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TRABAJO DE COMPRENSIÓN Y PRODUCCIÓN DE TEXTOS

ELOGIO DE LA DIFICULTAD
POR: ESTANISLAO ZULETA
EL RESUMEN

PRESENTADO A:
LIC. VÍCTOR MORENO PINEDA

PRESENTADO POR:
ESTUDIANTE
YEIRA VÉLEZ ARGEL

II SEMESTRE
PROGRAMA DE LICENCIATURA EN LENGUA CASTELLANA
FACULTAD DE EDUCACIÓN
UNIVERSIDAD DE CÓRDOBA
MONTERÍA – CÓRDOBA
02-05-2016
ELOGIO DE LA DIFICULTAD
Por: Estanislao Zuleta

La pobreza y la impotencia de la imaginación nunca se manifiestan de una manera tan clara


como cuando se trata de imaginar la felicidad. Una vida sin riesgos, sin lucha, sin búsqueda de
superación, sin muerte y por tanto, también sin carencias y sin deseo: un océano de mermelada
sagrada, una eternidad de aburrición. Metas afortunadamente inalcanzables, paraísos
afortunadamente inexistentes.

Todas estas fantasías serían inocentes e inocuas, si no fuera porque constituyen el modelo de
nuestros anhelos en la vida práctica. Puede decirse que nuestro problema no consiste sólo ni
principalmente en que no seamos capaces de conquistar lo que nos proponemos, sino en aquello
que nos proponemos: que nuestra desgracia no está tanto en la frustración de nuestros deseos,
como en la forma misma de desear.

En vez de desear una sociedad en la que sea realizable y necesario trabajar arduamente para
hacer efectivas nuestras posibilidades, deseamos un mundo de satisfacción, una monstruosa
sala-cuna de abundancia pasivamente recibida y en lugar de desear una filosofía llena de
incógnitas y preguntas abiertas, queremos poseer una doctrina global capaz de dar cuenta de
todo, revelada por espíritus que nunca han existido.

El estudio de la vida social y de la vida personal nos enseña cuán próximos se encuentran una
de otro la idealización y el terror. Quienes de esta manera tratan de someter la realidad al ideal,
entran inevitablemente en una concepción paranoide de la verdad; en un sistema de
pensamiento tal, que los que se atrevieran a objetar algo quedan inmediatamente sometidos a
la interpretación totalitaria. Así como hay, según Kant, un verdadero abismo de la razón que
consiste en la petición de un fundamento último e incondicionado de todas las cosas, así
también hay un verdadero abismo de la acción, que consiste en la exigencia de una entrega
total a la “causa” absoluta y concibe toda duda y toda crítica como traición o como agresión.

Sabemos que ningún origen filosóficamente elevado o supuestamente divino, inmuniza a una
doctrina contra el riesgo de caer en la interpretación propia de la lógica paranoide que afirma
un discurso particular –todos lo son- como designación misma de la realidad y los otros como
ceguera o mentira. Un síntoma inequívoco de la dominación de las ideologías proféticas y de
los grupos que las generan o que someten a su lógica doctrinas que les fueron extrañas en su
origen, es el descrédito en que cae el concepto de respeto. Porque el respeto y las normas sólo
adquieren vigencia allí donde el amor, el entusiasmo, la entrega total a la gran misión, ya no
pueden aspirar a determinar las relaciones humanas.
No se puede respetar el pensamiento del otro, tomarlo seriamente en consideración, someterlo
a sus consecuencias, ejercer sobre él una crítica, válida también en principio para el
pensamiento propio; porque entonces el pensamiento del otro sólo puede ser error o mala fe; y
el hecho mismo de su diferencia con nuestra verdad es prueba contundente de su falsedad, sin
que se requiera ninguna otra.

Nuestro saber es el mapa de la realidad y toda línea que se separe de él sólo puede ser imaginaria
o algo peor: voluntariamente torcida por inconfesables intereses. Pero lo que ocurre cuando
sobreviene la gran desidealización no es generalmente que se aprenda a valorar positivamente
lo que tan alegremente se había desechado o estimado sólo negativamente. A la desidealización
sucede el arribismo individualista que además piensa que ha superado toda moral por el sólo
hecho de que ha abandonado toda esperanza de una vida cualitativamente superior.

Lo más difícil, lo más importante, lo más necesario, lo que de todos modos hay que interpretar,
es conservar la voluntad de luchar por una sociedad diferente sin caer en la interpretación
paranoide de la lucha. Lo difícil, pero también lo esencial es valorar positivamente el respeto
y la diferencia, no como un mal menor y un hecho inevitable, si no como lo que enriquece la
vida e impulsa la creación y el pensamiento.

Hay que observar con cuanta desgraciada frecuencia nos otorgamos a nosotros mismos, en la
vida personal y colectiva, la triste facilidad de ejercer lo que llamaré una no reciprocidad lógica;
es decir, el empleo de un método explicativo completamente diferente cuando se trata de dar
cuenta de los problemas, los fracasos y los errores propios y los del otro cuando es adversario
o cuando disputamos con él. El discurso del otro no es más que un síntoma de sus
particularidades, de su raza, de su sexo, de su neurosis, de sus intereses egoístas; el mío es una
simple constatación de los hechos y de una deducción lógica de sus consecuencias.

En el carnaval de miseria y derroche propios del capitalismo tardío se oye a la vez lejana y
urgente la voz de Goethe y Marx que nos convocaron a un trabajo creador, difícil, capaz de
situar al individuo concreto a la altura de las conquistas de la humanidad. Dostoievski nos
enseñó a mirar hasta dónde van las tentaciones de tener una fácil relación con la humanidad.
Entendió además, hace más de un siglo, que la dificultad de nuestra liberación procede de
nuestro amor a cadenas. Amamos las cadenas, los amos, las seguridades porque nos evitan la
angustia de la razón.

Pero en medio del pesimismo de nuestra época se sigue desarrollando el pensamiento histórico,
el psicoanálisis, la antropología, el marxismo, el arte y la literatura. En medio del pesimismo
surge la lucha de los propietarios que ya saben que un trabajo insensato no se paga con nada,
surge la rebelión de mujeres que no aceptan inferioridad, surge la insurrección desesperada de
jóvenes que no pueden aceptar la situación que les tocó.

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