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LA INDIVIDUALIDAD DE LOS DERECHOS HUMANOS:

A la locución derechos humanos podemos encontrarle diferentes acepciones,


así Derechos humanos puede significar derechos del hombre, o derechos de la
persona humana, o derechos individuales o derechos naturales del hombre o
derechos fundamentales del hombre. El titular de esos derechos es “el
hombre” es decir el ser humano, ya sea hombre o mujer, ello significa que los
supuestos derechos tienen como sujeto al hombre en cuanto es hombre, en
cuanto pertenece a la especie que llamamos humana. Tal vez sea ésta idea la
que ha dado origen a uno de los sinónimos antes citados: el de derechos
"individuales", de forma que el empleo del singular "hombre" apunta a la
generalización universal o total de los derechos, muy lejos de aludir a que sean
de uno solo, o de un hombre en particular. Asimismo decimos que todos los
hombres -en cuanto lo son- se hallan en pie de igualdad en la titularidad de sus
derechos.
Sin extraviar su individualidad, sin dejar de ser individuo, sin dejar de compartir
la individuación que es propia de cada unidad de una especie el individuo
humano es una persona, a diferencia de cada ser existente en el resto del
mundo animal. De ahí que otro sinónimo goce de mejor alcurnia: derechos de
la persona humana, o del hombre, cuya individualidad tiene carácter personal y
luego reencontramos los restantes sinónimos: derechos naturales del hombre,
y derechos fundamentales del hombre. "Naturales" significa, que tales
derechos le son inherentes al hombre en cuanto hombre que tiene naturaleza
(o esencia) de tal, o en cuanto cada hombre y todo hombre participa de una
naturaleza que es común a toda la especie humana como distinta e
independiente de las demás especies. Estos derechos que son naturales o
propios de la naturaleza de la persona humana, revisten carácter de
fundamentales, en el sentido de primarios o indispensables.

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LA UNIVERSALIDAD DE LOS DERECHOS HUMANOS

Que los derechos humanos son universales quiere significar que le son
debidos al hombre -a cada uno y a todos- en todas partes sea, en todos los
Estados-, pero conforme a la situación histórica, temporal, y espacial que rodea
a la convivencia de esos hombres en ese Estado, la exigencia del valor no
traza límites sectoriales, ni en cuanto a espacios territoriales, ni en cuanto a
ámbitos humanos; pero se acomoda a los ambientes históricos que se
circunscriben geográfica y poblacionalmente. El modo de realización de los
derechos exigido por el valor es, por propia naturaleza y vocación de
encarnadura histórica del mismo valor, variable y dependiente de las
situaciones sociopolítico, jurídicas.
La universalidad se entronca, además, con la igualdad de todos los hombres en
cualquier tiempo y lugar, pero salvada idéntica conexión del valor con las
circunstancias históricas.
La supra temporalidad o atemporalidad, la eternidad, la inmutabilidad, y todo
otro predicado análogo acerca de los derechos humanos, merece la misma
puntualización. Todos esos adjetivos admiten mantenerse si los vinculamos a
la persistencia o incolumidad del valor justicia en su deber ser ideal objetivo y
trascendente, más allá de la realización histórica con signo positivo o de la
disvaliosidad de las conductas humanas que acusan signo negativo en aquella
realización.
Aunque parezca posiblemente un mal juego de palabras, los "mismos"
derechos humanos que se predican como universales, eternos, supra
temporales, etcétera, pueden adquirir, y adquieren. "diversos" y "distintos"
modos de plasmación en cada situación histórica, en cada época, en cada
lugar, en cada Estado, para cada sociedad, para cada cultura.
La actual trilogía de las generaciones de los derechos humanos, los de la
tercera generación incluirán el derecho a la paz, al desarrollo, a un medio
ambiente sano y ecológicamente equilibrado, etcétera, y pondrán en evidencia
la progresividad histórica que, arrancando de los clásicos derechos civiles que
se proclamaron universalmente, sumó a éstos los derechos sociales y

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económicos, y continúa hoy diversificando el plexo hasta extremos casi
inconcebibles en la hora primera del constitucionalismo moderno.
Estos agregados ampliatorios obedecen a un afinamiento multiplicador de la
estimativa axiológica, se enuncia un dato objetivamente cierto, y es él el que,
precisamente, pone en evidencia que la "mismidad" universal y permanente de
los derechos humanos, su supra temporalidad, su inmutabilidad, no han sido ni
serán un punto final que clausure la serie, ni un círculo cerrado que los rodee,
porque el tiempo histórico nos muestra que las evoluciones habidas -y las que
seguramente han de sobrevenir- mantienen a los derechos en constante
apertura

LA EXTENSIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS A SUJETOS PLURALES


DISTINTOS DEL HOMBRE

La subjetivización concreta del titular de esos derechos en "el hombre"


permitiría aprobar que quien no es "un" hombre -aunque sea una realidad
social formada por varios hombres- no puede aspirar a que le sean reconocidos
y amparados los derechos discernidos a la persona humana (o física).
No hay duda que la doctrina de los derechos del hombre tuvo en miras
titularizarlos y defenderlos en cabeza del hombre. Y tampoco la hay de que,
actualmente, al menos en el referido proceso de su internacionalización, es el
ser humano a cada uno de los cuales muchos tratados lo reconocen y definen
sin distinción alguna como persona- el sujeto activo de tales derechos, por lo
que parece que, en la esfera internacional, los pactos que engloban todo el
plexo integral de derechos humanos presuponen su titularidad exclusiva en el
hombre.
Sin embargo, y sin hacer exégesis de los mencionados pactos internacionales,
una doctrina del Estado democrático que se base en la dignidad del hombre, y
en el reconocimiento y tutela de sus derechos y libertades, no puede ignorar el
vastísimo espectro de grupos y asociaciones surgidos de la sociabilidad del
hombre y de su derecho de libre asociación, que es uno de los derechos
humanos. De aquí en más se nos hace evidente que si el derecho o la libertad
de asociarse tiene como sujeto al hombre (o es un derecho "individual" en la
lista clásica de los derechos civiles "individualizados" en el hombre) la entidad

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asociativa que surge de su ejercicio ha de tener también derechos "suyos"
como asociación más allá de las formas legales con que se la invista, o de la
personalidad jurídica propiamente tal o no tendría demasiado sentido
reconocerle y garantizarle al hombre como persona física el derecho de formar
asociaciones y/o de ingresar a las ya constituidas, si tal derecho se agotara en
esa instancia. y no sirviera para que la asociación originada en su ejercicio
invistiera a su vez y así mismo -como asociación-- el conjunto de derechos y
libertades que le fuera necesario para cumplir su fin específico, de acuerdo con
la llamada regla de especialidad. En esa órbita, la asociación tiene también un
derecho a su autonomía o zona de reserva, equiparable al derecho a la
intimidad o privacidad de la persona física; si para ésta todo lo no prohibido le
está permitido, para las asociaciones debe quedar exento de prohibición todo lo
que es conducente a la realización de su fin específico. En una palabra, la
asociación es un centro o sujeto de actividad que, si bien está formado por
hombres, alcanza una realidad social que no se reduce a su mera suma
cuantitativa; tanto hacia adentro (en su vida interna) como hacia afuera (en las
relaciones externas, incluso con el Estado) merece la titularidad de muchos
derechos que, por analogía con los "del hombre", tienen que entrar en una
categoría afín con ellos.
El término "sujetos plurales" alude a los que, no siendo persona física se
componen de una pluralidad de ellas en membrecía con la entidad de que
forman parte, pero dejando en claro que tal entidad es una realidad social que
cobra investidura propia como centro o sujeto de actividad. Y es a éste al que
hay que imputarle la titularidad de los derechos que merece para cumplir su fin,
dentro de la citada regla de especialidad.
¿También el Estado es titular de derechos?
El Estado no es titular de derechos humanos -como sí pueden serlo
analógicamente las asociaciones - no obstante estar formado por hombres,
tener como finalidad proveer al bienestar de los mismos mediante el bien
común público, e investir una función vicaria y de servicio en favor de la res-
publica, como cosa común al conjunto de hombres y grupos que llamamos
sociedad humana. .
Hay que eliminar la noción de que el Estado sea titular de derechos análogos a
los de los hombres," cuando pretende hacerlos oponibles a los particulares.

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Otra cosa distinta ocurre cuando, en el ámbito de la comunidad internacional y
del derecho internacional se habla de derechos "de los Estados" -entre sí, uno
frente a otro u otros o frente a los organismos internacionales caso en el que
Dabin propicia no renunciará la idea de derechos subjetivos a propósito de los
Estados miembros de la comunidad internacional cuya existencia previa se
supone.
Sintetizando podemos afirmar que en las situaciones excepcionales en que se
acepta atribuir un derecho subjetivo al Estado dentro de un ordenamiento
jurídico, tal derecho subjetivo está desprovisto de la naturaleza que, con otros
fundamentos filosóficos, históricos, o políticos, revisten los derechos humanos.
Por fin, cuando enfocamos el caso de los Estados federales, o con alguna
descentralización regional que se aproxima a la federal solemos emplear la
terminología de "derechos" para postular facultades o competencias de las
entidades estaduales frente a la Federación, o viceversa. Pero en tales casos
lo que se pretende acentuar es un "poder reservado" frente a avances de la
Federación sobre sus partes. No es correcto, por ende incluir al Estado entre
los sujetos activos de eso que denominamos "derechos”

LOS DERECHOS HUMANOS ¿SON DERECHOS SUBJETIVOS?

Cuando al “hombre lo erigimos en sujeto activo o titular de cada uno de los


derechos "humanos" con que componemos el plexo, aparece inexorablemente
la subjetivización o la personalización o la individualización de la titularidad: si
los derechos son de "el hombre", y si el hombre es su sujeto titular o activo,
nada impide dar un sí al interrogante: los derechos humanos son derechos
subjetivos, porque se subjetivizan en la persona humana.
Derecho subjetivo no debe entenderse como opuesto a derecho objetivo. El
correlativo del derecho subjetivo es la obligación o el deber (del sujeto pasivo
frente al titular). El derecho subjetivo y los derechos del hombre, a los que
incluimos en su categoría- es "algo" propio del hombre: ¿potestad, facultad,
pretensión, atribución, posibilidad de exigir una conducta ajena (del sujeto
pasivo), opción para hacer u omitir, permisión, disponibilidad? Así hablamos de
derecho a la vida y a la salud, de derecho de asociarse, etc. todos ellos son

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subjetivos, en el sentido de que son del hombre. Pero en cada uno hay que
extremar la precaución de descubrir bien su contenido, tanto como la
prestación del sujeto pasivo que le da satisfacción, y como la debida ubicación
personalizada de ese sujeto pasivo (o sea, cuál y quién es ese sujeto pasivo),
ya que sin esa cautela se puede incurrir en pérdida del sentido cabalmente
jurídico de lo que llamamos y de lo que es en rigor un derecho personal.
En lo político-constitucional: la libertad ( jurídica) es un status o situación del
hombre (y por proyección, de la sociedad y sus grupos, en sentido lato) que,
presuponiendo el libre albedrío, equilibra el dualismo "persona-Estado".
El desglose de los contenidos fundamentales de la libertad, pueden explicarse
así:
a) ante todo, la libertad jurídica exige que a todo ser humano se le reconozca la
calidad de persona jurídica, es decir, de persona en el ámbito jurídico-político:
cabría decir que el primer derecho de todo hombre es el derecho a que se le
depare el status de persona jurídica b) en segundo lugar, adviene la libertad de
intimidad, o la autonomía personal, como zona de reserva de la privacidad; e)
en tercer lugar el espacio de licitud jurídica que se enuncia así: para la persona
humana, lo que no le está prohibido le esta permitido, y d) por último, la libertad
jurídica supone que con su ejercicio el hombre pueda cumplir actos
jurídicamente relevantes, o sea, actos a los que se le reconozcan efectos en el
mundo jurídico-político.
El precedente deja entrever que para el goce y ejercicio de los derechos
humanos se hace imprescindible instalar al hombre en la comunidad política
con el expuesto status de libertad jurídica. Cada derecho personal es, de
alguna manera, una libertad, y por eso se emplean a diario las expresiones
"libertades individuales" (o personales) y "libertades
Públicas". Derecho de trabajar equivale a libertad de trabajar; derecho de
profesar el culto equivale a libertad religiosa; Casi no hay derecho personal que
no pueda ser visualizado como una libertad personal.
El principio conforme al cual ninguna persona puede ser obligada a hacer lo
que no manda la ley, ni privada de hacer lo que la ley no prohíbe ("principio de
legalidad" ), bien podría figurar como un contenido más de la libertad jurídica,
en común con el ya enunciado de que lo no prohibido está permitido, porque
sirve para delimitar el espacio de la misma y la frontera de la exigibilidad, aun

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cuando para que quede satisfecha aquella libertad hace falta un añadido: que
lo que la ley manda o lo que la ley prohíbe sea justo o, que tenga un contenido
razonable (principio de razonabilidad, o de racionalidad)."
La libertad social es libertad de hombres, de los que forman la sociedad de los
que dan origen a grupos, asociaciones y entidades del más variado tipo que le
han permitido a García Pelayo acuñar la muy sabrosa locución de "sociedad
organizacional".

LA FILOSOFÍA DE LOS DERECHOS HUMANOS

Cuando en concreto nos refiramos al aspecto filosófico de los Derechos


Humanos nos explayaremos sobre lo que ahora es únicamente una
proposición. Ahora baste resaltar que esta filosofía de los Derechos Humanos
es una filosofía político-jurídica, y una filosofía que alberga una estimativa
axiológica, o una deontología, o una dikelogía, que viene a anudarse en
nuestros días con la filosofía de los valores, hasta el punto de que lo que se
titula como derechos humanos se dice que es un conjunto integral de valores:
los derechos humanos como valores.
Una filosofía que eliminara el tema de la justicia y de los restantes valores
jurídico-políticos no sería apta para brindar asidero suficiente y sólido a los
derechos del hombre, Y otra que, sin atender a los ligámenes entre derecho y
ética, relegara a la última o la desalojara, extraviaría lo que Elías Díaz -a1
identificar los derechos humanos con los valores- entiende ser exigencias
éticas de la libertad, la igualdad, y la paz.
No se trata de rebajar o reducir los derechos humanos a derechos "morales"
(puramente alojados en el campo de la ética), ni de soslayar la juridicidad que,
aun antes de su positivización, nosotros les reconocemos por el vínculo
direccional que guardan con el valor jurídico por excelencia, que es la justicia.
Se trata de incardinarlos jurídicamente en un reenvío final a la ética, porque es
un reenvío a la consideración ética de la persona humana, cuyo valor
personalidad es asimismo ético, y a cuya consecución se dirigen tanto los
valores jurídico - políticos (incluso el mas eminente y cúspide. que es la justicia)
cuanto todo derecho positivo que no se considere liberado de prestar atención
al hombre como persona.
El humanismo personalista o el personalismo liban en el hontanar de la ética,
para de allí traspalar al orbe del derecho y de la política una filosofía político-
jurídica de los derechos humanos. En la continua contienda en torno de las
denominaciones que desde el comienzo hemos aludido y sobre todo entre la de
derechos humanos y derechos fundamentales, la primera mantiene mayor
matiz filosófico que la segunda, si es que al menos convencionalmente se
tolera que los derechos humanos, aun en su sentido descriptivo de los que ya

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están formulados en normas jurídicas, guardan una connotación prescriptiva y
deontológica, especialmente cuando, "debiendo ser" "no son" todavía objeto de
recepción en el derecho positivo, mientras la expresión "derechos
fundamentales" apuntaría más bien al cúmulo de derechos y libertades
reconocidos y garantizados por el derecho positivo de cada Estado."'
Estas acotaciones nos guían ahora a una distinción: si toda toma de posición
alrededor de los derechos humanos reconoce una raíz filosófica, lo que aquí
estamos insinuando como "filosofía de los derechos humanos" es una
perspectiva filosófica que les resulta favorable, que los auspicia, que les depara
basamento axiológico propicio. No entra, pues, en esta acepción de filosofía de
los derechos humanos, la que le sea hostil. detractora, o negadora; esta última
es también una perspectiva filosófica de los derechos humanos pero, en cuanto
no resulta conducente a su reconocimiento, a su defensa, a su exaltación,
difiere de la otra que le es adicta y que cumple la función de inspiradora de una
idea de derecho de tipo personalista y dada la desembocadura en esa idea de
derecho, hemos de ver a la filosofía de los derechos humanos ~de aquí en
más, en la acepción de filosofía favorable a los mismos~ Como "idea" o
ideología jurídico-política.
Todo régimen político tiene una filosofía, o responde a una filosofía, en cuanto
conjunto de principios, ideas, valoraciones y pautas que le sirven de
orientación, que encauzan su actividad. que proponen sus fines. En esa
directriz, la tal filosofía asume para nosotros el papel de una ideología. Y a ella
vamos.

LA IDEOLOGÍA DE LOS DERECHOS HUMANOS

No le tememos a la palabra "ideología" cuando la purificamos de todas las


acepciones peyorativas o disvaliosas, y con una neutralidad "desideologizada"
la situamos en el vocabulario político.-jurídico con su más simple sentido, cual
es el de las ideas que los hombres nos forjamos acerca de lo que es, de cómo
es, y de cómo ambicionamos que sea el régimen político. Cuando la filosofía de
los derechos humanos desciende a proposiciones prácticas, tendientes a
darles encarnadura y positivización en el régimen político y en el orden jurídico
constitucional bien podemos sostener que aquella filosofía adquiere el cariz de
una ideología o se transforma en una ideología: la ideología de los derechos
humanos. Aun cuando latamente sea válido hablar de filosofía política y de
ideología política de un régimen como equivalentes (y nosotros mismos lo
hemos hecho normalmente), esta disección que hacemos al adentrarnos con
más profundidad en el orbe de los derechos humanos no nos parece inútil ni
superflua: la ideología de los derechos humanos es la "idea de derecho" que
inspira al régimen político de tipo personalista que, con forma democrática. Se
organiza confiriendo efectividad -o vigencia sociológica---- a aquellos derechos.
Tal ideología se aúna con la filosofía de los derechos humanos en cuanto ésta
trasvasa sus principios al mundo jurídico-político. Con este enfoque tentativo, la

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ideología confiere inserción en el régimen al humanismo o personalismo que es
el quicio de la filosofía de los derechos humanos.

Derechos humanos, libertad y democracia


Ya fue destacada la entrañable ligazón entre derechos humanos y libertad : 'La
libertad será el concepto clave, dentro de la filosofía de los derechos humanos,
para explicar la necesidad de un ámbito de autonomía del hombre en la
sociedad y de un límite a los poderes externos a él especialmente el poder del
Estado", dice Peces-Barba." Y añade: la libertad se convertirá en derecho
subjetivo de la personalidad jurídica, La filosofía de los derechos humanos, en
cuanto prohija la libertad y los derechos, esboza una forma de organización
política -o forma de Estado- que es la democracia. En su acepción más lineal y
simple, la esencia de la forma democrática de Estado, o democracia, consiste
en una organización jurídico-política (que desde ya conviene anticipar que es
"constitucional", porque "constituye" al Estado con una "Constitución" en
sentido material o real) basada en el reconocimiento y respeto a la dignidad del
hombre a su libertad y a sus derechos."
Oriunda de la filosofía, la democracia vuelve a ser, como la ideología de los
derechos humanos, una idea de derecho -o ideología- que infunde al régimen
político 1as pautas vertebrales de su organización y de su funcionamiento, y
que se realiza en él mediante las conductas humanas que dan vigencia
sociológica a los derechos personales (en concordancia ~como lo diremos
después~ con un poder limitado, distribuido y controlado). Parafraseando a
Peces-Barba, añadiríamos que "para una vigencia efectiva de los derechos del
hombre en una sociedad concreta hay que partir de esa concepción y trasladar
sus postulados al derecho positivo Vigente" al régimen político o a la
Constitución material, agregamos nosotros.
Al recorrer otra vez la filosofía y la ideología de los derechos humanos,
podemos proponer etapas: la filosofía dará, en un primer paso, origen a la
ideología de los derechos humanos en el régimen político; y la última, sin
perder su conexión con la primera, transitará a la institucionalización de la
democracia en el estadio de positivización -o vigencia sociológica- de 10 que
damos como trinidad equivalente: libertad, derechos humanos, democracia
como forma de Estado, Y así ya queda en el horizonte el problema crucial, que
es e! de la recepción de los derechos humanos en el derecho positivo, que
consiste en la vigencia sociológica de los mismos (porque para nosotros,
derecho positivo es igual a derecho vigente, actual y presente, pero entendido
que vigente quiere decir efectivo, eficaz, observado, y no meramente formulado
en normas escritas).

LOS DERECHOS HUMANOS COMO PRINCIPIOS GENERALES DEL


DERECHO

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La convocatoria que nos hace el debatido tema de los principios generales del
derecho es solamente colateral. Demasiado arduo es de por sí para que en un
estudio dedicado a un tema parcial, cual es este de los derechos humanos,
intentemos penetrar en el otro con plenitud. Por eso, muy dogmáticamente
vamos a aceptar que hay principios generales del derecho de carácter
axiológico. Dejamos de lado las discusiones acerca de: si provienen o no del
derecho natural o valor justicia; si son propios de cada orden jurídico o
comunes a varios o a todos; si revisten naturaleza normativa o Son únicamente
orientaciones o pautas directrices; de los fines que cumplen, etcétera. Con un
origen o con otro, con una naturaleza o con otra, nos alcanza con decir que
están dentro del orden jurídico, que forman parte de él, que son suyos y nos
basta porque si hemos reconocido una filosofía de los derechos humanos y una
ideología tributaria de ella, que encarrilan hacia el Estado democrático, se nos
ocurre fácil admitir que los derechos humanos figuran entre los principios
generales del derecho. Por tangencia, recordamos que forman una concepción
común, ingresada ya en el derecho internacional.
Peces-Barba enseña que los principios generales del derecho son fuente de los
derechos fundamentales, y que lo son casi siempre como supletorios de las
carencias de fuentes en este campo, como son la Constitución y las leyes
ordinarias. Su afirmación tiene el sentido de indicar que los principios que
acoge el derecho positivo (y trae como ejemplo los valores del respeto a la
dignidad humana. o el principio de libertad) sirven para dar recepción a los
derechos humanos cuando faltan normas expresas, y para acicatear su
inclusión en ellas. Pero, a la inversa, nosotros nos atrevemos a decir, sin por
eso eliminar la anterior perspectiva que la filosofía y la ideología de los
derechos humanos son una fuente de los principios generales, si por fuente
entendemos que aquéllas hacen ingresar a los principios generales el de que
hay que respetar, promover y dar efectividad a los derechos humanos. Por
supuesto no se trata de erigir a cada uno de los derechos humanos en un
principio general, porque éste engloba y abarca algo prioritario, cual es lo ya
señalado: que es un privilegio general del derecho, en todo Estado
democrático, la existencia de los derechos humanos y que en consecuencia
deben ser reconocidos, tutelados, promovidos y eficaces. Tal vez no resultara
aventurado -al menos para ciertos ordenamientos jurídicos, cuyo ejemplo
podría ser el argentino- pensar en un desglose que llevara a hablar de
principios "generales" del derecho, y "meros principios" del derecho, que en
algunos casos serían algo así como subprincipios dentro de los principios
generales. ¿Podría entonces imaginarse que el principio general de dignidad
de la persona deriva a los meros principios de in dubio pro reo, in dubio pro
operario, etcétera, o al de que hay una escala axiológica en los derechos –que
obliga a preferir los de rango superior frente a los de nivel inferior (la vida, por
ejemplo. a la propiedad; o la dignidad y el honor o la intimidad personal a la
libertad de prensa de crónica y de información)?

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Lo dejamos a la sagacidad de otros, sin pretender dar una respuesta
totalmente asertiva.
Pero que la defensa del plexo de derechos humanos (así como por el ius
cogens obliga internacionalmente a su reconocimiento, respeto y tutela) hace
parte de los principios generales del derecho. Parece configurar un enunciado
válido y de necesaria aceptación.

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