se m u g in a que
H im le t v iv ió aq u í? C o m o científico», cre em o s q u e u n ca stillo e s i i h e c h o s ó lo de
p ied ras y ad m iram o s U m a n e ta en q u e las di «puso <1 arq u itecto , I a piedra* cite*
c h o verd e « m s u p ih u a , las tallas d e m ad era d e ta ig le s ia conaúcuyen io d o e l c a s ­
tillo. N ad a d e esto d e b e ría c a m b ia r por e l h echo d e q u e H am lei h a y a v iv id o aq u í
y , s ia em b arg o , c a m b ia cu m p le* a m e cu . D e pronto las pared es y las m u ra lla s tu*
M an u n len g u aje d ife re n te . £1 p a lio se co n v ierte e n io d o u n m undo, u n o s c u ro r n
c ó n nos re c u e rd a la o scu rid ad d e t alm a h u m m a . o lm os e l " s e r o n o ser** d e H am
to e E m p ero , to d o lo q u e sabem os d e K a rn k l es q u e su nom bre aparece e n u n a eró*
m e a d e t siglo X lii N adie p u ed e probar t)uc realm en te vi* i¿ a q u í. P ero to d o e l m u n ­
d o co n o ce las (v e g u n its que S h ak esp eare le h ü » fo rm u lar, las p ro fu n d id a d es h u ­
m anas q u e le h i¿ o rev e lar, y a s í hab ía que eticu A ? Írsele tam b ién u n lugar a i la T w
n a , aq u í e n K ro n b e t g.1

D eseo explorar algunas de las m aneras en las que cream os productos d e la


m ente, cóm o llegamos a experim entarlos com o si fuesen reales y có m o nos in­
geniam os para incorporarlos en el corpus de una cultura en calidad d e ciencia,
literatura, historia, etcétera. Al final, abrigo taesp eraru a d e poder fundam entar
qu e e s m ucho m ás im portante, para apreciar la condición humana, com prender
las m aneras en qu e lo s seres hum anos construyen sus m undos <y sus castillos)
qu e establecer la categoría ortológica d e los producios d e esos procesos. Porque
m i convicción ontológica central e s que n o ex iste una realidad ‘‘prístina" co n ta
qu e se puede com parar un m undo posible a fin d e establecer alguna form a d e c o ­
rrespondencia entre ese m undo y el m undo real. Esta convicción la exam inaré en
el capítulo relativo al trabajo de Nctson Goodm an (Capítulo VII).

Com enzaré coa el tem a de la sorpresa. La sorpresa es un fenóm eno extra­


ordinariam ente útil para los estudiosos d e la m ente, porque nos perm ite inves­
tigar lo q u e la gente d a p o r supuesto. Proporciona un a ventana hacia la ¡irésupo*
sición: la sorpresa e s una reacción ante lo transgresión d e un supuesto. L lsupues-

1 G o d o » M iDs M a m i t t 's C é x U 7 h * St+dy *4ú S tx té ifjtp tttM t, A u n » , Um-


v e r t i i y o f T tx a i P * t * , 1SJ76-

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
lo es. desde luego, lo que se d j por descontado, lo que se espera que sucederá.
Nuestro sistem a nervioso central parece haber evolucionado d e un m odo que es»
p e c ta iin a nuestros sentidos para que reaccionen d e m anera diferente ante la*
versiones previstas o imprevistas del mundo. Las versiones im previstas (en et
sentido d e que transgreden los "m odelos del m undo" ncuralcs alm acenados en
el cerebro) casi siem pre alertan a la co rtc/a cerebral mediante la descarga d e im­
pulsos en el denom inado sistem a reticular ascendente, una m adeja enredada de
fibras que corre paralela a nervios sensoriales ordenados, y ambo* suben hacia
el cerebro. Empero, asi este lema suena muy estático. E s mejor dccir que e l sis-
lema nervioso alm acena modelos del mundo que giran a una velocidad m ayor
que la del m undo real. Si lo que impresiona nuestros sentidos se ajusta a la ex*
pectaiiva, al estado previsto del m odelo, podem os dejar que nuestra atención se
debilite un poco, que se fije en cualquier o v a parte, incluso que se duerm a. Si el
ingreso d e información transgrede lo expectativa, el sistem a se pondrá en alcr*
la. Todo ingreso d e información, por consiguiente» debe concebirse corno al¿o
compuesto no sólo d e los csu'mu los producidos por el am biente sino tam bién de
indicaciones concom itantes de su conform idad o discrepancia con respocloa lo
que el s íu e n u nervioso está esperando. Si todo concuerda, nos adaptamos c in­
cluso podemos dejar d e notar cosas, com o dejam os de notar la sensación Lk u)
que produce la rrp o o la peluca en el cristal d e los anteojos.4
El csiudiode la percepción hum ana re veta cuán profundamente lim itado es­
tá nuestro sistema perceptivo por este sabio principio. Los um brales, la cantidad
d e tiempo c información necesaria pura ver o reconocer un objeto o un aconte*
cimiento, están regidos estrecham ente p o r la expectativa C uanto ru is esperado
es un suceso, m ayor será la facilidad con que se lo v e ri u oirá. Hay un limite a
la cantidad de inform ación qu e el sistema puede ingresar su capacidad de cana*
les, según se dice d e 7± 2 ran u ra s el Número Mágico.* Podem os recibir una gran
cantidad de información prevista por siete ranuras, pero m ucho m enos cuando
es imprevista. C uanto m ás inesperada e s la información, m a y o rc sc l espacio de
procesamiento que requiere. Todo esto resulta b acan te trivial. |>cro no sucede lo
mismo con sus implicaciones. Porque significa que ta percepción es. en un gra­
do noespecificabk. un instrum ento del m undo estructurado según nuestra* es*
pcctauvas. Adem ás, es una caracterísuca de los procesos perceptivos complejos
q t* tiendan cuando e s posible a asem ejar cualquier cosa vísta u oída a lo qu e es-
tá previsto. Leo Postm an y )x¡ dirigim os un di vertido experim ento hace muchos
artos.4 que consistía en reconocer una serie de naipes presentados en un laqub-

* tw i& fi/tb ijQ tfT u o c M U fto rM r u s w o l o i t v i ¿ t n e t d e e u i t t i k * ! t o b r t U pcrtcfX iC » ; “O *


" « p M K u é i n t u - , f o * t o f a f * » /* * ▼ * » , l9 S ? .jU * t 123-152. y ‘ f e u r a l M o c + a iu rn t u
n w ctpuoftH. P fp h o lo g « • « / 6 4 . 1 9 5 7 , p á f j M O S S I. U * v e n ió n a u x l u tr á i s u J c t m d d
p t o c t u m c n t o p r r c q * i* o * e s t u c a n * e n D av id M m t. V o m A C e m f w u & f t i U
4ká H w m o { V * t * 1 I t f o m v t e * , £ * a I - m c Í K o . I m m M . 1912.

’G a o rg t M*Uer. * T h c M j |i c N t*nbr« S « v tn , PU» o r S W iüi T w o: S o m ] m O ut C r


* * * > * * to c c is tf* t r f c h o l o t * 4 k € m w , 6 J . 19* . p é | i $1 9 T.

J c r m B r u n c r y U o P w á r u r . “O n Ote P crcep u o o a l k a m n i t i y *
rttH m úktf, I I. 1949,? í f t r 2 f e 123 *

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
r lofccopio. Ex poníam os nuestros naipes ante el s u je to d d experim ento dur ante só ­
lo u n o s m ilésim os de segunda y aum entábam e* el tiempo deexposición gradual*
fncnic. (¿su s m uestras estaban formadas por naipes com entes y por algunos en
los qu e se habían invertido el color y d palo, por ejem plo, un seis d e bastos n>
fo. Las barajas que estaban invertidas, com o era dable esperar, llevaban m ucho
m & u em po para ser reconocidas. P e ro .alg o q u e resulta muy interesante. nues­
tros consultados se dem oraban extraordinariam ente para “regulan/ar* lo s nai-
pes in v en id as a fin d e hacer que se ajustasen a su m odelo ortodoxo. R ecuerdo
qu e uno d e el lo* contestó que nuestro seis d e bastos rojo era e n realidad u n & is
d e bastos, pero qu e la ilum inación del taqubtoscopio ¿era bastante rosada! En
realidad» lo que lew perceptores hum anos hacen es tomar los fragm entos qu e pue­
dan extraer del ingreso d e estím ulos. y si éstos se ajustan a la expectativa. leer
el resto según el m odelo que uenen en la m ente. El filósofo T hom asK uhn se que*
d ó tan fascinado co n nuestro experim ento que lo tom ócom o paradigma d e taq u e
denom inó paradigma* d e la ciencia.1
¿Podem os decir a lg o interesante y conciso sobre las propiedades generales
d e k » morirlos; qu e alm acenam os en nuestra ca h e/a y que guían nuestra percep ­
ción. nuc.suu pensam icnio y n u e s tra palabras* En general, parecen ser diversos,
coloridos, locales, exlraordm arianiem c generativos. Algunos d e elle» parecen
basarle sobre iodo en núes tro conocí m iento acum ulado de verdones del m undo
que hem os "encontrado". Mi m odelo mental del m ovim iento del tráfico de N ue­
vo York o Londres está com puesto d e mucho» encuentros de ese upo H e desa­
rrollado una sensación con respecto a lo qu e d e b o esperar y por lo g eneral veo
aquello qu e estoy esperando ver, no importa qué otra cosa pueda perderm e. Uso
mi m odelo pora guiar mi conducta y m anejo o cam ino a la defensiva en función
d e ese m odelo. M j acutud defensiva tam bién regula lo q u e absorbo d e l ingre­
so d e inform ación. Las sorpresas con las que me encuentro por lo g eneral son
g c n c rjd fe porque los d em ás transgreden lo acostum brado o hacen a lg o ‘'co n ­
tra la* reglas".
M i sentido del trúf ico local constituye un m odelo diferente del q u e guia mi
navegación en un puerto lleno d e h a m o s de aiena» donde, com o se d ice común*
m ente, dependo de mi menudo del canal. Pero, de algún m odo diltcil d e esp eci­
ficar. los dos m odelos están relacionados. Consiíiuyvn un género d e n io d ch s.
C u an to m is reflex tono sobre am bos, m ás (ttfeccn relac#*ur>c p v u n reconocí*
m iento reflexivo d e cie n o s "principios generales* Estos principio» gcncrafcs,
dirúvnos. parecen m is form ales o abstractos, m ás vacíos de contenido. El flujo
del tráfico y los m ovim ientos de una com ente en un canal de marca* llegan a ser
v is* * c o m o lugares donde "lascosas'* — y a se trate d e la arena o de los autom o­
tores— se am ontonan, donde se m ueven con facilidad. Mis conocim ientos lle­
gan a estar organizados m ás jcrárqu&raincnie. a ser m ás parecidos a la ciencia.
V aloro los libros, com o el de Ascher Shapiru, q\K se refieren al teína absuacio
de la "corrientc,\ i

' Th*j»w f<W «f HiwitMXAS, ¿i c*L, CfcK**.*, L'A*et»ft> <A(fe


P i e » , 1970.

1A K h e r S h t p w T he htm JO y+ ¿ m x¿ s i' \i y, N Y .. A».***


Btx4*. N * |.

L PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
C o n d tiempo, p o d riain d u so tu l laro d escu b riru n m odelo matemático gene­
ral que caracteríce la m anera d e m oviliiarse entre obstrucciones. Ocasional men-
Le, en realidad, esos modelos crecerán hasta ser tan abstractos y abw cadofcs co ­
mo el piincipio de N< wton, que describe la fuerza de gravedad com o d irec lam en­
te propore to ral a ta m is a decadacuerpoeinversam cnte proporcional a la distan­
cia existente entre ellos. La virtud d e esos modelos consiste en que nos permiten
guardar una enorm e cantidad d e información en la m enic m ientras p resu n to s
atención a un m ínim o d e detalles. Este e s el logro m áxim o de la d a s e de crca-
cióo de modelos que llam am os "ciencia", una d e las form as d e elaborar mundos.
Ahora bien, tem o que lo haya expuesto d e una m anera dem asiado g n s y o r­
denada. La elaboración d e m undos de este tipo d e vez en cuando se también
en extravagantes m etáforas. La historia d e lacien cia está llena de ellas. Son los
soportes que no 6 ayudan a subir la m o n u ñ a abstracta. Una ve¿ que llegam os a m -
ba,k»arrojam os(incluso lo s esco n d é rn o sla favor d e una teoría lógicam ente co­
herente, form al, que (coa su e n e) pueda enunciarse en térm inos m atem áticos o
senumatemáticos. Los modelos form ales que surgen son com partidos, protegi­
dos cuidadosamente d e los ataques y prescriben form as de vida para sus usua­
rios. Las m etáforas qu e contribuyeron a este logro por lo general son olvidadas
o, si el ascenso resultó importante, se las incorpora no com o pane d e la ciencia
siao de la historia de la ciencia.
Construimos nuestnjsm odclos.claboram osnuesirosm uodos.de unam ane-
ra muy diferente para guiar nuestras transacciones co n o c u s seres hum anos en
la vida cotidiana. A cabo d e finalizar una d lca d a d e trabajo en la q u e he estudia
do los comienzos d e la interacción humana entre los bebés y lo» adultos cncar
jad o s de su cuidado, tratando de descubrir las teorías que construyen unos acer
cade los otros y .e n e sp e c ia l.c ó m o se inician lo sn iflo sen el uso del lenguaje hu
mano* Estas interacciones pronto em p iw an ad iv id ix w en lorm alos: upos d e ac
lividides en las qu e los participantes puoden predecirse m utuam ente, aw b u irsc
inunciones y en general asignar interpretaciones a los actos y expresiones del
otro. Los form atos están sim plem ente determinados por la teoría y lim itados por
presuposiciones, pues c uando éstas son transgredidos, el ni fto enseguida se sor-
prendee incluso se indigna. C on la experiencia, nuestros m odelos se espcciali-
n n y se gencrali¿an a la vez: desarrollam os teorías sobre upos d e personas, ti­
pos de problem as, tipos d e condiciones humanas. L as categorías y las máx i mas
de estas "teorías populares” rara vez se ponen directam ente a pruebo. N o suelen
ser originales y e s m ás probable qu e procedan d e la sabiduría popular de la cul­
tura en b que crecem os.
C om o observé en el capitulo anterior, las teorías populares sobre la condi­
ción hum ana están contenida» en la m etáfora y en m lenguaje que cum ple las fi­
nalidades d e la narrativa. Y b narrativa folklórica de este tipo tiene tanto dere­
cho a ser considerada la "real idad" com o cualquier teoría que podam os constr u ir
en psicología em pleando nuestros m étodos científicos m ás c a n tío s . En reali­
dad. muchos estudiosos serios d e la psicología creen que una d e las fuentes de

B iw ic c .'lM c M M H iin th a S tM a m a f A cúoa tn JIn w rx iK M '* en I . I j e t i n t a v r p L


A A * * e t* i* 14a » c y J ttn a r tK * < 4 . I. N ixw aod. N J „ AMe*. I 9S I.

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
d alo sm ás fecunda p o n laconstrucción d e una psicología adecuada sonesasm is'
m as teorías populares o folklóricas; un ejem plo notable lu constituye Fntz Hci-
d c r .14 U na psicología de esas características serta, desde luego, m ás “ interpreta-
ti va**qu e positivista, y su com etido consistir ¡a en brindar una interpretación más
rica* pero m is abstracta, de las“teorías en acción" hum anas, dei mismo m odo que
e l antropólogo cultural interpretativo da una tx p k to iio * de texte de la cultura.
Esto nos lleva directam ente a las actividades de) humanista: el historiador,
e l crític o literario, e l filósofo, el inj¿/prcte de b cuJium Yt desde luego, e la n is-
la: el p o e u .e l m irad o r, el pintor, el dram aturgo, el com positor de música.
El artista crea m undos posibles m edíam e la transfomiac-dn m etafórica de lo
ordinario y lo “dado" convcncionalm cnte. Permítaseme dar un e>cmpk>: d d e­
m onio. En e P t a r a is o Perdido". Mil ton crea una imagen del dem onio qu e supe*
ra la sim plista nocido de él com o agente del mal y lo irracional. Es com parable
en su poder m etafórico a la m etáfora d e lo irracional en F reud.el ello. M i com o
Freud representad lo irracional com o astu to e incluso inteligente en su proceder
(y no sim plem ente torpe y brutal) a g r iá n d o le lapsus linguae inteligentes e in­
cluso form as d e ingenio. M ilion da al dem onio una estrategia y ,e n realidad, u ru
función. E n e l poem a. S atán tiene com o objetivo sembrar ü duda. Se opone
a U fe ciega.
Satán mam fiesta su prim er desconcierto al encomnir a A dán y E va " u n o en
b ra /o s del o tro paradisíacamente'*. N o e s auspicioso encontrar a los que se de*
sea inculcar la duda en e sa actitud. C u m io Adán le dice luego a E va que lodo
e s d e ella en e l Jaid in excepto la fruta prohibida. Satán encuentra un a o p u iu ro -
dad. Dem asiado grande la fe ingenua de este hom bre, que crec qu e D io s lo cred
a str imagen y sem ejanza y, sin em bargo, le prohíbe el acceso aJ A /b o l del Co*
nocimienio. T al vc¿ pueda a c e rc a ra a b m ujer. Este dem o m o n o cs un m onstruo,
ni un tentador que ríesolapadam cm e. Es un Satán de principios, un dem onio con
una misión. El está en contra de la fe. K eali/a su misión m elódicam ente, com o
t\e tlo deFrcud. P a ra d lector, los temas del bien y elm alsonirain&tofnuido^por
un dem onio com oóae. to í com o Kronberg es transformado pe» el hecho de que
H am ld vivió allí. C o k » tan culturalm ente reales com o b fe y la ro /ó n adquie­
ro ) nuevos significados. Repensam os la historia, reconstruían* su Edad d e las
Tinieblas y mi Renacimiento.

*> Según lo expuesto, parecería que b ciencia y b s hum anidades com ienzan
en algún punto convergente y se separan en lo q u e se icficrc a sus m étodos. Pe*
r o a e o que e s a aiinnación de>Aescapar otra diferencia lundamen ta l. Pueden te­
n e r un origen com ún, pero se separan y * especializan con dilcrcnics objetivos
en lo q u e se refiere a la construcción de universos. La ciencia trata d e construir
un m undo qu e perm anezca inviolable a pesar d e las intencione* y los conflicto»
humanus. La densidad d e la atm ósfera no se altera, no debe alterarse, com o fun­
ción d e nuestro hastio del m undo. En cambio, el humanista se ocupa pnnciful*

“ In u licito. Jt* FrjKhdúty c jiia p tr fv m tto tw u . Nwc*4 Yoifc. John Wiky, 19SS

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
mente del m undo y lo s cam bios que experim enta de acuerdo con la posición y
U actitud del espectador. L a ciencia crca un m undo que tiene una ‘‘cAistencia"
ligada a la in variabilidad de las co sas y los acontecim ientos frem e a las irarufix*
mociones de las condiciones d e vida de aquellos qu e tratan de com prender; a u n ­
que la ítu c a m oderna h a dem ostrado que e tto e s c ie n o d enuo de límites m uy e s ­
trechos. Las hum anidades u a u * de comprende* el m undo en cuanto en ¿ste se
reflejan las necesidades que im plica el hecho de habitarlo. En la jerga d e la Un*
gll& ica, una obra de literatura o de criüca literaria lojjra la universalidad por su
sensibilidad al contexto; una o b n científica, en cam bio, por su independencia del
con le* to. M ás adelante m e ocuparé del significado d e U niversal idad** en estos
dos sentidos.
A menudo se m enosprecia a Kart Popper poi defi nir a la ciencia d ¡oendoque
su rasgo principo! e s la fa lo c ió n . La suya e s una perspectiva m uy sim ple, muy
general de ta ciencia. En realidad, en la ciencia publicada y codificada no hay lu­
gar pura \* form ulación d e hipótesis, salvo en cuanto puede ser reducida al pro-
ceso de inducción p o r una p a n e o del m étodo hipoiéiico-dcduc ti vo, por la otra.
En las revistas científicas n o hay espacio para las digresiones m etafóricas, para
los procesos m ediante lo s cuales se nos ocurren ideas dignas de ser comproba-
da»,e*decir, de ser falsarias. N o obstante, una buena pone del uem p o d e luscien*
tíficos es consum ida por este upo d e digresiones. Permítaseme contar ahora lo
que Niels Rohr me d ijo .11 La idea de la com plem cnuinecbd e n la teoría de los
cuanta, dijo, se le ocu rrió cuando pensó en la imposibilidad d e considerar a su h¿ ♦
jo a la lu¿ del afecto y a la lux de la justicia al mism o tiempo. S u hijo acababa de
confesar voluntariamente que había robado una pipa en un negocio d e la zona.
Sus reflexiones lo llevaron a pensar en los jarrones y las caras que aparecen en
los dibujos diseñados p ara crear una ilusión óptica: sólo se puede ver una figu*
ra a la vez. Y luego se le ocurrió la idea de la imposibilidad d e pensar sim ultá­
neamente sobre la posición y la velocidad de una partícula. Este cuento, nos di»
cen, penenecc a la historia de la ciencia, no a la ciencia misma.
Sin embargo» y o creo qu e Popper acien a m ás de lo que se equivoca. L a fal-
sación es fundam ental pora m í por un m otivo incontestable. Sabemos que el
hombre úene una capacidad infinita d e creer. Sorprende que no se lo haya defi*
nido com o Homo credens . Harold Garfinkel, actualmente un distinguido soció­
logo, una vc¿ lom ó un cu rso de “lectura e investigación*’ conm igo a fin de saber
quC estaban haciendo los psicólogos. Se le ocurrió un experim ento muy ¡me*
tesante. Después de tom ar una decena de palabras que dcscnbian rasgos d e una
d e las listas modelo» cada uno co n un polo positivo y otro negativo —com o
perezoso y activ o , honesto y deshonesto — elidió al azar com binaciones d e po­
los negativos y po&iuvos. Presentó esias com binaciones en tarjetas y les p k lió a
los sujetos del experim ento que hiciesen una dcscnpcióa general d e la persona
representada. Siem pre podían hacerlo, no importa cuán im probable fuese la
combinación. Ninguno d e lo s consultados dijo nunco"tsiQ es imposible: no hay
una persona asT . A hora bien, tal vea pueda existir todo tipo d e persona. O qui*

11 V i*«c e l r e l* o c o m p le to d e c u c c n u tt * u o c v n N iel» B o tv e n n i U S t a r t h c j K«e*


V i Y« * , H « p c t y R*W , I 9f ) ,

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/A la m ejor form a de decirlo es que nosotros podem os crear h ipótcsisque te adap­
tarán prácticam ente a cualquier cosa qu e encontrem os.
asom broso don para crear hip ó les» e s lo q u e hace que la simple pers­
pectiva de la ciencia de POppcr sea m ás ac criada qu e errónea, este don y la fací*
Ixlad co n que, gracias a la sck ctiv iitid m ism a de nuestros sentidos, nuestxa m en­
te y nuestro lenguaje, aceptam us nuestras hipóle** com o correctas. Tenem os
una fe extraordinaria en las representaciones instantánea*. El S atán d eM ilto n en
e l “Paraíso Perdido" puede haber ¿ido el proc ursor de la faliación de Po|>pcr.
Por todo lo expuesto, sabem os que si hem os de apreciar y com prender un « •
lato im aginativo (o , lo que es k> m ism o, una hipótesis im agtnauva), debem os
“suspender el descreim iento*, aceptar lo que oím os por el m om ento com o s u ­
puestam ente real. com o o tip u L u i vo. C uando se trata de la ciencia, al final pedi­
m os alguna verificación (o alguna prueba contra la íalsación). E n el Ambito tfc
la narrativa y d e la explicación de las acciones hum anas, pedim os en cam bio <juc.
m ediante la reflex ión, el relato corresponda a alguna perspectiva que potlam os
im aginar o "sentir" que e s currccia* Una, la ciencia, está orientada hacia afuera,
hacia un m undo exterior; la otra, h a , ia adentro, hacia una perspectiva y un p u n ­
to d e vista hacia e I mundo. Las dos so n , en efecto, dos íom ias d e ilusión d e la re a ­
lidad, dos form as muy diferentes. Pero su “falsabdidacT respectiva en el sen ti­
d o d e Poppcr no las distingue com pletam ente.
En c a m b io .c rc o .c s necesario exam inar qué significa decir que un m undo
construido — por ejem plo, una novela, una historia n a n a tira , una obra d e críti­
c a litcr;n u o cultural - e s com parada con nuestra perspectiva y nue*tio punto de
vista. C uando el pintor M anct exclam aba "la n atu talc/a e s sólo una hipótesis”*
podia no haber querido darle un significado inscrito en el espíritu d e P o p p cr .12
E ra, e n cam bio, un grito d e batalla contra el rcprescntalism o acad ém ico co n ­
siderado el único m odo, o incluso el m o d o co rrccio .d e representar la naturale­
za en la pintura, Era una invitación a crear m ás hipótesis, diferente* y tam bién
sorprendentes.
Porque, e n efecto, las hum anidades tienen com o tem ario im plícito el culti­
v o d e las hipótesis,el arte de generar hipótesis. E s en la generación d e hipótesis
(y no en su falsación) donde cultivam os per*pccü vas m últiples y m undos posi­
bles que coinc »dan con las necesidades de esas perspectivas.
En la med ida en que la c icncia m oderna (o la ciencia de c ualqu icr é p o c a ,in -
dependternem ente de la fam osa hypotheüs w n fin g o de N cwton) tam bién inclu­
ye La generación de hipótesis, a s í com o la com probación de hipótesis, e s afín a
las actividades del hum anista y el artista. Esto lo sabem os a partir del exam en de
los apoyos m etafóricos con lo s cuales el buen científico intuitivo escala la m ón­
ta t e d e la abstracción. Pero su objeto e s siem pre convertir esas densas m etilo-
ras en las transparentes y frágiles hi pótesis d e la cicncia,o en axiom as m com pro­
bables que generarán hipótesis que, con suelte, pueden sor verificadas.
En lo que respecta al arte y las hum anidades, también están lim itadas en lo

**t a c t d « n * c i 6a deM **ei*e€ a*w > *fi*cu « w « « yfci lk g * A > « f« m ifp * n e O c l lo fc k x t


d6 iM K D eb o o o n leia f que n o be p o Ju k > e n c u n m / U Iik tM * p c i v d« haber r « a lu « l) hM ifiw *
14 bikqucd*. Mi p « c(u » u pur k> gcfttrtl ttu b e « t u rctfxu tU *SÍ. de uto to tfu , f e t o ¿¿ó n te T .

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que hace a las clases d e hipóte sis que generan, pero no en cuanto a las limitacio»
oes de veríficabilidadcn el sentido d e los científicos, y tampoco por la búsque*
d a d e hipó tesis qu e serán verdaderas en una am plia serie d e perspectivas huma*
ñas. En cam bio, el objetivo (co m o ya se ob serv ó en los capítulos precedentes)
es qu e las hipótesis se ajumen a diferentes perspectivas humanas que sean re*
conocibles com o “ verdaderas para la experiencia im aginable": qu e tengan ve*
rosimiliunj.
L o expuesto en el párrafo anterior no significa que et hum anista se ocupe de
lo p v tk u la r y no d e k) universal. Debem os retom a; ahora una cuestión plantea*
da al final del C apitulo II.
Volvamos al p ap a León III coronando a C arlom agnocom o em perador del
Sacro Imperio Rom ano e n el V aücano el día de N avidad del aAo 800. y a la
reconstrucción que hace llalphen d e las “causas* y antecedentes d e e s e acon­
tecimiento singular. S i hem os d e enienderlo, no será gracias a una arqueología
positivista en la cual todo lo particular sobre esc acontecim iento y todo k> que
ccnduce a él es finalm ente desenterrado, rotulado y ordenado. Pur m ucho que
excavemos y profundicemos» queda todavía un trabajo interpretativo. E s una ta*
rea facilitada p o r una fecunda generación d e hipótesis, algunas d e ellas sujetas,
evidentemente, a la falsación. ¿Era León hermano de C ar lom agno?, puede
preguntar un teórico del nepotism o. B ien, evidentem ente no. Eso puede ser falso*
do. ¿Estaba León tratando de reforzar sus alianzas para proteger a la Iglesia
conua el avance del poder árabe? Bueno, posiblemente» porque esc poder todavía
seguía creciendo. Y d e un m odo más universal ¿no sucede que los jefes de estado
siempre tratan d e form ar al lanzas contra usurpaciones inm inentes? El historia­
dor. sin duda, puede buscar pruebas congruentes en los archivos. Pero nosotros,
com o lee lores d e la historia carolingia» buscarem os hipótesis alternativa*, aun
cuando ya cream os e n la teoría d e la alianza.
El objetivo d e com prender los acontecim ientos hum anos e s sentir las alter-
nativasque tiene la posibilidad h u m an a Y asi las interpretaciones sobre el ascen­
so de C artom agno (o la caída d e Juana d e A rco o e l apogeo y la caída d e Crom-
well) no tendrán fin. N o sólo las de los historiadores vino ta m b a n las de los no*
velisias, poetas, dram aturgos e , incluso, los filósofos.
• • •

¿Qué direm os, finalm ente, sobre la relación entre las ciencias y las huma*
nidades? ¿Qué direm os sobte D e rerum natura de Lucrecio? ¿Un poem a suges­
tivo pero un m al tratado d e física? Si la elaboración d e hipótesis e s parte de la
física, bien, el poem a d e Lucrecio está lleno de hipótesis interesantes, origina»
les y, con el tiem po, falsables. S u poder evocador com o poem a proviene pre­
cisam ente del fértil terreno de m etáforas del qu e se n u tre, d e modo qu e noso*
nos podemos leerlo hoy com o u t a perspectiva m etafórica sobre el m undo de
la naturaleza.
Aristóteles en E i arte poética (U. 7) d a una buena conclusión:

T .. I n o es o fic io d e l po eta e l c o n lar la* c o s t t c c m o su ced iero n , sin o « m > d«bíe*


r a n o p u d ic ru i h ab e r su ced id o , p ro bable o n o c c u ria m c o te {... | aunque tu y a d e re*

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prcM 'nur c o m í tm o Jk las* n o *cr¿ m enos p » tU :jn x * i no ta y i& c o n v c n k tn c e n q iie
v « l i u co sos d e U i ¿uccdula* s c jn u k s c u ilc s c u n c etu n u » que d eb ieran y p o tl*
w %tt, t t f ú f t que co m p ele rq v cu rn u x lA s al p u c u ." *

Tal vez sea ése el m otivo p u r el cual los tirano*odian y icm cntanioa ios po e­
ta* y los novelistas y, lam b ita. a las historiadores. Aun n ú * de lo que icmcn y
odian a los cic m ilk o s. quienes, aunque construyan mundo» posibles, no dejan
espacio pura que se form ulen oíros pusibles perspectivas personales sobre esos
mundov.

* | j v tn iú f l icAfcJ « n iiU íU * » c v m » fu m l« «i.V & u p*M hfc, K ip « u C a ) |v , M jü iM , 4 j


e d r tr i o , 1970. | T |

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SEC U N D A PA RTE

Lenguaje y realidad

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PEDAGOGIUM DIDÁCTICA L
E l s e lf tra n s a c c io n a l

Si nos «faiteamos a estudiar durante m ucho tiem po los modos que üerten los
seres hum anos d e relacionarse entre si, especialm ente m ediante e) uso del le n ­
guaje. sin du d a nos va a sorprender la importancia de las “transacciones". E « a
no e s una palabra fó c ild t definir. Me re fiero a c t ú a l o s que nc basan en una se ­
rie d ¿ MjpüC5to> y creencias com unes respecto del mundo, el funcionam iento de
la m ciuc, las cosas d e qu e som os capaces y la m aitera de rcali/ar la comunica*
ción. E s una idea contenida en cierta m edida en las máxima* de Paul C riee 1 so*
bre el m odo d e a c tu a re n una conversación, en la idea de Dcirikc W íbon y Dan
S p e rb e r de que sicm jve suponem os que loque kfcotfushafl dicho debe tener u/-
$ún sentido, en el descubrim iento d e HiUry Putnam* de que \ w lo general
asignam os el nivel correcto d e ignorancia o inteligencia ai nuestros interlocu­
tores. M is allá d e estos dato», existe un oscuro pero importante ám bito com ún
—C olw yn Trevarthen lo llam a '‘imcrsubjctividatT*— que hace que la indaga­
ción del filósofo acerca de cóm o conocem os Otros M entes pore/ca m ás p rácti­
c a de lo que nunca se propuso el filósofo.
Sabem os intuitivamente com o psicólogus (o sim plem ente com o seres hu-
m anos) que el fácil acceso que tenem os a la mente de los dem ás y los dem ás a
la nuestra, no tanto en lo que respecta a los detalles de lo q u : estam os pensan­
do sino en general sobre el funcionam iento de lam ente, no puede explicarse in­
vocando conceptos singulares com o el de la “em patia". Tam poco parccc su fi­
ciente realizar un m ilagro d e fenom enolo^a. com o h ú o el filótofo alemán Max
Schcler5, y subdivuhr la Einfuhlufig en m edia doce na de clases “sentibles”. O se*

‘ II Y G rite , ~LogK 9n á C ü * '* * u ix m M,* * P X < A c y I L ( a m p ^ ^ S y a t u a ^ J Se


*iK 4 J . A t a . N « « v a Y * A , A c * 4 m ic P r ts t, 19?$

* D i» Sperfeer y rV ifd rc W J k w . -M u tu a l K *u»kc4gc f t t k v * * * i» I W u m i <»l C < *nfre


tW itK M * en N . V. Scrntíi K m o v J td ft. A < a4em k f i e n .

* HiUry PtfMun, 1/iAÍ m í /froty, «d 2. Oifnbn4(C, Cártkbndg® Ui>triiiy


I h u t . 1975

4 C < it» y n T ic v w lh ta , “ l» rt* K U ro r l l t m » i * ) M G ftltu rtl C o u fK ra ih a .


1>kw O tv c k f m a * i* U /« w y a.¿ ft M w * C n u c k . K K f p , W. L c p c ru a y D Pfcx* ( a * n p * ).
CVamu m í í d^d AV* £H4<4p4«Atf,C«nbf\4f<, UAivvtity Frc%t.
1979

9 M<ft S c h c k r, TA* f i t u n i^ S y m p ú ik y . tuM idifi. K u u ü e ig c y K<**n P a u l , \ M .

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guir el camino d e los psicólogos del siglo XIX y elevar U * sim patía” a la cate­
goría de instinto. Más com únm ente, el estudioso con tem poráneo de la m ente ira-
tv á d e re v e lar e l m isleño investigando cóm o desarrollam os c a e sentido para c o ­
nocer lasutras m entes, o exam inando sus patologías com o en los niños au tisu s
o los jóvenes esquizofrénicos. O bien tratará de revelar los detalles del conoci­
miento truerpersonal sobre tos adultos realizando experim entos sobre la* face*
US de c a e conocim iento, com o han hecho F riu Ifcider y sus discípulos* O, in­
cluso oirá opción»descartará la cuestión dclconocim icnio intersuhjctivo puf « r
"sólo" una proyección»cualquiera que sea la su isfa c u ó n vanidosa que pueda
darle.
La prim era vcx que m e ocup£ d e esta cuestión fue en un trahajo que reali*
có e n colaboración co n Renato Tagiuri*. y ta m tn ^ n n s escribiendo un capitulo
sobre la “percepción personal * en uno d e los manuales estándar, enfocándolo
como un problem a de percepción. M ientras prcpdnibanuxscsc capitulo hicimos
algunos de esos pequeños cxpcrim cntosquc constituyen c ia rte de la psicología.
Elegimos pe n o n a s qu e integraban pequemos gru|ios o p u n id las y que se cono*
cían muy bien entre sí y les form ulam os d o s preguntas m uy simples: con qué
persona del grupo preferiría pasar m ás tiem po y qué periona del grupo cree que
preferiría pasar m ¿ tiempo co n usted. Debo decir d e sde el c o m k iu o q u e s e u a *
u de un procedim iento plagado de problem as estadísticos, en especial si se d e­
sea estudiar la exactitud d e las percepciones inicrpcrsonaJes o d e te rm in a si las
preferencias d e las personas son transparente* para los demás. N o obstante, los
obstáculos estadísticos pueden salvarse usando lo que llamamos “procedí míen­
los de M o n te a rlo ", lo cual consiste en determinar la* preferencias d e cada per­
sona y su intuición d e las preferencias ajenas con la ayuda d e una ru lc u . Luego
se puede com parar la actuación real d e k » consultados con ladisuibución de pre­
ferencias e intuiciones obtenidas por el a /a r d e la ruleta. S í, en general las per*
sonas son m ás exactas y m ás transparentes que b que cabría esperar del aAir* lo
cual no es un descubrim iento muy sorprendente, l * s personas saben m ás que el
azar quiénes so n los que las aprecian o, pura decirlo de o tro m odo, sus preferen­
cias son transparentes.
Ahora b ien , hay algo m uy curioso sobre la m a n e n de actuar d e los indivi­
duos en esas situaciones que no e s tan obvia después d e todo. Entre o tras cosas,
una persona q u e prefiere a otra creerá que ésta le corresponde prefiriéndola a su
v c i. O, dado q u e la dirección d e la causa nunca es clara en los asuntos humanos,
si nos sentimos preferidos por alguien. le corresponderem os prefiriéndolo, ya sea
que nuestro sentim iento se a correcto o no. Es simplemente una tendencia huma*
na: señarse apreciado por alguien engendra la retfibución d e ese sentimiento. A
esto agregúesele el hecho d e que sabem os mejor que el a /a r quién gusta d e n o ­
sotros. Pero ¿se trata de "exactitud" o de"vanidad"? ¿Somos “víctim as" de la va-

'V é u c i M j n á l m i m i t « r ^ k > a « l I r ^ j o d e I l i a c a K R io n c t." M »


)cv I f c v t l o p m t J « S o c u J f iy c h ü to f y d u n f tf * K L m i F t v c D c c id n * . O I * i 4 u y y E . A re*
m (cunf»), JfotJfcmfc jSpciUPsyikobgy ** •*. N«v* Y<wk, JUadum lígate. I W , 1.
vJc t m c B rm f y RfMoTasiunk. *1>i« l^rccpuon < / «n CUrdvwr t^NJtty <<m a .X
^ 5* 04 / R caA n *. M u i .. A d fcío n -W eiky. 1951.

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n u l ad o b en ef i ci ar i o s d e n u est r aaí n si b í l i d ad í S i ap l i eai n o san u c st f aw u I c t asd c
N l o n tecar k ) c Moa m i y n o s i c n d c * c í as% ‘h u i n an as* \ m?co m p o r t ar án d e u n m o d o m -
d i f er en c i ab l e d el de k * h u m an o s. ¿Si g n i f i c a c ato q u e el ser h u m an ó o s hi m pl e*
m en t e un r o b o t c o n p r ej u i c i os? ¿T W i i esc n t i d o c sj p i c g u i u a r eal m en t e? H u el e d e-
nui M ado a l as |i c u n c í as p r eg u n tas car tesi an as * obr e el h o m b r e c o n si d er ad o c o ­
m o una n u íq u i n a c o n u n al m a ag r eg ad a, q u e tal v e/ h au a c o n o c er su v o l u n t ad a
u av ¿s de l a g l án d u l a p i n eal d el m i sm o m o d o q u e no so tr o s l e d am o s' ‘ hunum dL i d* *
al r o b o t d e M o m o car l o h ac i en d o g i r ar l a r u tei a.
El modelo que habíam os estado uvindo parecía no ser el correcto, o . por l o
menob, nos cooJucia a callejones sin salida a tos que no descábainos llegar. No*
j a ¿i _ y n a era algo uívíal - que las sensibilidades y tendencias com partidas
pueden producir algunas consecuencia* sociales sorprendentes, t i m e tu ra s c o ­
sas, generan una increíble e s t a b i l i d a d en losgrupo*. 1.a gente actúa Je agüenlo
von sus percepciones y sus preferencias y se retnbu>^ en consecuencia. C rea mus
un pcqueAo grupo de discusión de siete miembros, para debatir Mla psicología y
l a vida** (eran todos e lu d ía n le s universitarios). Y real i/ainos nuestro test cu atro
o cinco vece* en un periodo. Sucedieron a l g u n a s cosas uueicvanicsp.ua I m p a ­
res o diadas que com|x>nian esc grupo. Algunas configuraciones prácticam ente
desaparecieron con el tiem po o llegaron a producirse a m w les por deb ajo d e la
casualidad l«ov caso* en que los p ire s se lu b ian cfcg ido sin sentir la ic c i|* a c i­
dad d e la elección se habían icU> a! finalizar el periodo. Así sucedió tam h iln en
los casos en que am bos sc sintieron elegidas | t * el otro pero ik> k> eligieron a su
v e /. R1 proceso transacciorul pareció intensificarse con el u afe c u rso d e l iiem-
po. Dejamos evo ahí y nos pudimos a m sesltgar otros asunu*.
Empero, el problem a habsa d e reaparecer, y k ih u u .n iá sd e u n a tk V a d a des*
p u S . cuando com encé una serie d e e s tu d ia sobre el crecim iento en la infancia
y . en especia), sotxc el desarrollo del lenguaje hum ano y sus antecedentes. Mi
prim er contacto co n cxc p o b lc m a íoe al e s t r i a r el desarrollo tfc los juegos
intercam bio en la infancia, cuando me sorprendió la rapidez y facilidad co n que
un ntAo. una v e / que dom inaba la manipulación d e kis objetos, podía ciiij*v.ar
a darlos y recibirlos, hacerlos ciréular en una ronda, iniercam harkw. t ¿ aptitud
parecía c * b iir, com o si estuviere ab ovum: la ejecución era lo que necesitaba
cierto perfeccionamiento. LotniA os muy pequeños ten ú n alg u in u y d a io e n la
m ente sobre lo que los dem ás tenían e n la soya, y organizaban sus ace ¡o rre en
consecuencia. Pensé que sc trataba del logro por parte del ntAo de uno de los an-
* tcccdentes del u so del lenguaje: el sentido d e la reciprocidad de las a c io n e s *
L o m ism o sucedió en un segundo estudio (al que m e re ía ir¿ con i i ú s d eta­
lles posteriorm ente), en el qu e estábam os ínicrcNHkncn determinar cóm o e l m-
fto lograba dirigir su atención junto con la de los demás, un requisito prevto p a­
ra la referencia lingüística. Descubrimos que al cum plir el prim er arto, kw mAos
ya pueden seguir la linea d e la m irada d e otro para buscar un objelo qu e ocupa

• J e n m c Hruftcr, " L t i r r a f H cw T o D o Tkngfc * iü i W m ih", en 1 t i m e r y A (ja rti*


(c o n p s ). H w niA <¡towih WoMtum C v lk ^ e, 0 tí<*0 . O tí^m J l «
« c r u t y PtC M , 1 9 7 6

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la atención de ese oiro. S m lugar a Ju d a s, se requiere una concepción comptc*
ja de la nen ie de los demás.*
Y. a n em baigo. ¿p o rq u éd eb eríam o s habernos sorprendido? F-l mílo lícnc
esas concepc io n es’'eo la m ente" al abordar el lenguaje. Los nifos no m anifies­
tan prácticamente dificultad alguna para dom inarlos pronombres y algunos d e­
mostrativos. por ejem plo, aun cuando éstos constituyen esa confusa clase d e ex ­
presiones refere nciales denom inadas form as de ícticas. Una forma deíctica es
una expresión c u y o significado sólo se puede captar conociendo el contexto en
el cual se em ite y la persona qu e lo em ite .10 E s dócir. cuando yo uso el pronom ­
bre yo, se refiere a m í; cuando lo usa mi interlocutor, se refiere a 61. U na forma
dcíclica referida al espacio, com o a q u í y a llí plantea el m ism o problema: cuan­
d o yo uso la palabra <hful, significa cerca d e mí; usada por usted, significa cer­
ca de usted. Los pronombres deberían ser una cuestión difícil de resolver p a ra d
niflo, y sin em bargo no lo es.
Debería ser. e s decir, si el nifto fuese tan "autoccnuado“ com o las teoríasco-
rríentcsdel desarrollo del niAo lo definen imcialmcntc. Pues para nuestras teo­
rías actuales (con notabJcsescepcioncs provenientes del pasado.com o las ideas
de George H crbcrt M ead "), el niAo co m w iu a su carrera en la infancia y la con-
tinúadurante algunos artos m is. encerrado en su propia perspectiva, incapaz de
adoptar la perspectiva de otro con quien se encuentre en interacción. Y, en rea­
lidad, existen incluso “dem ostraciones’*experim entales para probar ese criterio.
¿Pero qué criterio? Seguram ente, n o e l de que podemos tom ar cualquier perspec­
tiva de cualquiera en cualquier conflicto en cualquier momento. N o habríamos
lardado taotoen lle g a ra la inversión oopernicana si fuese ¡isí, o en comprender
que a losindígenas Estados Unidos les debe haber paree idoque era ¿u patria. De­
mostrar que un niAo (o un adulto) no puede, por ejem plo, imaginarse cóm o po­
d r á ver las tres m ontañas que tiene frente a sí alguien que las m irara desde b s
laderas **postcnoresM(tom ando com o víctima propiciatoria uno de k » clásicos
experimentos utilizados para dem ostrar el egocentrism o), no significa que no
puede tener en cu en ta la perspectiva de otro en general .11
E scurioso,en v ista del ti po d e eonsidcracionesque be pb n tead o .q u c las teo­
rías psicológicas del desarrollo hayan descrito al mAo peque rto co n ta n u s caren­
cias en cuanto a las aptitudes d e transacción. El criterio predom inante del ego­
centrismo inicial (y su lenta desaparición) es, en cie n o s aspectos, tan grosera e

* M ichacl S c«tf« y i c r a n * Boaner, T h e C ip M .4 ) (o r J o u * V m » I A u c n ix jn m * * la ía m " .


f e n r « . 2 S 3 , W S . p á p 265-266.

* IjOI d a e u ix k u a c l i i t w a ta b re Im *delcticp»“ « m : J o h n L y o u . U r n a * * ! , woldm cne* I


y 2 , C a m b n < ||c .C tm t n d ( ( U n i w i i t y P i c u , 1977. y E m tie tic r v x m u tt,P r o U tw v u< C tK tr jI L u t-
fn u rtc » . C oral G a M e i, B a ., U n i v t n a y <d M u t» ¡ Pica». 1971. « a p i 11-23. V t i t e u a i n á k i t i n á i
p u c o t 4 |t c e c a Ev* Q a A , * F roaaG cauii« l o W o rJ: O » ihe N * U n ] H i u o i y o í D n i ú m L m u m »
* rf* a a « ia iT . cm B ru a e r y G a n o a (C o m p a ). C ro w tk O f m le fm ant.

" Soba« k a c n tt n o * d e M o 4 , v í i m ttf c c ia J n e n ie : C t f X f t H a t e n M e a d . M u d . U t f . <i*i


SoctMy, C W a g o , U m v en iiy e l C h u f o Prei», I 9M .

" L a "*< <»«• p « c j» a » c n a - en o l e c j m o í P x C h i t f i C o * t r f t i o * o f S f c t . Kcul


tel tey f W . 1956

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
incongruentem ente errado pero tan persistente, que merece que se lo examine
co n cuidado. Luego regresarem os a ia cuestión pnncipal: qu¿ es k> que prepara
al niño u n pronto pora realizar transacciones co n los dem ás sobre la base d e
algunas intuiciones posibles acerca de Ocias M entes y, tal v e r. sobre Situacio­
nes Hum anas tam bién. El en terio estándar parece tener cuatro principios funda­
m entales:
1. Perspectiva egocéntrica: Q ue inicialmente los mitos pequen** son inca-
paces d e lom ar las perspectivas d e los dem ás, no tienen una concepción de las
O tras M entes y deben ser llevados a la soc iabilklad o aloccntrism o m ediante el
desarrollo y el aprendizaje. E n su forma m ás sim ple, ¿sta es la do cu in a del pro-
ceso pnm ario inicial, en función del cual incluso las prim eras percepciones del
niAo son consideradas poco más que satisfacciones ilusorias del deseo.
2. Privacidad . Q ue existe c ie n o s e lf inherentem ente individualista qu e se
desarrolla, determ inado por la naturaleza universal del hom bre, y que está m ás
a llá de la cultura. En cierto sentido profundo» se supone que este s e tf e s incfa-
b le, privado. Finalm ente se socializa gracias a los procesos d e id c n tiftc x á ó n e
tm cn u lizació o ; el m undo ex ten o r, público, es representado en e! m undo inte*
rior, privado.
3. Conceptualismo sin mediación. Q ue el niAo logra su creciente conoci­
m iento del m undo principalm ente gracias a encuentros directos co n e se m undo
y no por la m ed lación d e encuentros secundarios con ¿I al inte rae tuar y negoe iar
co n los dem ás. Esta es la doctrina que p o lu ta qu e ei niAo llega solo a conquis*
lar su conocim iento del mundo.
4. Tnpartu,m o.Q uc la cognición, el afecto y la acción están representados
p o rp ru ceso sd ifcrcn icsq u c.co n ct u cm p o y laso cialiJació n JJcg an ain tcraciu ar
entre si. O bien el criterio contrario: que los tres se originan en un proceso com ún
y que, con el crecim iento, se diferencian en sistem as autónom os. En cualquie­
ra de io&d o s casos, la cognición e s el c a p u llo u rd ío .e l recipiente frágil, y e s so-
cialm cnte ciego.
N o quiero afirm ar que esas prem isas son “erróneas*, sino u n sólo qu e son
arbitrarias y parciales y que están profundam ente arraigadas en la moral de nues­
tra propia cultura. S on verdaderas en determ inadas condiciones, falsas en otras,
y su “universalización* obedece a una tendencia cultural. Su aceptación com o
universales, adem ás, inhibe el desarrollo de una teoría posible sobre el carácter
d e la transacción social y. en realidad, incluso del concepto del self. Se ptidiía ob-
je ta r en contra del principio d e pnvacidad, por ejem plo (inspirado por los an tro ­
pólogos), que la distinción entre el "se lf privado” y el "self público" es una fu n ­
ción d e las convenciones de la cultura sobre cuándo uno conversa y ncgocia los
significados de lo ssu cev o sy cuándo uno se queda en silencio, y de la categoría
o rto ló g ica dada a lo que se m antiene en silencio y a aquello que se lu ce p u b li­
co. L¿s culturas y las subculuiras difieren en este aspecto; asim ism o, di Iteren m«
cluso las familias.
• • »
Pero volvam os ahora al punto principal: a la Índole d e la transacción y los
“ procesos ejecutivos** necesarios para llevarla a cabo, a esos s e lf trans&x'iona*

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
les a t e que se aHide en el titulo d e este capitulo. C onsiderem os ahora c o a m a­
yor detalle qu¿ im p lk a la conquista del lenguaje co n respecto a estos ideas
Tom em os prim cio la ¿ ú t a u j. N o es necesario detenerse dem as ido en ella.
La principal observación qu e debe hacerse e s qu e la posesión del lenguaje nos
da regla* para generar enunciados bien construidos, ya sea que dependan del ge-
noma, de la experiencia o d e un a interacción de am bos. L a sintaxis b n n d a un sis*
tem a con un alto grado de abstracción para cum plir íuncioocscom unicati vas que
son decisivas en U regulación d e la atención conjunta y la acción conjunta, pa­
ra generar tem as y com entarios de un m odoque "segmenta** la realidad, para des*
tacarc im poner perspectivas en los acontecim ientos, para indicar n uestra ac titud
h a c ia e lm u n d o a le tia in o src fc rim o sy hacianuestros inierloeutore^ poní desen­
cadenar presuposiciones, cicatera. Podemos no ‘‘saber* todas estas cosas sobre
nuestro lenguaje d e algún m odo explícito (a m enos que tengam os esc upü espe­
cia) de lom a d e conciencia que desarrollan los lingüistas), pero lo que s í sabemos
desde nuestra p n m era ex ponencia co n el lenguaje es que se puede contar con que
los dem ás usarán las m ism as reglas sintácticas que nosotros pora form ar y com ­
prender los enunciados. Es un sittcm a d e calibración tan com plejo qu e lo damos
por descontado. N o im plica sólo tas fórmulas de Gnce* o d e Sperber y W ibon.
o d c P u tn a m .a la s q u c m e h e referido, sino l i seguridad d e qu e la m ente es usa-
du por tos dem ás d e la m o m a rnancracn qu e La usam os nosotros. L a sintaxis com ­
prende en realidad una utilización particular de la mente: afirm em os (com o lo
han hecho Joscph C roenberg 11 y Noom C bom sky’V c a d a u n o a su m odo), y por
mucho que n o podam os ni siquiera imaginar o lías m aneras de u*a/ nuestra m en­
te, que el lenguaje expresa nuestros ‘‘órganos d e pensam iento" naturales» sigue
siendo cien o qu e el uso conjunto y m utuo Jcl lenguaje nos perm ite un inmenso
avance hacia la com prensión de otras mentes. Pues no se traía sencillam ente de
que todos form as de organización m ental que son afines, sinoque ade*
más expresamos esas form as constantem ente en nuestras uansaccioncs co n los
demás. Podem os contar co n una calibración t/ansaccional constante en el len ­
g u a s y tenem os m aneras d e pedir rectificaciones en las expresiones del o u o {ja­
ra asegurar e sa calibración. V cuando estam os frente a personas qu e nocom pur-
ten los instrum entos d e esta calibración mutua (com o sucede cu n lo s extranje­
ros). retrocedem os, sospecham os, llegamos al lim ite d e la paranoia, g ritam o s
El lenguaje ex adem ás nuestro principal mcdK>dc referencia. ParaeJ lo, em ­
plea indicios del contexto en el cual se efectúan los enunciados y desencadena
presuposiciones qu e *itdan al referente i (tem as exam inados en el C apítulo II).
En realidad» la referencia actúa en contextos y presuposiciones com partidos por
k * hablantes. E s un m érito de Gareth E vans» haberle percatado del profundo

,M tT.PKu.l963:
*61* u m b á i G f f c n b e i f . f j t a p m L¡*$u**tcs, O * c j | o . U f tw m n y oT C h tc tg o h c u . IV>T

14 N o w n C h o r a * y , J t y t r r t i o u e * ¿ d A f u i f ijs m S r ti, T em p le S m ii* , 1976.

* E v a n i, f W V * r « t * t e í W n i K t . I M t l k w e l (u *n© .). O x fo rd , O a f o r i U n m f*
u i y n m , 1912, u m b tf o b la tc ic » * * * <U C U i k i T ty k y . ~ D * e f tc n *>l i g u u a t n c
7i*im ÍMtfpfy SfpU m tti. 11 de «urjo de 199).

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grado en que la referencia impUca la representación de la esfeni subjetiva de un
hablante e n d o n o . Nos recuerda, por ejem plo.que incluso un intento fallido de
referencia no e s un fracaso sino, en cam bio, un ofrecim iento, una invitación a
o tro a buscar posible* contextos con nosotros pora un posible referente. En e s ­
te sentido, referirle a algo con U intención J e dirigir la atención de oiro hacía eso
requiere algún tipo <te negociación, algún p ro c o o herm enóutko. Y esto e s asi
au n m ás cuando ü referencia no está presente o no e s accesible p a n poder se*
ru larla o hacer otra m aniobra w iensiblc. Lograr una referencia conjunta e s lo*
grar un Upo d e solidaridad con alguien. El K^n> d e e sa referencia "intersubjcii*
vaMen el nü\o se alean /a con u n ta facilidad, con tanta naturalidad, que plantea
interrogantes inexplicables.
A ju /g a r por la rapidez con que el bebé aprende a seftaUr los objetos (por lo
general, am es del prim er a n o d e edad) y a seguir la linea d e la m irada de otro,
pareciera que hay algo prvadaptado y ptelinguistico que ñus ayuda a logra r la
referencia lingüistica inicial. N o dudo d e la im ponencia de una ayuda biológi­
c a com o ésa. Pero es tan tim iu d a en com paración con el logro final d e la refe­
rencia que no puede constituir toda la explicación d e este hecho. L¿ capacidad
del hablante itvedio para m anejar las s u lik /a s de laelipsas.de la anáfora ^ s a b e r
que, en la locución "A>cr vi un pájaro; W pájaro estaba cantando*, el paaodel a r­
ticulo indefinido al definido indica que las dos Irascs se refieren a) m ism o pd-
jaro— está dem asiado lejos de mis com ienzos prelinguísucos para ser explicada
p o r ello* Debem os llegar a la conclusión de qu e ü bm e sutil y sissem itica s o ­
bre b cual se avienta U referencia lingüística m ism a ha de obedecer a un a nr*
g am /ación natural de la m ente, a la que accedcn ios pur b experiencia y n o por
el aprendizaje.
Si es a s í— y me parece d ilícd negarlo— la s seres hum anas d e te n ven ir equi­
pados no só lo con los mcdto> para calibrar las ebboraciones de sus m entes cun
respecto a las del u n o , sin o tamlxcn para calibrar lo* mundos en los que viven
con los suulcs instrumentos de la referencia hn electo, éste es el medio por el
cual conocem os O u as M entes y sus m undos posibles.
La relación d e las palabras o o p re s io n e s con otras palabras o expresiones
constituye, junto con la referencia, la esfera del uxrufictxk- Puesto que la refe­
rencia rara vez logra la abstracta exactitud de una McxprCMún relerencial singu­
lar y definida**, siem pre está sujeta a la pt>t¡strruat y porque no existen lím ites a
los m odos en que las expresiones pueden relacionarse entre si, el significado
siem pre queda subdctcm im ado, am biguo, h ira que el lenguaje "tenga sentido**,
com o sostuvo convincentem ente David O lsun hace algunos aAo*l\ siem pre ha*
ce falta un acto d e “d cM m b ig u x ió n ”. Los mfluspequcAos no son expertos en cni
dcsam bíguacíón. pero los procedim ientos para realizar b se encuentran desde los
p n m cn is actos de habla. Ellos discuten— in c lu y a lo s dos artos d e edad— nosó*
lo la referencia a la que alude una expresión u n o tam b tó i con qué o tras expre­
siones se relaciona. Y los prim eros m onólogos de lo s mfto* —recopilados por

M O av h I O b u ft. 19 4 Ibuuicfu A i p c t u <


j ( * C«gR»tiv9 Hkoofy N r m u t i i s ”,
r f y c k o t + t « * l t U r * w , 7 7 , 1970. p i p2 * 7 -2 7 1

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Ruth W cir1’, prim ero, y posteriorm ente por Kathcnne Netson y sus colegas del
Grupo de Adquisición del Lenguaje (te Nueva Y ork'9— indican una tendencia
a explorar y superar las am bigüedades del significado de tos enunciados, (ilni-
flopequefo parece n o sólo discutir el sentido en sus intercam bios con los demás
sino llevar a d o n is lo s problem as planteados por c s is am bigüedades a la intim i­
dad de sus propio* m onólogos. El rem o de) significado, curiosam ente. no e s un
sitio dunde vivam os alguna vez con total com odidad. Q u i/á sea esta incom odi­
dad lo que nos Heve a construir fi nalinente eso» producios del lenguaje en gran
escala—d drama y la ciencia y las disciplinas de la interpretación— donde po*
demo$ elaborar nuevas form as en ta c u a lc s llevar a c a b o y negocia* esieesfu er­
zo d d significado.
La creación de c u id a d o s y ficciones hipotética*, ya « a en la narrativa o en
la ciencia, requiere oUa facultad del lenguaje que, u n ib iln , aparece pronto den*
tro d d alcance del hablante. Es la capacidad que tiene eJ lenguaje de crear y e s ­
tipular realidades propias, su c i/u m u iv íJ a d J 9C ream os realidades adviniendo,
estimulando, poruendo títulos, nombrando, y por el m odo en qu e las palabras nos
invitan a crear ‘‘realidades* en d m undo que coincidan con ellas. La constituti*
vidad da un a exterioridad y un a categoría om otógica aparente a los conceptos
que encam an las palabras; por ejem plo, la ley, el producto bruiü nacional, k a n -
iknatena. d R enacim iento. E s lo que nos hace construir un proscenio en nues­
tro teaüo y sin em bargo scn b r la tentación d e apedrear al villano. E n nuesirocs-
ladomás despreven ido» som os lodos Realistas Inflen uosque creem os n o sólo que
sabemos qu 6 pasa "ftllí afuera**, sino adem ás qué pasa allí para los dem ás tam ­
b a n . Carol Fcldm an lo llam a "descarga ón(ica*, convenir nuestros proceros
mentales en productos y doUvlos de alguna realidad en algún m undo .10 L o p a ­
yado se hace público. Y a s i nuevam ente, nos situamos en un m undo d e realidad
compartida. La consbtutividod del lenguaje, com o ha subrayado m ás de un an-
ifupótajo, crea y transm ite cultura y sitúa nuestro tugar en ella, tem a al que me
referiré seguidam ente.
El lenguaje, co m o sabem os, consiste no sólo en una locución, en k> que se
dice realm ente, sin o tam bién en una fue r/aelocutiva, un m edio con vcnciorud pa-

’* R * th W e ú , « fAr C rió . L* M o M i . 1962.

** FJ G ru p o d e A d q u isic ió n d d L cnjiM jc d e K u e v i Y oik l u l i v U n o K« n d ) ( m


K ie p * « * t * d o d t M t f c m e i p t c l i m i r u i ti e n e l G u ip o á : L e n f u ije In fin u J á e .Nueva Y c r t
» r w * m b r * ó * I 9 I J * m U tb ajo a p u r J c t t m B n a c r , k k t i O x e . C t iv i F e lJ n n r .
K iih e n n * K eldm M . K u h ^ n n e N c t a n . O i n d Sic<n y R . u W jtto n .

If V é u e u » tn á b a t de U cuasi itwuv*S*á a j « o “ r»tf o t«a d c r* del t a f luje en C Hirlei Hoc-


k*t, TAr Vífwfrom Sá(<cttd £**>4, A4mas, Geofgtt, Uvuvertiiy oí G«w$i* fot»,
19TT Piro, deul* t a t o , U f m c ip a ) fueiHt d* U ide* ¿ t c i t í etfudao 90c Joba
t í / / í* «9 D 0 fruA f* wuA H 'crdj. Oxford, O jf c td T ic u . I9&2.

* C a ro l F e lü tn « ) “ E p iju m o k ity * a d O n u to * y ía C u t m t ftY<tNk>i*cftl TW oiy*’


10 d e U AioQ taóe» N ó n c * n e n c » u d e Pi*cok»g(i. i«fOen»b<t d e I 9Í 3. » é « e u ir tb ^ n «1 ~ iN » ¿ h i
(ot U i | u i | c . T he U iiftu u u c C a m n * u w d oT C * * A ín e R qvctcm jlM xu*, en Je tó n * ñ n m e t y
U rica W a r n t i c M U t u S o tm . T * C W ; W etU , l .« •* « » .
Mohuco, «d «npfcnu

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ra i n d k ar cuál e s b m íen ció n d t emitir de ic n in ru la locución en d e tcrimuadac ir-
cunsumcia. E suK di»clcm cnio$junkK C ontuuiycftlosactosdc habla del lengua­
j e ordinaria, y podría consido/arse <|uc pctlcrxxcn u r n a aJ cam po dcJ ant/opfS*
logo com o al del lm gúistt. Retomar* tas implicancia* psicológicas de los actos
de habla en un capítulo posterior; aquí nos bosux con darla* por descontadoco­
rno un fenóm eno. C om o fenóm eno, im plican que a t e n d e r a usar e t lenguaje
com prende el aprendizaje d e la cultura y el aprendizaje de cóm o expresar las in­
tenciones de acuerdo co n ella Esto nos lleva a form ular b pregunta de cómo po*
dem oa concebir la cultura y d e q u í m odo ¿ s u brinda los medio* f*> «51o para re a ­
lizar transacciones con los dem ás sino pard concebim os a nosostros mismos cñ
esas iransacc iones.

N o s e r á exagerado decir que en b últim a década ha habido una revolución


en la definición d e la cultura hum ana. E stad trm ició n se aleja dclcsm icturali*-
nvo estricto, según el cual (a cultura e s una *c«e<Je regías ifticaunccfcultt de lo*
cuales las perdonas d e n van determ inadas conductas para ajustarse a determ ina­
da* situaciones, y se acerca a b ideado b c ultura com o conocim iento del mun«
do im plícito pero sók>sein ¡conchudo a p a n ird ef cual, medía me lanegoe íac ¡dn,
las personas alcanzan m odos de actuar satísfacto rk * en contextos dados. El an*
u o p ó lo g ó C Itflo rd G c tru c o m p a ra d proceso de actuar en u n aculiuracon el de
interpretar un texto am biguo.21 P erm ítan m e citar un párrafo osen lo por uno de
sus discípulos, M ichclle Rosaldo;

t n an U u p o to fta, * m í m udo d e ver, el factor clav e ... e s una perfcpociiv«<k U cul*


tu r* ., en la q u e s e p ro clam e e) sipiiT K ado c o m o h echo pú b b co ; o m ejor a u n , e n U
q u e 1» tu h u r a y e H ig n i fie a d o s e d escrib an to m o pnHc&o* <$e percepción interp re
u u v a d e m o d c k » su n b ü liv es po» p u t e d e k * indiv*luos. E ^ o i nxHJelos so n a U
v e / “ d e l" m undo en <1 q u e vivinM Ky Mp * r» ~ q u * el iW /c o a & u c iu e o rg u u c e l u ac-
u vid ades, respuestas, percep cio n es y ex periencias. Par* nuestro» objeii* o s. lo q u e
micro* e n prim er tu ¿ i r es la a fro ta c ió n d e q u e e l sigm l u i d o es u n to c h o d e U v i-
<U p ú b lica y, e n s e c u n d a 1u¿ar, que la* pauta» cu ltu rales — los h ech o s sociales-*
pro p o rcio n an U m a u u p a c a k * U » ¿¿ ió n . crecim ien to y com prensión h u m anos. La
c u ltu ra as» interpretada es, adem ás, w u cu e»iKtf) m e ra » reía* *>n*davoti tn c fa c lo s
y p ro p o n e ione»< 1 cg las, pro g ram as esq u em ático s o cre en cias, que c o n cad en as ato*
c ia ü v a s e im i f c o e s q u e d ic e n q u e co*a» p w k n vincularse n io n a h la n c n ic tx#t
4q u é otr*s c o ta s : ra s trtro s D eparaos a conucerl a m edí ari i* cu en ius coi e u ivo >q u e su
g ie re n <1 carácter d e la coh eren cia, U p o b a b iltd a il y e l *ciu*Ju dentro d e l m u n d o
d e l actor. La culeur*. p o r c o n s ú m e n te , siem pre es m i s riwa q u e e l c o n ju n *> d e c a ­
racterísticas re^ U irad as en loe ap u n tes de] etnógrafo, porgue tu v«<Jad n o f csidc
e n ta s fo rm u lacio n es explícitas d e los ritu ales d e U v ida d u r u sin o en I » p t é a í
c a s cotid ian as d e las persona» q ue, al actuar, d a n p o r supuestas b ex p licación d e
q u tf n e i son y la m a n e ra d e com prende? U* acciones d e su s se m ejajiies *

* C fcffenl Ge*fU> TAr h d & p r # * * * i f C - U m K m v i Y o * . tU sic Puuk». 1V71

* M jü k U c fto ta Jd u , ■Tow *rd m Antfiropuk»*y v i SeU and fte U n g " , « n K S J v x a * r y X . Le

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Ya he exam inado la lingüistica, por a s í decir, co n la cual se logra esto. ¿Qué
se puede decir ahora del aspee 10 "cultural"? EJ m odo en que decidim os em p e­
gar una transacción co n los dem ás lingüísticam ente y k * intercambio* que ele-
gimo*' cuánto deseam os hacerlo (en lugar d e quedam os "d esc o n o c id o s" o " si­
lenciosos” o “en privado*) son los factores que conform arán lo qu e em endem os
por transacciones aceptables culturalm ente y nuestra definición d e nuestra
propia c o m p e tía : La y posibilidad d e haceilo» nuestro $t\f. C om o n o s recuctda
Rosaldo {asando corno contraste el pueblo d e los ilongotcs), nuestra preocupa*
c*ón occidental por lo s '‘individuos y por sus s t l f ocultos e internos bien puede
ser una característica d e ñuestro m undo d e acción y creencias, qu e en sí misma
debe explicarse y no considerar scco m o la base del e stiid * transcultura)*. E n rea­
lidad. las im ágenes y los relatos que dam os c o n o guía a io s hablantes para que
sepan cuándo pueden hablar y qu¿ pueden decir en cada situación bien pueden
constituir una prim era lim itación al carácter d d se//. T al v e / sea una d e las mu*
chas razones por las cual es los antropólogos (a diferencia d e los psicukJgos)
siempre han prestado atención no sólo ai contenido sino tam b a n a la form a de
los mitos y relatos qu e encuentran en los “sujetos de sus experimentos*.
Los relate* d efin en la gam a d t personajes ortodoxos» to s am bientes en los
cuales actúan, las acciones qu e son perm isibles y com prensibles. Y así brindan,
digamos, un m apa d e los roles y los m undos posibles e n loes cuales la acción, el
pensamiento y la definición del stlfso n perm isibles (o deseables). A m edida que
ingresamos m ás activam ente en la vida d e la cultura q u e n a s rodea, com o o b ser­
va Víctor T urner ,8 vam os desem peñando, en un grado creciente» partes defini­
das por los “dramas** d e esa cultura* En realidad, el joven que ingresa en lacu l-
tura, con d tiem po llega a definir sus propias intenciónese incluso su propia his*
tuna en función d e los d ram is culturales característicos en los que desempefla
una p a n e ;a l principio, en los dram as familiares, pero luego en aquellos que co n ­
forman d círculo m ás am plio d e sus actividades extraían»liares.
N o puede suceder nunca qu e haya v n s e if independíem e d e la existencia lm -
lórfco<uliural propia. Suele a fu m a n * , p o r lo nienos en los textos filosóficos clá­
sicos, que el s e tf surge de la capacidad que tenem os para reflexionar sobre nues­
tros actos» por el funcionam iento d é la "m etacognición”. Pero lo que resulta sor*
prenden ion jem e claro en los prom isorios estudios sobre d teína d e la m eiacog'
D ic ió n aparecidos en los últim os artos —d e Ann Brown. de J. R. H aycs, de Da*
vid Pcrkins y o v o s * — e s qu e la actividad m cucognm va (autocontrol y autoco-
rrección) e&U distribuida d e m odo m uy irregular, varia d e acuerdo c o n d mar*
co cultural y» u l ve¿ lo m ás importante, puede enscA arsccon buenos resultados.

\ T X tú ty £ n o ) i» <m b ÍM d , S etf ú + iE / w i m , C a m b rid g e , C a m b n 4 |e Cm*


* t n « y F r *», 19S4, pág» 137-153. ú i < iu » tvn*ípo<i<icn a la 140.

* V j o « T w n c r, F fom éo T h e tin . Ktteva YoHí, Peiftinrw kf A lt) ioum&l Hubbcj


M i l , 1912.

* V i u * u u d e t o r i p c i t e <fchrah*jo de A im O í w d , 1. f t H a y ti y D av id f o t u t a io fcft U me*


Uu0VnK *^n " S P O u p i u m . i W S egal y R C l a i e r . T t a t a f a * d t é a r / i t ñ { S b i t t , v « l. 2 , l l d l t
H . J ., I t t S . c s p k » < * p t | 4 , 15 y 17.

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En realidad, losestudios existentes ttb r e la s '‘rectiíkuc iones lingüística»*— las
aulocorrcecionos de las locuciones y a sea para ¿docuaxlas a la pruína intención
o para hacerlas com prensibles al interlocutor— subieren que un ¿ n / d j r de m e ­
tacognición existe ya desde el décim o octavo me* de vida, b l grado y la furnia
e n que se desarrolle dependerá, p.trcce razonable suponer, d e b< ex i^em ías de
lacu ltu ra en la cual se vi ve, represe ruada por determinados oíros que uooencucn*
ira y por c icna nociónde u n " o u o gene raii/adu” que uno form a (de la maicera que
sugirieron con u n ta « g u d e/a ctcniorc* tan di ve/so* y u n separadas en el tiem ­
po com o San Agustín en las Confesiones y Gcorge K ertv rt M ead en M inJ, S c lf
y Socíery).*
Parecería justificado extraer la concJuxjdn d e que nuestra* ^ tu v e * * y ÍJci»
les transacciones y el sclf regulador que las realiza, se inician io n io una dispo­
sición biológica K isadacn la apreciación piísim a (te otras m entes, nc ven luego
reforzados y enriquecidos por las facultades de calibración que brinda el lengua-
je , reciben un m apa e» gr4m escala para guiar su funcionamiento qu e les propor­
ciona la cultura cd laq u e se producen las transacciones, y term inan siendo un re-
flejo d c la historia de esa cultura. p u c sU prim era está cu n ten u b en las imágeiics,
las narraciones y las herramientas de la segunda.
A la luz d e ío expuesto, consum iríareexam inar !us principiosde la potición
clásica sobre el cgoccntnsm u con la qu e comenzamos:

Ptr*i>t€tisa <%océ*tncu: M tch acl Scai f e y y o d esc u b r i m o s, c o m o m c ir Mi­


n é a l p asar , q u e an i es d e c u m p l i r el p n i n er ¿Aa do si d a. I on ni f l u* n o r m al es h a­
b i tu al m en te si g u en l a l i n c a d e l a m i r ad a de o u n |K i ra v er q u é cM á m i r u n d o c sc
o u o , y c u an d o n o en c u en t r an n ad a en esa d i r ec c i ó n , v u el v en a m i r ar l o p ar a o b ­
ser v ar n u ev am en te l a d i r ec c i ó n d e su m i r ad a. A esa ed ad l o ^n i A o s n o p u ed en r ea­
l i zar n i n g u n a d e l as u r e a s p i ag ei u n as c l ási c as q u e i n d i can q u e h an su p er ad o el
c g o c c r i u í su i o . l i st e d esc u b o w j c u t o m e h i ^o cu n sM l cf ar m u y ¿c r u m en t c l as |>rt>
p u esta* d e K al h c r i n c N c l so n y M ar g ar ci D tx u k l so n * * * * •* seg ú n l as c u al es,
c u an d o el ni A o c o m p r en d e l a est r u c tu r a de l o s su ceso s c « l o s q u e p ar ti c i p o . n o
e s t an d i f er en te d e un a d d i o . Si m p l em en t e n o t i en e u n a c o l et e a n l a» g r an d e d e
guiones y escenarios e incluso esquem as com o la que poseen los adultos. Ade-
m íí.c ld o m im o q u e a k a n /iiii los ñutos de b s lorm asdeícucas sugiere que e l ego-
cen u ism o en s í n o es el problema. C uando e l m no no puede captar ta esuucio-

0 V é i te un* resefti «k « t o J * * ic h tx U K v b Í H a tita e n «J I c n f m j t inTjnlil. < • fs v t C U A .


~ A » * o x u oí S m c livxJrrM X it* x n W h « CfciiacicA S«y « U t k T , cm K S< u.U «, K J
J*twlUyW I. M Lcvch<C0fnp*.\TheC M /f EUrttfiy Swcvj VorV,
Spftf>ter*Vc<U (. 19T8 V i s t e u n tjc«ipfc» c « « ¿ ¿ b l e ¿ t f c tu l K ttK f) e* vi c a ­
p itu lo 4 c M * o K j i c m u n n y K i» jf e n W cf»<í (c o r* * ) , f h r C b J J t
C w tM C l i M d / L i « f « a¿< k L oo4rcf t, A t* l aw i c P i c ti , 1951

*K ü M fiftC S c l* o « y i C isjnJcl. “A i Stvm w 'í hMAKWht^mr V »cvuf Oi4Jten's


D u b t u c * . U t b t / j p r c b n ú d t» e n d C u n ^ ^ i o w b re d D u iü g o . d D t> u ru < b á r f ¿ > U tn
% e*i^*<í6> Du K c i k j . U n iv tn « J « i <k M k h i ( j n , O iu c v b r t «1< tV 7?.

19 M * rfw c i tX w *kJi«v. C A íM ’m ' j M ^ k b , N u ev a Yoifc. N vfion. IVTI.

■ M k S c ík k o ílJ A í. S u rt.» r4 . S u a I v h J UmvvfWiy P * \i» 1900.

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
ra de k k acontecim ientos e s cuando adopta un m arco egocéntrico. El p ro h tan a
no reside en la com petencia sin o en la ejecución. N o se trata de que el mflo n o
tenga la caducidad de adoptar la perspectiva de otro, sino que no puede hacerlo
sin com prenda la situación en la cual c s ti actuando.
Privacidad. L a idea ¿ c lse tf ''privado** independíenle d e una defunción cul­
tural es pone de la actitud ótenla! inherente a nuestra concepción occidem al del
self, El caricter de k> " n o dicho" y lo “ inefable* y nuestras actitudes ante éstos
son de una índole profundam ente cultural. Los un pulsos privados son definidos
en cuanto ta l» por la cultura. Evidentemente, la división entre significados"pú­
blicos" y "privados" prescrita por una cultura dada scAalan una notable diferen­
cia en la m ane raen que las personas que pertenecen a esa cultura considéranosos
significados. En nuestra cultura, por ejem plo, se crea un clim a muy em ocional
a partir de esa distinción» y existe (por lo menos entre las personas que tienen de*
lerniinado nivel de educación) un im pulso a llevar lo privado al ám bito d e lo pú­
blico, ya sea a través d e la confesión o d d psicoanálisis. Para volver a los ilon-
gules de Rosaldo. las presiones son bastante d iteremos p ú a ellos, y tam bién ü
división que hacen. La m anera en que una cultura define la privacidad influye
enormemente en la delen n in ació n d e lo q u e U gente siente com o priv ad o ,en el
momento y en el m odo d e sentirlo, com o y a hem os visto e n las afirm aciones de
Amélie Rorty sobre la personalidad en el C apitulo 11.
Conceptualismo sin mediación. Por lo general, no consiru irnos una realidad
únicamente sobre la base d e encuentros privados coo m odelos de estados n a tu ­
rales. Casi todos nuestros acercam ientos al m undo están m ediados por la nego­
ciación c o n otros. E s esta verdad la que da una f u c r ia tan extraordinaria a la te o ’
ría de la zona d e desarrollo próxim o d e Vygotsky, a la que me referiré en el c a ­
pitulo siguiente, Sabem os dem asiado poco sobre e l aprendizaje a partir d e la ex •
periencia secundaria, la interacción, los m edios de com unicación m asiva, inclu­
so <fc los instructores.
Triporiiímo. E spero qu e todo lo expuesto sírva para poner <fc relieve la po-
b r e s q u e engendra un a distinción dem asiado estricta entre la cognición, el afee*
10 y la acción, dejan d o a la cognición el lugar de última hermanastra. D a vid Krech
solía insto* a qu e la gente “pcrsiensc”: perciba, sienta y piense a la v e/. Asim is­
m o, la gente ücnía denu\> de las lim itaciones d e lo q u e ‘'pcnícA tti”. Pode*mi!b±>
traer cada una d e esas funciones del todo unificado, pero si lo hacemos muy e s ­
trictamente perdem os d e vista el hecho de que una de las funciones de la cultura
e s mantenerlas relacionadas y unidas en esas imágenes, relatos y dem ás cosas pur
el estilo qu e dan coherencia y pertinencia cultural a nuestra experiencia. Los
guiones y relatos y las “cadenas de asociación libre" de los que hablaba Rosal*
do constituyen matxiccs para las form as ortodoxas de fusionar las tres en m ode­
los para orientar el self, m aneras d e « r un ¿e//en transacción. En el C apitulo v il l,
sobre la relación en treo í pensam iento y la emoción, retom aré este asuntocon m a­
yor detalle.
Por últim o, deseo relacionar brevem ente loque he dicho en este capit uto con
los análisis de la narrativa efectuados en los capítulos de la Prim era Pane. E n la
m edida en que expUcamos nuestras propias acciones y los sucesos hum anos que
ocurren a nuestro alrededor principalm ente b^jo !a form a d e una narración. rc~

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L mo o i l r an u .c s cooccbi bl c que nucsi r a scnvi hi l* ); * ! a l a i v i n ati v a proporci one
el pr i nci pal v (ík uK í c n u c nuestr a p r u f í a sen l i c i ó n del s d f y n u esu a sensaci ón
de l o^ ( t a n g e n el m urH k > $ou4U |ucttug rodea 1- am oneda com ún (Hiede ser pro-
v i n ü por l as f on» as de l a t u m n i v a qu¿ l a cu l l u i a no s o í reve. U n a v c¿ más* po*
d r ía deci r se que l a naturaU v a i m i ta ul arte.

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L a in sp ira c ió n d e V y g o ts k y 1

Solía hacerse uiia d*i>ftct6n m edio en brom a entre la psicología patcopav-


Joviana y b psicología ncopavloviana. E ra en los últim os artos de la década (le
1950. Antes, sólo conocíam os la p rim e n . Tal ve* la otra no había nacido toda-
vía. O quizá sucedía que lo que oíirficn entonces de segunda mano « ib re el úl­
timo Pavlov k> h acía parecer gagá. El Pavlov e ta l se refería a los te Itejos con*
disonados, e , incluso, se lo denom inaba "condicionam iento clásico*' para d i*
ünguíxiode los conceptos posteriores* del condicionam ienioinsinirocntal y fun*
eional. La esencia d e la idea era que un estímulo condicionado"sustituía" al vie*
jo estímulo no condicionado, un tim bre asociado al alim ento produciría ahora la
segregación d e saliva que antes producía el alimento m ism a C reo qu e fue
Edw irdTolm an quien p o r prim era ve* llamrta esos criterios d e aprendizaje t e o ­
rías de conmutador1*1.
En cuanto a las ideas neopavlovianas, dejando a un Ijd o los rum ores sobre
sus teorías d e la personalidad que llegaron a Occidente, em pezaron a apa*
rccer no tanto poc s í m ism a* sino com o justificaciones d e otro trabajo ruso, en
especial el d e V ygotsky y su fie) discípulo. L una. La frase que se ola (lom ada de
k x últimos escritos d e P a v b v ) cm “ El Segundo Siitcm a de SdViles'*: el mundo
procesado por el lenguaje frente al m undodc los sentidos. Resultaba am bigua pe­
ro interesante. Em pezam os a aprender m is w b re esa cuestión cuando los rusos
comenzaron a venir en m asa a los congresos intcmackwuifcs. A sistí u uno cele*
bradoen M ontrcal e n 1951- Había una nutrida delegación rusa. Sus ponencias
empezaban p o r lo general con una genuflexión ante Pavlov, seguida abrupta­
mente por intcrc&antcscsiudias sobre la atención o la solución de problema* que
parecían tener po co que r c t co n el palcopavlov qu e yo había leído.
luiego v ino la clásica recepción rusa al finali /a r la semana d e reuniones, re ­
pleta del habüual vodka y el bum l d e caviar. F u e a >esa recepción (y en una fies­
ta informal celebrada después en lo d e W iklcr P cn fk ld ) donde por ptirnes* v t i
oí hablar d e la influencia de Vygotsky, d e s i trabajo sobre b función del lengua-

1S» fufclicó o n* v e r tid » t n u r i o r ó c a * r ^ p k v lo con e l t i l d o d e " V y g d tk y A n I ta tix K e l


t a p t a n t * , m I. Wcak*. Cd**4, iftW C*|-ww* V^k>Lm
O rn b o Jfc . C U » i v « r e * y f n u . \ 9 tS .

* fó jw * d C h i f t T o k n m . X 'o g n m ^ t M ijw ■ R m m é M cn*. en T o h n u , 0 * t e n o r


AT«m £ » * > * m A ta * * * * * « « J f tc itc lc y y ( ¿ n A ngeles. U o ^ v cn ity o í
CtUfocio h n t ,

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je e n e ) desarrollo.de la “zonado desarrollo próxim o" y d e b función d tl Según*
d o SisiemadcSeAaJe* en lodoesto. Este Sistem a, el m undo codificado por el lea*
guaje» representaba ta naturaleza iransform ada por la htstona y lacukum . En rea­
lidad. Pavlov había to c h o po co co o esta idea. V ygotsky e r a d que había trata-
jado con ella» y tam bién su círculo de bo liante* disc rputos»* La obra de V ygütsly t
m e cal t t i esa noche» circulaba am pliam ente en Rusia, aunque estaba prohibida
oficialm ente. El Segundo Sisiema de S e ta le s e ra tl instrumento m arxi*u perfec­
to p > n saltar por encim a d d viejo Pavlov, pero m anteniendo aú n una actitud de
gran respecto por ¿1 com o si fuese un icono. Iba a ser el m edio por el cual
Vygoofcy sería puesto suevam ente ca circulación, después d e haber caído en
desgracia por ahondar dem asiado e n las diferencias culturales d e la inicligencia
en estudios ante noces sobre ti* agricultores <Je b s granjas colectiva* de U¿be-
ki y Khirghistan.
U principal prem isa d e la form ulación d e Vygotaky (marxista en su
opinión, aunque avanzada pora su tiem po y sin d u la m trad aco n sm p cch asp u r
parte d e los idoólogos oficiales entonces en d poder) era qu e e l hom bre c&tatxi
sujeto al juego diatócticocm rc b naturakv.a y la historia, entre su* cualkbdes c o ­
m o criatura de b biología y com o producto d e la cultura humana. C ü n ía el ríos*
go de que se la rotulara d e 4*idealism o burgués", porque se le daba a b actividad
m ental un ^ * a r pclJgrasam cnie predom inante*»elsisiem a. Sin em bargo,com o
ha señalado B aucr en su libro sobre esa ¿poca» era una corrección necesaria po­
ra el dctcrm ini'tm o ambiental pasivo del prim er Pavlov. Esc c r ite r io » adecúa-
ba só lo a las víctim as d e un viejo am biente que podía ser culpado por k » viejos
problem as. A hora b Unión Soviética estaba construyendo un nuevo ambiente,
qu e estaba conform ado por Plañe*. Eslo requería un pensamiento» un pcAsumieO'
lo q u e pudiera en g irse p o r encim a de las circunstancias que el E iiado había hc-
redado del pasado .4
FJ libro 7/t0tff/uan</¿0/iKU4£? d e VygtXsky fue publicado p o r prim era v e /
e n Rusta en 1954, poco después de su m uerte provocada por una tuberculosis,
cuando tenía treinta y ocho a to * . Las autoridades lo encom iaron dem asiado
m ental, dem asiado idealista. O tal vez fue víctim a d e la paranoia y el anusemt*
tism o de las purgas cstalm isu s. Fue suprim ido en 1936. C om o L u n a y Leomicv
dijeron del libro d o s décadas después: "La prim era y la m is im pórtam e de lovta*
reas de esa ¿poca (los últim os aAos de las d£cada*<te 1920 y 1950, cuando arre­
ciaba la b atalla por la tom a d e conciencia') consistía en liberarse, por una p a r­

* IU y « d o 6 * o b n i m p e« im c* 4 L ev V ) t * t i i y « a O * t i T h tw j A r
t $ . C a m b n d f c , M u » , M 1 T . P nest. ta o u i o M tfiJ u t S + rw *; ef9U%h*t
^ i y W ( f « c á / c < n p U 4 i p ú f M C o k . S. S- S * n b » f* . V . J c t» 'S tc u ie r y E
C t m t f\ ó g e . M *tv« Iíaf>*rtf t V u v c m t y f W t , Í9 7 Z £ a ( i g i m / J * ! t e * * * * * * * e»
l e u tr ^ lu f tiÚ B c w e y le u d e u » m t » j m b t j o b M fg fv iU á * d e R o tv rt J tic b tr y u b o iim ic U c c rt*
J i r a » d e V y p x d ty h v 0 l u » o . a i t r v p M r t c t u e r t e <k m ü e t u í «ubre U t VyftuMfcy te
e n c u e n tra en / m c $ W crtcfw <oom p )C * lc + e C a m b u j* * . Cm >
b n d je U *í**a#y P rc it, 19* 5.

4 R jy m o n 4 B auer, fJ tf N e w ATm* «i i*»*** f i s y c M ó f y , C*fnbn<%*. S U i u . I f ^ v i n l trw v c t


uty fieti. 1952.

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te, d d vulgar conductism o y. p o r la otra, del enfoque subjetivo d e los fenóm e­
no* m cn u lcs ¿egún el cual son condiciones subjetivas exclusivam ente m tcm as
que sólo pueden investigarse introspectivam ente ".1 El libra pudo «parecer sin
trabas en R u m después d e veinteavos. Fue re^d iu ü o en 1936» eJ mism o arto en
el que los hisionadores d e la ciencia sitúan el “nacim iento" d e I* Revolución
Cógnitíva. Algo estaba alterando d clim a intelectual, algo que Vygotsky había
ayudólo a fomentar.
EJ libro de V ygobky se publicó finalm ente en inglés en 1962. Se me pidió
que escribiese un a introducción. P a ra c n u o c e s yo había aprendido Ixitfante so ­
bre V ygouky con Ale*ander Rom anovich L u n a, con quien habíam os lle g a d as
ser intimo* am ig o s,d e m odo que acepté con benepticiiocsie nuevoinecntivopa •
ra estudiarlo m ás. L eí la traducción a m edida que se h ^ i a con m e d u lo s o cui­
dado y con un asom bro creciente. Porque Vygotsky era sim plem ente un genio.
Empero, era u na especie esc u rn d ú a de genio. A diferencia de Piagei. por ejem ­
plo» no había nada d e glacial o im ponente en la corriente de su pensam iento o e n
su desarrollo. En cam bio, era com o el último W ittgensietn: a veces aforístico, a
veces esquem ático, elocuente e n sus iluminaciones.
Para em pegar, m e g u stó su marumenLdi>mo, su m anera d e interpretar el
pcmamieiHoy el lenguaje com o instrumentos parala planificación y la ejecución
de la acción . O . com o h a dicho en an ensayo d e la prim era ¿poca: 'L o s n rio r re­
suelven tarcas prácue&scon la ayuda del lenguaje, a ^ coeno tam bién de los ojos
y las manos. Esta unidad d e ta percepción, el lenguaje y Li acción, que en ilcíí-
nitiva produce la m ic m a littció n del cam po vidual, constituye la m ateria central
dccualquicr estu d io sobre el o n je n de forma» de conducta únicam ente hum anas
(btüut tft S o cu ty). El lenguaje es (en el sentido d e Vygotsky y en el de D eu cy j
una manera d e ordenar nuestros propios puuamicnu»* totore las co&as. El pen­
samiento e s un m odo d e organizar la percepc ¿ón y la acción. Pero iodosestos d e ­
mento*, cada uno a su m anera, tam bién re p ic w tiu a las bcrram ttnias y mccosuv
mos ex istcntes en la cultura para usar en la ejee ución i k la acción. Veamos el epí­
grafe de Francis Bacon con el cual com ienza Vygotaky T fv u x h t a nd Lanjimge:
mNcc manas, m st tm ellecius. u b i perrwssus, rw lm m vaUnl. tnstrum tntis t i uu-
xiltbus res perficuur~. Pero qu é epígrale curioso: ni la m ano ni la m ente solas,
libradas a si m ism as, valen m ucho. ¿Y cuáles son estos m ecanism os de prótesis
que las perfeccionan (si se m e perm ite d a r una versión m oderna de
lis et auxiUbu3?Y*
Bien, entre o u u s cusas, ta sociedad proporciona un equipo d e conceptos c
ifcas y teorías qu e n o s perm iten ascender a estratos m entales superiores. ~Los
nuevos conceptos superiores transform an a su vez el significado d e los inferió*
res. El adolescente que ha dom inado los conceptos alg é b ric o * ha ganado una po­
sición ventajo** desde la cual ve los conceptos aritmético* desde u ru pcrspcc*
liv ar> is amplia" (TArxtjtftl a nd La ñg uó g é ). Brindan un m edio para volver sobre
nuestros pensam ientos, para verlo* desde otro enfoque. D o d e luego, se u a ta d e
la m ente reflejándose e n sí m ism a. N o e s de sorprender» dada la crítica e ínter*

* A N. 1 * a u c v y A K l u c u , "1 > « U W o< L S . V * * c * S y \ ext f t. t t W o tt-


n ú * (o o m p >4 f t w t í v f L 'o * i t m p v '* 0 N u ev a Y «*t, I W p y #«>*. 196S.

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pretaeíón m arxista lum ptn y p cd csu ed ccso s días, que V ygouky fuese pro h ib i­
d o durante veinte aftas. L a conciencia cum ple u ru vasta función, la conciencia
arm ada con conceptos y con d lenguaje para !urinarios y transform arlos.
S o b reb co n cien cia dice Vygotsky ; MLaconciencia y el control aparecen tan
sólo en una etapa u rd ía de J desarrollo de una función, después d e liaber sido usa­
d o s y practicados inconsciente y espontáneamente. p a n poder som eter una fun­
ción al control intelectual, prim ero debemos poseerlo" {ibU tem ). Esto sugiere
que antes de) d e sm o lió del control calecien te. auiodtrifcido, la acción es, diga*
m os. tina respuesta m ás directa o menos m ediata al mundo. L a tuina de concicn*
cía o la rtflexxóñ es una m anera de eviiar qu e la m ente dispare desde la ca d era
(si se me perm ue esta metáfora m a ta ). T odo eso es suficientem ente fam iliar co ­
m o u n a form a de inhibición consciem c. ¿Pero qu t * puede tfccir d e los i n str u *
m entor por medio d e los cuales la me me ahora se a fe n a a un “e tu a io superior*'?
Me aquí la m ¿dula del asunto, el pum o en el cual Vygotsky concentra sus
nuevas ideas sobre la ahora famosa Zona<fc D csonul lo Próxim a (de aquí e n ade­
lante la ZDF). Es una explicación de cóm o el m as com petente ayuda a) jo v en y
al m a to s com petente a atcan /ar este estrato m ás alio, desde el cual pixlra re fle ­
xionar sobre la índole d e las cosos con un m ayor nivel d e abstracción. Para usar
sus palabras» U ¿D P e s )a distancia cnirc el nivel d e desarrollo real determina»
d o por la solución independiente de le» problem as y e l nivel de desarrollo p o te n ­
cial determ inado por la solución d e los problem as con la guía de un adulto o en
colaboración con pares m is capuces** {M m J tn Socicty). "E l aprcndkaje hum a-
no", dice, ‘ presupone un carácicr social especifico y un procedo por el cu al los
niños ingresan en la vida intelectual d e quienes los rodean* (ilrúkm). Y luego:
“Así, la idea de una ¿ona de desarrollo próxim a nos perm ite propone/ una nu e­
va fórmula, es d a n , qu e el ú n k o ‘buen aprendizaje* e s aquel que se adelanta al
desarrollo** (ibUem),
Em pero, parece haber una contradicción. Por una paite, la conciencia y el
u x tu u t pueden Ucgar só lo cfespuls de qu e el niAo tía dom inado bien y esp o n tá ­
neamente una función. De m odo que ¿cóm o pudf ia loriar** este ’Tmco aprendi­
zaje" aruesdcl desariol lo espon ú n c o puesto que, por así decir, la reacción nocla-
botada del flifto ante una taica seria uieviublcm cnic mconscicmc c irrcttexiva?
¿Cóm o puede el adulto kompe ienic*'prcstarlcMuna cune lenciaalna'loquc n o “tic*
d c m una concictK ia propia? ¿Q u í e s lo que hace posible esta unplaniatióndc una
conciencia susti tula en e l ni Ao por pur te de su insiruc loe adulto? lis com o st hubie­
se una especie de andam iaje que el instructor e n c e p a ra el alum no. ¿Pero cóm o?
En ninguno de los escritos d e V ygobky a p a rc ie n ingunacxpresim concre*
ta sobre lo que quiere decir co n ese andam iaje. Pero creo que puedo rcion&inm
sus intencione* a partir d e dos fuentes, una d e ellas litosófico-hísiórica y perte*
necteme ol propio V ygotsky,la otra proviene de una in v csu g x ió n so b ro escMan-
dainiajeHque realicé yo m ism o, para entender m ejor el tig m licad o d ccsic mui-
gante concepto.
Desde el punto de v is u fdosófieo, hay un lema oculio en el informe de
Vygotsky que es necesario liaeerexplícito. Él creía que h*'m odcmi/acuVnMdel
c^ n p csi no medíanle U m eeaniAición y la c o lc c u v i/a a ó n podía describirse de la
nusina nuMK/a en que se describe el crecim iento del mito desde el pctttamien-

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to p ro cíen u fico h asu cl científico. En am bos había una fusión creativa de la ac­
ción colectiva y la conciencia; ururidea confusa que, creo, se aclarará ensegui»
da. Para él esa ~fu*ién"era fundam ental para la di visión hum ana del trabajo Pen-
haba que la iransm isiónde la m ente a través d e la historia e s efectuada por par*
ücipotioncs mentales sucesivas qu e aseguran la transm isión d e t a ideas d e los
m is adelantados o capaces a los m enos. Y el m edio en el que se produce la trans­
misión es el lenguaje y sus producios: la alfabetización, la ciencia J a tecnología,
la literatura. Recuérdese que cuando Vygotsky fue a U¿bekistan y K h irg i/iaah a-
ce* sus «¿ludios sobre el c a m b o de la mentalidad cam pesina, la alfabetización
constituía un lem a cándenle. L a esch iu ra y la k c tu ra no sólo eran prácticam en­
te deseables. Iban a " m o d e m u ar" lam ente. Y había incluso una escuela d e pin­
tores sim bolistas rusos (vividam ente d e s e n u * y bien ilustrados en el libro d e Ro-
t a i Hughes sobre la tradición modernista*) qu e iba a con venir la conciencia con
nuevas técnicas d e diserto gráfico. La xJca general estaba mu y difundida éntrelos
teóricos d e la literatura y los lingüistas de ese momento; los poetas formalistas
y hombres co m a B-iUuui y lakobsoci y T ro u b cu k o y .aq u tcn csV y g o 4sky cono­
cía personalmente o a d m irab a / Había escrito, después de todo, un libro sobre la
psicología del a i le que se concentraba principolrocme en U literatura. El lengua­
je. ya sea en el a n c o en la ciencia, proyectaba nuestras vidas en la h isio n a No
obstante, al m ism o tiem po podía proyectam os m ás allá de la historia.
Ahora bien, b x lo c s o c s muy impórtame y, com o m e com entó una vc¿ Ro*
man 3ak o tao n .es m is n a o qu e socialista, bw tar lo q u e lingüístico, m ás Ti*
lesófico que psicológico. En realidad, procede del mism o molde que la idea de
Jakobson. cuando era joven, d e crear conciencia mediante m eeam smos hiéranos
que volvieran a hacer qu e e l m undo fuese e&traAo; un hilo de su poética que se
examinó en un capítulo anterior. Empero, creo que debe darse una traducción
psicológica a esa original intuición. De m odo que me remitiré a la investigación
empírica qu e nos puede ayudar a lograrlo.
En prim er lugar, los estudios sobre la instrucción y las razones de su efica­
cia. llaÁ a m uy recientem ente, había muy pocos estudios sobre este tem a, por el
motivo que m encioné c o c í capítulo an terio r d nulo fue estud ladocom o un agen­
te solitario que conquista al m undo por su cuenta. Hoce algunos artos. David
Wood, G ail Rosa y y o decidim os estudiar qu é sucede realm ente en la relación
tftttructor-alumno cuando una de las ponen, en posesión del conocim iento, ira*
ta de transm itírselo a la o tra, qu e no lo p o s e e /L a tarea que elegim os (porque nos
permitía observar lo qu e bacía el niño) fue la d e enseriara los ni to s a construir
4 Robcii ÍU %hcj. T** Shock ih* N*w. H m v « York. K »opí. 1911, t é t i e ecperúbrw M c m
h t p é jL f I *97 U « ío c m a e t ta te b n lo s p w M t t , 4 « c á * á a r u y “poÉ ucoe c n h r i k i "
h o t rv to i de v a n tiu r A t

*V¿4»« —y ci M IU^um
U e w m i y r f T c j u i P w m . I9 B I. 1U y m k b to « M e n o r 4 e M t U m c a c l q u t h t y m á t* o á * y
M O m U |m o i p u tttc « i> k u i s m t r t fé«l V .M . V o l c t m a v . M f n a m a t d ü * F k J d * i p k ) c f
N u e v a Y o rt y l ^ o J i e i , S m n t f Press. 1973. V f r x m a lw fn T m u o T o é g re * , JT «A W
M t * . 7 k i C h o to tu x l r n ñ c i f i t t , M u o u p iM » . V m v t n ú y o i M m i h o u I W , 1914.

$ D av id W c o d , k * o s * B m « y C t d R<*«. * T V ) t ú ! e o f T u m i «%
| ? . ) 9 7 6 .j * * i . 5**100.

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
una p irám idccortunjuegu d e b(oque$de madera. La im tructora,la doctorado**,
no só lo c ra conocedora de los n ito s sino qu e adem ás c s u b a auténticamente in­
te r c e d a en lo que hac ian y en la m anera d e poder ayudarlas. Este aspee u>era im ­
portante, pero podem os pusarlo por alto aquí y retom arlo en un capitulo poste*
ñ o r sobre la relación del pensam iento y la eatocrióo. T odo lo que )*ay que decir
ahora e s qu e ella transform ó la larca en un ju eg o y la captó e n una narrativa que
le d io continuidad*
L o q u e em ergió, supongo, fue bástam e obvio. L a doctora R oss fue reatmen-
te una "conciencia para Jos** p ara los niñón de u t s y c in c o a /k * a ios que instruía,
y d e m uchas m aneras. Para em pezar, era ella la qu e controlaba el cent/u d e aten­
ción . E ra ella quien, con una prcsentac ión lenta y a m enudo dram atizada, demos*
traba que la tarca e ra posible. E ra e lla la que tenía el m onopolio de lo que iba a
suceder. E lla m antenía las partes d e la tarea en las qu e trabajaba e)*»flo e n u» iw»
vel d e com plejidad y magnitud adecuado a las facultades de ¿ste. Presentaba las
cosas de un a m ane ra q u e el niño podía descubrir una tolucíón y realzarla lúe*
go, aun cuan d o no pudiera hacerla por su cuenta oi seguir la solución cuando só­
lo se fe decía cóm o hacerla. Fn este sentido, aprovechó la ‘Vona* que eaistc e n ­
tre lo que la* personas pueden descubrir o com prender cuando se ( ¿ p r e s e uta al*
g o frente a ellas y lo que pueden generar por su propia cuenta, y ésa e s la Zona
d e D esarrollo Próxim a o VDP. En general, la instntctora hacía lo q u e el n ifto w
podía hacer. P o r k>dcm & . presentaba las cosas d e m odo que el niAopuda.va h a ­
cer con e lla lo q u e sim plem ente no podía hacer sin ella. Y a medida que avan­
zab a el proceso d e instrucción, e l niño iba asum iendo portes de ta tarca que al
principio no podía hacer pero que, al dom inar la * ,lk g ó a ser c a p a / de ejecutar b a ­
jo su propio control. Y 2a doctora Koss se las c e d ió c o n a k g rto . (Resulta micre-
sunte observar que, cuando an o s m ás tarde se repitió el experim ento em pleando
niAos m ayores com o instructores d e tos niños m ás pequeños, no se registraron
las diferencias esperadas, salvo en un aspecto fundamental: tos jóvenes insuuc»
lores no cedían partes d e la u re a c c u n d o tos m ás pequeños lograban dom inarla. Y
Evidentemente^ no to d o s son genios pora actuar com o~una conciencia sus*
m uta" para los dem ás. Em pero, un trabajo d e David W ood sobre la instrucción
se ítala seguram ente que se traía de una habilidad qu e puede aprenderse. l)n d es­
cubrim iento final, b astarte lam entable, procedente d e <*/o estadio. m e hace p e n ­
sar que incluso puede haber pequeñas m icroculturas, a veces u n pequefla* c o ­
m o una fam ü ia o una pareja hum ana, que fom enten o d e u m yan esa "habilidad” .
L a psteóloga inglesa Barbara Tizard explica un estudio en el qu e trató d e hacer
un a correlación entre las pregunta*“interesantes* de ios n ito s y las Mbwe«aA*res-
puestas d e los padres.19E l lam entable descubrim iento e s qu e cuanto m ayor e s ta
probabilidad d e qu e los padres den buenas respuestas, tanto m ayor es la proba-

’ S o b rv U * x * * a d * Í o l í K » > c i K u « f c 1 « i ó * « w i * m t t r \K to < « r f * r 4 a t v ¿ * c f l » u # M * %ut


*Akuwx»~a¿» p o q u 'A a .v ttw k * n M <l.*nr.~lj)*dtc Y n k k m SU^u^ACúmp^nt^cTCXUa
Q iJ d « t J M ether-C hikl If tic r tu t a T . 6 *csu*i¿m¿ocUtn}, U orvtrcflj, 1911

l t 8 w b * i T iu n l« M U u^he», M CVtt>k>»*) y O P « U ftu n “ Q u Viren’t (^K tiM n t »»4


Ad»Ji*' M b « jo p itte m iilo en t i Sección II J e U A tocM ofin R h ú i h 'i p i n el P ío ^ ív
•o 4c U G e n c i* . S a l t e a . I n ^ t ie n * , 19€ l .

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
bilubd d e que lo s cutos hagan preguntas internantes. Pero, por o t a pone, da­
da la Indole d e las c o rre b c iones, d descubrim iento puede enunciarse a la invcr-
su: cuantom ayor es la probabilidad d e qu e lo* ni¡K* form ulen preguntas iniere-
sanies, tanto muyor e s la probabilidad d e que los padres les den bucruis respues­
tas. De m o io q u e , si bien pueden dcc tfse «osas específicas sobre d “pt& tam o dt
concienciando los m ás capaces a k& m enas capaces, lo que está en ju eg o e s se*
gurameme no sólo un simple acto d e la voluntad sino también una transacción
negociable.
Vygotrity m i*mo observa que la adquisición del lenguaje proporciona el ca«
so paradigm ático d e to que t í plantea, pues está en la naturaleza d e la s c ó la s que
el a t i r a n t e a hablante "tom e en préstam o" el conocim iento y la conciencia del
instructorparam corporarel lenguaje. Y hay d o s observaciones que dan una eto-
cuente precisión a este punto. La prim era tiene que s e r c o n los estudios sobre la
adquisición d d lenguaje que hice en Oxford. E sos esludios revelan una reguli-
ridad durable en la interacción madre-niAo durante d proceso de adquisición d d
lenguaje. E s la m adre la que establece p e q u e to s" formatos” o ri uialcs en ios cua-
tes se usa e I lenguaje: cjcrcic ios de " le e h u í” con libres ilustrados, pequeños jue­
gos, etcétera. L a m adre desem pefla su parte con una regularidad asom brosa
Cuando se tratad o la lectura, por ejem plo, form ula sus preguntasen una sccuen-
cía regular: I) V ocativo, 2) Pregunta.3) Rótulo, 4 {Confirm ación. O bien*. I) {Mi­
ra Ricardo! 2) ¿ ^ i é e s esto? 3) E s un pescadno. 4) M uy bien. Esta secuencia pro­
porciona un andam iaje p a ra la referencia d e la^enscflan/a". Al c o m ieiu o .cl be*
bi tal vez entienda poco. Su respuesta a la pregunta puede luego desarrollarse y
tomar la form a d e un balbuceo. Y una vez que sucede esto, la m ad re en adelan­
te insistirá en obtener úi$una respuesta en esa ranura d d andam iaje. U na v e /q u e
el niflo m odifica su balbuceo e introduce una v o c a li/^ ió n d c la e x tc m ió n d c u n a
palabra, e lla volverá a elevar la exigencia y no aceptará d balbuceo, sino sólo la
verdón m is breve. C o n el tiem po, cuaixlo se hayuadquir ido d nom bre de un re­
ferente, ella pasará a real i/a r un juego en d cual lo nuevo y lo dado deben ser se­
parados. M ientras qu e antes ta pregunta M¿ Q u í e s eso?" se pconunciaba co n una
entonación term inal ascendente, a to ra recibe una entonación term inal descen­
dente, com o pura indicar que ella sabe que el niAo conoce la respuesta. A \> cual
d mflo responde naturalm ente con una n u c ta m uestra de tim idez. Y poco des­
pués. U m adre vuelve a ele v aria exigencia: "¿Q u¿ está haciendoclpcscadiio?"
con una entonación term inal ascendente otra vez al llevarlo m icv*nente a la
Z D F .cn este caso para qu e aprenda la predicación. Ella perm anece siem pre en
d lím ite creciente d e la com petencia de! niAo.11*41*
R ogerB row nante estaso b sen aao n es» plantcócóoio podría ser quealtrans*
m itir un lenguaje las m adres hablasen invariablemente justo en e l ru v d d e coi*-

11 Jcranw tíru n cr, C h ú J $ 7 «¿«, S«cv# Y oik, S c t u m , 191).

° A»>« Kaáoy k m Bf*f*a.**Tbe A ch « v tn o u « t A*Uo»4wt»c<


CAiirf U n # * * # , 5. 1971. p ág t M 5

rt Kujcr ttown. alairuJkKiicnM,«a Cithciui Siw» y Chirk» f ttj uM {««mp.), i*


C k á& t* L a« t » O f t l * p m Jo %JA cf « w a* o ^ C A n h n d j e, C am b n d |e U a«vc* s* y P i t t i , 1977

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plejklad qu e el niftoya puede entender. ¿Qué puode el nAo a prender de rM>? l-a
respuesta de Brown es que se le da al mfto laopoitum dad dedom inar significados
en nuevos contextos, comprender m ejor qué e s u ii lenguaje y pura qué sirve.
Vygotsky h ab rú d iclio , ti hubiera conocido esta regularidad. que la madre estaba
dando al n¡Y> ta oportunidad, (te alcanzar su propia conciencia, q u ; hasta esc
m om ento ¿I estaba utilizan J o la d e ella com o apoyo |)ara superar su lenguaje
in fan til
En mi propio trabajo, llegué a Id conclusión i k que cualquier Mecanismo de
A dquisición del Lenguaje. M AL. que a ju d e a lo s miembro* de nuestra especie
a incorporar el lenguaje no tendría la posibilidad d e torrarlo u n o ex isticse un Sis*
tem a de A poyo para la Adquisición d e l I «guaje* SA AL, proporcionado p o r e í
j c

m undo social, que se combine co n el MAL d e una manera regular. E s el S A AL


lo q u e ayuda aJ ni Ao a atravesar la Zona J e D csanolio Próxim o para llegar al c o n ­
trol pleno y consciente del uso de) lenguaje.
C uvtdo pienso que hay enorm es difeienc¡as entre la manera en que se ad-
quiere el lenguije y las mane rus en que se adquieren otras fot m as de conocim ien­
to y habilidades, coin cid o co n Vygotsky c a q u e hay por lo menos un p io U iis -
m o profundo en todas las fo n n as de adquiuc ión det conocim iento, p r e s a m e n ­
te en U Zona de Desarrollo Próxim o y los procedim ientos para ayudar al que
aprende a entrar y avanzar en ella. Fue el genio de Vygotsky e) qu¿ descubrió la
importancia <fc la adquisición del lenguaje coux> un proceso análogo, y creo que
llegó a este descubrim iento por su profunda convicción de que en el lengua je y
sus form as de uso —desde la narrativa hasta c) álgebra y el cálculo propusicio-
nal— se refleja nvcura hutoria. Foeasujusnu> su genio t ) que descubrió la ma-
n e m e n la cual esos "posibles m odos" pura au a v eta r la Z D P se uisutucional iza­
ron históricamente: ya sea en las escuelas. e n e l trabajo de las granjascotecltvas
m ecanizadas, a través <fc película* y cuernos folklóricos y la ficción, o a través
d e la ciencia.
Por último, m e p árete una ironía que se protegiese a Vygotsky del dogm a­
tism o intelectual soviético poniéndolo bajo la som brilla del Segundo Sistem a de
Séllales d e Pavlov. t i m anusm o siempre ha le n id o d iíru hades con m i Principio
d e Espontaneidad, principio que explica La creatividad y la capacidad generatriz,
d e los asuntos hum anos m ás allá del determirusm o histórico. La psicología h a te­
nido el mism o tipo de dificultad, quizá originada en una preferencia dogm ática
por el d o crm in b m o . Vygotsky luchó mucho (porque era fiel a la teoría m ar Ais-
la) para lograr un m edio de cen ar la brecha existente entre el dcicrnim ism o tus*
tó ric o y el juego d e la conciencia. Adoptó una psicología que tenia que d a r ca»
bala a los estudios históricos sobre la íonuucjóñ de la m ente así com o tam b a n
a las esludios de observación y laboratorio sobre los detalles <fcl lunctonamicii'
lo mental. Nunca íoc paializado por el sistema teórico en el cual se haWa situa­
do y, protublemente» itodccióen consecuencia. Al volver a examinar su traba­
jo después de m uchos artos de haber tufe inspirado por é l. creo que Vygotsky
ofrece el estim ulo todavía necesano p ú a encontrar la manera de comprender al
hom bre com o producto de la cultura y d e la ru tara t o a a la vc¿.

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
L a re a lid a d p s ic o ló g ic a
itecc algunos artos, un intim o am igo y colega publicó un aniculo sobre la
realidad psicológica de la gram ática. En realidad, no era sobre la gram ática en
general. sino sobre una clase particular de gramática: U entonce* verdón "estío*
dar" de la G ram ática G enerativa Transformacional. Su objetivo e ra dem ostrar
que la G G T, com o se denom inaba, n o sólobrindaba a) gram ático un m étodo p a­
ra dcscnbif la estructura y las reglas d e construcción de una oración com o pro­
ducto lingüístico, sin o que adem ás le proporcionaba al psicólogo una dcscrip*
c ita , por así decir, del funcionam iento d e los procesos m entales que tienen lu­
gar cnel habíame pura producir —o c u n p rc n d e r— unaonición. Se trataba de una
afirmación audaz, qu e su w iió una tem p erad d e planteos filosóficos, m uchas de
etk* aparentem ente irresolubles.
Su estrategia e ra interesante. Si se pudiese ilcmostrar, por ejem plo, que la in­
formación es procesada dentro d e las unidades picsuiU S por ia gram ática, o q u e
cad i una de las transform aciones gram aticales optativas — por lacual la oración
se ve modificada e n su estructura básica y pasa a ser pasiva o negativa o interro­
gativa— necesita un tiem po finito más prnlongadoparu ser com prendida Que una
oración básica sin las transform aciones, etcétera, jcd cin o su aría que las catego­
rías gram aticales tienen algún upo de “realidad psicológica" Al final (es decir»
cuando se contó co n m ás pruebas), "fracasó”, porque nc se dio el caso d e que ta
GGT por sí m isaut fuese suficiente para dar una descripción d e los procesos
mentales d e un hablante o un oyente. Porque la C G T era entonces (y. en gene*
ral, sigue siendo) un a descripción fotm al d e U y el lenguaje (tanto lin­
güística com o psicológicam ente) cnt/aAa m ucho m ás que una estructura formal
de reglas sintácticas. Sabem os por capítulos anteriores qu e el contexto es fun­
damental p ara dccodiO car un enunciado, com o sucode en el coso d e las formas
d d c ticas com o 441*/y o//S. Sabem os adem ás que, dado el carácter d e los actos de
habla, la locución contenida en un enunciado (aunque debe ser analizada grama*
úcalmentc para se r com prendida) no e s iodo lo q u e un óyem e ¡M ito descubre en
una oración.
Em pero,aunque ahora se considera que el intento de mi am igo fracasó (so ­
bre todo él lo considera asi), d eb e estim arse que fue un intento b filljiu c .c n rea-
luíad, fructífero. El fracaso no residió en su planteo sino en el m odelo de lengua*
je cuya realidad psicológica decidió comprobar. Sus afirm aciones fueron exage*
radas, no la índole del proyecto de Georgc MiUer (porque corresponde también

k
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qu e nom bre a su au tcr)1. L o q u e cu realidad estaba tratando de hacer era estable»
ccr la validez d e las descripciones lingüísticas en el ámbito de lo psicológico. O,
pura decirlo m ás directa. y com rovcnidam cnte, afirm aba la utilidad d e la ptíeo-
lingüísticacom o proyecto, sosteniendo que no se puede tener una pucologia que
proponga “explicar** e l lenguaje que no tome en cuenta a la vez las distinciones
lingüísticas, o (al vez, una lingüística q u e no preste aicnctón a la muñera en que
m anejan d lenguaje los hablante» y los oyente*, los lectores y los escritores. (Esta
últim a afirm ación es m ucho m ás discutible, porque no caímc una rn /ó o a prio*
ri para suponer que una descripción formal del lenguaje debe ser conocxJao co*
nocible para los hablante» a fin de que resulte útil com o daui c icmífic u , como Ca*
rol Fddm an y Stcphcn Toulmin han sostenido en su monografía "L o g k and thc
Tlieory o f Mind".)* L a afirmación pnm era —qu e la psicología/>u¿c/r dar una e x ­
plicación del lenguaje sin contener un conocim iento lingüístico— se había
difundido dem asiado y m erecía que se la atacase. De lo contrario, no nos libe­
raríam os mine* de la c a p ita c ió n qu e d a S an A gustín de la adquisición del len ­
guaje en el m fto /‘írn ilación con asociación*, o d e la que ofrcce B .F . Sksnncr.dd
condicionam iento funcional.
Si hoy quisiéram os abogar por h "realidad psicológica *1 d e las estructuras
lingüisticas (y todavía hace falta hacerlo, a pc¿ar del enorme y lujurioso crecí»
m iento d e la p sk o lm g ú ítficaen ta i u cs úíuinxs<tfcada&. c ite com etido n o di fe-
riria tanto en su espíritu de esc prim er miento de establecer la rcalulnl de la gra-
mátic a. U j diferencia residiría en el de lo que dc 4cára<nos tom ar en cuen­
ta en el carácter del lenguaje com o fenómeno. Evidentemente, el esfuerzo n o se
lim iuvia a dem ostn* la realidad “psicológica” de las reglas de sintaxis o fono­
logía o sem ántica, aunque seria la mayor de las tonterías excluirlas de la expli*
cación definitiva. Porque e s propio del lenguaje» to m o ya he observado Nevé*
m en tc.q u ecitéreg id o p o rclp rm cíp ío d c la 'y u a lid a d d e funcionamiento" o .m ás
sim plcm enie, por reglas jerárquicas. Para ser m ás especifico, los rasgos distin­
tivos del sistem a d e sonidos qu e constituya un lenguaje e tíin deicn»in;*d<» (sor
e l conjunto lim itado de fonem as empicados en la construcción de la unidad s u ­
perior siguiente, los morfemas. Y la m orfología está determinada por Ick usos a
los ció les se api ican los m orfem as p ^ a formar le sernas o palabras. I jls palabras,
a su v er, son describiblcs form alm ente por las funciones que r cali u n en la* o ra ­
ciones. Las oraciones, a su ve*, adquieren su significación a partir del discurso
e n el que están incluidas. El discurso está repelo por las intenciones comunica*
Ovas d e los hablantes. Estas, desde luego, están regidas por las nccesidadc* irán*
¿acciónales d e la cultura. Y en el proceso, liay nuevos determíname* de ü for­
m a qu e funcionas d e esa m ism a m ane/a dualista. Comenté en un capitulo ante*
rior, por ejem plo, la importancia del génc ra p a ra determinar cóm o debe interine*
tarscel discurso. Esta interdependencia jerárquica se aplica inctuso a iwoducto»
lingüísticos d e m ayor escala, por ejem plo los cuentos folklóricos, que ya hem os

1 G e o r t t M ü k r . ~Tfe« fty c h o lw * * * * » * , £ * £ * d n J tr . Z J. t . jufcu «fe 1964

l C *rui M ( k a « n y Stcptvcrt ’ U * u : * * J th e 1 W > <á M * « T . * A V **uL i


tw m o* Ijftooin, C f tm tm y o í N«br* 4 « P resi. 1976.

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vism al examina/ el análisis de los "personajes" com o (unciones de la trama de
Vbdim ir prcpp.

• • •

Lo que deseo hacer en este capítulo e s considerar Id 'V a lid a d psicológica”


de algunas de los distinciones lingüísticos que se han exam inado en capítulos an­
teriores. Sm duda. he tratado de p la n te a re » rc;didad e n p a xsa nt%pero conven*
dría que me de tu viese a^uí pura real i/ar un aiiátiuM nás detallado. Y dudoel prin­
cipio de “‘dualidad**, la relación jerárquica del lenguajz.debocm pc/a; djiK kiuiu
nueva mirado a los diferentes criterios por los cuáles puede afirma/*c que el len­
guaje es un fenómeno.
La manera tradicional de emj czaf uj u investigación d e csie tipo es rclcjir-
se a los tres aspectos tradicionalcNdcl lenguaje. El prim ero, el sintáctico, se ba­
sa en el criterio d e ta construcción c o r r a u , o de la conform idad con las reglas
gramaticales que se presupone rigen et lenguaje. A fin de evaluar b co asv u cció n
correcta, no e* muy importante determ inar si la gram ática «tuc usa el científico
csp iico ló g k am cn tc real: las gram áticas que prescriben la c o a c c i ó n de las for­
mas pueden ser todo lo abstractas e irreales que ¿can ece* * 10, según loque se es*
té m u n d o d e hacer. U n a ^ u e n a g ra m a tic a le s decir* una b u tn a gram ática ge*
ncrauva) es aquella qu e genera toda* las oraciones admisibles de un lenguaje y
ninguna de las n o admisibles.
fel segundo aspecto que proporciona criterios pora evaluar lo s fcnóntcnos
dei lenguaje e s el significado. En este punto la torease h*;c m ás difícil, porque
requiere una teoría sobre el sentido y sobre el referente, y no Hay nada que equi­
valga en este ám bito a las descripciones precisas con las que se ju /g a la corrcv •
c to ld e la form a. S e puede, desde luego, establecer definí uvar nenie si e s corroe*
ta la expresión “Las verdes ideas sin color duennen furiosamente*1, pero no se
puede d ccu nada u n definitivo sobre el significailo d e b expresión. L o que *
p tu á e hacer es especificar diversos procedimientos para asignarle significado a
la frase. Pero entonces u n o se ve ai/apadoen puntos t k vista opuestos; teorías ve*
rificacíonistaS del significado, teorías <fc correspondencia, teorías de la con*
grucJKia, todas b s cuales son pare a le s . O ta tn se puede recurrir a un diecktfia*
rio y buscar todas las palabras que constituyen el enunciado com o el filósofo de
C. K .O gdcn quien, al no encontrar en la enciclopedia el artículo“ metafísica c h i­
na*. buscó "C h in a" y “m etafísica”. O bien se puede dejar, digam os, que b í n e n ­
te viaje por los tropos m etafóricos, en cuyo caso sin duda se term inará por asig­
nar a b frase algunos significados interesóme*. Por ejemplo, en "L as verdes ¿de as
impotentes duerm en furiosam ente", se puede leer. "Rechazadas, las teorías que
alguna v e / fueron prom isorias, yacen enojada* cu la conciencia**. O bien, MNoam
Chom sky en sus días d e ensalada**. O . com o hicimos en el C apítulo II. se pue­
d e investigar s i una expresión desencadena muchos significados alternativos y
con el lo hace reflexionar. Hay m uchas m aneras interesantes de abordar el s ig n i­
ficado, mué has d e ellas vividamente ilustrodascn un grueso volumen escrito por

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
G eorge M tllcr y Phillip Johnson-U iird.L tiA gw iff andPercepiion* y en los dos
tornos de la ¿ f / w t a i r a d e John Lyons.4 Pero al Imal quedan algunos iiilcrrugan-
te* sin respuesta, per ejem plo, ¿a qué unidad debe asignarse un significado: a la
palabra» la oración, el acto d e habla, el discurso, el juego lingüístico w utgens-
temíuno?
Esto últim o nos lleva directam ente al tercer eriteno: el pragmático. Se p*cn*
sa que tiene que ver con e l uso. Tradicionalmente (en Signs. Language and tít-
de C harles M onis.5 donde las distincionescnuc la sintaxis, la sem ántica
y Ja p tzgniáucá estaban c u n g e JjJ jj en u m t/m idad )*ngwsüca). se creía qu e la
pragm ática se ocupaba del uso que las personas Hacen d d lenguaje, y no de su
estructura sintáctica ni de su aspecto semántico. Esto. supuestamente, incluía
una abigarrada sene de cosas com o, por ejem plo, la retórica» la propaganda, tal
v e / la poética. Desde luego, e s ingenuo (incluso en k » aAos 40. cuando Morris
publicó su libro) pensar qu e el significado es independiente de los usos que un
hablante da a su lenguaje (com o en los actos de habla m odernos) o d e la ínter
prctación |» k |u tc a que el oyente im pnm e al m ensaje al cual le asigna un signi­
ficado. Para M orris. ía pragm ática era algo “agregado* a la so n án tica y ta sin­
taxis. ajgo qoc sin em bargo no m odificaba los otros dos ámbitos.
D esde el principio, creo, ha estado claro qu e abordar el lenguaje scpa/aJa-
m ciuc Ma la lu¿Hd e la construcción correcta, el significado y el uso era n o s una
conveniencia pedagógica que un ack> üuciociual genuino. Y las razones de por
qué esto e s así pueden an o tar alguna lu¿ sobre nucMra búsqueda de la "(validad
psicológica" del lenguaje y d e los tcm kncru» iraitsmiudos por éste*
Veam os prim ero la cuestión de la autonom ía de la sintaxis. Están, com o sa*
bem os. tasq u e sostienen que tasre g L s s im a d la s de (lenguaje den van de ncct*
s itl^ k s sem ánticas imcialc¿. Uno d e d io s , C harles Fillmore 4 h a sostenido que
los hum anos com prendieron p h m eio los argum entos de U acción, de lo m u l se
derivó una gram ática de caso s para representar no sólo la ACCION sino también
sus argum entos, AGENTE, O B JETO . RECEPTOR, INSTRUM ENTO, LO C A ­
C IO N , cu p iera. C on el tiem po los casos se incorporan en clases gram aticales de
una ín d o k m ás a b stra cu y se les tfig ru n privilegios d e frctuenc ía en las o t acio­
nes, etcétera, Este e s uo argum ento d d icil d e soste ncr desde el punió de vista ló­
gico (porque no explica ciertas distinciones gram aticales evidentes) c imponible
de probar históricamente. Empero* e s atractivo com o explicación de lau tic/u i»
ctón del lenguaje en el niAo pequeño y ha influido m ucho e n la descripción fu n ­
dam ental d e R ogcr Drown.’

’ G e o ft* Nfiiicr y D u J l ? J o t a to n t t f u ^ f é ^ C é n b r ^ t . M am ., J U r
vaiJ ümvcfifiy 1977.
4 Jufcn L yom t. v e á t 1 y 2 , C v n h rU g e . C U w v c m i y F u e n , 1977

’ Q u f k t M u m t. 4+ i Yt*fc, P im íicc 1141,1946

4 Q u r ic * K U m u rc, w\h $ C a n Í*m « i E Kmí* y R T . I I a m u i ( c v m p X U*iv<ra jív m


L m ta i tíi c N Y o r t . l i o * . R » 4 u n y W i m ux i . 1S6I .

f fo g e r A f * tí T h* £ *J; C*mbml||c. M«*t. , ll« rt « 0 l*fti>cr*ay

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
Según otro punto d e v in a (originado en el Círculo de Praga ).9 la gramática
den va n o tanto de nuestro conocim iento a b u r e 10 de la acción y sus argum en­
tos, sino del discurso. El sujeto y el predicado* p o r ejem plo, derivan del tem a y
e l com entario, siendo el tem a lo que e s dad o y com partido en el discurso d e tus
hablantes y el com entario, lo que se agrega com o n u e v a Algunos, com o Ulric
Neisscr ,9 han llegado a afirm ar qu e la distinción dado-nuevo, m arcado-no mar­
cado. que e s universal en el lenguaje, puede derivar d d fenóm enos figura-fon*
do de la pcxpepcióo, siendo lo dado el fondo y la figura, lo nuevo. Tam bién en
este caso, apenas sirve a los fines de la investigación imclcciual rechazar inme­
diatamente la idea d e q u e la sin taú * (instrum ento del significado y el discurso)
e s independiente d e la pragm ática ya sea en su origen o en su función.
Asi com o U siniaxts depende de la sem ántica y la pragm ática, ta semánti­
ca m ism a depende del u so qu e se le d é a un enunciado. E n realidad, se pueden
“ buscar" palabras» aunque n o oraciones, e n los diccionarios y encontrar lo que
quieren decir. O bten analizar d significado por sus com ponentes, com o, por
ejemplo, asesinar equivale a hacer morir , y soltero está constituido por no ca­
sado y masculino. Pero com o scftaló hace m ucho u e m p o H .P . C n c c ,* h a y d o s
clases d e significados: un significado «tem poral y un significado ocasional» el
significado d e la locución en s í y e l significado que se le dio en la situación en
la que la locución fue em itida .11 l-os diccionarios y e l análisis d e los componen*
les nos darán el p n m ero , pero tío d vegundo. ¿Cuál e s d significado de una lo­
cución en sf? Los filósofos y los lingüistas tienden a considerar que denu n cia*
d o e s una proposición y no un acto d e habla dirigido por una intención com uni­
cativa especializada. ¿Pero no c* el resultado sim plem ente otro tipo d e signifi­
cación ocasional?
Tom em os el caso límite: hablar o no hablar en una ocasión determ inada, En
casi todos los caso s posibles det diálogo, el silencio es interpretable, úene un sig*
nilicado. A sim ism o, lo q u e uno decide incluir u om itir en un enunciado. El lin­
güista francés O sw ald Ducrot h a form ulado la afirm ación intuid va, e n su libro
Dire t t ne p o s dire.11 según, la cual hablar presupone a su opuesto, mantenerse
en silencio. L a oposición entre t o d o s , según su planteo, e s decisiva para que se
desarrolle la presuposición en el lenguaje ordinario. L o que no se expresa está
presupucstoo dado; lo q u e se expresa e s lo nuevo. Según este eritem a el lengua*

1 Sube «J Círculo de Prtfi, «ttte Kwr Stoao (<anp), Jht fr* # * ¿ctorf. M ta td Wr*
/9¿9./9*ó. Auttn. U»*cnuy oí Ten* fres», 19*1
9 Ulnc Ñ a u a , Kecv* Yoi í . Applete» Ctnury CrufU, 1967.
10II P C n c * , “ Uuere#*« S w iw c t u á W y*J M c á a w g " P o s r i o t M c f
ÍMtua¡4%4,106$. pigL 114.
n L1 c n u ó o d c U JcK 0<n|n>4acj ¿n ó t \ f ue adoptad» « n y i r m n M m r o u p i * J J.
K ia y i.A Fo4or.~1h*Suuc*irtof «ScAiniK 19t>,p*i» tX>*210ty
p e r M m íío J B ic r w u d t. •S crm /u ics* ', a i ). L > o m ( u x * f ) , S r w H e r u v * * « L ^ w i m í , KUfcvnore.
^ u w , 1970
u Otwfttd D úo* ,0*4 tt m*p&s pruebesde stmntuf** itAfwjuj*. 2*. cdK*4n, P**
rti. Mc a r m a , 1950

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
je hablado es ucado corno un instrumento para establecer o mantener una aten­
ción explícita en asuntos que no pueden darse por sentados. En los acto* de h a ­
bla sim plem ente declarativos, no se indica con un lenguaje abierto lo q u e p u e ­
d e darse por supuesto com o d e m e n to deconoc un lenio o e ip c n e n c ia en lamen*
te de I interlocutor. N o k digo a mi interlocutor‘Vste cuarto tiene paredes" en uru
conversación a m enos qu e u aic espccifkumcxuc de ese lem a. O . com o obser­
vó Pcter W ason hace veinte aAos,11 usam os una declaración negativa “natural*
m enie" sólocuándo se dan las condicione* para una negativa ra/onahic y ik k re-
sistim os a decir cosas com o"E sta m esa no está hecha de cera”, a me no* que ex is-
la «ticuna ra /ó n previa para dar por supuesto que algunas o m uchas m esas eu/ín
tk x h asd c c era . Él uso de la negación presupone uncontextoque m cre/ca una ne­
gativa razo n ab k . Incluso en su nivel m ás simple, los enunciados son regidos por
las necesidades de I discurro y el diálogo y no por la representación sem ántica fi­
j a y univocude una expresión sobre algún conocim iento de mundo* rcaleso m un­
d o s posibles.

• ♦ •

El tema de los actos d e habla y sus implicac iones requiere una atención e s ­
pecial en cualquier análisis em ito el présenle. Pues, en un sentido, representa»
muy notablemente la fusión d e los o e s m arcos de referencia en función de los
cuales puecfc com prenderse el lenguaje: el sintáctico. el semántico y el pragm á­
tico. U n ac io d e habla, desde luego. es un mediu convencional ju ra encam ar una
intención en un m ensaje John Searfc^seA alópof prim era ve¿ que hay por lo m e-
nos lres condiciones que d e b a ) cum plirse cuando ejecutam os esos tipie os a e u *
de habla com o los de indicar, pedir, prom eter, advertir, etcéicra: las condiciones
preparatoria, e u r u ta i y de uñceruiaJ, a las cuales yo agregaría una cuarta, la
condición d t filiación. l.as condiciones preparatorias requieren que la atención
del oyente se sincronice con ta cuestión d e que se uata: que sea un pedido, una
advertencia o una promesa. Las condiciones esenciales definen la lógica del a c ­
to: n o se pide algo cuando ya se lo posee» ni se advierte cont/a peligros « e x is ­
tentes. Las condiciones de sinceridad estipulan que ta intención del acto d e h a­
bla sea auténtica: no se pide algo que no se desea. La condición de filiación e s­
pecifica que la frase ten g aen cuenta la relación que ex iste e n u t el habíam e y el
oyente. Ese viejo ejem plo d e la pragmática: “¿Sería tan am able de pasarm e la
sal?**, n o s viene bien. N o se tra u d e conocer los lim ites de la com pasión o la am a­
bilidad del oyente. En cam bio, es un pedido de s il en el que se reconoce el es*
tatus voluntario o no obligatorio del oyente con respecto al hablante.
Si los actos d e liabla son un rasgo universal dei lenguaje (o de) uso del len-
guaje), parece razonable su poner qu e el desarrollo de la sintaxis, la sem ántica y
aun el léxicoobedecería a la necesidad deschalar intenciones en el lenguaje. Evi-

" Fttcf NVjvje. *Hespente lo AtfifmMi'c tnd Nc$«i*ve Bmity


tttl.p if t. ITJ*142,Á¿f<w.*1VCo«le*l*el Hautibk De*»«J~.Safc"uf<^ V/'
b*! V t r b a i )$0 S. p é p . 7 11

M JoN i ScM te.j p u c A A c u . G v n t n O i * . C ai v em i y P r m , \ <M

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dciucmcmc, existen muchos m ecanism os para) mgüísticos o expresivosque ay u-
dan cuento, com o la entonación, la prosodia* etcétera. ¿ P c ro q u ¿ se puede decir
de mecanismo* m ás form alm ente lingüísticos? Carol Feklman1* y C harles FiU*
more,1* trabajando independientemente, se encuentran entre quíenen han suge­
rido que el lenguaje e s n e o e n elem entos tóxicos y reglas sintácticas que tienen
com o objetivo prácticamente ti n k o haccr m ásclara la perspcctiva y U actitud del
hablante. Feldm an ofrece com o ejem plo d e esos m ecanism os el (enóm eno de
“indicador de actitud** m ediante el uso d e palabras com o, por ejemplo» incluso
(cvcn).sólo(only)y juuofyust). Es prácticam ente su única función en el lengua*
je. Véase la sen e com puesta de variantes sobre la siguiente frase:

Juan se casará con FJsa.


Incluso Juan se casará con Elsa.
Juan incluso se casará con Elsa.
Juan se casará incluso con Elsa.

Nótese que cada variante tam bién im pune la acentuación sobre la palabra
que Ueva la ca rg a d e inccrtKlumbre: Juan, casará y Elsa, c a las tres vanantes.
FiUmore.1* p o r su parte, planteo la pregunta de si la gram ática e s principal»
mente un m ccarusuioquc perm ite a los hablantes presentar su "perspectiva en
una escena**. Es un a versión m is elaborada del "indicador d e actitud" d e f tld -
man, y hace la afirm ación m ás am bkio>a de qu e una de las functorks fundam en­
tales de la gram ática en general (y no de un Mibconjunto d e indicadores d e ac*
titud) e s ta d e lograr esta am bicnución de la perspectiva C om o ejem plo, obser­
va la función q u e cum plen la* o í ¿k iones activas y pasivas para indicar la pers­
pectiva atenciona! del habíam e, como en las oraciones siguientes:

El jarró n M ing fue v o ta d o por el gato.


El {ato volcó el jarró n Mmg.

Tam bién en este caso* el acento sigue el centro aiencional de la palabra prin­
cipal de c a la enunciado.
En realidad, el cjem p to d c Fillmorc nos com pleta el círculo, porque fueron
precisam ente esa* transform aciones optativas del lenguaje com o la voz pasiva
k) que exam inó Goorge M illcr en esa prim era búsqueda d e la realidad d e la gra­
m ática. Las o tra s transform aciones fueron la interrogación y la negación. La
transformación interrogan va es un indicador sintáctico tan transparente d e la in­
tención del a c io d c lu b la com o no hay otro. Y ya hem os visto en la investigación
de W ason cuán ligada a las necesidades de una “negación razonable” en el d is­
curso está la negación* L a ironía histórica e s que fue el estudio de W ason, por til-

11 C a fo l h l d a m , # lli i g n a i K I m u m i o f N n v n l « M W U C iI y » R A. K m
y A . B í \ * t (« n n p a >. P á p tr r f r e m tk* 7 t u k JtrjvMiiW C iu c a te L*gmáM tc £ * * * >
Oi*agi>. C hicho Socad), 1974

^ O w k s l 'U t m o r t . ^ T W C é i c r c v C w R c u A w r f ’. e A p . C e l c y J. SfcWocfc Cccmpt


5*m*ñtécs. V oi S K á h iisxs. Suc»i Ywii. AcWcmtt h e u , 1977.

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timonel qu e dem ostró que las oraciones n c g a tiv » a veces se pruccsabw y com-
prendían co n mayor rapidez qu e b * oraciones básicas sin transformar, cuando se
daban las condiciones de una n c g x ió n razonable.
U na últim a palabra sobre las im plica: iones nos relacionará con el anterior
a o ilb is de el las hecho en el C apítulo II. Recuérdese qu e implican ta violación de
condicione» d e los acto* d e habla (o las m áx unas d e sinceridad. pertinencia, bre­
vedad, clc¿tcra)a fin de querer <kcir m ás d e loque se dicc. E.n un *entido,como
cutncnlé anteriorm ente, originan una nueva clase d e m ecanism os lingüísticos
p * a “uansm itir" las sutilezas del discurso: la ironía» eufemismos» indirectas y
(ropos aun sin rotular. Los actos d e habla y las máx unas d e la conversación, en
esta versión del asunto, no sólo usan los m ecanism os ya existentes en e l lengua*
lep ara indicar la acütud y la inte nción co n m edios convencionales, sino que pue­
den ser de hecho los generadores d e nuevos medios.
U na v e /d ic h o iodo eso. podem os volver al principal argum ento: 13 real idad
psicológica del lenguaje y los productos qu e el lenguaje crea. He tratado de d e ­
m ostrar que es contraproducente establecer la realidad psicológica o La pcniiwn-
c ta d e U s distinciones u n tác ticas» sem ántK as y pvagmitic as, independientem en­
te y aisladas unas d e otras. C ualquiera qu e sea el uso que pueda tener la distin­
ción de M orris en la lir^u ística propiam ente dicha (la cicncia formal del lengua­
je en la que no se tom a en cuerna quién lo usa ni cóm o lo usa),” tiene por c ie r­
to una utilidad mínima para el psicólogo d d lenguaje. T odo e s uso. Y cualquier
co sa que se use está sintácticam ente organizada en consecuencia y tiene algún
significado que puede serle asignado por algún hablante e n alguna circunstan­
cia. E n realidad, incluso un tem a tan clásticamente pragm ático com o la "p resu ­
posición*1, eu m tn ad o cu td ad o sam em e (com o lo h u o G e ra ld G azdar en su e e n e ­
rado libro sobre pragm ática)11resulta tener Unta conexión co n b sin laxis y la se ­
m ántica com o con la ,'pragfnáika*\ Las presuposiciones, com o ya te observó en
un capítulo anterior» son desencadenadas por m ecanism os que son principal m en­
te d e carácter sintáctico o léxico y no pueden entenderse com o un rasgo del le n ­
guaje sin esos mecanismos.
l a única m anera d e proceder, entonces, es sum ergirse directam ente en esc
rasgo del lenguaje cu yo sustrato p sico ló g k o se desea investigar y descubrir cu á­
les son tos procesos psicológicos m ediante los cuales se lleva acabo. Luego p o ­
dem os preguntar cóm o se com paginan esos procesos para hacer posible el Icn*
guaje, el lenguaje “real* qu e se usa. Es decir» lo que hace "real" a una oración es
la especificación de to s procesos m entales qu e la producen o que perm iten su
com prensión. N o basta» al llevar a cab o esta tarea, invocar procesos psicológi­
cos generales y am biguos com o la asociación o la im itación. Debe dem ostrarse
qu e los procesos son adecuados para abordar la estructura lingüística de las ora-
c iones (desde una FN -FV dom inada por un punto central S hasta división. elip­
sis, o lo que fuere). Si adem ás puede dem ostrarse que c&tos procesos generan lúe-

r M am . L a * t m m n d B t h á > * r.

11Ocnkl <M4*r, Pf^mMics t'*pt«*tr<.Prti*flpeuuáA6*JL0t«át F w v N*cw


Aci4cmk Pnu, 1979.

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¿ó efectos colaterales no lingüístico*, repulía m is interesante. P cro n o co n u ib u '
ye en nada a afirm ar la “ realidad psicológica* de la g iam itica dem ostrar que ko
chasquidos qu e sonaron al em itirse una oración se oyeron no donde se produ
jeron (en el m edio d e una frase) sioo desplazados hacia el final de la ír**,
¿Afirmaríamos la “realidad psicológica** de la notación de los com pases m eti­
cales dem ostrando que los chasquidos se desplazan hacia los borde» de las fra­
ses musicales?
M is pfee¿sámente, e s de poca utilidad dar un informe d e lo s procesos psi­
cológicos que su b jo cen en la g ram ín ea de la oración si, al hacerlo, cerram os la
posibilkhd de descubrir cóm o ta oración puede servir com o acto de habla, o per­
dem os d e vi>ui su función d e en m arcad o » de la perspectiva en el nivel semán-
ü c o o pragmático.
La realidad psicológica d e cualquier descripción lingüística es propia no de
nuestra capacidad de explicar psicológica m ente de term inadas propiedadesespe-
cificadis por esa descripción sino d e nuebua capacidad de explicar, en cambio,
cómo el lenguaje en toda su com plejidad lingüística e s usado para cum plir s l k
múluptes funciones.

• • •

Voy a referirm e ahora a un segundo significado d e la "realidad". Casi iodo


aquello co n que nos relacionamos en el m undo social* com o he insistido reite*
radam em e.no podría e x istir si no fuese por un sistema sim b ó lico q u elcd alacx is'
lencia a ese m undo: la lealtad nacional o local, el dinero J a s asoc tac h j o c s Ja s pro­
mesas, los partidos políticos. L o m ism o puede decirse también, aunque de un
modo un tanto diferente, de) m undo de la "naturaleza**, pues nuestra cxpcrien*
c u d e la n atu ralc/a está conform ada p o r concepciones de el la constituidas en d
discurso co n los d e m is. Lo fundamental d e mi argumento en los p rim en * capí
tules era que la “ real ¡dad" de la m ayoría de nosotros se constituye e n general en
dos esferas: la d e ta lu tu ra lc /a y la del quehacer hum ano; la piim cra se estruc­
tura m ás probablem ente según la modalidad paradigmática d e la lógica y lacien­
cía. la segunda según la modalidad del relato y la narrauva. Esta úlum a se ceñ­
irá en torno del dram a de las intenciones humanas y sus vicisitudes; la primera,
en torno d e la igualm ente aprem iante, igualmente natural, ideado la causalidad.
La realidad subjetiva que constituye el sentido que tiene un individuo d e su mu n-
do se divide en síntesis en natural y humana.
Evidentem ente, hay confusiones y superposiciones. Una de ellas e s el ani-
mismo: la atribución d e intención a los objetos del m undo “natura]" que. ordi­
nariamente, se consideraría determ inado por una relación de causa »efccto. Y otra
es elccn d u ctism o radical: la atribución ele causas y b negación de la función de
la intención en la esfera de los sucesos humanos. Pero suele suceder (p o r lo mc<
nos ea la cultura occidental) que la gente se pone d e acuerdo p ira establecer cuál
e s cuál, y cuando no se ponen d e acuerdo la consecuencia es poMmica; por ejenv
p ío ,en las batallas sobre e l origen de la humanidad en las que el cuento d e la crea­
ción se contrapone a la teoría de la evolución. De iodos modos, las confusiones
no se trasladan a la esfera práctica d e la acción. Pues en la práctica, manipula

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m as o actuam os físicamente e n acuello que se encuentra en el cam po de la re­
lación de cau sacío cto ; pero intciacuiaiiios o traíam os de com unicam os con
aquello que partxc regido por las inicne iones. O com o decía el pruvcibiode U
Arm ada: “ Salúdelo si se m ueve, de k> contrario píntelo*'.
¿Q ué podem os dccir desde el jw nioetc visia psicológico s o b re d a s C a l i ­
dades psicológicas**? También en esie caso,afirm aría que el problem a restdc en
laex p licació n d e los procesos psicológicos qu e las constituyen: cnpMc0 l0 gia.cn
antropología, e n la observación d ian a. ¿Pueden tos procesos psicológico* ''e s­
tándar** com o la percepción, la inferencia, la m em oria, el pensamiento, explicar
las realidades cnnsifuiikis? El problem a no es determ inar si dos se**» de proce­
sos producen dos m undos diferentes, sino de qué m odo, c u a l ^ c r proceso po­
dría producir los m undos construidos que encunuam os.

» ♦ •

Com encem os co n los procesos de infcrciK ia,cuftdasc*pcnm cnu*t ilustra*


liv o sq u e ayudan a aclarar este asunto El prim ero e s d tornado de u n esiu d io d c
H enriZuLier y A lben JV piune.1* Sigue los estudios c ín ic o s de Dantcl K:ihne-
m anny A m usTvcrsky*$O brela nuutera en que las personas u*an el cutioc un ion­
io probabilísim o basado en aconictuiiicnuis (usados para guiar su re a x trín en
un a sjtoación prcaem c S e em pieza leyendo la descripción d e alguien:

LsC ctoncs BMjy u m id o y rcü jk Jv M n v d íid b tcn v n ic te f v ic iA p e ro t o n p in o n u c i ó


por U ¿coi*» o \m el mundt>dc IjícjU J^J LX'uninam jkv* iiiu.iiuf ihkdyurdc*
n « U , u e n e la n c v o id * ) d e crK<*iu«r o v tkn y c s m i u m * y s u siá » puf Jo* d d a lte s .

Se présenla cstadcscripc tón ;il sujeto del ex pe rím enlo díc níndole qu¿ se lia
sacado al a /a r d e una serie de retraías correspondientes a setenta vendedores y
treinta bibliotecario». ¿Q u ées E:.sicban. vendedor o bibliotecario'9 Usando un r >
zonam íenio basado en U proporción, tomando en cuerna sólo las probabilidades,
e l consultado debe decir que e s vendedor. E se! m étodo paradigmático extremo:
guiarse por el teorema d e B ay csq u e prescribe “basarse en la* probabilidades"
Pero si se les da a lo s sujetos del experim ento un m otivo pura incluir su opinión
en un relato, en un m undo de n arra: lón. ignorarán las p o ta b ilid a d e s d e Huyes.
Zukier y Pepíione m uestran cóm o se puede inducir a los sujetos dclcxpcri»
m em o en un sentido o e n o tro m anipulando el porceniaje de contexto evucauvo
qu e se les proporciona. Utilizaron d o su rien u cio n esv o n in ü n iccio n es par j iih Kj *
C ira kis sujetos a seguir una d e las dos d irv u iones propuestas: una “orientación
'cien tífica'.» que contenía proposiciones generales” en la que se rclac tonaba Ja
actuación indi vidual con norm as de población, y “una orientación ‘clím uT ... ba-

” l k » r i Z x áicr y M b c rt P rrN U ttc.MS u c u l K u k * j u a l S l n i c g v t u i fto d iiliu n . &j»t< I X K r a t


m au 0( ite Utc «í B**c K*c Íntam*iün*\ jW % j/ c( r<*ux%iiu) i 47, a*
2, «¿uttode 19S4 tu» g ü f comvjMjmk * « ü >*.>
* D r t i r i K i f K t n f t iv , f W SfcTVKT > A írt\* 7 v c í* i y.
i i a ú a 4 B t í i t J . C #m t H > 4* c . C » i « h o 4* c U « i * c m t y P í o * . 1 9 * 2 .

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sadaen la com prensión d d cuso individual", “medíame la construcción de una
narrativa coherente o 'historia clínica’ d e U persona". Aquellos a quienes se les
presenta la m odalidad científica, opinan de acuerdo con b probabilidad de Ba-
y a . Los oíros, inducidos a construir narracioocj clínicai, prácbcam cnic ignoran
la regto buyesiana.
Por ra/o n es que tienen su origen c a el racionalism o de b psicología, a t o s
que liguen la lógica del drama (es decir, que actúan com o clínicos o cuenustas)
se los caracteriza en la bibliografía sobre U inferencia diciendo qu e son los que
“cometen la falacia de la proporción'*. P e ro Z u k ic ry Pepiione oponen objecio­
nes. P a rad lo s, l a Mfalaciad ela proporción" no e s sólo "una aplicación inadecua­
da de l o s a iicrios norm ativos", sino el resultado de una estrategia diferente, que
u rn a en cuerna el contexto en d cual tiene lugar b conducta en lugar de concen­
trarse sólo en las tendencias generales, en la conducta en un vacio. Para dcculo
m ásdircc lam erle, un grupo está construyendo una realidad de personajes que in­
tervienen en acciones determ inadas en ambientes determinados, una realidad en
la cual la “ inform ación de las probabilidades*' es completam ente irrelcvanieo,
d e ser relevante, lo es sobre todo en el sentido de guiam os e n la construcción de
una n a m tiv a ''razonable". ¿Falacia? Imagínese un m édico qu e u se sólo las pro­
babilidades que hay en su archivo de historias clínicas poradocidir si un pacien­
te con un fuerte dolor en el abdom en debe someterse a unaapcndiccctom ía. ¿Se­
ría capar de presentarse ante el com ité del hospital co a el argum ento de que iba
a operar d e acu erd o con Bayes? Lo que e s ti claro t i que los ‘'resultados'* logra­
dos por inferencia cuando se usan las estimaciones bayesianas no constituyen
una "realidad" frente a una “ ilusión" producida por la orientación clínica. Los
que siguen la orientación clínica tam bién operan “rcalistim cnte". pero en otra
realidad. Son co m o esos colegas de la literatura que mencionó en e l C apitulo I,
que actúan d esd e abajo hacia arriba para construir un a '‘realidad'' a partir de es­
te poem a o d e aquella novela.
El segundo experim ento al que m e quiero referir me pertenece; se tra u de
un experim ento q u e hice para corregir un descuido de un estudio anterior reali-
z a d o ca siu n c u a n o d e sig to a n ic s.31 Losdciallessottcocnplicadosy el lector pue­
de prescindir d e ellos. El experim ento tiene com o objeto, tam bién, uno de los
“clásicos fenóm enos de la cognición humana, 'la adquisición’ de conceptos**.
Empero, si bien e s técnico, se encuentra en el centro d e m uchas actividades hu­
manas cotidianas. L a adquisición d e conceptos es e! proceso m ediante el cual,
después de haber encontrado m uchos casos particulares, decidim os que alguna
s u b s e n e d e d k w forman una categoría o cUse que e s distintiva. Y así, por ejem ­
plo. descubrim os m ediante com probación que sólo los hongos d e c a b e /a chata,
cortos y de co lo r castaflo pueden com erse sin tener efectos daAosos, y cream os
b categoría d e “ hongos com estibles". O form ulam os un estatuto para Freedonia
según el cual só lo aquellos habitantes m ayores d e veintiún aílos que tengan pro­
piedades en b ciudad y hayan re s id id o c n e lb durante m ás de un aAo son “can-
d id ato sd c g iN csp a ra form ar parte d d concejo municipal”. Existen d iv ersa se b -

* Jaoftte Rntner. JtcqoeliM Goafcow y Gecrit Auun. A iliatjoíTluníutt. Nue** Yod,


WUey. 19J4

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
ses de categorías o “conceptos", formadas por diferentes reglas de agrupación y
diferentes m a n e ra d e aplicar los criterios dlcincliuión y exclusión. Pero, aunque
m uchas d e estas consideraciones d e índole técnica motivaron los experimentos
originales incluidos en A SttutycfT k¡nkingt no son las que llevaron a realizar el
estudio reconstructivo.
Este segundo estudio nació d e la m anera siguiente. A l realizar este upo d e
experim entos, normalmente se presenta a los sujetos un juego de tarjetas en ca*
d a una de las cuales aparece un a serie de “atributos": en cada tarjeta habrá, por
ejem plo, una figura d e un total d e dos o tres posibilidades; cada figura (endri un
color entre dos o tres colores diferentes, independientemente de ta fig u ray el co ­
lor, cada una será grande o pequeña, etcétera. El experim ento se realiza com o si
lucsc u n ju eg o de adivinanzas. Se te dice al consultado que uno tiene en m ente
un Upo determ inado de tarjetas en la serie que son "correctas* y otras que n o lo
son, y que su tarea e s determ ina/ con la m ayor rapidez posible cu ál e s cuál, por
ejem plo, si ludas las tarjetas rojas >o® correctas, o las verdes, o las azulcscuadra-
d as. etcétera. Se le m uestra una por v e /, pidiéndole que adivine si e s “correcta"
o "incorrecta" y luego se le dice si acertó. Los seres hum anos no son operado*
res sensacionales (incluso una pequei\a com putadora puede program arle para
actuar m ejor qu e la m ayoría d e nosotros), pero son razonablem ente buenos p ara
elim inar los atributos irrclevantes y captar lo q u e de hecho define *1o correcto"
(es dccir. la inclusión en una clase) mediante algunas estrategias bastante inge­
niosa*. Los fenóm enos qu e se pueden observar en un experim ento tan pequeño
son suficientem ente interesantes com o para haber engendrado una activa indus-
tria casera d e investigaciones en m aten a d e adquisición d e conceptos.
Sucedió que en esos experim entos originales se incluyó un juego de tarje*
tas cuyos atributos eran m ucho m is anim ados y m is "tem áticos" qu¿ los d e las
qu e contenían figuras, colores y tamaños. C ada una d e esas tarjetas era una v a­
riante de algo m is “narrable” , diríam os ahora. En cada una había un niño y un
a d u lta C ualquiera d e los d o s podía ser v a rfc o mujer» El adulto o el nulo e sta ­
ba en ropa de dorm ir o en ropa d e calle. El niño se encocoraba extendiendo las
m anos con alegría (com o para recibir algo) o con las m ¿nos d e tris d e la esp al­
da co n u /u actitud de dcsaJknto. y el adulto (como pora com binar con kis so li­
tudes del niño) estaba ofreciendo un objeto o tenia las mano» unidas por detrás.
Cada tarjeta era una pequeña escena natural para dramatizar.
En el prim er estudio descubrim os Que los individuos tardaban más en adqui­
rir el concepto correcto co n estas tarjetas que co n las tarjetas no temáticas c o m ­
binadas por la cantidad ó e atribuios. Frcruc a las tar/cu s "n a/ram a s", purécían
perseverar m is tiem po en sus hipótesis ante la información negativa, requerían
m as datos redundantes y , en general, parecían má$~mudos" lógicamente que
cuando tenían que referirse a los atributos solos. Y , desde luego, eran m ucho m ás
proclives a dar hipótesis extrañas sobre lo que era correcto* por ejem plo, esce­
nas en las que se dc?c ribian posibles cum pleaños, transgresiones de norm as, ni­
ños mfel ices, y otras por el estilo. N osouos nos lim itamos a publicar debidam en­
te esta tendencia al error» pero no hicim os n aJa m ás co n ella.
C uando rehíce el experim ento recientemente (con Aíl¿.<on McCfucr), lle­
vando un registro literal de lo qu e nuestros consultados tenían que decir en el de-

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sarru llo d cta actividid, hubo algunas sorpresas. L os sujetos de n u c a /o experi­
mento ( a o iodos, pero una proporción impórtenle) se dedicaron sím pkm cnie a
formular "hipótesis dram áticas” y no unlizatun b inform ación contenida en \o%
atribuios d e n i n g u n a manera directa p a n verificar si cm pertinentes o n o . u Un
sujeto típico. por e p m p to . pentaha que las tarjetas positivas o “correctas" des-
c n b ú n todas " u n a relación fcli/ entre un padre y un hijo", lo cual n o resulU cn
absoluto ilógico. C ada v e / qu e esta cunsuliada se equivocaba, m odificaba la de­
finición de loque constituye una buena relación. C uando opinaba que un caso era
McorrocioNy resultaba no ser así. justificaba b evidencia que tenía delante: sí, l a
madre k estaba d ando algo a la hija en b pequefla escena, pero tal vez se trata*
ha de una com pensación pe* algo m alo sucedido antes. En una tarjeta interpre­
tó que se uatabo d e un padre "que rechazaba" y un hijo ‘'castigado*', y cuando se
enteró d e qu e b ta rje u no era negativa* dijo: '‘Bien, la confrontación no siempre
e s mala, ya se sabe".
Nosotros, los que reali/ib am o s e l c*pcrimcnio, operábam os en un mundo
paradigmático d e atribuios que constituían casos que satisfacían o no los crite*
ríos postulados. N uestros sujetos « ocupaban con m ayor frecuencia de construir
episodios dram áticos y de buscar afinidades y diferencias entre ellos. Cuando,
como hicim os en algunas ocasiones, les hacíamos ver que estaban haciendo ai*
go diferente d e lo q u e les habíam os pedido que hicieran, argum cniatxinque nun­
ca habíamos d icho eso. Sim plem ente, no estaban * p ro c e « ik k r las tarjetas d e la
manera analítica que habíam os previsto. Estaban construyendo rurraciones y,
como buenos crítico? literarios, buscando una afinidad m etafórica entre ellas.
¿Una tab eia» tam bién? N o, afirmaría que tvo lo es. E n seneillám em e otra
manera d e r c a l ú a r b tarea, d e construir realidades, incluso de establecer catcgo*
rías. En el s e n u d o d e W ittgenstein, era una *forma d e vida* diferente.
Y de este m odo, la conclusión que quiero formular e s sencilla: la realidad
psicológica se revela cuando puede demostrarse que una distinción realizada en
uo ám bito —e l k n g u aje, los m odos de organizar el conocim iento hum ano, etcó-
le ra -- tiene una base en los procesos p&cológico* que usan b s personas al n e­
gociar sus transacciones con el mundo.

B ti c m u J k x Jc k * " u y x c ffte f dum fcioo*" « u i « m en p rc p « r« t¿ a e

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L o s m u n d o s d e N c ls o n G o o d m a n ' *

H ace poco m ás de m edio siglo» los filósofos y los psicólogos de Harvard


com partían el mism o departam ente académ ico situado en Emerson lUill» cuyo
c o r t a r d e la planta baja estaba presidido por un Ralph W aldo Emerson de bron-
c e . sentado» con el ccfio ligeram ente adusto, ta ra ese entonces los psicólogos ya
casi no podían aguardar a verse liberados d e sus anticuados padres. Esa libera­
ción llegó basianic pronto. Porque, ¿qué tenia que ver la psicología, provista de
sus flam antes herramienta* de investigación empírica, con la m cudlsica? ¿Era
Retesaría la especulación filosófica para estudiar ta sensación, la percepción y
la conducta? L a psicología aun entonces había ab ra/ado el “uperacionalismo*
del físico Pcrey B ndgcm an, una posición lilosófica según la cual los conceptos
científicos, com o por ejem plo el de "masa*4o el d e "m eiitc", sólo podían definir-
se por tas operaciones experim entales qu e se usaban para establecer su aplica*
c ión a las cosas o los procesos. En lo que rcNpecta a los psicólogos, ésa e ra lo-
d a la filosofía necesaria. Por consiguiente, e Ic o c c n ie de intehgenc ia era a m p ie •
m ente lo q u e median los tests de inteligencia. Además, e l positivismo lógico v¿e«
nds definía el límite entre la filosofía y la psicología. De acuerdo con sus prin­
cipios» sólo los enunciados de la ciencia o d e cualquier otra m atena que fuesen
verdaderos p o r definición (com o en lógica o matemática) o fuesen "em pine?*
m ente venficabtetT. eran significativos y dignos de estudio; los prim eros, por la
filosofía, y los últimos, por las ciencias, a las vuales evidentem ente pertenecía la
psicología.
Después d e la Segunda Guerra M undial, la psicología y la filosofía se e n ­
contraron principalm ente en la “m etodología”: eom o el com erciante y su c o n ta ­
d or. la segunda ¡c decía a la prim era cuál era la m anera correcta de hablar sobre
los núm eros qu e había producido. Em pero, el hecho de mejorar e ric n g u a je " d e
Ja psicología académ ica p ara adecuarlo a la filosofía d e la ciencia existente M i­
nificó poco para atenuar la obstinación de la psicología. La palabra “nientc" si-

* E n e c a p ítu lo fu e eteriu» c o i Cw%A F d J m m

1Ktfc w pftulo fue p r e p a n d o p i n \* S * w York c u c h i n p r t m t cu an Jo *t


tfTftfvru¿t*i* kbro Eftt optuf c t€ (mu en irt» I ta» 4c NtUm CnxxUnm. OJ
M w ía m tO th e t C«rab«ú%<, NU* * ., M arv* rJ U n t c n u y K rcu. 1994, H 'aju
M f, I b i t o t i s , S tfitc a . l U r v t i t t f P re s t, W 8 , e f As í A * A p p *oa < k t e a I h i & y o f
íi>disnApü4i< y O f f i t r í4 g c . H tcfccu, 1976 (« « c t f ü , » n o «e K i i n u * rc »
panden i 0 / M ^ a W O i A r f JA»rt«u

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guió siendo una “m aU " palabra prohibida en la psicología predom inarle, que se
mencionaba (si es qu e se mencionaba) sólo cnirc com illas, seAaladas por el lo-
no d e la voz en lo s sim posios o co n io s signes gráficas correspondiente* en los
escritos. La “m etodología" d e la psicología “ciem ífica" se fue hacicndocadaaño
m is estricta y puritana; sus térm inos y conceptos debían tener una base objeti-
va, tenían que adecuarse cada ve¿ m ás a las reglas exigentes de la definición ope-
racional. L os método* llegaron a sor una preocupación: m étodos para convenir
lo subjetivo e n objcti>%>, lo encubierto e n descubierto, lo afc*iracu> en concreto.
Posteriormente, a fines de la década d e 1950* se produjo lo que hoy se de­
nomina revolución cogniüv*. Psicólogos com o H erbcn Sim ón y C eo rg cM illcr
y lingüistas com o Noam Chontsky no se dedicaron a las respuestas objetivas y
abiertas d e sus sujetos» sino a Jo qu e éste* sabían» al m odo cóm o adquirían el co ­
nocimiento y cóm o lo usaban. Se d ejó d e insistir en b ejecución (lo qu e la gen­
te Aac&s), y se subrayó la com petencia (lo que la gente sabía). Y esto desem bo­
có inevitablemente en la indagación sobre la manera en la que el conocim iento
estaba representado eo la m ente. ¿Podría estim ularse el conocim iento d e b men •
le con un program a d e com putación (com o estaba tratando de hacerStm onJocon
una teoría d e la organización mental (com o estaba haciendo P u g e t)? La "m en­
te** se volvía a introducir en la psicología, de! mida de diversas m aneras, com o
b s m odalidades en que se organiza el pensam iento, o com o un conjunto d e os*
trategus p ara ordenar e l conocim iento a fin d e lograr los resultados propuestos,
eicéteia. C uando Sunon dem ostró que se podía construir program as de com pu­
tadora que resolvían teorem as de \os Principia d e W huchead y RussclL o lograr
que los m isioneros cruzaran el rio sin peligros en “Caníbales y misioneros”, fue
ictdm cnie pertinente preguntarse á estos program as eran sim ilares a la mente
y en qué grado lo crun. Y sí esios program as presuponían que el conocim iento
estaba representado e n la m ente ¿qué c b s e d e representaciones eran? y ¿qué era
la mente que las contenía? ¿E se conocim iento se organiza en función d e tas in­
tenciones espccíficasque dictaron su adquisición, o e s uní ver val y general? Adc-
m is ¿cóm o nosotras o cóm o un program a que *nos~ representa adquiere núes*
tro conocim iento del mundo? l-as preguntas nuevas aparecieron en loncntcs.
pregunta* qu e ahora interesaban tanto al filósofo com o al psicólogo.*
La nueva psicología cogniuva AxLiraba qu e U elección que guía la acción
e s tan real com o la acció n qu e cesu lu ; los principios de la c ta c ió n rcquiettn una
explicación com o form a de acción mentid. Pero, m ientras que las acciones
abiertas son observables y contables, los pensam ientos y reglas que las guían
no son “objetivos* en este sentido. Son m entales. Y he ahí el obstáculo. ¿Una
ciencia d d pensam iento no e s ciencia hasta que reúne los crítcnos d e objetiva-
bilidud? O bien, dictándolo de o tro m odo ¿una filosofía d e b ciencia que exigie­
ra esa objctivabilidad era la única posible o conecta? La filosofía d e b ciencia
anglonof icam cricana, derivada d e escritures cucno R udolí C arnap’ o Cari Hcm

1 un* cxp(ic*¿>ón 4c U revolución cu CUnJncr, The M W i


& Í4 *ct A U u t* r } e fth e N uev» Y « t , l i u i c B o o d i, 1913

’ Kud*|*i O m ^ . O t f L o t t u h t A*fl*¡u é t t Ifcrlin. WelkrcjiVcrUt* 192*

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p d * h ab í a t o m ad o l a f ísi ca d d si g l o X I X — n o l a p si c o l o g í a— c o m o su m odc-
l o d e " b u en a ci en ci a* ; h ab í a i n si st i d o e n q u e c u al q u i er co* ¿i q u e se af i r m e q u e
ex i si e d eb e d e m o r a r s e Q ue e s f í si c a o . p o r l o m en o s, j ed u c i b k a l o q u e e s f í si ­
c o . P c r o el i n t er és c r ec i en t e d e l o s p si c ó l o g o s p o r l o s p * x eso » c o g m ti v o s — p r o
c eso s u n i n o b j etab l es c o m o el p en sar y el c o n o c er — pua> en t el a d e j u i c i o esa
p o si c i ó n d e l a f i l o so f ía ó e l a c i en c i a. D e m o d o q u e, d esp u és d e m ás d e m ed i o si*
g Jo d e i n d ep en d a * i¿j, k » p si c < y eg o sem p e¿ar o n a v i si t ar a l o s f i l ó so f o s c o n o u u s
i n t c r c d c sad em ásd c l p u r am en te soci al ; l o s p r o b l em as q u e p l an teab a l a n u ev a psi*
c o t o g í a n o se en c o n g ab an a g u st o c o n l a v i ej a f i l o so f í a d e l a c i en c i a, en real i dad»
ex i g í an u n a n u ev a f i l o so f í a d e b c i en c i a.

• ♦ *

N e b c o G o o d m an es u n o d e l o s p n n c í p ai c s f i l ó so f o s d el m u n d o en l a ac t u a­
l i d ad q u e se d ed i c a a b u scar ü so l u c i ó n d e est e en m ar añ ad o c o n j u n t o d e probl e*
m as. Su ü f M tn d a n d O xhtr M a iu r s p an e d d p u n t o d o n d e ter m i n ar o n su s d o s
l i b r o s an t er i o r es, y r esp o n d e a l o s c r í t i c o s d e eso s l íb eo s, W a y s o f W orld M aking
( W W M ) y i ú f i g m g t s c f A / i .( S i n o se i n d i ca l o c o n t r ar i o . L i s c i t as co r r esp o n d en
a O /M in d a n d O th tr M a titrs).
Un O f M uid a nd O thtr M a tw n defiende una filosofía "constructi v ista ’. Es
a la ver una filosolfa de b ciencia, una filosofía d e la n c y una filosofía de la co g ­
nición; Coodm an termina por llamarla Musui filosofía de la comprensión*4. Su te*
sis central» el -co nstrucuvisflK r.csquc, encon u ap o sició n eo n el scnudocum ún.
n o e x u te un "m undo real" único preexistente a la actividad mental hum ana y el
lenguaje sim bólico hum ano e independiente de & tos, que loque no&otros llama­
m os e l m undo es un pioduc lo d e alguna m ente cuyos procedimientos construyen
e l mundo. Sostiene que cu algunas form as del funcionam iento m en u l como, por
ejem plo, en b percepción, ya sabem os m ucho acerca de cóm o furk lonan cons­
tructivamente los procesos mentales: Mel abrum ador argum ento contra b percep­
ción sin concepción, lo puro dado, b inmediatez absoluta, el ojo mócente, b sus­
tancia com o suuraio* ha sido planteado tan com pleta y frecuenicm auc — por
Berkcley, K ant.C assircr, G o m h ró h , Bruner y m uchos o u o s— que no h aré fal­
ta reiterarlo aquf* (HWAfj. El m undo d e la* apariencias, d muruio mism o en el
que vivim os, es " c re a d o ’ por b mente. La actividad qu e consiste e n hacer m un­
do* es, para Goodm an, un conjunto d e actividadescom plcjo y diverjo y, aunque
pueda expresarse de cualquier o u a muñera, im plica Mun hacer no co n las m anos
sino con b s mentes o . m ás bien, con lenguajes u otros sistem as simbólicos** ti b í-
dtwx) Los mundo» que cream os, dice, pueden surgir de b * u v td a d c o g m u va d d
a n ista (el m undo d d U tísts á c Jo yce),de las ciencias (ya sea la visión geocén­
trica del m undo de (a Edad M o d a o la de (a física m oderna) o d c la vida ordina­
r i a < c o m o en el m u n d o d e l o s trenes* l o s r ep o l l o * y k * r ey es, d o n d e r ei n a el sen ­
t i d o c o m ú n ). E so s m u n d o s (i n si st e) h an si d o c o n su u i Jo s, p er o si em p r e a p ar ti r

4 CW t (U vnprl. t ' + a l w / t i j f i o fC e * c ip t r«/«w nt>A u% S ft* x c tt O í k . i p*. U iv c c *


u t y e t O ú < 9 g ú 1*52, J .h«K*c
IU II. \**>).

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de oíros m undos, creados p o r oíros, a los cuales los hem os tom ado com o y a (la­
dos. N o actuamos sobre cierto tipo d e realidad prístina independiente d e nues­
tra mente o d e las mente* d e aquellos que nos preceden o nos acompañan,
Según G oodm an, ningún “ m undo” e s m ás real que todos los dem ás, ningu-
d o esontológicam ente p n v ilc jiad o co m o elú n ico m u n d o rcal. En consecuencia.

Untate ñ a prim a física <kl m onista físico n o es m is " n a T q u e c u a lq u ie r o trav et-


sión. y cal vez. m enos real que los procesos psicológicos que la crearon. IjO que
implica esta afirm ación e s que el debate entre los filósofos m onistas de la cien­
cia y los psicólogos cognitivos e s vano.

El principio constructi vista, según el cual lo q u e existe es un producto de k>


que e s pensado, puede rem ontarse a Kant,* quien fue el prim ero en desarrollar­
lo totalm ente. K ant. a s u vez. atribuyó la inspiración de su idea al descubrim ien­
to de H um e,* según el cual, ciertas relaciones entre las cosas del m undo real no
podían atribuirse a los sucesos sino qiK eran construcciones m entales proyecta­
das en un “m undo objetivo*. El argum ento principal d e Kant se basaba en la re*
(ación de causa y efecto. Hum e había visto que la causalidad era un co n státe­
lo mental im puesto a un a sim ple secuencia d e sucesos. La idea de Kant d e un
mundo "allí afuera” construido coa producios mentales e se ! punto <lc p a n xlu d e
Goodman.
Ahora bien, co m o ya se h a observado, G oodm an e s renuente a darle una ca­
tegoría privilegiada o u n a “ realidad definitiva" a ningún m u a to e » paíltcuU i óe
lo* que puede crear la m ente. K ant, en cam bio, sostenía que todos nosotros te­
nemos cierto conocim iento, a p rio ri.p o r el hecho de tener una m ente humana.
Esc conocim iento a prior», según Kant. precede a iodo raAxuunicntü. E n lugar
de esto, G oodm an pioponc una idea más relativista. N osotros no co m cn /am o s
con algo a b so lu to o a m e n o ra todo razonamiento sinoque.de acuerdo con G ood­
man, com enzam os c o n los tipos d e construcción que culm inan en la creación de
mundos. Y e s u s construcciones tienen en com ún que tom an algunas prem isas
por supuestas, c o m o estipulaciones. L o qu e está "dado” o supuesto al com ien­
zo d e nuestra construcción no e t tú la m is firm e realidad allí afuera ni un cono­
cim iento a príoh: e s siem pre otra versión construida de un m undo que hem os d a­
do por supuesto p ara cie n o s fines. Toda versión del m undo construida previa*
n e n ie puede tom arse com o dada para las construcciones siguientes. A sí, en efec­
to, la construcción d e m undos im plica la transform ación de los m undos y las ver­
siones del m undo y a hechas.
Sin duda, la idea d e la m ente com o instrumento de construcción es (o debe
ser) del gusto del psicólogo del desarrollo que observa que se asignan diferen-

1 tau ru au cJ K»r«, T ké C r i t i f * o f P urt i n d N u m u i K * » p S s * K S u ev a Y o<t, S i


M « n n ‘i P iw i. 196) .

* D aviij Ifcunc, A T r t m u o f HuMait tfa tu r t. l-cndrei y N u ev i Y o rt, I. M D m w J Súnt.


U d . y E P D w *on and C tx, 1411

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u » dignificado» al m ism o "suceso" en cd id c s diferentes. El psicólogo clínico
siem pre debe ser im presionado con la "realidad" qu e sus pacientes dan a sub
fccunda* rorree iones. Y el constructivism o en ninguna otra disciplina e s m is
m otivador qoe en la psicología del arte y la crcauvidad Blakc, Kafka, Wiu-
genstein, y Picasso no encontraron hechos los mundos que produjeron. Ellos los
inventaron
L a idea de estipulación —d e tom ar algo com o d a d o de Goodm an es ani­
m ism o muy elocuente para los psicólogos cogniuvos. Inmediatamente pensa­
m os en la im portancia d e m ecanism os com o la ~rccursiv ¡dad*, el proceso por el
cual la m ente o un program a de computadora vuelve sobre el resultado de un
cóm puto anterior y lo tratacom o un elem ento dado que puede ser la información
d e la o p eran d o siguiente. Teorías uui divergom es com o la leo n a de lo gram áo-
c a d eC h o m sk y .7 b ex p lic ac ió n del dcsarrollode las funciones m entales de Pa«
gcte y la idea del Solucionador General d e Problemas d e Newell y Simón.4 han
recurrido a ese mecanismo. Toda teoría formal d e la m ente es ineficaz sin la re*
currcncia, porque sin ella es imposible explicar los pensam ientos sobre los pen­
sam ientos, los pensam ientos sobre los pensamientos de otros pensam entes» has;-
ta e l nivel d e abstracción que sea ncccsano. E n realidad, Philip Johnson-Laird.
en su excelente M ental MimULs * m enciona la recurrencia p a n explicar cóm o la
m ente gira alrededor de sí m ism a para crear el upo de resumen de sus capacida­
des que podría constituir algo parecido al senudo del seif. A partir de «se traba­
jo com en/am u* a vislumbrar cóm o podrían usarse las estipulaciones d e Good*
m an en secuencia», cada una de las cuales tran sfo rm ará una versión del m undo
creada previam ente en otra nueva, y el conjunto proporcionaría una base para
com prender no sólo los acuwsim jrfcs d e Id cognición sino también los actos c u m •
ptejes que lienei) eJ «topéelo d e una verdadera construcción d e mundos. Hasta
aquí todo va bien.
Parecería qu e G oodm an llegaría a ser el ídolo inm ediato d e los psicólogos
cognitivos. Pero» si bien algunos lo Kan tom ado muy en serio, o tras han sido in ­
diferentes a sus ideas. Seguram ente no se trata de que los psicólogos no aprecien
(a insistencia d e G oodm an en la (uactóc activa qu e le c a te a lam ente en la c re a ­
ción de "m undos"; tam poco de qu e la m ayoría d e ello s duden de que asignamos
una rea lid id social a las imágenes del m undo que creamos. Pero, la “Ciencia so*
ciul interpreuitivawdel tipo representado, por ejem plo. pt)r Clil íord G c c rv en a n ­
tropología .11que subraya la irreductihlidad del significado, no ha tenido mucha

’ N o n a Q * m fc y , a f * V T W y < f S / + u i, C « m fen 4 |« . Mm& . M t T . h o i , l % 5

• B t t t d bUicMcr y Jew» f * * G r o w ih <4 ¿ 4 f* 4 T iM in Á jA g fro m C k J J k x r i u> ¿ J u í4 S


¿ m m , S uev» Y ork, B u * Buofci. 19) 8 .

9 A U a N c w d l y Ifeito en S u n o n ./S u m * * p ro b U m So/*-***. K n ¿ lt« o o 4 C fclft, .V / . fto itH C


lU a, 197}
• PtuÜ p N ¿ol m o»* L ati d. H o JtU T e* * n ¿ 4 € < * * * * Sc«+ < 4 e f
t* ftr c + c t o « J C a m b ó l e , M m « . Itw vA /d U m v c ru ty P i t u . tVCS.

11 Gwu> Ifica) X*0+4*4t4 Punto* En*/* *• S a u r ín * Aiukfo^iófy. bwev*


Y o ct, B4(ie B o o ti.

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influencia en psicoloftía, A los p ú có lo g o s (incluso a los psicólogos cogniúvoa)
les gusta pensar qu e los m undos que la gente crea “representan" un m undo real
o prístino. lncto$oPiage4,cuydtcoríacp¡sternológfcacraconsinictiv¡sia--«on*
truc&os m ás elaborados que contienen a ocios m is sim ples en el pruceso del ere-
cim iem o— se a t o r a sin em bargo a un realism o residual ingenuo. Para d , ftas
construcciones eran representaciones d e un m undo real autónom o al cual elnj-
no e n crecim iento tenía qu e adecuarse o "acom odarse”.
Una vez aban donada la idea d e un a realidad prístina, perdem os e l criteriode
correspondencia com o m odo d e distinguir los m odelos v a d a d e ro s d e los mode­
los fab o s del m undo. E n esta situación, ¿qué nos puede proteger del galopóme
relativism o qu e am enaza seguir? (El relativism o radica], co m o verem os, e s tan
inaceptable pora G oodm an com o p ara su s críticos.) L a solución d e Goodman
empieza por distinguir entre versiones y mundos. Sobre los m undos y las versio­
nes del m undo, escribe:

E v identem ente, d eb e m o s b u sc a r U v a d a d n o e n U r e lt o ó n e m re u n a versión y su


referen te e x te rn o , tin o en las c a r s c t e m b c * d e U v ersió n m is m a y su» r d e tto n e s
c o n otxñs v e rsio n e s.., C u a n d o se p ierde e l m undo y la co rv e sp o n d c n c u ju n io con
é l e] p n m e r p en sa m ie n to su cte se r la coh eren cia. P ero la resp u esta n o p o tó * <on
t u r só lo e n la e o b e re n c ia, u n a v e n í a n falsa o eq u ivocada p u ed e se r c o h c rtn
te a l ig u al q u e u n a c o rrc c ta ,T a m p o c o tenem os n in ¿ tn a verdad sem ¿evidente, u n -
m as ab so lu to s, f i r am ias ilim itad as, p a ra d u tu if u ir lo c o ire * lo c a una se rie d e ver*
ü o ttm c o h e re n te * d e b e n i t n u s e e n cu e n ta o tras consid eracio n es e n e s a selección.

Pero ¿ c u ite s o tra s consideraciones? El argum ento d e G oodm an se basa en


la form ulación d e un criterio (o criterios) adecuado a la cuestión d e determ inar
qué e s lo qu e hace qu e unas v erd o n e s del m undo sean correctas y c u a s no. No
e s una tarea fic il, y G oodm an invierte en ella un gran esfuerzo.
Según Goodm an» hay una pluralidad irreductible d e “ mundos*. Su m otivo
para tolerar la m ultiplicidad d e m undos se basa en un principio: "A lgunas ver-
dades entran en contradicción. L aT ierra pe rm anccc quieta. gira alrededor del sol
y desen be m uchos o tro s m ovim ientos, todo al mism o tiempo. Sin em bargo, na­
d a se m ueve cuan d o está quicio". ¿C óm o nos liberamos de esta contradicción?
'G en eralm en te'» d ice G oodm an,

b u sc am o s refu g ¿o e n u n a r e l i i m u c í ó n in jerrua; d e a c u erd o c o n u n s u te m a geo«


c é n tric o la T ie rra per m a n ece q u ie ta , m ientras q u e te g d a m sistem a h e l io c á u r c o
s t m u t v t . P e ro n o c a é s te u n p ia n ito «Mid o . P o r e l sim ple b e e b o d e que u n a v e r­
s ió n d a d a d ig a alg o n o lo v u elv e verd ad ero ; d e ip u é s d e lo d o , alg u n as v ersio n es d i­
cen q u e la Ti erra es p la n a o q u e d e s c a m a sob re e l c t f m z ó n d e u n a to rtu c a . Q u e
la T ie rra e s tá q u ie ta aegún u a sistem a y q u e se m u e v e se g ú n o tro , n o afirm a nada
s o t r e e l c c ro p o n a im e n io d e la T ie rra sino só lo sobre k> q u e e s o v ersio n es dicen.
L o q u e d e b e a g re g a rse e s q u e estas versiones so n v e rd a d a a * .

G oodm an co n cilia e s ta s Mverdades contradictorias" considerándolas •‘ver­


siones ... verdaderas e n m undos diferentes". Puesto que Mhay versiones verdade­
ras contradictorias y n o pueden ser verdaderas en el m ism o m undo", debe haber

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m uchos mundos. Estos m uñóos no ocupan el mism o espacioo tiempo. ME n cual*
quier m undo’*, dice, “hay sólo una T ierra", y los d iv « w » mundo» no corren el
riesgo d e chocar en el mism o marco espacio- temporal. En realidad, " la dim en­
sión espacio-tem poral es un orden dentro de un mundo, la dtm enstón espacio-
tcm poral d e difcrcntes m undos no está contenída en una dim ensión espacio*ic m-
poral m ayor". Estos m undos plurales no pueden * r reducidos mediante estrila*
gem a alguna a un solo mundo, ni siquiera al de la física moderna.
De m odo que la respuesta de Goodm an consiste en tra/ar una A sunción cn-
v c los ‘'m undos* y fca* "versiones*. O bserva este autor que un “m undo no es la
versión en sí; la verdión puede tener características — com o, por ejem plo, e s u r
en inglés o consistir en palabras— que el m undo no tiene**. O , tam bién, "u n a ver­
sión que dice que hay una estrella allí am bo no es brillante en si m ism a ni leja»
na* y la estrella no está h c c ta de letras.” Esto sugiere que las versiones ex boca
inde pendientemente del m undo d d cual son versiones. Por otra pane, diccG ood-
m an: "N osotros hacem os versiones y las versiones vo a c cu n c c m u njyco m un­
dos. Y por muy distintos que puedan ser los m undos d e las versiones co n ectan
hacer versiones correctas es hacer mundos." La respuesta de Goodm an es oscu­
ra: parece decir a la vez que hay y que no hay una diferencia entre los mundos
y las versiones. "U n poco com o el físico con mi teoría del cam po y su teoría cíe
la partícula, podem os tener ambas cosas. Decir que cada versión correcta e s un
m undoy d e e rq u e cada versión com xL i tiene un m undo que responde a ella puc*
de ser igualmente correcto aun cuando estén en contradicción. Además, hablar
de los m undos y hablar de las versiones correctas su d e ser lo mismo*’ Podem os
“adm itir", dice, que una versión corrcc la y su m undo son *‘difcrcnics*\ Pero, con­
tinúa. el m undo en cuestión no e s independiente de las versiones. "Los objeto*
mismo* y e l i* m p o y e) espacio que u cu ju n dependen de la versión. Ninguna
organización en unidades e s ú n i c a u obligatoria* ni existe una malcría prima
am orfa en la que se basen las diferentes organizaciones. T o d am ateru prim a es
la criatura de una versión al igual que loque está ta c h o con ella1*. L a decisión de
hablar* por una parte, de versiones lingdístkas del m undo o . por la o i/a, de Jos
m undos m ism os (aquello a lo que se refiere la versión) e s para G oodm an una
cuestión de práctica, de conveniencia o convención, no una decisión sobre el he­
ch o objetivo.
El precepto d e la conveniencia y la convención d e Goodm an, puesto que no
brinda un c r iia 10 universal, debe perm anecer am biguo en U práctica, y bien pue •
de ser un a am bigüedad qoe esté incorporada en c ualquicr construc u v u m o abso­
luto. Sin em bargo, en un eomiCTUO ú til Pues, a pesar de su am bigüedad meta»
física, su afirmación de que construim os m undos con la a y u d a d ; sistemas sim ­
bólicos actuando sobre un "m undo dado" que dam os por supuesto es, d esd i un
punto d e vista cognítivo, m is correcta» tal v e t, de lo que Goodman mism o está
dispuesto a adm itir cuando sostiene m edio en broma que Ja distinción<ni/c**vcr«
síón" y “m undo” se diluye cuando se la observa de cerca. Interpretadas de este
m odo, las ideas d e G oodm an tienen im portantes consecuencias para nuestra
com prensión de productos hum anos com o la teoría científica, el arte y la acü vi-
dad cogníúva en general.
L o expuesto e s el tem a de gran porte de O f M ind and O thtr Matters (conxi

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lo fue de Ways o /W o rtd s Muking antes d e aquél). De m odo que hacem os bien
en ofrecer una m ués ira de k& planteos d e Goodm an. Veam os prim ero mis e la h h
raciones sobre 1a filosofía d e la ciencia. ¿Debem os abandonar el fisicalism o de
la física a favor d e un constructivism o absoluto? C om o observó W . V. O . Q ui­
ne en su resefla cte W ays o f W orld M aking }1la teoría íís k a e s “conccptuali/acíón
en un noventa y nueve por cierno y observación en un uno por ciento", y eso h a­
ce de la “nam rálc¿¿r un pobre candidato p a ra d m undoMreaT . E n realidad, el vi*
goc intelectual d e la física m oderna reside p rev iam en te en su sensibilidad pora
elegir las descripciones teóricas adecuadas para interpretar observaciones par*
úculares. A lgunos pueden sostener que Goodman, debido a que se niega a afir­
mar qu e cualquier m undo o construcción es m is "real" que otro, no puede cap-
Car dentro de su filosofía la difundida creencia de qu e las construcciones teóri­
cas de la ciencia m oderna son provechosas únicamente para proporcionam os el
dominio de los sucesos naturales. Su pluralism o parece reducir la ciencia al mis*
m o nivel que cualquier otra construcción "correcta**, ya sea que se trate d e la fi*
t a c i t a o d t la pintura. Peso ts t o e s malinterpretar la m ic a cita <le Goodman. En
cam bio, lo qu e u rg e es que form ulem os las difíciles pero inevitables preguntas
sobre las operaciones m entales requeridas para construir un m undo com o el de
U física m oderna o el de la vida cotidiana. Y una vez que la física esté “confir­
mada** — llegue a ser una versión convencional— podem os preguntar cóm o fun­
ciona dentro del dom inio que se ha dado por supuesto. Es lo que hizo Abraham
Pats en su biografía de Ejnstcio, lo q u e hizo Piagct co n respecto a ta concepción
del m undo q u e tiene el nirto y lo que hace Howard G ardner en sus esfuerzos por
comprender los dibujos infantiles.
L o m ism o se aplica a las versiones del m undo creadas por el artista, el no­
velista, el paciente en la terapia. Pues Goodman, quedará claro ahora, es en fi­
lósofo <fc la m ente q u e ccoc que la ciencia y e l arte nacen a ju n ir d e ciervas ac*
tividades coostrucc tonales com unes, guuidus en c u d a ca so por dtlercntcs lim i­
taciones p ara establecer lo correcto y diferentes convenciones que surgen de su
"confirm ación”. L a diferencia para ¿I no reside e n que las artes sean ‘ subjeti­
vas" y la ciencia, "objetiva". En cam bio, cada una d e ellas construye su m undo
de un m odo diferente, y la distinción entre objetividad y subjetividad no e s lo
cuestionado.
L o qu e está e n discusión, p ro p o n e.es la diferencia existente entre las acii*
vidades construccionales de las diversas artes y ciencias y, en especial, las dife­
rencias en el u so d e lo qu e ¿i denom ina "sistem as simbólicos**. G oodm an h a de»
d k a d o un im portante e s fu e u o a desarrolla; una teoría de los sím bolos, cuya ex-
presión m ás m adura se ene ucntra en s u L m g u a g ts c f A n . E n e se libro, o om oen
M ind a nd Othcr M aücrs, desarrolla la propuesta de que “gran parte del conocer,
actuar y com prender e n las artes* las ciencias y la vida en general im plica el uso
—la interpretación, aplicación, invención, revisión— d e sistemas simbólicos**.
E l concepto central d e su teoría de los sím bolos e s el de “referencia". Según
lo define 61, la referencia es un "térm ino primitivo que cubre todo tipo d e sim ­
bolización, lodos los casos de rcpracruocióri*. Hay m odos de referencia lacra-

U W. V O. Qu mc . *Oihc# Wcnily” fot* 44 ngv a* |9 ?t

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les y no literales, con forma* úm p lcs y com plejas que brindan una variedad y una
su tü c /a que pueden explotarse en el m undo con virtiéndolas a i ciencia y arte.
Aun en el caso de la denotación verbal — nom brar, describir, predicar. "donde
una palabra o una cadena d e palabras se aplica a una c o sí, suceso, c u t a r a , o a
cada una d e m uchas”— la referencia depende del contexto {como con la t p a ­
b ias y afora). En realidad, la referencia puede ser más o m enos ambigua,
m ás o m enos dependiente del car& icr dcldiscurtoencIquccsiA couictuda. Aun
en el caso supuestamente sim ple de la denotación pictórica que tiene por obje*
to la sim ilitud. Goodm an dice: *‘1-a similitud dq>ciKk cnonncitienie d e la co s­
tum bre y la cultura, de m ndoque el hecho d e qu e un sím bolo sea 'convencional*,
y el g o d o en que lo sea. o q u e reproduzca fielmente a su sujeto, puede v a n a ra n
que se produzca ningún cam bio en el sím bolo..." El significado del sím bolo es-
t i dado por el sistem a de significados en el cual caíste. Una linea puede ser la li­
nca muy descriptiva que rc|*cscnta un cerro e n el dibujo de un paisano, o la lí­
nea que m arca la tem peratura de un term óm etro d e un sistema que carcee d e esa
n q u e /J.
C ada sistem a de sím bolos tiene sus propiedades rcieren cialer las denota*
ciones im a g in a n * , fig in tiv a s y metafórica?* alteran ü di veafkú tcícfcticm l que
imponen entre un sím bolo y lo que t a c representa. El Jardín de las deluéas de
G erónim o Buuch se las ingenia en su m odo d e representación pura ser a la v e /
fantástico y realista, T anto tu que se 4 k x com o el m odo de decirlo fonnan pat-
tc de la concepción que tenem os respecto de una obra d e arte. Siempre qu e ob­
servam os la creación d e las realidades» vem os la com plejidad de los sistem as
sim bólicus, Ij dependencia que tiene lo qu e c lk » crean del di^curvo en el cual es­
tán incluidos y d e los objetivos a cuyo s e rv * 10 se ha de poner la creación. Ca*
d a sistem a de sím bolos es un m edio pw a transform ar cualquier elem ento csupu*
lattvo dado (eapresudo tam bi¿nen un sistem a simbólico) que el sistem a acepte
com o información. El estudio de las m aneras en que esto se lie va a cabo en c^m-
p o stan di ventos com o el d e la interpretación literaria y pictórica y el de la cien*
c ia .e s el tem a que Goodm an recomendaba al filósofo, tem a que según ¿1 debe
reem plazar el trabajo basado en el faiso ideal de comparar tas obras d e a rte o la
ciencia co n un m undo Mrcat’\ para determ inar a i ‘verdad’ o su "distorsión".
■ • •

En sus dos libros anteriores» W<i>i o f World U a b n g y T h riM A x u u itc s o f A n .


“Goodm an explica coa gran cuidado alguna* de las m aneras en "gran escala" en
qu e se cvtiM üycn m undus a partir d e versiones y menores- Com ponemos y des­
com ponem os m undos, im pulsados por diferentes objetivos, prácticos y teóricos,
subrayando unas veces los rasgos esenciales de nuestras constrocc«uics. otras
veces lo s contingentes. Imponem os y subrayam os características d e m undos an ­
teriores al e r e » nuevos m undos, y "lo q u ¿ importa, desde luego, es aportarse de
la relativa importancia de las di versas cartctcrisu casd :) m undo c o n ¡en te que ve*
mocs cotidianam ente’*(WWM). Imponemos orden, y puesto que to d o estáen m o­
vim iento, el o rd e n o la reorganización que mojonemos es una ñutiera lam b e n
d e im poner estabilidades sustitutos. Borram os y agregamos y condenamos a la
no realidad todo lo q u e existe entre D o y Do*. Deformamos lo daJo que turna­

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mos y cream os una caricatura, cancaiura que e n s í está regida por p n n cip k * y
no es totalm ente imaginaria. Y lo hacemos no sólo en el arte sin o umbtón ca la
ciencia. Hoy. por ejem plo, un fam oso ~m apa" popularizado p u re l fisiólogo Lord
Adrián en w r t e S a ris c /S a u a /ío n .1* en el cual se representa ai m ono con ca-
d a pone del cu erp o am pliada de acuerdo con su densidad de inervación senso­
rial; los labios y la t a g u a del mooo ea e s ü caricatura aparecen ndicufcimcnte
m is grandes que e l tronco y el torso.
G oodm an c rc c qu e c u a c a consecuencias prácticas de la filosofía, conse­
cuencias especialm ente para la ejecución de las artes y las ciencias, e incluso pa­
ra 1^ m anera e n qu e realizam os nuestro proceso educacional. Pero pone en du­
d a que los filósofos actuando solos puedan ir muy lejos c o a esto s asuntos prfc.
úcos. E n consecuencia* G oodm an al igual que todo filósofo m oderno hace uaa
causa intelectual com ún con los anidas* los psicólogos» los cineastas. En 1967
fundó el Proyecto C a o en e l b s p w a m c n io d e Educación pora G raduados de
Harvard* y allí» ju n to a oíros profesionales procedentes de una am plia variedad
de disciplinas, se h a dedicado a investigar sobre la educación e n las arle*. Y es
incuestionable qu e su s ideas filosóficas han influido en una generación de
estudiosos del proceso creativo en las artes asf com o tam bién e n los procesos
cegniüvos en genera lFr<une$ o /M in d ó c Howard Gardneru consiJtuye un buen
cu m p lo , p u es G ardncr ha estado asociado al Proyecto Cero desde el comienzo
y ahora lo d in g e. El intento de G ardncr d e caracterizar las diferentes m odalidades
de funcionam iento m ediante las cuales la inteligencia se expresa, tiene raioes
hondas e n la tradición goodmamaria. En esencia* mi afirm ación fundamental es
que las m entes se especializan para dedicarse a las form as verbales. matemáti*
cas o espac tales d e elaboración d e mu odos* basándose en los m edios simbólicos
proporcionados p o r las culturas que se especializan en sus preferencias por d i­
ferentes clases d e m undos.
G oodm an d a argum entos convincentes sobre la importancia d e sus ideas pa*
ra el análisis co g n ítiv o de la construcción d e m undos m ediante las artes;

La ptlibf* “cogmtive" ha sido el gnto de bauUa de la psicología y la filosofía


Us art«* durante algunas décadas. El movimiento que represenia. une de fes mis
tíbcr«doce* y pxoducuvotdet siglo, suele ser a to a d o por bsieé*«tos decticaU '
cióft condocúsu por ser no capvico y anucíentífico, y los «llores de libros de tr­
ie ooniideran, ca su mayoría, que tiende a anal¡im las artes en un grado eAceuvo.
El p ro b le m a s e origina, c re o , en un co n ju n to d e confusiones: c o n fu sió n sohrc
la c o g n ic ió n , so b re la e d u c a c ió n y sob re e l «ríe y U ciencia. El ertfoque eo g n iu
v o d e la e d u c a c ió n en las « t e s sin <fc>da d eb e ic r co n d e n ad o s i la c o g n ició n s e com*
p era c c * la p e rc e p c ió * , la « m o c ita y todas la» facu ltad as no ló g icas y n o lingúKS'
lie as’. o fti W e d u c a c tá n te td cftú ftcacjtttav iv am en ie t o n e l d e conferencias*
las e x p lic a c io n e s y U provjiK Ín d e textos y «jeretcio» m u ñ írte o s y v e r b a lo ; o si el
a n c s e c o m id e r a m en treten im ien to tran sito rio p a ra u n pú b lico p asiv o , m ientras

u 6. D. Atliun, Thé Bé j U & * * * * , \jMdttt, 0»nilcp6en, 1*23


M H o v i r d G * tá n c * o f )4 t* J TA r
« Bücái, ] 983

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q u e k a u m q u e l*c«eneia o& osisu en dem o stracio n es b a n d a * en ta observación
y destin ad a* a u n p ro g re so p r ic t ico... L a c o g m c ú n c o n s u te e n a p e n d e t, c o m e r ,
lo g rar la p erc ep ció n y la co m p re n sió n p o r todo* k » m edra* disponible»... Licuar
a co m p ren d er u n a p in tu ra o un» sin ío o U d e u n estilo n o co n ocido, reconocer el tía
b ajo d e un v fe s U o u o a escu ela, ver u o ír d e m aneras m i v j s . es u n logro u n cog*
ttiiivo co m o c) d e ap re n d er a le er o escrib ir o s u n u r .
L a a d iíe ra w ia a j e r u m a j y sig n ific ativ as entre d t x v y la cie n c ia to o c o m p t
tib ies c o n lu fw v ú n c o g ftittv a c o flM k v y la filo so fía de la cie n c ia y la filosofía d el
a n e e s l i n c o /u a ú d a s en Ja tp ú te m o Jo g j* c o n e e b d a co m o la filosofia d e la c o m ­
prensión... D ado q u e tan to la cien cia com o <1 arte consisten e n g r » m edida en el
p ro cesam ien to d e sím b o lo s, e l análisis y la clasificación d e los tip o s <k sistem as
sim bólico*... tonnda u n m asco te ó ric o indispensable (p ara am bas).

Ro consecuencia, llegam os a la conclusión de que el trabajo de Goodman es*


e n efecto, un intento muy serio d e c ita r, com o dice él, una filosofía d e la com ­
prensión. Pero se tm * d e una filosofía de la comprensión que e s tan pluralista
qu e n o se puede evaluar exactam ente su a k a n e e sin constderarsu poder sobre los
m uchos m undos con los cuates se relaciona: el análisis de la pintura. del m ovi­
m iento visual aparente. de la ordenación en la narrativa pictórica, d e la estruc­
tura de los sistem as lingüísticos, d e la creación de Acciones com o Don Quijote
o de sistem as de postulados para d efin a puntos en el espocío. Después de todo»
si la realidad e s lo qu e uno e&tipula (y no lo que encuentra)* la guiña d e e s tip a
b eio o cs es grande, y b efue un o tu c e d e lo qu e h a estipulado n o c s aIgo que se
determ ine m ediante una rápida intuición.

C ualesquiera que sean las lim itaciones de las propuestas de Goodm an, ha
hecho m ás claro un concepto de la m ente que se especifica no en función d e las
propiedades sino, en cam bio, com o un instrumento para producir mundos. Su
punto de vista ha ejercido una gran influencia, evidentem ente, en los capítulos
anteriores de e s tt libro y también en los siguientes. L<* psicólogos, com o hem os
observado, han icnido diftcuJude* con la cuestión epistem ológica central que
plantea G oodm an. Pues en psicología, por herencia, dado qu e los psjcoffsicos
Guvtave Fechncr y W ilhclm W undt fueron sus padres fundadores, se creyó que
deb ía lomarse una postura con respecto a la m anera en que la merue y los pru»
ceso s m entales transió*man el m undo Íimco m ediante operaciones realizada» so*
bre la información recibida. Desde el momento en que abandonam os la idea de
qu e "el m u n d o * esti allí para siem pre e inmutablemente, y la reemplazarnos por
la ideado q u e lo q u e consideram os el m undo e s c 's f m t u n o «¿m ásenm enos que
una estipulación expresada en un sistem a sim bólico, la conform ación de la dis»
ciplina se m odifica radicalm ente. Y nos encomiamos* por ftn .cn co n d icio n a d e
abtxdar kt> innum erables form as que b realidad puede adoptar, tanto los reali^
dados creadas por el reíalo eom o las creadas por la ciencia.

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E l p e n s a m ie n to y la e m o c ió n

En un c a p íu ta anterior, critiqué el U bico de ( r u a r fuertes límites concep­


tuales entre el pensam iento, b acción y b emoción com o “regiones” de la m en­
te* y tener luego que c o n s tn ir puentes conceptuales para conectar lo que nunca
se debería haber separado. Me propongo ahora desarrollar este argumento.
Sólo dos d e las térm inos d e la clásica triada se incluyen en el título d e es*
te capítulo, aun estos dos hacen b tarca hasu*i(c difícil. Adem ás, quiero afum ar
que la$ acciones (anticipadas, e n m archa y recordadas) inspiran nuexuos cc-
presentaciones d e l mundo. L a concepción d e un m undo posible com prende h
concepción d e procedí m iemos para actuar sobre 41. Para decirlo con el lengua*
je levemente arcaico d e E dw ardT olm an,’ e l nuipa cognítivo d e un cam p o de ter­
minado incluye la existencia de medios-fines para actuar dentro d e¿1. d e otro mo­
do tendríam os un a teoría que *dcja al anim al absorbido por el pensamiento*.
Exam inaré prim ero el concepto de pensamiento. Es, para em pezar, una abs­
tracción muy refinada» una abstracción fotm uladt prim ero en la fik>sutta, preci­
samente para comp&ira/la con la actividad gobernada por lo irracional y “tcAida
por La pasión**. L a característica definidora del pensamiento es su producto: el re­
sultado de I pensam iento puro siempre pasó b prueba de ta razón correcta. L oque
no se adecuaba no era. en el sentido estricto, pensam iento puro. N o loe acciden­
tal que el m atem ático G corge Boole titulara su fumosa obra sobre álgebra. Las
ic y ts d tf pensam iento (The Laws efThoughi).* Ll pensam iento, en este sistema»
e s una idea norm ativa, la espec ideación d e un criterio de razón correcta. Llam a­
ré a esto la "abstraes ión clásica". S i esta abstrae* ión clásica hubiese dado resu l•
lado, la intersección entre el pensam iento y la emoción constituiría una c b s e nu-
la. N o trato sólo de hacer una brom a lógica» pues sin duda los prim eros lógicos
y filósofos abrigaban la esperanza de encontrar alguna m a n e a de separar La p a­
j a d e k> irracional del trigo de la n u ó n . Y esto se había de lograr co n b formu-

1 R 4 * * r t T o tn u fl, P u r p v s t v * B t h a m M «4 A nw iufs N ucv* Y iN k .T h c C o M u iy C v m


Í 9Í 2; v£ * k Usnb»6r> i u TUpJy l o f W ci i or Cvfcñc" c* Prj< k 4lep< * I tf/ v* w, 4$. 1939.
¡ 4* 1. 163* 164.
* G e g tg e t k M e . A* t w u ¡ s * ( w o f t i u L a n r e f TAewffc tw W h x k A r t F o tm k J ilW A ta rV
m a t\ c ¿ I T k * 6 r Í e i o f L o t * P r e b t b J l * * . N ucv» Y o * . ta v c < h ¿ b c ¿ fc ú * u . f ie itc n tl, « • í e c t i i ,
4 t U e d k tta 4 c 1834.

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
b c ió n de reglas cada ve i más refinadas de razonamiento correcto (es decir, le­
yes d e lógica) y no con la descripción cada vez más estríela de b actividad <fcl
pensar en sí <o. en el m ism o sentido, de U emoción).
Lam entablem ente, bahía un proMe nía que obstraculi/aba. Había “errores"
d e razonamiento que debían tenerse en cuenta. E siosem xc* eran.cn efecto, ate*
jam ienios d e la* reglas del razonam iento correcto, y es imcrc&antc observar
cuánto tiem po les llevó a los lógicos clásicos y m edievales especificar el carác­
ter de esos errores. Fueron rotulados y clasificólos y, en realidad, forman p*r.
ic d e nuestra herencia lógica, incluso hoy. ¿Qué estudiante d e introducción a b
lógica no conoce los usos in c o rre c ta del modtts tolUns y el m oJus ponens'*
L la n a la aicnc ión qué poca curiosidad psicológica había sobre el origen de
estos e m y e s. y desde los s o fría s hasta W urzburg se p u :d e enconuar relativa*
m ente poca diferencia en la m anera en que los explicaban Eran “debilidades” de
nuestros procesos lógicos, prím eroexprcsadascn función d e las debilidades del
térm ino m edio no distribuido, luego com o "efectos d e conjunto* o "efectos de
la atm ósfera". Para decirlo en una palabra» no había una psicología del pensa­
m iento, sólo b lógica y un catálogo de errores lógicos. C uando alguien se aven­
turaba a m anifestar una idea psicológica sobre e l tem a, e ra para observar que
nuestra* “debilidades* con rtspcc lo a b lógica podrían ser alimentadas a veces
p o r nuestros prejuicios y nuesuas podones, que si una conclusión errónea de un
silogism o coincidía con nuestros prejuicios.era m ás probable que lo o n eciéra­
m os o lo aceptáramos.
El mism o argum ento se aplica a b historia d e b inferencia y de b deducción,
com o en b "falacia de b proporción* que analicé en el Capimk> VI. El ale*
jam ientode tos cntcriosbaycsíaiw s constituye una 'falacia", y ios alejam ientos,
com o antes, sun atribuidos a b debilidad, algunos a la debilidad inducida por el
prcjutfio.
C om o sucede siem pre en la historia d e las ideas. «IcmIc luego, e* ivic el re*
verso d e b moneda. C uando se fundaron las escuelas mcdíe%alcs, la lógica se
unió a la gramática y b retórica para constituir el 7mvuirt. M ientras los lógicos
hacían un calilo g o virtual de ^errores lógicos*', los retóricoscsiuduibun las m a­
neras (si se m e permite cicita Ucencia histórica) de atrapara la gente en caos erro-
rea; desde luego, no se lo planteaban así, perú los m ecanismos para argumentar
d e los retóricos eian de hecho eso. Y recuérdese tam bién, com o nos recuerda
siem pre el padre W alterO ng,* que el discurso erudito en todo esc per iodo (y has­
ta bien entrado el sig lo XIX) se realizaba vi vu voce en estrofas de oratoria y no
estaba confinado a U s polvorientas páginas de periódicos académ icos. De m o­
d o que las oportunidades para — si cabe dec irlo *«/— "agitar las crouc****" del
oyente eran m uchas y se cultivaban cuidadosamente.
O tra disunción sum am ente importante ha señalado b historia del ta tu q u e
n o s ocupa. E n los debates teológicos de lav esu ilto tico s.d cb aicscn lo sq i* : co­
braron form a las concepciones no sólo sobre la naturalc/a d e Dios sino también
sobre la del hom bre y su m ente, había una definida distinción entre b fe y b ra-

» w ater Oac, U ritm ie IVu^ht oí fruí*. C m ícrkm SeSwnltfr


« te L tu ter etU d ó c N ucv* Y otfc en m * to> ae 19* 5.

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
m*eau> co n ecto ”. Si uno lee las obras de W cruw Jacgci* y de Harry WoUsun’ so­
bre los filó so fo patrísticas, enseguida queda claro qu e h a b ii do» formas de co­
nocim iento ( a es dable usar esos térm inos seculares) qu e se daban por descoo-
tadas.dos form as d e conocim iento que m ucho antes h a b ú o sido c&iabloc idas en
la Grecia ctísica. U o i consistía en el conocim iento sin mediaciones de las ver­
dades eternas reveladas p o r Dios (o , e n Platón, c a virtud del don hum ano de b
intuición de conocim iento puro). Era la revelación. L a otra residía en un cono,
cim iento logrado medi am e laobscrvación y la aplicación d é la lógica* loque ha-
tria sido observado. Y . desde luego, debido a que no se pudieron distinguir níu*
dam ente los aspectos analíticos de los aspectos « M ilico s d e la segunda moda­
lidad. se originó laco n fu sió n en t/e la ciencia deductiva y U cien cia empírica que
prevaleció hasta R a n o s Bacon. Pero la distinción fundam ental, hiidóneamen­
te, fue entre la Fe y la Razón.
L alucha entre las dos en lám em e dclhom bre fue, casi scguram cnlc.el meo­
llo del dram a intelectual d e la Edad Media. Etienne G ilson, en Rta¿on<tndHe-
vtlattOR m t h t Rennaissa/ice (Xa razón y la re velación e n el Renacimiento),* sos­
tiene qu e la d inám icadcl Renacim iento res ule en el logro de un nuevo equilibrio
entre la prim era y la segunda. Frente al conflicto entre la Razón y la Fe. el hom­
bre religioso n o ten ia o u a opción qu e inclinarse por la segunda. Y, en realidad,
las C o qftuones d e San Agustín se basan e n una elabore: ión d e este tema.
Todo lo ex p u csto no significa qu e sólo existiesen la Fe y la Razón. Estaban
asim ism o la Locura y. sobre iodo, el Pecado. \¿* Locura s u rg ia jl nopoder^uiar-
se pe» la lu í d é la n u ú o . el Pecado al violar los principios ¿ ü e o sq u e se conocían
por m edio d é la Fe.
En la ¿poca d d lluniinism o, los temas d d pensam iento y la em oción eran
tanto teológicas com o psicológicos. C uando [>c*:artcs escribió el Discurso d tl
método, su "prin cip io d e la duda” podía lomarse (y fue (untado) com o un ataque
a U fe religiosa y n o co m o u ru guia para un proyecto de ciencia de la investiga­
ción. Y hasta el día d e hoy, el terna del “pensam iento y la em oción” sigue estan­
do eo una nebulosa. Pues aunque la uxricdaJ occidental se ha ido secularizando
cada vez m is desde el llum inism o —secularización A d e ra d a por la Revolución
Industrial y su» secuelas— siem pre quedan vestigios d e la antigua distinción,
aunque sólo s c a c n las recurrencias del romanticism o y e n los resurgim ientos de
la fe religiosa, u n to espontáneos com o inspirados poli ticamente.
D e m odoque nuestro tema no es fácil de examinar “a la fría luz de la n u ó n ”.
porque esa fría lux suele ser el tem a mism o en discusión, aunque casi siem pre se

*Wcmcf «Ut£Cf. £ trty CirismAtry Gruk Co&bftáfe. M»h , Kuv»f4 U*»v«-


t a y P re* i, 1961.

9H w y 'W e Ü i a m .f U l i f o t a P k d m o f h j ¿ C r e f t f L i M y * , C aabftd ftc. M jU . Iltf*


Uftcnmy P rtu, \*b\.
1 Gt k o * , H té t * * « U* M*iÚ4 A j * . Si mvb Ycxfc. C * *rtM S oibi**'<
S o m . 1 9 )1 .

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
traía d e una cu en tó n encubierta, L o que me propongo hacer en las páginas si-
guíenles e s investiga* d e qu¿ modo podríam os concebir el pensamiento y b emo­
ción y b relación existente entre el lo sa b luz del enfoque construco vista que he
tratado de presentar en este libro.

C o n o tem o s e l m undo de diferentes m aneras, desde diferentes actitudes. y


cada una d e b s n u ñ e ra s en que b conocem os produce diferentes estructuras o
representaciones o ,e n realidad, “realidades". A m edida que nos volvemos adul­
tos (pur lo m enos e n la cuitara occidental) nos hacem os cada vez m ás expertos
en ver el m ism o conjunto d e sucesos desde perspectivas o popusas múltiples y
e n considerar los resultados com o, por d e lirio asi. m undos posibles alternan vos.
El niAo, iodos estarem os de acuerdo» e s m enos hábil para lograr esas pci&pccti-
vas m últiples; si bien es m uy dudoso, com o hem os v in o en el Capítulo IV, que
los niAos sean tan uniformemente egocéntricos com o se a firn u h a ante*. Es ra­
zonable subrayar, com o traté de hacerlo en ese capitulo, que la capacidad huma-
na para captar pe rvpccuvas m últiples d e h e d e estar presente de algún m odo fun­
cional para qu e el nirto pueda dom inar el lenguaje* Y dentro d e cada una d e b »
perspectivas que el niAo puede captar (o que el adulto puede c a p u r), aquélla es
capa/, d e im poner principios d e organización que tienen una lógica interna, en el
se n u d o d e estar basada en principios en lugar de producir sim plemente resulta­
dos d e acuerdo oon el*'razonam iento co n ecto ". Corresponde al eterno m óriiode
Piaget haber dem ostrado que una lógica interna guiabu al niflo p e^u efo al igual
que al científico, y que podía dem ostrarse que las dos cum plían un conjunto de
operaciones b a l d a s e n principios.’
A hora bien, una generación de trabajos de investigación que se extiende des­
de b Nueva Perspectiva hasta tos estudios conteníporáiKos sobre la filtración y
el proceso de la inJ urinación, n o s dice que cada m odo d e representar el mundo
lleva en si una regla sobre lo que e s “aceptable* com o información: la expenen*
eia, p o r decirlo así, no es Mindc pendiente d e b i e o r b ”. Los lim ites d e nuestro sis­
tem a d e procesam iento, cualquiera qu e sea el m odo de organización, imponen
aun una m ayor se lee ti vidad a la infonnación así com o también a b interpretación
d e ¿sta. C om o dijo hace m edio siglo R o b en W oodwot th* no hay ver sinim rar,
ni o ír sin escuchar. y tam o el m irar com o el e w ix ta r están conlorm ados por b
expectativa, b actitud y b intención.
¥» Agreguem os a lo expuesto otro aspecto cultural más. Damos u ru categoría
d e "realidad" diferente a b s experiencias que cream os a punir de nuestros en ­
cuentros con el m undo form ados d e diferentes maneras. Damos c ie n o valor ca­
nónico a cicrtas actitudes que producen ciertas form as d e conocim iento, c ia to s
m undos posibles. Una de csasactitudcs e s b **cientíltcal*o,4ra c io n a ro '1 ó |:ic a M.

* B arbe) Irihciacr y Jcm i PI«£ci,T S # o f L ^ t u ó i ffcr*Auif from C kdA b& > d*o
N u rv ft V o « i, E U t* U o o k t, IVSI.

1 R o b crt W o o d * « ih , ~Kce afO ftcrncm oí f t r sx p u o / C t n A m tr u m «f


lW ? ,C O .p * |$ . 1 19-124.

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Pues cita produce explicaciones de la experiencia qu e s a i icpe tibies, qu e pue­
den someterse intcrpcrsonjlm cnic y la calibración y a Id fácil correccióo. Pero
gran porte de la cxpcneiKU no es de c s ta c b s e . N osotros no confiam os firme­
mente en esc m odo d e organizar la experiencia. C om o observ ó John Austin* ha.
ce dos décadas? la m ayor porte d d discurso hum ano no se encuentra bajo la íor-
ma de proposiciones analíticas o sintéticas vcrifioibles. N os ocupam os uunbién
¿ i realtdadts consUlali vas qu e tienen qu e ver « x i pedidas, pioow ias.asoe iatiiv
nes, amenazas, estím ulos, etcétera. Incluso cream os realidades d e ladrillo y cc-
mento com o las cárceles para las personas que no se adaptan a las condiciones
de expresividad de cieñ as formas d d prometer.*
Según este razonam iento, cada m anera de croar y experim entar un mundo
d d » considerarse d e algún m odo no trivial com o la extensión de alguna actitud;
a algunas d e e s Las acütucfcs las denom inam os “em ocionales", m ientras que a
otras no les corresponde este rótulo. El riesgo, desde lu eg o ,rtsid e cn que es pru-
bable que las actitudes qu e consideram os racionales (dada la importancia de b
abstracción clásica en la psicología tradicional) no sean v tsy s com o actitudes,
sino com o si estuviesen guiadas autom áticam ente por un fantasma en la máqui­
na llamada “fazonam icnm corrccto". Pero supóngase que reem plazamos la pa­
labra •'apasionado" por ‘'e m o c io n a r. En este caso, tal vez estaríam os m enos dis­
puestos a realizar la vieja distinción; por ejem plo, diríam os alegrem ente que lm-
manuel Kant. d Sabio de Kómgsbcrg. fue tan “a|Kisionadu"cn su em pleo de la
actitud m ental det Mra¿unainicnto correcto’' cuando cscribúi sus Críticas como
Stavrojin en su obsesión en la novela de Dostoicvski. Los dos son vfcüm asobe-
ncficiarios d e la selectividad, am bos tienen u ru m entalidad um iatcral.
Em pero, diríam os que uno está “ fuera d e control", el otro no, y se uata de
una distinción qu e aun la ley reconoce: un plan para n u ta r a otro co n delibera­
ción y alevosía se distingue d e un crimepaistoncNc. Según este criterio, la “emo-
cióo', s& libcta d e su asociacióa con la iik a d c t^ f u c r /o interna y se asocia con
ese esfuerzo só lo cuando está fuera d e control. Tiene elscn u d o co m ú n de lo que
es correcto: la em oción e s suscitada cuando una numera d e construir el mundo
está fuera d e con uol. Si entendem os por "fu ciad c control” n o “su )cto a bcorrec-
ción"por la ínfoim ación, la bibliografía psicológica tiene algo que decir al res­
pecto. E s una idea contenida e n la Ley d e Vcrkes-Dodsou.10t a prim era pane de
esta ley postula qu e cuanto m ayor e s el impulso, hasta c ie n o punto, tanto m ás rá-
pidoes el aprendizaje. Peto, pasando ese punto, la intensificación del im pulso ha­
rá que un organism o "quede fuera d e control" y desacelerarácl aprendizaje. (La
segunda parte d e b ley dice que cuanto m ás com pleja es la tarca, tanto menor es
b intensidad del im pulso necesaria para lograr el punto m áxim o e n la curva en
U. Tal vez se a é sta la ra¿ó<i por la cual Kum dem oró cuarenta artos, o al menos
e s lo que se dice, para term inar b Crítica de la re té n pura.)
En síntesis, el efecto que produce un im pulso dem asiado intenso es e l de
crear un estado qu e perturba b cognición eficaz o bien interfiere con c lb . Su-

’ John t a t l m . i t« w i o D o l f u n f i w i h W o n b ,0 * S a t ¿ U it m n i i / P rc u , IW ],

" R e t e n Y « i k c i y J.D . D o Jw b ,T í * K c l at K i a <ií S t n r i t i h o T Su m u t ai l o R j f w l i i y o í l l stx l -


F o r n t i i o T «n J u u r / u i o f C o m p ú n ú v t o * J N t u r e b g K i i l Pi y c Á ato f y , I d . 1909, p í j » . -159 4* 2.

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póngase qu e denom inam os a e s te estado prov isonaroem e “m o c ió n " . P aternos
adm itir inm ediatam ente que es una manera d e n u d a d o burda d e caracieruar la
em oción o d e especificar las condiciones que la c re a n (coa .seguridad las em o­
cio n es no se asocian ¿dfo co n un esiaik) fuera d e control). U iiipero.es un paso in­
teresante en nuestro planteo sobre la interacción de la em oción y la cognición.
Dos ejem plos, lom ados de trabajos de investigación, servirán para aclarar
nuestro planteo. Provienen d e estudien sobreel aprendizaje d e las ralas, en el cual
lo s tem as resultan claros aun cuan d o tengan rem iniscencias del relato d e G ics-
ten o o , en el cual un irlandés busca una m edia corona bajo la lámpara de la ca­
lle porque allí e s donde hay luz. Por to menos» esos ejem plos servirán para e s­
pecificar con m is claridad qué podría significar csiar “fuera d e control".
En el p r im a ejem plo, e l lem a e s lo qu e se denomi na Ensayo y error indirec •
to (E E l. para abreviar), que fue lom ado por los teóricos del aprendizaje cogni-
tiv o d c la década d e 1950com o un Anlage anim al d e la conciencia* Se m edia prin-
cipalm cnte contando la cantidad d e veces que un anim al en un laberinto se d e­
tenía en un punto d e opción para m irar hacia adelante y hacia atrás frente a dos
alternativas o ante dos indicios o “ indicadores” posibles. Los que han pasado al*
gún tiem po jugando este ajedrez especial que e s la investigación del comporta-
m iento de las raías adm itirán la exactitud m etafórica de esta medición» introdu­
cid a por Karl M uentinger hace una generación,u (Incluso Even D. F Skinner,
quien nunca sim patizó con ioscooccpioscQvniÚYos. tu v o que incluir alguna ver­
sión d e esta nica en su sistem a d e pensam iento, denom inándola la “respuesta ob«
servadora* y haciendo notar su inaplicabtlidad a los esquem as ordinarios d e re­
fuerzo.) Lo que resulta notable sobre el EEl es que ocurre co n mayor frecuencia
en los ensayos en el laberinto qu e preceden inmediata mente a la solueióncorTCC-
la. com o si m arcase el m om ento en que las raías com ienzan a p reo ar una m ayor
atención. M ueru inger descubrió qu e cuanto m ás im pulsados estaban los a n im a­
les por el ham bre (es decir, cuanto <nlr tiempo habían sido privados <fc alutKn-
to s m ás allá de cierto punto óptim o antes del expenm ento). m enos EEl presen­
taban. U n "im pulso excesiva” reduce el procesam iento d e datos o la observa­
ción; la “em oción” reduce la captación de indicios.
U n experim ento p o sten o r (de Bruner. M aiicr y Papanek)11 se sum ó a ese
descubrim iento. Esta v e / había dos se ríes d e indicios en cada punto de o pción del
laberinto, dos com plctam en le redundantes, cualquiera de las dos o ain bas podían
usarse para dirigir al anim al hacia la caja de alim entos situada al final del lab e­
rinto. U no era un indicio “espaciar*: la puerta correcta en cad a uno d e los p u n ­
tos deo p ció n estaba dispuesta según unaconíiguración alternada (Izquierda*De-

11 lU r l M u c A a n te » , " V ic u to u * T rt*l u x l K m * él * I\mM U O i c k c " . cn /< x tr« j{ o f i 'n h t x u


rsytholety.tt, 1 9 J 8 . p t* * . T I S *

u J e n m B f w x r , J c a a M M K f ; M i n « n L P é p n * f c ,* H f w i« l l ^ t f m i A g t t a |)n «
v t L « v t1 * n 4 M e € h if» r* < io * * \« n f,í7 c W ¿ » r* c o írf# n f» '.4 2 , 1955. p*c» t 10. v i * i c i « « t » t i i K ' M.
Q w r d i : ’ f c f l c a c f O t f t n n w ^ o f l S y b t« q v a u Io c ^ o ía I
2 , 1$S6, 247*254 & i e e ü v d io planfc* l u n i u o u v t «I e f e o o « t a m u t t i o A tu n tu n o ,
c i p e tü n e n it «I m i t o l o <ie J e iu m e B ru n er, Scm M m c í N U aU kr, 0 *tX>wd y M id w IN V t*
lid l'.^ n K Hvk«íOvcfleinw^«*d D n« l¿v«l n KcvnuI l/im ii^ ”. ci\Jóu/%íJof Cornea
r*s¡*4 P r y f M c ^ y . 5 1 . I9SS . p 4 j* < 07-613.

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racha-Izquierda* Dcrccha)> lo cual constituyo un esquem a hastantc“ u u cleau aT
p « a que lo aprendan las ratas. L a otra sene de indicios consistía en el color de
Jas pucrias en cad a punto de opción: b m is oscura de las dos puertas grises; era
la correcta.
También en este experim ento había dos» grupos de ratas, uno con un (rudo
razonable de privación de alimentos, d otro m uy hambriento. (L os anim ales m is
ham bnentos actuaban m is em ociona tmcnie: e statu n m ás nerviosos, era más
probable que defecaran cuando encuntraban una puerta bloqueada, cic&cra.)
¿Qué anim ales, en el proceso de conocer el la te n nto. habrían noia do la doble se­
rie de indicios? Según lo previsto, los que tenían un hambre moderada. Al rcü*
rarse las m arcas d e las puertas, pintándola* en el m ism o tono de ir i s , los aninui-
les que tenían el impulso m ás intenso (aunque p u lían recorrer el laberinto si-
guitndo los indicios visuales) retrocedían a u n a e k cc ió n hecha casi ala/uir. Los
q u e ie n ú n u n ham bre m oderada se dctcnian brevemente cuando se quitaban las
sedales visuales.y luego procedían a tviar U configuración alternada para llegar
hasta el alim ento situado al final del laberinto. De este m odo, parecería q u ecl es­
tado em ocional no sólo reduce el grado d e observación pura sino que adem ás La
vuelve m ás estrecha, o m ás e s[KCialiiCada o m ás "prim itiva* (en el sentido de que
las se ta le s visuales emn m is inmediatas).
Ahora b ien , sintetizaré el plan ico tu u iacsic pumo. La cuestión general sobre
la "em oción y e l pensam iento'' ha llegado a ser m ás específica. Por una parte,
podemos determ inar cJ grado d e impulso que excede lo necesario para mantener
al organism o e n la tarea (según la Ley de Yerkcs'D odson). Por la otra» podem os
determinar a lg o sobre la atenuación de la captación e n esas condiciones, e in­
cluso dccir algu sobre su *csircchczrt o “unilateralidad*. E sto significa cieno
progreso, aun cuan d o se haya logrado con referencia a las ralas. Ademá* tiene
cierta elegancia com o formulación. Sugiere una ley d e econom ía del funcio­
namiento basada en un principio de compensación: cuando b necesidad es
¿tande, e l tiem p o dad o al procesam iento d e la inform ación dism inuye y la
profundidad d e ese procesamiento se reduce. La preocupación por llegar a la nie­
ta reprim e la ocupación con los medios pura alcanzarla.
Inm ediatam ente sentim os la tentación de encontrar "paralelos" con criatu ­
ras superiores, com o el hom bre. C o m o el informe qu e o í una ve* del caso de una
psicoanalista. EJ pacicmc, al e n tra re n e lc o n su lto río , m iró a su alrededor y co­
mentó que se había cam biado Ja disposición de los muebles, pero que no se da*
ba cuerna en qu é consistía ese c a m b o . La psicoanalista le sugirió que b m ira-
r a m ís de cerca, y el paciente lo h i t t . Aun entonces no notó que e l b ostentaba
un ojo com pletam ente negro. £1 paciente se encontraba e n m edio de la e la b c n -
ción d e los sentim ientos muy hostiles que tenía hacia su psicoanalista, los cu a­
les se r ttis ü a a adm itir, asi com o tam bién se resistía a adm itir la hostilidad que
sentía hacia la fría y desapegada m adre d e su niAcz. ¿Puede a p lic a r* la idea de
"estrecham iento" de la información al bloqueo del paciente frente al anzuelo de
su psicoanalista? La metáfora g ru fe bastante fuerte.
A hora bien, existen cienos vínculos sim ples, probablemente basados en lo
biológico, entre la em oción, el despertar, el impulso, por una (x rie, y el apren­
dizaje, la solución de problem as, el pensamiento, p o r la otra. Y parece que e s pro*

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v ce to s o estudiarlos (a ú n a ta liu de explicaciones m ás complejas de la em oción,
com o tas presentadas por Silvan Tom pkin).” Y las conexiones i|ue he c&uulo
analizando tienen que ver e n la cuestión relativa a cóm o construim os y cream os
los m undos en los que funcionam os. Em pero, lo que sigue tallando, desde lue­
go, e s l a » plicación d e cóm o entra en escena la ac u v idftd sim bólica, tan im par-
lame para la idea constructivisui de la “ fabricación de mundos**.

• » •

A b o rd irécste asum o desde la perspectiva del desarrollo, en e&pccial a la 1u¿


d e lo qu e sabem os sobee U «Kiquisición del lenguaje en los ñiflas.
Es evidente que losniftosdom inan lasim ax issin crisis.con rapidez. y sin es­
fuerzo. C on un poco m ás d e dificultad, pero todavía sin esfuerzo, el niño tam bién
"apiende a dar significados” (a referirse a) m undo con sentido). Pero los nidos
no dom inan la sintaxis por sí m ism a m aprenden a dar significados simplcmcn»
te com o ejercicio inicie»; uial, com o pcqueAos invesügadorcso lexicógrafos. A d­
quieren e s tt t habilidades co n el fin d e qu e se tu g an c o la se n el mundo: pedir, in*
dicar. aliarse, protestar, afirm ar, poseer, etcétera Ehios tem as y a tos tratam os en
los capitulo* anicrnxes.
Es b u u A tc claro qu e Un " u ío s" m ás sim ples de b comunicación aparecen
antes d e que el lenguaje propiam ente di c to c m re en escena. Pedir, indicar* aliar­
se. son acciones que se rea lú an m ediante el gesto, la vocalización, m ediante el
"lenguaje deJcuerpo~, regulando la m irada antes de que aparezca el lenguaje l¿*
juco-giam aucal. C uando aparece, se usa pura perfeccionar, diferenciar y am pliar
estas funciones. C on el uem po. el mrto aprende a rcalw¿r cien o s actos d e lu b l a
que puedenser c h u ta d o * sólo m ediante et uso del lenguaje propiamente dicho,
y el ejem plo típico e s la p r o m o a Estos son los elem entos d e ejecución q u e cap ­
uzó n la unaginación d e los filósofos y los antropólogos en la dotada d e 1960 y
después. Pues esos elem entos funcionan creando realidades sociales.
E stas realidades. estos contextos sociales construidos, dan la "rúbrica** <k
los estados emocionales. E s decir, para elegir un ejemplo muy obvio» enfrentar*
se con una promesa incum plida produce vergüenza de un m odo que perm ite que
la persona que la siente reconozca que está rclacionada con el "incum plim ien­
to de la promesa**. Pero ni el fenóm eno d e romper u au p ro m tu i ni su contrapar­
tida efectiva d e la w f j t a u a podrían tener lugar si no fuese por el poder cons*
* tituüvo de un acto d e habla para crear su realidad soco). Para sim plificar, las
em ociones alcanzan su carácter cualitativo al scrconte*uializacU< en la realidad
social que las produce.

11£Ju*btjf>4cSi)vtfrroraf*i»Ul vttteituiircmcjurtittMiUfcJ,
«m m .v oI . 1 7 h e P áJi f i w A f t c t j , y v ei 2 7 h t N t f M t * t A í f « u ,S v < Y » Y w t . S ^ j c r . |4 6 2 4 |< * J
S u t td c it m il ru ic o le s ip v r K tn lo* ¿ h u*b»>M U (u k m c s : “ A ííc it * * Am pIiTic^Ijun. Sut»<
M m lJ ic tiiu n t m IW xw y", e * K P lu U h * y II t t d k n r w * U i**p*.),7V 4*i< > » J L r * * A w * . N u o t
Y o i t . A c+ áem tc P r c u . I 9I U . y * 0 * 0 * * í m Prw »«iy M »uv ei : H w gíJphy A u i i * m * r i f + i y uf
m\&§"vfPtnomütf i< x*ltr/tkúuf), 4|. IVSl.pip X * )Zfc V(«m wwm
ptibMi¿n gewal 4d oui&o 4c ú o ih x m y mi ftU ata <oa lo* ptucesot «>¿nau*»t c*
M iftd k r. A ta d m / ¿ a J ) . f V í f ' r n , N jc v * Y c r i . N ocicn, IV®4.

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
A continuación voy a presentar una hipótesis sobre cóm o se produce, cae]
transcurso del desarrollo, esta contexiualización.o rubricación. d e La emoción.
Ya sabem os gracias a Spcrber y Witson*4 que lo t oyentes casi siempre ac­
túan sobre el supuesto d e que el habíam e c a á tratando de com unicar a lg a Pare-
cería que es irresistible. Las observaciones que realizó A idan Magfarlanc1* so­
bre las palabras que las madres dicen a sus bebés cuando se los a c e r t é por pv¡«
mera vez de¿puécsdct porto, subráyanosla irresistibilidjd. E n tre » » observacio­
nes figuran cosas cunto éstas: ~¿Por qué frunces el ccno? ¿Estás (rutando de de-
cirmc que el m undo e s un poquito so rp rw lc n tc ? "!-a s m adres dirán que en rea­
lidad no croco que el bebé las com prendí. Pero siguen hablando de esa manera
a pesar de k> que d k e n . Le dan un significado a lo que sus bebés están hacien­
do y responden e n consecuencia. Y con el tiempo. com o hem os vitto* ellas crean
formatos d e interacción, pequoAos m undos construidos conjuntam ente en los
que imeractiian de acuerdo con las realidades sociales qu e lian creado en sus in­
tercambios. Esta es la pnm era "cultura" <fc) mflo. Y c ¿ ¿ lim itada por expecta­
tivas m utuas tas cuales* sí n o se concretan .producen un trastorno emocional. El
hecho de que este m undo íntim o sea un espacio em ocional está com probado por
un descubrim iento realizado en una investigación por Alan Sroufe:1* las cosas
que hacen los progenitores que tienen m ás probabdtdad de producir risa en el ni-
fto son las m ism as cosas que casi seguram ente le arrum arán lágrimas si las ha­
ce un extraño.
La iniciación en la cultura fam iliar es favorecida enorm emente por k> que
Daniel S tem 11 ha denom inado “arm onización". El m undo del niAo y el mundo
de la persona qu e k> cuida logran una correspondencia fu n cio n al?, incluso nw>
memo a m om ento, puede observarle que k b dos se responden entre si relor/án*
dose y confirm ándose m utuam ente. E sc ! momento íclii del nulo. C uando sur­
ge el conflicto se interrum pe la arm onización»y es el m om ento infeliz La emo­
ción, en el prim er arto de vida, parece screl acompañamiento d e la arm ón (¿ación
y su interrupción. N ocsiátfalcrcnciada notablemente en un sentido cualitativo.
El ntfio se encuentra fclt¿ o infeliz, co n un estado medio excitado tic atención
a k n a y o tro estad o tranquilo d e sucAo cuando se retira. (N o estoy dejando de la­
do los efectos d e la incom odidad y el dolor físicos; también son"em ociones". S ó ­
lo quisiera recordarle al lector qu e la mayoría d e las m adres dicen que en la oc­
tava o novena sem ana éstas retroceden y su lugar es ocupado p o r lo que las m a­
dres, según Christopbcr P ra ti,11 tfcscnben com o “necesidades” psicológicas.)

MDía Spvrfae* y Otifliiv Wikoa. aMmul KnovMgc and Rdcvtece m T>»coric* of Cm-
| m h t t M n N, ( i N . V Srm üi ( c o o i p ) , ^ ^ K m c w í e IM á t t t , A ctU entic P í e n , 1977.

11 A»<Un M ad áfU fie, T h * P * y < M * t y ¿f C M Jb + i K C » i r * )n ú $e , M i » « H im n l U n ivtn n y


FW*i, 1777.

" L A . S ro u ft y i. P W in K f e ,* n * D tvclopm cnt c4 lA v fh tci n t k K m Ye*r U k * .e n


C *U ^ ^ í w . 4 ) , 1972, 1)26-44

D m ucI $ i * m , 7VW I r t i t p m w l W o r ié c f i k t N v e * j Y o r i, f a t » E taoki, W I5 .

M O iró to p to f P ra u . “ T he S o c u J u m m o í C i> ínc”, * m é o íia ú . U m tc n id *4 4 c O iÍo k í.

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
L a arm onización produce el estado feliz, su ruptura el estado infeliz. Am-
bos obedecen al ajuste d e las expectati vas del ni fto pequedo a las m aneras en las
cuales lo» dem ás están respondiéndole. C on el tiem po, el mAo construye repre­
s e n te iones del m undo qu e él espera en diferentes situaciones, las construye a
par lis d e los encuentros qu e tiene con los que lo rodean, su "cultura* inmediata.
La em oción em pieza luego a adquirir un carácter cuabtauvo que 9e relaciona con
las situaciones, y la madre puede decir sin equivocarse si el bebé tiene hambre,
si está frustrado p o r un juguete, si se siente solo, etcétera. Y entonces ella pue­
d e responder en consecuencia (o no).
El único problem a plan tcado por el logro d d niño de hallar al m undo e n a r­
monía con sus expectativas e s d aburrim iento, pero eso no tiene p o rq u é impor*
tam os. Su felicidad está asegurada si se le proporciona suficiente van ación p a ­
ra que no se aburra, com o saben los podres.
Hay indicios sutiles que se k dan al nifto para indicarle cóm o se espera que
“sienta* en un a situación dada, en especial co las situaciones estructuradas o ri­
tuales a lasq u e m e referí en capítulos anteriores. Se aip o n c que sentirem os m ás
"peoa” cuando m uere un pariente que cuando m ucre un exiraflo, ‘ indignación**
to an d o alguien infringe nuestros de techos* "alegría" cuando llegan los abuelos.
Si el niño no capia estos uvJicias.es "castigado" (aunque sea sin intención) por
la ruptura de la arm onización o , en m ejores circunstancias, se le da una expli*
cación m ás com pleta sobre la situ u ió fi y sobre lo que se espera de él En la m a­
yoría de los casos, si el niño no se adecúa a la expectativa sobre las em ociones
apropiadas, el asunto se vuelve objeto d e negociación, conversación, un relato
aclaratorio y, más adelante, de terapia.
C on el tiempo, y con la suficiente experiencia en indicios y modeles, los ni*
Aos por lo genera) "m ejoran". Pero la m ejoría en cuestión no consiste gene ful­
m ente en evocar alguna em oción preparada sino, en cam bio, en ayudar al ni fio
a com cxiuali/ar sentim ientos inioalm entc no diferenciado* en situaciones so*
etales muy diferenciadas que les dan a estos sentim ientos su rúbrica afectiva.
T odo k> expuesto no significa alirm ar que no existe diferenciación alguna
en el estado emociona), excepto la que es dada por la situación definida social*
m ente en la cual se produce. Este punto d e vista sería una variante rara d e la ico-
r á d e Jamc*~L«)gc qu e afirm aba que leñemos m iedo sólo porque huim os. L a v a­
nan te cultural d e la teoría d e James-Lange diría que sentimos m iedo no porque
huim os sino porque reconccem osque es tamos en una situación que se define cul-
turalm cm c com o peligro»*.1 Pero una variante tan extrem a no e s necesaria. La
idea general propuesta aquí se aplicaría igualmente bienaun si adm itiésem os que
hay em ociones prim arias o “pcimiu vas** com o el miedo, la rabia, el lu m b re y la
excitación sexual, o que cada sistem a importante de impulsos tuviese su em oción
distinguible c o n c o m itó te . Si fuese así (y no deseo excluir la posibilidad), segui­
ría siendo c ie n o que según nuestro punto d e vista se necesitaría una "rúbrica**
afectiva m ás específica. El contexto dcO n ü o socialm ouc cumpliría entonces la
función d e proporcionar esa "rúbrica“.

i» V étf* u n arUftitn 4c U * * x u á * U m > x t6 m ¿ e c h i t * «fccmMjvdf c* VUrwJ


Id, <i«J BoJy

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
Sin duda» existen pruebas en la bibliografía sobre psicología referida a la
emoción que susterua la idea sugerida aquí. U na fuente de ellas e s transcuüural
Las observaciones de los chukchi realizadas por V ladim ir B o g o raz" brindan un
ejemplo. Se trata d e persona» que habitan en la tundra de) extrem o noreste de
Rusia. B ogocaaobservóquccnlasociedadchukchísc definen a losobjetosexua*
Aos ajenos a la cultura com o "desagradables" y producen náuseas. Son presenta­
d o s a los niAos com o ob;ctos d e disgusto. Pero tal vez la prueba m ás contunden­
te d é la contcxtualización so ciald e la emoción se encuentre en el ám bito sexual.
L as observaciones antropológicas coinciden en un punto fundamental. El
precepto de la exogam ia tiene un poderoso efecto constituyente en tacxcttaciÓA
sexual» aun cuando e s , por así decir, clasifica torio (relacionado con categorías de
varones y hem bras en lugar d e personas especificas). Q ue una pareja posible re-
suite sexualm ente a m e tiv a o no dependerá de la c alegoría qu e tenga con respec­
to al tabú d e la exogam ia.
Y en nuestra propia cultura (o c ualquicr cultura)» hay c ie ñ a s em ociones (co­
m o la v e rg ü e ñ a , a la qu e m e refería al com ien¿o de este análisis) que pueden de*
fiftirae sólo en función d e sistem as sim bólicos com o, pe» ejem plo, t í párenles*
co, la clase social y el g ru p o d e referencia. L a turbación (característica Un pro»
mínente en la vida del adolescente en el m om entoenque las pautas infantiles sen
cam biadas por las adultas) constituye un caso bien ilustrador. Pero lambido tie­
ne una versión ad ulta que se relaciona co n lac lase social. lia y una inodeoc ia m is
alia d e la turbación ante aquellos a quienes definim os com o superiores c a n res­
pecto a la clase social; y e s mayor cuanto m ás m ovilidad social tengamos.
Y por últim o, existen pruebas d e los efectos de la adrenalina introducida di'
rectamente en el torren te sanguíneo. L a m anera en que reaccionam os con respec*
to a la horm ona está determ inada principalmente por la índole de la situación en
la cual nos encontram os <o definimos): si estam os c n o p d o s. tristes, comemos,
etcétera.11
Hay dos m aneras d e sacar conclusiones a p am r d e datos com o los mcncio*
nados. La prim era, p seo ló g ica, e s q u e la s reacciones em ocionales “se adaptan”
fácilm ente a k * estím ulos situacioiules. Y las pruebas d e los e lu d io s conven­
cionales del condicionam iento em ocional apuntalarían c sic c n ie rio . Sin em bar­
g o , hay o tro enfoque q u e n o está en contradicción co n el prim ero, pero que no
se refiere al "mecanismo**— si hay condicionam iento o no— sino el carácter de
esus '‘estím ulos situ aco n alcs* ante tos cuales se produce el condicionamiento.
¿En qud consisten y cóm o se relacionan en u e si? La rcspuc&ia e s que por lo g e­
neral no se trata d e estím ulos e n el sentido p av k m an o , sino qu e adquieren su im»
ponancia en virtud d e estar insertos en el sistem a sim bólico continuo qu e cons­
tituye la cultura.

* V U J m q B o g o r» f.7 A ¿ C W trJ W « , f c t u i t N o n fo c iftc H N iu U o a s , * * 7 ,N » e v * Y u c i.M u


te tí N o n c « n e n c á M d e l iu t o r i * N j i u n t , ¡ m í k h rx p * v ¿ « * t4 « h c d K tá » d e I9 0 Í.

* V^mc cnvdk* tbfetc U ütd<KCÍ4ndeUfimtxite piuducidi por li atyecttta deiJwinlt


m y iuUiiKUi ifa e i «n SL*ilcy &h»d*ccy Jcwn* $intcr.'‘Gotflttivt.5<xial «nd PhytiaiüfKAl
Ouiimuunu oi EfíHAvnú $iMic~.*nPjyc)*U>gUalJt4*e~, 69,1962. pi** v í m uwn*
faiéa MimUcc. M*4 *aí toéf.

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l^fecoinpoiw m csdc la conducía de ta q o c e s io y haMai*i> no su a ta s croo ‘
c iones, las cogniciones y la* acciones, aisladam ente. sino aspecto* de un iodo
m ás am plio qu e lo g ra»« integrar tón só ío deru/ode un sistema cu ltu ral L a croo*
ckSn no puede aislarse del conocim iento de la situación que la sú b ita . L a cog*
m ckin n o es una form a d e conocim iento puro al cua) se a g iera la cmoción (ya
sea puní perturbar su claridad ono>. Y la acción e s un sendero común final que
se tu s a en lo que uno s a ta y siente. E n realidad, n u c ir á s acciones co a frccucn*
c u están d e simadas a impedir que se pertus be un estado de conocim iento (como
e n la "hostilidad suU&tica*) o a e v iu r situaciones que previsiblemcnte serán $us*
citadora* de emociones.
Parece m ucho m ás úul reconocer desde el co m íctu o que los tres term ino;
representan a b ^ a c c i 0ftcs>absittccicne* que lien en úneoslo leí* v o c lc vado. El
precio que pagam os por esas a b stm u iones al fina) e s q itf perdem os d e vista su
interdependencia estructural. C ualquiera que sea el nivel e n el que realicemos tu
obscrvueión.pornuiy detallado que sea el análisis» lastre s son constituyeme* de
un todo unificado. Aislarlas es com o estudiar los planos de un cristal individual*
m ente, perdiendo de vista el cnslal que íes d i su ser.

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T E R C E R A PARTE

La actuación en los mundos


creados

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E l le n g u a je d e la e d u c a c ió n 1

Nos loca vi vir en una ¿poca desconcertante en lo qu e se refiere al enfoque


d e la educación. Hay profundos problem as que tienen su origen e n diferentes
causas, sobre iodo en una sociedad cam bíam e cuya configuración futura no po~
dem os prever y para la cual es difícil preparar a una nueva generación.
El lema de este capítulo, el lenguaje de la educación, puede parecer reino»
(o con respecto a l>* perturbadores problem as que ha producido el rápido y lur-
bulento cam bio de nuesua sociedad. Pero m ia ré de dem ostrar antes de llegar al
final qu e no e s así, que no e s perder el tiem po académ icamente m ientras se in ­
cendia R om a uaiar d e hallar una clase de esta crisis en el lenguaje d e la educa-
ción. Pues en la m édula de iodo cam bio social se suelen encontrar cam bias fu n ­
dam entales con re^pccio a nuestras concepciones sobre el conocim lento, el pe n-
sam ienio y d aprendizaje, cam bios cuya realización se ve impedida y d isto rsio ­
nada por la m anera que tenemob d e hablar acerca del m undo y d e pensar sobre
él en el m arco d e esc hablar. A b o g o la esp eran /a de poder develar algunas cu es­
tiones fastidiosas que üenen una importancia práctica e inmediata.

C om entaré co n una prem isa que ya e s fam iliar que el medio de intercam ­
bio en el cual se lleva a cabo la edueac tón —e l lenguaje— nunca puede ser neu ­
tral, que impone un pum o de vista no sólo sobre el m undo al cual se refiere si*
no hacia el uso d e la m ente con respecto a este mundo. El lenguaje im pone n e­
cesariam ente una perspectiva en la cual se ven las cosas y una actitud hac ia lo que
m iram os. N o e s «M oque el m edio e s el mensaje. El m ensajeen si puede crear la
realidad que el m ensaje encarna y predisponer a aquellos quienes lo o y en a pen ­
sar de un m odo particular co n respecto a él. Sí tuviese que elegir un lem a para
lo qu e tengo que decir seria aquel de Francis Bacon, usado por Vygotsky. en el
qu e se proclam a qu e ni lam en te sola ni la m ano sola pueden logar muctio sin la*
herram ientas que las perfeccionan. Y una de Las principales herram ientas es el
lenguaje y las reglas de su uso.
La m ayoría de nuestros encuentros con e l m undo no son, com o hem os vis­
to, encuentros di roclos. Incluso n u e su at experiencias directas, asi denuminadus,

* U m v tiw M 4 c o l e cjfiituk» i p i r c c i d fic M ú tth , 4 9 , ** 4 , 19 K2. ( ú g i S iS J J i

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para sa interpretadas se atribuyen a ideas sobte la c j u t i y la consecuencia, y el
m undo que em erge írcmc a nosotros e s un m undo conceptual. C uando c s u m ^
perplejos frente a l e que encontram os, renegoetam as m i significado d e manera
que concucrde con lo que creen los que nos rodean.
Si ésia e s la base p ara nuestra com prensión d e lo* m undos físicos y bioló­
gicos, es m ucho m is verdadera co n icspccto al m undo a x ia l en que vivimos.
Pues, para m encionar o iro tem a conocido, las “ realidades” de la sociedad y de
la vida ¿ocia! son e a si casi siem pre productos del uso lingüístico representado
en actos d e habla com o, por ejem plo, d d e prometer» abjurar, legitíim /ar. bau­
tizar, etcétera. Una v e / que adoptam os la idea deq u e una eu ltu raen sí compren*
d e un texto am biguo que necesita ser interprendo constantem ente por aquellos
que partic ipan de ella, la función cocttütuiiva del lenguaje en la cita ció n d e la re­
alidad social es un lema d e interés práctico.
Si nos preguntam os ¿dónde reside el significado d e los conceptos sociales:
en el mundo, en la cabeza de! qu e le d a significado o en la negociación mierper»
sonal?, nos sentim os im pulsados u contestar qu e reside en esio último. El signi*
ftcado e s aquello sobre lo cual podemos ponernos de acuerdo o , por lo menos,
aceptar com o base para llegar a un acuerdo sobre el concepto en cuestión. Si es*
tamos discutiendo so b re “rcaiidadcs"*ociaks com o la dem ocm cia o la igualdad
o. incluso, el producto bruto nauonal. la realidad no reside en la cosa, ni en la ca*
bc¿a, sino en el acto d e discutir y negociar sobre el significado de esos concep­
tos. I r r e a l i d a d e s sociales no son ladnllos con los que tropezam os o c o n los que
nos raspam os al palearlos, sino los significados que conseguim os compartiendo
las cogniciones humanas.

Un puntode vista negocuKk)rotaherm enéutico"oüansaccionaldcl tipo que


he e sta jo planteando tiene im plicaciones directas y profundas en la m anera de
llevara cabo La educación. Voy a m encionarlas pruneio en térm inos generales,
y luego las am pliaré haciendo referencia a asuntos m ás específicos y prácticos
relativos a las escuelas y laenscAanza.
La im plicación m is general es que una cultura se e s ti recreando constante­
mente al ser interpretada y renegociada por sus integrantes. Según e s a perspec­
tiva, una cultura e s tam o u n /o ro para negociar y renegociar los significados y ex ­
plicar la acción, com o un conjunto de reglas o especificaciones para la acción.
En realidad, toda cultura m antiene im uiuc iones u ocasiones especial izadas p a­
ra intensificar e s u característica d e foro. L a narración, el teatro, La ciencia, in­
cluso la jurisprudencia, son todas tócnicas para intensificar esta función; mane-
ras de explorar m undos posibles fuera del contexto d e la necesidad i nmed ¿ata. La
educación e s —o debe ser— uno d e los foros principales para realizar esta fun­
ción, aunque suele ser vacilante en asumirla. E s este aspecto d e foro d e la cul­
tura lo que da a sus participantes una función en la constante elaboración y re*
elaboración d e esa cultura; una función a c ú w com o participantes y no com o es •
p ecad o res actuantes que desem peñan sus papeles c í n i c o s d e acuerdo con las
reglas cuando se producen los indicios adecuados.

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Tal ve* hayan existido sociedades, por lo m enos durante cien o s períodos,
"clásicam ente" trad*:ionalcs,cn las cuales las acciones de tas personas "se de»
rivaban~4c un conjunto d e reglas m ás o menos fijas. Recuerdo h a b a leído, ca­
si co n el m ism o placer nue nos produce el espectáculo del ballet clásico. la fa*
m osa descripción que hizoM arcel Grane* d e ia fam ilia china clásica.1 Los roles
y las obligaciones estaban especificados co n tanta claridad y rigor com o la co ­
reografía tradicional del Bolshoi. Pero tuve ta buena fortuna d e conocer al m is­
m o uem po el reíalo d e John Faiibank*sobre la extraordinaria facilidad con que,
e n la política d e los déspota* chinos, la legitim idad y la lealtad pujaban al ven*
cedur d e la política local d e la fucr¿a, cualquiera qu e hubiese sido el horror con
qu e se hubiese logrado la victoria. Llegué a ia conclusión d e que tas descripcio­
nes “equilibradas” de las cultura» to n útiles principalm ente para orientar ¡a re­
dacción d e etnografías del viejo estilo o com o instrumentos políticos para ser
usados por aquello* que se encuentran en el poder, con el Tin d e soju/gar psico*
lógicam ente a quienes deben ser gobernados.
Se deduce de esta idea d e b cultura corno foro que la inuoduccióndel nirto
e n la cultura mediante la educación, si h a de prepararlo para la vida, debe par*
licipar tam bién del espíritu d e foro, de la negociación, d e la recreación del sig*
n i f t a d o . Pero c& K onclusttftvonU adke las (radie iones d e la pedagogía que p ro ­
vienen de otras ¿pocas.otra interpretación de lacultura. o u a conccpc tón de la au*
toridad; una pedagogía qu e consideraba que el pr occ.no educativo e ra una trans-
misión d e co n o c im ie n to y valores d< aquellos que sabían m ás d aquellos qu e sa ­
bían m enos y tenían m enos com petencia Y en oiro nivel, tam bién se ha&aba en
otros presupuestos sobre el m Ao, según los cuales éste era subdotadono sótoepis-
tcinológicam cnie sino tam bién doónticam entc, carente dei sentido de las p ro p o ­
siciones d e valor y del sentido de la sociedad. Los nidos no sólo estaban subpro*
vistos d e conocim ientos sobre el m undo, les cuales debían im partírseles, sino
qu e adem ás "carecían" de valores. Esta insuficiencia de lo s niños ha sido ex p li­
cada psicológicam ente y casi todas las teorías seculares han sid o tan comjjulsi-
vas com o tas prim eras teorías divinas del pecado original. E n n u esu a ¿poca, por
ejem plo, hem os tenido teorías del proceso prim ario basadas en el axiom a según
d cual la inm adurez se basa en la capacidad para dem orar la grau í k ación. O bien,
en la teoría cogm tiva, hem os tenido la doctrina del egocentrism o, que postula­
b a la incapacidad para ver el m undo desde cualquier otra perspecú va que no fue­
se aquel la en laq u e el m ito ocupa la posición d e un planeta c e rv a l alrededor del
* cual gira iodo lo dem ás.
N o dc&oo criticar ninguna de esia*caracieri*aciones del nifto, ya sea qu e e s­
tén dirigidas por d pecado original, el proceso prim ario o el egocentrismo. Su­
pongam os que, en m ayor o m enor grado, son todas“correctas'*. Es dec ir, son ver­
siones “correctas” (en el sentido de Nelson Goodm an) del m undo de lo dado del
Cual p » tc n .E n la m e d > d a e n que parlen de c ó o s elem entos dados y se m antienen

1 M m ccI G ra n el, t a c h u w o * . P i r é , R m i t i t m e d u I j w , 1934.

1 J o t e F M fe tif c y ) u i M l i i i s n ú i u a « r u d i i i o m í c n i l c fi l l i f v i r d f » 1962 w f c f f U " jh m * -

)»¿¡» A t C h j u " . «n d c v tl F a irb M * ptc*«cft6 «■ u * b « jo to b ic U

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coherentes con d los, no pueden ser « T Ó n c u s . Pero lo que deseo plom ear no se re-
fi ctc a su verdad abstracta sino a m i fucr/si com o ideas que conform an la práe-
tica de lacJu cació n .T u d as ellas implican que hay algu que debe arrancaría, re*
cm ptuarscocom pcnsarsc.L upedagogíarcsiittaniceracicrta Hlcadetacnseflan*
za como cirugía, supresión, sustitución,com pensación de insuficiencias.o una
combinación de iodo csiu. C uando apareció la "teoría del aprendizaje" en este
siglo, se agregó a la lista o tro “m étodo", el refuerzo: la recom pensa y el castigo
podrían llegar a ser las palancas de una nueva tecnología para lograr esos fines.
Sin duda» h a habido otras voces, o tras "vc/sioncs del m undo", y en esta úl*
tim a generación so han unido cu un nuevo y poderoso coro. Pero, por lo gene*
ru lse h a n cc n u a d o c fld m A o y su s ncccsKbdescom ocducandoauiófKNno.Frcud
se conió entre o tras voces, en especial en lo que se refiere a su insistencia en la
a uiorrcmíadcl funcionam iento del >o y la liberación d e las tendencias excesivas
oconfliciivas. Y .desde luego. Piagc i debe ser considerado com o una fuerza fun­
damental en la insistencia del aprendi¿aje com o invención. L o q u e lodavía nos
Calla e s una teoría ratonad* d e cóm o debe interpretarse la negociación del sig­
nificado lograda socialm ente e n cuanto axiom a pedagógico, si bien ha com en­
zado a perfilarse en la obra d e Vygotsky (com o se v ioen el C apítulo V), y en al*
gunas teorías contem poráneas cum o 1 » d e M ichael Colé4 y Hugli M chan.’ Las
retomaré enseguida, pero prim ero traiaró d e aclarar algunos fundam entos prdi-
minares.

Es necesario volverá las funciones del lenguaje, puesson fundam entales pa-
ra t í planteo que nos ocupti. Tal vez M ich ad Halliday proporciona el catálogo
más com pleto.4 D ivide las funciones en dos clases superordenadus: pragmática
y maiéúca. E n la prim era se encuentran funciones com o, por ejem plo, la moru»
menta), la reguladora, la imcraccional y la personal, y a b segunda le asigna la
heurística, la im aginaii va y ta informativa. N o hace falta describirla* en detalle
sino, únicam ente, observar que la clase d e las funciones pragm áticas se refiere
a n u esu a orientación hacia tos dem ás y al uso del instn iriK n to d d lenguaje pa­
ra lograr los fines buscados, influyendo en las actitudes y l i s acciones de los de*
m is hacia nosotros y hacia d mundo. El conjunto de funciones m aiótícas tiene
una finalidad diferente. La función heurística es el medio pora lograr que los de*
m ásn o s inform en y c o n ija n ; la t unción imaginativa es ei medio con el cual crea»
tnos m undos posibles y trascendem os lo inmed latamente rcfcrcncial. La función
inform ativa se construye sobre la base d e uftt presuposición intersubjctiva: que

4 V t t t t t u a p c u M M kK *cI C u te y U ftflhvj M c a ru , C o i f y / g f t m S im ite t < / / / * * Pecpé*


T h * k A* I ñ i C a n b n J g c , b U \ * , \ U t v * l U n * c n » iy P | 9 g | ; y M i d u d C o to y
S > K i« S c n b n tf , C tU iw t f f e u f * A P i j c k o i o f m l / « y o d W i i N u w t Y<wfc. W ik y , 19^4

1 H ugh M d u n , U ttc + i S < K u tÍ O * ^ u ü i t C A ía ¡ U C / w w * .C m \b n d ^ t t M u t .


l U r * u 4 U n iv c n u y P rc w , 1979.

4 U i c * u d A. JC. )U lM * y , í t d r * * * l i o w u> K m í , I j m ü c i . E d w u O A rn U d , 1975.

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
los dem ás tienen conocim ientos que a mí me fa lú n o que yo tengo conoom icn-
ios que los dem ás no poseen, y que esc desequilibrio puede corregirse con cual-
quier acto d e conversación o “relato*. Existe una función, elaborada original­
m ente por Román J a k o to o n q u e tal vez deba agregarse a la ta ta de Italhday:
la función m etalíngüística, es decir, (a que se refiere al uso que hacemos de! ten*
guaje para exam inarlo o explicarlo, com o hacen analíticamente los filósofos o
k * lingüistas que examinan la* ex presiones com o si fuesen, por dcciilo así, o b ­
jetos opacos que deben a n a lu * s e en si m ism os y no ventaras transparentes a tra*
v¿s de las cuales m ínim os el mundo.
Estas funciones nos proporcionan útiles herramientas para examinar el len ­
guaje d e la educación. Halliday observa que e s el genio del lenguaje lexicogra-
m atical lo que perm ite y requiere e l cum plim iento de todas estas funciones si­
m ultáneam ente. Son ineludibles. Aun cuando se emplee el valor “ no marcado*
(o cero ritual) de una d e tila s , sce&ti marcando una actitud del hablante hacía el
suceso que ¿c representa, hacia la ocasión del enunciado y hacia la manera en la
qu e d hablante espera que el oyente vea el m undo y use su m ente. Es un lem a que
be investigado en capítulos anteriores al «ia)i¿aj “mecanismos** com o t o d o la
implicación, el desencadenante presuposicional y la imposición de perspectivas
a las escenas.
Voy a dar un ejem plo de la actitud que presenta el liabla de los profesores,
tom ada del trabajo d e C ar ol Feldman.ftE ¿ u autora estaba interesada en determ i­
nar e n qué m edida las actitudes d e los profesores hacia su m ateria seftaUn e n al­
gún sentido eJ carácter hipoiéticodcl conocim iento, su incertidumhre, su invi­
tación a seguir pensando. Eligió com o in d k e la presencia de indicadores moda*
lea auxiliares en el lenguaje em pleado por los profesores co n sus e lu d ía n le s y
d e aquéllos entre sí en la sala de profesores, distinguiendo entre expresiones que
contenían indicadores de incenidum brc y probabilidad { c o m o p o d ría ja lv ti, e t­
cétera) y expresiones sin esos indicadores. 1-os indicadores d e meerudumbre o
du d a en el lenguaje usado por los profesores entre síex ced u n enorm emente e n nú­
m ero a los usados en el lenguaje d e loes profesorcscon los estudiantes. El mundo
qu e los profesores presentaban a sus al umnos era un m undo mucho m ás estable*
eido, m ucho m enos hipotético y negociador que el que ofrecían a sus colegas.
L a m arcación d e las actitudes en el lenguaje d e los dem ás nos da un indicio
para usar nuestra m ente. Recuerdo a ú n a profesora, la señorita O rcuu, que hizo
esta afirm ación en clase: "Resulta m uy curioso, no que el agua se congele a los
32 grados F a h rtn h c il sin o que pese de un estado liquido a uno sólido". Luego
siguió dándonos una explicación intuitiva del m ovim iento bcow m ano y de las
m oléculas, expresando un sentido de maravilla igual, incluso mejor» que e l sen­
tido de m aravilla qu e yo sentía a esa edad (alrededor de d¡c¿ u to s) por todas las
cosas a las qu e dirigía m i atención, incluso asuntos com o el de la luz de las es-

1 S U n w t Jifcobiun. * L » fw » U u «nd Pocúc**, en S + k < u 4 W rti V K g t. 111. U IU>», M oa


loo, 19*1.
1 C*sA FcUna* y l i m i W«tich. "Cunteti (Xpentati Proveí*** oí Temter Spe<%**. *•
U m d U M y 1 . 1976. p 4 j i. 2 2 7 254.

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trallas extinguidas que sigue viajando hacia nosotros aunque su fuente ya se h a­
ya apagado. En efecto, ella m e invitaba a am pliar m i m undo de maravilla pora
abarcar d d e t ü a . N o estaba tan sók> dándom e información. En cam bio, estaba
ftcgocúmdo el m undo d e la m aravülay la posibilidad. Las m oléculas, los sólidos,
los líquidos, el movimiento, no eran hechos; habían d e usarse para reflexionare
imaginar. La sefloríta O rcult era la excepción. Era un acontecim iento hum ano,
ao un m ecanism o de transmisión. N o se trata de que mis o tras m aestras no m ar­
caran sus actitudes. Se trata, en cam bio, de que sus actitudes eran inútilm ente in­
formativas.
Cada hecbo que encontram os está rodeado por indicios de actitudes. Pero
ahora dem os o tro paso. Algunos indicadores d e acutudes son invitaciones a usar
el pensamiento, la reflexión, la elaboración, la fantasía. Según palabras d e John
Searle.’ es la fucrzaelocutivay noel enunciado lo g u e scflala la intención del ha­
bíame. Y sí d profesor deseaclaususrar el proceso d e maravilla m ediante decla­
raciones insípidas de u n a realidad fija, puede hacerlo. El profesor lambtán pue­
de arnpliarcl tema de unenu n ciad o llcv in d o lo a la especulación y la negociación.
En la m edida en que los m ateriales de ta educación sean elegidos por su suscep­
tibilidad a la transform ación im aginativa y sean presentados d e m odo que invi-
len a la negociación y la especulación, 1c educación Ile ja a form ar parte d e loque
&Mes denom iné “elaboración d e la cultura” . El alum no, en d c c to , llega a ser par •
te del proceso negociador pe» el cual se crean y se interpretan los hechos. E s a
la vez un agente e taborador de conocim ientos y un receptor d e la transmisión de
conocim ientos.
Voy a apartarm e del tem a por un momento. Hacc unos aftos escribí algunos
artículos en los que insistía sobre la importancia del aprendizaje del descubri­
miento;’0 aprender solo, o com o Piagct dijo co n posterioridad" (y m ejor qu e yo,
creo), aprender inventando. L o que propongo ag u íes una am pliación de esta idea
o, m ejor,$u perfeccionam iento. Mi modelo del n ito c u c ^ a é p o c a sc m sc n b ú bas­
tante en la tradición del nirto solo que dom ina su m undo representándoselo a sí
m ism o en sus propios términos. Desde entonces he llegado a adm itir coda vez
m is qu e casi todo el aprendizaje en casi todos los mareos e s una actividad com u­
nal. un com partir la cultura. N o se trata sólo de que el nirto deba apropiarse del
conocim iento, sin o qu e debe apropiarse de ¿I en una comunidad form ada por
aquellos qu e com parten su sentido d e pertenencia a una cultura. Es esto lo q u e
m e hace subrayar n o só k > d descubrim iento y la invención sino b importancia
d d negociar y el com partir, e n síntesis, de la creación conjunta de la cultura co ­
m o objeto de ta enseñanza y com o paso adecuado pora llegar a ser un m iem bro
d e la sociedad adulta en la cual pasam os nuestra vida.

* (o h * S e v l e . 5 p * t < h M u , C m t n d t c , C « n b n d * e U m v e n a y P i t t i , 1969

* Joonc Bruñe*. “Th* Art ot DiKu wiy", en J/j/m r4 Ré*uw. I I , 1901.


p**». 21-31
u Jet* PufM. Te U+k'UúAd is U tntni, in d Go»ig«-Annc Roben». Sueva Yivk.
Cid u m i, 1973.

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G ran p a n e del procesode la educación consiste en ser capaz d e tom ar distan­
cia, <fc algún m o to , ü e lo que u ro sabe para poder reflexionar sobre el propioco*
nocim iento. En casi las teorías contem poráneas del desarrollo cognitivo,
esto quiere decir e l logro de conocim ientos m i* abstractos mediante operacio*
nes form ales ptageuanas oem plcando sistem as simból icos más a b stra ía s. Y ,sín
duda, e s c ie n o que e n m uchas esfera» del conocim iento, com o e» las ciencias, a s­
cendem os en realidad a "estratos inidectualm crue m ás elevados" (pora usar la
frase d e V ygoisky) m ediante este proceso. Llegamos realmente a ver la iritro¿-
tica com o un caso especial cuando a k a ftía m o s d cam po m ás abstrae lo del álge­
bra. E m pero,creo que e s peligroso ver el crecim iento intelectual exclusiv amen-
te de este m odo, porque no hay du d a d e qu e distorsionam os el significado de b
m adure/ intelectual si usam os s ó b e s e modelo.
N o se trata de que yo ahora "comprenda** O telo de una manera m ás abstrac­
ta q u e hace quince a f o s , c i k m x So leí esa obra por prim era vez. Ni siquiera de que
sepa más sobre el orgullo, la envidia y los celos que k>qu e sabía entonces. Tam-
poco estoy seguro de que com prenda m ejor la tu n a qu e impulsó a Yago a pía*
ncar b destrucción de su am o y qu¿ upo de impulso ele inocencia impidió que el
m oro advirtiese b destrucción hacia la cual sus ce k»<fc D csdím ona to arrastra­
ban. En cam bio, se trata de que he llegada a reconocer en la obra un tem a, un c o n ­
flicto, algoesencia) sobre b co n d tc ió n humana. N ocreo que mi interés por el lea*
tro y la literatura m e haya hecho m ás aburúcto. En cam bio, me ha unido a los
m undos posibles que brindan un panorama para pensar sobre la condición huma*
na. la condición hum ana tal c o m o c m le en b cultura en la q u e vivo. Pero, c o ­
m o he uatad o de decir e n e l C apitulo II. no e s sim plem ente b n a n a c ió n del cuen*
l a I* fábula, to que produce b reflexión sobre el conflicto d e O icio, sino b m o
dalidad del discurso, el iju z tr La obra no se refiere sim plem ente a la historia d e
un m oro al que un subordinado lleno d e odio y envidia, tal vez psicópata, lo h a ­
ce volver loco de celos» por su esposa. Su lenguaje y su arte com o obra, las a c ­
titudes en las que el dram aturgo describe a sus personaje*, su acto d e habla d ra ­
m ático (en d ¿cutido de lser'*X hacen reverberar el dram a en nuestra reflexión,
lis una invitación a reflexionar sobre los m odales, la m oral y la condición huma*
na. N o e s una abstracc lón en el sentido usual. sino en d d e las complejidades que
pueden producirse en Las narraciones de la acción humana.
A hora bien, yo no creo ni por un mí nuio que se pueda enseñar ni siquiera m a­
tem ática o física sin transm itir una actitud hacia b naturaleza y hacia el i¿ o de
la m ente. N o podem os evitar com prom etem os, dada la índole del lenguaje n a­
tural, co n una actitud co n respecto a lo que algo es. digam os, un **haho*\o ” b
consecuencia d e una conjetura-. La k k a d e q u e cualquier m ateria kumaxbtic<¿
puede enscAarse sin revelar la actitud propia hacia los asuntos d e esencia y sus­
tancia hum anas es, desde luego, una tontería. E s igualmente c ierto (fie si noelc-
girnos* com o medio para enseftar esta form a d e “d isu n c u m ic n io humano**, algo
qu e U c g u e a b m id u la d e u n m odo u otro (de cualquier m a n e n que caracterice­
m os los procesos psicológicos qu e intervienen), cream os otra tontería. Pues lo

11 !s*r. T k* A c t B é k í» * » * , )o k * H o f * r u f c n v e rv iy P r* » s I

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
qu e hace falta e s una base para analizar no sólo d contenido d e lo que Uñemos
delante, sino las posibles ac titudcs que podríam os adoptar hacia ese conten ¡Jo.
Creo que se deduce de lo que he expuesto qu e e l lenguaje de b cducacrfn,
si h a d e ser una invitación a la reflexión y a la creación de cultura, no puede ser
d denominado lenguaje incontaminado de la realidad y b “objítividad'*. Debe
expresar las actitudes y debe invitara b co n traacú tu d y en ese proceso dejar m ar­
gen para b reflexión, p a ra la m etacognición. E s esto lo q u e nos perm ite acceder
a un estrato superior, este proceso de objetivar en el lenguaje o e n las imágenes
lo que hem os pensado y luego reflexionar sobre ello y reconsiderarlo.

• • •

Hace algunos artos, cuando estaba dando conferenciasen la Universidad de


Texas» un grupo d e estudiantes d e b H onorsSchool m e preguntó si quería unir*
m e a d ió s en uno d e sus seminarios. Deseaban analizar el te ira d e b educación.
Fue una discusión m uy anim ada, e n v erd ad A mitad del debate una m ujer joven
dijo que deseaba hacerm e una pregunta. C ontó que acababa de leer m i t r o c t i s
c/EUucatioft :11en e l cual yo afirm aba que cualquier tem a podía enseftarse a cual­
quier m no en cualquier odad de alguna m anera que fuese honesta. Pensé: “Aho­
ra me hará b pregunta sobre d cálculo en prim er grado". Pero no fue así. No, su
pregunta fue: “¿C ó m o sabe usted lo que es honesto?- M e dejó estupefacto. Ella
sabía pensar. ¿Estaba yo preparado para ser honestam ente abierto al tratar las
ufcas del niAo sobre un tem a, nuestra transacáÓA iba a ser honesta? ¿Iba yo a ser
yo m ism o y a d ejar que el niAo fuese ¿I mismo?
L o expuesto en el pórrafo precedente me lleva al tema siguiente. ¿Cuando
hablam os d d proceso de distancian) icnio de los propios pensam ientos, d e refle­
xionar m ás p ara tener una perspectiva, no implica esto algo sobre el conocedor?
¿N o estam os de algún m odo hablando sobre La constitución d d i d / } Este es un
tema que m e po n e muy incómodo. Siem pre he tratado de evitar conceptos como
el d d y cuan d o m e he visto forzado a hacerlo. m e he evadido hablando de
“rutinas ejecutivas" y circuitos recurrentes y estrategias para rectificar enuncia*
dos. El análisis dei “s e lf transaccionuT en el C apítulo IV fue un intento d e dar
vuelta la hoja. P u es d e algún m odo inevitable, b reflexión im plica un agente re*
flexivo, la m etacognición requiere una rutina m odelo que sepa cóm o y c u frd o
salir d e un procesam iento estricto para iniciar procedimientos correctivos del
procesam iento. E n realidad, la creación d e una cultura negociadora que he esta-
d o analizando im plica un participante activo. ¿Cóm o a b o rd aem o s d ¿e¿f?
Soy desde hace m ucho (com o se habrá dado cuenta ya el le c to r)w construc-
tivista, y así co m o creo qu e nosotros construim os o constituim os el m undo, creo
también que el s t t f e s una construcción, un resultado d e la acción y b sim boli­
zación. A l igual q u e C tiífo rd G e cru y MichclteRosaldo» pienso qu e d t t l f c s un
texto acerca de eó m o estam os situados con respecto a los dem ás y hacia d m un­
do; un texto norm ativo sobre las facultades, habilidades y disposiciones que

11 Jcrvn c EtajAtt. T h á P r c c é u < ( f i d u ío sw * , C a n b n ¿ c e . Mas».. J U r rv d U * * c m iy


f t c s i , 1961.

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cam bian ai cam biar nuestra situación, de jóvettesa viejos, de un tipo de ambien*
tea o tro . La interpretación d e este te ito ú i í ü k por parte de un in d iv id u o s su sen­
tido del jc //c n esa situación. E s ti com puesto de las e*pectauvas, los sentimicn-
to s d e C6üma y poder, etcétera, lie u atad o d e aclarar este aspecto en el análisis
del personaje en la ficción qu e luce en el Capítulo II.
Una de las m aneras más importantes de controlar y dar forma a tos paióci*
ponte* de la sociedad es m ediante imágenes normativas del setf del tipo de las
presentadas en el C apítulo II. Esto se lleva a cabo d e m aneras sutiles, incluso en
los jugue tes que dam os a tos rnftos. Veamos ladescnpeiónque hace R o h n d iia n -
hes14 d e c a n o los juguetes franceses crean a w u w í / t w r de cuhura francesa y
no creadoras de nuevas form as culturales. Su agude/a, entre paréntesis, beinda
un ejem plo clásico d e d isu n c ¡amiento.

Juguetes franceses: n o k p o d ría h allar m ejor ejem p lo d el h ec h o d e que e l adulto


francés ve a l r u t o co m o o tr o setf. T o d a» los ju g u e tes que v e m » com únm ente son
u n m ia o e o o m o s d e l m u n d o adulto; io n indo* c«(M ts r e d u n d ís d e o b jeto s h u ­
m anos..,
L as form as inventadas son m u y r a r a i: a lp * io » ju e g o t d e b lo queciios q u e ap e la n a)
esp íritu d e " b á ja lo usted o\j sn x T , so n lo» úrnco» que o fre ce n form a» d in ám icas.
E n cuanto a ta s o tr u s , lo s ju g u e te s franceses s v m p r t q * x r o i d e o /' <j/¿° y «1
¿ o siem p re o 4 lo u Jm en tó socializad o , c o ra tn iu d u p o r tos m ito s o técnicas d e la
v id a a d u l ta ..
El te c h o d e q u e los franceses prefiguren t t í c r a l m t n i f e t m undo d e U s funcione*
«Julia*, e v id a tlc m e n ic n o p u ede sino p reparar al niAo p ara ifie la s a c q u e a todas,
cuosti tu yendo p a ra 4 1 incluso Antes d e que p u ed a pensar e n e s o , la v o jr u d a d c u n »
N a tu ra k ¿ a que en toda» la* época* h a cre ad o s o ld a o s * c a ñ ero » y avispas L o s j u ­
guete» r« v d a n « q u ila lista d e cusas q u e p a la e l ad u lio n o so n en abaohito in u su a ­
les: la ¿ u r n a , la burocracia, la fealdad, los m arcianos... Lo* ju g u e tes fran ceses so n
c e m o u n a c a b e ra d e jib aro , en la q u e reco n o cem o s, red u cid o s a l la m a fo d e u n a
m an zan a, las arru g a s y et ca b e llo d e u n ad u lto . Frente a n t e m u n d o d e objeto» fie*
les y com plicado», e t niAo td lo p u ed e identificarse <um o p r o p ie u n o . co m o usua-
íio , p e ro n u n c a com o c re ad o r; él n o inventa e l m u n d o , lo u*a; est« n prep arad as j>a-
r a el acciones tu i aventura, sin m « a> iU a, sin a k $ ria .

I x>que 8artlics podría haber m encionado luego es que lacultuni francesa se


vuelve un aspecto del s e // francés. Una v e / equipado con estas im agine$ y fór­
m ulas normativas para hacer sus estimaciones» el niño francés o ta nifta france­
sa llega a ser un m aduro operador del sistem a y un m aduro organizador del self*
¿Q óé m ejor ejcm p lih cao ó n del proceso qu e la producción de escritores com o
EWthcs. m aestros en et a n c de una refinada autoburla?
El estudio de MichaeJ C olé, Sylvta Scribner y sus colegas1* sobre aspectos
uansculturatesde lacognicíón ilustran este mism o tema general de un m odo más
sistemático: por ejem plo, el grado e n que el m odo tnnaio de abofdar el conocí»
m iento es tom arlo d e la autoridad, frente a la versión europea m ás occidental de

M RoUi>4 B a ith ti, N im v» Y oik. U til * M W » * , 10*72. H i* i 5 ) 55.

II Cote y StfiWtcf, C* iliar# m í %

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gene rw lo uno m ism o. autónom am ente, un a vez que se han adquirido en la socie­
dad los constituye a le s para la fo rm u lx ió n de juicios. C om o seflalan C o k y sus
colegas, la introducción de una m odalidad d e enscA aiua e n ta cual uno “com ­
prende las co sas pora uno m ism o" m odifica la concepción que tenem os d e no­
sotros m ism os y d e nuestro rol. y adem ás socava el rol d e la autoridad qu e exis­
te generalm ente en la cultura, incluso h astael pum o d e estar m arcado por lasfór-
muías d e co n csia reservadas a los qu e tienen la autoridad.
Si relacionam os esto ahora co n el tem a al que nos hemos estado refiriendo
— la práctica de la enseñanza y el lenguaje en el que se lleva a cabo— vem os que
existe una im plicación inm ediata que se deduce del carácter “bifacótico" del len-
guaje, qu e cum ple la doble función d e ser un m odo d e com unicación y un m e­
dio para rcprc&enuu' el m undo acerca d d cual está comunicando. L a manera en
la qu e uno había lleg a a ser con el üenipo b m anera en la qu e uno repftscm a
aquello d e k> qu e habla. L a actitud y la negociación sobre la actitud llegan a s e r
características del m undo hacia el cual adoptam os las actitudes. Y con el tiem­
po, a m edida qu e desarrollam os un sentido de nuestro propio j e / , el m ism o mo­
delo ingresa en la m anera en la que interpretam os ese “texto" que « nuestra pro­
pia lectura d e nosotros m ism os. A sí com o el peque(to franc¿s de Barthcs es un
consum id o í y un u suario d e las m odalidades d e pensar y hacer francesas, el pe-
q u e to norteam ericano llega a reflejar los m odos en los que se adquiere el cono­
cim iento y se reflexiona sobre 61 en Norteam érica, y el peq ueflo s e lf nortéam e■
ricano llega a reflejar el conjunto d e actitudes qu e en la cultura norteamericana
podem os adoptar activa (o pasivam ente) hacia e l conocim iento.
Si no llega a desarrollar ningún sentido de lo qu e llamaré intervención re­
flexiva en el conocim iento que halla, el joven cMará actuando continuamente
desde afuera, el conocim iento lo controlará y lo guiará. Si logra desarrollar ese
sentido, co n tro lará y seleccionará el conocim iento según sus necesidades. Si de­
sarrolla un sen tid o d d sel/ q u e se base e n su capacidad para ahondar en el cono­
cim iento pora sus propios usos, y si puede com partir y negociar el resultado de
su sp ro fu n d iz a c io n c s,lte g a a sc ru n o d c los m iem bros de la com unidad creado­
ra d e cultura.

M encioné a n te se n esiecapfiulo dos Ifocas de investigación que arrojaron al*


g o d e t w sobre estos proccsosquc he estado analizando. U n aeralad eV y g o u Jty .
a quienm e referí en el C apitulo V ;la o c a se cncoentraen un tcxtodcH ugh M d u n
titulado Learntng L tsso n s.1* A V ygotsky le debem os un reconocim iento espe­
cial por haber aclarad o algunas d e las principales relaciones entre el lenguaje, el
pensam iento y la socialización. Su idea básica, recordem os, era que el aprendi­
zaje conceptual consistía en un proyecto d e colaboración en el que participaba
un adulto que in icia un diálogo con un niAo, d e una m anera que d a al nirto indi­
cio s que le perm iten com enzar un nuevo ascenso, guiándolo en los pasos siguien­
tes antes de qu e e l n ito sea c a p tu d e apreciar solo su importancia. Es el "prés-

“ M than. U a r ñ u tf L tu o * i .

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L i m o d e conciencia" l o q u e hace que el m f l o atr av i ese b / o aa de desarrollo pró*
ximo. El m odelocs Sócrates guiando a le sc b v o a través de b gcuineuiaeci el Afe­
ad * . Es un procedim iento que, dicho sea de funciona u n bien en Ulkinn,
Virginia, com o en laA teiu * clisica,co m o so ÍK n K )sp o rb in v esiig ació n d c Alan
C ol luis y sus c o leg as" sobre los programa* d e insuucción socráticos.
t i trabajo d e M etan ¿lusua el grado en que el procedo de intercambio y n e­
gociación —este crear de la cultura— es u ru característica d e la» ratina* y pro­
cedim ientos dcliJula.N o se lra ia sd lo d c q u c e i educando re a lc e individualmen­
te su lección, sino que la lecc ion m ism a sea un ejercicio colectivo» que dependa
d e la arm onización del m aestro con las expresiones e intentos de los miembros
de u iu cb .se .
Puedo resum ir el m ensaje de la m anera siguiente: el lenguaje no sólo tsans*
m iic, el lenguaje crea o constituye el coiwcim icnio o b "realidad” . Parle de esa
realidad e s b actitud que el lenguaje iin p lic a lu tiü c k o n o c im ic n io y b reflexión,
y i i serie generalizada de actitudes que n e n i a m o s c h a c ó n el tiem po un sen ­
tido del propio t a reflexión y e rd is ia n c ¡amiento* son as|w c tos íundamen*
lalcs para lograr un sentido de la ucrie d e posibles acutodc*, un paso mctacog-
rtitivo de enorm e im portancia, t i lenguaje d e la educación e s el len g u ac d e b
creación riccultura, nodel consum o de cunocinitcnioso b ik lq u iu ció n de corvo*
ctm iem os solam ente. Kn una épocaen la que nuesUorrtjM rs'Ajnfjtf cduisickmal
ha producido b alienación del proceso de educación* nada podría ser m ás |* Í c ­
tico que echar una m irada nueva, a b luz de las ideas m odernas d e b lingüísti­
ca y la füotolki del lenguaje, sobre lasu)nsccMC<vi;isde nuestro lenguaje c*co>
lar actual y sus posibles transformaciones.

11 A U « i C U l i * » , K e » % d n i n t S l t l h * . \ ¿n $ . f O x j » w r t . J * y R C U u r r ,

T t a t a j 4 * 4 5U Í ) , v u l 2 » H iU ttU lc , N } . t.r lh é u m , IV $ 5

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L a te o ría d e l d e s a rro llo c o m o c u ltu ra
CoroenzAréconloquc ahora debería p ir c c « una proposición razonable. Las
teorías d d desarrollo hum ano, una vez aceptadas en Lacultura predom inante, ya
DOÍuncwnan sim plem ente com o descripciones d e la naluraleia hum ana y su cre­
cimiento. Por su carácter, com o representaciones culturales aceptadas, dan, en
cam bio, una realidad social a los procesos que tra u n d e explicar y ,e n cierto gra­
d o , a los “hechos** q u e citan com o fundam ento. Asi com o (a teoría d e la propie­
dad es constitutiva d e tas conceptos de propiedad, usurpación y herencia. A l do­
tarlos d e una realidad soeiat. les dam os tam bién una encam ación práctica. De
manera que no hay sólo “propiedad inmueble" sino también agentes inmobilia­
rios, compartías d e erédito hipotecario e. incluso, novelas de protesta com o V7-
ñas de ira.
Las teoría* del desarrollo, p o r sus estipulaciones sobre el desarrollo hu­
mano, tam bién crean reglas e instituciones que son u n com pulsivas com o las
com ponías d e crédMo hipotecario: la delincuencia, las ausencias, “los hilos de
crecim iento", los patrones nacionales. Las elecciones para el consejo escolar lo­
cal son determ inadas por los logros d e los ra to s d e la com unidad con respecto
a las norm as nacionales d e lectura. Las normas, desde luego. dependen de la teo­
ría de la lectura com prendida implícitam ente en la cultura in stitu cio n aliu d a de
la escuela. E n un cam po au n m ás acosado cmocionalm ente, la teoría determina
lo que consideram os com o crecim iento noim al de la sexualidad de los n ita s.
Aunque som os curiosam ente insensibles con respectos un tem a tan evidente en
nuestra propia cu ltu ra, lo aceptam os cuando lo encontram os en las páginas de
Conúng o f Age Ui Someta d e M ead o d e Sexual Life o f Savages A t M iJinow sii.
T odo lo expuesto n o significa que los estudiosos del desarrollo hum ano no
som etan sus h ipótesis y sus ideas a pruebas empíricas com o suelen hacer los c ien-
tifíeos. E n cam bio, está en la na tura leza de tas cosas que. una vez que los “des­
cubrim ientos" s o n aceptados en el conocim iento im plícito qu e constituyela cul­
tura, las teorías científicas llegan a ser definidoras, piescnptivas y norm ativas de
la realidad com o las leo n as psicológicas tradicionales que reem plazan.
Alguien podrá objetar qu e un a teoría "comprobada** e s v e r d a d e r a , m ientras
que una teoría tradicional e s un com puesto d e deseos, tem ores y hábitos hum a­
n as. L a distinción e s im portante. P eto ta verdad se com picnde m ejor si se te da
el sentido d e N eU on Goodman: “lo correcto”. La verdad de la teoría d e la luz e s
''verdadera” só lo en determ inados contextos. Esa es su corrección. Del mism o
m odo, las verdades d e las teorías del desam ó lo son relativas a los coniextoscul*

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l u í a l e s a l u s q u e * c a p l i c a n . P e r o e s a r e l a t i v i d a d d o e s * c o m o e n t í s i c a , u n a c u es*
ti ó n d e c o h e r e n c i a l ó g i c a so l a m e n te . E n e ste c a t o h ay ad em ás u n a c u esti ó n d e

c o n c o r d a n c i a c < ^n t o s v a l o r e * q u e p r c d o m i f i a n e n e s a c u t i o r u . E s c * u c o n c o r d a n ­

c i a l a q u e d a a l as l e o n a s d e l d e sa r r o l l o — p r e p u e sta s i m c íal m en i c c o m o si m p l es

d esc ri p c i o n es— u i asp ec to m o ral u n a v e* q u e se h an in co rp o rad o en la c u ltu ra

g en eral.

La cultura hum ana, desde luego, es una de tas d o s maneras en que se trans­
miten las‘‘instrucciones’'so b re cóm o deben crecer los seres» humanos de una g e ­
neración a la siguiente; la otra m anera es que el genom a humano. Este tiene tan*
la plasticidad que no existe una m anera única d e realización, ninguna manera que
sea in d e p e n d ie re de las oportunidades brindadas por la cultura en la cual naco
un individuo. Recuérdese (a bon m o td c S it Pcicr Mcdatvar4 sobre la DMorJcra
y la educación: cada un a d e ellas aparta un ciento por ciento a lavar ian¿adel fe­
notipo. El hom bre no está libre n i de su genom a «i de su cultura, l a cultura h u ­
m ana sim plem ente proporciona mañeros d e desarrollo entre las m uchas que ha
cc pasibles nuestra herencia genética plástica, lisas m aneras son prescripciones
sobre el uso c a n ó filo del crccim icnto hum ano. Fn consccucncia. decir que una
teoiía del dcsarrolloes independíem e de b culiura no e s una alVm** Kjn ¡«corree-
la sino absurda.
Es inevitable, por consiguiente, que las teorías del desarrollo hum ano sean
“ciencias de lo a rtific ia r (en el sentido d e H a t e a Sim ón)* por m uy dacripú*
vas que puc<fcw ser lam inen de la ''naturaleza**. En calidad de lales, pueden e x a ­
minarse provechosam ente con el m ism o espíritu con el que un antropólogo es*
ludia, por ejem plo, tco ríasd cctn o b o tin ica oeuioincdicm a pura profundizar su
com prensión de una cultura en general, o bien pura comprendo* m a s a lo n d o la
m anera en que una cultura aborda la nutrición o la enfermedad. N o es denigran*
te para una teoría del desarrollo hum ano estudiarlo de este modo, !U econom is­
ta, pora tom ar un caso paralelo, no se ofendería seguramente si tratáramos de es*
tu d o i, por ejem plo, cóm o realidades com o la oferta monetaria, medida p o r MI
o M 2, influyen en la banca o en Ja» transacciones bursátiles, ni *e so b rv sáittfi si
decim os que am bas m ediciones so* realidades ante las cuales reaccionan la ban*
ca y las ope/ac iones d e m ercado. Es necio responder que la olería m onetaria
•‘existía0 antes d e qu e se conociesen y existiesen las m ediciones sobre ellas, tan
necio com o decir qu e la represión '‘existía" a n to d e que el psicoanálisis nos lla­
m ara la atención sobre ella.

En las próxim as páginas investigaré cóm o los txes titanes m odernos d e la


teoría del d csan o llo —Freud, Piaget y V ygotaly— pueden estar c o n c lu y e n d o
las realidades del crccim icntoen nuc&ua cu liuracn lugar de haberlas simplcmcn*

1L » mot kk N i w Med«w*r i|^fcci6 tí» u u u r t t <n«<xU T i w / é ; b A tk c t, m I»


ilc p fo rib i d c * n i p trn k íH * « > d e « n o <to te* * c b * w \ p c r v S ^ n » tutw c I* «■****<>•» ~ r * t » n k t*
w w i « fe c ttiá * * * q u e k ó e x m J U t » en 1» c u t« n < u > 4 d w h i w d e I tU o iw d e f w ¿ u n o .

* l i c r t e n S i t n t * . T A » A n f ic h U , C « « t> o d * e , M t . [ \ I 4* * * . > W

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le descm o. Y o tam bién debo tener acceso a "inform antes" d e la cultura, com o
un antropólogo en un estudio d e campo. Eso m e p e rm itirá hacer antropología
adecuadam ente: representar las creencias populares y relacionarlas co n el cor-
pus d e cada teoría, siguiendo las transform aciones que se han producido. N o k>
haré. E n cam bio, actuaré con el esp ín ta m ás intuitivo d e un historiador intelec­
tual c , incluso, con una evidente defWtcncia. Porque estoy cscribiendoanticipin-
dom e a ta historia. Al final, m iraré hacia atrás lo m ejor qu e pueda y trataré de es­
tim ar cóm o pueden verse los tres titanes en el fu tu ra
C om enzaré, a m anera de ilustración, co n breves relatos sobre la manera en
qu e las dos teorías m ás viejas d e la m ente m odificaron el sentido com ún sobre
la naturaleza y ta "realidad* de la m ente. Dos distinguidos hisfiorudoresapor­
taron m aterial: C rane Brinton, cuya Anatom y o f R cvoluticn' incluía una
evalu actin d e ta influencia cultural ¿ J o h n Locke, M ontcsquicu, y V oltaireen
la R evolución Norteam encafia, y J. B Bury, en cuya obra clásica. The td ta o f
Progress? se investiga históricam ente la repercusión d e una idea acerca d e los
usos d e la m ente.
B rinton observa que el poder de Locke en el Nuevo M undo fue elevar a ta
n a tu r a le s a l a función d e árbitro suprem o en k * asunto* hum anos: elevarla has­
ta el punto de que invocarla era algo ruiurul p ara tos intcloetuales, los folletis­
tas y co n d tiem po, h gem e común.
El atracu v u d cL o ck c residía en que planteaba im plícitam ente qu e el hombre
d e la calle podía aprender direc lamente de la naturaleza, d e su propia experiencia
con ella» sin la intervención d e una autoridad superior. D e un golpe, los Derechos
Divinos y ta R evelación Divina se elim inaban casi sin decir una palabra, excep­
to qu e am b o s se oponen a ta naturale/a Al sostener que e n la m ente no hay na­
d a salvo lo que penetra por los sentidos. Locke crcó una base de sentido común
para un a dem ocracia del pensam iento y la experiencia. Y si bien Boston (sobre
todo Harvard) no s e entregó buenam ente a la sedición contra lacorocia o a lo s lo*
Helos d e Sam A daros, estaba dispuesta a aceptar que el Nuevo M undo era un
m undo diferente (nuevam ente b naturaleza) y que los nuevos ''norteam erica­
nos" lo com prendían de una m anera en la qu e no podían hacerlo los qu e se e n ­
contraban a distancia. El empirismo* la afirmación de que la naturaleza puede ser
conocida por e l hom bre com ún, fue una prem isa poderosa, aunque implícita, de
la revolución norteamericana.
C on toda seguridad, L ocke no inventó el em pirism o: había florecido antes
de él en H obbcs y creció después en tos escritos del obispo Bcrkcley y d e David
Hume. O bsérvese qu e los cu atro vivietun en un periodo d e m ercantilism o ero*
cierne en el qu e los com erciantes prósperos trataban de estar en un pie de igual­
dad co n el rey y ta Iglesia o. por lo m enos, de liberarse d e la explotación. N o es

* C nne B rinun, 7V c (K t K t c v t Y oA , Y i au ¿c Etauk t. 195?. t * ó t i c ?*


nvtpoftdc • b pég. <7.

* S Ü . H t r y . T h t f J t ú c f f r e f r t i s A * t iq m r y M e i u O n g in a m t C 'e w r t .S tf C v i Yortc. M *c-


Mdlm, 19)2

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cuestión simple mente de que los ntósoíos de b m ente se ha£an eco o no <kl e s­
píritu de la ¿poca. En cam bio. se trata de que b época csuK i madura para con­
vertir b s premisos d e la fílovoíij técnica en modelos de cultura pitpular.
Locke tuvo una"repercusión*" c u ltú ra lo ) logrando y en k> pequciW H om ­
bros reflexivos com o Jcffcrson ponderaron las cunsccuctk lasd e su doctrina al
pensaren b conform ación dol F.su d o . 1.a Declaración de Derecho* de b C o n v
«(ucióff, form ulada e n Friadclfta un siglo después de L ó ele. fue Ja encam ación
de sus nicas técnicas t/uJucidas a térm inos iiiMitucionales. Y en lo pequefto. b
C aria de la Escuela de lo< Amigo* <k Germ aniown en esa precisa ciw ikl fue b
encam ación de c sfe tn astim ideas filtr a d a por b mente pragm iticatlc Henjamin
Franklm.* Los. al umno* habían de ser sensibilizados a las riquezas de la ex peten*
cía, antes qu e crear una dem ocracia del conocim iento
La idea d e progreso no tiene un linaje comparable, aunque Bury le o*irga
a Francas Bacon t í privilegio d e su paternidad. B ury *e su ongen corno una li-
b e ra o ó n de antiguas concepciones del D esuno, arraigados concepciones orig i*
nadas en el m ito g n c g o c U sk o d e b declinación del hom bredesde la Filad de O ro
de Dioses hasta la Edad del Bronce. fcl desuno estaba sellado: el esfuerzo hu*
m ano podía dem orarlo pero no podía evitarlo. El cristianism o, después, \ m m e ­
tió poco m ás sobre b n e n a para d esfuerzo hum ano adecuado, sóJo ki entrada
al reino d e Dios. En realidad, el esfuerzo práctico no< ponía ante el peligro, en
b teología c m lu ria , d e no pasar p o r eJ ojo de una a^uja.
Bury considera que A'ovum Organum d e Bacon e s un hito. F.l hom bre, se­
gún b p crspccuvadc Bacon, podía con su esfuerzo penetrar en las verdades de
b naturaleza y actuar sobre ellas en beneficio propio. Al h acerla podía asegu­
rar b continuidad del progreso, casi inevitablemente. E l progreso dependía del
ejercicio de b mente
Y así Jonalhan üdward* (nos cuenta P cny Millcr>* p o d ú predicar a sus p a­
rroquianos d e b frontera en Norlham pton, MaisachussclLs, m enos d e un siglo
después. tras leer en Ife aeU s recién recibidas de b Sociedad Real sobre b de*
mostración d e Ncwton de que ta luz blanca estaba com puesta por una com bina­
ción espectral, que e I hom bre había dcsc ubierto otro de los secretos de Dios y po­
día aspirar a lene* nuevos éxitos, pora gloria de Dios y del hom bre. Nuevam en­
te. repercusión en lo grande y en ¿o pequeño. La Sociedad Real y el Instituto de
Tecnología d e M assachusseitt, a tres siglos d e distancia uno de otro, se tusaron
am bos en b idea del progreso. Y» casi cuatro sigl<& m ás tarde, un distinguido
egresado del InsUtuio, intimo am igo m ío. m e confesó mientra* alm orzábanlos
juntos e n el jardín d e u n p u b irtandésdel siglo XVII, que e se día era jel décim o
aniversario d e $u pérdida de b fe en la idea del progreso! Bs un hombre que co ­
nozco bieo y respeto mucho. I x conocí tam o en la década anterior a su conícs a-
da pérdida de b fe, com o en b década posterior. Puedo decir que (por lo menos

1Bc^anu» PiwkliA,*1Si f Hirttf GcfvuMown l o o J t SUmmT.o Rohcrt tbchlnvnix),


TV «# Y tú tg c f W & ie m f r e m («Vmi ¿fe*A turaa, « i o l .
bn4fe, . lUrvwd Urwvmiiy Pw i i . 1954.
• f c u y M Ü c f. H r té tk i u u * iA* W t í k m e u . C m f c r id f c . M « i s . t'navei««y T r ttt,

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dpsd f afuera) su perdida no ha af ee l ado ni la dirección d e su vida ¡ntclcciual ni
la muñera e n que conducía el equipo de ¡nvesugación del cual era jefe. T al vez
cuando una cultura ya ha sido captada por una idea d e la m ente, sus usas y sus
consecuencias, e s im posible despojarse d e b idea d e progreso, aunque hayamos
perdido la fe en ella.
El efeetu d e las ideas acerca d e b m ente no e s causado por lo que tengan de
verdadero sino, al parecer, por el poder qu e ejercen corno posibilidades encar­
nadas en Us prácticas de una cultura. ¿Podem os despojarnos del concepto d e de-
liiocuandohay tribunales, policíay prisiones? Y .q u i/ás.e n lam ente d é lo s hom ­
bres tam bién, cuando la posibilidad es ampliam ente aceptada se traduce en n e­
cesidad. Si hay un consenso lias tome am plio d e qu e e s posible que el hombre
aprenda de b experiencia, organizam os nuestra conducta y nuestras institucio­
nes de un m odo que resulte n e c e s a r i o que di aprenda d e la experiencia. O rgani­
zam os tests para descubrir si él tiene, lo "cu/am os" cuando no tiene y distribui­
mos las siguientes oportunidades en consecuencia. N o es u n largoel cam ino e n ­
tre los Amigos d e G crm antow n y el Test d e A provecham iento Escolar. Ni c n u c
el N ovum Organum y la m entocracia.

* • »

A hora nuestros tros titanes: Frcud, VygoLsky y Piaget. M encionaré breve­


m ente lo q u e, a m iju ic io .c s lo m ás importante d e cada teoría o. m ejor, la influen­
cia que pienso que tendrá cada una de ellas en las concepciones razonables del
crecim iento hum ano, cóm o define cada una b realidad cultural viable.
La idea d e Frcud.’ com o el dram a cultural, se refiere principalm ente al pa­
sado y a los m edios con los cuales el hom bre se libera de las trabas d e su propia
historia. Aunque Frcud d csd cM ese rol. se encontraba en la tradición de la gran
reform a. Sus m etáforas —com puestas en el lenguaje d e b hidráulica, b eto o o -
m ía y el m oralism o racional— estaban impregnadas de la im aginería d e la refor­
m a: el hom bre, co n la ayud3 del psicoanálisis, reformándose a Sí nusmo. "D on­
d e estaba el ello, ahora habrá un yo”. Sus explicaciones de la anatom ía d e lo irra­
cional estaban enm arcadas en el lenguaje de deshacerlo. El m odelo hidráulico de
los instim osque hacen prestfn para libcrarsc.elm odelo económ ico d e bform a*
ción d e los síntom as en el cual b neurosis e s una transacción realizada entre las
e x ig e n e b s o puestas d e im pulsos en conflicto, e incluso b idea d e qu e la situa­
ción psicoanálitica brinda un m icrocosm os (la neurosis de transferencia) en el
cual la neurosis m ás im portante podría investigarse a cubierto: todo eso estaba
destinado a exponer y deshacer el destino en el cual nuestra propia h isto rb nos
h a colocado. E n realidad, la idea m ism a de la neurosis d e transferencia perm i­
tía que el pasado se proyectase en el prcsente.de m odo que pudiese ser com pren-

1 V í m m u u I i i í i w p t t n l i » » ! » p e n p i c u A l k n m j « y r i «n»j i »w i »odeF r* ud«* i P»uJ R i ­


c e n * . F r t u d « v f t h t o s o p k j A * E u a y <m I f u t r p r ei o t t o n . N c v I t ov w v Y i k U m v c n i i y P r o * .
1970, v í a n t e tam b ién , <n e l m u tu o o p í n t u iM o p rc ia U v o , loa d e R tc e c iu y e v o » « • P íu J
R ab n o w y W i l l u i n S eU r > « n (c o f l i p » .),f o M r i r « i i > « $M M f f t « at t : A / t M d í r . B ci f cdey . U h i v « n i i y
« f C t l i f o n m Pr tM , 1979. l o u i i B r c j er , « o m u n t u c i d n p en o t u l

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dnlo y exorcizado m ediante la “elaboración” Si bien a veces era un reform ador
som brío, com o en su libro de la postguerra. Fuiurc o f an ¡Ilusión* en d qu e d a
una nueva función al insum o d e m uerte y a la compulsión a la re petición, siguió
siendo tg\ crcycntc en la capacidad del hombre para lograr la libertad d e su p a ­
sado m ediante la razón informada psicoaruliiicam cntc. C om o dice Louis Bcr-
g cr.era “esencialm ente m asculino.com prom etido con la objetividad y la razón".
A pesar d e toda la resistencia a Frcud y sus doctrinas —en especial, a la idea
d e la sexualidad infantil y a lo q u e se consideraba su “roduccionism o sexual"—
los teóricos d e la literatura lo recibieron entonces y lo siguen recibiendo altora
com o un liberador. Su influencia en la n ó tela, el drama c incluso la escritura d e
la historia ha excedido co n creces el efecto que ejerce en las ciencias hum anas.
Pues m ientras qu e las ciencias tam a ñ as han recurrido cada vez m ás a una inter­
pretación estructural sociopoliiica del destino del hom bre, en la cual, pur ejem ­
plo. el capitalism o y n o d inconsciente e s e l/* /u a or¡xo del sufrim iento psíqui­
co, el teórico d e la literatura encuentra e n Frcud el nuevo m odelo d e la u a g e d u
hum ana, incluso las fuentes de su hum or. El héroe no e s tanto el que triunfa en
la lucha contra las fu cr/as oscura*creadas por su histuria sino el que e s conscien­
te. El héroe es un “epítom e ep istó m taT quien, si no triunfa co los burdos recin­
to s de la acción, triunfa por lo m enos en la realidad psíquica. Comprende.
Agradezco a Richard R o u y por una idea sobre la form ulación que hace
Frcud de lo irracional com o encarnado en el el lo, que a ir o p lu ¿ sobre el (¿m aque
estoy tratando.’ L o irracional, antes de Frcud. había sido descrito com o un b ru ­
to ciego. enardecido y estúpido. Frcud fue el prim ero en darle el rol (com o M il­
lón a Satán en el Paraíso P tr á iib . y C S. Lcw is en The Screwtape L c tu n ) de
un oponente inteligente y co n principios. L o irracional e s un creador de inteligen­
cia , un artífice de los tapm s lutRuae, un duro negociador en las transacciones de
la defensa del yo. Sin lugar a dudas, el yo debe aprender a controlar las em bes­
tidas d d cabal lo del d i o (para usar una de las m etáforas d e Frcud), pero es m e­
jo r que sea un jinete inteligente si quiere lograrlo, n o sólo porque el caballo cor-
covca con fuerza, sino adem ás porque está Ucno de astucia.
De m odo que el psiquiatra es a la vez amigo y cam po d e batalla tutelar p a­
ra d hom bre d e la u il le. am igo en sen u d o d e defensor, y un ^sim ulacro d e c a m ­
po d e batalla" en el qu e c*ia ve¿ pueden representarse con éxito las viejas güe­
ñ a s. Esta imagen se h a arraigado u n to en la teoría psicoanaJíóca y en la im agi­
nación literaria que existe un a resistencia activísima a cualquier reform ulación
que reduzca la función del pasado y dism inuya la importancia de la lucha co n ¿1.
Las propuc6uiscontcmpor¿>cas> por ejem plo, qu e ¿n iu n a abandonar la “prem i •
sa arqueológica” d e Frcud — la importancia de encontrar los traum as pasados
y extirparlos d e ra í¿ — son recibidas con hosulidad. N o basta que uno cree una
narración rica y generativa d e la propia vida sin ubicar cu án d o , d ó nde y cóm o
se produjeron los traum as, aun cuando só lo se los hubiese im aginado en esc
m om ento.

1 J-rojd, 'f h t F ui**? * * H tv n e n , N u c v t Y o ik . N o rto n . 1975

* K k l u r d R o rty . R © « ú a " G jftT ticn ci» & .h « ttU < r . U fu v c r« 4 * J d e N u c v i Y o rk ,


i n v i n o 4c 19S4.

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Si Frcud fueel arquitecto de un nuev o c importante edificio del pasado y un
formulador d e ic c c u s pora alterar su efecto, la teoría de Piaget defiende b au­
tosuficiencia de! presente para explicarse a sí m ism o.1* La explicación del pen­
samiento de los tu fo s puede encontrarse en la lógica intrínsccadcdetenninadK
etapas del desarrollo, no en la historia pasada d d niAo. Las operaciones mcnia-
les están regidas p o r una lógica vigente en el presente, y com o la lógica cambia
de una e ta p a a o tra d e l dcsarrolio.no d aelco n tro l pasado del presente sinoelcon.
trol presente del posado. Las viejas maneras de pensar están contenidas comoca-
sos especiales en nuevas m aneras d e pensar. Todo lo que succdc por m edio de
la "historia" e s alimento (literalm ente pábulo) para el crecim iento d d pensa­
m iento. El pensam iento digiere este alim ento d e un modo com patible c o n su ló­
gica interna presente.
N o hay ni reform a ni liberación en el precepto piagetiano. y sería absurdo
imaginar un m ovím icntode protesta e n c o m ia de. por ejem plo, la influencia de
las operaciones concretas. C on el alim ento adecuado para una determ inada eta­
pa ¿stese convertirá en laetapa siguiente. ¿Debe enojarse la crisálida porque to­
davía no es mariposa?
S i para Frcud U clave residía en la lucha informada contra el pasado, para
Piagct residía en la alim entación adecuada del presente. Paraóstc, el dram a era
la « in v en ció n del m undoque haceel niAo. proccsoconsuintc y recurrente logra­
do m edíam e la acción sobre el m undo en el presente que, con el tiem po, trans­
form aba U lógica anterior d eln illo en una nueva structure<fense*il>U lógica que
(com o se observó) incluía la vieja com o caso especial. Frcud tom aba sus m etá­
foras sobre el conflicto histórico d d draina. I* literatura y el mito. Piaget recu­
rrió al lógico y o l epistcm ólogo para explicar cóm o se forman las estructuras ló­
gicas y luego se transform an.
Para P tag et.el crecim iento succdia naturalmente. Prcgunu» cóm o podemos
acelerarlo era form ular "La queuion a m ttk u M * . E ldram a consistía en o u m a r
sucpecim icntonatural.no en com parar su situación presente con loque seria más
tarde o lo q u e podría llegar a ser co n alguna organización cu rrk u lar especial. Es
c s u respetuosa explicación de la autosuficiencia y dignidad de la m ente d e l ni-
flo en función de su propia lógica que ahora e¿li logrando entrar en las formas
canónicas d e la cultura. Ha com entado a tener un profundo efecto en la educa­
ción razonable. El lema de Piagct, “A prenderes inventar”, puede todavía m odi­
ficar la idea d e que ensenar e s sim plem ente transmitir. U au* un vacio.
C on respecto a V ygotsky.es poco lo q u e necesitam os exam inar m is allá de
lo q u e quedó d ic to en el C apitulo V.” Para ¿I. la m en icn o crece ni naturalmen­
te ni sin ayuda. N o está determ inada ni por la historia ni por las lim itaciones ló­
gicas de sus operaciones presentes. La inteligencia, según este autor, e s la agu­
deza para usar lo s conocim ientos y procedimientos transm itidos cultural mente
com o prótesis d e la m ente. Pero gran parte depende d e ladispcrúbilicbd y la dis-

N La r* tjO f teiecciÓ Q d e U e n c m e o c u r r í J e w crK acw ra e n ¡U m » rd C r u t e r j J o :


q u e i Vo«ecí*e ( c e m p t. X T Se í u i x i u J N i w 'i Y <xi, B»mc lioofct. 1977. V é » sc u n « * ce l« n -
ic p *m an m * ó c m o b r» « * m B o d » , féOA K u m Y o r t. V átflg* 197^.

11 S d tx z V y ^ u t l y . v tm y c I » i w m 4 d C tp ito io V.

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tribución d e esos m eta n iy n c s de prótesis dentro de una cultura. Vygotsky e* un
teórico del crccim iento cuyas ideas podrían servir a b ideología d e la libe ración
m ucho m ás que el romanticism o d e un Paulo Frcire'*o un Ivan lililí h.11A la * e/,
la suya e s una perspectiva de la alimentación de la menic qu e se adccua mejor,
por ejem plo, al sistem a tutonai de O xford o a ios método* de discusión de baca*
dem ia de ¿lúe que a la escuela com ún ordinaria. ya sea en Nottcan*5rica,Cuba
o Rusia, Les da tom en ¿do a las ideologías d e la liberación por su concenuación
en ta im portancia que tiene un sistem a de apoyo social pura conducir al cuAo a
Uavds d e la fam osa ¿una de desarrollo peó* uno. Pero en realidad describe el m í-
ludo de la tuioria bien concebida o del pcqucAo grupo de discusión.
Stcphen Toulm in describió a Vygotsky com o el M o/aii d e b psicología,14
lo cual sin duda capta su genio, su pru^g¿fts¿dadicm pi**iaysum uertc.A diíercn-
c ía d e M o/arL no fue muy p r e c ia d o en su ¿poca, U m p ao , si alguna v e / llega a
existir una ¿poca en ta que dejem os d e pensar que el crecim iento d e la mente es
un viaje solitario de cada uno por su cuenta, una ¿poca e n la cual la cultura (en
el viejo sen tido peyorativo d e *'al la culiu/a*'> n o se valore sólo por sus tesoros sino
por su conjunio de procedim ientos para acceder a un estrato supenor* entonces
V ) gotsky será redescubicrto. 1-u ironfci. de sde I uego, remide en qu e su im puhoad-
m u id o era m arxtsia. Sus ideas están nuevamente a ) crisis en b Unión SuvkSu*
ea: nunca han tenido muchos seguidores en ninguna parte, aunque coim cn/an a
aum entar a m edida que se traducen sus obras. N o c* por cierto M n¿arten tuque
se refiere a (os oyentes. E se n re a litb d un Agigante dorm ido"; ca lv e¿ com o lo fue
C arnot en la term odinámica, que no fue «lim itado hasta que llegó el momento
oportuno y luego se eunviruó e n un “padre fundador*'.

La “postura cultural’*d e una teoría del desarrollo se refleja a veces en el lu­


gar qu e le asigna al lenguaje en el proceso de crecim iento. Por postura cultural
quiero decir sólo la m anera en la cual la teoría relaciona al individuo en creci­
m iento con la cultura en general, puesto i|ue el lenguaje es la tnoncdi en la cual
se lleva a cabo eca relación. P o d rá hacerse probablemente la m ienta afirm ación
sobre e) k»gar ó c la educación e n v m teoría del desarrollo (tem a al que me rcíc-
t í al p a sare n el capitulo anterior). La función d el lenguaje, sin embaído* e s e s­
pecialm ente interesante puesto qu e implica una nica ta m b a n sobre el ambien-
te sim bólico y cóm o se supone que actuamos en ¿I. Pura c itar sólo cumo ejem ­
plo, bien puede haber sido el reconocim iento de Pavlov de que una toorú del co n ­
dicionam iento basada en la sustitución de estímulo* no podía <*í [k i ¿i c \ efecto
d e la revolución ideológica, to q u e fo itevda fo rm u b re ! Segundo .Sistema d e Se*
fa lc s (exam inado en el capítulo Y). Aunque se m antuvo apunado de la ideulo-

* P u jo F ra rt, F < f t k t O p p n tu á * N u c v i Yorts. C i* il» u u m . I T O

'M tw i UIk K. O f ^ h o c t a j Sccufy, S « c v j Y oA . lU rpc* y Kow, W71.

M S u p fccn T o w W . " I h * SU * * A <4 P » > v h u «* N t w York i. 2 S J e k j * .


<k 19T I .

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
gía » v ¡ ¿ ik a , evidentem ente no podía p cnnaixxcr com pletam ente al m argen de
la revolución qu e se estaba produciendo a .su alrededor. N o existen pruebas de
que el Segundo S istem ado Seflalcs fuese una reacción servil por p a n e de Pav*
lov; en realidad, tas autoridades soviéticas lo cortejaban por ser un distinguido
Premio Nobel que se alegraban de tener. A hora bien, viendo k>s cam bios desen­
cadenados por la doctrina idcológica(asícüm o lam bón por las fuer/as «vmadas).
debe haber sentido la limitación d e susprim ero* ideas. Sin duda, se trata de una
conjetura» pero m e lleva a exam inar nuevam ente a nucMros tres titanes en un e s­
píritu similar.
Ya sabem os que Vygotsky adoptó com o una de sus m elilo tas centrales el
concepto d e d o s oornenies de desarrollo que fluían juntas: una coriiente de pen­
sam iento y una có m em e de lenguaje. El lenguaje interior era para ¿I un proee-
s> regulador que. según las palabras fam osas d e Dcwey» proporcionaba un m e­
dio para clasificar nuestros pensam ientos acerca del mundo. Y de un m odo un
lanío dcw eycsco.él tambión vio al lenguaje com o la encarnación de la historia
cultural. N o era d e sorprender entonces que el lenguaje pudiese brindar el acce­
so a un “estrato superior”, u n to culturalm ente com o en lá m in o s conceptuales
abstractos. Y, dc&te luego, el “ viaje a tia v ís d e la Zona" m ediante el proceso de
instrucción sólo lo hacia posible el lenguaje.
Em pero, t i lenguaje cum plía una función m ucho m is progresista en
Vygotsky que la de ser sim plem ente un medio pura transmitir la historia cultu­
ral. Estaba fam iliarizado con la tradición 1iterar ¡o*lingüistica rusa, com o obser­
vó en el C apítulo V , de*de Baudouin dcC ourtenay hasta Jakobson y B akhün,1*
en lacual la gcncroiividad del lenguaje desempeñaba una función central no só-
lo en el seniido contem poráneo d e esc tórm ino sino tam b a n en el sentido de ser
un Mproduetor de conciencia”. Nada m ejor que el título de su lib io fundamental
Thought af*dLatifiua$c (El pensam iento y el lenguaje) [u ra poner d e m anifies­
to sus mtereses. ScgúA Vygotsky, el lenguaje era un agente pora m odificarlasía-
eultades del pensam iento, para dar al pensam iento n u c io s m edios para explicar
el inundo. A su ve¿» el lenguaje se convertía en el depositario d e los nuevos pen­
sam ientos un a vez logrados.
Frcud, desde luego, formuló una leoría que dio una nueva base a la idea de
la “cura por la conversación* Para ¿ lt el lenguaje era un cam po d e batalla en el
cual los ím pubos en lucha peleaban por sus derechos. S i Frcud fuese recordado
sólo por su a u d a¿ interpretación de ÍQ shpsuslinguae, igual habría entrado en la
historia com o un gran innovador. Pero, curiosam ente, prestó poca atención al
lenguaje e n sí: a sus facultades generativas, sus facultades de control, sufunción
de depositario d e la fusiona cultural. Fiel a su convicción arqueológica d e la im ­
portancia de descubrir y exponer los restos de lo prim ero y arcaico d e la psique*
d ir igió su atención a lo m etafórico, convencido de que éste era el m o d o en el cual
hablaban los sueAos y el inconsciente. La "instrucción” que rcc ibe el pacienie al
co m en tar su análisis es “decir cualquier cosa que se le ocurra** porque, al hace'*

u H iuJm jm ifc C ouncrtay «r* u* h ^ ro c o p L x u l n u J a l 06100. H a c JH u b w jn , S u


* * 4*
o * 5<amh4 a * J cw i p ró lo jv Je C im a e U r i . $ U N i i , C n a ín J e e , M • « . . M I T.
P ietf. 1971.

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
lo, el pasado reprim ido y c o n flri uado en c o n trad su expresión. Los sucAm u ro -
bién eran considerados un lenguaje.<1cual. J e leerse correelam ente,revelábalos
conflictos oculto* de) paciente. De modo que el in icrts de Frcud por el Icugua-
je, a pesur J e su propia sensibilidad com o escritor y lector dotado, se cenuaha
piinc ¡pálmente en su p o d ír para expresar lo arcaico y lorcpriim do.¿llabríd ap eo
bado la **se m ioti/ación* del psicoanálisis <te Lacan? Probablc-mcaie no.,é Gs una
lástim a que la intimidad del círculo de Frcud, u n evidente en la biografía de Lr-
nest Jones, m antuviese a Frcud tan ais lado d e los debutes filosóficos de su Vie­
rta. f t x Jo menos habría tenido a n u g coi s u s con quienes ag u /u f su imcl»¿:c<vja.
P u eden esos aflos el Circulo d e Vicna excluía d e la filosofía todo* los enuncia*
d o s nu sujetos a una verificabilidad em pírica o analítica: eran tontería», aunque
com o observara o x i pesar John A u ^iin /’ conuiuiycran las u c s cuartas partes d e
lo q u e decían los seres hum anos com unes. Frcud, ócmJc luego, sostenía que esas
to n te ría eran las que nos hablaban de las intenciones hum anas y d e U condición
humana. Incluso podría haber llegado a saber m is d e un ex v ien te, luego trasla­
dado a Cam bridge: LtxJwig W iiigcnstcm . Este, sin diferenciáis* de Frcud, veía
al filAsoto com o d que 'ayudaba a la mosca a <u!ír d e la bolcIJa* Concebía el
lenguaje com o la “expresión de juegos d e lenguaje”, los cuales a su v e / expre»
sahan'T orm as de vida**, c ada una de lascuales había d e c<vn prenderse en sus p ro ­
pios uirminos. Frcud tambión. creo , veía al lenguaje, ya fuese el hablado por los
pacientes en el diván o por el hom bre d e la calle, com o la expresión de u ru vi*
d a interior que se había cM abili/adocom o una neurosis o un carácter. No es ex •
u ^o ,p orcon& igui< ttic,quc la conversación fuese p ^ j í J un medio parafortmi*
lar el diagnóstico y, a la v e /, Ifc v a ra c a b o la c u ra .
Pura P u g c í, e) lenguaje r e fltja e l pcnsam icnio y no lo deicrm m acft ningún
senudo. Que la lógica m iom a de! pensamiento se exprese en el lenguaje no tie ­
n e efecto en la lógica m ism a. L a lógica de las operaciones concretas o de oj)e-
raciones form ales posteriores e s lo que mantiene al pensam iento en sus carriles,
y estos dos sistem as lógicos son ¿ iru c iu rtsJ tnsem bie en si, no son afectados por
el lenguaje en el cual se expresan. En el libio d e Piagei e Inhelder sobre la lógi­
ca deJ adolescente.1* observan que las culturas uniiguas pueden no haher tenido
o p ta c io n e s formales. Pero c&ta observación es hecha más en el espíntu d e una*
i u ^ c i progreso científico (que P ugcr consideraba com parable al transrur* >J e t
crccim ieniodel nirto) quccunio apreciación d e la funcióncapociladoraque tiene
el sistema su n b ó lico d c una cultura. Si uno ya tenia operaciones formales — la
capacidad de actuar directam ente sobre tos sím bolos en lugar de actuar sobre las

* \ a biMit*nfT*h¡«>$rffi«.»y ¿iMicau4*ct"reuJc>,<k*4e Sjc*o.v4*imai, U>mcr * «*oe m


puede K*c« ei dtrun» nwema 4c lit muy v*n*4é» <*icrprci*tio««*«lf <*íre
e>A n pnm er A r n M i i r i <fK < » p u U ai » « r u 4éJ pudrí* uK f cj i r a R i d f K i d í (f « « k l T he M * nJ
c f ü * M c f t i v t t U . t d ., O t e a d o , L 'o r w i t í y W C l * < ^ o fo * J< I9?9 í !<**•. 7.W l * í f
Wc+k c f S tg /m + tF r tiU . N u ev a Y«*k, U a iu B w k » , M \ y f r u í S u i« » » y
th4 ^4yvAJi\4 ¿*¿«*1 S u e v a Yode. Bjuc ftooil. 1979.
11 J o h n A u iiia , M+w !ó 0 * T h i ^ t O A to ri, O í to rd U n iv c n u y fVc**, }®62

* Rwfcc) U t * U * f y Jem
« * ¿ e . N ueva Y o * . 8 j » k Dou4». W S t

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casas d d m undoa las que ellos se refieren— entonces y só lo entonces los coix>-
cim ientos acum ulados de una cultura eran accesible*. Pero adem ás, los corxx j.
m iem os acum ulados y el sistem a de D otaci ón en el cual estaban expresados ik »
afeetaban d carácter d e los procesos d e pensam iento de aquellos qu e los usaren.
Eran inherentes, nutridos hasta alcanzar su p r o p i a íorm a d e m adurez por el ali­
mento d e la experiencia ganada en la acción, no en la conversación.
C ada idea, por consiguiente, m anifiesta una actitud cultural. La d e Freud ex­
presa su “Liberalismo” m ediante la estrategia d e burlar el lenguaje convencional
co a la asociación 'libre**. L a d e Piaget expresa su fe en la lógica inherente del
pensam iento y subordina al lenguaje a ella. L a de Vygotsky le da al lenguaje un
pasado cultural y u n presente generativo a la vc¿, y k asigna la (unción d e no­
driza y tutor del pensam iento. Freud encara al presente desde el pasado: el cre­
cim iento se logra m ediante la liberación. Piagct respeta la integridad inviolada
del presente: el crecim iento e s el alim ento de la lógica intrínseca. Y Vygotsky
tran sfo rm ad p a sa d o c u ltu ra lc a d presente generativo por el cual avanzam os ha­
cia el futuro: crecer e s av an /ar.

Es un m ilagro que hayam os tenido tres titanes com o los m encionados en una
generación y, afortunadam ente, lucron diferentes. Si los tres lograsen recrear la
cultura* ésta será m ás n c a por su diversidad, por muy discordante que llegue a
ser la diversidad.
N o o b $ ian tc,ap esard e su grande/a, cad a uno de nuestros titanes ha sadoob*
jeto d e renovados ataques; los tres están expuestos a nuevas críticas en la pers­
pectiva d e la nueva cultura qu e ayudaron a crear. N o puede decirse d e ninguno
qu e se h ay a “establéenlo’*dentro de lacuHura. En realidad, los ataques comcrn*
p o tin c a s contra los u cs titanes podrían interpretarse incluso com o una scftal de
su vigor» aunque se trata ahora del vigor d d p u a d o y no del futuro. Pues sin du­
d a h a de darse e l ca*o d e que los verdaderos innovadores triunfen no só lo recons­
tituyendo la cultura co n su aporte fundam ental, sino también im poniendo una
form a a las críticas qu e con el tiem po losdesalojan. En palabras de N ck o n Good­
m an, una vez qu e adoptam os sus innovaciones com o elem entos dados y poste­
riorm ente las superam os, lo que queda detrás ya no son e ¡los sino sus efectos ~en
las entrañas d e lo viviente". C reo que ya podem os ver este proceso “digestivo*
e n funcionam iento, y me gustaría term inar este ensayo con un diagnó&ticocspe-
culativo sobre los resultados que tendrá eo el futuro la influencia d e Freud. de
Vygotsky y d e Piagct.
Tom em os prim ero a Frcud. E s visto ya por algunos crítico* com o una víc-
u m ad e l h isto ricism o q u eco n ferm ó su imaginación. C om o en la explicación de
los personaje* d e la litcratu rad e Amélie Rorty (véase e l C apítulo II), su m undo
e s ti habitado pe t figuras: “su s roles y rasgos tienen origen en el lugar que ocu ­
paban en un a antigua narración"; las narraciones de la familia y tosconflicios que
crea para e l niAo. D onald Spcnce —cu y o libro lle v a d revelador titulo Narrad*
ve Truih a nd //¿ ¿ re n c a / Trtuh (L a verdad narrativa y la verdad histórica)— ata*
ca a Frcud por su "prem isa arqueológica**: que la terapia se lleva a cabo median-

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le el descubrim iento de loe; traum as de nuestro pasado. Spence sostiene .e n cam*
bio, qu e lo que im pon* e s qu e la terapia perm ite la reconstrucción de una vida
en la form a de una narración del conjunto, y que una reconstrucción arqueoló­
gica detallada no e s en sí mi sma el asunto decisivo. De otra pane proviene la cri­
tica d e qu e a las figuras d e Freud (tam bién en el sentido d e R ony) tes falta per­
sonalidad. Las revisiones de Hans Kohut** exigen un lugar p a n considerar có­
m o te d e sarro llad séíf, n o sim plem ente cóm o las figuras en la trama familiar se
las ingenian para constituir sus defensas d d yo. Y en un estilo parecido» Roy
Schifcr, tratando d e rtform ular el len g iajc del psicoanálisis, fcs pide a los p a­
cientes que usen un lenguaje d e acción que incluya un concepto d e responsabi­
lidad por la m anera en qu e uno actúa: nuevamente, en palabras de R ony. un m o­
vim iento hacia la "personal id ad V 0 Y en un stg a ¿ cn siy o , Henry Zukicr* se
queja de que no hay un concepto d d desarrollo en Freud salvo b com pulsión a
la repetición. En consecuencia, surgen figuras determ inadas por la rtam iiv a. no
individuos.
Todo lo expuesto no dism inuye a Frcud ni subestim a su enorm e influencia.
En cam bio, las criticas se refieren a prcocupac iones coniem poriftcas que p o d ran
no exisur si no fuese por la sensibilidad que las form ulaciones originales de
Freud perm itieron aflorar. La versión d e Frcud sobre el conflicto del hom bre era
una “versión correcta" de un m undo p ra ib k en su ¿poca y en su ambiente. Una
gran p an e d e la nueva sensibilidad dependía para su crecim iento de ta destruc­
ción de form as de re licencia anici**es; nu sólo sobre la sexualidad. sino también
sobre la subjetividad en general. Fue esa sensibilidad b que permitió crear no só­
lo escritores —k * io y c e i Cides, Hcckctb», Lawrences, B e lb w s— sino tam ban
lectores cu y i» textos virtuales podían ser conform ados por las n o v d as qu e leían.
Al final, fue e&ta nueva sensibilidad lo q u e rechazó la clásica imagen freudiana.
Tom em os ahora a h a ^ c c N o es injusto ik c irq u e cae eo n d estru ciu ralism o .
a pesar de la poderosa influencia que sus ideas estnicuiralisias han tenido en
nuestra concepción d e La m ente tlcl niAo y, en realidad, d e lam en te en genera).
Em pero, nuevam ente, el csuuciufalism u produjo la sensibilidad que (o destru­
yó. En lingüística, donde nació. Uivo un efecto ilum inador sorprendente, contó
en la insistencia de Saufeure* en la interdependencia sem iótica d e todos lósele*

* ! l v n K o h u t.7)* R i n o r o i u * S * tf . N uev » V oA . i M ccrudcm J U o m n i ú c s P í em 1977

* V * k la pouniM K K M M r* ue» c rtik o » •U nale» d* U p r t m i u # d t M m I Oo


* 5 p e m *, N f t a i i f * T r m i k m J U * i < r * a t T t * h ú * 1 f n f r r p f f U U éO * m
m í . N **v* Y orti. N orton. 19*2; R oy S d u f c r . M v r a i i * M u * * '* P tycko***l}*\r. W o rc n M t.
M » t . C U * U iiv e fttfy F « » k M I ; y M frió n ü iII,~ V fcu p iy < l> o lc* y U N a P » y * o to fy ~ . «■ M
M GdJ y P l llo lim » * <c*oraf>»). « MttopsfChoíoty PfycÁaiogto^ t* m * s
*6.1976
* tle n /y T u t e * . d and D t* c k 9 f n e « : 1 h * W r tl c f v n e n u t tX m ciU ** oT •
tic H w o fy " . m S 2 . 1915. 1*41

° F ctiiiM n d d e S w i i m c . O v i d r P«rt*. t9T2 W iu u» *ni


liu io p e c u lf lK s lc U c id o é fk M UmitA ik l c W M d i n l i u w a i ú t r j i J i M u i , W g O f id , jf < • b ta»
rfi kiew n, m p*rt«ui*r. c» An«dy IjkxnvMM. |M/oJ»<cito i Vl#duw* TV*'} 4%á //a
tocy Mimeipuiat. Uinven** <ri Muiocta* P«»*» IS>H

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mentas del lenguaje dentro del sistem a d d lenguaje en su conjunto. Pero tras*
puesto a U condición hum ana en general, el estructural) sm o tuvo notables defi.
ciencias, deficiencias que no p u lie ro n sospecharse hasta que se aplicó la idea
misma de estructura. N o había m arg en p o raelu so y la intención» sólo para un aná­
lisis d e los productos d e la m ente tom ados en abstracto. De m odo que no había
espacio para los dilem as hum anos, para los conflictos trágicos, para el conocí*
m íem e loca) cncapsulado en prejuicios. E\prvgrom a m ism o d e P ia g ei s u Mepts-
.lemoíogia g cn ¿ik a* \cra insuficientem ente humano. n u u e a r b historia de lam a-
temática y la ciencia en el desarrollo d e la m ente del niAo. Pero ¿qué lu? arroja
so b ft ta historia d e la sensibilidad, de la “locura", de la alienación o de las p a­
siones? Si Frcud era a u fo n d un moralista» com o sostiene con tanta elocuencia
Philip R icfí ¿llegaba Piagct a serlo? ¿Podemos entender los estallidos irregula­
res de la pasión m oral o el surgim iento de la astucia en el crecim iento hum ano
a partir d e su explicación del desarrollo m oral? Aun desde dentro del enclave pía»
gctiano, los estudios d e K ohlbeA ,C olby y otros3 se Aalan la desigualdad e irre­
gularidad de las denom inadas etapas del desarrollo m oral. Las particularidades
lo local, el contexto. U oportunidad histórica, todo desem peña una función uin
importante que resulta confuso situarlos fuera del sistem a de Ptaget y no dentro.
Pero no se ajustan adentro. C om o tam poco h “pene 13 local** sin desbordar en la
“ inteligencia general** puede adaptarse a) sistem a piagetiano d e las etapas del de*
s a n d io intelectual. D e m odo que en el sistema d e desarrollo moral no hay m a­
nera d e rastrear la aparición d e un Coriotano, un Yago, un Lord Jim . asi com o
tam poco la hay d e hallar la de un Einstein, un Bohr o (a pesar del m agnifico li­
bro de How ard G ru b cr* ) de un Darwin. A un nivel más m odesto, el sistem a no
pudo captar las particularidades del conocim ientodel hombre de la cal l e j a fun­
ción d e las negociaciones para establecer el significado, la m anera de encapsu*
lar el conocim iento en lugar de genera lizarloquc tiene rem endón, ta confusión
del juicio m oral ordinario. C om o sistema, no logró(al igual qu e el de Frcud) dar
un cuadro del y d e la individualidad. N o obstante, a p etar de iodo lo dicho,
los logros d e Piagct fueron gigantescos. l-a dcconstruceión. bien ejecutada, ac la*
ra las estructuras q u e m odifica m ediante el análisis, incluso si al final las reenv
plaza. C ra c ia s a Piagct, tendrem os finalmente una idea m ás clara de lo que sig­
nifican e l self, la individualidad, el conocim iento local.
C on respecto a Vygotsfcy, podem os sentir ya (aunque su impulso dista mu­
cho de haberse agotado) el upo d e crítica qu e está surgiendo. “Sabe u n i o j libe­
ralism o del sig lo XX*, m e d ijo un critico literario am igo después de haberlo fa-

* K C olby, L Kctübcrg. J. C u t t y M ü cb cn n «i» * A U a p iu tb n « l SuiJy ©í Mor»! Jvdfc-


M vm *. « n o f ó * S e c * t y / M R t s t & e h « C A atf D i w i o p m * * ! , 4 1 , n * | *2, 199).

* G ru b c r. O o / w * M m A p T y c h * t e g x * iS iiÉ ¿ y e fS < * iv ft c
t'ru% w M y « f C 1 u c i( o P n u , I 9 S I .

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m iliari/ado con Vygotsfcy. ¿La zona de Desarrollo Próximo siempre es una ben­
dición? ¿N o e s u l vez el orí je n d e la vulnerabilidad humana a (a persuasión,vul­
nerabilidad penque e l educando em picra sm una bosc adecuada para criticar lo
que le dan com o "alim ento" aquel los cuyas conuetu. ¿a* supe ron a la suya en un
principio? ¿El estrato superior e s un estrato m ejor? ¿El estrato superior d i ^uifnJ
¿Y las fuerzas sx io h istó ricas que c c n fo m u n el lenguaje que luego constituye
L e m entes d e quienes lo usan» son siem pre benignas? E l lenguaje, después de lo­
do» e s reform ado por corporaciones gigantesca sopores lados policiales, puquio»
nescrean un m ercado europeo eíicienie t>una Noncan>¿nca invencible bajo unu
capa de láser. E n realidad ¿el famoso ejem plo del d esirrollo conceptual de
Vygotsky no fue ti ustrado por la m anera en que m ejora la m ente c u an d o co á equi •
pada con las ideas m arxistasdel Estado? Sm em bargo, bastante irónicamente ctt
csic coso, e s el análisis sistem ático d e Vygoisky el que, al final nos vuelve m is
conscientes de los peligros a los cuales lo* cr jucos del futuro se dirigirán.
A hora bien, haber dicho lo c*puesto sobre Freud, Piaget y V ygobky y so ­
bre el fu tu ro d e su repercusión no es dccir \o suficiente. Porque no he dicho n a­
d a sobre lo q u e me parece e s tir e n d centro de la sensibilidad co m an purtnca,
m is allá de lo que quedó planteado por las hÍcos J e nuestros tres titanes Estamos
viviendo en una época d e revolución cultural que conform a nuestra imagen del
futuro d e un m odo que nadie. pur muy titánico qu e fuese, podría haber p rev ia
to hace m edio siglo. Es una revolución cuya form a no podem os senür. aunque
ya sentimos su profundidad. Estam os en peligro de aniquilam os con arm as in­
a sib le m e n te p o d a o sa s. y no podemos soportar el pensar threctamcnic en eso,
porque parece que rk> hay nada que podamos hacer para controlar esc peligro. En
consecuencia, senum os un profundo m alestar, el m alestar de la fa lu de ftuurv.
Es difíci I para cualquier teoría d d de&anullo hum anocaptur la Min lagutacióncul-
l u r a r d e aquellas que tem en que no haya fuiuro alguno. Pues una teoría d d d e­
sarrollo es. p u r exceiltnc*t un tem a del futuro.
E n estas circunstancias ¿qué se puede esperar que surja por m edio d e una
teoría del desarrollo qu e tenga suficiente impulso para dar forma a una nueva rea­
lidad? P tx el m omento, tendremos teorías m odestas, relativas a preocupaciones
locales, exentas de grandes conceptos de posibilidad futura: cóm o posar de no­
vicio a experto en d elam in ad o campo» cóm odom inar esc tema o esc dilem a. Es*
tas son las teorías “especificas de campo* que están en escena hoy. Tienen U vir­
tud de satisfacer las necesidades diarias de b s sociedades tecnificadjs, de brindar
futuros “rutinarios*. Ahora b ien ,p ien so que se traía de una etapa de uanskión.
C uando superem os la muda desesperación en laq u e vivim os ahora —si la
superam os— cuando volvamos a sentim os capaces d e controlar la carrera hacia
la destrucción, e s probaWe que em erja una nueva clase de teoría d d iksanollo.
Esiará m otivada por el interrogante de cóm o crear una nueva gaicración que
pueda impedir qu e d m undo se desintegre en un cat* y se dc*tru>a a si mUmo.
C reo qu e su preocupación lícn ica central será cóm o crear en los jó o h c s una va­
loración d d hecho d e que m uchos m undos son posibles, que el significado y la
realidad son creados y no descubiertos, que la negoe tac lón es ciarte de construir
nuevos significados con los cuales los individuos pueden regular las relaciones
entre sí. No será, a m i juicio, una imagen del desarrollo humano que sitúe todas

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tas fuentes del cam bio dentro del individuo, el nirto solo. Pues si hem os apren-
d id o alfo d cl oscuro posuje de luhistoriacnui cual nosencontranioá ahora, esque
el h o tn b re .sin d u d i.n o e s "u n a isla, com pleta e n sim ism a " . sino una parte d e la
culiuraquc hereda y luego re c re a El poder para recrear la realidad, pora reinven-
lar ia cultura. llegarem os a adm itir, es el punto donde una teoría del desarrollo
debe com enzar m i discusión sobre la mente.

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E p ílo g o

Después que e l m anuscrito d e este libro había sido term inado y enviado a la
jm prcnu,apara:¿croo d o sa n ic u lo so n g m a lc ic inspiradoresen el suplem ento li­
terario del Times que, a mi juicio, r e q u aí an la c o n c h a de un Epílogo. En cada
uno se esboza un panoram a de la escena l iterario-im ekctual que exige que lo
adoptem os o bien qu e ofrercam os otro panoram a e n cam bio. L os dos articulas
se ocupan» d e m anera afín (com o m ia ré de dem ostrar), d e una cuestión m oral
acuciante; el valor y la función efe las obras d e a rte literarias y los criterios con
los cuales juagam os (o negam os qu e podam os juzgar) su valor. Puesto que gran
parte d e este libro, a m enudo m ás im plícita que explícitam ente, se ocupa ju sta ­
m ente d e esos lem as (en especial en los capítulos [, B, IU y Vil), sería inespon*
sable de mi parte guardar silencio. Pues be sostenido con vehemencia la idea d e
qu e una obra d e arte cum ple una (unción, una función m oralmcntc justificable
e incluso esencial, y que su v a lo rc o m o o b ra d e a rtc puede ser apreciado aunque
no pueda ser medido.
L os artículos son de dos a d íe o s literarios m uy diferentes: C eorge Stciner
y T z vetan Todorov. T anto “un nuevo significado del significado” de S tem crC /l
N ew M ea tung ofM eafiing". en el supfc memo literario ácVIimcs del 8 de noviem ­
bre de 198$ y tom ado de su C onferencia Leslie Stephen pronunciaba en C am ­
bridge) com o "T odos contra la hum anidad" d e Todorov ( 'Atl a$ains( H um a •
niry*. en el suplem ento literario del Times del 4 de octubre d e 1983. ensayo-re-
sefla del libro Textual Power d e R o b en Scholes1) son ataques explícitos contra
la deconstrucción tanto en su m étodo com o en su espíritu y, a la vez, ataques im ­
plícito! contra el aiuihum anism o lanío en la erudición literaria actual com o en la
psicología. Para hacerles justicia y a la v c z d e s c n b r los panoram as que esboza­
ron, resum iré cad a uno d e sus planteos por separado co n miras a proyectar los es-
tcrcoscópicam enie luego en un a sola imagen.
Steiner em pieza refiriéndose a la aparente arbitrariedad de todos los juicios
d e valor, u n to estéticos com o moralea: <k gusubus ¡son áapiaandam, "ninguna
proposición estética puede calificarse d e ‘corréela' o ‘incorrecta*- . Según este
criterio, las d o s tendencias principales del espíritu al leer, interpretar y evaluar,
no pueden separarse, porque interpretar es jtu g a r. Empero, el sentido com ún nos
dice o tra cosa. H ay una diferencia evidente entre la evaluación critica, por una

1 Roben S c h c ta , 7*tfa*i F ow 4f Ldtrery Tkt< *y*ñJít* New lUva%


VftW U f u v tr u y P r m , 19SS.

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parre, y la interpretación, por la otra. La p rim e n e s sincrónica: “Al Edipo de Só­
focles no Iom ega ni lo vuelve obsoleto el d e HóMcrlin; el d e Hóldcrlin no es m e­
jorado ni anulado por ei d e Freud". Pero, al final Ucl cam ino en ta interpretación
de un texto, se encuentra la “mejor" lectura o el m ejor conjum o de lecturas que
se aju sa n a la fd o so fía o a la inform ación bibliográfica acerca de la intención del
escritor, o al principio d e FlaciuK* historia eslfundam entum scripiorae. Ahora
bien, observa Siem er, e s precisam ente esta afirmación del "sentido común'* la
que se pone en tela d e ju icio en la deconstrucción pObtcsirucuiniJi tta .¿Q ué e s la
búsqueda de la intención del autor sin o una infinita regresión? N o le crea al n a­
rrador sino a la n a n a o ó n . O m ejor, ¿por qué hay que creer? ¿Por qué una lectu­
ra critica debe tener un a categoría secundaria con respecto a la obra de arte que
critica? Q ue haya un a dem ocracia d e todus los textos, una intenexiualKlud abar*
cadora. Steiner sintetiza la posición d e esta manera “m nplem cm e. se asa el len­
guaje para referirse a l lenguaje en una serie infinitamente autom ultiplicadora (la
galería de espejos)-. C on respecto a la afirmación del sentido corm h. e l crítico
deconstniccionista responde: ¿Qué e s el sentido común sin o una convención lin­
güistica, una votación d e prueba, un a actitud defensiva d e lo académico?
Y, sin embargo: “A través d e m ilenios, un» m ayoría fundamental de recep­
tores informados no sólo han lle g a d o s tener una visión m últiple pero coheren­
te eo general d e L a Ufada, o Rey Lear o Las bodas de Fígaro (los significados
d e su significado), sin o que también han coincidido al juzgar a Hom ero. Shakes-
pearey M ozan co m o a rú s u s suprcnK»...’*Pero Steincr no está satisfcc b o c o n e a
respuesta pragm ática a una cuestión tan radical com o la deconstrucción. “Si va­
le la pena investigar los contram ovim ienu», serán do un orden no m enos radi­
cal que los d e los gram atólogos y m aestros d e espejos anárquicos e incluso ‘te­
rroristas"*. El instrum ento radical es la “ intuición morul” cuyos agentes m is
concentrados son e l tacto, la cortesía d e corazón, lo intrínsecam ente é tk o , el
buen gusto. L o q u e resulta m oralm entc evidente en este sistem a m oral e s que “el
poem a viene antes q u e el c o m e n t a r q u e (en el sentido d e A ristóteles) el poe­
m a es lo e se n c ia l.e l« * n c n ia rio ,só lo u n ,‘«cct<icnie"conüngenieala esen cia “El
poem a « ; el com en tu'tosignifica.n ? v i aceptar esa idea, sostiene Sicincr.sc re ­
quiere que adoptem os un principio d e trascendencia.
Es un principio bastante m odesto, m ás bien cartesiano, de trascendencia. Lo
trascendente e s una aceptación axiom ática, inquebrantable, d e la “significa­
ción'*, com o el axiom a d e Descartes d e que Dios no falsificará nuestras percep­
ciones del m undo, o la d e Einstein de que El no jugará a k s dados con nosotros.
E s la creencia d e q u e el significado (o k » significados) se encuentran en la obra
d eane.incorporado.encarnado. com o presencia real; tan verdaderam ente sacra­
mental com o la fe. por ejem plo, d e un Rashi o un Nicolás d e Lira1en que la pu-

’ M iu k ia t Fk<.»o» (1 $ 2 0 1 $ ? 5 ) fu e u n i m p o r u x e h e re K n 6 a iia > 4 c te p> nrxr« Refom >* y tu


p rífto p ie f t b u v o i U i n k x i f a u ó n c i s d e l u E K f t t u r u t t u W d j r i g d o t o b f * t o d o t b
tíM de U n b e i t t o t m b t p i i u i L a ¿ o u tv m ív c fo m u ta d * e n «I C + t í h g u t w ú i m t c / d a i i i ( I 5 W

* V < * ic u t a * £ b u 4d « f e t o d e K a tf c i e s t a tf tte r p r r u c r f r t b * b íK 4 i * * u * í u « r U e * r e í r t e

p i i c K Í án d e I W f m aa I h ú p t í W t i n c k i i d i a l « Jtoi A i th * S e M a r t . f au b o r g h , U n *
v e r u ty o f F i tu b u r ^ h P r e u . 1 9 6 3 . I U tf p * ín i« n tM r> a N ic o U t d e L u t < i ? ? 0 ? * ]> 4 9 ) .q v « c *

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labra de Dios podría encontrarse siem pre c inevitablemente en el icxk) literal de
las Escrituras, una vc¿ explicadas desde el punió tic v isu filológico e histórico
y co n m iras a su función com o teología. Es la fe en el significado encam ado en
Laobradearic. significado que cap ia la ~inmensidad dcllugar com ún", quemo*
di rica nuestra construcc lón m ism a de la realidad: “loscipreses arden después de
Van Gogh". Así» Matisse pudo exclam ar después de m in u tar los murales de
Vence, “Y o soy Dios’*; o Picasso hablar de "'Dios, el o v o artista".4
El HicraLO» se deduciría de e ste planteo, e s un ágeme de la evolución d e la
mente» pero n o sin la cooptación del lector com o co-auior J u n to s redescubren la
“inmensidad del lugar com ún’1o , según la frase m ás reverenie de Joyee. las "epi-
ionios <k lo ordinario**. De e n e modo, n o sóto hay grandes obras de an e y g ran ­
d es artistas, sino (tundes lectores. E s un punto al cual debe conducirlo el argu­
mento de Stcincr. aunque no lo hace explícitamente (por lo m enos no en la ver*
sión publicada a \ el suplem ento liie n n o del Times). E s dccir, una vez que s e ha
d a d o e ls a lio d c la íc tu n a v e z q u e ^aceptamos'* la signiftcacióo d é la o h a d e ar­
le, resta todavía la u rc a d e b transm utación personal: hacer que el significado
del texio sea n u tu ro significado com o lectores. Este e s el profundo problem a
psicológico: cóm o el significado d ti t e u o llega a ser un significado en la cab e­
r a del lector. Y no se resuelva invocando un acto d e fe.
De alguna m anera, la solución del problem a apelando a la fe en la signifi­
cación recuerda la di visión que hace Lulero d d uní ver so en rem o del ciclo y ret*
n o de la berra, hiendo la fe el instrum ento dcJ prim ero y la ru /ó n . del segundo.1
N o podem os llegar a creer en el perdón d e Dios mediante el razonamiento: só­
lo la fe debe hacerlo. Pero una v a que, por a&í decir, se ha producido el acto de
fe, podría ser sustentado y enriquecido por la “ra¿¿n regenerada** actuando en
respaldo d e la fe. E nucndo que Steincr dice que só lo después de haber asúm alo
un com prom iso moral frente a la posibilidad d e que el significado trascendente
esté encam ado en una obra d e arte, e s posible “recibir* e se significado co n lac­
io y gusto, y aplicar le los in h u m e m o s d é la r a ¿ ó n ; la razón regenerada, en el 5cn*
u d o d e Lulero.
Si h e captado el espíritu del artículo de Steiner, hay dos preguntas que no se
han form ulado. La prim era e s sobre la fe o la creencia en la “significación*: por
quó piensa que es tan frágil qu e necesita ser apuntalada por renovados actos de

« i tn K tw r ¿ M 4 o o n M M tc iftfe u u v t U fw e n d o u n ¿ c a fU * k 4 < IW 0 M lO 5 k < fJC u n 4eu*c*


*»<«» to D « n * b 4 * ~ clX 1 o A o d c K a iIiT F.m> f o x * é t íc rv o i i n ic ip f tu u v o 1250
1 )3 0 ) p f o ú a j o i » n w c tt» * < * > 4 < tos t t í u i x x t o t e t m * t m o r t k i « • M k t t u i k t K iC R toftsran*
fe » 4* * * * p e r io io «4 m a t a * r«a A lb e rto M i i r w J u m i t J e Aquinft, Z hm t S ooto. ( A u U cm c d e Oc«
c*m , R o f c r B t c c * y fcüfM h© 4c u*io* ello* l e ó lu f o t m u o É n c M e aw>prom «iM k*, y , » o o te*
umc.OMipf\>(u»4«tnfc«ic(»ttfi«u»dic*6* murp*U4jv*un*T*ow*o*>oU<pí orne c u ta *

4 U i « to e rv a e m n e t d i M i u m y P a t i t o c tt i n lo m a iA id * U r» « A j 4 $ T aóurov.

* V é i « u m d p l« « * t» ó n u a c in u á$ U d c v ittó n d e l w w v c rw 4 e L u te to e n l < * 4 * f t u m , y 4 t
U t o o t a t k b r u á n y b f c e* c * J t i m f e tl k » .c » « J w tH « lo 4 c B A. ü t t n ú i imSii SU rtín U
m o tm U E n e jtlo p é A o c f fh U a se p h y , v t f S, N v ev a V o r i. M k M U U a , 1967

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uaacendenc ú . L a segunda e s por qu é lo perturbe tan to d poder d e la deconsuxc-
cióo para destruir los valores literarios y morales. C reo que las dos pueden ser
variantes de una m ism a pregunta.
Prim ero voy a referirm e a la segunda pregunta. Sospecho qu e Stem er está
m ás interesado en la p oliuca I iteraría d e la deconstrucción que en la doctrina m a ­
m a, punto al qu e volveré cuando exam ine e l artículo d e Todorov. Pues, sin du­
da, han habido “p erspecúvalisias" radicales en general desde, por lo m enos, la
¿poca de los occam isla s— hom bres m tcligcntesque preguntaban si el significa*
do (y la realidad a la q u e se supon ta q ú e s e refería) estaba ea e lm u n d o o e n la pa­
labra— . N o todos fucroo ‘‘m aestros de espejos”, aunque algunos de ellos sí lo
fueron. Tam poco e s inusual qu e h ay a batallas aofae lo qu e lo s teólogos Uanun
“k> can ó n ico ': qu é texto aceptar com o prim ario y c u li com o secundario: cuál,
por asi decir, e s el real y cuál e s el comentario. E n realidad, la presencia d e un
perspectiva!] sroo radical a m enudo tuvo el buen efecto d e inaugurar posibilida­
des d e interpretación q u e d e otro m odo podrían n o haber sido u n evidentes. Si
la “lectura" del ex ég eta es una**gran" lectura, si sondea profundidades insospe­
chadas por e l lector, llega a ser un a guía para la reconstrucción d e la realidad; co­
mo, por ejem plo, la “lectura'* que hizo Albert G uerard deConrad* cam bió la rea­
lidad de The S tc re t Sharer, qu e pasó de ser una aventura a ser un relato psico­
lógico. ¿D ebem os o b jetar entonces que el hombre d e letras reflexivo se pregun­
te p o r los lim ites o p o r lo ilim itado d e la mterpretac tón?
A dm itam os q u e e s una extrem a vanidad deconstm ccionista. p o r ejem plo,
elevar la obra S fZ d e Barthes’ a la m ism a categoría artística que Sarrasine de Bal*
z a c .a la cu al intenta explicar. Em pero, Barthes (com o O dón d e C luny1 o cu al-
q tú e ro u o exégeta m edieval fam oso o desconocido) explica en realidad los có­
digos por los cuales n u estro “esfuerzo en p o s del significado" e s guiado en el pro­
ceso d e leer Sarrasine. Barthes n o trata de socavar nuestra fe en la significación
(com o tam poco los eruditos m edievales al proponer múltiples interpretaciones
d e las Escrituras trataban de socavar la fe en ellas). Después de todo. Angelón de
Luxeuil ten ía o c h o n i v c k s de intcrprctación.O don d e C U m y.sietc,y B u ih c s só ­
lo d a cinco. M i diag n ó stico — dado en el caricter d e un estudioso d e la cognición
hum ana— e s qu e la creencia en el significado y la realidad n o tiene fin. Vamos
tras ellas c o n avidez. Som os ontólogos naturalesperoepisteniólogúsrcnuenics.
L a novedad intelectual de cualquier generac «So no e s qu e existe la nuil idad y el
significado, sin o q u e e s extraordinariam ente difícil determ inar cóm o se logran.
La o Q to lo g h , q u isiera dec ir, aecuida s o la E s la epistem ología la que n c c e tiu ser
cultivada.

* A fc w O .G u u w d , C o u r td i k * N « * * h n . C«nbo¿ge.M*»*-,H«r»«*d U « « v n rty P m i, 1951


T R o Im 4 B a r t w . S O . A * £ i m * R ich ard M l k f ( k n t ) . N » c v . Y o A , I U I y W u « . I 9 7 4 ;c t-
ic v e t u s t a n c iu y e u a t b 4 o <fc B c lu e .

* V i w o a i n f a n m 4 e O d o a ¿ e C lu n y « H t t l f c m . JtosA í a n tf (*« C h / m i t » U h e U t s , p 4 (
2 3 6 . A n g e lo * 4 é L m c u il i n t i t a c* M n l i in t o p o r H a lp c r m ( p i f . 2 5 6 ) y « e n (fcu D w p o r
B e /y So>«Ury t n TVto S im ty < flh e B iU t m t l u U id J U A j t ¡ , N d n D v n e . U r w c n u y o í N o t n D a ­
m e P r m , I4 M .

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lla c c falta una educación carísim a pora quebranta; la fe (k un bcctorcnb en ­
cam ación del significado en una novela o un poema, Y necesitaríamos una lo­
cura de postgrado para crccr que un com entario sobre el Paraíso Perdido de Mil­
lón « to mism o que t í poema. N o “ interrumpimos el descreimiento* en el sen­
tido d e C o lcn d g c cuando leemos» por ejem plo, las etpkíndidas anotaciones de
C h n a c p h e r Rkrks.* R icks n o obtiene perm iso de ncaot/os; debe seguir la vasta
ruta de la epistemología. Aun sus propuestas m ás razonables sigutn una sene 16*
gica a la cual yo. personalmente, nunca som etería a S alín al leer el poema. Sí,
Satán es: las notas d e Ricks signifítan.
C reo que e s la política literaria a la que se aplica la doconstrucción lo que re*
sulta bastante m olesto para Gcorge Steiner, no el pcrspectivalitm o filosófica­
mente atolondrado que está declinando ahora en París y en New llaven y en los
suburbio* intelectuales. El interesante y entretenido cnsayo-reseft a de Todorov
sobre e l libro d e R oben Scholes pcrm iie aclarar esto.
Todorov em pieza por exam inar (justificándose por su inocencia sobre el
lem a) la crítica norteamericana. “ Hasta —e n térm inos generales— 1968. la
m ayoría de feos críticos norteam ericanos parecían preocupados por un interro­
gante fundamental: '¿Q ué significa este texto?' Frente a un tex io al cual iban a
com entar, tenían por lo m enos una convicción en común, e s decir, que lo m¿* im ­
portante era determ inar co n la mayor exactitud posible lo q u e el texto trataba de
decir". N o c a ta ta n de acuerdo sobre la m ejor m anera de lograr ese ím si estu­
diando al autor» medíame la estilística, recurriendo al análisis de ios géneros»
etcétera. El cstrocturahsm o alteró puco ese programa: sus herramientas eran
nuevos m edios para responder la vieja pregunta, se uatase d e las herramientas
de la M orfobgUi d e Propp, del lornialism o ruso, de los análisis coniratuvos de
Lévi-Strauss, o de los instrum entos de Northrop Frye o (¿hade.
La llegada del postcstrucuiralism oal escenario norteam ericano íestó im por­
tancia a la vieja pregunta. E n una d e sus form as, la deconstrucción, la respues­
ta a la pregunta sobre qu é significa un texto fue "nada" En la cura d e sus form an
el pragm atism o, la respuesta fue "cualquier cosa". La respuesta nihilista de la de-
construcción se basaba, desde luego, en el axiom a prim itivo según el cual pues­
to que es im posible conocer el m undo directamente, sólo existe el discurso y el
discurso sólo puede referirse a oüodiscurso; e s decir, una negación de la percep­
ción y d e cualquier otra form a de referencia extratextual. C on este sistema, co ­
m o observa Todorov, som os “ liberados* del objeto em pírico C o m o » no fuese
bastante, hay una segunda afirmación: el discurso está en s í mism o p rcib d o de
cofUmlicciotKS y, en todo caso, su s signi tocados están svbdeterroi/iadm, N o hay
consuelo en la búsqueda d e significados unívocos. En tercer lugar (y, evidente-
m ente, d id a s las dos afirm aciones prim eras), puesto que ningún discurso está li­
bre d e contradicciones, “no hay m otivos p a/a favorecer a un tipo d e discurso en
lugar d e otro, o para elegir un valor c o n preferencia a otro- . 1.a fe y tarazón, por
consiguiente, carecen igualm ente d e base; las dos surgen d e una rat¿ com ún, una
raf¿ religiosa, además. C om o dice Todorov, " | los deconstruccioflistas] hablan de
la razón m ism a com o una reencarnación de Dios, nada m enos, borrando d e un

* O u u lo p fc e f M J to m 'i C rfjñ J S t y b , O i í o t d . C U r tiu k a f t m .

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p lim azo varios siglos de esfuerzos*. O los agrupan a todas jim ios bajo la den o ­
minación d e “poder”, k> cual pone en un pie d e igualdad a la lógica, a Dios y al
cuerpo de policía.
“ La otra variante principal del 4posie*tructur&lisino’. el pragm atism o (cuyo
representante m is notable e s Stanley Fish), tiene resultados que son bastante me*
d o s monótonos. Sus hipótesis pnncipale* son las siguientes: u n texto o o sg n i-
ñ ca nada en s í cnúm o; es el lector el que le d a significado * Y puesto que el.iei»
lo oo tiene un significado estable propio, e s el lector y el crítico y, por úliimo, una
"comunidad interpretativa" los que hacen significados estables. Todorov (quien
posee la fonnac ¿ón d e un lingüista, cualesquiera que sean los dem ás conocim ien­
tos a los que haya tenido acceso) rechaza con indignación la idea de que el len­
guaje e a k sea poco m ás que un Test de R oruhach en e l cual el lector proytc-
ui los significados adU búum , y la afirm ación d e qu e los lectores pueden leer de
c ualquier m anera dadas las I imitaciones que les son im puestas com o usuanos del
lenguaje. Y su indignación alcanza tam bién a la idea pragm ática según la cual la
escritura critica e interpretativa debe ser interesante en lugar de exacta, corola*
río d e la idea según la cu al son los lectores y no los textos los que dan estabili*
dad al significado, y éste es el prem io que gana (por lo m enos p ro ttm ) el lector
que ofrece la interpretación m ás “ interesante* en la subasta siem pre renovada
que constituye la com unidad interpretativa. Evidentemente» nadie retira nunca
el prem io. Para T odorov (com o para Scholes) é a e es un universo orw elliano » •
caíto de 1984 %y el Partido e s la comunidad interpretativa.
D ado ese perspecuvalism o nietzscheano, h única pregusta interesante so­
bre un enunciado, un poem a o un texto e s p o r q u i se dijo o se escrib ri. Las pro*
guatas del estilo d e "¿Q ué significa?* o “¿Es cieno?* se transmutaron en "¿Por
qué d ijo e so T . El enfoque psacoanaliicode esa pregunta era dem asiado privado,
dem asiado a n a ig a d o e n la idiosincrasia indi vidual, dem asiado a v e n te de un sen­
tido d é la historia hum ana y d e la condición social geoeral para proporcionar un
program a d e crítica e interpretación literarias. Según la estim ación d e Todorov,
por consiguiente, el terreno estaba preparado y vacante para el crítico marxista.
*Lo qu e le interesa a la crítica m arxista no e s e l libro com o representación
d d m undo ni el libro com o declaración sobre el mundo; en cam bio, e s el m un­
d o (o m ás bien una fracción de é l) com o origen del libro." Puesto qu e la lucha
d e clases ocupa el centro de su sistem a d e valores,cualquier idea d e valores o sig­
nificados universales o "i n terciase’*e s un anatema. T oda búsqueda d e valores o
significados se reduce a la defensa del interés d e un grupo determ inado y .d ad o
qu e sólo se acepta com o universal “la transform ación socialista de la sociedad*,
lo qu e es bueno e s lo que contribuye a esa transform ación, sin importar lo que la
gente pueda sentir a c e ita de ello. L a historia, en especial la historia del conflic­
to, tenia que lo m ar el lugar d e la ra ió n com o m edio d e establecer el significado,
y el significado no e s “qué* sino “para qué*. En una apreciación abstracta, des*
d e luego, las dos escuelas — ladeconstrucción y el marxismo— se tiran a matar.
L o que las une, concluye Todorov. e s q u e 'la s d o s luchan contra un enem igo co ­
m ún, y el nom bre d e ese enem igo es humanismo; es d c c ir,.,« I intento d e funda­
m entar la ciencia y la éu ca en la n u ó n , y d e practicarlas d e una m anera urn ver­
sal*. Term ina con un broma: "¿Q uién dijo qu e ‘la xfca de la ju sticia en s íe s una

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idea qu e e n efecto ha sido « v e ñ u d a y puesta en funcionamiento en diferentes so*
cicdades com o instrum ento d e c ie n o poder p o iíik o y económ ico o como un * •
ma contra ese poder*? N o, no Terry Eagleton, sino M ichel Foocauh",
Retom em os ahora el hik) del análisis anterior y veamos si Todorov y Stci-
ner pueden encuadrarte en un n u rc u com ún. Los dos rechazan La idea de que no
existe ninguna realidad, ningún significado Que sea extrotextual. Todorov, al
igual que Steiner, m anifiesta fee n la ra/ó n . Todorov ofrece un*-huroanivroocri-
neo*' com o equivalente al acto d e trascendencia ocom prom iso moral eon ei^sig-
nificado" d e S tein er com o dice Todorov, “d eb e adm itirse una relación entre b
literatura y e l raundo" L os dos creen qu e algunas interpretaciones son m ás co­
rrectas qu e otras, algunas críticas eval ilativas m ás adecuadas. Todorov cita apto*
hadoram ente la conclusión d e Steiner. 'T o d o lo que significa mi plarueoesquc
debem os abrir el cam ino entre el tcxiolitcrarioo verbal y el texto social en el que
vivimos**. C ada uno a su m anera afirm a que el lector crea un m undo con lo s sig­
nificados q u e encuentra c ji un texto y que existen cnodos universales de razona*
m iento y valoración que aplica el lector al hacer lo, asi com o hay significados " e n ­
cam ados1*en el texto. Para am bos,el lenguaje y sus productos— b poesía» la ftc»
ción, la historia y las ciencias— íunc lonan para abrir el m undo al lee lor y n o , co-
m o en el dugm a m arxísta. para cerrarlo com o medio de fom entar el in ier& d c un
grupo contra otro.
He a t e n i d o en capítulos anteriores una v u íó n contruc ti vista de la real idad:
que no podem os conocer una realidad prístina; que no existe ninguna; que toda
realidad que e r e m o s se basa en la transmutación de alguna “realidad" anterior
que hem os lom ado com o dada. Construim os m uchas realidades, y lo hacem os
desde diversas intenciones. Pero no las construim os* partir de los m anchones de
K o rsc h a tb 'sin o a p a rü rd c la s m iles d e form asen las cuales estructuram os laex-
penenc ta, y a sea la e xpcnenciu de los senudo* (y tam bién en este c a s a se nece*
s i u r ü una educación extraordinariam ente refinada para persuadim os d e que
nuesvav pcrcepcK>ncs no "existen"), •* experiencia profundamente codificada
en sím bolos que adquirim os al inicractuar con nuestro m undo social, o la expe*
riencia sm ututa que logram os e n el acto d e la lectura. C om o he tratado de
dem ostrar en el C apítulo VU, no se trata de que una filosofía const/uctivista de
la m ente (o del significado literario) nos desarm e ontológica o éticam ente. I -as
interpretaciones, ya sean d e lo s textos o d e la experiencia del m undo, pueden ser
juzgadas por su co rrea: k Iil N o obstante ,é$ta no debe ser estim ada por su cones*
pondencia co n un m undo prístino "real", Mque e s ii allí afuera**. Pues ese ” nmn»
* do real" n o sólo es indeterm inado epistemológica/líente, sino que e s incluso va*
c ío com o acto de fe. E n cambio» el significado (o la "realidad”, porque al final
lus dos son indefcrenciables) e s un acto que rellena b intencionalidad hum ana y
no puede ser juzgado por su corrección independientemente d e ella. Pero la ~fa*
bncdckta d e mundos**, en el sentido d e Nelson Goodm an (véase el Capitu k) VII),
com enzando a partir d e un m undo pre v 10 que consideram os dado, está lim itada
por la índole de la versión del m undo con La que com enzam os b rceLiberación.
N o e s un picnic relativista» Si hay significados "encamados** en el m undo (o en
el te x io c o n c l cual com entam os) los transform am os en el acto de aceptarlos en
nucavom undo transform ado, y o e m undo transformado Uegaa ser el m undo con

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el cual o v o s com ienzan o que nosotros luego ofrecem os. A l final, es la transac­
ción del significa do realizada p o r k » seres hum anos, seres hum anos arm ados con
la razón y apoyados por la fe e n qu e el sentido puede hacerse y rehacerse, lo que
corisiiluye la cultura hum ana, y p a r cultura no quiero decir consenso superficial.
He tratado d e dem ostrar qu e la función d e la literatura com o arte es expo­
nem os a dilem as, a k> hipotético, a la serie d e m undos posibles a los que puede
r e f e r o e un texto. He em pleado e l térm ino "subjuntivizar" para hacer al m undo
m is flexible, m enos trivial, m ás susceptible a la recreación. L a literatura subjun-
tiviza, otorga extniAeza, hace que lo evidente lo sea m enos, que lo incognosci­
ble lo sea menos tam bién, que las cuestiones d e valor estén m ás expuestas a la
razón y la intuición. 1.a Literatura, en este sentido, e s un im tm m cm o d c la líber»
tad. la lum inosidad, la im aginación y. sí. la razón. Es nuestra única e s p e ra b a
contra la larga noche gris.
A diferencia d e Steiner y T odorov. no m e alarm an la deccnsm icción ni el
pragm atism o. V eo a estas dos escuclascom o excesos d e una vín u d .ex ccso sd ú *
torzonados por el tem or y la vanidad, qu e reflejan, empero, la revolución de
nuestra época —en la ciencia, la filosofía y la política— ta revolución que nos
ha llevado desde la preocupación por le que conocem os hasta la preocupación
por cóm o conocem os. Sus excesos ya les han asegurado la com ipc ión. y existen
ahora en enclaves aficionados a las m odas con un a clientela decreciente, m ás
adicta al eslogan q u e a la esencia.
Respeto profundam ente el deseo d e George S teiner d e salvam os d e nuestros
excesos epistém icos. pero no croo qu e baste c o a un acto moral d e trascendencia
(o cualquier o tra form a de usar la cinta blanca*). L o que nos ayudará a superar­
los e s la escritura d e poemas y novelas qu e perm iten perpetuam ente recrear ¿1
m undo, y la escritu ra d e críticas e interpretaciones qu e alaban las diversas m a­
neras en las cu ales lo s seres humanos buscan el significado y su encarnación en
la realidad; o m ejor, en fecundas realidades qu e podem os crear.
Asim ism o, respeto el interés d e Todorov por e l am ihunw nism o politica­
m ente m otivado qu e es la "dccoíts m icción popular". Pero la retórica m a m ú a
que e m p le a d relativism o hu cco co m o base d e la ‘'teoría crítica’*c o r r e d riesgo
de su propia destrucción creando un aburrim iento que sólo el devoto puede so­
portar. El peligro p ara el hum anism o crítico, a mí juicio, no proviene d e este hí-
bndo (pues n o tien e potencia intelectual y posee po co atractivo em ocional en sí
m ism o), sino del tip o d e alienación qu e se consuela con la doctrina d e q u e todo
esigualm em c incognoscible, igualmente desprovisto d e significado, igual m en­
te absurdo. Siem pre qu e el tiem po em pieza así, se producen borrascas locales.
Y si bay suficientes, pueden ser peligrosas. E s tan sólo en esa clase de atm ósfe­
ra donde la ignorancia deconstrucctonista unida a l dogm atism o m arxista puede
constituir una fuerza. Nuevam ente, lodo k) que podem os esp erares un m ercado
abierto. E l abu/ri m iento siem pre ha desem peftadoen la historia hum ana m ás fun­
ciones de las que estam os dispuestos a adm itir. Y nunca debem os subestim ar el
aburrim iento inducido p o r ideas huecas presuntuosam ente ostentadas.

* Ditt¿MJVo4c ¿ iv c ra s ofgAAU*c*ones ío n c a u r U putei* o l* i b u n c x u w iu il. |T .|

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A p é n d ic e

R e la to o ra l d e “ P o lv o y c e n iz a ” *
de Jam es Joyce
re a liz a d o p o r u n le c to r

JT exto real d e Joyce __ Texto virtual del lector

1. La supcrvisora te dio perm iso pa­ El cuento trata d e lo siguiente: uh*


ra salir en cuanto acabara e l té d e las em pieza, uh, contándonos que hum .
m uchachas, y M aría esperaba, ex ­ que la dam a llamad* M aría estará e s­
pectante. perando, hum , está esperando que
2. La co cin a relucía: la cocinera dijo lleguen las muchachas para tom ar el
que se podía uno ver lacaracn los pe­ t i o algo por el estilo y ella sabe tam ­
roles d¡c cobre. bién que después del lé. un po co an ­
3. E( fuego del hogar calentaba que ees d e las siete» podrá tn*í, hum , ai
era un com ento y en una d e (ásmese­ centro, para, una especie de, tarde de
las había cuatro grandes broas. compras. Y ,hum , dice que hay u n lin -
4. Las broas parecían e n te r a , pero al do fuego encendido en el am biente
acercarse unose podía ver que habían
sido cortadas en largas porciones
iguales, lista* pora repartir con el té,
5. M aría las cortó.

6. M aría e ra una persona m inúscula,


d e veras muy minúscula* pero tenia
un a nariz y una barbilla m uy largas.
7. Hablaba con un dejo nasal d e acen­
tos suaves: “Si, mi ñifla*, y “N o, mi
niila”.
8. La m andaba a buscar siem pre que
las m uchachas se peleaban por los la­
vaderos, y e lb siem pre conseguía
apaciguarlas.

* í j ven<úA c t p i t o l i < n i u n ta d * á c O m M tw t* , A I m a u f a fc to A jl,4 * .e 4 , M tln U » 1931 f T n d .


4 c C . C « b * m (iifim e ) |T .J

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9 . Un di» la supervisóla le dijo:
— ¡María, e s ustod u ru verdadera pa-
ctíicadora!

10. Y hasta la auxiliar y Jo s d a n o s del


com ité se enteraron del elogio.
11. Y G inger M ooney dijo que de no
estar presente M aría habría acabado a
golpes con ta m uda encargada de las
plancha*.
12. Todo e l m undo q u ería lanío a
M arút

13. Las m uchachas tomaban el té a las


seis y a s id l a p o d ría salir antes d e tas
siete.
14» De B all& ridgc a la C olum na,
veinte m inutos; d e la Colum na a
Drumcomdra* o tro s veinte; y veinte
m inutos m ás p a n hacer tas compras.
1$. Llegaría allá an tes d e las ocho.
16. Saeó el bolso d d cierre d e plata y
ley* otra vez el letrero: "U n regalo de
B d fast".
17. L e ju sta b a m ucho ese bolso por­
que Joe se k> trajo hace cinco artos,
cuando ¿I y A lphy se fueron a Bctfast
por Pentecostés.
18. En el botso tenía d o s mediacoro-
nas y unos cobres.
t9 . Le quedarían cinco chelines justos
después de p a g a r d pasaje en tranvía
20. ¡Q ué velada m ás agradable iban a
pasar, co n los ni t a s cantando!
21. L o único qu e deseaba e n que Joe
no regresara borracho.
22. C am biaba tanto cuando tomaba.

23. A m enudo él le pedía a ella que


íuera a vivir con ellos: pero se habría
sentido d e m ás allá (aunque la esposa
de Joe era siem pre muy sim pática) y
se había acostum brados la vida en la
lavandería.

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24. Joe era un buen hombre.
25. Ella lo había criado a él y a
Alphy; y Joe solía rtccir a menudo:
— M am áes m amá, pero M aría e s mi
verdadera madre.
26. Después d e la separación, Jc k
m uchachos le consiguieron ese
pueblo en la lavafklerá "D ublin Ilu­
m inado*, y a ella le gutló.
2 7 . T enía una m ala opinión <k los
protestantes, pero ahora pensaba <juc
era gente muy am able, un puco se ­
n o s y callados, pero con iodo muy
buenos para convivir.
2K. E lb tenia sus plañías o n d inver­
nadero y le gustaba cuidarlas.
29. T enia unos lindos h d cch o s y be*
gom as, y cuando alguien venía a ha-
ccrle la v isítale daba al visitante una
o dos posturas riel invernadero.
3 0 .U n a c o sa n o tc g u \ta h i: los avisos
en la pared: pero la supervisora era
fácil d e lidiar con ella, agradable,
gentil.
31. C uando la c o c in o * le dijo que ya ella está esperando allí y las m ujeres
estaba, ella entró a la habitación de están en la o ira habitación, y cuando
las m ujeres y em pezó a to a * lu cam ­ la cocinera está lista le dice que vaya
pana. a la otra habitación y ella toca lacam*
32. En unasm inuicb ta i m ujeres em ­ pana y todas empichan a entrar. Y, an­
pezaron a venir de dos en dos. secán­ tes habla dicho que había cuatro bro­
dose las manos hum eantes en las po­ as en la m csiia y no parecían e¿tar cor­
lleras y estirando las mangan d e su tadas , pero si uno se acerraba dijo que
blusa por sobre los b ra/os rojos por se podía ver que estaban cortadas en
el vapor. largos trozos iguales y ella debía cui­
33. S e sentaron delante de los gran- dar. ah, de que todas tuvieran su ra*
d es jarros que la cocinera y la mudi» ción de broas. Yvella lo hi«> y hum
ta llenaban d e té caliente, m c/xlado iodos la querían mucho a M¿iría por*
previam ente con leche y azúcar co que ella era siempre ta que, hum. e n
enorm es la iones. com o un árbitro en las disputas, ella
34. M aría supervisaba la distribu* siempre arreglaba las discusiones y
ción d e las broas y cuidaba de que a lodos la querían mucho realmente. Y.
cad a m ujer tocara cuatro porciones. hum d csp u ésd d té. hum. después del
35. Hubo brom as y risas durante la li todas t t sentaron por ahí y siguie­
com ida. ron hablando y bromeando y .y ella se

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36. Lizzte Flcm m ing dijo que « su b a sentó por ahí un ratito y cu an d o .d i­
« g u ra de que a M aría le iba a locar la ce el autor qu e cuando reía, que la
broa prem iada, c o n anillo y todo, y, punta d e su nariz casi tocaba la pun­
aunque d í a decía lo m ia ñ o cada vís­ ta de su barbilla porqueella tenía una
pera d e T odos los Santos, M ana Uivo nariz muy larga y puntiaguda y una
que reírse y decir que ella no deseaba barbilla m uy larga. Y , entonces,
ai anillo ni novio; y cuando se rió. sus hum . decide qu e ya se ha quedado
ojos verde gris chispearon d e tim idez bastante y se va y se pone su ropa
chasqueada y la punta de la n an z c a ­ buena, porque ahora llev a puesta su
si topó co n la barbilla. tupa d e unbujo.
37. Entonces G inger M ooney levantó
su jarro de té y brindó por la salud de
M arta y. cuando las otras m ujeres gol­
pearon la m esa co n sus jarro s.d ijo q u e
lam entaba no tener una pinta d e cer-
veza negra que beber.
38. Y M aría s e rió de nuevo hasta que
la punta de la n a n z casi le tocó la bar­
billa y casi desternilló su cuerpo m e­
nudo con su risa, porque e lla sabía que
G inger M ooney tenia buenas inten­
ciones, a pesar d e que, claro, era una
m u ja de m odales ordinarios.

39. Pero Maxía n o se sintió realmente A sí que se saca sus grandes botas, y
contenía hasta que las m ujeres tom i* se saca e l delantal y va y hum se pa­
naron el «6 y la cocinera y la m udita ra frem e a l espejo y d autor dice que
em pezaron a llevarse las cosas. es una persuna muy pequefla, bueno,
4 0 . E n u ó al cuartico en qu e dorm ía y, lo dijo antes, pero ¿vio? insiste en
al recordar qu e por la mañana tem pra­ decir qu e e s pcqucAa. pero dice que
no habría m isa, m ovió las m anecillas el la tiene un cuerpu muy agradable y
del despertador d e las siete a las seis. de b cad o .b ic n h e ch o y q u c n o e s gor­
41. Luego se q u itó la falda d e trabajo do o algo por el estilo, y. y que, au n ­
y las botas caseras y puso su m ejor fal­ que e s un tanto vieja, todavía, a ella
d a sobre el edredón y sus boticas de todavía le gusta su cuerpo. Y . ella se
vestir a los p ies d e la cam a. cam bia, y luego recuerda cóm o solía
42. S e cam bió tam bién d e blusa, y al vestirse hum cuando era poqueAa
pararse delante d d espejo recordó cóm o solía vestirse para la m isa del
cuando d e niAa se vestía para m isa de dom ingo, y se visie, luego se viste,
dom ingo; y m iró co n raro afecto el se pone su vestido I indo, se pone sus
cuerpo dim in u to que habla adornado lindas bolitas y tom a el tranvía. Cal­
tanto otrora. cula cuánto tiem po le llevará llegara
43. H alló que. para sus artos, era un tb n d e desea ir. y tom a el tranvía y
cuerpee no b ien bcchccito. dice que hum queda sólo un asiento

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vacio en el rincón, así que va y se
44. C uando salió, b s calles brillaban sienta e n el rincón, y sus pies porque
húmedas de lluvia, y se alegró de ha­ es tan peque Aa, sus pies apenas tocan
ber traído su gabardina parda. el piso, y va en tranvía hasta un lugar,
45. El tranvía iba lleno y tuvo que y luego licne que tom ar otro tranvía,
sentarse en b banqueta al fondo del hasta otro lugar, y por último baja y
carro, m irando pura los pasajeros, b s para entonces ya sabem os que e*...
pies locando el piso apenas. que e s la víspera d e Todos los Santos,
46. Dispuso mentalm ente lodo io o será pronto; esapena* alrededor, a U
qu e iba a hacer y pensó qu e e ra mu* rededor d e las siete... y m edia, ahora.
c h o m ejor ser independíenle y tener
en e l bolsillo dinero propio.
47. Esperaba pasar un buen rato.
48. Estaba segura d e qu e así serta,
pero no podía e v iu r pensar qu e era
una lástim a que Joe y Alphy ni)se ha-
blaran.
49. Ahora estaban siem pre de pique,
pero d e niños eran tos m ejores am i­
gos: así es la vida.

50. Se bajó del tranvía en la C olum ­ Y e s b víspera d e Todos los Sanios,


na y se abrió paso rápida por entre la así que va a, hum , una pastelería pa­
gente. ra com prar m asitas y cosas pura, ah,
5 1. Entró en b pastelería de Downes. para un am igo de ella que se llama
perú había u n ta ge me que se dem o­ Joe... y cuando llega a la tienda don*
raron m ucho en atenderla. de venden las m aúlas. saca su bolso,
52. C om pró una docena de queques y dice ahí: ' U n regalo de Belfas!*,
d e a penique surtidos y finalmente adentro, porque era un regalo d e
salió de la tienda cargada con un gran Joe... de hace m ucho tiempo. Y ella
cariucho. recuerda cuando, cuando él se lo dio
53. Pensó entonces qué m ás tendría y todo eso. entonces le paga a la m u­
qu e c o m p rar quería com prar algo je r los, ah J o s queques de a pe ñique y
agradable. com pra una docena d e queques d e a
54. De seguro que tendrían m anza­ penique, y luego piensa q u é m ás
nas y nueces d e sobre. quiere com prar. Entonces e lla v a a,
55. Era difícil saber qué com prar y hum, ella desea com prar un tro /o d e
no pudo pensar m ás que en un pastel. pastel de pasas... para, sí. un tn v o d e
56. Se docidió por un pastel d e pusa», pastel d e pasas pora, pora b , hum , p a­
pero k h d e Dow nes no tenían muy ra Joe y para la m ujer de Joe (hay dos
buena c ubiena nevada de alm endras, palabras confusas debido al ruido d e
así que se llegó a una tienda de lleiu y las sirenas de incendio que entra por
Sueet b ventana)... eUa. hum. ella lo va a
com prar en esa tienda, y luego re-

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cuerda qu e la. esta tienda no pone
bastante cubierta nevada de alm en­
dras en d pastel d e pasas... n o pone
bastante o pone dem asiado, no re­
cuerdo bien.

$7. Se dem oró m ucho allí escogiendo A síque, entonces va a esta otra tien­
lo que le parecía m ejor, y la depen- da que conoce y com pra un trozo de
dientaa la última m oda detrás d d m os­ pastel d e pasas y ella hum . d ía toma
trador, qu e e ra ev id en te q u e estaba el tranvía otra vez. para... la casa de
m olesta con ella, le preguntó » lo que Joe, y en el tranvía encuentra a un ti­
quería era com prar un c a te d e bodas. po. un hom bre viejo, que. hum . que
58. Lo qu e hizo sonrojarve a M aría y e s el único... bueno, cuando sube al
so n reírk a la joven; pero la m uchacha tranvía no hay ningún asiento vacío,
puso cara seria y finalm ente le corló se ve obligada a viajar parada, y ella
un buen pedazo d e pastel d e pasas, se m edióse asom bra d e qu e ninguno de
k> envolvió y dijo: — Dos con cuatro, los jóvenes cedan su asiento a una
por favor. dam a, pero hay un seftor m ayor, sen­
tado. qu e le d a el asiento, y d í a se
$9. Pensó que tendría qu e ir de pie en sienta y conversan.
el tranvía de D rum condra porque nin­
guno d e ios viajeros jóvenes se daba
p o r enterado, pero un señor ya m ayor
le hizo un lugarcito.
60. E ra un seflor corpulento qu e usa­
b a un bom bín panto: tenía lacaracu a-
dxada y roja y el bigote cano.
61. M aría se d ijo q u e parecía un coro­ y hum , 61 ve que ella h a com prado
nel y p en só qu e e ra m ucho m is gentil algunos queques y pastel y co sas y
que esos jóvenes qu e sólo m iraban de dice, com o es la víspera d e Todos
frente. los Santos, d ice, ¿vio? está bien que
62. El s e to r e m p u ó a conversar con to s nrftos disfruten el día de T odos
ella sobre la V íspera y sobre el tiem­ los Santos m ientras so n pequeños, y
po, de lluvia. luego d i o s conversan, conversan
63. A divinó que el cartucho csiab* durante un r a t t m ientras d í a está en
I leño d e buenas co sas para tos peque­ d tranvía.
ños. y dijo qu e n ad a había m ás ju sto
que la gente m enuda lo pasara bien
m ientras fueran jóvenes.
64. M aría estaba d e acuerdo co n 61 y lo
dem ostraba co n su asentim iento res­
petuoso y sus ejem es.

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65. Fue m uy gcnuJ con ella» y cuan- Y él es muy gentil, y cuando ella tic*
do ella ue bajó eo el puente del Canal ne que b a ja r.le v a n ta su m n b re ro y le
tedio ella las gracias co n una inclina- d k c adiós, y, y, ¿vi»? ella está muy
ción y t í se inclinó también y levan* contenta porque él e s un hombre tan
tó el som brero y sonriócon agrado; y amable.
cuando subía la explanada su c a b e d ­
la fa c h a por la Muvta, se dijo que era
fácil reconocer a un caballero aun*
que estuviera tomado.

66. Todo el m undo dijo: “ ¿Ah. aquí Y e lla v a a la c a sa d e io e .y to d o sq u ie -


está M aría!” cuando llegó a la ta ta ren a María, porque ella es una mujer
de Joe. u n gentil, y, hum, los curtos la quie*
6?. Joe ya e stib a allí d e regreso del ren» y Joe la quiero y la m ujer de Joe
trabajo, y los niños tenían todo* sus la quiere d e verdad, y ella recuerda
vestidos dom ingueras. qu e la m ujer de Joe una vc¿ le luibía
6 8 . I t ab í a d o s ni A i i s d e l a c u sa de al pedido que, hum . quiero decir que
l ad o y t o d o s j u g ab an . lo e una vez le había pedido que fue»
69. M arta le dk> d cariucho de que­ $ c a v iv ira llí,y c lb s c h a b ü a c o s iu n v
ques al m ayorcito, A Iphy, para que lo brado m ucho a vivir allí, quiero decir
repartiera, y M is. Donnclly dijo que ella se había acostum brado m u­
buena era trayendo un cartucho de ch o a... bueno, ella k> había pensado
queque* u n grande, y obligó a los ni* porque ella... el puesto que tenia con
t o s a decirte: —<J i *i cías, María. b su p e rv iso ra e ra . hum. tenía que luí*
cer el lavado y las tarcas y co sas me
70. Pero M aría dijo que había traído im agino, así que ella lo liobía pensa­
algo muy cspccíal pura papá y mamá, do y c u n o la m ujer de Joe la quería
algoque estaba segura le$iha a gustar» tanto, ella k> había considerado seria­
y em pezó a buscar el pastel d e patas. m ente, pero pensó que se sentiría de
m ás, así que v a allá y les da a lo s ni-
Aos sus queques de a penique y ello*
esiln muy felices, y les da... y luego
les v a a d a r a Joe y a su m ujer el uo-
i o de pastel de pasas

71. L o buscó en el cartucho d e Dow* pero se d a cuenta de que no puede ha-


nes y luego en los bolsillos d e su im­ lla ilo c n ninguna parte.
permeable y después por el pasillo»
pero no pudo encontrarlo.
72. Entonces les preguntó a los niños
si alguno d e ello* se lo h ab í a coro m) o
—por error claro— , pero lo i niños
dijeron qu e no todos, y pusieron ca­
ra d e no gustarles los queques si tus

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acusaban de haber robado algo.
73. Cada cual tenía una solución ai
misterio, y Mrs. DonncUy dijoque era
clara que M aría lo d c jó en et tranvía.
74. María, al recordar lo confusa que y ella se pone tan triste que casi em ­
ta puso el se fie* del bigote canoso, se pieza a Ikxar, y se d a cuenta d e que
ruborizó d e vergüenza y d e p en a y de el hom bre que había sido tan gentil
ch asca con ella probablem ente le había ro­
75. Nada m is que pensar en el Traca* bado el tro¿o d e pastel d e pasas. Se
so de su sorpresas y d e los dos ch eli­ pone muy triste.
nes con cuatro (irados por gusto casi
llora allí mismo.

76. Pero Jo e d ijo que no tenía im por­


tancia y la hizo sentar junio al fuego.
77. E ra muy am able con ella.
78. Le contó to d o lo qu e pasaba en la
oficina, repitiéndole el cuerno d e la
respuesta aguda que le dio al gerente.
79. M aría no entendía p o r qu é Joc se
re ía u itto con la respue sta q ue le dio al
gerente, pero d ijo q u e ese gerente d e­
bía d e ser una persona difícil de
aguantar.
80. Joe dijo que no era tan m alo cu an ­
d o se sabía m anejarlo, que era un tipo
decente m ientras n o le llevaran la
contraria.
81. M rs. D cnnclly locó el piano para
que los nidos bailaran y cantaran.
82. Luego las vecinitas repartieron las
nueces.
83. N adie encontraba el cascanueces,
y Joe estaba a p u n to d e perder la p a­
ciencia. y les dijo qu e si ellos espera­
ban qu e M aría abriese las nuoccs sin
cascanueces.
84. Peco M aría dijo q u e n o le gustaban
las nueces y que no tenían por qué m o­
lestarse.
85. Luego Jo e lc d ijo q u c porqué no se
tom aba un a botella d e ito u t, y Mrs.
O onnelly d ijo qu e tenía en casa opor-
u» tam bién s i lo prefería.

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86. M aría dijo que m ejor no insistie­
ran; pero Joe insistió.

87. A sí qu e M aría lo dejó salirse con Pero entonces, Joe cm pc¿óconel vi»
la suya y se sentaron junio al fuego no y la cerve¿a y esas cosa* y em pie­
hablando del tiempo d e antaño, y zan a alegrarse, y em pic¿an. lo» ni fa s
M aría creyó qu e debía decir algo en em p o zan a jugar y. antes d e empegar
favor d e Alphy. a jugar. M aría le d ijo a Joe que, ¿ I de­
88. Pero Joe g n tó que Dios lo fulmi­ bería amigarse con su herm ano Al­
nara si le h a b ía te otra vez a su her» phy. pero io c se eooja mucho y dice
m ano ni m edia palabra, y Murta dijo qu e si ¿I le volviese a hablar a su her­
que lam entaba haber m encionado el mano, qu e Dios lo fulminase con un
asunto. rayo. Y. hum, M aría dice que lam en­
89. Mrs. Donnelly le d ijo a su espo­ ta haber sacado ese tem a y Joe dice,
so que e ra una vergüenza que habla­ ch ,com o se trata de una noche tan lin­
ra asi d e los de su m ism a sangre, pe* da, no m e enojaré por eso. pero, hum
ro Joe d ijo que Alphy no era hernia- ¿I no, él no está muy contento d e que
oo suyo» y casi hubo una pelea entre ella lo haya mencionado
m arido y m ujer a causa del asunto.
90. Pero Joe dijo que no iba a perder
la paciencia porque era la nuche que
era, y le pidió a su esposa qu e k
abriera unas botellas.
91. Las vecmiias habían preparado
ju eg o sd e V íspera d e Tocios los San­
ios y pronto rejnó la alegría d e nuevo.
92. M aría estaba encantada d e ver a
los niños tan contentos y a Joe y a su
esposa d e tan buen carácter.
93. L as mftas de al lado colocaron Y, luego hacen un juego en e l que
unos platillos en la m esa y llevaron a vendan los ojos d e M aría y, hum , las
los runos, vendados, hasta ella* dos ninas de al lado... ponen platillos
94. U no cogió el misal y el o v o el y cositas en lo sp lau llo s
agua; y cuando una d e las ni Aas d e al
lado cogió el anillo, Mrs. Donnelly
levantó un dedo hacia b niAa ab o ­
chornada com odiciéndole: "¿Oh, yo
sé bien lo qu e es eso !"
95. Insistieron lodos en vendarle los y le vendaron los o jo s a M aría
o jo s a M aría y llevarla a la m esa pa­
ra ver qué cogía; y m ientras U venda­
ban, M arta se reía hasta que la punta
d e la nariz le locaba la barbilla.

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
96. La llevaron a la m esa e n u e risas y
chistes. y ella « te n d ió una mano
oiicn i/ask d ecian q u éien ía que hacer.
97.M ov*Ó U m anodeaquí para allá en y ella uivo que poner la m ano en uno
el aire hasta qu e la ta jó sobre un pía* d e los platillos y loque hay al lí, hum ,
tillo. q u ia e d o c ir algo,supuestam ente. Y
98.T ocóuna sustancia húm eda ysua- d lalo h a c c p o rp rim c ra v e z y tocaal-
ve con los dedos, y se sorprendió de go húm edo, y blando, una especie
que nadte habló ni le quitó la venda. de, m e im agino, y todos m urm uran y
99. Hubo una pausa m om entánea, y hacen ¿vio? exuaAos sonidos, luego
luego m uchos susurros y m ucho aje­ alguien dice algo sobre el jardín, y
treo. luego la m ujer d e Joe dice ¿vio?
100. Alguien m encionóel jard ín y fi­ que... les dice a las niftas que eso no
nalmente, Mxs. Donnelly le dijo algo es muy gracioso, y a lg o -, ¿vio? y
muy pesado a una d e la vecinas, y 1c M aría b en e qu e volverlo a hacer, y
dijo qu e botara iodo e s o enseguida; esta vez tom a hum la B ib lia - creo,
asi no se jugaba. sí, la Biblia, y le dicen qu e antes de
101.María com prendióque esa vez sa­ que termine el aAo.uh, entrará en un
lió mal y que había que em pezar el juc- convento porque le tocó la Biblia,
gode n u e v a y esta vez le toed el misal. entonces, ah, entonces, este, com o
ya se cansaron d e ese ju eg o , em pie­
102. Después d e eso. M n . Donnelly zan a conversar otra v e r, y Joe está
le s to c d a los niAos una d an za escocc- tan contcnio d e que M aría fuese y
*». y J o c y M aría bebiera* un vaso de M aría d e e que éste e s e l Jo e m is
vino. amable qu e hem os tenido nunca, p a­
103. Pronto reinó la alegría d e nuevo, ra si...
y M is. Donnelly dijo que M aría entra­ Ella n o lo dice, pero lo piensa.
ría en un convenio antes d e q u e term i­
nara el a t o p o r haber sacado el m isal
en el juego.
104. M aría nunca había visto a Joe ser
tan gentil co a ella com o esa noche, u n
llena d e conversaciones agradables y
de reminiscencias.
105. D ijo q u e iodos habían sid o muy
buenos con ella.

106. Finalm ente, los ru fo s estaban Y .h u m .p id eJo e y su m u je r, le piden


cansados, soñolientos, y Joc le p id ió a a M aría que cante una canción.
M aría si no quería cantarle una can*
cioociia antes d e irse, una d e sus vie­
ja s canciones.
107. Mrs. Donnelly dijo: “ ¡Por favor
sí. M a rá !,d e m anera que M aría lavo

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
qu e le yantarse y pararse ju m o al p ia ­
no.
108. Mrs. Dunnclly m andó a k » ni-
ftos que se callaran y oyeran la can ­
ción qu e M aría iba a cantar.
109. L uego tocó el preludio,dicien­
do: "¡A hora. M aría!", y M aría, son-
rajándose m ucho, em pezó a cantar
con su v o c c a ia temblona.
) 10. Cani ó Soñé (fue h a b la b a , y en entonces M an a canta u u canción
la segunda eslió la entonó: Softé que llamada, hum, Soñé que habitaba, y
habitaba salones de m árm ol/ Con va­ es una canción que dice que. ah. que
sallos m il y siervos p o r gusuV Y de ella e s un caballero en un salón de
todos los allí congregados/ E ra yo la mármol y que tiene vasallos y. hum,
esperanza, el orgullo. que licne m ucho dincio y que. está
I I I . M is riquezas eran incontables, contento de que hum. la persona que
m i nombre/Ancestra I y digno de sen­ laam a,laam a(to sc)d ccu alq u ier mo­
tirme vana/ Pero tam bién sort¿, y mi do, a pesar de lodo su dinero y ludas
alegría fu e enorm e/ Q ue tú todavía sus cosas, quiero dccix. » pesar de que
m e d e c ü s: “ ¡Mi amad;)!’ úene mucho dinero, pero la am a de
todas maneras.

112. P eto nadie inientó señalarle que


co m etió u n en o r; y cuando term inó la
canción, Joc estaba m uy conmovido.
113- D tjoquenohabiaiicm posconx)
los deantafloy ninguna m úsicaconio
lad cl pobre B alfeel V icjo.no im por­
taba lo que los otros pensaran; y sus
ojos se le llenaron d e ligrim as u n to y Jo c em pieza a llorar, y llo ra u n
que no pudo encontrar lo que cataba fuerte qu e no puede encontrar lo que
buscando, y al final tuvo que pedirle está buscando,así que le tiene qu e pe­
a su esposa que le dije*a dónde esta­ dir a o u a persona que le busque e l sa­
ba m etido d sacacorchos. cacorchos. Y ahí term ina la historia.

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
í1

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
IN D IC E T E M A T IC O
Y O N O M A S T IC O

A b tf rv c ió o , 1 3 2 ,1 3 3 Balh-b, R a y n * « h l,8 l
Acción» 2 5 , 3 1 , 7 ) , 7S, I 0 Z 103. U 2 . B b c a trr, S am uel, 2 4 ,5 1
123; y (onctcA cia, 4 1 , 42: ptoecaos 8 g h k u ¿ v , obispo G eorgc, 140
p s k o ló g k o » y, 4 8 - 5 2 ; y v u h w a , 12#. ñoooaA ?, V ladim ir, 122
129 R * a ,N i* I t,5 5 ,6 Ú
A c t ü n verbal, l*ans(urm ación d e la, 4 ! • B o o ti, G co rg c. 7 f e L i w í o f I to ttg h .
4 5 ,9 4 .9 5 112
A c lo t d e habla, 32*37,75» 92*93; n ana* B o to i, Jerónim o, 109
tí vos, 36*4# htQXAU, I x h iís , U 3
Ad^uúkV*! de oon«cfW*>it 98. lüü R tfn c iu x , P a c y , 101
Ad*iaj«, Tké BÁixs c f St/uainjiit B r o to * . C r m c , A**jf<*ny o f ,
110 140. 141
A fecto, W as* E m oción Bkowm. A iw . 76
A ge M e (p * 4M * o n \ 4 Í B*ow*. R ogcr, 8 6 , * 7 ,9 1
A g u siÍn , S an, 89 B u e n a . Jcram c. O n I Í r m í ^ . E tsays
A l k p n * 1 7 ,1 9 . 2S f o r i t e i * f t H * ánd> 20; A S i u Jy o /
A m biente», 3 1 ,4 9 .7 6 ( h tf JU n f , 9 9
A n a t o g u i, I ? . 19. 2 6 B ta tu u t, A nthony. 18. W
A fU Itm p a ic o ló g ic o , I d . 1 7 ,2 0 ,5 8 , 59; B tnutf. K cruw lb, 16. 31
d t l g é n e ro , 16, 19; <fc la n a rra u v a , B u ry . J. B . / A r I d t ú o f P r o t f t u . 140,
20* 21; p u c o lo g ia c o g n iu v a, 1 0 2 ,1 1 1 ; 141
psicología catm ific a . 102 C a l v i n o , l u t o , C i* 4 * 4 c t ía v iV iM íí, 4 6 ,
o t L uxuia., 15 6 47
A n im ism o , 3 0 , 3 l , 96 Camhmi f o c p h . 4 0
A |H eru k i in v e rta n d o , 132 C aunap. R udoir, 102
A p rendizaje. 13 0 ; d escubrim iento, 132; C tfc g o ri¿ac ió o . 2 3 ,2 4
conccpiual, 136» 137 C au salid ad , 2 3 ,2 4 ,2 9 . 3 0
A n ttiú ru js , £ io r t€ p oéiitü , 1 6 ,1 8 ,3 2 , C ieñe ia, 24-26; U s hum an id ad es y la,
4 1 , 6 2 ,6 3 54-63; filosofía d e la. 1 0 2 1 0 3 .1 0 8
A fm o n i/jc w n , 120 C i e n c i a sociales in u rq x c tju v a i, 2 0
A a a i. Scionuxi. 49 C íh u Iú d e V iena, 147
A vocíaciuitcide patabrat* 34 Código*, a*cf)Mc**ci» «íes revelada* por,
A u**, W. li, l n M e m o r y <rf W . R . 17
Y cats*, 3 7 C o g n ició n , 2 0 ,2 3 .7 1 .7 3 .1 0 2 * 1 1 1 ,1 2 1
A t a n » , Ja n e, 51 123; aipccU fi (ranacu)!úsate* d e la,
A v % w . johft, 116, 147 135. 136
A u tocontrol 7 6 C olab o ració n en e l díifcígi», 3 8 , 3 9 ,4 0 .
AuUMMmxcíón, 7 6 , V 67
Bacom, F ia ix i x 8 2 , 11 4 ,1 2 7 ,1 4 1 ; Vo- O » * , M n h a e l 1 3 a 135
v u tn O r g & n ttr x , 1 4 1 C om edia, 18.19
R a iia c . W d M V , 156 C o m unidad in sim ula in n o tó g itan icfu c,
Bamm*, Julum , f ú jiíf a r t'f P o /ro f, 29 40
D a m iiu . R<ilam l 16. 3 6 ,1 3 5 .1 3 6 . S/K, C onceptualism o, *in m ediación, 7 1 .7 8
1 7 ,1 5 6 C o n c e p tu a li/a c ió n 2 4

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
O s tm c iiim k n io . 133, 134, 135, 136,
Contiene*». 32, » . B -M ; y
c * t f n , 5 7 ,4 0 .4 1; y acción* 4 1 . -12 137
C « A ilk io A iiA M ^ SO» 9 9 ,1 2 2 DtMAtJMOtf, M a rg tf ti, 77
C o nücioA ts, 93
Dv t o c v ik i , Fcd&f, 15.115
• D u <*ov .O iw ili5 :¿> < r¿¿f A r p a r A r* , 9 2
C onA iet* roo. 8 9 .9 6
E A d £ iw .T c rT y ,l5 9
C onflicutt. 32-33. 59
E ducación, 110; len g u aje ¿ c ía , 127*137;
C onjunción y diíyuftcuSn. 24
C onociftK ttio 87, 102. 129, 130, 136, cu ltu ra y , 129, 133, 1 3 6 .1 3 ?
137; y «*perie»cia, 20; v m i t o r m * - EflW Atf* jonatiUA. 141
a l u d e U K ció n det v a h o , 4 2 ,4 4 ,4 5 ; E i u r u t , A lb c n , 154
i p n a i . 1W , 105 E lccción, 1 0 2 ,1 0 )
J o s c p lw T V S w rJ S t o r r ; 15. Eí m i a , M ircca, 157
3 1 S I, 156; H t v t o f D a b x x t . 22« E u p t , T . S . , T h c U v e S o n g o í i . A lírcd
1/ m í í v k 32 P n ifro ck ” , 3 5
CaftttilUivftJ*iÍ del lenguaje, 74 E llo, m etáfora d e k> irracional, 3 9 ,1 4 3
CoiMiKÚvktfno. 103-106, 107, 115, EflUKión. 2 5 , 7 1 , 7$; p c a M fn k m o y,
134,159 112*123; c o ru c * iu * lu * c i¿ n d e b .
C o ftttiu j, 109: em oción y, 119, 120, 1 2 0 ,1 2 1 .1 2 2
121*123 E m pirism o. 1 4 0 ,1 4 1
C eauoi, U E nsayo y errac in d ir c a o , 117
Coavencián, 2 8 .107 EnuncMiftos im p tica liv o i, 2 2 ,3 $ , 3 9 ,9 3 ,
C o attaicncU , 107 95
C o n e sp o o ü c p a i 106 E p i c a , » . 19
Cre*c¿»4chipái<»¡», 24, 2 5 ,6 0 ,6 1 » 62 E p tftcm o to g ía g c n tu c a , 150
G a U » U é d ¿c k » cuento». 26 E scritura o cn u T ic a, 34
C f t c i m a i a i a . 151,160 E scriiufa ló g ica. 34
C u a f e j folklócía*. 3 a 32 E > u p j l * . ¿ a 104, t i l
C « lu n , 2 7 .7<* 75-77* 139; «preraJuajc EfrUaicgta d e l lecto r, 4 5 ,4 6
4 d t a j u i j e y. 75; fitfu f^ c ta y. S I; &><ructura 16; pro fu n d a . 2 6 .2 6 ,3 1
o ú u r i familiar, 1 1 9 ,1 2 0 ; educación E so u ciu f ilu m o . 2 0 ,1 4 9 ,1 5 7
y. 121.12 9 ,1 )2 ,1 3 6 ,1 3 7 ; «{Ty. 135, E o n ín ü tx 51
deldemolió y«13<-152 Eva**, G a ttih , 72
O u n u x . S jyw M r. 48 F-ipcctM>va, 5 6 ,5 7
N ota, |02. i o j E ip c n c n c ia , 2 0 ,2 3 .2 9 ,1 2 $
“ ? * « * » * « • . ! S \ 155-157.160 'E x p re s io n e s d e la herencia*1, 39
Dcduct.*, l|l F a tu la . I 9 . 2 S . 3 1 . 3 2 ,4 5 ,4 ?
& • « * * * , IOS, 109
F a m a n l , M u i, 129
n F a la c ta ó a la pro p o rció n . 97.98.113
7 l.7 j.7 4 .1 6 . FaU acíóo, 26, 54,60,61
■* • 12 U S . 1 1 9 .1 2 0 ,1 2 1
F t o o u i G u siav T h eo d o r, 19.111
"iM onl. 1M
F u u m a n C a r o l 74,89,94,131
<*us*.?4
Fe y ta tó n , 114
« 4 '* * • li4 ' F i{ u rti. 50,51
F u m o k í, C h a lle s, 91,94
F ftilS u n lc y . 15*
F l a c a » , M au h ias, 154
»‘.3 7 .X .n
F u m i m t , G v tu v e , 22
F g n o n a t.8 9
Form as d c fc iic » , 7 0 ,7 7 , **

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
Fo u c a ia .it , Michcl, 159 28; histo ria n arrativ a. 5 2 .5 3 , 62; i t l f
Fha mc l o*. B e n ja m ín , 141 e, ? 6 ;n a c u ra lc ¿ a c ,8 l
P ú a » , P aulo, Í4 5 Hcm cxo. 51
F u i o , S i^ m u n d . 4 0 , 5 9 ,1 3 0 ,1 4 2 * 1 4 4 » H u m in U a k » , y c k n c i ^ 53*63
1 4 4 '1 5 0 ; ~E1 p o e ta y «1 en n e c io * , 15» H u m i n k n o , 1 5 3 .1 5 8 . 159* 160
40; c f o a U /afúM , 143 H i t * . LXPkL IW . 140
F tv i. N w th ru p . 157 M om ificación c o n perso n ajes lilc ra rio s.
F unciones ntakH icas d el len g u aje. 130 16» 41
F unciones pra£m átfcas< kl le n g u aje , 130 Id eo lo g ía <k la libcfación, 145
F u n ció n h c w íw k a d et len g u aje, 1 )0 llX KH I v A A . 145
F o n d ó n ím ig in a iv a d d len g u aje, 130 Im p licació n o u i c u , 24
F u n ció n in form ativa d e l le n g u a je . \ 30 liid eiem iin acíó n d d icx io , 36*37
F u n ció n mcCalingofeiica d e l lenguaje, In d icad o r d e atiiiud» 94*95, 131 -1 3 2 ,
131 134
G a * m * , How&rd, IOS; F r o m e s o / M m J, lndiv>dualidad, 51
110 In d iv id u o s. 5 0 , 51
C a u * k ¿ u H atold. 6 0 Inferencia. 9 7 ,1 1 3 ; ló g ica. 20
G azda*. G crak l. 39 IttfcU **» B a rb e l, 147
G iw r z %C b f r « « l , ? 5 . 1 0 5 .1 3 4 Innovación» 28
G én ero , 16» 1 7 -1 9 ,5 7 Instrucción. 84 8 6
C * jo n , E ú crae , an d R r v tk u tín lnitrurrK iuili& m o. 82
¿A fAf 114 In tención, 2 9 . 3 0 . 3 1 . 3 6 . 59. 6 0 , 89;
G ooom **, N d s o n , 1 0 3 -1 1 ), 1 3 4 .1 4 8 .6 / 9 « m f o a n * ió a d e la ac ció n d d verb o ,
éWíoJ ¿fruí 0¿Acv M a tc r j . 1 0 3 ' 107, 4 1 ,4 3 ,4 4
\W ,W 'a ys c f W o r ti M ú k ^ g . 10*. In terp retació n d e le iio * , 16-18, 2 0 . 21,
1 0 9 ,1 5 9 , 7Ae ¿ a n fw ¿ £ * j o jA e t. IOS. 3 6 ,3 7 ,4 5 -4 8 ; y avaluación, 1 5 3 ,1 5 4 ,
1W 159
G ra m á tica 9 a 9 1 , 9 2 . 9 4 ; realid ad In terp retació n é i e a . 1 7 .1 9 ,2 8 . 33-34
p sicológica d e la, 88 , 8 9 ,9 6 In terp retació n m & üca, 1 7 ,1 9 , 28
C ra m á u c a g en e rativ a tran iío fin ac ionu!. In icriu ty eliv íd ad , 6 7 -6 8 ,7 3
88 In tuición. 1 9 ,2 5 .2 7
G ram áticas < kl relato , 2 1 .2 5 liu u W o lfg a n g . 1 8 ,3 4 ,3 7 ,3 8 .7 f e A rte *
GftAttT, M a rc d . 129 R tadiñg, 3 6 .4 5
CniM AS, A .. 32 ÍAfeiaa« W em cr, 114
G a a a . H . P ., 3 8 .6 7 ,9 2 J A lt» k m , R o n u n , 1 6 ,1 7 ,2 0 » 3 1 ,3 3 » 34,
G ru p o d e A dkpittición d e l L en g u aje d e 3 5 ,8 4 . 131
N ueva Y ork. 74 J a m u , H e rry , 35
GtiJtULD, A lbcft, 156 J a m j . W illiam . T h e V a r ic iia o f Retí-
H a i u m t , M * h a c J, 130 Z*h í» E xpcrienct, 2 6
Hxlhiln . L e ía s , 52» 6 2 Joi*ooh*Lam >, P hilip: Lüngéioge and
) U m , ) R , 76 PffCtpHón* 91: M tfiio lM o J tb . IOS
H & et», F rii/, 3 a 5 9 , 68 l o x u , E m e il, 147
H h i i t t o u x . K obcrt, 53 J o t c t , la m e s , 2 5 , 2 6 . 155; ftd r a to del
H i b M i M a W em cr, 55 art¿M ú d v ittc e n it, 15; P u b iin t j< í,
H u m a . C a l 102 18» 42 -4 5 , 161-171; -A ra b ia - , 32;
H éroes, 5 0 ,1 4 3 "P o lv o y ce n ú a'*. 42 -4 5 . 161-171
H iito tm itf-S & m i, B u b v a , 28 K a m u , F ian / , 24
Hiktvuu, 54 K aiixsm akk. l>anícl. 9 7
H ipcrcrtim ia e h ip o n ú m a, 24 KANT.ImmanucI, 103*104,116
M inoría. I6;irucrpccw t:iófldv*la, 1 7 ,1 9 , K i w r i i w s t , 39

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
Kj x m q o í » Frauk, 19 M u ía n , H ugli, 130; ¿ < a r i w i | L r« c # u .
K u u x , G e© r*«,21 136
K c ta /r,H a n s . 149 M k t v i u , H erm á n , 126
K « L O i,D a v d , 7 8 M c t i c o p c í ó n , 7 6 ,7 7 ,1 3 4
K u t i T bornas, 5 ? M etáfora, 1 6 , 2 3 ,3 5 ,3 7 ,3 8 - 3 9 ,6 2
L c a o r en «1 itAtOi 1 6 ,1 7 M e ia i, 31
LocUire, p ro ce so d e la , 16, D .3 6 .4 S , $ 6 b aró n , 2 8
L ecturas altern ativ as. 1 6 ,1 7 .1 9 M il l &*« C e o r g e , 8 8 , 8 9 , 9 4 , 1 0 2 ;
L ectura* m ú ltip les. 17, 18, 19 La/ijw d f # and P t/crption* 91
L e7*uajc: n iv eles d e l, 3 3 ; se lec ció n y M u a a . P erry , 141
c o a to M t ió * e n e l , 33*36; e je s vertí* M a n , C o rd ó n , H o m ití's C a a k . S i
c a ly b a ria o n la )d e l,3 3 - 3 6 ; evocativo, M i o u , C m l a w , 1 5 ,4 0
3 5 .3 6 ; d o m m » d e l, 5 8 .6 9 -7 5 .8 5 87, M c tc n . Jo h n . P o r o to perdido. 5 4 ,5 9 ,
1 15. 119: re a lid a d p sicológica del, 6 1 ,1 5 7
88-91; d e la ed u c a c ió n , 127*137; fun- M im esis. 4 8
cionc» d e l 1 3 0 -1 3 1 ; y U le o tía d el M o d a h d sd ló g ic o - c e r tific a d e l p e n ­
d esarro llo , 145*148; p fte ra tiv id * J sam iento, véase M o d a lid a d paradig
d e i, 1 4 6 .1 4 8 m i tica d e ) p c a s a m k n io
L lo k tk v , 81 M od alid ad n arrativ » d t l pensam iento,
L o l s , A lan , 2 9 . 3 9 2 4 .2 7 ,4 0 ,9 6
L£vt, P rim o : T há P criodic TabU , 3 ? M o d a lid a d p ara d ig m ática d e l p ensa­
L avim ox. S te p te n , 3 9 m iento. 2 1 ,2 4 - 2 6 ,4 0 ,5 2 - 5 3 * 9 6 9 7 .
L fviS T *A U ss,C U udc, 2 0 ,1 5 6 100
L tw n , G w y n e ih , 4 2 M odelos, 1 9 ,5 6 -5 9 ; sim b ó lico s, 75
L e Lem as, 8 9 M o d o , 44
L ey d e Y c s ta - D o d * * * , 116*118 U o r o i i S . 1 7 ,1 9 ,2 8 ,3 4
" l in c a e herederas'* en lre los m u n d o i M o r íe n u i, 8 9
potables» 54 Mcmüus, C h a rk s , 9 1 ,9 5
ü n ¿ llís ú c a , 16, 20; rectificacio n es lm* M u u w c f c J i K arl, 117
g u islicas, 7 7 ; p sk o lin g U isiic a, 8 8 ,8 9 M u n d o T re s , 54
U n e * y ép ica, 18 M undos p o sib le s, 54*5 6 ,5 9
L i c / o . 1 7 , 1 9 ,2 8 ,3 4 M u td o s y versiones d ctm u n tk ), 105* 107,
[j k m m , Jo h n , 140, 14) 109, 1 2 9 .1 3 0
L u s e o o . C h r t/u m natura, 62 Nochlan&cht* 20
U a u , A lc ia n d c r R o m a n o r k h , 8 0 .8 2 N arra ció n d e c u a n ta s, 1 8 -1 9 ,2 6 -2 9 ,3 2 ,
L ü i u o , M a rtin , 155 3 6 ,4 6
L yoks. Jo h n : Scm átuxa* 91 N arra ü v a, 2 1 - 2 2 ,3 6 ; c o m o aric , 26-28,
M a c F a a u m , A id a n , 120 31; acto s d e y . 3 6 4 8 ; d e p e r­
M a c N u c e , L o u is. 3 5 so n a je, 4 8 -5 2 ; h isto ria y, 5 2 ,5 3 ,6 2
M u jx o w sa i, B ruñíala w , Sexuat U ft c f N a iu rJ e ¿ a , 139; e l q uelw eer hum an o y
S a * ú je j, 138 la, 8 1 , ^ 6
M áicm áu ca, 2 6 ,2 7 , 58 N e g u ió n , 9 2 ,9 3 ,9 4 , 9 5
M * w a , 155 N u t r a , U lric, 9 2
M c C u s a , A tlis o a , 9 9 NeuoM . K aih an n c, 7 4 ,7 7
M u n , M argare!, C om íng o f A$* v%5a* N ew ro*, Isaac. 5 4 ,5 8 ,1 4 1
w o , 138 N k o c A w U u , 1 7 ,1 5 4
M ecanism o d e A d q u isic ió n del Lai* O o ó itm C u w y , 156
* u a j* ,8 7 O c t t n , C . K ., 9 0
M b iu w a a . P cíer, 139 O u o x , D av id , 73
M edios u sad o s p o r lo s personajes* 31 O í a , W a lic r, 113

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
O p e r a c ió n h u n o . 101 Qui «, W. V. 0„ 108
O rg a n iz ació n m erual. 7 2 ,7 3 .1 0 2 R t u a , 1S4
País, A lx a h v n . IOS R e a ld a d . 2 0 . 2 1 . 55, 9 6 -9 7 , 115;
P t f « b ¿ c i m d e las cien cias. 57 p s o o ló ¿ ic a , 2 5 , & M OO, v b í ó n Ln-
P av\ 4 v . K a n P c tw W h , 8 0 , é l , 8? , 145, le m a y , 32; ULbjctificacMfei d e la , 3 7 ,
146 4 0 , 4 1 , 149; íu b jw h v íz a c tó n , 27
P er» a m ie n ta 20, 23; em o ció n y , 1 12* 123 (n o ta), 37. 3 1 .4 1 . 4 3 - 4 7 ,1 6 0 . so cial,
Pkm oM í, A lbon. 9 8 128
P erce p ció n . 5 6 , 5 7 . 68, 6 9 . 102, 103; R ecip ro cid ad . 69
pa& oaa}, 68 R ecurrencia, 105
P ix x ttt, D av id , 76 RefcfCACi*, 1 0 8 ,1 0 9
P e r * » * * . 16, 18. 31 -3 3 . 4 1 , 89. 90; R eferir. 7 2 , 73
p tiv c la d e p c n o n j e , 48*52; personaje R e flc iió o , 8 3 .1 3 4 . 137
« p u e n te . 4 8 ,4 9 ; e M a t, 48 R c to c r/o , 130
PerKCulidade»» SO R e la c io n o esp ac io -lem p o r ale», 18, 29.
hrMiu>« SI 30
P e n p c c ó v * , 94; ro ú lb p lt, 3 7 , 6 1 , 6 3 . R elativa n d c te rm in a c ió n d e u n lo ilo , 3 6
115; tp K é n in c a , 7 0 . ? ) , 7 7 .7 8 , 129 R elativism o, 1 0 4 .1 0 6 ,1 0 7
P c n p c c iiv ilitin o . 1 5 6 .1 5 8 R elatos p u cnlrigiuM , 4fl-52
P u t i o , R ich ard , 39 R epertorio d el ta cto r, 4$
P u c t r , J e i O O , 1 0 5 ,1 0 6 . Jtt!< 1 1 5 ,1 3 0 , A«* r<;|ú<vu, 51
132, 144, 1 4 7 * 1 4 8 .1 4 9 151 Rck&nca, 24
P i t u s o , 155 R evelación, 114
P m a k u u u . L uigi, 24 R aitM U » . t A . P r a c tu v l C r itu a m * 16
Pocsm , 1 5 ,3 S -3 6 ,62-63 R *a> , C h iiaio p to r, 157
P « * jc a ,2 0 R k x u j r , P aul. 1 9 ,2 5 ; T im e <í/k/A W «i-
PolU em í*. 1 7 ,7 3 ti**. 4 1 ,4 8
P om j*. K arl. 24. 2 6 . ¿ 4 .6 0 .6 1 R m \ P hilip, 150
P o t n * . 0 4 c , 52 R»%m**. D avid, T h e t j m t 't j C tv w d , 5 2
PoaüMyno lógico, 101 Rü**a<rtU A j.i, A lai», 29
P o jiettn K iu u lb iT W , 1 5 7 ,1 5 8 R o * r r , A m elíe, 5 0 ,5 1 , 78, 1 4 8 ,1 4 9
P o c n u * , L eo. 56 R c * t v , R ichard, 24, 142
P ragm ática, 9 1 ,9 2 , 9 3-95 R o s ju ro , M ich etle, 75, 7 6 .7 8 . 134
P ragnuiitiB O , 1 5 7 ,1 5 8 ,1 6 0 K(«i, CaiL 84.85
P # u n . C h n s io p h e r, 120 R o m , Pfuhp, 52
P ro d ic a tió n , 34-35 R í m j j w r t , D av id , 21
Pie» 14* » ación, 2 6 , 3 7 4 0 . 4 2 , S S S 6 , 58, S e o * . M ic h tc l. 77
7 2 ,9 2 .9 5 S ctutM *, S y tv u , 135
P ro babilidades b a y ^ u » * , 9 7 ,9 4 .1 1 3 S o u n a . R oy. 149
P rogram a* «fe com putación, 102 S o u n » . M a x , 67
P ro p ied ad es UÍKUTMvas ü c k>* relatos, S u i o l u , R o b e n ; 7V*u* j { / W / , veseñj
37*48 d e T o dorov d e , 153, 157-159
Pao*», V U dim ir. 1 6 .2 3 , 3 0 . 3 1 ,3 2 , 9 0 , Scami£. John. 9 3 .1 3 2
157 Sctucni * . 1 9 .2 8 ,2 9 .3 1 .1 3 3
P ru eb a em p ín e* . 23. 24. W o s* S eg u n d a S u i c n u de S e ñ a lo . 9 0 -8 1 ,8 7 ,
M o d a lid a d pui«HÍi£iti«ílica d e l p e rc a 1 4 5 ,1 4 6
m íen lo S<lf. 7 6 ,7 7 ,7 8 ,1 3 4 , 135, 149; cu ltu ra y,
P > k*«U JU i*. 2 0 2 1 .1 4 9 136: s*Ífpr* va d o y « e^ p ú M ic o . 7 1 , 7*
pMeoltf*0¿*aca,88.89 S c m k x laca, 9 1-96
P in x tM . H ila ry .6 7 S em ejan za c o a la vtda. 2 3 , 24.

t
PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
u o M a M o d a lid a d n a m tiv a d e lp c n - Teoría* tra d io o n tlc s. 5 8 .1 3 8
¿ « rú e n lo T e u o a bíblico», 1?
S h a k e u b j **, W illia m . lia m k t . 19, T e u o v u iv a l. 1 8 ,1 9 ,4 3 * 4 5 .4 7 4 8 , 50.
53;Oi*fc>, 133 161,171
Sh a t u o , A>cher. 5 ? T k o o , Barbara» 85
$ ig n ificeci* w 1 S 4 .1 5 5 ,1 5 9 To o o h o v , T iv e u n . 28. 3 1 .4 1 ; "Todos
S ignificado. 18. 35*3?. 7 3 .9 0 ,9 1 .1 2 8 ; co m ía la humanidad'*. 153» 157*159.
m ¿ M * > 1 * I ? . 29; im plícito r 160
e x p lfc ito , 3 7 -4 0 ; o c a s io n a l. 9 2 ; T o u i a k . Edward. 8 0 .1 1 2
M csnpofti, 92; c n k u r t y , 128. 129. T o u u t* . Siephen. 8 9 .1 4 5
159-160; y realid ad , 159 Traducción: m últiple. 1?. 18, 73*74;
S im bolism o, 4 5 po¿üca, 33-34
So***!, M a n a n te . 3 0 T ra g e d ia 1 8 .1 9 . 50
S im ó n , H crbciU ]0 2 T ram a. 18, 1 9 ,3 1 .3 2 .9 0
S n é c d o q u e , 16 Transacción**. 6 7 * 7 9 ,8 5 .8 9 .1 2 8
S in o n im ia .3 3 Transform ación. 42-44; d e estado, 42.
S m u u . 3 4 . 7 2 . 8 8 . 90» 91*92. 9 3 -9 3 . 44. d e la acción verbal. 4 1 -4 5 ,9 4 .9 5 ;
119 m odal. 4 1 .4 4
S is lem a d e A p o y o p i r a U A d t|u U ¡c ttn T«fcV4Miie»« Colw yn, 67
d d L enguaje, 8 7 T m í . 040. Lionel, 52
S¡»iom at ftím bótico*, 1 0 8 * 1 1 0 .1 1 1 .1 3 3 T n p asu tm o , 7 1 .7 8 ,1 1 2
5 / ¡ a * . 1 9 .2 8 .3 1 .1 3 3 Tno u o t , Anthony, 51
S K m * B F., 89, I I ? Turbecidiv 122
S o c ia l* ! . 5 t ; reelidadc* sociafc», 128 T tau**, Víctor. 2 8 ,3 1 ,7 6
S o rp re s a 2 9 ,5 5 5 6 .5 * T v tw a v , Amos. 9 ?
S rt* c t, Donald: A/«s<aitW Trttih and Universalidad, 60
M tio r itú l TVitf*, 148 Verdad. 23-25
St*MUiK Dan. 3 9 -4 0 .6 7 Verific abil alad,2 3 -2 6 ,3 5 .6 M O l.W tff*
S tto u t. A Un. 120 tam bién M odalidad paradigmática
S n m c c t , John. ViAas d* ira, 138 del pensamiento
S u m h . C eo tg c, " U n micvo significado Verificación d a h ip d u sis, 61
<kl sig n ificaio ". 153*157. 159.160 Verosim ilitud. 23, 62. W ase tombUn
Snaot, D aniel, 120 M o d alilad narrativa del pcruam knio
SawAMr. JiaJrth A nn. 30 V itídn ¡mema y realidad. 32
S u b je ú fc a tid n . 3 7 . 40-41, 149; tran* Vo¿ pafrivu» W
furm sc Mft d e la acciún verbal. 4 2 ,4 4 V vco n n v . Lev. 7 8 .8 0 -8 7 .12?. 130,136.
Sum a d e palabras. 43 144-146 .1 4 8 .1 5 0 , \ S l J to m g k io m i
T a g o v a n u c to , IV 81-83
Tmüüm. Renato, 6 8 W AMOK, A ustin: T h to ry o f L ite r a l* f. 6
T a ic a a p iftg c ú a n a a .7 ? .133 W a k m , 1 W . 9 3 , 94
T em a. 19; aicm p o ra l.19 .2 8 ,3 1 *33.45. W n , Kiah, 74
47 W i l u k . Kené, T h tcry o f L tie r a iw t 18
T e o lo g ía e n r i a r a , 114.140.141 W w rt, H ay d ca, 2 8 .3 1
T e o r ia d e ia m c s L a n g e . 121 W o i . M tfih a . B roO *rj o fU g k t. Bro­
T e o ría d d desarrollo» 8 3 4 6 * 119*121, thers o f Dloodt 4 2 .4 3
138* 1 5 2 ; d o m in io d et lenguaje y , W u ú n , D eirdre. 3 9 .4 0 .6 7
6 9 .7 1 .7 3 -7 4 .7 6 ,7 7 .8 6 .8 7 .1 1 5 ,1 1 9 ; W flTOfixmvr. L u d w ig . 147
p o s tu la c u ltu ra l d e la. 1 4 5 .1 4 6 W ou*xm . H a n y , 114
T c u ría v c rific a c io n u ta , 3 5 W o eo . David» 8 4 ,8 5
T o a r í a s d e c o c u n u ia Jo f" 8 0 W ooowowni, R o b e n , 115

PEDAGOGIUM DIDÁCTICA
W u m ?t , W i l h d i n , 111 « 2 -B 3 . 8S r ? , l S l
Y» a n , W illiaffl B ullcr, 36 Z u m m , H e rv í. 4 9 . 9 7 . 9 8 , 149
Z o t\* 4 e d e n r r o llo próxim o» 7 8 , 81.

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PEDAGOGIUM
DIDÁCTICA
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