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• CAPÍTULO 6
TEORÍAS FEMINISTAS
(en lugar de «apático») y el espermatozoide conformista y rre el riesgo de ser incorporada por la teoría masculina de
aborregado (en lugar de «entusiasta»). La crítica feminista la academia y por lo tanto, de perder contacto tanto con la
en sus numerosas y variadas manifestaciones, también h~ mayoría de las mujeres como con su dinámica política.
tratado de liberarse de los conceptos patriarcales naturali_ Mary Eagleton, en la introducción a su obra crítica, Femi-
zados de lo literario y lo crítico-literario. Como ya comen_ nist Literary Criticism (1991), también llama la atención ha-
tamos de pasada en la Introducción, esto ha significado un cia «la sospecha de la teoría ... desde el principio hasta el fi-
rechazo a ser incorporadas a cualquier «planteamiento» nal del feminismo» a causa de su tendencia a reforzar la
particular y perturbar y derribar todas las prácticas teóricas oposición binaria jerárquica entre una teoría «impersonal»,
recibidas. En este sentido, y de nuevo como ya sugerimos «desinteresada», «objetiva», «pública» y «masculina» y una
en la Introducción, el feminismo y la crítica feminista pue- experiencia «personal», «subjetiva», «privada» y «femeni-
den designarse mejor como una política cultural que como na». Señala que a causa de esto hay un poderoso compo-
una «teoría» o «teorías». nente en la.crítica feminista contemporánea que celebra lo
En efecto, algunas feministas no desean abrazar ningu- «personal» ((lo personal es político» ha sido un eslogan fe-
na teoría, precisamente porque en las instituciones acadé- minista clave desde que fuera acuñado en 1970 por Carol
micas, la «teoría» es con frecuencia masculina, incluso ma- Hanisch), lo «empírico», la Madre, el Cuerpo, la jouissance
chista: es lo difícil, lo intelectual, lo vanguardista de la obra (el gozo; véase el cap. 7, en «Teorías críticas feministas fran-
intelectual; y como parte de su proyecto general, las femi- cesas»). Sin embargo, también señala que muchas feminis-
nistas han tenido serias dificultades para exponer la objeti- tas están enzarzadas en debates con otras teorías críticas
vidad fraudulenta de la «ciencia» masculina, como por -marxismo, psicoanálisis, postestructuralismo, posmoder-
ejemplo la teoría freudiana del desarrollo sexual masculino. nisrno, pos colonialismo- porque simplemente no hay nin-
No obstante, una gran parte de la crítica feminista recien- guna postura «libre» «fuera» de la teoría y desocupar el do-
te, en su deseo por escapar de las «fijaciones y determina- minio en el supuesto de que exista tal postura equivale a
ciones» de la teoría y desarrollar un discurso femenino que estar envuelto en el subjetivismo de una «política no teori-
no pueda vincularse conceptualmente a una tradición teó- zada de la experiencia personal», incapacitarse uno mismo
rica reconocida (y por lo tanto producida por el hombre), por ello y adoptar «inconscientemente» posturas reacciona-
ha hallado apoyo teórico en el pensamiento postestructura- rias. En este contexto, Eagleton cita la crítica de Toril Moi
lista y posmodernista, quizás por su rechazo ante la noción a la resistencia de Elaine Showalter a hacer explícita su es-
de una autoridad o verdad (masculinas). Como comentare- tructura teórica (véase más adelante).
mos más adelante (cap. 7), las teorías psicoanalíticas han Estas perspectivas equivalen a una posición dentro del
sido especialmente valiosas para la crítica feminista con el debate crítico feminista y esto nos devuelve a la caracterís-
fin de articular la resistencia subversiva «amorfa. de las es- tica clave (y problemática) de la crítica feminista, que cons-
critoras y críticas ante el discurso literario formulado por el tituye también el recurso estructurador de la obra de Eagle-
hombre. ton. Durante los últimos veinticinco años o así, la teoría
Pero es aquí donde encontramos una característica cen- crítica feminista ha significado, por excelencia, contradic-
tral y a la vez problemática de la crítica feminista contem- ción, intercambio, debate; en efecto, se basa en una serie de
poránea: los méritos que compiten (y el debate entre ellos) oposiciones creativas, de críticas y contracríticas y está en
son por una parte de un pluralismo de amplia religión, en el un constante e innovador cambio -desafiando, derribando
que proliferan diversas «teorías» y que puede muy bien cul- y expandiendo no sólo otras teorías (masculinas), sino sus
minar en lo primado de lo empírico por encima de lo teó- propias posiciones y el orden del día-o De aquí que no exis-
rico; y por la otra, de una praxis teórica sofisticada que co- ta una «gran narrativa», sino muchos petits récits basados en
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necesidades y campos político-culturales específicos -por dades morales creadas por posturas e identidades feminis-
ejemplo, de clase, de género y raza- y muchas veces, en tas, como de un nuevo «conocimiento» sobre la personifica-
cierta medida, en controversia unos con otros. Esto repre_ ción de las mujeres inspirándose en las teorías psicoanalíti-
senta a la vez la dinámica «abierta» y creativa de las teorías cas, lingüísticas y sociales relativas a la construcción del
críticas feministas modernas y una cierta dificultad para género y la diferencia. La crítica feminista del primer perío-
ofrecer un breve relato sinóptico de un campo tan diverso do es más un reflejo de las preocupaciones de la «primera
vivíparo y que se problematiza a sí mismo acerca de lo qu~ ola» que un discurso teórico. No obstante, entre todas las fe-
es, por el momento, un período de tiempo considerable. Por ministas que trabajaron y escribieron en este período (por
tanto, lo que se intenta hacer en este capítulo -aunque es ejemplo, Olive Schreiner, Elizabeth Robins, Dorothy Ri-
plenamente consciente del cargo de etnocentralismo- es un chardson, Katherine Mansfield, Rebecca West, Ray Strachey,
repaso general de las teorías feministas norteamericanas y Vera Brittain y Winifred Holtby) podemos señalar dos figu-
europeas predominantemente blancas que abarcaban des- ras significativas: Virginia Woolf -en palabras de Mary
de la denominada «primera ola» de críticas de los prime- .Eagleton, «la madre fundadora del debate contemporá-
ros años de 1960 hasta los logros sustantivos de las teóri- neo»- que «anuncia» muchos de los temas en los que más
cas de la «segunda ola» a partir de mediados-finales de tarde se centrarían las críticas feministas y que ella misma
1960. Así se identifican algunos de los debates y de las di- se convirtió en el terreno en el cual se han desarrollado mu-
ferencias capitales que se desarrollan en este período, chos debates; y Simone de Beauvoir con cuya obra El se-
sobre todo entre los movimientos angloamericanos y fran- gundo sexo (1949), según sugiere Maggie Humm, se puede
ceses. Al planteado de este modo, hemos aplazado estraté- decir que concluye la «primera ola».
gicamente el tratamiento de las teóricas críticas feministas La fama de Virginia Woolf reside en su propia obra crea-
del Tercer Mundo / «tercera ola» de los últimos tres capí- tiva como mujer, y algunas críticas feministas posteriores
tulos de la obra, donde participan adecuadamente en el han analizado sus novelas extensivamente desde ópticas
complejo e interactivo dominio en el que las teorías pos- muy diferentes (véase más adelante). Pero también escribió dos
modernas contemporáneas deconstruyen las identidades textos clave que constituyen su principal contribución a la
sexuales, étnicas y nacionales. teoría feminista, Una habitación propia (1929) y Tres gui-
neas (1938). Como otras feministas de «primera ola», la
principal preocupación de Woolf son las desventajas mate-
LA PRIMERA OLA DE CRÍTICA FEMINISTA: WOOLF y DE BEAUVOIR riales de las mujeres en comparación con los hombres -su
primer texto se centraba en el contexto social y la historia
Naturalmente, el feminismo en general cuenta con una de la producción literaria femenina; y el segundo, en las re-
dilatada historia política, desarrollándose como fuerza sus- laciones entre el poder masculino y las profesiones (leyes,
tancial al menos en Estados Unidos y Gran Bretaña a lo lar- educación, medicina, etc.)-. Sin embargo, aunque ella mis-
go del siglo XIX y principios del xx. Los movimientos de los ma rechaza la etiqueta de «feminista» en Tres guineas, en
Derechos de la Mujer y del Sufragio de la Mujer fueron de- ambas obras ofrece un amplio abanico de proyectos femi-
terminantes en la formación de esta etapa, poniendo el acen- nistas, desde una petición de subsidios para las madres y
to en la reforma social, política y económica -en parcial una reforma de las leyes del divorcio hasta propuestas para
contradicción con el «nuevo» feminismo de los años de 1960 una universidad femenina y un periódico de mujeres. En
que, como Maggie Humm ha sugerido en su libro Fe111i- Una habitación propia también argumenta que las obras
nisms, hacía hincapié en la «materialidad» diferente de ser escritas por mujeres deberían explorar la experiencia feme-
mujer y ha engendrado (en dos sentidos) tanto de solidari- nina en su propio derecho y no realizar una valoración com-
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parativa de la experiencia de las mujeres en relación con la En primer lugar; como muchas escritoras del siglo XIX, se
de los hombres. Por tanto, el ensayo constituye una tem- encontraba prisionera en la ideología de la condición feme-
prana declaración y exploración de la posibilidad de una nina: el ideal de «el ángel de la casa» pedía que las mujeres
tradición distintiva de las obras escritas por muieres. fueran comprensivas, altruistas y puras; crear tiempo y Ju-
La contribución general de Woolf al feminismo, por tan- gar para_ escribir le suponía a una mujer utilizar lisonjas y
to, es su reconocimiento de que la identidad de gérlerO se ardides terneninos. En segundo lugar; el tabú de la expre-
construye socialmente y puede ser cuestionada y transfor_ sión de la pasión femenina le impidió «contar la verdad so-
mada, pero en cuanto a la crítica feminista, estudió sin des- bre experiencias propias en tanto cuerpo». Nunca superó en
canso los problemas a los que se enfrentaban las mujeres su vida o en su producción esta negación de la sexualidad
escritoras. Creía que las mujeres siempre habían encontra- femenina y del inconsciente. En realidad, no creía en el in-
do obstáculos sociales y económicos ante sus ambiciones li- consciente femenino, sino que pensaba que las mujeres es-
terarias (véase el extracto sobre Jane Eyre en Una habiia. cribían de modo diferente porque su experiencia social era
cion propia -A PracticalReader, cap. 3- en este contexto) distinta, no porque fueran psicológicamente distintas de los
y ella misma era consciente de la restringida educación re- hombres. Los intentos de escribir sobre las experiencias de
cibida (no sabía griego, por ejemplo, y sus hermanos sí) las mujeres eran conscientes y estaban dirigidos al descu-
Rechazando una conciencia «feminista» y queriendo que su brimiento de modos lingüístico s de describir la confinada
femineidad fuera inconsciente para poder «escapar de la vida de las mujeres. Estaba convencida de que cuando las
confrontación con lo femenino o lo masculino» (Una habi- mujeres consiguieran por fin la igualdad económica y social
tación propia), hizo suya la ética sexual bloomsburiana de con los hombres nada les impediría desarrollar libremente
la «androginia» y esperaba conseguir un equilibrio entre sus talentos artísticos.
una autorrealización «masculina» y una autoaniquilación Simone de Beauvoir, feminista francesa y compañera de
«femenina». En este sentido, algunas personas han presen- Jean-Paul Sartre durante toda su vida, activista pro aborto y
tado a Virginia Woolf (sobre todo Elaine Showalter) como a favor de los derechos de las mujeres, fundadora del pe-
una persona que aceptaba una retirada pasiva del conflicto riódico Nouvelles [éminisme y de la publicación de la teoría
entre sexualidad femenina y masculina, pero Toril Moi feminista, Ouestions [eministes , marca el momento en el
avanza una interpretación bastante diferente de la estrate- que la «primera ola» del feminismo empieza a dejar paso a
gia de Woolf. Adoptando el emparejamiento de Kristeva del fe- la «segunda ola». Aunque su muy ifluyente obra El segundo
minismo con las obras de vanguardia (véase más adelante), sexo (1949) denota una clara preocupación por el «mate-
Moi afirma que Woolf no está interesada en un «equilibrio» en- rialismo» de la primera ola, hace un guiño a la segunda ola
tre tipos masculinos y femeninos, sino en un desplazamiento en su reconocimiento de las abismales diferencias entre los
completo de las identidades de género establecidas y que des- intereses de ambos sexos y en su asalto a la discriminación
mantela las nociones esencialistas de género mediante una dis- biológica, psicológica y también económica, del hombre ha-
persión de puntos de vista en sus ficciones modernistas. Moi cia la mujer. La obra establece con claridad meridiana las
argumenta que Woolf rechazó sólo la clase de feminismo que cuestiones fundamentales del feminismo moderno. Cuando
era simplemente un chauvinismo masculino invertido y tam- una mujer intenta definirse, empieza diciendo «soy una
bién mostró una gran conscienciación respecto a la diferencia mujer». Ningún hombre puede decir lo mismo. Este hecho
de las obras escritas por mujeres, revela la asimetría básica entre los términos «masculino» y
Uno de los ensayos mL~S interesantes de \Voolf sobre es- «femenino». El hombre defj ne lo humano: la mujer, no.
critoras es Prolessions [or \!Vómen, en el que consideraba y este desequi librio se remonta al Antiguo Testamento. Dis-
que su propia carrera estaba obstaculizada de dos rnodcs. persas entre los hombres, las mujeres no tienen una histo-
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r ia separada, no poseen una solidaridad natural; no se han nista son en gran parte un producto de -es decir, están mo-
unido como otros grupos oprimidos. La mujer está relega_ delados por ellos y a su vez contribuyeron a modclarlos-
da a una relación descornpcnsada en relación al hornbrc: él los movimientos Jiberacionislas de mediados-finales de los
es el Uno, ella, el Otro. La dominación masculina ha a~e- afios de 1960. Aunque la segunda ola de feminismo aún
gurado un clima ideológico de conformidad: Legisladores, comparte con el de la primera ola la lucha por los derechos
sacerdotes, filósofos, escritores y científicos se han esforza_ de la mujer en todos los ámbitos, su preocupación princi-
do en demostrar que la posición subordinada de la mujer pal se traslada hacia la política de la reproducción, a la «ex-
viene decidida por el cielo y es ventajosa en la tierra, ya la periencia» de la mujer, a la «diferencia» sexual y a la «se-
Virginia Wolf, la suposición de la mujer como «Otro» se in- xualidad», a la vez como forma de opresión y motivo de
ternaliza más por parte de las propias mujeres. celebración.
La obra de De Beauvoir distingue claramente entre sexo En la mayoría de las discusiones sobre la diferencia se-
y género y ve una interacción entre las funciones sociales y xual aparecen cinco aspectos principales:
naturales: «Uno no nace mujer, sino que se convierte en
ella; ... es la civilización entera la que produce esta criatu- biología
ra ... Tan sólo la intervención de alguien más puede estable- experiencia
cer a un individuo como Otro.» Son los sistemas de inter- discurso
pretación en relación con la biología, la psicología, la el inconsciente
reproducción, la economía, etc., lo que constituye la pre- condiciones económicas y sociales
sencia (masculina) de ese «alguien más». Con la crucial dis-
tinción entre «ser femenina» y estar construida como «una Los razonamientos que consideran fundamental la bio-
mujer», De Beauvoir propone la destrucción del patriarca- logía y minimizan la socialización han sido utilizados prin-
do sólo si las mujeres escapan de su objetificación En co- cipalmente por los hombres para mantener a las mujeres en
mún con otras feministas de «primera ola», quiere la liber- su «lugar». El dicho Tata mulier in utero (<<Lamujer no es
tad de la diferencia biológica y comparte con ellas una más que un útero») resume esta actitud. Si el cuerpo de la
desconfianza de la «feminidad» -escapando así de la cele- mujer es su destino, todos los intentos por cuestionar roles
bración de algunas feministas contemporáneas del cuerpo sexuales atribuidos se esfumarán ante el orden natural. Por
y el reconocimiento de la importancia del subconsciente. otro lado, algunas feministas radicales celebran los atribu-
tos biológicos de las mujeres como fuente de superioridad
antes que de inferioridad, mientras que otras reivindican
LA SEGUNDA OLA DE CRÍTICA FE.\IUNISTA la experiencia especial de la mujer como origen de valores
femeninos positivos en la vida y en el arte. Puesto que sólo
Una forma quizás demasiado simplificadora de identifi- las mujeres, continúa este razonamiento, han pasado por
car los comienzos de la «segunda ola» es consignar la publi- esas experiencias vitales específicarnente femeninas (ovula-
cación de The Feminine Mystique de Betty Friedan en 1963 ción, menstruación o parto), sólo ellas pueden hablar de la
que, en su revelación de las frustraciones de las mujeres vida de una mujer. Más aún, la experiencia de una mujer in-
americanas, blancas heterosexuales de clase media, sin es- cluye una vida perceptiva y emocional diferente: las muje-
tudios y atrapadas en la vida doméstica, situó el feminismo res no ven las cosas del mismo modo que los hombres y po-
en la primera página nacional por primera vez. (Frieclan seen diferentes ideas y sentimientos acerca de lo que es
también fundó NOvV, la NationaI Organisation Ior \Vorncn, importante y lo que no lo es. Un ejemplo influyente de este
en 19(6). El feminismo y la «segunda ola» de crítica fcrni- planteamiento es la obra de Elaine Showalter (véase más
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160 LA TEORÍA LITERARIA CONTEMPORÁNEA
TEORíAS FEMINISTAS 161
adelante) que se centra en la representación literaria de las di- marxistas, en especial, han intentado relacionar los cam-
ferencias sexuales en las obras escritas por mujeres. El ter- biosen las condiciones económicas y sociales con los cambios
cer punto, el discurso, ha recibido mucha atención por par- en el equilibrio de poderes entre los sexos. Coinciden con
te de las feministas. En Man-Made Language, Dale Spender otras feministas en el rechazo de la noción de una femini-
considera, tal como sugiere el título, que un lenguaje do- dad universal.
minado por el hombre ha oprimido fundamentalmenn- a Por tanto, ciertos temas dominaron la segunda ola del
las mujeres. Si aceptamos la afirmación de Foucault según feminismo: la omnipresencia del patriarcado; la insuficien-
la cual la «verdad» depende de quien controle el discurso, cia de organizaciones políticas existentes para las mujeres;
resulta razonable creer que la dominación masculina de los y la celebración de la diferencia de la mujer como algo
discursos ha encerrado a las mujeres dentro de una «ver- esencial para la política cultural de la liberación. Estos te-
dad» masculina. Desde este punto de vista, tiene más senti- mas pueden encontrarse en la mayor parte de las obras de
do contestar el control de los hombres sobre el lenguaje que la segunda ola, desde las intervenciones populares como la
retirarse simplemente a un gueto de discurso femenino. El de Germaine Greer The Female Eunuch (1970), que exami-
punto de vista contrario es el mantenido por la sociolin. na la neutralización destructiva de las mujeres dentro del
güista Robín Lakoff, quien cree que el lenguaje femenino es patriarcado, a través de las reconsideraciones críticas del so-
realmente inferior ya que contiene modelos de «debilidad» cialismo (Sheila Rowbotham) y el psicoanálisis (Juliet Mit-
e «incertidumbre», se centra en lo «trivial», lo frívolo y lo chell), hasta el feminismo radical (lésbico) de Kate Millet y
no serio, y hace hincapié en las respuestas emocionales per- Adrienne Rich (para Rich, véase cap. 10). En la teoría lite-
sonales. El discurso masculino, sostiene esta autora, es raria feminista más concretamente, esto conduce al surgi-
«más fuerte» y debería ser adoptado por las mujeres si quie- miento de la llamada crítica angloamericana, un plantea-
ren lograr una igualdad social con los hombres. Las femi- miento empírico que hacía frente a la «ginocrítica» de
nistas más radicales afirman que las mujeres han sido so- Elaine Showalter, que se concentra en la especificidad de las
metidas a un lavado de cerebro por este tipo de ideología obras escritas por mujeres, en recuperar la tradición de
patriarcal que produce los estereotipos del hombre fuerte y las autoras femeninas y en examinar con detalle la propia
la mujer débil. Las teorías psicoanalíticas de Lacan y Kris- cultura de las mujeres. Sin embargo, en debate con esto está
teva han proporcionado un cuarto punto de atención: el la crítica algo posterior y de carácter más teórico conducida
proceso del inconsciente. Algunas escritoras feministas han por las «francesas», que se inspira sobre todo en el trabajo
roto por completo con el biologismo y asocian lo «femeni- de Julia Kristeva, Heléne Cixous y Luce Irigaray y hace hin-
no» con aquellos procesos que tienden a socavar la autori- capié no en el género de la escritora ((hembra»), sino en el
dad del discurso «masculino». Se considera «femenino» «efecto de la escritura» del texto (vfemenino») -de aquí
aquello que anima o admite un juego libre de significados I'écriture [éminine-:-, Vale la pena notar aquí que esta dis-
y evita lo «cerrado». La sexualidad femenina es revolucio- tinción entre la crítica feminista angloamericana y france-
naria, subversiva, heterogénea y «abierta». Este enfoque sa es una frontera crítica significativa en la evolución de la
corre un riesgo menor de marginación y de convertirse en segunda ola y distingue dos movimientos dominantes y de
un cliché, puesto que se niega a definir la sexualidad feme- gran influencia en la teoría crítica a partir de finales de los
nina; si existe un principio femenino, éste es sencillamen- años de 1960. Sin embargo, es problemática por cuatro ra-
te permanecer al margen de la definición masculina de la zones: la primera, no resulta una categorización nacional
mujer. Virginia Woolf fue la primera crítica que incluyó útil (por ejemplo, muchas críticas inglesas y norteamerica-
una dimensión sociológica (el quinto punto) en su análisis nas podrían ser descritas como «francesas») y hay que en-
de la literatura de mujeres. Desde entonces, las feministas tender, por tanto, que identifica la tradición intelectual que
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fin de expresar lo que ella consideraba la forma y la es-
tructura de la mente femenina. A partir de Virginia Woolf
mitada como la tradición masculina». Para Moi, la crítica
feminista de Showalter también se caracteriza porque no
r y, en especial, con Jean Rhys, entra en la ficción de las mu- está teorizada y también por su debilidad, y por lo tanto, por
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jeres una nueva sinceridad en relación a la sexualidad su sostén teórico, sobre todo en las conexiones que estable-
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(adulterio, lesbianismo, etc.). Se trata de una nueva gene- ce entre literatura y realidad y entre evaluación literaria y
ración de mujeres universitarias, que ya no siente la nece- política feminista. Un rasgo de la obra de Showalter es su
sidad de manifestar descontentos femeninos y que incluye reluctancia a comprometerse y contener las iniciativas teó-
a A. S. Byatt, Margaret Drabble, Christine Brooke-Rose y ricas francesas, pues, casi por definición, es deconstruida
Brigid Brophy. Sin embargo, a principios de los años de por ellas (no obstante, véase su desafío a la lectura de Lacan
1970 se produce un desplazamiento hacia tonos más aira- de Ofelia en Harnlet en A Practical Reader, cap. 1). Por lo tan-
dos en las novelas de Penelope Mortirner, Muriel Soark y to, paradójicamente, en el punto en que la ginocrítica con-
Doris Lessing. sideraba que hacía positivamente visible y poderosa la cul-
El título de Showalter indica su deuda para con Virginia tura y la experiencia de las mujeres, el feminismo postes-
Woolf y tal y como señala Mary Eagleton sus proyectos es- tructuralista textualiza la sexualidad y considera todo el pro-
tán marcados de forma similar: «Una pasión por las obras yecto de «las obras escritas por mujeres y las obras escritas
escritas por mujeres y por la investigación feminista ... une a sobre las mujeres» como mal interpetado. A continuación,
ambas críticas, Conscientes de la in visibilidad de las vidas pasaremos a ver este análisis más radicalmente teórico de la
de las mujeres, son muy activas en el esencial trabajo de re- diferencia de las mujeres, inaugurado por el psicoanálisis
cuperación, tratando de hallar las precursoras olvidadas.» moderno.
Sin embargo, Showalter critica a Woolf por su «retirada» a
la androginia (negando su femineidad) y por su estilo «eva-
sivo». De acuerdo con Eagleton, es en este punto precisa- IV. El feminismo francés: Kristeva, Cixous, Irigaray
mente en el que Toril Moi disiente de Showalter y donde el
centro de la oposición entre los feminismos críticos anglo- Sin perder de vista que el florecimiento de la teoría crí-
americano y francés pueden percibirse con toda agudeza. tica feminista «francesa» no está constreñido por ningún
Para la «francesa» Moi, el rechazo y la subversión que límite nacional, podemos decir que esta otra corriente cla-
Woolf hace de la personalidad unitaria y su «festiva» tex- ve de la «segunda ola» se originó en Francia. Derivada de
tualidad son sus puntos fuertes, mientras que la ginocrítica la percepción de Simone de Beauvoir de la mujer como «el
angloamericana desea centrarse en el autor y el personaje Otro» para el hombre, la sexualidad (junto con la clase y la
femenino y en la experiencia femenina como indicativo de raza) se identifica como oposición binaria (hombre/mujer,
autenticidad -en nociones de «realidad» (en particular negro/blanco) que registra la «diferencia» entre grupos de
de un colectivo que comprende lo que significa ser una mujer) personas -diferencias que se manipulan social y cultural-
que pueden ser representadas y relacionadas de forma ex- mente de forma que uno de los grupos domina u oprime a
perimental, mediante la obra literaria-o En efecto, otro pro- otro. Las teóricas del feminismo francés en particular, en su
blema reside en las suposiciones etnocéntricas enclavadas búsqueda de la destrucción de los estereotipos convencio-
en las ideas de «autenticidad» y «experiencia femenina» per- nales de las diferencias sexuales construidos por los hom-
petuadas por la tradición angloamericana en general; como bres, se han centrado en el lenguaje como el ámbito en el
ya ha señalado Mary Eagleton, se toma como norma la mu- que se estructuran estos estereotipos y a la vez como prue-
jer blanca heterosexual de clase media y la historia literaria ba de la diferencia sexualliberadora que se puede describir
que se produce es «casi tan selectiva e ideológicamente Ii- en un «lenguaje de mujer» específicamente. La literatura es
172 LA IFORrA LITERARIA CONTE'\ilPORANEA TEORÍAS FEMINISTAS 173
un discurso altamente significativo en el que se puede per- Lacan del término se acerca a las antiguas connotaciones
cibir y movilizar esto. (Las feministas negras y lesbianas de del falo en los cultos de fertilidad. La palabra también se
América y de todas partes han desarrollado criticado es- emplea en la literatura tcológica y antropológica haciendo
tas ideas en relación con los posicionamientos mucho más referencia al si¡:nificado simbólico del órgano: poder:
complejos de aquellas cuyas «diferencias» están además de- Las feministas han encontrado muy útil uno de los dia-
terminadas por la raza las preferencias sexuales.) gramas de Lacan para señalar la arbitrariedad de los roles
El psicoanálisis y, en especial, la reelaboración de Lacan sexuales:
de las teorías de Freud (véase cap. 7) han influido profun-
damente en el feminismo francés. Al hacerse eco de las ARBOL SEÑORAS CABALLEROS
teorías de Lacan, las feministas francesas han superado la
hostilidad hacia Freud compartida por la mayoría de las fe-
ministas. Con anterioridad a Lacan, las teorías freudianas,
en especial en Estados Unidos, habían sido reducidas a un
crudo nivel biológico: la niña, al ver el órgano masculino, se M
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reconoce a sí misma como hembra porque carece de pene.
Se define negativamente y sufre una inevitable «envidia del
pene». Según Freud, la envidia del pene es universal en las
mujeres y es la responsable del «complejo de castración» que
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resulta de considerarse a sí mismas hornmes manqués en lu- El primer signo es «icónico» y describe la correspon-
gar de un sexo positivo por derecho propio. Ernest Jones fue dencia «natural» entre palabra y cosa. El signo resume la
el primero que definió como «falocéntrica. la teoría de vieja noción presaussureana del lenguaje según la cual las
Freud, un término socialmente adoptado por las feministas palabras y las cosas aparecen unidas de modo natural en un
a la hora de discutir la dominación del hombre en general. significado universal. El segundo diagrama destruye la vie-
Juliet Mitchell, en Psicoanálisis y feminismo (1975), de- ja armonía: los significantes «señoras» y «caballeros» están
fiende a Freud diciendo que «el psicoanálisis no es la reco- asignados a puertas idénticas. De la misma manera, «rnu-
mendación de una sociedad patriarcal, sino el análisis de jer» es un significan te, no una hembra biológica. No existe
una sociedad de este tipo». Según ella, Freud describe la re- una correspondencia simple entre un cuerpo específico y el
presentación mental de una realidad social, no la realidad significante «mujer». Sin embargo, esto no significa que si
misma. Su defensa de Freud proporcionó las bases para el suprimimos la distorsionadora inscripción del significante,
feminismo psicoanalítico contemporáneo, junto con la obra vaya a salir a la luz una mujer «real» y «natural», tal como
de influencia más lacaniana de Jacqueline Rose (Sexuality in lo habría sido antes del inicio de la simbolización. No po-
the Field of Vision, 1986) y Shoshana Felrnan (Literature and demos apartamos del proceso de significación para pisar
Psycoanalysis, 1977). De modo inevitable, las feministas han un terreno neutral. Cualquier resistencia feminista al falo-
reaccionado cáusticarnente contra la visión de la mujer centrismo (el dominio del falo como significante) debe pro-
como ser «pasivo, narcisista, masoquista y con envidia del venir del seno del proceso de significación. Como veremos
pene» (Eagleton), una imagen que no es propia, sino pro- en el capítulo 7, el significante es más poderoso que el «su-
ducto de una comparación con una norma masculina. Sin que se «rnarchi la» y sufre «la castración». « Mujer» re-
embargo, algunas feministas francesas han subrayado que el presenta una posición de sujeto desterrada a la oscuridad
concepto freudiano de «pene» o «falo» es un concepto «sirn- exterior «<el continente oscuro») por medio del castrante po-
bólico. y no una realidad biológica. La utilización que hace der del falocentrismo y, en realidad, puesto que semejante
174 LA TEORÍA LlTERARf¡\ C00:TEMPORANEA
TEORÍAS FEMINISTAS 175
dominación se realiza a través del discurso, por medio del níño en el espacio de género asignado él éste por el orden
«falogocentrisrno» (el término que utiliza Derrida para de- lingüístico. Es esencial reconocer la naturaleza metaiorica
signar la dominación que ejerce el discurso patriarcal). No del papel del padre. Se halla instalado en la posición de le-
obstante, la crítica feminista negra Kadiatu Kanneh ha sc- ~isiador no sólo porque tiene U11a función procreadora su-
ñalado los peligros inherentes en cualquier reiteración fe- perior (aunque la gente haya creído esto en el pasado), sino
minista del tema del «continente oscuro» para indicar el simplemente como un efecto del sistema lingüístico. La ma-
potencial subversivo de todas las mujeres (presente en la dre reconoce el discurso del padre porque tiene acceso al
obra de De Beauvoir y tipificada en los comentarios de Ci- significante de la función paternal (el «Nombre-del-Padre»)
xous en «The Laugh of the Medusa» de que «estás en Áfri- que regula el deseo de una forma civilizada (esto es, repri-
ca, eres negro. Tu continente es oscuro. Lo oscuro es pelí- mida). Sólo mediante la aceptación de la necesidad de la di-
groso»). Kanneh escribe: «[Cixous] trabaja para liberar a las ferencia sexual o del deseo regulado puede un niño «socia-
mujeres de una historia que ella etiqueta como exclusiva- [izarse».
mente masculina, que consigue encerrar a todas las mu- Las feministas han objetado a veces que, aun cuando
jeres en una historia en la que flotan libremente entre adoptenl0S lID punto de vista estrictamente «simbólico. del
imágenes de sometimiento negro y dominación imperial.» falo, la posición privilegiada en la significación que se le
(<<Love,Mourning and Metaphor: Terms of Identity» , 1992.) otorga en las teorías de Lacan es bastante desproporcioria-
Para Lacan, la cuestión del falocentrismo es inseparable da. Según Jane Gallop, la aplicación de las categorías laca-
de la estructura del signo. El significante, el falo, ofrece la nianas a la diferencia sexual parece implicar ineludible-
promesa de la presencia plena y el poder que, como es inal- mente una subordinación de la sexualidad femenina. El
canzable, amenaza a ambos sexos con el «complejo de cas- hombre resulta «castrado» al no conseguir la plenitud total
tración». El complejo está estructurado exactamente del prometida por el falo, mientras que la mujer lo es por no
mismo modo que el lenguaje y el inconsciente: la entrada ser un macho. El paso de la hembra por el complejo de Edi-
del sujeto individual en el lenguaje produce una «división» po se encuentra menos perfilado. En primer lugar, debe
como resultado de la sensación de pérdida del sujeto cuan- transferir su afecto desde la madre hasta el padre antes de
do los significantes no cumplen la promesa de una presen- que la Ley de este último pueda prohibir el incesto y, en se-
cia plena (cap. 7). De diferentes modos, tanto hombres gundo lugar, como ya está «castrada», es difícil ver qué es
como mujeres carecen de la sexualidad integral simboliza- lo que reemplaza la castración que, en el caso del hombre,
da en el falo. Los factores sociales y culturales, tales como constituye la amenaza al desarrollo. ¿Qué la obliga a la
los estereotipos sexuales, pueden acentuar o disminuir el aceptación de la Ley? A pesar de todo, la ventaja del enfo-
impacto de esta «carencia» inconsciente, pero el falo, al ser que de Lacan es el abandono del determinismo biológico y
un significante de presencia plena y no un órgano físico, si- la conexión (mediante el lenguaje) del psicoanálisis freu-
gue siendo la fuente universal del «complejo de castración»: diano con el sistema social.
la carencia que promete suplir no podrá ser llenada nunca. Tal como ha señalado Jane Gallop, Lacan tiende a pro-
Lacan llama alguna vez a este insistente significante el mocionar un discurso «feminista» antilogocéntrico. Aunque
«Nombre-del-Padre» para enfatizar así su modo de existen- no conscientemente feminista, es «coqueto», juguetón y
cia no biológico. El n iño llega a tener un sentido de la iden- «poético», se niega a afirmar conclusiones o a establecer
tidad cuando entra en el orden «simbólico» del lenguaje, el verdades. Cuando recuerda la no contestada pregunta de
cual se compone de relaciones de similaridad y de dijeren-
Freud: «¿Qué desea la mujer?» (Was will das Weib?), con-
cia. Únicamente aceptando las exclusiones (si esto, enion- cluye que la pregunta debe permanecer abierta ya que la
ces aquello) impuestas por la Ley del Padre puede entrar e! mujer es "fluida» y la fluidez es «inestable». «La mujer nUI1-
-,
ca habla pareil (similar. igual, parecido). Lo que emite es dichas resonancias. Puesto que los impulsos psicosornáticos
fluido (fluent). Engañoso (flourmt).» Aquí corremos de nue- son preedípicos, están asociados con el cuerpo de la madre:
vo el peligro de deslizamos hacia el sistema falocéntrico e1libre y flotante mar del útero .Y la envolvente sensualidad
que relega las mujeres a los márgenes y las rechaza POr del seno materno son los primeros lugares de la experien-
inestables, impredecibles y tornadizas: pero el privilegiar cia precdípica, De este modo, lo «serniótico. se halla inevi-
positivamente esta franqueza impide semejante recupera- tablemente asociado al cuerpo de la mujer, mientras que lo
ción de la «franqueza» femenina por parte del sistema pa- simbólico está ligado a la Ley del Padre que censura y re-
triarcal. La sexualidad femenina está directamente asocia- prime con el fin de que el discurso pueda llegar a ser. La
da con la productividad poética, con los impulsos psicoso- mujer es el silencio del «inconsciente» que precede al dis-
máticos que desbaratan la tiranía del significado unitario y curso. Es el «Otro», que permanece fuera y amenaza con in-
el discurso logocéntrico (y, por lo tanto, falocéntrico). Los prin- terrumpir el orden consciente (racional) del discurso.
cipales teóricos de este punto de vista son Julia Kristeva v Por otro lado, al ser la fase preedípica sexualmente in-
Hélene Cixous. J
diferenciada, lo semiótico no es inequívocamente femenino.
La obra de Kristeva ha tomado con frecuencia corno Podría decirse que Kristeva reivindica en nombre de las
concepto central el de una polaridad entre los sistemas ra- mujeres este flujo no reprimido ni represor de energía libe-
cionales «cerrados» y los perturbadores sistemas inacio- radora. El poeta o la poetisa vanguardista penetra en el
nales «abiertos». Esta autora considera la poesía como el Cuerpo-de-la-Madre y resiste el Nombre-del-Padre. Mallar-
«lugar privilegiado» del análisis, porque se encuentra sus- mé, por ejemplo, cuando subvierte las leyes de la sintaxis,
pendida entre los dos sistemas; y porque en ciertas épocas subvierte la Ley del Padre y se identifica con la madre por
la poesía se ha abierto a los impulsos básicos de deseo y medio de la recuperación del flujo semiótica «materna]".
miedo que operan fuera de los sistemas «racionales». Ya En literatura, el encuentro de lo semiótica y lo simbólico,
comentaremos (cap. 7) su importante distinción entre lo donde el primero es liberado en el segundo, resulta en un
«semiótica» y lo «simbólico», fuente de muchas otras pola- «juego» lingüístico. El gozo representa un «éxtasis» próxi-
ridades. En la literatura de vanguardia, los procesos prima- mo a la «ruptura». Kristeva concibe esta revolución poética
rios (tal como se describen en la versión lacaniana de la de un modo íntimamente ligado a la revolución política en
teoría de los sueños de Freud) invaden la ordenación racio- general y a la revolución feminista en particular: el movi-
nal del lenguaje y amenazan con trastornar la unificada miento feminista debe inventar una «forma de anarquis-
subjetividad del «hablante» y del lector. El «sujeto» ya no es mo» que se corresponda con el «discurso de vanguardia».
visto como productor de significado sino como lugar del El anarquismo es inevitablemente la posición pol:ítica y fi-
significado y puede, por lo tanto, sufrir una «dispersión» ra- losófica adoptada por un feminismo resuelto a destruir el
dical de identidad y una pérdida de coherencia. Los «im- dominio del falocentrismo. A diferencia de Cixous e Iriga-
pulsos» experimentados por el niño en la fase preedípica ray, Kristeva no trata la opresión de las mujeres como algo
son parecidos a un lenguaje pero todavía no están ordena- diferente en principio de otros grupos marginalizados o ex-
dos como tal. Para que este material «semiótica» se con- plotados, ya que el feminismo inicial formaba parte de una
vierta en «simbólico» debe ser estabilizado, lo cual conlle- teoría más amplia y general de la subversión y la disiden-
va la represión de los impulsos rítmicos y fluyentes. La cia. Sin embargo. Gayatri Spivak ha lanzado una crítica im-
expresión hablacla que más se aproxima al discurso semió- portantc de esta producción intercultural de la rnarginali-
tica es el «balbuceo» prcedípico del niño. Sin embargo, el dad común, señalando a la valoración «primitivista» de
mismo lenguaje conserva algo de este flujo serniótico y Kristcva del «Oriente "clásico"» (véase también el cap. 9).
el poeta se halla en condiciones especiales para utilizar Cierto número de feministasfrancesas (entre las que se
178 LA TEORíA urERARTA COI\'TEi'vIPORANEA TEORíAS FEMINISTAS 179
cuentan Chantal Chawaf, Xaviere Gauthier y Luce Trigaray) ria masculino/femenino y abraza el principio de Derrida
han sostenido que la sexualidad femenina es una enti(L~d de la différancc (su trabajo sobre James Joyce por ejemplo
subterránea y desconocida. El ensayo de Hélene Cixous The _una muestra del cual aparece en A Practica] Reader, cap. 7-
laugh oi the Medusa es un célebre manifiesto de la liLeratu_ representa su intento de afirmar la naturaleza desestabili-
ra de mujeres en el que hace un llamamiento para que las zadora de escribir de forma no-biologística), pero relaciona
mujeres pongan sus «cuerpos» en su literatura. Así, mien- das obras escritas por feministas» con la fase preedípica
tras Virginia Woolf abandonó la lucha de hablar del cuerpo dmaginary» de Lacan en la cual la diferencia queda aboli-
femenino, Cixous escribe con éxtasis sobre el hormiguean_ da en una unidad prelingüística utópica del cuerpo de la
te inconsciente femenino: «Escribíos a vosotras mismas. madre y el niño.
Vuestro cuerpo tiene que oírse, sólo entonces brotarán los Este retorno liberador a la «Buena Madre» es la fuente
inmensos recursos del inconsciente.. No existe una mente de la visión poética de Cixous de las obras escritas por mu-
femenina universal; por el contrario, la imaginación feme- jeres y abre la posibilidad de un nuevo tipo de sexualidad.
nina es infinita y hermosa. La escritora verdaderamente li- Cixous se opone a la especie de bisexualidad neutral abra-
berada, cuando exista, dirá: zada por Virginia Woolf y aboga, en su lugar, por lo que
llama «la otra bisexualidad», la que se niega a «anular diferen-
Reboso, mis deseos han inventado nuevos deseos, mi cuer- cias y las fomenta». El trabajo de Barthes sobre Sarrasine
po conoce canciones desconocidas. Una y otra vez ... me he sen- (véase cap. 7) es un perfecto ejemplo de bisexualidad na-
tido tan llena de torrentes luminosos que habría podido estallar. rrativa. De hecho, la visión de Cixous de la sexualidad
estallar en formas mucho más hermosas que las que se enrnar-
femenina a menudo recuerda la descripción de Barthes del
can y venden por una enorme fortuna.
texto vanguardista. «El cuerpo de una mujer, con sus mil
Puesto que la literatura es el lugar en donde el pensa- y un umbrales de ardor ... hará que la vieja y rutinaria len-
miento subversivo puede germinar, es especialmente ver- gua materna reverbere en más de un lenguaje», escribe
gonzoso que la tradición falocéntrica haya, en la mayor par- Cixous. Está hablando de la jouissance que, en Barthes y
te, conseguido impedir que las mujeres se expresen. La Kristeva, combina connotaciones del orgasmo sexual y del
mujer debe no censurarse y recuperar «sus bienes, sus ór- discurso polisémico; el placer del texto, al abolir todas las
ganos, sus inmensos territorios corporales que han sido represiones, alcanza una intensa crisis (la muerte del signi-
mantenidos bajo siete sellos». Debe deshacerse de su culpa ficado). Esta transgresión de las leyes del discurso falocén-
(por ser demasiado fogosa o demasiado frígida, demasiado trico es la tarea especial de la mujer escritora. Como ha
maternal o demasiado poco maternal, etc.). El núcleo de la operado siempre «desde el interior» del discurso dominado
teoría de Cixous es el rechazo de la teoría: la literatura fe- por el hombre, la mujer necesita «inventarse un lenguaje en
minista «siempre superará el discurso que regula el sistema el que introducirse».
falocéntrico». El « Otro» o negativo de cualquier jerarquía El enfoque de Cixous es visionario, imagina un lengua-
que la sociedad pueda construir, l'écriture [eminine subver- je posible en lugar de describir el existente. Corre el riesgo
tirá de inmediato el lenguaje masculino «simbólico» y crea- que han corrido otros enfoques ya comentados, el de con-
rá nuevas identidades para las mujeres, las cuales, a su vez, ducir a las mujeres hasta un oscuro refugio inconsciente
conducirán a nuevas instituciones sociales. Sin embargo, su donde el silencio reinante se vea interrumpido únicamente
propio trabajo contiene contradicciones teóricas, ya sean por el «balbuceo» uterino. Kristeva ha comprendido bien
estratégicas o no. Su preocupación por el juego libre del este peligro ya que ve él las escritoras, más bien al estilo de
discurso rechaza el biologismo, pero su privilegio de] cuer- Virginia atrapadas entre el padre y la madre. Por un
po de la mujer parece abrazado; rechaza la oposición bina- lado, en tanto escritoras, chocan de manera inevitable con
180 LA TEORíA LlTERARIA CONTEMPORANEA TEORÍAS FEMINISTAS 18]
«el dominio fálico, asociado a la privilegiada relación pa- texto, sino la textualidad del sexo». No consideran las obras
dre-hija, que produce la tendencia a la supremacía, la cien- como algo con un «género» específico, sino que pretenden
cia, la filosofía, las cátedras, etc ... ». Por otro lado, «huimos alterar el significado fijado; fomentan el juego libre textual
de cualquier cosa considerada "fálica" para encontrar refu- más allá del control autorial o crítico; son antihurnanistas,
gio en la valorización de un silencioso cuerpo subacuático antirrealislas y antiescncialistas: y en efecto, representan
y abdicamos de esta manera a cualquier entrada en la his- una poderosa forma de deconstrucción política, cultural y
toria». crítica. En términos específicos de los estudios literarios,
Spéculurn de l'autre [emme (1974) de Luce Irigaray de- revalorizan y remodelan (cuando no explotan) los cánones
sarrolla, en términos filosóficos más rigurosos, ideas que literarios, rechazan un cuerpo teórico unitario o universal-
recuerdan a las de Cixous. Considera que la opresión pa- mente aceptado y politizan abiertamente todo el dominio
triarcal de las mujeres se basa en el tipo de construcciones de la práctica discursiva. Son fluidos, múltiples, heterogló-
negativas asociadas a la teoría de Freud sobre la sexualidad sicos y subversivos y como tales están en el centro del asal-
femenina. El concepto de «envidia del pene», por ejemplo, to contemporáneo postestructuralista y posrnodernista a las
se basa en la consideración del hombre respecto a la mujer narrativas «dominantes» que han gobernado las culturas
como su «Otro» que carece del pene que él posee (preca- occidentales -y por ende las coloniales- desde la Ilustra-
riamente). No se la considera como si existiera, salvo como ción. Es en la evolución originaria de estos movimientos
la imagen negativa de un hombre del espejo. En este senti- que nos fijaremos a continuación.
do, las mujeres son invisibles a las miradas de los hombres
y sólo pueden alcanzar una especie de existencia fantasmal
en la histeria y el misticismo. Como mística, la mujer pue- BIBLIOGRAFÍA SELECCIONADA
de perder todo sentido de ser subjetivo personal y, por lo
tanto, es capaz de escapar de la red patriarcal. Mientras que Textos básicos
los hombres están orientados a la vista (son escopofílicos),
las mujeres encuentran placer en el tacto; y por tanto, las Abel, Elizabeth (ed.), Writing and Sexual Difference, University of
obras escritas por mujeres están relacionadas con la varia- Chicago Press, Chicago, 1982; Harvester Wheatsheaf, Hemel
bilidad y el tacto, con el resultado de que «El "estilo" de Hernpstead, 1983.
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bración de la diferencia de las mujeres -su variabilidad y Cixous, Hélérie, «The Laugh of the Medusa» (1976), re impreso en
multiplicidad- puede romper las representaciones occi- Marks y de Courtivron (más adelante).
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«postestructuralista» son el objeto de los capítulos 8, 9, pectives, Bowling Green University Popular Press, Bowling
Grcen, OH. 1972.
Y lO. Pero vale la pena señalar aquí que este lipa de críti-
De Beauvoir, Simone, The Second Sex (1949), trad. H. M. Parshley,
cas tienden a reconocer que la «Mujer» no es UD ser físico. Bantam, Nueva York, 1961; Pcnguin, Hamondsworth, 1974.
sino UD «efecto en las obras», que «l'ecriture [erninine», en Eagleton, Mary (ed.), Feminist Literary Criticism, Longman, Lon-
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