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Doctor Pasavento, de Enrique Vila-Matas

(selección)

1. La desaparición del sujeto

“—Pues no lo sé —terminé al poco rato contestando—, ignoro de dónde viene, pero sospecho
que paradójicamente toda esa pasión por desaparecer, todas esas tentativas, llamémoslas
suicidas, son a su vez intentos de afirmación de mi yo” (11) (definición de sí mismo)
“En el quiosco de revistas de la estación me compraba dos novelas de las que se hablaba
mucho en aquellos días. Una de ellas llevaba este epígrafe: «Al final todo pierde su sentido,
pero la máquina de escribir sigue conmigo». Las dos novelas eran españolas y de ellas se
decía que estaban cambiando la historia de la literatura. Me pareció incluso aterradora la
posibilidad de que España pudiera volver a intervenir en el curso de la historia.” (14) (la
historia de la literatura)
“(...) he venido hasta aquí a narrarme la historia de la ambigua desaparición del sujeto en
nuestra civilización y a contármela a través de unos fragmentos de la historia de mi vida,
como si se me hubiera inyectado a mí mismo toda esa historia de la subjetividad en occidente
y, además, me hubieran aleccionado para que intentara desaparecer contando, paso a paso,
cómo voy lentamente llevando a cabo la ceremonia de mi eclipse” (58-59) (argumento,
propósito)
“Escribir es atravesar la experiencia siempre paradójica de la escritura, pues basta ver la gran
contradicción que hay en el hecho mismo de que esté disertando ahora sobre mi reaparición
cuando en realidad estoy o debería estar más comprometido e involucrado que nunca en ir
terminando de contar la historia de mi desaparición” (60) (reflexión sobre la escritura)
“Anduve un buen rato hasta que llegué a las calles del centro y acabé entrando en la catedral,
donde me senté en uno de sus bancos para descansar y, al mismo tiempo, preguntarme quién
era yo y qué iba a ser de mi vida” (68) (definición de sí mismo, práctica del pensamiento)

2. El que se da por desaparecido

“En un intento de solución a todo esto, en un intento de eludir el modesto descalabro, pasé a
pensar en el doctor Pasavento como si ese hombre no fuera yo mismo, sino un personaje que
me hubiera inventado. Sería ese doctor un hombre nuevo, con la misma conciencia de ser
único que tenía yo antes, cuando me llamaba Andrés Pasavento, aunque en este caso con
escasa, por no decir nula, biografía. ¿Debía pensar en una para él? De cualquier modo, sabía
algo muy concreto, conocía su presente: el doctor Pasavento era un hombre que, recién
aparecido en el mundo, se sentía desaparecido o separado de éste” (81) (1er sujeto, Doctor
Pasavento)
“ <<soy yo, pero no lo soy>>, le dije, y volvió a sonreír, parecía contenta de verme, y yo, en
el fondo, me sentía discretamente alegre de hablar con alguien después de cuatro días de vivir
mi vida de desaparecido” (89) (la soledad)
“ de una forma exclusivamente provisional, llegué a la conclusión de que su locura era ante
todo ambigua, a veces muy real y otras muy fingida, lo que significaba que en realidad se
acordaba a veces perfectamente de mí, algo que no tenía por qué molestarme pues, a fin de
cuentas, lo que me interesaba era que me permitiera ensayar mis primeros pasos en firme
como doctor Pasavento, ir descubriendo yo mismo quien era yo, es decir, quien era ese
doctor en el que me había convertido”(99) (doble identidad, locura de Morante, primer
encuentro)
“<< En realidad>> añadió, << mi micro texto es una reflexión sobre la ausencia, desaparición
de una certeza, que, hasta hace pocos años era entre nosotros inconmovible, la certeza de que
todo tuve que empezar en algún momento>>” (107)
“Sentí que protestar era mi obligación y le dije a Morante que para contestar a la pregunta
qué soy yo, Montaigne había emprendido el estudio o, más exactamente, el ensayo de su
individualidad, intentando, al mismo tiempo, encontrar una regla de vida, una ética; en una
palabra, lo que el propio Montaigne llama mi ciencia. Ésa, le dije a Morante, era la ciencia
que seguía interesándome, y no aquella de la que me hablaba y que lo convertía todo en un
lamentable potaje neuroquímico.” (109)
“he recordado cómo en Barcelona, en el liceo italiano, tomé un día en secreto la decisión de
no prepararme para entrar en el mundo, sino para salir de él sin ser notado. Tuvo mérito esto
en una escuela como aquélla, en la que, a diferencia del Instituto Benjamenta de Jakob Von
Gunten, educaban exclusivamente para tener éxito en la vida. Me ha venido a la memoria ese
recuerdo y también he recordado cómo yo me decía que, con un poco de suerte, con la
obediencia y paciencia que ellos inculcaban, conseguiría ese éxito, pero no el que ellos
recomendaban, sino que un éxito interior” (122)
“Me ha encantado comprobar que por fin estaba construyéndole una infancia al doctor
Pasavento, y me he dicho que quizás, ese doctor en lo único que podía coincidir con el escritor
que fui (que soy, pero ahora de forma privada) era en el hecho de haber sido de niños, tanto
el uno como el otro, vecinos en Port de la Selva de la familia del futuro poeta Angelo
Scorcelletti.” (126) (infancia)
“Di allí en Sevilla el primer movimiento para volver a ser aquel que se apasionaba con la
idea de hacerse cada día más pequeño para poder llegar a ser un perfecto cero a la izquierda,
camino de desaparecer algún día” (126)
“<< hasta cuándo duró su juventud, doctor Pasavento…?>>(...) Iba a responderle algo
cuando cambió la cuestión, aunque sólo muy ligeramente. << ¿Hasta cuándo duró su
juventud, doctor Fausto?>> Y se rio. Era la risa esta vez de un loco.” (131)
“yo estaba haciéndome con una vida de dos juventudes, por ejemplo. No estaba mal. Uno
podía respirar mejor así, con dos juventudes. Donde no alcanzaba una, llegaba la otra.” (135)
(juventud)
“Solo me calmaba la idea de que en los últimos días había yo pasado a ser un escritor secreto.
Ya no era el hombre que había caído bajo el tormento del reconocimiento público, esa especie
de laurel que en realidad uno arrebataba siempre a los otros, a esos otros entre los que están
algunos escritores de verdad (...) “(135) (importante reflexión sobre la escritura)
“me parecía cada vez más intolerable su íntima grandeza de escritor, de humilde y gran cero
a la izquierda, de hombre sonámbulo sin ambiciones. (...). Sí, le admiraba. Pero no podía
soportarle. Aquel hombre conocía demasiado mi pasado y era un obstáculo grande para que
yo avanzara en la construcción de esa nueva vida a la que tenía derecho.” (153)

3. [ 163] El mito de la desaparición

“Para muchas personas, ese mito se encontraba, por ejemplo, detrás de la fantasía poética de
la Patagonia, es decir, detrás de la idea de hundirse en la desolación del fin del mundo, en ese
lugar, la Patagonia, donde uno es muy consciente de que la belleza puede conducirte a la
desolación, a veces por lo más impensado, a veces sólo porque todos los días ves lo mismo,
la misma belleza.” (168)
“Acabé recordando que tenía en aquellos días la costumbre de hacerles creer a mis padres
que no estaba en casa, y para ello me escondía debajo de la cama y pasaba allí, horas
pensando. Eran momentos en los que disfrutaba de la soledad con verdadera locura. A veces
mis padres intuían que había alguien más en el hogar y entraban a husmear en mi cuarto y
yo, con un miedo grandioso a ser descubierto, contenía la respiración y acababa sintiendo un
placer inmenso al ver que había logrado, allí bajo el colchón, desaparecer a los ojos de todo
el mundo” (171) (recuerdo)
Primera aparición de su tercera identidad, Doctor Ingravallo (178)- 181- definición fija
“Un matrimonio me había confundido con ALbert Cossery, el gran escritor egipcio, cliente
habitual del local. Me angustió mucho el equívoco, pero les dediqué el libro.” (180) (otro
juego con la identidad)
“Pensé que escribir aquello [un ensayo titulado Locura] podía servirme de terapia para frenar
una enajenación que me estaba llevando a oír voces (las de Ingravallo, Serge Reggiani, y las
de los dos Pasavento al mismo tiempo), un fenómeno auditivo parecido al que le llegó a
Walser en un hotel de Berna cuando comenzó a oír voces.” (183)
“La verdad es que estaba algo nervioso y empezaba a sublevarme la actitud de indiferencia
que el mundo entero había adoptado desde siempre hacia mí y estaba ya a punto de estallar,
(...). Pero llamar la atención no parecía que fuera lo que más me conviniera, de modo que
estuve allí un buen rato tratando de frenar mis ansias de sublevación y de escándalo, tratando
de frenar mis impulsos”. (185)
“El doctor en psiquiatría que se quedó acurrucado y después dormido en aquella cama de
hotel tenía cuatro padres, ocho abuelos, dos infancias, dos juventudes y dos edades maduras,
dos padres ahogados, un matrimonio fallido, una hija muerta, un pasaporte, un oso babeante
en el interior de sí mismo, una triple identidad que era una carga pesadísima, una sola
escritura (privada), ningún amor, ni alegría alguna, o tal vez solo una, esa escritura privada
que apuntaba la belleza de su desdicha” (189)
“(...) a mí me parece que, en la historia de la desaparición del sujeto moderno, la pasión por
desaparecer es al mismo tiempo un intento de afirmación del yo.” (194)
“Y volví a mirar a la calle y escuché el silencio total de la generalmente tensa rue Venau y
me acordé de W. H. Hudson, el escritor de la Patagonia cuyo apellido evoca casualmente el
río en que se suicidaron mis padres, el escritor que escuchaba el silencio en esa tierra de
solitarios o fin del mundo que es la Patagonia y decía que viajar a ella era hacerlo hacia un
nivel más elevado de la existencia, hacia una especie de armonía con la naturaleza, una
armonía que consistía en la ausencia del pensamiento” (199)
“Amarga Fama, la biografía de Sylvia Plath, un libro que creo que metí en el maletín sólo
porque su título me recordaba que tener un nombre en la literatura había terminado por
parecerme algo detestable” (203) -
“Era un texto que hablaba del poeta chileno Juan Luis Martínez, que tenía un interesante
conflicto con su nombre y se planteaba siempre desaparecer como escritor. No solo ser otro
sino escribir la obra de otro se titula uno de sus más bellos poemas.” (203)
“Hablé con el doctor Ingravallo o, mejor dicho, él habló conmigo. <<Jakob>>, me dijo
confundiendo mi nombre, << tu adelgaza, pero crece tu vida exterior. Has aligerado la
trascendencia de tu vida y obra, pero aumenta el peso de los objetos banales que debes
transportar>>” (210)
“Le dije que estaba escribiendo una novela que protagonizaba un doctor en psiquiatría que
llevaba mí mismo apellido y que, por imperativos de la acción, yo necesitaba vivir en mi
propia piel las sensaciones que le llegaban a mi protagonista cuando, por ejemplo, en San
Gallen, daba una conferencia sobre la antipsiquiatría. Debido a esto, le rogaba que me
presentara, no como Andrés, sino como Doctor Pasavento” (216)

“ <<No sabes a donde ir, ¿no es eso? >>, imaginé que me preguntaba ella. << Exacto>>, le
decía yo, y comenzaba a atropellarme con las palabras al explicarle que buscaba encontrar
un espacio oculto y sereno para una escritura privada, una escritura de análisis de los lances
que fuera viviendo a lo largo de mi viaje de explorador de los límites del concepto de fin del
mundo” (217)
“Pero a esa inapetencia, la temo enormemente, pues no olvido fácilmente la frase de Kafka
que en los últimos tiempos he tenido siempre en cuenta y que me ha ayudado a no caer en la
demencia absoluta: << Un escritor que no escribe es, de hecho, un monstruo merodeando la
locura. >>” (223)

4. [241] Escribir para ausentarse

“Me resultaba imposible no pensar en mi voluntad, todavía reciente, pero ya firme, de ser yo
mismo a pesar de saber que eran siempre los demás quienes nos creaban. << No sé quién soy,
pero sufro cuando me deforman>>, recordé que decía a menudo un colega del hospital
psiquiátrico de Manhattan” (252)
“Pero volvía a caer en el pensamiento. Comencé a decirme que, para acceder a la simple
existencia literaria, para luchar contra esta invisibilidad que desde el principio les amenaza,
los escritores tienen que crear las condiciones de su aparición, es decir, de su visibilidad
literaria. Pero, me dije también, existe la maniobra contraria, y esta es mucho más difícil.
Teniendo como objetivo el camino inverso (el de recuperar su invisibilidad) algunos
escritores, como creo que es mi caso en estos momentos, emprenden la dificultosa tarea de
ir creando una escritura secreta al tiempo que van organizando silenciosamente las
condiciones de su desaparición, esas que habrán de permitirles un día desarmar esa
visibilidad que sienten cada vez les corroe más, pues socava gravemente su relación con la
dignidad y lucidez del silencio” (256)
“Me habló el doctor Ingravallo con la intención, según él, de animarme a proseguir en mi
locuacidad de escritor sin motivo. Preferí callar. << Di que Dadá es ahora tu tema, sólo y
exclusivamente porque estás frente al Cabaret Voltaire y tú eres un escritor de circunstancia”
(259)
“Me quedé allí, en el centro exacto de mi mundo, pensando que, en el abandono de la
escritura, por parte de Walser, no hubo nunca un patetismo romántico. Hubo sólo sabiduría
y libertad, un vacío y una indiferencia que se resolvían en la ofrenda de un lecho eterno en la
nieve y en la pureza.” (268)
“en los últimos días he escrito como si estuviera en la Patagonia, es cierto, pero en realidad,
mientras llevaba mi cuaderno de ayudante al doctor Altafini, yo estaba en el Lutetia. Y ahora,
minutos antes de dejar Lutetia y París para siempre (porque esta vez sí que dejo París, no soy
tan terco), he enviado ese e-mail colectivo para que me busquen en un lugar equivocado.
Creo que por fin podré ver realizada plenamente la más noble de mis aspiraciones,
convertirme en el doctor Pynchon” (290)
“(...) yo no sabía que publicar un libro traía como consecuencia dar conferencias, entrevistas,
ser fotografiado, decir lo que piensas del éxito mundano, presentar los libros de los demás,
firmar autógrafos, exhibirse en público, declararse entusiasta de la tradición literaria de tu
propio país ( a veces tan solo para demostrar que uno era un patriota y un escritor cabal), ser
aspirante a premios literarios a los que uno no aspira…>>” (305)
“Es más, hemos inventado la palabra normal. Y hasta nos atrevemos a llamar raros a algunos
de nuestros semejantes. Sin ir más lejos, a mí a veces me han llamado raro los normales”
(314)
“Entrar en la vida normal es entrar en la sospecha de que quienes realmente estaban
destinados a vivir aquí se han extinguido hace años, pues no es posible imaginar que hayan
podido sobrevivir en un planeta hecho para contenernos. No somos de aquí. Y sólo la
literatura parece ocuparse con seriedad de nuestro espanto” (315)
“<< No quite el polvo de lo visible, Pamela. La casa está ya definida en su exterior. Intente
limpiar el interior más interno. Busque esa trampilla que está en todas las casas de los
escritores. Haga a conciencia su trabajo” (320)
Primera tentativa suicida:
“Esta mañana he encontrado una frase que me parece la perla condensada de la angustia: <<
no hay duda de que el mundo es un mundo completamente imaginario, pero contiguo al
mundo real>>.” (342)
Segunda tentativa suicida:

“A veces pienso que, de no haber tenido el suficiente coraje para llevar a cabo mi deseo de
desaparecer como escritor y romper con todo, siempre me habría quedado la consoladora
posibilidad de llevar a cabo ese deseo escribiéndolo, siempre habría podido utilizar el poder
que brinda la escritura de ficción para, aunque fuera sólo sobre el papel, convertirme en la
persona que en la vida real no me atrevía a ser.” (343)

“Estamos continuamente naciendo y muriendo. Por eso el problema del tiempo nos toca más
que los otros problemas metafísicos. Porque los otros problemas son abstractos. El del tiempo
es nuestro problema. ¿quién soy yo? ¿quién es cada uno de nosotros?” (361)

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