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30/7/2018 Poesía y corrupción | OtroLunes 30

oesía y corrupción
Un ensayo testimonial de las mafias literarias en México e Iberoamérica
ANTONIO CIENFUEGOS

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OtroLunes, como ya se ha establecido como norma editorial para este tipo de trabajos,
no se responsabiliza con la opinión del autor. Sin embargo, respetando la tradición
de libertad de expresión y fomento de la polémica cultural que ha caracterizado
a nuestra revista desde su fundación, aclaramos que se admite el derecho a réplica.
Para ello, el interesado deberá escribir al email oficial de nuestro Director General: amirvalle@otrolunes.com

Los Editores

*****
Ahora es la hora de mi turno
el turno del ofendido por años silencioso
a pesar de los gritos
Callad
callad.
Oíd.

Roque Dalton

N
o escribo este ensayo por ustedes, sino por mí. Lo escribo porque es necesario, porque no
puedo salir a la calle y ver tanta miseria en un país que se desmorona día a día, para después
llegar a casa y ver por diversos medios impresos y electrónicos las incontables infamias
cometidas por un grupo bien identificado de la supuesta intelectualidad mexicana (y en las que en su
momento participé). Estoy harto de vivir en la miseria histriónica del engaño y el egoísmo. Estoy solo
en esta batalla (a pesar de las incontables muestras de simpatía con esta causa). Las cabezas de
Escila son grandes, y monstruosas las fauces de Caribdis, sin embargo, tengo la espada más filosa, el
arco más certero, el machete más oxidado: la verdad.

A final también en la denuncia hay dignidad; sólo por medio de ella podemos terminar con la
corrupción, nepotismo, compadrazgo y clientelismo se puede derramar a toda Iberoamérica;
extendiendo las prácticas política nacionales al campo literario, en concreto: la poesía, vehículo por el
cual dichas prácticas expanden sus tentáculos a otras culturas, a otras naciones menos pervertidas,
más inocentes, porque no hay mayor perversión que la corrupción maquinada.

Yo puedo hablar de todo este miasma de corrupción, porque lo viví desde dentro, fui parte de la
gestación, la configuración, la proyección y la ejecución de uno de los grupos de poesía con mayor
capacidad de corrupción pero con nulo impacto social, no sólo en México, sino en Iberoamérica, llamado: Círculo de Poesía. Dirigido por el poeta Alí Calderón
según su site de internet (http://circulodepoesia.com/nueva/), pero detrás de este títere hay una maquinaria operando impunemente, que se guía por
jerarquías cuasimilitares, donde se atiende a rangos verticales, jamás horizontales. Teniendo a Eduardo Langagne como una especie de General (el que
veladamente opera los hilos de muchos actos de corrupción en las letras mexicanas); por otro lado está Mario Bojórquez una especie de Coronel (quien maneja
de forma directa y aparece a la cabeza de del grupo con Alí); José Vicente Anaya sería otro Coronel (quien ostenta una especie de cargo honorario, ya que en
función de los premios y reconocimientos obtenidos, nunca le podría alcanzar para figurar más allá del respeto que le veneran en la calidad de maestro varios
de los poetas del Círculo de Poesía); en cuarto plano pero (ahora) igual de importante que Mario y Anaya está Alí Calderón, que los últimos años escaló de
Capitán a Coronel, posicionándose en toda América Latina y Europa (quizá más que los antes mencionados); en un segundo plano tenemos a los diversos
Capitanes –que en un principio eran tres bien identificados: Alí Calderón, Jair Cortés y Álvaro Solís–, que en la configuración actual podríamos identificar como:
Álvaro Solís, Jorge Mendoza y Mijail Lamas; como Tenientes (los que hacen el trabajo literario de intendencia) encontramos a: Dalí Corona, Audomaro Ernesto
Hidalgo, Samuel Momox, Frank Meza y Mario Melendez; después tenemos a los pseudoescritores que, o no lograron despegar o son nuevas incorporaciones,
ellos ostentarían el cargo de golpeadores directos, los subalternos que dirigirán sus golpeteos constantes contra cualquier escritor que le sea encomendado,
aquí aparecen los nombres de: Rubén Márquez, Jorge Terrones y Marco Antúnez Piña; por último, pero no menos importantes en la configuración vertical,
encontramos a los aficionados que hacen el trabajo más pesado como halar sillas, llevar y servir los vinos en las presentaciones, cuidar los estantes de libros,
barrer cuando terminan las presentaciones, etc., podríamos mencionar a: Gustavo de Ita, Gina Velázquez, Indira Díaz, y muchos alumnos de Alí Calderón de la
Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP.

S
upongo que toda la gestación del Círculo de Poesía se remonta a finales del 2002, cuando el poeta Guillermo Carrera nos contó que el poeta José Vicente
Anaya, a quien él admiraba y admira mucho, estaba dando un taller de poesía, taller al que ese año asistió Víctor García Vázquez, Verónica Estay,
Roberto Corea y Arturo Vázquez. Memo, Alí y yo, sólo fuimos a la última sesión de aquella camada. Al año siguiente nosotros nos apropiamos del taller
durante más de tres años. Para enero del 2003, al taller de poesía auspiciado por la Secretaría de Cultura de Puebla –y por el cual Anaya recibía mil dólares
por una sesión de cinco horas− asistíamos Alí Calderón, Guillermo Carrera, Carlos Conde, Rubén Márquez y yo, y así nos mantuvimos durante casi dos años
(cabe mencionar que todos éramos estudiantes de letras de la misma generación, la 2000), creando desde entonces un círculo cerrado de estudio con Anaya
como figura de vate. Segregamos a todos los que asistieron e intentaron integrarse al grupo, no fue sino hasta los últimos meses del taller que se incorporó
Jorge Mendoza, quien asistió a la misma preparatoria que Alí Calderón y yo, y al que, desde entonces, todo mundo conoce con el apodo del Lic. Cabe resaltar
que el Lic. fue el patiño de Alí Calderón, fue un subalterno que siempre suprimiría como intelectual, cosa nada rara en Alí, que a espaldas de todos se mofaba y
menospreciaba.

El taller de Anaya fue más bien un seminario. Lo que más recuerdo era que el poeta siempre nos insistía en la “honestidad y ética poética”, palabras que aún
ahora resuenan en mi mente puesto que se terminó vendiendo de la forma más servil a éste y otros grupos de poder. Para entonces Memo Carrera era de los
que escribía mejores poemas, Alí estaba enamorado de una chica llamada Valentina, a ella le escribió todo el poemario de Imago Prima. Llevó varios de esos
poemas al taller antes mencionado, y lo que siempre se le festejó fue su “pureza técnica”, su “limpieza de verso”, su calidad para hacer metáforas. Pero
¿metáforas sobre qué? Metáforas sobre el amor prepubescente. Creo que a nadie le interesa eso en un país hastiado de violencia, con miles de problemas
más profundos que la frustración amorosa de un adolescente. Sin embargo, con esos poemas logró dos cosas que marcarían su rumbo: la beca de la
“Fundación para las Letras Mexicanas” y el premio “Ramón López Velarde”. Es sabido por todos que en ambas ocasiones José Vicente Anaya fue jurado, él lo
metió a la “Fundación” en el 2003, también le dio el premio “Ramón López Velarde” en 2004. El poeta Anaya siempre tuvo una mejor relación con el poeta
Memo Carrera, me pregunto qué rumbo habría tomado la historia si le hubiera dado la beca de la “Fundación” a Memo (quizá por las nulas aspiraciones
políticas de Guillermo y su verdadero interés en la poesía).

Preocupa el “cómo” de la legitimación (palabra acuñada prácticamente por ellos mismos) temprana que tuvo Alí, ya con un equipo de trabajo formado “en
automático” por los poetas del taller de Anaya, todos amigos (Rubén, Carlos, Jorge y yo); el único que se separó por mantenerse fiel a sus principios éticos fue
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Memo Carrera, quien siempre tuvo una integridad incuestionable. Los demás seguimos a Alí por empatía, luego, sin duda, por ansias de figurar (como aún
ahora lo siguen haciendo los que están ahí). Alí ya tenía en mente la fórmula para obtener el poder –quizá heredada de sus padres-. El problema del “cómo” se
legitimó es lo que importa realmente, porque detrás de ese “cómo” está toda la corrupción de los manejos de la poesía en México. En ambas situaciones,
Anaya conocía los poemas de Alí, eso deslegitima, por supuesto, ambos reconocimientos y generar duda y suspicacia en la legalidad de los organismos
convocantes. Detrás de esos dos iniciales premios subyace la forma con la cual en un futuro operaría “El Círculo de Poesía”: el amiguismo, el compadrazgo y el
nepotismo.

El ascenso al poder de Alí Calderón jamás se hubiera concretado sin el taller de Anaya, como ya lo dije anteriormente. Pero tampoco sin la disciplina
académica de sus cuatro lacayos: Rubén, Jorge, Carlos y yo. Cabe resaltar que yo siempre fui el más desobediente, a diferencia del Lic o de Carlos, quienes lo
tomaban todo muy en serio, aparte, eran unas “máquinas de trabajo” (Alí dixit), de quienes sacó el mayor provecho posible. El hecho de que los cuatro
fuéramos poetas sin talento alguno, simplemente facilitó la supeditación hacia Alí, quien a su vez, y ya en la Fundación para las Letras Mexicanas, de la
primera generación (donde encontramos los siguientes nombres: Alí Calderón, Jair Cortés, J.A. Sánchez, Álvaro Solís y Óscar de Pablo) habría de consolidar
un grupo homogéneo de amigos, entre comillas, que le ayudarían a ejecutar otra parte operativa en sus planes por empoderarse.

D
e esa primera generación, Alí se hizo amigo entrañable de Jair, Jorge Arturo y Álvaro, a los que conocí en el 2004 en Tlaxcala, en una lectura de Verónica
Volkow. Mientras Alí consolidó su amistad con esos poetas de “La Fundación”, continuó maquinando cómo legitimarse mediante un grupúsculo. Lanzaba
textos críticos y beligerantes contra poetas que él pensaba obstruían su camino (como Lumbreras o Milán, y en Puebla contra Eutiquio Sarabia y Gerardo
Lino). Siempre, siempre, bajo la bandera de la honestidad poética. Teniendo como venablo un criterio pulcrísimo basado en su alta calidad moral, en ser una
persona con una ética poética intachable, discurso que entrelazaba con su catolicismo y principios religiosos recalcitrantes, dignos, claro, de la ciudad de
Puebla, donde hay cincuenta iglesias por cada biblioteca. Se ganó el mote nacional del enfant terrible.

En la Fundación conoció al poeta Mario Bojórquez, que nunca fue su maestro, pero con el que compartió similares filiaciones, asociadas a la grandilocuencia, al
poder, al cacicazgo, a la execrable necesidad de emerger en el mundo de la poesía, de las letras mexicanas. Pero como su obra no les alcanzaba para lograrlo
honestamente, como muchos otros poetas lo hicieran, tanto en México como en el mundo, y puesto que la honestidad poética la tenían atorada en la parte de
atrás, decidieron legitimar su obra (pésima, por cierto, plena de retórica barata, de tropos contundentes y falaces) mediante la corrupción y el cacicazgo.

Tanto Mario Bojórquez como Alí Calderón, repiten las mismas fórmulas poéticas y miden la calidad de los versos por su exactitud silábica, no por su contenido,
no por su impacto. ¿Para qué hacer poemas que los lectores no entienden? Para ocultar su pésima factura, quizá. Poemas que metaforizan la realidad de
forma tan intrincada que, a veces, ni el mismo poeta entiende lo que quiso decir, como supongo es el caso del 50% de los poemas que ha escrito Mario
Bojórquez, cuyos versos contienen un alto grado de argucia literaria. En el caso de Alí Calderón, utiliza tropos de todas las formas posibles: aliteración,
sinécdoque, anacoluto, preterición, etc., para matizar, para disfrazar, para ocultar su terrible falta de “logopeia” (capacidades reflexivas del lenguaje poético que
concibe a la poesía como instrumento de conocimiento), privilegiando sobre todo la “fenopeia” (función que privilegia la fuerza de las imágenes visuales) para
engañar no al lector común, sino al crítico, al más puntual activista literario. La poesía de ambos apela a un “tremendismo anacrónico” copiado burdamente del
poeta Eduardo Lizalde. De ingeniosos no tienen nada, de plagiarios incendiarios, todo.

Alí necesitaba del trabajo hormiga de la gente en el taller de Anaya y, a la vez, necesitaba escritores reconocidos como los de la Fundación; amalgamar ambas
facciones implicó su radical ascenso en la República de las Letras Mexicanas. Me pregunto ahora, a diez años de distancia, con el crisol del tiempo, ¿cómo
engañó a ambos grupos de poetas? Entiendo cómo nos engañó a nosotros (confundiendo la amistad con el servilismo), siempre le creímos (y aún ahora le
siguen creyendo) aquellas intrincadas falacias donde sus juicios de valor siempre eran los correctos. Pero cómo manipuló a poetas ya reconocidos y con obra
publicada, con premios y becas, de la talla de Álvaro Solís o Jair Cortés, cómo los utilizó para fines macabros como la ascensión a las élites de la poesía, me
cuesta trabajo entenderlo. Sin embargo, traicionó a todos, a todos, de la peor forma posible: la deshonestidad. Pero no una deshonestidad fáctica, sino fática,
siempre ocultó lo que le convenía, siempre dijo y manipuló las cosas a su conveniencia de la manera más egoísta posible.

Para finales del 2004 terminé mi tesis de licenciatura; ahora, irónicamente, sobre la obra de José Vicente Anaya. Para enero del 2005, entramos todos a la
maestría en Literatura Mexicana de la Universidad Autónoma de Puebla, ahí se consolidó el grupúsculo de amigos y la segregación intelectual, de esa
generación egresamos Alí, Carlos, Rubén y yo. Lo más significativo de la maestría fue el Congreso Internacional de Poesía y Poética de la Facultad de
Filosofía y Letras, del que Alí se apropió descaradamente más de tres años consecutivos (y aún ahora como catedrático investigador de esa Maestría sigue
coordinando). Ese congreso fue su primer mini-coto literario, puesto que ahí empezó a gestionar arreglos con poetas. Al primero que trajo, y siempre lo
presentó como la octava maravilla, fue a Mario Bojórquez (Ver 4, 17 y 20). En el 2004 conocí a ese bachiller intelectual, un tipo deleznable que suprimía a todo
mundo por medio de sentencias y juicios supinos que lo ponderaban como el gran erudito de la poesía mexicana. El culto por la persona, el narcisismo
exacerbado, la idolatría rimbombante, la hipermegalomanía son atributos que Alí le aprendió muy bien a Mario Bojórquez.

Con el Congreso de Poesía y con sus amigos bien amalgamados en un solo grupo literario ya se podía comenzar a trabajar, a gestionar el ascenso de Alí al
panorama nacional y después internacional. En un principio, la consigna fue depurar la poesía nacional de poetas tramposos y corruptos; después, los ideales
se fueron pervirtiendo hasta el grado de convertir El Círculo de Poesía en una decadente caricatura de lo que en un principio quiso ser.
El primer acto que implicó la subida al panorama internacional de Alí Calderón y Mario Bojórquez fue el Primer Encuentro Iberoamericano de Poesía de la
Ciudad de México, en el año 2006 (Ver 13). Con este encuentro, originado también en la corrupción, de un dinero restante al Gobierno de la Ciudad de México,
y que debió destinarse a mejorar alumbrados, a restaurar calles, a pensiones para ancianos, a crear escuelas, no sirvió más que para posicionar en el mapa
internacional a Mario Bojórquez y Alí Calderón.

E
scribo este ensayo desde la indignación y la rabia que provoca la injusticia social, como lo he dicho con anterioridad, rabia provocada por la corrupción, y
que deviene en una marcada diferencia de clases en nuestro país. Estas breves notas en las que desnudo la corrupción del grupo literario El Círculo de
Poesía, son sólo la superficie, la capa de una gruesa nata de pierda literaria.

Alí Calderón es el ignominioso y perverso producto de una sociedad corrompida, y de las tremendas ganas que tenía su padre (Mario Calderón) de ser
reconocido de alguna forma. Alí Calderón no tuvo libre albedrío, a él no le dieron la opción de escoger otra cosa; desde que era un feto ya estaba marcado su
irremediable destino (el que existe sin libre albedrío, es mejor que no existiera). Esa perversión con que su padre lo educó es la que lo ha ido convirtiendo en el
Golem de la literatura mexicana, en un triste Segismundo encerrado en la torre creyendo que la poesía es sueño.

Que haya sido tan cercano a este poeta me brinda la posibilidad de contar todas las formas en que se puede hacer política en lugar de poesía para
posicionarse en un mundillo literario pestilente, donde nada es casualidad, todo causalidad. Posicionarse no por calidad, sino por la corrupción es la manera
más sencilla de ser reconocido en este país, como bien dice un amigo sociólogo: “En México más vale una hora de política que veinte años de trabajo”. Ésta es
una premisa que siempre asocié con una frase que le escuché muchas veces a Alí: “La poesía, mi Toño, no tiene nada de poesía, todo es política, todo es
saber hacer política. Poemitas cualquiera puede escribir”. Esto era muy cierto, ninguno de ellos escribe buena poesía, sin embargo hicieron un entramado de
corrupción en donde envolvieron a gente muy poderosa y con mucho peso literario en México como: Jorge Fernández Granados, Claudia Posadas, Efraín
Bartolomé, José Luis Rivas, José Emilio Pacheco, Dana Gelinas, Roxana Elvrige-Thomas, Vicente Quirarte, Héctor Carreto, José Francisco Conde Ortega,
Margarito Cuéllar, Marco Antonio Campos, Rogelio Guedea, Ricardo Venegas, Iván Trejo, Marco Fonz etc.; y en el extranjero: Waldo Leyva (Cuba), Omar Lara
(Chile), Jorge Galán y Roxana Méndez (El Salvador), Luís García Montero, Jesús García Sánchez (Chus Visor), Raquel Lanseros, Daniel Rodríguez Moya,
Benjamín Prado y Fernando Valverde (España), Federico Díaz Granados, Ramón Cote y Andrea Cote (Colombia), Xavier Oquendo (Ecuador), Carlos J.
Aldazábal y Ana Wajszczuk (Argentina), entre otros. Prácticamente todos los que aparecen en la antología “Poesía ante la incertidumbre” editada por Visor en
2011, están relacionados, coludidos y en contubernio para otorgarse premios, becas e invitarse a festivales a lo largo de toda Iberoamérica. Sin embargo, esto
no implica que otros poetas a los que se acercó el grupo sean corruptos a priori, algunos no lo son (sobre todo Rivas y Pacheco), sin embargo han caído en el
juego del amiguismo del Círculo de Poesía. Cabe resaltar que Marco Antonio Campos fue el nexo de Alí Calderón con Chus Visor, tanto para premiar a sus
amigos en España como para publicar la antología de poesía joven llamada: “Poesía ante la incertidumbre”

Si bien haber pertenecido durante tantos años al Círculo de Poesía me permite hablar sobre estos temas que siempre han sido matizados por propios y
extraños, también me permite hacer una reflexión. No sólo fui amigo de Alí Calderón, sino que también compartí departamento en el centro de la ciudad de
Puebla durante aproximadamente tres años con el poeta Álvaro Solís, a quien en su momento también consideré mi amigo. Ambos poetas eran, a su vez, muy
amigos de Mario Bojórquez, quien, otra parte, era y sigue siendo muy amigo de Eduardo Langagne. Esta sólida red de amistades fue lo que constituyó en un
principio el Círculo de Poesía, teniendo en ese orden descendiente a Eduardo Langagne como el patriarca, como el jefe de jefes, el capo de capos, en otras
palabras, el titiritero, que siempre ha usado la Fundación para las Letras Mexicanas como el mejor centro de reclutamiento. Por el 2003 o 2004 Mario Bojórquez
era un advenedizo poeta que llegó de Sinaloa a refugiarse a la Ciudad de México, a pedirle trabajo (literal) a Langagne; Mario venía con mucha frustración
tanto personal como de escritor porque no podía despegar como poeta, porque su obra no era reconocida de la manera que él quería; toda su vida se había
esmerado por suplir sus falencias escolares siendo autodidacta, leyó todos los libros de estilística y métrica habidos y por haber, ergo, todo lo que sabía escribir
eran poemas con rima consonante y métrica clásica o métrica española, en el mejor de los casos (como lo muestra su libro Contradanza de pie y de barro, que
debido a esta métrica podía leerse de principio a final o de final a principio, cosa que él siempre presumía, aunque esto sólo le dé el valor literario
de curiosidad). Sin embargo, seguían sin reconocerlo. En el 2002 Ernesto Lumbreras y Hernán Bravo publicaron la antología Manantial Latente, donde no
incluyeron a Mario. Además de los antologados, hicieron una lista de trescientos poetas que no alcanzaron el nivel para estar en la antología, pero que se
suponía en un futuro iban a despegar. Para empezar, 320 poetas en cualquier parte del mundo son muchísimos; en México cualquiera se siente poeta por ir a
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un diplomado de la SOGEM o tomar algún taller de la Secretaría de Cultura de su Estado. La realidad es que ni hay tantos poetas, ni los que son poetas
reconocidos escriben bien. La legitimidad es una cuestión más subjetiva que la poesía misma. Ante este panorama desolador para un poeta que con Diván de
Mouraria sentía que había escrito el poemario de la literatura nacional, y ante su falta de reconocimiento, su constante segregación, se tuvo que ver en la
penosa necesidad de vender su alma al diablo, comenzando un camino del que no tendría retorno: estará supeditado y subordinado el resto de su vida a
Eduardo Langagne (poeta muy menor incluso comparado con el mismo Mario). Pero tendría la oportunidad de clamar venganza contra esos infelices que no lo
incluyeron en la antología de Manantial latente. En la Feria de Minería del 2005 se presentaría la antología Un orbe más ancho de Punto de Partida; en la mesa
de presentación estaba face to face con su archienemigo: al fin Bojórquez podría clamar venganza. Con el auditorio lleno, Mario amenazó, amedrentó y encaró
físicamente a Ernesto Lumbreras en un ambiente muy, muy tenso. Concluyó la presentación diciéndole que si volvía a poner su nombre en cualquier antología
lo demandaría legalmente, cosa curiosa, porque ahora el Círculo de Poesía usa los nombres que quiere a diestra y siniestra para sus antologías (La luz que va
dando nombre y El oro ensortijado).

El mayor y más grave problema de este tipo de estructuras piramidales y jerárquicas en las que se maneja el Círculo de Poesía, totalmente paralelas a la
política, es que la gente no tiene libre albedrío. Los portas no tiene criterio propio, todo está supeditado a las decisiones de su jefe próximo, que a su vez
consulta sus decisiones con su “otro” jefe; de tal suerte que Mario y Alí controlan todo lo que se dice y hace ahí, en ellos recae la total confianza de Eduardo
Langagne, quien sabe de antemano que ninguno de todos sus subalternos podrá fallar, y es imposible, puesto que todo texto publicado por el Círculo está
filtrado por Alí Calderón y Mario Bojórquez. Existe una tristísima unidad de pensamiento, unidad de creación, unidad de todo, que provoca que sus textos, los
poemas y, por supuesto, todos su modus operandi estén totalmente homogeneizados.

Luego de una fuerte y polémica discusión entre Javier Sicilia y Evodio Escalante en el 2010, la página electrónica del Círculo de Poesía fomentaría de manera
desleal dicho enfrentamiento y lo haría más ríspido, subiendo comentarios con nombres apócrifos y pseudónimos inventados. Al no estar de acuerdo con esta
práctica decidí escribir una carta de repudio hacia estos acontecimientos, Alí Calderón jamás me dejó subirla, por lo tanto decidí que mi nombre fuera retirado
de la página y terminar toda vinculación con el Círculo de Poesía. Pagaría la factura con un exilio literario que duraría cerca de dos años. Después de ese exilio
decidí volver a mis raíces literarias centroamericanas, lo cual implicaba la disidencia y denuncia, no para lavar mi nombre, sino todos aquellos nombres que
fueron mancillados y vituperiados en pro del empoderamiento de unos pocos. Yo soy el eco de aquella verdad.

A modo de documentación adicional, vea este adjunto:


Circulo de poesía – Emails.

*****
Epílogo

Relación de premios que se han vinculado con prácticas corruptas:

Premio Ganador Jurado

Premio Nacional de Alí Calderón José Vicente


Poesía Anaya
Ramón López Velarde
2004

Premio Alí Calderón Mario Bojórquez


Latinoamericano de
Poesía
Benemérito de América
2007

Premio Nacional de Álvaro Solís Mario Bojórquez


Poesía
Amado Nervo 2006

Premio Nacional de Álvaro Solís Mario Bojórquez


Poesía Joven
Gutiérre de Cetina
2007

Premio Clemencia Álvaro Solís Iván Trejo


Isaura
de Poesía 2007

Premio Alhambra Álvaro Solís Fernando


de Poesía Americana Valverde
2013 Luis García
Montero
Daniel Rodríguez
Moya

Premio Nacional de Mario Eduardo


Poesía Bojórquez Langagne
Aguascalientes 2007

Premio Alhambra Mario Luis García


de Poesía Americanap Bojórquez Montero
para obra publicada Raquel Lanseros
2012 Fernando
Valverde
Daniel Rodríguez
Moya

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X Premio Casa de Waldo Leyva Luis García


América Montero
de Poesía Americana Benjamín Prado
2010 Jesús García
Sánchez (Chus
Visor)

VII Premio Casa de Omar Lara Luis García


América Montero
de Poesía Americana Benjamín Prado
2007 Jesús García
Sánchez (Chus
Visor)

V Premio Casa de Marco Antonio Luis García


América Campos Montero
de Poesía Americana Jesús García
2005 Sánchez (Chus
Visor)

Premio del Tren Marco Antonio Luis García


Antonio Machado 2008 Campos Montero
Jesús García
Sánchez (Chus
Visor)

Premio Internacional Marco Antonio Jesús García


de Poesía Campos Sánchez (Chus
Ciudad de Melilla 2009 Visor)

Premio del Tren Jorge Galán Luis García


Antonio Machado 2009 Montero
Benjamín Prado
Marco Antonio
Campos
Jesús García
Sánchez (Chus
Visor)

Premio Iberoamericano Jorge Galán Eduardo


de Poesía Langagne
Jaime Sabines 2011 Raquel Lanseros

Premio Alhambra Roxana Luis García


de Poesía Americana Méndez Montero
para obra inédita 2012 Raquel Lanseros
Fernando
Valverde
Daniel Rodríguez
Moya

Premio Alhambra Carlos Luis García


de Poesía Americana Aldazábal Montero
Para obra publicada Fernando
2013 Valverde
Daniel Rodríguez
Moya

Premio Unicaja de Ramón Cote Luis García


Poesía 2009 Montero

Jesús García
Sánchez (Chus
Visor)

Premio Alarcos de Fernando Luis García


Poesía 2009 Valverde Montero
Jesús García
Sánchez (Chus
Visor)

Premio del Tren Fernando Luis García


Antonio Machado 2012 Valverde Montero
Raquel Lanseros
Jesús García
Sánchez (Chus
Visor)

Premio del Tren Raquel Luis García


Antonio Machado 2011 Lanseros Montero
Jesús García
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Sánchez (Chus
Visor)

Premio Clemencia Frank Meza Mario Meléndez


Isaura
de Poesía 2010

Premio Iberoamericano Claudia José Vicente


de Poesía Posadas Anaya
Jaime Sabines 2009 Mario Bojórquez

Premio Clemencia Mijail Lamas Alí Calderón


Isaura Álvaro Solís
de Poesía 2012 Dalí Corona

Premio Tabasco de Audomaro Álvaro Solís


Poesía Ernesto
José Carlos Becerra Hidalgo
2013

1.5K

Del Autor

Antonio Cienfuegos
San Salvador, 1981. Escritor salvadoreño, de niño vivió en San Salvador una breve temporada y luego vino a
radicar a México debido a la diáspora causada por la guerrilla. Tiene estudios de Doctorado en Humanidades en la
Universidad Autónoma Metropolitana en la Ciudad de México donde reside intermitentemente. Se considera a sí
mismo un ante/poeta, ya que a pesar de haber publicado Otra versión de vos (Public Pervert, Chiapas, 2013),
aparecido en varias antologías (Doscientos años de poesía mexicana, inv. y sel. de Jair Cortés y Berenice Huerta,
Tlaxcala 2010; La luz que va dando nombre, Secretaría de Cultura Puebla, 2007; Carruaje de pájaros, Col. La
lectura con hechos, 2010), y en varias revistas (Alforja, primavera 2004; Cultura de Veracruz, 2005; Casa del
Tiempo, UAM, 2009), considera que la poesía se encuentra en una crisis tanto creacionista como mediática pero,
sobre todo ética, en donde el poeta utiliza la poesía como un medio para obtener beneficios capitalistas como
premios y becas (bajo un régimen de mafias literarias).

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