Sie sind auf Seite 1von 18

r

-
• CAPÍTULO 6
TEORÍAS FEMINISTAS

Escritoras y lectoras siempre lo han tenido difícil. Aris-


tóteles afirmó que «la mujer lo es debido a una falta de cua-
lidades» y santo Tomás de Aquino creía que la mujer era un
«hombre imperfecto». Cuando Donne escribió Air and An-
gels aludía (pero sin refutada) a la teoría aquiniana por la
que la forma es masculina y la sustancia femenina: cual
dios, el superior intelecto masculino imprime su forma so-
bre la maleable e inerte sustancia femenina. Antes de Men-
del, los hombres creían que el esperma eran las semillas ac-
tivas que daban forma al óvulo que, carente de identidad,
esperaba hasta recibir la impronta masculina. En la trilogía
de Esquilo, La Orestiada, Atenea otorga la victoria al argu-
mento masculino, expuesto por Apolo, de acuerdo con el
cual la madre no era progenitora de su hijo. La victoria del
principio masculino del intelecto acaba con el reinado de
las sensuales Erinias y confirma el patriarcado por encima
del matriarcado. A lo largo de su dilatada historia, el femi-
nismo (aunque la palabra no llegó a ser de uso común en
inglés hasta la década de 1890, la lucha consciente de las
mujeres para resistir al patriarcado se remonta mucho más
atrás en el tiempo) ha pretendido alterar la seguridad com-
placiente de esta cultura patriarcal, afianzar su creencia en
la igualdad sexual y erradicar la dominación sexista en una
sociedad cambiante. Mary Ellman, por ejemplo, en su obra
About Wornen (1968), a propósito del nexo esper-
matozoide/óvulo comentado más atrás, «deconstruye. las
formas machistas de considerado y sugiere que podemos
considerar el óvulo atrevido, independiente e individualista
152 LA TEORÍA LITERARIA CONTEMPORÁNEA TEORÍAS FEMINISTAS 153

(en lugar de «apático») y el espermatozoide conformista y rre el riesgo de ser incorporada por la teoría masculina de
aborregado (en lugar de «entusiasta»). La crítica feminista la academia y por lo tanto, de perder contacto tanto con la
en sus numerosas y variadas manifestaciones, también h~ mayoría de las mujeres como con su dinámica política.
tratado de liberarse de los conceptos patriarcales naturali_ Mary Eagleton, en la introducción a su obra crítica, Femi-
zados de lo literario y lo crítico-literario. Como ya comen_ nist Literary Criticism (1991), también llama la atención ha-
tamos de pasada en la Introducción, esto ha significado un cia «la sospecha de la teoría ... desde el principio hasta el fi-
rechazo a ser incorporadas a cualquier «planteamiento» nal del feminismo» a causa de su tendencia a reforzar la
particular y perturbar y derribar todas las prácticas teóricas oposición binaria jerárquica entre una teoría «impersonal»,
recibidas. En este sentido, y de nuevo como ya sugerimos «desinteresada», «objetiva», «pública» y «masculina» y una
en la Introducción, el feminismo y la crítica feminista pue- experiencia «personal», «subjetiva», «privada» y «femeni-
den designarse mejor como una política cultural que como na». Señala que a causa de esto hay un poderoso compo-
una «teoría» o «teorías». nente en la.crítica feminista contemporánea que celebra lo
En efecto, algunas feministas no desean abrazar ningu- «personal» ((lo personal es político» ha sido un eslogan fe-
na teoría, precisamente porque en las instituciones acadé- minista clave desde que fuera acuñado en 1970 por Carol
micas, la «teoría» es con frecuencia masculina, incluso ma- Hanisch), lo «empírico», la Madre, el Cuerpo, la jouissance
chista: es lo difícil, lo intelectual, lo vanguardista de la obra (el gozo; véase el cap. 7, en «Teorías críticas feministas fran-
intelectual; y como parte de su proyecto general, las femi- cesas»). Sin embargo, también señala que muchas feminis-
nistas han tenido serias dificultades para exponer la objeti- tas están enzarzadas en debates con otras teorías críticas
vidad fraudulenta de la «ciencia» masculina, como por -marxismo, psicoanálisis, postestructuralismo, posmoder-
ejemplo la teoría freudiana del desarrollo sexual masculino. nisrno, pos colonialismo- porque simplemente no hay nin-
No obstante, una gran parte de la crítica feminista recien- guna postura «libre» «fuera» de la teoría y desocupar el do-
te, en su deseo por escapar de las «fijaciones y determina- minio en el supuesto de que exista tal postura equivale a
ciones» de la teoría y desarrollar un discurso femenino que estar envuelto en el subjetivismo de una «política no teori-
no pueda vincularse conceptualmente a una tradición teó- zada de la experiencia personal», incapacitarse uno mismo
rica reconocida (y por lo tanto producida por el hombre), por ello y adoptar «inconscientemente» posturas reacciona-
ha hallado apoyo teórico en el pensamiento postestructura- rias. En este contexto, Eagleton cita la crítica de Toril Moi
lista y posmodernista, quizás por su rechazo ante la noción a la resistencia de Elaine Showalter a hacer explícita su es-
de una autoridad o verdad (masculinas). Como comentare- tructura teórica (véase más adelante).
mos más adelante (cap. 7), las teorías psicoanalíticas han Estas perspectivas equivalen a una posición dentro del
sido especialmente valiosas para la crítica feminista con el debate crítico feminista y esto nos devuelve a la caracterís-
fin de articular la resistencia subversiva «amorfa. de las es- tica clave (y problemática) de la crítica feminista, que cons-
critoras y críticas ante el discurso literario formulado por el tituye también el recurso estructurador de la obra de Eagle-
hombre. ton. Durante los últimos veinticinco años o así, la teoría
Pero es aquí donde encontramos una característica cen- crítica feminista ha significado, por excelencia, contradic-
tral y a la vez problemática de la crítica feminista contem- ción, intercambio, debate; en efecto, se basa en una serie de
poránea: los méritos que compiten (y el debate entre ellos) oposiciones creativas, de críticas y contracríticas y está en
son por una parte de un pluralismo de amplia religión, en el un constante e innovador cambio -desafiando, derribando
que proliferan diversas «teorías» y que puede muy bien cul- y expandiendo no sólo otras teorías (masculinas), sino sus
minar en lo primado de lo empírico por encima de lo teó- propias posiciones y el orden del día-o De aquí que no exis-
rico; y por la otra, de una praxis teórica sofisticada que co- ta una «gran narrativa», sino muchos petits récits basados en
r
í
154 LA TEORÍA LITERARIA CONTEMPORÁNEA TEORíAS FEMINISTAS 155

necesidades y campos político-culturales específicos -por dades morales creadas por posturas e identidades feminis-
ejemplo, de clase, de género y raza- y muchas veces, en tas, como de un nuevo «conocimiento» sobre la personifica-
cierta medida, en controversia unos con otros. Esto repre_ ción de las mujeres inspirándose en las teorías psicoanalíti-
senta a la vez la dinámica «abierta» y creativa de las teorías cas, lingüísticas y sociales relativas a la construcción del
críticas feministas modernas y una cierta dificultad para género y la diferencia. La crítica feminista del primer perío-
ofrecer un breve relato sinóptico de un campo tan diverso do es más un reflejo de las preocupaciones de la «primera
vivíparo y que se problematiza a sí mismo acerca de lo qu~ ola» que un discurso teórico. No obstante, entre todas las fe-
es, por el momento, un período de tiempo considerable. Por ministas que trabajaron y escribieron en este período (por
tanto, lo que se intenta hacer en este capítulo -aunque es ejemplo, Olive Schreiner, Elizabeth Robins, Dorothy Ri-
plenamente consciente del cargo de etnocentralismo- es un chardson, Katherine Mansfield, Rebecca West, Ray Strachey,
repaso general de las teorías feministas norteamericanas y Vera Brittain y Winifred Holtby) podemos señalar dos figu-
europeas predominantemente blancas que abarcaban des- ras significativas: Virginia Woolf -en palabras de Mary
de la denominada «primera ola» de críticas de los prime- .Eagleton, «la madre fundadora del debate contemporá-
ros años de 1960 hasta los logros sustantivos de las teóri- neo»- que «anuncia» muchos de los temas en los que más
cas de la «segunda ola» a partir de mediados-finales de tarde se centrarían las críticas feministas y que ella misma
1960. Así se identifican algunos de los debates y de las di- se convirtió en el terreno en el cual se han desarrollado mu-
ferencias capitales que se desarrollan en este período, chos debates; y Simone de Beauvoir con cuya obra El se-
sobre todo entre los movimientos angloamericanos y fran- gundo sexo (1949), según sugiere Maggie Humm, se puede
ceses. Al planteado de este modo, hemos aplazado estraté- decir que concluye la «primera ola».
gicamente el tratamiento de las teóricas críticas feministas La fama de Virginia Woolf reside en su propia obra crea-
del Tercer Mundo / «tercera ola» de los últimos tres capí- tiva como mujer, y algunas críticas feministas posteriores
tulos de la obra, donde participan adecuadamente en el han analizado sus novelas extensivamente desde ópticas
complejo e interactivo dominio en el que las teorías pos- muy diferentes (véase más adelante). Pero también escribió dos
modernas contemporáneas deconstruyen las identidades textos clave que constituyen su principal contribución a la
sexuales, étnicas y nacionales. teoría feminista, Una habitación propia (1929) y Tres gui-
neas (1938). Como otras feministas de «primera ola», la
principal preocupación de Woolf son las desventajas mate-
LA PRIMERA OLA DE CRÍTICA FEMINISTA: WOOLF y DE BEAUVOIR riales de las mujeres en comparación con los hombres -su
primer texto se centraba en el contexto social y la historia
Naturalmente, el feminismo en general cuenta con una de la producción literaria femenina; y el segundo, en las re-
dilatada historia política, desarrollándose como fuerza sus- laciones entre el poder masculino y las profesiones (leyes,
tancial al menos en Estados Unidos y Gran Bretaña a lo lar- educación, medicina, etc.)-. Sin embargo, aunque ella mis-
go del siglo XIX y principios del xx. Los movimientos de los ma rechaza la etiqueta de «feminista» en Tres guineas, en
Derechos de la Mujer y del Sufragio de la Mujer fueron de- ambas obras ofrece un amplio abanico de proyectos femi-
terminantes en la formación de esta etapa, poniendo el acen- nistas, desde una petición de subsidios para las madres y
to en la reforma social, política y económica -en parcial una reforma de las leyes del divorcio hasta propuestas para
contradicción con el «nuevo» feminismo de los años de 1960 una universidad femenina y un periódico de mujeres. En
que, como Maggie Humm ha sugerido en su libro Fe111i- Una habitación propia también argumenta que las obras
nisms, hacía hincapié en la «materialidad» diferente de ser escritas por mujeres deberían explorar la experiencia feme-
mujer y ha engendrado (en dos sentidos) tanto de solidari- nina en su propio derecho y no realizar una valoración com-
156 LA TEORÍA LITERARIA CO!\TEMPORANEA TEORíAS fEMINIST/\S LS7

parativa de la experiencia de las mujeres en relación con la En primer lugar; como muchas escritoras del siglo XIX, se
de los hombres. Por tanto, el ensayo constituye una tem- encontraba prisionera en la ideología de la condición feme-
prana declaración y exploración de la posibilidad de una nina: el ideal de «el ángel de la casa» pedía que las mujeres
tradición distintiva de las obras escritas por muieres. fueran comprensivas, altruistas y puras; crear tiempo y Ju-
La contribución general de Woolf al feminismo, por tan- gar para_ escribir le suponía a una mujer utilizar lisonjas y
to, es su reconocimiento de que la identidad de gérlerO se ardides terneninos. En segundo lugar; el tabú de la expre-
construye socialmente y puede ser cuestionada y transfor_ sión de la pasión femenina le impidió «contar la verdad so-
mada, pero en cuanto a la crítica feminista, estudió sin des- bre experiencias propias en tanto cuerpo». Nunca superó en
canso los problemas a los que se enfrentaban las mujeres su vida o en su producción esta negación de la sexualidad
escritoras. Creía que las mujeres siempre habían encontra- femenina y del inconsciente. En realidad, no creía en el in-
do obstáculos sociales y económicos ante sus ambiciones li- consciente femenino, sino que pensaba que las mujeres es-
terarias (véase el extracto sobre Jane Eyre en Una habiia. cribían de modo diferente porque su experiencia social era
cion propia -A PracticalReader, cap. 3- en este contexto) distinta, no porque fueran psicológicamente distintas de los
y ella misma era consciente de la restringida educación re- hombres. Los intentos de escribir sobre las experiencias de
cibida (no sabía griego, por ejemplo, y sus hermanos sí) las mujeres eran conscientes y estaban dirigidos al descu-
Rechazando una conciencia «feminista» y queriendo que su brimiento de modos lingüístico s de describir la confinada
femineidad fuera inconsciente para poder «escapar de la vida de las mujeres. Estaba convencida de que cuando las
confrontación con lo femenino o lo masculino» (Una habi- mujeres consiguieran por fin la igualdad económica y social
tación propia), hizo suya la ética sexual bloomsburiana de con los hombres nada les impediría desarrollar libremente
la «androginia» y esperaba conseguir un equilibrio entre sus talentos artísticos.
una autorrealización «masculina» y una autoaniquilación Simone de Beauvoir, feminista francesa y compañera de
«femenina». En este sentido, algunas personas han presen- Jean-Paul Sartre durante toda su vida, activista pro aborto y
tado a Virginia Woolf (sobre todo Elaine Showalter) como a favor de los derechos de las mujeres, fundadora del pe-
una persona que aceptaba una retirada pasiva del conflicto riódico Nouvelles [éminisme y de la publicación de la teoría
entre sexualidad femenina y masculina, pero Toril Moi feminista, Ouestions [eministes , marca el momento en el
avanza una interpretación bastante diferente de la estrate- que la «primera ola» del feminismo empieza a dejar paso a
gia de Woolf. Adoptando el emparejamiento de Kristeva del fe- la «segunda ola». Aunque su muy ifluyente obra El segundo
minismo con las obras de vanguardia (véase más adelante), sexo (1949) denota una clara preocupación por el «mate-
Moi afirma que Woolf no está interesada en un «equilibrio» en- rialismo» de la primera ola, hace un guiño a la segunda ola
tre tipos masculinos y femeninos, sino en un desplazamiento en su reconocimiento de las abismales diferencias entre los
completo de las identidades de género establecidas y que des- intereses de ambos sexos y en su asalto a la discriminación
mantela las nociones esencialistas de género mediante una dis- biológica, psicológica y también económica, del hombre ha-
persión de puntos de vista en sus ficciones modernistas. Moi cia la mujer. La obra establece con claridad meridiana las
argumenta que Woolf rechazó sólo la clase de feminismo que cuestiones fundamentales del feminismo moderno. Cuando
era simplemente un chauvinismo masculino invertido y tam- una mujer intenta definirse, empieza diciendo «soy una
bién mostró una gran conscienciación respecto a la diferencia mujer». Ningún hombre puede decir lo mismo. Este hecho
de las obras escritas por mujeres, revela la asimetría básica entre los términos «masculino» y
Uno de los ensayos mL~S interesantes de \Voolf sobre es- «femenino». El hombre defj ne lo humano: la mujer, no.
critoras es Prolessions [or \!Vómen, en el que consideraba y este desequi librio se remonta al Antiguo Testamento. Dis-
que su propia carrera estaba obstaculizada de dos rnodcs. persas entre los hombres, las mujeres no tienen una histo-
158 LA TEORÍA LITERARIA CONTEMPORANEA TEORíAS FEMINISTAS 159

r ia separada, no poseen una solidaridad natural; no se han nista son en gran parte un producto de -es decir, están mo-
unido como otros grupos oprimidos. La mujer está relega_ delados por ellos y a su vez contribuyeron a modclarlos-
da a una relación descornpcnsada en relación al hornbrc: él los movimientos Jiberacionislas de mediados-finales de los
es el Uno, ella, el Otro. La dominación masculina ha a~e- afios de 1960. Aunque la segunda ola de feminismo aún
gurado un clima ideológico de conformidad: Legisladores, comparte con el de la primera ola la lucha por los derechos
sacerdotes, filósofos, escritores y científicos se han esforza_ de la mujer en todos los ámbitos, su preocupación princi-
do en demostrar que la posición subordinada de la mujer pal se traslada hacia la política de la reproducción, a la «ex-
viene decidida por el cielo y es ventajosa en la tierra, ya la periencia» de la mujer, a la «diferencia» sexual y a la «se-
Virginia Wolf, la suposición de la mujer como «Otro» se in- xualidad», a la vez como forma de opresión y motivo de
ternaliza más por parte de las propias mujeres. celebración.
La obra de De Beauvoir distingue claramente entre sexo En la mayoría de las discusiones sobre la diferencia se-
y género y ve una interacción entre las funciones sociales y xual aparecen cinco aspectos principales:
naturales: «Uno no nace mujer, sino que se convierte en
ella; ... es la civilización entera la que produce esta criatu- biología
ra ... Tan sólo la intervención de alguien más puede estable- experiencia
cer a un individuo como Otro.» Son los sistemas de inter- discurso
pretación en relación con la biología, la psicología, la el inconsciente
reproducción, la economía, etc., lo que constituye la pre- condiciones económicas y sociales
sencia (masculina) de ese «alguien más». Con la crucial dis-
tinción entre «ser femenina» y estar construida como «una Los razonamientos que consideran fundamental la bio-
mujer», De Beauvoir propone la destrucción del patriarca- logía y minimizan la socialización han sido utilizados prin-
do sólo si las mujeres escapan de su objetificación En co- cipalmente por los hombres para mantener a las mujeres en
mún con otras feministas de «primera ola», quiere la liber- su «lugar». El dicho Tata mulier in utero (<<Lamujer no es
tad de la diferencia biológica y comparte con ellas una más que un útero») resume esta actitud. Si el cuerpo de la
desconfianza de la «feminidad» -escapando así de la cele- mujer es su destino, todos los intentos por cuestionar roles
bración de algunas feministas contemporáneas del cuerpo sexuales atribuidos se esfumarán ante el orden natural. Por
y el reconocimiento de la importancia del subconsciente. otro lado, algunas feministas radicales celebran los atribu-
tos biológicos de las mujeres como fuente de superioridad
antes que de inferioridad, mientras que otras reivindican
LA SEGUNDA OLA DE CRÍTICA FE.\IUNISTA la experiencia especial de la mujer como origen de valores
femeninos positivos en la vida y en el arte. Puesto que sólo
Una forma quizás demasiado simplificadora de identifi- las mujeres, continúa este razonamiento, han pasado por
car los comienzos de la «segunda ola» es consignar la publi- esas experiencias vitales específicarnente femeninas (ovula-
cación de The Feminine Mystique de Betty Friedan en 1963 ción, menstruación o parto), sólo ellas pueden hablar de la
que, en su revelación de las frustraciones de las mujeres vida de una mujer. Más aún, la experiencia de una mujer in-
americanas, blancas heterosexuales de clase media, sin es- cluye una vida perceptiva y emocional diferente: las muje-
tudios y atrapadas en la vida doméstica, situó el feminismo res no ven las cosas del mismo modo que los hombres y po-
en la primera página nacional por primera vez. (Frieclan seen diferentes ideas y sentimientos acerca de lo que es
también fundó NOvV, la NationaI Organisation Ior \Vorncn, importante y lo que no lo es. Un ejemplo influyente de este
en 19(6). El feminismo y la «segunda ola» de crítica fcrni- planteamiento es la obra de Elaine Showalter (véase más
r
1
160 LA TEORÍA LITERARIA CONTEMPORÁNEA
TEORíAS FEMINISTAS 161

adelante) que se centra en la representación literaria de las di- marxistas, en especial, han intentado relacionar los cam-
ferencias sexuales en las obras escritas por mujeres. El ter- biosen las condiciones económicas y sociales con los cambios
cer punto, el discurso, ha recibido mucha atención por par- en el equilibrio de poderes entre los sexos. Coinciden con
te de las feministas. En Man-Made Language, Dale Spender otras feministas en el rechazo de la noción de una femini-
considera, tal como sugiere el título, que un lenguaje do- dad universal.
minado por el hombre ha oprimido fundamentalmenn- a Por tanto, ciertos temas dominaron la segunda ola del
las mujeres. Si aceptamos la afirmación de Foucault según feminismo: la omnipresencia del patriarcado; la insuficien-
la cual la «verdad» depende de quien controle el discurso, cia de organizaciones políticas existentes para las mujeres;
resulta razonable creer que la dominación masculina de los y la celebración de la diferencia de la mujer como algo
discursos ha encerrado a las mujeres dentro de una «ver- esencial para la política cultural de la liberación. Estos te-
dad» masculina. Desde este punto de vista, tiene más senti- mas pueden encontrarse en la mayor parte de las obras de
do contestar el control de los hombres sobre el lenguaje que la segunda ola, desde las intervenciones populares como la
retirarse simplemente a un gueto de discurso femenino. El de Germaine Greer The Female Eunuch (1970), que exami-
punto de vista contrario es el mantenido por la sociolin. na la neutralización destructiva de las mujeres dentro del
güista Robín Lakoff, quien cree que el lenguaje femenino es patriarcado, a través de las reconsideraciones críticas del so-
realmente inferior ya que contiene modelos de «debilidad» cialismo (Sheila Rowbotham) y el psicoanálisis (Juliet Mit-
e «incertidumbre», se centra en lo «trivial», lo frívolo y lo chell), hasta el feminismo radical (lésbico) de Kate Millet y
no serio, y hace hincapié en las respuestas emocionales per- Adrienne Rich (para Rich, véase cap. 10). En la teoría lite-
sonales. El discurso masculino, sostiene esta autora, es raria feminista más concretamente, esto conduce al surgi-
«más fuerte» y debería ser adoptado por las mujeres si quie- miento de la llamada crítica angloamericana, un plantea-
ren lograr una igualdad social con los hombres. Las femi- miento empírico que hacía frente a la «ginocrítica» de
nistas más radicales afirman que las mujeres han sido so- Elaine Showalter, que se concentra en la especificidad de las
metidas a un lavado de cerebro por este tipo de ideología obras escritas por mujeres, en recuperar la tradición de
patriarcal que produce los estereotipos del hombre fuerte y las autoras femeninas y en examinar con detalle la propia
la mujer débil. Las teorías psicoanalíticas de Lacan y Kris- cultura de las mujeres. Sin embargo, en debate con esto está
teva han proporcionado un cuarto punto de atención: el la crítica algo posterior y de carácter más teórico conducida
proceso del inconsciente. Algunas escritoras feministas han por las «francesas», que se inspira sobre todo en el trabajo
roto por completo con el biologismo y asocian lo «femeni- de Julia Kristeva, Heléne Cixous y Luce Irigaray y hace hin-
no» con aquellos procesos que tienden a socavar la autori- capié no en el género de la escritora ((hembra»), sino en el
dad del discurso «masculino». Se considera «femenino» «efecto de la escritura» del texto (vfemenino») -de aquí
aquello que anima o admite un juego libre de significados I'écriture [éminine-:-, Vale la pena notar aquí que esta dis-
y evita lo «cerrado». La sexualidad femenina es revolucio- tinción entre la crítica feminista angloamericana y france-
naria, subversiva, heterogénea y «abierta». Este enfoque sa es una frontera crítica significativa en la evolución de la
corre un riesgo menor de marginación y de convertirse en segunda ola y distingue dos movimientos dominantes y de
un cliché, puesto que se niega a definir la sexualidad feme- gran influencia en la teoría crítica a partir de finales de los
nina; si existe un principio femenino, éste es sencillamen- años de 1960. Sin embargo, es problemática por cuatro ra-
te permanecer al margen de la definición masculina de la zones: la primera, no resulta una categorización nacional
mujer. Virginia Woolf fue la primera crítica que incluyó útil (por ejemplo, muchas críticas inglesas y norteamerica-
una dimensión sociológica (el quinto punto) en su análisis nas podrían ser descritas como «francesas») y hay que en-
de la literatura de mujeres. Desde entonces, las feministas tender, por tanto, que identifica la tradición intelectual que
• 162 LA TEORíA LJTERARTA co:'.rrpv\ PORANEA

la informa y no el país de origen: la segunda es que consn,


T
TEORÍAS FEMINISTAS

doctrinación ideológica, en la misma medida que la desi-


163

tuida corno lo está, parece excluir el factor de producción


gualdad económica, es la causa de la opresión de la mujer,
crítico feminista de los demás sitios y sobre todo del «Ter-
un razonamiento que inauguró el pensamiento de la se-
cer Mundo»; la tercera es que se concreta en una oposición
«unda ola sobre la reproducción, la sexualidad y la repre-
binaria demasiado simple, suprimiendo él la vez la vasta di-
~entación (especialmente las «imágenes de la mujer» verba-
versidad de prácticas dentro de los cuatro movimientos: b
les y visuales y sobre todo las pornográficas). El título de la
cuarta es que también enmascara sus similitudes. Amb~~
obr~ de Millett, Sexual Politics, anuncia su visión del «pa-
escuelas mantienen la idea de una «estética femenina» en el
triarcado», que considera penetrante y que exige un «estu-
primer plano del análisis y ambas corren el riesgo del de-
dio sistemático, como una institución política». El patriar-
terminismo biológico: la critica «angloamericana» por su
cado subordina las mujeres a los hombres y este poder se
búsqueda de obras que, en palabras de Peggy Karnuf, sean
ejerce, directa o indirectamente, en la vida civil y domésti-
«firmadas por hembras biológicamente determinadas de la
ca para reprimir a las mujeres. Millet toma de la sociología
especie» y el «feminismo francés» por su privilegio de los
la importante distinción entre «sexo» y «género». El sexo se
cuerpos «literales» en lugar de los metafórico s femeninos.
determina de modo biológico, pero el género es una noción
Pero antes de profundizar en estos acontecimientos más re-
psicológica que se refiere a la identidad sexual adquirida
cientes, tenemos que ver un texto fundamental de finales de
culturalmente y junto con otras feministas han atacado a los
los años de 1960.
sociólogos que tratan como «naturales» las características
"femeninas» culturalmente aprendidas (pasividad, etc.), Re-
conoce que, en el mismo grado que los hombres, las pro-
1. Kate Millett: políticas sexuales
pias mujeres perpetúan semejantes actitudes y denomina
"política sexual» a la interpretación de los roles sexuales en
La segunda ola de feminismo en Estados Unidos obtu-
las desiguales y represivas relaciones de dominación y su-
vo su ímpetu de los movimientos de protesta en favor de los
bordinación.
derechos civiles, la paz y otros, en los que se inscribe el fe-
Sexual Politics fue un análisis pionero de las imágenes
minismo radical de Kate Millett. Publicado en 1969, un año
históricas, sociales y literarias que tenían los hombres de
después de Thinking About Women de Mary Ellman y justo
las mujeres y en nuestro contexto constituye un texto for-
antes de The female Eunuch. de Gennaine Greer, Patriarchal
mativo de la crítica literaria feminista. El privilegio de Mil-
Attitudes de Eva Figes y The Dialectic of Sex de Shulamith
lett de la literatura como recurso ayudó a establecer las
Firestorie (todas de 1970), Sexual Politics de Kate Millett
obras, los estudios literarios y la crítica como dominios es-
marca el momento en el que la segunda ola de feminismo
pecialmente adecuados para el feminismo. Un factor cru-
se convierte en un movimiento notablemente visible, cons-
cial en la construcción social de la feminidad es la forma en
ciente y activo y cuando se transforma en el texto cause-
que los valores y las convenciones literarios han sido mo-
célebre del momento. Ha sido -ciertamente en la herencia
delados por los hombres, y las mujeres con frecuencia han
significativa de su título- quizás el libro más conocido e
luchado para expresar sus propias preocupaciones en lo
influyente de este período y continúa siendo (pese a sus de-
que muy bien podrían ser formas inadecuadas. En narrati-
ficiencias, véase más adelante) un trabajo demoledor, com-
va, por ejemplo, las convenciones moldeadoras de aventura
prensivo, ingenioso e irreverente sobre la cultura masculi-
y persecución romántica tienen un estímulo y una intcn-
na; y por esto quizás sea un monumento a su momento.
cionalidad «masculinos». En segundo lugar, un escritor se
El argumento de Millett -que abarca historia, literatu-
dirige a sus lectores como si siempre fueran hombres. La
ra, psicoanálisis, sociología y otros ámbitos- es que la in-
publicidad ofrece ejemplos paralelos obvios en la cultura de
164 LA TEORÍA LITERARIA CONTEMPORÁNEA
TEORÍAS FEMINISTAS 165
masas. El anuncio televisivo de una ducha con calentador vista unidimensional de la dominación masculina: trata la
de agua eléctrico presenta a una mujer que se tapa seduc_ ideología sexista como un manto de opresión que todos los
toramente con una toalla justo lo bastante tarde como para escritores masculinos fomentan ineludiblemente. Cora Ka-
que el espectador (masculino) pueda vislumbrar su cuern" plan) en una crítica exhaustiva de Millett en su obra «Radi-
desnudo, excluyendo de forma descarada a la espectado~'; cal Feminism and Literature: Rethinking Millett's Sexual
femenina. Sin embargo, está claro que la espectadora pue- Politics» (1979), ha sugerido que esta autora considera "la
de actuar como cómplice en esta exclusión y ver «COmoun ideología [como] el club universal del pene que los hombres
hombre». Del mismo modo, la lectora puede encontrarse de todas clases utilizan para someter a las mujeres». Kaplan
(de modo inconsciente) coaccionada para que lea como un señala la crudeza y las contradicciones de gran parte del
hombre. Con el fin de resistir este adoctrinamiento de la análisis de la ficción realizado por Millett, que considera
lectora, Kate Mill ett , en Sexual Politics, expone las repre- como «verdadero» y «representativo» del patriarcado en ge-
sentaciones opresoras de la sexualidad presentes en la fic- neral y a la vez «falso» en su representación de las mujeres.
ción masculina. Al situar deliberadamente en primer plano En su reflexionismo reductivo, no logra tener en cuenta la
el punto de vista de una lectora, pone de manifiesto la do- «retórica de la ficción» mediadora.
minación masculina que impregna las descripciones sexua-
les de las novelas de D. H. Lawrence, Henry Miller, Norman
Mailer y Jean Genet. Censura, por ejemplo, un pasaje de Se- Il. Feminismo marxista
xus de Miller ((me arrodillé y enterré mi cabeza en su rnan-
guito», etc.) y afirma que «tiene el tono ... de un macho que, El feminismo socialista marxista fue una poderosa co-
con vocabulario masculino, le cuenta a otro una hazaña se- rriente de la segunda ola durante finales de los años de
xual». Describe el acto central de Un sueño americano de 1960 y los de 1970, sobre todo en Gran Bretaña. Pretendía
Mailer en el cual Rojack asesina a su esposa y sodomiza extender el análisis marxista de clase a una historia de las
luego a la doncella Ruta como «una guerra emprendida» mujeres, de su opresión material y económica y en especial
contra las mujeres «en términos de asesinato y sodomía». de cómo la familia y el trabajo doméstico de las mujeres es-
EIlibro de Millett realizó una poderosa crítica de la cul- tán construidos y reproducen la división sexual del trabajo.
tura patriarcal, pero algunas feministas creen que su selec- Como otras formas de historia «masculina», el marxismo
ción de autores fue demasiado poco representativa: otras ha ignorado en gran medida la experiencia y la actividad
opinan que no ha acabado de entender el poder subversivo de las mujeres (uno de los libros de mayor ascendiente de
de la imaginación en la ficción. Millett omite, por ejemplo, Sheila Rowbotham es Hidden [rom History) y la tarea bási-
la naturaleza profundamente desviada del Diario de un la- ca del feminismo marxista fue inaugurar las complejas re-
drón de Genet y, en el mundo homosexual descrito, sólo ve laciones entre el género y la economía. El ensayo de Juliet
supeditación y degradación implícitas de la mujer; concibe Mitchell, «Women: The Longest Revolution» (1966), consti-
la dominación y subordinación entre homosexuales como tuyó un intento pionero contra el trabajo ahistórico de las
otra versión más del opresivo modelo heterosexual. Según feministas radicales como Millett y Firestone de historici-
M illett , los autores masculinos, en razón de su sexo, se ha- zar el control estructural que el patriarcado ejerce en rela-
llan compelidos a reproducir en sus ficciones la opresiva ción con las funciones reproductoras de la mujer; y Sheila
política sexual del mundo real. Este enfoque no haría justi-
Rowbotham, en Womens Consciousness, Man's World (1973),
cia, por ejemplo, al tratamiento que hace Joyce de la se- reconocía que las mujeres de la clase trabajadora experi-
xualidad femenina. No sólo Mailer, sino también algunas fe- mentaban la doble opresión de la división sexual del traba-
ministas han considerado que Millett mantiene un punto de jo en el ámbito laboral y en el doméstico y que la historio-
166 LA TEORÍi\ LlTEHARIA CONTEMPORANEA TEORÍAS FEM1NISTAS l67
grafía marxista había ignorado durante largo tiempo el construcción de los roles de género. Pcnny Bournchla, Cora
campo de la experiencia personal y sobre todo el de la cul- Kaplan y otros miembros del lVIarxist-Feminist Literature
tura femenina. Collective (véase la interpretación que hace cste grupo de
En el contexto literario, la crítica de Cora Kaplan a la Iane Eyre en A Practica] Reader, cap. 3) en lugar de esto han
feminista radical KateMillett (más atrás), sobre todo en lo aplicado a los tex tos 1iteraríos el tipo de análisis ideológico
referente a la ideología, puede considerarse como un ejem- desarrollado por Althusser y Ivlacherey (véase cap. 5), con
plo de crítica feminista socialista y Michele Barrett en Wo- el fin de comprender la formación histórica de las catego-
men's Opression Today: Problems in Marxist Feminist A.naly- rías de género. No obstante, el feminismo marxista actual
sis (1980) presenta un análisis feminista marxista de la carece de los más altos perfiles, sin duda a causa de la «con-
representación del género. En primer lugar, aplaude el ar- dición» política de la posmodernidad, pero también quizás
gumento materialista de Virginia Woolf de que las condi- por el efecto agotador del «debate» entre los feminismos
ciones en las cuales hombres y mujeres producen literatura angloamericano y francés.
son materialmente diferentes e influyen, la forma y en el
contenido de lo que escriben: no podemos separar cuestio-
nes de estereotipo de géneros de sus condiciones materiales In. Elaine Showalter, ginocritica
en la historia. Esto significa que la liberación no llegará
simplemente por realizar algunos cambios en la cultura. En La obra SexualíTextual Politics (1985) de Toril Moi se di-
segundo lugar, la ideo logia de género afecta a cómo se leen vide en dos secciones principales: «la crítica feminista an-
las obras escritas por hombres y mujeres y a cómo se esta- gloamericana» y <da teoría feminista francesa». Esto no sólo
blecen los cánones de excelencia. En tercer lugar, las críti- dirige la atención hacia uno de los principales debates en la
cas feministas deben tener en cuenta la naturaleza ficticia teoría crítica feminista contemporánea, sino que también
de los textos literarios y no ceder en un «rnoralismo rarn constituye toda una declaración. El paso (consciente) de
pante» condenando a todos los autores varones por el se- Moi de la «crítica» a la «teoría» indica tanto una caracteri-
xismo de sus libros (véase Millett) y aprobando a todas las zación descriptiva como un juicio de valor: para Moi, la cri-
autoras mujeres por plantear el tema del género. Los textos tica angloamericana es teóricamente ingenua o bien se re-
carecen de significados establecidos: las interpretaciones siste a teorizar ella misma; por otro lado, la francesa, es
dependen de la situación y de la ideología del lector. Sin teóricamente tímida y sofisticada. De hecho, como ya co-
embargo, las mujeres pueden y deben tratar de afirmar su mentamos unas páginas atrás, hay mucho terreno en común
influencia sobre la forma en que se define y se representa entre estos dos «planteamientos» y una gran interpenetra-
culturalmente el género. ción (y no menos por el hecho de que ambos tienden a ig-
En la Introducción a Feminist Criticism and Social norar la clase, la etnicidad y la historia como determinan-
Change (1985) Judith Newton y Deborah Rosenfelt abogan tes) y ambos contribuyen a definir importantes formas de
en favor de una critica feminista materialista que escapa discurso critico feminista. Hablaremos más detalladamente
del esencialismo «trágico» de esas críticas feministas que de la francesa en la sección siguiente.
proyectan una imagen de mujeres universalmente impoten- Las principales angloamericanas son, de hecho, ameri-
tes y universalmente buenas. Critican lo que consideran el canas. A medida que la crítica de las «imágenes de muje-
limitado carácter literario de la influyente obra de Gilbert y res» de principios de los años de 1970 (impulsadas por los
Gubar, The Madwoman in the A.ttic (1979, véase más adelante) trabajos de Ellmélnn y Millctt) comenzaron a parecer sirn-
y sobre todo que hagan caso omiso de las realidades socia- plistas y uniformes, aparecieron diversas obras que fomen-
les y económicas que juegan un importante papel en la taban tanto el estudio de las mujeres escritoras como del
168 LA TEORÍA LITERARIA CONTEMPORÁNEA
TEORÍAS FEMfNISTAS 169
discurso crítico feminista con el fin de discutidos. Literal)!
lt\lamen (1976) de Ellen Moers fue un esbozo o proyecto ratura inglesa». Divide esta tradición en tres [ases. La pri-
preliminar de la tradición «alternativa» de las obras escri- mera, la «fase femenina» (1840-1880) incluye a Elizabcth
tas por mujeres que hace sombra a la tradición masculina GaskeH y George Eliot. Las escritoras imitan e intcriorizan
dominante: pero la obra 018.5 importante de este tipo, des- los modelos estéticus masculinos dominantes, lo cual exige
pués de la de Elaine Showalter, es la monumental The Mad- que las escritoras sigan siendo damas. La principal esfera
wornan in the Attie (1979) de Sandra Gilbert y Susan Gubar, de sus obras es el círculo social y doméstico inmediato. Es-
en la que argumentan que las escritoras clave desde Jane tas autoras se sienten culpables a causa del «egoísta» com-
Austen alzaron una voz femenina distintiva «deshonesta» al promiso con la condición de escritoras y aceptan ciertas li-
«amoldarse y subvertir simultáneamente los estándares li- mitaciones en la expresión, evitando las groserías y la
terarios patriarcales». Los estereotipos femeninos de «án- sensualidad. No obstante, me atrevo a afirmar que incluso
gel» y «monstruo» (loca) están simultáneamente aceptados la un tanto puritana George Eliot se las arregló para plas-
y deconstruidos (para la lectura de Jane Eyre que da título mar una gran cantidad de sensualidad implícita en El mo-
al libro, véase A Praetieal Reader, cap. 3). Sin embargo, lino junto al Floss. En cualquier caso, las groserías y la sen-
como señaló Mary Jacobus, Gilbert y Gubar tienden a limi- sualidad tampoco se aceptaban fácilmente en la ficción de
tar la libertad de las escritoras construyéndolas como «víc- los hombres: el polémico Tess d'Urberville de Hardy tuvo
timas excepcionalmente articuladas de una trama patriar- que recurrir al sobreentendido y a las imágenes poéticas
calrnente engendrada»; y Toril Moi añade que este continuo para expresar la sexualidad de la heroína. La «fase feminis-
relato de la «historia» de la represión femenina por parte ta» (1880-1920) induye a escritoras como Elizabeth Robins
del patriarcado bloquea a la crítica feminista en una rela- y Olive Schreiner. Las feministas radicales de este período
ción constrictiva y problemática con la misma crítica pa- abogaban por utopías separatistas al estilo de las amazonas
triarcal y autoritaria que pretende superar.
y por hermandades sufragistas. La tercera fase, la «de las
amazonas» (a partir de 1920), heredó características de
Sin embargo, la crítica americana más influyente de la
segunda ola es Elaine Showalter y en especial su obra A Li- las fases anteriores y desarrolló la idea de una escritura y
una experiencia específicamente de mujeres. Rebecca West,
terature of Their Own (1977). En ella esboza una historia li-
teraria de las mujeres escritoras (muchas de las cuales ha- Katherine Mansfield y Dorothy Richardson son, según
bían estado, en efecto, «ocultas a la historia»): escribe una Showalter, las primeras novelistas importantes de esta fase.
historia que muestra la configuración de sus determinantes En la misma época en que Joyce y Proust están escribien-
materiales, psicológicos e ideológicos; y fomenta tanto una do extensas novelas sobre la conciencia subjetiva, la exten-
sa novela de Richardson Pilgrirnage tiene como tema la con-
crítica feminista (preocupada por las mujeres lectoras)
como una «ginocrítica» (preocupada por las mujeres escri- ciencia femenina. Los puntos de vista de esta autora sobre
toras). El libro examina las novelistas inglesas desde las el acto de escribir anticipan las teorías feministas recientes:
Bronté tomando el punto de vista de la experiencia de las mu- se inclina por una suerte de capacidad negativa, una «re-
jeres. Según esta autora, aunque no exista una sexualidad ceptibilidad múltiple» que rechaza opiniones y puntos de
o una imaginación femeninas prefijadas o innatas, existe vista definidos, a los que llama «cosas masculinas». Sho-
sin embargo una profunda diferencia entre la literatura walter escribe que «también racionalizó el problema de sus
de las mujeres y la de los hombres: afirma, además, la cxis- "profusiones amorfas" con la elaboración de una teorfa que
consideraba la falta de forma como la expresión natural de
tcncia de toda una tradición literaria abandonada por la
crítica masculina: «el continente perdido de la tradición fe- la empatía de la mujer y la existencia del modelo como el
menina ha surgido corno la Atlárrtida en el mar de la lite- signo de la unilateralidad de los hombres». Intentó produ-
cir voluntariamente frases elípticas y fragmentadas con el

1
'i: ,¡
,~J 170 LA TEORÍA LITERARIA CONTEMPORÁNEA TEORÍAS FEMINISTAS 171
,;.

,I
,
fin de expresar lo que ella consideraba la forma y la es-
tructura de la mente femenina. A partir de Virginia Woolf
mitada como la tradición masculina». Para Moi, la crítica
feminista de Showalter también se caracteriza porque no
r y, en especial, con Jean Rhys, entra en la ficción de las mu- está teorizada y también por su debilidad, y por lo tanto, por
,
<.

jeres una nueva sinceridad en relación a la sexualidad su sostén teórico, sobre todo en las conexiones que estable-
!
(adulterio, lesbianismo, etc.). Se trata de una nueva gene- ce entre literatura y realidad y entre evaluación literaria y
ración de mujeres universitarias, que ya no siente la nece- política feminista. Un rasgo de la obra de Showalter es su
sidad de manifestar descontentos femeninos y que incluye reluctancia a comprometerse y contener las iniciativas teó-
a A. S. Byatt, Margaret Drabble, Christine Brooke-Rose y ricas francesas, pues, casi por definición, es deconstruida
Brigid Brophy. Sin embargo, a principios de los años de por ellas (no obstante, véase su desafío a la lectura de Lacan
1970 se produce un desplazamiento hacia tonos más aira- de Ofelia en Harnlet en A Practical Reader, cap. 1). Por lo tan-
dos en las novelas de Penelope Mortirner, Muriel Soark y to, paradójicamente, en el punto en que la ginocrítica con-
Doris Lessing. sideraba que hacía positivamente visible y poderosa la cul-
El título de Showalter indica su deuda para con Virginia tura y la experiencia de las mujeres, el feminismo postes-
Woolf y tal y como señala Mary Eagleton sus proyectos es- tructuralista textualiza la sexualidad y considera todo el pro-
tán marcados de forma similar: «Una pasión por las obras yecto de «las obras escritas por mujeres y las obras escritas
escritas por mujeres y por la investigación feminista ... une a sobre las mujeres» como mal interpetado. A continuación,
ambas críticas, Conscientes de la in visibilidad de las vidas pasaremos a ver este análisis más radicalmente teórico de la
de las mujeres, son muy activas en el esencial trabajo de re- diferencia de las mujeres, inaugurado por el psicoanálisis
cuperación, tratando de hallar las precursoras olvidadas.» moderno.
Sin embargo, Showalter critica a Woolf por su «retirada» a
la androginia (negando su femineidad) y por su estilo «eva-
sivo». De acuerdo con Eagleton, es en este punto precisa- IV. El feminismo francés: Kristeva, Cixous, Irigaray
mente en el que Toril Moi disiente de Showalter y donde el
centro de la oposición entre los feminismos críticos anglo- Sin perder de vista que el florecimiento de la teoría crí-
americano y francés pueden percibirse con toda agudeza. tica feminista «francesa» no está constreñido por ningún
Para la «francesa» Moi, el rechazo y la subversión que límite nacional, podemos decir que esta otra corriente cla-
Woolf hace de la personalidad unitaria y su «festiva» tex- ve de la «segunda ola» se originó en Francia. Derivada de
tualidad son sus puntos fuertes, mientras que la ginocrítica la percepción de Simone de Beauvoir de la mujer como «el
angloamericana desea centrarse en el autor y el personaje Otro» para el hombre, la sexualidad (junto con la clase y la
femenino y en la experiencia femenina como indicativo de raza) se identifica como oposición binaria (hombre/mujer,
autenticidad -en nociones de «realidad» (en particular negro/blanco) que registra la «diferencia» entre grupos de
de un colectivo que comprende lo que significa ser una mujer) personas -diferencias que se manipulan social y cultural-
que pueden ser representadas y relacionadas de forma ex- mente de forma que uno de los grupos domina u oprime a
perimental, mediante la obra literaria-o En efecto, otro pro- otro. Las teóricas del feminismo francés en particular, en su
blema reside en las suposiciones etnocéntricas enclavadas búsqueda de la destrucción de los estereotipos convencio-
en las ideas de «autenticidad» y «experiencia femenina» per- nales de las diferencias sexuales construidos por los hom-
petuadas por la tradición angloamericana en general; como bres, se han centrado en el lenguaje como el ámbito en el
ya ha señalado Mary Eagleton, se toma como norma la mu- que se estructuran estos estereotipos y a la vez como prue-
jer blanca heterosexual de clase media y la historia literaria ba de la diferencia sexualliberadora que se puede describir
que se produce es «casi tan selectiva e ideológicamente Ii- en un «lenguaje de mujer» específicamente. La literatura es
172 LA IFORrA LITERARIA CONTE'\ilPORANEA TEORÍAS FEMINISTAS 173

un discurso altamente significativo en el que se puede per- Lacan del término se acerca a las antiguas connotaciones
cibir y movilizar esto. (Las feministas negras y lesbianas de del falo en los cultos de fertilidad. La palabra también se
América y de todas partes han desarrollado criticado es- emplea en la literatura tcológica y antropológica haciendo
tas ideas en relación con los posicionamientos mucho más referencia al si¡:nificado simbólico del órgano: poder:
complejos de aquellas cuyas «diferencias» están además de- Las feministas han encontrado muy útil uno de los dia-
terminadas por la raza las preferencias sexuales.) gramas de Lacan para señalar la arbitrariedad de los roles
El psicoanálisis y, en especial, la reelaboración de Lacan sexuales:
de las teorías de Freud (véase cap. 7) han influido profun-
damente en el feminismo francés. Al hacerse eco de las ARBOL SEÑORAS CABALLEROS
teorías de Lacan, las feministas francesas han superado la
hostilidad hacia Freud compartida por la mayoría de las fe-
ministas. Con anterioridad a Lacan, las teorías freudianas,
en especial en Estados Unidos, habían sido reducidas a un
crudo nivel biológico: la niña, al ver el órgano masculino, se M
~W U '.; L::J 1
reconoce a sí misma como hembra porque carece de pene.
Se define negativamente y sufre una inevitable «envidia del
pene». Según Freud, la envidia del pene es universal en las
mujeres y es la responsable del «complejo de castración» que
1 f
<. , .•• l I
resulta de considerarse a sí mismas hornmes manqués en lu- El primer signo es «icónico» y describe la correspon-
gar de un sexo positivo por derecho propio. Ernest Jones fue dencia «natural» entre palabra y cosa. El signo resume la
el primero que definió como «falocéntrica. la teoría de vieja noción presaussureana del lenguaje según la cual las
Freud, un término socialmente adoptado por las feministas palabras y las cosas aparecen unidas de modo natural en un
a la hora de discutir la dominación del hombre en general. significado universal. El segundo diagrama destruye la vie-
Juliet Mitchell, en Psicoanálisis y feminismo (1975), de- ja armonía: los significantes «señoras» y «caballeros» están
fiende a Freud diciendo que «el psicoanálisis no es la reco- asignados a puertas idénticas. De la misma manera, «rnu-
mendación de una sociedad patriarcal, sino el análisis de jer» es un significan te, no una hembra biológica. No existe
una sociedad de este tipo». Según ella, Freud describe la re- una correspondencia simple entre un cuerpo específico y el
presentación mental de una realidad social, no la realidad significante «mujer». Sin embargo, esto no significa que si
misma. Su defensa de Freud proporcionó las bases para el suprimimos la distorsionadora inscripción del significante,
feminismo psicoanalítico contemporáneo, junto con la obra vaya a salir a la luz una mujer «real» y «natural», tal como
de influencia más lacaniana de Jacqueline Rose (Sexuality in lo habría sido antes del inicio de la simbolización. No po-
the Field of Vision, 1986) y Shoshana Felrnan (Literature and demos apartamos del proceso de significación para pisar
Psycoanalysis, 1977). De modo inevitable, las feministas han un terreno neutral. Cualquier resistencia feminista al falo-
reaccionado cáusticarnente contra la visión de la mujer centrismo (el dominio del falo como significante) debe pro-
como ser «pasivo, narcisista, masoquista y con envidia del venir del seno del proceso de significación. Como veremos
pene» (Eagleton), una imagen que no es propia, sino pro- en el capítulo 7, el significante es más poderoso que el «su-
ducto de una comparación con una norma masculina. Sin que se «rnarchi la» y sufre «la castración». « Mujer» re-
embargo, algunas feministas francesas han subrayado que el presenta una posición de sujeto desterrada a la oscuridad
concepto freudiano de «pene» o «falo» es un concepto «sirn- exterior «<el continente oscuro») por medio del castrante po-
bólico. y no una realidad biológica. La utilización que hace der del falocentrismo y, en realidad, puesto que semejante
174 LA TEORÍA LlTERARf¡\ C00:TEMPORANEA
TEORÍAS FEMINISTAS 175

dominación se realiza a través del discurso, por medio del níño en el espacio de género asignado él éste por el orden
«falogocentrisrno» (el término que utiliza Derrida para de- lingüístico. Es esencial reconocer la naturaleza metaiorica
signar la dominación que ejerce el discurso patriarcal). No del papel del padre. Se halla instalado en la posición de le-
obstante, la crítica feminista negra Kadiatu Kanneh ha sc- ~isiador no sólo porque tiene U11a función procreadora su-
ñalado los peligros inherentes en cualquier reiteración fe- perior (aunque la gente haya creído esto en el pasado), sino
minista del tema del «continente oscuro» para indicar el simplemente como un efecto del sistema lingüístico. La ma-
potencial subversivo de todas las mujeres (presente en la dre reconoce el discurso del padre porque tiene acceso al
obra de De Beauvoir y tipificada en los comentarios de Ci- significante de la función paternal (el «Nombre-del-Padre»)
xous en «The Laugh of the Medusa» de que «estás en Áfri- que regula el deseo de una forma civilizada (esto es, repri-
ca, eres negro. Tu continente es oscuro. Lo oscuro es pelí- mida). Sólo mediante la aceptación de la necesidad de la di-
groso»). Kanneh escribe: «[Cixous] trabaja para liberar a las ferencia sexual o del deseo regulado puede un niño «socia-
mujeres de una historia que ella etiqueta como exclusiva- [izarse».
mente masculina, que consigue encerrar a todas las mu- Las feministas han objetado a veces que, aun cuando
jeres en una historia en la que flotan libremente entre adoptenl0S lID punto de vista estrictamente «simbólico. del
imágenes de sometimiento negro y dominación imperial.» falo, la posición privilegiada en la significación que se le
(<<Love,Mourning and Metaphor: Terms of Identity» , 1992.) otorga en las teorías de Lacan es bastante desproporcioria-
Para Lacan, la cuestión del falocentrismo es inseparable da. Según Jane Gallop, la aplicación de las categorías laca-
de la estructura del signo. El significante, el falo, ofrece la nianas a la diferencia sexual parece implicar ineludible-
promesa de la presencia plena y el poder que, como es inal- mente una subordinación de la sexualidad femenina. El
canzable, amenaza a ambos sexos con el «complejo de cas- hombre resulta «castrado» al no conseguir la plenitud total
tración». El complejo está estructurado exactamente del prometida por el falo, mientras que la mujer lo es por no
mismo modo que el lenguaje y el inconsciente: la entrada ser un macho. El paso de la hembra por el complejo de Edi-
del sujeto individual en el lenguaje produce una «división» po se encuentra menos perfilado. En primer lugar, debe
como resultado de la sensación de pérdida del sujeto cuan- transferir su afecto desde la madre hasta el padre antes de
do los significantes no cumplen la promesa de una presen- que la Ley de este último pueda prohibir el incesto y, en se-
cia plena (cap. 7). De diferentes modos, tanto hombres gundo lugar, como ya está «castrada», es difícil ver qué es
como mujeres carecen de la sexualidad integral simboliza- lo que reemplaza la castración que, en el caso del hombre,
da en el falo. Los factores sociales y culturales, tales como constituye la amenaza al desarrollo. ¿Qué la obliga a la
los estereotipos sexuales, pueden acentuar o disminuir el aceptación de la Ley? A pesar de todo, la ventaja del enfo-
impacto de esta «carencia» inconsciente, pero el falo, al ser que de Lacan es el abandono del determinismo biológico y
un significante de presencia plena y no un órgano físico, si- la conexión (mediante el lenguaje) del psicoanálisis freu-
gue siendo la fuente universal del «complejo de castración»: diano con el sistema social.
la carencia que promete suplir no podrá ser llenada nunca. Tal como ha señalado Jane Gallop, Lacan tiende a pro-
Lacan llama alguna vez a este insistente significante el mocionar un discurso «feminista» antilogocéntrico. Aunque
«Nombre-del-Padre» para enfatizar así su modo de existen- no conscientemente feminista, es «coqueto», juguetón y
cia no biológico. El n iño llega a tener un sentido de la iden- «poético», se niega a afirmar conclusiones o a establecer
tidad cuando entra en el orden «simbólico» del lenguaje, el verdades. Cuando recuerda la no contestada pregunta de
cual se compone de relaciones de similaridad y de dijeren-
Freud: «¿Qué desea la mujer?» (Was will das Weib?), con-
cia. Únicamente aceptando las exclusiones (si esto, enion- cluye que la pregunta debe permanecer abierta ya que la
ces aquello) impuestas por la Ley del Padre puede entrar e! mujer es "fluida» y la fluidez es «inestable». «La mujer nUI1-
-,

176 LA TEORÍA LITEI,i\RrA CONTEMPORANEA TEORíAS FEMJNISTAS 177

ca habla pareil (similar. igual, parecido). Lo que emite es dichas resonancias. Puesto que los impulsos psicosornáticos
fluido (fluent). Engañoso (flourmt).» Aquí corremos de nue- son preedípicos, están asociados con el cuerpo de la madre:
vo el peligro de deslizamos hacia el sistema falocéntrico e1libre y flotante mar del útero .Y la envolvente sensualidad
que relega las mujeres a los márgenes y las rechaza POr del seno materno son los primeros lugares de la experien-
inestables, impredecibles y tornadizas: pero el privilegiar cia precdípica, De este modo, lo «serniótico. se halla inevi-
positivamente esta franqueza impide semejante recupera- tablemente asociado al cuerpo de la mujer, mientras que lo
ción de la «franqueza» femenina por parte del sistema pa- simbólico está ligado a la Ley del Padre que censura y re-
triarcal. La sexualidad femenina está directamente asocia- prime con el fin de que el discurso pueda llegar a ser. La
da con la productividad poética, con los impulsos psicoso- mujer es el silencio del «inconsciente» que precede al dis-
máticos que desbaratan la tiranía del significado unitario y curso. Es el «Otro», que permanece fuera y amenaza con in-
el discurso logocéntrico (y, por lo tanto, falocéntrico). Los prin- terrumpir el orden consciente (racional) del discurso.
cipales teóricos de este punto de vista son Julia Kristeva v Por otro lado, al ser la fase preedípica sexualmente in-
Hélene Cixous. J
diferenciada, lo semiótico no es inequívocamente femenino.
La obra de Kristeva ha tomado con frecuencia corno Podría decirse que Kristeva reivindica en nombre de las
concepto central el de una polaridad entre los sistemas ra- mujeres este flujo no reprimido ni represor de energía libe-
cionales «cerrados» y los perturbadores sistemas inacio- radora. El poeta o la poetisa vanguardista penetra en el
nales «abiertos». Esta autora considera la poesía como el Cuerpo-de-la-Madre y resiste el Nombre-del-Padre. Mallar-
«lugar privilegiado» del análisis, porque se encuentra sus- mé, por ejemplo, cuando subvierte las leyes de la sintaxis,
pendida entre los dos sistemas; y porque en ciertas épocas subvierte la Ley del Padre y se identifica con la madre por
la poesía se ha abierto a los impulsos básicos de deseo y medio de la recuperación del flujo semiótica «materna]".
miedo que operan fuera de los sistemas «racionales». Ya En literatura, el encuentro de lo semiótica y lo simbólico,
comentaremos (cap. 7) su importante distinción entre lo donde el primero es liberado en el segundo, resulta en un
«semiótica» y lo «simbólico», fuente de muchas otras pola- «juego» lingüístico. El gozo representa un «éxtasis» próxi-
ridades. En la literatura de vanguardia, los procesos prima- mo a la «ruptura». Kristeva concibe esta revolución poética
rios (tal como se describen en la versión lacaniana de la de un modo íntimamente ligado a la revolución política en
teoría de los sueños de Freud) invaden la ordenación racio- general y a la revolución feminista en particular: el movi-
nal del lenguaje y amenazan con trastornar la unificada miento feminista debe inventar una «forma de anarquis-
subjetividad del «hablante» y del lector. El «sujeto» ya no es mo» que se corresponda con el «discurso de vanguardia».
visto como productor de significado sino como lugar del El anarquismo es inevitablemente la posición pol:ítica y fi-
significado y puede, por lo tanto, sufrir una «dispersión» ra- losófica adoptada por un feminismo resuelto a destruir el
dical de identidad y una pérdida de coherencia. Los «im- dominio del falocentrismo. A diferencia de Cixous e Iriga-
pulsos» experimentados por el niño en la fase preedípica ray, Kristeva no trata la opresión de las mujeres como algo
son parecidos a un lenguaje pero todavía no están ordena- diferente en principio de otros grupos marginalizados o ex-
dos como tal. Para que este material «semiótica» se con- plotados, ya que el feminismo inicial formaba parte de una
vierta en «simbólico» debe ser estabilizado, lo cual conlle- teoría más amplia y general de la subversión y la disiden-
va la represión de los impulsos rítmicos y fluyentes. La cia. Sin embargo. Gayatri Spivak ha lanzado una crítica im-
expresión hablacla que más se aproxima al discurso semió- portantc de esta producción intercultural de la rnarginali-
tica es el «balbuceo» prcedípico del niño. Sin embargo, el dad común, señalando a la valoración «primitivista» de
mismo lenguaje conserva algo de este flujo serniótico y Kristcva del «Oriente "clásico"» (véase también el cap. 9).
el poeta se halla en condiciones especiales para utilizar Cierto número de feministasfrancesas (entre las que se
178 LA TEORíA urERARTA COI\'TEi'vIPORANEA TEORíAS FEMINISTAS 179

cuentan Chantal Chawaf, Xaviere Gauthier y Luce Trigaray) ria masculino/femenino y abraza el principio de Derrida
han sostenido que la sexualidad femenina es una enti(L~d de la différancc (su trabajo sobre James Joyce por ejemplo
subterránea y desconocida. El ensayo de Hélene Cixous The _una muestra del cual aparece en A Practica] Reader, cap. 7-
laugh oi the Medusa es un célebre manifiesto de la liLeratu_ representa su intento de afirmar la naturaleza desestabili-
ra de mujeres en el que hace un llamamiento para que las zadora de escribir de forma no-biologística), pero relaciona
mujeres pongan sus «cuerpos» en su literatura. Así, mien- das obras escritas por feministas» con la fase preedípica
tras Virginia Woolf abandonó la lucha de hablar del cuerpo dmaginary» de Lacan en la cual la diferencia queda aboli-
femenino, Cixous escribe con éxtasis sobre el hormiguean_ da en una unidad prelingüística utópica del cuerpo de la
te inconsciente femenino: «Escribíos a vosotras mismas. madre y el niño.
Vuestro cuerpo tiene que oírse, sólo entonces brotarán los Este retorno liberador a la «Buena Madre» es la fuente
inmensos recursos del inconsciente.. No existe una mente de la visión poética de Cixous de las obras escritas por mu-
femenina universal; por el contrario, la imaginación feme- jeres y abre la posibilidad de un nuevo tipo de sexualidad.
nina es infinita y hermosa. La escritora verdaderamente li- Cixous se opone a la especie de bisexualidad neutral abra-
berada, cuando exista, dirá: zada por Virginia Woolf y aboga, en su lugar, por lo que
llama «la otra bisexualidad», la que se niega a «anular diferen-
Reboso, mis deseos han inventado nuevos deseos, mi cuer- cias y las fomenta». El trabajo de Barthes sobre Sarrasine
po conoce canciones desconocidas. Una y otra vez ... me he sen- (véase cap. 7) es un perfecto ejemplo de bisexualidad na-
tido tan llena de torrentes luminosos que habría podido estallar. rrativa. De hecho, la visión de Cixous de la sexualidad
estallar en formas mucho más hermosas que las que se enrnar-
femenina a menudo recuerda la descripción de Barthes del
can y venden por una enorme fortuna.
texto vanguardista. «El cuerpo de una mujer, con sus mil
Puesto que la literatura es el lugar en donde el pensa- y un umbrales de ardor ... hará que la vieja y rutinaria len-
miento subversivo puede germinar, es especialmente ver- gua materna reverbere en más de un lenguaje», escribe
gonzoso que la tradición falocéntrica haya, en la mayor par- Cixous. Está hablando de la jouissance que, en Barthes y
te, conseguido impedir que las mujeres se expresen. La Kristeva, combina connotaciones del orgasmo sexual y del
mujer debe no censurarse y recuperar «sus bienes, sus ór- discurso polisémico; el placer del texto, al abolir todas las
ganos, sus inmensos territorios corporales que han sido represiones, alcanza una intensa crisis (la muerte del signi-
mantenidos bajo siete sellos». Debe deshacerse de su culpa ficado). Esta transgresión de las leyes del discurso falocén-
(por ser demasiado fogosa o demasiado frígida, demasiado trico es la tarea especial de la mujer escritora. Como ha
maternal o demasiado poco maternal, etc.). El núcleo de la operado siempre «desde el interior» del discurso dominado
teoría de Cixous es el rechazo de la teoría: la literatura fe- por el hombre, la mujer necesita «inventarse un lenguaje en
minista «siempre superará el discurso que regula el sistema el que introducirse».
falocéntrico». El « Otro» o negativo de cualquier jerarquía El enfoque de Cixous es visionario, imagina un lengua-
que la sociedad pueda construir, l'écriture [eminine subver- je posible en lugar de describir el existente. Corre el riesgo
tirá de inmediato el lenguaje masculino «simbólico» y crea- que han corrido otros enfoques ya comentados, el de con-
rá nuevas identidades para las mujeres, las cuales, a su vez, ducir a las mujeres hasta un oscuro refugio inconsciente
conducirán a nuevas instituciones sociales. Sin embargo, su donde el silencio reinante se vea interrumpido únicamente
propio trabajo contiene contradicciones teóricas, ya sean por el «balbuceo» uterino. Kristeva ha comprendido bien
estratégicas o no. Su preocupación por el juego libre del este peligro ya que ve él las escritoras, más bien al estilo de
discurso rechaza el biologismo, pero su privilegio de] cuer- Virginia atrapadas entre el padre y la madre. Por un
po de la mujer parece abrazado; rechaza la oposición bina- lado, en tanto escritoras, chocan de manera inevitable con
180 LA TEORíA LlTERARIA CONTEMPORANEA TEORÍAS FEMINISTAS 18]

«el dominio fálico, asociado a la privilegiada relación pa- texto, sino la textualidad del sexo». No consideran las obras
dre-hija, que produce la tendencia a la supremacía, la cien- como algo con un «género» específico, sino que pretenden
cia, la filosofía, las cátedras, etc ... ». Por otro lado, «huimos alterar el significado fijado; fomentan el juego libre textual
de cualquier cosa considerada "fálica" para encontrar refu- más allá del control autorial o crítico; son antihurnanistas,
gio en la valorización de un silencioso cuerpo subacuático antirrealislas y antiescncialistas: y en efecto, representan
y abdicamos de esta manera a cualquier entrada en la his- una poderosa forma de deconstrucción política, cultural y
toria». crítica. En términos específicos de los estudios literarios,
Spéculurn de l'autre [emme (1974) de Luce Irigaray de- revalorizan y remodelan (cuando no explotan) los cánones
sarrolla, en términos filosóficos más rigurosos, ideas que literarios, rechazan un cuerpo teórico unitario o universal-
recuerdan a las de Cixous. Considera que la opresión pa- mente aceptado y politizan abiertamente todo el dominio
triarcal de las mujeres se basa en el tipo de construcciones de la práctica discursiva. Son fluidos, múltiples, heterogló-
negativas asociadas a la teoría de Freud sobre la sexualidad sicos y subversivos y como tales están en el centro del asal-
femenina. El concepto de «envidia del pene», por ejemplo, to contemporáneo postestructuralista y posrnodernista a las
se basa en la consideración del hombre respecto a la mujer narrativas «dominantes» que han gobernado las culturas
como su «Otro» que carece del pene que él posee (preca- occidentales -y por ende las coloniales- desde la Ilustra-
riamente). No se la considera como si existiera, salvo como ción. Es en la evolución originaria de estos movimientos
la imagen negativa de un hombre del espejo. En este senti- que nos fijaremos a continuación.
do, las mujeres son invisibles a las miradas de los hombres
y sólo pueden alcanzar una especie de existencia fantasmal
en la histeria y el misticismo. Como mística, la mujer pue- BIBLIOGRAFÍA SELECCIONADA
de perder todo sentido de ser subjetivo personal y, por lo
tanto, es capaz de escapar de la red patriarcal. Mientras que Textos básicos
los hombres están orientados a la vista (son escopofílicos),
las mujeres encuentran placer en el tacto; y por tanto, las Abel, Elizabeth (ed.), Writing and Sexual Difference, University of
obras escritas por mujeres están relacionadas con la varia- Chicago Press, Chicago, 1982; Harvester Wheatsheaf, Hemel
bilidad y el tacto, con el resultado de que «El "estilo" de Hernpstead, 1983.
ellas resiste y explota todas las formas, figuras, ideas y con- Barrett, Michele, Women5 Oppression Today: Problems in Marxist
ceptos firmemente establecidos». En otras palabras, Iriga- Ferninist Analysis, Verso, Londres, 1980.
Belsey, Catherine y Moore, Jane (eds.), The Feminist Reader: Es-
ray fomenta la «otredad» del erotismo de las mujeres y su
says in Cerda and the Politics of Literary Criticism, Mac-
representación disruptiva en el lenguaje. Tan sólo la cele- millan, Basingstoke, 1989.
bración de la diferencia de las mujeres -su variabilidad y Cixous, Hélérie, «The Laugh of the Medusa» (1976), re impreso en
multiplicidad- puede romper las representaciones occi- Marks y de Courtivron (más adelante).
dentales convencionales de ellas. -, Writing Difl'erences: Readings [rom the Seminar ol' Héléne Cixous,
El desarrollo y la movilización de la teoría feminista de Susan SeUers (ed.). Open University Press, Milton Keynes, 1988.
posiciones criticas que fluyen de semejante concepción Cornillon, S. K. (ed.), Images ofWomen in Fiction: Feminist Pers-
«postestructuralista» son el objeto de los capítulos 8, 9, pectives, Bowling Green University Popular Press, Bowling
Grcen, OH. 1972.
Y lO. Pero vale la pena señalar aquí que este lipa de críti-
De Beauvoir, Simone, The Second Sex (1949), trad. H. M. Parshley,
cas tienden a reconocer que la «Mujer» no es UD ser físico. Bantam, Nueva York, 1961; Pcnguin, Hamondsworth, 1974.
sino UD «efecto en las obras», que «l'ecriture [erninine», en Eagleton, Mary (ed.), Feminist Literary Criticism, Longman, Lon-
palabras de Mary Jacobus, «DO sólo afirma la sexualidad de! dres, 1991.
,-~~~

1
¡
-r

j
¡ 183
¡ 182 LA TEORÍA LITERARIA CONTEMPORÁNEA TEORÍAS FEMINISTAS
¡
-, Feminist Literary Theory: A Reader, Basil Blackwell, Oxford, 1986. Millet, Kate, Sexual Politics, Doubleday, Nueva York, 1970.
Ellman, Mary, Thinking About Women, Harcourt Brace Jovan-; Mitchell, Juliet, Psychoanalysis and Feminism, Penguin, Harmons-
vich, Nueva York, 1968. worth, 1975.
Felman, Shoshana (ed.), Literature and Psychoanalysis, Johns Hop. _, Women: The Longest Revolution: Essays on Feminism, Litera-
kins University Press, Baltimore, 1977. ture and Psychoanalysis, Virago, Londres, 1984.
Friedan, Betty, The Feminine Mystique, Dell, Nueva York, 1963 Moers, Ellen, Literary Women, Anchor Press, Garden City, 1976.
Gallop, Jane, Feminism and Psychoanalysis: The Daughter's Sedur: Moi. Toril (ed.), French. Feminist Thought: A Reader, Basil Black-
tion, Macmillan, Basingstoke, 1982. well, Oxford, 1987.
Gilbert, Sandra y Gubar, Susan, The Madwoman in the Attic: The Newton, Judith y Rosenfelt, Deborah (eds.), Feminist Criticism and
Woman Writer and the Nineteentn Century Literary Imagina- Social Change: Sex, Class, and Race in Literature, Methuen,
tion, Yale University Press, New Haven, 1979. Londres, 1985.
No Man's Land: The Place of the Woman Writer in the Twentieth Showalter, Elaine, A Literature of Their Own, Princeton University
Ceniury, Yale University Press, New Haven, 1988. Press, Princeton, NJ, 1977.
Humm, Maggie, The Dictionary of Feminist The01Y,' Harvester -r--, (ed.), Speaking of Gender, Routledge, Londres, 1989.
Wheatsheaf, Hemel Hernpstead, 1989. Spender, Dale, Man Made Language, Routledge, Londres. 1980.
-, (ed.), Feminisrns: A Reader; Harvester Wheatsheaf, Hernel Spivak, Gayatri Chakravorty -ver «Bibliografía seleccionada»
Hernpstead, 1992. para el cap. 9.
Irigaray, Luce, This Sex Which 15 Not One, Cornell University Woolf, Virginia, A Room of One's Own, Hogarth Press, Londres,
Press, Ithaca, 1985. 1929
Jacobus, Mary (ed.), Women Writing and Writing About Women, _, Three Guineas, Hogarth Press, Londres, 1938.
Croom Helm, Londres, 1979. +', Women and Writing, intro. Michele Barrett, The Women's
-, Reading Woman: Essays in Feminist Criticism, Methuen, Lon- Press, Londres, 1979.
dres, 1986.
Johson, Barbara, A World of Difference, Johns Hopkins University
Press, Baltimore, 1987. Lecturas avanzadas
Kaplan, Cora, Sea Changes: Culture and Feminism, Verso, Londres,
1986. Belsey, Catherine, «Critical Approaches» en Claire Buck, Blooms-
Kauffman, Linda S., American Feminist Thought al Century's End: bury Guide to Womens Literature, Bloomsbury, Londres, 1992.
A Reader, Basil Blackwell, Oxford, 1993. Bronfen, Elisabeth, Over Her Dead Body: Death, Ferninity and the
Kolodny, Annette, «Dancing Through the Minifield: Some Obser- Aesthetic, Manchester University Press, Manches ter, 1992.
vations on the Theory, Practice and Politics of a Feminist Culler, Jonathan, «Reading as a Woman», en On Deconstruction:
Literary Criticisrn», Feminist Studies, vol. 6 (1980), pp. 1-25. Theory and Criticism. aiter Structuralism, Routledge, Londres,
Kristeva, Julia, Desire in Language: A Semiotic Approach to Litera- 1983.
ture and Art, Columbia University Press, Nueva York, 1980. De Lau rctis, Teresa (ed.), Feminist Studies/Critical Studies, Indiana
-, About Chinese Women, Marion Boyars, Nueva York y Londres, University Press, Bloomington, 1986.
1986. Felski, Rita, Beyond Feminist Aesthetics: Feminist Literature and
The Kristeva Reader, ed. Toril Moi, Basil Blackwell, Oxford, Social Change, Hutchinson Radius, Londres, 1989.
1986. Fuss, Diana, Essentially Speaking: Feminism, Nature and Differ-
Marks, Elaine y de Courtivron, Isabelle (eds.), New Frencñ Femi- ence, Routledge, Londres, 1989.
nisms: An Anthology, Harvester Wheatsheaf, Hemel Hernps- Gallop, Jane, Around 1981: Academic Feminist Literary Theory,
tead, 1981. Routledge, Londres, 1992.
Marxist-Feminist Literature Collective, The, "Women's writing: Gates. Henry Louis. Jr. (ed.), Reading Black: Reading Feminist:
Iane Eyre, Shirley, Villette, Aurora Leigh» Ideology and Cons- A Critical Anthology, Meridian, Nueva York, 1990.
ciousness, 3, Spring, 1978,27-48; pp. 27-34. Están re impresas Grosz, Elizabeth, Iacques Lacan: A Feminist Introduction, Rout-
en Brooker y Widdowson, eds., A Practical Reader, cap. 3. ledge, Londres, 1990.
1

¡
¡

t
184 LA TEORÍA LITERARIA CONTEMPORÁNEA

Kamuf, Peggy, «Writing Like a Woman», en Sally Mc-Connell et al


(eds.), Women and Language in Literature and Society, Praeg~;
Publishers, Nueva York, 1980.
Kanneh, Kadiatu, «Love, Mourning and Metaphor: Terms of Iden_
tity», en Isobel Armstrong (ed.), New Feminist Discourses: Cri­
tical Essays on Theories and Texts, Routledge, Londres, 1992
Kaplan, Cora, «Feminist Literary Criticism: New Colours and Sha~
dows», en Encyclopaedia of Literature and Criticism, Martin CAPÍTULO 7
Coyle, Peter Garside, Malcolm Kelsall y John Peck (eds.), Rout­
ledge, Londres, 1990.
TEORÍAiS POSTESTRUCTURALISTAS
«Radical Feminism and Literature: Rethinking Millett's Sexual
Politics» (1979), reimpreso en Eagleton, 1991 (ver Textos bási­
cos más atrás).
Lacquer, Thomas, Making Sex: Body and Gender fmm the Greeks to En algún momento, a finales de los años de 1960, el
Freud, Harvard University Press, Cambridge Mass. y Londres estructuralismo dio paso al postestructuralismo. Algunos
1990. ' creen que estos desarrollos posteriores se encontraban pre­
Lakoff, Robin, Language and Womans Place, Harper & Row, Nue­ figurados en los inicios del movimiento estructuralista y
va York, 1975. que el postestructuralista sólo constituye el pleno desarro­
Miller, Nancy (ed.), The Poetics of Gendel; Columbia University llo de sus posibilidades. Pero esta formulación no es del
Press, Nueva York, 1986.
todo satisfactoria, ya que es evidente que el postestructura­
-, Getting Personal: Feminist Occasions and Other Autobiographi­
cal Acts, Routledge, Londres, 1991. lismo trata de desalentar las pretensiones científicas del
Mills, Sara, Feminist Stylistics, Routledge, Londres, 1995. estructuralismo. Si había algo de heroico en el deseo del es­
Mills, Sara, Pearce, Lynne, Spaull, Sue y Millard, Elaine, Feminist tructuralismo de dominar el mundo de los signos humanos,
Readings/Feminists Reading, Harvester Wheatsheaf, Heme! el postestructuralismo es cómico y antiheroico en su nega­
Hempstead, 1989. tiva a considerar con seriedad tales objetivos. Sin embargo,
Modleski, Tania, Feminism Without Women: Culture and Criticism aunque el postestructuralismo se burle del estructuralismo,
in a "Postfeminist» Age, Routledge, Londres, 1991. también se burla de sí mismo: en efecto, los postestructu­
Moi, Toril, Sexual/Textual Politics: Feminist Literary Theoly, Me­
ralistas son estructuralistas que de pronto se dan cuenta de
thuen, Londres, 1985.
-, Feminist LiteralY Theory and Simone de Beauvoir, Basil Black­ su error.
well, Oxford, 1990. Es posible ver en la misma teoría lingüística de Saussure
Roe, Sues (ed.), Women Reading Womens Writing, Harvester los inicios de la reacción postestructuralista. Como hemos vis­
Wueatsheaf, Hemel Hempstead, 1987. to, la lengua es el aspecto sistemático del lenguaje, que fun­
Rose, Jacquelíne, Sexuality in the Field of Vision, Verso, Londres, ciona como estructura apuntaladora del habla, el caso indi­
1986. vidual de enunciado oral o escrito. Y también el signo tiene
Sellers, Susan (ed.), Feminist Criticism: TheOly and Practice, Bar­ dos partes: significante y significado son como las dos ca­
vester Wheatsheaf, Hemel Hempstead, 1991.
ras de una moneda. A veces, una lengua tiene una sola
Waugh, Patricia, Feminine Fictions: Revisiting the Modern, Rout­
ledge, Londres, 1989. palabra (significante) para dos conceptos (significados): en
Weedon, Chris, Feminist Practice and Postestructuralist Theory, inglés, sheep se refiere a la «oveja» y mutton a su carne
Basil Blackwell, Oxford, 1987. pero, en francés, sólo hay una palabra, mouton, que asume
Whitford, Margaret, Luce Irigaray: Philosophy in the Feminine, los dos significados. Parece como si las lenguas cortasen
Routledge, Londres, 1991. el mundo de las cosas y las ideas en conceptos distintos

Das könnte Ihnen auch gefallen