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5- El humanismo:

1) Humanismo y Renacimiento:
Los autores mencionan que Renacimiento es el apelativo que se le ha puesto al conjunto de
tendencias culturales y corrientes artísticas revolucionarias que se impusieron entre
mediados del siglo XV y mediados del XVI en casi todo Occidente. La rapidez, amplitud,
importancia y calidad de las expresiones artísticas condujo a la utilización del mencionado
apelativo. Respecto al mismo, los autores sostienen que está cargado de un “apriorístico
juicio de valor (que conduce) a una mistificación historiográfica”, según la cual el
Renacimiento no puede ser más que algo absolutamente positivo. También critican que se
lo asocie a una serie de valores espirituales homogéneos que se manifiestan en el conjunto
de Europa, cuando en realidad los contenidos son heterogéneos y están lejos de
predominar en Occidente. Por otra parte, se hace mención a que muchas veces se ha
utilizado este apelativo como sinónimo de Humanismo, considerando los autores que es
preferible la utilización de éste último para aludir a las altas creaciones culturales aparecidas
en occidente en los siglos XV y XVI.
El aporte fundamental de los humanistas a la cultura occidental fue, según aprecian los
autores, “su tendencia a la universalidad y su capacidad de expresar valores adecuados a
un tipo de sociedad en desarrollo dinámico”, es decir, “ligado a la ideología de una
burguesía mercantil, ciudadana y precapitalista”. El humanismo pretende sustituir el sistema
mental jerárquico de la sociedad medieval con una perspectiva que, si bien es individualista,
tiende a una unión fraterna y sin desigualdades sustanciales entre todos los hombres. Se
busca, por ende, romper con los esquemas intelectuales y morales fuertemente
jerarquizadas y centradas en Dios, para dar lugar a una concepción en la que los hombres
son iguales entre sí y ocupan el lugar central que otrora estaba reservado a Dios. Contra el
peso de la tradición cristiana y de la mentalidad escolástica, los humanistas evocaron la
Antigüedad y buscaron su mayor autenticidad filologica.
Se plantea que el campo en el que el humanismo tuvo sus mayores y más prematuras
realizaciones fue el artístico, respecto al cual el campo de lo filosófico-literario estaba muy
rezagado, lo que se debe fundamentalmente a que sobre éste último mucho la tradición. Por
otra parte, también hay una diferencia en el desarrollo del humanismo entre las distintas
regiones de Europa, lo que en buena medida se explica en que “el proceso por el que se
diferencian entre sí las diversas entidades históricas de Europa está muy avanzado ya y
repercute necesariamente en sus formas y en sus desarrollos culturales”.

2) El arte del “Quattrocento” en Italia:


En relación a las diferencias existentes entre entidades históricas europeas en cuanto a sus
expresiones artísticas, lo más significativo se vincula con Flandes y la Florencia. En este
sentido, los autores sostienen que si bien en un principio pueden constatarse ciertas
similitudes, luego comenzaron a apreciarse algunas diferencias: “mientras los flamencos
continuaron desarrollando su representación de la realidad –divina, humana y natural, a un
tiempo- (...) los florentinos perfeccionaron un sistema completo de representación artística
no subordinado ya a los valores religiosos cristianos”. Las obras de los pintores flamencos
siguieron teniendo un contenidos fuertemente religioso, pero incorporándose a un ambiente
en el que la naturaleza adquiere mayor relevancia. Romano y Tenenti afirman a este
respecto que “para los flamencos, todo el mundo de aquí abajo participa en la relación
interior, íntima y enteramente vital entre naturaleza, hombre y Dios: lo sacro y lo terreno no
divergen, sino que se encuentran, con penetrándose en un sentido ético más
orgánicamente humano”.
Pasemos al arte italiano. Si bien aquí tampoco pretendió apartarse al hombre de Dios, hay
una “solución inversa a la de los flamencos, pues los toscanos, en lugar de humanizar y de
profundizar psicológicamente en lo divino, quieren idealizar y expresar de un modo
arquetípico lo humano”. Esto se vincula a una disociación respecto a los modos de actuar y
de pensar predominantes hasta entonces, dando lugar a una mayor confianza a las
capacidades de creación del hombre. Los autores sostienen en relación a esto que “se
buscó un modo efectivo, una cultura y un arte no anclados ya en una visión que contradecía
las conquistas terrenales en las sociedades urbanas. Esta prolongada experiencia humana
pudo hacer así que surgieran individuos capaces de traducir al plano mental las profundas
modificaciones que se habían operado en el conjunto de la sociedad”. En este campo se
aprecia un claro triunfo de lo terreno sobre lo divino, que sin embargo no se expresa en el
campo de la literatura, la filosofía o la política.

3) La visión humanística del mundo:


El hecho de estar casi desprovisto de sistemas filosóficos no hace del Humanismo una
cultura carente de intuición global, y el hecho de que ésta se exprese y encame en formas
bastante insólitas no disminuye en absoluto su importancia. Al contrario, así como es cierto
que del Humanismo parte el camino que conduce al saber laico y a la reflexión crítica de los
siglos siguientes, lo es también que el modo de pensar propio de aquel movimiento fue de
capital importancia.
Lo que caracteriza la cultura humanística es precisamente su afirmación a través de las
realidades intermedias, a modo de espejos o de modelos; es el hacer valer exigencias
históricas y concretas mediante modelos remotos o entendidos como universales. Los
humanistas no se dieron cuenta de lo importante que era el giro espiritual que habían
decidido emprender. Sobre todo creyeron que se trataba de cambiar la forma y, en medida
mucho menor, la sustancia. No querían ya oír hablar de un modo «bárbaro», ni representar
de un modo estereotipado, ni construir en formas hirsutas e inarmónicas. Pero la cuestión
iba mucho más allá del estilo o de los colores y de las estructuras arquitectónicas; más
exactamente, todas estas nuevas manifestaciones anunciaban e implican una completa
mutación de la civilización occidental. Los humanistas no lo presintieron, como lo demuestra
el hecho de que no se encontraron casi nunca, hasta la primera mitad del siglo XVI, en
posiciones avanzadas en el campo político, social, económico o religioso. Ellos expresaron
la profunda intolerancia de las nuevas generaciones laicas ante el ordenamiento mental
cerrado, dogmático, jerárquico y trascendente de la cultura eclesiástica. Pero antes del siglo
XVI creyeron que no atacaban la visión cristiana con su exaltación de lo terreno, estimaron
que no debían modificar seriamente la estructura de la sociedad, aunque no guardase
mucha correspondencia con sus ideales y, en general, consideraron que era su deber el de
servir fielmente a los poderes de todos modos establecidos.
Sin embargo, a partir de la segunda mitad del siglo XIV hubo lucha cada vez más amplia y
decisiva, a medida que las posiciones culturales laicas se hacían más fuertes y encontraban
apoyo en el seno de la sociedad. De igual modo que los partidarios de los studia
humanitatis no se mostraron hostiles al sistema de las creencias cristianas, así la Iglesia y
sus representantes no vieron en ellos, en general, á enemigos temibles o muy peligrosos. A
pesar de ello, el renovado conocimiento filológico de Aristóteles, de Platón y de los
neoplatónicos, así como el de algunos otros pensadores antiguos, y las cada vez más
frecuentes traducciones latinas de las obras griegas, crearon un clima intelectual
extremadamente distinto del de la época precedente. En cuanto se mostraban capaces de
apreciar plenamente el vigor teorético de Platón o de Aristóteles, y en cuanto sabían
orientarlo hacia sentidos o perspectivas no tradicionales, los humanistas se revelaban, al
menos, como válidos interlocutores de los antiguos.
Se sitúa también el otro resultado fundamental de la filosofía humanística, es decir, la
posición central reivindicada por ella para el hombre o, si se quiere, el nuevo significado que
se le da al concepto de microcosmos. Al centrismo del hombre aún va unido en la mente de
la mayoría, incluidos los menos tradicionalistas, la de la Tierra respecto al universo, tan
lejana del mayor logro científico de la primera mitad del siglo XVI, alcanzado por Copérnico.
Este centrismo, además, implica claramente una jerarquía ontológica, no sustancialmente
distinta de la medieval, así como una perspectiva todavía en vigente predominio ético, como
era precisamente la cristiana. El concepto de microcosmos no vale, pues, ni por su
formulación teorética o su encuadramiento metafísico, ni por la original funcionalidad que
asume. Es una expresión ideológicamente perfecta del ideal cultural laico de esta época.
Los artistas se habían referido, desde luego, a la belleza divina de lo creado, pero para
exaltar la de las obras de la más digna de las criaturas. Entendieron el concepto de
microcosmos en el sentido que les era más entrañable, como expresión de su fe en las
innumerables posibilidades de la criatura.

4) Las concepciones éticas:


Una de las intenciones del Humanismo fue “restablecer el equilibrio armónico de la criatura,
hasta entonces metafísicamente escindida en materia y forma, y, más aún, en alma y
cuerpo” (el carácter revolucionario de esta concepción queda de manifiesto si lo
comparamos con la concepción del cuerpo predominante en la Edad Media, en el que se lo
considera “el escenario de los pecados”). Esto dio lugar a que alguno personalidades
destacas comenzaran a percibir diferencias importantes entre sus ideales de convivencia
social y las características de la sociedad en la que vivían. Ejemplos de ello son el inglés
Tomás Moro (1478-1535) y el holandés Erasmo (1466-1536), que publican escritos en los
que se contraponen juicios éticos laicos a los cristiano. Desde esta corriente intelectual se
entiende que “la virtud tiene su centro en el individuo, gracias a él se hace realidad la
exigencia universal de obrar el bien (...) un sentido autónomo de felicidad que no debe
esperar, por lo tanto, de nadie ni buscarlo en otro mundo”.

5) La Historia y la política:
En este campo se destaca la labor del florentino Francesco Guicciardini (1483-1540),
imprimiendole a la Historia un carácter racional, restándole importancia a la exaltación de
los hechos y al mero relato de los mismos. Sin embargo, en su producción historiográfica
aún hay rémoras de la mentalidad cristiana, como es escaso vigor analítico y la ausencia de
juicios independientes de criterios moralistas y religiosos. Si bien reconoce que la política se
desarrolla en una dimensión cristiana, no admite que Dios se mantenga al margen de la
misma.
El que verdaderamente revolucionó este campo del saber en este período es Nicolás
Maquiavelo (1469-1527), que propuso como principal objetivo desentrañar la oculta
racionalidad de la Historia. Para llevar a cabo dicho propósito tomó se basó en el concepto
de “naturaleza”, tal como lo hicieron los artistas del Quattrocento florentino. Entendía la
naturaleza humana “como realidad orgánica, regida por determinadas y rigurosas leyes, y
funcionando según un complejo, pero racional mecanismo”. Según la concepción de
Maquiavelo, Dios estaba excluido de toda participación o intervención en los procesos
históricos, lo que nos da la pauta de que estamos ante uno de las más altas expresiones del
pensamiento humanista. Hay un rechazo a la visión teológica y moralista de las relaciones
humanas, sosteniéndose a este respecto que “no puede entenderse la conducta del hombre
en sociedad sin tener en cuenta sus fuerzas motoras, como el deseo de poder y de riqueza,
el instinto natural de dominio y de expansión prepotente, la búsqueda de lo útil y de lo
cómodo”. Sostienen los autores, que si bien el pensamiento de Maquiavelo no tuvo
inmediata repercusión debido al clima conservador imperante en Europa, marcó un gran
precedente y fue una referencia ineludible para toda la reflexión político ulterior

6- La estructura cientifica y tecnica:


Uno de los saltos cualitativos más importantes en la historia de la ciencia se produjo entre
mediados del siglo XV y mediados del siguiente.

1) La medicina:
El año 1543 es una de las más grandes fechas de la historia de la anatomía, de la
observación del cuerpo humano en sus dimensiones concretas: Andrés Vesalio publica en
Basilea sus De Humani corporis fabrica libri septem. Esta obra constituye un punto de
partida, además de un punto de llegada . De llegada, porque muchas de las enseñanzas de
Galeno siguen vigentes en la obra vesaliana y de partida porque, exceptuando algunos
casos, las tablas vesubianas son el fruto de una investigación objetiva, experimental. Lo
importante no es el gran número de disensiones, o de correcciones que se dieron en esa
obra. Lo que nos interesa es el hecho de que fueron fruto no de una especulación abstracta,
sino de una experiencia concreta.
En 1546 se publicó en Venecia el De contagione et contagiosis morbis de Jerónimo
Fracastoro. La contribución fundamental aportada por Fracastori a la evolución de la ciencia
es la doctrina de la infección. Es posible que el atomismo de Democrito, renovado a través
de Epicuro y de Lucrecio, contribuyese a la formación de sus ideas. Pero lo que realmente
importa es que el haya transformado aquellas ideas en tesis precisas, introduciendo el
concepto de vehículos y generadores de infección. Fracastori es también un innovador en
cuanto a los tratamientos a seguir. La no prescripción de la sangría para la terapéutica de
algunas enfermedades está en plena contradicción con el imperativo galenico, que la
recomendaba en todas las formas febriles, o los criterios que le inspiran en el tratamiento
de la tuberculosis (cuya contagiosidad logro demostrar). Innovación en cuanto a los
principios animadores y sencillez en los métodos son, a nuestro parecer, algunos de los
rasgos fundamentales que caracterizan la obra de Fracastori.
Fracastoro no aplica su investigación a problemas académicos, sino a situaciones
extremadamente reales y concretas de su tiempo. Y precisamente esta actitud de atención
a las realidades humanas le lleva a señalar las vinculaciones causales de la guerra y del
hambre con la difusión de la epidemia. Análisis nuevo, problemas nuevos, resultados,
aunque iniciales nuevos. Y sobre todo nueva actitud del científico ante los problemas del
hombre y la sociedad.
2) La astronomia:
Este apartado se centra en el rol de Copernico en la astronomía y su publicación De
revolutionibus. Este texto choco a su aparición inmediatamente con la oposición protestante,
pero la Iglesia Catolica no le opuso resistencia alguna hasta 1616. Esto es debido según el
texto a que la teoría copernicana era presentada como una hipótesis especulativa más que
como una tesis concretamente formulada.
De revolutionibus contiene páginas nobilisimas de trigonometría, hasta el punto de que
merecieron ser publicadas separadamente, y también es innegable que el principio de la
relatividad cinemática por el introducido es una importantísima conquista de la especulación
pura. El trabajo copernicano es también una obra de observaciones, de medidas.
Recuérdese que, en la complicada tarea del cálculo de la duración del año sidéreo, los
resultados por el alcanzados (365 días, 6 horas, 9 minutos y 40 segundos) superan en solo
treinta segundos el valor establecido recientemente.
Copernico al construir las órbitas celestes les atribuye una forma circular. Esto fue
demostrado posteriormente como incorrecto. Sin embargo la importancia que tiene esta
postulación es que muestra como Copérnico hace una fisica geometria, más exactamente,
una física de la geometría óptica. Dos son las razones por las que transforma la noción de
forma. Donde la física antigua hablaba de forma sustancial, Copernico entiende formas
geometrica. Si para la física antigua era la naturaleza específica de la forma sustancial la
que determinaba el movimiento circular de los cuerpos celestes, para Copernico será la
forma geométrica, la esfericidad. Esto muestra una ruptura y ruptura en toda la linea,
respecto a la vía moderna de los nominalistas de Occidente y a la vía antigua de la doctrina
realista. Es una ruptura en nombre del método especulativo y de la experiencia, de la
observación, de la medida.

3) La interacción de tecnica y ciencia:


Lo importante no es que algunos hombres de “genio” hayan tenido deslumbrantes
iluminaciones, ideas extraordinarias. Mas notable es que esas ideas, que esos destellos
hayan encontrado una extraordinaria receptividad en el ambiente circunstante. Esta es la
verdadera cuestión. Otros hombres realizaron admirables esfuerzos intelectuales que
encontraron a su alrededor muy pocos seguidores, muchos enemigos y una infinidad de
indiferentes. Por el contrario, entre los siglos XV y XVI las revolucionarias verdades que se
lanzan al combate cinetifico encuentran una resonancia extraordinaria, una especial
receptividad. ¿Como explicar esta aceptación?
Tal cuestión es insoluble si no se relaciona con otra que se halla estrechamente vinculada:
la tecnica. No se comprende la apertura científica si no se examina la apertura mental
paralela relativa a la técnica. Desde mediados del siglo XV hay todo un florecimiento de
aquellas artes que la Edad Media había inflamado tachando las de mecánicas. Y no se trata
solo de su florecimiento, sino de la reivindicación de su dignidad, de una vitalidad y de una
capacidad creadora propia.
Toda esta agitación mecánica-científica da lugar a la formación de un fenómeno nuevo,
como el de los “maestros experimentadores”, que representó un factor determinante en la
evolución tecnico-intelectual de Italia primero, y de toda Europa después. Un ejemplo de
esto se encuentra en la construcción de edificios. La construcción medieval es una
construcción sin cálculo, se construye primero un armazón de madera sobre la cual se
apoyará la construcción de piedra. Pero ahora todo cambia. Con la construcción de la
cúpula de Santa Maria del Fiore, en Florencia, se consigue el cálculo teórico y previo de su
magnitud.
Desde mediados del siglo XV se afianza la idea de propiedad intelectual en este terreno. La
ley veneciana de 1474 es un ejemplo de esto. Esta se inspira en dos principios
informadores: de una parte, en la defensa de los intereses materiales del inventor en la
explotación de su descubrimiento, y de otra, en una especie de incentivo para que el
inventor se sienta estimulado a nuevos trabajos y a nuevos descubrimientos. ¿Que
invenciones son estas, para las que los inventores piden autorizaciones y el gobierno se las
concede? Nos encontramos esencialmente ante proyectos de molinos, maquinas de elevar
agua, aparatos para la elaboración del vidrio; cosas modestas y sencillas. Esto nos muestra
como el desprecio por las artes mecánicas va desapareciendo ya, y el trabajo manual
pierde su significado de maldición bíblica para alcanzar una dignidad autónoma y propia.
Era necesario que la ciencia acudiese en ayuda de la técnica.
Ahora bien, ¿Qué es lo que permitió la renovación de la técnica? En este punto el texto nos
habla del extraordinario florecimiento en cuanto a máquinas, que deben realizar una obra
determinada más rápidamente y reduciendo la cantidad de fuerza-trabajo. La maquina ya no
es solo la prolongación de un órgano humano, sino algo distinto, capaz de ejercer una
función autónoma propia y modificadora respecto a la naturaleza, y que también ofrece
caracteres propios en cuanto el trabajo humano. Se amplia el numero de maquinas con un
ritmo de trabajo diferente al humano. Por lo tanto, las condiciones económico-sociales
generales contribuyeron a determinar la renovación técnica. Pero a estas condiciones socio-
económicas hay que añadir los cambios en los “útiles” mentales que en aquel momento se
manifiestan: el sentido del tiempo, de la precisión, de la medida.
La técnica, con sus estimulantes exigencias, se volverá hacia aquel saber que se está
convirtiendo en ciencia. Y esta última no será sorda a las llamadas de aquella: un hombre
como Galileo se ocupara el mismo de la construcción de las lentes, y también Galileo y
Torricelli se ocupara personalmente de la desecación de las aguas de la Chiana. La ciencia
hace teoria de la práctica y se convierte en ciencia técnica.

4) Caracteres del nuevo saber:


La relación entre ciencia y técnica extrae gran parte de su novedad, de la renovada función
de la experiencia. Los hombres nuevos, no ven ya con buenos ojos el apego a la sabiduría
del pasado, en buena parte caracterizada por preocupaciones ético-religiosas. La época
que ha tomado el nombre de “moderna” se distingue por una progresiva aceleración del
saber, por una especie de creciente incremento de la funcionalidad práctica de la
inteligencia. Los grandes descubrimientos y las instituciones prácticas de las personalidades
que se ha hecho mención -Copérnico, Vesalio y Fracastori- marcan, alrededor de 1540-
1550, un giro en el enfoque mental europeo. Aquellas conquistas intelectuales coronan todo
un proceso de aproximación a un nuevo tipo de conocimiento, que prefiere partir de la
observación, en lugar de hacerlo de los postulados tradicionales, y de un saber que tiende a
hacerse funcional, destinado a resolver problemas prácticos.
¿Cuales son los caracteres decisivos de los descubrimientos técnicos y de las orientaciones
científicas propias del periodo examinado? Ante todo, su funcionalidad y su dinamismo
orgánico. Ejemplo es como la medida del tiempo por medio de relojes comienza a aparecer
en la primera mitad del siglo XIV y se difunde ampliamente, coronándose en el siglo XVI con
la construcción de los primeros relojes portátiles. Lo fundamental es la necesidad de medir,
de fraccionar el lábil curso de los días como para hacer de ellos la trama consistente y
preciosa de la actividad humana. Después, la medida del espacio. El portulano medieval,
con sus triangulaciones, es superado por las nuevas cartas basadas en longitudes y
latitudes.
Se trata de técnicas al servicio de clases determinadas, que son precisamente las que están
desplazando la sociedad medieval y luchando por superar las dificultades aparecidas en su
camino. Ingenieros y navegantes, artistas e inventores de todas clases buscan cada vez
menos la ciencia en sí, la verdad eterna e inmutable que la filosofía contempla o que la
religión asegura revelar. Empiezan a proyectar aparatos que “sirvan” para algo concreto. La
personalidad de los artistas, de los ingenieros, de los científicos empieza a ser apreciada,
en virtud de su función específica, por el estrato social que tiene necesidad de ellos y que,
por eso, los estimula y, en cierto modo, los crea. El burgues codifica las normas que le
parecen asegurar mejor la conservación o el aumento de su propia riqueza, el
mantenimiento y el desarrollo de sus propios negocios, investiga los mecanismos aptos
para incrementar la explotación del tiempo y del espacio.
Lo que importa afirmar es la interdependencia original que en este periodo se establece
entre las distintas exigencias practicas, politicas o economicas y la actividad del espíritu.
Una sociedad nueva se implanta y se estructura lentamente, y, con ella, un saber
profundamente distinto del teológico, filosófico y ético. Es importante remarcar la función
esencial de la experiencia para entender mejor sus caracteres. Experiencia quiere decir,
ante todo, en este periodo, recuerdo de acontecimientos susceptible de orientar la acción
futura, y el afinamiento consiguiente de las facultades individuales, activas y productoras.
Instintivamente, el burgues de la ciudad prefiere ya la prueba de los hechos a la de los
textos. Como ha perdido el temor reverencial inculcado por la tradición hacia estos ultimos,
antepone el saber práctico al letrado.
Si la concepción utilitaria y funcional del nuevo saber es su principal inspiración y su resorte
dinámico, es también su mayor limitación. El hombre es puesto en la vida par ausar las
cosas y, por lo tanto, debe conocerlas. La vision verdaderamente autónoma de una
prosperidad humana ni siquiera es vislumbrada, y, analogamente, tampoco se piensa en
hacer de la ciencia o de la técnica una construcción teórica válida por sí misma. La
experiencia de esta época no es, la verdadera experiencia, aunque plantea sus lejanas
premisas. El ingeniero y el inventor, como el artista o el técnico, han conquistado ya un
puesto importante en la sociedad, pero precisamente por sus servicios y a titulo individual.
Desde este punto de vista, la ciencia no existe aun entre 1350 y 1550. Pero su gestación en
este periodo no es menos decisiva que los desarrollos ulteriores. Como tipo de saber ha
alcanzado ya pleno derecho de ciudadania, se ha afirmado solidamente en algunas ramas y
atrae cada vez más a la parte activa de la clase culta, que no tardará en convertirse a ella y
en imponer también en el plano teórico.

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